En Rottenatt [Evento Social]

Si había algo bueno que sacar de todo esto era que mi acción inmediata de arremeter con saco y voluntad férrea contra Gaegel funcionó de maravilla, no sólo le había sacado las ratas de encima sino que también logré matar ocho en el proceso. Punto para Merax, claro que el muy descortés ni siquiera me había dado las gracias, sólo se había levantado expresando su descontento por las pestes, eso me hirió un poco el orgullo, al fin y al cabo le había puesto mucho empeño en ayudarle.

En fin... Una vez que el desagradecido canino se levantó quizás a dejar salir sus frustración con toda cuanta rata se encontrara en su camino, recogí las que había matado y procedí a meterlas en el saco, ya se notaba bastante pesado y sustancioso. Y ya podía decir que no se movía nada ahí adentro.

Algunas ratas habían huido ante todo el jaleo sucedido segundos atrás pero nuevamente otras osadas, o tal vez inteligentes y vengativas, iban dispuestas al todo por el todo en contra de mi integridad.

Recién estaba terminando de colectar la ultima rata cuando escuché ese chillido y repiqueteo de pequeñas patitas contra mí, había que actuar rápido y poner a prueba mis reflejos, , no iba a negar que pegarle con el saco a alguien me había dejado un poco cansada pero no podía rendirme ahora. En este momento mis reflejos definirían mi destino: ser víctima de iracundos roedores o hacerles probar a esas plagas el poder de mi látigo, todo dependía de qué tan pronto reaccionara y que mis fuerzas no flaquearan.

Gaegel se había alejado algunos metros de mí, por lo que podría decirse que estaba sola.

Se rumoreaba que en Baslodia había una invasión de ratas, sí lo sé, muy gross todo. No estaba entre mis planes acercarme demasiado a esos animalitos, pero hace no mucho había hecho una gran inversión comprando cositas y un poco de dinero no estaba mal. Pensaba que con mis habilidades podría deshacerme de algunas sin demasiado esfuerzo, tal vez estaba subestimando mucho la situación, no estaba segura de qué tantas ratas había pero con ayudar un poco me bastaba.

Al parecer había varios interesados en las ratos con motivos muy distintos ¿Por qué la gente es tan rara? En fin, vamos a terminar esto rapidito.

Me dirigí a una de las plazas principales de Baslodia y eso era una locura, un montón de gente asqueada, otros divertidos tratando de obtener ratas, y hasta personas luchando a muerte con ratas que parecían tener la ventaja.

De la nada una ola de ratas salió corriendo y rozaron mi hermoso vestido. Estaban corriendo muy cerca de mis pies. Me fue inevitable que me erizara ¡Que desagradableeeeeeeee! gritaba por dentro.

-Pelusa quédate en el bolso, ni se te ocurra asomar la cabeza - le dije a mi aionsito bebé.

Solo serán unas pocas, me repetía constantemente para soportar aquella situación. Busqué un bolso para la tarea de recolección y me detuve un segundo a planear.

Okey, no las mataré, solo les daré palazos y luego podré levantarlas con telekinesis al saco ¿o tal vez sea más eficiente neutralizarlas un poco con las agujas? Sí, las agujas son más elegantes.

Lancé cuatro agujas dirigidas al dazhui de cuatro raticas desafortunadas y al neutralizarlas las hice volar a mi bolso.
...

En mi tarea de recolección me encontré a una chica que se defendía con un látigo.

-Oye, disculpa- le dije para llamar su atención -Siempre me ha dado curiosidad... ¿cómo haces para atacar correctamente con un látigo? ¿el movimiento no es muy difícil de controlar? ¿Tendrías que calcular la trayectoría de movimiento? ¿Siempre debe estar como tenso?- la verdad me parecía súper interesante -Mi nombre es Maga, por cierto- sonreí.

___
Off
Le hablo a Meraxes

Hab racial: telekinesis.
Hab nivel 0: telekinesis avanzada.

Conteo de ratas: 4

vestido de maga:

Mi embestida había resultado satisfactoria, había logrado hacerme de algunas ratas. Pero estaba seguro que ahora mismo me encontraba en desventaja al haber sido atacado por esos roedores apestosos, y lo que menos quería era tener que gastar mi botín en licor de alta calidad, me reúso. Hay mejores maneras para beber, y más económicas dicho está de paso. El haberme arrojado como un suicida me había alejado de la joven. Podría regresar a donde estaba en un momento y luego agradecerle por intentar asesinarme con un costal de ratas. Al menos no intentó ahuyentar las ratas de mi cuerpo con su látigo.

Caminaba despacio por aquel lugar, hasta que vi a un grupo de ratas concentradas en un queso de considerable tamaño. - Excelente. Esto será como quitarle un dulce a un bebé. - Dije sonriendo ampliamente. Ojalá en ese momento contara con alguna otra arma. Mi espada corta no me serviría de nada si las ratas volvían a atacarme. Resultaba muy irónico que para criaturas  como esas las armas convencionales resultan poco convenientes ya que estas cosas se pegan a tu cuerpo y no puedes atacarlas con tu espada porque te llevarías en el proceso alguna extremidad tuya.

Miré de un lado a otro, y podía notar como la cantidad de ratas aumentaba para tratar de comerse ese enorme queso. Debía de esperar a que el número creciera un poco más, si me lanzaba ahora solo capturaría unas cuantas. Antes de hacer cualquier cosa me miré por un momento. Por suerte mis manos estaban a salvo por mis guantes de cuero, pero mis brazos, mis piernas y mi rostro tenía marcas de rasguños y mordidas causado por esas ratas espantosas. Era un poco desalentador que me haya pasado eso, ya que la cacería había resultado bien, pero bueno, esperaba que ese evento no volviese a ocurrir. Suspiré levemente y volví al ataque.

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Ratas capturadas en este turno: 6
Cantidad total: 8 + 4 + 8 + 0 + 6 + 4 = 30

Mis reflejos fueron muchos más rápido que las ratas que venían hacia mí, atributo que seguramente tenía que ver con el agua a mi alrededor, como fuese, eso me permitió azotar y garantizar seis pestes más a mi saco.

Estaba terminando de estirarme cuando una voz dulce, que podía considerar ¿tierna? me hizo llevar mi atención hacia una pequeña que para nada combinaba con el caos que era mi alrededor. De vestido rosa y piel de porcelana era como una muñequita entre salvajes, hasta contrastaba por completo con mi apariencia; Que para ese punto además de empapada, estaba llena de lodo en las piernas (esperaba que sólo fuese eso), despeinada y por no decir sudorosa, claro que el agua se encargaba de ocultar esto.  

La pregunta en sí misma me dejó desconcertada, no por sobre lo que debía responder, sino más bien por la calma con la que lo hacía notando que el sitio estaba infestado hasta el tope de ratas dispuestas a atacar. Cabe recordar que Gaegel y yo habíamos encontrado una mina de oro en aquel almacén, mina que seguramente él podría estar aprovechando mientras yo trataba de unir piezas de las brillante y dulce criatura que tenía ahora en mi rango de visión.

- Emmm... supongo que todo está en la muñeca y la practica, y el instinto de supervivencia. - Agregué con una animada sonrisa al final. - Mi nombre es Merax, y ese hombre de allá es Firu... Gaegel. - Corregí al final señalando a mi compañero a varios metros de nosotras.

- ¿Estás sola? - Rasqué mi nuca, seguía sin terminar de procesar la idea, si bien había aprendido a no confiar en las apariencias, esa pulcritud que emanaba de ella era inverosímil con respecto a todo lo demás.- Dame un momento, cariño. No puedo dejar que ese perro me lleve la ventaja. - Agregué casi al instante visualizando a un grupito cercano de ratas distraídas comiendo, con algo de suerte podría atraparlas mientras seguían disfrutando de su banquete, a menos claro que los dioses no me bendijeran en este nuevo intento y todo se fuera al carajo.  

Poniendo toda la confianza en mi arma, y acercándome a poco menos de dos metros de ese grupo el azote resonó, ya solo bastaba determinar sí había funcionado o sólo las había molestado.

Por suerte no me había conseguido ratas demasiado hostiles, sólo asquerosas que corrían de un lado a otro y que me hacían arrugar un poco la cara por incomodidad. Sin embargo, no muy lejos sí había ratas muy violentas, otras que simplemente estaban comiendo, y más; había roedores para todos los gustos.

Trataba de que aquellos monstruitos no me distrajeran de mi conversación con la chica del látigo, pues la verdad me parecía un arma interesante, y la gente que la usaba era digna de admirar.

La joven me habló de que la técnica estaba en la muñeca, y tenía todo el sentido del mundo, podría imaginarme el movimiento sin embargo aún dudaba que pudiese hacerlo correctamente; en una situación más controlada definitivamente me gustaría probar esa arma.

-Merax y Gaegel- repetí en voz baja un par de veces para que fuese más sencillo acordarme de sus nombres.

-No, no estoy sola… estoy con una bolita de pelos que es mi mejor amigo, pero no quiero que agarre mal olor-

-¡Uh! Vale, no te preocupes- le comenté aunque un poco confundida porque no veía ningún perro ¿se refería a su compañero?

Mientras la joven se alejaba a seguir con sus actividades yo volví a la realidad asquerosa en la que estaba. Suspiré profundamente y sacudí mis piernas que se estaban llenando de ratas. Se suponía que tratar de estar en armonía con los animales, pero en aquella escena no había nada de armonía.

Ataqué a las ratas que tenía más cerca para que se desmayaran y las hice levitar metiéndolas en el bolsito que destiné para la recolección. Definitivamente quería tomarme las cosas con calma, eso de ponerme a atrapar ratas de forma profesional no era lo mío.

Mi mas reciente cacería había elevado su cuenta hasta las treinta ratas. Esas cuatro que se habían sumado a mi saco sin duda me ayudarían a reponerme, pero estaba seguro de que aún me encontraría por debajo de la cuenta de la chica dragón, por lo que no me iba a permitir perder este juego de cacería, yo un lobo. Si bien mis habilidades de cacería innatas eran más fuertes en manada, un lobo solitario como yo podía arreglármelas, o incluso beneficiarme de los movimientos de Merax.

Iba caminando tranquilamente. Mi cabello mojado se había pegado en mi rostro, por lo que con mi mano libre recogí mi cabello y me lo llevé hacia atrás. Al terminar este trabajo y cobrar lo que ganara, saldría de este pestilente lugar, y al encontrar el primer rio o lago limpio y me metería a bañar, no me importa ir acompañado de esa mujer. Este fétido olor estaba comenzando a marearme.

Cuando iba de regreso hacia la joven, noté que ella ahora no estaba sola. Iba acompañada de alguien más. Lo que me causó sorpresa fue que se trataba de una jovencita que desentonaba completamente con el ambiente que estaba en la ciudad. A diferencia del caos y alboroto que estaba aconteciendo aquí, ella lucía tan pulcra y ordenada, resultaba muy extraño sin lugar a dudas. - Mera, ¿quién es tu nueva amiga? - Dije con un tono jovial, ya que mi aspecto debía lucir muy perturbador. Estaba sucio, mal oliente y con el ataque de las ratas tenía algunas lesiones y rasguños, por lo que no quería perturbar a la joven.[/color] - En ese momento miré un pequeño grupo de ratas, y de nueva cuenta me dirigí a capturar a la mayor cantidad de roedores que pudiera.

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Ratas capturadas en este turno: 6
Cantidad total: 8 + 4 + 8 + 0 + 6 + 4 + 6 = 36

Una vez que me había tomado mi tiempo en el infructuoso intento de atrapar más ratas, sólo logré espantarlas sin nada más que un saco a medio comer de granos. - Tch... Con un demonio... - pensé en voz alta, de seguro el perro de Gaegel había tomado la ventaja, o peor empatado.

No iba a rendirme en aquel juego que al parecer se había creado, pero, tampoco podía dejar a la pequeñita. En definitiva se me hacía la cosita más bonita en ese circo que teníamos alrededor. Entre las cosas que pude escuchar de ella, estaba el hecho que no venía sola sino con una especie de bola de pelos. - Pues será difícil con tantas ratas yendo y viniendo, me sorprende que sigas tan limpia. - Reí levemente, para ese momento ya el mendigo perro se unía a nosotras.

- Ella es Maga, y creo que también viene por las pestes. - Agregué ante la pregunta que me dirigía. - Si quieres puedes unirte a nosotros al parecer la suerte... o su olor- señalé a Gaegel. - Han hecho de la jornada algo productivo, claro que no te garantizamos preservar la pulcritud. - Finalicé.

Preparaba a nueva cuenta mi látigo pues a unos pocos metros, no más de seis, venía otro grupo de roedores atraídos quizás por aquel saco medio vacío del que había espantado algunas. Era momento de un segundo intento.

Respiré profundo, apreté con mi firmeza el mango y recé a mis dioses porque esta vez si funcionara. Mi honor estaba en juego, mi orgullo pendía de un hilo y el dinero de mi bolsillo igual. Tenía que superar tanto como fuese posible la diferencia de ratas entre él y yo, y además no pasar la agonía de sentir patitas corriendo, la verdad era lo que más aterraba.   

Con el pensar de atraparlas, hacía gala de gráciles movimiento que conforme las ratas esquivaban, perdían todo glamour y llegaba a parecer un loco pataleando sin sentido para atrapar aunque una. ¡Una, por el amor de dios! Pero todas eran taaan escurridizas que la sola idea llegaba a parecer una loquísima ambición. La frustración, que lentamente se hizo de su paciencia, y eso que apenas comenzaba, terminó por hacer que en lugar de bombear a las criaturas con la solidez del abanico, empezara a pegarles como a pelotas de golf que solían volando a pegarle al primer desafortunado que se encontrasen. Vivas, por su puesto. Si de repente llovían ratas con el cuello roto no eran para nada su intención.  

Al final, y para su desgracia, los roedores que restaban salieron corriendo y él se quedó recuperando el aliento con la bolsa completamente vacía. - Ya empezamos con el pie izquierdo - suspiró - O empecé... Ustedes burlense lo que quieran en la comodidad de su sagrada omnipotencia, pero al menos lancenme un escupitajo bendito. Me faltan los aeros. - Respiró hondo, infló el pecho, exhaló completamente listo para retomar lo que había iniciado con el pie izquierdo.

Iba a guardar el enorme abanico cuando escuchó un estruendo, un golpe en la indudable solidez de la madera. Una puerta. Lo primero que vio fue a un hombre en posición de haberla pateado que se reincorporó con la bolsa, y después, sin exagerar, una manada de roedores que voltearon a verle con ojos centelleantes, con la vibra de un devoto atrapado haciendo una herejía. Luego se lanzaron todas sobre el sujeto allí parado como unas fieras, varias de ellas se le guindaron encima.

- Uy, lanzaron el escupitajo incorrecto - levantó de nuevo el abanico con las dos manos - Y de paso a quien no era, ¡bobolotes! - y entonces se acercó con pasos largos, embistió una concentración de ratas con el culo del abanico para no terminar siendo otra víctima y, sin embargo, cuando iba a ayudar al hombre que estaba siendo asediado se le guindó una gorda, peluda y con unos dientes de terror. Junto a un brinquito se le escapó media grosería, le pegó a la fea rata, esta cayó sobre el hombre al que pretendía ayudar, y por la urgencia, alzó el abanico para intentar quitársela de encima. De paso también las demás.


Sus intenciones eran buenas, pero la realidad es que terminó por moler a golpes al pobre hombre en el esfuerzo de llevarse a los roedores por el camino. Aquel hombre había llevado, quizá, más golpes de los que Baltazar había dado a alguien en su vida con el gran abanico. Luego, con una ingenuidad impropia de tal paliza, preguntó: - ¿Estás bien? - De ves en cuando se apartaba asqueado del camino de otros roedores que corrían muy cerca, y recogió el saco que en el ajetreo se le había caído para no quedar exento de la matazón.

Más imposible de lo que por un momento resultó deshacerse de los ratones, fue ignorar el peso que sintió cuando levantó la bolsa. Los chirridos, el ajetreo y las siluetas de lo que había dentro evidenciaron la razón: más ratas. Debieron de haberse metido en la bolsa cuando estaba en el suelo.

Volvió de plano a la escena con la voz de aquella que hasta el momento solo había escuchado carcajear. No tardó en percatarse de que se trataba la misma que le había salvado el trasero segundos antes. Estuvo apunto de proceder con las cortesías previas a su ida cuando recibió aquella invitación, envuelta en picardía de parte de su anfitriona y de ¿camaradería? del chico que había apaleado. Recién caía había sido una pésima forma de ayudarle.

- ¿Mina? ..Ah, lo tengo, lo tengo. Lo tendré en cuenta - arqueó las cejas en una expresión cómica mientras le echaba un vistazo a 'Mina'. Siguió los pasos del dúo después de arreglarse un poco los cabellos que se le habían alborotado. La casa estaba inmersa en la penumbra. Las ratas, que se podían ver corriendo entre los corotos y reunidas entre las esquinas, inspiraban una ansiedad que le hacía desear cosas impropias de sus costumbres: - Yo desearía ropa más adecuada... - murmuró también. Tenía, después de todo, pantalones un poco holgados y medio torso expuesto por una prenda que solo le cubría en diagonal.

Un éter repugnante se hizo notar al poco tiempo y la primera en reaccionar sería la chica. Aunque las palabras del sujeto le sacaron una expresión de gracia, se volvió rápidamente de alerta cuando lo vio rodar por las escaleras directo a las fauces de una oscuridad incluso densa para sus ojos. La única prueba de que seguía rodando eran los golpes y los chirridos las ratas que pisaba en el camino y, sin ánimos de probar cuán escaso era su pudor en un ambiente tan desagradable, se apresuró a devolver su utilidad a uno de los candiles. Se llevó de por medio a cuanto roedor le estorbó.

- Acaba de rodar por las escaleras - dijo de regreso, ignorante del gruñido, pero en posición de un candil que iluminaba con torpeza en lugar del abanico (que, por cierto, había acomodado de nuevo en su espalda).-, ¿todo bien? La luz debería ser la menor de sus preocupaciones - cuando llegó abajo levantó el objeto para que iluminase desde lo alto, buscando a donde había ido a parar Nero.

Dejé que la joven Merax se alejara y siguiera en ¿la competencia con su compañero? Parecían muy concentrados en su tarea, se podía notar que llevaban rato en esta actividad. Suspiré y me centré solo en mantenerme alejada de la mayor cantidad de ratas posibles.

Unos minutitos después llegó otra vez Merax y Gaegel, para luego la chica lanzar un comentario sobre mi limpieza. Sonreí y le comenté -Acabo de llegar, además a diferencia de ustedes yo evito a las raticas- hice una pausa -Y esto- miré y estiré con mis manitas mi hermoso vestido -Es un truquito que tengo pero shh, no se lo cuenten a nadie… Mi vestido es una ilusión- me detuve a pensar -Y sí se ensucia pero es como diferente, cuesta más para ensuciar-.

-Un placer Gaegel- hice una breve reverencia -Y no, jaja, espero no ser grosera en rechazar su invitación pero no soy fan de esta cacería y no me gustaría retrasarlos, se ven muy profesionales. Yo los animo desde lejitos - les comenté para abrir un poco de distancia.

-¡Ustedes pueden!- les dije mientras improvisaba unos pasos de baile para animarlos -Dame una M, dame una E, dame una ehmmmm… G, una E y una L- dije divertida para simplificar mis gritos de animadora y apoyar a ambos.

-¡¡¡Uyyy!!! ¡No no! ¡Shh! Fuera- dije a unas ratas cercanas.

Cuando me acerqué lo suficiente pude escuchar de parte de la dragona que la pequeña se llamaba Maga. - Es un placer conocerte Maga. Soy Gaegel, te saludaría como debe de ser, pero no estoy en condiciones para hacerlo. - Dije ampliando mi sonrisa, para luego escuchar el comentario sobre mi olor, por lo que entrecerré mis ojos. - ¡Oye!... No te digo nada porque... Tienes razón, hoy apesto. - Me dije mirándome por unos momentos.

De pronto la joven dijo que la pulcritud de su vestido se debía a causa de una especie de truco mágico, lo cual me hizo abrir mis ojos. - Guau, que práctico. ojalá yo también pudiera hacer eso. - Dije sonriendo más ampliamente. Mera había invitado a la jovencita a unirse a nosotros, pero la pequeña, de la manera más amable posible rechazó la oferta. - Es entendible, después de todo, esta tarea no es lo más emocionante que he hecho en mi vida, eso te lo puedo asegurar. - Comenté azotando el saco donde metía las ratas, podía notar como se movían, y si me descuidaba un momento, le harían un agujero por el cual terminaría escapando mi botín.

Pude notar como Mera asestaba un ataque con su látigo, por lo que de nueva cuenta volví a utilizar la táctica de aprovechar el caos que se ejercía en el resto de las ratas para así atacarlas por mi cuenta. La pequeña comenzó a animarlos, y no pude evitar sonreír al verla de reojo, era muy simpática, pero a la vez su presencia era todo un enigma en esta ciudad de caos. ¿Ella vivía aquí? Y si no era de esta ciudad, ¿a qué había venido en una temporada tan sombría como esta "inundación" de ratas. Como sea, corrí hacia un grupo de roedores y me abalancé hacia ellas esperando capturar unas cuantas.

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Ratas capturadas en este turno: 8
Cantidad total: 8 + 4 + 8 + 0 + 6 + 4 + 6 + 8 = 44