Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
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Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Las alas del dragón comenzaban a cansarse.
Había estado volando varias horas. Pero incluso tras descansar, su cuerpo actual tenía unos límites frustrantes. No tendría más remedio que encontrar un lugar para asentarse de nuevo. Solo había un problema: la estepa estaba completamente helada y cubierta de nieve. Y, aunque no era un grave problema normalmente, el alcance de su voz era demasiado bajo.
Si tenía que atravesar un metro de nieve para afectar a la tierra debajo, esta apenas respondería. Era un problema que jamás habría pensado tener, como muchos otros que le habían surgido en el día y medio que llevaba en esa forma.
La única consolación era que, de vez en cuando, podía ver refugios entre las llanuras nevadas. Hogares de dragones más solitarios y alejados de Dundarak. Incluso había algunas villas desperdigadas. Lamentablemente, estas se encontraban pobladas, normalmente por dragones.
No podía acercarse. No dejaría que le viese nadie que pudiese reconocerlo. No sería un problema si pudiese hablar, como hacía antaño. Pero en ese estado...
No tardó en decidirse por una casa. Hecha de piedra, pero el tejado debía poseer algún tipo de propiedad especial. La nieve no se había asentado en ese sitio. Aún mejor, tenía una terraza desde la que acceder en su forma. Sin pensarlo mucho más, aterrizó sobre esta, dejando que sus alas descansasen un rato. Tan solo un ligero muro de roca bloqueaba su acceso al interior, con una runa grabada en el exterior.
Algún tipo de cerrojo encantado, al parecer. No importaba. Para él, ese obstáculo podría bien no existir.
-Faar.- ordenó, La piedra frente a él se apartó, dejándole pasar. En cuanto accedió, volvió a cerrar el muro de roca.
Tan solo entonces se dio cuenta de algo. Ese sitio seguía cálido. El dragón entrecerró los ojos. No había visto huellas en la nieve, y ese acceso llevaba mucho tiempo sin usarse. Si alguien habitaba en ese sitio, no había salido en un tiempo. Por supuesto, la otra opción era...
-Debo estar soñando.- dijo una voz. Durvatyr se giró. Una figura cubierta y encapuchada le miraba desde el primer piso. Subió las escaleras a un lado, quitándose la capucha bajo el escrutinio del antiguo primordial. No era un humano el que hablaba. La figura era reptiliana. Grisacea. Conocida. Durvatyr gruñó y comenzó a abrir la boca, visiblemente furioso.
-¡LOM FAAR VAUN!- gritó. La roca se movió a partir de la pared, rodeando rápidamente al lagarto. No pareció hacer nada por evitarlo o defenderse, incluso cuando la garra de piedra le sujetaba con fuerza suficiente para que doliese.
-Mi señor... Durvatyr...- dijo, con visibles dificultades para respirar. La furia del dragón no hizo más que aumentar. No se merecía pronunciar su nombre. -Siento... haberle fallado.-
Aquello sirvió para calmarlo. O al menos, para hacerle dudar. Fallado. Tras unos segundos, dejó que la piedra volviese a su forma. El antiguo sirviente de Durvatyr tosió pesadamente en el suelo, postrado ante él. Pero incluso cuando pudo levantarse, no lo hizo. Tan solo bajó más la cabeza, quedándose a merced del dragón.
-Lo siento. No sabía lo que iba a pasar hasta que fue demasiado tarde. La traidora Lysandra se aseguró de mantenerme ocupado durante su plan. Dijeron que había muerto...- explicó. Estaba temblando, pero su voz...
Malorak siempre había sido su sirviente más fiel. El más cuidadoso y servicial, rara vez había llegado a enfadarle. Cumplía con sus órdenes con la misma disciplina que había mostrado su padre. Y su forma era apropiada. Lejos de pasar su tiempo como un simio, había llegado a adoptar un aspecto más dracónico, similar al de un hombre bestia. A grandes rasgos, había sido su sirviente predilecto durante el medio siglo que llevaba a su servicio.
Si alguno de sus sirvientes era aún leal a él, sería Malorak. El súbdito continuó en el suelo, esperando a su juicio. Si quisiera, podría matarlo. No se resistiría. Durvatyr alzó su garra derecha, elevando la cabeza de su siervo con una uña para que le mirase a los ojos durante un instante.
-Faar.- murmuró. Un mensaje quedó grabado en la piedra. Tan solo uno breve.
"Vuelve a mi servicio, y recupera mi favor."
Una exhalación escapó del más joven.
-Ha... ¿ha perdido su voz?- preguntó. Casi había horror en la suya. Era sorprendente que le hubiese reconocido en primer lugar: hasta el color de sus escamas había cambiado. -Encontraré la forma de que recupere su poder, mi señor. Lo juro.- dijo, con una profunda reverencia. -Mil gracias por aceptarme de nuevo.-
A lo largo de las siguientes horas, Malorak explicó lo ocurrido. Como había ido en su búsqueda tras sonsacarle información a uno de los elfos que realizaron el ritual, y como había encontrado aquella casa, usando siempre su control sobre el agua para tapar sus huellas en la nieve. El sitio no estaba realmente abandonado: era una de los hogares a los que algunos dragones habían huido durante la pandemia, y llevaba tan solo unas estaciones en desuso. Le sirvió bien como base para buscar en la zona.
Debía haber sido una enorme casualidad el encontrarse allí. Aunque era cierto que el hogar era atractivo para cualquiera que buscase refugiarse, estando tan aislado en la llanura. La cerradura de la puerta principal había sido congelada y fragmentada, por lo que cualquiera podría entrar sin una llave.
Sin embargo, serviría para descansar. Por el momento.
Había estado volando varias horas. Pero incluso tras descansar, su cuerpo actual tenía unos límites frustrantes. No tendría más remedio que encontrar un lugar para asentarse de nuevo. Solo había un problema: la estepa estaba completamente helada y cubierta de nieve. Y, aunque no era un grave problema normalmente, el alcance de su voz era demasiado bajo.
Si tenía que atravesar un metro de nieve para afectar a la tierra debajo, esta apenas respondería. Era un problema que jamás habría pensado tener, como muchos otros que le habían surgido en el día y medio que llevaba en esa forma.
La única consolación era que, de vez en cuando, podía ver refugios entre las llanuras nevadas. Hogares de dragones más solitarios y alejados de Dundarak. Incluso había algunas villas desperdigadas. Lamentablemente, estas se encontraban pobladas, normalmente por dragones.
No podía acercarse. No dejaría que le viese nadie que pudiese reconocerlo. No sería un problema si pudiese hablar, como hacía antaño. Pero en ese estado...
No tardó en decidirse por una casa. Hecha de piedra, pero el tejado debía poseer algún tipo de propiedad especial. La nieve no se había asentado en ese sitio. Aún mejor, tenía una terraza desde la que acceder en su forma. Sin pensarlo mucho más, aterrizó sobre esta, dejando que sus alas descansasen un rato. Tan solo un ligero muro de roca bloqueaba su acceso al interior, con una runa grabada en el exterior.
Algún tipo de cerrojo encantado, al parecer. No importaba. Para él, ese obstáculo podría bien no existir.
-Faar.- ordenó, La piedra frente a él se apartó, dejándole pasar. En cuanto accedió, volvió a cerrar el muro de roca.
Tan solo entonces se dio cuenta de algo. Ese sitio seguía cálido. El dragón entrecerró los ojos. No había visto huellas en la nieve, y ese acceso llevaba mucho tiempo sin usarse. Si alguien habitaba en ese sitio, no había salido en un tiempo. Por supuesto, la otra opción era...
-Debo estar soñando.- dijo una voz. Durvatyr se giró. Una figura cubierta y encapuchada le miraba desde el primer piso. Subió las escaleras a un lado, quitándose la capucha bajo el escrutinio del antiguo primordial. No era un humano el que hablaba. La figura era reptiliana. Grisacea. Conocida. Durvatyr gruñó y comenzó a abrir la boca, visiblemente furioso.
-¡LOM FAAR VAUN!- gritó. La roca se movió a partir de la pared, rodeando rápidamente al lagarto. No pareció hacer nada por evitarlo o defenderse, incluso cuando la garra de piedra le sujetaba con fuerza suficiente para que doliese.
-Mi señor... Durvatyr...- dijo, con visibles dificultades para respirar. La furia del dragón no hizo más que aumentar. No se merecía pronunciar su nombre. -Siento... haberle fallado.-
Aquello sirvió para calmarlo. O al menos, para hacerle dudar. Fallado. Tras unos segundos, dejó que la piedra volviese a su forma. El antiguo sirviente de Durvatyr tosió pesadamente en el suelo, postrado ante él. Pero incluso cuando pudo levantarse, no lo hizo. Tan solo bajó más la cabeza, quedándose a merced del dragón.
-Lo siento. No sabía lo que iba a pasar hasta que fue demasiado tarde. La traidora Lysandra se aseguró de mantenerme ocupado durante su plan. Dijeron que había muerto...- explicó. Estaba temblando, pero su voz...
Malorak siempre había sido su sirviente más fiel. El más cuidadoso y servicial, rara vez había llegado a enfadarle. Cumplía con sus órdenes con la misma disciplina que había mostrado su padre. Y su forma era apropiada. Lejos de pasar su tiempo como un simio, había llegado a adoptar un aspecto más dracónico, similar al de un hombre bestia. A grandes rasgos, había sido su sirviente predilecto durante el medio siglo que llevaba a su servicio.
Si alguno de sus sirvientes era aún leal a él, sería Malorak. El súbdito continuó en el suelo, esperando a su juicio. Si quisiera, podría matarlo. No se resistiría. Durvatyr alzó su garra derecha, elevando la cabeza de su siervo con una uña para que le mirase a los ojos durante un instante.
-Faar.- murmuró. Un mensaje quedó grabado en la piedra. Tan solo uno breve.
"Vuelve a mi servicio, y recupera mi favor."
Una exhalación escapó del más joven.
-Ha... ¿ha perdido su voz?- preguntó. Casi había horror en la suya. Era sorprendente que le hubiese reconocido en primer lugar: hasta el color de sus escamas había cambiado. -Encontraré la forma de que recupere su poder, mi señor. Lo juro.- dijo, con una profunda reverencia. -Mil gracias por aceptarme de nuevo.-
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A lo largo de las siguientes horas, Malorak explicó lo ocurrido. Como había ido en su búsqueda tras sonsacarle información a uno de los elfos que realizaron el ritual, y como había encontrado aquella casa, usando siempre su control sobre el agua para tapar sus huellas en la nieve. El sitio no estaba realmente abandonado: era una de los hogares a los que algunos dragones habían huido durante la pandemia, y llevaba tan solo unas estaciones en desuso. Le sirvió bien como base para buscar en la zona.
Debía haber sido una enorme casualidad el encontrarse allí. Aunque era cierto que el hogar era atractivo para cualquiera que buscase refugiarse, estando tan aislado en la llanura. La cerradura de la puerta principal había sido congelada y fragmentada, por lo que cualquiera podría entrar sin una llave.
Sin embargo, serviría para descansar. Por el momento.
Última edición por Durvatyr el Dom Dic 08 2019, 21:56, editado 1 vez
Durvatyr
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
La colmena estaba situada en el territorio licántropo, en una zona bastante al norte en donde los veranos eran muy calurosos y los inviernos realmente fríos ¡Estaba situada en lo más profundo de un sistema de cuevas! En las entrañas de la tierra, donde hacía un calor sofocante y el oxígeno escaseaba, no era un lugar en donde una persona corriente pudiera vivir pero si lo era para los insectos; Caliente, oscuro, húmedo e inaccesible bajo circunstancias normales, el hábitat idonio para una colmena de insectos ¡Ruru jamás supo que era tener frío! No hasta que abandonó la moribunda colmena. La primera noche fue horrible, la segunda también y la tercera, aunque ya lo esperaba y se preparó mentalmente, también lo fue sencillamente horrible.
Con el tiempo, debido a sus viajes, comenzó a acostumbrarse, logrando aclimatarse mediante la increíble capacidad de los insectos para adaptarse a cualquier medio en tiempo récord. Cuanto más viajaba más lograba que su cuerpo comenzara a tolerar temperaturas variadas y dispares…..Pero al final de la historia, la naturaleza no podía ser cambiada; El invierno es el enemigo natural de los insectos, y Ruru lo sabía perfectamente.....Lo sabía y aún así acabó perdida en medio de una montaña nevada.
Siguiendo las pistas y rumores sobre “niños-insecto”, Ruru encontró un hilo de información que la lleva hasta la capital de los dragones, Dundarak, su lugar de destino desde Ulmer ¡Parece ser que alguien vio una niña insecto mendigar en una callejuela de la ciudad dragona! Las características corresponden con una de sus subordinadas supervivientes de la enfermedad más mayores; Iris, de 14 años, una joven mantis. Ruru siempre se caracterizó por su naturaleza tranquila y reflexiva pero, si se trataba de los remanentes de su pueblo, cedía ante la impulsividad de una joven de 19 años desesperada por reunir de nuevo a su "familia". Si lo hubiera pensado mejo, de forma mas calmada y sin dejarse llevar, se habría preparado mejor para cruzar la ruta directa a Dundarak llevándose un guía o, como mínimo, estudiando el entorno antes de partir.
Iris ¿Esa chica estará bien? Ella siempre odió estar sola, recuerdo perfectamente sus lágrimas el día que abandonamos la colmena ¿Que hace en un lugar tan frío? ¿Fue traída contra su voluntad? ¿Está herida? ¿Hay más con ella? Tengo que ir a ayudarla, no puedo retrasarme; Debo de ir inmediatamente a Dundarak.
Los preocupados y ansiosos pensamientos de la mariposa terminaron por condenarla; Sin un guía o un mapa adecuado, sin conocimientos de la zona y solo con un equipo de temperaturas bajas básico, la joven se lanzó a cruzar las nevadas rutas del norte a las bravas….O al menos lo intentó. Su imprudencia provocó que se perdiera entre las frías y nevadas montañas, algo que podía ser fatal para a una criatura como ella.
Afortunadamente, es un día despejado y hace un buen temporal
Si hubiera nevado, a pesar del pesado abrigo de piel que llevaba, habría muerto en poco tiempo ¡Al menos este temporal le permitía buscar un buen lugar para descansar! Sabía que había aldeas y casas de dragones cercanos, pero, desafortunadamente la mariposa no había encontrado ninguna de esas cosas ¡Empezaba a pensar seriamente que estaba caminando en círculos!
Si tan solo pudiera usar mis alas o llamar a mis mariposas….
Hará un tiempo, enfrentando a aquellos bandidos que la separaron de su gente, sus alas salieron seriamente heridas y perdió la capacidad para volar, solo podía planear, como máximo, hasta recuperarse de la lesión. Por otro lado, sus fieles amigas y servidoras, las mariposas, no pudieron seguirla hasta ese inhóspito y frío sitio ¡Serían totalmente aniquiladas! Ruru, quien las veía como aliadas y como herramientas, no podía condenarlas a una muerte tan dolorosa y horrible ¡ A pesar de eso, le habría venido bien tenerlas ahí en ese momento! Con ellas podría haber encontrado un refugio más rápido ¡No! Con ellas probablemente ni siquiera se hubiera perdido en primer lugar ¡Eran como sus ojos y oídos! Eran valiosas aliadas a la hora de recolectar información, espiar, distraer o retener.
Una cabaña…
Su vista nunca fue buena, era bastante mala de hecho ¡Afortunadamente el día era despejado! Pudo verla porque nada se interponía pero la cosa hubiera sido diferente con una nevada de por medio ¿Quizá pasó cerca de poblados y cabañas habitadas precisamente por su mala visión? Pero incluso, incluso si si vista era deficiente, su oído era excelente, si hubiera habido un pueblo lo habría escuchado gracias a sus sensibles antenas mullidas.
Se aproximó sin pensarlo dos veces ¡Dudaba que pudiera encontrar otra, en primer lugar! La noche estaba a la vuelta de la esquina, podía empezar nevar en cualquier momento y Ruru estaba al borde de la congelación ¡No podía ponerse quisquillosa! Se paró delante de la puerta de madera desgastada, todo indicaba que estaba abandonada pero, eso era imposible, tal vez su vista fuera mala, pero hasta ella pudo notar la cadencia de nieve sobre la estructura ¡Si estuviera realmente abandonado la nieve se habría acumulado!
¿Tal vez el dueño es una persona realmente pobre?
Pensando esas palabras, Ruru dio un par de golpes en la puerta, avisando a los inquilinos de su llegada ¡La puerta se abrió! Esperaba que fuera el dueño de la vivienda pero, para su sorpresa, no fue nadie.....La cerradura estaba rota y cualquiera podía entrar….Definitivamente debía estar abandonado….O al menos, siendo usado por gente que no era dueña de la vivienda.
“.....”
Ruru, incluso sabiendo que era arriesgado, entró a la extrañamente cálida vivienda cerrando al puerta detrás de ella….Era arriesgado pero no podía permitirse buscar otro refugio, debía quedarse y conocer a los “inquilinos” si o si. Solo esperaba que al menos no fueran hostiles.
Ruru Lepidoptera
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Iba siendo hora de retirarme de vuelta a Lunargenta. Me llevé el hacha bajo la barbilla, dándome suavemente con el lateral de la misma para no cortarme. «Un par de días para alcanzar la estepa… hmm… quizá en uno de los poblados regados hacia Sacrestic encuentre una caballeriza, o una upeler… ¿iza?», me encogí de hombros, viendo que nunca me había dado por preguntar como le decían a los lugares donde metían upeleros. Si no conseguía uno en algún pobladito, cuanto menos estaba seguro de que en Sacrestic sí.
A menos de que hubiese pasado algo terrible en el lugar, cosa que no me extrañaría.
Iba a ser una vuelta molesta, más que nada por el frío. Llevar metal encima, aunque fuese poco, lo empeoraba un poquito, casi sentía como se me pegaba a la piel en donde no llevase nada abajo, tendría que preguntarle a Eltrant sino había algo para esto. O una runa que calentase armaduras bien serv…
—Oh… cierto ―me detuve, golpeándome la palma de una mano con la parte baja del puño. ¿Qué hacía yendo a pie a Sacrestic, si podía ir a Dundarak y usar el portal mágico del arcanista?
Era la mejor inversión que había hecho alguien que no era yo.
Gracias al portal, el viaje se había reducido considerablemente en mi mente. Me di vuelta y comencé a acomodar mi camino hacia Dundarak. Eso esperaba, al menos, con algo de suerte me encontraría a algún dragón que me indicase bien direcciones
Con dos noches y un día de andar ya eran observables algunas viviendas en la distancia; aunque no compartían un lugar en un común. Con la primera de ellas tarde por la noche y temprano por la mañana tan sólo pensé que sería algún viejo refunfuñón, alejándose de algún pueblo cercano.
El resto que observé a lo largo de más horas de movimiento ese día me enseñaron que todos por allí parecían ser viejos refunfuñones.
La iluminación lentamente empezaba a caer y el frío a acentuarse. Aun sin poder ubicar demasiado bien la posición del sol gracias a las montañas, los primeros dos factores bastaban para saber que pronto caería la noche y pronto me quedaría sin los dulces ni la comida tomada de Pabarty. Agarré aire, con el frío quemándome un poco los pulmones, y exhalé, sonriendo al ver mi “aliento”.
Continué mi marcha, preguntándome si podía hacerme pasar por un muy débil dragón de hielo ante otro dragón sólo para bromear. O se reían o me tiraban una llamarada a la cara, y con el frío, la segunda opción también parecía buena.
En mi andaba y habituales miradas atrás para asegurarme de que el golem me seguía la última no fue tan agradable, al notar que no me estaba siguiendo. Me entró un ligero pánico expresado en el impulso de llevarme las manos a la cabeza, poco antes de nota que si me seguía, pero estaba totalmente tapado por la nieve y camuflado.
Con un alivio tan rápido como el pánico de hace unos segundos, me acerqué a pasarle la mano por encima para sacarle la nieve. Mientras lo hacía corrí la mirada distraído por los alrededores, viendo mis huellas, el largo arrastre que dejaba el golem y mis huellas.
…
―¿Mmm-hmm? ―aparté la mano del golem, parando de limpiarlo. Entrecerré ambos ojos un poco para enfocar más mi vista, notando huellas cruzándose sobre las mías y dibujando una leve equis antes de ir más allá.
Inspeccionando más de cerca las huellas, por mucho que no fuese un cazador, rastreador ni nada similar, era evidente que no eran de ninguna manera humanas – lo que descartaba elfos y brujos también. Ni de dragón, que es lo que podría esperarme por el lugar. Más obvio aún, no eran de un gigante de hielo–y menos mal por eso–ni de algún animal, lo que finalmente removía hombres bestia.
Aquellas huellas no estaban solas, tampoco. Levemente a los lados de la misma habían algo como pequeñas muecas, continuas, como si arrastrasen algo de lado y lado…
Me rasqué la cabeza viendo a la nieve, creciendo cada vez más confuso ante que podría haber dejado eso. Y más curioso.
Levemente distraído por el asunto comencé a seguir el rastro antes de darme cuenta, si habían permanecido allí eran relativamente recientes. Del mismo día en el que estaba, al menos. Sólo fue tras minutos de seguirlas que se me ocurrió que puede que precisamente por eso guardasen una forma tan… sin-forma, habían sido hechas por la mañana y ya para este momento la nieve se había derretido un poco y acumulado así.
Eso no explicaba porque todas lucían tan terriblemente similares ni las muecas continuas, claro, pero era mi mejor hipótesis.
Poco más y el rastro finalmente había parado frente a una casa hecha de piedra. Alcé las cejas, viendo a mis alrededores y esperando unos segundos escuchar un ruido, o ver alguna luz expandirse desde adentro, o algo. Ante nada, subí los hombros, si no me permitían quedarme cuanto menos podría volver a pedir direcciones, saber donde es “no, sólo debes ir recto” cuando donde sea que poses los ojos y ver blanco no era precisamente sencillo, en especial para un sujeto que se perdía en ciudades, con sus calles y caminos.
Guarde el hacha dentro del golem a sabiendas de que si algo me atacaba desde donde estaba a los que, ¿treinta, cuarenta? pasos que me separaban del lugar tenía que ser cosa de una suerte asquerosa. Muy, muy improbable; había más chance de que la… la cosa que viviese allí, si algo vivía allí, saliera, y por experiencia sabía que no era una imagen agradable ver como se encaminaba hacia tu hogar algo con arma en mano.
Esperé que la masa de arcilla me alcanzara y la cargué, yendo hacia el lugar. Ya de frente a la puerta fue que pude notar que la cerradura estaba rota.
…O lo que había dejado aquel rastro la había roto. ¿Un ladrón? ¿En plena cabaña en medio de la nada?
Hundí los brazos en la arcilla, tomando una actitud levemente más alerta antes de empujar la puerta suavemente con el pie para pasar adentro. Si un invasor me confundía con el dueño del lugar no iba a pillarme desprevenido.
A menos de que hubiese pasado algo terrible en el lugar, cosa que no me extrañaría.
Iba a ser una vuelta molesta, más que nada por el frío. Llevar metal encima, aunque fuese poco, lo empeoraba un poquito, casi sentía como se me pegaba a la piel en donde no llevase nada abajo, tendría que preguntarle a Eltrant sino había algo para esto. O una runa que calentase armaduras bien serv…
—Oh… cierto ―me detuve, golpeándome la palma de una mano con la parte baja del puño. ¿Qué hacía yendo a pie a Sacrestic, si podía ir a Dundarak y usar el portal mágico del arcanista?
Era la mejor inversión que había hecho alguien que no era yo.
Gracias al portal, el viaje se había reducido considerablemente en mi mente. Me di vuelta y comencé a acomodar mi camino hacia Dundarak. Eso esperaba, al menos, con algo de suerte me encontraría a algún dragón que me indicase bien direcciones
Con dos noches y un día de andar ya eran observables algunas viviendas en la distancia; aunque no compartían un lugar en un común. Con la primera de ellas tarde por la noche y temprano por la mañana tan sólo pensé que sería algún viejo refunfuñón, alejándose de algún pueblo cercano.
El resto que observé a lo largo de más horas de movimiento ese día me enseñaron que todos por allí parecían ser viejos refunfuñones.
La iluminación lentamente empezaba a caer y el frío a acentuarse. Aun sin poder ubicar demasiado bien la posición del sol gracias a las montañas, los primeros dos factores bastaban para saber que pronto caería la noche y pronto me quedaría sin los dulces ni la comida tomada de Pabarty. Agarré aire, con el frío quemándome un poco los pulmones, y exhalé, sonriendo al ver mi “aliento”.
Continué mi marcha, preguntándome si podía hacerme pasar por un muy débil dragón de hielo ante otro dragón sólo para bromear. O se reían o me tiraban una llamarada a la cara, y con el frío, la segunda opción también parecía buena.
En mi andaba y habituales miradas atrás para asegurarme de que el golem me seguía la última no fue tan agradable, al notar que no me estaba siguiendo. Me entró un ligero pánico expresado en el impulso de llevarme las manos a la cabeza, poco antes de nota que si me seguía, pero estaba totalmente tapado por la nieve y camuflado.
Con un alivio tan rápido como el pánico de hace unos segundos, me acerqué a pasarle la mano por encima para sacarle la nieve. Mientras lo hacía corrí la mirada distraído por los alrededores, viendo mis huellas, el largo arrastre que dejaba el golem y mis huellas.
…
―¿Mmm-hmm? ―aparté la mano del golem, parando de limpiarlo. Entrecerré ambos ojos un poco para enfocar más mi vista, notando huellas cruzándose sobre las mías y dibujando una leve equis antes de ir más allá.
Inspeccionando más de cerca las huellas, por mucho que no fuese un cazador, rastreador ni nada similar, era evidente que no eran de ninguna manera humanas – lo que descartaba elfos y brujos también. Ni de dragón, que es lo que podría esperarme por el lugar. Más obvio aún, no eran de un gigante de hielo–y menos mal por eso–ni de algún animal, lo que finalmente removía hombres bestia.
Aquellas huellas no estaban solas, tampoco. Levemente a los lados de la misma habían algo como pequeñas muecas, continuas, como si arrastrasen algo de lado y lado…
Me rasqué la cabeza viendo a la nieve, creciendo cada vez más confuso ante que podría haber dejado eso. Y más curioso.
Levemente distraído por el asunto comencé a seguir el rastro antes de darme cuenta, si habían permanecido allí eran relativamente recientes. Del mismo día en el que estaba, al menos. Sólo fue tras minutos de seguirlas que se me ocurrió que puede que precisamente por eso guardasen una forma tan… sin-forma, habían sido hechas por la mañana y ya para este momento la nieve se había derretido un poco y acumulado así.
Eso no explicaba porque todas lucían tan terriblemente similares ni las muecas continuas, claro, pero era mi mejor hipótesis.
Poco más y el rastro finalmente había parado frente a una casa hecha de piedra. Alcé las cejas, viendo a mis alrededores y esperando unos segundos escuchar un ruido, o ver alguna luz expandirse desde adentro, o algo. Ante nada, subí los hombros, si no me permitían quedarme cuanto menos podría volver a pedir direcciones, saber donde es “no, sólo debes ir recto” cuando donde sea que poses los ojos y ver blanco no era precisamente sencillo, en especial para un sujeto que se perdía en ciudades, con sus calles y caminos.
Guarde el hacha dentro del golem a sabiendas de que si algo me atacaba desde donde estaba a los que, ¿treinta, cuarenta? pasos que me separaban del lugar tenía que ser cosa de una suerte asquerosa. Muy, muy improbable; había más chance de que la… la cosa que viviese allí, si algo vivía allí, saliera, y por experiencia sabía que no era una imagen agradable ver como se encaminaba hacia tu hogar algo con arma en mano.
Esperé que la masa de arcilla me alcanzara y la cargué, yendo hacia el lugar. Ya de frente a la puerta fue que pude notar que la cerradura estaba rota.
…O lo que había dejado aquel rastro la había roto. ¿Un ladrón? ¿En plena cabaña en medio de la nada?
Hundí los brazos en la arcilla, tomando una actitud levemente más alerta antes de empujar la puerta suavemente con el pie para pasar adentro. Si un invasor me confundía con el dueño del lugar no iba a pillarme desprevenido.
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Para aclarar, las huellas raras sin forma son de Ruru, sí, y las "muecas" a los lados de las huellas son lo que deja el rocé de sus alas en su medio arrastre. Suponiendo que eso suceda, sino, me dices y edito, Uri.
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
El lugar era más sencillo de transitar con aquel tamaño, aunque no fuese a admitirlo. A pesar de esto, no se sentía cómodo en los pasillos. Ese hecho solo reforzaba su malestar: no debía sentirse expuesto cuando estaba rodeado de su mismo elemento, pero su capacidad para doblegarlo había quedado tan reducida como para afectarle de aquella manera.
Por eso se quedó en la segunda planta. Era aceptablemente amplia, y tenía un balcón interno desde donde podía verse la entrada y el salón. Las habitaciones en sí estaban justo debajo, apenas unos metros bajo tierra. La mayoría en desuso, salvo una cocina y una habitación que su sirviente había tomado para dormir.
La puerta se abrió.
Durvatyr giró la mirada hacia ella. Desde su posición en el segundo piso, no estaba demasiado lejos. Al escuchar el gruñido proveniente del dragón, Malorak se apresuró desde las entrañas del edificio hasta aparecer de nuevo en la habitación que conectaba con la puerta.
Afortunadamente, no parecía ser la persona dueña de esa casa. O una persona en absoluto, se rectificó el dragón. Un insecto humanoide, fruto sin duda de aquella "nueva raza" que había aparecido en Aerandir poco más de un siglo atrás, junto a los metálicos y los...
No, los otros era mejor ni mencionarlos. Había oído que se habían extinguido un par de generaciones atrás, después de todo. A veces dudaba incluso de si habían extinguido en primer lugar. ¿Humanos similares a los hombres dragón, pero reducidos a meros canes y sin longevidad? ¿Que clase de abominación haría algo así? Por lo menos los humanos tenian honestidad respecto a su forma.
Fuera como fuese, encontraba cierto humor en la existencia de aquel insecto. Era como si alguien hubiese intentado superar a los humanos corrientes, pero tan solo de la forma más absurdamente ínfima posible. Para alguien que veía a las personas de a pie como insectos, la existencia de aquel ser se le hacía... redundante.
-Este no es su hogar.- dijo Malorak. Una afirmación, no una pregunta. Después de todo, alguien así no podría tener los recursos para obtener una vivienda como aquella. Era evidente. -Si está buscando refugio, me temo que va a tener que buscar otro sitio.-
Durvatyr entrecerró los ojos y emitió un gruñido grave, protestando. Un sonido familiar para los oídos de su sirviente. Desagrado. No ante el insecto, sino ante la decisión. Malorak se detuvo firmemente al instante, girándose hacia el dragón.
-¿Mi señor?- preguntó.
-Faar.- La roca surgió de la pared tan solo ligeramente, dejando un relieve en forma de frase.
"Hay espacio de sobra. Si puede ofrecer algo a cambio, puede quedarse."
-Si, mi señor.- asintió el acólito, volviéndose hacia el "intruso". -Mi señor tiene la bondad de ofrecer un pacto. Si tiene algo satisfactorio que ofrecer, puede refugiarse en una de las habitaciones interiores durante un día y una noche.- declaró.
Durante unos segundos, Malorak se quedó pensativo.
-Si no tiene nada más, podría darle un uso a sus escamas.- dijo. -No necesito más de unas pocas.-
Durvatyr no dio ninguna señal al respecto. Tendría tiempo para saciar su curiosidad más adelante. Por el momento, lo importante era la respuesta de la mariposa. No parecía alguien que pudiese aguantar el frío con mucha facilidad, abrigada o no, por lo que era probable que acabase aceptando.
Pero entonces, la puerta se abrió de nuevo.
El dragón dejó escapar una risa gutural. ¿Cuantos más habían decidido acercarse a un sitio tan remoto? Observó con ojos atentos al recién llegado, aún sin bajar de su posición elevada. Su voz fue grave, retumbando por toda la sala con apenas un murmuro.
-Faar.- repitió. El mensaje fue más breve esta vez.
-Entendido. Si busca refugio, aquí hay una habitación aún libre. Pero sólo si puede ofrecer algo a cambio.- explicó de nuevo Malorak, sin cambiar un octavo de su cordial tono. Ni siquiera cuando clavó sus ojos en la criatura de arcilla que tenía el recién llegado. -¿...Es eso un golem? Si es capaz de usar magia de luz, eso mismo puede ser un pago. Asistencia con una tarea breve por un día y una noche de refugio.- añadió.
La curiosidad de Durvatyr creció aún más. Dudaba que Malorak estuviese siendo generoso, ofreciendo alojamiento por cosas sencillas. Debía tener pensado algo. Por su bien, sería mejor que siguiese los intereses de su señor.
Por eso se quedó en la segunda planta. Era aceptablemente amplia, y tenía un balcón interno desde donde podía verse la entrada y el salón. Las habitaciones en sí estaban justo debajo, apenas unos metros bajo tierra. La mayoría en desuso, salvo una cocina y una habitación que su sirviente había tomado para dormir.
La puerta se abrió.
Durvatyr giró la mirada hacia ella. Desde su posición en el segundo piso, no estaba demasiado lejos. Al escuchar el gruñido proveniente del dragón, Malorak se apresuró desde las entrañas del edificio hasta aparecer de nuevo en la habitación que conectaba con la puerta.
Afortunadamente, no parecía ser la persona dueña de esa casa. O una persona en absoluto, se rectificó el dragón. Un insecto humanoide, fruto sin duda de aquella "nueva raza" que había aparecido en Aerandir poco más de un siglo atrás, junto a los metálicos y los...
No, los otros era mejor ni mencionarlos. Había oído que se habían extinguido un par de generaciones atrás, después de todo. A veces dudaba incluso de si habían extinguido en primer lugar. ¿Humanos similares a los hombres dragón, pero reducidos a meros canes y sin longevidad? ¿Que clase de abominación haría algo así? Por lo menos los humanos tenian honestidad respecto a su forma.
Fuera como fuese, encontraba cierto humor en la existencia de aquel insecto. Era como si alguien hubiese intentado superar a los humanos corrientes, pero tan solo de la forma más absurdamente ínfima posible. Para alguien que veía a las personas de a pie como insectos, la existencia de aquel ser se le hacía... redundante.
-Este no es su hogar.- dijo Malorak. Una afirmación, no una pregunta. Después de todo, alguien así no podría tener los recursos para obtener una vivienda como aquella. Era evidente. -Si está buscando refugio, me temo que va a tener que buscar otro sitio.-
Durvatyr entrecerró los ojos y emitió un gruñido grave, protestando. Un sonido familiar para los oídos de su sirviente. Desagrado. No ante el insecto, sino ante la decisión. Malorak se detuvo firmemente al instante, girándose hacia el dragón.
-¿Mi señor?- preguntó.
-Faar.- La roca surgió de la pared tan solo ligeramente, dejando un relieve en forma de frase.
"Hay espacio de sobra. Si puede ofrecer algo a cambio, puede quedarse."
-Si, mi señor.- asintió el acólito, volviéndose hacia el "intruso". -Mi señor tiene la bondad de ofrecer un pacto. Si tiene algo satisfactorio que ofrecer, puede refugiarse en una de las habitaciones interiores durante un día y una noche.- declaró.
Durante unos segundos, Malorak se quedó pensativo.
-Si no tiene nada más, podría darle un uso a sus escamas.- dijo. -No necesito más de unas pocas.-
Durvatyr no dio ninguna señal al respecto. Tendría tiempo para saciar su curiosidad más adelante. Por el momento, lo importante era la respuesta de la mariposa. No parecía alguien que pudiese aguantar el frío con mucha facilidad, abrigada o no, por lo que era probable que acabase aceptando.
Pero entonces, la puerta se abrió de nuevo.
El dragón dejó escapar una risa gutural. ¿Cuantos más habían decidido acercarse a un sitio tan remoto? Observó con ojos atentos al recién llegado, aún sin bajar de su posición elevada. Su voz fue grave, retumbando por toda la sala con apenas un murmuro.
-Faar.- repitió. El mensaje fue más breve esta vez.
"Ofrece el mismo trato."
-Entendido. Si busca refugio, aquí hay una habitación aún libre. Pero sólo si puede ofrecer algo a cambio.- explicó de nuevo Malorak, sin cambiar un octavo de su cordial tono. Ni siquiera cuando clavó sus ojos en la criatura de arcilla que tenía el recién llegado. -¿...Es eso un golem? Si es capaz de usar magia de luz, eso mismo puede ser un pago. Asistencia con una tarea breve por un día y una noche de refugio.- añadió.
La curiosidad de Durvatyr creció aún más. Dudaba que Malorak estuviese siendo generoso, ofreciendo alojamiento por cosas sencillas. Debía tener pensado algo. Por su bien, sería mejor que siguiese los intereses de su señor.
Durvatyr
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Tal y como pensaba, había ya gente resguardándose en la cabaña…..Dos dragones para ser más específicos. Ruru primero observó al dragón que le habló. Ruru había tenido contacto con dragones antes, había visto un par en sus grandes formas reptiles en algunas ocasiones, tuvo empleadores dragones y también tuvo compañeros mercenarios de la misma raza ¡No era nada nuevo para ella! Pero si era la primera vez que conocía a uno que, incluso en su forma dracónica, se asemejaba a una persona. No se presentó, pero por sus maneras y educada forma de hablar se notaba que había recibido una buena educación ¿Es siervo del dragón de detrás? Le llamó "mi señor".
Detrás de él, con un poderosa aire de soberbia, había un dragón con escamas rojizas y una contratante cornamenta negra. Apenas pasó sus ojos lilas de insecto, la mujer-bestia supo que ese hombre era definitivamente de una familia importante o, como mínimo, nació con una cuchara de plata en la boca. Los hombre-insectos eran tímidos por naturaleza, se recluían en sus colmenas y rara vez salían al mundo exterior, pero la antigua reina y mentora de Ruru siempre se molestó en que su pequeña sucesora aprendiera a diferenciar gente de la que debía cuidarse, gente noble y gente común lo suficientemente bien como para saber como comportarse en cada situación sin necesidad de recurrir a la violencia. Ruru decidió tener cuidado con su comportamiento, no era especialmente maleducada o carente de maneras, pero sabía lo irracional que aveces las personas de alta alcurnia podían llegar a ser, lo mejor era no buscarle las cosquillas al dragón.
¿Que probabilidad hay de que me estén engañando?
Ruru sabía perfectamente que ese par tampoco podían ser los dueños de esa cabaña ¿Que clase de noble la dejaría en un estado tan lamentable si fuese suya? Para empezar, este tipo de masías eran una residencia de ocio temporal durante el verano ¡Nadie iría a las montañas norteñas en plena época de lluvias! Aún así, estaba bastante segura de que tampoco la estaban engañando ¿Para que le ofrecería un trato sino? Si la hubieran querido engañar la habrían dejado pasar desde un principio, no le hubieran ofrecido ningún trato.
No es como si tuviera mejores opciones, para empezar. Ya casi ha anochecido, nada impide una tormenta de nieve durante la noche y la temperatura es lo suficientemente baja como para matarme.
Se preparó mentalmente para la solicitud del dúo de maestro y sirviente ¿Que le pedirán? Incluso si había comprendido que no eran hostiles hacia ella, eso tampoco significaba que planearan algo bueno, no era la primera vez que se encontraba con personas que, incluso sin armas, fueron incluso más problemáticas y malintencionadas. Tampoco tenía nada que pudiera interesarles ¿Parece que sería echada? Eso le pondría en jaque.
¿Escamas de mis alas?
Por instinto, movió sus alas semi-congeladas al escuchar que fueron mencionadas. sus antenas se balanceaban suavemente, revelando confusión ¿Solo las escamas de sus alas? Se estaba preparando para una petición más complicada e injusta pero…..¿En serio? Sabía que sus escamas poseen unas pocas propiedades alquímicas, e incluso eran bien recibidas en accesorios y joyería pero….¿Solo las escamas de sus alas? No era algo problemático pero.....¿No era un precio demasiado bajo?
Ruru asintió a los pocos segundos ¡Si eran escamas de sus alas entonces estaba bien! Cada noche, como parte de un ritual de higiene y cuidados de sus heridas alas, las cepillaba con herramientas especiales para estas. Las más viejas, débiles o dañadas caían y ella, sabiendo su valor en algunos mercados, vendía las que en mejor estado estaban por algunas monedas, no significaba una perdida para ella entregarlas o venderlas. Sacó desde su faja un pequeño saco que cabía perfectamente en la palma de las manos a pesar de estar bastante llena, se la tendió a Malorak para que la tomara.
En el interior del saquito, puestas de forma ordenadas, habían escamas del tamaño de medio meñique que resplandecían con un bonito color turquesa brillante. Eran traslúcidas pero firmes, similar en textura y suavidad al cristal y de dureza considerable para tratarse de las alas de una mariposa. Distanciaba bastante, a pesar de que en su conjunto eran el vivo calco, de las escamas promedio de una mariposa normal; Mientras que las verdaderas mariposas poseían una textura y vista similar a tejido, las de Ruru parecían más bien pequeñas escamas de un pez. Si bien, era extraño, seguían siendo preciosas y místicas, casi como si poseyeran brillo propio, reflejan la poca luz que había en la morada de tal forma que parecían brillar en un tenue color azul-lila propio.
Aún manteniendo la bolsa de tela en su mano, Ruru escuchó las pisadas en la nieve del exterior y la puerta abriéndose perfectamente, sus antenas se movieron al unismo del ruido. Educadamente, Ruru se hizo a un lado para permitir al recién llegado pasar ¿Un elfo? De reojo pudo ver su cabellera rubia y sus orejas alargadas ¿También buscaba un refugio? Quizá también se perdió como ella. Siendo cortés y educada con sus dos…..¿Sería correcto llamarlos anfitriones? Siendo educada con el dragón humanoide desconocido, esperó pacientemente a que terminara de hablar con el elfo para volver a tenderle la bolsa de escamas, esta vez sí logrando cerrar el trato. Se hizo a un lado para evitar estorbar al trato con el elfo ¡Era la primera vez que veía un golem! Sentía curiosidad por el elfo y el golem así que, sin molestar, se quedó en un esquina observando en total silencio.
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Ser recibido con una risa rasposa proveniente de la garganta de un dragón no era lo que clasificaría como una bienvenida cálida, no cuando la voz parecía hacer temblar la casa, incluso cuando el dragón no parecía estar poniendo sus pulmones en ello. Resultaba levemente más helado que estar afuera.
«Que mala espina», pensé viendo a los ojos del dragón, usualmente me daba igual ver los ojos de un lagarto o no, pero los suyos me ponían nervioso, de la mala manera.
Eso o había descubierto que tenía algo por los dragones.
No reaccione mucho a lo que había dicho, raarr... ¿rawr? Algo así. Debía estar muy cómodo en forma de dragón, aunque… «Mmm, ¿los dragones pueden hablar en…forma de dragón?». Quería llevarme una mano a la barbilla, de poder. Justo ahora no recordaba ninguna instancia de alguno haciéndolo, y preguntarlo seguro me haría lucir estúpido.
Pestañeé una única vez ante la presencia de ¿un? tercero en el hogar y sus… ¿eso eran antenas? Ladeé la cabeza levemente ante su figura, parecía portar una armadura, aunque me daba pena pensar en lo que fuese su atuendo como tal, con esos colores tan bonitos. Puede que sólo fuese la iluminación del lugar, pero podía jurar que brillaba por si mismo.
Iba a decir algo, pero lo que debía ser una especie de…¿monje dragón? Había escuchado algo de que balanceaban sus dos lados, y este se veía… balanceado. Fuese lo que fuese, él me hablaba primero y parecían ser los dueños del lugar.
—¿Entendido? —desvíe la mirada hacia el primer dragón, antes de ver la cara del azul de nuevo. Baje los ojos al golem en cuanto el hombre hizo mención de ello, frunciendo muy ligeramente el ceño por como pareció adivinar de la nada—. No, no lo es —aseveré, neutralizando mi expresión de nuevo—, los golem tienen forma, están reforzados y pueden andar “por sí solos”. ¿Le parece qué esto cumple con algo de eso? Ya quisiera yo —sonreí, eso no ayudaba a mi caso para que me dejasen quedarme—, pero…sí, puedo usar magia de luz. Casi todos podemos, no es nada especial, así que… ¿supongo qué quiere qué cure a alguien? Si es eso, con todo gusto acepto.
Saqué una mano de la arcilla, tendiéndosela al hombre para estrechar manos y despreocupándome totalmente de poner cualquier magia en el, dejando caer la arcilla en el suelo desastrosamente. Vi abajo y luego le vi la cara al hombre.
—…Limpiare eso —baje la cabeza suavemente, como asintiendo a órdenes que no me habían dado.
Teniendo trato cerrado con el azul vi al rojizo, no parecía ser un dragón de… muchas palabras. De hecho la otra curiosa figura tampoco lo parecía, como si todos menos el dragón azul y yo fuesen mudos.
—Tu armadura es hermosa, ¿de qué está hecha? ¿Quién te la hizo? —le pregunté al verlo arrinconado, intentando buscar sus ojos en el "yelmo". Iba a pasar a preguntar sobre las “capas” que portaba, y más importante aún, las razones por las cuales alguien portaría tantas capas, pero no lucía bien acosar repentinamente a alguien con una lluvia de preguntas sobre sus elecciones de vestuario nada más conocerlos.
…Conocerlos era una palabra muy fuerte, incluso.
—¿Cómo dicen qué se llaman?
«Que mala espina», pensé viendo a los ojos del dragón, usualmente me daba igual ver los ojos de un lagarto o no, pero los suyos me ponían nervioso, de la mala manera.
Eso o había descubierto que tenía algo por los dragones.
No reaccione mucho a lo que había dicho, raarr... ¿rawr? Algo así. Debía estar muy cómodo en forma de dragón, aunque… «Mmm, ¿los dragones pueden hablar en…forma de dragón?». Quería llevarme una mano a la barbilla, de poder. Justo ahora no recordaba ninguna instancia de alguno haciéndolo, y preguntarlo seguro me haría lucir estúpido.
Pestañeé una única vez ante la presencia de ¿un? tercero en el hogar y sus… ¿eso eran antenas? Ladeé la cabeza levemente ante su figura, parecía portar una armadura, aunque me daba pena pensar en lo que fuese su atuendo como tal, con esos colores tan bonitos. Puede que sólo fuese la iluminación del lugar, pero podía jurar que brillaba por si mismo.
Iba a decir algo, pero lo que debía ser una especie de…¿monje dragón? Había escuchado algo de que balanceaban sus dos lados, y este se veía… balanceado. Fuese lo que fuese, él me hablaba primero y parecían ser los dueños del lugar.
—¿Entendido? —desvíe la mirada hacia el primer dragón, antes de ver la cara del azul de nuevo. Baje los ojos al golem en cuanto el hombre hizo mención de ello, frunciendo muy ligeramente el ceño por como pareció adivinar de la nada—. No, no lo es —aseveré, neutralizando mi expresión de nuevo—, los golem tienen forma, están reforzados y pueden andar “por sí solos”. ¿Le parece qué esto cumple con algo de eso? Ya quisiera yo —sonreí, eso no ayudaba a mi caso para que me dejasen quedarme—, pero…sí, puedo usar magia de luz. Casi todos podemos, no es nada especial, así que… ¿supongo qué quiere qué cure a alguien? Si es eso, con todo gusto acepto.
Saqué una mano de la arcilla, tendiéndosela al hombre para estrechar manos y despreocupándome totalmente de poner cualquier magia en el, dejando caer la arcilla en el suelo desastrosamente. Vi abajo y luego le vi la cara al hombre.
—…Limpiare eso —baje la cabeza suavemente, como asintiendo a órdenes que no me habían dado.
Teniendo trato cerrado con el azul vi al rojizo, no parecía ser un dragón de… muchas palabras. De hecho la otra curiosa figura tampoco lo parecía, como si todos menos el dragón azul y yo fuesen mudos.
—Tu armadura es hermosa, ¿de qué está hecha? ¿Quién te la hizo? —le pregunté al verlo arrinconado, intentando buscar sus ojos en el "yelmo". Iba a pasar a preguntar sobre las “capas” que portaba, y más importante aún, las razones por las cuales alguien portaría tantas capas, pero no lucía bien acosar repentinamente a alguien con una lluvia de preguntas sobre sus elecciones de vestuario nada más conocerlos.
…Conocerlos era una palabra muy fuerte, incluso.
—¿Cómo dicen qué se llaman?
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
El insecto no dijo palabra alguna, pero era evidente que entendía las palabras del sirviente. Durvatyr la observó con algo de curiosidad. Era capaz de asentir y comprender los términos del intercambio, por lo que no se negaba a comunicarse. Era más probable que no fuese capaz de hacerlo, al menos, no en un idioma que esperase que entendiesen.
El otro visitante no tardó en igualarla con sus propias particularidades. Un golem sin forma... Por incapacidad, a juzgar por las palabras del elfo. Bien podía ser humildad, o algún tipo de engaño, pero no sería una amenaza. Incluso si podía hacer más de lo que mostraba, un golem de arcilla no era un gran obstaculo frente a alguien capaz de controlar la tierra y roca. El dragón se mantuvo pensativo unos instantes. Recordaba las palabras para tierra, roca, arena... barro. El barro se acercaba lo suficiente, aunque no era exactamente lo mismo. Gruñó, aún molesto.
Malorak miró durante un instante la mano del elfo, evitando mostrar una mueca al ver la arcilla caer al suelo. Se mantuvo estoico y devolvió el saludo, satisfecho al menos con el trato en sí.
-Le mostraré lo que tiene que hacer más adelante. No es necesario curar a nadie, pero el proceso es similar.- dijo. -El nombre de mi señor es Durvatyr.- añadió, haciendo una ligera reverencia más dirigida al dragón. -Yo soy Malorak.-
-Svo.- dijo la voz del alado, retumbando por la estancia. La arcilla del suelo que aún no había limpiado se movió, formando un nuevo mensaje.
"Ofrece tu nombre antes de pedir los de otros."
Una reprimenda, aunque no demasiado severa. Durvatyr mantuvo su mirada clavada en el elfo, evaluándolo con cuidado. Estaba acostumbrado a aquellas faltas de etiqueta, sobre todo cuando venian de las razas menos civilizadas, pero esperaba algo más de un longevo. Quizás fuese tan joven como aparentaba realmente.
Fuera como fuese, habían acabado con las formalidades. Malorak miró a su señor, y supo inmediatamente lo que quería saber. El acólito no tardó en ascender al segundo piso y postrarse una vez más.
-Es algo para su propio beneficio, mi señor.- aseguró. -Se trata de un amuleto. Un arcanista lo preparó en Dundarak, pero aún necesita los materiales y la magia de luz para que funcione. Mi intención es sanarlo.- dijo. -Pero necesito una gota de sangre.-
La mirada del dragón fue glacial. Le estaba pidiendo un gesto de confianza a alguien que había conocido la más alta traición apenas días atrás. Los segundos parecieron minutos frente a su ojo, pero el sirviente no se alzó en ningún momento.
-Faar.-
-Si, mi señor.-
Tras aquello, Malorak entró en las habitaciones inferiores para recoger el amuleto y llevarlo frente al dragón. Parecía algún tipo de cristal de distintos tonos, pasando de rojo a naranja y amarillo en la punta. Cuidadosamente, puso las escamas de la bolsa sobre el amuleto, dejándolo prácticamente enterrado. Después, fue a buscar al elfo para traerlo hasta allí.
-Use su imposición de manos sobre las escamas, preferiblemente sin tocarlas. Haga como si estuviese curando una herida grave, hasta que de la señal.- dijo el ojiazul.
El otro visitante no tardó en igualarla con sus propias particularidades. Un golem sin forma... Por incapacidad, a juzgar por las palabras del elfo. Bien podía ser humildad, o algún tipo de engaño, pero no sería una amenaza. Incluso si podía hacer más de lo que mostraba, un golem de arcilla no era un gran obstaculo frente a alguien capaz de controlar la tierra y roca. El dragón se mantuvo pensativo unos instantes. Recordaba las palabras para tierra, roca, arena... barro. El barro se acercaba lo suficiente, aunque no era exactamente lo mismo. Gruñó, aún molesto.
Malorak miró durante un instante la mano del elfo, evitando mostrar una mueca al ver la arcilla caer al suelo. Se mantuvo estoico y devolvió el saludo, satisfecho al menos con el trato en sí.
-Le mostraré lo que tiene que hacer más adelante. No es necesario curar a nadie, pero el proceso es similar.- dijo. -El nombre de mi señor es Durvatyr.- añadió, haciendo una ligera reverencia más dirigida al dragón. -Yo soy Malorak.-
-Svo.- dijo la voz del alado, retumbando por la estancia. La arcilla del suelo que aún no había limpiado se movió, formando un nuevo mensaje.
"Ofrece tu nombre antes de pedir los de otros."
Una reprimenda, aunque no demasiado severa. Durvatyr mantuvo su mirada clavada en el elfo, evaluándolo con cuidado. Estaba acostumbrado a aquellas faltas de etiqueta, sobre todo cuando venian de las razas menos civilizadas, pero esperaba algo más de un longevo. Quizás fuese tan joven como aparentaba realmente.
Fuera como fuese, habían acabado con las formalidades. Malorak miró a su señor, y supo inmediatamente lo que quería saber. El acólito no tardó en ascender al segundo piso y postrarse una vez más.
-Es algo para su propio beneficio, mi señor.- aseguró. -Se trata de un amuleto. Un arcanista lo preparó en Dundarak, pero aún necesita los materiales y la magia de luz para que funcione. Mi intención es sanarlo.- dijo. -Pero necesito una gota de sangre.-
La mirada del dragón fue glacial. Le estaba pidiendo un gesto de confianza a alguien que había conocido la más alta traición apenas días atrás. Los segundos parecieron minutos frente a su ojo, pero el sirviente no se alzó en ningún momento.
-Faar.-
"Hazlo frente a mi. Cuando lo tome, será sólo con tu cabeza bajo mi garra. Si es un engaño, sabes lo que pasará."
-Si, mi señor.-
Tras aquello, Malorak entró en las habitaciones inferiores para recoger el amuleto y llevarlo frente al dragón. Parecía algún tipo de cristal de distintos tonos, pasando de rojo a naranja y amarillo en la punta. Cuidadosamente, puso las escamas de la bolsa sobre el amuleto, dejándolo prácticamente enterrado. Después, fue a buscar al elfo para traerlo hasta allí.
-Use su imposición de manos sobre las escamas, preferiblemente sin tocarlas. Haga como si estuviese curando una herida grave, hasta que de la señal.- dijo el ojiazul.
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Ruru miró al elfo en cuanto notó que le estaba hablando algo confusa ¿Confundió su exoesqueleto con una armadura? Ruru ladeó levemente la cabeza mientras observo por un segundo su brazo derecho; Mirado bien de cerca, sí que parecía una armadura. La superficie era lisa y brillaba de forma similar al metal, incluso el tacto recordaba levemente a una armadura…..Aunque ni de lejos era tan resistente y dura como una, su exoesqueleto era solo un poco más dura que la piel humana.
Movió sus alas de mariposa, extendiéndolas levemente, para demostrarle que no estaba mintiendo. Verdaderamente aquella era su apariencia natural, una verdadera mujer-insecto. El elfo no fue el primero en pensar que esta no es su verdadera apariencia, aún así. Algunos, en el pasado, pensaron que iba disfrazada, otros que estaba maldita e incluso unos pocos acusaron a Ruru de estafadora ; No era sorprendente que el elfo se confundiera. La mujer, movió de izquierda a derecha su cabeza, para negar que estuviera usando equipamiento mientras escribía en la pared polvorienta;
“No es una armadura, es mi piel. Soy una mujer-bestia insecto.”
Las letras eran algo torpes dado que el frío había entumecido sus articulaciones bastante, dificultando que pudiera usar correctamente sus extremidades....Además de que estaba algo cansada y atontada. Aún así, la letra era decente y pulcra, fácilmente entendible y ordenada.
Leyó rápidamente lo que el dragón, cuyo nombre es Durvatyr, había escrito ¡Recordó que no se había presentado! ¡Que maleducado de su parte! La mujer-bestia, añadió abajo abajo;
“Mi nombre es Ruru Lepidoptera, gracias por permitirme pasar la noche aquí. Si hay algo que pueda hacer por vosotros, avisadme”
Inclinó levemente la cabeza en señal de saludo respetuoso a las tres personas frente a ella, siendo cortés especialmente con sus dos “anfitriones”. Una vez acabó de presentarse, volvió a su postura silenciosa y apartada, observando el intercambio entre los dos dragones curiosamente y un tanto confusa ¿No es su sirviente? ¿O tal vez lo malinterpretó?
Por como hablan, parece que el sirviente hizo algo en contra de su señor….A pesar de que Malorak parece bastante fiel….No, hay más detrás de esto muy probablemente….A saber qué pasó para que trate a su sirviente de esa forma….
Mentiría si Ruru dijese que no sentía extraña la interacción entre Durvatyr y Malorak; Las relaciones señor/sirviente eran extremadamente diferentes en los hombres-insecto. Para la Colmena, una sirviente “traicionando a su señor” o “poco confiables”. Era tan extraño e impensable que a Ruru le impactó y descoló ver, hará un tiempo atrás, un señor desconfiando de sus sirvientes por primera vez, durante un trabajo que tomó como guardaespaldas.
En la colmena, la figura conocida como “Reina” era más que una reina; Era una guía, una líder, una madre….Prácticamente una diosa. Un ente divino imposible de traicionar o difamar, es por eso que la Reina tampoco desconfía de sus sirvientes ni duda de su lealtad; Para Ruru era, tan natural como respirar, confiar en la inquebrantable lealtad de la colmena y, por su parte, confiar en esa misma lealtad. De todas formas, con el tiempo, fue acostumbrándose a este tipo diferente de interacción…..Aunque seguía siendo incapaz de comprenderlas.
Reina y colmena ¿huh?.....Me pregunto….Me pregunto que tal lo estará haciendo Iris en Dundarak….
Inevitablemente, terminó recordando la figura de la joven mujer-insecto ¿Que ta lo estará haciendo en la fría ciudad norteña? ¿Que llevó a la mujer-bestia quedarse en un lugar tan frío y mortal para los suyos? Un malestar llenó el pecho de la joven mariposa al recordar a su gente perdida. Buscando quitar las preocupaciones de su cabeza, se movió silenciosamente más al fondo y se sentó sobre la astillada y roñosa mesa de madera de aspecto viejo, era liviana así que la mesa resistió el peso perfectamente.
Si iban a hacer alguna clase de alquimia o lo que sea, necesitarán espacio, así que se alejó un poco más para evitar estorbar, y a su vez, ponerse en un lugar mínimamente seguro en caso de que algo saliera mal ¿Para qué serviría el ritual o lo que sea que Malorak estaba haciendo? La curiosidad la mantuvo en la sala, apesar de que estaba cansada y quería retirarse a su cuarto a descansar.
Movió sus alas de mariposa, extendiéndolas levemente, para demostrarle que no estaba mintiendo. Verdaderamente aquella era su apariencia natural, una verdadera mujer-insecto. El elfo no fue el primero en pensar que esta no es su verdadera apariencia, aún así. Algunos, en el pasado, pensaron que iba disfrazada, otros que estaba maldita e incluso unos pocos acusaron a Ruru de estafadora ; No era sorprendente que el elfo se confundiera. La mujer, movió de izquierda a derecha su cabeza, para negar que estuviera usando equipamiento mientras escribía en la pared polvorienta;
“No es una armadura, es mi piel. Soy una mujer-bestia insecto.”
Las letras eran algo torpes dado que el frío había entumecido sus articulaciones bastante, dificultando que pudiera usar correctamente sus extremidades....Además de que estaba algo cansada y atontada. Aún así, la letra era decente y pulcra, fácilmente entendible y ordenada.
Leyó rápidamente lo que el dragón, cuyo nombre es Durvatyr, había escrito ¡Recordó que no se había presentado! ¡Que maleducado de su parte! La mujer-bestia, añadió abajo abajo;
“Mi nombre es Ruru Lepidoptera, gracias por permitirme pasar la noche aquí. Si hay algo que pueda hacer por vosotros, avisadme”
Inclinó levemente la cabeza en señal de saludo respetuoso a las tres personas frente a ella, siendo cortés especialmente con sus dos “anfitriones”. Una vez acabó de presentarse, volvió a su postura silenciosa y apartada, observando el intercambio entre los dos dragones curiosamente y un tanto confusa ¿No es su sirviente? ¿O tal vez lo malinterpretó?
Por como hablan, parece que el sirviente hizo algo en contra de su señor….A pesar de que Malorak parece bastante fiel….No, hay más detrás de esto muy probablemente….A saber qué pasó para que trate a su sirviente de esa forma….
Mentiría si Ruru dijese que no sentía extraña la interacción entre Durvatyr y Malorak; Las relaciones señor/sirviente eran extremadamente diferentes en los hombres-insecto. Para la Colmena, una sirviente “traicionando a su señor” o “poco confiables”. Era tan extraño e impensable que a Ruru le impactó y descoló ver, hará un tiempo atrás, un señor desconfiando de sus sirvientes por primera vez, durante un trabajo que tomó como guardaespaldas.
En la colmena, la figura conocida como “Reina” era más que una reina; Era una guía, una líder, una madre….Prácticamente una diosa. Un ente divino imposible de traicionar o difamar, es por eso que la Reina tampoco desconfía de sus sirvientes ni duda de su lealtad; Para Ruru era, tan natural como respirar, confiar en la inquebrantable lealtad de la colmena y, por su parte, confiar en esa misma lealtad. De todas formas, con el tiempo, fue acostumbrándose a este tipo diferente de interacción…..Aunque seguía siendo incapaz de comprenderlas.
Reina y colmena ¿huh?.....Me pregunto….Me pregunto que tal lo estará haciendo Iris en Dundarak….
Inevitablemente, terminó recordando la figura de la joven mujer-insecto ¿Que ta lo estará haciendo en la fría ciudad norteña? ¿Que llevó a la mujer-bestia quedarse en un lugar tan frío y mortal para los suyos? Un malestar llenó el pecho de la joven mariposa al recordar a su gente perdida. Buscando quitar las preocupaciones de su cabeza, se movió silenciosamente más al fondo y se sentó sobre la astillada y roñosa mesa de madera de aspecto viejo, era liviana así que la mesa resistió el peso perfectamente.
Si iban a hacer alguna clase de alquimia o lo que sea, necesitarán espacio, así que se alejó un poco más para evitar estorbar, y a su vez, ponerse en un lugar mínimamente seguro en caso de que algo saliera mal ¿Para qué serviría el ritual o lo que sea que Malorak estaba haciendo? La curiosidad la mantuvo en la sala, apesar de que estaba cansada y quería retirarse a su cuarto a descansar.
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Sonreí levemente ante el estrechón del dragón. No estaba molesto por lo de la arcilla en el suelo, pero ciertamente tampoco lucía contento. De hecho, no parecía haberlo estado en ningún momento, casi actuaba como si estuviese leyendo diligentemente todas sus líneas.
Parecía un estirado.
Tan sólo asentí a lo que me ofreció de explicación, que era sólo un te digo luego pero dicho con más palabras. No me alentaba que no fuese curar sino algo “similar”. Guardaba una lista muchísimo más elevada de no talentos que de talentos, como me estuviera confundiendo con alguien hábil me iban a sacar de la casa.
Lo cual me recordaba porque había entrado en ella, para empezar. Ladeé la cabeza junto a la insecto en cuanto esta lo hizo. Cuando comenzó a extender sus alas abrí un poco la boca, eran alas enormes. ¿Qué se supone qu…
—Ah —me limité a decir, como si entendiera. Una mujer-bestia insecto… «Que rara es… y que bonito escrib-»
Sobresalté un poquito donde estaba, algo que no sería visible para nadie ni siquiera, pero que yo, obviamente, había sentido. Volteé a ver al dragón de escamas rojizas, montando media sonrisa al ver como me estaba viendo.
Sobraba decir que no era agradable estar en los ojos de ningún depredador.
—Soy… —caminé hacia la arcilla, puede que fuese mejor empezar a limpiarla ya. Habían presentado al dragón como “señor”, así que debía ser el dueño de la casa—... Ander-
La cara se me torció en una mueca confusa al ver un mensaje hecho de la arcilla. Estaba hasta escrito… bien, no gramáticamente, sino que lucía agradable a los ojos. Resultaba levemente doliente e insultante, hasta los dragones podían animar mejor que yo. Negué con la cabeza para mí mismo, antes de devolver la mirada al dragón.
—Me llamo Anders.
«…Quizá verlo a los ojos no es tan buena idea, no vaya a creer que lo reto» pensé unos segundos después de haber establecido contacto visual, desviando la mirada a la mujer. Verla todavía producía una sensación curiosa, puede que tan sólo me sintiera confuso al no saber donde verla porque no tenía… bueno, no tenía ojos con la forma a la que yo acostumbraba.
En cuanto escuché un par de pasos de Malorak subiendo al piso de arriba me acerqué a ella, viendo a la pared, ¿Ruru? Ruru…
—Ledip… no no, Lepidop… t… Lepidotera. Lepipdot… —saqué la lengua, pinchándomela suavemente entre dos uñas, estaba comenzando a desesperarme—. Le – pi – dop – tera. Lepidoptera.
Me senté al otro extremo de la mesa. Sólo por impresión, acerqué un par de dedos frente a su cara para chasquearlos, parecía estar en lo suyo. Lo que fuese que pensaban las mariposas. Me preguntaba que tan malos modales demostraría si empezaba a hacerle preguntas.
—¿Y tú qué haces por aquí, Rururu? —apoye los brazos de la mesa, y mi cabeza de ellos—. Pensé que a los insectos no le gustaban el frío… oh, de hecho, ya que estamos, podrías decirme que cosas no les gusta a los insectos que les hagan.
«Aparte de pisarlos» sonó en algún rincón de mi cabeza.
—Quiero decir, ya sabes, cuanto la… ¿gente? Cuando los humanos, y los brujos, y elfos, y… —vi al piso de arriba, murmurando—… dragones, al menos en forma… ¿humana? En la forma que se parece, y los… —no, ya no podía hacer generalizaciones—…bueno, digo, algunos hombres-bestia se enojan, o se están enojando, hacen… esto.
Fruncí el ceño. Como si creyese que la mujer no pudiera hacerlo o no supiera.
¿Podía?
—O algo así —volví a mi expresión neutra—, ¿los insectos tienen algo parecido? ¿O es muy variable cómo para decir? Tú… hmm… eres una… ¿abej… —entrecerré los ojos, inclinándome lentamente de la silla para intentar ver mejor a la mujer, no se le veía un aguijón…
¿…Esto era una falta de respeto para las mujeres insectos? O sea, ¿el equivalente no-hombre-bestia era…?
—Ahm, una —me acomodé—. ¿Mariposa, supongo? Cualquier cosa menos un mosquito está bien.
Hubiese continuado mi asalto de preguntas de no ser por dos cosas, la primera es que aquello último me había dado algo de pena, y me había hecho darme cuenta de que estaba asaltándola a preguntas en primer lugar. Segundo, Malorak había venido por mí, vaya, que esto había sido muy rápido.
…
—Y-Ya voy. Se… se me olvidó recoger la arcilla —apunté a donde estaba, parándome. Me acerqué a ella y empecé a hacer una pelota en las manos sin ningún apoyo de magia, acumulando toda la que pude a prisas antes de alzarla y ponerla sobre la mesa, aplastándola un poco para que la mujer-insecto pudiese escribir allí—. ¡Ya vengo!
Seguí al dragón guiándome hacia el otro. Estaba solo él y un montón de… escamas, parecían.
—Sobre las escamas. Entiendo.
Me acerqué naturalmente hacia ellas y estuve a punto de hacer lo que me pidieron antes de me invadiera la duda.
«¿Las… las de Durvatyr o las del suelo…?» volteé a ver a Malorak. Señalando a las escamas del piso. De acuerdo a su señal haría lo pedido en las indicadas.
Parecía un estirado.
Tan sólo asentí a lo que me ofreció de explicación, que era sólo un te digo luego pero dicho con más palabras. No me alentaba que no fuese curar sino algo “similar”. Guardaba una lista muchísimo más elevada de no talentos que de talentos, como me estuviera confundiendo con alguien hábil me iban a sacar de la casa.
Lo cual me recordaba porque había entrado en ella, para empezar. Ladeé la cabeza junto a la insecto en cuanto esta lo hizo. Cuando comenzó a extender sus alas abrí un poco la boca, eran alas enormes. ¿Qué se supone qu…
—Ah —me limité a decir, como si entendiera. Una mujer-bestia insecto… «Que rara es… y que bonito escrib-»
Sobresalté un poquito donde estaba, algo que no sería visible para nadie ni siquiera, pero que yo, obviamente, había sentido. Volteé a ver al dragón de escamas rojizas, montando media sonrisa al ver como me estaba viendo.
Sobraba decir que no era agradable estar en los ojos de ningún depredador.
—Soy… —caminé hacia la arcilla, puede que fuese mejor empezar a limpiarla ya. Habían presentado al dragón como “señor”, así que debía ser el dueño de la casa—... Ander-
La cara se me torció en una mueca confusa al ver un mensaje hecho de la arcilla. Estaba hasta escrito… bien, no gramáticamente, sino que lucía agradable a los ojos. Resultaba levemente doliente e insultante, hasta los dragones podían animar mejor que yo. Negué con la cabeza para mí mismo, antes de devolver la mirada al dragón.
—Me llamo Anders.
«…Quizá verlo a los ojos no es tan buena idea, no vaya a creer que lo reto» pensé unos segundos después de haber establecido contacto visual, desviando la mirada a la mujer. Verla todavía producía una sensación curiosa, puede que tan sólo me sintiera confuso al no saber donde verla porque no tenía… bueno, no tenía ojos con la forma a la que yo acostumbraba.
En cuanto escuché un par de pasos de Malorak subiendo al piso de arriba me acerqué a ella, viendo a la pared, ¿Ruru? Ruru…
—Ledip… no no, Lepidop… t… Lepidotera. Lepipdot… —saqué la lengua, pinchándomela suavemente entre dos uñas, estaba comenzando a desesperarme—. Le – pi – dop – tera. Lepidoptera.
Me senté al otro extremo de la mesa. Sólo por impresión, acerqué un par de dedos frente a su cara para chasquearlos, parecía estar en lo suyo. Lo que fuese que pensaban las mariposas. Me preguntaba que tan malos modales demostraría si empezaba a hacerle preguntas.
—¿Y tú qué haces por aquí, Rururu? —apoye los brazos de la mesa, y mi cabeza de ellos—. Pensé que a los insectos no le gustaban el frío… oh, de hecho, ya que estamos, podrías decirme que cosas no les gusta a los insectos que les hagan.
«Aparte de pisarlos» sonó en algún rincón de mi cabeza.
—Quiero decir, ya sabes, cuanto la… ¿gente? Cuando los humanos, y los brujos, y elfos, y… —vi al piso de arriba, murmurando—… dragones, al menos en forma… ¿humana? En la forma que se parece, y los… —no, ya no podía hacer generalizaciones—…bueno, digo, algunos hombres-bestia se enojan, o se están enojando, hacen… esto.
Fruncí el ceño. Como si creyese que la mujer no pudiera hacerlo o no supiera.
¿Podía?
—O algo así —volví a mi expresión neutra—, ¿los insectos tienen algo parecido? ¿O es muy variable cómo para decir? Tú… hmm… eres una… ¿abej… —entrecerré los ojos, inclinándome lentamente de la silla para intentar ver mejor a la mujer, no se le veía un aguijón…
¿…Esto era una falta de respeto para las mujeres insectos? O sea, ¿el equivalente no-hombre-bestia era…?
—Ahm, una —me acomodé—. ¿Mariposa, supongo? Cualquier cosa menos un mosquito está bien.
Hubiese continuado mi asalto de preguntas de no ser por dos cosas, la primera es que aquello último me había dado algo de pena, y me había hecho darme cuenta de que estaba asaltándola a preguntas en primer lugar. Segundo, Malorak había venido por mí, vaya, que esto había sido muy rápido.
…
—Y-Ya voy. Se… se me olvidó recoger la arcilla —apunté a donde estaba, parándome. Me acerqué a ella y empecé a hacer una pelota en las manos sin ningún apoyo de magia, acumulando toda la que pude a prisas antes de alzarla y ponerla sobre la mesa, aplastándola un poco para que la mujer-insecto pudiese escribir allí—. ¡Ya vengo!
Seguí al dragón guiándome hacia el otro. Estaba solo él y un montón de… escamas, parecían.
—Sobre las escamas. Entiendo.
Me acerqué naturalmente hacia ellas y estuve a punto de hacer lo que me pidieron antes de me invadiera la duda.
«¿Las… las de Durvatyr o las del suelo…?» volteé a ver a Malorak. Señalando a las escamas del piso. De acuerdo a su señal haría lo pedido en las indicadas.
Anders
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Las escamas brillaron, y varias lineas azules surgieron sobre ellas. Segundos después, se desvanecieron, convertidas en tan solo polvo. Debajo de este, el cristal estaba más completo que antes: ahora su tono era completamente amarillo, aunque su forma no había cambiado.
Lentamente, Malorak se agachó a recogerlo y miró a Durvatyr. La siguiente parte era incómoda, pero el dragón ordenó que siguiese con un gesto de su cabeza. Usando la punta del cristal, Malorak lo clavó lentamente en su pata. Un pequeño flujo de sangre empezó a brotar de una nueva herida. El amuleto la absorbió por completo, tomando el mismo color que las escamas de Durvatyr mientras se fundía con ellas.
Recordando las condiciones, Malorak se postró en el suelo, permitiendo que el otro dragón presionase su garra sobre su cabeza. No lo aplastó, pero ambos sabían que podía hacerlo con tan sólo un mínimo movimiento.
Pero tras unos pocos segundos, la sangre dejó de brotar. El único rastro que quedaba del amuleto era un brillo metálico en una de las escamas del primordial. Y como si algo volviese a él, sacudió la cabeza y abrió la boca.
-Mataré a Lyssandra.- dijo. Los ojos del dragón se abrieron momentaneamente, sorprendido de oír su propia voz pronunciando aquellas palabras. -Bien hecho, Malorak. Si querías recuperar mi favor, lo has conseguido.- aseguró, alzando la garra que amenazaba a su sirviente. -Levántate.- ordenó.
-No es infalible. Necesita mantenimiento similar cada pocos días.- dijo este, haciéndo una reverencia. -Pero debería facilitar las cosas.-
Tenía su voz. Era un método ineficiente, y no muy fiable, pero por el momento, la tenía. Alzó el cuello y dejó escapar un rugido triunfal. El mundo iba a oír mucho más de su parte. Tras aquello, miró a los presentes a los ojos, uno por uno.
-Habéis hecho bien. Ahora, veamos si tenéis algo más... Tú, elfo. Anders...- llamó, considerando el nombre con cautela. De haber tenido su voz cuando entró, habría hecho aquello mismo: una "entrevista", por así decirlo. -¿Cuanto tiempo llevas vivo? No, no respondas... eres joven, mucho para uno de tu raza. ¿Por qué llevas eso?- cuestionó, refiriendose al montón de arcilla que el propio elfo había despreciado antes.
-Podrías haber estudiado cualquier tipo de magia. Purificación, sanación, impulso, naturaleza... Los druidas tenían muchos talentos como para que te conformases con uno que no aprecias.- dijo, casi divertido por sus propias palabras. -La tierra es mucho más que algo de arcilla a la que dar forma.- Se alzó con cierto orgullo. Estaba claro que era algo sobre lo que tenía mucho que decir. -Haces bien en elegir el mayor de los elementos, aunque sea de esa... forma tuya.-
-Faar.- Su palabra fue un susurro. La casa tembló ligeramente, como un simple escalofrío, casi imperceptible, y varios hilos de diminutas piedras empezaron a flotar por el aire hacia el suelo frente a él, asentándose y formando un pequeño montículo. -Inténtalo. Haz un golem de esto.- dijo, casi desafiándolo. Estaba claro que no iba a aceptar excusas sin que al menos se esforzase. Inmediatamente después, se centró en la insecto.
-Ruru Lepidoptera.- comenzó. -Eres incapaz de hablar, ¿hmm? Algo fácil de entender.- rió, observándola. -Muy bien. Te lo dejaré fácil, entonces. Puedes asentir o negar, es suficiente. ¿Tiene tu especie sus propias palabras?- inquirió. -Un lenguaje simple, imagino... con apenas un siglo de existencia, no hay mucho que pueda esperar.- contempló. -Y aun así, es más de lo que han hecho las demás razas en los últimos cien años.-
Dejó escapar una risa cruel y gutural, disfrutando de su propia broma.
-Bien, suficiente. Retiraos y descansad. Hay mucho tiempo por delante... para algunos.-
Durvatyr
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
No sé si lo hace aposta o es solo que es imbécil…...No. Parece que es solo imbécil
Pensó la mujer-bestia mientras miraba al elfo. No le molestaba que le preguntaran cosas de ella, tampoco la curiosidad por su gente, había cosas que jamás diría claro está ¿Pero porque le resultaría molesto preguntas sobre su aspecto o naturaleza? Siempre y cuando se preguntara de forma educada, las respondería sin problemas….Exacto; Siempre y cuando fuera de forma educada.
Claramente atosigada, la mariposa intentó poner una distancia entre ella y el elfo ¿Acaso no conocía la palabra “delicadeza” y “educación”? Al parecer, no. Lo curioso es que no veía malas intenciones del joven elfo, no notaba que fuera malicioso o arrogante con ella. No era un mal tipo, lo notaba por la forma en la que se estaba comportando. Era más bien la curiosidad propia de una buena persona, sin modales ni educación.
“Click~”
Chirrió disgustada y molesta en cuanto el hombre, de forma totalmente descarada, miró de más buscando un aguijón ¿Era consciente de que le estaba mirando el culo? Insultos, vejaciones e incluso hostilidad, estaba habituada a ellas, así que rara vez se ofendía tanto ¡Pero era la primera vez que alguien osaba ser tan abiertamente descarado! No es tonta, sabe perfectamente que no era la intención de Anders y que el elfo no parecía un mal tipo pero la desagradable sensación seguí ahí. Claramente molesta, la mujer apretó su mano diestra con fuerza y tensó los músculos de su extremidad, preparándose para un puñetazo en el estómago al molesto y maleducado elfo.
Cálmate, Ruru ¡Cálmate! Estás en una morada ajena, no hagas algo que pueda hacer que te echen. Es solo un tipo con pocas luces...Solo tienes que aguantarlo una noche.
Apretó la mano, buscando contener su molestia mientras miraba a la nada, buscando tranquilizarse. Para empezar, de naturaleza, Ruru nunca ha sido especialmente “violenta”, tal vez activa y temperamental, pero no poseía dificultades para controlar la ira. A los pocos minutos logró regresar a la silenciosa y tranquila ella, mirando al cacho de tierra aplastada frente a ella, decidió hacer lo que normalmente hace cuando alguien no le agrada; Ignorarlo a no ser que fuera estrictamente necesario hablar con él.
Sin prestar atención al elfo o a la tierra que dejó para que escribiera, la mariposa miró la escena del ritual en total silencio, prestando atención a cada pequeña acción ¡Entonces se trataba de ayudar al dragón Durvatyr a hablar! Le sorprendía que sus escamas pudieran ser usadas así. Escuchando la voz del dragón, Ruru movió sus antenas curiosamente ¡Su forma de hablar era curiosamente similar al de su mentora, la antigua reina de la colmena! Aunque la voz de la mujer era mucho más maternal y recta, como el de una madre estricta que guía con cuidado a sus hijos, y no fría y fuerte como la de dragón, el tono y uso de las palabras seguía ahí. Ruru se sintió un poco nostálgica, inevitablemente, recordó los días de infancia junto a la mantis y su hijo.
Me pregunto quien será Lyssandra
Buscando sacar los recuerdos de su cabeza, la mariposa se preguntó la identidad de la mujer que el dragón abiertamente amenazó. Debía odiarla mucho si sus primeras palabras eran una declaración de que iba a asesinarla. De todas formas, su pregunta solo se quedó ahí, en una incógnita en su cabeza. No pretendía inmiscuirse en los asuntos ajenos de un dragón que conoció esa misma noche, simplemente quería olvidar los melancólicos recuerdos de su ya destruido hogar.
Estado sumida en sus pensamientos, cuando escuchó su nombre entero de boca del dragón, se sobresaltó un poco. Movió sus antenas y miró directamente al enorme reptil, quien le hablaba con un extraño tono divertido ¿Que le resultaba tan gracioso? Si bien sus palabras no la ofendieron, si la hicieron sentir incómoda. No mentía al decir que su gente apenas poseía un siglo de historia, después de todo, su mentora era la segunda líder de la colmena y Ruru iba a ser la tercera. Y tampoco mentía al decir que su lengua es precaria; Su lengua consistía en el complejo sistema de chirridos y sonidos que, mediante el tono, la frecuencia y la intensidad transportaban el mensaje a la otra parte. No difería demasiado de los chirridos de un insecto promedio y Ruru lo sabía perfectamente; No decían palabras como tal, no al menos de la forma convencional. Es por eso que podía comunicarse también con insectos promedio, pues solo hacía falta usar el mismo sistema simplificado para las pequeñas criaturas. El dragón no dijo nada incorrecto.
Asintiendo para mostrar su entendimiento, la mujer mariposa movió sus antenas mientras acomodaba su postura, claramente preparándose para retirarse a su cuarto. Estaba cansada y quería dormir. ofreció una leve inclinación de respeto a sus dos anfitriones antes de retirarse, ignorando totalmente al elfo. Con un poco de suerte, sus alas se recuperarían lo suficientemente rápido como para no molestar a su movilidad al día siguiente. Pensando en eso, la mariposa se perdió por el pasillo rumbo los cuartos.
Ruru Lepidoptera
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Alcé ambas cejas ante el brillo de las escamas y lo que parecían caminos azules formándose sobre ellas. La sorpresa fue suficiente para que parase de 'curarlas', pero por suerte el trabajo parecía hecho. Miré hacia Malorak y luego el dragón rojo antes de notar el cristal que había estado debajo de todas las escamas. Abrí la boca para preguntar si debía hacer algo más, pero no, le tocaba al azul.
Me levanté y me retiré un par de pasos, viendo hacia la mesa, menos interesado en lo que pudiese seguir que lo que habría estado en que la mujer mariposa hubiese escrito sobre la arcilla, si hubiese escrito algo.
La había notado distinta poco antes de abandonar la mesa. Distinta... bueno, puede que fuese tensada, si se traducía a eso en su cuerpo insectil, pero a saber. Ya tenía ciertos problemas con interpretar el lenguaje corporal de los que lucían humanos como para ir a entender el de una hombre-bestia así de particular.
—Y-Uh.
Fuese lo que fuese que iba a decir se me olvidó al instante al ver la posición de Malorak, con una garra sobre su cabeza. Bueno, no iba a comentar sobre ello, «Cosas de dragón», seguro. Rituales había muchos. Rituales raros eran la mayoría. O puede que esto simplemente formase parte de la etiqueta señor-servidor entre los dragones.
—¿Lyssandra? —murmuré en medio de una mueca confusa, siguiendo la última palabra que me quedo de tal sentencia. Hubiese cuestionado lo mismo otra vez, en una voz más alta, pero no parecía ser un asunto en el que involucrarme así sin más. Malorak lucía bastante tranquilo para alguien que acababa de escuchar que su señor iba a matar a alguien, ¿aunque también parecía qué acababa de perdonarlo a él?
¿Le habían hecho algo?
Di un paso atrás tras el rugido, tomado por sorpresa en mi cabeza, situación que se me hacía y conocía típica. Luego de que el dragón terminase de escanear el sitio con la mirada, puse mi peso en ese pie que moví atrás, listo para darme vuelta y retirarme. No tuve chance para ello.
—¿Yo? —me señalé a mí mismo, como si hubiesen más Anders en el lugar—. Hmm, no estoy muy seguro, creo que deb... —cuando iba a decir algo simplemente me pidió que no lo hiciera. Volteé directo a la arcilla cuando dijo eso, no me era desconocido el tono y por ello a que se refería.
—Druidas —repetí tras él, alguien difícilmente ya se refería a los elfos como tales, era un término antiguo, con pocas razones para ser usado. Había cuestionado mi edad - ahora yo cuestionaba la suya. Lamentablemente a los dragones no es que les salieran arrugas en las escamas o una cosa así para andar adivinando.
Era increíble que fuese más raro hablando que cuando no estaba diciendo nada. Lo único que me resultaba evidente era lo que el dragón parecía estar haciendo tal por su propia cuenta: alguien era orgulloso, y parecía que arrastraba mucho orgullo de su poder sobre la tierra misma.
Acomodé mi postura mientras un montón de rocas empezaban a acercarse. Casi había sido como ver una línea de hormigas andar por el aire hasta posarse frente a... digamos, el rey, no una reina. Alcé la mirada del montículo a él, conocía de brujos manipulando tierra, y demostraciones, los había visto mover la tierra en ella misma... por el suelo. No por el maldito aire. Era un dragón viejo, o uno talentoso.
Quizá ambas.
Todavía sin decir nada volteé hacia la mujer mariposa en cuanto el dragón se refirió a ella. «Un siglo. Entonces tiene al menos un siglo viviendo» vi a Durvatyr. «O leyó un libro o pergamino... claro... ¿Se supone qué hay libros sobre esto?»
Dioses, como se reía. Me sentía más cómodo cuando estaba callado. El corazón casi se me hundió cuando la mujer hizo una reverencia, por tres cosas: primero que estaba resultandome claro que todos aquí tenían modales de algún tipo. Bueno, Durvatyr no parecía ser uno que hiciera reverencias; pero igual, era alguien que las recibía.
Segundo, ahora me iba a quedar con el dragón y el montículo. Ese "Inténtalo" me había resonado más como "Hazlo."
Tercero, tenía la leve impresión de que no se estaba despidiendo de mí.
—Descansa —alcé una mano como despedida a la mujer insecto mientras se retiraba. Me di vuelta justo después, viendo a los ojos del dragón y al montículo, un suspiro asomado justo detrás de mi boca.
—No puedo —fui directo al grano, encogiéndome de hombros y subiendo la mano que ya tenía arriba para añadir al gesto—, señor Durvatyr —me apresuré a añadir, haciendo un esfuerzo consciente por ponerme al nivel de modales del resto de la casa.
—Esos camin... uh, tipos de magia —decidí por usar la misma 'terminología' que él— de los que habla, bueno, no sé si los druidas tenían tantos talentos. A día de hoy, uno de los tres clanes más grandes de Sandorai no puede usar magia. O no puede indulgir tanto en ella como otros, al menos —me miré la palma, sacudiéndola—. Sanar sí, todos parecen poder, pero en una raza donde todos pueden curar esto no es nada contra la verdadera sanación. Hacer que vuelvan a crecer brazos o piernas completas, cosas así, lo que yo hice no me pone sobre ningún otro elfo, en realidad.
Le sonreí al dragón, estirando las manos hacia el montículo. Una presencia suave e imperceptible; el éter yendo hacia el montículo, sufriendo el destino de un hilo que simplemente se quebraba ante la tensión que suponían las piedritas.
Nada.
— Me temo que me está sobrestimando, para lo mucho que me alegra que alguien lo haga por alguna vez —reí, bajando las manos—. No estudié ninguno de esos tipos de magia. No tenía quien me enseñara, ni siquiera élfico mismo, hay alguna palabra que se me escapa de pergaminos.
Alcé ambas manos otra vez, esta vez a los lados en vez de frente a mí.
—No significa que no sepa trabajar arcilla para hacer vasijas, y lo que le interesa, en cualquier caso, puedo hacer lo que todo otro elfo. Magia de luz leve para curar, y aquí su hombre, Malorak, dijo que necesita… ¿mantenimiento? ¿Más de este proceso raro? Si requiere más magia de mi parte, con gusto —le ofrecí, antes de marchar hacia la mesa y empezar a empujar toda la arcilla abajo con barridas del brazo—. ¿Hay comida aquí, por cierto? —vi al par—. Si no, mañana temprano puedo salir a ver qué cazo.
Con eso, no hice distinto a la mariposa. Asentí al dragón y tomé la arcilla, empujándola en una bola hacia uno de los cuartos para descansar.
Me levanté y me retiré un par de pasos, viendo hacia la mesa, menos interesado en lo que pudiese seguir que lo que habría estado en que la mujer mariposa hubiese escrito sobre la arcilla, si hubiese escrito algo.
La había notado distinta poco antes de abandonar la mesa. Distinta... bueno, puede que fuese tensada, si se traducía a eso en su cuerpo insectil, pero a saber. Ya tenía ciertos problemas con interpretar el lenguaje corporal de los que lucían humanos como para ir a entender el de una hombre-bestia así de particular.
—Y-Uh.
Fuese lo que fuese que iba a decir se me olvidó al instante al ver la posición de Malorak, con una garra sobre su cabeza. Bueno, no iba a comentar sobre ello, «Cosas de dragón», seguro. Rituales había muchos. Rituales raros eran la mayoría. O puede que esto simplemente formase parte de la etiqueta señor-servidor entre los dragones.
—¿Lyssandra? —murmuré en medio de una mueca confusa, siguiendo la última palabra que me quedo de tal sentencia. Hubiese cuestionado lo mismo otra vez, en una voz más alta, pero no parecía ser un asunto en el que involucrarme así sin más. Malorak lucía bastante tranquilo para alguien que acababa de escuchar que su señor iba a matar a alguien, ¿aunque también parecía qué acababa de perdonarlo a él?
¿Le habían hecho algo?
Di un paso atrás tras el rugido, tomado por sorpresa en mi cabeza, situación que se me hacía y conocía típica. Luego de que el dragón terminase de escanear el sitio con la mirada, puse mi peso en ese pie que moví atrás, listo para darme vuelta y retirarme. No tuve chance para ello.
—¿Yo? —me señalé a mí mismo, como si hubiesen más Anders en el lugar—. Hmm, no estoy muy seguro, creo que deb... —cuando iba a decir algo simplemente me pidió que no lo hiciera. Volteé directo a la arcilla cuando dijo eso, no me era desconocido el tono y por ello a que se refería.
—Druidas —repetí tras él, alguien difícilmente ya se refería a los elfos como tales, era un término antiguo, con pocas razones para ser usado. Había cuestionado mi edad - ahora yo cuestionaba la suya. Lamentablemente a los dragones no es que les salieran arrugas en las escamas o una cosa así para andar adivinando.
Era increíble que fuese más raro hablando que cuando no estaba diciendo nada. Lo único que me resultaba evidente era lo que el dragón parecía estar haciendo tal por su propia cuenta: alguien era orgulloso, y parecía que arrastraba mucho orgullo de su poder sobre la tierra misma.
Acomodé mi postura mientras un montón de rocas empezaban a acercarse. Casi había sido como ver una línea de hormigas andar por el aire hasta posarse frente a... digamos, el rey, no una reina. Alcé la mirada del montículo a él, conocía de brujos manipulando tierra, y demostraciones, los había visto mover la tierra en ella misma... por el suelo. No por el maldito aire. Era un dragón viejo, o uno talentoso.
Quizá ambas.
Todavía sin decir nada volteé hacia la mujer mariposa en cuanto el dragón se refirió a ella. «Un siglo. Entonces tiene al menos un siglo viviendo» vi a Durvatyr. «O leyó un libro o pergamino... claro... ¿Se supone qué hay libros sobre esto?»
Dioses, como se reía. Me sentía más cómodo cuando estaba callado. El corazón casi se me hundió cuando la mujer hizo una reverencia, por tres cosas: primero que estaba resultandome claro que todos aquí tenían modales de algún tipo. Bueno, Durvatyr no parecía ser uno que hiciera reverencias; pero igual, era alguien que las recibía.
Segundo, ahora me iba a quedar con el dragón y el montículo. Ese "Inténtalo" me había resonado más como "Hazlo."
Tercero, tenía la leve impresión de que no se estaba despidiendo de mí.
—Descansa —alcé una mano como despedida a la mujer insecto mientras se retiraba. Me di vuelta justo después, viendo a los ojos del dragón y al montículo, un suspiro asomado justo detrás de mi boca.
—No puedo —fui directo al grano, encogiéndome de hombros y subiendo la mano que ya tenía arriba para añadir al gesto—, señor Durvatyr —me apresuré a añadir, haciendo un esfuerzo consciente por ponerme al nivel de modales del resto de la casa.
—Esos camin... uh, tipos de magia —decidí por usar la misma 'terminología' que él— de los que habla, bueno, no sé si los druidas tenían tantos talentos. A día de hoy, uno de los tres clanes más grandes de Sandorai no puede usar magia. O no puede indulgir tanto en ella como otros, al menos —me miré la palma, sacudiéndola—. Sanar sí, todos parecen poder, pero en una raza donde todos pueden curar esto no es nada contra la verdadera sanación. Hacer que vuelvan a crecer brazos o piernas completas, cosas así, lo que yo hice no me pone sobre ningún otro elfo, en realidad.
Le sonreí al dragón, estirando las manos hacia el montículo. Una presencia suave e imperceptible; el éter yendo hacia el montículo, sufriendo el destino de un hilo que simplemente se quebraba ante la tensión que suponían las piedritas.
Nada.
— Me temo que me está sobrestimando, para lo mucho que me alegra que alguien lo haga por alguna vez —reí, bajando las manos—. No estudié ninguno de esos tipos de magia. No tenía quien me enseñara, ni siquiera élfico mismo, hay alguna palabra que se me escapa de pergaminos.
Alcé ambas manos otra vez, esta vez a los lados en vez de frente a mí.
—No significa que no sepa trabajar arcilla para hacer vasijas, y lo que le interesa, en cualquier caso, puedo hacer lo que todo otro elfo. Magia de luz leve para curar, y aquí su hombre, Malorak, dijo que necesita… ¿mantenimiento? ¿Más de este proceso raro? Si requiere más magia de mi parte, con gusto —le ofrecí, antes de marchar hacia la mesa y empezar a empujar toda la arcilla abajo con barridas del brazo—. ¿Hay comida aquí, por cierto? —vi al par—. Si no, mañana temprano puedo salir a ver qué cazo.
Con eso, no hice distinto a la mariposa. Asentí al dragón y tomé la arcilla, empujándola en una bola hacia uno de los cuartos para descansar.
Anders
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
El elfo era hablador. Durvatyr sonrió. Era más fácil evaluar de esa forma. Cuanto decía alguien, cuanto callaba... Pero sus acciones también eran importantes. Accedió a intentar lo que el dragón pedía, aunque fue en vano.
-Ah, una lástima. Pero puede que tengas potencial. Si has llegado a hacer... eso, sin ningún tipo de enseñanza. ¿Que crees que podrías hacer con un maestro, hmm?- preguntó. Era servicial, pese a todo. El dragón lo contempló con curiosidad. -Lo tendré en cuenta. Puedes retirarte. Malorak, ofrécele algo adecuado para comer.-
-Si, mi señor.- asintió. A continuación, guió al elfo hasta lo que parecía ser una cocina. Había frutos silvestres y algunas piezas de fruta a su disposición: el propio sirviente las había recolectado o traído de Dundarak, respectivamente. Después, volvió con Durvatyr.
El dragón suspiró. Era como si hubiesen pasado meses. Se sentía agotado tras aquello. Tenía su voz, aunque solo fuese temporalmente.
-Pero es un paso...- musitó. Cerró los ojos, acomodándose.
Se despertó con hambre. Irritante. Se sentía como si no hubiese hecho o comido nada en tres meses. Ya había amanecido, por lo que era tan buen momento como cualquier otro.
-Malorak. Anders. Ruru Lepidoptera.- llamó. Ni siquiera fue un grito, pero la roca transmitió su voz como si las paredes y el suelo fuesen de papel. El sirviente fue el primero en acudir, haciendo una reverencia. -Anders se presentó voluntario para cazar ayer. Es una excelente idea. Pero no vamos a satisfacernos con cualquier cosa.- declaró. -Estamos en el lugar perfecto.-
-Mi señor. ¿Se refiere a...?-
-Bégimo. Si, Malorak. Llevo ansiando algo de calidad desde que me desperté.- dijo. Su mirada dejó claro que no se refería a su "despertar" de hace unos minutos atrás. -Sabes prepararla adecuadamente, ¿cierto?-
-Sí, mi señor. Tenemos especias variadas. Sólo especias, debo añadir. No esperaba invitados, por lo que apenas queda fruta: pensaba reunir más hoy.- afirmó. -¿Está seguro, mi señor? Los bégimos no son fáciles de batir.-
-Quizás para alguien sin alas.- replicó. -No me cuestiones, Malorak. Donde haya bégimos, también habrá frutos que recolectar.
-...Mis disculpas. Tiene razón.- concedió el sirviente. -Se hará su voluntad.-
-Muy bien. Y ya tuvimos la palabra de Anders.- dijo con toda naturalidad. A continuación, se giró hacia Ruru. -Mujer bestia. ¿Quieres ofrecer tu ayuda? Tendrás comida suficiente como pago, sea en carne, fruta o planta.- aseguró.
Una vez zanjada la conversación, Malorak realizó los escasos preparativos, tomando cuchillos de caza y grandes bolsas de piel y cuero que había encontrado en aquel hogar. Pero en cuanto abrió la puerta, se encontró con un problema. Una masa de nieve bloqueaba la entrada casi por completo. Debía haber estado nevando toda la noche.
Durvatyr dejó escapar una risa grave, contemplando desde su posición y miró a Malorak, expectante.
Aquello no debía ser un problema para él. El sirviente sacó una esfera de cristal de la bolsa que llevaba y la alzó frente a sí mismo, concentrándose.
-Ral... De'hus.- pronunció. La nieve se apartó de su camino, formando unos escalones que permitirian avanzar. Con aquello, Durvatyr abrió su propio camino y despegó, aleteando para examinar la zona.
-Ah, una lástima. Pero puede que tengas potencial. Si has llegado a hacer... eso, sin ningún tipo de enseñanza. ¿Que crees que podrías hacer con un maestro, hmm?- preguntó. Era servicial, pese a todo. El dragón lo contempló con curiosidad. -Lo tendré en cuenta. Puedes retirarte. Malorak, ofrécele algo adecuado para comer.-
-Si, mi señor.- asintió. A continuación, guió al elfo hasta lo que parecía ser una cocina. Había frutos silvestres y algunas piezas de fruta a su disposición: el propio sirviente las había recolectado o traído de Dundarak, respectivamente. Después, volvió con Durvatyr.
El dragón suspiró. Era como si hubiesen pasado meses. Se sentía agotado tras aquello. Tenía su voz, aunque solo fuese temporalmente.
-Pero es un paso...- musitó. Cerró los ojos, acomodándose.
[. . .]
Se despertó con hambre. Irritante. Se sentía como si no hubiese hecho o comido nada en tres meses. Ya había amanecido, por lo que era tan buen momento como cualquier otro.
-Malorak. Anders. Ruru Lepidoptera.- llamó. Ni siquiera fue un grito, pero la roca transmitió su voz como si las paredes y el suelo fuesen de papel. El sirviente fue el primero en acudir, haciendo una reverencia. -Anders se presentó voluntario para cazar ayer. Es una excelente idea. Pero no vamos a satisfacernos con cualquier cosa.- declaró. -Estamos en el lugar perfecto.-
-Mi señor. ¿Se refiere a...?-
-Bégimo. Si, Malorak. Llevo ansiando algo de calidad desde que me desperté.- dijo. Su mirada dejó claro que no se refería a su "despertar" de hace unos minutos atrás. -Sabes prepararla adecuadamente, ¿cierto?-
-Sí, mi señor. Tenemos especias variadas. Sólo especias, debo añadir. No esperaba invitados, por lo que apenas queda fruta: pensaba reunir más hoy.- afirmó. -¿Está seguro, mi señor? Los bégimos no son fáciles de batir.-
-Quizás para alguien sin alas.- replicó. -No me cuestiones, Malorak. Donde haya bégimos, también habrá frutos que recolectar.
-...Mis disculpas. Tiene razón.- concedió el sirviente. -Se hará su voluntad.-
-Muy bien. Y ya tuvimos la palabra de Anders.- dijo con toda naturalidad. A continuación, se giró hacia Ruru. -Mujer bestia. ¿Quieres ofrecer tu ayuda? Tendrás comida suficiente como pago, sea en carne, fruta o planta.- aseguró.
Una vez zanjada la conversación, Malorak realizó los escasos preparativos, tomando cuchillos de caza y grandes bolsas de piel y cuero que había encontrado en aquel hogar. Pero en cuanto abrió la puerta, se encontró con un problema. Una masa de nieve bloqueaba la entrada casi por completo. Debía haber estado nevando toda la noche.
Durvatyr dejó escapar una risa grave, contemplando desde su posición y miró a Malorak, expectante.
Aquello no debía ser un problema para él. El sirviente sacó una esfera de cristal de la bolsa que llevaba y la alzó frente a sí mismo, concentrándose.
-Ral... De'hus.- pronunció. La nieve se apartó de su camino, formando unos escalones que permitirian avanzar. Con aquello, Durvatyr abrió su propio camino y despegó, aleteando para examinar la zona.
Durvatyr
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Re: Confesiones [Interpretativo, Libre] [3/3]
Ruru escuchó al día siguiente la voz de Durvatyr casi una hora después de que ella despertara. Ya se había puesto el equipo, había hecho el mantenimiento básico a su armadura y espada ¡Solo faltaba acicalar sus preciadas alas! Siempre fue una mujer madrugadora, y de por sí su gente dormía bastante poco. De todas formas, ya solo le faltaba pasar el cepillo por las puntas del ala derecha para estar completamente lista. Seguían un poco rígidas por el frío, pero podía moverlas decentemente gracias al interior cálido de la masía.
Debería ir bajando, sería impropio hacer esperar a mis anfitriones.
Rápidamente, la mariposa terminó de acicalar sus alas y de guardar las escamas independientemente de su estado ¡Ya las seleccionaría luego, con más tiempo y más tranquila! Agilmente, colocó en su cintura su espada de una sola mano que apoyó en la polvorienta cama, se puso su capa, y finalmente su cinturón de trabajo para luego salir silenciosamente de su cuarto a paso rápido. No es como si estuviera en un trabajo en el que se requiriera semejante compostura formal, pero seguía siendo lo suficientemente formal como para permanecer con la actitud y distancia que se requeriría en uno.
Ya en la sala y sentada una de las viejas sillas de la mesa, escuchó en silencio al par de dragones. Puesto que heredó una constitución más cercana a los insectos que a los humanos, Ruru tenía una dieta bastante propia de una mariposa; No podía consumir nada que no fuera néctar, fruta o miel -Y sus derivados mas cercanos.-…...O otros insectos…...Cualquier otra cosa podría hacerla enfermar o vomitar enseguida; Su límite estaba en comidas muy suaves como pan tostado o arroz muy pasado y blandito. Debido a eso, siempre llevaba encima algunos potes con una especie de papilla hecha a base de pulpa de fruta y néctar que era su alimento -Y el de sus mariposas también, de echo.- . Realmente no necesitaba salir a por comida. De todas formas, asintió y levantó su capa para que el dragón pudiera ver su espada, dejando claro su mensaje; Saldría a cazar y a recolectar fruta con el resto.
Es lo mínimo que puedo hacer, después de todo
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La nieve se había acumulado incluso más que el día anterior. Ayer apenas le llegaba hasta la pantorrilla pero en esos momentos le llegaba casi hasta la mitad de los muslos ¡Y eso que el Sol probablemente derritió un par de centímetros! Afortunadamente, esta vez Ruru salió preparada y sabiendo lo que le esperaba en el exterior; Incluso si era asfixiante y molesto, cubrió sus alas de mariposa bajo su capa para evitar que volvieran a congelarse. A su vez, también se aseguró de recordar cuidadosamente sus propios movimientos para evitar volver a perderse; Era ingenua pero no tonta, no cometería el mismo error por segunda vez.
Desconozco que clase de criaturas viven en estas tierras ¿Quizá solo recolecte fruta? Me preocupa ese elfo, no parece ser muy avispado ¿Estará bien por su cuenta? Sería malo si algo le ocurriera en medio de la montaña
Mientras metía en su bolsa algunos frutos del tamaño de su puño, pensó en el "joven" elfo de ojos violetas. Incluso si se había llevado una primera mala impresión de él, no le deseaba ningún mal y hasta se preocupaba un poco por su seguridad. Quizá, en vez de ir por su cuenta, debería haber ido con él por si acaso.....Aunque si había llegado hasta ahí por su cuenta, no debía ser precisamente débil.
Pensando en el elfo ¿Donde estarán el resto? No deberíamos alejarnos mucho los unos de los otros....
Ruru movió sus azuladas y mullidas antenas que sobresalían de su capa de invierno, buscando cualquier movimiento de sus compañeros en la lejanía. Ruru no tenía una vista demasiado buena, pero su audición era excelente y sensación de movimiento muy superior a la media; Si había algo o alguien en la zona, lo sabría. Es por eso que se alarmó un poco al no detectar ninguna señal de ellos, solo el silencio esperable de una montaña nevada.
¿Me habré alejado bastante? Pude encontrar algo de fruta, quizá es momento de volver...
No era una experta en frutas norteñas pero encontró unas cuantas de las más típicas y fácilmente reconocibles ¡Las había visto antes en la posada, estaba bastante segura de ello! También vio algunas otras que no conocía, pero las dejó estar por miedo a que fueran toxicas, no tocaría nada que no conociese de antemano. Guardó cada fruta en su bolso, sin intenciones de comer ninguna; Acostumbrada como estaba a los frutos jugosos y dulces de tierras más cálidas, encontraba esos frutos algo insípidos y secos así que las recogió más que nada para entregarlas a sus anfitriones.
*grrrr*
El gruñido gutural de una bestia sonó en la distancia, haciendo bailar las antenas de Ruru y poniéndola en guardia. Podía escuchar las fuertes y pesadas pisadas de algo corriendo hacía ella, fuera lo que fuera era bastante más grande que ella y parecía molesto. Habiendo tenido unos segundos para prepararse, la mujer ya había desenvainado su espada y tomó la posición adecuada para recibir lo que fuera que buscaba embestirla.
“....¿...?....¡Click!”
Interceptó a su contrincante con el filo de su fiel y preciada espada, siendo arrastrada varios metros a pesar de la profunda cota de nieve que hacía presión en la parte trasera de sus piernas ¡Afortunadamente logró mantener la postura gracias a la fuerza natural en los hombres-bestia insecto! Lo primero que reconoció en su contrincante fueron los dos enormes cuernos rugosos de un sucio color biege, seguido de las figura y físico de un extraño cruce entre felino, cánido y taurino ¿Un bégimo? ¿Quizá se metió en su territorio sin querer? Sabía que la zona era territorio de bégimos. Había aceptado peticiones de caza de bégimos sureños en el pasado, no era algo nuevo para ella pero sabía de primera mano que era algo para cazar en grupo. Enfrentarse a semejante criatura en solitario era más dirigido a mercenarios más experimentados y con el equipo requerido. Ruru, suspiró; No era algo con lo que pudiera lidiar sola, sería mas inteligente retirarse y evitar confrontaciones en solitario.
Tengo la fruta, me retiraré por ahora….
Reconociendo su falta de habilidades y experiencia, Ruru enseguida formó un plan para escapar de la situación sin salir dañada o muerta. No podría resistir demasiado contra la fuerza bruta de los bégimos, debía ser rápida y precisa para salir de esa. Valiéndose de su flexibilidad, la mujer-bestia se giró mediante su cintura para hacerse a un lado de la embestida del bégimo ¡La criatura, quien seguía intentando embestir a la mariposa, siguió avanzando por la inercia de su propio ataque! Aprovechando la ocasión, Ruru clavó su espada en el costado de la bestia, enterrando un poco su espada y luego desclavandola de inmediato. La bestia quedó aturdida levemente por la sensación de ardor y dolor al haber sido apuñalado, gruñendo y gimiendo de forma confusa y molesta.
Es mi oportunidad….
Tomando los segundos en los que el begimo estaba aturdido por el dolor, Ruru desplegó sus alas que reposaban bajo su capa y alzó el vuelo sin dudarlo ¡De inmediato sintió el dolor recorrer por toda su espalda! Una de sus alas, la derecha, estaba severamente dañada de un encuentro pasado y dolía mucho cuando volaba. Por lo general evitaba usarlas para algo que no fuera planear, podía recuperarse de la herida si no forzaba demasiado el vuelo ¡Pero la situación lo acreditaba! Solo tenía unos segundos para alejarse del bégimo y perderlo, sino la seguiría.
Alejémonos, por ahora...
Evitando centrarse en el ardor, Ruru voló en la dirección contraria a la bestia. Sus grandes alas azuladas, a pesar de la leve torpeza de su usuaria, seguían viéndose hermosas y solemnes al aletear para mantener la altura; Parecían casi traslucidas de no ser por las hermosas tonalidades azuladas y moradas-rosadas que decoraban finamente los patrones en estas. La larga cola al final de sus alas de hondeaba como un manto, dejando caer un poco de escarcha y rocío congelado. Era una visión casi de fantasía, irónicamente hermoso a pesar del dolor al que Ruru era sometida.
Ruru Lepidoptera
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Reivy Abadder
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