La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
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La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
El trabajo era de ida a y vuelta, desde Baslodia hasta la Ciudad Lagarto. La casualidad me había llevado a dar con un comerciante de especias, o eso decía ser, que se dirigía hacia aquel pequeño nido de ladrones y asesinos. No era idiota. En las tabernas se oyen cosas, los rumores vuelan. Sabía que era una pequeña ciudad llena de chabolas donde podían apuñalarte por la espalda por un puñado de monedas, o simplemente para quedarse con tus botas. Acepté el trabajo porque necesitaba dinero y la paga era suculenta. Y porque soy un poco morbosa, tal vez.
La caravana estaba compuesta por dos carros. Varuz, el capataz, iba a la cabeza con uno de sus ayudantes, mientras que el resto iba detrás. Yo no era la única escolta. El viejo gordinflón había contratado a tres hombres de la peor calaña. A uno de ellos lo llamaban Rata por razones obvias. Tenía los dientes demasiado grandes, el pelo ralo en la cabeza y se urgaba constantemente los dientes podridos con un cuchillo. Otro era grande, enorme, y calvo, con un pendiente de oro en una oreja e iba armado con una cimitarra que parecía quedársele pequeña. El último, y el que parecía ser el jefe de los tres, era un hombre más bien entrado en los cuarenta y muchos, con la verborrea de un bardo, un bigote tan grande como mi mano y un sarpullido en el suello que tenía la manía de rascarse. Sin duda, el más peligroso de todo era éste último.
El capataz me había reconocido por el broche de mi capa. Falka llevaba espada y un broche dorado del que nunca se desprendía. A veces me sorprendía lo lejos que podía llegar la reputación de una sola persona, y yo no es que fuera precisamente famosa por mis buenas acciones. A las pocas horas de emprender el viaje me di cuenta de que en realidad el que me había reconocido era el mercenario del sarpullido.
Estuvo lloviendo la mayoría del tiempo, y no encontramos muchos problemas por el camino. Una rueda encallada en el barro, un par de viajeros a los que habían robado, pero poco más. Hubo tiempo para beber, comer y hablar, aunque casi siempre tocó hacerlo al raso. Los que más hablaban eran el capataz Varuz y el viejo mercenario. A mí cada vez me olía peor eso del contrabando, y no estaba segura de que jugarse el cuello mereciera la paga.
Cuando divisamos la ciudad a unos quinientos metros, comenzaba a bajar el sol, y cuando llegáramos sería noche cerrada. No veía el momento de entrar en una taberna, cobrar lo que se me debía y largarme a buscar trabajos más de fiar.
La caravana estaba compuesta por dos carros. Varuz, el capataz, iba a la cabeza con uno de sus ayudantes, mientras que el resto iba detrás. Yo no era la única escolta. El viejo gordinflón había contratado a tres hombres de la peor calaña. A uno de ellos lo llamaban Rata por razones obvias. Tenía los dientes demasiado grandes, el pelo ralo en la cabeza y se urgaba constantemente los dientes podridos con un cuchillo. Otro era grande, enorme, y calvo, con un pendiente de oro en una oreja e iba armado con una cimitarra que parecía quedársele pequeña. El último, y el que parecía ser el jefe de los tres, era un hombre más bien entrado en los cuarenta y muchos, con la verborrea de un bardo, un bigote tan grande como mi mano y un sarpullido en el suello que tenía la manía de rascarse. Sin duda, el más peligroso de todo era éste último.
El capataz me había reconocido por el broche de mi capa. Falka llevaba espada y un broche dorado del que nunca se desprendía. A veces me sorprendía lo lejos que podía llegar la reputación de una sola persona, y yo no es que fuera precisamente famosa por mis buenas acciones. A las pocas horas de emprender el viaje me di cuenta de que en realidad el que me había reconocido era el mercenario del sarpullido.
Estuvo lloviendo la mayoría del tiempo, y no encontramos muchos problemas por el camino. Una rueda encallada en el barro, un par de viajeros a los que habían robado, pero poco más. Hubo tiempo para beber, comer y hablar, aunque casi siempre tocó hacerlo al raso. Los que más hablaban eran el capataz Varuz y el viejo mercenario. A mí cada vez me olía peor eso del contrabando, y no estaba segura de que jugarse el cuello mereciera la paga.
Cuando divisamos la ciudad a unos quinientos metros, comenzaba a bajar el sol, y cuando llegáramos sería noche cerrada. No veía el momento de entrar en una taberna, cobrar lo que se me debía y largarme a buscar trabajos más de fiar.
Última edición por Visenna el Mar Ene 28 2020, 20:46, editado 2 veces
Visenna
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Los árboles vigilaban cautelosos nuestro lento avanzar por el bosque al anochecer. El ambiente combinaba diversos sonidos, acompañados del sereno de las luces nocturnas y las suaves gotas de la llovizna, creando una perfecta y relajante armonía a nuestro alrededor. Cerré mis ojos, suspendiendo por un par de segundos mis programaciones, para concentrarme en apreciar la belleza de la noche. Si... Podía escuchar... Uno que otro animal cantar a la luna. El galope suave de Carmelita, la yegua que; somnolienta, tiraba del carruaje que nos transportaba, creando una dulce percusión. El rechinar de la madera de las ruedas del carruaje, rozando con el barro del sendero; creado por la lluvia, dando uno que otro salto cada vez. El crepitar... De la lenta llama que ardía en el centro de la linterna, aquella que guiaba nuestro camino. El tintinear, producido por el choque del vidrio de las botellas donde transportabamos la leche que comerciariamos. Y finalmente... Al fondo de la sinfonía, el suave ronquido de mi hermano menor, Arthur, que descansaba en el interior del carruaje.
Abrí mis ojos, reanudando mis operaciones, para observar a Arthur... Pobre Arthur, no me había percatado que el sueño le había vencido. Su descansar dibujó una sonrisa en mi semblante. Apesar que le advertí que no era necesario, se había desvelado todo el camino ideando planes para cumplir efectivamente nuestra misión en Ciudad Lagarto, sin salir gravemente perjudicados... O muertos, en el peor de los casos; según él. Por mi parte, mis análisis no indicaban una verdadera necesidad de tomar precauciones, así que ahorraba energía concentrándome en el primer paso de la operación: Localizar e ingresar a Ciudad Lagarto. Ya elaboraría los algoritmos respectivos si determinaba un peligro inminente. Después de todo, estaba diseñado para el combate. Pensar rápido era una característica clave de mi modelo.
Reí retomando los pensamientos de Arthur. Ese chico siempre era tan testarudo. ¿No había sido él quien había insistido en que nos encargaramos de realizar las entregas por todo el continente? Jajaja. En realidad, solo se encontraba asustado y nervioso por los rumores que rondaban sobre Ciudad Lagarto. Si bien existía la posibilidad, considerando que la antes mencionada no aparecía en mis mapas integrados; ni existía registro alguno sobre ella, la mayoría de rumores tendían a ser exageraciones. Además, yo estaba aquí, yo me encargaría de defenderle. Me aseguraría de mantenerle a salvo y cumplir exitosamente con la operación.
Me hallaba sin mi coraza, como parte de mi camuflaje dentro de la sociedad, la cual reposaba junto al joven humano en el carruaje. Sabía que era indispensable mantener mi identidad en secreto, por el bienestar de Arthur y los granjeros Ront que me acogieron en su hacienda con tanta hospitalidad. Ante los ojos de Aerandir, no era el héroe Prometeo. Mi nombre en clave era Adam Ront, hijo mayor y trabajador en la hacienda.
Mi radar indicaba que pronto llegaríamos a nuestro destino. No faltaba mucho... Sin embargo... Ocurrió un inconveniente que no figuraba en mis cálculos. De pronto, Carmelita detuvo su marcha, deteniendo nuestro avance. Un rápido escaneo determinó que se hallaba tensa. Algo le había asustado. Descendí del carruaje y me aproximé a ella, acariciando su lomo; intentando calmarla.
— Tranquila... Tranquila... —susurré, llevando la palma de mi mano a su hocico en un gesto afectivo, para infundir protección en el equino— Todo estará bien... Estoy aquí... —continué hablándole entre susurros, realizando sigilosamente un análisis del perímetro, en busca del autor del pánico en Carmelita. Una señal... Una señal humana, escondida entre la oscuridad, fue el resultado de mis sensores de calor. Levanté la linterna en dirección al individuo que se ocultaba, incitándole a salir— ¿Hay alguien ahí...? Puedes salir, nuestras intenciones no son hostiles.
Abrí mis ojos, reanudando mis operaciones, para observar a Arthur... Pobre Arthur, no me había percatado que el sueño le había vencido. Su descansar dibujó una sonrisa en mi semblante. Apesar que le advertí que no era necesario, se había desvelado todo el camino ideando planes para cumplir efectivamente nuestra misión en Ciudad Lagarto, sin salir gravemente perjudicados... O muertos, en el peor de los casos; según él. Por mi parte, mis análisis no indicaban una verdadera necesidad de tomar precauciones, así que ahorraba energía concentrándome en el primer paso de la operación: Localizar e ingresar a Ciudad Lagarto. Ya elaboraría los algoritmos respectivos si determinaba un peligro inminente. Después de todo, estaba diseñado para el combate. Pensar rápido era una característica clave de mi modelo.
Reí retomando los pensamientos de Arthur. Ese chico siempre era tan testarudo. ¿No había sido él quien había insistido en que nos encargaramos de realizar las entregas por todo el continente? Jajaja. En realidad, solo se encontraba asustado y nervioso por los rumores que rondaban sobre Ciudad Lagarto. Si bien existía la posibilidad, considerando que la antes mencionada no aparecía en mis mapas integrados; ni existía registro alguno sobre ella, la mayoría de rumores tendían a ser exageraciones. Además, yo estaba aquí, yo me encargaría de defenderle. Me aseguraría de mantenerle a salvo y cumplir exitosamente con la operación.
Me hallaba sin mi coraza, como parte de mi camuflaje dentro de la sociedad, la cual reposaba junto al joven humano en el carruaje. Sabía que era indispensable mantener mi identidad en secreto, por el bienestar de Arthur y los granjeros Ront que me acogieron en su hacienda con tanta hospitalidad. Ante los ojos de Aerandir, no era el héroe Prometeo. Mi nombre en clave era Adam Ront, hijo mayor y trabajador en la hacienda.
Mi radar indicaba que pronto llegaríamos a nuestro destino. No faltaba mucho... Sin embargo... Ocurrió un inconveniente que no figuraba en mis cálculos. De pronto, Carmelita detuvo su marcha, deteniendo nuestro avance. Un rápido escaneo determinó que se hallaba tensa. Algo le había asustado. Descendí del carruaje y me aproximé a ella, acariciando su lomo; intentando calmarla.
— Tranquila... Tranquila... —susurré, llevando la palma de mi mano a su hocico en un gesto afectivo, para infundir protección en el equino— Todo estará bien... Estoy aquí... —continué hablándole entre susurros, realizando sigilosamente un análisis del perímetro, en busca del autor del pánico en Carmelita. Una señal... Una señal humana, escondida entre la oscuridad, fue el resultado de mis sensores de calor. Levanté la linterna en dirección al individuo que se ocultaba, incitándole a salir— ¿Hay alguien ahí...? Puedes salir, nuestras intenciones no son hostiles.
Prometeo
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Los gritos de las gradas se volvían por momentos ensordecedores, estaban a estadio lleno y aunque aún quedaba bastante luz del día, prácticamente todo el público estaba al borde del coma etílico. Esto quedaba en evidencia no sólo por el modo de gritar como desaforados, sino porque además arrojaban todo tipo de objetos a la arena de combate, logrando que terminara siendo más peligroso para los competidores el recibir un botellazo o cortarse un pie con algún fragmento de vidrio, que su rival en sí.
En medio de ese caos estaba Matthew Owens sentado cómodamente en su enorme sillón, apoyaba un codo en el apoyabrazos, y descansaba el mentón en la palma de la mano, observando cómo los contrincantes corrían por la arena de combate, colgándose con desesperación de las rejas que les impedían escapar. El Virrey observaba con gesto aburrido, y siguió así, mirando sin ver, incluso un buen rato después de que ambos oponentes habían caído inconscientes por algún golpe de una piedra o lo que sea y el público sin piedad alguna les seguía arrojando cosas.
Suspiró y se puso de pie, aplaudió un par de veces hasta que la gente hizo silencio.
-Que salgan los siguientes... - Uno de los ayudantes de la arena de combate se acercó a su oído y le susurró unas pocas palabras - Ya veo - Aparentemente se habían quedado sin personas para arrojar a la arena, normalmente eso no sería un problema, siempre había más gente dispuesta a sacrificarse por unas monedas. Pero sacarlos así de la nada era un poco más complejo - Atentos. El primero que arroje a la persona que tiene inmediatamente al lado a la arena, recibirá un bono especial ¡Pero! Sólo sí el sujeto al que arrojaron gana. Así que, elijan con cuidado - Luego de eso las gradas fueron un completo caos, un hervidero de gente que intentaba empujar y a la vez no ser empujados a la arena - ¡Jajajaja! -
Matthew se empezó a reír a carcajadas mientras los miraba, pero luego de un rato volvió a aburrirse, no tenía demasiada gracia. Abandonó su sitio sin decir más nada, ni tampoco dejar la recompensa prometida. En cuanto salió del coliseo, un carro lo estaba esperando, subió sin fijarse demasiado, el agotamiento que le producía la maldición no le permite moverse por la ciudad por sus propios medios. El carruaje anduvo por toda la calle principal, siguiendo la línea de comerciantes que entraban y salían de la ciudad hasta llegar a la entrada y seguir un poco más.
-Necesitamos más “valientes guerreros” - Lo decía en voz alta porque sabía que siempre había alguno de sus ayudantes escuchando - Parece un buen momento para cazar - Volvió a suspirar, con absoluta indiferencia de cuáles serían los resultados de sus órdenes - Tráiganlos obviamente vivos y en lo posible sin heridas de gravedad - Parecía una obviedad, pero incluso era necesario aclarar eso, varias veces se habían emocionado por demás y le habían traído un buen número de prisioneros malheridos o muertos, no le habían servido de nada.
En cuanto terminó de hablar sintió como el carro se movía un poco, los asesinos que estaban parados en el techo ya habían saltado para ir a la búsqueda. Los guerreros que iban agarrados de la parte de atrás también salieron casi al instante, y todos ellos se encargarían de correr la voz: “El Virrey buscaba nuevos prisioneros”
---------------------------------------------------------
FDI: Bien, espero que les guste el escenario que planteo. La cuestión es sencilla, en Ciudad Lagarto hay una Arena de Combate donde hacen pelear a dos o más personas mientras apuestan por quien ganara. Se quedaron sin peleadores voluntarios, así que van a ir en busca de luchadores no-voluntarios. Para eso Matthew despliega un buen numero de asesinos y bandidos de Ciudad Lagarto, irán en busca de CUALQUIERA, no les importa genero, edad, ni a que se dediquen. Son libres de decidir si pelea, si escapan, si los capturan, lo que ustedes quieran ^^Si quieren encontrar a Matt, va a estar sentado dentro del Carro más florido y exótico que puedan imaginar.
En medio de ese caos estaba Matthew Owens sentado cómodamente en su enorme sillón, apoyaba un codo en el apoyabrazos, y descansaba el mentón en la palma de la mano, observando cómo los contrincantes corrían por la arena de combate, colgándose con desesperación de las rejas que les impedían escapar. El Virrey observaba con gesto aburrido, y siguió así, mirando sin ver, incluso un buen rato después de que ambos oponentes habían caído inconscientes por algún golpe de una piedra o lo que sea y el público sin piedad alguna les seguía arrojando cosas.
Suspiró y se puso de pie, aplaudió un par de veces hasta que la gente hizo silencio.
-Que salgan los siguientes... - Uno de los ayudantes de la arena de combate se acercó a su oído y le susurró unas pocas palabras - Ya veo - Aparentemente se habían quedado sin personas para arrojar a la arena, normalmente eso no sería un problema, siempre había más gente dispuesta a sacrificarse por unas monedas. Pero sacarlos así de la nada era un poco más complejo - Atentos. El primero que arroje a la persona que tiene inmediatamente al lado a la arena, recibirá un bono especial ¡Pero! Sólo sí el sujeto al que arrojaron gana. Así que, elijan con cuidado - Luego de eso las gradas fueron un completo caos, un hervidero de gente que intentaba empujar y a la vez no ser empujados a la arena - ¡Jajajaja! -
Matthew se empezó a reír a carcajadas mientras los miraba, pero luego de un rato volvió a aburrirse, no tenía demasiada gracia. Abandonó su sitio sin decir más nada, ni tampoco dejar la recompensa prometida. En cuanto salió del coliseo, un carro lo estaba esperando, subió sin fijarse demasiado, el agotamiento que le producía la maldición no le permite moverse por la ciudad por sus propios medios. El carruaje anduvo por toda la calle principal, siguiendo la línea de comerciantes que entraban y salían de la ciudad hasta llegar a la entrada y seguir un poco más.
-Necesitamos más “valientes guerreros” - Lo decía en voz alta porque sabía que siempre había alguno de sus ayudantes escuchando - Parece un buen momento para cazar - Volvió a suspirar, con absoluta indiferencia de cuáles serían los resultados de sus órdenes - Tráiganlos obviamente vivos y en lo posible sin heridas de gravedad - Parecía una obviedad, pero incluso era necesario aclarar eso, varias veces se habían emocionado por demás y le habían traído un buen número de prisioneros malheridos o muertos, no le habían servido de nada.
En cuanto terminó de hablar sintió como el carro se movía un poco, los asesinos que estaban parados en el techo ya habían saltado para ir a la búsqueda. Los guerreros que iban agarrados de la parte de atrás también salieron casi al instante, y todos ellos se encargarían de correr la voz: “El Virrey buscaba nuevos prisioneros”
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FDI: Bien, espero que les guste el escenario que planteo. La cuestión es sencilla, en Ciudad Lagarto hay una Arena de Combate donde hacen pelear a dos o más personas mientras apuestan por quien ganara. Se quedaron sin peleadores voluntarios, así que van a ir en busca de luchadores no-voluntarios. Para eso Matthew despliega un buen numero de asesinos y bandidos de Ciudad Lagarto, irán en busca de CUALQUIERA, no les importa genero, edad, ni a que se dediquen. Son libres de decidir si pelea, si escapan, si los capturan, lo que ustedes quieran ^^Si quieren encontrar a Matt, va a estar sentado dentro del Carro más florido y exótico que puedan imaginar.
Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Encendimos nuestras linternas a pocos metros de la ciudad, ya con el cielo negro sobre nuestras cabezas. Una espesa de masa de nubes, oscura y plomiza, cubría las estrellas. Había menos luz de lo habitual a esa hora, y notaba la capa ya empapada por la fina y molesta llovizna, incesante en aquel viaje, incómoda. Anduve junto al carro que cerraba la marcha, con la mano izquierda sobre el pomo de la espada, una mania que tenía desde que era capaz de llevar una al cinto.
Miraba a un lado y a otro sin mover la cabeza, bajo la capucha. Me mantenía alerta, aunque todo parecía estar tranquilo y en silencio. Lo cierto era que esperaba más movimiento nocturno en una ciudad con aquella reputación, y era más grande y tenía más edificios construídos de lo que había llegado a mis oídos.
Los ayudantes del viejo Varuz se encargaron de los carros, mientras él nos hacía una señal a mí y a los otros tres para que le siguiéramos hasta un pequeño edificio a medio construir. Una vez dentro, nos entregó un pequeño saquito a cada uno. Era la tercera parte del pago de todo el viaje. Lo sostuve en la mano, calculando la relación entre el peso y la cantidad, y estuve conforme. Me despedí con un cabeceo, y me senté en una mesa para beber y comer.
Fue durante un viaje a las letrinas que los tres mercenarios me siguieron, acorralándome. Pretendían robarme, quedarse con mi parte del sueldo y repartírselo. O algo peor, claro. Siempre podía haber algo peor, y a las mujeres solían violarlas. Pero yo no era una mujer cualquiera, y ya me había olido que eso podía suceder.
No podía saber que, a unos minutos de la ciudad, se hallaba mi viejo amigo bardo haciendo nuevas amistades. Tampoco podía saber cómo iba a acabar aquella pequeña aventura en la que me iba a ver metida sin comerlo ni beberlo. Ni en qué circunstancias nos encontraríamos.
— ¡Saludos, viajeros! Vengo en son de paz— exclamó el bardo dejándose ver y alzando su linterna. Llevaba el laúd guardado en su estuche, asomando por detrás de la capa—. Mi nombre es Jarek, y soy un humilde bardo— se presentó ante los dos individuos del carro.
Miraba a un lado y a otro sin mover la cabeza, bajo la capucha. Me mantenía alerta, aunque todo parecía estar tranquilo y en silencio. Lo cierto era que esperaba más movimiento nocturno en una ciudad con aquella reputación, y era más grande y tenía más edificios construídos de lo que había llegado a mis oídos.
Los ayudantes del viejo Varuz se encargaron de los carros, mientras él nos hacía una señal a mí y a los otros tres para que le siguiéramos hasta un pequeño edificio a medio construir. Una vez dentro, nos entregó un pequeño saquito a cada uno. Era la tercera parte del pago de todo el viaje. Lo sostuve en la mano, calculando la relación entre el peso y la cantidad, y estuve conforme. Me despedí con un cabeceo, y me senté en una mesa para beber y comer.
Fue durante un viaje a las letrinas que los tres mercenarios me siguieron, acorralándome. Pretendían robarme, quedarse con mi parte del sueldo y repartírselo. O algo peor, claro. Siempre podía haber algo peor, y a las mujeres solían violarlas. Pero yo no era una mujer cualquiera, y ya me había olido que eso podía suceder.
No podía saber que, a unos minutos de la ciudad, se hallaba mi viejo amigo bardo haciendo nuevas amistades. Tampoco podía saber cómo iba a acabar aquella pequeña aventura en la que me iba a ver metida sin comerlo ni beberlo. Ni en qué circunstancias nos encontraríamos.
— ¡Saludos, viajeros! Vengo en son de paz— exclamó el bardo dejándose ver y alzando su linterna. Llevaba el laúd guardado en su estuche, asomando por detrás de la capa—. Mi nombre es Jarek, y soy un humilde bardo— se presentó ante los dos individuos del carro.
Visenna
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Contemplaba en silencio a la pura oscuridad, posicionándome frente a Carmelita para facilitarme su protección, esperando pacientemente que el individuo oculto se diera a conocer ante mi. Ejecuté un breve chequeo en mi software, asegurándome que cada uno de mis procesos se encontrarán funcionales y en línea, listos para desarrollar los algoritmos respectivos; en caso de ser necesario. Pasaron un par de segundos antes que finalmente pudiera visualizarle. De entre los matorrales surgió un hombre sin mucho que ocultar, un breve análisis concluyó que se trataba de un viajero errante. Un bardo.
— Saludos, señor Jarek. —contesté bajando la guardia, no parecía un individuo peligroso— Soy Adam, Adam Ront. ¿Algo en que podamos ayudarle? Voy con mi hermano de camino a Ciudad Lagarto y...
Me detuve al detectar otra señal, pero no pude ejecutar efectivamente los procesos para reaccionar a tiempo. Entre las sombras, un segundo sujeto encapuchado emergió con un frágil destello. No pude determinar de que se trataba, hasta que ya se encontraba amenazando el cuello del bardo. Era la luz lunar, reflejándose a través del filo de un puñal.
— ¡R-R-REPAMPANOS! —exclamó el bardo, levantando sus manos en señal de rendición. Yo hice lo mismo, evitando que el ladrón tomara acción ofensiva.
— Este no es lugar para conversaciones, chavales. —afirmó el sujeto. Sostenía con firmeza el puñal contra la garganta del bardo, amenazando con matarle si realizaba algún movimiento— No es nada personal, es sólo que así funcionan las cosas en Ciudad Lagarto. O eres el cazador, o eres la presa. —afirmó, reforzando aún más su agarre— Al suelo, y luego al carruaje. —finalizó indicando.
Mi base de datos se actualizó, confirmando la información clandestina que habíamos adquirido previamente con respecto a Ciudad Lagarto. Ante la situación, mantuve la calma y guardé silencio, analizando rápidamente la problemática y desarrollando diversos caminos que podrían librarnos de la misma efectivamente. Si bien podía neutralizar al ladrón en ese mismo momento... Preferí divertirme un poco... Y dejarle el trabajo sucio a Prometeo. Era una decisión un tanto irracional, pero también era la más segura.
El humano procedió a inmovilizarnos, atando nuestras manos con sogas. Cooperé con las indicaciones del ladrón, evitando causar su enojo. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba sentado en el interior del carruaje que ya se hallaba en marcha, de espaldas a Arthur y al bardo que se encontraban exactamente en la misma condición; atados e inmovilizados, el primero dándome un sermón por no creer en sus especulaciones. Nuestro captor le ordenaba de vez en cuando que cesara su verborrea, aunque no parecía tener efecto.
— Tranquilo, Arthur. Saldremos de ésta, jajaja... —reía intentando calmarle, no pudiendo evitar encontrar graciosa la situación— Todo está bajo control...
— ¿T-tranquilo...? ¿¡B-bajo... CONTROL!? ¡¡Y UNA MIERDA!! —sollozaba Arthur sin control. Estaba tan enojado como asustado, ni siquiera se había percatado...— ¡Te lo dije! ¡Te lo dije una y otra vez! Tomemos precauciones, Ciudad Lagarto es peligrosa.
— Pero Arthur, no podíamos sab... —traté de argumentar en mi defensa, siendo ferozmente interrumpido e ignorado.
— ¡Pero NADA! —gritó hecho una furia. Si tan sólo se concentrara...— Debíamos obedecer a tu cerebro brillante e ir directo a la guarida de los lobos, ¡¡vestidos de CARNE!!
— Pues... Si lo pones así... Yo diría que no es mala id... —comenté con sarcasmo y entre risas, jugando un rato con su ira.
— ¡¡A CALLAR!! —ordenó airado, justo antes de continuar con su lamento— ¡Ahora estamos aquí atados! Quién sabe qué nos harán. Si nos torturarán. ¡Y todo es tu cul...! ¿pa...?
En ese instante, Arthur contempló pasmado sus manos... liberadas del amarre de la soga. A eso me refería, el bardo Jarek se había encargado de desatar los nudos. Estuvo a punto de soltar un grito, pero alcancé a cubrir su boca e indicarle que no haga ruido.
— Un bardo que no sabe escapar, no es bardo. —comentó el señor Jarek entre susurros, finalizando con un guiño para Arthur. Este trago saliva y asintió.
El resto fue pan comido. Transformado en Prometeo y con la protección de mi coraza, llamé la atención de nuestro captor con un suave toque en su hombro. Al momento en que giró su cuello para responder al llamado, sólo se encontraría con un mar de estrellas, pues alcancé a asestarle un buen golpe en el rostro que le hizo caer del carruaje.
Al poco tiempo, continuamos nuestro rumbo a Ciudad Lagarto, con Jarek ahora como nuestro invitado. Nuestro captor se hallaba ahora en una posición idéntica a la anterior, sólo que ahora él era quien estaba atado. Adicionalmente, Arthur solicitó que lo dejáramos en calzones, ¿y quién era yo para desobedecer las órdenes de mi maestro...?
— ¡P-p-por favor! ¡No me hagais daño, se los suplico! —comenzó a balbucear desde el interior del carruaje— Os prometo que les dejaré en paz. ¡Voy a cambiar! ¡No volveré a robar! ¡Lo juro! —anunció entre llantos.
— Si, como no... —respondió Arthur, obstinado de su parlotear. Irónico— ¡Ya te dijimos que no vamos a hacerte daño! ¡Deja de quejarte! —añadió intentando culminar con su sufrimiento— Sólo... Te depositaremos gentilmente en el río más cercano. Estarás bien. —o algo así...
— ¡¡NO, NO, NO!! ¡Por favor! ¡Se los suplico! —el pobre hombre enloqueció— ¡Haré lo que sea! ¡Seré su esclavo! ¡Lo que sea, pero, por favor, no me mateis...! —sentía pena por él, pero Arthur parecía estar disfrutando y no podía oponerme a eso. El sujeto entonces recordó algo en particular...— ¡S-s-sé que hay algo que puedo ofrecerles que les interesará! ¡N-n-nuestro virrey...! ¡Ofrece cantidades exuberantes de aeros a quién pueda ganarle a sus guerreros en combate! ¡Puedo hacerles participar! Os juro que ninguno es rival para el cibernético. ¡Ganaría sin problemas!
— ¡...! —con un violento tirón de cuerdas, Arthur detuvo el avance de Carmelita y del carruaje. Sólo la palabra aeros había bastado para convencerle— A ver... Te escucho.
— Saludos, señor Jarek. —contesté bajando la guardia, no parecía un individuo peligroso— Soy Adam, Adam Ront. ¿Algo en que podamos ayudarle? Voy con mi hermano de camino a Ciudad Lagarto y...
Me detuve al detectar otra señal, pero no pude ejecutar efectivamente los procesos para reaccionar a tiempo. Entre las sombras, un segundo sujeto encapuchado emergió con un frágil destello. No pude determinar de que se trataba, hasta que ya se encontraba amenazando el cuello del bardo. Era la luz lunar, reflejándose a través del filo de un puñal.
— ¡R-R-REPAMPANOS! —exclamó el bardo, levantando sus manos en señal de rendición. Yo hice lo mismo, evitando que el ladrón tomara acción ofensiva.
— Este no es lugar para conversaciones, chavales. —afirmó el sujeto. Sostenía con firmeza el puñal contra la garganta del bardo, amenazando con matarle si realizaba algún movimiento— No es nada personal, es sólo que así funcionan las cosas en Ciudad Lagarto. O eres el cazador, o eres la presa. —afirmó, reforzando aún más su agarre— Al suelo, y luego al carruaje. —finalizó indicando.
Mi base de datos se actualizó, confirmando la información clandestina que habíamos adquirido previamente con respecto a Ciudad Lagarto. Ante la situación, mantuve la calma y guardé silencio, analizando rápidamente la problemática y desarrollando diversos caminos que podrían librarnos de la misma efectivamente. Si bien podía neutralizar al ladrón en ese mismo momento... Preferí divertirme un poco... Y dejarle el trabajo sucio a Prometeo. Era una decisión un tanto irracional, pero también era la más segura.
El humano procedió a inmovilizarnos, atando nuestras manos con sogas. Cooperé con las indicaciones del ladrón, evitando causar su enojo. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba sentado en el interior del carruaje que ya se hallaba en marcha, de espaldas a Arthur y al bardo que se encontraban exactamente en la misma condición; atados e inmovilizados, el primero dándome un sermón por no creer en sus especulaciones. Nuestro captor le ordenaba de vez en cuando que cesara su verborrea, aunque no parecía tener efecto.
— Tranquilo, Arthur. Saldremos de ésta, jajaja... —reía intentando calmarle, no pudiendo evitar encontrar graciosa la situación— Todo está bajo control...
— ¿T-tranquilo...? ¿¡B-bajo... CONTROL!? ¡¡Y UNA MIERDA!! —sollozaba Arthur sin control. Estaba tan enojado como asustado, ni siquiera se había percatado...— ¡Te lo dije! ¡Te lo dije una y otra vez! Tomemos precauciones, Ciudad Lagarto es peligrosa.
— Pero Arthur, no podíamos sab... —traté de argumentar en mi defensa, siendo ferozmente interrumpido e ignorado.
— ¡Pero NADA! —gritó hecho una furia. Si tan sólo se concentrara...— Debíamos obedecer a tu cerebro brillante e ir directo a la guarida de los lobos, ¡¡vestidos de CARNE!!
— Pues... Si lo pones así... Yo diría que no es mala id... —comenté con sarcasmo y entre risas, jugando un rato con su ira.
— ¡¡A CALLAR!! —ordenó airado, justo antes de continuar con su lamento— ¡Ahora estamos aquí atados! Quién sabe qué nos harán. Si nos torturarán. ¡Y todo es tu cul...! ¿pa...?
En ese instante, Arthur contempló pasmado sus manos... liberadas del amarre de la soga. A eso me refería, el bardo Jarek se había encargado de desatar los nudos. Estuvo a punto de soltar un grito, pero alcancé a cubrir su boca e indicarle que no haga ruido.
— Un bardo que no sabe escapar, no es bardo. —comentó el señor Jarek entre susurros, finalizando con un guiño para Arthur. Este trago saliva y asintió.
El resto fue pan comido. Transformado en Prometeo y con la protección de mi coraza, llamé la atención de nuestro captor con un suave toque en su hombro. Al momento en que giró su cuello para responder al llamado, sólo se encontraría con un mar de estrellas, pues alcancé a asestarle un buen golpe en el rostro que le hizo caer del carruaje.
Al poco tiempo, continuamos nuestro rumbo a Ciudad Lagarto, con Jarek ahora como nuestro invitado. Nuestro captor se hallaba ahora en una posición idéntica a la anterior, sólo que ahora él era quien estaba atado. Adicionalmente, Arthur solicitó que lo dejáramos en calzones, ¿y quién era yo para desobedecer las órdenes de mi maestro...?
— ¡P-p-por favor! ¡No me hagais daño, se los suplico! —comenzó a balbucear desde el interior del carruaje— Os prometo que les dejaré en paz. ¡Voy a cambiar! ¡No volveré a robar! ¡Lo juro! —anunció entre llantos.
— Si, como no... —respondió Arthur, obstinado de su parlotear. Irónico— ¡Ya te dijimos que no vamos a hacerte daño! ¡Deja de quejarte! —añadió intentando culminar con su sufrimiento— Sólo... Te depositaremos gentilmente en el río más cercano. Estarás bien. —o algo así...
— ¡¡NO, NO, NO!! ¡Por favor! ¡Se los suplico! —el pobre hombre enloqueció— ¡Haré lo que sea! ¡Seré su esclavo! ¡Lo que sea, pero, por favor, no me mateis...! —sentía pena por él, pero Arthur parecía estar disfrutando y no podía oponerme a eso. El sujeto entonces recordó algo en particular...— ¡S-s-sé que hay algo que puedo ofrecerles que les interesará! ¡N-n-nuestro virrey...! ¡Ofrece cantidades exuberantes de aeros a quién pueda ganarle a sus guerreros en combate! ¡Puedo hacerles participar! Os juro que ninguno es rival para el cibernético. ¡Ganaría sin problemas!
— ¡...! —con un violento tirón de cuerdas, Arthur detuvo el avance de Carmelita y del carruaje. Sólo la palabra aeros había bastado para convencerle— A ver... Te escucho.
Prometeo
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Recostado en el asiento del carro, Matthew esperaba a que trajeran los primeros prisioneros, no entendía porqué estaba tan irritado últimamente, sentía que algo le faltaba a su vida y no podía encontrar el qué. Contaba las líneas del tapizado del techo, de no haber estado con esa maldición en su cuerpo podría haber ido él mismo a cazar varios esclavos, pero sabía las consecuencias sí lo intentaba, luego tendría que estar en cama descansando durante más de un día.
No valía la pena el sacrificio.
Cuando escuchó los primeros gritos e insultos acercándose, entendió que venían las primeras camadas de prisioneros. Suspiró con cansancio y abrió la puerta del carro, se sentó en el borde sin salir del todo, cuatro personas con las manos atadas en la espalda y de rodillas esperaban frente a él. Matthew los miró sin emoción alguna, los evaluó durante unos segundos y dijo:
-Ese está demasiado viejo, es probable que se muera del miedo antes de entrar a la arena. Y aquel está tan delgado que no puede ni levantar una espada. Déjenlos ir - Hizo un gesto con la mano para que se apuraran en retirarlos de su vista - Los otros dos podrían servir. Vayan acomodándolos por allá -
--------------------------------------------------
Una de las cajas del cargamento del Capataz Varuz comenzó a agitarse en el depósito donde las habían acomodado, se escucharon unos gruñidos y algunos insultos, luego el golpe repetitivo desde el lado de adentro hasta que finalmente la tapa salió volando y se vieron unas botas asomando. Las piernas se quedaron pataleando en el aire unos segundos hasta que lograron equilibrarse y servir de contrapeso para que el resto del cuerpo saliera de la caja.
-No volveré a contratar a estos transportistas, no me trataron con nada de cariño - Comentaba el hombre mientras se quitaba el polvo de la ropa, miró alrededor, apoyando los brazos a los costados y sonriendo - ¿Y donde se supone que estoy por cierto? - Fue hasta la puerta y se encontró cara a cara con el ayudante de Varuz, el joven se asustó porque no esperaba que nadie saliera del depósito, Einar hizo un fingido gesto de sorpresa, levantando las manos y todo - Ahh - Una daga salió de su muñeca y apuñaló al muchacho - ¿Acaso quieres matarme del susto? Jajaja - Guardó la daga y siguió caminando.
Continuó andando hasta que se encontró con otra curiosa escena, una mujer rodeada de unos sujetos con mala cara ¿Era su problema? Claramente no ¿Eso importaba? Tampoco. Se acercó con paso tranquilo y saludó de modo casual, como si estuviera dando un paseo.
-Caballeros - Sonrió de forma muy poco natural - Señorita - Hizo como si se levantara el sombrero, solo que no llevaba ninguno - ¿Serían tan amables de decirme donde estamos?-
El sonido de caballos acercándose llamó la atención de todos, seis jinetes venían hacía ellos pero lo más extraño era que llevaban redes. Einar levantó una ceja y frunció ligeramente el ceño, no eran armas muy convencionales.
-----------------------------------------------------------------
Matthew vio que se acercaba otro carro hacía donde él estaba, uno bastante modesto por cierto, en nada parecido al que él usaba. Resultaba sospechoso, así que sólo por las dudas tomó sus recaudos, aunque a simple vista sólo seguía sentado esperando.
No valía la pena el sacrificio.
Cuando escuchó los primeros gritos e insultos acercándose, entendió que venían las primeras camadas de prisioneros. Suspiró con cansancio y abrió la puerta del carro, se sentó en el borde sin salir del todo, cuatro personas con las manos atadas en la espalda y de rodillas esperaban frente a él. Matthew los miró sin emoción alguna, los evaluó durante unos segundos y dijo:
-Ese está demasiado viejo, es probable que se muera del miedo antes de entrar a la arena. Y aquel está tan delgado que no puede ni levantar una espada. Déjenlos ir - Hizo un gesto con la mano para que se apuraran en retirarlos de su vista - Los otros dos podrían servir. Vayan acomodándolos por allá -
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Una de las cajas del cargamento del Capataz Varuz comenzó a agitarse en el depósito donde las habían acomodado, se escucharon unos gruñidos y algunos insultos, luego el golpe repetitivo desde el lado de adentro hasta que finalmente la tapa salió volando y se vieron unas botas asomando. Las piernas se quedaron pataleando en el aire unos segundos hasta que lograron equilibrarse y servir de contrapeso para que el resto del cuerpo saliera de la caja.
-No volveré a contratar a estos transportistas, no me trataron con nada de cariño - Comentaba el hombre mientras se quitaba el polvo de la ropa, miró alrededor, apoyando los brazos a los costados y sonriendo - ¿Y donde se supone que estoy por cierto? - Fue hasta la puerta y se encontró cara a cara con el ayudante de Varuz, el joven se asustó porque no esperaba que nadie saliera del depósito, Einar hizo un fingido gesto de sorpresa, levantando las manos y todo - Ahh - Una daga salió de su muñeca y apuñaló al muchacho - ¿Acaso quieres matarme del susto? Jajaja - Guardó la daga y siguió caminando.
Continuó andando hasta que se encontró con otra curiosa escena, una mujer rodeada de unos sujetos con mala cara ¿Era su problema? Claramente no ¿Eso importaba? Tampoco. Se acercó con paso tranquilo y saludó de modo casual, como si estuviera dando un paseo.
-Caballeros - Sonrió de forma muy poco natural - Señorita - Hizo como si se levantara el sombrero, solo que no llevaba ninguno - ¿Serían tan amables de decirme donde estamos?-
El sonido de caballos acercándose llamó la atención de todos, seis jinetes venían hacía ellos pero lo más extraño era que llevaban redes. Einar levantó una ceja y frunció ligeramente el ceño, no eran armas muy convencionales.
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Matthew vio que se acercaba otro carro hacía donde él estaba, uno bastante modesto por cierto, en nada parecido al que él usaba. Resultaba sospechoso, así que sólo por las dudas tomó sus recaudos, aunque a simple vista sólo seguía sentado esperando.
- Ropas de Matt para la ocasión :
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Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
No quería problemas. Además, ellos eran tres, y yo estaba en clara minoría. Sin caballo y sin daga, sólo con un acero. No podía confiarme, aunque sí me veía capaz de desarmarles a todos como mínimo. No es pedantería, es que confío en mis capacidades y en mis habilidades lo suficiente como para salir de una situación semejante y sobrevivir. Retrocedí un par de pasos. Si pensaban que ya habían ganado, sabía que bajarían la guardia. Luego saqué la bolsa de mi recompensa y se la lancé a Rata.
—Buena chica...— dijo, relamiéndose. Se acercó tanto que pude captar el hedor que salia de su boca podrida. Yo bajé la cabeza, como si me estuviera resignando. Rata me cogió del pelo, y se escuchó el deslizar del filo de una hoja en su vaina. Luego una bocanada de aire deteniéndose en seco, y un débil quejido. Le había clavado su propia arma en la ingle, por lo que al arrancarla no tardaría en desangrarse.
En ese momento oí la voz de un muchacho, y alcé la vista por encima del hombro del Rata.
—Lárgate, mocoso— le gruñó el mercenario grandote. Rata cayó de rodillas con un gorgoteo en ese momento, y el mercenario del sarpullido lanzó una exclamación de fingida indignación mientras desenvainaba el acero de su cimitarra.
—Oh...— exclamó el muchacho que acaba de entrar en escena.
—Zorra, me las...— el bufar de los caballos y el sonido de las espuelas captó más nuestra atención que el mercenario desangrándose en el suelo. Llevaban redes, pero yo no pensaba dejarme capturar—. ¿Y vosotros de dónde salís?— preguntó mesándose el ancho bigote con una mano.
La calle no era precisamente estrecha como para rodearnos. Sin embargo, sí nos cortaban el paso, y aunque eso podía suponer un problema, también les dificultaba a ellos el movimiento.
—Vaya, tenemos un muerto— comentó uno de los jinetes, apoyándose en las crines de su caballo y asomándose para mirar el cuerpo encogido del rata, aún temblando y resollando.
—Con los otros tres y la mujer nos sirve, Albin— dijo el que iba en cabeza.
— ¿Qué os hace pensar que vamos a ir por las buenas?— inquirió el mercenario, todavía ocupado con su bigote. Apoyó la parte no cortante de su espada en un hombro de forma distraída.
—Que os superamos en número, y que no queréis acabar como... Bueno, ese de ahí— dijo el cabecilla con un ademán de la mano, como si le restara importancia. Rata ya no se movía, y el cuchillo goteaba sangre en mi mano.
—O puede que vosotros acabéis como él— dije en tono desdeñoso.
—Ya. Lo dudo, moza— respondió chasqueando la lengua.
No le di tiempo a seguir hablando. Levanté el cuchillo y lo lancé contra uno de los caballos, provocando un caos de relinchos y gritos. El animal herido tiró a su jinete al suelo, y yo desenvainé la espada para avanzar entre ellos, aprovechando la distracción generada. No sin antes agarrar al muchacho pelirrojo de la camisa y tirar de él para que agachara la cabeza. Mientras pasábamos, tuve que cruzar la espada con un par de hombres. Me puse en medio, entre el chaval y otra espada, y recibí un tajo en un muslo. Pero no dejé de avanzar. Creo que maté a dos. No me paré a averiguar si el jinete caído se habría partido el cuello.
— ¡Corre, chico!— le insté, aún tirando de él.
—Buena chica...— dijo, relamiéndose. Se acercó tanto que pude captar el hedor que salia de su boca podrida. Yo bajé la cabeza, como si me estuviera resignando. Rata me cogió del pelo, y se escuchó el deslizar del filo de una hoja en su vaina. Luego una bocanada de aire deteniéndose en seco, y un débil quejido. Le había clavado su propia arma en la ingle, por lo que al arrancarla no tardaría en desangrarse.
En ese momento oí la voz de un muchacho, y alcé la vista por encima del hombro del Rata.
—Lárgate, mocoso— le gruñó el mercenario grandote. Rata cayó de rodillas con un gorgoteo en ese momento, y el mercenario del sarpullido lanzó una exclamación de fingida indignación mientras desenvainaba el acero de su cimitarra.
—Oh...— exclamó el muchacho que acaba de entrar en escena.
—Zorra, me las...— el bufar de los caballos y el sonido de las espuelas captó más nuestra atención que el mercenario desangrándose en el suelo. Llevaban redes, pero yo no pensaba dejarme capturar—. ¿Y vosotros de dónde salís?— preguntó mesándose el ancho bigote con una mano.
La calle no era precisamente estrecha como para rodearnos. Sin embargo, sí nos cortaban el paso, y aunque eso podía suponer un problema, también les dificultaba a ellos el movimiento.
—Vaya, tenemos un muerto— comentó uno de los jinetes, apoyándose en las crines de su caballo y asomándose para mirar el cuerpo encogido del rata, aún temblando y resollando.
—Con los otros tres y la mujer nos sirve, Albin— dijo el que iba en cabeza.
— ¿Qué os hace pensar que vamos a ir por las buenas?— inquirió el mercenario, todavía ocupado con su bigote. Apoyó la parte no cortante de su espada en un hombro de forma distraída.
—Que os superamos en número, y que no queréis acabar como... Bueno, ese de ahí— dijo el cabecilla con un ademán de la mano, como si le restara importancia. Rata ya no se movía, y el cuchillo goteaba sangre en mi mano.
—O puede que vosotros acabéis como él— dije en tono desdeñoso.
—Ya. Lo dudo, moza— respondió chasqueando la lengua.
No le di tiempo a seguir hablando. Levanté el cuchillo y lo lancé contra uno de los caballos, provocando un caos de relinchos y gritos. El animal herido tiró a su jinete al suelo, y yo desenvainé la espada para avanzar entre ellos, aprovechando la distracción generada. No sin antes agarrar al muchacho pelirrojo de la camisa y tirar de él para que agachara la cabeza. Mientras pasábamos, tuve que cruzar la espada con un par de hombres. Me puse en medio, entre el chaval y otra espada, y recibí un tajo en un muslo. Pero no dejé de avanzar. Creo que maté a dos. No me paré a averiguar si el jinete caído se habría partido el cuello.
— ¡Corre, chico!— le insté, aún tirando de él.
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
— ¿Estás... seguro de esto Arthur? —inicié un tanto confundido. Arthur estaba más que decidido a participar en el desafío del que le habló el ladrón— Digo, hace unos segundos estabas quejándote de lo insensato que fue venir a Ciudad Lagarto sin un plan, ¿y ahora quieres retar directamente a su virrey? —comenté tratando de hacerle entrar en razón.
— Disculpa Adam, ¿dijiste aeros...? —respondió él con claro sarcasmo, dándome a entender que le importaba un pimiento lo que tuviera que decir sobre esto— Como te decía... —continuó su charla con el ladrón.
— Está bien, está bien, jajaja... —reí, levantando mis manos en señal de rendición, aceptando que no tendría alternativa.
Aunque no fuéramos hermanos auténticos, al no existir vínculos genéticos, el tiempo que habíamos compartido había desarrollado entre nosotros un lazo muy similar; incluso más fuerte. Bien sabía que, cuando a Arthur se le metía una mala idea en la cabeza, no había forma de hacerle cambiar de parecer.
Por otro lado, había un pequeño percance relacionado a la presencia de Jarek. El bardo parecía un hombre amigable, de eso no había duda, pero poseía una información que debía mantenerse clasificada: Mi identidad. Mis protocolos exigían que esta se mantuviera oculta. No podía permitir que se divulgaran historias y canciones sobre un humilde granjero que se transforma en un héroe de metal. Pondría en peligro a mis allegados.
— Señor Jarek, ¿puedo dirigirme a usted un momento? —solicité, girándome hacia el bardo para iniciar una conversación— Agradezco su ayuda esta noche. Hubieran existido mayores complicaciones sin su intervención. —afirmé con algo de pena— Sin embargo... Es preciso que, los acontecimientos transcurridos esta noche, permanezcan como un secreto. Nadie puede saber que realmente soy un biocibernético. Pondría en peligro las vidas de estos granjeros. —expliqué con algo más de firmeza, esperando estarme dando a entender— ¿Podría usted guardar mi secreto?
Mi lista de tareas se vio actualizada. Debía desarrollar un algoritmo que me permitiera adoptar la piel de Prometeo sin exponer a Adam Ront con tanta frecuencia. Ciudad Lagarto ya podía verse a la distancia. Debía estar preparado, Arthur no me perdonaría si llegara a perder este desafío. Además, por más fácil que fuera el oponente, un buen héroe siempre debe luchar con todas sus fuerzas.
— Disculpa Adam, ¿dijiste aeros...? —respondió él con claro sarcasmo, dándome a entender que le importaba un pimiento lo que tuviera que decir sobre esto— Como te decía... —continuó su charla con el ladrón.
— Está bien, está bien, jajaja... —reí, levantando mis manos en señal de rendición, aceptando que no tendría alternativa.
Aunque no fuéramos hermanos auténticos, al no existir vínculos genéticos, el tiempo que habíamos compartido había desarrollado entre nosotros un lazo muy similar; incluso más fuerte. Bien sabía que, cuando a Arthur se le metía una mala idea en la cabeza, no había forma de hacerle cambiar de parecer.
Por otro lado, había un pequeño percance relacionado a la presencia de Jarek. El bardo parecía un hombre amigable, de eso no había duda, pero poseía una información que debía mantenerse clasificada: Mi identidad. Mis protocolos exigían que esta se mantuviera oculta. No podía permitir que se divulgaran historias y canciones sobre un humilde granjero que se transforma en un héroe de metal. Pondría en peligro a mis allegados.
— Señor Jarek, ¿puedo dirigirme a usted un momento? —solicité, girándome hacia el bardo para iniciar una conversación— Agradezco su ayuda esta noche. Hubieran existido mayores complicaciones sin su intervención. —afirmé con algo de pena— Sin embargo... Es preciso que, los acontecimientos transcurridos esta noche, permanezcan como un secreto. Nadie puede saber que realmente soy un biocibernético. Pondría en peligro las vidas de estos granjeros. —expliqué con algo más de firmeza, esperando estarme dando a entender— ¿Podría usted guardar mi secreto?
Mi lista de tareas se vio actualizada. Debía desarrollar un algoritmo que me permitiera adoptar la piel de Prometeo sin exponer a Adam Ront con tanta frecuencia. Ciudad Lagarto ya podía verse a la distancia. Debía estar preparado, Arthur no me perdonaría si llegara a perder este desafío. Además, por más fácil que fuera el oponente, un buen héroe siempre debe luchar con todas sus fuerzas.
✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠
— Entonces es... ¿aquella...? —dudaba mientras realizaba un sinnúmero de escaneos a cada uno de mis sensores, pues la imagen que detectaban no era compatible con las conclusiones inferidas— ¿La púrpura con flores y plumas...? —pregunté nuevamente.
— A ver amigo, no estamos para bromitas. —anunció Arthur obstinado, dirigiéndose amenazante hacia el ladrón— ¿¡En serio esperas que te crea que el mandamás de una ciudad de ladrones, peligrosos e intimidantes, se encuentra en la carroza más ridícula de TODAS!? —gritó hecho una furia.
— ¡Creedme! Os lo juro, esa es la carroza. No os miento, mi jefe es el que está sentado afuera. —contestó el ladrón, suplicando.
— Muy bien, muy bien. No digas luego que no te lo advertí. —dijo Arthur, sacudiéndose las manos. Luego se giró hacia mi— ¿Estás listo, Prometeo? —preguntó tras realizarme un guiño. Removí una aspereza de mi cuello y asentí. Un buen héroe siempre estaba listo.
— A ver amigo, no estamos para bromitas. —anunció Arthur obstinado, dirigiéndose amenazante hacia el ladrón— ¿¡En serio esperas que te crea que el mandamás de una ciudad de ladrones, peligrosos e intimidantes, se encuentra en la carroza más ridícula de TODAS!? —gritó hecho una furia.
— ¡Creedme! Os lo juro, esa es la carroza. No os miento, mi jefe es el que está sentado afuera. —contestó el ladrón, suplicando.
— Muy bien, muy bien. No digas luego que no te lo advertí. —dijo Arthur, sacudiéndose las manos. Luego se giró hacia mi— ¿Estás listo, Prometeo? —preguntó tras realizarme un guiño. Removí una aspereza de mi cuello y asentí. Un buen héroe siempre estaba listo.
✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠
Nuestra carroza se detuvo, descendiendo Arthur con gracia de la misma. Llevaba puesto un bigote falso... ¿Por qué traía Arthur consigo un bigote falso? Es una muy buena incógnita. Dio un par de pasos hacia el hombre que presumiamos era el virrey de Ciudad Lagarto, e hizo una reverencia antes de dirigirse a él.
— Su vialteza... Se dirige a usted, Don Máximo de Lunargenta. —exclamó Arthur, utilizando un acento extraño y ofreciéndo besar la mano del virrey— Mi presencia en su bella ciudad se debe a los rumores que hemos escuchado. ¡Traigo ante usted al mejor de mis guerreros! —anunció poniéndose en pie y haciéndose a un lado, realizando poses exageradas como un presentador de ceremonias— ¡Para proteger al mundo de la devastación! ¡Para unir todos los pueblos en una sola nación! ¡Para denunciar a los males de la verdad y el amor! —¿que si teníamos esto ensayado? Si. La respuesta es si— ¡Llega el héroe justiciero viajando a la velocidad de la luz! ¡PROMETEO!
— Su vialteza... Se dirige a usted, Don Máximo de Lunargenta. —exclamó Arthur, utilizando un acento extraño y ofreciéndo besar la mano del virrey— Mi presencia en su bella ciudad se debe a los rumores que hemos escuchado. ¡Traigo ante usted al mejor de mis guerreros! —anunció poniéndose en pie y haciéndose a un lado, realizando poses exageradas como un presentador de ceremonias— ¡Para proteger al mundo de la devastación! ¡Para unir todos los pueblos en una sola nación! ¡Para denunciar a los males de la verdad y el amor! —¿que si teníamos esto ensayado? Si. La respuesta es si— ¡Llega el héroe justiciero viajando a la velocidad de la luz! ¡PROMETEO!
Escuché la señal. Me hallaba oculto en el interior del carruaje, preparado para una entrada épica. Di un gran salto, cayendo con firmeza en el espacio señalado por Arthur frente al virrey. Me incorporé con un lento movimiento, luciendo las placas de mi coraza.
— Su viexcelencia... —dije antes de ejecutar una reverencia— Prometeo, a su servicio.
— Su viexcelencia... —dije antes de ejecutar una reverencia— Prometeo, a su servicio.
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
-¡¡Vayan tras ellos!! - Se escuchó que gritaba el líder de los jinetes, en su tono podía notarse el dolor, probablemente la joven le había provocado alguna herida importante. Por otro lado, era el día de suerte para el mercenario con sarpullido, entre tantas distracciones pudo escabullirse por un costado sin que nadie lo notara.
Se escuchaban al menos a tres caballos yendo al galope tras la muchacha y el pelirrojo, claramente no había oportunidad alguna de que personas a pie superaran en velocidad a un grupo de equinos saludables. Pero a falta de velocidad, bien podían utilizar otro tipo de recursos, como ir por sitios en los que los animales no podían entrar.
-Por aquí - Dijo el muchacho, siendo él quien agarraba de la mano a la joven ahora - Me sé un atajo - Saltó por un barranco empinado, teniendo que hacer mucho equilibrio para evitar rodar colina abajo. Fueron por el medio de unos pastizales, esquivando ramas, evitando pozos y luego de algunos segundos ya no escuchaban a los caballos corriendo detrás de ellos - Es por acá - Insistía el muchacho, y giraba para un lado o para otro, luego de un rato tuvo que detenerse a recuperar el aliento - Solo unos metros más -
Dieron un rodeo y cuando Einar apartó la última rama allí estaban los jinetes de nuevo, aparentemente no se habían movido mucho de su sitio desde que habían comenzado a correr.
-¡Taran! Aquí es - No había terminado de decir las palabras que ya tenía una red encima.
---------------------------------------
Cuando el muchacho del bigote falso se quiso adelantar para hacer el gesto de besarle la mano, Matthew le hizo una advertencia para que no se acercara más.
-Si yo fuera tu, no pasaría de esa línea. Créeme, no es bonito recibir una descarga eléctrica - Owens lo sabía bien, en el pasado su brazo había sido parcialmente quemado por una magia similar - Veamos al mejor de tus Guerreros - Mientras el joven seguía y seguía con su discurso, Matthew se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando el mentón en la palma de su mano. Ciertamente era la primera vez que un grupo de prisioneros hacía su propia presentación con espectáculo incluido, tenían un punto extra por la originalidad, pero no era lo suficiente como para lograr que el aburrimiento del Estafador se apaciguara - ¿Proteger al mundo? ¿Unir a los pueblos? ¿Amor? Vaya trabajo más aburrido tienes ¿Y luego qué sigue? ¿Nos agarramos todos de la mano y cantamos? Jajajaja - Se empezó a reír de repente y así de rápido como empezó, terminó - Tengo la sensación de que no tienen la menor idea de en qué se han metido -
El Virrey levantó la vista cuando escuchó que otros jinetes se acercaban, sí traían prisioneros podían darse por satisfechos y regresar por fin a la arena.
-¿Estas a mi servicio? Que suerte tengo, entonces golpea en el rostro al muchacho ese que te acompaña, su bigote falso me da nauseas y su tono alegre me provoca la necesidad de enterrarle la cara en la mierda de mis caballos - Sonrió mostrándo todos los dientes - No puedes ¿Cierto? Entonces no digas palabras tan importantes así a la ligera, Niño - Estaba serio nuevamente - Su participación en todo esto no es voluntaria, mis queridos muchachos, desde el mismo momento en que se presentaron ante mí, pasaron a ser propiedad de Ciudad Lagarto y haremos uso de ustedes como se nos antoje durante el tiempo que se nos antoje. Cuando ya no nos resulten útiles podrán irse - Una promesa mentirosa, la mayoría no quedaba en estado de poder moverse por sí mismo.
Se escuchaban al menos a tres caballos yendo al galope tras la muchacha y el pelirrojo, claramente no había oportunidad alguna de que personas a pie superaran en velocidad a un grupo de equinos saludables. Pero a falta de velocidad, bien podían utilizar otro tipo de recursos, como ir por sitios en los que los animales no podían entrar.
-Por aquí - Dijo el muchacho, siendo él quien agarraba de la mano a la joven ahora - Me sé un atajo - Saltó por un barranco empinado, teniendo que hacer mucho equilibrio para evitar rodar colina abajo. Fueron por el medio de unos pastizales, esquivando ramas, evitando pozos y luego de algunos segundos ya no escuchaban a los caballos corriendo detrás de ellos - Es por acá - Insistía el muchacho, y giraba para un lado o para otro, luego de un rato tuvo que detenerse a recuperar el aliento - Solo unos metros más -
Dieron un rodeo y cuando Einar apartó la última rama allí estaban los jinetes de nuevo, aparentemente no se habían movido mucho de su sitio desde que habían comenzado a correr.
-¡Taran! Aquí es - No había terminado de decir las palabras que ya tenía una red encima.
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Cuando el muchacho del bigote falso se quiso adelantar para hacer el gesto de besarle la mano, Matthew le hizo una advertencia para que no se acercara más.
-Si yo fuera tu, no pasaría de esa línea. Créeme, no es bonito recibir una descarga eléctrica - Owens lo sabía bien, en el pasado su brazo había sido parcialmente quemado por una magia similar - Veamos al mejor de tus Guerreros - Mientras el joven seguía y seguía con su discurso, Matthew se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando el mentón en la palma de su mano. Ciertamente era la primera vez que un grupo de prisioneros hacía su propia presentación con espectáculo incluido, tenían un punto extra por la originalidad, pero no era lo suficiente como para lograr que el aburrimiento del Estafador se apaciguara - ¿Proteger al mundo? ¿Unir a los pueblos? ¿Amor? Vaya trabajo más aburrido tienes ¿Y luego qué sigue? ¿Nos agarramos todos de la mano y cantamos? Jajajaja - Se empezó a reír de repente y así de rápido como empezó, terminó - Tengo la sensación de que no tienen la menor idea de en qué se han metido -
El Virrey levantó la vista cuando escuchó que otros jinetes se acercaban, sí traían prisioneros podían darse por satisfechos y regresar por fin a la arena.
-¿Estas a mi servicio? Que suerte tengo, entonces golpea en el rostro al muchacho ese que te acompaña, su bigote falso me da nauseas y su tono alegre me provoca la necesidad de enterrarle la cara en la mierda de mis caballos - Sonrió mostrándo todos los dientes - No puedes ¿Cierto? Entonces no digas palabras tan importantes así a la ligera, Niño - Estaba serio nuevamente - Su participación en todo esto no es voluntaria, mis queridos muchachos, desde el mismo momento en que se presentaron ante mí, pasaron a ser propiedad de Ciudad Lagarto y haremos uso de ustedes como se nos antoje durante el tiempo que se nos antoje. Cuando ya no nos resulten útiles podrán irse - Una promesa mentirosa, la mayoría no quedaba en estado de poder moverse por sí mismo.
Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Me dejé llevar por el muchacho, que parecía saber por dónde se metía. Cojeaba ligeramente a causa de la herida en el muslo, ignorando el dolor y apretando los dientes para no reducir la marcha. El brazo izquierdo me escocía, lo que me llevó a suponer que tenía otro corte del que ni siquiera me había enterado. Corrí a través de los pastizales siguiendo al muchacho, con la respiración resollante y el frío ardiendo en los pulmones pese a la costumbre del ejercicio físico. La llovizna incesante tampoco ayudaba, y el barro dificultaba nuestro camino. Saltamos verjas, cruzamos pequeños huertos, y tras cruzar un campo de almendros nos encontramos de lleno con la sorpresa. Me agazapé, desplazándome para sortear la red. Lancé un tajo que uno de los jinetes detuvo, y después me vi rodeada por los otros dos caballos. Les miré en la penumbra, a unos y a otros para finalmente soltar la espada y rendirme. Solté un bufido de irritación, pero no parecían buscar matarnos.
El chico colgaba dentro de la red de forma que parecía más un saco de fruta que una persona. A mí me habían atado las manos y tiraban de mí desde un caballo, dándome empellones bruscos cada vez que la cojera me hacía rezagarme.
— ¡Jefe! ¡Traemos dos más!— exclamó el líder de los jinetes mientras nos acercábamos a un grupo bastante variopinto.
—Creedme si os digo, maese, que no tengo nada que ver con estos dos hombres. Simplemente se cruzaron nuestros caminos. ¡Sólo soy un humilde músico!— exclamaba un hombre dirigiéndose al tipo de tez morena. Tenía una voz demasiado familiar que reconocería incluso en el fondo del mar. No había escenario normal en el que encontrarse con él, por desgracia.
Aquella fue la distracción que necesitaba. Tiré de la cuerda hacia atrás, haciendo que ese cabrón perdiera la estabilidad y cayera. Me lancé sobre él, dándole un revés con los puños y luego un cabezazo para aturdirle. Me hice con su espada, sacándola de su vaina, dispuesta a seguir luchando.
— ¡Esa es mi chica! ¡Dale su merecido a esos bastardos!— oí entonces a Jarek, y chasqueé la lengua con fastidio. Maldito bardo, siempre en líos, pensé.
El chico colgaba dentro de la red de forma que parecía más un saco de fruta que una persona. A mí me habían atado las manos y tiraban de mí desde un caballo, dándome empellones bruscos cada vez que la cojera me hacía rezagarme.
— ¡Jefe! ¡Traemos dos más!— exclamó el líder de los jinetes mientras nos acercábamos a un grupo bastante variopinto.
—Creedme si os digo, maese, que no tengo nada que ver con estos dos hombres. Simplemente se cruzaron nuestros caminos. ¡Sólo soy un humilde músico!— exclamaba un hombre dirigiéndose al tipo de tez morena. Tenía una voz demasiado familiar que reconocería incluso en el fondo del mar. No había escenario normal en el que encontrarse con él, por desgracia.
Aquella fue la distracción que necesitaba. Tiré de la cuerda hacia atrás, haciendo que ese cabrón perdiera la estabilidad y cayera. Me lancé sobre él, dándole un revés con los puños y luego un cabezazo para aturdirle. Me hice con su espada, sacándola de su vaina, dispuesta a seguir luchando.
— ¡Esa es mi chica! ¡Dale su merecido a esos bastardos!— oí entonces a Jarek, y chasqueé la lengua con fastidio. Maldito bardo, siempre en líos, pensé.
Visenna
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
— ¿Q-q-qué... Qué...? —vaciló Arthur, mientras la felicidad de su rostro se extraía lentamente a medida que el hombre exponía lo obvio: Habíamos cometido un grave error.
Por supuesto que era una trampa. Había intentado decirle. ¿El virrey de la codicia... regalando dinero por diversión...? La idea había creado numerosas fallas en mis algoritmos desde un principio. Aquel ladrón nos había pintado un cuento fantástico... y falso, y él se lo había creído al pie de la letra.
Hablando de ese ladrón... En medio de las burlas del virrey, escuchamos un golpe en el suelo, seguido de un quejido y el sonido de las cuerdas. El ladrón había aventado al bardo de nuestro carruaje, y procedía a largarse con todo en su interior. Aquello y la desesperación de Jarek por librarse de ésta, terminaron por quebrar la sanidad de Arthur.
— ¡E-e-eso es falso, señor! ¡Nos ha acompañado todo el camino! —exclamó Arthur, tratando de frustrar los intentos del bardo y hundirle con nosotros— ¡Tenga piedad, se lo suplico! ¡En mi vida he blandido una espada! No quiero morir... ¡Soy muy joven para eso! —suplicaba desesperado.
¿Por mi parte? Yo mantenía la calma y la serenidad, calculando cada probabilidad y camino que podría librarnos de esta situación. Estaba preparado para manejar este tipo de circunstancias, además que no había sido programado para simular emociones relacionadas al riesgo de muerte.
— Milord, señor bardo. —llamé a ambos individuos con actitud serena. Arthur volteó a verme con el pánico en sus ojos— Mantened la calma. —solicité con una sonrisa mientras situaba mis manos juntas detrás de mi cabeza y me colocaba de rodillas. Arthur comprendió el mensaje y no tardó en imitarme cabizbajo.
Un grupo de jinetes se aproximó con un par de individuos. Se hallaban atados, prisioneros para el combate; igual que nosotros ahora. Di un rápido análisis a la zona. La mayoría de vias se hallaban libres para el escape, pero nada podía garantizar que no hubieran ladrones cuidando el perímetro en el camino. Además, no contaba con la capacidad de trazar una ruta ante la ausencia de un mapa en mis sistemas. Solo un "error de cálculo" podría salvarnos en esta ocasión, o deberíamos entonces buscar nuestro escape dentro de la arena.
No obstante, este error no tardó en manifestarse, aumentando las probabilidades de éxito en el momento en que aquella damisela luchó para efectuar su escape; lo suficiente para permitirme a actuar. Sus acciones crearon caos entre los jinetes. Arthur se quedó perplejo, sin saber bien qué hacer. Me levanté con prisa, no había tiempo para vacilar.
— ¡De prisa! —exclamé, logrando hacer reaccionar a Arthur. Maniobré entre los jinetes, sitúandome junto a la damisela.
Le escanee rápidamente para evitar que fuera afectada, mientras aumentaba la carga negativa de mi núcleo y el área en que nos encontrábamos, liberando electrones. Una vez Arthur nos alcanzó, creé una barrera eléctrica¹ que hizo retroceder y caer a todos los jinetes al ser desplegada, dándonos un margen de tiempo para escapar.
— Señorita, el enfrentamiento directo no es una opción. Nos superan en número. —le indiqué a la damisela tras reincorporarme, marcando el punto por el cual efectuaría nuestro escape— Debemos retroceder y dar con una vía de evacuación.
Por supuesto que era una trampa. Había intentado decirle. ¿El virrey de la codicia... regalando dinero por diversión...? La idea había creado numerosas fallas en mis algoritmos desde un principio. Aquel ladrón nos había pintado un cuento fantástico... y falso, y él se lo había creído al pie de la letra.
Hablando de ese ladrón... En medio de las burlas del virrey, escuchamos un golpe en el suelo, seguido de un quejido y el sonido de las cuerdas. El ladrón había aventado al bardo de nuestro carruaje, y procedía a largarse con todo en su interior. Aquello y la desesperación de Jarek por librarse de ésta, terminaron por quebrar la sanidad de Arthur.
— ¡E-e-eso es falso, señor! ¡Nos ha acompañado todo el camino! —exclamó Arthur, tratando de frustrar los intentos del bardo y hundirle con nosotros— ¡Tenga piedad, se lo suplico! ¡En mi vida he blandido una espada! No quiero morir... ¡Soy muy joven para eso! —suplicaba desesperado.
¿Por mi parte? Yo mantenía la calma y la serenidad, calculando cada probabilidad y camino que podría librarnos de esta situación. Estaba preparado para manejar este tipo de circunstancias, además que no había sido programado para simular emociones relacionadas al riesgo de muerte.
— Milord, señor bardo. —llamé a ambos individuos con actitud serena. Arthur volteó a verme con el pánico en sus ojos— Mantened la calma. —solicité con una sonrisa mientras situaba mis manos juntas detrás de mi cabeza y me colocaba de rodillas. Arthur comprendió el mensaje y no tardó en imitarme cabizbajo.
Un grupo de jinetes se aproximó con un par de individuos. Se hallaban atados, prisioneros para el combate; igual que nosotros ahora. Di un rápido análisis a la zona. La mayoría de vias se hallaban libres para el escape, pero nada podía garantizar que no hubieran ladrones cuidando el perímetro en el camino. Además, no contaba con la capacidad de trazar una ruta ante la ausencia de un mapa en mis sistemas. Solo un "error de cálculo" podría salvarnos en esta ocasión, o deberíamos entonces buscar nuestro escape dentro de la arena.
No obstante, este error no tardó en manifestarse, aumentando las probabilidades de éxito en el momento en que aquella damisela luchó para efectuar su escape; lo suficiente para permitirme a actuar. Sus acciones crearon caos entre los jinetes. Arthur se quedó perplejo, sin saber bien qué hacer. Me levanté con prisa, no había tiempo para vacilar.
— ¡De prisa! —exclamé, logrando hacer reaccionar a Arthur. Maniobré entre los jinetes, sitúandome junto a la damisela.
Le escanee rápidamente para evitar que fuera afectada, mientras aumentaba la carga negativa de mi núcleo y el área en que nos encontrábamos, liberando electrones. Una vez Arthur nos alcanzó, creé una barrera eléctrica¹ que hizo retroceder y caer a todos los jinetes al ser desplegada, dándonos un margen de tiempo para escapar.
— Señorita, el enfrentamiento directo no es una opción. Nos superan en número. —le indiqué a la damisela tras reincorporarme, marcando el punto por el cual efectuaría nuestro escape— Debemos retroceder y dar con una vía de evacuación.
- Spoiler:
- Uso de mi habilidad "Escudo de Electrones".
Prometeo
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Era evidente en el rostro de los dos muchachos que empezaban a darse cuenta de lo que en verdad estaba sucediendo. Eso hizo sonreír ligeramente a Matt, le gustaba cuando la desazón comenzaba a adueñarse de sus visitantes, así que se quedó en silencio, saboreando la angustia generalizada que iba en aumento. Owens no sabía con qué mentira los habían traído, aparentemente algo sobre presentarse en un espectáculo ¡Pero vamos! ¿El virrey de la codicia regalando dinero por diversión?... Era algo perfectamente posible en alguien como Matthew, ciertamente la mentira que les habían vendido era sólida.
-Me desilusiona un poco el que no intenten escapar ¿De verdad? ¿No quieren siquiera hacer un intento? - Preguntó mientras veía que se arrodillaban - Oh bueno... Quizás los próximos serán un poco más intrépidos -
Los jinetes traían a una chica y a un muchacho, ambos parecían ser Humanos jóvenes y saludables, serían buenos contrincantes para la arena. Matthew se los quedó mirando unos segundos, justo en el momento en que la mujer arrojaba a uno de los bandidos al piso, lo reducía y le sacaba su arma. Owens hizo un gesto de sorpresa “Por fin alguien hace algo interesante” pensó.
— ¡Esa es mi chica! ¡Dale su merecido a esos bastardos!— Dijo el Bardo, dejándo en evidencia que se conocían.
Casi en simultáneo, los otros dos prisioneros corrieron hacia la muchacha e instalaron una especie de escudo o similar. Al principio nadie sabía para qué servía bien eso, pero en cuanto uno de los bandidos intentó acercarse y le fue imposible traspasarlo, todos entendieron cuál era la estrategia. Así que los ladrones miraron a Matt, en busca de alguna orden.
-Me alegra de verdad que por fin lo estén intentando ¿Saben? El secuestrar gente no es divertido si no hacen algo por intentar impedirlo - Por fin dio un paso fuera del carro, hizo un gesto para que los bandidos rodearan el escudo, pero se mantuvieran alejados - Mi nombre es Matthew Owens, es un placer conocerlos - Hizo como si los contara - Corrijanme si me equivoco, creo que les está faltando uno - Ciertamente el Bardo había quedado afuera del escudo.
-Pfff jaja - Einar en cambio estaba adentro, y aparentemente le resultaba muy chistosa la situación, eso llamó la atención del Estafador, pero por el momento no dijo nada.
-No sé durante cuánto tiempo puedes mantener esta cosa activada, pero estoy bastante seguro de que no será para siempre y mientras más esperes, más gente de mi pueblo vendrá a verlos - De hecho, mientras hablaban un par de bandidos más habían llegado, aunque estos sin prisioneros - Ya sé cómo podemos hacer esto más entretenido - Agarró al Bardo del cuello de la camisa y lo puso a su lado, luego lo amenazó con una daga en el cuello - Muchacha, obliga a tus compañeros a que retiren el escudo. No es necesario que uses la violencia - Sonrió - Pero sí lo haces sería mucho mejor - - El arma de Matt tenía una forma extraña, para empezar, siquiera parecía ser de metal - ¿Notaron eso? Están en lo cierto, no es cualquier daga, será divertido ver qué efecto tiene, sé que está maldita, pero aún no la he probado en nadie -
-----------------------------------------------------
*Cuchillo de obsidiana Superior: El cuchillo posee parte de la magia de los vampiros: Necrosis inmediata
Necrosis inmediata: Ejerce un corte en el cuello de un rival que cicatriza al instante en un estado de necrosis. En los siguientes turnos y hasta el final del tema, el rival será maldecido y se convertirá en un vampiro. Con el hambre de sangre que eso supone pero su efecto no causa que los convertidos mueran por el sol, en cambio, sentirán dolor e intenso malestar.
-Me desilusiona un poco el que no intenten escapar ¿De verdad? ¿No quieren siquiera hacer un intento? - Preguntó mientras veía que se arrodillaban - Oh bueno... Quizás los próximos serán un poco más intrépidos -
Los jinetes traían a una chica y a un muchacho, ambos parecían ser Humanos jóvenes y saludables, serían buenos contrincantes para la arena. Matthew se los quedó mirando unos segundos, justo en el momento en que la mujer arrojaba a uno de los bandidos al piso, lo reducía y le sacaba su arma. Owens hizo un gesto de sorpresa “Por fin alguien hace algo interesante” pensó.
— ¡Esa es mi chica! ¡Dale su merecido a esos bastardos!— Dijo el Bardo, dejándo en evidencia que se conocían.
Casi en simultáneo, los otros dos prisioneros corrieron hacia la muchacha e instalaron una especie de escudo o similar. Al principio nadie sabía para qué servía bien eso, pero en cuanto uno de los bandidos intentó acercarse y le fue imposible traspasarlo, todos entendieron cuál era la estrategia. Así que los ladrones miraron a Matt, en busca de alguna orden.
-Me alegra de verdad que por fin lo estén intentando ¿Saben? El secuestrar gente no es divertido si no hacen algo por intentar impedirlo - Por fin dio un paso fuera del carro, hizo un gesto para que los bandidos rodearan el escudo, pero se mantuvieran alejados - Mi nombre es Matthew Owens, es un placer conocerlos - Hizo como si los contara - Corrijanme si me equivoco, creo que les está faltando uno - Ciertamente el Bardo había quedado afuera del escudo.
-Pfff jaja - Einar en cambio estaba adentro, y aparentemente le resultaba muy chistosa la situación, eso llamó la atención del Estafador, pero por el momento no dijo nada.
-No sé durante cuánto tiempo puedes mantener esta cosa activada, pero estoy bastante seguro de que no será para siempre y mientras más esperes, más gente de mi pueblo vendrá a verlos - De hecho, mientras hablaban un par de bandidos más habían llegado, aunque estos sin prisioneros - Ya sé cómo podemos hacer esto más entretenido - Agarró al Bardo del cuello de la camisa y lo puso a su lado, luego lo amenazó con una daga en el cuello - Muchacha, obliga a tus compañeros a que retiren el escudo. No es necesario que uses la violencia - Sonrió - Pero sí lo haces sería mucho mejor - - El arma de Matt tenía una forma extraña, para empezar, siquiera parecía ser de metal - ¿Notaron eso? Están en lo cierto, no es cualquier daga, será divertido ver qué efecto tiene, sé que está maldita, pero aún no la he probado en nadie -
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*Cuchillo de obsidiana Superior: El cuchillo posee parte de la magia de los vampiros: Necrosis inmediata
Necrosis inmediata: Ejerce un corte en el cuello de un rival que cicatriza al instante en un estado de necrosis. En los siguientes turnos y hasta el final del tema, el rival será maldecido y se convertirá en un vampiro. Con el hambre de sangre que eso supone pero su efecto no causa que los convertidos mueran por el sol, en cambio, sentirán dolor e intenso malestar.
- Imagen del cuchillo:
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Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
— ¡Qué coño...!— exclamé agachándome con las rodillas ligeramente dobladas, con la espada entre las manos atadas todavía, cuando aquella especie de escudo se formó a nuestro alrededor. Me quedé con los ojos abiertos de par en par, preguntándome qué clase de brujería sería aquella.
Miré al hombre de la extraña coraza de placas, ceñidas a su cuerpo. No era una armadura normal, eso era evidente. Bufé con cinismo cuando dijo que lo mejor era retirarse. ¿Cómo íbamos a retroceder si estábamos rodeados de hombres armados? Además, tenía que sacar a Jarek de allí, aunque le vi escabulléndose como el cobarde que era mientras el tal Matthew Owens se presentaba. Pero Jarek no fue lo bastante rápido. Dos hombres le impidieron el paso, Jarek retrocedió, con las manos en alto, hasta que el propio Owens llegó hasta él y le agarró de la camisa y el jubón.
— ¡Ay!— se quejó el bardo mientras ponía aquel cuchillo muy cerca de la nuez del músico— ¡Por favor! ¡En la cara no, en la cara no! ¡Tengo la piel muy sensible! ¡Visenna, por el amor del cielo!— suplicó.
—Hijo de puta...— mascullé con los dientes apretados y el ceño fruncido. No podía arriesgar la vida de Jarek, por muy patán que fuese. Solté aire en una bocanada, y entonces me encaré con el tipo de la coraza, apuntándole con la espada—. Disuelve el escudo— le exigí.
Miré al hombre de la extraña coraza de placas, ceñidas a su cuerpo. No era una armadura normal, eso era evidente. Bufé con cinismo cuando dijo que lo mejor era retirarse. ¿Cómo íbamos a retroceder si estábamos rodeados de hombres armados? Además, tenía que sacar a Jarek de allí, aunque le vi escabulléndose como el cobarde que era mientras el tal Matthew Owens se presentaba. Pero Jarek no fue lo bastante rápido. Dos hombres le impidieron el paso, Jarek retrocedió, con las manos en alto, hasta que el propio Owens llegó hasta él y le agarró de la camisa y el jubón.
— ¡Ay!— se quejó el bardo mientras ponía aquel cuchillo muy cerca de la nuez del músico— ¡Por favor! ¡En la cara no, en la cara no! ¡Tengo la piel muy sensible! ¡Visenna, por el amor del cielo!— suplicó.
—Hijo de puta...— mascullé con los dientes apretados y el ceño fruncido. No podía arriesgar la vida de Jarek, por muy patán que fuese. Solté aire en una bocanada, y entonces me encaré con el tipo de la coraza, apuntándole con la espada—. Disuelve el escudo— le exigí.
Visenna
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Sostenía la barrera eléctrica con fiereza, observando como los jinetes intentaron inútilmente atravesarla con sus armas; recibiendo una descarga como única respuesta. Mientras tanto, yo esperaba recibir alguna señal de parte de la señorita, que parecía no estar conforme con la idea de escapar. El tiempo era un recurso indispensable en estas situaciones, y no estábamos haciendo buen uso de él en lo absoluto.
— ¡P-P-Prom...! Nos están rodeando. —tartamudeó Arthur nervioso, mientras los jinetes empezaban a cubrir el perímetro de la barrera— ¡Rápido! ¡Debemos irnos ahora!
— Negativo. Mientras nos sea posible salvarla, no podemos abandonarla. —respondí, haciendo alusión a la dama— Además... —mencioné cabizbajo, observando como nos habían rodeado y al bardo siendo amenazado por el virrey. Mi análisis indicó altos niveles de riesgo, disparándose en el momento en que fue revelada aquella arma del virrey— Detecto energía misteriosa emanando de esa daga. Algo está mal con ella. —acoté.
— ¡Afff...! —se quejó tras pensárselo un rato— A veces detesto que seamos los héroes... —comentó con desdén, cruzándose de brazos y apartando la mirada.
— Se han neutralizado nuestras posibilidades. No nos queda otra opción... —dije con resignación, recalibrando los átomos de mi núcleo y disolviendo la barrera— Deberemos esperar otra oportunidad antes de efectuar nuestro escape... —mencioné, colocándome de rodillas y con las manos detrás de la cabeza, volviendo a adoptar actitud de sumisión. Al parecer, si tendría que luchar después de todo en esa arena.
— ¡P-P-Prom...! Nos están rodeando. —tartamudeó Arthur nervioso, mientras los jinetes empezaban a cubrir el perímetro de la barrera— ¡Rápido! ¡Debemos irnos ahora!
— Negativo. Mientras nos sea posible salvarla, no podemos abandonarla. —respondí, haciendo alusión a la dama— Además... —mencioné cabizbajo, observando como nos habían rodeado y al bardo siendo amenazado por el virrey. Mi análisis indicó altos niveles de riesgo, disparándose en el momento en que fue revelada aquella arma del virrey— Detecto energía misteriosa emanando de esa daga. Algo está mal con ella. —acoté.
— ¡Afff...! —se quejó tras pensárselo un rato— A veces detesto que seamos los héroes... —comentó con desdén, cruzándose de brazos y apartando la mirada.
— Se han neutralizado nuestras posibilidades. No nos queda otra opción... —dije con resignación, recalibrando los átomos de mi núcleo y disolviendo la barrera— Deberemos esperar otra oportunidad antes de efectuar nuestro escape... —mencioné, colocándome de rodillas y con las manos detrás de la cabeza, volviendo a adoptar actitud de sumisión. Al parecer, si tendría que luchar después de todo en esa arena.
Prometeo
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Sonrió ampliamente al ver el gesto de preocupación de la muchacha, había dado en el clavo al amenazar al Bardo. Hacía ya un tiempo que no tenía que recurrir a ese tipo de amenazas, sentía un poco de nostalgia al tener de nuevo a un rehén en sus manos, pero tampoco era una actividad a la cual quisiera volver, eso sería un retroceso en su carrera. Cuando bajaron el escudo, Matthew cumplió su palabra y soltó al prisionero, aunque siguió teniéndolo cerca, por sí era necesario utilizarlo de nuevo.
-Tranquilo, Cariño, tendría que carecer totalmente de corazón para lastimar un rostro tan hermoso - Le sonrió al bardo de modo gatuno y le guiñó un ojo - Tengo un trabajo pensado para ti, pero te contaré los detalles luego -
Hizo un gesto con la mano para que el resto de los bandidos rodearan a los prisioneros y les pusieran esposas en manos y pies. Guardó la daga y se quedó pensando durante unos segundos cómo continuar, estando de esa manera no podrían caminar demasiado rápido, pero tenían que llegar a la arena.
-Tendremos que repartirlos - Señaló a los dos rehenes que habían llegado primeros que todos - Aten a esos dos a la parte de atrás del carro, pongan bastante cuerda para que puedan correr - Lo pensó un poco y agregó - A Prometeo también, tiene demasiada energía, veremos sí se cansa corriendo un poco - Le sonrió con amabilidad y luego se giró hacía el Bardo y Einar - Ustedes viajaran como sacos. Sí ven que algo extraño sucede, pueden matarlos - Le dio la orden a dos de los ladrones que iban a caballo, y entonces miró a la muchacha - Visenna ¿Cierto? Adoro tu mirada, quiero hablar contigo así que sube al carro - Se hizo a un lado para dejarla pasar y agregó un - ¿Por favor? - Claramente era sólo una pregunta por educación, no había alternativa.
Hizo como si se olvidara del muchacho con el bigote falso, mientras los bandidos acomodaban todo para irse. Owens se dio la vuelta, dio un par de pasos y luego hizo un gesto como si se acordara de algo.
-Cierto, quedas tú, el Joven que nunca en su vida levantó ni una espada - Se acercó y pasó un brazo por arriba de sus hombros - Verás que no es tan difícil, quizás Visenna pueda enseñarte una cosa o dos de aquí hasta que lleguemos, viajarás en el carro con nosotros - Le dio un par de palmadas y un pequeño empujón - Anda, sube -
En cuanto todos estuvieron acomodados, comenzaron el trayecto de regreso a la ciudad y desde allí a la Arena de Combate y Apuestas Ilegales. En cuanto el Virrey subió al carro les sonrió a ambos.
-Me alegra que hayan aceptado mi invitación ¿Primera vez en la ciudad? - Hablaba con una tranquilidad tal que si no fuera porque estaban encadenados casi parecería que en verdad estaban de visita.
________________________________
Aclaro aquí el orden por si no quedó claro:
-Visenna y Arthur van adentro del carro con Matt.
-Prometeo y 2 pnj van con las manos atadas con una soga larga a la parte de atrás del carro, para que vayan trotando.
-El Bardo y Einar van con pies y manos atadas cual sacos uno en cada caballo.
-Tranquilo, Cariño, tendría que carecer totalmente de corazón para lastimar un rostro tan hermoso - Le sonrió al bardo de modo gatuno y le guiñó un ojo - Tengo un trabajo pensado para ti, pero te contaré los detalles luego -
Hizo un gesto con la mano para que el resto de los bandidos rodearan a los prisioneros y les pusieran esposas en manos y pies. Guardó la daga y se quedó pensando durante unos segundos cómo continuar, estando de esa manera no podrían caminar demasiado rápido, pero tenían que llegar a la arena.
-Tendremos que repartirlos - Señaló a los dos rehenes que habían llegado primeros que todos - Aten a esos dos a la parte de atrás del carro, pongan bastante cuerda para que puedan correr - Lo pensó un poco y agregó - A Prometeo también, tiene demasiada energía, veremos sí se cansa corriendo un poco - Le sonrió con amabilidad y luego se giró hacía el Bardo y Einar - Ustedes viajaran como sacos. Sí ven que algo extraño sucede, pueden matarlos - Le dio la orden a dos de los ladrones que iban a caballo, y entonces miró a la muchacha - Visenna ¿Cierto? Adoro tu mirada, quiero hablar contigo así que sube al carro - Se hizo a un lado para dejarla pasar y agregó un - ¿Por favor? - Claramente era sólo una pregunta por educación, no había alternativa.
Hizo como si se olvidara del muchacho con el bigote falso, mientras los bandidos acomodaban todo para irse. Owens se dio la vuelta, dio un par de pasos y luego hizo un gesto como si se acordara de algo.
-Cierto, quedas tú, el Joven que nunca en su vida levantó ni una espada - Se acercó y pasó un brazo por arriba de sus hombros - Verás que no es tan difícil, quizás Visenna pueda enseñarte una cosa o dos de aquí hasta que lleguemos, viajarás en el carro con nosotros - Le dio un par de palmadas y un pequeño empujón - Anda, sube -
En cuanto todos estuvieron acomodados, comenzaron el trayecto de regreso a la ciudad y desde allí a la Arena de Combate y Apuestas Ilegales. En cuanto el Virrey subió al carro les sonrió a ambos.
-Me alegra que hayan aceptado mi invitación ¿Primera vez en la ciudad? - Hablaba con una tranquilidad tal que si no fuera porque estaban encadenados casi parecería que en verdad estaban de visita.
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Aclaro aquí el orden por si no quedó claro:
-Visenna y Arthur van adentro del carro con Matt.
-Prometeo y 2 pnj van con las manos atadas con una soga larga a la parte de atrás del carro, para que vayan trotando.
-El Bardo y Einar van con pies y manos atadas cual sacos uno en cada caballo.
Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Enarqué una ceja mientras oía a los dos hombres hablar. ¿En serio creía que necesitaba que me salvaran? Me sorprendió que al final ese Prometeo cediese a mi exigencia, pero eso me dejó más tranquila. Solté la espada que había tomado prestada y dejé que cambiaran las cuerdas de mis muñecas por grilletes, sin quitarle el ojo de encima al tipo de la daga. No me pasó por alto la expresión de Jarek ante la mirada ladina del tal Owens. Una que se mezcló con el alivio de no sentir su cuello amenazado.
Entorné los ojos cuando me dijo que adoraba mi mirada. Los hombres como él sólo buscaban una cosa de personas con mis habilidades. Me mantuve en silencio y obedecí al subir al carro mientras oía al bardo quejarse del trato que estaba recibiendo un poeta con su renombre. Por supuesto, no le devolví la sonrisa, y puse cara de vinagre.
—Invitación, los cojones— mascullé con desgana—. ¿Esto es necesario?— pregunté alzando ligeramente los grilletes. Sin espada y rodeada de hombres armados tenía todas las de perder, y no era estúpida.
Entorné los ojos cuando me dijo que adoraba mi mirada. Los hombres como él sólo buscaban una cosa de personas con mis habilidades. Me mantuve en silencio y obedecí al subir al carro mientras oía al bardo quejarse del trato que estaba recibiendo un poeta con su renombre. Por supuesto, no le devolví la sonrisa, y puse cara de vinagre.
—Invitación, los cojones— mascullé con desgana—. ¿Esto es necesario?— pregunté alzando ligeramente los grilletes. Sin espada y rodeada de hombres armados tenía todas las de perder, y no era estúpida.
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Arthur
Prometeo
No era posible, aquello definitivamente no podía estar pasando, claro que no... ¡Pero claro! ¡Todo se trataba de un sueño! Un mal, un terrible y horrendo sueño del que pronto despertaría... ¿Verdad? Intenté pellizcarme, en el momento en que Adam hizo desaparecer su escudo eléctrico, pero no funcionó... Demonios, aquello era real.
Tragué saliva mientras me arrodillaba, como me había indicado Adam, y un ladrón ataba mis manos. Aquello no me gustaba nada, pero sabía que sería peor si no obedecía; no quería ser lastimado o que me amenazaran con una daga en el cuello como a ese sucio bardo... Ya me las cobraría luego por su traición. Sentí un frío recorrer por mi espalda cuando aquel tipo empezó a hablar otra vez. Su sonrisa y actitud alegre me ponía de los nervios, fingiendo que no podía... No sé, ¿hervirnos en salsa y lanzarnos con arroz a una fosa de caníbales? ¿Qué clase de tortura utilizaban los virreyes? Esperaba no tener que descubrirlo todavía.
— ¿...? —miré a ambos lados, dudoso. Aquel tipo se había encargado de todos... Menos de mí. ¡Esto no era posible! Era mi oportunidad. Intenté escabullirme para esca... Olvidenlo. Un escalofrío corrió por mi espalda cuando su mano toco mi espalda— ¡S-s-si s-señor! ¡Enseguida! —respondí antes de obedecerle con prisa. ¡Maldita sea! Odiaba tenerle tanto miedo. Pero no quería morir, no aún, no tan joven y mediocre, no tenía alternativa.
Subí a aquel despampanante carruaje, sentándome frente al virrey; con un giganton a un lado, y la señorita y otro gigante al otro. La decoración era tan... Ridícula. Esperaba que aquel tipo no pudiera leerme la mente o nada similar. Tragué saliva otra vez.
— Eeeh... —no sabía qué decir o hacer, era un mar de nervios en una situación bastante incómoda— ¡P-p-pues si! Tiene una ciudad hermosa, alteza. —mascullé mirando de reojo las construcciones— ¡I-i-igual que su carroza y usted! Tiene un gusto muy fino, s-señor. —mentí, otra vez. No me gustaba nada el lugar, el carruaje y mucho menos él. ¿Pero qué podía decirle? No podía expresarle a rienda suelta que quería escupirle un ojo, ¿¡quién en su sano juicio provocaría la ira de su captor!?
Aparentemente, la señorita a mi lado. Casi se me sale el corazón por la nariz cuando abrió su boca para demostrar que no tenía ningún respeto por aquel tipo. No creía en ningún dios en particular, pero enserio esperaba que alguno me ayudara a salir de esta.
Solo esperaba que Adam estuviera bien.
Tragué saliva mientras me arrodillaba, como me había indicado Adam, y un ladrón ataba mis manos. Aquello no me gustaba nada, pero sabía que sería peor si no obedecía; no quería ser lastimado o que me amenazaran con una daga en el cuello como a ese sucio bardo... Ya me las cobraría luego por su traición. Sentí un frío recorrer por mi espalda cuando aquel tipo empezó a hablar otra vez. Su sonrisa y actitud alegre me ponía de los nervios, fingiendo que no podía... No sé, ¿hervirnos en salsa y lanzarnos con arroz a una fosa de caníbales? ¿Qué clase de tortura utilizaban los virreyes? Esperaba no tener que descubrirlo todavía.
— ¿...? —miré a ambos lados, dudoso. Aquel tipo se había encargado de todos... Menos de mí. ¡Esto no era posible! Era mi oportunidad. Intenté escabullirme para esca... Olvidenlo. Un escalofrío corrió por mi espalda cuando su mano toco mi espalda— ¡S-s-si s-señor! ¡Enseguida! —respondí antes de obedecerle con prisa. ¡Maldita sea! Odiaba tenerle tanto miedo. Pero no quería morir, no aún, no tan joven y mediocre, no tenía alternativa.
Subí a aquel despampanante carruaje, sentándome frente al virrey; con un giganton a un lado, y la señorita y otro gigante al otro. La decoración era tan... Ridícula. Esperaba que aquel tipo no pudiera leerme la mente o nada similar. Tragué saliva otra vez.
— Eeeh... —no sabía qué decir o hacer, era un mar de nervios en una situación bastante incómoda— ¡P-p-pues si! Tiene una ciudad hermosa, alteza. —mascullé mirando de reojo las construcciones— ¡I-i-igual que su carroza y usted! Tiene un gusto muy fino, s-señor. —mentí, otra vez. No me gustaba nada el lugar, el carruaje y mucho menos él. ¿Pero qué podía decirle? No podía expresarle a rienda suelta que quería escupirle un ojo, ¿¡quién en su sano juicio provocaría la ira de su captor!?
Aparentemente, la señorita a mi lado. Casi se me sale el corazón por la nariz cuando abrió su boca para demostrar que no tenía ningún respeto por aquel tipo. No creía en ningún dios en particular, pero enserio esperaba que alguno me ayudara a salir de esta.
Solo esperaba que Adam estuviera bien.
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Prometeo
Me puse de pie en silencio una vez finalizaron de inmovilizarme. No obstante, mi acción motriz no fue privada totalmente, debido a que la parte inferior de mi estructura se mantuvo libre. No tardó en ser revelada la respuesta de ésta incógnita. En pocos segundos fui atado a la parte posterior de aquel carruaje, siendo seguidos por un grupo de jinetes que cargaban con Jarek y el otro individuo, apuntando sus lanzas hacia nosotros.
— Ya oyeron al jefe, pedazos de estiércol y hojalata. —remarcó uno de ellos, apuntándome a mi directamente en la última oración— ¡A correr! Si no quieren esto enterrado en sus culos. —hizo referencia a su lanza— No aceptamos peleadores perezosos en la arena. —rió cruelmente.
— No funcionará... —susurré, lo suficientemente bajo para que no pudieran escucharme los jinetes entre sus carcajadas, mientras preparaba mi modalidad de carrera.
Si su plan era neutralizar mi stamina, no iba a funcionar. Mi modelo estaba diseñado para soportar esta clase de esfuerzos físicos, de modo que pudiera tener buen rendimiento en combate. Ciertamente, mi estructura no era puramente sintética y aún podían agotarse mis suministros de energía. Sin embargo, no sería tan sencillo como ellos deducían.
Por supuesto, no podía decir lo mismo de los individuos que se hallaban en la misma situación que yo. Su cuerpo orgánico si sucumbiría de prisa ante estas circunstancias. Uno de ellos captó mi atención; el más joven de ellos, comenzando a sollozar. No pude evitar sentir pena, aunque no podía ayudarle.
— Tranquilo amigo... —inicié diciendo, reclinándome junto a él— No desperdicies tu energía. Si quieres sobrevivir, debes ser fuerte, ellos no tendrán piedad de ti si les demuestras debilidad. —traté de calmarle. Mis palabras tuvieron efecto, aunque mínimo. Al menos logré animarle a intentar continuar.
El carruaje empezó a andar, y me concentré en manejar mis mecanismos de la forma más eficiente. Aunque el viaje dio inicio a un ritmo moderado, no demoraron en azotar los corceles para aumentar la velocidad de desplazamiento. La temperatura de mi endoesqueleto comenzó a ir en ascenso. Existía la posibilidad, pero el riesgo de sobrecalentamiento no era inminente.
Solo esperaba que Arthur estuviera bien.
— Ya oyeron al jefe, pedazos de estiércol y hojalata. —remarcó uno de ellos, apuntándome a mi directamente en la última oración— ¡A correr! Si no quieren esto enterrado en sus culos. —hizo referencia a su lanza— No aceptamos peleadores perezosos en la arena. —rió cruelmente.
— No funcionará... —susurré, lo suficientemente bajo para que no pudieran escucharme los jinetes entre sus carcajadas, mientras preparaba mi modalidad de carrera.
Si su plan era neutralizar mi stamina, no iba a funcionar. Mi modelo estaba diseñado para soportar esta clase de esfuerzos físicos, de modo que pudiera tener buen rendimiento en combate. Ciertamente, mi estructura no era puramente sintética y aún podían agotarse mis suministros de energía. Sin embargo, no sería tan sencillo como ellos deducían.
Por supuesto, no podía decir lo mismo de los individuos que se hallaban en la misma situación que yo. Su cuerpo orgánico si sucumbiría de prisa ante estas circunstancias. Uno de ellos captó mi atención; el más joven de ellos, comenzando a sollozar. No pude evitar sentir pena, aunque no podía ayudarle.
— Tranquilo amigo... —inicié diciendo, reclinándome junto a él— No desperdicies tu energía. Si quieres sobrevivir, debes ser fuerte, ellos no tendrán piedad de ti si les demuestras debilidad. —traté de calmarle. Mis palabras tuvieron efecto, aunque mínimo. Al menos logré animarle a intentar continuar.
El carruaje empezó a andar, y me concentré en manejar mis mecanismos de la forma más eficiente. Aunque el viaje dio inicio a un ritmo moderado, no demoraron en azotar los corceles para aumentar la velocidad de desplazamiento. La temperatura de mi endoesqueleto comenzó a ir en ascenso. Existía la posibilidad, pero el riesgo de sobrecalentamiento no era inminente.
Solo esperaba que Arthur estuviera bien.
Prometeo
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Matthew parecía sumamente divertido con la situación, y al ver que Visenna se enojaba sonreía aún más, era tan divertido ser irritante, y era tan difícil el poder salir del tedio de la rutina. El Virrey se cruzó de piernas de forma bastante femenina y se los quedó mirando fijamente, primero a uno y luego al otro, mientras respondían a su pregunta, cada uno con su particular estilo.
-Claro que es necesario, Querida. Luego de ver lo que hacías con uno de mis guardias creo que cualquier medida que tome es poca. Además, aunque la situación es muy desventajosa para ti, puedo notar en tu mirada que aún no te has rendido - Se inclinó un poco hacía adelante, pero no lo suficiente como para que la muchacha pudiera hacer algo como pasar las cuerdas por arriba de su cabeza y tomarlo de rehén - Y eso me resulta sumamente atractivo - Volvió a acomodarse en el asiento.
El carro rebotó un poco cuando subieron al puente que los llevaría por fin al interior de la ciudad, no era muy largo, pero había sido construido por un grupo de bandidos ebrios, por lo que no podía pedirse que estuviera demasiado prolijo. Afuera se podía escuchar a los tres rehenes corriendo, Matt se asomó por la ventana para verlos, Prometeo parecía estar bastante tranquilo y ese fue un dato importante que el Estafador se aseguró de guardar.
-Sí eso esas son tus mejores mentiras me siento sumamente decepcionado, Niño Bonito - Le respondió al muchacho mientras volvía a meter la cabeza en el carro - La ciudad es una pocilga, somos el peor antro que puedas encontrar en todo Aerandir, y creo que no hay un solo Dios que se pudiera sentir siquiera mínimamente interesado en representarnos - Sonrió ampliamente - Aunque tienes toda la razón en lo último que dijiste. En verdad mi gusto es exquisito -
Pronto llegaron a la Arena de Combate y Apuestas Ilegales, estaban en proceso de elegir un nombre más corto. Los bandidos se repartieron para bajar a los rehenes que estaban subidos a los caballos, y desatar a los que iban atados al carro, Matthew bajó primero y en cuanto la gente lo vio comenzó a aglutinarse alrededor, casi cualquier ciudadano promedio de ese sitio era casi tan inmoral como el propio Virrey, por lo que no estaban ni apenados, ni sorprendidos al ver a los nuevos prisioneros.
Más bien estaban curiosos, querían ver a cual les convendría apostar.
-Mis muy queridos invitados ¿No están contentos? ¡Miren lo famosos que son! Y pronto estarán en la arena, demostrando su valía - Era un bonito discurso para la multitud, y funcionó, la gente comenzó a aplaudir - Gracias, gracias, hagan sus apuestas y vayan a conseguir un buen asiento. El espectáculo será en verdad algo nunca visto - Les hizo un gesto a los guardias para que llevaran a los prisioneros adentro - Nos veremos en unos minutos - Saludo con la mano a todos, pero cuando el Bardo pasó a su lado lo agarró por el hombro - Menos tu, tu vienes conmigo. Y... El muchachito que no sabe levantar ni una espada, él seguirá a mi lado, algo me dice que Prometeo se mostrará mucho más cooperativo sí su amigo queda fuera de su rango de protección -
-Claro que es necesario, Querida. Luego de ver lo que hacías con uno de mis guardias creo que cualquier medida que tome es poca. Además, aunque la situación es muy desventajosa para ti, puedo notar en tu mirada que aún no te has rendido - Se inclinó un poco hacía adelante, pero no lo suficiente como para que la muchacha pudiera hacer algo como pasar las cuerdas por arriba de su cabeza y tomarlo de rehén - Y eso me resulta sumamente atractivo - Volvió a acomodarse en el asiento.
El carro rebotó un poco cuando subieron al puente que los llevaría por fin al interior de la ciudad, no era muy largo, pero había sido construido por un grupo de bandidos ebrios, por lo que no podía pedirse que estuviera demasiado prolijo. Afuera se podía escuchar a los tres rehenes corriendo, Matt se asomó por la ventana para verlos, Prometeo parecía estar bastante tranquilo y ese fue un dato importante que el Estafador se aseguró de guardar.
-Sí eso esas son tus mejores mentiras me siento sumamente decepcionado, Niño Bonito - Le respondió al muchacho mientras volvía a meter la cabeza en el carro - La ciudad es una pocilga, somos el peor antro que puedas encontrar en todo Aerandir, y creo que no hay un solo Dios que se pudiera sentir siquiera mínimamente interesado en representarnos - Sonrió ampliamente - Aunque tienes toda la razón en lo último que dijiste. En verdad mi gusto es exquisito -
Pronto llegaron a la Arena de Combate y Apuestas Ilegales, estaban en proceso de elegir un nombre más corto. Los bandidos se repartieron para bajar a los rehenes que estaban subidos a los caballos, y desatar a los que iban atados al carro, Matthew bajó primero y en cuanto la gente lo vio comenzó a aglutinarse alrededor, casi cualquier ciudadano promedio de ese sitio era casi tan inmoral como el propio Virrey, por lo que no estaban ni apenados, ni sorprendidos al ver a los nuevos prisioneros.
Más bien estaban curiosos, querían ver a cual les convendría apostar.
-Mis muy queridos invitados ¿No están contentos? ¡Miren lo famosos que son! Y pronto estarán en la arena, demostrando su valía - Era un bonito discurso para la multitud, y funcionó, la gente comenzó a aplaudir - Gracias, gracias, hagan sus apuestas y vayan a conseguir un buen asiento. El espectáculo será en verdad algo nunca visto - Les hizo un gesto a los guardias para que llevaran a los prisioneros adentro - Nos veremos en unos minutos - Saludo con la mano a todos, pero cuando el Bardo pasó a su lado lo agarró por el hombro - Menos tu, tu vienes conmigo. Y... El muchachito que no sabe levantar ni una espada, él seguirá a mi lado, algo me dice que Prometeo se mostrará mucho más cooperativo sí su amigo queda fuera de su rango de protección -
Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Rodé los ojos al oír al quejica que me había tocado como acompañante. No había peor que un adulador cagado de miedo. Era patético. Solté aire por la nariz, dejando reposar las manos sobre las rodillas. Ya suponía que no nos iba a quitar los grilletes, pero ya puestos a intentarlo... No perdía nada. Enarqué una ceja cuando dijo que mi reticencia a rendirme le resultaba atractiva. Me mantuve en silencio el resto del viaje, meciéndome al ritmo irregular del traqueteo del carro.
En cuanto se detuvo y bajó el señor Virrey, salí obligada por uno de sus hombres. Estar atada de pies y manos dificultaba los movimientos. Una mano recordeta me clavó los dedos en el brazo para hacerme bajar. Le miré con cara de pocos amigos y cuando me di cuenta del percal que se nos presentaba por delante, mi ceño se pronunció. Aquello no me gustaba un pelo. Iban a hacernos luchar entre nosotros.
— ¡Eh!— exclamé, revolviéndome al ver que se llevaban a Jarek a otro lado. Esperaba que, al menos, a él no lo hicieran pelear. Lo suyo era la música, no la espada. Jarek me devolvió una mirada llena de resignación y dudas, aunque en sus iris de diferente color vi cómo me pedía calma. Se los llevaban a los dos como garantía—. Hijo de...
—Camina, moza— me gruñó el gordinflón, haciéndome caminar. Trastabillé ligeramente, cojeando por culpa del corte en el muslo.
Nos condujeron a través de un túnel hasta una especie de celda en la que nos encerraron. La reja que nos separaba de la arena estaba llena de óxido, pero era gruesa y pesada. Resoplé, soltando el aire por la nariz. A mí me encerraron con el tipo de la armadura extraña, aquel que se hacía llamar Prometeo. No me senté. No creía que fuera capaz con los grilletes y las heridas. Por suerte, no eran demasiado graves y podía soportar el dolor. Me acerqué a los barrotes para observar las gradas por encima de la estructura de madera.
En cuanto se detuvo y bajó el señor Virrey, salí obligada por uno de sus hombres. Estar atada de pies y manos dificultaba los movimientos. Una mano recordeta me clavó los dedos en el brazo para hacerme bajar. Le miré con cara de pocos amigos y cuando me di cuenta del percal que se nos presentaba por delante, mi ceño se pronunció. Aquello no me gustaba un pelo. Iban a hacernos luchar entre nosotros.
— ¡Eh!— exclamé, revolviéndome al ver que se llevaban a Jarek a otro lado. Esperaba que, al menos, a él no lo hicieran pelear. Lo suyo era la música, no la espada. Jarek me devolvió una mirada llena de resignación y dudas, aunque en sus iris de diferente color vi cómo me pedía calma. Se los llevaban a los dos como garantía—. Hijo de...
—Camina, moza— me gruñó el gordinflón, haciéndome caminar. Trastabillé ligeramente, cojeando por culpa del corte en el muslo.
Nos condujeron a través de un túnel hasta una especie de celda en la que nos encerraron. La reja que nos separaba de la arena estaba llena de óxido, pero era gruesa y pesada. Resoplé, soltando el aire por la nariz. A mí me encerraron con el tipo de la armadura extraña, aquel que se hacía llamar Prometeo. No me senté. No creía que fuera capaz con los grilletes y las heridas. Por suerte, no eran demasiado graves y podía soportar el dolor. Me acerqué a los barrotes para observar las gradas por encima de la estructura de madera.
Visenna
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Arthur
Prometeo
La situación sólo seguía yendo cada vez más de mal, en peor, a totalmente jodido. Vamos Arthur, el tipo era un estafador profesional, ¡el virrey de los estafadores profesionales! Seguro comía mentiras en el desayuno. Burlarle para conseguir escapar de ésta pesadilla sería de todo; mucho menos fácil. Tantos idiotas que podían toparse con este calvario y justamente teníamos que ser nosotros. ¿¡Por qué Aerandir me odiaba!?
— Ja... jajaja... Sí... —reí nervioso en primera instancia ante su último comentario. Más, no demoré en detenerme abruptamente y esquivar el contacto visual. No tenía caso, él podía leerme— Me esforzaré más, señor.
No demoramos mucho más en llegar. Al mirar por la ventana para observar la construcción, no me esperaba encontrarme con una multitud que recibía ansiosa a los nuevos peleadores. Parpadeé con duda, ¿estaría alucinando? De pronto me sentía... Importante. Obviemos la parte en que se dibujó una sonrisa en mi rostro.
Bajé con prisa detrás del virrey. De igual manera me harían bajar por las malas, así que mejor hacerlo fácil mientras tenía la oportunidad, ¿cierto? Observé como desataban a Adam y al resto de prisioneros. Parecía estar bien, muy al contrario de sus compañeros. Le indiqué que yo también me hallaba a salvo.
Un breve discurso del virrey, y el público comenzó a regocijarse y aplaudir. Se me infló el pecho de orgullo, y el ego también.
— No olvides porqué estamos aquí, Arthur. —me susurró Adam en un tono irónico, custodiado por dos de esos gigantones, haciéndome tocar fondo. Ni siquiera recordaba los grilletes en mis muñecas.
— ¡C-c-claro! Enfocado, enfocado. —espabilé, provocando la risa de Adam. Me alegraba verlo sereno, sabía entonces que tenía un plan.
— Sólo no cometas ninguna locura, ¿de acuerdo? —indicó risueño. Asentí en silencio.
Lo último que hice fue tomar nota mental de hacia donde se llevaban a Adam y al resto de prisioneros, en el momento en que volvieron a separarnos. Debía saber donde estaría si conseguía una oportunidad de liberarnos.
— Ja... jajaja... Sí... —reí nervioso en primera instancia ante su último comentario. Más, no demoré en detenerme abruptamente y esquivar el contacto visual. No tenía caso, él podía leerme— Me esforzaré más, señor.
No demoramos mucho más en llegar. Al mirar por la ventana para observar la construcción, no me esperaba encontrarme con una multitud que recibía ansiosa a los nuevos peleadores. Parpadeé con duda, ¿estaría alucinando? De pronto me sentía... Importante. Obviemos la parte en que se dibujó una sonrisa en mi rostro.
Bajé con prisa detrás del virrey. De igual manera me harían bajar por las malas, así que mejor hacerlo fácil mientras tenía la oportunidad, ¿cierto? Observé como desataban a Adam y al resto de prisioneros. Parecía estar bien, muy al contrario de sus compañeros. Le indiqué que yo también me hallaba a salvo.
Un breve discurso del virrey, y el público comenzó a regocijarse y aplaudir. Se me infló el pecho de orgullo, y el ego también.
— No olvides porqué estamos aquí, Arthur. —me susurró Adam en un tono irónico, custodiado por dos de esos gigantones, haciéndome tocar fondo. Ni siquiera recordaba los grilletes en mis muñecas.
— ¡C-c-claro! Enfocado, enfocado. —espabilé, provocando la risa de Adam. Me alegraba verlo sereno, sabía entonces que tenía un plan.
— Sólo no cometas ninguna locura, ¿de acuerdo? —indicó risueño. Asentí en silencio.
Lo último que hice fue tomar nota mental de hacia donde se llevaban a Adam y al resto de prisioneros, en el momento en que volvieron a separarnos. Debía saber donde estaría si conseguía una oportunidad de liberarnos.
✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠
Prometeo
La tenue luz del fuego de las antorchas era la única iluminación que guiaba nuestro avanzar por las profundidades de aquel lúgubre calabozo. Podía escucharse el murmullo de uno que otro roedor, así como el salpicar de gotas filtrándose por el tejado. Agradecía que Arthur no fuera traído a este lugar, puesto que ya estaría desmayado en el suelo.
Analizaba cada paso que dábamos, creando un mapa que serviría para poder elaborar una ruta de escape óptima si tenía la oportunidad.
La celda se cerró con fuerza a nuestras espaldas, mientras los ladrones se marchaban realizando comentarios mal sonantes. Fui encerrado con aquella señorita, quien se mantenía en silencio; observando por la rejilla que filtraba el único foco de luz en el compartimiento. Realicé un rápido análisis.
— Se encuentra herida. —anuncié al detectar un sangrado leve emanando de su muslo, esperando llamar su atención— Requiere atención inmediata. —diagnostiqué.
No era una unidad médica, no podía brindarle una ayuda apropiada. Sin embargo, podía elevar la temperatura de una de mis extremidades, lo suficiente para cauterizar la herida y detener el sangrado.
— Permítame asistirle. —ofrecí, sin acercarme demasiado a ella— No es apropiado permanecer en su condición, mucho menos bajo las circunstancias en que estamos y estaremos pronto. —razoné.
Analizaba cada paso que dábamos, creando un mapa que serviría para poder elaborar una ruta de escape óptima si tenía la oportunidad.
La celda se cerró con fuerza a nuestras espaldas, mientras los ladrones se marchaban realizando comentarios mal sonantes. Fui encerrado con aquella señorita, quien se mantenía en silencio; observando por la rejilla que filtraba el único foco de luz en el compartimiento. Realicé un rápido análisis.
— Se encuentra herida. —anuncié al detectar un sangrado leve emanando de su muslo, esperando llamar su atención— Requiere atención inmediata. —diagnostiqué.
No era una unidad médica, no podía brindarle una ayuda apropiada. Sin embargo, podía elevar la temperatura de una de mis extremidades, lo suficiente para cauterizar la herida y detener el sangrado.
— Permítame asistirle. —ofrecí, sin acercarme demasiado a ella— No es apropiado permanecer en su condición, mucho menos bajo las circunstancias en que estamos y estaremos pronto. —razoné.
Prometeo
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Matthew caminó junto a los dos prisioneros que le quedaban hasta la tarima desde donde contemplaba siempre las peleas. El sitio consistía básicamente en un enorme sillón individual con una mesa pequeña y redonda a un lado dónde usualmente tenía dulces o vino, aunque había suficiente espacio para poner más sillas, no había ninguna a la vista, por lo que ambos prisioneros tenían que quedarse de pie, con dos guardias atrás vigilandolos.
A medida que pasaban los minutos las gradas se iban llenando cada vez más y más, la gente emocionada gritaba, bebía y se reía a carcajadas. Owens los observaba en silencio, no había vuelto a abrir la boca desde que se quedara solo con Arthur y Jarek, contemplaba detenidamente lo que era su pueblo y se asombraba del profundo asco que le producían. Pero eso estaba bien, porque al fin y al cabo ellos también sentían un profundo rechazo por Matt, tal como sucedía entre cualquier pueblo con sus figuras de liderazgo, la única diferencia era que aquí sí eran sinceros.
-¿No creen que hasta cierto punto son tiernos? Miren lo contentos que están por una cosa tan estúpida como una pelea - Quitó la mano que llevaba reposando en su mentón solo para señalar al público - Les da lo mismo quien sea, mientras no sean ellos. Serían capaces de sacrificar hasta a su familia con tal de unos minutos de diversión - Suspiró - Me estoy yendo por las ramas -
Se puso en pie, respiró profundo y dibujó una enorme sonrisa en su rostro. Volvía a ser el mismo Estafador de siempre.
-Querido Público, estamos por dar comienzo a una nueva ronda de batallas a muerte. Los competidores que trajimos en está oportunidad fueron seleccionados entre los mejores del condado, un grupo de feroces guerreros que se han ofrecido para dar su vida por esta ciudad ¡Por NUESTRA ciudad! ¡Para el entretenimiento de todos ustedes! - Los gritos y exclamaciones de júbilo fueron ensordecedores - Y ahora, sin más preámbulos ¡Que comience la batalla! -
En cuanto terminó el discurso, las rejas de ambos lados se abrieron, de una salieron Einar y uno de los guerreros que habían capturado al comienzo de la búsqueda, y del otro lado se encontraban Visenna y Prometeo. En cuanto dieron un par de pasos en la arena les comenzaron a llover botellas, piedras, armas rotas y cualquier cosa que el público consideraba que podían ser utilizadas para derrotar a un enemigo.
-Tengo la esperanza de que sus amigos hagan algo entretenido - Dejó escapar una risa corta - Más bien ustedes deberían tener esperanzas jajaja - Al momento una muchacha con muy poca ropa apareció por uno de los costados, dejó un tazón de higos en almíbar en la mesa y una jarra de vino y se retiró tan rápido como pudo.
El humor de Matt resultaba tan cambiante que lo mejor era no provocarlo.
A medida que pasaban los minutos las gradas se iban llenando cada vez más y más, la gente emocionada gritaba, bebía y se reía a carcajadas. Owens los observaba en silencio, no había vuelto a abrir la boca desde que se quedara solo con Arthur y Jarek, contemplaba detenidamente lo que era su pueblo y se asombraba del profundo asco que le producían. Pero eso estaba bien, porque al fin y al cabo ellos también sentían un profundo rechazo por Matt, tal como sucedía entre cualquier pueblo con sus figuras de liderazgo, la única diferencia era que aquí sí eran sinceros.
-¿No creen que hasta cierto punto son tiernos? Miren lo contentos que están por una cosa tan estúpida como una pelea - Quitó la mano que llevaba reposando en su mentón solo para señalar al público - Les da lo mismo quien sea, mientras no sean ellos. Serían capaces de sacrificar hasta a su familia con tal de unos minutos de diversión - Suspiró - Me estoy yendo por las ramas -
Se puso en pie, respiró profundo y dibujó una enorme sonrisa en su rostro. Volvía a ser el mismo Estafador de siempre.
-Querido Público, estamos por dar comienzo a una nueva ronda de batallas a muerte. Los competidores que trajimos en está oportunidad fueron seleccionados entre los mejores del condado, un grupo de feroces guerreros que se han ofrecido para dar su vida por esta ciudad ¡Por NUESTRA ciudad! ¡Para el entretenimiento de todos ustedes! - Los gritos y exclamaciones de júbilo fueron ensordecedores - Y ahora, sin más preámbulos ¡Que comience la batalla! -
En cuanto terminó el discurso, las rejas de ambos lados se abrieron, de una salieron Einar y uno de los guerreros que habían capturado al comienzo de la búsqueda, y del otro lado se encontraban Visenna y Prometeo. En cuanto dieron un par de pasos en la arena les comenzaron a llover botellas, piedras, armas rotas y cualquier cosa que el público consideraba que podían ser utilizadas para derrotar a un enemigo.
-Tengo la esperanza de que sus amigos hagan algo entretenido - Dejó escapar una risa corta - Más bien ustedes deberían tener esperanzas jajaja - Al momento una muchacha con muy poca ropa apareció por uno de los costados, dejó un tazón de higos en almíbar en la mesa y una jarra de vino y se retiró tan rápido como pudo.
El humor de Matt resultaba tan cambiante que lo mejor era no provocarlo.
Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Miré de reojo al hombre de hojalata cuando anunció lo obvio, que necesitaba asistencia médica. No me jodas, genio, pensé con los dientes apretados. La herida del muslo escocía especialmente, por supuesto, pero no me iba a desangrar. De momento. Entonces se ofreció a hacerlo él mismo usando un juego de palabras educadas, pero en mis retinas se había quedado grabado aquella suerte de magia negra antes de que nos capturasen. No me gustaba la magia. No la entendía, y por lo tanto no quería que ese brujo me tocara. Ni harta de vino.
—Estoy bien— murmuré, por no decirle que como se acercara más a mí, le atizaba con los grilletes de mis muñecas.
—Por supuesto, una muchedumbre sedienta de sangre es de lo más tierna— comentó Jarek, que demasiado tiempo llevaba con la boquita cerrada, algo inusual en él.
El bardo escuchó atentamente al virrey mientras voceaba y le daba a su público lo que quería oír. Qué ironía. Nos capturaban, nos obligarían a luchar entre nosotros hasta la muerte para entrener a una panda de desalmados con un concepto de la diversión bastante desviado, y a él le harían contemplarlo. Jarek tragó saliva. Por mucho que confiara en mis capacidades para el combate, era consciente de mis pocas opciones de supervivencia. Tenía que hacer algo, pensar algo, y rápido. Entonces apareció una muchacha bastante ligera de ropa y la vista se le fue de la arena. No se fijó en los higos, ni mucho menos, y la siguió con la mirada hasta desaparecer. Sacudió la cabeza para no volver a distraerse. Carraspeó.
—Excelencia...— comenzó, utilizando el tratamiento correcto que el protocolo exigía para dirigirse a un virrey. Jarek sabía de esas cosas— Seguro que podemos llegar a un acuerdo para que no haya... demasiado derramamiento de sangre...— dijo inclinándose ligeramente hacia Matthew Owens.
Nos quitaron las cadenas antes de salir a la arena. Fue un alivio, pero igualmente cojeaba ligeramente al caminar. Cada paso que daba era un puto suplicio. Hice un breve barrido con la vista mientras la gente rugía. Las antorchas iluminaban el cerco, y empezaron a llover objetos sobre la arena. Fruncí el ceño al ver al muchacho de antes, el pelirrojo, que se detuvo a unos diez pasos de Prometeo. El otro hombre me miró tras hacerse con una espada roma que había caído sobre la arena, y echó a correr en mi dirección. Seguramente me había tomado por el contrincante más débil. Rugió con la hoja en alto, y vi venir la dirección del movimiento de su muñeca aunque hubiera estado a varios kilómetros de distancia. Fue fácil echar ligeramente la espalda hacia atrás, moviéndome a un lado, y evadir el tajo.
—Estoy bien— murmuré, por no decirle que como se acercara más a mí, le atizaba con los grilletes de mis muñecas.
—Por supuesto, una muchedumbre sedienta de sangre es de lo más tierna— comentó Jarek, que demasiado tiempo llevaba con la boquita cerrada, algo inusual en él.
El bardo escuchó atentamente al virrey mientras voceaba y le daba a su público lo que quería oír. Qué ironía. Nos capturaban, nos obligarían a luchar entre nosotros hasta la muerte para entrener a una panda de desalmados con un concepto de la diversión bastante desviado, y a él le harían contemplarlo. Jarek tragó saliva. Por mucho que confiara en mis capacidades para el combate, era consciente de mis pocas opciones de supervivencia. Tenía que hacer algo, pensar algo, y rápido. Entonces apareció una muchacha bastante ligera de ropa y la vista se le fue de la arena. No se fijó en los higos, ni mucho menos, y la siguió con la mirada hasta desaparecer. Sacudió la cabeza para no volver a distraerse. Carraspeó.
—Excelencia...— comenzó, utilizando el tratamiento correcto que el protocolo exigía para dirigirse a un virrey. Jarek sabía de esas cosas— Seguro que podemos llegar a un acuerdo para que no haya... demasiado derramamiento de sangre...— dijo inclinándose ligeramente hacia Matthew Owens.
Nos quitaron las cadenas antes de salir a la arena. Fue un alivio, pero igualmente cojeaba ligeramente al caminar. Cada paso que daba era un puto suplicio. Hice un breve barrido con la vista mientras la gente rugía. Las antorchas iluminaban el cerco, y empezaron a llover objetos sobre la arena. Fruncí el ceño al ver al muchacho de antes, el pelirrojo, que se detuvo a unos diez pasos de Prometeo. El otro hombre me miró tras hacerse con una espada roma que había caído sobre la arena, y echó a correr en mi dirección. Seguramente me había tomado por el contrincante más débil. Rugió con la hoja en alto, y vi venir la dirección del movimiento de su muñeca aunque hubiera estado a varios kilómetros de distancia. Fue fácil echar ligeramente la espalda hacia atrás, moviéndome a un lado, y evadir el tajo.
Visenna
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Prometeo
Arthur
Preparaba las órdenes necesarias para modificar las condiciones de temperatura de mi exoestructura. No consideraba la negativa como una posibilidad. Tomaba como un factor común en los humanos optar prioritariamente por su supervivencia antes que cualquier alternativa. Añadiría la teoría para tomarla en consideración en futuras oportunidades.
Cancelé los procesos tras asentir a la dama. Aunque me pareciera una decisión irracional, no podía revocarla, las circunstancias no reunían los requisitos necesarios para operar sin necesidad de permisos. El resto de nuestra estadía en aquel calabozo consistió en el silencio de ambas partes.
Posteriormente, nos fueron retirados los grilletes, indicándonos que pronto iniciaría el combate.
El público gritó eufórico cuando se dio nuestra entrada en aquella arena. Realicé un rápido escaneo, en busca de posibles rutas de escape. Di instantáneamente con la localización de Arthur, acompañado del virrey y el bardo en lo alto de la arena. Elaboré un conjunto de algoritmos para escapar, sin embargo, no podría ejecutar ninguno hasta reducir el riesgo de mortandad de Arthur.
No tenía de otra. Cerré los ojos, dando inicio a los protocolos de combate. Flexioné los codos elevando los puños al nivel de mi mentón, adoptando una postura de lucha, marcando como objetivo al muchacho pelirrojo que me había seleccionado como oponente.
— No tengo intención de lastimar a nadie. —le hablé con seriedad— Sólo quiero rescatar a mi compañero y regresar a casa. —le di a conocer, sin bajar la guardia y preparado para actuar ante cualquier índice de ataque.
Mi misión era clara y, definitivamente, asesinar a mis enemigos no se hallaba entre los requisitos para su cumplimiento.
Cancelé los procesos tras asentir a la dama. Aunque me pareciera una decisión irracional, no podía revocarla, las circunstancias no reunían los requisitos necesarios para operar sin necesidad de permisos. El resto de nuestra estadía en aquel calabozo consistió en el silencio de ambas partes.
Posteriormente, nos fueron retirados los grilletes, indicándonos que pronto iniciaría el combate.
El público gritó eufórico cuando se dio nuestra entrada en aquella arena. Realicé un rápido escaneo, en busca de posibles rutas de escape. Di instantáneamente con la localización de Arthur, acompañado del virrey y el bardo en lo alto de la arena. Elaboré un conjunto de algoritmos para escapar, sin embargo, no podría ejecutar ninguno hasta reducir el riesgo de mortandad de Arthur.
No tenía de otra. Cerré los ojos, dando inicio a los protocolos de combate. Flexioné los codos elevando los puños al nivel de mi mentón, adoptando una postura de lucha, marcando como objetivo al muchacho pelirrojo que me había seleccionado como oponente.
— No tengo intención de lastimar a nadie. —le hablé con seriedad— Sólo quiero rescatar a mi compañero y regresar a casa. —le di a conocer, sin bajar la guardia y preparado para actuar ante cualquier índice de ataque.
Mi misión era clara y, definitivamente, asesinar a mis enemigos no se hallaba entre los requisitos para su cumplimiento.
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Arthur
Sudaba frío estando de pié en aquella habitación. Miraba a todos lados esperando algo, nervioso. Tras haber ingresado a aquella tarima, reinó un incómodo silencio sepulcral. Nadie decía ni movía un hueso. Sentía que si lo hacía, el virrey me degollaría con esa daga embrujada, o uno de esos gigantones que nos cuidaban... Explotaría o no sé, algo terrible.
Casi me orino del susto cuando el tipo empezó a hablar de nuevo. Respiré profundo antes de arquear una ceja con desagrado.
¿Tiernos? Esta gente me parecía muchas cosas; peligrosos, sucios, despreciables. ¿¡Pero tiernos!? ¡Tenían de tiernos lo que yo tenía de valiente! ... ¿Espera, qué dije?
— ... —guardaba silencio, mientras el virrey realizaba su discurso y la multitud enloquecía. Estaba distraído. Ni siquiera me había percatado de la botana y el vino en la mesa, ¿había estado todo este tiempo ahí?
Creedme o no, se me acababa de ocurrir una idea. ¿Era riesgosa? Si, muy riesgosa. ¿Tenía las agallas para intentarlo...? No... No había manera. Tenía demasiado miedo para intentar ayudar. Como siempre, solo esperaría que Adam solucionara todo y me salvara. ¡Bravo Arthur! Otra vez demostrando que no vales un pimiento...
Miraba con frustración a Adam luchar. Mi mente evocaba cada palabrería sin sentido del cibernético sobre lo que implicaba ser un héroe: "¡Arthur, un héroe no teme a la muerte! No pierde la esperanza. Y se enfrenta al peligro en medio de la adversidad." Nunca le prestaba atención... Y aún así, él creía en mí. Él era el único que lo hacía...
— Yo... —comencé, antes de tragar saliva, en un halito de valentía— Pienso que este lugar tiene muchísimo más potencial. —y entonces todo fluyó— Digo, si cobran por cada asiento, ¿verdad? Con una arena así, le aseguro que las ganancias darían para construir una segunda Ciudad Lagarto. —comenté con seriedad.
Honestamente, no sabía si estaba caminando hacia nuestra salvación, o a nuestra muerte. Solo sabía algo: Ya no había vuelta atrás.
Casi me orino del susto cuando el tipo empezó a hablar de nuevo. Respiré profundo antes de arquear una ceja con desagrado.
¿Tiernos? Esta gente me parecía muchas cosas; peligrosos, sucios, despreciables. ¿¡Pero tiernos!? ¡Tenían de tiernos lo que yo tenía de valiente! ... ¿Espera, qué dije?
— ... —guardaba silencio, mientras el virrey realizaba su discurso y la multitud enloquecía. Estaba distraído. Ni siquiera me había percatado de la botana y el vino en la mesa, ¿había estado todo este tiempo ahí?
Creedme o no, se me acababa de ocurrir una idea. ¿Era riesgosa? Si, muy riesgosa. ¿Tenía las agallas para intentarlo...? No... No había manera. Tenía demasiado miedo para intentar ayudar. Como siempre, solo esperaría que Adam solucionara todo y me salvara. ¡Bravo Arthur! Otra vez demostrando que no vales un pimiento...
Miraba con frustración a Adam luchar. Mi mente evocaba cada palabrería sin sentido del cibernético sobre lo que implicaba ser un héroe: "¡Arthur, un héroe no teme a la muerte! No pierde la esperanza. Y se enfrenta al peligro en medio de la adversidad." Nunca le prestaba atención... Y aún así, él creía en mí. Él era el único que lo hacía...
— Yo... —comencé, antes de tragar saliva, en un halito de valentía— Pienso que este lugar tiene muchísimo más potencial. —y entonces todo fluyó— Digo, si cobran por cada asiento, ¿verdad? Con una arena así, le aseguro que las ganancias darían para construir una segunda Ciudad Lagarto. —comenté con seriedad.
Honestamente, no sabía si estaba caminando hacia nuestra salvación, o a nuestra muerte. Solo sabía algo: Ya no había vuelta atrás.
Prometeo
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
En cuanto el Estafador escuchó la palabra “acuerdo” fue como sí sus dos orejas se pararan y giraran hacia el Bardo, en sentido metafórico, claro está. El rostro del Humano seguía mirando hacía adelante, pero desvió la vista hacía Jarek, esa era señal más que suficiente para denotar que había logrado captar su atención. A Matthew le gustaba eso, que los prisioneros se arriesgaran e intentaran cosas diferentes para obtener su libertad, ese tipo de acciones difíciles de predecir eran lo que le daba algo de entretenimiento a su día a día.
-¿Llegar a un acuerdo? ¿En qué tipo de acuerdo estás pensando? - Entonces sí se giró para ver de frente a Jarek - Claramente están en desventaja para negociar. No pueden ofrecerme más dinero de lo que puede darme todo este público, ni tampoco tienen gente para ofrecer que peleen en su lugar - Mientras hablaba pasaba disimuladamente un brazo alrededor de la cintura del Bardo - Claro que hay algo más que puedes ofrecerme, y quizás me haría cambiar de opinión - Con un ligero empujón lo hizo sentarse sobre sus piernas - Así que dime ¿Que tipo de cosas tenías en mente? - Era una evidente violación del espacio personal de Jarek, y el Virrey no parecía para nada apenado con semejante actitud desvergonzada.
Tan bonita negociación fue interrumpida por el comentario de Arthur, Owens volvió a ponerse serio y le respondió de forma seca.
-Seguramente, no lo sé, no llevo la cuenta - Se encogió de hombros - De todos modos las ganancias son en su mayoría para el Rey, no para el Virrey -
Mientras tanto, en la arena.
Einar salió de su celda saludando y sonriendo al público, no parecía para nada asustado con la situación, estaba en su salsa. Miró a las otras tres personas que estaban en la misma posición que él, ellos sí parecían estar preocupados ¿Por qué se lo tomaban tan en serio? ¿Acaso no se daban cuenta del regalo que Matthew les acababa de hacer? ¿O quizás sí lo sabían pero eran un montón de malagradecidos?
Las palabras de Prometeo sólo tuvieron carcajadas como respuesta.
-Jajajaja -Einar se reía tanto que tenía que agarrarse la panza por las puntadas que le daba - ¿Qué no lo ves? Estamos en medio de un show, amigo. No se puede dejar esperando al público - Dio unos saltitos en el lugar y luego optó por una postura de combate bastante inusual -No seas aburrido, sonríe un poco - Acortó la distancia hasta llegar a Prometeo y realizó varios golpes que a nivel daño no serían la gran cosa, sobre todo considerando la resistencia del Bio, pero se haría sentir en las articulaciones en cuanto quisiera moverse un poco.
-----------------------------
+
*Einar usa su Habilidad Ataques Incapacitantes (Mantenida) Mientras el personaje mantenga esta habilidad, todos sus ataques físicos realizan un 30% menos de daño físico, pero a cambio dañan con precisión articulaciones y puntos delicados del organismo, reduciendo la movilidad y la capacidad del rival de usar sus habilidades adecuadamente a medida que se acumula el daño.
Duración: 2 turnos
Enfriamiento: 5 turnos
-¿Llegar a un acuerdo? ¿En qué tipo de acuerdo estás pensando? - Entonces sí se giró para ver de frente a Jarek - Claramente están en desventaja para negociar. No pueden ofrecerme más dinero de lo que puede darme todo este público, ni tampoco tienen gente para ofrecer que peleen en su lugar - Mientras hablaba pasaba disimuladamente un brazo alrededor de la cintura del Bardo - Claro que hay algo más que puedes ofrecerme, y quizás me haría cambiar de opinión - Con un ligero empujón lo hizo sentarse sobre sus piernas - Así que dime ¿Que tipo de cosas tenías en mente? - Era una evidente violación del espacio personal de Jarek, y el Virrey no parecía para nada apenado con semejante actitud desvergonzada.
Tan bonita negociación fue interrumpida por el comentario de Arthur, Owens volvió a ponerse serio y le respondió de forma seca.
-Seguramente, no lo sé, no llevo la cuenta - Se encogió de hombros - De todos modos las ganancias son en su mayoría para el Rey, no para el Virrey -
Mientras tanto, en la arena.
Einar salió de su celda saludando y sonriendo al público, no parecía para nada asustado con la situación, estaba en su salsa. Miró a las otras tres personas que estaban en la misma posición que él, ellos sí parecían estar preocupados ¿Por qué se lo tomaban tan en serio? ¿Acaso no se daban cuenta del regalo que Matthew les acababa de hacer? ¿O quizás sí lo sabían pero eran un montón de malagradecidos?
Las palabras de Prometeo sólo tuvieron carcajadas como respuesta.
-Jajajaja -Einar se reía tanto que tenía que agarrarse la panza por las puntadas que le daba - ¿Qué no lo ves? Estamos en medio de un show, amigo. No se puede dejar esperando al público - Dio unos saltitos en el lugar y luego optó por una postura de combate bastante inusual -No seas aburrido, sonríe un poco - Acortó la distancia hasta llegar a Prometeo y realizó varios golpes que a nivel daño no serían la gran cosa, sobre todo considerando la resistencia del Bio, pero se haría sentir en las articulaciones en cuanto quisiera moverse un poco.
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+
- Postura de Einar:
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*Einar usa su Habilidad Ataques Incapacitantes (Mantenida) Mientras el personaje mantenga esta habilidad, todos sus ataques físicos realizan un 30% menos de daño físico, pero a cambio dañan con precisión articulaciones y puntos delicados del organismo, reduciendo la movilidad y la capacidad del rival de usar sus habilidades adecuadamente a medida que se acumula el daño.
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Enfriamiento: 5 turnos
Matthew Owens
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Re: La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
—Ehm... Me temo que ha habido un malentendido, Excelencia— balbució el bardo ante la actitud del virrey sentándole sobre sus rodillas. Se levantó y puso distancia con las manos por delante—. Seguro que podemos llegar a otro tipo de acuerdo... La chica es una gran guerrera, os lo aseguro. Desperdiciarla en un único encuentro, herida y en clara desventaja frente a contrincantes como ese autoproclamado héroe... Prometeo...— dijo señalando a la arena— No te ofendas, amigo— le pidió a Arthur mirándole un instante, y enseguida volvió a mirar a Owens—. La dama podría resultaros más útil de otra forma— como me enterara de que me había llamado "dama", le iba a dar una paliza.
—No es nada personal, moza...— masculló. Le reconocí del viaje en carro hasta ciudad lagarto. Aunque le hubieran arrancado el pendiente y tuviera la oreja partida, su calva y su envergadura eran inconfundibles.
Tuve que evadir una torpe estocada y después otro tajo. Empleaba mucha fuerza, pero fallaba en destreza. Lo mismo daba que tuviera un hacha en las manos. La espada se le quedó hacia un lado, por lo que aproveché para darle un puñetazo en la cara. No quería matarle, pero si seguía así me obligaría a hacerlo. El hombre retrocedió, sorprendido por la leche que acababa de llevarse. Cojeé para hacerme con una espada que había medio enterrada en la arena. La levanté justo para parar un tajo y desviar la hoja de mi contrincante. Los aceros chocaron entresí y se deslizaron con un siseo desagradable. Era imposible pararme a contemplar la pelea de los otros dos, porque estaba ocupada intentando salvar la vida. En cualquier caso, si lo alargaba mucho y me seguía cansando, mis opciones menguarían. La herida del muslo me incapacitaba bastante.
—Deja de moverte, chica— gruñó el grandullón. Por supuesto, no le hice caso mientras levantaba su espada e intentaba darme un tajo desde arriba. Finté hacia un lado y así firmemente la espada con las dos manos para cortar en horizontal coraza de cuero y carne como si fuera mantequilla.
—No es nada personal, moza...— masculló. Le reconocí del viaje en carro hasta ciudad lagarto. Aunque le hubieran arrancado el pendiente y tuviera la oreja partida, su calva y su envergadura eran inconfundibles.
Tuve que evadir una torpe estocada y después otro tajo. Empleaba mucha fuerza, pero fallaba en destreza. Lo mismo daba que tuviera un hacha en las manos. La espada se le quedó hacia un lado, por lo que aproveché para darle un puñetazo en la cara. No quería matarle, pero si seguía así me obligaría a hacerlo. El hombre retrocedió, sorprendido por la leche que acababa de llevarse. Cojeé para hacerme con una espada que había medio enterrada en la arena. La levanté justo para parar un tajo y desviar la hoja de mi contrincante. Los aceros chocaron entresí y se deslizaron con un siseo desagradable. Era imposible pararme a contemplar la pelea de los otros dos, porque estaba ocupada intentando salvar la vida. En cualquier caso, si lo alargaba mucho y me seguía cansando, mis opciones menguarían. La herida del muslo me incapacitaba bastante.
—Deja de moverte, chica— gruñó el grandullón. Por supuesto, no le hice caso mientras levantaba su espada e intentaba darme un tajo desde arriba. Finté hacia un lado y así firmemente la espada con las dos manos para cortar en horizontal coraza de cuero y carne como si fuera mantequilla.
- Uso de habilidades:
Guerrero
El personaje se enfoca en el combate con armas a modo general, privilegiando tanto ataque como defensa. Suele usar tácticas de combate y privilegiar la fuerza en combate frontal, siendo mejor en peleas en grupos.
Maestría: Armas cortantes de dos manos
Penetración
(Rasgo) La experiencia del personaje le permite usar puntos débiles y dañar mejor las armaduras. Sus ataques físicos consideran la armadura del rival como si fuera de un tipo más bajo (pesada se considera media, media se considera ligera, ligera es ignorada). Esto incluye la coraza de los bios.
Visenna
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