La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
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La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Habían pocas cosas que ponían en verdad de mal humor a Matthew Owens. Una de ellas era el que lo juzgaran, en verdad le resultaba casi intolerable que alguien creyera que tenía derecho a decirle sí sus decisiones de vida eran las correctas. Otra era la indiferencia, era sumamente irritante la forma en que algunas personas podían pasar totalmente de su presencia, le recordaba a viejas épocas.
Y finalmente: Que le digan que No.
Ciertamente nadie puede llegar a la edad de Matt sin que le dijeran que No varias veces, de hecho, era más probable que la vida se negara a darle lo que quería antes que al revés. Pero con los años el Estafador había visto muchas cosas, había aprendido y la experiencia le demostró que tenía muchas maneras de dar vuelta esos No, de convertirlos en un Sí, o al menos un Tal Vez.
Sí nada funcionaba, siempre se podía recurrir a la violencia, aunque era la opción que menos satisfacción le provocaba. Lo que le había hecho Jeannie se sentía como una puñalada por la espalda “Aunque más probablemente eso había sido obra de Irinnil” pensó el Estafador. De un día para el otro la elfa había desaparecido, siquiera se había despedido, no le había dejado ni una nota, nada, en la mente de Matt eso era equivalente a decirle que no quería tener nada que ver con él. Eso era un No.
Tanta crueldad debía ser devuelta con igual grado de crueldad. Como por ejemplo, enviando a tres asesinos a que la buscaran, y que en la medida de lo posible la trajeran viva. Habían pasado ya varios días desde que Matthew había dado la orden, y por el momento no tenía ni noticias de ellos. Bien podía ser que Irinnil los hubiese derrotado, Matt se sonrió, y entonces estaría enojada “Muy probablemente” y entonces querría venganza “¿La suficiente como para regresar?” le gustaría creer que sí.
En cualquier caso, se encontraba ahora en el patio trasero de su casa, jardín que incluía la mitad del bosque que rodeaba la zona oeste de Ciudad Lagarto. Estando a esa distancia la maldición no lo afectaba y podía disfrutar de la paz y la calma, lejos de sus obligaciones, pero por sobre todas las cosas, lejos de ojos y oídos indiscretos. La paranoia de Matthew iba en aumento, ya había pasado un año en ese sitio y parecía que todas sus malas costumbres no hacían más que aumentar.
No llevaba sus ropas de Virrey, ni tenía guardias, a simple vista era un Humano común que se relajaba a la sombra de un árbol. Junto a él había un libro abierto, el viento pasaba las páginas y en ellas podían verse ilustraciones de piezas hechas en cerámica, mostraban el proceso de fabricación y distintas técnicas para decorarlas. Estando en esa absoluta calma Stefano se daba el gusto de aparecer, y recobrar durante un rato sus antiguos pasatiempos.
“No debería ser un problema. Solo lo estoy viendo. Es simple curiosidad” se decía Matt para justificar un momento de debilidad. Pronto se terminaría la paz y tendría que regresar a ser el Owens de siempre.
Y finalmente: Que le digan que No.
Ciertamente nadie puede llegar a la edad de Matt sin que le dijeran que No varias veces, de hecho, era más probable que la vida se negara a darle lo que quería antes que al revés. Pero con los años el Estafador había visto muchas cosas, había aprendido y la experiencia le demostró que tenía muchas maneras de dar vuelta esos No, de convertirlos en un Sí, o al menos un Tal Vez.
Sí nada funcionaba, siempre se podía recurrir a la violencia, aunque era la opción que menos satisfacción le provocaba. Lo que le había hecho Jeannie se sentía como una puñalada por la espalda “Aunque más probablemente eso había sido obra de Irinnil” pensó el Estafador. De un día para el otro la elfa había desaparecido, siquiera se había despedido, no le había dejado ni una nota, nada, en la mente de Matt eso era equivalente a decirle que no quería tener nada que ver con él. Eso era un No.
Tanta crueldad debía ser devuelta con igual grado de crueldad. Como por ejemplo, enviando a tres asesinos a que la buscaran, y que en la medida de lo posible la trajeran viva. Habían pasado ya varios días desde que Matthew había dado la orden, y por el momento no tenía ni noticias de ellos. Bien podía ser que Irinnil los hubiese derrotado, Matt se sonrió, y entonces estaría enojada “Muy probablemente” y entonces querría venganza “¿La suficiente como para regresar?” le gustaría creer que sí.
En cualquier caso, se encontraba ahora en el patio trasero de su casa, jardín que incluía la mitad del bosque que rodeaba la zona oeste de Ciudad Lagarto. Estando a esa distancia la maldición no lo afectaba y podía disfrutar de la paz y la calma, lejos de sus obligaciones, pero por sobre todas las cosas, lejos de ojos y oídos indiscretos. La paranoia de Matthew iba en aumento, ya había pasado un año en ese sitio y parecía que todas sus malas costumbres no hacían más que aumentar.
No llevaba sus ropas de Virrey, ni tenía guardias, a simple vista era un Humano común que se relajaba a la sombra de un árbol. Junto a él había un libro abierto, el viento pasaba las páginas y en ellas podían verse ilustraciones de piezas hechas en cerámica, mostraban el proceso de fabricación y distintas técnicas para decorarlas. Estando en esa absoluta calma Stefano se daba el gusto de aparecer, y recobrar durante un rato sus antiguos pasatiempos.
“No debería ser un problema. Solo lo estoy viendo. Es simple curiosidad” se decía Matt para justificar un momento de debilidad. Pronto se terminaría la paz y tendría que regresar a ser el Owens de siempre.
Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
No entendía muy bien qué esperaban que ocurriera. Obviamente tres contra una era un buen número para asaltar a alguien por sorpresa, pero presentarse uno a uno con sus nombres, apellidos y procedencias en lugar de pillarme desprevenida desde luego no había sido inteligente.
Me había cansado de sus palabras cuando comenzaron a decirme cosas como “El señor Owens la quiere de vuelta, señorita Fawkes”. Una flecha a la garganta del primero, los demás se habían puesto tensos, nerviosos y enfadados. Otra mala idea para enfrentarse a alguien. Veréis, cuando alguien se enfada deja de pensar de forma racional. Los movimientos que provienen de la ira, motivados por fuertes sentimientos tienen una fuerza descomunal, pero a la vez son demasiado predecibles para quien se mantiene en calma.
Un par de noches habían pasado desde el encuentro. Llevaba tranquilamente sus cabezas enrolladas en unas telas a la espalda. Un pequeño regalo para mi papá, seguro que le haría ilusión saber qué había pasado con sus asesinos.
Conforme pasaba el tiempo y dado que no tenía nada mejor en lo que pensar me fui dando cuenta de que estaba haciendo exactamente lo que él quería, volver. “Tampoco es como si me hubiera escapado o no planease volver nunca, tan solo me despisté con otra cosa, no es para tanto” pensé.
En Ciudad Lagarto me dijeron que Matthew se había retirado a su casa de las afueras. “De alguna forma siempre lo imagino tirado entre cojines en la tienda. Supongo que tiene vida más allá de la ciudad.”
Una vez localizada la casa decidí que no me apetecía entrar directamente, aunque tenía todavía las tres invitaciones a encontrarle no me parecía apropiado irrumpir en su hogar en sus momentos de tranquilidad. Me subí a un árbol a dormir unas horas, estaba cansada del viaje y de intentar pensar sobre la forma de ver el mundo de aquel hombre. Poco tiempo me dio para dormitar, el humano había decidido elegir el mismo árbol que yo para leer un libro. Suspiré mientras le observaba desde lo alto, dejé las cabezas entre las ramas. “Te estás ablandando Irinnil… Pero se le ve tan en paz, tan… Abstraído en sus pensamientos… No, no voy a perturbar esa paz aparente con unas cabezas cortadas hace días y su olor.”
Bajé de un salto sin hacer apenas ruido y me acerqué con cuidado, sentándome a su lado. Dejé caer la cabeza sobre su hombro, como si nunca me hubiera ido, como si fuera una parte más del paisaje y del momento que estaba compartiendo con las páginas del libro.
- Veo que no soy la única que solo lee páginas con dibujos. -Sonreí para mí misma. “Eso es porque no sabes leer ni escribir, elfa.”
Me incorporé un poco para apoyarme yo también sobre el tronco y puse las manos tras la cabeza.
- Me han dicho tres corderitos que me echabas de menos… Pues aquí estoy, padre. -Hice una pequeña pausa. -Me debes tres flechas.
Me había cansado de sus palabras cuando comenzaron a decirme cosas como “El señor Owens la quiere de vuelta, señorita Fawkes”. Una flecha a la garganta del primero, los demás se habían puesto tensos, nerviosos y enfadados. Otra mala idea para enfrentarse a alguien. Veréis, cuando alguien se enfada deja de pensar de forma racional. Los movimientos que provienen de la ira, motivados por fuertes sentimientos tienen una fuerza descomunal, pero a la vez son demasiado predecibles para quien se mantiene en calma.
Un par de noches habían pasado desde el encuentro. Llevaba tranquilamente sus cabezas enrolladas en unas telas a la espalda. Un pequeño regalo para mi papá, seguro que le haría ilusión saber qué había pasado con sus asesinos.
Conforme pasaba el tiempo y dado que no tenía nada mejor en lo que pensar me fui dando cuenta de que estaba haciendo exactamente lo que él quería, volver. “Tampoco es como si me hubiera escapado o no planease volver nunca, tan solo me despisté con otra cosa, no es para tanto” pensé.
En Ciudad Lagarto me dijeron que Matthew se había retirado a su casa de las afueras. “De alguna forma siempre lo imagino tirado entre cojines en la tienda. Supongo que tiene vida más allá de la ciudad.”
Una vez localizada la casa decidí que no me apetecía entrar directamente, aunque tenía todavía las tres invitaciones a encontrarle no me parecía apropiado irrumpir en su hogar en sus momentos de tranquilidad. Me subí a un árbol a dormir unas horas, estaba cansada del viaje y de intentar pensar sobre la forma de ver el mundo de aquel hombre. Poco tiempo me dio para dormitar, el humano había decidido elegir el mismo árbol que yo para leer un libro. Suspiré mientras le observaba desde lo alto, dejé las cabezas entre las ramas. “Te estás ablandando Irinnil… Pero se le ve tan en paz, tan… Abstraído en sus pensamientos… No, no voy a perturbar esa paz aparente con unas cabezas cortadas hace días y su olor.”
Bajé de un salto sin hacer apenas ruido y me acerqué con cuidado, sentándome a su lado. Dejé caer la cabeza sobre su hombro, como si nunca me hubiera ido, como si fuera una parte más del paisaje y del momento que estaba compartiendo con las páginas del libro.
- Veo que no soy la única que solo lee páginas con dibujos. -Sonreí para mí misma. “Eso es porque no sabes leer ni escribir, elfa.”
Me incorporé un poco para apoyarme yo también sobre el tronco y puse las manos tras la cabeza.
- Me han dicho tres corderitos que me echabas de menos… Pues aquí estoy, padre. -Hice una pequeña pausa. -Me debes tres flechas.
Irinnil Fawkes
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
El sonido no fue nada que pudiera llamar la atención de un simple Humano, solo unas hojas que se sacudían un poco más de la cuenta, pero tranquilamente podrían ser pájaros, o quizás ardillas, nada que mereciera el abrir los ojos. Se estaba perfectamente así, pero sí tuviera que elegir no podría decir que ese era su estilo de vida ideal, era relajante para algunas horas, un par de días tal vez, pero luego de eso siempre era preferible el caos.
La sensación de algo moviéndose cerca suyo lo hizo regresar finalmente a la realidad, dio un respingo ya que fue una aparición demasiado repentina: Era Irinnil. Pero se relajó cuando vio que solo se sentaba y apoyaba la cabeza en su hombro, dejó salir el aire aliviado “Entendió el mensaje” pensó Matt.
-Aunque no creo que sean del tipo de libros que te podrían interesar - Lo cerró con la mano libre, en realidad le daba un poco de vergüenza que supiera lo que hacía en su tiempo libre o el tipo de lectura que disfrutaba.
Las suposiciones de Owens habían sido correctas, la elfa se había podido encargar de los tres asesinos sin problemas, el que les ordenara que la trajeran viva seguro le había resultado útil. Lo que sí le sorprendió un poco es que no estuviera siquiera un poco ofendida, la mayoría de las personas a las que mandaba a matar se sentían disgustados por los modos rudos del Virrey.
-Los tres corderitos te informaron bien. Lo que seguramente no te dijeron es que estaba sumamente preocupado, mi única hija desaparece de un día para el otro sin dejar rastro ¿No es eso algo que haría preocupar a cualquier padre? - Suspiró - ¿Por qué eres tan cruel conmigo? ¿No te di acaso todo lo que me pediste? -
Cierto era que durante el tiempo en que Jeannie e Irinnil estuvieron en la tienda Matthew se había mostrado bastante atento, el Humano creía ver potencial en la joven, sí se la moldeaba adecuadamente podría ser una adquisición formidable. Claro que había subestimado la fuerte personalidad de la elfa, era evidente que no lograria que caiga en sus redes.
Pero no por eso se daría por vencido.
-Te compraré tres docenas de flechas sí eso es lo que quieres. Pero ahora dime ¿No podías al menos avisarme antes de marcharte? -
Pasó los brazos alrededor de sus rodillas, por un momento había pensado en comenzar con el contacto fisico, pero ese tipo de cosas no funcionaban con alguien como Irinnil. Así que prefirió mantenerse replegado.
-Seguro creías que no lo notaría - La miraba con la cabeza de lado, sonrió - Tonta -
La sensación de algo moviéndose cerca suyo lo hizo regresar finalmente a la realidad, dio un respingo ya que fue una aparición demasiado repentina: Era Irinnil. Pero se relajó cuando vio que solo se sentaba y apoyaba la cabeza en su hombro, dejó salir el aire aliviado “Entendió el mensaje” pensó Matt.
-Aunque no creo que sean del tipo de libros que te podrían interesar - Lo cerró con la mano libre, en realidad le daba un poco de vergüenza que supiera lo que hacía en su tiempo libre o el tipo de lectura que disfrutaba.
Las suposiciones de Owens habían sido correctas, la elfa se había podido encargar de los tres asesinos sin problemas, el que les ordenara que la trajeran viva seguro le había resultado útil. Lo que sí le sorprendió un poco es que no estuviera siquiera un poco ofendida, la mayoría de las personas a las que mandaba a matar se sentían disgustados por los modos rudos del Virrey.
-Los tres corderitos te informaron bien. Lo que seguramente no te dijeron es que estaba sumamente preocupado, mi única hija desaparece de un día para el otro sin dejar rastro ¿No es eso algo que haría preocupar a cualquier padre? - Suspiró - ¿Por qué eres tan cruel conmigo? ¿No te di acaso todo lo que me pediste? -
Cierto era que durante el tiempo en que Jeannie e Irinnil estuvieron en la tienda Matthew se había mostrado bastante atento, el Humano creía ver potencial en la joven, sí se la moldeaba adecuadamente podría ser una adquisición formidable. Claro que había subestimado la fuerte personalidad de la elfa, era evidente que no lograria que caiga en sus redes.
Pero no por eso se daría por vencido.
-Te compraré tres docenas de flechas sí eso es lo que quieres. Pero ahora dime ¿No podías al menos avisarme antes de marcharte? -
Pasó los brazos alrededor de sus rodillas, por un momento había pensado en comenzar con el contacto fisico, pero ese tipo de cosas no funcionaban con alguien como Irinnil. Así que prefirió mantenerse replegado.
-Seguro creías que no lo notaría - La miraba con la cabeza de lado, sonrió - Tonta -
Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Parecía estar más tranquilo de lo habitual, o eso o es que no tenía un balde de agua fría lo suficientemente cerca. Había recorrido todo aquel camino a sabiendas de que me esperaría una reprimenda. Si había enviado asesinos a mi encuentro significaba cuanto menos que el humano estaría dolido. Lo peor habría sido encontrármelo enfadado completamente en medio de Ciudad Lagarto, donde tendría que darme un escarmiento en frente de las demás chicas para mostrar su autoridad. Podría haber sido peor, podría haber sido malo.
- No creo que sepas qué libros me podrían interesar, ya sabes, nunca he tenido el placer de leer ninguno. - Me quedé pensativa y añadí en voz baja. -Dicen que la gente cuando lee tiene visiones de las letras… Parece… Peligroso.- Me recorrió un escalofrío tan solo de pensarlo.
Me levanté y paseé tranquilamente por la hierba mientras escuchaba sus palabras de “reproche”. Me quedé observando una de las flores. Estaba directamente en el camino que había seguido el humano ¿la habría esquivado a sabiendas? Me agaché para verla más de cerca. Pétalos blancos y rosas junto a un centro azulado. Era preciosa, la acaricié unos segundos antes de contestar.
- Me has dado todo lo que ha estado en tu mano y yo me he dedicado a devolverte tan solo egoísmo. Solo pienso en mí misma, ¿verdad? -Seguía mirando la flor, medio abstraída medio pensando qué decir a continuación. - Lo siento, aunque tampoco creo tener nada que darte a cambio de todo lo que ofreces.
No estaba cómoda hablando de ese tipo de cosas tan lejos de él, al fin y al cabo había ido a verle, no era justo que me alejase de nuevo. Volví a sentarme a su lado en el tronco, suspirando y buscando con la mirada si había más flores por allí cerca, de algún lugar debía provenir. Parecía ser la única.
- La próxima vez te avisaré antes de irme… Déjame pensar… Podría dejarte una nota, ya que te gusta tanto leer. -Le sonreí, esperaba que el pequeño chiste le hiciese algo de gracia.
Me sonrojé un poco al escucharle decir “tonta”. Sí, había sido tonta, desde luego. Pero no era mi culpa el pensar que era la única totalmente prescindible en el lugar. Me sucedía en todas partes, no había un solo sitio que considerase “hogar” para mi aquella palabra apenas tenía significado. Algunos piensan que el hogar es tan solo el sitio donde hacer el fuego para calentarse por las noches. Yo ni siquiera hacía algo así. ¿Qué era para mi? Todavía tardaría en averiguarlo.
Aquel hombre me había hecho sonrojar, me había hecho quedarme pensativa y un poco decaída, tal vez debería devolverle el golpe. No físico, seguro que había una forma de hacerlo igual a lo que él había provocado en mi.
- ¿Por qué no hacemos un trato? Yo te avisaré de mis idas y venidas, contestaré a tus mensajeros con palabras en lugar de cosas puntiagudas para mantenerte informado y tú… -Señalé el libro que todavía descansaba sobre sus rodillas. - Harás una artesanía de esas conmigo. -Le sonreí. - ¿Trato?
- No creo que sepas qué libros me podrían interesar, ya sabes, nunca he tenido el placer de leer ninguno. - Me quedé pensativa y añadí en voz baja. -Dicen que la gente cuando lee tiene visiones de las letras… Parece… Peligroso.- Me recorrió un escalofrío tan solo de pensarlo.
Me levanté y paseé tranquilamente por la hierba mientras escuchaba sus palabras de “reproche”. Me quedé observando una de las flores. Estaba directamente en el camino que había seguido el humano ¿la habría esquivado a sabiendas? Me agaché para verla más de cerca. Pétalos blancos y rosas junto a un centro azulado. Era preciosa, la acaricié unos segundos antes de contestar.
- Me has dado todo lo que ha estado en tu mano y yo me he dedicado a devolverte tan solo egoísmo. Solo pienso en mí misma, ¿verdad? -Seguía mirando la flor, medio abstraída medio pensando qué decir a continuación. - Lo siento, aunque tampoco creo tener nada que darte a cambio de todo lo que ofreces.
No estaba cómoda hablando de ese tipo de cosas tan lejos de él, al fin y al cabo había ido a verle, no era justo que me alejase de nuevo. Volví a sentarme a su lado en el tronco, suspirando y buscando con la mirada si había más flores por allí cerca, de algún lugar debía provenir. Parecía ser la única.
- La próxima vez te avisaré antes de irme… Déjame pensar… Podría dejarte una nota, ya que te gusta tanto leer. -Le sonreí, esperaba que el pequeño chiste le hiciese algo de gracia.
Me sonrojé un poco al escucharle decir “tonta”. Sí, había sido tonta, desde luego. Pero no era mi culpa el pensar que era la única totalmente prescindible en el lugar. Me sucedía en todas partes, no había un solo sitio que considerase “hogar” para mi aquella palabra apenas tenía significado. Algunos piensan que el hogar es tan solo el sitio donde hacer el fuego para calentarse por las noches. Yo ni siquiera hacía algo así. ¿Qué era para mi? Todavía tardaría en averiguarlo.
Aquel hombre me había hecho sonrojar, me había hecho quedarme pensativa y un poco decaída, tal vez debería devolverle el golpe. No físico, seguro que había una forma de hacerlo igual a lo que él había provocado en mi.
- ¿Por qué no hacemos un trato? Yo te avisaré de mis idas y venidas, contestaré a tus mensajeros con palabras en lugar de cosas puntiagudas para mantenerte informado y tú… -Señalé el libro que todavía descansaba sobre sus rodillas. - Harás una artesanía de esas conmigo. -Le sonreí. - ¿Trato?
Irinnil Fawkes
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Le estaba costando más que de costumbre el poder desarrollar a Matthew Owens, debía ser porque todo se sentía tan tranquilo alrededor que no tenía material para interpretar al Estafador. Pero además, el que Irinnil se mostrara tan pacífica no ayudaba, su primer instinto era dejarse llevar y disfrutar de ese reencuentro como si ambos fueran personas normales que no tenían en su pasado una larga lista de muertos.
-¿Visiones de las letras? Que forma tan interesante de describirlo ¿Y no es lo mismo con las imágenes? - Como le habían enseñado a leer siendo muy joven ya no podía acordarse cómo era el no saber leer.
Mientras la elfa se dedicaba a mirar una flor, flor que por cierto Matthew siquiera había notado, el Humano pasaba una mano rozando la punta del pasto, la sensación de cosquilleo que le provocaba en la palma era agradable. Los reproches sólo funcionaban sí la otra persona intentaba negarlo, pero Irinnil le había rebatido todas sus recriminaciones con una acción tan sencilla como decirle “Tienes razón”.
-¿Tienes idea de qué es lo que pido? Tampoco es como si me lo hubieses preguntado, y me sorprendería que lo tuvieras claro ya que la mayoría de las personas consideran que soy un completo desorden - Caprichoso era la palabra que solían utilizar, aunque para Owens era bastante evidente qué era lo que quería de las personas que consideraba importantes - Sí me lo preguntas te lo diré, pero si lo averiguas por ti misma tiene más mérito - Sonrió de modo gatuno.
Cuando volvió a sentarse al lado de Matt, este pasó un brazo alrededor de la cintura de la elfa y la acercó de forma cariñosa. Hizo una risa corta y susurró “Me parece bien” ante la propuesta de que le dejara una nota, Irinnil no sabía escribir, seguramente su “nota” sería solo una hoja llena de garabatos.
-Ahora mismo lo que te pediría es que dejes de buscar cosas para desviar tu atención y que me mires a los ojos. No creo que sea algo tan complejo ¿O sí? - Lo decía medio en broma, medio en serio, había notado que sus palabras hacían mella en la elfa y quería aprovechar ese momento para entrar más profundamente en Irinnil - Extrañaba estar así - La acercó un poco más.
Cuando la elfa había llegado era mucho más Jeannie que Irinnil, y por naturaleza la primera era bastante más mimosa que la segunda. Por lo que Matt había disfrutado de una temporada en la que podía abrazar y darle cariño sin que eso generara un comportamiento agresivo o erótico.
-Una... Artesanía.... - Owens parecía sinceramente sorprendido, y además apenado, hizo un gesto que casi nadie en el mundo había visto: Matt tenía vergüenza - No sé sí sea lo suficientemente bueno como para enseñar... - Técnicamente nunca había pasado de ser un alumno, ya que su maestro había muerto cuando él era muy joven - Que injusta eres, de todas las cosas que podías pedirme elegiste precisamente esa - Distintos sentimientos se revolvían en lo más interno de Stefano, la sensación no era precisamente agradable - Sí vamos a hacerlo tienes que prometer que no se lo dirás a nadie. Jamás deben enterarse de esto - Era como si estuvieran hablando de algo más, pero lo curioso era que en el sexo Matthew no era así de pudoroso ¿De donde salía tanto recato?
-¿Visiones de las letras? Que forma tan interesante de describirlo ¿Y no es lo mismo con las imágenes? - Como le habían enseñado a leer siendo muy joven ya no podía acordarse cómo era el no saber leer.
Mientras la elfa se dedicaba a mirar una flor, flor que por cierto Matthew siquiera había notado, el Humano pasaba una mano rozando la punta del pasto, la sensación de cosquilleo que le provocaba en la palma era agradable. Los reproches sólo funcionaban sí la otra persona intentaba negarlo, pero Irinnil le había rebatido todas sus recriminaciones con una acción tan sencilla como decirle “Tienes razón”.
-¿Tienes idea de qué es lo que pido? Tampoco es como si me lo hubieses preguntado, y me sorprendería que lo tuvieras claro ya que la mayoría de las personas consideran que soy un completo desorden - Caprichoso era la palabra que solían utilizar, aunque para Owens era bastante evidente qué era lo que quería de las personas que consideraba importantes - Sí me lo preguntas te lo diré, pero si lo averiguas por ti misma tiene más mérito - Sonrió de modo gatuno.
Cuando volvió a sentarse al lado de Matt, este pasó un brazo alrededor de la cintura de la elfa y la acercó de forma cariñosa. Hizo una risa corta y susurró “Me parece bien” ante la propuesta de que le dejara una nota, Irinnil no sabía escribir, seguramente su “nota” sería solo una hoja llena de garabatos.
-Ahora mismo lo que te pediría es que dejes de buscar cosas para desviar tu atención y que me mires a los ojos. No creo que sea algo tan complejo ¿O sí? - Lo decía medio en broma, medio en serio, había notado que sus palabras hacían mella en la elfa y quería aprovechar ese momento para entrar más profundamente en Irinnil - Extrañaba estar así - La acercó un poco más.
Cuando la elfa había llegado era mucho más Jeannie que Irinnil, y por naturaleza la primera era bastante más mimosa que la segunda. Por lo que Matt había disfrutado de una temporada en la que podía abrazar y darle cariño sin que eso generara un comportamiento agresivo o erótico.
-Una... Artesanía.... - Owens parecía sinceramente sorprendido, y además apenado, hizo un gesto que casi nadie en el mundo había visto: Matt tenía vergüenza - No sé sí sea lo suficientemente bueno como para enseñar... - Técnicamente nunca había pasado de ser un alumno, ya que su maestro había muerto cuando él era muy joven - Que injusta eres, de todas las cosas que podías pedirme elegiste precisamente esa - Distintos sentimientos se revolvían en lo más interno de Stefano, la sensación no era precisamente agradable - Sí vamos a hacerlo tienes que prometer que no se lo dirás a nadie. Jamás deben enterarse de esto - Era como si estuvieran hablando de algo más, pero lo curioso era que en el sexo Matthew no era así de pudoroso ¿De donde salía tanto recato?
Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Quien me habría podido decir que iba a estar tan relajada. Yo misma pensaba llegar gritando, pataleando, dejando sobre una mesa cabezas cortadas de personas para expresar mi descontento con toda la situación. Pero aquello tenía un deje de familiaridad. ¿Así era el humano fuera de Ciudad Lagarto? Estaba mucho más a gusto allí, lejos de todo el revuelo, lejos de los quehaceres del virrey.
- ¿Las imágenes? -Me eché a reír. -Esas puedes verlas, Matt, ¡claro que no es lo mismo!
Di un pequeño respingo al notar su brazo rodeándome. Por lo general no aguantaba el contacto físico, era demasiado… íntimo. Requiere de una confianza que rara vez era capaz de dar a alguien. Si había alguna persona en el mundo con intenciones ocultas era aquel humano. Pero estaba cansada, cansada de luchar contra todos, de temer que cualquiera pueda hacerme daño. Fuera lo que fuera lo que quisiera hacerme seguramente lo mereciera.
“Iri… Déjate llevar…”
Inspiré hondo y dejé salir el aire poco a poco. Mi mano se movía casi como un resorte, quedando posada finalmente sobre su antebrazo y cerrando así el pequeño abrazo por la cintura.
Me forcé a mirarle a los ojos en cuanto escuché su “petición” tenía un tono que me hizo pensar que hablaba más en serio de lo que sonó al final.
- Eso es porque extrañabas a tu hija favorita del mundo. -Hice una pequeña pausa. - ¿Se está bien, verdad? Aunque sinceramente… -Mis ojos comenzaron a vagar por la vista lejana, sin enfocar nada en particular. -No es algo que haría constantemente. -Me di cuenta que podía sonar más duro o independiente de lo que me habría gustado y procedí a corregirme inmediatamente. -Quiero decir… También me gusta verte dando órdenes, haciendo cosas con tus… ¿súbditos? -Me animé un poco. -Y verte negociar, ¡oh, adoro verte negociar!
¿Significaba aquello que disfrutaba del tiempo con aquel hombre? Sí, desde luego, no era lo que quería hacer durante todo el tiempo de mi vida, pero era lo más cercano a una familia que tenía. Siempre es bueno tener un lugar seguro al que volver en cuanto estás cansada de luchar. Un sitio en el que te acojan con los brazos abiertos… Y obviamente vestidos bonitos.
- ¿A quien crees que le iba a contar sobre ello? Será nuestro secreto padre-hija. Todos los padres tienen secretos especiales con sus hijas. Un señor de una taberna me lo dijo una vez. -Le sonreí mientras apartaba su mano de mi cintura sin soltársela en ningún momento. Me incorporé y tiré de él. - Venga, enséñame. Podemos hacer… No sé… -Puse la mano en la barbilla y me revolví el pelo mientras pensaba. Lo tenía más enmarañado de lo habitual. -Una vasija en forma de ardilla. Oh. Sería preciosa.
Seguí tirando de él para ir hacia la casa. Había olvidado completamente el arco, las flechas y sobre todo, el enfado que me había llevado hasta allí.
- ¿Las imágenes? -Me eché a reír. -Esas puedes verlas, Matt, ¡claro que no es lo mismo!
Di un pequeño respingo al notar su brazo rodeándome. Por lo general no aguantaba el contacto físico, era demasiado… íntimo. Requiere de una confianza que rara vez era capaz de dar a alguien. Si había alguna persona en el mundo con intenciones ocultas era aquel humano. Pero estaba cansada, cansada de luchar contra todos, de temer que cualquiera pueda hacerme daño. Fuera lo que fuera lo que quisiera hacerme seguramente lo mereciera.
“Iri… Déjate llevar…”
Inspiré hondo y dejé salir el aire poco a poco. Mi mano se movía casi como un resorte, quedando posada finalmente sobre su antebrazo y cerrando así el pequeño abrazo por la cintura.
Me forcé a mirarle a los ojos en cuanto escuché su “petición” tenía un tono que me hizo pensar que hablaba más en serio de lo que sonó al final.
- Eso es porque extrañabas a tu hija favorita del mundo. -Hice una pequeña pausa. - ¿Se está bien, verdad? Aunque sinceramente… -Mis ojos comenzaron a vagar por la vista lejana, sin enfocar nada en particular. -No es algo que haría constantemente. -Me di cuenta que podía sonar más duro o independiente de lo que me habría gustado y procedí a corregirme inmediatamente. -Quiero decir… También me gusta verte dando órdenes, haciendo cosas con tus… ¿súbditos? -Me animé un poco. -Y verte negociar, ¡oh, adoro verte negociar!
¿Significaba aquello que disfrutaba del tiempo con aquel hombre? Sí, desde luego, no era lo que quería hacer durante todo el tiempo de mi vida, pero era lo más cercano a una familia que tenía. Siempre es bueno tener un lugar seguro al que volver en cuanto estás cansada de luchar. Un sitio en el que te acojan con los brazos abiertos… Y obviamente vestidos bonitos.
- ¿A quien crees que le iba a contar sobre ello? Será nuestro secreto padre-hija. Todos los padres tienen secretos especiales con sus hijas. Un señor de una taberna me lo dijo una vez. -Le sonreí mientras apartaba su mano de mi cintura sin soltársela en ningún momento. Me incorporé y tiré de él. - Venga, enséñame. Podemos hacer… No sé… -Puse la mano en la barbilla y me revolví el pelo mientras pensaba. Lo tenía más enmarañado de lo habitual. -Una vasija en forma de ardilla. Oh. Sería preciosa.
Seguí tirando de él para ir hacia la casa. Había olvidado completamente el arco, las flechas y sobre todo, el enfado que me había llevado hasta allí.
Irinnil Fawkes
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Ambos se sentían raros estando en esa situación, probablemente las personas con las que solían estar en su día a día no los habrían reconocido. Abochornados, un poco tímidos, demasiado sinceros, era una mezcla de demasiadas cosas, pero la escena parecía desarrollarse con naturalidad a pesar de todo.
-Oh, por todos los dioses, no. Un día de paz es algo que se agradece, pero si tuviera que vivir así toda mi vida moriría de aburrimiento - Negó con la cabeza y suspiró - Eso es lo que quiere Eyre, que dejemos la ciudad y tengamos una bonita casa en el campo, que tenga “un trabajo honrado” - Se alejó un poco y se señaló - ¿Puedes imaginarme así? ¿Rodeado de cabras? ¿Arreando ovEeEeEejas? - Dijo la última palabra imitando el sonido que hacían las ovejas - Es una locura, yo no sirvo para ese tipo de vida -
Quizás esa era la mayor diferencia que tenía con su Prometida, venían de mundos distintos, ella pretendía un matrimonio normal, y un futuro estándar. Pero Matthew ya no podía ser normal, estaba sucio, estaba desviado, era una cosa extraña forjada por el duro martillo de la realidad.
-Y yo adoro verte en acción, cuando te arrojas al peligro o dices verdades sin que te preocupen las consecuencias. Es refrescante, divertido, novedoso, la gente debería ser más como tú - Y no había ni una gota de mentira en sus palabras, sinceramente el tiempo que pasaba con Irinnil o con Jeannie siempre era muy entretenido.
Se dejó arrastrar por su hija “¿En qué momento el juego se volvió real?” pensó el Humano, sorprendido por la naturalidad con la que le salía la palabra “hija”. En la parte de atrás de la casa había una sola puerta, justo al lado del invernadero de Eyre, Owens se adelantó, sin soltar la mano de la Elfa.
-Una vasija con forma de ardilla, jajaja, sólo a ti se te podría ocurrir algo semejante - Hizo algo con la puerta, y luego abrió - Puse trampas en la mayoría de las entradas, hay mucha gente mal educada que se invita sola a pasar -
La mayor parte de la casa estaba hecha en madera, lustrada y tratada para que se viera brillante y fuera suave al contacto con los pies. Matt se sacó las botas cuando entró, tanto él como Eyre eran muy cuidadosos con la limpieza y el orden en la casa, caminó por el pasillo y giro hacia una escalera que iba al baño.
-Nadie conoce esta habitación, aquí comienza nuestro secreto Padre-Hija - Apoyó la mano en una parte de la pared que parecía totalmente normal, pero el panel se movió a un costado, dejando al descubierto un cuarto oculto - Prefiero que la gente no conozca esta parte de mi vida -
En cuanto Irinnil entró, cerró la puerta y nuevamente no parecía haber nada allí, solo una pared. Dentro era un rejunte de cosas, habían muchos estantes y tres mesas de madera, en las repisas habían piezas variadas, de animales, de partes del cuerpo, pequeñas figuras de mujeres u hombres, algunas a medio terminar, otras terminadas. También habían trozos de madera con formas curiosas, piedras brillantes sin valor alguno, vasijas de distintos tamaños y formas, platos, vasos, pigmentos, frascos con herramientas, trozos de arcilla fresca, etc.
Todo lo necesario para trabajar con la cerámica.
-Oh, por todos los dioses, no. Un día de paz es algo que se agradece, pero si tuviera que vivir así toda mi vida moriría de aburrimiento - Negó con la cabeza y suspiró - Eso es lo que quiere Eyre, que dejemos la ciudad y tengamos una bonita casa en el campo, que tenga “un trabajo honrado” - Se alejó un poco y se señaló - ¿Puedes imaginarme así? ¿Rodeado de cabras? ¿Arreando ovEeEeEejas? - Dijo la última palabra imitando el sonido que hacían las ovejas - Es una locura, yo no sirvo para ese tipo de vida -
Quizás esa era la mayor diferencia que tenía con su Prometida, venían de mundos distintos, ella pretendía un matrimonio normal, y un futuro estándar. Pero Matthew ya no podía ser normal, estaba sucio, estaba desviado, era una cosa extraña forjada por el duro martillo de la realidad.
-Y yo adoro verte en acción, cuando te arrojas al peligro o dices verdades sin que te preocupen las consecuencias. Es refrescante, divertido, novedoso, la gente debería ser más como tú - Y no había ni una gota de mentira en sus palabras, sinceramente el tiempo que pasaba con Irinnil o con Jeannie siempre era muy entretenido.
Se dejó arrastrar por su hija “¿En qué momento el juego se volvió real?” pensó el Humano, sorprendido por la naturalidad con la que le salía la palabra “hija”. En la parte de atrás de la casa había una sola puerta, justo al lado del invernadero de Eyre, Owens se adelantó, sin soltar la mano de la Elfa.
-Una vasija con forma de ardilla, jajaja, sólo a ti se te podría ocurrir algo semejante - Hizo algo con la puerta, y luego abrió - Puse trampas en la mayoría de las entradas, hay mucha gente mal educada que se invita sola a pasar -
La mayor parte de la casa estaba hecha en madera, lustrada y tratada para que se viera brillante y fuera suave al contacto con los pies. Matt se sacó las botas cuando entró, tanto él como Eyre eran muy cuidadosos con la limpieza y el orden en la casa, caminó por el pasillo y giro hacia una escalera que iba al baño.
-Nadie conoce esta habitación, aquí comienza nuestro secreto Padre-Hija - Apoyó la mano en una parte de la pared que parecía totalmente normal, pero el panel se movió a un costado, dejando al descubierto un cuarto oculto - Prefiero que la gente no conozca esta parte de mi vida -
En cuanto Irinnil entró, cerró la puerta y nuevamente no parecía haber nada allí, solo una pared. Dentro era un rejunte de cosas, habían muchos estantes y tres mesas de madera, en las repisas habían piezas variadas, de animales, de partes del cuerpo, pequeñas figuras de mujeres u hombres, algunas a medio terminar, otras terminadas. También habían trozos de madera con formas curiosas, piedras brillantes sin valor alguno, vasijas de distintos tamaños y formas, platos, vasos, pigmentos, frascos con herramientas, trozos de arcilla fresca, etc.
Todo lo necesario para trabajar con la cerámica.
Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
No pude reprimir una risita al escucharle imitar las ovejas. Desde luego que no me lo imaginaba haciendo de pastor, llevando ovejas de un lado para otro y plantando vegetales en un huerto. Una vida sencilla es para mucha gente, eso no se puede negar, pero hay muchas otras personas que quieren algo más. Conocimiento, placeres fuera de límites… Es algo que va con cada uno, desde luego no es una cosa que se pueda forzar alegremente.
- Seguro que cuando tengas ochenta años cambias de parecer y echas de menos a tus ovejas.
Nuevamente me había hecho sonrojarme, no sabía a qué estaba jugando, pero no estaba acostumbrada a hacer eso tan seguido. Primero me trataba excepcionalmente bien y ahora… Ahora me hacía cumplidos. Decidí que simplemente debía aceptarlos lo mejor que pudiera, por muy en desacuerdo que estuviera con sus palabras.
Yo seguía pensativa mientras abría la puerta de la casa, de todas formas era una puerta, no es que estuviera encantada o algo. Un mecanismo totalmente simple, un picaporte y… ¿Había dicho llena de trampas? De un segundo al siguiente parte del encantamiento al que me había sometido aquel tiempo de relajación se disipó. Recordé de repente al virrey, sumergido entre sus cojines, con su mirada aguda y altanera observando con altivez a algún bandido que había osado propasarse de los límites. Por supuesto que tenía que tomar precauciones. ¿Qué mejor lugar para atacarle que cuando está relajándose fuera de todo tipo de protección externa?
Di un largo suspiro de resignación, que pronto se convirtió en vergüenza extrema. El humano se había quitado las botas. Seguramente no querría que se manchara de tierra la madera del suelo de la casa y yo… Miré mis pies, llenos de tierra y barro, de días bajo la lluvia y la intemperie.
Me solté de su mano sin muchos miramientos, un poco ofuscada por la situación y sobrepasada por ser tan… Salvaje en comparación con los demás. “¿En qué estás pensando, Irinnil? Nunca formarás parte de algo así, tu sitio está ahí fuera, sola, con el viento, los árboles y los animales”
Arranqué sin muchos miramientos gran parte de la tela del vestido, me senté en la puerta con los pies hacia fuera y me dispuse a limpiar lo mejor que pude la tierra y el barro. Una vez limpios me dispuse a seguirle con un pequeño trotecillo alegre que pretendía disimular el mal trago que estaba pasando en aquel momento.
Di un respingo cuando la pared se convirtió en una puerta, busqué el picaporte sin mucho éxito y le seguí al interior. Me parecía completamente fascinante lo que había allí dentro, tantas cosas que no había visto nunca, tantas figuras y piezas… Me acerqué a una de ellas, estuve a punto de tocarla pero me contuve en el último momento.
- Si es su secreto, no debería… -Susurré para mi misma.
Estuve un buen rato perdiéndome por la habitación, observando poco a poco los artilugios y los estantes que la rodeaban. Siempre sin hacer movimientos bruscos, de forma delicada recorrí cada uno de los recovecos de la estancia. Si iba a ser nuestro secreto padre-hija, debía memorizarlo cuidadosamente. Finalmente me volví hacia él.
- Creo que vas a tener que explicarme muchas cosas, no sé qué es nada de lo que he visto. -Sonreí. -Aunque… En el fondo tan solo quiero compartir contigo algo especial, ¿sabes? Algo a lo que agarrarme cuando esté en un mal momento. Un sitio al que volver.
- Seguro que cuando tengas ochenta años cambias de parecer y echas de menos a tus ovejas.
Nuevamente me había hecho sonrojarme, no sabía a qué estaba jugando, pero no estaba acostumbrada a hacer eso tan seguido. Primero me trataba excepcionalmente bien y ahora… Ahora me hacía cumplidos. Decidí que simplemente debía aceptarlos lo mejor que pudiera, por muy en desacuerdo que estuviera con sus palabras.
Yo seguía pensativa mientras abría la puerta de la casa, de todas formas era una puerta, no es que estuviera encantada o algo. Un mecanismo totalmente simple, un picaporte y… ¿Había dicho llena de trampas? De un segundo al siguiente parte del encantamiento al que me había sometido aquel tiempo de relajación se disipó. Recordé de repente al virrey, sumergido entre sus cojines, con su mirada aguda y altanera observando con altivez a algún bandido que había osado propasarse de los límites. Por supuesto que tenía que tomar precauciones. ¿Qué mejor lugar para atacarle que cuando está relajándose fuera de todo tipo de protección externa?
Di un largo suspiro de resignación, que pronto se convirtió en vergüenza extrema. El humano se había quitado las botas. Seguramente no querría que se manchara de tierra la madera del suelo de la casa y yo… Miré mis pies, llenos de tierra y barro, de días bajo la lluvia y la intemperie.
Me solté de su mano sin muchos miramientos, un poco ofuscada por la situación y sobrepasada por ser tan… Salvaje en comparación con los demás. “¿En qué estás pensando, Irinnil? Nunca formarás parte de algo así, tu sitio está ahí fuera, sola, con el viento, los árboles y los animales”
Arranqué sin muchos miramientos gran parte de la tela del vestido, me senté en la puerta con los pies hacia fuera y me dispuse a limpiar lo mejor que pude la tierra y el barro. Una vez limpios me dispuse a seguirle con un pequeño trotecillo alegre que pretendía disimular el mal trago que estaba pasando en aquel momento.
Di un respingo cuando la pared se convirtió en una puerta, busqué el picaporte sin mucho éxito y le seguí al interior. Me parecía completamente fascinante lo que había allí dentro, tantas cosas que no había visto nunca, tantas figuras y piezas… Me acerqué a una de ellas, estuve a punto de tocarla pero me contuve en el último momento.
- Si es su secreto, no debería… -Susurré para mi misma.
Estuve un buen rato perdiéndome por la habitación, observando poco a poco los artilugios y los estantes que la rodeaban. Siempre sin hacer movimientos bruscos, de forma delicada recorrí cada uno de los recovecos de la estancia. Si iba a ser nuestro secreto padre-hija, debía memorizarlo cuidadosamente. Finalmente me volví hacia él.
- Creo que vas a tener que explicarme muchas cosas, no sé qué es nada de lo que he visto. -Sonreí. -Aunque… En el fondo tan solo quiero compartir contigo algo especial, ¿sabes? Algo a lo que agarrarme cuando esté en un mal momento. Un sitio al que volver.
Irinnil Fawkes
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Matthew hizo como si no hubiese visto nada cuando Irinnil se detuvo para limpiarse los pies adecuadamente, era evidente que la elfa se sentía algo avergonzada, Owens sabía cómo se sentía eso, no lo haría más difícil. Cuando terminó le ofreció de nuevo la mano para que subieran juntos, probablemente fuera sólo una cuestión simbólica, pero quería que dieran ese paso a la vez.
El Humano se sentía ligeramente orgulloso al ver los gestos de sorpresa de Irinnil, los momentos previos a mostrar una aspecto tan personal de sí mismo habían sido tensos, pero gracias al buen tacto de la elfa, la incomodidad había pasado. Tenían frente a ellos un año de trabajo, cada vez que Matt se sentía con ánimos, o sí necesitaba relajarse, entraba a su habitación secreta y se dedicaba modelar alguna nueva pieza.
Se sentó en uno de los bancos altos y esperó a que terminara.
-Jajaja, claro, tenemos todo el día - Le hizo un gesto para que se acercara - Algunas de las cosas tienen sentido, otras simplemente son... Una representación de mi mmm sentir - Ponerlo en palabras estaba resultando más complicado de lo que había pensado - Es como sí... Las emociones a veces desbordaran y necesitaras sacarlo de ti como sea -
Mientras hablaba juntaba las manos a la altura del pecho, primero como si fueran un nudo, y luego separándolas como si explotaran, a veces las palabras no alcanzaban.
-Y yo alguien en quien confiar - Admitió Stéfano - Pero es una carga muy pesada para la mayoría - Sonrió - Tendremos que esforzarnos -
Fue hacía uno de los rincones de la habitación, donde no pegaba la luz del sol y se mantenía relativamente fresco, allí había unos barriles cerrados y adentro tenía arcilla fresca. Sacó un poco y volvió a cerrarlo bien.
-Si no cierras los barriles la arcilla se seca y ya no te sirve - Había una mesa que estaba desocupada en el centro, con varias marcas que demostraban que era usada seguido, Matthew puso el pedazo de arcilla en el medio - Ven, tendrás que perderle el miedo - Le dio unas palmadas con confianza, sonreía de una manera que pocas veces se veía en él - Y hay que ensuciarse mucho -
Debía ser la única actividad en la que a Owens no le molestaba mancharse, siempre terminaba con toda la ropa sucia, al igual que la cara, el pelo, y sin embargo para él no era lo mismo que ensuciarse con otras cosas.
-Mete las manos en la masa, golpeala, dale forma, puedes romperla y volverla a juntar ¡Intentalo! Es muy divertido - Se notaba que él mismo se moría de ganas de darle forma de algo a ese trozo de arcilla - Dejate llevar -
Era sencillo decirlo, no tanto hacerlo, la mayoría de las personas se contenían todo el tiempo para no dejar salir todo eso que sentían. Matthew mismo era una fachada la mayoría del tiempo, pero entre esas cuatro paredes nadie los veía, así que no era necesario aparentar.
El Humano se sentía ligeramente orgulloso al ver los gestos de sorpresa de Irinnil, los momentos previos a mostrar una aspecto tan personal de sí mismo habían sido tensos, pero gracias al buen tacto de la elfa, la incomodidad había pasado. Tenían frente a ellos un año de trabajo, cada vez que Matt se sentía con ánimos, o sí necesitaba relajarse, entraba a su habitación secreta y se dedicaba modelar alguna nueva pieza.
Se sentó en uno de los bancos altos y esperó a que terminara.
-Jajaja, claro, tenemos todo el día - Le hizo un gesto para que se acercara - Algunas de las cosas tienen sentido, otras simplemente son... Una representación de mi mmm sentir - Ponerlo en palabras estaba resultando más complicado de lo que había pensado - Es como sí... Las emociones a veces desbordaran y necesitaras sacarlo de ti como sea -
Mientras hablaba juntaba las manos a la altura del pecho, primero como si fueran un nudo, y luego separándolas como si explotaran, a veces las palabras no alcanzaban.
-Y yo alguien en quien confiar - Admitió Stéfano - Pero es una carga muy pesada para la mayoría - Sonrió - Tendremos que esforzarnos -
Fue hacía uno de los rincones de la habitación, donde no pegaba la luz del sol y se mantenía relativamente fresco, allí había unos barriles cerrados y adentro tenía arcilla fresca. Sacó un poco y volvió a cerrarlo bien.
-Si no cierras los barriles la arcilla se seca y ya no te sirve - Había una mesa que estaba desocupada en el centro, con varias marcas que demostraban que era usada seguido, Matthew puso el pedazo de arcilla en el medio - Ven, tendrás que perderle el miedo - Le dio unas palmadas con confianza, sonreía de una manera que pocas veces se veía en él - Y hay que ensuciarse mucho -
Debía ser la única actividad en la que a Owens no le molestaba mancharse, siempre terminaba con toda la ropa sucia, al igual que la cara, el pelo, y sin embargo para él no era lo mismo que ensuciarse con otras cosas.
-Mete las manos en la masa, golpeala, dale forma, puedes romperla y volverla a juntar ¡Intentalo! Es muy divertido - Se notaba que él mismo se moría de ganas de darle forma de algo a ese trozo de arcilla - Dejate llevar -
Era sencillo decirlo, no tanto hacerlo, la mayoría de las personas se contenían todo el tiempo para no dejar salir todo eso que sentían. Matthew mismo era una fachada la mayoría del tiempo, pero entre esas cuatro paredes nadie los veía, así que no era necesario aparentar.
Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Me decidí a acariciar alguna de las figuritas, de forma delicada, como si se tratasen de los pétalos de la flor del jardín. Tenían… Algo, algo muy atractivo que te hacía no querer apartar la mirada durante varios minutos. Como si cada una de sus rendijas y recovecos quisiera que los recordaras, que los admiraras durante un largo tiempo. Era como si tuvieran vida propia.
Tras un gesto por su parte me acerqué a él.
- ¿Entonces son como una representación de tus emociones? -Me quedé pensativa. No todas estaban hechas con delicadas formas y surcos, había algunas más burdas, igual de bellas, sí, pero más toscas y afiladas cual cuchillos.
El humano siguió con su explicación, asentí un par de veces tras su gesto con las manos para indicar que le había seguido. O eso esperaba al menos. No parecía algo tan sencillo como copiar una figura y ya. Tenía una parte más espiritual de lo que pensé en un principio. ¿Y si no había sido buena idea? ¿Y si me salía algo horrible? Apenas podía controlar mis emociones, nunca sabía cómo me levantaría al día siguiente, mucho menos iba a saber qué ocurriría si me dejaba llevar por ellas.
La explicación sobre cerrar los barriles me bajó de nuevo de mi nube de pensamientos. Era algo tan simple, no como la tarea que haríamos unos minutos después, algo fácil de hacer, fácil de recordar, sencillo, “cerrar el barril”. Aquello era más como lo que había esperado, instrucciones claras y precisas, no algo totalmente simbólico y personal. Daba miedo, mucho miedo abrirse así delante de alguien.
No dije una sola palabra más antes de meter las manos en la arcilla, temblorosa. En ese momento quería huir de allí, refugiarme de nuevo en el jardín observando flores y descansando a la sombra de algún árbol enorme. Su última frase fue lo que me dio el empujón necesario.
Toqué la masa informe con los dedos despacito, era una sensación extraña, podría decirse incluso que desagradablemente pringosa. Al principio, mientras me acostumbraba al tacto de la masa, fui haciendo una figura que me pareció sencilla. Una pequeña torre que después podría convertir fácilmente en un jarrón. Le haría agujeros por ambos extremos para hacerle una casa a las flores del jardín.
Sin embargo, conforme pasaban los minutos sin que llegase a formar una figura que me gustase, comencé a frustrarme. Mis sentimientos se fueron sucendiendo uno tras otro, pasando directamente desde lo más profundo de mi pecho hasta mis manos. Estrangulé, golpeé y hasta pinché con un utensilio que no logré identificar. Las lágrimas bajaban por mi mejilla conforme la masa se convertía en algo totalmente amorfo y monstruoso, lleno de surcos y agujeros.
No pude articular ni una sola palabra, tan solo sollozar mientras observaba las manos llenas de arcilla. Me quedé así un rato, mirando sin ver, en otro mundo sobrepasada por mis propias emociones.
Tras un gesto por su parte me acerqué a él.
- ¿Entonces son como una representación de tus emociones? -Me quedé pensativa. No todas estaban hechas con delicadas formas y surcos, había algunas más burdas, igual de bellas, sí, pero más toscas y afiladas cual cuchillos.
El humano siguió con su explicación, asentí un par de veces tras su gesto con las manos para indicar que le había seguido. O eso esperaba al menos. No parecía algo tan sencillo como copiar una figura y ya. Tenía una parte más espiritual de lo que pensé en un principio. ¿Y si no había sido buena idea? ¿Y si me salía algo horrible? Apenas podía controlar mis emociones, nunca sabía cómo me levantaría al día siguiente, mucho menos iba a saber qué ocurriría si me dejaba llevar por ellas.
La explicación sobre cerrar los barriles me bajó de nuevo de mi nube de pensamientos. Era algo tan simple, no como la tarea que haríamos unos minutos después, algo fácil de hacer, fácil de recordar, sencillo, “cerrar el barril”. Aquello era más como lo que había esperado, instrucciones claras y precisas, no algo totalmente simbólico y personal. Daba miedo, mucho miedo abrirse así delante de alguien.
No dije una sola palabra más antes de meter las manos en la arcilla, temblorosa. En ese momento quería huir de allí, refugiarme de nuevo en el jardín observando flores y descansando a la sombra de algún árbol enorme. Su última frase fue lo que me dio el empujón necesario.
Toqué la masa informe con los dedos despacito, era una sensación extraña, podría decirse incluso que desagradablemente pringosa. Al principio, mientras me acostumbraba al tacto de la masa, fui haciendo una figura que me pareció sencilla. Una pequeña torre que después podría convertir fácilmente en un jarrón. Le haría agujeros por ambos extremos para hacerle una casa a las flores del jardín.
Sin embargo, conforme pasaban los minutos sin que llegase a formar una figura que me gustase, comencé a frustrarme. Mis sentimientos se fueron sucendiendo uno tras otro, pasando directamente desde lo más profundo de mi pecho hasta mis manos. Estrangulé, golpeé y hasta pinché con un utensilio que no logré identificar. Las lágrimas bajaban por mi mejilla conforme la masa se convertía en algo totalmente amorfo y monstruoso, lleno de surcos y agujeros.
No pude articular ni una sola palabra, tan solo sollozar mientras observaba las manos llenas de arcilla. Me quedé así un rato, mirando sin ver, en otro mundo sobrepasada por mis propias emociones.
Irinnil Fawkes
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Eso de ser profesor era casi tan difícil como Matt había imaginado, por lo general el Humano podía pasarse horas hablando sin parar, pero cuando se trataba de enseñar las palabras se acumulaban en su boca y salían de forma torpe. Cada cosa que le decía a Irinnil parecía ser una instrucción muy vaga que no llegaba a abarcar lo que en verdad quería decirle.
Notó que al principio la elfa se mostraba temerosa de tocar la arcilla, como si tuviera miedo a que algo malo pasara. Era momento de ser paciente, dejar que ella misma experimentara cómo se sentía trabajar con un material tan maleable, en lo personal, Owens lo consideraba muy liberador, pero tenía la sensación de que para cada persona era distinto.
Había un silencio absoluto en la habitación mientras la Elfa acercaba la mano, al no haber ventanas estaban aislados del exterior, no se escuchaban los pájaros, ni los insectos, tampoco el sonido de los árboles al ser mecidos por el viento. La respiración de ambos se coordinó, hasta que se detuvo en el momento mismo en que Irinnil tocó la arcilla.
-... - Esperar, ver cual era su primera reacción. Lo primero casi siempre era hacer una forma que uno consideraba sencilla, para que a medida que avanzabas darte cuenta que no era tan sencillo como habías imaginado. Querer romper todo luego de eso también era lo más común, sobre todo para los adultos que eran más exigentes con las cosas que creaban.
Y las lágrimas... Eso no era tan común, pero Matt sabía que la vida de Irinnil no había sido sencilla, aunque desconocía los detalles. Dejó que llorara libremente durante algunos segundos, luego se puso detrás de ella y la rodeó con los brazos, por la diferencia de alturas podía ver la mesa de trabajo por arriba de la cabeza de la Elfa.
Deslizó las manos por los brazos hasta llegar a las manos de la joven, se las sostuvo hasta que dejaron de temblar.
-Veamos qué podemos hacer con esto ¿De acuerdo? - Junto a la arcilla había un recipiente con agua y unas telas limpias - Cuando tocamos mucho tiempo la masa nuestro calor corporal poco a poco la seca, y eso hace que se parta más fácilmente - Llevó las manos de Irinnil hasta el agua y se las mojó bien antes de volverlas a la arcilla - Así que mientras la estés tocando tienes que asegurarte que la humedad no desaparezca por completo -
Ahora estaba mucho más resbalosa, Matt había sacado las herramientas clavadas y le había vuelto a dar la no-forma original.
-Intentabas que fuera como un jarrón ¿No es así? Eso va a ser demasiado alto, es mejor intentar con algo más bajo la primera vez, como un cuenco quizás - Mientras hablaba iba moviendo las manos de Irinnil para darle forma a la masa - Sólo voy a guiarte un poco, hasta que te sientas más a gusto con el material, luego te mostraré cómo hacer un jarrón alto - Se notaba que el Humano estaba concentrado en lo que hacía, siquiera intentaba usar los chistes fáciles, o hacerse el seductor.
Sin proponérselo, la Elfa había logrado estar con el verdadero Stefano, algo que nadie más había conseguido.
Notó que al principio la elfa se mostraba temerosa de tocar la arcilla, como si tuviera miedo a que algo malo pasara. Era momento de ser paciente, dejar que ella misma experimentara cómo se sentía trabajar con un material tan maleable, en lo personal, Owens lo consideraba muy liberador, pero tenía la sensación de que para cada persona era distinto.
Había un silencio absoluto en la habitación mientras la Elfa acercaba la mano, al no haber ventanas estaban aislados del exterior, no se escuchaban los pájaros, ni los insectos, tampoco el sonido de los árboles al ser mecidos por el viento. La respiración de ambos se coordinó, hasta que se detuvo en el momento mismo en que Irinnil tocó la arcilla.
-... - Esperar, ver cual era su primera reacción. Lo primero casi siempre era hacer una forma que uno consideraba sencilla, para que a medida que avanzabas darte cuenta que no era tan sencillo como habías imaginado. Querer romper todo luego de eso también era lo más común, sobre todo para los adultos que eran más exigentes con las cosas que creaban.
Y las lágrimas... Eso no era tan común, pero Matt sabía que la vida de Irinnil no había sido sencilla, aunque desconocía los detalles. Dejó que llorara libremente durante algunos segundos, luego se puso detrás de ella y la rodeó con los brazos, por la diferencia de alturas podía ver la mesa de trabajo por arriba de la cabeza de la Elfa.
Deslizó las manos por los brazos hasta llegar a las manos de la joven, se las sostuvo hasta que dejaron de temblar.
-Veamos qué podemos hacer con esto ¿De acuerdo? - Junto a la arcilla había un recipiente con agua y unas telas limpias - Cuando tocamos mucho tiempo la masa nuestro calor corporal poco a poco la seca, y eso hace que se parta más fácilmente - Llevó las manos de Irinnil hasta el agua y se las mojó bien antes de volverlas a la arcilla - Así que mientras la estés tocando tienes que asegurarte que la humedad no desaparezca por completo -
Ahora estaba mucho más resbalosa, Matt había sacado las herramientas clavadas y le había vuelto a dar la no-forma original.
-Intentabas que fuera como un jarrón ¿No es así? Eso va a ser demasiado alto, es mejor intentar con algo más bajo la primera vez, como un cuenco quizás - Mientras hablaba iba moviendo las manos de Irinnil para darle forma a la masa - Sólo voy a guiarte un poco, hasta que te sientas más a gusto con el material, luego te mostraré cómo hacer un jarrón alto - Se notaba que el Humano estaba concentrado en lo que hacía, siquiera intentaba usar los chistes fáciles, o hacerse el seductor.
Sin proponérselo, la Elfa había logrado estar con el verdadero Stefano, algo que nadie más había conseguido.
Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Era tan difícil… Según los dibujos y las obras del humano parecía todo tan sencillo. ¿Cómo algo en apariencia tan simple podía convertirse en algo tan frustrante? Nunca me había interesado absolutamente nada que tuviera que ver con el arte, o con cualquier cosa que se encendiera motivada por la imaginación. Me daba un miedo descomunal dejarme llevar por mis sentimientos. Aquella era sin duda la razón de ello.
Matt seguramente estaría decepcionado conmigo, no podía siquiera mirarle a la cara, no tras haberlo destrozado todo tan rápidamente. Di un respingo al notar sus manos sobre mis brazos, todavía temblaba, pero el tacto no era bruto, no estaba enfadado, estaba tranquilo. Poco a poco recuperé el pulso. Había logrado tranquilizarme, no parecía el mismo Matthew de siempre. Le miré de reojo y me dejé llevar. Mojó mis manos de forma abundante en el cazo con agua antes de volver a ponerlas sobre la arcilla.
Tras quitar las herramientas de entre la masa y sin soltar mis manos comenzó a darle forma.
- ¿Un… cuenco? -Dije todavía un poco afectada. -Quería algo bonito para ponerle alrededor a la flor del jardín… -Me pareció algo tonto, dicho en voz alta.
Pero de nuevo… No había sarcasmo, dobles sentidos, chistes raros… ¿Nada? ¿Qué estaba pasando? Aunque yo tampoco estaba intentando rebelarme ni llevando al límite la paciencia del humano. Tan solo estábamos nosotros y aquella familiaridad. Decidí no pensar en ello y simplemente disfrutar del momento. Pronto volveríamos a nuestras vidas de siempre, él al campamento donde yo le desafiaría con casi todas mis palabras. ¿Cambiaría algo después de aquello? Una parte de mi esperaba que sí, la otra sabía que si no cambiaba yo misma, todo volvería a ser lo mismo.
- Creo… creo que ya lo tengo. -En cuanto noté que la arcilla se volvía a secar un poco mojé de nuevo mis manos y seguí haciendo la forma del cuenco. Era pequeñito y con poca forma redondeada, pero me gustaba, me gustaba mucho. Lo habíamos hecho juntos. - La flor puede esperar… Puedo usar mi cuenco cuando te venga a visitar… ¿verdad? - Tenía dudas con respecto a si querría volverme a ver en su casa de retiro y relajación. Todavía me sentía una intrusa por haberle hecho llevarme a su habitación secreta.
Me aparté y le dejé sitio.
- Ahora tú. Seguro que aprendo mucho más viéndote trabajar. - Le miré. -No te preocupes, no te molestaré.
Me alejé un par de pasos para dejarle espacio, no solo físico. Si estaba acostumbrado a trabajar allí dentro él solo, le sería más fácil si no yo no estaba cerca.
Matt seguramente estaría decepcionado conmigo, no podía siquiera mirarle a la cara, no tras haberlo destrozado todo tan rápidamente. Di un respingo al notar sus manos sobre mis brazos, todavía temblaba, pero el tacto no era bruto, no estaba enfadado, estaba tranquilo. Poco a poco recuperé el pulso. Había logrado tranquilizarme, no parecía el mismo Matthew de siempre. Le miré de reojo y me dejé llevar. Mojó mis manos de forma abundante en el cazo con agua antes de volver a ponerlas sobre la arcilla.
Tras quitar las herramientas de entre la masa y sin soltar mis manos comenzó a darle forma.
- ¿Un… cuenco? -Dije todavía un poco afectada. -Quería algo bonito para ponerle alrededor a la flor del jardín… -Me pareció algo tonto, dicho en voz alta.
Pero de nuevo… No había sarcasmo, dobles sentidos, chistes raros… ¿Nada? ¿Qué estaba pasando? Aunque yo tampoco estaba intentando rebelarme ni llevando al límite la paciencia del humano. Tan solo estábamos nosotros y aquella familiaridad. Decidí no pensar en ello y simplemente disfrutar del momento. Pronto volveríamos a nuestras vidas de siempre, él al campamento donde yo le desafiaría con casi todas mis palabras. ¿Cambiaría algo después de aquello? Una parte de mi esperaba que sí, la otra sabía que si no cambiaba yo misma, todo volvería a ser lo mismo.
- Creo… creo que ya lo tengo. -En cuanto noté que la arcilla se volvía a secar un poco mojé de nuevo mis manos y seguí haciendo la forma del cuenco. Era pequeñito y con poca forma redondeada, pero me gustaba, me gustaba mucho. Lo habíamos hecho juntos. - La flor puede esperar… Puedo usar mi cuenco cuando te venga a visitar… ¿verdad? - Tenía dudas con respecto a si querría volverme a ver en su casa de retiro y relajación. Todavía me sentía una intrusa por haberle hecho llevarme a su habitación secreta.
Me aparté y le dejé sitio.
- Ahora tú. Seguro que aprendo mucho más viéndote trabajar. - Le miré. -No te preocupes, no te molestaré.
Me alejé un par de pasos para dejarle espacio, no solo físico. Si estaba acostumbrado a trabajar allí dentro él solo, le sería más fácil si no yo no estaba cerca.
Irinnil Fawkes
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
¿Qué había sido lo primero que Matt creó con sus propias manos? El Estafador tenía que hacer mucho esfuerzo para poder recordar algo de esa época, la época en la que aún no se llamaba Matthew Owens, cuando aún se lo podía llamar “niño”. Podía recordar un taller, uno más grande que ese, con el doble de piezas y moldes, se acordaba de la sensación de la taza en sus manos, algo desprolija, quizás un poco inclinada hacia uno de los lados, pero hecha por él.
-Claro que sí, lo tendré en la repisa, y solo lo sacaré de allí cuando vengas a visitarme - Era un pedido sencillo, pero muy simbólico. La mayoría de las personas exigían muchas cosas de Matt, que sea sincero, que fuera exclusivo, que les diera dinero, poder, contactos, la mayoría de sus relaciones se basaban en que entregara algo de valor social. Y sin embargo allí estaba Irinnil, pidiéndole que la reciba con un cuenco hecho a mano por ella - Ahora ya sabes dónde está mi habitación secreta, sí en algún momento sientes que quieres alejarte de todo siempre puedes venir aquí. Es lo que yo hago cuando no quiero saber de nada ni nadie -
Una vez que la elfa entendió cuál era el ritmo, Owens la soltó para que siguiera sola, pero no se alejó, sino que siguió parado junto a ella, observando cómo trabajaba. En cierto modo estaba un poco ansioso, pero no era una sensación desagradable, era la agitación lógica de tener a su primer... ¿Alumna? “Que extraño suena eso” pensó Matt.
-¿Yo? - No esperaba ponerse a trabajar ese día, pero parecía tan buen momento como cualquier otro - Bien, supongo que es justo - Fue a buscar un pedazo de arcilla nuevo - Querías hacer un jarrón para poner las flores ¿No es así? Te mostraré un modo fácil de hacer uno -
Sacó de debajo de una de las mesas una base doble y lisa hecha de metal, en realidad solo la parte de abajo era fija, el platillo de arriba giraba fácilmente. La puso sobre la mesa y luego acomodó el pedazo de arcilla en el centro, las líneas del plato le permitían ajustar la masa para que quedara alineada.
-Algunos prefieren los tornos a pedal, pero creo que eso le quita parte de la gracia a esto de crear algo con tu propio esfuerzo - Hizo primero una base plana que serviría como piso para el jarrón, sin levantar las paredes aún - Si quieres asegurarte de que quede derecho... - De entre las herramientas sacó un hilo muy fino, lo enredó en ambas manos, como lo hacía cuando querías usarlo como un arma de asfixia, y cortó la arcilla de lado a lado, dejando una base perfectamente lisa - Y luego para que quede redonda... - Agarró un aro de metal, lo apoyó en la masa y recortó los bordes que sobraban, de esa manera le quedaba un círculo perfecto - Y desde aquí empezaremos con nuestro jarrón -
Con toda la masa que le había sobrado empezó a hacer tiras, amasándolas contra la mesa para que fuera redondeadas. Cuando tuvo varias armadas, le señaló uno tarro que estaba en la otra punta de la mesa, tapado.
-Pásame eso - Cuando lo tuvo en la mano lo abrió y le mostró a Irinnil lo que había adentro, era arcilla en estado líquido - Esto es barbotina, y lo usaremos como pegamento en este caso - Puso un poco en el borde de la base que había hecho, luego agarró una de las tiras y de forma muy prolija la acomodo hasta cerrar el círculo - ¿Puedes ver lo que voy a hacer? Pondré una tira sobre la otra hasta que el jarrón sea tan alto como lo desee -
-Claro que sí, lo tendré en la repisa, y solo lo sacaré de allí cuando vengas a visitarme - Era un pedido sencillo, pero muy simbólico. La mayoría de las personas exigían muchas cosas de Matt, que sea sincero, que fuera exclusivo, que les diera dinero, poder, contactos, la mayoría de sus relaciones se basaban en que entregara algo de valor social. Y sin embargo allí estaba Irinnil, pidiéndole que la reciba con un cuenco hecho a mano por ella - Ahora ya sabes dónde está mi habitación secreta, sí en algún momento sientes que quieres alejarte de todo siempre puedes venir aquí. Es lo que yo hago cuando no quiero saber de nada ni nadie -
Una vez que la elfa entendió cuál era el ritmo, Owens la soltó para que siguiera sola, pero no se alejó, sino que siguió parado junto a ella, observando cómo trabajaba. En cierto modo estaba un poco ansioso, pero no era una sensación desagradable, era la agitación lógica de tener a su primer... ¿Alumna? “Que extraño suena eso” pensó Matt.
-¿Yo? - No esperaba ponerse a trabajar ese día, pero parecía tan buen momento como cualquier otro - Bien, supongo que es justo - Fue a buscar un pedazo de arcilla nuevo - Querías hacer un jarrón para poner las flores ¿No es así? Te mostraré un modo fácil de hacer uno -
Sacó de debajo de una de las mesas una base doble y lisa hecha de metal, en realidad solo la parte de abajo era fija, el platillo de arriba giraba fácilmente. La puso sobre la mesa y luego acomodó el pedazo de arcilla en el centro, las líneas del plato le permitían ajustar la masa para que quedara alineada.
- Platillo:
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-Algunos prefieren los tornos a pedal, pero creo que eso le quita parte de la gracia a esto de crear algo con tu propio esfuerzo - Hizo primero una base plana que serviría como piso para el jarrón, sin levantar las paredes aún - Si quieres asegurarte de que quede derecho... - De entre las herramientas sacó un hilo muy fino, lo enredó en ambas manos, como lo hacía cuando querías usarlo como un arma de asfixia, y cortó la arcilla de lado a lado, dejando una base perfectamente lisa - Y luego para que quede redonda... - Agarró un aro de metal, lo apoyó en la masa y recortó los bordes que sobraban, de esa manera le quedaba un círculo perfecto - Y desde aquí empezaremos con nuestro jarrón -
Con toda la masa que le había sobrado empezó a hacer tiras, amasándolas contra la mesa para que fuera redondeadas. Cuando tuvo varias armadas, le señaló uno tarro que estaba en la otra punta de la mesa, tapado.
-Pásame eso - Cuando lo tuvo en la mano lo abrió y le mostró a Irinnil lo que había adentro, era arcilla en estado líquido - Esto es barbotina, y lo usaremos como pegamento en este caso - Puso un poco en el borde de la base que había hecho, luego agarró una de las tiras y de forma muy prolija la acomodo hasta cerrar el círculo - ¿Puedes ver lo que voy a hacer? Pondré una tira sobre la otra hasta que el jarrón sea tan alto como lo desee -
- Ejemplo:
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Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Mientras padre preparaba los utensilios me quedé pensando en sus palabras. Había dicho que iba a aquella habitación cuando quería estar solo, no obstante me había llevado tan solo porque se lo había pedido… Y no solo eso, si no que me había dicho que podía ir cuando quisiera. Era totalmente distinto a como era en Ciudad Lagarto, o eso o me apreciaba más de lo que yo pensaba que lo hacía. Me gustaba más la segunda opción, así que opté por simplemente pensar que algo había cambiado entre los dos. Que la próxima vez que le viera en la ciudad fuese más parecida a esta visita y no como las anteriores.
Detestaba la forma en que me trataba las otras ocasiones, tampoco es que yo se lo pusiera precisamente fácil. Debía admitir que no era una chica fácil de llevar y mucho menos si tienes que dar ejemplo para que los demás no sigan el mismo camino que tomaba yo con el virrey. Pero era todo mucho más sencillo, era su hija después de todo y aquellos momentos me mostraban que a él no le disgustaba la idea tanto como parecía demostrar.
Me acerqué un poco y observé mientras me explicaba por qué elegía cada una de las herramientas. Asentí varias veces, me moví a su alrededor para no entorpecerle hasta que me pareció más indicado quedarme enfrente de él. Allí no le molestaría. Me vi absorbida completamente por la forma en que se movían sus manos, haciendo movimientos tan delicados como precisos en la arcilla. Estaba completamente concentrado, jamás lo había visto así. Y aún con todo, seguía explicándome con todo detalle lo que iba haciendo con la masa.
Le acerqué el tarro que me había pedido con cuidado de no derramar el contenido. Al parecer era para unir partes de la masa. Me pareció muy curioso, ¿quien iba a pensar que podías romperla y volver a unirla como si nada?
- Nunca se me habría ocurrido usar pedacitos y unirlos con algo… -Me tapé la boca, no quería interrumpir. - Lo siento. -Susurré.
Me senté sobre la mesa cuando el humano hubo terminado sus labores.
- ¿Y ahora qué hacemos, padre? - Me di cuenta de algo. -Puedes echarme cuando quieras, no te lo tendré en cuenta, es tu retiro relajante al fin y al cabo… - Le sonreí para mostrarle que estaba bien. -Prefiero la sinceridad aunque pueda doler que la incomodidad de no saber si soy bienvenida en un lugar.
Me iría tranquilamente si el humano quería quedarse solo, pero me quedaría en caso de que disfrutase de verdad de mi compañía, al menos hasta que decidiese volver a Ciudad Lagarto. No tenía muchas ganas de ir por la ciudad, había demasiada gente y ruido, un contraste demasiado grande contra aquel lugar y la paz de estar los dos solos.
Detestaba la forma en que me trataba las otras ocasiones, tampoco es que yo se lo pusiera precisamente fácil. Debía admitir que no era una chica fácil de llevar y mucho menos si tienes que dar ejemplo para que los demás no sigan el mismo camino que tomaba yo con el virrey. Pero era todo mucho más sencillo, era su hija después de todo y aquellos momentos me mostraban que a él no le disgustaba la idea tanto como parecía demostrar.
Me acerqué un poco y observé mientras me explicaba por qué elegía cada una de las herramientas. Asentí varias veces, me moví a su alrededor para no entorpecerle hasta que me pareció más indicado quedarme enfrente de él. Allí no le molestaría. Me vi absorbida completamente por la forma en que se movían sus manos, haciendo movimientos tan delicados como precisos en la arcilla. Estaba completamente concentrado, jamás lo había visto así. Y aún con todo, seguía explicándome con todo detalle lo que iba haciendo con la masa.
Le acerqué el tarro que me había pedido con cuidado de no derramar el contenido. Al parecer era para unir partes de la masa. Me pareció muy curioso, ¿quien iba a pensar que podías romperla y volver a unirla como si nada?
- Nunca se me habría ocurrido usar pedacitos y unirlos con algo… -Me tapé la boca, no quería interrumpir. - Lo siento. -Susurré.
Me senté sobre la mesa cuando el humano hubo terminado sus labores.
- ¿Y ahora qué hacemos, padre? - Me di cuenta de algo. -Puedes echarme cuando quieras, no te lo tendré en cuenta, es tu retiro relajante al fin y al cabo… - Le sonreí para mostrarle que estaba bien. -Prefiero la sinceridad aunque pueda doler que la incomodidad de no saber si soy bienvenida en un lugar.
Me iría tranquilamente si el humano quería quedarse solo, pero me quedaría en caso de que disfrutase de verdad de mi compañía, al menos hasta que decidiese volver a Ciudad Lagarto. No tenía muchas ganas de ir por la ciudad, había demasiada gente y ruido, un contraste demasiado grande contra aquel lugar y la paz de estar los dos solos.
Irinnil Fawkes
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Cuando por fin se relajó, cuando dejó de pensar tanto cada palabra y cada acción, cuando se dejó llevar por lo que la cerámica quería mostrarle, de pronto todo fue mucho más sencillo y fluido, el ambiente dejó de ser pesado y los nervios desaparecieron. Tantos pensamientos intrusivos que lo asaltaban constantemente de a poco se apagaron, ya no sentía ese nudo en el estómago, ni los nervios, ni la ansiedad...
Siguió haciendo más y más rollos de arcilla, intentado que quedaran de un grosor similar, el largo no importaba tanto porque cortaba las puntas para que fuera más prolijo. Lentamente las paredes de la vasija se iba levantando, pero sí pretendían que fuera alto como un florero tendría que hacerlo con mucha paciencia.
-A veces puedes hacer que un gran pedazo de arcilla tome la forma de algo simplemente quitando lo que le sobra, como cuando los artistas cincelan sobre el marfil. Pero también se puede hacer al revés, y juntar los pedazos para crear algo nuevo - Y de hecho, cualquier trozo de arcilla que sobrara Stefano no lo tiraba, sino que lo iba juntando de nuevo y lo agregaba al que fuera a usar luego - En cierto modo, es lo que hacemos con nuestras existencias ¿No lo crees? Algunas personas son talladas poco a poco hasta que adquieren su forma final. Otros tenemos que juntar los pedazos que quedan luego de que nos rompen y con eso armar algo nuevo -
Cuando el Humano consideró que ya había hecho suficiente y que era necesario dejar descansar un poco a la pieza, mojó una de las telas limpias y cubrió la figura con eso, evitando así que se secara mientras no la estaba trabajando. Luego junto las herramientas y las limpió, guardó la arcilla que le había sobrado, y cerró el tarro con la barbotina. Hizo cada una de esas cosas como si fueran acciones automáticas hace mucho tiempo aprendidas.
-Durante años está era la única tarea que me asignaba mi Maestro - Comentó sin mirar a la elfa, terminando de limpiar la mesa - Cuando él terminaba de trabajar, yo tenía que asegurarme de que todo quedara limpio y ordenado, no iba a dejar que desperdiciara material probando cosas cuando aún no estaba listo. Así que aprendía viéndolo trabajar, aunque ahora sé que me enseñó muchas más cosas -
Terminó de secarse las manos mientras la elfa hablaba, pensando en lo que sentía en ese momento.
-Un espacio para relajarme puede ser una habitación, pero también puede serlo una situación o una persona - Se acercó a Irinnil y la abrazó, se sentía pequeñita entre sus brazos, era una sensación agradable - Quedate conmigo al menos por hoy, no debería ser mucho problema si pospones tus viajes durante un día o dos ¿Cierto? - Disfrutaba de ese contacto sincero - Me gustaría que vivieras aquí, o en algún sitio cercano ¿Crees que algo así podría pasar? -
Siguió haciendo más y más rollos de arcilla, intentado que quedaran de un grosor similar, el largo no importaba tanto porque cortaba las puntas para que fuera más prolijo. Lentamente las paredes de la vasija se iba levantando, pero sí pretendían que fuera alto como un florero tendría que hacerlo con mucha paciencia.
-A veces puedes hacer que un gran pedazo de arcilla tome la forma de algo simplemente quitando lo que le sobra, como cuando los artistas cincelan sobre el marfil. Pero también se puede hacer al revés, y juntar los pedazos para crear algo nuevo - Y de hecho, cualquier trozo de arcilla que sobrara Stefano no lo tiraba, sino que lo iba juntando de nuevo y lo agregaba al que fuera a usar luego - En cierto modo, es lo que hacemos con nuestras existencias ¿No lo crees? Algunas personas son talladas poco a poco hasta que adquieren su forma final. Otros tenemos que juntar los pedazos que quedan luego de que nos rompen y con eso armar algo nuevo -
Cuando el Humano consideró que ya había hecho suficiente y que era necesario dejar descansar un poco a la pieza, mojó una de las telas limpias y cubrió la figura con eso, evitando así que se secara mientras no la estaba trabajando. Luego junto las herramientas y las limpió, guardó la arcilla que le había sobrado, y cerró el tarro con la barbotina. Hizo cada una de esas cosas como si fueran acciones automáticas hace mucho tiempo aprendidas.
-Durante años está era la única tarea que me asignaba mi Maestro - Comentó sin mirar a la elfa, terminando de limpiar la mesa - Cuando él terminaba de trabajar, yo tenía que asegurarme de que todo quedara limpio y ordenado, no iba a dejar que desperdiciara material probando cosas cuando aún no estaba listo. Así que aprendía viéndolo trabajar, aunque ahora sé que me enseñó muchas más cosas -
Terminó de secarse las manos mientras la elfa hablaba, pensando en lo que sentía en ese momento.
-Un espacio para relajarme puede ser una habitación, pero también puede serlo una situación o una persona - Se acercó a Irinnil y la abrazó, se sentía pequeñita entre sus brazos, era una sensación agradable - Quedate conmigo al menos por hoy, no debería ser mucho problema si pospones tus viajes durante un día o dos ¿Cierto? - Disfrutaba de ese contacto sincero - Me gustaría que vivieras aquí, o en algún sitio cercano ¿Crees que algo así podría pasar? -
Matthew Owens
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Re: La hija pródiga [Privado] [CERRADO]
Juntar los pedazos… Eso sonaba mucho a lo que me estaba ocurriendo poco a poco con mi contraparte. Juntas éramos una persona completamente distinta, me preguntaba a dónde me llevaría todo aquello. Tal vez fuera mejor no tratar de luchar por mantenernos separadas. Quien sabe qué podría salir de aquella fusión.
Estuve observando cómo iba de un lado para otro devolviendo los utensilios y los materiales a su lugar. Me sentía un poco inútil por no saber dónde iba cada cosa. La próxima vez le ayudaría, o le diría que me enseñe.
- Pues todo parece indicar que yo sí que he derrochado mucho material. - Mi cuenco no parecía tan bien construido como el jarrón que había hecho el humano, pero para ser la primera vez estaba muy contenta con el resultado.
Correspondí el abrazo de Matthew. Durante un tiempo había tenido dudas sobre si volver a verle o no. Pero aquella tarde había disipado cualquier problema que tuviera con ello. Por supuesto que quería volver a pasar un día como aquel. Era un buen soplo de aire fresco comparado con las idas y venidas a las que estaba acostumbrada.
- Me encantaría vivir cerca, sí. Aunque… - Algo estaba cambiando dentro de mi, en cualquier momento me habría bastado con un árbol cercano. - Preferiría un sitio dentro de la casa, o cercano, pero un árbol… No creo que me sirva a partir de ahora. Siento dar tantos problemas. -Me separé de él con delicadeza y, todavía tomándolo de la mano, di unas vueltas como bailando a su alrededor.
- Seguro que me encuentras un lugar bonito en el que poder venir a visitarte. ¿Me esperarás, verdad? - Le sonreí, aún nos quedaban un par de horas hasta que el sol se pusiera del todo, me quedaría un par de días, hasta que Matt decidiera volver a la ciudad. Después de eso, continuaría mis viajes durante un tiempo más. Estaba feliz de tener un sitio al que volver, al fin.
Estuve observando cómo iba de un lado para otro devolviendo los utensilios y los materiales a su lugar. Me sentía un poco inútil por no saber dónde iba cada cosa. La próxima vez le ayudaría, o le diría que me enseñe.
- Pues todo parece indicar que yo sí que he derrochado mucho material. - Mi cuenco no parecía tan bien construido como el jarrón que había hecho el humano, pero para ser la primera vez estaba muy contenta con el resultado.
Correspondí el abrazo de Matthew. Durante un tiempo había tenido dudas sobre si volver a verle o no. Pero aquella tarde había disipado cualquier problema que tuviera con ello. Por supuesto que quería volver a pasar un día como aquel. Era un buen soplo de aire fresco comparado con las idas y venidas a las que estaba acostumbrada.
- Me encantaría vivir cerca, sí. Aunque… - Algo estaba cambiando dentro de mi, en cualquier momento me habría bastado con un árbol cercano. - Preferiría un sitio dentro de la casa, o cercano, pero un árbol… No creo que me sirva a partir de ahora. Siento dar tantos problemas. -Me separé de él con delicadeza y, todavía tomándolo de la mano, di unas vueltas como bailando a su alrededor.
- Seguro que me encuentras un lugar bonito en el que poder venir a visitarte. ¿Me esperarás, verdad? - Le sonreí, aún nos quedaban un par de horas hasta que el sol se pusiera del todo, me quedaría un par de días, hasta que Matt decidiera volver a la ciudad. Después de eso, continuaría mis viajes durante un tiempo más. Estaba feliz de tener un sitio al que volver, al fin.
Irinnil Fawkes
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