[Trama Sandorái] [Parte C-1] Oblivion: Vulwulfar alternativo
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[Trama Sandorái] [Parte C-1] Oblivion: Vulwulfar alternativo
Eltrant nunca llegó a saber qué había pasado desde el momento que había atravesado el vórtice sobre los cielos. En cualquier caso, llegado el momento, despertó. Y no estaba mal del todo. Se encontraba en una cama. Lo peor es que como había salido la noche anterior en poco más que ropa interior, no tenía armadura ni un armamento significativo.
Una elfa alta, adulta y atlética, apareció a su lado. Había sido su cuidadora durante el tiempo que éste había permanecido inconsciente. La actitud de la mujer era de desconfianza para con su invitado. Se sentó en una silla, a su lado.
-Tranquilo, muchacho. Sólo llevas aquí dos días. Y dormido. Yo llevo dos años. Y en soledad. - En su primera intervención trató de no asustar al exmercenario. Sujetó la taza cerámica, dio un sorbo y lo tendió al mercenario. – Es agua. Un bien muy escaso. - Presentó con cierta seriedad. - Puedes llamarme Tyrie. – se presentó con un diminutivo, sin mencionar su verdadera identidad. De haberlo ido haciendo abiertamente, seguramente ya estaría muerta a manos de los jinetes.
Y es que Tyrande Nemaniel era una de las mayores leyendas de Aerandir. Sí. Aunque ahora pareciera una persona apagada y acabada, sus ropajes y armadura desgastadas, pero de una manufactura impecable, revelarían a Eltrant que se encontraba, sin duda, ante alguien que otrora fue muy poderoso. Las insignias de su clan, tanto en brazaletes como en perneras o pecheras, habían sido borradas, por lo que no eran identificables. Pero no del impacto de armaduras en épicas batallas. Estaban rayadas a propósito, desgastadas del roce contra una roca. Como si se tratara de una persona que quisiera renunciar a su pasado.
Tyrie continuó tras una breve pausa. – Los jinetes oscuros se llevaron a la mujer que te acompañaba, y a ti te arrojaron a una fosa séptica, en el bosque. Ibas a morir, así que te traje aquí. Creo que he curado todas tus heridas. Has tenido suerte. Fue una buena caída. En cuanto vi el vórtice que habían abierto los jinetes, supe que debía acercarme. – La elfa se mostró comedida. Se dirigió a la improvisada chimenea y echó dos pilones de leña sobre el fuego. A continuación tomó una vara de acero y lo azuzó. De espaldas al hombre, sin apartar la vista del fuego, se dirigió a él.
-Esa mujer... La que llegó contigo. Tenía una reliquia de centinela. – curioseó, poniendo sus largas orejas avizor. En principio, no iba a revelar su verdadera identidad como excentinela. Quizás Tyrande lo hubiese olvidado. – ¿Quién es? ¿Cómo la consiguió? – preguntó mostrándose muy interesada y en conocimiento del tema. – Ciertamente, no sé qué hago preguntando estas cosas. Los jinetes la habrán llevado a su torre y la habrán despachado ya. – dejó de azuzar el fuego e introdujo la barra candente en el agua, para que enfriara. – Veo que los centinelas siguen como siempre… Los jinetes ya se están haciendo con las reliquias. Pronto, el mundo del que vienes quedará reducido a cenizas, como éste... – Y, sin mirar al humano, le hizo un gesto hacia la ventana, instándole a mirar por esta.
Lo que Eltrant tenía más a mano era una enorme ciudad destruida. Ellos se encontraban en una casa de dos plantas, semiderruida. Todo lo demás había sido reducido a cenizas. Los edificios estaban prácticamente destruidos y poco quedaba. Si el humano conocía bien la ciudad, le sonarían algunos de los edificios que tenía alrededor: Los restos de una iglesia derruida y el torreón del alcalde partido en dos revelaban que se trataba de Vulwulfar.
Eltrant podría ver lejos, ya que los habituales bosques que rodeaban la ciudad eran un mar de cenizas. Casi en el horizonte, vería la peculiar forma del Árbol Madre en llamas. Y todos los árboles de alrededor, que se correspondían con el bosque de Sandorái, eran ascuas o ramas muertas bajo él. A medio camino entre la ciudad y el árbol en llamas había una gigantesca torre oscura que aterrorizaba con su mera presencia. Sobre ella, había una especie de vórtice que, si bien era pequeño, parecía haberse agrandado durante la conversación. Al otro lado, en el cielo, podía observarse un verde y apacible bosque. Un lugar idílico, al que todos querrían llegar, pero a la vez, tan lejano.
Todo aquello resultaría muy extraño y desconcertante para el exmercenario. ¿Habían destruido los Jinetes Oscuros Aerandir los dos días que había permanecido inconsciente? ¿Estaba en un sueño? El golpe había sido fuerte. Pero por mucho que se pellizcara la piel, no iba a despertar.
Tyrande volvió a tomar asiento en la silla. - Nada vas a encontrar aquí. Aquí no hay días, ni noches. Tampoco árboles o flores. Sólo muerte, destrucción… - declaró, totalmente desesperanzada, apoyando los codos sobre sus rodillas. – Este es un mundo distópico en el que sólo viven simpatizantes de los Jinetes oscuros. O gente que, como yo, se esconde ellos. - emitió un largo suspiró y se estiró. - En fin... Te acostumbrarás.
Eltrant: Esta primera parte del evento en Vulwulfar es muy tranquila y, según tus acciones, podrás terminarla incluso sin combatir. Sólo tendrá 2 turnos o 3 dependiendo de tus acciones. Y estás solo. Ni Huracán (capturada por los Jinetes Oscuros) y seguramente tarde en aparecer (o tal vez no), ni Lyn podrán ayudarte. He de decir que la vampiresa ha pasado el portal contigo, pero su paradero es desconocido, por ahora.
Como todos los que entren al Oblivion, tendrás las siguiente maldición:
Maldición: Pesadilla del Jinete Oscuro: Sólo mientras estés en el Oblivion. Cada tema que transcurras en el Oblivion sin reponerte perderás dos de tus habilidades de nivel máximo y un 20% de tus atributos. Tus objetos mágicos perderán su eficacia y sólo tus habilidades te resultarán útiles. Además, las runas medias contarán por malas y las buenas por medias. Por ejemplo, en este tema tendrás poco cansancio. Como si hubieses trasnochado una noche. Pierdes tus dos habilidades de nivel máximo y tus atributos se reducen un 20%. Se reinicia si sales del Oblivion. Están exentos de todas estas penalizaciones los portadores de las reliquias, no así los acompañantes.
En lo relativo a tu misión, tienes ante ti al que probablemente sea el NPC aliado más poderoso del foro. Pero está desanimado y hundido. Puedes preguntarle tus inquietudes y tratar de que se una a tu campaña. Hay 3 o 4 temas que consideraré muy personales y, si los tocas, permitiré que despiertes el interés de Tyrande Nemaniel y se una a ti. Si no lo consigues, quedarás solo y no volveréis a saber de ella hasta bien avanzado el evento. Ni qué decir que tópicos del estilo: “¡Unámonos y salvemos el mundo juntos!” no servirán. ¡A ver esa psicología!
Puedes utilizar a Tyrande Nemaniel (Elfa guerrera/maga de luz y sanación de nivel 💀 )
Debo decir, también, que no tienes armadura más que lo que llevabas puesto al final del tema Eclipse. Tyrande te recogió con todo lo que llevabas en dicho momento. Lo demás lo has perdido, pero sólo de manera temporal. Por fortuna, el cuervo de Asher la ha encontrado y está en el campamento de los leónicos. Te esperará a tu vuelta a Aerandir.
Una elfa alta, adulta y atlética, apareció a su lado. Había sido su cuidadora durante el tiempo que éste había permanecido inconsciente. La actitud de la mujer era de desconfianza para con su invitado. Se sentó en una silla, a su lado.
-Tranquilo, muchacho. Sólo llevas aquí dos días. Y dormido. Yo llevo dos años. Y en soledad. - En su primera intervención trató de no asustar al exmercenario. Sujetó la taza cerámica, dio un sorbo y lo tendió al mercenario. – Es agua. Un bien muy escaso. - Presentó con cierta seriedad. - Puedes llamarme Tyrie. – se presentó con un diminutivo, sin mencionar su verdadera identidad. De haberlo ido haciendo abiertamente, seguramente ya estaría muerta a manos de los jinetes.
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La legendaria Tyrande sobrevivió a la batalla de Nís, pero nunca pudo regresar. Ha perdido las ganas de luchar por su fracaso. Incluso ha renunciado a su pasado. ¿Conseguirá Eltrant devolvérsela?
Y es que Tyrande Nemaniel era una de las mayores leyendas de Aerandir. Sí. Aunque ahora pareciera una persona apagada y acabada, sus ropajes y armadura desgastadas, pero de una manufactura impecable, revelarían a Eltrant que se encontraba, sin duda, ante alguien que otrora fue muy poderoso. Las insignias de su clan, tanto en brazaletes como en perneras o pecheras, habían sido borradas, por lo que no eran identificables. Pero no del impacto de armaduras en épicas batallas. Estaban rayadas a propósito, desgastadas del roce contra una roca. Como si se tratara de una persona que quisiera renunciar a su pasado.
Tyrie continuó tras una breve pausa. – Los jinetes oscuros se llevaron a la mujer que te acompañaba, y a ti te arrojaron a una fosa séptica, en el bosque. Ibas a morir, así que te traje aquí. Creo que he curado todas tus heridas. Has tenido suerte. Fue una buena caída. En cuanto vi el vórtice que habían abierto los jinetes, supe que debía acercarme. – La elfa se mostró comedida. Se dirigió a la improvisada chimenea y echó dos pilones de leña sobre el fuego. A continuación tomó una vara de acero y lo azuzó. De espaldas al hombre, sin apartar la vista del fuego, se dirigió a él.
-Esa mujer... La que llegó contigo. Tenía una reliquia de centinela. – curioseó, poniendo sus largas orejas avizor. En principio, no iba a revelar su verdadera identidad como excentinela. Quizás Tyrande lo hubiese olvidado. – ¿Quién es? ¿Cómo la consiguió? – preguntó mostrándose muy interesada y en conocimiento del tema. – Ciertamente, no sé qué hago preguntando estas cosas. Los jinetes la habrán llevado a su torre y la habrán despachado ya. – dejó de azuzar el fuego e introdujo la barra candente en el agua, para que enfriara. – Veo que los centinelas siguen como siempre… Los jinetes ya se están haciendo con las reliquias. Pronto, el mundo del que vienes quedará reducido a cenizas, como éste... – Y, sin mirar al humano, le hizo un gesto hacia la ventana, instándole a mirar por esta.
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El Oblivion es un lugar tétrico y oscuro. Un lugar donde la hierba no crece y el cielo permanece plomizo.
Lo que Eltrant tenía más a mano era una enorme ciudad destruida. Ellos se encontraban en una casa de dos plantas, semiderruida. Todo lo demás había sido reducido a cenizas. Los edificios estaban prácticamente destruidos y poco quedaba. Si el humano conocía bien la ciudad, le sonarían algunos de los edificios que tenía alrededor: Los restos de una iglesia derruida y el torreón del alcalde partido en dos revelaban que se trataba de Vulwulfar.
Eltrant podría ver lejos, ya que los habituales bosques que rodeaban la ciudad eran un mar de cenizas. Casi en el horizonte, vería la peculiar forma del Árbol Madre en llamas. Y todos los árboles de alrededor, que se correspondían con el bosque de Sandorái, eran ascuas o ramas muertas bajo él. A medio camino entre la ciudad y el árbol en llamas había una gigantesca torre oscura que aterrorizaba con su mera presencia. Sobre ella, había una especie de vórtice que, si bien era pequeño, parecía haberse agrandado durante la conversación. Al otro lado, en el cielo, podía observarse un verde y apacible bosque. Un lugar idílico, al que todos querrían llegar, pero a la vez, tan lejano.
Todo aquello resultaría muy extraño y desconcertante para el exmercenario. ¿Habían destruido los Jinetes Oscuros Aerandir los dos días que había permanecido inconsciente? ¿Estaba en un sueño? El golpe había sido fuerte. Pero por mucho que se pellizcara la piel, no iba a despertar.
Tyrande volvió a tomar asiento en la silla. - Nada vas a encontrar aquí. Aquí no hay días, ni noches. Tampoco árboles o flores. Sólo muerte, destrucción… - declaró, totalmente desesperanzada, apoyando los codos sobre sus rodillas. – Este es un mundo distópico en el que sólo viven simpatizantes de los Jinetes oscuros. O gente que, como yo, se esconde ellos. - emitió un largo suspiró y se estiró. - En fin... Te acostumbrarás.
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Eltrant: Esta primera parte del evento en Vulwulfar es muy tranquila y, según tus acciones, podrás terminarla incluso sin combatir. Sólo tendrá 2 turnos o 3 dependiendo de tus acciones. Y estás solo. Ni Huracán (capturada por los Jinetes Oscuros) y seguramente tarde en aparecer (o tal vez no), ni Lyn podrán ayudarte. He de decir que la vampiresa ha pasado el portal contigo, pero su paradero es desconocido, por ahora.
Como todos los que entren al Oblivion, tendrás las siguiente maldición:
Maldición: Pesadilla del Jinete Oscuro: Sólo mientras estés en el Oblivion. Cada tema que transcurras en el Oblivion sin reponerte perderás dos de tus habilidades de nivel máximo y un 20% de tus atributos. Tus objetos mágicos perderán su eficacia y sólo tus habilidades te resultarán útiles. Además, las runas medias contarán por malas y las buenas por medias. Por ejemplo, en este tema tendrás poco cansancio. Como si hubieses trasnochado una noche. Pierdes tus dos habilidades de nivel máximo y tus atributos se reducen un 20%. Se reinicia si sales del Oblivion. Están exentos de todas estas penalizaciones los portadores de las reliquias, no así los acompañantes.
En lo relativo a tu misión, tienes ante ti al que probablemente sea el NPC aliado más poderoso del foro. Pero está desanimado y hundido. Puedes preguntarle tus inquietudes y tratar de que se una a tu campaña. Hay 3 o 4 temas que consideraré muy personales y, si los tocas, permitiré que despiertes el interés de Tyrande Nemaniel y se una a ti. Si no lo consigues, quedarás solo y no volveréis a saber de ella hasta bien avanzado el evento. Ni qué decir que tópicos del estilo: “¡Unámonos y salvemos el mundo juntos!” no servirán. ¡A ver esa psicología!
Puedes utilizar a Tyrande Nemaniel (Elfa guerrera/maga de luz y sanación de nivel 💀 )
Debo decir, también, que no tienes armadura más que lo que llevabas puesto al final del tema Eclipse. Tyrande te recogió con todo lo que llevabas en dicho momento. Lo demás lo has perdido, pero sólo de manera temporal. Por fortuna, el cuervo de Asher la ha encontrado y está en el campamento de los leónicos. Te esperará a tu vuelta a Aerandir.
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Re: [Trama Sandorái] [Parte C-1] Oblivion: Vulwulfar alternativo
El aire estaba viciado, incluso en sueños podía notarlo.
Abrió los ojos, clamando por aire, empapado en sudor, tratando de escapar de la oscura pesadilla en la que había estado sumido. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Mirando fijamente al gigantesco agujero que tenía el techo bajo el que supuestamente estaba resguardado esperó a que sus ojos se habituasen a la grisácea claridad que reinaba en aquel sitio.
¿Había perdido?
- ¿¡Lyn!? – Se incorporó rápidamente, estaba cansado, más cansado de lo que esperaría estar alguien que acababa de despertarse. Lo último que recordaba era el gigantesco vórtice de oscuridad que se los tragó; pero no estaba muerto. ¿Significaba que alguien les había rescatado a tiempo? - ¿Anastasia? – La figura que tenía a su lado y que, por lo que parecía, había estado velando por su bienestar era muy distinta a las dos personas con las que había atravesado el portal.
De cabellos rojizos y de ojos azules, las suaves facciones de la mujer gritaban “elfa”. Incluso con un rápido vistazo, gracias a la forma de hablar y su tono de voz se podía adivinar que su cuidadora era natural de Sandorai.
Además de que no se preocupaba demasiado en ocultar sus orejas.
Le recordaba a Níniel, o a alguna de las sacerdotisas que había visto en sus viajes.
Aceptó el agua de buena gana, sin pensar siquiera en la posibilidad de que fuese una trampa, y acabó bebiéndose todo el contenido de la taza de un solo trago.
- ¿Tyrie? – Aun con la taza entre las manos estudió más detenidamente a la mujer. Se la veía cansada, incluso exhausta. - ¿Dónde llevo dos días durmiendo? – Entrecerró los ojos, se sentó por completo en la cama y, tras dejar la taza a un lado, dirigió su atención a la habitación.
Las cuatro paredes que le rodeaban difícilmente se tenían en pie, de hecho, una de ellas estaba parcialmente derruida. Estuviese dónde estuviese, el edificio había visto mejores días.
- ¿Has visto a…? – Se levantó por completo, obviando su propio cansancio, cuando la elfa hizo referencia a la reliquia con la que cargaba Anastasia y se acercó hasta la mujer, quien, sin apartar la mirada de las brasas que tenía frente a ella, continuó mostrando lo que ya para Eltrant era evidente: no era una persona ordinaria.
- Se llama Anastasia Boisson. – Le dijo cuando terminó de hablar. – Aunque se la conoce más bien por “Huracán” – dijo bajando la mirada, sintiéndose impotente ante las palabras de Tyrie.
Se obligó a pensar que la mujer estaba equivocada, que Huracán seguía con vida.
No podía ser de otra forma.
- Por lo que me contó... – Se cruzó de brazos, hizo memoria. – El rubí pertenecía antes a un tal “Vladimir el Inmortal”. – Expuso, Lyn le había hablado algo de él; un vampiro “De esos que me caen mal”. – Tomó Lunargenta durante prácticamente un año y a Siegfriend no le gustó. – Respiró hondo, sentía que había pasado una noche sin dormir en lugar de haber dormido dos días completos. – Huracán acabó con él demostrando que al parecer no era tan inmortal. – Frunció el ceño y suspiró, perdiendo la paciencia ante el fatalismo del que hacía gala Tyrie. – ¡Y los Centinelas no siguen como siempre, más bien...! – Aun cuando había empezado la réplica con algo de brusquedad se detuvo cuando la mujer señaló la única ventana con la que contaba la habitación.
Al otro lado había una imagen que habría deseado no haber visto: Vulwulfar. Pero no era la ciudad que conocía, esta estaba derruida, abandonada, una ciudad desolada bajo un cielo gris.
¿Aquello era el Oblivion? ¿O era su mismo mundo? ¿Una visión del futuro?
Siempre había supuesto que el Oblivion, por la forma de ser de sus habitantes, era un sitio frío y oscuro, un lugar que evitar por todos los medios. Y, por primera vez, no se equivocaba con sus sospechas.
Quizás había más luz de la que había imaginado en un principio.
Apoyó ambas manos en el marco de la ventana incapaz de decir nada. Todo había salido de la peor forma posible, estaba en el último lugar que deseaba estar, sus dos amigas estaban desaparecidas y una de ellas en manos de los jinetes.
- ¿Dices que… llevas dos años aquí? – No sé giró a mirar a Tyrie. – Lo siento. - Pero incluso sin que el castaño la mirase directamente, la elfa podría notar claramente como su rostro había adquirido una palidez digna de un vampiro.
No había plantas, no había vida, no absolutamente nada a la vista en el que no fuesen cenizas o no estuviese en llamas. Solo estaba la gigantesca torre negra que se alzaba, imponente, sobre lo que quedaba de mundo.
Apretó los puños y dejando escapar un grito, golpeó varias veces la pared que tenía a su lado.
No iba a dejarla allí arriba, sola.
Se lo había prometido.
- En dos años han cambiado muchas cosas. – Le dijo a Tyrie. – Hay tres centinelas nuevos, para empezar. – Mencionó mientras buscaba por la habitación sus cosas. – Y no sé cómo lo hacían antes. – Las localizó en una esquina de la habitación. – Pero ahora son mejores. – dijo sonriendo, tratando de infundirse a sí mismo todos los ánimos que pudo, recordando las habilidades de los actuales dueños de las reliquias. – Cómo mínimo estos se preocupan por trabajar juntos más que en conquistar ciudades y tienen a un antiguo Centinela enseñadores como funciona todo. – dijo tomando a Olvido. – Un tipo grande, un león. Melena Blanca, creo que se llamaba. Hasta el momento han logrado enviar aquí a cada Jinete con el que se han cruzado. – Desenvainó su espada y la alzó sobre su cabeza instintivamente, examinó la hoja del mandoble.
Entornó los ojos, no le gustó lo que vio, el filo plateado de la gigantesca espada estaba cubierta de una finísima capa de viento, irrisoria y desigual, apenas podía verse claramente. Mascullando insultos en voz baja, después de repetir lo mismo con la espada de hielo, suspiró profundamente: Recuerdo apenas brillaba, tambien había perdido fuerza.
¿Es que no le pasaba solo a él? ¿Aquel mundo estaba decidido a cansar incluso a sus objetos?
- Además de Huracán. – Miró a Tyrie, obviando todos y cada uno de los problemas que continuaban apilándose. – De la Centinela – Agregó a continuación, comenzando a depositar uno a uno todos los objetos que había traído consigo hasta aquel mundo sobre la cama. – Entramos aquí con otra persona. – Le dijo. – Es como así de alta. – Se giró hacia la elfa e hizo referencia a la altura de Lyn con su mano derecha. – Pelo oscuro… habla mucho… - La mujer no contestó, Eltrant se limitó a hacer un rápido inventario de todos sus objetos.
Si alguien estaba a salvo era Lyn, era literalmente incapaz de recibir estocadas. Aunque... seguia sin tener muy claro como funcionaba su maldición allí, en un lugar que según la pelirroja carecia de noche.
- Eres muy ingenuo si piensas ir a buscarlas. – Le dijo Tyrie, igual de solemne que hasta el momento, ladeando la cabeza. – Las dos deben de estar ya muertas y tú no vas a acabar mucho mejor si sigues con esto. – Le informó sin apenas moverse de dónde estaba. - Estás en el corazón del territorio los jinetes, en su hogar. – Eltrant tragó saliva, lo sabía, no necesitaba que le recordasen eso último.
Pero, ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Darse a la bebida?
- El árbol madre. – Señaló por la ventana en dirección a lo que quedaba de Sandorai y que parecía atrapado en unas llamas perpetuas. – Al árbol madre le pasa algo en... ¿el exterior? ¿Tiene que ver con algo que haya pasado aquí? – Sacudió la cabeza - Habían convocado a los Centinelas por eso mismo y yo acompañaba a uno de ellos antes de... esto. – Eltrant tomó el sello del clan Nemaniël, que por alguna razón se lo habían entregado tiempo atrás según salía de una posada, y se lo mostró a Tyrie. – No soy centinela. – La mujer asintió ante tal evidencia, era bastante obvio que Eltrant no engañaba a nadie con su apariencia, este se limitó a bajar la mirada hasta el sello. – Pero pensé que el que me hubiesen entregado esto significaba algo, que… que podía ayudar con eso al menos. - Aún tenía opciones, algunas vendas y un surtido de armas y herramientas.
Y mucha resistencia física.
Nunca se había rendido antes. ¿Por qué iba a hacerlo ahora?
- No planeo a quedarme aquí dos años esperando a que la muerte me encuentre, no cuando una amiga mía necesita mi ayuda. – Quizás aquello hubiese sonado más duro de lo que pretendía en un principio, pero podía intuir que, por su armadura, por la forma en la que andaba y su porte, estaba ante alguien capaz de defenderse por sí sola, probablemente mejor que él si llevaba dos años allí y seguía con vida. – Le prometí que… su reliquia no era una carga para ella sola. - ¿Quién era Tyrie en realidad? Dudaba mucho que hubiese acabado allí por casualidad, era un hecho que necesitaría su ayuda si quería salir de allí con vida. - Y planeo cumplirlo. – Suspiró profundamente y comenzó atar, metódicamente, su equipo a las correas de su cuerpo.
No podía dejar de pensar en los gritos de pánico, en el miedo que había visto reflejado en el rostro de la cazadora al ser absorbida por el vórtice. Nunca la había visto tan… indefensa, tan aterrorizada. Y ahora, si lo que decía la elfa era cierto, estaba encerrada en la torre con los Jinetes que la habían arrastrado hasta allí.
- ¿Quién se supone que eres, para empezar? – Preguntó la mujer, cruzándose de brazos.
Eltrant se terminó de atar la capa en torno a su cuello y sonrió.
- Eltrant Tale. – Se señaló con el pulgar, la mujer asintió y avanzó hasta la misma ventana por la que había estado mirando Eltrant.
- El fracaso no distingue entre buenas intenciones, Eltrant Tale. – Le dijo – Ya te he dicho que es lo que vas a encontrar ahí afuera. – Mencionó, adoptando el mismo modo de voz que Eltrant, estaba siendo directa pero educada. - ¿Quieres suicidarte? – Respiró hondo. – Asegúrate entonces de que te maten. – dijo – No te conviene que te capturen. - Algo le decía al castaño que los temores de la elfa no eran infundados, había un millar de motivos por los que la mujer podía estar allí y Eltrant estaba bastante seguro de que, en dos años, esta habría tratado de escapar muchas veces.
Cerró los ojos.
Aquella mujer le recordaba, en parte, a él mismo cuando abandonó la guardia. La desesperanza, el hastío por ver que el mundo seguía atrapado en un período de tiempo que nunca cambiaba, que independientemente de lo que hiciese la muerte le seguía allá por dónde fuese, que todos sus esfuerzos acababan en el fondo de un saco roto.
La realidad de que no podía salvar a todo el mundo por mucho que lo intentase.
- Sé que... pelear continuamente sin ver un final claro es agotador. – Mencionó pasándose instintivamente la mano por las cicatrices de su pecho, las que se había ganado en el norte defendiendo de Bracknell una ciudad que ahora le despreciaba tanto como al culpable. – He matado para salvar personas, he librado tres guerras en nombre de una paz que se tambalea por cada día que pasa… – Sonrió amargamente, dicho de aquel modo sonaba hasta ridículo. – Me he manchado las manos de tanta sangre para que otros no tuviesen que hacerlo que a veces... – Volvió a apoyarse en la ventana y sacudió la cabeza, corrigiendose. – He peleado continuamente, sin más motivos para hacerlo que: “El mundo siempre puede contar con más héroes”. – Inspiró profundamente. – Y todo eso… - Dejó escapar algo parecido a una carcajada en voz baja – Todo eso me ha traído aquí, al Oblivion. – Clavó sus ojos en el trozo de bosque que parecía haber llegado hasta allí desde otro lugar completamente distinto, como si no encajase en toda aquella escena.
Trató de captar algún sonido distante, el que fuese. Nada, allí no había nada que oír.
- Cualquiera diria que he fracasado ya. ¿Qué puede ser peor? ¿Intentarlo? -
Se giró hacía Tyrie y, como había hecho con Huracán bajo la cúpula de viento, depositó ambas manos sobre sus hombros de forma repentina.
- Gracias por cuidarme estos dos días, de verdad. Pero tengo que ir. – dijo clavando sus ojos en los de la mujer. – No puedo… - Cerró ambas manos con algo de fuerza. – No puedo quedarme sin hacer nada, mirando. – dijo, sintiéndose de golpe increíblemente cansado. – A diferencia de este sitio, Aerandir todavía no está en llamas. El Árbol Madre sigue en pie y aún estamos a tiempo de asegurarnos de que siga así. – Le entregó a la elfa el sello elfico que tenía en su poder y, después, ajustó las correas de las distintas armas que portaba.
La miró examinar el sello, probablemente aquel símbolo significase más para ella que para él. Dos años peleando sin parar… atrapada en un mundo condenado, no estaba seguro de que él hubiese conseguido sobrevivir, no cuerdo. Cómo mínimo se merecía saber que su hogar, por el momento, seguía intacto.
Sabía que era mucho pedir a los dioses, que aquello podía acabar muy mal sin continuaba solo. Pero, por mucho que quisiese, no podía obligarla a que emprendiese una misión suicida junto a él, era… injusto.
Volvió a respirar hondo, el azufre que flotaba en el ambiente sobrepasó cualquier otro olor que pudiese captar.
- Un mundo de destrucción y muerte… - Entrecerró los ojos, el vórtice de oscuridad que flotaba sobre la torre se hacía más grande por momentos. – …bien. Se me da bien eso. – El último Jinete con el que se enfrentó aguantó todos los ataques de Olvido como si el mandoble no tuviese siquiera filo.
Esperaba tener alguna oportunidad allí.
Abrió los ojos, clamando por aire, empapado en sudor, tratando de escapar de la oscura pesadilla en la que había estado sumido. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Mirando fijamente al gigantesco agujero que tenía el techo bajo el que supuestamente estaba resguardado esperó a que sus ojos se habituasen a la grisácea claridad que reinaba en aquel sitio.
¿Había perdido?
- ¿¡Lyn!? – Se incorporó rápidamente, estaba cansado, más cansado de lo que esperaría estar alguien que acababa de despertarse. Lo último que recordaba era el gigantesco vórtice de oscuridad que se los tragó; pero no estaba muerto. ¿Significaba que alguien les había rescatado a tiempo? - ¿Anastasia? – La figura que tenía a su lado y que, por lo que parecía, había estado velando por su bienestar era muy distinta a las dos personas con las que había atravesado el portal.
De cabellos rojizos y de ojos azules, las suaves facciones de la mujer gritaban “elfa”. Incluso con un rápido vistazo, gracias a la forma de hablar y su tono de voz se podía adivinar que su cuidadora era natural de Sandorai.
Además de que no se preocupaba demasiado en ocultar sus orejas.
Le recordaba a Níniel, o a alguna de las sacerdotisas que había visto en sus viajes.
Aceptó el agua de buena gana, sin pensar siquiera en la posibilidad de que fuese una trampa, y acabó bebiéndose todo el contenido de la taza de un solo trago.
- ¿Tyrie? – Aun con la taza entre las manos estudió más detenidamente a la mujer. Se la veía cansada, incluso exhausta. - ¿Dónde llevo dos días durmiendo? – Entrecerró los ojos, se sentó por completo en la cama y, tras dejar la taza a un lado, dirigió su atención a la habitación.
Las cuatro paredes que le rodeaban difícilmente se tenían en pie, de hecho, una de ellas estaba parcialmente derruida. Estuviese dónde estuviese, el edificio había visto mejores días.
- ¿Has visto a…? – Se levantó por completo, obviando su propio cansancio, cuando la elfa hizo referencia a la reliquia con la que cargaba Anastasia y se acercó hasta la mujer, quien, sin apartar la mirada de las brasas que tenía frente a ella, continuó mostrando lo que ya para Eltrant era evidente: no era una persona ordinaria.
- Se llama Anastasia Boisson. – Le dijo cuando terminó de hablar. – Aunque se la conoce más bien por “Huracán” – dijo bajando la mirada, sintiéndose impotente ante las palabras de Tyrie.
Se obligó a pensar que la mujer estaba equivocada, que Huracán seguía con vida.
No podía ser de otra forma.
- Por lo que me contó... – Se cruzó de brazos, hizo memoria. – El rubí pertenecía antes a un tal “Vladimir el Inmortal”. – Expuso, Lyn le había hablado algo de él; un vampiro “De esos que me caen mal”. – Tomó Lunargenta durante prácticamente un año y a Siegfriend no le gustó. – Respiró hondo, sentía que había pasado una noche sin dormir en lugar de haber dormido dos días completos. – Huracán acabó con él demostrando que al parecer no era tan inmortal. – Frunció el ceño y suspiró, perdiendo la paciencia ante el fatalismo del que hacía gala Tyrie. – ¡Y los Centinelas no siguen como siempre, más bien...! – Aun cuando había empezado la réplica con algo de brusquedad se detuvo cuando la mujer señaló la única ventana con la que contaba la habitación.
Al otro lado había una imagen que habría deseado no haber visto: Vulwulfar. Pero no era la ciudad que conocía, esta estaba derruida, abandonada, una ciudad desolada bajo un cielo gris.
¿Aquello era el Oblivion? ¿O era su mismo mundo? ¿Una visión del futuro?
Siempre había supuesto que el Oblivion, por la forma de ser de sus habitantes, era un sitio frío y oscuro, un lugar que evitar por todos los medios. Y, por primera vez, no se equivocaba con sus sospechas.
Quizás había más luz de la que había imaginado en un principio.
Apoyó ambas manos en el marco de la ventana incapaz de decir nada. Todo había salido de la peor forma posible, estaba en el último lugar que deseaba estar, sus dos amigas estaban desaparecidas y una de ellas en manos de los jinetes.
- ¿Dices que… llevas dos años aquí? – No sé giró a mirar a Tyrie. – Lo siento. - Pero incluso sin que el castaño la mirase directamente, la elfa podría notar claramente como su rostro había adquirido una palidez digna de un vampiro.
No había plantas, no había vida, no absolutamente nada a la vista en el que no fuesen cenizas o no estuviese en llamas. Solo estaba la gigantesca torre negra que se alzaba, imponente, sobre lo que quedaba de mundo.
Apretó los puños y dejando escapar un grito, golpeó varias veces la pared que tenía a su lado.
No iba a dejarla allí arriba, sola.
Se lo había prometido.
- En dos años han cambiado muchas cosas. – Le dijo a Tyrie. – Hay tres centinelas nuevos, para empezar. – Mencionó mientras buscaba por la habitación sus cosas. – Y no sé cómo lo hacían antes. – Las localizó en una esquina de la habitación. – Pero ahora son mejores. – dijo sonriendo, tratando de infundirse a sí mismo todos los ánimos que pudo, recordando las habilidades de los actuales dueños de las reliquias. – Cómo mínimo estos se preocupan por trabajar juntos más que en conquistar ciudades y tienen a un antiguo Centinela enseñadores como funciona todo. – dijo tomando a Olvido. – Un tipo grande, un león. Melena Blanca, creo que se llamaba. Hasta el momento han logrado enviar aquí a cada Jinete con el que se han cruzado. – Desenvainó su espada y la alzó sobre su cabeza instintivamente, examinó la hoja del mandoble.
Entornó los ojos, no le gustó lo que vio, el filo plateado de la gigantesca espada estaba cubierta de una finísima capa de viento, irrisoria y desigual, apenas podía verse claramente. Mascullando insultos en voz baja, después de repetir lo mismo con la espada de hielo, suspiró profundamente: Recuerdo apenas brillaba, tambien había perdido fuerza.
¿Es que no le pasaba solo a él? ¿Aquel mundo estaba decidido a cansar incluso a sus objetos?
- Además de Huracán. – Miró a Tyrie, obviando todos y cada uno de los problemas que continuaban apilándose. – De la Centinela – Agregó a continuación, comenzando a depositar uno a uno todos los objetos que había traído consigo hasta aquel mundo sobre la cama. – Entramos aquí con otra persona. – Le dijo. – Es como así de alta. – Se giró hacia la elfa e hizo referencia a la altura de Lyn con su mano derecha. – Pelo oscuro… habla mucho… - La mujer no contestó, Eltrant se limitó a hacer un rápido inventario de todos sus objetos.
Si alguien estaba a salvo era Lyn, era literalmente incapaz de recibir estocadas. Aunque... seguia sin tener muy claro como funcionaba su maldición allí, en un lugar que según la pelirroja carecia de noche.
- Eres muy ingenuo si piensas ir a buscarlas. – Le dijo Tyrie, igual de solemne que hasta el momento, ladeando la cabeza. – Las dos deben de estar ya muertas y tú no vas a acabar mucho mejor si sigues con esto. – Le informó sin apenas moverse de dónde estaba. - Estás en el corazón del territorio los jinetes, en su hogar. – Eltrant tragó saliva, lo sabía, no necesitaba que le recordasen eso último.
Pero, ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Darse a la bebida?
- El árbol madre. – Señaló por la ventana en dirección a lo que quedaba de Sandorai y que parecía atrapado en unas llamas perpetuas. – Al árbol madre le pasa algo en... ¿el exterior? ¿Tiene que ver con algo que haya pasado aquí? – Sacudió la cabeza - Habían convocado a los Centinelas por eso mismo y yo acompañaba a uno de ellos antes de... esto. – Eltrant tomó el sello del clan Nemaniël, que por alguna razón se lo habían entregado tiempo atrás según salía de una posada, y se lo mostró a Tyrie. – No soy centinela. – La mujer asintió ante tal evidencia, era bastante obvio que Eltrant no engañaba a nadie con su apariencia, este se limitó a bajar la mirada hasta el sello. – Pero pensé que el que me hubiesen entregado esto significaba algo, que… que podía ayudar con eso al menos. - Aún tenía opciones, algunas vendas y un surtido de armas y herramientas.
Y mucha resistencia física.
Nunca se había rendido antes. ¿Por qué iba a hacerlo ahora?
- No planeo a quedarme aquí dos años esperando a que la muerte me encuentre, no cuando una amiga mía necesita mi ayuda. – Quizás aquello hubiese sonado más duro de lo que pretendía en un principio, pero podía intuir que, por su armadura, por la forma en la que andaba y su porte, estaba ante alguien capaz de defenderse por sí sola, probablemente mejor que él si llevaba dos años allí y seguía con vida. – Le prometí que… su reliquia no era una carga para ella sola. - ¿Quién era Tyrie en realidad? Dudaba mucho que hubiese acabado allí por casualidad, era un hecho que necesitaría su ayuda si quería salir de allí con vida. - Y planeo cumplirlo. – Suspiró profundamente y comenzó atar, metódicamente, su equipo a las correas de su cuerpo.
No podía dejar de pensar en los gritos de pánico, en el miedo que había visto reflejado en el rostro de la cazadora al ser absorbida por el vórtice. Nunca la había visto tan… indefensa, tan aterrorizada. Y ahora, si lo que decía la elfa era cierto, estaba encerrada en la torre con los Jinetes que la habían arrastrado hasta allí.
- ¿Quién se supone que eres, para empezar? – Preguntó la mujer, cruzándose de brazos.
Eltrant se terminó de atar la capa en torno a su cuello y sonrió.
- Eltrant Tale. – Se señaló con el pulgar, la mujer asintió y avanzó hasta la misma ventana por la que había estado mirando Eltrant.
- El fracaso no distingue entre buenas intenciones, Eltrant Tale. – Le dijo – Ya te he dicho que es lo que vas a encontrar ahí afuera. – Mencionó, adoptando el mismo modo de voz que Eltrant, estaba siendo directa pero educada. - ¿Quieres suicidarte? – Respiró hondo. – Asegúrate entonces de que te maten. – dijo – No te conviene que te capturen. - Algo le decía al castaño que los temores de la elfa no eran infundados, había un millar de motivos por los que la mujer podía estar allí y Eltrant estaba bastante seguro de que, en dos años, esta habría tratado de escapar muchas veces.
Cerró los ojos.
Aquella mujer le recordaba, en parte, a él mismo cuando abandonó la guardia. La desesperanza, el hastío por ver que el mundo seguía atrapado en un período de tiempo que nunca cambiaba, que independientemente de lo que hiciese la muerte le seguía allá por dónde fuese, que todos sus esfuerzos acababan en el fondo de un saco roto.
La realidad de que no podía salvar a todo el mundo por mucho que lo intentase.
- Sé que... pelear continuamente sin ver un final claro es agotador. – Mencionó pasándose instintivamente la mano por las cicatrices de su pecho, las que se había ganado en el norte defendiendo de Bracknell una ciudad que ahora le despreciaba tanto como al culpable. – He matado para salvar personas, he librado tres guerras en nombre de una paz que se tambalea por cada día que pasa… – Sonrió amargamente, dicho de aquel modo sonaba hasta ridículo. – Me he manchado las manos de tanta sangre para que otros no tuviesen que hacerlo que a veces... – Volvió a apoyarse en la ventana y sacudió la cabeza, corrigiendose. – He peleado continuamente, sin más motivos para hacerlo que: “El mundo siempre puede contar con más héroes”. – Inspiró profundamente. – Y todo eso… - Dejó escapar algo parecido a una carcajada en voz baja – Todo eso me ha traído aquí, al Oblivion. – Clavó sus ojos en el trozo de bosque que parecía haber llegado hasta allí desde otro lugar completamente distinto, como si no encajase en toda aquella escena.
Trató de captar algún sonido distante, el que fuese. Nada, allí no había nada que oír.
- Cualquiera diria que he fracasado ya. ¿Qué puede ser peor? ¿Intentarlo? -
Se giró hacía Tyrie y, como había hecho con Huracán bajo la cúpula de viento, depositó ambas manos sobre sus hombros de forma repentina.
- Gracias por cuidarme estos dos días, de verdad. Pero tengo que ir. – dijo clavando sus ojos en los de la mujer. – No puedo… - Cerró ambas manos con algo de fuerza. – No puedo quedarme sin hacer nada, mirando. – dijo, sintiéndose de golpe increíblemente cansado. – A diferencia de este sitio, Aerandir todavía no está en llamas. El Árbol Madre sigue en pie y aún estamos a tiempo de asegurarnos de que siga así. – Le entregó a la elfa el sello elfico que tenía en su poder y, después, ajustó las correas de las distintas armas que portaba.
La miró examinar el sello, probablemente aquel símbolo significase más para ella que para él. Dos años peleando sin parar… atrapada en un mundo condenado, no estaba seguro de que él hubiese conseguido sobrevivir, no cuerdo. Cómo mínimo se merecía saber que su hogar, por el momento, seguía intacto.
Sabía que era mucho pedir a los dioses, que aquello podía acabar muy mal sin continuaba solo. Pero, por mucho que quisiese, no podía obligarla a que emprendiese una misión suicida junto a él, era… injusto.
Volvió a respirar hondo, el azufre que flotaba en el ambiente sobrepasó cualquier otro olor que pudiese captar.
- Un mundo de destrucción y muerte… - Entrecerró los ojos, el vórtice de oscuridad que flotaba sobre la torre se hacía más grande por momentos. – …bien. Se me da bien eso. – El último Jinete con el que se enfrentó aguantó todos los ataques de Olvido como si el mandoble no tuviese siquiera filo.
Esperaba tener alguna oportunidad allí.
Eltrant Tale
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Re: [Trama Sandorái] [Parte C-1] Oblivion: Vulwulfar alternativo
Cada palabra de Eltrant pesaba en Tyrie como una losa. Cierto sentimiento de pesadumbre comenzaba a revolotear por la cabeza de la elfa. Y el humano podría notar cómo, poco a poco, la elfa iba cambiando su particular actitud derrotista por una de esperanza. Se acercó a la ventana de la habitación. y se dispuso a mirar por esta.
-Sólo estabas tú, Eltrant. Y la centinela. – relató, negando haber visto a Lyn. - Entiendo todo lo que dices pero… - No sabía muy bien cómo explicarlo, Eltrant. – No recuerdo nada de lo que pasó antes de atravesar el portal. Desconozco quienes eran los portadores de las reliquias. – se disculpó. Trataba de hacer memoria. – Recuerdo haber luchado… Casi hasta la muerte. Incluso llegué a matar a una de las jinetes. – continuó relatando. – Después, una sacerdotisa… No recuerdo su nombre. Me tomó en sus brazos y después… Desperté. Nada ha cambiado desde entonces. - Entrecerró la vista. Trataba de recordar. Lo había intentado muchas veces durante su soledad, pero nunca conseguía obtener un solo dato más. Un mero rostro. Miró al mercenario con confianza. – Llevo años buscando la manera de volver. Pero sin las reliquias, o atravesando los portales, vigilados por los jinetes, es imposible. – continuó diciendo.
Depositó sus ojos en el Arbol Madre, a lo lejos, versión del Oblivion. Un árbol en permanente combustión. Las últimas ramas de la copa suponían lo último verde que quedaba en aquel yermo.
-En un lugar en el que el agua es un recurso escaso, apenas queda lugar para seres orgánicos. No nacen niños. Sólo los vampiros, que se alimentan de sangre, pueden sobrevivir en este yermo. – Describió. – Todo cuanto queda es unirse a una de las bandas de vampiros o biocibernéticos que combaten entre ellos mismos por estos trozos de tierra quemada que no valen nada. Una tierra sin ley. Irónicamente, ambos disfrutan de una inmortalidad que, en este mundo, es casi un castigo divino. Y, si no, están condenados a morir en combate o mediante suicidio. Quizás por eso los jinetes los dejan vivir. – comentó, tocando la ceniza que había en el piso. – El resto de razas están prácticamente extintas. Las últimas especies viven en Árbol Madre. – Señaló al fondo. El particular árbol madre del Oblivion era un árbol en permanente combustión. Un fuego imparable que tardaba años en avanzar. Más de tres cuartos de hojas, tronco y raíz, estaban quemadas. – Apenas dos o tres millares de individuos no vampiros o biocibernéticos. Pero es imposible detener la llama del fuego eterno. El árbol genera recursos mínimos hasta que la última llama lo extinga, dentro de muchos años. Una lenta agonía.
Aquella era la triste historia de aquel mundo paralelo. Y Tyrie se sentía tan identificada y decepcionada que lo vivía como si fuese su propia tierra. Cerró los ojos y, una lágrima recorrió su rostro. Pero tenía que ser fuerte. Ahora que había una reliquia en el plano, volvía a haber esperanza. Pero tenía que recuperarla. Si no quería que su mundo terminara como aquel en el que se encontraban ahora.
-Iré contigo, Eltrant. Si conseguimos el rubí, podremos volver al Sandorái verde y soleado. – Señaló al portal abierto en el cielo, en el que se veía el bosque del que había venido Eltrant. Los jinetes trataban de utilizar la reliquia para abrir un portal que conectara con el lugar. – Apuesto a que estará en la torre de los jinetes. Ir solos es una temeridad, pero no parece que nos quede otra alternativa.
Tyrande hizo un gesto al mercenario para que le siguiera al piso de abajo, a la calle. Bajaron unas escaleras prácticamente derruidas que, en alguna ocasión, tuvieron que saltar para no caer por el hueco de la misma. Tyrie exhibía gran ligereza, y se desplazaba con una elegancia y una gracilidad muy vistosa. Estaba en plena forma. Una vez en el piso inferior del portal, se escuchaba revuelo fuera, Tyrande se llevó los dedos a los labios para que Eltrant guardara silencio y observara lo que sucedía sin salir ni tratar de llamar la atención.
Una de las bandas que Tyrande había mencionado pasaba ahora destruyendo todo lo que pillaba a su paso. Por su “alegría” parecía ser de vampiros. Eran cinco. Todos con un llamativo pelo corto que era, cuanto menos, inusual. También llevaban diversas armas de acero o hierro: Barras, mazas, martillos y un variado arsenal. Mostraban locura. Gritaban y rompían ventanas o botellas en el suelo. No había mayor objetivo que el de llamar la atención, pero no se sabía muy bien a qué o quién. Parecían hacer llamamiento a otra banda. Una mera exhibición de quiénes eran los amos del barrio.
-No salgas… - pidió Tyrande, interponiendo su brazo delante del cuerpo del exmercenario. – Podremos pasar en cuanto lo hagan ellos.
Entre el grupo de cinco vampiros que patrullaban alegremente las calles, Eltrant podría ver algunos rostros que recordaba vagamente, pero nadie especialmente relevante. El grupo parecía estar dirigido por un vampiro que no conocía. Avanzaba con determinación al frente. A su lado, lo que quizás fuese lo más sorprendente para Eltrant… ¡Lyanna! Estaba junto a ellos. El estilo de peinado y vestir era diferente, pero su comportamiento era parecido al que conocía. Juguetón y bromista. Además, portaba un martillo, lo que indicaba que había perdido la maldición.
Tyrande no reconoció a nadie. Por lo que en cuanto estos pasaron de largo sin advertirles no tardó en indicar a Eltrant que era el momento de cruzar la calle.
-¡Vamos, Eltrant! ¡Ahora que no nos ven! – susurró. Y tiró hacia el otro callejón, ignorando a los vándalos que habían pasado.
Eltrant: Tyrie te explica la situación del universo paralelo que parece ser el Oblivion. A largo plazo, vuestro objetivo es llegar a la torre de los jinetes, rescatar a Huracán y conseguir la reliquia para volver a Aerandir. Para eso aún falta. Te cruzas con un grupo de variopintos vampiros… ¡Entre los que se encuentra Lyn sin su maldición! Puedes intentar llegar hasta ella mediante sigilo, sin que nadie te vea, advertirle de que estás aquí o lo que consideres, o ignorar al grupo de vampiros, que no os ha visto, y seguir a Tyrande. En este caso saldréis de Vulwulfar y terminarás el evento. Pero quizás no vuelvas a ver a Lyn hasta más adelante.
Puedes usar a Tyrande Nemaniel y a cualquier grupo del miembro de vampiros a tu imaginación. Excepto a Lyn, en este turno.
-Sólo estabas tú, Eltrant. Y la centinela. – relató, negando haber visto a Lyn. - Entiendo todo lo que dices pero… - No sabía muy bien cómo explicarlo, Eltrant. – No recuerdo nada de lo que pasó antes de atravesar el portal. Desconozco quienes eran los portadores de las reliquias. – se disculpó. Trataba de hacer memoria. – Recuerdo haber luchado… Casi hasta la muerte. Incluso llegué a matar a una de las jinetes. – continuó relatando. – Después, una sacerdotisa… No recuerdo su nombre. Me tomó en sus brazos y después… Desperté. Nada ha cambiado desde entonces. - Entrecerró la vista. Trataba de recordar. Lo había intentado muchas veces durante su soledad, pero nunca conseguía obtener un solo dato más. Un mero rostro. Miró al mercenario con confianza. – Llevo años buscando la manera de volver. Pero sin las reliquias, o atravesando los portales, vigilados por los jinetes, es imposible. – continuó diciendo.
Depositó sus ojos en el Arbol Madre, a lo lejos, versión del Oblivion. Un árbol en permanente combustión. Las últimas ramas de la copa suponían lo último verde que quedaba en aquel yermo.
-En un lugar en el que el agua es un recurso escaso, apenas queda lugar para seres orgánicos. No nacen niños. Sólo los vampiros, que se alimentan de sangre, pueden sobrevivir en este yermo. – Describió. – Todo cuanto queda es unirse a una de las bandas de vampiros o biocibernéticos que combaten entre ellos mismos por estos trozos de tierra quemada que no valen nada. Una tierra sin ley. Irónicamente, ambos disfrutan de una inmortalidad que, en este mundo, es casi un castigo divino. Y, si no, están condenados a morir en combate o mediante suicidio. Quizás por eso los jinetes los dejan vivir. – comentó, tocando la ceniza que había en el piso. – El resto de razas están prácticamente extintas. Las últimas especies viven en Árbol Madre. – Señaló al fondo. El particular árbol madre del Oblivion era un árbol en permanente combustión. Un fuego imparable que tardaba años en avanzar. Más de tres cuartos de hojas, tronco y raíz, estaban quemadas. – Apenas dos o tres millares de individuos no vampiros o biocibernéticos. Pero es imposible detener la llama del fuego eterno. El árbol genera recursos mínimos hasta que la última llama lo extinga, dentro de muchos años. Una lenta agonía.
Aquella era la triste historia de aquel mundo paralelo. Y Tyrie se sentía tan identificada y decepcionada que lo vivía como si fuese su propia tierra. Cerró los ojos y, una lágrima recorrió su rostro. Pero tenía que ser fuerte. Ahora que había una reliquia en el plano, volvía a haber esperanza. Pero tenía que recuperarla. Si no quería que su mundo terminara como aquel en el que se encontraban ahora.
-Iré contigo, Eltrant. Si conseguimos el rubí, podremos volver al Sandorái verde y soleado. – Señaló al portal abierto en el cielo, en el que se veía el bosque del que había venido Eltrant. Los jinetes trataban de utilizar la reliquia para abrir un portal que conectara con el lugar. – Apuesto a que estará en la torre de los jinetes. Ir solos es una temeridad, pero no parece que nos quede otra alternativa.
Tyrande hizo un gesto al mercenario para que le siguiera al piso de abajo, a la calle. Bajaron unas escaleras prácticamente derruidas que, en alguna ocasión, tuvieron que saltar para no caer por el hueco de la misma. Tyrie exhibía gran ligereza, y se desplazaba con una elegancia y una gracilidad muy vistosa. Estaba en plena forma. Una vez en el piso inferior del portal, se escuchaba revuelo fuera, Tyrande se llevó los dedos a los labios para que Eltrant guardara silencio y observara lo que sucedía sin salir ni tratar de llamar la atención.
Una de las bandas que Tyrande había mencionado pasaba ahora destruyendo todo lo que pillaba a su paso. Por su “alegría” parecía ser de vampiros. Eran cinco. Todos con un llamativo pelo corto que era, cuanto menos, inusual. También llevaban diversas armas de acero o hierro: Barras, mazas, martillos y un variado arsenal. Mostraban locura. Gritaban y rompían ventanas o botellas en el suelo. No había mayor objetivo que el de llamar la atención, pero no se sabía muy bien a qué o quién. Parecían hacer llamamiento a otra banda. Una mera exhibición de quiénes eran los amos del barrio.
-No salgas… - pidió Tyrande, interponiendo su brazo delante del cuerpo del exmercenario. – Podremos pasar en cuanto lo hagan ellos.
Entre el grupo de cinco vampiros que patrullaban alegremente las calles, Eltrant podría ver algunos rostros que recordaba vagamente, pero nadie especialmente relevante. El grupo parecía estar dirigido por un vampiro que no conocía. Avanzaba con determinación al frente. A su lado, lo que quizás fuese lo más sorprendente para Eltrant… ¡Lyanna! Estaba junto a ellos. El estilo de peinado y vestir era diferente, pero su comportamiento era parecido al que conocía. Juguetón y bromista. Además, portaba un martillo, lo que indicaba que había perdido la maldición.
Tyrande no reconoció a nadie. Por lo que en cuanto estos pasaron de largo sin advertirles no tardó en indicar a Eltrant que era el momento de cruzar la calle.
-¡Vamos, Eltrant! ¡Ahora que no nos ven! – susurró. Y tiró hacia el otro callejón, ignorando a los vándalos que habían pasado.
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Eltrant: Tyrie te explica la situación del universo paralelo que parece ser el Oblivion. A largo plazo, vuestro objetivo es llegar a la torre de los jinetes, rescatar a Huracán y conseguir la reliquia para volver a Aerandir. Para eso aún falta. Te cruzas con un grupo de variopintos vampiros… ¡Entre los que se encuentra Lyn sin su maldición! Puedes intentar llegar hasta ella mediante sigilo, sin que nadie te vea, advertirle de que estás aquí o lo que consideres, o ignorar al grupo de vampiros, que no os ha visto, y seguir a Tyrande. En este caso saldréis de Vulwulfar y terminarás el evento. Pero quizás no vuelvas a ver a Lyn hasta más adelante.
Puedes usar a Tyrande Nemaniel y a cualquier grupo del miembro de vampiros a tu imaginación. Excepto a Lyn, en este turno.
Ger
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Re: [Trama Sandorái] [Parte C-1] Oblivion: Vulwulfar alternativo
Había conseguido aplacar parte del derrotismo de Tyrie.
Sonrió, cruzado de brazos, no se consideraba un buen orador, estaba bastante seguro de que, el llevar dos años allí atrapada, completamente sola, había influido considerablemente en la decisión de la elfa.
Pero tampoco tenía demasiado donde escoger. Permanecer escondida o emprender un viaje a través de una tierra extraña e inhóspita en busca de una mujer que estaba en manos de los poderosos dirigentes de aquellas tierras.
Conocía a muchas personas que habrían optado por permanecer ocultos.
- ¿Mataste a un Jinete? – Eltrant parpadeó repetidamente, algo incrédulo. – Entonces eres… - Una Centinela. La palabra cruzó sus pensamientos, pero no lo dijo en voz alta, permitió a Tyrie que continuase hablando mientras él escuchaba atento todo lo que la mujer tenía que decir sobre el Oblivion.
A pesar de que la elfa afirmaba no recordar nada de su pasado, de quien había sido antes de llegar allí no era tan descabellado pensar en su cargo como protectora de Aerandir si se pensaba fríamente.
¿De qué otro modo podría haber llegado Tyrie hasta allí? Si él estaba en aquel espantoso reflejo de Aerandir era, básicamente, porque se había mezclado con un Centinela. Así que o Tyrie era amigo de uno de los guardianes de Aerandir, o era ella misma uno.
Y si decía haber matado a uno… incluso él era capaz de atar cabos tan simples.
Siguió a la pelirroja escaleras abajo, momento en el cual reconoció el edificio en el que estaban. Estaban en el interior de lo que quedaba de una taberna famosa en Vulwulfar, había pasado allí incontables noches bebiendo.
Antes de seguir a Tyrie al exterior se quedó mirando la madera carcomida que tiempo atrás había hecho las veces de barra, imagino al tabernero tras la misma, mirando paciente como entraban clientes al poco de abrir.
Todos habían muerto en aquel lugar, Tyrie se lo había dicho, solo quedaban cibernéticos y vampiros. Si aquel lugar existía, si allí también había un árbol madre y una Vulwulfar… ¿Significaba que una versión de él había luchado y muerto en aquel mundo? Tenso los músculos, pensando en la posibilidad, en cómo habría pasado de ser cierto.
Voces y traqueteos en el exterior le hicieron acelerar el ritmo y seguir a Tyrie hasta la entrada del local, dónde esta permanecía escondida y miraba como un grupo de, por su aspecto, vampiros, destrozaban botellas y golpeaban las puertas y ventanas que no estaban completamente rotas.
- ¿Qué están…? – Abrió los ojos de par en par cuando reconoció un rostro que no imaginaba ver allí, no del modo en el que lo estaba viendo. - ¡Lyn! – La elfa sujetó al castaño de un hombro antes de que este se acercase, le impidió que alzase más la voz.
- ¡Eltrant! – Murmuró, después de haber dejado a los vampiros pasar. - ¿¡Qué haces!? – Preguntó a continuación, asegurándose de que su voz era inaudible para los vampiros.
Eltrant miró la espalda de Lyn, impotente, clavó los ojos en el martillo que esta portaba y después en su extraño corte de pelo. ¿Había perdido la maldición al entrar allí? Tyrie había mencionado que era un mundo sin días y sin noches.
¿Era posible…?
- Es… es de quien te hablé antes, quien entró conmigo a… -
Tyrie entrecerró los ojos y, liberando a Eltrant, miró a los vampiros seguir con su ritual de destrucción. Después se giró hacía el exmercenario y colocó una de sus manos en el hombro.
- ¿Una vampiresa? – Tyrande se mostró pensativa unos instantes, después adquirió su expresión habitual. - Piénsalo lentamente, Eltrant. – Le dijo con seriedad. - ¿Es la misma mujer con la que entraste al Oblivion? – El castaño arqueó ambas cejas y, sin salir del escondite en el que estaban, analizó la figura de la vampiresa.
Sí, era ella, estaba seguro de ello.
Pero al mismo tiempo no.
- Dices que… llevo aquí dos días. ¿Verdad? – Preguntó a continuación, tragando saliva. - ¿Solo dos días? - Tyrie asintió como única respuesta y, imitando a Eltrant, analizó a los lugareños desde la distancia.
Dos días… conocía lo suficiente a Lyn como para saber cómo se comportaba, su forma de ser. Nunca blandiría un martillo, no así. Tampoco se acercaría a las primeras personas que se encontrase en un lugar como aquel, no en dos días, no sin antes haberse hecho una idea de lo que tenía entre manos.
Aquella Lyn aparentaba haber vivido allí años.
Y, por supuesto, tampoco se mostraría tan despreocupada, si se había separado tanto de Huracán como de él… sabía que intentaría encontrarles por todos los medios posibles.
Apretando los dientes, bajó instintivamente su mano útil hasta el medallón que había encantado Asher, el que pendía de su cinturón, y colocó la yema de su pulgar en el mismo. “Vinculo de sangre” lo había llamado Asher, no comprendía exactamente cómo funcionaba, pero le bastaba saber que aquel objeto era, como su nombre decía, un vínculo con su amiga.
- Lyanna – Musitó, esperando que el medallón se activase y adquiriese algún tipo de calidez en presencia de aquella joven con el rostro de Lyn. [1]
Pero, como todos los objetos mágicos que portaba consigo en aquel momento, el medallón estaba completamente inerte, no le respondió de ninguna forma. Dejó escapar un gruñido en voz baja y continuó mirando a las figuras alejarse.
- No tenemos mucho tiempo, Eltrant. – Le recordó Tyrie a su lado, cerrando la mano sobre su hombro con algo más de fuerza. – Estamos en una deprimente imitación del Aerandir que conoces. – Explicó, siempre calmada y sin alzar la voz. – Es un mundo cruel, que intenta aprovecharse de todas tus debilidades. – Expuso, saliendo levemente de su escondite, comprobando que todo el peligro había pasado.
Tenía razón.
Por mucho que se pareciese a la Lyn original… aquella mujer no era ella.
¿…pero y si lo era? ¿Y si había alguna extraña razón por la que estaba allí?
- Vamos. – Cada segundo que pasaba se encontraba más exhausto, sus armas pesaban más y más, su cuerpo le respondía más lentamente. – Tenemos que darnos prisa. – No podían arriesgarse a que les viesen para aclarar sus dudas, aquel grupo no parecía especialmente agradable con los desconocidos.
Eltrant sacudió la cabeza, la verdadera Lyn debía de estar en algún lugar de aquel mundo, la conocía bien, sabía cómo se comportaba de cara a los extraños. Pero, incluso así, se veía incapaz de dejar aquella mujer allí, una parte de él tenía que asegurarse por todos los medios de que aquella Lyn no era la misma con la que había atravesado el portal.
Cerró su mano en torno al medallón del vínculo con más fuerza, hasta el punto de hacerse una herida en la palma de la mano con los bordes del mismo. No podía acercarse, por mucho que le doliese, sabía que no.
- Estoy… estoy justo detrás de ti. – dijo en voz baja, de forma apenas reconocible. - No es ella. – Tyrie asintió y, tras levantarse, le indicó al exmercenario que la siguiese.
Iba a encontrarla, a ella y a Huracán.
[1] Uso Objeto Vinculo de Sangre Superior. Aunque evidentemente en el Oblivion no funciona. :'D
Sonrió, cruzado de brazos, no se consideraba un buen orador, estaba bastante seguro de que, el llevar dos años allí atrapada, completamente sola, había influido considerablemente en la decisión de la elfa.
Pero tampoco tenía demasiado donde escoger. Permanecer escondida o emprender un viaje a través de una tierra extraña e inhóspita en busca de una mujer que estaba en manos de los poderosos dirigentes de aquellas tierras.
Conocía a muchas personas que habrían optado por permanecer ocultos.
- ¿Mataste a un Jinete? – Eltrant parpadeó repetidamente, algo incrédulo. – Entonces eres… - Una Centinela. La palabra cruzó sus pensamientos, pero no lo dijo en voz alta, permitió a Tyrie que continuase hablando mientras él escuchaba atento todo lo que la mujer tenía que decir sobre el Oblivion.
A pesar de que la elfa afirmaba no recordar nada de su pasado, de quien había sido antes de llegar allí no era tan descabellado pensar en su cargo como protectora de Aerandir si se pensaba fríamente.
¿De qué otro modo podría haber llegado Tyrie hasta allí? Si él estaba en aquel espantoso reflejo de Aerandir era, básicamente, porque se había mezclado con un Centinela. Así que o Tyrie era amigo de uno de los guardianes de Aerandir, o era ella misma uno.
Y si decía haber matado a uno… incluso él era capaz de atar cabos tan simples.
Siguió a la pelirroja escaleras abajo, momento en el cual reconoció el edificio en el que estaban. Estaban en el interior de lo que quedaba de una taberna famosa en Vulwulfar, había pasado allí incontables noches bebiendo.
Antes de seguir a Tyrie al exterior se quedó mirando la madera carcomida que tiempo atrás había hecho las veces de barra, imagino al tabernero tras la misma, mirando paciente como entraban clientes al poco de abrir.
Todos habían muerto en aquel lugar, Tyrie se lo había dicho, solo quedaban cibernéticos y vampiros. Si aquel lugar existía, si allí también había un árbol madre y una Vulwulfar… ¿Significaba que una versión de él había luchado y muerto en aquel mundo? Tenso los músculos, pensando en la posibilidad, en cómo habría pasado de ser cierto.
Voces y traqueteos en el exterior le hicieron acelerar el ritmo y seguir a Tyrie hasta la entrada del local, dónde esta permanecía escondida y miraba como un grupo de, por su aspecto, vampiros, destrozaban botellas y golpeaban las puertas y ventanas que no estaban completamente rotas.
- ¿Qué están…? – Abrió los ojos de par en par cuando reconoció un rostro que no imaginaba ver allí, no del modo en el que lo estaba viendo. - ¡Lyn! – La elfa sujetó al castaño de un hombro antes de que este se acercase, le impidió que alzase más la voz.
- ¡Eltrant! – Murmuró, después de haber dejado a los vampiros pasar. - ¿¡Qué haces!? – Preguntó a continuación, asegurándose de que su voz era inaudible para los vampiros.
Eltrant miró la espalda de Lyn, impotente, clavó los ojos en el martillo que esta portaba y después en su extraño corte de pelo. ¿Había perdido la maldición al entrar allí? Tyrie había mencionado que era un mundo sin días y sin noches.
¿Era posible…?
- Es… es de quien te hablé antes, quien entró conmigo a… -
Tyrie entrecerró los ojos y, liberando a Eltrant, miró a los vampiros seguir con su ritual de destrucción. Después se giró hacía el exmercenario y colocó una de sus manos en el hombro.
- ¿Una vampiresa? – Tyrande se mostró pensativa unos instantes, después adquirió su expresión habitual. - Piénsalo lentamente, Eltrant. – Le dijo con seriedad. - ¿Es la misma mujer con la que entraste al Oblivion? – El castaño arqueó ambas cejas y, sin salir del escondite en el que estaban, analizó la figura de la vampiresa.
Sí, era ella, estaba seguro de ello.
Pero al mismo tiempo no.
- Dices que… llevo aquí dos días. ¿Verdad? – Preguntó a continuación, tragando saliva. - ¿Solo dos días? - Tyrie asintió como única respuesta y, imitando a Eltrant, analizó a los lugareños desde la distancia.
Dos días… conocía lo suficiente a Lyn como para saber cómo se comportaba, su forma de ser. Nunca blandiría un martillo, no así. Tampoco se acercaría a las primeras personas que se encontrase en un lugar como aquel, no en dos días, no sin antes haberse hecho una idea de lo que tenía entre manos.
Aquella Lyn aparentaba haber vivido allí años.
Y, por supuesto, tampoco se mostraría tan despreocupada, si se había separado tanto de Huracán como de él… sabía que intentaría encontrarles por todos los medios posibles.
Apretando los dientes, bajó instintivamente su mano útil hasta el medallón que había encantado Asher, el que pendía de su cinturón, y colocó la yema de su pulgar en el mismo. “Vinculo de sangre” lo había llamado Asher, no comprendía exactamente cómo funcionaba, pero le bastaba saber que aquel objeto era, como su nombre decía, un vínculo con su amiga.
- Lyanna – Musitó, esperando que el medallón se activase y adquiriese algún tipo de calidez en presencia de aquella joven con el rostro de Lyn. [1]
Pero, como todos los objetos mágicos que portaba consigo en aquel momento, el medallón estaba completamente inerte, no le respondió de ninguna forma. Dejó escapar un gruñido en voz baja y continuó mirando a las figuras alejarse.
- No tenemos mucho tiempo, Eltrant. – Le recordó Tyrie a su lado, cerrando la mano sobre su hombro con algo más de fuerza. – Estamos en una deprimente imitación del Aerandir que conoces. – Explicó, siempre calmada y sin alzar la voz. – Es un mundo cruel, que intenta aprovecharse de todas tus debilidades. – Expuso, saliendo levemente de su escondite, comprobando que todo el peligro había pasado.
Tenía razón.
Por mucho que se pareciese a la Lyn original… aquella mujer no era ella.
¿…pero y si lo era? ¿Y si había alguna extraña razón por la que estaba allí?
- Vamos. – Cada segundo que pasaba se encontraba más exhausto, sus armas pesaban más y más, su cuerpo le respondía más lentamente. – Tenemos que darnos prisa. – No podían arriesgarse a que les viesen para aclarar sus dudas, aquel grupo no parecía especialmente agradable con los desconocidos.
Eltrant sacudió la cabeza, la verdadera Lyn debía de estar en algún lugar de aquel mundo, la conocía bien, sabía cómo se comportaba de cara a los extraños. Pero, incluso así, se veía incapaz de dejar aquella mujer allí, una parte de él tenía que asegurarse por todos los medios de que aquella Lyn no era la misma con la que había atravesado el portal.
Cerró su mano en torno al medallón del vínculo con más fuerza, hasta el punto de hacerse una herida en la palma de la mano con los bordes del mismo. No podía acercarse, por mucho que le doliese, sabía que no.
- Estoy… estoy justo detrás de ti. – dijo en voz baja, de forma apenas reconocible. - No es ella. – Tyrie asintió y, tras levantarse, le indicó al exmercenario que la siguiese.
Iba a encontrarla, a ella y a Huracán.
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[1] Uso Objeto Vinculo de Sangre Superior. Aunque evidentemente en el Oblivion no funciona. :'D
Eltrant Tale
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Re: [Trama Sandorái] [Parte C-1] Oblivion: Vulwulfar alternativo
Eltrant hizo uso de su objeto de poder. El vínculo de sangre que había fabricado Asher. En cualquier parte de Aerandir, aquel objeto habría funcionado y le habría permitido reconocer a Lyn. Pero donde se encontraban, los objetos que tenía habían perdido su magia del mundo original. Para reconocer a Lyn, Eltrant tendría que confiar en sus instintos.
Y, aquella vez, no le habían fallado. Esa era Lyn. Tenía su mismo nombre. Su misma apariencia física. Pero desde luego, no era la Lyn que Eltrant conocía.
-Me alegra que hayas sido capaz de seguir tus instintos, Eltrant. - celebró Tyrie cuando el exmercenario le pidió seguir. Parecía decepcionado por no haber encontrado a quien buscaba. – Cuando desperté sin memoria. He visto que mucha gente me reconocía en Árbol Madre. Gente que se sorprendía de que estuviera viva. – declaró la excentinela. – Aquello me sirvió para darme cuenta de que algunos tenemos una versión de nosotros mismos aquí. Yo nunca llegué a conocer a la mía. Imagino que habrá muerto. – La mujer se respigó solo de pensarlo. - Eltrant, nunca muestres debilidad. Para poder sobrevivir en este mundo hostil, la gente debe ser malvada. Si sucumbimos a nuestros sentimientos, nunca podremos encontrar a tus amigos y regresar. Tenemos que ser fuertes.– Y, tras estas palabras, Tyrie y Eltrant continuaron su camino. De haber contactado con Lyn, habrían entrado en una innecesaria refriega que todo para cuanto les serviría sería para perder el tiempo.
Tras un rato callejeando, Eltrant y Tyrie consiguieron salir de Vulwulfar. Pero lo que en teoría debería de ser una verde campiña que diera lugar al inicio del bosque de Sandorái, en aquella versión distópica de Aerandir era un descampado desolado. Donde la ceniza y pequeños fuegos parecían devorar eternamente en cualquier atisbo de vida que pudiese intentar crecer. Al fondo, el Árbol Madre en la sempiterna combustión, prácticamente agotado. Y una enorme torre oscura bien al fondo, constituían los únicos hitos de “interés turístico” de la zona. Pero estaban lejos. Ni más ni menos que en Aerandir.
El enorme portal que habían generado los jinetes parecía seguir abierto. Sobre lo más alto del firmamento, donde no podían llegar, se encontraba, cual metáfora religiosa, el paraíso. El ansiado lugar al que todos querían llegar.
-El portal es cada vez mayor. – dijo Tyrie, mirando el enorme agujero que se había generado sobre la torre de los jinetes oscuros. – Tenemos que darnos prisa.
Tyrie se postró delante del exmercenario y, con los brazos en jarra, volvió a observar ese desolador panorama que había visto durante tanto tiempo los últimos años. Las pequeñas explosiones que se generaban y el fuego arder. No obstante, todo su interés parecía estar sobre Árbol Madre. Mostrando una mirada de preocupación hacia éste.
-Esto, Eltrant. Esto es el Oblivion.
Eltrant: ¡Evento concluido! Decidiste no entrar en contacto con Lyn. No dudaba de que sabrías que era ella, pero creía que los sentimientos de amistad de Eltrant hacia ella podrían decantar la balanza. Aún así, has resistido. ¡Bien hecho! Tendrías que haber comenzado un combate contra una Lyn del Oblivion y una Huracán del Oblivion que no te iba a aportar nada y que te traería problemas más adelante.
Tenemos que hacer una pausa en la historia. En el capítulo 2 volveremos a continuar tus aventuras con Tyrande Nemaniel en la torre de los jinetes oscuros, pero será de la mano de Asher Daregan o de Elen Calhoun. Uno de los dos, se unirá a ti en el próximo episodio.
Dado que no ha habido combate ni oportunidad de conseguir objetos, por ahora no ganas nada.
Y, aquella vez, no le habían fallado. Esa era Lyn. Tenía su mismo nombre. Su misma apariencia física. Pero desde luego, no era la Lyn que Eltrant conocía.
-Me alegra que hayas sido capaz de seguir tus instintos, Eltrant. - celebró Tyrie cuando el exmercenario le pidió seguir. Parecía decepcionado por no haber encontrado a quien buscaba. – Cuando desperté sin memoria. He visto que mucha gente me reconocía en Árbol Madre. Gente que se sorprendía de que estuviera viva. – declaró la excentinela. – Aquello me sirvió para darme cuenta de que algunos tenemos una versión de nosotros mismos aquí. Yo nunca llegué a conocer a la mía. Imagino que habrá muerto. – La mujer se respigó solo de pensarlo. - Eltrant, nunca muestres debilidad. Para poder sobrevivir en este mundo hostil, la gente debe ser malvada. Si sucumbimos a nuestros sentimientos, nunca podremos encontrar a tus amigos y regresar. Tenemos que ser fuertes.– Y, tras estas palabras, Tyrie y Eltrant continuaron su camino. De haber contactado con Lyn, habrían entrado en una innecesaria refriega que todo para cuanto les serviría sería para perder el tiempo.
Tras un rato callejeando, Eltrant y Tyrie consiguieron salir de Vulwulfar. Pero lo que en teoría debería de ser una verde campiña que diera lugar al inicio del bosque de Sandorái, en aquella versión distópica de Aerandir era un descampado desolado. Donde la ceniza y pequeños fuegos parecían devorar eternamente en cualquier atisbo de vida que pudiese intentar crecer. Al fondo, el Árbol Madre en la sempiterna combustión, prácticamente agotado. Y una enorme torre oscura bien al fondo, constituían los únicos hitos de “interés turístico” de la zona. Pero estaban lejos. Ni más ni menos que en Aerandir.
El enorme portal que habían generado los jinetes parecía seguir abierto. Sobre lo más alto del firmamento, donde no podían llegar, se encontraba, cual metáfora religiosa, el paraíso. El ansiado lugar al que todos querían llegar.
-El portal es cada vez mayor. – dijo Tyrie, mirando el enorme agujero que se había generado sobre la torre de los jinetes oscuros. – Tenemos que darnos prisa.
Tyrie se postró delante del exmercenario y, con los brazos en jarra, volvió a observar ese desolador panorama que había visto durante tanto tiempo los últimos años. Las pequeñas explosiones que se generaban y el fuego arder. No obstante, todo su interés parecía estar sobre Árbol Madre. Mostrando una mirada de preocupación hacia éste.
-Esto, Eltrant. Esto es el Oblivion.
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Eltrant: ¡Evento concluido! Decidiste no entrar en contacto con Lyn. No dudaba de que sabrías que era ella, pero creía que los sentimientos de amistad de Eltrant hacia ella podrían decantar la balanza. Aún así, has resistido. ¡Bien hecho! Tendrías que haber comenzado un combate contra una Lyn del Oblivion y una Huracán del Oblivion que no te iba a aportar nada y que te traería problemas más adelante.
Tenemos que hacer una pausa en la historia. En el capítulo 2 volveremos a continuar tus aventuras con Tyrande Nemaniel en la torre de los jinetes oscuros, pero será de la mano de Asher Daregan o de Elen Calhoun. Uno de los dos, se unirá a ti en el próximo episodio.
Dado que no ha habido combate ni oportunidad de conseguir objetos, por ahora no ganas nada.
Ger
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