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Dime, ¿por qué? [Solitaria]

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Dime, ¿por qué? [Solitaria] Empty Dime, ¿por qué? [Solitaria]

Mensaje  Nayru Jue Oct 24 2019, 02:16



Dime, ¿por qué?

— I —

  -Dej... de... Déj-jame so... la... L-lárgate...

  Una violenta sacudida agarrotó el cuerpo de la joven. Sintió cómo la tierra dura se hundía en su carne tensa y maltrecha. O quizá fuese piedra. No lo sabía. Pero todo estaba oscuro, y eso la sentaba bien.

  -No seas estúpida y sal de ese puto agujero.

  Se sentía tan desorientada. Le dolía todo el cuerpo, la cabeza, las articulaciones... la piel. La piel le escocía horriblemente, como si se le estuviese cayendo a trozos. Se encogió sobre sí misma para darse cuenta de que ya no podía doblarse más. Un punto en concreto en la base del cuello le pulsaba, punzante, como una herida infectada y caliente que repercutía en toda ella con cada latido.  Pero lo peor era la garganta.

  -D-duele... -croó penosamente. Dioses. Era como tener un hierro al rojo vivo contra el cuello.

  -Claro que te duele, idiota. Siempre duele, no es una transición amable. Sal, te daré de beber.

  La joven no sabía a quién pertenecía esa voz ni le interesaba, pero ahora que lo mencionaba sí que tenía sed. Mucha. Era una sensación extraña, al pensar en un vaso de agua sintió cómo los labios se le curvaban en una mueca involuntaria de rechazo. Abrió los ojos en la oscuridad, de repente. ¿Qué ocurría? Observó con atención, tomando consciencia por primera vez de sus alrededores desde... ¿Cómo había llegado ahí? Trató de tragar sin resultado, tenía la garganta cerrada. Emitió un sonido lastimero que llenó el reducido espacio.

  -Que salgas te he dicho, no tengo toda la noche.

  Se apretó contra el fondo de aquella especie de cueva, negando con la cabeza como si la persona que la hablaba pudiese ver el gesto. Frunció el ceño. Estaba muy oscuro pero podía distinguir perfectamente los contornos de su cubil. ¿Era de noche? Parecía que la luz de las estrellas iluminaba el exterior con demasiada claridad. La cabeza le daba vueltas, la garganta la estaba martirizando.

  Escuchó un suspiro irritado, el sonido de algo al ser arrastrado por el suelo de tierra, la intuición más que el conocimiento de saber que algo afilado se hundía en la carne. Y de repente, el olor. La sed. La terrible sensación de saber que algo no iba bien. Un instinto que antes no estaba ahí ahora le gritaba desbocado contra la oreja, nublándole la vista y el entendimiento. De repente sólo había sed. Sólo existía la necesidad de saciarla.

  Se abalanzó contra la entrada del agujero, impulsándose con las piernas, raspándose la piel de las manos contra las piedras afiladas en su ansia por llegar hacia la fuente de aquel aroma delicioso. Dioses misericordiosos, ¿qué estaba ocurriendo?

  La luz de la luna la recibió como si se tratase del propio sol, brillante, llena en todo su esplendor, iluminando la escena con un tono alegre de noche de verano. Parpadeó tratando de discernir la escena pero su nuevo instinto le dijo que no necesitaba los ojos, que sólo debía seguir a su nariz. Frente a ella una mujer con el cabello carmesí sostenía algo pequeño y desmayado, que dejó caer a sus pies sin esfuerzo. La miraba con mucha atención, midiendo todos sus movimientos.

  La joven bajó la vista, pues de ahí procedía el dulce y apetecible olor que la había sacado del agujero en un frenesí hambriento. El cuerpo del niño yacía a su disposición, sin impedimento alguno, el delicioso líquido rojo que le daba vida escapándosele por el amplio corte en su garganta. Lo veía. Sentía de manera intangible cómo las pulsaciones del corazón agrandaban el charco lentamente. Sintió contra los labios la necesidad de sus colmillos de hacer presa en la carne tierna, en la sangre nutritiva, de no desperdiciar ni una gota.

  -Aliméntate, bestezuela. Lo necesitas.

  Sabía que si bebía se iría el dolor, se curarían sus heridas. Lo sabía a un nivel básico, animal, su nuevo instinto le gritaba que hundiese las rodillas en la tierra embarrada de rojo y bebiese.

  Le vino a la mente una pila de cadáveres. Recordó su último sol, extrañamente doloroso. Se miró las manos destrozadas, la piel llena de ampollas.

  Y volvió a gritar al darse cuenta de la realidad de la que no había conseguido escapar.


Última edición por Nayru el Dom Nov 15 2020, 19:55, editado 3 veces
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Dime, ¿por qué? [Solitaria] Empty Re: Dime, ¿por qué? [Solitaria]

Mensaje  Nayru Sáb Oct 26 2019, 22:28



Dime, ¿por qué?

— II —

  En cuanto pudo regresó al agujero. No porque quisiera, sino porque ella estaba fuera. Y soportarla a ella era peor que el infierno en el que se había convertido su mente.

  -¿Cómo cojones te has vuelto a meter ahí? ¡¿Me doy la vuelta un segundo para buscarte otra cosa y desapareces?!

  Sonaba ultrajada. La joven emitió un gruñido que, al pasar por la garganta torturada, sonó más como un gañido lastimero de animal moribundo. Que era básicamente en lo que se estaba convirtiendo, lenta y dolosamente. Encogida de nuevo sobre sí misma en el diminuto espacio, escondió la cabeza entre las rodillas con las manos en la cara. No quería oler nada de lo que ella pudiese traer.

  El estómago se le contrajo en señal de protesta al recordar el aroma, aquel delicioso perfume que prometía calmar el ardor y el ansia, que le susurraba sin palabras desde la parte trasera de su mente como una bestia seductora. Apretó los labios y encajó la mandíbula hasta sentir dolor, terca. El dolor era bueno. El dolor apartaba el hambre y le devolvía los recuerdos de verdad, los que importaban. Le traía de vuelta la pila de cadáveres que fueran sus familiares y el horror absoluto del acto que acababa de cambiar su vida.

  -Si lo llego a saber te... -mascullaba; se la escuchaba ir de un lado a otro en un paseo irritado- ...perseguirte por todo el puto bosque... para qué... y la puta luz del... ¡Casi nos morimos y para qué! -gritó.

  La joven sintió un escozor en los ojos que tardó en ubicar. Ah. Quería llorar. Pero no le quedaba ni una gota de agua en el cuerpo que desperdiciar en la tristeza. Se pasó la lengua entre los labios resecos y volvió a abrir los ojos en aquella clara oscuridad que ya le resultaba familiar. De repente, ahí estaban. Los colmillos. Oh dioses. Oh, dioses inmisericordes. Comenzaba a dejar de ser humana para convertirse en la bestia nocturna, en el depredador asesino. En escoria maldita.

  -Como no salgas de ahí tú sola te voy a sacar yo. De los pelos.

  Gimió notando cómo se le aceleraba el pulso, la respiración, y de repente el pequeño y seguro espacio de aquel cubil se le antojó minúsculo, aplastante, opresor. Se metió los dedos en la boca y se arañó la piel contra sus propios caninos. Trató de estirar de ellos, no los quería, no los quería, no los quería ¡NO LOS QUERÍA!. Tenía que haber una manera de parar todo aquello, era un error. Un error. El dolor la hizo cerrar la mandíbula y probar su propia sangre le produjo arcadas. ¿Ya no había vuelta atrás? Abrió la boca para tragar aire sin que sus pulmones la obedeciesen. Todo la daba vueltas. La palabra vampiro resonaba en su mente como el martillo sobre el yunque, implacable. Vampiro. Y recordó la sonrisa de su madre al enseñarle su primer truco de cartas. Vampiro. Y la mirada alegre y triste de su padre al regalarle su último vestido. Vampiro. Y las largas horas de práctica con la compañía, de risas y anécdotas, de huidas y vivencias y vampiro vampiro vampiro VAMPIRO VAMPIRO VAMPIRO VAMPIRO!!!

  Gritó. Alto, profundo, desde el estómago. Gritó y gritó y gritó revolviéndose contra las paredes de tierra y piedra de aquella lobera que sólo los dioses sabían cómo consiguió encontrar, huyendo de la luz del sol. De la sangre ahora seca que le manchaba las ropas. De la muerte de su vida y el renacer de la siguiente. Huyendo de la realidad que hacía presa en su pecho y la destrozaba sin piedad, obligándola a hacerle frente. Obligándola a sufrir.

  Sintió un tirón y se revolvió contra la fuerte mano que le estiraba del pelo, emitiendo sonidos guturales a medio camino entre el llanto y la desesperación de lo inevitable. Se vio arrastrada fuera del agujero y reducida a un manojo de convulsiones por unos brazos enérgicos que no la soltaron hasta que ya no pudo más.

  Buscó frenética con la mirada y encontró un mar ámbar oscuro tan amplio como el firmamento, rodeado de fuego.

  -Por favor... -susurró.

  Y la oscuridad se cernió sobre su mente, dejándola inconsciente y desmadejada entre los brazos de la atónita mujer.


Última edición por Nayru el Dom Nov 15 2020, 19:57, editado 1 vez
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Dime, ¿por qué? [Solitaria] Empty Re: Dime, ¿por qué? [Solitaria]

Mensaje  Nayru Mar Mar 24 2020, 23:26



Dime, ¿por qué?

— III —
  Dio un par de vueltas en la cama, todavía ocupada en decidir si seguía durmiendo o si se levantaba. Pero era tan cómoda... Y se encontraba tan bien que salir de debajo de las sábanas ahora mismo sería un desperdicio de ánimo.

  Aunque pronto aparecería papá sacudiendo las mantas para hacerla salir... él era el madrugador, el que siempre se ponía en marcha antes que nadie. Suspiró. Cuando viniese tendría que convencerle para que se quedase un rato. ¡Los caminos no se van a mover de donde están, papá, tenemos toda la mañana! Y así se sentaría con ella a buen resguardo dentro del carromato, y mientras esperaban el desayuno le contaría de nuevo la historia de aquella bruja que una vez se enamoró de una golondrina...

  Sonrió acurrucada, agudizando el oído para escuchar las pisadas de su padre, el bullicio del campamento al amanecer, el distintivo y horrendo olor que precedía siempre a la desastrosa cocina de su madre.

  Abrió los ojos rodeada de silencio y oscuridad, o al menos de ese extraño sucedáneo de clara oscuridad que sustituiría para siempre la negrura nocturna.  La noche jamás volvería a ser impenetrable para ella, ni sus sonidos le pasarían desapercibidos, ni sus criaturas le resultarían extrañas. Fijó los ojos oscuros en el brillo ambarino de los de la pelirroja. La observaba como una estatua de alabastro hermosa e inmóvil, tan pálida bajo la estridente luz de la luna que casi parecía brillar.

  Sentada en el suelo bajo la ventana sin cristales, con las piernas cruzadas y las manos en el regazo, mirándola como esperando que algo sucediera. Le dieron ganas de preguntarle si le dolía el fuego de su pelo, tan intenso era el color. No pudo leer expresión alguna en las angulosas facciones, y pensó que iba acorde con una estatua.

  Arrastró los ojos por toda la estancia para descubrir que allí no había más de lo que uno esperaría encontrar en una cabaña medio abandonada de cazadores. Un taburete roto, una chimenea fría, una ventana abierta, una puerta cerrada. Apenas un cubículo de madera en el que cabía el catre mohoso en el que estaba tumbada y poco más. ¿Cuánto se internaron en el bosque?

  Se irguió sobre el colchón de paja, dejando resbalar el sucio trozo de tela que pretendía ser una sábana. Se encontraba bien. Se notaba descansada, en buena forma, lista para andar diez kilómetros de caminos vagabundos si hiciese falta. Se miró las manos y los brazos, las piernas desnudas, el torso sin cubrir. Ni una sola ampolla, rasguño o herida. La piel había palidecido deslavazando aquel precioso tono tostado que una vez tuvo. Era como si todo se hubiese reparado solo mientras dormía plácidamente, soñando con los días felices.

  El dolor de su garganta tampoco estaba. Sabía el motivo, desde que abrió los ojos. Y le pesaba, oh, cómo le pesaba.

  -Cuánto he... ¿dormido? -susurró.

  Silencio.

  -¿Dónde estamos?

  Silencio.

  -¿Me has curado tú?

  Silencio. Los ojos de la pelirroja estaban fijos en ella como dos clavos candentes. Esas no eran las preguntas correctas.

  -¿Por qué no me has dejado morir?

  Entonces la pelirroja sonrió, indolente, recostándose contra la pared de madera.

  -Porque no querías.
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