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Mensaje  Fehu Jue 11 Dic 2014, 07:40

En el centro del Lago Helado se vislumbra un brillo peculiar que nace debajo de una delgada capa de hielo. La luz azulada atraviesa el agua congelada sin problemas y el haz puede verse a grandes distancias, más no encandila a aquél que se acerque. Los animales en las orillas del gigantesco lago observan con inquietud, pues perciben una fuerza mágica emanar desde el centro de esa masa de hielo, cuya superficie vibra muy sutilmente al punto que sólo las más delicadas aves y diminutos roedores son capaces de notarlo. Lo que ocurre es espantoso pero a la vez sumamente intrigante.

Una niña contempla desde la orilla el haz de luz, sin soltar la mano de su padre que indicó no poner pie sobre el hielo ya que con la llegada del verano el lago era una trampa mortal. Su superficie era frágil y traicionera, un paso errado en ella podía sumergir a cualquiera en una prisión que condenaba a un hipotérmico ahogamiento. El trineo a las espaldas de la modesta familia cargaba la madera que el padre había talado durante toda la mañana; era tirado por una pareja de fornidos alces que ahora descansaban, olisqueando el suelo y a veces arrancando alguna hoja del árbol más cercano.

★ ★ ★ ★ ★ ★


Para participar deberás:
Realizar un post de 40 líneas completas como mínimo.
Ir hacia el centro del lago helado y descubrir qué produce el destello.
Explicar cómo y por qué te encuentras en el Lago Helado.
Desarrollar al menos cuatro complicaciones a elegir de las siguientes:

a) Te resbalas y caes en el lago, el hielo se quiebra, sumergiéndote en el agua. b) La niña pisa el lago, el hielo cede y ella se zambulle en el agua. Deberás rescatarla. c) El padre camina sobre el lago y cae al agua. Deberás evitar que la niña lo siga y también caiga. El padre morirá, sin excepciones. d) Un dragón arriba en pleno vuelo y te ataca. e) Una jauría de perros alcanza una de las orillas. Te ataca. f) Una jauría de perros alcanza una de las orillas. Ataca a la familia y será tu tarea defenderla. g) Una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] está adherida a un pequeño tronco que golpeas. La criatura se torna agresiva. h) Un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] te ataca cuando caes al agua ó cuando rompes el hielo para descubrir el origen del haz de luz (optar por una de las dos decisiones). i) Un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] se acerca a atacarte. Puedes optar entre... el troll rompe el hielo con su peso y se ahoga bajo la superficie ó luchas con este ser. De elegir la segunda opción la recompensa será aún mayor.


Sólo un personaje puede participar a la vez. Una vez un personaje postee y cumpla con los requisitos, este Tema será cerrado.



Este post de Evento resguarda una recompensa considerable.



Proviene del Evento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
El texto
subrayado y en cursiva contiene un link.
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Mensaje  Athos Jue 11 Dic 2014, 12:09

No importaba lo que otros dijeran sobre el clima en el Reino del Norte, para Athos, éste era su hogar y lo apreciaba con todo su corazón. Cada detalle del helado ambiente lo aceptaba y disfrutaba. Hallaba belleza en la nieve que cubría las casas y tapizaba las majestuosas montañas. Agradecía los fríos vientos, puesto que éstos mantenían su naturaleza destructiva en un estado manso, fácil de domar. De no ser por el constante invierno, quizá jamás hubiese sido capaz de encontrar la paz que ahora gozaba. Sonreía complacido a las nubes, que simbolizaban las cadenas que lo mantenían bajo control.

A manera de retribución, el dragón caminaba por los naturales, por encima de la densa nieve, a través de los pinos que jamás cedían a las tormentas, bajando por las inclinadas montañas, adentrándose a los rincones menos explorados del Norte sin miedo, sólo con gratitud y pasión. Ése era su casa, y la quería conocer por completo, para respetarla y amarla como una sola entidad, sin excepciones.

Su camina le llevó al Lago Helado, profundo y solemne. Le encantaba la filosofía que éste le transmitía. “Podemos pasar temporadas siendo rígidos y negándolos al cambio, pero eventualmente nos romperemos y cederemos al curso inevitable de la vida”. No se podía detener el progreso, ni frenar lo imparable, ni paralizar el ímpetu de la naturaleza. “No puedo contener este calor que llevo dentro, pero sí puedo liberarlo a mi voluntad”. Dependía de él entrenarse para controlar cada aspecto de su vida.

Usualmente el Lago era un lugar pacífico, en el sentido que pocos seres se veían deambulando por ahí, mas no en esta ocasión. Varios animales se postraban en la orilla, dirigiendo sus miradas al centro del cuerpo congelado. “Qué inusual”. Una cosa era que un conejo curioso observara cierto punto aleatorio, pero que muchos lo hicieran era toda una novedad. Y las sorpresas no cavaban ahí, pues un trineo también formaba parte de los adornos sobre el borde.

Y donde había un trineo, inevitablemente había un dueño con sus compañías. En ese caso, era un padre con su hija. “Supongo”. También podía ser un tío con su sobrina. Jalando del carrito estaban dos corpulentos alces, con la importante tarea de transportar la madera que brindaría el calor a la familia. Normalmente, tras haber estado tanto tiempo talando, el leñador se retiraba a su casa, mas no era el caso de ese señor, quien imitaba a los demás junto con la pequeña, dedicando sus miradas hacia el Lago. “¿Qué será?”

Su curiosidad por sí sola era inmensa, y ahora crecía con tan inusual panorama. Ansioso por descubrir el secreto, se arrimó. Y conforme lo hacía, una tenue luz se veía emanar desde el lago. Se acercaba, y el brillo se incrementaba. Era un lucero magnífico, muy diferente a la luz solar o a la de una llama, era como una joya perteneciente a un duende, uno meticuloso y muy desconfiado, que no mostraba a cualquiera su tesoro. La contemplaba y sentía una sonrisa fascinada dibujarse en su rostro. No era sorpresa que tantos ojos se juntaran para ser testigos de tal gloriosa estrella terrenal.

Podría estar aquí todo el día. —Habló al aire, quizá escuchado por el otro par, o quizá no, porque no dijeron alguna palabra. No los culpaba, ¿quién querría distraer sus sentidos de tan sublime vista. En cualquier caso, su comentario había sido sólo un decir, no se quedaría ahí todo el día. No porque tuviera que volver a casa, sino porque no se conformaría sólo con ver, quería saber qué era aquello. ¿Pero cómo lograrlo? “Pues nadando”. No había victoria sin sacrificios.

En lo que Athos se debatía la mejor manera para llegar al fondo del Lago, unos aullidos se oían a sus espaldas, y debido a éstos, los animales se inquietaban y comenzaban a correr despavoridos, huyendo, bien sabiendo que estaban expuestos. “Cómo no lo pensé antes”. Prácticamente todos se habían reunido como un bufet para los animales cazadores que deambulaban por esas tierras, aprovechando la ocasión.

Estaban en la peor posición. Atrapados. Incapaces de huir. Los otros animales muy fácil lograrían escapar, pero los humanos no correrían con la misma suerte. El hombre estaba cansado y atado a la velocidad de la infante, y los alces amarrados sin instructor yacían confundidos. Ya podía presenciar el escenario en donde la familia completa era devorada. Cuántas historias había escuchado con ese final, por los mismos motivos.

Suban al trineo. —Ordenó el caballero, que difícilmente expresaba la instrucción con autoridad, pues su natural tono le hacía ver como alguien sumiso. Parecía sugerencia, una que aceptaron, aunque no de inmediato.

Son demasiado rápidos, jamás los superaremos. —Decía el sujeto con mucha razón, mas no era el plan.

Ahí estarán a salvo. Y tendré que pedir prestada su hacha. —No acostumbraba cargar con armas, precisamente porque no le gustaba usarlas, pero era consciente que no tenía oportunidad contra una manada de perros hambrientos.

Blandió con incomodidad el arma. Una cosa era usarla para cortar un árbol y otra muy diferente emplearla como defensa y ofensiva. “Es mejor que nada”. Confiaba en sus habilidades marciales para obtener ventaja sobre los caninos que se acercaban. Aunque no los enfrentó de inmediato, primero se dirigió a la parte delantera para cortar las ataduras de los alces, incitando a que se fueran. Serían un estorbo menos tenerlos ahí como estatuas, incluso les convenía ser libres y correr lejos de sus cazadores. Y justo a tiempo.

Un par de perros ventajistas persiguieron a los alces que huían y se defendían con patadas traseras. No logró saber si escaparon a tiempo o si se convirtieron en comida. “Lo siento”. Era frustrante no poder proteger a todos, pero los ciudadanos tenían prioridad, ya que ellos no podrían defenderse solos.

Un perro saltó directamente hacia Athos, abriendo sus fauces y amenazando clavar sus potentes quijadas sobre el hombre. Con coordinación entrenada, puso el palo del hacha en la mandíbula del atacante, deteniendo el asalto, luego contraatacando con un bien colocado codazo en la frente, repeliéndolo. No se le dio ningún respiro, dos canes más se le echaron encima, y esta vez no estaba en la posición adecuada para repetir la táctica. Tuvo que improvisar un débil golpe con el hacha, debilitando a uno, aunque inevitablemente siendo tumbado por el segundo.

En el suelo, casi fue atrapado por los filosos dientes de la bestia. Casi. Para su fortuna, se enfrentaba a una especie que no era capaz de comprender la mecánica del combate como un hombre, por lo que sólo se concentraba en morder y no en someter. Como artista marcial, Athos sabía pelear en una situación así y aprovechar sus extremidades para obtener ventaja. Evitó la mordida simplemente sosteniendo el cuello de su enemigo con ambas manos, mientras que con sus talones golpeaba los costados, justo en las partes blandas para hacer tambalear su cuerpo y empujarlo a un lado.

El forcejeo había provocado que soltara el hacha, aunque a una distancia fácil de obtener, si no tuviera que preocuparse por los perros. Estaba ahora rodeado por cinco feroces criaturas, que no esperaron para echarse encima de él. Había logrado ponerse de pie, a tiempo para recibir la brutal arremetida.

Dio una patada frontal y dos puñetazos a los lados, librándose de tres en un segundo. El que le atacó por la espalda mordió su pierna, justo por debajo de la rodilla, y por más dolor que le hubiese causado al caballero, era un ataque técnicamente impreciso. El quinto perro se lanzó encima, tumbándolo de nuevo y aplastando al can que estaba detrás.

Usó una estrategia defensiva diferente contra el nuevo adversario que tenía arriba. En lugar de frenarlo, lo abrazó con todas sus extremidades. El perro se agitaba desesperado, incómodo e imposibilitado para morderle. En esa posición, Athos rodó para quedar encima, quedando perfecto para propinar un par de puñetazos al pobre animal. Se sentía muy mal por lastimar de esa forma un tanto abusiva, pero al no poder convencerlos de alguna forma, debía luchar contra ellos para salvar a los más débiles.

Desde esa misma postura, repelió otra vez a otro perro. Eran insistentes, y tenían que serlo si querían comer. Pero tampoco era completamente tontos y tercos, sabían cuando algo no era posible, y comenzaban a darse cuenta que deberían esforzarse demasiado por tan poco. Comenzaron a titubear, ya no lanzándose de esa manera tan agresiva, adoptando semblantes más reservados.

“Error”. Con esa actitud de duda, Athos podía dejar la defensiva e ir a la ofensiva. Se puso de pie y comenzó a lanzar patadas bajas a los perros sin parar. Parecía un tornado, pues giraba conforme lanzaba ataques circulares sobre ellos, no permitiéndoles contraatacar. Las bestias no podían continuar y se retiraron.

El dragón lanzó un suspiró, observando el hacha en el suelo. “Me pregunto cuánta diferencia hiciste”. Se agachó para tomarla, pero antes revisó la mordida, la cual no era profunda, pero sí irritante. Estaría bien. Volvió al trineo, en donde estaban a salvo ese par familiar. Ellos le agradecieron con amplias sonrisas.

Perdón por soltar a sus alces… —Bajó la mirada, con su rostro dando disculpas—. Lo vi necesario.

Lo tomaron bastante bien, a fin de cuentas ya nada se podía hacer al respecto. De hecho, se le restó importancia cuando la niña se levantó con rapidez, regresando a la orilla del Lago, murmurando palabras esperanzadas de que el lucero continuara ahí. Y efectivamente ahí estaba, no había qué temer. Mas el movimiento frenético de la pequeña había sido demasiado brusco e imprudente. Se habían librado de una amenaza para ahora estar en un accidente.

La chiquilla se había acercado con tanta fuerza que al pisar el hielo, éste colapsó, tragándola dentro, en la fría agua. No vaciló, no reflexionó, no analizó. Athos pegó un saltó hacia el lago, yendo tras la niña lo antes posible. Antes de que se sumergiera más, antes de que se congelara, antes de que se ahogara. Pataleó con todas sus fuerzas, braceó con potencia, estirando sus brazos. Estaba helado, y aunque estuviera acostumbrado a las bajas temperaturas, exponerse de esa manera después de un combate no era saludable. “Si ella puede resistir, yo también”.

Cuando logró sujetarla de sus muñecas, la jaló bruscamente hacia él, abrazándola con seguridad, aunque tratando que eso no fuera violento. Regresar a la superficie fue un tanto más complicado, debía cargar con ella al mismo tiempo que consigo mismo, y todo siempre contra reloj. Tomó una decisión importante. En lugar de salir al mismo tiempo, la elevó como pudo para que ella respirara primero, y gracias a su padre, ésta pudo estar a salvo. Sólo falta él mismo. El aire se le iba y el frío entorpecía sus movimientos. Pero no se daría por vencido, tenía un as bajo la manga.

Si necesitaba calor e ímpetu, bastaba con dejar de concentrarse en estar bajo calma y permitir que su oscuridad tomara el control. Así, con una furia descontrolada, sus brazos se agitaron y sus piernas golpearon el agua con tanta fuerza que casi salía disparado fuera del agua, soltando un tosco ronquido, inhalando con arrebato. Tal vez no fue una vista agradable, pero quizá más importante era que estaba con vida, así como la niña. Aun así, tuvo que hacer un segundo esfuerzo con tal de recuperar la calma.

¿Estás bien? —Se dirigió con preocupación a la pequeña, quien asintió temblando, forzando una suave sonrisa. Era una buena chica. Se reincorporó, sacudiendo su cuerpo por un débil intento de secarse. “No importa”. Sólo era agua, no murió por estar bajo ella, no moriría por estar empapado.

Quiso volver a concentrarse en ese extraño brillo, y por un segundo lo había logrado, hasta que un pequeño temblor le hizo preocuparse. La niña gritó aterrorizada, siendo la primera en detectar el origen de ese sismo. Era un troll de montaña que había bajado hasta con ellos, tal vez hambriento o curioso. En cualquier caso, ahora miraba furioso, golpeando el piso, rugiendo terrible. Y comenzó a correr, hacia el trineo.

Corran. Aléjense. —Exclamó Athos, apresurándose a recuperar el hacha. Una vez sujetada, saltó en diagonal, alejándose de la familia y arrojando el hacha al troll. La idea era llamar su atención, hacer que se concentrara en él y no en ellos, así tal vez pudieran ponerse a salvo. “No podría ponerse peor”. Conocía a esa especie de troll, eran sumamente agresivos y por nada del mundo dejarían de perseguir a su presa. Eran la viva imagen de la terquedad.

Volvió a aullar, fulminando con su mirada al hombre, que lucía tan diminuto en comparación con ese colosal. Parecía petrificado, pero no por terror, sino porque estaba en un profundo análisis. “Cómo vencerle”. No quería matarlo, pero si no hallaba una forma de frenarle, seguramente lo aplastaría. “¿Ahogarlo?” Era una opción fantástica, no concebía una forma correcta de hacerlo sin arriesgar demasiado. “Cegarlo”. La idea cruzó su mente como un relámpago, otorgada tal vez por los dioses o inspirado por su hermana, a quien él había dejado sin el sentido de la vista hace años. “Si lo logré por accidente, lo lograré de nuevo intentando”.

No esperó a que esa bestia volviera a tomar la iniciativa, así que aceleró a su encuentro. En el instante en el que el monstruo trató azotarlo, brincó, sujetándose del pelaje y usando el propio brazo como punto de apoyo e impulsarse hasta llegar a la cabeza. Fue un rayo. Con la mano extendida, clavó sus dedos en el ojo derecho. Fue extremadamente difícil, pues eran orbes pequeños, y si no lo hacía a la velocidad adecuada, parpadearía y él sabía que la piel de esas cosas era muy dura.

A pesar de las posibilidades, logró pinchar la iris y enterrar sus dedos unos centímetros. No obstante, había quedado indefenso, por lo que el troll tuvo la facilidad de agarrarlo y arrojarlo contra un árbol. Bufó del dolor, había sido un azote duro, corrió con mucha suerte al no romperse la espalda. No en balde, no fue el sufrimiento el que predominaba, sino la sensación de victoria. El que lo hubiese lanzado en lugar de golpeado significaba que el troll no lo quería cerca, y con justa razón, le había dañado un ojo. “¿Tendré que repetir?”

Se paró con dificultad, viendo a ese mastodonte llevar su palma a la cara y tambalearse. Todo parecía indicar que la arremetida había sido exitosa. Pero no podía confiarse. Sí, él se quejaba, mas era normal sentir dolor en un órgano vital, no significaba que hubiese quedado ciego, quizá sólo le dolía. No queriendo dejar el dato al azar, se decidió por enfrentarlo de nuevo. Dio un par de puñetazos al árbol, de alguna forma tratando de ignorar la tensión en su columna. “Nada roto, estoy bien. Sólo dolor”.

Esta por correr, cuando algo le detuvo. Una sombra en la nieve llamó su atención. Se movía, y era larga, como una rama, pero no era una rama. Tornó su cabeza para descubrir lo que era. Cuando lo supo, abrió los ojos como platos, sorprendido, incluso asustado por la imagen espantosa. Era una Encarnada, un espécimen extremadamente raro, y aún así lo tenía delante suyo en una situación así. La razón, si existía, no estaba a su alcance. Era irrelevante, esa araña lo veía como presa y no sería tan fácil de patear como a un perro, a pesar de su similar tamaño. “Cuando las circunstancias son abrumadoras, lo que queda es correr”.

El plan era claro, huir de ese arácnido. El cómo hacerlo era lo realmente bello. Aceleró a la máxima velocidad que pudo en dirección al troll de montaña, quien comenzaba a lucir mejor. “Ya no me importa qué tan bien estés”. No frenó, al contrario, siguió corriendo hasta llegar a la base de la criatura. Parecía que se estamparía contra el puño del troll que se acercaba, listo para recibir a su agresor. Justo antes de ser impactado por uno y atrapado por el otro, se barrió y pasó pode debajo de las piernas del troll. Como resultado, los nudillos del colosal se encontraron con el cuerpo de la araña. La sincronización no pudo ser mejor.

La Encarnada, enfurecida, se lanzó sobre su nueva presa, mordiéndola con su potente veneno. La parálisis fue casi instantánea. Había que reconocer que ese insecto era temible, a pesar de su estatura. Por más respeto que mereciera, no podía dejar las cosas como estaban. Athos no sólo había ido hacia el troll para provocar deliberadamente ese conflicto, sino también para recuperar el hacha. “Te ocupo más que nunca”. Alzó el brazo y arrojó el instrumento hacia el hocico de la araña, clavando el filo justo en medio, poniendo fin a su vida.

Lo lamento. —Hizo una reverencia frente a sus dos rivales, ahora vencido. El troll probablemente moriría por asfixia, o por lo menos quedaría noqueado varias horas. Así que no había razón para temerle. Incluso quizá los perros volverían para comérselo. “No suena bonito, pero tampoco puedo privarlos de alimentarse”.

Dio un vistazo a su alrededor, haciéndose consciente de lo que ahora había. En especial, buscando a ese par. Seguían ahí, alejados, pero igual ahí en el borde del lago. Corrió hacia ellos, así como ellos fueron hacia él.

No podían dejar la leña aquí, ¿verdad? —Bromeó agitado, sonriéndoles. El hombre negó con la cabeza en respuesta, y la niña señaló el lago. “Por supuesto”. Ellos tampoco se conformaban con disfrutar con la vista, también querían saber lo que era. “Ya pasé por todo esto, llegar a esa fuente será una tarea simple”. Dirigió una sonrisa a la familia—. Esperen aquí, les traeré ese tesoro.

Se retiró varios pasos de ellos, a una distancia poco más de cinco metros, quizá seis. El caballero se arrodilló y comenzó a concentrarse en su transformación. Comenzó a tornarse negro, su cuerpo se expandía, le crecían las alas y le salía su cola. En un momento adoptaba la forma de un dragón oscuro con tintes rojizos. Sus patas eran gruesas y su cola parecía un tronco. Un aspecto muy distinto a su forma humana, lucía temible incluso.

Saltó, al mismo tiempo que emprendía un ligero vuelo, clavándose en el hielo y sumergiendo su cuerpo hasta el fondo. Llegó hasta esa joya mágica, y la contempló, quizá por demasiado tiempo. Era un espectáculo intrigante, incomparable, mucho más majestuoso a esa distancia. No perdió más tiempo. Con sus fuertes garras movió la tierra que le retenía y comenzó a nadar de regreso, con la estrella en manos. Antes de llegar a la superficie, abandonó su forma dragónica, volviendo a su aspecto de hombre.

Salió del lago, ignorando el frío, ignorando el dolor, ignorando todo. Llevaba la joya en manos y acercándose a la niña, poniendo una rodilla en la nieve, extendió sus brazos y entregó el premio prometido—. Es todo tuyo. Fuiste muy valiente. —Todo había valido la pena. Esa sonrisa de ángel la retendría para siempre, a pesar de su débil memoria. De eso se trataba la vida, de disfrutar de esos lindos detalles que la naturaleza nos ofrece. Estaba agradecido con todo, a pesar de los malos ratos.

___
OFF: Espero que sean 40 líneas xD Gracias por hacer este evento x3 Disfruté muchísimo escribir esto.
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[Evento] Bajo la superficie. Empty Re: [Evento] Bajo la superficie.

Mensaje  Fehu Jue 11 Dic 2014, 21:41

La niña recibió la joya con una sonrisa de eterna felicidad. Aquella sería la última sonrisa que Athos vería jamás por parte de la infante, pues una voz retumbó en la mente del dragón. - Has probado tu valor, Komar Fère. Agraciado eres y retribuido serás. - La niña puso la joya frente a su rostro y desplegó un soplido en la gema. Hecho esto, la piedra despidió un impresionante fulgor mientras se elevaba en el aire hasta suspenderse a poco más de un metro sobre la cabeza de quien segundos atrás la sostenía.

Numerosos pedazos de hielo llegaron levitando de todas partes para fundirse con la joya, formando una extraña estructura helada que poco a poco descendió a posarse en las palmas de Athos. La niña dio media vuelta y, riendo, comenzó a caminar en dirección a su padre, más antes de dar un segundo paso se desvaneció, y en su lugar aparecieron copos de nieve que se dispersaron en todas direcciones.

Si Athos volviese a mirar, notaría que tampoco quedaba rastro alguno del padre ni su trineo. En vez de ello, encontraría un grupo de extraños objetos con un mensaje adjunto: "Llevar encargo al señor Mael en Dundarak. Buen pago esperado."


Estado de la Joya:


★ ★ ★ ★ ★ ★ ★ ★ ★



¡Congratulaciones, has vencido el reto!

Has ganado:
Una esfera gélida de Navidad.
Tres esferas rojas de Navidad.
Una esfera azul de Navidad.
Dos esferas verdes de Navidad.
Un moño navideño.
Una figura de animal con forma de zorro.
Dos bolas de nieve de Navidad.
+3 Puntos de Experiencia.



Recompensas:




Has de canjear esta especial recompensa por premios en diferentes puntos de Aerandir que se presentarán en los días próximos. Serás notificado cuando esto suceda.
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