[Cerrado] A orillas del Río Piedra nos hicimos bolita pero no lloramos [Libre-Noche]
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Re: [Cerrado] A orillas del Río Piedra nos hicimos bolita pero no lloramos [Libre-Noche]
Y Jeannie decidió caminar hacia la mujer-vaca sin preocuparse por nuestra seguridad. Habiendo visto eso, me recosté en el tronco de un árbol y saludé con un mano perezosamente, forzando una sonrisa, incómodo por tener la extraña mirada de algunos Zoituanos sobre mí.
–Si una licántropa está embarazada, ¿qué pasa si se transforma en lobo? ¿El bebé también se transforma?... Tal vez en la biblioteca del gremio encuentre la respuesta –pensé. Eso no tenía relación alguna con la situación actual, pero ¿qué? ¿Tienes un problema con eso?
Volviendo con lo importante, escuché el discurso de Jeannie y esperé el momento en que realizara un ataque lo suficientemente poderoso para destruir a todos los enemigos sin dejar rastro de ellos. No sé por qué esperé algo así. Al final la elfa regresó a mí sin siquiera haber esperado que la vaca respondiese a sus preguntas.
–Claro, si ella esclaviza personas o se las come es sin duda alguien muy amable –le respondí, siguiéndole el juego. Luego di un paso hacia ella y le susurré–: Hey, mira eso. –Coloqué una mano en su hombro y con la otra señalé el interior de una pequeña choza–. Lo ves, ¿no? –Esbocé una sonrisa traviesa–. La vaca es tan amable que me dijo con la mirada que tomáramos un par.
Era una mentira, por supuesto, pero ¿Jeannie lo sabría o me creería? ¿Hasta qué nivel llegaba su ingenuidad?
Normalmente no intentaría manipularla de esa forma ni pensaría en robar, pero dentro de aquella choza, encima de una mesa que parecía más un altar que una mesa, estaba una cesta, cuyo diseño era extravagante, y estaba llena de biusas de distintos colores.
Apenas di un paso hacia mi suculento destino cuando repentinamente descubrí a Bio cerca de mí y con la vaca tras él. Dio uno de sus gritos mágicos y la vaca soltó las espadas, se llevó las… ¿manos? Digamos que son manos. Se llevó las manos a la cabeza y se tambaleó, manteniendo siempre una expresión de agonía, pero sin llegar a emitir ningún sonido. Entonces, sin fuerzas para hacer algo más, se dejó caer sobre mí.
Me aparté de un salto y la vaca cayó de bruces al suelo, donde permaneció inerte, aunque con cada ojo girando rápidamente en direcciones distintas.
–Bueno, la vaca me dice con la mirada que nos alimentemos de ella, así que… –
Desenvainé mi espada, la alcé con gracia y luego la dirigí hacia el cuello del objetivo. Fue un corte perfecto. La cabeza rodó unos cuantos centímetros antes de detenerse, sin embargo, sus ojos seguían moviéndose como antes. Ignoré ese detalle y me puse su casco. Me quedaba grande, pero eso no podría importarme menos
–¿Quién quiere carne de vaca? –pregunté con tono divertido.
El silbido que había sonado hasta ahora sin ninguna interrupción se detuvo abruptamente.
Cuando miré a los Zoituanos noté que todos tenían sus miradas fijas en mí. Un escalofrío recorrió mi espalda. Sentí que los ojos inexpresivos de cada uno de ellos estaban viendo a través de mí, mis pensamientos, mis recuerdos. Todo.
–Vivimos por y para beber leche –dijeron los Zoituanos al unísono, con una sincronización espeluznantemente perfecta. Además, todos tenían la misma voz, sin embargo, entonaron una voz completamente diferente para cada palabra–. Perdimos nuestra fuente de leche. Ahora tú lo serás. –Miraron a Jeannie. Entonces todos, al mismo tiempo, con la misma velocidad y con los mismos movimientos, procedieron a bajarse los pantalones.
–Chicos, creo que… –le hablé a mis compañeros, esforzándome por ocultar mis nervios– ¡debemos correr! –exclamé antes de empezar a correr con toda la velocidad que pudiera alcanzar con mis piernas potenciadas.
–Si una licántropa está embarazada, ¿qué pasa si se transforma en lobo? ¿El bebé también se transforma?... Tal vez en la biblioteca del gremio encuentre la respuesta –pensé. Eso no tenía relación alguna con la situación actual, pero ¿qué? ¿Tienes un problema con eso?
Volviendo con lo importante, escuché el discurso de Jeannie y esperé el momento en que realizara un ataque lo suficientemente poderoso para destruir a todos los enemigos sin dejar rastro de ellos. No sé por qué esperé algo así. Al final la elfa regresó a mí sin siquiera haber esperado que la vaca respondiese a sus preguntas.
–Claro, si ella esclaviza personas o se las come es sin duda alguien muy amable –le respondí, siguiéndole el juego. Luego di un paso hacia ella y le susurré–: Hey, mira eso. –Coloqué una mano en su hombro y con la otra señalé el interior de una pequeña choza–. Lo ves, ¿no? –Esbocé una sonrisa traviesa–. La vaca es tan amable que me dijo con la mirada que tomáramos un par.
Era una mentira, por supuesto, pero ¿Jeannie lo sabría o me creería? ¿Hasta qué nivel llegaba su ingenuidad?
Normalmente no intentaría manipularla de esa forma ni pensaría en robar, pero dentro de aquella choza, encima de una mesa que parecía más un altar que una mesa, estaba una cesta, cuyo diseño era extravagante, y estaba llena de biusas de distintos colores.
Apenas di un paso hacia mi suculento destino cuando repentinamente descubrí a Bio cerca de mí y con la vaca tras él. Dio uno de sus gritos mágicos y la vaca soltó las espadas, se llevó las… ¿manos? Digamos que son manos. Se llevó las manos a la cabeza y se tambaleó, manteniendo siempre una expresión de agonía, pero sin llegar a emitir ningún sonido. Entonces, sin fuerzas para hacer algo más, se dejó caer sobre mí.
Me aparté de un salto y la vaca cayó de bruces al suelo, donde permaneció inerte, aunque con cada ojo girando rápidamente en direcciones distintas.
–Bueno, la vaca me dice con la mirada que nos alimentemos de ella, así que… –
Desenvainé mi espada, la alcé con gracia y luego la dirigí hacia el cuello del objetivo. Fue un corte perfecto. La cabeza rodó unos cuantos centímetros antes de detenerse, sin embargo, sus ojos seguían moviéndose como antes. Ignoré ese detalle y me puse su casco. Me quedaba grande, pero eso no podría importarme menos
–¿Quién quiere carne de vaca? –pregunté con tono divertido.
El silbido que había sonado hasta ahora sin ninguna interrupción se detuvo abruptamente.
Cuando miré a los Zoituanos noté que todos tenían sus miradas fijas en mí. Un escalofrío recorrió mi espalda. Sentí que los ojos inexpresivos de cada uno de ellos estaban viendo a través de mí, mis pensamientos, mis recuerdos. Todo.
–Vivimos por y para beber leche –dijeron los Zoituanos al unísono, con una sincronización espeluznantemente perfecta. Además, todos tenían la misma voz, sin embargo, entonaron una voz completamente diferente para cada palabra–. Perdimos nuestra fuente de leche. Ahora tú lo serás. –Miraron a Jeannie. Entonces todos, al mismo tiempo, con la misma velocidad y con los mismos movimientos, procedieron a bajarse los pantalones.
–Chicos, creo que… –le hablé a mis compañeros, esforzándome por ocultar mis nervios– ¡debemos correr! –exclamé antes de empezar a correr con toda la velocidad que pudiera alcanzar con mis piernas potenciadas.
Rauko
Aerandiano de honor
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Re: [Cerrado] A orillas del Río Piedra nos hicimos bolita pero no lloramos [Libre-Noche]
Nada más volver al lado del elfo, este me insta a entrar en una casa llena de biusas. Desde luego se trataba de una trampa de aquel muchacho apuesto, sí, pero hambriento. Decidí hacer como si no le hubiera escuchado y seguir observando la escena. Si quería aquellas frutitas debía ir él mismo a por ellas. No era la recadera de nadie, y quien sabe qué trampas esperarían en aquella casa. De todas formas cuando me di cuenta tenía dos biusas en la boca y estaba guardándome las demás en el carcaj. ¿Cómo en el nombre de Isil había terminado dentro de aquella casa? ¿Acaso no había decidido no entrar?
Maldita sea, la culpa de todo aquello era de Rauko. Sin lugar a dudas. Debió de haberme lanzado algún tipo de hechizo para confundirme la mente y hacer que cumpla su voluntad. Había llegado el momento, tendría que matarlo.
Nada más volver al lado de mis extraños compañeros vi a la pobre ardilla gigante decapitada en el suelo. Alguno de aquellos dos la había matado. A juzgar por la espada ensangrentada en la mano de Rauko había sido Bio. Seguramente habría intentado atacarles y lo habían hecho en defensa propia. -Bueno. -Pensé. -Así al menos no echará de menos sus biusas. Sería un auténtico desperdicio dejarlas allí.
Los Zoituanos no se quedaron solamente mirando. Bueno, un poco sí, pero miraban fijamente a Rauko. O querían seducirle o pensaban descuartizarle, no había un término medio con aquellos seres. Dijeron que habían venido a beber leche, pero no había leche por ninguna parte, lo cual era raro. Se la habrían bebido. En ese momento tampoco me preocupaba mucho, estaba más pendiente de que no violasen a Bio y al elfo. De repente se giran para mirarme a mi directamente y bajarse los pantalones. No pude evitar carme al suelo soltando una carcajada y haciendo un gesto con el dedo índice y el pulgar.
Pensándolo más tarde, era algo infantil, indicar que aquellos zoituanos tenían diminutas biusas en la entrepierna no era lo que se dice algo de lo que estar orgullosa. El caso es que... Tras meditarlo profundamente a lo largo de varios minutos y tras un grito poco viril por parte de Rauko. Procedimos a correr en la dirección contraria de la que venían los zoituanos. Los cuales se aproximaban lentamente. No parecían tener la inteligencia suficiente como para darse cuenta de que si caminas con los pantalones bajados, tropezarás.
No hacía falta que corriéramos muy rápido, pero aún así lo hicimos. ¿que por qué? Pues porque nadie quiere que le vean siendo perseguido por un grupo de personas con pantalones bajados que se caen al suelo cada tres pasos. ¡Teníamos una reputación que mantener maldita sea!
Maldita sea, la culpa de todo aquello era de Rauko. Sin lugar a dudas. Debió de haberme lanzado algún tipo de hechizo para confundirme la mente y hacer que cumpla su voluntad. Había llegado el momento, tendría que matarlo.
Nada más volver al lado de mis extraños compañeros vi a la pobre ardilla gigante decapitada en el suelo. Alguno de aquellos dos la había matado. A juzgar por la espada ensangrentada en la mano de Rauko había sido Bio. Seguramente habría intentado atacarles y lo habían hecho en defensa propia. -Bueno. -Pensé. -Así al menos no echará de menos sus biusas. Sería un auténtico desperdicio dejarlas allí.
Los Zoituanos no se quedaron solamente mirando. Bueno, un poco sí, pero miraban fijamente a Rauko. O querían seducirle o pensaban descuartizarle, no había un término medio con aquellos seres. Dijeron que habían venido a beber leche, pero no había leche por ninguna parte, lo cual era raro. Se la habrían bebido. En ese momento tampoco me preocupaba mucho, estaba más pendiente de que no violasen a Bio y al elfo. De repente se giran para mirarme a mi directamente y bajarse los pantalones. No pude evitar carme al suelo soltando una carcajada y haciendo un gesto con el dedo índice y el pulgar.
Pensándolo más tarde, era algo infantil, indicar que aquellos zoituanos tenían diminutas biusas en la entrepierna no era lo que se dice algo de lo que estar orgullosa. El caso es que... Tras meditarlo profundamente a lo largo de varios minutos y tras un grito poco viril por parte de Rauko. Procedimos a correr en la dirección contraria de la que venían los zoituanos. Los cuales se aproximaban lentamente. No parecían tener la inteligencia suficiente como para darse cuenta de que si caminas con los pantalones bajados, tropezarás.
No hacía falta que corriéramos muy rápido, pero aún así lo hicimos. ¿que por qué? Pues porque nadie quiere que le vean siendo perseguido por un grupo de personas con pantalones bajados que se caen al suelo cada tres pasos. ¡Teníamos una reputación que mantener maldita sea!
Irinnil Fawkes
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Re: [Cerrado] A orillas del Río Piedra nos hicimos bolita pero no lloramos [Libre-Noche]
Si hubiera una palabra para poder definir aquella situación tan extraña sería “Todosefuealavergüenza” y claro que no era una sola palabra pero bueno, se entendía, la enorme vaca guerrera había sido víctima de mi ataque mágico y eso la dejó vulnerable a un segundo ataque de parte de Rauko, y aunque de momento parecíamos habernos librado del peligro, mi sexto sentido, el sentido del humor, me advertía que matar a la vaca guerrera solo podía vaticinar un terrible futuro.
Intenté no pensar en eso, de momento se había muerto y eso era lo importante, pero los Zoituanos parecían no asimilarlo tan bien y ahora comenzaban a bajarse los pantalones para correr tras la elfita rarita quien a su vez corría hacia nosotros, trayendo tras ella a la vergonzosa escena de bichos raros desnudos queriendo quién sabe qué.
¿Por qué estas cosas me pasan a mí?- Pregunté de mala gana mientras intentaba levantarme -Podría convertirme en centinela, usurpar el puesto de rey, ser un héroe por salvar alguna ciudad- Me sacudí el polvo y comencé a correr antes que me alcanzara la elfita y compañía -Pero no, aquí estoy, perseguido por una legión de bichos desnudos, acompañado por una elfa que se percibe como ardilla y un elfo matavacas.
Aceleré el paso un poco más para tratar de alcanzar a Rauko que iba como si le urgiera ir al baño -Rauko ¿Jamás has escuchado el viejo refrán de que no debes matar a una vaca con espadas?- Salté sobre unos arbustos y continué corriendo -Date prisa, con algo de suerte atraparán a la elfa y se entretendrán con ella- Señalé hacia atrás aunque sin voltear la mirada.
En unos minutos dejamos atrás cualquier indicio de bosque y teníamos frente a nosotros la orilla de la playa, a lo lejos podía verse desde lo alto, la torre a la que nos dirigíamos, tan imperturbable como siempre -Ya casi llegamos, es por allá- Señalé para luego mirar hacia atrás y entonces sucedió algo muy extraño, los zoituanos parecieron rendirse, dejaron de correr tras nosotros y en una perfecta coreografía lanzaron al piso una bomba de humo cada uno y luego desaparecieron sin dejar más rastro que una estela de gas.
Al menos de momento parecía que estábamos a salvo, y esta vez, para siempre, yo solo esperaba no volverme a cruzar jamás con ningún zoituano, ni con ninguna cava guerrera aunque había algo que aún daba vueltas en mi cabeza de manera perturbadora, la leyenda de las vacas locas…
Intenté no pensar en eso, de momento se había muerto y eso era lo importante, pero los Zoituanos parecían no asimilarlo tan bien y ahora comenzaban a bajarse los pantalones para correr tras la elfita rarita quien a su vez corría hacia nosotros, trayendo tras ella a la vergonzosa escena de bichos raros desnudos queriendo quién sabe qué.
¿Por qué estas cosas me pasan a mí?- Pregunté de mala gana mientras intentaba levantarme -Podría convertirme en centinela, usurpar el puesto de rey, ser un héroe por salvar alguna ciudad- Me sacudí el polvo y comencé a correr antes que me alcanzara la elfita y compañía -Pero no, aquí estoy, perseguido por una legión de bichos desnudos, acompañado por una elfa que se percibe como ardilla y un elfo matavacas.
Aceleré el paso un poco más para tratar de alcanzar a Rauko que iba como si le urgiera ir al baño -Rauko ¿Jamás has escuchado el viejo refrán de que no debes matar a una vaca con espadas?- Salté sobre unos arbustos y continué corriendo -Date prisa, con algo de suerte atraparán a la elfa y se entretendrán con ella- Señalé hacia atrás aunque sin voltear la mirada.
En unos minutos dejamos atrás cualquier indicio de bosque y teníamos frente a nosotros la orilla de la playa, a lo lejos podía verse desde lo alto, la torre a la que nos dirigíamos, tan imperturbable como siempre -Ya casi llegamos, es por allá- Señalé para luego mirar hacia atrás y entonces sucedió algo muy extraño, los zoituanos parecieron rendirse, dejaron de correr tras nosotros y en una perfecta coreografía lanzaron al piso una bomba de humo cada uno y luego desaparecieron sin dejar más rastro que una estela de gas.
Al menos de momento parecía que estábamos a salvo, y esta vez, para siempre, yo solo esperaba no volverme a cruzar jamás con ningún zoituano, ni con ninguna cava guerrera aunque había algo que aún daba vueltas en mi cabeza de manera perturbadora, la leyenda de las vacas locas…
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