Quid pro quo [Interpretativo, libre]

Qué duro es ser como nosotros, o al menos eso fue lo que me enseñaron mis difuntos padres, de los cuales a penas recuerdo el olor a mazorca y las sonrisas falsas. Es curioso porque tenían mi edad cuando murieron entre las llamas del poblado, y sí, es verdad, me hubiese gustado quedarme a contemplar como se deshacían poco a poco entre el fuego del infierno, donde algún día nos veremos. Poco importan ya esos lobos convertidos en cenizas. Es difícil, ciertamente, retener ese instinto que lucha por salir a cada instante, sí, ese otro ser que convive con nosotros, pero una cosa está clara, mis padres no tenían ni idea de la vida.

La gente normal piensa, y habla, muchos hablan antes de pensar, o sin pensar, otros hablan sin saber qué dicen. Pero no es fácil ser como nosotros, si pudiese pensar como ellos, no pensaría. Todo empezó, pues todo tiene un comienzo y un final, pero a veces desconocemos los detalles, y así es mi historia,un montón de papeles desordenados, pasado dudoso, futuro incierto. Esa sensación de ira que te invade, que te ciega y no te deja pensar, solo hablas o actúas dejándote llevar por tus instintos más animales, pues esa sensación que tenéis a veces, nosotros siempre la tenemos. Sí, digo nosotros porque nosotros no somos como vosotros, humanos, somos lobos; Animales corroídos por el instinto,nos miráis y nos tratáis como si fuésemos como vosotros, pero lo que no sabéis es que cada segundo que pasáis mirándonos, más ganas tenemos de mataros...

Nana escribía, fruncía el ceño y arrancaba las hojas de un pequeño libro de hojas blancas, con lo caro que estaba el papel a ella no parecía afectarle mucho. Pequeños garabatos y letras se desdibujaban a medida que se iban metiendo en el río y circulaban río abajo hasta lugares que jamás podría imaginar nadie. Se rascaba la frente en busca de alguna idea. Desde aquel encuentro con Lucius, el mago, intentaba dejar al menos una pequeña huella de su vida en lo que quiera que fuese aquello, se había creado una pequeña obsesión: Formar parte de la historia. Le daba miedo acabar como sus padres, calcinada en alguna pequeña aldea después de una monótona vida como camarera en una posada de mala muerte en una ciudad de humanos; No, ella no podía acabar así, había subido demasiado alto para caer en picado de tal forma. 

No volvió a arrancar ninguna hoja, se apartó la libreta del regazo, donde estaba escribiendo, y metió los pies en el agua viendo pasar las hojas secas que corrían río abajo.  Se frotó la barbilla con el índice con cara de fastidio. Se puso en pie con agilidad encima de la roca en la que estaba sentada, allí, a la orilla del río. Odiaba ser molestada en sus días de descanso, ni siquiera Siegfried lograba retenerla en aquellos días. Tenía a penas 23 años y había hecho de todo en la vida, había viajado por todo Aerandir, había luchado contra dragones, había montado en barco, formado un clan... Había enamorado y se había enamorado de tantos hombres como noches en un año. Se había emborrachado tanto que había acabado durmiendo en un banco del puerto... Pero pronto la gente olvidaba sus hazañas, y más pronto olvidarían su nombre. 

Recogió su melena negra ondulada por la humedad en una cinta y se acomodó la camisa blanca que llevaba, se había quitado el cinto de la cintura y el chaleco y los había dejado sobre un árbol, al igual que las botas y calcetines. Ahora vestía con ropa cara comprada por el mismísimo rey y la corte, pantalones de pinzas de lino, pues ella se negó en rotundo a llevar vestidos pomposos. 
-Si algo aprendí en Aerandir, es que no todas las historias de princesas tienen finales felices. -Murmuró en voz baja y suspiró hondo, bufando el pequeño mechón de pelo que le caía sobre la cara para apartarlo. Imaginaba su vida, cómo habría sido si hubiese sido una mujer normal, de las que se ponen vestido a todas horas y corsé a cual más ajustado, pero enseguida volvía a la realidad. 

Posó sus manos detrás de la nuca y giró la cabeza de lado, mirando a la nada, a cómo los árboles se movían sin parar fruto del aire. El mundo tenía demasiada belleza para admirarlo ella sola, quizá debería de haber sido artista, pero ¿Dónde se había visto una loba artista? Quizá su vida hubiese sido mejor siendo carnicera, o frutera, quizá pescadera... Se habría casado con algún señor de la aristocracia, habría esperado a que se muriese o algún día por accidente él habría aparecido muerto en su pequeño señorío. No, ella aspiraba más alto, aspiraba a ser una licántropa reconocida por su propio pie.

Estaba tan sumergida en sus pensamientos que casi no notó que alguien más admiraba la belleza del río muy cerca de ella, demasiado para su gusto. Había cerrado los ojos suspirando, escuchando la música que hacía el bosque, el viento, el agua... Estaba a punto de comenzar la época de lluvias y pronto aquel paisaje bucólico se convertiría en una guerra de truenos y lluvia, tenía que aprovechar los últimos momentos. Casi no se dio cuenta de aquel humano, casi... Pero su naturaleza animal la había alertado mucho antes, así que casi ni notó cuando el hombre mancilló su santuario, tocó el agua y se sentó en sus rocas. No abrió los ojos, se quedó allí un rato hasta que el hombre terminó de acomodarse sobre la roca y entonces bajó los brazos de su nuca y se cruzó de brazos. 

No le infundía confianza la gente demasiado amable, nadie se fiaba de nadie en el territorio del este, y menos un humano como aquel. Nana siguió sin mirarle, miraba el río y como su curso la hipnotizaba. Se rascó la barbilla mordiéndose el labio y frunció el ceño pensando en la pregunta del hombre. 
-Se podría decir que sí. -Respondió encogiéndose de hombros, no pretendía ser hostil con nadie, y menos un humano, luego se llevaría una buena bronca de Siegfried o de Saladino.

Giró la cabeza para ver al humano, de avanzada edad al parecer, con una brecha que le cruzaba el rostro, no le infundía nada de confianza, le recordaba demasiado a Ojo Rojo y a su pasada historia en la nieve. ¿Serían familia? Nana esbozó una pequeña sonrisa de medio lado y negó con la cabeza apartando sus divagaciones, aún las heridas estaban recientes de aquella pelea, llevaba apretados los vendajes del hombro y del abdomen para que no se abriesen las heridas, sus compañeros habían hecho un buen trabajo con eso y sanarían rápido. 

Ladeó la cabeza y recogió del suelo el cuaderno donde apuntaba sus notas, a menudo frases sueltas que se le venían a la cabeza, divagaciones, y lo guardó en el bolsillo. 
-¿Qué le trae por aquí? Si no es mucho preguntar, claro. -Preguntó curiosa con una sonrisa amigable mientras jugueteaba a la pata coja sobre las piedras, saltando de unas a otras en la orilla del río y algunas dentro del mismo riachuelo. El riachuelo era un pequeño afluente del gran río Tymer, que pasaba cerca de su guarida, no era un sitio muy concurrido y le daba curiosidad la naturaleza de la "visita".

Unas voces a cierta distancia interrumpen mi siesta entre unas rocas. Había quedado de costado, en un hueco que hacian dos grandes raices de un árbol. Pensaba que este lugar estaba desierto de gentes capaces de hablar.Me habian caido algunas hojas encima, que cayeron al moverme.
Me incorpré a medias, decidida a levantarme, ya que había dormido demasiado despues de un largo viaje y mirá hacia todos lados en busca de los extraños. Nadie.

Entonces debían estar del otro lado del árbol, en el rio. Me levanté sacudiendome, y tirando el pelo hacia atrás. Estaba algo enmarañado por la falta de cuidado. Mas tarde me daría algún baño en las aguas del Tymer.

Observé con cautela por detrás del árbol, donde había una muchacha de pelo negro y camisa blanca, sentada allí, con los pies sobre el agua y cerca un hombre de cabello gris.No podía ver sus facciones ya que estaban de espaldas. Medité si sería buena idea acercarme o no.Recogí mi fardo y lo coloqué sobre mi hombro derecho, y ajusté mi espada en el lado izquierdo del cinturón. Mientras dormía, el cinturón se había desajustado. Eché una última mirada con cariño a las dos raices que me acobijaron durante la noche. Hacía tiempo que no dormía tan cómoda.Volví la vista a los extraños, debatiendo aún si acercarme.

Había sido realmente tonta, era un simple humano, nada que realmente le pudiese interesar. Escuchó lo que decía aquel hombre pero poco le importaba a ella qué hacía o dejaba de hacer él allí, tan lejos de "casa". Nana tenía tantas casas que ano sabía dónde dormir cada noche. Negó con la cabeza ante las palabras del hombre. Había que estar loco para ir hasta el territorio licántropo solo para cazar, era adentrarse en territorio de manadas hostiles, gente a la que quizá los humanos no les fuesen muy amigables, o peor aún, luna llena.

- No creo que sea buena idea cazar el territorio licántropo, lo que le ocurra es responsabilidad de los líderes de los clanes de aquí y ellos no responden ante ninguna ley humana. -Aclaró sin mirarle siquiera, había captado otra cosa que le llamó más la atención que un simple humano. Sonrió de medio lado cruzándose de brazos y se giró hacia la rivera del río, allá donde las piedras eran más pequeñas, cogió un guijarro y lo lanzó al aire un par de veces para luego tirarlo hacia el río de forma en la que la piedra rebotó un par de veces sobre el agua.

-Vivo aquí y allí, este es mi rincón espiritual, por así decirlo. -Respondió a la segunda pregunta del hombre, demasiadas preguntas, era sospechoso, muy sospechoso. Pese a esa sospecha continua que Nana sentía ante cualquier desconocido, fuese la raza que fuese, no se sentía atacada pero aún así no bajaba la guardia. Se volvió de nuevo hacia la zona de los guijarros y cogió otro, cuando se incorporó de recogerlo se quedó mirando allá donde unos ojos desconocidos los observaban. "Mujer, huele entre a jazmín, bellotas y raíces viejas" Analizó la situación en cuestión de segundos y luego esbozó una sonrisa amplia.

-Mujer, no te quedes ahí mirando, únete a la fiesta, que no mordemos. - Hizo un ademán con la cabeza, bromista como de costumbre, tampoco se sintió amenazada por aquella presencia, seguramente de una bruja, no tenía razones para preocuparse de lo que pudiese pasar, pronto debería de recoger sus cosas y marchar antes de verse involucrada en algún tipo de lío de esos en los que ella solía ser la protagonista.

Sonreí. Era una muchacha amable, aunque se veía a la vista que era de ellas que salían a enfrentar cualquier cosa, o más bien, de las valientes. Me acerqué haasta donde ellos y me senté con las piernas cruzadas a la orilla del rio. Dejé a un costado mi bolso de viaje.
-Es una magnífica mañana, hace mucho que no me cruzaba a alguien. Pero pensé que estában ocupados y no quise molestarlos. Debe ser fantástico vivir por estos lados. Y qué falta de cortesía-reí recordando que no había dicho ni preguntado nombres- Argwand-me presenté y con una leve sonrisa solo de amabilidad invité a que se presentara.

Miré al hombre y con la misma sonrisa, más de costumbre que cualquier cosa invité tambien a presentarse.
Aparentemente en la próximas horas haría calor, y miré con cariño el agua. Mojé una de mis manos para sentir cuan fria era y aprobé con una mueca de agrado.
-¿Sabes donde hay un pueblo cerca de acá? ¿O a cuanto está el próximo? Tengo que conseguir unas cuantas cosas, además de provisiones y quizás algunas prendas de vestir-comenté mirando mi vestimenta, con algunos hilos sueltos, y desconocido en ciertas partes.
Me percaté del libro de la muchacha, sonreí y pregunté.
-Veo que te agrada escribir, ¿sobre qué es si se puede saber? Quizá compartamos la misma pasión de escribir o leer, tengo algunos en bolso, te lo puedo mostrar si quieres- sonreí

Acababa de llegar al reino del este bajando por el reino del norte y la simple vista del bosque me gusto mucho, pensé si seria buena idea quedarme a vivir aquí, legos de los dolores de cabeza de las grandes ciudades, mire mis provisiones de sangre y vi que me quedaba poca, me pregunte si la sangre de los animales de la zona seria un buen alimento para mi, aunque por ahora no tenia hambre, estuve andando por el espeso bosque asta encontrar un pequeño claro y decidí acampar allí mismo, al ser un muerto-viviente no necesitaba fuego para vivir con lo que no prepare una hoguera, mas bien empece a reunir madera, ramas y hojas para construirme una cabaña donde pasar las noches, por ahora quería estar un tiempo en este pedazo de bosque parecía tranquilo, cosa que no acostumbraba a tener yo, cuando termine de reunir la madera, las hojas y las ramas fui a dar una vuelta de reconocimiento, quería encontrar agua para poder asearme, cuando de repente escuche unas voces y me puse en guardia de golpe.

¿Por que no puedo tener paz y tranquilidad, siempre tiene que haber alguien que moleste?

Saque la daga curva y el sable y me puse en camino siguiendo la voz... cuando llegue donde salían las voces me escondí entre las sombras, primero tenia que ver si eran una amenaza para mi estas personas, después ya vería que tendría que hacer, aunque lo mas posible es que si no los necesitaba para algo los clasificara de ''comida'' o ''enemigos'', no estaba acostumbrado a tratar con gente, siempre que veía a alguien intentaba matarme con lo que mi coracon se termino enfriando, y ya casi no sentía emociones, las pocas que sentía eran respeto por los que me superaban y odio por los que me querían matar, mirando la escena se me activaron los instintos y sentía sed de sangre y me costo mucho no tirarme sobre los aventureros, y decidí irme de allí por ahora, de regreso al campamento.

La bruja salió y se presentó como si nada, como si se conociesen de toda la vida, algo que llamaba mucho la atención a Nana era ese carácter amistoso y descuidado de todas las personas de Aerandir, a veces llegaba a irritarle de una manera exagerada. Apretó los dientes y se dio la vuelta a penas ella se había presentado, no pensaba decir su nombre, mucho menos su nombre real, o al menos aquel por el que todos le conocían. Frunció el ceño al escuchar las palabras de la bruja, estaba a medio camino de su ropa y le daba la espalda a ambos, frunció el ceño extrañada sin girar a verla siquiera, se habría girado, irritada con un "¿Y a ti qué te importa?" Pero se contuvo y decidió hacer como que no había escuchado nada acerca de su cuaderno.

Cogió el cinto  y el chaleco del árbol y los sacudió para quitarles los posibles bichejos que se hubiesen alejado en su ropa, mentiría si hubiese dicho que no lo había olido desde hacía rato, no muy lejos de allí había un vampiro, no era nada nuevo para ella pues a veces venían a carroñear presas ya muertas y destripadas por los licántropos y les sacaban la poca sangre caliente que quedaba en sus cuerpos, era una práctica muy usual.

Aquel hombre, como quiera que se llamase fue tras el vampiro, por una parte su instinto de perro guardián le incitaba a correr tras el vampiro y arrancarle la cabeza, pero no tenía un buen día, habían mancillado lo que para ella era su día de descanso, y por si fuera poco habían irrumpido en su santuario. Se colocaba el chaleco mientras miraba, despreocupada, como aquel hombre salía corriendo cual cabritillo indefenso tras el león.

-Creo que necesitará tu ayuda, bruja. -Le dijo pues no recordaba siquiera el nombre por el que hacía unos minutos se había presentado la mujer con olor a raíces. Se terminó de acomodar la ropa y se aclaró la garganta, después saco un trozo de hierva, menta, de su bolsillo y empezó a masticarla, hizo una pequeña reverencia ante la bruja -Quizá nos volvamos a ver, quizá no... -Le dijo encogiéndose de hombros y sin decir una palabra más se echó a andar por el riachuelo en dirección contraria a donde se había ido aquel hombre y el vampiro.

Miré como la muchacha daba la espalda, y en eso mi mirada se volvió fria, aunque la voz denotara simpatía.
Pensé en quemar sus libro, pero dije. "Mejor no, mejor aceptar que no es de las que les guste hablar o le caiga bien" por lo que solo salió una chispa de fuego en una esquina del cuero del manuscrito y se apagó inmediatemente cuando volví la vista a la presencia de un vampiro.

Sonreí al hombre, y seguí sus pasos, dejando a la muchacha que hablaba poco sentada allí. Tomé mi bolso con cierta brusquedad. Si había algo que detestaba, era que me ignoren. Eso dolía mucho. Le lancé una mirada molesta, pues ahbía tratado de parecer amable y no había tenido mala intensión.. por el momento. Seguí sin decirle nada, esperando que notara mis movimientos secos con el ruido que hacía al moverme para que viera mi enfado y pronto me perdí de su vista.

Seguí a Aquilaus que iba detrás de alguien. Me colgué el bolso en el hombro izquierdo y llevé mi mano derecha a la empuñadura de mi espada,a tenta al entorno pro cualquier ataque. Me gustaba, necesitaba moverme, y quizá un poco de acción no me viniera mal. Hacía tiempo que no veía el sufrir de nadie.

Estaba de camino a mi campamento cuando escuche el grito del humano que decía que parara, lo ignore y apreté la marcha ya mas cerca de mi campamento escuche de nuevo el hombre gritar, parecía que iba enserio, con lo que me escondí en un matorral y escuche que decía sal de las matas ya, opte por esperar un rato y escuche la ''discusión entre la bruja y la licántropo'' aunque luego escuche los pasos de la bruja que se acercaba, ande en silencio entre las matas asta ponerme a su espalda y salte sobre la bruja, con la capucha puesta y sable en mano, no para matar si no mas bien por precaución, cogí a la brujo por la espalda y le puse el sable delante el cuello, y me puse a preguntar.

- ¿Que he echo yo?, solo quería vivir tranquilo.

Miro al humano a la cara.

- Hace tiempo, mucho tiempo que no mato ningún humano y al único que mate fueron unos bandidos y por que me obligaron, ¿es tan malo que un vampiro quiera vivir sin causar o tener problemas?, maldición, solo quiero encontrar mi sitio.

Cerré los ojos un instante y al final dije.

- Aunque no creo que lo entendáis, siempre habéis pertenecido al lado de ''la luz'' bueno, asta otra.

Tire a la bruja contra el humano y arranque a correr hacia el sur, bosque a dentro.

Mis ojos se volvieron brillantes de rabia en cuanto el vampiro me atomó de sorpresa y amenazó con una daga en el cuello. Le dije sonriendo y con desafio antes que el humano escuchara.
-No has hecho nada malo, pero me gusta la cacería de vez en cuando, ¿sabes?- Aquilaus llegó y el vampiro me arrojó hacia él para huir despues.

Cuando ya cobré el equilibrio de nuevo, pateé una piedra de la rabia. No podía darles alcance, por lo que era mejor seguir mi rumbo. Miré un pájaro cercano y achciharré en llamas a un pájaro y su nido. Sonreí pero con maldad mientras miraba volar sus cenizas desde la rama donde estaba.

Las otras aves salieron emrpendieron vuelo alborotadas.

Ya se ocuparían humano y vampiro de resolver sus problemas, si podía darles alcance, mala suerte por ellos, y aún más mala despues de que me hubiesen dejado con el gusto amargo de la ignorancia.

(Off rol: nos veremos pronto chicos ^^)

Me había pillado el humano y decidí rendirme con la esperanza de poder entablar una conversación un poco mas pacifica, para que el humano viera que no quería hacer ninguna jugada saque de su escondrijo la daga y la tire al suelo a mis pies, y desate mi saquito de dagas arrojadizas, aunque se me olvido el puñal que estaba escondido en la bota.

- ¿Ves? no tengo mala intención.

El humano me dijo una serie de preguntas y le quería responder.

- Primero, voy en solitario, abandone a mi gente, demasiada matanza sin sentido alguno. Segundo no suelo morder a la gente solo mordí ha unos y eran bandidos, de normal me alimento de orcos o animales. Y tercero por ahora soy un vampiro errante pero me gustaría encontrar un lugar donde poder vivir, y ahora si has terminado con tus preguntas y no tienes mas problemas con migo te agradecería que me dejaras continuar mi vida a no ser que quieras viajar con migo durante un tiempo para asegurarte de la verdad.

Le dije, y me quede mirando al humano, recordé el puñal mientras estaba ablando pero lo considere como un seguro de vida, una posibilidad de poder defenderme en caso de que acabara mal, y yo creía que acabaría mal, como siempre en mi vida. Me preguntaba si realmente descubriría un lugar al que llamar hogar.

Escuche al humano hablar y me sentí extrañado al ser aceptado por el, le explique los planes que tenia de inspeccionar Aerandir en busca de un lugar al que llamar hogar, una vez se aclaro todo con el humano recogí mis armas y fuimos camino al sur perdiéndonos en el bosque, me había dado cuenta que no nos habíamos presentado como era correcto, pero no le di mucho importancia pues lo que mas me preocupaba era el perder el control de mi mismo y volviera a mi lado instintivo, pero por el momento decidí callar no quería poner tensa la cosa con mi nuevo y único amigo, si que conocía otra gente pero no se asta que punto se podían considerar amigos, cierto que Madelain me había dado el sable pero lo que quería es que me uniera a su banda cosa que no me interesaba mucho, ahora había conocido a un humano y aunque fuera raro nos llevábamos bien.

Me pregunto cuanto tiempo nos consideraremos amigos

pensé

Espero que no se asuste o me intente matar si en medio de una pelea me descontrolaba.

Ha esto le tenia mucho miedo, al descontrolarme pues no era una sensación muy agradable, la de tener sed de sangre y perder el control, decidí no hablarle amenos no por ahora, teníamos un viaje que hacer aparte mi parte tímida  y reservada me impedía ser tan directo en este tema, si en medio de una pelea no dudaría en matar si el otro era un enemigo en una conversa yo me sentía fuera de lugar, las palabras no eran lo mió..., seguimos andando sin hacer ningún comentario asta que llegamos a una zona donde se notaba un cambio en el ambiente poco a poco cambiaba de ser un bosque salvaje al completo por un bosque cuidado y mas suave, me pareció raro.

FIN