La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
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La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
El trayecto en barco era relativamente corto desde Roilkat, que era el puerto más cercano a la isla, hasta la capital de los brujos. Veía a su izquierda la silueta de la Isla Lunar en el horizonte y ya se sentía en casa. Volver a Beltrexus le entregaba mucha paz a la ilusionista, sobre todo después de haberlo pasado tan mal los últimos meses. ¡No había podido encontrar una cama con sábanas de 600 hilos! A causa de eso tenía ojeras por haber dormido pésimo. Las ordinarias sábanas que había tenido que soportar eran como lijas para su delicada piel.
Además, las cosas no salieron como lo había planeado y eso era lo que más le enojaba. Pero bueno, regresar a casa, con sus padres, retomar su rutina, sus entrenamientos, sería como estar de vacaciones. Lo único que la perturbaba era que su madre la hubiese contactado telepáticamente con tanta urgencia.
-Hija, debes regresar ahora- fue el mensaje que recibió en su mente. La voz de su madre había sonado fuerte y clara, y ese recurso era uno que usaban raramente sus padres. Solo se comunicaban así para emergencias, por ejemplo, si Mina se quedaba sin dinero o si necesitaba que le enviaran más ropa. Cosas así de vida o muerte. Por eso dedicaba tiempo a sacar conjeturas de lo que le estuviera esperando en casa.
¿Habían encontrado a los asesinos de sus hermanos? ¿Falleció nonna María? ¿Papito estaría enfermo? O peor... ¿Estarían en bancarrota? -No, Wilhemina, no. Saca esas ideas tontas de tu cabeza... papito es un negociante exitoso, jamás caería en ese tipo de errores que cuestan fortunas- se decía negando con la cabeza, mirando el ocaso mientras estaba apoyada en el barandal a un costado del barco. La brisa pegaba suave, meneando su endrina melena con gracia. Le dejaba un saborcito salado en los labios y le hacía cosquillas en la piel.
****************************
-La niña ya ha llegado- informó Lucy, la madre de Mina, a su esposo. Él estaba sentado en su despacho leyendo unos documentos, de espalda a la puerta. No se giró al escucharla entrar y acercarse a él, ella posó las manos en sus hombros y comenzó a masajearle la nuca.. Él bajó los papeles y llevó una mano a acariciar el brazo de su esposa con ternura. Jonathan sonrió alegre, su corazón palpitó más rápido. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estrechó entre sus brazos a su hermosa hijita -¿Cómo la has visto?- preguntó. -Un poco más delgada, en realidad... y hay que hacer algo con ese cabello...- comentó ella con una leve preocupación, pero volvió a sonreír, aunque de lejos, la había visto entrar al palacio y estaba sana y salva.
Jonathan jaló delicadamente a su esposa para hacerla sentar en su regazo -Dejémosla llegar con calma... en la cena le informaremos de nuestra decisión- le dijo y le dio un beso. Ambos estaban felices y muy satisfechos con lo que habían acordado.
Un par de semanas atrás habían asistido a la cena de celebración por el cumpleaños de un amigo de Lucy de la época del Hekshold, tenían la misma edad y él ya tenía cuatro nietos. Ellos en cambio, ninguno. Cero. Nada. Tenían un enorme palacio con jardines magníficos, habitaciones de juegos y sobre todo, ellos aún tenían energías suficientes como para pasar el tiempo con un niño, además de las ganas. Pero su hija, antes de ponerse a buscar marido, había decidido viajar, tomar unas largas vacaciones. Ella era hermosa, pero el tiempo avanzaba y ella no se estaba poniendo más joven.
****************************
-Así que hemos decidido buscarte marido- comunicó Jonathan, muy solemne, a su hija.
Mina quedó atónita con la cuchara a medio camino de su boca. Su mente quedó en blanco. Ella, tan ocurrente y vivaz, no supo qué responder ni cómo reaccionar. Es que no se podía creer lo que estaba escuchando. -Así es, hija... Hemos enviado pregoneros por toda la isla con la noticia... así que en cualquier momento llegará algún interesado- continuó su madre -Pero no te preocupes, entrevistaremos a todos los que se presenten y elegiremos a los mejores para que puedas conocerlos y decidir uno para casarte y tener hijos- añadió.
Aquello último hizo reaccionar a Mina. Su primer impulso fue gritarles, tirar la mesa, hacerlos sufrir con sus peores pesadillas, torturarlos hasta quebrarlos, pero... respiró hondo y, sin perder la compostura, habló -Madre, padre... ¿y qué pasa si me rehúso a esto?- preguntó. -Pues... no heredarás nada y dejaremos toda nuestra fortuna a la caridad tras nuestra muerte- respondió y se llevó un trozo de carne a la boca.
El mundo de Mina comenzó a caerse a pedazos. No había posibilidad alguna de negarse. Imposible. ¡Ella no podía ser pobre! Aquello era impensable. No, no había posibilidad de negarse. -De acuerdo, mami, papito, está bien- respondió mansamente y siguió comiendo, con toda calma. Ya encontraría la manera de darle vuelta a la situación.
Además, las cosas no salieron como lo había planeado y eso era lo que más le enojaba. Pero bueno, regresar a casa, con sus padres, retomar su rutina, sus entrenamientos, sería como estar de vacaciones. Lo único que la perturbaba era que su madre la hubiese contactado telepáticamente con tanta urgencia.
-Hija, debes regresar ahora- fue el mensaje que recibió en su mente. La voz de su madre había sonado fuerte y clara, y ese recurso era uno que usaban raramente sus padres. Solo se comunicaban así para emergencias, por ejemplo, si Mina se quedaba sin dinero o si necesitaba que le enviaran más ropa. Cosas así de vida o muerte. Por eso dedicaba tiempo a sacar conjeturas de lo que le estuviera esperando en casa.
¿Habían encontrado a los asesinos de sus hermanos? ¿Falleció nonna María? ¿Papito estaría enfermo? O peor... ¿Estarían en bancarrota? -No, Wilhemina, no. Saca esas ideas tontas de tu cabeza... papito es un negociante exitoso, jamás caería en ese tipo de errores que cuestan fortunas- se decía negando con la cabeza, mirando el ocaso mientras estaba apoyada en el barandal a un costado del barco. La brisa pegaba suave, meneando su endrina melena con gracia. Le dejaba un saborcito salado en los labios y le hacía cosquillas en la piel.
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-La niña ya ha llegado- informó Lucy, la madre de Mina, a su esposo. Él estaba sentado en su despacho leyendo unos documentos, de espalda a la puerta. No se giró al escucharla entrar y acercarse a él, ella posó las manos en sus hombros y comenzó a masajearle la nuca.. Él bajó los papeles y llevó una mano a acariciar el brazo de su esposa con ternura. Jonathan sonrió alegre, su corazón palpitó más rápido. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estrechó entre sus brazos a su hermosa hijita -¿Cómo la has visto?- preguntó. -Un poco más delgada, en realidad... y hay que hacer algo con ese cabello...- comentó ella con una leve preocupación, pero volvió a sonreír, aunque de lejos, la había visto entrar al palacio y estaba sana y salva.
Jonathan jaló delicadamente a su esposa para hacerla sentar en su regazo -Dejémosla llegar con calma... en la cena le informaremos de nuestra decisión- le dijo y le dio un beso. Ambos estaban felices y muy satisfechos con lo que habían acordado.
Un par de semanas atrás habían asistido a la cena de celebración por el cumpleaños de un amigo de Lucy de la época del Hekshold, tenían la misma edad y él ya tenía cuatro nietos. Ellos en cambio, ninguno. Cero. Nada. Tenían un enorme palacio con jardines magníficos, habitaciones de juegos y sobre todo, ellos aún tenían energías suficientes como para pasar el tiempo con un niño, además de las ganas. Pero su hija, antes de ponerse a buscar marido, había decidido viajar, tomar unas largas vacaciones. Ella era hermosa, pero el tiempo avanzaba y ella no se estaba poniendo más joven.
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-Así que hemos decidido buscarte marido- comunicó Jonathan, muy solemne, a su hija.
Mina quedó atónita con la cuchara a medio camino de su boca. Su mente quedó en blanco. Ella, tan ocurrente y vivaz, no supo qué responder ni cómo reaccionar. Es que no se podía creer lo que estaba escuchando. -Así es, hija... Hemos enviado pregoneros por toda la isla con la noticia... así que en cualquier momento llegará algún interesado- continuó su madre -Pero no te preocupes, entrevistaremos a todos los que se presenten y elegiremos a los mejores para que puedas conocerlos y decidir uno para casarte y tener hijos- añadió.
Aquello último hizo reaccionar a Mina. Su primer impulso fue gritarles, tirar la mesa, hacerlos sufrir con sus peores pesadillas, torturarlos hasta quebrarlos, pero... respiró hondo y, sin perder la compostura, habló -Madre, padre... ¿y qué pasa si me rehúso a esto?- preguntó. -Pues... no heredarás nada y dejaremos toda nuestra fortuna a la caridad tras nuestra muerte- respondió y se llevó un trozo de carne a la boca.
El mundo de Mina comenzó a caerse a pedazos. No había posibilidad alguna de negarse. Imposible. ¡Ella no podía ser pobre! Aquello era impensable. No, no había posibilidad de negarse. -De acuerdo, mami, papito, está bien- respondió mansamente y siguió comiendo, con toda calma. Ya encontraría la manera de darle vuelta a la situación.
Última edición por Mina Harker el Jue Oct 25 2018, 15:49, editado 1 vez
Mina Harker
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
Jamás había tenido que prepararse tanto para conquistar a una dama. Pero es que jamás había habido tanto en juego, ni en circunstancias tan desfavorables. No sólo tenía que convencer a una muchacha, sino a sus padres; no sólo tenía que resultar atractivo para una noche, sino para toda una vida de supuesto matrimonio; no sólo se trataba de una boda, sino de un contrato legal vinculante que además requería descendencia o la devolución de una fortuna. Si hubiera sido por si mismo, todo aquello le habría resultado una locura imposible, y se habría reído de cualquiera que fuera a intentarlo. Pero tenía en cuenta a su hija Irina, y jamás había visto una oportunidad tan clara para darle una buena educación. Es más, aquella familia en la que intentaba casarse era bruja, ¡igual que su hija!
Así que había rebuscado entre baúles en aquella casa que no era suya hasta dar con una colección de ropas adecuadas; las había llevado a su hogar natal y había enlistado la ayuda de su madre para coser y ajustar hasta que le vinieron perfectas. Y a su juicio, el resultado final era muy convincente. Parecía el primogénito de una buena familia, no excesivamente rica, quizás venida a menos, pero que a pesar de los malos tiempos seguía cuidando su apariencia. Había retocado su peinado y afeitado y, aunque no llevaba medallones y sólo un anillo que revelaba la – supuesta - antigüedad de su familia, sí portaba unos guantes negros finos que se sacó nada más llegar a la casa.
También había hecho lo posible por informarse sobre la familia Harker y de quién era realmente Wilhelmina, pero en Lunargenta no había averiguado tanto como le habría gustado, y en Beltrexus no quería llamar la atención. Había llegado a escuchar el relato del ladrón de corazones, un caso siniestro en el que Wilhelmina había sido una actriz crucial. Y le preocupaba un poco lo que revelaba esta historia: que no se trataba de una simple dama en apuros sin conocimiento del mundo exterior. Al parecer sabía pelear, era bebedora, tenía carácter y era hermosa. ¡Todo características problemáticas! Con cada nueva cosa que oía se ponía un poco más nervioso, y para reafimarse se repetía: quince mil aeros, quice mil aeros.
¡Sea como fuera! Había enviado una carta educada y formal mostrando su interés y allí estaba, en una sala de espera en el hogar de los Harker. Había venido allí con su hija - para demostrar que era un buen padre - y con una niñera que había contratado en Beltrexus.
- Señor, ¡esta es muy buena casa! - susurró Katie, la niñera, con los ojos grandes como platos y la boca muy pequeña.
Taliesin no pudo más que asentir con la cabeza: tenía que controlarse para no comenzar a dar vueltas por la habitación o tamborilear con los dedos. Respiró hondo, se levantó y fue hasta un espejo para comprobar si su falta de seguridad resultaba tan obvia como él creía. Había pasado horas practicando sonrisas y estaba bastante seguro de poder producir una inmediatamente, pero no había practicado la seriedad. ¿Se veía siempre así su cara?
- Si no os invitan a pasar y no vuelvo pasada media hora, os veré de nuevo en las habitaciones - le recordó nuevamente a Katie.
Irina se había ido a una estantería repleta de libros y finalmente eligió uno de ellos. Ya habían hablado de cómo se tenía que comportar, y la niña parecía haber entrado en su papel con verdadera naturalidad.
Así que había rebuscado entre baúles en aquella casa que no era suya hasta dar con una colección de ropas adecuadas; las había llevado a su hogar natal y había enlistado la ayuda de su madre para coser y ajustar hasta que le vinieron perfectas. Y a su juicio, el resultado final era muy convincente. Parecía el primogénito de una buena familia, no excesivamente rica, quizás venida a menos, pero que a pesar de los malos tiempos seguía cuidando su apariencia. Había retocado su peinado y afeitado y, aunque no llevaba medallones y sólo un anillo que revelaba la – supuesta - antigüedad de su familia, sí portaba unos guantes negros finos que se sacó nada más llegar a la casa.
También había hecho lo posible por informarse sobre la familia Harker y de quién era realmente Wilhelmina, pero en Lunargenta no había averiguado tanto como le habría gustado, y en Beltrexus no quería llamar la atención. Había llegado a escuchar el relato del ladrón de corazones, un caso siniestro en el que Wilhelmina había sido una actriz crucial. Y le preocupaba un poco lo que revelaba esta historia: que no se trataba de una simple dama en apuros sin conocimiento del mundo exterior. Al parecer sabía pelear, era bebedora, tenía carácter y era hermosa. ¡Todo características problemáticas! Con cada nueva cosa que oía se ponía un poco más nervioso, y para reafimarse se repetía: quince mil aeros, quice mil aeros.
¡Sea como fuera! Había enviado una carta educada y formal mostrando su interés y allí estaba, en una sala de espera en el hogar de los Harker. Había venido allí con su hija - para demostrar que era un buen padre - y con una niñera que había contratado en Beltrexus.
- Señor, ¡esta es muy buena casa! - susurró Katie, la niñera, con los ojos grandes como platos y la boca muy pequeña.
Taliesin no pudo más que asentir con la cabeza: tenía que controlarse para no comenzar a dar vueltas por la habitación o tamborilear con los dedos. Respiró hondo, se levantó y fue hasta un espejo para comprobar si su falta de seguridad resultaba tan obvia como él creía. Había pasado horas practicando sonrisas y estaba bastante seguro de poder producir una inmediatamente, pero no había practicado la seriedad. ¿Se veía siempre así su cara?
- Si no os invitan a pasar y no vuelvo pasada media hora, os veré de nuevo en las habitaciones - le recordó nuevamente a Katie.
Irina se había ido a una estantería repleta de libros y finalmente eligió uno de ellos. Ya habían hablado de cómo se tenía que comportar, y la niña parecía haber entrado en su papel con verdadera naturalidad.
Taliesin Skatha
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
–Bueno, Hyro, ya estoy despierto, así que espero que lo que me vayas a decir sea muy importante –dije, antipático y con bastante sopor encima, mientras me sentaba en la cama.
–Descuida, que esto te va a en-can-tar –respondió, usando un tono pícaro, lo que significaba que en realidad no diría algo relevante para mí, aunque él pensara lo contrario.
–Por favor, no vengas a decirme otra vez que quieres que te acompañe al pueblo para ayudarte a conquistar mujeres. La última vez fue un desastre.
–¡Hey! La idea era buena y lo sabes –se defendió–. Pero ¿cómo iba a saber yo que esas mujeres tenían “paquete sorpresa”?
–¿Y eso es lo que te parece peor? Apenas nos salvamos del incendio.
–Ah, sí, eso también fue malo, ¿no? ¿Quién diría que ese grupo de conejos haría tanto desastre?
–Sí, y todo por confiar en esos ancianos que resultaron ser unos malditos lunáticos. Pero, en fin, ¿qué quieres?
Cuando apenas terminé de pronunciar aquellas palabras, una enorme sonrisa malévola se dibujó en el rostro de Hyro, y tuve un muy mal presentimiento sobre ello.
De alguna manera Hyro logró connseguir ropa hecha con tela de seda, de color negra y con bordados verde esmeralda, lo cual, según él, ayudaba a resaltar el color de mis ojos y mi colgante… o alguna estupidez como esa. Realmente no le presté mucha atención.
Además, para evitar que algún brujo furioso y racista quisiera desahogarse conmigo, Hyro tiñó mi cabello de negro, creyendo que eso ayudaría a disimular mi… ¿elfosidad? Por suerte no habría que preocuparse por mis orejas, pues no serían vistas gracias a mi peinado. Aun así, me era difícil creer que nadie notaría que yo era un elfo.
Sin duda Hyro no lo estaba pensando bien. Pero lo peor, y más impresionante, es que él logró convencerme de algo que yo jamás haría por voluntad propia: arriesgar mi valiosa vida para simplemente intentar conquistar a alguien que ni me interesaba conocer.
En fin, tras un viaje bastante aburrido y largo, llegamos a Beltrexus, el lugar donde yo, un elfo, podría pasarla terrible si me topaba con las personas equivocadas.
–Espero que eso de los quince mil aeros sea real –comenté, sin ánimos siquiera de seguir caminando.
–Claro que es real –aseguró Hyro, expresándose con bastante optimismo–, y si no, siempre podemos vengarnos lanzándoles unos cuantos conejos salvajes… –Se detuvo de golpe y luego me examinó con la mirada–. Rauko, ¿qué te dije sobre traer tu espada bajo la ropa?
Maldición, me había descubierto.
–¿Qué esperabas? Nunca salgo de casa sin ella, duermo con ella, me baño con ella. Es más, hasta en todos mis sueños tengo esta espada conmigo.
Hyro me arrebató el arma mediante su telequinesis. Ahora ya no había nada que hacer, así que bajé los hombros, resignándome ante esta derrota.
–Traquilo, Rauko, valdrá la pena por esos quince mil aeros –intentó animarme, sin éxito.
–¿De verdad eso compensaría el esfuerzo?
Mi estómago gruñó al instante, indicándome sabiamente con ello que los aeros servirían para comprar bastante comida, y que todo lo que se hiciera para tener comida valía la pena.
–Tienes razón. –Le di un par de palmaditas a mi abdomen, sonriendo de forma sutil–. ¿Qué haría sin tu sabiduría, señor estómago?
Hyro arqueó una ceja. Quiso preguntar al respecto, pero prefirió ignorar mi extraña conversación.
–Bueno, ¡ya estoy listo para entrar! –anuncié con energía y luego extendí un brazo hacia Hyro, mostrándole un pulgar arriba–. Y recuerda: si escuchas unos gritos, entra de inmediato para entregarme la espada; y si muero, ten en cuenta que habrá sido tu culpa y mi alma en pena te atormentará por toda la eternidad.
Él soltó una carcajada y asintió con la cabeza. Yo avancé hacia la casa y, mientras mentalizaba cómo sería la personalidad que debía adoptar para la ocasión, mejoré mi postura, caminado ahora con mi espalda recta, manteniendo la cabeza erguida y mi mentón levemente levantado.
–Descuida, que esto te va a en-can-tar –respondió, usando un tono pícaro, lo que significaba que en realidad no diría algo relevante para mí, aunque él pensara lo contrario.
–Por favor, no vengas a decirme otra vez que quieres que te acompañe al pueblo para ayudarte a conquistar mujeres. La última vez fue un desastre.
–¡Hey! La idea era buena y lo sabes –se defendió–. Pero ¿cómo iba a saber yo que esas mujeres tenían “paquete sorpresa”?
–¿Y eso es lo que te parece peor? Apenas nos salvamos del incendio.
–Ah, sí, eso también fue malo, ¿no? ¿Quién diría que ese grupo de conejos haría tanto desastre?
–Sí, y todo por confiar en esos ancianos que resultaron ser unos malditos lunáticos. Pero, en fin, ¿qué quieres?
Cuando apenas terminé de pronunciar aquellas palabras, una enorme sonrisa malévola se dibujó en el rostro de Hyro, y tuve un muy mal presentimiento sobre ello.
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De alguna manera Hyro logró connseguir ropa hecha con tela de seda, de color negra y con bordados verde esmeralda, lo cual, según él, ayudaba a resaltar el color de mis ojos y mi colgante… o alguna estupidez como esa. Realmente no le presté mucha atención.
Además, para evitar que algún brujo furioso y racista quisiera desahogarse conmigo, Hyro tiñó mi cabello de negro, creyendo que eso ayudaría a disimular mi… ¿elfosidad? Por suerte no habría que preocuparse por mis orejas, pues no serían vistas gracias a mi peinado. Aun así, me era difícil creer que nadie notaría que yo era un elfo.
Sin duda Hyro no lo estaba pensando bien. Pero lo peor, y más impresionante, es que él logró convencerme de algo que yo jamás haría por voluntad propia: arriesgar mi valiosa vida para simplemente intentar conquistar a alguien que ni me interesaba conocer.
En fin, tras un viaje bastante aburrido y largo, llegamos a Beltrexus, el lugar donde yo, un elfo, podría pasarla terrible si me topaba con las personas equivocadas.
–Espero que eso de los quince mil aeros sea real –comenté, sin ánimos siquiera de seguir caminando.
–Claro que es real –aseguró Hyro, expresándose con bastante optimismo–, y si no, siempre podemos vengarnos lanzándoles unos cuantos conejos salvajes… –Se detuvo de golpe y luego me examinó con la mirada–. Rauko, ¿qué te dije sobre traer tu espada bajo la ropa?
Maldición, me había descubierto.
–¿Qué esperabas? Nunca salgo de casa sin ella, duermo con ella, me baño con ella. Es más, hasta en todos mis sueños tengo esta espada conmigo.
Hyro me arrebató el arma mediante su telequinesis. Ahora ya no había nada que hacer, así que bajé los hombros, resignándome ante esta derrota.
–Traquilo, Rauko, valdrá la pena por esos quince mil aeros –intentó animarme, sin éxito.
–¿De verdad eso compensaría el esfuerzo?
Mi estómago gruñó al instante, indicándome sabiamente con ello que los aeros servirían para comprar bastante comida, y que todo lo que se hiciera para tener comida valía la pena.
–Tienes razón. –Le di un par de palmaditas a mi abdomen, sonriendo de forma sutil–. ¿Qué haría sin tu sabiduría, señor estómago?
Hyro arqueó una ceja. Quiso preguntar al respecto, pero prefirió ignorar mi extraña conversación.
–Bueno, ¡ya estoy listo para entrar! –anuncié con energía y luego extendí un brazo hacia Hyro, mostrándole un pulgar arriba–. Y recuerda: si escuchas unos gritos, entra de inmediato para entregarme la espada; y si muero, ten en cuenta que habrá sido tu culpa y mi alma en pena te atormentará por toda la eternidad.
Él soltó una carcajada y asintió con la cabeza. Yo avancé hacia la casa y, mientras mentalizaba cómo sería la personalidad que debía adoptar para la ocasión, mejoré mi postura, caminado ahora con mi espalda recta, manteniendo la cabeza erguida y mi mentón levemente levantado.
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
Alana volvía hacia su maestro, cuando una interesante proposición llegó a ella. Y la mujer no pudo resistirse en no responder a algo tan sumamente jugoso.
“Unos padres que desean casar a su rica y preciosa heredera. ¿Qué puede salir mal?”
Se preguntó la vampiresa con una sonrisa en su mente, mientras caminaba por las calles de Beltrexus. Ya estaba vestida como un hombre, de hecho, para su sorpresa se veía muy atractiva vestida de hombre.
Alana se miró su caftán azul, bajo el que llevaba una camisa de seda blanca con volantes y puntillas, el pantalón de terciopelo a juego botas altas de cuero y un sombrero que escondía sus rasgos a los ojos de los curioso. Sé veía como un joven refinado y de buena familia.
La vampiresa repasó con la mano su coleta, su pelo era inusualmente más corto de lo que tenía, pero para esta aventura, aparentar ser hombre era primordial y su pelo podía revelarla, por lo que lo cortó con uno de los cuchillos y lo quemó.
Mordisquitos estaba situado en su cuello a modo de bufanda, mientras ella caminaba entre la multitud escuchando los cotilleos y recopilando la información sobre la familia.
La idea de pasar por hombre y tomar parte en algo tan descabellado era poco propio de la vampiresa, pero la cantidad de dinero era muy suculenta y lo más interesante si esto ofrecía por su hija, quería decir que tenían bastante más.
Quería averiguar todo sobre esta familia y puede que dejarlos algo más pobres en todos los sentidos. El plan era simple, enamorar, hacer que confíen y robar lo que necesita.
“Obviamente no puedo dar hijos a nadie de ninguna forma. Pero engatusar, si”
La mujer llevaba varios días entre la multitud, escondida en sus sombras, escuchando y tenía suficiente información no solo de la novia, sino de la familia. Magos, eran magos, todo se volvía algo más complicado, pero ella deseaba este dinero y más que el dinero la aventura en sí, probarse a sí misma de alguna forma.
Al fin la noche de presentación, la vampiresa observo a dos hombres uno hablaba de su arma. Sin duda ella, no era la única que tenía dudas sobre este encuentro y lo que sucedería dentro y es que el dinero era poderoso incentivo y toda clase de chusma iría a por él. Alana observo entrar al hombre moreno y vio como el segundo desaparecía en las sombras de la casa.
La vampiresa analizo la mansión, era enorme, con una entrada principal de gran tamaño y cuidado diseño de cada detalle. Un gran territorio rodeaba aquel sitio, había una especia de bosque a uno de los lados y por el otro un jardín cuidado al milímetro. Había unos 10 guardias por el perímetro y Alana suponía que unos cuantos más alrededor. Todos de aspecto serio y bien entrenado, con armas limpias y cuidadas, que resplandecían a la luz de la luna.
La mujer observo las ventanas y todas las posibles salidas de aquel sitio, tenía que asegurarse que podía salir de ahí viva sin importar como resultaría aquella velada. Con un movimiento, palpó dos cuchillos escondidos, uno en el tobillo izquierdo y otro en la parte interna del muslo derecho
Tras evaluar 4 posibles salidas, la mujer avanzo y justo antes de la puerta labrada saco a su mascota del cuello…
-Estate por aquí alerta, escóndete y espera a que te llame! No salgas sin más, solo si te llamo.
Tras ello dejo en el suelo al zorro plateado, que desapareció rápidamente entre los arbustos del cuidado jardín., sin hacer ningún ruido.
El trapo que la apretaba el pecho estaba muy prieto y la mujer no consiguió suspirar para darse los ánimos suficientes. Aun así entró por la verja y se dirigió hacia la puerta blanca. Llamo y un mayordomo la abrió. Varios guardias la custodiaban como desde fuera y adentro.
-Buenas noche! ¿Cómo quiere que le anuncie?
-Dorian Grey, a su servicio.
-Muy bien, joven. Pase a la sala con los demás pretendientes, en poco tiempo os llamaremos.
Alana pasó hacia la habitación indicada, sin perder detalle de todo lo que estaba viendo, memorizando cada detalle, ventana, puerta y objeto de valor.
Al entrar observo a los presentes e hizo inclinación de cabeza.
-Buenas lunas a todos! Un placer conocerles
Anuncio con voz más grave y usando su vampírica presencia para darles la sensación de que era joven peligroso y fuerte.
“Bueno, el espectáculo está empezando! Ahora sí que no hay vuelta atrás!”
Dijo ella, y se sentó en uno de los sofás enfrente de la mujer con una niña que estaba leyendo un libro sobre la magia. Los dedos del brazo mutilado la empezaron a hormiguear, había magia cerca.
“Unos padres que desean casar a su rica y preciosa heredera. ¿Qué puede salir mal?”
Se preguntó la vampiresa con una sonrisa en su mente, mientras caminaba por las calles de Beltrexus. Ya estaba vestida como un hombre, de hecho, para su sorpresa se veía muy atractiva vestida de hombre.
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Alana se miró su caftán azul, bajo el que llevaba una camisa de seda blanca con volantes y puntillas, el pantalón de terciopelo a juego botas altas de cuero y un sombrero que escondía sus rasgos a los ojos de los curioso. Sé veía como un joven refinado y de buena familia.
La vampiresa repasó con la mano su coleta, su pelo era inusualmente más corto de lo que tenía, pero para esta aventura, aparentar ser hombre era primordial y su pelo podía revelarla, por lo que lo cortó con uno de los cuchillos y lo quemó.
Mordisquitos estaba situado en su cuello a modo de bufanda, mientras ella caminaba entre la multitud escuchando los cotilleos y recopilando la información sobre la familia.
La idea de pasar por hombre y tomar parte en algo tan descabellado era poco propio de la vampiresa, pero la cantidad de dinero era muy suculenta y lo más interesante si esto ofrecía por su hija, quería decir que tenían bastante más.
Quería averiguar todo sobre esta familia y puede que dejarlos algo más pobres en todos los sentidos. El plan era simple, enamorar, hacer que confíen y robar lo que necesita.
“Obviamente no puedo dar hijos a nadie de ninguna forma. Pero engatusar, si”
La mujer llevaba varios días entre la multitud, escondida en sus sombras, escuchando y tenía suficiente información no solo de la novia, sino de la familia. Magos, eran magos, todo se volvía algo más complicado, pero ella deseaba este dinero y más que el dinero la aventura en sí, probarse a sí misma de alguna forma.
Al fin la noche de presentación, la vampiresa observo a dos hombres uno hablaba de su arma. Sin duda ella, no era la única que tenía dudas sobre este encuentro y lo que sucedería dentro y es que el dinero era poderoso incentivo y toda clase de chusma iría a por él. Alana observo entrar al hombre moreno y vio como el segundo desaparecía en las sombras de la casa.
La vampiresa analizo la mansión, era enorme, con una entrada principal de gran tamaño y cuidado diseño de cada detalle. Un gran territorio rodeaba aquel sitio, había una especia de bosque a uno de los lados y por el otro un jardín cuidado al milímetro. Había unos 10 guardias por el perímetro y Alana suponía que unos cuantos más alrededor. Todos de aspecto serio y bien entrenado, con armas limpias y cuidadas, que resplandecían a la luz de la luna.
La mujer observo las ventanas y todas las posibles salidas de aquel sitio, tenía que asegurarse que podía salir de ahí viva sin importar como resultaría aquella velada. Con un movimiento, palpó dos cuchillos escondidos, uno en el tobillo izquierdo y otro en la parte interna del muslo derecho
Tras evaluar 4 posibles salidas, la mujer avanzo y justo antes de la puerta labrada saco a su mascota del cuello…
-Estate por aquí alerta, escóndete y espera a que te llame! No salgas sin más, solo si te llamo.
Tras ello dejo en el suelo al zorro plateado, que desapareció rápidamente entre los arbustos del cuidado jardín., sin hacer ningún ruido.
El trapo que la apretaba el pecho estaba muy prieto y la mujer no consiguió suspirar para darse los ánimos suficientes. Aun así entró por la verja y se dirigió hacia la puerta blanca. Llamo y un mayordomo la abrió. Varios guardias la custodiaban como desde fuera y adentro.
-Buenas noche! ¿Cómo quiere que le anuncie?
-Dorian Grey, a su servicio.
-Muy bien, joven. Pase a la sala con los demás pretendientes, en poco tiempo os llamaremos.
Alana pasó hacia la habitación indicada, sin perder detalle de todo lo que estaba viendo, memorizando cada detalle, ventana, puerta y objeto de valor.
Al entrar observo a los presentes e hizo inclinación de cabeza.
-Buenas lunas a todos! Un placer conocerles
Anuncio con voz más grave y usando su vampírica presencia para darles la sensación de que era joven peligroso y fuerte.
“Bueno, el espectáculo está empezando! Ahora sí que no hay vuelta atrás!”
Dijo ella, y se sentó en uno de los sofás enfrente de la mujer con una niña que estaba leyendo un libro sobre la magia. Los dedos del brazo mutilado la empezaron a hormiguear, había magia cerca.
Alana
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
Uno a uno fueron llegando los varones convocados por la suculenta oferta de los Harker -Sí... todos muy enamorados, míralos nada más...- dijo en voz baja con desprecio, espiando por la puerta entreabierta. Los veía ahí, tan elegantes y bien vestidos. Todos habían caído ante la tentación del dinero. Así que no, no se lo haría fácil a ninguno. Los llevaría hasta la locura. Al extremo de despreciar el dinero y huir de allí despavoridos. Sentía una enorme rabia hacia sus padres por ponerla en esa situación tan horrible y vergonzosa. ¿Qué dirían sus amigas? "Mina no es capaz de encontrar un hombre digno, por eso sus padres le buscan uno" podía escucharlas, criticando, burlándose de ella.
Escudriñó bien con la mirada el salón donde esperaban los buscaba a Lorenzo. Si él hubiese aparecido todo sería más divertido, hasta podría dejarlo ganar. Pero no estaba. Seguro hace tiempo se había ido de la isla. No iba a reconocerlo jamás, pero le hubiese gustado que él acudiera a la oferta. A Lorenzo lo conocía, habían vivido experiencias juntos. Podría tolerarlo como marido.
-Mira, Willie, hay uno que vino con su hija... ése es fértil- comentó su mamá, sonriendo contenta. -Sí, pero si llegara a tener un hijo con Mina, ¿le dará la atención suficiente?- respondió su padre y ambos entablaron una conversación respecto a los pros y contras de que su hija se casara con un hombre que ya había tenido familia. Mina resopló -Bueno, comencemos con esto, no los hagamos esperar más- pidió -Se podrían llevar una mala impresión si los dejamos solos más tiempo- intentó justificar el amargo comentario que había hecho al principio.
Sus padres estuvieron de acuerdo, así que pidieron al mayordomo que los anunciara. Nelson entró al salón donde estaban los tres hombres, carraspeó para llamar su atención y, tras hacer una elegante reverencia, habló -Caballeros, disculpen la tardanza. Los señores y señorita los van a atender de inmediato, por favor, pasen al comedor, la cena está servida- indicó abriendo la puerta para permitirles al paso a los tres hombres, la niña y la criada.
El elegante comedor, finamente decorado, estaba iluminado mayormente por un gran candelabro colgante. En la mesa habían otros con velas rojas. La mesa rebosaba comida, con un cochinillo en el centro como platillo principal. Los Harker estaban junto a la mesa de pie, esperando a sus invitados. Había una cuarta persona junto a la familia de brujos, un viejito añoso, de cabello completamente cano, manos temblorosas y rostro arrugado. Se podía asumir que era el abuelito Harker.
-Adelante, tomen asiento- invitó Jonathan, señalando la mesa. A la cabeza, por supuesto, se sentó él, como anfitrión. A su derecha, su esposa Lucy y a su izquierda su hija. Junto a Mina se sentaron Taliesin y su hijta. Al ancianito lo sentaron junto a la niña y un sirviente se quedó a su lado para servirle la comida, pues sus nudosos y temblorosos dedos no podían Junto a Lucy, Dorian y Rauko. La criada de Taliesin fue llevada a la cocina. Una vez en sus puestos, los sirvientes comenzaron a servir, primero el aperitivo: tabla de carpaccio de salmón.
Mientras se servían, Lucy comenzó la conversación -Nos alegra muchísimo que hayan decidido acudir a nuestro llamado, sabíamos que alguien decidiría venir, pero no imaginamos que fueran unos varones tan elegantes y distinguidos- comentó -Personalmente, me siento muy feliz de vuestra presencia... por favor, preséntense para poder conocerlos mejor- pidió, colocando la servilleta de tela sobre su regazo.
Luego del aperitivo, llegó la entrada: bisque de mar. Una suave crema de mariscos de sedosa textura en el paladar. Mina había elegido el menú -Espero que nadie sea alérgico a los mariscos- comentó en broma. Pero sí, esperaba que todos lo fueran.
A Mina le encantaba el siguiente plato, era de sus favoritos: cochinillo relleno. Era algo exótico, pues el relleno era más que la misma carne del cerdo adobada, tenía nueces y frutas como manzana, piña y uvas pasas.
Mina comió feliz, disfrutando cada trozo que se llevó a la boca. Habló poco pero sí se encargó de establecer contacto visual con cada uno de los hombres que habían llegado. Les lanzaba discretas miradas sensuales y sus gestos coquetos eran tentadores. La verdad sea dicha, todos le parecieron atractivos, disfrutaría llevarlos a la cama ciertamente. El de la barba, que había llegado con su hijita, le parecía varonil y experimentado. El segundo, le daba la impresión de tener una refrescante naturaleza salvaje y difícil de dominar. El tercero, tenía una belleza ambigua, una elegancia femenina que le pareció fascinante.
Llegó el postre. Por fin. Otra mezcla exótica de las que Mina era fanática. Nieve saborizada con caramelo de frutas, cubierta con salsa picante.
-Delicioso, ¿cierto?- comentó Mina a Taliesin, a quien tenía sentado a su lado, lamiendo sugerentemente la cucharita con helado -Es mi favorito- dijo -¿Te gusta?- lo miraba seductora, con una sonrisa pícara, mientras su pie subía lentamente por la pierna de él. -¡Oh! Había olvidado por completo presentarles al Doctor Oh- comentó Jonathan -Él les hará un pequeño exámen médico al terminar la cena. No es nada descabellado, solo nos queremos asegurar de que estén bien de salud- explicó, llevando una cucharada de helado a la boca, sonriendo como si nada. Todos voltearon a ver al ancianito que tenía puesto un babero y a quien le servían el postre en la boca, del cual la mitad se le chorreaba fuera. -Ha sido nuestro médico por generaciones- contó Lucy. Mina soltó una leve risita y asintió.
Cuando estaban todos por terminar el postre, el sirviente del Doctor Oh se levantó y con cuidado se llevó al viejito -No se molesten, lo llevan para prepararlo para hacer sus exámenes- dijo Lucy, poniendo la servilleta de tela sobre la mesa. Inmediatamente, la servidumbre apareció para llevarse los platos y traer pequeñas copas de licor de menta. -Cuéntenme, muchachos, ¿cuál es el negocio de sus familias?- preguntó Jonathan. Comenzaba el interrogatorio. -Y sus madres, ¿pertenecen a algún club?- inquirió Lucy.
-¿Asistieron al Hekshold?-
-¿Cuántas tierras poseen?-
-¿Hacen bailes de beneficencia?-
-¿Tienen casa de veraneo en Verisar?-
Las preguntas no paraban. Solo la llegada del sirviente del Doctor Oh detuvo el bombardeo de preguntas. -El Doctor ya está listo- indicó, volviendo a salir del comedor, cerrando la puerta tras de si. Jonathan asintió. -De acuerdo... Taliesin, usted primero- señaló Jonathan. En el salón junto al comedor, el asistente del Doctor Oh esperaba para guiar al segundo piso, a una de las habitaciones. Allí estaba el Doctor, secándose las manos. -Bienvenido- saludó con su voz temblorosa. Se movía lento mientras se acomodaba unas gafas cuyos vidrios eran tan gruesos como el fondo de una botella. -Por favor, quítate la ropa, asume la pose y... tose dos veces- dijo, levantando un índice.
Escudriñó bien con la mirada el salón donde esperaban los buscaba a Lorenzo. Si él hubiese aparecido todo sería más divertido, hasta podría dejarlo ganar. Pero no estaba. Seguro hace tiempo se había ido de la isla. No iba a reconocerlo jamás, pero le hubiese gustado que él acudiera a la oferta. A Lorenzo lo conocía, habían vivido experiencias juntos. Podría tolerarlo como marido.
-Mira, Willie, hay uno que vino con su hija... ése es fértil- comentó su mamá, sonriendo contenta. -Sí, pero si llegara a tener un hijo con Mina, ¿le dará la atención suficiente?- respondió su padre y ambos entablaron una conversación respecto a los pros y contras de que su hija se casara con un hombre que ya había tenido familia. Mina resopló -Bueno, comencemos con esto, no los hagamos esperar más- pidió -Se podrían llevar una mala impresión si los dejamos solos más tiempo- intentó justificar el amargo comentario que había hecho al principio.
Sus padres estuvieron de acuerdo, así que pidieron al mayordomo que los anunciara. Nelson entró al salón donde estaban los tres hombres, carraspeó para llamar su atención y, tras hacer una elegante reverencia, habló -Caballeros, disculpen la tardanza. Los señores y señorita los van a atender de inmediato, por favor, pasen al comedor, la cena está servida- indicó abriendo la puerta para permitirles al paso a los tres hombres, la niña y la criada.
El elegante comedor, finamente decorado, estaba iluminado mayormente por un gran candelabro colgante. En la mesa habían otros con velas rojas. La mesa rebosaba comida, con un cochinillo en el centro como platillo principal. Los Harker estaban junto a la mesa de pie, esperando a sus invitados. Había una cuarta persona junto a la familia de brujos, un viejito añoso, de cabello completamente cano, manos temblorosas y rostro arrugado. Se podía asumir que era el abuelito Harker.
- ¡A comer!:
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-Adelante, tomen asiento- invitó Jonathan, señalando la mesa. A la cabeza, por supuesto, se sentó él, como anfitrión. A su derecha, su esposa Lucy y a su izquierda su hija. Junto a Mina se sentaron Taliesin y su hijta. Al ancianito lo sentaron junto a la niña y un sirviente se quedó a su lado para servirle la comida, pues sus nudosos y temblorosos dedos no podían Junto a Lucy, Dorian y Rauko. La criada de Taliesin fue llevada a la cocina. Una vez en sus puestos, los sirvientes comenzaron a servir, primero el aperitivo: tabla de carpaccio de salmón.
- mmm... pescadito crudo...:
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Mientras se servían, Lucy comenzó la conversación -Nos alegra muchísimo que hayan decidido acudir a nuestro llamado, sabíamos que alguien decidiría venir, pero no imaginamos que fueran unos varones tan elegantes y distinguidos- comentó -Personalmente, me siento muy feliz de vuestra presencia... por favor, preséntense para poder conocerlos mejor- pidió, colocando la servilleta de tela sobre su regazo.
Luego del aperitivo, llegó la entrada: bisque de mar. Una suave crema de mariscos de sedosa textura en el paladar. Mina había elegido el menú -Espero que nadie sea alérgico a los mariscos- comentó en broma. Pero sí, esperaba que todos lo fueran.
- ¡Sopa de caracol!:
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A Mina le encantaba el siguiente plato, era de sus favoritos: cochinillo relleno. Era algo exótico, pues el relleno era más que la misma carne del cerdo adobada, tenía nueces y frutas como manzana, piña y uvas pasas.
- Oink! Oink!:
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Mina comió feliz, disfrutando cada trozo que se llevó a la boca. Habló poco pero sí se encargó de establecer contacto visual con cada uno de los hombres que habían llegado. Les lanzaba discretas miradas sensuales y sus gestos coquetos eran tentadores. La verdad sea dicha, todos le parecieron atractivos, disfrutaría llevarlos a la cama ciertamente. El de la barba, que había llegado con su hijita, le parecía varonil y experimentado. El segundo, le daba la impresión de tener una refrescante naturaleza salvaje y difícil de dominar. El tercero, tenía una belleza ambigua, una elegancia femenina que le pareció fascinante.
Llegó el postre. Por fin. Otra mezcla exótica de las que Mina era fanática. Nieve saborizada con caramelo de frutas, cubierta con salsa picante.
- AH! AH! PICA!:
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-Delicioso, ¿cierto?- comentó Mina a Taliesin, a quien tenía sentado a su lado, lamiendo sugerentemente la cucharita con helado -Es mi favorito- dijo -¿Te gusta?- lo miraba seductora, con una sonrisa pícara, mientras su pie subía lentamente por la pierna de él. -¡Oh! Había olvidado por completo presentarles al Doctor Oh- comentó Jonathan -Él les hará un pequeño exámen médico al terminar la cena. No es nada descabellado, solo nos queremos asegurar de que estén bien de salud- explicó, llevando una cucharada de helado a la boca, sonriendo como si nada. Todos voltearon a ver al ancianito que tenía puesto un babero y a quien le servían el postre en la boca, del cual la mitad se le chorreaba fuera. -Ha sido nuestro médico por generaciones- contó Lucy. Mina soltó una leve risita y asintió.
Cuando estaban todos por terminar el postre, el sirviente del Doctor Oh se levantó y con cuidado se llevó al viejito -No se molesten, lo llevan para prepararlo para hacer sus exámenes- dijo Lucy, poniendo la servilleta de tela sobre la mesa. Inmediatamente, la servidumbre apareció para llevarse los platos y traer pequeñas copas de licor de menta. -Cuéntenme, muchachos, ¿cuál es el negocio de sus familias?- preguntó Jonathan. Comenzaba el interrogatorio. -Y sus madres, ¿pertenecen a algún club?- inquirió Lucy.
-¿Asistieron al Hekshold?-
-¿Cuántas tierras poseen?-
-¿Hacen bailes de beneficencia?-
-¿Tienen casa de veraneo en Verisar?-
Las preguntas no paraban. Solo la llegada del sirviente del Doctor Oh detuvo el bombardeo de preguntas. -El Doctor ya está listo- indicó, volviendo a salir del comedor, cerrando la puerta tras de si. Jonathan asintió. -De acuerdo... Taliesin, usted primero- señaló Jonathan. En el salón junto al comedor, el asistente del Doctor Oh esperaba para guiar al segundo piso, a una de las habitaciones. Allí estaba el Doctor, secándose las manos. -Bienvenido- saludó con su voz temblorosa. Se movía lento mientras se acomodaba unas gafas cuyos vidrios eran tan gruesos como el fondo de una botella. -Por favor, quítate la ropa, asume la pose y... tose dos veces- dijo, levantando un índice.
Mina Harker
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
A la estancia que hacía de sala de espera llegaron otras dos personas. Taliesin les sonrió y les dedicó un saludo amable. Los dos iban muy elegantes; más que él, diría, y parecían menos nerviosos también. ¡Diantres! ¡Ya sentía que estaba haciendo algo mal!
- ¿Cómo se encuentran, caballeros? Asumo que estamos aquí por la misma razón, ¿conocen ya a la señorita Wilhelmina?
Intentó iniciar conversación para destenderse un poco, pero a penas tuvieron tiempo de intercambiar unas pocas palabras, porque en seguida el mayordomo apareció para anunciar la cena. Nada más verlo, Taliesin se puso en pie como un resorte, asintió y le dio un toque cariñoso a Irina para que también se levantara.
- ¿Te estaba gustando el libro? - le preguntó mientras se dirigían al comedor. Irina se alzó de hombros.
Llegaron a un gran comedor decorado con elegancia. Sobre la mesa que, por supuesto, era una pieza de artesanía, se repartían numerosos platos cuyos olores llamaban al apetito tanto como su aspecto. Sin duda aquella familia no había sufrido consecuencias de la guerra, y la mesa certificaba de por si que los quince mil aeros existían.
Tras un rápido vistazo, Taliesin le dedicó toda su atención a sus anfitriones. Los saludó con una cálida sonrisa de esas que había practicado, y antes de sentarse a la mesa, viendo que una muchacha se encontraba junto a él, apartó su silla y la invitó a sentarse primero. Al retirarle la silla se dio cuenta de que aquella debía ser Wilhelmina.
No era ni mucho menos la primera vez que se veía ante una mesa tan abundante. ¡Y menos mal! De no ser así habría sido una tentación comenzar a comer un poco de todo, y un problema decidir qué tenedor y cuchara usar en cada ocasión. Por suerte Taliesin estaba bien versado en etiqueta y debido a la fuerza de la costumbre no tuvo ni que esforzarse a pensar en ello.
- Les agradezco la invitación. Me alegro de haber tenido ocasión de conocer a la familia Harker y a la famosa Wilhelmina, la cazadora del ladrón de corazones - le dedicó aquel título con un deje de diversión y miró, realmente intrigado, a la muchacha sentada junto a él. Se correspondía perfectamente con la descripción que le habían dado y era tan bella como prometían, si bien un poco más bajita de lo esperado - Me llamo Elphin Skatha. Y esta es mi hija, Irina. Buena parte del año vivimos en Lunargenta, donde tenemos una casa, no muy lejos del palacio. ¿Es posible que tengamos algún conocido común?
Elphin era un pseudónimo que ya había usado con anterioridad, cuando se hacía pasar por alguien más pudiente e influyente de lo que era en realidad. Si los Harker preguntaban por él, probablemente acabarían encontrando a alguien que lo había conocido y que podría confirmar que era de una buena casa - si bien no sabría de cuál. También podrían por este medio enterarse de algún mal rumor sobre el pretendido Elphin, pero era un riesgo que valía la pena tomar. No siguió en su presentación y dejó que hablaran los demás, porque alardear más allá de eso de familia y orígenes era intentar impresionar demasiado.
Los demás también se presentaron tras lo cual se inició la cena. A lo largo de la misma, mientras probaban diversos y suculentos platos, reinó una conversación común. El momento de mayor relevancia fue cuando al llegar el postre sintió algo por debajo de la mesa y se trató, ni nada menos, que del pie de Wilhelmina subiendo por su pierna. Se escandalizó. "¡No sé si quiero casarme con una mujer que se toma tantas libertades!" pensó en un momento de pánico, antes de recordar que él estaba allí por el dinero y no buscando un matrimonio feliz.
- Es delicioso - coincidió -. Y realmente diferente, diría que muy atrevido.
¡Atrevido ponerse a recorrer piernas delante de sus padres, es lo que quería decir! Pero justamente esta impudicia era muy atractiva. No se le había pasado que Wilhelmina había dedicado miradas provocadoras a todos los presentes y no pensaba que él fuera, en ese momento, más atractivo que otro de sus competidores. Pero aquello le divertía y estaba dispuesto a seguir el juego. No le importaría pasar una noche con aquella mujer, con o sin quince mil aeros.
- Pero me gustan los platos que tienen algo inesperado. Un poco rebeldes. Quizás más tarde podríamos poner nuestros gustos en común. Uno se cansa de las... tartas de manzana, ¿no está de acuerdo? - preguntó hacia Lucy, incluyéndola en la conversación.
Con aquello llegó la primera sorpresa: se les haría un examen médico. Debería haber esperado algo así en algún momento, pero no nada más acabar la cena. Se sentía un poco como una pieza de ganado.
- Podría haberles referido a mi doctor para que hablara con el doctor Oh... pero por supuesto, no será ningún problema.
Mientras fuera un examen rutinario no podría ver que se trataba de un vampiro, y Taliesin pensaba estar en perfecta salud. A esto siguió una retalía de preguntas que él respondió hasta donde pudo con algunas mentiras y algunas verdades. Era un proceso agotador.
- ¿Siempre hacen tantas preguntas? - le preguntó a Mina sutilmente mientras otro de los candidatos respondía - Y dime, ¿a cuántos candidatos habéis entrevistado ya? No me creo que sólo a nosotros tres.
Por supuesto, le tocó a él ser el primero en pasar por las manos del doctor Oh. Taliesin se levantó, se disculpó, y siguió al sirviente hasta el doctor.
- ¿Toda la ropa? - preguntó, extrañado, y empezó a quitarse sólo la camisa.
- El torso bastará de momento - accedió el doctor -. Pero haremos un reconocimiento completo.
----
Al sentarse a la mesa, lo primero que hizo Irina fue inspeccionar todos los platos, y se le hundió el alma a los pies. Parecían todos asquerosos. Aquella situación en general era una basura. Los dos anfitriones eran elegantes, y Wilhelmina realmente era muy guapa y veía por qué a su padre le interesaba. Pero para Irina la belleza exterior significaba poca cosa, y no se encontraba muy impresionada. La casa estaba bien, a ella le gustaría vivir en una casa así. Pero pudiendo permitirse todo eso, ¿no podían permitirse comida decente? Sólo el cochinillo tenía buena pinta...
Al otro lado de la mesa estaban aquellos dos desconocidos; les dedicó una larga mirada. Su padre le sirvió un poco del aperitivo, pero ella no pensaba tomárselo, y cuando pareció que nadie miraba dejaba cachitos de comida en el plato del anciano que tenía al lado. Pero al cabo de un rato su padre, que parecía que le estaba prestando más atención a ella que a la "famosa" Wilhelmina, la miró con severidad e Irina comprendió que debía comportarse. ¡Menudo aburrimiento de cena! ¡Ni siquiera había otros niños!
La cena duró mucho, e Irina se aburría. Le lanzaba miradas a su padre de vez en cuando para que se enterara de que quería irse, pero ahora él parecía completamente centrado en La Famosa. Sospechando algo, Irina miró debajo de la mesa y vio lo que hacía aquella mujer con el pie. ¡Jolines! ¿Eso significaba que se iban a casar? A saber. Al final se giró hacia el anciano y durante un tiempo le estuvo preguntando cosas: su nombre, dónde había nacido, si a él le había gustado aquella cena asquerosa...
Finalmente su padre abandonó la sala y se quedarón los otros dos, sometidos a una interminable serie de preguntas. Bien, Irina tenía sus propias preguntas que hacer y llevaba mucho tiempo callada.
- ¿No hay otros niños en la casa? ¿Si se casaran yo tendría primos? - preguntó hacia los anfitriones, y mirando a Rauko, el extraño que tenía más cerca: - ¿Y por qué no habéis traído a vuestros hijos, son demasiado pequeños? - Porque, por supuesto, todos los adultos de cierta edad debían tener hijos. Si no los tenían se llamaban "solterona" y "mal partido" o algo así. Y cuando le respondieron a esto paso a la siguiente pregunta, mirando a La Famosa- ¿De verdad te llaman Wil-hel-mi-na? Porque se traba en la lengua. ¿Y lo de debajo de la mesa...?
Su padre volvió al poco tiempo. Tenía cara de circunstancias, como si no se lo hubiera pasado bien con el examen médico.
- Me ha pedido que haga pasar al siguiente - y con un gesto de la mano le indicó a Rauko que era su turno.
- ¿Cómo se encuentran, caballeros? Asumo que estamos aquí por la misma razón, ¿conocen ya a la señorita Wilhelmina?
Intentó iniciar conversación para destenderse un poco, pero a penas tuvieron tiempo de intercambiar unas pocas palabras, porque en seguida el mayordomo apareció para anunciar la cena. Nada más verlo, Taliesin se puso en pie como un resorte, asintió y le dio un toque cariñoso a Irina para que también se levantara.
- ¿Te estaba gustando el libro? - le preguntó mientras se dirigían al comedor. Irina se alzó de hombros.
Llegaron a un gran comedor decorado con elegancia. Sobre la mesa que, por supuesto, era una pieza de artesanía, se repartían numerosos platos cuyos olores llamaban al apetito tanto como su aspecto. Sin duda aquella familia no había sufrido consecuencias de la guerra, y la mesa certificaba de por si que los quince mil aeros existían.
Tras un rápido vistazo, Taliesin le dedicó toda su atención a sus anfitriones. Los saludó con una cálida sonrisa de esas que había practicado, y antes de sentarse a la mesa, viendo que una muchacha se encontraba junto a él, apartó su silla y la invitó a sentarse primero. Al retirarle la silla se dio cuenta de que aquella debía ser Wilhelmina.
No era ni mucho menos la primera vez que se veía ante una mesa tan abundante. ¡Y menos mal! De no ser así habría sido una tentación comenzar a comer un poco de todo, y un problema decidir qué tenedor y cuchara usar en cada ocasión. Por suerte Taliesin estaba bien versado en etiqueta y debido a la fuerza de la costumbre no tuvo ni que esforzarse a pensar en ello.
- Les agradezco la invitación. Me alegro de haber tenido ocasión de conocer a la familia Harker y a la famosa Wilhelmina, la cazadora del ladrón de corazones - le dedicó aquel título con un deje de diversión y miró, realmente intrigado, a la muchacha sentada junto a él. Se correspondía perfectamente con la descripción que le habían dado y era tan bella como prometían, si bien un poco más bajita de lo esperado - Me llamo Elphin Skatha. Y esta es mi hija, Irina. Buena parte del año vivimos en Lunargenta, donde tenemos una casa, no muy lejos del palacio. ¿Es posible que tengamos algún conocido común?
Elphin era un pseudónimo que ya había usado con anterioridad, cuando se hacía pasar por alguien más pudiente e influyente de lo que era en realidad. Si los Harker preguntaban por él, probablemente acabarían encontrando a alguien que lo había conocido y que podría confirmar que era de una buena casa - si bien no sabría de cuál. También podrían por este medio enterarse de algún mal rumor sobre el pretendido Elphin, pero era un riesgo que valía la pena tomar. No siguió en su presentación y dejó que hablaran los demás, porque alardear más allá de eso de familia y orígenes era intentar impresionar demasiado.
Los demás también se presentaron tras lo cual se inició la cena. A lo largo de la misma, mientras probaban diversos y suculentos platos, reinó una conversación común. El momento de mayor relevancia fue cuando al llegar el postre sintió algo por debajo de la mesa y se trató, ni nada menos, que del pie de Wilhelmina subiendo por su pierna. Se escandalizó. "¡No sé si quiero casarme con una mujer que se toma tantas libertades!" pensó en un momento de pánico, antes de recordar que él estaba allí por el dinero y no buscando un matrimonio feliz.
- Es delicioso - coincidió -. Y realmente diferente, diría que muy atrevido.
¡Atrevido ponerse a recorrer piernas delante de sus padres, es lo que quería decir! Pero justamente esta impudicia era muy atractiva. No se le había pasado que Wilhelmina había dedicado miradas provocadoras a todos los presentes y no pensaba que él fuera, en ese momento, más atractivo que otro de sus competidores. Pero aquello le divertía y estaba dispuesto a seguir el juego. No le importaría pasar una noche con aquella mujer, con o sin quince mil aeros.
- Pero me gustan los platos que tienen algo inesperado. Un poco rebeldes. Quizás más tarde podríamos poner nuestros gustos en común. Uno se cansa de las... tartas de manzana, ¿no está de acuerdo? - preguntó hacia Lucy, incluyéndola en la conversación.
Con aquello llegó la primera sorpresa: se les haría un examen médico. Debería haber esperado algo así en algún momento, pero no nada más acabar la cena. Se sentía un poco como una pieza de ganado.
- Podría haberles referido a mi doctor para que hablara con el doctor Oh... pero por supuesto, no será ningún problema.
Mientras fuera un examen rutinario no podría ver que se trataba de un vampiro, y Taliesin pensaba estar en perfecta salud. A esto siguió una retalía de preguntas que él respondió hasta donde pudo con algunas mentiras y algunas verdades. Era un proceso agotador.
- ¿Siempre hacen tantas preguntas? - le preguntó a Mina sutilmente mientras otro de los candidatos respondía - Y dime, ¿a cuántos candidatos habéis entrevistado ya? No me creo que sólo a nosotros tres.
Por supuesto, le tocó a él ser el primero en pasar por las manos del doctor Oh. Taliesin se levantó, se disculpó, y siguió al sirviente hasta el doctor.
- ¿Toda la ropa? - preguntó, extrañado, y empezó a quitarse sólo la camisa.
- El torso bastará de momento - accedió el doctor -. Pero haremos un reconocimiento completo.
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Al sentarse a la mesa, lo primero que hizo Irina fue inspeccionar todos los platos, y se le hundió el alma a los pies. Parecían todos asquerosos. Aquella situación en general era una basura. Los dos anfitriones eran elegantes, y Wilhelmina realmente era muy guapa y veía por qué a su padre le interesaba. Pero para Irina la belleza exterior significaba poca cosa, y no se encontraba muy impresionada. La casa estaba bien, a ella le gustaría vivir en una casa así. Pero pudiendo permitirse todo eso, ¿no podían permitirse comida decente? Sólo el cochinillo tenía buena pinta...
Al otro lado de la mesa estaban aquellos dos desconocidos; les dedicó una larga mirada. Su padre le sirvió un poco del aperitivo, pero ella no pensaba tomárselo, y cuando pareció que nadie miraba dejaba cachitos de comida en el plato del anciano que tenía al lado. Pero al cabo de un rato su padre, que parecía que le estaba prestando más atención a ella que a la "famosa" Wilhelmina, la miró con severidad e Irina comprendió que debía comportarse. ¡Menudo aburrimiento de cena! ¡Ni siquiera había otros niños!
La cena duró mucho, e Irina se aburría. Le lanzaba miradas a su padre de vez en cuando para que se enterara de que quería irse, pero ahora él parecía completamente centrado en La Famosa. Sospechando algo, Irina miró debajo de la mesa y vio lo que hacía aquella mujer con el pie. ¡Jolines! ¿Eso significaba que se iban a casar? A saber. Al final se giró hacia el anciano y durante un tiempo le estuvo preguntando cosas: su nombre, dónde había nacido, si a él le había gustado aquella cena asquerosa...
Finalmente su padre abandonó la sala y se quedarón los otros dos, sometidos a una interminable serie de preguntas. Bien, Irina tenía sus propias preguntas que hacer y llevaba mucho tiempo callada.
- ¿No hay otros niños en la casa? ¿Si se casaran yo tendría primos? - preguntó hacia los anfitriones, y mirando a Rauko, el extraño que tenía más cerca: - ¿Y por qué no habéis traído a vuestros hijos, son demasiado pequeños? - Porque, por supuesto, todos los adultos de cierta edad debían tener hijos. Si no los tenían se llamaban "solterona" y "mal partido" o algo así. Y cuando le respondieron a esto paso a la siguiente pregunta, mirando a La Famosa- ¿De verdad te llaman Wil-hel-mi-na? Porque se traba en la lengua. ¿Y lo de debajo de la mesa...?
Su padre volvió al poco tiempo. Tenía cara de circunstancias, como si no se lo hubiera pasado bien con el examen médico.
- Me ha pedido que haga pasar al siguiente - y con un gesto de la mano le indicó a Rauko que era su turno.
Taliesin Skatha
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
Dentro de la casa ya había varias personas. Hice una pequeña reverencia y esbocé una sonrisa fina. Luego llegó una… No. Un hombre peliblanco y con un rostro de rasgos más estilizados que el de todos los presentes. Le di la bienvenida inclinando mi cabeza como él lo hizo.
–Encantado igualmente, caballero –le respondí. Después volteé hacia la dirección del otro, que preguntó sobre cómo nos encontrábamos–. Muy bien –dije con un tono formal que por poco olvidé usar en esa respuesta. No debía descuidarme, pensé, y retomé la actuación–. Por supuesto. ¿Cómo podríamos ignorar esta grandiosa oportunidad de ganar la mano de la Dama Wilhelmina?
¿Grandiosa oportunidad? Me sentía como un hipócrita al decir eso. Por suerte no tardaron en invitarnos a comer. Sí, así es. ¡Comer! Quise alzar los brazos al cielo y soltar un grito de júbilo, pero me contuve, a diferencia de otro que se levantó en un santiamén. De verdad debía estar hambriento ese sujeto.
Cuando vi el enorme, elegante y tentador comedor mi estómago gruñó, como si quisiera salir dentro de mí y lanzarse directamente hacia la comida. Saludé a los anfitriones con la misma sonrisa de antes y una leve inclinación de la cabeza. No obstante, eso lo hice casi de manera inconsciente; en mi mente solo estaba la comida y, cuando me di cuenta, ya estaba sentado en mi lugar asignado. Pero, por supuesto, aunque mi mente estuviera algo desconectada, de alguna manera mantuve la compostura en todo momento.
Una vez que habló la que, según la información que me otorgó Hyro, debía ser Lucy, volví en sí.
–Tal como dijo el caballero –hablé finalmente, después de que lo hiciera el otro pretendiente–, es un grato placer conocerlos.
Ciertamente no agregué nada nuevo, pero el olor de la comida me impedía pensar bien qué palabras usar.
Entonces supe que uno de los pretendientes se llamaba “Elphin”, lo cual me hizo pensar en delfines… Tal vez algo estaba mal conmigo.
–Mi nombre es Rauko Hyro Artamir Boden –me presenté combinando mi nombre con el de Hyro–. Solía vivir en Lunargenta también, pero después de la invasión de los vampiros, opté por trasladarme a Beltrexus por una temporada, y tengo pensado regresar cuando la economía vuelva a ser estable en esa ciudad.
Y, repentinamente, Wilhelmina mostró un comportamiento… “sospechoso”. Me recordaba a la actitud de Natt Himmel cuando ella deseaba que… Oh, no. ¿Acaso Wilhelmina…? Oh, no. “Qué mujer tan vulgar”, pensé. Mis ojos voltearon hacia los demás, tratando de verificar si alguien más lo notaba o era yo el paranoico. Irina parecía haberse percatado también, pero no quise preguntarle. Al final preferí ignorar el asunto.
Entonces me enteré de que nos harían un examen médico. No le di demasiada importancia y seguí comiendo, sin descuidar ninguna norma de etiqueta y esas estupideces. Luego llegaron más preguntas para interrumpir mi deleite.
Respondí a todo con mentiras y más mentiras que me salían de manera fluida, aunque ignorando la segunda pregunta; no quería hablar sobre mi madre muerta.
De pronto Irina me hizo una pregunta que me tomó desprevenido. Aunque yo tenía 18 años, aún no había pensado en tener crias o pareja, y eso no era muy bien visto por muchos.
–Desde muy joven he invertido la mayor parte de mi tiempo encargándome del negocio de mi familia, y por ello no me había preocupado en tener hijos o, por lo menos, en tener una esposa –expliqué–. Pero, ahora que conozco a la hermosa Wilhelmina, voy cambiar ese aspecto de mi vida. –Miré a la chica en mención, visualizándola no como una mujer sino como un enorme saco de aeros, y mostré una media sonrisa.
Luego llegó Delfín… No, espera, ¿cómo se llamaba? Bueno, lo llamaré Skatha.
–Oh, entiendo. –Limpié mis labios con una servilleta, me levanté, me disculpé y fui hacia mi destino.
Una vez que el doctor me recibiera, me indicó que me quitara la ropa.
–¿Disculpe? –pregunté, sin poder asimilar que el doctor era un pervertido. ¿Acaso todos los ancianos estaban dementes?
Fue entonces cuando me explicó la horrible tortura por la que tendría que pasar mi orgullo. Mis ojos se abrieron ampliamente y un escalofrío recorrió cada vértebra de mi columna. Y, luego de todo ello, llegó el momento fatídico.
–Encantado igualmente, caballero –le respondí. Después volteé hacia la dirección del otro, que preguntó sobre cómo nos encontrábamos–. Muy bien –dije con un tono formal que por poco olvidé usar en esa respuesta. No debía descuidarme, pensé, y retomé la actuación–. Por supuesto. ¿Cómo podríamos ignorar esta grandiosa oportunidad de ganar la mano de la Dama Wilhelmina?
¿Grandiosa oportunidad? Me sentía como un hipócrita al decir eso. Por suerte no tardaron en invitarnos a comer. Sí, así es. ¡Comer! Quise alzar los brazos al cielo y soltar un grito de júbilo, pero me contuve, a diferencia de otro que se levantó en un santiamén. De verdad debía estar hambriento ese sujeto.
Cuando vi el enorme, elegante y tentador comedor mi estómago gruñó, como si quisiera salir dentro de mí y lanzarse directamente hacia la comida. Saludé a los anfitriones con la misma sonrisa de antes y una leve inclinación de la cabeza. No obstante, eso lo hice casi de manera inconsciente; en mi mente solo estaba la comida y, cuando me di cuenta, ya estaba sentado en mi lugar asignado. Pero, por supuesto, aunque mi mente estuviera algo desconectada, de alguna manera mantuve la compostura en todo momento.
Una vez que habló la que, según la información que me otorgó Hyro, debía ser Lucy, volví en sí.
–Tal como dijo el caballero –hablé finalmente, después de que lo hiciera el otro pretendiente–, es un grato placer conocerlos.
Ciertamente no agregué nada nuevo, pero el olor de la comida me impedía pensar bien qué palabras usar.
Entonces supe que uno de los pretendientes se llamaba “Elphin”, lo cual me hizo pensar en delfines… Tal vez algo estaba mal conmigo.
–Mi nombre es Rauko Hyro Artamir Boden –me presenté combinando mi nombre con el de Hyro–. Solía vivir en Lunargenta también, pero después de la invasión de los vampiros, opté por trasladarme a Beltrexus por una temporada, y tengo pensado regresar cuando la economía vuelva a ser estable en esa ciudad.
Y, repentinamente, Wilhelmina mostró un comportamiento… “sospechoso”. Me recordaba a la actitud de Natt Himmel cuando ella deseaba que… Oh, no. ¿Acaso Wilhelmina…? Oh, no. “Qué mujer tan vulgar”, pensé. Mis ojos voltearon hacia los demás, tratando de verificar si alguien más lo notaba o era yo el paranoico. Irina parecía haberse percatado también, pero no quise preguntarle. Al final preferí ignorar el asunto.
Entonces me enteré de que nos harían un examen médico. No le di demasiada importancia y seguí comiendo, sin descuidar ninguna norma de etiqueta y esas estupideces. Luego llegaron más preguntas para interrumpir mi deleite.
Respondí a todo con mentiras y más mentiras que me salían de manera fluida, aunque ignorando la segunda pregunta; no quería hablar sobre mi madre muerta.
De pronto Irina me hizo una pregunta que me tomó desprevenido. Aunque yo tenía 18 años, aún no había pensado en tener crias o pareja, y eso no era muy bien visto por muchos.
–Desde muy joven he invertido la mayor parte de mi tiempo encargándome del negocio de mi familia, y por ello no me había preocupado en tener hijos o, por lo menos, en tener una esposa –expliqué–. Pero, ahora que conozco a la hermosa Wilhelmina, voy cambiar ese aspecto de mi vida. –Miré a la chica en mención, visualizándola no como una mujer sino como un enorme saco de aeros, y mostré una media sonrisa.
Luego llegó Delfín… No, espera, ¿cómo se llamaba? Bueno, lo llamaré Skatha.
–Oh, entiendo. –Limpié mis labios con una servilleta, me levanté, me disculpé y fui hacia mi destino.
Una vez que el doctor me recibiera, me indicó que me quitara la ropa.
–¿Disculpe? –pregunté, sin poder asimilar que el doctor era un pervertido. ¿Acaso todos los ancianos estaban dementes?
Fue entonces cuando me explicó la horrible tortura por la que tendría que pasar mi orgullo. Mis ojos se abrieron ampliamente y un escalofrío recorrió cada vértebra de mi columna. Y, luego de todo ello, llegó el momento fatídico.
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–Bueno, comparando eso con cada paliza que me han dado, supongo que esto no fue tan malo –me dije a mí mismo mientras salía de la habitación, intentando animarme, pero seguí sintiéndome indignado y sucio–. Momento de volver.
Me di un par de palmadas en las mejillas, volví a sumergirme en mi papel de aristócrata y, caminando erguido como antes, como si no hubiera sucedido nada, regresé al comedor.
–El doctor ha terminado de examinarme. –Miré al peliblanco, con una malicia inyectada en mis ojos–. Ha llegado tu turno…, caballero.
Me di un par de palmadas en las mejillas, volví a sumergirme en mi papel de aristócrata y, caminando erguido como antes, como si no hubiera sucedido nada, regresé al comedor.
–El doctor ha terminado de examinarme. –Miré al peliblanco, con una malicia inyectada en mis ojos–. Ha llegado tu turno…, caballero.
Rauko
Aerandiano de honor
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
La vampiresa estudió con sumo interés a todos los presentes. LA verdad, la niña se parecía mucho al hombre con barba, sin duda por el comportamiento y la forma de mirarla era su progenitor. Pero algo dentro de él no era como el de su hija y aquella nana. La chica lo estudió con detenimiento, no era humano, puede que fuera vampiro, pero no podría jurarlo. Aun así mantuvo sus sentidos alerta, con la magia nunca se sabía nada era lo que aparentaba ser. Pero el nerviosismo de aquel hombre era algo fuera de lo normal, parecía que se estaba jugando la vida en ello.
“Una pena, encanto. Esta fiesta esta en mi honor y el regalo es mío….”
Alana estaba preparada para cualquier cosa esta noche, o al menos esto lo creía. Pero pocas ganas de mantener charlas sin sentido alguno, por lo que a la pregunta de conocer a Wihelmina se quedó un poco callada, escuchando las palabras del chico con cabello negro.
-No conozco personalmente a la dama en cuestión, pero he oído que es la mujer más bella de esta parte del mundo, además de poderosa. Asique como puedo negar en complacer mi ego con semejante reto: Conquistar su frágil y bello corazón.
Sus ojos pasaron al otro candidato. Su tez blanca y ojos claros no iban a juego con su melena azabache, demasiado oscura. Parecía nervioso pero no tan inquieto como el otro hombre.
Es interesante ver como los hombres se acicalan y se preparan para conquistar a una mujer, Alana antes nunca se ha encontrado por otra parte de aquel cortejo y más tan oficial. Pero sabía muy bien que las familias ricas, se permitían hacer toda clase de pruebas para ver si los pretendientes eran hombres de valía. Miró a la niña que parecía totalmente disgustada con todo este espectáculo.
“Relájate, nadie va a tocarte la entrepierna para ver si tienes lo que debes de tener ahí…”
Su mente parecía tener vida propia y la mano seguía hormigueando. La vampiresa se concentró en las cosas que importaban. Con disimulo paso la mano por el costado, donde la venda apretaba con fuerza su pecho y por el muslo, donde un calcetín hacía apariencia de un orgullo masculino de tamaño medio. Casi sonríe al recordar cómo ha elegido el calcetín adecuando para esta zona. Pero se ha aguantado, para ello era como una fiesta de disfraces en la que pretendía disfrutar y sacar provecho.
De repente un hombre entró al salón invitándoles a todos a pasar a cenar.
La mujer a posta se rezago un poco, para ver muy bien las entradas y salidas. Estudiar el pasillo y las puertas que escondían habitaciones a un lado y al otro. El comedor, no ha decepcionado a la vampiresa en lo más mínimo, era espléndidamente decorado y sutilmente iluminado. Sin duda cada detalle estaba ahí por alguna razón. La chica se fijó en la cubertería de plata finamente tallada con iniciales e los Harker y la vajilla.
“Creo que he tenido más suerte de lo que esperaba.”
De repente el gruñido del estómago del hombre de cabello negro, hizo que Alana se le quede mirando por un instante con una ceja en alto. Y vio que parecía más interesado en la comida que en la familia, obras de arte o la propia dama.
Era tan diferente al otro macho, que parecía tan atento a los señores de la casa y tan nervioso y apresurado que la vampiresa considero que si no fuera por ella, este hombre era el candidato idóneo para casarse con una mujer mimada y de poder…
“El típico que cumple con todos los caprichos y se preocupa por cada detalle….me recuerda más a una mujer…”
Alana se tomó su tiempo para tomar el asiento, observo con interés a los Harker y a la dama en cuestión. Era bella y astuta, el brillo de sus ojos revelaba que ella venía a disfrutar de esto. La vampiresa dudo que fuera la idea de la joven montar algo tan estrambótico, pero no la veía apagada o de malas, por lo que ella tenía un plan.
“Una mujer tan bella como peligrosa… ¡Me encantan los retos!”
Alana dedico a la mujer una mirada de admiración y saludo a los anfitriones. Quedándose mirando a aquel viejo, tan antinatural y fuera de toda esta familia. La fémina escuchaba con atención las presentaciones y de vez en cuando regalaba miradas de todos los presentes sobre todo a los padres de la joven a los que miraba a los ojos y a la culpable de aquella reunión. La interesó el título que la otorgó el tal sir Elphin Skatha y pase a mirar a la hija de este, que no parecía del todo feliz con todo lo que estaba pasando y que su padre no la preste atención.
-Me considero muy afortunado de conoceros finalmente –Alama se levantó y se estrechar la mano a los hombres, probando la fuerza física de ellos, sorprendentemente el hombre anciano no era tan flojo como aparentaba ser. Beso con suavidad las manos de las mujeres mirándolas a los ojos de forma pícara. Era magnifica jugando a la seducción, asique uso todo su encanto y presencia para agradar con su físico tan ambiguo.
-Me llamo Dorian Grey y vengo de familia noble de Roilkat. De hecho, estamos emparentados con los Roiland, supongo que los conocerán. Pasé ahí la mayor parte de mi vida, aprendiendo sobre el negocio de mi padre, pero con la desgracia que ha alcanzado Lunargenta, no pude estar sentado en casa y fui a luchar contra los malditos chupasangres. Y antes de volver a mi hogar, he decidido viajar un poco. Y heme aquí, no podía quedarme a parte e ignorar esta invitación a conocer a una de las mujeres más bellas de todas las islas Illidenses…
El mentir para ella era algo tan natural, que casi se cree ella misma que es Dorian. No dejaba de sonreír a cada poco y dedicar miradas de aprecio y admiración. Era toda una máster y se sentía orgullosa de ello.
-Pero me sorprende admitir, que nunca creía que aquí estarían no una sino dos de las mueres más impresionantes que he visto alguna vez en mi vida, con su permiso claro esta sir Jonathan, pero tanto su mujer como vuestra hija son bellísimas y mi madre siempre me decía que si quería saber cómo sería mi mujer de mayor que me fijará en su madre.
Alana sonreía amistosamente con la charla, sin dejar de vigilar al anciano y tirando miraditas a Mina y los demás presentes. Esto era lo más estrambótico en bastante tiempo, pero se sorprendió de lo cómoda que se sentía en su rol de hombre. Prosiguió con bromas y halagos. Mientras se fijó por donde entraban y salían los sirvientes, cuantas ventanas y puertas había cerca…sobre la chimenea. Todo era importante.
La vampiresa probó todos los platos, pero no terminó ninguno. No la pasó desapercibido el “ataque” a Skatha, pero más que escandalizarla, la resulto divertido ver como ella lamía aquella cuchara, eran trucos de asustar más que de cazar a un hombre.
Aun así, era una mujer tremendamente bella y tan peligrosa como la propia vampiresa, eso la hacía tan sensual y atrayente como el fuego. Alana pillo la mirada de “susto” de Rauko, que parecía buscar aliados y encontrarlo en la hija de Skatha. Era tan divertido verlos. Sin duda la niña no disfrutaba en absoluto de aquella cena, pero era tan pesada con el viejo que para Alana era una gran ventaja, porque ver las reacciones de los demás cuando un niño les irrita es mejor que cualquier tortura.
Alana respondió con tranquilidad a las preguntas, mientras analizaba lo que iba a hacer con el examen médico, no la ha sorprendido del todo, pero salir de esta situación sería algo complicado y necesitaría de todo su ingenio y teatro. Ahora que sabía para que estaba ahí este viejo, todo la cuadraba. Skatha se fue a revisarse y Rauco quedó respondiendo una pregunta, esto dio tiempo a la vampiresa a hacer de forma disimulada dos bolas de la miga del pan y colocarlos en su pantalón. Más o menos estaba lista para aquel examen.
Rauco volvió y la invitó que pasará a ver al médico, y la vampiresa se levantó de su asiento, dejando una reverencia a los presentes. Miro a Mina con una mirada de complicidad y llena de seducción.
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Alana pasó por el pasillo hacia donde estaba el médico, colocándose por el camino aquel calcetín y el pan, para que tengan la forma más apropiada y entro en la habitación. La primera indicación de desnudarse no la sorprendió, pero la ignoró. Su mano llena de cicatrices y tatuajes estaba hormigueando con más intensidad, había magia activa aquí.
“Es el momento de jugártelo, o todo o nada…Enséñale a este pervertido el mejor “paquete” del mundo!”
-¿Quiere tomarme la presión ver si respiro? Pues venga, pero nadie de mi familia se desnuda ante alguien desconocido.
-Quiero ver si no tiene alguna deformidad, además tengo que comprobar otras partes de su cuerpo…
Alana no dejo que el viejo termine la frase se acercó a él y tomo su mano. Dirigió aquella mano hacia el pan y el calcetín y la aprieto contra aquel improvisado orgullo masculino.
-Tengo lo que tengo que tener y haré que vuestra heredera vuele al cielo con ello. No solo soy un noble sino un guerrero y no permito que nadie me toque.
Dijo ella usando su presencia vampírica para intimidar. Soltó la mano y aparto aquel brazo arrugado de su cuerpo.
-Espero que este feliz!
Con paso firme se alejó de ahí y se paró en el pasillo. Sin dejar que aquel anciano hable en absoluto, aunque vió su cara de sorpresa absoluta. Respiro y suspiro. Esto sí que no ha sido nada fácil.
Recuperada, la vampiresa entró en la habitación con tranquilidad y dignidad.
-Con todo mi respeto, pero vuestro medico debería ser cambiado por alguien más capaz... Y si tanto necesitan comprobar de lo que soy capaz, la invitó señorita Wilhemina que lo haga por vos misma y sin terceros. Así sabrá de primera mano de lo que soy capaz y como estoy dotado.
Sugirió ella, y se sentó en su sitio, colocando el pan con el calcetín de nuevo. Esperando el veredicto. La vampiresa sabía que la osadía la daba el “billete” a la siguiente ronda o la eliminación. En cualquier caso, nada estaba aún perdido, así que espero. Mientras miraba a los demás hombres indignados y humillados.
“Una pena, encanto. Esta fiesta esta en mi honor y el regalo es mío….”
Alana estaba preparada para cualquier cosa esta noche, o al menos esto lo creía. Pero pocas ganas de mantener charlas sin sentido alguno, por lo que a la pregunta de conocer a Wihelmina se quedó un poco callada, escuchando las palabras del chico con cabello negro.
-No conozco personalmente a la dama en cuestión, pero he oído que es la mujer más bella de esta parte del mundo, además de poderosa. Asique como puedo negar en complacer mi ego con semejante reto: Conquistar su frágil y bello corazón.
Sus ojos pasaron al otro candidato. Su tez blanca y ojos claros no iban a juego con su melena azabache, demasiado oscura. Parecía nervioso pero no tan inquieto como el otro hombre.
Es interesante ver como los hombres se acicalan y se preparan para conquistar a una mujer, Alana antes nunca se ha encontrado por otra parte de aquel cortejo y más tan oficial. Pero sabía muy bien que las familias ricas, se permitían hacer toda clase de pruebas para ver si los pretendientes eran hombres de valía. Miró a la niña que parecía totalmente disgustada con todo este espectáculo.
“Relájate, nadie va a tocarte la entrepierna para ver si tienes lo que debes de tener ahí…”
Su mente parecía tener vida propia y la mano seguía hormigueando. La vampiresa se concentró en las cosas que importaban. Con disimulo paso la mano por el costado, donde la venda apretaba con fuerza su pecho y por el muslo, donde un calcetín hacía apariencia de un orgullo masculino de tamaño medio. Casi sonríe al recordar cómo ha elegido el calcetín adecuando para esta zona. Pero se ha aguantado, para ello era como una fiesta de disfraces en la que pretendía disfrutar y sacar provecho.
De repente un hombre entró al salón invitándoles a todos a pasar a cenar.
La mujer a posta se rezago un poco, para ver muy bien las entradas y salidas. Estudiar el pasillo y las puertas que escondían habitaciones a un lado y al otro. El comedor, no ha decepcionado a la vampiresa en lo más mínimo, era espléndidamente decorado y sutilmente iluminado. Sin duda cada detalle estaba ahí por alguna razón. La chica se fijó en la cubertería de plata finamente tallada con iniciales e los Harker y la vajilla.
“Creo que he tenido más suerte de lo que esperaba.”
De repente el gruñido del estómago del hombre de cabello negro, hizo que Alana se le quede mirando por un instante con una ceja en alto. Y vio que parecía más interesado en la comida que en la familia, obras de arte o la propia dama.
Era tan diferente al otro macho, que parecía tan atento a los señores de la casa y tan nervioso y apresurado que la vampiresa considero que si no fuera por ella, este hombre era el candidato idóneo para casarse con una mujer mimada y de poder…
“El típico que cumple con todos los caprichos y se preocupa por cada detalle….me recuerda más a una mujer…”
Alana se tomó su tiempo para tomar el asiento, observo con interés a los Harker y a la dama en cuestión. Era bella y astuta, el brillo de sus ojos revelaba que ella venía a disfrutar de esto. La vampiresa dudo que fuera la idea de la joven montar algo tan estrambótico, pero no la veía apagada o de malas, por lo que ella tenía un plan.
“Una mujer tan bella como peligrosa… ¡Me encantan los retos!”
Alana dedico a la mujer una mirada de admiración y saludo a los anfitriones. Quedándose mirando a aquel viejo, tan antinatural y fuera de toda esta familia. La fémina escuchaba con atención las presentaciones y de vez en cuando regalaba miradas de todos los presentes sobre todo a los padres de la joven a los que miraba a los ojos y a la culpable de aquella reunión. La interesó el título que la otorgó el tal sir Elphin Skatha y pase a mirar a la hija de este, que no parecía del todo feliz con todo lo que estaba pasando y que su padre no la preste atención.
-Me considero muy afortunado de conoceros finalmente –Alama se levantó y se estrechar la mano a los hombres, probando la fuerza física de ellos, sorprendentemente el hombre anciano no era tan flojo como aparentaba ser. Beso con suavidad las manos de las mujeres mirándolas a los ojos de forma pícara. Era magnifica jugando a la seducción, asique uso todo su encanto y presencia para agradar con su físico tan ambiguo.
-Me llamo Dorian Grey y vengo de familia noble de Roilkat. De hecho, estamos emparentados con los Roiland, supongo que los conocerán. Pasé ahí la mayor parte de mi vida, aprendiendo sobre el negocio de mi padre, pero con la desgracia que ha alcanzado Lunargenta, no pude estar sentado en casa y fui a luchar contra los malditos chupasangres. Y antes de volver a mi hogar, he decidido viajar un poco. Y heme aquí, no podía quedarme a parte e ignorar esta invitación a conocer a una de las mujeres más bellas de todas las islas Illidenses…
El mentir para ella era algo tan natural, que casi se cree ella misma que es Dorian. No dejaba de sonreír a cada poco y dedicar miradas de aprecio y admiración. Era toda una máster y se sentía orgullosa de ello.
-Pero me sorprende admitir, que nunca creía que aquí estarían no una sino dos de las mueres más impresionantes que he visto alguna vez en mi vida, con su permiso claro esta sir Jonathan, pero tanto su mujer como vuestra hija son bellísimas y mi madre siempre me decía que si quería saber cómo sería mi mujer de mayor que me fijará en su madre.
Alana sonreía amistosamente con la charla, sin dejar de vigilar al anciano y tirando miraditas a Mina y los demás presentes. Esto era lo más estrambótico en bastante tiempo, pero se sorprendió de lo cómoda que se sentía en su rol de hombre. Prosiguió con bromas y halagos. Mientras se fijó por donde entraban y salían los sirvientes, cuantas ventanas y puertas había cerca…sobre la chimenea. Todo era importante.
La vampiresa probó todos los platos, pero no terminó ninguno. No la pasó desapercibido el “ataque” a Skatha, pero más que escandalizarla, la resulto divertido ver como ella lamía aquella cuchara, eran trucos de asustar más que de cazar a un hombre.
Aun así, era una mujer tremendamente bella y tan peligrosa como la propia vampiresa, eso la hacía tan sensual y atrayente como el fuego. Alana pillo la mirada de “susto” de Rauko, que parecía buscar aliados y encontrarlo en la hija de Skatha. Era tan divertido verlos. Sin duda la niña no disfrutaba en absoluto de aquella cena, pero era tan pesada con el viejo que para Alana era una gran ventaja, porque ver las reacciones de los demás cuando un niño les irrita es mejor que cualquier tortura.
Alana respondió con tranquilidad a las preguntas, mientras analizaba lo que iba a hacer con el examen médico, no la ha sorprendido del todo, pero salir de esta situación sería algo complicado y necesitaría de todo su ingenio y teatro. Ahora que sabía para que estaba ahí este viejo, todo la cuadraba. Skatha se fue a revisarse y Rauco quedó respondiendo una pregunta, esto dio tiempo a la vampiresa a hacer de forma disimulada dos bolas de la miga del pan y colocarlos en su pantalón. Más o menos estaba lista para aquel examen.
Rauco volvió y la invitó que pasará a ver al médico, y la vampiresa se levantó de su asiento, dejando una reverencia a los presentes. Miro a Mina con una mirada de complicidad y llena de seducción.
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Alana pasó por el pasillo hacia donde estaba el médico, colocándose por el camino aquel calcetín y el pan, para que tengan la forma más apropiada y entro en la habitación. La primera indicación de desnudarse no la sorprendió, pero la ignoró. Su mano llena de cicatrices y tatuajes estaba hormigueando con más intensidad, había magia activa aquí.
“Es el momento de jugártelo, o todo o nada…Enséñale a este pervertido el mejor “paquete” del mundo!”
-¿Quiere tomarme la presión ver si respiro? Pues venga, pero nadie de mi familia se desnuda ante alguien desconocido.
-Quiero ver si no tiene alguna deformidad, además tengo que comprobar otras partes de su cuerpo…
Alana no dejo que el viejo termine la frase se acercó a él y tomo su mano. Dirigió aquella mano hacia el pan y el calcetín y la aprieto contra aquel improvisado orgullo masculino.
-Tengo lo que tengo que tener y haré que vuestra heredera vuele al cielo con ello. No solo soy un noble sino un guerrero y no permito que nadie me toque.
Dijo ella usando su presencia vampírica para intimidar. Soltó la mano y aparto aquel brazo arrugado de su cuerpo.
-Espero que este feliz!
Con paso firme se alejó de ahí y se paró en el pasillo. Sin dejar que aquel anciano hable en absoluto, aunque vió su cara de sorpresa absoluta. Respiro y suspiro. Esto sí que no ha sido nada fácil.
Recuperada, la vampiresa entró en la habitación con tranquilidad y dignidad.
-Con todo mi respeto, pero vuestro medico debería ser cambiado por alguien más capaz... Y si tanto necesitan comprobar de lo que soy capaz, la invitó señorita Wilhemina que lo haga por vos misma y sin terceros. Así sabrá de primera mano de lo que soy capaz y como estoy dotado.
Sugirió ella, y se sentó en su sitio, colocando el pan con el calcetín de nuevo. Esperando el veredicto. La vampiresa sabía que la osadía la daba el “billete” a la siguiente ronda o la eliminación. En cualquier caso, nada estaba aún perdido, así que espero. Mientras miraba a los demás hombres indignados y humillados.
Alana
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
Los Harker han sido mis pacientes por generaciones. Era yo un joven recién egresado del Hekshold cuando Alaster Harker, el abuelo de Jonathan, me reclutó en las filas de los sirvientes de su familia como médico secundario. Años más tarde, cuando el médico de cabecera falleció, más anciano de lo que yo estoy ahora, tomé el cuidado de aquella numerosa familia. Fui yo quien dio el visto bueno para que Lucy se casara con Johnny, recibí a los gemelos y a Mina. No es algo extraño que los Harker hagan revisar la salud de los pretendientes a ingresar a su casa. De hecho, me parece una práctica muy adecuada, así se evitan muchos problemas y se asegura una descendencia adecuada.
Lamenté mucho la muerte de los gemelos, ellos eran muy fuertes y seguro habrían tenido muchos hijos. Mi querido Johnny ahora dependía de la descendencia de su hija malcriada para perpetuar el apellido de una de las familias de brujos más tradicionales e importantes de Beltrexus, tal vez de todo Aerandir. Estos exámenes eran muy importantes, estaba en mis manos el decidir cuál de estos pretendientes era alguien decente para unirse a la familia Harker.
Me pusieron junto a una mocosa tan malcriada como Mina a esa edad. No paró de echarme su comida al plato. Yo la miraba de reojo y no decía nada, es mejor hacerse el viejo desorientado. Luego comenzó a hacerme preguntas. Algunas muy graciosas -¿Cuántas arrugas tienes en la frente? ¿Te las has contado? Yo te veo... a ver... una... dos...- estaba aburrida, definitivamente. Adorable criatura.
Cuando llegó el postre, mi asistente me indicó que era hora de prepararnos para los exámenes. Eran solamente tres candidatos. ¿Qué habrá ocurrido con los demás?
La velada continuaba apacible, todos muy bien portados, mostrando sus mejores caras. A Mina le estaba gustando la dinámica de apariencias que se estaba formando. Y cómo no, siendo ella una ilusionista, especialista en hacer ver cosas que no eran, le gustaba cuando intentaban jugar su juego. Sobre todo cuando todos eran tan malos mentirosos.
El primer hombre, Elphin, definitivamente era la ficha ganadora. Guapo, maduro, con una hija. Le gustaba lo bien cuidada que llevaba su barba y la forma tan varonil en que vestía. Claro está, no había podido dejar de notar lo ajadas de sus prendas. Lo más probable era que su familia, otrora adinerada, ahora se vea venida en menos. Eso explicaría su presencia en aquella convocatoria. Con notable elegancia había respondido a las insinuaciones de la ilusionista y correspondía sus miradas seductoras. -Sí, hacen muchas preguntas- respondió sonriendo -Yo también soy preguntona, pero prefiero hacerlas en privado, espero tener oportunidad- se insinuó a Skatha, con una sonrisa y mirada coqueta. -Espero que no te molesten, ellos solo lo hacen porque quieren lo mejor para mí, al ser su hija única... imagino que sientes lo mismo por tu pequeña, ¿cómo se llama tu hermoso retoño?- preguntó al hombre, inclinada hacia su lado, mirándolo a los ojos.
En comparación con la actitud de Skatha, la de Rauko distaba mucho de ser atenta. Aquel muchacho, si bien pretendía estar interesado en ella, sus acciones demostraban claramente que más le apetecía comer que conocerla. No era bueno disimulando que estaba movido por interés duro y puro. Mina intentó hacer contacto visual con él varias veces, pero se aburrió, notando cómo él prefería hacerle muecas a la niña. -¿Te ha gustado la cena, Rauko?- le preguntó, hablando en voz alta, pero un poco más de lo necesario. -Comes con tanto gusto... no te preocupes, estoy segura de que queda más. Si gustas, puedes servirte de nuevo- aseguró, esta vez en un tono más normal, con una sonrisa complacida. Y bueno, por lo menos que esa noche se fuera con el estómago lleno. Ya pensaría en algo con él.
El tercer hombre era muy intrigante. Las miradas seductoras que le lanzaba eran hipnotizantes. Se notaba que era muy observador, pues se detenía en cada pequeño detalle. Lo podía ver por como sus ojos felinos se posaban en cada objeto de la habitación. Pronto sintió ganas de quedar a solas con él, lucía como un hombre misterioso e intrigante, del tipo que despierta curiosidad.
Uno a uno fueron pasando al examen médico. Cuando Dorian hubo regresado, un poco del helado del postre cayó "accidentalmente" sobre la falda de Mina, obligándola a levantarse de la mesa para irse a limpiar. Pero el camino hacia el lavatorio se desvió un poco hacia la habitación que hacía las veces de consultorio para el Doctor Oh. Adquiriendo el rostro de su madre por medio de ilusiones, entró en la habitación -Doctor Oh...- dijo, yendo hasta donde él, tomándole las manos con cariño -¿Cómo le fue a los muchachos? Cuénteme- pidió, sonriendo cálidamente.
EL anciano la miró y sonrió -Pues... malas noticias le tengo. Dos vampiros, uno de ellos mujer. El otro, un elfo muy joven- respondió, suspirando hondo. El corazón de Mina dio un vuelco. Tuvo que usar todas sus fuerzas para no echarse a reír en ese momento. ¡Es que su situación no podía ser más patética! Ni uno solo servía para los fines de sus padres, ninguno. Ni siquiera el elfo, que era el único viable para engendrar, precisamente por su raza. Sus padres jamás permitirían que que ella se mezclara con un orejas picudas. Hombres bestia, licántropos, dragones, lo que ella quisiera, cualquier cosa excepto elfos. Y bueno, vampiros, que esos no pueden preñarla.
Haciendo acopio de toda su voluntad para no quebrarse en risas, respiró hondo y puso cara de circunstancias -Qué dilema... Doctor, quisiera que esto quedara entre los dos... sé que Jonathan tiene muchas esperanzas puestas en esto... yo se lo diré, no se preocupe, buscaremos una solución... le pido que no vuelva a mencionar esto con nadie, ni siquiera a mí, como si esta conversación no hubiese ocurrido- rogó, con su mejor cara de tristeza. El Doctor asintió, dando palmaditas en sobre las manos de Mina -No te preocupes, hija... ¡Ah! Por cierto... aquí está la flor de nirana que me habías pedido, ya sabes, para la siguiente prueba- comentó, entregándole un frasquito con una hermosa flor dentro. Le guiñó el ojo y sonrió. -Vamos, acompáñame a la puerta- pidió el viejito, quien la tomó del brazo. El asistente terminó de recoger y los siguió. Poco después, la ilusionista volvió al comedor con una falda limpia, sonriendo.
La sobremesa fue amena, pero cuando se agotó la tercera vela, los Harker decidieron que ya era hora de terminar la velada. -Elphin, Rauko y Dorian, ha sido un gran honor conocerlos. Los esperamos mañana, temprano, para poder continuar con el proceso. Que tengan buena noche- despidió Jonathan, tras acompañar a los caballeros hasta la puerta. Mientras tanto, la bruja miraba por una ventana del segundo piso a los hombres que se marchaban, esperando con ansias el siguiente día.
Nadie me había pedido mi opinión respecto a aquellas pruebas. No tenían por qué, al fin de cuentas, solo soy el médico familiar. Pero si quisieran saber lo que pienso, es que es basura. Una gran posta de mierda. ¿Quiénes se creen para hacer pasar por ese suplicio a las personas? Un matrimonio debe ser por amor, porque así lo desean las personas. No una imposición de los padres para tener nietos. Y los otros, sometiéndose a ser medidos como ganado en feria. Es lamentable, una actitud triste e inhumana.
Pero conociendo a mi pequeña Mina, ella se encargará de poner en su lugar a sus padres, por eso le di la flor. No permitirá que la obliguen a nada, jamás ha permitido que le impongan algo. Si ha cedido, es porque tiene un plan para todo esto. Pero no está de más un poco de ayuda.
Lamenté mucho la muerte de los gemelos, ellos eran muy fuertes y seguro habrían tenido muchos hijos. Mi querido Johnny ahora dependía de la descendencia de su hija malcriada para perpetuar el apellido de una de las familias de brujos más tradicionales e importantes de Beltrexus, tal vez de todo Aerandir. Estos exámenes eran muy importantes, estaba en mis manos el decidir cuál de estos pretendientes era alguien decente para unirse a la familia Harker.
Me pusieron junto a una mocosa tan malcriada como Mina a esa edad. No paró de echarme su comida al plato. Yo la miraba de reojo y no decía nada, es mejor hacerse el viejo desorientado. Luego comenzó a hacerme preguntas. Algunas muy graciosas -¿Cuántas arrugas tienes en la frente? ¿Te las has contado? Yo te veo... a ver... una... dos...- estaba aburrida, definitivamente. Adorable criatura.
Cuando llegó el postre, mi asistente me indicó que era hora de prepararnos para los exámenes. Eran solamente tres candidatos. ¿Qué habrá ocurrido con los demás?
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La velada continuaba apacible, todos muy bien portados, mostrando sus mejores caras. A Mina le estaba gustando la dinámica de apariencias que se estaba formando. Y cómo no, siendo ella una ilusionista, especialista en hacer ver cosas que no eran, le gustaba cuando intentaban jugar su juego. Sobre todo cuando todos eran tan malos mentirosos.
El primer hombre, Elphin, definitivamente era la ficha ganadora. Guapo, maduro, con una hija. Le gustaba lo bien cuidada que llevaba su barba y la forma tan varonil en que vestía. Claro está, no había podido dejar de notar lo ajadas de sus prendas. Lo más probable era que su familia, otrora adinerada, ahora se vea venida en menos. Eso explicaría su presencia en aquella convocatoria. Con notable elegancia había respondido a las insinuaciones de la ilusionista y correspondía sus miradas seductoras. -Sí, hacen muchas preguntas- respondió sonriendo -Yo también soy preguntona, pero prefiero hacerlas en privado, espero tener oportunidad- se insinuó a Skatha, con una sonrisa y mirada coqueta. -Espero que no te molesten, ellos solo lo hacen porque quieren lo mejor para mí, al ser su hija única... imagino que sientes lo mismo por tu pequeña, ¿cómo se llama tu hermoso retoño?- preguntó al hombre, inclinada hacia su lado, mirándolo a los ojos.
En comparación con la actitud de Skatha, la de Rauko distaba mucho de ser atenta. Aquel muchacho, si bien pretendía estar interesado en ella, sus acciones demostraban claramente que más le apetecía comer que conocerla. No era bueno disimulando que estaba movido por interés duro y puro. Mina intentó hacer contacto visual con él varias veces, pero se aburrió, notando cómo él prefería hacerle muecas a la niña. -¿Te ha gustado la cena, Rauko?- le preguntó, hablando en voz alta, pero un poco más de lo necesario. -Comes con tanto gusto... no te preocupes, estoy segura de que queda más. Si gustas, puedes servirte de nuevo- aseguró, esta vez en un tono más normal, con una sonrisa complacida. Y bueno, por lo menos que esa noche se fuera con el estómago lleno. Ya pensaría en algo con él.
El tercer hombre era muy intrigante. Las miradas seductoras que le lanzaba eran hipnotizantes. Se notaba que era muy observador, pues se detenía en cada pequeño detalle. Lo podía ver por como sus ojos felinos se posaban en cada objeto de la habitación. Pronto sintió ganas de quedar a solas con él, lucía como un hombre misterioso e intrigante, del tipo que despierta curiosidad.
Uno a uno fueron pasando al examen médico. Cuando Dorian hubo regresado, un poco del helado del postre cayó "accidentalmente" sobre la falda de Mina, obligándola a levantarse de la mesa para irse a limpiar. Pero el camino hacia el lavatorio se desvió un poco hacia la habitación que hacía las veces de consultorio para el Doctor Oh. Adquiriendo el rostro de su madre por medio de ilusiones, entró en la habitación -Doctor Oh...- dijo, yendo hasta donde él, tomándole las manos con cariño -¿Cómo le fue a los muchachos? Cuénteme- pidió, sonriendo cálidamente.
EL anciano la miró y sonrió -Pues... malas noticias le tengo. Dos vampiros, uno de ellos mujer. El otro, un elfo muy joven- respondió, suspirando hondo. El corazón de Mina dio un vuelco. Tuvo que usar todas sus fuerzas para no echarse a reír en ese momento. ¡Es que su situación no podía ser más patética! Ni uno solo servía para los fines de sus padres, ninguno. Ni siquiera el elfo, que era el único viable para engendrar, precisamente por su raza. Sus padres jamás permitirían que que ella se mezclara con un orejas picudas. Hombres bestia, licántropos, dragones, lo que ella quisiera, cualquier cosa excepto elfos. Y bueno, vampiros, que esos no pueden preñarla.
Haciendo acopio de toda su voluntad para no quebrarse en risas, respiró hondo y puso cara de circunstancias -Qué dilema... Doctor, quisiera que esto quedara entre los dos... sé que Jonathan tiene muchas esperanzas puestas en esto... yo se lo diré, no se preocupe, buscaremos una solución... le pido que no vuelva a mencionar esto con nadie, ni siquiera a mí, como si esta conversación no hubiese ocurrido- rogó, con su mejor cara de tristeza. El Doctor asintió, dando palmaditas en sobre las manos de Mina -No te preocupes, hija... ¡Ah! Por cierto... aquí está la flor de nirana que me habías pedido, ya sabes, para la siguiente prueba- comentó, entregándole un frasquito con una hermosa flor dentro. Le guiñó el ojo y sonrió. -Vamos, acompáñame a la puerta- pidió el viejito, quien la tomó del brazo. El asistente terminó de recoger y los siguió. Poco después, la ilusionista volvió al comedor con una falda limpia, sonriendo.
La sobremesa fue amena, pero cuando se agotó la tercera vela, los Harker decidieron que ya era hora de terminar la velada. -Elphin, Rauko y Dorian, ha sido un gran honor conocerlos. Los esperamos mañana, temprano, para poder continuar con el proceso. Que tengan buena noche- despidió Jonathan, tras acompañar a los caballeros hasta la puerta. Mientras tanto, la bruja miraba por una ventana del segundo piso a los hombres que se marchaban, esperando con ansias el siguiente día.
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Nadie me había pedido mi opinión respecto a aquellas pruebas. No tenían por qué, al fin de cuentas, solo soy el médico familiar. Pero si quisieran saber lo que pienso, es que es basura. Una gran posta de mierda. ¿Quiénes se creen para hacer pasar por ese suplicio a las personas? Un matrimonio debe ser por amor, porque así lo desean las personas. No una imposición de los padres para tener nietos. Y los otros, sometiéndose a ser medidos como ganado en feria. Es lamentable, una actitud triste e inhumana.
Pero conociendo a mi pequeña Mina, ella se encargará de poner en su lugar a sus padres, por eso le di la flor. No permitirá que la obliguen a nada, jamás ha permitido que le impongan algo. Si ha cedido, es porque tiene un plan para todo esto. Pero no está de más un poco de ayuda.
Mina Harker
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
Todo había sido tan breve, tan poco conclusivo... Lo único que habían hecho había sido pasar por las manos de un médico y, Taliesin estaba bastante seguro, esto no habría sido suficiente para concluir que él no era un buen candidato. Al contrario, se atrevía a pensar que tenía una oportunidad de salir victorioso de aquella empresa tan aparentemente absurda, e incluso si al final no llegaba a nada, había disfrutado de la velada, los anfitriones, y la comida.
Le habría gustado intercambiar un par de palabras con los otros candidatos, pero entre Irina y la niñera se despistó y los perdió de vista. A penas comenzaba a alejarse del hogar de los Harker, revisando mentalmente cómo había ido la noche y preguntándose cómo sería la siguiente, cuando un sirviente lo alcanzó y le entregó una carta que decía ser urgente.
Aquella misiva hizo que le revoloteara el corazón con esperanza y, después, que su ceño se frunciera. No conocía mucho a Wilhelmina, pero aquello no le cuadraba con la personalidad que había entrevisto aquella noche: segura, atrevida y traviesa. Aquella carta era... mansa y enamoradiza como una doncella de cuento. Él había esperado otra cosa diferente. Habría tomado por mucho mejor signo una carta invitándolo a un antro de mala muerte por la noche, donde pudieran hablar con más libertad. Y "el premio es más que aeros" daba a entender que Wilhelmina tenía muy claro que no estaban allí por ella.
Se fijó largo rato en la firma, "Mina", y recorrió el filo del papel con un dedo enguantado antes de al fin doblar la carta en cuatro y guardarla en un bolsillo. Puede que aquellas palabras estuvieran cargadas de mentira, pero se dio cuenta de que esto era algo que sólo en parte le molestaba. A él le convenía que Wilhelmina se enamorara perdidamente de él sin motivo alguno; pero la idea de que aquella carta fuera insincera, combinada con la personalidad que había entrevisto aquella noche, era tan intrigante como un pie inoportuno bajo la mesa. ¿Qué buscaba exactamente la bruja?
Al llegar al lugar en el que se hospedaban, una habitación compartida entre Taliesin y su hija, el vampiro se sentó a la mesa y compuso una breve respuesta a Wilhelmina, que escribió en la misma carta que ella le había enviado, en el poco espacio disponible bajo la firma de ella.
No firmó su nombre. Salió de la habitación y encontró a una de las mozas del hostal, a la que pagó unos aeros para que llevara la carta y la entregara a ser posible al mismo sirviente que le había entregado la primera carta, con Wilhelmina por destinataria. Al escribir en la misma carta que había recibido, se aseguraba de que, si los padres de Mina lo interceptaban, vieran que era ella la que había iniciado el trato y que deseaba tener una "familia numerosa y mágica" con Elphin. Y no había nada demasiado incriminatorio en lo que había escrito Taliesin.
Aquellas eran las horas en las que habitualmente se encontraba despierto. Irina se había quedado dormida sobre la cama y el vampiro no quería despertarla, con lo que salió en silencio de la habitación para pasar parte de la noche en una taberna. La noche era fría como para disfrutar de un paseo, con lo que después de un rato volvió a la habitación y leyó en silencio a la luz de una vela. Cuando ya casi era hora de que saliera el sol, se aseguró de cerrar bien las cortinas y siguió esperando hasta que se despertó su hija.
Durmió buena parte del día hasta que volvió a caer la noche y fue otra vez hora de dirigirse al hogar de los Harker. De la misma manera que el día anterior, se cambió a unas ropas usadas, un poco más coloridas pero no llamativas. Quedaba claro que su hija no tenía ningún deseo de volver a la casa de los Harker a aburrirse, y como no había necesidad y sería más barato prescindir de la niñera, Taliesin accedió a dejarla por su cuenta.
Fue por esto que se presentó él solo a la mansión. Al igual que el día anterior, llamó a la puerta y después esperó en la salita a que volvieran a anunciarlo. Aquella noche se encontraba más calmado: esta vez no sólo estaba allí en una misión imposible por la impresionante suma de diez mil aeros, sino que ansiaba ver otra vez a Wilhelmina e intentar adivinar algo más de la personalidad que escondía aquella bruja. Aquel interés secundario lo distraía y, sin quererlo, le hacía sentir más seguro de sí mismo.
Le habría gustado intercambiar un par de palabras con los otros candidatos, pero entre Irina y la niñera se despistó y los perdió de vista. A penas comenzaba a alejarse del hogar de los Harker, revisando mentalmente cómo había ido la noche y preguntándose cómo sería la siguiente, cuando un sirviente lo alcanzó y le entregó una carta que decía ser urgente.
- Spoiler:
- Querido Elphin
La noche de hoy ha sido maravillosa, conocerte y a tu pequeña me han hecho anhelar una familia propia, una muy numerosa y mágica. Espero que no desistas de esta empresa, verás que el premio es más que solo aeros y una vida cómoda. Tengo mucho que ofrecer.
Pero debo advertirte que mis padres han planeado pruebas exigentes y complicadas, así que por favor, te ruego que mañana vengas preparado para... lo peor. Entenderé si desistes de venir, no te preocupes, no pensaré menos de ti. Incluso podríamos mantener el contacto y conocernos mejor más adelante, solo quiero lo mejor para ti.
Recibe con este mensaje muchos besos,
Mina.
Aquella misiva hizo que le revoloteara el corazón con esperanza y, después, que su ceño se frunciera. No conocía mucho a Wilhelmina, pero aquello no le cuadraba con la personalidad que había entrevisto aquella noche: segura, atrevida y traviesa. Aquella carta era... mansa y enamoradiza como una doncella de cuento. Él había esperado otra cosa diferente. Habría tomado por mucho mejor signo una carta invitándolo a un antro de mala muerte por la noche, donde pudieran hablar con más libertad. Y "el premio es más que aeros" daba a entender que Wilhelmina tenía muy claro que no estaban allí por ella.
Se fijó largo rato en la firma, "Mina", y recorrió el filo del papel con un dedo enguantado antes de al fin doblar la carta en cuatro y guardarla en un bolsillo. Puede que aquellas palabras estuvieran cargadas de mentira, pero se dio cuenta de que esto era algo que sólo en parte le molestaba. A él le convenía que Wilhelmina se enamorara perdidamente de él sin motivo alguno; pero la idea de que aquella carta fuera insincera, combinada con la personalidad que había entrevisto aquella noche, era tan intrigante como un pie inoportuno bajo la mesa. ¿Qué buscaba exactamente la bruja?
Al llegar al lugar en el que se hospedaban, una habitación compartida entre Taliesin y su hija, el vampiro se sentó a la mesa y compuso una breve respuesta a Wilhelmina, que escribió en la misma carta que ella le había enviado, en el poco espacio disponible bajo la firma de ella.
- Spoiler:
- Apreciada Wilhelmina,
Espero algún día poder iniciar mis cartas con otro apelativo más cariñoso, pero es algo que aún no he ganado. Seré breve. Disfruté mucho de la cena, aunque he de admitir que el postre se me hizo insuficiente. Lo sorprendente del mismo no hizo más que despertar mi curiosidad. Si esta es una de tus recetas favoritas, ¿qué otras agradables sorpresas esconde alguien con un gusto tan fuera de lo común? Sin embargo he de añadir: se adivina una vertiente peligrosa que me asusta tanto como me captiva. Quizás mi curiosidad sea la de un mosquito yendo hacia la luz de una vela.
Con intención de averiguarlo, me despido hasta mañana.
No firmó su nombre. Salió de la habitación y encontró a una de las mozas del hostal, a la que pagó unos aeros para que llevara la carta y la entregara a ser posible al mismo sirviente que le había entregado la primera carta, con Wilhelmina por destinataria. Al escribir en la misma carta que había recibido, se aseguraba de que, si los padres de Mina lo interceptaban, vieran que era ella la que había iniciado el trato y que deseaba tener una "familia numerosa y mágica" con Elphin. Y no había nada demasiado incriminatorio en lo que había escrito Taliesin.
Aquellas eran las horas en las que habitualmente se encontraba despierto. Irina se había quedado dormida sobre la cama y el vampiro no quería despertarla, con lo que salió en silencio de la habitación para pasar parte de la noche en una taberna. La noche era fría como para disfrutar de un paseo, con lo que después de un rato volvió a la habitación y leyó en silencio a la luz de una vela. Cuando ya casi era hora de que saliera el sol, se aseguró de cerrar bien las cortinas y siguió esperando hasta que se despertó su hija.
Durmió buena parte del día hasta que volvió a caer la noche y fue otra vez hora de dirigirse al hogar de los Harker. De la misma manera que el día anterior, se cambió a unas ropas usadas, un poco más coloridas pero no llamativas. Quedaba claro que su hija no tenía ningún deseo de volver a la casa de los Harker a aburrirse, y como no había necesidad y sería más barato prescindir de la niñera, Taliesin accedió a dejarla por su cuenta.
Fue por esto que se presentó él solo a la mansión. Al igual que el día anterior, llamó a la puerta y después esperó en la salita a que volvieran a anunciarlo. Aquella noche se encontraba más calmado: esta vez no sólo estaba allí en una misión imposible por la impresionante suma de diez mil aeros, sino que ansiaba ver otra vez a Wilhelmina e intentar adivinar algo más de la personalidad que escondía aquella bruja. Aquel interés secundario lo distraía y, sin quererlo, le hacía sentir más seguro de sí mismo.
Taliesin Skatha
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
Y mientras estaba deleitándome con la majestuosa comida, una voz inoportuna me interrumpió. Si mi estómago pudiera salirse de mi cuerpo y asesinar, Wilhelmina ya estaría muerta por su osadía… y yo también, pues ¿cómo podría estar vivo sin mi estómago dentro de mí?
En fin, levanté la mirada del plato y observé a la chica, quien me había hecho una pregunta cuya respuesta era más que obvia.
–Por supuesto –afirmé para luego esbozar una sonrisa fina.
Después mi corazón se aceleró cuando me ofreció más comida. Quería seguir complaciendo a mi estómago, pero tenía la duda sobre si comer más sería inapropiado para conseguir mi objetivo… No, en este punto eso ya era irrelevante. Sabía que mi participación había sido la más mediocre y ya solo me quedaría comer como premio de consolación. No obstante, si alguien me atacaba por algún motivo en alguna parte, sería difícil defenderme con el estómago muy lleno.
–Gracias, aprecio tu consideración –respondí amablemente–, pero tengo que rechazar la oferta. No quiero abusar más de su hospitalidad. Además, debo cuidar mi físico, y comer demasiado no me ayudará en eso. –Pero seguí comiendo lo que ya tenía frente a mí.
Cuando el tal Dorian regresó y dio su discurso, inevitablemente se dibujó una sonrisa temblorosa en mi rostro; quería reír, pero me esforcé al máximo para mantenerme callado.
Y finalmente la reunión llegó a su fin. Me despedí con cordialidad y partí de inmediato hacia la salida. Una vez en la calle, miré a mi alrededor buscando a Hyro. Lo único que encontré fue un arbusto sospechoso en medio del camino.
–Hyro, eres tú, ¿no?
El arbusto desapareció, dejando a la vista a un Hyro de cuclillas. Se levantó y se me acercó rápidamente.
–¿Cómo te fue? –preguntó, ansioso.
–Estuvo bien, pero prefiero comer biusas. –Comenzamos a caminar hacia su casa.
–¿Eh? Me refiero a cómo te fue con Wilhelmina. ¿Es linda? ¿Ya la conquistaste? ¿Qué tal sus padres? ¿La madre es linda? ¿Ya la conquistaste?
–¿De verdad estás preguntando si ya conquisté a Wilhelmina? ¿Acaso olvidaste quién soy?
–Oh, cierto. –Hyro parecía desilusionado–. ¿Todo fue un fracaso?
–Bueno… creo que todavía no he perdido, pero no tengo muchas posibilidades, así que mejor rindámonos.
–No –negó con firmeza–, si todavía hay una pequeña oportunidad, la tomarás aunque te cueste el…
Escuchamos unos pasos apresurados acercarse a nosotros. Nos volteamos y vimos a un hombre. Tensé los músculos, preparándome para reaccionar ante cualquier ataque sorpresa, pero no fue necesario. El hombre me entregó una carta y regresó por su camino.
–¿Qué es? ¿Qué es? –inquirió Hyro, bastante curioso, colocándose detrás de mí mientras yo habría la carta y la leía.
En fin, levanté la mirada del plato y observé a la chica, quien me había hecho una pregunta cuya respuesta era más que obvia.
–Por supuesto –afirmé para luego esbozar una sonrisa fina.
Después mi corazón se aceleró cuando me ofreció más comida. Quería seguir complaciendo a mi estómago, pero tenía la duda sobre si comer más sería inapropiado para conseguir mi objetivo… No, en este punto eso ya era irrelevante. Sabía que mi participación había sido la más mediocre y ya solo me quedaría comer como premio de consolación. No obstante, si alguien me atacaba por algún motivo en alguna parte, sería difícil defenderme con el estómago muy lleno.
–Gracias, aprecio tu consideración –respondí amablemente–, pero tengo que rechazar la oferta. No quiero abusar más de su hospitalidad. Además, debo cuidar mi físico, y comer demasiado no me ayudará en eso. –Pero seguí comiendo lo que ya tenía frente a mí.
Cuando el tal Dorian regresó y dio su discurso, inevitablemente se dibujó una sonrisa temblorosa en mi rostro; quería reír, pero me esforcé al máximo para mantenerme callado.
Y finalmente la reunión llegó a su fin. Me despedí con cordialidad y partí de inmediato hacia la salida. Una vez en la calle, miré a mi alrededor buscando a Hyro. Lo único que encontré fue un arbusto sospechoso en medio del camino.
–Hyro, eres tú, ¿no?
El arbusto desapareció, dejando a la vista a un Hyro de cuclillas. Se levantó y se me acercó rápidamente.
–¿Cómo te fue? –preguntó, ansioso.
–Estuvo bien, pero prefiero comer biusas. –Comenzamos a caminar hacia su casa.
–¿Eh? Me refiero a cómo te fue con Wilhelmina. ¿Es linda? ¿Ya la conquistaste? ¿Qué tal sus padres? ¿La madre es linda? ¿Ya la conquistaste?
–¿De verdad estás preguntando si ya conquisté a Wilhelmina? ¿Acaso olvidaste quién soy?
–Oh, cierto. –Hyro parecía desilusionado–. ¿Todo fue un fracaso?
–Bueno… creo que todavía no he perdido, pero no tengo muchas posibilidades, así que mejor rindámonos.
–No –negó con firmeza–, si todavía hay una pequeña oportunidad, la tomarás aunque te cueste el…
Escuchamos unos pasos apresurados acercarse a nosotros. Nos volteamos y vimos a un hombre. Tensé los músculos, preparándome para reaccionar ante cualquier ataque sorpresa, pero no fue necesario. El hombre me entregó una carta y regresó por su camino.
–¿Qué es? ¿Qué es? –inquirió Hyro, bastante curioso, colocándose detrás de mí mientras yo habría la carta y la leía.
Querido Rauko,
La noche de hoy ha sido maravillosa, conocerte me han hecho anhelar una familia propia, una muy numerosa y mágica. Espero que no desistas de esta empresa, verás que el premio es más que solo aeros y una vida cómoda. Tengo mucho que ofrecer.
Pero debo advertirte que mis padres han planeado pruebas exigentes y complicadas, así que por favor, te ruego que mañana vengas preparado para... lo peor. Entenderé si desistes de venir, no te preocupes, no pensaré menos de ti. Incluso podríamos mantener el contacto y conocernos mejor más adelante, solo quiero lo mejor para ti.
Recibe con este mensaje muchos besos,
Mina.
Estuvimos en silencio, leyendo varias veces el mensaje que era bastante raro incluso para Hyro.
–Como sé cómo eres –habló finalmente–, estoy seguro de que no te esforzaste demasiado en tu "misión", así que… ¿es correcto decir que estas palabras son más falsas que la virginidad de mi abuela?
–La parte de las pruebas exigentes parece lo único real en esto. Lo demás son patrañas, sin lugar a dudas –afirmé.
–Pero sea como sea, da igual. Te prepararás e irás de nuevo.
Gracias a la tediosa insistencia de Hyro y a su temible capacidad para manipularme, volví a la casa de los Harker a la hora acordada. Vestía algo muy parecido a lo del día anterior, pero esta vez los bordados eran amarillos y no verdes. Todavía tenía el cabello teñido de negro y otra vez estaba desarmado, por desgracia, pero estaba seguro de que podría defenderme y escapar de cualquier emboscada, y Hyro estaría escondido en algún lugar de los alrededores para cualquier emergencia.
Al igual que antes, cuando entré en la sala vi que Skatha ya había llegado. Hice una inclinación de cabeza.
–¿Cómo está, caballero? –saludé con formalidad–. ¿Está preparado para las pruebas exigentes y complicadas que planearon para nosotros?
–Como sé cómo eres –habló finalmente–, estoy seguro de que no te esforzaste demasiado en tu "misión", así que… ¿es correcto decir que estas palabras son más falsas que la virginidad de mi abuela?
–La parte de las pruebas exigentes parece lo único real en esto. Lo demás son patrañas, sin lugar a dudas –afirmé.
–Pero sea como sea, da igual. Te prepararás e irás de nuevo.
Gracias a la tediosa insistencia de Hyro y a su temible capacidad para manipularme, volví a la casa de los Harker a la hora acordada. Vestía algo muy parecido a lo del día anterior, pero esta vez los bordados eran amarillos y no verdes. Todavía tenía el cabello teñido de negro y otra vez estaba desarmado, por desgracia, pero estaba seguro de que podría defenderme y escapar de cualquier emboscada, y Hyro estaría escondido en algún lugar de los alrededores para cualquier emergencia.
Al igual que antes, cuando entré en la sala vi que Skatha ya había llegado. Hice una inclinación de cabeza.
–¿Cómo está, caballero? –saludé con formalidad–. ¿Está preparado para las pruebas exigentes y complicadas que planearon para nosotros?
Rauko
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Re: La voluntad de los padres [Libre] [4/4] [CERRADO]
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