El juicio de Alameda. [3/3]

Hacía un día soleado, alguna nube por aquí y por allá. Los niños de la aldea llenos de energía jugando por doquier mientras que sus madres preocupadas se mantienen vigilandolos. Los ancianos discutiendo acerda del escaseo de la comida y la mala direción del dinero, ya era costumbre. Mientras que los adolescentes sólo se limitaban a practicar su control de telequinesis y alguno que otro su magia elemental. La aldea, sin contar los ancianos, se encontraba alegre. Era otro día de nuestras vidas, ¿Por qué no vivirlo de la mejor forma?

- Buenos días, señorito Vadblod, veo que estás distraído de nuevo - Dijo con voz divertida el anciano encargado de la aldea, mientras comía un poco de pan.

- ¡Buen día, señor Ofiuco! Disculpeme, sé que no debo distraerme duran... - Sono un horrible estruendo justo antes de que pudiese terminar mis disculpas. Estruendo que casi logra dejarme sordo de por vida, acompañado de un humo tan negro como una noche sin estrellas.

El aire de felicidad había cambiado. Ancianos aturdidos, madres y padres rodeando a sus hijos formando una barrera y yo, que me encontraba atontado sosteniendo al débil señor Ofiuco. Este, luego de unos segundos, se incorporó nuevamente para dar un aviso.

- ¡Amigos míos, todos busquen resguardo. Los guardias y yo iremos a vigilar! - Levantó su carismática voz en frente del pueblo y obedientes siguieron sus ordenes. El señor Ofiuco, era de esas personas a la cual se le daba liderar, aún con su edad actual.

Rápidamente éste se puso en marcha. Mientras tanto, empecé a recoger y guardar mis herramientas en el patio para poder ir seguro a casa.

"Ya ha pasado demasiado tiempo, normalmente n..." Se había escuchado otro estruendo, aunque con menor intensidad. Éste, además, traía consigo gritos de auxilio desgarradores, un aroma ahumado y una tensión espantosa en el ambiente