[Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
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[Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Valeria Reike detuvo a la mujer que no era Merrigan en su intento a acuchillar a Sarez. Aquello no le gustó un pelo a la mujer. Sin embargo, que ésta se hubiese manifestado en contra del asesinato del elfo, le había servido para recibir una respuesta más suave. – Alda orosta ninque, nuuta. – Espetó en un perfecto élfico. Algo que, a menos Reike estuviera ducha en las lenguas del bosque, no sería capaz de entender. Pero dado el rostro de asco con la que la miraba la de piel verde, un “tu madre, por si acaso”, no habría estado de más.
El hecho atrajo la atención de todos los presentes, incluido Giovanni Lombardi. Primero se sorprendió, como el resto de los asistentes. Pero entendía que aquella improvisación era parte del espectáculo. Al padre Joseph le gustaban las improvisaciones en sus espectáculos. Por tanto, Reike ya estaba metida en la “obra” aunque ella no pudiera actuar.
Y para giros, la inesperada salida de Sarez de la jaula. La falsa Merrigan intentó atravesarlo, pero erró la estocada a propósito. De pronto, Sarez posaba en el borde de la carroza como el mono sobre la rama del árbol. Eso causó un gran revuelo entre los asistentes. Un sonoro “oh” de asombro se escuchó en todas partes. ¡El mono estaba suelto! Algunos asistentes rieron e incluso le lanzaron cacahuetes. ¿Qué pasaba en aquel pueblo de paletos que todos aprobaban la burla y la vejación hacia los elfos?
Pero la falsa Mérrigan no reía. -¡Fanga carnil, piucca! – Apremió a Sarez, acompañando. – Merrigan mettare no taurë.
-¡Le está diciendo que es Merrigan! – espetaba el público.
Al Padre Joseph, por el contrario, no le hacía ni pizca de gracia aquella repentina libertad, ni la reacción de “su esposa” (también su hermana). Simplemente, no entraba dentro de sus planes. - Frederica, cariño, ¿seguro que esto formaba parte del guión? – Susurraba el Padre Joseph, acercándose por la espalda a su mujer cariñosamente.
Craso error. En cuanto la falsa Merrigan sintió el aliento apestoso y brujeril del padre Joseph, la elfa no pudo contenerse. Se giró y, en un repentino movimiento atravesó al padre Joseph por el intestino. ¡Tragedia! La sangre pronto subió hasta su boca y cayó muerto, prácticamente en el acto. Sin ni siquiera saber qué había sido de su mujer, ni tampoco de quién era su asesina.
Ésta se quitó la peluca pelirroja en el acto. Estaba pintada de verde, como era Merrigan. Pero su cabello ahora era rubio. Sus ojos verdes, y sus largas orejas permitían identificarla bien. No era Frederica Lombardi. No era Merrigan. Era la famosa y letal terrorista, Siva Ojosverdes. No había remordimiento en los ojos de la elfa. Estaba justo al lado de Valeria, pero no la atacó.
Todo el pequeño pueblo de leñadores comenzó a correr, otros a refugiarse en sus casas. Pero los elfos Ojosverdes comenzaron a abatir hombres y mujeres conforme trataban de salir de Villasauco o se rebelaban contra ellos. Sin embargo, mostraban clemencia con cuantos se arrodillaban o se mostraban indefensos a su paso. También con todos los niños. Un elfo adulto, con coleta, armado con un arco de elegante factura y buena madera, parecía ser el principal coordinador del ataque. Era el famoso Malonar Ojosverdes. Miembro del Consejo de Sandorái. Y si en algo destacaba, era por ser un tirador que jamás erraba un tiro.
El público comenzó a revolverse. A gritar y a huir. Los presentes en la casa donde estaba herida Frederica Lombardi pronto comenzarían a sentir cierto revuelo, pero salir no era seguro. Los que habían abandonado el poblado, ya no tenían de qué preocuparse.
-¡PADRE! – un grito desesperado sonó entre toda la población. Cesare Lombardi, el joven adolescente, hijo de Giovanni y Frederica, había avanzado en contra de la multitud, para ahora sí. - ¡No!... – llevó sus manos a la boca. Horrorizado al ver el cuerpo de su padre sin vida desangrándose en el suelo ante una implacable Siva.
-¡Móta ringë ise apil! – gritó Siva de piel verde señalando al joven brujo. Como el cazador liberando los perros de presa sobre la indefensa liebre. - Cait ancalima, nesse.– respondió con tranquilidad, sin poder movilizarse. Tratando de parecer que no sentía dolor por el apretón que hacían sobre ella las ramas que la apresaban.
Giovanni Lombardi había pagado en sus propios huesos años de tortura y burla hacia el pueblo de los elfos. Siempre protegido por los muros de su mansión que, hoy, le habían fallado. Y su hijo, el joven tensái de tierra, nunca había sido partidario de la criba que habían hecho sus padres. No sabía donde estaba su madre, y su hermana pequeña, de tres años, supuestamente estaba en su mansión.
En efecto, los elfos Ojosverdes no eran mucho mejores que los Lombardi. En Aerandir estaba demostrado que no había buenos, ni malos. Sólo intereses y gente en medio. Sí. Sobre todo, gente en medio.
Malonar Ojosverdes llegaba entonces al centro donde se encontraba la jaula. Junto con tres Ojosverdes más, que también eran impasibles. Ante el miedo, Cesare corrió junto a Reike, que parecía ser la única que antes había actuado con personalidad suficiente para evitar la muerte del elfo.
Traducciones a los diálogos de Siva Ojosverdes, en orden.
*Aléjate de mi, puta.
*¡Baja al suelo, estúpido! ¡Merrigan está en el bosque!
*¡Es el hijo del sacerdote! Corre mientras puedas, chico.
El orden no es importante en este primer turno.
Sarez: Como elfo libre, eres el único que puede pedir pedir clemencia o justicia para los Lombardi y el resto de los habitantes del pueblo. Además, puedes preguntar el paradero de Merrigan. Conoces a los Ojosverdes. Has oído hablar del más famoso clan radical de Aerandir, de los íntimos amigos de los Naezhelis (el clan de tu amiga, Helyare). Mientras los Ojosverdes sigan controlando la situación, no corres peligro, a menos que les ataques.
Reike/Nahir: ¡Los Ojosverdes han tomado Villasauco! Como brujas, no contáis ni con su confianza ni aprobación. Nada es definitivo. Quizá podáis hacer algo para ganároslos. También podéis ayudaros entre vosotras, huir del pueblo, esconderos en una casa o, simplemente, rendiros. En mis misiones premio la creatividad y podéis hacer lo que queráis. Aunque ante el ataque de un clan terrorista que odia a los brujos, vuestra prioridad debería ser sobrevivir. Vosotras veréis cuál es la mejor forma. Reike, también tendrás que decidir cómo actúas con Cesare Lombardi. Que se aferra a ti como opción de supervivencia.
Este es un minievento de 2 o 3 turnos. Debo decir, que las decisiones que toméis serán vitales en vuestra aventura personal, el looteo, maldiciones o bendiciones, y también en el desarrollo de la trama global, y en los múltiples finales de ésta. Así que decidid bien.
Condiciones: Los Ojosverdes viven aislados de la civilización y no hablan el idioma común. Así que si no sabéis élfico (quizás por historia o estudios podáis saberlo), tendréis que comunicaros con ellos mediante gestos o de alguna manera que lo entiendan. Tampoco tienen capacidades mágicas.
Como hace la diosa Sigel (me permitiré el placer de copiarla en este caso), os pongo a disposición una serie de características de los personajes, los cuales podéis desarrollar y utilizar a placer. Las fotos están en los temas principales de la trama.
Cesare Lombardi. Nivel 2 - Brujo tensái de tierra. Actitud: Miedo. Necesita ayuda
Malonar Ojosverdes. Nivel 5 - Asesino arco. Actitud: Desagradable y prepotente.
Siva Ojosverdes. Nivel 5. - Asesina con dominio de armas de corto alcance. Actitud: Desagradable y prepotente.
Alcanar, "el Guapo de los Ojosverdes". Nivel 0 - Espada pesada. Actitud: Narcisista
Eldin Ojosverdes. Nivel 0 - Arquero. Actitud desagradable.
Lilith Ojosverdes. Nivel 0 - Arquera. Actitud desagradable.
El hecho atrajo la atención de todos los presentes, incluido Giovanni Lombardi. Primero se sorprendió, como el resto de los asistentes. Pero entendía que aquella improvisación era parte del espectáculo. Al padre Joseph le gustaban las improvisaciones en sus espectáculos. Por tanto, Reike ya estaba metida en la “obra” aunque ella no pudiera actuar.
Y para giros, la inesperada salida de Sarez de la jaula. La falsa Merrigan intentó atravesarlo, pero erró la estocada a propósito. De pronto, Sarez posaba en el borde de la carroza como el mono sobre la rama del árbol. Eso causó un gran revuelo entre los asistentes. Un sonoro “oh” de asombro se escuchó en todas partes. ¡El mono estaba suelto! Algunos asistentes rieron e incluso le lanzaron cacahuetes. ¿Qué pasaba en aquel pueblo de paletos que todos aprobaban la burla y la vejación hacia los elfos?
Pero la falsa Mérrigan no reía. -¡Fanga carnil, piucca! – Apremió a Sarez, acompañando. – Merrigan mettare no taurë.
-¡Le está diciendo que es Merrigan! – espetaba el público.
Al Padre Joseph, por el contrario, no le hacía ni pizca de gracia aquella repentina libertad, ni la reacción de “su esposa” (también su hermana). Simplemente, no entraba dentro de sus planes. - Frederica, cariño, ¿seguro que esto formaba parte del guión? – Susurraba el Padre Joseph, acercándose por la espalda a su mujer cariñosamente.
Craso error. En cuanto la falsa Merrigan sintió el aliento apestoso y brujeril del padre Joseph, la elfa no pudo contenerse. Se giró y, en un repentino movimiento atravesó al padre Joseph por el intestino. ¡Tragedia! La sangre pronto subió hasta su boca y cayó muerto, prácticamente en el acto. Sin ni siquiera saber qué había sido de su mujer, ni tampoco de quién era su asesina.
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Ésta se quitó la peluca pelirroja en el acto. Estaba pintada de verde, como era Merrigan. Pero su cabello ahora era rubio. Sus ojos verdes, y sus largas orejas permitían identificarla bien. No era Frederica Lombardi. No era Merrigan. Era la famosa y letal terrorista, Siva Ojosverdes. No había remordimiento en los ojos de la elfa. Estaba justo al lado de Valeria, pero no la atacó.
Todo el pequeño pueblo de leñadores comenzó a correr, otros a refugiarse en sus casas. Pero los elfos Ojosverdes comenzaron a abatir hombres y mujeres conforme trataban de salir de Villasauco o se rebelaban contra ellos. Sin embargo, mostraban clemencia con cuantos se arrodillaban o se mostraban indefensos a su paso. También con todos los niños. Un elfo adulto, con coleta, armado con un arco de elegante factura y buena madera, parecía ser el principal coordinador del ataque. Era el famoso Malonar Ojosverdes. Miembro del Consejo de Sandorái. Y si en algo destacaba, era por ser un tirador que jamás erraba un tiro.
El público comenzó a revolverse. A gritar y a huir. Los presentes en la casa donde estaba herida Frederica Lombardi pronto comenzarían a sentir cierto revuelo, pero salir no era seguro. Los que habían abandonado el poblado, ya no tenían de qué preocuparse.
-¡PADRE! – un grito desesperado sonó entre toda la población. Cesare Lombardi, el joven adolescente, hijo de Giovanni y Frederica, había avanzado en contra de la multitud, para ahora sí. - ¡No!... – llevó sus manos a la boca. Horrorizado al ver el cuerpo de su padre sin vida desangrándose en el suelo ante una implacable Siva.
-¡Móta ringë ise apil! – gritó Siva de piel verde señalando al joven brujo. Como el cazador liberando los perros de presa sobre la indefensa liebre. - Cait ancalima, nesse.– respondió con tranquilidad, sin poder movilizarse. Tratando de parecer que no sentía dolor por el apretón que hacían sobre ella las ramas que la apresaban.
Giovanni Lombardi había pagado en sus propios huesos años de tortura y burla hacia el pueblo de los elfos. Siempre protegido por los muros de su mansión que, hoy, le habían fallado. Y su hijo, el joven tensái de tierra, nunca había sido partidario de la criba que habían hecho sus padres. No sabía donde estaba su madre, y su hermana pequeña, de tres años, supuestamente estaba en su mansión.
En efecto, los elfos Ojosverdes no eran mucho mejores que los Lombardi. En Aerandir estaba demostrado que no había buenos, ni malos. Sólo intereses y gente en medio. Sí. Sobre todo, gente en medio.
Malonar Ojosverdes llegaba entonces al centro donde se encontraba la jaula. Junto con tres Ojosverdes más, que también eran impasibles. Ante el miedo, Cesare corrió junto a Reike, que parecía ser la única que antes había actuado con personalidad suficiente para evitar la muerte del elfo.
* * * * * * * * * * *
Traducciones a los diálogos de Siva Ojosverdes, en orden.
*Aléjate de mi, puta.
*¡Baja al suelo, estúpido! ¡Merrigan está en el bosque!
*¡Es el hijo del sacerdote! Corre mientras puedas, chico.
* * * * * * * * * *
¿Creíais que os encargaríais vosotros de matar a los Corruptores? Quizás, pero no a todos. El tirano Giovanni Lombardi fue asesinado a sangre fría, y su sangre corre los suelos de su propio espectáculo. Aquí ni todos son completamente buenos, ni todos completamente malos. Los Lombardi han estado burlando durante años a los elfos. Tratándolos como si fueran animales. Talando “sus” árboles para los astilleros de Lunargenta. Pero en concreto, este clan no es especialmente agradable para con los extranjeros.El orden no es importante en este primer turno.
Sarez: Como elfo libre, eres el único que puede pedir pedir clemencia o justicia para los Lombardi y el resto de los habitantes del pueblo. Además, puedes preguntar el paradero de Merrigan. Conoces a los Ojosverdes. Has oído hablar del más famoso clan radical de Aerandir, de los íntimos amigos de los Naezhelis (el clan de tu amiga, Helyare). Mientras los Ojosverdes sigan controlando la situación, no corres peligro, a menos que les ataques.
Reike/Nahir: ¡Los Ojosverdes han tomado Villasauco! Como brujas, no contáis ni con su confianza ni aprobación. Nada es definitivo. Quizá podáis hacer algo para ganároslos. También podéis ayudaros entre vosotras, huir del pueblo, esconderos en una casa o, simplemente, rendiros. En mis misiones premio la creatividad y podéis hacer lo que queráis. Aunque ante el ataque de un clan terrorista que odia a los brujos, vuestra prioridad debería ser sobrevivir. Vosotras veréis cuál es la mejor forma. Reike, también tendrás que decidir cómo actúas con Cesare Lombardi. Que se aferra a ti como opción de supervivencia.
Este es un minievento de 2 o 3 turnos. Debo decir, que las decisiones que toméis serán vitales en vuestra aventura personal, el looteo, maldiciones o bendiciones, y también en el desarrollo de la trama global, y en los múltiples finales de ésta. Así que decidid bien.
Condiciones: Los Ojosverdes viven aislados de la civilización y no hablan el idioma común. Así que si no sabéis élfico (quizás por historia o estudios podáis saberlo), tendréis que comunicaros con ellos mediante gestos o de alguna manera que lo entiendan. Tampoco tienen capacidades mágicas.
Como hace la diosa Sigel (me permitiré el placer de copiarla en este caso), os pongo a disposición una serie de características de los personajes, los cuales podéis desarrollar y utilizar a placer. Las fotos están en los temas principales de la trama.
Cesare Lombardi. Nivel 2 - Brujo tensái de tierra. Actitud: Miedo. Necesita ayuda
Malonar Ojosverdes. Nivel 5 - Asesino arco. Actitud: Desagradable y prepotente.
Siva Ojosverdes. Nivel 5. - Asesina con dominio de armas de corto alcance. Actitud: Desagradable y prepotente.
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Valeria había estudiado idiomas en la Academia y, en los años que había pasado como comerciante, había tenido que poner en práctica sus conocimientos con relativa frecuencia. Desgraciadamente, los clanes élficos no eran grandes consumidores de tejidos y otros productos de lujo, por lo que no le habían sobrado demasiadas oportunidades para practicar esa lengua en particular. Aún así, el “puta” lo entendió perfectamente. No era la primera vez que la confundían con una y no entraba en sus planes llevarle la contraria a una mujer armada y cabreada; así que la soltó y dio un paso atrás, mostrando las palmas, como para indicar que no volvería a acercarse.
Viéndola de cerca, se dio cuenta de que su piel estaba pintada y parecía llevar peluca. ¿Formaría aquello parte de la representación? El falso intento de ejecución, la fuga del preso. Los aldeanos parecían disfrutar del espectáculo. Ella no entendió lo que pasaba hasta que la elfa volvió a hablar: Algo de “bajar”, otro insulto, Merrigan… «¡Merrigan!», pensó la bruja, «es el nombre que dijo Lombardi. ¿”Estar en el bosque”? No, “está”». Así que lo que había interrumpido era un rescate.
Lombardi y el resto del público aún pensaban que aquello formaba parte de la obra, pero su ignorancia tardó en disiparse, más o menos, lo que tarda una asesina experimentada en darse la vuelta y clavar una espada. El súbito movimiento tomó por sorpresa a Valeria, que estaba tan cerca como para que la sangre le salpicara la camisa, pero ella seguía viva y la elfa no parecía tener prisa por ensartarla. Eso era bueno, “mientras hay vida hay esperanza”.
Una vez más, sin embargo, había errado en su interpretación: aquello no era un rescate, era un ataque en toda regla. Tal vez el joven Tolvar no había exagerado tanto como Valeria había imaginado. Ya que la elfa no la había matado, se quedó donde estaba y no hizo el más leve gesto de contraatacar o defender a los aldeanos. Como ya dijimos, Valeria Reike no era ninguna heroína y, en aquel momento, su máxima prioridad era evitar una cuchillada en las tripas tan rápida y certera como la que había acabado con la vida de Lombardi.
Los dioses, sin embargo, no se lo iban a poner tan fácil. Un grito desgarrador, un adolescente más impulsivo que valiente y otra tragedia paterno-filial. Y un grupo de elfos armados caminando hacia ellos. Valeria tomó buena nota de los que se acercaban: tres arqueros y un guapito con un mandoble. Si intentaba salir corriendo, seguramente moriría de un flechazo en la espalda. ¿Y el chico? Se había señalado a sí mismo como el hijo del demonio y había atacado a la asesina a la vista de todos, nada menos que con magia. «Está perdido», pensó la bruja.
Con un suspiro exasperado, lo empujó, sin demasiados miramientos, dentro de la jaula. Estaba abierta por arriba, gracias a la exhibición acrobática de su anterior inquilino, pero era poco probable que el muchacho juntase la presencia de ánimo para intentar salir del mismo modo.
—Quédate ahí —le dijo apremiante—. No abras la boca y no vuelvas a usar tu magia. —Cerró la puerta y, al darse cuenta de que la elfa seguía atrapada por las ramas, se giró de nuevo hacia el chico— Y libera a la elfa.
—¿Estás loca? —le gritó él en respuesta— ¡Ha matado a...!
—¡Libérala! —interrumpió Valeria dando un golpe contra los barrotes y mirándole con gesto de advertencia.
El muchacho le respondió con una mirada de odio, pero hizo lo que le pedía. En cuanto la elfa se vio libre de aquellas ramas, se acercó a la jaula con cara de pocos amigos, lo mismo que los otros cuatro elfos. Valeria no los tocó ni sacó arma alguna, pero permaneció de pie, entre ellos y la jaula, con una expresión tan serena como lo permitían las circunstancias.
—El hijo no es el padre —dijo.
No era una gran frase y estaba segura de que la pronunciación había sido bastante pobre, pero el hecho de haber hablado en élfico sorprendió lo suficiente a los recién llegados como para concederle unos segundos más de vida. Habló el que parecía liderar el ataque. Valeria entendió algo relacionado con la venganza, ¿de ellos? No, del chico. Algo de que querría vengar a su padre, o de que acababa de intentarlo, con la elfa pintada de verde.
—Es joven, puede aprender.
Aquello pareció divertir a los otros elfos. Varios hablaron a la vez. Valeria pudo entender con claridad una expresión bastante desagradable que sabía que los elfos usaban para referirse a los brujos, unida a la palabra perro. En otras circunstancias, quizá habría contestado con similar delicadeza, pero aquel no era momento para bravuconerías.
—Hasta los perros aprenden.
La bruja procuraba mantener una actitud de calma. Estaba acostumbrada a negociar, llevaba haciéndolo toda la vida; desde los bajos fondos de Beltrexus, hasta los puertos y mercados de las principales ciudades de Aerandir. Era tan parte de ella como su propia magia. Sabía que si utilizaba la magia, se descubriría y estaría muerta antes de que pudiera darse cuenta. Utilizando el diálogo, tenía una oportunidad de salvarse. Por pequeña que fuese esa oportunidad, pensaba aferrarse a ella.
—Antes intentaste proteger a un elfo. —Ahora volvía a hablar la elfa rubia pintada de verde, aunque, más bien, parecía estar escupiendo las palabras. Era evidente que no le había hecho tanta gracia que se interpusiera cuando era un brujo el defendido— ¿Por qué?
—Un hombre no debe morir enjaulado. —La frase era imperfecta, lo sabía, pero era lo más aproximado que fue capaz de decir a lo que quería expresar— Y una hija no debe matar a un padre. —Esto último lo dijo con cierto titubeo, ahora que sabía que la supuesta atacante ni siquiera era la hija del preso.
—Fui comerciante —respondió cuando el cabecilla quiso saber cómo había aprendido su lengua. El hombre la miró de arriba abajo con una media sonrisa prepotente en la cara y preguntó algo que ella interpretó como: “¿Y qué eres ahora?”, lo que le dio a entender que había utilizado bien el pasado—. Sólo una viajera —dijo.
A decir verdad, no sabía si había usado la palabra para “viajera” o “peregrina”, pero tampoco había tanta diferencia. Por su aspecto, bien podía ser cualquiera de las dos cosas. Llevaba pantalones y botas cómodas, adecuadas para andar. Había pasado casi todo el día en el bosque, por lo que imaginaba que estaría sucia y olería a sudor. Gracias a las fundas especiales que había adquirido en Lunargenta, era difícil que dieran con sus cuchillos arrojadizos aunque la registrasen. La daga que llevaba en la bota era imposible de ocultar, hasta era posible que ya la hubiesen visto, pero una mujer viajando sola sin una mísera daga para protegerse resultaría, probablemente, más sospechosa.
Hizo memoria de lo que llevaba en el bolso: una bolsa de monedas, una cantimplora que aún tenía algo de agua, ingredientes y utensilios básicos para remedios y pociones. Algunas hierbas las había recogido aquel mismo día. Nada de lo que llevaba consigo podía delatarla como lo que era, salvo, quizá, su tamaño y constitución, pero también había humanas bajitas, ¿cierto?
----------
OFF: Reike usa su maestría en Carisma y su rudimentario élfico para dialogar y tratar de conservar la cabeza sobre los hombros el mayor tiempo posible. A poder ser, también la del chico, pero si tiene que elegir, prefiere la suya. Dejo en manos de Sarez y Máster Ger la suerte del chaval.
Viéndola de cerca, se dio cuenta de que su piel estaba pintada y parecía llevar peluca. ¿Formaría aquello parte de la representación? El falso intento de ejecución, la fuga del preso. Los aldeanos parecían disfrutar del espectáculo. Ella no entendió lo que pasaba hasta que la elfa volvió a hablar: Algo de “bajar”, otro insulto, Merrigan… «¡Merrigan!», pensó la bruja, «es el nombre que dijo Lombardi. ¿”Estar en el bosque”? No, “está”». Así que lo que había interrumpido era un rescate.
Lombardi y el resto del público aún pensaban que aquello formaba parte de la obra, pero su ignorancia tardó en disiparse, más o menos, lo que tarda una asesina experimentada en darse la vuelta y clavar una espada. El súbito movimiento tomó por sorpresa a Valeria, que estaba tan cerca como para que la sangre le salpicara la camisa, pero ella seguía viva y la elfa no parecía tener prisa por ensartarla. Eso era bueno, “mientras hay vida hay esperanza”.
Una vez más, sin embargo, había errado en su interpretación: aquello no era un rescate, era un ataque en toda regla. Tal vez el joven Tolvar no había exagerado tanto como Valeria había imaginado. Ya que la elfa no la había matado, se quedó donde estaba y no hizo el más leve gesto de contraatacar o defender a los aldeanos. Como ya dijimos, Valeria Reike no era ninguna heroína y, en aquel momento, su máxima prioridad era evitar una cuchillada en las tripas tan rápida y certera como la que había acabado con la vida de Lombardi.
Los dioses, sin embargo, no se lo iban a poner tan fácil. Un grito desgarrador, un adolescente más impulsivo que valiente y otra tragedia paterno-filial. Y un grupo de elfos armados caminando hacia ellos. Valeria tomó buena nota de los que se acercaban: tres arqueros y un guapito con un mandoble. Si intentaba salir corriendo, seguramente moriría de un flechazo en la espalda. ¿Y el chico? Se había señalado a sí mismo como el hijo del demonio y había atacado a la asesina a la vista de todos, nada menos que con magia. «Está perdido», pensó la bruja.
Con un suspiro exasperado, lo empujó, sin demasiados miramientos, dentro de la jaula. Estaba abierta por arriba, gracias a la exhibición acrobática de su anterior inquilino, pero era poco probable que el muchacho juntase la presencia de ánimo para intentar salir del mismo modo.
—Quédate ahí —le dijo apremiante—. No abras la boca y no vuelvas a usar tu magia. —Cerró la puerta y, al darse cuenta de que la elfa seguía atrapada por las ramas, se giró de nuevo hacia el chico— Y libera a la elfa.
—¿Estás loca? —le gritó él en respuesta— ¡Ha matado a...!
—¡Libérala! —interrumpió Valeria dando un golpe contra los barrotes y mirándole con gesto de advertencia.
El muchacho le respondió con una mirada de odio, pero hizo lo que le pedía. En cuanto la elfa se vio libre de aquellas ramas, se acercó a la jaula con cara de pocos amigos, lo mismo que los otros cuatro elfos. Valeria no los tocó ni sacó arma alguna, pero permaneció de pie, entre ellos y la jaula, con una expresión tan serena como lo permitían las circunstancias.
—El hijo no es el padre —dijo.
No era una gran frase y estaba segura de que la pronunciación había sido bastante pobre, pero el hecho de haber hablado en élfico sorprendió lo suficiente a los recién llegados como para concederle unos segundos más de vida. Habló el que parecía liderar el ataque. Valeria entendió algo relacionado con la venganza, ¿de ellos? No, del chico. Algo de que querría vengar a su padre, o de que acababa de intentarlo, con la elfa pintada de verde.
—Es joven, puede aprender.
Aquello pareció divertir a los otros elfos. Varios hablaron a la vez. Valeria pudo entender con claridad una expresión bastante desagradable que sabía que los elfos usaban para referirse a los brujos, unida a la palabra perro. En otras circunstancias, quizá habría contestado con similar delicadeza, pero aquel no era momento para bravuconerías.
—Hasta los perros aprenden.
La bruja procuraba mantener una actitud de calma. Estaba acostumbrada a negociar, llevaba haciéndolo toda la vida; desde los bajos fondos de Beltrexus, hasta los puertos y mercados de las principales ciudades de Aerandir. Era tan parte de ella como su propia magia. Sabía que si utilizaba la magia, se descubriría y estaría muerta antes de que pudiera darse cuenta. Utilizando el diálogo, tenía una oportunidad de salvarse. Por pequeña que fuese esa oportunidad, pensaba aferrarse a ella.
—Antes intentaste proteger a un elfo. —Ahora volvía a hablar la elfa rubia pintada de verde, aunque, más bien, parecía estar escupiendo las palabras. Era evidente que no le había hecho tanta gracia que se interpusiera cuando era un brujo el defendido— ¿Por qué?
—Un hombre no debe morir enjaulado. —La frase era imperfecta, lo sabía, pero era lo más aproximado que fue capaz de decir a lo que quería expresar— Y una hija no debe matar a un padre. —Esto último lo dijo con cierto titubeo, ahora que sabía que la supuesta atacante ni siquiera era la hija del preso.
—Fui comerciante —respondió cuando el cabecilla quiso saber cómo había aprendido su lengua. El hombre la miró de arriba abajo con una media sonrisa prepotente en la cara y preguntó algo que ella interpretó como: “¿Y qué eres ahora?”, lo que le dio a entender que había utilizado bien el pasado—. Sólo una viajera —dijo.
A decir verdad, no sabía si había usado la palabra para “viajera” o “peregrina”, pero tampoco había tanta diferencia. Por su aspecto, bien podía ser cualquiera de las dos cosas. Llevaba pantalones y botas cómodas, adecuadas para andar. Había pasado casi todo el día en el bosque, por lo que imaginaba que estaría sucia y olería a sudor. Gracias a las fundas especiales que había adquirido en Lunargenta, era difícil que dieran con sus cuchillos arrojadizos aunque la registrasen. La daga que llevaba en la bota era imposible de ocultar, hasta era posible que ya la hubiesen visto, pero una mujer viajando sola sin una mísera daga para protegerse resultaría, probablemente, más sospechosa.
Hizo memoria de lo que llevaba en el bolso: una bolsa de monedas, una cantimplora que aún tenía algo de agua, ingredientes y utensilios básicos para remedios y pociones. Algunas hierbas las había recogido aquel mismo día. Nada de lo que llevaba consigo podía delatarla como lo que era, salvo, quizá, su tamaño y constitución, pero también había humanas bajitas, ¿cierto?
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OFF: Reike usa su maestría en Carisma y su rudimentario élfico para dialogar y tratar de conservar la cabeza sobre los hombros el mayor tiempo posible. A poder ser, también la del chico, pero si tiene que elegir, prefiere la suya. Dejo en manos de Sarez y Máster Ger la suerte del chaval.
Reike
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Parecía que todo a su alrededor se desmoronaba. Se sentía mareada, la gente a su alrededor gritaba y corría. Había sangre y confusión. Aquello era una locura. La bruja no sabía que debía hacer o donde debía irse. Parar en aquel pueblo había resultado un autentico error...
Tardó un rato en darse cuenta de lo que estaba sucediendo, rato que pasó dando vueltas sobre sí misma intentando buscarle una explicación a todo aquello: una nueva batalla entre brujos y elfos.
Ella era bastante joven y a decir verdad sus padres nunca se habían involucrado en el tema, o al menos no delante de ella, así que no sabía mucho más de lo que había leído en los libros, pero hasta en ellos Nahir había podido notar como la historia se decantaba del lado de los brujos. Siempre se había preguntado si la historia cambiaría al ser contada por un elfo. Pero aun con lo que había leído y lo que le habían contado, Nahir no estaba de acuerdo con las guerras. No compartía ningún ideal de odio o rencor hacía ninguna especie. Si creía que se pudiese sentir algo así por personas en concreto, pero aquello no era motivo para despreciar a una raza entera, o eso pensaba la bruja. Así que verse metida en una de aquellas famosas guerras de elfos contra brujos, aquellas historias de guerra tan llenas de odio y sangre, la primera reacción de la bruja hubiese sido salir corriendo de ahí. Esconderse en un lugar seguro hasta que todo aquello pasase, a fin de cuentas era una bruja en una cuidad en la que los de su raza estaban a punto de sacrificar a un elfo en plena plaza publica, y estos ahora estaban tomando la ciudad. Nahir nunca se había parado a pensar en aquellas cosas de los dioses y el destino, pero estaba segura de que en aquel momento nada estaba de su parte.
Pero entonces los ojos de la bruja se posaron sobre la mujer que había ahora en el centro, frente a la jaula. La conocía. Era su voz.
La joven se movía intentando apartar a la gente a su paso para llegar a la zona lo antes posible. Estaba frente a elfos armados, y aunque parecía que estaba hablando, aquello hizo saltar todas sus alarmas.
Se acercó lo suficiente como para intervenir, cuando los escuchó hablar. No entendía una sola palabra. Con el ceño fruncido, la bruja intentó enterarse de algo, por si podía ser de ayuda, pero no había una sola palabra que se acercase al único idioma que sabía hablar.
Desconcertada y sin saber bien que hacer, la bruja se permitió el lujo de mirar a los elfos que estaban frente a Reike. Todos tenía una pose que denotaba seguridad en si mismos, unas largas y puntiagudas orejas y unos ojos tremendamente verdes. Mentiría al decir que aquellos brujos no le daban un poco de miedo.
El que ahora estaba dentro de la jaula no era un elfo sino un brujo, parecía que la situación estaba ahora mucho más favorable para los elfos.
No estaba segura de poder ayudar mucho, aunque pensó en colocarse por detrás de los elfos de ojos verdes, desde aquella posición la bruja podría verla y llamarla si la necesitaba.
Fue entonces cuando sintió un fuerte dolor en la espalda. Fue como un calambre que empezaba en su nuca y recorría su cuerpo hasta llegar a la punto de los dedos del pie. Pensaba que se iba a caer al suelo. Con dificultad, la joven se volvió para encontrase a un hombre detrás de ella, este portaba en las manos un par de piedras. Los ojos de la morena bajaron lentamente para ver una de aquellas grandes piedras a sus pies. El hombre las dejó caer de golpe y salió corriendo hacía una de las casas de madera que había al fondo. Nahir se llevó la mano a la cabeza, podía sentir sus oídos taponados. En aquel momento se dio cuenta de que, da igual en el bando que te encuentres, si estás en medio de algo así, no acabarás bien. Debía buscar un lugar seguro para ella y para Reike, si lo llegaban a necesitar. ¿Y el elfo de la jaula? Seguramente ahora ya no necesitaba de su ayuda, al menos no ahora que los elfos estaban al “mando”.
Por donde se había dio el hombre de la piedras había unas cuantas casas, pero si la intención de los elfos era tomar el pueblo, sería la primera zona en caer. Hacía el otro lado estaba el camino por el que había llegado hacía un rato. Pero no habían ni carros ni caballos hasta donde le alcanzaba la vista. Debía buscar algo.
Corrió en dirección a las casas de madera, no sabía muy bien lo que estaba buscando, pero sabía que si lo encontraba lo reconocería.
Él de nuevo, el de las piedras. Parecía que aquel héroe cobarde no se había ido a esconder a fin de cuentas, se encontraba sentado encina de un elfo, propinándole fuertes puñetazos. El elfo se estaba cubriendo la cabeza con los brazos mientras el hombre soltaba toda la rabia contra él. Nahir pudo ver en el suelo una daga, seguramente del elfo, se le había caído al ser arrollado por el brujo. Y sin pensar en si sería peligroso a largo plazo, Nahir le propinó un fuerte empujón al brujo, haciendo que saliese de encima del elfo.
Tardó un rato en darse cuenta de lo que estaba sucediendo, rato que pasó dando vueltas sobre sí misma intentando buscarle una explicación a todo aquello: una nueva batalla entre brujos y elfos.
Ella era bastante joven y a decir verdad sus padres nunca se habían involucrado en el tema, o al menos no delante de ella, así que no sabía mucho más de lo que había leído en los libros, pero hasta en ellos Nahir había podido notar como la historia se decantaba del lado de los brujos. Siempre se había preguntado si la historia cambiaría al ser contada por un elfo. Pero aun con lo que había leído y lo que le habían contado, Nahir no estaba de acuerdo con las guerras. No compartía ningún ideal de odio o rencor hacía ninguna especie. Si creía que se pudiese sentir algo así por personas en concreto, pero aquello no era motivo para despreciar a una raza entera, o eso pensaba la bruja. Así que verse metida en una de aquellas famosas guerras de elfos contra brujos, aquellas historias de guerra tan llenas de odio y sangre, la primera reacción de la bruja hubiese sido salir corriendo de ahí. Esconderse en un lugar seguro hasta que todo aquello pasase, a fin de cuentas era una bruja en una cuidad en la que los de su raza estaban a punto de sacrificar a un elfo en plena plaza publica, y estos ahora estaban tomando la ciudad. Nahir nunca se había parado a pensar en aquellas cosas de los dioses y el destino, pero estaba segura de que en aquel momento nada estaba de su parte.
Pero entonces los ojos de la bruja se posaron sobre la mujer que había ahora en el centro, frente a la jaula. La conocía. Era su voz.
La joven se movía intentando apartar a la gente a su paso para llegar a la zona lo antes posible. Estaba frente a elfos armados, y aunque parecía que estaba hablando, aquello hizo saltar todas sus alarmas.
Se acercó lo suficiente como para intervenir, cuando los escuchó hablar. No entendía una sola palabra. Con el ceño fruncido, la bruja intentó enterarse de algo, por si podía ser de ayuda, pero no había una sola palabra que se acercase al único idioma que sabía hablar.
Desconcertada y sin saber bien que hacer, la bruja se permitió el lujo de mirar a los elfos que estaban frente a Reike. Todos tenía una pose que denotaba seguridad en si mismos, unas largas y puntiagudas orejas y unos ojos tremendamente verdes. Mentiría al decir que aquellos brujos no le daban un poco de miedo.
El que ahora estaba dentro de la jaula no era un elfo sino un brujo, parecía que la situación estaba ahora mucho más favorable para los elfos.
No estaba segura de poder ayudar mucho, aunque pensó en colocarse por detrás de los elfos de ojos verdes, desde aquella posición la bruja podría verla y llamarla si la necesitaba.
Fue entonces cuando sintió un fuerte dolor en la espalda. Fue como un calambre que empezaba en su nuca y recorría su cuerpo hasta llegar a la punto de los dedos del pie. Pensaba que se iba a caer al suelo. Con dificultad, la joven se volvió para encontrase a un hombre detrás de ella, este portaba en las manos un par de piedras. Los ojos de la morena bajaron lentamente para ver una de aquellas grandes piedras a sus pies. El hombre las dejó caer de golpe y salió corriendo hacía una de las casas de madera que había al fondo. Nahir se llevó la mano a la cabeza, podía sentir sus oídos taponados. En aquel momento se dio cuenta de que, da igual en el bando que te encuentres, si estás en medio de algo así, no acabarás bien. Debía buscar un lugar seguro para ella y para Reike, si lo llegaban a necesitar. ¿Y el elfo de la jaula? Seguramente ahora ya no necesitaba de su ayuda, al menos no ahora que los elfos estaban al “mando”.
Por donde se había dio el hombre de la piedras había unas cuantas casas, pero si la intención de los elfos era tomar el pueblo, sería la primera zona en caer. Hacía el otro lado estaba el camino por el que había llegado hacía un rato. Pero no habían ni carros ni caballos hasta donde le alcanzaba la vista. Debía buscar algo.
Corrió en dirección a las casas de madera, no sabía muy bien lo que estaba buscando, pero sabía que si lo encontraba lo reconocería.
Él de nuevo, el de las piedras. Parecía que aquel héroe cobarde no se había ido a esconder a fin de cuentas, se encontraba sentado encina de un elfo, propinándole fuertes puñetazos. El elfo se estaba cubriendo la cabeza con los brazos mientras el hombre soltaba toda la rabia contra él. Nahir pudo ver en el suelo una daga, seguramente del elfo, se le había caído al ser arrollado por el brujo. Y sin pensar en si sería peligroso a largo plazo, Nahir le propinó un fuerte empujón al brujo, haciendo que saliese de encima del elfo.
Nahir
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Me cuesta comprender lo que sucede. La mujer que no es Merrigan arranca su falsa cabellera y arremete contra la persona que le daba órdenes. La espada de Ivor, en manos de la mujer que no es Merrigan, corta carne y hueso. La cabeza del brujo se desprende del resto del cuerpo. Da dos vueltas sobre el suelo hasta quedarse quieta. Oigo un grito al otro lado del público que me hace girar la cabeza. No entiendo lo que dice, habla en el mismo idioma que la mujer que no es Merrigan (mi idioma natal). Al otro extremo, otra persona le sigue con un cántico de oraciones. Se desprende de las prendas que porta a la vez que desenvaina una larga espada del tamaño de su torso. Viste con una armadura de colores amarillos y verdes oscuros. Elfo. Es un elfo. Distingo sus orejas picudas y la palidez de su piel. No es un semielfo, como es Merrigan, ni un renegado, como lo soy yo. Son elfos de los bosques de Sandorai. Son los hombres a los que temo y a los que he venido a buscar. Son los elfos que están destinados a enfrentarse a los brujos de por vida.
Bajo de la parte superior de la jaula por el extremo opuesto a las gradas. La jaula me sirve como resguardo. Estoy a salvo de las miradas y de los proyectiles que se intercambian los brujos con los elfos y los elfos con los brujos. Ambos querrán matarme. Unos por verme como su rival natural y otros porque he violado los antiguos códigos del bosque.
Necesito tiempo para pensar. Cuento despacio para ralentizar el frenesí de mi corazón (costumbre de cazador). Estoy nervioso y no entiendo lo que sucede. Si estuviera Merrigan me aconsejaría qué hacer. Diría quiénes son esa gente y por qué están combatiendo entre ellos. Compararía la batalla con una de sus canciones. Sin darse cuenta, empezaría a entonar la canción; la letra sería la batalla entre los brujos secuestradores y los elfos que se habían ocultado en el público. Entonces me preguntaría qué preferiría. Estar en casa. Le respondería. Ya estás en casa. Respondió una voz olvidada en mi cabeza, la voz de mi madre. Estar en casa con Merrigan. Rectifico mentalmente.
Los barrotes me permiten entrever el enfrentamiento. Apunto a la mujer que no es Merrigan como la culpable de la desaparición de Merrigan. Ella debe conocerla, por eso se pintó la piel de verde y compró una peluca pelirroja. Si tuviera mi arco le dispararía en la pierna para hacerla caer y luego en el brazo para inmovilizarla. Lo siguiente, si tuviera mis cuchillos, sería hacerla hablar. Nada puedo hacer estando desnudo e indefenso.
Merrigan me peguntaría, con el tono de una de sus canciones, qué preferiría y yo le respondería que recuperar mi ropa y mis armas.
La mayoría de mi inventario se encuentra en una mesa no muy lejos de mi posición. Formaba parte del espectáculo que anunciaba el brujo con voz de juglar. La espada de Ivor es la única de mis armas que no se encuentra en la mesa, sino en las manos de la mujer que no es Merrigan.
Ruedo por el suelo y me alejo tanto de la jaula como puedo. En ese mismo momento, una mujer empuja a un chico que no es hombre ni niño a su interior. La voz de la mujer la había escuchado antes, pero no recuerdo si por la parte de los elfos o de los brujos. Todavía siento restos del sedante que utilizaron los brujos para dormirme. Puedo pensar con claridad, pero no recuerdo muchos de los detalles precisos más allá de lo que ocurrió escasos segundos atrás.
Mis armas, me concentro en ellas. La mujer que ha encerrado al chico habla al público de brujos y elfos en la lengua común. La ignoro. ¿Qué prefieres? Recuperar lo que me pertenece. Ruedo por el escenario. Hago escuetos descansos detrás de los artículos de atrezo: madera pintada de verde que simula ser arbustos y placas de hierro frío para un río visto en perspectiva. La chica que habla al público sirve como distracción. Los elfos y brujos la escuchan. Nadie toma en cuento el elfo que atraviesa el escenario.
No debería haber cruzado los límites de Verisar. Me encuentro detrás de las placas de hierro. Paso dos dedos sobre la cicatriz de mi ojo izquierdo. No debería haber puesto la maldición de Merrigan por encima de la mía. Cuento despacio para ralentizar el frenesí de mi corazón y enderezar mis manos. Ruedo por el suelo y me coloco bajo la mesa. Echo el tablero al suelo, asegurándome que mis cosas caen a mi alrededor y las patas hacia el público. Tomo mi arco. Paso las manos por la madera y me obligo a recordar su peso y flexibilidad. El sedante no debe de ser una excusa para errar un disparo. Estoy denudo, vulnerable. Un fallar significa aceptar el contraataque enemigo. Un ataque que podría dirigirse a mí o, lo que me asustaba más, a Merrigan.
Respiro lentamente y cuento. ¿Qué prefieres? Dice la Merrigan de mi cabeza con voz suave. Averiguar lo que está sucediendo. ¿Y cómo lo harás? Ella no me lo iba a decir, pero era posible que si lo hiciera una mujer que se le pareciera.
Me levanto deprisa. No tengo ninguna flecha cargada en el arco, no me es necesario. Busco a la mujer que no es Merrigan. Su armadura está manchada con sangre de brujo. Un brujo, enfrente de ella, está manchado con la sangre de la elfa. Ambos se encuentran parados. Ella está mirando a la chica que habla en el escenario. Él tiene las manos juntas como si estuviera guardando un tesoro. Tiene la cabeza agachada y susurra algo que no alcanzo a oír ni tampoco quiero escuchar. Me centro en la mujer que no es Merrigan. Recupero mi plan inicial. Flecha en la pierna y flecha en el brazo. Formo un proyectil de luz en la cuerda de mi arco. Me dispongo a disparar.
Fallar significa aceptar el contraataque. Me repito mentalmente.
La espada de Ivor abre los ojos de nuevo. Dice dos palabras que entiendo a la perfección.
-A él.
Redirijo el arco. Apunto al brujo. ¿Qué prefieres? Que esto acabe.
La flecha roza el hombro del brujo. El silbido del proyectil le asusta. Pierde la concentración. Suelta el hechizo que estaba conjurando. Sus manos explotan en un arrebato de llamas. Intenta recuperar el control. Las palmas de sus manos apuntan a la chica del escenario. El hechizo tenía su nombre. No lo logra. Las llamas nacen de sus muñecas y recorren sus brazos hasta su cabeza. El cerebro del brujo se fríe con su propio conjuro.
Regreso a mi posición segura tras la mesa. He comprendido un punto. Lo explico a la chica que habló al público lo mejor que puedo.
-Brujos traicioneros. Quería matar. – noto mi lengua pastosa a causa del sedante. – Flecha aquí –, pongo mi dedo índice en el centro de mi frente y mira a la chica – fácil y no dolor.
No sé qué más decir, por lo que no digo nada más. Al otro lado de la mesa, los brujos y elfos continúan matándose.
Offrol Uso mi habilidad de nivel 3 y vuelvo a utilizar la espada de Ivor para que Sarez tome una decisión. Si es que, mi elfo es como un niño pequeño. Le dejas solo y no sabe qué hacer.
Bajo de la parte superior de la jaula por el extremo opuesto a las gradas. La jaula me sirve como resguardo. Estoy a salvo de las miradas y de los proyectiles que se intercambian los brujos con los elfos y los elfos con los brujos. Ambos querrán matarme. Unos por verme como su rival natural y otros porque he violado los antiguos códigos del bosque.
Necesito tiempo para pensar. Cuento despacio para ralentizar el frenesí de mi corazón (costumbre de cazador). Estoy nervioso y no entiendo lo que sucede. Si estuviera Merrigan me aconsejaría qué hacer. Diría quiénes son esa gente y por qué están combatiendo entre ellos. Compararía la batalla con una de sus canciones. Sin darse cuenta, empezaría a entonar la canción; la letra sería la batalla entre los brujos secuestradores y los elfos que se habían ocultado en el público. Entonces me preguntaría qué preferiría. Estar en casa. Le respondería. Ya estás en casa. Respondió una voz olvidada en mi cabeza, la voz de mi madre. Estar en casa con Merrigan. Rectifico mentalmente.
Los barrotes me permiten entrever el enfrentamiento. Apunto a la mujer que no es Merrigan como la culpable de la desaparición de Merrigan. Ella debe conocerla, por eso se pintó la piel de verde y compró una peluca pelirroja. Si tuviera mi arco le dispararía en la pierna para hacerla caer y luego en el brazo para inmovilizarla. Lo siguiente, si tuviera mis cuchillos, sería hacerla hablar. Nada puedo hacer estando desnudo e indefenso.
Merrigan me peguntaría, con el tono de una de sus canciones, qué preferiría y yo le respondería que recuperar mi ropa y mis armas.
La mayoría de mi inventario se encuentra en una mesa no muy lejos de mi posición. Formaba parte del espectáculo que anunciaba el brujo con voz de juglar. La espada de Ivor es la única de mis armas que no se encuentra en la mesa, sino en las manos de la mujer que no es Merrigan.
Ruedo por el suelo y me alejo tanto de la jaula como puedo. En ese mismo momento, una mujer empuja a un chico que no es hombre ni niño a su interior. La voz de la mujer la había escuchado antes, pero no recuerdo si por la parte de los elfos o de los brujos. Todavía siento restos del sedante que utilizaron los brujos para dormirme. Puedo pensar con claridad, pero no recuerdo muchos de los detalles precisos más allá de lo que ocurrió escasos segundos atrás.
Mis armas, me concentro en ellas. La mujer que ha encerrado al chico habla al público de brujos y elfos en la lengua común. La ignoro. ¿Qué prefieres? Recuperar lo que me pertenece. Ruedo por el escenario. Hago escuetos descansos detrás de los artículos de atrezo: madera pintada de verde que simula ser arbustos y placas de hierro frío para un río visto en perspectiva. La chica que habla al público sirve como distracción. Los elfos y brujos la escuchan. Nadie toma en cuento el elfo que atraviesa el escenario.
No debería haber cruzado los límites de Verisar. Me encuentro detrás de las placas de hierro. Paso dos dedos sobre la cicatriz de mi ojo izquierdo. No debería haber puesto la maldición de Merrigan por encima de la mía. Cuento despacio para ralentizar el frenesí de mi corazón y enderezar mis manos. Ruedo por el suelo y me coloco bajo la mesa. Echo el tablero al suelo, asegurándome que mis cosas caen a mi alrededor y las patas hacia el público. Tomo mi arco. Paso las manos por la madera y me obligo a recordar su peso y flexibilidad. El sedante no debe de ser una excusa para errar un disparo. Estoy denudo, vulnerable. Un fallar significa aceptar el contraataque enemigo. Un ataque que podría dirigirse a mí o, lo que me asustaba más, a Merrigan.
Respiro lentamente y cuento. ¿Qué prefieres? Dice la Merrigan de mi cabeza con voz suave. Averiguar lo que está sucediendo. ¿Y cómo lo harás? Ella no me lo iba a decir, pero era posible que si lo hiciera una mujer que se le pareciera.
Me levanto deprisa. No tengo ninguna flecha cargada en el arco, no me es necesario. Busco a la mujer que no es Merrigan. Su armadura está manchada con sangre de brujo. Un brujo, enfrente de ella, está manchado con la sangre de la elfa. Ambos se encuentran parados. Ella está mirando a la chica que habla en el escenario. Él tiene las manos juntas como si estuviera guardando un tesoro. Tiene la cabeza agachada y susurra algo que no alcanzo a oír ni tampoco quiero escuchar. Me centro en la mujer que no es Merrigan. Recupero mi plan inicial. Flecha en la pierna y flecha en el brazo. Formo un proyectil de luz en la cuerda de mi arco. Me dispongo a disparar.
Fallar significa aceptar el contraataque. Me repito mentalmente.
La espada de Ivor abre los ojos de nuevo. Dice dos palabras que entiendo a la perfección.
-A él.
Redirijo el arco. Apunto al brujo. ¿Qué prefieres? Que esto acabe.
La flecha roza el hombro del brujo. El silbido del proyectil le asusta. Pierde la concentración. Suelta el hechizo que estaba conjurando. Sus manos explotan en un arrebato de llamas. Intenta recuperar el control. Las palmas de sus manos apuntan a la chica del escenario. El hechizo tenía su nombre. No lo logra. Las llamas nacen de sus muñecas y recorren sus brazos hasta su cabeza. El cerebro del brujo se fríe con su propio conjuro.
Regreso a mi posición segura tras la mesa. He comprendido un punto. Lo explico a la chica que habló al público lo mejor que puedo.
-Brujos traicioneros. Quería matar. – noto mi lengua pastosa a causa del sedante. – Flecha aquí –, pongo mi dedo índice en el centro de mi frente y mira a la chica – fácil y no dolor.
No sé qué más decir, por lo que no digo nada más. Al otro lado de la mesa, los brujos y elfos continúan matándose.
Offrol Uso mi habilidad de nivel 3 y vuelvo a utilizar la espada de Ivor para que Sarez tome una decisión. Si es que, mi elfo es como un niño pequeño. Le dejas solo y no sabe qué hacer.
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
¡Cuánto desparpajo mostraba aquella osada bruja! Los Ojosverdes incluso se rieron de sus intromisiones. – ¡Incluso chapurrea la lengua de los bosques! - apuntó Siva con los brazos en jarra, mirando altivamente a la elfa..
Siva nunca escondió su espada sangrante en sangre. Pero permitió que resguardara a Cesare Lombardi en la jaula. A escasos metros de ella y sin quitarle la vista, andaba unos pasos adelante. Luego se daba la vuelta, daba otros pasos, y volvía a repetir el gesto. Escuchaba lo que la bruja decía. Y aunque no lo hacía bien, sí entendía lo que quería decir. Siva mostró rostro de repugnancia. No le agradaba ver a otra criatura mancillar su amada lengua. Pero aún así, aguardó hasta que el líder del clan hizo acto de presencia tras abatir a unos cuantos huidos.
Uno de ellos era Nahir, que se fue a refugiar a una de las casas próximas. Trató de que Reike fuera con ella. Pero la bruja estaba demasiado vigilada como para poder huir sin ser vista. Malonar advirtió a Nahir e hizo un gesto a uno de los Ojosverdes para que la persiguieran. Al guapo, concretamente. Reike y Sarez sabían que la habían sentenciado en el momento en el que decidió salir de allí. Y es que los Ojosverdes abatían a todo aquel que se atrevía escapar de ellos. No admiraban a los cobardes. Pero sí sabían respetar a los que mantenían el valor para mirarles a la cara. Incluso aunque fuera una repugnante bruja.
Malonar, que le sacaba más de una cabeza, se puso a su altura. Y la miró de manera intimidante. Siva quedó fielmente a la espalda de su hermano. El sol empezaba a descorrer la pintura que se había hecho para infiltrarse.
-¿Quieres ser la heroína del día, bruja? Hay que tener agallas para posicionarte del lado de un asesino y corruptor de Sandorái durante el ataque del clan de Ojosverdes. – indicó en un piadoso élfico que, a diferencia de la pronunciación que gastaba Siva, lo hacía de manera más lenta a la natural, para que pudiera entenderlo bien. – Lo admiro. Pero tus buenas intenciones no salvarán Árbol Madre. – Señaló a Cesare Lombardi. Nervioso y quieto contra el muro de la carroza. – Éste perro Lombardi y su familia han colocado trampas arcanas en los túneles subterráneos del Árbol Madre que están consiguiendo la podredumbre de las raíces. – Aquello había sido revelador. Cesare no entendía absolutamente nada de lo que decía. – Nuestra tierra se muere. Y estos indeseables tienen la causa escondida en su mansión.
Los corruptores de Sandorái. Ellos eran, según la visión del consejo de elfos, los verdaderos culpables de que el Árbol Madre comenzara un proceso de putrefacción desde hacía unos meses. Según el consejo de Árbol Madre, la única manera de solucionar el colapso total del bosque era eliminando a todos los corruptores. Si bien esto era cierto, quizás hubiese “algo más”.
A continuación, Malonar señaló a la mansión Lombardi. Justo al final del pueblo, cubierta por la vegetación. Era el edificio de mayor tamaño y no tenía pérdida. Todos los elfos comenzaron a ponerse en disposición de atacar el edificio, lo cual alteró al ahora mismo, heredero de la mansión.
Se revolvió entre los barrotes, agarrándose a estos y suplicando a Reike. - No… No. ¿Qué van a hacer a mí casa? – Preguntó. Comenzó a enfadarse por ello. Y parecía dispuesto a volver a liberar su magia. - ¡Mi hermanita pequeña está ahí dentro! ¡No puedes permitir que entren!
Pero ningún elfo le entendió. Estaba furioso. Entonces una flecha de Sarez, perfectamente precisa, atravesó los barrotes y acertó al jovencísimo brujo en el hombro. Que murió en un proceso de autocombustión por su propia magia entre terribles gritos de dolor. Su sed de venganza era lógica. Durante meses, los Lombardi lo habían tratado como un mono de feria. A él y a su hija Merrigan. Aquella había sido su oportunidad para devolverles todo el daño provocado.
Malonar, Siva y los demás elfos presentes rieron por la inesperada actuación.
-Escoria bruja... - inquirió con prepotencia Siva. Observando sus cenizas.
Por su parte, el líder elfo miró hacia él con orgullo y le tiró un sello. – Para que ningún elfo de Sandorái te mire mal cuando estás en el bosque. Eres un elfo libre, hermano. Tu hija, Merrigan, está débil, pero a salvo en nuestro campamento. Después vamos con ella. – Ahora devolvió su vista a Reike. Delante de la jaula. Si tenía algo de sentimiento. El miedo, o mejor dicho, el pánico, sería lo más próximo a lo que debería sentir. Pero por otro lado, si se derrumbaba sabía que podía ser su fin. Malonar la miró.
-¿Por dónde íbamos, bruja? ¡Oh, sí! Los Lombardi tienen un dominio de la magia arcana y tienen trampas de sensibilidad de éter colocadas por toda su mansión cuando no están en casa. Son suficientemente sensibles para hacer explotar a cualquier mago adulto. – Reveló Malonar con cierta pesadumbre. Muchos de sus hermanos habían caído de aquella manera buscando lo mismo. – Ve a por los mapas de las trampas, y tráemelos. E intenta no pisar sus trampas arcanas… Si tienes aprecio a tus piernas.
No era una petición. Era una orden. Y los arcos de los elfos apuntando a Reike sólo le daban una opción. O entraba a la mansión Lombardi, o la acribillaban allí mismo. Por su parte, Malonar se dio la vuelta olvidándose de ella y miró entonces a Sarez.
-Sarez, sabemos que les tienes a los brujos tanto asco como nosotros. ¿Por qué no le haces compañía a la bruja? No me fío de ella. – le pidió. – Mientras la dejes ir delante, nada te sucederá.
* * * * * * * * * * * * *
Por favor, no malinterpretéis as intenciones del clan de Ojosverdes. Sus maneras quizás no sean las más adecuadas, pero sólo buscan salvar su querido árbol. Igual que vosotros. Imagino que no querréis ver Sandorái arder.
Reike: Decidiste plantar cara a los Ojosverdes. El clan valora a la gente valiente, como tú. Los Ojosverdes te mandan a la mansión Lombardi, al final de la plaza, a conseguir los planos donde éstos ubicaron las trampas con las que intentaban atacar Árbol Madre. Algo de vital importancia en el evento. Cesare, te habría llevado hasta ellos y habría soportado los golpes de las trampas, pero Sarez lo ha matado. En qué parte de la casa quieres ubicarlos me es irrelevante. Para llegar tendréis que ir apagando las trampas que habrá puesto Giovanni. Tendrás que tirar una runa que determinará si alguna trampa explota cerca de ti y te hiere de gravedad.
Nahir: Has elegido salir del entuerto. Es una decisión inteligente y que, si te sale bien, puede concluir muy bien. Lamentablemente, Reike no puede seguirte con tanta vigilancia. Los elfos Ojosverdes no están de acuerdo con tu huida y envían tras de ti a Alcanar, el Guapo de los Ojosverdes (Nivel 0). Para culminar tu huida, tendrás que enfrentarte, a éste en la casa en la que estás. No tiene un carácter muy agresivo. Es de tu mismo nivel. Tira una runa. Tu fortuna y tus habilidades delimitarán si eres capturada o si consigues huir. (A diferencia de Reike, acabarás ilesa en ambas situaciones). En ambos casos, concluirás tu participación en el minievento. Tranquila, porque tu aventura continúa. Todos los temas son de 2 o 3 posts dependiendo de las decisiones. Y continuarás tu aventura en Sandorái con unos compañeros u otros en el capítulo 2 (siguiente hornada de eventos). Por ahora, te has ganado la enemistad del clan Ojosverdes.
Sarez: Por haber asesinado a un Cesare Lombardi, Malonar te otorga el sello de Ojosverdes. Lo que te da acceso a la totalidad del bosque como protegido de Ojosverdes. Tu misión será ahora escoltar a Reike y asegurarte de que cumple su cometido. No obstante, estás en uno de los lugares que dan acceso a tesoro único: La mansión Lombardi. Si te fías de Reike y la dejas avanzar sola, tendrás que tirar una runa, tendrás acceso a la cámara Lombardi y por tanto a una pieza de armadura de calidad buena (runa media) o calidad superior (runa buena), pero también a una herida grave en caso de runa mala por comerte una trampa. Si permaneces detrás de Reike para asegurarte de que cumple su misión, no obtendrás recompensa, pero no hará falta que tires runa y te asegurarás de no acabar herido.
Sarez y Reike se aseguran llegar al tercer turno.
Siva nunca escondió su espada sangrante en sangre. Pero permitió que resguardara a Cesare Lombardi en la jaula. A escasos metros de ella y sin quitarle la vista, andaba unos pasos adelante. Luego se daba la vuelta, daba otros pasos, y volvía a repetir el gesto. Escuchaba lo que la bruja decía. Y aunque no lo hacía bien, sí entendía lo que quería decir. Siva mostró rostro de repugnancia. No le agradaba ver a otra criatura mancillar su amada lengua. Pero aún así, aguardó hasta que el líder del clan hizo acto de presencia tras abatir a unos cuantos huidos.
Uno de ellos era Nahir, que se fue a refugiar a una de las casas próximas. Trató de que Reike fuera con ella. Pero la bruja estaba demasiado vigilada como para poder huir sin ser vista. Malonar advirtió a Nahir e hizo un gesto a uno de los Ojosverdes para que la persiguieran. Al guapo, concretamente. Reike y Sarez sabían que la habían sentenciado en el momento en el que decidió salir de allí. Y es que los Ojosverdes abatían a todo aquel que se atrevía escapar de ellos. No admiraban a los cobardes. Pero sí sabían respetar a los que mantenían el valor para mirarles a la cara. Incluso aunque fuera una repugnante bruja.
Malonar, que le sacaba más de una cabeza, se puso a su altura. Y la miró de manera intimidante. Siva quedó fielmente a la espalda de su hermano. El sol empezaba a descorrer la pintura que se había hecho para infiltrarse.
-¿Quieres ser la heroína del día, bruja? Hay que tener agallas para posicionarte del lado de un asesino y corruptor de Sandorái durante el ataque del clan de Ojosverdes. – indicó en un piadoso élfico que, a diferencia de la pronunciación que gastaba Siva, lo hacía de manera más lenta a la natural, para que pudiera entenderlo bien. – Lo admiro. Pero tus buenas intenciones no salvarán Árbol Madre. – Señaló a Cesare Lombardi. Nervioso y quieto contra el muro de la carroza. – Éste perro Lombardi y su familia han colocado trampas arcanas en los túneles subterráneos del Árbol Madre que están consiguiendo la podredumbre de las raíces. – Aquello había sido revelador. Cesare no entendía absolutamente nada de lo que decía. – Nuestra tierra se muere. Y estos indeseables tienen la causa escondida en su mansión.
Los corruptores de Sandorái. Ellos eran, según la visión del consejo de elfos, los verdaderos culpables de que el Árbol Madre comenzara un proceso de putrefacción desde hacía unos meses. Según el consejo de Árbol Madre, la única manera de solucionar el colapso total del bosque era eliminando a todos los corruptores. Si bien esto era cierto, quizás hubiese “algo más”.
A continuación, Malonar señaló a la mansión Lombardi. Justo al final del pueblo, cubierta por la vegetación. Era el edificio de mayor tamaño y no tenía pérdida. Todos los elfos comenzaron a ponerse en disposición de atacar el edificio, lo cual alteró al ahora mismo, heredero de la mansión.
Se revolvió entre los barrotes, agarrándose a estos y suplicando a Reike. - No… No. ¿Qué van a hacer a mí casa? – Preguntó. Comenzó a enfadarse por ello. Y parecía dispuesto a volver a liberar su magia. - ¡Mi hermanita pequeña está ahí dentro! ¡No puedes permitir que entren!
Pero ningún elfo le entendió. Estaba furioso. Entonces una flecha de Sarez, perfectamente precisa, atravesó los barrotes y acertó al jovencísimo brujo en el hombro. Que murió en un proceso de autocombustión por su propia magia entre terribles gritos de dolor. Su sed de venganza era lógica. Durante meses, los Lombardi lo habían tratado como un mono de feria. A él y a su hija Merrigan. Aquella había sido su oportunidad para devolverles todo el daño provocado.
Malonar, Siva y los demás elfos presentes rieron por la inesperada actuación.
-Escoria bruja... - inquirió con prepotencia Siva. Observando sus cenizas.
Por su parte, el líder elfo miró hacia él con orgullo y le tiró un sello. – Para que ningún elfo de Sandorái te mire mal cuando estás en el bosque. Eres un elfo libre, hermano. Tu hija, Merrigan, está débil, pero a salvo en nuestro campamento. Después vamos con ella. – Ahora devolvió su vista a Reike. Delante de la jaula. Si tenía algo de sentimiento. El miedo, o mejor dicho, el pánico, sería lo más próximo a lo que debería sentir. Pero por otro lado, si se derrumbaba sabía que podía ser su fin. Malonar la miró.
-¿Por dónde íbamos, bruja? ¡Oh, sí! Los Lombardi tienen un dominio de la magia arcana y tienen trampas de sensibilidad de éter colocadas por toda su mansión cuando no están en casa. Son suficientemente sensibles para hacer explotar a cualquier mago adulto. – Reveló Malonar con cierta pesadumbre. Muchos de sus hermanos habían caído de aquella manera buscando lo mismo. – Ve a por los mapas de las trampas, y tráemelos. E intenta no pisar sus trampas arcanas… Si tienes aprecio a tus piernas.
No era una petición. Era una orden. Y los arcos de los elfos apuntando a Reike sólo le daban una opción. O entraba a la mansión Lombardi, o la acribillaban allí mismo. Por su parte, Malonar se dio la vuelta olvidándose de ella y miró entonces a Sarez.
-Sarez, sabemos que les tienes a los brujos tanto asco como nosotros. ¿Por qué no le haces compañía a la bruja? No me fío de ella. – le pidió. – Mientras la dejes ir delante, nada te sucederá.
* * * * * * * * * * * * *
Por favor, no malinterpretéis as intenciones del clan de Ojosverdes. Sus maneras quizás no sean las más adecuadas, pero sólo buscan salvar su querido árbol. Igual que vosotros. Imagino que no querréis ver Sandorái arder.
Reike: Decidiste plantar cara a los Ojosverdes. El clan valora a la gente valiente, como tú. Los Ojosverdes te mandan a la mansión Lombardi, al final de la plaza, a conseguir los planos donde éstos ubicaron las trampas con las que intentaban atacar Árbol Madre. Algo de vital importancia en el evento. Cesare, te habría llevado hasta ellos y habría soportado los golpes de las trampas, pero Sarez lo ha matado. En qué parte de la casa quieres ubicarlos me es irrelevante. Para llegar tendréis que ir apagando las trampas que habrá puesto Giovanni. Tendrás que tirar una runa que determinará si alguna trampa explota cerca de ti y te hiere de gravedad.
Nahir: Has elegido salir del entuerto. Es una decisión inteligente y que, si te sale bien, puede concluir muy bien. Lamentablemente, Reike no puede seguirte con tanta vigilancia. Los elfos Ojosverdes no están de acuerdo con tu huida y envían tras de ti a Alcanar, el Guapo de los Ojosverdes (Nivel 0). Para culminar tu huida, tendrás que enfrentarte, a éste en la casa en la que estás. No tiene un carácter muy agresivo. Es de tu mismo nivel. Tira una runa. Tu fortuna y tus habilidades delimitarán si eres capturada o si consigues huir. (A diferencia de Reike, acabarás ilesa en ambas situaciones). En ambos casos, concluirás tu participación en el minievento. Tranquila, porque tu aventura continúa. Todos los temas son de 2 o 3 posts dependiendo de las decisiones. Y continuarás tu aventura en Sandorái con unos compañeros u otros en el capítulo 2 (siguiente hornada de eventos). Por ahora, te has ganado la enemistad del clan Ojosverdes.
Sarez: Por haber asesinado a un Cesare Lombardi, Malonar te otorga el sello de Ojosverdes. Lo que te da acceso a la totalidad del bosque como protegido de Ojosverdes. Tu misión será ahora escoltar a Reike y asegurarte de que cumple su cometido. No obstante, estás en uno de los lugares que dan acceso a tesoro único: La mansión Lombardi. Si te fías de Reike y la dejas avanzar sola, tendrás que tirar una runa, tendrás acceso a la cámara Lombardi y por tanto a una pieza de armadura de calidad buena (runa media) o calidad superior (runa buena), pero también a una herida grave en caso de runa mala por comerte una trampa. Si permaneces detrás de Reike para asegurarte de que cumple su misión, no obtendrás recompensa, pero no hará falta que tires runa y te asegurarás de no acabar herido.
Sarez y Reike se aseguran llegar al tercer turno.
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Aquel estaba siendo una mierda de día. No se trataba ya de no haber conseguido una muestra de esas interesantes hormigas ni de haber tenido que acortar su salida al bosque para volver a aquel pueblo de tarugos y fanáticos; tampoco se trataba de que esos elfos racistas hubiesen escogido el mismo día para acuchillar a los tarugos; ni siquiera le preocupaban ya los arcos que le apuntaban. Lo peor de aquel día estaban siendo los malditos recuerdos.
Valeria tenía un pacto con su infancia: “Tú me dejas tranquila y yo no te culpo de mis miserias”. Pero aquel día no la estaba dejando tranquila. Primero le había traído el recuerdo de su padre, aquel hombre cobarde al que hacía más de veinte años que no veía. Y luego, le llegó el turno a Ander. El pobre Ander: víctima de un hechizo que ni siquiera iba dirigido a él, sólo porque acertó a pasar por el lugar menos oportuno en el momento menos indicado.
Tan pronto como el chico hizo mención a su “hermanita pequeña”, la mente de Valeria hizo una conexión automática, de tal modo que la bruja observaba al muchacho Lombardi, calcinado dentro de la jaula, pero era a su propio hermano a quien veía. Aquello no era bueno. Si el recuerdo de su padre la había puesto en la línea de tiro, no quería ni pensar qué metedura de pata podría cometer pensando en su hermano. Sacudió la cabeza en un intento de apartar el recuerdo de su mente. Sólo era un desconocido, ni siquiera se parecía a Ander.
La bruja hizo un esfuerzo por volver a adoptar un semblante sereno. Su vida dependía de lo que se estaba hablando allí, no podía volver a perder la concentración. El cabecilla de los atacantes le había dicho algo acerca del Árbol Madre. Estaba en peligro y aquello ponía en peligro la tierra que lo rodeaba. Si aquello era cierto, era necesario hacer algo; la pérdida del bosque sería un desastre, no sólo para los elfos, pues no eran los únicos que dependían de él. Y quién sabía hasta dónde llegaba la influencia de aquel condenado árbol.
Para cuando el elfo terminó de premiar al antiguo prisionero y volvió su atención hacia ella, Valeria ya había conseguido serenarse y centrarse de nuevo en el momento. El tipo quería que se colase en la casa de los Lombardi, sortease vaya usted a saber cuántas trampas y recuperase unos planos. Y aún se permitía el lujo de hacer comentarios simpáticos sobre la posibilidad de que perdiera las piernas en el proceso o la poca confianza que le tenía a la bruja. Como si fuese la primera vez que alguien la enviaba a hacer su trabajo sucio. «Si crees que me vas a intimidar a base de prepotencia, es que no conoces a Bhima», se dijo. Miró por un momento a los arqueros que la apuntaban, después al otro elfo, el antiguo prisionero.
—Cuanto antes salgamos, antes volveremos —le dijo en lengua élfica y echó a andar hacia la mansión sin pararse a comprobar si la seguía.
Cuando estuvo ante la mansión Lombardi, se detuvo y observó la fachada en silencio durante un momento, mientras consideraba sus opciones. No era la primera vez que se colaba sin permiso en casa de un brujo, así que se hacía una idea de lo que podía encontrarse. Descartó las ventanas y una posible entrada trasera y se dirigió despacio a la puerta principal. Los Lombardi usaban aquella ruta a diario, así que cualquier trampa que hubieran colocado allí sería fácil de desactivar. El truco estaba en encontrarlas antes de que ellas la encontrasen a una.
A unos cuantos pasos de la puerta, notó un leve cosquilleo que le avisó de una alteración en el éter que la rodeaba. Se agachó y prestó especial atención al camino, hasta que, por fin, la percibió, justo delante de ella. Valeria no era una experta en magia arcana, pero había visto antes trampas parecidas y, como esperaba, no le fue demasiado difícil desarmarla.
Una vez ante la puerta de entrada, la bruja prestó especial atención tanto al marco como a la cerradura. Fue en el pomo donde percibió aquella levísima alteración. Desactivó la trampa sin tocar nada y, por precaución, dio unos pasos atrás y usó su magia para abrir la puerta. No pasó nada. Se acercó y, sin atravesar la puerta, observó el interior. No se fijó ni en la disposición de la entrada ni en la decoración, pues estaba concentrada en analizar la energía mágica del ambiente.
Localizó una trampa junto a la puerta, que desactivó, y otra al otro lado de la estancia. En el caso de esta última, optó por una estrategia diferente. Hizo señas a su "vigilante" para que se resguardara a un lado del alfeizar mientras ella se ocultaba parcialmente al otro lado. Obedeciendo a un gesto de su mano, un busto de mármol que había en un pedestal, al pie de la escalera, salió disparado hacia el punto donde le había parecido localizar la segunda trampa y Valeria se resguardó tras el marco de la puerta.
La detonación se oyó alta y clara. Cuando la bruja volvió a mirar el interior, se encontró con una fina capa de polvo y pedazos de mármol esparcidos por todas partes. Volvió a concentrarse en el éter y no halló nada extraño: o bien no había más trampas, o bien estaban mejor escondidas. Entró en la casa y tropezó con un aparador. El mueble se tambaleó y un jarrón con flores cayó al suelo y se hizo añicos. En otras circunstancias, la bruja habría tenido mucho más cuidado de no ser vista ni oída, pero en aquella ocasión, buscaba justo lo contrario. Si había una niña allí dentro, no tenía por qué correr la suerte de su padre y su hermano. Valeria quería que la oyera, que supiera que había extraños en su casa. «Si es lista», pensó, «se asustará y correrá a esconderse».
Tras recomponerse del tropiezo, fue directamente a la puerta que más cerca estaba de la segunda trampa. Si estaba protegida, sería por algo. A partir de allí, el proceso fue el mismo que en la entrada: revisar con cuidado la puerta, abrirla desde la distancia, observar el interior de la estancia en busca de alteraciones en el éter, desactivar trampa, avanzar despacio, buscar alteraciones. Si tenía que escoger entre varias puertas, elegía la que tenía más trampas cerca. Abría las puertas con algo más de energía de la estrictamente necesaria y, de vez en cuando, tropezaba con alguna mesa o estantería, para que quien quiera que estuviese escuchando supiese que el peligro no había pasado.
Finalmente, llegó a una habitación con un elaborado escritorio de madera. La puerta estaba bastante protegida, por lo que supo enseguida que el lugar era importante. También en el propio escritorio percibió algunas fluctuaciones sospechosas, por lo que tuvo especial cuidado mientras lo registraba. Al cabo de un buen rato de cuidadosa búsqueda, dio con lo que buscaba: los planos que le había pedido el elfo. Le costó un poco reconocerlos, pues estaba más acostumbrada a estudiar planos de edificios, pero al final, se dio cuenta de lo que tenía entre manos. Enrolló los papeles para guardárselos en la bolsa y se encaminó a la salida. No había tiempo que perder, cuanto más tiempo permanecieran en la casa, mayores eran las posibilidades de toparse con la cría.
----------
OFF: Reike usa constantemente su telequinesis para abrir puertas y mover cosas a su paso.
Como no sé qué runa me va a salir, dejo abierto el regreso, por si se le escapó alguna trampa a la brujita.
EDITO: Asco de runa. En fin, si Sarez ha decidido ir con Reike y presencia la escena, dejo a mi personaje en sus manos. Si se acerca a por los planos y ella está consciente, se los dará con tal de que abandone pronto la casa.
Valeria tenía un pacto con su infancia: “Tú me dejas tranquila y yo no te culpo de mis miserias”. Pero aquel día no la estaba dejando tranquila. Primero le había traído el recuerdo de su padre, aquel hombre cobarde al que hacía más de veinte años que no veía. Y luego, le llegó el turno a Ander. El pobre Ander: víctima de un hechizo que ni siquiera iba dirigido a él, sólo porque acertó a pasar por el lugar menos oportuno en el momento menos indicado.
Tan pronto como el chico hizo mención a su “hermanita pequeña”, la mente de Valeria hizo una conexión automática, de tal modo que la bruja observaba al muchacho Lombardi, calcinado dentro de la jaula, pero era a su propio hermano a quien veía. Aquello no era bueno. Si el recuerdo de su padre la había puesto en la línea de tiro, no quería ni pensar qué metedura de pata podría cometer pensando en su hermano. Sacudió la cabeza en un intento de apartar el recuerdo de su mente. Sólo era un desconocido, ni siquiera se parecía a Ander.
La bruja hizo un esfuerzo por volver a adoptar un semblante sereno. Su vida dependía de lo que se estaba hablando allí, no podía volver a perder la concentración. El cabecilla de los atacantes le había dicho algo acerca del Árbol Madre. Estaba en peligro y aquello ponía en peligro la tierra que lo rodeaba. Si aquello era cierto, era necesario hacer algo; la pérdida del bosque sería un desastre, no sólo para los elfos, pues no eran los únicos que dependían de él. Y quién sabía hasta dónde llegaba la influencia de aquel condenado árbol.
Para cuando el elfo terminó de premiar al antiguo prisionero y volvió su atención hacia ella, Valeria ya había conseguido serenarse y centrarse de nuevo en el momento. El tipo quería que se colase en la casa de los Lombardi, sortease vaya usted a saber cuántas trampas y recuperase unos planos. Y aún se permitía el lujo de hacer comentarios simpáticos sobre la posibilidad de que perdiera las piernas en el proceso o la poca confianza que le tenía a la bruja. Como si fuese la primera vez que alguien la enviaba a hacer su trabajo sucio. «Si crees que me vas a intimidar a base de prepotencia, es que no conoces a Bhima», se dijo. Miró por un momento a los arqueros que la apuntaban, después al otro elfo, el antiguo prisionero.
—Cuanto antes salgamos, antes volveremos —le dijo en lengua élfica y echó a andar hacia la mansión sin pararse a comprobar si la seguía.
Cuando estuvo ante la mansión Lombardi, se detuvo y observó la fachada en silencio durante un momento, mientras consideraba sus opciones. No era la primera vez que se colaba sin permiso en casa de un brujo, así que se hacía una idea de lo que podía encontrarse. Descartó las ventanas y una posible entrada trasera y se dirigió despacio a la puerta principal. Los Lombardi usaban aquella ruta a diario, así que cualquier trampa que hubieran colocado allí sería fácil de desactivar. El truco estaba en encontrarlas antes de que ellas la encontrasen a una.
A unos cuantos pasos de la puerta, notó un leve cosquilleo que le avisó de una alteración en el éter que la rodeaba. Se agachó y prestó especial atención al camino, hasta que, por fin, la percibió, justo delante de ella. Valeria no era una experta en magia arcana, pero había visto antes trampas parecidas y, como esperaba, no le fue demasiado difícil desarmarla.
Una vez ante la puerta de entrada, la bruja prestó especial atención tanto al marco como a la cerradura. Fue en el pomo donde percibió aquella levísima alteración. Desactivó la trampa sin tocar nada y, por precaución, dio unos pasos atrás y usó su magia para abrir la puerta. No pasó nada. Se acercó y, sin atravesar la puerta, observó el interior. No se fijó ni en la disposición de la entrada ni en la decoración, pues estaba concentrada en analizar la energía mágica del ambiente.
Localizó una trampa junto a la puerta, que desactivó, y otra al otro lado de la estancia. En el caso de esta última, optó por una estrategia diferente. Hizo señas a su "vigilante" para que se resguardara a un lado del alfeizar mientras ella se ocultaba parcialmente al otro lado. Obedeciendo a un gesto de su mano, un busto de mármol que había en un pedestal, al pie de la escalera, salió disparado hacia el punto donde le había parecido localizar la segunda trampa y Valeria se resguardó tras el marco de la puerta.
La detonación se oyó alta y clara. Cuando la bruja volvió a mirar el interior, se encontró con una fina capa de polvo y pedazos de mármol esparcidos por todas partes. Volvió a concentrarse en el éter y no halló nada extraño: o bien no había más trampas, o bien estaban mejor escondidas. Entró en la casa y tropezó con un aparador. El mueble se tambaleó y un jarrón con flores cayó al suelo y se hizo añicos. En otras circunstancias, la bruja habría tenido mucho más cuidado de no ser vista ni oída, pero en aquella ocasión, buscaba justo lo contrario. Si había una niña allí dentro, no tenía por qué correr la suerte de su padre y su hermano. Valeria quería que la oyera, que supiera que había extraños en su casa. «Si es lista», pensó, «se asustará y correrá a esconderse».
Tras recomponerse del tropiezo, fue directamente a la puerta que más cerca estaba de la segunda trampa. Si estaba protegida, sería por algo. A partir de allí, el proceso fue el mismo que en la entrada: revisar con cuidado la puerta, abrirla desde la distancia, observar el interior de la estancia en busca de alteraciones en el éter, desactivar trampa, avanzar despacio, buscar alteraciones. Si tenía que escoger entre varias puertas, elegía la que tenía más trampas cerca. Abría las puertas con algo más de energía de la estrictamente necesaria y, de vez en cuando, tropezaba con alguna mesa o estantería, para que quien quiera que estuviese escuchando supiese que el peligro no había pasado.
Finalmente, llegó a una habitación con un elaborado escritorio de madera. La puerta estaba bastante protegida, por lo que supo enseguida que el lugar era importante. También en el propio escritorio percibió algunas fluctuaciones sospechosas, por lo que tuvo especial cuidado mientras lo registraba. Al cabo de un buen rato de cuidadosa búsqueda, dio con lo que buscaba: los planos que le había pedido el elfo. Le costó un poco reconocerlos, pues estaba más acostumbrada a estudiar planos de edificios, pero al final, se dio cuenta de lo que tenía entre manos. Enrolló los papeles para guardárselos en la bolsa y se encaminó a la salida. No había tiempo que perder, cuanto más tiempo permanecieran en la casa, mayores eran las posibilidades de toparse con la cría.
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Como no sé qué runa me va a salir, dejo abierto el regreso, por si se le escapó alguna trampa a la brujita.
EDITO: Asco de runa. En fin, si Sarez ha decidido ir con Reike y presencia la escena, dejo a mi personaje en sus manos. Si se acerca a por los planos y ella está consciente, se los dará con tal de que abandone pronto la casa.
Última edición por Reike el Sáb Mayo 18 2019, 11:42, editado 1 vez
Reike
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
El miembro 'Reike' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Aprovechando el momento de desconcierto del brujo, el elfo se levantó ágilmente, corriendo a por su daga antes de saltar a continuar su encarnizada pelea con el lanzador de piedras. A este último no le había hecho mucha gracia el empujón de su compatriota, pero apenas tubo tiempo de pensar en ello, el elfo era rápido.
La bruja es sentía perdida. Miró a ambos lados, buscando una vía de escape, cuando escuchó el relincho de un caballo.
Claro, los establos...
Le bruja se dio la vuelta para dirigirse a los establos del pueblo cuando se topó con un elfo. Sus ojos eran aterradoramente verdes, su largo cabello rubio parecía retar al sol en cuanto a brillo, orejas puntiagudas, rostro marcado pero fino, piel perfecta... aquella era la viva imagen los elfos que Nahir siempre había imaginado: alto, apuesto y de apariencia refinada. Pero su gran armadura y la espada pesada que portaba en las manos no le hacían parecer nada fino ni delicado.
La miraba directamente a los ojos, intimidante. Era como si todo a su alrededor se hubiese silenciado. Solo estaban ellos dos. ¿Sería aquel el día de su muerte?
Nahir dudó unos instantes de si era a ella a quien retaba, dio un paso al frente, después otro, estaba cada vez más cerca y no dejaba de mirarla. Estaban a escasos metros cuando la bruja tubo el impulso de usar su magia, incluso había empezado a alzar las manos para crear un chorro de agua que impactara contra el elfo y poder salir corriendo de ahí. Pero dudó. ¿Sería la mejor manera de enfrentarse a alguien que odia a los brujos?
Enfrentarse...
Se sorprendió a si misma ya pensando en una pelea cuando sus intenciones nunca habían sido esas. Quizás si intentaba hablar con él las cosas se solucionasen.
-E-espera... yo no soy tu enemigo...- no pudo evitar tartamudear un poco al principio, sentía que su boca estaba totalmente seca, las palabras se le quedaban atascadas en los labios.
Alzó ambas manos como señal de paz.
-Estupidos brujos. No sois dignos ni de dirigiros a nosotros- Nahir no entendía nada, pero la voz sonaba muy melodiosa. No sabría decir si le había dicho algo amable o simplemente era el idioma. Bueno, a juzgar por la situación seguro que algo amable no es....
-No... no te entiendo...- miró sus manos alrededor de la empuñadura de aquella enorme espada. Ella tan solo tenía su vieja daga, que apenas le era de utilidad para cortar los tallos de las plantas. Sus dedos se apretaron un poco más al arma, quizás fue un movimiento sin sentido alguno, pero para la bruja fue más que necesario para terminar de activar las alertas.
Lo siguiente que se pudo escuchar fue un grito, o más bien un gruñido. El elfo saltó hacía la bruja con el arma por encima de la cabeza, cogiendo fuerza para arremeter contra ella.
Nahir se tiró hacía un lado, rodando por el suelo para poder esquivar al rubio. El sonido de la espada al chocar contra el suelo aterró a la bruja. Aquello iba en serio, debía hacer algo si quería salir de ahí con vida.
La bruja es sentía perdida. Miró a ambos lados, buscando una vía de escape, cuando escuchó el relincho de un caballo.
Claro, los establos...
Le bruja se dio la vuelta para dirigirse a los establos del pueblo cuando se topó con un elfo. Sus ojos eran aterradoramente verdes, su largo cabello rubio parecía retar al sol en cuanto a brillo, orejas puntiagudas, rostro marcado pero fino, piel perfecta... aquella era la viva imagen los elfos que Nahir siempre había imaginado: alto, apuesto y de apariencia refinada. Pero su gran armadura y la espada pesada que portaba en las manos no le hacían parecer nada fino ni delicado.
La miraba directamente a los ojos, intimidante. Era como si todo a su alrededor se hubiese silenciado. Solo estaban ellos dos. ¿Sería aquel el día de su muerte?
Nahir dudó unos instantes de si era a ella a quien retaba, dio un paso al frente, después otro, estaba cada vez más cerca y no dejaba de mirarla. Estaban a escasos metros cuando la bruja tubo el impulso de usar su magia, incluso había empezado a alzar las manos para crear un chorro de agua que impactara contra el elfo y poder salir corriendo de ahí. Pero dudó. ¿Sería la mejor manera de enfrentarse a alguien que odia a los brujos?
Enfrentarse...
Se sorprendió a si misma ya pensando en una pelea cuando sus intenciones nunca habían sido esas. Quizás si intentaba hablar con él las cosas se solucionasen.
-E-espera... yo no soy tu enemigo...- no pudo evitar tartamudear un poco al principio, sentía que su boca estaba totalmente seca, las palabras se le quedaban atascadas en los labios.
Alzó ambas manos como señal de paz.
-Estupidos brujos. No sois dignos ni de dirigiros a nosotros- Nahir no entendía nada, pero la voz sonaba muy melodiosa. No sabría decir si le había dicho algo amable o simplemente era el idioma. Bueno, a juzgar por la situación seguro que algo amable no es....
-No... no te entiendo...- miró sus manos alrededor de la empuñadura de aquella enorme espada. Ella tan solo tenía su vieja daga, que apenas le era de utilidad para cortar los tallos de las plantas. Sus dedos se apretaron un poco más al arma, quizás fue un movimiento sin sentido alguno, pero para la bruja fue más que necesario para terminar de activar las alertas.
Lo siguiente que se pudo escuchar fue un grito, o más bien un gruñido. El elfo saltó hacía la bruja con el arma por encima de la cabeza, cogiendo fuerza para arremeter contra ella.
Nahir se tiró hacía un lado, rodando por el suelo para poder esquivar al rubio. El sonido de la espada al chocar contra el suelo aterró a la bruja. Aquello iba en serio, debía hacer algo si quería salir de ahí con vida.
-Maldita perra...- continuaba sin entenderle, pero por el tono de voz y la mirada de odio que le había lanzado seguro que no era nada bueno.
Nahir, aun en el suelo, alargó las manos para crear un charco de agua en la zona donde se encontraba el elfo, para después congelarlo. Aquello haría, con suerte, que el rubio se resbalase, dándole tiempo a la bruja para poder huir. Se levantó y empezó a correr, acción que al elfo no le hizo ni gracia. Este se dispuso a salir tras ella cuando los pies se le resbalaron en el hielo e hicieron que perdiese el equilibrio. Clavó la punta del arma en le hielo, quebrándolo, para poder apoyarse en ella y salir de la zona de suelo helado. No tardó mucho en hacerlo, lo suficiente como para que la morena ganase algo de distancia. La bruja salió de la casa, corría intentando buscar un lugar donde poder esconderse, ya que lo de salir del pueblo empezaba a parecer una misión imposible.
De nuevo volvió a escuchar aquel gruñido se rabia.
Nahir supo en aquel instante que el elfo había emprendido de nuevo la caza. Hacía caer cosas a su paso, intentando obstaculizar al elfo en su carrera, pero era muy rápido, necesitaría una distracción mayor si quería deshacerse de él.
Nahir paró en seco y se puso de cara al rubio, alzó las manos y junto a un grito de rabia, la morena lanzó un gran chorro de agua helada contra su contrincante, y sin esperar a ver si siquiera había acertado, huyó.
Encontró un lago, y no se lo pensó dos veces. La morena se metió en el lago y, mientras con una mano se sujetaba a las rocas del fondo, coloco la otra en su cara, cubriendo boca y nariz. ¿Cuanto tiempo debería esperar para que fuese seguro salir? La espera se le estaba haciendo eterna, y si bien era buena aguantando la respiración, no sería suficiente. Utilizó las pocas energías que le quedaban para mover el agua, alejándola de ella en la zona de su cabeza, para así poder respirar un poco más de tiempo.
Ya podía ser por la falta de renovación del aire o por las pocas energías que le quedaban, pero la bruja empezaba a notar que se le dormían los brazos y las piernas y los pulmones empezaban a quemarle. Ni siquiera sabía cuanto tiempo llevaba allí abajo.
Entonces sintió un fuerte dolor en la cabeza, alguien tiraba de ella por el pelo.
El elfo la sacó del agua, lanzándola a un par de metros de distancia. Su primera reacción fue toser por el agua que había tragado, tiempo más que necesario que el hombre utilizó para plantarse frente a ella. Nahir fue a levantarse cuando el hombre le dio un toque en el tobillo con la espada. Ni siquiera le cortó, simplemente le hizo caer. Al parecer se lo estaba pasando bien con su presa.
La adrenalina había activado de nuevo su cuerpo, pero podía sentir aquel tipo de cosquilleo tan molesto en las extremidades después de haberlas tenido entumecidas.
El elfo dijo algo, ahora acompañandolo todo con una sonrisa burlona. Parecía que escupía las palabras. Se agachó para cogerla de la pechera y alzarla. Los pies no le tocaban el suelo. Alcanar sonrió, dejando ver su perfecta dentadura. Nahir colocó las manos entorno a la del brujo, la que usaba para levantarla, y por más que lo intentase, no conseguía liberarse. En último recurso la bruja echó la cabeza hacía atrás, cogiendo todo el impulso que pudo para propinarle un buen cabezazo al guaperas.
Cayó al suelo, había salido bien. No le dio ni importancia al dolor ni al pitido que ahora escuchaba, podía huir.
Entonces sintió un fuerte dolor en la cabeza, como si se le quebrase el cráneo, que lo dejó todo negro, ya ni siquiera escuchaba el pitido en sus oídos o la gente de alrededor.
¿He muerto? Menuda mierda de muerte... No, estoy segura de que no estoy muerta, me duele demasiado el cuerpo como para estar muerta... ¿Sería mejor estar muerta?
El elfo le había dado un buen golpe a la bruja en la cabeza con le mango de la espada, la había dejado cao. Tras darle un par de patadas en uno de los brazos para asegurarse de que no se iba a levantar de nuevo, procedió a atarla de pies y manos con una cuerda.
Nahir, aun en el suelo, alargó las manos para crear un charco de agua en la zona donde se encontraba el elfo, para después congelarlo. Aquello haría, con suerte, que el rubio se resbalase, dándole tiempo a la bruja para poder huir. Se levantó y empezó a correr, acción que al elfo no le hizo ni gracia. Este se dispuso a salir tras ella cuando los pies se le resbalaron en el hielo e hicieron que perdiese el equilibrio. Clavó la punta del arma en le hielo, quebrándolo, para poder apoyarse en ella y salir de la zona de suelo helado. No tardó mucho en hacerlo, lo suficiente como para que la morena ganase algo de distancia. La bruja salió de la casa, corría intentando buscar un lugar donde poder esconderse, ya que lo de salir del pueblo empezaba a parecer una misión imposible.
De nuevo volvió a escuchar aquel gruñido se rabia.
Nahir supo en aquel instante que el elfo había emprendido de nuevo la caza. Hacía caer cosas a su paso, intentando obstaculizar al elfo en su carrera, pero era muy rápido, necesitaría una distracción mayor si quería deshacerse de él.
Nahir paró en seco y se puso de cara al rubio, alzó las manos y junto a un grito de rabia, la morena lanzó un gran chorro de agua helada contra su contrincante, y sin esperar a ver si siquiera había acertado, huyó.
Encontró un lago, y no se lo pensó dos veces. La morena se metió en el lago y, mientras con una mano se sujetaba a las rocas del fondo, coloco la otra en su cara, cubriendo boca y nariz. ¿Cuanto tiempo debería esperar para que fuese seguro salir? La espera se le estaba haciendo eterna, y si bien era buena aguantando la respiración, no sería suficiente. Utilizó las pocas energías que le quedaban para mover el agua, alejándola de ella en la zona de su cabeza, para así poder respirar un poco más de tiempo.
Ya podía ser por la falta de renovación del aire o por las pocas energías que le quedaban, pero la bruja empezaba a notar que se le dormían los brazos y las piernas y los pulmones empezaban a quemarle. Ni siquiera sabía cuanto tiempo llevaba allí abajo.
Entonces sintió un fuerte dolor en la cabeza, alguien tiraba de ella por el pelo.
El elfo la sacó del agua, lanzándola a un par de metros de distancia. Su primera reacción fue toser por el agua que había tragado, tiempo más que necesario que el hombre utilizó para plantarse frente a ella. Nahir fue a levantarse cuando el hombre le dio un toque en el tobillo con la espada. Ni siquiera le cortó, simplemente le hizo caer. Al parecer se lo estaba pasando bien con su presa.
La adrenalina había activado de nuevo su cuerpo, pero podía sentir aquel tipo de cosquilleo tan molesto en las extremidades después de haberlas tenido entumecidas.
El elfo dijo algo, ahora acompañandolo todo con una sonrisa burlona. Parecía que escupía las palabras. Se agachó para cogerla de la pechera y alzarla. Los pies no le tocaban el suelo. Alcanar sonrió, dejando ver su perfecta dentadura. Nahir colocó las manos entorno a la del brujo, la que usaba para levantarla, y por más que lo intentase, no conseguía liberarse. En último recurso la bruja echó la cabeza hacía atrás, cogiendo todo el impulso que pudo para propinarle un buen cabezazo al guaperas.
Cayó al suelo, había salido bien. No le dio ni importancia al dolor ni al pitido que ahora escuchaba, podía huir.
Entonces sintió un fuerte dolor en la cabeza, como si se le quebrase el cráneo, que lo dejó todo negro, ya ni siquiera escuchaba el pitido en sus oídos o la gente de alrededor.
¿He muerto? Menuda mierda de muerte... No, estoy segura de que no estoy muerta, me duele demasiado el cuerpo como para estar muerta... ¿Sería mejor estar muerta?
El elfo le había dado un buen golpe a la bruja en la cabeza con le mango de la espada, la había dejado cao. Tras darle un par de patadas en uno de los brazos para asegurarse de que no se iba a levantar de nuevo, procedió a atarla de pies y manos con una cuerda.
Última edición por Nahir el Dom Mayo 19 2019, 21:32, editado 1 vez
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Lo elfos se reúnen en conclave y conversan en el idioma que he olvidado. La bruja del escenario no se mantiene alejada del grupo. Un paso por delante del debido y las flechas silbarán en su dirección. Yo tampoco me alejo por miedo a recibir el mismo castigo. He caminado por terrenos prohibidos y regresado al hogar que me fue rebatado. Los guardas del bosque deberían ensartarme nada más reconocer la marca de desterrado.
No quiero morir desnudo. Pienso para mis adentros. Sin mediar palabra, recojo mi equipo y lo llevo a un lateral de las gradas. Dejo la armadura en una silla y me siento en la de al lado. Me visto con las grebas, la fina malla y la cota de cuero. Cuento los cuchillos que escondo detrás de los botones de la cota. Uno, dos. tres..., cua…tro, cin… Pierdo la cuenta. Doy un puñetazo al reposabrazos de la silla y vuelvo a contar desde el principio. El veneno que usaron para dormirme perdura en mi sangre. Tardará unos minutos en diluirse por completo, hasta entonces. Me seguiré encontrándome confuso, mi boca será una pasta de palabras mal pronunciadas y olvidaré que numero sigue después del otro.
Llevo mis cuchillos, mi hacha, mis arcos, mi látigo…. Falta un arma. La mujer que no es Merrigan me la trae una vez me he visto por completo. Coloca la espada de Ivor en la silla enfrente de mí como si estuviera ofreciendo tributo a uno de sus Dioses. Se ha limpiado el maquillaje de la piel y la peluca, pero reconozco el color de sus ojos y la frialdad en su mirada.
Dice algo en su idioma que no soy capaz de entender. Le contesto negando con la cabeza. Me mira con rechazo como si fuera un animal en un hábitat errónea: un pez fuera del agua, una salamandra en una tundra y un lobo en la ciudad.
—Lo sé. — le contesto en la lengua común, la única que conozco. — No es mi casa, pero pretendo que sea la de mi hija.
Si comprende lo que le he querido decir, no muestra indicativos al respecto. A ella no le importa Merrigan ni tampoco le importo yo; solo los brujos que toman asentamiento en los lindes de Sandorai y matan elfos por entretenimiento. Es una mujer guerrera, no una madre ni una amante. Su odio hacia otras razas que no sean los elfos es tal que se niega a hablar y escuchar la lengua común. Se da la vuelta y levanta la mano para señalándome que la siga.
La mujer que no es Merrigan me lleva donde los otros elfos discuten su siguiente paso. La bruja que salvé en el escenario está con ellos. No entiendo el idioma de los elfos, pero sí el de sus ojos. Noto miradas de desprecio dirigidas hacia la bruja y de incógnita hacia mí.
Cuando terminan de hablar en élfico, el más anciano me habla en la lengua común. Cuenta la parte de la historia que le interesa. Dice que mientras sirva a su causa, los guardabosques no me atacarán y que los brujos Lombardi son enemigos para ellos. A medida que habla muevo la cabeza de verticalmente si estoy de acuerdo con lo que dice y lateral si no estoy de acuerdo. Sí, me gusta tener libertad para cruzar los bosques. No, no iré a ningún otro lugar que no sea otro que donde se encuentre Merrigan. Sí, los brujos son peligrosos. No, no les odio por ser brujos, sino porque hicieron daño a Merrigan. El elfo Malonar habla rápido e ignora mis interrupciones.
—¿Dónde está Merrigan? — digo una vez tengo oportunidad de hablar.
—Está a salvo, es lo único que debes saber al respecto. — me contesta el líder elfo.
Niego con la cabeza.
—Eres un desterrado — gruñe la mujer que no es Merrigan en la lengua común. Le repugna el idioma. — Nuestros bosques deberían estar cerrados para la gente de tu calaña. Da gracias que te hayamos ofrecido esta oportunidad y no una flecha que te atraviese las sienes.
—Inténtalo.
Me encaro frente a la mujer que no es Merrigan. Los elfos de nuestro alrededor toman las armas. Estamos en el centro del círculo. Merrigan diría que nos observan como si fuera los reyes del baile. Un baile grotesco con una música tocada con arcos y espadas en lugar de liras y arpas.
—Quiero ver a mi hija. — amenazo.
—Y la verás, — el líder elfo con tono conciliador. — cuando terminemos con los Lombardis y los bosques sean seguros.
—Promételo. — digo mirando los ojos verdes de la mujer que no es Merrigan.
—Ni anne- tye mime quetta — (te doy mi palabra) dice la mujer que no es Merrigan.
—Me sirve — contesto con desagrado pese a no entender el élfico.
Doy la espalda a la mujer que no es Merrigan y al elfo líder. Los otros elfos bajan sus armas. La bruja me lleva un trecho de ventaja. Acelero el paso para igualarla y caminar a la par.
—Estoy furioso por el comportamiento de los elfos de ojos verdes- — murmullo. — Conocen mi nombre, mi pasado y mi presente. Saben quién es Merrigan y me la esconden para que no pueda verla. Yo no sé nada de ellos. Ni tan siquiera sus nombres. — el efecto del veneno ha desaparecido por completo. No lo noto al hablar. — Sarez. — digo cuando me doy cuenta que la bruja no tiene por qué conocerme. — Mi nombre es Sarez. Mi pasado es un destierro y mi presente es mi hija Merrigan. Ahora sabes tanto como los elfos de ojos verdes. — hago un esfuerzo por respirar despacio y tranquilo. — ¿Por qué hablas élfico? — me parece extraño escuchar a una bruja hablar la lengua que yo debería. — ¿Por qué lo hablaste allí arriba?
La carretera principal está vacía, tanto de elfos como de brujos. El único rumor que escuchamos es el de los pájaros. Caminamos por el borde de la carretera. En caso de que viniera un carruaje, tenemos oportunidad de escondernos en los matorrales.
Llegamos pronto a la mansión de los Lombardi; un edificio que, por su tamaño, podría hospedar a un barrio entero de Lunargenta. Pienso que los brujos quisieron montar el espectáculo de feria cerca de sus dominios, donde puedan vigilarlo.
La verja de la mansión está abierta, como si estuvieran esperando visita. No se ve a ninguna persona en el interior del edificio. La bruja toma la iniciativa. Yo me quedo atrás, vigilando la espalda ante una posible emboscada. No me gusta este lugar, no me gustan los brujos y no me gustan los elfos de ojos verdes.
La puerta del edificio está cerrada, pero la bruja la abre con facilidad. Pasamos al interior. Los colores verdes y amarillos del bosque han desaparecido para dejar paso al blanco del mármol de las paredes y los adornos. La bruja parece entrever un color nuevo: el que los brujos llaman éter. Las trampas arcanas que los Lombardi nos han preparado están impregnadas de ese color.
La bruja entra en la habitación que el líder elfo ordenó. En el escritorio se encuentra una serie de papiros que no sé leer y restos de rituales mágicos: astillas de huesos, especies de colores y cáscaras de frutos secos. Espero en el umbral de la puerta a que la bruja tome lo que necesite.
La bruja no vio que la mesa está manchada del color éter por el mantel de lino que la recubre. Es una trampa, como todas las demás que desactivó antes de llegar a la habitación de los planos. La mesa hace un ruido como el del yunque de un herrero al ser martilleado. Fuego. La mesa combustiona espontáneamente en cuanto la chica separa los planos del mantel de lino. Los demás muebles de la habitación siguen a la mesa en una especie de suicidio colectivo. La bruja se queda inmóvil, atrapada en el fuego. Tomo mi látigo y lo utilizó para atrapar su cintura y atraerla hacia mí.
—¿Los tienes? — sí, tiene los papeles en la mano. — Los tienes. — me permito sonreír.
La risa me dura escasos segundos. El resto de las habitaciones emulan la habitación de los planos. Los muebles prenden como (si fueran palomitas en el microondas) si estuvieran atrapados en una red de conjuros. La primera planta queda inundada por un mar de llamas. El humo asciende hasta nuestra posición. Idril Elensar me dijo una vez que el humo mata a más personas en los incendios que el fuego.
Guardo el látigo y saco mi arco. Disparo una flecha contra la ventana para romper el cristal y abrir una vía de escape para el humo. Me pongo de cuclillas para evitar tragar el humo negro y, con una mano en el hombro de la bruja, obligo a que ella también se agache.
La chica se ha llevado la peor parte. Quizá haya tragado mucho humo y esté en un estado de seminconsciencia o quizá se haya quemado las manos en el momento que la mesa prendió. Entiendo que está dolorida, pero no la razón. Merrigan habría sabido diferenciar una intoxicación de una quemadura.
—Saldremos — señalo la venta abierta. —Es un segundo piso, la caída no nos hará demasiado daño. — digo entre tosidos. — Saltaremos y estaremos bien. — no parece estar bien. — Saldremos. Ni anne- tye mime quetta — repito la promesa de la mujer que no es Merrigan con un marcado acento.
Offrol: He hecho un poquito de metarol. Espero que no os sepa mal. He relato parte de la trampa que activó Reike. Conociendo a Master Ger, seguramente añada más detalles a la escena y dirá que todos estamos malditos.
No quiero morir desnudo. Pienso para mis adentros. Sin mediar palabra, recojo mi equipo y lo llevo a un lateral de las gradas. Dejo la armadura en una silla y me siento en la de al lado. Me visto con las grebas, la fina malla y la cota de cuero. Cuento los cuchillos que escondo detrás de los botones de la cota. Uno, dos. tres..., cua…tro, cin… Pierdo la cuenta. Doy un puñetazo al reposabrazos de la silla y vuelvo a contar desde el principio. El veneno que usaron para dormirme perdura en mi sangre. Tardará unos minutos en diluirse por completo, hasta entonces. Me seguiré encontrándome confuso, mi boca será una pasta de palabras mal pronunciadas y olvidaré que numero sigue después del otro.
Llevo mis cuchillos, mi hacha, mis arcos, mi látigo…. Falta un arma. La mujer que no es Merrigan me la trae una vez me he visto por completo. Coloca la espada de Ivor en la silla enfrente de mí como si estuviera ofreciendo tributo a uno de sus Dioses. Se ha limpiado el maquillaje de la piel y la peluca, pero reconozco el color de sus ojos y la frialdad en su mirada.
Dice algo en su idioma que no soy capaz de entender. Le contesto negando con la cabeza. Me mira con rechazo como si fuera un animal en un hábitat errónea: un pez fuera del agua, una salamandra en una tundra y un lobo en la ciudad.
—Lo sé. — le contesto en la lengua común, la única que conozco. — No es mi casa, pero pretendo que sea la de mi hija.
Si comprende lo que le he querido decir, no muestra indicativos al respecto. A ella no le importa Merrigan ni tampoco le importo yo; solo los brujos que toman asentamiento en los lindes de Sandorai y matan elfos por entretenimiento. Es una mujer guerrera, no una madre ni una amante. Su odio hacia otras razas que no sean los elfos es tal que se niega a hablar y escuchar la lengua común. Se da la vuelta y levanta la mano para señalándome que la siga.
La mujer que no es Merrigan me lleva donde los otros elfos discuten su siguiente paso. La bruja que salvé en el escenario está con ellos. No entiendo el idioma de los elfos, pero sí el de sus ojos. Noto miradas de desprecio dirigidas hacia la bruja y de incógnita hacia mí.
Cuando terminan de hablar en élfico, el más anciano me habla en la lengua común. Cuenta la parte de la historia que le interesa. Dice que mientras sirva a su causa, los guardabosques no me atacarán y que los brujos Lombardi son enemigos para ellos. A medida que habla muevo la cabeza de verticalmente si estoy de acuerdo con lo que dice y lateral si no estoy de acuerdo. Sí, me gusta tener libertad para cruzar los bosques. No, no iré a ningún otro lugar que no sea otro que donde se encuentre Merrigan. Sí, los brujos son peligrosos. No, no les odio por ser brujos, sino porque hicieron daño a Merrigan. El elfo Malonar habla rápido e ignora mis interrupciones.
—¿Dónde está Merrigan? — digo una vez tengo oportunidad de hablar.
—Está a salvo, es lo único que debes saber al respecto. — me contesta el líder elfo.
Niego con la cabeza.
—Eres un desterrado — gruñe la mujer que no es Merrigan en la lengua común. Le repugna el idioma. — Nuestros bosques deberían estar cerrados para la gente de tu calaña. Da gracias que te hayamos ofrecido esta oportunidad y no una flecha que te atraviese las sienes.
—Inténtalo.
Me encaro frente a la mujer que no es Merrigan. Los elfos de nuestro alrededor toman las armas. Estamos en el centro del círculo. Merrigan diría que nos observan como si fuera los reyes del baile. Un baile grotesco con una música tocada con arcos y espadas en lugar de liras y arpas.
—Quiero ver a mi hija. — amenazo.
—Y la verás, — el líder elfo con tono conciliador. — cuando terminemos con los Lombardis y los bosques sean seguros.
—Promételo. — digo mirando los ojos verdes de la mujer que no es Merrigan.
—Ni anne- tye mime quetta — (te doy mi palabra) dice la mujer que no es Merrigan.
—Me sirve — contesto con desagrado pese a no entender el élfico.
Doy la espalda a la mujer que no es Merrigan y al elfo líder. Los otros elfos bajan sus armas. La bruja me lleva un trecho de ventaja. Acelero el paso para igualarla y caminar a la par.
—Estoy furioso por el comportamiento de los elfos de ojos verdes- — murmullo. — Conocen mi nombre, mi pasado y mi presente. Saben quién es Merrigan y me la esconden para que no pueda verla. Yo no sé nada de ellos. Ni tan siquiera sus nombres. — el efecto del veneno ha desaparecido por completo. No lo noto al hablar. — Sarez. — digo cuando me doy cuenta que la bruja no tiene por qué conocerme. — Mi nombre es Sarez. Mi pasado es un destierro y mi presente es mi hija Merrigan. Ahora sabes tanto como los elfos de ojos verdes. — hago un esfuerzo por respirar despacio y tranquilo. — ¿Por qué hablas élfico? — me parece extraño escuchar a una bruja hablar la lengua que yo debería. — ¿Por qué lo hablaste allí arriba?
La carretera principal está vacía, tanto de elfos como de brujos. El único rumor que escuchamos es el de los pájaros. Caminamos por el borde de la carretera. En caso de que viniera un carruaje, tenemos oportunidad de escondernos en los matorrales.
Llegamos pronto a la mansión de los Lombardi; un edificio que, por su tamaño, podría hospedar a un barrio entero de Lunargenta. Pienso que los brujos quisieron montar el espectáculo de feria cerca de sus dominios, donde puedan vigilarlo.
La verja de la mansión está abierta, como si estuvieran esperando visita. No se ve a ninguna persona en el interior del edificio. La bruja toma la iniciativa. Yo me quedo atrás, vigilando la espalda ante una posible emboscada. No me gusta este lugar, no me gustan los brujos y no me gustan los elfos de ojos verdes.
La puerta del edificio está cerrada, pero la bruja la abre con facilidad. Pasamos al interior. Los colores verdes y amarillos del bosque han desaparecido para dejar paso al blanco del mármol de las paredes y los adornos. La bruja parece entrever un color nuevo: el que los brujos llaman éter. Las trampas arcanas que los Lombardi nos han preparado están impregnadas de ese color.
La bruja entra en la habitación que el líder elfo ordenó. En el escritorio se encuentra una serie de papiros que no sé leer y restos de rituales mágicos: astillas de huesos, especies de colores y cáscaras de frutos secos. Espero en el umbral de la puerta a que la bruja tome lo que necesite.
La bruja no vio que la mesa está manchada del color éter por el mantel de lino que la recubre. Es una trampa, como todas las demás que desactivó antes de llegar a la habitación de los planos. La mesa hace un ruido como el del yunque de un herrero al ser martilleado. Fuego. La mesa combustiona espontáneamente en cuanto la chica separa los planos del mantel de lino. Los demás muebles de la habitación siguen a la mesa en una especie de suicidio colectivo. La bruja se queda inmóvil, atrapada en el fuego. Tomo mi látigo y lo utilizó para atrapar su cintura y atraerla hacia mí.
—¿Los tienes? — sí, tiene los papeles en la mano. — Los tienes. — me permito sonreír.
La risa me dura escasos segundos. El resto de las habitaciones emulan la habitación de los planos. Los muebles prenden como (si fueran palomitas en el microondas) si estuvieran atrapados en una red de conjuros. La primera planta queda inundada por un mar de llamas. El humo asciende hasta nuestra posición. Idril Elensar me dijo una vez que el humo mata a más personas en los incendios que el fuego.
Guardo el látigo y saco mi arco. Disparo una flecha contra la ventana para romper el cristal y abrir una vía de escape para el humo. Me pongo de cuclillas para evitar tragar el humo negro y, con una mano en el hombro de la bruja, obligo a que ella también se agache.
La chica se ha llevado la peor parte. Quizá haya tragado mucho humo y esté en un estado de seminconsciencia o quizá se haya quemado las manos en el momento que la mesa prendió. Entiendo que está dolorida, pero no la razón. Merrigan habría sabido diferenciar una intoxicación de una quemadura.
—Saldremos — señalo la venta abierta. —Es un segundo piso, la caída no nos hará demasiado daño. — digo entre tosidos. — Saltaremos y estaremos bien. — no parece estar bien. — Saldremos. Ni anne- tye mime quetta — repito la promesa de la mujer que no es Merrigan con un marcado acento.
Offrol: He hecho un poquito de metarol. Espero que no os sepa mal. He relato parte de la trampa que activó Reike. Conociendo a Master Ger, seguramente añada más detalles a la escena y dirá que todos estamos malditos.
Sarez
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
La huida no fue bien para Nahir. Alkanar el Guapo consiguió detener a la bruja en su huida por un fuerte golpe de mandoble. Nahir quedó inconsciente y rápidamente la ató y la llevó de nuevo hasta el pueblo de Villasauco. Llevándola sobre su hombro derecho. Pudo haberla matado, pero el Guapo prefería guardar víctimas y no ensuciarse demasiado las manos. Era un tipo excesivamente limpio.
-Ya la he cogido. – informó en un perfecto élfico a Malonar, Siva y los demás elfos, que asintieron con la cabeza con satisfacción por el buen hacer de su hermano. Y metió a Nahir en una carroza junto con otros dos leñadores cautivos, sin nada de cuidado, que examinaron su fuerte golpe en la cabeza con el que había quedado inconsciente. ¡Cómo se las gastaban aquellos estúpidos elfos!
-Gracias, Alcanar. – replicó Malonar con satisfacción. Alcanar asintió y cerró la puerta con llave.
Pero ahora Malonar y Siva concentraban su atención en lo que sucedía dentro de la mansión. Escuchaban diversas explosiones.
-¿Habrán sobrevivido? – Preguntaba Siva a su hermano, con los brazos en cruz y una mirada satisfactoria.
-No lo creo. – respondía Malonar.
* * * * * * * * * * * * * * *
Pero se equivocaban. Reike tenía los planos de las trampas que habían colocado los Lombardi y sus secuaces bajo Árbol Madre. En cualquier caso, esos completos mapas del subsuelo de Arbol Madre no eran hechos por los brujos. Estaban imbuidos en una especie de aura amarilla que los brujos probablemente habrían robado. Todos cerrados con un bello broche de color dorado que llevaba el símbolo de los Neril. Los mejores sanadores de Sandorái. Aunque quizás ni Reike ni Sarez habrían oído hablar de ellos. Y aquellos mapas estaban bendecidos por aquella extraña magia que, sin duda, los Ojosverdes reconocerían.
Todo cuanto debía hacer ahora era volver con ellos y entregárselos a los Ojosverdes para que pudieran proceder a su eliminación. Para ello, a lo largo de la vanidosa mansión, tuvo que desactivar una nada despreciable colección de trampas arcanas. Pero la bruja parecía bien entrenada en el Hekshold, y se mostraba muy ducha para ir desactivándolas todas. Como siempre, avanzaba bajo la atenta mirada de Sarez.
En el camino de vuelta, sin embargo, las tosas se torcerían un poco. Nada más abandonar el salón de Giovanni Lombardi. Una niña arrastraba un muñeco de trapo que hacía de leñador improvisado, como el pueblo. Al final del pasillo, asustando a bruja y elfo.
No parecía que el susto fuera más allá. No era un fantasma ni nada por el estilo. Sólo una simple niña.
-Mi papá. – dijo. – Señorita bruja, señorito elfo, ¿han visto a mi papá? Iba a venir a hacerme la cena con mamá.– preguntó con los ojos saltones. Esperando un sí por respuesta. – Papá me dijo que vendría con mi hermanito después del espectáculo. – Comentó.
Pero en cuanto Reike se aproximara a la joven, ocurriría el fatídico evento. La bruja, al caminar hacia ella, pues era la única salida, no percibió una de las trampas situadas tras un cuadro en el pasillo. -¡Cuidado, señorita! Hay una... – advirtió la niña, tarde. Se produjo una fuerte explosión lateral. Por suerte, ésta no era dañina. Sino que la bruja una densa nube de polvo de color rojo que no parecía ir a más. Sólo los respiró. Y tosió por la carga de sus pulmones. Sarez la ayudó a mantenerse en pie.
La niña, por el contrario, se llevó la peor parte. La madera disparada alcanzó en su cabeza. Y aunque no quedó inconsciente, comenzó a sangrar a borbotones. Comenzó a llorar. - ¡Papá! – gritó desde el suelo. - ¡Papá! ¡Ayúdame! – continuó.
La niña perdía sangre a borbotones. En cuanto Reike acercara su mano sujetando los planos, notaría que la herida de la niña comenzaría a cicatrizar, y dejaría de perder sangre. ¡Los planos mágicos de los Neril! Sin embargo, el plano se desintegró por un trozo al contacto con la herida de la niña.
Sí. Dado la falta de sanadores expertos, la única manera de detener la hemorragia de la niña, era sacrificando los planos que los Ojosverdes le habían pedido encontrar.
* * * * * * * * * * * * * * *
Nahir: No habías obtenido mala runa para escapar y encontrarte con Sango. Pero veo que has preferido dejarte capturar. Más allá de eso, el golpe que te has llevado no tendrá mayor repercusión. Eres encerrada en una jaula por los elfos y serás llevada al interior de Sandorái. Concretamente, al campamento de Ojosverdes. Un nuevo lobby donde tendrá lugar parte del capítulo 2. No participas en este turno.
Reike: Por tomar los planos obtienes el sello de los Neril. Que tiene la misma utilidad que el de Sarez. Pero tu mala fortuna te ha hecho respirar de pleno el humo de ese extraño polvo de color rojo que los Lombardi guardaban para torturar y burlarse de los elfos que secuestraban. Con ello, has contraído la Enfermedad: Guindillitis Repentina Aguda.
Reike y Sarez: Este es el turno final del evento. Sobre lo que podéis hacer, no hay mucho que decir. La decisión es bien simple. Podéis dejar atrás a la niña o podéis conseguir que la pobrecita, que ya ha perdido a su padre y a su hermano, sobreviva a costa de sacrificar los planos con la ubicación de las trampas que dinamitarán Árbol Madre, presentándoos sin ellos. Y de curarla, ¿sacarla con vosotros o dejarla allí? ¿Fácil, verdad? Disfrutad del teatro dramático de Villasauco.
-Ya la he cogido. – informó en un perfecto élfico a Malonar, Siva y los demás elfos, que asintieron con la cabeza con satisfacción por el buen hacer de su hermano. Y metió a Nahir en una carroza junto con otros dos leñadores cautivos, sin nada de cuidado, que examinaron su fuerte golpe en la cabeza con el que había quedado inconsciente. ¡Cómo se las gastaban aquellos estúpidos elfos!
-Gracias, Alcanar. – replicó Malonar con satisfacción. Alcanar asintió y cerró la puerta con llave.
Pero ahora Malonar y Siva concentraban su atención en lo que sucedía dentro de la mansión. Escuchaban diversas explosiones.
-¿Habrán sobrevivido? – Preguntaba Siva a su hermano, con los brazos en cruz y una mirada satisfactoria.
-No lo creo. – respondía Malonar.
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Pero se equivocaban. Reike tenía los planos de las trampas que habían colocado los Lombardi y sus secuaces bajo Árbol Madre. En cualquier caso, esos completos mapas del subsuelo de Arbol Madre no eran hechos por los brujos. Estaban imbuidos en una especie de aura amarilla que los brujos probablemente habrían robado. Todos cerrados con un bello broche de color dorado que llevaba el símbolo de los Neril. Los mejores sanadores de Sandorái. Aunque quizás ni Reike ni Sarez habrían oído hablar de ellos. Y aquellos mapas estaban bendecidos por aquella extraña magia que, sin duda, los Ojosverdes reconocerían.
Todo cuanto debía hacer ahora era volver con ellos y entregárselos a los Ojosverdes para que pudieran proceder a su eliminación. Para ello, a lo largo de la vanidosa mansión, tuvo que desactivar una nada despreciable colección de trampas arcanas. Pero la bruja parecía bien entrenada en el Hekshold, y se mostraba muy ducha para ir desactivándolas todas. Como siempre, avanzaba bajo la atenta mirada de Sarez.
En el camino de vuelta, sin embargo, las tosas se torcerían un poco. Nada más abandonar el salón de Giovanni Lombardi. Una niña arrastraba un muñeco de trapo que hacía de leñador improvisado, como el pueblo. Al final del pasillo, asustando a bruja y elfo.
No parecía que el susto fuera más allá. No era un fantasma ni nada por el estilo. Sólo una simple niña.
-Mi papá. – dijo. – Señorita bruja, señorito elfo, ¿han visto a mi papá? Iba a venir a hacerme la cena con mamá.– preguntó con los ojos saltones. Esperando un sí por respuesta. – Papá me dijo que vendría con mi hermanito después del espectáculo. – Comentó.
Pero en cuanto Reike se aproximara a la joven, ocurriría el fatídico evento. La bruja, al caminar hacia ella, pues era la única salida, no percibió una de las trampas situadas tras un cuadro en el pasillo. -¡Cuidado, señorita! Hay una... – advirtió la niña, tarde. Se produjo una fuerte explosión lateral. Por suerte, ésta no era dañina. Sino que la bruja una densa nube de polvo de color rojo que no parecía ir a más. Sólo los respiró. Y tosió por la carga de sus pulmones. Sarez la ayudó a mantenerse en pie.
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Contracción de la guindillitis
La niña, por el contrario, se llevó la peor parte. La madera disparada alcanzó en su cabeza. Y aunque no quedó inconsciente, comenzó a sangrar a borbotones. Comenzó a llorar. - ¡Papá! – gritó desde el suelo. - ¡Papá! ¡Ayúdame! – continuó.
La niña perdía sangre a borbotones. En cuanto Reike acercara su mano sujetando los planos, notaría que la herida de la niña comenzaría a cicatrizar, y dejaría de perder sangre. ¡Los planos mágicos de los Neril! Sin embargo, el plano se desintegró por un trozo al contacto con la herida de la niña.
Sí. Dado la falta de sanadores expertos, la única manera de detener la hemorragia de la niña, era sacrificando los planos que los Ojosverdes le habían pedido encontrar.
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Reike: Por tomar los planos obtienes el sello de los Neril. Que tiene la misma utilidad que el de Sarez. Pero tu mala fortuna te ha hecho respirar de pleno el humo de ese extraño polvo de color rojo que los Lombardi guardaban para torturar y burlarse de los elfos que secuestraban. Con ello, has contraído la Enfermedad: Guindillitis Repentina Aguda.
- Guindillitis:
- Guindillitis: Esta enfermedad toma su nombre de las guindillas. Una vez por rol, en cualquier momento dentro de los cinco primeros turnos, sentirás un fortísimo picor por todo el cuerpo que te provocará ganas de arrancarte la piel. Sólo podrás detener esta sensación sumergiéndote por completo en una sustancia líquida fría durante un turno. Si no encuentras lugar, empezarás a toser fuego por la boca de aproximadamente la longitud de una mano que herirá a los aliados y enemigos muy cercanos. Pero el picor no cesará y te quemarás la lengua, no pudiendo pronunciar palabra en lo que reste de rol, así que tendrás que buscar otras maneras de comunicarte.
La Guindillitis curará sola tras encadenar 3 temas libres consecutivos consiguiendo reprimirla (es decir, evitando escupir fuego). Empezarás en la próxima parte del evento. Los eventos festivos están excluidos, pero no las misiones o mastereados.
Queda prohibido inventar recursos fáciles o no justificados del tipo: “Estoy en Beltrexus, salgo de la taberna y justamente hay un lago al que me tiro”. Y no, en las tabernas no hay duchas. Por tanto, para poder tirar de este recurso siendo objetivos tendrás que estar en algún sitio que justifique la presencia de agua. Es decir, sitios como el Mar de Aerandir, la Cala de la Luna, la Playa de los Ancestros o la parte este del lago Tymer. Quedando exentas los bosques o las ciudades, excepto Lunargenta en los muelles. Ya sabes que hay climas que vienen mejor a determinadas enfermedades. Y la guindillitis se cura en el mar.
Reike y Sarez: Este es el turno final del evento. Sobre lo que podéis hacer, no hay mucho que decir. La decisión es bien simple. Podéis dejar atrás a la niña o podéis conseguir que la pobrecita, que ya ha perdido a su padre y a su hermano, sobreviva a costa de sacrificar los planos con la ubicación de las trampas que dinamitarán Árbol Madre, presentándoos sin ellos. Y de curarla, ¿sacarla con vosotros o dejarla allí? ¿Fácil, verdad? Disfrutad del teatro dramático de Villasauco.
Ger
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
“Saldremos”, decía Sarez. Hasta le daba su palabra, en un élfico casi tan pobre como el suyo. Aquello sí que le hizo gracia a la bruja, pero la sonrisa se congeló en su cara en cuanto vio a la niña; tan inocente, en medio de todo aquello, que parecía irreal. Valeria se lanzó hacia ella sin pararse siquiera a pensar que aún había más trampas, hasta que una extraña nube roja le dio de lleno en el costado con tanta fuerza que habría caído al suelo de no ser por el elfo.
Se le metió polvo en la boca, la nariz, los ojos y hasta en las orejas. Por un momento, sintió que se ahogaba. Le costaba respirar, y sentía la boca pastosa y la garganta reseca al contacto con aquella sustancia. Se atragantó y tosió unas cuantas veces antes de que el polvo rojo se depositara en el suelo. Para entonces, ya había oído gritar a la pequeña, se había alejado una vez más de Sarez y se arrodillaba junto a ella, sin preocuparse de si se le llenaban de sangre los pantalones.
No necesitaba examinar la herida para darse cuenta de que estaba más allá de sus capacidades de sanación, pero la examinó de todos modos, por puro instinto. Al hacerlo, el rollo que aún apretaba en su mano rozó la cabeza de la niña y empezó a consumirse. Valeria lo apartó al momento, sorprendida. Se dio cuenta también de que aquel contacto había empezado a cerrar la herida de la niña y su mente no tardó ni un latido en sacar conclusiones: Tenía en sus manos el poder de sanar a la pequeña, pero ¿a qué precio?
Lo que fueran a hacerle los elfos del pueblo no le preocupaba. Si habían oído las explosiones, quizá pensaran que había muerto. Podía intentar deshacerse de Sarez y escapar de allí con la cría. Y entonces, ¿qué? Aquellas trampas se cargaban el maldito árbol madre y la tierra empezaba a morir a su alrededor. ¿Hasta dónde? ¿Se quedaría en el bosque o iría más allá? «Y ¿qué vida le esperaría a ella, de todos modos?», se preguntó con la mirada fija en la de la niña. Dejando los planos en el suelo, agarró a la pequeña y la apoyó en su regazo. La niña lloraba, sufría y llamaba a su papá. Se estaba desangrando, pero permanecía consciente, asustada.
—Está bien —le dijo la bruja con la voz algo rasposa por la sequedad que sentía en la garganta—, papá ya está de camino. Verás qué pronto estás otra vez con él. —Se agachó para abrazarla. Sabía bien cómo hacer que aquello fuese lo más rápido e indoloro posible para ella— Tal vez sea lo mejor para ti —le susurró finalmente al oído, aunque sabía que la niña ya no podía oírla.
Unas lágrimas asomaron a sus ojos mientras volvía a guardar la daga y recogía de nuevo los planos. Su primer instinto fue reprimirlas, pero cambió de idea al darse cuenta de que ayudarían a limpiar el polvo de sus ojos. Después de todo, qué más daba lo que pensase aquel elfo; más humillante era el estado en que ella lo había visto a él. Dejó que Sarez la guiara fuera de aquel lugar sin percatarse apenas de lo que sucedía a su alrededor y tratando de no preguntarse dónde estaría la madre de la chiquilla.
Cuando llegaron a la altura del río, hizo señas al elfo de que necesitaba un descanso y, en lugar de cruzar el puente, salió del camino y bajó a la orilla. Se lavó la sangre de las manos y el polvo de la cara y el cuello. Retirando el dardo que utilizaba para recogerse el cabello en la nuca, metió también la cabeza bajo el agua para sacarse aquella cosa de las orejas y el pelo. Se enjuagó la boca, la garganta y hasta la nariz y bebió hasta que dejó de sentirse reseca por dentro. Después, se pasó las manos por el pelo varias veces y le dio unas cuantas vueltas con el dardo hasta tenerlo otra vez sujeto. No sabía cuánto polvo había inhalado, qué efectos produciría ni cuánto tiempo tardaría en notarlos, pero, por el momento estaba viva; tendría que conformarse con eso.
De vuelta en el camino, con la mente algo más despejada, echó un último vistazo a la mansión de los Lombardi antes de darle definitivamente la espalda, para encaminarse hacia el puente. Se fijó entonces en aquel mapa que aún tenía en su poder. Se detuvo de nuevo, retiró el sello dorado y lo sostuvo en la mano mientras pasaba el pulgar por el símbolo que portaba. Le pareció que lo había visto antes, pero no recordaba dónde ni en qué circunstancias. Se lo guardó: si los Ojosverdes o la trampa de Lombardi no la mataban primero, ya tendría tiempo de averiguar qué era. Luego, desenrolló el contenido con cuidado y lo apoyó sobre el muro de piedra para echarle un buen vistazo.
—Espero que sirva para algo —dijo en voz alta. Su voz aún sonaba un poco ronca, pero hablaba con firmeza, como si no acabase de verse morir en sus propios brazos hacía sólo unos momentos. Señaló después el fragmento que se había consumido, obligándose a sí misma a no pensar más en la chiquilla—. No sé qué es esto —le confesó a Sarez—, pero a mí no me parece magia arcana. —Revisó todo el mapa para comprobar que no se había perdido nada importante— ¿Conoces el lugar? —preguntó finalmente. Debía reconocer que sentía curiosidad por aquel árbol.
Mientras recogía otra vez los planos, se le ocurrió que aquel elfo ya le había salvado la vida dos veces. Podía haber dejado que el chico descargase su frustración sobre ella; o haber tomado los planos y largarse con ellos, dejándola atrás, con o sin una flecha atravesada en el pecho. Seguramente, otra persona se sentiría en deuda con él, se desharía en agradecimientos, pero ese no era el caso para Valeria. La bruja no le había pedido nada, después de todo; aquello había sido decisión de él, como lo había sido de ella tratar de detener el asesinato de un elfo desnudo en una jaula. “La voluntad unilateral de una de las partes no constituye un contrato vinculante”; bendiciones al viejo Rutherford y sus clases de retórica por ponerle nombre a algo que ella ya tenía bien claro desde los diez añitos.
Ninguno de los dos le debía nada al otro, pero tampoco costaba mucho mantener una conversación cortés mientras caminaban juntos de vuelta. Él ya lo había probado en el camino de ida, recordó Valeria. Le había sorprendido lo cambiado que había sonado con respecto al elfo desnudo y tambaleante del escenario, como si el hecho mismo de vestirse le hubiera vuelto algo más civilizado. En unas pocas palabras, le había resumido su vida mejor de lo que muchos conseguían con largos y vacíos discursos.
—Reike —le había respondido ella imitando su estilo parco y directo—. No tengo hijos ni padres y mi presente es sobrevivir a esos elfos sin nombre.
La conversación en el camino de ida había versado sobre ella y sus conocimientos de la lengua élfica, lo que había llevado a sus estudios en el Hekshold y sus años como comerciante. No tenía ninguna gana de seguir hablando de sí misma, así que supuso que era su turno de preguntar.
—¿Qué hiciste para que te desterraran? —dijo. Lo cierto era que sentía curiosidad por saber qué llevaba a alguien a olvidar su propia lengua, como parecía ser el caso—. Y ¿cómo fue que te capturaron? ¿Estaba tu hija contigo?
Finalmente, divisaron de nuevo la plaza con la jaula de Lombardi. Los elfos de los ojos verdes también los vieron llegar y se juntaron en el centro a esperarles. A Valeria le dio la impresión de que estaban sorprendidos de verlos con vida. Ella misma ignoraba cuánto tiempo le quedaba.
—¿Crees que es cierto que tienen a tu hija? —preguntó en voz baja a Sarez antes de alcanzar el centro del pueblo.
Lo que de verdad quería saber era si a ella le permitirían vivir, una vez que los Ojosverdes consiguieran lo que querían, pero, de alguna manera, sembrar la duda en la mente de otro hacía que su propia incertidumbre resultase menos aterradora y Sarez había tenido la fortuna de encontrarse a su lado en aquel momento.
La bruja fue directamente hacia el elfo alto que le había encomendado la tarea en un principio, el que sin duda era el líder de aquel grupo, y le entregó los mapas sin decir una palabra. No hacía falta. Mientras los elfos revisaban lo que les había traído, su mirada se desvió momentáneamente hacia un carro donde tenían a un par de leñadores maniatados y hacia el bulto que yacía entre ambos. No dijo nada, ni hizo gesto alguno de reconocimiento, pero lo cierto era que aquella muchacha le resultaba familiar. El recuerdo le llegó tan pronto como apartó la mirada: Thundermaul, el gigante. «¿Namir?», pensó, «no, Nahir. ¿Cómo diablos has hecho para meterte en semejante lío?».
Apartó a la chica de su mente para centrar su atención en la conversación que estaba teniendo lugar entre los elfos. Ya era bastante difícil entender el idioma cuando le hablaban e ella, si quería enterarse de lo que estaba pasando, no podía distraerse. Entre lo que hablaban, le llamó la atención una palabra para la que no tenía traducción, pero que estaba segura de haber oído antes: Neril. En su mente se dibujó el símbolo que había en el sello dorado.
Se le metió polvo en la boca, la nariz, los ojos y hasta en las orejas. Por un momento, sintió que se ahogaba. Le costaba respirar, y sentía la boca pastosa y la garganta reseca al contacto con aquella sustancia. Se atragantó y tosió unas cuantas veces antes de que el polvo rojo se depositara en el suelo. Para entonces, ya había oído gritar a la pequeña, se había alejado una vez más de Sarez y se arrodillaba junto a ella, sin preocuparse de si se le llenaban de sangre los pantalones.
No necesitaba examinar la herida para darse cuenta de que estaba más allá de sus capacidades de sanación, pero la examinó de todos modos, por puro instinto. Al hacerlo, el rollo que aún apretaba en su mano rozó la cabeza de la niña y empezó a consumirse. Valeria lo apartó al momento, sorprendida. Se dio cuenta también de que aquel contacto había empezado a cerrar la herida de la niña y su mente no tardó ni un latido en sacar conclusiones: Tenía en sus manos el poder de sanar a la pequeña, pero ¿a qué precio?
Lo que fueran a hacerle los elfos del pueblo no le preocupaba. Si habían oído las explosiones, quizá pensaran que había muerto. Podía intentar deshacerse de Sarez y escapar de allí con la cría. Y entonces, ¿qué? Aquellas trampas se cargaban el maldito árbol madre y la tierra empezaba a morir a su alrededor. ¿Hasta dónde? ¿Se quedaría en el bosque o iría más allá? «Y ¿qué vida le esperaría a ella, de todos modos?», se preguntó con la mirada fija en la de la niña. Dejando los planos en el suelo, agarró a la pequeña y la apoyó en su regazo. La niña lloraba, sufría y llamaba a su papá. Se estaba desangrando, pero permanecía consciente, asustada.
—Está bien —le dijo la bruja con la voz algo rasposa por la sequedad que sentía en la garganta—, papá ya está de camino. Verás qué pronto estás otra vez con él. —Se agachó para abrazarla. Sabía bien cómo hacer que aquello fuese lo más rápido e indoloro posible para ella— Tal vez sea lo mejor para ti —le susurró finalmente al oído, aunque sabía que la niña ya no podía oírla.
Unas lágrimas asomaron a sus ojos mientras volvía a guardar la daga y recogía de nuevo los planos. Su primer instinto fue reprimirlas, pero cambió de idea al darse cuenta de que ayudarían a limpiar el polvo de sus ojos. Después de todo, qué más daba lo que pensase aquel elfo; más humillante era el estado en que ella lo había visto a él. Dejó que Sarez la guiara fuera de aquel lugar sin percatarse apenas de lo que sucedía a su alrededor y tratando de no preguntarse dónde estaría la madre de la chiquilla.
Cuando llegaron a la altura del río, hizo señas al elfo de que necesitaba un descanso y, en lugar de cruzar el puente, salió del camino y bajó a la orilla. Se lavó la sangre de las manos y el polvo de la cara y el cuello. Retirando el dardo que utilizaba para recogerse el cabello en la nuca, metió también la cabeza bajo el agua para sacarse aquella cosa de las orejas y el pelo. Se enjuagó la boca, la garganta y hasta la nariz y bebió hasta que dejó de sentirse reseca por dentro. Después, se pasó las manos por el pelo varias veces y le dio unas cuantas vueltas con el dardo hasta tenerlo otra vez sujeto. No sabía cuánto polvo había inhalado, qué efectos produciría ni cuánto tiempo tardaría en notarlos, pero, por el momento estaba viva; tendría que conformarse con eso.
De vuelta en el camino, con la mente algo más despejada, echó un último vistazo a la mansión de los Lombardi antes de darle definitivamente la espalda, para encaminarse hacia el puente. Se fijó entonces en aquel mapa que aún tenía en su poder. Se detuvo de nuevo, retiró el sello dorado y lo sostuvo en la mano mientras pasaba el pulgar por el símbolo que portaba. Le pareció que lo había visto antes, pero no recordaba dónde ni en qué circunstancias. Se lo guardó: si los Ojosverdes o la trampa de Lombardi no la mataban primero, ya tendría tiempo de averiguar qué era. Luego, desenrolló el contenido con cuidado y lo apoyó sobre el muro de piedra para echarle un buen vistazo.
—Espero que sirva para algo —dijo en voz alta. Su voz aún sonaba un poco ronca, pero hablaba con firmeza, como si no acabase de verse morir en sus propios brazos hacía sólo unos momentos. Señaló después el fragmento que se había consumido, obligándose a sí misma a no pensar más en la chiquilla—. No sé qué es esto —le confesó a Sarez—, pero a mí no me parece magia arcana. —Revisó todo el mapa para comprobar que no se había perdido nada importante— ¿Conoces el lugar? —preguntó finalmente. Debía reconocer que sentía curiosidad por aquel árbol.
Mientras recogía otra vez los planos, se le ocurrió que aquel elfo ya le había salvado la vida dos veces. Podía haber dejado que el chico descargase su frustración sobre ella; o haber tomado los planos y largarse con ellos, dejándola atrás, con o sin una flecha atravesada en el pecho. Seguramente, otra persona se sentiría en deuda con él, se desharía en agradecimientos, pero ese no era el caso para Valeria. La bruja no le había pedido nada, después de todo; aquello había sido decisión de él, como lo había sido de ella tratar de detener el asesinato de un elfo desnudo en una jaula. “La voluntad unilateral de una de las partes no constituye un contrato vinculante”; bendiciones al viejo Rutherford y sus clases de retórica por ponerle nombre a algo que ella ya tenía bien claro desde los diez añitos.
Ninguno de los dos le debía nada al otro, pero tampoco costaba mucho mantener una conversación cortés mientras caminaban juntos de vuelta. Él ya lo había probado en el camino de ida, recordó Valeria. Le había sorprendido lo cambiado que había sonado con respecto al elfo desnudo y tambaleante del escenario, como si el hecho mismo de vestirse le hubiera vuelto algo más civilizado. En unas pocas palabras, le había resumido su vida mejor de lo que muchos conseguían con largos y vacíos discursos.
—Reike —le había respondido ella imitando su estilo parco y directo—. No tengo hijos ni padres y mi presente es sobrevivir a esos elfos sin nombre.
La conversación en el camino de ida había versado sobre ella y sus conocimientos de la lengua élfica, lo que había llevado a sus estudios en el Hekshold y sus años como comerciante. No tenía ninguna gana de seguir hablando de sí misma, así que supuso que era su turno de preguntar.
—¿Qué hiciste para que te desterraran? —dijo. Lo cierto era que sentía curiosidad por saber qué llevaba a alguien a olvidar su propia lengua, como parecía ser el caso—. Y ¿cómo fue que te capturaron? ¿Estaba tu hija contigo?
Finalmente, divisaron de nuevo la plaza con la jaula de Lombardi. Los elfos de los ojos verdes también los vieron llegar y se juntaron en el centro a esperarles. A Valeria le dio la impresión de que estaban sorprendidos de verlos con vida. Ella misma ignoraba cuánto tiempo le quedaba.
—¿Crees que es cierto que tienen a tu hija? —preguntó en voz baja a Sarez antes de alcanzar el centro del pueblo.
Lo que de verdad quería saber era si a ella le permitirían vivir, una vez que los Ojosverdes consiguieran lo que querían, pero, de alguna manera, sembrar la duda en la mente de otro hacía que su propia incertidumbre resultase menos aterradora y Sarez había tenido la fortuna de encontrarse a su lado en aquel momento.
La bruja fue directamente hacia el elfo alto que le había encomendado la tarea en un principio, el que sin duda era el líder de aquel grupo, y le entregó los mapas sin decir una palabra. No hacía falta. Mientras los elfos revisaban lo que les había traído, su mirada se desvió momentáneamente hacia un carro donde tenían a un par de leñadores maniatados y hacia el bulto que yacía entre ambos. No dijo nada, ni hizo gesto alguno de reconocimiento, pero lo cierto era que aquella muchacha le resultaba familiar. El recuerdo le llegó tan pronto como apartó la mirada: Thundermaul, el gigante. «¿Namir?», pensó, «no, Nahir. ¿Cómo diablos has hecho para meterte en semejante lío?».
Apartó a la chica de su mente para centrar su atención en la conversación que estaba teniendo lugar entre los elfos. Ya era bastante difícil entender el idioma cuando le hablaban e ella, si quería enterarse de lo que estaba pasando, no podía distraerse. Entre lo que hablaban, le llamó la atención una palabra para la que no tenía traducción, pero que estaba segura de haber oído antes: Neril. En su mente se dibujó el símbolo que había en el sello dorado.
Reike
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Me quedo recostado, apoyando la espalda contra un árbol, mientras la bruja se lava en el arroyo. La observo desde una distancia considerada, la misma que he utilizado estos días para vigilar a Merrigan mientras se bañaba en el río. Ella no quería que la viese, le asqueaba el color verde de su piel. No me lo dijo, pero sabía muy bien como se sentía. Soy lento, pero no estúpido. Merrigan vestía con una parca que le tapaba todo el cuerpo, incluida su cara. Cuando hacíamos el amor, se tapaba la cubría la cabeza con una gruesa capa de color gris. Si alzaba los brazos para tocar sus pechos, ella se inclinaba hacia atrás para evitar que los toque. Era como tocar el torso de un sapo. Ella no quería que la viese fea. No quería que mis labios se agrietasen al besarla ni que mis manos se repugnasen por su húmeda piel. La bruja se parece un poco a Merrigan. Poseen la misma voz firme y decidida. Supongo que ella tampoco querrá que la vea mientras se lava las cicatrices de una enfermedad que no va a desaparecer. Sé que no lo hará. Contraigo los hombros. La de Merrigan no despareció y ella (Reike) es igual.
No le dije nada durante el camino de la mansión hasta el arroyo. Los pasos de la bruja eran más lentos y menos ágiles, pero creí que podría deberse al cansancio y al haber respirado mucho humo en el interior de las llamas. Las manchas rojas que provocó la niña con su hechizo desaparecerían con el tiempo; me obligué a creer y quizás ella también. Ahora sé que no.
El agua no limpia el contorno rosado de los ojos de la bruja, el cual permanece como si fuera una especie de macabro maquillaje. De sus labios nacen unas líneas rojas; parece que su rostro se estuviera agrietando y sus delgados labios fueran el punto de rotura. Detrás de sus rojas, alcanzo a diferenciar diminutas motas del mismo color que el resto de la enfermedad. Pienso que puede deberse al calor del incendio y deseo que así sea.
Siento lástima por la bruja. Ella se ha visto involucrada en una guerra que no le corresponde por haber saltado al escenario a regañar a quienes me tenían cautivo. Ha sido por mi culpa. Otra mujer maldecida por mi culpa. Me gustaría darle las gracias y pedirle disculpas utilizando las palabras que no conozco. La lengua de los elfos es más eficaz que la común.
La bruja regresa al camino. Finjo no haber estado vigilando. Sus ojos han recuperado la mirada desafiante que tenían antes de ser maldecidos por la niña Lombardi. Las líneas de sus labios se han diluido en el tono rosado de su piel.
—¿Te encuentras mejor? — pregunto a falta de conocer las palabras élficas para dar las gracias y pedir disculpas.
Miro las motas, casi inexistentes, rojas que perduran en su rostro. Es como si se hubiera bañado con prisas y no hubiera conseguido limpiar por completo la pintura del maquillaje.
En el momento en el que la oigo hablar es cuando desaparece la mayor parte de mi preocupación y culpabilidad. Habla con voz alta y clara; con el mismo tono que utilizó en el escenario cuando se plantó entre la jaula y los brujos. Es la voz de Merrigan.
—No. Sí. No lo sé. — niego con la cabeza. — Quizá lo conocí antes del corte. — paso el lateral de mi mano derecha por la muñeca de la izquierda como si la estuviera cortando. Para mí es más fácil llamarlo corte que destierro. —Lo debo haber olvidado. Igual como el nombre de estos árboles y el viejo idioma.
La bruja dice llamarse Reike. Es un nombre sencillo y fácil de pronunciar. Me gusta ese nombre. Muevo los labios como si lo estuviera susurrándolo, pero sin llegar a pronunciarlo. Gracias Reike. Perdón Reike.
Está sola, sin padres ni hijos. Dice con un tono de voz que se parece más al mío que al de Merrigan. Dibujo una media sonrisa. Me divierte su pronunciación, aunque no entiendo la gracia.
—Como un animal que escapa de sus depredadores. — pienso en voz alta. — Conozco esa vida. Fue la mía antes de que Merrigan me encontrase. — paso dos dedos por encima de mi cicatriz en el ojo. — Cortado significa separado. La unión es imposible y si lo intento, lo he intentado muchas veces, ellos se convertirán en depredadores; elfos sin nombre.
Me gusta hablar con Reike. Es diferente a hablar con Merrigan (la Merrigan antes de ser maldecida por el Doctor Peste). Reike hace las mismas preguntas que hizo Merrigan, pero añade un tono de picante curiosidad. Ella no se involucrará personalmente en mis respuestas, por recias que sean.
—No fui yo. — es lo único que se me ocurre contestar. — Dijeron que sí. Yo dije que no. Era un niño. Dijeron que los niños mienten y que harían cualquier cosa por tres monedas. — me estoy distanciando del tema. Hago un breve resumen: — Mataron a El Señor, yo no fui y ellos dijeron que sí. — ¿Cómo fue? Evité el tema cuando Merrigan me lo preguntó porque le haría llorar. No me importa decírselo a Reike. —Doloroso — toco la cicatriz del ojo, pero no me refiero a él. — Doloroso para todos.
Niego con la cabeza repetidas veces. Ellos deben tener a Merrigan. Ellos deben…. Me niego pensar lo contrario. No puede haber otra posibilidad. La mujer de ojos verdes se disfrazó de Merrigan porque debió haberla conocido.
—No. — contesto sinceramente. —Los niños mienten y harían cualquier cosa por tres monedas. — añado con el tono de voz de mi memoria. No quiero decir nada más.
Regresamos al campamento de los elfos. Los miro de soslayo uno a uno como si los estuviera señalando con los ojos. ¿Dónde está Merrigan? Les pregunto con la mirada. ¿Quién me la va a traer de vuelta? Decidme dónde está. Los elfos salen a nuestro encuentro, pero nadie nos saluda. Nos miran extrañados, como si estuvieran viendo un par de muertos levantados de sus tumbas. Quizá esperaban que hubiéramos fallecido en la mansión. Conocían la existencia de las trampas. Nos avisaron. Ellos no quisieron ir. ¿Por qué? Porque podían morir. Podrían enfermar y su rostro cubrirse de manchas rojas que parecen maquillaje sucio. Nos mandaron a nosotros en su lugar. ¿Nos utilizaron?
La conversación con Reike ha despertado una facción de mí que no conocía. Los niños mienten y harían cualquier cosa por tres monedas.
No le dije nada durante el camino de la mansión hasta el arroyo. Los pasos de la bruja eran más lentos y menos ágiles, pero creí que podría deberse al cansancio y al haber respirado mucho humo en el interior de las llamas. Las manchas rojas que provocó la niña con su hechizo desaparecerían con el tiempo; me obligué a creer y quizás ella también. Ahora sé que no.
El agua no limpia el contorno rosado de los ojos de la bruja, el cual permanece como si fuera una especie de macabro maquillaje. De sus labios nacen unas líneas rojas; parece que su rostro se estuviera agrietando y sus delgados labios fueran el punto de rotura. Detrás de sus rojas, alcanzo a diferenciar diminutas motas del mismo color que el resto de la enfermedad. Pienso que puede deberse al calor del incendio y deseo que así sea.
Siento lástima por la bruja. Ella se ha visto involucrada en una guerra que no le corresponde por haber saltado al escenario a regañar a quienes me tenían cautivo. Ha sido por mi culpa. Otra mujer maldecida por mi culpa. Me gustaría darle las gracias y pedirle disculpas utilizando las palabras que no conozco. La lengua de los elfos es más eficaz que la común.
La bruja regresa al camino. Finjo no haber estado vigilando. Sus ojos han recuperado la mirada desafiante que tenían antes de ser maldecidos por la niña Lombardi. Las líneas de sus labios se han diluido en el tono rosado de su piel.
—¿Te encuentras mejor? — pregunto a falta de conocer las palabras élficas para dar las gracias y pedir disculpas.
Miro las motas, casi inexistentes, rojas que perduran en su rostro. Es como si se hubiera bañado con prisas y no hubiera conseguido limpiar por completo la pintura del maquillaje.
En el momento en el que la oigo hablar es cuando desaparece la mayor parte de mi preocupación y culpabilidad. Habla con voz alta y clara; con el mismo tono que utilizó en el escenario cuando se plantó entre la jaula y los brujos. Es la voz de Merrigan.
—No. Sí. No lo sé. — niego con la cabeza. — Quizá lo conocí antes del corte. — paso el lateral de mi mano derecha por la muñeca de la izquierda como si la estuviera cortando. Para mí es más fácil llamarlo corte que destierro. —Lo debo haber olvidado. Igual como el nombre de estos árboles y el viejo idioma.
La bruja dice llamarse Reike. Es un nombre sencillo y fácil de pronunciar. Me gusta ese nombre. Muevo los labios como si lo estuviera susurrándolo, pero sin llegar a pronunciarlo. Gracias Reike. Perdón Reike.
Está sola, sin padres ni hijos. Dice con un tono de voz que se parece más al mío que al de Merrigan. Dibujo una media sonrisa. Me divierte su pronunciación, aunque no entiendo la gracia.
—Como un animal que escapa de sus depredadores. — pienso en voz alta. — Conozco esa vida. Fue la mía antes de que Merrigan me encontrase. — paso dos dedos por encima de mi cicatriz en el ojo. — Cortado significa separado. La unión es imposible y si lo intento, lo he intentado muchas veces, ellos se convertirán en depredadores; elfos sin nombre.
Me gusta hablar con Reike. Es diferente a hablar con Merrigan (la Merrigan antes de ser maldecida por el Doctor Peste). Reike hace las mismas preguntas que hizo Merrigan, pero añade un tono de picante curiosidad. Ella no se involucrará personalmente en mis respuestas, por recias que sean.
—No fui yo. — es lo único que se me ocurre contestar. — Dijeron que sí. Yo dije que no. Era un niño. Dijeron que los niños mienten y que harían cualquier cosa por tres monedas. — me estoy distanciando del tema. Hago un breve resumen: — Mataron a El Señor, yo no fui y ellos dijeron que sí. — ¿Cómo fue? Evité el tema cuando Merrigan me lo preguntó porque le haría llorar. No me importa decírselo a Reike. —Doloroso — toco la cicatriz del ojo, pero no me refiero a él. — Doloroso para todos.
Niego con la cabeza repetidas veces. Ellos deben tener a Merrigan. Ellos deben…. Me niego pensar lo contrario. No puede haber otra posibilidad. La mujer de ojos verdes se disfrazó de Merrigan porque debió haberla conocido.
—No. — contesto sinceramente. —Los niños mienten y harían cualquier cosa por tres monedas. — añado con el tono de voz de mi memoria. No quiero decir nada más.
Regresamos al campamento de los elfos. Los miro de soslayo uno a uno como si los estuviera señalando con los ojos. ¿Dónde está Merrigan? Les pregunto con la mirada. ¿Quién me la va a traer de vuelta? Decidme dónde está. Los elfos salen a nuestro encuentro, pero nadie nos saluda. Nos miran extrañados, como si estuvieran viendo un par de muertos levantados de sus tumbas. Quizá esperaban que hubiéramos fallecido en la mansión. Conocían la existencia de las trampas. Nos avisaron. Ellos no quisieron ir. ¿Por qué? Porque podían morir. Podrían enfermar y su rostro cubrirse de manchas rojas que parecen maquillaje sucio. Nos mandaron a nosotros en su lugar. ¿Nos utilizaron?
La conversación con Reike ha despertado una facción de mí que no conocía. Los niños mienten y harían cualquier cosa por tres monedas.
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Re: [Trama de Sandorái] [Parte A-1] Teatro dramático en Villasauco
Reike y Sarez no parecieron tener escrúpulos en permitir la muerte de la niña. Había sido un fatídico día para los brujos. Pero sus muertes no habían sido en vano. Quizás con ello, el bosque de Sandorái volvería a ser un lugar más seguro y Árbol Madre podría sobrevivir en parte a la catástrofe.
Salieron fuera y Reike le hizo entrega de los planos a Malonar Ojosverdes. Malonar, sin mirarla a la cara, casi se los arrancó de la mano y los abrió. Pudo identificar el complejo entramado de túneles bajo Árbol Madre. En ellos, los Lombardi habían indicado con puntos la ubicación donde habían puesto las trampas. Malonar sonrió. Siva, siempre un paso detrás de su hermano, se puso de puntillas por encima del hombro de su hermano para asegurarse de que su exposición delante de los brujos no había sido en vano.
-Tabane? – preguntó Siva, algo menos verde pues se había ido a lavar la cara al río, estirándose un poco por encima del hombro de
-Tabane. – devolvió su hermano.
A continuación, cerró los planos.
-Aski. – pronunció Malonar. Era una palabra que significaba conformidad con lo acontecido. – Asnú samare calaná. – Gritó. Y los elfos Ojosverdes comenzaron entonces a incendiar las casas y a reducir a cenizas todo el pueblo de Villasauco. Algunos quedarían controlándolo, eso sí, para que no pasara más allá del bosque.
Con ello se borraba el último reducto de los hombres no elfos en Sandorái. Ahora sólo quedaba la explotación maderera y la fábrica de muebles del excéntrico Edward Barnes. Pero esa sin duda estaría más vigilada por el ejército de Lunargenta. Y sería menester de otros días. La prioridad era, ahora, salvar Árbol Madre. Tomó a Sarez del hombro y le dijo que ahora la llevarían con Mérrigan.
Siva hizo un gesto para que la caravana avanzase. Miró a Nahir, inconsciente en la jaula, a los demás brujos, y luego clavó sus ojos en Reike. Se llevó ambas manos a los mangos de sus dagas de hierro. Estaba pensando muy seriamente amenazarla y meterla con el resto “de la mierda” en la jaula. Pero Reike no había fallado en su cometido y, además, había intercedido por salvar a uno que no era de los suyos. Incluso alguien racista como Siva, sabía distinguir cuando alguien merecía recibir una deferencia especial.
Le dolió y, verdaderamente, le costó hacerlo. Pero al final, optó por destensar las manos de sus cuchillas.
-Posta, nuuta. – le dijo con cierta repugnancia, y comenzó a caminar. Había hecho mucho, la trataría como una igual.
Traducciones:
-¿Lo tenemos?
-Lo tenemos.
-Bien. Reducid el pueblo a cenizas.
-Camina, bruja.
Habéis completado vuestra parte correspondiente al capítulo 1 del evento. Ahora Reike y Nahir iréis más al interior del bosque, al Campamento de Ojosverdes. Si bien Sarez irá a una misión especial, donde se encontrará con los elegidos de otras tramas.
Os dejo un resumen con las consecuencias principales de vuestras acciones que se guardan para avanzar la historia:
- Villasauco ha sido reducida a cenizas. Justo aquí dará comienzo la trama de Rauko, Uri y Taliesin.
- Habéis entregado los planos de las trampas a los Ojosverdes. Por lo que podréis salvar las raíces de Árbol Madre.
- Giovanni Lombardi, Cesare Lombardi y Lucrecia Lombardi han muerto.
- Siva y Malonar Ojosverdes han sobrevivido.
- Sarez ha ayudado siempre a Ojosverdes. Y por ser elfo, serás la Mano derecha de Malonar en la próxima misión.
- Nahir y Reike no consiguieron escapar. Por lo que no se encontrarán con Sango. Nahir termina enjaulada y con el odio de los Ojosverdes. Reike termina “libre” para caminar, pero es obligada a acompañar a los Ojosverdes.
Salieron fuera y Reike le hizo entrega de los planos a Malonar Ojosverdes. Malonar, sin mirarla a la cara, casi se los arrancó de la mano y los abrió. Pudo identificar el complejo entramado de túneles bajo Árbol Madre. En ellos, los Lombardi habían indicado con puntos la ubicación donde habían puesto las trampas. Malonar sonrió. Siva, siempre un paso detrás de su hermano, se puso de puntillas por encima del hombro de su hermano para asegurarse de que su exposición delante de los brujos no había sido en vano.
-Tabane? – preguntó Siva, algo menos verde pues se había ido a lavar la cara al río, estirándose un poco por encima del hombro de
-Tabane. – devolvió su hermano.
A continuación, cerró los planos.
-Aski. – pronunció Malonar. Era una palabra que significaba conformidad con lo acontecido. – Asnú samare calaná. – Gritó. Y los elfos Ojosverdes comenzaron entonces a incendiar las casas y a reducir a cenizas todo el pueblo de Villasauco. Algunos quedarían controlándolo, eso sí, para que no pasara más allá del bosque.
Con ello se borraba el último reducto de los hombres no elfos en Sandorái. Ahora sólo quedaba la explotación maderera y la fábrica de muebles del excéntrico Edward Barnes. Pero esa sin duda estaría más vigilada por el ejército de Lunargenta. Y sería menester de otros días. La prioridad era, ahora, salvar Árbol Madre. Tomó a Sarez del hombro y le dijo que ahora la llevarían con Mérrigan.
Siva hizo un gesto para que la caravana avanzase. Miró a Nahir, inconsciente en la jaula, a los demás brujos, y luego clavó sus ojos en Reike. Se llevó ambas manos a los mangos de sus dagas de hierro. Estaba pensando muy seriamente amenazarla y meterla con el resto “de la mierda” en la jaula. Pero Reike no había fallado en su cometido y, además, había intercedido por salvar a uno que no era de los suyos. Incluso alguien racista como Siva, sabía distinguir cuando alguien merecía recibir una deferencia especial.
Le dolió y, verdaderamente, le costó hacerlo. Pero al final, optó por destensar las manos de sus cuchillas.
-Posta, nuuta. – le dijo con cierta repugnancia, y comenzó a caminar. Había hecho mucho, la trataría como una igual.
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Traducciones:
-¿Lo tenemos?
-Lo tenemos.
-Bien. Reducid el pueblo a cenizas.
-Camina, bruja.
* * * * * * * * * *
Habéis completado vuestra parte correspondiente al capítulo 1 del evento. Ahora Reike y Nahir iréis más al interior del bosque, al Campamento de Ojosverdes. Si bien Sarez irá a una misión especial, donde se encontrará con los elegidos de otras tramas.
Os dejo un resumen con las consecuencias principales de vuestras acciones que se guardan para avanzar la historia:
- Villasauco ha sido reducida a cenizas. Justo aquí dará comienzo la trama de Rauko, Uri y Taliesin.
- Habéis entregado los planos de las trampas a los Ojosverdes. Por lo que podréis salvar las raíces de Árbol Madre.
- Giovanni Lombardi, Cesare Lombardi y Lucrecia Lombardi han muerto.
- Siva y Malonar Ojosverdes han sobrevivido.
- Sarez ha ayudado siempre a Ojosverdes. Y por ser elfo, serás la Mano derecha de Malonar en la próxima misión.
- Nahir y Reike no consiguieron escapar. Por lo que no se encontrarán con Sango. Nahir termina enjaulada y con el odio de los Ojosverdes. Reike termina “libre” para caminar, pero es obligada a acompañar a los Ojosverdes.
Ger
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