[Libre] Luz de luna
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[Libre] Luz de luna
La luz de la luna entraba por la ventana y se posaba en la cama, iluminando la espalda del hombre que dormía boca abajo entre las sábanas revueltas. Además de su respiración lenta y acompasada, el único sonido en la habitación era el roce del cuero de las botas de Valeria mientras, sentada en el borde de la cama, se las ajustaba sin demasiada prisa. Después de varias semanas rodeada de los jóvenes del Hekshold, estaba disfrutando del nuevo arreglo. La juventud tenía sus ventajas, pero a menudo venía acompañada de una dosis de melodrama para la que la bruja carecía de paciencia.
Cuando ambas botas estuvieron bien atadas, introdujo la daga con su funda y se aseguró de que no le obstaculizaba la movilidad de los tobillos. Después, se levantó y comprobó que sus cuchillos descansaban cómodamente en el interior de su chaqueta, se ajustó el pequeño bolso a la cadera, recogió su capa del suelo, la sacudió un poco y salió de la estancia sin dirigir la vista atrás en ningún momento.
Una vez en la calle, respiró una bocanada de aire frío que hizo que se estremeciese y se ajustase bien la capa alrededor de los hombros. Después de considerarlo durante un instante, se subió también la capucha. La llegada del invierno se hacía sentir allí con más fuerza que en las islas. El ambiente olía a humedad y podía verse el brillo plateado de los charcos iluminados por la luna llena, pero hacía rato que había dejado de llover y las nubes parecían batirse en retirada. Aquella zona de la ciudad estaba muy tranquila esa noche. Podía oírse a un par de gatos llamándose en la distancia, pero por el momento, las calles se veían desiertas. Con la mente tranquila y el cuerpo relajado, Valeria caminaba con decisión por el suelo empedrado, pues sabía a dónde se dirigía.
Su pequeña excursión a la ciudad de plata tenía un doble motivo. Por un lado, estaba el interés en consultar los fondos de su biblioteca. Comparada con la magnífica colección disponible en la academia de los brujos, la biblioteca de Lunargenta no resultaba tan impresionante y la reciente guerra no la había dejado indiferente, pero tenía una ventaja que justificaba el inconveniente de viajar hasta allí, dado el más reciente foco de interés de la bruja: A diferencia de sus propios congéneres, que se apoyaban fuertemente en el uso de la magia, los humanos se habían molestado en estudiar de cerca a los biocibernéticos.
Por ello, y sin molestarse siquiera en negar su propia motivación personal, Val no había dudado en presentarse voluntaria para negociar la adquisición de un antiguo volumen arcano que había asomado el lomo recientemente en la ciudad. Gracias a los contactos que aún tenía en la villa, no le había sido difícil rastrear al poseedor de la obra pero, a pesar de que contaba con un presupuesto más que generoso para formalizar el intercambio, había surgido una pequeña complicación: por lo visto, había otra persona interesada en el tomo. Aquella noche, Valeria planeaba hacerle su propia oferta a la competencia.
Cuando ambas botas estuvieron bien atadas, introdujo la daga con su funda y se aseguró de que no le obstaculizaba la movilidad de los tobillos. Después, se levantó y comprobó que sus cuchillos descansaban cómodamente en el interior de su chaqueta, se ajustó el pequeño bolso a la cadera, recogió su capa del suelo, la sacudió un poco y salió de la estancia sin dirigir la vista atrás en ningún momento.
Una vez en la calle, respiró una bocanada de aire frío que hizo que se estremeciese y se ajustase bien la capa alrededor de los hombros. Después de considerarlo durante un instante, se subió también la capucha. La llegada del invierno se hacía sentir allí con más fuerza que en las islas. El ambiente olía a humedad y podía verse el brillo plateado de los charcos iluminados por la luna llena, pero hacía rato que había dejado de llover y las nubes parecían batirse en retirada. Aquella zona de la ciudad estaba muy tranquila esa noche. Podía oírse a un par de gatos llamándose en la distancia, pero por el momento, las calles se veían desiertas. Con la mente tranquila y el cuerpo relajado, Valeria caminaba con decisión por el suelo empedrado, pues sabía a dónde se dirigía.
Su pequeña excursión a la ciudad de plata tenía un doble motivo. Por un lado, estaba el interés en consultar los fondos de su biblioteca. Comparada con la magnífica colección disponible en la academia de los brujos, la biblioteca de Lunargenta no resultaba tan impresionante y la reciente guerra no la había dejado indiferente, pero tenía una ventaja que justificaba el inconveniente de viajar hasta allí, dado el más reciente foco de interés de la bruja: A diferencia de sus propios congéneres, que se apoyaban fuertemente en el uso de la magia, los humanos se habían molestado en estudiar de cerca a los biocibernéticos.
Por ello, y sin molestarse siquiera en negar su propia motivación personal, Val no había dudado en presentarse voluntaria para negociar la adquisición de un antiguo volumen arcano que había asomado el lomo recientemente en la ciudad. Gracias a los contactos que aún tenía en la villa, no le había sido difícil rastrear al poseedor de la obra pero, a pesar de que contaba con un presupuesto más que generoso para formalizar el intercambio, había surgido una pequeña complicación: por lo visto, había otra persona interesada en el tomo. Aquella noche, Valeria planeaba hacerle su propia oferta a la competencia.
Última edición por Reike el Lun Abr 01 2019, 11:50, editado 1 vez (Razón : errata)
Reike
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Re: [Libre] Luz de luna
A decir verdad Lunargenta de noche era una ciudad bastante bonita. Abarrotada de maleantes, ladrones y asesinos, sí, pero bonita al fin y al cabo. No era precisamente el lugar más adecuado para una pequeña elfa como yo, pero si solo fuese a visitar sitios adecuados para mi... Acabaría pasando todos los días de mi vida en los árboles de Sandorai cuidando ardillas.
Pasear por las calles era demasiado peligroso debido a los mencionados humanos malvados, así que decidí ir por los tejados. Al final era más cómodo, y tenía que buscar alguno lo suficientemente acojedor para dormir. Me recosté contra una de las ventanas con la intención de observar las estrellas y relajarme unos instantes antes de continuar cuando el cristal cedió y caí de espaldas al interior de la casa.
- Este... Con permiso. -Hice una reverencia a la nada en cuanto me puse en pie. No quería ser descortés con los habitantes del lugar. Si había fantasmas... era mejor ser educada. En un campamento a las afueras había escuchado que en la ciudad había casas abandonadas por mortales solo para ser consumidas por el mal, sombras de gentes que murieron de formas horribles y que se dedicaban a atormentar a los que osaran importunarlos.
Tras dar un par de pasos tropecé con una mesa y una bolsita de aeros se desparramó por el suelo.
- ¡Oh! -Me dispuse a recojer el dinero. -Ya entiendo, queréis que os compre galletas. Estar tanto tiempo muertos sin probarlas debe ser una agonía. -Asentí a la oscuridad y le sonreí. -No os preocupéis, os traeré las mejores que encuentre en la ciudad.
Acto seguido salté por la ventana, resbalé en una de las tejas y fui rodando por el tejado hasta caer finalmente a la calle. Me levanté lentamente como pude.
- Ay... Jolines... Siempre me pasa lo mismo... -Sacudí el polvo de mis ropas. Todavía llevaba conmigo los atuendos utilizados en Dundarak. Eran más cómodos de lo que parecían a simple vista y los días anteriores había estado lloviendo en la zona.
Cuando levanté la vista me percaté de la presencia de una figura caminando en mi dirección. Me escondí como pude en uno de los callejones cercanos. Sin duda alguien que paseara a aquellas horas por la ciudad no podía traerse nada bueno entre manos.
"Ya, porque entrar en una casa y robar aeros de alguien es algo totalmente normal."
- ¡No es robar! Es ayudar fantasmas necesitados, no es lo mismo. -Contesté a voz en grito.
"Si querías pasar desapercibida esa no era la mejor de las ideas."
- ... Calla, tú qué sabrás. -Puse morritos y me crucé de brazos.
Todavía tenía esperanzas de que nadie me hubiese escuchado. O que simplemente hubiera pasado de largo al ver a una elfa encapuchada hablando sola en un callejón oscuro. Agarré mi arco y puse una flecha, era mejor prevenir. Si traía malas intenciones... Bueno, un poco de sangre nunca viene mal para caldear las noches... Tan solo esperaba que no fuese un espectro vengativo que viniera en busca de los aeros robados.
Pasear por las calles era demasiado peligroso debido a los mencionados humanos malvados, así que decidí ir por los tejados. Al final era más cómodo, y tenía que buscar alguno lo suficientemente acojedor para dormir. Me recosté contra una de las ventanas con la intención de observar las estrellas y relajarme unos instantes antes de continuar cuando el cristal cedió y caí de espaldas al interior de la casa.
- Este... Con permiso. -Hice una reverencia a la nada en cuanto me puse en pie. No quería ser descortés con los habitantes del lugar. Si había fantasmas... era mejor ser educada. En un campamento a las afueras había escuchado que en la ciudad había casas abandonadas por mortales solo para ser consumidas por el mal, sombras de gentes que murieron de formas horribles y que se dedicaban a atormentar a los que osaran importunarlos.
Tras dar un par de pasos tropecé con una mesa y una bolsita de aeros se desparramó por el suelo.
- ¡Oh! -Me dispuse a recojer el dinero. -Ya entiendo, queréis que os compre galletas. Estar tanto tiempo muertos sin probarlas debe ser una agonía. -Asentí a la oscuridad y le sonreí. -No os preocupéis, os traeré las mejores que encuentre en la ciudad.
Acto seguido salté por la ventana, resbalé en una de las tejas y fui rodando por el tejado hasta caer finalmente a la calle. Me levanté lentamente como pude.
- Ay... Jolines... Siempre me pasa lo mismo... -Sacudí el polvo de mis ropas. Todavía llevaba conmigo los atuendos utilizados en Dundarak. Eran más cómodos de lo que parecían a simple vista y los días anteriores había estado lloviendo en la zona.
Cuando levanté la vista me percaté de la presencia de una figura caminando en mi dirección. Me escondí como pude en uno de los callejones cercanos. Sin duda alguien que paseara a aquellas horas por la ciudad no podía traerse nada bueno entre manos.
"Ya, porque entrar en una casa y robar aeros de alguien es algo totalmente normal."
- ¡No es robar! Es ayudar fantasmas necesitados, no es lo mismo. -Contesté a voz en grito.
"Si querías pasar desapercibida esa no era la mejor de las ideas."
- ... Calla, tú qué sabrás. -Puse morritos y me crucé de brazos.
Todavía tenía esperanzas de que nadie me hubiese escuchado. O que simplemente hubiera pasado de largo al ver a una elfa encapuchada hablando sola en un callejón oscuro. Agarré mi arco y puse una flecha, era mejor prevenir. Si traía malas intenciones... Bueno, un poco de sangre nunca viene mal para caldear las noches... Tan solo esperaba que no fuese un espectro vengativo que viniera en busca de los aeros robados.
Irinnil Fawkes
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Re: [Libre] Luz de luna
Off: Perdón por el tocho >.<. Llevo tiempo inactiva y quería reintroducirme. Como decías que tenías competencia por el libro pensé que podía hacerte competencia. Pero si no puedes meter otra persona. Lo que quieras monina :3
Desde lo ocurrido en el Edén, me dic cuenta de que necesitaba un cambio en mi estilo. Me había teñido el pelo de azul y, una vez más, había pasado por el taller de Mortdecái. Toda la piel que había perdido estaba ahora recuperada y parecía, más humana de lo que acostumbraba en los últimos tiempos. Los ojos azules con sus hexagonitos, tornados en rojo cuando NIA asumía el control, y esa pequeña mota de hierro que se me veía tras el pelo, sobre la mejilla, eran suficiente para identificarme como biocibernética para cualquiera que supiera algo sobre éstos.
Pese a los muchos problemas que tenía para controlar a NIA, yo nunca perdí la voluntad de sentirme más que una mera sirvienta. Tenía que compaginar mi doble personalidad, la humana y la máquina, con mi doble trabajo. Espía para la Logia y para los cazadores. Llevaba años entrenando de la mano de Cyrilo y las encantadoras de la Logia. Con treinta y un años recién cumplidos, o quizás cuatro si contamos desde mi muerte como bruja, y mi posterior reconstrucción a manos de La Hermandad, tenía que estar preparada para enfrentarme a cualquier circunstancia.
La noche había caído en Lunargenta y yo, allí me encontraba. Sola ante el peligro. En aquella ocasión, la Alta Encantadora Lucy Fireheart me había encomendado la misión de hacerme con un libro sobre arcanos de la biblioteca de Lunargenta. Concretamente, un ejemplar que iban a entregarme de manera ilegal por la noche. Por lo que me habían dicho, alguien más estaba interesado en el libro. ¡Así que tenía que darme prisa!
Así que me postré, de noche, allí delante. ¡Guau! ¡Menudo edificio más grande! Nunca dejaría de sorprenderme. Ya la conocía de hacía tiempo. ¿Cuánto conocimiento había en aquellas paredes? ¡Seguro que mucho!
-¿Cómo me presento? – pensé en voz alta. Era la única manera por la que NIA podía escucharme. “Adopta una personalidad alternativa. Muestra naturalidad.” La inteligencia estaba un poco rara últimamente. Además me había teñido el pelo. No podía ser difícil fingir una personalidad durante un rato. Se supone que eso era lo que hacían los espías. Y aquella era una empresa presumiblemente sencilla para una biocibernética con una base de datos de más de cinco mil registros de personas.
Comencé a taconear hacia el interior. No había demasiada gente en la calle. Sólo tenía que adoptar un nombre y una actitud. – NIA, envíame todas las entradas del edificio. – Susurré llevándome la mano zurda a la marca de la mejilla. “Enviando información disponible”. Replicó la inteligencia. Tras ello, circulitos de escaneo comenzaron a aparecer en mi visión indicándome las diferentes entradas, la puerta principal y varias ventanas, muchas de ellas inalcanzables.
La más factible parecía la puerta. Pero había un guardia un poco grande. Le miré para analizarlo. “Sujeto humano mil tres cientos cuarenta y ocho. Altura aproximada: Doscientos tres centímetros. Peso aproximado: 130 kilogramos”. ¡Ugh! Lo que mi hermano siempre definía como “gorila”. Aunque nunca entendí la definición. Ya que los gorilas eran negros, tenían más pelo y, aunque primates, poseían una anatomía totalmente distinta a la de los humanos. En cualquier caso, lo único fiable era la estadística. La mayor parte de los humanos de más de cien kilogramos tienden a tener un coeficiente intelectual bajo y una tendencia a la violencia bastante elevada.
Finalmente, cambié de objetivo. También había una entrada lateral por un callejón. Esta sin duda sería la mejor opción. Me encaminé hacia allí. – NIA, por favor, esta vez, pase lo que pase, no intervengas. - Pedí. La última vez que lo hizo di con mis engranajes en la cárcel.
¡Ay! ¡Yo creía que no habría nadie en ese callejón! Pero no había una persona, sino dos. Avanzaba apresurada, de espaldas a mí. Estaba nerviosa. Si pasaba a su lado, seguramente ni se fijaría en mí. Sí. Eso es. Un quiebro por un lateral. Y no me vería. ¿Verdad qué no?
Lejos de ello, tropecé con ella y me la llevé por delante con un golpe en el hombro. Espero que pesara más de ciento cincuenta kilos para poder aguantar mi impacto. – Uy, perdóname. No te he visto. Es que como es de noche… – Me excusé con una sonrisita tímida. Sin parar. ¡Diablos, Rachel! ¡Ya estás llamando la atención!
Una segunda chica esperaba al otro lado, muy próxima a ésta. Parecía estar esperando a la chica con la que había tropezado, permanecía escondida en un recoveco. “Ten cuidado con ese sujeto. Parece esperar a la anterior. Podría intentar asaltarnos.” ¡Qué desconfiada era NIA! ¿Qué iba a hacer alguien en un callejón oscuro a aquellas horas de la noche? ¡Seguro que era amiga de la primera y quería darle un sustito tras llegar ésta de un largo viaje lejos de casa!
Pasé de largo. Pero algo me había llamado la atención. La sujeto gritó para todo el mundo, asegurando que lo que hacía no era robar. - ¿Ves, NIA? Siempre tan desconfiada… - comenté con una sonrisa. Pero lo verdaderamente sorprendente era… ¡Que no se lo decía a nadie! Eso me llamó la atención. Me paré a su lado de manera robótica. La miré. Tratando de ver si era una biocibernética. Acerqué mi nariz a sus ropas como solían hacer los canes mientras la examinaba. ¡Era un sujeto insólito! ¡Una elfa con una NIA en la cabeza!
-¡Ay, qué curiosa! – exclamé, juntando mis manitas. - ¡Tú también tienes una inteligencia artificial! – pregunté, con ilusión y una sonrisa. “Rachel, no te detengas”. Me decía NIA. Pero yo quería esperar un poco. ¡Era maravilloso encontrar a alguien como yo en el mundo! Creía que era la única que tenía una NIA dentro. - ¡Mi inteligencia decía que querías atracar a la señorita que acabo de empujar! ¿Qué desconfiada, verdad? Ya sabía yo que eras una transeúnte honrada. – pregunté, estirando mis abrazos. - Soy Ra… – “Recuerda, Rachel. Personalidad alternativa. Naturalidad.” – Rains. Sandra Rains. - ¿Se lo creería? Menos mal que tenía una base de datos con nombres para responder en milésimas de segundo, sin tener que improvisar con mi mente humana. "Sal de ahí." NIA no hacía más que ponerme nerviosa. - Bueno, te dejo, tengo que irme a... a... - ¿A por qué? ¡Deja los nervios y espabila, torpe! - A mi casa. Sí. A mi casa.- terminé diciendo riendo y esperando su respuesta. ¿Se lo acabaría creyendo? ¿Nos habría escuchado la de atrás?
Rachel Roche
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Re: [Libre] Luz de luna
Desde el momento en que le había sonsacado al vendedor el nombre de su competidor, Valeria se había dedicado a investigarle. Un noble joven (al menos para los estándares brujos) que se había convertido recientemente en la cabeza de su linaje y se estaba dedicando en cuerpo y alma a la ardua tarea de dilapidar la fortuna familiar. No había resultado difícil desenterrar material suficiente para proponerle un cambio de intereses. A decir verdad, no lograba entender para qué querría un libro de arcanos un hombre así, aunque sabía de individuos que se dedicaban a coleccionar objetos raros por la simple razón de que podían. En realidad, las motivaciones de aquel tipo eran lo de menos. Lo importante es que la bruja sabía dónde encontrarlo. Los baños que el tipo frecuentaba eran conocidos por ofrecer servicios alternativos durante las sesiones nocturnas.
Valeria repasaba su plan de entrada mientras avanzaba por la ciudad. Un giro a la izquierda, otro a la derecha, y se encontró caminando junto la biblioteca. Casualmente, la entrada trasera de los baños miraba de frente a la parte de atrás del edificio. Nada más incorporarse a la estrecha callejuela, le pareció ver movimiento unos metros por delante, aunque el edificio de la biblioteca era tan alto, que reducía considerablemente la visibilidad. Enfocó la mirada en la dirección de aquel bulto, pero, antes de que pudiera determinar nada, un proyectil duro como una roca la embistió por detrás, haciendo que golpeara la pared lateral y cayera al suelo como una muñeca de trapo. Solo que los proyectiles no se disculpaban.
Aún se estaba preguntando qué narices acababa de pasar, cuando oyó gritos - sí, gritos – desde lo que creía que era el lugar donde había visto movimiento, aunque era difícil determinarlo con exactitud, pues el bamboleo la había dejado algo desorientada. La palabra “robar” hizo que se tensara instintivamente y tratara de levantarse. La segunda parte, le costó un poco más, pues el dolor en el hombro le dificultaba el uso del brazo derecho. «Suerte que no necesito los brazos para defenderme», pensó. Aún así, se esforzó en mover el hombro varias veces para asegurarse de que no tenía una lesión grave. Dolía, pero parecía entero y en su sitio.
Mojada y dolorida, pero en guardia una vez más, Valeria volvió su atención hacia las dos otras personas que había en aquella calle, justo en la dirección de su objetivo. A juzgar por las voces, se trataba de dos mujeres. La que había gritado, estaba medio escondida a la entrada de un callejón, mientras que ahora era la otra la que hablaba, en un volumen algo más adecuado a las circunstancias, si bien el entusiasmo que mostraba resultaba desconcertante. ¿Serían aliadas? Si planeaban atracarla entre las dos, alguien tenía que sentarse a explicarles el concepto de “ataque por sorpresa”.
Entonces, la nube de su cabeza empezó a ceder y un par de palabras parecieron flotar delante (o detrás) de sus ojos: «¿Inteligencia… “artificial”?». Dirigió una mirada tentativa al cielo, aquello se parecía sospechosamente a un designio divino. ¿Podía ser que se encontrara ante otras dos biocibernéticas? En las últimas semanas los dioses parecían determinados a restregarle por la cara sus dudas pasadas. «Todavía voy a tener que empezar a rezar».
Valeria repasaba su plan de entrada mientras avanzaba por la ciudad. Un giro a la izquierda, otro a la derecha, y se encontró caminando junto la biblioteca. Casualmente, la entrada trasera de los baños miraba de frente a la parte de atrás del edificio. Nada más incorporarse a la estrecha callejuela, le pareció ver movimiento unos metros por delante, aunque el edificio de la biblioteca era tan alto, que reducía considerablemente la visibilidad. Enfocó la mirada en la dirección de aquel bulto, pero, antes de que pudiera determinar nada, un proyectil duro como una roca la embistió por detrás, haciendo que golpeara la pared lateral y cayera al suelo como una muñeca de trapo. Solo que los proyectiles no se disculpaban.
Aún se estaba preguntando qué narices acababa de pasar, cuando oyó gritos - sí, gritos – desde lo que creía que era el lugar donde había visto movimiento, aunque era difícil determinarlo con exactitud, pues el bamboleo la había dejado algo desorientada. La palabra “robar” hizo que se tensara instintivamente y tratara de levantarse. La segunda parte, le costó un poco más, pues el dolor en el hombro le dificultaba el uso del brazo derecho. «Suerte que no necesito los brazos para defenderme», pensó. Aún así, se esforzó en mover el hombro varias veces para asegurarse de que no tenía una lesión grave. Dolía, pero parecía entero y en su sitio.
Mojada y dolorida, pero en guardia una vez más, Valeria volvió su atención hacia las dos otras personas que había en aquella calle, justo en la dirección de su objetivo. A juzgar por las voces, se trataba de dos mujeres. La que había gritado, estaba medio escondida a la entrada de un callejón, mientras que ahora era la otra la que hablaba, en un volumen algo más adecuado a las circunstancias, si bien el entusiasmo que mostraba resultaba desconcertante. ¿Serían aliadas? Si planeaban atracarla entre las dos, alguien tenía que sentarse a explicarles el concepto de “ataque por sorpresa”.
Entonces, la nube de su cabeza empezó a ceder y un par de palabras parecieron flotar delante (o detrás) de sus ojos: «¿Inteligencia… “artificial”?». Dirigió una mirada tentativa al cielo, aquello se parecía sospechosamente a un designio divino. ¿Podía ser que se encontrara ante otras dos biocibernéticas? En las últimas semanas los dioses parecían determinados a restregarle por la cara sus dudas pasadas. «Todavía voy a tener que empezar a rezar».
- Off:
Reike está aturdida por la caída y desconcertada por la situación de la que es testigo. Aún no tiene claro cómo reaccionar.
Y, Rachel, nadie ha dicho que no pueda haber más de un competidor ^^
Reike
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Re: [Libre] Luz de luna
La figura que venía por el callejón finalmente llegó a mi posición. Tensé el arco, preparada para hacerle un nuevo agujero al sujeto malvado que venía en camino. Seguramente tenía intenciones oscuras, malvadas, perversas. Pensaría dominar el mundo, esclavizar a todas sus gentes, destruir media Aerandir mientras gobernaba la otra media con mano de hierro, utilizando el miedo como arma y cadáveres como trono.
"O también puede ser alguien paseando."
- Irinnil, a veces creo que solo dices esas cosas para meterte conmigo. -Puse morritos mientras me distraía de la tarea que tenía entre manos.
"Qué perspicaz."
Suspiré, y para cuando dejé de suspirar, la persona estaba frente a mi. Atacar todavía habría sido una opción, de no ser porque... ¿Había dicho que era curiosa? El comentario me pilló desprevenida, nunca te esperas que un adalid del mal se acerque a ti antes de la conquista del mundo para decirte que eres curiosa. Bajé el arco y dejé de apuntar a la mujer.
- Ohm... ¿Gracias? -Ladeé la cabeza sin comprender nada. -No es una... Inteligencia... Artificial... -¿Artificial? ¿Qué era eso? Sería como... un artificio, lo cual era magia. -No, Irinnil no es magia es... Yo. -Me di toquecitos en el labio inferior, pensativa. ¿Sería una bruja? O tal vez fuera como el malhechor de Asher Daregan y tuviera un dibujo raro que le diera poderes en su cabeza. O tal vez estuviera loca.
Me levanté poco a poco y me sacudí el polvo de las ropas.
- No iba a atacar a nadie, bueno, sí, pero no directamente, bueno, sí, pero no porque quisiera matarla...
"Yo sí quería."
La mujer se había presentado, así que yo debía hacer lo mismo, sería descortés de otro modo.
- Mi nombre es Jirin... Irin... Jeannie Fauwksie. -De repente me sentía poco convencida de mi propio nombre, ¿acaso las diferencias entre las dos se comenzaban a debilitar? -Encantada, Rains Sandra Rains. -Le sonreí. Aunque al parecer debía irse ya a su casa.
-¿Quieres que te acompañe? -Me acerqué a ella y le susurré. -Hay fantasmas por aquí, es peligroso ir sola.
No podía olvidar que debía comprarle galletas a los entes, o sufriría las consecuencias. Nunca se debe hacer enfadar a las fuerzas del mal, al menos si quieres sobrevivir para contarlo más adelante. Además... Había dicho que había chocado con alguien, seguramente un emisario de los espectros para confirmar si cumplía con mi cometido y no era otra aprovechada que entra a robar en una casa ajena. Y desde luego que yo no era algo así. Jamás robaría nada. Aunque siempre me he preguntado qué es robar exactamente. Si vas por los bosques, coges las bayas de los árboles, las frutas... Lo que encuentras... No entendía por qué la ciudad era algo diferente.
En las casas crecían cosas, cosas brillantes. Moneditas para conseguir que alguien te haga comidas ricas... No entendía muy bien cómo iba aquello, sabía que las moneditas o aeros como les llamaban, servían para intercambiar por otros objetos. Pero esos objetos podían conseguirse fácilmente en alguna que otra casa, muchas veces estaban allí a la vista, como los frutos de los árboles. Suponía que solo era por pereza de la gente, así no tendrían que pasearse por las casas para buscar aquello que quieren, simplemente lo cambian por el metal y alguien lo consigue por ellos. Era fascinante si lo pensabas bien.
Pero me estaba yendo por las ramas. Aunque la mujer se negara a que fuera con ella, la seguiría, al fin y al cabo... No podía dejarla deambular sola e indefensa con su "Inteligencia Artificial" Podrían hacerle cualquier cosa en una ciudad como aquella. No era para nada como si yo misma estuviera asustada. Pero tendría las flechas cerca. Por si acaso...
"O también puede ser alguien paseando."
- Irinnil, a veces creo que solo dices esas cosas para meterte conmigo. -Puse morritos mientras me distraía de la tarea que tenía entre manos.
"Qué perspicaz."
Suspiré, y para cuando dejé de suspirar, la persona estaba frente a mi. Atacar todavía habría sido una opción, de no ser porque... ¿Había dicho que era curiosa? El comentario me pilló desprevenida, nunca te esperas que un adalid del mal se acerque a ti antes de la conquista del mundo para decirte que eres curiosa. Bajé el arco y dejé de apuntar a la mujer.
- Ohm... ¿Gracias? -Ladeé la cabeza sin comprender nada. -No es una... Inteligencia... Artificial... -¿Artificial? ¿Qué era eso? Sería como... un artificio, lo cual era magia. -No, Irinnil no es magia es... Yo. -Me di toquecitos en el labio inferior, pensativa. ¿Sería una bruja? O tal vez fuera como el malhechor de Asher Daregan y tuviera un dibujo raro que le diera poderes en su cabeza. O tal vez estuviera loca.
Me levanté poco a poco y me sacudí el polvo de las ropas.
- No iba a atacar a nadie, bueno, sí, pero no directamente, bueno, sí, pero no porque quisiera matarla...
"Yo sí quería."
La mujer se había presentado, así que yo debía hacer lo mismo, sería descortés de otro modo.
- Mi nombre es Jirin... Irin... Jeannie Fauwksie. -De repente me sentía poco convencida de mi propio nombre, ¿acaso las diferencias entre las dos se comenzaban a debilitar? -Encantada, Rains Sandra Rains. -Le sonreí. Aunque al parecer debía irse ya a su casa.
-¿Quieres que te acompañe? -Me acerqué a ella y le susurré. -Hay fantasmas por aquí, es peligroso ir sola.
No podía olvidar que debía comprarle galletas a los entes, o sufriría las consecuencias. Nunca se debe hacer enfadar a las fuerzas del mal, al menos si quieres sobrevivir para contarlo más adelante. Además... Había dicho que había chocado con alguien, seguramente un emisario de los espectros para confirmar si cumplía con mi cometido y no era otra aprovechada que entra a robar en una casa ajena. Y desde luego que yo no era algo así. Jamás robaría nada. Aunque siempre me he preguntado qué es robar exactamente. Si vas por los bosques, coges las bayas de los árboles, las frutas... Lo que encuentras... No entendía por qué la ciudad era algo diferente.
En las casas crecían cosas, cosas brillantes. Moneditas para conseguir que alguien te haga comidas ricas... No entendía muy bien cómo iba aquello, sabía que las moneditas o aeros como les llamaban, servían para intercambiar por otros objetos. Pero esos objetos podían conseguirse fácilmente en alguna que otra casa, muchas veces estaban allí a la vista, como los frutos de los árboles. Suponía que solo era por pereza de la gente, así no tendrían que pasearse por las casas para buscar aquello que quieren, simplemente lo cambian por el metal y alguien lo consigue por ellos. Era fascinante si lo pensabas bien.
Pero me estaba yendo por las ramas. Aunque la mujer se negara a que fuera con ella, la seguiría, al fin y al cabo... No podía dejarla deambular sola e indefensa con su "Inteligencia Artificial" Podrían hacerle cualquier cosa en una ciudad como aquella. No era para nada como si yo misma estuviera asustada. Pero tendría las flechas cerca. Por si acaso...
Irinnil Fawkes
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Re: [Libre] Luz de luna
Miré a la chica con una sonrisa robótica y los ojos abiertos como platos. Aunque las emociones negativas las tenía ya bastante bien integradas en mi sistema orgánico, me costaba aún expresar mis emociones positivas, como la sorpresa o la euforia. Como NIA tenía el control de los músculos, me resultaba difícil mover los músculos de la cara para gesticular determinadas emociones que reflejaran de manera natural lo que sentía en cada momento.
-Encantada, Jirin Irin Jeannie Fauwksie. – repetí con una sonrisita. Pero giré la cabeza cuando dijo lo del ataque. Me había perdido en aquel complejo algoritmo lógico. Ni siquiera NIA era capaz de explicarme qué acababa de decir. – No te he entendido, Jirin Irin Jeannie Fauwksie, pero no te preocupes. – y sonreí por compromiso.
Lo segundo que dijo sí que me había dado más miedo.
-¿Fantasmas? – me llevé las manos a la cara y puse una cara de susto. – Ay no, fantasmas no. Tengo mucho miedo a los fantasmas. – Qué miedito me daban. ¡Y eso que nunca me había encontrado con ninguno! Pero las historias que se decían sobre esas criaturas eran aterradoras. Y en mi base de datos no los ponían como cosas buenas. ¡Asustaban a las personas o les maldecían! No, no, no. Yo no quería tener nada que ver con los fantasmas.
Si era cierto que andaban por allí, igual había que evitar entrar por las cloacas. La opción de acceso más sencilla según los análisis de NIA.
-Entonces será mejor que no entre por las cloacas. – Pensé en voz alta, mirando al cielo. – ¡A mi casa, digo! ¡Eh! Es que se va por aquí. Al otro lado de la biblioteca. – traté de exculparme. ¡Ay, Rachel, qué torpe eres! ¡Ya te has delatado tu sola! ¿A tu casa vas por las cloacas? – Vale, no. En realidad voy a la biblioteca, a por un libro. – Afirmé en voz alta. ¿Qué más daba? Aquella chica no parecía tener intención de ir a por ningún libro. Comencé a abrir mi bolsito pequeño, nerviosa. - Dame un minuto, Jirin Irin Jeannie Fauwksie, mientras construyo una puerta para poder entrar. – dije mientras revolvía en mi bolsillo hasta que por fin saqué el Cuaderno de Häldsen.
Ese objeto mágico me permitía hacer aparecer todo aquello que dibujara. Así que me coloqué frente al muro de aquel callejón de la biblioteca y comencé a dibujar con un pulso pésimo algo que parecía ser una puerta. Con su pomito y todo. Mágicamente, delante del muro se hizo una puerta a medida, con los bordes torcidos por mi mal dibujo, pero perfectamente incrustada a la pared, que parecía verdaderamente real. La ilusión sólo duraría un minuto, pero era el tiempo suficiente como para acceder a la biblioteca.
-¡Y… ya está! – exclamé alegre. Tiré del pomo, pero no se abrió. “Error. Necesaria la incorporación de mecanismo de apertura”. - ¡Oh! ¡Unas bisagras…! Sí que es pesadita la libreta para los niveles de detalle.... – dije con fastidio con mi voz chillona, dibujando un par de rayitas en la puerta, que hacían de bisagras. Ahora la puerta sí abrió al tirar, permitiéndome acceder al interior de la biblioteca. – ¡Ahora sí! Voy a entrar, ¿vale? – afirmé con una sonrisa.
“Rachel, detecto alguien detrás de nosotras. Nos está observando.” Me informó NIA. Y yo me giré nada disimulada hacia quien nos observaba. Parecía ser la chica que me había llevado por delante. ¿Estaba atolondrada o aturdida por el golpe? ¡Ay, pobrecita! ¡No todos los días se tropieza con alguien tan pesada como yo. - ¡Hola! ¡Soy muy maleducada! Tropecé contigo ahora mismo y no te pedí disculpas. ¿Estás bien? ¿Quieres venir con nosotras? – Pregunté por educación. “Rachel, no necesitamos más gente en nuestra misión secreta.” NIA enfatizó especialmente en la última palabra. – Ay, pero la he empujado NIA. Es incorrecto no invitarla a algo. – Volví a parecer hablar sola. Mi hermano Jules siempre decía que había que ser cortés con la gente a la que hacíamos daño.
En cualquier caso, la puerta estaba abierta para cualquiera que quisiera acceder al interior y descubrir los secretos de la gran biblioteca de Lunargenta.
Uso el objeto master, cuaderno de Häldsen: Todo lo que dibujes en este cuaderno se hará realidad. Sólo podrás hacer aparecer cosas materiales, no poderes mágicos, habilidades, ni resucitar a los muertos o curar a los enfermos. Tan sólo objetos o cosas tangibles/visibles. Básicamente: lo que se puede dibujar. Al abrirlo saldrá la flor que Mattie dibujó.
-Encantada, Jirin Irin Jeannie Fauwksie. – repetí con una sonrisita. Pero giré la cabeza cuando dijo lo del ataque. Me había perdido en aquel complejo algoritmo lógico. Ni siquiera NIA era capaz de explicarme qué acababa de decir. – No te he entendido, Jirin Irin Jeannie Fauwksie, pero no te preocupes. – y sonreí por compromiso.
Lo segundo que dijo sí que me había dado más miedo.
-¿Fantasmas? – me llevé las manos a la cara y puse una cara de susto. – Ay no, fantasmas no. Tengo mucho miedo a los fantasmas. – Qué miedito me daban. ¡Y eso que nunca me había encontrado con ninguno! Pero las historias que se decían sobre esas criaturas eran aterradoras. Y en mi base de datos no los ponían como cosas buenas. ¡Asustaban a las personas o les maldecían! No, no, no. Yo no quería tener nada que ver con los fantasmas.
Si era cierto que andaban por allí, igual había que evitar entrar por las cloacas. La opción de acceso más sencilla según los análisis de NIA.
-Entonces será mejor que no entre por las cloacas. – Pensé en voz alta, mirando al cielo. – ¡A mi casa, digo! ¡Eh! Es que se va por aquí. Al otro lado de la biblioteca. – traté de exculparme. ¡Ay, Rachel, qué torpe eres! ¡Ya te has delatado tu sola! ¿A tu casa vas por las cloacas? – Vale, no. En realidad voy a la biblioteca, a por un libro. – Afirmé en voz alta. ¿Qué más daba? Aquella chica no parecía tener intención de ir a por ningún libro. Comencé a abrir mi bolsito pequeño, nerviosa. - Dame un minuto, Jirin Irin Jeannie Fauwksie, mientras construyo una puerta para poder entrar. – dije mientras revolvía en mi bolsillo hasta que por fin saqué el Cuaderno de Häldsen.
Ese objeto mágico me permitía hacer aparecer todo aquello que dibujara. Así que me coloqué frente al muro de aquel callejón de la biblioteca y comencé a dibujar con un pulso pésimo algo que parecía ser una puerta. Con su pomito y todo. Mágicamente, delante del muro se hizo una puerta a medida, con los bordes torcidos por mi mal dibujo, pero perfectamente incrustada a la pared, que parecía verdaderamente real. La ilusión sólo duraría un minuto, pero era el tiempo suficiente como para acceder a la biblioteca.
-¡Y… ya está! – exclamé alegre. Tiré del pomo, pero no se abrió. “Error. Necesaria la incorporación de mecanismo de apertura”. - ¡Oh! ¡Unas bisagras…! Sí que es pesadita la libreta para los niveles de detalle.... – dije con fastidio con mi voz chillona, dibujando un par de rayitas en la puerta, que hacían de bisagras. Ahora la puerta sí abrió al tirar, permitiéndome acceder al interior de la biblioteca. – ¡Ahora sí! Voy a entrar, ¿vale? – afirmé con una sonrisa.
“Rachel, detecto alguien detrás de nosotras. Nos está observando.” Me informó NIA. Y yo me giré nada disimulada hacia quien nos observaba. Parecía ser la chica que me había llevado por delante. ¿Estaba atolondrada o aturdida por el golpe? ¡Ay, pobrecita! ¡No todos los días se tropieza con alguien tan pesada como yo. - ¡Hola! ¡Soy muy maleducada! Tropecé contigo ahora mismo y no te pedí disculpas. ¿Estás bien? ¿Quieres venir con nosotras? – Pregunté por educación. “Rachel, no necesitamos más gente en nuestra misión secreta.” NIA enfatizó especialmente en la última palabra. – Ay, pero la he empujado NIA. Es incorrecto no invitarla a algo. – Volví a parecer hablar sola. Mi hermano Jules siempre decía que había que ser cortés con la gente a la que hacíamos daño.
En cualquier caso, la puerta estaba abierta para cualquiera que quisiera acceder al interior y descubrir los secretos de la gran biblioteca de Lunargenta.
Uso el objeto master, cuaderno de Häldsen: Todo lo que dibujes en este cuaderno se hará realidad. Sólo podrás hacer aparecer cosas materiales, no poderes mágicos, habilidades, ni resucitar a los muertos o curar a los enfermos. Tan sólo objetos o cosas tangibles/visibles. Básicamente: lo que se puede dibujar. Al abrirlo saldrá la flor que Mattie dibujó.
Rachel Roche
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Re: [Libre] Luz de luna
Valeria intentaba decidir su siguiente paso. Su objetivo, los baños, estaba a unos pocos metros de ella, pero entre la bruja y su objetivo, había un obstáculo: dos individuas, probablemente biocibernéticas, que parecían haber elegido esas horas de la noche para hacer amigas en la ciudad. ¿Y si daba la vuelta a la biblioteca y accedía al callejón por el otro lado? Desechó inmediatamente la idea al recordar que el edificio tenía toda una hilera de ellos adosados por el otro lado, sería una vuelta muy larga. Acceder a los baños desde la fachada principal tampoco era una opción. Había estado observando el sitio y, cualquiera que fuese el negocio que se traían allí por las noches, y Valeria se hacía una idea de por dónde venían los tiros, el lugar estaba muy vigilado. Tal vez podría simplemente pasar de largo, junto a aquellas dos personas, pues no parecían prestarle ninguna atención, pero no se fiaba lo más mínimo de las intenciones que pudiera tener alguien que se dedicaba a pasear por callejones oscuros a aquellas horas de la noche. Después de todo, las intenciones de la bruja no eran precisamente las más puras.
Intentó prestar atención a la conversación pero, aunque entendía el significado de las palabras individualmente, el conjunto de la conversación le parecía un completo sinsentido. Se preguntó si no se habría golpeado más fuerte de lo que había pensado en un principio. «O quizás me quedé dormida». Tal vez fuera eso. Si extendía el brazo, se encontraría con el cuerpo cálido y musculado de… ¿Óscar?, ¿Óliver? Qué más daba, lo importante era que hiciese bien su trabajo. Pero no, al estirar el brazo, la mano sólo encontró fría piedra.
Finalmente, se planteó la posibilidad de abortar la misión. Siempre podía interceptar al sujeto a la mañana siguiente, de camino al lugar de la compra; o robarle el libro después. Probablemente esa estrategia no fuera muy aplaudida en la Academia, pero no tenían por qué enterarse de todos los detalles y tampoco es que lo que había planeado para aquella noche fuera mucho más noble que el robo puro y simple. Sí, eso haría, se daría la vuelta aprovechando que aquellas dos estaban distraídas con sus saludos y presentaciones y se marcharía por donde había venido.
«Espera», se dijo, «¿qué ha dicho esa de un libro? ¿Va a la biblioteca en mitad de la noche, y a través de las cloacas, para recoger un libro?». En circunstancias normales, Valeria no le habría dado mayor importancia a aquella idea pues, los negocios turbios de los demás no eran asunto suyo y, después de todo, las bibliotecas están llenas de libros, no tenía por qué tratarse del mismo que le habían encargado a ella. Sin embargo, eso de que aparezca un libro extraño en circulación y, acto seguido, a la gente le de por colarse en las bibliotecas, ya le parecía motivo para indagar más a fondo.
Casi sin darse cuenta, se había ido acercando a la bibliófila del pelo azul, o eso le pareció ahora que la veía más de cerca. Vio cómo aparecía la puerta en la pared después de que la mujer garabatease en un cuaderno. «No parece que se le de muy bien guardar secretos pero, al menos, ha venido preparada», aprobó. En aquel momento, la observada se volvió hacia Valeria y la bruja pudo ver una pequeña mota de metal en su mejilla que le confirmó lo que el extraño comportamiento de la mujer, unido al tremendo impacto de unos momentos antes, venía declarando a gritos: «biocibernética». Lo mejor de la situación es que le estaba invitando a entrar con ella.
—Claro —dijo Valeria sin pensárselo dos veces—, ¿por qué no? —y, con una sonrisa que hubiera resultado perfectamente apropiada si acabaran de invitarla a sentarse en un comedor de lujo, cruzó aquella puerta y entró en el edificio.
El lugar estaba más oscuro que el callejón, pero se filtraba algo de luz de luna a través de unas pequeñas ventanas con rejas. Había mucho polvo y olía a humedad, lo cual no resultaba extraño, teniendo unos baños tan cerca. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, pudo distinguir algunos bultos de formas extrañas a su alrededor: debían estar en una especie de almacén. Suponiendo que la situación en sí misma ya era terriblemente extraña, la bruja se volvió hacia la biocibernética y, con la naturalidad de quien conversa con un compañero de viaje para hacer el trayecto más ameno, preguntó:
—Y ¿haces esto a menudo?, ¿colarte en bibliotecas por la noche?
Intentó prestar atención a la conversación pero, aunque entendía el significado de las palabras individualmente, el conjunto de la conversación le parecía un completo sinsentido. Se preguntó si no se habría golpeado más fuerte de lo que había pensado en un principio. «O quizás me quedé dormida». Tal vez fuera eso. Si extendía el brazo, se encontraría con el cuerpo cálido y musculado de… ¿Óscar?, ¿Óliver? Qué más daba, lo importante era que hiciese bien su trabajo. Pero no, al estirar el brazo, la mano sólo encontró fría piedra.
Finalmente, se planteó la posibilidad de abortar la misión. Siempre podía interceptar al sujeto a la mañana siguiente, de camino al lugar de la compra; o robarle el libro después. Probablemente esa estrategia no fuera muy aplaudida en la Academia, pero no tenían por qué enterarse de todos los detalles y tampoco es que lo que había planeado para aquella noche fuera mucho más noble que el robo puro y simple. Sí, eso haría, se daría la vuelta aprovechando que aquellas dos estaban distraídas con sus saludos y presentaciones y se marcharía por donde había venido.
«Espera», se dijo, «¿qué ha dicho esa de un libro? ¿Va a la biblioteca en mitad de la noche, y a través de las cloacas, para recoger un libro?». En circunstancias normales, Valeria no le habría dado mayor importancia a aquella idea pues, los negocios turbios de los demás no eran asunto suyo y, después de todo, las bibliotecas están llenas de libros, no tenía por qué tratarse del mismo que le habían encargado a ella. Sin embargo, eso de que aparezca un libro extraño en circulación y, acto seguido, a la gente le de por colarse en las bibliotecas, ya le parecía motivo para indagar más a fondo.
Casi sin darse cuenta, se había ido acercando a la bibliófila del pelo azul, o eso le pareció ahora que la veía más de cerca. Vio cómo aparecía la puerta en la pared después de que la mujer garabatease en un cuaderno. «No parece que se le de muy bien guardar secretos pero, al menos, ha venido preparada», aprobó. En aquel momento, la observada se volvió hacia Valeria y la bruja pudo ver una pequeña mota de metal en su mejilla que le confirmó lo que el extraño comportamiento de la mujer, unido al tremendo impacto de unos momentos antes, venía declarando a gritos: «biocibernética». Lo mejor de la situación es que le estaba invitando a entrar con ella.
—Claro —dijo Valeria sin pensárselo dos veces—, ¿por qué no? —y, con una sonrisa que hubiera resultado perfectamente apropiada si acabaran de invitarla a sentarse en un comedor de lujo, cruzó aquella puerta y entró en el edificio.
El lugar estaba más oscuro que el callejón, pero se filtraba algo de luz de luna a través de unas pequeñas ventanas con rejas. Había mucho polvo y olía a humedad, lo cual no resultaba extraño, teniendo unos baños tan cerca. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, pudo distinguir algunos bultos de formas extrañas a su alrededor: debían estar en una especie de almacén. Suponiendo que la situación en sí misma ya era terriblemente extraña, la bruja se volvió hacia la biocibernética y, con la naturalidad de quien conversa con un compañero de viaje para hacer el trayecto más ameno, preguntó:
—Y ¿haces esto a menudo?, ¿colarte en bibliotecas por la noche?
Reike
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Re: [Libre] Luz de luna
Aquella mujer era sumamente rara, sin duda. Primero pensar que Irinnil era algún tipo de magia o maleficio, y ahora hablaba de ir a las cloacas. ¿Viviría allí realmente? También podía ser que hubieran rodeado su casa de otros edificios, haciendo que la única forma de llegar a su vivienda fuera accediendo a las cloacas. Tampoco es que las ciudades tuviesen un orden que yo llegase a comprender por completo.
Al parecer aquel edificio gigantesco era una biblioteca. Había escuchado hablar de ellas a algunas personas. Según había entendido, era el lugar donde dormían los libros mientras nadie los leía. Siempre me había parecido un lugar curioso, cuanto menos. Aunque el hecho de no saber leer me había mantenido alejada de aquellos lugares sentía cierta curiosidad y atracción. Con un poco de suerte podría haber algún libro de aquello con ilustraciones. Me gustaban esos libros, en Dundarak había muchos con dibujos sobre edificaciones, plantas y dragones antiguos.
Clarice me había dicho en una ocasión que los dragones descendían de las ardillas voladoras, pero tengo la sospecha de que se estaba metiendo conmigo. Sin duda debía ser al revés. Los dragones son grandes y feos, mientras que las ardillas son pequeñitas, bonitas y mucho más poderosas. Sin duda, la evolución natural de aquellos monstruos.
Tras unos momentos de titubeos por parte de mi nueva mejor amiga del mundo, confesó que iba a por un libro. Seguramente fuera a buscar uno de esos textos picantones de los que hablaban por la noche en las tabernas, de ahí la duda sobre confesar la verdad.
La señorita Rains Sandra Rains sacó una libreta y se puso a hacer dibujos, me asomé por detrás de su hombro para observar. Tras terminar su boceto sobre la pared de la biblioteca apareció una puerta, así de un momento a otro y sin saludar ni nada. Di un salto hacia atrás del susto. No me fiaba de aquella puerta malévola que no había avisado de su repentina aparición. Por si fuera poco otra mujer se acercó por el callejón, así que di un nuevo salto hacia el otro lado. Aquella noche los dioses querían que me muriese de un infarto.
No me fiaba de aquella nueva aparición, ni siquiera se había presentado.
-Oye tú, la que acaba de llegar, ¿tienes algún tipo de parentesco con la puerta?
"¿Se puede saber qué clase de pregunta infernal es esa y cómo esperas que alguien conteste algo así?"
No pude ressitir la curiosidad, así que finalmente atravesé aquella entrada maleducada a regañadientes. El interior estaba oscuro... Muy oscuro. Bueno, a excepción de la lamparita del señor guardia que estaba mirándonos directamente desde el fondo de la sala.
- ¿Veis? Ese hombre ha venido más preparado que nosotras. No sé cómo pretendíais leer algo sin traer luz.
"No creo que ese hombre esté ahí para leer precisamente"
- ¿Y si no ha venido a leer qué hace en una biblioteca?
"Evitar que gente como tú manche las páginas de los libros con las manos llenas de galleta."
Di un largo suspiro. No pretendía ponerme a comer allí... Creo. Bueno, ahora ya no, al menos.
Me giré hacia mis nuevas mejores amigas del mundo y les pregunté.
- Bueno, ¿quien de las dos planea ir a pedirle amablemente una de esas lamparitas? O tal vez... Rains Sandra Rains, podrías dibujar un sol en tu libreta mágica. Así no necesitaríamos usar un farolillo. -Asentí satisfecha por mi habilidad resolutiva.
En el fondo me preguntaba que por qué no habíamos entrado por la puerta principal. Acceder desde un lateral usando una puerta mágica parecía hacer trampas. Lo mejor era usar una ventana para eso. Las ventanas suelen ser más simpáticas cuando sabes abrirlas desde fuera.
Al parecer aquel edificio gigantesco era una biblioteca. Había escuchado hablar de ellas a algunas personas. Según había entendido, era el lugar donde dormían los libros mientras nadie los leía. Siempre me había parecido un lugar curioso, cuanto menos. Aunque el hecho de no saber leer me había mantenido alejada de aquellos lugares sentía cierta curiosidad y atracción. Con un poco de suerte podría haber algún libro de aquello con ilustraciones. Me gustaban esos libros, en Dundarak había muchos con dibujos sobre edificaciones, plantas y dragones antiguos.
Clarice me había dicho en una ocasión que los dragones descendían de las ardillas voladoras, pero tengo la sospecha de que se estaba metiendo conmigo. Sin duda debía ser al revés. Los dragones son grandes y feos, mientras que las ardillas son pequeñitas, bonitas y mucho más poderosas. Sin duda, la evolución natural de aquellos monstruos.
Tras unos momentos de titubeos por parte de mi nueva mejor amiga del mundo, confesó que iba a por un libro. Seguramente fuera a buscar uno de esos textos picantones de los que hablaban por la noche en las tabernas, de ahí la duda sobre confesar la verdad.
La señorita Rains Sandra Rains sacó una libreta y se puso a hacer dibujos, me asomé por detrás de su hombro para observar. Tras terminar su boceto sobre la pared de la biblioteca apareció una puerta, así de un momento a otro y sin saludar ni nada. Di un salto hacia atrás del susto. No me fiaba de aquella puerta malévola que no había avisado de su repentina aparición. Por si fuera poco otra mujer se acercó por el callejón, así que di un nuevo salto hacia el otro lado. Aquella noche los dioses querían que me muriese de un infarto.
No me fiaba de aquella nueva aparición, ni siquiera se había presentado.
-Oye tú, la que acaba de llegar, ¿tienes algún tipo de parentesco con la puerta?
"¿Se puede saber qué clase de pregunta infernal es esa y cómo esperas que alguien conteste algo así?"
No pude ressitir la curiosidad, así que finalmente atravesé aquella entrada maleducada a regañadientes. El interior estaba oscuro... Muy oscuro. Bueno, a excepción de la lamparita del señor guardia que estaba mirándonos directamente desde el fondo de la sala.
- ¿Veis? Ese hombre ha venido más preparado que nosotras. No sé cómo pretendíais leer algo sin traer luz.
"No creo que ese hombre esté ahí para leer precisamente"
- ¿Y si no ha venido a leer qué hace en una biblioteca?
"Evitar que gente como tú manche las páginas de los libros con las manos llenas de galleta."
Di un largo suspiro. No pretendía ponerme a comer allí... Creo. Bueno, ahora ya no, al menos.
Me giré hacia mis nuevas mejores amigas del mundo y les pregunté.
- Bueno, ¿quien de las dos planea ir a pedirle amablemente una de esas lamparitas? O tal vez... Rains Sandra Rains, podrías dibujar un sol en tu libreta mágica. Así no necesitaríamos usar un farolillo. -Asentí satisfecha por mi habilidad resolutiva.
En el fondo me preguntaba que por qué no habíamos entrado por la puerta principal. Acceder desde un lateral usando una puerta mágica parecía hacer trampas. Lo mejor era usar una ventana para eso. Las ventanas suelen ser más simpáticas cuando sabes abrirlas desde fuera.
Irinnil Fawkes
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Re: [Libre] Luz de luna
La recién llegada aceptó unirse a nuestra expedición. Sonreí para recibirla de buen agrado. Siempre era bueno tener amigos en las misiones. – Me alegro que quieras venir. – Aunque la chica preguntó opciones de por qué no hacerlo. O así lo interpreté yo. – Soy Sandra Rains, encantada. Y se me ocurren dos millones ochocientas noventa y cinco más menos tres mil razones de por qué NO deberías venir con nosotras. Pero está bien que hayas decido acompañarnos. – Dije sonriendo, entrando por la puerta. No sabía si era el momento de citarlas todas. Pero tampoco importaba porque parecía dispuesta a venir con nosotros.
Entramos a la biblioteca. La poca luz que entraba por la puerta abierta había desaparecido nada más ésta perdió su magia y desapareció. La verdad que estaba un poco oscuro el sitio. Mis ojos brillaban de color blanco alrededor de mis pupilas, como siempre hacían por la noche. Aunque eso no me permitía ver mejor. “El nivel de lumen en este espacio es reducido. Necesitamos aumentar su intensidad”. La sujeto todavía sin nombre preguntó entonces si acostumbraba a entrar por las noches allí.
-No. Sólo cuando estoy en misiones secretas. – respondí con un susurrito y una sonrisita. – ¡Pero sshh! ¡Son secretas! Así que no se lo cuentes a nadie. – le dije interponiendo mi dedo índice delante de mis labios, en un gesto habitual que solían hacer los humanos para pedir discreción.
Luego, la elfa también empezó a hacer preguntas de acuerdo a sus observaciones, aunque imaginaba que hablaba con su no-inteligencia artificial. Como por ejemplo, acerca del hombre que teníamos delante. No entendía qué hacía allí si no había ido a leer. ¡Qué chica más inocente! – No todo el mundo que va a una biblioteca va a leer Jirin Irin Jeannie Fauwksie. - respondí, al no saber qué era lo que le explicaba su no-inteligencia artificial. – Es más, por su uniforme, diría que se trata de un guardia.
Era demasiado lógico. Pero creo que nos había advertido, probablemente por el ruido que hacíamos y quizás por mis pupilas blancas tratando de dar algo de iluminación. Jirin irin Jeannie Fauwksie propuso varias opciones para conseguir luz. Pero con lo que me quedé principalmente fue con el nombre que utilizó. Me giré para corregirla con mi habitual sonrisa.
-No soy Rains Sandra Rains, Jirin Irin Jeannie Fauwksie. – dije con una sonrisita. Me resultaba gracioso que le costara pronunciar mi nombre falso. – Soy Sandra Rains. O si te resulta más sencillo, también me puedes llamar Rachel Roche. O Rachel, a secas. – “Rachel, has dado dos nombres distintos. Y uno de ellos tu verdadera identidad. Esto es una conversación de besugos” ¡Qué pesada era NIA parafraseando frases de mi hermano, Jules! ¡Y encima falsas! Ya que los besugos no conversan. Está bien, se me había escapado lo de la identidad, pero tampoco había que reñirme siempre. Era muy despistada. Yo seguí a lo mío. - Pero un sol es muy, muy grande, Jirin Irin Jeannie Fawskie. No me entra en esta libretita. – negué mientras cerraba el cuaderno y lo guardaba en mi bolso.
Luego estaba la opción que había dado, de ir a pedirle al humano su lamparita. Primero tenía que someter al hombre a un examen de actitud, por lo que lo miré. “Estado del humano 4852: En alerta”. -¡Eh! ¿Quiénes sois y qué hacéis aquí? – Bramó el tipo, desenfundando una alfanje. Visto lo visto, las probabilidades de conseguir una resolución diplomática del conflicto eran bastante bajas. Y yo ya había tenido algunos problemas previos con los guardias. - ¡Identificaos!
Dada la escasa capacidad de relaciones públicas que teníamos las personas con inteligencia artificial (o no-inteligencia artificial), y yo en particular para con los guardias, lo mejor sería que la recién llegada se encargara de tratar con aquel hombre. Seguro que lo hacía mejor que nosotras. Por lo que lo que hice fue esconderme detrás de la chica y darle ligerísimos empujoncitos para instarla a ir a hablar con él, intentando que el guardia no me viera. - ¡Que no me vea! ¡Que no me vea! ¡Me he fugado de la cárcel! – susurré. “Rachel. Un cuarenta y tres por ciento de tu cuerpo está en su campo de visión. Y las probabilidades de que el guardia te reconozca son de una entre diez mil.”. Sí, bueno, pero una entre diez mil que diez entre cinco mil, ¿no?
Me solté y quedé sólo unos pasitos atrás de éstos. Con mis ojos con luces blanca brillando en la penumbra. A ver cómo solucionaba la morena el conflicto.
Entramos a la biblioteca. La poca luz que entraba por la puerta abierta había desaparecido nada más ésta perdió su magia y desapareció. La verdad que estaba un poco oscuro el sitio. Mis ojos brillaban de color blanco alrededor de mis pupilas, como siempre hacían por la noche. Aunque eso no me permitía ver mejor. “El nivel de lumen en este espacio es reducido. Necesitamos aumentar su intensidad”. La sujeto todavía sin nombre preguntó entonces si acostumbraba a entrar por las noches allí.
-No. Sólo cuando estoy en misiones secretas. – respondí con un susurrito y una sonrisita. – ¡Pero sshh! ¡Son secretas! Así que no se lo cuentes a nadie. – le dije interponiendo mi dedo índice delante de mis labios, en un gesto habitual que solían hacer los humanos para pedir discreción.
Luego, la elfa también empezó a hacer preguntas de acuerdo a sus observaciones, aunque imaginaba que hablaba con su no-inteligencia artificial. Como por ejemplo, acerca del hombre que teníamos delante. No entendía qué hacía allí si no había ido a leer. ¡Qué chica más inocente! – No todo el mundo que va a una biblioteca va a leer Jirin Irin Jeannie Fauwksie. - respondí, al no saber qué era lo que le explicaba su no-inteligencia artificial. – Es más, por su uniforme, diría que se trata de un guardia.
Era demasiado lógico. Pero creo que nos había advertido, probablemente por el ruido que hacíamos y quizás por mis pupilas blancas tratando de dar algo de iluminación. Jirin irin Jeannie Fauwksie propuso varias opciones para conseguir luz. Pero con lo que me quedé principalmente fue con el nombre que utilizó. Me giré para corregirla con mi habitual sonrisa.
-No soy Rains Sandra Rains, Jirin Irin Jeannie Fauwksie. – dije con una sonrisita. Me resultaba gracioso que le costara pronunciar mi nombre falso. – Soy Sandra Rains. O si te resulta más sencillo, también me puedes llamar Rachel Roche. O Rachel, a secas. – “Rachel, has dado dos nombres distintos. Y uno de ellos tu verdadera identidad. Esto es una conversación de besugos” ¡Qué pesada era NIA parafraseando frases de mi hermano, Jules! ¡Y encima falsas! Ya que los besugos no conversan. Está bien, se me había escapado lo de la identidad, pero tampoco había que reñirme siempre. Era muy despistada. Yo seguí a lo mío. - Pero un sol es muy, muy grande, Jirin Irin Jeannie Fawskie. No me entra en esta libretita. – negué mientras cerraba el cuaderno y lo guardaba en mi bolso.
Luego estaba la opción que había dado, de ir a pedirle al humano su lamparita. Primero tenía que someter al hombre a un examen de actitud, por lo que lo miré. “Estado del humano 4852: En alerta”. -¡Eh! ¿Quiénes sois y qué hacéis aquí? – Bramó el tipo, desenfundando una alfanje. Visto lo visto, las probabilidades de conseguir una resolución diplomática del conflicto eran bastante bajas. Y yo ya había tenido algunos problemas previos con los guardias. - ¡Identificaos!
Dada la escasa capacidad de relaciones públicas que teníamos las personas con inteligencia artificial (o no-inteligencia artificial), y yo en particular para con los guardias, lo mejor sería que la recién llegada se encargara de tratar con aquel hombre. Seguro que lo hacía mejor que nosotras. Por lo que lo que hice fue esconderme detrás de la chica y darle ligerísimos empujoncitos para instarla a ir a hablar con él, intentando que el guardia no me viera. - ¡Que no me vea! ¡Que no me vea! ¡Me he fugado de la cárcel! – susurré. “Rachel. Un cuarenta y tres por ciento de tu cuerpo está en su campo de visión. Y las probabilidades de que el guardia te reconozca son de una entre diez mil.”. Sí, bueno, pero una entre diez mil que diez entre cinco mil, ¿no?
Me solté y quedé sólo unos pasitos atrás de éstos. Con mis ojos con luces blanca brillando en la penumbra. A ver cómo solucionaba la morena el conflicto.
Rachel Roche
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Re: [Libre] Luz de luna
La otra mujer (¿niña?) resultó ser una elfa y parecía que iba a acompañarlas. Su pregunta le resultó tan desconcertante que ni siquiera hizo el esfuerzo de intentar explicarle que la puerta no la había creado ella, sino la del pelo azul, y que, en cualquier caso, los objetos inanimados no tienen parientes. «Me pregunto cómo de alto sería el árbol del que se cayó».
—Me llamo Amelia —dijo Valeria sin titubear cuando la biocibernética se presentó. No pensaba darle su verdadero nombre a ese par de locas.
Ante la mención del astronómico número de razones por las que no debería haber hecho lo que aquella noche hizo, no tuvo más remedio que asentir internamente; ya entonces empezaba a intuir que cruzar aquella puerta en semejante compañía no se contaba entre sus ideas más brillantes. Y no se equivocaba, las dos mujeres no hacían más que parlotear. «¿Qué sentido tiene colarse a escondidas en un edificio si luego piensas atraer la atención de todo el que tenga oídos para escuchar?».
La locuacidad de sus compañeras tenía, sin embargo, una clara ventaja: no tendría que esforzarse mucho a la hora de obtener información. De hecho, la biocibernética reconoció sin tapujos que estaba en medio de una misión secreta. Valeria no tenía idea de quién en su sano juicio enviaría a una biocibernética a una misión que demandase un mínimo de discreción y sigilo cuando estaba claro que la sutileza no se contaba entre sus mejores cualidades. Entre los que había conocido hasta el momento, sólo Zero había mostrado un mínimo de naturalidad en sus interacciones y, aún así, seguía pareciendo un crío algo extraño. La bruja empezaba a entender lo que suponía eso de pertenecer a “una de las últimas generaciones”.
La locuacidad de sus compañeras también sirvió para que Valeria se enterase de que la tal Sandra Rains probablemente se llamase Rachel Roche, se había escapado de alguna cárcel y su cuaderno mágico tenía lamentables limitaciones; y de que la pequeña elfa, que se llamaba Jirin… lo que fuera, debía de provenir de algún clan asentado en lo más profundo del más aislado de los bosques, porque no parecía enterarse de nada. Lo que no fue capaz de deducir la bruja era cómo se las habría arreglado para sobrevivir por su cuenta durante todo el camino entre Sandorai y Lunargenta. Si había sido cuestión de suerte, esperaba que fuese contagiosa, porque para lo que también sirvió la locuacidad de sus compañeras fue para que al guardia que tenían delante no le cupiese duda de que sus ojos no le engañaban: las tres mujeres que encontró en aquella sala eran de carne y hueso.
Aprovechando los empujoncitos que le daba Sandra-Rachel, la bruja hizo que su capa se echase hacia atrás y su chaqueta y su camisa se abrieran ligeramente por el escote. Si algo había aprendido durante sus correrías en Beltrexus era lo rápido que se olvidaban los guardias del deber y el honor a la vista de un buen canalillo. Con las manos levantadas y las palmas a la vista, dio unos pasos al frente, hasta quedar completamente iluminada por el farolillo del guardia.
—No nos haga daño, p-por favor —dijo abriendo mucho los ojos y con la vocecilla más inocente de su repertorio—. Sólo buscábamos un sitio donde dormir. Hace frío en la calle y… no es seguro para tres chicas solas como nosotras. —Bajó la vista mientras decía esto último e hizo que su voz sonase temblorosa, como si estuviera a punto de echarse a llorar.
—Pero qué… ¿Cómo diablos habéis llegado hasta aquí? —preguntó el guardia desconcertado, pero sin bajar el arma todavía.
—Por la p-puerta, señor —se apresuró a responder Valeria para no dar tiempo a sus compañeras a hacerlo antes y estropearle el numerito—; estaba abierta cuando entramos.
Esperaba que aquello se ajustara lo suficiente a la verdad para que las dos bocazas que venían con ella no sintieran la necesidad de añadir nada más. Si el hombre se tragaba su historia, quizá bajase la guardia el tiempo suficiente para incapacitarlo, incluso sin la ayuda de las otras. De lo contrario, no necesitaba ni bajar las manos para hacer que uno de sus cuchillos se le clavase en un ojo. Pero prefería evitar chapuzas sangrientas, si era posible. Sobre todo, si había otros guardas que pudieran ser atraídos por los gritos.
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OFF: Reike usa su habilidad racial de Telequinesis para mostrar escote y su habilidad de nivel 0 Carisma para acaparar la atención del guardia.
Tiro runa para determinar si el tipo se traga el cuento:
Runa buena: se lo traga y trata de aprovecharse de las pobres indigentes, bajando la guardia en el proceso.
Runa media: se lo traga, pero es un hombre comprometido con su trabajo y se empeña en escoltarlas hasta la salida.
Runa mala: no se lo traga; habrá que sacar las uñas.
—Me llamo Amelia —dijo Valeria sin titubear cuando la biocibernética se presentó. No pensaba darle su verdadero nombre a ese par de locas.
Ante la mención del astronómico número de razones por las que no debería haber hecho lo que aquella noche hizo, no tuvo más remedio que asentir internamente; ya entonces empezaba a intuir que cruzar aquella puerta en semejante compañía no se contaba entre sus ideas más brillantes. Y no se equivocaba, las dos mujeres no hacían más que parlotear. «¿Qué sentido tiene colarse a escondidas en un edificio si luego piensas atraer la atención de todo el que tenga oídos para escuchar?».
La locuacidad de sus compañeras tenía, sin embargo, una clara ventaja: no tendría que esforzarse mucho a la hora de obtener información. De hecho, la biocibernética reconoció sin tapujos que estaba en medio de una misión secreta. Valeria no tenía idea de quién en su sano juicio enviaría a una biocibernética a una misión que demandase un mínimo de discreción y sigilo cuando estaba claro que la sutileza no se contaba entre sus mejores cualidades. Entre los que había conocido hasta el momento, sólo Zero había mostrado un mínimo de naturalidad en sus interacciones y, aún así, seguía pareciendo un crío algo extraño. La bruja empezaba a entender lo que suponía eso de pertenecer a “una de las últimas generaciones”.
La locuacidad de sus compañeras también sirvió para que Valeria se enterase de que la tal Sandra Rains probablemente se llamase Rachel Roche, se había escapado de alguna cárcel y su cuaderno mágico tenía lamentables limitaciones; y de que la pequeña elfa, que se llamaba Jirin… lo que fuera, debía de provenir de algún clan asentado en lo más profundo del más aislado de los bosques, porque no parecía enterarse de nada. Lo que no fue capaz de deducir la bruja era cómo se las habría arreglado para sobrevivir por su cuenta durante todo el camino entre Sandorai y Lunargenta. Si había sido cuestión de suerte, esperaba que fuese contagiosa, porque para lo que también sirvió la locuacidad de sus compañeras fue para que al guardia que tenían delante no le cupiese duda de que sus ojos no le engañaban: las tres mujeres que encontró en aquella sala eran de carne y hueso.
Aprovechando los empujoncitos que le daba Sandra-Rachel, la bruja hizo que su capa se echase hacia atrás y su chaqueta y su camisa se abrieran ligeramente por el escote. Si algo había aprendido durante sus correrías en Beltrexus era lo rápido que se olvidaban los guardias del deber y el honor a la vista de un buen canalillo. Con las manos levantadas y las palmas a la vista, dio unos pasos al frente, hasta quedar completamente iluminada por el farolillo del guardia.
—No nos haga daño, p-por favor —dijo abriendo mucho los ojos y con la vocecilla más inocente de su repertorio—. Sólo buscábamos un sitio donde dormir. Hace frío en la calle y… no es seguro para tres chicas solas como nosotras. —Bajó la vista mientras decía esto último e hizo que su voz sonase temblorosa, como si estuviera a punto de echarse a llorar.
—Pero qué… ¿Cómo diablos habéis llegado hasta aquí? —preguntó el guardia desconcertado, pero sin bajar el arma todavía.
—Por la p-puerta, señor —se apresuró a responder Valeria para no dar tiempo a sus compañeras a hacerlo antes y estropearle el numerito—; estaba abierta cuando entramos.
Esperaba que aquello se ajustara lo suficiente a la verdad para que las dos bocazas que venían con ella no sintieran la necesidad de añadir nada más. Si el hombre se tragaba su historia, quizá bajase la guardia el tiempo suficiente para incapacitarlo, incluso sin la ayuda de las otras. De lo contrario, no necesitaba ni bajar las manos para hacer que uno de sus cuchillos se le clavase en un ojo. Pero prefería evitar chapuzas sangrientas, si era posible. Sobre todo, si había otros guardas que pudieran ser atraídos por los gritos.
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OFF: Reike usa su habilidad racial de Telequinesis para mostrar escote y su habilidad de nivel 0 Carisma para acaparar la atención del guardia.
Tiro runa para determinar si el tipo se traga el cuento:
Runa buena: se lo traga y trata de aprovecharse de las pobres indigentes, bajando la guardia en el proceso.
Runa media: se lo traga, pero es un hombre comprometido con su trabajo y se empeña en escoltarlas hasta la salida.
Runa mala: no se lo traga; habrá que sacar las uñas.
Reike
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Re: [Libre] Luz de luna
El miembro 'Reike' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [Libre] Luz de luna
Me decepcionó mucho que la libretita no sirviese para dibujar soles, sería muy útil para cuando hace frío. Podría hacer como... No sé, cinco mil de esos y estaría calentita tooooda la noche. Pero bueno, no había mucho tiempo para lamentarse. Al parecer me había equivocado con el nombre de la peliazul.
- Oh, lo siento, entendí mal el nombre señorita Rains Sandra Rains Rachel Roche Rachel. -Tras pronunciarlo en voz alta me asaltó una gran duda. -¿Cuántos padres tienes? A ver... -Me puse a contar. -Si es uno por nombre debes de tener como unos... diecisiete. Vaya, qué suerte...
Primero una mujer con modales de puerta, y ahora una con diecisiete padres. Mi día comenzaba a mejorar por momentos. Aunque por supuesto el guardia me había fastidiado un poco. Qué inoportuno, tenía tantas preguntas que hacer... Pero bueno, lamentarse en aquel momento no tenía ningún sentido, debía hacer algo. O eso estaba pensando cuando Miss Bisagra, o Amelia como se hacía llamar se me adelantó.
Parecía intentar convencer al guardia, pero sin mucho éxito.
-Claro que la puerta estaba abierta cuando entramos, todas lo están, si no, no puedes entrar... -Comenzaba a pensar que aquella muchacha tenía algún tipo de limitación mental, tal vez por su ascendencia.
Como aquel hombre seguía enarbolando su pincho por allí, decidí intervenir.
- Ya veo lo que pasa aquí, usted señor, es un auténtico y deplorable racista.
El guardia se sorprendió un poco, olvidando por un segundo el arma que llevaba en las manos.
- Sí, sí, no se haga el estúpido. Sabe de sobra que los vampiros no pueden venir a la biblioteca de día, y aún así mantiene que debemos estar haciendo algo malo si estamos aquí de noche. -Me acerqué a él y le di un toque en el pecho con el dedo índice. -Pues sepa usted que solo hemos venido a leer, y si tienen el edificio cerrado a estas horas es porque no quieren que entren vampiros y eso es sumamente racista. Exijo ver al gerente de este lugar. Ahora mismo.
El hombre no era capaz de salir de su asombro. Una elfa diminuta estaba echándole en cara cerrar la biblioteca para evitar que los vampiros tuvieran acceso a la cultura popular. ¿Pero acaso no estaba teniendo razón? Nunca había visto a un vampiro por allí a altas horas de la noche. Aunque tampoco había visto un pequeño grupo tan peculiar como el que tenía delante de sus narices en aquel momento.
- Esto... Yo... -Pensativo, tomó finalmente una decisión. -¿Qué me dicen si las acompaño? No parece que tengan intenciones extrañas más allá de echar un vistazo a algún libro en concreto y no tengo nada mejor que hacer esta noche.
- Así me gusta Greg, es una buena decisión. -Sonrío al guardia y me subo a sus hombros.
- ¿Pero qué? -Suspira y me sujeta los pies mientras me apoyo sobre su yelmo.
- Vamos, vamos, no tenemos toda la noche, ¡con tu ayuda podré llegarle por fin a los libros más altos! -Me giro hacia mis compañeras. -¿Veis? Os dije que tendríamos luz. Buen trabajo Greg.
-Oye... No me llamo... -Finalmente se rinde a la locura de su alrededor. Todas las noches lo único que hacía era pasear de un lado a otro, rodeado de oscuridad y sin nadie con quien hablar o nada más que hacer. Aquel cambio, aunque extraño, de alguna forma era agradable. Tan solo esperaba no haber cometido una insensatez al acompañar a aquellas extrañas por la biblioteca. No parecían extremadamente armadas, salvo por el arco de la elfa que tenía encima. Si intentaban algo raro, las arrestaría sin mayor dificultad.
- Oh, lo siento, entendí mal el nombre señorita Rains Sandra Rains Rachel Roche Rachel. -Tras pronunciarlo en voz alta me asaltó una gran duda. -¿Cuántos padres tienes? A ver... -Me puse a contar. -Si es uno por nombre debes de tener como unos... diecisiete. Vaya, qué suerte...
Primero una mujer con modales de puerta, y ahora una con diecisiete padres. Mi día comenzaba a mejorar por momentos. Aunque por supuesto el guardia me había fastidiado un poco. Qué inoportuno, tenía tantas preguntas que hacer... Pero bueno, lamentarse en aquel momento no tenía ningún sentido, debía hacer algo. O eso estaba pensando cuando Miss Bisagra, o Amelia como se hacía llamar se me adelantó.
Parecía intentar convencer al guardia, pero sin mucho éxito.
-Claro que la puerta estaba abierta cuando entramos, todas lo están, si no, no puedes entrar... -Comenzaba a pensar que aquella muchacha tenía algún tipo de limitación mental, tal vez por su ascendencia.
Como aquel hombre seguía enarbolando su pincho por allí, decidí intervenir.
- Ya veo lo que pasa aquí, usted señor, es un auténtico y deplorable racista.
El guardia se sorprendió un poco, olvidando por un segundo el arma que llevaba en las manos.
- Sí, sí, no se haga el estúpido. Sabe de sobra que los vampiros no pueden venir a la biblioteca de día, y aún así mantiene que debemos estar haciendo algo malo si estamos aquí de noche. -Me acerqué a él y le di un toque en el pecho con el dedo índice. -Pues sepa usted que solo hemos venido a leer, y si tienen el edificio cerrado a estas horas es porque no quieren que entren vampiros y eso es sumamente racista. Exijo ver al gerente de este lugar. Ahora mismo.
El hombre no era capaz de salir de su asombro. Una elfa diminuta estaba echándole en cara cerrar la biblioteca para evitar que los vampiros tuvieran acceso a la cultura popular. ¿Pero acaso no estaba teniendo razón? Nunca había visto a un vampiro por allí a altas horas de la noche. Aunque tampoco había visto un pequeño grupo tan peculiar como el que tenía delante de sus narices en aquel momento.
- Esto... Yo... -Pensativo, tomó finalmente una decisión. -¿Qué me dicen si las acompaño? No parece que tengan intenciones extrañas más allá de echar un vistazo a algún libro en concreto y no tengo nada mejor que hacer esta noche.
- Así me gusta Greg, es una buena decisión. -Sonrío al guardia y me subo a sus hombros.
- ¿Pero qué? -Suspira y me sujeta los pies mientras me apoyo sobre su yelmo.
- Vamos, vamos, no tenemos toda la noche, ¡con tu ayuda podré llegarle por fin a los libros más altos! -Me giro hacia mis compañeras. -¿Veis? Os dije que tendríamos luz. Buen trabajo Greg.
-Oye... No me llamo... -Finalmente se rinde a la locura de su alrededor. Todas las noches lo único que hacía era pasear de un lado a otro, rodeado de oscuridad y sin nadie con quien hablar o nada más que hacer. Aquel cambio, aunque extraño, de alguna forma era agradable. Tan solo esperaba no haber cometido una insensatez al acompañar a aquellas extrañas por la biblioteca. No parecían extremadamente armadas, salvo por el arco de la elfa que tenía encima. Si intentaban algo raro, las arrestaría sin mayor dificultad.
Irinnil Fawkes
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Re: [Libre] Luz de luna
Me atreví a salir de detrás de los ropajes de Amelia cuando ésta comenzó a dialogar con el guardia. ¡Ay! Los guardias eran generalmente muy malos y siempre querían hacernos daño. Su mensaje era totalmente creíble. Lo que no entendí muy bien fue el gesto de estirar la chaqueta hacia atrás y mostrar el esternón. – Señorita Amelia, ¿qué hace? ¡Su hueso no aguantará el impacto de esa espada! – Susurré nerviosa y asustada, mirando el arma que traía enfundada el guardia. Era muy peligroso mostrar las debilidades corporales en combate. ¡Para eso estaban las armaduras!
Aún así, su estrategia se basaba en el victimismo. El guardia miró hacia mí y asentí con la cabeza reiteradas veces, mostrando los dientes, dando validez al discurso de la chica. No era exactamente lo que habíamos venido a hacer, pero en una misión secreta, a veces había que guardar los secretos. – ¡Sí, sí, señor Guardia número novecientos cuarenta y tres! Estaba abierta. De lo contrario, no habríamos podido entrar. – complementé a Amelia con una sonrisa. Era una cuestión de lógica que, pese a ser humano, esperaba que comprendiera.
En cualquier caso, el guardia no pareció creerse la coartada de Amelia y yo retrocedí unos pasitos hacia atrás, llevándome las manos a la cara, horrorizada.
Por fortuna, Jirin Irin Jeannie Fawskie reaccionó rauda. Y le declaró a… ¿Greg? ¿Se llamaba así? Bugh. Que nombre más feo. Bueno, eso, a Greg, que cerrar la biblioteca por las noches era racista. ¡Aquello era estúpido! – ¡Eso es populista, Jirin Irin Jeannie Fawskie! Las bibliotecas no son subacuáticas y eso también excluye a los hombres bestia de especie pez. ¿Por qué nadie se preocupa nunca por los hombres sardina? ¡Seguro que Amelia se acordaba de ellos! – Pregunté cruzándome de brazos, ciertamente indignada con el desprecio de mi compañera hacia estas criaturitas. ¿Cómo pudo olvidarlas?
Volví mi vista al humano y lo noté un poco descolocado. Pero fuera como fuera, parecía dispuesto a acompañarnos. - ¡Ay, sí! ¡Qué bien! - Mostré mi alegría con un chillido y dando palmitas. Siempre era bueno tener un guardia con nosotros. – Pues venid conmigo. Tengo la ubicación donde se encuentra un libro muy interesante. – NIA, como toda inteligencia biocibernética, contaba con un sistema de posicionamiento que le permitía enviarme las coordenadas de nuestra ubicación, así como del destino, que no era otro que los baños.
Comencé a liderar el camino y, entonces, llegó la gran ocurrencia de NIA. “Rachel. Nuestra misión es conseguir un ejemplar robado de esta biblioteca. No nos conviene tener a ese guardia con nosotros. Tenemos que deshacernos de él. Activaré el Error Funcional No. 34.”. ¡Oh, no! Quizás la inteligencia tuviera razón. Realizar una actividad ilegal junto a un guardia no era algo que resultara muy útil. Pero… ¿Efectuar el Error Funcional No. 34?
-Denegado. Hay poco espacio. ¿No es demasiado arriesgado? Además... No me gusta el Error Funcional No. 34. – pregunté en voz alta. “Estamos a pocos metros de los baños. Se deben tomar medidas para paliar el problema”. Me llevé la mano al lóbulo derecho e incliné la cabeza hacia un lado. No estábamos demasiado lejos de los baños. – Está bien, está bien. Localiza todas las ubicaciones disponibles para efectuar el fallo. – Pedí. “Orden recibida. Te estoy enviando las ubicaciones disponibles”.
-¿Hablas sola? ¡Estás como una regadera!– preguntó Greg. ¿Cómo una regadera? Se me vino una imagen… Rara a la cabeza.
-No le entiendo, señor Greg, ¿cómo una regadera? ¿Tengo agua en la cabeza? – Pregunté dubitativa, girando la cabeza, sin dejar de caminar, estábamos llegando al sitio. – ¡Oh! Aquí es.
Tenía delante una enorme estantería. De hasta cinco pisos de altura. El objetivo que se marcaba en rojo en mi visión era el del tercer piso. Miré hacia él. Y lo señalé.
-¿Quiere que se lo coja yo? – preguntó amablemente Greg.
-¡Oh, no, no! No será necesario, señor Greg. Tengo un programa multifuncional. Me apaño sola. – Le dije al amable hombre con una sonrisa. Pobrecillo. No se merecía lo que estaba a punto de pasarle.
Me aupé a una pequeña plataforma lateral y tomé el libro. “Activando Error Funcional No. 34.” La frase de NIA confirmaba lo evidente y, de pronto, comencé a sentir mareos en la cabeza. ¡Cómo odiaba el Error Funcional No. 34. - ¡Uy, qué mareo! Me... Me caigo. - informé.
Y, como tal, me sujeté a la estantería y por mi peso tiré de ella. Dilapidando al guardia, a mí misma, y quizás a nuestras acompañantes si no se habían apartado, bajo la misma. Por supuesto yo no me hice daño. Aquella estantería sólo pesaba tres veces más que yo.
Con lo que no contaba era con que, estantería tras estantería, caerían por efecto dominó una tras otra, causando un gran estruendo que sin duda alertaría a todos cuantos se encontrasen en la biblioteca. Si bien los edificios públicos sólo solían estar custodiados por un guardia, o eso esperaba.
Tomé el farolillo del guardia inconsciente y repté hasta la salida, cuando pude ver todo lo que había sucedido, me llevé las manos a la boca.
-¡Santo cielo, NIA! Te dije que había poco espacio… - reproché a NIA conforme estantería tras estantería iban cayendo una detrás de otra. ¡Ah! ¿Ahora no dices nada, eh, maldita? Bueno, al menos nuestro sujeto estaba inconsciente y nadie vería el destrozo hasta el día siguiente. – Estimo unas cincuenta y un horas para recoger todo. – Luego me preocupé por el estado de salud de mis acompañantes. - ¿Estáis bien chicas? Perdonad, he sufrido un ligero mareo... De verdad, ¿eh? – Dije levantándome con una sonrisa simulada con mi pésima interpretación, mostrando los dientes, pero que esperaba creyeran. Luego miré al frente. Al menos, la entrada a los ansiados baños estaba justo delante de nosotras.
Aún así, su estrategia se basaba en el victimismo. El guardia miró hacia mí y asentí con la cabeza reiteradas veces, mostrando los dientes, dando validez al discurso de la chica. No era exactamente lo que habíamos venido a hacer, pero en una misión secreta, a veces había que guardar los secretos. – ¡Sí, sí, señor Guardia número novecientos cuarenta y tres! Estaba abierta. De lo contrario, no habríamos podido entrar. – complementé a Amelia con una sonrisa. Era una cuestión de lógica que, pese a ser humano, esperaba que comprendiera.
En cualquier caso, el guardia no pareció creerse la coartada de Amelia y yo retrocedí unos pasitos hacia atrás, llevándome las manos a la cara, horrorizada.
Por fortuna, Jirin Irin Jeannie Fawskie reaccionó rauda. Y le declaró a… ¿Greg? ¿Se llamaba así? Bugh. Que nombre más feo. Bueno, eso, a Greg, que cerrar la biblioteca por las noches era racista. ¡Aquello era estúpido! – ¡Eso es populista, Jirin Irin Jeannie Fawskie! Las bibliotecas no son subacuáticas y eso también excluye a los hombres bestia de especie pez. ¿Por qué nadie se preocupa nunca por los hombres sardina? ¡Seguro que Amelia se acordaba de ellos! – Pregunté cruzándome de brazos, ciertamente indignada con el desprecio de mi compañera hacia estas criaturitas. ¿Cómo pudo olvidarlas?
Volví mi vista al humano y lo noté un poco descolocado. Pero fuera como fuera, parecía dispuesto a acompañarnos. - ¡Ay, sí! ¡Qué bien! - Mostré mi alegría con un chillido y dando palmitas. Siempre era bueno tener un guardia con nosotros. – Pues venid conmigo. Tengo la ubicación donde se encuentra un libro muy interesante. – NIA, como toda inteligencia biocibernética, contaba con un sistema de posicionamiento que le permitía enviarme las coordenadas de nuestra ubicación, así como del destino, que no era otro que los baños.
Comencé a liderar el camino y, entonces, llegó la gran ocurrencia de NIA. “Rachel. Nuestra misión es conseguir un ejemplar robado de esta biblioteca. No nos conviene tener a ese guardia con nosotros. Tenemos que deshacernos de él. Activaré el Error Funcional No. 34.”. ¡Oh, no! Quizás la inteligencia tuviera razón. Realizar una actividad ilegal junto a un guardia no era algo que resultara muy útil. Pero… ¿Efectuar el Error Funcional No. 34?
-Denegado. Hay poco espacio. ¿No es demasiado arriesgado? Además... No me gusta el Error Funcional No. 34. – pregunté en voz alta. “Estamos a pocos metros de los baños. Se deben tomar medidas para paliar el problema”. Me llevé la mano al lóbulo derecho e incliné la cabeza hacia un lado. No estábamos demasiado lejos de los baños. – Está bien, está bien. Localiza todas las ubicaciones disponibles para efectuar el fallo. – Pedí. “Orden recibida. Te estoy enviando las ubicaciones disponibles”.
-¿Hablas sola? ¡Estás como una regadera!– preguntó Greg. ¿Cómo una regadera? Se me vino una imagen… Rara a la cabeza.
-No le entiendo, señor Greg, ¿cómo una regadera? ¿Tengo agua en la cabeza? – Pregunté dubitativa, girando la cabeza, sin dejar de caminar, estábamos llegando al sitio. – ¡Oh! Aquí es.
Tenía delante una enorme estantería. De hasta cinco pisos de altura. El objetivo que se marcaba en rojo en mi visión era el del tercer piso. Miré hacia él. Y lo señalé.
-¿Quiere que se lo coja yo? – preguntó amablemente Greg.
-¡Oh, no, no! No será necesario, señor Greg. Tengo un programa multifuncional. Me apaño sola. – Le dije al amable hombre con una sonrisa. Pobrecillo. No se merecía lo que estaba a punto de pasarle.
Me aupé a una pequeña plataforma lateral y tomé el libro. “Activando Error Funcional No. 34.” La frase de NIA confirmaba lo evidente y, de pronto, comencé a sentir mareos en la cabeza. ¡Cómo odiaba el Error Funcional No. 34. - ¡Uy, qué mareo! Me... Me caigo. - informé.
Y, como tal, me sujeté a la estantería y por mi peso tiré de ella. Dilapidando al guardia, a mí misma, y quizás a nuestras acompañantes si no se habían apartado, bajo la misma. Por supuesto yo no me hice daño. Aquella estantería sólo pesaba tres veces más que yo.
Con lo que no contaba era con que, estantería tras estantería, caerían por efecto dominó una tras otra, causando un gran estruendo que sin duda alertaría a todos cuantos se encontrasen en la biblioteca. Si bien los edificios públicos sólo solían estar custodiados por un guardia, o eso esperaba.
Tomé el farolillo del guardia inconsciente y repté hasta la salida, cuando pude ver todo lo que había sucedido, me llevé las manos a la boca.
-¡Santo cielo, NIA! Te dije que había poco espacio… - reproché a NIA conforme estantería tras estantería iban cayendo una detrás de otra. ¡Ah! ¿Ahora no dices nada, eh, maldita? Bueno, al menos nuestro sujeto estaba inconsciente y nadie vería el destrozo hasta el día siguiente. – Estimo unas cincuenta y un horas para recoger todo. – Luego me preocupé por el estado de salud de mis acompañantes. - ¿Estáis bien chicas? Perdonad, he sufrido un ligero mareo... De verdad, ¿eh? – Dije levantándome con una sonrisa simulada con mi pésima interpretación, mostrando los dientes, pero que esperaba creyeran. Luego miré al frente. Al menos, la entrada a los ansiados baños estaba justo delante de nosotras.
Rachel Roche
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Re: [Libre] Luz de luna
Ni su historia ni su escote parecían tener ningún efecto sobre el gigante. Teniendo en cuenta de qué material solían nutrirse las guardias urbanas, ya era mala suerte haber ido a toparse con el único perspicaz. ¿Era posible que las noches pasadas entre libros le hubieran resultado útiles? ¿O tendría algo que ver con la insistencia de sus compañeras en la imposibilidad de atravesar una puerta cerrada? Nunca lo sabría.
Cuando ya estaba a punto de sacar los cuchillos, la tal Irin-algo se arrancó en una serie de acusaciones que, sorprendentemente, hicieron retroceder al guardia. La bruja se quedó sin habla. «Vencida por una orejas picudas enana y con retraso mental. ¿Qué tal te sienta eso, Val, querida?» . No podía negar que se sentía algo ofendida pero, a fin de cuentas, lo importante era que, al menos por el momento, habían salido de aquella. Ya pensarían la forma de deshacerse del humano.
—Tienes toda la razón, Rachel a secas —dijo distraídamente mientras volvía a abotonarse la camisa con cierta resignación—, alguien debería empezar a pensar en la educación de los hombres sardina.
En un momento, todo estaba decidido: el guardia las escoltaría amablemente por la biblioteca. Muy apropiado todo y, a esas alturas, la bruja ya estaba decidida a dejar de sorprenderse por lo onírico de aquella aventura.
—Y, ¿de qué clase de libro estamos hablando? —preguntó al ritmo que aceleraba el paso para acompasarlo con el de la biocibernética. Ni siquiera tuvo que fingir interés ya que, de hecho, estaba realmente interesada en averiguar todo lo posible sobre aquel ejemplar.
La tal Sandra o, probablemente, Rachel parecía tener claro a dónde iban y los guiaba por el lugar como si lo conociera de toda la vida. La elfa, por otro lado, parecía disfrutar de su posición elevada. Valeria no podía mirarla sin sentir una leve punzada en su orgullo. Por un momento, hasta llegó a plantearse coquetear con el humano para intentar ganarle la siguiente mano a la canija. «¡Qué tonterías se te ocurren, Valeria! Que ya no tenemos quince años...» . Se alarmó ligeramente al darse cuenta de que empezaba a discutir consigo misma. «Genial, ya sólo me falta hacerlo en voz alta y seremos todas compañeras de asilo» , pensó sin demasiada alegría.
Justo en ese momento, como para ejemplificar los temores de la bruja, la biocibernética parecía mantener otra discusión con su “inteligencia artificial”, momento que el guardia aprovechó para mostrar sus pocas luces. «En serio, ¿cómo es posible que no se tragara mi historia?».
—Es una expresión de la gente de por aquí —le explicó a Rachel-Sandra—. Lo que quiere decir es que le resulta peculiar. No me preguntes qué tiene eso que ver eso con las regaderas — añadió encogiéndose de hombros, dando por zanjada la cuestión.
Por fin, llegaron al sitio y Valeria se mantuvo en guardia, preparada para lo que quiera que fuese el “Error Funcional número 34”. Por alguna razón, se había imaginado una nube de vapor saliendo de las orejas de la biocibernética, pero, en su lugar, se vio obligada a saltar hacia un lado cuando una enorme estantería se le vino encima.
Se salvó por los pelos de morir aplastada y se quedó paralizada y con la boca abierta cuando vio la reacción en cadena que se produjo. Si a la bruja le había parecido chapucera la idea de dejar a un guardia apuñalado tirado en el sótano, aquello se salía por completo de la escala. Aunque había que reconocer que cualquier guardia que pudiera haber sido alertado por el estruendo tendría dificultades para echarles el guante si debía sortear la montaña de libros y estanterías.
—Divinamente —contestó en un tono tan poco convincente como las excusas de la biocibernética. Luego siguió la dirección de su mirada hasta dar con lo que parecía haber sido un pasaje oculto. «Esto, cada vez, se pone más interesante. Veamos a dónde se dirige».
Sin mostrar demasiada preocupación por la elfa y el humano, se acercó a aquella salida y fue recibida con una bocanada de vapor. Entonces recordó que los baños estaban justo al lado de la biblioteca. Estaba claro que los dioses tenían formas extrañas de guiar a los mortales.
Cuando ya estaba a punto de sacar los cuchillos, la tal Irin-algo se arrancó en una serie de acusaciones que, sorprendentemente, hicieron retroceder al guardia. La bruja se quedó sin habla. «Vencida por una orejas picudas enana y con retraso mental. ¿Qué tal te sienta eso, Val, querida?» . No podía negar que se sentía algo ofendida pero, a fin de cuentas, lo importante era que, al menos por el momento, habían salido de aquella. Ya pensarían la forma de deshacerse del humano.
—Tienes toda la razón, Rachel a secas —dijo distraídamente mientras volvía a abotonarse la camisa con cierta resignación—, alguien debería empezar a pensar en la educación de los hombres sardina.
En un momento, todo estaba decidido: el guardia las escoltaría amablemente por la biblioteca. Muy apropiado todo y, a esas alturas, la bruja ya estaba decidida a dejar de sorprenderse por lo onírico de aquella aventura.
—Y, ¿de qué clase de libro estamos hablando? —preguntó al ritmo que aceleraba el paso para acompasarlo con el de la biocibernética. Ni siquiera tuvo que fingir interés ya que, de hecho, estaba realmente interesada en averiguar todo lo posible sobre aquel ejemplar.
La tal Sandra o, probablemente, Rachel parecía tener claro a dónde iban y los guiaba por el lugar como si lo conociera de toda la vida. La elfa, por otro lado, parecía disfrutar de su posición elevada. Valeria no podía mirarla sin sentir una leve punzada en su orgullo. Por un momento, hasta llegó a plantearse coquetear con el humano para intentar ganarle la siguiente mano a la canija. «¡Qué tonterías se te ocurren, Valeria! Que ya no tenemos quince años...» . Se alarmó ligeramente al darse cuenta de que empezaba a discutir consigo misma. «Genial, ya sólo me falta hacerlo en voz alta y seremos todas compañeras de asilo» , pensó sin demasiada alegría.
Justo en ese momento, como para ejemplificar los temores de la bruja, la biocibernética parecía mantener otra discusión con su “inteligencia artificial”, momento que el guardia aprovechó para mostrar sus pocas luces. «En serio, ¿cómo es posible que no se tragara mi historia?».
—Es una expresión de la gente de por aquí —le explicó a Rachel-Sandra—. Lo que quiere decir es que le resulta peculiar. No me preguntes qué tiene eso que ver eso con las regaderas — añadió encogiéndose de hombros, dando por zanjada la cuestión.
Por fin, llegaron al sitio y Valeria se mantuvo en guardia, preparada para lo que quiera que fuese el “Error Funcional número 34”. Por alguna razón, se había imaginado una nube de vapor saliendo de las orejas de la biocibernética, pero, en su lugar, se vio obligada a saltar hacia un lado cuando una enorme estantería se le vino encima.
Se salvó por los pelos de morir aplastada y se quedó paralizada y con la boca abierta cuando vio la reacción en cadena que se produjo. Si a la bruja le había parecido chapucera la idea de dejar a un guardia apuñalado tirado en el sótano, aquello se salía por completo de la escala. Aunque había que reconocer que cualquier guardia que pudiera haber sido alertado por el estruendo tendría dificultades para echarles el guante si debía sortear la montaña de libros y estanterías.
—Divinamente —contestó en un tono tan poco convincente como las excusas de la biocibernética. Luego siguió la dirección de su mirada hasta dar con lo que parecía haber sido un pasaje oculto. «Esto, cada vez, se pone más interesante. Veamos a dónde se dirige».
Sin mostrar demasiada preocupación por la elfa y el humano, se acercó a aquella salida y fue recibida con una bocanada de vapor. Entonces recordó que los baños estaban justo al lado de la biblioteca. Estaba claro que los dioses tenían formas extrañas de guiar a los mortales.
- OFF:
- Teniendo en cuenta que Reike aún está intentando clarificar la relación entre Rachel, el libro y su objetivo inicial de la noche, lo voy a dejar aquí. En el próximo turno, procuraré poner algo más de mi parte.
Reike
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Re: [Libre] Luz de luna
El paseo en Greg era definitivamente lo mejor de la velada. Era como aquellos caballeros de Lunargenta sobre sus corceles. Pero no duró mucho, Rains Sandra Rains Rachel Roche Rachel mientras subía a la estantería para tomar uno de los libros, consiguió tirarla sobre mi adorada montura. Apenas tuve tiempo para saltar antes de morir aplastada por una montaña de conocimiento.
- ... Era una buena yegua.
Recogí mi carcaj con las flechas que se habían desperdigado mientras todas las estanterías seguían cayendo una tras otra. Creo que algún bibliotecario tendría mucho trabajo al día siguiente. Aproveché para guardarme algunos libros dentro del carcaj. No podía leerlos, pero sí podría intercambiarlos por galletas en el futuro. Cualquier cosa puede ser dinero si la desprecias lo suficiente.
Mi arco estaba caído a unos metros, así que estiré la mano y dejé que viniera volando él sólo. Eso sí es amor, que vengan volando hacia ti cuando estiras una mano. Lo colgué de nuevo a mi espalda mientras mis compañeras se entretenían con una habitación oculta.
Salía vapor de dentro, no tenía muchas ganas de entrar en un lugar caluroso, pero la verdad es que me corroía la curiosidad. Entré de un salto, adelantándome a las demás. No podía predecir los actos de aquellas dos locas, así que preferí ir delante para evitar que me cayese un meteorito encima o algo por el estilo.
Parecían ser unos baños, pero baños como nunca los había visto, no entendía de dónde salía tanto vapor, seguramente bajo el suelo hubiera alguna fuente de calor. O tal vez estuvieran movidos por runas, como las del monstruo del Norte o algo así.
Los hombres desnudos que había dentro no eran lo más atractivo que había visto recientemente, de hecho había preferido ver desnudo a Greg... Lo cual me recordó algo y me giré hacia mis compañeras.
- ¿Creeis que Greg realmente estaba resguardando esta puerta? -Me di toquecitos en el labio inferior, pensativa. -Tal vez formase parte de un culto de nudistas secreto.
Sea como fuere, en aquellos momentos tenía cosas más importantes por las que preocuparme. Aquellos hombres no parecían estar allí divirtiéndose precisamente. Comenzaron a sacar cuchillos de... Bueno... Mejor no saberlo ni preguntar al respecto.
Nos rodearon amenazadoramente para, tras completar el círculo intimidatorio, dejar paso a un hombre todavía más grande y feo que los demás.
- ¿Qué trae a estas lindas mujeres a mis dominios? -Dijo con voz más sarcástica de lo que estaba acostumbrada a escuchar.
- Crear puertas mágicas, tirar estanterías sobre Greg, robar libros, matar humanos desnudos... Reirme de vuestros genitales, hacer bromas con los taparrabos que llevais, insultar, patear y probablemente escupir sobre vuestros cadáveres. -Miré a mis mejores amigas del mundo. -¡Oh, sí! Y comprar galletas para unos fantasmas.
Las caras de los hombretones pasaron de incredulidad a enfado en tan solo un segundo. Parecía que las cosas se iban a poner feas en muy poco tiempo. Tal vez no deberían dejarme hablar a mi primero de ahora en adelante...
- ... Era una buena yegua.
Recogí mi carcaj con las flechas que se habían desperdigado mientras todas las estanterías seguían cayendo una tras otra. Creo que algún bibliotecario tendría mucho trabajo al día siguiente. Aproveché para guardarme algunos libros dentro del carcaj. No podía leerlos, pero sí podría intercambiarlos por galletas en el futuro. Cualquier cosa puede ser dinero si la desprecias lo suficiente.
Mi arco estaba caído a unos metros, así que estiré la mano y dejé que viniera volando él sólo. Eso sí es amor, que vengan volando hacia ti cuando estiras una mano. Lo colgué de nuevo a mi espalda mientras mis compañeras se entretenían con una habitación oculta.
Salía vapor de dentro, no tenía muchas ganas de entrar en un lugar caluroso, pero la verdad es que me corroía la curiosidad. Entré de un salto, adelantándome a las demás. No podía predecir los actos de aquellas dos locas, así que preferí ir delante para evitar que me cayese un meteorito encima o algo por el estilo.
Parecían ser unos baños, pero baños como nunca los había visto, no entendía de dónde salía tanto vapor, seguramente bajo el suelo hubiera alguna fuente de calor. O tal vez estuvieran movidos por runas, como las del monstruo del Norte o algo así.
Los hombres desnudos que había dentro no eran lo más atractivo que había visto recientemente, de hecho había preferido ver desnudo a Greg... Lo cual me recordó algo y me giré hacia mis compañeras.
- ¿Creeis que Greg realmente estaba resguardando esta puerta? -Me di toquecitos en el labio inferior, pensativa. -Tal vez formase parte de un culto de nudistas secreto.
Sea como fuere, en aquellos momentos tenía cosas más importantes por las que preocuparme. Aquellos hombres no parecían estar allí divirtiéndose precisamente. Comenzaron a sacar cuchillos de... Bueno... Mejor no saberlo ni preguntar al respecto.
Nos rodearon amenazadoramente para, tras completar el círculo intimidatorio, dejar paso a un hombre todavía más grande y feo que los demás.
- ¿Qué trae a estas lindas mujeres a mis dominios? -Dijo con voz más sarcástica de lo que estaba acostumbrada a escuchar.
- Crear puertas mágicas, tirar estanterías sobre Greg, robar libros, matar humanos desnudos... Reirme de vuestros genitales, hacer bromas con los taparrabos que llevais, insultar, patear y probablemente escupir sobre vuestros cadáveres. -Miré a mis mejores amigas del mundo. -¡Oh, sí! Y comprar galletas para unos fantasmas.
Las caras de los hombretones pasaron de incredulidad a enfado en tan solo un segundo. Parecía que las cosas se iban a poner feas en muy poco tiempo. Tal vez no deberían dejarme hablar a mi primero de ahora en adelante...
Irinnil Fawkes
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Re: [Libre] Luz de luna
Me alegraba que las chicas no hubiesen sufrido daños por mi aparatosa caída. Aún desde el suelo observé su paso mientras asentía con la cabeza y mantenía una sonrisa con la que intentaba parecer simpática. ¿Por qué me daba la impresión de que no estaban de acuerdo con la manera en la que me había desecho del guardia Greg? ¿Quizás por la montaña de libros que había caído? Lo mismo daba. Me levanté y me quité un poco el polvo y las perseguí.
Ellas ya estaban a la puerta de los baños. NIA analizó los tipos que había dentro. ¡Oh! ¿Unos baños públicos en medio de una biblioteca? ¿Qué tan probable era aquello? - No lo creo, Jirin Irin Jeannie Fawksie. Este no es un lugar apropiado para montar un club de nudistas. Los lupanares suelen ser opciones más adecuadas para dicho propósito. – opiné para nada en voz baja.
Pero en nuestro diálogo, nos parecieron escuchar. Y nos rodearon. Estaban todos únicamente cubiertos por una toalla que hacía de taparrabos provisional. “Detecto peligro. Activando sistema de alerta, Rachel.”. Los miré con miedo. Comenzaron a rodearnos. Mi vista se comenzó a llenar de cuadrados de color rojo, amarillo y verde, de más a menos nivel de peligrosidad de los objetivos.
-¿Alguna entiende el propósito de esos cuchillos? – pregunté inclinándome un poco hacia Amelia, delante de mí. – Por más que miro, no veo ningún asado al que parece que nos vayan a invitar.
Mis algoritmos emocionales no concebían la violencia gratuita. Los de NIA, sí, a tener por los sistemas de defensa que empezaban a activarse en mi cuerpo. Vale, quizás esas sonrisas irónicas que mostraban no parecían presagiar nada bueno. Tragué saliva algo nerviosa.
-Técnicamente, no son sus dominios, señor. – corregí al amable y sonriente señor con una sonrisa. - Las bibliotecas son un bien público que la corona real pone al servicio de sus ciudadanos. Y a donde se viene a leer. O a por libros. - El tipo puso una mirada de extrañeza. Pero aún más cara de rareza pusieron cuando Jirin Irin Jeannie Fawksie dijo que había ido a un sinfín de cosas que estaban lejos de mi objetivo real. Desde atrás del grupo, la miré. Con el ceño fruncido. - Espera. ¡Yo no he venido a nada de eso que dices! – Protesté. Luego miré al suelo, con el ceño fruncido. Di unos pasitos al centro, los tipos se nos acercaban. Volví a mirarla. - ¡Y también hay sitios más apropiados para comprar galletas!
Un tipo me atacó entonces con su cuchillo por la espalda. “Asumiendo el control del biocibernético”. - ¡NIA! ¡No, espera! ¡Puedo hacerlo yo! – grité, estirando los brazos para resistirme. Pero NIA ya había asumido al control.
Mis ojos entraron en trance para cambiar su habitual tono azul por uno rojo. La mirada era seria e inexpresiva. La misma que tenía con los músculos de la cara en reposo, destensados. NIA cuando asumía el control, no reflejaba emociones, sólo daba golpes.
Al primero le hundió la nariz hacia dentro de un puñetazo. El segundo pareció pensarse mejor lo de acercarse a NIA. Daba igual. Fue ella la que se acercó, lo tomó por el cuello y lo subió empotrándolo contra una pared.
-Humano con número de identificación 58.218. Declara la ubicación del libro “Magia milenaria. Doce siglos de hechicería arcana al servicio de Aerandir.” – relató. ¡Desvelando todo el secreto de nuestra misión secreta que tanto me había contestado mantener! Se supone que habíamos venido a hacer un intercambio. Pero NIA siempre solía optar por las opciones más violentas.
-P-Por allí. ¡Por allí! – dijo el hombre señalando el suelo. Estaba en el agua de las termas. ¿Se habría perdido?
NIA lo liberó, dejándolo caer al suelo. El hombre huyó. Y ella se dirigió con su poco humor a por el libro con su andar estándar moviendo los tomos y cara de no haberle sentado bien la comida. ¡Pobre del que se cruzase en su camino! ¡Sólo esperaba no terminar en la cárcel otra vez por su culpa! A poco que Amelia y la elfa hubiesen hecho algo, seguro que conseguíamos que los tipos desaparecieran.
Off 1: Uso habilidad Doppleganger. NIA asume el control del cuerpo.
Off 2: Reike, como tú también ibas a por el libro, tiro una runa, en el caso de que quieras ver cuál de las dos coge el libro (si lo queréis coger). Runa buena: Llega NIA antes. Runa media: Puede llegar Reike antes. Runa mala: Puede llegar Jeannie antes.
Ellas ya estaban a la puerta de los baños. NIA analizó los tipos que había dentro. ¡Oh! ¿Unos baños públicos en medio de una biblioteca? ¿Qué tan probable era aquello? - No lo creo, Jirin Irin Jeannie Fawksie. Este no es un lugar apropiado para montar un club de nudistas. Los lupanares suelen ser opciones más adecuadas para dicho propósito. – opiné para nada en voz baja.
Pero en nuestro diálogo, nos parecieron escuchar. Y nos rodearon. Estaban todos únicamente cubiertos por una toalla que hacía de taparrabos provisional. “Detecto peligro. Activando sistema de alerta, Rachel.”. Los miré con miedo. Comenzaron a rodearnos. Mi vista se comenzó a llenar de cuadrados de color rojo, amarillo y verde, de más a menos nivel de peligrosidad de los objetivos.
-¿Alguna entiende el propósito de esos cuchillos? – pregunté inclinándome un poco hacia Amelia, delante de mí. – Por más que miro, no veo ningún asado al que parece que nos vayan a invitar.
Mis algoritmos emocionales no concebían la violencia gratuita. Los de NIA, sí, a tener por los sistemas de defensa que empezaban a activarse en mi cuerpo. Vale, quizás esas sonrisas irónicas que mostraban no parecían presagiar nada bueno. Tragué saliva algo nerviosa.
-Técnicamente, no son sus dominios, señor. – corregí al amable y sonriente señor con una sonrisa. - Las bibliotecas son un bien público que la corona real pone al servicio de sus ciudadanos. Y a donde se viene a leer. O a por libros. - El tipo puso una mirada de extrañeza. Pero aún más cara de rareza pusieron cuando Jirin Irin Jeannie Fawksie dijo que había ido a un sinfín de cosas que estaban lejos de mi objetivo real. Desde atrás del grupo, la miré. Con el ceño fruncido. - Espera. ¡Yo no he venido a nada de eso que dices! – Protesté. Luego miré al suelo, con el ceño fruncido. Di unos pasitos al centro, los tipos se nos acercaban. Volví a mirarla. - ¡Y también hay sitios más apropiados para comprar galletas!
Un tipo me atacó entonces con su cuchillo por la espalda. “Asumiendo el control del biocibernético”. - ¡NIA! ¡No, espera! ¡Puedo hacerlo yo! – grité, estirando los brazos para resistirme. Pero NIA ya había asumido al control.
Mis ojos entraron en trance para cambiar su habitual tono azul por uno rojo. La mirada era seria e inexpresiva. La misma que tenía con los músculos de la cara en reposo, destensados. NIA cuando asumía el control, no reflejaba emociones, sólo daba golpes.
Al primero le hundió la nariz hacia dentro de un puñetazo. El segundo pareció pensarse mejor lo de acercarse a NIA. Daba igual. Fue ella la que se acercó, lo tomó por el cuello y lo subió empotrándolo contra una pared.
-Humano con número de identificación 58.218. Declara la ubicación del libro “Magia milenaria. Doce siglos de hechicería arcana al servicio de Aerandir.” – relató. ¡Desvelando todo el secreto de nuestra misión secreta que tanto me había contestado mantener! Se supone que habíamos venido a hacer un intercambio. Pero NIA siempre solía optar por las opciones más violentas.
-P-Por allí. ¡Por allí! – dijo el hombre señalando el suelo. Estaba en el agua de las termas. ¿Se habría perdido?
NIA lo liberó, dejándolo caer al suelo. El hombre huyó. Y ella se dirigió con su poco humor a por el libro con su andar estándar moviendo los tomos y cara de no haberle sentado bien la comida. ¡Pobre del que se cruzase en su camino! ¡Sólo esperaba no terminar en la cárcel otra vez por su culpa! A poco que Amelia y la elfa hubiesen hecho algo, seguro que conseguíamos que los tipos desaparecieran.
Off 1: Uso habilidad Doppleganger. NIA asume el control del cuerpo.
Off 2: Reike, como tú también ibas a por el libro, tiro una runa, en el caso de que quieras ver cuál de las dos coge el libro (si lo queréis coger). Runa buena: Llega NIA antes. Runa media: Puede llegar Reike antes. Runa mala: Puede llegar Jeannie antes.
Rachel Roche
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Re: [Libre] Luz de luna
El miembro 'Rachel Roche' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [Libre] Luz de luna
La noche estaba resultando tan onírica que, ante la pregunta de la elfa acerca de si el guardia formaría parte de un culto nudista, Valeria no pudo evitar echarse a reír. Entre el ruido que habían hecho las estanterías al caer y el hecho de que sus compañeras ni siquiera se molestasen en hablar en voz baja, cualquier acción sigilosa quedaba descartada, así que no vio ningún motivo para reprimirse.
Los semidesnudos hombres adoptaron una actitud amenazante casi de inmediato, lo que sólo consiguió que la hechicera se riera con más ganas. Su cabeza le decía que la situación era peligrosa, que tenía que serenarse y ponerse en guardia, pero por más que lo intentaba, no podía parar de reír. Y la mención del asado por parte de la biocibernética vino a echar aún más leña al fuego.
Cuando comenzó la discusión sobre de quién eran qué dominios y la pequeña elfa comenzó a listar sus objetivos particulares, Valeria empezaba, por fin, a ganar algo de dominio sobre sí misma, pero ya estaban rodeadas para cuando terminó de secarse las lágrimas. Entonces empezó todo.
Un tipo se abalanzó sobre la bio, que cambió radicalmente de actitud con respecto a la mujer de un momento atrás y le partió la cara sin miramientos. Valeria interpretó aquello como una autorización expresa para “dañar a aquellos orgánicos” y abrió la mano izquierda para recibir la daga que alojaba en la bota(1). Prefería los cuchillos arrojadizos, pero aquellos tipos estaban ya muy cerca para andar escogiendo.
Al primer tipo que se le acercó, Valeria le guiñó el ojo, provocando que se le cayera la toalla al suelo(1). El hombre sólo se despistó durante un segundo, tiempo suficiente para recibir una puñalada en la papada. La daga le atravesó limpiamente desde abajo hasta dar con la parte posterior del cráneo. La bruja volvió a sacarla y se la lanzó al que llegaba por detrás del que caía derribado al suelo. Se aseguró de que se clavara con fuerza justo entre los ojos(2).
En aquel momento oyó la pregunta de la biocibernética. Ya no había duda posible, las dos iban tras el mismo libro. Lo que no entendía era qué estaba haciendo allí. Se suponía que el vendedor iba a entregarlo al día siguiente; esa era la razón por la que Valeria había planeado encontrarse con el otro comprador precisamente aquella noche. ¿Acaso el tipo le había vendido un cuento? Si ese era el caso, iba a tener más que palabras con el desgraciado que, por cierto, ¿dónde se había metido? ¿Eran esos sus socios o amiguitos del comprador?
Las preguntas tendrían que esperar, estaba en medio de una pelea y la lucha cuerpo a cuerpo no era lo suyo. Un tercer fulano se había fijado en ella y la nueva y mejorada versión de Rachel-Sandra abandonaba la refriega en la dirección a la que le había señalado el interrogado. A la bruja le hubiera gustado lanzarse ella misma a por el botín, pero ella no tenía cuerpo para ir arrollando enemigos. Con un gesto impaciente de una mano hizo que la toalla del tercer atacante se arremolinara entre sus piernas(1) y aprovechó el traspiés del hombre para atraer la daga que aún adornaba la frente de su anterior víctima y hacer que se le clavase en la sien(2).
Antes de que el tipo terminase de caer al suelo, Valeria la recuperaba agarrándola por la empuñadura. Después, se lanzó detrás de la biocibernética. Como sabía que no llegaría antes que ella, dio un brusco manotazo al aire con la mano libre para alejar el libro de la mujer(1). Entre la propia frustración que sentía en aquel momento y que se despistó al ver por el rabillo del ojo un bulto que se movía tras una columna, el libro acabó aún más lejos de ella que de la bio. Desahogando su rabia soltando una expresión impropia de una dama (suerte que ella no lo era), volvió su atención hacia aquello que la había desconcentrado. Lo reconoció enseguida. Él a ella, también, a juzgar por la expresión con que la miraba.
—Así que, ¿es ahí donde te escondías? —le dijo. Ya no había ni rastro de sonrisa en su rostro.
----------
OFF: Perdón por el retraso, chicas. Tuve una semana un poco rara.
Dejo vía libre para que Jeannie se haga con el libro, como indica la runa. El tipo que se esconde tras la columna, es el vendedor.
Uso de habilidad:
(1) Habilidad racial: telequinesis.
(2) Maestría en Telequinesis Mejorada para el manejo de la daga.
Los semidesnudos hombres adoptaron una actitud amenazante casi de inmediato, lo que sólo consiguió que la hechicera se riera con más ganas. Su cabeza le decía que la situación era peligrosa, que tenía que serenarse y ponerse en guardia, pero por más que lo intentaba, no podía parar de reír. Y la mención del asado por parte de la biocibernética vino a echar aún más leña al fuego.
Cuando comenzó la discusión sobre de quién eran qué dominios y la pequeña elfa comenzó a listar sus objetivos particulares, Valeria empezaba, por fin, a ganar algo de dominio sobre sí misma, pero ya estaban rodeadas para cuando terminó de secarse las lágrimas. Entonces empezó todo.
Un tipo se abalanzó sobre la bio, que cambió radicalmente de actitud con respecto a la mujer de un momento atrás y le partió la cara sin miramientos. Valeria interpretó aquello como una autorización expresa para “dañar a aquellos orgánicos” y abrió la mano izquierda para recibir la daga que alojaba en la bota(1). Prefería los cuchillos arrojadizos, pero aquellos tipos estaban ya muy cerca para andar escogiendo.
Al primer tipo que se le acercó, Valeria le guiñó el ojo, provocando que se le cayera la toalla al suelo(1). El hombre sólo se despistó durante un segundo, tiempo suficiente para recibir una puñalada en la papada. La daga le atravesó limpiamente desde abajo hasta dar con la parte posterior del cráneo. La bruja volvió a sacarla y se la lanzó al que llegaba por detrás del que caía derribado al suelo. Se aseguró de que se clavara con fuerza justo entre los ojos(2).
En aquel momento oyó la pregunta de la biocibernética. Ya no había duda posible, las dos iban tras el mismo libro. Lo que no entendía era qué estaba haciendo allí. Se suponía que el vendedor iba a entregarlo al día siguiente; esa era la razón por la que Valeria había planeado encontrarse con el otro comprador precisamente aquella noche. ¿Acaso el tipo le había vendido un cuento? Si ese era el caso, iba a tener más que palabras con el desgraciado que, por cierto, ¿dónde se había metido? ¿Eran esos sus socios o amiguitos del comprador?
Las preguntas tendrían que esperar, estaba en medio de una pelea y la lucha cuerpo a cuerpo no era lo suyo. Un tercer fulano se había fijado en ella y la nueva y mejorada versión de Rachel-Sandra abandonaba la refriega en la dirección a la que le había señalado el interrogado. A la bruja le hubiera gustado lanzarse ella misma a por el botín, pero ella no tenía cuerpo para ir arrollando enemigos. Con un gesto impaciente de una mano hizo que la toalla del tercer atacante se arremolinara entre sus piernas(1) y aprovechó el traspiés del hombre para atraer la daga que aún adornaba la frente de su anterior víctima y hacer que se le clavase en la sien(2).
Antes de que el tipo terminase de caer al suelo, Valeria la recuperaba agarrándola por la empuñadura. Después, se lanzó detrás de la biocibernética. Como sabía que no llegaría antes que ella, dio un brusco manotazo al aire con la mano libre para alejar el libro de la mujer(1). Entre la propia frustración que sentía en aquel momento y que se despistó al ver por el rabillo del ojo un bulto que se movía tras una columna, el libro acabó aún más lejos de ella que de la bio. Desahogando su rabia soltando una expresión impropia de una dama (suerte que ella no lo era), volvió su atención hacia aquello que la había desconcentrado. Lo reconoció enseguida. Él a ella, también, a juzgar por la expresión con que la miraba.
—Así que, ¿es ahí donde te escondías? —le dijo. Ya no había ni rastro de sonrisa en su rostro.
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OFF: Perdón por el retraso, chicas. Tuve una semana un poco rara.
Dejo vía libre para que Jeannie se haga con el libro, como indica la runa. El tipo que se esconde tras la columna, es el vendedor.
Uso de habilidad:
(1) Habilidad racial: telequinesis.
(2) Maestría en Telequinesis Mejorada para el manejo de la daga.
Reike
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Re: [Libre] Luz de luna
Todo se convirtió en un caos de taparrabos por los suelos y sudor mezclado con sangre. La elfa suspiró, Jeannie había quedado en lo más profundo de su consciencia, dejando paso a su mitad más adecuada para la situación. Por supuesto estaba al tanto de todo lo que había sucedido hasta el momento. Tan solo podía denominarlo como una patética sucesión de acontecimientos aleatorios e inconexos con gente realmente incompetente.
Suspiró mientras pateaba la cabeza de uno de los hombretones que comenzaba a incorporarse. No eran tan duros como aparentaban, un pequeño golpe en la entrepierna de uno, una flecha en el ojo del siguiente y ya casi tenía vía libre para ir a donde le viniese en gana. Lamentablemente todo aquel embrollo le parecía la misión más aburrida que se había echado jamás en cara. ¿Quienes eran aquellas dos y qué habían venido a hacer allí? ¿Por qué demonios había unas termas en una biblioteca? ¿Por qué aquellos hombres tenían una reunión sudorosa y nudista en un lugar como aquel?
Demasiadas preguntas, demasiadas respuestas inútiles, nada importaba en realidad. La biocibernética intentaba alcanzar un libro que acababa de pasar volando por allí cerca. Sin duda quedarse con aquello que parecía el objetivo de ambas mujeres sería más divertido que simplemente seguir torturando humanos débiles. Su magia comenzó a rodear todos sus músculos, la suelta en el último momento para conseguir un impulso extra y llegar de un salto a la nueva ubicación de quel tomo tan codiciado.
Una mano se alarga reptando hacia el libro.
-Ah... No. -Sin ningún miramiento ni segundos pensamientos, suelta la flecha en medio de la mano del humano, clavándola al suelo. Haciendo caso omiso de los gritos, se agachó a recoger el objeto y rápidamente le da el cambiazo por uno de los que lleva en el carcaj. No entiende la letra de la portada, pero tenían un lomo parecido. <> pensó.
Se dirigió hacia sus "compañeras" con una de las antorchas de la estancia en una mano y con el libro en la otra.
- Creo que ambas buscáis lo mismo, y no me gustaría ver cómo intentáis mataros entre vosotras por algo tan nimio como esto. Sintiéndolo mucho por el conocimiento que podríais estar buscando... Deberéis hacerlo en otra parte. -Acto seguido acerca la antorcha y le prende fuego.
En cuanto estaba casi chamuscado lo dejó caer al suelo para que terminase de arder del todo. Finalmente se acerca a Reike.
-¿Necesitas ayuda con tu amigo? -Una sonrisa macabra se dibuja en su cara. Le tiende una flecha a la bruja. -No hace falta que malgastes tus preciadas dagas en algo tan asqueroso.
Suspiró mientras pateaba la cabeza de uno de los hombretones que comenzaba a incorporarse. No eran tan duros como aparentaban, un pequeño golpe en la entrepierna de uno, una flecha en el ojo del siguiente y ya casi tenía vía libre para ir a donde le viniese en gana. Lamentablemente todo aquel embrollo le parecía la misión más aburrida que se había echado jamás en cara. ¿Quienes eran aquellas dos y qué habían venido a hacer allí? ¿Por qué demonios había unas termas en una biblioteca? ¿Por qué aquellos hombres tenían una reunión sudorosa y nudista en un lugar como aquel?
Demasiadas preguntas, demasiadas respuestas inútiles, nada importaba en realidad. La biocibernética intentaba alcanzar un libro que acababa de pasar volando por allí cerca. Sin duda quedarse con aquello que parecía el objetivo de ambas mujeres sería más divertido que simplemente seguir torturando humanos débiles. Su magia comenzó a rodear todos sus músculos, la suelta en el último momento para conseguir un impulso extra y llegar de un salto a la nueva ubicación de quel tomo tan codiciado.
Una mano se alarga reptando hacia el libro.
-Ah... No. -Sin ningún miramiento ni segundos pensamientos, suelta la flecha en medio de la mano del humano, clavándola al suelo. Haciendo caso omiso de los gritos, se agachó a recoger el objeto y rápidamente le da el cambiazo por uno de los que lleva en el carcaj. No entiende la letra de la portada, pero tenían un lomo parecido. <
Se dirigió hacia sus "compañeras" con una de las antorchas de la estancia en una mano y con el libro en la otra.
- Creo que ambas buscáis lo mismo, y no me gustaría ver cómo intentáis mataros entre vosotras por algo tan nimio como esto. Sintiéndolo mucho por el conocimiento que podríais estar buscando... Deberéis hacerlo en otra parte. -Acto seguido acerca la antorcha y le prende fuego.
En cuanto estaba casi chamuscado lo dejó caer al suelo para que terminase de arder del todo. Finalmente se acerca a Reike.
-¿Necesitas ayuda con tu amigo? -Una sonrisa macabra se dibuja en su cara. Le tiende una flecha a la bruja. -No hace falta que malgastes tus preciadas dagas en algo tan asqueroso.
Irinnil Fawkes
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Re: [Libre] Luz de luna
NIA iba directa a por ese dichoso libro. Había ido a parar a las manos de la elfa y marchaba con decisión y firmeza. Pero como ella buenamente sabía, el agua no dejaba funcionar completamente su sistema y pronto comenzaría a perder la visión de NIA para volver a recuperarla yo, una vez más calmada. Lo primero que hice fue terminar de rodillas en el suelo. Ser consciente de dónde estaba y volver a alzar la mirada para mirar donde había perdido la vista.
Amelia forcejeaba con Jeannie Jirin Iri Fawksie con el libro. Pero la elfa lo mantuvo a salvo en sus manos… ¡Para quemarlo con la antorcha!
-¡Nononononono! – Pedí arrastrándome a gatas por el agua. Pero ya era tarde. Jeannie Jirin Iri Fawksie había destruido el libro con el fuego. – No… Jo. – Gemí, llegando a sus pies. Me temo que aquellas cenizas empapadas no satisfacerían a mis jefes de la logia.
De rodillas, comencé a llorar. Había fallado en mi misión. ¿Por qué quemó el libro? ¿Qué motivos tenía? – ¡No es justo! Amelia podría haber llegado a un acuerdo con NIA. – protesté mirando a la elfa y extendiendo la palma de mi mano hacia la bruja. – ¡No lo sé! ¿Vale? Algo como… ¿Partirle la mandíbula? A cambio del libro. – Era un trato de los que NIA solía utilizar como justo. ¡El dentista de la maestra Harrowmont cobraba bastante bien!
Estaba totalmente decepcionada, me apoyé con la columna. Senté el culo en el agua y me puse furiosa, con los codos apoyados en mis rodillas. Estaba lleno de hombres desnudos inconscientes y el libro estaba quemado.
-Pues yo no me muevo de aquí. ¡Habéis roto mi libro! ¡No vale! – comencé a decir con una voz chillona y un comportamiento infantil. Miré y señalé a Amelia, muy enfadada. – Amelia. ¿Por qué lo querías? ¡Tú no trabajas para la logia!
Pero pronto cambiaría de opinión. Para colmo, fuera había revuelo. Parece que pronto la guardia iba a venir, probablemente alertada por algún guardia bibliotecario que vería lo sucedido. Y aquello sin duda nos iba a meter en más problemas. Se oían voces fuera. Y las termas improvisadas sólo tenían una única salida: La misma por la que habíamos entrado. Lo cual era un suicidio.
-Allanamiento de biblioteca. Resistencia a la autoridad. Destrucción de ejemplares sagrados. Ataque a gente "indefensa". - empecé a hacer suma con los dedos. Aquello era un castigo ejemplar incluso en una ciudad como Lunargenta. – Eso son unos cuantos años de prisión. “Y tú ya tienes antecedentes…” Recordó NIA. - ¡Y yo ya tengo antecedentes! – re-recordé yo. En mi lista de prioridades prefería llevarme una bronca por parte de mis superiores de la Logia que dar con mis engranajes en el calabozo. Así que me levanté y me llevé la mano a la sien. – ¡NIA! Solicito salidas alternativas.
La inteligencia evaluó las salidas. “Buscando zonas de evacuación alternativas”. Círculos rojos comenzaron a dibujarse en mi mente, mientras miraba a todos los sitios y una barra de carga comenzaba a cargarse en mi visión. Cuando finalmente se completó, un “tic” confirmó que la mejor salida se encontraba… - ¿Bajo el agua? – pregunté extasiada. A mis pies. Debajo del agua. Agaché las manos y me encontré con una rendija. Pronto recordé que todas las termas y baños humanos acostumbraban a venir con una red de alcantarillado. – No… NIA. No voy a… - Andar entre estiércol. “Es la única salida alternativa, Rachel.” Concretó. - Vale, está bien... - dije con fastidio, clavando mi rodilla en el suelo y agarrando los barrotes bajo el agua.
-Mi hermano tiene un dicho para estas cosas. - dije, comenzando a tirar con todas mis fuerzas. Mis brazos sufrieron elongación adicional y liberaron un poco de vapor, probablemente por el aire condensado en mis circuitos debido al calor. - Que cuando había que besar al perro en el culo, de poco te servía quedarte mirándole para el rabo. - ¡Lo conseguí! La abrí y envié una mirada sonriente a mis compañeras para que pasaran. - Pero bueno... Igual que si tienes que cepillarlo, sacarlo a pasear, o recoger sus heces del parque. ¿No creéis? - dije tratando de parecer graciosa. No había entendido muy bien por qué había que mirarle el rabito y no otra cosa.
Finalmente dejé a las demás que pasaran, pasando yo la última para cerrar la rejilla, cubrirla por el agua y que diera la sensación de que por allí no había pasado nadie.
Amelia forcejeaba con Jeannie Jirin Iri Fawksie con el libro. Pero la elfa lo mantuvo a salvo en sus manos… ¡Para quemarlo con la antorcha!
-¡Nononononono! – Pedí arrastrándome a gatas por el agua. Pero ya era tarde. Jeannie Jirin Iri Fawksie había destruido el libro con el fuego. – No… Jo. – Gemí, llegando a sus pies. Me temo que aquellas cenizas empapadas no satisfacerían a mis jefes de la logia.
De rodillas, comencé a llorar. Había fallado en mi misión. ¿Por qué quemó el libro? ¿Qué motivos tenía? – ¡No es justo! Amelia podría haber llegado a un acuerdo con NIA. – protesté mirando a la elfa y extendiendo la palma de mi mano hacia la bruja. – ¡No lo sé! ¿Vale? Algo como… ¿Partirle la mandíbula? A cambio del libro. – Era un trato de los que NIA solía utilizar como justo. ¡El dentista de la maestra Harrowmont cobraba bastante bien!
Estaba totalmente decepcionada, me apoyé con la columna. Senté el culo en el agua y me puse furiosa, con los codos apoyados en mis rodillas. Estaba lleno de hombres desnudos inconscientes y el libro estaba quemado.
-Pues yo no me muevo de aquí. ¡Habéis roto mi libro! ¡No vale! – comencé a decir con una voz chillona y un comportamiento infantil. Miré y señalé a Amelia, muy enfadada. – Amelia. ¿Por qué lo querías? ¡Tú no trabajas para la logia!
Pero pronto cambiaría de opinión. Para colmo, fuera había revuelo. Parece que pronto la guardia iba a venir, probablemente alertada por algún guardia bibliotecario que vería lo sucedido. Y aquello sin duda nos iba a meter en más problemas. Se oían voces fuera. Y las termas improvisadas sólo tenían una única salida: La misma por la que habíamos entrado. Lo cual era un suicidio.
-Allanamiento de biblioteca. Resistencia a la autoridad. Destrucción de ejemplares sagrados. Ataque a gente "indefensa". - empecé a hacer suma con los dedos. Aquello era un castigo ejemplar incluso en una ciudad como Lunargenta. – Eso son unos cuantos años de prisión. “Y tú ya tienes antecedentes…” Recordó NIA. - ¡Y yo ya tengo antecedentes! – re-recordé yo. En mi lista de prioridades prefería llevarme una bronca por parte de mis superiores de la Logia que dar con mis engranajes en el calabozo. Así que me levanté y me llevé la mano a la sien. – ¡NIA! Solicito salidas alternativas.
La inteligencia evaluó las salidas. “Buscando zonas de evacuación alternativas”. Círculos rojos comenzaron a dibujarse en mi mente, mientras miraba a todos los sitios y una barra de carga comenzaba a cargarse en mi visión. Cuando finalmente se completó, un “tic” confirmó que la mejor salida se encontraba… - ¿Bajo el agua? – pregunté extasiada. A mis pies. Debajo del agua. Agaché las manos y me encontré con una rendija. Pronto recordé que todas las termas y baños humanos acostumbraban a venir con una red de alcantarillado. – No… NIA. No voy a… - Andar entre estiércol. “Es la única salida alternativa, Rachel.” Concretó. - Vale, está bien... - dije con fastidio, clavando mi rodilla en el suelo y agarrando los barrotes bajo el agua.
-Mi hermano tiene un dicho para estas cosas. - dije, comenzando a tirar con todas mis fuerzas. Mis brazos sufrieron elongación adicional y liberaron un poco de vapor, probablemente por el aire condensado en mis circuitos debido al calor. - Que cuando había que besar al perro en el culo, de poco te servía quedarte mirándole para el rabo. - ¡Lo conseguí! La abrí y envié una mirada sonriente a mis compañeras para que pasaran. - Pero bueno... Igual que si tienes que cepillarlo, sacarlo a pasear, o recoger sus heces del parque. ¿No creéis? - dije tratando de parecer graciosa. No había entendido muy bien por qué había que mirarle el rabito y no otra cosa.
Finalmente dejé a las demás que pasaran, pasando yo la última para cerrar la rejilla, cubrirla por el agua y que diera la sensación de que por allí no había pasado nadie.
Rachel Roche
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Re: [Libre] Luz de luna
—¡¿Pero qué…?!
Valeria ni siquiera pudo terminar la frase, la idea de quemar un libro era algo que su mente no lograba concebir. Sus ojos lo estaban viendo ocurrir, pero su cerebro no terminaba de asimilarlo. Fue la angustiada plegaria de la biocibernética lo que hizo que volviera a reaccionar. La mujer lloraba de forma tan… ¿humana?, que a la bruja casi le dio lástima. Hasta que mencionó aquello de partirle la mandíbula, claro.
—¿La Logia? —preguntó extrañada como respuesta a las demandas de Rachel/Sandra.
No, no trabajaba para la Logia. Tampoco sabía gran cosa aún sobre la organización, salvo que si estaban interesados en el libro, tal vez el tomo fuera más importante de lo que habían anticipado en el Hekshold. «O quizá lo sabían», se dijo intrigada. En cualquier caso, poco importaba ya: el libro había pasado a la historia.
Por el rabillo del ojo, vio moverse al causante de todo aquel embrollo. Intentaba esfumarse mientras las mujeres discutían. Al tiempo que se volvía hacia él, lanzó su daga, que rebotó en la columna, justo enfrente de los ojos del tipo. El hombre detuvo su huida y Valeria atrajo de nuevo su arma.
El comentario que le dedicó la elfa hizo que desviara de nuevo su atención. Lo que vio en aquella joven no recordaba en nada a la muchacha que recorría la biblioteca a hombros de un tal Greg, hablando de galletas y fantasmas. «¿Cuántas mujeres hay aquí esta noche?», se preguntó.
Por un momento, se planteó mandar dolorosamente a la mierda a la pequeña abraza árboles por arrebatarle su objetivo, pero lo cierto es que tenía razón: no valía la pena que se peleasen entre ellas por un libro que codiciaban otros. Asintió a la oferta de la elfa y, aunque no tomó la flecha con la mano, sí la mantuvo flotando en el aire. Después se volvió hacia el hombre.
—Dime, ¿en qué momento se te ocurrió que sería buena idea ofrecer el mismo libro a un noble de Lunargenta, la Logia y la Academia de brujos? —Hablaba en ese tono tranquilo que había aprendido de Bhima en su infancia, ese que le helaba a una la sangre por la amenaza que escondía— ¿Y en qué momento se te ocurrió que sería buena idea tomarles el pelo a los dos últimos?
—Fu-fue idea suya —dijo el hombre señalando con la cabeza a uno de los tipos que yacían inconscientes. Valeria lo reconoció como el noble al que había estado siguiendo—, que-quería atraeros aquí. P-por eso robé el libro. D-dijo algo de d-darle una lección a los brujos.
Val alzó una ceja al escuchar aquello. ¿Tanto se aburría la nobleza?, ¿o es que creían que sus títulos les servían de escudo? Había que ser muy burro para pensar que un puñado de gañanes en taparrabos podrían darle una lección a alguien más que un par de ladronzuelos adolescentes. Ladronzuelos humanos, claro, porque aquellos estúpidos no parecían haberse topado con un brujo en la vida.
Iba a preguntar algo más cuando oyó las voces, y las consecuentes preocupaciones de la biocibernética. Aquella no era la primera vez que mencionaba que ya había tenido problemas con la autoridad antes. Valeria no iba a discutir, también tenía experiencia con la guardia y no tenía ninguna intención de ser sorprendida por ésta en medio de una pelea clandestina.
Tampoco le interesaba que la delatasen. Aprovechando que la biocibernética estaba distraída buscando una salida, hizo que la flecha que le había ofrecido la elfa se clavara con fuerza en la garganta de la comadreja. No tardó en ahogarse con su propia sangre. Lástima que no tuviese tiempo de rematar a los demás, pero ellos, al menos, no habían tenido tiempo de verla con tanta claridad. A ninguna de las tres, en realidad, y muy probablemente, tendrían sus reparos a la hora de declarar que tres mujeres, dos de ellas más bien canijas, acababan de darles una paliza.
—Besemos ese culo entonces —dijo mientras se descolgaba por el desague.
Valeria conocía bien el alcantarillado de Beltrexus, pero era la primera vez que tenía que arrastrarse por el de Lunargenta, así que no tenía idea de en qué dirección moverse. Por fortuna (si es que podía hablarse de fortuna en aquellas circunstancias), sólo había una dirección posible, pues la otra estaba cortada por una enorme reja metálica.
Ignoró el hedor y abrió la marcha, moviéndose tan rápido como le permitían el agua nauseabunda y la oscuridad, apenas rota por las esferas luminosas que eran los ojos de la biocibernética. Caminaba agachada, palpando las paredes para guiarse y confiando en que Rachel fuera capaz de guiarlas hacia la salida como las había guiado a la entrada. De vez en cuando, oía los chillidos de las ratas y pateaba con fuerza cuando notaba alguna moverse cerca de sus pies.
—Alcantarillas —dijo en tono bromista, tratando de quitarle hierro a la situación—: vista una, vistas todas. —Y empezó a reír de nuevo, aunque no sabía muy bien por qué.
Al cabo de un tiempo de marcha, la oscuridad empezó a disiparse. Estaban llegando a un desagüe de salida, probablemente, al mar, dado el olor a salitre que les trajo un pequeño golpe de brisa del exterior. Al otro lado de una enorme abertura, podía distinguirse un atisbo de la luna llena. Valeria sonrió, pero la alegría le duró poco: entre las tres (¿cinco?) mujeres y la salida, algo se movió y se oyeron unos chasquidos como de pinzas. Su silueta se hizo perfectamente visible a la luz de la luna.
—¿Duma chuma?, ¿dada cham?, ¿deda check?, ¿pica chika? —pareció preguntar el bicho.
A Valeria se le erizó el vello de la nuca, no tenía intención de responderle. Cómo había acabado la criatura en una alcantarilla de Lunargenta, en lugar de estar retozando con sus compañeras en la Playa de los Ancestros no era algo de su incumbencia. En aquellos momentos, lo único que le preocupaba era mantener aquellas pinzas envenenadas lejos de sus miembros. Se abrió un poco la chaqueta para sacar sus cuchillos, aunque le parecieron demasiado pequeños para penetrar el caparazón la criatura.
----------
OFF: Parece que una langostruosidad ha hecho de la alcantarilla de Lunargenta su hogar, por si a alguna os apetece cenar después del ejercicio de la noche. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] el enlace al bicho en el bestiario.
Valeria ni siquiera pudo terminar la frase, la idea de quemar un libro era algo que su mente no lograba concebir. Sus ojos lo estaban viendo ocurrir, pero su cerebro no terminaba de asimilarlo. Fue la angustiada plegaria de la biocibernética lo que hizo que volviera a reaccionar. La mujer lloraba de forma tan… ¿humana?, que a la bruja casi le dio lástima. Hasta que mencionó aquello de partirle la mandíbula, claro.
—¿La Logia? —preguntó extrañada como respuesta a las demandas de Rachel/Sandra.
No, no trabajaba para la Logia. Tampoco sabía gran cosa aún sobre la organización, salvo que si estaban interesados en el libro, tal vez el tomo fuera más importante de lo que habían anticipado en el Hekshold. «O quizá lo sabían», se dijo intrigada. En cualquier caso, poco importaba ya: el libro había pasado a la historia.
Por el rabillo del ojo, vio moverse al causante de todo aquel embrollo. Intentaba esfumarse mientras las mujeres discutían. Al tiempo que se volvía hacia él, lanzó su daga, que rebotó en la columna, justo enfrente de los ojos del tipo. El hombre detuvo su huida y Valeria atrajo de nuevo su arma.
El comentario que le dedicó la elfa hizo que desviara de nuevo su atención. Lo que vio en aquella joven no recordaba en nada a la muchacha que recorría la biblioteca a hombros de un tal Greg, hablando de galletas y fantasmas. «¿Cuántas mujeres hay aquí esta noche?», se preguntó.
Por un momento, se planteó mandar dolorosamente a la mierda a la pequeña abraza árboles por arrebatarle su objetivo, pero lo cierto es que tenía razón: no valía la pena que se peleasen entre ellas por un libro que codiciaban otros. Asintió a la oferta de la elfa y, aunque no tomó la flecha con la mano, sí la mantuvo flotando en el aire. Después se volvió hacia el hombre.
—Dime, ¿en qué momento se te ocurrió que sería buena idea ofrecer el mismo libro a un noble de Lunargenta, la Logia y la Academia de brujos? —Hablaba en ese tono tranquilo que había aprendido de Bhima en su infancia, ese que le helaba a una la sangre por la amenaza que escondía— ¿Y en qué momento se te ocurrió que sería buena idea tomarles el pelo a los dos últimos?
—Fu-fue idea suya —dijo el hombre señalando con la cabeza a uno de los tipos que yacían inconscientes. Valeria lo reconoció como el noble al que había estado siguiendo—, que-quería atraeros aquí. P-por eso robé el libro. D-dijo algo de d-darle una lección a los brujos.
Val alzó una ceja al escuchar aquello. ¿Tanto se aburría la nobleza?, ¿o es que creían que sus títulos les servían de escudo? Había que ser muy burro para pensar que un puñado de gañanes en taparrabos podrían darle una lección a alguien más que un par de ladronzuelos adolescentes. Ladronzuelos humanos, claro, porque aquellos estúpidos no parecían haberse topado con un brujo en la vida.
Iba a preguntar algo más cuando oyó las voces, y las consecuentes preocupaciones de la biocibernética. Aquella no era la primera vez que mencionaba que ya había tenido problemas con la autoridad antes. Valeria no iba a discutir, también tenía experiencia con la guardia y no tenía ninguna intención de ser sorprendida por ésta en medio de una pelea clandestina.
Tampoco le interesaba que la delatasen. Aprovechando que la biocibernética estaba distraída buscando una salida, hizo que la flecha que le había ofrecido la elfa se clavara con fuerza en la garganta de la comadreja. No tardó en ahogarse con su propia sangre. Lástima que no tuviese tiempo de rematar a los demás, pero ellos, al menos, no habían tenido tiempo de verla con tanta claridad. A ninguna de las tres, en realidad, y muy probablemente, tendrían sus reparos a la hora de declarar que tres mujeres, dos de ellas más bien canijas, acababan de darles una paliza.
—Besemos ese culo entonces —dijo mientras se descolgaba por el desague.
Valeria conocía bien el alcantarillado de Beltrexus, pero era la primera vez que tenía que arrastrarse por el de Lunargenta, así que no tenía idea de en qué dirección moverse. Por fortuna (si es que podía hablarse de fortuna en aquellas circunstancias), sólo había una dirección posible, pues la otra estaba cortada por una enorme reja metálica.
Ignoró el hedor y abrió la marcha, moviéndose tan rápido como le permitían el agua nauseabunda y la oscuridad, apenas rota por las esferas luminosas que eran los ojos de la biocibernética. Caminaba agachada, palpando las paredes para guiarse y confiando en que Rachel fuera capaz de guiarlas hacia la salida como las había guiado a la entrada. De vez en cuando, oía los chillidos de las ratas y pateaba con fuerza cuando notaba alguna moverse cerca de sus pies.
—Alcantarillas —dijo en tono bromista, tratando de quitarle hierro a la situación—: vista una, vistas todas. —Y empezó a reír de nuevo, aunque no sabía muy bien por qué.
Al cabo de un tiempo de marcha, la oscuridad empezó a disiparse. Estaban llegando a un desagüe de salida, probablemente, al mar, dado el olor a salitre que les trajo un pequeño golpe de brisa del exterior. Al otro lado de una enorme abertura, podía distinguirse un atisbo de la luna llena. Valeria sonrió, pero la alegría le duró poco: entre las tres (¿cinco?) mujeres y la salida, algo se movió y se oyeron unos chasquidos como de pinzas. Su silueta se hizo perfectamente visible a la luz de la luna.
—¿Duma chuma?, ¿dada cham?, ¿deda check?, ¿pica chika? —pareció preguntar el bicho.
A Valeria se le erizó el vello de la nuca, no tenía intención de responderle. Cómo había acabado la criatura en una alcantarilla de Lunargenta, en lugar de estar retozando con sus compañeras en la Playa de los Ancestros no era algo de su incumbencia. En aquellos momentos, lo único que le preocupaba era mantener aquellas pinzas envenenadas lejos de sus miembros. Se abrió un poco la chaqueta para sacar sus cuchillos, aunque le parecieron demasiado pequeños para penetrar el caparazón la criatura.
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OFF: Parece que una langostruosidad ha hecho de la alcantarilla de Lunargenta su hogar, por si a alguna os apetece cenar después del ejercicio de la noche. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] el enlace al bicho en el bestiario.
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