Historia de Aerandir
Historia de Aerandir
La historia de Aerandir
El pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla
La era de los dragones
La primera de las eras conocidas en la historia de Aerandir, destacando entre las demás por ser la más pacífica. Las criaturas que vivían allí por aquella época se desarrollaban en armonía, siempre bajo la atenta mirada de los seis grandes Dragones ancestrales, cada uno de ellos vinculado a un elemento: Aire, Agua, Fuego, Tierra, Luz y Oscuridad. Se dice que estos Dragones fueron los que crearon el mundo y lo imbuyeron con su magia, dotando a todos los seres de vida.
Sin embargo, bajo la apariencia de tranquilidad se concentraban ríos de rencor y egoísmo. Pese a que se encontraban en un plano de igualdad, el Dragón de la Luz y el de la Oscuridad poseían un poder mayor que los demás. La paz se mantuvo durante años pero, finalmente, el Dragón de la Oscuridad, traicionado por las propias emociones que representaba, retó al Dragón de la Luz con la intención de eliminarlo y situarse como el líder de los Dragones.
La batalla fue terrible. El mundo se sacudió bajo la figura de los dos grandiosos Dragones en su infatigable pelea. Montañas y mares cambiaron de forma, se destruyeron continentes para formar otros nuevos hasta que, tras una titánica batalla que duró meses, el Dragón de la Luz venció, pero fue incapaz de acabar con su némesis.
El Dragón de la Oscuridad, humillado por la derrota y por la compasión de su enemigo, fue encadenado en lo mas profundo de un volcán, para evitar que pudiese escapar y volver a extender su odio.
Tuvo que pasar algún tiempo antes de que descubriera que su pelea no solo había cambiado la situación de los continentes, sino que había generado algo mucho mas profundo. De alguna manera que no podían comprender, se había creado un portal que comunicaba Aerandir con otro mundo al que no se atrevieron a entrar, pues su poder provenía de la conexión que tenían con su mundo. Si pasaban por ese portal, seguramente morirían al poco tiempo.
Antes de que los Dragones se hubiesen recuperado del todo de los cambios que se habían producido, empezaron a aparecer seres que nunca habían visto antes. Caminaban sobre dos patas y usaban pieles de extrañas bestias para cubrirse. Parecían tener una inteligencia superior a la mayoría de las criaturas que ellos habían creado, pues conocían algún tipo de lenguaje primitivo e incluso tenían cierta organización social. Los Dragones los vieron como regalos inesperados y los tomaron bajo su cuidado, ayudándolos a evolucionar con sus conocimientos. Estos “humanos” tomaron a los Dragones como sus Dioses y los adoraron como tales.
La era de la magia
Los humanos, gracias a la ayuda de los Dragones, fueron aprendiendo poco a poco a canalizar las energías de las que se alimentaba Aerandir para utilizarlas en su beneficio. Al principio solo las usaron para hacer su vida más fácil, pero un grupo de humanos descubrió, influenciados por el poder que todavía tenía el dragón de la Oscuridad en el mundo, que podían utilizar esta “magia” de forma destructiva y atemorizaron a los demás, por lo que tuvieron que alejarse de sus congéneres y vivir aislados. Estos humanos se llamaron desde entonces Hechiceros o Brujos.
Otra parte de los humanos, inspirados por el Dragón de la Luz, siguieron usando su don con la magia para ayudarse a sí mismos y a sus compañeros. A estos se les llamó Druidas, que poco a poco y debido a la influencia positiva de su poder, fueron adquiriendo los rasgos estilizados característicos de los actuales Elfos.
El miedo que tenían los humanos que no podían usar la magia a los que sí tenían este don fue aumentando con el tiempo. Este grupo, que solo podía confiar en las armas que ellos mismos conseguían, se dedicó a desarrollarse en este sentido produciendo las defensas que necesitarían para sobrevivir.
Los Dragones acabaron por comprender que el enorme poder que tenían los humanos también constituía su mayor peligro por su gran ambición, así que decidieron alejarse de ellos para que se desarrollasen por su cuenta. Pero nunca dejaron de vigilarlos, esperando el momento en el que se viesen obligados a actuar.
Otra parte de los humanos, inspirados por el Dragón de la Luz, siguieron usando su don con la magia para ayudarse a sí mismos y a sus compañeros. A estos se les llamó Druidas, que poco a poco y debido a la influencia positiva de su poder, fueron adquiriendo los rasgos estilizados característicos de los actuales Elfos.
El miedo que tenían los humanos que no podían usar la magia a los que sí tenían este don fue aumentando con el tiempo. Este grupo, que solo podía confiar en las armas que ellos mismos conseguían, se dedicó a desarrollarse en este sentido produciendo las defensas que necesitarían para sobrevivir.
Los Dragones acabaron por comprender que el enorme poder que tenían los humanos también constituía su mayor peligro por su gran ambición, así que decidieron alejarse de ellos para que se desarrollasen por su cuenta. Pero nunca dejaron de vigilarlos, esperando el momento en el que se viesen obligados a actuar.
La era de las máquinas
En el 2009 año terrestre, los humanos descubrieron el portal casi por accidente en medio del océano. Los humanos tecnológicamente desarrollados llegaron a Aerandir por el mismo lugar que lo hicieron sus antepasados hacia miles de años y lo hacían acompañados de seres biomecánicos creados por ellos mismos: Los Bio-Ciberneticos.
Vieron Aerandir como un enorme mundo de recursos sin explotar y comenzaron su conquista esclavizando al resto de razas, que para ellos eran meras bestias estúpidas. Pronto descubrieron que las razas nativas del planeta no se dejarían conquistar con facilidad y, libres de la moral y la ética que los limitaban la Tierra, empezaron a experimentar con ellas para encontrar sus debilidades y a la vez intentar producir un arma para eliminarlos sin arriesgarse a tener pérdidas ellos mismos.
De los primeros experimentos que realizaron surgieron los hombres bestia. El ADN de los humanos de Aerandir junto con el de diversos animales de la Tierra dio lugar a una raza con rasgos bestiales, que se beneficiaba de la capacidad de razonamiento de los humanos con la velocidad y fuerza de algunos animales. Pero, más tarde, cuando consiguieron un mayor conocimiento de estas técnicas, dieron un paso más, consiguiendo que estos hombres bestia pudieran cambiar de una forma de humano a una de animal conscientemente. Para probar el poder de sus “mascotas”, creyendo que las podrían controlar como quisieran, las utilizaron para atacar a las razas de Aerandir, siendo los vampiros los más afectados por estos ataques. Los científicos solo tuvieron tiempo para probar su nueva técnica juntando lobos y humanos, produciendo a los licántropos, pues antes de que pudiesen continuar con sus terribles experimentos, comenzó la verdadera guerra.
Un representante de cada una de las razas de Aerandir acudió a una gran reunión que se celebró en territorio neutral. En un acto de paz nunca visto hasta entonces, todas decidieron aliarse para expulsar al invasor de su mundo.
Su mayor numero, combinando la magia de elfos y brujos junto con el enorme poder de las demás razas, resultaron decisivos para conseguir la victoria. Las crónicas de esa guerra relatan los actos heroicos de decenas de hombres que sacrificaron sus vidas para conseguir la paz. Al hacer retroceder a sus enemigos, consiguieron liberar a los licántropos y a los hombres-bestia, que se unieron a ellos en la guerra contra la Tierra. Con ellos se convirtieron en la fuerza imparable que finalmente devolvió a los enemigos a su lugar.
Los humanos de la Tierra, preocupados por lo que podría pasar si las razas de Aerandir intentaban entrar en su mundo para conquistarlo, decidieron firmar la paz aceptando la derrota. Enviaron a los Bio-Ciberneticos al portal para evitar que nadie entrase o saliese de el. Estos seres, por estar condicionados a obedecer a los humanos, también obedecen a los que se quedaron en Aerandir y algunos de ellos se asentaron cerca de Lunargenta.
Vieron Aerandir como un enorme mundo de recursos sin explotar y comenzaron su conquista esclavizando al resto de razas, que para ellos eran meras bestias estúpidas. Pronto descubrieron que las razas nativas del planeta no se dejarían conquistar con facilidad y, libres de la moral y la ética que los limitaban la Tierra, empezaron a experimentar con ellas para encontrar sus debilidades y a la vez intentar producir un arma para eliminarlos sin arriesgarse a tener pérdidas ellos mismos.
De los primeros experimentos que realizaron surgieron los hombres bestia. El ADN de los humanos de Aerandir junto con el de diversos animales de la Tierra dio lugar a una raza con rasgos bestiales, que se beneficiaba de la capacidad de razonamiento de los humanos con la velocidad y fuerza de algunos animales. Pero, más tarde, cuando consiguieron un mayor conocimiento de estas técnicas, dieron un paso más, consiguiendo que estos hombres bestia pudieran cambiar de una forma de humano a una de animal conscientemente. Para probar el poder de sus “mascotas”, creyendo que las podrían controlar como quisieran, las utilizaron para atacar a las razas de Aerandir, siendo los vampiros los más afectados por estos ataques. Los científicos solo tuvieron tiempo para probar su nueva técnica juntando lobos y humanos, produciendo a los licántropos, pues antes de que pudiesen continuar con sus terribles experimentos, comenzó la verdadera guerra.
Un representante de cada una de las razas de Aerandir acudió a una gran reunión que se celebró en territorio neutral. En un acto de paz nunca visto hasta entonces, todas decidieron aliarse para expulsar al invasor de su mundo.
Su mayor numero, combinando la magia de elfos y brujos junto con el enorme poder de las demás razas, resultaron decisivos para conseguir la victoria. Las crónicas de esa guerra relatan los actos heroicos de decenas de hombres que sacrificaron sus vidas para conseguir la paz. Al hacer retroceder a sus enemigos, consiguieron liberar a los licántropos y a los hombres-bestia, que se unieron a ellos en la guerra contra la Tierra. Con ellos se convirtieron en la fuerza imparable que finalmente devolvió a los enemigos a su lugar.
Los humanos de la Tierra, preocupados por lo que podría pasar si las razas de Aerandir intentaban entrar en su mundo para conquistarlo, decidieron firmar la paz aceptando la derrota. Enviaron a los Bio-Ciberneticos al portal para evitar que nadie entrase o saliese de el. Estos seres, por estar condicionados a obedecer a los humanos, también obedecen a los que se quedaron en Aerandir y algunos de ellos se asentaron cerca de Lunargenta.
La era de los clanes
Acabada la guerra y recuperada su libertad, cada raza volvió a su tierra a reconstruir sus hogares y a intentar recuperar sus vidas.
Todas las razas empezaron a vivir en una aparente paz, teñida por las disputas de siempre. Los vampiros nunca perdonaron a los licántropos las masacres que produjeron bajo las ordenes de los humanos de la Tierra, y nadie sabe cuánto tardará en estallar una nueva guerra.
Y todo el mundo parece haber olvidado al Dragon de la Oscuridad, pero el sigue ahí, aprovechando cualquier oportunidad para aumentar su poder.
Pasado un tiempo, todas aquellas paces tan dudosas que se habían formado acabaron por desvincularse, por la muerte de los jefes de los clanes que habían firmado ese periodo de paz, o por motivos de odio. Ahora Aerandir se sumía poco a poco en una guerra interna, una guerra de clanes.
Había clanes formados por licántropos y vampiros, incluso dragones o humanos, se estaba perdiendo en cierta manera esa identidad de raza común que caracterizaba a los clanes. Pese a esto, los clanes de vampiros tenían el monopolio del terror. Tenían asustados a los humanos, liderados por el rey Alathos, uno de los reyes que habían conseguido que la paz entre razas perdurase.
Este periodo de “paz” en una tensión elevada al máximo exponente reventó una noche en la fiesta de primavera, celebrada por uno de los clanes mixtos más conocidos, los Renegados. Allí el clan Colmillo de Hierro declaró la guerra a los vampiros y a todo aquel que les apoyase. La guerra se convirtió más en una lucha de alianzas que en una guerra entre clanes o razas, realmente nunca hubo tal guerra, esta sublevación de los licántropos supuso más un cambio de alianzas entre razas y clanes.
En este contexto de tensión entre clanes, razas y alianzas ocurrió un hecho que no dejó a nadie indiferente. La muerte del rey Alathos. Fue un asesinato que dejó a todos consternados, puesto que no había sido nada humano, ni conocido el asesino. Las razas ahora necesitaban más la paz que nunca. Consiguieron una paz estable y equilibrada gracias a la colaboración de los jefes de los clanes más importantes y del nuevo rey de Lunargenta: Siegfried.
Todas las razas empezaron a vivir en una aparente paz, teñida por las disputas de siempre. Los vampiros nunca perdonaron a los licántropos las masacres que produjeron bajo las ordenes de los humanos de la Tierra, y nadie sabe cuánto tardará en estallar una nueva guerra.
Y todo el mundo parece haber olvidado al Dragon de la Oscuridad, pero el sigue ahí, aprovechando cualquier oportunidad para aumentar su poder.
Pasado un tiempo, todas aquellas paces tan dudosas que se habían formado acabaron por desvincularse, por la muerte de los jefes de los clanes que habían firmado ese periodo de paz, o por motivos de odio. Ahora Aerandir se sumía poco a poco en una guerra interna, una guerra de clanes.
Había clanes formados por licántropos y vampiros, incluso dragones o humanos, se estaba perdiendo en cierta manera esa identidad de raza común que caracterizaba a los clanes. Pese a esto, los clanes de vampiros tenían el monopolio del terror. Tenían asustados a los humanos, liderados por el rey Alathos, uno de los reyes que habían conseguido que la paz entre razas perdurase.
Este periodo de “paz” en una tensión elevada al máximo exponente reventó una noche en la fiesta de primavera, celebrada por uno de los clanes mixtos más conocidos, los Renegados. Allí el clan Colmillo de Hierro declaró la guerra a los vampiros y a todo aquel que les apoyase. La guerra se convirtió más en una lucha de alianzas que en una guerra entre clanes o razas, realmente nunca hubo tal guerra, esta sublevación de los licántropos supuso más un cambio de alianzas entre razas y clanes.
En este contexto de tensión entre clanes, razas y alianzas ocurrió un hecho que no dejó a nadie indiferente. La muerte del rey Alathos. Fue un asesinato que dejó a todos consternados, puesto que no había sido nada humano, ni conocido el asesino. Las razas ahora necesitaban más la paz que nunca. Consiguieron una paz estable y equilibrada gracias a la colaboración de los jefes de los clanes más importantes y del nuevo rey de Lunargenta: Siegfried.
Actualidad
Hace unos pocos años, una pandemia se expandió muy rápidamente por todo el continente, diezmando la población y haciendo que ocurriesen múltiples migraciones hacia los territorios más seguros, en busca de ayuda. Esto llevo a la conquista de Lunargenta por parte de un grupo de vampiros y al exilio del Rey Siegfried a Beltrexus.
Con las huestes del Norte, entre otras, como aliadas, el monarca y su guardia consiguieron tomar de nuevo la capital humana al año siguiente. Tras su reconquista, Lunargenta inició un largo proceso de reconstrucción, sumida en la pobreza. El rey Siegfried hizo un llamamiento a las razas para que ayudasen en tan ardua tarea. Lejos de aquello, puesto que la pandemia había hecho mella en todos los territorios de Aerandir, hubo una gran escisión en el territorio humano, creándose así la infame Ciudad Lagarto, hogar de maleantes, ciudad sin ley, situada en terreno de nadie entre el territorio humano y la base de los bio-cibernéticos. Esta "ciudad" se encuentra en un limbo político.
La pobreza por la fuerte crisis llevó a otra gran guerra, la guerra del Árbol Madre. El caos y la ruptura de la paz trajeron a Aerandir un futuro incierto. La tierra se pudría a pasos agigantados bajo los pies de los llamados Jinetes Oscuros, que atacaban una de las fuentes de éter más importantes de Aerandir, el Árbol Madre. Estos seres, llegaron desde el Oblivion, un submundo creado por la misma brecha mágica que une la tierra con Aerandir, siendo este un lugar lúgubre y maldito donde habitan seres creados por los restos de éter.
Los Jinetes fueron derrotados con la ayuda, incierta en ocasiones, de las huestes de Dundarak, al mando del difunto rey Rigobert III, la Logia y el apoyo de los héroes de Aerandir. Como consecuencia de la batalla, el Árbol Madre quedó en pésimo estado. Pese a todo, sus raíces aguantaron y siguen palpitando éter por sus fibras, por lo que los elfos tienen fe en que volverán a brillar sus flores alguna primavera. Por otro lado, la muerte del rey Rigobert llevó a los dragones a volver a formar el Consejo de Sabios, poniendo fin así a quince años de monarquía forzada.
Ahora, más que nunca, Aerandir necesita a sus héroes, y necesita nuevos apoyos y paz, para poder prosperar. Ahora, más que nunca, Aerandir te necesita a ti.
Con las huestes del Norte, entre otras, como aliadas, el monarca y su guardia consiguieron tomar de nuevo la capital humana al año siguiente. Tras su reconquista, Lunargenta inició un largo proceso de reconstrucción, sumida en la pobreza. El rey Siegfried hizo un llamamiento a las razas para que ayudasen en tan ardua tarea. Lejos de aquello, puesto que la pandemia había hecho mella en todos los territorios de Aerandir, hubo una gran escisión en el territorio humano, creándose así la infame Ciudad Lagarto, hogar de maleantes, ciudad sin ley, situada en terreno de nadie entre el territorio humano y la base de los bio-cibernéticos. Esta "ciudad" se encuentra en un limbo político.
La pobreza por la fuerte crisis llevó a otra gran guerra, la guerra del Árbol Madre. El caos y la ruptura de la paz trajeron a Aerandir un futuro incierto. La tierra se pudría a pasos agigantados bajo los pies de los llamados Jinetes Oscuros, que atacaban una de las fuentes de éter más importantes de Aerandir, el Árbol Madre. Estos seres, llegaron desde el Oblivion, un submundo creado por la misma brecha mágica que une la tierra con Aerandir, siendo este un lugar lúgubre y maldito donde habitan seres creados por los restos de éter.
Los Jinetes fueron derrotados con la ayuda, incierta en ocasiones, de las huestes de Dundarak, al mando del difunto rey Rigobert III, la Logia y el apoyo de los héroes de Aerandir. Como consecuencia de la batalla, el Árbol Madre quedó en pésimo estado. Pese a todo, sus raíces aguantaron y siguen palpitando éter por sus fibras, por lo que los elfos tienen fe en que volverán a brillar sus flores alguna primavera. Por otro lado, la muerte del rey Rigobert llevó a los dragones a volver a formar el Consejo de Sabios, poniendo fin así a quince años de monarquía forzada.
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