Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
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Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
-¡No! ¡No nonono NONONO! -ladró el hombre perro con desesperación.
El bardo soltó una gran bocanada de humo y se recostó en la silla, sonriendo. Pugfect Cake, dueño de la pequeña pastelería donde ahora mismo se encontraba, gritaba a sus empleados de estatura normal como si él mismo midiese dos metros. Mezclaba ladridos y palabrotas como el mejor de los marineros, algo que a la pelirroja le seguía resultando fascinante. Con el dedo rebañó la nata que quedaba en el platito de su ya desaparecido pastelillo de nata.
-¡Imposible! ¡Por mí como si le ha caído encima un rayo, un mulo o su madre ballena! ¡Dónde está mi conductoooorrrr! ¡Tarde! ¡Llega tardeeee!
Twistedtale dejó escapar una carcajada. Algunos de los clientes presentes se sonrieron en silencio, porque ya conocían al dueño de Pasteles Nari: un repostero exquisito con habilidades sublimes, pero tan corto de temperamento como su estatura. EL hombre perro se giró hacia la mujer y la señaló acusador, precipitándose en su dirección.
-¡Tú, desgraciada! Te he dicho que no fumes en mi local, ¡estropeas los aromas más delicados! -exclamó, haciendo grandes aspavientos disipando una nube de humo que había tomado forma de magdalena.- ¡Y de qué te ríes! ¡Tengo un problema muy serio!
-Cálmate, Pug. Se te van a saltar los ojos. ¿Qué diantres pasa?
-¡Pasa que Faustino no puede hacer la entrega de una de mis tartas! Que se ha roto un pie, dice, porque se le cayó encima un barril de arena. ¡Bah! ¡Y tengo una entrega urgente para la familia Velmer! Se casa el hijo y al cabezapollo del padre se le ocurre que quiere una tarta de cinco pisos. Cinco, Twist. ¡He tenido que llamar a un brujo, no había manera de mantener el equilibrio sin que se hundiera!
El hombrecillo se aupó con soltura a la silla al otro lado de la mesa, enfurruñado. El bardo sacó su petaca con un gesto descuidado y casual, como quien no quiere la cosa. Con un gruñido bajo el hombre la agarró al vuelo y dio un largo trago de grog, torciendo el hocico en una mueca y murmurando "asqueroso". Dio otro trago.
-Parece todo un reto de ingeniería.
-Lo ha sido. Doy gracias a los dioses por la magia. -dijo, mirándola con el ceño fruncido.- Y no estoy dispuesto a que semejante obra de arte se quede en el obrador porque un imbécil se ha roto un pie. ¡Es una de mis mejores creaciones!
-Pues manda a otro.
-¿A quién? Todos mis aprendices están ocupadísimos. Lo último que me falta es un burgués cabreado...
-Sólo es conducir un carro a una fiesta, Pug. Sal a la calle y grita que por un aero contratas un conductor. Espera, que te ayudo. -dijo, levantándose entusiasta y saliendo a la calle.
-¡NO! ¡Quieta! ¡No puedo dejar en manos de cualquiera mi preciosa creación! -gritó, estampando la petaca contra la mesa y persiguiéndola.
-¡Señoras, señores! ¡Atiendan! -hizo bocina con las manos y puso a prueba su entregada voz de mezzosoprano.- Este amable y perruno artesano en apuros busca transportistas para un encargo muy urgente a la residencia Velmer. ¡Tres aeros por conducir un carro, gente!
-¿¡TRES!?
-Siempre has sido un tacaño. Por eso eres rico.
-¡Muy bien, pero tú vas con quien se apunte!
-¿¡Yo!? ¡Que mala leche tienes!
-Sí señora. Me vigilas la tarta pero a ti no te pago. Y como le pase algo... -la señaló con la petaca y la pelirroja se la arrebató de las patas.
-¡Qué injusto!
-De injusto nada, lianta. Te vas a colar en la fiesta de bodas de los Velmer. Me apuesto lo que quieras a que tienen el mejor vino que vas a probar en toda la comarca.
Twistedtale abrió la boca para rebatir, la cerró, la abrió y la volvió a cerrar, sin encontrar ningún argumento válido para rebatir la oportunidad de robarse veinte litros del mejor vino de toda la comarca. Y además, era una boda. De gente rica que podía permitirse tartas de cinco pisos. Podría tocar una canción o dos.
-¡Muy bien! ¿Quién me acompaña a la boda de los Velmer?
Off: El color de Pugfect es Turquoise en caso de que alguien quiera usarlo.
El bardo soltó una gran bocanada de humo y se recostó en la silla, sonriendo. Pugfect Cake, dueño de la pequeña pastelería donde ahora mismo se encontraba, gritaba a sus empleados de estatura normal como si él mismo midiese dos metros. Mezclaba ladridos y palabrotas como el mejor de los marineros, algo que a la pelirroja le seguía resultando fascinante. Con el dedo rebañó la nata que quedaba en el platito de su ya desaparecido pastelillo de nata.
-¡Imposible! ¡Por mí como si le ha caído encima un rayo, un mulo o su madre ballena! ¡Dónde está mi conductoooorrrr! ¡Tarde! ¡Llega tardeeee!
Twistedtale dejó escapar una carcajada. Algunos de los clientes presentes se sonrieron en silencio, porque ya conocían al dueño de Pasteles Nari: un repostero exquisito con habilidades sublimes, pero tan corto de temperamento como su estatura. EL hombre perro se giró hacia la mujer y la señaló acusador, precipitándose en su dirección.
-¡Tú, desgraciada! Te he dicho que no fumes en mi local, ¡estropeas los aromas más delicados! -exclamó, haciendo grandes aspavientos disipando una nube de humo que había tomado forma de magdalena.- ¡Y de qué te ríes! ¡Tengo un problema muy serio!
-Cálmate, Pug. Se te van a saltar los ojos. ¿Qué diantres pasa?
-¡Pasa que Faustino no puede hacer la entrega de una de mis tartas! Que se ha roto un pie, dice, porque se le cayó encima un barril de arena. ¡Bah! ¡Y tengo una entrega urgente para la familia Velmer! Se casa el hijo y al cabezapollo del padre se le ocurre que quiere una tarta de cinco pisos. Cinco, Twist. ¡He tenido que llamar a un brujo, no había manera de mantener el equilibrio sin que se hundiera!
El hombrecillo se aupó con soltura a la silla al otro lado de la mesa, enfurruñado. El bardo sacó su petaca con un gesto descuidado y casual, como quien no quiere la cosa. Con un gruñido bajo el hombre la agarró al vuelo y dio un largo trago de grog, torciendo el hocico en una mueca y murmurando "asqueroso". Dio otro trago.
-Parece todo un reto de ingeniería.
-Lo ha sido. Doy gracias a los dioses por la magia. -dijo, mirándola con el ceño fruncido.- Y no estoy dispuesto a que semejante obra de arte se quede en el obrador porque un imbécil se ha roto un pie. ¡Es una de mis mejores creaciones!
-Pues manda a otro.
-¿A quién? Todos mis aprendices están ocupadísimos. Lo último que me falta es un burgués cabreado...
-Sólo es conducir un carro a una fiesta, Pug. Sal a la calle y grita que por un aero contratas un conductor. Espera, que te ayudo. -dijo, levantándose entusiasta y saliendo a la calle.
-¡NO! ¡Quieta! ¡No puedo dejar en manos de cualquiera mi preciosa creación! -gritó, estampando la petaca contra la mesa y persiguiéndola.
-¡Señoras, señores! ¡Atiendan! -hizo bocina con las manos y puso a prueba su entregada voz de mezzosoprano.- Este amable y perruno artesano en apuros busca transportistas para un encargo muy urgente a la residencia Velmer. ¡Tres aeros por conducir un carro, gente!
-¿¡TRES!?
-Siempre has sido un tacaño. Por eso eres rico.
-¡Muy bien, pero tú vas con quien se apunte!
-¿¡Yo!? ¡Que mala leche tienes!
-Sí señora. Me vigilas la tarta pero a ti no te pago. Y como le pase algo... -la señaló con la petaca y la pelirroja se la arrebató de las patas.
-¡Qué injusto!
-De injusto nada, lianta. Te vas a colar en la fiesta de bodas de los Velmer. Me apuesto lo que quieras a que tienen el mejor vino que vas a probar en toda la comarca.
Twistedtale abrió la boca para rebatir, la cerró, la abrió y la volvió a cerrar, sin encontrar ningún argumento válido para rebatir la oportunidad de robarse veinte litros del mejor vino de toda la comarca. Y además, era una boda. De gente rica que podía permitirse tartas de cinco pisos. Podría tocar una canción o dos.
-¡Muy bien! ¿Quién me acompaña a la boda de los Velmer?
Off: El color de Pugfect es Turquoise en caso de que alguien quiera usarlo.
Twistedtale
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
Lejos quedaba ya Lunargenta, pero aun faltaban muchos kilómetros hasta su añorado Sandorai. Había dejado atrás numerosas aldeas y atravesado los bastos campos de la sureña península, pasando las noches a la intemperie, como de costumbre. Aquel día, entrada la mañana, llegó a Roilkat. Aquella ciudad no se parecía a las que había conocido hasta el momento, no era tan abrupta y muchos de los edificios tenían pequeños detalles en vidrio que la dotaban de un llamativo... ¿encanto? Caminó durante un rato por las calles comerciales, no tan aglomeradas como las de la capital, mirando de pasada los expositores de algunos comercios de calle, hasta que llegó a una pequeña plaza cuyo ambiente estaba impregnado de un delicioso aroma a dulces recién hechos.
Se llevó la mano al estómago con un gesto inconsciente, al tiempo que fijaba su atención en una pequeña pastelería situada en una esquina. Se acercó sin pensárselo demasiado y desde fuera, observó por la ventana el ambiente. Había varias mesas llenas y varios mostradores con pasteles y tartas que daban ganas de probar una por una. Decidió entrar y pedir algo para almorzar, podía descansar un poco, cuando dejase aquella urbe le esperaba mucho bosque y poca civilización hasta el siguiente gran asentamiento. Aguardó en el recibidor y no tardó en atenderla una muchacha, que parecía bastante acelerada, aunque se esforzó por mantener la compostura y atenderla debidamente. No quiso pedir algo complicado, nada más entrar había echado el ojo a un pastelito de frambuesa que le hizo obviar el resto de productos -Uno de esos, por favor-. Se sentó en una pequeña mesa circular, en una esquina, frente al mostrador más cercano a la cocina. Cada vez que alguno de los empleados abría la puerta para salir o entrar se escuchaba un revuelo que dejaba imaginar que aquel día era ajetreado en el negocio. En uno de los viajes del personal a un lado y a otro, una voz fanfarrona se dejó escuchar por detrás de las vitrinas, pero sin dejar ver el cuerpo que la acompañaba. Al momento, un pequeño hombre-perro apareció tras uno de los dispensadores, saltando sobre una de las mesas al otro lado del local, dirigiéndose hacia una joven que, sin duda, llamaba la atención.
Observó la escena, sin atender demasiado, mientras saboreaba su tardío desayuno. De pronto, la chica de cabellos pelirrojos y cuerpo tatuado se arrancó hacia la puerta y comenzó a dar voces en la calle. Observó la escena divertida, la que parecía ser conocida de aquel pug trataba de encontrar a alguien para realizar un pedido urgente, algo que no le interesó en absoluto hasta que mencionaron el carro. Vaya, eso me ahorraría tiempo... Si únicamente se trataba de llevar aquel pastel, podría evitarse un tramo de camino a pie y continuaría desde el lugar de la entrega. Terminó de masticar el último trozo y se levantó, dirigiéndose hacia el medio canino -Disculpe, ¿sería necesario regresar con el carro de vuelta? Me dirijo fuera de la ciudad, podría realizar el recado de camino, aunque... Ella tendría que encargarse de devolver el carro...- expuso amablemente -¡¿Tú?!- el que parecía el jefe del establecimiento la observó en silencio durante unos segundos -Pareces demasiado enclenque para manejar un carro con firmeza...- La elfa lo miró, arqueando una ceja, cruzándose de brazos -Entonces supongo que podrá llevarlo usted mismo.- Esperó un instante mientras el animal escudriñaba unas palabras ininteligibles entre dientes -Definitivamente será un problema tener que buscar a alguien más para traer de vuelta el transporte... ¡No pienso dejarla conducir mi carro!- se llevó la mano al mentón un momento y entoces respondió con aires de haber tenido una idea brillante -Dices que te vas de la ciudad... Así que usar mi carro te lo hará más fácil, ¿no? Y además no me lo traerías de vuelta... Se diría que el favor te lo hago yo a ti. ¡Está bien! Te proporcionaré transporte y realizarás la entrega como pago.-
Aylizz torció el gesto, aquel perro gruñón le había dado la vuelta a la situación para no tener que soltar una moneda -Tsk... De acuerdo- finalmente aceptó sin remilgos, al fin y al cabo su verdadero interés se centraba en acelerar su viaje, pero no era agradable que la tomasen por tonta. -Tú supervisas- señaló a la pelirroja y seguidamente le devolvió la mirada a la elfa -Y tú llevarás la tarta y tratas con el cliente, ¡más te vale no dejarme en mal lugar señorita...- Pug se quedó en silencio un momento -Aylizz- respondió -¡Más te vale no dejarme en mal lugar señorita Aylizz! Los tres aeros serán para quien sea que encontréis para traer de vuelta la carreta.- Y así puso fin a la negociación.
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Se llevó la mano al estómago con un gesto inconsciente, al tiempo que fijaba su atención en una pequeña pastelería situada en una esquina. Se acercó sin pensárselo demasiado y desde fuera, observó por la ventana el ambiente. Había varias mesas llenas y varios mostradores con pasteles y tartas que daban ganas de probar una por una. Decidió entrar y pedir algo para almorzar, podía descansar un poco, cuando dejase aquella urbe le esperaba mucho bosque y poca civilización hasta el siguiente gran asentamiento. Aguardó en el recibidor y no tardó en atenderla una muchacha, que parecía bastante acelerada, aunque se esforzó por mantener la compostura y atenderla debidamente. No quiso pedir algo complicado, nada más entrar había echado el ojo a un pastelito de frambuesa que le hizo obviar el resto de productos -Uno de esos, por favor-. Se sentó en una pequeña mesa circular, en una esquina, frente al mostrador más cercano a la cocina. Cada vez que alguno de los empleados abría la puerta para salir o entrar se escuchaba un revuelo que dejaba imaginar que aquel día era ajetreado en el negocio. En uno de los viajes del personal a un lado y a otro, una voz fanfarrona se dejó escuchar por detrás de las vitrinas, pero sin dejar ver el cuerpo que la acompañaba. Al momento, un pequeño hombre-perro apareció tras uno de los dispensadores, saltando sobre una de las mesas al otro lado del local, dirigiéndose hacia una joven que, sin duda, llamaba la atención.
Observó la escena, sin atender demasiado, mientras saboreaba su tardío desayuno. De pronto, la chica de cabellos pelirrojos y cuerpo tatuado se arrancó hacia la puerta y comenzó a dar voces en la calle. Observó la escena divertida, la que parecía ser conocida de aquel pug trataba de encontrar a alguien para realizar un pedido urgente, algo que no le interesó en absoluto hasta que mencionaron el carro. Vaya, eso me ahorraría tiempo... Si únicamente se trataba de llevar aquel pastel, podría evitarse un tramo de camino a pie y continuaría desde el lugar de la entrega. Terminó de masticar el último trozo y se levantó, dirigiéndose hacia el medio canino -Disculpe, ¿sería necesario regresar con el carro de vuelta? Me dirijo fuera de la ciudad, podría realizar el recado de camino, aunque... Ella tendría que encargarse de devolver el carro...- expuso amablemente -¡¿Tú?!- el que parecía el jefe del establecimiento la observó en silencio durante unos segundos -Pareces demasiado enclenque para manejar un carro con firmeza...- La elfa lo miró, arqueando una ceja, cruzándose de brazos -Entonces supongo que podrá llevarlo usted mismo.- Esperó un instante mientras el animal escudriñaba unas palabras ininteligibles entre dientes -Definitivamente será un problema tener que buscar a alguien más para traer de vuelta el transporte... ¡No pienso dejarla conducir mi carro!- se llevó la mano al mentón un momento y entoces respondió con aires de haber tenido una idea brillante -Dices que te vas de la ciudad... Así que usar mi carro te lo hará más fácil, ¿no? Y además no me lo traerías de vuelta... Se diría que el favor te lo hago yo a ti. ¡Está bien! Te proporcionaré transporte y realizarás la entrega como pago.-
Aylizz torció el gesto, aquel perro gruñón le había dado la vuelta a la situación para no tener que soltar una moneda -Tsk... De acuerdo- finalmente aceptó sin remilgos, al fin y al cabo su verdadero interés se centraba en acelerar su viaje, pero no era agradable que la tomasen por tonta. -Tú supervisas- señaló a la pelirroja y seguidamente le devolvió la mirada a la elfa -Y tú llevarás la tarta y tratas con el cliente, ¡más te vale no dejarme en mal lugar señorita...- Pug se quedó en silencio un momento -Aylizz- respondió -¡Más te vale no dejarme en mal lugar señorita Aylizz! Los tres aeros serán para quien sea que encontréis para traer de vuelta la carreta.- Y así puso fin a la negociación.
Aylizz Wendell
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
Solo a ella le podía pasar, pero desde hacía tiempo que sentía que dejaba de ser ella, o más bien su ella se volvía confusa y difícil de recordar. Solo quería llegar a Lunargenta, comprar algo que aliviara todo el dolor y cuerpo mancillado que parecía sanar demasiado lento por propia mano, abrazar a Ahroun gradeciendo estar viva y si estaba cerca su hermano presumir que había sobrevivido a que un árbol le cayera encima.
Pero las cosas no podían ser así de simples y entre caminata, pedir aventón y no saber ni en qué día estaba, no se había dado cuenta hasta donde había desviado su camino y ahora tocaba apañar para conseguir salir de donde quiera que estuviera que parecía demasiado soleado, caldeado y seco.
-¿¡Riolkat!?
El mercader que le respondió le vio extrañado y tras comprarle lo primero que vio para compensar el susto de sus gritos se alejó, mirando el cielo y luego la compra, una lagartija seca, genial, bueno un ingrediente, lo guardo en un frasco y suspiro sacando el libro de madera que usaba para guardar sus anotaciones y saco el mapa que tenía tachones y notas. De ventaja es que al menos sabía a donde había llegado. Busco en su mapa y se dio un tope con la caja de madera que parecía un libro.
-¿Cómo… rayos… me…desvié…tanto? – Decia la castaña elfa dandoce un tope con cada palabra y luego con un suspiro volvió a guardar sus cosas en su mochila, ignorando el hecho de que la gente a su alrededor la miraba estupefacta y algunos se habían alejado unos pasos, por ahí una madre jalo a su hijo para o ver a la elfa que se sobaba la frente y seguía su camino mirando el mapa. Seguro en algún punto entre Sandorai y … ¿y dónde? Bueno no tendría respuesta a eso.
Se despeino con un chillidito y con los hombros caídos, se dirigió a donde había un barullo, guiada mas que nada por el aroma dulce y notando que tenía hambre, pero entonces vio a un hombre perro, una mujer tatuada y una elfa intercambiando palabras, apretó los labios y trato de disimular no oírles pero todo parecía indicar que tenían el problema de llevar un pastel a quien sabe dónde sobre una carreta.
-Eh señor, ah, yo puedo ayudarles, ¿solo es traer el carro de vuelta no?- Sonrió tratando de verse lo más confiable posible, el pug la vio de pies a cabeza y esperaba omitiera las cadenas que medio se escondían entre los pliegues de la amplia falda, justo con el centenar de cuentas de madera y cristales que hacía que pareciera un constante tintineo al andar.-Tengo algo de experiencia en manejar carretas, mientras no tenga que cargar el pastel.
Pero las cosas no podían ser así de simples y entre caminata, pedir aventón y no saber ni en qué día estaba, no se había dado cuenta hasta donde había desviado su camino y ahora tocaba apañar para conseguir salir de donde quiera que estuviera que parecía demasiado soleado, caldeado y seco.
-¿¡Riolkat!?
El mercader que le respondió le vio extrañado y tras comprarle lo primero que vio para compensar el susto de sus gritos se alejó, mirando el cielo y luego la compra, una lagartija seca, genial, bueno un ingrediente, lo guardo en un frasco y suspiro sacando el libro de madera que usaba para guardar sus anotaciones y saco el mapa que tenía tachones y notas. De ventaja es que al menos sabía a donde había llegado. Busco en su mapa y se dio un tope con la caja de madera que parecía un libro.
-¿Cómo… rayos… me…desvié…tanto? – Decia la castaña elfa dandoce un tope con cada palabra y luego con un suspiro volvió a guardar sus cosas en su mochila, ignorando el hecho de que la gente a su alrededor la miraba estupefacta y algunos se habían alejado unos pasos, por ahí una madre jalo a su hijo para o ver a la elfa que se sobaba la frente y seguía su camino mirando el mapa. Seguro en algún punto entre Sandorai y … ¿y dónde? Bueno no tendría respuesta a eso.
Se despeino con un chillidito y con los hombros caídos, se dirigió a donde había un barullo, guiada mas que nada por el aroma dulce y notando que tenía hambre, pero entonces vio a un hombre perro, una mujer tatuada y una elfa intercambiando palabras, apretó los labios y trato de disimular no oírles pero todo parecía indicar que tenían el problema de llevar un pastel a quien sabe dónde sobre una carreta.
-Eh señor, ah, yo puedo ayudarles, ¿solo es traer el carro de vuelta no?- Sonrió tratando de verse lo más confiable posible, el pug la vio de pies a cabeza y esperaba omitiera las cadenas que medio se escondían entre los pliegues de la amplia falda, justo con el centenar de cuentas de madera y cristales que hacía que pareciera un constante tintineo al andar.-Tengo algo de experiencia en manejar carretas, mientras no tenga que cargar el pastel.
Aradia Hazelmere
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
-¡Estupendo! !Maravilloso! ¡Divino! -exclamó el bardo dando palmas al aire con gozo.- ¡Tenemos una misión, señoritas: La Entrega de la Taartaaaa!
Y entonó al ultima parte de la exclamación como si fuese la misión del siglo, meneando los dedos ante su rostro y pareciendo infantil. Bueno. Cualquier cosa que tuviese como recompensa buen licor se merecía toda la alegría disponible en ese momento.
-Llévalas a la trastienda, Twist, allí tenéis el carro. Y mi pobre tarta... lleva esperando una hora ya, ¡no puede retrasarse más! ¡Vamos, aligerando!
-¡Pero ni siquiera me he presentado! -exclamó cuando el perro la empujó hacia su destino antes de volver a dirigirse hacia la puerta principal de la tienda.- ¡Las presentaciones son importantes!
-Ya tendrás tiempo de que estas muchachas te juzguen como loca. ¡Y ahora lárgate!
-Perros. No entienden el humor. Bueno. Pues ya que se me ha privado de una presentación como los dioses mandan -suspiró mientras se giraba hacia las dos mujeres con las que formaría equipo.-, iré con lo normal de toda la vida mientras nos ponemos en marcha. Me llaman Twistedtale, encantada. Tú eres Lyzz, ¿no? ¡Hola! Pero a ti apenas te he escuchado, morena.
Las observó a ambas un momento, dándose cuenta de que las dos eran elfas, pálidas, delicadas como florecillas de bosque. Y por alguna razón le hizo gracia comprobar de primera mano cuán ciertos podían llegar a ser los estereotipos sobre elfos que poblaban las historias. A la rubia se la veía coqueta, y le gustaron sus adornos; a lo mejor podían intercambiar alguno ara el pelo. La morena tenía un aire más serio y algo distante.
Y puso rumbo calle abajo, girando en la esquina del obrador para colarse por un callejón. La susodicha carreta era un armatoste de madera muy usada pero de aspecto bastante sólido, el pescante lo suficientemente grande como para dos mujeres delgadas o un hombre gordo. La mula las miró aparecer con indiferencia.
-¿Qué tal, Fondue? ¿Tienes el paquete? -preguntó como si estuviese hablando de contrabando.
-¡Twisty! Lo tengo, lo tengo. -dijo el muchacho, adoptando el mismo aire misterioso de ilegalidad mientras dejaba en el suelo el saco de harina que cargaba.
-¡Estupendo! Pues dame la mercancía y dime como se llama la mula, que nos llevamos la tarta de Pug.
El joven rió con descaro y sin decir nada entró al edificio, saliendo poco después con dos paquetes de diferentes tamaños. Les guió un ojo a las tres mujeres, travieso. Era un muchacho atractivo, de piel tostada y pelo castaño cuyos poderosos músculos podían adivinarse bajo la camisa de algodón. Andar levantando sacos de un lado a otro tonifica el cuerpo.
-Has ido a preguntarle a Pug, ¿verdad? Traidor. -fingió estar dolida a la vez que atrapaba el paquete más grande y lo abría. Hmmm. Delicioso bizcocho al licor.
-Por supuesto, no estoy loco. ¿Quién de vosotras va a conducir, señoritas? Porque la mula se llama Magdalena y alguna necesita hacerse su amiga a base de terrones de azúcar si queréis que os lleve a algún lado.
Y meneó el envoltorio más pequeño.
-A mi no me mires, yo me encargo de que la tarta no sufra daños. ¡Hop hop!
Exclamó el bardo, subiéndose a la trasera de la carreta de un ágil salto.
-Decidme, ¿conocéis la historia de Charlie? -preguntó con inocencia.- Se dice que era un jarl muy afortunado con tres esposas guerreras a las que llamaba sus ángeles. Una era rubia, la otra morena, y la última pelirroja. No estoy diciendo que Pug sea el jarl, ¡pero siempre que se alinean los tres colores algo interesante pasa!
Y rió con abandono, cómodamente sentada en el carro como si todo en la vida fuese una deliciosa adivinanza aderezada con bizcocho borracho de contrabando.
El color de Pug es Turquoise
El color de Fondue esMediumSeaGreen
Y entonó al ultima parte de la exclamación como si fuese la misión del siglo, meneando los dedos ante su rostro y pareciendo infantil. Bueno. Cualquier cosa que tuviese como recompensa buen licor se merecía toda la alegría disponible en ese momento.
-Llévalas a la trastienda, Twist, allí tenéis el carro. Y mi pobre tarta... lleva esperando una hora ya, ¡no puede retrasarse más! ¡Vamos, aligerando!
-¡Pero ni siquiera me he presentado! -exclamó cuando el perro la empujó hacia su destino antes de volver a dirigirse hacia la puerta principal de la tienda.- ¡Las presentaciones son importantes!
-Ya tendrás tiempo de que estas muchachas te juzguen como loca. ¡Y ahora lárgate!
-Perros. No entienden el humor. Bueno. Pues ya que se me ha privado de una presentación como los dioses mandan -suspiró mientras se giraba hacia las dos mujeres con las que formaría equipo.-, iré con lo normal de toda la vida mientras nos ponemos en marcha. Me llaman Twistedtale, encantada. Tú eres Lyzz, ¿no? ¡Hola! Pero a ti apenas te he escuchado, morena.
Las observó a ambas un momento, dándose cuenta de que las dos eran elfas, pálidas, delicadas como florecillas de bosque. Y por alguna razón le hizo gracia comprobar de primera mano cuán ciertos podían llegar a ser los estereotipos sobre elfos que poblaban las historias. A la rubia se la veía coqueta, y le gustaron sus adornos; a lo mejor podían intercambiar alguno ara el pelo. La morena tenía un aire más serio y algo distante.
Y puso rumbo calle abajo, girando en la esquina del obrador para colarse por un callejón. La susodicha carreta era un armatoste de madera muy usada pero de aspecto bastante sólido, el pescante lo suficientemente grande como para dos mujeres delgadas o un hombre gordo. La mula las miró aparecer con indiferencia.
-¿Qué tal, Fondue? ¿Tienes el paquete? -preguntó como si estuviese hablando de contrabando.
-¡Twisty! Lo tengo, lo tengo. -dijo el muchacho, adoptando el mismo aire misterioso de ilegalidad mientras dejaba en el suelo el saco de harina que cargaba.
-¡Estupendo! Pues dame la mercancía y dime como se llama la mula, que nos llevamos la tarta de Pug.
El joven rió con descaro y sin decir nada entró al edificio, saliendo poco después con dos paquetes de diferentes tamaños. Les guió un ojo a las tres mujeres, travieso. Era un muchacho atractivo, de piel tostada y pelo castaño cuyos poderosos músculos podían adivinarse bajo la camisa de algodón. Andar levantando sacos de un lado a otro tonifica el cuerpo.
-Has ido a preguntarle a Pug, ¿verdad? Traidor. -fingió estar dolida a la vez que atrapaba el paquete más grande y lo abría. Hmmm. Delicioso bizcocho al licor.
-Por supuesto, no estoy loco. ¿Quién de vosotras va a conducir, señoritas? Porque la mula se llama Magdalena y alguna necesita hacerse su amiga a base de terrones de azúcar si queréis que os lleve a algún lado.
Y meneó el envoltorio más pequeño.
-A mi no me mires, yo me encargo de que la tarta no sufra daños. ¡Hop hop!
Exclamó el bardo, subiéndose a la trasera de la carreta de un ágil salto.
-Decidme, ¿conocéis la historia de Charlie? -preguntó con inocencia.- Se dice que era un jarl muy afortunado con tres esposas guerreras a las que llamaba sus ángeles. Una era rubia, la otra morena, y la última pelirroja. No estoy diciendo que Pug sea el jarl, ¡pero siempre que se alinean los tres colores algo interesante pasa!
Y rió con abandono, cómodamente sentada en el carro como si todo en la vida fuese una deliciosa adivinanza aderezada con bizcocho borracho de contrabando.
El color de Pug es Turquoise
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Twistedtale
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
Aquella otra elfa apareció de la nada, ofreciéndose como tercera pata en aquella empresa que, ya de primeras, se teñía de tintes surrealistas, ya un perro de aquel tamaño dando órdenes, tratando de infundir respeto, era lo más cómico que había presenciado en tiempo, pero era su mejor opción para adelantar en tiempo. -Si, Lizz está bien, supongo.- contestó amable ante la confirmación de su nombre. Twistedtale... Repitió en su cabeza aquel nombre, curioso, ¿sería de verdad? Quizá sólo un sobrenombre, ¿debería pensar ella en uno? Últimamente se estaba dando demasiado a conocer... Aunque Aerandir era grande, no era como si cualquiera te parase en el camino y preguntase "Eh, ¿has visto a Firulais?", además, en realidad nadie la estaría buscando fuera del bosque.
Siguió a la extravagante pelirroja al callejón, no sin escudriñar con la mirada cada detalle de su aspecto. Podía adivinarse una piel blanca entre tanto colorido tatuado, su cuerpo en sí podría ser visto como una obra de arte, y ese pelo... La hipnotizaba. Tantas rastas y trenzas, esos llamativos abalorios, si fuera una niña se divertiría tanto peinando y decorando aquella mata... También se fijó en la morena, la primera elfa que encontraba fuera de Sandorai, ¿también habría tenido que salir a hurtadillas o en su aldea las dejarían salir y entrar sin vigilancia? Hacía tiempo que no se veía ante una igual y aquel hallazgo la reconfortó, por fin podría mantener una conversación con alguien que quizá la entendiese a la perfección, sin necesidad de explicar detalles que eran obvios para los suyos.
Todo se volvió aun más inverosímil cuando el corpulento muchacho entró en escena, ¿tanto secretismo por un bizcocho? No entendía nada, ¿sería verdad lo que mencionó el pug y aquella chica estaba realmente pasada de vuelta? Malditas ciudades de los hombres, todos allí parecían estar locos. -Yo misma. El chucho fue bastante claro... Cualquiera menos ella.- respondió, ante la consulta sobre quién tomaría las riendas, señalando con la cabeza a Twist. Fondue se dirigió entonces a la rubia -Entonces os aconsejo que le hagáis caso- comentó en tono burlón, tras una ligera risa -Ven, os presentaré, hay un par de cosas que debes saber de Magdalena, es vieja y algo terca.- el joven la tomó la mano con confianza y la llevó frente al animal, ella no pudo verse la cara pero sintió en sus adentros que el rubor coloreaba momentáneamente sus mejillas. El chico era atractivo, saltaba a la vista, pero no se esperaba una actitud tan directa y cercana, aunque después del guiño anterior... No le extrañaría que fuera de aquellos guapos que sabían que lo eran y caminaban por la vida con la falsa sensación de seguridad que da una cara bonita.
Atendió a las explicaciones del panadero, no parecía difícil, la mayoría de las complicaciones que pudiera generar la mula podían solucionarse con terrones. -Aquí tienes, te cedo el poder.- y le ofreció agarrar el saquito -Dulce azúcar para una dulce orejas largas- añadió, mientras acariciaba una última vez la cabeza del animal. Aquel comentario no la dejó indiferente, ¿qué se había creído? -¿Sabes que podría cortarte la lengua si quisiera?- preguntó con desdén, aunque con una sonrisa -Se lo decía a la yegua, pero es bueno saberlo.- El corte fue inmediato, a pesar de que él utilizó un tono burlón y desenfadado. De nuevo enrojeció, dándose cuenta que verdaderamente aquella potra tenía las orejas en punta y parecían alargarse algo más de lo habitual en aquella especie -¿Podemos irnos ya?- apremió a sus compañeras, tratando de salir del entuerto, era eso o tratar de conseguir que la tragase la tierra.
Subió al carro, donde la pelirroja esperaba ya sentada, rememorando algo sobre las tres guerreras de un Jarl. Jamás había escuchado aquella historia, ¿una tierra donde el dirigente permitía guerrear a sus esposas? Por favor, que la dijese dónde, sacaría tiempo para visitarla alguna vez. Cuando las tres se hubieron acomodado, atizó las riendas y la mula echo a caminar -Eso es Magdalena, seamos amigas.- El camino hasta la propiedad donde tenía lugar la celebración transcurrió sin incidentes, al final la potrenca no fue tan problemática como se la habían pintado. Al llegar bajaron del carruaje y Aylizz sostuvo la inmensa tarta. Tantos pisos tenía que le tapaba la cara por completo, entorpeciendo su visión, además del considerable. Si tuviese que sostenerlo demasiado estaba segura que acabaría por caerse al suelo... No quiso imaginar las consecuencias de aquello. Cierto era que no tendría por qué volver a ver a aquel perro, al que de una patada podría mandar volando a la otra punta de la ciudad, podría incluso desaparecer con el carro en aquel mismo momento y dejar a las otras dos con el pastel -literlamente- pero su crianza la obligaba a cumplir con los compromisos. -Por favor, que alguien avise a quien sea que deba encargarse de recoger el pedido, ¡esto pesa!-
Siguió a la extravagante pelirroja al callejón, no sin escudriñar con la mirada cada detalle de su aspecto. Podía adivinarse una piel blanca entre tanto colorido tatuado, su cuerpo en sí podría ser visto como una obra de arte, y ese pelo... La hipnotizaba. Tantas rastas y trenzas, esos llamativos abalorios, si fuera una niña se divertiría tanto peinando y decorando aquella mata... También se fijó en la morena, la primera elfa que encontraba fuera de Sandorai, ¿también habría tenido que salir a hurtadillas o en su aldea las dejarían salir y entrar sin vigilancia? Hacía tiempo que no se veía ante una igual y aquel hallazgo la reconfortó, por fin podría mantener una conversación con alguien que quizá la entendiese a la perfección, sin necesidad de explicar detalles que eran obvios para los suyos.
Todo se volvió aun más inverosímil cuando el corpulento muchacho entró en escena, ¿tanto secretismo por un bizcocho? No entendía nada, ¿sería verdad lo que mencionó el pug y aquella chica estaba realmente pasada de vuelta? Malditas ciudades de los hombres, todos allí parecían estar locos. -Yo misma. El chucho fue bastante claro... Cualquiera menos ella.- respondió, ante la consulta sobre quién tomaría las riendas, señalando con la cabeza a Twist. Fondue se dirigió entonces a la rubia -Entonces os aconsejo que le hagáis caso- comentó en tono burlón, tras una ligera risa -Ven, os presentaré, hay un par de cosas que debes saber de Magdalena, es vieja y algo terca.- el joven la tomó la mano con confianza y la llevó frente al animal, ella no pudo verse la cara pero sintió en sus adentros que el rubor coloreaba momentáneamente sus mejillas. El chico era atractivo, saltaba a la vista, pero no se esperaba una actitud tan directa y cercana, aunque después del guiño anterior... No le extrañaría que fuera de aquellos guapos que sabían que lo eran y caminaban por la vida con la falsa sensación de seguridad que da una cara bonita.
Atendió a las explicaciones del panadero, no parecía difícil, la mayoría de las complicaciones que pudiera generar la mula podían solucionarse con terrones. -Aquí tienes, te cedo el poder.- y le ofreció agarrar el saquito -Dulce azúcar para una dulce orejas largas- añadió, mientras acariciaba una última vez la cabeza del animal. Aquel comentario no la dejó indiferente, ¿qué se había creído? -¿Sabes que podría cortarte la lengua si quisiera?- preguntó con desdén, aunque con una sonrisa -Se lo decía a la yegua, pero es bueno saberlo.- El corte fue inmediato, a pesar de que él utilizó un tono burlón y desenfadado. De nuevo enrojeció, dándose cuenta que verdaderamente aquella potra tenía las orejas en punta y parecían alargarse algo más de lo habitual en aquella especie -¿Podemos irnos ya?- apremió a sus compañeras, tratando de salir del entuerto, era eso o tratar de conseguir que la tragase la tierra.
Subió al carro, donde la pelirroja esperaba ya sentada, rememorando algo sobre las tres guerreras de un Jarl. Jamás había escuchado aquella historia, ¿una tierra donde el dirigente permitía guerrear a sus esposas? Por favor, que la dijese dónde, sacaría tiempo para visitarla alguna vez. Cuando las tres se hubieron acomodado, atizó las riendas y la mula echo a caminar -Eso es Magdalena, seamos amigas.- El camino hasta la propiedad donde tenía lugar la celebración transcurrió sin incidentes, al final la potrenca no fue tan problemática como se la habían pintado. Al llegar bajaron del carruaje y Aylizz sostuvo la inmensa tarta. Tantos pisos tenía que le tapaba la cara por completo, entorpeciendo su visión, además del considerable. Si tuviese que sostenerlo demasiado estaba segura que acabaría por caerse al suelo... No quiso imaginar las consecuencias de aquello. Cierto era que no tendría por qué volver a ver a aquel perro, al que de una patada podría mandar volando a la otra punta de la ciudad, podría incluso desaparecer con el carro en aquel mismo momento y dejar a las otras dos con el pastel -literlamente- pero su crianza la obligaba a cumplir con los compromisos. -Por favor, que alguien avise a quien sea que deba encargarse de recoger el pedido, ¡esto pesa!-
Aylizz Wendell
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
-Aradia Hazelmere.- Se presentó la morena tras lo que pareció un despilfarro de energía y alegría por parte del interesado. Conforme caminaban Aradia suspiraba algo ida pero enfocándose en lo posible en su misión, solo entregaría una torta y regresaría, al parecer la otra elfa Lyzz, se quedaría en el evento. Rio un poco recordando la última fiesta a la que había ido formalmente y como con su amiga Alish casi habían olvidado hasta el nombre. Algún día la buscaría y vería que fueran en búsqueda del vino de brujos.
Y como había dicho ella podía encargarse de la carreta y la mula pero no de cargar tortas. Pero Lyzz de inmediato tomo la batuta de la mula a la que ella le hizo un gesto amable, Magdalena no le parecía tan mal rollo, no podía negar la castaña que tenía alguna afinidad a ellos, aun más que a otras personas. Y fue a con el bardo de interesante cabello. –De Ida al parecer será Aylizz la encargada de retorno yo.
Miro por encima y Lyzz estaba en lo suyo con la mula y el chico musculado cuando se dio el malentendido y se tapó la cara con ambas manos para no hacer evidente la risa. La verdad es que a ella le solían hacer ese tipo de comentarios y ya no le costaba ignorarlos, aunque esta vez no fueran malintencionados.
-Bueno he estado en muchas agrupaciones, unas muy variopintas, hasta un inmenso árbol me cayó encima una vez.- No muy lejano era el asunto cabía decir pero trataba de no amargarse con dicha anécdota algo dolorosa. Quiso oír la historia, realmente le gustaba eso de las guerreras, en su hogar tenían algunas, no era raro, lo raro eran ella y sus hermanos todos una variopinta mezcla de desobediencia a distintos grados. Zelas y ella parecían disputarse el oro en cuanto a hazañas. Algún día seguro se ganarían una marca bajo los ojos con esa parafernalia.-Mi hermana es algo pelirroja, yo soy castaña. Ambas aprendimos de batallas pero yo, eh decidido irme por la sanación como buena elfa. –Ja bueno era porque seguro se mataría si tomaba una espada, lo único con lo que era buena era con las cadenas que colgaban en su falda.
-YO.- grito Aradia cuando llegaron al destino, por ser un lugar de gala se sacudió las faldas que tintinearon con sus artilugios, distintos pendientes y metales pendían de su tela cuando se inclinó casi exagerada.-Ha llegado la obra maestra, el símbolo de la perfección culinaria de azúcar y…. -¿qué más contenía una tarta? Bueno no importaba con seriedad dio un giro mostrando la inmensa obra de harina huevo leche y azucar.. oh genial a buena hora lo recordaba. De la mano de sus compañeras.
La mujer que abrió la puerta las miro desconcertada pues no le había permitido decir ni una palabra. El desconcierto se fue cuando hilvano sus ideas y agito un poco las manos. –Ya, por fin, que pensaban que esperaríamos una eternidad, anden rápido al fondo a la cocina, y que nadie las vea.- Dijo con la nariz respingada bien en alto y cualquiera diría que tenía un trozo de bosta en esta por la forma en que apretó el paso al interior. Y luego decían que los elfos eran los elitistas. Iba a cruzarme de brazos pero el ver como la torta podía vencer a sus compañeras la morena hizo el esfuerzo por ayudar sujetando una parte de la base intentando no mostrar en el gesto el dolor que le estaba haciendo pasar aquello. Definitivamente iría a Lunargenta por un par de pociones de sanación.
Y como había dicho ella podía encargarse de la carreta y la mula pero no de cargar tortas. Pero Lyzz de inmediato tomo la batuta de la mula a la que ella le hizo un gesto amable, Magdalena no le parecía tan mal rollo, no podía negar la castaña que tenía alguna afinidad a ellos, aun más que a otras personas. Y fue a con el bardo de interesante cabello. –De Ida al parecer será Aylizz la encargada de retorno yo.
Miro por encima y Lyzz estaba en lo suyo con la mula y el chico musculado cuando se dio el malentendido y se tapó la cara con ambas manos para no hacer evidente la risa. La verdad es que a ella le solían hacer ese tipo de comentarios y ya no le costaba ignorarlos, aunque esta vez no fueran malintencionados.
-Bueno he estado en muchas agrupaciones, unas muy variopintas, hasta un inmenso árbol me cayó encima una vez.- No muy lejano era el asunto cabía decir pero trataba de no amargarse con dicha anécdota algo dolorosa. Quiso oír la historia, realmente le gustaba eso de las guerreras, en su hogar tenían algunas, no era raro, lo raro eran ella y sus hermanos todos una variopinta mezcla de desobediencia a distintos grados. Zelas y ella parecían disputarse el oro en cuanto a hazañas. Algún día seguro se ganarían una marca bajo los ojos con esa parafernalia.-Mi hermana es algo pelirroja, yo soy castaña. Ambas aprendimos de batallas pero yo, eh decidido irme por la sanación como buena elfa. –Ja bueno era porque seguro se mataría si tomaba una espada, lo único con lo que era buena era con las cadenas que colgaban en su falda.
-YO.- grito Aradia cuando llegaron al destino, por ser un lugar de gala se sacudió las faldas que tintinearon con sus artilugios, distintos pendientes y metales pendían de su tela cuando se inclinó casi exagerada.-Ha llegado la obra maestra, el símbolo de la perfección culinaria de azúcar y…. -¿qué más contenía una tarta? Bueno no importaba con seriedad dio un giro mostrando la inmensa obra de harina huevo leche y azucar.. oh genial a buena hora lo recordaba. De la mano de sus compañeras.
La mujer que abrió la puerta las miro desconcertada pues no le había permitido decir ni una palabra. El desconcierto se fue cuando hilvano sus ideas y agito un poco las manos. –Ya, por fin, que pensaban que esperaríamos una eternidad, anden rápido al fondo a la cocina, y que nadie las vea.- Dijo con la nariz respingada bien en alto y cualquiera diría que tenía un trozo de bosta en esta por la forma en que apretó el paso al interior. Y luego decían que los elfos eran los elitistas. Iba a cruzarme de brazos pero el ver como la torta podía vencer a sus compañeras la morena hizo el esfuerzo por ayudar sujetando una parte de la base intentando no mostrar en el gesto el dolor que le estaba haciendo pasar aquello. Definitivamente iría a Lunargenta por un par de pociones de sanación.
Aradia Hazelmere
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
El bardo rió alto, muy alto, cuando a la rubia se le subió el asunto a la cabeza y malinterpretó el comentario de Fondue. Se atragantó con el bizcocho y empezó a toser como una descosida, y las lágrimas en sus mejillas ya no se sabía si eran de diversión o apuro.
-Te ha tomado el pelo, Lyzz. -comentó recostada al fondo de la carreta, espalda contra espalda contra las dos elfas. Miró con sospecha su preciado trozo de bizcocho como si éste fuese a traicionarla.- Fondue, digo. El tipo es un ligón y al maldito le encanta hacerse el interesante. Te recomiendo que siempre tengas algún comentario mordaz en la manga, hace maravillas.
Decidió que ya no quería más bollo de aquel y lo guardó en su bolso sin más miramiento.
-Bueno chicas, ¿os apetece escuchar un poco de la historia de las dísir de Charlie mientras llegamos? A lo mejor las conocéis por valkirias, sólo muy al norte las llaman dísir. Resulta que este jarl norteño se casó con estas tres magníficas mujeres no por amor, sino porque les tenía miedo. La historia suele empezar con un "Había una vez, tres mujeres de prometedor futuro en la guerra. Les asignaron misiones muy peligrosas. Pero yo las aparté de todo aquello y las glorifiqué al casarme con ellas, y ellas glorificaron el campo de batalla con la sangre de los más valientes; mi nombre es Charles y ésta es mi historia". -y mientras iba contando rasgueaba un poco las cuerdas de la guitarra.- Si queréis mi opinión, todas las versiones que narran desde Charlie estropean la magnificencia de esas tres damas que valían por un ejército. Resulta que las valkirias recorrieron el mundo en busca de los mejores guerreros...
El recorrido, aunque corto, les dio incluso para charlar un poco. Bueno, a hacer algunos comentarios. Lyzz sobre todo habló con la mula, debió de hacerse muy amiga del noble animal. Aradia, la elfa morena, comentó cosas interesantes que atrajeron la atención del bardo, como que una vez le cayó encima un árbol gigante.
-Tienes un aspecto magnífico para haber estado bajo un árbol, Ari, tendrás que contarme esa historia algún día. -rió.- Bien, siempre es bueno conocer a alguien en las artes de la sanación.
Y entre unas cosas y otras, llegaron a casa de los Velmer. Casa. El bardo dejó escapar un silbido de admiración cuando pasaron junto a la pequeña mansión y las redirigieron a la entrada del servicio. El edificio de dos plantas y buhardilla tenía la facha de piedra y gárgolas en el tejado, verjas de hierro forjado y un jardín en que podría caber un barrio entero, lleno de vegetación bien cuidada y dos preciosas fuentes que representaban animales acuáticos. Y, por supuesto, lo ocupaba una enorme mesa con mantelería blanca, adornada con flores y cintas de colores pastel.
Les abrió la puerta una mujer con cara de asco perpetuo embutida en un severo vestido de ama de llaves. Las regañó con la mirada después de juzgarlas apremiándolas para que entrasen la dichosa tarta.
Y ahí que fueron las tres, la morena, la rubia y la pelirroja, luchando contra aquella aberración pesadísima de cinco pisos a la que le dieron muchas ganas de hundir la cara hasta el fondo. Por suerte para Pug, Twistedtale le respetaba lo suficiente. La mujer se dio cuenta de que Aradia no ponía mucho de su parte en cuanto a cargar se refería, pero no la culpó. Le dejaría todo el trabajo a Lyzz si pudiera.
-Habéis llegado tarde, muy muy tarde, decidle al maestro Pug que no se le va a pagar el viaje y menos por... presencias como las vuestras. -comentó el ama de llaves una vez que la tarta estuvo a salvo sobre la mesa de la cocina. Miró específicamente al bardo al hablar, y Twist le sonrió con amplitud; de las tres, ella era la única que parecía lo que era: una persona de los caminos.- Marchaos por donde habéis venido, sin ruido. Y sin que os vean los señores, los dioses me tengan piedad. Suficiente tengo con pensar que habéis pisado las alfombras.
Dio dos palmadas severas, así con mucho aire de autoridad. Para el ama de llaves debió significar que con ese gesto ellas se volvían invisibles, porque las ignoró completamente al darles la espalda y dedicarse a otros asuntos. La cocina era un completo caos: platos casi listos para ser servidos, los hornos a tope con delicias que inundaban de calor la estancia, cocineras, servicio, ayudantes, todos de un lado a otro como pobres pollos sin cabeza.
-¿¡Pero aún seguís aquí!? ¡Largo!
Twistedtale se interpuso en el camino de ambas elfas, impidiéndolas salir. Seguía sonriendo ampliamente, con un poco de malicia que cualquiera confundiría con diversión.
-Señora, me complace presentarle a la compañía de Las Valkirias (es decir, nosotras tres). El maestro Pugfect Cake sabe lo importante que es esta celebración para el señor Velmer y ha tenido a bien el enviarnos junto a su magnífica tarta, como regalo a los novios para desearles un feliz y largo matrimonio.
Mintió sin pestañear con la firmeza con la que se habla la verdad. El ama de llaves abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir y la dejó así, frunciendo mucho el ceño. Parecía que le costaba procesar la información. La pelirroja tenía que convencerla, tenía muchas ganas de colarse en esa fiesta, robar algo de alcohol, pasarlo bien de gratis...
-No tengo noticia de ninguna compañía.
-Por supuesto que no, hace apenas dos días que estamos en la ciudad, y debido a la fama que nos precede siempre preferimos el anonimato antes de actuar. -comentó con naturalidad, esperando que las otras dos le siguieran el rollo.- Porque supongo que habrá escuchado hablar de nosotras, ¿verdad?
-N-Sísí, claro... Tendría que preguntarle al señor... Las... ¿Las Valerias, dices?
-Valkirias, querida, Valkirias. -dijo con suavidad, acercándose a la mujer y pasando un brazo sobre sus hombros.- Le presento a Lyzzabeth, el sueño élfico de la danza hecho carne, un deleite divino para los ojos. Ella es Arcadia, nuestra vocalista, tiene un ángel en la garganta y me costó horrores hacerla salir de Sandorái. Los elfos son un poco tacaños y no quieren compartir sus joyas con los mortales, usted ya sabe. -susurró en plan secreto.
-Claro, por supuesto... Y ¿tú?
El bardo ya esperaba esa pregunta. Se alejó para que todos en la cocina pudieran observarla. Con pompa y movimientos mil veces practicados, descolgó ágil la guitarra de su espalda y rasgueó las cuerdas, terminando el gesto en una reverencia juguetona de juglar.
-Yo, señora mía, soy Twistedtale el bardo. Mi deber es que a vuestros oídos llegue la mejor música del continente. Por cierto, el señor ya sabe que veníamos así que puede indicarnos directamente el escenario.
el color del ama de llaves es ff3366
-Te ha tomado el pelo, Lyzz. -comentó recostada al fondo de la carreta, espalda contra espalda contra las dos elfas. Miró con sospecha su preciado trozo de bizcocho como si éste fuese a traicionarla.- Fondue, digo. El tipo es un ligón y al maldito le encanta hacerse el interesante. Te recomiendo que siempre tengas algún comentario mordaz en la manga, hace maravillas.
Decidió que ya no quería más bollo de aquel y lo guardó en su bolso sin más miramiento.
-Bueno chicas, ¿os apetece escuchar un poco de la historia de las dísir de Charlie mientras llegamos? A lo mejor las conocéis por valkirias, sólo muy al norte las llaman dísir. Resulta que este jarl norteño se casó con estas tres magníficas mujeres no por amor, sino porque les tenía miedo. La historia suele empezar con un "Había una vez, tres mujeres de prometedor futuro en la guerra. Les asignaron misiones muy peligrosas. Pero yo las aparté de todo aquello y las glorifiqué al casarme con ellas, y ellas glorificaron el campo de batalla con la sangre de los más valientes; mi nombre es Charles y ésta es mi historia". -y mientras iba contando rasgueaba un poco las cuerdas de la guitarra.- Si queréis mi opinión, todas las versiones que narran desde Charlie estropean la magnificencia de esas tres damas que valían por un ejército. Resulta que las valkirias recorrieron el mundo en busca de los mejores guerreros...
El recorrido, aunque corto, les dio incluso para charlar un poco. Bueno, a hacer algunos comentarios. Lyzz sobre todo habló con la mula, debió de hacerse muy amiga del noble animal. Aradia, la elfa morena, comentó cosas interesantes que atrajeron la atención del bardo, como que una vez le cayó encima un árbol gigante.
-Tienes un aspecto magnífico para haber estado bajo un árbol, Ari, tendrás que contarme esa historia algún día. -rió.- Bien, siempre es bueno conocer a alguien en las artes de la sanación.
Y entre unas cosas y otras, llegaron a casa de los Velmer. Casa. El bardo dejó escapar un silbido de admiración cuando pasaron junto a la pequeña mansión y las redirigieron a la entrada del servicio. El edificio de dos plantas y buhardilla tenía la facha de piedra y gárgolas en el tejado, verjas de hierro forjado y un jardín en que podría caber un barrio entero, lleno de vegetación bien cuidada y dos preciosas fuentes que representaban animales acuáticos. Y, por supuesto, lo ocupaba una enorme mesa con mantelería blanca, adornada con flores y cintas de colores pastel.
Les abrió la puerta una mujer con cara de asco perpetuo embutida en un severo vestido de ama de llaves. Las regañó con la mirada después de juzgarlas apremiándolas para que entrasen la dichosa tarta.
Y ahí que fueron las tres, la morena, la rubia y la pelirroja, luchando contra aquella aberración pesadísima de cinco pisos a la que le dieron muchas ganas de hundir la cara hasta el fondo. Por suerte para Pug, Twistedtale le respetaba lo suficiente. La mujer se dio cuenta de que Aradia no ponía mucho de su parte en cuanto a cargar se refería, pero no la culpó. Le dejaría todo el trabajo a Lyzz si pudiera.
-Habéis llegado tarde, muy muy tarde, decidle al maestro Pug que no se le va a pagar el viaje y menos por... presencias como las vuestras. -comentó el ama de llaves una vez que la tarta estuvo a salvo sobre la mesa de la cocina. Miró específicamente al bardo al hablar, y Twist le sonrió con amplitud; de las tres, ella era la única que parecía lo que era: una persona de los caminos.- Marchaos por donde habéis venido, sin ruido. Y sin que os vean los señores, los dioses me tengan piedad. Suficiente tengo con pensar que habéis pisado las alfombras.
Dio dos palmadas severas, así con mucho aire de autoridad. Para el ama de llaves debió significar que con ese gesto ellas se volvían invisibles, porque las ignoró completamente al darles la espalda y dedicarse a otros asuntos. La cocina era un completo caos: platos casi listos para ser servidos, los hornos a tope con delicias que inundaban de calor la estancia, cocineras, servicio, ayudantes, todos de un lado a otro como pobres pollos sin cabeza.
-¿¡Pero aún seguís aquí!? ¡Largo!
Twistedtale se interpuso en el camino de ambas elfas, impidiéndolas salir. Seguía sonriendo ampliamente, con un poco de malicia que cualquiera confundiría con diversión.
-Señora, me complace presentarle a la compañía de Las Valkirias (es decir, nosotras tres). El maestro Pugfect Cake sabe lo importante que es esta celebración para el señor Velmer y ha tenido a bien el enviarnos junto a su magnífica tarta, como regalo a los novios para desearles un feliz y largo matrimonio.
Mintió sin pestañear con la firmeza con la que se habla la verdad. El ama de llaves abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir y la dejó así, frunciendo mucho el ceño. Parecía que le costaba procesar la información. La pelirroja tenía que convencerla, tenía muchas ganas de colarse en esa fiesta, robar algo de alcohol, pasarlo bien de gratis...
-No tengo noticia de ninguna compañía.
-Por supuesto que no, hace apenas dos días que estamos en la ciudad, y debido a la fama que nos precede siempre preferimos el anonimato antes de actuar. -comentó con naturalidad, esperando que las otras dos le siguieran el rollo.- Porque supongo que habrá escuchado hablar de nosotras, ¿verdad?
-N-Sísí, claro... Tendría que preguntarle al señor... Las... ¿Las Valerias, dices?
-Valkirias, querida, Valkirias. -dijo con suavidad, acercándose a la mujer y pasando un brazo sobre sus hombros.- Le presento a Lyzzabeth, el sueño élfico de la danza hecho carne, un deleite divino para los ojos. Ella es Arcadia, nuestra vocalista, tiene un ángel en la garganta y me costó horrores hacerla salir de Sandorái. Los elfos son un poco tacaños y no quieren compartir sus joyas con los mortales, usted ya sabe. -susurró en plan secreto.
-Claro, por supuesto... Y ¿tú?
El bardo ya esperaba esa pregunta. Se alejó para que todos en la cocina pudieran observarla. Con pompa y movimientos mil veces practicados, descolgó ágil la guitarra de su espalda y rasgueó las cuerdas, terminando el gesto en una reverencia juguetona de juglar.
-Yo, señora mía, soy Twistedtale el bardo. Mi deber es que a vuestros oídos llegue la mejor música del continente. Por cierto, el señor ya sabe que veníamos así que puede indicarnos directamente el escenario.
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
El camino se hizo ameno gracias a la voz cantarina de la peculiar muchacha, acompañada de la finura de las notas a cuerda. Ciertamente le pareció embaucadora la historia de aquellas tres guerreras, era la primera vez que oía hablar de tales mujeres y en parte dudaba de su verdadera existencia o si tan sólo sería un mito como otros tantos, pero fue tan alentador pensar que lo era que lo aceptó sin darle demasiadas vueltas. Los bardos eran famosos por engordar la realidad, pero eso no tenía por qué quitarle veracidad a un interesante relato.
-No sabía de ellas, pero parecen mujeres a las que conviene tener cerca. Alguien debería decirle al tal Charlie que no se las dé de héroe.- comentó con sorna.
No pudo evitar reírse al escuchar los sucesos de Aradia, a pesar de ser escueta en los detalles su expresión y el tono con el que compartió la anécdota dio lugar a imaginar la aparatosa pero divertida situación. Se sorprendió al escuchar que ambas hermanas tenían experiencia en batalla, al parecer dentro de la cultura y sociedad que compartían existían ligeras diferencias, de haberse quedado en su aldea ni de lejos hubiera imaginado obtener permiso para especializarse en la lucha, aunque por otra parte y teniendo en cuenta sus pasadas experiencias, tampoco habría sido lo suyo. Reparó entonces en un detalle que hasta el momento no había advertido, al escucharla presentarse aquel nombre le resultaba familiar, lo había oído antes, y había estado haciendo memoria hasta que recordó dónde lo había oído antes.
-¿Hazelmere? Conocí a uno una vez, no me quedó claro su nombre porque utilizó varios y todavía dudo si alguno era el de verdad, pero sí recuerdo que a punto estuve de conseguir una zimitarra nuevecita sin coste alguno si no se hubiera acordado de ella... Se le pasó la embriaguez antes de tiempo, me temo.
Bromeó al recordar vagamente el encuentro en aquella taberna de Midgar. Resultaba curioso pensar que tras aquella tranquila velada llegó una turbia temporada, era reconfortante tener al fin un tramo en su viaje de vuelta a casa en el que poder tomarse las cosas con calma. La compañía, hasta el momento, parecía agradable y a pesar de mantenerse con cierta distancia por el momento, aun no había advertido señales de peligro en aquellas dos. Esperaba no tener que retractarse de sus confiados pensamientos.
La propiedad a la que no tardaron en llegar se alzó en el horizonte con majestuosidad y al tiempo que se acercaban era necesario inclinar la cabeza hacia atrás para poder observarla al completo. La reacción de Twist bien pudo reflejar su propia impresión, aquella vivienda dejaba claro que no se trataba de una familia precisamente humilde. Eso era bueno, con suerte obtendrían una buena propina por el servicio... O no, porque el recibimiento fue lo contrario a acogedor. No sólo no tendrían gratificación alguna, sino que el perro cascarrabias tampoco cobraría por el servicio. Suerte para ella que se libraría de las reprimendas al regreso, aunque no la habría venido nada más rellenar sus bolsillos.
Se disponía a dar media vuelta, sin demorarse en cumplir las impetuosas órdenes de la mujer al borde del ataque cardiaco, a la que le había faltado tiempo para echarlas de la señorial casa, sin embargo, la pelirroja entorpeció su marcha. No pudo hacer otra cosa que contemplar perpleja la agudeza mental de la joven al inventar de la nada no sólo una ocupación, sino una con alta reputación, ante la ama de llaves y que de haberse tratado de alguien que tuviese algo de vida fuera de aquellos muros hubiera sabido al instante que era prácticamente inexistente. No obstante, la humana rechoncha y entrada en la madurez pareció aceptar sin miramientos aquella trola.
Todo fue diversión hasta que la elocuente joven de cuerpo tatuado las involucró en la mentira. La presentación que hizo de las elfas fue un dardo que fue a parar directo a su persona. "El sueño élfico de la danza hecho carne". ¡¿QUÉ?! Sus mejillas se colorearon al instante, no fue difícil entender hacia qué dirección señalaban las ideas del bardo, ¿realmente esperaba que bailase delante de todas aquellas personas? No solía responder bien a la presión de tantas miradas puestas en ella, aquello no podía salir bien.
-Eh... Si, si. Será mejor no hacerlos esperar más, por supuesto, si.- su confusión aun era evidente, pero no perdió más tiempo en exponer las dudas que pudiera tener, dirigiéndose a una de las sirvientas que regresaba del jardín con una pila de bandejas vacías -¡Niña! Deja eso y haz el favor de acompañar a las Valerias ante los invitados, ¡a prisa! ¡Venga!-
Asintió sin mediar palabra y se dirigió a las tres sin demorarse, haciéndolas un servicial gesto para que la siguieran. Antes de que arrancaran el paso, Ayl frenó el arranque de ambas en un intento desesperado por evitar la situación, dirigiéndose a la muchachita.
-Disculpa, ¿nos das un momento para... prepararnos? Es decir, es evidente que no podemos aparecer así de... Desaliñadas. Podremos encontrar solas el jardín, descuida.- las apartó a un lado sin perder la compostura hasta que estuvieron fuera de la vista del servicio -¡¿Esperas que salga ahí y haga qué?! ¿A caso se te ha subido el bizcocho a la cabeza? ¿Qué...
El dedo índice de la cabezaperturbada pensante de aquel plan cortó sus palabras, tapando sus labios y haciéndola callar. Quedó muda de la extrañeza y antes de poder decir nada más, el bardo chasqueó sus dedos y la giró hacia una ventana, donde pudo observar su reflejo. Sus ojos se abrieron, desorbitados, ¿qué acababa de pasar? Un recogido elegante, un vestido que realzaba su figura y dejaba a la vista más detalles de los que acostumbraba a mostrar y... ¿por qué le brillaban tantos los pómulos? Se miró a sí misma para descubrir que nada había cambiado y aun más desconcertada devolvió la vista hacia el cristal. ¿Brujería? No pudo dedicarle ni un segundo a aquel pensamiento, el ama de llaves se hizo notar de nuevo al fondo del pasillo, aun más agitada que antes.
-¡¿Qué demonios pasa?! La gente espera. Ah, ¿ya estás lista? ¡Pues vamos! Y vosotras, no os doy un minuto más, os vendré a buscar enseguida, ¡me da lo mismo si os encuentro en paños menores!
No pudo ni oponerse, la mujer la despachó a empujones hasta hacerla aparecer ante las numerosas mesas en las que aguardaba una considerable multitud que miraba expectante ante tal aparición. Se quedó parada y en silencio por un momento, observando al que, sin más remedio, sería su público. Localizó rápidamente a los que sería mejor evitar tener cerca, varios hombres ya ebrios que la miraban con nada camuflado deseo. Tragó saliva, el silencio cargaba el ambiente de tensión, pero entonces una ligera melodía de guitarra se filtró en el aire y envolvió a los presentes. Miró tras de sí, por encima del hombro, por fin algo de ayuda. Si tenía que dar un espectáculo no lo haría sola, eso lo tenía claro. Suspiró con resignación y finalmente se arrancó a pasearse entre el gentío, con suavidad. Fue comprometido al principio, seguro que las ramas del árbol que había aplastado a la elfa eran menos rígidas que sus músculos, pero a los pocos minutos la música pareció fundirse con la voz delicada de su congénere y tratando de concentrarse en ella comenzó a soltarse. Giró sobre si misma y se lució serpenteante entre los comensales, acompañando sus movimientos con gestos que acariciaban sus curvas y dibujaban en el aire sencillas figuras que acababan jugando entre los mechones de cabello que, a vista de los presentes, se soltaban y acariciaban su rostro. Ayudaba que la atención fuera repartida entre las tres, muchos ni si quiera la miraban a ella y eso la permitió incluso un respiro. Podría ser divertido, no era su primera fiesta, sólo tendría que pasar por alto el detalle de ser el entretenimiento en lugar de la invitada.
Se acercó a una de las mesas donde varios jóvenes parecían disfrutar riendose de la escena, podría estar bien ponerlos en el punto de mira por un momento, así ella también podría divertirse. Se colocó tras ellos con sensualidad, acarició sus espaldas y con delicadeza y acortó las distancias, situándose entre ambos sin perder el ritmo musical. Pudo ver el cambio instantáneo en la expresión de sus caras, ahora ligeramente ruborizadas, y pasó sus manos por sus rostros esta vez, recorriendo con mirada lasciva todas sus facciones hasta terminar señalando cada una de sus empolvadas mejillas, invitándoles a dedicarla un beso. Ellos no lo dudaron y sin pensarlo terminaron de acercarse, solo que no terminó tan bien como podrían haber deseado. En el instante justo, la ahora despreocupada elfa se apartó, propiciando que ambos varones chocaran sus frentes y casi sus labios. Aquello generó las risas de los presentes y ella se cobró la alegría en un trago de la copa de vino de aquellos muchachos. El espectáculo debía continuar.
-No sabía de ellas, pero parecen mujeres a las que conviene tener cerca. Alguien debería decirle al tal Charlie que no se las dé de héroe.- comentó con sorna.
No pudo evitar reírse al escuchar los sucesos de Aradia, a pesar de ser escueta en los detalles su expresión y el tono con el que compartió la anécdota dio lugar a imaginar la aparatosa pero divertida situación. Se sorprendió al escuchar que ambas hermanas tenían experiencia en batalla, al parecer dentro de la cultura y sociedad que compartían existían ligeras diferencias, de haberse quedado en su aldea ni de lejos hubiera imaginado obtener permiso para especializarse en la lucha, aunque por otra parte y teniendo en cuenta sus pasadas experiencias, tampoco habría sido lo suyo. Reparó entonces en un detalle que hasta el momento no había advertido, al escucharla presentarse aquel nombre le resultaba familiar, lo había oído antes, y había estado haciendo memoria hasta que recordó dónde lo había oído antes.
-¿Hazelmere? Conocí a uno una vez, no me quedó claro su nombre porque utilizó varios y todavía dudo si alguno era el de verdad, pero sí recuerdo que a punto estuve de conseguir una zimitarra nuevecita sin coste alguno si no se hubiera acordado de ella... Se le pasó la embriaguez antes de tiempo, me temo.
Bromeó al recordar vagamente el encuentro en aquella taberna de Midgar. Resultaba curioso pensar que tras aquella tranquila velada llegó una turbia temporada, era reconfortante tener al fin un tramo en su viaje de vuelta a casa en el que poder tomarse las cosas con calma. La compañía, hasta el momento, parecía agradable y a pesar de mantenerse con cierta distancia por el momento, aun no había advertido señales de peligro en aquellas dos. Esperaba no tener que retractarse de sus confiados pensamientos.
La propiedad a la que no tardaron en llegar se alzó en el horizonte con majestuosidad y al tiempo que se acercaban era necesario inclinar la cabeza hacia atrás para poder observarla al completo. La reacción de Twist bien pudo reflejar su propia impresión, aquella vivienda dejaba claro que no se trataba de una familia precisamente humilde. Eso era bueno, con suerte obtendrían una buena propina por el servicio... O no, porque el recibimiento fue lo contrario a acogedor. No sólo no tendrían gratificación alguna, sino que el perro cascarrabias tampoco cobraría por el servicio. Suerte para ella que se libraría de las reprimendas al regreso, aunque no la habría venido nada más rellenar sus bolsillos.
Se disponía a dar media vuelta, sin demorarse en cumplir las impetuosas órdenes de la mujer al borde del ataque cardiaco, a la que le había faltado tiempo para echarlas de la señorial casa, sin embargo, la pelirroja entorpeció su marcha. No pudo hacer otra cosa que contemplar perpleja la agudeza mental de la joven al inventar de la nada no sólo una ocupación, sino una con alta reputación, ante la ama de llaves y que de haberse tratado de alguien que tuviese algo de vida fuera de aquellos muros hubiera sabido al instante que era prácticamente inexistente. No obstante, la humana rechoncha y entrada en la madurez pareció aceptar sin miramientos aquella trola.
Todo fue diversión hasta que la elocuente joven de cuerpo tatuado las involucró en la mentira. La presentación que hizo de las elfas fue un dardo que fue a parar directo a su persona. "El sueño élfico de la danza hecho carne". ¡¿QUÉ?! Sus mejillas se colorearon al instante, no fue difícil entender hacia qué dirección señalaban las ideas del bardo, ¿realmente esperaba que bailase delante de todas aquellas personas? No solía responder bien a la presión de tantas miradas puestas en ella, aquello no podía salir bien.
-Eh... Si, si. Será mejor no hacerlos esperar más, por supuesto, si.- su confusión aun era evidente, pero no perdió más tiempo en exponer las dudas que pudiera tener, dirigiéndose a una de las sirvientas que regresaba del jardín con una pila de bandejas vacías -¡Niña! Deja eso y haz el favor de acompañar a las Valerias ante los invitados, ¡a prisa! ¡Venga!-
Asintió sin mediar palabra y se dirigió a las tres sin demorarse, haciéndolas un servicial gesto para que la siguieran. Antes de que arrancaran el paso, Ayl frenó el arranque de ambas en un intento desesperado por evitar la situación, dirigiéndose a la muchachita.
-Disculpa, ¿nos das un momento para... prepararnos? Es decir, es evidente que no podemos aparecer así de... Desaliñadas. Podremos encontrar solas el jardín, descuida.- las apartó a un lado sin perder la compostura hasta que estuvieron fuera de la vista del servicio -¡¿Esperas que salga ahí y haga qué?! ¿A caso se te ha subido el bizcocho a la cabeza? ¿Qué...
El dedo índice de la cabeza
-¡¿Qué demonios pasa?! La gente espera. Ah, ¿ya estás lista? ¡Pues vamos! Y vosotras, no os doy un minuto más, os vendré a buscar enseguida, ¡me da lo mismo si os encuentro en paños menores!
No pudo ni oponerse, la mujer la despachó a empujones hasta hacerla aparecer ante las numerosas mesas en las que aguardaba una considerable multitud que miraba expectante ante tal aparición. Se quedó parada y en silencio por un momento, observando al que, sin más remedio, sería su público. Localizó rápidamente a los que sería mejor evitar tener cerca, varios hombres ya ebrios que la miraban con nada camuflado deseo. Tragó saliva, el silencio cargaba el ambiente de tensión, pero entonces una ligera melodía de guitarra se filtró en el aire y envolvió a los presentes. Miró tras de sí, por encima del hombro, por fin algo de ayuda. Si tenía que dar un espectáculo no lo haría sola, eso lo tenía claro. Suspiró con resignación y finalmente se arrancó a pasearse entre el gentío, con suavidad. Fue comprometido al principio, seguro que las ramas del árbol que había aplastado a la elfa eran menos rígidas que sus músculos, pero a los pocos minutos la música pareció fundirse con la voz delicada de su congénere y tratando de concentrarse en ella comenzó a soltarse. Giró sobre si misma y se lució serpenteante entre los comensales, acompañando sus movimientos con gestos que acariciaban sus curvas y dibujaban en el aire sencillas figuras que acababan jugando entre los mechones de cabello que, a vista de los presentes, se soltaban y acariciaban su rostro. Ayudaba que la atención fuera repartida entre las tres, muchos ni si quiera la miraban a ella y eso la permitió incluso un respiro. Podría ser divertido, no era su primera fiesta, sólo tendría que pasar por alto el detalle de ser el entretenimiento en lugar de la invitada.
Se acercó a una de las mesas donde varios jóvenes parecían disfrutar riendose de la escena, podría estar bien ponerlos en el punto de mira por un momento, así ella también podría divertirse. Se colocó tras ellos con sensualidad, acarició sus espaldas y con delicadeza y acortó las distancias, situándose entre ambos sin perder el ritmo musical. Pudo ver el cambio instantáneo en la expresión de sus caras, ahora ligeramente ruborizadas, y pasó sus manos por sus rostros esta vez, recorriendo con mirada lasciva todas sus facciones hasta terminar señalando cada una de sus empolvadas mejillas, invitándoles a dedicarla un beso. Ellos no lo dudaron y sin pensarlo terminaron de acercarse, solo que no terminó tan bien como podrían haber deseado. En el instante justo, la ahora despreocupada elfa se apartó, propiciando que ambos varones chocaran sus frentes y casi sus labios. Aquello generó las risas de los presentes y ella se cobró la alegría en un trago de la copa de vino de aquellos muchachos. El espectáculo debía continuar.
Aylizz Wendell
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Re: Entran en una boda una bruja y dos elfas y... [Libre - Aradia / Aylizz]
-Bueno de regreso a la pastelería te lo contare a lujo de detalle, si te sirve para una canción. Aunque me daría algo de pena, mi hermano dice que soy un atractor de maldiciones. Todo es culpa de ellos aclaro, porque me usaban de balón. Aunque otros dicen que es culpa de Nousis, pero eso es otra historia,creo.- Y se cayó para oír a Ayl, y rio sin control aluno ella sabía bien de quien hablaba de sus hermanos era el único que manejaba cimitarras, y la cantidad de metal que cargaba era exagerado, seguro si olvidaba alguna no sería por mucho tiempo porque caminaría desbalanceado.- Zelas del Viento. –Le dijo sin más, seguro su hermano la mataría por andar divulgando su nombre. Pero era su pequeña venganza por el pleito que tenía con su novio.- El y mi novio no se llevan muy bien. Y ambos andan vagando en algún lado, seguro me reñirán cuando les cuente del árbol.- Mascullo pensando en cómo diablos les contaría al par de tal suceso.
Pero como era de esperarse, o mas bien no por que no era algo tan propio de la morena, era distraerse de inmediato con la mansión, era similar en tamaño al asentamiento de su familia, pero ellos tenían la excusa de que eran demasiados y algunos parientes ya habían expandido a la familia. Y sin más se apropió de la entrega, cada hueso le dolía pero sentía una energía vibrando en su interior y se enfocó en no salir corriendo para ver todo el lugar. La voz e Twist le enfoco un poco.
La mentira de Twist y su facilidad le azoraron, pero curiosamente pudo atajar la bola y se giró en una reverencia, cuando la medio nombro, de suerte le dijo de que era cantante, con cada hueso de su cuerpo reclamando el que se moviera, no podría bailar grácilmente, aunque, si usaba su cadena como atracción, seguramente podría defenderse, Ahora tocaba ver de qué iba a cantar, comenzó a dar brinquitos y soltó un “WOOOO” cuando Alizz brillo y la señalo y luego a ella misma.- Twist quiero quiero.- Dijo alzando la mano como niña pequeña y fue complacida, brillaba ligeramente y sus cabellos en el cristal se veían algo más cuidados, sentía como si una lluvia de polvo brillante hubiera caído en sus ropas y se movió bailoteando frente al cristal, solo dio un saltito cuando la señora cara de bosta apareció y sin delicadeza fuimos arrojadas al ruedo. Bueno algo así, Aylizz comenzó a bailar y Aradia golpeo al ritmo el suelo para hacer el sonido de un tambor.
-Y aquí para atraer la prosperidad al matrimoniio, las Valkirias.- Dijo con voz suave y con la energía que sentía desbordar, recordó un canto de su casa, algún bardo la dejo y entre tantas ella la repitió como si la oyera de su tía.-
I've seen many men wandering
All strong and brave and keen
Seen them growing into rulers
But I long for the sea
Heard a ship came from north
To our harbour for a day
And before misfortune knows
I'll be on my way
-Hizo una leve pausa marcando con sus pasos el ritmo en el suelo, girando tomando su falda para mostrar sus pasos, como si el dolor no existiera. Volvió a subir el tono de voz al comenzar cada coro. Sentía su cuerpo vibrar y tomo más energía para el siguiente coro dando un par de saltos como si invitara a los presentes a bailar.
I'm all set to veer away
And I'm all set to go astray
All burdens I will leave ashore
To find what I've been longing for
-Repitió la estrofa golpeando por cada frase el pecho, y girando como un vals continuo el canto, aun así deseaba saltar tomar el lugar de Ayzz y bailar pero no, estaba dando vueltas como peonza mirando el cielo a los invitados al ritmo de la canción.
Don't tell anyone
That this night I'll be gone
Greeting the eternal blue
Right at the break of dawn
Sailing t'wards the unknown
With my crew on the sea
And the day that I return
A hero I shall be
A hero I shall be
A hero I shall be
I'm all set to veer away
And I'm all set to go astray
All burdens I will leave ashore
To find what I've been longing for
-Todo fue el crescendo hasta llegar a final, donde se detuvo y se meció como si cantara una nana pero su voz seguía manteniendo el ritmo. Estaba como en un trance, conectada a la realidad pero lejos de ella, y la música solo la hacía irse más y más.
Off: Ahora entra en acción la maldición de ardilla hiperactiva disfrútenlo
Maldición obtenida en el tema Entre burbujas y Explosiones (Trabajo)
Aradia: Sufrirás estados alternos de hiperactividad y agotamiento. Durante uno o dos turnos, te sentirás muy activa; seguido de uno o dos turnos en los que sentirás que apenas puedes moverte; seguido de una nueva subida de energía... Los efectos comenzarán en algún momento antes del quinto turno y continuarán durante todo el tema.
Pero como era de esperarse, o mas bien no por que no era algo tan propio de la morena, era distraerse de inmediato con la mansión, era similar en tamaño al asentamiento de su familia, pero ellos tenían la excusa de que eran demasiados y algunos parientes ya habían expandido a la familia. Y sin más se apropió de la entrega, cada hueso le dolía pero sentía una energía vibrando en su interior y se enfocó en no salir corriendo para ver todo el lugar. La voz e Twist le enfoco un poco.
La mentira de Twist y su facilidad le azoraron, pero curiosamente pudo atajar la bola y se giró en una reverencia, cuando la medio nombro, de suerte le dijo de que era cantante, con cada hueso de su cuerpo reclamando el que se moviera, no podría bailar grácilmente, aunque, si usaba su cadena como atracción, seguramente podría defenderse, Ahora tocaba ver de qué iba a cantar, comenzó a dar brinquitos y soltó un “WOOOO” cuando Alizz brillo y la señalo y luego a ella misma.- Twist quiero quiero.- Dijo alzando la mano como niña pequeña y fue complacida, brillaba ligeramente y sus cabellos en el cristal se veían algo más cuidados, sentía como si una lluvia de polvo brillante hubiera caído en sus ropas y se movió bailoteando frente al cristal, solo dio un saltito cuando la señora cara de bosta apareció y sin delicadeza fuimos arrojadas al ruedo. Bueno algo así, Aylizz comenzó a bailar y Aradia golpeo al ritmo el suelo para hacer el sonido de un tambor.
-Y aquí para atraer la prosperidad al matrimoniio, las Valkirias.- Dijo con voz suave y con la energía que sentía desbordar, recordó un canto de su casa, algún bardo la dejo y entre tantas ella la repitió como si la oyera de su tía.-
I've seen many men wandering
All strong and brave and keen
Seen them growing into rulers
But I long for the sea
Heard a ship came from north
To our harbour for a day
And before misfortune knows
I'll be on my way
-Hizo una leve pausa marcando con sus pasos el ritmo en el suelo, girando tomando su falda para mostrar sus pasos, como si el dolor no existiera. Volvió a subir el tono de voz al comenzar cada coro. Sentía su cuerpo vibrar y tomo más energía para el siguiente coro dando un par de saltos como si invitara a los presentes a bailar.
I'm all set to veer away
And I'm all set to go astray
All burdens I will leave ashore
To find what I've been longing for
-Repitió la estrofa golpeando por cada frase el pecho, y girando como un vals continuo el canto, aun así deseaba saltar tomar el lugar de Ayzz y bailar pero no, estaba dando vueltas como peonza mirando el cielo a los invitados al ritmo de la canción.
Don't tell anyone
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And the day that I return
A hero I shall be
A hero I shall be
A hero I shall be
I'm all set to veer away
And I'm all set to go astray
All burdens I will leave ashore
To find what I've been longing for
-Todo fue el crescendo hasta llegar a final, donde se detuvo y se meció como si cantara una nana pero su voz seguía manteniendo el ritmo. Estaba como en un trance, conectada a la realidad pero lejos de ella, y la música solo la hacía irse más y más.
Off: Ahora entra en acción la maldición de ardilla hiperactiva disfrútenlo
Maldición obtenida en el tema Entre burbujas y Explosiones (Trabajo)
Aradia: Sufrirás estados alternos de hiperactividad y agotamiento. Durante uno o dos turnos, te sentirás muy activa; seguido de uno o dos turnos en los que sentirás que apenas puedes moverte; seguido de una nueva subida de energía... Los efectos comenzarán en algún momento antes del quinto turno y continuarán durante todo el tema.
Aradia Hazelmere
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