Obertura [Privado]
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Obertura [Privado]
"Sulu huu unu nurmu, lus cuurnus nu su tucun"
Así que me abrace por mi vida con brazos y piernas, y me adherí todo lo que pude con la arcilla; porque el lugar más razonable para sostenerme me había sido denegado. Para alguien que estaba siendo tan insistente y bromista con que la tocase y montase y palpase, que negase algo... como los cuernos, me resultaba extraño. Curioso.
Podía simplemente ser algo de dragones, sus cuernos un asunto muy intimo, tal vez. Había diferencias culturales a fin de cuenta, pero honestamente, no sé qué tanto más intimo podía ser algo pasado el cuerpo desnudo. ¿Alma? ¿Sentimientos?
No había prohibido lo segundo. No es que pudiese tocarle el alma a alguien.
Había prohibido los cuernos.
Mantuve la cuestión varios minutos mientras volaba, cuestionando si preguntaba o no. Con la voz atronadora que había dicho eso… podía ser como sonaría cualquier dragón si hablaba, o podía ser ella y lo mucho que le disgustaba la idea de que alguien los tocase. Decidí no preguntar—al menos, acepté que no era tan valeroso como para hacerlo y verla encabronada contra mí.
Con todo eso casi me perdí lo maravilloso que era volar, justo como Lavey lo describió. Bueno, no justo; pero maravilloso igual, con la diferencia de que yo no tenía alas, mi cuerpo no estaba adaptado de ninguna manera a las velocidades por falta de escamas que ayudasen a proteger lo que era piel. Al menos tenía algo en el departamento visual, no diría igual que un dragón. No sabía cómo veía uno. Por lo menos… sus ojos estarían más… ¿protegidos…? Menos sensibles. Así podían volar rápido, no preocuparse de que les entrase basuritas en el ojo y tuviesen que pestañear y lagrimear.
Si no tenían eso podía empezar a explicarme muchos dragones chocando con cosas repentinamente.
Aunque, ella era de viento. Una capa de aire que empujase todo lo que venía a los lados, que lo desviara, no sonaba descabellado. Que es como estaba yo ahora. La vista era preciosa, por lo menos y ni siquiera estaba seguro de tener la vista completa de un elfo, por… la “impureza” en mi sangre.
Suspiré, por alguna vez bajo la confianza de que nadie podía oír mis suspiros, ni siquiera yo, no a estas velocidades. Ves, por esto me gustaba ocupar mi mente. Necesitaba estímulos que me preocupasen inmediatamente más para detener mi tren de pensamientos.
Suspiré una segunda vez. Sabía que no tendría ninguno pronto, era eso o me caería de su espalda, lo cuál sería un poco por encima del nivel de preocupación que necesitaba.
—¿Está bien sentirme mal por quedarnos con todo este dinero? No me gusta Jorn, pero algunos de sus hombres no son tan malos... creo. Supongo que si a alguno le agrada como es ya eso es un poco extraño —sacudí la bolsa, era… era pesada—. Te daré la mitad ya que vas a pagar por cena esta noche y luego mañana por desayunar, y… hm. El resto a… Jorn… no no, a sus hombres, creo que voy a dividirlo, como hacen los marineros. Ya sabes, dos partes el capitán, una parte el resto, es algo. Y- ah. Debo apartar una para Lavey por si acaso. Y… terminar la estatua.
Y ahí estaba, desbarrando tonterías. Eso era para mañana, por ahora… No mucho que hacer, aunque lo prudente era pedir la comida lo antes posible. Sobre las habitaciones… me giré, observado los alrededores de la villa. No cometería el mismo error de Ulmer.
—Me daré una vuelta por el lugar —apunté con un pulgar atrás, empezando a darme la vuelta para caminar—, preguntar precios y todo eso para ahorrar. ¡Pide un corte de res para mí! —alcé la voz.
Algo innecesariamente, porque no me había alejado muchos pasos. Pero como sea.
No encontré nada.
Era una villa muy pequeña, puede que pobre. Sus calles lucían un poco vacías, pero eso podía atribuírselo a la hora o al frio que estaba haciendo, cosa normal del norte. Tanto como la implicación de que la nieve era enemiga mortal de la agricultura, por lo que sabía que no iba a ver hortalizas en mi comida, no sin sobreprecios al menos, si la tenían sería importada o comerciada de afuera, por lo que serian precios altos. No me estaba muriendo por una cena decente, por lo que me quedaría contento y tranquilo con carne y agua.
Lo cual era todo una vil mentira porque era yo y terminé acompañándolo con cerveza. Procuré no… volverme loco y beber de más, martillando en mi cabeza repetidas veces cómo había empezado todo esto.
Um. Ahora que lo pensaba, no fue por falta de dinero. Empezó… porque era malo con los trineos…
Pero luego empezó más por falta de dinero, falta producida porque compré… err. ¿Vino? Alcohol. Algo caro, no era taaan caro, pero pensé que tenía más dinero, y no tenía, lo caro eran las habitaciones. Sabía a cierto nivel que era imposible que no fuese a alcanzar ésta vez por el simple hecho de que la mujer tenía más de la mitad ella, así que no había problemas, pero era un pequeño reto, importaba intentar dejarme claro que podía controlarme con ese asunto y no tropezarme con la misma piedra dos veces, así que no tome de más.
Pero tome suficiente como para inhibir al menos un poco mi sentido del tacto. Había atravesado suficiente por la sensación inicial para identificarla. La que se sentía bien; el pequeño calor que partía en el estómago expandiéndose al resto del cuerpo, esa leve impresión de “puedo con el mundo”. Como magia en un líquido, excepto que esto era magia de “ahora si puedo hablarle a las personas” en vez de “a ver, intenta putearme, no me va a doler igual” ni de “a ver, ahora si te puedo putear, porque me bendicieron con una bendición de fuerza”. . . bend-. . . bendijeron. Bendijeron.
«Huh». Apoyé un codo de la mesa, y mi cara de mi mano, viendo distraídamente a un lado. En que estaba pensando… bendiciones. ¿Qué quería yo con eso? No era mi tipo de magia, ni la comprendía, una vez… no una vez varias veces, lo intenté varias, y nunca. Mentira… mentira. Una vez creo que me explotó luz en la cara, y. . .
Pero eso no cuenta como camino de la restauración… hmm.
—Mm-hmm, terminaba casi igual… —murmuré, hablando solo. Me eché atrás en la silla con los brazos cruzados y una mano bajo la barbilla. Abrí los ojos cuando vino a mí, purificación, eso.
Bajé las manos al plato agarrando lo que me sobraba de la carne y dando un mordisco, ignorando por completo los cubiertos. Mientras masticaba ladeé la cabeza, observando lo despeinado que estaba en mi reflejo del plato. Jugué con una mano, confundiéndome inicialmente de lado, antes de poder acomodarme los mechones.
Luego vi un par de huesitos que había dejado en el plato antes y encontrado en la carne. Lo que me recordaba.
—¿Por qué tus cuernos no, hm? —alcé la mirada, preguntándole a la dragona con la carne arrimada en un lado de la boca, masticando lentamente.
Así que me abrace por mi vida con brazos y piernas, y me adherí todo lo que pude con la arcilla; porque el lugar más razonable para sostenerme me había sido denegado. Para alguien que estaba siendo tan insistente y bromista con que la tocase y montase y palpase, que negase algo... como los cuernos, me resultaba extraño. Curioso.
Podía simplemente ser algo de dragones, sus cuernos un asunto muy intimo, tal vez. Había diferencias culturales a fin de cuenta, pero honestamente, no sé qué tanto más intimo podía ser algo pasado el cuerpo desnudo. ¿Alma? ¿Sentimientos?
No había prohibido lo segundo. No es que pudiese tocarle el alma a alguien.
Había prohibido los cuernos.
Mantuve la cuestión varios minutos mientras volaba, cuestionando si preguntaba o no. Con la voz atronadora que había dicho eso… podía ser como sonaría cualquier dragón si hablaba, o podía ser ella y lo mucho que le disgustaba la idea de que alguien los tocase. Decidí no preguntar—al menos, acepté que no era tan valeroso como para hacerlo y verla encabronada contra mí.
Con todo eso casi me perdí lo maravilloso que era volar, justo como Lavey lo describió. Bueno, no justo; pero maravilloso igual, con la diferencia de que yo no tenía alas, mi cuerpo no estaba adaptado de ninguna manera a las velocidades por falta de escamas que ayudasen a proteger lo que era piel. Al menos tenía algo en el departamento visual, no diría igual que un dragón. No sabía cómo veía uno. Por lo menos… sus ojos estarían más… ¿protegidos…? Menos sensibles. Así podían volar rápido, no preocuparse de que les entrase basuritas en el ojo y tuviesen que pestañear y lagrimear.
Si no tenían eso podía empezar a explicarme muchos dragones chocando con cosas repentinamente.
Aunque, ella era de viento. Una capa de aire que empujase todo lo que venía a los lados, que lo desviara, no sonaba descabellado. Que es como estaba yo ahora. La vista era preciosa, por lo menos y ni siquiera estaba seguro de tener la vista completa de un elfo, por… la “impureza” en mi sangre.
Suspiré, por alguna vez bajo la confianza de que nadie podía oír mis suspiros, ni siquiera yo, no a estas velocidades. Ves, por esto me gustaba ocupar mi mente. Necesitaba estímulos que me preocupasen inmediatamente más para detener mi tren de pensamientos.
Suspiré una segunda vez. Sabía que no tendría ninguno pronto, era eso o me caería de su espalda, lo cuál sería un poco por encima del nivel de preocupación que necesitaba.
[…]
—¿Está bien sentirme mal por quedarnos con todo este dinero? No me gusta Jorn, pero algunos de sus hombres no son tan malos... creo. Supongo que si a alguno le agrada como es ya eso es un poco extraño —sacudí la bolsa, era… era pesada—. Te daré la mitad ya que vas a pagar por cena esta noche y luego mañana por desayunar, y… hm. El resto a… Jorn… no no, a sus hombres, creo que voy a dividirlo, como hacen los marineros. Ya sabes, dos partes el capitán, una parte el resto, es algo. Y- ah. Debo apartar una para Lavey por si acaso. Y… terminar la estatua.
Y ahí estaba, desbarrando tonterías. Eso era para mañana, por ahora… No mucho que hacer, aunque lo prudente era pedir la comida lo antes posible. Sobre las habitaciones… me giré, observado los alrededores de la villa. No cometería el mismo error de Ulmer.
—Me daré una vuelta por el lugar —apunté con un pulgar atrás, empezando a darme la vuelta para caminar—, preguntar precios y todo eso para ahorrar. ¡Pide un corte de res para mí! —alcé la voz.
Algo innecesariamente, porque no me había alejado muchos pasos. Pero como sea.
[…]
No encontré nada.
Era una villa muy pequeña, puede que pobre. Sus calles lucían un poco vacías, pero eso podía atribuírselo a la hora o al frio que estaba haciendo, cosa normal del norte. Tanto como la implicación de que la nieve era enemiga mortal de la agricultura, por lo que sabía que no iba a ver hortalizas en mi comida, no sin sobreprecios al menos, si la tenían sería importada o comerciada de afuera, por lo que serian precios altos. No me estaba muriendo por una cena decente, por lo que me quedaría contento y tranquilo con carne y agua.
Lo cual era todo una vil mentira porque era yo y terminé acompañándolo con cerveza. Procuré no… volverme loco y beber de más, martillando en mi cabeza repetidas veces cómo había empezado todo esto.
Um. Ahora que lo pensaba, no fue por falta de dinero. Empezó… porque era malo con los trineos…
Pero luego empezó más por falta de dinero, falta producida porque compré… err. ¿Vino? Alcohol. Algo caro, no era taaan caro, pero pensé que tenía más dinero, y no tenía, lo caro eran las habitaciones. Sabía a cierto nivel que era imposible que no fuese a alcanzar ésta vez por el simple hecho de que la mujer tenía más de la mitad ella, así que no había problemas, pero era un pequeño reto, importaba intentar dejarme claro que podía controlarme con ese asunto y no tropezarme con la misma piedra dos veces, así que no tome de más.
Pero tome suficiente como para inhibir al menos un poco mi sentido del tacto. Había atravesado suficiente por la sensación inicial para identificarla. La que se sentía bien; el pequeño calor que partía en el estómago expandiéndose al resto del cuerpo, esa leve impresión de “puedo con el mundo”. Como magia en un líquido, excepto que esto era magia de “ahora si puedo hablarle a las personas” en vez de “a ver, intenta putearme, no me va a doler igual” ni de “a ver, ahora si te puedo putear, porque me bendicieron con una bendición de fuerza”. . . bend-. . . bendijeron. Bendijeron.
«Huh». Apoyé un codo de la mesa, y mi cara de mi mano, viendo distraídamente a un lado. En que estaba pensando… bendiciones. ¿Qué quería yo con eso? No era mi tipo de magia, ni la comprendía, una vez… no una vez varias veces, lo intenté varias, y nunca. Mentira… mentira. Una vez creo que me explotó luz en la cara, y. . .
Pero eso no cuenta como camino de la restauración… hmm.
—Mm-hmm, terminaba casi igual… —murmuré, hablando solo. Me eché atrás en la silla con los brazos cruzados y una mano bajo la barbilla. Abrí los ojos cuando vino a mí, purificación, eso.
Bajé las manos al plato agarrando lo que me sobraba de la carne y dando un mordisco, ignorando por completo los cubiertos. Mientras masticaba ladeé la cabeza, observando lo despeinado que estaba en mi reflejo del plato. Jugué con una mano, confundiéndome inicialmente de lado, antes de poder acomodarme los mechones.
Luego vi un par de huesitos que había dejado en el plato antes y encontrado en la carne. Lo que me recordaba.
—¿Por qué tus cuernos no, hm? —alcé la mirada, preguntándole a la dragona con la carne arrimada en un lado de la boca, masticando lentamente.
Anders
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Re: Obertura [Privado]
Esperé a que Anders bajara de mi lomo al aterrizas en la villa y comencé a cambiar de forma.
-Cuando comienzas a divagar en tus pensamientos eres un encanto. -Le guiñé el ojo al tiempo que cogía la mitad de las ganancias. -En la cama haces lo mismo o eres de los que no hablan. -Lo miré fijamente esperando ver como se le subían los colores y me reí en voz baja al conseguir mi objetivo. -Y cuando balbuceas eres muy tierno.
Me mordí la lengua al verlo señalar, literalmente. Quería decirle que en un lugar tan pequeño tan solo habría una posada, pero antes de comenzar a decir nada mi cerebro tomo la decisión de que era hora de masticar lengua.
Así pues, con la mano en la boca y el bolsillo lleno, me fui a la posada a negociar con el dueño. Ya era tarde por lo que no fue extraño que a la mujer le quedara solo un cuarto libre... un cuarto con una sola cama.
Reí para mis adentros mientras pedía la cena, parecía que el día iba a ser redondo.
Era impresionante la cantidad de comida y bebida que el elfo se metía entre pecho y espalda, cualquiera lo diría viendo el cuerpo que tiene. Cierto que todo ese musculo necesita energía, pero lo del rubio era inaudito.
Levanté una ceja al oírlo murmurar.
-¿Que dices, Fideo? -Sonreí de medio lado, divertida, al ver como intentaba peinarse. -Creo que ya has tomado suficiente. -Estiré el brazo, atravesando la mesa, y le acomodé un mechón que se le escapaba. -¿Que le pasan a mis cuernos? -Tardé un segundo en entender lo que Anders preguntaba. -Ah, eso. Pues es bien simple. Si me tocas los cuernos te mueres, quiero decir. ¿No viste los rayos? a menos que seas inmunes a ellos te recomiendo que no los toques. Hace tres años Vey casi lo hace, tuve que girar sobre mi misma y hacerla caer unos cuantos metros... Fue la única forma de evitar que los tocara. Aunque la niña más que asustarse se divertido. En cuanto la cogí al vuelo lo primero que grito fue "otra vez". -Puse los ojos en blanco.
-Cuando comienzas a divagar en tus pensamientos eres un encanto. -Le guiñé el ojo al tiempo que cogía la mitad de las ganancias. -En la cama haces lo mismo o eres de los que no hablan. -Lo miré fijamente esperando ver como se le subían los colores y me reí en voz baja al conseguir mi objetivo. -Y cuando balbuceas eres muy tierno.
Me mordí la lengua al verlo señalar, literalmente. Quería decirle que en un lugar tan pequeño tan solo habría una posada, pero antes de comenzar a decir nada mi cerebro tomo la decisión de que era hora de masticar lengua.
Así pues, con la mano en la boca y el bolsillo lleno, me fui a la posada a negociar con el dueño. Ya era tarde por lo que no fue extraño que a la mujer le quedara solo un cuarto libre... un cuarto con una sola cama.
Reí para mis adentros mientras pedía la cena, parecía que el día iba a ser redondo.
Era impresionante la cantidad de comida y bebida que el elfo se metía entre pecho y espalda, cualquiera lo diría viendo el cuerpo que tiene. Cierto que todo ese musculo necesita energía, pero lo del rubio era inaudito.
Levanté una ceja al oírlo murmurar.
-¿Que dices, Fideo? -Sonreí de medio lado, divertida, al ver como intentaba peinarse. -Creo que ya has tomado suficiente. -Estiré el brazo, atravesando la mesa, y le acomodé un mechón que se le escapaba. -¿Que le pasan a mis cuernos? -Tardé un segundo en entender lo que Anders preguntaba. -Ah, eso. Pues es bien simple. Si me tocas los cuernos te mueres, quiero decir. ¿No viste los rayos? a menos que seas inmunes a ellos te recomiendo que no los toques. Hace tres años Vey casi lo hace, tuve que girar sobre mi misma y hacerla caer unos cuantos metros... Fue la única forma de evitar que los tocara. Aunque la niña más que asustarse se divertido. En cuanto la cogí al vuelo lo primero que grito fue "otra vez". -Puse los ojos en blanco.
Reivy Abadder
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Re: Obertura [Privado]
La vi ladeando la cabeza, tomándome un par de segundos más de lo que me tomaría bueno y sano entender de qué me estaba hablando la mujer. Por reflejo cerré el ojo cuando me acercó la mano, pero no me moví no hice nada más en particular.
Mentía. Seguí masticando, pero no contaría eso como hacer algo más, porque lo venía haciendo de antes. Tantee con la mano libre sobre mi cabeza, notando que lo que había hecho sería acomodarme el pelo.
—Gracias —dije luego de tragar al menos un poco de lo que tenía en la boca. Me había hecho la idea de, bueno, tener modales y educación y tragar todo primero.
Pero me incómodo la idea de que como estaba masticando demasiado podía tardar mucho en decirlo, y salir así de la nada un siglo después no se me hizo una idea pasable.
Apunté a mi cabeza, apunto de explicar el asunto de sus cuernos. Mi pregunta sobre ellos, más bien, si pudiese explicar que pasaban con ellos, no le preguntaría... ¿no? Sí. Sí...-pero había estado en que...
Abrí los ojos un poco ante la explicación de la mujer. Es... huh; por alguna razón ahora parecía muy obvio. Es cierto que no le había dado atención.
...En mi defensa, ahora es que recordaba haber estado muy ocupado no cayéndome y temiendo hacerlo como para notarlo.
—Si, sí... tienes razón —dije, rascándome junto a una oreja. Estuve a punto de descuidarme y caer en qué cosa tenía la razón Reivy.
En qué había tomado suficiente era una. Desperdigaba mis pensamientos más de lo normal, lo cual era decir... Bastante. Un... Montón.
Y claro, tenía razón en lo de sus propios cuernos. No era inmune a rayos.
Creo.
Pestañeé a lo de Lavey, intentando evitar sonreír y fallando miserablemente. Primero se escapó un "je" y luego se escaparon un par más, todo antes de que estallase en una risa completa en cuanto se me dibujó la imagen de la lagartija, pero más pequeña, gritando eso a espaldas de Reivy y la dragona...
Bueno, con esa cara.
Llevé una mano a la botella y respingué, retrocediendo.
—Um... —vi a Reivy—... Mejor tomate lo que queda tú, que si sigo luego si vas a pensar que tome demasiado. Una vez... En Lunargenta, estaba con un amigo. Y me dijo que me puse a pelear porque... hmm —musité, intentando recordar. Golpeé rítmicamente la mesa con los dedos—. Ah, ya. Porque decía que los dragones y los hombres-bestia deberían son la misma raza, porque solo son mujeres dragón y hombres dragón. Pero creo que no dije nada de los licántropos... Aunque se parezcan más entre licántropo y dragón que cualquiera de los dos con hombres-bestia. Y —giré la mano sobre la mesa, apuntandolo con el índice unos momentos—, hmm.
...Iba a decirle algo, ¿qué era?
La vi a la cara varios segundos intentando recordar, pero estaba en una de esas lagunas mentales dónde a más insistía para alcanzar lo que quería, más profundo y lejos se iba esto. Suspiré un par de veces, despreocupado de permanecer mucho tiempo solo mirándola a secas si decir na-
Oh. La vi... y.
—... —miré alrededor, no había muchísima gente, pero quedaban algunos pocos haciendo lo mismo, charlas amenas por la noche antes de descansar—. Y... Hace tres años... Y ¿Lavey dijo qué su papá era licántropo? Pero, umm, no te enojes conmigo, pero no se parece tanto tanto a ti, en cara y eso, tienen... —pase una mano sobre mi rostro, sin recuperar la palabra explicarlo— diferentes. ¿Si sabes a que me refiero? Aunque te quiere un montón... No digo que no pueda si no es, uh... cuál es la palabra... —murmuré, ligeramente enojado conmigo por no recordarla—. ¡Adoptada! Eso. Me... me pone curioso, ¿adoptaste a Lavey? Aunque... Pensándolo dijo lo de tía, así q-
Paré en seco ante la realización, abriendo levemente los ojos más al vacío.
—...Tienes una hermana —dije como si de repente fuera sorpresa, viendo a la mujer.
Mentía. Seguí masticando, pero no contaría eso como hacer algo más, porque lo venía haciendo de antes. Tantee con la mano libre sobre mi cabeza, notando que lo que había hecho sería acomodarme el pelo.
—Gracias —dije luego de tragar al menos un poco de lo que tenía en la boca. Me había hecho la idea de, bueno, tener modales y educación y tragar todo primero.
Pero me incómodo la idea de que como estaba masticando demasiado podía tardar mucho en decirlo, y salir así de la nada un siglo después no se me hizo una idea pasable.
Apunté a mi cabeza, apunto de explicar el asunto de sus cuernos. Mi pregunta sobre ellos, más bien, si pudiese explicar que pasaban con ellos, no le preguntaría... ¿no? Sí. Sí...-pero había estado en que...
Abrí los ojos un poco ante la explicación de la mujer. Es... huh; por alguna razón ahora parecía muy obvio. Es cierto que no le había dado atención.
...En mi defensa, ahora es que recordaba haber estado muy ocupado no cayéndome y temiendo hacerlo como para notarlo.
—Si, sí... tienes razón —dije, rascándome junto a una oreja. Estuve a punto de descuidarme y caer en qué cosa tenía la razón Reivy.
En qué había tomado suficiente era una. Desperdigaba mis pensamientos más de lo normal, lo cual era decir... Bastante. Un... Montón.
Y claro, tenía razón en lo de sus propios cuernos. No era inmune a rayos.
Creo.
Pestañeé a lo de Lavey, intentando evitar sonreír y fallando miserablemente. Primero se escapó un "je" y luego se escaparon un par más, todo antes de que estallase en una risa completa en cuanto se me dibujó la imagen de la lagartija, pero más pequeña, gritando eso a espaldas de Reivy y la dragona...
Bueno, con esa cara.
Llevé una mano a la botella y respingué, retrocediendo.
—Um... —vi a Reivy—... Mejor tomate lo que queda tú, que si sigo luego si vas a pensar que tome demasiado. Una vez... En Lunargenta, estaba con un amigo. Y me dijo que me puse a pelear porque... hmm —musité, intentando recordar. Golpeé rítmicamente la mesa con los dedos—. Ah, ya. Porque decía que los dragones y los hombres-bestia deberían son la misma raza, porque solo son mujeres dragón y hombres dragón. Pero creo que no dije nada de los licántropos... Aunque se parezcan más entre licántropo y dragón que cualquiera de los dos con hombres-bestia. Y —giré la mano sobre la mesa, apuntandolo con el índice unos momentos—, hmm.
...Iba a decirle algo, ¿qué era?
La vi a la cara varios segundos intentando recordar, pero estaba en una de esas lagunas mentales dónde a más insistía para alcanzar lo que quería, más profundo y lejos se iba esto. Suspiré un par de veces, despreocupado de permanecer mucho tiempo solo mirándola a secas si decir na-
Oh. La vi... y.
—... —miré alrededor, no había muchísima gente, pero quedaban algunos pocos haciendo lo mismo, charlas amenas por la noche antes de descansar—. Y... Hace tres años... Y ¿Lavey dijo qué su papá era licántropo? Pero, umm, no te enojes conmigo, pero no se parece tanto tanto a ti, en cara y eso, tienen... —pase una mano sobre mi rostro, sin recuperar la palabra explicarlo— diferentes. ¿Si sabes a que me refiero? Aunque te quiere un montón... No digo que no pueda si no es, uh... cuál es la palabra... —murmuré, ligeramente enojado conmigo por no recordarla—. ¡Adoptada! Eso. Me... me pone curioso, ¿adoptaste a Lavey? Aunque... Pensándolo dijo lo de tía, así q-
Paré en seco ante la realización, abriendo levemente los ojos más al vacío.
—...Tienes una hermana —dije como si de repente fuera sorpresa, viendo a la mujer.
Anders
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Re: Obertura [Privado]
Cogí la botella de las manos de Anders y me serví... o al menos lo intenté, porque en aquella botella apenas había suficiente para llenar la jarra. Aunque en defensa de la botella diré, que la jarra era muy grande.
El elfo volvía a divagar, no negare que fuera tierno verlo así, pero lo cierto era que comenzaba a perderle el ritmo al rubio. En el futuro me aseguraría de aguar la bebida, pues parecía tener problemas con el alcohol, o más bien le surgían problemas por ir bebido. Sin embargo, admito estar en una encrucijada, porque la escena de un elfo siendo montando por un perro... lo que hubiera dado por estar allí.
-Ah, sí, su padre licántropo. -Sofoqué una risa en el interior de la jarra. -Eso era mentira. Vey la usa mucho porque vivimos en Ulmer. En realidad tanto su padre como su madre eran dragones. La rescaté de una torre, yo estaba en una partida de salvamento, ayudando a la gente de la pandemia. Ella estaba sola, asustada y herida, acababa de transformarse por primera vez y encima tenía la menstruación. La pobre pasó por mucho. -Observé el fondo de la jarra durante unos instantes antes de vaciarla. -Tengo cinco hermanas y cuatro hermanos, yo soy la pequeña de la familia. Aunque la tía de la que habló Lavey es una amiga a la que tengo mucho aprecio.
Mientras la conversación avanzaba la posada se iba vaciando, los habitantes de la villa regresaban a sus respectivos hogares o al dormitorio que tenían alquilado.
-Oye, Fideo ¿Qué te parece si nos vamos al cuarto? El posadero me está haciendo una de esas miradas asesinas de "iros a la mierda, quiero dormir".
El elfo volvía a divagar, no negare que fuera tierno verlo así, pero lo cierto era que comenzaba a perderle el ritmo al rubio. En el futuro me aseguraría de aguar la bebida, pues parecía tener problemas con el alcohol, o más bien le surgían problemas por ir bebido. Sin embargo, admito estar en una encrucijada, porque la escena de un elfo siendo montando por un perro... lo que hubiera dado por estar allí.
-Ah, sí, su padre licántropo. -Sofoqué una risa en el interior de la jarra. -Eso era mentira. Vey la usa mucho porque vivimos en Ulmer. En realidad tanto su padre como su madre eran dragones. La rescaté de una torre, yo estaba en una partida de salvamento, ayudando a la gente de la pandemia. Ella estaba sola, asustada y herida, acababa de transformarse por primera vez y encima tenía la menstruación. La pobre pasó por mucho. -Observé el fondo de la jarra durante unos instantes antes de vaciarla. -Tengo cinco hermanas y cuatro hermanos, yo soy la pequeña de la familia. Aunque la tía de la que habló Lavey es una amiga a la que tengo mucho aprecio.
Mientras la conversación avanzaba la posada se iba vaciando, los habitantes de la villa regresaban a sus respectivos hogares o al dormitorio que tenían alquilado.
-Oye, Fideo ¿Qué te parece si nos vamos al cuarto? El posadero me está haciendo una de esas miradas asesinas de "iros a la mierda, quiero dormir".
Reivy Abadder
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Re: Obertura [Privado]
—Oh —fue todo lo que pude decir inicialmente ante la explicación. La cabeza estuvo muy cerca de estallarme al intentar comprender a una jovencita dragón transformándose con plena menstruación—. Dices la pandemia de… uh, ¿cómo era? La de… —pestañeé, intercambiando entre Reivy y lo que estaba detrás de ella.
¿Podían menstruar transformados…?
No no. Yo no quería saber eso en primer lugar, sonaba como una de esas cosas que estaban mejor como misterios de la vida, por siempre y para siempre, para no ser averiguados jamás. Y si lo averiguabas entonces enloquecías e intentabas hacer sacrificios o cosas-
Ah…
Suspiré con fuerza, moviendo la cabeza de un lado a otro para estirar el cuello. Al escuchar que la dragona tenía cinco hermanas y cuatro hermanos murmuré por lo bajo, subiendo los hombros y las manos.
—La pequeña de la familia —repetí tras unos segundos, llevándome la mano a la barbilla. Pues… muy pequeña no era—. Dices por edad… o… —alcé una mano sobre mi cabeza, para dar a entender estatura. No conocía demasiada dragonas, no que yo supiera que lo eran al menos, y juzgar por Reivy y Lavey, bueno…
Un árbol y un hongo.
Hice pocas preguntas más, intentando forzarme a estar enfocado y derrotar al alcohol. Estaba lográndolo… para una victoria pírrica. Hundí el rostro en las manos y pasé por todo el proceso de siempre, pensar porque estaba pendejo y seguía bebiendo si sabía que eso iba a pasar, y que de cinco, cuatro veces terminaría sintiéndome mal.
Al menos esto solo era melancolía y no ganas de clavarle la frente a la punta de una alabarda. Levanté la mirada y bufé al oír a la pelinegra, ¿qué demonios? Sí íbamos a pagar, y no era tan tar…
—Uh —separé una mano de mi cara, observando que técnicamente solo quedábamos nosotros dos y un par de empleados del lugar que parecían esperar para limpiar la mesa e irse, por lo que no tenían mejor cara que el hombre.
Peor, si acaso.
Inspiré y me puse de pie, asintiendo. Ahora que lo pensaba, mañana tocaba el viaje de vuelta a Ulmer. Volví a pasar por el proceso de siempre, añadiendo al final “mañana lo más probable voy a estar muerto sobre la espalda de un dragón yendo no sé cuántas veces más rápido que un caballo con la brisa golpeándome sin piedad la cara”.
Podía rezar para que no fuese así, pero por alguna razón maldita había dioses del vino y el alcohol y eso, pero no había un puto dios de la resaca. Sintiéndome consciente de que debía estar haciendo malas caras sin que la dragona se las mereciera forcé una sonrisa.
Y pedí una jarra de agua, para que terminasen de odiarme, como si no tuviesen razón suficiente. Abracé la jarra cuando la recibí y subí con Reivy, siempre se me olvidaba un poco esa parte: moverme hacía que me sintiera bastante mejor. Más o menos como hacía para arrancarme la pereza del cuerpo en las mañanas.
—Buenas noches —me despedí con un movimiento de cabeza y agarré camino a mi cuart-
quequieresdecirqué
Arrugué la cara y abracé la jarra más fuerte, poniendo todo el peso en el pie trasero, soltando un “hmmm” que continuó en mi cabeza como “hmmmmmmmmmmmmmm”. Me resigné luego de que refutase que podía pedir otro cuarto porque ya no había cuartos disponibles, y me quejé y maldije la villa por ser tan pequeña.
—Estoy… muy seguro de que si tumbo parte del techo puedo hacer otra cama. O puedo dormir sobre la arcilla, estoy acostumbrado a tirarme sobre rocas —dije, al mirar dentro de la habitación.
Excesivamente sencilla. Hasta la ventana era pequeña, se me hacía ofensivo el precio por este cuarto, aunque imaginaba que estaba de por medio los dos extras llamados “es el último cuarto que hay” y “en la única posada del lugar, mwahaha”.
Caminé dentro perezosamente tomando un poco de la jarra y me senté en la cama, dejando el agua en el suelo, porque sí, ni siquiera tenía un mueble para poner cosas. Me planteé dormir en armadura, y todo.
Y lo intenté, pero no aguanté más de un minuto a lo sumo, era horrible. Me quité casi con desgano la cota de mallas y las piezas protegiendo brazos y piernas, quedándome en mi preciosa túnica. Mentalmente, mentalmente bloqueé todos los comentarios de Reivy, porque era Reivy y seguro era imposible que no tomase la oportunidad para burlarse. Me incomodaba es porque fuese ella, porque estar sin ropa… a ver, tenía mi túnica.
Había estado en peores, pero como que no podía presumir qué una vez me encerraron desnudo en contra de mi voluntad como con… no sé, medio prostíbulo, y que hice gruñir hasta la última.
El mal tipo de gruñido. Puse los ojos en blanco, vaya momento para que me persiguieran esos fantasmas.
—Si me muevo mucho puedes empujarme afuera, no sé si lo hago de verdad o es que a veces animo la arcilla dormido —bromeé, encogiéndome de hombros—... y tampoco sé si ronco. Espero que no.
¿Podían menstruar transformados…?
No no. Yo no quería saber eso en primer lugar, sonaba como una de esas cosas que estaban mejor como misterios de la vida, por siempre y para siempre, para no ser averiguados jamás. Y si lo averiguabas entonces enloquecías e intentabas hacer sacrificios o cosas-
Ah…
Suspiré con fuerza, moviendo la cabeza de un lado a otro para estirar el cuello. Al escuchar que la dragona tenía cinco hermanas y cuatro hermanos murmuré por lo bajo, subiendo los hombros y las manos.
—La pequeña de la familia —repetí tras unos segundos, llevándome la mano a la barbilla. Pues… muy pequeña no era—. Dices por edad… o… —alcé una mano sobre mi cabeza, para dar a entender estatura. No conocía demasiada dragonas, no que yo supiera que lo eran al menos, y juzgar por Reivy y Lavey, bueno…
Un árbol y un hongo.
Hice pocas preguntas más, intentando forzarme a estar enfocado y derrotar al alcohol. Estaba lográndolo… para una victoria pírrica. Hundí el rostro en las manos y pasé por todo el proceso de siempre, pensar porque estaba pendejo y seguía bebiendo si sabía que eso iba a pasar, y que de cinco, cuatro veces terminaría sintiéndome mal.
Al menos esto solo era melancolía y no ganas de clavarle la frente a la punta de una alabarda. Levanté la mirada y bufé al oír a la pelinegra, ¿qué demonios? Sí íbamos a pagar, y no era tan tar…
—Uh —separé una mano de mi cara, observando que técnicamente solo quedábamos nosotros dos y un par de empleados del lugar que parecían esperar para limpiar la mesa e irse, por lo que no tenían mejor cara que el hombre.
Peor, si acaso.
Inspiré y me puse de pie, asintiendo. Ahora que lo pensaba, mañana tocaba el viaje de vuelta a Ulmer. Volví a pasar por el proceso de siempre, añadiendo al final “mañana lo más probable voy a estar muerto sobre la espalda de un dragón yendo no sé cuántas veces más rápido que un caballo con la brisa golpeándome sin piedad la cara”.
Podía rezar para que no fuese así, pero por alguna razón maldita había dioses del vino y el alcohol y eso, pero no había un puto dios de la resaca. Sintiéndome consciente de que debía estar haciendo malas caras sin que la dragona se las mereciera forcé una sonrisa.
Y pedí una jarra de agua, para que terminasen de odiarme, como si no tuviesen razón suficiente. Abracé la jarra cuando la recibí y subí con Reivy, siempre se me olvidaba un poco esa parte: moverme hacía que me sintiera bastante mejor. Más o menos como hacía para arrancarme la pereza del cuerpo en las mañanas.
—Buenas noches —me despedí con un movimiento de cabeza y agarré camino a mi cuart-
quequieresdecirqué
Arrugué la cara y abracé la jarra más fuerte, poniendo todo el peso en el pie trasero, soltando un “hmmm” que continuó en mi cabeza como “hmmmmmmmmmmmmmm”. Me resigné luego de que refutase que podía pedir otro cuarto porque ya no había cuartos disponibles, y me quejé y maldije la villa por ser tan pequeña.
—Estoy… muy seguro de que si tumbo parte del techo puedo hacer otra cama. O puedo dormir sobre la arcilla, estoy acostumbrado a tirarme sobre rocas —dije, al mirar dentro de la habitación.
Excesivamente sencilla. Hasta la ventana era pequeña, se me hacía ofensivo el precio por este cuarto, aunque imaginaba que estaba de por medio los dos extras llamados “es el último cuarto que hay” y “en la única posada del lugar, mwahaha”.
Caminé dentro perezosamente tomando un poco de la jarra y me senté en la cama, dejando el agua en el suelo, porque sí, ni siquiera tenía un mueble para poner cosas. Me planteé dormir en armadura, y todo.
Y lo intenté, pero no aguanté más de un minuto a lo sumo, era horrible. Me quité casi con desgano la cota de mallas y las piezas protegiendo brazos y piernas, quedándome en mi preciosa túnica. Mentalmente, mentalmente bloqueé todos los comentarios de Reivy, porque era Reivy y seguro era imposible que no tomase la oportunidad para burlarse. Me incomodaba es porque fuese ella, porque estar sin ropa… a ver, tenía mi túnica.
Había estado en peores, pero como que no podía presumir qué una vez me encerraron desnudo en contra de mi voluntad como con… no sé, medio prostíbulo, y que hice gruñir hasta la última.
El mal tipo de gruñido. Puse los ojos en blanco, vaya momento para que me persiguieran esos fantasmas.
—Si me muevo mucho puedes empujarme afuera, no sé si lo hago de verdad o es que a veces animo la arcilla dormido —bromeé, encogiéndome de hombros—... y tampoco sé si ronco. Espero que no.
Anders
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Re: Obertura [Privado]
Seguí todo el proceso de Anders con una sonrisa divertida, sin saber que me gustaba más, si verlo abrazado a la jarra como si fuera un muñeco o las consecuentes reacciones ante una sola cama.
Apoyé la espalda contra la pared, deleitándome con la escena y preguntándome cuanto tardaría en quitarse la armadura.
Bueno... la respuesta no tardó en llegar, cuando me estaba sacando la segunda bota él se incorporó y se quitó las piezas que protegían su no escuálido cuerpo.
-Suelo disfrutar más cuando soy yo la que quita la ropa, pero de vez en cuando no está mal mirar. -Me pasé los dedos por los labios de manera juguetona. -¿Piensas dormir con ese... esa especie de camisón? -Caminé hacia la cama y me paré en el borde. -A ver, hazte a un lado. -Palmeé el muslo del elfo indicando que se moviera y me senté. -Te veo nervioso... más de lo normal. ¿No has estado nunca con una mujer?
La frase iba con claras segundas intenciones, aunque lo cierto era que la dije a nivel general. Miré a Anders unos segundos y, sin perder la sonrisa, fui sacándome los cordones del pantalón.
-¿Que? -Levanté una ceja.- No pretenderás que duerma con pantalón de cuero, ¿verdad? -Incliné el cuerpo un segundo, bajando el pantalón por mis piernas. Cuando volví a sentarme parpadeé atónita. Empezaba a pensar que el elfo escogía las palabras a conciencia. -Oh, espero que te muevas mucho, sobre todo de fuera a dentro y de dentro a fuera. -Moví una mano hacia su pecho con claras intenciones seductoras, acariciando el pectoral izquierdo y encubriendo así el verdadero motivo del acto. Averiguar cuán rápido latía su corazón. -Bueno, nunca he estado con un animador, pero si esa arcilla se endurece tan rápido como yo creo... seguro que podemos hacer unos juguetes interesantes con ella.
Apoyé la espalda contra la pared, deleitándome con la escena y preguntándome cuanto tardaría en quitarse la armadura.
Bueno... la respuesta no tardó en llegar, cuando me estaba sacando la segunda bota él se incorporó y se quitó las piezas que protegían su no escuálido cuerpo.
-Suelo disfrutar más cuando soy yo la que quita la ropa, pero de vez en cuando no está mal mirar. -Me pasé los dedos por los labios de manera juguetona. -¿Piensas dormir con ese... esa especie de camisón? -Caminé hacia la cama y me paré en el borde. -A ver, hazte a un lado. -Palmeé el muslo del elfo indicando que se moviera y me senté. -Te veo nervioso... más de lo normal. ¿No has estado nunca con una mujer?
La frase iba con claras segundas intenciones, aunque lo cierto era que la dije a nivel general. Miré a Anders unos segundos y, sin perder la sonrisa, fui sacándome los cordones del pantalón.
-¿Que? -Levanté una ceja.- No pretenderás que duerma con pantalón de cuero, ¿verdad? -Incliné el cuerpo un segundo, bajando el pantalón por mis piernas. Cuando volví a sentarme parpadeé atónita. Empezaba a pensar que el elfo escogía las palabras a conciencia. -Oh, espero que te muevas mucho, sobre todo de fuera a dentro y de dentro a fuera. -Moví una mano hacia su pecho con claras intenciones seductoras, acariciando el pectoral izquierdo y encubriendo así el verdadero motivo del acto. Averiguar cuán rápido latía su corazón. -Bueno, nunca he estado con un animador, pero si esa arcilla se endurece tan rápido como yo creo... seguro que podemos hacer unos juguetes interesantes con ella.
Reivy Abadder
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Re: Obertura [Privado]
—Pervertida —gruñí en voz baja al escucharla, antes de "saltar" mentalmente y recordarme que se supone, debería estar bloqueando todos sus comentarios e ignorarla con mucha fuerza—… ¿Eh? Ah… ¿Sí? Sí. Es... es una túnica muy normal —bajé la mirada, dudando por un instante que no fuese eso—, no un camisón. Son cómodas y suaves, aunque la mía… honestamente llevo como dos años con esta, lavándola más o menos a diario, y ya la he remachado más de 20 veces, así que la mía no está tan suave. La arreglo con lo que encuentre —me encogí de hombros, más apenado de lo que pudiese parecer a lo poco pulcro y tacaño que sonaba eso.
Hmm. Podía pedirle a Valyria que me hiciera una decente… pero me daba dolor ir con ropa de calidad por ahí, si donde sea que asomaba la cabeza terminaba recibiendo espadazos.
—Err —volví en mí con la palmada y me paré—. Perdón, estaba pensando. Y no. Ni con una mujer ni con un hom-
—¿Qué haces? —alcé el índice, juzgando con la mirada su acto. Terminé llevándome esa misma mano a la cara y pasándome los dedos sobre los párpados, por supuesto, Reivy era de esas personas raras que dormían desnudas.
Ahora que lo pensaba, creo que todas las mujeres que "conocía", al menos suficiente para saber su nombre, lo hacían. ¿Era una cosa de mujeres...? ¿O todos lo hacían menos yo? ¿Ahora resultaba qué dormir con ropa era raro?
—Uh... —musité, visiblemente incómodo. Iba a forzar una sonrisa pero puse los ojos en blanco cuando me puso la mano en el pecho. Estaba helada.
Tal vez yo estaba helado.
Fruncí un poco el ceño, no podía decir que sentir sus uñas dibujando círculos me produjera la misma reacción violenta que había tenido en el lupanar. También era bastante obvio porque, esto lucía más como… me imaginaba la situación normal, en vez de una jauría de lobos persiguiendo un animal pequeño, que es como se sintió ser placado por quien sabe cuántas mujeres. Saber que no necesariamente fue con intención de hacerme daño y que había risas… a veces, me hacía sentir mejor sobre ese día.
Otras, tenía pesadillas y despertaba sudando, preocupado de esos eventos. Desde mi perspectiva fue sentir un montón de impactos y luego manos recorriéndome sin ver de quién al tener media túnica arriba. Yo lo sabía, a un nivel intelectual, «no es la misma situación», pero mi cabeza difuminaba las cosas, así que martille el pensamiento varias veces para convencerla. Argumentó en contra que después estuve encerrado con el montón de ellas y casi peleó para salir, y luego que me tocó una loca que me iba a dar un latigazo allí abajo.
Un latigazo. Esas cosas podían abrir estómagos, por eso se azotaba en la espalda, una parte más blanda del cuerpo y podías matar a alguien. Respiré suavemente, más de lo que debería para la ansiedad que me estaba carcomiendo, viendo donde dibujar la línea.
—Lo siento —murmuré apenado mientras tomaba su mano con cuidado y la apartaba un poco—. No podemos. Puedo, quiero… u-um —tartamudeé eso un poco, y todo lo que seguía—, Lavey. ¿Qué va a pensar Lavey? Y—intenté mirar a un lado, pero no había nada donde ocultar la vista. La verdad, haber mencionado a Lavey de repente me decía a mí mismo que estaba haciéndome ciertas excusas—… sí, estoy nervioso —concedí razón a la dragona, suspirando y bajando la mirada, con una sonrisa que no tenía más que decepción hacía mí mismo.
—P-pero es que definitivamente no podemos hacer esto así. Nada. Es… es irresponsable —me puse una mano en la frente, empujándome el pelo atrás, estresándome sobre la situación.
—Sé… sé que tampoco es como que si un hombre y una mujer se juntan quedan embarazadas todas las veces, mágicamente por que las vean o algo… p-pero igual. Supón que algo sale mal y quedas embarazada. Como… como… mi mamá. La mataron por... tenerme, mezcla de sangre. Por un descuido. Sí. No… no me interesa arruinar otra vida por unos minutos. ¿Qué va a pensar tu familia? ¿O Lavey? O… o-
Inhalé y exhalé por la boca, tapándome la cara con las manos.
—Estoy tomado y diciendo tonterías… no me escuches —agité la otra mano, maldiciendo por lo bajo—… creo que solo estoy asustado, tal vez… tal vez lo que te dije de ciudad lagarto me dejo secuelas —o estaba haciendo excusas. Ni siquiera estaba seguro de que estaba asustado a estas alturas.
Y se suponía que yo era el hombre ahí. El más patético que se había cruzado la mujer jamás, seguro, justo como las otras decenas en el lupanar. ¿Hasta en masculinidad había venido defectuoso? Otra cosa que añadir a mi lista junto a sangre impura y mi poca capacidad de animación. Hacerme idea de que rechazarla de forma tan estúpida seguro la haría sentir mal y yo estando en duda con ella no ayudó en nada, solo deberían… quemarme vivo, o algo. Me daba igual.
Presioné los dedos contra mi cara para asegurarme de que no fuese a lagrimear o hacer nada que terminase de destruir la dignidad que me quedaba, si es que alguna. Dioses, debí tocarle el cuerno.
Hmm. Podía pedirle a Valyria que me hiciera una decente… pero me daba dolor ir con ropa de calidad por ahí, si donde sea que asomaba la cabeza terminaba recibiendo espadazos.
—Err —volví en mí con la palmada y me paré—. Perdón, estaba pensando. Y no. Ni con una mujer ni con un hom-
—¿Qué haces? —alcé el índice, juzgando con la mirada su acto. Terminé llevándome esa misma mano a la cara y pasándome los dedos sobre los párpados, por supuesto, Reivy era de esas personas raras que dormían desnudas.
Ahora que lo pensaba, creo que todas las mujeres que "conocía", al menos suficiente para saber su nombre, lo hacían. ¿Era una cosa de mujeres...? ¿O todos lo hacían menos yo? ¿Ahora resultaba qué dormir con ropa era raro?
—Uh... —musité, visiblemente incómodo. Iba a forzar una sonrisa pero puse los ojos en blanco cuando me puso la mano en el pecho. Estaba helada.
Tal vez yo estaba helado.
Fruncí un poco el ceño, no podía decir que sentir sus uñas dibujando círculos me produjera la misma reacción violenta que había tenido en el lupanar. También era bastante obvio porque, esto lucía más como… me imaginaba la situación normal, en vez de una jauría de lobos persiguiendo un animal pequeño, que es como se sintió ser placado por quien sabe cuántas mujeres. Saber que no necesariamente fue con intención de hacerme daño y que había risas… a veces, me hacía sentir mejor sobre ese día.
Otras, tenía pesadillas y despertaba sudando, preocupado de esos eventos. Desde mi perspectiva fue sentir un montón de impactos y luego manos recorriéndome sin ver de quién al tener media túnica arriba. Yo lo sabía, a un nivel intelectual, «no es la misma situación», pero mi cabeza difuminaba las cosas, así que martille el pensamiento varias veces para convencerla. Argumentó en contra que después estuve encerrado con el montón de ellas y casi peleó para salir, y luego que me tocó una loca que me iba a dar un latigazo allí abajo.
Un latigazo. Esas cosas podían abrir estómagos, por eso se azotaba en la espalda, una parte más blanda del cuerpo y podías matar a alguien. Respiré suavemente, más de lo que debería para la ansiedad que me estaba carcomiendo, viendo donde dibujar la línea.
—Lo siento —murmuré apenado mientras tomaba su mano con cuidado y la apartaba un poco—. No podemos. Puedo, quiero… u-um —tartamudeé eso un poco, y todo lo que seguía—, Lavey. ¿Qué va a pensar Lavey? Y—intenté mirar a un lado, pero no había nada donde ocultar la vista. La verdad, haber mencionado a Lavey de repente me decía a mí mismo que estaba haciéndome ciertas excusas—… sí, estoy nervioso —concedí razón a la dragona, suspirando y bajando la mirada, con una sonrisa que no tenía más que decepción hacía mí mismo.
—P-pero es que definitivamente no podemos hacer esto así. Nada. Es… es irresponsable —me puse una mano en la frente, empujándome el pelo atrás, estresándome sobre la situación.
—Sé… sé que tampoco es como que si un hombre y una mujer se juntan quedan embarazadas todas las veces, mágicamente por que las vean o algo… p-pero igual. Supón que algo sale mal y quedas embarazada. Como… como… mi mamá. La mataron por... tenerme, mezcla de sangre. Por un descuido. Sí. No… no me interesa arruinar otra vida por unos minutos. ¿Qué va a pensar tu familia? ¿O Lavey? O… o-
Inhalé y exhalé por la boca, tapándome la cara con las manos.
—Estoy tomado y diciendo tonterías… no me escuches —agité la otra mano, maldiciendo por lo bajo—… creo que solo estoy asustado, tal vez… tal vez lo que te dije de ciudad lagarto me dejo secuelas —o estaba haciendo excusas. Ni siquiera estaba seguro de que estaba asustado a estas alturas.
Y se suponía que yo era el hombre ahí. El más patético que se había cruzado la mujer jamás, seguro, justo como las otras decenas en el lupanar. ¿Hasta en masculinidad había venido defectuoso? Otra cosa que añadir a mi lista junto a sangre impura y mi poca capacidad de animación. Hacerme idea de que rechazarla de forma tan estúpida seguro la haría sentir mal y yo estando en duda con ella no ayudó en nada, solo deberían… quemarme vivo, o algo. Me daba igual.
Presioné los dedos contra mi cara para asegurarme de que no fuese a lagrimear o hacer nada que terminase de destruir la dignidad que me quedaba, si es que alguna. Dioses, debí tocarle el cuerno.
Anders
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Re: Obertura [Privado]
-¿Lavey? -Alcé una ceja, divertida. -Ya soy mayorcita, se cuidarme sola. -Pasé las manos por mi pelo, revolviéndolo, pero dejándolo extrañamente arreglado. -Ya. Tranquilo, -mientras hablaba rodeé al rubio y lo abrace por la espalda con suavidad- no va pasar nada desagradable. Estas cosas las llevamos en la sangre, son instintivas. Todo saldrá bien. -Planté un beso en su nuca. -Además, soy una mujer paciente que disfruta de cada momento.
Conocer el sino de su madre me dejó fría. Bajé la cabeza hasta apoyar la frente en su hombro y mi voz se volvió fría y apagada.
-Fui expulsada y olvidada de mi propia familia por no tener la misma sangre que ellos. Para ellos dejé de existir hace más de 30 años. -Suspiré. -Nadie merece el rechazo de los padres, o la perdida de ellos. -En ese momento recordé los huevos y el funesto resultado cuando se abrió uno de ellos. Apreté los brazos sobre Anders. -Protegeré a mis crías y para ello necesito estar viva.
Me quedé en aquella posición hasta recuperarme de aquel improvisado golpe. No me hubiera esperado una conversación así en estos momentos.
Apenas habían sido diez palabras, pero me dejaron con la mente en otro lado, transportada a una falsa infancia que en realidad no fue falsa sino más bien un engaño, pues todo el amor que me habían profesado se convirtió en odio y repulsión.
Cogí aire y sonreí, más para mí misma que para él, aunque también para él.
-Ven, -deshice el abrazo y cogí una de sus manos -no tienes nada que temer. -Di unos pasos hasta la cama, me senté y le di un ligero tirón en el brazo a Anders, invitándolo a imitarme. -Lo vamos a pasar bien. Respira hondo, Fideo. Suelta. Cierra los ojos. -Las palabras iban acompañadas por pequeñas caricias en sus brazos. -Respira hondo de nuevo, sin abrir los ojos.
Esperé a que terminara de llenar sus pulmones. Lo besé sin avisar, sin anunciarme, pero toqué los jóvenes labios con tranquilidad, con cariño, de forma sutil. Un beso casto que marcaría el ritmo de la noche.
Conocer el sino de su madre me dejó fría. Bajé la cabeza hasta apoyar la frente en su hombro y mi voz se volvió fría y apagada.
-Fui expulsada y olvidada de mi propia familia por no tener la misma sangre que ellos. Para ellos dejé de existir hace más de 30 años. -Suspiré. -Nadie merece el rechazo de los padres, o la perdida de ellos. -En ese momento recordé los huevos y el funesto resultado cuando se abrió uno de ellos. Apreté los brazos sobre Anders. -Protegeré a mis crías y para ello necesito estar viva.
Me quedé en aquella posición hasta recuperarme de aquel improvisado golpe. No me hubiera esperado una conversación así en estos momentos.
Apenas habían sido diez palabras, pero me dejaron con la mente en otro lado, transportada a una falsa infancia que en realidad no fue falsa sino más bien un engaño, pues todo el amor que me habían profesado se convirtió en odio y repulsión.
Cogí aire y sonreí, más para mí misma que para él, aunque también para él.
-Ven, -deshice el abrazo y cogí una de sus manos -no tienes nada que temer. -Di unos pasos hasta la cama, me senté y le di un ligero tirón en el brazo a Anders, invitándolo a imitarme. -Lo vamos a pasar bien. Respira hondo, Fideo. Suelta. Cierra los ojos. -Las palabras iban acompañadas por pequeñas caricias en sus brazos. -Respira hondo de nuevo, sin abrir los ojos.
Esperé a que terminara de llenar sus pulmones. Lo besé sin avisar, sin anunciarme, pero toqué los jóvenes labios con tranquilidad, con cariño, de forma sutil. Un beso casto que marcaría el ritmo de la noche.
Reivy Abadder
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Re: Obertura [Privado]
Arrastré una mano por mi cara con un suspiro al oírla, tan relajada, tan…
No. Seguramente era así como se debía estar, como estaría la mayoría de las personas. El que estaba enojado era yo, y casi estaba desbordé eso en la dragona junto a mis próximas palabras si no me hubiese parado a pensar y calmarme un poco. Tenía razón en poder pensar eso... después de todo, solo decir "Lavey" dejaba paso a que pensase que hablaba de cualquier cosa con la niña.
Vi de reojo a un lado, intentando con todas las fuerzas ver atrás sin voltear al verme rodeado. No podía contar con mi instinto si venía en la sangre porque ese era el mismo que con años de práctica todavía me hacía incapaz de animar como lo hacían niños menores a diez, y tampoco podía contar con mi instinto mental diciéndome que corriera y que, definitivamente, algo malo iba a pasar.
Pero no dije nada. No tuve tiempo ni razón para pensar que era cálida cuando repentinamente habló fría.
Solo sentí disgusto hacía mí mismo luego de oírla. En un arrebato de egoísmo, había pensado «¿y qué?» al deducir que si la habían olvidado, es porque seguían vivos. Por un momento pequeño esa fue toda mi comparación, que la mía estaba muerta y la suya viva, y por eso me di asco, aunque solo lo pensase una fracción de segundo antes de desviarme a más de 30 años, y bañarme de preguntas sobre su sangre.
Eché la cabeza a un lado, recostándola sobre la suya sin presionarla.
—Eres... muy buena madre con Lavey —afirmé, intentando que eso la hiciera sentir mejor.
Solo podría ayudar porque sinceramente creía eso.
La miré, ahora más apagado que confuso, en el punto donde el tumulto mental dejaba de ser insoportable y solo se volvía una realidad molesta, y donde el alcohol dejaba de hacerte sentir valiente. Sin fuerzas como para forzar una sonrisa, ni por voluntad ni por reflejo como eran la mayoría de ellas, deje que me jalara.
Me senté, y respiré. No hondo, pero respiré, en una calma nacida casi de apatía, aunque no era exactamente eso. Y cerré los ojos, sin saber qué era. ¿Dejadez? Probablemente nunca iba a saberlo.
Exhalé y abrí los ojos lentamente luego de sentir su boca pegada de la mía y alcé la mano, ocultándola entre su nuca y su cabello, atrayéndola hacía mí para otro beso más.
Una parte de mí cabeza estaba preguntándose si realmente estaba haciendo esto, y otra seguía sin estar segura de nada. Una tercera estaba ocupada con preguntas que tenían que ver con Reivy, pero no con nosotros. Y así había una cuarta, y una quinta... decenas más.
Ninguna iniciando o deteniendo mis movimientos. Fluían uno dentro de otro—uno naciendo donde otro iba a morir. Por suerte no tenía que pensar en ellos con la dragona ayudando y guiando las manos de vuelta si me separaba de... cualquier camino que estuviese dibujando.
Respiré en su hombro. ¿Por qué es que la gente hacía esto?
Por placer, suponía, pero pensar que era solo por eso me resultaba desmotivador. Deseo físico…Curiosidad, también podía suponer.
No pude evitar pensarlo: por obtener algo. Ya fuese… estatus, o dinero, como en ese lugar. A veces hasta por algo como venganza. Apreté a Reivy abajo, dividido entre el cosquilleo y el calor que sentía en el cuerpo y la nube en la cabeza que me impedía concentrarme y me forzaba más a hacerlo.
Recorrí su espalda con dos dedos, tomando la curva que se formaba en ella antes de llevar esa misma mano al frente y acariciar uno de sus senos, presionando levemente con los dedos hacia dentro. En las formas más raras y los pensamientos más estúpidos que había tenido, ahora quería aprender y memorizar como era el resto de su cuerpo, lo diferente que se sentía moldear arcilla a masajear carne.
Me recordó que sentía el mundo demasiado grande y que yo era demasiado pequeño. La forma en la que estaba solo.
Tenía amigos. O… tal vez no los tenía, iba por muchos lados, diciéndole así a casi todo el mundo; aunque desde entonces había intentado dejar de hacerlo. La primera vez que alguien con palabras—porque ya demasiados lo habían hecho con armas—me dejo en claro que no; no éramos amigos, tuve que detenerme a pensar por qué.
No porque no lo éramos, eso me lo habían explicado, incluso. Porque le decía “amigo” a todos, porque los trataba como si lo fueran antes de conocerlos. Porque estaba solo. Tenía compañeros… algunos que me importaban más que casi nada, porque cuando veía a la arcilla, sin vida, cuando me veía ante el mundo, eran todo lo que tenía.
Demasiados días me encontraba moviéndome solo, y a veces se sentía como si todos tuviesen donde regresar, o con quién ir, menos yo. Solo podía volver a un “taller” que era más una habitación polvorienta y vacía. Y a veces me costaba pensar era más que una compañía. Molesta, a veces. Una que no sería notada si simplemente desapareciera.
—He oído… —empecé en un suspiro luego de morder suavemente su hombro, no por moderación real, sino pena—... ¿estoy siendo demasiado rudo?
No quise terminar de decirlo, o puede que solamente no me atreviese por temor a decir algo otra vez que le trajese otro recuerdo molesto.
Había oído que también la gente lo hacía por sentirse bien. Por sentirse bien no en una forma de placer físico, sino dejar ir estrés. Tensión. Penas. Casi como el alcohol, pero para las muchas veces que eso me había ayudado…
Aparté la mirada mientras me quitaba la túnica, agradeciendo que no había espejos en el lugar para recordarme lo mucho que detestaba ciertas partes de mí mismo. Entonces me tumbé sobre ella, intentando no pensar más. Ni en el mundo, ni en sus personas, ni lo que sabía y no sabía hacer, ni mis orejas, ni las cicatrices que me adornaban en casi todo el cuerpo como la dragona descubriría. Ni mi magia ni mi sangre.
O sí, eso último sí. Si tenía cualquier luz en la que pudiese llamar, que ardiera y me consumiera totalmente, y en la medida de lo posible la quemase a ella. Que quemase suficiente para que me diese igual el porqué a todo. Que quedase tan poco como lo último que pensaba antes de dormir cualquier noche.
Con suerte, luego de dormir esta, más nunca tendría que despertarme.
No. Seguramente era así como se debía estar, como estaría la mayoría de las personas. El que estaba enojado era yo, y casi estaba desbordé eso en la dragona junto a mis próximas palabras si no me hubiese parado a pensar y calmarme un poco. Tenía razón en poder pensar eso... después de todo, solo decir "Lavey" dejaba paso a que pensase que hablaba de cualquier cosa con la niña.
Vi de reojo a un lado, intentando con todas las fuerzas ver atrás sin voltear al verme rodeado. No podía contar con mi instinto si venía en la sangre porque ese era el mismo que con años de práctica todavía me hacía incapaz de animar como lo hacían niños menores a diez, y tampoco podía contar con mi instinto mental diciéndome que corriera y que, definitivamente, algo malo iba a pasar.
Pero no dije nada. No tuve tiempo ni razón para pensar que era cálida cuando repentinamente habló fría.
Solo sentí disgusto hacía mí mismo luego de oírla. En un arrebato de egoísmo, había pensado «¿y qué?» al deducir que si la habían olvidado, es porque seguían vivos. Por un momento pequeño esa fue toda mi comparación, que la mía estaba muerta y la suya viva, y por eso me di asco, aunque solo lo pensase una fracción de segundo antes de desviarme a más de 30 años, y bañarme de preguntas sobre su sangre.
Eché la cabeza a un lado, recostándola sobre la suya sin presionarla.
—Eres... muy buena madre con Lavey —afirmé, intentando que eso la hiciera sentir mejor.
Solo podría ayudar porque sinceramente creía eso.
La miré, ahora más apagado que confuso, en el punto donde el tumulto mental dejaba de ser insoportable y solo se volvía una realidad molesta, y donde el alcohol dejaba de hacerte sentir valiente. Sin fuerzas como para forzar una sonrisa, ni por voluntad ni por reflejo como eran la mayoría de ellas, deje que me jalara.
Me senté, y respiré. No hondo, pero respiré, en una calma nacida casi de apatía, aunque no era exactamente eso. Y cerré los ojos, sin saber qué era. ¿Dejadez? Probablemente nunca iba a saberlo.
Exhalé y abrí los ojos lentamente luego de sentir su boca pegada de la mía y alcé la mano, ocultándola entre su nuca y su cabello, atrayéndola hacía mí para otro beso más.
Una parte de mí cabeza estaba preguntándose si realmente estaba haciendo esto, y otra seguía sin estar segura de nada. Una tercera estaba ocupada con preguntas que tenían que ver con Reivy, pero no con nosotros. Y así había una cuarta, y una quinta... decenas más.
Ninguna iniciando o deteniendo mis movimientos. Fluían uno dentro de otro—uno naciendo donde otro iba a morir. Por suerte no tenía que pensar en ellos con la dragona ayudando y guiando las manos de vuelta si me separaba de... cualquier camino que estuviese dibujando.
Respiré en su hombro. ¿Por qué es que la gente hacía esto?
Por placer, suponía, pero pensar que era solo por eso me resultaba desmotivador. Deseo físico…Curiosidad, también podía suponer.
No pude evitar pensarlo: por obtener algo. Ya fuese… estatus, o dinero, como en ese lugar. A veces hasta por algo como venganza. Apreté a Reivy abajo, dividido entre el cosquilleo y el calor que sentía en el cuerpo y la nube en la cabeza que me impedía concentrarme y me forzaba más a hacerlo.
Recorrí su espalda con dos dedos, tomando la curva que se formaba en ella antes de llevar esa misma mano al frente y acariciar uno de sus senos, presionando levemente con los dedos hacia dentro. En las formas más raras y los pensamientos más estúpidos que había tenido, ahora quería aprender y memorizar como era el resto de su cuerpo, lo diferente que se sentía moldear arcilla a masajear carne.
Me recordó que sentía el mundo demasiado grande y que yo era demasiado pequeño. La forma en la que estaba solo.
Tenía amigos. O… tal vez no los tenía, iba por muchos lados, diciéndole así a casi todo el mundo; aunque desde entonces había intentado dejar de hacerlo. La primera vez que alguien con palabras—porque ya demasiados lo habían hecho con armas—me dejo en claro que no; no éramos amigos, tuve que detenerme a pensar por qué.
No porque no lo éramos, eso me lo habían explicado, incluso. Porque le decía “amigo” a todos, porque los trataba como si lo fueran antes de conocerlos. Porque estaba solo. Tenía compañeros… algunos que me importaban más que casi nada, porque cuando veía a la arcilla, sin vida, cuando me veía ante el mundo, eran todo lo que tenía.
Demasiados días me encontraba moviéndome solo, y a veces se sentía como si todos tuviesen donde regresar, o con quién ir, menos yo. Solo podía volver a un “taller” que era más una habitación polvorienta y vacía. Y a veces me costaba pensar era más que una compañía. Molesta, a veces. Una que no sería notada si simplemente desapareciera.
—He oído… —empecé en un suspiro luego de morder suavemente su hombro, no por moderación real, sino pena—... ¿estoy siendo demasiado rudo?
No quise terminar de decirlo, o puede que solamente no me atreviese por temor a decir algo otra vez que le trajese otro recuerdo molesto.
Había oído que también la gente lo hacía por sentirse bien. Por sentirse bien no en una forma de placer físico, sino dejar ir estrés. Tensión. Penas. Casi como el alcohol, pero para las muchas veces que eso me había ayudado…
Aparté la mirada mientras me quitaba la túnica, agradeciendo que no había espejos en el lugar para recordarme lo mucho que detestaba ciertas partes de mí mismo. Entonces me tumbé sobre ella, intentando no pensar más. Ni en el mundo, ni en sus personas, ni lo que sabía y no sabía hacer, ni mis orejas, ni las cicatrices que me adornaban en casi todo el cuerpo como la dragona descubriría. Ni mi magia ni mi sangre.
O sí, eso último sí. Si tenía cualquier luz en la que pudiese llamar, que ardiera y me consumiera totalmente, y en la medida de lo posible la quemase a ella. Que quemase suficiente para que me diese igual el porqué a todo. Que quedase tan poco como lo último que pensaba antes de dormir cualquier noche.
Con suerte, luego de dormir esta, más nunca tendría que despertarme.
Anders
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Re: Obertura [Privado]
Sonreí en medio del beso al sentir la reciprocidad inmediata del elfo. Ah, los besos. Uno solo de ellos podía desatar el mismo infierno o helarlo.
Diría que la noche se estaba volviendo un juego de mímica e imitación, pero no sería del todo cierto. Anders tenía iniciativa propia, no necesitaba recorrer los caminos del placer con una mano guía.
El elfo era curioso y eso me encantaba a la vez que me divertía, ver en su rostro la duda y la emoción, esa carita de sorpresa que se forma en su rostro al explorar mi cuerpo y obtener estimulo o de pánico al sentir mi mano sobre la suya. El temor momentáneo e inocente por haber hecho algo erróneo y el alivio inmediato que sentía, al darse cuenta que mis dedos tan solo acentuaban sus actos, dándole más intensidad o incitándole a seguir.
Sonreí con ternura al oír la voz de Anders contra mi hombro, alejé las manos de su pelvis y las subí hasta sus pómulos, pasando antes por sus pectorales. Miré los ojos que portaban el color de la lavanda y besé aquellos labios tiernos y masculinos.
-Estas siendo lo que debes ser. -Volví a besarlo, y esta vez mordí su labio. -No padezcas, experimenta, déjate guiar por tu instinto. Lo estás haciendo bien, Anders.
Amplié la sonrisa al ver el cuerpo del elfo desprendido de aquella molesta prenda, que para mi gusto le quedaba como un saco de patatas. Fui de dictándome a la sobra tarea de besar, morder y acariciar cada una de sus cicatrices, mientras él tomaba mis palabras... y a mí.
El corazón se me aceleró, una parte era orgullo al ver que el rubio obedecía, la otra estaba excitada por la incertidumbre, por el morbo y la curiosidad de querer saber cuál sería su siguiente movimiento.
Juguetona, y remolona, me paré en su oreja puntiaguda, mordisqueándola y lamiéndola, pasando las uñas por su espalda, presionando levemente para que el cosquilleo se convirtiera en algo más potente.
Esperando el siguiente paso del novato... ¿que usaría primero?
Diría que la noche se estaba volviendo un juego de mímica e imitación, pero no sería del todo cierto. Anders tenía iniciativa propia, no necesitaba recorrer los caminos del placer con una mano guía.
El elfo era curioso y eso me encantaba a la vez que me divertía, ver en su rostro la duda y la emoción, esa carita de sorpresa que se forma en su rostro al explorar mi cuerpo y obtener estimulo o de pánico al sentir mi mano sobre la suya. El temor momentáneo e inocente por haber hecho algo erróneo y el alivio inmediato que sentía, al darse cuenta que mis dedos tan solo acentuaban sus actos, dándole más intensidad o incitándole a seguir.
Sonreí con ternura al oír la voz de Anders contra mi hombro, alejé las manos de su pelvis y las subí hasta sus pómulos, pasando antes por sus pectorales. Miré los ojos que portaban el color de la lavanda y besé aquellos labios tiernos y masculinos.
-Estas siendo lo que debes ser. -Volví a besarlo, y esta vez mordí su labio. -No padezcas, experimenta, déjate guiar por tu instinto. Lo estás haciendo bien, Anders.
Amplié la sonrisa al ver el cuerpo del elfo desprendido de aquella molesta prenda, que para mi gusto le quedaba como un saco de patatas. Fui de dictándome a la sobra tarea de besar, morder y acariciar cada una de sus cicatrices, mientras él tomaba mis palabras... y a mí.
El corazón se me aceleró, una parte era orgullo al ver que el rubio obedecía, la otra estaba excitada por la incertidumbre, por el morbo y la curiosidad de querer saber cuál sería su siguiente movimiento.
Juguetona, y remolona, me paré en su oreja puntiaguda, mordisqueándola y lamiéndola, pasando las uñas por su espalda, presionando levemente para que el cosquilleo se convirtiera en algo más potente.
Esperando el siguiente paso del novato... ¿que usaría primero?
Reivy Abadder
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Re: Obertura [Privado]
«Eso no me responde mucho» exhalé lentamente por la nariz.
Dejé ir el poco aire restante de golpe en la sorpresa de sentir dientes ajenos en mis labios. Aunque me animaba amablemente que siguiera mi instinto, sentía que solo era una forma de tapar que me forzaba a hacerlo.
Así, mordiéndome, y explorando las cicatrices como si las hubieran hecho para que las acariciara, y haciendo que me olvidase de pensar a momentos, aunque mi naturaleza siempre me hacía volver a esa actividad.
La exploré lento y rápido con la mirada sin saber que me llamaba la atención, o que me llamaba la atención más. Pensando. Una vez más me sacó de eso al notarla en mi oreja, notarla como si por un momento no hubiese existido antes, cuando estaba demasiado absorto, sin saber si en mi cabeza o en su cintura. Mi garganta dejó ir lo que me sonó como el hijo bastardo del trío de una risa, un ronquido y una queja.
Y ardí en varias partes. En mi oreja, que aunque estuviese mojada en su lengua, en su boca y dientes, quemaba. En mi espalda, arqueándose ante una leve molestia de esas a las que podías acostumbrarte a sufrir, y que en vez de ignorar deseabas provocar más de ella. Y en mis piernas, un cosquilleo molesto como de millones de hormigas, conocía esta sensación horrenda de otras situaciones, como despertar sobre tu brazo dormido y sentir la sangre empujando dentro del mismo, haciendo que volvieras a saber de el. Ardía allí. Quería explotar. De calor. De pena.
Una risa culpable se me escapó, no podía evitar preocuparme aunque una parte de mi estuviese muy segura que si fuese por quejarse y decirme exactamente que quería, la mujer no pensaría dos veces en hablar.
Reivy era grande. Lo sabía ya, era alta. Pero viéndola aquí, era grande. Me hallé presionando la cintura contra la suya, como si eso fuese a quitar el picor aunque solo lo sentía empeorando. Presioné el resto de mi cuerpo abajo también, mi pecho sobre sus senos, mi boca sobre sus labios, y su barbilla y su cuello. ¿Lo besaba? ¿Lo mordía?
Fueron besos. O habrían sido solo eso si la dragona dejase de robarme el aliento y me viese obligado a respirar, respirar demasiado agitado para que hacerlo por la nariz fuese suficiente, a abrir la boca para suspirar su nombre sobre su cuello y encontrar imposible no morderlo al observarlo.
Mis manos fueron abajo al no tener lugar en su pecho por mi pecho. Arañé accidentalmente sus piernas en un intento de tomarlas, y las acaricié por detrás, empujando ambas arriba en un intento de llevar en la misma dirección todo su peso y cuerpo para ver si obtenía más espacio en su cuello para mi boca. En respuesta a sus uñas enterré lentamente las mías sobre su trasero antes de aflojar el agarré al notarlo.
Un pedazo de mi solo estaba murmurando, mierda, ¿qué estaba haciendo? Mi imagen mental de esto es que desde sus ojos debía parecer que la estaba wrestleando. El otro solo llevaba mis ardores, todos crecientes, todos extendiendo por todos lados. Llegué a creer que en algún momento se volvería a abrir una de las cicatrices de mi espalda.
Dejé ir el poco aire restante de golpe en la sorpresa de sentir dientes ajenos en mis labios. Aunque me animaba amablemente que siguiera mi instinto, sentía que solo era una forma de tapar que me forzaba a hacerlo.
Así, mordiéndome, y explorando las cicatrices como si las hubieran hecho para que las acariciara, y haciendo que me olvidase de pensar a momentos, aunque mi naturaleza siempre me hacía volver a esa actividad.
La exploré lento y rápido con la mirada sin saber que me llamaba la atención, o que me llamaba la atención más. Pensando. Una vez más me sacó de eso al notarla en mi oreja, notarla como si por un momento no hubiese existido antes, cuando estaba demasiado absorto, sin saber si en mi cabeza o en su cintura. Mi garganta dejó ir lo que me sonó como el hijo bastardo del trío de una risa, un ronquido y una queja.
Y ardí en varias partes. En mi oreja, que aunque estuviese mojada en su lengua, en su boca y dientes, quemaba. En mi espalda, arqueándose ante una leve molestia de esas a las que podías acostumbrarte a sufrir, y que en vez de ignorar deseabas provocar más de ella. Y en mis piernas, un cosquilleo molesto como de millones de hormigas, conocía esta sensación horrenda de otras situaciones, como despertar sobre tu brazo dormido y sentir la sangre empujando dentro del mismo, haciendo que volvieras a saber de el. Ardía allí. Quería explotar. De calor. De pena.
Una risa culpable se me escapó, no podía evitar preocuparme aunque una parte de mi estuviese muy segura que si fuese por quejarse y decirme exactamente que quería, la mujer no pensaría dos veces en hablar.
Reivy era grande. Lo sabía ya, era alta. Pero viéndola aquí, era grande. Me hallé presionando la cintura contra la suya, como si eso fuese a quitar el picor aunque solo lo sentía empeorando. Presioné el resto de mi cuerpo abajo también, mi pecho sobre sus senos, mi boca sobre sus labios, y su barbilla y su cuello. ¿Lo besaba? ¿Lo mordía?
Fueron besos. O habrían sido solo eso si la dragona dejase de robarme el aliento y me viese obligado a respirar, respirar demasiado agitado para que hacerlo por la nariz fuese suficiente, a abrir la boca para suspirar su nombre sobre su cuello y encontrar imposible no morderlo al observarlo.
Mis manos fueron abajo al no tener lugar en su pecho por mi pecho. Arañé accidentalmente sus piernas en un intento de tomarlas, y las acaricié por detrás, empujando ambas arriba en un intento de llevar en la misma dirección todo su peso y cuerpo para ver si obtenía más espacio en su cuello para mi boca. En respuesta a sus uñas enterré lentamente las mías sobre su trasero antes de aflojar el agarré al notarlo.
Un pedazo de mi solo estaba murmurando, mierda, ¿qué estaba haciendo? Mi imagen mental de esto es que desde sus ojos debía parecer que la estaba wrestleando. El otro solo llevaba mis ardores, todos crecientes, todos extendiendo por todos lados. Llegué a creer que en algún momento se volvería a abrir una de las cicatrices de mi espalda.
Anders
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