La curiosidad bajo cero [Privado]
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La curiosidad bajo cero [Privado]
Debía ser primavera, llevaba ya un tiempo en Dundarak, y la temperatura y el tiempo parecían que empezaban a mejorar. Era un a ciudad hermosa, sus calles eran frías, pero sus habitantes irradiaban calor y bienestar. Había llegado al norte en busca de conocimiento (como siempre) guiada por la creencia de la existencia de una planta sanadora que no aparecía ni en los libros.
La primera vez que oí hablar de ella de una forma seria fue directamente del viejo mago que me acogió cuando era más joven en Beltrexus, el cuál defendía con vehemencia que aquella planta existía. El problema que yo le veía era que las únicas fuentes de infomación que había podido encontrar eran viejas canciones y fábulas. Las historias contaban que bajo una capa de hielo frío e inhumano se hallaba una planta con tales poderes curativos capaces de devolverle la vida a los casi muertos.
Obviamente, mi propio escepticismo me decía que era imposible que una planta con tales virtudes aún no se hubiera encontrado, no se hubiera probado y no se hubiera comercializado a precio de oro. Pero las canciones de las brujas así lo narraban, y claro, a curiosa no me ganaba nadie.
Me puse delante de un mapa y me dispuse a viajar al norte, hacia territorios helados, en busca de una planta que era muy probable que solo fuera fruto de trovadores embaucadores con las manos demasiado largas. Aún así, recolectar plantas y encontrar conocimiento por el camino ya era suficiente aliciente para emprender tal viaje.
Vendiendo alguno que otro remedio natural junto con ungüentos de cualquier tipo en Dundarak, conseguí el dinero suficiente para poder adquirir un abrigo grueso y el material necesario para poder perforar hielo, y emprendí mi viaje hacia las estepas y llanuras nevadas, en dirección hacia el mayor lago helado del continente.
Cuando llegué al lago, los vientos gélidos habían cortado mis manos y mi cara, pero aún así, cansada como estaba, me senté en la nieve de las orillas del hielo. Reinaba el silencio en esos lares. Y se respiraba una calma helada pero reconfortante. El sol estaba casi en el medio día y me permití unos segundos para absorber los tan preciados cálidos rayos del rey astro. Por primera vez en unos días, sentí el peso del cansancio primero en mis piernas, luego en los brazos, como iba invadiendo todo mi cuerpo poco a poco hasta llegar a los párpados.
Fue en ese momento en que me tumbé en el suelo, con el crujir de la nieve mojada en mi espalda y el sol calentándome el cuerpo cansado hasta que me dormí.
La primera vez que oí hablar de ella de una forma seria fue directamente del viejo mago que me acogió cuando era más joven en Beltrexus, el cuál defendía con vehemencia que aquella planta existía. El problema que yo le veía era que las únicas fuentes de infomación que había podido encontrar eran viejas canciones y fábulas. Las historias contaban que bajo una capa de hielo frío e inhumano se hallaba una planta con tales poderes curativos capaces de devolverle la vida a los casi muertos.
Obviamente, mi propio escepticismo me decía que era imposible que una planta con tales virtudes aún no se hubiera encontrado, no se hubiera probado y no se hubiera comercializado a precio de oro. Pero las canciones de las brujas así lo narraban, y claro, a curiosa no me ganaba nadie.
En su cama de hielo
descansa la semilla dorada
Aprendiendo la vida
Dichosamente, como
La planta nueva aprende
En suelo helado. Eco.
Que, a la doble distancia,
Generoso hoy te vuelve,
En leyenda, a tu origen
Et in Arcadia ego.
descansa la semilla dorada
Aprendiendo la vida
Dichosamente, como
La planta nueva aprende
En suelo helado. Eco.
Que, a la doble distancia,
Generoso hoy te vuelve,
En leyenda, a tu origen
Et in Arcadia ego.
Me puse delante de un mapa y me dispuse a viajar al norte, hacia territorios helados, en busca de una planta que era muy probable que solo fuera fruto de trovadores embaucadores con las manos demasiado largas. Aún así, recolectar plantas y encontrar conocimiento por el camino ya era suficiente aliciente para emprender tal viaje.
Vendiendo alguno que otro remedio natural junto con ungüentos de cualquier tipo en Dundarak, conseguí el dinero suficiente para poder adquirir un abrigo grueso y el material necesario para poder perforar hielo, y emprendí mi viaje hacia las estepas y llanuras nevadas, en dirección hacia el mayor lago helado del continente.
Cuando llegué al lago, los vientos gélidos habían cortado mis manos y mi cara, pero aún así, cansada como estaba, me senté en la nieve de las orillas del hielo. Reinaba el silencio en esos lares. Y se respiraba una calma helada pero reconfortante. El sol estaba casi en el medio día y me permití unos segundos para absorber los tan preciados cálidos rayos del rey astro. Por primera vez en unos días, sentí el peso del cansancio primero en mis piernas, luego en los brazos, como iba invadiendo todo mi cuerpo poco a poco hasta llegar a los párpados.
Fue en ese momento en que me tumbé en el suelo, con el crujir de la nieve mojada en mi espalda y el sol calentándome el cuerpo cansado hasta que me dormí.
Zarina
Experto
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Re: La curiosidad bajo cero [Privado]
-Sashenka Dozorova cumplirás con tu deber como única hija de la familia, quieras o no - Las gélidas palabras salieron de boca de su madre mientras cenaban. Sasha hubiese preferido que se lo gritaran, que golpeara la mesa, incluso algún insulto hubiese sido mejor que esa oración sin emoción alguna.
Se encontraban cenando los tres juntos por primera vez desde que Sasha había llegado, y hacía dos semanas que la dragona había vuelto al hogar. De todas maneras, lo mismo habría valido el que hubiese estado comiendo sola, como todas las noches anteriores, se encontraban sentados su padre en una punta de la mesa y su madre en la otra, la misma era lo suficientemente larga como para que siquiera estirándose al máximo pudiera llegar a tocarlos a ninguno de los dos.
De cualquier manera, a ningún miembro de la familia Dozorova se le hubiese ocurrido buscar algún tipo de contacto, ese tipo de cosas no eran para las familias respetables. Así que cada uno comía en silencio, logrando que la estancia pareciera mucho más grande, oscura y fría. El comentario de su madre había roto el mutismo general, evidentemente se había enterado que nuevamente su hija se había negado a tener una entrevista con algún posible pretendiente y eso había disparado su mal humor.
-No puedes hacer una boda sí la novia no se presenta, Madre - Respondió con la misma frialdad Sasha, sin apartar los ojos de su plato de comida.
Llevaban teniendo esa discusión desde que tenía unos diez años cuando sus padres habían comenzado a elegirle candidatos. Y sus respuestas no habían variado desde entonces, así que en cierto sentido estaba acostumbrada a ese destrato. Al día siguiente se repetiría lo mismo, y al siguiente y al siguiente, Sashenka prefirió evitar otro posible conflicto y al otro día salió temprano del castillo, con la excusa de dar una vuelta por el territorio.
Agarró su caballo, los sirvientes le prepararon una mochila con los materiales necesarios para pasar el día entero lejos de la casa y la pusieron en la montura. El clima estaba agradable para quienes estaban acostumbrados a vivir en el norte, por lo que no llevaba demasiado abrigo. En cuanto estuvo lejos del castillo comenzó a sentir como el peso en sus hombros se aligeraba.
Cabalgo largo rato, no es como si conscientemente buscara alejarse de todo aquello, pero en parte era así. No tenía un rumbo fijo, simplemente quería poner la mayor distancia posible entre sus supuestas obligaciones y ella. Al final terminó en el inmenso Lago Helado, como aún no era verano seguía estando congelado, incluso se podía caminar por arriba de él sin inconveniente, de cualquier manera la dragona prefirió rodearlo.
A medida que iba andando, una figura tirada en la nieve llamó su atención. Cualquier habitante del norte sabía que quedarse acostado sobre la nieve era sumamente peligroso, el frío podía no ser demasiado, pero aún así generaba una sensación de adormecimiento que podía llegar a ser mortal. Agitó las riendas para acercarse más rápido, para su sorpresa, conocía a la joven, se había encontrado con ella una noche cuando estaba de camino a su hogar.
Se bajó del caballo y se inclinó junto a ella.
-Oye, oye ¿Puedes escucharme? - Pasó una mano por debajo de su nuca para levantar ligeramente la cabeza, mientras que acercaba el oído intentando escuchar su respiración.
Se encontraban cenando los tres juntos por primera vez desde que Sasha había llegado, y hacía dos semanas que la dragona había vuelto al hogar. De todas maneras, lo mismo habría valido el que hubiese estado comiendo sola, como todas las noches anteriores, se encontraban sentados su padre en una punta de la mesa y su madre en la otra, la misma era lo suficientemente larga como para que siquiera estirándose al máximo pudiera llegar a tocarlos a ninguno de los dos.
De cualquier manera, a ningún miembro de la familia Dozorova se le hubiese ocurrido buscar algún tipo de contacto, ese tipo de cosas no eran para las familias respetables. Así que cada uno comía en silencio, logrando que la estancia pareciera mucho más grande, oscura y fría. El comentario de su madre había roto el mutismo general, evidentemente se había enterado que nuevamente su hija se había negado a tener una entrevista con algún posible pretendiente y eso había disparado su mal humor.
-No puedes hacer una boda sí la novia no se presenta, Madre - Respondió con la misma frialdad Sasha, sin apartar los ojos de su plato de comida.
Llevaban teniendo esa discusión desde que tenía unos diez años cuando sus padres habían comenzado a elegirle candidatos. Y sus respuestas no habían variado desde entonces, así que en cierto sentido estaba acostumbrada a ese destrato. Al día siguiente se repetiría lo mismo, y al siguiente y al siguiente, Sashenka prefirió evitar otro posible conflicto y al otro día salió temprano del castillo, con la excusa de dar una vuelta por el territorio.
Agarró su caballo, los sirvientes le prepararon una mochila con los materiales necesarios para pasar el día entero lejos de la casa y la pusieron en la montura. El clima estaba agradable para quienes estaban acostumbrados a vivir en el norte, por lo que no llevaba demasiado abrigo. En cuanto estuvo lejos del castillo comenzó a sentir como el peso en sus hombros se aligeraba.
Cabalgo largo rato, no es como si conscientemente buscara alejarse de todo aquello, pero en parte era así. No tenía un rumbo fijo, simplemente quería poner la mayor distancia posible entre sus supuestas obligaciones y ella. Al final terminó en el inmenso Lago Helado, como aún no era verano seguía estando congelado, incluso se podía caminar por arriba de él sin inconveniente, de cualquier manera la dragona prefirió rodearlo.
A medida que iba andando, una figura tirada en la nieve llamó su atención. Cualquier habitante del norte sabía que quedarse acostado sobre la nieve era sumamente peligroso, el frío podía no ser demasiado, pero aún así generaba una sensación de adormecimiento que podía llegar a ser mortal. Agitó las riendas para acercarse más rápido, para su sorpresa, conocía a la joven, se había encontrado con ella una noche cuando estaba de camino a su hogar.
Se bajó del caballo y se inclinó junto a ella.
-Oye, oye ¿Puedes escucharme? - Pasó una mano por debajo de su nuca para levantar ligeramente la cabeza, mientras que acercaba el oído intentando escuchar su respiración.
Sashenka Dozorova
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Re: La curiosidad bajo cero [Privado]
Soñé. Tumbada en medio de la nieve soñé que estaba en lo alto de las nubes, que pesaba cual pluma de ave al viento, que volaba con las más hermosas bestias que mi subconsciente podía imaginar. Había leones, dragones e incluso hadas y pegasos. Me sentía libre y despreocupada, muy ajena a mi peligrosa realidad. Ahora, viéndolo en perspectiva, que pacífico tenía que ser morir así.
Pero algo me sacó de mi ensueño. Noté, a lo lejos, unos pasos firmes y constantes que retumbaban por el suelo hasta quedarse impregnados en mi columna vertebral. Ese fue el primer momento que volví a la realidad, notando como el frío había calado hasta mis huesos. No podía moverme.
Los pasos se detuvieron, cerca de mi cuerpo inmóvil. Luego otros pasos distintos, mucho más suaves y elegantes se acercaron a mi, escuché de lejos una voz que de alguna forma parecía conocida. Noté como mi cabeza era levantada del suelo, con una especie de ternura que se me hizo difícil de identificar. Alguien estaba comprobando que respirara. Fue ese movimiento el que me permitió entreabrir los ojos.
Lo primero que hice fue poner la vista al horizonte, más allá de donde el hielo se juntaba con el cielo, y me di cuenta que el sol había recorrido buena parte de la bóveda celeste, ya no era tan potente como lo había sido horas antes. "¿Tanto he dormido?" Fue mi primer pensamiento consciente.
El tiempo había pasado con una velocidad vertiginosa y fue entonces que me di cuenta del peligro al que había estado sometida esa tarde. Si me hubiera quedado allí tendida, hubiera sido el fin. Habría muerto ya fuera por congelación debido a las bajas temperaturas que se alcanzaban durante la noche, o devorada por algún animal salvaje dispuesto a acercarse al lago helado. Veía mucho más probable la primera opción, la verdad.
Me alarmé un poco, y fue entonces cuando volví a recordar que alguien aún me estaba sosteniendo la cabeza en alto. Miré a contraluz a esa persona y mi sorpresa fue enorme. Primero fueron sus ojos, unos ojos negros, vivos, pero sobretodo conocidos. El cabello oscuro y la cara seria denotaban preocupación. Estaba segura de que ella también me había reconocido.
Intenté apoyar mi codo en el suelo, a modo de incorporación. Estaba entumecido, pero sirvió de aguante. Me fui levantando poco a poco, intentando activar todos y cada uno de mis músculos ahora helados, hasta quedar medio sentada. Entonces, después del tercer intento para hablar, con un hilo de voz dije: - Sa... Sashenka... ¿Qué haces por aquí? Hace frío ¿eh? - Esbocé una sonrisa tímida. Recuerdo no poder pensar con claridad, como si mi cerebro estuviera también cubierto de hielo. No me faltaban razones para pensar que mi comportamiento se asemejaba al de alguien que había bebido demasiado y que era incapaz de controlar lo que decía o hacía.
Me sentí tonta y estúpida por haberme puesto a mi misma en una situación tan peliaguda, pero agradecida por la aparición de Sashenka. Recordé fugazmente nuestro encuentro con el Gato de Aresire y como ella se había puesto entre la criatura y yo para protegerme. Me sentí aliviada y recuerdo pensar que esa mujer era mi ángel de la guarda.
Pero algo me sacó de mi ensueño. Noté, a lo lejos, unos pasos firmes y constantes que retumbaban por el suelo hasta quedarse impregnados en mi columna vertebral. Ese fue el primer momento que volví a la realidad, notando como el frío había calado hasta mis huesos. No podía moverme.
Los pasos se detuvieron, cerca de mi cuerpo inmóvil. Luego otros pasos distintos, mucho más suaves y elegantes se acercaron a mi, escuché de lejos una voz que de alguna forma parecía conocida. Noté como mi cabeza era levantada del suelo, con una especie de ternura que se me hizo difícil de identificar. Alguien estaba comprobando que respirara. Fue ese movimiento el que me permitió entreabrir los ojos.
Lo primero que hice fue poner la vista al horizonte, más allá de donde el hielo se juntaba con el cielo, y me di cuenta que el sol había recorrido buena parte de la bóveda celeste, ya no era tan potente como lo había sido horas antes. "¿Tanto he dormido?" Fue mi primer pensamiento consciente.
El tiempo había pasado con una velocidad vertiginosa y fue entonces que me di cuenta del peligro al que había estado sometida esa tarde. Si me hubiera quedado allí tendida, hubiera sido el fin. Habría muerto ya fuera por congelación debido a las bajas temperaturas que se alcanzaban durante la noche, o devorada por algún animal salvaje dispuesto a acercarse al lago helado. Veía mucho más probable la primera opción, la verdad.
Me alarmé un poco, y fue entonces cuando volví a recordar que alguien aún me estaba sosteniendo la cabeza en alto. Miré a contraluz a esa persona y mi sorpresa fue enorme. Primero fueron sus ojos, unos ojos negros, vivos, pero sobretodo conocidos. El cabello oscuro y la cara seria denotaban preocupación. Estaba segura de que ella también me había reconocido.
Intenté apoyar mi codo en el suelo, a modo de incorporación. Estaba entumecido, pero sirvió de aguante. Me fui levantando poco a poco, intentando activar todos y cada uno de mis músculos ahora helados, hasta quedar medio sentada. Entonces, después del tercer intento para hablar, con un hilo de voz dije: - Sa... Sashenka... ¿Qué haces por aquí? Hace frío ¿eh? - Esbocé una sonrisa tímida. Recuerdo no poder pensar con claridad, como si mi cerebro estuviera también cubierto de hielo. No me faltaban razones para pensar que mi comportamiento se asemejaba al de alguien que había bebido demasiado y que era incapaz de controlar lo que decía o hacía.
Me sentí tonta y estúpida por haberme puesto a mi misma en una situación tan peliaguda, pero agradecida por la aparición de Sashenka. Recordé fugazmente nuestro encuentro con el Gato de Aresire y como ella se había puesto entre la criatura y yo para protegerme. Me sentí aliviada y recuerdo pensar que esa mujer era mi ángel de la guarda.
Zarina
Experto
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Re: La curiosidad bajo cero [Privado]
La muchacha parecía estar confusa, miró el cielo y fue evidente su sorpresa, por lo que Sasha supuso que había perdido la noción del tiempo. Era algo bastante habitual que la gente, desacostumbrada a esas temperaturas, no notara los signos de peligro. Se quedaban quietos, descansando, y pronto comenzaban a sentirse más y más cómodos en la nieve, hasta que caían en una especie de adormecimiento.... Algunos nunca despertaban.
-Cuidado, levántate despacio - A la joven le costó varios intentos el poder incorporarse ¿Hacía cuantas horas que estaba allí tirada? Sashenka se sacó su capa y la pasó alrededor de los hombros de la hechicera - Tu ropa está mojada, abrígate con esto - Cuando estuvo segura que no iba a caerse la soltó - Las tierras de mi familia no están lejos de aquí, simplemente salí a... Dar un paseo - Desvió la mirada, no conocía lo suficiente a esa mujer como para explicarle su sensible situación familiar.
Se puso de pie y con seriedad asintió cuando Zarina comentó lo del frío, claramente para Sasha no era tanto, se notaba que estaban ya en temporadas más calurosas.
-Si hubieses intentado lo mismo en invierno, ahora estarías muerta. No vuelvas a descansar en la nieve - Le advirtió aunque su gesto se mantuvo neutro - ¿Qué haces tan al Norte? No es un sitio para visitar a la ligera - Quizás otras partes del continente no tenían tantos inconvenientes, salvo por el bosque de los elfos el resto era bastante transitable. Pero había que tener un buen motivo para querer ir a un sitio tan recóndito como el lago helado - En cualquier caso, te prometí la ayuda de la familia Dozorova cuando vinieras por está región -
La muchacha podía o bien tomarla, o bien decirle que no quería que nadie se metiera en sus asuntos, no sería Sashenka la que mirara con malos ojos si prefería estar sola mientras hacía lo que sea que estuviera por hacer. Se fijó en que Zarina llevaba algo de equipo, la primera (y única) vez que se habían visto la joven había demostrado tener una excelente habilidad con las plantas.
-¿Sabes qué fue del resto? ¿Volviste a encontrarlos? - Uno se había ido sin pasar siquiera la noche con el grupo, y el otro cuando Sashenka había despertado ya no estaba. No había ningún motivo lógico para que Zarina los hubiese encontrado de nuevo, pero era necesario sacar charla de algo “Y evitar así el regreso a casa durante un tiempo más” pensó la dragona.
Le ofreció una mano para que terminara de levantarse, luego fue a por su caballo y lo acercó agarrándolo por las riendas.
-¿Te sientes bien como para caminar? Sino puedes subir a la montura y yo la guío - Tardarían un rato en llegar a alguna aldea, pero eso era algo bueno para Sasha.
-Cuidado, levántate despacio - A la joven le costó varios intentos el poder incorporarse ¿Hacía cuantas horas que estaba allí tirada? Sashenka se sacó su capa y la pasó alrededor de los hombros de la hechicera - Tu ropa está mojada, abrígate con esto - Cuando estuvo segura que no iba a caerse la soltó - Las tierras de mi familia no están lejos de aquí, simplemente salí a... Dar un paseo - Desvió la mirada, no conocía lo suficiente a esa mujer como para explicarle su sensible situación familiar.
Se puso de pie y con seriedad asintió cuando Zarina comentó lo del frío, claramente para Sasha no era tanto, se notaba que estaban ya en temporadas más calurosas.
-Si hubieses intentado lo mismo en invierno, ahora estarías muerta. No vuelvas a descansar en la nieve - Le advirtió aunque su gesto se mantuvo neutro - ¿Qué haces tan al Norte? No es un sitio para visitar a la ligera - Quizás otras partes del continente no tenían tantos inconvenientes, salvo por el bosque de los elfos el resto era bastante transitable. Pero había que tener un buen motivo para querer ir a un sitio tan recóndito como el lago helado - En cualquier caso, te prometí la ayuda de la familia Dozorova cuando vinieras por está región -
La muchacha podía o bien tomarla, o bien decirle que no quería que nadie se metiera en sus asuntos, no sería Sashenka la que mirara con malos ojos si prefería estar sola mientras hacía lo que sea que estuviera por hacer. Se fijó en que Zarina llevaba algo de equipo, la primera (y única) vez que se habían visto la joven había demostrado tener una excelente habilidad con las plantas.
-¿Sabes qué fue del resto? ¿Volviste a encontrarlos? - Uno se había ido sin pasar siquiera la noche con el grupo, y el otro cuando Sashenka había despertado ya no estaba. No había ningún motivo lógico para que Zarina los hubiese encontrado de nuevo, pero era necesario sacar charla de algo “Y evitar así el regreso a casa durante un tiempo más” pensó la dragona.
Le ofreció una mano para que terminara de levantarse, luego fue a por su caballo y lo acercó agarrándolo por las riendas.
-¿Te sientes bien como para caminar? Sino puedes subir a la montura y yo la guío - Tardarían un rato en llegar a alguna aldea, pero eso era algo bueno para Sasha.
Sashenka Dozorova
Honorable
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Re: La curiosidad bajo cero [Privado]
Definitivamente Sashenka era un ángel que los espíritus me habían mandado para salvarme. Ese día gasté toda la suerte que había estado acumulando a lo largo del tiempo. Me dejó su capa porque mi ropa estaba mojada, me ofreció casa ya que su familia vivía por la zona, caballo por si no podía andar hasta la aldea más próxima, se preocupó por mi estado, por las personas con las que nos habíamos encontrado. Era un cielo.
Aún así, su gesto seguía impasible y neutro. Solo vi un atisbo de... creo que fue lástima... al mencionar su hogar y las tierras de su familia. Parecía totalmente aclimatada al tiempo que hacía, a las temperaturas aún gélidas aunque ya estuviéramos a finales de invierno y las éstas se hubieran regulado un poco. Pero tenía razón. Estaba mucho al Norte, incluso puede que demasiado, y creo que esa fue una de las veces que más al Norte estuve.
Noté como me ardían las mejillas. Estaba yo congelada, mojada y desubicada, pero mi cuerpo decidió reaccionar ruborizándome como si me hubieran pegado un par de puñetazos en las mejillas. Emocionalmente me sentía igual, abatida y hecha un desastre. Me sentía avergonzada y culpable. Pero todo parecía desaparecer con Sashenka allí.
Me puse en pie, como pude, di un par de pasos con calma, y vi como mis piernas entumecidas me aguantaban. Solo necesitaba ejercitarlas un poco, por lo que le dije - Voy a poder caminar, es más, me irá bien. - No levanté la vista hacia ella, seguía ruborizada y avergonzada, así que evité el contacto visual con ella todo lo que pude. Me acerqué al caballo que estaba allí parado, a la espera de alguna orden de su jefa. Primero dejé que me oliera y una vez me hubo aceptado, le acaricié la cabeza y el cuello. Era un buen ejemplar, fuerte y robusto. - Es un buen caballo. - Le dije a Sashenka, a modo de admiración de su corcel.
Una vez el color de mis mejillas hubo desaparecido lo suficiente como para no parecer estúpida, me di la vuelta y respondí a todas las preguntas que ella me había hecho. Empezando por qué hacía allí: - El hombre que me cuidó cuando mis padres desaparecieron siempre me había contado la historia de una planta que crecía en el norte, bajo el hielo, y que se supone que tiene poderes curativos excepcionales. Los cuentos y canciones de brujas así también lo narran, así que, aquí estoy. - Le dirigí una sonrisa amplia y sincera, incluso un poco ingenua.
Me sentía bien, aunque aún estaba helada. Mi cuerpo parecía responder bien bajo la capa de Sashenka. - Por cierto, gracias por la capa, y lo siento si te he preocupado. - Seguía sonriendo, pero un poco más forzado esta vez.
Me apresuré a cambiar de tema - Respecto a los otros, Sasha se fue justo antes de que amaneciera, yo hice su turno de vigilancia para que pudiera descansar. - Sasha era un hombre interesante, me hubiera gustado saber más de él, la verdad. Me quedaron muchas incógnitas por resolver de su persona, pero supuse que no era el momento ni el tiempo adecuado. Solo el futuro sabia si nos volveríamos a encontrar. - Y por lo que hace al otro hombre, el que se fue sin ni siquiera decirnos su nombre, me lo encontré hace no mucho en Dundarak, antes de emprender el viaje hasta aquí. Su nombre es Saintus, ya te contaré de él, menuda pieza - Solté una risita.
Me situé al lado derecho del caballo, mirándola a ella - ¿Andamos? Me iría bien, la verdad. - Tenía ganas de volver a notarme al 100% mis piernas. - Y cuéntame ¿qué es de tu vida? - Quería saber más de ella. Solo sabía que era una guardia de Lunargenta, que tenía familiares en el Norte y que su nombre era Sashenka.
Aún así, su gesto seguía impasible y neutro. Solo vi un atisbo de... creo que fue lástima... al mencionar su hogar y las tierras de su familia. Parecía totalmente aclimatada al tiempo que hacía, a las temperaturas aún gélidas aunque ya estuviéramos a finales de invierno y las éstas se hubieran regulado un poco. Pero tenía razón. Estaba mucho al Norte, incluso puede que demasiado, y creo que esa fue una de las veces que más al Norte estuve.
Noté como me ardían las mejillas. Estaba yo congelada, mojada y desubicada, pero mi cuerpo decidió reaccionar ruborizándome como si me hubieran pegado un par de puñetazos en las mejillas. Emocionalmente me sentía igual, abatida y hecha un desastre. Me sentía avergonzada y culpable. Pero todo parecía desaparecer con Sashenka allí.
Me puse en pie, como pude, di un par de pasos con calma, y vi como mis piernas entumecidas me aguantaban. Solo necesitaba ejercitarlas un poco, por lo que le dije - Voy a poder caminar, es más, me irá bien. - No levanté la vista hacia ella, seguía ruborizada y avergonzada, así que evité el contacto visual con ella todo lo que pude. Me acerqué al caballo que estaba allí parado, a la espera de alguna orden de su jefa. Primero dejé que me oliera y una vez me hubo aceptado, le acaricié la cabeza y el cuello. Era un buen ejemplar, fuerte y robusto. - Es un buen caballo. - Le dije a Sashenka, a modo de admiración de su corcel.
Una vez el color de mis mejillas hubo desaparecido lo suficiente como para no parecer estúpida, me di la vuelta y respondí a todas las preguntas que ella me había hecho. Empezando por qué hacía allí: - El hombre que me cuidó cuando mis padres desaparecieron siempre me había contado la historia de una planta que crecía en el norte, bajo el hielo, y que se supone que tiene poderes curativos excepcionales. Los cuentos y canciones de brujas así también lo narran, así que, aquí estoy. - Le dirigí una sonrisa amplia y sincera, incluso un poco ingenua.
Me sentía bien, aunque aún estaba helada. Mi cuerpo parecía responder bien bajo la capa de Sashenka. - Por cierto, gracias por la capa, y lo siento si te he preocupado. - Seguía sonriendo, pero un poco más forzado esta vez.
Me apresuré a cambiar de tema - Respecto a los otros, Sasha se fue justo antes de que amaneciera, yo hice su turno de vigilancia para que pudiera descansar. - Sasha era un hombre interesante, me hubiera gustado saber más de él, la verdad. Me quedaron muchas incógnitas por resolver de su persona, pero supuse que no era el momento ni el tiempo adecuado. Solo el futuro sabia si nos volveríamos a encontrar. - Y por lo que hace al otro hombre, el que se fue sin ni siquiera decirnos su nombre, me lo encontré hace no mucho en Dundarak, antes de emprender el viaje hasta aquí. Su nombre es Saintus, ya te contaré de él, menuda pieza - Solté una risita.
Me situé al lado derecho del caballo, mirándola a ella - ¿Andamos? Me iría bien, la verdad. - Tenía ganas de volver a notarme al 100% mis piernas. - Y cuéntame ¿qué es de tu vida? - Quería saber más de ella. Solo sabía que era una guardia de Lunargenta, que tenía familiares en el Norte y que su nombre era Sashenka.
Zarina
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Re: La curiosidad bajo cero [Privado]
Asintió cuando Zarina comentó sobre la calidad de la montura, a la vez que le hacía mimos al animal, ciertamente era un excelente caballo. Como era de esperarse, su familia tenía muchos ejemplares de distintas calidades en las caballerizas, aún así, Sashenka siempre elegía a este cuando tenía que salir porque en cierto modo había generado un lazo especial con él.
-Me lo regalaron al poco tiempo de llegar a la Guardia, un compañero de armas me lo ofreció como obsequio luego de que logré ingresar a las Fuerzas - Se quedó pensando unos segundos - Se llama Trotamundos, y dicen que es uno de los caballos más rápidos de Verisar - El animal la miraba de costado y levantaba la cabeza de vez en vez, casi como sí entendiera de qué hablaban.
Escuchó los motivos de la chica para estar en un lugar tan alejado de todo, ciertamente muchos viajeros se internaban en esos bosques y montañas en busca de plantas o animales que no se podían encontrar en ningún otro lado. Y así también muchos desaparecían y encontraban sus cuerpos congelados o parcialmente comidos por bestias cuando algún grupo de aventureros profesionales exploraban por la zona.
Sasha pensó en decirle algo como eso, pero parecía que con la amonestación anterior ya era suficiente “Sus mejillas aún están coloradas, seguro no necesita que la siga retando”
-¿Tienes alguna idea de en qué tipo de zonas crece? ¿Viste ya alguna? - Miro el lago - Espero que no estén en el agua, no hay forma de nadar sin congelarse - Ante el agradecimiento asintió - No fue nada, tu curaste mi pierna en aquella ocasión, sí seguía sangrando también habría sido peligroso. Así que estamos a mano -
Comenzaron a caminar, lentamente para que la joven no perdiera el equilibrio ya que probablemente sus músculos debían estar bastante entumecidos.
-¿Mi vida? - Se quedó desconcertada porque había pasado un buen tiempo desde la última vez que le habían preguntado por cómo estaba o cómo se sentía - Solo estoy de visita en casa de mis padres, pero no durará mucho, debo regresar a la Guardia cuanto antes - Y su tono no era de consternación por tener que irse, sino más bien de premura - Mis tiempos de entrenamiento se vieron seriamente disminuidos y eso podría tener repercusiones en mi desempeño cuando regrese a estar en actividad -
Tal vez para quien no conociera esas tierras podría parecer que iban sin ninguna dirección en concreto, pero Sashenka conocía muy bien esa zona, así que no tenía problemas para guiarse.
-El otro sujeto, el que no se presentó, parecía ser algo ambiguo en sus intenciones. Nunca me quedó claro si quería pelear con nosotros, sí le daba igual o sí quería ser amable - La dragona iba mirando al frente, llevando las riendas del caballo quien seguía sus indicaciones con docilidad - ¿Vas a seguir buscando la planta ahora? Quizás sería mejor sí te recuperas un poco antes de seguir -
-Me lo regalaron al poco tiempo de llegar a la Guardia, un compañero de armas me lo ofreció como obsequio luego de que logré ingresar a las Fuerzas - Se quedó pensando unos segundos - Se llama Trotamundos, y dicen que es uno de los caballos más rápidos de Verisar - El animal la miraba de costado y levantaba la cabeza de vez en vez, casi como sí entendiera de qué hablaban.
Escuchó los motivos de la chica para estar en un lugar tan alejado de todo, ciertamente muchos viajeros se internaban en esos bosques y montañas en busca de plantas o animales que no se podían encontrar en ningún otro lado. Y así también muchos desaparecían y encontraban sus cuerpos congelados o parcialmente comidos por bestias cuando algún grupo de aventureros profesionales exploraban por la zona.
Sasha pensó en decirle algo como eso, pero parecía que con la amonestación anterior ya era suficiente “Sus mejillas aún están coloradas, seguro no necesita que la siga retando”
-¿Tienes alguna idea de en qué tipo de zonas crece? ¿Viste ya alguna? - Miro el lago - Espero que no estén en el agua, no hay forma de nadar sin congelarse - Ante el agradecimiento asintió - No fue nada, tu curaste mi pierna en aquella ocasión, sí seguía sangrando también habría sido peligroso. Así que estamos a mano -
Comenzaron a caminar, lentamente para que la joven no perdiera el equilibrio ya que probablemente sus músculos debían estar bastante entumecidos.
-¿Mi vida? - Se quedó desconcertada porque había pasado un buen tiempo desde la última vez que le habían preguntado por cómo estaba o cómo se sentía - Solo estoy de visita en casa de mis padres, pero no durará mucho, debo regresar a la Guardia cuanto antes - Y su tono no era de consternación por tener que irse, sino más bien de premura - Mis tiempos de entrenamiento se vieron seriamente disminuidos y eso podría tener repercusiones en mi desempeño cuando regrese a estar en actividad -
Tal vez para quien no conociera esas tierras podría parecer que iban sin ninguna dirección en concreto, pero Sashenka conocía muy bien esa zona, así que no tenía problemas para guiarse.
-El otro sujeto, el que no se presentó, parecía ser algo ambiguo en sus intenciones. Nunca me quedó claro si quería pelear con nosotros, sí le daba igual o sí quería ser amable - La dragona iba mirando al frente, llevando las riendas del caballo quien seguía sus indicaciones con docilidad - ¿Vas a seguir buscando la planta ahora? Quizás sería mejor sí te recuperas un poco antes de seguir -
Sashenka Dozorova
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