Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
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Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
-Si no te quedas quieta será más difícil – Decía Matt con tono fastidiado mientras peleaba para que Eyre no se moviera. Frente a ellos había un tocador con un espejo algo sucio pero funcional, en la mesa se encontraban distribuidos de forma desordenada varios tipos de productos, peines, pinzas y tijeras –Ya casi terminamos, así que resiste un poco más, princesita.
La muchacha estaba con un montón de broches y unos extraños cilindros enganchados por todo su pelo, cubierto a la vez por una tela para que la luz no lo iluminara y “arruinara el color”, según palabras del propio Owens. Habían llegado a una parte especialmente difícil de la intervención, la depilación de cejas, Matthew se encontraba de pie frente a Eyre, levantándole el mentón con una mano mientras con la otra acercaba una diminuta pinza con la intención de arrancar de raíz los pelos problemáticos. Claro que eso dolería, y mucho, ambos contrincantes se debatían a duelo mientras la joven intentaba apartar el rostro y Matt hacía lo posible para que se quedara quieta. Finalmente el hombre se apartó y tiro la herramienta sobre el tocador.
-¿Sabes qué? Mejor dejémoslo así, no tiene caso el seguir intentándolo – Se cruzó de brazos y miro a Eyre de arriba abajo para evaluar los resultados – De todos modos debería funcionar, tampoco es como si pudiera hacer mucho con el tiempo que tenemos – Empezó a guardar las cosas mientras continuaba hablando – No te quietes los ganchos del pelo aún, quiero que el tinte penetre lo más posible.
Habían llegado a la isla de los brujos hacía ya unos dos días, ambos tenían invitación para ir a la academia pero antes tenían que solucionar un pequeño detalle: Nadie debía saber que Eyre estaba allí. La forma más sencilla de lograrlo era cambiando su apariencia y Owens se ofreció en seguida a hacerlo, tenía bastante experiencia con el manejo de pinturas y arreglo femenino, aunque no aclaro el cuándo ni por qué había terminado aprendiendo algo así.
Para poder lograr “el gran cambio” habían alquilado una habitación ni bien habían bajado del barco, sin alejarse mucho del muelle para no arriesgarse a que la viera ningún conocido. Los materiales los había conseguido Matthew por su cuenta en el mercado, habían rentado solo una habitación con no demasiados lujos pero con una dueña que les había prometido agua caliente para poder bañarse, supuestamente, y no hacer preguntas.
-Bien, creo que ya esperamos lo suficiente – Con mucho cuidado el estafador comenzó a quitar la tela que cubría el cabello de Eyre – Oh, ha quedado precioso, ese tinte que conseguí estaba un poco más caro pero valió la pena - Luego fue sacando las pinzas y los cilindros con mucho cuidado para no tener que tironear – Y… ¡Listo!
Dio un par de pasos hacia atrás y evaluó los resultados.
-Bien, bien, claramente si te viera de cerca algún familiar o alguien así, te reconocerían, pero cualquier otro se sentiría confundido, con el pelo arreglado así y el maquillaje pareces varios años mayor – Se acercó y le acomodo un poco más el pelo – Ellos esperan encontrarse con una niña harapienta y yo les estoy mostrando a una hermosa muchacha en edad de casarse. No hay forma de que se enteren – Le sonrió, muy orgulloso de si mismo por haber logrado semejante cambio – Ahora deberíamos pensar en irnos de aquí.
La muchacha estaba con un montón de broches y unos extraños cilindros enganchados por todo su pelo, cubierto a la vez por una tela para que la luz no lo iluminara y “arruinara el color”, según palabras del propio Owens. Habían llegado a una parte especialmente difícil de la intervención, la depilación de cejas, Matthew se encontraba de pie frente a Eyre, levantándole el mentón con una mano mientras con la otra acercaba una diminuta pinza con la intención de arrancar de raíz los pelos problemáticos. Claro que eso dolería, y mucho, ambos contrincantes se debatían a duelo mientras la joven intentaba apartar el rostro y Matt hacía lo posible para que se quedara quieta. Finalmente el hombre se apartó y tiro la herramienta sobre el tocador.
-¿Sabes qué? Mejor dejémoslo así, no tiene caso el seguir intentándolo – Se cruzó de brazos y miro a Eyre de arriba abajo para evaluar los resultados – De todos modos debería funcionar, tampoco es como si pudiera hacer mucho con el tiempo que tenemos – Empezó a guardar las cosas mientras continuaba hablando – No te quietes los ganchos del pelo aún, quiero que el tinte penetre lo más posible.
Habían llegado a la isla de los brujos hacía ya unos dos días, ambos tenían invitación para ir a la academia pero antes tenían que solucionar un pequeño detalle: Nadie debía saber que Eyre estaba allí. La forma más sencilla de lograrlo era cambiando su apariencia y Owens se ofreció en seguida a hacerlo, tenía bastante experiencia con el manejo de pinturas y arreglo femenino, aunque no aclaro el cuándo ni por qué había terminado aprendiendo algo así.
Para poder lograr “el gran cambio” habían alquilado una habitación ni bien habían bajado del barco, sin alejarse mucho del muelle para no arriesgarse a que la viera ningún conocido. Los materiales los había conseguido Matthew por su cuenta en el mercado, habían rentado solo una habitación con no demasiados lujos pero con una dueña que les había prometido agua caliente para poder bañarse, supuestamente, y no hacer preguntas.
-Bien, creo que ya esperamos lo suficiente – Con mucho cuidado el estafador comenzó a quitar la tela que cubría el cabello de Eyre – Oh, ha quedado precioso, ese tinte que conseguí estaba un poco más caro pero valió la pena - Luego fue sacando las pinzas y los cilindros con mucho cuidado para no tener que tironear – Y… ¡Listo!
Dio un par de pasos hacia atrás y evaluó los resultados.
-Bien, bien, claramente si te viera de cerca algún familiar o alguien así, te reconocerían, pero cualquier otro se sentiría confundido, con el pelo arreglado así y el maquillaje pareces varios años mayor – Se acercó y le acomodo un poco más el pelo – Ellos esperan encontrarse con una niña harapienta y yo les estoy mostrando a una hermosa muchacha en edad de casarse. No hay forma de que se enteren – Le sonrió, muy orgulloso de si mismo por haber logrado semejante cambio – Ahora deberíamos pensar en irnos de aquí.
Última edición por Matthew Owens el Mar Abr 10 2018, 20:44, editado 2 veces
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Seguramente la posadera estaba pasándolo en grande escuchando gritos como “¡Aleja eso de mi cara!” o “¡Si me tocas ahí verás, Matthew Owens!”. Normalmente, siendo una ejemplo de decoro y educación, Eyre jamás alzaba la voz en público. Pero el pudor se le olvidaba cuando tenía una minúscula pinza de metal a escasos centímetros de sus ojos, amenazando con arrancar sus, según ella, perfectamente formadas cejas.
Aunque la jovencita agradecía profundamente la cooperación de Matthew con todo el asunto de “pasar desapercibida”, ahora que sabía que el hombre era un obsesivo de la perfección comenzaba a arrepentirse. No bastaba con hacerse un peinado distinto y ponerse un vestido nuevo, no; él había decidido cambiarle el color a su bellísimo cabello azabache y cubrir de pintura sus preciosas pecas. Se sentía halagada al ver la dedicación de su compañero, pero al mismo tiempo se le hacía muy extraño que repentinamente se mostrase tan gentil y dispuesto a ayudar. ¿Por qué se esforzaba tanto? ¿Qué iba a pedirle a cambio? ¿Cuáles eran sus segundas intenciones?
-Probablemente sólo está aprovechando esto para manosearme. -Pensó Eyre como la “menos peor” de las posibilidades. Aún así, debía cerrar la bocota y aguantar todo aquello por un bien mayor: permanecer de incógnito en las Islas de los Brujos durante todo el tiempo que durase su instrucción con la Profesora Meitner. Y dicha tarea no era nada fácil, pues no sólo su familia estaba buscándola por todos los rincones de Beltrexus sino que, conociendo a sus padres, seguramente habían pagado a más gente para que les ayudase en la búsqueda. ¡Si tan solo supieran que acababa de volver sana y salva de aquel peligroso y lejano continente del cual tanto habían intentado preservarla! Probablemente a su madre le daría un infarto y su padre la desheredaría, pero esos eran riesgos que casi disfrutaba correr.
Para cuando Matthew terminó, la joven bruja sentía las nalgas entumecidas. Había evitado mirarse al espejo pues, con secreta ilusión, esperaba ansiosamente sorprenderse para bien con el cambio de identidad. Cerró los ojos mientras el mayor le daba los últimos toques a su cabello y se sonrojó sin remedio ante sus comentarios. -¡No soy una niña harapienta! Soy una aventurera orgullosa de sus andanzas. -Contradijo con gesto airado. Sin embargo de ese gesto nada quedó cuando, finalmente, abrió los ojos y éstos recayeron sobre aquella bellísima muchacha que se reflejaba en el espejo.
Durante las últimas semanas se había acostumbrado a apenas vislumbrar sus facciones en las turbias aguas de un río o en algún vidrio opacado por los años. Fue testigo de cómo la vida a la intemperie le endurecía los rasgos, adelgazándole las mejillas siempre cubiertas de barro y marcándole las costillas. También se resignó a que su cabello fuese frecuentemente recogido en un moño desprolijo, siempre adornado con hojas y ramitas que se le enredaban mientras caminaba por los senderos del bosque. Luego de todo eso, le costó largos segundos asumir que aquella hermosa joven que le devolvía la mirada era ella misma. El largo cabello rojizo caía como una cascada sobre sus hombros, suave y lustroso. Su rostro estaba más delgado, mas no hasta resultar desagradable, y el mayor cambio que percibía se encontraba en sus ojos, que brillaban con una recién descubierta madurez. Pronto, éstos se le cubrieron de lágrimas que secó con disimulo. Para dar el toque final y para enfocar su atención en otra cosa, la joven tomó suavemente un pequeño cilindro que descansaba sobre la mesita y se pintó los labios con su contenido lenta y cuidadosamente.
- Spoiler:
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-Gracias, Matthew, has hecho un trabajo increíble. -Alabó con sincera amabilidad mientras se llevaba un mechón de cabello tras la oreja, todavía absorta con el resultado. Debía contener las ganas de abrazarlo pues sabía (o temía) que, de hacerlo, el hombre se burlaría de ella durante horas. En vez de eso, comentó con solapada picardía y fingida ingenuidad: -Nunca dejarás de sorprenderme. ¡Quién diría que, además de estafador, eres un amadamado!
Presta a marcharse, la jovial señorita tomó su mochila y se acercó al camastro desde donde, callado como siempre, Veintitrés los observaba con fijeza. El capitán del barco que los había llevado hasta allí puso como condición que la “aberración metálica” debía viajar en la bodega para no espantar a los pasajeros menos letrados y, lamentablemente, tantos días sin poder exponer sus cargadores solares a la luz del astro mayor tenían al cibernético bastante aletargado. Eyre lo despidió con un beso en la frente y le susurró que pronto volvería, ante lo cual no obtuvo respuesta. Luego, contoneando orgullosamente su aseado cuerpecito, salió por la puerta dejando atrás una estela de dulce perfume y al moreno, a quien, de haber sabido que probablemente estaría mirándole el trasero sin ningún disimulo, habría dejado salir primero.
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Tener segundas intenciones era algo tan natural para Matt como el respirar, hacer las cosas porque si era un total desperdicio y hacerlo solo por ser buena persona era una completa estupidez. Los temores de Eyre, todos ellos, eran bastante justificados, el tener el bello cuerpo de una jovencita cerca siempre era algo para agradecerse, además disfrutaba bastante de hacer ese tipo actividades con las tinturas y el maquillaje.
Lo que probablemente Matthew no le diría jamás a la muchacha es que en verdad necesitaba que lo acompañara en todo eso de entrar en la Academia. El estafador aún no entendía bien como ni porque estaba allí. Quizás en la actualidad no fuera tan evidente, pero Owens venía de una sencilla familia de campesinos, había aprendido a leer y a escribir ya siendo grande y porque su maestro había insistido. Estar en un reducto rodeado de eruditos le causaba una enorme inseguridad, y detestaba sentirse inseguro.
-Sí, lo sé, soy increíble – Respondió el estafador sin un ápice de modestia – Trabaje en un lupanar durante un par de años, esas mujeres pueden enseñarte cosas de lo más interesantes – Se sonrió pero no agrego más, eran pocas las veces que hablaba sobre su vida y cuando lo hacía siempre eran datos sueltos.
Cuando pasaron frente a veintitrés Matt le dio un par de palmadas en el hombro y siguió de largo. Al principio había mirado con desconfianza al extraño ser, no le gustaba estar cerca de un individuo al cual no podía convencer de nada utilizando su encantadora personalidad. Pero a medida que pasaban los días, y viendo que en verdad la mayor parte del tiempo el bio- cibernético no hacía nada, termino por relajarse y hasta tratarlo con camaradería.
Claro que Matthew se regodeaba mirando las bonitas caderas que se mecían de un lado a otro con sensualidad, para el estafador no había nada de malo en admirar las cosas bellas que te ofrecía la vida.
-Mira, si hasta tenías un bonito trasero debajo de toda esa ropa sucia que llevabas – Pero sabía que a la muchacha le molestaba que se comportara de esa manera, así que la molestaba de vez en cuando solo por diversión - ¿No me gane al menos una probada de eso? ¿Un pellizco tal vez?
En cuanto llegaron a la sala común Matt fue con la dueña del lugar, había vuelto a ser el encantador caballero de siempre. Le hizo algunos bonitos cumplidos mientras dejaba las monedas para pagar la habitación sobre la barra, le aseguro que regresarían porque en ningún otro sitio encontrarían un lugar mejor, y además porque habían dejado a veintitrés en la habitación, le pidió que por favor cuidara de su buen amigo robot hasta que volvieran.
Luego fue hacia la puerta e hizo el gesto de dejar pasar primera a Eyre, sonriendo de modo ladino, para ver qué decidía hacer.
Ya en la calle se encaminaron en dirección a la Academia, Matthew procuraba mostrarse seguro de sí mismo, como si estuviera haciendo algo de todos los días.
-¿Cómo es que aceptaste venir? Creía que no te interesaba la Academia, que querías ser una “aventurera orgullosa de sus andanzas” – Estuvo a punto de revolverle el pelo como hacía siempre, pero se arrepintió en medio del movimiento y volvió a poner las manos en los bolsillos.
Lo que probablemente Matthew no le diría jamás a la muchacha es que en verdad necesitaba que lo acompañara en todo eso de entrar en la Academia. El estafador aún no entendía bien como ni porque estaba allí. Quizás en la actualidad no fuera tan evidente, pero Owens venía de una sencilla familia de campesinos, había aprendido a leer y a escribir ya siendo grande y porque su maestro había insistido. Estar en un reducto rodeado de eruditos le causaba una enorme inseguridad, y detestaba sentirse inseguro.
-Sí, lo sé, soy increíble – Respondió el estafador sin un ápice de modestia – Trabaje en un lupanar durante un par de años, esas mujeres pueden enseñarte cosas de lo más interesantes – Se sonrió pero no agrego más, eran pocas las veces que hablaba sobre su vida y cuando lo hacía siempre eran datos sueltos.
Cuando pasaron frente a veintitrés Matt le dio un par de palmadas en el hombro y siguió de largo. Al principio había mirado con desconfianza al extraño ser, no le gustaba estar cerca de un individuo al cual no podía convencer de nada utilizando su encantadora personalidad. Pero a medida que pasaban los días, y viendo que en verdad la mayor parte del tiempo el bio- cibernético no hacía nada, termino por relajarse y hasta tratarlo con camaradería.
Claro que Matthew se regodeaba mirando las bonitas caderas que se mecían de un lado a otro con sensualidad, para el estafador no había nada de malo en admirar las cosas bellas que te ofrecía la vida.
-Mira, si hasta tenías un bonito trasero debajo de toda esa ropa sucia que llevabas – Pero sabía que a la muchacha le molestaba que se comportara de esa manera, así que la molestaba de vez en cuando solo por diversión - ¿No me gane al menos una probada de eso? ¿Un pellizco tal vez?
En cuanto llegaron a la sala común Matt fue con la dueña del lugar, había vuelto a ser el encantador caballero de siempre. Le hizo algunos bonitos cumplidos mientras dejaba las monedas para pagar la habitación sobre la barra, le aseguro que regresarían porque en ningún otro sitio encontrarían un lugar mejor, y además porque habían dejado a veintitrés en la habitación, le pidió que por favor cuidara de su buen amigo robot hasta que volvieran.
Luego fue hacia la puerta e hizo el gesto de dejar pasar primera a Eyre, sonriendo de modo ladino, para ver qué decidía hacer.
Ya en la calle se encaminaron en dirección a la Academia, Matthew procuraba mostrarse seguro de sí mismo, como si estuviera haciendo algo de todos los días.
-¿Cómo es que aceptaste venir? Creía que no te interesaba la Academia, que querías ser una “aventurera orgullosa de sus andanzas” – Estuvo a punto de revolverle el pelo como hacía siempre, pero se arrepintió en medio del movimiento y volvió a poner las manos en los bolsillos.
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
-Cuidado, Matthew, sé utilizar arcanos explosivos. -Amenazó cuando, como siempre, el moreno comenzó a tantear los límites de esa “amistad” tan bella que tenían con comentarios subidos de tono. Eyre había decidido mostrarse segura y firme cada vez que esto ocurría, aunque en el fondo el corazón se le aceleraba y las mejillas se le teñían de carmín ante semejantes palabras. De pasar toda su vida a estar encerrada en su hogar, a viajar junto a un hombre varios años mayor que, encima, no era de la mejor calaña, había una distancia muy grande a la cual aún no había conseguido adaptarse del todo. En algunas ocasiones se sentía profundamente incomodada por el moreno pero, en otras, debía regañarse mentalmente para que el pecho no le diese un vuelco de emoción ante cada “piropo” recibido.
Cuando salieron de la posada, la actitud de la jovencita sufrió un notable cambio. Se encogió de hombros, como quien intenta hacerse más pequeño, y se apegó ligeramente a su acompañante. Allí estaba su ciudad natal, la bellísima y concurrida Beltrexus irguiéndose frente a ellos con soberbia e imponencia. No era la ciudad más grande ni la más rica, pero sí que resultaba ser la cuna de los más orgullosos y destacados ciudadanos. En una sociedad meritocrática como aquella, no había lugar en las calles para seres insignificantes. Insignificante; así se sentía Eyre, con el corazón galopándole ante la idea de que alguien la reconociera y con el orgullo herido por su prematuro regreso. ¿Qué diría la gente de ella? ¿Y si era descubierta antes de llegar a su destino? ¿Y si sus padres le impedían quedarse junto a Meitner? Tragó saliva y se agarró a uno de los brazos ajenos para apretarlo, sin poder disimular su nerviosismo.
-Yo ya fui alumna del Hekshold. Tuve que salir por ciertas situaciones... complicadas. -Masculló tras casi un minuto de tardanza. Había muchas cosas que Matthew desconocía de ella. Sus habilidades, su don, su pasado... Incluso su propia raza, aunque esto último era ya bastante obvio, eran cosas que había decidido mantener en secreto. Si bien él lo hacía más evidente, ella también procuraba darse a conocer en muy pequeñas dosis por pura precaución. -Conocí a la Profesora Meitner en Lunargenta. Ella prometió que puede ayudarme con... eh... un problema que tengo. -se encogió de hombros, hablar de su maldición siempre la ponía incómoda- Pronto la conocerás, ¡te caerá muy bien! -aseguró, intentando cambiar de ánimo- ¿Y tú? ¿Cómo conociste al Profesor Rutherford? Es raro que inviten a la academia... umh... personas de tan lejos. -No había que ser muy avispado para que captar que “personas de tan lejos” era una manera cortés de decir “humanos”. Incluso a Eyre, que intentaba no ser tan cerrada de mente como sus antepasados, le resultaba extraño que en los últimos tiempos la academia acogiese también no-magos. A su parecer ésto no tenía mucho sentido, pero también confiaba en que los profesores sabían lo que hacían.
Les tomó un tiempo llegar a las inmediaciones del instituto. Tuvieron que abandonar el centro de la ciudad y llegar hasta las afueras, donde se alzaban las altas colinas que sostenían los pilares del Hekshold. Como todo en Beltrexus, la construcción resultaba tan majestuosa que quitaba el aliento a quien la observase desde la lejanía. Eyre inhaló profusamente y soltó el brazo de Matthew al comenzar a caminar por el puente que los llevaría directamente hacia la entrada del castillo.
-Aquí es. -Musitó exhalando todo el aire de sus pulmones e, indecisa, continuó- Umh, Matthew, será mejor si no me llamas “Eyre” desde ahora. ¿Podrías decirme... -y bajó la mirada un instante, cavilando con ojos gachos las posibilidades- ...Lena? Sí, Lena estará bien. Nadie nunca me llama por mi segundo nombre.
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Todos los piropos y cumplidos que pudiera hacer Matthew eran siempre reales, no era del tipo de persona que mentía en ESE aspecto en particular, estaba convencido de que todo dependía del enfoque con el que se mirara. Quizás lo que era discutible es si los halagos eran solo para Eyre y nadie más, pero esa ya era otra cuestión, Matthew jamás prometía exclusividad en nada ni a nadie.
Cuando sintió que la muchacha se pegaba a su brazo le llamo la atención, Eyre no era de hacer esas cosas, siquiera cuando habían estado metidos en medio de peligros más acuciantes se había mostrado débil y temblorosa, mucho menos había intentado recurrir a Matt en busca de apoyo.
-Con que situaciones complicadas… - Owens sabía que la niña guardaba muchos secretos, que no podía ser un motivo menor el que la llevo a escapar de su familia y su entorno para “vivir aventuras” en territorios desconocidos –En cualquier caso, tienes mi apoyo si lo necesitas, no soy de los que hacen preguntas –
Y lo cierto era que desde que se habían conocido el estafador jamás había indagado más de la cuenta, consideraba que los asuntos personales eran cuestiones muy serias y que no había que meter las narices así como así.
-Pues, considerando que no invitan a “personas de tan lejos”- Dijo en modo irónico– Rutherford estaba bastante alejado de aquí. Lo encontré de casualidad en Sacrestic Ville, los vampiros tenían que realizar una intervención en sus ojos, yo estaba por allí y me pareció bien acompañarlo un rato – Se encogió de hombros para quitarle importancia – Puede que haya tallado un dije para él en esos días, no había mucho que hacer mientras esperábamos…
Lo cierto es que la escena había sido bastante emotiva, por un momento Matthew había sentido que el ayudar a Rutherford era en cierta manera reparar un poco lo mal que se había comportado con su fallecido maestro. Pero no quería mostrarse tan blando frente a Eyre, así que prefirió no dar más detalles.
-A modo de agradecimiento me dijo que podía venir aquí, que me daría algunas clases de oratoria – Le sonrió de forma presumida y agregó – Imagínate eso, a mi encantadora apariencia, mi sutil sentido del humor y mi avasallante inteligencia, le sumare una extraordinaria elocuencia. No podía decirle que no a eso.
Estaban a pocos metros de la puerta principal, la vista era sin duda maravillosa, un enorme castillo que conservaba el esplendor a pesar de que había sido construido hace ya mucho tiempo. En la sencilla mente de Matthew solo podía explicarse tal fenómeno por medio de la magia, no podía entender sino como era posible tanta majestuosidad.
-Claro, te llamare Lena ¿Pero qué ganaré a cambio de mantener tu secreto? Sabes que no me gusta mentir – Dijo esas palabras con profunda seriedad, lo cual demostraba cuan desvergonzado podía ser – El agradecimiento por el té para la alergia ya te lo devolví al hacerte el cambio de estilo así que…- Se cruzó de brazos a la espera de alguna propuesta por parte de Eyre.
Por lo pronto en la puerta no había nadie, pudieron pasar sin mayores complicaciones, Owens supuso que estaban tan confiados de su poderío que siquiera necesitaban poner guardias. A medida que se acercaban al edificio iban apareciendo mas y mas alumnos, todos con los brazos ocupados ya sea con libros, pergaminos, ingredientes extraños o herramientas que el estafador nunca había visto. La mayoría de ellos eran muy jóvenes, algunos incluso niños, lo cual hizo sentir a Matthew que estaba en una guardería.
-Comienzo a arrepentirme de mi decisión…-
Cuando sintió que la muchacha se pegaba a su brazo le llamo la atención, Eyre no era de hacer esas cosas, siquiera cuando habían estado metidos en medio de peligros más acuciantes se había mostrado débil y temblorosa, mucho menos había intentado recurrir a Matt en busca de apoyo.
-Con que situaciones complicadas… - Owens sabía que la niña guardaba muchos secretos, que no podía ser un motivo menor el que la llevo a escapar de su familia y su entorno para “vivir aventuras” en territorios desconocidos –En cualquier caso, tienes mi apoyo si lo necesitas, no soy de los que hacen preguntas –
Y lo cierto era que desde que se habían conocido el estafador jamás había indagado más de la cuenta, consideraba que los asuntos personales eran cuestiones muy serias y que no había que meter las narices así como así.
-Pues, considerando que no invitan a “personas de tan lejos”- Dijo en modo irónico– Rutherford estaba bastante alejado de aquí. Lo encontré de casualidad en Sacrestic Ville, los vampiros tenían que realizar una intervención en sus ojos, yo estaba por allí y me pareció bien acompañarlo un rato – Se encogió de hombros para quitarle importancia – Puede que haya tallado un dije para él en esos días, no había mucho que hacer mientras esperábamos…
Lo cierto es que la escena había sido bastante emotiva, por un momento Matthew había sentido que el ayudar a Rutherford era en cierta manera reparar un poco lo mal que se había comportado con su fallecido maestro. Pero no quería mostrarse tan blando frente a Eyre, así que prefirió no dar más detalles.
-A modo de agradecimiento me dijo que podía venir aquí, que me daría algunas clases de oratoria – Le sonrió de forma presumida y agregó – Imagínate eso, a mi encantadora apariencia, mi sutil sentido del humor y mi avasallante inteligencia, le sumare una extraordinaria elocuencia. No podía decirle que no a eso.
Estaban a pocos metros de la puerta principal, la vista era sin duda maravillosa, un enorme castillo que conservaba el esplendor a pesar de que había sido construido hace ya mucho tiempo. En la sencilla mente de Matthew solo podía explicarse tal fenómeno por medio de la magia, no podía entender sino como era posible tanta majestuosidad.
-Claro, te llamare Lena ¿Pero qué ganaré a cambio de mantener tu secreto? Sabes que no me gusta mentir – Dijo esas palabras con profunda seriedad, lo cual demostraba cuan desvergonzado podía ser – El agradecimiento por el té para la alergia ya te lo devolví al hacerte el cambio de estilo así que…- Se cruzó de brazos a la espera de alguna propuesta por parte de Eyre.
Por lo pronto en la puerta no había nadie, pudieron pasar sin mayores complicaciones, Owens supuso que estaban tan confiados de su poderío que siquiera necesitaban poner guardias. A medida que se acercaban al edificio iban apareciendo mas y mas alumnos, todos con los brazos ocupados ya sea con libros, pergaminos, ingredientes extraños o herramientas que el estafador nunca había visto. La mayoría de ellos eran muy jóvenes, algunos incluso niños, lo cual hizo sentir a Matthew que estaba en una guardería.
-Comienzo a arrepentirme de mi decisión…-
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Eyre rodó los ojos y disimuló una sonrisa al oír las palabras del moreno. A decir verdad, jamás hubiera pensado que su encuentro con Rutherford había sido tan... inofensivo. No imaginaba a Matthew decidiendo “acompañar un rato” a un completo desconocido sin un interés de por medio. Bueno, tampoco lo imaginaba deambulando solo por Sacrestic Ville, pero ésto era más bien porque la joven bruja seguía pensando que los humanos eran seres desvalidos y frágiles que no debían exponerse a semejantes riesgos. Prefirió no decir nada al respecto para no ofenderlo; sin embargo, le fue imposible callarse al escuchar cómo comenzaba a tirarse flores con tanto descaro.
-Ah, ya veo, oratoria... -Comentó, encogiéndose de hombros y observándolo desde abajo con una encantadora sonrisa- ...Los perros que no saben morder al menos deben aprender a ladrar, ¡tiene sentido!
Ciertamente al estar tanto tiempo con él se le había pegado parte de ese “sutil sentido del humor”. La jovencita se divertía en grande picando a su acompañante, aunque con cualquier otra persona (alguien más respetable) procuraba hacer gala de una actitud mucho más recatada y prudente; actitud que asumió inmediatamente al poner un pie dentro del Hekshold.
-¿Además de mi amistad y mi confianza? -Inquirió en voz bajita, disimulando la molestia que el hombre había suscitado en ella con su comentario. Eyre, por momentos, cometía el error de considerar a Matthew un amigo. Por supuesto que luego se le pasaba, especialmente cuando él se enfrascaba en recordarle que su vínculo se sostenía a base de tratos e intercambios de favores, ¡nada de acciones desinteresadas!- Ya se me ocurrirá algo. -Refunfuñó.
Dentro de la academia solía respirarse un ambiente perfectamente equilibrado entre lo ameno y lo formal. Aunque la mayoría de sus alumnos eran menores de edad, los pasillos eran tranquilos y los estudiantes se mostraban serios, todos muy enfrascados en su aprendizaje, rumiando en voz baja la lección del día o poniendo en orden sus materiales antes de entrar a la siguiente clase. Eso sí, al ser una institución tan ilustre, muchos de quienes asistían eran unos engreídos sin remedio, y era a ellos a quienes Eyre no quería cruzarse. En sus primeros años, la niña había demostrado ser una completa inútil para los elementos tradicionales. Hasta descubrir que lo suyo eran las ilusiones, los sabelotodo se habían burlado de ella hasta hacerle la vida imposible; quizás era debido a esos “traumas” que se sentía más a gusto con un adulto que con chicos de su edad.
Ahora, por suerte o por desgracia, todas las miradas eran atraídas por Matthew. Al dar la vuelta a uno de los amplios recodos, se cruzaron a un grupo de cuatro jóvenes que oscilaban entre los diez y los quince años. Fue el mayor, un chico rubio con una marca de quemadura en la mejilla, quien al pasar junto al moreno comentó en voz innecesariamente alta:
-Pues sí que vamos en decadencia, ¡ahora hasta dejan entrar ancianos a aprender! -Sus acompañantes rieron a coro mientras Eyre echaba una mirada ceñuda sobre ellos, sin animarse a decirles nada- ¿Qué es lo siguiente? ¿Que nos obliguen a compartir asiento con un elfo apestoso o un algún humano inútil?
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
A Owens le gustaba que Eyre le siguiera el juego, cuando pasaba a su actuación de “niña recatada” todas las charlas con ella se volvían de lo más aburridas, en cambio sus intentos por devolverle los chistes eran refrescantes, al estafador le gustaban las personas de carácter desafiante y la muchacha siempre le había demostrado que no daría el brazo a torcer fácilmente.
-¿Quieres averiguar si muerdo? - Le susurro acercándose apenas al oído para que solo la joven bruja lo escuchara, luego se alejó antes de que Eyre pudiera tomar alguna represalia, a la muchacha le gustaba dar algún que otro golpe cuando se enojaba.
Lo cierto es que podría haberle hecho ese pequeño favor de modo desinteresado, no le hubiese costado nada llamarla por su segundo nombre, no era algo que le demandara un esfuerzo desmedido. Pero Owens se resistía a dejarse llevar, sí comenzaba a tener demasiados gestos bondadosos con la muchacha podría comenzar a creer que todo eso lo hacía solo por amistad, eso significaba confiar en alguien, depositar esperanzas en que por una vez alguien no le daría una puñalada por la espalda... “No, aún no estoy listo” Pensó Matthew mientras seguían caminado.
Los comentarios ofensivos llegaron a oídos de Ownes, claro que sí, habían sido dichos precisamente con ese propósito, el humano se detuvo, su gesto era indescriptible en ese momento, podría haber sido perfectamente una cara de burla como una de enojo. Matthew sonreía, pero del modo más falso que podía hacerlo, con un frío glaciar en los ojos y en un solo movimiento se dio la vuelta para ver a los niños a la cara.
-Ohhh, esto es hermoso - Abrió los brazos mientras hablaba con una amplia sonrisa, luego juntó las manos y señaló a los niños - Déjame adivinar, ustedes deben ser el grupito de abusones de su cursito de magia, y TU - Dijo mientras se acercaba al que había hablado - Debes ser el crío que lidera al ejército de pulgas, Ohh, esto es maravilloso, ven, ven Lena, no te pierdas esto - Le hizo señas a la muchacha para que se acerque - Ven a ver cómo este grupo de gnomos que siquiera deben tener pelo en la bolas intentan burlarse de mí.
Para entonces el estafador ya estaba a escasos centímetros del grupo, los pasaba por más de una cabeza así que los miraba desde arriba mientras continuaba sonriendo de esa forma tan espeluznante.
-¿Saben? De donde yo vengo los bravucones son bravucones de verdad, te dan una paliza hasta dejarte casi muerto solo porque les caíste mal, no se andan con estas... Estupideces de hablar a la espalda - Hizo un gesto de asco como si los muchachos fueran basura - Los humanos llegamos para quedarnos, niñito, así que será mejor que te acostumbres - Dicho eso volvió a su falsa sonrisa habitual - Que tengan un buen día - Se dio la vuelta y continuó caminando.
Normalmente hubiese dejado pasar los comentarios, Matthew no era alguien que disfrutara de la confrontación, pero tenía bien en claro que sí quería quedarse allí el tiempo suficiente como para aprender algo, tendría que desalentar a los bravucones de que lo buscaran.
-Cuando lo toman a uno de tonto luego no hay quien los detenga - Le dijo a Eyre como al pasar - De todos modos, un solo niño de la calle acabaría con todos ellos con una mano atada a la espalda, te lo puedo asegurar - Llegaron hasta la entrada principal del edificio - Supongo que debe haber por aquí alguien de... ¿Recepción? - Le hablaba a la bruja con naturalidad, como si todo el altercado con los adolescentes nunca hubiese existido.
-¿Quieres averiguar si muerdo? - Le susurro acercándose apenas al oído para que solo la joven bruja lo escuchara, luego se alejó antes de que Eyre pudiera tomar alguna represalia, a la muchacha le gustaba dar algún que otro golpe cuando se enojaba.
Lo cierto es que podría haberle hecho ese pequeño favor de modo desinteresado, no le hubiese costado nada llamarla por su segundo nombre, no era algo que le demandara un esfuerzo desmedido. Pero Owens se resistía a dejarse llevar, sí comenzaba a tener demasiados gestos bondadosos con la muchacha podría comenzar a creer que todo eso lo hacía solo por amistad, eso significaba confiar en alguien, depositar esperanzas en que por una vez alguien no le daría una puñalada por la espalda... “No, aún no estoy listo” Pensó Matthew mientras seguían caminado.
Los comentarios ofensivos llegaron a oídos de Ownes, claro que sí, habían sido dichos precisamente con ese propósito, el humano se detuvo, su gesto era indescriptible en ese momento, podría haber sido perfectamente una cara de burla como una de enojo. Matthew sonreía, pero del modo más falso que podía hacerlo, con un frío glaciar en los ojos y en un solo movimiento se dio la vuelta para ver a los niños a la cara.
-Ohhh, esto es hermoso - Abrió los brazos mientras hablaba con una amplia sonrisa, luego juntó las manos y señaló a los niños - Déjame adivinar, ustedes deben ser el grupito de abusones de su cursito de magia, y TU - Dijo mientras se acercaba al que había hablado - Debes ser el crío que lidera al ejército de pulgas, Ohh, esto es maravilloso, ven, ven Lena, no te pierdas esto - Le hizo señas a la muchacha para que se acerque - Ven a ver cómo este grupo de gnomos que siquiera deben tener pelo en la bolas intentan burlarse de mí.
Para entonces el estafador ya estaba a escasos centímetros del grupo, los pasaba por más de una cabeza así que los miraba desde arriba mientras continuaba sonriendo de esa forma tan espeluznante.
-¿Saben? De donde yo vengo los bravucones son bravucones de verdad, te dan una paliza hasta dejarte casi muerto solo porque les caíste mal, no se andan con estas... Estupideces de hablar a la espalda - Hizo un gesto de asco como si los muchachos fueran basura - Los humanos llegamos para quedarnos, niñito, así que será mejor que te acostumbres - Dicho eso volvió a su falsa sonrisa habitual - Que tengan un buen día - Se dio la vuelta y continuó caminando.
Normalmente hubiese dejado pasar los comentarios, Matthew no era alguien que disfrutara de la confrontación, pero tenía bien en claro que sí quería quedarse allí el tiempo suficiente como para aprender algo, tendría que desalentar a los bravucones de que lo buscaran.
-Cuando lo toman a uno de tonto luego no hay quien los detenga - Le dijo a Eyre como al pasar - De todos modos, un solo niño de la calle acabaría con todos ellos con una mano atada a la espalda, te lo puedo asegurar - Llegaron hasta la entrada principal del edificio - Supongo que debe haber por aquí alguien de... ¿Recepción? - Le hablaba a la bruja con naturalidad, como si todo el altercado con los adolescentes nunca hubiese existido.
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Eyre rezó a todas las deidades para que el comentario biperino del crío no suscitase ninguna reacción por parte de su compañero; aunque doliese en el orgullo, lo más sabio hubiera sido hacerse los desentendidos, ignorarlo y seguir con su camino en paz. Sin embargo, el moreno reaccionó con menos madurez de la que la joven bruja hubiese esperado. El rostro se le tiñó de carmín hasta las orejas cuando, para colmo, Matthew comenzó a hacerle señas para que se acercase. ¡Dioses! ¿¡Qué parte de “pasar desapercibidos” le costaba entender!?
-¿¡Pelo en las...!? ¡Por Axhol, Matthew, contrólate! -Chilló, acercándose a él pero no para secundarlo en sus horripilantes acciones, sino para tironearlo de un brazo, instándolo a calmarse. Todos sus esfuerzos fueron en vano, pues el mayor no se detuvo hasta haber escupido todo el veneno que llevaba dentro. Para cuando terminó de hablar, los niños estaban pálidos y el que había comenzado la disputa temblaba de pies a cabeza, eso sí, sin dejar de observar fijamente a su nuevo enemigo con el más profundo gesto de odio arrugándole el entrecejo.
-¡¡Eres... eres un viejo asqueroso!! -Le espetó antes de echar a correr junto a los demás mocosos- ¡¡Más te vale no volver a cruzarte con nosotros!! -La amenaza, ya al otro lado del pasillo, se perdió como un eco.
Pálida como una hoja, no tuvo más opción que reanudar su marcha junto al moreno. Sin embargo ahora iba ligeramente detrás suyo y lo observaba con expresión contrariada. Nunca lo había visto tan alterado, ni siquiera aquella vez en que un hombre-tiburón había amenazado con destriparlo en el muelle. ¿Cómo podía perder los cabales de esa manera por unos simples malcriados? Debía admitirlo, ver a un hombre tan controlado como Owens reaccionando así daba bastante miedo. Temblorosa, masculló:
-No nos conviene enemistarnos con las personas de aquí, Matthew. Esos niños están aprendiendo a utilizar la magia. Tú eres más grande, pero no olvides que los brujos controlamos los elementos. -O casi todos los brujos, pensó, agachando la mirada con pena al saberse fuera de ese grupo “privilegiado”- Ese niño podría ser un tensái de fuego, ¿has visto la cicatriz en su cara? No creo que tú quieras tener una igual. -Suspiró y, para sacarle hierro al asunto, añadió en tono más ameno: -Arruinaría tu hermoso rostro... ¿no?
Apenas acababan de llegar y ya se sentía agotada. La joven, que conocía mejor el castillo, señaló hacia un majestuoso arco que coronaba un lustroso mostrador de madera. Tras éste, una tabla escrita con elegante caligrafía señalizaba los horarios de las clases y en qué salones se dictaban, además de ilustrar a un lado los emblemas de todas las casas del Hekshold junto a los retratos de sus respectivos catedráticos. La atención de Eyre, no obstante, recaería sobre un nuevo retrato que había sido clavado debajo del tablón, un papel amarillento dibujado con más torpeza que los otros.
- Spoiler:
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Con los ojos abiertos como platos, la jovencita comenzó a recular hasta que la espalda le chocó con la fría pared de piedra al otro extremo del salón. Aún con un cabello distinto y maquillada, su cara seguía siendo la misma. ¡No había manera de cambiarse las facciones!
-¿Está bien, señorita? ¿Qué le pasa? -Inquirió el anciano que aguardaba tras el mostrador, en cuya presencia Eyre ni siquiera había reparado, así que más bien se dirigía al moreno. El hombre entrecerró los ojos y se acomodó los pequeños lentes que hacían equilibrio sobre el tabique de su gran nariz. No parecía reconocerla, aunque repentinamente su mirada se tornó suspicaz, como quien intuye que está viendo a alguien que le resulta familiar- ¿Son nuevos por aquí?
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
El hombre le daba la espalda a Eyre, dejaba que la chica hable y mantenía un incomodo silencio, una parte de él quería escucharla decirlo, porque si decía las palabras correctas sería mucho más sencillo el tratarla como a cualquier otra mujer. La miro por arriba del hombro y por menos de un segundo su mirada fue absolutamente fría, pero en seguida cambio a su sonrisa habitual, se detuvo y espero hasta que la joven bruja se puso a la par suya.
-Tiene razón, Señorita Lena, no debería enojarme – Le pellizco la mejilla con dulzura y agregó – Sepa disculparme, no era mi intención el que me viera en medio semejante exabrupto, prometo que no volverá a ocurrir, créame – Fijo su vista al frente – Me halaga con su cumplido, no soy merecedor de tan bellas palabras. Se lo agradezco.
Y era así como Owens cerraba las puertas, una parte de él entendía que estaba exigiéndole demasiado a una pobre muchacha que apenas comenzaba a vivir, pero la otra mitad estaba sumamente ofendida por no haber recibido el apoyo de su compañera de viaje “¿Es que ella también me cree un ser inferior? ¿Ella me ve como todos los demás?” Eran el tipo de pensamiento que surgían en su mente mientras se acercaban al mostrador.
El repentino gesto de susto que puso Eyre lo hizo salir de sus cavilaciones, siguió su mirada hasta que encontró el motivo de su miedo ¡El cartel! La imagen no era tan detallada, pero era lo suficientemente clara como para que cualquiera que pasara por allí la reconociera. Owens comenzó con su actuación de improvisaciones:
-¡Buenos días caballero! – Dijo el moreno poniéndose en frente del anciano para que no fijara su mirada en Eyre – No se preocupe por mi compañera, su salud es muy precaria y al tener que llegar hasta aquí a pie fue demasiado para ella, pero tranquilo, con descansar unos minutos se le pasara – Hizo un gesto como para quitarle importancia – Así es, somos nuevos por aquí, recibimos unas invitaciones y queríamos saber que… ¡Ups! – Hizo como que la hoja se le resbalaba y se le caía tras el mostrador, cuando el hombre se agacho para agarrarlo Matthew rápidamente arranco el cartel y se lo metió en el bolsillo – Discúlpeme, soy tan torpe, lo siento.
-¡Rutherford y Meitner! – Dijo el señor mientras veía las cartas de recomendación – Si, parece estar todo en orden, pero lamento decirles que ninguno de los dos se encuentra en este momento en la Academia.
-Oh, que lastima, será cuestión de esperar entonces. Lo cierto es que vinimos aquí tan rápido como pudimos porque en verdad estábamos muy emocionados con la idea de conocer a tan renombradas figuras – El tono de Matt era el de alguien sinceramente deslumbrado, el anciano lo escuchaba y asentía, dándole la razón en cada cosa que decía - ¿Le molesta si damos una vuelta por el campus? Es solo para familiarizarnos un poco con el lugar.
-No creo que haya problema, si alguien les dijera algo solo tendrían que mostrar estas invitaciones –Le respondió mientras le devolvía las cartas.
-Muy amable, caballero, ha sido un placer hablar con usted – El humano hizo una ligera reverencia y se dio la vuelta - ¿Se siente mejor Señorita Lena? ¿Desea acompañarme en el paseo? – Tomo con delicadeza a Eyre del brazo y la alejo de la recepción, cuando estuvieron fuera de la vista del hombre le agarro la mano y le puso el bollo de papel en ella – Aquí tiene, iré a dar una vuelta para asegurarme de que no haya otros pegados – Dicho eso se dio la vuelta y empezó a caminar por los pasillos de la Academia.
-Tiene razón, Señorita Lena, no debería enojarme – Le pellizco la mejilla con dulzura y agregó – Sepa disculparme, no era mi intención el que me viera en medio semejante exabrupto, prometo que no volverá a ocurrir, créame – Fijo su vista al frente – Me halaga con su cumplido, no soy merecedor de tan bellas palabras. Se lo agradezco.
Y era así como Owens cerraba las puertas, una parte de él entendía que estaba exigiéndole demasiado a una pobre muchacha que apenas comenzaba a vivir, pero la otra mitad estaba sumamente ofendida por no haber recibido el apoyo de su compañera de viaje “¿Es que ella también me cree un ser inferior? ¿Ella me ve como todos los demás?” Eran el tipo de pensamiento que surgían en su mente mientras se acercaban al mostrador.
El repentino gesto de susto que puso Eyre lo hizo salir de sus cavilaciones, siguió su mirada hasta que encontró el motivo de su miedo ¡El cartel! La imagen no era tan detallada, pero era lo suficientemente clara como para que cualquiera que pasara por allí la reconociera. Owens comenzó con su actuación de improvisaciones:
-¡Buenos días caballero! – Dijo el moreno poniéndose en frente del anciano para que no fijara su mirada en Eyre – No se preocupe por mi compañera, su salud es muy precaria y al tener que llegar hasta aquí a pie fue demasiado para ella, pero tranquilo, con descansar unos minutos se le pasara – Hizo un gesto como para quitarle importancia – Así es, somos nuevos por aquí, recibimos unas invitaciones y queríamos saber que… ¡Ups! – Hizo como que la hoja se le resbalaba y se le caía tras el mostrador, cuando el hombre se agacho para agarrarlo Matthew rápidamente arranco el cartel y se lo metió en el bolsillo – Discúlpeme, soy tan torpe, lo siento.
-¡Rutherford y Meitner! – Dijo el señor mientras veía las cartas de recomendación – Si, parece estar todo en orden, pero lamento decirles que ninguno de los dos se encuentra en este momento en la Academia.
-Oh, que lastima, será cuestión de esperar entonces. Lo cierto es que vinimos aquí tan rápido como pudimos porque en verdad estábamos muy emocionados con la idea de conocer a tan renombradas figuras – El tono de Matt era el de alguien sinceramente deslumbrado, el anciano lo escuchaba y asentía, dándole la razón en cada cosa que decía - ¿Le molesta si damos una vuelta por el campus? Es solo para familiarizarnos un poco con el lugar.
-No creo que haya problema, si alguien les dijera algo solo tendrían que mostrar estas invitaciones –Le respondió mientras le devolvía las cartas.
-Muy amable, caballero, ha sido un placer hablar con usted – El humano hizo una ligera reverencia y se dio la vuelta - ¿Se siente mejor Señorita Lena? ¿Desea acompañarme en el paseo? – Tomo con delicadeza a Eyre del brazo y la alejo de la recepción, cuando estuvieron fuera de la vista del hombre le agarro la mano y le puso el bollo de papel en ella – Aquí tiene, iré a dar una vuelta para asegurarme de que no haya otros pegados – Dicho eso se dio la vuelta y empezó a caminar por los pasillos de la Academia.
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
La joven bruja veía con ojos vacíos cómo Matthew, una vez más, salía a su rescate haciendo frente al hombre del mostrador. Aunque los latidos de su corazón habían comenzado a menguar, una sensación incómoda y molesta se abría paso en su pecho. Veía al moreno hablar con el hombre y reconocía que estaba siendo ayudada por él, pero sus anteriores palabras frías y distantes habían hecho mella en su de por sí frágil estado de ánimo. No entendía por qué la actitud del otro había cambiado tan abruptamente, se sentía perdida, y no era inusual que le ocurriese eso cuando estaba junto a Owens.
¿Por qué se sentía sola aunque estaba siendo acompañada por él?
Para Eyre, era doloroso tener una relación tan inestable con su compañero de viaje. A veces sentía que eran amigos y otras veces percibía cómo él la trataba con falsedad, como a una extraña. Y ahora se sentía así. Si Matthew no confiaba en ella, ella tampoco podía confiar en él. Era un círculo del cual no tenía idea de cómo salir y ésto sólo empeoraba la tensión entre ellos.
Tenía la mirada perdida en el suelo cuando Matthew regresó y la tomó del brazo. Había oído muy por encima que los profesores no se encontraban en la academia, aunque apenas ahora se daba cuenta de lo que eso significaba. No sólo habían ido allí para nada, sino que su estadía en las islas se alargaría por quién sabía cuánto tiempo más. Se dejó llevar por el moreno cabizbaja y ceñuda hasta que, al ser soltada, apenas alzó los ojos para observarlo desde abajo y apretó el bollo de papel entre sus manos hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
-¿Por qué... por qué has dejado de tutearme? -Cuestionó, pero el moreno no la oyó o bien decidió ignorarla, dado que lo vio alejarse sin recibir respuesta alguna.
Sola, confundida y molesta, la niña se dio la media vuelta para dirigirse exactamente hacia el lado contrario. Si su “amigo” acababa de decidir que ya no quería estar con ella sin ninguna explicación, ¡pues bien! No iría detrás suyo como un perrito faldero. Aunque, bueno, caminaba por su cuenta pero no dejaba de pensar en el incidente. Con el pasar de los pasillos comenzó a hacerse una idea, pero no eran más que suposiciones. Pasaron los minutos y pasó de sentirse enfadada a triste, y luego culpable. Quizás sus palabras le habían sentado mal. ¿Pero cómo podía saberlo? ¡Si no hablaba claro, era incapaz de entenderlo!
-Tch... -Chasqueó la lengua y se cruzó de brazos mientras cruzaba uno de los amplios jardines que separaban las galerías interiores del castillo- Me he pasado toda la vida leyendo libros... ¿para qué? Si al final ni siquiera puedo comprender a las personas. -Pensó acongojada y subió las escalinatas que la llevaban a los salones.
Llegó entonces, casi sin darse cuenta, hacia su antiguo salón de clases. En el Hekshold todo era imponente y así también sus salones, que se extendían ampliamente para acoger a cientos de alumnos con comodidad. Empujó tímidamente la puerta y, al ver que estaba abierta, entró por curiosidad, pues nunca lo había visto vacío. Se sintió diminuta; el eco de sus pasos se detuvo cuando llegó al sitio donde solía sentarse y allí, protegida por el silencio, se reclinó sobre el escritorio y escondió el rostro entre sus brazos.
Cuánto extrañaba aquellos años de infancia en que, aún libre de las premoniciones, había asistido al Hekshold como una alumna cualquiera...
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
“¿Por qué has dejado de tutearme?”
Matthew había escuchado perfectamente las palabras, pero decidió no contestar, no tenía sentido, aunque se lo dijera no lo entendería. El estafador suspiro y siguió caminando, mientras pensaba que en realidad él tampoco sabía porque era tan contradictorio con Eyre ¿No sería más sencillo tratarla como trataba a todas las demás personas y ya?
-Pero no quiero tratarla así – Desde el primer día, cuando se cruzaron en aquel muelle, la bruja había generado una catarata de sensaciones en Matthew, la mayoría de ellas estaban relacionadas con sensaciones negativas. Pero también había otra parte que disfrutaba mucho de su inocente compañía, y una tercera parte que se negaba a confiar en ella y en lo que significaba – ¡Argh! – Se quejó el estafador mientras se pasaba los dedos por el pelo, peinándolo hacia atrás.
“Entonces simplemente se amable de forma sincera y ya” Se dijo a si mismo ¡Pero no era tan sencillo! Para empezar, ella parecía considerarlo un inútil bueno para nada que no podía defenderse ni de unos niños. “Estas siendo muy injusto, Matthew Owens” La muchacha no tenía la culpa, se notaba que venía de una buena familia y no tenía idea de porque el humano se había enojado.
Owens camino por los pasillos de la Academia, intentando aprenderse los distintos caminos, pero por sobre todo las posibles vías de escape, los viejos hábitos nunca se pierden del todo. El sitio estaba lleno de niños, aunque la mayoría parecían concentrados en sus asuntos y no se detenían más que pare dirigirle una fugaz mirada extrañada a Matt
Cansado de ser el centro de atención el humano decidió salir a los parques, su primera impresión era que en verdad era un sitio enorme, hectáreas y hectáreas de campos verdes se extendían frente a él, a lo lejos podía verse un bosque, a su derecha el camino bajaba así que no podía ver qué era lo que había, pero a su izquierda vio una fuente y le pareció un buen sitio para descansar.
“Quizás el error esta en venir aquí en primer lugar” pensó Matt mientras se sentaba en el borde de la fuente.
-Oye, viejo asqueroso – Esa voz le resulto familiar, el estafador levanto la vista solo para encontrarse de nuevo con el grupito de bravucones.
-¿Quiénes son ustedes? – Owens se hizo el que no los conocía solo para fastidiarlos – Ah, cierto, el grupo de gnomos, lo siento, es que todos los brujos se parecen.
-¡Callate! – Dijo el “líder” temblando de rabia – Nadie te quiere aquí anciano horrible, vete por donde viniste, ve a hacer cosas de humanos como… Criar ganado o cosas así –
-Oh, se ve que estas bien informado – Respondió en tono irónico el estafador.
-¡No me importa! Largate de aquí o sino-
-¿Qué? ¿Me atacaras con tu ejercito de pulgas? – Matthew estaba de mal humor, no tenía ganas de estar teniendo esa charla, tampoco estaba seguro a esa altura de porque seguía discutiendo con ellos, era más sencillo darles la razón e irse a casa “Aunque no a criar ganado, eso seguro”
-Alguien te tiene que enseñar cuál es tu lugar, humano – Esta vez la voz era de alguien más grande, por lo que Matt se dignó a levantar la mirada. Efectivamente, era un muchacho de unos veinte años, tenía cierto parecido con el más pequeño por lo que el estafador supuso que eran hermanos.
-Eres tan estúpidamente predecible, niño – Owens se puso en pie, suponiendo que la pelea era inevitable, aunque claro, no contaba con que comenzaran a hacer gala de sus poderes: Fuego. Eyre tenía razón, al parecer se había topado con una familia que dominaba uno de los elementos más destructivos de la naturaleza.
Matthew había escuchado perfectamente las palabras, pero decidió no contestar, no tenía sentido, aunque se lo dijera no lo entendería. El estafador suspiro y siguió caminando, mientras pensaba que en realidad él tampoco sabía porque era tan contradictorio con Eyre ¿No sería más sencillo tratarla como trataba a todas las demás personas y ya?
-Pero no quiero tratarla así – Desde el primer día, cuando se cruzaron en aquel muelle, la bruja había generado una catarata de sensaciones en Matthew, la mayoría de ellas estaban relacionadas con sensaciones negativas. Pero también había otra parte que disfrutaba mucho de su inocente compañía, y una tercera parte que se negaba a confiar en ella y en lo que significaba – ¡Argh! – Se quejó el estafador mientras se pasaba los dedos por el pelo, peinándolo hacia atrás.
“Entonces simplemente se amable de forma sincera y ya” Se dijo a si mismo ¡Pero no era tan sencillo! Para empezar, ella parecía considerarlo un inútil bueno para nada que no podía defenderse ni de unos niños. “Estas siendo muy injusto, Matthew Owens” La muchacha no tenía la culpa, se notaba que venía de una buena familia y no tenía idea de porque el humano se había enojado.
Owens camino por los pasillos de la Academia, intentando aprenderse los distintos caminos, pero por sobre todo las posibles vías de escape, los viejos hábitos nunca se pierden del todo. El sitio estaba lleno de niños, aunque la mayoría parecían concentrados en sus asuntos y no se detenían más que pare dirigirle una fugaz mirada extrañada a Matt
Cansado de ser el centro de atención el humano decidió salir a los parques, su primera impresión era que en verdad era un sitio enorme, hectáreas y hectáreas de campos verdes se extendían frente a él, a lo lejos podía verse un bosque, a su derecha el camino bajaba así que no podía ver qué era lo que había, pero a su izquierda vio una fuente y le pareció un buen sitio para descansar.
“Quizás el error esta en venir aquí en primer lugar” pensó Matt mientras se sentaba en el borde de la fuente.
-Oye, viejo asqueroso – Esa voz le resulto familiar, el estafador levanto la vista solo para encontrarse de nuevo con el grupito de bravucones.
-¿Quiénes son ustedes? – Owens se hizo el que no los conocía solo para fastidiarlos – Ah, cierto, el grupo de gnomos, lo siento, es que todos los brujos se parecen.
-¡Callate! – Dijo el “líder” temblando de rabia – Nadie te quiere aquí anciano horrible, vete por donde viniste, ve a hacer cosas de humanos como… Criar ganado o cosas así –
-Oh, se ve que estas bien informado – Respondió en tono irónico el estafador.
-¡No me importa! Largate de aquí o sino-
-¿Qué? ¿Me atacaras con tu ejercito de pulgas? – Matthew estaba de mal humor, no tenía ganas de estar teniendo esa charla, tampoco estaba seguro a esa altura de porque seguía discutiendo con ellos, era más sencillo darles la razón e irse a casa “Aunque no a criar ganado, eso seguro”
-Alguien te tiene que enseñar cuál es tu lugar, humano – Esta vez la voz era de alguien más grande, por lo que Matt se dignó a levantar la mirada. Efectivamente, era un muchacho de unos veinte años, tenía cierto parecido con el más pequeño por lo que el estafador supuso que eran hermanos.
-Eres tan estúpidamente predecible, niño – Owens se puso en pie, suponiendo que la pelea era inevitable, aunque claro, no contaba con que comenzaran a hacer gala de sus poderes: Fuego. Eyre tenía razón, al parecer se había topado con una familia que dominaba uno de los elementos más destructivos de la naturaleza.
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
En el silencioso e inmenso salón, la vida parecía más sencilla. Allí, sin premoniciones, sin gente buscándola, sin lodo, plantas, animales ni personas peligrosas... Y a tan sólo unos cuantos minutos a pie de su hogar. Recordaba lo fácil que era salir del castillo y atravesar los suburbios para llegar a casa, donde su nana la recibía con chocolate caliente y un nuevo libro sobre la mesa. Por un instante, extrañó tan fuertemente esa vida que no hubo suspiro alguno que la ayudase a sacar esa angustia de su pecho.
-¿Qué pasaría si volviese? -Se preguntó una y otra vez con el rostro escondido entre los brazos y la frente apoyada en el escritorio. Además de una bronca muy grande, dudaba que las cosas fuesen muy distintas a la época previa a su fuga. No podría salir de la casa, no podría hablar con nadie, no podría tener sueños ni aspiraciones mientras su maldición siguiese siendo motivo de vergüenza. Tendría que permanecer oculta por mucho que los Dioses le gritasen a la cara los mensajes cuyo significado Meitner sabría explicarle.
-Todo esto habría sido en vano... -Concluyó. Cada lágrima derramada en el viaje y cada temor enfrentado no hubiera servido para nada. Anhelaba el abrazo cálido de su madre, pero no si éste le coartaba la libertad. Jamás podría contarle a sus progenitores las aventuras que había vivido, no podría hablarles del elfo amable, ni del valeroso guerrero junto al cual había luchado en aquella aldea lejana, o del cibernético protector de “O.V.E.C.”... ni mucho menos del inmaduro hombre entrado en años que, aún siendo un peligroso estafador, la acompañaba y la protegía, aunque fuera con berrinches y malos tratos de por medio.
-He tomado el camino correcto. De lo contrario, nunca hubiera podido conocer a...
-¡Eso, Edward, hazlo bailar como el zopenco que es!
El coro de voces infantiles arrancó a Eyre de sus cavilaciones. Conocía esas risas; nada bueno podía venir de ese tono tan maligno y su intuición le dijo que probablemente tenía que ver con la persona que hasta ese momento había ocupado sus pensamientos. La jovencita se puso de pie de un salto y corrió hacia uno de los ventanales del salón. Y desde allí vio el espectáculo; llamaradas en forma de látigo salían de las manos de un muchacho que reía a carcajadas secundado por una caterva de mocosos, buscando quemarle los pies al desafortunado moreno si éste no se movía con agilidad. ¿¡Dónde demonios estaban los profesores en esas circunstancias!?
Le tomó menos de un minuto salir del salón como un suspiro y volver sobre sus pasos para recorrer el camino hacia el patio. Sus intentos de pasar desapercibida acababan de quedar atrás; tuvo que abrirse paso a los empujones para llegar a vislumbrar la “pelea”, si se le podía llamar así a un joven escuálido que hostigaba a un pobre hombre lanzándole fuego desde una distancia bien segura.
-¡Pégale, pégale! ¡Los brujos somos unos debiluchos! -No se le ocurrió una mejor sugerencia. De haber tenido su bastón hubiese acudido a ayudar, pero lo había dejado con Veintitrés.
-¿¡Estás del lado de ese!? ¡Buuu, traidora, buuu! -Se burló un niño al menos cinco años menor que ella y, furibunda, Eyre le respondió con un empujón antes de volver a apoyar, por medio de chillidos, ademanes e indicaciones poco fiables, a su compañero:
-¡Patéalo! ¡Ay, no, mejor agáchate! ¡¡Tú puedes, Matt, tú puedes!!
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Hacía ya bastante tiempo que Matthew no tenía que pelear, en líneas generales conseguía resolver sus problemas hablando o bien escapando ¿Por qué no huía en esta oportunidad? Porque estaba de bastante mal humor, con lo cual, los sutiles comentarios que eran necesarios para poder manipular la situación en su favor estaban muy por fuera de sus capacidades en ese preciso momento.
Resumiendo la idea: Matt simplemente quería romperle la cara a ambos hermanos, y patear al resto de los inútiles lacayos que los vitoreaban.
-Típico de los brujos, se sienten valientes cuando están en grupo – El “chiste” le costó a Matthew un golpe del látigo de fuego en el brazo, el humano hizo un gesto de dolor pero se negó a gritar.
-Humano insolente, te haré chillar como el puerco que eres – Las llamas en sus manos se movían constantemente, por momentos parecían tener la forma de una soga o látigo, pero a veces se juntaban formando una bola no más grande que un puño, la cual el brujo lanzaba con velocidad a los pies de Matthew para hacerlo saltar.
Owens no tenía mucha oportunidad de contraatacar estando a tanta distancia, así que daba saltos hacia atrás. A Edward parecía causarle mucha gracia la situación, por lo que empezó a lanzar llamaradas cada vez más grandes y Matthew, acorralado, no tuvo más remedio que subirse a la fuente, quedando en una situación bastante ridícula que provoco las risas en todo el grupo de bravucones.
Y entonces fue que escuchó la voz de Eyre, al humano le hubiese gustado no estar con el agua por las rodillas y saltando para salvar su vida, pero no había mucho remedio. Con todo el orgullo y el amor propio que le quedaba, intentó pensar la manera de salir de semejante problema.
-Hasta que lo admites – Le respondió Matthew al comentario “son unos debiluchos”, la muchacha estaba atrás del grupo, Edward no podía verla porque estaba concentrado en el estafador y en controlar las llamas. Con algo así como un plan en mente, el humano se tiro al piso de la fuente para esquivar una de las ráfagas de fuego, se levanto completamente empapado escuchando aún las carcajadas de sus contrincantes y mientras se intentaba sacar el agua de los ojos puso un gesto de espanto y grito -¡¡¡No Lena no lo hagas!!!
Automáticamente todos se dieron vuelta, claro, ella sabía hacer magia, podía ser un verdadero peligro, no como el débil humano que tenían en frente…. Pero la joven no estaba haciendo absolutamente nada.
-¡Caíste! – Para cuando Edward se dio vuelta ya Matt estaba al lado suyo, recibió un golpe de gancho que le hizo sonar la mandíbula, dejándolo tirado en el piso. El resto de los niños estaban congelados, no podían creer lo que acababa de pasar, el hermano menor pareció enojarse por un segundo, e incluso empezó a generar algunas llamas – Vamos, inténtalo, solo dame un motivo para que te rompa cada uno de tus bonitos y delicados huesos – El tono del estafador había bajado hasta resultar tétrico, lo cual hizo recapacitar a los niños – Tuve suficiente de magia por un día.
Comenzó a caminar en dirección a la salida, giro la cabeza y miró a Eyre.
-¿Regresamos a la posada? -
-------
Subrayado: Es la habilidad de Matt
Resumiendo la idea: Matt simplemente quería romperle la cara a ambos hermanos, y patear al resto de los inútiles lacayos que los vitoreaban.
-Típico de los brujos, se sienten valientes cuando están en grupo – El “chiste” le costó a Matthew un golpe del látigo de fuego en el brazo, el humano hizo un gesto de dolor pero se negó a gritar.
-Humano insolente, te haré chillar como el puerco que eres – Las llamas en sus manos se movían constantemente, por momentos parecían tener la forma de una soga o látigo, pero a veces se juntaban formando una bola no más grande que un puño, la cual el brujo lanzaba con velocidad a los pies de Matthew para hacerlo saltar.
Owens no tenía mucha oportunidad de contraatacar estando a tanta distancia, así que daba saltos hacia atrás. A Edward parecía causarle mucha gracia la situación, por lo que empezó a lanzar llamaradas cada vez más grandes y Matthew, acorralado, no tuvo más remedio que subirse a la fuente, quedando en una situación bastante ridícula que provoco las risas en todo el grupo de bravucones.
Y entonces fue que escuchó la voz de Eyre, al humano le hubiese gustado no estar con el agua por las rodillas y saltando para salvar su vida, pero no había mucho remedio. Con todo el orgullo y el amor propio que le quedaba, intentó pensar la manera de salir de semejante problema.
-Hasta que lo admites – Le respondió Matthew al comentario “son unos debiluchos”, la muchacha estaba atrás del grupo, Edward no podía verla porque estaba concentrado en el estafador y en controlar las llamas. Con algo así como un plan en mente, el humano se tiro al piso de la fuente para esquivar una de las ráfagas de fuego, se levanto completamente empapado escuchando aún las carcajadas de sus contrincantes y mientras se intentaba sacar el agua de los ojos puso un gesto de espanto y grito -¡¡¡No Lena no lo hagas!!!
Automáticamente todos se dieron vuelta, claro, ella sabía hacer magia, podía ser un verdadero peligro, no como el débil humano que tenían en frente…. Pero la joven no estaba haciendo absolutamente nada.
-¡Caíste! – Para cuando Edward se dio vuelta ya Matt estaba al lado suyo, recibió un golpe de gancho que le hizo sonar la mandíbula, dejándolo tirado en el piso. El resto de los niños estaban congelados, no podían creer lo que acababa de pasar, el hermano menor pareció enojarse por un segundo, e incluso empezó a generar algunas llamas – Vamos, inténtalo, solo dame un motivo para que te rompa cada uno de tus bonitos y delicados huesos – El tono del estafador había bajado hasta resultar tétrico, lo cual hizo recapacitar a los niños – Tuve suficiente de magia por un día.
Comenzó a caminar en dirección a la salida, giro la cabeza y miró a Eyre.
-¿Regresamos a la posada? -
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Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Incluso Eyre tensó todos los músculos y se quedó estática cuando Matthew gritó. “¡Pero si yo no estoy haciendo nada!”, estuvo a punto de responder, mas pronto entendió la triquiñuela que se traía entre manos y se contuvo, expectante. Todas las miradas recayeron sobre ella durante un instante y la jovencita no hizo más que esbozar una pícara sonrisita; lo siguiente que llamó la atención de los espectadores fue el sonoro puñetazo y el ruido seco del escuálido veinteañero cayendo al suelo como peso muerto.
Si bien la joven hechicera estuvo a punto de frustrar la intención de atacar del mocoso, dado que lo tenía bien cerca y creía poder con él, no hizo falta. Matthew, un simple y aparentemente desprotegido humano, fue capaz de disuadir a los bravucones con el simple poder de sus palabras y su intimidante mirada. Hasta la bruja, que en ese momento formaba parte del “público” a quien iba dirigida la amenaza, se encogió ligeramente y sintió cómo el corazón se le aceleraba... por un lado de miedo y, por el otro, debido a una sensación que fue incapaz de identificar. La actitud imponente del moreno, junto a su porte temible pese a estar empapado de pies a cabeza, despertó en la adolescente una suerte de incertidumbre de lo más extraña. Y no es como si el hecho de que la ropa se le pegase al cuerpo marcándole todos los músculos tuviera algo que ver, ¡por supuesto que no!
-Umh, s-sí, ¡ya voy! -Accedió presurosa cuando el mayor la instó a retirarse. No obstante, antes de partir, observó a los niños y advirtió con forzado tono de amenaza: -¡No se les ocurra contar algo de esto a ningún profesor, o...! -miró a Matthew y carraspeó- ...¡O se las verán con él!
Tras ellos dejaron a un montón de niños boquiabiertos y a un par de hermanos que indudablemente recordarían sus rostros por mucho tiempo. Eyre apresuró el paso para alcanzar al mayor y lo acompañó en silencio hasta que salieron del castillo. Una vez fuera, cuando sintió que se le habían pasado los nervios, alzó la mirada y le ofreció una sonrisa que oscilaba entre la amabilidad y, por primera vez desde que andaban juntos, el respeto.
-No estoy a favor de la violencia... -Comenzó a decir con seriedad, mas pronto su tono se tiñó de entusiasmo- ¡Pero has estado genial! Para ser alguien que sabe maquillar a una chica, golpeas muy bien. -Bromeó, dejando escapar una carcajada- ¡Esos chicos nunca volverán a subestimar a un humano! Y... umh, yo... yo tampoco. -Añadió en voz más bajita. Pronto sus mofletes se tiñeron de carmín y, para cambiar de tema, observó con preocupación el brazo ajeno.
-Déjame curarte cuando lleguemos a la posada. ¿Te vale eso como agradecimiento por lo del nombre? -Bajó la mirada y sonrió. Sabía en su fuero interno que no hacía falta deberle ningún favor para desear ayudarlo, ¿a quién quería engañar?
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Una vez que estuvieron fuera de la vista de los bravucones Matthew aflojo un poco su postura, dejando escapar un largo suspiro. Luego estiro un poco los brazos, aunque la herida que le habían hecho con el fuego lo persuadió de que era mejor no moverlo demasiado. Owens estaba cansado, enojarse en general lo agotaba bastante, quizás ese era uno de los motivos por los que prefería tomarse las cosas a la ligera.
-Tampoco me gusta la violencia, hace que me arrugue y lastima mis manos - Le sonrió a Eyre, el antiguo enojo parecía haberse esfumado. Matt era consciente de que la muchacha quería reconciliarse, y no era tan malo como para descartar sus intentos sin más - Al contrario, que nos sigan subestimando, así podremos seguir rompiéndoles la mandíbula, que bien merecido lo tienen jaja - Volvió a suspirar y apoyó una mano sobre la cabeza de la niña - Perdóname por lo de antes, estoy algo... tenso con todo esto y... con malos recuerdos que... Olvidalo - Hizo un gesto con la mano como para apartar malos pensamientos - Lo del nombre a cambio de que cures la herida me parece un excelente intercambio.
Caminaron durante algunos minutos en silencio, en verdad parecía que habían pasado demasiadas cosas para un día, Matthew se sentía como si hubiese estado corriendo toda la tarde. Tal vez por eso el andar de ambos fue más lento, o quizás era que estaban disfrutando de ese momento de calma. Por una vez Owens no hizo comentarios ofensivos ni irónicos, se sentía bien el quitarse el personaje de encima al menos por un rato.
-Nunca me contaste nada de cómo era tu vida aquí - El estafador sabía que ese era un tema que en general Eyre evitaba, y no pretendía hacerla sentir incómoda así que agregó - No es necesario que lo cuentes si no quieres, pero me parece que sí vamos a pasar un tiempo aquí juntos, sería bueno que sepamos algunas cosas del otro mmm puedes preguntarme cosas también, para que sea justo.
Llegaron nuevamente a la posada donde se estaban alojando, como era su costumbre Matthew se quedó hablando con la dueña del lugar, regresando a su habitual modo encantador de ser. A veces el humano no tenía ninguna intención en particular, simplemente lo hacía por costumbre, pero otras podía resultar muy útil, en está oportunidad pudo llevarse dos porciones de pasteles de higo y un pan grande aún tibio, cortesía de una señora muy feliz de recibir cumplidos.
Cuando finalmente Matt subió a su habitación se encontró con veintitrés exactamente en el mismo lugar donde lo habían dejado.
-Me resulta imposible de entender como no se aburre - Comentó el estafador mientras pasaba por enfrente del robot y dejaba la comida en la mesa del tocador- Creo que será mejor ver cómo está la quemadura - Hasta el momento el humano se había mostrado indiferente, pero lo cierto es que dolía bastante.
Primero intentó arremangarse la camisa, pero al estar mojada mas el ardor de la quemadura resultaba un incordio, por lo que decidió quitársela y sentarse frente al tocador a la espera de que Eyre comenzara con las curaciones.
-Tampoco me gusta la violencia, hace que me arrugue y lastima mis manos - Le sonrió a Eyre, el antiguo enojo parecía haberse esfumado. Matt era consciente de que la muchacha quería reconciliarse, y no era tan malo como para descartar sus intentos sin más - Al contrario, que nos sigan subestimando, así podremos seguir rompiéndoles la mandíbula, que bien merecido lo tienen jaja - Volvió a suspirar y apoyó una mano sobre la cabeza de la niña - Perdóname por lo de antes, estoy algo... tenso con todo esto y... con malos recuerdos que... Olvidalo - Hizo un gesto con la mano como para apartar malos pensamientos - Lo del nombre a cambio de que cures la herida me parece un excelente intercambio.
Caminaron durante algunos minutos en silencio, en verdad parecía que habían pasado demasiadas cosas para un día, Matthew se sentía como si hubiese estado corriendo toda la tarde. Tal vez por eso el andar de ambos fue más lento, o quizás era que estaban disfrutando de ese momento de calma. Por una vez Owens no hizo comentarios ofensivos ni irónicos, se sentía bien el quitarse el personaje de encima al menos por un rato.
-Nunca me contaste nada de cómo era tu vida aquí - El estafador sabía que ese era un tema que en general Eyre evitaba, y no pretendía hacerla sentir incómoda así que agregó - No es necesario que lo cuentes si no quieres, pero me parece que sí vamos a pasar un tiempo aquí juntos, sería bueno que sepamos algunas cosas del otro mmm puedes preguntarme cosas también, para que sea justo.
Llegaron nuevamente a la posada donde se estaban alojando, como era su costumbre Matthew se quedó hablando con la dueña del lugar, regresando a su habitual modo encantador de ser. A veces el humano no tenía ninguna intención en particular, simplemente lo hacía por costumbre, pero otras podía resultar muy útil, en está oportunidad pudo llevarse dos porciones de pasteles de higo y un pan grande aún tibio, cortesía de una señora muy feliz de recibir cumplidos.
Cuando finalmente Matt subió a su habitación se encontró con veintitrés exactamente en el mismo lugar donde lo habían dejado.
-Me resulta imposible de entender como no se aburre - Comentó el estafador mientras pasaba por enfrente del robot y dejaba la comida en la mesa del tocador- Creo que será mejor ver cómo está la quemadura - Hasta el momento el humano se había mostrado indiferente, pero lo cierto es que dolía bastante.
Primero intentó arremangarse la camisa, pero al estar mojada mas el ardor de la quemadura resultaba un incordio, por lo que decidió quitársela y sentarse frente al tocador a la espera de que Eyre comenzara con las curaciones.
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
-Y... con malos recuerdos que... Olvídalo.
Los ojos de la jovencita destellaron con interés ante la idea de que el mayor, por fin, accediese a dejar traslucir algún detalle sobre su vida. No obstante, pronto bajó la mirada con desilusión y bufó, resignándose a que Matthew era un hombre irremediablemente hermético e indescifrable. Era incapaz de imaginarse al moreno de pequeño, haciendo travesuras con el rostro manchado de tierra, risueño y natural, distinto al hombre perfeccionista que caminaba ahora a su lado. Por supuesto, al haber crecido entre algodones, Eyre era incapaz de imaginar la verdadera y cruda infancia de un chico que había sido arrastrado a convertirse en un pérfido estafador.
Decidió que no era cortés pedirle que continuase la frase y se mantuvo en silencio durante un buen rato. Pero, arrancándola de sus cavilaciones, el mayor formuló una pregunta que ciertamente la tomó por sorpresa. El primer impulso de Eyre fue cerrarse y cambiar de tema, mas pronto se dio cuenta de que, si quería saber más del otro, ella debía dar el primer paso. Además ya llevaban juntos un tiempo considerable como para acceder a confiarle ciertos detalles de su vida... por más doloroso que fuera rememorarlos.
-Mi vida aquí era muy tranquila. -Respondió con simpleza y taciturnidad. Y no mentía; comparada a sus andanzas en el continente, sí que había tenido una existencia relativamente pacífica. -Venía a clases, leía mucho, pasaba tiempo con mi nana... Nunca antes salí de Beltrexus, ¿sabes? Hasta que... hasta que decidí viajar por mi cuenta. -Se encogió de hombros. Luego, cuando volvieron a internarse en la parte bulliciosa de la ciudad, permaneció en silencio a sabiendas de que nadie debía escucharla. ¿Era prudente contarle más? Esa pregunta resonó en su mente desde que entraron a la posada hasta que llegaron a la habitación. Para cuando Matthew entró, Eyre se encontraba buscando algo en su mochila ayudada por Veintitrés, que se la sostenía en su siempre presente afán por ayudarle.
Sonrió quedamente al ver las delicias que el otro traía entre manos. Luego, mientras se acomodaba, sacó por fin una bolsita con hierbas cuyo fresco aroma colmó la habitación. Bajó la mirada al ver cómo se quitaba la camisa, secretamente abochornada, y se llevó a la boca un puñado de hojas de Urtica Lycium que, tal como su nombre indicaba, no tardaron en producirle una molesta picazón en toda la lengua. Cuando las hubo masticado bien depositó el emplasto resultante en la palma de su mano y se acercó al moreno. Sabía que el procedimiento se veía desagradable, pero no conocía una mejor planta para tratar las heridas y esa era la forma más tradicional de molerla.
-Pica mucho, ¡no te vayas a rascar! -Le avisó mientras comenzaba a extender la pasta verdosa sobre la quemadura. En esas ocasiones envidiaba a los elfos, que sólo con el poder de sus manos podían solucionar en un santiamén hasta las heridas más complicadas. Esa, por suerte, no se veía tan mal. -Listo, déjatelo durante unos minutos. Si te duele mucho puedes masticar esto, es un sedante. -Y le dejó en la palma de la mano un par de Hojas de Rey, ofreciéndole una sonrisa casi maternal en el transcurso. A Eyre le encantaba demostrar cuánto sabía sobre plantas medicinales y lo buena cuidadora que era y, de manera infantil, esperaba algún cumplido por ello.
El silencio volvió a sobreponerse y a su mente regresó el tema anterior. Inhaló hasta colmar de aire sus pulmones y el corazón se le aceleró al entreabrir los labios para continuar con la historia que había dejado a medias.
-Umh, ¿recuerdas ese problema que mencioné antes, por el cual salí del Hekshold? -Suspiró- ¿Sabes lo que son las premoniciones? Yo... comencé a tenerlas hace un tiempo. Son, eh... son cosas desagradables, más que nada. A mis padres no les gustaba la idea de que la gente lo supiera, así que me sacaron de la academia. Tenía que estar en mi casa todo el día y no podía contarle a nadie lo que veía. Creo que... creo que estaban avergonzados de mí, especialmente mi padre. Él es un tensai de fuego, como ese chico de hoy. Y yo... yo soy una simple ilusionista que, encima, tiene una clarividencia defectuosa. Supongo que es por eso que no quería mostrarme en sociedad.
La voz le tembló y tuvo que detenerse por un instante. Era la primera vez que exteriorizaba aquel pensamiento. De hecho, era la primera vez que accedía a contar su historia detalladamente a alguien.
-Decidí escapar para buscar respuestas a lo que me ocurre y, bueno... al final encontré a la profesora Meitner, que dice poder ayudarme. Luego de eso no sé qué haré, he pensado en regresar a casa, pero... creo que sería volver a lo mismo de antes.
Su voz se apagó y así permaneció durante un rato. Aunque sentía haberse sacado un gran peso de encima, al mismo tiempo temía inmensamente la reacción del moreno. ¿Y si no le creía? ¿Y si pensaba que estaba loca? Le dieron ganas de irse de la habitación sin escuchar respuesta alguna, pero se contuvo. Al ver que el emplasto ya se había secado, se apresuró a decir:
-¡Ya puedes ir a limpiarte!
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Lo poco que Eyre había revelado era más o menos como Matthew se había imaginado la infancia de la chica, una niña bien en un hogar cariñoso, donde únicamente tendría que preocuparse por cumplir su papel de hija buena y a cambio recibiría todos los regalos que quisiera. En síntesis, todo lo que la infancia de Owens no había sido, eso no era una sorpresa, en sus modos de enfrentar la vida quedaba más que claro que venían de mundos diferentes.
Cuando la muchacha dejó de hablar Matthew no pregunto nada más, sí era hasta ahí hasta donde quería llegar, no sería él quien la obligara a continuar, lo mejor sería que le diera su tiempo *Eres muy bueno escuchando* el estafador recordó que alguien alguna vez le dijo eso, aunque ya no podía relacionar las palabras con un nombre o siquiera un rostro. Claro que lo era, gran parte de su profesión se trataba sobre saber escuchar.
-No te preocupes, Querida, no es la primera vez que tienen que curarme una herida - Le mostró la cicatriz en el otro brazo, la que había sido hecha por Gerrit hace ya muchos meses - Curiosamente está también me la hizo un brujo, parece que estoy destinado a llevarme mal con ellos ¿Cierto? - Le sonrió y le guiño un ojo a la muchacha para que se relajara un poco, no era normal el verla tan seria - Oh, no prefiero que no, ha saber lo que podrías hacerme sí quedo atontado - Se cubrió el pecho con el brazo sano como si fuera una dama con pudor.
Sin embargo hizo absoluto silencio cuando la muchacha por fin comenzó a contar los motivos por los que había tenido que irse de la isla en una búsqueda incierta para encontrar la forma de controlar sus premoniciones. Nada de lo que Matthew hubiese podido imaginar se parecía a eso, no podía saber cómo se sentía el tener ese tipo de visiones, o ser encerrado por miedo y vergüenza en tu propia casa.
Eyre logró algo nunca visto: Dejar a Matthew Owens sin palabras.
No sabía que podía responder a eso, estaba acostumbrado a los problemas más mundanos de los humanos “Si no tienes nada inteligente para decir, entonces no digas nada”, pensó el estafador. Así que simplemente la rodeo a la altura de los hombros con el brazo sano y se quedo así en silencio unos segundos, quería demostrarle su apoyo aunque no tuviera palabras para decirle, al fin y al cabo solo era una niña perdida en busca de ayuda, y sabía lo horrible que era esa sensación.
-De acuerdo, Señorita Sanadora, en seguida regreso - Fue hacia la habitación que servía a la vez de baño y comenzó a limpiarse con el agua tibia y una tela. Había sido un poco mas caro, pero sin duda valía la pena, Matthew no había notado lo mucho que necesitaba asearse hasta que sintió por fin la sensación del agua limpia sobre la piel. Tomó un jabón de su mochila y lo disolvió antes de volver a pasarselo por la piel, para su sorpresa cuando termino ya no quedaba marca alguna de la herida de fuego - Asombroso - Susurró mientras se ponía el recambio de ropa.
Salió de la habitación y se sentía un hombre nuevo, su pelo aún estaba húmedo así que lo peino hacia atrás con los dedos.
-Ese emplaste que preparaste fue milagroso - Matt se acercó a la muchacha sonriendo con satisfacción - Creo que tu ayuda vale mas de lo que creía ¿Como debería devolverte el favor? - Pregunto tono de coqueteo, a la espera de que Eyre respondiera como siempre dándole un golpe o gritándole.
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Cuando la muchacha dejó de hablar Matthew no pregunto nada más, sí era hasta ahí hasta donde quería llegar, no sería él quien la obligara a continuar, lo mejor sería que le diera su tiempo *Eres muy bueno escuchando* el estafador recordó que alguien alguna vez le dijo eso, aunque ya no podía relacionar las palabras con un nombre o siquiera un rostro. Claro que lo era, gran parte de su profesión se trataba sobre saber escuchar.
-No te preocupes, Querida, no es la primera vez que tienen que curarme una herida - Le mostró la cicatriz en el otro brazo, la que había sido hecha por Gerrit hace ya muchos meses - Curiosamente está también me la hizo un brujo, parece que estoy destinado a llevarme mal con ellos ¿Cierto? - Le sonrió y le guiño un ojo a la muchacha para que se relajara un poco, no era normal el verla tan seria - Oh, no prefiero que no, ha saber lo que podrías hacerme sí quedo atontado - Se cubrió el pecho con el brazo sano como si fuera una dama con pudor.
Sin embargo hizo absoluto silencio cuando la muchacha por fin comenzó a contar los motivos por los que había tenido que irse de la isla en una búsqueda incierta para encontrar la forma de controlar sus premoniciones. Nada de lo que Matthew hubiese podido imaginar se parecía a eso, no podía saber cómo se sentía el tener ese tipo de visiones, o ser encerrado por miedo y vergüenza en tu propia casa.
Eyre logró algo nunca visto: Dejar a Matthew Owens sin palabras.
No sabía que podía responder a eso, estaba acostumbrado a los problemas más mundanos de los humanos “Si no tienes nada inteligente para decir, entonces no digas nada”, pensó el estafador. Así que simplemente la rodeo a la altura de los hombros con el brazo sano y se quedo así en silencio unos segundos, quería demostrarle su apoyo aunque no tuviera palabras para decirle, al fin y al cabo solo era una niña perdida en busca de ayuda, y sabía lo horrible que era esa sensación.
-De acuerdo, Señorita Sanadora, en seguida regreso - Fue hacia la habitación que servía a la vez de baño y comenzó a limpiarse con el agua tibia y una tela. Había sido un poco mas caro, pero sin duda valía la pena, Matthew no había notado lo mucho que necesitaba asearse hasta que sintió por fin la sensación del agua limpia sobre la piel. Tomó un jabón de su mochila y lo disolvió antes de volver a pasarselo por la piel, para su sorpresa cuando termino ya no quedaba marca alguna de la herida de fuego - Asombroso - Susurró mientras se ponía el recambio de ropa.
Salió de la habitación y se sentía un hombre nuevo, su pelo aún estaba húmedo así que lo peino hacia atrás con los dedos.
-Ese emplaste que preparaste fue milagroso - Matt se acercó a la muchacha sonriendo con satisfacción - Creo que tu ayuda vale mas de lo que creía ¿Como debería devolverte el favor? - Pregunto tono de coqueteo, a la espera de que Eyre respondiera como siempre dándole un golpe o gritándole.
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Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Eyre estaba ya girándose para alejarse del moreno cuando fue retenida por su brazo. Su cuerpo se tensó por un instante; hacía mucho tiempo que no recibía nada parecido a un abrazo y sólo entonces notó cuánta falta le había hecho sentir una muestra de apoyo como aquella. De vivir acostumbrada a los fuertes apretujones de su nana, había pasado a existir por su cuenta en un mundo más hostil de lo que imaginaba. Recordó cuántas veces había querido llorar sobre el hombro de alguien durante su viaje sólo para darse cuenta de que estaba completamente sola, y sintió cómo toda esa angustia comenzaba a liberarse de su pecho para convertirse en lágrimas que secó con el mayor disimulo posible, guardando silencio y apenas asintiendo cuando Matthew se separó de ella para ir al aseo.
-Gracias... -Murmuró sin intención de ser oída. Aunque había esperado palabras, la comprensión silenciosa que recibió fue mucho mejor que eso. ¿Cómo podía evitar pensar en Matthew como un amigo si, cuando menos lo esperaba, demostraba sí estar ahí para ella?
Mientras su acompañante se limpiaba, Eyre se dedicó a organizar sus pertenencias y charlar un poco con Veintitrés. Aunque éste nunca respondiese con más de dos escuetas palabras seguidas, estaba convencida de que se ponía contento cuando le hablaba. Le contó lo que había pasado durante el día mientras le pasaba un trozo de tela por la cabeza para sacarle brillo, pasando con especial cuidado por la abolladura que tenía a un lado. “-Debemos encontrar a alguien que pueda repararte...” -Pensó mientras le daba una palmadita en el hombro.
Entonces escuchó al mayor a sus espaldas y se volteó, dirigiendo la mirada adonde se suponía que debía, aún, verse el vestigio de una herida. Sin embargo, al ver la piel tersa y sana donde debía haber una fea quemadura, abrió los ojos con sorpresa y frunció el ceño- No hay manera de que te hayas curado tan... -Pero, entonces, el otro la acalló retomando su típica actitud coqueta. Eyre se cruzó de brazos y lo observó con fijeza, planteándose con picardía no revelar todavía que su menjunje de hierbas no era tan milagroso como él creía. En vez de eso, de brazos cruzados y mirada astuta, decidió aprovechar la ocasión para cobrarse el supuesto favor.
-Es tu turno de hablarme de ti. -Pidió mientras, tras agarrar una tela húmeda del cuarto de baño, se sentaba en el camastro junto a Veintitrés para desmaquillarse. Sabía que aquella era una oportunidad de oro, quizás nunca pudiera volver a interesarse impunemente en el pasado del otro sin dar explicaciones. Y por ello decidió preguntar algo que siempre había querido saber, pero que sería sumamente impertinente traer a colación en cualquier otro momento.
-¿Qué es lo peor que has hecho, Matthew Owens?
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Matthew dejo escapar un largo suspiro mientras se sentaba en de nuevo en el banco frente al tocador.
-Rechazado por una niña ¿Será que estoy perdiendo el toque? – Agarró un poco del pan que había traído y se lo llevo a la boca mientras pensaba en la pregunta de Eyre. Era difícil responder a algo así, por una parte no estaba seguro de qué sería “lo peor” para alguien como ella, pero además temía que la verdad no fuera lo mejor para esa amistad que apenas comenzaba a crecer – Hice muchas cosas consideradas malas por el común de la gente. Podría decirte que es difícil para un niño sobrevivir solo en las calles, que la sociedad puede ser muy injusta, y que en muchas oportunidades la cuestión era de vida o muerte. Pero la verdad es que las excusas no tienen nada qué hacer en esta charla – Matt hizo un esfuerzo por recordar algún acontecimiento que pudiera ser catalogado de “lo peor” – Bueno… Ya sabes que robe, estafe, me case varias veces por el dinero de la novia y luego huí, amenace a gente, golpee a otros incluso si lo merecían o no, jugué con las ilusiones de muchas personas que confiaban en mi… - Eso era a modo general, pero no podía decir que eso fuera lo más terrible, cosas como esas solo eran algo rutinario, cosas que había hecho y seguiría haciendo.
El estafador se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación, un recuerdo había surgido de pronto en su mente y no había resultado nada agradable.
-Esto quizás no sea lo más ilegal que hice, pero… Creo que se lo puede considerar como lo “peor” ya que quedo grabado en mi retina – Se puso de espalda a Eyre porque no le gustaba que lo vieran cuando algo le afectaba de verdad – Yo era joven, varios años más joven que tú, había quedado en la calle luego de que falleciera mi maestro y no tenía la menor idea de qué iba a hacer o si podría sobrevivir. Ese año el invierno fue especialmente cruel, yo estaba sentado en la calle junto a otro montón de vagabundos, temblaba todo el tiempo y en verdad creí que no pasaría de esa noche. Un anciano que tampoco tenía donde dormir se sentó junto a mí, y supongo que llevado por la lástima me ofreció una parte de su manta… Se la arranque de un tirón sin dudarlo, pero él la necesitaba también, así que acercó sus manos temblorosas a mí para intentar agarrarla… Y lo golpee, no una, sino varias veces, hasta que dejara de intentar quitarme la manta – Hizo una pausa, traer esos recuerdos de vuelta le habían dejado un mal sabor de boca – Cuando desperté a la mañana el anciano había muerto por el frío, estaba duro tirado en el piso, si lo veías desde lejos hasta podrías haber pensado que estaba durmiendo. Y lo cierto es que en el momento no me importó en lo más mínimo, me lo quede mirando como si fuera una cosa. Lo único que pensé es “¿Tendrá algo de dinero?” y revise sus bolsillos…
Se quedó en silencio, nuevamente un sentimiento que lo movilizaba estaba en relación a un viejo “¿Serán mi punto débil?”, ya le había pasado con el Señor Rutherford, y ahora ese recuerdo que creía haber dejado en el olvido. El estafador sabía porque era todo eso, todo se relacionaba con su maestro y con lo mal agradecido que había sido con él. “Lo que le paso no fue mi culpa” se dijo a si mismo Matt, intentando convencerse.
-Un encanto de ser humano ¿eh? – Dijo por fin Owens mientras se daba vuelta, sonriendo para hacer como que no le importaba – A veces creo que los dioses tienen mucho sentido del humor, al parecer el poner a un montón de vagabundos a pelear entre sí para sobrevivir es uno de sus entretenimientos favoritos.
-Rechazado por una niña ¿Será que estoy perdiendo el toque? – Agarró un poco del pan que había traído y se lo llevo a la boca mientras pensaba en la pregunta de Eyre. Era difícil responder a algo así, por una parte no estaba seguro de qué sería “lo peor” para alguien como ella, pero además temía que la verdad no fuera lo mejor para esa amistad que apenas comenzaba a crecer – Hice muchas cosas consideradas malas por el común de la gente. Podría decirte que es difícil para un niño sobrevivir solo en las calles, que la sociedad puede ser muy injusta, y que en muchas oportunidades la cuestión era de vida o muerte. Pero la verdad es que las excusas no tienen nada qué hacer en esta charla – Matt hizo un esfuerzo por recordar algún acontecimiento que pudiera ser catalogado de “lo peor” – Bueno… Ya sabes que robe, estafe, me case varias veces por el dinero de la novia y luego huí, amenace a gente, golpee a otros incluso si lo merecían o no, jugué con las ilusiones de muchas personas que confiaban en mi… - Eso era a modo general, pero no podía decir que eso fuera lo más terrible, cosas como esas solo eran algo rutinario, cosas que había hecho y seguiría haciendo.
El estafador se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación, un recuerdo había surgido de pronto en su mente y no había resultado nada agradable.
-Esto quizás no sea lo más ilegal que hice, pero… Creo que se lo puede considerar como lo “peor” ya que quedo grabado en mi retina – Se puso de espalda a Eyre porque no le gustaba que lo vieran cuando algo le afectaba de verdad – Yo era joven, varios años más joven que tú, había quedado en la calle luego de que falleciera mi maestro y no tenía la menor idea de qué iba a hacer o si podría sobrevivir. Ese año el invierno fue especialmente cruel, yo estaba sentado en la calle junto a otro montón de vagabundos, temblaba todo el tiempo y en verdad creí que no pasaría de esa noche. Un anciano que tampoco tenía donde dormir se sentó junto a mí, y supongo que llevado por la lástima me ofreció una parte de su manta… Se la arranque de un tirón sin dudarlo, pero él la necesitaba también, así que acercó sus manos temblorosas a mí para intentar agarrarla… Y lo golpee, no una, sino varias veces, hasta que dejara de intentar quitarme la manta – Hizo una pausa, traer esos recuerdos de vuelta le habían dejado un mal sabor de boca – Cuando desperté a la mañana el anciano había muerto por el frío, estaba duro tirado en el piso, si lo veías desde lejos hasta podrías haber pensado que estaba durmiendo. Y lo cierto es que en el momento no me importó en lo más mínimo, me lo quede mirando como si fuera una cosa. Lo único que pensé es “¿Tendrá algo de dinero?” y revise sus bolsillos…
Se quedó en silencio, nuevamente un sentimiento que lo movilizaba estaba en relación a un viejo “¿Serán mi punto débil?”, ya le había pasado con el Señor Rutherford, y ahora ese recuerdo que creía haber dejado en el olvido. El estafador sabía porque era todo eso, todo se relacionaba con su maestro y con lo mal agradecido que había sido con él. “Lo que le paso no fue mi culpa” se dijo a si mismo Matt, intentando convencerse.
-Un encanto de ser humano ¿eh? – Dijo por fin Owens mientras se daba vuelta, sonriendo para hacer como que no le importaba – A veces creo que los dioses tienen mucho sentido del humor, al parecer el poner a un montón de vagabundos a pelear entre sí para sobrevivir es uno de sus entretenimientos favoritos.
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Poco tardó la jovencita en arrepentirse de formular semejante pregunta. Temió oír lo peor: que el hombre con quien estaba compartiendo cuarto era un violador o, peor aún, un sádico asesino que se divertía torturando a las víctimas. Por otro lado, deseó ilusamente descubrir que su peor crimen había sido robar una que otra cosa, hecho que podía entender desde que ella misma había intentado apropiarse de comida ajena para sobrevivir en una ocasión. Sin embargo, no supo en cuál de los dos extremos encajar la historia que acababa de llegar a sus oídos.
Incapaz de seguir mirándolo, bajó la vista y apretó los labios en una mueca de nerviosismo. Una incómoda sensación le hizo un nudo en la garganta al imaginar con lujo de detalles aquel suceso en la vida del mayor. Eyre, por culpa de sus visiones, había presenciado escenas muchísimo peores que aquella... pero no podía creer que el hombre perfeccionista, sagaz y hasta en ocasiones amable que poco a poco conseguía ganarse su aprecio hubiera caído tan bajo.
-Ponte en contexto... -Se instó, intentando preservar la imagen que había formado en su mente del Matthew que conocía hasta antes de la anécdota- ...tú no sabes lo que habrías hecho en la misma situación. -Y era cierto. Ella, pacifista como era, había golpeado a algunas personas y deseado fuertemente la muerte de otras tantas durante su viaje. Su motor en esas ocasiones era la ira, ira porque se trataba de gente mala que había hecho mucho daño a otros. Intentaba entender que Matthew tampoco había obrado mal por placer. Quizás por su afán de ver lo bueno en él, Eyre creía atisbar una luz de remordimiento en el hombre... o al menos deseaba con todas sus fuerzas hacerlo.
-¿Te arrepientes? -Preguntó en voz baja mientras, lentamente, dejaba el pañuelo manchado de maquillaje a un lado para entrelazar las manos sobre el regazo. Estaba seria, en su expresión nada había de prejuicio hacia el otro. No quería demostrarle que juzgaba sus acciones, dado que habría sido injusto siendo que fue ella quien sacó el tema. -Yo... creo que... los dioses no son buenos. -Susurró y pronto quiso retractarse, pero ya era tarde. Temía a los dioses y bien sabía ella que una simple frase como aquella podía desatar su ira. Aún así se forzó a continuar, envalentonada por la liberación que sentía al expresar aquello en voz alta por primera vez en su vida. -Son vengativos y sádicos. O al menos lo son los que... los que me muestran lo que veo. Es como si quisieran enseñarme partes del juego que juegan con los mortales. Si se toman la molestia de advertirme sobre las penurias que vendrán, ¿por qué no simplemente hacen algo para evitarlas? -Su tono se elevó y, percibiendo su nerviosismo, Veintitrés alzó solemnemente una de sus metálicas manos para dejársela caer en el hombro. Ante esto, Eyre inhaló y procuró calmarse.
-Si te arrepientes... -Continuó- y aprendes que no quieres volver a hacer algo así nunca más, entonces te sales del juego. El odio, el miedo, el hambre... son todos instrumentos de los dioses para ver cómo nos volvemos unos contra otros. Pronto... pronto pasarán cosas muy malas porque la gente no se da cuenta de ello.
El último hilo de su voz fue devorado por el silencio de la habitación. Fuera ya comenzaba a anochecer y, desde la parte de la posada que funcionaba como taberna, provenía el lejano sonido de los juglares y de la gente alegre por el alcohol. Eyre se encogió de hombros y, peinándose el cabello con los dedos, agregó quedamente:
-O quizás estoy diciendo tonterías. Después de todo... sólo soy una niña.
Eyre
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
El humano se atrevió a cruzar miradas con Eyre durante un segundo, le basto para darse cuenta que había pasado exactamente lo que supuso que pasaría, la muchacha estaba asqueada, asustada, decepcionada… Matthew se removió incomodo y se sonrió, siempre supo que sería así, sabía que la gente no quería escuchar la verdad, quería que les endulzaran el oído con hermosas mentiras que les hicieran creer que todo era perfecto.
-En el momento: No, no me arrepentí para nada. Sobrevivir es lo único que importa en esas situaciones, el frío, el hambre, los abusos… Te llevan a pensar que… Que todo es una broma, una enorme mentira que la sociedad decide mantener, el cobarde de nuestro Rey se llena la panza como un cerdo y nos tira los restos para que nos asesinemos entre nosotros para conseguir al menos un trozo de pan duro – La ira había comenzado a crecer en su interior, apretaba los puños con fuerza, intentando controlar su tono – Si lo pienso ahora, no me siento orgulloso de haberle hecho eso al anciano, no ¿Pero en que cambia eso? ¿Acaso los dioses van a verme con mayor benevolencia y revivirán al pobre viejo que murió esa noche? Ja, permíteme dudarlo.
La tristeza había dejado lugar al rencor, junto con el recuerdo que le había contado a Eyre, un montón de otras vivencias habían regresado a la mente de Matthew, no es como si alguna vez lo hubiese olvidado, simplemente hacía un esfuerzo consciente por no pensar en ellas. El mantenerse emocionalmente lejos de todos esos hechos era lo que le permitía sonreír mentirosamente a diario, solo así podía continuar viviendo en esa broma de mal gusto que era la sociedad.
-Despierta, Eyre, los dioses no existen – Estaba cansado de toda esa pantomima, por esa noche al menos no quería tener que fingir – Los dioses no nos hacen nada, las personas nos hacemos todo e intentamos justificarnos inventando dioses ridículos para poder echarles la culpa– Se puso de pie y veintitrés fijo la mirada en el estafador, atento a que no hiciera nada que pudiera dañar a la muchacha – No hay forma de salirse del juego, si crees que podrás ser inocente y no mancharte las manos por el resto de tu vida, estás muy equivocada.
Dicho eso se dirigió a la salida y se fue dando un portazo. Abajo en la sala común ya había comenzado la fiesta, las personas bebían, reían y bailaban al ritmo de las canciones que entonaban los juglares, pero en esa oportunidad Matthew no tenía ganas de entrar en la farsa. La dueña al verlo le hizo un gesto para que se acerque, pero el estafador la ignoro y siguió de largo, encaminándose hacia las oscuras calles de la ciudad.
-En el momento: No, no me arrepentí para nada. Sobrevivir es lo único que importa en esas situaciones, el frío, el hambre, los abusos… Te llevan a pensar que… Que todo es una broma, una enorme mentira que la sociedad decide mantener, el cobarde de nuestro Rey se llena la panza como un cerdo y nos tira los restos para que nos asesinemos entre nosotros para conseguir al menos un trozo de pan duro – La ira había comenzado a crecer en su interior, apretaba los puños con fuerza, intentando controlar su tono – Si lo pienso ahora, no me siento orgulloso de haberle hecho eso al anciano, no ¿Pero en que cambia eso? ¿Acaso los dioses van a verme con mayor benevolencia y revivirán al pobre viejo que murió esa noche? Ja, permíteme dudarlo.
La tristeza había dejado lugar al rencor, junto con el recuerdo que le había contado a Eyre, un montón de otras vivencias habían regresado a la mente de Matthew, no es como si alguna vez lo hubiese olvidado, simplemente hacía un esfuerzo consciente por no pensar en ellas. El mantenerse emocionalmente lejos de todos esos hechos era lo que le permitía sonreír mentirosamente a diario, solo así podía continuar viviendo en esa broma de mal gusto que era la sociedad.
-Despierta, Eyre, los dioses no existen – Estaba cansado de toda esa pantomima, por esa noche al menos no quería tener que fingir – Los dioses no nos hacen nada, las personas nos hacemos todo e intentamos justificarnos inventando dioses ridículos para poder echarles la culpa– Se puso de pie y veintitrés fijo la mirada en el estafador, atento a que no hiciera nada que pudiera dañar a la muchacha – No hay forma de salirse del juego, si crees que podrás ser inocente y no mancharte las manos por el resto de tu vida, estás muy equivocada.
Dicho eso se dirigió a la salida y se fue dando un portazo. Abajo en la sala común ya había comenzado la fiesta, las personas bebían, reían y bailaban al ritmo de las canciones que entonaban los juglares, pero en esa oportunidad Matthew no tenía ganas de entrar en la farsa. La dueña al verlo le hizo un gesto para que se acerque, pero el estafador la ignoro y siguió de largo, encaminándose hacia las oscuras calles de la ciudad.
Matthew Owens
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Re: Aprendices de magia y maestros del engaño [Cerrado]
Eyre se sintió como una niña estúpida e ingenua por no haber sabido prever la reacción que su pregunta desataría en el otro. Su segundo error había sido continuar hablando; si hubiera hecho como él, que simplemente la había abrazado en silencio para demostrarle que la apoyaba, entonces quizás la conversación no hubiera terminado así.
Dio un respingo cuando la puerta se cerró en sus narices, dejándola sola en una habitación demasiado grande para ella y sus inquietudes. Veintitrés acababa de ponerse de pie alarmado ante el comportamiento de Matthew, pero pasados unos segundos sin que éste regresara, volvió a sentarse silenciosamente en la cama. La jovencita, angustiada y culposa, hincó los codos en sus rodillas y escondió el rostro entra las palmas de sus manos mientras negaba con la cabeza.
-Si los dioses no existen, ¿quiénes me hablan, entonces? -Cuestionó con un hilo de voz, aún sabiendo que no recibiría respuesta. Se sentía herida, pues aquella afirmación significaba que el humano no le creía del todo. ¿Pensaba entonces que estaba loca? ¿Ponía en duda la veracidad de sus premoniciones? ¿Podía acaso explicarle quién le mandaba lo que veía? Apretó los puños e inhaló profusamente. ¡No era así como se suponía que terminase la charla!
-Me ha malinterpretado. Sí... seguro es eso. -Le aseveró a su callado compañero, intentando encontrar ánimos como pudiera.
Los minutos pasaron y el mayor no regresó. Cansada de esperarlo, la jovencita se levantó, apenas comió un mendrugo de pan que traía en la bolsa y bebió un copioso vaso de agua antes de acostarse. De haber estado acompañada hubiese propuesto a Matthew ir a cenar a la sala común, pero temía ir sola y, si iba con Veintitrés, llamaría demasiado la atención. Esa era una de las ocasiones en que anhelaba ser más fuerte e independiente; ni siquiera en su ciudad natal era capaz de sentirse segura.
Cerró los ojos y suspiró. Su último pensamiento antes de quedarse dormida fue la profesora Meitner. Ya no podía esperar para encontrarse con ella. ¿Sabría explicarle de dónde venían sus visiones?
Eyre
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