La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
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La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
La tarde avanzaba con lentitud, cargando consigo el olor de la lluvia. Olor tan característico, que para su desgracia, era sinónimo de quedar empapada una vez más. La lluvia, algún tiempo atrás, no le disgustaba, llegaba incluso agradarle. Pero cuándo se es pequeño, indefenso y sobre todo no se tiene un techo bajo el cual resguardarse, la lluvia se convierte en algo detestable. El mes de las precipitaciones siempre arrastraba la satisfacción de unos, y la desdicha de otros. Era parte del ciclo natural, significaba prosperidad, que la tierra volvía a estar al cien por cien. Para los niños de su edad, significaba no poder salir durante las tardes, por evitar enfermedades y reñidas debido a la suciedad que provocaba el barro que se formaba en las calles.
El último año había sido duro para la niña, apenas lograba sobrevivir. Recurría al robo, no tan grave, pero se había ganado cierta fama -cómo la mayoría de niños huérfanos que, al igual que ella, viven en las calles de Lunargenta-. Generalmente vagaba por las calles comerciales, y había desarrollado cierta técnica para abastecerse de vez en cuando con algo que pudiese comer. Aunque para su pesar, no era muy buena.
Había desarrollado también, ayudándose del arco que cargaba en su espalda, cierta habilidad por la caza. Cazaba sobretodo gaviotas, y de vez en cuando ratas. Que después intercambiaba con las pandillas por alguna cosa. A pesar de que este método le garantizaba un estómago lleno, era reprochable. No era bien visto. Por lo que se forzaba a apegarse al robo, y utilizaba esta técnica cómo último recurso.
Ese día se encontraba a las afueras del mercado, resguardada en la relativa seguridad que le brindaba un callejón bastante estrecho. Estaba sentada y abrazaba con fuerza la muñeca de trapo que su madre había confeccionado años atrás. A su lado yacían sus otros tiliches. El mantel que una vez había sido blanco, no era más que un trapo viejo y sucio. Había adoptado un color grisáceo, y varios agujeros se habían hecho paso sobre la tela, había tomado también un tamaño inferior al original. La chiquilla se veía obligada a arrancar pedazos de tela de vez en cuando, por diversas razones. Ya sea por el trueque de esta, o simplemente porque el paño estaba demasiado deteriorado.
Fruncía el ceño levemente, exasperada. Pronto se pondría a llover, tenía hambre, estaba sucia, estaba débil, tenía sueño, su cabello estaba enmarañado, estaba sola… Completamente sola. Sabía de la existencia de varias pandillas de niños, pero todos eran mayores que ella. Y siempre terminaba de mala manera. La vida en las calles era dura, despiadada.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el rugido de su estómago. Recordó entonces las necesidades básicas que su cuerpo demandaba. El día anterior había tenido suerte, puesto que había logrado conseguir un pedazo de pan -mendigando-. La gente puede ser cruel y desalmada, pero de vez en cuando, muy de vez en cuando, se le escapa cierto destello de humanidad.
La niña de pelo cobrizo había perdido mucho peso desde que había abandonado su hogar, tanto que su vestido le quedaba ancho. Tenía el cabello hecho un puño, totalmente enredado y sucio, a tal punto que el cepillo -bastante viejo- que se había llevado tiempo atrás no lograba hacer absolutamente nada, nada más atenuar levemente el desastre que tenía en la cabeza. Estaba en un estado de decadencia, completamente a la deriva. Lo cual la afectaba muchísimo, al querer siempre mantenerse presentable y no querer parecer una mendiga. Lloraba incluso por esta situación, y pensaba en su madre y en lo decepcionada que estaría si la viese en ese estado.
Pero se mantenía con el pecho hinchado, puesto que todo era mejor que volver al pueblo del que provenía. Todo era mejor en la gran ciudad, aunque le costase sobrevivir en las calles, prefería esa situación que la vivida anteriormente.
La pequeñaja se levantó, de manera costosa. Le dolía el cuerpo y había -sin duda alguna- atrapado algún resfriado a causa de las lluvias que azotaban Verisar en esa época. Soñaba despierta, muy frecuentemente, sobre un lecho caliente y blando en el cuál acostarse, ropajes nuevos, calzado… Sobre todo deshacerse de la mugre que la recubría de pies a cabeza. ¡Pero! De nuevo, el rugido de su estómago le volvió a poner los pies en la tierra. Tenía que atender esa necesidad primero, después podría seguir lamentándose por su situación.
Por lo que, con el ritmo que su cuerpo le permitía, escondió la muñequita entre el trapo y se preparó para abandonar el callejón. Con decisión, arregló la falda del vestido, intentando hacer desaparecer las arrugas. Acomodó el arco y el carcaj, y empezó a caminar. Tomó un gran bocado de aire, y acto seguido dejó salir este en modo de un suspiro cansado. Se fue adentrando entre las calles y plazas.
Aun habiendo vivido todo un año en las calles de Lunargenta, le costaba ubicarse. Tardaba cierto tiempo en saber dónde estaba plantada y hacía dónde dirigirse. Pero lo lograba, con cierto esfuerzo. Por lo que fue dirigiéndose a la zona comercial, con la mirada perdida. El mercado de Lunargenta era excepcionalmente grande, desorientador, incluso. Los olores de las diferentes comidas y especias inundaban el lugar, y los colores y brillos de los artilugios y animales que vendían allí también la entorpecían, la golpeaban cómo una ola golpea la arena. Toda esta marea de olores, colores y sensaciones despertaron en ella, todavía más, el hambre.
El crujir que producía el puesto del pescado, por los caparazones de los cangrejos al ser quebrados, y aquel olor tan característico del marisco se presentaban cómo un pilar inquebrantable. Avanzó un poco más y un nuevo olor se impuso. Esta vez más delicado, sin la agresividad característica del puesto anterior. El olor dulzón se apoderó de la escena con lentitud, cómo la caricia de un madre. El puesto panadero era sin duda su favorito. Aquel olor tan suave, y la vista de las esponjosas rebanadas de pan hacían que su estómago se manifestase con mayor intensidad. Aunque, para su desgracia no podría saciar ese antojo, ya que no se atrevía a robar de aquel puesto.
Por lo que siguió avanzado en ese mar de texturas y sabores, decidida por encontrar algo. A continuación, su olfato no fue el blanco, en cambio lo fue su campo de visión. Los colores intensos de las verduras y frutas de temporada. Los colores rojo, verde, amarillo, naranja… La llenaba de gusto llegar a esos puestos por la cantidad de formas y colores diferentes.
Se acercó lentamente, apegándose hasta dónde se lo permitía el sentido común, a la espalda de una anciana. Esta mujer de avanzada edad parecía estar comprando manzanas. Hablaba con un tono dormilón, incluso ronco.
Aprovechó el momento de distracción de la dependienta, y en un acto infalible alcanzó una de las frutas. Rápidamente, la apegó contra su pecho, esperando que nadie se hubiese dado cuenta de su no tan inocente acción. En eso, la cara de la joven dependienta se despegó de la anciana, y volvió a verla con intensidad.
-¿Es ella su nieta?
Aquellas palabras bajaron por su espina dorsal cómo una serpiente, sabía que lo que seguía era correr. ¿Quién podría enfrentarse a tal situación? Tenía que correr, huir. Miró a ambos lados, nerviosa. La anciana empezaba a cuestionar a la dependienta, en busca de respuestas ante tal interrogación.
-¿Nieta? Pero si he venido sola. -El tono dormilón fue reemplazado por un tono alegre, la vieja había incluso soltado una carcajada.
El último año había sido duro para la niña, apenas lograba sobrevivir. Recurría al robo, no tan grave, pero se había ganado cierta fama -cómo la mayoría de niños huérfanos que, al igual que ella, viven en las calles de Lunargenta-. Generalmente vagaba por las calles comerciales, y había desarrollado cierta técnica para abastecerse de vez en cuando con algo que pudiese comer. Aunque para su pesar, no era muy buena.
Había desarrollado también, ayudándose del arco que cargaba en su espalda, cierta habilidad por la caza. Cazaba sobretodo gaviotas, y de vez en cuando ratas. Que después intercambiaba con las pandillas por alguna cosa. A pesar de que este método le garantizaba un estómago lleno, era reprochable. No era bien visto. Por lo que se forzaba a apegarse al robo, y utilizaba esta técnica cómo último recurso.
Ese día se encontraba a las afueras del mercado, resguardada en la relativa seguridad que le brindaba un callejón bastante estrecho. Estaba sentada y abrazaba con fuerza la muñeca de trapo que su madre había confeccionado años atrás. A su lado yacían sus otros tiliches. El mantel que una vez había sido blanco, no era más que un trapo viejo y sucio. Había adoptado un color grisáceo, y varios agujeros se habían hecho paso sobre la tela, había tomado también un tamaño inferior al original. La chiquilla se veía obligada a arrancar pedazos de tela de vez en cuando, por diversas razones. Ya sea por el trueque de esta, o simplemente porque el paño estaba demasiado deteriorado.
Fruncía el ceño levemente, exasperada. Pronto se pondría a llover, tenía hambre, estaba sucia, estaba débil, tenía sueño, su cabello estaba enmarañado, estaba sola… Completamente sola. Sabía de la existencia de varias pandillas de niños, pero todos eran mayores que ella. Y siempre terminaba de mala manera. La vida en las calles era dura, despiadada.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el rugido de su estómago. Recordó entonces las necesidades básicas que su cuerpo demandaba. El día anterior había tenido suerte, puesto que había logrado conseguir un pedazo de pan -mendigando-. La gente puede ser cruel y desalmada, pero de vez en cuando, muy de vez en cuando, se le escapa cierto destello de humanidad.
La niña de pelo cobrizo había perdido mucho peso desde que había abandonado su hogar, tanto que su vestido le quedaba ancho. Tenía el cabello hecho un puño, totalmente enredado y sucio, a tal punto que el cepillo -bastante viejo- que se había llevado tiempo atrás no lograba hacer absolutamente nada, nada más atenuar levemente el desastre que tenía en la cabeza. Estaba en un estado de decadencia, completamente a la deriva. Lo cual la afectaba muchísimo, al querer siempre mantenerse presentable y no querer parecer una mendiga. Lloraba incluso por esta situación, y pensaba en su madre y en lo decepcionada que estaría si la viese en ese estado.
Pero se mantenía con el pecho hinchado, puesto que todo era mejor que volver al pueblo del que provenía. Todo era mejor en la gran ciudad, aunque le costase sobrevivir en las calles, prefería esa situación que la vivida anteriormente.
La pequeñaja se levantó, de manera costosa. Le dolía el cuerpo y había -sin duda alguna- atrapado algún resfriado a causa de las lluvias que azotaban Verisar en esa época. Soñaba despierta, muy frecuentemente, sobre un lecho caliente y blando en el cuál acostarse, ropajes nuevos, calzado… Sobre todo deshacerse de la mugre que la recubría de pies a cabeza. ¡Pero! De nuevo, el rugido de su estómago le volvió a poner los pies en la tierra. Tenía que atender esa necesidad primero, después podría seguir lamentándose por su situación.
Por lo que, con el ritmo que su cuerpo le permitía, escondió la muñequita entre el trapo y se preparó para abandonar el callejón. Con decisión, arregló la falda del vestido, intentando hacer desaparecer las arrugas. Acomodó el arco y el carcaj, y empezó a caminar. Tomó un gran bocado de aire, y acto seguido dejó salir este en modo de un suspiro cansado. Se fue adentrando entre las calles y plazas.
Aun habiendo vivido todo un año en las calles de Lunargenta, le costaba ubicarse. Tardaba cierto tiempo en saber dónde estaba plantada y hacía dónde dirigirse. Pero lo lograba, con cierto esfuerzo. Por lo que fue dirigiéndose a la zona comercial, con la mirada perdida. El mercado de Lunargenta era excepcionalmente grande, desorientador, incluso. Los olores de las diferentes comidas y especias inundaban el lugar, y los colores y brillos de los artilugios y animales que vendían allí también la entorpecían, la golpeaban cómo una ola golpea la arena. Toda esta marea de olores, colores y sensaciones despertaron en ella, todavía más, el hambre.
El crujir que producía el puesto del pescado, por los caparazones de los cangrejos al ser quebrados, y aquel olor tan característico del marisco se presentaban cómo un pilar inquebrantable. Avanzó un poco más y un nuevo olor se impuso. Esta vez más delicado, sin la agresividad característica del puesto anterior. El olor dulzón se apoderó de la escena con lentitud, cómo la caricia de un madre. El puesto panadero era sin duda su favorito. Aquel olor tan suave, y la vista de las esponjosas rebanadas de pan hacían que su estómago se manifestase con mayor intensidad. Aunque, para su desgracia no podría saciar ese antojo, ya que no se atrevía a robar de aquel puesto.
Por lo que siguió avanzado en ese mar de texturas y sabores, decidida por encontrar algo. A continuación, su olfato no fue el blanco, en cambio lo fue su campo de visión. Los colores intensos de las verduras y frutas de temporada. Los colores rojo, verde, amarillo, naranja… La llenaba de gusto llegar a esos puestos por la cantidad de formas y colores diferentes.
Se acercó lentamente, apegándose hasta dónde se lo permitía el sentido común, a la espalda de una anciana. Esta mujer de avanzada edad parecía estar comprando manzanas. Hablaba con un tono dormilón, incluso ronco.
Aprovechó el momento de distracción de la dependienta, y en un acto infalible alcanzó una de las frutas. Rápidamente, la apegó contra su pecho, esperando que nadie se hubiese dado cuenta de su no tan inocente acción. En eso, la cara de la joven dependienta se despegó de la anciana, y volvió a verla con intensidad.
-¿Es ella su nieta?
Aquellas palabras bajaron por su espina dorsal cómo una serpiente, sabía que lo que seguía era correr. ¿Quién podría enfrentarse a tal situación? Tenía que correr, huir. Miró a ambos lados, nerviosa. La anciana empezaba a cuestionar a la dependienta, en busca de respuestas ante tal interrogación.
-¿Nieta? Pero si he venido sola. -El tono dormilón fue reemplazado por un tono alegre, la vieja había incluso soltado una carcajada.
Última edición por Pyp el Dom Oct 27 2019, 02:35, editado 2 veces
Pyp
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Nunca hay tiempo para detenerse y descansar en Lunargenta, tantas posibilidades, tantas cosas. Especialmente si eres un niño impresionable como Maquiavelo o su fiel acompañante Canel.
Ambos enanos recorren las calles aunque a diferencia de otras tantas oportunidades esta vez no se encuentran vaciando bolsillos, el erario de los gorriones está lleno. No hay que agotar los bancos de peces como bien dicen los ancianos del puerto.
Robar por ocio es divertido, Maquiavelo ha recurrido a esa forma de entretenimiento numerosas veces… pero incluso él sabe que la moderación rinde sus frutos, es agradecido con su estatus actual.
Después de todo hay muchas otras cosas que hacer en la capital del mundo, especialmente en el rango de la comida. Para bien o para mal, ser pequeño suele significar un hambre muy difícil de saciar por motivos naturales.
Los niños crecen cuando comen y cuando duermen, esa es una ley natural. Por este motivo ambos hermanos llevan varios panes dulces encima, no se contienen a la hora de meterles diente.
No hay otro pequeño que tenga el apetito voraz de Canel para el dulce, literalmente parece que no posee fondo. Su protector suele premiarle de esta manera cuando hace algo bien, salva el día o por el simple hecho de ser un buen hermano mayor.
A veces creo que no masticas enano jejeje.
“El brujito le devuelve una mirada divertida con la boca a reventar de comida”.
Por su parte el día tiene intenciones de volverse lluvioso, aunque no es algo que moleste demasiado al pequeño genio. Bien sabe que pueden pillar un resfriado pero son pequeños resistentes… ahora que lo piensa nunca ha visto a su pariente por elección enfermo de nada.
Terminan llegando al mercado, su antiguo coto de caza. Tanta gente dispuesta a ser desplumada pero Chim ya se tomó el día… de todas formas seguro que hay muchos niños ladrones dispuestos a aprovechar la oportunidad, incluso otros gorriones.
Aunque odie admitirlo, siguen existiendo muchos enanos en Lunargenta que no están bajo la jurisdicción de los gorriones, pasando penurias incontables. No puede odiar más esta realidad y por eso siempre trata de reclutar más hermanos.
No es cuestión de poderío, es por el bienestar de los propios niños. Volverse miembro del clan trae consigo muchos beneficios, una mayor posibilidad de supervivencia con respecto al mundo, pero sobre todo la integración a una cariñosa familia.
Cada pequeño considera a los demás como sus hermanos, con todo lo que eso implica. Cada gorrión es un pariente por elección de los demás, algo que también funciona en sentido contrario obviamente.
Piensa en todo esto mientras ve al pequeño hechicero comerse otro pan, la mueca que pone le hace sonreír de manera noble. Es curioso que en ese instante tenga lugar un acontecimiento tan fortuito que parece predestinado.
Una niña que ha visto mejores días roba algo de cierto puesto, por su técnica se nota que no es la primera vez. Claro que eso no significa maestría, simplemente ha repetido la acción tantas veces que ya sale más natural.
Por lo que se puede ver, fue descubierta o está en los pasos principales para serlo. Tiempo de que el mayor defensor de la infancia aerandiana de un paso al frente para intervenir, no permitirá esto en su guardia.
Creo que se te cayo esto “hace un amago de recogida y luego sale con una moneda” debes ser más cuidadosa, estas cosas pueden malinterpretarse “dice para luego arrojar de manera pilla el aero a la tendera” me llamo Chimar, Chimar Maquiavelo, y este es Canel “este ultimo agita su mano derecha frenéticamente a modo de saludo” ¿Cómo te llamas?
Ambos enanos recorren las calles aunque a diferencia de otras tantas oportunidades esta vez no se encuentran vaciando bolsillos, el erario de los gorriones está lleno. No hay que agotar los bancos de peces como bien dicen los ancianos del puerto.
Robar por ocio es divertido, Maquiavelo ha recurrido a esa forma de entretenimiento numerosas veces… pero incluso él sabe que la moderación rinde sus frutos, es agradecido con su estatus actual.
Después de todo hay muchas otras cosas que hacer en la capital del mundo, especialmente en el rango de la comida. Para bien o para mal, ser pequeño suele significar un hambre muy difícil de saciar por motivos naturales.
Los niños crecen cuando comen y cuando duermen, esa es una ley natural. Por este motivo ambos hermanos llevan varios panes dulces encima, no se contienen a la hora de meterles diente.
No hay otro pequeño que tenga el apetito voraz de Canel para el dulce, literalmente parece que no posee fondo. Su protector suele premiarle de esta manera cuando hace algo bien, salva el día o por el simple hecho de ser un buen hermano mayor.
A veces creo que no masticas enano jejeje.
“El brujito le devuelve una mirada divertida con la boca a reventar de comida”.
Por su parte el día tiene intenciones de volverse lluvioso, aunque no es algo que moleste demasiado al pequeño genio. Bien sabe que pueden pillar un resfriado pero son pequeños resistentes… ahora que lo piensa nunca ha visto a su pariente por elección enfermo de nada.
Terminan llegando al mercado, su antiguo coto de caza. Tanta gente dispuesta a ser desplumada pero Chim ya se tomó el día… de todas formas seguro que hay muchos niños ladrones dispuestos a aprovechar la oportunidad, incluso otros gorriones.
Aunque odie admitirlo, siguen existiendo muchos enanos en Lunargenta que no están bajo la jurisdicción de los gorriones, pasando penurias incontables. No puede odiar más esta realidad y por eso siempre trata de reclutar más hermanos.
No es cuestión de poderío, es por el bienestar de los propios niños. Volverse miembro del clan trae consigo muchos beneficios, una mayor posibilidad de supervivencia con respecto al mundo, pero sobre todo la integración a una cariñosa familia.
Cada pequeño considera a los demás como sus hermanos, con todo lo que eso implica. Cada gorrión es un pariente por elección de los demás, algo que también funciona en sentido contrario obviamente.
Piensa en todo esto mientras ve al pequeño hechicero comerse otro pan, la mueca que pone le hace sonreír de manera noble. Es curioso que en ese instante tenga lugar un acontecimiento tan fortuito que parece predestinado.
Una niña que ha visto mejores días roba algo de cierto puesto, por su técnica se nota que no es la primera vez. Claro que eso no significa maestría, simplemente ha repetido la acción tantas veces que ya sale más natural.
Por lo que se puede ver, fue descubierta o está en los pasos principales para serlo. Tiempo de que el mayor defensor de la infancia aerandiana de un paso al frente para intervenir, no permitirá esto en su guardia.
Creo que se te cayo esto “hace un amago de recogida y luego sale con una moneda” debes ser más cuidadosa, estas cosas pueden malinterpretarse “dice para luego arrojar de manera pilla el aero a la tendera” me llamo Chimar, Chimar Maquiavelo, y este es Canel “este ultimo agita su mano derecha frenéticamente a modo de saludo” ¿Cómo te llamas?
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
El nerviosismo se apoderaba de su pequeño cuerpo, de manera cada vez más acelerada. Mientras intentaba poner sus ideas en orden, la mirada de la dependienta se tornaba progresivamente más oscura. Tenía dos opciones, la primera, cómo había deducido anteriormente, era huir despavorida, corriendo para intentar salvarse el pellejo. La otra opción, que empezaba apenas a brotar, era sacar alguna excusa -tal vez no tan lógica- que le permitiese hacerle tiempo para después proceder con la fuga.
Pero parecía que el destino le tenía otras cartas preparadas. No tuvo tiempo siquiera a terminar de razonar cuándo su salvador entró en escena. Las palabras, pronunciadas en un tono de voz infantil, la sorprendieron, arrancándola de su pequeño martirio. No se movió.
-Creo que se te cayó esto, debes ser más cuidadosa, estas cosas pueden malinterpretarse. -Divisó un pequeño destello, que viajo por los aires hasta la dependienta, quien atrapó la moneda con destreza -destreza incuestionable-. La joven retomó entonces su aire agradable, sin darle más importancia a la situación. Volvió a centrarse en la anciana, que siguió indicándole el número de frutas que quería.
Se dio la vuelta para conocer la apariencia de quién la había sacado de tales apuros. Dos niños se paraban frente a ella, debían de tener la misma edad que ella. Ambos vestidos decentemente, se veían sanos. No presumían las ojeras y la suciedad cómo ella.
-Me llamo Chimar, Chimar Maquiavelo, y este es Canel ¿Cómo te llamas?
El niño procedió a presentarse, indicándole su nombre y el de su acompañante -quién saludo frenéticamente con la mano-, siguiendo de una interrogativa dirigida a ella. Se quedó unos instantes observándolos, percatándose de los panes azucarados que llevaban. Su mirada se desvió entonces, adentrándose en la aparente esponjosidad de la repostería, en ese color tan característico que tenían, ese color caramelo de la blanda corteza del pan, y el crema pálido de su suave interior, decorado por una miga con evidentes y graciosamente formados alveolos. Su estómago rugió una vez más.
Tragó saliva, no era para nada buena en el arte de dar una buena impresión. Era tímida, le costaba hablar con extraños. Y además, dejando de lado ésta marcada timidez, toda la situación era increíblemente particular. Una vez más, apretó la manzana que había robado -y que el joven que se hacía llamar Chimar había pagado- con fuerza contra su pecho. ¿Por qué hizo eso por ella?
-Yo… -perturbada por toda la circunstancia, y en total sorpresa, había 'olvidado' su nombre por la ansiedad. -Yo me llamo…
No tenía intención de pronunciar su nombre, es más, lo había enterrado en el pasado junto al recuerdo de su progenitor. Desde que había huido del remoto pueblo en el que había nacido y crecido se hacía llamar por otro nombre. Claro, sólo cuándo era necesario pronunciar algún nombre -o en este caso ‘apodo’- para referirse a ella. Usaba la manera en la que los ancianos que cuidaba su madre la llamaban, por su tono de voz chillón y su inagotable energía prematura.
-Me puedes llamar Pyp… -finalmente, una frase un poco más entendible salió de sus labios. ‘Pyp’ era un apodo ridículo, ¿pero qué más daba? Realmente, todo su ser era ridículo.
Separó la mirada apenada, quería excusarse por su apariencia, porque a pesar de todo y de la posición tan deprimente que giraba en torno a su historia, seguía siendo una niña bastante coqueta. Sus pies mugrientos, llenos de heridas parecían a su criterio llamar demasiado la atención. Al igual que sus manos, y sus dedos infinitamente mordisqueados.
Pero lo que realmente la perturbaba, era aquel acto de gentileza que había efectuado el niño. La sacó de una situación complicada. Sacudió levemente la cabeza, intentando ordenar sus pensamientos, intentando crear una secuencia de acciones lógica para lo que sucedería a continuación.
-¿Por qué pagaste la manzana? -empleó un tono de voz más bajo, cómo si en realidad su subconsciente no quisiese que la pregunta fuese contestada. Volvió a dirigir la mirada al niño, una mirada extraña, cargada de melancolía por alguna razón.
Pero parecía que el destino le tenía otras cartas preparadas. No tuvo tiempo siquiera a terminar de razonar cuándo su salvador entró en escena. Las palabras, pronunciadas en un tono de voz infantil, la sorprendieron, arrancándola de su pequeño martirio. No se movió.
-Creo que se te cayó esto, debes ser más cuidadosa, estas cosas pueden malinterpretarse. -Divisó un pequeño destello, que viajo por los aires hasta la dependienta, quien atrapó la moneda con destreza -destreza incuestionable-. La joven retomó entonces su aire agradable, sin darle más importancia a la situación. Volvió a centrarse en la anciana, que siguió indicándole el número de frutas que quería.
Se dio la vuelta para conocer la apariencia de quién la había sacado de tales apuros. Dos niños se paraban frente a ella, debían de tener la misma edad que ella. Ambos vestidos decentemente, se veían sanos. No presumían las ojeras y la suciedad cómo ella.
-Me llamo Chimar, Chimar Maquiavelo, y este es Canel ¿Cómo te llamas?
El niño procedió a presentarse, indicándole su nombre y el de su acompañante -quién saludo frenéticamente con la mano-, siguiendo de una interrogativa dirigida a ella. Se quedó unos instantes observándolos, percatándose de los panes azucarados que llevaban. Su mirada se desvió entonces, adentrándose en la aparente esponjosidad de la repostería, en ese color tan característico que tenían, ese color caramelo de la blanda corteza del pan, y el crema pálido de su suave interior, decorado por una miga con evidentes y graciosamente formados alveolos. Su estómago rugió una vez más.
Tragó saliva, no era para nada buena en el arte de dar una buena impresión. Era tímida, le costaba hablar con extraños. Y además, dejando de lado ésta marcada timidez, toda la situación era increíblemente particular. Una vez más, apretó la manzana que había robado -y que el joven que se hacía llamar Chimar había pagado- con fuerza contra su pecho. ¿Por qué hizo eso por ella?
-Yo… -perturbada por toda la circunstancia, y en total sorpresa, había 'olvidado' su nombre por la ansiedad. -Yo me llamo…
No tenía intención de pronunciar su nombre, es más, lo había enterrado en el pasado junto al recuerdo de su progenitor. Desde que había huido del remoto pueblo en el que había nacido y crecido se hacía llamar por otro nombre. Claro, sólo cuándo era necesario pronunciar algún nombre -o en este caso ‘apodo’- para referirse a ella. Usaba la manera en la que los ancianos que cuidaba su madre la llamaban, por su tono de voz chillón y su inagotable energía prematura.
-Me puedes llamar Pyp… -finalmente, una frase un poco más entendible salió de sus labios. ‘Pyp’ era un apodo ridículo, ¿pero qué más daba? Realmente, todo su ser era ridículo.
Separó la mirada apenada, quería excusarse por su apariencia, porque a pesar de todo y de la posición tan deprimente que giraba en torno a su historia, seguía siendo una niña bastante coqueta. Sus pies mugrientos, llenos de heridas parecían a su criterio llamar demasiado la atención. Al igual que sus manos, y sus dedos infinitamente mordisqueados.
Pero lo que realmente la perturbaba, era aquel acto de gentileza que había efectuado el niño. La sacó de una situación complicada. Sacudió levemente la cabeza, intentando ordenar sus pensamientos, intentando crear una secuencia de acciones lógica para lo que sucedería a continuación.
-¿Por qué pagaste la manzana? -empleó un tono de voz más bajo, cómo si en realidad su subconsciente no quisiese que la pregunta fuese contestada. Volvió a dirigir la mirada al niño, una mirada extraña, cargada de melancolía por alguna razón.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Afortunadamente la chica sabe seguir una treta, actúa de buena manera con respecto al numerito que montan. Una vez la vendedora está feliz con su moneda, el nivel de peligro baja a cero en cuestión de segundos.
Es sorprendente que algunos adultos puedan montar espectáculos por algo que vale un mísero aero… especialmente si tenemos en cuenta quien es el ladrón, sus motivaciones y su escaso tamaño.
Claro que el joven inventor niega con la cabeza para quitarse la mala cara y es que debe dar una buena primera impresión a su nueva conocida, es obvio que requiere un poco de apoyo gorrión samaritano.
Discretamente, el joven le pega cierto vistazo. Es claro que la jovencita lleva pasando penurias un tiempo extendido, su aspecto es deplorable… algo asi como Ratita cuando se conocieron inicialmente.
Por algunos instantes el elemento con vestido titubea, no parece ser el típico mocoso extrovertido. Al contrario, le cuesta bastante articular palabra y por algunos instantes no salen más que balbuceos.
Finalmente dice su nombre, uno que genera cierta mueca divertida en el genio. Aunque tampoco puede quejarse con el calificativo de algunos de sus hermanos, Ratita, Uri, Lobo, Motas… por decir algunos, la constante se repite.
Pyp, es un buen nombre.
Acto seguido saca uno de los panes dulces que lleva en su porta objetos y se lo ofrece a la niña, no pasó desapercibido la mirada que pego ni el patente gruñido estomacal. Nuevamente es algo harto visto por Maquiavelo.
Luego de esperar que la chica tome el aperitivo, pasan algunos instantes. Eventualmente viene una interrogante en sentido contrario, algo bastante lógico si tenemos en cuenta los acontecimientos.
Los mocosos por nuestra cuenta debemos ayudarnos entre nosotros, ¿No lo crees?
“Canel asiente con los ojos cerrados y cierta mueca solemne”.
Es claro que tanto Chimar como Canel pasan por niños bajo cuidado adulto, pero nada más alejado de la realidad. A todas luces son huérfanos, pero han logrado alcanzar la prosperidad de manera independiente.
No hay nada que el niño genio odie más que esa simbiosis existente entre orfandad y miseria, no tiene por qué ser asi. Los gorriones son la prueba viviente de que un grupo nutrido de niños puede cuidarse solo, colaborando entre sí.
Es sorprendente que algunos adultos puedan montar espectáculos por algo que vale un mísero aero… especialmente si tenemos en cuenta quien es el ladrón, sus motivaciones y su escaso tamaño.
Claro que el joven inventor niega con la cabeza para quitarse la mala cara y es que debe dar una buena primera impresión a su nueva conocida, es obvio que requiere un poco de apoyo gorrión samaritano.
Discretamente, el joven le pega cierto vistazo. Es claro que la jovencita lleva pasando penurias un tiempo extendido, su aspecto es deplorable… algo asi como Ratita cuando se conocieron inicialmente.
Por algunos instantes el elemento con vestido titubea, no parece ser el típico mocoso extrovertido. Al contrario, le cuesta bastante articular palabra y por algunos instantes no salen más que balbuceos.
Finalmente dice su nombre, uno que genera cierta mueca divertida en el genio. Aunque tampoco puede quejarse con el calificativo de algunos de sus hermanos, Ratita, Uri, Lobo, Motas… por decir algunos, la constante se repite.
Pyp, es un buen nombre.
Acto seguido saca uno de los panes dulces que lleva en su porta objetos y se lo ofrece a la niña, no pasó desapercibido la mirada que pego ni el patente gruñido estomacal. Nuevamente es algo harto visto por Maquiavelo.
Luego de esperar que la chica tome el aperitivo, pasan algunos instantes. Eventualmente viene una interrogante en sentido contrario, algo bastante lógico si tenemos en cuenta los acontecimientos.
Los mocosos por nuestra cuenta debemos ayudarnos entre nosotros, ¿No lo crees?
“Canel asiente con los ojos cerrados y cierta mueca solemne”.
Es claro que tanto Chimar como Canel pasan por niños bajo cuidado adulto, pero nada más alejado de la realidad. A todas luces son huérfanos, pero han logrado alcanzar la prosperidad de manera independiente.
No hay nada que el niño genio odie más que esa simbiosis existente entre orfandad y miseria, no tiene por qué ser asi. Los gorriones son la prueba viviente de que un grupo nutrido de niños puede cuidarse solo, colaborando entre sí.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Ambos niños se mantenían frente a ella. Generalmente, cuándo trataba con niños de su edad recibía burla, o alguna mirada despectiva -de esas que duelen-. Era cierto que era débil, era cierto que no tenía buen aspecto. Pero para un niño, no pertenecer ni al mundo de los adultos, ni al mundo de los niños no era muy gratificante.
-Pyp, es un buen nombre. -Abrió los ojos como platos ante este comentario.
Parecía que el niño buscaba entablar el inicio a una conversación, era amable y mantenía el ambiente a flote. Aunque no evitó sentir algo de desconfianza, se empezó a convencer de que el pequeño buscaba algo más, aquel acto no podía ser solo gentileza grata y pura. Miró a ambos niños algo extrañada -incluso con un pequeño destello de miedo-.
Aunque el acto que la sacó de los raíles de la lógica, para colocar y hacer marchar la locomotora de la sorpresa fue el siguiente. ¡Le tendía uno de los panecillos! Esas cosas no eran baratas, la golosina se veía tan apetitosa… Automáticamente estiró la mano y acercó la repostería para poder observarla detenidamente. El azúcar, algo cristalizado, que recubría la parte superior del pequeño buñuelo le hizo agua la boca. Con delicadeza, abrió el panecillo a la mitad. Una vez la miga fue descubierta, la suciedad de sus manos fueron evidenciadas -con mayor intensidad- por el contraste con el color pálido de la miga. Le pegó el primer bocado al pedazo de pan dulce, y el segundo, y el tercero… Hasta que no hubo un cuarto. ¿Seriamente? ¿Se había acabado el manjar en tres bocados?
‘No voy a tener para después…’ Era lo que pensaba la niña, mirándose las manos vacías, con las mejillas llenas de migajas.
- Los mocosos por nuestra cuenta debemos ayudarnos entre nosotros, ¿No lo crees? -El niño volvió a hablar, pidiendo incluso su opinión -a lo que asintió rápidamente, algo tímida-.
Dirigió entonces la mirada al niño que lo acompañaba, y luego al que le había sacado de su pequeña situación y le había regalado un panecillo, y de nuevo al otro, y así varias veces. ¿Quiénes eran? Iban vestidos, y presumían zapatos -bien lustrosos-. Y estaban limpios. ¿Eran los hijos de algún adulto importante? Descartó esa idea con rapidez, los hijos de alta cuna y burgueses eran -por lo general, y según el criterio de lo que había vivido y aprendido en las calles- repugnantes.
Entonces el recuerdo de la crueldad de un pequeño la azotó, cuándo la injusticia de la sociedad en la que vivían se había mostrado en su totalidad a ella -cómo pavorreal mostrando sus plumas-. Algo vivido un tiempo atrás. Evocó la vez que uno de esos niños, presumido hasta la muerte, le tiró una piedra. Había ocurrido unos meses más temprano, la niña se hallaba -resguardada del potente sol de la mañana- en la esquina de un callejón. Posicionada de manera en que el callejón y su profundidad quedaban a su izquierda, y la ruidosa calle comercial a su derecha. Miraba, perdida, el ritmo de los pasos de la gente. En eso había escuchado la risa de un niño, había alzado la mirada y ahí estaba aquel demonio. El niño tendría unos siete años, y por la manera en la que vestía, se adivinaba claramente que venía de una familia de dinero. Iba tendido a la mano de su criada, recogió una piedra ágilmente y se la tiró con fuerza. Señalándola con agresividad, burlándose de cómo se veía.
Aquel comentario la había herido profundamente, la había convencido en algo; no tenía lugar, y no encontraría lugar. La herida no había sido profunda, era un pequeño raspón en la mejilla derecha. Aunque, cuándo se vive en las calles, una herida de pequeño porte se convertía en una tediosa, que no termina nunca de sanar. Todavía se le podía ver la sombra del raspón.
En todo caso, el acto de gentileza del extraño niño le había ablandado el corazón. Después del panecillo, la vacilación que presentaba a niña se desvaneció un poco. La curiosidad le picaba, ¿quiénes eran esos niños? ¿Cómo se llamaban? ¿Qué hacían en el mercado? ¿Los habían mandado a comprar? Si sí, ¿qué compraban? ¿A dónde iban? -Realmente podía seguir todo el día interrogándolos internamente-. Hasta que se le escapó una de sus preguntas.
-¿Cómo se llaman?... -Su tono de voz era suave, bajo. En un acto descortés, volvió a pedir los nombres de ambos niños.
-Pyp, es un buen nombre. -Abrió los ojos como platos ante este comentario.
Parecía que el niño buscaba entablar el inicio a una conversación, era amable y mantenía el ambiente a flote. Aunque no evitó sentir algo de desconfianza, se empezó a convencer de que el pequeño buscaba algo más, aquel acto no podía ser solo gentileza grata y pura. Miró a ambos niños algo extrañada -incluso con un pequeño destello de miedo-.
Aunque el acto que la sacó de los raíles de la lógica, para colocar y hacer marchar la locomotora de la sorpresa fue el siguiente. ¡Le tendía uno de los panecillos! Esas cosas no eran baratas, la golosina se veía tan apetitosa… Automáticamente estiró la mano y acercó la repostería para poder observarla detenidamente. El azúcar, algo cristalizado, que recubría la parte superior del pequeño buñuelo le hizo agua la boca. Con delicadeza, abrió el panecillo a la mitad. Una vez la miga fue descubierta, la suciedad de sus manos fueron evidenciadas -con mayor intensidad- por el contraste con el color pálido de la miga. Le pegó el primer bocado al pedazo de pan dulce, y el segundo, y el tercero… Hasta que no hubo un cuarto. ¿Seriamente? ¿Se había acabado el manjar en tres bocados?
‘No voy a tener para después…’ Era lo que pensaba la niña, mirándose las manos vacías, con las mejillas llenas de migajas.
- Los mocosos por nuestra cuenta debemos ayudarnos entre nosotros, ¿No lo crees? -El niño volvió a hablar, pidiendo incluso su opinión -a lo que asintió rápidamente, algo tímida-.
Dirigió entonces la mirada al niño que lo acompañaba, y luego al que le había sacado de su pequeña situación y le había regalado un panecillo, y de nuevo al otro, y así varias veces. ¿Quiénes eran? Iban vestidos, y presumían zapatos -bien lustrosos-. Y estaban limpios. ¿Eran los hijos de algún adulto importante? Descartó esa idea con rapidez, los hijos de alta cuna y burgueses eran -por lo general, y según el criterio de lo que había vivido y aprendido en las calles- repugnantes.
Entonces el recuerdo de la crueldad de un pequeño la azotó, cuándo la injusticia de la sociedad en la que vivían se había mostrado en su totalidad a ella -cómo pavorreal mostrando sus plumas-. Algo vivido un tiempo atrás. Evocó la vez que uno de esos niños, presumido hasta la muerte, le tiró una piedra. Había ocurrido unos meses más temprano, la niña se hallaba -resguardada del potente sol de la mañana- en la esquina de un callejón. Posicionada de manera en que el callejón y su profundidad quedaban a su izquierda, y la ruidosa calle comercial a su derecha. Miraba, perdida, el ritmo de los pasos de la gente. En eso había escuchado la risa de un niño, había alzado la mirada y ahí estaba aquel demonio. El niño tendría unos siete años, y por la manera en la que vestía, se adivinaba claramente que venía de una familia de dinero. Iba tendido a la mano de su criada, recogió una piedra ágilmente y se la tiró con fuerza. Señalándola con agresividad, burlándose de cómo se veía.
Aquel comentario la había herido profundamente, la había convencido en algo; no tenía lugar, y no encontraría lugar. La herida no había sido profunda, era un pequeño raspón en la mejilla derecha. Aunque, cuándo se vive en las calles, una herida de pequeño porte se convertía en una tediosa, que no termina nunca de sanar. Todavía se le podía ver la sombra del raspón.
En todo caso, el acto de gentileza del extraño niño le había ablandado el corazón. Después del panecillo, la vacilación que presentaba a niña se desvaneció un poco. La curiosidad le picaba, ¿quiénes eran esos niños? ¿Cómo se llamaban? ¿Qué hacían en el mercado? ¿Los habían mandado a comprar? Si sí, ¿qué compraban? ¿A dónde iban? -Realmente podía seguir todo el día interrogándolos internamente-. Hasta que se le escapó una de sus preguntas.
-¿Cómo se llaman?... -Su tono de voz era suave, bajo. En un acto descortés, volvió a pedir los nombres de ambos niños.
Última edición por Pyp el Jue Oct 31 2019, 06:37, editado 2 veces
Pyp
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
La pequeña experimenta varios tipos de sentimientos mientras pasan los minutos, en primer lugar se muestra incrédula, luego desconfiada, pasando eventualmente por el miedo hasta terminar en la resignación.
Sin duda el pan dulce termina por ganarse un poco de su confianza, Maquiavelo no pierde la sonrisa y es que desea mostrarse ameno. Bien sabe que los niños sin hogar tienen motivos para desconfiar.
Es triste que incluso otros pequeños en mejores condiciones suelan sumarse a la vorágine de rechazo y odio, nunca le pasó a Chimar gracias a su ingenio pero bien recuerda las palabras de su hermano Azoth, “los niños son crueles”.
Jamás se ha mostrado cruel con otro chiquillo y nunca lo hará, especialmente si pertenece a la clase desafortunada. Simplemente le parece mal, incluso desde muy pequeño… en cierto modo eso de ser un chico solitario en sus inicios moldeo la curiosa solidaridad que ahora muestra con sus semejantes.
Tener tantos hermanos también tiene que ver, los quiere a todos por igual. Ahora mismo no puede ver a otro mocoso sin pensar en sus propios familiares por elección… aunque suene muy tonto.
Eventualmente la autodenominada Pyp toma el pan dulce, se lo traga en pocos bocados. El genio no puede evitar sentirse un poco mal debido al hambre contenida de su nueva conocida, el mundo puede ser bastante malo a veces.
Una vez la fuerte escena queda en el pasado, el personaje desaliñado tiene la suficiente confianza como para soltar una interrogante. Aun muestra temor en su rostro pero ya van progresando, claro que eso no quita su pequeño error al preguntar algo ya contestado.
Creo que ya lo dijimos, pero no importa. Chimar “se señala” y Canel “despeina al más pequeño” a tu servicio “concluye con una ligera reverencia”.
Es natural que los enanos se equivoquen cuando están nerviosos, aunque tal emoción suele ser muy útil si vives solo... desearía que no fuera necesaria y toda la gente se comportara de buena manera, pero es imposible.
No sé si has escuchado de los Gorriones, son… somos un grupo de niños que se cuidan entre sí, hacemos que la vida mejore para todos nuestros hermanos y hermanas.
Hace una pausa para que digiera la información, después de todo no es el argumento más común del mundo. Son cosas que pasan en historias infantiles o cuentos durante los festejos, pero que a la hora de la verdad rozan lo irreal.
¿Te gustaría unirte?
Suelta la pregunta de manera directa y es que no hay mucho más que decir, todos los beneficios solo pueden comprobarse de forma presencial con un salto de fe. Canel entonces rompe su característico silencio para hablar.
La vida es mejor con amigos “le da un ligero cabezazo en el pecho a su hermano mayor”.
Sin duda el pan dulce termina por ganarse un poco de su confianza, Maquiavelo no pierde la sonrisa y es que desea mostrarse ameno. Bien sabe que los niños sin hogar tienen motivos para desconfiar.
Es triste que incluso otros pequeños en mejores condiciones suelan sumarse a la vorágine de rechazo y odio, nunca le pasó a Chimar gracias a su ingenio pero bien recuerda las palabras de su hermano Azoth, “los niños son crueles”.
Jamás se ha mostrado cruel con otro chiquillo y nunca lo hará, especialmente si pertenece a la clase desafortunada. Simplemente le parece mal, incluso desde muy pequeño… en cierto modo eso de ser un chico solitario en sus inicios moldeo la curiosa solidaridad que ahora muestra con sus semejantes.
Tener tantos hermanos también tiene que ver, los quiere a todos por igual. Ahora mismo no puede ver a otro mocoso sin pensar en sus propios familiares por elección… aunque suene muy tonto.
Eventualmente la autodenominada Pyp toma el pan dulce, se lo traga en pocos bocados. El genio no puede evitar sentirse un poco mal debido al hambre contenida de su nueva conocida, el mundo puede ser bastante malo a veces.
Una vez la fuerte escena queda en el pasado, el personaje desaliñado tiene la suficiente confianza como para soltar una interrogante. Aun muestra temor en su rostro pero ya van progresando, claro que eso no quita su pequeño error al preguntar algo ya contestado.
Creo que ya lo dijimos, pero no importa. Chimar “se señala” y Canel “despeina al más pequeño” a tu servicio “concluye con una ligera reverencia”.
Es natural que los enanos se equivoquen cuando están nerviosos, aunque tal emoción suele ser muy útil si vives solo... desearía que no fuera necesaria y toda la gente se comportara de buena manera, pero es imposible.
No sé si has escuchado de los Gorriones, son… somos un grupo de niños que se cuidan entre sí, hacemos que la vida mejore para todos nuestros hermanos y hermanas.
Hace una pausa para que digiera la información, después de todo no es el argumento más común del mundo. Son cosas que pasan en historias infantiles o cuentos durante los festejos, pero que a la hora de la verdad rozan lo irreal.
¿Te gustaría unirte?
Suelta la pregunta de manera directa y es que no hay mucho más que decir, todos los beneficios solo pueden comprobarse de forma presencial con un salto de fe. Canel entonces rompe su característico silencio para hablar.
La vida es mejor con amigos “le da un ligero cabezazo en el pecho a su hermano mayor”.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Tragó saliva, mientras su mirada seguía saltando de rostro en rostro. Chimar y Canel, Canel y Chimar, Chimar y Canel... La respuesta a su pregunta sería obsoleta, puesto que ambos niños se habían presentado desde un principio. Aunque, tal vez había hecho la interrogativa para asegurarse de que no estuviese en una especie de sueño idílico, una fantasía en la que sucediese todo y exactamente cómo ella quisiese.
Y era normal en ella, perderse entre sus fantasías y falsas visiones del mundo, que se esforzaba tanto en construir. Era, sin duda alguna, para escapar de la deprimente vida de la calle. Y es que así pasaba el rato, ¿se le podía reprochar eso también? Imaginaba de vez en cuando que una rica dama la encontraba en la intemperie, y le daba todos los lujos que pudiese desear, cómo una imagen materna. O soñaba que se iba a vivir al bosque, según ella, guiada por criaturas fantásticas.
-Creo que ya lo dijimos, pero no importa. Chimar y Canel, a tu servicio. -El niño hizo una reverencia -de lo más tierna vista en un pequeño-.
Se señaló, seguido de un pequeño gesto cariñoso hacia su acompañante. La niña aún parecía aturdida. Los miró atentamente, gravando sus nombres. Chimar, el niño un poco más alto que el otro, de cabellos castaños. Debía de tener su misma edad. Y el otro, un poco más bajo que el anterior, de ojos claros y tez pálida, se apegaba al otro, Canel. Parecían un cuadro, un cuadro dotado de la escena más irreal.
‘Chimar… Y Canel’ Repitió los nombres en sus adentros, volviendo a centrarse. Finalmente -mejor tarde que nunca-, reaccionó y se percató de que había vuelto a pedir sus nombres, ignorando el hecho de que ya se habían presentado inicialmente. ¡Qué despiste se manejaba la renacuaja! ¿Qué le sucedía? Se llevó las manos a la cara, escondiendo su rostro apenado, esperando poder disimular el creciente color carmesí de sus mejillas. ¡Pero qué modales! Su madre no estaría muy contenta…
En eso, una nueva preocupación surgió dentro de ella. Llevaba puesto el arco en la espalda, junto al carcaj de flechas. Pero… Había dejado el resto de sus pertenencias en su escondite -aquel horrible callejón, en paralelo a la calle comercial-. Se llevó su dedo índice a la boca, mordisqueando con voracidad, tratando de atenuar la ansiedad. Su muñeca… Su espejo y su cepillo. Sus objetos más preciados.
-No sé si has escuchado de los Gorriones, son… somos un grupo de niños que se cuidan entre sí, hacemos que la vida mejore para todos nuestros hermanos y hermanas. -Chimar volvió a alzar la voz, por lo que redirigió su mirada hacia él.
-¿Te gustaría unirte? -La interrogante fue lanzada al aire, cómo cuándo los polluelos aprenden a volar y se lanzan al vacío.
Frunció el ceño, extrañada. ¿El niño, Chimar, quería que ella formase parte de su grupo?... ¡Apenas se conocían! No podía confiar así tan ciegamente… ‘Pero él me dio el pan… Y la manzana…’ Volvió a perderse entre sus pensamientos. A cada interrogante que florecían en su interior, había una respuesta que giraban en torno a la amabilidad de los dos niños extraños, sus facciones se iban suavizando poco a poco, al igual que su corazón. Sus ojos se ponían llorosos progresivamente.
De cierto modo, no podía rechazar. Estaba en deuda con Chimar, y con Canel. Además, era la mejor opción para ella, tomando en cuenta que estaba enferma y en un estado que sólo sugería seriedad. Los niños parecían sanos e iban bien vestidos, seguramente gozaban de lujos. Absorbida por la idea de una vida mejor, se fue apegando a la idea, a la decisión de aceptar. Se frotó los ojos, y acto seguido, una sonrisa casi imperceptible y algo bizarra, se dibujó sobre su rostro. No podía evitarlo. Asintió con lentitud. Había bajado la cabeza, para evitar el contacto visual… Le daba pena.
-… Yo… -Volvió a asentir con la cabeza, con mayor intensidad que anteriormente.
-La vida es mejor con amigos -El pequeño habló. No despegó la mirada de este último por unos momentos.
-Mis cosas… -Empezó a exponer sus preocupaciones, unos largos instantes después. En esos momentos lo único que quería era abrazar a la muñeca de trapo.
Y era normal en ella, perderse entre sus fantasías y falsas visiones del mundo, que se esforzaba tanto en construir. Era, sin duda alguna, para escapar de la deprimente vida de la calle. Y es que así pasaba el rato, ¿se le podía reprochar eso también? Imaginaba de vez en cuando que una rica dama la encontraba en la intemperie, y le daba todos los lujos que pudiese desear, cómo una imagen materna. O soñaba que se iba a vivir al bosque, según ella, guiada por criaturas fantásticas.
-Creo que ya lo dijimos, pero no importa. Chimar y Canel, a tu servicio. -El niño hizo una reverencia -de lo más tierna vista en un pequeño-.
Se señaló, seguido de un pequeño gesto cariñoso hacia su acompañante. La niña aún parecía aturdida. Los miró atentamente, gravando sus nombres. Chimar, el niño un poco más alto que el otro, de cabellos castaños. Debía de tener su misma edad. Y el otro, un poco más bajo que el anterior, de ojos claros y tez pálida, se apegaba al otro, Canel. Parecían un cuadro, un cuadro dotado de la escena más irreal.
‘Chimar… Y Canel’ Repitió los nombres en sus adentros, volviendo a centrarse. Finalmente -mejor tarde que nunca-, reaccionó y se percató de que había vuelto a pedir sus nombres, ignorando el hecho de que ya se habían presentado inicialmente. ¡Qué despiste se manejaba la renacuaja! ¿Qué le sucedía? Se llevó las manos a la cara, escondiendo su rostro apenado, esperando poder disimular el creciente color carmesí de sus mejillas. ¡Pero qué modales! Su madre no estaría muy contenta…
En eso, una nueva preocupación surgió dentro de ella. Llevaba puesto el arco en la espalda, junto al carcaj de flechas. Pero… Había dejado el resto de sus pertenencias en su escondite -aquel horrible callejón, en paralelo a la calle comercial-. Se llevó su dedo índice a la boca, mordisqueando con voracidad, tratando de atenuar la ansiedad. Su muñeca… Su espejo y su cepillo. Sus objetos más preciados.
-No sé si has escuchado de los Gorriones, son… somos un grupo de niños que se cuidan entre sí, hacemos que la vida mejore para todos nuestros hermanos y hermanas. -Chimar volvió a alzar la voz, por lo que redirigió su mirada hacia él.
-¿Te gustaría unirte? -La interrogante fue lanzada al aire, cómo cuándo los polluelos aprenden a volar y se lanzan al vacío.
Frunció el ceño, extrañada. ¿El niño, Chimar, quería que ella formase parte de su grupo?... ¡Apenas se conocían! No podía confiar así tan ciegamente… ‘Pero él me dio el pan… Y la manzana…’ Volvió a perderse entre sus pensamientos. A cada interrogante que florecían en su interior, había una respuesta que giraban en torno a la amabilidad de los dos niños extraños, sus facciones se iban suavizando poco a poco, al igual que su corazón. Sus ojos se ponían llorosos progresivamente.
De cierto modo, no podía rechazar. Estaba en deuda con Chimar, y con Canel. Además, era la mejor opción para ella, tomando en cuenta que estaba enferma y en un estado que sólo sugería seriedad. Los niños parecían sanos e iban bien vestidos, seguramente gozaban de lujos. Absorbida por la idea de una vida mejor, se fue apegando a la idea, a la decisión de aceptar. Se frotó los ojos, y acto seguido, una sonrisa casi imperceptible y algo bizarra, se dibujó sobre su rostro. No podía evitarlo. Asintió con lentitud. Había bajado la cabeza, para evitar el contacto visual… Le daba pena.
-… Yo… -Volvió a asentir con la cabeza, con mayor intensidad que anteriormente.
-La vida es mejor con amigos -El pequeño habló. No despegó la mirada de este último por unos momentos.
-Mis cosas… -Empezó a exponer sus preocupaciones, unos largos instantes después. En esos momentos lo único que quería era abrazar a la muñeca de trapo.
Pyp
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
La verguiza inunda a Pyp debido a su error, esta escena en cierto modo tierna hace que Maquiavelo sonría de manera noble. Bien sabe que los enanos odian equivocarse… es uno después de todo.
Le toma bastante tiempo a la chica superar la pena intrínseca que conlleva cometer un error, esto se puede destilar de sus gestos siguientes. Es claro que olvidar una presentación puede tener ese efecto.
Maquiavelo incluso se plantea seriamente decirle que no se preocupe, por suerte ella misma termina superando su alteración. ¿Qué se puede decir?, los niños pueden ser muy mocosos a veces.
Con respecto a la propuesta dispensada, genera un nuevo cumulo de emociones mixtas en la señorita. No habla, pero su cara es un poema como dicen. Chim intenta seguirle el paso a todas sus expresiones faciales y es que le interesa mejorar su calidad de vida.
Al principio hay desconfianza, algo lógico teniendo en cuenta lo inverosímil de la propuesta. Esta no tarda en volverse confusión y luego de una pequeña cantidad de tiempo tristeza, el último paso suele ser preludio a la aceptación por suerte.
Cuando los ojos se le humedecen a Pyp, el joven inventor se siente desarmado. Claro que no ocurre el llanto, logra encontrar la compostura que no muchos chiquillos en su situación hubieran demostrado.
No llega a aceptar la propuesta y es que otra cosa termina colmando su mente, luego de algunos titubeos deja entrever que posee artículos importantes en peligro. Sin vacilación, el segundo líder gorrión se propone a hablar.
Te ayudaremos.
“Canel asiente”.
Al chico listo no le toma mucho imaginar que se trata de objetos con mero valor sentimental, claro que esos suelen ser los más importantes para cualquier persona… especialmente cuando tienen un tamaño que escasamente supera el metro de altura.
Las calles tienden ser peligrosas, los niños mendigos deben afrontar muchos problemas para mantener sus pequeñas madrigueras. El robo entre gente desafortunada es una de las cosas más comunes del mundo por desgracia.
Lidera el camino, iremos justo detrás.
Algo de curiosidad aparece en la mente del niño inventor, por alguna razón desea saber qué clase de cosas tienen un significado en la vida de la pobre niña. Después de todo ya comienza a verla como una hermana gorriona.
Le toma bastante tiempo a la chica superar la pena intrínseca que conlleva cometer un error, esto se puede destilar de sus gestos siguientes. Es claro que olvidar una presentación puede tener ese efecto.
Maquiavelo incluso se plantea seriamente decirle que no se preocupe, por suerte ella misma termina superando su alteración. ¿Qué se puede decir?, los niños pueden ser muy mocosos a veces.
Con respecto a la propuesta dispensada, genera un nuevo cumulo de emociones mixtas en la señorita. No habla, pero su cara es un poema como dicen. Chim intenta seguirle el paso a todas sus expresiones faciales y es que le interesa mejorar su calidad de vida.
Al principio hay desconfianza, algo lógico teniendo en cuenta lo inverosímil de la propuesta. Esta no tarda en volverse confusión y luego de una pequeña cantidad de tiempo tristeza, el último paso suele ser preludio a la aceptación por suerte.
Cuando los ojos se le humedecen a Pyp, el joven inventor se siente desarmado. Claro que no ocurre el llanto, logra encontrar la compostura que no muchos chiquillos en su situación hubieran demostrado.
No llega a aceptar la propuesta y es que otra cosa termina colmando su mente, luego de algunos titubeos deja entrever que posee artículos importantes en peligro. Sin vacilación, el segundo líder gorrión se propone a hablar.
Te ayudaremos.
“Canel asiente”.
Al chico listo no le toma mucho imaginar que se trata de objetos con mero valor sentimental, claro que esos suelen ser los más importantes para cualquier persona… especialmente cuando tienen un tamaño que escasamente supera el metro de altura.
Las calles tienden ser peligrosas, los niños mendigos deben afrontar muchos problemas para mantener sus pequeñas madrigueras. El robo entre gente desafortunada es una de las cosas más comunes del mundo por desgracia.
Lidera el camino, iremos justo detrás.
Algo de curiosidad aparece en la mente del niño inventor, por alguna razón desea saber qué clase de cosas tienen un significado en la vida de la pobre niña. Después de todo ya comienza a verla como una hermana gorriona.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Las calles se iban llenando a medida que los tres niños entablan esa penosa primera conversación. En esos momentos, la niña se encontraba parada frente a aquellos extraños niños, mirando hacia el horizonte. Seguía apenada, pero estaba realmente agradecida con ambos. La mezcla de sensaciones, aquel coctel mortal se disipó cuando Chimar rompió el pequeño silencio.
- Te ayudaremos. Lidera el camino, iremos justo detrás. -A lo que el pequeño Canel asintió.
No tardó mucho en empezar a caminar entre la gente, aunque algo dubitativa -no lograba ubicarse muy bien, defecto suyo-. Los tres pequeños parecían pescaditos que nadaban a duras penas contra una voraz corriente. No faltaban, de vez en cuando, los crueles empujones de los adultos asqueados, y al ser pequeño, este tipo de actitudes son notadas con mayor sensibilidad. Tropezaba de vez en cuando, estrujándose entre el flujo de personas a duras penas.
Unos cuantos momentos más tarde, se hizo a un lado, esperando a que los dos otros niños surgieran. Cuando aparecieron, retomó la marcha. Los condujo por una pequeña calle que conectaba con la calle paralela. Una vez cruzado ese pequeño 'puente', sólo hacía falta dictar hacía dónde encaminarse ahora, ¿derecha o izquierda?
‘No recuerdo…’ Se llevó los dedos a la boca, mordisqueándolos, nerviosa. No quería perderse, era lo último que quería que pasase. Finalmente, optó por la derecha. Camino que subía levemente, muy probablemente ese sector había sido construido encima de una colina.
Por lo que siguió dirigiendo el camino, subiendo la casi indetectable colina. Reconoció alguna que otra fachada, aunque le resultaba difícil -ya que estaba recorriendo la calle en sentido contrario-. Pero pronto, el callejón en el que había dejado sus cosas apareció.
Algo más aliviada, miró atrás, hacia los dos niños que la habían seguido hasta entonces. Para ser una de las calles paralelas a la calle comercial, no pasaban muchas personas, y se encontraba de lo más tranquila. Parpadeó varias veces, antes de frotarse los ojos algo cansada. Dio la espalda a los niños, y se adentró en el callejón. Parecía un conejo metiéndose en su madriguera.
Había dejado sus tiliches enredados en el trapo viejo y sucio, detrás de una caja de madera -más que caja, era un montón de desperdicios-. El callejón había sido elegido por los vecinos para ser usado cómo basurero. Rebuscó y finalmente encontró sus preciadas pertenencias. Parecía que alguno de los que habitaban en la calle había llegado a dejar algún desecho.
Tardó un poco en encontrar el trapo sucio, se desesperó. Rebuscaba entre los desechos, y la imagen que daba era realmente… Penosa. Finalmente, dio con el trapo. Abrió con rapidez la tela, se calmó cuando vio que sus cosas estaban intactas.
Puso la tela abierta sobre sus regazos -el cepillo, la muñeca y el espejo se mostraban ahora-, levantó la muñequita y la abrazó con fuerza. Lágrimas corrían por sus mejillas, esta vez no había logrado retenerlas. ¿Qué será de su vida ahora? Todo estaba por cambiar, el cambio que tanto había anhelado estaba allí, entonces, ¿por qué lloraba? ¿Por qué le asustaba? La sorpresa que se había llevado más temprano, y el susto que había pasado al no encontrar sus cosas, el vaso ya no aguantaba y finalmente se derramó. Era entendible, tan sólo era una niña.
Susurró varias cosas a su muñeca, del estilo ’No volveré a dejarte sola’ o ’No volverás a estar sola'’, incluso ’Aquí estoy’. Eran más que todo frases que, con toda el ardor que su alma podía sentir en esos momentos, deseaba que le digieran a ella.
- Te ayudaremos. Lidera el camino, iremos justo detrás. -A lo que el pequeño Canel asintió.
No tardó mucho en empezar a caminar entre la gente, aunque algo dubitativa -no lograba ubicarse muy bien, defecto suyo-. Los tres pequeños parecían pescaditos que nadaban a duras penas contra una voraz corriente. No faltaban, de vez en cuando, los crueles empujones de los adultos asqueados, y al ser pequeño, este tipo de actitudes son notadas con mayor sensibilidad. Tropezaba de vez en cuando, estrujándose entre el flujo de personas a duras penas.
Unos cuantos momentos más tarde, se hizo a un lado, esperando a que los dos otros niños surgieran. Cuando aparecieron, retomó la marcha. Los condujo por una pequeña calle que conectaba con la calle paralela. Una vez cruzado ese pequeño 'puente', sólo hacía falta dictar hacía dónde encaminarse ahora, ¿derecha o izquierda?
‘No recuerdo…’ Se llevó los dedos a la boca, mordisqueándolos, nerviosa. No quería perderse, era lo último que quería que pasase. Finalmente, optó por la derecha. Camino que subía levemente, muy probablemente ese sector había sido construido encima de una colina.
Por lo que siguió dirigiendo el camino, subiendo la casi indetectable colina. Reconoció alguna que otra fachada, aunque le resultaba difícil -ya que estaba recorriendo la calle en sentido contrario-. Pero pronto, el callejón en el que había dejado sus cosas apareció.
Algo más aliviada, miró atrás, hacia los dos niños que la habían seguido hasta entonces. Para ser una de las calles paralelas a la calle comercial, no pasaban muchas personas, y se encontraba de lo más tranquila. Parpadeó varias veces, antes de frotarse los ojos algo cansada. Dio la espalda a los niños, y se adentró en el callejón. Parecía un conejo metiéndose en su madriguera.
Había dejado sus tiliches enredados en el trapo viejo y sucio, detrás de una caja de madera -más que caja, era un montón de desperdicios-. El callejón había sido elegido por los vecinos para ser usado cómo basurero. Rebuscó y finalmente encontró sus preciadas pertenencias. Parecía que alguno de los que habitaban en la calle había llegado a dejar algún desecho.
Tardó un poco en encontrar el trapo sucio, se desesperó. Rebuscaba entre los desechos, y la imagen que daba era realmente… Penosa. Finalmente, dio con el trapo. Abrió con rapidez la tela, se calmó cuando vio que sus cosas estaban intactas.
Puso la tela abierta sobre sus regazos -el cepillo, la muñeca y el espejo se mostraban ahora-, levantó la muñequita y la abrazó con fuerza. Lágrimas corrían por sus mejillas, esta vez no había logrado retenerlas. ¿Qué será de su vida ahora? Todo estaba por cambiar, el cambio que tanto había anhelado estaba allí, entonces, ¿por qué lloraba? ¿Por qué le asustaba? La sorpresa que se había llevado más temprano, y el susto que había pasado al no encontrar sus cosas, el vaso ya no aguantaba y finalmente se derramó. Era entendible, tan sólo era una niña.
Susurró varias cosas a su muñeca, del estilo ’No volveré a dejarte sola’ o ’No volverás a estar sola'’, incluso ’Aquí estoy’. Eran más que todo frases que, con toda el ardor que su alma podía sentir en esos momentos, deseaba que le digieran a ella.
Pyp
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Pyp acepta la ayuda ofrecida por ambos niños aunque no sin desconfianza intrínseca, Chimar no puede sentir más empatía por su posición pues bien estuvo en tales sendas durante casi un año entero.
Avanzan entonces, rumbo a la salida del bullicioso mercado. Es en ese momento cuando la chiquilla comete un error garrafal que solo puede asociarse con falta de pericia, entra de lleno en el cumulo de adultos en movimiento.
Como buen gorrión, Maquiavelo sabe que se deben eludir los tumultos a menos que se piense robar, incluso en tales situaciones existen varias técnicas para no terminar dando el penoso espectáculo que ahora mismo protagoniza la chiquilla.
Canel por su parte… pues, eso le vino de serie. Los chicos listos saben usar las multitudes a su favor, algo para lo que no se necesita magia ilusoria rara o la constitución de un frijol plenamente desarrollado.
Ambos mocosos esperan del otro lado a que salga la pobre niña, se adelantaron bastante haciendo gala de sus habilidades pasivas. Una vez Pyp se manifiesta, Chim pasa a aclararse la garganta y siguen el camino cuando se da su reencuentro.
“Tiene mucho que aprender”.
Piensa sin poder disimular mucho la cara irónica, Ratita tendrá nueva alumna por los próximos meses. Claro que esto sin duda no le importara, suele ser el más sociable y ameno de la camada de enanos.
Por severos instantes, el niño genio nota que su aliada pierde el rumbo. No dice nada pues parece recordar la ruta cada tanto… sin duda necesita unas clases intensas de callejeo al estilo del mejor clan infantil en Aerandir.
Llegan al destino y no sin dudas intermedias vale destacar, lo siguiente es ver a la jovencita rebuscar entre la basura para encontrar sus objetos valiosos… es una escena que tanto Chimar como Canel miran impactados.
Se forma cierto silencio a medida que la desesperación de la chica crece, por suerte sus cosas siguen allí, entre el montón de porquería que la gente lleva años acumulando. A partir de ese momento al inventor se le rompe el corazón.
Hace gala de ser fuerte, después de todo debe cuidar de un montón de chiquillos. Pero cuando ve a la niña llorar desconsoladamente por tan míseros objetos… sus ojos se humedecen sin que pueda evitarlo.
Canel también muestra un rostro dramático y es que ambos enanos comparten eso, su determinación moral por ayudar a cualquier contemporáneo en necesidad. Que la pobre Pyp haya llegado a tales extremos es muy triste.
No volverás a estar sola nunca más, eso te lo prometo.
Yo también lo prometo.
Avanzan entonces, rumbo a la salida del bullicioso mercado. Es en ese momento cuando la chiquilla comete un error garrafal que solo puede asociarse con falta de pericia, entra de lleno en el cumulo de adultos en movimiento.
Como buen gorrión, Maquiavelo sabe que se deben eludir los tumultos a menos que se piense robar, incluso en tales situaciones existen varias técnicas para no terminar dando el penoso espectáculo que ahora mismo protagoniza la chiquilla.
Canel por su parte… pues, eso le vino de serie. Los chicos listos saben usar las multitudes a su favor, algo para lo que no se necesita magia ilusoria rara o la constitución de un frijol plenamente desarrollado.
Ambos mocosos esperan del otro lado a que salga la pobre niña, se adelantaron bastante haciendo gala de sus habilidades pasivas. Una vez Pyp se manifiesta, Chim pasa a aclararse la garganta y siguen el camino cuando se da su reencuentro.
“Tiene mucho que aprender”.
Piensa sin poder disimular mucho la cara irónica, Ratita tendrá nueva alumna por los próximos meses. Claro que esto sin duda no le importara, suele ser el más sociable y ameno de la camada de enanos.
Por severos instantes, el niño genio nota que su aliada pierde el rumbo. No dice nada pues parece recordar la ruta cada tanto… sin duda necesita unas clases intensas de callejeo al estilo del mejor clan infantil en Aerandir.
Llegan al destino y no sin dudas intermedias vale destacar, lo siguiente es ver a la jovencita rebuscar entre la basura para encontrar sus objetos valiosos… es una escena que tanto Chimar como Canel miran impactados.
Se forma cierto silencio a medida que la desesperación de la chica crece, por suerte sus cosas siguen allí, entre el montón de porquería que la gente lleva años acumulando. A partir de ese momento al inventor se le rompe el corazón.
Hace gala de ser fuerte, después de todo debe cuidar de un montón de chiquillos. Pero cuando ve a la niña llorar desconsoladamente por tan míseros objetos… sus ojos se humedecen sin que pueda evitarlo.
Canel también muestra un rostro dramático y es que ambos enanos comparten eso, su determinación moral por ayudar a cualquier contemporáneo en necesidad. Que la pobre Pyp haya llegado a tales extremos es muy triste.
No volverás a estar sola nunca más, eso te lo prometo.
Yo también lo prometo.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Dejó la muñequita sobre sus regazos, cuidadosamente -al ser un objeto que apreciaba mucho, trataba el trapito de color rojo decolorado con suma delicadeza-. De nuevo, con manos temblorosas, se fue restregando los ojos. Intentando secar sus lágrimas. Chimar y Canel se encontraban detrás de ella.
Llorar permitía a las personas desahogarse. Era cómo quitarle peso a una canasta que traía muchas cosas, o dejar caer un poco de agua de un balde porque esté se había vuelto muy pesado. Cuándo era pequeña y su madre vivía todavía, la mujer lo hacía a menudo, siempre mencionaba cosas sobre su padre mientras lloraba. Nunca entendió la razón por la que su madre lloraba tanto, pero a kilómetros de distancia se notaba que la relación de ambos adultos había decaído.
Pero, en esos momentos, y por primera vez desde que huyó de casa, lloraba con libertad. Sin miedo a hacer mucho ruido, sin miedo a incomodar a alguien más, sin miedo a que la viesen. Anteriormente, siempre había llorado por la ansiedad y el miedo, jamás se había permitido llorar para dejar ir la tristeza que cargaba en su interior.
-No volverás a estar sola nunca más, eso te lo prometo. -Chimar añadió, parecía algo afectado
-Yo también lo prometo. -El pequeñito, Canel, también participó en la promesa del otro niño.
Dio la vuelta para ver a ambos niños, pasando la palma de la mano por su mejilla izquierda, secando las lágrimas. Los miraba con emoción. Una pequeñísima sonrisa se dibujó en sus labios, no pudo evitarlo, la voz de ambos niños la habían terminado de suavizar.
Con cuidado, envolvió la muñeca, el espejo y el cepillo en el pedazo de mantel viejo. Hizo un pequeño nudo para asegurarse que ningún objeto se le escapase. Se levantó, acomodó el arco y el carcaj -contando rápidamente las flechas, confirmando que eran cuatro-. Cómo acostumbraba hacer, llevó una mano al pecho, pasando delicadamente el dedo por la cuerda del arco. Con la otra cargaba el pequeño paquete dónde iban sus cosas.
Miró a ambos niños, preguntándose qué harían ahora. ¿La llevarían a su guarida? No podía evitar imaginarse cómo sería. Al ser un clan, dedujo que no serían los únicos niños, sin duda alguna debían de estar bien organizados y ser un buen puñado -lo evidenciaba la manera en la que estaban vestidos-. ¿Pero cuántos serían? ¿Cómo era el lugar en el que vivían? ¿Dónde se encontraba?
-¿Qué hacemos ahora?... -Habló con un tono de voz tembloroso, aún cargado de timidez -aunque menos que cuando se presentó-.
Si los pequeños no se apuraban los alcanzaría la lluvia. Las nubes grises se hacían gradualmente más presentes en el cielo, el rato de sol ya había terminado. Y es que era normal en la época de lluvias, unas míseras horas al día de sol era lo que tenían. Y a veces, la lluvia no paraba de caer durante días. El olor de la lluvia comenzaba a impregnar la escena, el viento era pesado de nuevo. Alzó la mirada al cielo, disimuladamente.
Llorar permitía a las personas desahogarse. Era cómo quitarle peso a una canasta que traía muchas cosas, o dejar caer un poco de agua de un balde porque esté se había vuelto muy pesado. Cuándo era pequeña y su madre vivía todavía, la mujer lo hacía a menudo, siempre mencionaba cosas sobre su padre mientras lloraba. Nunca entendió la razón por la que su madre lloraba tanto, pero a kilómetros de distancia se notaba que la relación de ambos adultos había decaído.
Pero, en esos momentos, y por primera vez desde que huyó de casa, lloraba con libertad. Sin miedo a hacer mucho ruido, sin miedo a incomodar a alguien más, sin miedo a que la viesen. Anteriormente, siempre había llorado por la ansiedad y el miedo, jamás se había permitido llorar para dejar ir la tristeza que cargaba en su interior.
-No volverás a estar sola nunca más, eso te lo prometo. -Chimar añadió, parecía algo afectado
-Yo también lo prometo. -El pequeñito, Canel, también participó en la promesa del otro niño.
Dio la vuelta para ver a ambos niños, pasando la palma de la mano por su mejilla izquierda, secando las lágrimas. Los miraba con emoción. Una pequeñísima sonrisa se dibujó en sus labios, no pudo evitarlo, la voz de ambos niños la habían terminado de suavizar.
Con cuidado, envolvió la muñeca, el espejo y el cepillo en el pedazo de mantel viejo. Hizo un pequeño nudo para asegurarse que ningún objeto se le escapase. Se levantó, acomodó el arco y el carcaj -contando rápidamente las flechas, confirmando que eran cuatro-. Cómo acostumbraba hacer, llevó una mano al pecho, pasando delicadamente el dedo por la cuerda del arco. Con la otra cargaba el pequeño paquete dónde iban sus cosas.
Miró a ambos niños, preguntándose qué harían ahora. ¿La llevarían a su guarida? No podía evitar imaginarse cómo sería. Al ser un clan, dedujo que no serían los únicos niños, sin duda alguna debían de estar bien organizados y ser un buen puñado -lo evidenciaba la manera en la que estaban vestidos-. ¿Pero cuántos serían? ¿Cómo era el lugar en el que vivían? ¿Dónde se encontraba?
-¿Qué hacemos ahora?... -Habló con un tono de voz tembloroso, aún cargado de timidez -aunque menos que cuando se presentó-.
Si los pequeños no se apuraban los alcanzaría la lluvia. Las nubes grises se hacían gradualmente más presentes en el cielo, el rato de sol ya había terminado. Y es que era normal en la época de lluvias, unas míseras horas al día de sol era lo que tenían. Y a veces, la lluvia no paraba de caer durante días. El olor de la lluvia comenzaba a impregnar la escena, el viento era pesado de nuevo. Alzó la mirada al cielo, disimuladamente.
Pyp
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Mientras la niña llora desconsoladamente, Chimar siente que se le desgarra el alma. Pese a todo al final toma una postura más de deshago que de sufrimiento, como cuando se quiere soltar algo durante mucho tiempo reprimido.
Las palabras de ambos niños ayudan al estado de la chiquilla, en el único sentido posible al menos. Luego de dejar salir lo que le aqueja en modo de llanto, comienza a tomar una postura más controlada.
Se puede decir muchas cosas sobre los enanos, pero a fin de cuentas son sorprendentes. Tienen una capacidad de superación que rara vez puede verse en los adultos, esa increíble fortaleza para seguir adelante.
Con tiempo calmado pero sin detenerse, Pyp recupera su compostura. Las lágrimas quedan como testimonio lejano a medida que limpia su rostro humedecido, ahora mismo puede volver a centrarse en el entorno.
Una vez toda la situación es superada, asegura sus simbólicas pertenencias y se las monta encima. También destaca que lleva un arco consigo, con pocas flechas pero funcional en lo que respecta a capacidad combativa.
Síguenos.
Dice con un rostro ameno, la siguiente parada es la esfera. Tiempo de que Pyp conozca su nuevo hogar y a sus nuevos hermanos. La familia gorriona crece hoy, eso es motivo de celebración tanto para Maquiavelo como para Canel.
Avanzan entonces, aprovechando que el cielo aun no descarga la fría lluvia sobre Lunargenta. Las nubes están a punto de reventar aunque tienen la delicadeza de esperar hasta el último momento para hacerlo.
Claro que el entorno ya se torna lluvioso, con olor incluido y todo. Están en el preludio de una precipitación, motivo por el cual Chimar corre tan aprisa. Después de todo su nueva hermana parece mostrar algunos síntomas de gripe, dejar que se moje puede resultar peligroso.
Contra todo pronóstico llegan antes del chapuzón, por suerte la esfera se encuentra en un distrito contiguo. Una vez tienen la imponente estructura de frente, el niño inventor se prepara para dar una bienvenida con mucha pompa.
Bienvenida a casa Pyp “hace una ligera reverencia”.
Con un gesto, se despliega cierta rampa de acceso a medida que la puerta principal se abre. Es una imagen imponente que todos los nuevos tardan en superar, claro que también suele despertar su curiosidad intrínseca.
Tranquila “el brujito toma la mano izquierda de Pyp” no hay nada que temer aquí “sonríe amenamente”.
Las palabras de ambos niños ayudan al estado de la chiquilla, en el único sentido posible al menos. Luego de dejar salir lo que le aqueja en modo de llanto, comienza a tomar una postura más controlada.
Se puede decir muchas cosas sobre los enanos, pero a fin de cuentas son sorprendentes. Tienen una capacidad de superación que rara vez puede verse en los adultos, esa increíble fortaleza para seguir adelante.
Con tiempo calmado pero sin detenerse, Pyp recupera su compostura. Las lágrimas quedan como testimonio lejano a medida que limpia su rostro humedecido, ahora mismo puede volver a centrarse en el entorno.
Una vez toda la situación es superada, asegura sus simbólicas pertenencias y se las monta encima. También destaca que lleva un arco consigo, con pocas flechas pero funcional en lo que respecta a capacidad combativa.
Síguenos.
Dice con un rostro ameno, la siguiente parada es la esfera. Tiempo de que Pyp conozca su nuevo hogar y a sus nuevos hermanos. La familia gorriona crece hoy, eso es motivo de celebración tanto para Maquiavelo como para Canel.
Avanzan entonces, aprovechando que el cielo aun no descarga la fría lluvia sobre Lunargenta. Las nubes están a punto de reventar aunque tienen la delicadeza de esperar hasta el último momento para hacerlo.
Claro que el entorno ya se torna lluvioso, con olor incluido y todo. Están en el preludio de una precipitación, motivo por el cual Chimar corre tan aprisa. Después de todo su nueva hermana parece mostrar algunos síntomas de gripe, dejar que se moje puede resultar peligroso.
Contra todo pronóstico llegan antes del chapuzón, por suerte la esfera se encuentra en un distrito contiguo. Una vez tienen la imponente estructura de frente, el niño inventor se prepara para dar una bienvenida con mucha pompa.
Bienvenida a casa Pyp “hace una ligera reverencia”.
Con un gesto, se despliega cierta rampa de acceso a medida que la puerta principal se abre. Es una imagen imponente que todos los nuevos tardan en superar, claro que también suele despertar su curiosidad intrínseca.
Tranquila “el brujito toma la mano izquierda de Pyp” no hay nada que temer aquí “sonríe amenamente”.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Lo último que escuchó antes de llegar frente a la compleja y extraña construcción, fue el tierno ‘Síguenos’ de Chimar. Con un tono dulzón, el niño la invitaba a recorrer parte del distrito comercial, y adentrarse a uno que no reconocía, para al fin llegar a su guarida.
Caminaron, a ritmo rápido -para un par de niños, era más correr que acelerar la caminata-. La lluvia no caía todavía, pero la luz empezaba a ser reemplazada por el tono gris oscuro característico de la tormenta. Y el olor a lluvia se hacía más y más notorio y pesado. El distrito al que se adentraba, tendría que analizarlo bien, a partir de ahora sería parte de su hogar.
Chimar y Canel pararon. Frente a los tres niños, se alzaba la indescriptible construcción. Era enorme, realmente colosal. Poseía una forma de lo más peculiar, era una esfera sin ningún tipo de imperfecciones. La superficie de la edificación era lisa, de un color gris oscuro.
Parecía un titán en comparación a las demás casas del pequeño distrito. El contraste era aún más notorio por su extrañamente perfecta forma. Era cómo la pieza de un rompecabezas que no encajaba con el resto. Era una pieza que no correspondía al juego en lo absoluto, un fragmento de color azul en una zona color amarillo. No calzaba, no cuadraba.
Tragó saliva, sus dos pequeños acompañantes parecían de lo más relajados. Pero es que, era normal, aparentemente ese era el sitio en el que vivían. No podía evitar cuestionarse por absolutamente todo. Y una vez más, la lluvia de preguntas se abalanzaba sobre ella, semejante a la precipitación que amenazaba con caer encima de ellos en cualquier momento.
-Bienvenida a cas Pyp -Se vio arrancada de la comodidad de su consciencia una vez más, dirigió la mirada hacia Chimar -quién le hablaba-.
Bajó levemente la mirada ante la reverencia del niño, sonrojándose levemente. ¿Quién podría llegar a pensar, en su sano juicio, que alguien haría una reverencia ante ella? Un acto que no recordaba haber presenciado, tal vez en la lejanía había existido, tras algún juego del que se disfrutan con muñecas -la hora del té, más precisamente-.
Una extraña rampa se desplegó frente a los tres niños. Chimar subió, con naturalidad -pues, era su hogar-. En eso sintió en su mano izquierda el roce de piel con piel, bajó la mano extrañada. El pequeño Canel estaba prendido de su mano izquierda, mirándola tiernamente. El acto había surgido fruto a una frase que tenía como misión ponerla más tranquila. La mirada que le brindaba Canel era algo nuevo para ella, la miraba como un hermano pequeño ve a su hermana mayor. Una mezcla de sentimientos se fue remolinando dentro de ella, era una gama que iba entre sorpresa, hasta comodidad. Se vio reconfortada por el diminuto gesto del pequeño.
Al subir la rampa, apretó con un poco más de intensidad la mano de Canel, demostrando así su nerviosismo. No la soltó en ningún momento. Fueron subiendo, detrás de Chimar y una vez arriba, miró la puerta. Era distinto a todo lo que había visto antes. ¿Qué secretos guardaba la extrañísima esfera?
Se explicó entonces, respondiendo a sus intrigas personales, que tenía sentido. Tenía sentido que un par de niños tan peculiares vivieran en una edificación tan fuera de lo común. Empezó a fantasear, aquel orbe grisáceo, casi negro, cargaba consigo un sinfín de posibilidades. ¡Tal vez escondían dentro un dragón! Recordó todos los cuentos cargados de fantasía que le contaba su madre. Desvió la mirada, devolviéndola hacia el pequeño Canel.
Caminaron, a ritmo rápido -para un par de niños, era más correr que acelerar la caminata-. La lluvia no caía todavía, pero la luz empezaba a ser reemplazada por el tono gris oscuro característico de la tormenta. Y el olor a lluvia se hacía más y más notorio y pesado. El distrito al que se adentraba, tendría que analizarlo bien, a partir de ahora sería parte de su hogar.
Chimar y Canel pararon. Frente a los tres niños, se alzaba la indescriptible construcción. Era enorme, realmente colosal. Poseía una forma de lo más peculiar, era una esfera sin ningún tipo de imperfecciones. La superficie de la edificación era lisa, de un color gris oscuro.
Parecía un titán en comparación a las demás casas del pequeño distrito. El contraste era aún más notorio por su extrañamente perfecta forma. Era cómo la pieza de un rompecabezas que no encajaba con el resto. Era una pieza que no correspondía al juego en lo absoluto, un fragmento de color azul en una zona color amarillo. No calzaba, no cuadraba.
Tragó saliva, sus dos pequeños acompañantes parecían de lo más relajados. Pero es que, era normal, aparentemente ese era el sitio en el que vivían. No podía evitar cuestionarse por absolutamente todo. Y una vez más, la lluvia de preguntas se abalanzaba sobre ella, semejante a la precipitación que amenazaba con caer encima de ellos en cualquier momento.
-Bienvenida a cas Pyp -Se vio arrancada de la comodidad de su consciencia una vez más, dirigió la mirada hacia Chimar -quién le hablaba-.
Bajó levemente la mirada ante la reverencia del niño, sonrojándose levemente. ¿Quién podría llegar a pensar, en su sano juicio, que alguien haría una reverencia ante ella? Un acto que no recordaba haber presenciado, tal vez en la lejanía había existido, tras algún juego del que se disfrutan con muñecas -la hora del té, más precisamente-.
Una extraña rampa se desplegó frente a los tres niños. Chimar subió, con naturalidad -pues, era su hogar-. En eso sintió en su mano izquierda el roce de piel con piel, bajó la mano extrañada. El pequeño Canel estaba prendido de su mano izquierda, mirándola tiernamente. El acto había surgido fruto a una frase que tenía como misión ponerla más tranquila. La mirada que le brindaba Canel era algo nuevo para ella, la miraba como un hermano pequeño ve a su hermana mayor. Una mezcla de sentimientos se fue remolinando dentro de ella, era una gama que iba entre sorpresa, hasta comodidad. Se vio reconfortada por el diminuto gesto del pequeño.
Al subir la rampa, apretó con un poco más de intensidad la mano de Canel, demostrando así su nerviosismo. No la soltó en ningún momento. Fueron subiendo, detrás de Chimar y una vez arriba, miró la puerta. Era distinto a todo lo que había visto antes. ¿Qué secretos guardaba la extrañísima esfera?
Se explicó entonces, respondiendo a sus intrigas personales, que tenía sentido. Tenía sentido que un par de niños tan peculiares vivieran en una edificación tan fuera de lo común. Empezó a fantasear, aquel orbe grisáceo, casi negro, cargaba consigo un sinfín de posibilidades. ¡Tal vez escondían dentro un dragón! Recordó todos los cuentos cargados de fantasía que le contaba su madre. Desvió la mirada, devolviéndola hacia el pequeño Canel.
Pyp
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Naturalmente Pyp queda abrumada por la primera visión de la esfera, algo bastante normal tanto para Chimar como para su hermanito. Todos los gorriones actuales pasaron por esa misma etapa, incluso el joven inventor.
Le dan tiempo al tiempo, intentando animar a la niña para que de sus primeros pasos a una nueva vida. Canel por su parte termina dando ese pequeño empujón necesario, haciendo gala de su tierna personalidad.
No se puede negar que el brujito sabe cómo poner en confianza a las personas… al menos cuando desea hacerlo. Mucha gente suele sentir aversión por el diminuto hechicero debido a sus peculiaridades, para los que le conocen mejor no puede haber nada mas injusto.
Es terriblemente difícil hacerle molestar en verdad, incluso en combate suele tomar el camino más humano. Eso no significa que peque de inocentón ante las circunstancias, pero es justo decir que no le gusta tomar una postura mala.
Volviendo al importante paso de la niña, su nuevo hermano pequeño logra el objetivo. Es sorprendente lo que un bonito gesto puede lograr, algo que todos los presentes terminan por corroborar de primera mano.
Tímidamente, Pyp sube por la rampa. Sin separarse de su fuente de apoyo más directa claro, el pequeño mago también evita soltarle en tales momentos de necesidad. Una vez están en la entrada, Chimar vuelve a liderar el desplazamiento.
A partir de ahora Pyp, la esfera es tu hogar y todos los gorriones tus hermanos.
Palabras que expresa con solemnidad mientras avanza, recorriendo el medianamente largo pasillo de entrada. Sin duda la visión del túnel metálico debe resultar extraña para la joven aerandiana, pero terminara por acostumbrarse.
Nos cuidamos entre nosotros, somos más que un grupo, somos familia.
Abre la puerta de ingreso interior, revelando el cuidado entorno de recepción. Acto seguido y una vez la nueva miembro está más dispuesta, siguen su camino hasta la sala común, el núcleo de la vida gorriona.
Cuida a tus hermanos menores, aprende de los mayores, cree en esta familia y sobre todo, se buena con tus contemporáneos.
Decide darle más dramatismo a la entrada con algunas gesticulaciones, ciertamente el habitáculo no tiene nada que envidiarle a ninguna estructura pomposa del mundo corriente. Conecta con todas las secciones de vida cotidiana, desde las habitaciones hasta la biblioteca.
Algo me dice que “pone cierta mueca divertida” quieres un baño jeje.
Chim tiene en mucha estima la higiene, previene enfermedades y hace que la convivencia sea más agradable. Es claro que Pyp lleva mucho tiempo sin recibir aseo digno, nada que no se pueda arreglar rápido. Evita llamar a los demás mocosos para no terminar abrumando a su nueva hermana, afortunadamente es una hora activa y todos andan haciendo sus cosas.
Es un gran hogar, y ahora es tuyo también “dice sonriente sin soltar la mano de Pyp”.
Le dan tiempo al tiempo, intentando animar a la niña para que de sus primeros pasos a una nueva vida. Canel por su parte termina dando ese pequeño empujón necesario, haciendo gala de su tierna personalidad.
No se puede negar que el brujito sabe cómo poner en confianza a las personas… al menos cuando desea hacerlo. Mucha gente suele sentir aversión por el diminuto hechicero debido a sus peculiaridades, para los que le conocen mejor no puede haber nada mas injusto.
Es terriblemente difícil hacerle molestar en verdad, incluso en combate suele tomar el camino más humano. Eso no significa que peque de inocentón ante las circunstancias, pero es justo decir que no le gusta tomar una postura mala.
Volviendo al importante paso de la niña, su nuevo hermano pequeño logra el objetivo. Es sorprendente lo que un bonito gesto puede lograr, algo que todos los presentes terminan por corroborar de primera mano.
Tímidamente, Pyp sube por la rampa. Sin separarse de su fuente de apoyo más directa claro, el pequeño mago también evita soltarle en tales momentos de necesidad. Una vez están en la entrada, Chimar vuelve a liderar el desplazamiento.
A partir de ahora Pyp, la esfera es tu hogar y todos los gorriones tus hermanos.
Palabras que expresa con solemnidad mientras avanza, recorriendo el medianamente largo pasillo de entrada. Sin duda la visión del túnel metálico debe resultar extraña para la joven aerandiana, pero terminara por acostumbrarse.
Nos cuidamos entre nosotros, somos más que un grupo, somos familia.
Abre la puerta de ingreso interior, revelando el cuidado entorno de recepción. Acto seguido y una vez la nueva miembro está más dispuesta, siguen su camino hasta la sala común, el núcleo de la vida gorriona.
Cuida a tus hermanos menores, aprende de los mayores, cree en esta familia y sobre todo, se buena con tus contemporáneos.
Decide darle más dramatismo a la entrada con algunas gesticulaciones, ciertamente el habitáculo no tiene nada que envidiarle a ninguna estructura pomposa del mundo corriente. Conecta con todas las secciones de vida cotidiana, desde las habitaciones hasta la biblioteca.
Algo me dice que “pone cierta mueca divertida” quieres un baño jeje.
Chim tiene en mucha estima la higiene, previene enfermedades y hace que la convivencia sea más agradable. Es claro que Pyp lleva mucho tiempo sin recibir aseo digno, nada que no se pueda arreglar rápido. Evita llamar a los demás mocosos para no terminar abrumando a su nueva hermana, afortunadamente es una hora activa y todos andan haciendo sus cosas.
Es un gran hogar, y ahora es tuyo también “dice sonriente sin soltar la mano de Pyp”.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Los tres pequeños fueron avanzando por el corredor, la construcción era igual de impresionante por dentro que por fuera. Estaba bañada por la característica frialdad del metal, las paredes estaban construidas de este material grisáceo. Si su inseguridad se lo hubiese permitido, hubiese incluso probado pasar la mano por la gélida pared, a medida que avanzaban -para, según ella, ‘probar’ el tacto del material-.
-A partir de ahora Pyp, la esfera es tu hogar y todos los gorriones tus hermanos. Nos cuidamos entre nosotros, somos más que un grupo, somos familia. -Chimar entonaba estas palabras con seriedad. Incluso, hasta cierto punto, con firmeza.
Justo después de terminar de entonar dichas palabras, la puerta interior se abrió, dejando ver un escenario incluso más particular que todo lo que había visto hasta el momento. Al abrirse la compuerta, se reveló el contenido de la extrañísima construcción. La frialdad del metal se quedó corto, como si no hubiese podido seguirlos, o alcanzarlos.
El área que se desvelaba frente a los tres niños parecía ser algún tipo de ‘área común’. El punto central de la madriguera, que se dividía entonces en diferentes túneles que llevaban a esquinas y recámaras personales, llenas de misterio, llenas de asuntos que despertaban su curiosidad. Se trataba del corazón de la colmena.
-Cuida a tus hermanos menores, aprende de los mayores, cree en esta familia y sobre todo, se buena con tus contemporáneos.
Chimar terminó entonces su pequeño ‘discurso’, en el que explicaba explícitamente lo que tendría que hacer a partir de ese momento. La situación era ciertamente abrumadora, y no lograba terminar de encajar todas las piezas del rompecabezas que era en ese momento su corazón. Pero dentro de lo más profundo de su ser, sentía una pequeña confianza brotar. Este era su nuevo hogar, a partir de ese momento. Estos eran sus hermanos por elección, con el tiempo aprendería a quererlos.
-Algo me dice que, quieres un baño jeje. -El comentario de Chimar la desprendió de sus pensamientos, reviviendo una preocupación olvidada.
Bajó la mirada, apenada. Una lluvia de interrogaciones la bañó, como una precipitación fuerte y fría. Su vestido sucio, le pareció estar en un estado todavía más deplorable. Sus pies magullados, llenos de polvo hasta las rodillas, y lodo entre los dedos le parecieron el doble de feos. Su pelo enredado, en el que se escondían alguna que otra ramita -u otro tipo de pequeña basurilla- jamás le había dado tanta vergüenza.
Soltó un pequeño suspiro, intentando no evidenciar mucho su retraimiento. Todavía sostenía la mano del pequeño Canel. Entonces su mente divagó, y pensó en las palabras que había dicho Chimar con un poco de anterioridad.
-Es un gran hogar, y ahora es tuyo también.
Sonrió, y un poco más decidida, devolvió la mirada al joven Chimar. Asintiendo la propuesta del baño. Estaba un poco más decidida, el adorable pequeño que le sostenía la mano le traía seguridad.
-A partir de ahora Pyp, la esfera es tu hogar y todos los gorriones tus hermanos. Nos cuidamos entre nosotros, somos más que un grupo, somos familia. -Chimar entonaba estas palabras con seriedad. Incluso, hasta cierto punto, con firmeza.
Justo después de terminar de entonar dichas palabras, la puerta interior se abrió, dejando ver un escenario incluso más particular que todo lo que había visto hasta el momento. Al abrirse la compuerta, se reveló el contenido de la extrañísima construcción. La frialdad del metal se quedó corto, como si no hubiese podido seguirlos, o alcanzarlos.
El área que se desvelaba frente a los tres niños parecía ser algún tipo de ‘área común’. El punto central de la madriguera, que se dividía entonces en diferentes túneles que llevaban a esquinas y recámaras personales, llenas de misterio, llenas de asuntos que despertaban su curiosidad. Se trataba del corazón de la colmena.
-Cuida a tus hermanos menores, aprende de los mayores, cree en esta familia y sobre todo, se buena con tus contemporáneos.
Chimar terminó entonces su pequeño ‘discurso’, en el que explicaba explícitamente lo que tendría que hacer a partir de ese momento. La situación era ciertamente abrumadora, y no lograba terminar de encajar todas las piezas del rompecabezas que era en ese momento su corazón. Pero dentro de lo más profundo de su ser, sentía una pequeña confianza brotar. Este era su nuevo hogar, a partir de ese momento. Estos eran sus hermanos por elección, con el tiempo aprendería a quererlos.
-Algo me dice que, quieres un baño jeje. -El comentario de Chimar la desprendió de sus pensamientos, reviviendo una preocupación olvidada.
Bajó la mirada, apenada. Una lluvia de interrogaciones la bañó, como una precipitación fuerte y fría. Su vestido sucio, le pareció estar en un estado todavía más deplorable. Sus pies magullados, llenos de polvo hasta las rodillas, y lodo entre los dedos le parecieron el doble de feos. Su pelo enredado, en el que se escondían alguna que otra ramita -u otro tipo de pequeña basurilla- jamás le había dado tanta vergüenza.
Soltó un pequeño suspiro, intentando no evidenciar mucho su retraimiento. Todavía sostenía la mano del pequeño Canel. Entonces su mente divagó, y pensó en las palabras que había dicho Chimar con un poco de anterioridad.
-Es un gran hogar, y ahora es tuyo también.
Sonrió, y un poco más decidida, devolvió la mirada al joven Chimar. Asintiendo la propuesta del baño. Estaba un poco más decidida, el adorable pequeño que le sostenía la mano le traía seguridad.
Pyp
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Es normal que los nuevos se sientan abrumados por la cantidad de información que reciben de buenas a primeras cuando se unen al clan, después de todo suelen ser niños desafortunados que de repente terminan rodeados por un reino infantil propiamente conformado.
Pyp lo hace bien vale destacar, Chim aún recuerda cuando los Rooks se unieron, saltaban con cada ruido de la esfera… literalmente. Y ahora, son más despabilados que el propio Maquiavelo o los miembros más iniciales.
La chica permanece en silencio, escuchando atentamente las palabras de su nuevo hermano mayor. Se mantiene firme aunque su mueca demuestra que la valentía se debate con muchas emociones en su mente.
Por suerte encuentra apoyo en el bonito gesto de Canel, el chiquillo brujo puede ser un formidable elemento de ayuda si las situaciones se dan. Sabe bien como interactuar con las personas de manera amena.
En ese sentido le gana al joven inventor, este último suele solo mostrarse de forma agradable con otros contemporáneos. Solo los adultos de mayor confianza tienen un trato preferencial por su parte.
Finalmente la nueva miembro asiente, sigue muda como una piedra pero acepta el consejo de Maquiavelo. Ante tal realidad, el niño genio corresponde con una sonrisa de seguridad e inicia el desplazamiento otra vez.
No les toma mucho llegar a los baños, una sección grande y estilizada con secciones privadas adentro. En uno de estos cubículos, el pequeño genio prepara una bonita bañera de bronce para su hermana.
Regula la temperatura, deja la cantidad de agua suficiente y luego pasa a retirarse por obvias razones. Claro que antes de salir completamente del área se dispone a dar algunos detalles pertinentes.
El agua esta tibia, tomate todo el tiempo que quieras “pega un vistazo estudioso” tenemos algunos jubones y bragas en aquella habitación “señala el área de los vestidores” no son cosas tan bonitas como un vestido pero servirán hasta que soluciones tu atuendo jejeje.
Ciertamente no hay muchas niñas gorrionas… Iliaki es un elemento complicado a la hora de clasificar claro. Pero existen planes de contingencia, los uniformes gorriones de base tienden a ser unisex.
Es claro que Pyp parece gustar de los vestidos aunque primero lo primero, ya tendrán tiempo de preocuparse por tecnicismos cuando este en mejor estado de higiene y con algo de carne adicional por los costados.
Si necesitas ayuda solo llámanos, estaremos en el área común y la esfera nos notificara, nuevamente bienvenida a la familia.
“Canel pasa a darle un cálido abrazo antes de seguir a su hermano”.
Pyp lo hace bien vale destacar, Chim aún recuerda cuando los Rooks se unieron, saltaban con cada ruido de la esfera… literalmente. Y ahora, son más despabilados que el propio Maquiavelo o los miembros más iniciales.
La chica permanece en silencio, escuchando atentamente las palabras de su nuevo hermano mayor. Se mantiene firme aunque su mueca demuestra que la valentía se debate con muchas emociones en su mente.
Por suerte encuentra apoyo en el bonito gesto de Canel, el chiquillo brujo puede ser un formidable elemento de ayuda si las situaciones se dan. Sabe bien como interactuar con las personas de manera amena.
En ese sentido le gana al joven inventor, este último suele solo mostrarse de forma agradable con otros contemporáneos. Solo los adultos de mayor confianza tienen un trato preferencial por su parte.
Finalmente la nueva miembro asiente, sigue muda como una piedra pero acepta el consejo de Maquiavelo. Ante tal realidad, el niño genio corresponde con una sonrisa de seguridad e inicia el desplazamiento otra vez.
No les toma mucho llegar a los baños, una sección grande y estilizada con secciones privadas adentro. En uno de estos cubículos, el pequeño genio prepara una bonita bañera de bronce para su hermana.
Regula la temperatura, deja la cantidad de agua suficiente y luego pasa a retirarse por obvias razones. Claro que antes de salir completamente del área se dispone a dar algunos detalles pertinentes.
El agua esta tibia, tomate todo el tiempo que quieras “pega un vistazo estudioso” tenemos algunos jubones y bragas en aquella habitación “señala el área de los vestidores” no son cosas tan bonitas como un vestido pero servirán hasta que soluciones tu atuendo jejeje.
Ciertamente no hay muchas niñas gorrionas… Iliaki es un elemento complicado a la hora de clasificar claro. Pero existen planes de contingencia, los uniformes gorriones de base tienden a ser unisex.
Es claro que Pyp parece gustar de los vestidos aunque primero lo primero, ya tendrán tiempo de preocuparse por tecnicismos cuando este en mejor estado de higiene y con algo de carne adicional por los costados.
Si necesitas ayuda solo llámanos, estaremos en el área común y la esfera nos notificara, nuevamente bienvenida a la familia.
“Canel pasa a darle un cálido abrazo antes de seguir a su hermano”.
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Re: La pesadez del viento, trae consigo la lluvia. [Libre] [CERRADO]
Chimar fue guiándola por la esfera, hasta llegar a una sección que dedujo se trataba de los baños. Eran cubículos, de un tamaño bastante importante. Eran pequeñas alcobas, con cantidad de cosas particulares. Pequeños frascos con líquidos de colores divertidos, delicadas barras color crema, que parecían de lo más suaves e incluso alguno que otro frasco con pequeñas hierbas o capullos de flores -plantas aromáticas-.
Chimar los condujo al interior de uno de estos cubículos. Las repisas estaban igual de cargadas con frascos y cosas interesantes que las otras -que había avistado discretamente en el camino-, en el centro, una tina de bronce se alzaba en el medio de la habitación. Chimar se acercó con total naturalidad, abriendo el grifo y dejando correr el agua, estaría ‘templándola’.
-El agua esta tibia, tomate todo el tiempo que quieras, tenemos algunos jubones y bragas en aquella habitación. No son cosas tan bonitas como un vestido pero servirán hasta que soluciones tu atuendo jejeje. -El pequeño señaló el área de vestidores.
En eso, la renacuaja volvió a dedicar su atención al agua tibia. Moría por meterse y por fin deshacerse de toda la mugre de su infantil cuerpo, pero dentro de ella, algo le daba ansiedad. Tragó saliva, atreviéndose a soltar la mano del pequeño Canel -finalmente-, para adelantarse y probar la temperatura del agua. Sumergió delicadamente la mano en el agua.
-Si necesitas ayuda solo llámanos, estaremos en el área común y la esfera nos notificara, nuevamente bienvenida a la familia. -Se giró para ver a ambos niños, en eso Canel la abrazó suavemente. Dedicó una mirada tierna, de agradecimiento.
Ambos niños se fueron cerrando la puerta detrás de ellos, dejándola por fin sola. Soltó un suspiro alargado, había sido un día larguísimo para la niña. Lleno de altibajos, una legítima ‘montaña rusa’. Sacó la mano, observando cómo el agua se escurría por sus dedos en forma de gotas, volviendo a caer de manera suave en la tina.
Tomó un bocado de aire, y con bastante vergüenza -cómo si alguien estuviese mirándola-, se fue quitando el vestido. Una vez desnuda, dudo unos segundos en adentrarse en el agua. Se abrazaba, se podía notar su incomodidad.
Dejó de lado las dudas, y armándose de valor, se adentró en la tina. Se sentó, abrazándose las rodillas. La satisfacción fue creciendo por su garganta, cual enredadera estirándose y tomando el protagonismo en un jardín. Una pequeñísima sonrisa se formó en su rostro.
Empezó a asearse, tomando un largo tiempo lavando su cuerpo. Tardó el doble con su pelo, desenmarañándolo con cuidado. Una vez limpia, se levantó, contemplando el color grisáceo, mugriento, del agua. Arrugó la nariz, dándose cuenta de la suciedad que había cargado hasta ese entonces.
Con más confianza, se adentró en el vestidor. Después de haberse centrado en el secado de su cuerpo, y en el peinado de su melena cobriza, claro está. Se vistió con lentitud, era un uniforme idéntico al de los otros dos niños. Suspiró, mirando el vestido oliva que había usado gran parte de su vida.
Sacudió la cabeza con suavidad, para deshacerse de cualquier tipo de pensamiento que pudiese perjudicarla. Ordenó el cuarto en el que se encontraba, intentando dejarlo en el mismo estado en el que lo había encontrado. Alzó el vestido, doblándolo con cuidado. Se acercó a la puerta.
Un nuevo ciclo comenzaba allí, en el momento en el que abriría la puerta. ¿Qué sorpresas podría traerle el futuro? ¿Qué aventuras podría llegar a vivir a partir de ese momento?
Chimar los condujo al interior de uno de estos cubículos. Las repisas estaban igual de cargadas con frascos y cosas interesantes que las otras -que había avistado discretamente en el camino-, en el centro, una tina de bronce se alzaba en el medio de la habitación. Chimar se acercó con total naturalidad, abriendo el grifo y dejando correr el agua, estaría ‘templándola’.
-El agua esta tibia, tomate todo el tiempo que quieras, tenemos algunos jubones y bragas en aquella habitación. No son cosas tan bonitas como un vestido pero servirán hasta que soluciones tu atuendo jejeje. -El pequeño señaló el área de vestidores.
En eso, la renacuaja volvió a dedicar su atención al agua tibia. Moría por meterse y por fin deshacerse de toda la mugre de su infantil cuerpo, pero dentro de ella, algo le daba ansiedad. Tragó saliva, atreviéndose a soltar la mano del pequeño Canel -finalmente-, para adelantarse y probar la temperatura del agua. Sumergió delicadamente la mano en el agua.
-Si necesitas ayuda solo llámanos, estaremos en el área común y la esfera nos notificara, nuevamente bienvenida a la familia. -Se giró para ver a ambos niños, en eso Canel la abrazó suavemente. Dedicó una mirada tierna, de agradecimiento.
Ambos niños se fueron cerrando la puerta detrás de ellos, dejándola por fin sola. Soltó un suspiro alargado, había sido un día larguísimo para la niña. Lleno de altibajos, una legítima ‘montaña rusa’. Sacó la mano, observando cómo el agua se escurría por sus dedos en forma de gotas, volviendo a caer de manera suave en la tina.
Tomó un bocado de aire, y con bastante vergüenza -cómo si alguien estuviese mirándola-, se fue quitando el vestido. Una vez desnuda, dudo unos segundos en adentrarse en el agua. Se abrazaba, se podía notar su incomodidad.
Dejó de lado las dudas, y armándose de valor, se adentró en la tina. Se sentó, abrazándose las rodillas. La satisfacción fue creciendo por su garganta, cual enredadera estirándose y tomando el protagonismo en un jardín. Una pequeñísima sonrisa se formó en su rostro.
Empezó a asearse, tomando un largo tiempo lavando su cuerpo. Tardó el doble con su pelo, desenmarañándolo con cuidado. Una vez limpia, se levantó, contemplando el color grisáceo, mugriento, del agua. Arrugó la nariz, dándose cuenta de la suciedad que había cargado hasta ese entonces.
Con más confianza, se adentró en el vestidor. Después de haberse centrado en el secado de su cuerpo, y en el peinado de su melena cobriza, claro está. Se vistió con lentitud, era un uniforme idéntico al de los otros dos niños. Suspiró, mirando el vestido oliva que había usado gran parte de su vida.
Sacudió la cabeza con suavidad, para deshacerse de cualquier tipo de pensamiento que pudiese perjudicarla. Ordenó el cuarto en el que se encontraba, intentando dejarlo en el mismo estado en el que lo había encontrado. Alzó el vestido, doblándolo con cuidado. Se acercó a la puerta.
Un nuevo ciclo comenzaba allí, en el momento en el que abriría la puerta. ¿Qué sorpresas podría traerle el futuro? ¿Qué aventuras podría llegar a vivir a partir de ese momento?
Pyp
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