Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
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Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Con todo lo que había ocurrido, Taliesin sentía que había tocado fondo. Las semanas siguientes a los eventos en Lunargenta y Dundarak las pasó en Vulwulfar, invirtiendo su tiempo mucho más en beber y lamentarse que en intentar reconstruir una red de apoyos. Cuando al fin recuperó un poco la sensación de realidad, lo invadió la alarma. ¿Cómo había podido dejarse llevar tanto? Sus ahorros se habían reducido casi a la nada. Necesitaba recuperarse cuanto antes, y para ello debía encontrar algún trabajo que pudiera realizar aun siendo vampiro.
Pensó en Kirill y en los suyos. ¿Acaso le admitirían? No, y él tampoco quería verse envuelto en asuntos tan peligrosos. Pero aquella idea llevó a otra, y recordó a Helena Rhodes. Aquella mujer hacía trabajos algo sucios; asesinato, robo. Nada sumamente digno, pero Taliesin no estaba en lugar de ser quisquilloso. No fue fácil volver a dar con ella, pero finalmente pudo encontrarla en Vulwulfar en una ocasión en la que ella se encontraba allí por negocios.
Poco más de una semana después de eso, recibió una misiva de Helena. Buenas nuevas: la bruja había sigo contratada para un trabajo en el que necesitaba de ayuda. No daba muchos detalles, pero le aclaraba que aquello no era un asesinato sino la búsqueda de un objeto, y le hablaba de un contacto en Vulwulfar, un tal Lugos, que le daría algo que necesitarían. Taliesin debía reunirse con él y, cuatro días más tarde, encontrarse con ella en un barco que los estaría esperando en el puerto.
El día en cuestión, el barco llegó a los muelles de Vulwulfar. Aquello extrañó a Taliesin: era más habitual darle a los marineros al menos una noche en tierra. Sin embargo aquel navío sólo pasaría unas horas atracado, lo suficiente para repostar y recoger a Helena y Taliesin.
- Me envía Lugos - informó Taliesin cuando llegó frente al barco, a un hombre ocupado haciendo cuentas con los últimos barriles de provisiones que subían y bajaban del navío.
Había varios marineros alrededor, quienes se miraron entre ellos y luego al contable, como si estuvieran esperando órdenes. Los hombres de mar solían estar fornidos por el trabajo día a día en un navío, pero aquellos eran especialmente intimidantes. Al mirar un poco más atentamente, pudo ver que todos iban armados.
- Bien. Pasa - indicó el contable tras observarlo durante unos segundos.
Taliesin subió a bordo por la rampa para mercancías. Nada más llegar a cubierta, encontró que Helena Rhodes ya estaba allí. La saludó y fue hasta ella.
- Me alegro de verte. ¿Cómo estás? - La agarró suavemente del brazo para llevarla, disimuladamente, hacia la cubierta del castillo de proa, que se encontraba vacía -. Me encontré con Lugos, como me pediste. Entre otras cosas, me dio esta brújula - la sacó para mostrársela a Helena -. No apunta al norte, sino hacia el objeto que nos han contratado para encontrar. Y no sé si te has dado cuenta. Pero este no es un barco mercante. ¿Has hablado ya con el capitán?
Pensó en Kirill y en los suyos. ¿Acaso le admitirían? No, y él tampoco quería verse envuelto en asuntos tan peligrosos. Pero aquella idea llevó a otra, y recordó a Helena Rhodes. Aquella mujer hacía trabajos algo sucios; asesinato, robo. Nada sumamente digno, pero Taliesin no estaba en lugar de ser quisquilloso. No fue fácil volver a dar con ella, pero finalmente pudo encontrarla en Vulwulfar en una ocasión en la que ella se encontraba allí por negocios.
Poco más de una semana después de eso, recibió una misiva de Helena. Buenas nuevas: la bruja había sigo contratada para un trabajo en el que necesitaba de ayuda. No daba muchos detalles, pero le aclaraba que aquello no era un asesinato sino la búsqueda de un objeto, y le hablaba de un contacto en Vulwulfar, un tal Lugos, que le daría algo que necesitarían. Taliesin debía reunirse con él y, cuatro días más tarde, encontrarse con ella en un barco que los estaría esperando en el puerto.
El día en cuestión, el barco llegó a los muelles de Vulwulfar. Aquello extrañó a Taliesin: era más habitual darle a los marineros al menos una noche en tierra. Sin embargo aquel navío sólo pasaría unas horas atracado, lo suficiente para repostar y recoger a Helena y Taliesin.
- Me envía Lugos - informó Taliesin cuando llegó frente al barco, a un hombre ocupado haciendo cuentas con los últimos barriles de provisiones que subían y bajaban del navío.
Había varios marineros alrededor, quienes se miraron entre ellos y luego al contable, como si estuvieran esperando órdenes. Los hombres de mar solían estar fornidos por el trabajo día a día en un navío, pero aquellos eran especialmente intimidantes. Al mirar un poco más atentamente, pudo ver que todos iban armados.
- Bien. Pasa - indicó el contable tras observarlo durante unos segundos.
Taliesin subió a bordo por la rampa para mercancías. Nada más llegar a cubierta, encontró que Helena Rhodes ya estaba allí. La saludó y fue hasta ella.
- Me alegro de verte. ¿Cómo estás? - La agarró suavemente del brazo para llevarla, disimuladamente, hacia la cubierta del castillo de proa, que se encontraba vacía -. Me encontré con Lugos, como me pediste. Entre otras cosas, me dio esta brújula - la sacó para mostrársela a Helena -. No apunta al norte, sino hacia el objeto que nos han contratado para encontrar. Y no sé si te has dado cuenta. Pero este no es un barco mercante. ¿Has hablado ya con el capitán?
Última edición por Taliesin Skatha el Vie Mayo 24 2019, 20:38, editado 1 vez
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Desde que encontró aquel medallón, todas las noches antes de irse a dormir, se sentaba frente a su cómoda y lo observaba detenidamente, cada detalle, cada muesca, el frío que sentía en sus dedos cada vez que lo tocaba... Era como si, aparte de todo eso, le llamase; un sonido que no podía escuchar salía de las fauces de aquella calavera mientras mantenía esa mirada peculiar y petrificada. Era escalofriante, pero a la misma vez atrayente. Al principio tan solo fueron unas noches sueltas a la semana, pero en cuanto los días se sucedían, se convirtió en una rutina diaria y casi enloquecedora. Había noches que incluso le costaba coger el sueño. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
Los primeros intentos habían tenido un éxito nulo. Nadie en Ciudad Lagarto parecía saber sobre aquel objeto. Cada vez que preguntaba, volvía al mismo punto de partida, sin respuestas y con una sensación de ansiedad cada vez que tenía que volver a su tienda y pasar una mala noche debido a sus pensamientos sobre el medallón. Quizás podría tirarlo por ahí en cualquier charco sucio, venderlo a cualquier idiota o guardarlo en un cajón oscuro para que así fuera olvidado, pero nada de esto sería provechoso ni gratificante para la bruja, que cada vez más se interesaba por saber la procedencia del objeto. Estaba segura de que no se trataba de un medallón normal, ya que era propiedad de un nigromante que asesinó fruto de uno de sus tantos trabajos.
Un día, Matt la mandó hacia Vulwufar para encargarse de amedrentar a ciertos proveedores de productos del mar que se negaban de seguir haciendo negocios con Ciudad Lagarto debido a ciertas presiones que los nobles del lugar hacían sobre estos. En la misma ciudad, se encontró con Taliesin Skatha, el cual le pidió que si alguna vez lo necesitaba para algún trabajo, que no dudara en avisarle, ya que andaba necesitado de ingresos. A la bruja no le gustaba trabajar con gente, su estilo era más de loba solitaria, pero por cortesía y por haberle caído bien en aquella misión que ambos compartieron una vez, le prometió que ya le avisaría. Le soltó palabras vacías, ya que realmente no pensaba llamar nunca a aquel hombre, ni a ninguno otro.
El tema del medallón le seguía recorriendo la cabeza e inquietándola, aún en Vulwufar, por lo que antes de abandonar la ciudad, se pasó por un par de tabernas para ver si allí podría obtener algo de información sobre aquel dichoso accesorio. De forma totalmente inesperada y para su suerte, encontró a alguien que podría conocer la procedencia de aquel objeto. Un tal "Lugos", un hombre anciano y con pocas partes del color natural de su pelo intactas, todo lleno de arrugas y con un característico sombrero de paja que era más grande que su propia cabeza. Siempre fumaba una pipa, y parecía ser un hombre de mar.
-Conozco bien las marcas de ese medallón-Dijo con una voz casi metálica y trabada por la edad-Sé de gente que podría ayudarte, pero te advierto que deberás de trabajar para ellos, no aceptarán al primero que pase
-¿Por qué si les digo que quiero trabajar para ellos me aceptarían?-Preguntó, extrañada
-Porque ese medallón es la suficiente prueba de capacidad que ellos necesitan para considerarte... "Especial"-La señaló con la punta opuesta de la pipa, primero a ella, y luego al objeto en cuestión que reposaba sobre la mesa en la que ambos estaban sentados frente a frente-Diles que vas de parte de Lugos, así no te lo quitarán.
-Te lo agradezco, anciano-Asintió-¿Pero por qué me ayudas?-Dijo con cierta desconfianza
-Porque soy viejo y he andado detrás de lo que esos símbolos representan durante más vida de la que pueda recordar...-Hizo referencia a los particulares grabados del medallón. Dio una calada profunda a su pipa y soltó un abundante humo hacia arriba-Pronto estiraré la pata, y quiero saber qué mierda significa todo este entramado.-Explicó-Sabrás más cuando estés a bordo del barco
-...¿¡Barco!?
-"El Ermitaño". Lo encontrarás fondeado dentro de tres días en el puerto de la ciudad el tiempo suficiente para recogerte, pero no te demores, a los chicos no les gustará esperar.-Aclaró
Y en eso quedó. De pronto, había sido metida en una especie de expedición que probablemente estaría relacionada con su colgante. Aún estaba a tiempo de negarse y olvidarlo todo, pero su curiosidad y la atracción que le generaba aquel medallón no dejaban que se echase atrás.
Pasaría las tres noches en Vulwufar para esperar al barco. Ahora tendría que enviarle una carta a Matthew, contándole lo sucedido, sin dar demasiados detalles, y excusándose por ello. Quizás, para apaciguar el posible descontento del virrey de Ciudad Lagarto, le prometería que volvería con algún tipo de tesoro o suma de dinero importante, y si no, lo robaría de algún sitio... De todas formas, ya estaba metida en un lío.
Esa noche tuvo un extraño sueño relacionado con todo el lío del medallón, pero para su sorpresa, había un nuevo elemento que se añadió al problema; Taliesin Skatha. Soñó cómo él sostenía el medallón frente a una puerta con las mismas marcas y grabados que el colgante y... Se desvanecía como el polvo en unas estanterías, como la arena en mitad del desierto... Eso la dejó consternada, tanto, que llegó a despertarse con el corazón agitado y la mente revolucionada, como si de una pesadilla se tratara. Tras sopesarlo durante varias horas sin poder pegar ojo, decidió que lo mejor sería avisar a Taliesin. No le diría nada específicamente, tan solo le pondría como cebo un trabajo y una recompensa ficticios, seguramente acudiría a aquel lugar en menos de dos días, justo cuando el barco atracase.
Pasaron los tres días con relativa normalidad, ya que el insomnio le había atacado especialmente esas dos siguientes noches. Pudo subir al "Ermitaño" sin dificultades, tan solo dando el nombre de Lugos y enseñando el medallón. También avisó que vendría otro hombre que no tendría que ver con la tripulación. Avisó que estaba con ella. Era por la mañana muy temprano, el sol había asomado sus primeros rayos hacía escasos minutos, la condición de Taliesin podría ser una desventaja, más le valía llegar a tiempo y sin convertirse en polvo por el camino.
Tras esperar un buen rato en cubierta, sentada encima de unas cajas mientras observaba al resto de la tripulación, la cual ultimaba los preparativos para zarpar y cargar todas las mercancías necesarias, vio subir a Taliesin por la rampa. Una sonrisa con aires de superioridad se instaló en su rostro, ¿Se alegraba realmente de ver a aquel hombre, o simplemente quería tenerlo cerca para ver qué ocurría? En cierto modo, él también estaba relacionado con el medallón, ya que conocía al hombre al cual usurpó identidad, el cual a su vez tenía que asesinar al que portaba el medallón. Era rebuscado, pero su sueño podría tener sentido y conexión, solo el tiempo lo diría.
-¡Muy buenas, jefe!-Se llevó dos dedos a su frente e hizo un saludo ameno y de confianza mientras guiñaba un ojo. Taliesin respondió a su saludo, y para su sorpresa, la agarró de un brazo para llevarla repentinamente a la proa, en una estancia la cual estaba aún vacía, cuando llegaron, con cierto desdén y molestia se apartó de Skatha mientras se sacudía con la mano la zona en donde el hombre la había agarrado-¿¡A qué viene eso!?-Dijo algo alterada y molesta, los colores rápidamente se le subieron a las mejillas, pero apretó la mandíbula para paliar todo lo que externamente pudiera mostrar.
Taliesin le mostró una brújula que, según el propio Lugos, apuntaba al destino donde deberían llegar. Helena iba a responder, pero en ese momento, alguien entró en la estancia. Eran dos personas, una de ellas el propio Lugos, y a su lado, un hombre vestido con un elegante traje y un sombrero que combinaba a la perfección con sus ropajes azulados. Era más joven, y tenía un porte solemne y serio.
-No tenéis que buscar más; os presento al Capitán Duchard
El capitán asintió la cabeza a modo de saludo
-Encantado-Desvió la mirada hacia Lugos-¿Estos son de los que me hablaste?-Preguntó al anciano
-Exactamente.-Asintió, con llevándose su característica pipa a la boca y dándole una calada. El sombrero de paja lo había cambiado por otro más pequeño y algo más elegante-Helena y Taliesin-Los señaló con la misma mano con la que sostenía la pipa, mientras restos del humo inhalado salía de su boca.
-Encantada-Asintió a modo de corta reverencia y con un gesto de seriedad.
El capitán los observó durante unos segundos a ambos, analizándolos por completo y sin reparos. Acto seguido, se agarró la abertura de la chaqueta y se dispuso a hablar
-Espero que os guste la nave-dijo con un tono educado-En cuanto os hayáis hecho a ella y los muchachos hayan cargado todas las mercancías y ultimado los preparativos, me gustaría charlar con ustedes en mi camarote-Dijo. Acto seguido, tras una breve reverencia a modo de despedida, se marchó del lugar, dejando allí tan solo a Lugos, Helena y Taliesin.
- Lugos:
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- Capitán Duchard:
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Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Taliesin y Helena no se conocían lo suficiente como para que él supiera que a la bruja no le gustaba que la tocaran. En cuanto estuvieron apartados, la soltó inmediatamente y levantó ambas palmas para demostrar que no tenía ninguna mala intención.
- Perdona. No volveré a tocarte. Sólo quería hablar contigo a solas, y este parecía un buen lugar - volvió a bajar las manos y le dedicó una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora -. Me has hecho un favor muy grande al contactar conmigo. Lo último que querría es ofenderte. Gracias, de corazón.
No pudieron hablar mucho más; al lugar llegaron, como si los hubieran seguido, el anciano Lugos y otro hombre que no podía ser si no el capitán del navío. La presentación fue formal y breve; Taliesin saludó con un apretón de manos y comentó educadamente sobre el buen estado de la nave. Pero Duchard era un hombre ocupado, e inmediatamente salió del camarote para atender a los últimos preparativos antes del viaje.
- Bien. Ya he hablado con vosotros dos por separado. Pero aún hay más que quiero contaros. Iré con vosotros en este viaje, pero en cuanto antes dejemos las cosas claras, mejor. Tienes la brújula, ¿verdad? - Taliesin, para demostrarlo, volvió a sacarla del bosillo. Lugos asintió con la cabeza y entrecerró levemente los ojos, como si el simple hecho de verla le causara dolor -. El tesoro que buscamos es esquivo. El padre del capitán Duchard y mi amigo, que en paz descanse, lo buscó sin éxito. Pero esta vez... Esta vez tengo un buen presentimiento. Esta vez, tenemos mi brújula y tu medallón - miró a Helena al decirlo, y se llevó la pipa apagada a la boca -.
No sé de dónde lo habéis sacado, pero hace treinta años que Duchard padre encontró una moneda con un símbolo similar. Dejó de dormir por las noches y se obsesionó con su procedencia. Duchard era capitán de este navío antes de que lo fuera su hijo, y dedicó todos sus recursos a esta aventura. Hasta que, enterrado en deuda, se quitó la vida sin jamás resolver el misterio. Duchard padre dejó en su testamento que bajo no circunstancia debía su hijo tocar la moneda, y por ello llegó a mí tras su muerte. Y yo también la he sufrido.
Hace pocos meses tuve un sueño. En este, fundía la moneda para hacer una brújula. Fue una visión tan poderosa que nada más despertar, reuní los medios para ponerlo en práctica. El resultado lo tienes en la mano - le indicó a Taliesin - . Yo... No quiero tocarlo. Siento que ya no puedo llevarla más. Y no sé si es buena idea que dos artefactos como esos los tenga la misma persona. Por eso necesitaba a dos de vosotros; tú tienes el medallón, y tú llevarás la brújula. El capitán Duchard, por más que os lo pida, no deberá tocar ninguno de los dos. Es todo lo que os pido, siguiendo la voluntad de su padre.
Tras esta larga explicación, suspiró y relajó los hombros. Realmente era un hombre muy mayor, y su gesto serio escondía una fragilidad adquirida tras cientos de noches de pesadillas.
- Una moneda nunca fue suficiente para dar con el tesoro. Cuando me enseñaste tu medallón... Creo que esta vez sí tenemos la clave del misterio - con aquello concluyó la explicación, y retomando su anterior fuerza cambió de tema -. En este camerino hay dos catres; podéis usarlo por el tiempo que dure esta expedición. Me dijiste que eres vampiro, así que... Hemos tapiado las ventanas. Todo lo demás, todas las logísticas, os las indicara el capitán.
Dicho esto, abandonó el camerino para dejar que Taliesin y Helena se relajaran un poco. El vampiro se sentó en uno de los catres y comenzó a inspeccionar la brújula. No comentó al respecto de que tuvieran que compartir habitación: ya era sorprendente que en un barco les hubieran dado un camarote propio, y poco importaba dado que Taliesin dormiría durante el día y Helena lo haría durante la noche.
Pasado cierto tiempo, alguien llamó a la puerta. Un chico joven, de unos quince años, pasó para indicarles que habían abandonado el puerto, y que el capitán estaba listo para encontrarse con ellos.
- Perdona. No volveré a tocarte. Sólo quería hablar contigo a solas, y este parecía un buen lugar - volvió a bajar las manos y le dedicó una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora -. Me has hecho un favor muy grande al contactar conmigo. Lo último que querría es ofenderte. Gracias, de corazón.
No pudieron hablar mucho más; al lugar llegaron, como si los hubieran seguido, el anciano Lugos y otro hombre que no podía ser si no el capitán del navío. La presentación fue formal y breve; Taliesin saludó con un apretón de manos y comentó educadamente sobre el buen estado de la nave. Pero Duchard era un hombre ocupado, e inmediatamente salió del camarote para atender a los últimos preparativos antes del viaje.
- Bien. Ya he hablado con vosotros dos por separado. Pero aún hay más que quiero contaros. Iré con vosotros en este viaje, pero en cuanto antes dejemos las cosas claras, mejor. Tienes la brújula, ¿verdad? - Taliesin, para demostrarlo, volvió a sacarla del bosillo. Lugos asintió con la cabeza y entrecerró levemente los ojos, como si el simple hecho de verla le causara dolor -. El tesoro que buscamos es esquivo. El padre del capitán Duchard y mi amigo, que en paz descanse, lo buscó sin éxito. Pero esta vez... Esta vez tengo un buen presentimiento. Esta vez, tenemos mi brújula y tu medallón - miró a Helena al decirlo, y se llevó la pipa apagada a la boca -.
No sé de dónde lo habéis sacado, pero hace treinta años que Duchard padre encontró una moneda con un símbolo similar. Dejó de dormir por las noches y se obsesionó con su procedencia. Duchard era capitán de este navío antes de que lo fuera su hijo, y dedicó todos sus recursos a esta aventura. Hasta que, enterrado en deuda, se quitó la vida sin jamás resolver el misterio. Duchard padre dejó en su testamento que bajo no circunstancia debía su hijo tocar la moneda, y por ello llegó a mí tras su muerte. Y yo también la he sufrido.
Hace pocos meses tuve un sueño. En este, fundía la moneda para hacer una brújula. Fue una visión tan poderosa que nada más despertar, reuní los medios para ponerlo en práctica. El resultado lo tienes en la mano - le indicó a Taliesin - . Yo... No quiero tocarlo. Siento que ya no puedo llevarla más. Y no sé si es buena idea que dos artefactos como esos los tenga la misma persona. Por eso necesitaba a dos de vosotros; tú tienes el medallón, y tú llevarás la brújula. El capitán Duchard, por más que os lo pida, no deberá tocar ninguno de los dos. Es todo lo que os pido, siguiendo la voluntad de su padre.
Tras esta larga explicación, suspiró y relajó los hombros. Realmente era un hombre muy mayor, y su gesto serio escondía una fragilidad adquirida tras cientos de noches de pesadillas.
- Una moneda nunca fue suficiente para dar con el tesoro. Cuando me enseñaste tu medallón... Creo que esta vez sí tenemos la clave del misterio - con aquello concluyó la explicación, y retomando su anterior fuerza cambió de tema -. En este camerino hay dos catres; podéis usarlo por el tiempo que dure esta expedición. Me dijiste que eres vampiro, así que... Hemos tapiado las ventanas. Todo lo demás, todas las logísticas, os las indicara el capitán.
Dicho esto, abandonó el camerino para dejar que Taliesin y Helena se relajaran un poco. El vampiro se sentó en uno de los catres y comenzó a inspeccionar la brújula. No comentó al respecto de que tuvieran que compartir habitación: ya era sorprendente que en un barco les hubieran dado un camarote propio, y poco importaba dado que Taliesin dormiría durante el día y Helena lo haría durante la noche.
Pasado cierto tiempo, alguien llamó a la puerta. Un chico joven, de unos quince años, pasó para indicarles que habían abandonado el puerto, y que el capitán estaba listo para encontrarse con ellos.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Tras la explicación de Lugos, todo quedó más claro para la bruja. Sabía que ese medallón era especial, sabía que lo que le pasaba no era normal, y también sabía que su sueño tendría algún sentido... Más o menos, aunque no sabía bien cuál... ¿Acaso Taliesin querría quitarle el medallón para poder hacerse él con el tesoro que mencionó el anciano? Ellos dos se habían convertido en la parte más importante de la expedición ahora, y eso no era bueno, tomar ese papel en la historia de Lugos suponía desdicha y desgracias. Quizás debió de haber tirado el medallón por ahí cuando estaba en Ciudad Lagarto, se habría ahorrado un montón de líos. Ya no podía hacer nada por evitarlo, el barco había zarpado y se dirigía a donde la brújula del vampiro apuntaba.
Cuando se quedaron solos, Helena se acercó a Taliesin, el cual estaba sentado en su catre, inspeccionando la brújula. Un mohín en los labios de la bruja se hacía notable; se encontraba de brazos cruzados, con el medallón agarrado en una de sus manos. Esperó a que el vampiro levantase la vista para así empezar a hablar.
-El medallón lo encontré en el cuello del tipo al que asesinamos aquella noche en el cementerio, en el bosque de Midgar-Explicó-¿Sabes si el tal Kirill Skatha tiene algo que ver?-Realmente le había pillado cierto odio a ese tipo, nunca pudo dar con él, y aún le debía el dinero por aquel trabajo. Su descontento se hacía notable en sus gestos cuando hablaba de él-Ese maldito rubito prepotente tenía como objetivo a ese hombre, ¿Iría a por el medallón?-Preguntó. Quizás tan solo se tratase de una casualidad, pero aquella noche acabó mal y de un humor de perros, no se le olvidaría fácilmente lo insultada y ninguneada que se sintió.
Poco tiempo después, Duchard mandó a un chico para recordar tanto a Helena como a Taliesin que debían reunirse con él, tal y como les había pedido en la presentación. Sin más, ambos pusieron rumbo hacia la estancia dónde se alojaba el Capitán Duchard.
Duchard se encontraba alimentando a un loro, el cual estaba en una jaula que colgaba del techo. En cuanto los dos invitados entraron, el capitán dejó lo que estaba haciendo y posó su atención sobre el vampiro y la bruja.
-Espero que mi nave les resulte de lo más acogedora-Hizo un gesto para que se adentraran del todo en la estancia y cerrasen la puerta tras de sí-Mi padre, con el paso de los años, se encargó de que reluciera tan hermosa como la ven-Comentó
-¿Qué clase de capitán no pirata tiene a un loro como mascota?-Se cruzó de brazos y esbozó media sonrisa
-Fue un regalo de un amigo. Siempre es bueno tener contactos en el mundo de la piratería, aunque uno venga de alta cuna
-Así que... ¿Eres noble?-Preguntó
-Así es-Asintió-La casa de los Duchard regenta una hacienda a las afueras de Vulwufar, con tradición marinera.
-Al menos no eres brujo-Comentó debido a su rechazo hacia la nobleza, en especial hacia la que proviene de casas de brujos de las Islas Illidenses
-No, mi señora-Se acercó hasta la mesa y apoyó una mano en el respaldar de la silla, la cual estaba de espaldas-Pero en cambio yo sí que me encuentro en presencia de, no sólo una bruja, sino de un señor de la noche-Dijo esto haciendo clara referencia a Taliesin-...¿Puedo saber cómo conseguiste el medallón?-Miró a Helena directamente-Y vos...-Miró hacia Taliesin-¿Cómo hiciste para que le viejo Lugos te otorgara la brújula? Nunca se la da a nadie...-Comentó, realmente intrigado
-Asesiné a un tipo que tenía el medallón, no tiene mucho misterio-Se encogió de hombros, siendo totalmente sincera-Pero no me preguntes por qué lo tenía, no lo sé-Aclaró
-Ya veo...-Se acercó hasta la vitrina llena de licores, manteniendo su compostura y elegancia-Me voy a servir algo de vino-Abrió las puertas de esta-¿Les apetece una copa?
-El alcohol siempre es bienvenido-Miró de forma pícara a Duchard mientras dejaba escapar media sonrisa
Así, Duchard se sirvió vino a sí mismo en una copa de cristal, al igual que lo hizo con Helena y Taliesin, si es que este querría siquiera beber, siempre era de buena educación el servir la copa, aunque el invitado la rechazase. Helena, sin dudarlo, empezó a darle sorbos, sabía que el buen vino se disfrutaba de a poco y tras cierto tiempo, así que optó por seguir dichos cánones. Realmente estaba bueno, se notaba que era vino de calidad. Hacía tiempo que no probaba cosa más sabrosa.
-Son libres de recorrer el barco, no guarda ningún misterio más allá de los propios objetos que poseen.-Comentó-Si tienen alguna pregunta, ahora es el momento de hacerlo
Cuando se quedaron solos, Helena se acercó a Taliesin, el cual estaba sentado en su catre, inspeccionando la brújula. Un mohín en los labios de la bruja se hacía notable; se encontraba de brazos cruzados, con el medallón agarrado en una de sus manos. Esperó a que el vampiro levantase la vista para así empezar a hablar.
-El medallón lo encontré en el cuello del tipo al que asesinamos aquella noche en el cementerio, en el bosque de Midgar-Explicó-¿Sabes si el tal Kirill Skatha tiene algo que ver?-Realmente le había pillado cierto odio a ese tipo, nunca pudo dar con él, y aún le debía el dinero por aquel trabajo. Su descontento se hacía notable en sus gestos cuando hablaba de él-Ese maldito rubito prepotente tenía como objetivo a ese hombre, ¿Iría a por el medallón?-Preguntó. Quizás tan solo se tratase de una casualidad, pero aquella noche acabó mal y de un humor de perros, no se le olvidaría fácilmente lo insultada y ninguneada que se sintió.
Poco tiempo después, Duchard mandó a un chico para recordar tanto a Helena como a Taliesin que debían reunirse con él, tal y como les había pedido en la presentación. Sin más, ambos pusieron rumbo hacia la estancia dónde se alojaba el Capitán Duchard.
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El camarote del capitán sin lugar a dudas era la estancia más acogedora de todas, con una mesa llena de papeles y pergaminos, varios mapas colgados en la pared que mostraban distintas zonas del mundo, un par de vitrinas, una de ellas repleta de alcohol, a lo que Helena hizo ojitos y esbozó una sonrisa, quizás no sería mala idea hacerse amiga del capitán para poder degustar tan exóticos y extravagantes licores. También había un cofre donde seguramente estarían los efectos más personales de Duchard, y un catre para que pudiera descansar. Al fondo de la estancia, había un gran ventanal que daba acceso a la vista de atrás del barco, donde a la distancia se podía ver cómo el puerto de Vulwufar se perdía cada vez más.Duchard se encontraba alimentando a un loro, el cual estaba en una jaula que colgaba del techo. En cuanto los dos invitados entraron, el capitán dejó lo que estaba haciendo y posó su atención sobre el vampiro y la bruja.
-Espero que mi nave les resulte de lo más acogedora-Hizo un gesto para que se adentraran del todo en la estancia y cerrasen la puerta tras de sí-Mi padre, con el paso de los años, se encargó de que reluciera tan hermosa como la ven-Comentó
-¿Qué clase de capitán no pirata tiene a un loro como mascota?-Se cruzó de brazos y esbozó media sonrisa
-Fue un regalo de un amigo. Siempre es bueno tener contactos en el mundo de la piratería, aunque uno venga de alta cuna
-Así que... ¿Eres noble?-Preguntó
-Así es-Asintió-La casa de los Duchard regenta una hacienda a las afueras de Vulwufar, con tradición marinera.
-Al menos no eres brujo-Comentó debido a su rechazo hacia la nobleza, en especial hacia la que proviene de casas de brujos de las Islas Illidenses
-No, mi señora-Se acercó hasta la mesa y apoyó una mano en el respaldar de la silla, la cual estaba de espaldas-Pero en cambio yo sí que me encuentro en presencia de, no sólo una bruja, sino de un señor de la noche-Dijo esto haciendo clara referencia a Taliesin-...¿Puedo saber cómo conseguiste el medallón?-Miró a Helena directamente-Y vos...-Miró hacia Taliesin-¿Cómo hiciste para que le viejo Lugos te otorgara la brújula? Nunca se la da a nadie...-Comentó, realmente intrigado
-Asesiné a un tipo que tenía el medallón, no tiene mucho misterio-Se encogió de hombros, siendo totalmente sincera-Pero no me preguntes por qué lo tenía, no lo sé-Aclaró
-Ya veo...-Se acercó hasta la vitrina llena de licores, manteniendo su compostura y elegancia-Me voy a servir algo de vino-Abrió las puertas de esta-¿Les apetece una copa?
-El alcohol siempre es bienvenido-Miró de forma pícara a Duchard mientras dejaba escapar media sonrisa
Así, Duchard se sirvió vino a sí mismo en una copa de cristal, al igual que lo hizo con Helena y Taliesin, si es que este querría siquiera beber, siempre era de buena educación el servir la copa, aunque el invitado la rechazase. Helena, sin dudarlo, empezó a darle sorbos, sabía que el buen vino se disfrutaba de a poco y tras cierto tiempo, así que optó por seguir dichos cánones. Realmente estaba bueno, se notaba que era vino de calidad. Hacía tiempo que no probaba cosa más sabrosa.
-Son libres de recorrer el barco, no guarda ningún misterio más allá de los propios objetos que poseen.-Comentó-Si tienen alguna pregunta, ahora es el momento de hacerlo
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Taliesin observó durante largo tiempo la brújula. Tal como Lugos había descrito, aparentaba ser nueva y no tenía una sola muesca en el metal. Sus acabados estaban cuidados, y los símbolos cardinales habían sido gravados con precisión. Pero algo en ella le causaba una reacción extraña a Taliesin, la sensación de que se encontraba ante algo antiguo y más firme de lo que aparentaba. Giró la brújula, comprobando que aguja apuntaba siempre en la misma dirección... Hacia la oscuridad, mar adentro.
La pregunta de Helena lo sacó de su ensimismamiento. No era consciente de cuándo había conseguido el medallón la bruja, y la revelación hizo que frunciera el ceño.
- Si lo tenía el nigromante... No me espero nada bueno de todo esto. No he vuelto a ver a Kirill. No sé si tendría algo que ver... El barco ya ha zarpado, así que son todo conjeturas, y no sabremos más hasta que esta brújula nos lleve a...
Dejó la frase sin terminar. Realmente no sabía a dónde se dirigían. Volvió a mirar a aquella aguja apuntando a lo desconocido, inquietantemente segura de su rumbo.
En el camarote del capitán, Duchard los invitó a una bebida que Taliesin aceptó de buen agrado. Era aquel un hombre amable pero firme, un capitán formado y seguro que imponía respeto por su buen manejo del barco y los mares. Se encontraban, evidentemente, ante una tripulación competente.
- La recomendación de Helena fue lo que convenció a Lugos - respondió Taliesin con una sonrisa, intentando que la conversación fuera liviana. Pero sin pensarlo se metió la mano en el bolsillo y tocó la brújula, como comprobando que siguiera allí -. Si todo va bien, encontraremos lo que buscamos y la brújula no servirá para nada más.
Duchard asintió, pensativo, mientras les servía el alcohol que les había prometido. Aquel camarote estaba bien surtido y Duchard no los privó de nada; Taliesin pudo pedir buen whisky, y Helena recibió un vaso de vino dulce.
- Cuéntenos más, capitán. ¿Ha habido más expediciones en busca de este tesoro? ¿Algo más que deberíamos saber?
- Ha habido muchas. Dejen que les muestre.
Abrió uno de los cajones de su mesa de roble y sacó una carta náutica envejecida, que desplegó ante ellos dos. Sobre ella había Xs marcando diferentes localizaciones, y líneas de puntos que parecían unirlas vagamente.
- Estas son las principales corrientes marinas - indicó señalando las líneas. Después apuntó brevemente hacia una de las X -. Y estas, las localizaciones en las que mi padre encontró la isla. Como podéis ver, no siempre está en el mismo sitio. Y, a grandes rasgos, aunque no siempre, parece seguir las corrientes. Hasta ahora, el encontrarla o no ha sido siempre cuestión de suerte.
- ¿Alguna vez la han abordado?
- Sí. En dos ocasiones enviamos a un grupo de marineros. En ambas, volvieron al caer la noche sin haber logrado encontrar el tesoro, ni una vía al mismo. Y a la mañana siguiente la isla ya no estaba allí - volvió a enrollar la carta -. Lugos está convencido de que vuestro medallón y la brújula harán que esta expedición sea un éxito. Esperemos que esto sea cierto - dicho lo cual, su tono volvió a la formalidad con la que daba órdenes a sus marineros -. Los desayunos serán a las seis y las comidas a la una. La cena será a las ocho. Tenemos dos turnos para cada comida. Entendemos que el suyo es un caso especial y no podrá comer con nosotros durante el día. Ya lo he hablado con el cocinero. Mis marineros se darán cuenta rapidamente de que usted es un vampiro; para prevenir habladurías y rumores, se lo contaré yo mismo.
A Taliesin aquello le incomodaba, pero no había nada que pudiera haber al respecto. En un barco era muy dificil guardar secretos como aquel, si el viaje iba a ser de más de unos pocos días. Conversaron con Duchard un poco más sobre la tripulación, el barco, y algunos otros detalles, hasta que finalmente el capitán los despidió, recomendándoles que se retiraran y descansaran.
Los siguientes días fueron monótonos. No había mucho que hacer en aquel barco, y al estar despierto durante la noche y encerrado durante el día, Taliesin tenía largas horas de soledad. Algunos miembros de la tripulación lo observaban con desconfianza si se lo encontraban por las noches, y muy pocos hablaron con él. En las horas muertas, Taliesin trepaba por las cuerdas para subir a la cofa y otear el horizonte. Aquel no era su trabajo, pero pudo convencer a Duchard facilmente al hacerle notar que él, como vampiro, podría ver mejor de noche que el vigía humano que tenía.
Durante los dos primeros dias, la brújula marcó siempre la misma dirección. Pero al llegar la tercera noche, cuando Taliesin despertó y comprobó la aguja, estaya no coincidía con el rumbo que llevaban. Duchard maldijo al enterarse y mandó corregir la dirección del navío, trazando un nuevo camino en sus cartas náuticas. No tuvo que decirle nada más a Taliesin para que este comprendiera que el capitán se encontraba verdaderamente frustrado por no haber sido avisado de aquello antes. ¿Cuántas horas habían perdido, navegando en sentido equivocado, mientras el vampiro dormía? Duchard insisitió en que alguien más debía tener acceso a la brújula durante el día, pero Lugos se negó a que nadie más la tocase. Sobre todo, no el capitán.
Taliesin tomó en su mano encontrar la solución al problema. Tras este episodio, el vampiro no volvió a dormir más de dos horas seguidas, despertándose intermitentemente para comprobar la dirección que marcaba brújula. Y cada vez que volvía a conciliar el sueño, caía en una tela de pesadillas extrañas que lo envolvían y de las, al despertar, recordaba sólo fragmentos confusos: Lugos, Helena, una isla, y una daga manchada de sangre.
---
Nota: La primera dificultad del tema es: "La entrada del sitio está oculta, con algún extraño mecanismo (luz solar, juego de palancas, placas de presión, etc...) que deberás de superar para entrar al sitio indicado", por tratarse de una isla cuya localización varía siguiendo corrientes marinas, y cuya entrada al tesoro nadie ha sido capaz de encontrar.
La pregunta de Helena lo sacó de su ensimismamiento. No era consciente de cuándo había conseguido el medallón la bruja, y la revelación hizo que frunciera el ceño.
- Si lo tenía el nigromante... No me espero nada bueno de todo esto. No he vuelto a ver a Kirill. No sé si tendría algo que ver... El barco ya ha zarpado, así que son todo conjeturas, y no sabremos más hasta que esta brújula nos lleve a...
Dejó la frase sin terminar. Realmente no sabía a dónde se dirigían. Volvió a mirar a aquella aguja apuntando a lo desconocido, inquietantemente segura de su rumbo.
- La brujula:
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En el camarote del capitán, Duchard los invitó a una bebida que Taliesin aceptó de buen agrado. Era aquel un hombre amable pero firme, un capitán formado y seguro que imponía respeto por su buen manejo del barco y los mares. Se encontraban, evidentemente, ante una tripulación competente.
- La recomendación de Helena fue lo que convenció a Lugos - respondió Taliesin con una sonrisa, intentando que la conversación fuera liviana. Pero sin pensarlo se metió la mano en el bolsillo y tocó la brújula, como comprobando que siguiera allí -. Si todo va bien, encontraremos lo que buscamos y la brújula no servirá para nada más.
Duchard asintió, pensativo, mientras les servía el alcohol que les había prometido. Aquel camarote estaba bien surtido y Duchard no los privó de nada; Taliesin pudo pedir buen whisky, y Helena recibió un vaso de vino dulce.
- Cuéntenos más, capitán. ¿Ha habido más expediciones en busca de este tesoro? ¿Algo más que deberíamos saber?
- Ha habido muchas. Dejen que les muestre.
Abrió uno de los cajones de su mesa de roble y sacó una carta náutica envejecida, que desplegó ante ellos dos. Sobre ella había Xs marcando diferentes localizaciones, y líneas de puntos que parecían unirlas vagamente.
- Estas son las principales corrientes marinas - indicó señalando las líneas. Después apuntó brevemente hacia una de las X -. Y estas, las localizaciones en las que mi padre encontró la isla. Como podéis ver, no siempre está en el mismo sitio. Y, a grandes rasgos, aunque no siempre, parece seguir las corrientes. Hasta ahora, el encontrarla o no ha sido siempre cuestión de suerte.
- ¿Alguna vez la han abordado?
- Sí. En dos ocasiones enviamos a un grupo de marineros. En ambas, volvieron al caer la noche sin haber logrado encontrar el tesoro, ni una vía al mismo. Y a la mañana siguiente la isla ya no estaba allí - volvió a enrollar la carta -. Lugos está convencido de que vuestro medallón y la brújula harán que esta expedición sea un éxito. Esperemos que esto sea cierto - dicho lo cual, su tono volvió a la formalidad con la que daba órdenes a sus marineros -. Los desayunos serán a las seis y las comidas a la una. La cena será a las ocho. Tenemos dos turnos para cada comida. Entendemos que el suyo es un caso especial y no podrá comer con nosotros durante el día. Ya lo he hablado con el cocinero. Mis marineros se darán cuenta rapidamente de que usted es un vampiro; para prevenir habladurías y rumores, se lo contaré yo mismo.
A Taliesin aquello le incomodaba, pero no había nada que pudiera haber al respecto. En un barco era muy dificil guardar secretos como aquel, si el viaje iba a ser de más de unos pocos días. Conversaron con Duchard un poco más sobre la tripulación, el barco, y algunos otros detalles, hasta que finalmente el capitán los despidió, recomendándoles que se retiraran y descansaran.
Los siguientes días fueron monótonos. No había mucho que hacer en aquel barco, y al estar despierto durante la noche y encerrado durante el día, Taliesin tenía largas horas de soledad. Algunos miembros de la tripulación lo observaban con desconfianza si se lo encontraban por las noches, y muy pocos hablaron con él. En las horas muertas, Taliesin trepaba por las cuerdas para subir a la cofa y otear el horizonte. Aquel no era su trabajo, pero pudo convencer a Duchard facilmente al hacerle notar que él, como vampiro, podría ver mejor de noche que el vigía humano que tenía.
Durante los dos primeros dias, la brújula marcó siempre la misma dirección. Pero al llegar la tercera noche, cuando Taliesin despertó y comprobó la aguja, estaya no coincidía con el rumbo que llevaban. Duchard maldijo al enterarse y mandó corregir la dirección del navío, trazando un nuevo camino en sus cartas náuticas. No tuvo que decirle nada más a Taliesin para que este comprendiera que el capitán se encontraba verdaderamente frustrado por no haber sido avisado de aquello antes. ¿Cuántas horas habían perdido, navegando en sentido equivocado, mientras el vampiro dormía? Duchard insisitió en que alguien más debía tener acceso a la brújula durante el día, pero Lugos se negó a que nadie más la tocase. Sobre todo, no el capitán.
Taliesin tomó en su mano encontrar la solución al problema. Tras este episodio, el vampiro no volvió a dormir más de dos horas seguidas, despertándose intermitentemente para comprobar la dirección que marcaba brújula. Y cada vez que volvía a conciliar el sueño, caía en una tela de pesadillas extrañas que lo envolvían y de las, al despertar, recordaba sólo fragmentos confusos: Lugos, Helena, una isla, y una daga manchada de sangre.
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Nota: La primera dificultad del tema es: "La entrada del sitio está oculta, con algún extraño mecanismo (luz solar, juego de palancas, placas de presión, etc...) que deberás de superar para entrar al sitio indicado", por tratarse de una isla cuya localización varía siguiendo corrientes marinas, y cuya entrada al tesoro nadie ha sido capaz de encontrar.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Helena nunca había ido de expedición por mar ni se había unido nunca a una tripulación, es más, no volvió a pillar un barco desde aquel año que abandonó las Islas Illidenses para ir al continente. Ha llovido mucho desde entonces, y a la bruja se le venía una mezcla extraña de emociones; estaba emocionada por esta nueva experiencia, pero a la vez preocupada y un poco resentida por todo lo que le había hecho llegar hasta ese momento.
La tripulación parecía ser bastante competente, y se respiraba un ambiente de compañerismo bastante sano. La bruja, a pesar de no ser muy sociable, cuando había alcohol de por medio, en la mayoría de las noches, jugaba a las cartas con varios marineros, bebía codo con codo e incluso se animaba a cantar alguna que otra saloma. Sin duda, esta nueva vivencia le serviría para "practicar" su hábito social.
En mitad de una de las noches, el insomnio le dio de lleno de nuevo, la primera vez en todo el viaje. Una inquietud y malestar se le vinieron encima de pronto, y sin motivo alguno de causa. Estaba tumbada boca arriba en su catre. Frustrada y aburrida, al no tener nada más que hacer que observar los viejos tablones de madera de la estancia, optó por levantarse y respirar un poco de aire fresco; demasiadas horas agobiada dando vueltas en el catre sin conseguir conciliar ni un mínimo de sueño.
No había nadie en cubierta, era demasiado tarde como para ello. El único que estaría despierto a esas horas sería Taliesin, en la cofa del vigía. No tenía nada en especial que hacer, así que optó por hacerle compañía.
Subir aquellas cuerdas no era nada comparado a lo que estaba acostumbrada, además de que estaban hechas para ello, no como los edificios de cualquier ciudad, que había que encontrar en cada preciso momento algún saliente o repisa que fuese lo suficientemente resistente y aguantara su peso.
Una vez en la cima, pudo contrastar que, efectivamente, allí se encontraba el vampiro, mirando al horizonte.
-Eh, jefe-Dijo antes siquiera de estar arriba del todo, cuando asomaba la cabeza por el hueco que daba lugar a la bajada o subida. Tras eso, subió por completo hasta ponerse al lado de Taliesin-No puedo dormir y estaba aburrida-Se excusó-¿Alguna novedad?-Preguntó mientras se apoyaba en la baranda de madera que rodeaba a la cofa. Intentó ver tal y como lo haría un vigía, pero más allá de las velas del barco, no podía ver nada-No se ve nada, ni siquiera con las lámparas encendidas-Arrugó el ceño, intentando agudizar su vista en vano-Suerte que tenemos a un vampiro entre nosotros, ¿Eh?-Le miró por el rabillo del ojo mientras dibujaba media sonrisa en su rostro
Se quedó unos segundos en silencio y callada, mirando al horizonte, hasta que, por puro remordimientos, acabó soltándole la verdad a Taliesin del por qué le había llamado.
-Tali... Verás-Hizo una breve llamada de atención para que el vampiro la escuchara y prestase atención-L-la razón por la que te hice venir... No es que tuviese un trabajo para ti ni nada parecido, no creo que siquiera ninguno cobremos nada por esto. Simplemente, soñé contigo-Desvió la mirada, aún en su posición, hacia el lado más alejado del que se encontraba Taliesin, con algo de culpa, solo duró un par de segundos, hasta que reunió el valor necesario para mirarlo a los ojos-El maldito medallón me ha hecho pasar unos meses de insufrible insomnio, y cuando lograba conciliar el sueño, a veces, lograba descansar bien, pero otras soñaba cosas bastante raras. Noches antes de zarpar, soñé con que, especialmente tú tenías el medallón en tu poder y te desvanecías frente a una puerta con los mismos símbolos y dibujos...-Suspiró, esbozando una sonrisa para quitarle hierro al asunto-Sé que puede sonar extraño y demente, pero... Creo que el medallón me obligó a traerte-Desvió la mirada hacia el horizonte mientras apretaba los labios con resentimiento-Siento haberte metido en todo este lío.-Se sinceró
La conversación duró más, varias horas incluso, hasta que Helena, finalmente abatida por el cansancio, decidió que era hora de retirarse a dormir, para ver si esta vez al fin conseguía conciliar un poco el sueño.
Al día siguiente, después del almuerzo, Helena se encontraba en su catre, tumbada hacia arriba, observando en sus manos el medallón. Talisein, por su parte, se encontraba dormido, como era costumbre. Los papeles se los cambiaban; cuando él dormía, ella estaba despierta y viceversa, no es que tuvieran mucha comunicación, más allá de momentos puntuales y de la noche pasada en la cofa del vigía.
En un momento determinado, el vampiro se despertó para revisar la brújula, como venía siendo habitual desde que Duchard estuviera en desacuerdo con que un solo integrante de la tripulación se encargara de ello. Taliesin se estaba esforzando demasiado, pero no parecía importarle. Helena entonces desvió su mirada hacia el hombre y se guardó el medallón.
-Eh, jefe-Le llamó la atención-Tengo una idea-Dijo mientras se ponía sentada al borde del catre-¿Qué te parece si dejas la brújula en un sitio especial donde pueda verla y no tocarla? Así podrás descansar toda la noche de un tirón y no perderemos el rumbo-Explicó-Y tranquilo, te juro que no la tocaré
La tripulación parecía ser bastante competente, y se respiraba un ambiente de compañerismo bastante sano. La bruja, a pesar de no ser muy sociable, cuando había alcohol de por medio, en la mayoría de las noches, jugaba a las cartas con varios marineros, bebía codo con codo e incluso se animaba a cantar alguna que otra saloma. Sin duda, esta nueva vivencia le serviría para "practicar" su hábito social.
En mitad de una de las noches, el insomnio le dio de lleno de nuevo, la primera vez en todo el viaje. Una inquietud y malestar se le vinieron encima de pronto, y sin motivo alguno de causa. Estaba tumbada boca arriba en su catre. Frustrada y aburrida, al no tener nada más que hacer que observar los viejos tablones de madera de la estancia, optó por levantarse y respirar un poco de aire fresco; demasiadas horas agobiada dando vueltas en el catre sin conseguir conciliar ni un mínimo de sueño.
No había nadie en cubierta, era demasiado tarde como para ello. El único que estaría despierto a esas horas sería Taliesin, en la cofa del vigía. No tenía nada en especial que hacer, así que optó por hacerle compañía.
Subir aquellas cuerdas no era nada comparado a lo que estaba acostumbrada, además de que estaban hechas para ello, no como los edificios de cualquier ciudad, que había que encontrar en cada preciso momento algún saliente o repisa que fuese lo suficientemente resistente y aguantara su peso.
Una vez en la cima, pudo contrastar que, efectivamente, allí se encontraba el vampiro, mirando al horizonte.
-Eh, jefe-Dijo antes siquiera de estar arriba del todo, cuando asomaba la cabeza por el hueco que daba lugar a la bajada o subida. Tras eso, subió por completo hasta ponerse al lado de Taliesin-No puedo dormir y estaba aburrida-Se excusó-¿Alguna novedad?-Preguntó mientras se apoyaba en la baranda de madera que rodeaba a la cofa. Intentó ver tal y como lo haría un vigía, pero más allá de las velas del barco, no podía ver nada-No se ve nada, ni siquiera con las lámparas encendidas-Arrugó el ceño, intentando agudizar su vista en vano-Suerte que tenemos a un vampiro entre nosotros, ¿Eh?-Le miró por el rabillo del ojo mientras dibujaba media sonrisa en su rostro
Se quedó unos segundos en silencio y callada, mirando al horizonte, hasta que, por puro remordimientos, acabó soltándole la verdad a Taliesin del por qué le había llamado.
-Tali... Verás-Hizo una breve llamada de atención para que el vampiro la escuchara y prestase atención-L-la razón por la que te hice venir... No es que tuviese un trabajo para ti ni nada parecido, no creo que siquiera ninguno cobremos nada por esto. Simplemente, soñé contigo-Desvió la mirada, aún en su posición, hacia el lado más alejado del que se encontraba Taliesin, con algo de culpa, solo duró un par de segundos, hasta que reunió el valor necesario para mirarlo a los ojos-El maldito medallón me ha hecho pasar unos meses de insufrible insomnio, y cuando lograba conciliar el sueño, a veces, lograba descansar bien, pero otras soñaba cosas bastante raras. Noches antes de zarpar, soñé con que, especialmente tú tenías el medallón en tu poder y te desvanecías frente a una puerta con los mismos símbolos y dibujos...-Suspiró, esbozando una sonrisa para quitarle hierro al asunto-Sé que puede sonar extraño y demente, pero... Creo que el medallón me obligó a traerte-Desvió la mirada hacia el horizonte mientras apretaba los labios con resentimiento-Siento haberte metido en todo este lío.-Se sinceró
La conversación duró más, varias horas incluso, hasta que Helena, finalmente abatida por el cansancio, decidió que era hora de retirarse a dormir, para ver si esta vez al fin conseguía conciliar un poco el sueño.
Al día siguiente, después del almuerzo, Helena se encontraba en su catre, tumbada hacia arriba, observando en sus manos el medallón. Talisein, por su parte, se encontraba dormido, como era costumbre. Los papeles se los cambiaban; cuando él dormía, ella estaba despierta y viceversa, no es que tuvieran mucha comunicación, más allá de momentos puntuales y de la noche pasada en la cofa del vigía.
En un momento determinado, el vampiro se despertó para revisar la brújula, como venía siendo habitual desde que Duchard estuviera en desacuerdo con que un solo integrante de la tripulación se encargara de ello. Taliesin se estaba esforzando demasiado, pero no parecía importarle. Helena entonces desvió su mirada hacia el hombre y se guardó el medallón.
-Eh, jefe-Le llamó la atención-Tengo una idea-Dijo mientras se ponía sentada al borde del catre-¿Qué te parece si dejas la brújula en un sitio especial donde pueda verla y no tocarla? Así podrás descansar toda la noche de un tirón y no perderemos el rumbo-Explicó-Y tranquilo, te juro que no la tocaré
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
La llegada de Helena a la cofa aquella noche fue una pequeña sorpresa, pero agradable. Taliesin la vió subir por las cuerdas, y le dio la bienvenida a la pequeña tabla desde la que oteaba el horizonte.
- Sin novedad por el momento, y como los días anteriores - respondió alegremente -. Es tranquilizador estar aquí arriba. Quizás te ayude a conciliar el sueño.
Miró la brújula. Duchard le había explicado el rumbo a seguir, y Taliesin sabía que la aguja debía apuntar ligeramente a la izquierda durante al menos medio día más. El barco se estaba desviando para tomar una de las rutas que, por su viento y corriente, les permitirían avanzar más rápido una vez llegaran a ella. Era también una de aquellas líneas de puntos en las que se había avistado la isla en el pasado.
Se quedaron en silencio durante unos minutos, disfrutando de la brisa y del sonido del mar. Hasta que Helena volvió a dirigirse a él con una inseguridad que nunca había escuchado antes en ella. Taliesin le dedicó toda su atención, con gesto tranquilo y paciente.
- Ya - comentó brevemente, como si se lo esperase. Y no es que lo hubiera adivinado; al contrario, no habría sospechado que había venido engañado. Pero visto el neviosismo de la bruja no quería reaccionar más de lo que lo merecía; que le hubiera mentido o no, y fueran a cobrar o no, no cambiaba el dónde se encontraban. Intentó minimizar la importancia de aquello -. Bueno, no te preocupes. Si no cobramos, al menos son varios días fáciles de alojamiento y comida pagados. Y siendo sinceros, la brújula también me está causando malos sueños. Pero cuando me despierto, no logro recordar exactamente qué...
Volvió a mirar al horizonte. El mar se extendía en todas direcciones, sin que se viera un solo barco, peñasco o pájaro.
- La amplitud del mar es causa de miedo por lo inabarcable, pero también de calma. Esto no puedes saberlo, pero de pequeño yo estaba convencido de que sería marinero y más tarde capitán. Por mi padre, que era un hombre de mar. Una vez incluso me escapé de casa y me enrolé, ¿sabes? Yo tendría... once años, creo. En un barco siempre viene bien tener a algún niño; comen poco, trepan sin miedo y no se cansan facilmente. Duré sólo unas semanas, pero a mí me parecieron años.
Cuando volvió a casa encontró a su madre tan preocupada que se le pasaron las ideas románticas y aventureras. "Creí que nunca volverías. Como tu padre". Aquella fue la vez que Taliesin comprendió que su padre jamás volvería a visitarlos tras un largo viaje.
- Por suerte parece que los dos estamos aguantando bastante bien los mareos. Aunque he de decir que aún no me acostumbro del todo al movimiento del barco; sobre todo aquí arriba.
Volvieron a comentar temas intranscendentales y pasó buena parte de la noche de aquella manera. Pero cuando Helena decidió retirarse, Taliesin por primera vez se quedó con la sensación de que conocía un poco mejor a aquella bruja que tanto se divertía dirigiéndose a él como "jefe".
-------
Se despertó de un sueño ligero pero inquietante. Estaba cubierto de un sudor frío, y no estaba seguro de si habría hablado en sueños. "La brújula" pensó; aquella palabra atravesó su mente, cortando a través de imágenes oníricas que se desvenecieron rapidamente. La había colgado de una simple cuerda que llevaba al cuello en todo momento. Con un gesto que ya había repetido decenas de veces, comprobó el rumbo y sacó un lápiz y un papel de debajo de la tela que usaba como almohada. Taliesin, muy diligentemente, apuntaba cada dos horas la inclinación de la aguja, para así compararla con la ruta trazada e intentar determinar si la isla seguía moviéndose o estaba en aquel momento inmóvil.
- No - fue su respuesta a Helena -. Ya sabes lo que dijo Lugos. Si terminas llevándola tú, no sabemos si podría añadirse al efecto del medallón. Tú misma dijiste que de por sí no te deja dormir. Y si alguien más viene y se la lleva... ¿Es paranoico por mi parte pensar eso? Pero, ¿recuerdas lo que dijiste ayer? Es como si el medallón quisiera que me trajeras... Pues yo siento como si la brújula no quisiera que la soltara...
Terminó de marcar la hoja y dejó el lápiz. Le escocían los ojos como si no hubiera dormido un solo minuto aquella noche; los restregó, intentando librarse de aquella sensación. Finalmente suspiró y le tendió la hoja a Helena.
- ¿Puedes llevar esto al capitán? Él podrá analizarlo mucho mejor de lo que lo haré yo ahora mismo. Necesito dormir más. Quizás tengas razón - dándose por vencido, se sacó la brújula del cuello y ató la cuerda a muñeca, de tal forma que la brújula quedó sobre la cama -. Necesito recuperar sueño. Dejaré la brújula aquí para que la compruebes tú, aunque... - señaló la cuerda - siga atada a mí.
Le dedicó una sonrisa agradecida a la bruja y en un segundo más volvió a quedarse completamente dormido sin siquiera poder esperar a que ella pudiera contestar.
- Sin novedad por el momento, y como los días anteriores - respondió alegremente -. Es tranquilizador estar aquí arriba. Quizás te ayude a conciliar el sueño.
Miró la brújula. Duchard le había explicado el rumbo a seguir, y Taliesin sabía que la aguja debía apuntar ligeramente a la izquierda durante al menos medio día más. El barco se estaba desviando para tomar una de las rutas que, por su viento y corriente, les permitirían avanzar más rápido una vez llegaran a ella. Era también una de aquellas líneas de puntos en las que se había avistado la isla en el pasado.
Se quedaron en silencio durante unos minutos, disfrutando de la brisa y del sonido del mar. Hasta que Helena volvió a dirigirse a él con una inseguridad que nunca había escuchado antes en ella. Taliesin le dedicó toda su atención, con gesto tranquilo y paciente.
- Ya - comentó brevemente, como si se lo esperase. Y no es que lo hubiera adivinado; al contrario, no habría sospechado que había venido engañado. Pero visto el neviosismo de la bruja no quería reaccionar más de lo que lo merecía; que le hubiera mentido o no, y fueran a cobrar o no, no cambiaba el dónde se encontraban. Intentó minimizar la importancia de aquello -. Bueno, no te preocupes. Si no cobramos, al menos son varios días fáciles de alojamiento y comida pagados. Y siendo sinceros, la brújula también me está causando malos sueños. Pero cuando me despierto, no logro recordar exactamente qué...
Volvió a mirar al horizonte. El mar se extendía en todas direcciones, sin que se viera un solo barco, peñasco o pájaro.
- La amplitud del mar es causa de miedo por lo inabarcable, pero también de calma. Esto no puedes saberlo, pero de pequeño yo estaba convencido de que sería marinero y más tarde capitán. Por mi padre, que era un hombre de mar. Una vez incluso me escapé de casa y me enrolé, ¿sabes? Yo tendría... once años, creo. En un barco siempre viene bien tener a algún niño; comen poco, trepan sin miedo y no se cansan facilmente. Duré sólo unas semanas, pero a mí me parecieron años.
Cuando volvió a casa encontró a su madre tan preocupada que se le pasaron las ideas románticas y aventureras. "Creí que nunca volverías. Como tu padre". Aquella fue la vez que Taliesin comprendió que su padre jamás volvería a visitarlos tras un largo viaje.
- Por suerte parece que los dos estamos aguantando bastante bien los mareos. Aunque he de decir que aún no me acostumbro del todo al movimiento del barco; sobre todo aquí arriba.
Volvieron a comentar temas intranscendentales y pasó buena parte de la noche de aquella manera. Pero cuando Helena decidió retirarse, Taliesin por primera vez se quedó con la sensación de que conocía un poco mejor a aquella bruja que tanto se divertía dirigiéndose a él como "jefe".
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Se despertó de un sueño ligero pero inquietante. Estaba cubierto de un sudor frío, y no estaba seguro de si habría hablado en sueños. "La brújula" pensó; aquella palabra atravesó su mente, cortando a través de imágenes oníricas que se desvenecieron rapidamente. La había colgado de una simple cuerda que llevaba al cuello en todo momento. Con un gesto que ya había repetido decenas de veces, comprobó el rumbo y sacó un lápiz y un papel de debajo de la tela que usaba como almohada. Taliesin, muy diligentemente, apuntaba cada dos horas la inclinación de la aguja, para así compararla con la ruta trazada e intentar determinar si la isla seguía moviéndose o estaba en aquel momento inmóvil.
- No - fue su respuesta a Helena -. Ya sabes lo que dijo Lugos. Si terminas llevándola tú, no sabemos si podría añadirse al efecto del medallón. Tú misma dijiste que de por sí no te deja dormir. Y si alguien más viene y se la lleva... ¿Es paranoico por mi parte pensar eso? Pero, ¿recuerdas lo que dijiste ayer? Es como si el medallón quisiera que me trajeras... Pues yo siento como si la brújula no quisiera que la soltara...
Terminó de marcar la hoja y dejó el lápiz. Le escocían los ojos como si no hubiera dormido un solo minuto aquella noche; los restregó, intentando librarse de aquella sensación. Finalmente suspiró y le tendió la hoja a Helena.
- ¿Puedes llevar esto al capitán? Él podrá analizarlo mucho mejor de lo que lo haré yo ahora mismo. Necesito dormir más. Quizás tengas razón - dándose por vencido, se sacó la brújula del cuello y ató la cuerda a muñeca, de tal forma que la brújula quedó sobre la cama -. Necesito recuperar sueño. Dejaré la brújula aquí para que la compruebes tú, aunque... - señaló la cuerda - siga atada a mí.
Le dedicó una sonrisa agradecida a la bruja y en un segundo más volvió a quedarse completamente dormido sin siquiera poder esperar a que ella pudiera contestar.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Miraba realmente preocupada a Taliesin, era al único que conocía más de todo el barco, y de cierta manera se sentía mal al ver a este tan afectado. Es bien sabido que dormir poco y mal no es sano, ni siquiera para los vampiros.
-Jefe, deberías descansar más...-Fue lo único que dijo
Acto seguido, el hombre le entregó una hoja de papel, la cual debía ser entregada al capitán lo antes posible. Era de día, así que esa tarea correspondería a Helena. La rubia aceptó. Skatha, por su parte, acabó admitiendo que era cierto que quizás debería de descansar más, y finalmente hizo todo lo posible por llevar la idea de la bruja a cabo. Atarse la cuerda que sujetaba a la brújula en una muñeca no era mala idea, así la tendría a la vista sin necesidad de tocarla.
La Rhodes cogió la carta y se la guardó. Taliesin, debido a su más que acumulado cansancio, quedó dormido en un santiamén, sin darle tiempo siquiera a Helena a decirle algo.
La rubia se acercó a la puerta y, antes de salir de aquel lugar, miró hacia el vampiro, la preocupación en sus ojos era bastante notable. Quizás se estaba encariñando demasiado con aquel hombre. Suspiró y, finalmente, salió de allí directa al camarote de Duchard.
Cada vez que salía de la estancia de los catres, la luz del sol incidía en su cara, calentándola, y la brisa marina se le metía en los pulmones con cada respiración. Sin duda la vida de un marino, corsario o incluso de un pirata podría ser una vida agradable, siempre viendo estampas preciosas al zarpar o atracar, y viajando a lugares bastante variopintos. Incluso ahora mismo, que solamente a donde fuese que mirase había agua, era a su manera, un paisaje bello.
Se paró frente a la puerta del camarote al que iba. Se notaba que era el del capitán, ya que incluso la simple puerta estaba ornamentada y bien decorada, a diferencia de la suya propia o del resto de marineros, los cuales algunos de ellos ni siquiera tenían una propia.
Llamó dos veces, y fue Lugos el que la recibió.
-Buenas, Helena-Dijo con su característico tono de voz cansado pero a la vez cálido-¿Qué se te ofrece?
-Traigo algo para el capitán-Mostró la nota que le había dado el vampiro-De parte de Taliesin
El anciano dio entrada a la mujer y esta le entregó la correspondencia a Duchard, el cual estaba sentado en su silla mientras analizaba unos papeles de la mesa.
Sin más, la bruja abandonó el camarote. Mientras ella estuvo allí presente, ninguno de los dos le dio tema de conversación o siquiera siguieron hablando de lo que hasta hace escasos segundos lo estaban haciendo.
Helena regresó a su estancia, donde Taliesin parecía seguir durmiendo. Se sentó en su catre y entonces se quedó mirando al vampiro por algunos segundos, tras eso, dejó de observarle directamente a él para posar su vista sobre la brújula. Ciertamente, era bastante hermosa y casi hipnotizante. Sin lugar a dudas, aparte del valor para esta misión, bien podría valer una buena cantidad de aeros si la vendiese al mejor postor... Sin duda, no sería descabellado para la bruja el robarla y huir para sacarle partido, si no fuese, claro está, porque estaba en alta mar y porque estaba bastante implicada en el asunto del medallón. Una lástima, aunque esa idea que se le pasó por la cabeza hizo sacarle a relucir una sonrisa un tanto socarrona.
Tras eso, otro pensamiento cruzó su mente, más bien, una especie de necesidad o... ¿Curiosidad? Era difícil explicarlo, pero tenía ganas de ver aquella brújula más de cerca, hasta esa ocasión no podía haberlo hecho, y ahora que Taliesin la había dejado al descubierto para que la bruja pudiese hacer el trabajo que a él le correspondía, era la ocasión.
Sabía que no debía tocarla, pero poco a poco, su mano se iba acercando en un claro acto para poder sujetarla, ni siquiera le estaba echando cuenta a qué dirección marcaba, simplemente la quería tocar... Estaba demasiado cerca ya como para echarse atrás, solo esperaba y rezaba a los dioses como para que Taliesin no se despertase justo en ese momento.
Estaba a un solo palmo de poder agarrarla, pero entonces, se escucharon gritos.
-¡TIERRA!-Pudo oírse por casi todo el barco-¡TIERRA A LA VISTA!-Confirmó aquella voz
Helena entonces salió de ese extraño trance en el que misteriosamente se había visto envuelta y salió hacia la cubierta. No sabía si Taliesin la había descubierto o no, pero lo único que podía saber es que en ese momento el corazón le latía de una forma desenfrenada.
Una vez en cubierta, parte de la tripulación estaba allí para poder ver aquella "tierra", incluso Lugos y el Capitán Duchard estaban allí, expectantes, en la proa del barco.
La bruja se abrió paso hasta ellos dos y, efectivamente, a lo lejos pudo divisar una isla, bastante solitaria. La vegetación parecía ser característica de selva, y habían varios montículos que no llegaban a ser montañas pero que se veían bastante altos. La extensión de la isla también era considerable, aunque mucho menor de las que ella conocía del archipiélago Illidense.
-¿Ese es nuestro destino, capitán?-Preguntó directamente a Duchard
-Bien espero que sí-Sacó un catalejo y miró a través de él-La brújula nos lo podrá confirmar-Hizo un gesto de desagrado, que Helena pudo notar
-...¿Ocurre algo?-Se cruzó de brazos y lo miró con un mohín en sus labios
-Piratas-Sentenció. Acto seguido, le pasó el catalejo a Lugos, y este se lo pasó a Helena, la cual pudo ver a través de sus propios ojos que, efectivamente, en una de las playas de la isla había atracado un barco con la bandera pirata en su palo mayor... No era una buena señal.
______________________________________________________________________
Off:
-Complicación subrrayada: Piratas. No eres el único que quiere hacerse con el objeto, otro grupo también está interesado en él, poniéndote en graves dificultades.
-Jefe, deberías descansar más...-Fue lo único que dijo
Acto seguido, el hombre le entregó una hoja de papel, la cual debía ser entregada al capitán lo antes posible. Era de día, así que esa tarea correspondería a Helena. La rubia aceptó. Skatha, por su parte, acabó admitiendo que era cierto que quizás debería de descansar más, y finalmente hizo todo lo posible por llevar la idea de la bruja a cabo. Atarse la cuerda que sujetaba a la brújula en una muñeca no era mala idea, así la tendría a la vista sin necesidad de tocarla.
La Rhodes cogió la carta y se la guardó. Taliesin, debido a su más que acumulado cansancio, quedó dormido en un santiamén, sin darle tiempo siquiera a Helena a decirle algo.
La rubia se acercó a la puerta y, antes de salir de aquel lugar, miró hacia el vampiro, la preocupación en sus ojos era bastante notable. Quizás se estaba encariñando demasiado con aquel hombre. Suspiró y, finalmente, salió de allí directa al camarote de Duchard.
Cada vez que salía de la estancia de los catres, la luz del sol incidía en su cara, calentándola, y la brisa marina se le metía en los pulmones con cada respiración. Sin duda la vida de un marino, corsario o incluso de un pirata podría ser una vida agradable, siempre viendo estampas preciosas al zarpar o atracar, y viajando a lugares bastante variopintos. Incluso ahora mismo, que solamente a donde fuese que mirase había agua, era a su manera, un paisaje bello.
Se paró frente a la puerta del camarote al que iba. Se notaba que era el del capitán, ya que incluso la simple puerta estaba ornamentada y bien decorada, a diferencia de la suya propia o del resto de marineros, los cuales algunos de ellos ni siquiera tenían una propia.
Llamó dos veces, y fue Lugos el que la recibió.
-Buenas, Helena-Dijo con su característico tono de voz cansado pero a la vez cálido-¿Qué se te ofrece?
-Traigo algo para el capitán-Mostró la nota que le había dado el vampiro-De parte de Taliesin
El anciano dio entrada a la mujer y esta le entregó la correspondencia a Duchard, el cual estaba sentado en su silla mientras analizaba unos papeles de la mesa.
Sin más, la bruja abandonó el camarote. Mientras ella estuvo allí presente, ninguno de los dos le dio tema de conversación o siquiera siguieron hablando de lo que hasta hace escasos segundos lo estaban haciendo.
Helena regresó a su estancia, donde Taliesin parecía seguir durmiendo. Se sentó en su catre y entonces se quedó mirando al vampiro por algunos segundos, tras eso, dejó de observarle directamente a él para posar su vista sobre la brújula. Ciertamente, era bastante hermosa y casi hipnotizante. Sin lugar a dudas, aparte del valor para esta misión, bien podría valer una buena cantidad de aeros si la vendiese al mejor postor... Sin duda, no sería descabellado para la bruja el robarla y huir para sacarle partido, si no fuese, claro está, porque estaba en alta mar y porque estaba bastante implicada en el asunto del medallón. Una lástima, aunque esa idea que se le pasó por la cabeza hizo sacarle a relucir una sonrisa un tanto socarrona.
Tras eso, otro pensamiento cruzó su mente, más bien, una especie de necesidad o... ¿Curiosidad? Era difícil explicarlo, pero tenía ganas de ver aquella brújula más de cerca, hasta esa ocasión no podía haberlo hecho, y ahora que Taliesin la había dejado al descubierto para que la bruja pudiese hacer el trabajo que a él le correspondía, era la ocasión.
Sabía que no debía tocarla, pero poco a poco, su mano se iba acercando en un claro acto para poder sujetarla, ni siquiera le estaba echando cuenta a qué dirección marcaba, simplemente la quería tocar... Estaba demasiado cerca ya como para echarse atrás, solo esperaba y rezaba a los dioses como para que Taliesin no se despertase justo en ese momento.
Estaba a un solo palmo de poder agarrarla, pero entonces, se escucharon gritos.
-¡TIERRA!-Pudo oírse por casi todo el barco-¡TIERRA A LA VISTA!-Confirmó aquella voz
Helena entonces salió de ese extraño trance en el que misteriosamente se había visto envuelta y salió hacia la cubierta. No sabía si Taliesin la había descubierto o no, pero lo único que podía saber es que en ese momento el corazón le latía de una forma desenfrenada.
Una vez en cubierta, parte de la tripulación estaba allí para poder ver aquella "tierra", incluso Lugos y el Capitán Duchard estaban allí, expectantes, en la proa del barco.
La bruja se abrió paso hasta ellos dos y, efectivamente, a lo lejos pudo divisar una isla, bastante solitaria. La vegetación parecía ser característica de selva, y habían varios montículos que no llegaban a ser montañas pero que se veían bastante altos. La extensión de la isla también era considerable, aunque mucho menor de las que ella conocía del archipiélago Illidense.
-¿Ese es nuestro destino, capitán?-Preguntó directamente a Duchard
-Bien espero que sí-Sacó un catalejo y miró a través de él-La brújula nos lo podrá confirmar-Hizo un gesto de desagrado, que Helena pudo notar
-...¿Ocurre algo?-Se cruzó de brazos y lo miró con un mohín en sus labios
-Piratas-Sentenció. Acto seguido, le pasó el catalejo a Lugos, y este se lo pasó a Helena, la cual pudo ver a través de sus propios ojos que, efectivamente, en una de las playas de la isla había atracado un barco con la bandera pirata en su palo mayor... No era una buena señal.
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Off:
-Complicación subrrayada: Piratas. No eres el único que quiere hacerse con el objeto, otro grupo también está interesado en él, poniéndote en graves dificultades.
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Un portazo lo sacó de su sueño. Se encontraba completamente desubicado, en ese estado en el que al despertar la conciencia aún no ha accedido a los recuerdos. ¿Dónde estaba? Su mano se movió y no encontró la mesilla de noche junta a la cama. Aquello no era su casa.
Abrió los ojos y tardó unos segundos más en recordarlo todo. Junto a sí encontró la brújula, y desde fuera del camarote le llegaron el sonido de pasos que corrían y un grito. ¡Tierra! Taliesin se puso en pie al instante. Fuera era de día, pero no podía permitirse perderse ese momento. Quería comparar en cuanto antes la localización de la tierra avistada con la aguja de la brújula.
Al igual que no se separaba de la brújula, había otro objeto que guardaba con mimo. Taliesin llevaba al cuello una cadena de la que pendía un pequeño engarce con una lente, un colgante que había encontrado en Dundarak al despertar de su locura. Era su posesión más preciada. Y porque llevaba este objeto, pudo abrir la puerta del camarote con seguridad y salir al exterior. En el momento en el que el sol habría quemado su piel, un halo de oscuridad cubrió su cuerpo, protegiéndolo y permitiendo a Taliesin caminar bajo el sol[1].
Era un sentimiento maravilloso. Si bien no sentía el sol directamente sobre su piel, sí notaba el tenue calor de los rayos. Sus ojos, también cubiertos por este halo, eran capaces de ver en la luz sin quemarse, y podía disfrutar de un mundo lleno de colores vibrantes. Si bien había otros asuntos apremiantes, no pudo evitar pararse a apreciar la belleza del atardecer, con su degradado de colores sobre los azules del mar.
- La brújula apunta directamente - les confirmó al capitán, a Lugos y a Helena según llegó hasta ellos. Varios marineros lo observaban con aún más desconfianza de lo habitual, ahora que su apariencia como ser de oscuridad estaba aún más confirmada.
El capitán parecía preocupado. Le dio el catalejo a Taliesin, y éste pudo comprobar el motivo de su inquietud.
- ¿Piratas?
- Así es - se quedó en silencio durante un tiempo, reflexionando -. Tenemos poder de ataque, pero preferiría no arriesgarme a un abordaje. Vamos a desviar nuestro rumbo.
Sin decir más, guardó el catalejo y comenzó a caminar de manera expeditiva hacia su cuarto. Lugos miró a Taliesin y a Helena y les hizo un gesto para que todos lo siguieran. Al llegar a su camarote lo encontraron sacando varios planos de los estantes y abriéndolos sobre la mesa, pasando de uno al siguiente con rapidez.
- Este es el mejor mapa que tenemos de la isla, de una de las últimas expediciones de mi padre. Si viramos rumbo al oeste, con el viento que tenemos ahora, podremos acercarnos desde aquí - señaló en el mapa -, y las elevaciones del terreno de este lado podrán ocultarnos de los piratas. Lo haremos al caer la noche. Aunque me preocupa...
Sin terminar esa idea, pasó a otro de los mapas, sin decir nada más, hasta finalmente recogerlo y salir del camarote.
- Irá a corregir el rumbo. Ni un minuto que perder - mencionó Lugos. Y así fue, del exterior pronto comenzaron a escucharse órdenes a los marineros.
- ¿Qué le preocupará? - Taliesin se acercó al mapa para revisarlo. El lado por el que iban a aproximarse tenía marcados varios acantilados, y varias calas que podrían utilizar para desembarcar. La e strategia del capitán parecía buena.
- Los piratas en sí son bastante preocupación. No esperaba eso. No sabía que nadie más buscaba el tesoro... O quizás estén ahí haciendo reparaciones. Esperemos que así sea.
Taliesin miró a Helena, buscando la reacción de la bruja ante aquella nueva adversidad. De una manera u otra, tendrían que esperar a la noche y confiar en las capacidades del capitán y su tripulación.
Del exterior del camarote siguieron escuchándose los gritos de los marineros y el esfuerzo que suponía cambiar el rumbo de aquel barco. Al breve flamear de las velas, órdenes y crujidos de madera y cuerda se añadió el graznido de una gaviota llegada de la isla.
Ya era noche cerrada para cuando hubieron llegado al ángulo que los ocultaría de los piratas. A la luz de la luna podían distinguir aún la silueta de la isla, cada vez más próxima, y al otro lado de la misma se a adivinaba cierto resplandor de fuego, luces venidas del barco pirata o, quizás, de una hoguera en la propia isla.
El Ermitaño, por contra, estaba totalmente a oscuras. No se permitía encender una vela si no era en una habitación sin una sola ventana, y el cuidado y secretismo se traducía en un silencio afilado y casi sofocante. La expectación era compartida por todos, y se denotaba en la tensión de la figura del capitán.
El viento había cambiado de dirección y navegaban de ceñida, ajustando el curso para mantenerse ocultos a la vez que se acercaban lentamente a su destino. Finalmente estuvieron cerca, y con órdenes silenciosas y preacordadas, los marineros amainaron las velas secundarias, y soltaron la principal para aminorar velocidad.
Lo siguiente sería desembarcar.
[1] Uso de objeto master Lente Divergente.
Abrió los ojos y tardó unos segundos más en recordarlo todo. Junto a sí encontró la brújula, y desde fuera del camarote le llegaron el sonido de pasos que corrían y un grito. ¡Tierra! Taliesin se puso en pie al instante. Fuera era de día, pero no podía permitirse perderse ese momento. Quería comparar en cuanto antes la localización de la tierra avistada con la aguja de la brújula.
Al igual que no se separaba de la brújula, había otro objeto que guardaba con mimo. Taliesin llevaba al cuello una cadena de la que pendía un pequeño engarce con una lente, un colgante que había encontrado en Dundarak al despertar de su locura. Era su posesión más preciada. Y porque llevaba este objeto, pudo abrir la puerta del camarote con seguridad y salir al exterior. En el momento en el que el sol habría quemado su piel, un halo de oscuridad cubrió su cuerpo, protegiéndolo y permitiendo a Taliesin caminar bajo el sol[1].
Era un sentimiento maravilloso. Si bien no sentía el sol directamente sobre su piel, sí notaba el tenue calor de los rayos. Sus ojos, también cubiertos por este halo, eran capaces de ver en la luz sin quemarse, y podía disfrutar de un mundo lleno de colores vibrantes. Si bien había otros asuntos apremiantes, no pudo evitar pararse a apreciar la belleza del atardecer, con su degradado de colores sobre los azules del mar.
- La brújula apunta directamente - les confirmó al capitán, a Lugos y a Helena según llegó hasta ellos. Varios marineros lo observaban con aún más desconfianza de lo habitual, ahora que su apariencia como ser de oscuridad estaba aún más confirmada.
El capitán parecía preocupado. Le dio el catalejo a Taliesin, y éste pudo comprobar el motivo de su inquietud.
- ¿Piratas?
- Así es - se quedó en silencio durante un tiempo, reflexionando -. Tenemos poder de ataque, pero preferiría no arriesgarme a un abordaje. Vamos a desviar nuestro rumbo.
Sin decir más, guardó el catalejo y comenzó a caminar de manera expeditiva hacia su cuarto. Lugos miró a Taliesin y a Helena y les hizo un gesto para que todos lo siguieran. Al llegar a su camarote lo encontraron sacando varios planos de los estantes y abriéndolos sobre la mesa, pasando de uno al siguiente con rapidez.
- Este es el mejor mapa que tenemos de la isla, de una de las últimas expediciones de mi padre. Si viramos rumbo al oeste, con el viento que tenemos ahora, podremos acercarnos desde aquí - señaló en el mapa -, y las elevaciones del terreno de este lado podrán ocultarnos de los piratas. Lo haremos al caer la noche. Aunque me preocupa...
Sin terminar esa idea, pasó a otro de los mapas, sin decir nada más, hasta finalmente recogerlo y salir del camarote.
- Irá a corregir el rumbo. Ni un minuto que perder - mencionó Lugos. Y así fue, del exterior pronto comenzaron a escucharse órdenes a los marineros.
- ¿Qué le preocupará? - Taliesin se acercó al mapa para revisarlo. El lado por el que iban a aproximarse tenía marcados varios acantilados, y varias calas que podrían utilizar para desembarcar. La e strategia del capitán parecía buena.
- Los piratas en sí son bastante preocupación. No esperaba eso. No sabía que nadie más buscaba el tesoro... O quizás estén ahí haciendo reparaciones. Esperemos que así sea.
Taliesin miró a Helena, buscando la reacción de la bruja ante aquella nueva adversidad. De una manera u otra, tendrían que esperar a la noche y confiar en las capacidades del capitán y su tripulación.
Del exterior del camarote siguieron escuchándose los gritos de los marineros y el esfuerzo que suponía cambiar el rumbo de aquel barco. Al breve flamear de las velas, órdenes y crujidos de madera y cuerda se añadió el graznido de una gaviota llegada de la isla.
Ya era noche cerrada para cuando hubieron llegado al ángulo que los ocultaría de los piratas. A la luz de la luna podían distinguir aún la silueta de la isla, cada vez más próxima, y al otro lado de la misma se a adivinaba cierto resplandor de fuego, luces venidas del barco pirata o, quizás, de una hoguera en la propia isla.
El Ermitaño, por contra, estaba totalmente a oscuras. No se permitía encender una vela si no era en una habitación sin una sola ventana, y el cuidado y secretismo se traducía en un silencio afilado y casi sofocante. La expectación era compartida por todos, y se denotaba en la tensión de la figura del capitán.
El viento había cambiado de dirección y navegaban de ceñida, ajustando el curso para mantenerse ocultos a la vez que se acercaban lentamente a su destino. Finalmente estuvieron cerca, y con órdenes silenciosas y preacordadas, los marineros amainaron las velas secundarias, y soltaron la principal para aminorar velocidad.
Lo siguiente sería desembarcar.
[1] Uso de objeto master Lente Divergente.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Inquietante a la par que sorprendente fue al entrada de Taliesin en escena. Todos se le quedaron mirando con distintas emociones reflejadas en su rostro; algunos con temor, otros con duda y otros como Helena, que le miraban abriendo los ojos como platos, entre la nombrada mezcla entre sorpresa e inquietud.
-¿C-cómo es posible?-Fue lo que salió de los labios de la bruja así, de primeras.
Pero no había tiempo para esas cosas. La repentina habilidad del vampiro de poder salir a plena luz del día sería la cuestión de menor importancia.
-Estoy de acuerdo. A mí me va más el sigilo-Declaró la bruja ante la decisión de Duchard de no hacer un ataque frontal a esos piratas ni de dejar que los viesen.
Tras esa pequeña expectación por el descubrimiento de la isla, el capitán ordenó a la tripulación que volviesen a sus puestos, teniendo presente que desembarcarían en cuanto encontrasen una forma segura y discreta de hacerlo.
Por su parte, él ordenó a Lugos, Taliesin y Helena que lo siguieran hasta su camarote. Allí dio una visión más detallada sobre el plan que tenía en mente. Helena no era una mujer de mar, así que no tuvo problemas en seguir las órdenes que Duchard creyese mejor, una vez en tierra, podría manejarse mejor por sí misma. Curiosamente, el capitán cortó la última frase que dijo, y rápidamente salió del camarote sin ni siquiera dar una clara explicación.
-¿Qué te preocupa?-Preguntó Helena antes de que este pudiese abandonar la estancia en su totalidad, aunque fue en vano, ya que a esa pregunta le hizo caso omiso.
Lugos intentó tranquilizar a ambos, diciendo que posiblemente corregiría rumbo. Taliesin, por su parte, fue a ver el mapa intentando ver si habría algo extraño; no lo parecía. Helena se acercó hasta la vitrina de los diferentes tipos de alcohol que el capitán tenía y, sin abrir la puerta de esta, empezó a, casi uno por uno, examinarlos en detalle. Había uno que le llamó especialmente la atención, y le cual hizo que se relamiese los labios, al tiempo que dejaba escapar una sonrisilla traviesa. Puede que, cuando nadie mirara, se atreviese a robar aquel ejemplar; un vino de la misma Beltrexus, muy cerca de su hogar, y el que solía beber en su adolescencia. Cuántos recuerdos le traía...
Lugos mencionó que la aparición de aquella extraña tripulación pirata le preocupaba bastante, a lo que Helena respondió volteándose y poniéndose en jarras, adoptando una pose bastante segura a la vez que una sonrisa socarrona se le dibujaba en los labios.
-Tranquilo, anciano. No creo que estén aquí por casualidad-Dijo-Pero, si tienen la mala suerte de cruzarse con nosotros, yo misma me encargaré de... "Persuadirles"-Levantó su brazo izquierdo e hizo un leve espasmo con su muñeca, dejando salir así de su brazalete la daga que llevaba oculta. Esbozó media sonrisa y acabó por guiñar un ojo.
Al final desembarcaron con todo el máximo sigilo posible. Tres botes fueron llevados a la orilla en los cuales iban el propio Duchard y unos cuantos de sus hombres, en el otro iban Helena y Taliesin, con otros tantos marineros, y en el tercero iba Lugos con otros tantos de los integrantes del Ermitaño. En la nave quedaron más hombres, los cuales serían los encargados de resguardarla.
No tardaron en montar un improvisado pequeño campamento con tiendas para alojar a todos los que habían desembarcado y demás enseres que les resultasen de utilidad.
Talisein y Helena fueron rápidamente llamados para reunirse junto al capitán y el anciano Lugos. Como en su propio camarote, el capitán había adquirido una tienda propia que no comparía con nadie, y la cual serviría de punto neurálgico para trazar el grueso del plan. Y allí se hallaba Duchard, empecinado en estudiar cada centímetro de un mapa que mostraba las partes conocidas de la isla.
-¿Y bien?-Dijo Helena cruzada de brazos, esperando a que Duchard hablara
El capitán levantó la vista de la mesa y recorrió esta en cada uno de los presentes.
-El sendero está claro.-Hizo un gesto con la mano instando a los presentes a acercarse para así poder observar también el mapa-Tendremos primero que sortear toda la vegetación que hay. Ese será nuestro primer obstáculo. Quién sabe qué criaturas se podrán esconder por estos lares, pero las antiguas expediciones hablaban de seres carnívoros y de plantas venenosas, algunas incluso tenían sus propias fauces, como las plantas carnívoras.-Explicó
-¿Como una Venus Atrapamoscas?-Interrumpió
-Exacto-Miró a la bruja-Pero ne lugar de comer insectos, estas comen hombres. O al menos eso dicen las historias de quienes recorrieron este lugar antes que nosotros.
-Doy fe de ello-Afirmó Lugos-La selva parece funcionar como un solo ser que busca matar a cualquier intruso que se adentre en él-Concretó
-Nuestro siguiente obstáculo será atravesar una zona llena de géiseres, tan caliente y con tanta presión que un poco de contacto bastaría para dejarte inutilizado cualquier parte del cuerpo de por vida
-¡Agua!-Sonrió emocionada-¡Es mi terreno!-Dijo restándole importancia a la peligrosidad que pudiese haber en aquel lugar
-Nunca hay que subestimar una situación peligrosa, joven Helena-Replicó el anciano
-El tercer y último obstáculo es atravesar una cadena montañosa por un conjunto de puentes colgantes antiguos e inestables, sobra decir que la caída sobre lo que sea que haya en el fondo de ese lugar sería mortal.
-Las montañas que se ven no parecen muy altas desde aquí-Intervino
-Sí, pero en su interior hay una grieta que parece extenderse hasta los mismos pilares del mundo-Explicó-Luego de todo eso, llegaremos a un gran portón incrustado en una de las montañas, un portón con los mismos símbolos y características del medallón-Dijo mirando a la portadora de este-A partir de ahí, todo será nuevo
-Por más que lo intentamos, siempre fracasamos-Dijo, apenado
-¿Y por qué esta vez será distinto?-Preguntó con cierta desconfianza
-Buen presentimiento, eso es todo
-¿..."Eso es todo"...?-Dijo con cierto rentintín-¿¡Sabes que nuestras vidas están en juego, viejales!?-Alzó la voz, molesta
-Cálmese, señorita Helena. Aunque todo esta misión sea en vano, si conseguimos regresar les daré una recompensa en aeros por las molestias. Siempre que tengas el compromiso de acompañarme para hacer futuras expediciones. Será como una especie de... "Contrato laboral" a largo plazo-Explicó el noble
-...-Se calmó un poco y se cruzó de brazos, aún con cierta molestia-No quiero ser tu sierva, noblecillo-Replicó. Duchard no escondió su gesto de desagrado y desdén ante esa última frase.
-Es tu mejor salida, joven Helena-Intervino-El medallón ya ha calado en ti, y no lograrás librarte de él y su influjo a menos que resolvamos todo este asunto que lleva muchas décadas abierto.
Helena no supo qué contestar. Sabía que, en cierto modo, el viejo tenía razón, y volver a casa solo le haría perder aún más la cabeza. Tenía que desentrañar todo el misterio, y esperaba hacerlo en una única expedición. Miró a Taliesin, buscando algún tipo de apoyo o que él respondiese ante las demandas de Duchard, ya que la Rhodes no se veía con la suficiente entereza como para aceptar tal cosa por ella misma.
___________________________________________________________________
Off:
-Subrayadas tres complicaciones en una: El lugar está plagado de diversos tipos de trampas, deberás de superarlos o desactivarlas para poder obtener tu objetivo.
-¿C-cómo es posible?-Fue lo que salió de los labios de la bruja así, de primeras.
Pero no había tiempo para esas cosas. La repentina habilidad del vampiro de poder salir a plena luz del día sería la cuestión de menor importancia.
-Estoy de acuerdo. A mí me va más el sigilo-Declaró la bruja ante la decisión de Duchard de no hacer un ataque frontal a esos piratas ni de dejar que los viesen.
Tras esa pequeña expectación por el descubrimiento de la isla, el capitán ordenó a la tripulación que volviesen a sus puestos, teniendo presente que desembarcarían en cuanto encontrasen una forma segura y discreta de hacerlo.
Por su parte, él ordenó a Lugos, Taliesin y Helena que lo siguieran hasta su camarote. Allí dio una visión más detallada sobre el plan que tenía en mente. Helena no era una mujer de mar, así que no tuvo problemas en seguir las órdenes que Duchard creyese mejor, una vez en tierra, podría manejarse mejor por sí misma. Curiosamente, el capitán cortó la última frase que dijo, y rápidamente salió del camarote sin ni siquiera dar una clara explicación.
-¿Qué te preocupa?-Preguntó Helena antes de que este pudiese abandonar la estancia en su totalidad, aunque fue en vano, ya que a esa pregunta le hizo caso omiso.
Lugos intentó tranquilizar a ambos, diciendo que posiblemente corregiría rumbo. Taliesin, por su parte, fue a ver el mapa intentando ver si habría algo extraño; no lo parecía. Helena se acercó hasta la vitrina de los diferentes tipos de alcohol que el capitán tenía y, sin abrir la puerta de esta, empezó a, casi uno por uno, examinarlos en detalle. Había uno que le llamó especialmente la atención, y le cual hizo que se relamiese los labios, al tiempo que dejaba escapar una sonrisilla traviesa. Puede que, cuando nadie mirara, se atreviese a robar aquel ejemplar; un vino de la misma Beltrexus, muy cerca de su hogar, y el que solía beber en su adolescencia. Cuántos recuerdos le traía...
Lugos mencionó que la aparición de aquella extraña tripulación pirata le preocupaba bastante, a lo que Helena respondió volteándose y poniéndose en jarras, adoptando una pose bastante segura a la vez que una sonrisa socarrona se le dibujaba en los labios.
-Tranquilo, anciano. No creo que estén aquí por casualidad-Dijo-Pero, si tienen la mala suerte de cruzarse con nosotros, yo misma me encargaré de... "Persuadirles"-Levantó su brazo izquierdo e hizo un leve espasmo con su muñeca, dejando salir así de su brazalete la daga que llevaba oculta. Esbozó media sonrisa y acabó por guiñar un ojo.
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Al final desembarcaron con todo el máximo sigilo posible. Tres botes fueron llevados a la orilla en los cuales iban el propio Duchard y unos cuantos de sus hombres, en el otro iban Helena y Taliesin, con otros tantos marineros, y en el tercero iba Lugos con otros tantos de los integrantes del Ermitaño. En la nave quedaron más hombres, los cuales serían los encargados de resguardarla.
No tardaron en montar un improvisado pequeño campamento con tiendas para alojar a todos los que habían desembarcado y demás enseres que les resultasen de utilidad.
Talisein y Helena fueron rápidamente llamados para reunirse junto al capitán y el anciano Lugos. Como en su propio camarote, el capitán había adquirido una tienda propia que no comparía con nadie, y la cual serviría de punto neurálgico para trazar el grueso del plan. Y allí se hallaba Duchard, empecinado en estudiar cada centímetro de un mapa que mostraba las partes conocidas de la isla.
-¿Y bien?-Dijo Helena cruzada de brazos, esperando a que Duchard hablara
El capitán levantó la vista de la mesa y recorrió esta en cada uno de los presentes.
-El sendero está claro.-Hizo un gesto con la mano instando a los presentes a acercarse para así poder observar también el mapa-Tendremos primero que sortear toda la vegetación que hay. Ese será nuestro primer obstáculo. Quién sabe qué criaturas se podrán esconder por estos lares, pero las antiguas expediciones hablaban de seres carnívoros y de plantas venenosas, algunas incluso tenían sus propias fauces, como las plantas carnívoras.-Explicó
-¿Como una Venus Atrapamoscas?-Interrumpió
-Exacto-Miró a la bruja-Pero ne lugar de comer insectos, estas comen hombres. O al menos eso dicen las historias de quienes recorrieron este lugar antes que nosotros.
-Doy fe de ello-Afirmó Lugos-La selva parece funcionar como un solo ser que busca matar a cualquier intruso que se adentre en él-Concretó
-Nuestro siguiente obstáculo será atravesar una zona llena de géiseres, tan caliente y con tanta presión que un poco de contacto bastaría para dejarte inutilizado cualquier parte del cuerpo de por vida
-¡Agua!-Sonrió emocionada-¡Es mi terreno!-Dijo restándole importancia a la peligrosidad que pudiese haber en aquel lugar
-Nunca hay que subestimar una situación peligrosa, joven Helena-Replicó el anciano
-El tercer y último obstáculo es atravesar una cadena montañosa por un conjunto de puentes colgantes antiguos e inestables, sobra decir que la caída sobre lo que sea que haya en el fondo de ese lugar sería mortal.
-Las montañas que se ven no parecen muy altas desde aquí-Intervino
-Sí, pero en su interior hay una grieta que parece extenderse hasta los mismos pilares del mundo-Explicó-Luego de todo eso, llegaremos a un gran portón incrustado en una de las montañas, un portón con los mismos símbolos y características del medallón-Dijo mirando a la portadora de este-A partir de ahí, todo será nuevo
-Por más que lo intentamos, siempre fracasamos-Dijo, apenado
-¿Y por qué esta vez será distinto?-Preguntó con cierta desconfianza
-Buen presentimiento, eso es todo
-¿..."Eso es todo"...?-Dijo con cierto rentintín-¿¡Sabes que nuestras vidas están en juego, viejales!?-Alzó la voz, molesta
-Cálmese, señorita Helena. Aunque todo esta misión sea en vano, si conseguimos regresar les daré una recompensa en aeros por las molestias. Siempre que tengas el compromiso de acompañarme para hacer futuras expediciones. Será como una especie de... "Contrato laboral" a largo plazo-Explicó el noble
-...-Se calmó un poco y se cruzó de brazos, aún con cierta molestia-No quiero ser tu sierva, noblecillo-Replicó. Duchard no escondió su gesto de desagrado y desdén ante esa última frase.
-Es tu mejor salida, joven Helena-Intervino-El medallón ya ha calado en ti, y no lograrás librarte de él y su influjo a menos que resolvamos todo este asunto que lleva muchas décadas abierto.
Helena no supo qué contestar. Sabía que, en cierto modo, el viejo tenía razón, y volver a casa solo le haría perder aún más la cabeza. Tenía que desentrañar todo el misterio, y esperaba hacerlo en una única expedición. Miró a Taliesin, buscando algún tipo de apoyo o que él respondiese ante las demandas de Duchard, ya que la Rhodes no se veía con la suficiente entereza como para aceptar tal cosa por ella misma.
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-Subrayadas tres complicaciones en una: El lugar está plagado de diversos tipos de trampas, deberás de superarlos o desactivarlas para poder obtener tu objetivo.
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Era una suerte que Helena estuviera tan segura de si misma... porque Taliesin por su parte comenzaba a sentir una sensación de inquietud trepando por su columna como una enredadera. No sólo había escuchado muchas historias de piratas a lo largo de su vida, sino que había leído testimonios detallados, y las consecuencias de sus ataques eran brutales. La fama de un barco dependía de su capacidad para dejar supervivientes, pero pocos y muy malheridos.
No exteriorizó sus miedos. En su lugar se concentró en observar los mapas de Duchard, memorizándolos en lo posible. Les serían útiles más tarde.
Lograron desembarcar en sigilo. Al otro lado de la isla aún se distinguía la lumbre de los piratas, pero de El ermitaño no encendieron ninguna fuente de luz. La luna brillaba con fuerza y hacía más simple la labor de orientarse, pero también más difícil la de esconderse. Tras llegar a tierra, se adentraron al interior de la cala e hicieron allí campamento, parcialmente cobijados por la abrupta ladera de una de las montañas, que cortaba el viento así como las posibles miradas de algún oteador o cazador.
Escuchó la interminable lista de problemas que debían sortear para llegar hasta el tesoro. Había más de un peligro de muerte, sin obviar a los piratas. Helena, de nuevo, parecía estar muy segura de sí misma, hasta que llegó la cuestión del por qué debían arriesgarse tanto por un tesoro que no conocían. Taliesin la miró brevemente y sacó la brújula, que mantuvo en la mano sin abrirla. Sabía lo que Lugos quería decir, porque él mismo deseaba seguir aquella flecha.
- ¿Y habéis traído algo con el barco que pueda sernos útil? - Fue su siguiente pregunta, una especie de aceptación tácita a las palabras de Lugos.
- Cuerda, provisiones, aceite inflamable, ganchos, palas... Todo lo que se nos ocurrió que pudiera ser útil. Llevaremos algunas de estas cosas con nosotros.
Taliesin asintió con la cabeza, pensativo, y se rascó el mentón. Considerando de qué otra manera podían prepararse, o cómo librarse de aunque fuera uno de los problemas a los que se enfrentaban. Pero no veía más que una cosa que pudieran hacer.
- Deberíamos partir ya - sentenció. Duchard frunció el ceño -. Soy un vampiro. No tengo opción a viajar de día, más que por unas pocas horas que ya he usado. Si he de ir con vosotros, tenemos que ir ya. Y os lo aseguro, he de ir. Además, es nuestra mejor opción a la hora de esquivar a los piratas. La luna brilla, y no nos será difícil encontrar nuestro camino. Si podemos ir y volver antes de que salga el sol...
- Quizás tengas razón - se quedó en silencio, pensando. Taliesin miró a Helena buscando su aprobación, para que terminara de convencerlo.
- Al menos nosotros deberíamos partir ya. Si queréis dividirnos, nos veremos... Antes del alba, espero.
Pero finalmente entraron en razón. Se dividió el campamento en dos grupos: el mayor se quedaría cerca del barco, defendiéndolo y vigilando los alrededores para interceptar a cualquier enemigo que pudiera avistarlos. Además, enviaron a un par de miembros de la tripulación hacia el barco pirata, con la intención de recabar información sobre su número y situación. Al mando de este grupo quedó el segundo de a bordo. Los tripulantes restantes, incluyendo a Duchard y Lugos, bordearon las laderas de la cala hasta encontrar una pendiente por la cual podrían escalar.
Si bien no era vertical, el suelo se deshacía en gravilla bajo sus pies, y era fácil perder el equilibrio. Taliesin se mantuvo cerca de Helena en todo momento, vigilando que la bruja no cayera aunque, visiblemente, el equilibrio de ella era mucho mejor que el del vampiro.
- Venus atrapamoscas - le comentó de golpe a la bruja, a media voz para que sólo lo escuchara ella -. Son plantas de clima cálido, que requieren de un cuidado específico. En concreto, morirán si hace demasiado frío. - Se interrumpió para agarrarse a un saliente de la roca e impulsarse en un tramo especialmente empinado -. Incluso a temperaturas no mortales, sentir frío hará que entren en un periodo de dormancia. Se cerrarán. Y podremos pasar entonces.
Ese era el plan que había pensado. El fuego también habría servido, pero además de ser una medida más desesperada, delatarían su posición a los piratas. Y aquel podía ser un peligro aún mayor que las plantas de la selva.
Entonces llegaron a una planicie en lo alto de la ladera, desde la cual pudieron ver la selva que Duchard había descrito, tranquila y azulada bajo fría luz de la luna.
- Bien - dijo simplemente Duchard, quien había comenzado a sudar visiblemente debido a su indumentaria, la calidez de la isla y la reciente cuesta arriba; pero, a pesar de todo, mantenía su porte y seguridad. Con aquel breve comentario, inició el camino hacia la selva.
No exteriorizó sus miedos. En su lugar se concentró en observar los mapas de Duchard, memorizándolos en lo posible. Les serían útiles más tarde.
Lograron desembarcar en sigilo. Al otro lado de la isla aún se distinguía la lumbre de los piratas, pero de El ermitaño no encendieron ninguna fuente de luz. La luna brillaba con fuerza y hacía más simple la labor de orientarse, pero también más difícil la de esconderse. Tras llegar a tierra, se adentraron al interior de la cala e hicieron allí campamento, parcialmente cobijados por la abrupta ladera de una de las montañas, que cortaba el viento así como las posibles miradas de algún oteador o cazador.
Escuchó la interminable lista de problemas que debían sortear para llegar hasta el tesoro. Había más de un peligro de muerte, sin obviar a los piratas. Helena, de nuevo, parecía estar muy segura de sí misma, hasta que llegó la cuestión del por qué debían arriesgarse tanto por un tesoro que no conocían. Taliesin la miró brevemente y sacó la brújula, que mantuvo en la mano sin abrirla. Sabía lo que Lugos quería decir, porque él mismo deseaba seguir aquella flecha.
- ¿Y habéis traído algo con el barco que pueda sernos útil? - Fue su siguiente pregunta, una especie de aceptación tácita a las palabras de Lugos.
- Cuerda, provisiones, aceite inflamable, ganchos, palas... Todo lo que se nos ocurrió que pudiera ser útil. Llevaremos algunas de estas cosas con nosotros.
Taliesin asintió con la cabeza, pensativo, y se rascó el mentón. Considerando de qué otra manera podían prepararse, o cómo librarse de aunque fuera uno de los problemas a los que se enfrentaban. Pero no veía más que una cosa que pudieran hacer.
- Deberíamos partir ya - sentenció. Duchard frunció el ceño -. Soy un vampiro. No tengo opción a viajar de día, más que por unas pocas horas que ya he usado. Si he de ir con vosotros, tenemos que ir ya. Y os lo aseguro, he de ir. Además, es nuestra mejor opción a la hora de esquivar a los piratas. La luna brilla, y no nos será difícil encontrar nuestro camino. Si podemos ir y volver antes de que salga el sol...
- Quizás tengas razón - se quedó en silencio, pensando. Taliesin miró a Helena buscando su aprobación, para que terminara de convencerlo.
- Al menos nosotros deberíamos partir ya. Si queréis dividirnos, nos veremos... Antes del alba, espero.
Pero finalmente entraron en razón. Se dividió el campamento en dos grupos: el mayor se quedaría cerca del barco, defendiéndolo y vigilando los alrededores para interceptar a cualquier enemigo que pudiera avistarlos. Además, enviaron a un par de miembros de la tripulación hacia el barco pirata, con la intención de recabar información sobre su número y situación. Al mando de este grupo quedó el segundo de a bordo. Los tripulantes restantes, incluyendo a Duchard y Lugos, bordearon las laderas de la cala hasta encontrar una pendiente por la cual podrían escalar.
Si bien no era vertical, el suelo se deshacía en gravilla bajo sus pies, y era fácil perder el equilibrio. Taliesin se mantuvo cerca de Helena en todo momento, vigilando que la bruja no cayera aunque, visiblemente, el equilibrio de ella era mucho mejor que el del vampiro.
- Venus atrapamoscas - le comentó de golpe a la bruja, a media voz para que sólo lo escuchara ella -. Son plantas de clima cálido, que requieren de un cuidado específico. En concreto, morirán si hace demasiado frío. - Se interrumpió para agarrarse a un saliente de la roca e impulsarse en un tramo especialmente empinado -. Incluso a temperaturas no mortales, sentir frío hará que entren en un periodo de dormancia. Se cerrarán. Y podremos pasar entonces.
Ese era el plan que había pensado. El fuego también habría servido, pero además de ser una medida más desesperada, delatarían su posición a los piratas. Y aquel podía ser un peligro aún mayor que las plantas de la selva.
Entonces llegaron a una planicie en lo alto de la ladera, desde la cual pudieron ver la selva que Duchard había descrito, tranquila y azulada bajo fría luz de la luna.
- Bien - dijo simplemente Duchard, quien había comenzado a sudar visiblemente debido a su indumentaria, la calidez de la isla y la reciente cuesta arriba; pero, a pesar de todo, mantenía su porte y seguridad. Con aquel breve comentario, inició el camino hacia la selva.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Helena escalaba la pendiente con soltura y gran habilidad, el parkour era su terreno, y nadie en todo el grupo parecía dominarlo mejor que ella. Hubiese llegado la primera, de no haber sido porque Taliesin se quería mantener a su lado hablándole.
-En Ciudad Lagarto tengo en mi habitación una Venus Atramoscas, regalo del virrey.-Respondió al vampiro-No creo que tenga tanta habilidad como para generar dicho frío...-Torció el gesto-Pero intentaré hacer algo
Todos llegaron a la cima de la empinada ladera, y por ende, a la "entrada" de la selva que ocupaba gran parte de la misteriosa isla. Helena se quedó un par de segundos con los brazos en jarras, observando el paisaje. Parecía sacado de un auténtico cuento de piratas cazatesoros, sin duda, un paraje de leyenda.
Duchard inició el camino hacia la espesura de la selva, encabezando así la expedición compuesta por Lugos, Taliesin, Helena y dos tripulantes más del Ermitaño.
A medida que se adentraban, la vegetación se hacía más espesa, hasta el punto de no dejar en algunos puntos lugar a poder siquiera caminar, por lo que los dos miembros de la tripulación de Duchard usaron machetes para así poder ir despejando el camino. Aunque el padre del capitán hubiese pasado por allí hacía varios años, la naturaleza había vuelto a regenerar todo posible camino que abriesen antaño.
Plantas venenosas, seres carnívoros; tanto animales como plantas, peligros sin duda a tener en cuenta. A Helena no se le quitaba de la mente el estar alerta ante cualquier atisbo de amenaza.
Uno de los hombres que despejaban el camino se encontró con un tipo de maleza difícil de cortar, por lo que el grupo se detuvo.
-¿Ocurre algo?-Preguntó Duchard
-Por más machetazos que doy, es imposible quitar toda esta maleza, es tan dura como un maldito diamante-Explicó el encargado de abrir camino.
Helena, al ver que se quedarían varios minutos ahí, decidió apartarse un par de pasos del grupo para ver otro posible camino, pero entre tanta maleza era imposible discernir cuál sería un adecuado camino a escoger.
-¿Por qué simplemente no vamos por otro lado?-Preguntó, cruzada de brazos, a Lugos, el cual la había seguido.
-Esta selva está llena de criaturas y plantas mortíferas, esta ruta es la más segura. No podemos arriesgarnos a encontrarnos con un nido de bestias o una zona de plantas venenosas.
Helena lo entendió, pero aún así resopló. Desde luego, no iba a ser fácil el camino hasta la misteriosa puerta, en ese momento lo había asimilado.
Volvió con el grupo. No se había alejado más que un par de pasos, pero quería estar al lado de aquellos hombres, esa selva le ponía los vellos de punta. Los dos hombres que portaban los machetes seguían intentando abrir una ruta entre aquella dura maleza, pero era imposible, como si de propio ladrillo se tratara, las hojas de los machetes impactaban en el tallo de las plantas con efecto rebote.
La bruja volvió a cruzarse de brazos mientras escrutaba con la mirada todo su alrededor. Pasaron unos minutos, y no habían novedades. Lo que si notó es que, a cada golpe de aquellos hombres, una especie de enredadera de varios tallos arremolinados bajaba de las alturas, acercándose cada vez más al par de marineros.
Helena frunció el ceño, ¿Qué era eso? Poco a poco, los tallos se desenredaban, hasta dar paso a unas fauces enormes propias de una planta carnívora. La bruja entonces abrió sus ojos de par en par, pero para cuando quiso avisar del peligro, ya era demasiado tarde.
-¡CUID...-
Dichas fauces se abrieron, devorando así a uno de los hombres por completo. El otro, asustado, dio un par de pasos hacia el lado, cayéndose al suelo en el proceso. Lugos y Duchard estaban atónitos, casi paralizados por la escena. Helena reaccionó y se abrió paso entre todos, acercándose un poco a dicha escena, y antes de que la planta volviese a abrir sus fauces, la bruja apuntó a esta con la palma de la mano izquierda, su brazo cobró un tono azulado pálido, las venas se le marcaban de un color morado; y de la palma de la bruja salió un proyectil helado, directo hacia aquella monstruosidad [1].
_________________________________________________________________
Off:
Habilidad usada: Estaca de Hielo [1]
Runas:
-Muy Mala: El proyectil falla y la planta se centra en devorar a Taliesin y Helena
-Mala: El proyectil falla y la planta sigue empecinada en devorar al marinero
-Neutra: El proyectil falla y la planta sigue empecinada en devorar al marinero
-Buena: El proyectil acierta y la planta, más débil, se centra en devorar a Helena y Taliesin
-Muy buena: El proyectil acierta y la planta muere
-En Ciudad Lagarto tengo en mi habitación una Venus Atramoscas, regalo del virrey.-Respondió al vampiro-No creo que tenga tanta habilidad como para generar dicho frío...-Torció el gesto-Pero intentaré hacer algo
Todos llegaron a la cima de la empinada ladera, y por ende, a la "entrada" de la selva que ocupaba gran parte de la misteriosa isla. Helena se quedó un par de segundos con los brazos en jarras, observando el paisaje. Parecía sacado de un auténtico cuento de piratas cazatesoros, sin duda, un paraje de leyenda.
Duchard inició el camino hacia la espesura de la selva, encabezando así la expedición compuesta por Lugos, Taliesin, Helena y dos tripulantes más del Ermitaño.
A medida que se adentraban, la vegetación se hacía más espesa, hasta el punto de no dejar en algunos puntos lugar a poder siquiera caminar, por lo que los dos miembros de la tripulación de Duchard usaron machetes para así poder ir despejando el camino. Aunque el padre del capitán hubiese pasado por allí hacía varios años, la naturaleza había vuelto a regenerar todo posible camino que abriesen antaño.
Plantas venenosas, seres carnívoros; tanto animales como plantas, peligros sin duda a tener en cuenta. A Helena no se le quitaba de la mente el estar alerta ante cualquier atisbo de amenaza.
Uno de los hombres que despejaban el camino se encontró con un tipo de maleza difícil de cortar, por lo que el grupo se detuvo.
-¿Ocurre algo?-Preguntó Duchard
-Por más machetazos que doy, es imposible quitar toda esta maleza, es tan dura como un maldito diamante-Explicó el encargado de abrir camino.
Helena, al ver que se quedarían varios minutos ahí, decidió apartarse un par de pasos del grupo para ver otro posible camino, pero entre tanta maleza era imposible discernir cuál sería un adecuado camino a escoger.
-¿Por qué simplemente no vamos por otro lado?-Preguntó, cruzada de brazos, a Lugos, el cual la había seguido.
-Esta selva está llena de criaturas y plantas mortíferas, esta ruta es la más segura. No podemos arriesgarnos a encontrarnos con un nido de bestias o una zona de plantas venenosas.
Helena lo entendió, pero aún así resopló. Desde luego, no iba a ser fácil el camino hasta la misteriosa puerta, en ese momento lo había asimilado.
Volvió con el grupo. No se había alejado más que un par de pasos, pero quería estar al lado de aquellos hombres, esa selva le ponía los vellos de punta. Los dos hombres que portaban los machetes seguían intentando abrir una ruta entre aquella dura maleza, pero era imposible, como si de propio ladrillo se tratara, las hojas de los machetes impactaban en el tallo de las plantas con efecto rebote.
La bruja volvió a cruzarse de brazos mientras escrutaba con la mirada todo su alrededor. Pasaron unos minutos, y no habían novedades. Lo que si notó es que, a cada golpe de aquellos hombres, una especie de enredadera de varios tallos arremolinados bajaba de las alturas, acercándose cada vez más al par de marineros.
Helena frunció el ceño, ¿Qué era eso? Poco a poco, los tallos se desenredaban, hasta dar paso a unas fauces enormes propias de una planta carnívora. La bruja entonces abrió sus ojos de par en par, pero para cuando quiso avisar del peligro, ya era demasiado tarde.
-¡CUID...-
Dichas fauces se abrieron, devorando así a uno de los hombres por completo. El otro, asustado, dio un par de pasos hacia el lado, cayéndose al suelo en el proceso. Lugos y Duchard estaban atónitos, casi paralizados por la escena. Helena reaccionó y se abrió paso entre todos, acercándose un poco a dicha escena, y antes de que la planta volviese a abrir sus fauces, la bruja apuntó a esta con la palma de la mano izquierda, su brazo cobró un tono azulado pálido, las venas se le marcaban de un color morado; y de la palma de la bruja salió un proyectil helado, directo hacia aquella monstruosidad [1].
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-Buena: El proyectil acierta y la planta, más débil, se centra en devorar a Helena y Taliesin
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Última edición por Helena Rhodes el Sáb Abr 27 2019, 12:59, editado 1 vez
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
La transición de la gravilla del acantilado a la frondosidad de la selva se completó en unos pocos pasos, de tal forma que pronto se vieron envueltos por las siluetas de altos árboles que se encorbaban a ambos lados hasta tapar el cielo sobre ellos. La noche traía consigo sonidos de grillos, ranas y algunos animales nocturnos, que se superponían sobre un lienzo de completo e inquietante silencio. El único movimiento que rompía la quietud y monotonía era el de aquel pequeño grupo, y a cada paso que daban Taliesin no podía sino percatarse de ello.
El avance fue tedioso, ayudado por unas linternas, un mapa del difunto Duchard y unos machetes. El camino por el que avanzaban era menos frondoso que cualquiera a los lados, como prueba de que, en el pasado, alguien ya lo había recorrido y limpiado. Taliesin de cuando en cuando miraba la brújula; estaban algo desviados respecto a la aguja, y el constatarlo lo llenaba de ansiedad, aunque supiera que fueran a corregir el camino más adelante.
Finalmente hicieron una pausa obligada por las circunstancias. Taliesin aprovechó la ocasión para descansar y beber agua, pero pronto fue evidente que los dos hombres no estaban consiguiendo hacer mella en la vegetación.
- Puedo sustituir a uno - se ofreció, y se acercó para relevar a uno de los dos marineros que, a pesar de su aspecto vigoroso, pronto estarían agotados -. Aunque es extraño que sea tan denso... ¿Seguro que no nos hemos desviado de la ruta?
Según se acercaba y preguntaba esto, escuchó el inicio de un grito de Helena. A penas llegó a girarse cuando algo enorme cayó junto a él, impactando sonoramente contra el suelo allí donde había estado uno de los dos marineros. Volvió a retraerse al instante, llevando consigo al hombre. Sus últimos gritos se escucharon en lo alto, amortiguados pero inconfundibles, junto a un crujir de huesos a medida que la planta lo aplastaba entre sus pétalos.
El otro marinero se cayó al suelo al intentar retroceder. Taliesin, que se encontraba cerca, estiró la mano hacia él para ayudarlo a levantarse y sacarlo de allí; pero demasiado tarde. A pesar de un proyectil helado de Helena, que no llegó a impactar contra la planta, esta se sacudió como una serpiente contrayéndose antes de lanzarse sobre su presa.
Taliesin tiró del segundo marinero y logró levantarlo antes de que la planta llegara a atraparlo. O eso pensó en un primer momento. Pero es que no se había dado cuenta de que aquella monstruosidad tenía otro objetivo, y pasó entre ambos hombres directo a Helena. Utilizó su cabeza como un arma contundente, con la que intentó golpearla desde un lado.
El segundo marinero gritó y se lanzó a la carga. Taliesin, desenvainando, hizo lo mismo, y creyó ver a Duchard uniéndose al combate. Mientras el tallo de la planta estaba extendido, ambos hombres lo golpearon repetidamente; pero ni el machete ni la espada tuvieron mucho efecto, y el tallo se retorció cuando la planta se giró hacia ellos. Sus enormes fauces, como pétalos rojizos en el exterior, se abrieron frente al vampiro. El interior de la bestia mostraba diminutos dientes dispuestos en hileras como las de un tiburón, y restos de sangre, hueso y carne de su anterior presa.
Aquella visión fue aterradora, y más aún cuando vio aquella enorme cabeza retroceder como había hecho anteriormente, contrayéndose para ganar fuerza y rapidez en su siguiente ataque. Y esta vez iría dirigido a él.
Su mano actuó sin pensarlo. La llevó al cuello y agarró el amuleto engarzado. Un raudal de luz salió de él directo contra la bestia; toda la energía que antes había absorbido cuando Taliesin caminó bajo el sol, contenida en un único haz[1]. Atravesó las fauces como una flecha, quemando la cabeza a su paso, y el tallo se levantó y retorció. Estaba parcialmente en llamas.
Tanto el marinero como Helena atacaron a lo que quedaba de aquella planta, y pronto se retiró dejándolos, nuevamente, solos en la oscuridad.
Taliesin se dio cuenta de que respiraba muy fuerte. Asía con fuerza el amuleto, que se había quedado sin luz. Lo dejó caer contra su pecho, y miró a Helena para ver que la bruja se encontraba bien.
- Eso podría haberlo visto alguien - la voz de Lugos volvió a romper el silencio; su tono no era reprobatorio, sino preocupado. Un súbito haz de luz en medio de la selva podría haber llamado la atención de piratas así como de depredadores -. Será mejor que nos movamos.
[1] Uso de la carga de la Lente Divergente, que provoca un raudal de energía y daño por quemaduras.
El avance fue tedioso, ayudado por unas linternas, un mapa del difunto Duchard y unos machetes. El camino por el que avanzaban era menos frondoso que cualquiera a los lados, como prueba de que, en el pasado, alguien ya lo había recorrido y limpiado. Taliesin de cuando en cuando miraba la brújula; estaban algo desviados respecto a la aguja, y el constatarlo lo llenaba de ansiedad, aunque supiera que fueran a corregir el camino más adelante.
Finalmente hicieron una pausa obligada por las circunstancias. Taliesin aprovechó la ocasión para descansar y beber agua, pero pronto fue evidente que los dos hombres no estaban consiguiendo hacer mella en la vegetación.
- Puedo sustituir a uno - se ofreció, y se acercó para relevar a uno de los dos marineros que, a pesar de su aspecto vigoroso, pronto estarían agotados -. Aunque es extraño que sea tan denso... ¿Seguro que no nos hemos desviado de la ruta?
Según se acercaba y preguntaba esto, escuchó el inicio de un grito de Helena. A penas llegó a girarse cuando algo enorme cayó junto a él, impactando sonoramente contra el suelo allí donde había estado uno de los dos marineros. Volvió a retraerse al instante, llevando consigo al hombre. Sus últimos gritos se escucharon en lo alto, amortiguados pero inconfundibles, junto a un crujir de huesos a medida que la planta lo aplastaba entre sus pétalos.
El otro marinero se cayó al suelo al intentar retroceder. Taliesin, que se encontraba cerca, estiró la mano hacia él para ayudarlo a levantarse y sacarlo de allí; pero demasiado tarde. A pesar de un proyectil helado de Helena, que no llegó a impactar contra la planta, esta se sacudió como una serpiente contrayéndose antes de lanzarse sobre su presa.
Taliesin tiró del segundo marinero y logró levantarlo antes de que la planta llegara a atraparlo. O eso pensó en un primer momento. Pero es que no se había dado cuenta de que aquella monstruosidad tenía otro objetivo, y pasó entre ambos hombres directo a Helena. Utilizó su cabeza como un arma contundente, con la que intentó golpearla desde un lado.
El segundo marinero gritó y se lanzó a la carga. Taliesin, desenvainando, hizo lo mismo, y creyó ver a Duchard uniéndose al combate. Mientras el tallo de la planta estaba extendido, ambos hombres lo golpearon repetidamente; pero ni el machete ni la espada tuvieron mucho efecto, y el tallo se retorció cuando la planta se giró hacia ellos. Sus enormes fauces, como pétalos rojizos en el exterior, se abrieron frente al vampiro. El interior de la bestia mostraba diminutos dientes dispuestos en hileras como las de un tiburón, y restos de sangre, hueso y carne de su anterior presa.
Aquella visión fue aterradora, y más aún cuando vio aquella enorme cabeza retroceder como había hecho anteriormente, contrayéndose para ganar fuerza y rapidez en su siguiente ataque. Y esta vez iría dirigido a él.
Su mano actuó sin pensarlo. La llevó al cuello y agarró el amuleto engarzado. Un raudal de luz salió de él directo contra la bestia; toda la energía que antes había absorbido cuando Taliesin caminó bajo el sol, contenida en un único haz[1]. Atravesó las fauces como una flecha, quemando la cabeza a su paso, y el tallo se levantó y retorció. Estaba parcialmente en llamas.
Tanto el marinero como Helena atacaron a lo que quedaba de aquella planta, y pronto se retiró dejándolos, nuevamente, solos en la oscuridad.
Taliesin se dio cuenta de que respiraba muy fuerte. Asía con fuerza el amuleto, que se había quedado sin luz. Lo dejó caer contra su pecho, y miró a Helena para ver que la bruja se encontraba bien.
- Eso podría haberlo visto alguien - la voz de Lugos volvió a romper el silencio; su tono no era reprobatorio, sino preocupado. Un súbito haz de luz en medio de la selva podría haber llamado la atención de piratas así como de depredadores -. Será mejor que nos movamos.
[1] Uso de la carga de la Lente Divergente, que provoca un raudal de energía y daño por quemaduras.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Falló su disparo. Helena se quedó paralizada, no contaba con ello. Abrió los ojos como platos cuando se percató de que aquella monstruosidad de planta se lanzó hacia ella, golpeándola hacia un lado con su propia cabeza como si de un arma contundente fuera. La bruja tan solo pudo interponer sus brazos como única reacción.
El golpe fue bastante duro, tanto que la mandó volando un par de metros hasta unos matorrales cercanos. Por suerte, este tipo de vegetación paró su lanzamiento, aunque no pudo evitar clavarse pequeñas ramas en la piel y rasgar algunas partes de sus ropajes de cuero.
Quedó un poco aturdida, mientras que el sonido del aciago combate era lo único que escuchaba de fondo junto al de su profunda respiración, la cual indicaba el tremendo esfuerzo que sus pulmones estaban haciendo por tragar todo el aire que podían. Estaba totalmente echada en los matorrales, eso fue lo primero que intentó arreglar. Se incorporó un poco, sentada en el húmedo suelo. Por un momento, había quedado hecha unos zorros. Varias ramitas se le clavaron en los brazos, no llegando a penetrar profundamente la piel, pero sí que dañando lo suficiente a esta como para notar un enorme escozor y que la sangre saliese como un río desbocado desde todas sus heridas. También tenía bastante arañazos, por su frente y sus partes más descubiertas.
Intentó ponerse en pie. Le dolían los brazos por el impacto del golpe. Por suerte, ningún hueso se había roto, por lo que podría seguir luchando. Cuando logró estabilizarse con sus dos piernas, fijó su mirada en el frente. Todos estaban luchando, no se podía quedar atrás. Pero ya era tarde, en cuanto se reincorporó a la escena, el marinero que sobrevivió abrió en canal a las fauces de la planta con su machete.
Una vez pasado el peligro, apoyó las manos en sus rodillas y encorvó su tronco hacia delante, jadeando.
-¿Se encuentra bien, señorita Helena?-Preguntó Lugos, preocupado, intentando ayudar a incorporarse a la bruja.
Esta rechazó la ayuda e interpuso su brazo extendido con la palma abierta ante la tentativa de ayuda.
-...E-estoy...-Jadeó-...Estoy bien-Dijo, sin más. Acto seguido, dirigió su mirada hacia Taliesin cuando ya se reincorporó. Frunció el ceño e instó al resto del grupo a reanudar la marcha. No tenían tiempo para lamentar la pérdida del marinero caído, al menos eso a Helena le parecía intrascendente en ese momento. Tenía una especie de frustración por lo sucedido que intentaba contener.
El camino por el resto de la selva pasó sin otro contratiempo importante que resaltar. Tenían un rumbo fijo y claro, y finalmente consiguieron salir de aquella espesa vegetación para encontrarse con un pequeño valle que se extendía imponente por delante de ellos, y por el cual tenían que bajar. Aquel lugar estaba lleno de numerosos agujeros en el suelo, el cual estaba agrietado. De dichos agujeros, cada cierto tiempo salía con fuerza agua hirviendo impulsada hacia arriba. Pasar por aquel lugar era una trampa mortal, y rodear dicho sitio sería un acto imprudente debido a lo que tardarían. La ruta más directa era pasar por el valle de géiseres.
-Si no tuviésemos la presión de los piratas, ordenaría rodear este sitio, sin duda-Dijo con la mirada puesta en el valle-Tendremos que bajar ahí-Suspiró
-Su padre contaba con un brujo de agua en su tripulación que podía manejar todo el agua de la zona. Cuando cruzábamos simplemente hacía gala de sus poderes para despejarnos el camino.
-¿Podrá hacerlo, señorita Helena?
La bruja no había prestado mucha atención a la conversación, ya que aún estaba centrada en quitarse el resto de astillas y ramitas que aún quedaban clavadas por alguna zona de su cuerpo, y también se estaba examinando con minuciosidad las heridas. Cuando escuchó su nombre, levantó la cabeza con un rostro exclamativo.
-N-no sé si podré hacer eso. Pero sí puedo sentir en qué momento saldrá cada chorro.
-Supongo que no nos queda alternativa.-Miró al resto del grupo, con decisión y madera de líder-Bajemos-Asintió, asimilando su propia orden.
El golpe fue bastante duro, tanto que la mandó volando un par de metros hasta unos matorrales cercanos. Por suerte, este tipo de vegetación paró su lanzamiento, aunque no pudo evitar clavarse pequeñas ramas en la piel y rasgar algunas partes de sus ropajes de cuero.
Quedó un poco aturdida, mientras que el sonido del aciago combate era lo único que escuchaba de fondo junto al de su profunda respiración, la cual indicaba el tremendo esfuerzo que sus pulmones estaban haciendo por tragar todo el aire que podían. Estaba totalmente echada en los matorrales, eso fue lo primero que intentó arreglar. Se incorporó un poco, sentada en el húmedo suelo. Por un momento, había quedado hecha unos zorros. Varias ramitas se le clavaron en los brazos, no llegando a penetrar profundamente la piel, pero sí que dañando lo suficiente a esta como para notar un enorme escozor y que la sangre saliese como un río desbocado desde todas sus heridas. También tenía bastante arañazos, por su frente y sus partes más descubiertas.
Intentó ponerse en pie. Le dolían los brazos por el impacto del golpe. Por suerte, ningún hueso se había roto, por lo que podría seguir luchando. Cuando logró estabilizarse con sus dos piernas, fijó su mirada en el frente. Todos estaban luchando, no se podía quedar atrás. Pero ya era tarde, en cuanto se reincorporó a la escena, el marinero que sobrevivió abrió en canal a las fauces de la planta con su machete.
Una vez pasado el peligro, apoyó las manos en sus rodillas y encorvó su tronco hacia delante, jadeando.
-¿Se encuentra bien, señorita Helena?-Preguntó Lugos, preocupado, intentando ayudar a incorporarse a la bruja.
Esta rechazó la ayuda e interpuso su brazo extendido con la palma abierta ante la tentativa de ayuda.
-...E-estoy...-Jadeó-...Estoy bien-Dijo, sin más. Acto seguido, dirigió su mirada hacia Taliesin cuando ya se reincorporó. Frunció el ceño e instó al resto del grupo a reanudar la marcha. No tenían tiempo para lamentar la pérdida del marinero caído, al menos eso a Helena le parecía intrascendente en ese momento. Tenía una especie de frustración por lo sucedido que intentaba contener.
---------------------------------------------------------------------------------------
El camino por el resto de la selva pasó sin otro contratiempo importante que resaltar. Tenían un rumbo fijo y claro, y finalmente consiguieron salir de aquella espesa vegetación para encontrarse con un pequeño valle que se extendía imponente por delante de ellos, y por el cual tenían que bajar. Aquel lugar estaba lleno de numerosos agujeros en el suelo, el cual estaba agrietado. De dichos agujeros, cada cierto tiempo salía con fuerza agua hirviendo impulsada hacia arriba. Pasar por aquel lugar era una trampa mortal, y rodear dicho sitio sería un acto imprudente debido a lo que tardarían. La ruta más directa era pasar por el valle de géiseres.
-Si no tuviésemos la presión de los piratas, ordenaría rodear este sitio, sin duda-Dijo con la mirada puesta en el valle-Tendremos que bajar ahí-Suspiró
-Su padre contaba con un brujo de agua en su tripulación que podía manejar todo el agua de la zona. Cuando cruzábamos simplemente hacía gala de sus poderes para despejarnos el camino.
-¿Podrá hacerlo, señorita Helena?
La bruja no había prestado mucha atención a la conversación, ya que aún estaba centrada en quitarse el resto de astillas y ramitas que aún quedaban clavadas por alguna zona de su cuerpo, y también se estaba examinando con minuciosidad las heridas. Cuando escuchó su nombre, levantó la cabeza con un rostro exclamativo.
-N-no sé si podré hacer eso. Pero sí puedo sentir en qué momento saldrá cada chorro.
-Supongo que no nos queda alternativa.-Miró al resto del grupo, con decisión y madera de líder-Bajemos-Asintió, asimilando su propia orden.
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
- ¿Estás bien? - le preguntó el vampiro a Helena cuando tuvo ocasión de caminar con ella.
Estuvo tentado de agarrarla del brazo para pararla, mirarla seriamente, y comprobar que se encontraba ilesa, fisicamente como emocionalmente. Pero recordó a tiempo que a ella no le gustaba que la tocaran, con lo que volvió a bajar el brazo sin llegar a tomar contacto. A pesar de todo era fácil ver que la bruja estaba cubierta de arañazos y raspones, y debía tener un buen moratón allí donde la planta la había acertado. Más allá del hombre que había perecido en las fauces de aquella monstruosidad, y cuya pérdida no habían tenido tiempo siquiera de lamentar, era Helena la que peor había salido de aquel último encuentro. Era, también, la persona que más necesaria sería para atravesar el siguiente peligro de la isla.
Pero aunque había un componente práctico, la preocupación de Taliesin no se debía al mismo. Aquella bruja era la razón por la que él estaba allí, y aunque aún sentíá que la conocía poco, era sin duda la persona más cercana a él en aquella extraña expedición. Si le ocurriera algo, sentiría como si se quedara solo entre extraños.
- Aún no es tarde para volverse atrás - le dijo. Pero él mismo estaba poco convencido; la brújula lo propulsaba a seguir hacia delante.
Frente a ellos tenían el valle de geysers. Cada pocos segundos, en algún lugar del valle, un raudal de agua se propulsaba de alguna de las fisuras. No había una sola planta viva en todo aquel páramo, ni pudieron divisar a ningún animal en la tierra. Pero a pesar de lo desolado, era una visión dramática y hermosa, si uno se paraba a considerarla.
- Es... un paisaje impactante - exteriorizó Taliesin, dirigido a nadie en particular, mientras uno de aquellos chorros salía de la tierra, se alzaba de entre vapores y finalmente volvía a caer, rociando una buena circunferencia a su alrededor antes de volver a ser absorbida por aquella tierra rojiza.
Debía coincidir con Duchard: no había más remedio que cruzar el valle. Pero la perspectiva de ser quemado por el agua hirviendo era poco agradable.
- Desde aquí podemos trazar la ruta más segura - Taliesin se acuclilló y estudió la disposición de los agujeros. Después señaló con el dedo, indicando un posible camino -. Bordeando por el lado este, después cruzando al sudoeste y finalmente avanzando en dirección norte. No hay muchos geysers seguidos, ni seguimos ningún alineamiento que pudiera dejarnos acorralados - miró a Helena -. Si puedes decirnos cuando un chorro está a punto de salir, podemos correr y evitarlo.
Dicho esto, volvió a caminar a la linde de la selva y buscó con la mirada algun árbol de hojas amplias y gruesas. Arrancó algunas, comprobó que no tenían agujeros visibles, e improvisó para atarlas con cuerda a un palo, creando una especie de escudo o paraguas compuesto de hojas impermeables. En el peor de los casos, podría usar eso para proteger su cara si un chorro salía de manera inesperada.
No tenían mucho tiempo que perder, pero el otro marinero al verlo comenzó a hacer lo mismo, y pronto tuvieron tres de aquellas hojas impermeables. Taliesin se quedó con una, que compartiría caminando cerca de Lugos; el marinero y Duchard disponían de la segunda, y la última le fue ofrecida a la bruja. Hecho aquello, no había mucho más que pudieran hacer para prepararse, y tal como el capitán ordenó, descendieron hasta el valle.
Desde abajo, la altura y tamaño de los chorros de agua era aún más impresionante. Taliesin volvió a mirar a Helena, buscando el aplomo y seguridad que la bruja solía transmitir. Duchard tomó aire y lideró el paso sobre aquel suelo agrietado, seguido inmediatamente de Helena. La bruja iba dando órdenes, y veía venir las salidas de agua con suficiente antelación como para poder esquivarlas. A pesar de todo, llegaban a sentir el calor de los chorros cuando salían a cierta distancia, y el olor acre de sus vapores.
Iban más o menos por la mitad del camino que Taliesin había propuesto, avanzando en constante tensión pero con seguridad, cuando algo extraño ocurrió. De golpe, Helena gritó que retrocedieran y los geysers que se encontraban inmediatamente delante de ellos soltaron agua. Tuvieron que correr hacia atrás, y al hacerlo algo llamó la atención del vampiro. Con su visión nocturna, vio claramente a la entrada del valle, sobre la colina de la que ellos habían bajado, a un hombre haciendo extraños gestos. A su alrededor se encontraban varios más, inmóviles. Y su forma de vestir...
- ¡Los piratas! - advirtió. - ¡Han dado con nosotros!
Y quizás contaban entre ellos con un brujo de agua, porque la salida de los geysers aumentó en ritmo, intensidad y proximidad de manera inmediata. Ni siquiera llegaron a mirarse los unos a los otros para comprender lo que debían hacer, pero el grito de Duchard lo dejó inmediatamente claro.
- ¡Corred!
Estuvo tentado de agarrarla del brazo para pararla, mirarla seriamente, y comprobar que se encontraba ilesa, fisicamente como emocionalmente. Pero recordó a tiempo que a ella no le gustaba que la tocaran, con lo que volvió a bajar el brazo sin llegar a tomar contacto. A pesar de todo era fácil ver que la bruja estaba cubierta de arañazos y raspones, y debía tener un buen moratón allí donde la planta la había acertado. Más allá del hombre que había perecido en las fauces de aquella monstruosidad, y cuya pérdida no habían tenido tiempo siquiera de lamentar, era Helena la que peor había salido de aquel último encuentro. Era, también, la persona que más necesaria sería para atravesar el siguiente peligro de la isla.
Pero aunque había un componente práctico, la preocupación de Taliesin no se debía al mismo. Aquella bruja era la razón por la que él estaba allí, y aunque aún sentíá que la conocía poco, era sin duda la persona más cercana a él en aquella extraña expedición. Si le ocurriera algo, sentiría como si se quedara solo entre extraños.
- Aún no es tarde para volverse atrás - le dijo. Pero él mismo estaba poco convencido; la brújula lo propulsaba a seguir hacia delante.
Frente a ellos tenían el valle de geysers. Cada pocos segundos, en algún lugar del valle, un raudal de agua se propulsaba de alguna de las fisuras. No había una sola planta viva en todo aquel páramo, ni pudieron divisar a ningún animal en la tierra. Pero a pesar de lo desolado, era una visión dramática y hermosa, si uno se paraba a considerarla.
- Es... un paisaje impactante - exteriorizó Taliesin, dirigido a nadie en particular, mientras uno de aquellos chorros salía de la tierra, se alzaba de entre vapores y finalmente volvía a caer, rociando una buena circunferencia a su alrededor antes de volver a ser absorbida por aquella tierra rojiza.
Debía coincidir con Duchard: no había más remedio que cruzar el valle. Pero la perspectiva de ser quemado por el agua hirviendo era poco agradable.
- Desde aquí podemos trazar la ruta más segura - Taliesin se acuclilló y estudió la disposición de los agujeros. Después señaló con el dedo, indicando un posible camino -. Bordeando por el lado este, después cruzando al sudoeste y finalmente avanzando en dirección norte. No hay muchos geysers seguidos, ni seguimos ningún alineamiento que pudiera dejarnos acorralados - miró a Helena -. Si puedes decirnos cuando un chorro está a punto de salir, podemos correr y evitarlo.
Dicho esto, volvió a caminar a la linde de la selva y buscó con la mirada algun árbol de hojas amplias y gruesas. Arrancó algunas, comprobó que no tenían agujeros visibles, e improvisó para atarlas con cuerda a un palo, creando una especie de escudo o paraguas compuesto de hojas impermeables. En el peor de los casos, podría usar eso para proteger su cara si un chorro salía de manera inesperada.
No tenían mucho tiempo que perder, pero el otro marinero al verlo comenzó a hacer lo mismo, y pronto tuvieron tres de aquellas hojas impermeables. Taliesin se quedó con una, que compartiría caminando cerca de Lugos; el marinero y Duchard disponían de la segunda, y la última le fue ofrecida a la bruja. Hecho aquello, no había mucho más que pudieran hacer para prepararse, y tal como el capitán ordenó, descendieron hasta el valle.
Desde abajo, la altura y tamaño de los chorros de agua era aún más impresionante. Taliesin volvió a mirar a Helena, buscando el aplomo y seguridad que la bruja solía transmitir. Duchard tomó aire y lideró el paso sobre aquel suelo agrietado, seguido inmediatamente de Helena. La bruja iba dando órdenes, y veía venir las salidas de agua con suficiente antelación como para poder esquivarlas. A pesar de todo, llegaban a sentir el calor de los chorros cuando salían a cierta distancia, y el olor acre de sus vapores.
Iban más o menos por la mitad del camino que Taliesin había propuesto, avanzando en constante tensión pero con seguridad, cuando algo extraño ocurrió. De golpe, Helena gritó que retrocedieran y los geysers que se encontraban inmediatamente delante de ellos soltaron agua. Tuvieron que correr hacia atrás, y al hacerlo algo llamó la atención del vampiro. Con su visión nocturna, vio claramente a la entrada del valle, sobre la colina de la que ellos habían bajado, a un hombre haciendo extraños gestos. A su alrededor se encontraban varios más, inmóviles. Y su forma de vestir...
- ¡Los piratas! - advirtió. - ¡Han dado con nosotros!
Y quizás contaban entre ellos con un brujo de agua, porque la salida de los geysers aumentó en ritmo, intensidad y proximidad de manera inmediata. Ni siquiera llegaron a mirarse los unos a los otros para comprender lo que debían hacer, pero el grito de Duchard lo dejó inmediatamente claro.
- ¡Corred!
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
-Tienes suerte de poder ver en la oscuridad, Tali-Dijo mientras se colocaba junto a él antes de descender al valle. Por sus gestos, aún se le notaba dolorida, pero quería mantener la compostura en todo momento. Aún quedaba cierto trecho del camino y quién sabe cuanto más.
Después de eso, el vampiro ingenió un plan que dictaba el camino a seguir además de elaborar sobre la marcha una especie de escudos con las hojas del propio follaje de la selva que podrían detener o al menos minimizar el daño que los géiseres pudiesen hacer a los presentes.
Una vez llegaron abajo, pudieron ver desde la perspectiva más cercana el peligro de la situación a la que se enfrentaban. Taliesin volvió a mirar a Helena, como buscando que la bruja reaccionara y respondiera a esa llamada a la realidad y de apoyo. La Rhodes le devolvió la mirada, esbozando una sonrisa que escondía todo el dolor y resentimiento que llevaba arrastrando.
-Yo os guiaré-Soltó, asintiendo para que el vampiro pudiera convencerse de que Helena seguía siendo la misma. Aunque en su interior, le daba cierto temor el tener que enfrentarse en ese momento y en esas circunstancias a aquel valle.
Tragó saliva con fuerza y siguió a Duchard, que como siempre, lideraba la marcha.
Tal y como le pasaba cada vez que se concentraba en su éter interior, podía oír pequeños susurros y gritos del agua de su alrededor. Se concentró aún más para saber en qué momento saldría cada chorro, y cuando estos explotaban hacia arriba, era como escuchar un grito de jolgorio y éxtasis, era como... ¿Si el agua se lo estuviera pasando bien? No sabía si a los demás brujos le ocurría con su elemento, era solo cosa del agua o simplemente una característica especial que la rubia poseía. Daba órdenes y especificaba los movimientos del agua bajo sus pies mientras se llevaba unos dedos a su frente a modo de ganar más concentración aún, no sabía si eso era realmente efectivo, pero, autosugestión o no, le ayudaba.
La situación parecía tenerla bajo control, después de todo, las sesiones de meditación a solas o en compañía de Gali le habían servido para algo, y por primera vez se sentía feliz y dichosa de haber acudido en pedirle ayuda a alguien.
Pero, a mitad de camino, notó algo raro. Uno de los chorros que tenía delante no dio ningún previo aviso para prepararse en salir, sino que, de modo instintivo sintió como la fuerza de aquella agua salía propulsada de forma controlada y para nada aleatoria.
-¡ATRÁS!-Indicó al grupo para volver a una posición segura
Taliesin indicó que los piratas también se encontraban allí. No podía ser casualidad aquella entrada en escena y el repentino cambio en el comportamiento del agua bajo sus pies. Fue entonces cuando Duchard indicó a todo el grupo que echara a correr hacia el objetivo sin dudar un segundo. Quizás no fuese la mejor estrategia, pero visto lo ocurrido, no les quedaba otra.
Mientras corría, Helena seguía intentando concentrarse en precipitarse a los movimientos del agua, pero entre el manejo externo y el poco espacio que dejaba la carrera para la concentración, era realmente una tarea titánica para la bruja. Por suerte, al menos podía predecir bajo sus pies cuándo un géiser estaba a punto de explotar, por lo que en un caso dado, podría tirarse hacia un lado y evitar daños.
Helena llegó al final del valle. Fue la primera en hacerlo, los demás aún estaba esquivando los agujeros y tratando de no meter la pata en sus decisiones. No sabía si podía ayudarlos, pero tenía que intentarlo. De nuevo, se concentró, ya una vez estando a salvo y quieta podría intentar volver a hacer lo de antes.
Para su sorpresa, algo bastante inusual ocurría. Aquellos gritos de "diversión" por parte del agua se transformaron en gritos completamente de controversia y concentración, como si algo realmente grande y malo estuviese a punto de suceder, como si toda la energía que ostentaba aquel lugar de pronto fuese a estallar en una explosión. Helena lo vio claro entonces, el brujo de agua de los piratas sería alguien realmente poderoso si era capaz de algo así, ya que iba a convertir todo el valle en un géiser gigante, lo cual conllevaría a la muerte segura de todos los que allí se encontrasen.
Helena, para ponerse a buen recaudo si la cosa salía mal, subió deprisa la ladera que subía la salida del valle, y desde una posición más elevada y con más ángulo, extendió sus brazos hacia adelante y abrió las palmas de sus manos, empezando de nuevo a concentrarse. Cerró los ojos y se centro de nuevo en aquel punto de ebullición.
Aquellos alaridos perforaban su cabeza, pero tenía que controlar la situación, no podía hacer que su grupo muriera allí. Sin ellos, estaría sola en una isla desierta llena de piratas.
Así, empezó una especie de batalla mental y mística contra el otro brujo que se encontraba justo al otro lado del valle. Quien más voluntad y resistencia mental tuviera ganaría aquel combate.
__________________________________________________________
Off:
Resultado de runas:
-Muy mala. Helena pierde la batalla contra el brujo y el valle se ve envuelto en una explosión de un géiser gigante. Taliesin y Duchard salen malheridos, Lugos y el marinero mueren.
-Mala. Helena pierde la batalla contra el brujo y todos los géiseres a la vez sueltan su más potente chorro de agua hirviendo, convirtiendo el lugar en una zona peligrosa. Taliesin y Duchard salen heridos. Lugos sale malherido. El marinero muere.
-Neutra. Helena gana la batalla contra el brujo, pero queda muy exhausta y no puede mantenerse en pie en el siguiente turno, por lo que el otro brujo sigue manejando los géiseres a su antojo, aunque no con la intención de hacer explotar el valle debido al derroche de energía anterior. Talieisn y Duchard se salvan. Lugos sale herido. El marinero muere.
-Buena. Helena gana la batalla contra el brujo. Queda cansada y en el próximo turno no podrá usar ningún poder ni habilidad física. Taliesin, Duchard y Lugos se salvan. El marinero queda herido.
-Muy buena. Helena gana la batalla contra el brujo y todos se salvan. Le seguirá un poco de cansancio, pero podrá con ello.
Después de eso, el vampiro ingenió un plan que dictaba el camino a seguir además de elaborar sobre la marcha una especie de escudos con las hojas del propio follaje de la selva que podrían detener o al menos minimizar el daño que los géiseres pudiesen hacer a los presentes.
Una vez llegaron abajo, pudieron ver desde la perspectiva más cercana el peligro de la situación a la que se enfrentaban. Taliesin volvió a mirar a Helena, como buscando que la bruja reaccionara y respondiera a esa llamada a la realidad y de apoyo. La Rhodes le devolvió la mirada, esbozando una sonrisa que escondía todo el dolor y resentimiento que llevaba arrastrando.
-Yo os guiaré-Soltó, asintiendo para que el vampiro pudiera convencerse de que Helena seguía siendo la misma. Aunque en su interior, le daba cierto temor el tener que enfrentarse en ese momento y en esas circunstancias a aquel valle.
Tragó saliva con fuerza y siguió a Duchard, que como siempre, lideraba la marcha.
Tal y como le pasaba cada vez que se concentraba en su éter interior, podía oír pequeños susurros y gritos del agua de su alrededor. Se concentró aún más para saber en qué momento saldría cada chorro, y cuando estos explotaban hacia arriba, era como escuchar un grito de jolgorio y éxtasis, era como... ¿Si el agua se lo estuviera pasando bien? No sabía si a los demás brujos le ocurría con su elemento, era solo cosa del agua o simplemente una característica especial que la rubia poseía. Daba órdenes y especificaba los movimientos del agua bajo sus pies mientras se llevaba unos dedos a su frente a modo de ganar más concentración aún, no sabía si eso era realmente efectivo, pero, autosugestión o no, le ayudaba.
La situación parecía tenerla bajo control, después de todo, las sesiones de meditación a solas o en compañía de Gali le habían servido para algo, y por primera vez se sentía feliz y dichosa de haber acudido en pedirle ayuda a alguien.
Pero, a mitad de camino, notó algo raro. Uno de los chorros que tenía delante no dio ningún previo aviso para prepararse en salir, sino que, de modo instintivo sintió como la fuerza de aquella agua salía propulsada de forma controlada y para nada aleatoria.
-¡ATRÁS!-Indicó al grupo para volver a una posición segura
Taliesin indicó que los piratas también se encontraban allí. No podía ser casualidad aquella entrada en escena y el repentino cambio en el comportamiento del agua bajo sus pies. Fue entonces cuando Duchard indicó a todo el grupo que echara a correr hacia el objetivo sin dudar un segundo. Quizás no fuese la mejor estrategia, pero visto lo ocurrido, no les quedaba otra.
Mientras corría, Helena seguía intentando concentrarse en precipitarse a los movimientos del agua, pero entre el manejo externo y el poco espacio que dejaba la carrera para la concentración, era realmente una tarea titánica para la bruja. Por suerte, al menos podía predecir bajo sus pies cuándo un géiser estaba a punto de explotar, por lo que en un caso dado, podría tirarse hacia un lado y evitar daños.
Helena llegó al final del valle. Fue la primera en hacerlo, los demás aún estaba esquivando los agujeros y tratando de no meter la pata en sus decisiones. No sabía si podía ayudarlos, pero tenía que intentarlo. De nuevo, se concentró, ya una vez estando a salvo y quieta podría intentar volver a hacer lo de antes.
Para su sorpresa, algo bastante inusual ocurría. Aquellos gritos de "diversión" por parte del agua se transformaron en gritos completamente de controversia y concentración, como si algo realmente grande y malo estuviese a punto de suceder, como si toda la energía que ostentaba aquel lugar de pronto fuese a estallar en una explosión. Helena lo vio claro entonces, el brujo de agua de los piratas sería alguien realmente poderoso si era capaz de algo así, ya que iba a convertir todo el valle en un géiser gigante, lo cual conllevaría a la muerte segura de todos los que allí se encontrasen.
Helena, para ponerse a buen recaudo si la cosa salía mal, subió deprisa la ladera que subía la salida del valle, y desde una posición más elevada y con más ángulo, extendió sus brazos hacia adelante y abrió las palmas de sus manos, empezando de nuevo a concentrarse. Cerró los ojos y se centro de nuevo en aquel punto de ebullición.
Aquellos alaridos perforaban su cabeza, pero tenía que controlar la situación, no podía hacer que su grupo muriera allí. Sin ellos, estaría sola en una isla desierta llena de piratas.
Así, empezó una especie de batalla mental y mística contra el otro brujo que se encontraba justo al otro lado del valle. Quien más voluntad y resistencia mental tuviera ganaría aquel combate.
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-Muy mala. Helena pierde la batalla contra el brujo y el valle se ve envuelto en una explosión de un géiser gigante. Taliesin y Duchard salen malheridos, Lugos y el marinero mueren.
-Mala. Helena pierde la batalla contra el brujo y todos los géiseres a la vez sueltan su más potente chorro de agua hirviendo, convirtiendo el lugar en una zona peligrosa. Taliesin y Duchard salen heridos. Lugos sale malherido. El marinero muere.
-Neutra. Helena gana la batalla contra el brujo, pero queda muy exhausta y no puede mantenerse en pie en el siguiente turno, por lo que el otro brujo sigue manejando los géiseres a su antojo, aunque no con la intención de hacer explotar el valle debido al derroche de energía anterior. Talieisn y Duchard se salvan. Lugos sale herido. El marinero muere.
-Buena. Helena gana la batalla contra el brujo. Queda cansada y en el próximo turno no podrá usar ningún poder ni habilidad física. Taliesin, Duchard y Lugos se salvan. El marinero queda herido.
-Muy buena. Helena gana la batalla contra el brujo y todos se salvan. Le seguirá un poco de cansancio, pero podrá con ello.
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
El miembro 'Helena Rhodes' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
A ambos lados surgían chorros de agua de manera imprevisible y violenta, uno tras otro como si un dios del agua enfurecido hubiera tomado control del valle. Entre los vapores y la oscuridad se hacía difícil orientarse, pero Taliesin podía ver mejor que los humanos, y aún recordaba el camino que había trazado, su mejor apuesta para sobrevivir. Tiró de Lugos, al único al que pudo encontrar cerca, para llamar su atención y que lo siguiera. La edad del hombre mayor se hacía notar en el ritmo con el que avanzaba; corrió todo lo que pudo, pero su respiración se entrecortaba y no lograba seguir el ritmo. El vampiro redujo el suyo para mantenerse con él.
A su derecha, siguiendo un camino más peligroso pero directo, vio correr al capitán y el marinero. Muy por delante de ellos estaba Helena, ya llegando al final del valle. Parecía que aquella bruja sacaba fuerzas de la nada. Pero este pensamiento fue interrumpido en su mente por un temblor de tierra y un géiser que se alzó al instante justo frente a ellos.
- ¡Lugos! - gritó Taliesin, e intentó correr hacia él.
Pero el agua hirviendo ya comenzaba a caer, y Taliesin sólo pudo protegerse a sí mismo con la enorme hoja y su propia capa. Sintió el brusco tapeteo de las gotas caer sobre aquel improvisado paraguas, una súbita oleada de calor a su alrededor, el olor a azufre. Y al mismo tiempo que todo esto, escuchó el grito de Lugos.
Corrió hasta él. El hombre estaba herido, pero no de gravedad. Se había cubierto decentemente tras unas rocas y ocultando su cara con sus brazos, por lo cual su rostro estaba intacto, pero sus manos ya mostraban un intenso color rojo.
- Vamos, vamos, vamos - instó Taliesin repetidamente, y lo empujó para que siguiera corriendo. No era momento para pararse a considerar heridas.
Los géisers surgían cada pocos segundos, pero ya no tan cerca. El camino que el vampiro había trazado ayudó a que consiguieran llegar al final del valle, y finalmente pudieran mirar hacia atrás, a la extensión de tierra que habían cruzado. En la colina al otro lado, aquellas figuras comenzaron a moverse.
Taliesi y Lugos eran los últimos en llegar. Cuando volvió a mirar hacia delante, Taliesin pudo contar a Helena y a Duchard, pero el otro marinero no estaba allí. Duchard, en ese momento, descartaba a un lado la hoja medio rota, y fruncía los labios en un gesto descontento. Se quitó, por un momento, el sombrero.
- Kristian y Erik no han tenido una buena muerte - dijo por lo bajo, claramente frustrado -. Pero me alegro de aún contar contigo, Lugos.
- Veré el final de toda esta aventura - respondió el viejo, con una breve carcajada que a duras penas ocultaba el dolor que debía sentir -, aunque sea la última que viva. Me llevo algunas quemaduras, eso sí.
- Kristian tenía vendas y unas pomadas.
Y, al morir el marinero, las habían perdido.
- Aguantaré. Tenemos que seguir - ahora que había recuperado un poco de su aliento, Lugos comenzó a caminar otra vez, sin pararse a remediar ni aliviar sus quemaduras -. Si esos piratas nos siguen, podrán alcanzarnos en poco más de una hora.
- Muchas gracias por su ayuda, señorita Helena - le dedicó Duchard justo antes de comenzar a andar otra vez -. Sin ella, habríamos muerto todos aquí.
Taliesin, en este tiempo, había estado observando directamente a la bruja. No era su imaginación: aunque Helena era orgullosa y escondía su debilidad, estaba claramente y comprensiblemente exhausta
- No tienes buen aspecto - le dijo, directo al grano, y prosiguió en tono urgente y tajante -. Te ayudaré a andar. Te cargaré si hace falta. Por los dioses, pareces a punto de desfallecer.
Estaba resuelto en lo que decía, y haciendo caso omiso de la distancia que había aprendido que Helena necesitaba, la asió por debajo de su brazo izquierdo y la agarró del derecho, para que así ella apoyara su peso en él.
A los peligros que ya conocían, a la carrera contrarreloj para volver antes del alba, a las incógnitas aún por descubrir de la isla, se añadía ahora la certeza de que los piratas sabían dónde se encontraban, y que estaban dispuestos a matarlos a todos. En estas circunstancias, el enfado de Helena era algo que Taliesin estaba dispuesto a afrontar. Y más aún, se resentía a dejar que ella sola sufriera aquella carrera, después de todo lo que había hecho por ellos. Como dijo: si hacía falta, la cargaría.
----
Ahora el paso de la comitiva era apresurado. Duchard, mientras caminaba, echó agua en las quemaduras de Lugos y las cubrió como pudo con una tela. Ni para eso se permitieron un segundo más de pausa.
Tardaron unos fatigosos veinte minutos en volver a escalar la colina, desde lo alto de la cual pudieron ver lo siguiente que les esperaba. Frente a ellos se extendía una pendiente no muy pronunciada, que poco a poco los acercaría al pico de una montaña directamente situada ante ellos. El paisaje, de nuevo, contrastaba con los anteriores: repleto de flores silvestres y dominado por el alto pico elevado ante ellos.
El aire se hacía más frío a medida que subían, de tal forma que la anterior calidez tropical parecía muy lejana. Aún seguían el mapa de Duchard; pero Taliesin se dio cuenta de que la brújula ahora apuntaba directamente frente a ellos, y aquello le dio nuevas esperanzas y fuerzas. De esta manera llegaron al siguiente obstáculo, el último conocido: cuando el camino se interrumpió de golpe frente a un acantilado, encontraron un primer puente colgante que atravesaba un abismo bajo sus pies.
A su derecha, siguiendo un camino más peligroso pero directo, vio correr al capitán y el marinero. Muy por delante de ellos estaba Helena, ya llegando al final del valle. Parecía que aquella bruja sacaba fuerzas de la nada. Pero este pensamiento fue interrumpido en su mente por un temblor de tierra y un géiser que se alzó al instante justo frente a ellos.
- ¡Lugos! - gritó Taliesin, e intentó correr hacia él.
Pero el agua hirviendo ya comenzaba a caer, y Taliesin sólo pudo protegerse a sí mismo con la enorme hoja y su propia capa. Sintió el brusco tapeteo de las gotas caer sobre aquel improvisado paraguas, una súbita oleada de calor a su alrededor, el olor a azufre. Y al mismo tiempo que todo esto, escuchó el grito de Lugos.
Corrió hasta él. El hombre estaba herido, pero no de gravedad. Se había cubierto decentemente tras unas rocas y ocultando su cara con sus brazos, por lo cual su rostro estaba intacto, pero sus manos ya mostraban un intenso color rojo.
- Vamos, vamos, vamos - instó Taliesin repetidamente, y lo empujó para que siguiera corriendo. No era momento para pararse a considerar heridas.
Los géisers surgían cada pocos segundos, pero ya no tan cerca. El camino que el vampiro había trazado ayudó a que consiguieran llegar al final del valle, y finalmente pudieran mirar hacia atrás, a la extensión de tierra que habían cruzado. En la colina al otro lado, aquellas figuras comenzaron a moverse.
Taliesi y Lugos eran los últimos en llegar. Cuando volvió a mirar hacia delante, Taliesin pudo contar a Helena y a Duchard, pero el otro marinero no estaba allí. Duchard, en ese momento, descartaba a un lado la hoja medio rota, y fruncía los labios en un gesto descontento. Se quitó, por un momento, el sombrero.
- Kristian y Erik no han tenido una buena muerte - dijo por lo bajo, claramente frustrado -. Pero me alegro de aún contar contigo, Lugos.
- Veré el final de toda esta aventura - respondió el viejo, con una breve carcajada que a duras penas ocultaba el dolor que debía sentir -, aunque sea la última que viva. Me llevo algunas quemaduras, eso sí.
- Kristian tenía vendas y unas pomadas.
Y, al morir el marinero, las habían perdido.
- Aguantaré. Tenemos que seguir - ahora que había recuperado un poco de su aliento, Lugos comenzó a caminar otra vez, sin pararse a remediar ni aliviar sus quemaduras -. Si esos piratas nos siguen, podrán alcanzarnos en poco más de una hora.
- Muchas gracias por su ayuda, señorita Helena - le dedicó Duchard justo antes de comenzar a andar otra vez -. Sin ella, habríamos muerto todos aquí.
Taliesin, en este tiempo, había estado observando directamente a la bruja. No era su imaginación: aunque Helena era orgullosa y escondía su debilidad, estaba claramente y comprensiblemente exhausta
- No tienes buen aspecto - le dijo, directo al grano, y prosiguió en tono urgente y tajante -. Te ayudaré a andar. Te cargaré si hace falta. Por los dioses, pareces a punto de desfallecer.
Estaba resuelto en lo que decía, y haciendo caso omiso de la distancia que había aprendido que Helena necesitaba, la asió por debajo de su brazo izquierdo y la agarró del derecho, para que así ella apoyara su peso en él.
A los peligros que ya conocían, a la carrera contrarreloj para volver antes del alba, a las incógnitas aún por descubrir de la isla, se añadía ahora la certeza de que los piratas sabían dónde se encontraban, y que estaban dispuestos a matarlos a todos. En estas circunstancias, el enfado de Helena era algo que Taliesin estaba dispuesto a afrontar. Y más aún, se resentía a dejar que ella sola sufriera aquella carrera, después de todo lo que había hecho por ellos. Como dijo: si hacía falta, la cargaría.
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Ahora el paso de la comitiva era apresurado. Duchard, mientras caminaba, echó agua en las quemaduras de Lugos y las cubrió como pudo con una tela. Ni para eso se permitieron un segundo más de pausa.
Tardaron unos fatigosos veinte minutos en volver a escalar la colina, desde lo alto de la cual pudieron ver lo siguiente que les esperaba. Frente a ellos se extendía una pendiente no muy pronunciada, que poco a poco los acercaría al pico de una montaña directamente situada ante ellos. El paisaje, de nuevo, contrastaba con los anteriores: repleto de flores silvestres y dominado por el alto pico elevado ante ellos.
El aire se hacía más frío a medida que subían, de tal forma que la anterior calidez tropical parecía muy lejana. Aún seguían el mapa de Duchard; pero Taliesin se dio cuenta de que la brújula ahora apuntaba directamente frente a ellos, y aquello le dio nuevas esperanzas y fuerzas. De esta manera llegaron al siguiente obstáculo, el último conocido: cuando el camino se interrumpió de golpe frente a un acantilado, encontraron un primer puente colgante que atravesaba un abismo bajo sus pies.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Helena aguantaba como podía. Le mantenía el pulso a ese otro brujo con todas las energías que tenía. Aun estando medio afligida del encontronazo con la planta carnívora, la Rhodes tenía aguante para mucho más. Las heridas superficiales no dolían tanto como las pequeñas aberturas en su mente que poco a poco se abrían paso y destrozaban su voluntad y resistencia.
El homólogo de Helena tampoco salió del todo bien de aquello, aunque seguía controlando los géiseres, ya había gastado demasiada energía en intentar hacer frente a la bruja como para seguir con su plan de hacer explotar todo aquello. Más que una victoria para alguno de los dos, eso terminó en un empate.
Helena vio cómo Taliesin y Lugos, que fueron los últimos en llegar, se ponían a salvo y escapaban de todo peligro, fue entonces cuando desistió en su afán y bajó los brazos muy cansada. Apenas podía mantenerse en pie. Incluso le temblaban un poco las rodillas. Su cara se denotaba exhausta, y respiraba a ritmo acelerado, aunque con un deje cansino.
Aunque no todo había salido bien, ya que uno de los marineros no pudo sobrevivir a un desafortunado encuentro con uno de los géiseres, y su vida acabó de forma trágica y dolorosa.
Helena bajó a duras penas de la posición en la que estaba hacia el lugar donde lo que quedaba de grupo se había reunido.
-...No ha sido nada...-Dijo, con un tono notablemente cansado.-...Estoy bien-Contestó de un modo seco a lo que Taliesin le dijo. Acto seguido, le miró toda seria y haciendo ver que seguía tan normal, aunque era inútil tratar de esconderlo-...Q-que no me... Ayudes
De nuevo, las rodillas, y acto seguido, sus dos piernas empezaron a temblarle. Mientras, ella hacía un gran esfuerzo por mantenerse en pie, mientras arrugaba el rostro en el proceso. Cuando estuvo apunto de perder las fuerzas, el vampiro la ayudó a mantenerse en pie, agarrándola así y pasando su hombro por encima de los suyos propios.
No dijo nada, ni tampoco intentó zafarse, ya que sabía que sería inútil al no disponer de las fuerzas suficientes para ello. Simplemente se dejó llevar mientras adoptaba una mueca de desagrado. No le gustaba verse así de vulnerable.
Llegaron al tercer escenario, y último conocido; los puentes colgantes. Aquí se suponía que no habría mucho peligro, tan solo había que cruzar todo aquello con cierto viento que racheaba y movía los puentes de una forma poco apetecible, pero no tendrían que combatir con nadie ni nada, tan solo con la suerte de que aquello se mantuviera estable y seguro para pasar.
Helena llegó ayudada por Taliesin a duras penas. Todo lo que tuvieron que subir fue una travesía que le costó más de lo que en un principio hubiese creído. Estaba tan débil que incluso empezaba a ver borroso.
-Ya casi hemos llegado-Dijo Lugos mientras todo el grupo se disponía a observar el maravilloso paisaje que tenían por delante, todo un acantilado lleno de picos altos y un fondo tan negro que la vista no llegaba a ver qué había abajo con exactitud.
Los tres hombres empezaron a hablar entre sí, pero Helena escuchaba sus voces cada vez más lejos. La rubia agachó la cabeza y cerró los ojos con fuerza. Algo andaba mal. Se sentía fuera de este mundo, y totalmente desorientada.
-...-Soltó un leve gemido antes de levantar de nuevo la vista... Craso error. Todo se le nubló y la imagen que sus ojos les mostraban se revolvía en una espiral que llegó seguida de un agudo dolor de cabeza y fatiga. Acto seguido, la bruja se desmayó.
El homólogo de Helena tampoco salió del todo bien de aquello, aunque seguía controlando los géiseres, ya había gastado demasiada energía en intentar hacer frente a la bruja como para seguir con su plan de hacer explotar todo aquello. Más que una victoria para alguno de los dos, eso terminó en un empate.
Helena vio cómo Taliesin y Lugos, que fueron los últimos en llegar, se ponían a salvo y escapaban de todo peligro, fue entonces cuando desistió en su afán y bajó los brazos muy cansada. Apenas podía mantenerse en pie. Incluso le temblaban un poco las rodillas. Su cara se denotaba exhausta, y respiraba a ritmo acelerado, aunque con un deje cansino.
Aunque no todo había salido bien, ya que uno de los marineros no pudo sobrevivir a un desafortunado encuentro con uno de los géiseres, y su vida acabó de forma trágica y dolorosa.
Helena bajó a duras penas de la posición en la que estaba hacia el lugar donde lo que quedaba de grupo se había reunido.
-...No ha sido nada...-Dijo, con un tono notablemente cansado.-...Estoy bien-Contestó de un modo seco a lo que Taliesin le dijo. Acto seguido, le miró toda seria y haciendo ver que seguía tan normal, aunque era inútil tratar de esconderlo-...Q-que no me... Ayudes
De nuevo, las rodillas, y acto seguido, sus dos piernas empezaron a temblarle. Mientras, ella hacía un gran esfuerzo por mantenerse en pie, mientras arrugaba el rostro en el proceso. Cuando estuvo apunto de perder las fuerzas, el vampiro la ayudó a mantenerse en pie, agarrándola así y pasando su hombro por encima de los suyos propios.
No dijo nada, ni tampoco intentó zafarse, ya que sabía que sería inútil al no disponer de las fuerzas suficientes para ello. Simplemente se dejó llevar mientras adoptaba una mueca de desagrado. No le gustaba verse así de vulnerable.
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Llegaron al tercer escenario, y último conocido; los puentes colgantes. Aquí se suponía que no habría mucho peligro, tan solo había que cruzar todo aquello con cierto viento que racheaba y movía los puentes de una forma poco apetecible, pero no tendrían que combatir con nadie ni nada, tan solo con la suerte de que aquello se mantuviera estable y seguro para pasar.
Helena llegó ayudada por Taliesin a duras penas. Todo lo que tuvieron que subir fue una travesía que le costó más de lo que en un principio hubiese creído. Estaba tan débil que incluso empezaba a ver borroso.
-Ya casi hemos llegado-Dijo Lugos mientras todo el grupo se disponía a observar el maravilloso paisaje que tenían por delante, todo un acantilado lleno de picos altos y un fondo tan negro que la vista no llegaba a ver qué había abajo con exactitud.
Los tres hombres empezaron a hablar entre sí, pero Helena escuchaba sus voces cada vez más lejos. La rubia agachó la cabeza y cerró los ojos con fuerza. Algo andaba mal. Se sentía fuera de este mundo, y totalmente desorientada.
-...-Soltó un leve gemido antes de levantar de nuevo la vista... Craso error. Todo se le nubló y la imagen que sus ojos les mostraban se revolvía en una espiral que llegó seguida de un agudo dolor de cabeza y fatiga. Acto seguido, la bruja se desmayó.
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Helena perdió el conocimiento. Taliesin sintió el peso de la bruja cuando esta dejó de tenerse en pie, y la agarró antes de que cayera al suelo. Miró a sus espaldas, preocupado: no veía a los piratas, pero no podía permitirse parar y esperar a que la asesina recobrara el sentido. Y tampoco la dejaría allí. No tenía otro remedio, y como bien pudo la levantó en volandas.
- Kristian también tenía cuerda - suspiró Duchard con derrotismo, agarrando el primer poste que daba inicio a los puentes.
Les habría venido bien algo que pudiera haberles dado más seguridad.
Frente a ellos, un súbito vendaval sacudió los puentes que debían cruzar. Las maderas crujieron y las cuerdas se tensaron. Tanto como la vista que iban a atravesar era hermosa, la caída a sus pies era pronunciada, y a Taliesin lo invadió un súbito vértigo cuando comenzó a caminar sobre las tablas. Duchard lideraba la marcha, caminando con precaución, probando cada madera antes de apoyar su peso en ella, y señalando los peligros a los que seguían. Lo seguía Lugos y, finalmente, Taliesin, con Helena en brazos.
Se imaginó cómo la bruja podría haber caminado con facilidad por aquellos puentes; con su equilibrio felino podría haberlos atravesado con seguridad y haber llegado al otro lado la primera. Ahora, en cambio, podía ser que muriera sin siquiera ser consciente de ello, si el vampiro daba un mal paso. Al llevarla en volandas, ni siquiera podía agarrarse a nada, acrecentando su precariedad.
Quizás en reciprocidad a cómo lo había esperado él antes, Lugos se detenía para recordarle a Taliesin los mejores lugares en los que pisar, y Duchard a su vez esperaba al viejo antes de seguir avanzando. Cada vez que se levantaba el viento, Duchard se asía a las cuerdas con una mano y a Lugos con la otra; y el viejo, a pesar de sus quemaduras, se asía a su vez a Taliesin. Más de una vez le devolvió el equilibrio así, siendo su punto de apoyo, cuando el vampiro lo había perdido. Cualquiera de aquellas veces, sin él, podría haber caído al vacío.
- Ya casi estamos - repetía Lugos.
Los puentes parecían eternos, y sólo unas pocas veces llegaron a una cornisa firme en la que descansar y retomar fuerzas. Esperaban a que el viento menguara y Taliesin tomaba aquella excusa para descansar.
- Helena - probaba a llamarla cada vez, y la sacudía un poco para intantar despertarla. Pero estaba completamente apagada.
Así continuaron puente tras puente. Era quizás la parte menos salvaje del viaje, pero la más terrorífica si uno se detenía a mirar bajo sus pies. Cuando llegaron al final, Taliesin se arrodilló despacio para dejar a Helena en el suelo, y al fin inspiró todo el aire que había estado conteniendo en sus pulmones. Sus músculos temblaban, por el esfuerzo de cargar a la bruja tanto tiempo así como por la tensión al cruzar los puentes. Soltó una breve risa.
Miró hacia arriba. Se encontraban ante un muro vertical de una piedra diferente del resto de la montaña. Era translúcido, como una lámina de alabastro, y al igual que éste tenía vetas más oscuras que lo recorrían sobre un fondo de un blanco crudo. Frente al mismo, como surgiendo del suelo, había un recipiente tallado en roca, de un color rojo tan oscuro que parecía negro. Su exterior había sido tallado de manera basta, pero el interior parecía pulido, y desaparecía hacia el interior de la montaña, formando un pequeño canal de a penas unos milímetros de diámetro.
- ¿Ahora qué? - Preguntó Taliesin, aún en el suelo. Escuchaba el viento a sus espaldas azotar los puentes de madera.
Duchard se acercó hasta la pared blanca y posó una mano sobre aquella superficie lisa. Empujó, pero no ocurrió nada. Lugos no apartó su mirada de Taliesin.
- ¿Qué te dice la brújula? - le preguntó.
Si bien la había apartado de su consciencia durante aquel último periplo, algo había estado tirando de su inconsciente todo este tiempo. La brújula. La sacó para mirarla: apuntaba directamente hacia delante, hacia la puerta... No, hacia aquel pedestal... No, hacia...
- ¿Helena...? - murmuró.
Aunque no pudo explicarlo, Taliesin estuvo seguro de que la brújula la apuntaba a ella. La bruja seguía inconsciente frente a él, vulnerable y por su aspecto, diríase, muerta. Podría haber muerto mil veces de camino hasta allí; ¿y si realmente había sucumbido, y lo que tenía delante no era más que un cuerpo, un fantasma todavía tangible y caliente?
- Dentro de este recipiente - continuó Lugos, ahora mirando a aquella tosca talla -, el difunto Duchard y yo encontramos restos de sangre. Y, créeme, le dimos sangre. Pero no hicimos lo que pedía la moneda. Lo que la brújula debe estar pidiéndote ahora mismo.
Taliesin recordó el sueño en el que aparecía manchado de sangre y con una daga; o más que recordarlo, volvió a verlo. El sueño tenía dos finales; en uno Skatha se clavaba el puñal a sí mismo en el corazón, y el el otro degollaba a Helena, y vertía su sangre sobre aquella roca negra. Su mano, poco a poco, se dirigió al puñal que llevaba al cinto, pero no se dio cuenta de ello hasta que lo tuvo en su mano.
- ¿Qué estoy haciendo?
Al escuchar la pregunta, Duchard se dio la vuelta y abrió los ojos como platos. Llevó la mano al cinto y desenfundó su espada.
- Señor Skatha - le advirtió -, no hemos llegado hasta aquí para matarnos los unos a los otros.
Mantuvo la espada en alto, la mirada dura y la pose segura, tras la cual se adivinaba una creciente confusión. Lugos llegó hasta él y le hizo bajar la espada.
- La obsesión es la llave - le dijo a Duchard, y después miró otra vez a Taliesin -. La obsesión de tu padre, la mía, y ahora la de Helena y la de Taliesin. Cuando estás con ese jodido medallón, te penetra, y nunca logras librarte del todo de ella. Vives con ella, sueñas con ella. Te pesa en el corazón y en la cabeza. Te pesa en la sangre - recalcó -. En la sangre sobre todo. Esa obsesión es lo que necesitamos para abrir la puerta.
- ¿Por eso jamás me permitisteis...?
- ... Tocar el medallón. Helena ya está consumida por él. Su sangre servirá. Y está inconsciente.
Tanto Duchard como Taliesin miraron a Helena. El primero estaba claramente escandalizado. El segundo, extrañamente inmóvil.
- ¡Jamás hablaste de esta locura, Lugos! ¡No puedes matar a una mujer indefensa!
- Lo haremos por la memoria de tu padre y por que su espíritu descanse en paz. Y no la mataré yo - aclaró, mirando al vampiro.
Taliesin clavó su vista en sus manos. En una sujetaba la brújula, y en la otra el puñal. Frente a sí, tenía a Helena. Y por más que lo intentaba, no dejaba de verla muerta. Respiró fuerte, intentando hacer que aquella visión se disipara. Pero la niebla sólo se intensificaba; y no supo con seguridad lo que hizo a continuación.
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Runa para la voluntad de Taliesin (y la suerte de Helena):
Muy mala: Taliesin no logra imponerse al poder de la brújula. Levanta el puñal con intención de clavarlo en el cuerpo de Helena. Intentará matarla y sacrificar su sangre.
Mala: Taliesin no logra imponerse al poder de la brújula. Pero sí lo resiste. Grita y se aparta de Helena, aunque a continuación intentará matarla a ella, o a quien intente detenerlo.
Neutra: Taliesin lucha contra el poder de la brújula. Grita y se aparta de Helena, resistiéndose a hacerle daño; pero el artefacto quiere sangre, y ataca en su lugar a otro de los presentes.
Buena: Taliesin logra resistirse al hechizo. Clava el puñal en el suelo en lugar de atacar, pero se encuentra inmovilizado durante el turno de Helena.
Muy buena: Taliesin logra se sobrepone al hechizo. Su prioridad es proteger a Helena.
- Kristian también tenía cuerda - suspiró Duchard con derrotismo, agarrando el primer poste que daba inicio a los puentes.
Les habría venido bien algo que pudiera haberles dado más seguridad.
Frente a ellos, un súbito vendaval sacudió los puentes que debían cruzar. Las maderas crujieron y las cuerdas se tensaron. Tanto como la vista que iban a atravesar era hermosa, la caída a sus pies era pronunciada, y a Taliesin lo invadió un súbito vértigo cuando comenzó a caminar sobre las tablas. Duchard lideraba la marcha, caminando con precaución, probando cada madera antes de apoyar su peso en ella, y señalando los peligros a los que seguían. Lo seguía Lugos y, finalmente, Taliesin, con Helena en brazos.
Se imaginó cómo la bruja podría haber caminado con facilidad por aquellos puentes; con su equilibrio felino podría haberlos atravesado con seguridad y haber llegado al otro lado la primera. Ahora, en cambio, podía ser que muriera sin siquiera ser consciente de ello, si el vampiro daba un mal paso. Al llevarla en volandas, ni siquiera podía agarrarse a nada, acrecentando su precariedad.
Quizás en reciprocidad a cómo lo había esperado él antes, Lugos se detenía para recordarle a Taliesin los mejores lugares en los que pisar, y Duchard a su vez esperaba al viejo antes de seguir avanzando. Cada vez que se levantaba el viento, Duchard se asía a las cuerdas con una mano y a Lugos con la otra; y el viejo, a pesar de sus quemaduras, se asía a su vez a Taliesin. Más de una vez le devolvió el equilibrio así, siendo su punto de apoyo, cuando el vampiro lo había perdido. Cualquiera de aquellas veces, sin él, podría haber caído al vacío.
- Ya casi estamos - repetía Lugos.
Los puentes parecían eternos, y sólo unas pocas veces llegaron a una cornisa firme en la que descansar y retomar fuerzas. Esperaban a que el viento menguara y Taliesin tomaba aquella excusa para descansar.
- Helena - probaba a llamarla cada vez, y la sacudía un poco para intantar despertarla. Pero estaba completamente apagada.
Así continuaron puente tras puente. Era quizás la parte menos salvaje del viaje, pero la más terrorífica si uno se detenía a mirar bajo sus pies. Cuando llegaron al final, Taliesin se arrodilló despacio para dejar a Helena en el suelo, y al fin inspiró todo el aire que había estado conteniendo en sus pulmones. Sus músculos temblaban, por el esfuerzo de cargar a la bruja tanto tiempo así como por la tensión al cruzar los puentes. Soltó una breve risa.
Miró hacia arriba. Se encontraban ante un muro vertical de una piedra diferente del resto de la montaña. Era translúcido, como una lámina de alabastro, y al igual que éste tenía vetas más oscuras que lo recorrían sobre un fondo de un blanco crudo. Frente al mismo, como surgiendo del suelo, había un recipiente tallado en roca, de un color rojo tan oscuro que parecía negro. Su exterior había sido tallado de manera basta, pero el interior parecía pulido, y desaparecía hacia el interior de la montaña, formando un pequeño canal de a penas unos milímetros de diámetro.
- ¿Ahora qué? - Preguntó Taliesin, aún en el suelo. Escuchaba el viento a sus espaldas azotar los puentes de madera.
Duchard se acercó hasta la pared blanca y posó una mano sobre aquella superficie lisa. Empujó, pero no ocurrió nada. Lugos no apartó su mirada de Taliesin.
- ¿Qué te dice la brújula? - le preguntó.
Si bien la había apartado de su consciencia durante aquel último periplo, algo había estado tirando de su inconsciente todo este tiempo. La brújula. La sacó para mirarla: apuntaba directamente hacia delante, hacia la puerta... No, hacia aquel pedestal... No, hacia...
- ¿Helena...? - murmuró.
Aunque no pudo explicarlo, Taliesin estuvo seguro de que la brújula la apuntaba a ella. La bruja seguía inconsciente frente a él, vulnerable y por su aspecto, diríase, muerta. Podría haber muerto mil veces de camino hasta allí; ¿y si realmente había sucumbido, y lo que tenía delante no era más que un cuerpo, un fantasma todavía tangible y caliente?
- Dentro de este recipiente - continuó Lugos, ahora mirando a aquella tosca talla -, el difunto Duchard y yo encontramos restos de sangre. Y, créeme, le dimos sangre. Pero no hicimos lo que pedía la moneda. Lo que la brújula debe estar pidiéndote ahora mismo.
Taliesin recordó el sueño en el que aparecía manchado de sangre y con una daga; o más que recordarlo, volvió a verlo. El sueño tenía dos finales; en uno Skatha se clavaba el puñal a sí mismo en el corazón, y el el otro degollaba a Helena, y vertía su sangre sobre aquella roca negra. Su mano, poco a poco, se dirigió al puñal que llevaba al cinto, pero no se dio cuenta de ello hasta que lo tuvo en su mano.
- ¿Qué estoy haciendo?
Al escuchar la pregunta, Duchard se dio la vuelta y abrió los ojos como platos. Llevó la mano al cinto y desenfundó su espada.
- Señor Skatha - le advirtió -, no hemos llegado hasta aquí para matarnos los unos a los otros.
Mantuvo la espada en alto, la mirada dura y la pose segura, tras la cual se adivinaba una creciente confusión. Lugos llegó hasta él y le hizo bajar la espada.
- La obsesión es la llave - le dijo a Duchard, y después miró otra vez a Taliesin -. La obsesión de tu padre, la mía, y ahora la de Helena y la de Taliesin. Cuando estás con ese jodido medallón, te penetra, y nunca logras librarte del todo de ella. Vives con ella, sueñas con ella. Te pesa en el corazón y en la cabeza. Te pesa en la sangre - recalcó -. En la sangre sobre todo. Esa obsesión es lo que necesitamos para abrir la puerta.
- ¿Por eso jamás me permitisteis...?
- ... Tocar el medallón. Helena ya está consumida por él. Su sangre servirá. Y está inconsciente.
Tanto Duchard como Taliesin miraron a Helena. El primero estaba claramente escandalizado. El segundo, extrañamente inmóvil.
- ¡Jamás hablaste de esta locura, Lugos! ¡No puedes matar a una mujer indefensa!
- Lo haremos por la memoria de tu padre y por que su espíritu descanse en paz. Y no la mataré yo - aclaró, mirando al vampiro.
Taliesin clavó su vista en sus manos. En una sujetaba la brújula, y en la otra el puñal. Frente a sí, tenía a Helena. Y por más que lo intentaba, no dejaba de verla muerta. Respiró fuerte, intentando hacer que aquella visión se disipara. Pero la niebla sólo se intensificaba; y no supo con seguridad lo que hizo a continuación.
----
Runa para la voluntad de Taliesin (y la suerte de Helena):
Muy mala: Taliesin no logra imponerse al poder de la brújula. Levanta el puñal con intención de clavarlo en el cuerpo de Helena. Intentará matarla y sacrificar su sangre.
Mala: Taliesin no logra imponerse al poder de la brújula. Pero sí lo resiste. Grita y se aparta de Helena, aunque a continuación intentará matarla a ella, o a quien intente detenerlo.
Neutra: Taliesin lucha contra el poder de la brújula. Grita y se aparta de Helena, resistiéndose a hacerle daño; pero el artefacto quiere sangre, y ataca en su lugar a otro de los presentes.
Buena: Taliesin logra resistirse al hechizo. Clava el puñal en el suelo en lugar de atacar, pero se encuentra inmovilizado durante el turno de Helena.
Muy buena: Taliesin logra se sobrepone al hechizo. Su prioridad es proteger a Helena.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
El miembro 'Taliesin Skatha' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Todo quedó en silencio para ella. Se encontraba con los ojos cerrados, en un espacio infinito totalmente negro. Estaba sentada, con las piernas cruzadas y en una pose relajada.
Antes de interrumpir el leve y armónico sonido de las olas, Helena abrió los ojos con expectación.
-...Madre-Dijo, con cierto temor por lo que pasó la última vez que tuvo una experiencia parecida
-No. No soy tu madre Helena.-Comentó, con una voz con algo de eco-Tú me ves como ella, porque quien me ve tan solo puede discernir al ser que más ama
-¿Y quién eres entonces?
-Soy el medallón-Contestó. Acto seguido, observó su alrededor.-Este lugar. Es importante para ti, ¿No?-Se volteó, mirando al infinito mar que se extendía hasta el horizonte-Es bonito
-...-Durante unos segundos, no dijo nada-Tú me has causado muchos problemas
-Insomnio, obsesión y locura-Dijo, aún dándole la espalda a la bruja-Pero gente como tú es la que debe encontrarme.
-¿"Gente como yo"?-Preguntó
-Gente especial
-¿Qué guardas exactamente?
-Ya lo descubrirás-Respondió-Puede que los métodos utilizados para hacerte venir no sean del todo correctos moralmente, y puede que veas que todo esto de ha venido demasiado grande, pero créeme; valdrá la pena. Al menos para el que logre entrar...
-...¿Qué quieres decir?
-La gente que se obsesiona conmigo, debe morir. Su sangre debe de ser vertida casi por completo en un recipiente
Eso último asustó a la bruja, que dio un paso atrás, alerta.
-El que debe seguir con esto es Taliesin Skatha. Pero ahora está un poco conmocionado, ya que le he ordenado que te matase. Si su voluntad se rompe por completo y su mente se resquebraja... Morirá. Debería de haberse dejado llevar...-Se volteó para mirar a la bruja. Acto seguido, le dedicó una sonrisa afectuosa-Pero tranquila; tienes a otra persona válida contigo. Puedes salvarte, aunque Taliesin muera.-Tras unos segundos de silencio, la bruja mostró un gesto de duda, y la otra mujer siguió explicándose-Lugos es el que debe morir, y el que te trajo para sacrificarte, para así librarse él de su destino. Él te... Traicionó
...
Esa última palabra resonó por todas partes en la mente de Helena, que rebotaba una y otra vez, repitiéndose con eco y en bucle. Poco a poco, todo a su alrededor, incluida la silueta de su madre, empezó a desvanecerse.
Escuchó un grito desgarrador. Era la voz de Taliesin. La bruja se encontraba tendida en el suelo, podía notarlo. De pronto, abrió los ojos como platos y un espasmo en todo su cuerpo hizo que se reincorporase sentada.
En ese momento pudo ver cómo Taliesin se abalanzaba hacia Lugos y sin piedad empezaba a apuñalarlo varias veces hasta finalmente degollarlo y hacerle caer al suelo. Esa escena tan impactante pilló por sorpresa a Helena, que tan solo pudo quedarse mirando consternada y casi horrorizada, al igual que Duchard.
Como si estuviera en trance y fuera de sí, el vampiro lejos de parar, agarró el cuerpo del anciano y lo llevó en volandas hasta el altar. Su rostro denotaba que no era él. Estaba poseído. ¿También era por el maldito medallón? ¿Hacían falta tantas desgracias para satisfacer los deseos de tal maldición?
Duchard no dudó en apuntar su espada contra Taliesin, medio temblando por haber sido testigo de principio a fin por lo sucedido.
-¡S-señor Skatha...!-Tragó saliva y dio un paso al frente, decidido-¿Q-qué ha hecho?-Preguntó, horrorizado
El vampiro, después de verter casi por completo la sangre del cadáver de Lugos en el recipiente de de dejar reposar al cuerpo a un lado, miró al Capitán, con los ojos totalmente en blanco y un rostro frío y carente de emociones.
Helena entonces se levantó y fue corriendo a interponerse entre ambos hombres. Le daba igual su cansancio, y por más que sus heridas escocían, todo quedaba en un segundo plano.
La bruja, al llegar, abrió y alzó, no llegando a la media altura, la palma de su mano izquierda, en un claro gesto hacia Duchard para que bajase el arma. De momento, este hizo caso omiso a lo que la Rhodes le hizo entender, y esta miró a los ojos a Taliesin.
-¿T-Tali...?-Llamó al vampiro, con la voz entrecortada. Extendió la palma de su mano derecha hacia adelante, intentando que reaccionara, pero no había manera.-¡Jefe, vuelve!-Se acercó unos pasos
-¡Señorita Helena!-La llamó. Entonces la bruja se detuvo por completo-¡Es peligroso, podría atacarla a usted también!
Por un momento, dudó, pero Helena siguió andando hacia Taliesin con cautela. Este seguía mostrando ese rostro frío y casi sin vida. Tan solo su respiración pesada, y que seguía de en pie, podía asegurar que seguía vivo.
-¡Tali, tienes que volver!-Gritó, frustrada-¡Este viaje aún no ha acabado! ¡Tenemos que llegar al final de esto, juntos!-Decía con un tono entre melancólico y esperanzador
En ese entonces, el vampiro, casi rendido, cayó de rodillas, siempre manteniendo el mismo semblante. Al ver eso a Helena se le saltaron las lágrimas y acabó por acercarse del todo a Taliesin, poniéndose también de rodillas y mirándole a los ojos.
-¿Taliesin?...
Tras eso, el vampiro lanzó una exhalación y cerró los ojos, perdiendo por completo las fuerzas y desvaneciéndose hacia adelante. Helena le agarró e impidió que cayera. Fue entonces cuando, con el corazón completamente encogido, rompió a llorar.
-¡TALI, NO!-Lo abrazó con fuerza, mientras sus lágrimas caían desbordadas por sus mejillas-¡No me dejes!-Lloraba desconsolada, mientras apretaba el torso del vampiro contra el suyo propio. Sabía que eso podía significar que lo que le dijo el medallón antes se había cumplido... Duchard, unos metros más atrás, seguía observando la escena, pero con el arma ahora bajada y un gesto consternado.-¡NO ME DEJES!-Pegó un grito desgarrado y agónico, casi dejándose la voz.
...Y ese era el motivo por el que Helena tenía miedo de encariñarse con alguien. Cuando eso ocurría, la otra persona acababa mal, ya fuese muerta o con otros azares del destino poco halagüeños. La vida y la mala suerte habían convertido a la bruja en la persona que era, y la cosa parecía que no iba a cambiar.
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Off: Permiso para mover a Taliesin dado por el propio usuario.
De pronto, notó un olor familiar; el olor a sal y a mar. Una brisa suave y refrescante le acariciaba el rostro. Por un momento, sonrió, feliz y relajada. Una sensación de paz le embriagó. Poco a poco, abrió los ojos porque la luz de un resplandeciente sol le molestaba. Cuando su vista se acostumbró a tanta luz, pudo notar primeramente que estaba sentada en arena fina y blanca, y después de que estaba frente al mar, rodeada de vegetación coralina. No podía ser otro sitio. Era SU sitio; La Playa de la Calma, donde iba de pequeña junto a su familia. | Música de fondo (Se mantiene todo el post) |
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Delante suya apareció un repentino destello, que levitaba en el aire. Era el medallón. Helena entonces se levantó con cuidado y se acercó lentamente. Antes de poder alzar el brazo para agarrarlo, el brillo de este se intensificó hasta llegar a cegar a la rubia. Cuando todo pasó, enfrente suya apareció una figura femenina que reconocía a la perfección; su madre.Antes de interrumpir el leve y armónico sonido de las olas, Helena abrió los ojos con expectación.
-...Madre-Dijo, con cierto temor por lo que pasó la última vez que tuvo una experiencia parecida
-No. No soy tu madre Helena.-Comentó, con una voz con algo de eco-Tú me ves como ella, porque quien me ve tan solo puede discernir al ser que más ama
-¿Y quién eres entonces?
-Soy el medallón-Contestó. Acto seguido, observó su alrededor.-Este lugar. Es importante para ti, ¿No?-Se volteó, mirando al infinito mar que se extendía hasta el horizonte-Es bonito
-...-Durante unos segundos, no dijo nada-Tú me has causado muchos problemas
-Insomnio, obsesión y locura-Dijo, aún dándole la espalda a la bruja-Pero gente como tú es la que debe encontrarme.
-¿"Gente como yo"?-Preguntó
-Gente especial
-¿Qué guardas exactamente?
-Ya lo descubrirás-Respondió-Puede que los métodos utilizados para hacerte venir no sean del todo correctos moralmente, y puede que veas que todo esto de ha venido demasiado grande, pero créeme; valdrá la pena. Al menos para el que logre entrar...
-...¿Qué quieres decir?
-La gente que se obsesiona conmigo, debe morir. Su sangre debe de ser vertida casi por completo en un recipiente
Eso último asustó a la bruja, que dio un paso atrás, alerta.
-El que debe seguir con esto es Taliesin Skatha. Pero ahora está un poco conmocionado, ya que le he ordenado que te matase. Si su voluntad se rompe por completo y su mente se resquebraja... Morirá. Debería de haberse dejado llevar...-Se volteó para mirar a la bruja. Acto seguido, le dedicó una sonrisa afectuosa-Pero tranquila; tienes a otra persona válida contigo. Puedes salvarte, aunque Taliesin muera.-Tras unos segundos de silencio, la bruja mostró un gesto de duda, y la otra mujer siguió explicándose-Lugos es el que debe morir, y el que te trajo para sacrificarte, para así librarse él de su destino. Él te... Traicionó
...
Esa última palabra resonó por todas partes en la mente de Helena, que rebotaba una y otra vez, repitiéndose con eco y en bucle. Poco a poco, todo a su alrededor, incluida la silueta de su madre, empezó a desvanecerse.
_______________________________________________________________
Escuchó un grito desgarrador. Era la voz de Taliesin. La bruja se encontraba tendida en el suelo, podía notarlo. De pronto, abrió los ojos como platos y un espasmo en todo su cuerpo hizo que se reincorporase sentada.
En ese momento pudo ver cómo Taliesin se abalanzaba hacia Lugos y sin piedad empezaba a apuñalarlo varias veces hasta finalmente degollarlo y hacerle caer al suelo. Esa escena tan impactante pilló por sorpresa a Helena, que tan solo pudo quedarse mirando consternada y casi horrorizada, al igual que Duchard.
Como si estuviera en trance y fuera de sí, el vampiro lejos de parar, agarró el cuerpo del anciano y lo llevó en volandas hasta el altar. Su rostro denotaba que no era él. Estaba poseído. ¿También era por el maldito medallón? ¿Hacían falta tantas desgracias para satisfacer los deseos de tal maldición?
Duchard no dudó en apuntar su espada contra Taliesin, medio temblando por haber sido testigo de principio a fin por lo sucedido.
-¡S-señor Skatha...!-Tragó saliva y dio un paso al frente, decidido-¿Q-qué ha hecho?-Preguntó, horrorizado
El vampiro, después de verter casi por completo la sangre del cadáver de Lugos en el recipiente de de dejar reposar al cuerpo a un lado, miró al Capitán, con los ojos totalmente en blanco y un rostro frío y carente de emociones.
Helena entonces se levantó y fue corriendo a interponerse entre ambos hombres. Le daba igual su cansancio, y por más que sus heridas escocían, todo quedaba en un segundo plano.
La bruja, al llegar, abrió y alzó, no llegando a la media altura, la palma de su mano izquierda, en un claro gesto hacia Duchard para que bajase el arma. De momento, este hizo caso omiso a lo que la Rhodes le hizo entender, y esta miró a los ojos a Taliesin.
-¿T-Tali...?-Llamó al vampiro, con la voz entrecortada. Extendió la palma de su mano derecha hacia adelante, intentando que reaccionara, pero no había manera.-¡Jefe, vuelve!-Se acercó unos pasos
-¡Señorita Helena!-La llamó. Entonces la bruja se detuvo por completo-¡Es peligroso, podría atacarla a usted también!
Por un momento, dudó, pero Helena siguió andando hacia Taliesin con cautela. Este seguía mostrando ese rostro frío y casi sin vida. Tan solo su respiración pesada, y que seguía de en pie, podía asegurar que seguía vivo.
-¡Tali, tienes que volver!-Gritó, frustrada-¡Este viaje aún no ha acabado! ¡Tenemos que llegar al final de esto, juntos!-Decía con un tono entre melancólico y esperanzador
En ese entonces, el vampiro, casi rendido, cayó de rodillas, siempre manteniendo el mismo semblante. Al ver eso a Helena se le saltaron las lágrimas y acabó por acercarse del todo a Taliesin, poniéndose también de rodillas y mirándole a los ojos.
-¿Taliesin?...
Tras eso, el vampiro lanzó una exhalación y cerró los ojos, perdiendo por completo las fuerzas y desvaneciéndose hacia adelante. Helena le agarró e impidió que cayera. Fue entonces cuando, con el corazón completamente encogido, rompió a llorar.
-¡TALI, NO!-Lo abrazó con fuerza, mientras sus lágrimas caían desbordadas por sus mejillas-¡No me dejes!-Lloraba desconsolada, mientras apretaba el torso del vampiro contra el suyo propio. Sabía que eso podía significar que lo que le dijo el medallón antes se había cumplido... Duchard, unos metros más atrás, seguía observando la escena, pero con el arma ahora bajada y un gesto consternado.-¡NO ME DEJES!-Pegó un grito desgarrado y agónico, casi dejándose la voz.
...Y ese era el motivo por el que Helena tenía miedo de encariñarse con alguien. Cuando eso ocurría, la otra persona acababa mal, ya fuese muerta o con otros azares del destino poco halagüeños. La vida y la mala suerte habían convertido a la bruja en la persona que era, y la cosa parecía que no iba a cambiar.
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Off: Permiso para mover a Taliesin dado por el propio usuario.
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
"¡No mataré a Helena!"
El pensamiento resonó, poderoso y claro, y le dio fuerza para alejarse y gritar. ¡No la mataría! La niebla comenzó a disiparse con la fuerza de esta convicción, pero justo cuando pensó que se estaba sobreponiendo a la brújula, en el momento en el que miró hacia Lugos, aquella bruma volvió a surgir y a invadirlo todo, de golpe. Fue como si un muro de acero se hubiera cerrado alrededor de su mente, y perdió control de todo lo que ocurría.
Su mano y su vista no eran suyas. Dundarak otra vez; perderse a sí mismo, otra vez. Solo que en esta ocasión su consciencia no había sido completamente suprimida, sino que se mantenía, confusa y desorientada, desconectada de lo que hacía su propio cuerpo, pero lúcida. Y atacada. Taliesin se veía a sí mismo en el más absoluto blanco, y sólo a lo lejos se adivinaban los colores del mundo real, difuminados tras la niebla. Intentaba extender su consciencia hacia ellos, intentaba escuchar, ver, pero algo lo repelía y lo acorralaba una y otra vez.
La desesperación creció en él al sentir que aquella fuerza lo empujaba y lo disminuía. ¡Esto no puede estar pasando! La angustia apretó su pecho hasta que la presión llegó al punto de ruptura, y lo partió en dos como una fisura atravesando un espejo. Taliesin miró sus dos partes, y supo que estaba perdido. El pánico alimentó una nueva grieta que se extendió por su cuerpo. Se estaba rompiendo. Dejó de intentar extenderse hacia fuera, de ver lo que ocurría, y todo su ser volvió a lo que quedaba de su consciencia rota para intentar salvarla.
-¡TALI, NO!
¡Helena! ¡Helena, ayúdame! Intentó decirlo, pero su voz no llegaba más allá del pequeño círculo al que se veía recluido. ¡No me dejes desaparecer! ¡NO ME DEJES!
Aquella presión lo comprimía. Y Taliesin dejó de hacer fuerza en su contra. Se dejó romper. Dejó de luchar contra ello, dejó que su pecho y su rostro se partieran, y concentró toda su energía en su brazo, extendiéndolo hacia la voz de Helena; más allá de la niebla, hasta los colores del mundo real. La neblina comprimió su cuerpo, pero no reaccionó a tiempo para cerrarse sobre su brazo. La dejó atrás. Con la yema de sus dedos, pudo sentir el roce de la roca áspera, la única sensación en un mundo blanco. Se aferró a ella, a aquel simple tacto, y se impulsó con ella como el hombre que toma apoyo en una roca para sacar su cuerpo del agua.
Inspiró hondo, de golpe. Sus ojos estaban muy abiertos. Helena estaba allí, y Taliesin supo que su vista era suya. Sentía el cuerpo de la bruja; su tacto era suyo. Movió un solo dedo sobre la roca y supo que su cuerpo era suyo. Las lágrimas eran también suyas. No se atrevía a moverse más. Vio el cuerpo muerto de Lugos, al que Duchard cerraba los ojos y colocaba en el suelo con respeto, y el recipiente cuyo borde estaba manchado de sangre. Su mano derecha aún sostenía el puñal, y lo sintió húmedo y pegajoso.
Pero no había matado a Helena.
"Estoy bien", quiso decir, pero no pudo. Aún no controlaba bien su cuerpo. Tragó para intentar liberar su garganta. Consiguió algo de fuerza y se apoyó en el suelo, al fin dándose cuenta de que Helena lo había estado sujetando. Con ayuda de la bruja, intentó ponerse en pie.
En aquel momento, dos fisuras comenzaron a recorrer la pared de alabastro: una desde arriba, una desde abajo. Cuando ambas se encontraron en el medio, Duchard le dio un simple golpe con el pomo de su espada, y toda la lámina cayó al suelo en mil pedazos. La puerta al tesoro estaba al fin abierta.
El pensamiento resonó, poderoso y claro, y le dio fuerza para alejarse y gritar. ¡No la mataría! La niebla comenzó a disiparse con la fuerza de esta convicción, pero justo cuando pensó que se estaba sobreponiendo a la brújula, en el momento en el que miró hacia Lugos, aquella bruma volvió a surgir y a invadirlo todo, de golpe. Fue como si un muro de acero se hubiera cerrado alrededor de su mente, y perdió control de todo lo que ocurría.
Su mano y su vista no eran suyas. Dundarak otra vez; perderse a sí mismo, otra vez. Solo que en esta ocasión su consciencia no había sido completamente suprimida, sino que se mantenía, confusa y desorientada, desconectada de lo que hacía su propio cuerpo, pero lúcida. Y atacada. Taliesin se veía a sí mismo en el más absoluto blanco, y sólo a lo lejos se adivinaban los colores del mundo real, difuminados tras la niebla. Intentaba extender su consciencia hacia ellos, intentaba escuchar, ver, pero algo lo repelía y lo acorralaba una y otra vez.
La desesperación creció en él al sentir que aquella fuerza lo empujaba y lo disminuía. ¡Esto no puede estar pasando! La angustia apretó su pecho hasta que la presión llegó al punto de ruptura, y lo partió en dos como una fisura atravesando un espejo. Taliesin miró sus dos partes, y supo que estaba perdido. El pánico alimentó una nueva grieta que se extendió por su cuerpo. Se estaba rompiendo. Dejó de intentar extenderse hacia fuera, de ver lo que ocurría, y todo su ser volvió a lo que quedaba de su consciencia rota para intentar salvarla.
-¡TALI, NO!
¡Helena! ¡Helena, ayúdame! Intentó decirlo, pero su voz no llegaba más allá del pequeño círculo al que se veía recluido. ¡No me dejes desaparecer! ¡NO ME DEJES!
Aquella presión lo comprimía. Y Taliesin dejó de hacer fuerza en su contra. Se dejó romper. Dejó de luchar contra ello, dejó que su pecho y su rostro se partieran, y concentró toda su energía en su brazo, extendiéndolo hacia la voz de Helena; más allá de la niebla, hasta los colores del mundo real. La neblina comprimió su cuerpo, pero no reaccionó a tiempo para cerrarse sobre su brazo. La dejó atrás. Con la yema de sus dedos, pudo sentir el roce de la roca áspera, la única sensación en un mundo blanco. Se aferró a ella, a aquel simple tacto, y se impulsó con ella como el hombre que toma apoyo en una roca para sacar su cuerpo del agua.
Inspiró hondo, de golpe. Sus ojos estaban muy abiertos. Helena estaba allí, y Taliesin supo que su vista era suya. Sentía el cuerpo de la bruja; su tacto era suyo. Movió un solo dedo sobre la roca y supo que su cuerpo era suyo. Las lágrimas eran también suyas. No se atrevía a moverse más. Vio el cuerpo muerto de Lugos, al que Duchard cerraba los ojos y colocaba en el suelo con respeto, y el recipiente cuyo borde estaba manchado de sangre. Su mano derecha aún sostenía el puñal, y lo sintió húmedo y pegajoso.
Pero no había matado a Helena.
"Estoy bien", quiso decir, pero no pudo. Aún no controlaba bien su cuerpo. Tragó para intentar liberar su garganta. Consiguió algo de fuerza y se apoyó en el suelo, al fin dándose cuenta de que Helena lo había estado sujetando. Con ayuda de la bruja, intentó ponerse en pie.
En aquel momento, dos fisuras comenzaron a recorrer la pared de alabastro: una desde arriba, una desde abajo. Cuando ambas se encontraron en el medio, Duchard le dio un simple golpe con el pomo de su espada, y toda la lámina cayó al suelo en mil pedazos. La puerta al tesoro estaba al fin abierta.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Es increíble lo fácilmente moldeable que son las emociones y los sentimientos en los mortales. Un simple segundo puede separar de la alegría absoluta a la desgracia más profunda. Un solo centímetro puede ponerte en la vida o en la muerte. En un simple chasquido de dedos, todo puede acabar, o empezar... Así miles de ejemplos, y lo que allí había acontecido no se escapaba de los hilos de la fortuna, el destino y la ironía.
Cuando notó que Taliesin volvió a dar una bocanada de aire, su corazón dio un vuelco, se sentía aliviada con sus pesares fuera de sí, como si de repente todo el tiempo volviese a ponerse en marcha y lo de antes tan solo hubiese sido un mal sueño. Esta vez tuvo suerte.
Aún con lágrimas derramándole por la cara, ayudó al vampiro a ponerse en pie con sumo cuidado, ya que parecía un poco desorientado.
Duchard abrió la puerta del todo, después de que ese extraño mecanismo hubiese sido activado. Helena seguía agarrada a Taliesin, para que este no cayera. La bruja con la mano que le quedaba libre se secaba como podía los ojos.
-...Que sepas que eres idiota-Dijo mirando a Taliesin-Si ibas a venir aquí a montar la escena, deberías de haberte quedado en tu casa-Dijo esbozando una sonrisa con un tono sarcástico mientras le quedaban restos de sollozo
-Prosigamos-Dijo Duchard desde la puerta, mirando con cierta cautela a Taliesin después de lo ocurrido
Lo que siguió a continuación fue extraño, más raro aún de todo lo que habían vivido hasta ahora. Era como estar en otro mundo.
Detrás de la puerta se descubrían unas escaleras que bajaban hasta las mismísimas profundidades de la isla. Todo el entorno estaba hecho de un material un tanto especial, ya que se trataba de una piedra oscura y lisa, como si estuviera pulida, pero en los recovecos de esta y en los límites que unían las grandes partes había un brillo que daba lugar a una luz tenue que iluminaba el lugar, y la cual parece que se extendía por todo aquello.
Finalmente llegaron abajo, lo que a continuación pudieron ver es un pasillo por el que se extendía la misma composición de materiales, carente de decoración y que finalizaba en el marco de lo que antaño debería de ser una puerta como la que guardaba la entrada al sitio, pero hoy en día en ruinas y dejando el paso abierto.
-Al menos esta está abierta-Comentó Helena mientras podía notar como su voz reverberaba por todos los rincones del lugar y se producía un eco inquietante-¿Puedes continuar solo, jefe?-Le preguntó a Taliesin, al cual había ayudado a bajar cada uno de los escalones.
Sin más, liderados siempre por Duchard, se adentraron en el umbral de ese portón destruido. Lo que vieron a continuación fue de lo más impresionante que Helena en todos sus años de vida vio jamás. Una gran sala, casi titánica, con muchos metros de altura y de anchura, pero donde solo podían caminar por una estrecha pasarela que cruzaba esta, la cual terminaba unas pequeñas escaleras que daban lugar a una plataforma superior donde se encontraba lo que parecía un altar con dos estatuas de cánidos a sus laterales y dos grandes estatuas bípedas en el fondo. En mitad de la plataforma había una especie de rombo que flotaba en un mismo sitio, parado, cruzado por un haz de luz naranja que iba desde el mismísimo techo, el cual acababa en una bóveda, hasta el propio suelo de la plataforma.
-...Ver para creer-Duchard, bastante impresionado, se quitó el sombrero y empezó a barrer el sitio con la mirada, sintiéndose una simple hormiga en un mundo titánico.
La bruja abrió los ojos, sorprendida, y aceleró su marcha para sortear cuanto antes los escalones y llegar hasta aquel artefacto naranja. Cuando llegó, sobrepasando las estatuas de los cánidos que se miraban entre sí, pudo ver a... su madre, de nuevo. Al notar esto, retrocedió un paso, con cautela y mostrándose desconfiada. Tras eso llegaron Duchard y Taliesin.
-Tú...
Duchard abrió los ojos, no se lo podía creer
-...P-padre...-Dijo-¿Lo conoce, señorita Helena?-Miró a la rubia con intriga
-Podría decirse que sí-Su voz sonaba con un eco mucho más metálico que el de resto de voces de los allí presentes-Pero en realidad, no a mí como tal-Aclaró-A la parte de mí que Helena ha visto, es la de ese medallón-Señaló a la bruja, portadora de este-Taliesin ha visto la parte de mí que está contenida en esa brújula.-Señaló ahora al vampiro-O más bien, esa parte de mí hizo que su juicio se nublase-Aclaró-Pero ahora estáis viendo la parte de mí que guarda este corazón...-Presentó, indicando con ambas manos, a la extraña figura anaranjada que flotaba a su lado
-...¿Corazón?
-Sí. Todo este tiempo, habéis caminado a lomos de una bestia milenaria. Esto no es una isla común, ¿Por qué creéis que se movía tanto de lugar?-Alzó el brazo hacia adelante y dio un chasquido de dedos, haciendo que inmediatamente los tres mortales visualizasen en su mente la imagen de la bestia que conformaba la isla; una tortuga inmensa, de dimensiones inimaginables con la isla propiamente dicha como caparazón.
-P-pero entonces...-Interrumpió al ente-¿Quién eres? ¿Qué quieres de nosotros? ¿Por qué nos has traído hasta aquí? ¿Qué es eso de mi "yo" de la brújula, mi "yo" del medallón y mi "yo" que guarda el corazón?-Las preguntas de Helena se sucedían una detrás de otra, sin que en ningún momento diese siquiera tiempo para que el ente las respondiera.
La situación no hacía más que ponerse confusa, y la bruja necesitaba respuestas. Necesitaba aclararlo todo de una vez.
-Entonces no eres él...-Dijo Ducard, apretándose el sombrero al pecho-¿Por qué adoptas su forma?
-Porque adopto en tu mente la representación de la persona a la que más amas, Thomas-Dijo, refiriéndose a Duchard-Y la persona a la que más amaste en tu vida y de la que nunca te gustaría haberte despedido fue tu padre; Jacob.
-¡Deja de dar rodeos y responde de una maldita vez!-Dijo, frustrada y dando una fuerte pisada en el suelo-Explícalo todo, y más te vale hacerlo bien-Se cruzó de brazos, a la espera, mientras se mostraba impaciente
Cuando notó que Taliesin volvió a dar una bocanada de aire, su corazón dio un vuelco, se sentía aliviada con sus pesares fuera de sí, como si de repente todo el tiempo volviese a ponerse en marcha y lo de antes tan solo hubiese sido un mal sueño. Esta vez tuvo suerte.
Aún con lágrimas derramándole por la cara, ayudó al vampiro a ponerse en pie con sumo cuidado, ya que parecía un poco desorientado.
Duchard abrió la puerta del todo, después de que ese extraño mecanismo hubiese sido activado. Helena seguía agarrada a Taliesin, para que este no cayera. La bruja con la mano que le quedaba libre se secaba como podía los ojos.
-...Que sepas que eres idiota-Dijo mirando a Taliesin-Si ibas a venir aquí a montar la escena, deberías de haberte quedado en tu casa-Dijo esbozando una sonrisa con un tono sarcástico mientras le quedaban restos de sollozo
-Prosigamos-Dijo Duchard desde la puerta, mirando con cierta cautela a Taliesin después de lo ocurrido
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Lo que siguió a continuación fue extraño, más raro aún de todo lo que habían vivido hasta ahora. Era como estar en otro mundo.
Detrás de la puerta se descubrían unas escaleras que bajaban hasta las mismísimas profundidades de la isla. Todo el entorno estaba hecho de un material un tanto especial, ya que se trataba de una piedra oscura y lisa, como si estuviera pulida, pero en los recovecos de esta y en los límites que unían las grandes partes había un brillo que daba lugar a una luz tenue que iluminaba el lugar, y la cual parece que se extendía por todo aquello.
Finalmente llegaron abajo, lo que a continuación pudieron ver es un pasillo por el que se extendía la misma composición de materiales, carente de decoración y que finalizaba en el marco de lo que antaño debería de ser una puerta como la que guardaba la entrada al sitio, pero hoy en día en ruinas y dejando el paso abierto.
-Al menos esta está abierta-Comentó Helena mientras podía notar como su voz reverberaba por todos los rincones del lugar y se producía un eco inquietante-¿Puedes continuar solo, jefe?-Le preguntó a Taliesin, al cual había ayudado a bajar cada uno de los escalones.
Sin más, liderados siempre por Duchard, se adentraron en el umbral de ese portón destruido. Lo que vieron a continuación fue de lo más impresionante que Helena en todos sus años de vida vio jamás. Una gran sala, casi titánica, con muchos metros de altura y de anchura, pero donde solo podían caminar por una estrecha pasarela que cruzaba esta, la cual terminaba unas pequeñas escaleras que daban lugar a una plataforma superior donde se encontraba lo que parecía un altar con dos estatuas de cánidos a sus laterales y dos grandes estatuas bípedas en el fondo. En mitad de la plataforma había una especie de rombo que flotaba en un mismo sitio, parado, cruzado por un haz de luz naranja que iba desde el mismísimo techo, el cual acababa en una bóveda, hasta el propio suelo de la plataforma.
-...Ver para creer-Duchard, bastante impresionado, se quitó el sombrero y empezó a barrer el sitio con la mirada, sintiéndose una simple hormiga en un mundo titánico.
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Helena vio que en la plataforma superior había, al lado del rombo, una figura humanoide con cierto brillo naranja rodeando su ser... Casi parecía un fantasma, pero no, era otra... Cosa. La bruja abrió los ojos, sorprendida, y aceleró su marcha para sortear cuanto antes los escalones y llegar hasta aquel artefacto naranja. Cuando llegó, sobrepasando las estatuas de los cánidos que se miraban entre sí, pudo ver a... su madre, de nuevo. Al notar esto, retrocedió un paso, con cautela y mostrándose desconfiada. Tras eso llegaron Duchard y Taliesin.
-Tú...
Duchard abrió los ojos, no se lo podía creer
-...P-padre...-Dijo-¿Lo conoce, señorita Helena?-Miró a la rubia con intriga
-Podría decirse que sí-Su voz sonaba con un eco mucho más metálico que el de resto de voces de los allí presentes-Pero en realidad, no a mí como tal-Aclaró-A la parte de mí que Helena ha visto, es la de ese medallón-Señaló a la bruja, portadora de este-Taliesin ha visto la parte de mí que está contenida en esa brújula.-Señaló ahora al vampiro-O más bien, esa parte de mí hizo que su juicio se nublase-Aclaró-Pero ahora estáis viendo la parte de mí que guarda este corazón...-Presentó, indicando con ambas manos, a la extraña figura anaranjada que flotaba a su lado
-...¿Corazón?
-Sí. Todo este tiempo, habéis caminado a lomos de una bestia milenaria. Esto no es una isla común, ¿Por qué creéis que se movía tanto de lugar?-Alzó el brazo hacia adelante y dio un chasquido de dedos, haciendo que inmediatamente los tres mortales visualizasen en su mente la imagen de la bestia que conformaba la isla; una tortuga inmensa, de dimensiones inimaginables con la isla propiamente dicha como caparazón.
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-Mi fiel compañera... La que nunca me ha abandonado, la que siempre ha estado a mi lado...-Djio con añoranza y nostalgia, acercándose al "corazón" y acariciándolo.-P-pero entonces...-Interrumpió al ente-¿Quién eres? ¿Qué quieres de nosotros? ¿Por qué nos has traído hasta aquí? ¿Qué es eso de mi "yo" de la brújula, mi "yo" del medallón y mi "yo" que guarda el corazón?-Las preguntas de Helena se sucedían una detrás de otra, sin que en ningún momento diese siquiera tiempo para que el ente las respondiera.
La situación no hacía más que ponerse confusa, y la bruja necesitaba respuestas. Necesitaba aclararlo todo de una vez.
-Entonces no eres él...-Dijo Ducard, apretándose el sombrero al pecho-¿Por qué adoptas su forma?
-Porque adopto en tu mente la representación de la persona a la que más amas, Thomas-Dijo, refiriéndose a Duchard-Y la persona a la que más amaste en tu vida y de la que nunca te gustaría haberte despedido fue tu padre; Jacob.
-¡Deja de dar rodeos y responde de una maldita vez!-Dijo, frustrada y dando una fuerte pisada en el suelo-Explícalo todo, y más te vale hacerlo bien-Se cruzó de brazos, a la espera, mientras se mostraba impaciente
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