[Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
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[Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
Las cálidas aguas del templo de Nís bañaban las rocas mansas como de costumbre. Melena Blanca volvía al fatídico templo. Al “sitio”. Años después. Y su primera visión del lugar, totalmente abandonado. Le trajo al estado que solía tener desde que perdió la Capa Blanca. Añoranza. Tyrande y muchos hermanos leónicos dieron su vida en aquel templo para conseguir derrotar a uno de los jinetes oscuros: Verzhela Tarmúnil.
Aquel fue el principio del fin del líder de los leónicos. Profundamente apesadumbrado por haber perdido a tantos seres queridos, Melena Blanca ya no volvería a ser el mismo. Semanas después, perdería la capa en favor de Frendel, quien se la entregaría a Querostraza, su montura, para no exponerse demasiado en sus campañas. Como solía hacer.
-Siento la reliquia. – aseveró el leónico. Mirando las altas paredes del templo. – Ella está aquí. - No hizo falta pronunciar su nombre. Todos sabían que se refería a Querostraza.
Saranee, por su conocimiento en magia, al igual que Demian sería capaz de saber que algo raro estaba pasando dentro. Había una fuerza oscura muy poderosa. Mucho más de la que podía emitir por sí misma la propia Querostraza.
-Subamos por aquellas rocas derruidas. Desde ahí podremos obtener una mejor visión.
Y así lo hicieron. El grupo llegó hasta los altos muros, tras los que se escondieron. Por fortuna, no fueron percibidos por ninguno de los que se encontraban debajo. Que no eran pocos.
Efectivamente, Querostraza estaba ahí. Con la Capa Blanca bien amarrada a su espada, danzando al son de un viento que no existía. Detrás, había un probable nigromante más propio del Aquelarre. Quien con su espalda cheposa, sus manos esqueléticas y su pelo pobre y sucio, le daban un aspecto de andrajoso en contraposición con su jefa. Tras él, había hasta cinco nigromantes de menor rango enmascarados. Y en el interior del templo, había muchos elfos, encerrados por huesos que hacían de improvisada barrera mágica.
Pero lo más sorprendente era que un jinete oscuro estaba realizando un ritual en el centro del templo. Pero parecía ajeno a todo. Como si estuviese en su propio mundo, ajeno totalmente a que físicamente, se encontraba en el templo de Nís. Querostraza lo sabía y se dirigía hacia él, espada en mano, avanzando con tranquilidad.
-¡Va a enfrentarse al jinete oscuro! – exclamó Melena Blanca, sorprendido. ¿Por qué lo hacía la dragona? No se paró a pensarlo mucho tiempo. Había visto cuanto necesitaba. El jinete que estaba allí no era un jinete cualquiera. No. Era Nithral Tarmúnil. El jinete que había apuñalado a Tyrande Nemaniel por la espalda. – Nithral. – Gruñó. -
Pero sí, Querostraza iba hacia él. No le tembló el pulso cuando lo apuñaló. El jinete sintió el ritual interrumpido y, al ver el filo de la legendaria espada de Querostraza saliendo por su vientre, tan sólo rió. Rió a carcajadas.
Querostraza nunca se había enfrentado a un jinete oscuro. Pero sabía perfectamente que sólo podía matarlo en el Oblivion. Por ello, sacó su filo rápidamente y en un elegante movimiento se alejó, colocando el mandoble cruzado en posición de guardia. Caminó hacia un lado. En dirección hacia el portal del Oblivion por el que había entrado el jinete oscuro. Similar al que Zöe y Abbey Frost habían cerrado en el Templo de Anar.
El Tarmúnil se recuperó, desenfundó sus dagas y se encaró con la dama Dragón, que permanecía en guardia y nunca lejos del portal.
-No va a poder con él. – dijo Melena Blanca estaba muy tenso. Desde lo alto de las ruinas del templo observaba la batalla que tendría lugar en la plaza central. El mismo escenario donde años atrás habían luchado contra Verzhela Tarmúnil. – Id a rescatar a los elfos, yo observaré el combate. – ordenó. Saranee asintió y se dispuso a marcar el camino de niño y elfa. – Bajo ningún concepto intervengáis contra el jinete. ¿Lo habéis entendido? - Y no partió hasta que, al menos Saranee, asintió con la cabeza.
Pero Querostraza parecía tenerlo todo controlado y aguantó las primeras cuchilladas del Tarmúnil, que hacía uso de sus sombras para engañar a la dragona mediante copias, que ella barría a golpe espada o de llamaradas de cabezas de dragón que conjuraba sobre su cabeza o, mismamente, a su alrededor. Hiciera lo que hiciera, no parecía sorprender a la dragona.
La dragona era la guerrera perfecta. Entrenada por los caballeros dragón Dundarak, manejaba el filo como si fuera una parte más de su cuerpo. Además hacía unos trucos de fuego propios del más poderoso tensái del Hekshold. Tenía, además, una defensa prodigiosa gracias a su armadura y a convertir su cuerpo en escamas antes de recibir un golpe. Y eso que aún no había hecho gala de su condición de dragón primigenio, que le permitía obtener un tamaño descomunal y arrasar ciudades enteras, como había hecho con los barcos de la logia, con el pico más alto o con la propia Lunargenta. Aquella vez, por alguna razón, Querostraza había querido ser discreta.
Era un adversario temible. Y aún así, le costaba desenmarañar las trampas de Nithral Tarmúnil. El jinete consiguió engañar con una de sus copias a la dragona. La envolvió en sombras y ésta gritó ahogada.
Sus aliados, pronto parecieron preocupados por como. ¿Todos? No. Ratasarnosa observaba aquello con indiferencia, mordiéndose la uña del dedo pulgar. Nervioso.
-Querostraza necesita ayuda. – opinó uno de los nigromantes del Aquelarre.
-¡No mo-mováis un dedo! – dijo Ratasarnosa, sentenciante. – Lo ti-tiene todo co-controlado. Jejeje. - Tartamudeaba, pareciendo una versión adulta de Demian pero en una versión más repugnante.
-No sé yo… - opinó el enmascarado.
Querostraza trató de activar la magia de la capa blanca. ¡Pero esta no respondía a su llamada! ¿Qué sucedía? La dragona obviaba que la reliquia de centinela podía fallar si su anterior portador estaba vivo.
Aquello significaba que ella no era la verdadera centinela.
El Tarmúnil empezó a apretar a la dragona con las sombras con fuerza y ésta se revolvía. La dragona utilizó su magia de fuego para abrir un círculo de fuego sobre su cabeza del que salió una enorme llama que apartaría al Tarmúnil. La dragona miró a su adversario y, por primera vez, se tambaleó mareada por el ahogamiento, teniendo que colocar la espada para no caer. per
Querostraza aún podía transformarse e incendiar como sabía el templo. Pero si la capa no funcionaba, no tendría opción de echar al Tarmúnil. No podía hablar, porque no tenía lengua, pero sí emitir. Ratasarnosa no hizo amago por ayudar a su jefa y se dedicó a chocar sus dedos nervioso. Con deseo.
-Si Querostraza no gana este combate, el Amo Supremo nos matará. - insistió el miembro del Aquelarre.
-Te-Tenemos que ser pa-pacientes. Recor-d-dad el pl-plan. – gritó el de la nariz picuda. En cierto modo, Querostraza era demasiado orgullosa como para necesitar ayuda de nadie. Antes preferiría morir.
Fue Melena Blanca quien saltó al escenario en un fuerte rugido. Y con su enorme espadón de doble filo, de casi dos metros de envergadura, rasgó al jinete oscuro. La dragona miró con su espada al leónico. El jinete dio unos pasos atrás y miró a ambos con repugnancia.
-¿Estás bien? – le preguntó el leónico con su voz ronca. Tendiéndole una mano para levantarse. La dragona, reponiéndose, le miró. – No estás en condiciones de luchar. – Querostraza trató de levantarse con su espada. Pero le costaba. Nithral les daba unos minutos de cortesía. Había derrotado a uno. Soberbio como era. Sabía que podría derrotar al siguiente en aquel plano. Los dos eran carne de cañón. – Sé que aún hay lugar para el honor para una antigua Dama Dragón de Dundarak. Deja atrás tu orgullo, Primigenia. Y dame la Capa Blanca. Sólo yo puedo desterrar al jinete.
Querostraza sabía que el leónico tenía razón. Tras chocar de bruces contra la realidad, él era el único que podía derrotar al jinete en aquel mismo momento. Aún arrodillada por la fatiga, se llevó las manos al sujetacapas y la desabrochó. Dejando que Melena Blanca la tomara y la colgara. A él le quedaba como un elegante capote a media espalda. Ella se levantó, colocó su espada en ristre y se puso tras Melena Blanca, cediendo al leónico todo el protagonismo.
-¿Qué está haciendo? ¡Sin la capa no podrá cumplir el plan! - Se preocuparon los miembros del Aquelarre. Todos se movieron hacia delante, por el interés del inminente combate. Dejando libre vía detrás de ellos para los prisioneros, protegidos por las barreras de huesos que acababan de levantar.
-Y con ella tam-tampoco Jejeje - Hasta para reírse daba asco. - La irrupción del le-león ha sido-do lo me-mejor del día. Jejeje.
Así, Melena Blanca recuperó la capa miró desafiante al jinete oscuro. No con odio, sino con ganas de revancha. En el mismo escenario donde lo perdió todo. Mientras el viento mecía su melena del color que le daba nombre y el sol comenzaba a ocultarse tras el templo, tiñendo el escenario de un color crepuscular.
Volvía a ser quien era. Para hacer lo que no hizo aquella vez. ¿Y quién le había dicho que sería del lado de una de sus archienemigas? ¿De la mujer que le arrebató aquello que era suyo?
-Nithral Tarmúnil. Tú fuiste el jinete que mató a Tyrande.– alzó su espada hacia el tejado y la enfocó a él. El Tarmúnil rió. – Lucha con honor.
Antes de lanzarse, echó la vista atrás a Querostraza. Con la espada en ristre, ésta sonrió y le hizo un gesto asertivo con la cabeza. Aquella mirada bastaba para que cualquiera que supiera un poco de psicología supiera que aquella alianza de la dragona era frágil como el cristal. Pero Melena Blanca confiaba plenamente en que cooperaría para acabar con el jinete. A fin de cuentas, era lo que había venido a hacer por cuenta propia, ¿no?
Era hora de combatir.
Demian e Irinnil: Cronológicamente, estáis en el tema que cierra la trama del Capítulo 1. Me atrevo que es el más decisivo de todos. El evento comienza con un duelo entre Querostraza y Nithral Tarmúnil en el patio del templo al atardecer. Hay unos elfos del bosque secuestrados por el Aquelarre en el interior del mismo. Escoltados por cinco miembros nigromantes y un jefe menor, Ratasarnosa.
Todos los ojos están puestos en el combate entre Melena Blanca, Querostraza y Nithral Tarmúnil. Por lo que podéis tratar de llegar hasta ellos colándoos por el interior del templo o tratando de pillar por la espalda a los nigromantes (aún no a Ratasarnosa, bien protegido). Otra opción es intervenir en el combate, desobedecer a Melena Blanca y tratar de ayudarle en el combate contra el jinete. O molestar a Querostraza al no fiaros de sus verdaderas intenciones. Todas las decisiones tienen su riesgo, y esta misión especialmente.
Nota: Querostraza no tiene lengua (se la quemó en sus llamaradas) por lo que es muda. Pero sí os escucha y entiende.
Podéis utilizar a todos los personajes y serviros de los combatientes para vuestros propósitos. Así como describir el combate a vuestro placer. Querostraza no puede hablar ni se transformará en dragón, sino que luchará con habilidades de dama dragón.
Aquel fue el principio del fin del líder de los leónicos. Profundamente apesadumbrado por haber perdido a tantos seres queridos, Melena Blanca ya no volvería a ser el mismo. Semanas después, perdería la capa en favor de Frendel, quien se la entregaría a Querostraza, su montura, para no exponerse demasiado en sus campañas. Como solía hacer.
-Siento la reliquia. – aseveró el leónico. Mirando las altas paredes del templo. – Ella está aquí. - No hizo falta pronunciar su nombre. Todos sabían que se refería a Querostraza.
Saranee, por su conocimiento en magia, al igual que Demian sería capaz de saber que algo raro estaba pasando dentro. Había una fuerza oscura muy poderosa. Mucho más de la que podía emitir por sí misma la propia Querostraza.
-Subamos por aquellas rocas derruidas. Desde ahí podremos obtener una mejor visión.
Y así lo hicieron. El grupo llegó hasta los altos muros, tras los que se escondieron. Por fortuna, no fueron percibidos por ninguno de los que se encontraban debajo. Que no eran pocos.
Efectivamente, Querostraza estaba ahí. Con la Capa Blanca bien amarrada a su espada, danzando al son de un viento que no existía. Detrás, había un probable nigromante más propio del Aquelarre. Quien con su espalda cheposa, sus manos esqueléticas y su pelo pobre y sucio, le daban un aspecto de andrajoso en contraposición con su jefa. Tras él, había hasta cinco nigromantes de menor rango enmascarados. Y en el interior del templo, había muchos elfos, encerrados por huesos que hacían de improvisada barrera mágica.
Pero lo más sorprendente era que un jinete oscuro estaba realizando un ritual en el centro del templo. Pero parecía ajeno a todo. Como si estuviese en su propio mundo, ajeno totalmente a que físicamente, se encontraba en el templo de Nís. Querostraza lo sabía y se dirigía hacia él, espada en mano, avanzando con tranquilidad.
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Nithral Tarmúnil se enfrenta a la dragona primigenia, Querostraza.
-¡Va a enfrentarse al jinete oscuro! – exclamó Melena Blanca, sorprendido. ¿Por qué lo hacía la dragona? No se paró a pensarlo mucho tiempo. Había visto cuanto necesitaba. El jinete que estaba allí no era un jinete cualquiera. No. Era Nithral Tarmúnil. El jinete que había apuñalado a Tyrande Nemaniel por la espalda. – Nithral. – Gruñó. -
Pero sí, Querostraza iba hacia él. No le tembló el pulso cuando lo apuñaló. El jinete sintió el ritual interrumpido y, al ver el filo de la legendaria espada de Querostraza saliendo por su vientre, tan sólo rió. Rió a carcajadas.
Querostraza nunca se había enfrentado a un jinete oscuro. Pero sabía perfectamente que sólo podía matarlo en el Oblivion. Por ello, sacó su filo rápidamente y en un elegante movimiento se alejó, colocando el mandoble cruzado en posición de guardia. Caminó hacia un lado. En dirección hacia el portal del Oblivion por el que había entrado el jinete oscuro. Similar al que Zöe y Abbey Frost habían cerrado en el Templo de Anar.
El Tarmúnil se recuperó, desenfundó sus dagas y se encaró con la dama Dragón, que permanecía en guardia y nunca lejos del portal.
-No va a poder con él. – dijo Melena Blanca estaba muy tenso. Desde lo alto de las ruinas del templo observaba la batalla que tendría lugar en la plaza central. El mismo escenario donde años atrás habían luchado contra Verzhela Tarmúnil. – Id a rescatar a los elfos, yo observaré el combate. – ordenó. Saranee asintió y se dispuso a marcar el camino de niño y elfa. – Bajo ningún concepto intervengáis contra el jinete. ¿Lo habéis entendido? - Y no partió hasta que, al menos Saranee, asintió con la cabeza.
Pero Querostraza parecía tenerlo todo controlado y aguantó las primeras cuchilladas del Tarmúnil, que hacía uso de sus sombras para engañar a la dragona mediante copias, que ella barría a golpe espada o de llamaradas de cabezas de dragón que conjuraba sobre su cabeza o, mismamente, a su alrededor. Hiciera lo que hiciera, no parecía sorprender a la dragona.
La dragona era la guerrera perfecta. Entrenada por los caballeros dragón Dundarak, manejaba el filo como si fuera una parte más de su cuerpo. Además hacía unos trucos de fuego propios del más poderoso tensái del Hekshold. Tenía, además, una defensa prodigiosa gracias a su armadura y a convertir su cuerpo en escamas antes de recibir un golpe. Y eso que aún no había hecho gala de su condición de dragón primigenio, que le permitía obtener un tamaño descomunal y arrasar ciudades enteras, como había hecho con los barcos de la logia, con el pico más alto o con la propia Lunargenta. Aquella vez, por alguna razón, Querostraza había querido ser discreta.
Era un adversario temible. Y aún así, le costaba desenmarañar las trampas de Nithral Tarmúnil. El jinete consiguió engañar con una de sus copias a la dragona. La envolvió en sombras y ésta gritó ahogada.
Sus aliados, pronto parecieron preocupados por como. ¿Todos? No. Ratasarnosa observaba aquello con indiferencia, mordiéndose la uña del dedo pulgar. Nervioso.
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Ratasarnosa y los miembros del Aquelarre
-Querostraza necesita ayuda. – opinó uno de los nigromantes del Aquelarre.
-¡No mo-mováis un dedo! – dijo Ratasarnosa, sentenciante. – Lo ti-tiene todo co-controlado. Jejeje. - Tartamudeaba, pareciendo una versión adulta de Demian pero en una versión más repugnante.
-No sé yo… - opinó el enmascarado.
Querostraza trató de activar la magia de la capa blanca. ¡Pero esta no respondía a su llamada! ¿Qué sucedía? La dragona obviaba que la reliquia de centinela podía fallar si su anterior portador estaba vivo.
Aquello significaba que ella no era la verdadera centinela.
El Tarmúnil empezó a apretar a la dragona con las sombras con fuerza y ésta se revolvía. La dragona utilizó su magia de fuego para abrir un círculo de fuego sobre su cabeza del que salió una enorme llama que apartaría al Tarmúnil. La dragona miró a su adversario y, por primera vez, se tambaleó mareada por el ahogamiento, teniendo que colocar la espada para no caer. per
Querostraza aún podía transformarse e incendiar como sabía el templo. Pero si la capa no funcionaba, no tendría opción de echar al Tarmúnil. No podía hablar, porque no tenía lengua, pero sí emitir. Ratasarnosa no hizo amago por ayudar a su jefa y se dedicó a chocar sus dedos nervioso. Con deseo.
-Si Querostraza no gana este combate, el Amo Supremo nos matará. - insistió el miembro del Aquelarre.
-Te-Tenemos que ser pa-pacientes. Recor-d-dad el pl-plan. – gritó el de la nariz picuda. En cierto modo, Querostraza era demasiado orgullosa como para necesitar ayuda de nadie. Antes preferiría morir.
Fue Melena Blanca quien saltó al escenario en un fuerte rugido. Y con su enorme espadón de doble filo, de casi dos metros de envergadura, rasgó al jinete oscuro. La dragona miró con su espada al leónico. El jinete dio unos pasos atrás y miró a ambos con repugnancia.
-¿Estás bien? – le preguntó el leónico con su voz ronca. Tendiéndole una mano para levantarse. La dragona, reponiéndose, le miró. – No estás en condiciones de luchar. – Querostraza trató de levantarse con su espada. Pero le costaba. Nithral les daba unos minutos de cortesía. Había derrotado a uno. Soberbio como era. Sabía que podría derrotar al siguiente en aquel plano. Los dos eran carne de cañón. – Sé que aún hay lugar para el honor para una antigua Dama Dragón de Dundarak. Deja atrás tu orgullo, Primigenia. Y dame la Capa Blanca. Sólo yo puedo desterrar al jinete.
Querostraza sabía que el leónico tenía razón. Tras chocar de bruces contra la realidad, él era el único que podía derrotar al jinete en aquel mismo momento. Aún arrodillada por la fatiga, se llevó las manos al sujetacapas y la desabrochó. Dejando que Melena Blanca la tomara y la colgara. A él le quedaba como un elegante capote a media espalda. Ella se levantó, colocó su espada en ristre y se puso tras Melena Blanca, cediendo al leónico todo el protagonismo.
-¿Qué está haciendo? ¡Sin la capa no podrá cumplir el plan! - Se preocuparon los miembros del Aquelarre. Todos se movieron hacia delante, por el interés del inminente combate. Dejando libre vía detrás de ellos para los prisioneros, protegidos por las barreras de huesos que acababan de levantar.
-Y con ella tam-tampoco Jejeje - Hasta para reírse daba asco. - La irrupción del le-león ha sido-do lo me-mejor del día. Jejeje.
Así, Melena Blanca recuperó la capa miró desafiante al jinete oscuro. No con odio, sino con ganas de revancha. En el mismo escenario donde lo perdió todo. Mientras el viento mecía su melena del color que le daba nombre y el sol comenzaba a ocultarse tras el templo, tiñendo el escenario de un color crepuscular.
Volvía a ser quien era. Para hacer lo que no hizo aquella vez. ¿Y quién le había dicho que sería del lado de una de sus archienemigas? ¿De la mujer que le arrebató aquello que era suyo?
-Nithral Tarmúnil. Tú fuiste el jinete que mató a Tyrande.– alzó su espada hacia el tejado y la enfocó a él. El Tarmúnil rió. – Lucha con honor.
Antes de lanzarse, echó la vista atrás a Querostraza. Con la espada en ristre, ésta sonrió y le hizo un gesto asertivo con la cabeza. Aquella mirada bastaba para que cualquiera que supiera un poco de psicología supiera que aquella alianza de la dragona era frágil como el cristal. Pero Melena Blanca confiaba plenamente en que cooperaría para acabar con el jinete. A fin de cuentas, era lo que había venido a hacer por cuenta propia, ¿no?
Era hora de combatir.
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Demian e Irinnil: Cronológicamente, estáis en el tema que cierra la trama del Capítulo 1. Me atrevo que es el más decisivo de todos. El evento comienza con un duelo entre Querostraza y Nithral Tarmúnil en el patio del templo al atardecer. Hay unos elfos del bosque secuestrados por el Aquelarre en el interior del mismo. Escoltados por cinco miembros nigromantes y un jefe menor, Ratasarnosa.
Todos los ojos están puestos en el combate entre Melena Blanca, Querostraza y Nithral Tarmúnil. Por lo que podéis tratar de llegar hasta ellos colándoos por el interior del templo o tratando de pillar por la espalda a los nigromantes (aún no a Ratasarnosa, bien protegido). Otra opción es intervenir en el combate, desobedecer a Melena Blanca y tratar de ayudarle en el combate contra el jinete. O molestar a Querostraza al no fiaros de sus verdaderas intenciones. Todas las decisiones tienen su riesgo, y esta misión especialmente.
Nota: Querostraza no tiene lengua (se la quemó en sus llamaradas) por lo que es muda. Pero sí os escucha y entiende.
Podéis utilizar a todos los personajes y serviros de los combatientes para vuestros propósitos. Así como describir el combate a vuestro placer. Querostraza no puede hablar ni se transformará en dragón, sino que luchará con habilidades de dama dragón.
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
El camino había sido progresivamente volviéndose más tenso. Melena Blanca le había conocido en un mal momento, justo cuando aún estaba con esos extraños ataques de pánico luego de su primer encuentro con Querostraza. En aquel entonces Demian había hecho todo mal y había demostrado ser prácticamente un inútil. No era de extrañar que el leónico no le tuviera mucho cariño. Al menos no parecía recordar la broma que le había jugado antes de irse.
Ahora tenían otras preocupaciones.
Ya todos sospechaban que se encontrarían con Querostraza. Al menos Melena Blanca parecía estar seguro. Ese nombre le causaba aún pesadillas al chico. Ya había superado los ataques de pánico, pero sólo escuchar ese nombre aún le hacía sentir algo extraño por la espalda.
Pronto otra sensación había empeorado sus sentimientos sobre lo que se avecinaba. El lugar parecía maldito, literalmente maldito, con toda esa energía siniestra y ominosa rodeándole. Algo andaba mal allí, muy, muy mal.
Entonces pudieron observar la bizarra situación que aparecía allí abajo. Los que supuestamente eran aliados estaban peleando.
Demian no alcanzaba a comprender realmente qué ocurría. Su información sobre los involucrados no era suficiente para sacar conclusiones, pero sí sabía algo. Sabía que había presenciado cómo Querostraza acababa con la vida de incontables inocentes, había visto el sufrimiento de los pobres y pequeños, impotentes ante un enemigo tan aterrador. También sabía que, de completarse tal ritual, las cosas iban a andar muy mal para los mismos indefensos. Como fuera, tenía claro quiénes eran sus enemigos.
–Sabes que no voy a seguir tus órdenes –dijo el chico de manera tan clara como le era posible a Melena Blanca–. Ya he tenido suficiente con órdenes.
No había en su voz duda, ni tiempo para discutir el hecho. El leónico se movilizó y Demian sacó sus dagas.
Pero no se lanzó de inmediato.
Sacó de su cinturón un pequeño vial alquímico. Era una fórmula que solía llevar consigo, una mezcla fuerte, pero de resultados más que satisfactorios. Cerró los ojos, se cerró la nariz y la bebió de un sólo tiro. Sus músculos reaccionaron de inmediato. Los sintió como si crecieran y se apretaran, sin por eso perder su movilidad.(1)
Inició su camino, uno que le llevaría a enfrentar el que podría ser el mayor peligro de su corta vida.
Estudió el escenario. Melena Blanca parecía hacer alianza con Querostraza, quien le cedía una capa que, según entendía correspondía a una reliquia importante para derrotar a los jinetes.
Querostraza.
Demoró un poco en procesar su presencia, quizás porque en este momento no lucía de la misma manera que en ese fatídico día en que Demian casi había muerto. Entonces era un enorme dragón. Ahora era una mujer.
Sintió su corazón agitarse y por un instante pensó que iba a tener una nueva crisis de pánico, pero se controló. No iba a dejar que sus sentimientos hicieran mella de su concentración y determinación en un momento así.
–Te encargo los elfos –le dijo a Irinnil. No estaba seguro si ella iba a seguir el plan del leónico o no.
Demian entró de un salto en el lugar de la pelea, clavando una daga en el piso. La daga liberó un aura negativa, consumiendo la vida de pequeñas criaturas y plantes en un radio de diez metros. Demian sintió el Éter llenarle.
–¡¿Qué rayos haces aquí, niño?! –preguntó el leónico.
–Mi mejor esfuerzo –contestó el chico con una sonrisa inocentona.
Entonces los fantasmas emergieron del piso. Eran tres figuras, de aspecto azulino y miradas lúgubres, los que flotaron hasta concentrarse en tres llamas alrededor del chico, llamas azules de fuego fatuo.(3) Una de estas llamas se fue hasta la mano de Demian y el chico corrió, para soltarla cuando estaba cerca del jinete. La llama se adhirió al cuerpo de éste, liberando su doloroso efecto. El chico conservó las otras dos flotando a su alrededor.
Lo quisiera Melena Blanca o no, el chico ahora era parte del combate.
–¿Quién eres tú? –preguntó el elfo maldito al notar que la magia del chico no se trataba de simples juegos. A pesar de su tamaño, el dominio del Éter del joven era fuerte.
–Mi nombre es Demian Sinclair, hijo de Emil Sinclair –contestó Demian. Claro, en su respuesta había un pequeño error. Emil Sinclair le había dado su apellido, mas no era su padre verdadero... pero esa es una historia para otro día.
La atención del chico entonces se dividió. Por un lado, prestaba atención al jinete que enfrentaban, realizando una táctica de asedio cauteloso. Así como las sombras se liberaban en peligrosas oleadas, así Demian lanzaba ilusiones de llamas y distracciones, así amagaba con su daga, sin nunca llegar a lanzarse por completo. Su objetivo en ese intercambio no era otro que el de generar el suficiente apoyo para que Melena Blanca tuviera la ventaja táctica. Por el otro lado, Demian estaba atento a Querostraza.
La dragona primigenia también parecía estar participando del combate, pero al chico se le hizo evidente que, así como él, ella tampoco estaba arriesgándose. El que verdaderamente corría los mayores peligros era Melena Blanca.
Tanto Demian como Querostraza recibieron algunos impactos de esa magia sombría, pero su actitud defensiva les había protegido de daños mayores. Así mismo, la magia de Demian había estado en constante protección al leónico, intentando distraer al enemigo cuando el guerrero llegaba a una distancia muy corta.
–Has mejorado desde la última vez que nos vimos –comentó Melena Blanca.
Y es aquí donde las cosas toman un giro distinto. Esta es, al fin y al cabo, una historia de Demian.
–E-eres un guerrero honorable... –dice el chico con una media sonrisa dibujándose en su rostro.
Los siguientes segundos pasaron lentamente para los presentes.
Primero, dio un paso hacia adelante... o más bien una figura fantasmal ilusoria lo hizo. El verdadero Demian completaba el mismo paso, pero en otro lugar. El chico llamaba a ese conjuro el Paso del Espectro(4)
En ese mismo instante aparecía a las espaldas de Querostraza, dejando que las dos llamas de Ignis Fatuus que aún flotaban a su alrededor se pegaran a la dragona.
En el siguiente instante, Demian descargaba su terrible y característico ataque, mejorado gracias al influjo de fuerza de la alquimia, la Puñalada del Fantasma, que está apoyada por la repentina crecida de la hoja de sus dagas negras.(5)
Demian no confiaba en la dragona, había visto su mirada, había notado que no parecía darlo todo contra el enemigo y sabía que ésta sería su única oportunidad para poner fin a tal despiadado enemigo, a quien había quemado frente a sus ojos a tantos inocentes, quien había cobrado tantas vidas de manera tan injusta. Era su oportunidad, su única oportunidad.
–... pero yo no soy honorable –dice, terminando la frase que hubiera comenzado apenas unos instantes antes, junto a Melena Gris.
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(1) Demian hizo uso de su Pócima de Fuerza Intensa (Limitado (1)), que sube su fuerza en 40 puntos durante esta ronda.
(2) Uso de la Daga Corrupta obtenida en el Evento Navideño. Ésta genera un área de 10 metros de radio que aumenta la magia de Demian.
(3) Demian usa su habilidad de nivel 5: Ignis Fatuus, que le permite generar 3 llamas de aspecto fantasmal que se adhieren a los enemigos y realizan daño psíquico cada vez que el afectado es atacado, por medio de un dolor muy intenso. Dura 3 turnos.
(4) Demian usa su habilidad de nivel 3: Paso del Espectro. Con esta habilidad puede teletransportarse en un instante, dejando una imagen ilusoria en su lugar. La usa para quedar inmediatamente en las espaldas de Querostraza.
(5) La Puñalada del Fantasma es el ataque insignia de Demian. Es realizado con su daga, pero aprovecha su magia, causando el doble de daño si el objetivo es víctima de una de sus ilusiones (en este caso, el Ignis Fatuus). Este ataque está dirigido de manera especial a los puntos vitales del objetivo. En este caso, Demian va por la columna vertebral de Querostraza. Cabe destacar que las dagas de Demian, obtenidas mediante el evento de Captura y Castigo, son épicas con la propiedad de crecer o achicarse a voluntad de su usuario. En este caso las hace crecer al mismo tiempo del ataque.
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
Habíamos estado caminando durante todo aquel tiempo, minuto tras minuto para terminar en un templo en un estado francamente lamentable. No entendía para qué tanto apuro tan solo para llegar a una reliquia como aquella. Aquel melenudo parecía haberse vuelto totalmente loco. Tampoco es que hubiera explicado nada sobre la misión que nos había llevado hasta allí, o al menos, no le había prestado atención a sus palabras, cualquiera de las dos opciones me resultaban aburridas. De todas formas tan solo había ido porque parecía algo prometedoramente divertido.
Me había pasado gran parte del trayecto parloteando con Saranee, conforme iba tomando confianza se iba soltando su lengua. También parecía ayudarla el hecho de dejar atrás el campamento. No parecía muy cómoda con las miradas que la rodeaban en aquel lugar. Al final era bastante posible que saliese de allí con una nueva amiga.
Una vez en el templo, la joven había dejado de lado su conversación conmigo para fruncir el ceño. Parecía que algo se avecinaba, seguramente estuviera sintiendo algo que a mi se me había pasado. El melenudo había hablado de nuevo para decir que sentía sabe Isil qué reliquia del demonio. No le di importancia, así como a la pelea que se estaba llevando a cabo en el interior. Bostecé ruidosamente, atrayendo una mirada de reproche de Saranee.
Nuestro guía parecía sobreexcitarse por cualquier cosa que ocurría a su alrededor. Ahora se había sorprendido porque una mujer se pusiese a combatir con aquel ser. Pues vaya compañía me había agenciado, la única normal era mi conversadora y nueva amiga. El niño raro tampoco había hecho grandes comentarios a lo largo del camino y no parecía sorprenderse tanto como el melenudo. Seguramente solo aquel hombre entendía qué estaba sucediendo, aunque de todas formas no parecía tampoco para tanto. Ni que nunca hubiese visto una pelea antes, tan solo tenía que entrar en una taberna en una de las grandes ciudades.
Dentro del templo había demasiada gente, todavía más rara que mi grupo de acompañantes si cabe. Eso no me hacía mucha gracia, las multitudes nunca son buenas. Asentí al escuchar las órdenes de nuestro lord comandante.
- No intervenir contra el jinete, entendido. -Asentí de nuevo mirando a Saranee. Pero lo cierto es que no veía ninguna montura en ninguna parte, así que no sabía a quien se refería aquel hombre con “jinete”. Pues vaya un comandante que ni órdenes precisas sabía dar. Suspiré ante la gran decepción que estaba siendo la expedición de mis sueños.
Una especie de brujos mantenía a un grupo de elfos encerrados en jaulas, probablemente para hacer experimentos extraños y calcinarlos o algo por el estilo. “¿Te he dicho alguna vez que odio a los elfos?” Dijo Irinnil.
- Demasiadas veces, diría yo. -Le contesté mentalmente.
Entre las dos habíamos llegado a trazar un pequeño plan. Mientras no atacásemos al jinete, al cual todavía no había visto por ninguna parte, todo estaría bien.
El joven Demian en un momento dado comenzó a drogarse, había visto eso antes en callejones de Lunargenta. Aparentemente también estaba siendo una expedición aburrida para él. Me pregunté qué esperaba encontrar allí. Tras decirme que me encargaba los elfos, se fue dando un salto. Pues vaya, esperaba que tuviese un plan al menos aparte de saltar por ahí seguramente en un estado psicótico por lo que acababa de tomarse.
Irinnil estaba totalmente en contra de hacer cualquier movimiento para ayudar a los elfos. De todas formas me parecía totalmente inútil, si se habían metido en aquella situación ellos solos, seguramente podrían salir de ella por sí mismos. O no. El resultado sería el mismo.
- Te encargo los elfos. -Dije hacia mi derecha, pensando que Saranee sí querría ayudar a aquellos seres de los árboles. En cambio, a mi lado estaba uno de aquellos brujos, que se quedó mirándome fijamente con aquella máscara puesta. Parecía tan sorprendido de que yo estuviese allí como yo de que él no fuese Saranee.
Miré hacia atrás, allí estaba mi amiga, escondida tras una roca. Levanté un pulgar en su dirección y le sonreí. Entonces, tras concentrarme un poco, fui de un par de saltos al lugar donde estaban todos peleando, o de fiesta, a juzgar por el estado de Demian.
Por un lado estaba nuestro comandante, por el otro una mujer que no había visto en mi vida pero que parecía muy maja. Me acerqué, le sonreí y le di un golpecito en el hombro.
- Mi nombre es Irinnil Fawkes, gracias por hacer lo que sea que estabas haciendo y que probablemente no comprenderé en todo lo que me queda de vida. -Miré hacia Demian y el comandante. - Que probablemente a juzgar por lo que están haciendo esos dos ahí, no sea mucho. -Volví a mirarla a los ojos. -Pero que sepas, que te admiro mucho. -Volví a sonreír y mientras Demian desaparecía de mi campo de visión me dirigí hacia el melenudo.
Subí de un salto a los hombros de nuestro comandante, haciéndole perder el equilibrio durante unos segundos.
- ¡Qué demo… - Logró articular antes de tener que detener una estocada directa a su costado.
-¿Qué haces? ¡Presta atención o moriremos los dos!
Estiré la mano, mi arco vino revoloteando con la orden, mientras con la otra tomaba una flecha y disparaba en dirección al ser malévolo, que intentaba hacer cosas malas que no tenía tiempo ni para explicar, ni para entender la explicación.
- Obviamente, si quieres detener algo que nunca has detenido, deberás utilizar tácticas que nunca has utilizado. -Me quedé pensativa buscando un nombre apropiado. -¡Combo Melennil! ¡Pero no te pares! Ataca por la izquierda. -Melena blanca aprovechó la sonrisa que vio en la cara del ser para atacar por la derecha.
Sin duda aquella expedición estaba volviéndose interesante por momentos.
Me había pasado gran parte del trayecto parloteando con Saranee, conforme iba tomando confianza se iba soltando su lengua. También parecía ayudarla el hecho de dejar atrás el campamento. No parecía muy cómoda con las miradas que la rodeaban en aquel lugar. Al final era bastante posible que saliese de allí con una nueva amiga.
Una vez en el templo, la joven había dejado de lado su conversación conmigo para fruncir el ceño. Parecía que algo se avecinaba, seguramente estuviera sintiendo algo que a mi se me había pasado. El melenudo había hablado de nuevo para decir que sentía sabe Isil qué reliquia del demonio. No le di importancia, así como a la pelea que se estaba llevando a cabo en el interior. Bostecé ruidosamente, atrayendo una mirada de reproche de Saranee.
Nuestro guía parecía sobreexcitarse por cualquier cosa que ocurría a su alrededor. Ahora se había sorprendido porque una mujer se pusiese a combatir con aquel ser. Pues vaya compañía me había agenciado, la única normal era mi conversadora y nueva amiga. El niño raro tampoco había hecho grandes comentarios a lo largo del camino y no parecía sorprenderse tanto como el melenudo. Seguramente solo aquel hombre entendía qué estaba sucediendo, aunque de todas formas no parecía tampoco para tanto. Ni que nunca hubiese visto una pelea antes, tan solo tenía que entrar en una taberna en una de las grandes ciudades.
Dentro del templo había demasiada gente, todavía más rara que mi grupo de acompañantes si cabe. Eso no me hacía mucha gracia, las multitudes nunca son buenas. Asentí al escuchar las órdenes de nuestro lord comandante.
- No intervenir contra el jinete, entendido. -Asentí de nuevo mirando a Saranee. Pero lo cierto es que no veía ninguna montura en ninguna parte, así que no sabía a quien se refería aquel hombre con “jinete”. Pues vaya un comandante que ni órdenes precisas sabía dar. Suspiré ante la gran decepción que estaba siendo la expedición de mis sueños.
Una especie de brujos mantenía a un grupo de elfos encerrados en jaulas, probablemente para hacer experimentos extraños y calcinarlos o algo por el estilo. “¿Te he dicho alguna vez que odio a los elfos?” Dijo Irinnil.
- Demasiadas veces, diría yo. -Le contesté mentalmente.
Entre las dos habíamos llegado a trazar un pequeño plan. Mientras no atacásemos al jinete, al cual todavía no había visto por ninguna parte, todo estaría bien.
El joven Demian en un momento dado comenzó a drogarse, había visto eso antes en callejones de Lunargenta. Aparentemente también estaba siendo una expedición aburrida para él. Me pregunté qué esperaba encontrar allí. Tras decirme que me encargaba los elfos, se fue dando un salto. Pues vaya, esperaba que tuviese un plan al menos aparte de saltar por ahí seguramente en un estado psicótico por lo que acababa de tomarse.
Irinnil estaba totalmente en contra de hacer cualquier movimiento para ayudar a los elfos. De todas formas me parecía totalmente inútil, si se habían metido en aquella situación ellos solos, seguramente podrían salir de ella por sí mismos. O no. El resultado sería el mismo.
- Te encargo los elfos. -Dije hacia mi derecha, pensando que Saranee sí querría ayudar a aquellos seres de los árboles. En cambio, a mi lado estaba uno de aquellos brujos, que se quedó mirándome fijamente con aquella máscara puesta. Parecía tan sorprendido de que yo estuviese allí como yo de que él no fuese Saranee.
Miré hacia atrás, allí estaba mi amiga, escondida tras una roca. Levanté un pulgar en su dirección y le sonreí. Entonces, tras concentrarme un poco, fui de un par de saltos al lugar donde estaban todos peleando, o de fiesta, a juzgar por el estado de Demian.
Por un lado estaba nuestro comandante, por el otro una mujer que no había visto en mi vida pero que parecía muy maja. Me acerqué, le sonreí y le di un golpecito en el hombro.
- Mi nombre es Irinnil Fawkes, gracias por hacer lo que sea que estabas haciendo y que probablemente no comprenderé en todo lo que me queda de vida. -Miré hacia Demian y el comandante. - Que probablemente a juzgar por lo que están haciendo esos dos ahí, no sea mucho. -Volví a mirarla a los ojos. -Pero que sepas, que te admiro mucho. -Volví a sonreír y mientras Demian desaparecía de mi campo de visión me dirigí hacia el melenudo.
Subí de un salto a los hombros de nuestro comandante, haciéndole perder el equilibrio durante unos segundos.
- ¡Qué demo… - Logró articular antes de tener que detener una estocada directa a su costado.
-¿Qué haces? ¡Presta atención o moriremos los dos!
Estiré la mano, mi arco vino revoloteando con la orden, mientras con la otra tomaba una flecha y disparaba en dirección al ser malévolo, que intentaba hacer cosas malas que no tenía tiempo ni para explicar, ni para entender la explicación.
- Obviamente, si quieres detener algo que nunca has detenido, deberás utilizar tácticas que nunca has utilizado. -Me quedé pensativa buscando un nombre apropiado. -¡Combo Melennil! ¡Pero no te pares! Ataca por la izquierda. -Melena blanca aprovechó la sonrisa que vio en la cara del ser para atacar por la derecha.
Sin duda aquella expedición estaba volviéndose interesante por momentos.
- Descripción de Combo Melennil:
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Irinnil Fawkes
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
Demian e Irinnil decidieron desobedecer las órdenes de Melena Blanca y, de manera inesperada, centraron sus habilidades en ayudar al leónico.
La primera en aparecer fue Irinnil, quien a lomos del leónico. Comenzó a disparar mientras éste atacaba. Lo cual generaba un ataque doble difícil de digerir para el jinete y retrocediendo más y más hacia el portal.
Querostraza, por su parte, hizo lo justo y necesario. A partir de la incoporación de Irinnil abandonó sigilosamente el combate y envió una mirada cómplice a los miembros del Aquelarre para que se prepararan para lo que fuera que tenían preparado. Estos le devolvieron la mirada cómplice y comenzaron a acercarse.
Poco después, la puñalada de Demian por la espalda de la dragona era lo último que se esperaba. Un ataque directo a su columna vertebral que la mujer no tardó en recibir tras un doloroso quejido.
Si bien el golpe de Demian la había pillado desprevenida, la poderosa armadura que llevaba detuvo la mayor parte del impacto, aunque sí llegó a hacerla sangrar. La mujer dio un grito más por el susto que por otra cosa y en un acto de rabia se quitó de encima al pequeño envolviéndose en fuego alrededor de su espada y generando una llama alrededor de su cuerpo que Demian tendría que esquivar de no querer terminar ensartado. La dragona dio la orden a sus lacayos de que persiguieran al molesto niño que ya la había incordiado en Lunargenta. Lo recordaba. Su armadura se había teñido del rojo de su sangre, en la espalda y, había quedado ciertamente herida.
Se mordió los dientes mientras Melena Blanca e Irinnil terminaban el combate. Con su combo extraño, habían conseguido llevar al jinete al portal. - ¡Se acabó! - El leónico sentenció al jinete oscuro al golpearle con el hombro y hacerle atravesar el portal del Oblivion. Justo en ese momento, ya en su plano, el rival podía morir a manos de un centinela. Por lo que Melena Blanca rugió como nunca lo había hecho y ensartó a su enemigo con su larga arma a través del portal.
Nithral observó el arma del leónico, mitad en Aerandir mitad en el Oblivion, atravesando su cuerpo. Incrédulo de lo que acababa de pasar. Miró a su asesino por última vez, antes de comenzar a desintegrarse en polvo en un grito de rabia y frustración, más que de dolor. Los jinetes estaban muertos.
Melena Blanca no se lo podía creer. Aún con Irinnil sobre sus hombros, ambos fueron los primeros en ver cómo se podía matar a un jinete oscuro. Pero Melena Blanca no pensaba en su destrucción. Lo primero que se le vino a la cabeza, es que acababa de matar al hijo de puta que había arrebatado la vida a su amiga, Tyra.
-Tyra. Te he veng... Ah.- No tuvo tiempo para celebrarlo cuando, poco después, sintió su cuerpo igualmente ensartado por la espada ígnea de Querostraza. Por la espalda, a la altura del corazón. De igual manera que ella había sido apuñalada por Demian. Ahora acababa de apuñalar al leónico. E Irinnil tuvo que saltar para no ser herida. – Que… Querostraza. - dijo sin aliento.
La dragona disfrutó aquel momento. Con saña, giró su espada en el cuerpo de leónico. Mordiéndose los dientes. Luego la quitó, dejándolo caer al suelo muerto en el acto. Miró con desprecio y escupió sobre el cadáver de su enemigo. Tomó la capa de centinela y la colgó de nuevo a su espalda.
Había matado al anterior portador. Ahora, ella era la centinela por derecho propio. La reliquia respondería completamente a su llamada. Y no tardó en sentirse más poderosa. En sentir a los jinetes oscuros.
Saranee, que había conseguido liberar a los prisioneros elfos por la orden de Irinnil. Vio como su corazón se encogía en un puño cuando vio a su líder. La inspiración de los leónicos, ensartado a la mitad. – No… - exclamó con miedo. – Jefe… - Pero no podía detenerse. Tenía que liberar a los indefensos para que su muerte no fuera en vano.
Pero la ambición de Querostraza no paraba ahí. Sin perder un instante e ignorando por completo a Irinnil, sin dudar de que sus lacayos se ocuparían de las tres amenazas “menores”, pasó por encima del cuerpo del leónico y atravesó el portal. Mientras el jinete se desintegraba, apoyó su mano en la cabeza y comenzó a conjurar unas palabras.
Por algún medio de ritual nigromante, comenzó a canalizar la desintegración hacia su propia figura femenina. ¡Estaba absorbiendo el poder del jinete muerto! Como centinela, podía hacerlo. ¡Apareciendo allí, Melena Blanca le había hecho un favor a su enemiga! Su herida en la espalda pronto comenzó a sanar y se sintió de nuevo fresca como una rosa. Su piel se empalideció y se volvió con una tonalidad ligeramente más gris.
La nueva Querostraza era mucho más grande en forma de dragón. Fue tal la infusión de poder que recibió de la reliquia y del jinete que se sentía eufórica. Como si hubiese abusado de sustancias prohibidas.
Querostraza se dispuso entonces a convertirse en dragón. En un dragón con capa. La primigenia era inmensa. Y ahora que tenía el poder de la reliquia y de los jinetes oscuros, aún más.
De un salto, subió al torreón. Desde allí, podría ser vista por todos. Asher, que estaba cerca de llegar, incluido, vería a la centinela, con la Capa Blanca ondeando a su espalda.
Sentía necesidad de soltar lo que tenía dentro. Mostrar su odio en general hacia la mera existencia. Desde su elevada posición, se hizo el silencio por el enorme monstruo en el que se acababa de convertir. Respiró profundo. Calmándose. Luego, emitió emitió un enorme grito que se escucharía en Árbol Madre. En Villasauco. En el campamento de los leónicos. Incluso en el Gran Lago Oeste. Se había acabado la parte de ser precavidos y sigilosos. El gran mal había despertado.
Y, entonces. ¿Qué fue lo que vino a continuación?
Comenzó a escupir fuego por la boca. Con una enorme llamarada, redujo el templo a cenizas. Incluso escupió una llamarada a través del portal para cerrarlo. A algunos de elfos capturados ni siquiera les dio tiempo sentir nada. ¡Qué demonios! Iba a reducir totalmente el bosque a cenizas. A esperar a que vinieran los jinetes oscuros, derrotarlos y absorber su poder. Cuantos más absorbiera, más indestructible sería. ¿Quién podía detenerla?
Y, para colmo, no era un fuego normal. Era un fuego del Oblivion, que consumía todo a su paso cual veneno. Absorber el poder de los Jinetes Oscuros y controlar las reliquias. Era el malévolo plan del Aquelarre para dominar Aerandir.
Saranee había conseguido romper la cadena de huesos que retenía a otros elfos en el momento que Querostraza descargaba su terrible llamarada sobre el templo. Al menos había salvado a algunos. Sin saber a dónde dirigía, corrió al interior del templo. El fuego entró tras de ella. Pero corrieron tan rápido como pudieron. Lograron escapar por muy poco.
El interior del templo lo condujo hasta la parte elevada del mismo, desde donde pudo saltar directamente hacia el lomo de Querostraza.
¿Y qué lugar tenían Demian e Irinnil llegados a este punto? Sobrevivir a la llegada del averno. Los ayudantes se habían olvidado de perseguirles cuando comprobaron el nivel de éxtasis de su jefa. Y desaparecieron literalmente con su magia oscura del lugar y se envolvieron en las sombras. Demian e Irinnil tenían que hacer lo mismo. Desaparecer de aquel infierno.
Analicemos las consecuencias a vuestras acciones. Sabía que el jinete oscuro era un caramelo demasiado goloso. Habéis caído en mi trampa cual pobres inocentes.
Demian: Pobre infeliz. ¿No pensarías que ibas a acabar con una de mis mejores cartas, un boss de nivel calavera, en el primer post del evento, verdad?. Tus ansias de victoria te han podido. Un golpe crítico, sin duda, pero atacar a Querostraza ha resultado poco menos que improductivo. Sí te ha servido más la parte en la que ayudas a Melena Blanca con el jinete. Sin duda habría sido más efectivo atacar a uno de los lacayos que ahora te persiguen, pues incordiarán en temas próximos. Debo decirte, que en contra de lo que cree Demian, no será su única oportunidad.
Irinnil: Decidiste ayudar a Melena Blanca. Sí. Ayudarle ha sido un acierto, ya que al menos has evitado que Melena Blanca muriese sin poder vengar a Tyrande. La parte negativa es que el Tarmúnil ha muerto también y, por ende, has hecho más fuerte a Querostraza.
Tranquilos. No podíais hacer nada por salvar a Melena Blanca. En mis opciones no barajaba ninguna opción de que quedara vivo después de este tema. El leónico ha encontrado su redención, al menos, gracias a vosotros.
Melena Blanca ha muerto.
Nithral Tarmúnil ha muerto por vuestras acciones.
Saranee escapa por el interior del templo y sube a lomos de Querostraza.
¡Enhorabuena! Querostraza es ahora mucho más poderosa que hace un post. Ahora, ella es la auténtica centinela, por lo que cuenta además con el poder de la reliquia. Este boss contará con habilidades y mecánicas especiales que tendré que subir, además de con sus aliados, ya que no los habéis despachado.
En este post, el último del tema (hay eventos de 2 o 3 posts), además de describir vuestros sentimientos ante lo que veis, debéis decidir entre dos cosas: Quedaros en el bosque y esconderos, o subiros a lomos del dragón. Los que os quedéis os uniréis a otra partida más liviana (por ahora, hay que tener en cuenta que los Jinetes Oscuros también participan, y no podréis abarcar todo de primeras). En el corazón del bosque.
Los que subáis a lomos de Querostraza pasaréis directamente a un Evento Especial del Capítulo 2. La raid Infierno. Una misión especial de varias fases extremadamente peligrosa que puede causar a vuestro personaje heridas muy difíciles de recuperar. No tendré filtro a la hora de contenerme y, aunque no moriréis nunca, correréis muchísimo peligro. Avisados estáis.
Después de los dos, intervendrá también Asher Daregan. Ya que su misión le conduce a este evento, llegará tarde, con el templo reducido a cenizas y con Melena Blanca muerto antes de ser consumido por las llamas de Querostraza. Tus acciones serán irrelevantes en la trama, ya has tenido las tuyas, pero deberá decidir también cual es tu sino.
La primera en aparecer fue Irinnil, quien a lomos del leónico. Comenzó a disparar mientras éste atacaba. Lo cual generaba un ataque doble difícil de digerir para el jinete y retrocediendo más y más hacia el portal.
Querostraza, por su parte, hizo lo justo y necesario. A partir de la incoporación de Irinnil abandonó sigilosamente el combate y envió una mirada cómplice a los miembros del Aquelarre para que se prepararan para lo que fuera que tenían preparado. Estos le devolvieron la mirada cómplice y comenzaron a acercarse.
Poco después, la puñalada de Demian por la espalda de la dragona era lo último que se esperaba. Un ataque directo a su columna vertebral que la mujer no tardó en recibir tras un doloroso quejido.
Si bien el golpe de Demian la había pillado desprevenida, la poderosa armadura que llevaba detuvo la mayor parte del impacto, aunque sí llegó a hacerla sangrar. La mujer dio un grito más por el susto que por otra cosa y en un acto de rabia se quitó de encima al pequeño envolviéndose en fuego alrededor de su espada y generando una llama alrededor de su cuerpo que Demian tendría que esquivar de no querer terminar ensartado. La dragona dio la orden a sus lacayos de que persiguieran al molesto niño que ya la había incordiado en Lunargenta. Lo recordaba. Su armadura se había teñido del rojo de su sangre, en la espalda y, había quedado ciertamente herida.
Se mordió los dientes mientras Melena Blanca e Irinnil terminaban el combate. Con su combo extraño, habían conseguido llevar al jinete al portal. - ¡Se acabó! - El leónico sentenció al jinete oscuro al golpearle con el hombro y hacerle atravesar el portal del Oblivion. Justo en ese momento, ya en su plano, el rival podía morir a manos de un centinela. Por lo que Melena Blanca rugió como nunca lo había hecho y ensartó a su enemigo con su larga arma a través del portal.
Nithral observó el arma del leónico, mitad en Aerandir mitad en el Oblivion, atravesando su cuerpo. Incrédulo de lo que acababa de pasar. Miró a su asesino por última vez, antes de comenzar a desintegrarse en polvo en un grito de rabia y frustración, más que de dolor. Los jinetes estaban muertos.
Melena Blanca no se lo podía creer. Aún con Irinnil sobre sus hombros, ambos fueron los primeros en ver cómo se podía matar a un jinete oscuro. Pero Melena Blanca no pensaba en su destrucción. Lo primero que se le vino a la cabeza, es que acababa de matar al hijo de puta que había arrebatado la vida a su amiga, Tyra.
-Tyra. Te he veng... Ah.- No tuvo tiempo para celebrarlo cuando, poco después, sintió su cuerpo igualmente ensartado por la espada ígnea de Querostraza. Por la espalda, a la altura del corazón. De igual manera que ella había sido apuñalada por Demian. Ahora acababa de apuñalar al leónico. E Irinnil tuvo que saltar para no ser herida. – Que… Querostraza. - dijo sin aliento.
La dragona disfrutó aquel momento. Con saña, giró su espada en el cuerpo de leónico. Mordiéndose los dientes. Luego la quitó, dejándolo caer al suelo muerto en el acto. Miró con desprecio y escupió sobre el cadáver de su enemigo. Tomó la capa de centinela y la colgó de nuevo a su espalda.
Había matado al anterior portador. Ahora, ella era la centinela por derecho propio. La reliquia respondería completamente a su llamada. Y no tardó en sentirse más poderosa. En sentir a los jinetes oscuros.
Saranee, que había conseguido liberar a los prisioneros elfos por la orden de Irinnil. Vio como su corazón se encogía en un puño cuando vio a su líder. La inspiración de los leónicos, ensartado a la mitad. – No… - exclamó con miedo. – Jefe… - Pero no podía detenerse. Tenía que liberar a los indefensos para que su muerte no fuera en vano.
Pero la ambición de Querostraza no paraba ahí. Sin perder un instante e ignorando por completo a Irinnil, sin dudar de que sus lacayos se ocuparían de las tres amenazas “menores”, pasó por encima del cuerpo del leónico y atravesó el portal. Mientras el jinete se desintegraba, apoyó su mano en la cabeza y comenzó a conjurar unas palabras.
Por algún medio de ritual nigromante, comenzó a canalizar la desintegración hacia su propia figura femenina. ¡Estaba absorbiendo el poder del jinete muerto! Como centinela, podía hacerlo. ¡Apareciendo allí, Melena Blanca le había hecho un favor a su enemiga! Su herida en la espalda pronto comenzó a sanar y se sintió de nuevo fresca como una rosa. Su piel se empalideció y se volvió con una tonalidad ligeramente más gris.
La nueva Querostraza era mucho más grande en forma de dragón. Fue tal la infusión de poder que recibió de la reliquia y del jinete que se sentía eufórica. Como si hubiese abusado de sustancias prohibidas.
Querostraza se dispuso entonces a convertirse en dragón. En un dragón con capa. La primigenia era inmensa. Y ahora que tenía el poder de la reliquia y de los jinetes oscuros, aún más.
De un salto, subió al torreón. Desde allí, podría ser vista por todos. Asher, que estaba cerca de llegar, incluido, vería a la centinela, con la Capa Blanca ondeando a su espalda.
Sentía necesidad de soltar lo que tenía dentro. Mostrar su odio en general hacia la mera existencia. Desde su elevada posición, se hizo el silencio por el enorme monstruo en el que se acababa de convertir. Respiró profundo. Calmándose. Luego, emitió emitió un enorme grito que se escucharía en Árbol Madre. En Villasauco. En el campamento de los leónicos. Incluso en el Gran Lago Oeste. Se había acabado la parte de ser precavidos y sigilosos. El gran mal había despertado.
Y, entonces. ¿Qué fue lo que vino a continuación?
- ´Dínoslo tú, Danny, que sabemos que lo intuyes y tienes ganas de soltarlo.:
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Comenzó a escupir fuego por la boca. Con una enorme llamarada, redujo el templo a cenizas. Incluso escupió una llamarada a través del portal para cerrarlo. A algunos de elfos capturados ni siquiera les dio tiempo sentir nada. ¡Qué demonios! Iba a reducir totalmente el bosque a cenizas. A esperar a que vinieran los jinetes oscuros, derrotarlos y absorber su poder. Cuantos más absorbiera, más indestructible sería. ¿Quién podía detenerla?
Y, para colmo, no era un fuego normal. Era un fuego del Oblivion, que consumía todo a su paso cual veneno. Absorber el poder de los Jinetes Oscuros y controlar las reliquias. Era el malévolo plan del Aquelarre para dominar Aerandir.
* * * * * * * * * * *
Saranee había conseguido romper la cadena de huesos que retenía a otros elfos en el momento que Querostraza descargaba su terrible llamarada sobre el templo. Al menos había salvado a algunos. Sin saber a dónde dirigía, corrió al interior del templo. El fuego entró tras de ella. Pero corrieron tan rápido como pudieron. Lograron escapar por muy poco.
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El interior del templo lo condujo hasta la parte elevada del mismo, desde donde pudo saltar directamente hacia el lomo de Querostraza.
¿Y qué lugar tenían Demian e Irinnil llegados a este punto? Sobrevivir a la llegada del averno. Los ayudantes se habían olvidado de perseguirles cuando comprobaron el nivel de éxtasis de su jefa. Y desaparecieron literalmente con su magia oscura del lugar y se envolvieron en las sombras. Demian e Irinnil tenían que hacer lo mismo. Desaparecer de aquel infierno.
* * * * * * * * * * *
Analicemos las consecuencias a vuestras acciones. Sabía que el jinete oscuro era un caramelo demasiado goloso. Habéis caído en mi trampa cual pobres inocentes.
Demian: Pobre infeliz. ¿No pensarías que ibas a acabar con una de mis mejores cartas, un boss de nivel calavera, en el primer post del evento, verdad?. Tus ansias de victoria te han podido. Un golpe crítico, sin duda, pero atacar a Querostraza ha resultado poco menos que improductivo. Sí te ha servido más la parte en la que ayudas a Melena Blanca con el jinete. Sin duda habría sido más efectivo atacar a uno de los lacayos que ahora te persiguen, pues incordiarán en temas próximos. Debo decirte, que en contra de lo que cree Demian, no será su única oportunidad.
Irinnil: Decidiste ayudar a Melena Blanca. Sí. Ayudarle ha sido un acierto, ya que al menos has evitado que Melena Blanca muriese sin poder vengar a Tyrande. La parte negativa es que el Tarmúnil ha muerto también y, por ende, has hecho más fuerte a Querostraza.
Tranquilos. No podíais hacer nada por salvar a Melena Blanca. En mis opciones no barajaba ninguna opción de que quedara vivo después de este tema. El leónico ha encontrado su redención, al menos, gracias a vosotros.
Melena Blanca ha muerto.
Nithral Tarmúnil ha muerto por vuestras acciones.
Saranee escapa por el interior del templo y sube a lomos de Querostraza.
¡Enhorabuena! Querostraza es ahora mucho más poderosa que hace un post. Ahora, ella es la auténtica centinela, por lo que cuenta además con el poder de la reliquia. Este boss contará con habilidades y mecánicas especiales que tendré que subir, además de con sus aliados, ya que no los habéis despachado.
En este post, el último del tema (hay eventos de 2 o 3 posts), además de describir vuestros sentimientos ante lo que veis, debéis decidir entre dos cosas: Quedaros en el bosque y esconderos, o subiros a lomos del dragón. Los que os quedéis os uniréis a otra partida más liviana (por ahora, hay que tener en cuenta que los Jinetes Oscuros también participan, y no podréis abarcar todo de primeras). En el corazón del bosque.
Los que subáis a lomos de Querostraza pasaréis directamente a un Evento Especial del Capítulo 2. La raid Infierno. Una misión especial de varias fases extremadamente peligrosa que puede causar a vuestro personaje heridas muy difíciles de recuperar. No tendré filtro a la hora de contenerme y, aunque no moriréis nunca, correréis muchísimo peligro. Avisados estáis.
Después de los dos, intervendrá también Asher Daregan. Ya que su misión le conduce a este evento, llegará tarde, con el templo reducido a cenizas y con Melena Blanca muerto antes de ser consumido por las llamas de Querostraza. Tus acciones serán irrelevantes en la trama, ya has tenido las tuyas, pero deberá decidir también cual es tu sino.
Ger
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
Irrelevante.
Bien podría haberse quedado en casa, bien podría haberse ido a jugar a las canicas con los Gorriones y todo habría resultado igual y eso le causaba mucha frustración.
La patada que dio a esa planta se suponía que era para aliviar parte de ese malestar... claramente no había dado resultado. Sólo el salto que daría momentos más tarde lograría cambiar su humor.
Pero no nos adelantemos. Volvamos al momento justo después de la puñalada.
El chico supo que no había tenido el efecto deseado. A estas alturas había perdido la cuenta de cuántas personas había matado en su corta vida (en algún momento la llevó) y no sólo conocía cómo reacciona una persona ante un daño mortal, sino que disfrutaba de verlo. También sabía cuando las cosas fallaban.
Retrocedió de manera poco elegante. Cayó de tal modo que al día siguiente aún se sentiría incómodo al sentarse, rodó hasta quedar completamente sucio y sus ilusiones fantasmales saltaron de maneras desenfrenadas para servir de distracción. Sólo cuando tuvo su espalda contra un muro que le separaba de la dragona pudo sentarse a pensar en su siguiente movida. En el escape había sufrido unas heridas y quemaduras leves, nada de consideración.
Recuperando la orientación, decidió que lo mejor que podía hacer en ese momento era apoyar la retirada de los elfos. Se acercó y formó ilusiones que asemejaban a elfos huyendo en otras direcciones, para confundir eventuales ataques en su contra, pero parecía que la dragona ni siquiera se preocupaba mucho por apuntar y sólo quería destruir.
El chico vio morir gente allí, vio morir gente de maneras tan horribles que es mejor no relatarlas, pero basta con decir que su odio por Querostraza sólo creció. Y no tenía más para desquitarse que plantas y viejas piedras. Juró para sí que acabaría con esa bestia o moriría en el intento.
Eventualmente llegó a un lugar seguro, al menos de momento, concentrándose en poder recuperar sus energías.
–No c-creo que las flechas puedan derribar esa bestia –dice a Irinnil–, pero más te vale meterle tantas a esa cosa que terminen por hacerla caer, aunque sea por peso. Mi fuego fatuo parece no hacerle mucho, pero se hace más fuerte con cada ataque.
En ese momento el chico sacaba los brazos por la apertura del cuello de la camisa, liberando las mangas, a las que luego amarró sus cuchillos arrojadizos, los que llevaba siempre en sus botas. Era la tercera vez que usaba ese truco y ya comenzaba a agarrarle la mano a la construcción improvisada de arneses para montar dragones. Asegurando firmemente la camisa en torno a su cintura y reforzándola con su cinturón, dirigió otra mirada a la elfa.
–Jinetes de d-dragones –le dijo con una sonrisa algo torpe–, así deberían llamarnos. ¿Sabes?. –dijo luego mostrando un par de quemaduras y heridas–, Una mano de elfo no me vendría mal.
Momentos más tarde, Demian se encontraba trepando una muralla del templo, de las pocas que quedaban aún en pie. Saranee había usado ese lugar para saltar hacía poco. Se asomó por la parte superior y por un momento, sólo por un breve instante, sintió su corazón recogerse en su interior, tal y como hacía en ese entonces.
Sí, había tenido horribles crisis de pánico por semanas luego de casi morir tratando de desviar a Querostraza. El chico que no tenía miedo a nada se había hecho un ovillo de sólo recordar los sucesos de ese día.
Pero ahora no tenía miedo. Ahora usaría el miedo como combustible.
Lo llamaba El Valle de los Espíritus. Era uno de sus hechizos más poderosos y se basaba en generar horribles pensamientos, en forzarse a imaginar pesadillas indescriptibles para poder transferirlas a un enemigo. No estaba seguro si iba a resultar con alguien tan poderoso, pero debía intentarlo. Imaginó la horrible sensación de cuando había caído al mar, ese momento en que su respiración luchaba por obtener algo que no estaba allí. Agregó a eso sus tradicionales fantasmas, cientos de ellos, todos jalando su figura hacia el fondo, como hambrientos monstruos marinos que al fin han encontrado una presa. Imaginó el dolor, el pánico y la impotencia...
Y envió esos pensamientos a Querostraza.(1)
Sus piernas volvieron a temblar. Estaba en un escenario demasiado similar a lo que había pasado en ese entonces. Tragó saliva.
Saltó.
Por un momento fue un gorrión, extendiendo las alas que formaban las mangas de su camisa y sus brazos abiertos, un gorrión que, fuera de sí, decidía enfrentar a un dragón. Un gorrión tonto, pero valiente.
Una vez en el lomo, aseguró los cuchillos de su arnés improvisado entre las escamas de la criatura, tratando de dejarlos más firmes que la vez anterior. Ahora no veía un mar lleno de barcos del rey para salvarlo si caía, no podía simplemente fallar.
–Aquí vamos otra vez –dijo.
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(1) Demian ha usado su habilidad de nivel 4: Valle de los Espíritus, para intentar aturdir a Querostraza mientras se sube a su lomo.
Demian
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
Quien me lo diría tan solo unos segundos antes, las cosas habían salido casi como esperaba. Bueno, es cierto que el melenudo había decidido morirse allí mismo. Pero yo a eso no le podía haber ayudado. No sabía si aquella mujer era amiga suya o no, al principio se estaban ayudando y después… Zas, muerto. Una vez pensado bien, no parece que se llevaran muy bien. Pero tampoco tenía mucha idea de qué había pasado entre ellos dos hasta aquel momento. No conocía al melenudo salvo de aquel mismo día, tampoco podía entristecerme de su muerte. Aquellas cosas sucedían todos los días, más aún si te enzarzas en una pelea de la que tienes pocas posibilidades de salir con vida.
Lo único que me había parecido mal de que hubiesen apuñalado por la espalda a mi nueva montura, es que a partir de ese momento tendría el mejor nombre para un combo que no podría volver a utilizar en toda mi vida. Me giré para gritarle a la mujer, pero había decidido que era buena idea ser una dragona enorme.
Suspiré, me gustaban mucho los dragones, pero alguien se había pasado un poco dándole de comer a aquel. Era hermosa, poderosa y me estaba dando ganas de acompañarla al fin del mundo. Pero primero debía concentrarme en evitar ser aplastada por una piedra enorme y por ser chamuscada y convertida en algún manjar élfico, pero de forma literal.
Me acerqué a Demian, que tuvo la idea de decirme que disparase flechas a la pobre dragona. Pero aunque tuviese intenciones de derribarla, una escama de aquel monstruoso ser era casi tan grande como mi cabeza. Sería como intentar atravesar una armadura pesada con una brizna de hierba.
-Jinetes de dragones, ¿eh? Me gusta. -Me quedé pensativa un segundo antes de que me mostrase sus quemaduras. Me acerqué un poco más y comencé a curarle [1].
Instantes más tarde, trepaba y saltaba por los muros detrás del joven. Al parecer nos dirigíamos de nuevo hacia la dragona. Pensé que aquel niño tenía muchas ganas de ser comido y digerido en un estómago ajeno. ¿Pero quien era yo para juzgarle si estaba siguiendo exactamente sus mismos pasos?
Pasé por encima de Demian en cuanto afianzó unos cuchillos entre las escamas de la bestia. Siempre me ha gustado tener las mejores vistas, así que me acerqué a su cuello. Trepé un poco más y le di un golpecito en la cabeza.
-Oye, me siento aquí atrás, si puede ser me gustaría disfrutar de algunos tirabuzones de camino a donde sea que nos lleves.
No estaba segura de que me hubiera escuchado, pero me volví satisfecha a la base del cuello y me agarré lo más fuerte que pude. Si íbamos a terminar boca abajo en algún momento debía estar preparada.
---------Lo único que me había parecido mal de que hubiesen apuñalado por la espalda a mi nueva montura, es que a partir de ese momento tendría el mejor nombre para un combo que no podría volver a utilizar en toda mi vida. Me giré para gritarle a la mujer, pero había decidido que era buena idea ser una dragona enorme.
Suspiré, me gustaban mucho los dragones, pero alguien se había pasado un poco dándole de comer a aquel. Era hermosa, poderosa y me estaba dando ganas de acompañarla al fin del mundo. Pero primero debía concentrarme en evitar ser aplastada por una piedra enorme y por ser chamuscada y convertida en algún manjar élfico, pero de forma literal.
Me acerqué a Demian, que tuvo la idea de decirme que disparase flechas a la pobre dragona. Pero aunque tuviese intenciones de derribarla, una escama de aquel monstruoso ser era casi tan grande como mi cabeza. Sería como intentar atravesar una armadura pesada con una brizna de hierba.
-Jinetes de dragones, ¿eh? Me gusta. -Me quedé pensativa un segundo antes de que me mostrase sus quemaduras. Me acerqué un poco más y comencé a curarle [1].
Instantes más tarde, trepaba y saltaba por los muros detrás del joven. Al parecer nos dirigíamos de nuevo hacia la dragona. Pensé que aquel niño tenía muchas ganas de ser comido y digerido en un estómago ajeno. ¿Pero quien era yo para juzgarle si estaba siguiendo exactamente sus mismos pasos?
Pasé por encima de Demian en cuanto afianzó unos cuchillos entre las escamas de la bestia. Siempre me ha gustado tener las mejores vistas, así que me acerqué a su cuello. Trepé un poco más y le di un golpecito en la cabeza.
-Oye, me siento aquí atrás, si puede ser me gustaría disfrutar de algunos tirabuzones de camino a donde sea que nos lleves.
No estaba segura de que me hubiera escuchado, pero me volví satisfecha a la base del cuello y me agarré lo más fuerte que pude. Si íbamos a terminar boca abajo en algún momento debía estar preparada.
[1] Manos sanadoras.
Irinnil Fawkes
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte C-3] La redención del Gran León
Mis temores se hicieron realidad. La gigantesca dragona estaba en lo alto del torreón, aún más enorme de lo que había sido en Lunargenta. De alguna forma, había crecido en poder, y con la Capa Blanca en su lomo, solo podía significar una cosa.
-¡Vamos!- exclamé, acelerando el ritmo. Corrimos hasta el interior del templo... solo para ver como una gigantesca llamarada lo cubría todo. El lugar empezó a arder, rápidamente. Una multitud de cadáveres calcinados yacía en el suelo, irreconocibles. Pero ninguno era el que buscaba.
Y entonces, lo vi entre las llamas. Melena Blanca estaba en el suelo, cubierto de sangre, cerca del centro del templo. Maldije entre dientes, y las runas de mis piernas empezaron a iluminarse.
Me impulsé en un instante, [1] atravesando la sala sin tocar el fuego hasta quedar junto al cuerpo del enorme león. Clavé a Eclipse en el suelo.[2] Las llamas más cercanas se apagaron, siendo tragadas por la espada. De nuevo, alcanzó su límite, pero consiguió eliminar las suficientes como para tener un camino por el que salir.
Syl corrió hasta el león, arrodillándose junto a este para comprobar su estado. Confirmó lo que ya sabía.
-Demasiado tarde.- dijo. -Está muerto. Querostraza ha ganado.-
-Esto no ha acabado aún.- gruñí. Saqué las vendas que aún tenía, y cubrí su torso con ellas. [3] Suficientes para cubrir la herida, por inútil que pareciese. Había dejado de sangrar. Luego, saqué el libro de mi cinturón. Dejé caer las piedras que había encantado antes sobre una página en concreto. Aquello no me serviría. Necesitaba un encantamiento distinto. Por fortuna, tenía justo lo que necesitaba. Mojé la punta de mi dedo en la sangre del leónico, y dibujé una nueva marca en la roca. [4]
Y entonces, la aplasté. El efecto nos recubrió a los tres. Temporalmente, seríamos mucho más ligeros, lo suficiente como para dar saltos por los aires sin esfuerzo.
-Coge el arma.- dije. Hice desaparecer a Eclipse, y tomé al leónico de la mano. Lo alcé sin mayor dificultad. Aún era más grande que yo, pero no resultaba un problema.
-¿Donde lo llevas?- preguntó Syl, tomando el enorme hacha del Centinela. -¿Vamos a... enterrarlo?-
-La tierra es para los que se quedan muertos.- repliqué. -Si puedo elegir su final, esto no ha acabado aún.- Lo coloqué sobre mis hombros mientras sujetaba sus piernas con los brazos. Empecé a caminar hasta el exterior del templo.
-¿...Qué?- preguntó. -No podemos hacer nada más.-
-Hemos venido hasta aquí por un motivo.- repliqué sin dejar de moverme. -Me niego a quedarme sin hacer algo útil. Si hay alguien en Aerandir capaz de devolverlo a la vida, estará en el Árbol Madre.- Los elfos eran los únicos capaces de usar la magia de luz para curar. Y el Árbol Madre era la mayor fuente de vida que podía pensar. Si la magia podía hacer milagros... tenía que intentarlo.
Volvimos a la entrada del templo. El lugar estaba reducido a cenizas. No había dioses allí.
¿Pero cuando me había detenido aquello?
Un graznido resonó en cuanto llegamos de nuevo al bosque. Un cuervo blanco nos miraba. Auginn. Debía haber terminado su trabajo. Justo a tiempo, pues tenía otro que darle. Un mensaje, esta vez. Me arrodillé, dejando que Syl tomase durante unos instantes el cuerpo del león blanco. Tenía papel en el bolsillo. No necesitaba mucho. Escribí rápidamente, dejándolo tan claro como podía. Solo por si acaso, hice dos copias más del mismo mensaje, por si perdía alguna de ellas.
-Dáselos a los mejores sanadores de Aerandir.- ordené. [5] Con la concentración de clanes élficos en aquel bosque, lo más probable era que alguien pudiese hacer algo. No estaba seguro de como los encontraría, pero si alguien era capaz, sería el ave.
Una vez el Auginn echó a volar de nuevo, volví a cargar con el anterior Centinela del Este a mi espalda. Teníamos un objetivo.
[1] Usada habilidad: Impulso
[2] Usada habilidad: Absorber
[3] Usado objeto Limitado: Vendas reforzadas para cubrir a Melena Blanca y conservarlo un poco mejor (me quedaba una, ahora cero)
[4] Convertidas las Runas Altura que creé en el Campamento de los Leónicos en Runas Levitasis, para hacer a Asher, Syl y el cuerpo de Melena Blanca más ligeros.
[5] Usado el Cuervo Blanco para enviar un mensaje. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
-¡Vamos!- exclamé, acelerando el ritmo. Corrimos hasta el interior del templo... solo para ver como una gigantesca llamarada lo cubría todo. El lugar empezó a arder, rápidamente. Una multitud de cadáveres calcinados yacía en el suelo, irreconocibles. Pero ninguno era el que buscaba.
Y entonces, lo vi entre las llamas. Melena Blanca estaba en el suelo, cubierto de sangre, cerca del centro del templo. Maldije entre dientes, y las runas de mis piernas empezaron a iluminarse.
Me impulsé en un instante, [1] atravesando la sala sin tocar el fuego hasta quedar junto al cuerpo del enorme león. Clavé a Eclipse en el suelo.[2] Las llamas más cercanas se apagaron, siendo tragadas por la espada. De nuevo, alcanzó su límite, pero consiguió eliminar las suficientes como para tener un camino por el que salir.
Syl corrió hasta el león, arrodillándose junto a este para comprobar su estado. Confirmó lo que ya sabía.
-Demasiado tarde.- dijo. -Está muerto. Querostraza ha ganado.-
-Esto no ha acabado aún.- gruñí. Saqué las vendas que aún tenía, y cubrí su torso con ellas. [3] Suficientes para cubrir la herida, por inútil que pareciese. Había dejado de sangrar. Luego, saqué el libro de mi cinturón. Dejé caer las piedras que había encantado antes sobre una página en concreto. Aquello no me serviría. Necesitaba un encantamiento distinto. Por fortuna, tenía justo lo que necesitaba. Mojé la punta de mi dedo en la sangre del leónico, y dibujé una nueva marca en la roca. [4]
Y entonces, la aplasté. El efecto nos recubrió a los tres. Temporalmente, seríamos mucho más ligeros, lo suficiente como para dar saltos por los aires sin esfuerzo.
-Coge el arma.- dije. Hice desaparecer a Eclipse, y tomé al leónico de la mano. Lo alcé sin mayor dificultad. Aún era más grande que yo, pero no resultaba un problema.
-¿Donde lo llevas?- preguntó Syl, tomando el enorme hacha del Centinela. -¿Vamos a... enterrarlo?-
-La tierra es para los que se quedan muertos.- repliqué. -Si puedo elegir su final, esto no ha acabado aún.- Lo coloqué sobre mis hombros mientras sujetaba sus piernas con los brazos. Empecé a caminar hasta el exterior del templo.
-¿...Qué?- preguntó. -No podemos hacer nada más.-
-Hemos venido hasta aquí por un motivo.- repliqué sin dejar de moverme. -Me niego a quedarme sin hacer algo útil. Si hay alguien en Aerandir capaz de devolverlo a la vida, estará en el Árbol Madre.- Los elfos eran los únicos capaces de usar la magia de luz para curar. Y el Árbol Madre era la mayor fuente de vida que podía pensar. Si la magia podía hacer milagros... tenía que intentarlo.
Volvimos a la entrada del templo. El lugar estaba reducido a cenizas. No había dioses allí.
¿Pero cuando me había detenido aquello?
Un graznido resonó en cuanto llegamos de nuevo al bosque. Un cuervo blanco nos miraba. Auginn. Debía haber terminado su trabajo. Justo a tiempo, pues tenía otro que darle. Un mensaje, esta vez. Me arrodillé, dejando que Syl tomase durante unos instantes el cuerpo del león blanco. Tenía papel en el bolsillo. No necesitaba mucho. Escribí rápidamente, dejándolo tan claro como podía. Solo por si acaso, hice dos copias más del mismo mensaje, por si perdía alguna de ellas.
-Dáselos a los mejores sanadores de Aerandir.- ordené. [5] Con la concentración de clanes élficos en aquel bosque, lo más probable era que alguien pudiese hacer algo. No estaba seguro de como los encontraría, pero si alguien era capaz, sería el ave.
Una vez el Auginn echó a volar de nuevo, volví a cargar con el anterior Centinela del Este a mi espalda. Teníamos un objetivo.
___________________________________________________
[1] Usada habilidad: Impulso
[2] Usada habilidad: Absorber
[3] Usado objeto Limitado: Vendas reforzadas para cubrir a Melena Blanca y conservarlo un poco mejor (me quedaba una, ahora cero)
[4] Convertidas las Runas Altura que creé en el Campamento de los Leónicos en Runas Levitasis, para hacer a Asher, Syl y el cuerpo de Melena Blanca más ligeros.
[5] Usado el Cuervo Blanco para enviar un mensaje. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Asher Daregan
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