De comunes percepciones y ratas gordas [LIBRE][3/4][CERRADO]

Baltazar confirmó a Mina que también había percibido ese aura. Bien. No estaba loca ni su eterometro fallaba. Efectivamente algo había estado allí y huyó apenas ellos aparecieron. Por un instante pensó en adentrarse más en aquel sótano, pero la actitud grosera del dragón la distrajo y olvidó la intención. Ahora prefería concentrar sus energías en conocer al preciosísimo elfo -Claro, encantada te acepto el postre- respondió muy sonriente, siguiéndolo escaleras arriba. Antes de salir de allí, giró y miró la oscuridad con suspicacia -Bah, que alguien más se encargue- pensó la ilusionista y dio por terminada la misión.

Ni bien salió de la casa, se topó de frente con una acongojada Ladybeard que miraba al dragón marcharse. La bruja asumió que este la había tratado mal y el grandulón se sentía lastimado. Mina se acercó a él -No le prestes atención- sugirió, mirando hacia arriba, pues Ladybeard era altísima. -¡Mama Ru se va a enterar de esto!- exclamó con voz aguda y se dio media vuelta para marcharse rápidamente, mientras rompía a llorar. -Por los antiguos... qué dramático...- comentó con algo de displicencia, avanzando con el elfo hacia donde el tal Landis.

Cuando llegaron al lugar donde les indicaron que lo encontrarían, se topó con una muy emocionada Tina -¡Mira Mina! ¡Aeros! ¡200 aeros!- exclamó casi en éxtasis, entregando el saquito a la bruja, quien había olvidado la tarea inicial de aquel día, así que el dinero lo recibió con sorpresa. -¡Buen trabajo Tina! Yo sabía que no me ibas a defraudar. Vamos, te has ganado una buena cerveza de mantequilla. Por cierto, él es Baltazar- añadió. Tina se despidió de Celia y los tres marcharon a la Illusions Lounge, la taberna de la Freak House.

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Continiuación de la trama iniciada en el evento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

Por fuera, el edificio lucía bastante demacrado y decadente. Podrían ponerle un poco de estuco por aquí, definitivamente unas cuñas al muro lateral y una manito de pintura en general. Al menos un hechizo de ilusión para que quien pasara se sintiera atraído en entrar o no diera la sensación de ser un peligro para la vía pública. Pero al entrar al Illusions Lounge la cosa cambiaba. Cruzar la puerta era adentrarse a un mundo aún más mágico y fantástico lleno de colores, brillo, perfumes y luces. -Puedo oler colores- dijo Tina en voz baja.

Tras tomar asiento y pedir sus bebidas, llegó la hora de conocer mejor al precioso elfo y parecía que él tenía la misma intención con la bruja -¿Hermanas? ¡Claro! Si somos dos gotas de agua. ¡Idénticas!- respondió Mina y se echó a reír. Tina miró airada a la ilusionista -Pero si no nos parecemos en lo más mínimo- replicó la chicadreja -Tu peluche no es ni la mitad de sedoso y brillante que el mío- añadió un tanto ofendida.

Las risas de la bruja se callaron y miró a la chica sorprendida. -¿Qué dices?- preguntó Mina, dándole a la chicadreja la oportunidad de resarcirse. -Digo que no nos parecemos, yo soy una preciosura, tú estás... bien- dijo, mirando a Mina de pies a cabeza. Luego pasó su atención al elfo -No, Balti ¿puedo decirte Balti? No somos hermanas pero los dioses quisieron hacerse los graciosos. Más específicamente, la diosa Sigel- añadió y dio un largo sorbo a su cerveza. Al poner la jarra en la mesa, a la chicadreja se le escapó un eructo tan sonoro y largo que dejó peinada a la bruja. Todos quedaron inmóviles tras aquello, perplejos, asombradísimos por la capacidad eructiva de aquella pequeña criatura. ¿Dónde le cabía tanto aire?

Una carcajada interrumpió el silencio. Mina se destornillaba de la risa -¡Ahí tienes! ¡Por altanera!- celebró la bruja al ver a Tina tan avergonzada.


Mama Ru leía el reporte que le había llegado por parte de Aquaria frente a Whal'tir. Al terminar, cerró los ojos, suspiró, organizando sus ideas -Debemos intervenir- sentenció, abriendo los ojos y mirando al elfo con un rostro que expresaba lo preocupada que estaba. -Si no hacemos algo, eso se va a salir de control- acordó Whal'tir.

Ambos guardaron silencio un rato, pensando. Los ojos de Whalt'ir se iluminaron -No te preocupes, creo que en esto nos pueden ayudar los recién llegados- dijo y sonrió con algo de malicia. -Con que una iniciación...- meditó Mama Ru -Estoy de acuerdo, que prueben su contchudez- indicó.

Whal'tir se puso de pie e hizo una leve reverencia antes de marcharse. Debía avisar a los chicos de su nueva misión.

La vergüenza de Tina aumentaba con las carcajadas de todos los que escucharon. Se hacía chiquita en su asiento, deseando que se la tragara el suelo. Con lo delicada que ella era, semejantes actos no eran propios de su persona. Todos los gases que soltaba su cuerpecito eran cuidadosamente evacuados en espacios abiertos donde nadie se enteraría de su existencia. Así que eso era una de sus peores pesadillas hechas realidad. ¡Habían descubierto que no era cuerpo glorioso!

Hasta que Baltazar solidarizó con ella y soltó un eructo el doble de largo y sonoro. Mina quedó peinada pero para el otro lado y tan atónita, que le faltaron ojos para abrir. -¡Qué potencia!- exclamó la bruja antes de largarse a reír de ambos. -Por eso no bebo cerveza, genera situaciones muy incómodas- añadió, dando un trago a su jarra de vino especiado. Comenzaba la época del año en que el clima era perfecto para beber vino tibio y eso a Mina le encantaba.

Volteó a mirar al hombre de la mesa de al lado, el que le había celebrado la explosión a Tina. Por alguna razón que desconozco pero que es muy conveniente para la trama, le llamó la atención a la ilusionista. -¿Por qué tan solo? Ven únete a nosotros- le invitó, señalando con la cabeza la silla vacía a su diestra. Tina miró extrañada a su amiga -Eso es tan impropio de ti- comentó en voz baja -¿Cierto que sí? Debe ser el vino- respondió, reconociendo lo extraño de su invitación, mirando el fondo vacío de su jarra.

En el intertanto, una figura curvilínea y voluptuosa hacía ingreso al Illusions Lounge con un andar cadencioso. Su aspecto era extravagante y colorido, bastante acorde al lugar. Todos la saludaban y ella, carismática, saludaba efusivamente a todos. Avanzó hasta llegar a la mesa de Mina. -¡Ginger!- saludó contenta Tina, saltando a los brazos de ella. -¡Queríiida!- respondió, estrujando a la chicadreja quien, al ser apachurrada, soltó otro eructo. -¡Wojojoooo! ¡Pero qué potencia! ¡Wojojoooo!- exclamó, sosteniendo a la chica por las axilas y riendo de esa particular forma. La dejó con suavidad en el suelo y, tras mirar los rostros en la mesa, habló -Hmmm... me falta uno... ¿dónde está el moreno papucho sin camisa?- preguntó, pero antes que respondieran, volvió a hablar. -No importa, igual con estos nos sirve. Mina, queríída, tienen una nueva misión- explicó y entregó un rollito de papel a la bruja. -Aquí están las indicaciones- agregó.

Mina miró con displicencia el rollo de papel atado con una cinta multicolor y se cruzó de brazos. Ginger abrió los ojos grande y sacudió el rollo entre sus dedos, en un gesto para que la bruja lo agarrara, pero Mina solo levantó una ceja. Ante la evidente negativa de la bruja, Ginger puso los brazos en jarra, apoyando los puños en la cadera -Te lo envía directamente Mama Ru- añadió la rolliza mujer. -¿Qué gano?- inquirió la ilusionista. Ginger quedó sorprendida -¿Cómo que "qué gano"? Pues la confianza de Mama Ru, ¿te parece poco?- replicó -¡Pertenecer a nuestra familia!- exclamó gesticulando con los brazos. Volvió a extender el brazo, ofreciendo el rollo de papel nuevamente a la bruja.

Mina miró el rollo, luego a Ginger, luego a Tina, luego a Baltazar y de vuelta al rollo, el cual arrebató de la mano a la mujer. -¡Perfecto!- concluyó Ginger y dio media vuelta, mientras la bruja abría rápidamente la misiva. Leyó y resopló. -¿Qué es?- preguntó Tina con curiosidad. -Trabajo, enana.- respondió, prendiendo fuego al rollito y dejándolo quemar dentro de su jarro. -Tú ya estás obligada a ir, pero... ¿Qué dices? No va a ser aburrido- dijo, hablando primero a la chicadreja y luego al resto de la mesa.

Mina y Tina rieron ante la idea de que Mama Ru fuese la líder de un grupo criminal pero no dijeron nada más; no lo confirmaron, pero tampoco lo negaron. Mina miró a Eleandris e hizo una media sonrisa y suspiró. -De veras tengo la intención de invitarte un trago- comenzó a hablar, mientras se escuchaba de fondo una serie de eructos cortos que le le escapaban a Tina. -Pero esta misión nos va a tomar más de lo planeado, verás... yo tenía un dragón pero ya no y sin su ayuda, pues, si lo resolvíamos en una noche, ahora serán una noche y medio día...- explicó.

Mentira, ella podía encargarse de aquello sola junto a Tina, ni siquiera necesitaría la ayuda de Nero, pero entre más gente metiera en el asunto, menos trabajo tendría que hacer ella. Sobre todo porque la misión le generaba una sensación extraña en el cuerpo, como si se le apretara la boca del estómago. -Al parecer, de las catacumbas ha salido algo más que ratas y hay que atraparlo- contó finalmente, revelando el objetivo del trabajo que le encargaron. Intentó sonar tranquila y relajada, pero Tina podía notar la incomodidad de su amiga. -¿Por qué tenemos que hacer esto? ¿Qué ganamos?- le preguntó. Seguramente esa pregunta se la estarían haciendo los elfos.

La bruja guardó silencio y miró a los ojos a cada uno de sus acompañantes -Nada- dijo finalmente. El rostro perplejo de Tina era un poema, interrumpido por un ocasional eructo. -No hay aeros ni recompensas materiales. Solo está en juego el que Mama Ru nos tome en cuenta- explicó. Aquello le hizo sentido a la chicadreja, pero no podía asumir que fuera tan claro para Baltazar o Eleandris. Miró a los elfos con una linda sonrisa -Mama Ru es una persona importante e influyente en ciertos niveles, así que es conveniente tener el favor de ella. Es una inversión a largo plazo pues la recompenza que no obtenemos hoy, la tendremos con creces en el futuro- añadió, resumiendo y simplificando mucho lo que significaba aquel personaje.

Luego miró a Baltazar -Presiento que eso que sentimos hace un rato tiene que ver con esta misión- confesó. Aunque él ya había aceptado participar, quizás con esa información el interés del elfo aumentara. Luego volvió a mirar a Eleandris y le habló directamente. Apoyó los antebrazos sobre la mesa y recargó su peso en ellos, echpandose hacia adelante. Giró el rostro hasta apoyar el mentón en el hombro y le sonrió con coquetería -¿Tienes tiempo para una aventurilla entre todo el estudio y trabajo? Mira que rechazar la amable invitación de una dama es de pésima educación- le invitó mientras en el fondo, sonaba una sinfonía de eructos.

-Como está escrito, así se hará.- escuchó en su mente la ilusionista con una voz tan clara y nítida, que no parecía un recuerdo. -Deja de hurgar ahí, Mama Ru- pensó y no pudo evitar resoplar y voltear los ojos.

Hace dos meses, Mina no conocía para nada a The Eleganza Extravaganza Experience y jamás había escuchado hablar de Mama Ru ni de su familia. Hasta no hace mucho, ella había sido una solitara empedernida que no buscaba lazos ni vínculos significativos, pero apareció Tina y no tuvo más remedio que aceptar su mala fortuna. La chicadreja había transformado su estilo de vida. Había echado al suelo muchos muros que la bruja había levantado para protegerse y poner distancia entre ella y cualquier emoción real.

Algo que sabía a la perfección era que el tamaño de la herida, el dolor y la decepción que las personas causaban, eran directamente proporcionales al amor que se sentía por ellos. Así que para evitar sufrir las emociones y sentimientos negativos, evitaba el disfrute de los positivos. Hasta que la pequeña chica bestia la obligó a sentir cariño y preocupación por alguien con quien no tuviera relación consanguínea. A medida que pasaba el tiempo con Tina, creció en ella una extraña sensación, algo que no había sentido antes; el deseo de no estar sola.

De proteger su soledad a capa y espada, pasó a involucrarse con un clan muy unido, liderado por esta figura alta y esbelta de esponjosas caderas, donde todos eran hermanas, hijas de ella, la única, la inigualable, la incomparable Mama Ru. Esta enorme red se cuidaba, eran incondicionales y leales entre ellos. El beneficio propio se medía por el beneficio de todos. Eran extravagantes, estrafalarios, coloridos, ruidosos y hermosos. Apenas los conoció quiso pertenecer, ser una contchuda. Claramente no podía demostrarlo, así que se hacía la difícil y actuaba a regañadientes.

-Primero iremos donde hace un rato sentimos un éter extraño- explicó mientras salían del Illusions Lounge -¿Qué eter extraño?- preguntó la chicadreja con curiosidad. Mina meditó unos instantes, buscando las palabras para explicar lo que había sentido hace unas horas y por qué decidió que era buena idea comenzar a investigar por ahí. -¿Sabes lo que es eter?- -sí- -Menos mal... en fin, normalmente, el eter de los seres me genera diferentes sensaciones en el cuerpo, como el roce de diferentes telas en la piel. Entre más intenso es, más poder mágico tiene esa criatura. Pero hat eteres que... no se sienten como terciopelo o seda, se sienten como fango estancado porque llega a dar náuseas- explicó, poniendo cara de asco al evocar el recuerdo. Tina, tan empática, también puso cara de desagrado al ver la reacción de su amiga.

Mientras recorrían las calles atestadas de ratas, la ilusionista explicaba la situación a sus secuaces. Era curiosa la situación. Ella, una poderosa bruja de las altas esferas de Beltrexus, cuyos hermanos habían sido asesinados por elfos radicales, había hecho buenas migas con dos de esa raza a la que bien podría odiar. Había pensado en declararle la guerra a esa raza y pagarles con la misma moneda, pues creía que tenía razones más válidas que ellos, quienes guardaban rencores por una historia que nada tenía que ver con ella. No, a Mina le mataron cobardemente a sus amados hermanos mientras que ella no había hecho nada en contra de algún elfo. Durante un tiempo mantuvo esa idea, pero terminó por desecharla; mantener rencores era muy agotador y le privaba de disfrutar las bondades élficas. En aquel momento, justamente, de seguir con el odio, no podría contar con la compañía de ese par de magníficos especímenes de Sandorai. Además, ¿de qué se quejaban? El bosque al sur del continente era precioso, mágico y abundante, mucho mejor que las cada vez más estériles tierras isleñas.

-La nota hablaba de algo que se escapó de las catacumbas de la ciudad- dijo -No daba muchos detalles, solo que era una criatura bastante desagradable y asquerosa, que debía ser contenida y devuelta a su lugar. Que tendríamso que encontrar el lugar por donde salió y sellarlo para evitar que otras la sigan- explicó brevemente -No es mucha información- se quejó Tina. Mina resopló -Créeme, eso es todo lo que decía la nota- respondió.

La bruja escuchó a Eleandris y asintió -Es buena idea, creo que podríamos buscar en alguna biblioteca pero... ¿qué exactamente? Sí, podemos filtrar por bestias que viven en el subterráneo, si emiten éter lo haría más específico- comentó, pero no cambió el rumbo, iba derecho hacia la casa de la niña que conocieron horas atrás. -Lo malo de tu plan es que le quita la emoción a la aventura, ¿no crees?- añadió con picardía y guiñó un ojo al elfo rubio de perfecta quijada cuadrada. Lo que no dijo, creyendo que todos allí lo entenderían como ella, era que si pudiesen ir por allí haciendo preguntas abiertamente, habrían recursos oficiales involucrados, no un grupo de extraños.

Llegaron a la casa de Celia, seguía vacía para fortuna del grupete, quienes no tuvieron problemas en entrar. Esta vez no iría a ciegas, así que lo primero que hizo la bruja fue activar la runa de luz que funcionaba en aquella casa. Ratas huyeron despavoridas cuando se iluminó el interior del lugar y sintieron la presencia de aquellos cuatro. Otras corrieron tras un fuerte eructo de ultratumba que salió de la pequeña boca de la chicadreja -Perdón- se disculpó con vergüenza ante la mirada desaprobadora de Mina. La bruja negó con la cabeza y siguió avanzando por la caza que estaba patas arriba. Liderando la cuadrilla, bajó de primera las escaleras hacia el sótano. -Revisemos bien el lugar- indicó -Creo que lo que buscamos es un agujero por el que entraría algo más grande que una rata- avisó, dirigiéndose al fondo, oteando las paredes con detenimiento. Tina olfateaba el aire -Siento un aroma a... cebolla y ajo... con cerveza... hmmm... no, eso es lo que comí... ¡Ughhh wakala, estoy oliendo mis eructos!- exclamó la chicadreja.

Ninguna de ellas se daba cuenta de la huella larga que había en el suelo. Una mancha oscura donde la madera lucía más desgastada que el rededor de ella.

Ambos elfos eran bastante útiles. Tanto Eleandris como Baltazar encontraron pistas, mucho antes que ella notara cualquier cosa en el lugar. A ese paso, no podría llevarse el crédito por el éxito de la tarea y eso definitivamente no le convendría. Debía entonces ser más proactiva en la misión.

Tina se acercó a Baltazar y miró su hallazgo; la compuerta que levantó era la tapa de un agujero oscuro y pestilente. -¿Crees que haya entrado por allí?- preguntó la chicadreja al elfo. Mina por su parte se quedó de pie en el lugar que estaba mirando con el ceño fruncido la ventana y luego el agujero. -Si entró por allí, salió por la ventana- meditó la bruja, quien avanzó hasta donde estaba Eleandris para observar también. -Definitivamente, salió por la ventana- aseguró, notando que había más baba negra por el lado interno del trozo de vidrio. Al haberse acercado más, también se dio cuenta que la madera donde goteaba la baba estaba degradada y emanaba éter. Era una sensación bastante leve, tenía que acercarse mucho para percibirla, pero era exactamente la que había sentido antes, solo que con muchísima menos fuerza.

La bruja apretó los labios y resopló, estiró un dedo y tocó la baba. Inmediatamente sintió ardor, escozor y unas náuseas espantosas. Bueno, eso último porque Tina, quien había llegado junto a ella, ni bien estuvo a su lado, eructó.

-Un mudster- reveló -Estas desgraciadas nos han mandado a capturar a un mudster- se quejó y pateó el suelo. Tina la miró confundida. -¿Sabes lo que es eso? Una masa que no se puede tocar porque si lo haces, te derrite, te desintegra vivo- explicó, enseñando la leve quemadura que tenía en la llema de su índice -¿Lo ves? Y eso que he rozado la baba- cerró los ojos y se lamentó en silencio. -Vayamos por esa cosa, aunque vamos a necesitar un baúl entero de metal o de piedra- informó a sus compañeros. Luego miró a Eleandris -No sé qué hay al sur, pero vamos hacia allá- le respondió.

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Eleandris tomó la mano de Mina y sanó la pequeña herida que se había causado, pero no la soltó de inmediato. Tina se dio cuenta del gesto -burrrrrrp- fue su reacción y no dejó de mirar atónita cómo lentamente se entrelazaron los dedos de ambos. El que Mina no estuviera ni un poquito incómoda ante tal íntimo gesto, hizo que el siguiente eructo de la chicadreja fuese aún más hondo -buuuuuurrrp- soltó espantadísima.

Mina también había notado aquello, pero se hizo la loca al respecto y dejó al elfo ser. Total, no venía mal un poco de cariñito en la vida. -El plan me parece perfecto- dijo, aprobando la propuesta de Eleandris y la oferta de Baltazar. Era magnífico todo, ella no había tenido que pensar en nada y tampoco iba a poner el cuerpo tan en peligro.

Mina sonrió entusiasmada. Tina eructó.

Sin embargo, el rubio tenía razón, lo que le interesaría a MamaRu era seguramente de dónde había salido el mudster. Pero primero debían anular la amenaza. -La sal también los mata- añadió -Si no funciona lo del horno, creo que debemos tener un plan B- añadió y comenzó a subir las escaleras fuera del sótano. Una vez arriba, fue a la cocina y buscó la sal y recogió la mayor cantidad que pudo encontrar en un cuenco que comenzó a flotar sobre su cabeza. De paso hacía alarde de su poder mágico frente a los elfos.

Al salir de la casa se dirigieron hacia el sur, siguiendo el rastro que había dejado el mudster. No era difícil, las ratas evitaban pasar sobre el rastro de baba que este dejaba. Además, Tina memorizó el olor putrefacto específico de la criatura y gracias a su prodigioso olfato, cuando la baba no era visible, podían confiar en la chicadreja. Al cabo de un rato de andar entre las calles de Beltrexus, se habían adentrado en una zona de grandes galpones y, claro está, el mudster que seguían había entrado en el más tenebroso y lleno de ratas que había en el lugar.

Rápidamente el improvisado plan se puso en marcha, aunque a esas alturas, la ilusionista ya no estaba segura de que funcionaría. Entre los eructos de Baltazar y Tina, la luz que iluminaba el galpón y lo estrepitoso de todo, seguramente el mudster ya había huído. -¡Tina!- llamó la bruja a la chicadreja -Busca al mudster, apenas lo encuentres no lo toques. Llama a Eleandris- ordenó. Luego, fue junto al elfo rubio.

-Necesito que guíes el camino del monstruito apenas aparezca- le indicó mientras el tazón con sal descendía hasta las manos del elfo. -Tina lo está buscando, cuando lo encuentre, te va a llamar para que vayas a ayudarla a guiarlo hasta el horno que seguramente estará por aquí, lo voy a buscar para encenderlo- explicó. -Baltazar- dijo, mirando al elfo pelirrojo -Tú sigue luciendo y oliendo apetitoso. Esos eructos: un fino toque de coquetería- felicitó. Parecía como si el pelirrojo hubiese nacido para lucir comestible.

Siguiendo con el plan, Mina se concentró en encontrar un horno. Tenía esperanzas de que allí hubiera uno, de lo contrario, todos sus esfuerzos serían terriblemente en vano. A medida que se alejaba de los elfos, la oscuridad la engullía. Pero aquello no suponía mayor problema para la bruja, quien había avanzado muchísimo en el desarrollo de sus lentes de visión nocturna. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Aunque todo estaba teñido de color verde, podía ver con claridad y tras una no tan extensa búsqueda, encontró lo que necesitaban.

Lo que le costó fue descubrir el mecanismo que encendía aquel horno. Tras un profundo análisis y un astuto uso de herramientas¹, encendió la máquina que al poco comenzó a calentar.