Urd-iendo planes [Privado - Huri]
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Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Uno de mis quehaceres como nueva Sacerdotisa de Habak era ir pueblo por pueblo “pregonando la palabra del Señor” por mi como si se lo comían una jauría de licántropos, pero me gustaba el título. Tenía que admitir que “Sacerdotisa” tenía un no se qué qué se yo que no podía quitarme de la cabeza.
Hablar con vampiros podía ser un poco monótono, decir lo mismo un día y al siguiente también termina cansando. Tenía que tomarme unas vacaciones, tal vez volver con Matt, aunque no hacía tanto tiempo que me había ido. En realidad todos los vampiros que se habían reunido en el círculo parecían interesados en lo que tenía que decir. Aunque también parecía que tenían más odio dentro que curiosidad. Buscaban unas palabras que les dieran rienda suelta a aquello que deseaban hacer desde hacía mucho tiempo. Y yo no hacía más que decirles que estaba bien, que hicieran exactamente lo que sintieran que deberían hacer.
Y por eso exactamente no me sorprendió cuando un pequeño grupo de aquellos adeptos me rodeó para decirme que tenían un “regalo”.
- Bueno, no lo “tenemos” ahora mismo… Pero lo tendremos… - Me miró sonriente. - Hemos puesto todo en marcha para que así sea. - Se giró hacia lo demás. - He dicho que era un regalo para nuestra Sacerdotisa, pero no es así, no. Es un regalo para todos nosotros. Algo que hemos deseado desde hace mucho tiempo. - Alzó los brazos hacia el cielo, a mi me parecía excesivamente melodramático, pero parecía estar funcionando en aquellos patanes, así que le dejé a lo suyo. - Muchos de nosotros hemos estado muy alejados de la lucha en los últimos meses, por eso hemos decidido que ¡ya es suficiente! Los engranajes están en marcha, los hilos no tardarán en caer, y el festín será para todos.
Comunismo, lo que me faltaba, pero tampoco era mi misión inmiscuirme en lo que quisiera que estaban haciendo. Decidí hacer una reverencia como diciendo “id hijos míos” y ya. Miré al cielo, todavía faltaban algunas horas para que saliera el sol. Me alojaba en una posada cercana, no era de lo mejor y echaba de menos mi casita en Ciudad Lagarto, pero una chica tiene que hacer algún que otro sacrificio de vez en cuando. Asumí que los fanáticos me avisarían en cuanto el “regalo” se presentase. Tampoco tenía muchas ganas de tonterías del estilo, en realidad solo quería volverme a casa.
A cualquier otra persona estaba segura de que el “regalo” le intrigaría un poco. A mi me causaba poco más que plana indiferencia.
Hablar con vampiros podía ser un poco monótono, decir lo mismo un día y al siguiente también termina cansando. Tenía que tomarme unas vacaciones, tal vez volver con Matt, aunque no hacía tanto tiempo que me había ido. En realidad todos los vampiros que se habían reunido en el círculo parecían interesados en lo que tenía que decir. Aunque también parecía que tenían más odio dentro que curiosidad. Buscaban unas palabras que les dieran rienda suelta a aquello que deseaban hacer desde hacía mucho tiempo. Y yo no hacía más que decirles que estaba bien, que hicieran exactamente lo que sintieran que deberían hacer.
Y por eso exactamente no me sorprendió cuando un pequeño grupo de aquellos adeptos me rodeó para decirme que tenían un “regalo”.
- Bueno, no lo “tenemos” ahora mismo… Pero lo tendremos… - Me miró sonriente. - Hemos puesto todo en marcha para que así sea. - Se giró hacia lo demás. - He dicho que era un regalo para nuestra Sacerdotisa, pero no es así, no. Es un regalo para todos nosotros. Algo que hemos deseado desde hace mucho tiempo. - Alzó los brazos hacia el cielo, a mi me parecía excesivamente melodramático, pero parecía estar funcionando en aquellos patanes, así que le dejé a lo suyo. - Muchos de nosotros hemos estado muy alejados de la lucha en los últimos meses, por eso hemos decidido que ¡ya es suficiente! Los engranajes están en marcha, los hilos no tardarán en caer, y el festín será para todos.
Comunismo, lo que me faltaba, pero tampoco era mi misión inmiscuirme en lo que quisiera que estaban haciendo. Decidí hacer una reverencia como diciendo “id hijos míos” y ya. Miré al cielo, todavía faltaban algunas horas para que saliera el sol. Me alojaba en una posada cercana, no era de lo mejor y echaba de menos mi casita en Ciudad Lagarto, pero una chica tiene que hacer algún que otro sacrificio de vez en cuando. Asumí que los fanáticos me avisarían en cuanto el “regalo” se presentase. Tampoco tenía muchas ganas de tonterías del estilo, en realidad solo quería volverme a casa.
A cualquier otra persona estaba segura de que el “regalo” le intrigaría un poco. A mi me causaba poco más que plana indiferencia.
Irinnil Fawkes
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Desde que los humanos recuperaron Verisar, los chupasangres huyeron al Norte, a un reducto montañoso y carente de vida conocido como la Comarca de Urd. No era excesivamente diferente a lo visto en el Oblivion, en lo que a paisaje respecta. Pero para la mayoría de la gente era si cabe, más peligroso. A fin de cuentas, la mayor amenaza del “nuevo mundo” ya la habíamos limpiado. En Urd era diferente, nunca sabías cuando un repugnante chupasangres podía salir de alguna esquina para tratar de sorber tu sangre.
En lo que a mí respecta, Urd suponía lo que un filón de oro para un minero, lo que el mar para un marinero… Un modelo de negocio instaurado. Cada cabeza que me cruzaba tenía un precio por la guardia, por un magnate de Beltrexus, por una madre vengativa… Pero digamos que como cazadora de vampiros era persona non-grata.
Todo ello había cambiado con mi nuevo aspecto. Éste me dotaba de una cierta apariencia de chupasangres que me permitía pasar desapercibida por allí. Aparte de que ya nadie recordaba que Anastasia Boisson era la maestra cazadora del gremio más importante de Aerandir. Ahora podía infiltrarme en su cultura, cumplir contratos difíciles con mayor facilidad.
Evidentemente, llevar la armadura del gremio era pegarse un tiro en el pie. Además podía escapar de allí sin mis habilidades. Por eso, iba de incógnito. Botas negras, un pantalón de cuero, una camisa de lino escotada, y una capa con capucha que tapaba la trenza blanca como la nieve que recostaba por mi hombro. Bajo la capa ocultaba mis ballestas, pero eso no era sospechoso. ¡Todo el mundo necesitaba defenderse! ¿No?
Aquel pueblo estaba repleto de gente extraña. Básicamente, paletos. Gente de campo, sucia y poco arreglada, con pelos de locos, que apostaba no habían salido de allí en su vida. Pese a que parecía una chupasangres como ellos, unos me miraban con odio, otros con extrañeza. Por momentos pensé si habría desaparecido la maldición y todos recordaban que yo era la exterminadora oficial de Aerandir, pronto se me pasó al saber que aunque así fuera, aquellos tipos no sabrían ni dibujar la letra O con un vaso. Simplemente serían todos parientes, y yo la extraña que acababa de llegar a aquel lugar.
Mientras miraba para algunos de ellos, un tipo desaliñado, sucio y con las uñas negras y largas me tomó del brazo, en mitad de la calle. ¡Qué asco! - ¡Id a visitarla! ¡Os está esperando! – Gritó. Le envié una mirada inmisericorde mirada al vampiro. Me resultaba difícil mirar a la cara a un vampiro y no escupirle. Sólo había un vampiro que, habiéndolo conocido como chupasangres, me cayera bien. El dudoso honor lo tenía Lyn. Pero ella nunca lo sabría. - ¡Tenéis que ir a verla! ¡Sois un regalo para ella! ¡Id allí!
¿Un regalo para quién? Señaló un edificio no muy lejano y destartalado. Un recibimiento cuanto menos extraño. Miré al mismo con seriedad durante unos instantes, escudriñando de qué se podía tratar. No es que esperase un recibimiento particular por parte de nadie. – Id, id, por favor. Os está esperando. – Y con una sonrisa, el encorvado chupasangres se apartó para que caminara hacia allí.
Todo aquello era muy extraño. Pero confiaba en poder conseguir información del contrato. Por algún sitio había que empezar. No respondí y me acerqué al lugar.
Suponía que la citada mujer que me esperaba era la única persona que había en el local. Cerré la puerta y caminé con precaución en aquellas maderas podres que me daba la sensación de que terminarían hundiéndose a un piso inferior. Pero aguantaron el tipo hasta que pude apreciar quién era la sacerdotisa que me esperaba. Y la sorpresa no pudo ser mayor. Me apoyé en la esquina de la mesa para creerlo.
-¿Irinnil? – pregunté con sorpresa. - ¿Me… esperabas? – Alcé una ceja extrañada. Mucho. Dado que no podía recordarme. De ninguna manera posible. Todo aquello del “regalo” después del affaire del Palacio de los Vientos. Era demasiada casualidad. – No. Es imposible. – Deduje.
Me fijé en mayor detalle para ver que, al igual que yo, también había sufrido cambios. Ahora tenía una apariencia mucho más parecida a la mía en cuanto a ropajes se trataba. Y lucía una piel parecida a la mía. Hecho que despertó aún más si cabía mi curiosidad respecto a ella.
Me senté en la mesa, y me descubrí la capucha, tomé una pieza de fruta de la mesa y la observé de manera invasiva durante unos instantes, para analizar sus nuevos rasgos. ¡Qué sorpresa!. De modo que mi amante era ahora un vampiro. Me había costado asimilar el haber caído en aquel juego. Pero, en cierta manera, la atracción resultaba evidente después de dos encuentros en los que no pude evitar el haber mordido la manzana, como irónicamente hacía en ese preciso instante. La situación entre ambas era la que era, y no admitirlo, autoengañarse.
Fuera como fuera, la maestra cazadora estaba en su hábitat más salvaje. Y nada había cambiado. Estaba allí para cumplir mi misión, como siempre. Pero era divertido jugar con la incertidumbre. – Mh, qué pena que no me recuerdes de nada, Irinnil. – Me acerqué y olfateé su pelo. - Porque yo de ti sí que me acuerdo muy bien. - Me mordí el labio y luego me levanté. Sabía que no me recordaría y no me molestaba jugar con el asunto. Desconcertarla, y ver su reacción.
Me dirigí a la barra, y me apoyé, sujetando la capa con los codos en esta. Así podría ver las ballestas colgando de mis caderas. Me gustaba dialogar con la gente y que éstos vieran a mis queridas Escarlata y Carmesí. – Vale, esos paletos de ahí fuera dicen que soy un regalo para ti. Ya puedes ir diciéndome qué traman. – Pregunté. Estaba escamada con el asunto de aquellos tipos, era de vital importancia saber quién o qué me conocía o, en cualquier caso, por qué se dirigían a una desconocida en esos tenores. – Y ya que estás, dime por qué has dejado ser una elfa. Mera curiosidad. - Tomé la trenza y comencé a girarla en el dedo, esperando su respuesta con una sonrisa.
En lo que a mí respecta, Urd suponía lo que un filón de oro para un minero, lo que el mar para un marinero… Un modelo de negocio instaurado. Cada cabeza que me cruzaba tenía un precio por la guardia, por un magnate de Beltrexus, por una madre vengativa… Pero digamos que como cazadora de vampiros era persona non-grata.
Todo ello había cambiado con mi nuevo aspecto. Éste me dotaba de una cierta apariencia de chupasangres que me permitía pasar desapercibida por allí. Aparte de que ya nadie recordaba que Anastasia Boisson era la maestra cazadora del gremio más importante de Aerandir. Ahora podía infiltrarme en su cultura, cumplir contratos difíciles con mayor facilidad.
Evidentemente, llevar la armadura del gremio era pegarse un tiro en el pie. Además podía escapar de allí sin mis habilidades. Por eso, iba de incógnito. Botas negras, un pantalón de cuero, una camisa de lino escotada, y una capa con capucha que tapaba la trenza blanca como la nieve que recostaba por mi hombro. Bajo la capa ocultaba mis ballestas, pero eso no era sospechoso. ¡Todo el mundo necesitaba defenderse! ¿No?
Aquel pueblo estaba repleto de gente extraña. Básicamente, paletos. Gente de campo, sucia y poco arreglada, con pelos de locos, que apostaba no habían salido de allí en su vida. Pese a que parecía una chupasangres como ellos, unos me miraban con odio, otros con extrañeza. Por momentos pensé si habría desaparecido la maldición y todos recordaban que yo era la exterminadora oficial de Aerandir, pronto se me pasó al saber que aunque así fuera, aquellos tipos no sabrían ni dibujar la letra O con un vaso. Simplemente serían todos parientes, y yo la extraña que acababa de llegar a aquel lugar.
Mientras miraba para algunos de ellos, un tipo desaliñado, sucio y con las uñas negras y largas me tomó del brazo, en mitad de la calle. ¡Qué asco! - ¡Id a visitarla! ¡Os está esperando! – Gritó. Le envié una mirada inmisericorde mirada al vampiro. Me resultaba difícil mirar a la cara a un vampiro y no escupirle. Sólo había un vampiro que, habiéndolo conocido como chupasangres, me cayera bien. El dudoso honor lo tenía Lyn. Pero ella nunca lo sabría. - ¡Tenéis que ir a verla! ¡Sois un regalo para ella! ¡Id allí!
¿Un regalo para quién? Señaló un edificio no muy lejano y destartalado. Un recibimiento cuanto menos extraño. Miré al mismo con seriedad durante unos instantes, escudriñando de qué se podía tratar. No es que esperase un recibimiento particular por parte de nadie. – Id, id, por favor. Os está esperando. – Y con una sonrisa, el encorvado chupasangres se apartó para que caminara hacia allí.
Todo aquello era muy extraño. Pero confiaba en poder conseguir información del contrato. Por algún sitio había que empezar. No respondí y me acerqué al lugar.
Suponía que la citada mujer que me esperaba era la única persona que había en el local. Cerré la puerta y caminé con precaución en aquellas maderas podres que me daba la sensación de que terminarían hundiéndose a un piso inferior. Pero aguantaron el tipo hasta que pude apreciar quién era la sacerdotisa que me esperaba. Y la sorpresa no pudo ser mayor. Me apoyé en la esquina de la mesa para creerlo.
-¿Irinnil? – pregunté con sorpresa. - ¿Me… esperabas? – Alcé una ceja extrañada. Mucho. Dado que no podía recordarme. De ninguna manera posible. Todo aquello del “regalo” después del affaire del Palacio de los Vientos. Era demasiada casualidad. – No. Es imposible. – Deduje.
Me fijé en mayor detalle para ver que, al igual que yo, también había sufrido cambios. Ahora tenía una apariencia mucho más parecida a la mía en cuanto a ropajes se trataba. Y lucía una piel parecida a la mía. Hecho que despertó aún más si cabía mi curiosidad respecto a ella.
Me senté en la mesa, y me descubrí la capucha, tomé una pieza de fruta de la mesa y la observé de manera invasiva durante unos instantes, para analizar sus nuevos rasgos. ¡Qué sorpresa!. De modo que mi amante era ahora un vampiro. Me había costado asimilar el haber caído en aquel juego. Pero, en cierta manera, la atracción resultaba evidente después de dos encuentros en los que no pude evitar el haber mordido la manzana, como irónicamente hacía en ese preciso instante. La situación entre ambas era la que era, y no admitirlo, autoengañarse.
Fuera como fuera, la maestra cazadora estaba en su hábitat más salvaje. Y nada había cambiado. Estaba allí para cumplir mi misión, como siempre. Pero era divertido jugar con la incertidumbre. – Mh, qué pena que no me recuerdes de nada, Irinnil. – Me acerqué y olfateé su pelo. - Porque yo de ti sí que me acuerdo muy bien. - Me mordí el labio y luego me levanté. Sabía que no me recordaría y no me molestaba jugar con el asunto. Desconcertarla, y ver su reacción.
Me dirigí a la barra, y me apoyé, sujetando la capa con los codos en esta. Así podría ver las ballestas colgando de mis caderas. Me gustaba dialogar con la gente y que éstos vieran a mis queridas Escarlata y Carmesí. – Vale, esos paletos de ahí fuera dicen que soy un regalo para ti. Ya puedes ir diciéndome qué traman. – Pregunté. Estaba escamada con el asunto de aquellos tipos, era de vital importancia saber quién o qué me conocía o, en cualquier caso, por qué se dirigían a una desconocida en esos tenores. – Y ya que estás, dime por qué has dejado ser una elfa. Mera curiosidad. - Tomé la trenza y comencé a girarla en el dedo, esperando su respuesta con una sonrisa.
Anastasia Boisson
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Estaba empezando a odiar aquel pueblecito con toda mi alma. La gente era super simple, facilona, se dejaban llevar por sus sentimientos de ira y odio con total facilidad. A ver, que eso es bueno, hace mi trabajo mucho más sencillo. Normalmente significaba que podría abandonar el lugar al cabo de un par de horas. Terminar el discurso y coger camino tranquilamente. Deberían haberme sobrado horas suficientes como para estar a medio camino del siguiente lugar. Pero no, aquellos aldeanos al parecer querían ofrecerme un regalo. Y, para no enfadarlos, por supuesto tenía que aceptarlo sin rechistar.
La paciencia no es una de mis virtudes, y poco tardé en agarrar uno de los aldeanos y dejarlo tirado detrás de la barra de la taberna para ir rellenando mi copa. No todos eran vampiros, tenían algunos “simpatizantes”, humanos que esperaban ganarse la virtud de convertirse en vampiro en algún momento. Lo gracioso es que lo más cerca que ha estado de eso es en mi estómago. Como habitualmente mezclé la sangre con un poco de ron que había en la despensa. La noche iba a ser larga y no podía pasármela con la vana esperanza de que el regalo fuese algo que realmente valiese la pena.
Uno de aquellos patéticos hombrecillos vino en un momento, me miró fijamente y se fue corriendo de nuevo mientras gritaba “Sigue aquí, vamos deprisa”. No sabía por qué demonios seguía aceptando ese tipo de encargos. Cada día me encontraba con gente más extraña.
Un crujido en las tablas de la entrada hizo que me diese la vuelta hacia la puerta. Si era otro de aquellos palurdos me iba a enfadar lo suficiente como para vaciar la despensa de licores aquella misma noche.
Para mi sorpresa lo que había entrado era una mujer. Parecía una vampira, aunque había visto tantas cosas en aquel pueblo que tampoco me sorprendería si fuera una pueblerina maquillada para ganarse el afecto de la raza. Lo que sí me pilló de imprevisto fue su pregunta. “¿Irinnil?” Ladeé la cabeza, no podía ser, para aquella gente era “Auril” no “Irinnil”, era imposible que me conociera por ese nombre. Parecía tan sorprendida como yo, eso era bueno, tan solo tenía que mantener la compostura hasta comprender qué ocurría.
Salí entre las sombras y volví con dos copas en la mano, que no tardé en rellenar con mi botijo particular de detrás de la barra para luego rebajar con un poco de ron. La mujer ya se había acomodado sobre la mesa y tomado fruta… ¿fruta? ¿habiendo un cadáver completamente fresco detrás de la barra? Fuera quien fuera desde luego no era una vampira. De todas formas dejé una de las copas a su lado, invitándola a bebérsela tranquilamente. El único problema era que yo no recordaba a aquella persona, pero ella sí parecía conocerme.
Se fue a la barra, seguramente solo con la excusa de mostrarme las ballestas. ¿Una amenaza? Estaba más intrigada en quién demonios era que en el hecho de que pudiera hacerme uno o dos agujeros. Estaba demasiado ocupada en mis pensamientos como para hacer caso de sus amenazas e impertinencias. Aunque sí levanté la mirada cuando soltó la última frase. “Por qué has dejado de ser una elfa” Así que era alguien de mi pasado. No había perdido la memoria con respecto a la gente que conocí antes de la transformación, así que por qué…
Era intrigante, desde luego. Me llevé la mano a la barbilla intentando desentrañar todo aquello, pero en realidad la mujer parecía querer jugar más que charlar o dar más información. Miré hacia una de las ventanas, un pequeño grupo de pueblerinos estaban agolpándose intentando mirar qué ocurría dentro de la taberna. Di un sorbo a mi copa y sin decir ni una sola palabra a la mujer desde que llegó, hice un movimiento con la cabeza, señalándola.
El cristal no tardó en hacerse añicos mientras entraban en una pequeña jauría de colmillos y yo me recostaba contra una pared mirando la escena. Esperaba que no la hicieran añicos antes de obtener mis respuestas. Aunque de no ser así no pasaba nada tampoco, si la había olvidado tan solo significaba que no era importante.
La paciencia no es una de mis virtudes, y poco tardé en agarrar uno de los aldeanos y dejarlo tirado detrás de la barra de la taberna para ir rellenando mi copa. No todos eran vampiros, tenían algunos “simpatizantes”, humanos que esperaban ganarse la virtud de convertirse en vampiro en algún momento. Lo gracioso es que lo más cerca que ha estado de eso es en mi estómago. Como habitualmente mezclé la sangre con un poco de ron que había en la despensa. La noche iba a ser larga y no podía pasármela con la vana esperanza de que el regalo fuese algo que realmente valiese la pena.
Uno de aquellos patéticos hombrecillos vino en un momento, me miró fijamente y se fue corriendo de nuevo mientras gritaba “Sigue aquí, vamos deprisa”. No sabía por qué demonios seguía aceptando ese tipo de encargos. Cada día me encontraba con gente más extraña.
Un crujido en las tablas de la entrada hizo que me diese la vuelta hacia la puerta. Si era otro de aquellos palurdos me iba a enfadar lo suficiente como para vaciar la despensa de licores aquella misma noche.
Para mi sorpresa lo que había entrado era una mujer. Parecía una vampira, aunque había visto tantas cosas en aquel pueblo que tampoco me sorprendería si fuera una pueblerina maquillada para ganarse el afecto de la raza. Lo que sí me pilló de imprevisto fue su pregunta. “¿Irinnil?” Ladeé la cabeza, no podía ser, para aquella gente era “Auril” no “Irinnil”, era imposible que me conociera por ese nombre. Parecía tan sorprendida como yo, eso era bueno, tan solo tenía que mantener la compostura hasta comprender qué ocurría.
Salí entre las sombras y volví con dos copas en la mano, que no tardé en rellenar con mi botijo particular de detrás de la barra para luego rebajar con un poco de ron. La mujer ya se había acomodado sobre la mesa y tomado fruta… ¿fruta? ¿habiendo un cadáver completamente fresco detrás de la barra? Fuera quien fuera desde luego no era una vampira. De todas formas dejé una de las copas a su lado, invitándola a bebérsela tranquilamente. El único problema era que yo no recordaba a aquella persona, pero ella sí parecía conocerme.
Se fue a la barra, seguramente solo con la excusa de mostrarme las ballestas. ¿Una amenaza? Estaba más intrigada en quién demonios era que en el hecho de que pudiera hacerme uno o dos agujeros. Estaba demasiado ocupada en mis pensamientos como para hacer caso de sus amenazas e impertinencias. Aunque sí levanté la mirada cuando soltó la última frase. “Por qué has dejado de ser una elfa” Así que era alguien de mi pasado. No había perdido la memoria con respecto a la gente que conocí antes de la transformación, así que por qué…
Era intrigante, desde luego. Me llevé la mano a la barbilla intentando desentrañar todo aquello, pero en realidad la mujer parecía querer jugar más que charlar o dar más información. Miré hacia una de las ventanas, un pequeño grupo de pueblerinos estaban agolpándose intentando mirar qué ocurría dentro de la taberna. Di un sorbo a mi copa y sin decir ni una sola palabra a la mujer desde que llegó, hice un movimiento con la cabeza, señalándola.
El cristal no tardó en hacerse añicos mientras entraban en una pequeña jauría de colmillos y yo me recostaba contra una pared mirando la escena. Esperaba que no la hicieran añicos antes de obtener mis respuestas. Aunque de no ser así no pasaba nada tampoco, si la había olvidado tan solo significaba que no era importante.
Irinnil Fawkes
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Qué silenciosa se había vuelto Irinnil como chupasangres. No respondió a ninguna de mis cuestiones, manteniéndose callada. Yo la miré con seriedad. Confiaba en que terminaría diciéndomelo. Pero por sus gestos parecía intrigada, y yo comencé a sentir cierta incomodidad. Aquel poblado estaba plagado de chupasangres y yo era una cazavampiros de incógnito. Tragué saliva. Miré disimuladamente hacia arriba, vi a uno de los chicos observando la escena por la claraboya, de incógnito. Estaba todo controlado, por ahora.
Mostré indiferencia absoluta y seguí a lo mío, con mi manzanita. Finalmente, la chupasangres hizo un gesto y comenzaron a irrumpir vampiros por las ventanas. Abrí los ojos como platos. Ni por asomo me esperaba semejante recibimiento. ¿Cuántos eran? ¿Diez? ¿Quince? Muchos ¡Incluso para mí! Ya me las había visto en situaciones parecidas y sí, tenía todas las de perder.
Desenfundé las ballestas lo más rápido que pude y comencé a disparar. Entraban como zombis a por mí, sin importarles cuántos terminaran con un virote en el cerebro. No tenían estrategia, sólo abusar de la superioridad numérica. E Irinnil observaba desde atrás la escena, actuando como si fuera la avispa reina. ¿En qué diablos se había convertido?
Lo que más echaba en falta era mi armadura. El espacio era muy pequeño para mi estilo de lucha y el extenso número de enemigos no facilitaba nada el combate, rodé varias veces por el suelo para tratar de deshacerme de los enemigos, aunque estuvieron cerca de alcanzar mi piel en varias ocasiones.
Conseguí matar unos seis o siete. Pero hubo un momento en el que tuve que pararme a recargar. Eran demasiados, terminaron ganando proximidad y un vampiro logró rasgar mi muslo. Emití un grito de dolor. Luego, otro me dio un fuerte golpe en la mandíbula que me hizo caer al suelo. Ya vencida, entre dos chupasangres me tomaron uno por cada brazo. Me retuvieron de rodillas en el suelo, aunque yo mantuve mi orgullosa mirada al frente. Apretando unos dientes ensangrentados por el golpe.
Una de las fanáticas religiosas, con cara de ida, se acercó. Me tomó por la mandíbula, la apretó con fuerza y buscó la sangre que emanaba por mi boca. Aunque traté de apartar el rostro, finalmente terminó por alcanzar mis labios, comenzando a saciar su apetito, camuflado en un falso beso "apasionado". Al principio me resistí, pero la chupasangres succionaba a través de la herida abierta, por lo que a medida que perdía sangre, comencé a marearme y a perder fuerza. Tanto que terminé sentada sobre mis gemelos, con el dúo de vampiros a mi espalda sujetando unos brazos que ya no hacían oposición. Luchaba únicamente por mantener la consciencia. Fue un largo y agónico medio minuto, en el que todos los fanáticos, en sepulcral silencio, contemplaron y escucharon la transferencia de sangre entre ambas bocas.
Cuando sació su sed, me soltó y mi cabeza cayó por su propio peso. Ni sabía dónde estaba. – Deliciosa. – Relamió la sangre que ahora impregnaba su barbilla y se volvió hacia Irinnil – ¿La preparamos para el festín, sacerdotisa?
La situación parecía claramente desfavorable para mí. Aunque parecía atolondrada, interiormente estaba tranquila. Ya conocía los efectos del cuerpo a sorbida de chupasangres pues la había sufrido con anterioridad. Recuperaría la consciencia en unos instantes, y ya estaría en condiciones de escapar con el viento. A una mala, los chicos, que observaban cada uno de mis movimientos de incógnito desde el tejado, intervendrían.
Sabían cuándo debían hacerlo y, entonces, los mataríamos. A todos.
Mostré indiferencia absoluta y seguí a lo mío, con mi manzanita. Finalmente, la chupasangres hizo un gesto y comenzaron a irrumpir vampiros por las ventanas. Abrí los ojos como platos. Ni por asomo me esperaba semejante recibimiento. ¿Cuántos eran? ¿Diez? ¿Quince? Muchos ¡Incluso para mí! Ya me las había visto en situaciones parecidas y sí, tenía todas las de perder.
Desenfundé las ballestas lo más rápido que pude y comencé a disparar. Entraban como zombis a por mí, sin importarles cuántos terminaran con un virote en el cerebro. No tenían estrategia, sólo abusar de la superioridad numérica. E Irinnil observaba desde atrás la escena, actuando como si fuera la avispa reina. ¿En qué diablos se había convertido?
Lo que más echaba en falta era mi armadura. El espacio era muy pequeño para mi estilo de lucha y el extenso número de enemigos no facilitaba nada el combate, rodé varias veces por el suelo para tratar de deshacerme de los enemigos, aunque estuvieron cerca de alcanzar mi piel en varias ocasiones.
Conseguí matar unos seis o siete. Pero hubo un momento en el que tuve que pararme a recargar. Eran demasiados, terminaron ganando proximidad y un vampiro logró rasgar mi muslo. Emití un grito de dolor. Luego, otro me dio un fuerte golpe en la mandíbula que me hizo caer al suelo. Ya vencida, entre dos chupasangres me tomaron uno por cada brazo. Me retuvieron de rodillas en el suelo, aunque yo mantuve mi orgullosa mirada al frente. Apretando unos dientes ensangrentados por el golpe.
Una de las fanáticas religiosas, con cara de ida, se acercó. Me tomó por la mandíbula, la apretó con fuerza y buscó la sangre que emanaba por mi boca. Aunque traté de apartar el rostro, finalmente terminó por alcanzar mis labios, comenzando a saciar su apetito, camuflado en un falso beso "apasionado". Al principio me resistí, pero la chupasangres succionaba a través de la herida abierta, por lo que a medida que perdía sangre, comencé a marearme y a perder fuerza. Tanto que terminé sentada sobre mis gemelos, con el dúo de vampiros a mi espalda sujetando unos brazos que ya no hacían oposición. Luchaba únicamente por mantener la consciencia. Fue un largo y agónico medio minuto, en el que todos los fanáticos, en sepulcral silencio, contemplaron y escucharon la transferencia de sangre entre ambas bocas.
Cuando sació su sed, me soltó y mi cabeza cayó por su propio peso. Ni sabía dónde estaba. – Deliciosa. – Relamió la sangre que ahora impregnaba su barbilla y se volvió hacia Irinnil – ¿La preparamos para el festín, sacerdotisa?
La situación parecía claramente desfavorable para mí. Aunque parecía atolondrada, interiormente estaba tranquila. Ya conocía los efectos del cuerpo a sorbida de chupasangres pues la había sufrido con anterioridad. Recuperaría la consciencia en unos instantes, y ya estaría en condiciones de escapar con el viento. A una mala, los chicos, que observaban cada uno de mis movimientos de incógnito desde el tejado, intervendrían.
Sabían cuándo debían hacerlo y, entonces, los mataríamos. A todos.
Anastasia Boisson
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Intentaba parecer tranquila, pero nada más lejos de la realidad. Algo se me escapaba, estaba segura de ello, pero no sabía el qué exactamente. Y no, no había sido su mirada a la claraboya. Obviamente que tenía un plan de escape o ataque, al menos un plan. Pero no era eso… cada vez que parecía acercarme todo se desvanecía nuevamente, era frustrante, muy frustrante. Seguí un buen rato con la mirada perdida, dándole vueltas a la copa en mis manos, paseando los dedos por los bordes y sorbiendo el contenido de cuando en cuando.
No le presté mucha atención a la pequeña trifulca. Digo pequeña, pero había conseguido cargarse a un buen puñado de ellos. Tampoco es como si los fuera a echar de menos o algo. Pero sí me sorprendió, mucho. No era cualquier imbécil que había entrado por la puerta porque sí. Parecía saber lo que hacía, o al menos interpretaba muy bien aquel papel. Paseé entre los cadáveres de mis congéneres mientras terminaba mi bebida y dejaba la copa sobre la mesa que milagrosamente había conseguido mantenerse en pie.
Una de las vampiresas se había dado el lujo de probar el espécimen antes que el resto. Seguramente no se habría podido contener. La miré directamente a los ojos cuando habló sobre preparar el festín. Tan solo un par de segundos fueron suficientes para que bajara la mirada y se apartara del medio, cediéndome el paso.
Me agaché delante de aquella misteriosa mujer. Observé su pelo, enredé uno de mis dedos en uno de sus mechones jugueteando un poco mientras esperaba su reacción. Levanté su barbilla con un dedo, quedándome a tan solo unos centímetros de sus labios.
- Mi nombre es Auril, sacerdotisa de Habak. - Hice una pequeña pausa. - Aunque al parecer para ti soy Irinnil Fawkes. -Por suerte me había alimentado suficiente aquella noche, de lo contrario no podría contenerme a hacer lo mismo que mi súbdita. - Hay algo en ti que… - Entrecerré los ojos. - Pero las tornas van a cambiar dentro de poco, ¿verdad? No sé por qué, tengo esa sensación. Algo no va bien, en cuanto recuperes unas pocas de tus fuerzas algo me hace pensar que la que acabará de rodillas seré yo. Lo que significa que se nos acaba el tiempo de conversar.
Miré la escena por el rabillo del ojo. Había unos diez cadáveres en el suelo, tal vez alguno más, quedaban más o menos la mitad vivos. Y eso lo había hecho ella sola. Posiblemente tuviera refuerzos. Suspiré y me arrodillé frente a aquella intrigante mujer.
- Mientras mis efímeros amigos son aniquilados… - Acerqué una mano a la mujer, pero me detuve a medio camino. Ni siquiera sabía por qué lo había hecho. - Lo que has preguntado… no es algo que se me haya permitido cuestionar. Fue un momento de vida o muerte… y ni siquiera me dejaron elegir mi destino. Así que, aquí estoy. -Bajé la vista. - Tampoco sé por qué te estoy contando esto.
Me levanté de nuevo, era como si el ambiente se hubiera tensado de un segundo a otro. Di un toque a los vampiros que la sujetaban por los brazos para que la soltaran. Me escabullí entre las sombras a la parte de atrás de la barra de la taberna. Llené dos copas, esta vez con solo vino en cada una. Me senté en la barra con las piernas cruzadas mientras bebía. No tardaría en comenzar lo que sea que fuera que la mujer tenía en mente y yo no estaba segura de querer estar del todo sobria cuando sucediera.
No le presté mucha atención a la pequeña trifulca. Digo pequeña, pero había conseguido cargarse a un buen puñado de ellos. Tampoco es como si los fuera a echar de menos o algo. Pero sí me sorprendió, mucho. No era cualquier imbécil que había entrado por la puerta porque sí. Parecía saber lo que hacía, o al menos interpretaba muy bien aquel papel. Paseé entre los cadáveres de mis congéneres mientras terminaba mi bebida y dejaba la copa sobre la mesa que milagrosamente había conseguido mantenerse en pie.
Una de las vampiresas se había dado el lujo de probar el espécimen antes que el resto. Seguramente no se habría podido contener. La miré directamente a los ojos cuando habló sobre preparar el festín. Tan solo un par de segundos fueron suficientes para que bajara la mirada y se apartara del medio, cediéndome el paso.
Me agaché delante de aquella misteriosa mujer. Observé su pelo, enredé uno de mis dedos en uno de sus mechones jugueteando un poco mientras esperaba su reacción. Levanté su barbilla con un dedo, quedándome a tan solo unos centímetros de sus labios.
- Mi nombre es Auril, sacerdotisa de Habak. - Hice una pequeña pausa. - Aunque al parecer para ti soy Irinnil Fawkes. -Por suerte me había alimentado suficiente aquella noche, de lo contrario no podría contenerme a hacer lo mismo que mi súbdita. - Hay algo en ti que… - Entrecerré los ojos. - Pero las tornas van a cambiar dentro de poco, ¿verdad? No sé por qué, tengo esa sensación. Algo no va bien, en cuanto recuperes unas pocas de tus fuerzas algo me hace pensar que la que acabará de rodillas seré yo. Lo que significa que se nos acaba el tiempo de conversar.
Miré la escena por el rabillo del ojo. Había unos diez cadáveres en el suelo, tal vez alguno más, quedaban más o menos la mitad vivos. Y eso lo había hecho ella sola. Posiblemente tuviera refuerzos. Suspiré y me arrodillé frente a aquella intrigante mujer.
- Mientras mis efímeros amigos son aniquilados… - Acerqué una mano a la mujer, pero me detuve a medio camino. Ni siquiera sabía por qué lo había hecho. - Lo que has preguntado… no es algo que se me haya permitido cuestionar. Fue un momento de vida o muerte… y ni siquiera me dejaron elegir mi destino. Así que, aquí estoy. -Bajé la vista. - Tampoco sé por qué te estoy contando esto.
Me levanté de nuevo, era como si el ambiente se hubiera tensado de un segundo a otro. Di un toque a los vampiros que la sujetaban por los brazos para que la soltaran. Me escabullí entre las sombras a la parte de atrás de la barra de la taberna. Llené dos copas, esta vez con solo vino en cada una. Me senté en la barra con las piernas cruzadas mientras bebía. No tardaría en comenzar lo que sea que fuera que la mujer tenía en mente y yo no estaba segura de querer estar del todo sobria cuando sucediera.
Irinnil Fawkes
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Si mi cuerpo se mantenía erguido era por los vampiros que lo sujetaban. Tenía aún los ojos cerrados y la cabeza atontada, aún medio mareada. Por lo que no sentí acercarse a la sacerdotisa, aunque sí jugar con mi pelo. Eso, sumado al sentir cerca su respiración, le permitirían advertir el respigo de mi cuerpo. Pero no fui muy consciente de lo que dijo. Sólo repetí su nuevo nombre casi en un acto reflejo. – A… Auril. – Estaba exhausta, con los ojos cerrados. Empezaba a retomar la conciencia, pero aún necesitaba un poco más de descanso.
Los cazadores no llegaban a escuchar lo que pasaba ahí abajo. Pero permanecían por la escena, muy atentos. Vieron cómo Irinnil se volvía a arrodillar junto a mí. Y me hablaba. Temían que pudiera hacer cualquier temeridad y que, verdaderamente, estuviera en peligro.
Esta vez, pude alzar la vista para mirarla a los ojos. Me entregó una versión muy resumida de cómo había acabado convertida en vampiro.
Por fortuna, tal y cómo esperaba, los diez que había liquidado fueron bastantes como para atraer la atención de Irinnil, por lo que mandó a los demás liberarme. Los fanáticos le hicieron caso y quedé unos segundos en el suelo, recobrando la conciencia. Los cazadores se relajaron.
Por su parte, la elfa se dirigió a la barra. Miré para ella, aún con dolor, y no pude evitar reír cuando la vi preparando dos copas. Joder. Se había convertido en vampiro, pero las buenas costumbres no las perdía.
Ya algo mejor, pero con dificultad, me levanté. Aún sangraba por la pierna, por lo que tenía que ponerle remedio. Así que me dirigí a la barra para buscar algo de alcohol e improvisadas provisiones de primeros auxilios. Luego me senté en la barra junto a la antigua elfa con cierto esfuerzo.
-Esto escuece. ¿Sabes? – Era una herida considerable. Con un pequeño cuchillo, rompí el cuero del pantalón más o menos a la mitad del muslo, dejando una especie de pantalón corto en la pierna diestra, pálida como la ceniza. Después, desinfecté la herida con el alcohol y traté de aguantar el grito con el dolor para finalmente hacer una improvisada venda con paños para taponar la herida. No había sido un corte muy profundo, pero sí lo suficiente como para dejarme marca hasta que pasara por el doctor del gremio. Gajes del oficio.
A continuación, tomé la copa que me había ofrecido y se lo agradecí con un gesto gentil. Miré los cuerpos caídos. – No me lo tengas en cuenta. Fue en defensa propia. – brindé y le di un trago. Apenas mojé los labios antes de dejar el vaso a un lado. No entraba en mis planes empinar el codo mucho más esta vez, por mucho que me gustara el vino de Urd. En una ciudad con vampiros necesitaba estar en plenitud de facultades.
Empezaba a sentirme mejor. E Irinnil era la mejor candidata para obtener la información acerca de la guarida de aquellos fanáticos que habían asaltado el pueblo. Si lograba aprovechar la química entre ambas, quizás pudiera tener una oportunidad de saber dónde se escondían los chupasangres.
Tras unos instantes de aparente reflexión, tendí la vista a la nueva vampiresa. -¿Dijiste que te llamabas Auril? – Repetí, sólo por ver que no había soñado la última escena. – Cada vez que te veo tienes un nombre distinto. Este es el tercero, creo. – Jeannie, Irinnil y ahora Auril. Creo que la chica tenía un grave problema de identidad. Suspiré y miré al frente. – Supongo que querrás saber de qué nos conocemos. – Me acomodé un poco mejor. Crucé ambas piernas, colocando la que estaba herida encima. – Bueno, digamos que pasaste por mi casa y pasamos alguna que otra noche… - Ronroneé ligeramente y estiré la pierna hasta acariciar su tibia, despacio y varias veces. – Ya sabes. Interesante. Es una pena que no lo recuerdes por la maldición que me persigue y que me da este aspecto tan... como el tuyo. – Y le sonreí.
Retraje la pierna y me volví hacia la copa para dar un nuevo sorbito a la bebida. Observando la masacre que había cometido. Y eso que apenas me había empleado decentemente. Con la apariencia de campesina que llevaba, era hora de tirarle el anzuelo.
-Ya nadie me recuerda y en las ciudades me juzgan por mi aspecto, he pensado en unirme a vosotros. Y por eso he venido aquí. Para beber sangre. – Y después me volví hacia ella. No sé si iba a responder a eso, pero antes de que lo hiciera le puse un dedo delante de la boca. – Ah, ah. Pero me gustaría que mi primera vez fuera especial. Tendréis un sitio icónico en el que haréis este tipo de ceremonias. ¿Verdad?
Le cedí entonces el turno de la palabra. Puse ambas manos en mi rodilla desnuda, y jugué a empezarla a moverla atrás y adelante. Enviándole una perfecta sonrisa de mujer fatal que daba lugar a una doble interpretación: La de la seducción, o la que verdaderamente se pasaba por mi cabeza: La de “os vais a enterar cuando sepa dónde os escondéis”. Pero el destino, irónico y traicionero, me retaba de nuevo al hacerme jugar con alguien con quien tenía tensión. Y era demasiado pronto como para poder anticipar cómo acabaría la cosa. Si me mantenía sobria como hasta ahora, a todas leguas cumpliría con la misión.
Los cazadores no llegaban a escuchar lo que pasaba ahí abajo. Pero permanecían por la escena, muy atentos. Vieron cómo Irinnil se volvía a arrodillar junto a mí. Y me hablaba. Temían que pudiera hacer cualquier temeridad y que, verdaderamente, estuviera en peligro.
Esta vez, pude alzar la vista para mirarla a los ojos. Me entregó una versión muy resumida de cómo había acabado convertida en vampiro.
Por fortuna, tal y cómo esperaba, los diez que había liquidado fueron bastantes como para atraer la atención de Irinnil, por lo que mandó a los demás liberarme. Los fanáticos le hicieron caso y quedé unos segundos en el suelo, recobrando la conciencia. Los cazadores se relajaron.
Por su parte, la elfa se dirigió a la barra. Miré para ella, aún con dolor, y no pude evitar reír cuando la vi preparando dos copas. Joder. Se había convertido en vampiro, pero las buenas costumbres no las perdía.
Ya algo mejor, pero con dificultad, me levanté. Aún sangraba por la pierna, por lo que tenía que ponerle remedio. Así que me dirigí a la barra para buscar algo de alcohol e improvisadas provisiones de primeros auxilios. Luego me senté en la barra junto a la antigua elfa con cierto esfuerzo.
-Esto escuece. ¿Sabes? – Era una herida considerable. Con un pequeño cuchillo, rompí el cuero del pantalón más o menos a la mitad del muslo, dejando una especie de pantalón corto en la pierna diestra, pálida como la ceniza. Después, desinfecté la herida con el alcohol y traté de aguantar el grito con el dolor para finalmente hacer una improvisada venda con paños para taponar la herida. No había sido un corte muy profundo, pero sí lo suficiente como para dejarme marca hasta que pasara por el doctor del gremio. Gajes del oficio.
A continuación, tomé la copa que me había ofrecido y se lo agradecí con un gesto gentil. Miré los cuerpos caídos. – No me lo tengas en cuenta. Fue en defensa propia. – brindé y le di un trago. Apenas mojé los labios antes de dejar el vaso a un lado. No entraba en mis planes empinar el codo mucho más esta vez, por mucho que me gustara el vino de Urd. En una ciudad con vampiros necesitaba estar en plenitud de facultades.
Empezaba a sentirme mejor. E Irinnil era la mejor candidata para obtener la información acerca de la guarida de aquellos fanáticos que habían asaltado el pueblo. Si lograba aprovechar la química entre ambas, quizás pudiera tener una oportunidad de saber dónde se escondían los chupasangres.
Tras unos instantes de aparente reflexión, tendí la vista a la nueva vampiresa. -¿Dijiste que te llamabas Auril? – Repetí, sólo por ver que no había soñado la última escena. – Cada vez que te veo tienes un nombre distinto. Este es el tercero, creo. – Jeannie, Irinnil y ahora Auril. Creo que la chica tenía un grave problema de identidad. Suspiré y miré al frente. – Supongo que querrás saber de qué nos conocemos. – Me acomodé un poco mejor. Crucé ambas piernas, colocando la que estaba herida encima. – Bueno, digamos que pasaste por mi casa y pasamos alguna que otra noche… - Ronroneé ligeramente y estiré la pierna hasta acariciar su tibia, despacio y varias veces. – Ya sabes. Interesante. Es una pena que no lo recuerdes por la maldición que me persigue y que me da este aspecto tan... como el tuyo. – Y le sonreí.
Retraje la pierna y me volví hacia la copa para dar un nuevo sorbito a la bebida. Observando la masacre que había cometido. Y eso que apenas me había empleado decentemente. Con la apariencia de campesina que llevaba, era hora de tirarle el anzuelo.
-Ya nadie me recuerda y en las ciudades me juzgan por mi aspecto, he pensado en unirme a vosotros. Y por eso he venido aquí. Para beber sangre. – Y después me volví hacia ella. No sé si iba a responder a eso, pero antes de que lo hiciera le puse un dedo delante de la boca. – Ah, ah. Pero me gustaría que mi primera vez fuera especial. Tendréis un sitio icónico en el que haréis este tipo de ceremonias. ¿Verdad?
Le cedí entonces el turno de la palabra. Puse ambas manos en mi rodilla desnuda, y jugué a empezarla a moverla atrás y adelante. Enviándole una perfecta sonrisa de mujer fatal que daba lugar a una doble interpretación: La de la seducción, o la que verdaderamente se pasaba por mi cabeza: La de “os vais a enterar cuando sepa dónde os escondéis”. Pero el destino, irónico y traicionero, me retaba de nuevo al hacerme jugar con alguien con quien tenía tensión. Y era demasiado pronto como para poder anticipar cómo acabaría la cosa. Si me mantenía sobria como hasta ahora, a todas leguas cumpliría con la misión.
Anastasia Boisson
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Sentada sobre la barra, balanceando las piernas de adelante a atrás mientras bebía vino. Se podría decir que estaba relajada. Había decidido dejar atrás todas mis pesquisas acerca de aquella mujer. No podía hacer nada en contra de haberme olvidado de ella, pero sí podía hacer algo por volver a conocerla. Hasta ahora sabía que era una especie de mercenaria, cazarrecompensas, cazavampiros o algo por el estilo. Daba un poco igual, el caso es que matar no se le daba mal, seguramente se ganara la vida de ese modo. Era obvio que ni yo ni aquellas comadrejas tendríamos ninguna posibilidad contra ella.
La miré de reojo cuando se sentó en la barra a mi lado, quejándose de una de sus heridas. No le di mucha importancia a sus palabras, seguramente estaría acostumbradísima a ese tipo de cortes. Tuve que rellenar mi copa, por suerte había dejado la botella al alcance. Lo que estaba claro es que si me quería muerta lo estaría en unos segundos. Suspiré e hice un gesto con la mano a mis adorables pueblerinos para que nos dejaran solas. Por lo sorprendida que parecía en cuanto me vio la primera vez seguramente yo no fuera su objetivo principal. Lo cual era un alivio, para qué negarlo.
Estaba completamente melancólica, hacía mucho tiempo que no me ocurría, y el sentimiento no hizo más que fortalecerse en cuanto comentó mi “tercer” nombre.
- Tres… ¿eh? - Sonreí, con la mirada perdida en el líquido de la copa. - Jeannie… no he vuelto a saber de ella, en realidad. Irinnil es como me llaman mis… ¿amigos? Supongo. Solo soy Auril para estos… - Hice un ademán con la mano hacia el pueblo en general. - Ya sabes, no me gusta que me llamen por mi nombre.
Asentí. Tenía mucha curiosidad sobre el pasado “olvidado”. Aunque en un primer momento su pierna rozando la mía me puso en tensión. Luego que si yo había pasado por su casa y algo sobre una maldición que hace que “yo” la olvide a ella. Parecían una sarta de tonterías, una detrás de otra. Iba a replicar… pero había algo… algo en sus ojos que me instó a creerla sin vacilar.
Entonces llegó a la parte en la que confesaba qué hacía allí. Iba a replicar, pero me puso un dedo en los labios y no pude más que reprimir un respingo. Me quedé callada unos instantes. Un sitio icónico, claro que había un sitio sagrado donde se llevaban a cabo los rituales. Pero, al contrario que su mirada anterior, algo me llamaba la atención… algo no cuadraba. Repasé mentalmente la situación. Ella había llegado, sorprendida, armada con ballestas. Había elegido una manzana, aún habiéndome presentado uno de mis súbditos como sacerdotisa, esta era la primera vez que hacía un comentario al respecto de su conversión. ¿Podía ser porque nos habíamos quedado solas? Pero también estaba su mirada hacia el techo, hacia la claraboya. No, había alguien más, había algo más. Quería llegar al lugar sagrado con algún otro motivo.
Me terminé la copa antes de contestar y bajé de un pequeño salto de la barra antes de rellenarla.
- Me has dicho de todo, menos tu nombre. - La miré mientras ponía de nuevo el corcho en la botella. - Algo me insta a creerte… casi todo, al menos. ¿Sabes…? - Me alejé de ella paseando lentamente. - … serías una estúpida si me estuvieras contando todo, toda la historia, toda la información personal sobre ti. Y no tienes pinta de ser imbécil. - Miré a través del ventanal, no había ni rastro de ningún aldeano cotilla en los alrededores. - No creo que hayas venido a matarme a mi, si no no te habrías sorprendido al verme. Así que dime… ¿qué quieres realmente?
Me senté en una silla cercana y suspiré mientras daba vueltas a la copa en mis manos. Aquella melancolía me estaba matando, y lo peor, es que no sabía de dónde demonios salía.
La miré de reojo cuando se sentó en la barra a mi lado, quejándose de una de sus heridas. No le di mucha importancia a sus palabras, seguramente estaría acostumbradísima a ese tipo de cortes. Tuve que rellenar mi copa, por suerte había dejado la botella al alcance. Lo que estaba claro es que si me quería muerta lo estaría en unos segundos. Suspiré e hice un gesto con la mano a mis adorables pueblerinos para que nos dejaran solas. Por lo sorprendida que parecía en cuanto me vio la primera vez seguramente yo no fuera su objetivo principal. Lo cual era un alivio, para qué negarlo.
Estaba completamente melancólica, hacía mucho tiempo que no me ocurría, y el sentimiento no hizo más que fortalecerse en cuanto comentó mi “tercer” nombre.
- Tres… ¿eh? - Sonreí, con la mirada perdida en el líquido de la copa. - Jeannie… no he vuelto a saber de ella, en realidad. Irinnil es como me llaman mis… ¿amigos? Supongo. Solo soy Auril para estos… - Hice un ademán con la mano hacia el pueblo en general. - Ya sabes, no me gusta que me llamen por mi nombre.
Asentí. Tenía mucha curiosidad sobre el pasado “olvidado”. Aunque en un primer momento su pierna rozando la mía me puso en tensión. Luego que si yo había pasado por su casa y algo sobre una maldición que hace que “yo” la olvide a ella. Parecían una sarta de tonterías, una detrás de otra. Iba a replicar… pero había algo… algo en sus ojos que me instó a creerla sin vacilar.
Entonces llegó a la parte en la que confesaba qué hacía allí. Iba a replicar, pero me puso un dedo en los labios y no pude más que reprimir un respingo. Me quedé callada unos instantes. Un sitio icónico, claro que había un sitio sagrado donde se llevaban a cabo los rituales. Pero, al contrario que su mirada anterior, algo me llamaba la atención… algo no cuadraba. Repasé mentalmente la situación. Ella había llegado, sorprendida, armada con ballestas. Había elegido una manzana, aún habiéndome presentado uno de mis súbditos como sacerdotisa, esta era la primera vez que hacía un comentario al respecto de su conversión. ¿Podía ser porque nos habíamos quedado solas? Pero también estaba su mirada hacia el techo, hacia la claraboya. No, había alguien más, había algo más. Quería llegar al lugar sagrado con algún otro motivo.
Me terminé la copa antes de contestar y bajé de un pequeño salto de la barra antes de rellenarla.
- Me has dicho de todo, menos tu nombre. - La miré mientras ponía de nuevo el corcho en la botella. - Algo me insta a creerte… casi todo, al menos. ¿Sabes…? - Me alejé de ella paseando lentamente. - … serías una estúpida si me estuvieras contando todo, toda la historia, toda la información personal sobre ti. Y no tienes pinta de ser imbécil. - Miré a través del ventanal, no había ni rastro de ningún aldeano cotilla en los alrededores. - No creo que hayas venido a matarme a mi, si no no te habrías sorprendido al verme. Así que dime… ¿qué quieres realmente?
Me senté en una silla cercana y suspiré mientras daba vueltas a la copa en mis manos. Aquella melancolía me estaba matando, y lo peor, es que no sabía de dónde demonios salía.
Irinnil Fawkes
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Irinnil parecía algo mosqueada. Yo no aparté mi sonrisa amable y traicionera en todo el rato que estuvimos charlando. Puse las manos bajo las piernas y me dediqué a moverlas atrás y adelante, como si fuera una niña jugando. Ella se bajó de la barra, nerviosa, y buscó la distancia. Yo no la seguí. Seguí sentada, con la copa al lado.
-Qué maleducada soy, ¿verdad? – me hice la loca. – Llámame Anastasia. – No terminaba de creerse toda la historia de la inocente campesina exterminadora de chupasangres que buscaba volverse chupasangres. Fue una pena que nos interrumpieran, sin el numerito de la sangre seguramente habría sonado más creíble. Incluso temía por su vida. - Oh, no, no, querida. Si quisiera matarte, ya lo habría hecho, ¿no te parece? – le dije con una sonrisa amable, señalando con la cabeza hacia los cadáveres de los enemigos.
Mientras la chupasangres iba de espaldas, sin que me viera hice un gesto en clave con el dedo índice y anular a los cazadores de la claraboya. Para ellos significaba vigilar las salidas del edificio ante una posible huida de la chupasangres, o entrada de nuevo gentío. Estando Irinnil sola, podía encargarme yo.
Finalmente, me hizo la pregunta clave. Qué era lo que quería. Yo suspiré y la miré condescendiente. La respuesta rápida era: Que me digas dónde está el dichoso lugar de culto.
Pero había una disyuntiva de cómo era la mejor manera de afrontar la situación. Estábamos solas, y eso tenía sus ventajas para cada opción.
Por un lado, podía emularla a ella misma cuando se presentó en el Palacio de los Vientos. Rápida y sin tapujos.
La otra alternativa era emplear el método de Huracán. Permitir que las ballestas hablaran. No tendría más remedio que cantar o terminar echa un colador por mí o por los cazadores que vigilaban las salidas. Pero no era tan insensible como para matarla sin más después de lo que habíamos vivido juntas. Irinnil merecía un final más digno que ese.
Alguien sabio dijo una vez que la virtud estaba en el término medio.
Tomé la copa, y caminé tranquila hacia la mesa en la que se había sentado, tomé una silla, la puse del revés y me senté hacia el respaldo.
-Mira, no voy a mentirte, cariño. – Le dije, algo más seria. - Estoy aquí para encontrar el lugar en el que se llevan los rituales. Debo efectuar un rescate y destruir el santuario y matar a sus responsables en este pueblo. – Continué. – Oh, y no trates de escapar, mis chicos tienen vigilada las salidas y te matarán si lo intentas.
Ahora sí, le di un trago quizás demasiado largo a la bebida. ¡Ois, cielos! Pero es que la superioridad era tan estimulante para mí…
-¿Por dónde iba…? – miré al techo. – Oh, sí. Es ahora cuando me dices donde se esconden tus amiguitos. – Continué diciendo. – Si me lo dices ahora, puedo asegurarte que saldrás de aquí con vida. Normalmente, suelo cargarme a los chivatos. Pero en tu caso considéralo una cortesía, por gustarme. – admití sin complejos, ya con los ojos chisposos. Después de lo del Palacio de los Vientos, ya no sentía vergüenza alguna en ocultarlo. Luego tendí mi mano para que la tomara en señal de trato, mostrándole mis largos dedos y las uñas pintadas de negro, que contrastaban con la piel de color ceniza. – Si no lo haces… Bueno. Los negocios son los negocios, ¿sabes? – Y con la otra mano di el último trago que faltaba a la bebida.
Menos mal que me había prometido no beber.
-Qué maleducada soy, ¿verdad? – me hice la loca. – Llámame Anastasia. – No terminaba de creerse toda la historia de la inocente campesina exterminadora de chupasangres que buscaba volverse chupasangres. Fue una pena que nos interrumpieran, sin el numerito de la sangre seguramente habría sonado más creíble. Incluso temía por su vida. - Oh, no, no, querida. Si quisiera matarte, ya lo habría hecho, ¿no te parece? – le dije con una sonrisa amable, señalando con la cabeza hacia los cadáveres de los enemigos.
Mientras la chupasangres iba de espaldas, sin que me viera hice un gesto en clave con el dedo índice y anular a los cazadores de la claraboya. Para ellos significaba vigilar las salidas del edificio ante una posible huida de la chupasangres, o entrada de nuevo gentío. Estando Irinnil sola, podía encargarme yo.
Finalmente, me hizo la pregunta clave. Qué era lo que quería. Yo suspiré y la miré condescendiente. La respuesta rápida era: Que me digas dónde está el dichoso lugar de culto.
Pero había una disyuntiva de cómo era la mejor manera de afrontar la situación. Estábamos solas, y eso tenía sus ventajas para cada opción.
Por un lado, podía emularla a ella misma cuando se presentó en el Palacio de los Vientos. Rápida y sin tapujos.
La otra alternativa era emplear el método de Huracán. Permitir que las ballestas hablaran. No tendría más remedio que cantar o terminar echa un colador por mí o por los cazadores que vigilaban las salidas. Pero no era tan insensible como para matarla sin más después de lo que habíamos vivido juntas. Irinnil merecía un final más digno que ese.
Alguien sabio dijo una vez que la virtud estaba en el término medio.
Tomé la copa, y caminé tranquila hacia la mesa en la que se había sentado, tomé una silla, la puse del revés y me senté hacia el respaldo.
-Mira, no voy a mentirte, cariño. – Le dije, algo más seria. - Estoy aquí para encontrar el lugar en el que se llevan los rituales. Debo efectuar un rescate y destruir el santuario y matar a sus responsables en este pueblo. – Continué. – Oh, y no trates de escapar, mis chicos tienen vigilada las salidas y te matarán si lo intentas.
Ahora sí, le di un trago quizás demasiado largo a la bebida. ¡Ois, cielos! Pero es que la superioridad era tan estimulante para mí…
-¿Por dónde iba…? – miré al techo. – Oh, sí. Es ahora cuando me dices donde se esconden tus amiguitos. – Continué diciendo. – Si me lo dices ahora, puedo asegurarte que saldrás de aquí con vida. Normalmente, suelo cargarme a los chivatos. Pero en tu caso considéralo una cortesía, por gustarme. – admití sin complejos, ya con los ojos chisposos. Después de lo del Palacio de los Vientos, ya no sentía vergüenza alguna en ocultarlo. Luego tendí mi mano para que la tomara en señal de trato, mostrándole mis largos dedos y las uñas pintadas de negro, que contrastaban con la piel de color ceniza. – Si no lo haces… Bueno. Los negocios son los negocios, ¿sabes? – Y con la otra mano di el último trago que faltaba a la bebida.
Menos mal que me había prometido no beber.
Anastasia Boisson
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Sí, vale, ya sabía su nombre, tampoco servía de mucho. Como me esperaba no me decía nada. Para mi era una auténtica desconocida. A ver… atractiva… puede… intrigante también… pero una desconocida. Sonreí mirando al vacío cuando dijo que si quisiera matarme ya lo habría hecho. Estaba segura de ello. Me oculté inconscientemente detrás de la copa de vino. No tardé en terminarme su contenido de todas formas, así que daba un poco igual.
Anastasia agarró una de las sillas y se sentó mirando hacia mi. Levanté la vista hacia sus ojos… No creo que sea fácil de entender, pero lo intentaré explicar lo mejor que pueda. Estar allí plantada delante de una persona obviamente más poderosa que yo en todos los sentidos… no hablo solo de físicamente, si no también en cuanto a información. Sabía muchas cosas que yo había olvidado y quién sabe cuántas más. Cierto, no parecía tener conocimiento de mi transformación a vampira. Pero tampoco era algo importante, había cosas más peligrosas que conocer de una persona que la raza a la que pertenece. El caso es que todo esto era si cabe, doblemente más intimidante que estar rodeada de diez cazarrecompensas con espadas. De algo así se podía escapar, urdir alguna artimaña en el último segundo para salvar la vida. Pero no, estaba sobrepasada de todas las formas posibles. Ni siquiera estaba intentando mantener la compostura. La fachada de sacerdotisa dura e implacable había caído hacía mucho tiempo, si es que en algún momento me llegué a mostrar de esa forma. De hecho, si me conoce un poco tal como parece… seguramente en ningún momento la engañase con algo así.
Por otro lado juraría que la ilusión que venía por defecto con mis nuevas habilidades había saltado ella sola. Viéndolo ahora no puedo dejar de pensar que directamente quería “parecerle atractiva”[0], lo cual me parece estúpido y avergonzante, pero así era, intento ser sincera conmigo misma, es lo único que tengo.
Me levanté de la mesa en cuanto dijo que no iba a mentirme. Sin decirle nada para no interrumpirla hice un gesto con la copa, indicándole que solamente iba a rellenarla. Volví con dos de ellas, si Anastasia no quería otro trago me la bebería al terminar la mía.
- Supuse que habría algo así, no tengo intención de escapar. - La miré. - Iba a añadir “tranquila” después de eso, pero no creo que fuera ninguna diferencia para ti.
A decir verdad, estaba tranquila. En una situación que cualquiera diría “de vida o muerte” pero estaba tranquila. Solamente… melancólica, triste… como si aquello que había olvidado intentara volver a través de…
- No hace falta que seas condescendiente conmigo, entiendo todas y cada una de las implicaciones de las decisiones que has puesto sobre la mesa. - Di un largo trago de vino. En este punto se podría decir que había bebido suficiente como para estar completamente ebria. - Pero, ¿sabes qué? - tiré la copa contra una de las paredes. - A la mierda. Ni siquiera me gusta este trabajo. Solo lo hago para sentirme querida por una puñetera vez en mi vida. - Miré a Anastasia como la desconocida que era. - Sígueme, y evita que los imbéciles de tus sicarios me disparen “por si huyo”, será más difícil llegar si tengo que ir cojeando. -Dicho lo cual, desaparecí entre las sombras [1]
Estaba ya en la puerta cuando me volví a mirar a la persona que tenía mi destino en sus manos por aquella noche.
- ¿Acaso vuestra merced necesita que la lleven de la mano? - Salí a la calle, hice un ademán a los pocos pueblerinos que quedaban por la zona y se desperdigaron sin dilación. La cripta estaba donde todas las criptas de vampiros. No creía que Anastasia fuera una cazadora de vampiros, de lo contrario ya habría ido a mirar al cementerio nada más llegar.
Pateé una lápida y bajé las escaleras. Debo decir que había una palanca que accionaba un mecanismo que accionaba unos engranajes que movían la piedra, pero eso era más rápido. Estaba entre enfadada y borracha. ¿Cómo se atrevía aquella mujer a tratarme de esa forma? ¿Quién se creía que era? Y todo porque tenía recuerdos que yo no tenía. ¡Y qué! Nada me decía que esos recuerdos fueran siquiera de verdad. Podía haber sido todo una enorme y elaborada mentira, por lo que yo sabía. Y… ¿dónde estaba la botella que había cogido?
No tardamos en llegar a la sala principal. Para ser un subterráneo era obscenamente enorme. Un susurro se convertía en eco en aquel lugar. Y, aunque pudiera parecer lo contrario, estaba ideado para acoger muy poca gente dentro. La idea era escuchar todos y cada uno de los movimientos de los asistentes. Cualquier vacilación en el último segundo era penada.
- Espero que sea de tu agrado. Haz lo que tengas que hacer. - La invité con la mano mientras me apoyaba en una de las paredes. Estaba psicológicamente cansada, una cosa era guiarla hacia allí y otra muy distinta era ayudarla a hacer lo que quiera que iba a hacer en aquel lugar.
----------------
[0]: Presencia vampírica (Mantenida):
El vampiro puede alterar la percepción de los demás sobre su apariencia con una ilusión que le hace parecer más temible o más atractivo, a voluntad. Adicionalmente, esto le permite ocultarse con mayor facilidad en lugares oscuros.
[1]: Camino umbrío:
(Rasgo) La oscuridad la rodea permitiéndole hacerse una con la sombra y transportarse a la más cercana.
Anastasia agarró una de las sillas y se sentó mirando hacia mi. Levanté la vista hacia sus ojos… No creo que sea fácil de entender, pero lo intentaré explicar lo mejor que pueda. Estar allí plantada delante de una persona obviamente más poderosa que yo en todos los sentidos… no hablo solo de físicamente, si no también en cuanto a información. Sabía muchas cosas que yo había olvidado y quién sabe cuántas más. Cierto, no parecía tener conocimiento de mi transformación a vampira. Pero tampoco era algo importante, había cosas más peligrosas que conocer de una persona que la raza a la que pertenece. El caso es que todo esto era si cabe, doblemente más intimidante que estar rodeada de diez cazarrecompensas con espadas. De algo así se podía escapar, urdir alguna artimaña en el último segundo para salvar la vida. Pero no, estaba sobrepasada de todas las formas posibles. Ni siquiera estaba intentando mantener la compostura. La fachada de sacerdotisa dura e implacable había caído hacía mucho tiempo, si es que en algún momento me llegué a mostrar de esa forma. De hecho, si me conoce un poco tal como parece… seguramente en ningún momento la engañase con algo así.
Por otro lado juraría que la ilusión que venía por defecto con mis nuevas habilidades había saltado ella sola. Viéndolo ahora no puedo dejar de pensar que directamente quería “parecerle atractiva”[0], lo cual me parece estúpido y avergonzante, pero así era, intento ser sincera conmigo misma, es lo único que tengo.
Me levanté de la mesa en cuanto dijo que no iba a mentirme. Sin decirle nada para no interrumpirla hice un gesto con la copa, indicándole que solamente iba a rellenarla. Volví con dos de ellas, si Anastasia no quería otro trago me la bebería al terminar la mía.
- Supuse que habría algo así, no tengo intención de escapar. - La miré. - Iba a añadir “tranquila” después de eso, pero no creo que fuera ninguna diferencia para ti.
A decir verdad, estaba tranquila. En una situación que cualquiera diría “de vida o muerte” pero estaba tranquila. Solamente… melancólica, triste… como si aquello que había olvidado intentara volver a través de…
- No hace falta que seas condescendiente conmigo, entiendo todas y cada una de las implicaciones de las decisiones que has puesto sobre la mesa. - Di un largo trago de vino. En este punto se podría decir que había bebido suficiente como para estar completamente ebria. - Pero, ¿sabes qué? - tiré la copa contra una de las paredes. - A la mierda. Ni siquiera me gusta este trabajo. Solo lo hago para sentirme querida por una puñetera vez en mi vida. - Miré a Anastasia como la desconocida que era. - Sígueme, y evita que los imbéciles de tus sicarios me disparen “por si huyo”, será más difícil llegar si tengo que ir cojeando. -Dicho lo cual, desaparecí entre las sombras [1]
Estaba ya en la puerta cuando me volví a mirar a la persona que tenía mi destino en sus manos por aquella noche.
- ¿Acaso vuestra merced necesita que la lleven de la mano? - Salí a la calle, hice un ademán a los pocos pueblerinos que quedaban por la zona y se desperdigaron sin dilación. La cripta estaba donde todas las criptas de vampiros. No creía que Anastasia fuera una cazadora de vampiros, de lo contrario ya habría ido a mirar al cementerio nada más llegar.
Pateé una lápida y bajé las escaleras. Debo decir que había una palanca que accionaba un mecanismo que accionaba unos engranajes que movían la piedra, pero eso era más rápido. Estaba entre enfadada y borracha. ¿Cómo se atrevía aquella mujer a tratarme de esa forma? ¿Quién se creía que era? Y todo porque tenía recuerdos que yo no tenía. ¡Y qué! Nada me decía que esos recuerdos fueran siquiera de verdad. Podía haber sido todo una enorme y elaborada mentira, por lo que yo sabía. Y… ¿dónde estaba la botella que había cogido?
No tardamos en llegar a la sala principal. Para ser un subterráneo era obscenamente enorme. Un susurro se convertía en eco en aquel lugar. Y, aunque pudiera parecer lo contrario, estaba ideado para acoger muy poca gente dentro. La idea era escuchar todos y cada uno de los movimientos de los asistentes. Cualquier vacilación en el último segundo era penada.
- Espero que sea de tu agrado. Haz lo que tengas que hacer. - La invité con la mano mientras me apoyaba en una de las paredes. Estaba psicológicamente cansada, una cosa era guiarla hacia allí y otra muy distinta era ayudarla a hacer lo que quiera que iba a hacer en aquel lugar.
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[0]: Presencia vampírica (Mantenida):
El vampiro puede alterar la percepción de los demás sobre su apariencia con una ilusión que le hace parecer más temible o más atractivo, a voluntad. Adicionalmente, esto le permite ocultarse con mayor facilidad en lugares oscuros.
[1]: Camino umbrío:
(Rasgo) La oscuridad la rodea permitiéndole hacerse una con la sombra y transportarse a la más cercana.
Irinnil Fawkes
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Al final estaba claro que la sinceridad era el camino a seguir. Me sorprendía la falta de cariño que adolecía la vampiresa, y por momentos sentí lástima por ella. Aceptó traicionar a sus compañeros no sé si por sentirse amenazada por mis comentarios, o porque verdaderamente no se sentía identificada con su causa. Fuera como fuera, prefería emborracharse. A diferencia de otras veces, no acepté la última copa. No acostumbraba a beber cuando trabajaba. Profesionalidad ante todo.
Al salir por la puerta, indiqué a los cazadores un alto para que no dispararan a la vampiresa. Ellos bajaron del tejado y de los lugares. Era un pelotón de cinco integrantes, dirigido por Wayne Overholser, aparte de mí. El cazador bajó por las escaleras de la taberna al piso inferior y se puso a nuestra altura. Examinó a Irinnil. No la reconocía. La dejó pasar para que nos guiara y, por el camino, me habló, me habló.
-Nos has tenido en vilo en algunos momentos. – se preguntó el siempre serio francotirador de tez negra. - ¿Te encuentras bien?
-Bueno, lo he pasado mal ahí dentro, pero ha merecido la pena. – Respondí al compañero, indicándole con la cabeza a la sacerdotisa de Habak. –Ella nos llevará a donde se esconden los vampiros.
Finalmente, Irinnil nos guió y terminamos llegando a un cementerio. ¡Un clásico! Creía que los vampiros sólo construían criptas en túmulos de los cementerios en los cuentos de niños. Pero se ve que en la Urd más rural y conservadora aún existían esos estereotipos tendenciosos.
La aportación de Irinnil fue mucho más interesante al ahorrarnos el trabajo de ir lápida a lápida comprobando cual se abría y darle ella misma directamente a la tumba bajo la que se encontraba nuestro dinero. Se me pusieron los ojos como platos al ver cómo aquella compleja estructura se abría bajo nuestros pies. La entrada era una escalera descendente, oscura y estrecha. Casi sin luz.
-Bajaremos nosotros delante, maestra. Vas sin armadura. – inquirió Overholser al tiempo que me tendía una antorcha que Emile Sacrecoeur había preparado. – Quédate atrás con la chica y la luz.
-Bien. – Parecía una idea razonable. Así que tomé la antorcha que acababa de preparar uno de los chicos. – Recordad, estamos aquí para rescatar a los prisioneros. Pero no me preocuparé por las bajas que tengan. Ya sabéis que me gustan los cadáveres.– Comuniqué a mis chicos. Ellos asintieron y se dispusieron a poner a punto sus armas y bajar. Yo hice un gesto a Irinnil para que se dispusiera a hacerlo delante de mí. No fuera que escapara sin ser vista y huyera en busca de refuerzos. – Y tu cuidado, mona. No te quemes con el fuego. – me burlé amagando con ponerle el fuego delante de la cara, pero sin tocarla. Era algo que solía molestar a los vampiros.
Tenía las ballestas de mano listas y cargadas por si necesitaba usarlas, además de mis poderes del viento. Así que comenzamos a descender por la estrecha cavidad. La entrada no es que fuera especialmente prodigiosa, y apenas cabía Overholser. Había cambiado el modo de apuntado de su ballesta para lanzar metralla a corta distancia.
-Id en silencio. No saben que estamos aquí. – susurró Overholser, un segundo antes de que la antorcha iluminara la cabeza de un vampiro, también sorprendido por nuestra llegada, cuyos sesos reventaron en cuanto el bueno de Wayne apretó el gatillo de su estruendosa arma. – Mierda, ahora ya lo saben.
Por fortuna el estrecho pasillo se abría poco más abajo. Habíamos llegado a un lugar amplio y abierto. Tenuemente iluminado por antorchas y con muchos huecos oscuros a los que no llegaba la luz. Era una especie de santuario enterrado. Totalmente encharcado. Al fondo, había camas en las que había unos veinte prisioneros maniatados a ellas.
Lady Mortagglia también los retuvo así en su época. “Bolsas de sangre” los llamaban. Les daban de comer para reponer y actuaban de su particular mina de sangre. Ni qué decir tiene lo repugnantes que me parecen esas prácticas. Mucho más que un asesinato por alimentarse. Nadie merecía aquella tortura y a aquellos les iba a durar la alegría.
-¡Cazavampiros de Beltrexus! ¡Permaneced tranquilos, sólo venimos a hablar! - Comenté en concordia.
Tal y como esperaba, mi entrada pacífica no sirvió de mucho. Los vampiros se escandalizaron nada más pronunciarnos. Algunos no parecían violentos y sólo se preocuparon por esconderse. Entendía que necesitaban alimentarse, pero yo también tenía que ganarme la vida. Era difícil que huyeran, pues sólo había una única salida que cubríamos nosotros. Uno de ellos identificó a Irinnil.
-¡Auril nos ha vendido! – gritaron al ver las buenas migas que Irinnil había hecho con nosotros. Reí y miré a mi compañera. - ¡Salvó a la escoria humana para traerla hasta aquí! ¡Matadla a ella también!
Y se lanzó a por ella. Me llevé la mano a la cartuchera y le metí un virote entre ceja y ceja a aquel dicharachero, defendiendo a mi querida Auril, que cayó muerto a mis pies. - Te puedo pasar que me llames escoria... - Comenté con el ceño fruncido a su cadáver en el suelo. - … pero humana no. Nunca.
-"sólo venimos a hablar...". – ironizó con gracia Emile, preparando su ballesta para un nuevo ataque. Yo me golpeé el muslo partiéndome de risa por el punto de la chica. El pelotón comenzó a disparar a discreción.
Yo me quedé cerca de Irinnil. Lo cierto es que parecía que le tenían más ganas a ella por "traidora" que a nosotros.
En cualquier caso, se había desatado una batalla entre cazadores y los veinte chupasangres que allí quedarían.
Al salir por la puerta, indiqué a los cazadores un alto para que no dispararan a la vampiresa. Ellos bajaron del tejado y de los lugares. Era un pelotón de cinco integrantes, dirigido por Wayne Overholser, aparte de mí. El cazador bajó por las escaleras de la taberna al piso inferior y se puso a nuestra altura. Examinó a Irinnil. No la reconocía. La dejó pasar para que nos guiara y, por el camino, me habló, me habló.
-Nos has tenido en vilo en algunos momentos. – se preguntó el siempre serio francotirador de tez negra. - ¿Te encuentras bien?
-Bueno, lo he pasado mal ahí dentro, pero ha merecido la pena. – Respondí al compañero, indicándole con la cabeza a la sacerdotisa de Habak. –Ella nos llevará a donde se esconden los vampiros.
Finalmente, Irinnil nos guió y terminamos llegando a un cementerio. ¡Un clásico! Creía que los vampiros sólo construían criptas en túmulos de los cementerios en los cuentos de niños. Pero se ve que en la Urd más rural y conservadora aún existían esos estereotipos tendenciosos.
La aportación de Irinnil fue mucho más interesante al ahorrarnos el trabajo de ir lápida a lápida comprobando cual se abría y darle ella misma directamente a la tumba bajo la que se encontraba nuestro dinero. Se me pusieron los ojos como platos al ver cómo aquella compleja estructura se abría bajo nuestros pies. La entrada era una escalera descendente, oscura y estrecha. Casi sin luz.
-Bajaremos nosotros delante, maestra. Vas sin armadura. – inquirió Overholser al tiempo que me tendía una antorcha que Emile Sacrecoeur había preparado. – Quédate atrás con la chica y la luz.
-Bien. – Parecía una idea razonable. Así que tomé la antorcha que acababa de preparar uno de los chicos. – Recordad, estamos aquí para rescatar a los prisioneros. Pero no me preocuparé por las bajas que tengan. Ya sabéis que me gustan los cadáveres.– Comuniqué a mis chicos. Ellos asintieron y se dispusieron a poner a punto sus armas y bajar. Yo hice un gesto a Irinnil para que se dispusiera a hacerlo delante de mí. No fuera que escapara sin ser vista y huyera en busca de refuerzos. – Y tu cuidado, mona. No te quemes con el fuego. – me burlé amagando con ponerle el fuego delante de la cara, pero sin tocarla. Era algo que solía molestar a los vampiros.
Tenía las ballestas de mano listas y cargadas por si necesitaba usarlas, además de mis poderes del viento. Así que comenzamos a descender por la estrecha cavidad. La entrada no es que fuera especialmente prodigiosa, y apenas cabía Overholser. Había cambiado el modo de apuntado de su ballesta para lanzar metralla a corta distancia.
-Id en silencio. No saben que estamos aquí. – susurró Overholser, un segundo antes de que la antorcha iluminara la cabeza de un vampiro, también sorprendido por nuestra llegada, cuyos sesos reventaron en cuanto el bueno de Wayne apretó el gatillo de su estruendosa arma. – Mierda, ahora ya lo saben.
Por fortuna el estrecho pasillo se abría poco más abajo. Habíamos llegado a un lugar amplio y abierto. Tenuemente iluminado por antorchas y con muchos huecos oscuros a los que no llegaba la luz. Era una especie de santuario enterrado. Totalmente encharcado. Al fondo, había camas en las que había unos veinte prisioneros maniatados a ellas.
Lady Mortagglia también los retuvo así en su época. “Bolsas de sangre” los llamaban. Les daban de comer para reponer y actuaban de su particular mina de sangre. Ni qué decir tiene lo repugnantes que me parecen esas prácticas. Mucho más que un asesinato por alimentarse. Nadie merecía aquella tortura y a aquellos les iba a durar la alegría.
-¡Cazavampiros de Beltrexus! ¡Permaneced tranquilos, sólo venimos a hablar! - Comenté en concordia.
Tal y como esperaba, mi entrada pacífica no sirvió de mucho. Los vampiros se escandalizaron nada más pronunciarnos. Algunos no parecían violentos y sólo se preocuparon por esconderse. Entendía que necesitaban alimentarse, pero yo también tenía que ganarme la vida. Era difícil que huyeran, pues sólo había una única salida que cubríamos nosotros. Uno de ellos identificó a Irinnil.
-¡Auril nos ha vendido! – gritaron al ver las buenas migas que Irinnil había hecho con nosotros. Reí y miré a mi compañera. - ¡Salvó a la escoria humana para traerla hasta aquí! ¡Matadla a ella también!
Y se lanzó a por ella. Me llevé la mano a la cartuchera y le metí un virote entre ceja y ceja a aquel dicharachero, defendiendo a mi querida Auril, que cayó muerto a mis pies. - Te puedo pasar que me llames escoria... - Comenté con el ceño fruncido a su cadáver en el suelo. - … pero humana no. Nunca.
-"sólo venimos a hablar...". – ironizó con gracia Emile, preparando su ballesta para un nuevo ataque. Yo me golpeé el muslo partiéndome de risa por el punto de la chica. El pelotón comenzó a disparar a discreción.
Yo me quedé cerca de Irinnil. Lo cierto es que parecía que le tenían más ganas a ella por "traidora" que a nosotros.
En cualquier caso, se había desatado una batalla entre cazadores y los veinte chupasangres que allí quedarían.
Anastasia Boisson
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Entre los seguidores o adoradores que estaban ya dentro de la cripta y los secuaces de mi nueva amiga de borrachera (aunque yo fuese la única borracha en aquel momento) estaba ya hasta… bueno, digamos que mi paciencia brillaba por su ausencia.
- ¡Pero de qué coño vas, diciendo no sé qué de traiciones!
Le tiré la botella directamente a la cara y le arranqué el cuello de un mordisco. Aunque aquello no había hecho mucho por defender mi posición como vampiresa adorable e inocente. Estaba ebria, esquivando garras y acero por los pelos.
- Si me sigues defendiendo de esa forma voy a tener que pedirte matrimonio. - No sabía muy bien si Anastasia me había escuchado o no, pero tampoco importaba en exceso.
Poner orden era imposible a aquellas alturas. Tratar de razonar con alguna de las dos partes estaba fuera de cuestión. Ya solo por la cantidad absurda de alcohol que me había tomado sería estúpido siquiera intentarlo. Opté por la opción más razonable en un momento como aquel. Quedarse un poco al margen y dejar que los demás hagan el trabajo sucio y sangriento. Ya he dicho que no estaba en condiciones de hacer nada físicamente, pero psicológicamente no estaba mucho mejor. El cansancio comenzaba a hacer mella en mi, el cansancio y el enfado creciente que tenía dentro.
Lo único que quería desde las últimas tres horas era volver a casa, terminar con aquel lugar lejos de cualquier tipo de civilización. Pero no, todo tenía que liarse. Por supuesto, nunca es nada tan sencillo como debería ser. Ni siquiera como aparenta ser. Aunque la culpa esta vez no creía que fuera mía, no tenía ninguna duda de que todos los problemas habían comenzado en el momento en que aquellos estúpidos me habían traído a mi “regalo” ¿qué demonios les pasaba por la cabeza? Ni siquiera tenía sentido lo que habían hecho, si era mi regalo ¿por qué lo habían probado antes que yo?
El resumen es que no era capaz de discernir muy bien qué estaba ocurriendo, solo sé que debe ser una de las pocas veces en las que estaba más a salvo entre los cazadores de vampiros que entre los de mi propia raza. Era como… el mundo al revés. Pero había algo…
- … me estás ayudando… pero eres cazadora… lo cual significa que no me estás ayudando a mi, Auril. Significa que estás ayudando a Irinnil. Por casualidad… ¿pasó algo entre nosotras que deba saber? - Hice una pequeña pausa mientras caía más sangre sobre mi, seguramente de alguien cercano que ni si quiera me molesté en identificar. - No me refiero a las artimañas que has utilizado allá arriba en la taberna para que te escuche. Me refiero a qué sucedió de verdad.
Iba a decir un “me lo debes” justo después de eso, pero pensándolo bien… Salvarme luego de haberme metido en ese embrollo ella misma la dejaba en la misma situación que cuando nos encontramos al principio. Lo cual quería decir que una conversación amable de taberna con una desconocida mona era la forma adecuada de proceder. Tampoco es que fuera muy distinta la situación en la que nos estábamos conociendo a una noche normal en una taberna de Baslodia.
- ¡Pero de qué coño vas, diciendo no sé qué de traiciones!
Le tiré la botella directamente a la cara y le arranqué el cuello de un mordisco. Aunque aquello no había hecho mucho por defender mi posición como vampiresa adorable e inocente. Estaba ebria, esquivando garras y acero por los pelos.
- Si me sigues defendiendo de esa forma voy a tener que pedirte matrimonio. - No sabía muy bien si Anastasia me había escuchado o no, pero tampoco importaba en exceso.
Poner orden era imposible a aquellas alturas. Tratar de razonar con alguna de las dos partes estaba fuera de cuestión. Ya solo por la cantidad absurda de alcohol que me había tomado sería estúpido siquiera intentarlo. Opté por la opción más razonable en un momento como aquel. Quedarse un poco al margen y dejar que los demás hagan el trabajo sucio y sangriento. Ya he dicho que no estaba en condiciones de hacer nada físicamente, pero psicológicamente no estaba mucho mejor. El cansancio comenzaba a hacer mella en mi, el cansancio y el enfado creciente que tenía dentro.
Lo único que quería desde las últimas tres horas era volver a casa, terminar con aquel lugar lejos de cualquier tipo de civilización. Pero no, todo tenía que liarse. Por supuesto, nunca es nada tan sencillo como debería ser. Ni siquiera como aparenta ser. Aunque la culpa esta vez no creía que fuera mía, no tenía ninguna duda de que todos los problemas habían comenzado en el momento en que aquellos estúpidos me habían traído a mi “regalo” ¿qué demonios les pasaba por la cabeza? Ni siquiera tenía sentido lo que habían hecho, si era mi regalo ¿por qué lo habían probado antes que yo?
El resumen es que no era capaz de discernir muy bien qué estaba ocurriendo, solo sé que debe ser una de las pocas veces en las que estaba más a salvo entre los cazadores de vampiros que entre los de mi propia raza. Era como… el mundo al revés. Pero había algo…
- … me estás ayudando… pero eres cazadora… lo cual significa que no me estás ayudando a mi, Auril. Significa que estás ayudando a Irinnil. Por casualidad… ¿pasó algo entre nosotras que deba saber? - Hice una pequeña pausa mientras caía más sangre sobre mi, seguramente de alguien cercano que ni si quiera me molesté en identificar. - No me refiero a las artimañas que has utilizado allá arriba en la taberna para que te escuche. Me refiero a qué sucedió de verdad.
Iba a decir un “me lo debes” justo después de eso, pero pensándolo bien… Salvarme luego de haberme metido en ese embrollo ella misma la dejaba en la misma situación que cuando nos encontramos al principio. Lo cual quería decir que una conversación amable de taberna con una desconocida mona era la forma adecuada de proceder. Tampoco es que fuera muy distinta la situación en la que nos estábamos conociendo a una noche normal en una taberna de Baslodia.
Irinnil Fawkes
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
La cacería concluyó bien y los vampiros no tardaron en ir cayendo todos. Los pocos que quedaron, terminaron arrodillándose y mostrando sumisión.
-¡Dejadnos vivir, por favor! – suplicaban, arrodillados ante mí, un chico y una chica jóvenes que durante todo el combate no hicieron amago alguno de combatir. – Hace dos días estábamos enjaulados, como ellos. – Señaló a las jaulas. – Recibimos una conversión forzada. Quisimos escapar pero no fuimos capaces. ¡No tenemos nada que ver con esto y sólo queremos volver con nuestras familias, yo con mis hijos!
Suspiré y bajé las ballestas. Me mantuve pensativa, pero sin demasiada expresividad. Aquellos casos eran los más complicados. Cuando todo era blanco o negro, es decir, cuando todos los chupasangres eran asesinos inmorales que devoraban humanos, no resultaba complicado actuar. Pero el caso ante el que estaba no era una excepción, sino la norma. El código de mi gremio los cazavampiros no hacíamos excepciones, pero había ciertos resquicios legales que podían hacerme vivir con la conciencia tranquila. Igual que el lobo no es perseguido hasta que caza a la oveja, ellos aún tenían una oportunidad.
-Vuestros juicios tendrán lugar algún día, pero no será hoy. – dije, dando la señal a los cazadores para que los liberaran. – Perdeos de mi vista.
Ellos, complacientes, me dieron las gracias por mi misericordia y salieron corriendo escalera arriba.
-Liberad a los prisioneros y destruid este infierno. – El eco de mi seria voz retumbó en toda la caverna. Al tiempo que echaba un último vistazo a la caverna mientras volvía a enfundar las ballestas. – Os veo a media mañana. – concluí. Los cazadores trabajábamos de noche y, dependiendo la hora a la que concluyéramos el trabajo, era flexible con los chicos para flexibilizar el descanso.
Además, como jefa del grupo, hacía mi parte y, cuando ya no era necesaria mi presencia, tenía libertad para irme. Y aquella caverna era francamente horrible.
Caminé de nuevo a la superficie. Irinnil se acercó entonces. Escuché lo que tenía que decir, aunque nunca dejé que de ascender la escalinata.
-¿Ayudarte? – Esbocé una sonrisa. – No te equivoques. Hicimos un trato. Te ofrecí mi protección a cambio de que me trajeras hasta aquí. Y Anastasia Boisson es una mujer de palabra. Actuaste con astucia y elegiste el bando correcto. Tu recompensa es sobrevivir a los cazavampiros una noche más.
Aún así, Irinnil mantuvo la idea de que debía de existir un vínculo de aprecio entre ambas como para que yo estuviera dispuesta a dejarla vivir como chupasangres. Puse los ojos en blanco y miré al techo de la caverna. Luego miré a un lateral. No era una persona propensa a expresar sentimientos. Habíamos llegado arriba, a plena luz de la luna. Me di la vuelta, claramente molesta, y la miré con seriedad.
-Ya te lo dije. ¿Es que no he sido lo suficientemente clara? – puse los ojos en blanco, me crucé de brazos y suspiré. No había cosa que más me fastidiara que repetir mis explicaciones. Hechos que conocían muy bien los alumnos del Hekshold. De todos modos, me llevé la mano a la faltriquera y me planteé la posibilidad de gastar una de las dos últimas de las unidades que me quedaban con ella. Lo había utilizado en el Palacio de los Vientos, en la casa de los Lacaste, con Belladonna y Milton. Pero los polvos del recuerdo eran un bien demasiado preciado como para malgastarlo en que Irinnil me recordara.
¿Cómo podía hacer que al menos recordara algo? Si bien no podía recordarme a mí, sí que tendría que acordarse del Palacio de los Vientos y todo lo que vio e hizo allí.
–Tuvimos un par de encuentros. – comencé diciendo. – Primero, en Sacrestic Ville, cuando aún eras una elfa. Y odiabas a los vampiros. Terminamos tomándonos un baño juntas. – Recordé. - Unas semanas después, apareciste en mi mansión de Beltrexus. Seguro que recuerdas sus tonos negros, la gran escalera presidiendo la recepción, la sala del piano… - Por lo que había experimentado con otros sujetos, debía de ser capaz de hacerlo, siempre que su borrachera se lo permitiera. – Sin más, apareciste declarando tus intenciones. – Entrecomillé la palabra "intenciones" con los dedos. – El resto de lo puedes imaginar.
Recordaba bien el momento. No me fue difícil decidir. Fue un cúmulo de circunstancias. En parte me sentía bastante invulnerable a aquel tipo de soluciones. Sí, los complejos podrían atormentar a la Anastasia pre-Oblivion. Pero la actual, una versión más sofisticada, adulta y madura, simplemente se dedicaba a hacer lo que le apetecía en cada momento. Tal y como había hecho mi madre siempre.
Me apoyé en una cruz del cementerio y crucé brazos y pierna. - Así que… ¿Qué pasa entre nosotras? – Me encogí de hombros. – No sé. Dímelo tú. – Comenté con una sonrisa ladina. – A ser posible antes de que se haga de día. Mañana me espera un largo camino hasta el próximo pueblo y al menos me gustaría dormir un poco.
-¡Dejadnos vivir, por favor! – suplicaban, arrodillados ante mí, un chico y una chica jóvenes que durante todo el combate no hicieron amago alguno de combatir. – Hace dos días estábamos enjaulados, como ellos. – Señaló a las jaulas. – Recibimos una conversión forzada. Quisimos escapar pero no fuimos capaces. ¡No tenemos nada que ver con esto y sólo queremos volver con nuestras familias, yo con mis hijos!
Suspiré y bajé las ballestas. Me mantuve pensativa, pero sin demasiada expresividad. Aquellos casos eran los más complicados. Cuando todo era blanco o negro, es decir, cuando todos los chupasangres eran asesinos inmorales que devoraban humanos, no resultaba complicado actuar. Pero el caso ante el que estaba no era una excepción, sino la norma. El código de mi gremio los cazavampiros no hacíamos excepciones, pero había ciertos resquicios legales que podían hacerme vivir con la conciencia tranquila. Igual que el lobo no es perseguido hasta que caza a la oveja, ellos aún tenían una oportunidad.
-Vuestros juicios tendrán lugar algún día, pero no será hoy. – dije, dando la señal a los cazadores para que los liberaran. – Perdeos de mi vista.
Ellos, complacientes, me dieron las gracias por mi misericordia y salieron corriendo escalera arriba.
-Liberad a los prisioneros y destruid este infierno. – El eco de mi seria voz retumbó en toda la caverna. Al tiempo que echaba un último vistazo a la caverna mientras volvía a enfundar las ballestas. – Os veo a media mañana. – concluí. Los cazadores trabajábamos de noche y, dependiendo la hora a la que concluyéramos el trabajo, era flexible con los chicos para flexibilizar el descanso.
Además, como jefa del grupo, hacía mi parte y, cuando ya no era necesaria mi presencia, tenía libertad para irme. Y aquella caverna era francamente horrible.
Caminé de nuevo a la superficie. Irinnil se acercó entonces. Escuché lo que tenía que decir, aunque nunca dejé que de ascender la escalinata.
-¿Ayudarte? – Esbocé una sonrisa. – No te equivoques. Hicimos un trato. Te ofrecí mi protección a cambio de que me trajeras hasta aquí. Y Anastasia Boisson es una mujer de palabra. Actuaste con astucia y elegiste el bando correcto. Tu recompensa es sobrevivir a los cazavampiros una noche más.
Aún así, Irinnil mantuvo la idea de que debía de existir un vínculo de aprecio entre ambas como para que yo estuviera dispuesta a dejarla vivir como chupasangres. Puse los ojos en blanco y miré al techo de la caverna. Luego miré a un lateral. No era una persona propensa a expresar sentimientos. Habíamos llegado arriba, a plena luz de la luna. Me di la vuelta, claramente molesta, y la miré con seriedad.
-Ya te lo dije. ¿Es que no he sido lo suficientemente clara? – puse los ojos en blanco, me crucé de brazos y suspiré. No había cosa que más me fastidiara que repetir mis explicaciones. Hechos que conocían muy bien los alumnos del Hekshold. De todos modos, me llevé la mano a la faltriquera y me planteé la posibilidad de gastar una de las dos últimas de las unidades que me quedaban con ella. Lo había utilizado en el Palacio de los Vientos, en la casa de los Lacaste, con Belladonna y Milton. Pero los polvos del recuerdo eran un bien demasiado preciado como para malgastarlo en que Irinnil me recordara.
¿Cómo podía hacer que al menos recordara algo? Si bien no podía recordarme a mí, sí que tendría que acordarse del Palacio de los Vientos y todo lo que vio e hizo allí.
–Tuvimos un par de encuentros. – comencé diciendo. – Primero, en Sacrestic Ville, cuando aún eras una elfa. Y odiabas a los vampiros. Terminamos tomándonos un baño juntas. – Recordé. - Unas semanas después, apareciste en mi mansión de Beltrexus. Seguro que recuerdas sus tonos negros, la gran escalera presidiendo la recepción, la sala del piano… - Por lo que había experimentado con otros sujetos, debía de ser capaz de hacerlo, siempre que su borrachera se lo permitiera. – Sin más, apareciste declarando tus intenciones. – Entrecomillé la palabra "intenciones" con los dedos. – El resto de lo puedes imaginar.
Recordaba bien el momento. No me fue difícil decidir. Fue un cúmulo de circunstancias. En parte me sentía bastante invulnerable a aquel tipo de soluciones. Sí, los complejos podrían atormentar a la Anastasia pre-Oblivion. Pero la actual, una versión más sofisticada, adulta y madura, simplemente se dedicaba a hacer lo que le apetecía en cada momento. Tal y como había hecho mi madre siempre.
Me apoyé en una cruz del cementerio y crucé brazos y pierna. - Así que… ¿Qué pasa entre nosotras? – Me encogí de hombros. – No sé. Dímelo tú. – Comenté con una sonrisa ladina. – A ser posible antes de que se haga de día. Mañana me espera un largo camino hasta el próximo pueblo y al menos me gustaría dormir un poco.
Anastasia Boisson
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Creo que estábamos subiendo. La verdad es que había perdido cualquier tipo de sensibilidad orientativa que hubiera podido tener hasta ese momento. No sabía ni dónde estaba ni qué estaba haciendo. Pero seguía a Anastasia como si fuera una luz y yo una simple polilla. “Sigue a la luz” y ya, no hace falta que hagas nada más, es todo lo que tienes que hacer para sobrevivir. Un solo despiste y podrías perder un miembro. Así es como lo veía todo, aparte de borroso claro. Estábamos… ¿subiendo? Escaleras. Osea, no es que recordara haberlas bajado en primer lugar, pero lo que estaba claro es que ahora subían. Más bien quien las subía era yo.
Lo único que tenía que hacer era mantener el equilibro y seguir la voz, antes he dicho que era una luz, pero mis capacidades visuales se habían ido mermando con el paso del tiempo. Que seguramente fueran segundos, pero yo hacía lo que podía.
Llegamos por fin a la luz de la luna, la observé unos segundos, dejando que sus rayos me bañasen un poco y me despejase la mente. Cerré los ojos un momento. Los abrí de nuevo y miré a mi alrededor, nos habíamos quedado solas en el pequeño cementerio. Tal vez no tuviera mucho que hacer contra aquella cazadora yo sola. Había exterminado a los únicos que acudirían en mi ayuda y había enviado a dormir a los que acudirían en la suya. Pero lo que no iba a hacer es dejar que siguiera hablándome de aquel modo. Me debía una, o dos…
- No, no ha quedado lo suficientemente claro. - Me acerqué tanto a ella que mis labios, y, por supuesto, mis colmillos, quedaron cerca de su boca. - Y por si lo has olvidado me debes… un par por esto. ¿O has olvidado que un solo gesto mio hace una hora te habría dejado hecha un colador? - Me aparté de nuevo y le di la espalda. -Tal vez tus amigos hubieran llegado a tiempo, pero no sabremos eso con certeza. -Me giré de nuevo hacia ella. -Y, por supuesto, habrías tardado tanto en encontrar la cripta que posiblemente llegaran refuerzos para cuando pudieras acceder. No solo era encontrar su ubicación, si no la forma de entrar. - Sonreí. - No lo hagas ver como si fueras magnánima conmigo. Me necesitabas. Unas pequeñas respuestas son una nimiedad como pago.
La escuché atentamente, pateando pequeñas piedras sueltas de las cruces cercanas. Un baño… una mansión… Lo cierto es que esos lugares me eran familiares, pero por alguna razón los recuerdos eran borrosos. Estaba sola… ¿no? Aunque si así fuera… ¿cómo lo iba a saber ella?
Suspiré y me apoyé en su espalda cuando terminó de hablar, ni siquiera me había parado a pensar sobre qué significaba ese gesto. “¿Qué pasa entre nosotras?” ¿Como demonios voy a saberlo?
- Me siento… extrañamente unida a ti. -Me encogí un poco, de repente era como si un frío glaciar cayera sobre el pueblo. -No soy tonta, no creo que vaya a encontrarte de nuevo la noche de mañana. Seguramente todo sea una coincidencia, igual no nos volvemos a ver jamás pero…
Di la vuelta y clavé mis ojos rojos en los suyos.
- Quiero… quiero conocerte y… - Moví la cabeza de un lado para otro. -Sé dónde podemos pasar el resto de la noche tranquilas o… al menos donde puedes dormir el resto de la noche con seguridad… Si te fías de mi, claro.
En las afueras del pueblo, mis nobles vampiritos me habían preparado una posada para mi sola. Con todos muertos nadie me buscaría allí… y mucho menos a la cazadora.
Lo único que tenía que hacer era mantener el equilibro y seguir la voz, antes he dicho que era una luz, pero mis capacidades visuales se habían ido mermando con el paso del tiempo. Que seguramente fueran segundos, pero yo hacía lo que podía.
Llegamos por fin a la luz de la luna, la observé unos segundos, dejando que sus rayos me bañasen un poco y me despejase la mente. Cerré los ojos un momento. Los abrí de nuevo y miré a mi alrededor, nos habíamos quedado solas en el pequeño cementerio. Tal vez no tuviera mucho que hacer contra aquella cazadora yo sola. Había exterminado a los únicos que acudirían en mi ayuda y había enviado a dormir a los que acudirían en la suya. Pero lo que no iba a hacer es dejar que siguiera hablándome de aquel modo. Me debía una, o dos…
- No, no ha quedado lo suficientemente claro. - Me acerqué tanto a ella que mis labios, y, por supuesto, mis colmillos, quedaron cerca de su boca. - Y por si lo has olvidado me debes… un par por esto. ¿O has olvidado que un solo gesto mio hace una hora te habría dejado hecha un colador? - Me aparté de nuevo y le di la espalda. -Tal vez tus amigos hubieran llegado a tiempo, pero no sabremos eso con certeza. -Me giré de nuevo hacia ella. -Y, por supuesto, habrías tardado tanto en encontrar la cripta que posiblemente llegaran refuerzos para cuando pudieras acceder. No solo era encontrar su ubicación, si no la forma de entrar. - Sonreí. - No lo hagas ver como si fueras magnánima conmigo. Me necesitabas. Unas pequeñas respuestas son una nimiedad como pago.
La escuché atentamente, pateando pequeñas piedras sueltas de las cruces cercanas. Un baño… una mansión… Lo cierto es que esos lugares me eran familiares, pero por alguna razón los recuerdos eran borrosos. Estaba sola… ¿no? Aunque si así fuera… ¿cómo lo iba a saber ella?
Suspiré y me apoyé en su espalda cuando terminó de hablar, ni siquiera me había parado a pensar sobre qué significaba ese gesto. “¿Qué pasa entre nosotras?” ¿Como demonios voy a saberlo?
- Me siento… extrañamente unida a ti. -Me encogí un poco, de repente era como si un frío glaciar cayera sobre el pueblo. -No soy tonta, no creo que vaya a encontrarte de nuevo la noche de mañana. Seguramente todo sea una coincidencia, igual no nos volvemos a ver jamás pero…
Di la vuelta y clavé mis ojos rojos en los suyos.
- Quiero… quiero conocerte y… - Moví la cabeza de un lado para otro. -Sé dónde podemos pasar el resto de la noche tranquilas o… al menos donde puedes dormir el resto de la noche con seguridad… Si te fías de mi, claro.
En las afueras del pueblo, mis nobles vampiritos me habían preparado una posada para mi sola. Con todos muertos nadie me buscaría allí… y mucho menos a la cazadora.
Irinnil Fawkes
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
Sonreí al escuchar sus palabras. En cierto modo, Irinnil tenía razón. Podrían haberme hecho trizas los vampiros, exactamente igual que yo a ella después. Pero la compenetración que había entre las dos hacía que, de una u otra manera, confiáramos mutuamente la una en la otra.
Continuó el juego, y yo me dejé engatusar. Cuando la vampira se apoyó en mi espalda, primero me contraje sobre mis hombros, pero luego estiré el cuello sobre su rostro. Cerré los ojos y solté un leve gemidito. Casi le ofrecí el cuello para que le hincara el diente a placer. Lo deseaba, de hecho, pero como cazadora de vampiros quedaba un poco mal admitir eso ¿no?. Aún quedaba algo de cordura en mí, quizás. ¿Pero la imaginación? Esa iba por libre.
Cuando entreabrí los ojos, Irinnil había roto todas las distancias y estaba a escasos centímetros de mí. Solas. Respirando la una a la otra. Para cualquiera era fácil intuir lo que venía después. No defraudaría.
Sin complejos, me propuso terminar la noche en una alcoba. Algo que no era demasiado difícil en mi estado actual.
Por otra parte, ¿aún no se había dado cuenta de que era cazadora de vampiros? Aunque, bueno. Lo mismo podía preguntarme ella a mí. Sí. Pero era una pregunta retórica. Lo único que en la ironía de la situación. Lo mejor era que presa y cazador no se unieran. Pero algunos dichos hablan de que los polos opuestos se atraen. Quién sabe. La mente humana era retorcida, y a veces tenía unos fetiches cuanto menos raros. Ambas parecíamos compartirlo. Para mí aquello no sería la primera vez, pero siempre le daba un toque picante. Sobre todo aquella vez, que estaba segura que no me estaban hechizando con trucos de chupasangres. Al menos ahora tenía la seguridad de que no me intentarían liquidar al acabar.
Pero a saber qué pasaría a llegar a la posada. Quizás no me esperaran unos chupasangres. O quizás estuvieran allí los cazadores. Y lo que iba a ocurrir allí era tan… previsible. Que le quitaba toda la intriga que pudiera tener. La Anastasia pre-Oblivion se había quedado sin saber cómo reaccionar cuando Irinnil entró en su despacho, pero la nueva era una persona libre y decidida. Que sabía lo que quería y no tenía tapujos en admitirlo.
Así que yo también, sin complejos, jugueteé a hacer rizos con el pelo de la vampiresa, mantuve la mirada entrecerrada, con los ojos brillantes. – Mmh, sí, yo también creo que empieza a hacer frío aquí. – Especialmente para ir con una camisa de lino. – Pero creo que sé cómo puedo solucionar eso. – Reí.
Luego me di cuenta de lo que acababa de decir. Lo cierto es que no fue mi intención, pero sonaba mal. Muy mal. Pero no mentía. Conjuré los vientos alisios. Vientos cálidos que resultaban reconfortantes. Como si fuera la noche más cálida del verano en la playa. Y es que ser brujo era una maravilla. Sólo había que salir de aquel cementerio.
Correspondí su gesto con una sonrisa, acercándome ligeramente hasta que nuestro aliento pudiese sentirse, recorrí su mejilla un par de veces, con el índice. - ¿Así que quieres conocerme mejor, eh? – Reí, traviesa, luego la tomé del mentón y atraje su boca a la mía. Con los labios, abracé el suyo inferior. Casi saboreándolo con intensidad durante un par de segundos, luego me separé, apoyando las yemas de los dedos de la otra mano en su abdomen. –Si ya me conocías, querida.... – Reí, respirando en su boca. Dándole un nuevo mordisquito en el labio. - Tu gran suerte es que puedes conocerme de nuevo por segunda vez... - Me dirigí a su oído. mi mano escurrió por debajo de su pantalón. Bajó y subió, despacio, un par de veces, antes de susurrarle. -... y no dejo indiferente a nadie... - La saqué, reí con satisfacción, separándome de ella.
Me di la vuelta, al tiempo que me quitaba la camisa de lino, torcí media espalda, lo justo para que Irinnil pudiera ver mi voluptuoso y atlético perfil durante un instante de segundo - ... si te fías de mí, claro. - Parafraseé guiñándole un ojo a la propia vampiresa, antes de colocarme completamente de espaldas, llevarme las manos al pelo recogido y dejar caer la melena cana sobre mi espalda, hasta el apretado pantalón de cuero, que pedía a gritos ser desabrochado.
Un mero aperitivo de lo que le esperaba si me seguía tras el lugar apartado, a una improvisada cama de paja, sobre la que me encontraría tumbada. ¿O sería de las que tiran la piedra y esconden la mano?
En cualquier caso, yo ya estaba servida.
Continuó el juego, y yo me dejé engatusar. Cuando la vampira se apoyó en mi espalda, primero me contraje sobre mis hombros, pero luego estiré el cuello sobre su rostro. Cerré los ojos y solté un leve gemidito. Casi le ofrecí el cuello para que le hincara el diente a placer. Lo deseaba, de hecho, pero como cazadora de vampiros quedaba un poco mal admitir eso ¿no?. Aún quedaba algo de cordura en mí, quizás. ¿Pero la imaginación? Esa iba por libre.
Cuando entreabrí los ojos, Irinnil había roto todas las distancias y estaba a escasos centímetros de mí. Solas. Respirando la una a la otra. Para cualquiera era fácil intuir lo que venía después. No defraudaría.
Sin complejos, me propuso terminar la noche en una alcoba. Algo que no era demasiado difícil en mi estado actual.
Por otra parte, ¿aún no se había dado cuenta de que era cazadora de vampiros? Aunque, bueno. Lo mismo podía preguntarme ella a mí. Sí. Pero era una pregunta retórica. Lo único que en la ironía de la situación. Lo mejor era que presa y cazador no se unieran. Pero algunos dichos hablan de que los polos opuestos se atraen. Quién sabe. La mente humana era retorcida, y a veces tenía unos fetiches cuanto menos raros. Ambas parecíamos compartirlo. Para mí aquello no sería la primera vez, pero siempre le daba un toque picante. Sobre todo aquella vez, que estaba segura que no me estaban hechizando con trucos de chupasangres. Al menos ahora tenía la seguridad de que no me intentarían liquidar al acabar.
Pero a saber qué pasaría a llegar a la posada. Quizás no me esperaran unos chupasangres. O quizás estuvieran allí los cazadores. Y lo que iba a ocurrir allí era tan… previsible. Que le quitaba toda la intriga que pudiera tener. La Anastasia pre-Oblivion se había quedado sin saber cómo reaccionar cuando Irinnil entró en su despacho, pero la nueva era una persona libre y decidida. Que sabía lo que quería y no tenía tapujos en admitirlo.
Así que yo también, sin complejos, jugueteé a hacer rizos con el pelo de la vampiresa, mantuve la mirada entrecerrada, con los ojos brillantes. – Mmh, sí, yo también creo que empieza a hacer frío aquí. – Especialmente para ir con una camisa de lino. – Pero creo que sé cómo puedo solucionar eso. – Reí.
Luego me di cuenta de lo que acababa de decir. Lo cierto es que no fue mi intención, pero sonaba mal. Muy mal. Pero no mentía. Conjuré los vientos alisios. Vientos cálidos que resultaban reconfortantes. Como si fuera la noche más cálida del verano en la playa. Y es que ser brujo era una maravilla. Sólo había que salir de aquel cementerio.
Correspondí su gesto con una sonrisa, acercándome ligeramente hasta que nuestro aliento pudiese sentirse, recorrí su mejilla un par de veces, con el índice. - ¿Así que quieres conocerme mejor, eh? – Reí, traviesa, luego la tomé del mentón y atraje su boca a la mía. Con los labios, abracé el suyo inferior. Casi saboreándolo con intensidad durante un par de segundos, luego me separé, apoyando las yemas de los dedos de la otra mano en su abdomen. –Si ya me conocías, querida.... – Reí, respirando en su boca. Dándole un nuevo mordisquito en el labio. - Tu gran suerte es que puedes conocerme de nuevo por segunda vez... - Me dirigí a su oído. mi mano escurrió por debajo de su pantalón. Bajó y subió, despacio, un par de veces, antes de susurrarle. -... y no dejo indiferente a nadie... - La saqué, reí con satisfacción, separándome de ella.
Me di la vuelta, al tiempo que me quitaba la camisa de lino, torcí media espalda, lo justo para que Irinnil pudiera ver mi voluptuoso y atlético perfil durante un instante de segundo - ... si te fías de mí, claro. - Parafraseé guiñándole un ojo a la propia vampiresa, antes de colocarme completamente de espaldas, llevarme las manos al pelo recogido y dejar caer la melena cana sobre mi espalda, hasta el apretado pantalón de cuero, que pedía a gritos ser desabrochado.
Un mero aperitivo de lo que le esperaba si me seguía tras el lugar apartado, a una improvisada cama de paja, sobre la que me encontraría tumbada. ¿O sería de las que tiran la piedra y esconden la mano?
En cualquier caso, yo ya estaba servida.
Anastasia Boisson
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Re: Urd-iendo planes [Privado - Huri]
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