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Mensaje  Friðþjófur Rögnvaldsson Dom 25 Nov - 22:42

Volví a llevarme n trago largo a los labios. Aquella cerveza fresca estaba extremadamente deliciosa. Especialmente porque había sido completamente gratis. Había pasado ya cerca de dos horas con aquel grupo de mercaderes. Mientras que al principio habían tratado de venderme algunas cosas, parece que les había acabado tan especialmente bien que me habían invitado a comer y beber, y hasta habían decidido pasar la noche allí, en medio de aquel claro del bosque donde yo había hecho mi pequeño campamento previamente. Íbamos a estar más seguros de aquel modo, juntos, y también había sido bastante inteligente por su parte después de haber oído que yo había estado trabajando en numerosas ocasiones como guardián de caravanas. En cierto modo era como si me hubieran contratado de un momento a otro.

A aquellas horas, con tanta bebida por en medio, la conversación se había vuelto de lo más extraña y sin sentido.

La vieja piruja se había quedado mirándome a los ojos intensamente –relataba uno de los mercaderes, mientras dirigía su mirada a cada uno de los oyentes–. Y me pregunto si quería su mano, en matrimonio. Entonces yo le dije que yo ya estaba esposado, con otro hombre, con un recio ruiseñor de nombre Gonzalo. ¡Tendríais que haber visto la cara de la vieja piruja! ¡Terrible! Le rompí todos los sueños.

Eso no es gracioso… –dijo otro de los mercaderes, un muchacho delgado, el más joven de los presentes–. Yo creo que esa vieja piruja tenía un corazón de coconut.

No seas idiota, solo me quería por el dinero –protesto el mercader narrador.

Yo ya comencé a ignorarlos. Mientras que al principio habían estado hablando de sus viajes y de temas interesantes, al final se había convertido todo en una historia hortera tras otra. Estaban delirando, y ya llevaban jarras y jarras de vino, cerveza, aguamiel y solo los dioses saben que más.

Estaba comenzando a anoche ce. El cielo todavía se veía ligeramente claro, pero ya empezaba a cernieres la oscuridad de la noche en el pequeño campamento que habíamos montado. Ya se hacía más notable el fuego de las hogueras que habíamos encendido, parpadeando y dispersándose la tenue luz entre los árboles que rodeaban el claro del bosque. Era de lo más confortable. Me estire sobre mi camastro, mientras apoyaba mi cabeza sobre mi mochila. Estaba blanda debido a que tenia de muda en su interior, a parte de algún séquito con dinero y algunas pocas cosas más. Había emprendido viaje de regreso a Ulmer, con la intención de encontrarme con mi hermana después de haber estado trabajando aquí y allá como mercenario, como en los viejos tiempos. Había tenido la buena quererte de encontrarme con buena gente por el camino, como aquellos mercaderes, y me habían hecho el viaje mucho más rápido, ameno, y sin pasar hambre.

Me puse en pie y me dirigí hacia el linde del claro del bosque, para poder mear un poco. Había bebido demasiada cierva. Me puse manos a la obra, mientras miraba con la vista perdida a la penumbra del bosque. Tenía la sensación de que en cualquier momento vería alguna cosa. Algún monstruo o lo que fuera. Simplemente, alguna cosa, era una sensación, y generalmente solía tenerla cuando estaba en aquel estado de ebriedad. Terminé de cumplir mis obligaciones fisiológicas, y me volví hacia el campamento, caminando con tranquilidad. Algo me atrajo hacia atrás, y estuve a punto de caer al suelo. Sin embargo, quien fuera que me había sujetado de los brazos me había empujado de modo que no había llegado a caer, sino a estar completamente apoyado sobre su cuerpo. Me alejaron de la luz de las hogueras, y poco a poco me fui perdiendo en la penumbra, sin tener la menor idea de a donde me estaba dirigiendo.

La madre que te parió! ¡Quién eres! ¿Qué demonios? –Proteste mientras me arrestaban más y más lejos del campamento.

En aquel momento lo que más odiaba era haber olvidado mi mochila, con las pocas monedas que había conseguido durante mi viaje y mi trabajo duro como mercenario. Pero estaba demasiado borracho como para poder reaccionar apropiadamente. Me arrastraron hasta lo que parecía un río. No lo vi en un primer momento, pero llegué a escuchar el sonido del agua correr rápidamente.

¿Qué pasa? ¿No te encuentras tan cómodo ahora? –Me pregunto una voz grave. La del que me estaba sujetando. Aunque escuche algunas risas leves y murmullos a mi alrededor, y pude llegar a ver que había algunos individuos más. Intentaron sacarme la espada que tenía en la vaina que tenía puesta en el cinto, pero me moví ágilmente evitándolo.

Con varios movimientos bruscos, pude alejarme de ellos y entonces tome la empuñadura de mi espada y desenvaine, y tomándola con los dos mansos me moví señalándolos con esta. Estaba demasiado mareado, inútil para luchar en aquellos momentos, pero me defendería hasta el último momento si hacía falta.

Miserable, vas a pagar ahora por todo lo que has hecho –dijo el mismo tipo que me había tomado por los brazos con anterioridad–. ¡Tantos asaltos fracasados por tu maldita culpa, hijo de batracio! –Grito con odio el individuo–. Eres un traidor asqueroso. Primero entre los bandidos y ahora usándolo en nuestra contra. Que miserable, que asco das, te voy a cortar los testículos y dárselos de comer a una oveja.



[si quieres puedes aparecer aquí de pronto y ayudarme a escapar de estos tipos]
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Mensaje  Sango Vie 30 Nov - 11:40

Estaba seguro de que le pisaban los talones y la noche no sería un impedimento para ellos. Tenía que seguir corriendo. Debía seguir huyendo.

Viajar hacia el sur, a Lunargenta, en busca de ayuda, no había sido inteligente. Después de una guerra lo último que necesitan las buenas gentes de allí es esconder a un desconocido de dudosa procedencia o simplemente darle un mendrugo de pan. La guerra era mala, pero la postguerra era aún peor. Por eso Sango, decidió escapar de nuevo hacia el norte, más concretamente hacia el noroeste, pero quería pasar lejos de la ciudad Bio y lejos de Roilkat y su arenal. Simplemente tendría que llegar a Vulwulfar y desde allí seguir el camino de la costa.

Casi por sorpresa se encontró con un campamento en el que varias personas dormían dando grandes ronquidos. Ben se detuvo por completo y contuvo la respiración durante unos instantes. El fuego, que se estaba extinguiendo, lanzaba los últimos lengüetazos de fuego, tratando se sobrevivir. Se fijó en que había sacos e incluso un carro pero lo que más le llamó la atención fue que había una mochila sin vigilancia. Se mordió los labios y miró a su alrededor. No había nadie que le observara y se decidió a coger la mochila. Pisó con cautela y lo más sigilosamente que pudo, cosa que no consiguió puesto que había ramas y hojas por todas partes y estas crujían bajo su peso. Cuando finalmente alcanzó la mochila, se la echó al hombro y salió corriendo.

Pero como era evidente, su suerte no duraría mucho.

Más adelante, escuchó voces y casi sin darse cuenta cayó en una especie de emboscada. Tres hombres le cortaron el paso y le arrancaron la mochila con brusquedad.

- Eh, ¿te has perdido? Podemos ayudarte.- Dijo uno con tono de burla. Sango sin pensarlo dos veces, descolgó el hacha y girando sobre sí mismo lanzó un tajo contra sus tres contrincantes. Pero se detuvo en seco al impactar en uno de ellos.

El hacha se había introducido hasta la mitad de la cara de uno de ellos, el que llevaba la mochila de hecho. Cayó al suelo al instante casi sin darle tiempo a Sango a extraer el hacha de su cabeza.

- ¡Le ha partido la puta cara! ¡Matadlo joder, matadlo!- Gritó uno.

Ben se agachó a por la mochila y salió corriendo. Habrían transcurrido no menos de diez latidos entre la captura y la muerte de uno de los asaltantes. Sango no se podía permitir más retrasos. Le seguían muy de cerca. Y una vez más, se dio de bruces contra la realidad.

No le dio tiempo a ver mucho, pero había varias personas increpando a otra que empuñaba una espada. Sango se cansó de tantas interrupciones, debía escapar cuanto antes y mientras corría gritó.

- ¡La guardia! ¡Viene la guardia!- Pero sólo recibió una zancadilla como respuesta. La caída fue brutal y por poco no se clava el hacha en la ingle. Escuchó gritos y risas mientras se levantaba. Había ido a parar a los pies del hombre que se defendía con una espada. Le miró durante un par de latidos y después empuñando el hacha se puso a su lado.

- ¡Por allí! ¡Oigo voces!- Se escuchó a lo lejos unas voces. Los asaltantes desconcertados miraron a su alrededor y se escuchó como algunos hablaban de la guardia, confirmando lo que había gritado Sango momentos antes, "ojalá fuera la guardia...", pensó.

- ¡Han matado a Ovejero! ¡Han matado a Ovejero!- Llegaron gritos más intensos lo que provocó que hubiera mucho más desconcierto, momento que aprovechó Ben para salir corriendo. Pero resulta que la otra persona tuvo la misma idea. Ambos se agacharon para coger la mochila, se miraron durante un latido y Ben dejó que cargara con ella.

- Vámonos, joder, venga, hostia, vámonos.- Le gritó Ben al tiempo que echaba a correr.

Sango, como de costumbre últimamente, maldecía su suerte.
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Mensaje  Friðþjófur Rögnvaldsson Dom 2 Dic - 15:19

Había aprovechado todo el revuelo que se había formado para poder separarme de ellos. Mientras que mi espada estaba perdida en alguna parte, no estaba seguro de dónde, me había acercado a uno de los mercenarios y le había dado un fuerte cabezazo, dejándolo imbécil durante algunos segundos. Lo suficiente como para poder arrebatarle el arma, una espada poco afilada, con algo de óxido, suficiente como para provocar una infección con un único corte.

Todavía me encontraba ligeramente mareado, pero me había recuperado lo suficiente como para poder asestarle un fuerte corte en la pierna al primer individuo que se me acerco, entre gritos. Con la guardia o sin ella en medio, era normal que alguno de ellos tratara de intentar cobrarse mi muerte por todo lo que había hecho tiempo atrás. Lo que había hecho, lo había hecho con un motivo. Trabajar con ellos, me había enseñado mucho, especialmente en lo que a la carrera como mercenario se refería. Pero las ultimas emisiones que habían estado aceptando, eran de dudosa moralidad. Secuestros, saqueos y otras peticiones que los convertían más en sicarios y gente apestosa, que en mercenarios. No podía continuar con ellos si quería mantener a salvo a mi hermana, y entre muchas otras razones, esa había sido la principal que me había hecho abandonarlos. Que los hubiera delatado por unas cuantas monedas de oro, no tenía nada que ver, era otra historia.

¿Quién eres? –le pregunte, aunque ya nos estábamos marchando de aquel lugar.

Los pocos mercenarios que quedaban en la zona se acercaron. De entre ellos, solo dos decidieron venir hacia nosotros y enfrentarse, especialmente con la intención de atacarme a mí. Al primero lo golpee en la cara con la empuñadura, haciendo que diera un paso hacia atrás, ligeramente aturdido. Después me apresure en darle un fuerte corte lateral. No le cause mucho daño, tan solo rajando el cuero de su armadura. Pero mientras intentaba lanzar un ataque desesperado, aproveche para esquivarlo y antes de que se repusiera, clavarle la espada en su axila. La introduje, y empujándolo con mi pie, lo hice caer al suelo. Entonces me gire hacia el que, de algún modo, me había acabado rescatando intencionada o no intencionadamente, tenía un mercenario a punto de atacarle para quitarlo de en medio y dirigirse hacia mí, pero en cuanto el anterior cayo y se dio cuenta de que estaba solo frente a nosotros dos, decidió dejar sus armas y salir corriendo, perdiéndose entre los bosques.

Como sea, gracias por aparecer. De no haber sido así, ya estaría muerto –esboce una media sonrisa–. Como te habrás dado cuenta, estos tipos no me tienen especial aprecio.

Corrimos hasta dejar atrás el lugar donde habíamos tenido el encontronazo con aquellos mercenarios. Llegamos hasta un rio, donde parecía que se encontraba el linde oeste del bosque. No sabía dónde nos encontrábamos exactamente, pero por lo menos estábamos ahora lejos de los mercenarios, y también al mismo tiempo del mercado. Entonces recordé mi mochila, la que había perdido. Escupí al suelo, y me llevé una mano a la frente.

Mierda. Mierda. –proteste entonces–. Es como si no hubiera hecho absolutamente nada durante los últimos días. Todo mi dinero se ha esfumado, así porque sí. Maldita sea.

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Mensaje  Sango Mar 4 Dic - 21:13

La carrera le dejó sin aliento. Aún así no había dejado de darle vueltas a la maestría que había demostrado aquel extraño aliado con la espada al librarse de uno de aquellos, más extraños aun, atacantes.

Sango estaba apoyado contra un árbol, jadeando e intentando no vomitar del esfuerzo. Se estaba agobiando y decidió caminar en círculos mientras tragaba bocanadas de aire fresco. Escuchó el lamento de su compañero y le palmeó la espalda dándole ánimos.

- Bueno hombre- respiró aún agitadamente - con ese manejo con - era un trabajo duro el de intentar respirar y hablar al mismo tiempo en aquellos instantes - la espada, no tendrás problema en - se detuvo e hizo dos respiraciones más pausadas - recuperarte en poco tiempo.- Miró el hacha que aún llevaba en la mano y se agachó para restregarla contra el suelo y quitarle la sangre que aún bañaba gran parte del acero. Quitarse las manchas de la ropa, sería otro cantar. Una vez hubo terminado se colgó el hacha del cinto y se llevó las manos a la cintura mientras recuperaba, poco a poco, la respiración.

Se giró para mirar a su compañero. Era un hombre realmente alto, le sacaba, al menos, una cabeza y se notaba que estaba curtido en combate. No convenía tenerle como enemigo.

- No deberíamos quedarnos mucho tiempo por aquí.- Se rascó la cabeza. No sabía como abordar el tema de los perseguidores. En realidad no sabía si contarle quién le perseguía a él.

- Esa gente que nos persigue dará con nosotros, tarde o temprano. Yo creo que deberíamos ir hacia el noroeste, dirección Vulwulfar.- Dejó de hablar de pronto porque creyó escuchar un ruido. Se llevó la mano derecha al hacha y se quedó escuchando durante unos instantes. Al cabo se relajó y continuó.

- No pienses mal, he dicho Vulwulfar por ser el ultimo paso para salir de la península...- Dudó unos instantes- Sinceramente, mientras no pasemos cerca de la ciudad de los Bio, me vale.- Dijo un tanto nervioso.- No es por nada, pero esos hijos de puta no me dan seguridad o confianza... Sí, no confío en ellos.- Se apresuró a decir.

Ben estaba seguro de que había abierto demasiado la boca y seguro habría preguntas que se agolpaban en la cabeza de aquel hombre, pero sí existía honor entre fugitivos, o algo parecido, seguramente habría un pacto de silencio hasta que confiaran el uno en el otro o al menos hasta que hubiera que aclarar ciertas cosas para abordar el problema que les perseguía.

Sango dio un respingo cuando sintió a su fiel amigo cerca de su pierna. Se agachó y acarició al kag. Se giró nuevamente hacia su compañero.

- Este de aquí es un fiel amigo, un kag de Roilkat.- Ben miró a los ojos de su compañero.- Por cierto, perdona por no haberte contestado antes.- Le tendió la mano. Era un paso arriesgado que había que dar.- Soy Sango.-

El kag alzó la cabeza y miró hacia la espesura del bosque. Algo se acercaba.
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Mensaje  Friðþjófur Rögnvaldsson Dom 10 Mar - 4:41

Tienes razón con eso –le respondí. Tenía experiencia en el combate y también como mercenario. Con un par de trabajos, recuperaría algo del dinero que había perdido aquel día. Pero al mismo tiempo continuaba causándome cierta rabia; al fin y al cabo, todo el trabajo y riesgo que había sufrido anteriormente, había servido para nada, si al final habían acabado robándome mis ganancias–. Me gusta tu optimismo.

Me puse a examinar el suelo, dado que junto con las armas que –al igual que el último de los asaltantes, otros también– habían dejado caer, también había algunas otras cosas que habían soltado. Había pequeños morrales y mochilas, cosas que les habrían sido poco más que un peso inútil en su escapada después de la fallida pelea. No encontré monedas, pero si dos pequeños papeles donde figuraba el nombre y algo de información de dos de esos individuos. Era el típico papel que nos entregaban al entrar en aquel grupo de mercenarios, lo recordaba porque yo mismo había tenido uno de ellos tiempo atrás.

Si, no despreocupes, podemos ir a cualquier lugar que no sea el territorio de los bio. Lo cierto es que solo he conocido dos y no he tenido mala experiencia con ellos, pero dos no es suficiente como para tomarnos la libertad de confiar en ellos, eso puedo entenderlo.

Tan solo había estado una ocasión en Vulwulfar, sin embargo, y en esa única ocasión había estado en problemas. Aunque bueno, en qué lugar no había estado en problemas a esas alturas. Si él no quería pasar por la zona de los bio debía tener sus motivos, y yo no iba a ser quien le iba a preguntar al respecto. Todos teníamos nuestros asuntos, y él había podido ver que yo ya había tenido los míos con aquellos mercenarios. Sin embargo, me había ayudado sin siquiera pensarlo, y le estaba agradecido. Sin duda le proporcionaría la misma confianza que me había brindado, y por supuesto no haría ni la menor pregunta respecto a sus asuntos. Tan solo teníamos que irnos de allí cuanto antes, y sobrevivir.

Sobre al ver al kag. Lo cierto era que jamás había visto uno antes y me sorprendí por un momento, casi asustándome por no haber esperado su repentina aparición. Se presento finalmente aquel hombre como Sango. Asentí e hice un gesto con la mano quitándole importancia.

No te preocupes, es completamente normal que las presentaciones quedaran para el final –sonreí–. Bueno, larguémonos de aquí cuanto antes.    
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Mensaje  Sango Lun 11 Mar - 19:57

Cuando dos grupos se unen para afrontar una amenaza pueden ocurrir dos cosas: o bien colaboran, o bien se aniquilan entre ellos. En circunstancias similares a aquellas, si sus perseguidores fueran dos grupos de humanos, seguramente acabarían matándose entre ellos por las posibles recompensas que hubiera por las cabezas de los perseguidos. Pero no era el caso. Una pareja de bios y un grupo de bandidos podían colaborar perfectamente para conseguir sus objetivos.

Ben agradeció que no preguntara sobre sus recelos a acercarse a la ciudad de los Bios. No quería acercarse a aquella ciudad del demonio y que le volvieran a meter en alguna de aquellas salas blancas y llenas de aparatos desconocidos. Con una vez había tenido de sobra.

- Aquí el amigo ha oído algo, creo que deberíamos seguir. - Se giró y miró a su compañero.- Al menos encontrar algún poblado, aldea o a ser posible con taberna.- Se pasó la manga por la cara para limpiarse los restos de sudor, sangre y barro. Sin más siguió caminando hacia donde él creía que era el oeste.

Caminaron largo rato en silencio, el kag iba unos pasos por detrás, tratando de hacer el menor ruido posible y emitiendo gruñidos y sonidos provocados por su alta actividad olfativa.

- Aunque también podríamos emboscarlos en algún lugar, deshacernos de ellos poco a poco...- Se fue desanimando según hablaba puesto que los bios seguramente tendrían una capacidad superior para el rastreo y de poco les serviría esconderse tras unos árboles. Seguramente tendrían más oportunidades en un enfrentamiento directo.

Ben no había conocido a nadie que hubiera sido perseguido por los bios y dependiendo del momento pensaba en las dos opciones posibles: o bien había muerto o sido capturado, o por otra parte estaba muy bien escondido. Ben solía ser optimista y creía en sus posibilidades de salirse con la suya, pero visto lo visto, y sabiendo de qué medios disponían no las tenía todas con él.

A su alrededor todo seguía en calma. El corazón de Ben se aceleró. No escuchaba los gruñidos del kag y eso le puso nervioso. Como acto reflejo le puso la mano en el pecho a su compañero de viaje y se detuvieron a la vez. Ambos se miraron por un instante y Sango le hizo un gesto con la cabeza indicando que el kag no estaba. Ben empuñó con fuerza el arma y giró sobre si mismo lentamente tratando de escuchar o ver algo. Una mano se le posó en el hombro, Sango se sobresaltó, pero al instante se tranquilizó al comprobar que era su acompañante y que le hacía gestos en una dirección.

Según iban avanzando en esa dirección las voces, los gritos y las carcajadas se fueron haciendo más intensas, hasta el punto de que parecían estar a su lado. No obstante, las fogatas aún quedaban lejos, pero no lo suficiente como para que no fueran cautelosos. Caminaban despacio, tratando de no pisar ramas o cualquier objeto que crujiera y revelara su posición. A unos trescientos pasos pudieron echar un primer vistazo.

El campamento era muy básico y estaba compuesto por una fogata, a un lado había petates y camas improvisadas y al otro se sentaba un grupo de gente, Ben contó seis pero no estaba seguro.

- ¡… y cuando cogió la espada y esta se le partió por la mitad salió corriendo colina abajo como si fuera un gamo!- Un coro de carcajadas estalló y Ben avanzó hacia el siguiente árbol en donde tenía una mejor visión.

- Joder, que bueno… ¡eh, Yarma, pásame la botella y vete a ver cómo están los prisioneros, anda!- Dijo el que había contado la historia. Tras unos instantes el silencio se volvió a quebrar.

- ¿Aún crees que nos van a pagar algo? Son simplemente viajeros, no creo que tengan ningún…-

- Pues claro que sí. El rey no dejaría a sus súbditos a manos de una escoria como nosotros.- El resto rió ante el tono de burla con el que había pronunciado aquellas palabras.- Si no, siempre los podemos vender como mano de obra barata, explotaciones mineras, trabajos en el campo… En fin, ¿quién ha dicho que no hay trabajo?-

- Ja, ja, muy cierto Capitán. Pero bueno, ¿dónde está Yarma?-

- Aquí, idiota. Los prisioneros siguen dormidos, a excepción de la lancera y el ponesuelas que seguían despiertos y tramando algo. Les oí hablar sobre las cuerdas.- Dijo la mujer con tono de cansancio.

- No aprenden, ¿eh?- El que llamaban Capitán suspiró. - Traédmelos ahora mismo.- El campamento se puso manos a la obra mientras el Capitán preparaba un vara.

A Sango se le aceleró el corazón al ver a los prisioneros. Veía un rostro familiar entre ellos, pero no sabía ponerlo en pie. Siguió observando la escena mientras le puso una mano en la cabeza al Kag, que había llegado hacía tan solo un instante, para acariciarlo.

Colocaron a los prisioneros de rodillas y el Capitán los recibió con un varazo en la espalda a cada uno. Estos cayeron al suelo sin gritar y dos hombres del grupo los volvieron a levantar. Y Sango la reconoció, era Taja*. Tan pronto supo quién era, se giró para hablar con su compañero.

- Conozco a uno de los prisioneros. Deberíamos hacer al- Un gruñido muy agresivo del kag lo alarmó e inmediatamente se puso en guardia como el kag. Sango lanzaba la vista al bosque, luego al animal y por último a su compañero. Su corazón se heló pues desde el bosque les llegó a los oídos la peor noticia posible.

Sus perseguidores los habían localizado.

Pronunciacion (*):
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Mensaje  Sango Vie 16 Ago - 0:46

Sango echó a correr en dirección a Taja. No estaba muy lejos y pronto sus carrera alertó a los captores.

- ¿Quién coño anda por ahí?- Fueron las últimas palabras de aquel desgraciado que no tuvo tiempo de raccionar al hachazo que le había soltado Sango en carrera.

El hacha se quedó atascada en el pecho del oponente y lo ralentizó lo justo como para que una mujer le lanzara una estocada que atravesó el cuerpo de su antiguo compañero. Una vez liberado, Sango, cogió ventaja y le lanzó un golpe descendente hacia el brazo de la espada. Un chasquido resonó en el bosque pues ambos aceros se había encontrado. La mujer perdió el contacto con la espada pero reaccionó a tiempo y empujó a Sango no sin antes propinarle un buen rodillazo en la zona abdominal. Ben se tiró al suelo y rodó lejos para tener una mayor visión del campo de batalla. Fue una decisión acertada puesto que se sumaban otros cuatro atacantes empuñando sus respectivas armas.

Paró un golpe desde la izquierda y contraatacó rápidamente con hachazo hacia el costado de aquel desgraciado. Por desgracia no vio que por detrás se le habían acercado dos atacantes. Cuando se giró solamente pudo parar uno de los golpes antes de recibir un golpe, con un tronco que hacía las veces de porra, en la rodilla izquierda. Ben lanzó un grito de dolor y cayó sobre la rodilla derecha al tiempo que lanzaba un golpe de izquierda a derecha para ahuyentar a sus rivales y ganar algo de tiempo. Tuvo un éxito relativo al provocarle un corte a uno de los atacantes.

- ¡Basta!- Ladró un hombre que empuñaba una maza. Sango se puso de pie tratando de poner la mayor cantidad de peso posible en su pierna derecha. El hombre se acercó a los dos prisioneros.- ¿La puta o el ponesuelas?- Le preguntó. Sango frunció el ceño y le miró con desprecio.- Como quieras.- Alzó la maza.

- ¡Allí! ¡Está allí!- Dijo alguien desde el bosque. El hombre bajó la maza y se puso alerta.

- ¿Qué coño es esto?- Del bosque aparecieron varios de sus perseguidores. Por suerte los bios no habían aparecido. Aún.

- Vaya, ¡pero si es Grim! Y está con su banda y ¡joder! también están con el pelirrojo. No nos podía haber salido mejor la noche.- Dijo el mismo.- Ah, ah, yo si fuera tú, Grim, bueno, lo primero me quitara la vida, ya sabes, porque eres la peor escoria de este mundo y segundo, dejaría esa bonita maza en el suelo.- Hizo una pausa.- Y va por todos vosotros. Venga, sabéis que es lo correcto.

Sango miraba a Taja, esperaba que hubiera algún tipo de contacto visual, pero ella seguía mirando al suelo. Posó sus ojos en los del portador de la maza. No podía distinguir gran cosa, la luz del fuego no era suficiente pero sabía que aquel hombre estaba valorando el luchar o no y de aquella decisión, Sango podía sacar provecho. Se giró.

- No nos vamos a rendir, esta noche cenaréis con los Dioses.- Nadie esperó aquello y mucho menos que tras la última palabra de Sango los recién llegados se lanzaran a por ellos. Ben caminó hacia atrás tan rápido como pudo para acercarse al fuego y a Taja.

Se lanzaron hacia él dos hombres que empuñaban espadas. Le atacaron a la vez y Sango sólo pudo tirarse al suelo para evitar los golpes. En el suelo luchó por alejarse un poco más pero le cortaron el paso: uno de ellos le pisaba la pierna izquierda y el otro el brazo derecho, obligandole a soltar el hacha. Pese a resistirse se quedó en el suelo quieto, escuchando como el entrechocar del acero y los gritos.

- ¡Cuidado!- Berreó el que le pisaba la pierna.

La presión en el brazo desapareció y casi al instante tanteó el terreno para buscar el hacha, cuando la encontró simplemente fue lanzar un golpe hacia adelante. Pero su captor había estado rápido y había saltado hacia atrás. Ben se arrastró hacia atrás y se puso de rodillas tan rápido como pudo. Hizo una mueca de dolor y se puso de pie.

- ¡Ayúdame!- Le gritó Taja mientras arrastraba al otro prisionero. Pero Ben no pudo ayudarla pues el atacante se lanzó a por él.

Paró los dos primeros golpes y esquivó el tercero. El atacante se tomó un tiempo al ver la rápida reacción de Sango y este, en un intento desesperado por terminar el combate hizo un rápido movimiento y le lanzó el hacha que impactó en el hombro derecho del agresor que se tiró al suelo gritando de dolor. Ben no perdió el tiempo y recuperó el hacha provocando aún más sufrimiento a su adversario y se fue con Taja que ahora sí le miraba y ambos se reconocieron. Ben se agachó para cortar las cuerdas que ataban las manos de aquel hombre. Mientras, Taja estaba con otros dos prisioneros haciendo lo propio.

- Tenemos que irnos, Taja, esto es solo la avanzadilla, lo peor-

Un haz de luz atravesó el claro e impactó en un tronco, a escasos palmos de Sango. Había un agujero perfecto en el tronco del árbol. Sango se giró y vio a los dos bios caminando hacia él. Ben se puso de pie y resopló. Todos se habían parado a contemplar la escena.

Porque, ¿qué había hecho un humano para enfadar tanto a los bios?


CONTINUACIÓN DEL HILO:
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Mensaje  Sango Lun 19 Ago - 13:05

- Eso ha sido una advertencia, la próxima vez no fallaremos.- La voz sonaba en tono neutro, sin mostrar enfado o advertencia y provocó que Sango se sintiera inquieto al respecto. Aquellos seres, o cosas, eran extraños.

A su alrededor todo se había detenido. Si alguien hubiera observado la escena podría pensar que estaría frente a un cuadro salido de la imaginación de cualquier pintor de Lunargenta. Sin embargo, existía un pequeño detalle que delataba la realidad de aquellos acontecimientos: el fuego. Si no hubiera sido por el fuego, habría sido un gran cuadro, digno de especulaciones sobre quienes eran los que allí estaban representados, incluso, se podrían haber formulado teorías sobre si alguno de los presentes era el artista.

- Bueno, no creo que haga falta llegar a esos extremos.- Sango estaba de pie, sujetaba el hacha con la mano derecha y con a izquierda gesticulaba.- Podríamos haber arreglado esto sin violencia, sin embargo, os habéis empeñado en hacerme daño, ¿es la orden que tenéis?-

- Devuelve los documentos a su dueño y no recibirás ningún daño.- Dijo otra vez el mismo bio con el mismo tono de voz.

El lienzo cambió sutilmente pues el pelirrojo avanzó en dirección a los dos hombres frente a él. El fondo, con varios hombres con armas rudimentarias, no varió.

- No los tengo. Ya han sido entregados y destruidos.- Dijo Sango con toda la tranquilidad del mundo.

Una de esas teorías que los entendidos en arte podrían formular era que el pelirrojo había sido contratado para transportar unos documentos de vital importancia desde un punto A hasta un punto B. Para ese tipo de trabajos, mal pagados por cierto, se necesitaba alguien que no hiciera preguntas y que simplemente quisiera ganarse unas monedas. Era necesario que supiera desenvolverse con un arma y sobre todo que mantuviera la discreción.

- Registrale.-  El otro caminó hacia Sango.

Esos papeles, diría el erudito, eran unos diagramas para un artefacto que sería perjudicial para la paz en la península de Verisar, en definitiva, un arma muy letal. El erudito, defendería a capa y espada que el pelirrojo sólo se movía por el interés y la codicia y que no sabía que servía a un propósito mayor, lejos de los organismos oficiales. Podría haber afirmado, incluso, que era una guerra entre varios grupos de investigadores.

- Vale, vale.- Sango se puso de rodillas a escasos pasos del fuego y antes de que llegara el otro bio se echó mano a los pantalones, a la zona genital y sacó un papel de ahí. Lo convirtió en una bola y lo lanzó al fuego.

- ¡NO! ¡Recupera el documento!- Gritó el otro al ver lo que Sango había hecho.

Cuando este pasó a su lado y se agachó para meter la mano en el fuego Sango se puso de pie y le asestó tres golpes descendentes con el hacha con una fuerza bestial. Antes de asestar el cuarto, el bio agredido, se giró y le soltó un rápido puñetazo en el estómago que lo lanzó varios pasos hacia atrás. Sin embargo, no podía moverse hacia él, solamente movía el tronco. Los golpes le habían inmovilizado las piernas.

- ¡Sango! ¡Vamonos, rápido!- Le gritó Taia a su lado, mientras lo levantaba.

Ben miró hacia atrás y observó como el bio sano, daba instrucciones a los hombres mientras con los brazos trataba de arreglar a su compañero. No perdió ni un minuto más y echó a correr tras Taia y otras cinco personas, entre ellas al que habían llamado el ponesuelas. Corrieron, corrieron y no miraron atrás

Cuando los reos liberados no pudieron más, hicieron un alto en el camino. Sango se detuvo junto a Taia y sacó un rollo de papel, ahora aplastado, que llevaba en la bota.

- Entrégalo en el puesto de la Guardia en los Llanos de Heim, y di que son de parte de Ben Nelad, o Sango. No, no, escuchame, seguiremos juntos, pero si por lo que sea me atrapan o si me pasara algo... por favor entrégalos.- Sango le tendió los papeles y Taia se los guardó.

- ¿Qué son?- Preguntó Taia y Sango sonrió.

El erudito, que contemplaba la escena expectante para saber si su teoría era cierta se llevó una tremenda desilusión.

- La libertad para nuestros camaradas humanos.-
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Mensaje  Sango Mar 3 Sep - 13:30

La marcha era arrítimica, carreras, pausas, paso ligero, paso pesado...

- Entonces, ¿qué hacéis con esta gente? ¿Dónde os capturaron?- Sango aprovechó uno de los descansos para hablar con Taia. Ella, soltó aire y acto seguido cogió un cuchillo para afilar una estaca de madera.

- Me contrataron para escoltarlos hasta Luanrgenta. Debían coger un barco y partir hacia el norte. No, no lo sé, tampoco me importa. Me pagan para que les escolte desde aquí hasta allí y punto.- Su voz era mucho más dura que la última vez que se habían visto.- No estaba sola, eramos dos escoltas más. Están muertos. Saltaron sobre nosotros y casi no tuvimos tiempo de reaccionar.- Sus movimientos eran constantes mientras las gruesas virutas caían al suelo.

Sango miró al horizonte. Amanecía, lo que le ayudó a orientarse pero no a saber dónde estaban. Decidió que debían seguir hacia el este. Y apremió a la caravana para que se movieran. Todos estaban cansados y asustados y necesitaban beber algo.

- Estos papeles que me has dado... realmente, ¿qué son?- Preguntó Taia con curiosidad. Pasó un rato hasta que le contestó.

- Bueno, por lo que tengo entendido es un acta que demuestra... Más bien es un contrato, sí, un contrato por el que se intercambian aeros por esclavos humanos. No sé quién anda detrás, pero si hay unos bios que me persiguen...- Ben no consideró necesario terminar la frase.

- Alguien muy poderoso, o al menos alguien que quiere hacerse con un nombre.- Taia le dio vueltas a la cabeza.- ¿Por qué lo haces? Quiero decir, ¿cómo has llegado hasta este punto? Quiero decir-

- Sí, entiendo, cómo he llegado a involucrarme en esta... llamemoslo historia.- Construyó mentalmente el relato mientras delante de ellos, la caravana de desconocidos seguía caminando.- Últimamente he estado muy inactivo, ¿sabes? He pasado mucho tiempo en tascas y tabernas jugando a las cartas y bebiendo. Cuando un día desperté y vi... bueno, decidí que esa vida tenía que cambiar. Contacté con miembros de la Guardia, quise volver al servicio activo pero no sé que problemas hubo...Total, que entre que se solucionan las cosas y no, un sargento se me acercó y me ofreció este trabajo. Al parecer había estado haciendo ciertas indagaciones y-

- ¿Y se lo pide a alguien que no está en la Guardia?- Preguntó rápidamente Taia.- No me malinterpretes, pero, ¿por qué si estaba investigando no puso a miembros del cuerpo a trabajar?- Sango frunció el ceño y tragó saliva.

No había pensado en ello. Ni tan siquiera se le ocurrió. Tan solo pensaba en que aquella misión le facilitaría la entrada al ejército.

- Pero igual es que es una misión que no se puede resolver por la ley. Joder, imagínate que alguien da la voz de alarma porque miembros de la guardia se acercan a investigar. Les da tiempo a esconderlo todo.- Dijo Sango con tono convencido.

- ¿Entonces has visto el sitio?- Taia se detuvo.

- No. Yo simplemente tengo que entregar el documento. A mi me lo dieron en-

- Eres idiota.- Taia sacó el papel y se lo tendió.- Cógelo. No quiero relacionarme con esto. Estoy incómoda.- Ben lo cogió y lo miró. No veía más que manchas, caracteres, sobre el fondo amarillento. Lo dobló una vez más y lo guardó.- ¿Qué pone? ¿Sabes lo que dice?

- No. No sé lo que pone. Sólo he distinguido los números.- Taia se llevó las manos a la cabeza.- Oye, cálmate, igual estás sacando las cosas de quicio. Igual es un nuevo método. Joder, igual después de verificar quién era me encargaron la tarea. Además, qué vas a saber tú si no has servido.- Taia le miró incrédula.

- Ella no, pero yo sí.- Uno de los hombres de la caravana, de hecho, el que había estado junto a Taia cuando les había encontrado, había estado pendiente de la conversación todo el tiempo.- Sí, quizá no parezca un soldado ahora, pero hay más lugares donde servir en la Guardia, ¿verdad soldado?- Ben notó que con aquellas últimas palabras el tono cambió y se asemejó a los sonidos que él recordaba de su formación. Sango asintió. Sacó el papel y miró al hombre.

- ¿Sabe leer?- Preguntó. El hombre hizo un gesto de indignación mirando a sus compañeros que se habían reunido en torno a ellos. Le quitó el papel de las manos.

- Hay poca luz, aún, pero...- hizo una pausa mientras examinaba el documento acercando y alejando el papel.- Sí, debemos ir a los Llanos de Heim. Deberíamos estar cerca de algún poblado, se ven varios cortes de madera allí y allí, por tanto no deberíamos tardar.- El hombre de aspecto cansado se lanzó hacia adelante y su cohorte le siguió sin dudar.

- Es Magnus de Villafuerte, es un... un diplomático con gran capacidad para averiguar cosas, ¿me entiendes?- Le susurró Taia. Ben seguía con cara de tonto tratando de asimilar todo lo que estaba pasando. Tenía cientos de preguntas que era incapaz de articular en aquellos momentos.

Todo el mundo mentía a Sango.

Amanecía. Y Sango no se dio cuenta de que Taia le había cogido de la mano para echarlo a andar.
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Mensaje  Sango Mar 3 Sep - 15:42

El poblado se llamaba Reíbe, un nombre curioso, la dueña de la casa que les dio cobijo, dijo que era una fusión del idioma élfico con el de Roilkat y el humano. No tenía más de ocho cabañas de madera y habitaban unas treinta personas. La dueña, Sid, les sirvió una sopa de cebolla caliente que les supo a gloria.

- No debe ser fácil vivir aquí. Estáis un poco lejos de todo, ¿no?- Preguntó Magnus muy amablemente.

- Oh, pero esa no es la pregunta, la cuestión es, ¿dónde es más sencilla la vida? ¿En la ciudad donde la gente te apuñala por una mala mirada? ¿O en el campo, donde estás lejos de cualquier servicio? Eso sí, para cobrar los impuestos no hay distancia que valga, ¿me equivoco? Jeje, pero sí, te responderé.- La señora, entrada en años, se sentó en una banqueta y jugueteó con una vara de avellano que hacía las veces de bastón.

- La vida aquí nunca ha sido sencilla. Estamos lejos de todo, muchas bestias rondan los bosques y la gente que viene, casi siempre causa problemas. Somos esclavos de nuestros trabajos: trabajamos la tierra, sembramos y recolectamos; cortamos madera y la almacenamos; criamos animales, no muchos puesto que no disponemos de muchos pastos además casi no es necesario; reparamos las casas y construimos nuevas si se diera el caso. No es fácil la vida aquí, pero tenemos tierra y comemos de ella y por tanto, somos libres. Libres de tener que depender de un salario para obtener la comida. Libres de tener que rendir cuentas ante un patrón. Libres porque así nos hicieron los Dioses. Libres porque así lo quisieron nuestros padres. Libres porque así lo queremos para nuestros hijos.- Se mojó los labios.- Y no permitiremos que nadie nos arrebate esa libertad.

Hubo un silencio durante un largo instante.

- He de decir que es usted una de las mujeres más impresionantes que he conocido en mi vida.- Dijo Magnus.- He de admitirlo, quizá la gente de ciudad, como yo, debería escuchar más a los mayores del campo. Tienen ustedes mucha sabiduría guardada en su cabeza.-

La mujer se sonrojó ligeramente pero su semblante no cambió.

- Sé que hemos abusado demasiado tiempo de su hospitalidad y tendrá cosas que hacer, pero tengo que pedirle otra cosa. Necesitamos saber en qué dirección quedan los Llanos de Heim.- La señora asintió ligeramente y los miró a todos.

- ¿De qué o quién huis?- Sango se atragantó y tosió con fuerza. Magnus le miró con severidad.- A estos ojos nada se les escapa a estas alturas. Nadie da con este lugar a menos que vengan a cobrar o huyan de algo. No sois los cobradores porque en esta época no suelen venir, bien, ¿de qué huis?

De repente se abrió la puerta y un aldeano alertó de la llegada de otro grupo. Sango posó el cuenco en el suelo y empuñó el hacha para salir por la puerta de inmediato pero Sid, con un rápido movimiento del bastón, le cerró el paso. Se puso de pie y con una agilidad inesperada le soltó un bastonazo en el vientre a Sango que cayó de rodillas al suelo.

- Guarda eso, joven. Salgamos todos y resolvamos esto como personas libres y responsables.- Salieron todos tras la anciana y el grupo que llegaba se quedó sorprendido.

- Así que tenéis un pleito pendiente, ¿verdad?- La gente se asomaba para ver qué pasaba.

- No. Solo con el pelirrojo del hacha. El resto se pueden ir a tomar por culo.- Dijo un viejo conocido de Sango y Taia, Grim.

- Si vuelve a soltar una palabra malsonante le corto la lengua.- Dijo la anciana con tono amenazador. Grim levantó las manos como disculpándose. - El pelirrojo del hacha, un paso al frente, el resto uno atrás.- Sango miró a Taia.

- ¿Dónde está tu amigo?- Preguntó Sango mirando al bio. Sango sonrió.

- Desechado, era inservible. Devolved el documento y nada os pasará.

- No lo tengo. Lo quemé, me viste.

- Joder, pelirrojo, eres un puto chalado, ¿no ves quién te está pidiendo que le des el puto papel?-

La anciana se acercó a Grim tranquilamente y lo miró fijamente. Acto seguido chasqueó los dedos y al instante la boca de Grim se abrió y de ella cayó un trozo de carne y un reguero de sangre. Grim cayó al suelo.

- Será hija de pu.- Los dos bandidos que quedaban no tuvieron tiempo a desenvainar las armas pues cayeron fulminados cuando la anciana dio una palmada en su dirección. El bio ni siquiera se movió y eso alarmó a la anciana que lo miró fijamente.

- Despreciables. Gracias por hacerme el trabajo, señora.- Hizo una leve reverencia y volvió a mirar a Sango.

- Ahora que los modales se han restablecido, por favor, ¿podéis contadme que ha pasado?- Preguntó la anciana volviendo a donde estaba.

- El rastro dice que el último portador es el pelirrojo del hacha, Ben Nelad, conocido como Sango.- Ben se sintió incómodo al saber que conocía su nombre.- El papel contiene información muy importante para el funcionamiento de las actividades comerciales en la región de Verisar.-

- Y una mie- ¡Mentira! Señora, ese documento contenía información relevante de una investigación que se está llevando a cabo. Esta gente está esclavizando a humanos. Eso es lo que hay, había, en ese papel.- Sango estaba alterado, habían sido muchas cosas las que habían pasado desde la última vez que durmió.

- No mintáis señor Nelad, el papel sigue en vuestra posesión, no suya, sino de su grupo, ¿me equivoco señor Magnus?- Este asintió y sacó el papel.

Casi sin tiempo para reaccionar, el bio, al ver el documento, armó el brazo y disparó contra Magnus y este se desplomó al instante. Sango se lanzó hacia él con el hacha en la mano. El primer impacto le saltó parte del recubrimiento que llevaba y se vio una estructura metálica. Con la inercia del primer golpe, Sango se alejó del bio y lanzó un golpe ascendente al brazo que disparaba. Cuando el hacha se enganchó Sango tiró de ella pero el bio le soltó una pata en la pierna izquierda que le hizo desestabilizarse y caer al suelo. Taia se incorporó al combate en ese instante y Sango pudo rodar lejos del bio y ponerse en pie para lanzarse una vez más a por él. Justo en ese instante, el bio se elevó en el aire y empezó a girar. Ben detuvo su carrera y observó como una vez se detuvo caía al suelo más rápido de lo que él esperaba.

Sin tiempo para celebrar el bio se recompuso rápidamente y se dirigió hacia Sid con paso veloz. Sango se interpuso en su camino pero de un golpazo con su brazo no armado lo derribó. Acto seguido Taia lo distrajo lanzando rápidas estocadas a la cabeza del bio. Este hizo un movimiento para agarrar la lanza imporvisada pero fallo y en barullo que siguió el hacha cayó al suelo. Sango se arrastró a por ella y cuando la tuvo en sus manos pudo se sintió reconfortado y se levantó.

La escena que tenía ante sus ojos era horrible, pues tenía a Taia agarra por el cuello y Sid estaba tirada en el suelo bajo el pie del bio. Sango, lanzó un hachazo desde arriba a la espalda del bio, repetió una vez más pero esta vez fue más arriba, a la cabeza. Viendo el resultado que daba, descargó una y otra vez (*) el hacha contra la cabeza metálica cada vez más rápido y con más ira y gritando cada vez más.

Pasó un rato hasta que vio que allí ya no había cabeza sino un amasijo de metal que lejos estaba de recordar a la forma de una cabeza. Al instante, Sango se tiró hacia atrás y trató de recuperar el aliento.

A su alrededor las palabras de agradecimiento surgieron de todas partes pero él no las escuchaba. Sólo podía mirar las nubes y como sobre ese fondo aparecía Magnus con un boquete enorme en el pecho. Cerró los ojos para quitarse esa visión.

Y tardó una hora larga en despertar.

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Mensaje  Sango Jue 5 Sep - 14:15

El duelo a Magnus no duró mucho. Le dieron sepultura en Reíbe y marcharon camino a los Llanos de Heim. El grupo compuesto, ahora, por cinco diplomáticos, no habló durante todo el trayecto y Sango tampoco podía compartir sus inquietudes con Taia ya que había decidido cerrar la marcha mientras él mismo lideraba el grupo. Ben era ahora el portador del documento y no sabía muy bien qué hacer y en eso tenía sus pensamientos cuando al fondo se dibujó signos de civilización. Sango se giró.

- Estamos cerca, al fondo hay cultivos, no queda mucho.- Su voz rompió el silencio y pareció sacar de un largo sueño a sus acompañantes.

Los Llanos de Heim se encontraban en una amplia llanura rota por el cauce de un pequeño arroyo de no más de tres varas de ancho y una de profundidad. Se encontraba en una vega muy rica y eso favorecía el cultivo de toda clase de cosechas. Había también pastos con abundante comida para los animales, en general ovejas y vacas. Según se acercaban, pudieron contemplar las viviendas de los lugareños, compuestas por cabañas de una altura, alguna de ellas recientemente caleadas. Pero lo que más destacaba era el gran torreón de piedra que, a decir verdad, desentonaba entre todas las edificaciones de madera.

- Sango, acérquese un momento, por favor.- Le pidió una de las diplomáticas que viajaban con él.- Efectivamente, como ya sabe, la carta es un contrato de compra de esclavos. Ahora bien, Magnus, que los Dioses lo guarden, nos transmitió sus inquietudes sobre el método empleado para conseguir esta carta.- Hizo una pausa para echarse a un lado y dejar pasar una carreta llena de paja.- No estaba convencido de que te estuvieran contando toda la verdad... Además no fue capaz de reconocer una de las firmas.- Siguieron caminando hacia la villa, ahora avanzando por un camino de tierra.

- Esperaré a que de conmigo. Le emboscamos y le sacamos la verdad.- Dijo Sango que interpretó el silencio del resto como apoyo a su plan.

Habían entrado en el pueblo y se veía mucha actividad: gente yendo de un lado para otro, tenderos gritando, artesanos trabajando. El pueblo había crecido lo suficiente como para colocar un contingente de la Guardia en la zona, además, con aquel torreón estarían bien protegidos.

Al doblar una esquina se encontraron de bruces con una patrulla de la guardia y entre ellos estaba el sargento que había contactado con él. Ben se llevó la mano a la zona del hacha y echó un pie hacia atrás.

- ¡Sango! Que alegría veros y... ¿Kirsten? Oh que gusto veros, pero, ¡tenéis mal aspecto!- Gritó el Sargento avanzando hacia ellos.- ¿Dónde diablos está el viejo Magnus?- Al ver las caras del resto, el sargento se detuvo y el semblante le cambió.

- Sargento, el gusto es nuestro.- Dijo Sango llevándose el puño derecho al pecho a modo de saludo.

- Hola Cher, por desgracia no traemos buenas nuevas.- Dijo un hombre quitándose la capucha que le cubría la cabeza.- Cayó a manos de un.-

- No, aquí no. Venid conmigo. Vayamos a un sitio más cómodo. Vosotros, seguid sin mi.-



Hablaron durante un par de horas, poniéndose al corriente de todos los temas y brindando por la memoria de Magnus. Por lo que había podido descubrir Sango, aquella expedición que escoltaban Taia y otros dos escoltas, se trataba de un grupo de espías que se hacían pasar por comerciantes. Llevaban información a Lunargenta cuando un grupo los capturó. La fortuna quiso que Sango se encontrara con ellos y así pudieron escapar.

- ¿Sabíais de todo esto, Taia?- Le preguntó Sango a la mujer.

- Sí. Magnus, Kirsten y Katya me encontraron vagando sola por los caminos. Poco después de separar nuestros caminos, Sango, fui hacia el norte, vagué por los bosques, viviendo al día y tratando de olvidar.... Esta gente me encontró en mis horas más bajas, me acogieron en su grupo y me cuidaron y yo... Bueno, desde entonces viajo con ellos.- Hizo una pausa.- Confiaron en mi, con el tiempo. Y bueno, yo simplemente me he dedicado a velar por su seguridad.-

Los pseudocomerciantes venían desde Ulmer y se dirigían hacia Lunargenta para entregar un informe a sus superiores en la capital. Por su parte, Cher, el sargento, se había desplazado hasta esa ubicación para recoger la entrega. Intrigados por el método empleado, Kirsten le preguntó por aquel método empleado. Cher, examinando una vez más la carta sonrió.

- Ah, es que estaba en un punto muerto. Habíamos seguido la pista a uno de los secuestradores, los teníamos localizados y lanzamos una operación de rescate.- Hizo una mueca de disgusto.- Fue un puto desastre. Rescatamos a doce personas, pensábamos que habíamos triunfado pero al mirar al cielo, vimos jirones de humo y luego gritos y después nada. No sé cuanta gente murió...- Dio un largo trago y el silencio se instaló entre los presentes.

- Al menos tenemos el contrato, podemos trincar al bastarde que está tras esto, ¿no?- Dijo Sango rompiendo el silencio.

- Sí, pero no quiero cagarla como la primera vez. Esta prueba es más que suficiente para encerrarlos de por vida, pero, ¿y si hay alguien que siga con el negocio después? O peor aun, ¿qué pasará cuando los capturemos? Puede pasar como la primera vez, pillarlos en el sitio, pero, ¿y si hay más lugares? ¿Los volverán a quemar? No, no podemos correr el mismo riesgo. Por eso he decido darle otro enfoque. Les voy a chantajear.-

- ¿Estás loco? A las mínimas de cambio te matarán.-

- Es la única opción. Esta gente es buena, sabe lo que hace. Debemos infiltrarnos, por eso he usado gente ajena a la guardia. Para tener opciones de cara a negociar, no es lo mismo usar agentes de la guardia para chantajear a alguien, que a simples, con perdón, mercenarios que encuentras en cualquier tasca.- Sango no se consideraba mercenario y oírlo de parte de un oficial del ejército le hizo sentirse incómodo. Él, en todo caso, sería un patriota. Y todos sus actos habían perseguido el bien para su pueblo.

Sango salió de la pequeña taberna ya que estaban tocando temas que a él no le interesaban en lo más mínimo y decidió dar un paseo hasta el torreón. Allí se encontró con un grupo de cuatro soldados que estaban cargando un carro con provisiones.

- Joder Fabian, coloca el puto barril bien, es la cuarta vez que te lo digo.- Uno de los allí presentes.

- ¿Partís pronto?- Pregunto Sango.

- Así es, hacia Villasauco. Asuntos de la guardia.- Dijo el que se había quejado.

- Yo serví. Me gradué hace tiempo, soy de infantería.- Apuntó Sango.- Acabo de terminar una tarea para Cher y no tengo otro plan, ¿puedo unirme?- Preguntó directamente.

- Cher, menudo canalla... ¿Para qué quieres ir al puto culo del mundo? A ver, hay mil cosas mejores que hacer, chico, ¿por qué quieres, digamos, alistarte?-

- Porque soy un patriota.- Las risas dominaron al grupo al instante.

Una hora después, Sango y Taia se abrazaron y sin cruzar una sola palabra más, Ben partió con sus nuevos compañeros hacia Villasauco.


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Mensaje  Reivy Abadder Jue 5 Sep - 15:49

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