[Zona de Culto] Altar de Habakhuk

El traqueteo del carro había logrado que Matthew se mantuviera despierto todo el trayecto. No es como si no hubiese caído en un ligero sopor varias veces, pero al parecer quien manejaba el vehículo sentía un enorme placer al pasar por encima de grandes piedras cada vez que cualquiera empezaba a cabecear, logrando que se golpearan contra el duro asiento de madera o incluso contra el igualmente macizo techo.

El estafador se masajeo la nuca con la mano, había sido un viaje largo y agotador, no le agradaba cuando lo llamaban “de urgencia” a ningún lado, pero le gustaba mucho menos cuando eso significaba ir a Sacrestic Ville. El lado positivo es que así podría alejarse de una zona especialmente conflictiva como era Lunargenta en esos días.

Sus compañeros en esa oportunidad eran otro humano y un vampiro, el primero era algo así como un ayudante para Matt, y el segundo era el encargado de llevarlos a la ciudad con la menor cantidad de percances posibles. Contrario a lo que muchos creían, se podía entablar conversaciones y hasta amistad con los vampiros, simplemente no había que cruzarse con ellos cuando estuvieran con algo de hambre y todo estaría bien “¿Quién no se pone de mal humor cuando tiene hambre?” Pensó Owens con sarcasmo mientras miraba por la ventana del carro.

-¿No te inquieta un poco todo esto? – Dijo el otro humano, Matthew no recordaba bien como se llamaba, era alguno de esos nombres de campesino que sonaban todos igual, algo de “Tom”, “Alward”, “Jerry” o similar. Se notaba que era su primera vez en la ciudad de los vampiros, en verdad, cada uno de sus gestos lo delataba – De noche… En un sitio como este…

El vampiro se sonrió, mostrando sus colmillos a propósito para asustar un poco más al muchacho.

-Tranquilo, no es como si te vieras tan apetitoso de todos modos – Intentó alivianar un poco el ambiente Matt. Y lo logró parcialmente, sus compañeros de viaje se rieron, aunque el humano más por nerviosismo que porque le encontrara la gracia a todo el asunto.

El carro doblo de forma brusca y redirigió su rumbo, el estafador tuvo que agarrarse del marco de la ventana para no terminar de bruces contra el vampiro.

-¿Cambio de planes? – Pregunto Owens levantando una ceja.

-Tenemos que presentar nuestros respetos antes de llegar a Sacrestic Ville – Fue todo lo que explico el chupa sangre. El joven humano trago saliva y miro a Matthew para intentar encontrar algún tipo de apoyo, pero el estafador lo ignoro por completo, intentando ver a donde se dirigían.

No tardaron demasiado en llegar al Altar de Habakhuk “Oh genial, un templo ¿Es que ni los vampiros se salvan de la estupidez?” Matthew no tenía idea de qué tipo de rituales se hacían en nombre del Dios Vampiro, pero podía intuir que no sería nada agradable. Solo por precaución, quito de forma disimulada los seguros que sujetaban sus dagas en las vainas, mientras bajaban del carro, no estaba de más ser precavido.

El lugar estaba tenuemente iluminado, las pocas antorchas que habían parecían dibujar círculos perfectos de luz que eran rodeados por la oscuridad absoluta. Matthew pego un respingo cuando se dio cuenta que las sombras se movían ¡Estaban vivas! Tardo unos segundos en darse cuenta de qué pasaba, eran vampiros, al menos cuatro de ellos, quienes se movían por la oscuridad como si la misma fuera parte de su cuerpo.

En el centro del lugar había un altar, una roca lisa en la parte de arriba, con excepción de unas pequeñas líneas que continuaban hasta el borde. En los lados había una seguidilla de símbolos tallados, y algo que quizás alguna vez se pareció a un rostro, pero ya había pasado mucho tiempo, por lo que siquiera se podía decir si pertenecía a un hombre o a una mujer.

-Estamos listos – Dijo alguna voz de entre las sombras, era demasiado difícil poder ver de quien se trataba.

-¡¡Van a matarnos!! – El muchacho había perdido la compostura, se agarro a Matthew, apretando con fuerza mientras temblaba.

-Bueno, bueno, calma, no debes ponerte tenso – El estafador le sonrió encantador y apoyo ambas manos en sus hombros, infundiéndole confianza – Todo estará bien, te lo aseguro.

La sangre salpico la mejilla de Owens cuando el vampiro apuñalo al muchacho por la espalda, el estafador hizo un gesto de asco y saco su pañuelo para limpiarse. El resto de los chupa sangre no perdieron el tiempo y apoyaron al humano muerto en la piedra, dejando que el hilo de sangre recorriera los pliegues de la roca hasta el borde donde algunos ponían una copa y la llenaban antes de beber en honor a Habakhuk, mientras que otros lamían directamente de la piedra.

-Buen provecho – Murmuro Matt, aunque suponía que los vampiros habían dejado de escuchar lo que sucedía a su alrededor desde hace varios minutos. No es como si al estafador le gustara tener que hacer ese tipo de cosas, pero entregar una deliciosa ofrenda era un buen modo de entrar a la ciudad de los vampiros sin que te miraran como a un posible bocado – Que descanses en paz Tom… Al… Timmy… O como sea que te llamaras.

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No había pasado mucho tiempo antes de que Lyra se encontrara con la rubia de Ciudad Lagarto, pero bien que había aprovechado esos días para rezar a su dios. Nunca fue muy creyente, pero sí hubo algo que su tutor le hizo entrar en la cabeza era el no hacer enfadar a los dioses, u intentarlo al menos, era mejor sí estaban de tú lado.

Hacía mucho no realizaba una ofrenda, y muy difícil estaría ahora que la ciudad había sido tomada, dudaba de sí el altar estaría en las mismas condiciones que antes, pero así estaba... Lo supo apenas vio la entrada.

Fue recibida por una luz tenue, apenas visibles las casi apagadas antorchas en las paredes de aquel frío lugar, ella se acercó al altar y a pocos metros se inclinó sobre una rodilla mientras bajaba la cabeza, con la mirada en el piso empezó a recitar palabras, estaba rezando a su modo, mientras aún la capucha tapaba su rostro, sin parar de mediar palabra sus manos se la quitaron, al igual que el pañuelo que cubría su rostro.

Pasaron unos minutos y finalmente decidió que era hora de traerle un buen platillo a quien quiera que le esté observando.
Salió del lugar sin mediar palabra, pero dejó su arco en el suelo a un costado de donde ella se había inclinado, eso indicaba que volvería en breve.
Poco tiempo pasó y Lyra volvió a aparecer por la puerta, arrastrando a alguien a peso muerto hasta el altar, la vampiro lentamente tomó una daga atada con un cinturón a su muslo y la colocó en el cuello de aquel guardia humano de Sacrestic ahora ya a segundos de su muerte.

Presionó el acero contra su yugular, y su mano libre contra sus fosas nasales y su boca. Apenas despertó, el cuchillo hábilmente cortó su cuello y con ello, la sangre comenzó a brotar, con el guardia violentamente moviendo su cuerpo era la mano de Lyra quien  le mantenía acostado en el altar en su rostro, de todas formas, estaba atado de manos y piernas, nada iba a poder hacer con su cuello así.

— Y espero que con esto, tenga tú fortuna. . . —

Dejó la sangre brotar, se limpió las manos con los ropajes ajenos y volvió a colocarse su capucha como también su pañuelo en su rostro, se inclinó a tomar sus pertenencias y dejando aquella ofrenda para su tomar, se marchó.

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Ahora se sentía bien, como solía pasarle cada vez que se alejaba de Ciudad Lagarto, su ciudad ¿Y entonces porque seguía allí? ¿Por qué no marcharse lejos tal como Eyre le había dicho miles de veces? Matthew no se lo explicaba a nadie, principalmente porque no creía que pudieran entenderlo, irse no era una opción, tenía que encontrar la manera de quitarse esa maldición.

Había intentado soportarla, había ido con distintos sanadores, chamanes, sacerdotes, ninguna de esas cosas había funcionado, la Mano del Bio seguía estando allí y Matthew se sentía cada vez más débil. Él mismo se sorprendía de lo pálida que se había vuelto su piel, y lo frágil que parecía su cuerpo, le recordaba levemente a la época en la que había tenido que beber sangre para sobrevivir.

Y sin poder evitarlo eso le recordó a Amanda Bradbury, una hermosa mujer, una belleza que iba más allá de su aspecto, Owens admiraba a las personas que lograban hacer algo distinto de su existencia a pura fuerza de voluntad. Además, compartían la adoración por una misma causa, y esa era la doctrina del Deseo, la única brújula que guiaba a Matthew en el caos que era su existencia.

Su carro se detuvo en el templo de Habakhuk, no había cambiado nada en todo el tiempo que llevaba sin visitarlo ¿Podría considerarse eso una ofensa a Habak? Matt prefería pensar que era un Dios bastante más tolerante que el promedio y que entendía que había muchos modos de rendirle homenaje sin necesidad de ir hasta allí.

En otras oportunidades había buscado a algún pobre ingenuo para sacrificar, pero esa vez sería diferente, daría algo que en verdad era valioso para él. Caminó lentamente hasta la piedra de sacrificios y puso en el centro un plato hondo muy pequeño, lo había hecho él mismo por lo que tenía parte de su esencia. Pero no era tan ingenuo como para creer que con eso solo alcanzaba...

Se arrodilló e hizo algo que jamás había hecho: Rezar con sinceridad.

Pidió para que Habak le mostrara la manera de sacarse esa maldición y poder así volver a la normalidad, no le importaba sí la ciudad seguía pudriéndose, sólo quería recuperar su salud. Cuando terminó con sus oraciones, sacó la daga e hizo un profundo corte en su mano, dejando que la sangre se derramara sobre el plato y desbordara hasta mojar la piedra. Cuando se sintió demasiado débil se recostó junto al altar y con la mano aún apoyada dejó que su líquido vital continuara fluyendo.

-Nuestro destino es encontrarnos cuando estás a punto de morir, Matthew Owens -

-Jajaja, o es el único modo... en que puedo... captar tu atención - Respondió el estafador en voz muy baja debido a la falta de fuerza, la visión le fallaba, pero no necesitaba ver en detalle para reconocer su figura - ¿Me invitas a tomar un té? -

Se escuchó que la mujer reía por lo bajo, no respondió a la pregunta pero hizo un gesto para que sus ayudantes levanten a Matthew y luego se dio la vuelta, los preparativos ya estaban listos.

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Debía admitir que no era una creyente muy dedicada a la causa de un dios caprichoso, pero bien que le convenía que esté de su lado, y realmente era el único en todo Aerandir que le hacía gracia, u que siquiera conocía como complacer, era sencillo. Al menos para una vampiro con la moral más baja que asesino serial de Lunargenta.
Su rostro estaba extrañamente destapado, dejando su expresión seria y sus ojos monocromáticos a la vista, con su cabello volando al ras del viento, observó la imponente figura antigua del templo delante de ella, lo observó unos segundos, aún no podía creer que estuviera haciendo algo así. Pero sí algo había aprendido esta última época era que convenía tener a alguien mirándote de arriba. A tu favor, naturalmente, y eso es lo que buscaba en esa cálida noche.

Llevaba a una pequeña chica adolescente a su izquierda, poseía una mordaza y estaba atada de manos, la había capturado una hora atrás.
Pasó por la tétrica puerta para un lugar aún mucho más oscuro, un pasillo largo, silencioso y húmedo por lo vieja y descuidada estructura hasta llegar a la sala principal, la de los rituales. Arrastraba a la niña sin cuidado y del cabello, de forma fuerte mientras esta pataleaba, se hacia el peso muerto hacia atrás y también gritaba.

Los gritos alertaron a unos lacayos encapuchados que rápidamente al llegar a aquella habitación, con Lyra empujando a la pequeña hacia el altar, se colocaron a sus costados para comenzar a atarla, de pies y manos a unos palos a los costados de esa mesa de piedra.
Lyra suspiró, no le gustaba hacer de chica de recados, pero en esta ocasión lo dejó pasar, todo sea para que su suerte mejore, para tener un indicio de lo que realmente estuvo buscando todo este último tiempo, esperaba que las cosas mejoren, que todo vuelva a ser como antes.

— Es toda vuestra. — Miró a un símbolo en el centro de la pared del fondo, luego a la figura que yacía arriba mientras musitó. — Y tuya. — Se la escuchó luego recitando unas palabras en voz baja, inaudible hasta para el más cercano, era su modo de rezar, no se pondría de rodillas esta vez, ya había traído suficiente, una chica probablemente virgen de un pueblo cercano, en la cúspide de su vida, toda para él.
Se marchó para no volver en los días próximos.

Ritual de protección para el Samhain.