Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
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Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Con el constante sonido de traqueteo se rompía el silencio de las playas.
El valiente pero no tan alegre Mausu sostenía las riendas de la mula mientras avanzaba lentamente por el camino que bordeaba toda la Playa de los ancestros, en el asiento junto a él había una bolsa abierta con almendras, de vez en vez metia la mano y sacaba un puñado para ir masticándolas y así aguantar el hambre hasta que fuera de noche. No es como sí no pudiera detenerse cuando quisiera y armar un campamento, pero aun no estaba cansado.
Y ese sitio era: Su hogar. La tribu de los Mausu, un sitio recóndito, bastante alejado de la mayoría de las poblaciones. Por un lado, porque estaban muy cerca del territorio de los elfos, lo que evitaba que se generara cualquier tipo de ruta transitada. Pero además, para la mayoría no resultaba muy agradable la idea de estar rodeados de ratones, con todo lo que eso conllevaba.
Amit no era consciente de todo eso, y aunque lo hubiese sabido no le habría importado en lo más mínimo, estaba verdaderamente orgulloso de su raza. Eran una comunidad numerosa, aunque no por eso importante, trabajaban unidos y hacían su mejor esfuerzo para poder salir adelante.
-Tchik, Tchik, es largo el camino, Tchik, y muy dura la jornada cuando ¡Tchik! cuando lo que te espera es algo tan preciado - Cantaba el roedor mientras el carro continuaba andando. El burro era un animal fuerte, aunque la velocidad no era una de sus cualidades, probablemente sí Amit hubiese ido caminando habría llegado más rápido.
Aun así el día estaba hermoso, quizás el viento era algo frío, pero sí uno se cubría bien con la capa no había mayores problemas... De pronto el movimiento se detuvo por completo, Amit pareció despertarse como de una ensoñación, aparentemente la agradable sensación del sol sobre su rostro lo había hecho quedarse dormido.
Una cosa era segura, no se estaban moviendo.
-Pero... ¿Qué tienes ahora, Tozudo Animal? - El burro se había quedado quieto y no parecía tener la menor intención de moverse - ¿Te duele algo? ¿Tienes hambre? ¿Qué es? ¡Tchik! - Era nuevo para Amit esto de tener un animal a su cargo, no sabía bien qué tenía que hacer sí se detenían y se negaban a seguir, o qué tipo de problemas podían tener que les impidiera andar - Maldición... - Se bajó del carro mientras murmuraba muchos insultos en idioma Mausu.
Dio una vuelta alrededor del burro, pero no vio nada que le llamara la atención. Luego intentó imaginar qué podría hacer que él se quedara quieto.
-¿Una pata herida? - Se preguntó y acto seguido se agachó e intentó agarrarle una de las patas para poder verla por abajo, pero el animal era de pocas moscas y lanzaba patadas para intentar sacarse a Amit de encima - ¡Pero ya deja que mire, Burro Tonto! Lo hago por tu bien -
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Lo prometido es deuda. Aquí les dejo el tema Ava y Alex. El primero que postee puede decidir qué es lo que tiene el burro
El valiente pero no tan alegre Mausu sostenía las riendas de la mula mientras avanzaba lentamente por el camino que bordeaba toda la Playa de los ancestros, en el asiento junto a él había una bolsa abierta con almendras, de vez en vez metia la mano y sacaba un puñado para ir masticándolas y así aguantar el hambre hasta que fuera de noche. No es como sí no pudiera detenerse cuando quisiera y armar un campamento, pero aun no estaba cansado.
Y ese sitio era: Su hogar. La tribu de los Mausu, un sitio recóndito, bastante alejado de la mayoría de las poblaciones. Por un lado, porque estaban muy cerca del territorio de los elfos, lo que evitaba que se generara cualquier tipo de ruta transitada. Pero además, para la mayoría no resultaba muy agradable la idea de estar rodeados de ratones, con todo lo que eso conllevaba.
Amit no era consciente de todo eso, y aunque lo hubiese sabido no le habría importado en lo más mínimo, estaba verdaderamente orgulloso de su raza. Eran una comunidad numerosa, aunque no por eso importante, trabajaban unidos y hacían su mejor esfuerzo para poder salir adelante.
-Tchik, Tchik, es largo el camino, Tchik, y muy dura la jornada cuando ¡Tchik! cuando lo que te espera es algo tan preciado - Cantaba el roedor mientras el carro continuaba andando. El burro era un animal fuerte, aunque la velocidad no era una de sus cualidades, probablemente sí Amit hubiese ido caminando habría llegado más rápido.
Aun así el día estaba hermoso, quizás el viento era algo frío, pero sí uno se cubría bien con la capa no había mayores problemas... De pronto el movimiento se detuvo por completo, Amit pareció despertarse como de una ensoñación, aparentemente la agradable sensación del sol sobre su rostro lo había hecho quedarse dormido.
Una cosa era segura, no se estaban moviendo.
-Pero... ¿Qué tienes ahora, Tozudo Animal? - El burro se había quedado quieto y no parecía tener la menor intención de moverse - ¿Te duele algo? ¿Tienes hambre? ¿Qué es? ¡Tchik! - Era nuevo para Amit esto de tener un animal a su cargo, no sabía bien qué tenía que hacer sí se detenían y se negaban a seguir, o qué tipo de problemas podían tener que les impidiera andar - Maldición... - Se bajó del carro mientras murmuraba muchos insultos en idioma Mausu.
Dio una vuelta alrededor del burro, pero no vio nada que le llamara la atención. Luego intentó imaginar qué podría hacer que él se quedara quieto.
-¿Una pata herida? - Se preguntó y acto seguido se agachó e intentó agarrarle una de las patas para poder verla por abajo, pero el animal era de pocas moscas y lanzaba patadas para intentar sacarse a Amit de encima - ¡Pero ya deja que mire, Burro Tonto! Lo hago por tu bien -
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Lo prometido es deuda. Aquí les dejo el tema Ava y Alex. El primero que postee puede decidir qué es lo que tiene el burro
Última edición por Amit'tek el Lun Mar 02 2020, 12:06, editado 1 vez
Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
- Hoy será un día diferente. - se dijo la cuerva nada más levantarse de la cama aquella mañana, decidida a darse un respiro tras la semana de locos que llevaba. Después de los sucesos de la Ohdà, su encuentro con Mirane y los horrores que había visto en las Runas de los Baldíos necesitaba algo de tranquilidad, por lo que en vez de desplazarse a los bosques para cazar decidió dedicar la jornada a explorar otra zona que aún no había visitado.
Preparada ya con su armadura y Segadora a la espalda, Ava dejó la posada y se dirigió hacia las afueras de la ciudad, bordeando Vulwufar y manteniéndose siempre cerca del mar.
Poco a poco el suelo que pisaba empezó a ablandarse, pasando de la dura tierra a una fina arena en que a causa de todo el peso que llevaba encima sus pies se hundían casi hasta los tobillos. - Llegué, estoy en la playa. - susurró, emocionada como una niña pequeña a la que acaban de dar un regalo.
Con una amplia sonrisa y un brillo especial en la mirada, la Midgardiana corrió hacia la orilla y se detuvo para admirar la belleza del lugar, cerrando los ojos y conteniendo la respiración para escuchar el sonido de las olas al romper.
La suave brisa acariciaba su rostro y mecía sus cabellos, mientras sus alas, reaccionando a la agradable sensación, se desplegaban por completo hacia los lados. Una tímida risa escapó de los labios de la muchacha al sentir el cosquilleo que recorría sus plumas, y entonces inspiró profundamente, llenando sus pulmones con el aroma del mar.
Los dorados orbes que decoraban su faz volvieron a abrirse para observar con mayor detenimiento el hermoso paisaje que tenía delante, pero no iba a limitarse a mirar, quería formar parte de aquello. Ignorando cuanto la rodeaba, o si había gente en los alrededores, la mujer bestia se acuclilló y se desprendió de uno de los guanteletes para poder hundir la mano en la arena.
Su sonrisa se ensanchó al instante, la textura no era como esperaba sino mucho mejor, más suave, y por alguna razón la visión del blanco polvo escapando por entre sus dedos le resultó divertida. Ensimismada, la muchacha deslizó la palma sobre la cálida superficie, creando unas onduladas formas que poco a poco fueron cambiando hasta quedar lisas.
Pero no había terminado, aún le quedaba algo por experimentar, así que se levantó para acercarse más a la orilla y volvió a agacharse para que el agua la alcanzase. De nuevo una leve risa, pero ésta vez acompañada de la tentación de entrar al mar, cosa para la que no venía nada preparada.
- Volveré otro día, sin tanto peso encima. - susurró, secándose la mano para volver a enfundarse el guantelete. Una parte de ella, la impulsiva, quería olvidarse de todo y bañarse, pero no era el momento adecuado, menos aun sabiendo lo tedioso que podía llegar a ser quitarse la armadura y volver a ponérsela después.
De lo más animada, Ava continuó paseando por la playa durante un buen rato hasta que alcanzó el camino que bordeaba la zona, y cuando solo había avanzado unos metros a través de éste, empezó a escuchar una voz de lo más curiosa.
Haciendo un gran esfuerzo para no delatarse al moverse, la cuerva se acercó al origen del sonido y comprobó que no tenía de qué preocuparse, solo se trataba de un hombre ratón que al parecer discutía con su mula de carga. Viendo que el animal se negaba a avanzar y que su dueño no entendía lo que le pasaba, la Midgardiana decidió intervenir, aunque primero se tomó unos segundos para examinar detenidamente al burro en busca de su mal.
- Per… perdone, creo que su problema está en la pata delantera. - dijo, señalando la extremidad de la izquierda. - ¿Lo ve? No la apoya igual que las demás, puede que se haya hecho una herida. - siguió hablando, agachándose a cierta distancia del equino para no recibir una coz por accidente. - Sí, ahí está, tiene una herida justo por encima del casco. - apuntó, confiando en que el ratón no se molestase por su intromisión.
- Debería lavarla y vendarla antes de que se infecte. - le aconsejó, poniéndose en pie de nuevo y centrando su atención en el hombre bestia.
Preparada ya con su armadura y Segadora a la espalda, Ava dejó la posada y se dirigió hacia las afueras de la ciudad, bordeando Vulwufar y manteniéndose siempre cerca del mar.
Poco a poco el suelo que pisaba empezó a ablandarse, pasando de la dura tierra a una fina arena en que a causa de todo el peso que llevaba encima sus pies se hundían casi hasta los tobillos. - Llegué, estoy en la playa. - susurró, emocionada como una niña pequeña a la que acaban de dar un regalo.
Con una amplia sonrisa y un brillo especial en la mirada, la Midgardiana corrió hacia la orilla y se detuvo para admirar la belleza del lugar, cerrando los ojos y conteniendo la respiración para escuchar el sonido de las olas al romper.
La suave brisa acariciaba su rostro y mecía sus cabellos, mientras sus alas, reaccionando a la agradable sensación, se desplegaban por completo hacia los lados. Una tímida risa escapó de los labios de la muchacha al sentir el cosquilleo que recorría sus plumas, y entonces inspiró profundamente, llenando sus pulmones con el aroma del mar.
Los dorados orbes que decoraban su faz volvieron a abrirse para observar con mayor detenimiento el hermoso paisaje que tenía delante, pero no iba a limitarse a mirar, quería formar parte de aquello. Ignorando cuanto la rodeaba, o si había gente en los alrededores, la mujer bestia se acuclilló y se desprendió de uno de los guanteletes para poder hundir la mano en la arena.
Su sonrisa se ensanchó al instante, la textura no era como esperaba sino mucho mejor, más suave, y por alguna razón la visión del blanco polvo escapando por entre sus dedos le resultó divertida. Ensimismada, la muchacha deslizó la palma sobre la cálida superficie, creando unas onduladas formas que poco a poco fueron cambiando hasta quedar lisas.
Pero no había terminado, aún le quedaba algo por experimentar, así que se levantó para acercarse más a la orilla y volvió a agacharse para que el agua la alcanzase. De nuevo una leve risa, pero ésta vez acompañada de la tentación de entrar al mar, cosa para la que no venía nada preparada.
- Volveré otro día, sin tanto peso encima. - susurró, secándose la mano para volver a enfundarse el guantelete. Una parte de ella, la impulsiva, quería olvidarse de todo y bañarse, pero no era el momento adecuado, menos aun sabiendo lo tedioso que podía llegar a ser quitarse la armadura y volver a ponérsela después.
De lo más animada, Ava continuó paseando por la playa durante un buen rato hasta que alcanzó el camino que bordeaba la zona, y cuando solo había avanzado unos metros a través de éste, empezó a escuchar una voz de lo más curiosa.
Haciendo un gran esfuerzo para no delatarse al moverse, la cuerva se acercó al origen del sonido y comprobó que no tenía de qué preocuparse, solo se trataba de un hombre ratón que al parecer discutía con su mula de carga. Viendo que el animal se negaba a avanzar y que su dueño no entendía lo que le pasaba, la Midgardiana decidió intervenir, aunque primero se tomó unos segundos para examinar detenidamente al burro en busca de su mal.
- Per… perdone, creo que su problema está en la pata delantera. - dijo, señalando la extremidad de la izquierda. - ¿Lo ve? No la apoya igual que las demás, puede que se haya hecho una herida. - siguió hablando, agachándose a cierta distancia del equino para no recibir una coz por accidente. - Sí, ahí está, tiene una herida justo por encima del casco. - apuntó, confiando en que el ratón no se molestase por su intromisión.
- Debería lavarla y vendarla antes de que se infecte. - le aconsejó, poniéndose en pie de nuevo y centrando su atención en el hombre bestia.
Ava Kenrith
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Los guerreros de Lunargenta entrenaban día y noche, practicando y levantando sus armas con el gran deseo de hacerse leyendas en el campo de batalla. O al menos así era cuando comenzaban. Pero no quitaba el que muchos se tomaban en serio su entrenamiento. Muchos de ellos estaban dispuestos a pelear por un ideal o su rey, como quedó demostrado en la guerra que hubo con los vampiros hace unos meses. Entrenaban para pelear contra otras razas, seres mágicos o formidables enemigos.
Pero existía una criatura cuyo poder desconocían, quedando indefensos ante ella y sin saber como enfrentarla, puesto que jamás habían entrenado para darle cara.
Me refiero a la hija malcriada de tu empleador.
- ¡Quiero! ¡Quiero! ¡Quiero! ¡Papá, no se deja!
- A ver, a ver, ¿cuál es el problema acá?
- Quiero hacer caballito y no me deja. ¡No se deja papá!
La historia de hoy es simple, aunque puedo apostar a que ya saben de qué va: nuestra hermosa, fuerte y no voluptuosa Alexandra aceptó un trabajo de cuidado de niños en una ciudad cercana. Era el único trabajo disponible en ese entonces, aunque si hubiera notado que los demás mercenarios esquivaban esa oferta como un juglar a su responsabilidad cuando embarazaba a alguien, nada de esto hubiera pasado. El contratista aceptó de inmediato la voluntad de nuestra mujer bestia, sin hacer preguntas ni revisar las habilidades de la mujer. Y la razón era simple: la pequeña estaba fascinada con la apariencia de Alexandra.
Al inicio se le pegó a la mercenaria como abeja a la miel, tocando sus manos para sentir su pelaje. Al inicio, la mujer pensó que era tierna la situación, por lo que dejó que el contacto con la pequeña continuara. Y ese fue un enorme error, ya que las caricias de manos cambiaron a sentarse en sus piernas, luego a probar distintos moños, luego maquillajes, para escalar finalmente a querer cabalgarla como un caballo.
- ¡Ella es una mujer caballo! ¿Por qué no quiere que la cabalgue como un caballo?
Una apreciación como esa le hubiera costado un ojo morado a cualquiera como mínimo. Tenía que agradecer que tenía 8 años.
- A ver, a ver… - el hombre se escuchaba molesto y, por un segundo, Alexandra pensó que ordenaría el problema de forma madura. Poco sabía que solo iba a contribuir más a ello - … yo la contraté a usted, señora hombre bestia, para que cuidara a mi niña y que la hiciera feliz. Y no me está cumpliendo con nuestra parte del trato. Así que le recomiendo que se ponga en cuatro y prepare su espalda para--
Creo que todos sabemos como terminó aquella situación: el contratista terminó varios metros lejos de donde estaba, con una tarta impactada en toda su cara, dejandolo inconsciente. La niña quedo horrorizada frente a aquel acto, pero aquello solo fue la punta del iceberg, ya que la mujer se acercó a ella y, en vez de pegarle o castigarla físicamente, le susurró aquellas palabras que le traerían el verdadero horror:
- Zoy una ze rrata. Tu padrre trrajo una ze rrata, y ahorra eztaz ze enferrma con todaz laz ze enferrmedadez que las rrataz tienen.
Lo próximo que se supo de la niña fue que salió corriendo hacia el mar de la playa y comenzó a refregarse violentamente la cara contra el agua, limpiandose sin siquiera cuidar de si tenía la ropa puesta o no.
Eso dejó a nuestra hermosa mujer bestia caminando y divagando por la arenosa arena que se extendía por el horizonte, como si no tuviera fin. Al contrario de muchas personas, Alexandra odiaba la arena suave por un motivo muy práctico: el combate se hacía más difícil al tener un elemento tan escurridizo como la arena de playa, además de consumir más fuerza en sus piernas para mantener el equilibrio. Tampoco era fanática de cómo se acumulaba entremedio de sus dedos, sobre todo si estaba mojada. Aunque debió ceder para acercarse al mar y lavar su cara de las manchas de maquillaje que le quedaron. Afortunadamente todas desaparecieron, excepto una que quedó en su ojo derecho y que le daba apariencia de que le había quedado morado después de un puñetazo.
- …
No odiaba a los niños, pero si a los enormemente malcriados.
Se quedó pensando en el mundo de la crianza cuando, sin darse cuenta, pasó al lado de una carreta que llevaba variadas cosas. Aquello no le llamó la atención, más bien las dos personas que estaban cerca y su conversación fueron las que la detuvieron. La primera era una chica un poco más baja que ella, vistiendo una armadura convencional, con unos cuernos no muy convencionales en su cabeza y un par de alas oscuras que quedaban muy lejos de lo convencional. Su interlocutor parecía ser… una rata. Una rata que medía casi exactamente la mitad de lo que ella medía.
Por un momento pensó en que, si se multiplicaba y si la copia se subiera a los hombros del original, podrían hablar cara a cara sin tener que bajar la vista.
- …
Claro, no encontraba prudente darle a conocer ese punto de vista al pequeño.
- No le rrecomiendo lavarr la ze herrida con agua de marr – inquirió, un poco sintiendo que se estaba entrometiendo en asuntos en donde nadie la había llamado – Puede pasarr a una ze infeczión. Zerá mejorr que uzen ze agua bebible.
Diciendo eso, de su pequeño bolso que llevaba, sacó un poco de agua que guardaba en un frasco hecho para mantener el agua en un estado consumible por algunos días después de salir de la ciudad. Junto con ello, una venda que llevaba para tratarse algunas heridas cuando alguna situación lo requería.
Como era usual en ella, mostraba un rostro de neutra expresividad. No cambió mucho cuando le dijo a la niña la mentira, ni tampoco cuando intentó ayudar a ambos viajeros. Más bien, era usual en ella el que sus acciones demostraran su estado de ánimo. Desgraciadamente para este narrador, tampoco es que pueda determinar su humor mediante sus acciones.
Pero existía una criatura cuyo poder desconocían, quedando indefensos ante ella y sin saber como enfrentarla, puesto que jamás habían entrenado para darle cara.
Me refiero a la hija malcriada de tu empleador.
- ¡Quiero! ¡Quiero! ¡Quiero! ¡Papá, no se deja!
- A ver, a ver, ¿cuál es el problema acá?
- Quiero hacer caballito y no me deja. ¡No se deja papá!
La historia de hoy es simple, aunque puedo apostar a que ya saben de qué va: nuestra hermosa, fuerte y no voluptuosa Alexandra aceptó un trabajo de cuidado de niños en una ciudad cercana. Era el único trabajo disponible en ese entonces, aunque si hubiera notado que los demás mercenarios esquivaban esa oferta como un juglar a su responsabilidad cuando embarazaba a alguien, nada de esto hubiera pasado. El contratista aceptó de inmediato la voluntad de nuestra mujer bestia, sin hacer preguntas ni revisar las habilidades de la mujer. Y la razón era simple: la pequeña estaba fascinada con la apariencia de Alexandra.
Al inicio se le pegó a la mercenaria como abeja a la miel, tocando sus manos para sentir su pelaje. Al inicio, la mujer pensó que era tierna la situación, por lo que dejó que el contacto con la pequeña continuara. Y ese fue un enorme error, ya que las caricias de manos cambiaron a sentarse en sus piernas, luego a probar distintos moños, luego maquillajes, para escalar finalmente a querer cabalgarla como un caballo.
- ¡Ella es una mujer caballo! ¿Por qué no quiere que la cabalgue como un caballo?
Una apreciación como esa le hubiera costado un ojo morado a cualquiera como mínimo. Tenía que agradecer que tenía 8 años.
- A ver, a ver… - el hombre se escuchaba molesto y, por un segundo, Alexandra pensó que ordenaría el problema de forma madura. Poco sabía que solo iba a contribuir más a ello - … yo la contraté a usted, señora hombre bestia, para que cuidara a mi niña y que la hiciera feliz. Y no me está cumpliendo con nuestra parte del trato. Así que le recomiendo que se ponga en cuatro y prepare su espalda para--
Creo que todos sabemos como terminó aquella situación: el contratista terminó varios metros lejos de donde estaba, con una tarta impactada en toda su cara, dejandolo inconsciente. La niña quedo horrorizada frente a aquel acto, pero aquello solo fue la punta del iceberg, ya que la mujer se acercó a ella y, en vez de pegarle o castigarla físicamente, le susurró aquellas palabras que le traerían el verdadero horror:
- Zoy una ze rrata. Tu padrre trrajo una ze rrata, y ahorra eztaz ze enferrma con todaz laz ze enferrmedadez que las rrataz tienen.
Lo próximo que se supo de la niña fue que salió corriendo hacia el mar de la playa y comenzó a refregarse violentamente la cara contra el agua, limpiandose sin siquiera cuidar de si tenía la ropa puesta o no.
Eso dejó a nuestra hermosa mujer bestia caminando y divagando por la arenosa arena que se extendía por el horizonte, como si no tuviera fin. Al contrario de muchas personas, Alexandra odiaba la arena suave por un motivo muy práctico: el combate se hacía más difícil al tener un elemento tan escurridizo como la arena de playa, además de consumir más fuerza en sus piernas para mantener el equilibrio. Tampoco era fanática de cómo se acumulaba entremedio de sus dedos, sobre todo si estaba mojada. Aunque debió ceder para acercarse al mar y lavar su cara de las manchas de maquillaje que le quedaron. Afortunadamente todas desaparecieron, excepto una que quedó en su ojo derecho y que le daba apariencia de que le había quedado morado después de un puñetazo.
- …
No odiaba a los niños, pero si a los enormemente malcriados.
Se quedó pensando en el mundo de la crianza cuando, sin darse cuenta, pasó al lado de una carreta que llevaba variadas cosas. Aquello no le llamó la atención, más bien las dos personas que estaban cerca y su conversación fueron las que la detuvieron. La primera era una chica un poco más baja que ella, vistiendo una armadura convencional, con unos cuernos no muy convencionales en su cabeza y un par de alas oscuras que quedaban muy lejos de lo convencional. Su interlocutor parecía ser… una rata. Una rata que medía casi exactamente la mitad de lo que ella medía.
Por un momento pensó en que, si se multiplicaba y si la copia se subiera a los hombros del original, podrían hablar cara a cara sin tener que bajar la vista.
- …
Claro, no encontraba prudente darle a conocer ese punto de vista al pequeño.
- No le rrecomiendo lavarr la ze herrida con agua de marr – inquirió, un poco sintiendo que se estaba entrometiendo en asuntos en donde nadie la había llamado – Puede pasarr a una ze infeczión. Zerá mejorr que uzen ze agua bebible.
Diciendo eso, de su pequeño bolso que llevaba, sacó un poco de agua que guardaba en un frasco hecho para mantener el agua en un estado consumible por algunos días después de salir de la ciudad. Junto con ello, una venda que llevaba para tratarse algunas heridas cuando alguna situación lo requería.
Como era usual en ella, mostraba un rostro de neutra expresividad. No cambió mucho cuando le dijo a la niña la mentira, ni tampoco cuando intentó ayudar a ambos viajeros. Más bien, era usual en ella el que sus acciones demostraran su estado de ánimo. Desgraciadamente para este narrador, tampoco es que pueda determinar su humor mediante sus acciones.
Alexandra Whiskers
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Cuando la primer mujer se acercó, el Mausu estaba muy concentrado intentando acercarse a la pata del burro, e intentando que no lo golpeara también. Así que no la escuchó hasta que la tuvo casi al lado, su sugerencia lo tomó por sorpresa, dio un salto y dejó escapar un chillido. Pero cuando vio que se trataba de una Mujer-Bestia se relajó un poco, inclinó la cabeza y observó con atención sus alas.
-Ya veo - Parecía haber llegado a alguna conclusión, pero no se molestó en explicar qué - Amit sospechaba que sería eso, sí. Pero este tozudo animal no se quiere quedar quieto para que lo revise - Volvió a fijarse en el burro - Sí, estoy hablando de ti ¡Animal Tonto! Quiero ayudarte y no me dejas acercarme - Intentó de nuevo pero la montura volvió a mover la pata para alejarlo, parecía estar molesto, probablemente la herida le dolía y no quería que lo tocaran.
No era un camino muy transitado, pero por suerte para Amit, ese día los dioses habían decidido darle algo de ayuda al Mausu. Otra Mujer-Bestia se acercó a dar su opinión, resultaban un grupo bastante curioso, un ratón parlanchín, una mujer con alas y otra que Amit no podía definir sí era más bien un equino o un roedor.
-¿Como dijo? ¡Tchik! - El Ratón abrió mucho los ojos, casi no había entendido nada de lo que esa enorme mujer había dicho - Algo sobre... el Mar, Tchik ¡Oh! ¡Ya entiendo! No, no usaremos el agua del mar, eso sería algo muy malo, sí, sí, sí, el agua de mar mata todo lo que toca, nosotros lo sabemos, lo sabemos porque ya lo intentamos -
Cuando no sabías qué se podía y qué no se podía hacer con algo solo había una forma de averiguarlo: Probando. Los Mausu habían aprendido que el agua salada no servía para beber, ni para regar las plantas, ni para curar heridas, además, también podían ahogarse... Así que habían catalogado al Mar como “El agua que mata todo lo que toca”. Sí se pasaban el mensaje de esa manera, cualquier Mausu podría saber que no tenía que usarla, incluso sin tener que probarla.
-Bien, basta de charla - Se arremangó - Yo le sostendré la pata a este terco animal ¿Podrían vendarle la pata mientras tanto? ¡Tchik! Eso sería de gran ayuda en verdad - Pero pedir ayuda sin dar nada a cambio parecía injusto - Sí logramos que vuelva a caminar bien, podría llevarlas ¿Van hacía el Oeste? Porque yo voy en esa dirección, hacía allí queda mi pueblo ¡Tchik! Mi Tribu - Amit hablaba en un tono muy agudo y además muy rápido, como si no tuviera la necesidad de respirar mientras soltaba semejante discurso.
No esperó a por la respuesta, con destreza se metió entre las piernas del burro y agarró con firmeza la pata herida. El animal se agitaba, estaba enojado, pero no lo suficiente como para que quisiera lastimar gravemente a Amit.
-Creo que podré sostenerla durante unos minutos... - Eso pensó, pero el equino no tardó en demostrarle lo equivocado que estaba. Con un rápido latigazo de su cola golpeó a Amit en los ojos, y antes de que pudiera recuperarse agitó la pata y mandó a volar al Mausu, el cual rodó varios metros hasta detenerse contra una roca.
-¡¡¡Tchik!!! - Se quejó el Ratón - ¿Con que con esas tenemos? Ya verás lo que te haré - Y si no lo detenían era capaz de agarrarse a golpes con su propia montura.
-Ya veo - Parecía haber llegado a alguna conclusión, pero no se molestó en explicar qué - Amit sospechaba que sería eso, sí. Pero este tozudo animal no se quiere quedar quieto para que lo revise - Volvió a fijarse en el burro - Sí, estoy hablando de ti ¡Animal Tonto! Quiero ayudarte y no me dejas acercarme - Intentó de nuevo pero la montura volvió a mover la pata para alejarlo, parecía estar molesto, probablemente la herida le dolía y no quería que lo tocaran.
No era un camino muy transitado, pero por suerte para Amit, ese día los dioses habían decidido darle algo de ayuda al Mausu. Otra Mujer-Bestia se acercó a dar su opinión, resultaban un grupo bastante curioso, un ratón parlanchín, una mujer con alas y otra que Amit no podía definir sí era más bien un equino o un roedor.
-¿Como dijo? ¡Tchik! - El Ratón abrió mucho los ojos, casi no había entendido nada de lo que esa enorme mujer había dicho - Algo sobre... el Mar, Tchik ¡Oh! ¡Ya entiendo! No, no usaremos el agua del mar, eso sería algo muy malo, sí, sí, sí, el agua de mar mata todo lo que toca, nosotros lo sabemos, lo sabemos porque ya lo intentamos -
Cuando no sabías qué se podía y qué no se podía hacer con algo solo había una forma de averiguarlo: Probando. Los Mausu habían aprendido que el agua salada no servía para beber, ni para regar las plantas, ni para curar heridas, además, también podían ahogarse... Así que habían catalogado al Mar como “El agua que mata todo lo que toca”. Sí se pasaban el mensaje de esa manera, cualquier Mausu podría saber que no tenía que usarla, incluso sin tener que probarla.
-Bien, basta de charla - Se arremangó - Yo le sostendré la pata a este terco animal ¿Podrían vendarle la pata mientras tanto? ¡Tchik! Eso sería de gran ayuda en verdad - Pero pedir ayuda sin dar nada a cambio parecía injusto - Sí logramos que vuelva a caminar bien, podría llevarlas ¿Van hacía el Oeste? Porque yo voy en esa dirección, hacía allí queda mi pueblo ¡Tchik! Mi Tribu - Amit hablaba en un tono muy agudo y además muy rápido, como si no tuviera la necesidad de respirar mientras soltaba semejante discurso.
No esperó a por la respuesta, con destreza se metió entre las piernas del burro y agarró con firmeza la pata herida. El animal se agitaba, estaba enojado, pero no lo suficiente como para que quisiera lastimar gravemente a Amit.
-Creo que podré sostenerla durante unos minutos... - Eso pensó, pero el equino no tardó en demostrarle lo equivocado que estaba. Con un rápido latigazo de su cola golpeó a Amit en los ojos, y antes de que pudiera recuperarse agitó la pata y mandó a volar al Mausu, el cual rodó varios metros hasta detenerse contra una roca.
-¡¡¡Tchik!!! - Se quejó el Ratón - ¿Con que con esas tenemos? Ya verás lo que te haré - Y si no lo detenían era capaz de agarrarse a golpes con su propia montura.
Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
La reacción inicial del ratón, que dio un salto al verla y emitió un chillido de sorpresa, hizo que la muchacha se sintiese culpable por no haberse hecho notar antes de acercarse, pero por otro lado demostraba que aún con la armadura podía moverse sigilosamente cuando quería, eso o que el hombre bestia estaba demasiado centrado en su montura como para prestarle atención.
Amit, así fue como se presentó a continuación, ya tenía sus sospechas acerca de la dolencia del burro antes de que ella llegase, pero sus palabras confirmaron lo que ya imaginaba, que el problema estaba en una de las patas del animal.
El problema que tenía era que el susodicho espécimen no le permitía aproximarse lo suficiente como para examinar la gravedad de su herida, a fin de cuentas era un burro y éstos se solían caracterizar por su terquedad. - Quizá yo… - la frase de la cuerva quedó a medias en cuanto una tercera persona intervino, aconsejando no utilizar agua de mar para limpiar la zona afectada.
Los dorados ojos de la Midgardiana se posaron sobre la recién llegada y la observaron con interés, su mezcla de rasgos era tal que apenas podía determinar el origen que debía tener. - Somos tan diferentes. - pensó, volviendo la vista nuevamente hacia el roedor.
Ambos eran claras representaciones de su raza, solo su postura, movimientos y capacidad de hablar los humanizaba, pero en su caso las cosas eran bien distintas.
Ava era una mestiza, exceptuando a su abuelo y a su madre, de quienes había heredado las alas, toda la línea materna de su familia estaba compuesta por hombres y mujeres normales, por eso su apariencia tenía poco de bestia.
Pero volviendo a lo que tenían entre manos, el ratón aceptó el consejo de la extraña y les pidió ayuda para poder tratar a su montura, ofreciéndose a llevarlas hacia el oeste, a su tribu, si conseguían curar al animal, cosa que no sería fácil viendo la forma con que se resistía a ser atendido.
Cuando Amit salió despedido por los aires tras recibir una coz, la cuerva se vio obligada a interponerse entre el dueño y su asno para evitar males mayores. - Espere, espere, no pierda los nervios. - dijo, alzando las manos y tratando de calmar al viajero.
- Deje que yo me ocupe de sujetarlo, peso más, no le será fácil librarse de mí. - pidió, dándose la vuelta nada más terminar la frase para acercarse a la cabeza de la nerviosa criatura. - Tranquilo, no pasa nada. - susurró, justo cuando una brillante idea pasó por su cabeza. - Ya sé, lo entretendré con algo de comida. - anunció, deslizando una mano a su bolsa para rebuscar entre los suministros que llevaba consigo.
Por suerte le gustaba la verdura, así que no tardó en encontrar algo con que distraer al burro y ganarse su confianza. El truco funcionó, y mientras el equino mordisqueaba lo que le ofrecía la cuerva, ella fue moviéndose lentamente hasta situarse a uno de sus costados, donde de forma repentina lo rodeó con ambos brazos y se valió de su peso para inmovilizarlo.
La reacción de la mula no se hizo esperar, empezó a revolverse para liberarse y a lanzar coces con las patas traseras, las únicas que tenía libre en aquel momento. - No podré hacerlo yo sola. - pensó, esforzándose para mantener la cabeza y parte delantera controladas. - ¡Ayúdame a tumbarlo!, si lo echamos al suelo será más fácil curar la herida. - exclamó, mirando a la mujer.
El plan era simple, ellos eran tres y el animal solo uno, si colaboraban podrían retenerlo el tiempo suficiente como para que Amit pudiese ocuparse de su pata.
Amit, así fue como se presentó a continuación, ya tenía sus sospechas acerca de la dolencia del burro antes de que ella llegase, pero sus palabras confirmaron lo que ya imaginaba, que el problema estaba en una de las patas del animal.
El problema que tenía era que el susodicho espécimen no le permitía aproximarse lo suficiente como para examinar la gravedad de su herida, a fin de cuentas era un burro y éstos se solían caracterizar por su terquedad. - Quizá yo… - la frase de la cuerva quedó a medias en cuanto una tercera persona intervino, aconsejando no utilizar agua de mar para limpiar la zona afectada.
Los dorados ojos de la Midgardiana se posaron sobre la recién llegada y la observaron con interés, su mezcla de rasgos era tal que apenas podía determinar el origen que debía tener. - Somos tan diferentes. - pensó, volviendo la vista nuevamente hacia el roedor.
Ambos eran claras representaciones de su raza, solo su postura, movimientos y capacidad de hablar los humanizaba, pero en su caso las cosas eran bien distintas.
Ava era una mestiza, exceptuando a su abuelo y a su madre, de quienes había heredado las alas, toda la línea materna de su familia estaba compuesta por hombres y mujeres normales, por eso su apariencia tenía poco de bestia.
Pero volviendo a lo que tenían entre manos, el ratón aceptó el consejo de la extraña y les pidió ayuda para poder tratar a su montura, ofreciéndose a llevarlas hacia el oeste, a su tribu, si conseguían curar al animal, cosa que no sería fácil viendo la forma con que se resistía a ser atendido.
Cuando Amit salió despedido por los aires tras recibir una coz, la cuerva se vio obligada a interponerse entre el dueño y su asno para evitar males mayores. - Espere, espere, no pierda los nervios. - dijo, alzando las manos y tratando de calmar al viajero.
- Deje que yo me ocupe de sujetarlo, peso más, no le será fácil librarse de mí. - pidió, dándose la vuelta nada más terminar la frase para acercarse a la cabeza de la nerviosa criatura. - Tranquilo, no pasa nada. - susurró, justo cuando una brillante idea pasó por su cabeza. - Ya sé, lo entretendré con algo de comida. - anunció, deslizando una mano a su bolsa para rebuscar entre los suministros que llevaba consigo.
Por suerte le gustaba la verdura, así que no tardó en encontrar algo con que distraer al burro y ganarse su confianza. El truco funcionó, y mientras el equino mordisqueaba lo que le ofrecía la cuerva, ella fue moviéndose lentamente hasta situarse a uno de sus costados, donde de forma repentina lo rodeó con ambos brazos y se valió de su peso para inmovilizarlo.
La reacción de la mula no se hizo esperar, empezó a revolverse para liberarse y a lanzar coces con las patas traseras, las únicas que tenía libre en aquel momento. - No podré hacerlo yo sola. - pensó, esforzándose para mantener la cabeza y parte delantera controladas. - ¡Ayúdame a tumbarlo!, si lo echamos al suelo será más fácil curar la herida. - exclamó, mirando a la mujer.
El plan era simple, ellos eran tres y el animal solo uno, si colaboraban podrían retenerlo el tiempo suficiente como para que Amit pudiese ocuparse de su pata.
Ava Kenrith
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Era pocas veces las que nuestra hermosa, alta y convenientemente calmada Alexandra se encontraba con una combinación de situaciones que eran tan inofensivas como extrañas. Por un lado, tenía a un ratón de un metro cuya paciencia era tan corta como su estatura, una chica que llevaba armadura pero que su forma de ser se alejaba de los guerreros que conocía, un animal que era testarudo y que mandaba a volar a los ratones y, por último, estaba ella, quien tenía graves problemas de comunicación y no dejaba las mejores impresiones.
Por un momento se quedó quieta, esperando a ver como reaccionaría Amit, por una genuina curiosidad de saber cómo pelearía, más se sintió levemente decepcionada por la intervención de la chica alada, aunque también se dio cuenta que el ratón de un metro sería el que terminaría perdiendo, por lo que era mejor detener una pelea perdida.
Se quedó al lado del roedor y, antes que volviera a sus pensamientos de revancha, puso su mano en su hombro y se sentó a su lado, colocándose en una posición que emulaba a los monjes cuyo entrenamiento les hacía practicar la paciencia.
- Un poco de calma… - el ratón pareció confundido al escucharla hablar, por lo que, por el momento, se concentró en no decir palabras que tuvieran alguna R, S o asociados - … ella… parreze… zerr… del tipo que… ehh… zabe… lidiarr… con loz… eh… ze… animalez – más tuvo que rendirse al quedar en blanco en su santa búsqueda mental de sinónimos.
Pero dejando de lado su inhabilidad para ser entendida, aquellas palabras no solo las decía porque quería calmar a su compañero de observación, sino porque estaba realmente intrigada frente al accionar de su ahora nueva maestra para tratar burros tercos.
- Una ofrrenda en comida – dijo completamente seria, como si estudiara toda acción realizada por la mujer, al igual que las reacciones del animal – Parreze que el animal pide un ze trributo antez de interrcambiarr zu dolorr – su mano se dirigió hacia su barbilla mientras adorablemente (para audiencia) malinterpretaba toda la situación – Ahorra quierre abrrazarlo. ¿Acazo tiene ze poderrez mágicos parra comparrtirr el dolorr de otrroz? ¿O acazo hablarrá con él? - se llegó a imaginar la situación como ocurría en bares, cuando uno de los borrachos se encontraba deprimido y caído en la barra mientras otro borracho llegaba para consolarlo, aunque pronto esa idea se le quitó de la cabeza - … oh, no, no erra ezo. Quierre eztablezer zu ze papel de macho alfa. Quizás azí le haga ze cazo.
Y probablemente la mujer se hubiera quedado mirando, expectantes de los resultados de su nueva maestra, pero tuvo que salir de su trance cuando la mujer solicitó ayuda, más no dejó de verla como la veía, por lo que inmediatamente se levantó de donde estaba, golpeó su pecho con su puño cerrado como cuando recibía una orden de un superior, acompañado de un
- Si, maeztrra.
Que no decidió ocultar. Al contrario de la mujer ave, Alexandra rodeó al animal en la zona pélvica y, cuando lo tuvo fijo, miró a Ava esperando una señal para tumbarlo. Dudó por un momento de si aquella misión pudiera realizarse, sobre todo porque ella, con sus 65 kilos de peso, no se veía moviendo a un animal que probablemente la triplicaba o cuatriplicaba en peso, pero tenía a su maestra, quien confiaba en ella, por lo que la meta debía lograrse.
No pudieron lograrlo de inmediato, pero a medida que los intentos exigían al animal y lo agotaban, no demoraron en tumbarlo. Los quejidos del animal eran de molestia, y de inmediato intentó volver a ponerse en pie, pero la mujer ratón mantuvo su cuerpo como peso para evitar que lo consiguiera. Aunque no fuera muy pesada en kilos, lo compensaba con ser pesada de insistente. Solo podía tomar parte de la pierna para evitar que pateara tanto, pero era lo suficiente como para que el pequeño ratón no saliera volando hacia la roca de nuevo por el impulso de una patada.
- Eh, vamoz, vamoz – le decía al animal, intentando tranquilizarlo, aunque pensaba que probablemente su compañera alada tendría mejor suerte con ello - ¿Puede ze zanarle la pata ahorra? - esta vez le dijo a Amit’tek, esperando que tuviera la oportunidad de solucionar este problema de una vez por todas.
Por un momento se quedó quieta, esperando a ver como reaccionaría Amit, por una genuina curiosidad de saber cómo pelearía, más se sintió levemente decepcionada por la intervención de la chica alada, aunque también se dio cuenta que el ratón de un metro sería el que terminaría perdiendo, por lo que era mejor detener una pelea perdida.
Se quedó al lado del roedor y, antes que volviera a sus pensamientos de revancha, puso su mano en su hombro y se sentó a su lado, colocándose en una posición que emulaba a los monjes cuyo entrenamiento les hacía practicar la paciencia.
- Un poco de calma… - el ratón pareció confundido al escucharla hablar, por lo que, por el momento, se concentró en no decir palabras que tuvieran alguna R, S o asociados - … ella… parreze… zerr… del tipo que… ehh… zabe… lidiarr… con loz… eh… ze… animalez – más tuvo que rendirse al quedar en blanco en su santa búsqueda mental de sinónimos.
Pero dejando de lado su inhabilidad para ser entendida, aquellas palabras no solo las decía porque quería calmar a su compañero de observación, sino porque estaba realmente intrigada frente al accionar de su ahora nueva maestra para tratar burros tercos.
- Una ofrrenda en comida – dijo completamente seria, como si estudiara toda acción realizada por la mujer, al igual que las reacciones del animal – Parreze que el animal pide un ze trributo antez de interrcambiarr zu dolorr – su mano se dirigió hacia su barbilla mientras adorablemente (para audiencia) malinterpretaba toda la situación – Ahorra quierre abrrazarlo. ¿Acazo tiene ze poderrez mágicos parra comparrtirr el dolorr de otrroz? ¿O acazo hablarrá con él? - se llegó a imaginar la situación como ocurría en bares, cuando uno de los borrachos se encontraba deprimido y caído en la barra mientras otro borracho llegaba para consolarlo, aunque pronto esa idea se le quitó de la cabeza - … oh, no, no erra ezo. Quierre eztablezer zu ze papel de macho alfa. Quizás azí le haga ze cazo.
Y probablemente la mujer se hubiera quedado mirando, expectantes de los resultados de su nueva maestra, pero tuvo que salir de su trance cuando la mujer solicitó ayuda, más no dejó de verla como la veía, por lo que inmediatamente se levantó de donde estaba, golpeó su pecho con su puño cerrado como cuando recibía una orden de un superior, acompañado de un
- Si, maeztrra.
Que no decidió ocultar. Al contrario de la mujer ave, Alexandra rodeó al animal en la zona pélvica y, cuando lo tuvo fijo, miró a Ava esperando una señal para tumbarlo. Dudó por un momento de si aquella misión pudiera realizarse, sobre todo porque ella, con sus 65 kilos de peso, no se veía moviendo a un animal que probablemente la triplicaba o cuatriplicaba en peso, pero tenía a su maestra, quien confiaba en ella, por lo que la meta debía lograrse.
No pudieron lograrlo de inmediato, pero a medida que los intentos exigían al animal y lo agotaban, no demoraron en tumbarlo. Los quejidos del animal eran de molestia, y de inmediato intentó volver a ponerse en pie, pero la mujer ratón mantuvo su cuerpo como peso para evitar que lo consiguiera. Aunque no fuera muy pesada en kilos, lo compensaba con ser pesada de insistente. Solo podía tomar parte de la pierna para evitar que pateara tanto, pero era lo suficiente como para que el pequeño ratón no saliera volando hacia la roca de nuevo por el impulso de una patada.
- Eh, vamoz, vamoz – le decía al animal, intentando tranquilizarlo, aunque pensaba que probablemente su compañera alada tendría mejor suerte con ello - ¿Puede ze zanarle la pata ahorra? - esta vez le dijo a Amit’tek, esperando que tuviera la oportunidad de solucionar este problema de una vez por todas.
Alexandra Whiskers
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Amit iba con toda la intención de devolverle a ese testarudo burro la “amabilidad” de haberlo arrojado, y si no hubiese sido porque la mujer se interpuso sin duda se habría trenzado en una feroz batalla. Pero la interrupción surtió el efecto de hacerlo recapacitar, sí le hacía daño a la montura ¿Quien llevaría el carro con todas sus cosas? Miró a la mujer que hablaba extraño... Tenía alguna similitud con un equino... Quizás...
Lo dejaría como una posibilidad.
-¿Mmm? - Al hablar entrecortado, sumado a la pronunciación, hacía muy difícil que Amit entendiera lo que esa mujer quería. Pero le señalaba a la muchacha con alas, así que por contexto pudo intuir a qué se refería - Sí, podría decirse que ella tiene cierta lindeza Tchik, al menos para los cánones humanos - No terminaba de darse cuenta sí la última persona en llegar era macho o hembra, o si es que tenía gustos extraños como algunos Humanos.
Al principio ambos se quedaron mirando como la joven se encargaba de calmar al animal, supervisaban el trabajo con mucha atención, como si entendieran mucho del asunto.
-No sé sí la comida será horrenda, al animal parece gustarle - Le respondió - ¿Dices que ella puede interrumpir su dolor? Sí, puede ser, quizás por eso logra que se calme - Eso parecía tener sentido para Amit.
La charla se vio suspendida cuando la joven pidió ayuda, de inmediato ambos se pusieron manos a la obra. El Mausu estiró las vendas y se quedó expectante a que terminaran de tirar al animal, cuando por fin lo tuvieron bien agarrado, se acercó a la dichosa pata para poder por fin sanarla como correspondía.
-¿Porque le zanjaría la pata? - Preguntó extrañado el Ratón, ese peculiar ser debía estar muy perdido con la situación como para proponerle a Amit semejante cosa - Sosténgalo solo un poco más Tchik, ya casi termino - Le dio varios giros más a la venda y luego la cortó con los dientes, hizo un nudo y lo soltó - Listo, ya pueden dejar a este terco animal libre -
Con el asunto de la herida resuelto, técnicamente ya podían seguir andando. Tal como había prometido, el Mausu estaba más que dispuesto a llevarlas... Solo que su montura no parecía estar en estado siquiera de poder llevar la carga del propio ratón. Ese sí sería un gran problema, entonces no quedaba más remedio que pasar al plan B.
-No creo que pueda llevarnos con la pata así, no podré cumplir esa parte de mi promesa Tchik, pero sí caminaran en la misma dirección podríamos ir juntos, no es bueno ir solo por los caminos, es peligroso, sí, sí, sí, muy peligroso - El roedor asentía como respondiendose a sí mismo - Si desean comer y descansar sin correr riesgo, mi tribu es la mejor opción. Los Mausu somos muy buenos y hacemos comida deliciosa -
Dicho eso, le quitó todo el equipo con las riendas al burro y sin demasiada diplomacia ni buen tino, se las ofreció a la mujer o tal vez hombre que tenía cierto parecido con un equino.
-Tchik ¿Podrías colaborar con esto? Te daré lo que quieras sí me ayudas a llevar la carga hasta mi pueblo -
Lo dejaría como una posibilidad.
-¿Mmm? - Al hablar entrecortado, sumado a la pronunciación, hacía muy difícil que Amit entendiera lo que esa mujer quería. Pero le señalaba a la muchacha con alas, así que por contexto pudo intuir a qué se refería - Sí, podría decirse que ella tiene cierta lindeza Tchik, al menos para los cánones humanos - No terminaba de darse cuenta sí la última persona en llegar era macho o hembra, o si es que tenía gustos extraños como algunos Humanos.
Al principio ambos se quedaron mirando como la joven se encargaba de calmar al animal, supervisaban el trabajo con mucha atención, como si entendieran mucho del asunto.
-No sé sí la comida será horrenda, al animal parece gustarle - Le respondió - ¿Dices que ella puede interrumpir su dolor? Sí, puede ser, quizás por eso logra que se calme - Eso parecía tener sentido para Amit.
La charla se vio suspendida cuando la joven pidió ayuda, de inmediato ambos se pusieron manos a la obra. El Mausu estiró las vendas y se quedó expectante a que terminaran de tirar al animal, cuando por fin lo tuvieron bien agarrado, se acercó a la dichosa pata para poder por fin sanarla como correspondía.
-¿Porque le zanjaría la pata? - Preguntó extrañado el Ratón, ese peculiar ser debía estar muy perdido con la situación como para proponerle a Amit semejante cosa - Sosténgalo solo un poco más Tchik, ya casi termino - Le dio varios giros más a la venda y luego la cortó con los dientes, hizo un nudo y lo soltó - Listo, ya pueden dejar a este terco animal libre -
Con el asunto de la herida resuelto, técnicamente ya podían seguir andando. Tal como había prometido, el Mausu estaba más que dispuesto a llevarlas... Solo que su montura no parecía estar en estado siquiera de poder llevar la carga del propio ratón. Ese sí sería un gran problema, entonces no quedaba más remedio que pasar al plan B.
-No creo que pueda llevarnos con la pata así, no podré cumplir esa parte de mi promesa Tchik, pero sí caminaran en la misma dirección podríamos ir juntos, no es bueno ir solo por los caminos, es peligroso, sí, sí, sí, muy peligroso - El roedor asentía como respondiendose a sí mismo - Si desean comer y descansar sin correr riesgo, mi tribu es la mejor opción. Los Mausu somos muy buenos y hacemos comida deliciosa -
Dicho eso, le quitó todo el equipo con las riendas al burro y sin demasiada diplomacia ni buen tino, se las ofreció a la mujer o tal vez hombre que tenía cierto parecido con un equino.
-Tchik ¿Podrías colaborar con esto? Te daré lo que quieras sí me ayudas a llevar la carga hasta mi pueblo -
Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Gracias a los espíritus, la mujer reaccionó rápidamente y se abalanzó sobre la parte trasera del asno para ayudarla a controlar al animal, y entre las dos acabaron con la resistencia del équido, al que no le quedó más remedio que rendirse y dejarse tratar.
Esto fue tarea de Amit, que aprovechando la oportunidad que le daban tomó unas vendas y se encargó de limpiar y vendar el corte que había irritado a su montura. - Con eso bastará, de momento. - pensó la cuerva, cruzando una mirada con su ayudante y haciéndole un gesto de cabeza antes de liberar al burro y apartarse a una distancia prudencial del mismo.
Poco a poco el herido volvió a levantarse, pero lo que habían hecho era simplemente un apaño, algo para asegurarse de que no se le infectase la pata y empeorase. Solo había que mirar sus movimientos para saber que las molestias seguían presentes, necesitaría algunos cuidados más y reposo para reponerse del todo, pero para ello tendría que esperar hasta llegar al hogar del roedor.
- Gracias, era más fuerte de lo que pensaba. - susurró Ava, acercándose un poco a su peculiar congénere, cuyo origen seguía resultando un misterio para ella. Preguntar abiertamente acerca de sus rasgos habría sido lo más sencillo, pero también podía ser considerado de mal gusto, así que tendría que aparcar a un lado su curiosidad… al menos hasta que se ganase la confianza de la fémina.
La voz del Mausu captó toda su atención segundos después, estaba valorando el estado de su montura y no tardó en darse cuenta de lo que la Midgardiana ya sabía, que no estaba en condiciones de llevar a nadie, la carga solo agravaría su situación.
Sin embargo, su invitación seguía en pie, ambas serían bien recibidas en su hogar y podían acompañarlo hasta allí, ocasión que al menos la alada no desperdiciaría.
En su cabeza imaginaba una pequeña aldea llena de ratones haciendo las típicas tareas que se llevaban a cabo en su pueblo, recogiendo leña, recolectando comida, atendiendo sus puestitos en el mercado, yendo al río a por agua o a lavar sus ropas… la escena que tomaba forma en su mente no hacía más que alimentar la nostalgia de la mujer bestia, tenía que verlo con sus propios ojos.
Por eso no dudo en aceptar los objetos que el roedor le tendía, liberando con ello a su asno para que el trayecto se le hiciese más liviano. - Claro. - respondió, mientras acomodaba la los bártulos entre sus brazos para que no le incomodasen al andar.
- ¿Sabes más o menos cuánto falta para llegar a tu tribu? - quiso saber, no por el peso ya que estaba acostumbrada a cargar con su armadura, sino para hacerse una idea de la posible localización y del tiempo que le llevaría ir hasta allí y regresar luego a Lunargenta.
Siempre y cuando estuviese en la capital para el anochecer todo iría bien, y teniendo en cuenta la posición del sol sabía que aún le quedaban bastantes horas de luz, podía permitirse ayudar al Mausu y conocer a su gente.
- ¿Y tú de dónde eres? - preguntó al poco, girando el rostro hacia la extraña mujer, que también despertaba su curiosidad.
Las coincidencias los habían llevado a encontrarse aquel día, y aprovechando que se sentía más cómoda entre los de su raza, Ava trataría de investigar un poco acerca del origen de ambos. - Pero dónde están mis modales, perdón, ni siquiera me he presentado, me llamo Ava y soy de Midgar. - dijo, y de haber tenido las manos libres se habría dado una palmada en la frente por su descuido.
Esto fue tarea de Amit, que aprovechando la oportunidad que le daban tomó unas vendas y se encargó de limpiar y vendar el corte que había irritado a su montura. - Con eso bastará, de momento. - pensó la cuerva, cruzando una mirada con su ayudante y haciéndole un gesto de cabeza antes de liberar al burro y apartarse a una distancia prudencial del mismo.
Poco a poco el herido volvió a levantarse, pero lo que habían hecho era simplemente un apaño, algo para asegurarse de que no se le infectase la pata y empeorase. Solo había que mirar sus movimientos para saber que las molestias seguían presentes, necesitaría algunos cuidados más y reposo para reponerse del todo, pero para ello tendría que esperar hasta llegar al hogar del roedor.
- Gracias, era más fuerte de lo que pensaba. - susurró Ava, acercándose un poco a su peculiar congénere, cuyo origen seguía resultando un misterio para ella. Preguntar abiertamente acerca de sus rasgos habría sido lo más sencillo, pero también podía ser considerado de mal gusto, así que tendría que aparcar a un lado su curiosidad… al menos hasta que se ganase la confianza de la fémina.
La voz del Mausu captó toda su atención segundos después, estaba valorando el estado de su montura y no tardó en darse cuenta de lo que la Midgardiana ya sabía, que no estaba en condiciones de llevar a nadie, la carga solo agravaría su situación.
Sin embargo, su invitación seguía en pie, ambas serían bien recibidas en su hogar y podían acompañarlo hasta allí, ocasión que al menos la alada no desperdiciaría.
En su cabeza imaginaba una pequeña aldea llena de ratones haciendo las típicas tareas que se llevaban a cabo en su pueblo, recogiendo leña, recolectando comida, atendiendo sus puestitos en el mercado, yendo al río a por agua o a lavar sus ropas… la escena que tomaba forma en su mente no hacía más que alimentar la nostalgia de la mujer bestia, tenía que verlo con sus propios ojos.
Por eso no dudo en aceptar los objetos que el roedor le tendía, liberando con ello a su asno para que el trayecto se le hiciese más liviano. - Claro. - respondió, mientras acomodaba la los bártulos entre sus brazos para que no le incomodasen al andar.
- ¿Sabes más o menos cuánto falta para llegar a tu tribu? - quiso saber, no por el peso ya que estaba acostumbrada a cargar con su armadura, sino para hacerse una idea de la posible localización y del tiempo que le llevaría ir hasta allí y regresar luego a Lunargenta.
Siempre y cuando estuviese en la capital para el anochecer todo iría bien, y teniendo en cuenta la posición del sol sabía que aún le quedaban bastantes horas de luz, podía permitirse ayudar al Mausu y conocer a su gente.
- ¿Y tú de dónde eres? - preguntó al poco, girando el rostro hacia la extraña mujer, que también despertaba su curiosidad.
Las coincidencias los habían llevado a encontrarse aquel día, y aprovechando que se sentía más cómoda entre los de su raza, Ava trataría de investigar un poco acerca del origen de ambos. - Pero dónde están mis modales, perdón, ni siquiera me he presentado, me llamo Ava y soy de Midgar. - dijo, y de haber tenido las manos libres se habría dado una palmada en la frente por su descuido.
Ava Kenrith
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
En la historia de Aerandir, muchos conflictos nacieron por encuentros que podrían catalogarse como “encontrones accidentales” que han llevado a conflictos entre las razas: un delegado estornuda en la cara de un elfo y se desata un conficto bélico, alguien hace una observación sobre la hija del rey y se estrena el uso de la guillotina, cosas así. No quiero decir ni insinuar que algo similar ocurrió en aquel día en La Playa de los Ancestros, pero digamos que la madurez y la conciliación no estuvo en los planes de la mujer bestia en ese día.
- …
Nada en el lenguaje corporal de la mujer indicó su estado de ánimo, o lo que planeaba hacer, excepto por un pequeño tic en el ojo derecho que mantenía usualmente libre de sus cabellos… y también exceptuando de que su respiración aumentó por un momento, su presión sanguínea aumentó, sus dedos parecían tener un tic nervioso como resultado de un estrés enorme. Más bien, su cuerpo delató bastante, pero decidió tomarse la situación de la forma más positiva que pudo conseguir: sus manos fueron a parar a una pequeña bolsa que tenía a su costado. De ahí, sacó un pequeño envoltorio que tenía un pedazo de torta que “tomó prestada” de su empleador de hace 5 minutos atrás. Era una pequeña porción que planeaba comer mientras viajaba hacia algún destino que sus pies la llevaran.
- … quierro que quede clarro en algo.
Lentamente se acuchilló delante de Amit, quedando un poco más alta que el susodicho, con la torta en mano. En un movimiento cuya rapidez era digna de los más expertos duelistas y espadachines de Lunargenta, la torta terminó en la cabeza del pequeño roedor, manchando completamente su cabeza con la crema, la cual no tardó en derramarse y expandirse debido a la gravedad.
- NO. ZOY. UNA. ZE. YEGUA. - dijo con un tono realmente enojado, y si eso no quedaba claro, su dedo índice apuntaba inquisidoramente hacia el mausu – Vuelvez a inzinuarr que zoy una y te ze prrometo que conzeguirré máz torrta y terrminarráz ziendo máz torrta que rratón.
Y la verdad es que, como alguien que conoce a Alexandra desde siempre, siento que Amit la había sacado bastante barata. Bien pudo haberse bajado al nivel de una bestia, ponerse a repartir puñetes, mordeduras o lo que hacen usualmente los ratones cuando pelean, haber ignorado que Ava había optado por una opción mucho más pacífica y diplomática, y probablemente haberse ganado la prohibición de entrar al pueblo de los Mausu de por vida… o hasta que se les olvidara, en tres o seis meses más.
Cuando se levantó para caminar, se había dado cuenta que Ava se había llevado la carga que le correspondía al asno herido, alivianando a la mujer de la tarea que intentaron encomendarle. Claro estaba, con lo enojada que estaba, bien pudo haberse marchado hacia otro destino y dejar a ambos atrás, pero también su enojo trabajaba de forma distinta: decidió que, ya que le había faltado el respeto, su compensación sería tomar la oferta del mausu y hacer uso de la invitación ofrecida, aunque eso podía significar que iba a estar con cara enojada y cruzada de brazos el resto del día.
También la aceptó por un motivo en especial: la forma en que Ava había aceptado llevar el carro. Sus pensamientos comenzaron a tejerse en lo que podemos llamar una “idealización de la situación”: pensó que, una persona sensible como ella, se había dado cuenta que mucha gente, como el ratón enojón, la confundía con algún equino y le sugería llevar carros y esas cosas, lo que la llevó a cargar ella misma el carro para que la mujer no tuviera que hacerlo.
Mientras caminaba a su lado, sentía cierta envidia sana hacia Ava, por su sensiblidad y la forma en que entendía a otros seres, sobre todo al verla cuando echó al animal al suelo para ser sanado, y la forma gentil y sutil de entenderla a ella misma. Es por eso que no pudo tratarla mal cuando la mujer inició la conversación y su posterior presentación.
- … Alexandra – curiosamente, con todos los problemas de lenguaje que tenía, su nombre era algo que sabía decir a la perfección y sin trabarse en alguna pronunciación – Alexandra Whiskers. Zoy de ze Lunarrgenta.
Aunque le respondió con educación y tratando de sonar simpática en su tono, el hecho de que estuviera encorvada y con las manos en sus bolsillos como si se tratara de un anciano de 80 años que se enojó porque no encontró leche en la tienda no ayudaba mucho a quitar la idea de que había superado el anterior incidente.
- Lo ziento – puede ser impresión personal, pero era un encanto cuando intentaba no estar enojada cuando estaba enojada – Lo que paza ez que me ze ofende que, cada vez que alguien me ve, zienta la ze nezezidad de trratarrme como zi fuerra una mula o algo azi – y eso iba directo a Amit – Y ez que… - extendió sus manos hacia el frente, bajando sus mangas para mostrar su pelaje - … ¡ziquierra tengo brrazoz o pierrnaz de caballo! ¿Porr qué la gente me trrata como zi fuerra ze uno?
Y podríamos decir que a lo mejor estaba exagerando, que quizás no era la intención de Amit, o si Ava estaba con las dudas sobre eso, pero lo había vivido tantas veces que los indicios se los tomaba con más pesadez de lo que quizás era aconsejable.
- Ez que… ez que… ¡agh…!
Y por supuesto, no sabía como decir que simplemente quería ser tratada con algo más de dignidad cuando la gente tenía la duda de su conexión animal. No sabía como expresarlo y, como una forma quizás inevitable del destino, terminó al lado de Ava, moviendo el carruaje que llevaba las cosas de Amit.
- No ze dejarré que ze lleve ezto zola. Puede dezcanzarr un ze momento, que yo me encarrgo.
- …
Nada en el lenguaje corporal de la mujer indicó su estado de ánimo, o lo que planeaba hacer, excepto por un pequeño tic en el ojo derecho que mantenía usualmente libre de sus cabellos… y también exceptuando de que su respiración aumentó por un momento, su presión sanguínea aumentó, sus dedos parecían tener un tic nervioso como resultado de un estrés enorme. Más bien, su cuerpo delató bastante, pero decidió tomarse la situación de la forma más positiva que pudo conseguir: sus manos fueron a parar a una pequeña bolsa que tenía a su costado. De ahí, sacó un pequeño envoltorio que tenía un pedazo de torta que “tomó prestada” de su empleador de hace 5 minutos atrás. Era una pequeña porción que planeaba comer mientras viajaba hacia algún destino que sus pies la llevaran.
- … quierro que quede clarro en algo.
Lentamente se acuchilló delante de Amit, quedando un poco más alta que el susodicho, con la torta en mano. En un movimiento cuya rapidez era digna de los más expertos duelistas y espadachines de Lunargenta, la torta terminó en la cabeza del pequeño roedor, manchando completamente su cabeza con la crema, la cual no tardó en derramarse y expandirse debido a la gravedad.
- NO. ZOY. UNA. ZE. YEGUA. - dijo con un tono realmente enojado, y si eso no quedaba claro, su dedo índice apuntaba inquisidoramente hacia el mausu – Vuelvez a inzinuarr que zoy una y te ze prrometo que conzeguirré máz torrta y terrminarráz ziendo máz torrta que rratón.
Y la verdad es que, como alguien que conoce a Alexandra desde siempre, siento que Amit la había sacado bastante barata. Bien pudo haberse bajado al nivel de una bestia, ponerse a repartir puñetes, mordeduras o lo que hacen usualmente los ratones cuando pelean, haber ignorado que Ava había optado por una opción mucho más pacífica y diplomática, y probablemente haberse ganado la prohibición de entrar al pueblo de los Mausu de por vida… o hasta que se les olvidara, en tres o seis meses más.
Cuando se levantó para caminar, se había dado cuenta que Ava se había llevado la carga que le correspondía al asno herido, alivianando a la mujer de la tarea que intentaron encomendarle. Claro estaba, con lo enojada que estaba, bien pudo haberse marchado hacia otro destino y dejar a ambos atrás, pero también su enojo trabajaba de forma distinta: decidió que, ya que le había faltado el respeto, su compensación sería tomar la oferta del mausu y hacer uso de la invitación ofrecida, aunque eso podía significar que iba a estar con cara enojada y cruzada de brazos el resto del día.
También la aceptó por un motivo en especial: la forma en que Ava había aceptado llevar el carro. Sus pensamientos comenzaron a tejerse en lo que podemos llamar una “idealización de la situación”: pensó que, una persona sensible como ella, se había dado cuenta que mucha gente, como el ratón enojón, la confundía con algún equino y le sugería llevar carros y esas cosas, lo que la llevó a cargar ella misma el carro para que la mujer no tuviera que hacerlo.
Mientras caminaba a su lado, sentía cierta envidia sana hacia Ava, por su sensiblidad y la forma en que entendía a otros seres, sobre todo al verla cuando echó al animal al suelo para ser sanado, y la forma gentil y sutil de entenderla a ella misma. Es por eso que no pudo tratarla mal cuando la mujer inició la conversación y su posterior presentación.
- … Alexandra – curiosamente, con todos los problemas de lenguaje que tenía, su nombre era algo que sabía decir a la perfección y sin trabarse en alguna pronunciación – Alexandra Whiskers. Zoy de ze Lunarrgenta.
Aunque le respondió con educación y tratando de sonar simpática en su tono, el hecho de que estuviera encorvada y con las manos en sus bolsillos como si se tratara de un anciano de 80 años que se enojó porque no encontró leche en la tienda no ayudaba mucho a quitar la idea de que había superado el anterior incidente.
- Lo ziento – puede ser impresión personal, pero era un encanto cuando intentaba no estar enojada cuando estaba enojada – Lo que paza ez que me ze ofende que, cada vez que alguien me ve, zienta la ze nezezidad de trratarrme como zi fuerra una mula o algo azi – y eso iba directo a Amit – Y ez que… - extendió sus manos hacia el frente, bajando sus mangas para mostrar su pelaje - … ¡ziquierra tengo brrazoz o pierrnaz de caballo! ¿Porr qué la gente me trrata como zi fuerra ze uno?
Y podríamos decir que a lo mejor estaba exagerando, que quizás no era la intención de Amit, o si Ava estaba con las dudas sobre eso, pero lo había vivido tantas veces que los indicios se los tomaba con más pesadez de lo que quizás era aconsejable.
- Ez que… ez que… ¡agh…!
Y por supuesto, no sabía como decir que simplemente quería ser tratada con algo más de dignidad cuando la gente tenía la duda de su conexión animal. No sabía como expresarlo y, como una forma quizás inevitable del destino, terminó al lado de Ava, moviendo el carruaje que llevaba las cosas de Amit.
- No ze dejarré que ze lleve ezto zola. Puede dezcanzarr un ze momento, que yo me encarrgo.
Alexandra Whiskers
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Una de las mujeres pareció entender la situación y aceptarla con total normalidad, Amit asintió satisfecho ya que Ava se mostraba colaborativa en una situación complicada como esa. En cambio Alexandra... Por sus gestos el Mausu no pudo predecir lo que se venía, la Mujer-Bestia era muy poco demostrativa. El ratón se quedó esperando mientras ella sacaba algo envuelto de su mochila y se arrodillaba junto a él, lo primero que pensó es que le haría un regalo.
Mientras los restos de torta caían por el costado de la cabeza del roedor, Amit parecía genuinamente sorprendido. No solo no entendía más de la mitad de las cosas que decía, sino que aparte no lograba comprender porqué había decidido darle un obsequio de una manera tan particular ¿Serían costumbres de su tribu? En cualquier caso, el Mausu agarró un poco del pastel y lo comió, lamiéndose entre los dedos hasta que quedara limpia.
-¿No es una tregua? Pero sí no estábamos peleando ¡Tchik! De todos modos acepto tu ofrenda de paz, Querida Mujer-Bestia. No es necesario que consigas tanta cantidad de torta, los dulces no nos hacen bien -
Mientras las dos mujeres tiraban del carro, Amit fue sacando pedazos de dulce de su pelo y comiendo muy contento. Con una mano hacía eso y con la otra guiaba a la mula para que caminara junto a ellos, ahora que tenía la pata vendada podía caminar con normalidad, el Mausu estaba muy agradecido, ya que faltaba poco para llegar.
-Estamos cerca - Le contestó a Ava - Y en cuanto los vigías nos vean seguro vendrán a ayudarnos con la carga. No tendrán que tirar durante mucho tiempo - Mientras les explicaba esto, la mula había detectado que Amit tenía algo delicioso en la cabeza, así que lamía con ganas entre las orejas del ratón, dejándolo parcialmente babeado - ¡Quitate! ¡Shu-shu! ¡Fuera! - Peleaba el Mausu por quitarse al animal de encima.
Fueron discutiendo de esta manera gran parte del camino, pero por suerte Amit no mentía cuando les dijo que no estaban lejos. No había pasado siquiera una hora cuando vieron a lo lejos a seis Mausu acercándose, corriendo en cuatro patas, eran de distintos colores que variaban entre el blanco, el negro y marrones, aunque a simple vista eran como versiones más coloridas de Amit, mirando más en detalle tenían algunas variaciones.
-Los vimos llegar -
-Habíamos esperado desde ayer -
-¿Qué fue lo que te retraso? -
-Esta tonta mula se lastimó y no dejaba que la ayudara -
Todos los Mausu hablaban al mismo tiempo en su idioma, era como escuchar a un montón de ratones chillando y chasqueando los dientes. No solo el sonido era muy distinto, tampoco era sencillo darse cuenta dónde terminaba una oración y empezaba otra, o como hacían para entenderse sí hablaban a la vez. Los compañeros de Amit notaron el olor dulzón en el ambiente, incluso aunque ya no quedaba ni rastros del pastel.
-¿Trajiste de comer? -
-¿Es alguno de esos dulces tan deliciosos que tienen los Humanos?-
-Yo creo que se lo comió todo el solo - Señaló uno de los Mausus, el más musculoso, mientras picaba el abultado abdomen de Amit.
-¡Que mal educado! ¡Yo no haría una cosa así! -
Todos los Mausu rieron y solo entonces se dieron la vuelta para mirar a las dos invitadas, olisquearon el ambiente y se acercaron un poco, primero con precaución, luego al ver que no les hacían nada fueron más confiados. Cuatro de ellos empezaron a quitarle las riendas del carro.
-Nosotros llevaremos esto - Dijo uno de los ratones con bastante dificultad, no estaba acostumbrado a hablar en idioma común.
Mientras los restos de torta caían por el costado de la cabeza del roedor, Amit parecía genuinamente sorprendido. No solo no entendía más de la mitad de las cosas que decía, sino que aparte no lograba comprender porqué había decidido darle un obsequio de una manera tan particular ¿Serían costumbres de su tribu? En cualquier caso, el Mausu agarró un poco del pastel y lo comió, lamiéndose entre los dedos hasta que quedara limpia.
-¿No es una tregua? Pero sí no estábamos peleando ¡Tchik! De todos modos acepto tu ofrenda de paz, Querida Mujer-Bestia. No es necesario que consigas tanta cantidad de torta, los dulces no nos hacen bien -
Mientras las dos mujeres tiraban del carro, Amit fue sacando pedazos de dulce de su pelo y comiendo muy contento. Con una mano hacía eso y con la otra guiaba a la mula para que caminara junto a ellos, ahora que tenía la pata vendada podía caminar con normalidad, el Mausu estaba muy agradecido, ya que faltaba poco para llegar.
-Estamos cerca - Le contestó a Ava - Y en cuanto los vigías nos vean seguro vendrán a ayudarnos con la carga. No tendrán que tirar durante mucho tiempo - Mientras les explicaba esto, la mula había detectado que Amit tenía algo delicioso en la cabeza, así que lamía con ganas entre las orejas del ratón, dejándolo parcialmente babeado - ¡Quitate! ¡Shu-shu! ¡Fuera! - Peleaba el Mausu por quitarse al animal de encima.
Fueron discutiendo de esta manera gran parte del camino, pero por suerte Amit no mentía cuando les dijo que no estaban lejos. No había pasado siquiera una hora cuando vieron a lo lejos a seis Mausu acercándose, corriendo en cuatro patas, eran de distintos colores que variaban entre el blanco, el negro y marrones, aunque a simple vista eran como versiones más coloridas de Amit, mirando más en detalle tenían algunas variaciones.
-Los vimos llegar -
-Habíamos esperado desde ayer -
-¿Qué fue lo que te retraso? -
-Esta tonta mula se lastimó y no dejaba que la ayudara -
Todos los Mausu hablaban al mismo tiempo en su idioma, era como escuchar a un montón de ratones chillando y chasqueando los dientes. No solo el sonido era muy distinto, tampoco era sencillo darse cuenta dónde terminaba una oración y empezaba otra, o como hacían para entenderse sí hablaban a la vez. Los compañeros de Amit notaron el olor dulzón en el ambiente, incluso aunque ya no quedaba ni rastros del pastel.
-¿Trajiste de comer? -
-¿Es alguno de esos dulces tan deliciosos que tienen los Humanos?-
-Yo creo que se lo comió todo el solo - Señaló uno de los Mausus, el más musculoso, mientras picaba el abultado abdomen de Amit.
-¡Que mal educado! ¡Yo no haría una cosa así! -
Todos los Mausu rieron y solo entonces se dieron la vuelta para mirar a las dos invitadas, olisquearon el ambiente y se acercaron un poco, primero con precaución, luego al ver que no les hacían nada fueron más confiados. Cuatro de ellos empezaron a quitarle las riendas del carro.
-Nosotros llevaremos esto - Dijo uno de los ratones con bastante dificultad, no estaba acostumbrado a hablar en idioma común.
Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Con los ojos desmesuradamente abiertos, Ava observó la reacción de su congénere femenina, quien no dudó en mostrar lo molesta que estaba con el ratón y su comportamiento, tirándole un pastel a la cabeza mientras le dejaba muy claro que ella no era una yegua.
- ¿Por qué ha reaccionado así? Parece que el comentario del ratón no le ha hecho ninguna gracia… puede que tenga que ver con su pasado. - caviló la cuerva, sin apartar la vista de la mujer.
La primera idea que pasó por su mente fue bastante desagradable, ¿se habrían aprovechado de ella cuando era más joven por su aspecto? ¿la habrían utilizado como mula de carga solo por ser mitad bestia? Esa opción no le gustaba, es más, esperaba estar totalmente equivocada al respecto, pero en aquella ocasión, y como excepción, haría a un lado su curiosidad para no ahondar en el espinoso asunto.
Sin embargo, no le hizo falta abrir la boca para preguntar nada, en cuanto Alexandra se sintió algo más cómoda con su presencia ella misma le explicó el porqué de su enfado. - No creo que Amit lo haya hecho con esa intención, seguramente te lo ofreció porque eres más fuerte que él, ¿no es así Amit? - intervino, tratando de calmar los ánimos y mantener el mejor ambiente posible entre los tres.
- De todas formas, te entiendo, yo también me sentiría igual si la gente se subiese a mi espalda para que les diese un paseo solo porque tengo alas. - agregó en voz baja, imaginándose la situación y el fiasco que se llevarían al saber que sus extremidades ni siquiera eran lo suficientemente fuertes como para que levantase el vuelo.
Con la ayuda de la mujer, llevar el carro se le hizo mucho más ameno, así que en agradecimiento, la morena le ofreció su mejor sonrisa y siguió adelante, conversando con ella para distraerla y que no pensase en lo que la molestaba.
- Así que eres de Lunargenta, yo también me hospedo allí actualmente, llevo ya más de un mes en la ciudad pero todavía no me acostumbro a que haya tanta gente… es tan diferente a mi aldea. - comentó, con la vista puesta en el camino y atenta a cualquier movimiento que pudiese delatar la llegada de los demás Mausu, ya que Amit estaba completamente seguro de que no tardarían en aparecer.
Y estaba en lo cierto.
Solo un rato después de haberse puesto en marcha, seis rápidas siluetas emergieron de la vegetación y llegaron corriendo al encuentro del grupo. - Vaya. - susurró la Midgardiana, ladeando ligeramente la cabeza mientras miraba alternativamente a cada uno de los recién llegados.
Sus pelajes mostraban colores distintos a los del mercader, iban desde el marrón al negro y al blanco, pero en tamaño y forma eran muy parecidos, solo algunos detalles de su fisonomía los diferenciaban entre sí. - ¿Qué dicen? - preguntó al escucharlos chillar a todos a la vez en su idioma, pero tuvo que esperar un poco antes de que los ratones les prestasen algo de atención.
Con cierta desconfianza, los roedores empezaron a acercarse a ellas lentamente en cuando se dieron cuenta de que iban cargadas con las pertenencias de su compañero, pero después de unos instantes comenzaron a mostrarse más tranquilos, seguramente porque Amit les hubiese dicho en su lengua que no eran una amenaza.
Cuidando sus movimientos para no asustar a nadie, la cuerva entregó las riendas del carro y también los bártulos que llevaba encima a uno de los Mausu, quien a duras penas consiguió pronunciar una frase de forma que ella pudiese entenderla.
- Gracias. - le respondió, haciéndose a un lado para dejar que el resto se ocupase de la carreta.
Aquella pequeña gente seguía despertando su curiosidad, así que sin pensárselo dos veces se dispuso a seguirlos hacia su tribu, que con suerte no estaría lejos y le brindaría la oportunidad de conocer más cosas acerca de su comunidad.
- ¿Por qué ha reaccionado así? Parece que el comentario del ratón no le ha hecho ninguna gracia… puede que tenga que ver con su pasado. - caviló la cuerva, sin apartar la vista de la mujer.
La primera idea que pasó por su mente fue bastante desagradable, ¿se habrían aprovechado de ella cuando era más joven por su aspecto? ¿la habrían utilizado como mula de carga solo por ser mitad bestia? Esa opción no le gustaba, es más, esperaba estar totalmente equivocada al respecto, pero en aquella ocasión, y como excepción, haría a un lado su curiosidad para no ahondar en el espinoso asunto.
Sin embargo, no le hizo falta abrir la boca para preguntar nada, en cuanto Alexandra se sintió algo más cómoda con su presencia ella misma le explicó el porqué de su enfado. - No creo que Amit lo haya hecho con esa intención, seguramente te lo ofreció porque eres más fuerte que él, ¿no es así Amit? - intervino, tratando de calmar los ánimos y mantener el mejor ambiente posible entre los tres.
- De todas formas, te entiendo, yo también me sentiría igual si la gente se subiese a mi espalda para que les diese un paseo solo porque tengo alas. - agregó en voz baja, imaginándose la situación y el fiasco que se llevarían al saber que sus extremidades ni siquiera eran lo suficientemente fuertes como para que levantase el vuelo.
Con la ayuda de la mujer, llevar el carro se le hizo mucho más ameno, así que en agradecimiento, la morena le ofreció su mejor sonrisa y siguió adelante, conversando con ella para distraerla y que no pensase en lo que la molestaba.
- Así que eres de Lunargenta, yo también me hospedo allí actualmente, llevo ya más de un mes en la ciudad pero todavía no me acostumbro a que haya tanta gente… es tan diferente a mi aldea. - comentó, con la vista puesta en el camino y atenta a cualquier movimiento que pudiese delatar la llegada de los demás Mausu, ya que Amit estaba completamente seguro de que no tardarían en aparecer.
Y estaba en lo cierto.
Solo un rato después de haberse puesto en marcha, seis rápidas siluetas emergieron de la vegetación y llegaron corriendo al encuentro del grupo. - Vaya. - susurró la Midgardiana, ladeando ligeramente la cabeza mientras miraba alternativamente a cada uno de los recién llegados.
Sus pelajes mostraban colores distintos a los del mercader, iban desde el marrón al negro y al blanco, pero en tamaño y forma eran muy parecidos, solo algunos detalles de su fisonomía los diferenciaban entre sí. - ¿Qué dicen? - preguntó al escucharlos chillar a todos a la vez en su idioma, pero tuvo que esperar un poco antes de que los ratones les prestasen algo de atención.
Con cierta desconfianza, los roedores empezaron a acercarse a ellas lentamente en cuando se dieron cuenta de que iban cargadas con las pertenencias de su compañero, pero después de unos instantes comenzaron a mostrarse más tranquilos, seguramente porque Amit les hubiese dicho en su lengua que no eran una amenaza.
Cuidando sus movimientos para no asustar a nadie, la cuerva entregó las riendas del carro y también los bártulos que llevaba encima a uno de los Mausu, quien a duras penas consiguió pronunciar una frase de forma que ella pudiese entenderla.
- Gracias. - le respondió, haciéndose a un lado para dejar que el resto se ocupase de la carreta.
Aquella pequeña gente seguía despertando su curiosidad, así que sin pensárselo dos veces se dispuso a seguirlos hacia su tribu, que con suerte no estaría lejos y le brindaría la oportunidad de conocer más cosas acerca de su comunidad.
Ava Kenrith
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
La marcha continuó de forma tranquila y sin mayores incidentes, al menos no culinarios ni que involucraran pasteles. Aunque a veces contestaba de buena forma y se encargaba de mantener el flujo de la conversación entre los tres, lo cierto es que, para cualquier persona observadora, la hermosa, pensativa y reflexionadora Alexandra se encontraba muy ida en su mente y en su entorno, como si justamente se encontraba pensativa y reflexionadora (y también hermosa).
Verán, Alexandra podrá ser muchas cosas: enojona, muy arisca, sentimental, rencorosa y quizás enojona… y enojona y enojona, pero dentro de su corazón existía una buena persona que se daba cuenta cuando hacía algo incorrecto, o cuando una línea de pensamiento iba hacia una dirección incorrecta. Y no fue hasta que su (unilateralamente elegida) maestra le dijo lo que pensaba que cayó en aquel hecho. Le hacía sentido que Amit, alguien quién medía la mitad de su porte, le pidiera ayuda con la carga aunque fuera solo por algunos metros.
- Puede zer ze confuzo, zi… zolo puedo ze rrecomendarr caminarr parra familiarrizarrze con la ziudad.
Y aunque el consejo hacia Ava parecía ser sensato, su voz también delataba lo ida que estaba de la conversación. Y es que en su mente se encontraba ocupada con pensamientos, con sensaciones, consigo misma. Amit no lo había tomado a mal, de hecho era la persona que mejor se lo había tomado de todas las personas que conoció en su vida, aún cuando era evidente que había malinterpretado la situación a su singular manera y terminó por pensar que era un regalo de su parte con una confusa notificación de tregua.
O quizás no había visto maldad en ella y en su acto, por lo que no pudo interpretar su acción como un ataque defensivo a su honra.
Su mente se mantuvo tan ocupada que no se dio cuenta cuando diferentes Mausus, que tenían similares características que Amit pero teniendo distintas tonalidades de pelo que hacía fácil diferenciarlos entre si. A menos que se sufriera de daltonismo, eso solo invitaba a que fuera una experiencia infernal. Debido a lo bajo de su guardia, no pudo evitar sorprenderse al verse acorralada por pequeñas criaturas que intentaban llevar la carreta por si mismos.
Aunque antes de eso, el intercambio entre los Mausus fue, afortunadamente para los 6 nuevos integrantes del recorrido, ignorado por Alexandra.
- Amit, ¿como es que tienes dos yeguas?
- Se lastimó una pero encontraste una de repuesto muy rápido, ¿como lo hiciste?
Y es que hablar entre sus chillidos nativos hacía que la conversación se encerrara en una burbuja en la que ni ella ni Ava podían entrar. Eso hubiera sido 100% correcto de no haber sido porque uno de ellos la apuntó mientras hablaba.
No hubo reacción. Ni física, mental ni emocional. Más bien, parecía simplemente no querer tener ninguna de esas reacciones, por lo que, para no darle más rodeos al asunto, tomó a la mula de las riendas y caminó lentamente a su lado junto con el carro.
- Yo la llevo – dijo en un tono fácil de entender, aunque era imposible de saber si fue a propósito o no.
La llegada de los Mausus llevaron a que la carga no demorara en dar una vuelta por la colina que estaba cerca de los presentes para lentamente presentarles un pequeño pueblo que se extendía más allá de lo que sus ojos podían alcanzar.
El pueblo tenía la misma curiosidad que sus habitantes, era tan diverso como quienes vivían ahí. Se podían ver casas que carecían de la lógica de las ciudades, aunque algunas respetaban un patrón singular. Por ejemplo, las casas de quienes plantaban eran anchas y bajas para las personas normales. En ellas habían diferentes accesos, privilegiando el fácil tránsito hacia las tierras que cosechaban y el fácil tránsito de las carretas que llevaban cultivos hacia lo que parecía ser el centro del pueblo. Y claro, algunas eran anchas tanto por la cantidad de hijos que tenían algunas parejas como también por el espacio que necesitaban para guardar sus insumos. Pero también habían singularidades en el pueblo, como carpas solitarias que tenían espacio solo para un Mausu, aunque en su interior también se encontraban equipamientos como armas, cantimploras y otros artefactos que delataban su sentido de aventura, un poco quizás como Amit.
Sus ojos parecían ser los de un ave en vuelo, extendiendo sus sensaciones hacia el horizonte y fijándose en aquellos pequeños detalles. De, por ejemplo, como habían pequeños que corrían de un lado a otro, jugando, riendo o desobedeciendo a sus madres. Estaban también aquellas mujeres hacendosas que colocaban las prendas al sol para que se secaran, algunas abuelas durmiendo bajo el sol o tejiendo las prendas que los mantendrían calientes para el próximo invierno.
¿Que hubiera pasado si ella hubiera nacido ahí? Sus ojos hacían esa pregunta, llenándose de una nostalgia que nunca existió, sobre una necesidad que se le negó y de un futuro que jamás imaginó.
- ¡Señor Amit’tek, ahora si que conseguiste bastante!
Aunque fueron chillidos como los que sintieron previamente cuando llegaron a ayudarlas, esta vez había aparecido alguien completamente nueva: se trataba de una Mausu algo más pequeña que Amit, completamente blanca, cubiera de un abrigo largo que la hacía parecer como los magos que habitaban en las islas Illidenses y unos lentes que eran más grandes que sus ojos, lo que hacía entender que aquel artilugio había sido creado para una criatura más grande y que, después de mucho tiempo, encontraron a una nueva dueña. Se la conocía en el pueblo como Lethi’tah.
- No he visto completamente los detalles, pero los libros datan de muchos años atrás – y aunque los anteojos no se le caían al correr en cuatro patas, se los ajustaba de vez en vez por costumbre –. Creo que alguien nos había enviado una carta preguntando por libros antiguos, si quieres puedo enviarle una respuesta para que vengan a visitarte y hagan un intercambio, o puedo darte su dirección si prefieres ir, aunque con el estado de esa mula creo que estarás inmóvil por un buen tiem--
No lo había notado previamente, porque por la emoción de volver a ver a Amit había omitido la presencia de las damas que lo acompañaban, pero cuando se giraba instintivamente para hablar de la mula, notó a las dos mujeres que tenía cerca. Una era alta y tenía dos hermosas alas que salían de su espalda. Pocas veces había visto aves y mucho menos había tenido contacto con hombres bestia que tuvieran esa particularidad, por lo que no fue sutil en su emoción.
- Oh, vaya… - esta vez había cambiado a hablar en lengua común, y pronto las mujeres se darían cuenta que lo hablaba mucho mejor que los Mausus que vinieron a ayudarlas con la carreta - … ¡Oh, disculpe! Jamás había visto alas tan lindas en mi vida, como no tengo muchas oportunidades de salir del pueblo, no tengo mucho contacto más allá de los viajeros que vienen a hacer negocios con nuestro pueblo, así que no soy tan experimentada como el señor Amit’tek.
Mientras hablaba, no podía evitar acercarse y mirar las plumas de más de cerca. Probablemente otro tipo de criatura podría haber hecho saltar el instinto de supervivencia de cualquiera, pero aquella Mausu se comportaba de forma tan adorable y respetuosa que parecía un peluche caminante, representando el mismo riesgo que uno.
- Tengo unas plumas en casa donde escribo, pero cuando las comparo con estas, se distingue lo carente de vida que son debido al tiempo y la lejanía de sus dueños…
Lo que quería decir es que las plumas de Ava parecían estar llenas de vida, justamente por estar pegadas a su dueña.
Pero su segunda sorpresa fue el ver a Alexandra, ya que la sorpresa de las alas eclipsaron por un momento a la segunda acompañante de Amit. Pero cuando la notó, olvidó a la pobre Ava y se dio cuenta de que estaba viendo a alguien que se parecía tanto a ella y, a la vez, era tan distinta. Era alta, daba la impresión de ser muy fuerte e imponente y parecía gozar de buena salud, todo lo contrario a ella. Y sin embargo, algo en ella llamaba su atención.
- Es muy hermosa… es como una Mausu, pero muy alta... - y probablemente pesaba lo mismo que Amit, lo que hacía que, o ella sufriera desnutrición o Amit estaba comiendo más de lo que correspondía.
Alexandra se la quedó viendo algo perpleja. En sus viajes era común que la gente la confundiera, pero era la primera vez en quizás mucho tiempo que se sentía dignificada por el comentario de otros hacia su apariencia. A su vez, la pequeña Mausu no demoró nuevamente en quedar al lado de Amit, aunque esta vez siguió hablando en idioma común, un poco porque no se dio cuenta, pero otro poco porque no tenía la intención de ocultar su conversación.
- ¿Son tus acompañantes? ¿Te siguieron en aventuras? ¿Hiciste algo épico con ellas?
Valía aclarar que el término épico era muy usado en las juventudes actuales, casi como reemplazo a “genial”, por lo que quizás no se estaba refiriendo a lo mismo si es que no estaban conectados a lo que era “épico” entre la juventud.
Verán, Alexandra podrá ser muchas cosas: enojona, muy arisca, sentimental, rencorosa y quizás enojona… y enojona y enojona, pero dentro de su corazón existía una buena persona que se daba cuenta cuando hacía algo incorrecto, o cuando una línea de pensamiento iba hacia una dirección incorrecta. Y no fue hasta que su (unilateralamente elegida) maestra le dijo lo que pensaba que cayó en aquel hecho. Le hacía sentido que Amit, alguien quién medía la mitad de su porte, le pidiera ayuda con la carga aunque fuera solo por algunos metros.
- Puede zer ze confuzo, zi… zolo puedo ze rrecomendarr caminarr parra familiarrizarrze con la ziudad.
Y aunque el consejo hacia Ava parecía ser sensato, su voz también delataba lo ida que estaba de la conversación. Y es que en su mente se encontraba ocupada con pensamientos, con sensaciones, consigo misma. Amit no lo había tomado a mal, de hecho era la persona que mejor se lo había tomado de todas las personas que conoció en su vida, aún cuando era evidente que había malinterpretado la situación a su singular manera y terminó por pensar que era un regalo de su parte con una confusa notificación de tregua.
O quizás no había visto maldad en ella y en su acto, por lo que no pudo interpretar su acción como un ataque defensivo a su honra.
Su mente se mantuvo tan ocupada que no se dio cuenta cuando diferentes Mausus, que tenían similares características que Amit pero teniendo distintas tonalidades de pelo que hacía fácil diferenciarlos entre si. A menos que se sufriera de daltonismo, eso solo invitaba a que fuera una experiencia infernal. Debido a lo bajo de su guardia, no pudo evitar sorprenderse al verse acorralada por pequeñas criaturas que intentaban llevar la carreta por si mismos.
Aunque antes de eso, el intercambio entre los Mausus fue, afortunadamente para los 6 nuevos integrantes del recorrido, ignorado por Alexandra.
- Amit, ¿como es que tienes dos yeguas?
- Se lastimó una pero encontraste una de repuesto muy rápido, ¿como lo hiciste?
Y es que hablar entre sus chillidos nativos hacía que la conversación se encerrara en una burbuja en la que ni ella ni Ava podían entrar. Eso hubiera sido 100% correcto de no haber sido porque uno de ellos la apuntó mientras hablaba.
No hubo reacción. Ni física, mental ni emocional. Más bien, parecía simplemente no querer tener ninguna de esas reacciones, por lo que, para no darle más rodeos al asunto, tomó a la mula de las riendas y caminó lentamente a su lado junto con el carro.
- Yo la llevo – dijo en un tono fácil de entender, aunque era imposible de saber si fue a propósito o no.
La llegada de los Mausus llevaron a que la carga no demorara en dar una vuelta por la colina que estaba cerca de los presentes para lentamente presentarles un pequeño pueblo que se extendía más allá de lo que sus ojos podían alcanzar.
El pueblo tenía la misma curiosidad que sus habitantes, era tan diverso como quienes vivían ahí. Se podían ver casas que carecían de la lógica de las ciudades, aunque algunas respetaban un patrón singular. Por ejemplo, las casas de quienes plantaban eran anchas y bajas para las personas normales. En ellas habían diferentes accesos, privilegiando el fácil tránsito hacia las tierras que cosechaban y el fácil tránsito de las carretas que llevaban cultivos hacia lo que parecía ser el centro del pueblo. Y claro, algunas eran anchas tanto por la cantidad de hijos que tenían algunas parejas como también por el espacio que necesitaban para guardar sus insumos. Pero también habían singularidades en el pueblo, como carpas solitarias que tenían espacio solo para un Mausu, aunque en su interior también se encontraban equipamientos como armas, cantimploras y otros artefactos que delataban su sentido de aventura, un poco quizás como Amit.
Sus ojos parecían ser los de un ave en vuelo, extendiendo sus sensaciones hacia el horizonte y fijándose en aquellos pequeños detalles. De, por ejemplo, como habían pequeños que corrían de un lado a otro, jugando, riendo o desobedeciendo a sus madres. Estaban también aquellas mujeres hacendosas que colocaban las prendas al sol para que se secaran, algunas abuelas durmiendo bajo el sol o tejiendo las prendas que los mantendrían calientes para el próximo invierno.
¿Que hubiera pasado si ella hubiera nacido ahí? Sus ojos hacían esa pregunta, llenándose de una nostalgia que nunca existió, sobre una necesidad que se le negó y de un futuro que jamás imaginó.
- ¡Señor Amit’tek, ahora si que conseguiste bastante!
Aunque fueron chillidos como los que sintieron previamente cuando llegaron a ayudarlas, esta vez había aparecido alguien completamente nueva: se trataba de una Mausu algo más pequeña que Amit, completamente blanca, cubiera de un abrigo largo que la hacía parecer como los magos que habitaban en las islas Illidenses y unos lentes que eran más grandes que sus ojos, lo que hacía entender que aquel artilugio había sido creado para una criatura más grande y que, después de mucho tiempo, encontraron a una nueva dueña. Se la conocía en el pueblo como Lethi’tah.
- No he visto completamente los detalles, pero los libros datan de muchos años atrás – y aunque los anteojos no se le caían al correr en cuatro patas, se los ajustaba de vez en vez por costumbre –. Creo que alguien nos había enviado una carta preguntando por libros antiguos, si quieres puedo enviarle una respuesta para que vengan a visitarte y hagan un intercambio, o puedo darte su dirección si prefieres ir, aunque con el estado de esa mula creo que estarás inmóvil por un buen tiem--
No lo había notado previamente, porque por la emoción de volver a ver a Amit había omitido la presencia de las damas que lo acompañaban, pero cuando se giraba instintivamente para hablar de la mula, notó a las dos mujeres que tenía cerca. Una era alta y tenía dos hermosas alas que salían de su espalda. Pocas veces había visto aves y mucho menos había tenido contacto con hombres bestia que tuvieran esa particularidad, por lo que no fue sutil en su emoción.
- Oh, vaya… - esta vez había cambiado a hablar en lengua común, y pronto las mujeres se darían cuenta que lo hablaba mucho mejor que los Mausus que vinieron a ayudarlas con la carreta - … ¡Oh, disculpe! Jamás había visto alas tan lindas en mi vida, como no tengo muchas oportunidades de salir del pueblo, no tengo mucho contacto más allá de los viajeros que vienen a hacer negocios con nuestro pueblo, así que no soy tan experimentada como el señor Amit’tek.
Mientras hablaba, no podía evitar acercarse y mirar las plumas de más de cerca. Probablemente otro tipo de criatura podría haber hecho saltar el instinto de supervivencia de cualquiera, pero aquella Mausu se comportaba de forma tan adorable y respetuosa que parecía un peluche caminante, representando el mismo riesgo que uno.
- Tengo unas plumas en casa donde escribo, pero cuando las comparo con estas, se distingue lo carente de vida que son debido al tiempo y la lejanía de sus dueños…
Lo que quería decir es que las plumas de Ava parecían estar llenas de vida, justamente por estar pegadas a su dueña.
Pero su segunda sorpresa fue el ver a Alexandra, ya que la sorpresa de las alas eclipsaron por un momento a la segunda acompañante de Amit. Pero cuando la notó, olvidó a la pobre Ava y se dio cuenta de que estaba viendo a alguien que se parecía tanto a ella y, a la vez, era tan distinta. Era alta, daba la impresión de ser muy fuerte e imponente y parecía gozar de buena salud, todo lo contrario a ella. Y sin embargo, algo en ella llamaba su atención.
- Es muy hermosa… es como una Mausu, pero muy alta... - y probablemente pesaba lo mismo que Amit, lo que hacía que, o ella sufriera desnutrición o Amit estaba comiendo más de lo que correspondía.
Alexandra se la quedó viendo algo perpleja. En sus viajes era común que la gente la confundiera, pero era la primera vez en quizás mucho tiempo que se sentía dignificada por el comentario de otros hacia su apariencia. A su vez, la pequeña Mausu no demoró nuevamente en quedar al lado de Amit, aunque esta vez siguió hablando en idioma común, un poco porque no se dio cuenta, pero otro poco porque no tenía la intención de ocultar su conversación.
- ¿Son tus acompañantes? ¿Te siguieron en aventuras? ¿Hiciste algo épico con ellas?
Valía aclarar que el término épico era muy usado en las juventudes actuales, casi como reemplazo a “genial”, por lo que quizás no se estaba refiriendo a lo mismo si es que no estaban conectados a lo que era “épico” entre la juventud.
Alexandra Whiskers
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
-¿Mmm? - Cuando Amit escuchó que Ava decía su nombre giró la cabeza para mirarla, tenía la boca tan llena de pastel que las mejillas parecían mucho más redondas que lo habitual - ¿Dije algo malo? Tchik, creía que habíamos logrado entendernos bien con la Señorita - No era quién para andar cuestionando los usos y costumbres de otras tribus, incluso aunque eso involucrara embarrar dulces en la cabeza de la gente.
En lo personal, a Amit no le molestaba demasiado que lo relacionaran con sus primos lejanos los ratones, lo que sí le parecía una falta de respeto inmensa era que lo compararan con las ratas ¡Pero eso era distinto! Eran tipos de roedores muy diferentes, y con connotaciones también bastante disímiles.
Cuando los otros Mausu le preguntaron por Alexandra, Amit les hizo un gesto para que no continuaran por ese tema. Es que sí iban a tener que pelear de nuevo y luego hacer una tregua no sabía cómo iba a explicarles a sus compañeros la situación.
-Fue casualidad, pero eso no importa - Negó con la cabeza y enfatizó aún más con la manos - Ambas son mis invitadas, Tchik, así que debemos atenderlas como corresponde -
Y el “como corresponde” era sinónimo de un banquete, cuatro de los Mausu se encargaron del carro de Amit, pero otros dos salieron corriendo derecho a la ciudad para avisar de las buenas nuevas. Ya más ligeros, pudieron apurar un poco el paso y llegar así finalmente a las tierras de los ratones...
Era un espectáculo de lo más particular, probablemente eran la única civilización con esas características. Todo era sencillo en su construcción, pero a la vez lleno de pequeños detalles ¡En sentido literal! Las cosas más altas y más grandes que Alexandra y Ava encontrarían llegarían con suerte al metro y medio. Las chozas de distintos tamaños y formas eran todas de madera, paja y con techos de tejas, los faroles de la calle utilizaban velas, claramente el invento del aceite era algo muy lejano para ellos aún, mucho menos el utilizar magia como pasaba en algunas de las ciudades más importantes de Aerandir.
La cantidad de Mausu era abrumadora, los había de todas las edades, tamaños y colores, la mayoría estaba ocupado con alguna tarea y los que no eran así probablemente sería porque su edad lo justificaba.
-¡Lethi’tah! - Exclamó Amit en cuanto vio a la Mausu, abrió los brazos en un gesto de camaradería - Tchik, así es, conseguí muchas cosas gracias a una amiga que me ayudó, tendré que contarte esa historia ¡Estoy seguro que va a encantarte! - Conocía a la ratona desde hacía un buen tiempo, y por lo mismo sabía lo mucho que amaba las narraciones que incluían suspenso, batallas y aventuras - Sí, tendré que quedarme durante un tiempo. De todos modos tenía la intención de hacerlo - Hacía mucho que no pasaba una temporada entera con su familia y los echaba en falta.
Dejó que Lethi interactuara con las dos mujeres mientras él se encargaba de hablar con los que iban a encargarse de preparar el banquete para la noche.
-Tendrás que ir a ver al chamán si quieres que te de buenos augurios y autorice el festejo -
-Sí, sí, sí, eso haré, eso haré sin duda - Amit asintió muchas veces mientras hablaba, pero se detuvo de repente - Antes deseo ver a mi esposa y a mis hijos - Se acercó de nuevo a Ava y Alexandra, pasando al idioma común para que pudieran entenderlo - Mi mujer y mis hijos esperan por mí, dejaré el bolso y la ropa de viaje, luego regresaré con ustedes Tchik - Se dio la vuelta - Sientanse libres de recorrer la ciudad tanto como deseen. No tardaré en regresar - Se puso en cuatro patas, dio un par de pasos y agregó - Oh, por cierto, tendremos un gran banquete a la noche para agasajarnos, guarden su apetito hasta entonces ¡Tchik! - Aclarado todo el asunto, Amit salió corriendo tan rápido que ni la sombra se llegó a ver.
En lo personal, a Amit no le molestaba demasiado que lo relacionaran con sus primos lejanos los ratones, lo que sí le parecía una falta de respeto inmensa era que lo compararan con las ratas ¡Pero eso era distinto! Eran tipos de roedores muy diferentes, y con connotaciones también bastante disímiles.
Cuando los otros Mausu le preguntaron por Alexandra, Amit les hizo un gesto para que no continuaran por ese tema. Es que sí iban a tener que pelear de nuevo y luego hacer una tregua no sabía cómo iba a explicarles a sus compañeros la situación.
-Fue casualidad, pero eso no importa - Negó con la cabeza y enfatizó aún más con la manos - Ambas son mis invitadas, Tchik, así que debemos atenderlas como corresponde -
Y el “como corresponde” era sinónimo de un banquete, cuatro de los Mausu se encargaron del carro de Amit, pero otros dos salieron corriendo derecho a la ciudad para avisar de las buenas nuevas. Ya más ligeros, pudieron apurar un poco el paso y llegar así finalmente a las tierras de los ratones...
- Ejemplo 1:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Era un espectáculo de lo más particular, probablemente eran la única civilización con esas características. Todo era sencillo en su construcción, pero a la vez lleno de pequeños detalles ¡En sentido literal! Las cosas más altas y más grandes que Alexandra y Ava encontrarían llegarían con suerte al metro y medio. Las chozas de distintos tamaños y formas eran todas de madera, paja y con techos de tejas, los faroles de la calle utilizaban velas, claramente el invento del aceite era algo muy lejano para ellos aún, mucho menos el utilizar magia como pasaba en algunas de las ciudades más importantes de Aerandir.
- Ejemplo 2:
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La cantidad de Mausu era abrumadora, los había de todas las edades, tamaños y colores, la mayoría estaba ocupado con alguna tarea y los que no eran así probablemente sería porque su edad lo justificaba.
-¡Lethi’tah! - Exclamó Amit en cuanto vio a la Mausu, abrió los brazos en un gesto de camaradería - Tchik, así es, conseguí muchas cosas gracias a una amiga que me ayudó, tendré que contarte esa historia ¡Estoy seguro que va a encantarte! - Conocía a la ratona desde hacía un buen tiempo, y por lo mismo sabía lo mucho que amaba las narraciones que incluían suspenso, batallas y aventuras - Sí, tendré que quedarme durante un tiempo. De todos modos tenía la intención de hacerlo - Hacía mucho que no pasaba una temporada entera con su familia y los echaba en falta.
Dejó que Lethi interactuara con las dos mujeres mientras él se encargaba de hablar con los que iban a encargarse de preparar el banquete para la noche.
-Tendrás que ir a ver al chamán si quieres que te de buenos augurios y autorice el festejo -
-Sí, sí, sí, eso haré, eso haré sin duda - Amit asintió muchas veces mientras hablaba, pero se detuvo de repente - Antes deseo ver a mi esposa y a mis hijos - Se acercó de nuevo a Ava y Alexandra, pasando al idioma común para que pudieran entenderlo - Mi mujer y mis hijos esperan por mí, dejaré el bolso y la ropa de viaje, luego regresaré con ustedes Tchik - Se dio la vuelta - Sientanse libres de recorrer la ciudad tanto como deseen. No tardaré en regresar - Se puso en cuatro patas, dio un par de pasos y agregó - Oh, por cierto, tendremos un gran banquete a la noche para agasajarnos, guarden su apetito hasta entonces ¡Tchik! - Aclarado todo el asunto, Amit salió corriendo tan rápido que ni la sombra se llegó a ver.
- Ejemplo 3:
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Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Con una mezcla de emoción y curiosidad, la Midgardiana siguió a aquellos pequeños seres peludos hasta que éstos la condujeron a su pueblo, lugar que valía la pena ver aunque por ello tuviese que dormir al raso aquella noche.
Las construcciones de los Mausu tenían un estilo muy diferente al que había visto en Lunargenta, más rústico, donde primaba la comodidad y practicidad antes que la estética, algo que compartía con el hogar de la cuerva. - Se parece tanto a casa… - susurró, aunque existía una clara diferencia entre ambas aldeas, el tamaño de los edificios y habitantes.
Dejando de lado ese detalle, los dos asentamientos tenían mucho en común, vivían principalmente de lo que lograban obtener de la naturaleza, ya fuese cultivando la tierra o cazando por los alrededores, y de manera ocasional recibían algunas cosas del exterior, bien por medio de mercaderes externos o de roedores como Amit’tek, dispuestos a visitar las grandes ciudades.
Sin darse cuenta, el interés de la joven hizo que se fuese quedando algo rezagada con respecto al grupo, pero no podía evitar detenerse a observar a aquellas criaturas mientras realizaban sus labores diarias.
Una hembra, que a juzgar por su pelaje ya debía ser algo mayor, tejía en el porche de su adorable casita y vigilaba de reojo a media docena de crías a las que hasta el momento, había conseguido distraer lo suficiente como para que no anduviesen corriendo de un lado para otro.
Al otro lado de la “calle”, si es que se podía llamar así, un fornido Mausu revisaba minuciosamente sus enseres de trabajo antes de salir a reparar el tejado de uno de sus vecinos, y a escasos pasos de él, otro par de ratones se hallaban enfrascados en una negociación, aunque a oídos ajenos a la comunidad solo sería un montón de chillidos.
Una tímida sonrisa se apoderó del rostro de la cazadora mientras andaba, dejando que la nostalgia y los recuerdos de su hogar la embargasen, pero pronto tuvo que regresar a la realidad, alguien había salido al encuentro del grupo.
El aspecto de la recién llegada no era como el de los demás, llevaba ropas que recordaban a las túnicas de mago y también unos anteojos que claramente no habían sido diseñados para un ser de su tamaño. En un principio, la mujer bestia solo se centró en su congénere, pero cuando reparó en que éste no había regresado solo dejó la lengua de los Mausu para empezar a utilizar la común.
Como era de esperar, las negras alas de la cuerva no tardaron en convertirse en el centro de su atención, pero luego pasó a interesarse por la apariencia de Alexandra, algo comprensible dado que ella misma aún no era capaz de determinar su origen.
Pasada la emoción inicial, Amit se excusó para reunirse con su familia, avisándolas del banquete que tendría lugar esa noche en honor a ambas antes de perderse entre la multitud, corriendo a cuatro patas.
- Esta noche… - musitó, no contaba con quedarse tanto tiempo en la aldea, pero por otra parte tampoco podía marcharse, no cuando iban a organizar un evento para ellas. - Me quedaré, puedo pasar la noche al aire libre y volver a Lunargenta por la mañana. - pensó, empezando a caminar por entre las pequeñas casitas con sumo cuidado.
Con libertad para recorrer el pueblo, Ava se acercó a la zona que parecía ser el núcleo comercial, y una vez allí se quedó mirando a los artesanos durante unos minutos antes de decantarse por una en concreto, una anciana que tejía cestas con hojas. - ¿Le importa si me quedo a observar su trabajo? - preguntó con suavidad, consiguiendo que la hembra levantase la cabeza para echarle un vistazo.
Un débil chillido fue lo único que obtuvo como respuesta, pero tras unos instantes, en los que la Mausu debió atisbar la duda en el rostro de la alada, alargó uno de sus pequeños brazos e hizo un gesto a la visitante para que se acercara.
- Gracias. - dijo la cuerva con tono alegre, sentándose frente al puesto de la roedora, donde se quedó un buen rato, hasta que la canasta estuvo terminada, entonces, tras despedirse, avanzó hacia otro de los ratones, uno cuya profesión se asemejaba a la de un herrero, aunque las herramientas y armas que fabricaba eran mucho más sencillas que las que Bullier solía elaborar en su taller.
- Seguramente no reciben mucho del exterior… sus métodos están más atrasados que los de la ciudad, quizá les venga bien algo de ayuda. - reflexionó, dando vueltas a la posibilidad de reducir sus jornadas de caza para dedicar algo de tiempo al transporte de mercancías.
Para cuando se quiso dar cuenta, el sol ya se estaba ocultando tras el horizonte, pronto daría comienzo el banquete y debía reunirse con los demás, o al menos con Alexandra.
Las construcciones de los Mausu tenían un estilo muy diferente al que había visto en Lunargenta, más rústico, donde primaba la comodidad y practicidad antes que la estética, algo que compartía con el hogar de la cuerva. - Se parece tanto a casa… - susurró, aunque existía una clara diferencia entre ambas aldeas, el tamaño de los edificios y habitantes.
Dejando de lado ese detalle, los dos asentamientos tenían mucho en común, vivían principalmente de lo que lograban obtener de la naturaleza, ya fuese cultivando la tierra o cazando por los alrededores, y de manera ocasional recibían algunas cosas del exterior, bien por medio de mercaderes externos o de roedores como Amit’tek, dispuestos a visitar las grandes ciudades.
Sin darse cuenta, el interés de la joven hizo que se fuese quedando algo rezagada con respecto al grupo, pero no podía evitar detenerse a observar a aquellas criaturas mientras realizaban sus labores diarias.
Una hembra, que a juzgar por su pelaje ya debía ser algo mayor, tejía en el porche de su adorable casita y vigilaba de reojo a media docena de crías a las que hasta el momento, había conseguido distraer lo suficiente como para que no anduviesen corriendo de un lado para otro.
Al otro lado de la “calle”, si es que se podía llamar así, un fornido Mausu revisaba minuciosamente sus enseres de trabajo antes de salir a reparar el tejado de uno de sus vecinos, y a escasos pasos de él, otro par de ratones se hallaban enfrascados en una negociación, aunque a oídos ajenos a la comunidad solo sería un montón de chillidos.
Una tímida sonrisa se apoderó del rostro de la cazadora mientras andaba, dejando que la nostalgia y los recuerdos de su hogar la embargasen, pero pronto tuvo que regresar a la realidad, alguien había salido al encuentro del grupo.
El aspecto de la recién llegada no era como el de los demás, llevaba ropas que recordaban a las túnicas de mago y también unos anteojos que claramente no habían sido diseñados para un ser de su tamaño. En un principio, la mujer bestia solo se centró en su congénere, pero cuando reparó en que éste no había regresado solo dejó la lengua de los Mausu para empezar a utilizar la común.
Como era de esperar, las negras alas de la cuerva no tardaron en convertirse en el centro de su atención, pero luego pasó a interesarse por la apariencia de Alexandra, algo comprensible dado que ella misma aún no era capaz de determinar su origen.
Pasada la emoción inicial, Amit se excusó para reunirse con su familia, avisándolas del banquete que tendría lugar esa noche en honor a ambas antes de perderse entre la multitud, corriendo a cuatro patas.
- Esta noche… - musitó, no contaba con quedarse tanto tiempo en la aldea, pero por otra parte tampoco podía marcharse, no cuando iban a organizar un evento para ellas. - Me quedaré, puedo pasar la noche al aire libre y volver a Lunargenta por la mañana. - pensó, empezando a caminar por entre las pequeñas casitas con sumo cuidado.
Con libertad para recorrer el pueblo, Ava se acercó a la zona que parecía ser el núcleo comercial, y una vez allí se quedó mirando a los artesanos durante unos minutos antes de decantarse por una en concreto, una anciana que tejía cestas con hojas. - ¿Le importa si me quedo a observar su trabajo? - preguntó con suavidad, consiguiendo que la hembra levantase la cabeza para echarle un vistazo.
Un débil chillido fue lo único que obtuvo como respuesta, pero tras unos instantes, en los que la Mausu debió atisbar la duda en el rostro de la alada, alargó uno de sus pequeños brazos e hizo un gesto a la visitante para que se acercara.
- Gracias. - dijo la cuerva con tono alegre, sentándose frente al puesto de la roedora, donde se quedó un buen rato, hasta que la canasta estuvo terminada, entonces, tras despedirse, avanzó hacia otro de los ratones, uno cuya profesión se asemejaba a la de un herrero, aunque las herramientas y armas que fabricaba eran mucho más sencillas que las que Bullier solía elaborar en su taller.
- Seguramente no reciben mucho del exterior… sus métodos están más atrasados que los de la ciudad, quizá les venga bien algo de ayuda. - reflexionó, dando vueltas a la posibilidad de reducir sus jornadas de caza para dedicar algo de tiempo al transporte de mercancías.
Para cuando se quiso dar cuenta, el sol ya se estaba ocultando tras el horizonte, pronto daría comienzo el banquete y debía reunirse con los demás, o al menos con Alexandra.
Ava Kenrith
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
No le sorprendió que Amit saliera disparado hacia su casa, para reencontrarse nuevamente con su familia después de tanto tiempo ausente. Después de todo, los largos viajes hacían que uno extrañara a a los seres queridos. Y aunque pudiera parecer lo contrario, tampoco pareció sorprenderse que Ava también rondara a su ritmo por el pueblo. Después de todo, le daba la impresión de que se había maravillado con las construcciones y el ritmo de vida, quizás más cercano a lo que ella vivía en su pueblo, en comparación a la misma Alexandra en Lunargenta.
Pero no contaba que ambos la dejarían sola. Al menos esperaba que Ava la invitara a mirar alrededor, conversar sobre como amansar animales o algo así. O quizás Amit podría haberle enseñado su casa o sus camanadas. Pero no tardó mucho en recordar esos tiempos cuando se entrenaba en la guardia de Lunargenta y los soldados que estuvieron fuera por mucho tiempo volvían con mucho apuro hacia sus hogares para… compensar las largas ausencias.
Entre todos estos eventos, solo podía hacer aquella pregunta que desde hace mucho quería hacer.
- Ze… ¿no ezoz lentez zon muy grrandez para ti?
Ajustandose sus lentes casi como si fuera por instinto, la reacción de la Mausu fue muy calmada, como si fuera algo que le preguntaran regularmente, incluso por sus pares con peor déficil de memoria.
- Un poco, si, pero prefiero este tipo de anteojos – puso ambas manos en sus lentes, como si midiera cuán grandes eran – He tratado de usar algunos que fueran más acordes al tamaño de mis ojos y cabeza, pero cada vez que uso otros me es imposible no notar el marco que rodean los lentes. Están ahí como si fuera una marca negra que rodea mi visión – hizo un gesto con los ojos como de desagrado – y me hace imposible concentrarme. Además, estos fueron regalo de Am-- digo, del señor Amit’tek, y me gusta usarlos por respetos a su persona.
Cuando hablaba, sentía algo raro, como le pasaba con Ava. Usualmente siempre sentía una aversión natural con el resto, una fricción que terminaba siendo natural y dejaba una áspera relación con el resto. Con ambas era distinta. Era como si se deslizara sin control por una superficie suave que la hacía resbalarse y seguir cayendo en picada hacia una dirección que desconocía.
- Y zi no loz ze uzaz, ¿cómo ez tu ze vizión?
- Es bastante difícil explicar con palabras. Y me disculpo por adelantado, pero…
La pequeña Mausu se sacó los lentes ante la pregunta y se los ofreció sin dudar demasiado. Alexandra lo entendió como una pequeña prueba de lo que era su mundo, por lo que se agachó, quedando en cuclillas, para recibirlo. Realmente los Mausus eran pequeños, pensaba, incluso más de lo que estaba acostumbrada.
Como una recomendación personal, jamás se coloquen los anteojos de alguien más. Aunque solo sea por algunos segundos, la pasarán realmente mal.
Alexandra solo duró 0,7 segundos con los anteojos puestos, quitandoselos de inmediato y devolviendoselos a Lethi, todo sin abrirlos debido a la intensa molestia que ese encuentro óptico generó.
- … zieloz.
- Es más o menos así – la joven volvió a colocarse los lentes y puso una de sus patas en el hombro de la hermosa, adolorida y cegatona Alexandra –. Disculpe por ello.
- Ze eztá bien. Mi prregunta fue baztante ze imbézil – casi como preguntarle a un ciego si solo ve en color negro.
- En realidad entiendo por qué la hizo, señorita…
- Alexandra.
La Mausu no pudo evitar parar sus orejas al escuchar el nombre de la mujer. No es que lo hubiera escuchado antes, fuera un nombre muy o poco común, nada de eso. Más bien, había algo que no supo discernir hasta mucho después, por lo que, por el momento, solo pudo remitirse a presentarse.
- Lethi’tah – continuó con el punto que iba a hacer –. No está mal preguntar sobre lo que desconocemos si es honestamente y respetando la dignidad de otros – volvió a ajustar sus lentes de manera instintiva –. Es lo que creo y es la razón de porque busco la instancia de preguntarle correctamente lo que me gustaría preguntarle, porque no me gustaría molestarla con mi imprudencia.
En ese momento la mujer bestia se sentía mejor de su experiencia oculística, pero ahora se encontraba con tanta azúcar en el ambiente que sentía que iba a morir de sobredosis de dulces. No solo era una de las pocas experiencias respetuosas que había tenido, sino que había venido justo después de que Ava, su Maestra (que probablemente ni ella sabía que tenía ese estatus), la tranquilizara después del incidente con Amit. Si aparecía una tercera persona y era amable con ella, confirmaría sus sospechas de que estaba inconsciente y todo esto era una ilusión de su cabeza.
- No eztoy ze muerrta, ¿no?
- … no creo que mis anteojos tengan ese poder. Al menos, no todavía.
Por un momento se tomó en serio ese comentario, pero inmediatamente lo descartó. Había visto cosas ridículas en su vida, pero no creía que algo así existiría…
… ¿verdad?
- Ez que todo me parreze tan… ze extrraño.
- ¿De verdad lo piensa así?
Acomodándose en el suelo, se cruzó de piernas y su mirada se perdió en la nada y en el todo. Las construcciones eran tan caseras y hogareñas que hacían sentir al pueblo como un lugar que te podía dar la bienvenida siempre y cuando quisieras progresar bajo tu propio esfuerzo. Se podía ver a las madres Mausus cuidando de sus hijos, otras trabajando las pieles y lanas de animales. También habían Mausus machos ayudando a arar la tierra o arreglando algunas construcciones que habían sido afectadas por el tiempo, y algunos otros descubrían que pasar tiempo con sus crías requería más energía de lo que pensaban.
Para ella todo esto era extraño. Era alguien extranjera, ajena a toda la historia de este pueblo, sus costumbres, su organización política, social y religiosa, su gente, etc. Siquiera podía caber dentro de alguna de las casas, o probablemente podría pero tendría que dejar alguna parte de su cuerpo afuera, como su cabeza o sus pies. Pero por alguna razón, pensaba en estas criaturas de este pueblo. Aunque tenía más diferencias que similitudes, como por ejemplo cómo funcionaban sus extremidades o sus hocicos, no podía evitar ese sentimiento de añoranza que sentía al ver diferentes tribus.
¿Alguna vez existió una tribu de hombres bestia que se parecieran a ella? ¿Que alguna vez tuvieran sus mismos rasgos, esa homogeneidad que la hiciera sentir como en casa? ¿Existirían construcciones que se acomodaran a su altura y no obligarla a agacharse cada vez que quería entrar a un edificio? ¿Tendría un lenguaje único que explicara el por qué no podía evitar el cecear cada vez que hablaba o marcar mucho las erres?
¿Tendría una pareja que se emocionaría de volver a ver cada vez que volviera de sus viajes? ¿Podría simplemente quedarse a ver en silencio como trabajaba una anciana con sus telas?
- … ¿se encuentra bien señorita Alexandra?
La pequeña voz de la pequeña Mausu trajo a tierra sus pensamientos. Pareció desorientada por algunos segundos, como si se hubiera puesto los anteojos de Lethi de nuevo, pero no tardó en volver en si.
- Dime, ¿hay un ze lugarr en donde la guarrdia de este pueblo entrrene?
- ¿Entrenar? Pues si, ¿pero hay alguna razón para ir allá?
Su mirada había adquirido una muy fina capa de amargura que era difícil de notar al ojo que no estuviera familiarizado con ella. No era una amargura contra nadie o nada en particular, sino una hacia ella misma. Era como si se odiara a si misma sin poder evitarlo, por hacer algo que se prometió hace mucho no volver a hacer.
- … quizáz no zea de mucha ze ayuda, perro zi eztoy invitada porr uztedez a ezte ze banquete, me guztarría… darr algo a cambio – desvió ligeramente su mirada, un poco por vergüenza –, y zolo tengo conozimientoz de cómo ze pelearr. Azí que me prreguntaba zi podía ayudarr a ze entrrenar a la gente, o algo azí.
- Oh, es eso – Lethi lo pensó por un momento, pero asintió y tomó de la mano a Alexandra para que se levantara y la siguiera, cosa que hizo pero dificultosamente por la diferencia de altura – No creo que debiera preocuparse por eso, pero… quizás si conversa con quien se encarga de eso, pueda ver qué puede hacer.
En la opinión de Lethi, no es que realmente importara ya que habían sido invitados sin una intención previa de que quedaran en deuda con los Mausu, pero si la mujer bestia decidía ayudar, quizás ese aire de experticia que a veces faltaba en muchos ámbitos les podría caer bien.
Pero no contaba que ambos la dejarían sola. Al menos esperaba que Ava la invitara a mirar alrededor, conversar sobre como amansar animales o algo así. O quizás Amit podría haberle enseñado su casa o sus camanadas. Pero no tardó mucho en recordar esos tiempos cuando se entrenaba en la guardia de Lunargenta y los soldados que estuvieron fuera por mucho tiempo volvían con mucho apuro hacia sus hogares para… compensar las largas ausencias.
Entre todos estos eventos, solo podía hacer aquella pregunta que desde hace mucho quería hacer.
- Ze… ¿no ezoz lentez zon muy grrandez para ti?
Ajustandose sus lentes casi como si fuera por instinto, la reacción de la Mausu fue muy calmada, como si fuera algo que le preguntaran regularmente, incluso por sus pares con peor déficil de memoria.
- Un poco, si, pero prefiero este tipo de anteojos – puso ambas manos en sus lentes, como si midiera cuán grandes eran – He tratado de usar algunos que fueran más acordes al tamaño de mis ojos y cabeza, pero cada vez que uso otros me es imposible no notar el marco que rodean los lentes. Están ahí como si fuera una marca negra que rodea mi visión – hizo un gesto con los ojos como de desagrado – y me hace imposible concentrarme. Además, estos fueron regalo de Am-- digo, del señor Amit’tek, y me gusta usarlos por respetos a su persona.
Cuando hablaba, sentía algo raro, como le pasaba con Ava. Usualmente siempre sentía una aversión natural con el resto, una fricción que terminaba siendo natural y dejaba una áspera relación con el resto. Con ambas era distinta. Era como si se deslizara sin control por una superficie suave que la hacía resbalarse y seguir cayendo en picada hacia una dirección que desconocía.
- Y zi no loz ze uzaz, ¿cómo ez tu ze vizión?
- Es bastante difícil explicar con palabras. Y me disculpo por adelantado, pero…
La pequeña Mausu se sacó los lentes ante la pregunta y se los ofreció sin dudar demasiado. Alexandra lo entendió como una pequeña prueba de lo que era su mundo, por lo que se agachó, quedando en cuclillas, para recibirlo. Realmente los Mausus eran pequeños, pensaba, incluso más de lo que estaba acostumbrada.
Como una recomendación personal, jamás se coloquen los anteojos de alguien más. Aunque solo sea por algunos segundos, la pasarán realmente mal.
Alexandra solo duró 0,7 segundos con los anteojos puestos, quitandoselos de inmediato y devolviendoselos a Lethi, todo sin abrirlos debido a la intensa molestia que ese encuentro óptico generó.
- … zieloz.
- Es más o menos así – la joven volvió a colocarse los lentes y puso una de sus patas en el hombro de la hermosa, adolorida y cegatona Alexandra –. Disculpe por ello.
- Ze eztá bien. Mi prregunta fue baztante ze imbézil – casi como preguntarle a un ciego si solo ve en color negro.
- En realidad entiendo por qué la hizo, señorita…
- Alexandra.
La Mausu no pudo evitar parar sus orejas al escuchar el nombre de la mujer. No es que lo hubiera escuchado antes, fuera un nombre muy o poco común, nada de eso. Más bien, había algo que no supo discernir hasta mucho después, por lo que, por el momento, solo pudo remitirse a presentarse.
- Lethi’tah – continuó con el punto que iba a hacer –. No está mal preguntar sobre lo que desconocemos si es honestamente y respetando la dignidad de otros – volvió a ajustar sus lentes de manera instintiva –. Es lo que creo y es la razón de porque busco la instancia de preguntarle correctamente lo que me gustaría preguntarle, porque no me gustaría molestarla con mi imprudencia.
En ese momento la mujer bestia se sentía mejor de su experiencia oculística, pero ahora se encontraba con tanta azúcar en el ambiente que sentía que iba a morir de sobredosis de dulces. No solo era una de las pocas experiencias respetuosas que había tenido, sino que había venido justo después de que Ava, su Maestra (que probablemente ni ella sabía que tenía ese estatus), la tranquilizara después del incidente con Amit. Si aparecía una tercera persona y era amable con ella, confirmaría sus sospechas de que estaba inconsciente y todo esto era una ilusión de su cabeza.
- No eztoy ze muerrta, ¿no?
- … no creo que mis anteojos tengan ese poder. Al menos, no todavía.
Por un momento se tomó en serio ese comentario, pero inmediatamente lo descartó. Había visto cosas ridículas en su vida, pero no creía que algo así existiría…
… ¿verdad?
- Ez que todo me parreze tan… ze extrraño.
- ¿De verdad lo piensa así?
Acomodándose en el suelo, se cruzó de piernas y su mirada se perdió en la nada y en el todo. Las construcciones eran tan caseras y hogareñas que hacían sentir al pueblo como un lugar que te podía dar la bienvenida siempre y cuando quisieras progresar bajo tu propio esfuerzo. Se podía ver a las madres Mausus cuidando de sus hijos, otras trabajando las pieles y lanas de animales. También habían Mausus machos ayudando a arar la tierra o arreglando algunas construcciones que habían sido afectadas por el tiempo, y algunos otros descubrían que pasar tiempo con sus crías requería más energía de lo que pensaban.
Para ella todo esto era extraño. Era alguien extranjera, ajena a toda la historia de este pueblo, sus costumbres, su organización política, social y religiosa, su gente, etc. Siquiera podía caber dentro de alguna de las casas, o probablemente podría pero tendría que dejar alguna parte de su cuerpo afuera, como su cabeza o sus pies. Pero por alguna razón, pensaba en estas criaturas de este pueblo. Aunque tenía más diferencias que similitudes, como por ejemplo cómo funcionaban sus extremidades o sus hocicos, no podía evitar ese sentimiento de añoranza que sentía al ver diferentes tribus.
¿Alguna vez existió una tribu de hombres bestia que se parecieran a ella? ¿Que alguna vez tuvieran sus mismos rasgos, esa homogeneidad que la hiciera sentir como en casa? ¿Existirían construcciones que se acomodaran a su altura y no obligarla a agacharse cada vez que quería entrar a un edificio? ¿Tendría un lenguaje único que explicara el por qué no podía evitar el cecear cada vez que hablaba o marcar mucho las erres?
¿Tendría una pareja que se emocionaría de volver a ver cada vez que volviera de sus viajes? ¿Podría simplemente quedarse a ver en silencio como trabajaba una anciana con sus telas?
- … ¿se encuentra bien señorita Alexandra?
La pequeña voz de la pequeña Mausu trajo a tierra sus pensamientos. Pareció desorientada por algunos segundos, como si se hubiera puesto los anteojos de Lethi de nuevo, pero no tardó en volver en si.
- Dime, ¿hay un ze lugarr en donde la guarrdia de este pueblo entrrene?
- ¿Entrenar? Pues si, ¿pero hay alguna razón para ir allá?
Su mirada había adquirido una muy fina capa de amargura que era difícil de notar al ojo que no estuviera familiarizado con ella. No era una amargura contra nadie o nada en particular, sino una hacia ella misma. Era como si se odiara a si misma sin poder evitarlo, por hacer algo que se prometió hace mucho no volver a hacer.
- … quizáz no zea de mucha ze ayuda, perro zi eztoy invitada porr uztedez a ezte ze banquete, me guztarría… darr algo a cambio – desvió ligeramente su mirada, un poco por vergüenza –, y zolo tengo conozimientoz de cómo ze pelearr. Azí que me prreguntaba zi podía ayudarr a ze entrrenar a la gente, o algo azí.
- Oh, es eso – Lethi lo pensó por un momento, pero asintió y tomó de la mano a Alexandra para que se levantara y la siguiera, cosa que hizo pero dificultosamente por la diferencia de altura – No creo que debiera preocuparse por eso, pero… quizás si conversa con quien se encarga de eso, pueda ver qué puede hacer.
En la opinión de Lethi, no es que realmente importara ya que habían sido invitados sin una intención previa de que quedaran en deuda con los Mausu, pero si la mujer bestia decidía ayudar, quizás ese aire de experticia que a veces faltaba en muchos ámbitos les podría caer bien.
Alexandra Whiskers
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Regresar a casa era un verdadero alivio para Amit, para la mayoría de los Mausu el mundo exterior era bastante amenazante, por eso preferían quedarse dentro de la confortable seguridad de su tribu. Pero además de eso, disfrutaban mucho de poder estar con su familia y amigos, el dicho “No hay lugar como el hogar” era perfectamente aplicable para estos roedores. Sí Amit no se viera obligado a salir, si no supiera que con su sacrificio le brindaba una gran ayuda a su pueblo, probablemente tampoco pondría un pie afuera de las tierras Mausu, y se dedicaría a plantar mientras veía crecer a sus hijos.
Pero su tarea era mucho muy importante, no podía simplemente dejarla de lado por culpa de su egoísmo, su familia tampoco le perdonaría sí hacía algo semejante.
Sus hijos salieron a recibirlo mucho antes de que llegara a la casa, ya se había corrido la voz de que Amit estaba de regreso, así que los pequeños, y los no tan pequeños, dejaron todo lo que estaban haciendo para ir a su encuentro. El Mausu sonrió con una felicidad incomparable y abrió los brazos para atraparlos cuando saltaron hacia él, era una sensación maravillosa, ese olor dulce que tenían los ratones cuando aún eran niños, su pelo suave, las demostraciones de cariño infinito.
Para cualquier espectador externo lo que sucedió allí fue solo el encuentro de un montón de roedores entre medio de chillidos y un revoltijo imposible de brazos, piernas y colas. Para Amit fue el tan anhelado encuentro con sus pequeños, con todos y cada uno de ellos. Fueron caminando todos juntos hacia la casa, mientras los chiquitines le contaban emocionados a su padre todas las cosas que habían hecho y aprendido mientras él no estaba.
Cuando llegaron a su destino, una figura bien conocida por el Mausu los estaba esperando. La esposa de Amit tenía un gesto dulce y una figura esbelta, sobre todo considerando que había sido madre varias veces, su pelo tenía partes blancas y partes castaño muy claro, Amit le decía cuando estaban a solas que parecía té con leche y ella se reía y le daba mordiscos juguetones.
Se fundieron en un abrazo largo y cariñoso, no fue necesario que dijeran nada.
Un rato más tarde Amit, su esposa y doce de sus hijos regresaban al centro del pueblo, el Mausu les había contado que dos mujeres lo habían ayudado en el camino de regreso, y quería presentarlas. También estaba el asunto de la celebración, lo cierto es que los ratones no solían tener invitados, así que estaban muy emocionados con la idea de festejar con ellas.
Para cuando Amit regresó ya todo parecía estar en proceso, las Mausu preparaban los panes, las frutas y los granos para la cena, los hombres asaban patas de liebres en las fogatas, los jóvenes hacían rodar los barriles con cerveza y vino para llevarlos hasta las mesas sin tener que cargarlos. De a poco todo parecía estar compaginandose y prometía ser a todo dar.
-Tchik ¿Dónde están? - Amit miraba para todos lados ¿Qué tan difícil podía ser encontrar a los únicos dos seres que medían más de un metro y medio en todo el pueblo? Finalmente localizó sus cabezas a lo lejos - ¡Allí! Vamos - Se acercaron todos juntos - Ellas son quienes me ayudaron. Los presento, ella es mi esposa Val´Ly´Tek, y nuestros hijos - El Mausu sabía lo suficiente sobre las otras razas como para comprender que no podrían recordar el nombre todos ellos, por eso no los presentó.
Pero su tarea era mucho muy importante, no podía simplemente dejarla de lado por culpa de su egoísmo, su familia tampoco le perdonaría sí hacía algo semejante.
Sus hijos salieron a recibirlo mucho antes de que llegara a la casa, ya se había corrido la voz de que Amit estaba de regreso, así que los pequeños, y los no tan pequeños, dejaron todo lo que estaban haciendo para ir a su encuentro. El Mausu sonrió con una felicidad incomparable y abrió los brazos para atraparlos cuando saltaron hacia él, era una sensación maravillosa, ese olor dulce que tenían los ratones cuando aún eran niños, su pelo suave, las demostraciones de cariño infinito.
Para cualquier espectador externo lo que sucedió allí fue solo el encuentro de un montón de roedores entre medio de chillidos y un revoltijo imposible de brazos, piernas y colas. Para Amit fue el tan anhelado encuentro con sus pequeños, con todos y cada uno de ellos. Fueron caminando todos juntos hacia la casa, mientras los chiquitines le contaban emocionados a su padre todas las cosas que habían hecho y aprendido mientras él no estaba.
Cuando llegaron a su destino, una figura bien conocida por el Mausu los estaba esperando. La esposa de Amit tenía un gesto dulce y una figura esbelta, sobre todo considerando que había sido madre varias veces, su pelo tenía partes blancas y partes castaño muy claro, Amit le decía cuando estaban a solas que parecía té con leche y ella se reía y le daba mordiscos juguetones.
Se fundieron en un abrazo largo y cariñoso, no fue necesario que dijeran nada.
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Un rato más tarde Amit, su esposa y doce de sus hijos regresaban al centro del pueblo, el Mausu les había contado que dos mujeres lo habían ayudado en el camino de regreso, y quería presentarlas. También estaba el asunto de la celebración, lo cierto es que los ratones no solían tener invitados, así que estaban muy emocionados con la idea de festejar con ellas.
Para cuando Amit regresó ya todo parecía estar en proceso, las Mausu preparaban los panes, las frutas y los granos para la cena, los hombres asaban patas de liebres en las fogatas, los jóvenes hacían rodar los barriles con cerveza y vino para llevarlos hasta las mesas sin tener que cargarlos. De a poco todo parecía estar compaginandose y prometía ser a todo dar.
-Tchik ¿Dónde están? - Amit miraba para todos lados ¿Qué tan difícil podía ser encontrar a los únicos dos seres que medían más de un metro y medio en todo el pueblo? Finalmente localizó sus cabezas a lo lejos - ¡Allí! Vamos - Se acercaron todos juntos - Ellas son quienes me ayudaron. Los presento, ella es mi esposa Val´Ly´Tek, y nuestros hijos - El Mausu sabía lo suficiente sobre las otras razas como para comprender que no podrían recordar el nombre todos ellos, por eso no los presentó.
Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Tras dejar atrás el puesto del herrero, Ava se irguió para buscar con la mirada a su congénere, tarea que no debía ser difícil puesto que era la única aparte de ella que superaba el metro y medio de altura en toda la aldea.
La visión del acogedor pueblecito bañado por la luz del atardecer le pareció de lo más bonita, pero sin querer dejarse distraer de nuevo por el encanto del lugar, escrutó cada rincón hasta dar con la silueta que buscaba, la de Alexandra.
- ¡Ahí está! - dijo en voz baja, y con el mismo cuidado que había tenido hasta entonces, empezó a caminar en dirección a la mujer sin perder de vista a los Mausu que correteaban por las calles, para no tropezar con ninguno. Aquello podía sonar fácil pero en la práctica no lo fue tanto, no con el alboroto que los roedores creaban a causa de los preparativos para el banquete.
Más de una vez, la cuerva tuvo que detenerse para dejarlos pasar, algunos iban cargados con comida, otros haciendo girar los toneles de cerveza para guiarlos hasta el sitio de la celebración y otros con adornos florales y cosas de ese estilo.
Aquella fiesta prometía ser todo un acontecimiento en la aldea, y eso inevitablemente la ponía algo nerviosa ya que no creía merecer tal honor, solo había ayudado a alguien que lo necesitaba y lo había hecho de forma totalmente desinteresada, lo último que quería era que se tomasen tantas molestias para agradecerle el gesto.
- ¡Alexandra! - exclamó en cuanto estuvo algo más cerca de la mujer, que al parecer seguía en compañía de Lethi. - Parece que no queda mucho para que comience el banquete. - dijo poco después, ya junto a su compañera de viaje.
No pasó mucho antes de que Amit’tek se reuniese con ellas, y no llegó solo, trajo consigo a toda su familia. - Un placer, yo soy Ava. - se presentó, observando a la preciosa hembra que acompañaba al mercader. Sin duda el ratón había elegido a una esposa encantadora, y qué decir de sus hijos, eran simplemente adorables.
La imagen de la pareja y toda su prole reunida hizo que la morena se preguntase si algún día llegaría a tener algo parecido, probablemente no con tantos hijos ya que la fertilidad y embarazos de los de su especie no podían compararse a la de los Mausu, pero era bonito pensar que podría formar su propia familia en el futuro, a pesar de todos sus problemas…
Sin duda su rechazo al contacto físico y sus dificultades para relacionarse con hombres serían grandes barreras a superar, a lo que debía sumar la desconfianza e inseguridad que Celene había implantado en su cabeza cuando apenas era una adolescente, haciéndola creer que si alguien se acercaba a ella sería solo por su apariencia y nada más, que nadie vería más allá ni la tomaría en serio…
Pero era bonito soñar, así que no se iba a arrebatar eso también.
De pronto la joven se dio cuenta de que su sonrisa se había vuelto ligeramente triste, así que decidió no permitir que aquellos pensamientos siguiesen rondando su mente y centrarse en disfrutar de la celebración. - Tienes una familia preciosa Amit, eres muy afortunado. - comentó, recorriendo con la mirada los rostros de sus hijos.
Justo en ese momento, dos miembros de la aldea se acercaron al grupo corriendo y comenzaron a emitir chillidos y a hacer gestos a su vecino, probablemente para indicarle que los preparativos estaban a punto de terminar y podían ir al lugar del banquete, aunque la Midgardiana seguía sin entender nada de aquella lengua.
La visión del acogedor pueblecito bañado por la luz del atardecer le pareció de lo más bonita, pero sin querer dejarse distraer de nuevo por el encanto del lugar, escrutó cada rincón hasta dar con la silueta que buscaba, la de Alexandra.
- ¡Ahí está! - dijo en voz baja, y con el mismo cuidado que había tenido hasta entonces, empezó a caminar en dirección a la mujer sin perder de vista a los Mausu que correteaban por las calles, para no tropezar con ninguno. Aquello podía sonar fácil pero en la práctica no lo fue tanto, no con el alboroto que los roedores creaban a causa de los preparativos para el banquete.
Más de una vez, la cuerva tuvo que detenerse para dejarlos pasar, algunos iban cargados con comida, otros haciendo girar los toneles de cerveza para guiarlos hasta el sitio de la celebración y otros con adornos florales y cosas de ese estilo.
Aquella fiesta prometía ser todo un acontecimiento en la aldea, y eso inevitablemente la ponía algo nerviosa ya que no creía merecer tal honor, solo había ayudado a alguien que lo necesitaba y lo había hecho de forma totalmente desinteresada, lo último que quería era que se tomasen tantas molestias para agradecerle el gesto.
- ¡Alexandra! - exclamó en cuanto estuvo algo más cerca de la mujer, que al parecer seguía en compañía de Lethi. - Parece que no queda mucho para que comience el banquete. - dijo poco después, ya junto a su compañera de viaje.
No pasó mucho antes de que Amit’tek se reuniese con ellas, y no llegó solo, trajo consigo a toda su familia. - Un placer, yo soy Ava. - se presentó, observando a la preciosa hembra que acompañaba al mercader. Sin duda el ratón había elegido a una esposa encantadora, y qué decir de sus hijos, eran simplemente adorables.
La imagen de la pareja y toda su prole reunida hizo que la morena se preguntase si algún día llegaría a tener algo parecido, probablemente no con tantos hijos ya que la fertilidad y embarazos de los de su especie no podían compararse a la de los Mausu, pero era bonito pensar que podría formar su propia familia en el futuro, a pesar de todos sus problemas…
Sin duda su rechazo al contacto físico y sus dificultades para relacionarse con hombres serían grandes barreras a superar, a lo que debía sumar la desconfianza e inseguridad que Celene había implantado en su cabeza cuando apenas era una adolescente, haciéndola creer que si alguien se acercaba a ella sería solo por su apariencia y nada más, que nadie vería más allá ni la tomaría en serio…
Pero era bonito soñar, así que no se iba a arrebatar eso también.
De pronto la joven se dio cuenta de que su sonrisa se había vuelto ligeramente triste, así que decidió no permitir que aquellos pensamientos siguiesen rondando su mente y centrarse en disfrutar de la celebración. - Tienes una familia preciosa Amit, eres muy afortunado. - comentó, recorriendo con la mirada los rostros de sus hijos.
Justo en ese momento, dos miembros de la aldea se acercaron al grupo corriendo y comenzaron a emitir chillidos y a hacer gestos a su vecino, probablemente para indicarle que los preparativos estaban a punto de terminar y podían ir al lugar del banquete, aunque la Midgardiana seguía sin entender nada de aquella lengua.
Ava Kenrith
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
El silencio se apoderó del ambiente solo siendo interrumpido por los sonidos naturales del mundo. Los ojos miraban en mezclas de sentimientos: algunos estaban asombrados, otros curiosos, pero la mayoría eran estudiosos. Las poses, los músculos, el como el arma se balanceaba de lado a lado. Entonces volvía a detenerse. Los dedos agarraban y se posicionaban alrededor de la lanza como si fueran la extensión misma del arma, como en cualquier momento sus dedos pudieran cortar el viento y las hojas que caían del árbol cercano.
El primer movimiento fue horizontal, cortando en dos la primera de las hojas que caía. Un movimiento corto y preciso, lo suficiente como para darle tiempo y girar su muñeca, haciendo que la hoja de su lanza diera una vuelta en U para modificar su ruta y dar un corte vertical que cortó la segunda hoja. Deteniendose violentamente en el aire, otro giro de su muñeca hizo que la hoja cambiara su posición y pudiera dar un tercer corte hacia la tercera hoja que caía. En la parte superior del árbol, el Mausu que había recolectado las hojas para dejarlas caer como parte de la prueba se maravillaba lo suficiente de la gracia con la que la lanza se movía como para olvidarse de soltar las que quedaban, más no parecía que la mujer bestia se apurara o impacientara. Simplemente volvía a una posición neutral que no dejara expuesta su cuerpo frente a un ataque enemigo. En constante vigilia, su aura emanaba la de una guerrera que se había forjado en incontables horas de entrenamiento.
Cuando las hojas hacían su retorno al suelo, nuevamente eran interrumpidas por el filo de la lanza. Cortes verticales, horizontales y todo lo entremedio. Los más experimentados Mausus en combate se daban cuenta de inmediato: sus movimientos eran compactos y precisos, sin dejar que la lanza la dejara expuesta a un ataque enemigo, algo tan fácil cuando manejabas un arma de dos manos. Si un ataque fallaba, fácilmente podía repeler un ataque enemigo dirigido en su flanco expuesto. Era un estilo defensivo muy cerrado, que impedía que los ataques sorpresa hicieran su efecto. Pero a medida que se movía, se daban cuenta que habían flancos que ella no cubría y que hacían de este estilo muy poco efectivo, sobre todo porque, a la hora de una pelea, un Mausu podía dirigirse a partes que muchos consideran secundarias a la hora de una defensa, como las extremidades o los pies. Cuando se peleaba, todo valía y, muchas veces, morder el tobillo de un oponente era mucho más efectivo que cualquier espada y, por como se movía Alexandra, muchos se daban cuenta de cuántos flancos y posibilidades cerradas dejaba al descubierto.
Eso pensaban, al menos, hasta que su posición cambió. Sus brazos se extendieron hasta alcanzar los extremos de la lanza, con sus dedos quedando ligeramente de la hoja, mientras sus rodillas se flexionaban hasta dejarla en una posición de ataque extremadamente abierta. Todos se quedaron expectantes hasta que cayó la primera hoja del árbol. El primer movimiento golpeó la hoja sin el lado cortante, como si estuviera repeliendola en vez de atacarla, dando pie a un giro en su eje para cubrir su distancia contra un ataque enemigo y, cargando su arma verticalmente, blandió su arma que cubrió por un segundo desde el suelo, pasando por encima de la mujer bestia, y golpeando el suelo del lado contrario, en un ataque abierto y de gran potencia. Un ataque que dejaba su costado vulnerable. Sin embargo, un giro rápido de su muñeca permitió que, mientras la hoja de su arma estaba incrustada en la tierra, el otro extremo se movía en dirección hacia un oponente imaginario y hecho para bloquear cualquier ataque que pudiera venir de ese lado, logrando además que su arma se destrabara del suelo para, finalmente, dar un giro defensivo y quedar con la lanza apuntando hacia el frente, siendo sostenida con fuerza por la mujer.
Tardaron quizás entre 10 o 15 segundos, pero cuando los Mausus presentes se repusieron de la danza, aplaudieron fuertemente. Algunos incluso chiflaron, que era el único contexto en el que Alexandra aceptaba eso.
- Ziemprre ez ze imporrtante que, independiente de cómo peleen, tengan algo prrezente: nunca deben alarrgarr laz peleaz. Jamáz. Cada zegundo que alarguen innezezarriamente una pelea ez un zegundo máz que le dan a zuz ze enemigoz para tenderrlez una trrampa, arrmar un contrraataque o incapazitarloz. Cada golpe que hagan a zu ze enemigo debe eztarr dirrigido a terrminarr el combate lo antez pozible. Ezto tampoco zignifica que deban dejar zu guarrdia abierrta intentando buzar eza ze victoria…
Nuestra hermosa, talentosa y profesoristicamente sabia Alexandra no solo se encargaba de mostrarle como se movía cuando atacaba las hojas, se detenía a explicar los fundamentos de por qué los movimientos que hacía los hacía, por qué era importante terminar los combates rápido y nunca dejar la guardia baja. Claro, para un Mausu quizás el estilo de combate de la mujer bestia podía estar bastante alejado de lo que podía hacer, y además podría preferir otros métodos, como el arco y flecha o un combate más agresivamente cercano, pero no quitaba que muchos de los consejos eran efectivos en cualquier situación que se pudieran encontrar.
Aunque, en un golpe a su autoestima, se encontraba deteniendose regularmente cuando explicaba las cosas debido a que, en el mismo síndrome que tenía Amit, los Mausus pasaban muchas dificultades intentando entenderla. Afortunadamente, Lethi estaba como traductora de lo que decía, haciendo que sus mensajes pudieran llegar sin las complicaciones que tenía usualmente.
Eso no impedía que su autoestima saliera lastimada.
- Entonzez, cuando quierran zerr defenzivoz, deben tenerr ezpezial cuidado con la pozizión de zuz piez – nuevamente la mujer se puso en una posición de batalla, aunque más relajada y dando enfoque a su explicación de la zona inferior del cuerpo – Nunca estarr en una pozizión que no lez permita zaltarr hazia atrráz…
Estaba en la mitad de sus explicaciones cuando sintió primero una voz femenina. Era Ava, quien le explicaba que el banquete estaba a punto de comenzar. Los más jóvenes, como era de esperar, salieron apurados dejando atrás a las presentes, aunque muchos de ellos no porque estuvieran apresurados de comer sino que estaban comprometidos a ayudar a ordenar las cosas y la distracción de la mujer bestia había consumido todo su tiempo libre y parte del de su trabajo. Los que no se quedaron mirando a la recién llegada y asumieron también que se trataba de una guerrera.
- ¡Tchik! ¿También sabe pelear dama? - dijo uno mientras la miraba de arriba a abajo.
- Curioso, curioso sin duda – añadió otro que se quedó pegado en sus alas – Otras tribus dejan que las mujeres hagan trabajos de hombres. ¿No se preocupan de descendencia?
- Otras tribus no tienen el problema ni la prioridad de producir descendencia como nosotros – dijo Lethi, mientras se ajustaba los anteojos – Es por eso que las hembras pueden desarrollarse en labores distintas.
Alexandra por su parte sentía que la conversación se estaba yendo muy a lo político, lo que la incomodaba porque su estilo de vida se remitía a pelear y vivir de ello. Si había alguien que dudara de sus capacidades, independiente de sus motivos, se encargaba de hacerles entender que era mucho más capacitada que muchos hombres en el mismo rubro, ya sea barriendo el piso con ellos o completando trabajos que no podían hacer. Fuera de eso, no quería meterse en esas conversaciones sobre como funcionaba la sociedad.
Afortunadamente, Amit no demoró en encontrarlas. Debió haber sido la primera vez en que se aliviaba de ver al Mausu.
La primera impresión que tuvo de la pareja fue bastante alejada de lo que pensaba. A decir verdad, no pensaba demasiado en ello y solo se conformó con la idea de que la esposa de Amit era igual de panzón que el susodicho. Y a decir verdad, le impresionó ver que se equivocaba. Y le impresionó aún más que, con las camadas que tuvo, podía mantener tan buena imagen, considerando que las humanas en general no terminan muy bien después de dar a luz (por no decir que engordaban y se volvían feas).
- Alexandra, un guzto – hizo un pequeño gesto de golpear su pecho con su puño cerrado e inclinarse hacia el matrimonio, un tipo de saludo que usualmente hacía cuando la presentación era más formal. Eso, y cuando había una dama de gran estatus social, una costumbre que no le podías sacar a los guardias de la corona ni a palos.
Los hijos eran otra historia.
- ¡Es blanca como mamá, pero más blanca que mamá!
- ¡Más blanca que mamá!
- ¡Pero es muy alta, más que mamá!
- ¡Muy alta!
Se dividieron en dos partes: una revisaba exhaustivamente a la mujer bestia, y la otra revisaba exhaustivamente a la otra mujer besita. (Eh… si, eso sonó raro). El caso es que, mientras unos se quedaban viendo las largas plumas de Ava, algunos incluso queriendo sacar algunas de sus alas, otros miraban de forma menos sutil a Alexandra, alguno que otro incluso agarrando las ropas de la mujer y subiendo para quedar debajo de su abrigo rojo.
- ¡Es muy cálido acá! ¡Como la cama de mamá!
- ¡Dejame ver!
Aquello puso tensa a la mujer, quien simplemente se quedó de piedra sin mover un músculo por miedo a hacer algún movimiento que los asustara o los lastimara. El canje es que sudaba en frío y su cara parecía la de un cachorro que necesitaba ayuda. Lo peor es que no entendía siquiera lo que chillaban en su idioma, por lo que ni sabía si la entenderían si decían algo.
El primer movimiento fue horizontal, cortando en dos la primera de las hojas que caía. Un movimiento corto y preciso, lo suficiente como para darle tiempo y girar su muñeca, haciendo que la hoja de su lanza diera una vuelta en U para modificar su ruta y dar un corte vertical que cortó la segunda hoja. Deteniendose violentamente en el aire, otro giro de su muñeca hizo que la hoja cambiara su posición y pudiera dar un tercer corte hacia la tercera hoja que caía. En la parte superior del árbol, el Mausu que había recolectado las hojas para dejarlas caer como parte de la prueba se maravillaba lo suficiente de la gracia con la que la lanza se movía como para olvidarse de soltar las que quedaban, más no parecía que la mujer bestia se apurara o impacientara. Simplemente volvía a una posición neutral que no dejara expuesta su cuerpo frente a un ataque enemigo. En constante vigilia, su aura emanaba la de una guerrera que se había forjado en incontables horas de entrenamiento.
Cuando las hojas hacían su retorno al suelo, nuevamente eran interrumpidas por el filo de la lanza. Cortes verticales, horizontales y todo lo entremedio. Los más experimentados Mausus en combate se daban cuenta de inmediato: sus movimientos eran compactos y precisos, sin dejar que la lanza la dejara expuesta a un ataque enemigo, algo tan fácil cuando manejabas un arma de dos manos. Si un ataque fallaba, fácilmente podía repeler un ataque enemigo dirigido en su flanco expuesto. Era un estilo defensivo muy cerrado, que impedía que los ataques sorpresa hicieran su efecto. Pero a medida que se movía, se daban cuenta que habían flancos que ella no cubría y que hacían de este estilo muy poco efectivo, sobre todo porque, a la hora de una pelea, un Mausu podía dirigirse a partes que muchos consideran secundarias a la hora de una defensa, como las extremidades o los pies. Cuando se peleaba, todo valía y, muchas veces, morder el tobillo de un oponente era mucho más efectivo que cualquier espada y, por como se movía Alexandra, muchos se daban cuenta de cuántos flancos y posibilidades cerradas dejaba al descubierto.
Eso pensaban, al menos, hasta que su posición cambió. Sus brazos se extendieron hasta alcanzar los extremos de la lanza, con sus dedos quedando ligeramente de la hoja, mientras sus rodillas se flexionaban hasta dejarla en una posición de ataque extremadamente abierta. Todos se quedaron expectantes hasta que cayó la primera hoja del árbol. El primer movimiento golpeó la hoja sin el lado cortante, como si estuviera repeliendola en vez de atacarla, dando pie a un giro en su eje para cubrir su distancia contra un ataque enemigo y, cargando su arma verticalmente, blandió su arma que cubrió por un segundo desde el suelo, pasando por encima de la mujer bestia, y golpeando el suelo del lado contrario, en un ataque abierto y de gran potencia. Un ataque que dejaba su costado vulnerable. Sin embargo, un giro rápido de su muñeca permitió que, mientras la hoja de su arma estaba incrustada en la tierra, el otro extremo se movía en dirección hacia un oponente imaginario y hecho para bloquear cualquier ataque que pudiera venir de ese lado, logrando además que su arma se destrabara del suelo para, finalmente, dar un giro defensivo y quedar con la lanza apuntando hacia el frente, siendo sostenida con fuerza por la mujer.
Tardaron quizás entre 10 o 15 segundos, pero cuando los Mausus presentes se repusieron de la danza, aplaudieron fuertemente. Algunos incluso chiflaron, que era el único contexto en el que Alexandra aceptaba eso.
- Ziemprre ez ze imporrtante que, independiente de cómo peleen, tengan algo prrezente: nunca deben alarrgarr laz peleaz. Jamáz. Cada zegundo que alarguen innezezarriamente una pelea ez un zegundo máz que le dan a zuz ze enemigoz para tenderrlez una trrampa, arrmar un contrraataque o incapazitarloz. Cada golpe que hagan a zu ze enemigo debe eztarr dirrigido a terrminarr el combate lo antez pozible. Ezto tampoco zignifica que deban dejar zu guarrdia abierrta intentando buzar eza ze victoria…
Nuestra hermosa, talentosa y profesoristicamente sabia Alexandra no solo se encargaba de mostrarle como se movía cuando atacaba las hojas, se detenía a explicar los fundamentos de por qué los movimientos que hacía los hacía, por qué era importante terminar los combates rápido y nunca dejar la guardia baja. Claro, para un Mausu quizás el estilo de combate de la mujer bestia podía estar bastante alejado de lo que podía hacer, y además podría preferir otros métodos, como el arco y flecha o un combate más agresivamente cercano, pero no quitaba que muchos de los consejos eran efectivos en cualquier situación que se pudieran encontrar.
Aunque, en un golpe a su autoestima, se encontraba deteniendose regularmente cuando explicaba las cosas debido a que, en el mismo síndrome que tenía Amit, los Mausus pasaban muchas dificultades intentando entenderla. Afortunadamente, Lethi estaba como traductora de lo que decía, haciendo que sus mensajes pudieran llegar sin las complicaciones que tenía usualmente.
Eso no impedía que su autoestima saliera lastimada.
- Entonzez, cuando quierran zerr defenzivoz, deben tenerr ezpezial cuidado con la pozizión de zuz piez – nuevamente la mujer se puso en una posición de batalla, aunque más relajada y dando enfoque a su explicación de la zona inferior del cuerpo – Nunca estarr en una pozizión que no lez permita zaltarr hazia atrráz…
Estaba en la mitad de sus explicaciones cuando sintió primero una voz femenina. Era Ava, quien le explicaba que el banquete estaba a punto de comenzar. Los más jóvenes, como era de esperar, salieron apurados dejando atrás a las presentes, aunque muchos de ellos no porque estuvieran apresurados de comer sino que estaban comprometidos a ayudar a ordenar las cosas y la distracción de la mujer bestia había consumido todo su tiempo libre y parte del de su trabajo. Los que no se quedaron mirando a la recién llegada y asumieron también que se trataba de una guerrera.
- ¡Tchik! ¿También sabe pelear dama? - dijo uno mientras la miraba de arriba a abajo.
- Curioso, curioso sin duda – añadió otro que se quedó pegado en sus alas – Otras tribus dejan que las mujeres hagan trabajos de hombres. ¿No se preocupan de descendencia?
- Otras tribus no tienen el problema ni la prioridad de producir descendencia como nosotros – dijo Lethi, mientras se ajustaba los anteojos – Es por eso que las hembras pueden desarrollarse en labores distintas.
Alexandra por su parte sentía que la conversación se estaba yendo muy a lo político, lo que la incomodaba porque su estilo de vida se remitía a pelear y vivir de ello. Si había alguien que dudara de sus capacidades, independiente de sus motivos, se encargaba de hacerles entender que era mucho más capacitada que muchos hombres en el mismo rubro, ya sea barriendo el piso con ellos o completando trabajos que no podían hacer. Fuera de eso, no quería meterse en esas conversaciones sobre como funcionaba la sociedad.
Afortunadamente, Amit no demoró en encontrarlas. Debió haber sido la primera vez en que se aliviaba de ver al Mausu.
La primera impresión que tuvo de la pareja fue bastante alejada de lo que pensaba. A decir verdad, no pensaba demasiado en ello y solo se conformó con la idea de que la esposa de Amit era igual de panzón que el susodicho. Y a decir verdad, le impresionó ver que se equivocaba. Y le impresionó aún más que, con las camadas que tuvo, podía mantener tan buena imagen, considerando que las humanas en general no terminan muy bien después de dar a luz (por no decir que engordaban y se volvían feas).
- Alexandra, un guzto – hizo un pequeño gesto de golpear su pecho con su puño cerrado e inclinarse hacia el matrimonio, un tipo de saludo que usualmente hacía cuando la presentación era más formal. Eso, y cuando había una dama de gran estatus social, una costumbre que no le podías sacar a los guardias de la corona ni a palos.
Los hijos eran otra historia.
- ¡Es blanca como mamá, pero más blanca que mamá!
- ¡Más blanca que mamá!
- ¡Pero es muy alta, más que mamá!
- ¡Muy alta!
Se dividieron en dos partes: una revisaba exhaustivamente a la mujer bestia, y la otra revisaba exhaustivamente a la otra mujer besita. (Eh… si, eso sonó raro). El caso es que, mientras unos se quedaban viendo las largas plumas de Ava, algunos incluso queriendo sacar algunas de sus alas, otros miraban de forma menos sutil a Alexandra, alguno que otro incluso agarrando las ropas de la mujer y subiendo para quedar debajo de su abrigo rojo.
- ¡Es muy cálido acá! ¡Como la cama de mamá!
- ¡Dejame ver!
Aquello puso tensa a la mujer, quien simplemente se quedó de piedra sin mover un músculo por miedo a hacer algún movimiento que los asustara o los lastimara. El canje es que sudaba en frío y su cara parecía la de un cachorro que necesitaba ayuda. Lo peor es que no entendía siquiera lo que chillaban en su idioma, por lo que ni sabía si la entenderían si decían algo.
Alexandra Whiskers
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Era más que evidente el orgullo que sentía Amit al mostrar a su familia, para los Mausu el tener una pareja y una enorme cantidad de hijos era señal clara de que había triunfado en la vida. En el caso de la familia Tek, podían agregar la satisfacción de tener a un miembro que realizaba una tarea muy específica y poco practicada como era la de ser Explorador, así que hasta cierto punto se los podía considerar una familia influyente dentro de la Tribu.
-Sí que lo soy - Le respondió a Ava, sacando pecho con orgullo. Los ratones más pequeños parecían ser una fuente inagotable de energía, miraban a las dos invitadas con ojos muy abiertos, y no paraban ni un segundo de moverse, haciendo preguntas mientras las investigaban incluso más de lo que los modales permitían - ¡¡Niños!! ¡¡Niños!! No puedes hacer lo que se les antoje con las Señoritas - Exclamó Amit, dejando relucir el mal carácter por el que era bien conocido.
-Pero padre... Nunca habíamos visto algo así - Dijo uno señalando las alas de Ava - Son como la de los pájaros que atrapamos ¿Ella también puede volar? -
-Y está otra tiene como parte nuestra pero también partes que no ¿Es una Medio-Mausu? -
-Creo que ya es suficiente - Dijo Val con un tono mucho más tranquilo que el de su esposo - Vengan todos aquí ahora mismo -
-Lo siento, mis hijos sólo son muy curiosos - Se disculpó Amit con Alexandra y Ava mientras los pequeños ratones regresaban junto a su madre - Ellos se preguntaban sí podías volar - Le dijo a la Mujer-Ave - Y querían saber si eras mitad Mausu - Una extraña risa conformada entre chillidos y repicar de dientes hizo que la rechoncha panza del Mausu se agitara - Entre nosotros el contacto físico está mucho más permitido que en otras especies. Así podemos demostrar más que solo con palabras -
En cualquier caso, si no se apuraban en llegar a la mesa principal se quedarían sin lugares, así que toda la familia Tek guió a las dos invitadas hacía donde estaban organizando todo para el banquete. Toda la tribu estaba presente, y fueron necesarias muchas mesas y muchas sillas para poder hacerles espacio a todos. Aún así varios se quedaron sin espacio y tuvieron que acomodarse en los alrededores, trepando a ramas, o desde los balcones de las casas, cualquier sitio que les permitiera estar cerca para recibir una porción de bebida y alimento.
Como la noche ya los había alcanzado, tenían que colgar lámparas en forma de guirnaldas por todo el lugar, era interesante que a pesar de no poseer la suficiente técnica como para tener vidrios de colores, aún así se las ingeniaban para tener iluminaciones variadas, usando pétalos de flores para que la luz pasara a través de ellos, resultando en un efecto muy bonito. En las mesas había de todo, frutas de estación, carne, pescado, frutos secos, pan negro, pan tostado, insectos, aunque no habían servido aves por respeto a Ava, parecía de mal gusto presentar algo así en frente de la Mujer-Bestia.
Claro que no tenían asientos del tamaño adecuado para las dos damas, por lo que pusieron muchos almohadones en el puso, así al menos no les dolería al sentarse. Un pequeño grupo de Mausu se dedicaban a tocar música, aunque luego de un rato cambiaban el lugar con otros para así poder comer también. A la cabeza de cada una de las mesas estaba uno de los representantes de las familias importantes de la aldea y además el Shaman principal, quien dijo unas pocas palabras antes de que comenzaran a comer.
-Agradecemos al Dios Ratón que este año nos dio excelentes cosechas y nos permitió poder disfrutar de este extraordinario banquete - Señaló a las dos mujeres - A nuestras invitadas por ayudar a nuestro explorador en un momento de necesidad. Sean bienvenidas y las invitamos a quedarse tanto como lo deseen - Juntó las manos y exclamó contento - Ahora sí, es momento de disfrutar de este obsequio de los dioses - Hubo una exclamación generalizada de alegría y el banquete oficialmente comenzó.
------------------------------------------------------
*Estamos en la ronda 7, así que queda muy poco para terminar. Desde ya les agradezco a ambas por haber participado de un tema tan sencillo, y por haber hecho descripciones tan hermosas de la tierra de los Mausu. Agregaré este tema al hilo donde pongo todos los detalles sobre esta raza. Gracias nuevamente :3
-Sí que lo soy - Le respondió a Ava, sacando pecho con orgullo. Los ratones más pequeños parecían ser una fuente inagotable de energía, miraban a las dos invitadas con ojos muy abiertos, y no paraban ni un segundo de moverse, haciendo preguntas mientras las investigaban incluso más de lo que los modales permitían - ¡¡Niños!! ¡¡Niños!! No puedes hacer lo que se les antoje con las Señoritas - Exclamó Amit, dejando relucir el mal carácter por el que era bien conocido.
-Pero padre... Nunca habíamos visto algo así - Dijo uno señalando las alas de Ava - Son como la de los pájaros que atrapamos ¿Ella también puede volar? -
-Y está otra tiene como parte nuestra pero también partes que no ¿Es una Medio-Mausu? -
-Creo que ya es suficiente - Dijo Val con un tono mucho más tranquilo que el de su esposo - Vengan todos aquí ahora mismo -
-Lo siento, mis hijos sólo son muy curiosos - Se disculpó Amit con Alexandra y Ava mientras los pequeños ratones regresaban junto a su madre - Ellos se preguntaban sí podías volar - Le dijo a la Mujer-Ave - Y querían saber si eras mitad Mausu - Una extraña risa conformada entre chillidos y repicar de dientes hizo que la rechoncha panza del Mausu se agitara - Entre nosotros el contacto físico está mucho más permitido que en otras especies. Así podemos demostrar más que solo con palabras -
En cualquier caso, si no se apuraban en llegar a la mesa principal se quedarían sin lugares, así que toda la familia Tek guió a las dos invitadas hacía donde estaban organizando todo para el banquete. Toda la tribu estaba presente, y fueron necesarias muchas mesas y muchas sillas para poder hacerles espacio a todos. Aún así varios se quedaron sin espacio y tuvieron que acomodarse en los alrededores, trepando a ramas, o desde los balcones de las casas, cualquier sitio que les permitiera estar cerca para recibir una porción de bebida y alimento.
Como la noche ya los había alcanzado, tenían que colgar lámparas en forma de guirnaldas por todo el lugar, era interesante que a pesar de no poseer la suficiente técnica como para tener vidrios de colores, aún así se las ingeniaban para tener iluminaciones variadas, usando pétalos de flores para que la luz pasara a través de ellos, resultando en un efecto muy bonito. En las mesas había de todo, frutas de estación, carne, pescado, frutos secos, pan negro, pan tostado, insectos, aunque no habían servido aves por respeto a Ava, parecía de mal gusto presentar algo así en frente de la Mujer-Bestia.
Claro que no tenían asientos del tamaño adecuado para las dos damas, por lo que pusieron muchos almohadones en el puso, así al menos no les dolería al sentarse. Un pequeño grupo de Mausu se dedicaban a tocar música, aunque luego de un rato cambiaban el lugar con otros para así poder comer también. A la cabeza de cada una de las mesas estaba uno de los representantes de las familias importantes de la aldea y además el Shaman principal, quien dijo unas pocas palabras antes de que comenzaran a comer.
-Agradecemos al Dios Ratón que este año nos dio excelentes cosechas y nos permitió poder disfrutar de este extraordinario banquete - Señaló a las dos mujeres - A nuestras invitadas por ayudar a nuestro explorador en un momento de necesidad. Sean bienvenidas y las invitamos a quedarse tanto como lo deseen - Juntó las manos y exclamó contento - Ahora sí, es momento de disfrutar de este obsequio de los dioses - Hubo una exclamación generalizada de alegría y el banquete oficialmente comenzó.
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*Estamos en la ronda 7, así que queda muy poco para terminar. Desde ya les agradezco a ambas por haber participado de un tema tan sencillo, y por haber hecho descripciones tan hermosas de la tierra de los Mausu. Agregaré este tema al hilo donde pongo todos los detalles sobre esta raza. Gracias nuevamente :3
Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Dando rienda suelta a su curiosidad, los pequeños roedores abandonaron a sus padres para ver más de cerca a las visitantes, a las que no tardaron en rodear prácticamente por completo.
Consciente de que ella misma actuaba de aquella manera en ocasiones, Ava se obligó a quedarse quieta mientras la examinaban, haciendo lo posible por ignorar el hecho de que unas pequeñas manos le tiraban suavemente de las alas.
- Mantente tranquila, solo son unos niños… si reaccionas bruscamente podrías hacerles daño. - se recordaba una y otra vez, sin quitar ojo a las pequeñas figuras que se movían a su alrededor.
Una de ellas, algo más tímida que el resto, optó por acercarse a la cuerva de frente y dar un par de golpecitos a su armadura, comprobando la dureza del material y que a pesar de ser una hembra, lo que tenía delante era una guerrera.
- ¡Tchik! - exclamó el Mausu, alzando las patas delanteras hacia ella como si quisiese que se le acercase. Bien podría haber trepado por la mujer bestia, pero eso estaba mal visto, o eso era lo que le decían sus padres, así que en vez de impacientarse, el pequeño esperó hasta que la morena se agachó, quedando a su alcance.
Con las alas estratégicamente plegadas de modo que cubriesen a Segadora, para evitar cualquier posible accidente, Ava tendió una de las manos hacia el curioso ratón, que olfateó y revisó su guantelete con visible interés para luego centrarse en la pieza del torso.
- ¿Te gustan las armaduras? Esta me la hizo mi padre. - explicó, aunque lo más probable era que no la entendiese.
Poco después, Amit intervino para poner algo de orden, y en cuanto sus crías volvieron junto a él y a su esposa, se disculpó con ambas por el comportamiento que habían mostrado.
- No te preocupes. - respondió la Midgardiana, poniéndose en pie. - Y no, no puedo volar, al menos no de momento… pero sé que algún día lo lograré. - añadió, para que no se quedasen con aquella duda.
Surcar el cielo era una de sus metas y sabía que estaba hecha para ello, pero sus alas no eran lo suficientemente fuertes para alzarla del suelo, al menos no todavía, aunque sí eran capaces de ayudarla a planear cuando saltaba desde un lugar alto… y eso ya era algo.
Con el banquete casi listo, los Tek se apresuraron a guiarlas hacia el lugar elegido para la celebración, donde ya se encontraba prácticamente todo el poblado.
Sin asientos de su tamaño, los Mausu optaron por preparar una pila de almohadones en el suelo para las invitadas, gesto que la joven agradeció antes de acomodarse sobre ellos, sentándose sobre sus rodillas, como solía hacer.
Con gran expectación, todos los presentes escucharon las palabras del líder de aquella aldea, y en cuanto éste terminó de hablar dio comienzo el festejo, con música alegre y comida y bebida en abundancia.
Ava, que seguía sin verse merecedora de tantas atenciones, se limitó a admirar la decoración y probar algunas de las delicias que había sobre la mesa, esperando que la atención se centrase más en Alexandra que en ella, aunque para ser sinceros, aquella comunidad tenía la habilidad de hacer que cualquiera, hasta ella, se sintiese cómodo.
- Puede que no tengan los avances de la gran ciudad, pero tienen algo más valioso que eso… - pensó, echando un vistazo a los roedores. Todos se mostraban alegres y cercanos unos con otros, compartían lo que tenían y se divertían tanto como podían, esa unidad era la que los diferenciaba de otros lugares, como Lunargenta, donde cada cual iba a lo suyo, a veces sin preocuparse de hacer daño a otros por conseguir algo.
Ni siquiera la aldea natal de la cuerva contaba con ese grado de unión entre sus miembros, ciertamente convivían y trataban de ayudarse, pero con intereses de por medio la mayoría de las veces.
- ¿Cómo lo llevas? - preguntó, inclinándose un poco hacia Alexandra. - Ya, ya sabes, que parte de todo esto sea para honrarnos a nosotras. - se explicó, queriendo saber si la mujer bestia se sentía como ella o por el contrario, disfrutaba al ser agasajada con tantos obsequios.
Consciente de que ella misma actuaba de aquella manera en ocasiones, Ava se obligó a quedarse quieta mientras la examinaban, haciendo lo posible por ignorar el hecho de que unas pequeñas manos le tiraban suavemente de las alas.
- Mantente tranquila, solo son unos niños… si reaccionas bruscamente podrías hacerles daño. - se recordaba una y otra vez, sin quitar ojo a las pequeñas figuras que se movían a su alrededor.
Una de ellas, algo más tímida que el resto, optó por acercarse a la cuerva de frente y dar un par de golpecitos a su armadura, comprobando la dureza del material y que a pesar de ser una hembra, lo que tenía delante era una guerrera.
- ¡Tchik! - exclamó el Mausu, alzando las patas delanteras hacia ella como si quisiese que se le acercase. Bien podría haber trepado por la mujer bestia, pero eso estaba mal visto, o eso era lo que le decían sus padres, así que en vez de impacientarse, el pequeño esperó hasta que la morena se agachó, quedando a su alcance.
Con las alas estratégicamente plegadas de modo que cubriesen a Segadora, para evitar cualquier posible accidente, Ava tendió una de las manos hacia el curioso ratón, que olfateó y revisó su guantelete con visible interés para luego centrarse en la pieza del torso.
- ¿Te gustan las armaduras? Esta me la hizo mi padre. - explicó, aunque lo más probable era que no la entendiese.
Poco después, Amit intervino para poner algo de orden, y en cuanto sus crías volvieron junto a él y a su esposa, se disculpó con ambas por el comportamiento que habían mostrado.
- No te preocupes. - respondió la Midgardiana, poniéndose en pie. - Y no, no puedo volar, al menos no de momento… pero sé que algún día lo lograré. - añadió, para que no se quedasen con aquella duda.
Surcar el cielo era una de sus metas y sabía que estaba hecha para ello, pero sus alas no eran lo suficientemente fuertes para alzarla del suelo, al menos no todavía, aunque sí eran capaces de ayudarla a planear cuando saltaba desde un lugar alto… y eso ya era algo.
Con el banquete casi listo, los Tek se apresuraron a guiarlas hacia el lugar elegido para la celebración, donde ya se encontraba prácticamente todo el poblado.
Sin asientos de su tamaño, los Mausu optaron por preparar una pila de almohadones en el suelo para las invitadas, gesto que la joven agradeció antes de acomodarse sobre ellos, sentándose sobre sus rodillas, como solía hacer.
Con gran expectación, todos los presentes escucharon las palabras del líder de aquella aldea, y en cuanto éste terminó de hablar dio comienzo el festejo, con música alegre y comida y bebida en abundancia.
Ava, que seguía sin verse merecedora de tantas atenciones, se limitó a admirar la decoración y probar algunas de las delicias que había sobre la mesa, esperando que la atención se centrase más en Alexandra que en ella, aunque para ser sinceros, aquella comunidad tenía la habilidad de hacer que cualquiera, hasta ella, se sintiese cómodo.
- Puede que no tengan los avances de la gran ciudad, pero tienen algo más valioso que eso… - pensó, echando un vistazo a los roedores. Todos se mostraban alegres y cercanos unos con otros, compartían lo que tenían y se divertían tanto como podían, esa unidad era la que los diferenciaba de otros lugares, como Lunargenta, donde cada cual iba a lo suyo, a veces sin preocuparse de hacer daño a otros por conseguir algo.
Ni siquiera la aldea natal de la cuerva contaba con ese grado de unión entre sus miembros, ciertamente convivían y trataban de ayudarse, pero con intereses de por medio la mayoría de las veces.
- ¿Cómo lo llevas? - preguntó, inclinándose un poco hacia Alexandra. - Ya, ya sabes, que parte de todo esto sea para honrarnos a nosotras. - se explicó, queriendo saber si la mujer bestia se sentía como ella o por el contrario, disfrutaba al ser agasajada con tantos obsequios.
Ava Kenrith
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Nuestra hermosa, ostentosamente alta y nerviosa Alexandra se sentía, más bien, agradecida que la atención fuera dirigida hacia su maestra en tranquilizar burros y animales varios, Ava. No es que sintiera incómoda con la atención que le brindaban sus compañeros hombres bestia, sino era el sentimiento que le daba el encontrar un lugar en donde criaturas que se parecían a ella, más pequeñas y panzonas, vivían en un lugar en común.
Hacía mucho tiempo que no había estado en una situación similar a la actual, aunque le divertía recordar que algunos detalles eran totalmente opuestos a los de ahora.
- Papá erra parrte de la guarrdia de ze Lunarrgenta, un zoldado entrre tantoz que encuentrraz en laz callez. En ezoz ze tiempoz, cuando tenía ze doze añoz, rregularrmente hazia fogataz con zuz compañerroz, o a vezez hazían banquetez parrezidoz a eztoz – una taza de té se encontraba delante de ella, a petición debido a su problema de alcoholismo que bien podría traer más de un incidente en una celebración así. Era pequeñamente ideal para un Mausu, por lo que para ella beber un poco ya había reducido considerablemente el contenido del vaso – No erra tan alta como ahorra, a diferrenzia de quienez se converrtirrían en miz compañerroz de arrmaz en el futurro. Erra como una zituazión inverrza a la de ahorra.
Eran tantos años que habían pasado que se sentían como una lejanía de continentes y, sin embargo, eran ese tipo de memorias que, si parpadeabas, todavía podías recordar los olores, las personas y las experiencias como si hubiera sido anoche.
- Era diverrtido porrque, zin imporrtarr cuán diferrente erra del rrezto, erran gente que… zimplemente eztaba contenta de que eztuvierra ahí y que comparrtierra con elloz – al lado de ella, Lethi se encontraba conversando con Amit, en el idioma Mausu tan característicamente chillón, pero al contrario de lo que las dos presentes pensaban, se encargaba de traducirle tanto al “bonachón” Mausu como a su pareja y a los pequeños que pudieran estar interesados lo que la mujer bestia decía – Azí que… no lo zé. Cuando lo pienzo de la forrma en que la gente ze comporrtaba conmigo, no lo veo como algo de “honrrarnoz”, zino una ze forrma de “Zon gente que noz trrata como amigoz y ezperramoz que zigamoz ziendolo por muhoz añoz máz”. Aunque no lo parrezca, nueztraz culturraz no zon tan diztintaz.
Se quedó un momento en silencio después de decir eso. Y no es que pensara algo raro de ellas, sino que sintió que eran demasiado… maduras como para calzar en ellas. A veces odiaba el no poder tomar un poco de alcohol como para decir boberías en el hombro de alguien mientras intentaba adivinar si el que tenía al frente era un mausu de verdad o un elefante disfrazado. Desgraciadamente, beber implicaba que iba a terminar cazando al “elefante” con su lanza para fallar miserablemente y, en un acto de nula decencia, terminar expulsada del pueblo por falta a las buenas costumbres.
Aún así, aquel ambiente le recordaba cuando solo era un “brote”, como algunos caballeros le decían. Por muy callada y miedosa que era cuando pequeña, sus compañeros se acercaban y siempre querían saber de ella, animandola a compartir con ellos, preguntandole cuándo entrenaría con ellos para ser parte de la guardia y esos gestos que hacían sentir que, por muy diferentes que fueran, era parte de una familia.
Y como se podía esperar, ninguna familia estaba exenta de problemas.
Hasta donde estaban había llegado el puré de patatas que uno de los Mausus terminó lanzando accidentalmente por los aires. Uno de los guerreros novatos que habían presenciado parte del entrenamiento que Alexandra les había impartido decidió que, ya sea para impresionar a una ratona o para hacerse el fuerte, decidió tomar una de las cucharas largas que servían para repartir las diferentes comidas que habían en la mesa. Imitando la danza que había hecho la mujer bestia, la cuchara cortaba el viento en movimientos toscos e imprecisos, típicos de alguien sin entrenamiento que había visto algo que le gustó y decidió imitarlo. Eso, hasta que la cuchara encontró accidentalmente al puré de papas, lanzando parte de su contenido a varias partes que encontraron las caras de muchos.
Mientras se quitaba el exceso de papas en su cara, Alexandra se fijó en el mausu responsable, uno que tenía 5 años de edad, quizás algo más joven de lo que aparentaba. Se disculpaba entre los chillidos que hacían los mausus cuando conversaban entre si, pero un gesto destacó entre todos: apuntaba a la mujer bestia mientras hablaba. Y el mausu podría estar conversando en su idioma natal, pero Alexandra tenía la suficiente experiencia sobre la vida para saber qué estaba sucediendo.
- ¡Oye! ¡No me vengaz a ze culparr porr laz cozaz que tu hazez!
Y algo de verdad tenía. Aunque no la estaba culpando al 100%, si lo estaba haciendo al 99%.
- ¡Pero usted es maestra! - intentó defenderse, aunque el idioma común no se le daba bien - ¡Solo intentaba mostrar lo que usted enseñó!
Un pequeño tic apareció en el rostro de nuestra hermosa, enojona y extremadamente agil Alexandra. Tomando una de las cucharas de palo del mismo tipo para repartir las ensaladas, se levantó y con un rostro que daba bastante miedo comenzó a caminar hacia el Mausu.
- Si me conziderraz tu ze maeztrra... ¡Entonzez te enzeñarré a comporrtarrte en la meza!
Usando sus cuatro patas para correr, el Mausu responsable intentó darse a la fuga corriendo por el circulo externo de donde las criaturas estaban sentadas, pero no pudo evitar que un golpe de la cuchara impactara en sus partes usadas para sentarse. Un chillido de quejas salió de la boca del Mausu mientras intentaba sacarle distancia a su maestra, pero las piernas de la mujer bestia delataban lo excelente que era manteniendo el ritmo a un animal que corría en sus cuatro extremidades.
Y sucedió algo curioso. Y es que los cercanos, quienes veían la escena y los Mausus afectados por el ataque del puré a la cara estaban riéndose de la situación, algunos incluso tomándose de la panza de tanto reír. Quizás en otras circunstancias habría sido mal visto, pero los presentes simplemente se reían de la situación, quizás porque se lo merecía, quizás porque la festividad del momento conseguía que estas cosas pasaran sin mayores incidentes.
Y para rematar el final, algunos de los Mausus más pequeños, algunos de Amit por ejemplo, corrían detrás de la pareja. También parecían pasarla bien, y es que el sonido de la cuchara que impactaba en el trasero del joven imprudente hacía que se rieran divertidamente a su manera.
Quizás lo más curioso era que, en ningún momento, Alexandra notaba el buen ambiente del momento. Estaba tan molesta por haber sido culpada por el incidente del puré a la cara que ignoraba al resto. Y tampoco es que se pasara, los golpes que alcanzaba a conectar tampoco eran graves, solo sonoramente impactantes, lo que ayudaba a que esa situación fuera difícilmente olvidable.
Hacía mucho tiempo que no había estado en una situación similar a la actual, aunque le divertía recordar que algunos detalles eran totalmente opuestos a los de ahora.
- Papá erra parrte de la guarrdia de ze Lunarrgenta, un zoldado entrre tantoz que encuentrraz en laz callez. En ezoz ze tiempoz, cuando tenía ze doze añoz, rregularrmente hazia fogataz con zuz compañerroz, o a vezez hazían banquetez parrezidoz a eztoz – una taza de té se encontraba delante de ella, a petición debido a su problema de alcoholismo que bien podría traer más de un incidente en una celebración así. Era pequeñamente ideal para un Mausu, por lo que para ella beber un poco ya había reducido considerablemente el contenido del vaso – No erra tan alta como ahorra, a diferrenzia de quienez se converrtirrían en miz compañerroz de arrmaz en el futurro. Erra como una zituazión inverrza a la de ahorra.
Eran tantos años que habían pasado que se sentían como una lejanía de continentes y, sin embargo, eran ese tipo de memorias que, si parpadeabas, todavía podías recordar los olores, las personas y las experiencias como si hubiera sido anoche.
- Era diverrtido porrque, zin imporrtarr cuán diferrente erra del rrezto, erran gente que… zimplemente eztaba contenta de que eztuvierra ahí y que comparrtierra con elloz – al lado de ella, Lethi se encontraba conversando con Amit, en el idioma Mausu tan característicamente chillón, pero al contrario de lo que las dos presentes pensaban, se encargaba de traducirle tanto al “bonachón” Mausu como a su pareja y a los pequeños que pudieran estar interesados lo que la mujer bestia decía – Azí que… no lo zé. Cuando lo pienzo de la forrma en que la gente ze comporrtaba conmigo, no lo veo como algo de “honrrarnoz”, zino una ze forrma de “Zon gente que noz trrata como amigoz y ezperramoz que zigamoz ziendolo por muhoz añoz máz”. Aunque no lo parrezca, nueztraz culturraz no zon tan diztintaz.
Se quedó un momento en silencio después de decir eso. Y no es que pensara algo raro de ellas, sino que sintió que eran demasiado… maduras como para calzar en ellas. A veces odiaba el no poder tomar un poco de alcohol como para decir boberías en el hombro de alguien mientras intentaba adivinar si el que tenía al frente era un mausu de verdad o un elefante disfrazado. Desgraciadamente, beber implicaba que iba a terminar cazando al “elefante” con su lanza para fallar miserablemente y, en un acto de nula decencia, terminar expulsada del pueblo por falta a las buenas costumbres.
Aún así, aquel ambiente le recordaba cuando solo era un “brote”, como algunos caballeros le decían. Por muy callada y miedosa que era cuando pequeña, sus compañeros se acercaban y siempre querían saber de ella, animandola a compartir con ellos, preguntandole cuándo entrenaría con ellos para ser parte de la guardia y esos gestos que hacían sentir que, por muy diferentes que fueran, era parte de una familia.
Y como se podía esperar, ninguna familia estaba exenta de problemas.
Hasta donde estaban había llegado el puré de patatas que uno de los Mausus terminó lanzando accidentalmente por los aires. Uno de los guerreros novatos que habían presenciado parte del entrenamiento que Alexandra les había impartido decidió que, ya sea para impresionar a una ratona o para hacerse el fuerte, decidió tomar una de las cucharas largas que servían para repartir las diferentes comidas que habían en la mesa. Imitando la danza que había hecho la mujer bestia, la cuchara cortaba el viento en movimientos toscos e imprecisos, típicos de alguien sin entrenamiento que había visto algo que le gustó y decidió imitarlo. Eso, hasta que la cuchara encontró accidentalmente al puré de papas, lanzando parte de su contenido a varias partes que encontraron las caras de muchos.
Mientras se quitaba el exceso de papas en su cara, Alexandra se fijó en el mausu responsable, uno que tenía 5 años de edad, quizás algo más joven de lo que aparentaba. Se disculpaba entre los chillidos que hacían los mausus cuando conversaban entre si, pero un gesto destacó entre todos: apuntaba a la mujer bestia mientras hablaba. Y el mausu podría estar conversando en su idioma natal, pero Alexandra tenía la suficiente experiencia sobre la vida para saber qué estaba sucediendo.
- ¡Oye! ¡No me vengaz a ze culparr porr laz cozaz que tu hazez!
Y algo de verdad tenía. Aunque no la estaba culpando al 100%, si lo estaba haciendo al 99%.
- ¡Pero usted es maestra! - intentó defenderse, aunque el idioma común no se le daba bien - ¡Solo intentaba mostrar lo que usted enseñó!
Un pequeño tic apareció en el rostro de nuestra hermosa, enojona y extremadamente agil Alexandra. Tomando una de las cucharas de palo del mismo tipo para repartir las ensaladas, se levantó y con un rostro que daba bastante miedo comenzó a caminar hacia el Mausu.
- Si me conziderraz tu ze maeztrra... ¡Entonzez te enzeñarré a comporrtarrte en la meza!
Usando sus cuatro patas para correr, el Mausu responsable intentó darse a la fuga corriendo por el circulo externo de donde las criaturas estaban sentadas, pero no pudo evitar que un golpe de la cuchara impactara en sus partes usadas para sentarse. Un chillido de quejas salió de la boca del Mausu mientras intentaba sacarle distancia a su maestra, pero las piernas de la mujer bestia delataban lo excelente que era manteniendo el ritmo a un animal que corría en sus cuatro extremidades.
Y sucedió algo curioso. Y es que los cercanos, quienes veían la escena y los Mausus afectados por el ataque del puré a la cara estaban riéndose de la situación, algunos incluso tomándose de la panza de tanto reír. Quizás en otras circunstancias habría sido mal visto, pero los presentes simplemente se reían de la situación, quizás porque se lo merecía, quizás porque la festividad del momento conseguía que estas cosas pasaran sin mayores incidentes.
Y para rematar el final, algunos de los Mausus más pequeños, algunos de Amit por ejemplo, corrían detrás de la pareja. También parecían pasarla bien, y es que el sonido de la cuchara que impactaba en el trasero del joven imprudente hacía que se rieran divertidamente a su manera.
Quizás lo más curioso era que, en ningún momento, Alexandra notaba el buen ambiente del momento. Estaba tan molesta por haber sido culpada por el incidente del puré a la cara que ignoraba al resto. Y tampoco es que se pasara, los golpes que alcanzaba a conectar tampoco eran graves, solo sonoramente impactantes, lo que ayudaba a que esa situación fuera difícilmente olvidable.
Alexandra Whiskers
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
La mayoría de los Mausu se reían tanto que tenían que agarrarse la panza y caían hacía atrás, pataleando en el aire mientras seguían riendo sin parar. La escena de Alexandra corriendo por el lugar con restos de puré de papas en el pelo y la ropa, mientras el responsable escapaba y los niños se sumaban por simple diversión, era simplemente hilarante. Ciertamente el haber tomado un poco de licor de fruta ayudaba a que todo resultara más gracioso.
Pero en cualquier caso, la cena se desarrollaba con absoluta tranquilidad, o al menos toda la calma que un enorme rejunte de roedores podía tener. Devoraban la comida en su mayoría con las manos, sin dejar una sola miga, y comían la carne hasta dejar el hueso totalmente limpio. Los Mausu sabían bien lo que era pasar hambre, así que de ninguna manera desperdiciarían la comida, incluso la que le habían arrojado a la Mujer-Bestia sería probablemente ingerida por alguno de los ratones, más tarde o más temprano.
El primero en retirarse de la mesa fue el Shaman Principal, ya estaba muy grande como para poder quedarse hasta tarde, tenía tantos años que ya siquiera podían recordar cuántos eran. Sus discípulos lo ayudaron a levantarse y luego de saludar a las invitadas se fue a su cama a tomar un merecido descanso.
Los niños, por otro lado, eran un problema más serio, estaban completamente sobreexcitados al tener visitas presentes. Claramente su hora de dormir se había pasado hacía ya un buen rato , y sin embargo seguían corriendo en todas direcciones, como si tuvieran algún tipo de secreto para producir energía infinita. Las madres corrían también de un lado a otro, llamándolos al orden, sin demasiados resultados.
Los hombres en cambio continuaban sentados en la mesa, se habían quedado interesados en lo que había comentado Alexandra sobre la Guardia de Lunargenta, previa traducción de Lethi, y quería saber más sobre su funcionamiento, ningún Mausu había pertenecido nunca a un ejército semejante así que querían más datos.
Pero Amit no era un Guerrero, tampoco un Cuidador, ni un Shaman, él era un Explorador, por lo que ninguna de las anteriores acciones lo incluían. Mientras estuviera en la tribu tenía plena libertad para pasar tiempo con su esposa y sus hijos, se esperaba que así lo hiciera, ya que probablemente en pocos días tendría que irse de nuevo.
Cuando se acercó a las invitadas llevaba a un hijo en cada brazo, profundamente dormidos, les sonrió y dijo en voz muy baja.
-Es hora de que me retire, pero espero verlas por la mañana, los desayuno de los Mausu son deliciosos - Su poca gestualidad no ayudaba a que se notara lo que sentía, pero en su tono era evidente que estaba feliz de haber llegado a su hogar - Tchik, pueden quedarse tanto tiempo como quieran - La esposa de Amit estaba parada detrás y llevaba a dos crías más, asintió ante las palabras de su marido.
Luego la familia Tek saludó y se retiraron todos juntos, con los hermanos más grandes llevando a los más pequeños y a los dormidos. Seguramente luego de una tarde tan ajetreada descansarían profundamente.
Pero en cualquier caso, la cena se desarrollaba con absoluta tranquilidad, o al menos toda la calma que un enorme rejunte de roedores podía tener. Devoraban la comida en su mayoría con las manos, sin dejar una sola miga, y comían la carne hasta dejar el hueso totalmente limpio. Los Mausu sabían bien lo que era pasar hambre, así que de ninguna manera desperdiciarían la comida, incluso la que le habían arrojado a la Mujer-Bestia sería probablemente ingerida por alguno de los ratones, más tarde o más temprano.
El primero en retirarse de la mesa fue el Shaman Principal, ya estaba muy grande como para poder quedarse hasta tarde, tenía tantos años que ya siquiera podían recordar cuántos eran. Sus discípulos lo ayudaron a levantarse y luego de saludar a las invitadas se fue a su cama a tomar un merecido descanso.
Los niños, por otro lado, eran un problema más serio, estaban completamente sobreexcitados al tener visitas presentes. Claramente su hora de dormir se había pasado hacía ya un buen rato , y sin embargo seguían corriendo en todas direcciones, como si tuvieran algún tipo de secreto para producir energía infinita. Las madres corrían también de un lado a otro, llamándolos al orden, sin demasiados resultados.
Los hombres en cambio continuaban sentados en la mesa, se habían quedado interesados en lo que había comentado Alexandra sobre la Guardia de Lunargenta, previa traducción de Lethi, y quería saber más sobre su funcionamiento, ningún Mausu había pertenecido nunca a un ejército semejante así que querían más datos.
Pero Amit no era un Guerrero, tampoco un Cuidador, ni un Shaman, él era un Explorador, por lo que ninguna de las anteriores acciones lo incluían. Mientras estuviera en la tribu tenía plena libertad para pasar tiempo con su esposa y sus hijos, se esperaba que así lo hiciera, ya que probablemente en pocos días tendría que irse de nuevo.
Cuando se acercó a las invitadas llevaba a un hijo en cada brazo, profundamente dormidos, les sonrió y dijo en voz muy baja.
-Es hora de que me retire, pero espero verlas por la mañana, los desayuno de los Mausu son deliciosos - Su poca gestualidad no ayudaba a que se notara lo que sentía, pero en su tono era evidente que estaba feliz de haber llegado a su hogar - Tchik, pueden quedarse tanto tiempo como quieran - La esposa de Amit estaba parada detrás y llevaba a dos crías más, asintió ante las palabras de su marido.
Luego la familia Tek saludó y se retiraron todos juntos, con los hermanos más grandes llevando a los más pequeños y a los dormidos. Seguramente luego de una tarde tan ajetreada descansarían profundamente.
Amit'tek
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Re: Prosperidad y Tradición [Libre] [3/3] [Cerrado]
Desde su asiento, Ava observó divertida la escena que protagonizaban Alexandra y uno de los Mausu más jóvenes, y aprovechando la ocasión para mantenerse en un segundo plano, disfrutó del resto de la velada, deleitándose con los alimentos y bebidas que aquella comunidad había preparado para la ocasión.
El ambiente se mantuvo bastante animado hasta que algunos de los asistentes comenzaron a retirarse a sus casas, momento en que la joven cayó en la cuenta de lo tarde que era.
- He perdido la noción del tiempo. - susurró, elevando la vista hacia el estrellado cielo mientras las madres trataban de reunir a sus crías para llevarlas a la cama. - ¿Debería volver a la ciudad? - se preguntó, pero no tuvo que pensar mucho al respecto ya que Amit apareció para despedirse e invitarlas a desayunar en la aldea al día siguiente.
- Buenas noches, que descanséis. - contestó en voz baja para no despertar a los pequeños que el ratón llevaba en brazos. - Yo también me retiro, hasta mañana. - se despidió de todos, abandonando la pila de almohadas sobre la que estaba sentada para buscar un sitio tranquilo en que dormir.
Como no necesitaba gran cosa, solo un buen árbol contra el cual apoyarse, la cuerva no tardó en hallar el lugar perfecto para pasar la noche, y tras descolgar a Segadora de su espalda, se sentó en el suelo, buscando la posición más cómoda para permanecer allí hasta el alba.
No es que no pudiese regresar a Lunargenta, su aguda visión le permitía ver bastante bien incluso en la oscuridad, con lo que no le sería difícil encontrar el camino hasta la capital, pero emprender el viaje de regreso en plena noche no era lo más aconsejable, y como solía decir Bullier, lo mejor era evitar riesgos innecesarios.
Así pues, esperaría allí hasta el amanecer y aceptaría el ofrecimiento de Amit, luego se despediría de aquel entrañable pueblo para volver a su rutina diaria.
En silencio, la Midgardiana observó con atención las pequeñas casitas de los Mausu hasta que la última luz se extinguió, indicando que todos los roedores se habían ido finalmente a dormir, y poco a poco ella misma dejó que el cansancio se apoderase de su cuerpo, sumiéndose en un profundo y reparador sueño.
Las horas pasaron lentamente, con los sonidos propios del bosque como música de fondo, hasta que el sol, perezoso, comenzó a alzarse por el este.
Ava reaccionó con los primeros rayos, moviendo la cabeza y empezando a abrir los ojos muy despacio.
Acostumbrada como estaba a madrugar, a la morena no le costó levantarse, a pesar de haber dormido con la armadura puesta, cosa que no solía hacer ya que era demasiado rígida.
Una vez en pie, se sacudió la tierra y colocó nuevamente el hacha a su espalda para ir al lugar en que se había celebrado el banquete, donde suponía que todo el pueblo iría a desayunar. - Parece que he llegado pronto, eso o aún están descansando tras la fiesta de anoche. - musitó al ver que era la primera en aparecer por allí, pero no tenía prisa, lo más probable era que pasase toda la mañana en el bosque para aprovechar el trayecto de vuelta y cazar algo en el camino.
El ambiente se mantuvo bastante animado hasta que algunos de los asistentes comenzaron a retirarse a sus casas, momento en que la joven cayó en la cuenta de lo tarde que era.
- He perdido la noción del tiempo. - susurró, elevando la vista hacia el estrellado cielo mientras las madres trataban de reunir a sus crías para llevarlas a la cama. - ¿Debería volver a la ciudad? - se preguntó, pero no tuvo que pensar mucho al respecto ya que Amit apareció para despedirse e invitarlas a desayunar en la aldea al día siguiente.
- Buenas noches, que descanséis. - contestó en voz baja para no despertar a los pequeños que el ratón llevaba en brazos. - Yo también me retiro, hasta mañana. - se despidió de todos, abandonando la pila de almohadas sobre la que estaba sentada para buscar un sitio tranquilo en que dormir.
Como no necesitaba gran cosa, solo un buen árbol contra el cual apoyarse, la cuerva no tardó en hallar el lugar perfecto para pasar la noche, y tras descolgar a Segadora de su espalda, se sentó en el suelo, buscando la posición más cómoda para permanecer allí hasta el alba.
No es que no pudiese regresar a Lunargenta, su aguda visión le permitía ver bastante bien incluso en la oscuridad, con lo que no le sería difícil encontrar el camino hasta la capital, pero emprender el viaje de regreso en plena noche no era lo más aconsejable, y como solía decir Bullier, lo mejor era evitar riesgos innecesarios.
Así pues, esperaría allí hasta el amanecer y aceptaría el ofrecimiento de Amit, luego se despediría de aquel entrañable pueblo para volver a su rutina diaria.
En silencio, la Midgardiana observó con atención las pequeñas casitas de los Mausu hasta que la última luz se extinguió, indicando que todos los roedores se habían ido finalmente a dormir, y poco a poco ella misma dejó que el cansancio se apoderase de su cuerpo, sumiéndose en un profundo y reparador sueño.
Las horas pasaron lentamente, con los sonidos propios del bosque como música de fondo, hasta que el sol, perezoso, comenzó a alzarse por el este.
Ava reaccionó con los primeros rayos, moviendo la cabeza y empezando a abrir los ojos muy despacio.
Acostumbrada como estaba a madrugar, a la morena no le costó levantarse, a pesar de haber dormido con la armadura puesta, cosa que no solía hacer ya que era demasiado rígida.
Una vez en pie, se sacudió la tierra y colocó nuevamente el hacha a su espalda para ir al lugar en que se había celebrado el banquete, donde suponía que todo el pueblo iría a desayunar. - Parece que he llegado pronto, eso o aún están descansando tras la fiesta de anoche. - musitó al ver que era la primera en aparecer por allí, pero no tenía prisa, lo más probable era que pasase toda la mañana en el bosque para aprovechar el trayecto de vuelta y cazar algo en el camino.
Ava Kenrith
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