Se necesitan héroes [Privado]
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Se necesitan héroes [Privado]
Chof. Chof. Así era el peculiar y característico sonido a tierra húmeda y hojas resecas que se escuchaba con cada pisada. Una mezcla de sonidos crujiente y pastosa, como un mal desayuno de gachas con tropezones cocinado sin amor ni cariño. Era también lo único que se escuchaba a kilómetros a la redonda.
Ni un solo ruido más poblaba la espesura de los bosques occidentales, lo cual hacía aumentar la desesperanza del grupo de viajeros y acentuar el sentimiento de estar aislados de cualquier resquicio de población, atrapados en una especia de tumba abierta. Envuelta en niebla, sucia, mojada, oscura, y con un olor nauseabundo que asolaba su sentido del olfato. Aunque quizás esto último se debía a la pobre higiene personal de más de uno. Bueno, quizás no, más bien seguro.
Amy tampoco se libraba de los cargos de culpa, pues llevaba días sin saber nada de aquel lujo sibarita al que llamaban “agua”. Por si fuera poco, este no era ni el peor de sus problemas. Igual que es resto, no recordaba la última vez que probó bocado, y la verdad, los gemidos y retortijones en las tripas le avisaban de que su delicado cuerpo de princesa no estaba pensado para seguir una estricta dieta a base de setas e insectos.
La joven semi-metálica entornó los ojos, apretándolos con fuerza. Le pareció ver algo culebrear entra la densa neblina. Sinceramente, esperaba que su mente no le estuviera jugando una mala pasada. Hasta ahora todo lo que había distinguido entre la bruma eran las formas y siluetas difuminadas de árboles pálidos, altos y retorcidos, con las ramas haciendo ademán de saludar y extrañas caras burlonas esbozándose en los huecos de la corteza. Estaba segura de que se reían de ellos… esos malditos árboles. Amy frunció el ceño de nuevo y una gota de sudor recorrió su sien. A lo mejor era el calor lo que le afectaba a la cabeza, y es que, para estar nublado, hacía un bochorno suficiente para que se le pegase la ropa a la piel.
- … Parándose en seco, la muchacha levantó su brazo derecho formando un puño en el aire. Lo hizo inconscientemente, por un acto reflejo, sin siquiera pensar que podía significar un ALTO para la cuadrilla que la seguía. A todo esto… ¿por qué la seguían a ella? ¿A quién le había parecido buena idea dejarla liderar la marcha? No importaba. Su brazo comenzó a abrirse por las ranuras mecánicas y una hoja brillante y afilada comenzó a emerger del interior. Comida. Un gruñido no muy lejano se lo acababa de confirmar. O eso creía. Ahora estaba segura de lo que había visto esconderse tras los árboles: un animal. Puede que una suculenta cría de jabalí tierno, o un jugoso cervatillo pequeño y desvalido. La boca le empezó a hacer aguas, y no en sentido figurado. Un hilo de babilla le goteaba desde la comisura de los labios.
Ni se lo pensó. Flexionó ligeramente las articulaciones de las rodillas y se lanzó en un sprint hacia la oscuridad del bosque, perdiéndose entre el velo de calima, desapareciendo repentinamente del campo de visión del resto de sus compañeros. Lástima que ella tampoco viese a dos palmos de su nariz y acabase resbalando por un no tan pequeño desnivel, cayendo pendiente empinada abajo, hecha una bola.
Afortunadamente, un pedrusco duro como el solo y esculpido con bordes picudos había frenado su descenso hacia el abismo. Que suerte la suya, gracias a eso todavía debían de quedarle un par de costillas sanas (o no). Menos mal que su cuerpo medio robot estaba pensado para baches y sacudidas como aquella… Eso sí, levantarse ya era otra cuestión. A Amy le flaqueaban las fuerzas y, honestamente, no se estaba tan mal tirada allí a la bartola. Por ahora, esperaría a ver si algún alma caritativa la salvaba, mientras ella descansaba a la intemperie, embarrada hasta las trancas, con los ropajes rasgados, y su nuevo peinado tribal -lleno de ramitas y hojas- muy acorde a la situación. Lo que más le molestaba es que seguro que aquel escurridizo animal aún andaba cerca.
Ni un solo ruido más poblaba la espesura de los bosques occidentales, lo cual hacía aumentar la desesperanza del grupo de viajeros y acentuar el sentimiento de estar aislados de cualquier resquicio de población, atrapados en una especia de tumba abierta. Envuelta en niebla, sucia, mojada, oscura, y con un olor nauseabundo que asolaba su sentido del olfato. Aunque quizás esto último se debía a la pobre higiene personal de más de uno. Bueno, quizás no, más bien seguro.
Amy tampoco se libraba de los cargos de culpa, pues llevaba días sin saber nada de aquel lujo sibarita al que llamaban “agua”. Por si fuera poco, este no era ni el peor de sus problemas. Igual que es resto, no recordaba la última vez que probó bocado, y la verdad, los gemidos y retortijones en las tripas le avisaban de que su delicado cuerpo de princesa no estaba pensado para seguir una estricta dieta a base de setas e insectos.
La joven semi-metálica entornó los ojos, apretándolos con fuerza. Le pareció ver algo culebrear entra la densa neblina. Sinceramente, esperaba que su mente no le estuviera jugando una mala pasada. Hasta ahora todo lo que había distinguido entre la bruma eran las formas y siluetas difuminadas de árboles pálidos, altos y retorcidos, con las ramas haciendo ademán de saludar y extrañas caras burlonas esbozándose en los huecos de la corteza. Estaba segura de que se reían de ellos… esos malditos árboles. Amy frunció el ceño de nuevo y una gota de sudor recorrió su sien. A lo mejor era el calor lo que le afectaba a la cabeza, y es que, para estar nublado, hacía un bochorno suficiente para que se le pegase la ropa a la piel.
- … Parándose en seco, la muchacha levantó su brazo derecho formando un puño en el aire. Lo hizo inconscientemente, por un acto reflejo, sin siquiera pensar que podía significar un ALTO para la cuadrilla que la seguía. A todo esto… ¿por qué la seguían a ella? ¿A quién le había parecido buena idea dejarla liderar la marcha? No importaba. Su brazo comenzó a abrirse por las ranuras mecánicas y una hoja brillante y afilada comenzó a emerger del interior. Comida. Un gruñido no muy lejano se lo acababa de confirmar. O eso creía. Ahora estaba segura de lo que había visto esconderse tras los árboles: un animal. Puede que una suculenta cría de jabalí tierno, o un jugoso cervatillo pequeño y desvalido. La boca le empezó a hacer aguas, y no en sentido figurado. Un hilo de babilla le goteaba desde la comisura de los labios.
Ni se lo pensó. Flexionó ligeramente las articulaciones de las rodillas y se lanzó en un sprint hacia la oscuridad del bosque, perdiéndose entre el velo de calima, desapareciendo repentinamente del campo de visión del resto de sus compañeros. Lástima que ella tampoco viese a dos palmos de su nariz y acabase resbalando por un no tan pequeño desnivel, cayendo pendiente empinada abajo, hecha una bola.
Afortunadamente, un pedrusco duro como el solo y esculpido con bordes picudos había frenado su descenso hacia el abismo. Que suerte la suya, gracias a eso todavía debían de quedarle un par de costillas sanas (o no). Menos mal que su cuerpo medio robot estaba pensado para baches y sacudidas como aquella… Eso sí, levantarse ya era otra cuestión. A Amy le flaqueaban las fuerzas y, honestamente, no se estaba tan mal tirada allí a la bartola. Por ahora, esperaría a ver si algún alma caritativa la salvaba, mientras ella descansaba a la intemperie, embarrada hasta las trancas, con los ropajes rasgados, y su nuevo peinado tribal -lleno de ramitas y hojas- muy acorde a la situación. Lo que más le molestaba es que seguro que aquel escurridizo animal aún andaba cerca.
Amy
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Que hermoso día hacía, si no fuera por que odiaba la temprana luz, sería todo maravilloso. Llevaban andando una infinidad de tiempo en una especie de línea recta la cual era más larga que la cara que se les dibujaba a los caminantes. La humedad creaba una especie de neblina que se pegaba al cuerpo, añadiendo los carros de sudor por la caminata más los ropajes (una túnica común más bien) que portaba para taparse de los pocos de sol que penetraban entre las copas, y la niebla, de aquellos arboles.
Había hambre, sed, más hambre y sobre todo más sed. Pensó varias veces en convertirse en un murciélago para salir volando de aquel lugar y ser consumido por los rayos de sol pues la tortura sería mucho menos, pero no, era un luchador: Fuerte y apuesto, por lo que no se rendiría tan fácilmente.
Aquella situación empezaba a crear locuras entre los miembros más débiles del grupo, como la chica, o la chica o también ese ser que parece una hembra. Ella se había puesto delante, como si fuera a empezar la cola por ahí o como si repartieran chucherías y el primero tendría para elegir aquellas más suculentas. Arvid era más precavido, en un ataque siempre acaban con el primero, ¿No? Bueno, por si acaso, iba el último, tendría más oportunidad de correr o de saber por lo menos a lo que se enfren... ¡¿QUE?! ¡¿UN ATAQUE?!...
El Señor Tenebroso se había lanzado contra el suelo, era una estrategia claramente, ondeando la cabeza para los lados el joven vampiro buscaba y buscaba pero no encontraba nada, estaba claro que se enfrentaban a algo peligroso, MUY peligroso... La siguiente fue la joven, iniciando un contraataque contra a saber que, nervioso, Arvid no podía quedarse de brazos cruzados, les estaban rodeando, si esperaba más se haría pis encima.
-¡Te tengo! - Gritó mientras sacaba su pincho y apropiaba unas cuantas puñaladas a una figura situada a su costado. Como un ninja no dejó respuesta alguna, sesgó y sesgó y la criatura derrotó, como se notaba ahí la agilidad vampirica. Después de cortar en lo que él creía que eran puntos clave pero para los demás seguramente sería movimientos erráticos y completamente aleatorios, abrió los ojos y distinguió el cadáver de su enemigo: Un árbol.
Si, había acabado con él, exhausto rió pues había sesgado otra vida, otra inocente y pura alma que ahora pertenecía a la oscuridad... así que de la risa pasó al llanto, apenas en dos segundos. Pero como bien dicen "El vivo al hoyo y el muerto a por el pollo" o algo así, pensó reanudando así su marcha con el grupo. La verdad que les costó encontrarlos, no habían tenido otra cosa que esconderse tras una trinchera un tanto extraña. -¡AaAaAah!- Corrió hacia ellos gritando con el puñal alzado para claramente demostrar que no pretendía hacerles daño.
Así pues su Señor le recompensó ofreciéndole una comida algo extraña, seguramente las entrañas de uno de sus enemigos, raudo la aceptó y agarró antes que el resto del grupo tan siquiera pensaran en recibir tal presente, al devoró deshaciendola por completo, saltando trozos por todas partes y mostrando que los modales se pueden tener hasta en el peor de los infiernos. Satisfecho le agradeció a su Amo por tal ofrenda con una reverencia, que como no sabía hacer se dobló todo lo que pudo hasta prácticamente llegar a tocar con la barbilla su propia pelvis, alzando los brazos en alto y dejando caer sus manos como si colgaran sin vida.
Mal, pues algo retumbó en su estomago, algo extraño: ¿Estaría su cuerpo rechazando el manjar? No creía, probablemente era el lado humano que le quedaba que intentaba salir por algún orificio de su cuerpo, sin perder tiempo brincó hasta alejarse en la espesa niebla, cuando encontró un llano que parecía un buen sitio, allí, en mitad del camino, bajo sus pantalones, arremangó su túnica y ¡PAM! vacío. Había miccionado otras veces pero jamás por ese lado, era extraño. La sensación de alivio llegó al fin, una paz interior como si estuviera tocando el mismísimo infierno, al lado del ser más tenebroso...
- Perdo... - Trató de decir una voz la cual no pudo terminar, pues del susto, el indefenso vampiro asentó una puñalada a la altura donde estaría el cuello. Acertó, una joven, muy atractiva por cierto, había recibido una puñalada de aquella oxidada arma en toda la yugular, ella atónita comenzó a llorar. Se encontraba paralizada con el brazo extendido, jamás sabremos que quería y jamás sabremos por qué asustó a un hombre mientras hacía sus necesidades, bueno, lo último sí, por que el lugar donde las trataba de hacer era la mitad de aquel camino boscoso... pero oye, no hay mal que por bien no venga, así que a Arvid la confusión le duró pocos, de un salto, se puso en pie, se vistió del todo y gritó con todas sus fuerzas una palabra, concisa, mientras salivaba - ¡COMIDA! - Y le arreó un bocado a uno de los dedos de la joven esperando a que el grupo viera que presa había conseguido.
Había hambre, sed, más hambre y sobre todo más sed. Pensó varias veces en convertirse en un murciélago para salir volando de aquel lugar y ser consumido por los rayos de sol pues la tortura sería mucho menos, pero no, era un luchador: Fuerte y apuesto, por lo que no se rendiría tan fácilmente.
Aquella situación empezaba a crear locuras entre los miembros más débiles del grupo, como la chica, o la chica o también ese ser que parece una hembra. Ella se había puesto delante, como si fuera a empezar la cola por ahí o como si repartieran chucherías y el primero tendría para elegir aquellas más suculentas. Arvid era más precavido, en un ataque siempre acaban con el primero, ¿No? Bueno, por si acaso, iba el último, tendría más oportunidad de correr o de saber por lo menos a lo que se enfren... ¡¿QUE?! ¡¿UN ATAQUE?!...
El Señor Tenebroso se había lanzado contra el suelo, era una estrategia claramente, ondeando la cabeza para los lados el joven vampiro buscaba y buscaba pero no encontraba nada, estaba claro que se enfrentaban a algo peligroso, MUY peligroso... La siguiente fue la joven, iniciando un contraataque contra a saber que, nervioso, Arvid no podía quedarse de brazos cruzados, les estaban rodeando, si esperaba más se haría pis encima.
-¡Te tengo! - Gritó mientras sacaba su pincho y apropiaba unas cuantas puñaladas a una figura situada a su costado. Como un ninja no dejó respuesta alguna, sesgó y sesgó y la criatura derrotó, como se notaba ahí la agilidad vampirica. Después de cortar en lo que él creía que eran puntos clave pero para los demás seguramente sería movimientos erráticos y completamente aleatorios, abrió los ojos y distinguió el cadáver de su enemigo: Un árbol.
Si, había acabado con él, exhausto rió pues había sesgado otra vida, otra inocente y pura alma que ahora pertenecía a la oscuridad... así que de la risa pasó al llanto, apenas en dos segundos. Pero como bien dicen "El vivo al hoyo y el muerto a por el pollo" o algo así, pensó reanudando así su marcha con el grupo. La verdad que les costó encontrarlos, no habían tenido otra cosa que esconderse tras una trinchera un tanto extraña. -¡AaAaAah!- Corrió hacia ellos gritando con el puñal alzado para claramente demostrar que no pretendía hacerles daño.
Así pues su Señor le recompensó ofreciéndole una comida algo extraña, seguramente las entrañas de uno de sus enemigos, raudo la aceptó y agarró antes que el resto del grupo tan siquiera pensaran en recibir tal presente, al devoró deshaciendola por completo, saltando trozos por todas partes y mostrando que los modales se pueden tener hasta en el peor de los infiernos. Satisfecho le agradeció a su Amo por tal ofrenda con una reverencia, que como no sabía hacer se dobló todo lo que pudo hasta prácticamente llegar a tocar con la barbilla su propia pelvis, alzando los brazos en alto y dejando caer sus manos como si colgaran sin vida.
Mal, pues algo retumbó en su estomago, algo extraño: ¿Estaría su cuerpo rechazando el manjar? No creía, probablemente era el lado humano que le quedaba que intentaba salir por algún orificio de su cuerpo, sin perder tiempo brincó hasta alejarse en la espesa niebla, cuando encontró un llano que parecía un buen sitio, allí, en mitad del camino, bajo sus pantalones, arremangó su túnica y ¡PAM! vacío. Había miccionado otras veces pero jamás por ese lado, era extraño. La sensación de alivio llegó al fin, una paz interior como si estuviera tocando el mismísimo infierno, al lado del ser más tenebroso...
- Perdo... - Trató de decir una voz la cual no pudo terminar, pues del susto, el indefenso vampiro asentó una puñalada a la altura donde estaría el cuello. Acertó, una joven, muy atractiva por cierto, había recibido una puñalada de aquella oxidada arma en toda la yugular, ella atónita comenzó a llorar. Se encontraba paralizada con el brazo extendido, jamás sabremos que quería y jamás sabremos por qué asustó a un hombre mientras hacía sus necesidades, bueno, lo último sí, por que el lugar donde las trataba de hacer era la mitad de aquel camino boscoso... pero oye, no hay mal que por bien no venga, así que a Arvid la confusión le duró pocos, de un salto, se puso en pie, se vistió del todo y gritó con todas sus fuerzas una palabra, concisa, mientras salivaba - ¡COMIDA! - Y le arreó un bocado a uno de los dedos de la joven esperando a que el grupo viera que presa había conseguido.
Arvid el Siervo
Neófito
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
A pesar de que en la charca de la que venía vivían hombres sapo de lo más variopinto, desde luego aquellas “personas” con las que pretendía embarcarse en grandes aventuras sobrepasaban con creces cualquier cosa extraña que hubiese visto antes.
Según los cálculos de Ava llevaban andando más horas de las que podía contar, teniendo en cuenta el estado de deshidratación en el que se encontraba, no solo ella, sino toda la comitiva. Por suerte, ella tenía sus recursos, ya que gracias a la humedad de la zona en la que se encontraban, había podido mantenerse medianamente fresca chupando casi todas las piedras con las que se había tropezado, además de todas las hojas que alcanzó a encontrar. Por más que le insistió a sus compañeros de que la imitasen si no querían perder el conocimiento, nadie le hizo caso, pero ella no se lo tuvo muy en cuenta, puesto pensó que debían de ser las típicas costumbres de los humanos de la gran ciudad.
De un momento a otro, su compañero que no era ni muy humano ni muy perro, se lanzó sobre lo que parecía una seta. Ava entendía perfectamente aquella necesidad por lanzarse sobre las setas, ¿a quién no le encantaban? Pero cuando la pobre criatura se comió aquello que parecía un manjar, a Ava le dió la impresión de que hubiese sido mejor haber cogido aquella seta del demonio y lanzarla bien lejos, pero prefirió no hacer ningún comentario para no herir la sensibilidad del pobre animal... humano... ser... De aquel pobre ser.
De repente la chica de metal, a la cual solo podía referirse como chica de metal, puesto que Ava desconocía su nombre, o si lo sabía se le había olvidado, empezó a hacer movimientos extraños y bastante preocupantes. Ava intentó detener a la extraña muchacha cuando ésta echó a correr. A pesar de que ella no sabía mucho sobre correr, sí que sabía que el bosque podía ser traicionero, y que podía confundir al explorador más avispado o simplemente ponerte la zancadilla donde menos te lo esperabas.
El grupo escuchó un golpe, como si un cacharro de metal cayera fuertemente sobre el manto de barro y hojas mojadas. Tampoco hacía falta ser muy listo para saber qué había pasado.
"Bueno, yo intenté avisarla", pensó Ava, mientras aceleraba el paso (de una forma un tanto torpe) para poder alcanzar a la pobre chica.
Como era de esperar, ésta se había caído por un terraplén, pero parecía estar bien. Su compañero pseudo perro la ayudó a incorporarse, y de debajo de ella sacó otra seta. "Este amigo tiene un don con las setas", pensó Ava. El amigo canino empezó a hacer gestos extraños respecto a la seta, pero el último integrante del grupo, del cual Ava no sabía ni que pensar, puesto que hacía un rato había decidido que acuchillar a un árbol era buena idea, le arrancó de las patitas la seta, y se fue corriendo con ella. Tras los gestos que el pobre ser perruno había hecho, a Ava aquella seta le daba muy mala espina. Así que de nuevo intentó correr para advertirle a aquel pobre hombre (¿era acaso un hombre? No parecía estar en muy buen estado) para que no se comiese aquello.
Para cuando su escasa habilidad a la hora de correr le permitió alcanzar a aquella cosa, lo que se encontró no podía ser más escandaloso y escabroso y bochornoso.
El humano en mal estado, se encontraba con los pantalones bajados, y todo el suelo a su alrededor estaba encharcado en lo que definitivamente era algo que había salido por sus cuartos traseros. Más de una vez había visto a hombres sapo enfermar y expulsar fluidos como aquellos, pero lo que de aquel hombre había salido no tenía nombre ni posible descripción.
Pero por si no fuera poco aquel festín de porquería, el humano se encontraba cuchillo en mano, y a sus pies, rodeada en un charco de sangre y aquel batido marrón indescriptible, se encontraba una joven doncella, muy quieta, tan quieta que Ava supo que estaba muerta. Puede que las incontables cuchilladas sobre ella también ayudasen a la chica pez a entender que aquella pobre joven muy viva no estaba.
- Pe…¿¡Pero qué has hecho!? ¿¡Cómo has podido cagarla tanto en un momento!? ¿¡Quién se supone que es esta!?
El supuesto humano la miró como si ni siquiera entendiese lo que le estaba preguntando, o como si aquello que tenían a sus pies fuese perfectamente normal.
Ava no entendía mucho de costumbres humanas, pero algo le decía que saludar a alguien a base de cuchilladas, un montón de mordiscos y un charco marrón no era lo más educado. Pensó que tendrían que hacer algo con lo que quedaba de aquella pobre chica, no fuese que alguien la encontrase y a parte de sed tuviesen aún más problemas. Aunque tampoco sabía que, nunca había tenido que preocuparse de un cadáver, ni por un charco de porquería humana.
Fue en ese momento cuando los otros dos miembros del grupo se presentaron ante aquella escena, y no supo decir si sus reacciones fueron mejor o peor que la que había mostrado el humano siniestro tras encontrarlo rodeado de todos los fluidos corporales existentes.
- ¿Alguna sugerencia para esto?.- les preguntó Ava señalando el cuerpo sin vida.- ¿Y no tendréis un trapo no? Me parece que las tripas de nuestro amigo se han puesto del revés.
Según los cálculos de Ava llevaban andando más horas de las que podía contar, teniendo en cuenta el estado de deshidratación en el que se encontraba, no solo ella, sino toda la comitiva. Por suerte, ella tenía sus recursos, ya que gracias a la humedad de la zona en la que se encontraban, había podido mantenerse medianamente fresca chupando casi todas las piedras con las que se había tropezado, además de todas las hojas que alcanzó a encontrar. Por más que le insistió a sus compañeros de que la imitasen si no querían perder el conocimiento, nadie le hizo caso, pero ella no se lo tuvo muy en cuenta, puesto pensó que debían de ser las típicas costumbres de los humanos de la gran ciudad.
De un momento a otro, su compañero que no era ni muy humano ni muy perro, se lanzó sobre lo que parecía una seta. Ava entendía perfectamente aquella necesidad por lanzarse sobre las setas, ¿a quién no le encantaban? Pero cuando la pobre criatura se comió aquello que parecía un manjar, a Ava le dió la impresión de que hubiese sido mejor haber cogido aquella seta del demonio y lanzarla bien lejos, pero prefirió no hacer ningún comentario para no herir la sensibilidad del pobre animal... humano... ser... De aquel pobre ser.
De repente la chica de metal, a la cual solo podía referirse como chica de metal, puesto que Ava desconocía su nombre, o si lo sabía se le había olvidado, empezó a hacer movimientos extraños y bastante preocupantes. Ava intentó detener a la extraña muchacha cuando ésta echó a correr. A pesar de que ella no sabía mucho sobre correr, sí que sabía que el bosque podía ser traicionero, y que podía confundir al explorador más avispado o simplemente ponerte la zancadilla donde menos te lo esperabas.
El grupo escuchó un golpe, como si un cacharro de metal cayera fuertemente sobre el manto de barro y hojas mojadas. Tampoco hacía falta ser muy listo para saber qué había pasado.
"Bueno, yo intenté avisarla", pensó Ava, mientras aceleraba el paso (de una forma un tanto torpe) para poder alcanzar a la pobre chica.
Como era de esperar, ésta se había caído por un terraplén, pero parecía estar bien. Su compañero pseudo perro la ayudó a incorporarse, y de debajo de ella sacó otra seta. "Este amigo tiene un don con las setas", pensó Ava. El amigo canino empezó a hacer gestos extraños respecto a la seta, pero el último integrante del grupo, del cual Ava no sabía ni que pensar, puesto que hacía un rato había decidido que acuchillar a un árbol era buena idea, le arrancó de las patitas la seta, y se fue corriendo con ella. Tras los gestos que el pobre ser perruno había hecho, a Ava aquella seta le daba muy mala espina. Así que de nuevo intentó correr para advertirle a aquel pobre hombre (¿era acaso un hombre? No parecía estar en muy buen estado) para que no se comiese aquello.
Para cuando su escasa habilidad a la hora de correr le permitió alcanzar a aquella cosa, lo que se encontró no podía ser más escandaloso y escabroso y bochornoso.
El humano en mal estado, se encontraba con los pantalones bajados, y todo el suelo a su alrededor estaba encharcado en lo que definitivamente era algo que había salido por sus cuartos traseros. Más de una vez había visto a hombres sapo enfermar y expulsar fluidos como aquellos, pero lo que de aquel hombre había salido no tenía nombre ni posible descripción.
Pero por si no fuera poco aquel festín de porquería, el humano se encontraba cuchillo en mano, y a sus pies, rodeada en un charco de sangre y aquel batido marrón indescriptible, se encontraba una joven doncella, muy quieta, tan quieta que Ava supo que estaba muerta. Puede que las incontables cuchilladas sobre ella también ayudasen a la chica pez a entender que aquella pobre joven muy viva no estaba.
- Pe…¿¡Pero qué has hecho!? ¿¡Cómo has podido cagarla tanto en un momento!? ¿¡Quién se supone que es esta!?
El supuesto humano la miró como si ni siquiera entendiese lo que le estaba preguntando, o como si aquello que tenían a sus pies fuese perfectamente normal.
Ava no entendía mucho de costumbres humanas, pero algo le decía que saludar a alguien a base de cuchilladas, un montón de mordiscos y un charco marrón no era lo más educado. Pensó que tendrían que hacer algo con lo que quedaba de aquella pobre chica, no fuese que alguien la encontrase y a parte de sed tuviesen aún más problemas. Aunque tampoco sabía que, nunca había tenido que preocuparse de un cadáver, ni por un charco de porquería humana.
Fue en ese momento cuando los otros dos miembros del grupo se presentaron ante aquella escena, y no supo decir si sus reacciones fueron mejor o peor que la que había mostrado el humano siniestro tras encontrarlo rodeado de todos los fluidos corporales existentes.
- ¿Alguna sugerencia para esto?.- les preguntó Ava señalando el cuerpo sin vida.- ¿Y no tendréis un trapo no? Me parece que las tripas de nuestro amigo se han puesto del revés.
Ava Brekker
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
¿Por qué seguía allí? ¿Sólo para sufrir? Un sutil sonido burbujeante, así como de ebullición, impregnó la atmósfera del lugar. Debía ser Amy cociéndose cual huevo frito bajo el Sol, encima de la roca en la que descansaba como sartén improvisada. Estaba ardiendo la maldita, y era lo suficientemente plana abarcar por completo la espalda de la chica, pero con el ángulo suficiente para retenerla, embutida entre tierra y canto silvestre.
Se escuchó un rechinar breve, aunque intenso. No era otra que la bio-cibernética tratando de darse la vuelta sobre sí misma, cansada de la superficie achicharrante en la cual reposaba. Era como cuando le das la vuelta a la almohada con la esperanza de que el lado contrario esté más fresco. Imposible. Estaba encallada cual roedor atraído hacia una trampa mortal por un pedazo de queso. Amy se revolvió un poco más sin éxito. Rendida, hizo lo único razonable en una situación como aquella: esperar la dulce liberación de la muerte. Estaba preparada, algo en sus intestinos se lo decía. Ella ya nació preparada.
Pero no, el destino es cruel y sus caminos inescrutables. San Puag de Barrameda, surfista de garrotes, acudía en su ayuda. Raudo y presto como alma que lleva el Diablo… A ver si no era su compañero canino, sino la parca que venía a por su alma. Ojalá. Sin embargo, su suerte era igual de abundante que la comida que llevaba encima: cero, nada, nanai de la Aerandir. Amy no tuvo más remedio que dejarse vapulear, o más bien vaPALEAR, y con un plop consiguió desencajarse de entra la piedra y la pared. Con una sonrisa opacada por una expresión exhausta y ojerosa, dio a entender al chucho que se había convertido en su adalid particular.
- Buen chico. Le dijo, torciendo los labios en un gesto animado, mientras le acariciaba con su fría mano metálica la pelambrera de su cocorota perruna. Este reaccionó como cualquier héroe habría hecho: ignorándola y recogiendo setas del suelo. Otra vez setas no… últimamente Amy las veía hasta en la sopa. Le agradecía de todo corazón al hombre-bestia sus cualidades fúngicas, después de todo era quien les había mantenido con vida a base de hongos y más hongos. “Las setas son la fruta de la vida” le había oído pronunciar alguna vez. O no. No estaba segura del todo. “Pueden hacerse a la brasa, cocidas, al horno de leña, al vapor, salteadas, se pueden hacer pinchos de setas, setas criollas, guiso de setas, setas fritas, rebozadas, sofritas, o setas con patatas, setas al limón, con pimientos, sopa de setas, en estofado…” Bueno, en definitiva, lo pillaba. Entendía el concepto.
Tanto pensar en hablar de setas había despertado la gusa dormida en la chica semi-robot. La boca se le humedecía de nuevo y la lengua se le revolvía en el paladar. Con un quejido, Amy se puso erguida y sacudió el polvo de sus harapos. Trozos de ramas secas y hojas volaron por doquier hasta dejar su vestido con falda cuasi presentable.
Fue en ese momento cuando Puag alzó la seta de la victoria en alto. Menudo bobo, pensó Amy. Los premios tienen que recibirlos los perros cuando hacen algo bien, no al revés. De todas formas, la muchacha de cabello negro vaciló unos instantes. Tenía hambre, sí, pero una voz en su interior le susurraba débilmente que no era buena idea probar bocado de ese extraño rebollón. Debía ser su ultramoderna inteligencia artificial, instalada en su interfaz neuronal de última generación. Aunque ella no tenía nada de eso… Conclusión: o dejaba las setas que le proporcionaba su camello canino, o iba a acabar pero que muy mal. La ciber-muchacha realizó unos aspavientos con los brazos en señal de negación, sin embargo, Arvid el vampiro fue más rápido y astuto. Engulló aquella seta como lo habría hecho un cruce de troglodita con castor rabioso. Bien por él, sin duda tenía el aspecto de ser el más necesitado en cuestiones alimenticias (e higiénicas, cabe añadir).
El desaliñado vampiro salió por patas. Seguro que no porque ahora necesitase evacuar con urgencia, y la chica dragón azul (dragón porque tenía escamas, y todo el mundo sabe que los dragones tienen escamas) se apresuró a acompañarle. Vaya par más raro, debían ser tortolitos o algo así. Amy no entendía de esas cosas, así que se limitó a agarrar al can por la cintura y se lo puso a caballito, descansando su canino pompis en la nuca. La pendiente barrancosa no estaba pensada para seres de patitas tan cortas como las de Puag, este era un trabajo para el pináculo de la ingeniería terrestre de hace casi doscientos años.
Después de resbalar, caer, y rodar abajo un par de veces más, la chica robot logró trepar hasta lo alto del precipicio. Más sucia, cansada y hambrienta que antes, prosiguió su camino con la intención de toparse con sus otros compañeros. Rezaba a todos los dioses habidos y por haber no pillarlos in fraganti en medio del bosque, comportándose como animales, tal y como el Señor los trajo al mundo. Sacó la lengua, no por extenuación, sino por el asco que le provocaba ese pensamiento. Puede que fuese joven, amnésica y un poco tonta, pero no era TAN tonta. Comprendía a la perfección el instinto básico de los seres humanos. En parte por flashes de recuerdos pasados que le venían de su estancia en tugurios y tabernas itinerantes.
Gracias al cielo, la escena con la que se encontraron Amy y el carlino no fue tan horrible y espantosa como se había imaginado en su mente. Sólo había un cadáver, gritos, y mucha caca… Un momento, ¿un cadáver? Eso era nuevo. Por si acaso, y por no herir su sensibilidad, tapó los ojos de Puag con una mano, al mismo tiempo que ella se tapaba la boca para simular sorpresa. Dejó al perrete en el suelo y se acercó hasta donde se encontraban plantados Arvid y la muchacha de cabello blanco. ¿Sugerencias? Ladeó ligeramente la cabeza ante la pregunta. Tampoco tenía un trapo, no.
- Tranquila. Trató de consolar a su amiga, que ahora no recordaba bien si había comentado alguna vez que le encantaban las habas o algo así. La bio-cibernética se puso en cuclillas a la altura de la difunta muchacha y recogió una rama seca del suelo. Procedió a punzarle tres veces consecutivas en uno de los ojos con el palo. Aún los mantenía abiertos como platos, con la mirada borrosa y perdida en el infinito. Un sonido viscoso fue lo único que se escuchó en medio del silencio sepulcral, seguido de una escueta ráfaga de aire cálido. Está muerta. No es peligrosa. Sentenció con el mismo tacto que un papel de lija, contrastando con su tono de voz pueril.
Sin embargo, algo no estaba del todo bien. Y no se refería a los intestinos del vampiro, no. ¿A quién se le habría ocurrido dejar el cadáver ensangrentado de una chica fallecida en mitad del camino? Esperaba que alguno de sus camaradas contase con las cualidades detectivescas necesarias para descubrirlo. Por su parte, a Amy le preocupaban cuestiones de índole más espiritual.
- Creo que… La joven bio-cibernética frunció el ceño, con los ojos cerrados, procesando todos los fragmentos de memorias rotas que desfilaban sin rumbo por su psique. Inhumación. Un entierro digno. … se lo que hay que hacer. Asintió. Fatídicas palabras, aunque nadie lo supiese todavía. Sin más dilación, Amy agarró a la chica que yacía inerte en el suelo por los sobacos y empezó a arrastrarla hacia la vera del sendero, dejando unos surcos a su paso. Era sorprendente la fuerza que cabía en un cuerpo tan pequeño. Perrito, ven conmigo. Necesito tu ayuda. Le pidió amablemente. Su conocimiento sobre plantas y cosas raras del bosque seguro que le sería útil.
Cuando estuvieron a una distancia considerable, tras varios minutos de arrastre y tirada, la muchacha semi-metálica se secó la frente satisfecha. Aquel era el lugar perfecto. Apartado, pero lo suficientemente a la vista para construir un altar. Amy había decidido que si la muchacha muerta tenía familia o conocidos que la apreciaban, su mayor deseo sería seguir viéndola con vida. Que nunca se hubiese ido.
Así pues, le preguntó a su acompañante si llevaba encima cuerdas, o algo con lo que hacerlas -fibras naturales o similares, a saber-. Ella por su parte sacó una de sus cuchillas mantis y comenzó a tallar trozos de corteza de árbol para sacarles punta, a modo de estacas improvisadas. Fue una ardua labor de equipo, pero al final el resultado mereció la pena. El fruto cosechado con sangre y sudor.
La chica ahora descansaba en paz. Su alma inmortal recorría el camino hasta el limbo, mientras que su cuerpo, su inservible cascaron mortal, estaba clavado a uno de los árboles del bosque gracias a las estacas que Amy acababa de fabricar artesanalmente, tiesa como un poste, perfectamente preservada, y con una expresión ida. Los brazos de la difunta doncella colgaban de hilos atados a una de las ramas, libres al son del viento para darle vida, como los de una marioneta de esas que había visto en las ferias ambulantes.
Una sonrisa se dibujaba en el rostro de la desconocida, manufacturada también, tallada cuidadosamente para que siempre pareciese estar feliz. Por toda la eternidad. Hasta que sus restos fuesen pasto de los gusanos, y alimentasen a las criaturas que nacerían para ver la luz de un nuevo mundo. Así era el ciclo de la vida, el que nos mueve a todos. Y con ello, los ritos mortuorios estaban finalmente completos.
Amy y Puag volvieron sobre sus pasos hasta reencontrase con sus compis, quienes parecían haber estado la mar de ocupados. La muchacha metálica se sacudió el polvo de las manos para darles a entender que todo estaba finiquitado y ya no tenían nada de qué preocuparse. Un sonoro gruñido en su estómago la contradijo: sí que tenían de qué preocuparse. De encontrar alimento y un sitio donde descansar su maltrecha osamenta.
Se escuchó un rechinar breve, aunque intenso. No era otra que la bio-cibernética tratando de darse la vuelta sobre sí misma, cansada de la superficie achicharrante en la cual reposaba. Era como cuando le das la vuelta a la almohada con la esperanza de que el lado contrario esté más fresco. Imposible. Estaba encallada cual roedor atraído hacia una trampa mortal por un pedazo de queso. Amy se revolvió un poco más sin éxito. Rendida, hizo lo único razonable en una situación como aquella: esperar la dulce liberación de la muerte. Estaba preparada, algo en sus intestinos se lo decía. Ella ya nació preparada.
Pero no, el destino es cruel y sus caminos inescrutables. San Puag de Barrameda, surfista de garrotes, acudía en su ayuda. Raudo y presto como alma que lleva el Diablo… A ver si no era su compañero canino, sino la parca que venía a por su alma. Ojalá. Sin embargo, su suerte era igual de abundante que la comida que llevaba encima: cero, nada, nanai de la Aerandir. Amy no tuvo más remedio que dejarse vapulear, o más bien vaPALEAR, y con un plop consiguió desencajarse de entra la piedra y la pared. Con una sonrisa opacada por una expresión exhausta y ojerosa, dio a entender al chucho que se había convertido en su adalid particular.
- Buen chico. Le dijo, torciendo los labios en un gesto animado, mientras le acariciaba con su fría mano metálica la pelambrera de su cocorota perruna. Este reaccionó como cualquier héroe habría hecho: ignorándola y recogiendo setas del suelo. Otra vez setas no… últimamente Amy las veía hasta en la sopa. Le agradecía de todo corazón al hombre-bestia sus cualidades fúngicas, después de todo era quien les había mantenido con vida a base de hongos y más hongos. “Las setas son la fruta de la vida” le había oído pronunciar alguna vez. O no. No estaba segura del todo. “Pueden hacerse a la brasa, cocidas, al horno de leña, al vapor, salteadas, se pueden hacer pinchos de setas, setas criollas, guiso de setas, setas fritas, rebozadas, sofritas, o setas con patatas, setas al limón, con pimientos, sopa de setas, en estofado…” Bueno, en definitiva, lo pillaba. Entendía el concepto.
Tanto pensar en hablar de setas había despertado la gusa dormida en la chica semi-robot. La boca se le humedecía de nuevo y la lengua se le revolvía en el paladar. Con un quejido, Amy se puso erguida y sacudió el polvo de sus harapos. Trozos de ramas secas y hojas volaron por doquier hasta dejar su vestido con falda cuasi presentable.
Fue en ese momento cuando Puag alzó la seta de la victoria en alto. Menudo bobo, pensó Amy. Los premios tienen que recibirlos los perros cuando hacen algo bien, no al revés. De todas formas, la muchacha de cabello negro vaciló unos instantes. Tenía hambre, sí, pero una voz en su interior le susurraba débilmente que no era buena idea probar bocado de ese extraño rebollón. Debía ser su ultramoderna inteligencia artificial, instalada en su interfaz neuronal de última generación. Aunque ella no tenía nada de eso… Conclusión: o dejaba las setas que le proporcionaba su camello canino, o iba a acabar pero que muy mal. La ciber-muchacha realizó unos aspavientos con los brazos en señal de negación, sin embargo, Arvid el vampiro fue más rápido y astuto. Engulló aquella seta como lo habría hecho un cruce de troglodita con castor rabioso. Bien por él, sin duda tenía el aspecto de ser el más necesitado en cuestiones alimenticias (e higiénicas, cabe añadir).
El desaliñado vampiro salió por patas. Seguro que no porque ahora necesitase evacuar con urgencia, y la chica dragón azul (dragón porque tenía escamas, y todo el mundo sabe que los dragones tienen escamas) se apresuró a acompañarle. Vaya par más raro, debían ser tortolitos o algo así. Amy no entendía de esas cosas, así que se limitó a agarrar al can por la cintura y se lo puso a caballito, descansando su canino pompis en la nuca. La pendiente barrancosa no estaba pensada para seres de patitas tan cortas como las de Puag, este era un trabajo para el pináculo de la ingeniería terrestre de hace casi doscientos años.
Después de resbalar, caer, y rodar abajo un par de veces más, la chica robot logró trepar hasta lo alto del precipicio. Más sucia, cansada y hambrienta que antes, prosiguió su camino con la intención de toparse con sus otros compañeros. Rezaba a todos los dioses habidos y por haber no pillarlos in fraganti en medio del bosque, comportándose como animales, tal y como el Señor los trajo al mundo. Sacó la lengua, no por extenuación, sino por el asco que le provocaba ese pensamiento. Puede que fuese joven, amnésica y un poco tonta, pero no era TAN tonta. Comprendía a la perfección el instinto básico de los seres humanos. En parte por flashes de recuerdos pasados que le venían de su estancia en tugurios y tabernas itinerantes.
Gracias al cielo, la escena con la que se encontraron Amy y el carlino no fue tan horrible y espantosa como se había imaginado en su mente. Sólo había un cadáver, gritos, y mucha caca… Un momento, ¿un cadáver? Eso era nuevo. Por si acaso, y por no herir su sensibilidad, tapó los ojos de Puag con una mano, al mismo tiempo que ella se tapaba la boca para simular sorpresa. Dejó al perrete en el suelo y se acercó hasta donde se encontraban plantados Arvid y la muchacha de cabello blanco. ¿Sugerencias? Ladeó ligeramente la cabeza ante la pregunta. Tampoco tenía un trapo, no.
- Tranquila. Trató de consolar a su amiga, que ahora no recordaba bien si había comentado alguna vez que le encantaban las habas o algo así. La bio-cibernética se puso en cuclillas a la altura de la difunta muchacha y recogió una rama seca del suelo. Procedió a punzarle tres veces consecutivas en uno de los ojos con el palo. Aún los mantenía abiertos como platos, con la mirada borrosa y perdida en el infinito. Un sonido viscoso fue lo único que se escuchó en medio del silencio sepulcral, seguido de una escueta ráfaga de aire cálido. Está muerta. No es peligrosa. Sentenció con el mismo tacto que un papel de lija, contrastando con su tono de voz pueril.
Sin embargo, algo no estaba del todo bien. Y no se refería a los intestinos del vampiro, no. ¿A quién se le habría ocurrido dejar el cadáver ensangrentado de una chica fallecida en mitad del camino? Esperaba que alguno de sus camaradas contase con las cualidades detectivescas necesarias para descubrirlo. Por su parte, a Amy le preocupaban cuestiones de índole más espiritual.
- Creo que… La joven bio-cibernética frunció el ceño, con los ojos cerrados, procesando todos los fragmentos de memorias rotas que desfilaban sin rumbo por su psique. Inhumación. Un entierro digno. … se lo que hay que hacer. Asintió. Fatídicas palabras, aunque nadie lo supiese todavía. Sin más dilación, Amy agarró a la chica que yacía inerte en el suelo por los sobacos y empezó a arrastrarla hacia la vera del sendero, dejando unos surcos a su paso. Era sorprendente la fuerza que cabía en un cuerpo tan pequeño. Perrito, ven conmigo. Necesito tu ayuda. Le pidió amablemente. Su conocimiento sobre plantas y cosas raras del bosque seguro que le sería útil.
- Spoiler:
Cuando estuvieron a una distancia considerable, tras varios minutos de arrastre y tirada, la muchacha semi-metálica se secó la frente satisfecha. Aquel era el lugar perfecto. Apartado, pero lo suficientemente a la vista para construir un altar. Amy había decidido que si la muchacha muerta tenía familia o conocidos que la apreciaban, su mayor deseo sería seguir viéndola con vida. Que nunca se hubiese ido.
Así pues, le preguntó a su acompañante si llevaba encima cuerdas, o algo con lo que hacerlas -fibras naturales o similares, a saber-. Ella por su parte sacó una de sus cuchillas mantis y comenzó a tallar trozos de corteza de árbol para sacarles punta, a modo de estacas improvisadas. Fue una ardua labor de equipo, pero al final el resultado mereció la pena. El fruto cosechado con sangre y sudor.
- dramatización:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
La chica ahora descansaba en paz. Su alma inmortal recorría el camino hasta el limbo, mientras que su cuerpo, su inservible cascaron mortal, estaba clavado a uno de los árboles del bosque gracias a las estacas que Amy acababa de fabricar artesanalmente, tiesa como un poste, perfectamente preservada, y con una expresión ida. Los brazos de la difunta doncella colgaban de hilos atados a una de las ramas, libres al son del viento para darle vida, como los de una marioneta de esas que había visto en las ferias ambulantes.
Una sonrisa se dibujaba en el rostro de la desconocida, manufacturada también, tallada cuidadosamente para que siempre pareciese estar feliz. Por toda la eternidad. Hasta que sus restos fuesen pasto de los gusanos, y alimentasen a las criaturas que nacerían para ver la luz de un nuevo mundo. Así era el ciclo de la vida, el que nos mueve a todos. Y con ello, los ritos mortuorios estaban finalmente completos.
Amy y Puag volvieron sobre sus pasos hasta reencontrase con sus compis, quienes parecían haber estado la mar de ocupados. La muchacha metálica se sacudió el polvo de las manos para darles a entender que todo estaba finiquitado y ya no tenían nada de qué preocuparse. Un sonoro gruñido en su estómago la contradijo: sí que tenían de qué preocuparse. De encontrar alimento y un sitio donde descansar su maltrecha osamenta.
Última edición por Amy el Sáb Mayo 23 2020, 21:35, editado 3 veces
Amy
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Qué fes...tín, qué fes...tín, un banquete de postín. El tarareo en su cabeza era inevitable mientras sorbía ese dedo cual caracol se tratase. La sangre que chorreaba a borbotones solo hacía que el joven no-vampiro se pusiera más nervioso pues no sabía por donde continuar. La primera en llegar, la chica chupa-rocas, en lugar de alegrarse por la gran presa se alarmó y como que incluso le pareció ver que le propinaba una bronca.
- Wrrryyy... - Entrecerró los ojos y susurró esas palabras tratando de simular un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] muy vampiril para alejarla del lugar, le hizo un aviso de ir con una honda algo cambiada. Pese a que sabía que no era cosa de humanos podrían por lo menos respetar sus costumbres, ¿Acaso es malo ser diferente? Que le dejara comer en paz ya que él no se había metido con su fetiche de lamer piedras. Pero bueno, Arvid acepta a todos por igual aun que le parecía bastante injusto que no probara de todo, él más de una vez probó las sobras del pescado que tan locos vuelven a los gatos simplemente para poder opinar de ello y sigue sin saber por que les vuelve tan locos.
El pálido muchacho no soltaba el dedo de la chica, lo sorbía cada vez con más fuerza tratando de arrebatar todo tipo de nutriente y sin quitarle ojo de encima al pescado continuó y continuó hasta que alguien apareció. La chica de hojalata hizo acto de presencia portando al mismísimo Señor de las Tinieblas sobre ella. Se le iluminaron en ese momento los ojos, pensaba en la gran recompensa que le iba a dar su señor por tal presa. De la emoción mordió el dedo de la joven y lo arrancó de cuajo, cual caramelo lo pasaba de un lado al otro de su boca mientras se levantaba con esos ojitos luminosos como platos. - ¡Mire, mire! - Le soltó a su amo señalando el cuerpo y dejando en uno de sus mofletes aparcado el dedo, sonriendo, por lo que la sangre de este se esparcía entre los dientes, brotando y haciendo que cazara las gotas que casi se caían para impedir que no cayera ni una.
Esperó y esperó pero la recompensa no llegó, su Majestad Tenebrosa bajó del trono en el que se encontraba para acabar en el peor de los sitios, mira que había espacio y da justo en el clavo. ¿Era acaso una recompensa para juntar sus genes? Cosas inentendibles para meros sirvientes que se postraban ante tal deidad oscura. El chico seguía sonriendo pero cada vez se flexionaba más ante su amo, hasta tal punto de casi besar el suelo. La arena del camino ahora quedaba en contacto con la frente de Arvid, la sangre ya no podía ser encarcelada en la boca del joven y creaba un pequeño charco frente a él. La espera se hacía larga pero la eternidad es más larga aún.
Así pues vino, su recompensa: ¿Unos golpes?... ¿ Por que?... ¿Acaso había ofendido a su Santidad Sombría? El shock hizo que la boca del joven se abriera hasta casi desencajarse, los ojos abrirse hasta salirse prácticamente de sus órbitas. El dedo ahora visible dentro de sus fauces era la mitad de blanco que el propio cuasi-vampiro. Las palabras no salían, el sonido del bosque desapareció, era como ¿morir?. Pasaron segundos, minutos, décadas e incluso edades y el chico aún seguía postrado... - Por... qué...- Pronunció en bajito de una forma muy pausada tras volver en sí. Lo cierto es que si había pasado un par de minutos por lo menos y ahora tan solo se encontraba junto al medio-pez, ahí faltaba gente... y la comida también.
De un salto volvió en si como si nada hubiera ocurrido, no sin antes recoger el dedo del suelo, ahora lleno de tierra, más condimento. Lo guardó en su bolsillo, miro a su alrededor como si la vida le fuera en ello buscando algo, ahí estaba, su preciado cuchillo aún lleno de la sangre arrebatada de aquella joven. Saltó a por él, tropezó y estampó su cara contra el suelo, aún así a ciegas trató de encontrar el cuchillo que se encontraba cerca suya, palmeando el suelo y levantando algo de polvo lo agarró, por suerte por el mango. Giró su rostro, ahora más blanquecino por la tierra incrustada en él, hacía su compañera acuática y le sonrió, una sonrisa macabra que podía parecer amenazante pero para nada era su intención, quería demostrar lo contento que se encontraba tras encontrar uno de sus bienes más preciados.
Así pues fue en busca del resto del grupo, a prisa como no pues no iba a caminar con tanta emoción. Fue sencillo, tan solo tenía que seguir el rastro de sangre. De pequeño le contaron una historia parecida con caramelos que al final acababa muy bien con una casa llena de chucherías y una señora muy amable que terminaba comiéndose a dos mozos ladronzuelos, un cuento muy bonito. Desvariando en su interminable búsqueda decidió ir chupando su puñal para ir limpiando este y por otra parte alimentarse un poquito ya que aún le rujían los estómagos, los ochos que tiene por ser vampiro.
Algo le paró en seco, una figura espantosa delante de sus ojos, un ser proveniente del infierno en búsqueda de venganza. La chica que daba por muerta ahora había vuelto en busca de su alma. - ¡DaAaAh! - Soltó del pánico arrastrando el cuchillo por su lengua y avalanzandose contra la muchacha clavando este en la parte superior de su cráneo. Saltó hacía atrás cual rana incrustando su culo contra el suelo y movió las manos hacía su boca dándose aire. Si, del susto se había cortado la lengua, un tajo no muy profundo en toda la mitad de esta pero que sangraba. - I-ca - Balbuceó tratando de pronunciar un "pica" pues del escozor no podía cerrar la boca y su lengua se encontraba en la parte inferior postrada como en una cama de seda, eso si, sangre por todas partes.
Al final acabó frente a su amo, el cual dejaba caer en esos momentos unas lagrimas probablemente por el dolor de su súbdito. Arvid, por empatía y agradecido por ello, se puso de cuclillas intercambiando miradas... y también dejó que esas gotas saladas recorrieran su rostro quedando tras ellos el inmenso bosque y la infinidad de dolor por el corte. No podía estar más agradecido por ello, eso si, ojalá pudiera cerrar la boca y hacer que esa agonía quedara atrás.
- Wrrryyy... - Entrecerró los ojos y susurró esas palabras tratando de simular un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] muy vampiril para alejarla del lugar, le hizo un aviso de ir con una honda algo cambiada. Pese a que sabía que no era cosa de humanos podrían por lo menos respetar sus costumbres, ¿Acaso es malo ser diferente? Que le dejara comer en paz ya que él no se había metido con su fetiche de lamer piedras. Pero bueno, Arvid acepta a todos por igual aun que le parecía bastante injusto que no probara de todo, él más de una vez probó las sobras del pescado que tan locos vuelven a los gatos simplemente para poder opinar de ello y sigue sin saber por que les vuelve tan locos.
El pálido muchacho no soltaba el dedo de la chica, lo sorbía cada vez con más fuerza tratando de arrebatar todo tipo de nutriente y sin quitarle ojo de encima al pescado continuó y continuó hasta que alguien apareció. La chica de hojalata hizo acto de presencia portando al mismísimo Señor de las Tinieblas sobre ella. Se le iluminaron en ese momento los ojos, pensaba en la gran recompensa que le iba a dar su señor por tal presa. De la emoción mordió el dedo de la joven y lo arrancó de cuajo, cual caramelo lo pasaba de un lado al otro de su boca mientras se levantaba con esos ojitos luminosos como platos. - ¡Mire, mire! - Le soltó a su amo señalando el cuerpo y dejando en uno de sus mofletes aparcado el dedo, sonriendo, por lo que la sangre de este se esparcía entre los dientes, brotando y haciendo que cazara las gotas que casi se caían para impedir que no cayera ni una.
Esperó y esperó pero la recompensa no llegó, su Majestad Tenebrosa bajó del trono en el que se encontraba para acabar en el peor de los sitios, mira que había espacio y da justo en el clavo. ¿Era acaso una recompensa para juntar sus genes? Cosas inentendibles para meros sirvientes que se postraban ante tal deidad oscura. El chico seguía sonriendo pero cada vez se flexionaba más ante su amo, hasta tal punto de casi besar el suelo. La arena del camino ahora quedaba en contacto con la frente de Arvid, la sangre ya no podía ser encarcelada en la boca del joven y creaba un pequeño charco frente a él. La espera se hacía larga pero la eternidad es más larga aún.
Así pues vino, su recompensa: ¿Unos golpes?... ¿ Por que?... ¿Acaso había ofendido a su Santidad Sombría? El shock hizo que la boca del joven se abriera hasta casi desencajarse, los ojos abrirse hasta salirse prácticamente de sus órbitas. El dedo ahora visible dentro de sus fauces era la mitad de blanco que el propio cuasi-vampiro. Las palabras no salían, el sonido del bosque desapareció, era como ¿morir?. Pasaron segundos, minutos, décadas e incluso edades y el chico aún seguía postrado... - Por... qué...- Pronunció en bajito de una forma muy pausada tras volver en sí. Lo cierto es que si había pasado un par de minutos por lo menos y ahora tan solo se encontraba junto al medio-pez, ahí faltaba gente... y la comida también.
De un salto volvió en si como si nada hubiera ocurrido, no sin antes recoger el dedo del suelo, ahora lleno de tierra, más condimento. Lo guardó en su bolsillo, miro a su alrededor como si la vida le fuera en ello buscando algo, ahí estaba, su preciado cuchillo aún lleno de la sangre arrebatada de aquella joven. Saltó a por él, tropezó y estampó su cara contra el suelo, aún así a ciegas trató de encontrar el cuchillo que se encontraba cerca suya, palmeando el suelo y levantando algo de polvo lo agarró, por suerte por el mango. Giró su rostro, ahora más blanquecino por la tierra incrustada en él, hacía su compañera acuática y le sonrió, una sonrisa macabra que podía parecer amenazante pero para nada era su intención, quería demostrar lo contento que se encontraba tras encontrar uno de sus bienes más preciados.
Así pues fue en busca del resto del grupo, a prisa como no pues no iba a caminar con tanta emoción. Fue sencillo, tan solo tenía que seguir el rastro de sangre. De pequeño le contaron una historia parecida con caramelos que al final acababa muy bien con una casa llena de chucherías y una señora muy amable que terminaba comiéndose a dos mozos ladronzuelos, un cuento muy bonito. Desvariando en su interminable búsqueda decidió ir chupando su puñal para ir limpiando este y por otra parte alimentarse un poquito ya que aún le rujían los estómagos, los ochos que tiene por ser vampiro.
Algo le paró en seco, una figura espantosa delante de sus ojos, un ser proveniente del infierno en búsqueda de venganza. La chica que daba por muerta ahora había vuelto en busca de su alma. - ¡DaAaAh! - Soltó del pánico arrastrando el cuchillo por su lengua y avalanzandose contra la muchacha clavando este en la parte superior de su cráneo. Saltó hacía atrás cual rana incrustando su culo contra el suelo y movió las manos hacía su boca dándose aire. Si, del susto se había cortado la lengua, un tajo no muy profundo en toda la mitad de esta pero que sangraba. - I-ca - Balbuceó tratando de pronunciar un "pica" pues del escozor no podía cerrar la boca y su lengua se encontraba en la parte inferior postrada como en una cama de seda, eso si, sangre por todas partes.
Al final acabó frente a su amo, el cual dejaba caer en esos momentos unas lagrimas probablemente por el dolor de su súbdito. Arvid, por empatía y agradecido por ello, se puso de cuclillas intercambiando miradas... y también dejó que esas gotas saladas recorrieran su rostro quedando tras ellos el inmenso bosque y la infinidad de dolor por el corte. No podía estar más agradecido por ello, eso si, ojalá pudiera cerrar la boca y hacer que esa agonía quedara atrás.
Arvid el Siervo
Neófito
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
El hecho de que nadie tuviese un trapo con el que ayudar al sucio muchacho no sorprendió del todo a Ava. El pobre tendría que soportar los restos resecos de sus desechos. Pero bueno, seguro que no picaba tanto como la deshidratación de sus escamas, lo cual no podía arreglarse ni chupando todas las piedras del bosque.
Respecto al cadáver… Bueno, los accidentes ocurrían. Ava estaba convencida de que la intención del rostro pálido del grupo no era la de acabar con la vida de aquella muchacha, pero, ¿quién no reaccionaría de esa manera al ser abordado por alguien justo en el momento de estar aliviándose? Lo de los mordiscos y el hecho de haberle arrancado el dedo a lo mejor eran un poco excesivos desde el punto de vista de Ava, pero lo que ya estaba claro que iban a comerse los gusanos, mejor que lo disfrutase aquel pobre humano que parecía que llevaba siglos sin probar bocado. Además, teniendo en cuenta que sus compañeros apenas se inmutaron frente a la que en principio debería de haber sido una escena grotesca, hizo que Ava le restase aún más importancia. Deben de ser las típicas cosas humanas, pensó mientras veía como la robochica jugaba a darle con un palito al frío cuerpo de la doncella. Lo que no terminó de entender, fue la fascinación de su peludo amigo, que decidió tirarse sobre el charco marrón, ya casi negro. Supuso que era cosa de perros y que nunca podría llegar a entenderlo, pero que siempre respetaría.
A pesar de no tener solución para lo de la caca, sí que tenían que hacer algo con el cadáver de aquella chica que no pudo estar más desacertada a la hora de hablar con alguien en mitad de aquel bosque.
Sin apenas mediar palabra y sin cambiar la expresión de su cara, la chica metálica cogió el cadáver y empezó a arrastrarlo. Parecía tan decidida que Ava pensó que ella sería quien mejor conocería las costumbres humanas en cuanto a rituales mortuorios, así que dejó que esta, con ayuda de aquel fiel can, se encargase de aquel pequeño inconveniente.
La joven Avichuela estaba realmente cansada, pero al ver como el pseudohombre se incorporaba rápidamente, dedo en mano, para seguir a sus dos compañeros, Ava no tuvo más remedio que sacar fuerzas de la flaqueza, dejar de rascarse sus escamas, chupar una piedra y avanzar siguiendo el reguero de sangre que el cuerpo sin vida había dejado al ser arrastrado sin ninguna clase de miramiento.
A duras penas llegó Ava al sitio elegido por sus amigos (¿podía considerarlos ya de esa forma?), arrastrando su rama de olivo, que estaba casi tan seca como ella, y la escena con la que se encontró era indescriptible…
De alguna forma, robogirl y dogoman se las habían apañado para subir el frío cuerpo de la recién asesinada a un árbol. Para luego atarla a al tronco y a las ramas, dejando sus miembros colgando como si de una marioneta se tratase. Y además, como broche final, le habían dibujado una macabra sonrisa, intentando buscar la felicidad eterna de la fallecida, para que así quienes la vieran supiesen que la muerte no tiene por que ser triste, si no solo el fin de una etapa y el comienzo de otra que puede ser igualmente feliz, o puede incluso que más, teniendo en cuenta la gran sonrisa de la chica.
Ava se encontraba estupefacta… Patidifusa, helada, pasmada, confundida, desconcertada, pero a la vez maravillada y fascinada, así como alucinada y admirada… ¡Jamás había visto algo como aquello!
Para cualquier mente racional, aquella estampa habría sido el desencadenante de mil pesadillas y traumas que durarían toda una vida, pero para la pequeña Avichuela, que se encontraba al borde de la deshidratación, si es que no lo había sobrepasado ya, y que además, no entendía en absoluto que un humano colgando pudiese no ser algo bueno, aquello era precioso. Le faltaban adjetivos para describir aquella maravilla de la pseudotaxidermia amateur. Ava no entendía mucho respecto a las religiones, pero no dudaba en que todo el mundo querría rezarle a aquella humana chorreante y colgada de la madera del árbol.
No pudo más que aplaudir. Al cuerpo y a los creadores de aquella maravilla de la tierra en la que se encontraban. Le pareció atisbar un gesto de satisfacción en el el roborostro de la que sin duda quería que fuese su amiga si no lo era ya. Y unas lágrimas, que sin duda eran de emoción ante tal magnificencia, caían por el rostro de su peludo amigo. A pesar de no poder expresar demasiadas emociones, también le pareció ver la impresión en los erráticos movimientos de su amigo humano.
Ava estaba segura de que esto les había unido más que si todos hubiesen chupado la misma piedra. Por un momento olvidó su cansancio y su sed, y se sintió realmente feliz, casi tanto como cuando nadaba por su charca, chapoteando, escuchando el sonido del agua que era su hogar.... ¿Ruido de agua? Sí. A Ava le parecía escucharlo. ¿Sería posible que la creación de aquella obra les hubiese bendecido cumpliendo su deseo de encontrar agua?
- ¡¡AAAAAAAGUUUUUUAAAAAAAAA!!
Ava empezó a correr, no sin antes echarle otro vistazo a aquella magnífica obra, y cogiendo a su pug-amigo de una de sus patas traseras, puesto que al ser el que tenia las patas más cortas, Ava pensó que sería el que más ayuda necesitaría para llegar rápido al lugar del que salía aquel sonido. Todo esto propició aún más que se medio tropezase en su intento de carrera. Aún así ella no desistió, dejándose guiar por el dulce sonido del fluir del agua. A pesar de que podría haberse perdido, caído, o tropezado con alguien haciendo sus necesidades, ella no se detuvo, aunque a juzgar por su velocidad nadie hubiese dicho que corría de verdad.
Tras lo que parecieron horas corriendo, pero que en realidad apenas fueron unos minutos, allí estaba. No se había equivocado. Era agua no había duda. No tenia el color más claro y limpio del mundo, ¿pero a quien le importaba? A Ava desde luego no.
Para Ava aquél era el lago más precioso que la joven pez veía desde hace más tiempo del que quería recordar, así que no dudó en lanzar al agua a su amigo perril, para luego lanzarse ella a disfrutar de aquel regalo de los dioses.
Respecto al cadáver… Bueno, los accidentes ocurrían. Ava estaba convencida de que la intención del rostro pálido del grupo no era la de acabar con la vida de aquella muchacha, pero, ¿quién no reaccionaría de esa manera al ser abordado por alguien justo en el momento de estar aliviándose? Lo de los mordiscos y el hecho de haberle arrancado el dedo a lo mejor eran un poco excesivos desde el punto de vista de Ava, pero lo que ya estaba claro que iban a comerse los gusanos, mejor que lo disfrutase aquel pobre humano que parecía que llevaba siglos sin probar bocado. Además, teniendo en cuenta que sus compañeros apenas se inmutaron frente a la que en principio debería de haber sido una escena grotesca, hizo que Ava le restase aún más importancia. Deben de ser las típicas cosas humanas, pensó mientras veía como la robochica jugaba a darle con un palito al frío cuerpo de la doncella. Lo que no terminó de entender, fue la fascinación de su peludo amigo, que decidió tirarse sobre el charco marrón, ya casi negro. Supuso que era cosa de perros y que nunca podría llegar a entenderlo, pero que siempre respetaría.
A pesar de no tener solución para lo de la caca, sí que tenían que hacer algo con el cadáver de aquella chica que no pudo estar más desacertada a la hora de hablar con alguien en mitad de aquel bosque.
Sin apenas mediar palabra y sin cambiar la expresión de su cara, la chica metálica cogió el cadáver y empezó a arrastrarlo. Parecía tan decidida que Ava pensó que ella sería quien mejor conocería las costumbres humanas en cuanto a rituales mortuorios, así que dejó que esta, con ayuda de aquel fiel can, se encargase de aquel pequeño inconveniente.
La joven Avichuela estaba realmente cansada, pero al ver como el pseudohombre se incorporaba rápidamente, dedo en mano, para seguir a sus dos compañeros, Ava no tuvo más remedio que sacar fuerzas de la flaqueza, dejar de rascarse sus escamas, chupar una piedra y avanzar siguiendo el reguero de sangre que el cuerpo sin vida había dejado al ser arrastrado sin ninguna clase de miramiento.
A duras penas llegó Ava al sitio elegido por sus amigos (¿podía considerarlos ya de esa forma?), arrastrando su rama de olivo, que estaba casi tan seca como ella, y la escena con la que se encontró era indescriptible…
De alguna forma, robogirl y dogoman se las habían apañado para subir el frío cuerpo de la recién asesinada a un árbol. Para luego atarla a al tronco y a las ramas, dejando sus miembros colgando como si de una marioneta se tratase. Y además, como broche final, le habían dibujado una macabra sonrisa, intentando buscar la felicidad eterna de la fallecida, para que así quienes la vieran supiesen que la muerte no tiene por que ser triste, si no solo el fin de una etapa y el comienzo de otra que puede ser igualmente feliz, o puede incluso que más, teniendo en cuenta la gran sonrisa de la chica.
Ava se encontraba estupefacta… Patidifusa, helada, pasmada, confundida, desconcertada, pero a la vez maravillada y fascinada, así como alucinada y admirada… ¡Jamás había visto algo como aquello!
Para cualquier mente racional, aquella estampa habría sido el desencadenante de mil pesadillas y traumas que durarían toda una vida, pero para la pequeña Avichuela, que se encontraba al borde de la deshidratación, si es que no lo había sobrepasado ya, y que además, no entendía en absoluto que un humano colgando pudiese no ser algo bueno, aquello era precioso. Le faltaban adjetivos para describir aquella maravilla de la pseudotaxidermia amateur. Ava no entendía mucho respecto a las religiones, pero no dudaba en que todo el mundo querría rezarle a aquella humana chorreante y colgada de la madera del árbol.
No pudo más que aplaudir. Al cuerpo y a los creadores de aquella maravilla de la tierra en la que se encontraban. Le pareció atisbar un gesto de satisfacción en el el roborostro de la que sin duda quería que fuese su amiga si no lo era ya. Y unas lágrimas, que sin duda eran de emoción ante tal magnificencia, caían por el rostro de su peludo amigo. A pesar de no poder expresar demasiadas emociones, también le pareció ver la impresión en los erráticos movimientos de su amigo humano.
Ava estaba segura de que esto les había unido más que si todos hubiesen chupado la misma piedra. Por un momento olvidó su cansancio y su sed, y se sintió realmente feliz, casi tanto como cuando nadaba por su charca, chapoteando, escuchando el sonido del agua que era su hogar.... ¿Ruido de agua? Sí. A Ava le parecía escucharlo. ¿Sería posible que la creación de aquella obra les hubiese bendecido cumpliendo su deseo de encontrar agua?
- ¡¡AAAAAAAGUUUUUUAAAAAAAAA!!
Ava empezó a correr, no sin antes echarle otro vistazo a aquella magnífica obra, y cogiendo a su pug-amigo de una de sus patas traseras, puesto que al ser el que tenia las patas más cortas, Ava pensó que sería el que más ayuda necesitaría para llegar rápido al lugar del que salía aquel sonido. Todo esto propició aún más que se medio tropezase en su intento de carrera. Aún así ella no desistió, dejándose guiar por el dulce sonido del fluir del agua. A pesar de que podría haberse perdido, caído, o tropezado con alguien haciendo sus necesidades, ella no se detuvo, aunque a juzgar por su velocidad nadie hubiese dicho que corría de verdad.
Tras lo que parecieron horas corriendo, pero que en realidad apenas fueron unos minutos, allí estaba. No se había equivocado. Era agua no había duda. No tenia el color más claro y limpio del mundo, ¿pero a quien le importaba? A Ava desde luego no.
- El lago de las Maravillas:
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Para Ava aquél era el lago más precioso que la joven pez veía desde hace más tiempo del que quería recordar, así que no dudó en lanzar al agua a su amigo perril, para luego lanzarse ella a disfrutar de aquel regalo de los dioses.
Ava Brekker
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Al final, de una forma u otra, habían vuelto a reunirse todos en su clásico y reducido grupito de sospechosos habituales. Si es que, Odin los cría… El caso, era hora de tomar al asno por las riendas y afrontar sus problemas como adultos hechos y derechos, sin dejarse llevar por distracciones que- Espera. ¿La chica azul estaba encomiando el trabajo de Amy con una ovación? Y, no sólo eso, los otros dos esperpentos lloraban también, claramente de júbilo y alegría. Jamás, en su corta vida bicentenaria de semi-robot, se sintió tan halagada ni querida como en aquel instante. Nunca nadie había aplaudido por ella (o eso creía recordar). La verdad es que se había esforzado mucho y era bonito el reconocimiento.
La escena habría sido hasta casi emotiva de no ser el por macabro cadáver colgante de fondo, Arvid escupiendo sangre, con una explosión de sabores en la boca; Puag el perro, cubierto de mondongo hasta arriba, apestando tanto o quizás más que el humano; y la chica dragón, a la que ya se le empezaba a hinchar un poquito la vena del cuello, probablemente por no haber lamido una piedra desde hacía cinco minutos.
- No ha sido nada. Dijo algo tímida Amy, esbozando una imperceptible sonrisilla, mientras se frotaba la nuca con la palma de su mano. No entendía muy bien qué le pasaba a su cuerpo, pero notaba cierto rubor en sus mofletes y un calor que -posiblemente- no tenía nada que ver con la insolación. A ver si iba a llorar ella también y todo, contagiada de la emoción… A punto estuvo, si no hubiera sido por aquel demonio alado en forma de mariposa que se posó en el hocico del pulgoso carlino. La gota que resbaló por su faz no fue una lágrima, sino de sudor frio.
Amy quedó petrificada, como si una gorgona de esas de la mitología humana hubiese clavado sus reptilianos ojos de medusa en ella, anclándola a un estado inducido de animación suspendida, de pie como estaba. Abrió la boca para decir algo, pero únicamente consiguió ponerse todavía más lívida. El tiempo se detuvo, y no volvió a reanudarse hasta que aquel repugnante insecto volador agitó sus alas hasta desaparecer, en busca de su siguiente víctima a la que aterrorizar.
Esta vez había sido una pobre e inocente niña sin brazos ni piernas, pero, ¿quién le aseguraba a ella que el próximo desgraciado no sería un bebé desdentado y desvalido, o una abuelita igual de desdentada y desvalida? Aquella experiencia, efímera y traumática a partes iguales, le dio mucho en lo que pensar durante los segundos venideros, pero también fortaleció su determinación y coraje. O eso le gustaba pensar a ella.
En realidad, lo que se dice mucho tiempo, no tuvo para pensar. La mujerzuela de pelo blanco y escamas deslustradas puso pies en polvorosa al grito de “agua”, sacándola de su ensimismamiento. No tenía sentido, ¿por qué tanta prisa por huir? Aquello no era ningún top manta ni tampoco estaban trapicheando con nada ilegal o-… Un momento. Malditas setas. Otra vez causándoles problemas. Eran a la vez una bendición y una maldición. La bio-cibernética lo captó a la primera esta vez y comenzó a correr detrás de la otra chica, la que arrastraba nada imprudentemente al pug.
- ¿Adónde vamos? Preguntó Amy con curiosidad, sin aminorar la marcha, cuando se puso en paralelo a su azulada amiga. Lo cierto es que correr, lo que se dice correr, la chica dragón no lo dominaba mucho. Más bien iban al trote cochinero, y así no iban a conseguir escapar nunca de la pasma. Afortunadamente, su pregunta no tardó mucho en ser contestada de manera audiovisual. La respuesta: una especie de balsa-ciénaga, perdida en uno de los claros del bosque.
Debía ser eso, era lo único digno de mención que había en las inmediaciones… Y vaya si lo era, pues Abba lanzó al chucho y luego se lanzó a sí misma a la poza, sin ni siquiera quitarse la ropa. ¿¿?? Máxima confusión. ¿Por qué? ¿Un chapuzón? ¿En esta época del año, a esta hora del día, en esta zona de Aerandir, localizada exclusivamente dentro de un bosque funesto y maldito, infestado de criaturas de pesadilla? … Su gesto reflejó algo de anhelo y melancolía. ¿Podía ella darse un baño también? Se olisqueó sutilmente una axila y no tardó ni medio segundo en tomar la decisión.
Con cautela, pasito a pasito, la bio-cibernética se acercó al borde del “lago”. Asomándose al interior pudo ver las ondas que habían provocado sendos cuerpos al lanzase al agua. A ver si adelgazaban un poco... Cuando se calmaron un poco las vibraciones y las últimas burbujitas reventaron por la presión del aire -incluso con toda la mugre que flotaba en la superficie-, Amy pudo apreciar su propio reflejo, distorsionado y opacado por el oscuro color del líquido fangoso. No lo dijo en voz alta, pero le asustó un poco no reconocer a la chica que tenía en frente. Para ella era la cara de una desconocida.
Un salpicón de agua mezclada con suciedad la obligó a cubrirse el rostro y ahuyentó los malos pensamientos. Parecía que dentro de la charca se lo estaban pasando requetebien… quizás demasiado bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Y con esa misma cara de circunstancias, Amy comenzó a desvestirse para poder sumergirse. Nada muy subido de tono, la verdad. Se quitó las botas viejas y el vestido ocre de una pieza que llevaba puesto, roto y sumamente rasgado por los incontables tutes a los que había sido sometido. Debajo de este, un corpiño de tubo simple, que cubría todo lo que necesitaba cubrir, y unas enaguas que dejaban a la vista sus cortas piernas metálicas de medio muslo para abajo, las cuales hacían juego con los brazos, también metálicos.
Hecho esto, metió la punta de los pies en la balsa. Tan sólo los deditos, para comprobar la temperatura y si el agua estaba buena. Tras varios largos segundos, Amy se dio cuenta de que no podía sentir sus piernas, más allá de las terminaciones nerviosas a la altura de la ingle, que las unían con su cuerpo de carne y hueso. No le dio mucha importancia al asunto. Supuso que, si los demás seguían practicando natación, es que el agua debía estar bastante templada y potable. Tomó carrerilla y se tiró de bomba, tapándose la nariz con una mano, con tan mala suerte que aterrizó de culo sobre Puag… Ya es mala suerte, oiga. Tocado y hundido, no volvió a saber de su amigo perruno por un tiempo. Seguro que se encontraba bien, era un chucho con recursos.
Así inició la improvisada fiesta en la “piscina”. Con todo el calor del verano, pero sin cócteles ni agüita con gas. Cual tiburón blanco, depredador de los siete mares, Amy vio su oportunidad y buceó hasta dónde se encontraba la chica dragón. La asió por las piernas con fuerza y tiró hacia abajo, hundiéndola hasta las profundidades del abismo. Había decidido que, si caía, no caería sola. ¿Por qué hizo eso? Pues porque podía, obviamente. La verdad es que Amy no tenía memorias de haber aprendido a nadar en su vida, sin embargo, su cuerpo respondía medianamente bien en el elemento acuático casi sin quererlo. Daba la impresión de haber sido entrenada para misiones de asesinato submarinas, y sus músculos lo recordaban todo a la perfección… Vaya tontería.
Todo fueron risas y juegos hasta que, al asomar la cabeza para tomar aire, un ruido y movimiento extraños en los arbustos alertó a la joven medio metálica, quien no dudó en saltar a la orilla, frunciendo el ceño algo molesta. Era curioso, pero el agua de la charca estaba tan embarrada, que tras el baño Amy salió más sucia de lo que había entrado.
Avanzó lentamente, cual gato acechando a su presa desde la distancia. Con el cuerpo arqueado hacia delante, la bio-cibernética abrió sus brazos en una posición de combate bastante rara y extendió las cuchillas que llevaba ocultas en los mismos. Era de cuchilla fácil, no nos vamos a engañar. En su mente sólo cabía la posibilidad de que se tratase de un pequeño mamífero que les sirviese de merienda-cena o de un espía soviét- aerendiano. Lanzó una veloz estocada al frente, atravesando el arbusto de lado a lado. Un grito de niña asustada se propagó por el bosque, espantando unos pájaros de mal agüero que había posados sobre un árbol.
La silueta de detrás del matorral cobró forma palpable, rodando por los suelos, hasta pararse a poco más de un metro de Amy. Pues no se trataba de una niña, no. Más bien de un hombretón hecho y derecho, con cara de pánfilo y asustado como tal. Comprensible, teniendo en cuenta que el rudimentario gorro que llevaba puesto estaba ahora incrustado en una de las afiladas hojas de la cibermuchacha.
- ¡P- por favor! ¡No me mates! Gimoteaba con voz entrecortada, agarrándose la cabeza con ambas manos. ¡No estaba espiando, lo juro! Oí un ruido y- … y vine a- vine a ver… No sonaba muy convincente, aunque quizás era por lo agitado que estaba. Amy miró atrás, hacia sus compañeros, con las cuchillas desenvainada y listas para derramar algo de sangrichuela. Luego volvió a mirar al hombre, tan penoso que, del susto, había manchado sus pantalones de pana. Por descontado, aquellas palabras fueron más que suficientes para Amy, quien guardó sus armas con un característico sonido metálico y le acercó el sombrero al buen mozo.
- Claro. Le sonrió de forma cándida, dibujando una expresión gentil el rostro. Hola. Me llamo Amy. Por enésima vez en lo que iba de día, el estómago de la muchacha se quejó por el hambre. Hastiada, posó una mano metálica sobre su vientre desnudo. Realmente estaba a punto de desfallecer. Tanto que ya casi no se acordaba del hombre al que casi abre un tercer ojo en la frente.
- Ve- venía del pueblo y… y… y escuché… Yo no… Pero Amy ya no lo escuchaba. Sus ojos en blanco no denotaban nada bueno. A la siguiente palabra del pueblerino plasta, la bio-cibernética cayó con todo su peso de espaldas, desmayada y sin sentido. Cada minuto sin comida, y rodeada sólo de maleza, Amy perdía la cabeza.
La escena habría sido hasta casi emotiva de no ser el por macabro cadáver colgante de fondo, Arvid escupiendo sangre, con una explosión de sabores en la boca; Puag el perro, cubierto de mondongo hasta arriba, apestando tanto o quizás más que el humano; y la chica dragón, a la que ya se le empezaba a hinchar un poquito la vena del cuello, probablemente por no haber lamido una piedra desde hacía cinco minutos.
- No ha sido nada. Dijo algo tímida Amy, esbozando una imperceptible sonrisilla, mientras se frotaba la nuca con la palma de su mano. No entendía muy bien qué le pasaba a su cuerpo, pero notaba cierto rubor en sus mofletes y un calor que -posiblemente- no tenía nada que ver con la insolación. A ver si iba a llorar ella también y todo, contagiada de la emoción… A punto estuvo, si no hubiera sido por aquel demonio alado en forma de mariposa que se posó en el hocico del pulgoso carlino. La gota que resbaló por su faz no fue una lágrima, sino de sudor frio.
Amy quedó petrificada, como si una gorgona de esas de la mitología humana hubiese clavado sus reptilianos ojos de medusa en ella, anclándola a un estado inducido de animación suspendida, de pie como estaba. Abrió la boca para decir algo, pero únicamente consiguió ponerse todavía más lívida. El tiempo se detuvo, y no volvió a reanudarse hasta que aquel repugnante insecto volador agitó sus alas hasta desaparecer, en busca de su siguiente víctima a la que aterrorizar.
Esta vez había sido una pobre e inocente niña sin brazos ni piernas, pero, ¿quién le aseguraba a ella que el próximo desgraciado no sería un bebé desdentado y desvalido, o una abuelita igual de desdentada y desvalida? Aquella experiencia, efímera y traumática a partes iguales, le dio mucho en lo que pensar durante los segundos venideros, pero también fortaleció su determinación y coraje. O eso le gustaba pensar a ella.
En realidad, lo que se dice mucho tiempo, no tuvo para pensar. La mujerzuela de pelo blanco y escamas deslustradas puso pies en polvorosa al grito de “agua”, sacándola de su ensimismamiento. No tenía sentido, ¿por qué tanta prisa por huir? Aquello no era ningún top manta ni tampoco estaban trapicheando con nada ilegal o-… Un momento. Malditas setas. Otra vez causándoles problemas. Eran a la vez una bendición y una maldición. La bio-cibernética lo captó a la primera esta vez y comenzó a correr detrás de la otra chica, la que arrastraba nada imprudentemente al pug.
- ¿Adónde vamos? Preguntó Amy con curiosidad, sin aminorar la marcha, cuando se puso en paralelo a su azulada amiga. Lo cierto es que correr, lo que se dice correr, la chica dragón no lo dominaba mucho. Más bien iban al trote cochinero, y así no iban a conseguir escapar nunca de la pasma. Afortunadamente, su pregunta no tardó mucho en ser contestada de manera audiovisual. La respuesta: una especie de balsa-ciénaga, perdida en uno de los claros del bosque.
Debía ser eso, era lo único digno de mención que había en las inmediaciones… Y vaya si lo era, pues Abba lanzó al chucho y luego se lanzó a sí misma a la poza, sin ni siquiera quitarse la ropa. ¿¿?? Máxima confusión. ¿Por qué? ¿Un chapuzón? ¿En esta época del año, a esta hora del día, en esta zona de Aerandir, localizada exclusivamente dentro de un bosque funesto y maldito, infestado de criaturas de pesadilla? … Su gesto reflejó algo de anhelo y melancolía. ¿Podía ella darse un baño también? Se olisqueó sutilmente una axila y no tardó ni medio segundo en tomar la decisión.
Con cautela, pasito a pasito, la bio-cibernética se acercó al borde del “lago”. Asomándose al interior pudo ver las ondas que habían provocado sendos cuerpos al lanzase al agua. A ver si adelgazaban un poco... Cuando se calmaron un poco las vibraciones y las últimas burbujitas reventaron por la presión del aire -incluso con toda la mugre que flotaba en la superficie-, Amy pudo apreciar su propio reflejo, distorsionado y opacado por el oscuro color del líquido fangoso. No lo dijo en voz alta, pero le asustó un poco no reconocer a la chica que tenía en frente. Para ella era la cara de una desconocida.
Un salpicón de agua mezclada con suciedad la obligó a cubrirse el rostro y ahuyentó los malos pensamientos. Parecía que dentro de la charca se lo estaban pasando requetebien… quizás demasiado bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Y con esa misma cara de circunstancias, Amy comenzó a desvestirse para poder sumergirse. Nada muy subido de tono, la verdad. Se quitó las botas viejas y el vestido ocre de una pieza que llevaba puesto, roto y sumamente rasgado por los incontables tutes a los que había sido sometido. Debajo de este, un corpiño de tubo simple, que cubría todo lo que necesitaba cubrir, y unas enaguas que dejaban a la vista sus cortas piernas metálicas de medio muslo para abajo, las cuales hacían juego con los brazos, también metálicos.
Hecho esto, metió la punta de los pies en la balsa. Tan sólo los deditos, para comprobar la temperatura y si el agua estaba buena. Tras varios largos segundos, Amy se dio cuenta de que no podía sentir sus piernas, más allá de las terminaciones nerviosas a la altura de la ingle, que las unían con su cuerpo de carne y hueso. No le dio mucha importancia al asunto. Supuso que, si los demás seguían practicando natación, es que el agua debía estar bastante templada y potable. Tomó carrerilla y se tiró de bomba, tapándose la nariz con una mano, con tan mala suerte que aterrizó de culo sobre Puag… Ya es mala suerte, oiga. Tocado y hundido, no volvió a saber de su amigo perruno por un tiempo. Seguro que se encontraba bien, era un chucho con recursos.
Así inició la improvisada fiesta en la “piscina”. Con todo el calor del verano, pero sin cócteles ni agüita con gas. Cual tiburón blanco, depredador de los siete mares, Amy vio su oportunidad y buceó hasta dónde se encontraba la chica dragón. La asió por las piernas con fuerza y tiró hacia abajo, hundiéndola hasta las profundidades del abismo. Había decidido que, si caía, no caería sola. ¿Por qué hizo eso? Pues porque podía, obviamente. La verdad es que Amy no tenía memorias de haber aprendido a nadar en su vida, sin embargo, su cuerpo respondía medianamente bien en el elemento acuático casi sin quererlo. Daba la impresión de haber sido entrenada para misiones de asesinato submarinas, y sus músculos lo recordaban todo a la perfección… Vaya tontería.
Todo fueron risas y juegos hasta que, al asomar la cabeza para tomar aire, un ruido y movimiento extraños en los arbustos alertó a la joven medio metálica, quien no dudó en saltar a la orilla, frunciendo el ceño algo molesta. Era curioso, pero el agua de la charca estaba tan embarrada, que tras el baño Amy salió más sucia de lo que había entrado.
Avanzó lentamente, cual gato acechando a su presa desde la distancia. Con el cuerpo arqueado hacia delante, la bio-cibernética abrió sus brazos en una posición de combate bastante rara y extendió las cuchillas que llevaba ocultas en los mismos. Era de cuchilla fácil, no nos vamos a engañar. En su mente sólo cabía la posibilidad de que se tratase de un pequeño mamífero que les sirviese de merienda-cena o de un espía soviét- aerendiano. Lanzó una veloz estocada al frente, atravesando el arbusto de lado a lado. Un grito de niña asustada se propagó por el bosque, espantando unos pájaros de mal agüero que había posados sobre un árbol.
La silueta de detrás del matorral cobró forma palpable, rodando por los suelos, hasta pararse a poco más de un metro de Amy. Pues no se trataba de una niña, no. Más bien de un hombretón hecho y derecho, con cara de pánfilo y asustado como tal. Comprensible, teniendo en cuenta que el rudimentario gorro que llevaba puesto estaba ahora incrustado en una de las afiladas hojas de la cibermuchacha.
- ¡P- por favor! ¡No me mates! Gimoteaba con voz entrecortada, agarrándose la cabeza con ambas manos. ¡No estaba espiando, lo juro! Oí un ruido y- … y vine a- vine a ver… No sonaba muy convincente, aunque quizás era por lo agitado que estaba. Amy miró atrás, hacia sus compañeros, con las cuchillas desenvainada y listas para derramar algo de sangrichuela. Luego volvió a mirar al hombre, tan penoso que, del susto, había manchado sus pantalones de pana. Por descontado, aquellas palabras fueron más que suficientes para Amy, quien guardó sus armas con un característico sonido metálico y le acercó el sombrero al buen mozo.
- Claro. Le sonrió de forma cándida, dibujando una expresión gentil el rostro. Hola. Me llamo Amy. Por enésima vez en lo que iba de día, el estómago de la muchacha se quejó por el hambre. Hastiada, posó una mano metálica sobre su vientre desnudo. Realmente estaba a punto de desfallecer. Tanto que ya casi no se acordaba del hombre al que casi abre un tercer ojo en la frente.
- Ve- venía del pueblo y… y… y escuché… Yo no… Pero Amy ya no lo escuchaba. Sus ojos en blanco no denotaban nada bueno. A la siguiente palabra del pueblerino plasta, la bio-cibernética cayó con todo su peso de espaldas, desmayada y sin sentido. Cada minuto sin comida, y rodeada sólo de maleza, Amy perdía la cabeza.
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Las lagrimas picaban, y mucho, lo que hacía que muchas más salieran, era como el licantropo que se muerde la cola. La lengua seguía soltando un charco de sangre que no era muy normal, para evitar morir debería de succionar algún cuerpo sano... agh, ojalá hubiera uno cerca.
Todos salieron a prisa hacía lo que parecía ser el fin a todos sus problemas, si aprendiera a escuchar igual se hubiera enterado de que se trataba pero era mucho más interesante intentar mirar su propia lengua para ver como lo llevaba lo que hacía que se pusiera bizco. Pero bueno, no duró mucho, era un chico algo simplón y fácil de despistarse con lo cualquier otra cosa. Esta vez se trataba de un sonido tras un árbol, un ruido de ramitas quebrándose que hizo que pensara en lo más lógico: El fantasma que le perseguía. Un alma por otra alma, había apuñalado a la chica equivocada.
- ¡EDEDADME- Gritó, por que era lo que estaba de moda, mientras arrancaba su marcha tras el grupo que cada vez estaba más lejos. Menos mal que no son muy rápidos, bueno, si, pero por suerte no iban muy lejos y pudo atraparles antes de liarse o morirse por el camino. Allí estaban... ¿Bañandose? Pero si eso no sirve de nada. Muy contentos se encontraban Su Majestad la Aniquiladora de Mundos y al lado la plebeya como si de una fiesta acuática se tratase. Por primera vez, en lugar de pensar y fijarse en El Rey de este y de otros Mundos se fijó en la otra, la chica extraña, pensó en que le debía una puñalada por lo de antes, así que extendió su brazo hasta la parte de atrás de su túnica y agarró ¿la nada? "Ojalá tuviera aquí mi pincho..." pensó mientras asentía y miraba a su futura presa sin poder cerrar aún la boca.
Lo cierto es que el siguiente movimiento le sorprendió, la otra, la hojalata, se estaba desvistiendo así sin más, sin ningún tipo de vergüenza ni nada. - Aaah- Pronunció como pudo alargando esa vocal y moviendo de arriba a abajo su cabeza entendiendo todo lo que sucedía. Resulta, para los que no se dieran cuenta como él, que dos chicas se estaban aproximando a un chico, ahí lo pensó y ahí. Lo cual dejaba claro el siguiente paso a seguir: Robar la ropa y pertenencias de la exhibicionista.
Se aproximó con cuidado, se agachó con un cuidado mayor y con suma sutileza fue mangando las piezas de ropa allí tiradas, un hurto de diez. Bueno, no de diez, la dueña de aquello no le había quitado ojo de encima en ningún momento, o si, lo cierto era que a Arvid se le daba muy mal cubrirse sus propias espaldas y no había siquiera vigilado si le observaba alguien solo se movia lento pensando que así sería prácticamente invisible. El caso era que lo habían pillado, humildemente bajó su cabeza y cerró sus ojos, parecía un tipo de disculpa sincera y completamente pura. Un ronquido es lo único que salió de aquel ser inmóvil, la narcolepsia le había vuelto a jugar una mala pasada...
La suerte seguía de su lado, pues no duró más que un par de ronquidos antes de despertar como si ese tiempo no hubiera existido para él, como si alguien le hubiera arrebatado esos segundos sin más. Así pues, salió corriendo con las pertenencias demostrándolo con una cara picaresca, sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver la parte superior de dientes y ojos muy abiertos. Dos pasos más para adelante se desmayó, a causa de la herida de su lengua, y rodó hacía la charca cayendo boca abajo contra esta.
La mezcla extraña del agua solo hizo crear un nuevo color al entrar en contacto con la sangre que brotaba, sumado a que a los pocos segundos vomitó de forma inconsciente creando unas mezclas de colores difíciles de nombrar o describir, así que en el futuro lo reconocerían por "Arte Abstracta". Así que el cuerpo del joven permaneció flotando allí, chocando de vez en cuando con los cuerpo, casualmente con la misma postura, de sus compañeros ya hundidos.
Todos salieron a prisa hacía lo que parecía ser el fin a todos sus problemas, si aprendiera a escuchar igual se hubiera enterado de que se trataba pero era mucho más interesante intentar mirar su propia lengua para ver como lo llevaba lo que hacía que se pusiera bizco. Pero bueno, no duró mucho, era un chico algo simplón y fácil de despistarse con lo cualquier otra cosa. Esta vez se trataba de un sonido tras un árbol, un ruido de ramitas quebrándose que hizo que pensara en lo más lógico: El fantasma que le perseguía. Un alma por otra alma, había apuñalado a la chica equivocada.
- ¡EDEDADME- Gritó, por que era lo que estaba de moda, mientras arrancaba su marcha tras el grupo que cada vez estaba más lejos. Menos mal que no son muy rápidos, bueno, si, pero por suerte no iban muy lejos y pudo atraparles antes de liarse o morirse por el camino. Allí estaban... ¿Bañandose? Pero si eso no sirve de nada. Muy contentos se encontraban Su Majestad la Aniquiladora de Mundos y al lado la plebeya como si de una fiesta acuática se tratase. Por primera vez, en lugar de pensar y fijarse en El Rey de este y de otros Mundos se fijó en la otra, la chica extraña, pensó en que le debía una puñalada por lo de antes, así que extendió su brazo hasta la parte de atrás de su túnica y agarró ¿la nada? "Ojalá tuviera aquí mi pincho..." pensó mientras asentía y miraba a su futura presa sin poder cerrar aún la boca.
Lo cierto es que el siguiente movimiento le sorprendió, la otra, la hojalata, se estaba desvistiendo así sin más, sin ningún tipo de vergüenza ni nada. - Aaah- Pronunció como pudo alargando esa vocal y moviendo de arriba a abajo su cabeza entendiendo todo lo que sucedía. Resulta, para los que no se dieran cuenta como él, que dos chicas se estaban aproximando a un chico, ahí lo pensó y ahí. Lo cual dejaba claro el siguiente paso a seguir: Robar la ropa y pertenencias de la exhibicionista.
Se aproximó con cuidado, se agachó con un cuidado mayor y con suma sutileza fue mangando las piezas de ropa allí tiradas, un hurto de diez. Bueno, no de diez, la dueña de aquello no le había quitado ojo de encima en ningún momento, o si, lo cierto era que a Arvid se le daba muy mal cubrirse sus propias espaldas y no había siquiera vigilado si le observaba alguien solo se movia lento pensando que así sería prácticamente invisible. El caso era que lo habían pillado, humildemente bajó su cabeza y cerró sus ojos, parecía un tipo de disculpa sincera y completamente pura. Un ronquido es lo único que salió de aquel ser inmóvil, la narcolepsia le había vuelto a jugar una mala pasada...
La suerte seguía de su lado, pues no duró más que un par de ronquidos antes de despertar como si ese tiempo no hubiera existido para él, como si alguien le hubiera arrebatado esos segundos sin más. Así pues, salió corriendo con las pertenencias demostrándolo con una cara picaresca, sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver la parte superior de dientes y ojos muy abiertos. Dos pasos más para adelante se desmayó, a causa de la herida de su lengua, y rodó hacía la charca cayendo boca abajo contra esta.
La mezcla extraña del agua solo hizo crear un nuevo color al entrar en contacto con la sangre que brotaba, sumado a que a los pocos segundos vomitó de forma inconsciente creando unas mezclas de colores difíciles de nombrar o describir, así que en el futuro lo reconocerían por "Arte Abstracta". Así que el cuerpo del joven permaneció flotando allí, chocando de vez en cuando con los cuerpo, casualmente con la misma postura, de sus compañeros ya hundidos.
Arvid el Siervo
Neófito
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Ava no podía creer lo mucho que podía llegar a echar de menos el agua. Aquél era su elemento, nunca había pasado más de unas pocas horas alejado de ella, pero después de los incontables días vagando por aquel bosque, ese chapuzón le recordaba lo mucho que necesitaba bañarse. Y lo muy divertido que era hacerlo con sus nuevos amigos.
La experiencia religiosa de ver a aquella muchacha colgada en su ritual fúnebre le había hecho darse cuenta de lo maravillosos que eran y lo muy entendidos en cultura humana que estaban, por lo que Ava lo único que quería era disfrutar de todas las aventuras que viniesen. Pero de momento se quedaba con disfrutar de aquel agradable baño.
Hacía un rato que Avichuela no veía a su amigo perruno, pero bueno, confiaba en que estaría bien después de haberlo lanzado tan alegremente para que se remojase el primero, después de todo su trabajo encontrando setas lo merecía. Su amiga de metal aún estaba haciendo no se que cosa con su ropa, aunque Ava suponía que lo hacía porque quería meterse en el agua. No entendía para que quitarse todo aquello, el agua era solo agua, se secaba. Le parecía más peligroso meterse en el agua siendo de metal, teniendo en cuenta lo que le había pasado a su tío abuelo Peter McKenzie, que se fabricó una pata de metal que acabó por oxidarlo a el por completo por estar tanto tiempo en el agua con ella. Respecto al humano con problemas intestinales no sabía nada, hacía un rato que no lo veía, pero sabía que andaría cerca, era un muchacho listo, Ava lo sabía.
Después de tanto nadar, salpicar, y aplaudir de nuevo a su roboamiga (que parecía no oxidarse) por haber hecho semejante salto para introducirse en la charca, Ava decidió que era necesario descansar y disfrutar de algo de paz, así que se dejó sumergir y se hizo la muerta, tal y como a los hombres-sapo les gustaba hacer cuando necesitaban descansar. Alguna vez había ocurrido que alguno estaba muerto de verdad, pero al final uno se acababa dando cuenta, cuando el sapo en cuestión no acudía a cenar 5 noches seguidas.
Estando sumergida Ava perdió la noción del tiempo, podían haber pasado 2 minutos como 2 horas, aunque lo más probable es que no hubiesen pasado ni 10 minutos. Esto es vida, pensó mientras se dejaba arrastrar hacia las profundidades de aquel charco.
Lo que la sacó de su sopor subacuático fue el ruido de algo metálico al caer contra el suelo, además de lo que parecía un cuerpo rodante y curiosamente sanguinolento que se caía al agua.
Ava intentó remolonear en el agua, intentando no hacer caso de los ruidos que la habían perturbado, pero algo en su interior, esa parte pez suya, le hizo pensar que a lo mejor alguno de sus amigos necesitaba su ayuda.
Nadó muy elegantemente hacia la superficie, una imagen totalmente opuesta a cuando corría, y se encontró a su mejor amiga tirada en el suelo, y delante de ella un hombre que no sabía si estaba muy asustado o al borde de que le diese un ataque de pánico.
Ava se agachó rápidamente a ver en qué estado se encontraba metalgirl. Parecía que sus cosas de robot aún funcionaban, aunque se notaba débil.
- ¡Oye! ¿Pero qué le has hecho a mi amiga?.- le gritó con casi toda su furia de pescado al pobre hombre.
- Na...naaa… - balbuceó aquel desconocido.- Yo…
Ava dejó de prestarle atención, al ver el reguero de sangre que llegaba hasta la charca, y los dos grupos de burbujillas que se veían en la superficie de la charca. Será posible que… Ava no lo dudó ni un momento, y se lanzó con enorme gracilidad a la charca, intentando llegar al fondo lo más rápido posible.
A pesar de lo muy sucia que estaba el agua, aún podía ver con la suficiente claridad como para encontrar algo. Y aunque no quería pensar en lo peor, empezaba a temer por las vidas de sus amigos. Tras AVAnzar un poco, vio un cuerpo completamente inmóvil, y aún lleno de mucha caca y sangre (no había agua que pudiese limpiar todo aquello) y rápidamente se lanzó hacia él y lo agarró de la ropa. No muy lejos vio al hombre-pug. Pensaba que los perros podrían nadar, quizás no tendría que haberlo lanzado tan fuerte, se lamentó Ava, que nadó hacía él también para coger su pequeño cuerpo y subir a ambos a la superficie.
No tardó mucho en sacarlos, a pesar de que no era muy fuerte, aquellos dos no pesaban mucho.
El hombre que había dejado al lado del cuerpo de Amy aún estaba allí inmóvil, pero se puso aún más pálido al ver a Ava sacar a toda esa gente de una charca tan pequeña.
Ava volvió a reparar en él, y pensó que era imposible que alguien con el color de aquel hombre pudiese estar vivo si quiera.
- Tranquilo, están bien, he visto esto muchas veces, a mi primo Teodoro también le pasó una vez.- O al menos eso esperaba.
Cogió las gargantas de ambos y empezó a zarandearlos hasta que los dos empezaron a toser y a expulsar el agua que sus débiles cuerpos se habían tragado.
- ¿Ves? Arreglado.- Ava dio las gracias a todo lo que se le que ocurrió por haber conseguido que aquellos dos volviesen a tener aire en los pulmones, o en lo que tuviesen.
Luego volvió a por Amy, que parecía igual de débil que cuando se había sumergido. A lo mejor es que necesita comer, puede que todos necesitamos comer, a lo mejor nos podríamos comer a este señor. No. Recapacita. Además probablemente sea peor que aquella seta que tantos problemas nos dio.
- ¡Oiga señor! Quiero comida.- Ava pensó que aquella era la mejor forma de conseguirlo.
El hombre, asustado como estaba, consiguió medio asentir.
- Eee… El… Pu-pue… Pueblo. Po-po-por aquí.- dijo señalando en una dirección que Ava no sabía si era norte o sur, o alguna de las otras dos.
A Ava aquello de pueblo le sonó bien. Siempre había querido visitar uno, después de haber abandonado el suyo tantos años atrás, y allí tendría que haber comida ¿no?
- ¿Podrías ayudarme con esto?.- le dijo Ava al hombre cogiendo al humano del suelo y poniéndoselo en los brazos al humano recién aparecido.- Se que no huele bien, pero yo tengo que llevarlos a ellos.
Ava cogió a su roboamiga y se la subió a la espalda como pudo. También cogió a su amigo perruno y se lo metió debajo del brazo. Esperaba poder llegar al pueblo con ellos, o si tenían suerte, que se despertasen y disfrutasen del camino hacía el pueblo prometido.
La experiencia religiosa de ver a aquella muchacha colgada en su ritual fúnebre le había hecho darse cuenta de lo maravillosos que eran y lo muy entendidos en cultura humana que estaban, por lo que Ava lo único que quería era disfrutar de todas las aventuras que viniesen. Pero de momento se quedaba con disfrutar de aquel agradable baño.
Hacía un rato que Avichuela no veía a su amigo perruno, pero bueno, confiaba en que estaría bien después de haberlo lanzado tan alegremente para que se remojase el primero, después de todo su trabajo encontrando setas lo merecía. Su amiga de metal aún estaba haciendo no se que cosa con su ropa, aunque Ava suponía que lo hacía porque quería meterse en el agua. No entendía para que quitarse todo aquello, el agua era solo agua, se secaba. Le parecía más peligroso meterse en el agua siendo de metal, teniendo en cuenta lo que le había pasado a su tío abuelo Peter McKenzie, que se fabricó una pata de metal que acabó por oxidarlo a el por completo por estar tanto tiempo en el agua con ella. Respecto al humano con problemas intestinales no sabía nada, hacía un rato que no lo veía, pero sabía que andaría cerca, era un muchacho listo, Ava lo sabía.
Después de tanto nadar, salpicar, y aplaudir de nuevo a su roboamiga (que parecía no oxidarse) por haber hecho semejante salto para introducirse en la charca, Ava decidió que era necesario descansar y disfrutar de algo de paz, así que se dejó sumergir y se hizo la muerta, tal y como a los hombres-sapo les gustaba hacer cuando necesitaban descansar. Alguna vez había ocurrido que alguno estaba muerto de verdad, pero al final uno se acababa dando cuenta, cuando el sapo en cuestión no acudía a cenar 5 noches seguidas.
Estando sumergida Ava perdió la noción del tiempo, podían haber pasado 2 minutos como 2 horas, aunque lo más probable es que no hubiesen pasado ni 10 minutos. Esto es vida, pensó mientras se dejaba arrastrar hacia las profundidades de aquel charco.
Lo que la sacó de su sopor subacuático fue el ruido de algo metálico al caer contra el suelo, además de lo que parecía un cuerpo rodante y curiosamente sanguinolento que se caía al agua.
Ava intentó remolonear en el agua, intentando no hacer caso de los ruidos que la habían perturbado, pero algo en su interior, esa parte pez suya, le hizo pensar que a lo mejor alguno de sus amigos necesitaba su ayuda.
Nadó muy elegantemente hacia la superficie, una imagen totalmente opuesta a cuando corría, y se encontró a su mejor amiga tirada en el suelo, y delante de ella un hombre que no sabía si estaba muy asustado o al borde de que le diese un ataque de pánico.
Ava se agachó rápidamente a ver en qué estado se encontraba metalgirl. Parecía que sus cosas de robot aún funcionaban, aunque se notaba débil.
- ¡Oye! ¿Pero qué le has hecho a mi amiga?.- le gritó con casi toda su furia de pescado al pobre hombre.
- Na...naaa… - balbuceó aquel desconocido.- Yo…
Ava dejó de prestarle atención, al ver el reguero de sangre que llegaba hasta la charca, y los dos grupos de burbujillas que se veían en la superficie de la charca. Será posible que… Ava no lo dudó ni un momento, y se lanzó con enorme gracilidad a la charca, intentando llegar al fondo lo más rápido posible.
A pesar de lo muy sucia que estaba el agua, aún podía ver con la suficiente claridad como para encontrar algo. Y aunque no quería pensar en lo peor, empezaba a temer por las vidas de sus amigos. Tras AVAnzar un poco, vio un cuerpo completamente inmóvil, y aún lleno de mucha caca y sangre (no había agua que pudiese limpiar todo aquello) y rápidamente se lanzó hacia él y lo agarró de la ropa. No muy lejos vio al hombre-pug. Pensaba que los perros podrían nadar, quizás no tendría que haberlo lanzado tan fuerte, se lamentó Ava, que nadó hacía él también para coger su pequeño cuerpo y subir a ambos a la superficie.
No tardó mucho en sacarlos, a pesar de que no era muy fuerte, aquellos dos no pesaban mucho.
El hombre que había dejado al lado del cuerpo de Amy aún estaba allí inmóvil, pero se puso aún más pálido al ver a Ava sacar a toda esa gente de una charca tan pequeña.
Ava volvió a reparar en él, y pensó que era imposible que alguien con el color de aquel hombre pudiese estar vivo si quiera.
- Tranquilo, están bien, he visto esto muchas veces, a mi primo Teodoro también le pasó una vez.- O al menos eso esperaba.
Cogió las gargantas de ambos y empezó a zarandearlos hasta que los dos empezaron a toser y a expulsar el agua que sus débiles cuerpos se habían tragado.
- ¿Ves? Arreglado.- Ava dio las gracias a todo lo que se le que ocurrió por haber conseguido que aquellos dos volviesen a tener aire en los pulmones, o en lo que tuviesen.
Luego volvió a por Amy, que parecía igual de débil que cuando se había sumergido. A lo mejor es que necesita comer, puede que todos necesitamos comer, a lo mejor nos podríamos comer a este señor. No. Recapacita. Además probablemente sea peor que aquella seta que tantos problemas nos dio.
- ¡Oiga señor! Quiero comida.- Ava pensó que aquella era la mejor forma de conseguirlo.
El hombre, asustado como estaba, consiguió medio asentir.
- Eee… El… Pu-pue… Pueblo. Po-po-por aquí.- dijo señalando en una dirección que Ava no sabía si era norte o sur, o alguna de las otras dos.
A Ava aquello de pueblo le sonó bien. Siempre había querido visitar uno, después de haber abandonado el suyo tantos años atrás, y allí tendría que haber comida ¿no?
- ¿Podrías ayudarme con esto?.- le dijo Ava al hombre cogiendo al humano del suelo y poniéndoselo en los brazos al humano recién aparecido.- Se que no huele bien, pero yo tengo que llevarlos a ellos.
Ava cogió a su roboamiga y se la subió a la espalda como pudo. También cogió a su amigo perruno y se lo metió debajo del brazo. Esperaba poder llegar al pueblo con ellos, o si tenían suerte, que se despertasen y disfrutasen del camino hacía el pueblo prometido.
Ava Brekker
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
La placentera tranquilidad del bosque llenaba los poros del viejoven licántropo. Habían pasado días desde que había entrado en trance meditativo, para él solo eran unos pocos minutos, pero la vegetación ya había empezado a tomarlo como un ornamento más del frondoso lugar. Pequeños animales corrían sobre sus piernas entrecruzadas y jugaban trepando por su cuerpo inmóvil, los pájaros anidaban en su barba y unos cuantos insectos atraídos por el húmedo calor también se habían unido a la fiesta. En ese tiempo se había convertido en un bioma en sí mismo, a ese punto de sintonía con la naturaleza llegaba Axel.
Lamentablemente, todo esto se vio interrumpido por unos extraños ruidos. No sabía muy bien si eran gritos, conversaciones o simplemente unos jóvenes que se habían pasado con el hidromiel y estaban terminando la fiesta en el bosque. El caso es que le habían sacado del trance y aquellos sonidos, casi como cánticos de sirena le atraían cada vez más. Procedió a moverse lentamente para no asustar a los pobres animalillos que lo rodeaban y tras unos pocos estiramientos, se levantó. Antes de ponerse en marcha no olvidó dejar el nido que tenía en la barba en lo alto de un árbol, esperaba que esos pequeños huevos eclosionaran pronto para vivir una larga y próspera vida.
Tanto tiempo meditando tenía sus desventajas, como las incesantes ganas de miccionar por ejemplo, así que se puso en marcha para encontrar un buen lugar para desahogarse. Llegó a una pequeña poza que parecía salida del mismísimo infierno, su vejiga no podía más, así que levantó su taparrabos silvestre y dejó que la naturaleza siguiera su curso. Un incesante chorro caía en aquella sucia agua haciendo un burbujeante sonido casi hipnótico, rítmico hasta que se entrecortaba ante los últimos chorritos. El alivio no duró demasiado ya que lo que parecía una estampida de elefantes corría hasta su posición.
Como pudo deshizo sus pasos y se ocultó entre la vegetación. La vida le había enseñado a ser cauto en primer lugar, así que esperó como un animal que espera a su presa a ver quienes eran esos escandalosos desconocidos. Cuando por fin pudo visualizarlos no podía ser un grupo más variopinto. Los primeros en llegar fueron un pequeño hombre bestia cargado por una mujer con escamas, que no dudaron en tirarse a la poza donde hacía tan solo unos segundos había orinado. Luego se unió otra chica de brillantes brazos y piernas que también se zambulló, pero de una forma más civilizada, asesinando en el acto al pequeño hombre perro. Por último un extraño hombre demacrado intentó robar las pertenencias de la chica brillante, pero fallando en el intento y cayendo directo al agua también.
En un primer momento intentó avisarles de que no se tiraran a aquel repugnante agua, pero los acontecimientos habían sucedido demasiado rápido. No pudo evitar echar la vista atrás y ver el riachuelo de cristalinas aguas que corría detrás de los arbustos. En tan solo unos segundos el grupo casi en su totalidad estaba destruido, gracias a la pacha mama, se habían encontrado con un autóctono de la zona y parecía haberles ofrecido ayuda, o eso parecía por sus ropajes y al estar cargando con el tipo más pintoresco de los aventureros en dirección al pueblo.
La culpabilidad de Axel iba en aumento. ¿Sería su poderosa orina del hombre lobo lo que les había dejado K.O.? Los siguió por la ladera oculto entre la maleza, pero llegó un momento que no podía más. - ¡HEY AMIGOS! Gritó desde lo más alto de la ladera para captar su atención. Un poco de ayuda de un fornido hombre como él no vendría mal, aparte así limpiaría su conciencia y se aseguraría de que ninguno moriría por su culpa. Su figura se destapó para los allí presentes, saludando con una mano con el énfasis de el que saluda a un viejo amigo que hace tiempo que no ve. Su desaliñado aspecto había alcanzado un nuevo nivel al haberse desplazado entre la maleza, aquel delgaducho ser se hizo notar de la forma más escandalosa que pudo.
Puso un pie en la empinada cuesta y dejó que el peso hiciera el resto. Al principio su plan sin fisuras iba bien, parecía un profesional deslizándose por aquel empinado lugar, pero según aumentó la velocidad las cosas se complicaron hasta tal punto de que se había convertido en una bola amorfa que descendía rodando con gran celeridad. - ¡AY, OUCH, AY AY OUCH! Es lo único que pudieron escuchar los allí presentes mientras observaban como se pasaba de frenada, adelantándolos varios metros.
Cuando por fin se detuvo y tuvo el suficiente valor para recomponerse, deshizo camino para llegar a los que en teoría estaban en apuros. - Jolín, menuda racha que llevo. Hay días que es mejor no levantarse. Desvariaba mientras se acercaba al grupo, cuando por fin llegó a su altura se detuvo. - ¿Necesitan ayuda? Dijo brindándoles la mejor de sus sonrisas, aunque debido a su cuerpo casi desnudo lleno de pequeñas piedras incrustadas y cientos de arañazos parecía ser él quien necesitaba ayuda.
Lamentablemente, todo esto se vio interrumpido por unos extraños ruidos. No sabía muy bien si eran gritos, conversaciones o simplemente unos jóvenes que se habían pasado con el hidromiel y estaban terminando la fiesta en el bosque. El caso es que le habían sacado del trance y aquellos sonidos, casi como cánticos de sirena le atraían cada vez más. Procedió a moverse lentamente para no asustar a los pobres animalillos que lo rodeaban y tras unos pocos estiramientos, se levantó. Antes de ponerse en marcha no olvidó dejar el nido que tenía en la barba en lo alto de un árbol, esperaba que esos pequeños huevos eclosionaran pronto para vivir una larga y próspera vida.
Tanto tiempo meditando tenía sus desventajas, como las incesantes ganas de miccionar por ejemplo, así que se puso en marcha para encontrar un buen lugar para desahogarse. Llegó a una pequeña poza que parecía salida del mismísimo infierno, su vejiga no podía más, así que levantó su taparrabos silvestre y dejó que la naturaleza siguiera su curso. Un incesante chorro caía en aquella sucia agua haciendo un burbujeante sonido casi hipnótico, rítmico hasta que se entrecortaba ante los últimos chorritos. El alivio no duró demasiado ya que lo que parecía una estampida de elefantes corría hasta su posición.
Como pudo deshizo sus pasos y se ocultó entre la vegetación. La vida le había enseñado a ser cauto en primer lugar, así que esperó como un animal que espera a su presa a ver quienes eran esos escandalosos desconocidos. Cuando por fin pudo visualizarlos no podía ser un grupo más variopinto. Los primeros en llegar fueron un pequeño hombre bestia cargado por una mujer con escamas, que no dudaron en tirarse a la poza donde hacía tan solo unos segundos había orinado. Luego se unió otra chica de brillantes brazos y piernas que también se zambulló, pero de una forma más civilizada, asesinando en el acto al pequeño hombre perro. Por último un extraño hombre demacrado intentó robar las pertenencias de la chica brillante, pero fallando en el intento y cayendo directo al agua también.
En un primer momento intentó avisarles de que no se tiraran a aquel repugnante agua, pero los acontecimientos habían sucedido demasiado rápido. No pudo evitar echar la vista atrás y ver el riachuelo de cristalinas aguas que corría detrás de los arbustos. En tan solo unos segundos el grupo casi en su totalidad estaba destruido, gracias a la pacha mama, se habían encontrado con un autóctono de la zona y parecía haberles ofrecido ayuda, o eso parecía por sus ropajes y al estar cargando con el tipo más pintoresco de los aventureros en dirección al pueblo.
La culpabilidad de Axel iba en aumento. ¿Sería su poderosa orina del hombre lobo lo que les había dejado K.O.? Los siguió por la ladera oculto entre la maleza, pero llegó un momento que no podía más. - ¡HEY AMIGOS! Gritó desde lo más alto de la ladera para captar su atención. Un poco de ayuda de un fornido hombre como él no vendría mal, aparte así limpiaría su conciencia y se aseguraría de que ninguno moriría por su culpa. Su figura se destapó para los allí presentes, saludando con una mano con el énfasis de el que saluda a un viejo amigo que hace tiempo que no ve. Su desaliñado aspecto había alcanzado un nuevo nivel al haberse desplazado entre la maleza, aquel delgaducho ser se hizo notar de la forma más escandalosa que pudo.
Puso un pie en la empinada cuesta y dejó que el peso hiciera el resto. Al principio su plan sin fisuras iba bien, parecía un profesional deslizándose por aquel empinado lugar, pero según aumentó la velocidad las cosas se complicaron hasta tal punto de que se había convertido en una bola amorfa que descendía rodando con gran celeridad. - ¡AY, OUCH, AY AY OUCH! Es lo único que pudieron escuchar los allí presentes mientras observaban como se pasaba de frenada, adelantándolos varios metros.
Cuando por fin se detuvo y tuvo el suficiente valor para recomponerse, deshizo camino para llegar a los que en teoría estaban en apuros. - Jolín, menuda racha que llevo. Hay días que es mejor no levantarse. Desvariaba mientras se acercaba al grupo, cuando por fin llegó a su altura se detuvo. - ¿Necesitan ayuda? Dijo brindándoles la mejor de sus sonrisas, aunque debido a su cuerpo casi desnudo lleno de pequeñas piedras incrustadas y cientos de arañazos parecía ser él quien necesitaba ayuda.
Última edición por Axel Svensson el Lun Jun 08 2020, 12:27, editado 1 vez
Axel Svensson
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Aquel campesino lo sentía muy dentro de sí. También fuera, en su marcha fúnebre a paso lento, en el ulular sombrío de los árboles, en el regusto amargo a caca en su boca. Sentía a sus ancestros clavarle la mirada encima desde el más allá. Inquisidora, penetrante. Estaba llevando la desdicha al pueblo que lo vio crecer; la catástrofe y la desgracia. Y lo peor es que no podía hacer nada para detener aquel devenir de los acontecimientos. Tan sólo podía caminar hacia delante, con pasos pesados y renqueantes, por culpa del cuerpo maloliente que cargaba en brazos.
No era un cadáver lo que cargaba, aunque nadie lo diría por su aspecto moribundo, restos de sangre reseca en la piel y su peste fétida imposible de respirar. Otra arcada se le atragantó en la garganta. El hedor era insoportable. Incluso habiéndolo sacado directamente del agua, aquel hombre flacucho seguía apestando como recién extraído de una pila de excremento fresco.
Por otra parte, parecían haberle perdonado con relativa facilidad el haber estado espiando a las féminas del grupo bañarse en el “lago”. Porque eso es lo que hizo, si alguien lo dudaba todavía. Ya más recompuesto del susto, y más que convencido de que no eran más que unos desafortunados viajeros perdidos en tierras de la Aerandir profunda, el afable aldeano carraspeó un poco antes de volver a hablar.
- Pues… Comenzó, girando ligeramente la cabeza hacia atrás para mirar de reojo a la comitiva. El pueblo no queda muy lejos. Sonaba totalmente distinto a cuando estaba asustado y meadizo, mucho más seguro de sí y con un orgullo más que palpable hacia su patria bosqueña. Ribera Roja. Dicen los más ancianos que lo fundó un pastor de lobos, vaya usted a saber si es verdad. Había cogido carrerilla, y como la mitad de los presentes estaban inconscientes y la otra mitad -de una sola persona- no detuvo su cháchara, éste continuó. ¿Ven ese árbol de ahí? Lo llamamos el Gran Chungus, nadie sabe por qué. Señaló un enorme árbol color ceniza que se alzaba imponente sobre los demás. Su copa se perdía entre el follaje que hacía de techo del bosque. Si alguna vez se pierden, suban a lo alto de la colina y lo verán enseguida. Cuatro árboles más para allá, a la derecha, está el sendero que lleva al pueblo… Eso me recuerda una vez que-
Ajena al torrente de desvaríos e interesantes datos autóctonos por igual, Amy se había estado revolviendo sobre la chepa de Ava, quien la cargaba cual saco de patatas junto con el perro carlino. Hay que ver lo fuerte que estaba para transportarlos de aquella manera, teniendo en cuenta lo engañoso del peso de la bio-cibernética, muy superior a lo que indicaba su menudo cuerpo por culpa de sus partes metálicas. Si es que estaba claro que por algo era una chica dragón de agua recia y vigorosa.
Los ojos de Amy se movían bajo sus párpados sin parar, de un lado para otro como si estuviera teniendo el peor de los sueños. Su entrecejo se fruncía por momentos y a punto estuvo de exhalar un grito ahogado, de no haber despertado sobresaltada en aquel mismo instante. Durante un largo segundo tardó en reaccionar, paralizada. No sabía dónde estaba, ni siquiera entendía por qué se movía si no estaba usando las piernas. Agotada, sin tratar de gastar más materia gris de la necesaria en resolver el misterio, dejó caer su cabeza, haciéndola descansar en uno de los hombros de la muchacha acuática. Empezaba a entender la situación otra vez. Los recuerdos le venían con el mismo tacto que si se los estuvieran clavando directamente el cerebro. Dejó escapar un largo bostezo, peleando por mantener los ojos abiertos y no hacer un segundo viaje a sueñópolis. El pueblerino se tomó un poco a pecho aquello del bostezo, carraspeando sonoramente para volver a captar la atención de los presentes.
- Bueno, como iba diciendo… No todo son días de buena cosecha y de buen ganado. Titubeó ligeramente al decir las palabras, como si su mente hubiera chocado con una especie de barrera insorteable. Quizás no debería hablar de aquello con unos desconocidos, aunque, desafortunadamente, era un chismoso incorregible. Resulta… Arrancó de nuevo, esta vez con un matiz lóbrego en el habla. Que en el pueblo mora un mal q- ¡HEY AMIGOS! Fue interrumpido de sopetón por una voz melosa y sorprendentemente juvenil. El esperpéntico personaje, que hizo su puesta en escena desde lo alto del talud, “bajó” grácilmente rodando en caída libre hasta estamparse cerca de ellos.
La curiosidad -y también el atronador estruendo- hicieron que la muchacha semi-robot levantara la cabeza para intentar ver con claridad por encima de los hombros de Ava. Le bastó un vistazo para comprender que no se trataba de algo humano, lo cual la puso en alerta. La verdad es que hoy en día la alteraba cualquier cosa, tenía los nervios un poco a flor de piel. Se bajó rápidamente de la fuerte espalda dracónica que la portaba en ristre y plantó cara al enemigo que había aparecido ante ellos.
¿Podría tratarse de un enemigo? Aquel vetusto personajillo sonrió demasiado amablemente, y eso a Amy le causó sentimientos enfrentados. Por si acaso, se acercó hasta el aldeano, quien cargaba a Arvid el vampiro, aún con la boca ensangrentada. La bio-cibernética aprovechó dicha sangre para dibujarse unas líneas rojas bajo los ojos y torcer los brazos a la vez que desenvainaba las cuchillas y posaba teatralmente frente al zarrapastroso abuelete, quien también parecía posar a su manera. ゴゴゴゴ Amy entrecerró los ojos y le dio la impresión de que unas letras ininteligibles y amenazadoras flotaban alrededor del pintoresco hombre, el cual, a efectos prácticos, consideraba su enemigo.
Lo único que faltaba era un estepicursor cruzándose en el camino para avivar la tensión más si cabía. Aunque el ambiente estaba tan caldeado que casi se podía cortar con un cuchillo. Amy miró de arriba abajo al sujeto, con atención felina. Su porte desaliñada; parecía no haber comido en días o incluso meses, estaba herido y magullado, además de tapar sus vergüenzas con poco más que lo estrictamente necesario… Entonces fue cuando el click se prendió en la cabeza de la chica medio metálica. Miró hacia el suelo y vio el mismo cuerpo desnutrido, magullado y semi desnudo que tenía enfrente. Era como contemplar su reflejo en un espejo. Por fin lo comprendió.
- ¿Padre? Guardó las cuchillas casi dejando que sendos brazos colapsaran bajo su propio peso. Su voz tenía un marcado deje de confusión y añoranza. Amy puso una de sus manos en el pecho y la otra cerrada en un puño sobre su estómago. ¿Eres tú?
Pero antes de dejar el curso natural de aquel emotivo reencuentro paternofilial, el villano más villano de todos: aquel puñetero y maleducado aldeano, les cortó el rollo de forma abrupta, abriendo su enorme bocaza con la única intención de interrumpir y ser el centro de atención.
- Verá, buen hombre… Dijo adelantándose, sudoroso, maldiciendo el no tener un asno cerca que pudiera cargar con el cuerpo que tantos calvarios le estaba haciendo pasar. Intentamos llegar a Ribera Roja lo antes posible… Hablaba con dificultad, ya que lo hacía sin respirar por la nariz para paliar como buenamente podía el hedor a inmundicia y sangre fresca. Si fuera usted tan amable, y nos ayudara a cargar con estas buenas gentes… Respiró brevemente por la boca antes de proseguir, casi ahogándose. Se que es mucho pedir, pero no son de por aquí y… ¿Se podía siquiera fiar de aquel tipo? Daba la impresión de ser un carcamal inofensivo, pero fíate tú de los vampiros y sus apariencias engañosas. Sea como fuere, era su mejor baza para no desfallecer a mitad de camino. Sería usted de gran ayuda. Finiquitó con su sonrisa desdentado de pánfilo.
Increíble pero cierto, el hombre anciano aceptó. Igual se trataba de uno de esos druidas protectores del bosque, a juzgar por su fachada bucólica. Eso o era un enfermo exhibicionista de cuidado que probablemente tampoco estaba muy bien de la azotea. Era un cincuenta-cincuenta, así que las probabilidades no eran del todo desfavorables para aquel grupo de viajeros, liderados por un aldeano oriundo de los bosques del Oeste.
Así pues, la nueva incorporación a la panda se las apañó para agarrar a Arvid por los pies mientras que el lugareño lo sostenía por los brazos. Consiguieron de esta forma crear una especie de camilla humana improvisada, sobre la que colocaron al hombre-bestia perruno. Como un par de sanitarios de élite, reanudaron la marcha. Amy, por su parte, se sintió mal por haberse convertido en un lastre para la dragona de agua durante el trayecto. Seguro que estaba igual de cansada que el resto, por lo que, para pagar su deuda, se metió entre las piernas de Ava y esta vez fue la bio-cibernética quien cargó con ella a caballito hasta llegar al pueblo. Ojo por ojo, como se suele decir.
Ribera Roja. El pueblo del valle. Vaya, realmente aquel bosque ocultaba bien los puntos de interés de las miradas indeseadas. Era la típica villa de construcción aerendiana, simple, aunque con ornamentos y virguerías en los tejados y pilares, los cuales contaban con acabados y grabados tradicionales. Una senda subía por la parte trasera de la aldea hasta perderse en lo alto de la ladera. Allí se dejaba entrever una edificación que destacaba por su tamaño y lujo en detalles. Debía ser la casa del alcalde o de alguna personalidad ilustre.
No tardaron ni dos minutos en ser recibidos por una comitiva de unas seis o siete personas, de entre los que una figura canosa, de barba poblada y ningún pelo de tonto en la cabeza, se plantó frente a ellos. Portaba un cayado de madera tallada casi tan alto como él, y sin duda era el mejor vestido y más presentable de los allí presentes. Frunció su atiborrado ceño con desazón, estudiando de arriba abajo a los forasteros que el destino había llevado a las puertas de su comunidad.
- ¡Reghor! ¡Insensato! Inquirió tan sonoramente que espantó a unos pájaros cercanos. ¿Qué explicación tiene este despropósito?
- Alcalde, yo… La disputa empezó a atraer odios indiscretos. El barullo perfilaba siluetas oscuras en los marcos de las ventanas y murmullos en el interior de las viviendas.
- Tu encomienda es asegurar el bienestar de-. Otra ojeada al penoso panorama le valió para cerciorarse de que, en efecto, estaba hablando de más, delante de unos foráneos que nada tenían que ver con los problemas de Ribera Roja. Y bien. Exigió, aunque mucho más tranquilo, guardando las formas. ¿Se puede saber quiénes son estos forasteros?
Tras un corto -e incómodo- silencio, a la bio-cibernética se le iluminaron los ojos como estrellas en la noche. ¡Sabía responder esa pregunta!
- Hola. Su sonrisa era la misma de siempre, a lo mejor un poco más cubierta de barro, suciedad y sangre. Me llamo Amy. Concluyó la presentación.
No era un cadáver lo que cargaba, aunque nadie lo diría por su aspecto moribundo, restos de sangre reseca en la piel y su peste fétida imposible de respirar. Otra arcada se le atragantó en la garganta. El hedor era insoportable. Incluso habiéndolo sacado directamente del agua, aquel hombre flacucho seguía apestando como recién extraído de una pila de excremento fresco.
Por otra parte, parecían haberle perdonado con relativa facilidad el haber estado espiando a las féminas del grupo bañarse en el “lago”. Porque eso es lo que hizo, si alguien lo dudaba todavía. Ya más recompuesto del susto, y más que convencido de que no eran más que unos desafortunados viajeros perdidos en tierras de la Aerandir profunda, el afable aldeano carraspeó un poco antes de volver a hablar.
- Pues… Comenzó, girando ligeramente la cabeza hacia atrás para mirar de reojo a la comitiva. El pueblo no queda muy lejos. Sonaba totalmente distinto a cuando estaba asustado y meadizo, mucho más seguro de sí y con un orgullo más que palpable hacia su patria bosqueña. Ribera Roja. Dicen los más ancianos que lo fundó un pastor de lobos, vaya usted a saber si es verdad. Había cogido carrerilla, y como la mitad de los presentes estaban inconscientes y la otra mitad -de una sola persona- no detuvo su cháchara, éste continuó. ¿Ven ese árbol de ahí? Lo llamamos el Gran Chungus, nadie sabe por qué. Señaló un enorme árbol color ceniza que se alzaba imponente sobre los demás. Su copa se perdía entre el follaje que hacía de techo del bosque. Si alguna vez se pierden, suban a lo alto de la colina y lo verán enseguida. Cuatro árboles más para allá, a la derecha, está el sendero que lleva al pueblo… Eso me recuerda una vez que-
Ajena al torrente de desvaríos e interesantes datos autóctonos por igual, Amy se había estado revolviendo sobre la chepa de Ava, quien la cargaba cual saco de patatas junto con el perro carlino. Hay que ver lo fuerte que estaba para transportarlos de aquella manera, teniendo en cuenta lo engañoso del peso de la bio-cibernética, muy superior a lo que indicaba su menudo cuerpo por culpa de sus partes metálicas. Si es que estaba claro que por algo era una chica dragón de agua recia y vigorosa.
Los ojos de Amy se movían bajo sus párpados sin parar, de un lado para otro como si estuviera teniendo el peor de los sueños. Su entrecejo se fruncía por momentos y a punto estuvo de exhalar un grito ahogado, de no haber despertado sobresaltada en aquel mismo instante. Durante un largo segundo tardó en reaccionar, paralizada. No sabía dónde estaba, ni siquiera entendía por qué se movía si no estaba usando las piernas. Agotada, sin tratar de gastar más materia gris de la necesaria en resolver el misterio, dejó caer su cabeza, haciéndola descansar en uno de los hombros de la muchacha acuática. Empezaba a entender la situación otra vez. Los recuerdos le venían con el mismo tacto que si se los estuvieran clavando directamente el cerebro. Dejó escapar un largo bostezo, peleando por mantener los ojos abiertos y no hacer un segundo viaje a sueñópolis. El pueblerino se tomó un poco a pecho aquello del bostezo, carraspeando sonoramente para volver a captar la atención de los presentes.
- Bueno, como iba diciendo… No todo son días de buena cosecha y de buen ganado. Titubeó ligeramente al decir las palabras, como si su mente hubiera chocado con una especie de barrera insorteable. Quizás no debería hablar de aquello con unos desconocidos, aunque, desafortunadamente, era un chismoso incorregible. Resulta… Arrancó de nuevo, esta vez con un matiz lóbrego en el habla. Que en el pueblo mora un mal q- ¡HEY AMIGOS! Fue interrumpido de sopetón por una voz melosa y sorprendentemente juvenil. El esperpéntico personaje, que hizo su puesta en escena desde lo alto del talud, “bajó” grácilmente rodando en caída libre hasta estamparse cerca de ellos.
La curiosidad -y también el atronador estruendo- hicieron que la muchacha semi-robot levantara la cabeza para intentar ver con claridad por encima de los hombros de Ava. Le bastó un vistazo para comprender que no se trataba de algo humano, lo cual la puso en alerta. La verdad es que hoy en día la alteraba cualquier cosa, tenía los nervios un poco a flor de piel. Se bajó rápidamente de la fuerte espalda dracónica que la portaba en ristre y plantó cara al enemigo que había aparecido ante ellos.
¿Podría tratarse de un enemigo? Aquel vetusto personajillo sonrió demasiado amablemente, y eso a Amy le causó sentimientos enfrentados. Por si acaso, se acercó hasta el aldeano, quien cargaba a Arvid el vampiro, aún con la boca ensangrentada. La bio-cibernética aprovechó dicha sangre para dibujarse unas líneas rojas bajo los ojos y torcer los brazos a la vez que desenvainaba las cuchillas y posaba teatralmente frente al zarrapastroso abuelete, quien también parecía posar a su manera. ゴゴゴゴ Amy entrecerró los ojos y le dio la impresión de que unas letras ininteligibles y amenazadoras flotaban alrededor del pintoresco hombre, el cual, a efectos prácticos, consideraba su enemigo.
Lo único que faltaba era un estepicursor cruzándose en el camino para avivar la tensión más si cabía. Aunque el ambiente estaba tan caldeado que casi se podía cortar con un cuchillo. Amy miró de arriba abajo al sujeto, con atención felina. Su porte desaliñada; parecía no haber comido en días o incluso meses, estaba herido y magullado, además de tapar sus vergüenzas con poco más que lo estrictamente necesario… Entonces fue cuando el click se prendió en la cabeza de la chica medio metálica. Miró hacia el suelo y vio el mismo cuerpo desnutrido, magullado y semi desnudo que tenía enfrente. Era como contemplar su reflejo en un espejo. Por fin lo comprendió.
- ¿Padre? Guardó las cuchillas casi dejando que sendos brazos colapsaran bajo su propio peso. Su voz tenía un marcado deje de confusión y añoranza. Amy puso una de sus manos en el pecho y la otra cerrada en un puño sobre su estómago. ¿Eres tú?
Pero antes de dejar el curso natural de aquel emotivo reencuentro paternofilial, el villano más villano de todos: aquel puñetero y maleducado aldeano, les cortó el rollo de forma abrupta, abriendo su enorme bocaza con la única intención de interrumpir y ser el centro de atención.
- Verá, buen hombre… Dijo adelantándose, sudoroso, maldiciendo el no tener un asno cerca que pudiera cargar con el cuerpo que tantos calvarios le estaba haciendo pasar. Intentamos llegar a Ribera Roja lo antes posible… Hablaba con dificultad, ya que lo hacía sin respirar por la nariz para paliar como buenamente podía el hedor a inmundicia y sangre fresca. Si fuera usted tan amable, y nos ayudara a cargar con estas buenas gentes… Respiró brevemente por la boca antes de proseguir, casi ahogándose. Se que es mucho pedir, pero no son de por aquí y… ¿Se podía siquiera fiar de aquel tipo? Daba la impresión de ser un carcamal inofensivo, pero fíate tú de los vampiros y sus apariencias engañosas. Sea como fuere, era su mejor baza para no desfallecer a mitad de camino. Sería usted de gran ayuda. Finiquitó con su sonrisa desdentado de pánfilo.
Increíble pero cierto, el hombre anciano aceptó. Igual se trataba de uno de esos druidas protectores del bosque, a juzgar por su fachada bucólica. Eso o era un enfermo exhibicionista de cuidado que probablemente tampoco estaba muy bien de la azotea. Era un cincuenta-cincuenta, así que las probabilidades no eran del todo desfavorables para aquel grupo de viajeros, liderados por un aldeano oriundo de los bosques del Oeste.
Así pues, la nueva incorporación a la panda se las apañó para agarrar a Arvid por los pies mientras que el lugareño lo sostenía por los brazos. Consiguieron de esta forma crear una especie de camilla humana improvisada, sobre la que colocaron al hombre-bestia perruno. Como un par de sanitarios de élite, reanudaron la marcha. Amy, por su parte, se sintió mal por haberse convertido en un lastre para la dragona de agua durante el trayecto. Seguro que estaba igual de cansada que el resto, por lo que, para pagar su deuda, se metió entre las piernas de Ava y esta vez fue la bio-cibernética quien cargó con ella a caballito hasta llegar al pueblo. Ojo por ojo, como se suele decir.
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Ribera Roja. El pueblo del valle. Vaya, realmente aquel bosque ocultaba bien los puntos de interés de las miradas indeseadas. Era la típica villa de construcción aerendiana, simple, aunque con ornamentos y virguerías en los tejados y pilares, los cuales contaban con acabados y grabados tradicionales. Una senda subía por la parte trasera de la aldea hasta perderse en lo alto de la ladera. Allí se dejaba entrever una edificación que destacaba por su tamaño y lujo en detalles. Debía ser la casa del alcalde o de alguna personalidad ilustre.
No tardaron ni dos minutos en ser recibidos por una comitiva de unas seis o siete personas, de entre los que una figura canosa, de barba poblada y ningún pelo de tonto en la cabeza, se plantó frente a ellos. Portaba un cayado de madera tallada casi tan alto como él, y sin duda era el mejor vestido y más presentable de los allí presentes. Frunció su atiborrado ceño con desazón, estudiando de arriba abajo a los forasteros que el destino había llevado a las puertas de su comunidad.
- ¡Reghor! ¡Insensato! Inquirió tan sonoramente que espantó a unos pájaros cercanos. ¿Qué explicación tiene este despropósito?
- Alcalde, yo… La disputa empezó a atraer odios indiscretos. El barullo perfilaba siluetas oscuras en los marcos de las ventanas y murmullos en el interior de las viviendas.
- Tu encomienda es asegurar el bienestar de-. Otra ojeada al penoso panorama le valió para cerciorarse de que, en efecto, estaba hablando de más, delante de unos foráneos que nada tenían que ver con los problemas de Ribera Roja. Y bien. Exigió, aunque mucho más tranquilo, guardando las formas. ¿Se puede saber quiénes son estos forasteros?
Tras un corto -e incómodo- silencio, a la bio-cibernética se le iluminaron los ojos como estrellas en la noche. ¡Sabía responder esa pregunta!
- Hola. Su sonrisa era la misma de siempre, a lo mejor un poco más cubierta de barro, suciedad y sangre. Me llamo Amy. Concluyó la presentación.
Amy
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Había perdido la cuenta de los días que llevaba vagando por aquellos bosques cuyo paisaje no ayudaba a mantener una actitud positiva de cara a encontrar la salida. Los árboles de aquel bosque eran especialmente altos y frondosos en su copa lo cual obstruía todo intento de los rayos del sol por iluminar un mínimo la tierra, más bien barro, que pisaba lo cual unido a una siniestra niebla creaba una atmósfera bastante tétrica en la que daba la sensación de que en cualquier momento la criatura mas horripilante de la historia fuera a emerger de la maleza para devorarte. A pesar de que Raion era una persona valiente y decidida, aquel bosque era capaz de desmoralizar al más intrépido de los aventureros.
El motivo de que se hallase en aquellos bosques era que había, o eso se suponía, una posada donde servían el mejor Lunamorf de Aerandir al cual quería hincar el diente. Irónico que fuera a morir de hambre por un viaje con el fin de probar un plato de comida.
De repente, como si Dios se hubiera apiadado de su alma y hubiese obrado un milagro, vio un sendero al que se dirigió de inmediato. Ese camino seguramente debía llevar a algún pueblo cercano aunque dadas las circunstancias cualquier lugar era preferible a ese odioso bosque aunque fuese el mismísimo infierno. El destino había querido que por fin volviese a la civilización pues aquel sendero le condujo al pueblo de Ribera Roja según se podía leer en un cartel al final de dicho sendero.
No había hecho más que poner un pie en el pueblo y ya sentía las miradas curiosas, incluso temerosas, de sus habitantes fijadas sobre él. Desde luego no parecía un pueblo acostumbrado a recibir visitantes. Sus ojos se iluminaron cuando vio que la taberna del pueblo estaba ahí mismo, a escasos metros de la entrada. Se apresuró a entrar en ella donde por fin pudo probar bocado y mojar el gaznate. El no demasiado sabroso conejo a la brasa que le habían servido lo engulló cual animal salvaje, en aquel momento el hambre ganó a los modales, y de un solo sorbo vació la jarra de cerveza.
A penas dio el último bocado cuando un hombre se sentó en su mesa. A diferencia de los demás habitantes, los cuales actuaban de forma temerosa ante su presencia, aquel hombre parecía rebosante de confianza.
Bienvenido forastero. Soy el alcalde de Ribera Roja. ¿Qué te trae a nuestro pequeño y acogedor pueblo? Dijo el hombre con una sonrisa y un tono cordial.
Este exceso de amabilidad le produjo gran sorpresa. Por lo general, cuando llegaba a un lugar nuevo, era más probable que le amenazaran de muerte si causaba problemas que que le recibieran con una gran sonrisa y los brazos abiertos. Algún motivo oculto debía justificar ese comportamiento. La gente no solía ser tan amable así por que si.
Estoy de viaje por asuntos personales. Solo estoy de paso. Mañana mismo emprenderé de nuevo mi camino. Respondió con prudencia dando a entender que no tenía interés de ningún tipo en aquel lugar para evitar que se sintieran amenazados por su presencia allí.
Es una lástima, queríamos contratar a alguien para que nos ayudara con un problema que tenemos en el pueblo y desde luego tú parecías el candidato perfecto.
Escuchar no hace daño y menos si había algo de oro de por medio así que hizo un gesto con su mano incitándole a que le contara cual era ese problema. Al parecer, cerca de ese pueblo, en un castillo en una colina vivía un poderoso vampiro que tenía al pueblo atemorizado y les hacía servirle como si fuera su amo o de lo contrario se cobraría sus vidas. El Alcalde buscaba alguien capaz de matar al vampiro y liberar a su pueblo de dicha servidumbre y el miedo que invadía sus corazones.
Sin lugar a dudas, el trabajo le venía como anillo al dedo. ¿Ayudar a unos pobres indefensos acechados por la muerte? ¿Acabar con un malvado y poderoso vampiro? ¿Y encima recibiría un puñado de oro y gastos pagados en el pueblo hasta que cumpliera la misión? Aceptó el trabajo sin pensárselo.
Pasó la noche en la posada del pueblo, la cual era bastante grande en relación con lo que uno podría esperar de un pueblo tan pequeño aunque las camas eran bastante incómodas. Aunque no podía quejarse ya que en medio de la nada, un lugar donde poder darse un baño caliente y dormir bajo un techo era todo un lujo.
Cuando cayó el sol el día siguiente fue a inspeccionar la zona donde se encontraba el castillo del vampiro para corroborar que era el lugar correcto, comprobar las defensas y las formas de penetrar en el mismo. El lugar parecía estar completamente muerto, ni una sola alma en los alrededores del castillo pero cabía la posibilidad de que dentro del mismo hubiera toda una legión de enemigos.
Con el primer rayo de sol de la mañana, emprendió el viaje de regreso a la aldea para ultimar los preparativos y reponer fuerzas para la misión que debía llevar a cabo. Según se acercaba a la entrada de la aldea, pudo discernir en la distancia varias personas aglomeradas y algo de jaleo. La curiosidad y la preocupación a partes iguales le hizo aligerar el paso hacia donde se encontraba la muchedumbre para ver que ocurría.
Un nuevo grupo de forasteros acababa de llegar a la ciudad, que casualidad más oportuna. A diferencia de la calurosa bienvenida que el Alcalde le había proporcionado a él, el Alcalde no parecía tan contento ante la llegada de aquellos nuevos desconocidos.
¡Reghor! ¡Insensato! ¿Qué explicación tiene este despropósito? Tu encomienda es asegurar el bienestar de-.Y bien. ¿Se puede saber quiénes son estos forasteros?
Parecía seguro apostar a que acababan de salir de aquel odioso bosque al igual que él un par de días antes aunque ellos habían llegado incluso en peores circunstancias. Estaban sucios, mal olientes y alguno de ellos parecía estar muerto o realmente cerca de estarlo. Pensando que seguramente con ellos no iban a ser tan amables como lo habían sido con él, no pudo evitar sentir empatía así que dio un paso al frente y dio comienzo al teatrillo.
Ya era hora. Dijo dirigiéndose al grupo de forasteros fingiendo que se conocían. Alcalde, han venido a ayudar. Vosotros, seguidme. Dijo con la esperanza de que le siguieran la corriente.
Aunque algo dubitativo, el Alcalde parecía que se lo había tragado. Raion guió a ese peculiar grupo de aventureros a la taberna y con jarra de cerveza en mano se excusó:
Mi nombre es Raion Blaze. Disculpad lo de antes, parece que necesitabais algo de ayuda y pensé que si creían que estabais conmigo os tratarían bien en este pueblo. Tras esto, se dirigió a la barra para poder seguir bebiendo tranquilamente.
El motivo de que se hallase en aquellos bosques era que había, o eso se suponía, una posada donde servían el mejor Lunamorf de Aerandir al cual quería hincar el diente. Irónico que fuera a morir de hambre por un viaje con el fin de probar un plato de comida.
De repente, como si Dios se hubiera apiadado de su alma y hubiese obrado un milagro, vio un sendero al que se dirigió de inmediato. Ese camino seguramente debía llevar a algún pueblo cercano aunque dadas las circunstancias cualquier lugar era preferible a ese odioso bosque aunque fuese el mismísimo infierno. El destino había querido que por fin volviese a la civilización pues aquel sendero le condujo al pueblo de Ribera Roja según se podía leer en un cartel al final de dicho sendero.
No había hecho más que poner un pie en el pueblo y ya sentía las miradas curiosas, incluso temerosas, de sus habitantes fijadas sobre él. Desde luego no parecía un pueblo acostumbrado a recibir visitantes. Sus ojos se iluminaron cuando vio que la taberna del pueblo estaba ahí mismo, a escasos metros de la entrada. Se apresuró a entrar en ella donde por fin pudo probar bocado y mojar el gaznate. El no demasiado sabroso conejo a la brasa que le habían servido lo engulló cual animal salvaje, en aquel momento el hambre ganó a los modales, y de un solo sorbo vació la jarra de cerveza.
A penas dio el último bocado cuando un hombre se sentó en su mesa. A diferencia de los demás habitantes, los cuales actuaban de forma temerosa ante su presencia, aquel hombre parecía rebosante de confianza.
Bienvenido forastero. Soy el alcalde de Ribera Roja. ¿Qué te trae a nuestro pequeño y acogedor pueblo? Dijo el hombre con una sonrisa y un tono cordial.
Este exceso de amabilidad le produjo gran sorpresa. Por lo general, cuando llegaba a un lugar nuevo, era más probable que le amenazaran de muerte si causaba problemas que que le recibieran con una gran sonrisa y los brazos abiertos. Algún motivo oculto debía justificar ese comportamiento. La gente no solía ser tan amable así por que si.
Estoy de viaje por asuntos personales. Solo estoy de paso. Mañana mismo emprenderé de nuevo mi camino. Respondió con prudencia dando a entender que no tenía interés de ningún tipo en aquel lugar para evitar que se sintieran amenazados por su presencia allí.
Es una lástima, queríamos contratar a alguien para que nos ayudara con un problema que tenemos en el pueblo y desde luego tú parecías el candidato perfecto.
Escuchar no hace daño y menos si había algo de oro de por medio así que hizo un gesto con su mano incitándole a que le contara cual era ese problema. Al parecer, cerca de ese pueblo, en un castillo en una colina vivía un poderoso vampiro que tenía al pueblo atemorizado y les hacía servirle como si fuera su amo o de lo contrario se cobraría sus vidas. El Alcalde buscaba alguien capaz de matar al vampiro y liberar a su pueblo de dicha servidumbre y el miedo que invadía sus corazones.
Sin lugar a dudas, el trabajo le venía como anillo al dedo. ¿Ayudar a unos pobres indefensos acechados por la muerte? ¿Acabar con un malvado y poderoso vampiro? ¿Y encima recibiría un puñado de oro y gastos pagados en el pueblo hasta que cumpliera la misión? Aceptó el trabajo sin pensárselo.
Pasó la noche en la posada del pueblo, la cual era bastante grande en relación con lo que uno podría esperar de un pueblo tan pequeño aunque las camas eran bastante incómodas. Aunque no podía quejarse ya que en medio de la nada, un lugar donde poder darse un baño caliente y dormir bajo un techo era todo un lujo.
Cuando cayó el sol el día siguiente fue a inspeccionar la zona donde se encontraba el castillo del vampiro para corroborar que era el lugar correcto, comprobar las defensas y las formas de penetrar en el mismo. El lugar parecía estar completamente muerto, ni una sola alma en los alrededores del castillo pero cabía la posibilidad de que dentro del mismo hubiera toda una legión de enemigos.
Con el primer rayo de sol de la mañana, emprendió el viaje de regreso a la aldea para ultimar los preparativos y reponer fuerzas para la misión que debía llevar a cabo. Según se acercaba a la entrada de la aldea, pudo discernir en la distancia varias personas aglomeradas y algo de jaleo. La curiosidad y la preocupación a partes iguales le hizo aligerar el paso hacia donde se encontraba la muchedumbre para ver que ocurría.
Un nuevo grupo de forasteros acababa de llegar a la ciudad, que casualidad más oportuna. A diferencia de la calurosa bienvenida que el Alcalde le había proporcionado a él, el Alcalde no parecía tan contento ante la llegada de aquellos nuevos desconocidos.
¡Reghor! ¡Insensato! ¿Qué explicación tiene este despropósito? Tu encomienda es asegurar el bienestar de-.Y bien. ¿Se puede saber quiénes son estos forasteros?
Parecía seguro apostar a que acababan de salir de aquel odioso bosque al igual que él un par de días antes aunque ellos habían llegado incluso en peores circunstancias. Estaban sucios, mal olientes y alguno de ellos parecía estar muerto o realmente cerca de estarlo. Pensando que seguramente con ellos no iban a ser tan amables como lo habían sido con él, no pudo evitar sentir empatía así que dio un paso al frente y dio comienzo al teatrillo.
Ya era hora. Dijo dirigiéndose al grupo de forasteros fingiendo que se conocían. Alcalde, han venido a ayudar. Vosotros, seguidme. Dijo con la esperanza de que le siguieran la corriente.
Aunque algo dubitativo, el Alcalde parecía que se lo había tragado. Raion guió a ese peculiar grupo de aventureros a la taberna y con jarra de cerveza en mano se excusó:
Mi nombre es Raion Blaze. Disculpad lo de antes, parece que necesitabais algo de ayuda y pensé que si creían que estabais conmigo os tratarían bien en este pueblo. Tras esto, se dirigió a la barra para poder seguir bebiendo tranquilamente.
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Aaah la placida muerte, tan tranquila que podría incluso silenciar el mayor de los jolgorios. La mente del joven flotaba en una dimensión ya lejana a esta, abandonando su cuerpo y dejando atrás las limitaciones terrestres. Era como si pudiera verse allí boca abajo en aquella charca flotando por toda la eternidad. Pero pim, pam y pum vinieron para cargarse toda aquella magia, un invitado por cada zarandeo golpe o maltrato en su cuerpo terrenal, ¿Acaso su alma seguía ligada a su cuerpo?
Los ojos del vampiro comenzaban a abrirse con dificultad, cual borrachera la noche anterior la luz del sol era tan dañina que dificultaba mucho el orientarse y descubrir donde se encontraba. Notaba que estaba en movimiento pero no notaba su piernas, trataba desentender lo que ocurría. Consiguió lanzar unos gorgoritos que sacaron el pequeño charcos de sangre que aún tenía en su garganta, parecía que pronunciaba algo pero no hubo ni el más mínimo intento de ello, esta sangre saltó como el chorro de una frente para machar aún más a Arvid e incluso un poco a su alrededor. - ¿Eh?... - Se sorprendió algo que se encontraba realmente cerca de sus oídos. Con parpadeos rápidos para ganar claridad el chico comenzó a vislumbrar siluetas: primero la claridad de los arboles que aún así no podían impedir aquella claridad de aquel maldito Sol, lo segundo, la silueta de algo llevándole.
Ahora lo notaba, una mano en su espalda cogiéndole cual cucharilla y otra en la corva de sus piernas. No lograba aclarar la imagen para intentar reconocer a aquel ser, trataba de enfocar continuamente para ponerle rostro pero de momento le era imposible, eso si, no callaba, ni siquiera podía escucharle pues un zumbido constante en sus oídos lo impedía pero aún así debería de tratarse de alguien bastante cansino. Tratándose de su salvador estaba claro de quien era: El Señor de Todas las Tinieblas y las de más Allá. Seguramente había adoptado algún tipo de forma más corpulenta para cargar a su siervo, si, está claro que era eso. Agradecido por ello, un rubor invadió las mejillas de aquel sirviente el cual deslizó lentamente su mano izquierda para alcanzar la mejilla de aquella figura la cual lo tenía encandilado.
¿Sería fornido? ¿Rubio? Todas estas preguntas y más le invadieron al joven mientras procedía a acariciar al ser celestial que ya cien por cien seguro estaba frente a él. Así fue como llegó a su destino y palpó a aquel hombre, cerró sus ojos y se dejó llevar poniendo morritos sin tan siquiera mover un musculo de su cabeza. ¿Que era esto? ¿No era correspondido? Las incesantes dudas le vinieron como un jarro de agua fría. Un cabreo era lo que ahora le inundaba, con el entrecejo fruncido abrió de nuevo los ojos, ahora si, con una claridad mayor con la que pudo ver quien se encontraba junto a él. Era un sucio y mugriento humano, este no podía ser su amo, estaba claro que no se rebajaría a algo tan inferior.
Así procedió tras lo ocurrido: Separó su mano de golpe, apretó tan fuerte como pudo los ojos y... - Wryyy.... - Susurró dejando ver sus dientes. Así, de sopetón, volvió a abrirlos, separó también su boca todo lo que pudo y soltando un quejido aún mayor trató de alcanzar el cuello del aldeano con el impulso que le dieron sus brazos los cuales estrangulaba contra sus codos para evitar movimientos bruscos. Intentaba alimentarse para recobrar fuerzas, no era cosa suya, era culpa del vampiro que era que por cualquier medio buscaba el sobrevivir y recobrar sus fuerzas completas.
Justo cuando sus colmillos, normales y corrientes, fueron a alcanzar su objetivos el pobre paleto se percató, abrió tanto sus ojos como sus manos, y, con esa cara de sorpresa dejó caer al atacante. Se notaba que era un experto cazador de chupasangres pues si hubiera alcanzado aquel alimento no hubiera tenido oportunidad alguna, hubiera recuperado sus fuerzas y ahora la humanidad estaría condenada a una extinción completa. Era extraño, desde su transformación no había conseguido estar nunca al cien por cien de sus capacidades, se encontraba siempre cansado, como si una parte de si mismo no quisiera separarse de su parte mortal y le impidiera progresar en el camino a la evolución máxima.
Ambos soltaron un pequeño grito, el que cargaban por el culazo que se dio contra el suelo y aquel que lo cargaba por la sorpresa. - ¡Vampiro! - Gritó mientras lo señalaba incriminandolo. Así fue como preparó el contraataque, levantó su puño y como objetivo el indefenso en el suelo trató de arrearle. Arvid por su lado no tuvo mucho para reaccionar, cruzó su brazos en una especie de cruz para proteger su rostro - Ejcudo pada siempde, de protede de todo - Intentó pronunciar con su lengua más cadaver que él. Eso hizo que el ataque cesara, el defensor creyó que por su gran barrera protectora que había surtido efecto, en cambio, el atacante, cesó su ataque ya que se percató de una cosa: Un vampiro no hubiera hecho eso, de haber ido cara a uno, estaba claro que esa era la última reacción posible.
Así pues quedó todo en paz, el aldeano le extendió la mano y con un perdón sincero le ayudó a ponerse en pie. "Bien, otro esclavo convertido" sonrió Arvid aceptando la ayuda, poniendo su cuerpo en pie y sonriendo por lo poderoso que se estaba volviendo. Sin perder tiempo prosiguieron con la caminata, cual rey lo llevaron entre aquel hombre y... ¿un nuevo aliado?. Lo cierto es que, para el desnutrido, ese nuevo rostro le pareció como si lo conociera de toda la vida, tanto, que dio por hecho que llevaba con ellos desde el inicio de su aventura hace ya una eternidad. Muy duradera no fue aquella placentera forma de llevarlo pues ya llevaban un trecho y a dos arboles a la izquierda se encontraba aquel Olimpo del Bosque, un pueblo desprotegido que para el joven vampiro era como una granja de gente indefensa la cual acabaría bajo su merced como ya ocurrió como aquel que le plató cara hacer apenas unos minutos.
Despistándose mientras les daban la bienvenida trató de buscar la iglesia de aquel lugar, tenía que acabar con ella lo primero pues si se ocultaban en ella estaban fuera del alcance de su maldad. Lástima del despiste pues en esos momentos estaban recibiendo la bienvenida al pueblo de la mano del tío más guay de los guays allí presentes: El sin Ojo. Arvid había hecho ya el mapa en su mente de todo aquello, con puntos fuerte y flojos que imaginaba en su mente como un estratega, en vano, pues al girarse ya se le iba a olvidar todo. Eso fue lo que pasó, se giro cara al grupo y olvidó todo aquello que acababa de forjar pues sus pelos se erizaron, un escalofrió recorrió toda su columna y sus manos se agarrotaron quedando como unas zarpas inamovibles. Todo esto por ver al nuevo chico que estaba con ellos: Raion Hellsing. Aún no sabía su nombre real, pero para él ya se había convertido en el cazador de demonios y seres del inframundo que todo el mundo, nadie, habla.
Tendría que estar alerta pues no podía desvelar sus dotes frente a él cara a cara y menos aún cuando se encontraba respaldado por todos los aldeanos, bueno, todos no, uno ya estaba bajo su hechizo. Este, tras llegar sano y salvo y recibir un rapapolvo fue recibido por una no tan joven chica algo difícil de apreciar, de esas que más de dos veces no mirarías pues no lo necesitas: Era fea. Se trataba de la mujer de este la cual lo primero que hizo fue sermonearle por todo lo ocurrido. El hombre para intentar calmarla un poco le contaba la historia gesticulando mucho, hasta tal punto que señaló a la criatura de la tinieblas: al vampiro. ¿Acaso le acababa de contar su secreto? Pero...¿Como? ¿Su influencia había cesado? Debía buscar una salida rápida a todos estos, había algo en el ambiente que no le gustaba pues aquel cosquilleo de su columna no se iba y todo apuntaba al madurito de un solo ojo...
Los ojos del vampiro comenzaban a abrirse con dificultad, cual borrachera la noche anterior la luz del sol era tan dañina que dificultaba mucho el orientarse y descubrir donde se encontraba. Notaba que estaba en movimiento pero no notaba su piernas, trataba desentender lo que ocurría. Consiguió lanzar unos gorgoritos que sacaron el pequeño charcos de sangre que aún tenía en su garganta, parecía que pronunciaba algo pero no hubo ni el más mínimo intento de ello, esta sangre saltó como el chorro de una frente para machar aún más a Arvid e incluso un poco a su alrededor. - ¿Eh?... - Se sorprendió algo que se encontraba realmente cerca de sus oídos. Con parpadeos rápidos para ganar claridad el chico comenzó a vislumbrar siluetas: primero la claridad de los arboles que aún así no podían impedir aquella claridad de aquel maldito Sol, lo segundo, la silueta de algo llevándole.
Ahora lo notaba, una mano en su espalda cogiéndole cual cucharilla y otra en la corva de sus piernas. No lograba aclarar la imagen para intentar reconocer a aquel ser, trataba de enfocar continuamente para ponerle rostro pero de momento le era imposible, eso si, no callaba, ni siquiera podía escucharle pues un zumbido constante en sus oídos lo impedía pero aún así debería de tratarse de alguien bastante cansino. Tratándose de su salvador estaba claro de quien era: El Señor de Todas las Tinieblas y las de más Allá. Seguramente había adoptado algún tipo de forma más corpulenta para cargar a su siervo, si, está claro que era eso. Agradecido por ello, un rubor invadió las mejillas de aquel sirviente el cual deslizó lentamente su mano izquierda para alcanzar la mejilla de aquella figura la cual lo tenía encandilado.
¿Sería fornido? ¿Rubio? Todas estas preguntas y más le invadieron al joven mientras procedía a acariciar al ser celestial que ya cien por cien seguro estaba frente a él. Así fue como llegó a su destino y palpó a aquel hombre, cerró sus ojos y se dejó llevar poniendo morritos sin tan siquiera mover un musculo de su cabeza. ¿Que era esto? ¿No era correspondido? Las incesantes dudas le vinieron como un jarro de agua fría. Un cabreo era lo que ahora le inundaba, con el entrecejo fruncido abrió de nuevo los ojos, ahora si, con una claridad mayor con la que pudo ver quien se encontraba junto a él. Era un sucio y mugriento humano, este no podía ser su amo, estaba claro que no se rebajaría a algo tan inferior.
Así procedió tras lo ocurrido: Separó su mano de golpe, apretó tan fuerte como pudo los ojos y... - Wryyy.... - Susurró dejando ver sus dientes. Así, de sopetón, volvió a abrirlos, separó también su boca todo lo que pudo y soltando un quejido aún mayor trató de alcanzar el cuello del aldeano con el impulso que le dieron sus brazos los cuales estrangulaba contra sus codos para evitar movimientos bruscos. Intentaba alimentarse para recobrar fuerzas, no era cosa suya, era culpa del vampiro que era que por cualquier medio buscaba el sobrevivir y recobrar sus fuerzas completas.
Justo cuando sus colmillos, normales y corrientes, fueron a alcanzar su objetivos el pobre paleto se percató, abrió tanto sus ojos como sus manos, y, con esa cara de sorpresa dejó caer al atacante. Se notaba que era un experto cazador de chupasangres pues si hubiera alcanzado aquel alimento no hubiera tenido oportunidad alguna, hubiera recuperado sus fuerzas y ahora la humanidad estaría condenada a una extinción completa. Era extraño, desde su transformación no había conseguido estar nunca al cien por cien de sus capacidades, se encontraba siempre cansado, como si una parte de si mismo no quisiera separarse de su parte mortal y le impidiera progresar en el camino a la evolución máxima.
Ambos soltaron un pequeño grito, el que cargaban por el culazo que se dio contra el suelo y aquel que lo cargaba por la sorpresa. - ¡Vampiro! - Gritó mientras lo señalaba incriminandolo. Así fue como preparó el contraataque, levantó su puño y como objetivo el indefenso en el suelo trató de arrearle. Arvid por su lado no tuvo mucho para reaccionar, cruzó su brazos en una especie de cruz para proteger su rostro - Ejcudo pada siempde, de protede de todo - Intentó pronunciar con su lengua más cadaver que él. Eso hizo que el ataque cesara, el defensor creyó que por su gran barrera protectora que había surtido efecto, en cambio, el atacante, cesó su ataque ya que se percató de una cosa: Un vampiro no hubiera hecho eso, de haber ido cara a uno, estaba claro que esa era la última reacción posible.
Así pues quedó todo en paz, el aldeano le extendió la mano y con un perdón sincero le ayudó a ponerse en pie. "Bien, otro esclavo convertido" sonrió Arvid aceptando la ayuda, poniendo su cuerpo en pie y sonriendo por lo poderoso que se estaba volviendo. Sin perder tiempo prosiguieron con la caminata, cual rey lo llevaron entre aquel hombre y... ¿un nuevo aliado?. Lo cierto es que, para el desnutrido, ese nuevo rostro le pareció como si lo conociera de toda la vida, tanto, que dio por hecho que llevaba con ellos desde el inicio de su aventura hace ya una eternidad. Muy duradera no fue aquella placentera forma de llevarlo pues ya llevaban un trecho y a dos arboles a la izquierda se encontraba aquel Olimpo del Bosque, un pueblo desprotegido que para el joven vampiro era como una granja de gente indefensa la cual acabaría bajo su merced como ya ocurrió como aquel que le plató cara hacer apenas unos minutos.
Despistándose mientras les daban la bienvenida trató de buscar la iglesia de aquel lugar, tenía que acabar con ella lo primero pues si se ocultaban en ella estaban fuera del alcance de su maldad. Lástima del despiste pues en esos momentos estaban recibiendo la bienvenida al pueblo de la mano del tío más guay de los guays allí presentes: El sin Ojo. Arvid había hecho ya el mapa en su mente de todo aquello, con puntos fuerte y flojos que imaginaba en su mente como un estratega, en vano, pues al girarse ya se le iba a olvidar todo. Eso fue lo que pasó, se giro cara al grupo y olvidó todo aquello que acababa de forjar pues sus pelos se erizaron, un escalofrió recorrió toda su columna y sus manos se agarrotaron quedando como unas zarpas inamovibles. Todo esto por ver al nuevo chico que estaba con ellos: Raion Hellsing. Aún no sabía su nombre real, pero para él ya se había convertido en el cazador de demonios y seres del inframundo que todo el mundo, nadie, habla.
Tendría que estar alerta pues no podía desvelar sus dotes frente a él cara a cara y menos aún cuando se encontraba respaldado por todos los aldeanos, bueno, todos no, uno ya estaba bajo su hechizo. Este, tras llegar sano y salvo y recibir un rapapolvo fue recibido por una no tan joven chica algo difícil de apreciar, de esas que más de dos veces no mirarías pues no lo necesitas: Era fea. Se trataba de la mujer de este la cual lo primero que hizo fue sermonearle por todo lo ocurrido. El hombre para intentar calmarla un poco le contaba la historia gesticulando mucho, hasta tal punto que señaló a la criatura de la tinieblas: al vampiro. ¿Acaso le acababa de contar su secreto? Pero...¿Como? ¿Su influencia había cesado? Debía buscar una salida rápida a todos estos, había algo en el ambiente que no le gustaba pues aquel cosquilleo de su columna no se iba y todo apuntaba al madurito de un solo ojo...
Arvid el Siervo
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
- …Gran Chungus…
Ava ya no sabía ni de lo que aquel hombre hablaba, pero los estaba ayudando, así que no pretendía interrumpirlo. El hombre parecía haberse relajado, y daba la impresión de llevar décadas sin hablar, teniendo en cuenta que le ponía nombre a todas las piedras, arbustos y árboles que se encontraban en el camino, y que todo lo que veía le recordaba alguna historia, que a su vez le recordaba cuatro historias más que contar.
A pesar de que su cabeza vagabundeaba lejos de allí, intentando soportar el sermón del pueblerino, notó en su espalda que Amy se movía. Parece que por fin se va a despertar, espero que pueda andar, porque empiezo a no poder con ella, ¿cómo puede pesar tanto? Me costaba menos cargar con tita Hilde, que estaba redonda como una de esas rocas que este hombre ha nombrado. ¿Pero de verdad sigue hablando este hombre?
De repente, cuando parecia que todo estaba tranquilo y que llegarían al pueblo sin más incidentes, Arvid se despertó, y daba la impresión de que algo lo hubiese poseído, puesto que tras darse un culazo, intentó atacar el cuello del aldeano, que gritó desesperado. Ava apenas se fijó en lo que estaba pasando, ella estaba decidida a disfrutar de su paseo en caballito, por lo que no entendió por qué alguien gritó “Vampiro” sin venir a cuento. Arvid era un muchacho muy relajado, probablemente todo había sido culpa de la mente y la interminable cháchara del aldeano, que de tanto hablar había empezado a confundir la realidad con sus propias historias. Al menos nuestro amigo ha despertado ya, pensó Ava. Aunque no su compañero can, que seguía bajo su brazo.
- ¡HEY AMIGOS! .- gritó un hombre entre unos arbustos, para luego precipitarse por un terraplén.
- Ay dios mio… ¿Y ahora qué?.- suspiró Ava, a la vez que Amy se bajaba de su espalda y mientras ella dejaba al pobre perrito en el suelo.
El recién llegado se puso en pie como pudo y les ofreció su ayuda. Ava se tapó la boca con una de sus escamosas manos para ocultar la risa que aquello le provocó. Ava no tenía por costumbre reírse de los demás, pero la falta de comida, el cansancio y el aspecto tan “natural” de aquel hombre no la ayudaron a mantener la compostura. ¿Ayuda? Pero sabrá este pobre hombre lo que está diciendo.
A pesar de su precario intento por contener la risa, Ava se dio cuenta de que la chica de metal se había puesto muy tensa, tanto que le habían salido unas cuchillas de los brazos, al contrario que su otro compañero, Arvid, que seguía roncando totalmente relajado en brazos del aldeano, que gracias a dios, parecía haberse callado.
- ¿Padre…?.- comenzó a decir Amy. ¿¡Qué!? Ava no pudo contenerse más y rió como hace tiempo que no hacía. Por suerte, todo el mundo estaba demasiado atento a otras cosas, o demasiado dormido, y nadie reparó en ella.
Fue entonces cuando el aldeano retomó su charla, y empezó a hablar con el recién llegado, al cual le pidió ayuda para cargar con aquellos que lo necesitaban. El hombre vegetal aceptó de buen grado, y ayudó al aldeano a llevar al pobre humano, que seguía roncando y disfrutando de un sueño reparador.
Entre los dos se apañaron como pudieron para cargar entre los dos al pobre Arvid, y al compañero perro, que también seguía ¿dormido?, al cual situaron encima del torso del humano sucio y sanguinolento.
Ava agradeció el haberse librado de tener que cargar con nadie, ahora que el recién llegado estaba ayudando al aldeano, y viendo que Amy ya estaba despierta. Amy se la quedó mirando y en un rápido movimiento se subió a la joven Avichuela a caballito. Aquella sensación era completamente nueva para Ava. Normalmente, al ser ella más alta que sus primos sapo, solía ser ella quien cargaba con los demás cuando jugaban o cuando alguno se hacía daño, así que nunca antes había disfrutado de aquella sensación. ¡Pero que divertido es esto! Se repetía sin parar. Y no solo por el hecho de no tener que andar, si no porque aquello era divertido, aunque no supiera explicar bien por qué. Tendría que convencer a Amy más adelante para que la volviese a llevar así. Y si no lo conseguía con ella tendría que intentarlo con alguien más, se prometió a si misma.
Al poco tiempo, empezaron a vislumbrar una aldea. ¿Ribera Roja se llamaba? El aldeano había dado tantos nombres, tantas referencias y tantas otras cosas que Ava ya casi apenas recordaba ninguna de las cosas que había dicho.
En cuanto pusieron un pie en la aldea, un grupo de personas se les acercó rápidamente. Un hombre canoso se adelantó algo más que el resto, y se dirigió al aldeano, al cual empezó a gritarle cosas. Pobre hombre, si no ha hecho nada, solo hablar, y somos nosotros quien lo hemos tenido que aguantar… Pensó Ava para sus adentros.
Aún estando a caballito sobre Amy, ésta se presentó ante aquel hombre, y Arvid, salió disparado, sin parecer tener un rumbo fijo, pero Ava pensó que a lo mejor es que necesitaba aliviarse otra vez. Ava no quiso hablar, tenía miedo de que al hacer ruido Amy decidiese que ya era hora de que bajase de sus espaldas, aunque sabía que aquello tendría que terminar en algún momento. Lo que sí hizo, fue fijarse en que aquella gente, sobretodo el hombre canoso, parecían un tanto hostiles. ¿Pero qué le pasa a este señor? ¡Que maleducado! Acabamos de aguantar una ingente cantidad de historias por parte de este aldeano, nos deberían de premiar por haber sobrevivido.
Justo en ese momento, una imponente figura se acercó, y les indicó a los aventureros que le siguieran. Ava, que ya no podía pensar en otra cosa, reparó en que aquel hombre también sería un buen candidato para llevarla a caballito, pero aún no sabía quién era, y puede que entre las normas humanas, no fuese adecuado pedirle a un desconocido que cargase con ella.
El desconocido se presentó como Raion Blaze, y les dijo que teniendo en cuenta la actitud de la gente, había intentando ayudarles para ahorrarles problemas. Para tener estas pintas tan agresivas, no parece tan malo… Reflexionó Ava asomando la cabeza por detrás de Amy, pero si algo le había enseñado la vida, es que no hay que fiarse de los humanos tan rápido… Un momento. ¿Qué era aquello? Un olor se metió en la nariz de Ava. Sería posible… Sin duda. Aquello que olía era… Pan.
- ¡PAN! ¿¡DÓNDE ESTÁS!?
Si hacía rato era ella quien miraba con extrañeza a los demás, ahora era ella la que se estaba ganando las miradas de estupor, y no solo por las escamas.
Ava ya no sabía ni de lo que aquel hombre hablaba, pero los estaba ayudando, así que no pretendía interrumpirlo. El hombre parecía haberse relajado, y daba la impresión de llevar décadas sin hablar, teniendo en cuenta que le ponía nombre a todas las piedras, arbustos y árboles que se encontraban en el camino, y que todo lo que veía le recordaba alguna historia, que a su vez le recordaba cuatro historias más que contar.
A pesar de que su cabeza vagabundeaba lejos de allí, intentando soportar el sermón del pueblerino, notó en su espalda que Amy se movía. Parece que por fin se va a despertar, espero que pueda andar, porque empiezo a no poder con ella, ¿cómo puede pesar tanto? Me costaba menos cargar con tita Hilde, que estaba redonda como una de esas rocas que este hombre ha nombrado. ¿Pero de verdad sigue hablando este hombre?
De repente, cuando parecia que todo estaba tranquilo y que llegarían al pueblo sin más incidentes, Arvid se despertó, y daba la impresión de que algo lo hubiese poseído, puesto que tras darse un culazo, intentó atacar el cuello del aldeano, que gritó desesperado. Ava apenas se fijó en lo que estaba pasando, ella estaba decidida a disfrutar de su paseo en caballito, por lo que no entendió por qué alguien gritó “Vampiro” sin venir a cuento. Arvid era un muchacho muy relajado, probablemente todo había sido culpa de la mente y la interminable cháchara del aldeano, que de tanto hablar había empezado a confundir la realidad con sus propias historias. Al menos nuestro amigo ha despertado ya, pensó Ava. Aunque no su compañero can, que seguía bajo su brazo.
- ¡HEY AMIGOS! .- gritó un hombre entre unos arbustos, para luego precipitarse por un terraplén.
- Ay dios mio… ¿Y ahora qué?.- suspiró Ava, a la vez que Amy se bajaba de su espalda y mientras ella dejaba al pobre perrito en el suelo.
El recién llegado se puso en pie como pudo y les ofreció su ayuda. Ava se tapó la boca con una de sus escamosas manos para ocultar la risa que aquello le provocó. Ava no tenía por costumbre reírse de los demás, pero la falta de comida, el cansancio y el aspecto tan “natural” de aquel hombre no la ayudaron a mantener la compostura. ¿Ayuda? Pero sabrá este pobre hombre lo que está diciendo.
A pesar de su precario intento por contener la risa, Ava se dio cuenta de que la chica de metal se había puesto muy tensa, tanto que le habían salido unas cuchillas de los brazos, al contrario que su otro compañero, Arvid, que seguía roncando totalmente relajado en brazos del aldeano, que gracias a dios, parecía haberse callado.
- ¿Padre…?.- comenzó a decir Amy. ¿¡Qué!? Ava no pudo contenerse más y rió como hace tiempo que no hacía. Por suerte, todo el mundo estaba demasiado atento a otras cosas, o demasiado dormido, y nadie reparó en ella.
Fue entonces cuando el aldeano retomó su charla, y empezó a hablar con el recién llegado, al cual le pidió ayuda para cargar con aquellos que lo necesitaban. El hombre vegetal aceptó de buen grado, y ayudó al aldeano a llevar al pobre humano, que seguía roncando y disfrutando de un sueño reparador.
Entre los dos se apañaron como pudieron para cargar entre los dos al pobre Arvid, y al compañero perro, que también seguía ¿dormido?, al cual situaron encima del torso del humano sucio y sanguinolento.
Ava agradeció el haberse librado de tener que cargar con nadie, ahora que el recién llegado estaba ayudando al aldeano, y viendo que Amy ya estaba despierta. Amy se la quedó mirando y en un rápido movimiento se subió a la joven Avichuela a caballito. Aquella sensación era completamente nueva para Ava. Normalmente, al ser ella más alta que sus primos sapo, solía ser ella quien cargaba con los demás cuando jugaban o cuando alguno se hacía daño, así que nunca antes había disfrutado de aquella sensación. ¡Pero que divertido es esto! Se repetía sin parar. Y no solo por el hecho de no tener que andar, si no porque aquello era divertido, aunque no supiera explicar bien por qué. Tendría que convencer a Amy más adelante para que la volviese a llevar así. Y si no lo conseguía con ella tendría que intentarlo con alguien más, se prometió a si misma.
Al poco tiempo, empezaron a vislumbrar una aldea. ¿Ribera Roja se llamaba? El aldeano había dado tantos nombres, tantas referencias y tantas otras cosas que Ava ya casi apenas recordaba ninguna de las cosas que había dicho.
En cuanto pusieron un pie en la aldea, un grupo de personas se les acercó rápidamente. Un hombre canoso se adelantó algo más que el resto, y se dirigió al aldeano, al cual empezó a gritarle cosas. Pobre hombre, si no ha hecho nada, solo hablar, y somos nosotros quien lo hemos tenido que aguantar… Pensó Ava para sus adentros.
Aún estando a caballito sobre Amy, ésta se presentó ante aquel hombre, y Arvid, salió disparado, sin parecer tener un rumbo fijo, pero Ava pensó que a lo mejor es que necesitaba aliviarse otra vez. Ava no quiso hablar, tenía miedo de que al hacer ruido Amy decidiese que ya era hora de que bajase de sus espaldas, aunque sabía que aquello tendría que terminar en algún momento. Lo que sí hizo, fue fijarse en que aquella gente, sobretodo el hombre canoso, parecían un tanto hostiles. ¿Pero qué le pasa a este señor? ¡Que maleducado! Acabamos de aguantar una ingente cantidad de historias por parte de este aldeano, nos deberían de premiar por haber sobrevivido.
Justo en ese momento, una imponente figura se acercó, y les indicó a los aventureros que le siguieran. Ava, que ya no podía pensar en otra cosa, reparó en que aquel hombre también sería un buen candidato para llevarla a caballito, pero aún no sabía quién era, y puede que entre las normas humanas, no fuese adecuado pedirle a un desconocido que cargase con ella.
El desconocido se presentó como Raion Blaze, y les dijo que teniendo en cuenta la actitud de la gente, había intentando ayudarles para ahorrarles problemas. Para tener estas pintas tan agresivas, no parece tan malo… Reflexionó Ava asomando la cabeza por detrás de Amy, pero si algo le había enseñado la vida, es que no hay que fiarse de los humanos tan rápido… Un momento. ¿Qué era aquello? Un olor se metió en la nariz de Ava. Sería posible… Sin duda. Aquello que olía era… Pan.
- ¡PAN! ¿¡DÓNDE ESTÁS!?
Si hacía rato era ella quien miraba con extrañeza a los demás, ahora era ella la que se estaba ganando las miradas de estupor, y no solo por las escamas.
Ava Brekker
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Después de su entrada triunfal ante el variopinto grupo, lo primero que escuchó fue la palabra padre a la par que una mirada fija en él. Una gota de sudor frío recorrió su sien y miró a la muchacha de reojo, intentando no entablar contacto visual directo. ¿Quien era, como podría ser su hija? Estaba a favor del poliamor y quizás había dejado su semilla por recónditos lugares de Aerandir, pero no estaba preparado para ser padre. Gracias a la madre naturaleza, aquel amable autóctono comenzó a hablar como si no hubiese un mañana e hizo que el ambiente bajara la presión unos cuantos bares.
Haciendo como si no ocurriera nada se precipitó hacia el campesino y aquel cadáver que cargaba. Ahora que lo había visto de cerca estaba en una posición delicada, pero peor sería estar dando explicaciones a la chica de metal, así que mejor hacer de tripas corazón y a levantar a lo que quedaba de aquel pobre infeliz. Cuando se agachó para sujetarlo de los pies, un hedor nauseabundo se le incrustó en la nariz y la arcada no tardó en llegar. Como narices podía oler así un ser vivo, cada vez había más indicios de que estaba muerto, pero él había podido observar cientos de bestias descomponiéndose al sol y no apestaban ni la mitad que los pies de este hombre.
Como buenamente pudo, casi sin respirar por la nariz y a paso lento, comenzaron la caminata, no sin antes aumentar el peso de fétido mcfetidín poniéndole al hombre bestia en el vientre. De pronto, la chica de metal les adelantó por la derecha con la chica pez subida a hombros, no podía mentir a sus sentimientos ahora heridos. Le gustaría que su hija pensara en él un poco y también lo llevase a caballito de una manera tan divertida, pero entendía que tras años de ausencia paterna, le guardase algún tipo de rencor. Una lágrima de culpa, celos y lo más cercano a una bomba lacrimógena, recorrió su pómulo hasta perderse en su barba. La caminata se hizo más llevadera gracias al guía turístico que les precedía, el cual no paraba de dar charlas sobre los maravillosos lugares de la zona.
Al fin habían llegado al pueblo, Ribera Roja, parecía el típico pueblo de montaña, pero sus edificaciones daban a entender una mezcla cultural bastante extensa. Reconocía arquitectura y costumbres de varios lugares de Aerandir, ventajas de ser un trotamundos. No tardó en llegar el jefe del poblado, que parecía de todo menos contento por la aparición de unos forasteros. Esta era una de las razones por las cuales prefería no entrar en contacto con la civilización muy a menudo. Lejos de protestar por los modales de aquel anciano, solo pudo avergonzarse como un chiquillo mientras se rascaba la parte de atrás de la coronilla y hacía dibujitos en el suelo con el pie.
Pero no todo eran malas noticias, el que parecía estar muerto se levantó mientras otro tipo, mucho más amenazante se acercaba al gentío. Por favor que no fuera el guardia del lugar, no le apetecía salir por patas después de la caminata cargando al muerto no muerto. Nada más lejos de la realidad, contra todo pronóstico aquel intimidante hombretón les echó una mano para salir del paso y les acompañó hasta la posada local. Cuando entraron en la taberna notó como todas las miradas, sumadas a un silencio incómodo, se focalizaban en ellos. Cuando por fin estuvieron en cierta intimidad, les explicó porque había actuado de aquella forma. Menudo caballero de brillante armadura había salido en su auxilio, hasta hizo que se ruborizara un poco, pero como vino se fue. Un par de fríos soplidos cruzando la sala es lo que había dejado, pero no podía dejarlo así.
Mientras caminaba hacia la barra esquivando borrachos, no pudo evitar que una de las camareras no paraba de mirarle y hacerle morritos. Era una señora cuarentona de carnes digamos, abundantes y que parecía intentar llamar la atención del apuesto Axel, no la culpaba. Al fin llegó hasta su reciente salvador. -Oye, perdona. Le interrumpió en medio de un trago. - Solo quería agradecerte la ayuda. Toma. Le agarró el brazo y le hizo poner la palma hacia arriba. Después depositó lo que debían de ser unos deliciosos frutos del bosque en la mano del hombre, pero era una suerte de pasta asquerosa y semilíquida debido a la caída que había sufrido hace unos minutos. - ¡No te los vayas a comer todos de golpe! Dijo sonriendo orgulloso mientras le guiñaba un ojo. Mientras se giraba, se topó con un mullidito muro que inconscientemente pasó a palpar.
- Pero bueno, creo que alguien no se ha podido resistir a la llamada de Helga. Dijo la gigantesca señora mientras el perdido licántropo no paraba de toquetearla inconscientemente, tratando de adivinar que era con lo que había chocado. De pronto, su cabeza se vio enterrada, casi perdida entre los generosos pechos de la mujer. Sin darle tiempo a reaccionar, estaba siendo arrastrado hacia el piso de arriba. Axel estiró una mano en señal de auxilio a los allí presentes que entre carcajadas no paraban de vitorear a la mujer. Parecía un espectáculo de lo más habitual, casi un número recurrente en las cálidas noches de la taberna.
Los dos se perdieron en una habitación tras un portazo. Allí sucedieron cosas que perseguirían al hombre lobo en sendas pesadillas, pero que es mejor no relatar, por el bien de los lectores. Tras unos infernales e interminables minutos, la puerta se abrió. El cambia formas casi dando tumbos, despeinado y con la poca ropa que llevaba descolocada salió a trompicones de la habitación, recibiendo un portazo tras de sí, sumado a los aplausos y gritos de la sala.. Casi como un alma en pena llegó a donde se encontraban sus nuevos compañeros y se sentó mirando a la nada. - Todo corre a cuenta de la casa... Dijo sin mirar a nadie realmente y desganado. - ¡PAN! ¿¡DÓNDE ESTÁS!? Se pronunció entre gritos la chica pez. - ¡Vaya toalla!. Fueron sus últimas palabras antes de que su cabeza impactará contra la mesa, casi a modo de posición fetal y decidiera que era mejor viajar a otros mundos en vez de estar allí recordando lo sucedido.
Haciendo como si no ocurriera nada se precipitó hacia el campesino y aquel cadáver que cargaba. Ahora que lo había visto de cerca estaba en una posición delicada, pero peor sería estar dando explicaciones a la chica de metal, así que mejor hacer de tripas corazón y a levantar a lo que quedaba de aquel pobre infeliz. Cuando se agachó para sujetarlo de los pies, un hedor nauseabundo se le incrustó en la nariz y la arcada no tardó en llegar. Como narices podía oler así un ser vivo, cada vez había más indicios de que estaba muerto, pero él había podido observar cientos de bestias descomponiéndose al sol y no apestaban ni la mitad que los pies de este hombre.
Como buenamente pudo, casi sin respirar por la nariz y a paso lento, comenzaron la caminata, no sin antes aumentar el peso de fétido mcfetidín poniéndole al hombre bestia en el vientre. De pronto, la chica de metal les adelantó por la derecha con la chica pez subida a hombros, no podía mentir a sus sentimientos ahora heridos. Le gustaría que su hija pensara en él un poco y también lo llevase a caballito de una manera tan divertida, pero entendía que tras años de ausencia paterna, le guardase algún tipo de rencor. Una lágrima de culpa, celos y lo más cercano a una bomba lacrimógena, recorrió su pómulo hasta perderse en su barba. La caminata se hizo más llevadera gracias al guía turístico que les precedía, el cual no paraba de dar charlas sobre los maravillosos lugares de la zona.
Al fin habían llegado al pueblo, Ribera Roja, parecía el típico pueblo de montaña, pero sus edificaciones daban a entender una mezcla cultural bastante extensa. Reconocía arquitectura y costumbres de varios lugares de Aerandir, ventajas de ser un trotamundos. No tardó en llegar el jefe del poblado, que parecía de todo menos contento por la aparición de unos forasteros. Esta era una de las razones por las cuales prefería no entrar en contacto con la civilización muy a menudo. Lejos de protestar por los modales de aquel anciano, solo pudo avergonzarse como un chiquillo mientras se rascaba la parte de atrás de la coronilla y hacía dibujitos en el suelo con el pie.
Pero no todo eran malas noticias, el que parecía estar muerto se levantó mientras otro tipo, mucho más amenazante se acercaba al gentío. Por favor que no fuera el guardia del lugar, no le apetecía salir por patas después de la caminata cargando al muerto no muerto. Nada más lejos de la realidad, contra todo pronóstico aquel intimidante hombretón les echó una mano para salir del paso y les acompañó hasta la posada local. Cuando entraron en la taberna notó como todas las miradas, sumadas a un silencio incómodo, se focalizaban en ellos. Cuando por fin estuvieron en cierta intimidad, les explicó porque había actuado de aquella forma. Menudo caballero de brillante armadura había salido en su auxilio, hasta hizo que se ruborizara un poco, pero como vino se fue. Un par de fríos soplidos cruzando la sala es lo que había dejado, pero no podía dejarlo así.
Mientras caminaba hacia la barra esquivando borrachos, no pudo evitar que una de las camareras no paraba de mirarle y hacerle morritos. Era una señora cuarentona de carnes digamos, abundantes y que parecía intentar llamar la atención del apuesto Axel, no la culpaba. Al fin llegó hasta su reciente salvador. -Oye, perdona. Le interrumpió en medio de un trago. - Solo quería agradecerte la ayuda. Toma. Le agarró el brazo y le hizo poner la palma hacia arriba. Después depositó lo que debían de ser unos deliciosos frutos del bosque en la mano del hombre, pero era una suerte de pasta asquerosa y semilíquida debido a la caída que había sufrido hace unos minutos. - ¡No te los vayas a comer todos de golpe! Dijo sonriendo orgulloso mientras le guiñaba un ojo. Mientras se giraba, se topó con un mullidito muro que inconscientemente pasó a palpar.
- Pero bueno, creo que alguien no se ha podido resistir a la llamada de Helga. Dijo la gigantesca señora mientras el perdido licántropo no paraba de toquetearla inconscientemente, tratando de adivinar que era con lo que había chocado. De pronto, su cabeza se vio enterrada, casi perdida entre los generosos pechos de la mujer. Sin darle tiempo a reaccionar, estaba siendo arrastrado hacia el piso de arriba. Axel estiró una mano en señal de auxilio a los allí presentes que entre carcajadas no paraban de vitorear a la mujer. Parecía un espectáculo de lo más habitual, casi un número recurrente en las cálidas noches de la taberna.
Los dos se perdieron en una habitación tras un portazo. Allí sucedieron cosas que perseguirían al hombre lobo en sendas pesadillas, pero que es mejor no relatar, por el bien de los lectores. Tras unos infernales e interminables minutos, la puerta se abrió. El cambia formas casi dando tumbos, despeinado y con la poca ropa que llevaba descolocada salió a trompicones de la habitación, recibiendo un portazo tras de sí, sumado a los aplausos y gritos de la sala.. Casi como un alma en pena llegó a donde se encontraban sus nuevos compañeros y se sentó mirando a la nada. - Todo corre a cuenta de la casa... Dijo sin mirar a nadie realmente y desganado. - ¡PAN! ¿¡DÓNDE ESTÁS!? Se pronunció entre gritos la chica pez. - ¡Vaya toalla!. Fueron sus últimas palabras antes de que su cabeza impactará contra la mesa, casi a modo de posición fetal y decidiera que era mejor viajar a otros mundos en vez de estar allí recordando lo sucedido.
Última edición por Axel Svensson el Miér Jun 10 2020, 11:18, editado 2 veces
Axel Svensson
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Bien empieza lo que bien acaba, como se suele decir. En algún lugar había escuchado Amy aquella expresión, aunque no podía garantizar la exactitud de la frase o tampoco asegurar que el dicho fuese de la mano con la situación actual. Detalles sin importancia. Lo realmente importante es que por fin había triunfado el amor (metafórico) y la rueda del destino giraba a su favor. Estaban salvados, ¿verdad? Sí, seguro que sí. Allí, plantados como pasmarotes, frente a una mini muchedumbre no encolerizada, pero visiblemente escéptica, esperaban pacientemente que se les ofreciera una taza de infusión caliente y una litera bien acolchada con paja para poder dormir a pierna suelta.
Amy observaba en silencio, con una expresión que no dejaba claro si verdaderamente estaba allí de cuerpo presente, o su mente derivaba por otro bosque que nada tenía que ver con el que arropaba al hospitalario pueblo de Ribera Roja. Sobre su espalda, Abba, la chica dragón acuático, se retorcía sutilmente para situarse en una posición más cómoda. Unas gotas de sudor le recorrían a Reghor por sus sudorosos mofletes y, en el umbral de una de las casas bajas, un aldeano en las sombras enarbolaba lentamente lo que parecía ser una especie de horca, a juzgar por su forma de tenedor glorificado y su brillo torvo en la punta de uno de sus afilados pinchos.
Todo iba bien. Viento en popa, se podría decir, dependiendo de lo pirata que se sintiese uno en aquel momento. Amy, no mucho, la verdad. Todo lo contrario que el hombretón de tremendas proporciones que se acercaba a paso decidido, inexorable. Hacía temblar la tierra cada vez que una de sus botas de metal impactaba contra el suelo de piedra que conformaba el camino principal de la aldea, el cual la atravesaba de norte a sur. Igualito que la cicatriz que atravesaba el ojo del desconocido… incluso la propia cicatriz parecía tener otras cicatrices pequeñitas para darle un aspecto más rudo y áspero si cabía.
Cuando la gigantesca coraza se paró enfrente de ellos (Amy suponía que dentro debía haber un hombre, aunque no estaba del todo convencida), una sola y escueta frase resonó por las calles/calle de Ribera Roja: ”Ya era hora.” Algo intimidada, pero sin perder la media sonrisa, la bio-cibernética miró al señor de la imponente armadura de arriba abajo. Supuso que desde las alturas no la habría escuchado presentarse, así que no le quedaba más remedio que volver a hacerlo.
- Ho- Vosotros, seguidme. Amy tragó saliva. No había tenido tanto miedo en su vida. Al menos no que recordara. Sea donde fuese el lugar al que lo tenían que seguir, era obvio que no iba a acabar bien para el grupo de viajeros que únicamente buscaban subsistir y labrarse un futuro de forma honesta y humilde. Sobre todo, honesta. Pero ya no quedaba futuro para ellos. A regañadientes, y por temor a las represalias, acompañaron a aquella mole enlatada hasta la taberna cercana.
Era un establecimiento bastante coqueto y acogedor a primera vista. No era muy vistoso en cuestiones de decoración, no obstante, al entrar ya dejaba claro que también hacía funciones de posada para almas cansadas. Desfilando en diagonal por el muro izquierdo, unas escaleras subían hasta la segunda planta, donde con toda certeza se hallaban las habitaciones de los huéspedes, repartidas a ambos lados de un estrecho pasillito hecho de tablones de dudosa firmeza. En las paredes de madera oscura de ambos pisos, colgaban cráneos de ciervo y escudos bicolor, los cuales no desentonaban mucho con el gentío colorido, mortecino y ebrio que poblaba la planta baja.
Amy cruzó el portón doble llevando aún a la chica escamosa a cuestas. No se había preguntado cuánto tiempo más tendría que seguir cargando con ella, pero como no le molestaba, pues tampoco le preocupaba mucho. Simplemente asumía que aquella era su vida ahora. Raion Blaze, el Destructor, tomó asiento, codeándose como uno más entre la muchedumbre de beodos y campesinos rupestres, demostrando una vez más a la chusma que no hacía falta ser una lámpara de aceite para brillar con luz propia. Rodearse de esperpentos no lo convertía en uno de ellos, sino que le hacía destacar todavía más. Bueno, a lo mejor la armadura de doscientas toneladas, pulida con las lágrimas de sus enemigos, y el espadón de ribetes dorados también ayudaban un poco.
Les explicó acerca de la magistral interpretación de amigo de toda la vida y el porqué de sus nobles y desinteresados actos. Cosa que habría resultado la mar de interesante de no ser por la repentina aparición de un de las camareras, con tantas jarras de hidromiel como le cabían entre los brazos, aunque sólo dejó tres sobre la barra: una por cabeza con edad para consumir alcohol. La chica semi-robótica, que ya se había desecho -muy al pesar de Ava- de su mochila viviente, estaba sentada a la vera del señor Blaze, justo entre él y el vejete. Nada más tocar su pompis la silla, volvió a sentir de golpe todo el cansancio, hambre y sed acumulados. Gracias al cielo por aquella bebida bien fresquita... De un solo trago vació por completo la jarra, engullendo el contenido como si de una tubería se tratase. Glup, glup, glup. Una melodía para sus oídos.
- Está muy buena el agua. Dijo Amy, secándose las comisuras de los labios con la delicadeza de una dama de alta alcurnia. Mucho mejor que la de la charca… hic. Un pequeño hipo le hizo dar un sobresalto. Se relamió, notando el amargo regusto del brebaje todavía pegado en el paladar. Vaya agua más rara se gastaban allí en el lejano Oeste.
- Nadie me ha avisado de que Rai vendría acompañado... ¡En este pueblo ya no se respetan las tradiciones! Una mujer que rondaría los setenta años, de pelo canoso recogido en un moño trenzado, y unos ojos almendrados que apenas se abrían entre tanta pata de gallo, apareció de la nada con las manos en posición de plegaria. La bella y encantadora Hilda, para servirles. ¡Bienvenidos, bienvenidos al Cuerno de Eikthyrnir! Ahora mismo les preparamos una sopa de ciervo a la Rojana para chuparse los dedos… ¡Especialidad de la casa! Puntualizó, bien alegre e igual de orgullosa, dejando entrever que hacía mucho que no recibía nuevos clientes. Amy no daba crédito. La boca se le hacía agua solo de pensar en el plato, algo que debió atraer la atención de la anciana mujer, quien clavó su mirada en la bio-cibernética. Odin todopoderoso… En el momento que reparó en el olor y las pintas demacradas de sus inquilinos, no pudo evitar cubrirse la nariz y la boca con su arrugada mano. Por no hablar de la cría en paños menores. Lukas… ¡Lukas!... Nada, no hubo respuesta. ¡LUKAS BJÖRK INGÓLFUR GUÐMUNDSSON! ¡Baja aquí ahora mismo! Dicho y hecho, un mancebo nórdico, rubio, de ojos azules y sin pelos en la barba todavía, bajó a trompicones las escaleras hasta donde se encontraban ellos. ¿Has preparado el barreño para que tu querida amma se ponga en remojo? El chico asintió sin mediar palabra. Bueno, pues acompaña a esta jovencita arriba. Lo necesita más que yo. Y prepárale una muda limpia… algo de tu hermana debería valer… esa pequeña skothríð.
- Yo-… Sin comerlo ni beberlo (nunca mejor dicho), el mozalbete asió a la muchacha metálica por el brazo y la guio muy amablemente hasta una de las estancias del piso superior. No se a dónde me llevan. Se sinceró Amy al resto del grupo, mientras prácticamente la empujaban hasta su destino. Lo cierto es que no había hecho mucho caso a la buena de Hilda, toda su atención fue cautivada por el aroma de lo que sea que se estuviera asando en los fogones de la taberna.
Como había profetizado la anciana posadera -posadera de mesón, no de retaguardia-, un barreño de madera, de proporciones generosas, se encontraba rebosante de agua templada, listo para ser usado en aquel extraño ritual al que llamaban “baño”. No era lo habitual por aquellas tierras, sin embargo, la vieja Hilda era una mujer recatada, a la que le gustaba ir siempre bien emperifollada y además oler a hierbabuena. De ahí el tufo frutal que emanaba de la bañera, producto, probablemente, de sales minerales y hojas molidas.
Amy, quien a pesar de no ser la chica más lista del barrio no era una depravada, esperó a que el niño, Lukas, la dejase sola para poder quitarse lo poco que le quedaba de ropa. Sin más dilación, se sumergió en el agua, haciendo subir el nivel de la misma unos centímetros hasta casi hacer desbordar el recipiente. Estaba en la gloria. De repente, el calor, junto a todos sus males se habían esfumado, ahogados en una barrica de agua afrutada. hic. Bueno… todos, todos, no. Se sentía mareada, como si la cabeza le diera vueltas, y encima seguía teniendo ese estúpido hipo.
¡Bah! No iba a dejar que esas minucias le estropeasen aquella experiencia casi extrasensorial de relax extremo. Tan solo se llevó un susto cuando Lukas volvió a entrar en la habitación sin llamar a la puerta. Rápidamente, la chica robot se hundió hasta la nariz, haciendo burbujitas al respirar. El muchacho rubio, de intenciones dudosas, dejó unas prendas en el suelo para que Amy pudiera vestirse con ropa limpia tras el baño, tal y como le había mandado hacer su querida abuela. Luego se fue por donde había venido. Hasta luego, Lukas.
Ojalá aquellos plácidos minutos no hubiesen acabado nunca. La bio-cibernética no se durmió en la bañera de milagro, sin embargo, tenía hambre. Y no poca. Salió del barreño dando un saltito, en un derroche de agilidad sin precedentes. Se secó como buenamente pudo con un paño viejo y se puso la ropa que le habían dejado en la puerta: una camisa de lino y una falda hasta los tobillos. El conjunto le quedaba que ni hecho a medida, menudo ojo de buen cubero tenía la abuela Hilda.
No habrían pasado ni quince minutos desde que Amy había abandonado la barra en la que Raion Blaze, el Destripador, los había arremolinado. Tiempo más que suficiente para cocinar una sopa de ciervo, ¿no? Eso pensaba la muchacha de brillantes extremidades. Se dispuso a bajar las escaleras de vuelta a la planta baja, cuando unos inquietantes alaridos provenientes de una habitación cercana la pusieron en guardia. Sigilosamente, pegada a la pared, y con cuidado de no hacer rechinar el suelo de madera, Amy se puso a la altura de dicha puerta. Apoyó una oreja por encima del pomo para escuchar mejor lo que ocurría en el interior. No es que fuese una cotilla salsera, pero un pelín curiosa sí que era, sí. Sonaba como si estuviesen degollando a un cerdo con asma.
Imitando al pie de la letra las enseñanzas de su amigo Lukas, abrió lenta y pausadamente la puerta. Sin tocar, claro está. Entonces fue cuando lo vio. Lo vio todo. Absolutamente todo lo que no tenía que ver, sin tapujos ni censura. No había sábanas, estaban tiradas por el piso. Sólo había dos bestias salvajes destrozando el relleno de plumas del camastro, en un frenético ritual carnal de bamboleos y vaivenes. Amy abrió la boca tanto que casi se le cae la mandíbula. A uno lo reconocía, era el señor mayor de la barba con hojas y corona silvestre. La otra era una enorme zamarra pechugona de armas tomar, a la que las lorzas le rebotaban con cada empujón. Sin poder cerrar la boca, Amy, que había pasado totalmente desapercibida, cerró igual de lentamente la puerta y continuó su camino hasta el piso inferior.
Allí estaban Ava la panadera y Raion, sentados en la misma barra, este último aún practicando el popular deporte del levantamiento de jarra. A los que no veía por ninguna parte era a Arvid el vampiro y Puag el perro. Sin decir ni pío, Amy se sentó en completo silencio. Al poco llegó Axel, sudoroso y alicaído, incorporándose de nuevo a la cuadrilla.
Si Dios era justo, concedería a Amy otro lavado de memoria en aquel mismo instante. Pero como no lo era, la bio-cibernética tuvo que conformarse con darle un fuerte abrazo a Raion Blaze, el Matador, intentando contener los sollozos de una niña traumatizada de por vida. hic. Desgraciadamente, lo que no pudo contener fueron las arcadas, seguidas de la pota que acabó sobre la armadura del tuerto. En parte por las visiones de la habitación, en parte también por pimplarse una jarra de hidromiel con el estómago vacío.
Amy observaba en silencio, con una expresión que no dejaba claro si verdaderamente estaba allí de cuerpo presente, o su mente derivaba por otro bosque que nada tenía que ver con el que arropaba al hospitalario pueblo de Ribera Roja. Sobre su espalda, Abba, la chica dragón acuático, se retorcía sutilmente para situarse en una posición más cómoda. Unas gotas de sudor le recorrían a Reghor por sus sudorosos mofletes y, en el umbral de una de las casas bajas, un aldeano en las sombras enarbolaba lentamente lo que parecía ser una especie de horca, a juzgar por su forma de tenedor glorificado y su brillo torvo en la punta de uno de sus afilados pinchos.
Todo iba bien. Viento en popa, se podría decir, dependiendo de lo pirata que se sintiese uno en aquel momento. Amy, no mucho, la verdad. Todo lo contrario que el hombretón de tremendas proporciones que se acercaba a paso decidido, inexorable. Hacía temblar la tierra cada vez que una de sus botas de metal impactaba contra el suelo de piedra que conformaba el camino principal de la aldea, el cual la atravesaba de norte a sur. Igualito que la cicatriz que atravesaba el ojo del desconocido… incluso la propia cicatriz parecía tener otras cicatrices pequeñitas para darle un aspecto más rudo y áspero si cabía.
Cuando la gigantesca coraza se paró enfrente de ellos (Amy suponía que dentro debía haber un hombre, aunque no estaba del todo convencida), una sola y escueta frase resonó por las calles/calle de Ribera Roja: ”Ya era hora.” Algo intimidada, pero sin perder la media sonrisa, la bio-cibernética miró al señor de la imponente armadura de arriba abajo. Supuso que desde las alturas no la habría escuchado presentarse, así que no le quedaba más remedio que volver a hacerlo.
- Ho- Vosotros, seguidme. Amy tragó saliva. No había tenido tanto miedo en su vida. Al menos no que recordara. Sea donde fuese el lugar al que lo tenían que seguir, era obvio que no iba a acabar bien para el grupo de viajeros que únicamente buscaban subsistir y labrarse un futuro de forma honesta y humilde. Sobre todo, honesta. Pero ya no quedaba futuro para ellos. A regañadientes, y por temor a las represalias, acompañaron a aquella mole enlatada hasta la taberna cercana.
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Era un establecimiento bastante coqueto y acogedor a primera vista. No era muy vistoso en cuestiones de decoración, no obstante, al entrar ya dejaba claro que también hacía funciones de posada para almas cansadas. Desfilando en diagonal por el muro izquierdo, unas escaleras subían hasta la segunda planta, donde con toda certeza se hallaban las habitaciones de los huéspedes, repartidas a ambos lados de un estrecho pasillito hecho de tablones de dudosa firmeza. En las paredes de madera oscura de ambos pisos, colgaban cráneos de ciervo y escudos bicolor, los cuales no desentonaban mucho con el gentío colorido, mortecino y ebrio que poblaba la planta baja.
Amy cruzó el portón doble llevando aún a la chica escamosa a cuestas. No se había preguntado cuánto tiempo más tendría que seguir cargando con ella, pero como no le molestaba, pues tampoco le preocupaba mucho. Simplemente asumía que aquella era su vida ahora. Raion Blaze, el Destructor, tomó asiento, codeándose como uno más entre la muchedumbre de beodos y campesinos rupestres, demostrando una vez más a la chusma que no hacía falta ser una lámpara de aceite para brillar con luz propia. Rodearse de esperpentos no lo convertía en uno de ellos, sino que le hacía destacar todavía más. Bueno, a lo mejor la armadura de doscientas toneladas, pulida con las lágrimas de sus enemigos, y el espadón de ribetes dorados también ayudaban un poco.
Les explicó acerca de la magistral interpretación de amigo de toda la vida y el porqué de sus nobles y desinteresados actos. Cosa que habría resultado la mar de interesante de no ser por la repentina aparición de un de las camareras, con tantas jarras de hidromiel como le cabían entre los brazos, aunque sólo dejó tres sobre la barra: una por cabeza con edad para consumir alcohol. La chica semi-robótica, que ya se había desecho -muy al pesar de Ava- de su mochila viviente, estaba sentada a la vera del señor Blaze, justo entre él y el vejete. Nada más tocar su pompis la silla, volvió a sentir de golpe todo el cansancio, hambre y sed acumulados. Gracias al cielo por aquella bebida bien fresquita... De un solo trago vació por completo la jarra, engullendo el contenido como si de una tubería se tratase. Glup, glup, glup. Una melodía para sus oídos.
- Está muy buena el agua. Dijo Amy, secándose las comisuras de los labios con la delicadeza de una dama de alta alcurnia. Mucho mejor que la de la charca… hic. Un pequeño hipo le hizo dar un sobresalto. Se relamió, notando el amargo regusto del brebaje todavía pegado en el paladar. Vaya agua más rara se gastaban allí en el lejano Oeste.
- Nadie me ha avisado de que Rai vendría acompañado... ¡En este pueblo ya no se respetan las tradiciones! Una mujer que rondaría los setenta años, de pelo canoso recogido en un moño trenzado, y unos ojos almendrados que apenas se abrían entre tanta pata de gallo, apareció de la nada con las manos en posición de plegaria. La bella y encantadora Hilda, para servirles. ¡Bienvenidos, bienvenidos al Cuerno de Eikthyrnir! Ahora mismo les preparamos una sopa de ciervo a la Rojana para chuparse los dedos… ¡Especialidad de la casa! Puntualizó, bien alegre e igual de orgullosa, dejando entrever que hacía mucho que no recibía nuevos clientes. Amy no daba crédito. La boca se le hacía agua solo de pensar en el plato, algo que debió atraer la atención de la anciana mujer, quien clavó su mirada en la bio-cibernética. Odin todopoderoso… En el momento que reparó en el olor y las pintas demacradas de sus inquilinos, no pudo evitar cubrirse la nariz y la boca con su arrugada mano. Por no hablar de la cría en paños menores. Lukas… ¡Lukas!... Nada, no hubo respuesta. ¡LUKAS BJÖRK INGÓLFUR GUÐMUNDSSON! ¡Baja aquí ahora mismo! Dicho y hecho, un mancebo nórdico, rubio, de ojos azules y sin pelos en la barba todavía, bajó a trompicones las escaleras hasta donde se encontraban ellos. ¿Has preparado el barreño para que tu querida amma se ponga en remojo? El chico asintió sin mediar palabra. Bueno, pues acompaña a esta jovencita arriba. Lo necesita más que yo. Y prepárale una muda limpia… algo de tu hermana debería valer… esa pequeña skothríð.
- Yo-… Sin comerlo ni beberlo (nunca mejor dicho), el mozalbete asió a la muchacha metálica por el brazo y la guio muy amablemente hasta una de las estancias del piso superior. No se a dónde me llevan. Se sinceró Amy al resto del grupo, mientras prácticamente la empujaban hasta su destino. Lo cierto es que no había hecho mucho caso a la buena de Hilda, toda su atención fue cautivada por el aroma de lo que sea que se estuviera asando en los fogones de la taberna.
Como había profetizado la anciana posadera -posadera de mesón, no de retaguardia-, un barreño de madera, de proporciones generosas, se encontraba rebosante de agua templada, listo para ser usado en aquel extraño ritual al que llamaban “baño”. No era lo habitual por aquellas tierras, sin embargo, la vieja Hilda era una mujer recatada, a la que le gustaba ir siempre bien emperifollada y además oler a hierbabuena. De ahí el tufo frutal que emanaba de la bañera, producto, probablemente, de sales minerales y hojas molidas.
Amy, quien a pesar de no ser la chica más lista del barrio no era una depravada, esperó a que el niño, Lukas, la dejase sola para poder quitarse lo poco que le quedaba de ropa. Sin más dilación, se sumergió en el agua, haciendo subir el nivel de la misma unos centímetros hasta casi hacer desbordar el recipiente. Estaba en la gloria. De repente, el calor, junto a todos sus males se habían esfumado, ahogados en una barrica de agua afrutada. hic. Bueno… todos, todos, no. Se sentía mareada, como si la cabeza le diera vueltas, y encima seguía teniendo ese estúpido hipo.
¡Bah! No iba a dejar que esas minucias le estropeasen aquella experiencia casi extrasensorial de relax extremo. Tan solo se llevó un susto cuando Lukas volvió a entrar en la habitación sin llamar a la puerta. Rápidamente, la chica robot se hundió hasta la nariz, haciendo burbujitas al respirar. El muchacho rubio, de intenciones dudosas, dejó unas prendas en el suelo para que Amy pudiera vestirse con ropa limpia tras el baño, tal y como le había mandado hacer su querida abuela. Luego se fue por donde había venido. Hasta luego, Lukas.
Ojalá aquellos plácidos minutos no hubiesen acabado nunca. La bio-cibernética no se durmió en la bañera de milagro, sin embargo, tenía hambre. Y no poca. Salió del barreño dando un saltito, en un derroche de agilidad sin precedentes. Se secó como buenamente pudo con un paño viejo y se puso la ropa que le habían dejado en la puerta: una camisa de lino y una falda hasta los tobillos. El conjunto le quedaba que ni hecho a medida, menudo ojo de buen cubero tenía la abuela Hilda.
No habrían pasado ni quince minutos desde que Amy había abandonado la barra en la que Raion Blaze, el Destripador, los había arremolinado. Tiempo más que suficiente para cocinar una sopa de ciervo, ¿no? Eso pensaba la muchacha de brillantes extremidades. Se dispuso a bajar las escaleras de vuelta a la planta baja, cuando unos inquietantes alaridos provenientes de una habitación cercana la pusieron en guardia. Sigilosamente, pegada a la pared, y con cuidado de no hacer rechinar el suelo de madera, Amy se puso a la altura de dicha puerta. Apoyó una oreja por encima del pomo para escuchar mejor lo que ocurría en el interior. No es que fuese una cotilla salsera, pero un pelín curiosa sí que era, sí. Sonaba como si estuviesen degollando a un cerdo con asma.
Imitando al pie de la letra las enseñanzas de su amigo Lukas, abrió lenta y pausadamente la puerta. Sin tocar, claro está. Entonces fue cuando lo vio. Lo vio todo. Absolutamente todo lo que no tenía que ver, sin tapujos ni censura. No había sábanas, estaban tiradas por el piso. Sólo había dos bestias salvajes destrozando el relleno de plumas del camastro, en un frenético ritual carnal de bamboleos y vaivenes. Amy abrió la boca tanto que casi se le cae la mandíbula. A uno lo reconocía, era el señor mayor de la barba con hojas y corona silvestre. La otra era una enorme zamarra pechugona de armas tomar, a la que las lorzas le rebotaban con cada empujón. Sin poder cerrar la boca, Amy, que había pasado totalmente desapercibida, cerró igual de lentamente la puerta y continuó su camino hasta el piso inferior.
Allí estaban Ava la panadera y Raion, sentados en la misma barra, este último aún practicando el popular deporte del levantamiento de jarra. A los que no veía por ninguna parte era a Arvid el vampiro y Puag el perro. Sin decir ni pío, Amy se sentó en completo silencio. Al poco llegó Axel, sudoroso y alicaído, incorporándose de nuevo a la cuadrilla.
Si Dios era justo, concedería a Amy otro lavado de memoria en aquel mismo instante. Pero como no lo era, la bio-cibernética tuvo que conformarse con darle un fuerte abrazo a Raion Blaze, el Matador, intentando contener los sollozos de una niña traumatizada de por vida. hic. Desgraciadamente, lo que no pudo contener fueron las arcadas, seguidas de la pota que acabó sobre la armadura del tuerto. En parte por las visiones de la habitación, en parte también por pimplarse una jarra de hidromiel con el estómago vacío.
Amy
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Re: Se necesitan héroes [Privado]
Desde la barra entre trago y trago, con una mezcla de curiosidad y preocupación, observaba de reojo a sus nuevos no compañeros a cada cual más pintoresco que el anterior. Debía procurar que ninguno de estos le arruinara el trabajo que se llevaba entre manos en aquel pueblo.
Especial atención le prestaba a Arvid, sin duda el mas sospechoso de todos ellos, pues este no paraba de comportarse de forma huidiza, como si ocultara algún oscuro secreto. Aquel espeluznante hombre parecía un peligro para sí mismo y los que le rodearan. No tardó en darse cuenta que en lo que respectaba a habilidades detectivescas, no era un maestro pues en un abrir y cerrar de ojos, le perdió la pista. Por más que sus ojos recorrían cada centímetro de aquella estancia, no conseguía restablecer el contacto visual.
De su misión de buscary destruir a Arvid, le relegó un sonoro “hic” proveniente de Amy. No debía estar acostumbrada a beber cerveza si con solo un par de tragos ya tenía hipo. Ni siquiera parecía saber que aquello que estaba bebiendo se llamaba cerveza. El silencio que se había hecho entre los comensales fue interrumpido por una enérgica voz Nadie me ha avisado de que Rai vendría acompañado... A penas llevaba un día en el pueblo y aquella moza ya le había puesto un apodo y se tomaba unas libertades propias de una amiga de toda la vida, aunque debía reconocer que, aunque algo estrafalaria, aquella mujer era encantadora.
Como si de su madre se tratase, mandó a Amy a darse un baño. Esperaba que Hilda fuera así de marimandona con el resto de los recién llegados pues ciertamente, todos necesitaban un baño ya que los olores que desprendían no eran de este mundo.
Mientras observaba como Lukas, el hijo de Hilda, se llevaba casi a rastras a Amy, vio que Axel se dirigía hacia la barra, seguramente a emborracharse como hacían todos los hombres de su edad. Para su sorpresa le agradeció amablemente la ayuda que les había prestado y le hizo entrega de un presente en forma de frutos del bosque. Puede que no fuera el senil y pervertido anciano que Raion temía que fuera después de todo. O puede que sí, porque no tardó ni un minuto en dejarse seducir por la pechugona de Helga con la cual acabó en un habitación disfrutando, o quizá sufriendo en este caso, del acto físico del amor.
Y así en un momento, el grupo se había desbandado. Solo quedaba la rara aunque bella joven de Ava la cual estaba sentada sin pronunciar palabra, puede que incluso sin siquiera pestañear. El cansancio parecía haberse adueñado de su cuerpo y de su alma.
Al cabo de unos minutos regresaron Amy y Axel simultaneando su aparición con sus rostros traumatizados, aunque para entonces Raion ya había batido un nuevo record de empinamiento de codo y no fue consciente de que estaban allí hasta que la pequeña Amy le dio un fuerte abrazo. Conmovido por tal gesto de afecto y como consecuencia de las inhibiciones que causaba la abundante ingesta de alcohol, Raion le devolvió el abrazo con todavía más fuerza, quizá demasiada debido a que en su estado de embriaguez había perdido ciertas capacidades como la de no asfixiar hasta la muerte a niñas pequeñas. Aquel mágico y dulce momento se acabó de la manera más repugnante posible, con una vomitona de Amy sobre la armadura de Raion. Pues si, parece que efectivamente, aquella era la primera cata de alcohol de la joven Amy. ¡Hilda! Exclamó resignado llamando a la mesonera Anda encanto, que Lukas vuelva a limpiar y sacar brillo a la armadura. Dijo mientras se quitaba el peto, el gran damnificado por la vomitona de Amy quedando así su pecho protegido tan solo por una fina cota de malla de color negro azabache.
Suficiente contacto social por aquel día y más después del incidente de la pota. Antes de abandonar la taberna, se dirigió al grupo y con el tono de voz mas tenue posible para que solo ellos le oyeran les susurró Confío en que seáis capaces de mantener nuestra pequeña farsa a salvo... y evitad cualquier conversación relativa a la supuesta misión que se nos ha encomendado. De camino a la salida, el Alcalde se cruzó por casualidad en su camino ¿Tus amigos y tu ya tenéis un plan para matar a ese vampiro? Preguntó con cierta exasperación No se preocupe, señor. Mañana al alba el problema estará resuelto. Y lo cierto es que Raion no mentía, tenía intención de llevar a cabo el trabajo a la mañana siguiente, pero en solitario. El partiría hacia el castillo del vampiro mientras los otros seguirían su viaje lejos de él. O al menos esa era la intención
Especial atención le prestaba a Arvid, sin duda el mas sospechoso de todos ellos, pues este no paraba de comportarse de forma huidiza, como si ocultara algún oscuro secreto. Aquel espeluznante hombre parecía un peligro para sí mismo y los que le rodearan. No tardó en darse cuenta que en lo que respectaba a habilidades detectivescas, no era un maestro pues en un abrir y cerrar de ojos, le perdió la pista. Por más que sus ojos recorrían cada centímetro de aquella estancia, no conseguía restablecer el contacto visual.
De su misión de buscar
Como si de su madre se tratase, mandó a Amy a darse un baño. Esperaba que Hilda fuera así de marimandona con el resto de los recién llegados pues ciertamente, todos necesitaban un baño ya que los olores que desprendían no eran de este mundo.
Mientras observaba como Lukas, el hijo de Hilda, se llevaba casi a rastras a Amy, vio que Axel se dirigía hacia la barra, seguramente a emborracharse como hacían todos los hombres de su edad. Para su sorpresa le agradeció amablemente la ayuda que les había prestado y le hizo entrega de un presente en forma de frutos del bosque. Puede que no fuera el senil y pervertido anciano que Raion temía que fuera después de todo. O puede que sí, porque no tardó ni un minuto en dejarse seducir por la pechugona de Helga con la cual acabó en un habitación disfrutando, o quizá sufriendo en este caso, del acto físico del amor.
Y así en un momento, el grupo se había desbandado. Solo quedaba la rara aunque bella joven de Ava la cual estaba sentada sin pronunciar palabra, puede que incluso sin siquiera pestañear. El cansancio parecía haberse adueñado de su cuerpo y de su alma.
Al cabo de unos minutos regresaron Amy y Axel simultaneando su aparición con sus rostros traumatizados, aunque para entonces Raion ya había batido un nuevo record de empinamiento de codo y no fue consciente de que estaban allí hasta que la pequeña Amy le dio un fuerte abrazo. Conmovido por tal gesto de afecto y como consecuencia de las inhibiciones que causaba la abundante ingesta de alcohol, Raion le devolvió el abrazo con todavía más fuerza, quizá demasiada debido a que en su estado de embriaguez había perdido ciertas capacidades como la de no asfixiar hasta la muerte a niñas pequeñas. Aquel mágico y dulce momento se acabó de la manera más repugnante posible, con una vomitona de Amy sobre la armadura de Raion. Pues si, parece que efectivamente, aquella era la primera cata de alcohol de la joven Amy. ¡Hilda! Exclamó resignado llamando a la mesonera Anda encanto, que Lukas vuelva a limpiar y sacar brillo a la armadura. Dijo mientras se quitaba el peto, el gran damnificado por la vomitona de Amy quedando así su pecho protegido tan solo por una fina cota de malla de color negro azabache.
Suficiente contacto social por aquel día y más después del incidente de la pota. Antes de abandonar la taberna, se dirigió al grupo y con el tono de voz mas tenue posible para que solo ellos le oyeran les susurró Confío en que seáis capaces de mantener nuestra pequeña farsa a salvo... y evitad cualquier conversación relativa a la supuesta misión que se nos ha encomendado. De camino a la salida, el Alcalde se cruzó por casualidad en su camino ¿Tus amigos y tu ya tenéis un plan para matar a ese vampiro? Preguntó con cierta exasperación No se preocupe, señor. Mañana al alba el problema estará resuelto. Y lo cierto es que Raion no mentía, tenía intención de llevar a cabo el trabajo a la mañana siguiente, pero en solitario. El partiría hacia el castillo del vampiro mientras los otros seguirían su viaje lejos de él. O al menos esa era la intención
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