La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
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La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Cohen despertó sobresaltado. La imagen de aquella calavera de macho cabrío continuaba presente en sus sueños, desde aquel encuentro con el Chupacabras y con Pedrillo y las ovejas. La sensación de que alguien se estaba colando en sus sueños era cada vez más recurrente y el vampiro, se sentía algo intimidado. No era la primera vez que le ocurría, aunque la anterior, en aquella mansión dónde se practicaba sexo, había sido una experiencia mucho más placentera. [1]
Al recordar dónde se encontraba, se puso en pie enseguida. Estaba en aquella taberna cercana al Bosque de Midgard. Cohen detestaba verse obligado a atravesar el Bosque de Midgard para acortar su viaje de vuelta a Sacrestic Ville. Aquel lugar caluroso, de ascuas ardientes y extraños animalillos incendiarios, era, sin duda, uno de los más peligrosos de Aerandir para un vampiro cómo él, especialmente vulnerable al fuego.
Al abandonar la posada, debía de tener extremo cuidado a cada paso, estar alerta en todo momento, mantenerse constantemente atento a cada movimiento que se percatara a su alrededor. Pues los mikakos midgarianos podían ocultarse en cualquier sitio.
Afortunadamente, aún había algunos senderos transitables para personas cómo él. Cuando llegaba a uno de ellos, sentía un gran alivio al saber que al menos, durante una serie de pasos, sus pies estarían seguros.
A pesar de los numerosos peligros de la zona, el vampiro sólo tenía uno que temiera incluso más: El Sol. En aquel lugar, había sólo una serie de antiguas construcciones a lo largo del bosque que conociese. Éstas estaban abandonadas y habían logrado persistir a lo largo del tiempo. Llegar hasta alguna de ellas y refugiarse durante el día era algo crucial para él.
Tenía en mente una torre antigua. Zana le habló de ella cuándo le relató alguna que otra incursión en el bosque buscando algunas hierbas interesantes para la elaboración de sus pociones y elixires.
Perdido en sus pensamientos, mientras continuaba su marcha por uno de esos senderos, escuchó un conjunto de voces que enseguida le hicieron alertarse. Se desvió a un lado del camino, buscando que su presencia pasara desapercibida. Fue entonces cuándo encontró tres hombres bestias, con cabezas de avestruz en cuerpos humanos, caminando por el sendero en dirección contraria.
―¡Ha perdido definitivamente la cabeza! ¡Se cree una antigua Reina del Bosque de Midgard! Se dice que tiene varios golems defendiendo la torre…
―Sí, al menos tres… Cada vez que alguien se acerca, los golems atacan sin piedad. En lo más alto de la torre, ella controla todo el perímetro... Incluso los mikakos evitan la zona, asustados.
―Dice que quiere repoblar Midgard y que las tierras le pertenezcan. ¡Alguien debería encargarse de esa maldita lunática!
Una vez pasaron, Cohen volvió raudo al camino, continuando su rumbo en dirección contraria, preguntándose de quién estarían hablando. Lo supo poco después, cuando delante de sí encontró una explanada circular de tierra. En el centro, la torre dónde pensaba refugiarse durante el día. Alrededor de ellos, tres gigantescos y fuertes golems de arcilla descansaban sentados en el suelo, custodiando el lugar, que permanecía en una silenciosa, aunque inquietante calma.
―¡Mierda!
[1] Alusión a mi maldición Ensueño del macho cabrío: Durante los próximos tres temas cronológicamente posteriores a este trabajo, aparecerá en tus sueños de forma recurrente una calavera de macho cabrío. ¿Tiene algún significado? ¿Por qué siempre la misma calavera? ¿Es un mensaje del más allá o de tu subconsciente? ¿O solo la casualidad? Quién sabe si alguna vez hallarás respuesta a alguna de estas preguntas.
Al recordar dónde se encontraba, se puso en pie enseguida. Estaba en aquella taberna cercana al Bosque de Midgard. Cohen detestaba verse obligado a atravesar el Bosque de Midgard para acortar su viaje de vuelta a Sacrestic Ville. Aquel lugar caluroso, de ascuas ardientes y extraños animalillos incendiarios, era, sin duda, uno de los más peligrosos de Aerandir para un vampiro cómo él, especialmente vulnerable al fuego.
Al abandonar la posada, debía de tener extremo cuidado a cada paso, estar alerta en todo momento, mantenerse constantemente atento a cada movimiento que se percatara a su alrededor. Pues los mikakos midgarianos podían ocultarse en cualquier sitio.
Afortunadamente, aún había algunos senderos transitables para personas cómo él. Cuando llegaba a uno de ellos, sentía un gran alivio al saber que al menos, durante una serie de pasos, sus pies estarían seguros.
A pesar de los numerosos peligros de la zona, el vampiro sólo tenía uno que temiera incluso más: El Sol. En aquel lugar, había sólo una serie de antiguas construcciones a lo largo del bosque que conociese. Éstas estaban abandonadas y habían logrado persistir a lo largo del tiempo. Llegar hasta alguna de ellas y refugiarse durante el día era algo crucial para él.
Tenía en mente una torre antigua. Zana le habló de ella cuándo le relató alguna que otra incursión en el bosque buscando algunas hierbas interesantes para la elaboración de sus pociones y elixires.
Perdido en sus pensamientos, mientras continuaba su marcha por uno de esos senderos, escuchó un conjunto de voces que enseguida le hicieron alertarse. Se desvió a un lado del camino, buscando que su presencia pasara desapercibida. Fue entonces cuándo encontró tres hombres bestias, con cabezas de avestruz en cuerpos humanos, caminando por el sendero en dirección contraria.
―¡Ha perdido definitivamente la cabeza! ¡Se cree una antigua Reina del Bosque de Midgard! Se dice que tiene varios golems defendiendo la torre…
―Sí, al menos tres… Cada vez que alguien se acerca, los golems atacan sin piedad. En lo más alto de la torre, ella controla todo el perímetro... Incluso los mikakos evitan la zona, asustados.
―Dice que quiere repoblar Midgard y que las tierras le pertenezcan. ¡Alguien debería encargarse de esa maldita lunática!
Una vez pasaron, Cohen volvió raudo al camino, continuando su rumbo en dirección contraria, preguntándose de quién estarían hablando. Lo supo poco después, cuando delante de sí encontró una explanada circular de tierra. En el centro, la torre dónde pensaba refugiarse durante el día. Alrededor de ellos, tres gigantescos y fuertes golems de arcilla descansaban sentados en el suelo, custodiando el lugar, que permanecía en una silenciosa, aunque inquietante calma.
―¡Mierda!
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[1] Alusión a mi maldición Ensueño del macho cabrío: Durante los próximos tres temas cronológicamente posteriores a este trabajo, aparecerá en tus sueños de forma recurrente una calavera de macho cabrío. ¿Tiene algún significado? ¿Por qué siempre la misma calavera? ¿Es un mensaje del más allá o de tu subconsciente? ¿O solo la casualidad? Quién sabe si alguna vez hallarás respuesta a alguna de estas preguntas.
Última edición por Cohen el Mar Oct 25 2022, 10:53, editado 1 vez
Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Pocos parecían ya los hechos que podían sorprender a la elfa en aquel bosque después de las peripecias en las que se había visto envuelta con Tarek en los días previos. Después de todo, no había cometido un error al fiarse de su instinto y confiar en él al pedirle ayuda. Tras la jornada anterior habían acordado tomar un descanso antes de poner la marcha, de nuevo, en dirección este y volver a sus respectivas aldeas, al sur de Sandorai, a lo que cada uno parecía llamar «casa», pero no «hogar».
El día había transcurrido sin mayores incidentes, en gran parte gracias a la runa imbuida en uno de los cuchillos de Aylizz, que los protegía de la ferocidad de los animales y bestias salvajes, manteniéndolas en calma a su alrededor.[1] Hacia el final de la tarde, mientras el elfo ahuecaba la tierra para cercar una hoguera, aprovechando los rescoldos de las llamas latentes bajo el manto del suelo, ella aguardaba distraída sobre las ramas de un arce medio muerto a la espera de que alguna alimaña medianamente comestible se colase en la trampa que había colocada entre las raíces, mientras oteaba los alrededores en la altura.
—Todavía no se ve el río, pero ya no podemos estar lejos. Deberíamos salir al alba, cuanto más bajo esté el sol más difícil será desviarnos.— comentó con su compañero.
Faltaba poco para que Anar se ocultase en el ocaso y la imagen que dejaban sus colores, entremezclados con los tonos violáceos, grises y negruzcos que desprendía la tierra, envolvían el bosque en una atmósfera que de una extraña manera llenaba de paz a la joven. Suspiró. De alguna manera tenía que poderse habitar de nuevo aquel territorio.
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El chasquido de unas ramas al activarse la trampa de caza la sacó de sus fantasías, dibujando una sonrisa triunfal al comprobar que aquella noche cenarían algo con sustancia. Sin embargo, torció el gesto al advertir su premio.[2] Sería bastante trabajoso sacar la carne bajo aquellas escamas espinosas. Acercándose con cautela y azuzarla con una rama notablemente robusta, comprobó que la estaca la había clavado de lleno en el tronco del árbol, a pesar de su rapidez. Era un alivio saber que podría desengancharla del cebo sin que se lanzase con los colmillos a su yugular.
—Y... Entonces...— tanteó a Tarek mientras cenaban, tras una espera que para su estómago se había hecho eterna mientras la serpiente se asaba al fuego —¿Vas a volver con los tuyos? Y hacer qué... ¿Esperar a que te digan lo que tienes que hacer con tu vida?
Sus días en el bosque les había permitido conocerse un poco más y no podía evitar pensar que el elfo valía para mucho más que ser el chico de los recados de un clan tan mohíno, aunque hacía por no entrometerse en asuntos que no le eran de incumbencia, en ocasiones simplemente se sentía tan cercana al joven que olvidaba alejar su lengua de lo que pensaba.
Jugueteaba con los restos de la rama en la que había ensartado su pedazo de carne, garabateando sin sentido en la arena ceniza del suelo, mientras le daba vueltas a la torre que había divisado antes, desde el árbol, en la lontananza. No era habitual encontrarse restos de lo que un día fue, ruinas de antiguas edificaciones de piedra que habían aguantado, a duras penas, las incesantes llamas, por ello cuando daba con alguna... Bueno, no acercarse a husmear era del todo imposible para ella.
—¿Crees que tendrías tiempo para un último desvío?— sugirió con sutileza —Un poco más allá... A un par de horas, quizá tres, he visto lo que en algún momento fueron almenas...— paseó los ojos alrededor del elfo, divertida —Si se trata de una torre cubierta, puede ser mejor lugar que este para pasar la noche.— argumentó con solidez para terminar su proposición.
____________________________________________
[1] [encantamiento de arma] Runa de armonía natural: los animales y criaturas salvajes evitarán atacar al portador, a excepción que éste tome una acción hostil en su contra. *Aplicado en cuchillo izquierdo.
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Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Las razones de la presencia de Akanke, aquella noche, al otro lado del río Tymer, escapan a mi conocimiento. Más aún el hecho que solo la acompañara Amosa, ninguno de los Ro'lisim, que jamás se despegaban de ella, estaban allí. Lo que sí sé es que hacía muchísimo tiempo que ella no pisaba esos bosques sombríos y tenebrosos del lado oeste. No le gustaban, eran oscuros y macabros. Había que cruzarlos y llegar hasta la costa para encontrar paisajes más agradables. Imagino que es allí de donde venía o hacia adónde se dirigía, la hermosa costa oeste de Aerandir, donde había nacido. Aunque no entienda las causas del viaje de la mujer caballo, sospecho que tendrían que ver con su familia y la constante nostalgia que solo aumentaba con el pasar del tiempo.
No me malinterpreten. Los monos adoraban a Akanke y ella sentía todo el amor que ellos le profesaban. De hecho, el sentimiento era mutuo. Ellos le habían dado sentido a su vida y un lugar a dónde pertenecer. No cambiaría a su nueva familia, pero era innegable que ella necesitaba saldar cuentas con su pasado. Si iba o venía del Templo, no lo sé, pero aquella noche estaba en medio del bosque de Midgard y se topó con un pequeño campamento. Constaba de una fogata al rededor de la cual dos personas se refugiaban de la cada vez más fría noche midgariana. No, dos elfos; macho y hembra.
Akanke los observaba detenidamente, no parecían ser especialmente íntimos, solo que tenían un objetivo en común. Y bueno, ella no había necesitado más que eso para estrechar ciertas relaciones. En todo caso, quedarse cerca de ellos le hizo sentir un poco menos insegura que pasar la noche sola en la oscuridad. En la mañana seguiría su camino. Pero escuchó a la elfa hablar de un edificio no muy lejos de donde estaban y su idea de buscar refugio allí. Le pareció que la idea era buena, una torre sería mejor que la intemperie, además, habría lugares donde explorar.
Tras su transformación en bípeda, Akanke aprendió a hacer algo que le parecía maravilloso: trepar árboles. Los monos le enseñaron las mejores técnicas de trepado, las cuales ponía en práctica cada vez que podía. Decidió hacerlo esta vez para buscar la torre que había mencionado la elfa. No estaba muy lejos y Amosa la guiaría con facilidad. No esperó por los elfos y emprendió camino sola. Avanzaba con seguridad, siguiendo los sonidos que su ave emitía para guiarla. Caminó a paso tranquilo un par de horas, no alcanzaron a ser tres, como había calculado la elfa.
Al llegar, se detuvo en el borde donde terminaba el bosque y comenzaba la explanada de tierra de la torre. Habían tres estatuas extrañas y un silencio abrumador. Lentamente, Akanke estiró un pie y tocó el suelo pelado, ni bien posó la base de sus dedos en el suelo, la estatua más cercana se movió, al percibir la intromisión. Rápidamente, la mujer bestia -que a simple vista no parecía una- retrocedió. -Golems- dijo en un susurro y sonrió. Había escuchado mucho de ellos pero no había visto uno en persona.
No me malinterpreten. Los monos adoraban a Akanke y ella sentía todo el amor que ellos le profesaban. De hecho, el sentimiento era mutuo. Ellos le habían dado sentido a su vida y un lugar a dónde pertenecer. No cambiaría a su nueva familia, pero era innegable que ella necesitaba saldar cuentas con su pasado. Si iba o venía del Templo, no lo sé, pero aquella noche estaba en medio del bosque de Midgard y se topó con un pequeño campamento. Constaba de una fogata al rededor de la cual dos personas se refugiaban de la cada vez más fría noche midgariana. No, dos elfos; macho y hembra.
Akanke los observaba detenidamente, no parecían ser especialmente íntimos, solo que tenían un objetivo en común. Y bueno, ella no había necesitado más que eso para estrechar ciertas relaciones. En todo caso, quedarse cerca de ellos le hizo sentir un poco menos insegura que pasar la noche sola en la oscuridad. En la mañana seguiría su camino. Pero escuchó a la elfa hablar de un edificio no muy lejos de donde estaban y su idea de buscar refugio allí. Le pareció que la idea era buena, una torre sería mejor que la intemperie, además, habría lugares donde explorar.
Tras su transformación en bípeda, Akanke aprendió a hacer algo que le parecía maravilloso: trepar árboles. Los monos le enseñaron las mejores técnicas de trepado, las cuales ponía en práctica cada vez que podía. Decidió hacerlo esta vez para buscar la torre que había mencionado la elfa. No estaba muy lejos y Amosa la guiaría con facilidad. No esperó por los elfos y emprendió camino sola. Avanzaba con seguridad, siguiendo los sonidos que su ave emitía para guiarla. Caminó a paso tranquilo un par de horas, no alcanzaron a ser tres, como había calculado la elfa.
Al llegar, se detuvo en el borde donde terminaba el bosque y comenzaba la explanada de tierra de la torre. Habían tres estatuas extrañas y un silencio abrumador. Lentamente, Akanke estiró un pie y tocó el suelo pelado, ni bien posó la base de sus dedos en el suelo, la estatua más cercana se movió, al percibir la intromisión. Rápidamente, la mujer bestia -que a simple vista no parecía una- retrocedió. -Golems- dijo en un susurro y sonrió. Había escuchado mucho de ellos pero no había visto uno en persona.
Akanke
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Se deslizó con cuidado entre los árboles que colmaban el bosque, buscando ramas caídas para alimentar la hoguera que les proporcionaría calor aquella noche. De fondo, los bufidos de Aylizz se entremezclaban con crujidos y sonidos de amarres, al tiempo que la elfa construía la elaborada trampa con la que cazaría su cena. Tras varias jornadas juntos, Tarek no dudaba de su eficacia para hacerlo. La había visto cazar y pescar sin mayor esfuerzo, incluso disfrutando del momento.
Con los brazos lleno de leña volvió al centro del claro en el que habían decidido establecer su improvisado campamento. El fuego, todavía tenue, comenzaba a avivarse en aquel cálido atardecer. Aun así, tras añadir un par de troncos más a la fogata, comenzó a ahuecar la tierra a su alrededor para protegerla de un inesperado cambio en el viento. Estaba seguro de que la elfa no agradecería que el bosque, que tan ufanamente había explorado, acabase siendo pasto de las llamas.
-Todavía no se ve el río, pero ya no podemos estar lejos. Deberíamos salir al alba, cuanto más bajo esté el sol más difícil será desviarnos.
- Si crees que es lo mejor, que así sea. Tu eres la experta en este lugar.
Mientras acomodaba los restos de leña lejos del alcance de las ramas se preguntó, una vez más, porqué ella había ido a buscarlo precisamente a él para aquello. Se conocíaN desde hacía relativamente poco, aunque la experiencia en la isla y el posterior periplo por tierra de vampiros habrían sido suficientes para unir hasta a los peores enemigos; además, el peliblanco sabía que guardaba una relación estrecha tanto con la humana como con Nousis. Sin embargo, había ido a buscarlo a él. Quizás había visto algo, alguna habilidad que podía serle de utilidad. En cualquier caso, Tarek le estaría siempre agradecido por esa decisión, pues le había dado la oportunidad de conocer un nuevo territorio y apartar de su mente, aunque solo fuese por unos días, la funesta implicación de las palabras del espectro. Sacudió la cabeza levemente como intentando espantar la sombra de aquellos recuerdos de su mente, al tiempo que observaba como Aylizz, con expresión indescifrable, le mostraba la “escamosa” cena. No pudo evitar sonreírle.
Las criaturas nocturnas habían empezado ya con su melodía vespertina, cuando la cena, debidamente despojada de la escamosa piel, estuvo preparada para comer. En el tiempo que la chica había empelado en aquella tarea, él se había encargado de recolectar bayas, hiervas y tubérculos comestibles, que en ese momento consumían con hambre en medio de una distendida charla. Su siguiente pregunta no fue del todo inesperada, pues él mismo se la había estado haciendo desde hacía días.
- Es el lugar al que pertenezco –repitió aquella sentencia que, a menudo, se recordaba antes de dormir- En los meses que llevo viajando por tierras desconocidas, a menudo me encuentro pensando en Sandorai… -meditó un segundo antes de añadir- El campamento no es mi hogar, nunca lo ha sido realmente. El único lugar digno de ese nombre es la antigua casa de Eithelen… o lo que queda de ella. Pero son… mi gente… o al menos la gente que se preocupó por mi cuando me quedé solo. ¿Qué otra cosa podría hacer? –la miró atento, pues sabía, por lo poco que le había contado, que la situación “familiar” de Aylizz era compleja- Y tú, ¿qué vas a hacer? ¿Volver a casa o fundar tu propio hogar? –con un gesto de la mano señaló el bosque a su alrededor, implicando claramente la misión de la chica en aquel lugar.
Quizás aquella era la razón por la que ella había ido a buscarlo, la semejanza, en cierta medida, de sus situaciones personales. La oportunidad de encontrar un nuevo lugar al que llamar hogar, uno lejos de todo pasado y con un futuro incierto. Pero ¿podría él dar la espalda a todo y a todos? En su fuero interno sabía que aquello era imposible. Los Ojosverdes eran un clan compacto, cerrado, celoso de sus secretos. Salir era casi tan difícil como entrar. Su madre había sido de los pocos que habían logrado hacerlo. Además, marcharse significaba romper con ellos y, si todo fallaba, volvería a estar solo… una vez más.
Entonces, Aylizz mencionó la edificación. Aun sabiendo que no vería nada debido a los árboles que rodeaban el claro, observó en la dirección que ella había indicado.
- ¿Una torre? Pensé que no quedaban edificaciones en pie –la miró perplejo, pero sin poder negar la veracidad de sus palabras- Creo que hemos dormido lo suficiente al raso como para que esa torre sea una buena idea. Esperemos no encontrar vampiros dentro –le guiño un ojo con una media sonrisa, al tiempo que se levantaba.
La experiencia en Urd había sido infernal y la fría mirada de aquella vampiresa peliblanca aún colmaba algunas de sus pesadillas. Pero el hecho de seguir vivos y poder bromear con lo que había pasado, aligeraba en cierta medida los terrores sufridos. Sin más dilación, recogió sus pertenencias y apagó el fuego, antes de dirigirse de nuevo a la elfa rubia.
- Tú guías.
El tiempo estimado por su compañera había sido correcto. El trayecto les había llevado menos de tres horas y, no muy lejos de su posición, una torre en un sorprendente buen estado de conservación, se alzaba majestuosa hacia el cielo.
- Soy yo… o todo esto es un poco sospechoso.
Con los brazos lleno de leña volvió al centro del claro en el que habían decidido establecer su improvisado campamento. El fuego, todavía tenue, comenzaba a avivarse en aquel cálido atardecer. Aun así, tras añadir un par de troncos más a la fogata, comenzó a ahuecar la tierra a su alrededor para protegerla de un inesperado cambio en el viento. Estaba seguro de que la elfa no agradecería que el bosque, que tan ufanamente había explorado, acabase siendo pasto de las llamas.
-Todavía no se ve el río, pero ya no podemos estar lejos. Deberíamos salir al alba, cuanto más bajo esté el sol más difícil será desviarnos.
- Si crees que es lo mejor, que así sea. Tu eres la experta en este lugar.
Mientras acomodaba los restos de leña lejos del alcance de las ramas se preguntó, una vez más, porqué ella había ido a buscarlo precisamente a él para aquello. Se conocíaN desde hacía relativamente poco, aunque la experiencia en la isla y el posterior periplo por tierra de vampiros habrían sido suficientes para unir hasta a los peores enemigos; además, el peliblanco sabía que guardaba una relación estrecha tanto con la humana como con Nousis. Sin embargo, había ido a buscarlo a él. Quizás había visto algo, alguna habilidad que podía serle de utilidad. En cualquier caso, Tarek le estaría siempre agradecido por esa decisión, pues le había dado la oportunidad de conocer un nuevo territorio y apartar de su mente, aunque solo fuese por unos días, la funesta implicación de las palabras del espectro. Sacudió la cabeza levemente como intentando espantar la sombra de aquellos recuerdos de su mente, al tiempo que observaba como Aylizz, con expresión indescifrable, le mostraba la “escamosa” cena. No pudo evitar sonreírle.
[…]
Las criaturas nocturnas habían empezado ya con su melodía vespertina, cuando la cena, debidamente despojada de la escamosa piel, estuvo preparada para comer. En el tiempo que la chica había empelado en aquella tarea, él se había encargado de recolectar bayas, hiervas y tubérculos comestibles, que en ese momento consumían con hambre en medio de una distendida charla. Su siguiente pregunta no fue del todo inesperada, pues él mismo se la había estado haciendo desde hacía días.
- Es el lugar al que pertenezco –repitió aquella sentencia que, a menudo, se recordaba antes de dormir- En los meses que llevo viajando por tierras desconocidas, a menudo me encuentro pensando en Sandorai… -meditó un segundo antes de añadir- El campamento no es mi hogar, nunca lo ha sido realmente. El único lugar digno de ese nombre es la antigua casa de Eithelen… o lo que queda de ella. Pero son… mi gente… o al menos la gente que se preocupó por mi cuando me quedé solo. ¿Qué otra cosa podría hacer? –la miró atento, pues sabía, por lo poco que le había contado, que la situación “familiar” de Aylizz era compleja- Y tú, ¿qué vas a hacer? ¿Volver a casa o fundar tu propio hogar? –con un gesto de la mano señaló el bosque a su alrededor, implicando claramente la misión de la chica en aquel lugar.
Quizás aquella era la razón por la que ella había ido a buscarlo, la semejanza, en cierta medida, de sus situaciones personales. La oportunidad de encontrar un nuevo lugar al que llamar hogar, uno lejos de todo pasado y con un futuro incierto. Pero ¿podría él dar la espalda a todo y a todos? En su fuero interno sabía que aquello era imposible. Los Ojosverdes eran un clan compacto, cerrado, celoso de sus secretos. Salir era casi tan difícil como entrar. Su madre había sido de los pocos que habían logrado hacerlo. Además, marcharse significaba romper con ellos y, si todo fallaba, volvería a estar solo… una vez más.
Entonces, Aylizz mencionó la edificación. Aun sabiendo que no vería nada debido a los árboles que rodeaban el claro, observó en la dirección que ella había indicado.
- ¿Una torre? Pensé que no quedaban edificaciones en pie –la miró perplejo, pero sin poder negar la veracidad de sus palabras- Creo que hemos dormido lo suficiente al raso como para que esa torre sea una buena idea. Esperemos no encontrar vampiros dentro –le guiño un ojo con una media sonrisa, al tiempo que se levantaba.
La experiencia en Urd había sido infernal y la fría mirada de aquella vampiresa peliblanca aún colmaba algunas de sus pesadillas. Pero el hecho de seguir vivos y poder bromear con lo que había pasado, aligeraba en cierta medida los terrores sufridos. Sin más dilación, recogió sus pertenencias y apagó el fuego, antes de dirigirse de nuevo a la elfa rubia.
- Tú guías.
[…]
El tiempo estimado por su compañera había sido correcto. El trayecto les había llevado menos de tres horas y, no muy lejos de su posición, una torre en un sorprendente buen estado de conservación, se alzaba majestuosa hacia el cielo.
- Soy yo… o todo esto es un poco sospechoso.
Tarek Inglorien
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Cohen caminó unos pasos, internándose en la explanada circular. En el momento en que alzó la vista de nuevo, vio cómo el golem más cercano comenzaba a incorporarse, girando en su dirección. El vampiro dio un par de pasos hacia atrás, saliendo del círculo. En el momento en que pisó de nuevo la superficie del bosque, el golem volvió a sentarse esta vez mirando hacia él. [1]
Observó la torre en el centro de ese círculo perfecto. ¿Qué distancia habría desde la periferia del círculo hasta aquella construcción central? ¿Unos cien metros?
El vampiro caminó internándose entre los árboles, bordeando el círculo, sin penetrar en él, alejándose del golem que amenazante, había caminado en su dirección.
Llegó a un punto en el cual tenía un golem a su izquierda y otro a su derecha. Entre el vampiro y cada uno de ellos había prácticamente la misma distancia.
Cohen se adentró en el círculo por segunda vez. Caminó tres pasos y paró en seco, observando la reacción de los golems. Éstos se alzaron rápidamente, girando hacia él, pero permanecieron quietos. Caminó un paso más y ese sencillo movimiento, hizo que ambos corrieran en su dirección.
El vampiro permaneció quieto en su posición. El tamaño de los golems parecía aumentar a medida de que se acercaban.
―¡Atacad! ¡Atacad al intrujo! ―exclamó una voz femenina y extraña, en un tono altamente desagradable, en las alturas de la torre central― ¡No dejéis que je ajerque a la fortaleja! ¡Atacad! [2]
Al alzar la vista, sobre la torre, se divisaba una pequeña figura femenina, vestida de rojo, que parecía observar todo lo que pasaba a su alrededor.
Cuándo Cohen se retiró de nuevo, saliendo de aquella superficie circular, los golems de nuevo quedaron paralizados.
[1] Cómo bien intuyó Akanke, cuándo una persona entra en el interior de la superficie circular, los golems de arcilla reaccionan al movimiento, acercándose con violentas intenciones. Al salir del círculo, éstos quedan parados ese punto hasta que se produce la siguiente intromisión
[2] Gwendolyn Flogoprofen pronuncia el sonido J en lugar de la Z, la S y con las sílabas Ce y Ci.
Su código de Diálogo es #FF6666
Observó la torre en el centro de ese círculo perfecto. ¿Qué distancia habría desde la periferia del círculo hasta aquella construcción central? ¿Unos cien metros?
El vampiro caminó internándose entre los árboles, bordeando el círculo, sin penetrar en él, alejándose del golem que amenazante, había caminado en su dirección.
Llegó a un punto en el cual tenía un golem a su izquierda y otro a su derecha. Entre el vampiro y cada uno de ellos había prácticamente la misma distancia.
Cohen se adentró en el círculo por segunda vez. Caminó tres pasos y paró en seco, observando la reacción de los golems. Éstos se alzaron rápidamente, girando hacia él, pero permanecieron quietos. Caminó un paso más y ese sencillo movimiento, hizo que ambos corrieran en su dirección.
El vampiro permaneció quieto en su posición. El tamaño de los golems parecía aumentar a medida de que se acercaban.
―¡Atacad! ¡Atacad al intrujo! ―exclamó una voz femenina y extraña, en un tono altamente desagradable, en las alturas de la torre central― ¡No dejéis que je ajerque a la fortaleja! ¡Atacad! [2]
Al alzar la vista, sobre la torre, se divisaba una pequeña figura femenina, vestida de rojo, que parecía observar todo lo que pasaba a su alrededor.
Cuándo Cohen se retiró de nuevo, saliendo de aquella superficie circular, los golems de nuevo quedaron paralizados.
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[1] Cómo bien intuyó Akanke, cuándo una persona entra en el interior de la superficie circular, los golems de arcilla reaccionan al movimiento, acercándose con violentas intenciones. Al salir del círculo, éstos quedan parados ese punto hasta que se produce la siguiente intromisión
[2] Gwendolyn Flogoprofen pronuncia el sonido J en lugar de la Z, la S y con las sílabas Ce y Ci.
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Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
La respuesta del elfo no dejó indiferente a la joven. Conocía bien el valor de los lazos de sangre, ambos habían sido educados en una sociedad en la que allá donde fueres, si buscabas un poco, dabas con alguien a quien llamar «familia». Uno de los preceptos básicos y fundamentales del pueblo elfo, la importancia, el poder de los vínculos que unen los genes. Algunos habían focalizado su razón de ser únicamente en aquella cuestión y no pudo evitar sentir cierta decepción al confirmar que Tarek formaba parte de aquel grupo. Dejó escapar una sutil sonrisa de ligera compasión, en otros tiempos ella habría hecho lo mismo, sin cuestionarse nada. Como todos. Suspiró. En realidad, era ella quien se sentía fuera de los trazados.
—Y tú, ¿qué vas a hacer? ¿Volver a casa o fundar tu propio hogar?
—Ya lo hice. Y no había nadie para recibirme...— comentó con un tono quebradizo en la voz —La guerra ha borrado muchas cosas del mapa... A muchos... Ya no sé dónde buscar, así que sólo puedo esperar a que vuelvan.— murmuró, antes de cambiar el tono a uno menos angustioso —Pero mientras espero algo que nada me asegura que vaya a ocurrir, aprovecho el tiempo.— concluyó, encogiéndose de hombros.
Sonrió de nuevo, ahora con más gracia, cuando el elfo aceptó una última excursión entre las brasas. No podía negar lo fáciles que parecían las cosas cuando, para variar, quien viajaba junto a ella la tomaba como alguien con una mente pensante.
*****
No tuvo oportunidad para compartir la opinión de su compañero antes de que los latigazos del suelo, tembloroso a corta distancia, se sintiesen bajo sus pies como ondas rezagadas que habían provocado los Golems al moverse. Desde allí no podían verlos, tampoco sentirlos, únicamente alcanzaban a ubicar la procedencia por la agitación del bosque alrededor de la torre. Zarandeos de árboles y arbustos, algún que otro pájaro solitario echando a volar espantado y alimañas adaptadas al medio que se escuchaban corretear lejos de la zona, despavoridos.
—Muy sospechoso.— apuntó, cuando la quietud y el silencio retornaron —Vamos.— continuó el avance, ahora de forma mucho más apresurada.
*****
Llegando a la linde de los cimientos de la torre que aun permanecían en pie, pudo advertir cambios en el entorno, sutiles pero visibles. Parecía que la tierra y la maleza a varios metros alrededor hubiera sido manipulada, adaptada, acomodada. Elevó la mirada, recorriendo la pared de mayor envergadura de las que aguantaban en pie. Las piedras lucían cenizas, mucho más que el entorno alrededor, claro indicador de que la edificación debía ser anterior al reverdecimiento de la zona. Pero entonces, ¿por qué la vida no había envuelto la estructura?
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Continuó lo que restaba de avance hasta recortar la distancia que los separaba de la torre, con un cúmulo de sensaciones correteando su fuero interno. Por un lado, era incapaz de apaciguar el entusiasmo al confirmar, una vez más, que Midgard aún albergaba secretos, no obstante, sería una necedad obviar el hecho de que allí lo desconocido a menudo resultaba, por ende, peligroso.
—Casi parece que alguien se hubiese preocupado por mantener limpio y cuidado el jardín trasero...— comentó con ironía, al advertir que, a medida que se acercaban, los alrededores lucían más descargados de maleza rebelde.
Un nuevo temblor azotó de repente el bosque, sintiéndose esta vez mucho más fuerte. Por inercia y para evitar la caída, la elfa se acuclilló en el suelo, tratando a su vez de alcanzar a ver algo entre los troncos quebradizos. Fue un momento fugaz, pero pudo alcanzar a distinguirlo claramente, asomando el perfil a un lado de la torre. Durante un instante, su boca se entreabrió, pero quedando muda.
—¿Un gólem?— murmuró cuando la sorpresa cesó, quedando sólo la inquietud cuando dejó de ver a la mole de roca —¿Qué hace aquí?— miraba ahora a su compañero.
—¡Atacad! ¡Atacad al intrujo! ¡No dejéis que je ajerque a la fortaleja! ¡Atacad!
Una voz femenina se alzó entonces desde lo alto, haciendo que sus gritos fueran claramente perceptibles desde allí, aunque eran incapaces de ubicarla. Dedujo entonces la elfa que algo ocurría al otro lado.
—Hay alguien más merodeando...— asumió, al creer entender la palabra intruso en la distancia, distorsionada por los ecos del entorno —Ganemos altura, veamos qué ocurre.— indicó a Tarek, señalando unos árboles más adelantados, con tronco robusto y ramas nacientes que levantaban algunos palmos más que sus vecinos.
*****
Una figura masculina aguardaba frente a la torre, convenientemente alejado. A escasos metros de él, dos gólems descansaban. No, no dormían, desde allí podría percibir el éter despierto en ellos, esperaban. Su mirada rebuscó en los alrededores la mujer que, sin lugar a dudas, controlaba a los guardianes de piedra. La encontró apostada entre dos almenas, como si se hubiese proclamado Señora de aquel rincón olvidado del bosque.
—Pero... ¿Qué demonios? ¿Es una elfa?— quiso verificar con su compañero que sus ojos veían lo mismo que los de ella —¿Hay elfos viviendo aquí?— se apresuró a cuestionar, con claras intenciones de enfilar la torre y resolver sus dudas.
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Akanke descubrió que el gólem la sentía a ella, pero no a las rocas o ramas. O si las sentía, las diferenciaba de ella. Llamó a Amosa, quien obediente se posó en su antebrazo, para luego bajarla y hacerla pisar el suelo que custodiaba el guardián de arcilla: no se movió. Así que, de alguna mágica manera, el ente identificaba a los animales y seres del bosque, de las razas humanoides. Aquello maravilló a la mujer bestia, pero también la hizo sentir un poco ofendida. ¿Entonces ella no era parte de la naturaleza salvaje y silvestre como creía? Volvió a tomar a Amosa y se quedó de pie, observando a aquel ser, preguntándose qué clase de vida tendría. ¿Habrían sentimientos en él? ¿Pensamientos? ¿Deseos? ¿Anhelos? ¿Esperanzas? ¿Emociones?
Divagó un buen rato hasta que se dio cuenta del movimiento de uno de los gólems cercanos. Por como retumbó el suelo, seguramente el otro que había visto también se movió, así que corrió, bordeando el terreno, para ver la causa. Un hombre entró en el territorio de los entes. Parecía que los probaba, de manera similar a la que había hecho ella antes. -¡Atacad! ¡Atacad al intrujo! ¡No dejéis que je ajerque a la fortaleja! ¡Atacad!- escuchó de lo alto de la torre. La voz era de una mujer, pero desde donde estaba no alcanzaba a verla.
Akanke soltó una risilla, la situación de los gólems le parecía divertida, así que se apresuró a ir junto al otro peregrino que trataba de entrar al círculo. -¿Queriendo entrar?- le preguntó esbozando una sonrisa. -Yo también- dijo y miró los gólems -Pero también queriendo uno de ese- dijo y señaló a una de las moles de arcilla y su sonrisa se amplió.
Divagó un buen rato hasta que se dio cuenta del movimiento de uno de los gólems cercanos. Por como retumbó el suelo, seguramente el otro que había visto también se movió, así que corrió, bordeando el terreno, para ver la causa. Un hombre entró en el territorio de los entes. Parecía que los probaba, de manera similar a la que había hecho ella antes. -¡Atacad! ¡Atacad al intrujo! ¡No dejéis que je ajerque a la fortaleja! ¡Atacad!- escuchó de lo alto de la torre. La voz era de una mujer, pero desde donde estaba no alcanzaba a verla.
Akanke soltó una risilla, la situación de los gólems le parecía divertida, así que se apresuró a ir junto al otro peregrino que trataba de entrar al círculo. -¿Queriendo entrar?- le preguntó esbozando una sonrisa. -Yo también- dijo y miró los gólems -Pero también queriendo uno de ese- dijo y señaló a una de las moles de arcilla y su sonrisa se amplió.
Akanke
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Encaramado en lo alto de un árbol, observó con atención la escena que se estaba produciendo a los pies de la torre. El individuo que debía haber despertado a los golems se mantenía buen recaudo entre la maleza, en el borde del páramo yermo que rodeaba la estructura. Mientras, la que parecía ser la señora del lugar, seguía atenta sus pasos, probablemente para volver a interpelar a sus guardianes para que disuadieran al intruso de acercarse a sus dominios. Al parecer, la señora de la torre no esperaba ni deseaba visitas.
- Lo es… o al menos aparenta serlo.
No pudo más que compartir la sorpresa de su compañera cuando identificó la raza de la desquiciada figura en lo alto de la torre que, como un león enjaulado, se movía de un lado a otro, aparentemente murmurando algo para sí y lanzando miradas a su inesperado huésped. Aquello no tenía sentido. ¿Cómo era posible que Aylizz, que los había guiado sin demasiada dificultad por aquella región, no hubiese tenido ni la más remota idea de la existencia de aquella torre hasta que la había vislumbrado en el horizonte? Más aún, siendo su señora un miembro de su propia raza y vista la aparente antigüedad de la torre y el tiempo que probablemente debía llevar allí, ¿cómo era posible que nunca hubiesen escuchado hablar de ella?
Dirigió de nuevo la vista al perímetro baldío que rodeaba la estructura. Golems… una tercera figura de arcilla se localizaba a cierta distancia de las dos que cercaban y cortaban el paso al incauto que había intentado llegar a la torre. Sorpresivamente, miraba en otra dirección. ¿Acaso solo se activaban si detectaban algo dentro de un rango de distancia específico?
- Espera –tomó a Aylizz del brazo antes de que esta empezase a descender pues, por su mirada decidida, parecía dispuesta a entrar en la torre a cualquier precio- El otro golem mira en una dirección diferente. O hay alguien más ahí abajo, o los guardianes de la dama de la torre no son tan efectivos como aparentan –la miró con decisión- Si actuamos con cabeza, quizás tengamos una oportunidad de entrar sin tener que lamentar bajas.
Una vez allí, ante aquella desvencijada estructura, le quedó claro que la elfa no cejaría en su empeño “conocer” a un posible habitante de Midgard, aún más sabiendo cuál era su origen. Con un último vistazo al campo de juego, descubrió que una segunda figura, aparentemente femenina, se había unido al indeseado huésped.
Se encontraban en la linde del bosque, allí donde la vegetación desaparecía y el tercer golem parecía dormitar. Durante el descenso del árbol se había propuesto probar la tolerancia del gigante de arcilla, pero inmediatamente había descartado la idea al percatarse de que es pondría sobre alerta a los otros dos individuos. Si querían pasar, tendría que ser con su ayuda, aunque ellos no lo supiesen.
- ¿Cuántas ganas tienes realmente de entrar? –cuestionó sin mirarla y conociendo de antemano la respuesta- Siempre podemos usar nuestro encanto natural y saludar cordialmente a la… dama–le sonrió con cierto sarcasmo- A lo mejor se apiada de un par de jóvenes elfos sin más opción que dormir al raso y nos ofrece una taza de té mientras nos cuenta cómo y cuándo llegó aquí
Si lo que había leído sobre aquellas criaturas era cierto, un ataque frontal sería la peor de todas las decisiones. Los golem, a pesar de su tamaño y lentitud, contaban con la ventaja de no sentir dolor, no desfallecer y no amilanarse ante el enemigo. Cumplían órdenes, aunque eso significase su total aniquilación.
- Creo que se activan dentro de una distancia limitada, pero no podría asegurarlo –sopesó sus opciones- Si los dos individuos que se encuentran al otro lado del claro vuelven a activar a los golem, yo puedo servir de cebo para este y tu entrar. Aunque eso te dejaría sola en la torre –pensó en una segunda alternativa- Otra opción es esperar a que lo activen y correr en paralelo, para que este no tenga claro a cuál de los dos atacar.
Separándose del árbol en el que había estado apoyado, rodeó a la chica, observando con cuidado a la mole de arcilla que les cortaba el paso. Eligiesen lo que eligiesen, estaba claro que no les iba a quedar más opción que correr.
- Lo es… o al menos aparenta serlo.
No pudo más que compartir la sorpresa de su compañera cuando identificó la raza de la desquiciada figura en lo alto de la torre que, como un león enjaulado, se movía de un lado a otro, aparentemente murmurando algo para sí y lanzando miradas a su inesperado huésped. Aquello no tenía sentido. ¿Cómo era posible que Aylizz, que los había guiado sin demasiada dificultad por aquella región, no hubiese tenido ni la más remota idea de la existencia de aquella torre hasta que la había vislumbrado en el horizonte? Más aún, siendo su señora un miembro de su propia raza y vista la aparente antigüedad de la torre y el tiempo que probablemente debía llevar allí, ¿cómo era posible que nunca hubiesen escuchado hablar de ella?
Dirigió de nuevo la vista al perímetro baldío que rodeaba la estructura. Golems… una tercera figura de arcilla se localizaba a cierta distancia de las dos que cercaban y cortaban el paso al incauto que había intentado llegar a la torre. Sorpresivamente, miraba en otra dirección. ¿Acaso solo se activaban si detectaban algo dentro de un rango de distancia específico?
- Espera –tomó a Aylizz del brazo antes de que esta empezase a descender pues, por su mirada decidida, parecía dispuesta a entrar en la torre a cualquier precio- El otro golem mira en una dirección diferente. O hay alguien más ahí abajo, o los guardianes de la dama de la torre no son tan efectivos como aparentan –la miró con decisión- Si actuamos con cabeza, quizás tengamos una oportunidad de entrar sin tener que lamentar bajas.
Una vez allí, ante aquella desvencijada estructura, le quedó claro que la elfa no cejaría en su empeño “conocer” a un posible habitante de Midgard, aún más sabiendo cuál era su origen. Con un último vistazo al campo de juego, descubrió que una segunda figura, aparentemente femenina, se había unido al indeseado huésped.
[…]
Se encontraban en la linde del bosque, allí donde la vegetación desaparecía y el tercer golem parecía dormitar. Durante el descenso del árbol se había propuesto probar la tolerancia del gigante de arcilla, pero inmediatamente había descartado la idea al percatarse de que es pondría sobre alerta a los otros dos individuos. Si querían pasar, tendría que ser con su ayuda, aunque ellos no lo supiesen.
- ¿Cuántas ganas tienes realmente de entrar? –cuestionó sin mirarla y conociendo de antemano la respuesta- Siempre podemos usar nuestro encanto natural y saludar cordialmente a la… dama–le sonrió con cierto sarcasmo- A lo mejor se apiada de un par de jóvenes elfos sin más opción que dormir al raso y nos ofrece una taza de té mientras nos cuenta cómo y cuándo llegó aquí
Si lo que había leído sobre aquellas criaturas era cierto, un ataque frontal sería la peor de todas las decisiones. Los golem, a pesar de su tamaño y lentitud, contaban con la ventaja de no sentir dolor, no desfallecer y no amilanarse ante el enemigo. Cumplían órdenes, aunque eso significase su total aniquilación.
- Creo que se activan dentro de una distancia limitada, pero no podría asegurarlo –sopesó sus opciones- Si los dos individuos que se encuentran al otro lado del claro vuelven a activar a los golem, yo puedo servir de cebo para este y tu entrar. Aunque eso te dejaría sola en la torre –pensó en una segunda alternativa- Otra opción es esperar a que lo activen y correr en paralelo, para que este no tenga claro a cuál de los dos atacar.
Separándose del árbol en el que había estado apoyado, rodeó a la chica, observando con cuidado a la mole de arcilla que les cortaba el paso. Eligiesen lo que eligiesen, estaba claro que no les iba a quedar más opción que correr.
Tarek Inglorien
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Cohen analizaba la situación con atención, intentando encontrar la forma de acceder al interior de la torre.
¿Acaso era demasiado tarde para resguardarse allí? Quizás debía encontrar otro sitio… pero caminar por allí, sin rumbo fijo, desconociendo la zona… las probabilidades de terminar quemado por el sol eran realmente altas. No, sin duda, debía hacer todo lo posible por acceder al interior de la torre.
Se sorprendió al escuchar una voz femenina, alzando los ojos en su dirección. Le sonrió, sin saber exactamente cómo afrontar el hecho de tener compañía. Pero al expresar su deseo de entrar en la torre, el hecho de contar con una aliada sería bastante beneficioso.
―¿Acaso puedes controlarlos? ―preguntó Cohen con gran curiosidad, esperando que la respuesta fuera afirmativa, pero no lo parecía― Al parecer, está bajo las órdenes de una mujer que está en la torre. ¿La conoces? Parece algo desquiciada…
El vampiro se arrodilló ante su bolsa de viaje, buscando su kit alquímico. Si lograba lanzar un brebaje de descomposición a una de aquellas moles de arcilla, en unos minutos lograría destruirla por completo.
―¿Me ayudarías a destruir al menos a uno de los golems? He entrado en el círculo que rodea la torre y todo parece indicar que esas enormes figuras de arcilla no son… amables…
Sus manos mezclaban hierbas en un cuenco, despedazando las plantas en pequeños trozos. Luego, lo añadiría a un pequeño vial de cristal. Si lograba impactar éste contra uno de los golems unos segundos antes de que se produjera el efecto, quizás lograra ablandarlo y provocar que se fuese deshaciendo poco a poco por el suelo. Si había éxito, podría probarlo de nuevo con otro más… [1]
Elaborada la mezcla, miró de nuevo a aquella mujer, esperando sacar su mejor encanto gracias a su presencia vampírica. [2]
―¿Podrías actuar cómo el cebo? Creo que si hago el impacto por su espalda será mucho más efectivo. Sólo debilitando a los golems lograremos entrar…
El vampiro esperaba contar con su colaboración, aunque no sabía que tipo de intención o creencias tenía aquella mujer. Esperaba que su encantadora influencia sirviese para su colaboración, aunque no siempre resultaba eficaz.
―No conjeguiréis entrar. La defenja de la torre es jólida. ¡Fuera de mis tierras, intrujos! ―se escuchó de nuevo desde algún punto en lo alto de la torre, dónde la figura de una anciana elfa, vestida con una larga túnica roja, se hizo presente, efectuando excéntricos movimientos― ¡Joy Gwendolyn Flogoprofen, Reina de Middzgard!
[1] - Uso mi Kit de Alquimia Inferior para preparar la Técnica Alquímica Descomponer: Identificas la composición química de un material y elaboras una mezcla apropiada para debilitarlo hasta romperlo. La descomposición tarda según tu nivel de Alquimia (Avanzado: 3 minutos). ---> La preparo con la intención de aplicarla en el próximo turno.
[2] - Uso mi Habilidad Racial: Presencia Vampírica [Mágica]: Puedo alterar la percepción de los demás sobre mí, haciéndoles verme más aterrador o atractivo, sin que sepan por qué. ---> En este caso, para parecer más atractivo para Akanke, buscando una mejor colaboración, aunque sin tener por qué producir efectos en este sentido.
>>> Color de Gwendolyn Flogoprofen : #FF6666
¿Acaso era demasiado tarde para resguardarse allí? Quizás debía encontrar otro sitio… pero caminar por allí, sin rumbo fijo, desconociendo la zona… las probabilidades de terminar quemado por el sol eran realmente altas. No, sin duda, debía hacer todo lo posible por acceder al interior de la torre.
Se sorprendió al escuchar una voz femenina, alzando los ojos en su dirección. Le sonrió, sin saber exactamente cómo afrontar el hecho de tener compañía. Pero al expresar su deseo de entrar en la torre, el hecho de contar con una aliada sería bastante beneficioso.
―¿Acaso puedes controlarlos? ―preguntó Cohen con gran curiosidad, esperando que la respuesta fuera afirmativa, pero no lo parecía― Al parecer, está bajo las órdenes de una mujer que está en la torre. ¿La conoces? Parece algo desquiciada…
El vampiro se arrodilló ante su bolsa de viaje, buscando su kit alquímico. Si lograba lanzar un brebaje de descomposición a una de aquellas moles de arcilla, en unos minutos lograría destruirla por completo.
―¿Me ayudarías a destruir al menos a uno de los golems? He entrado en el círculo que rodea la torre y todo parece indicar que esas enormes figuras de arcilla no son… amables…
Sus manos mezclaban hierbas en un cuenco, despedazando las plantas en pequeños trozos. Luego, lo añadiría a un pequeño vial de cristal. Si lograba impactar éste contra uno de los golems unos segundos antes de que se produjera el efecto, quizás lograra ablandarlo y provocar que se fuese deshaciendo poco a poco por el suelo. Si había éxito, podría probarlo de nuevo con otro más… [1]
Elaborada la mezcla, miró de nuevo a aquella mujer, esperando sacar su mejor encanto gracias a su presencia vampírica. [2]
―¿Podrías actuar cómo el cebo? Creo que si hago el impacto por su espalda será mucho más efectivo. Sólo debilitando a los golems lograremos entrar…
El vampiro esperaba contar con su colaboración, aunque no sabía que tipo de intención o creencias tenía aquella mujer. Esperaba que su encantadora influencia sirviese para su colaboración, aunque no siempre resultaba eficaz.
―No conjeguiréis entrar. La defenja de la torre es jólida. ¡Fuera de mis tierras, intrujos! ―se escuchó de nuevo desde algún punto en lo alto de la torre, dónde la figura de una anciana elfa, vestida con una larga túnica roja, se hizo presente, efectuando excéntricos movimientos― ¡Joy Gwendolyn Flogoprofen, Reina de Middzgard!
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[1] - Uso mi Kit de Alquimia Inferior para preparar la Técnica Alquímica Descomponer: Identificas la composición química de un material y elaboras una mezcla apropiada para debilitarlo hasta romperlo. La descomposición tarda según tu nivel de Alquimia (Avanzado: 3 minutos). ---> La preparo con la intención de aplicarla en el próximo turno.
[2] - Uso mi Habilidad Racial: Presencia Vampírica [Mágica]: Puedo alterar la percepción de los demás sobre mí, haciéndoles verme más aterrador o atractivo, sin que sepan por qué. ---> En este caso, para parecer más atractivo para Akanke, buscando una mejor colaboración, aunque sin tener por qué producir efectos en este sentido.
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Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Y por cosas como aquella prefería viajar acompañada. Cuatro ojos ven más que dos, sobre todo cuando la mitad de ellos se encuentran cegados por la exaltación. El agarre de Tarek, impidiendo que cometiese una imprudencia, hizo que la elfa rebajase sus impulsos de dejarse ver. Asintió con la cabeza y lo siguió, en el descenso de aquel árbol y en el siguiente acercamiento hasta los límites que parecían marcar la actividad de los guardianes de arcilla.
Desde allí podían ver claramente que el hombre ya no se encontraba solo y Aylizz no pudo reprimir un gesto de boquiabierto asombro al descubrir la figura femenina que se mantenía a su lado, una belleza de ébano que parecía emanar una especial energía. Aunque no se aventuró a dar por cierta aquella última percepción todavía, pues ya el propio bosque estaba envuelto en un aura etérea, nacida del fuego alquímico, siempre vivo.
Tarek la sacó de sus divagaciones, planteando varias posibilidades para abrirse paso hasta la torre. Escuchó la primera sin descartarla por el momento, parecía que bromeaba pero quizá no fuese una mala opción, después de todo se trataba de una de los suyos. Desechó la segunda sin miramientos, no iba a plantearse dejarlo vendido, tampoco estaba dispuesta a perder la cordura, antes dejaría en «pendiente» la ubicación en sus mapas mentales para volver cuando las aguas se hubiesen calmado. Sopesó un momento su tercera opción, podría funcionar, aunque eso les señalaría como dos intrusos más sin dar opción a un diálogo que defendiera lo contrario. Cuando el elfo caminó a su alrededor, tomando posición y esperando a la decisión tomada, sus ojos lo siguieron y la comisura de sus labios se curvó ligeramente antes de contestar.
―De acuerdo, si, correr podría funcionar. ¿Una carrera? Hasta el interior.― bromeó, mientras posaba su atención ahora en el tercero de los Gólems.
Sin embargo, el humor se disipó cuando la voz de la extraña mujer se alzó de nuevo, desde lo alto. Supuso entonces que los otros dos algo habían hecho para provocarla. Abriéndose un poco más alrededor del círculo protector, a la mínima distancia que el ser de piedra le permitía moverse sin activarse, alcanzó a ver al joven del otro lado manipulando un cuenco. La elfa arqueó una ceja, no llegaba a imaginar qué se le estaría pasando por la cabeza y en aquel punto se preguntó qué harían dos extraños como aquellos en un territorio como aquel, al que ninguno pertenecía.
―Creo que allí van a por todas.― planteó a su compañero, indicando la dirección de los otros dos, al advertir que la mujer parecía disponerse para ser la primera en moverse. ―¿Tú por la derecha? Llegará un momento en que nos toparemos de frente con esos...― se refirió ahora a los otros dos golems ―Deberíamos esperar a ese punto para cruzar hacia dentro, son lentos, tendremos un respiro antes de que reaccionen al cambio.
Una parte de ella, la más insensata, se tomaba aquello como un juego. La elfa que custodiaba la torre parecía dedicar toda su atención y recursos a los intrusos que se mantenían frente a lo que algún día habría sido el portón de guardia, supuso, al juzgar por la estructura, pues aquel parecía un muy antiguo puesto de vigilancia. Reparó entonces en un hueco a media altura, entre varios de los adoquines de piedra que levantaban la pared, como un ventanuco y una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro.
―Puedo subir hasta ahí.― informó a su congénere, en el último momento de quietud que se presentó antes de que los extraños iniciasen su jugada, dando un par de toquecitos a sus botas1 ―¿Tú llegarías a engancharte?― cuestionó, valorando si podría usar su arma como anclaje.
Entonces la perturbada criatura, encorsetada en rojo carmesí, se presentó a voces como Reina, entonando el título como si esperase una alabanza o fuese debida una reverencia. Aunque nada más lejos de la realidad, aquel grito se alzó como aquel que daba inicio a una guerra. Estaba claro que aquella mujer había inhalado demasiado humo.
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[1] Botas de araña: calzado capaz de aferrarse a las paredes mientras soportan el peso de una persona. Permiten caminar (no correr) por los muros.
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Última edición por Aylizz Wendell el Miér Mayo 25 2022, 16:25, editado 2 veces
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Akanke miraba con curiosidad al encantador hombre quien, acuclillado, mezclaba elementos. Por lo que le había dicho, creía poder hacerles daño con lo que fuera que estuviera preparando en su cuenquito. La mujer esbozó una sonrisa y se le escapó una pequeña carcajada -¿Tu creyendo que fácil dañar gólem?- dijo burlona. Ella no creía que él con su pócima pudiera hacerle daño a alguno de aquellos entes. -¿Tú sabiendo de qué siendo gólems?- le preguntó porque así como ella, no creía que él supiera de qué estaban hechos, a la hora de hacer su brebaje mágico. Se detuvo un instante a observarlos, cerró los ojos y levantó la nariz para olfatear el aire1 -Oliendo tierra mojada- describió. Al abrir los ojos, emitió su veredicto -Pareciendo barro rojo duro.- indicó, señalando la apariencia arcillosa de sus cuerpos. -Que brebaje sea para barro rojo duro- pidió. Luego, la Sacerdotisa de los Monos posó su mano sobre la cabeza del hombre -Tú muy divertido- le dijo antes de lanzar un grito agudo y lanzarse dentro del círculo.
Los centauros aman correr y Akanke recordaba las cabalgatas a todo galope de su infancia, cuando el viento golpeaba su rostro y torso, batiendo su cabello libre. Los juegos de pillarse, a ver quién llegaba más lejos, las carreras por la orilla de la playa, donde los cascos se hunden en la arena blanda y sacarlos costaba muchísima energía. ¡Cuánta libertad había en el correr a toda velocidad! Ahora se sentía similar, aunque con el peligro de que si la atrapaban, su vida corría peligro, así que la adrenalina era aún mayor.
Aquel cuerpo bípedo y más pequeño tal vez podía ser menos veloz o poderoso, pero era ágil y sus piernas humanas guardaban la potencia de sus fuertes patas. De inmediato, los dos gólems cercanos se activaron y comenzaron a perseguirla pero ella, en vez de sentir miedo, reía emocionada por la persecución. Corría por el borde de la explanada, uno de los entes estaba más cerca, así que cortaba distancia por el costado mientras el otro la perseguía. Riendo divertida, saltó fuera de su área de control, dejándolos inmóviles. Volvió a saltar dentro, activarlos y hacerlos perseguirla.
_____________________________
1Uso de la habilidad racial Sentidos Bestiales que potencian el olfato y el oído.
Los centauros aman correr y Akanke recordaba las cabalgatas a todo galope de su infancia, cuando el viento golpeaba su rostro y torso, batiendo su cabello libre. Los juegos de pillarse, a ver quién llegaba más lejos, las carreras por la orilla de la playa, donde los cascos se hunden en la arena blanda y sacarlos costaba muchísima energía. ¡Cuánta libertad había en el correr a toda velocidad! Ahora se sentía similar, aunque con el peligro de que si la atrapaban, su vida corría peligro, así que la adrenalina era aún mayor.
Aquel cuerpo bípedo y más pequeño tal vez podía ser menos veloz o poderoso, pero era ágil y sus piernas humanas guardaban la potencia de sus fuertes patas. De inmediato, los dos gólems cercanos se activaron y comenzaron a perseguirla pero ella, en vez de sentir miedo, reía emocionada por la persecución. Corría por el borde de la explanada, uno de los entes estaba más cerca, así que cortaba distancia por el costado mientras el otro la perseguía. Riendo divertida, saltó fuera de su área de control, dejándolos inmóviles. Volvió a saltar dentro, activarlos y hacerlos perseguirla.
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1Uso de la habilidad racial Sentidos Bestiales que potencian el olfato y el oído.
Akanke
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Aylizz pareció sopesar la primera de las opciones, haciendo que el elfo la mirase interrogativo con una ceja alzada. Sabía que sus métodos siempre pasaban por actuar primero y preguntar después, pero no entendía como la chica podía siquiera plantearse la idea de “entablar una conversación” con aquella maníaca. Estaba claro que la autoproclamada Reina de Midgard hacía tiempo que había perdido su apetencia por las reuniones sociales. Por suerte, la elfa acabó descartando la idea y retándolo a una carrera.
- ¿Crees que podrás alcanzar la torre antes que yo? –no dudaba de que fuese rápida, pero la diferencia de estatura le daba al peliblanco la ventaja de una zancada más larga. Le sonrió con malicia mientras que medía su altura y pasaba la mano varios centímetros por encima de la cabeza de la chica.
Previniendo el golpe que sabía que le propinaría, la esquivó y, aun riéndose, se colocó a un par de metros a la derecha de la rubia y de la mole de arcilla que descansaba dentro del círculo baldío que rodeaba la torre. Algo más allá, el individuo que había despertado a los otros dos golems se afanaba en algo que no conseguía identificar desde su posición. Mientras, la mujer a su lado observaba a las criaturas atenta, como si planease una incursión.
- Creo que podré escalar hasta allí, aunque seré más lento que tú –añadió indicando la equipación de la elfa- Tendrás que subir primero.
Un agudo grito, como si de un alarido de guerra se tratase, resonó al otro lado del claro, indicando que había llegado el momento de actuar. Haciendo un silencioso gesto a Aylizz, llamó su atención. Tres segundos más tardé, con aquella mujer alejando a las bestias de barro en dirección opuesta a ellos, dio la señal de salida.
Abandonaron la protección del bosque al mismo tiempo. Aunque no podía verla, sabía que Aylizz corría paralela a él. Como era de esperar, el golem ante ellos apenas tardó un instante en despertar y salir de su letargo pero, como habían supuesto, fue incapaz de elegir un objetivo.
- ¡¿Qué hajes?! ¡Son intrujos! Ataca. ¡Atácalos! –la aguda voz de la “Reina” se dejó oír desde lo alto de la torre y Tarek agradeció que Aylizz hubiese descartado la idea de presentarse y saludar.
La mujer con la piel de ébano que había aguardado junto al otro individuo había alejado a la pareja de golems de su camino, pero el grito de su señora los hizo virar y enfocar sus esfuerzos hacia ellos; o quizás habían reaccionado a su cercanía a la torre. En cualquier caso, los tres monstruos de arcilla enfocaron sus esfuerzos en ellos. Por suerte, el primero con el que habían topado había vacilado lo suficiente para darles ventaja y los dos restantes se encontraban a cierta distancia de ellos.
Aylizz alcanzó primero el muro de la torre y él aprovechó los segundos de espera para iniciar la escalada, para observar a aquellos que habían ayudado, aun sin saberlo, a su incursión. Ambos parecían desprender éter, lo que le aseguró que no eran humanos. Simulando una reverencia, agradeció al hombre, que observaba desde el borde del bosque, su ayuda, antes de seguir presuroso los pasos de la rubia.
- ¡No! ¡No! ¡No! … -el agudo aullido de la “reina” roja resonaba desde lo alto la torre.
- ¿Crees que podrás alcanzar la torre antes que yo? –no dudaba de que fuese rápida, pero la diferencia de estatura le daba al peliblanco la ventaja de una zancada más larga. Le sonrió con malicia mientras que medía su altura y pasaba la mano varios centímetros por encima de la cabeza de la chica.
Previniendo el golpe que sabía que le propinaría, la esquivó y, aun riéndose, se colocó a un par de metros a la derecha de la rubia y de la mole de arcilla que descansaba dentro del círculo baldío que rodeaba la torre. Algo más allá, el individuo que había despertado a los otros dos golems se afanaba en algo que no conseguía identificar desde su posición. Mientras, la mujer a su lado observaba a las criaturas atenta, como si planease una incursión.
- Creo que podré escalar hasta allí, aunque seré más lento que tú –añadió indicando la equipación de la elfa- Tendrás que subir primero.
Un agudo grito, como si de un alarido de guerra se tratase, resonó al otro lado del claro, indicando que había llegado el momento de actuar. Haciendo un silencioso gesto a Aylizz, llamó su atención. Tres segundos más tardé, con aquella mujer alejando a las bestias de barro en dirección opuesta a ellos, dio la señal de salida.
Abandonaron la protección del bosque al mismo tiempo. Aunque no podía verla, sabía que Aylizz corría paralela a él. Como era de esperar, el golem ante ellos apenas tardó un instante en despertar y salir de su letargo pero, como habían supuesto, fue incapaz de elegir un objetivo.
- ¡¿Qué hajes?! ¡Son intrujos! Ataca. ¡Atácalos! –la aguda voz de la “Reina” se dejó oír desde lo alto de la torre y Tarek agradeció que Aylizz hubiese descartado la idea de presentarse y saludar.
La mujer con la piel de ébano que había aguardado junto al otro individuo había alejado a la pareja de golems de su camino, pero el grito de su señora los hizo virar y enfocar sus esfuerzos hacia ellos; o quizás habían reaccionado a su cercanía a la torre. En cualquier caso, los tres monstruos de arcilla enfocaron sus esfuerzos en ellos. Por suerte, el primero con el que habían topado había vacilado lo suficiente para darles ventaja y los dos restantes se encontraban a cierta distancia de ellos.
Aylizz alcanzó primero el muro de la torre y él aprovechó los segundos de espera para iniciar la escalada, para observar a aquellos que habían ayudado, aun sin saberlo, a su incursión. Ambos parecían desprender éter, lo que le aseguró que no eran humanos. Simulando una reverencia, agradeció al hombre, que observaba desde el borde del bosque, su ayuda, antes de seguir presuroso los pasos de la rubia.
- ¡No! ¡No! ¡No! … -el agudo aullido de la “reina” roja resonaba desde lo alto la torre.
Tarek Inglorien
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Cohen continuó batiendo sus hierbas mientras escuchaba cómo aquella mujer extraña le tocaba la cabeza con su mano. Luego, con un grito que al vampiro pareció algo histérico, se introdujo en el círculo mágico sin previo aviso, en plan insensato.
La mezcla alquímica para la arcilla aún no estaba del todo preparada y Cohen vio cómo el objetivo de la mezcla se alejaba poco a poco en dirección a la mujer de piel oscura. Vio como astutamente se desplazaba alrededor del borde.
Cuando la mezcla estuvo preparada, la introdujo en el vial de cristal, pero para entonces, el golem estaba demasiado alejado cómo para lograr impactar en él.
Su atención fue entonces al otro lado del círculo, que lograba vislumbrar fácilmente gracias a su vista vampírica. Allí, algo parecía haber activado al tercer golem, pero sólo alcanzó a ver a otro impostor, distinguiendo claramente que era elfo.
Entonces decidió entrar en el círculo, corriendo desesperado en línea recta hacia la entrada de la misma. El golem más cercano no tardó en percatar su presencia y se dirigió directo a él cambiando su rumbo.
Cohen alzó entonces su mano y lanzó el vial en su dirección, haciendo que el cristal impactase sobre el pecho de aquel mole humanoide de arcilla. La mezcla se mezcló con ella y a medida de que se extendía, el gólem comenzaba a derretirse.
Lo único que no esperaba es que de su interior, surgiera una persona, que parecía totalmente desorientada. Una mujer elfa, de largo pelo moreno. ¿Cómo era aquello posible? ¿Había personas dentro de los golems de arcilla?
―¡Noooooooooo! ―se escuchó el grito en lo alto de la torre.
Al alzar la vista, Cohen pudo ver a la elfa histérica, asomada al vacío desde su balcón. Sus rasgos parecían realmente enfermos, con grandes ojos de una descomunal locura.
―¡Corre! ¡Márchate!
A pesar de las insistencias de Cohen hacia aquella mujer elfa que había brotado del interior del golem, parecía impactada, extrañada, inerte en vida.
El vampiro dirigió sus pasos hacia ella, al ver que los otros golems estaban al otro lado de la torre. Puso sus manos sobre ella y al iniciar el contacto sus ojos se dirigieron hacia él por primera vez. Entonces, comenzó a correr en dirección al bosque quedando el vampiro a solas.
Cuando quiso continuar su carrera, Cohen se dio cuenta de que sus pies no le obedecían. No podía caminar. Al mirar hacia abajo, vio cómo la arcilla comenzaba a rodear sus piernas, envolviéndole. El golem de arcilla comenzaba a formarse de nuevo, pero esta vez sería él quién quedara atrapado en su interior.
Al alzar la vista, notó cómo la roja boca de la elfa lunática se abría de nuevo, lanzando una aterradora risa en su dirección.
―El nuevo jirviente de la Reina de Middzgard ―expresó, mientras llevaba sus manos hacia sus viejos pechos, apretándolos con sus dedos, apresándolos con aparente gran excitación.
La mezcla alquímica para la arcilla aún no estaba del todo preparada y Cohen vio cómo el objetivo de la mezcla se alejaba poco a poco en dirección a la mujer de piel oscura. Vio como astutamente se desplazaba alrededor del borde.
Cuando la mezcla estuvo preparada, la introdujo en el vial de cristal, pero para entonces, el golem estaba demasiado alejado cómo para lograr impactar en él.
Su atención fue entonces al otro lado del círculo, que lograba vislumbrar fácilmente gracias a su vista vampírica. Allí, algo parecía haber activado al tercer golem, pero sólo alcanzó a ver a otro impostor, distinguiendo claramente que era elfo.
Entonces decidió entrar en el círculo, corriendo desesperado en línea recta hacia la entrada de la misma. El golem más cercano no tardó en percatar su presencia y se dirigió directo a él cambiando su rumbo.
Cohen alzó entonces su mano y lanzó el vial en su dirección, haciendo que el cristal impactase sobre el pecho de aquel mole humanoide de arcilla. La mezcla se mezcló con ella y a medida de que se extendía, el gólem comenzaba a derretirse.
Lo único que no esperaba es que de su interior, surgiera una persona, que parecía totalmente desorientada. Una mujer elfa, de largo pelo moreno. ¿Cómo era aquello posible? ¿Había personas dentro de los golems de arcilla?
―¡Noooooooooo! ―se escuchó el grito en lo alto de la torre.
Al alzar la vista, Cohen pudo ver a la elfa histérica, asomada al vacío desde su balcón. Sus rasgos parecían realmente enfermos, con grandes ojos de una descomunal locura.
―¡Corre! ¡Márchate!
A pesar de las insistencias de Cohen hacia aquella mujer elfa que había brotado del interior del golem, parecía impactada, extrañada, inerte en vida.
El vampiro dirigió sus pasos hacia ella, al ver que los otros golems estaban al otro lado de la torre. Puso sus manos sobre ella y al iniciar el contacto sus ojos se dirigieron hacia él por primera vez. Entonces, comenzó a correr en dirección al bosque quedando el vampiro a solas.
Cuando quiso continuar su carrera, Cohen se dio cuenta de que sus pies no le obedecían. No podía caminar. Al mirar hacia abajo, vio cómo la arcilla comenzaba a rodear sus piernas, envolviéndole. El golem de arcilla comenzaba a formarse de nuevo, pero esta vez sería él quién quedara atrapado en su interior.
Al alzar la vista, notó cómo la roja boca de la elfa lunática se abría de nuevo, lanzando una aterradora risa en su dirección.
―El nuevo jirviente de la Reina de Middzgard ―expresó, mientras llevaba sus manos hacia sus viejos pechos, apretándolos con sus dedos, apresándolos con aparente gran excitación.
Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Iniciado el ascenso en vertical por la pared, quiso cerciorarse, antes de haber llegado a media altura, de que Tarek no había encontrado mayor problema para alcanzar la torre. Sonrió satisfecha al ver que el elfo había llegado a enganchar la hoz de su arma a un hueco abierto entre los ladrillos. Sin embargo, antes de que pudiese ponerse a su altura, algo sucedió en el lado del círculo más próximo a él.
Desde su posición, la elfa alcanzaba a vislumbrar retazos de lo que ocurría. No obstante, no podía poner todos los huevos en la misma cesta y la atención que dedicaba a su compañero debía ser compartida con el Golem que aún quedaba a su espalda, ahora con un objetivo lo bastante visible e inmóvil para fijarlo en su trayectoria. Girando el cuerpo sobre sus talones, desvió la dirección de sus pasos del camino de subida para orientarla horizontalmente y avanzar alrededor de la pared hacia el peliblanco, hasta alcanzar a ver más clara la situación.
Un gesto de extrañeza, mezclado con sorpresa, sin abandonar la agitación, marcó el rostro de la elfa al descubrir al desconocido revolverse bajo un manto de arcilla que parecía tener intención de envolverlo. Una fugaz sensación de energía de luz llegó entonces desde el bosque, desvaneciéndose tan de repente como había aparecido. No obstante, si alcanzó a vislumbrar la sombra de una mujer perdiéndose entre los árboles. No comprendía lo que acababa de acontecer, pero sin pararse demasiado a analizar las evidencias, el joven necesitaba ayuda.
—¡Te cubro!— indicó con una voz a su compañero, indicando con una seña que fuese en su auxilio.
Él se encontraba más cerca del desconocido, ella del Golem que ya trataba de alcanzarla, lanzando manotazos hacia su altura. Antes de que la bestia de arcilla fijase como objetivo a su compañero, considerándolo más accesible, se deslizó un par de metros hacia abajo, antes de volver a clavar los pies en la pared y desviarse hacia el lado contrario. Si sus cuentas no eran erradas, aún quedaría una tercera mole. Debía alejar ambas de los dos varones, darles tiempo para zafarse de la transformación rocosa.
Se tomó un último momento para sopesar sus opciones, ganar altura o bajar de la pared y ser más rápida. Descartó la primera opción cuando la voz de la perturbadora -o perturbada- elfa se alzó de nuevo, alentando a la fiera constrictora. Se dejó caer hacia abajo al tiempo que el Golem que la acosaba lanzaba un nuevo manotazo al aire, tomando tierra antes de que volviese a bajar el brazo macizo. Arrancó a la carrera entonces, alejándose de Tarek y el extraño, no tardando en comprobar que la mentalidad de aquellas moles era simple, perjeguir a loj intrujoj, no cabía en ellas otro pensamiento.
Divisó el tercer gigante de arcilla hacia la mitad del círculo. Llevando la mirada hacia atrás un instante, sin dejar de correr, advirtió que ya no podía ver a los varones. Volvió la vista de nuevo al frente, confiada, ahora debía llamar su atención.
—¡Eh! ¡Pedazo de roca!— voceó, al tiempo que se agachaba ligeramente para alcanzar una piedra para seguidamente lanzársela al Golem.
Funcionó. Con un lento aunque abrupto movimiento, la bestia se volvió hacia ella, no tardando en iniciar la marcha. Ahora sólo tenía que esquivar sus intentos por tomarla entre sus enormes manos hasta que chocasen uno contra otro. Y en ello estaba, cuando la presencia de la mujer que antes acompañaba al desconocido se hizo sentir ahora entre los árboles más orillados a ese lado del círculo. Cuando tuvo un ángulo muerto en el que ninguno de los Golems podía alcanzarla, le dedicó un gesto en forma de saludo a la fémina, que más bien podía parecer una invitación a la fiesta.
Si tenía intención de intervenir, aquel resultaba un momento idóneo.
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Akanke jugaba con los golems y mientras mantuvo su atención, fue todo muy divertido. Pero de repente, ellos dejaron de perseguirla. No entendía qué podría estar pasando, si estaba dentro de su territorio ellos la seguían, si se salía, se quedaban quietos. Así había sido y así tendría que seguir siendo, por lo menos hasta que ella se aburriera. Pero aquella vez, en el momento en que la centáuride bípeda puso sus pies fuera del área de influencia de los entes, estos simplemente dieron media vuelta y se alejaron. ¡Se aburrieron antes que ella!
No, no era eso. Algo más había llamado la atención de los golems de barro rojo seco e iban a toda velocidad hacia el mismo punto. Akanke entró de nuevo a la zona de custodia de los entes, esta vez para perseguirlos a ellos.
Buscó con la mirada quién sería ahora la presa de los golems, ¿acaso el muchacho gracioso? Lo había dejado del otro lado de la torre y no era esa la dirección que ellos habían tomado. Muchas opciones pasaron por la cabeza de Akanke, pero ninguna de ellas incluía a una elfa saludándola con tanto entusiasmo. La Sacerdotisa del Templo de los Monos frenó en seco, desconfiando de lo que estaba ocurriendo. Por un instante creyó que podría ser una trampa, pero en su estómago sintió que no, que aquella mujer necesitaría ayuda. Y su estómago siempre tenía razón.
La centáuride dio un pequeño salto para tomar impulso y arrancó a correr hacia los golems. Cuando estuvo cerca, usó su báculo1 como una garrocha para saltar sobre uno de los golems y empujarlo con ambos pies, intentando hacerlo caer. Pero no contaba con que el barro rojo no estaba seco. La consistencia de este no era sólida y sus pies se enterraron en la masa arcillosa que componía el cuerpo del ente. No contento con esto, sintió como si la comenzara a jalar dentro de este, chupándola hacia el centro de la bestia. Viéndose atrapada, clavó la punta de lanza de su báculo en la espalda de la bestia para usarlo de palanca y zafar sus pies. Logró sacar uno, pero seguía atrapado por el otro. No podía poner su pie de nuevo en el cuerpo de la entidad, así que clavó su lanza, esta vez en el suelo, usando el mismo principio. Como el golem insistía en avanzar hacia la elfa y ella tiraba hacia el lado contrario, con dificultad y mucha fuerza de brazos, zafó su segundo pie y cayó al suelo. Desde allí, buscó la mirada de la elfa y le sonrió.
Un chillido se escuchó de lo alto de la torre -¿Qué ejtáj haciendo? ¡Atrápala! ¡Atrápala! ¡Que no je te ejcape la intruja!- vociferaba alguien en la cima de la torre. Haya sido la orden de aquella persona o el que aterrizara en él, Akanke volvió a tener la atención de uno de los golems.
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No, no era eso. Algo más había llamado la atención de los golems de barro rojo seco e iban a toda velocidad hacia el mismo punto. Akanke entró de nuevo a la zona de custodia de los entes, esta vez para perseguirlos a ellos.
Buscó con la mirada quién sería ahora la presa de los golems, ¿acaso el muchacho gracioso? Lo había dejado del otro lado de la torre y no era esa la dirección que ellos habían tomado. Muchas opciones pasaron por la cabeza de Akanke, pero ninguna de ellas incluía a una elfa saludándola con tanto entusiasmo. La Sacerdotisa del Templo de los Monos frenó en seco, desconfiando de lo que estaba ocurriendo. Por un instante creyó que podría ser una trampa, pero en su estómago sintió que no, que aquella mujer necesitaría ayuda. Y su estómago siempre tenía razón.
La centáuride dio un pequeño salto para tomar impulso y arrancó a correr hacia los golems. Cuando estuvo cerca, usó su báculo1 como una garrocha para saltar sobre uno de los golems y empujarlo con ambos pies, intentando hacerlo caer. Pero no contaba con que el barro rojo no estaba seco. La consistencia de este no era sólida y sus pies se enterraron en la masa arcillosa que componía el cuerpo del ente. No contento con esto, sintió como si la comenzara a jalar dentro de este, chupándola hacia el centro de la bestia. Viéndose atrapada, clavó la punta de lanza de su báculo en la espalda de la bestia para usarlo de palanca y zafar sus pies. Logró sacar uno, pero seguía atrapado por el otro. No podía poner su pie de nuevo en el cuerpo de la entidad, así que clavó su lanza, esta vez en el suelo, usando el mismo principio. Como el golem insistía en avanzar hacia la elfa y ella tiraba hacia el lado contrario, con dificultad y mucha fuerza de brazos, zafó su segundo pie y cayó al suelo. Desde allí, buscó la mirada de la elfa y le sonrió.
Un chillido se escuchó de lo alto de la torre -¿Qué ejtáj haciendo? ¡Atrápala! ¡Atrápala! ¡Que no je te ejcape la intruja!- vociferaba alguien en la cima de la torre. Haya sido la orden de aquella persona o el que aterrizara en él, Akanke volvió a tener la atención de uno de los golems.
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1Báculo [Arma de dos manos][Normal]
Akanke
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
A penas había ascendido un par de pasos por la pared de la torre cuando los acontecimientos en el claro parecieron precipitarse. Con estupefacción observó el cómo la mole de arcilla dejaba paso a una muy asustada elfa que, en cuanto se vio liberada de su prisión terrea, huyó hacia la linde del bosque, perdiéndose entre la oscuridad de los árboles. Pero aquello no fue lo más sorprendente o, para ser más exactos, lo más terrorífico de la escena. La sorpresa y el miedo quedaron patentes en el rostro del joven al que apenas unos minutos antes había saludado con sorna, que observaba estupefacto –al igual que el elfo- como la arcilla escalaba por sus piernas para aprisionarlo, en un burdo intento de volver a generar la figura del golem. Una cruel burla del destino que nadie se hubiese imaginado, o casi nadie, atendiendo a los enloquecidos gritos procedentes del alto de la torre.
- ¡Te cubro!
El grito de Aylizz lo devolvió a la realidad y a la amenaza del golem los había seguido hasta la pared de la torre. Aunque no tuvo que preocuparse por él, pues la rubia se encargó con presteza de apartarlo de él. Con el camino libre, descendió un par de metros para dejarse caer de forma segura a los pies de la torre, desde donde analizó la situación. Quedaban dos golem activos, lejos de su posición actual y con su atención puesta en otros objetivos, y ante él se empezaba a formar de nuevo el tercer guardián. Si no actuaba rápido, tendrían nuevamente tres enemigos a los que enfrentarse y un sinfín de posibilidades de acabar atrapados en la arcilla, pasando a formar parte de la guardia personal de aquella inestable soberana. Además, por mucho que quisiese negarlo, Tarek se sentía parcialmente responsable de aquel extraño giro de los acontecimientos. Al fin y al cabo, se había aprovechado de su involuntaria ayuda de aquel individuo para llegar hasta allí. Su idea solo había sido usarlos como distracción, nunca que saliesen afectados por sus acciones.
- Maldita sea… -masculló para sí.
La arcilla seguía su lento pero imparable ascenso y apenas tardaría unos minutos en rodear joven. Pero ¿qué hacer? Si tocaba al individuo corría el peligro de acabar como él, incapaz por lo tanto de ayudarle y convirtiéndose en un peligro para Aylizz. Una absurda idea relampagueó entonces en su mente y rezó a sus dioses para idea surgiese efecto. Desenvainó el arma desenganchando la hoz de la cadena y, poniéndose en pie, inició el movimiento para hacerla girar sobre su cabeza.
- ¡Eh, tú! –llamó al hombre semi-sepultado por la arcilla para que dirigiese hacia él su atención- Lo siento.
Tomando aire una última vez, comenzó a correr hacia él, mientras incrementaba la velocidad en el giro de la muñeca. Cuando se encontraba a escasos pasos del futuro golem, lanzó la cadena en horizontal, para que esta se enroscase en algún punto del tórax del tipo [1]. Aquello iba a dolerle. Tarek se había golpeado suficientes veces entrenando como para saber que aquello dolía. Pero estaba seguro de que preferiría el dolor a la eternidad atrapado dentro de una plasta de arcilla bajo las órdenes de una loca psicópata.
Sin parar de correr, superó al individuo y continuó un par de metros más, hasta notar que la cadena se tensaba en sus manos. En ese instante, frenó en seco y tiró con fuerza sobre su hombro del arma, inclinándose hacia adelante para imprimir más fuerza al movimiento. La cadena se tensó, mordiendo la piel de la palma de sus manos y, apenas una milésima de segundo después, en la que el tiempo pareció detenerse, la inercia de la carrera y el movimiento descendente hicieron que la resistencia inicial del otro cuerpo cediese. Con un desagradable sonido de succión, la escena pareció recuperar su movimiento, arrancando al joven de su posición estática. Perdido su punto de apoyo, Tarek se vio precipitado hacia el suelo. Sin soltar el arma, intentó contorsionarse lo suficiente como para no caer de bruces contra la yerma superficie del claro, enroscándose en el proceso con su propia arma. A su lado, notó el movimiento de un segundo cuerpo.
Al parecer su idea había funcionado. Solo esperaba que la arcilla no hubiese acompañado al joven que reposaba ahora junto a él y que seguía enroscado al extremo contrario de su arma. Entonces se preguntó cómo había atrapado la arcilla por primera vez a aquel individuo. ¿Le había salpicado de alguna manera?... o ¿se había desplazado? Con un lastimero gemido cerró los ojos un instante, para mentalizarse de que debía incorporarse y evaluar la situación antes de que fuese demasiado tarde.
- Dime, por favor, que ya no te estás convirtiendo en un muñeco de arcilla –suplicó al joven a su lado, mientras la voz sobre la torre continuaba con su estridente monólogo.
____- ¡Te cubro!
El grito de Aylizz lo devolvió a la realidad y a la amenaza del golem los había seguido hasta la pared de la torre. Aunque no tuvo que preocuparse por él, pues la rubia se encargó con presteza de apartarlo de él. Con el camino libre, descendió un par de metros para dejarse caer de forma segura a los pies de la torre, desde donde analizó la situación. Quedaban dos golem activos, lejos de su posición actual y con su atención puesta en otros objetivos, y ante él se empezaba a formar de nuevo el tercer guardián. Si no actuaba rápido, tendrían nuevamente tres enemigos a los que enfrentarse y un sinfín de posibilidades de acabar atrapados en la arcilla, pasando a formar parte de la guardia personal de aquella inestable soberana. Además, por mucho que quisiese negarlo, Tarek se sentía parcialmente responsable de aquel extraño giro de los acontecimientos. Al fin y al cabo, se había aprovechado de su involuntaria ayuda de aquel individuo para llegar hasta allí. Su idea solo había sido usarlos como distracción, nunca que saliesen afectados por sus acciones.
- Maldita sea… -masculló para sí.
La arcilla seguía su lento pero imparable ascenso y apenas tardaría unos minutos en rodear joven. Pero ¿qué hacer? Si tocaba al individuo corría el peligro de acabar como él, incapaz por lo tanto de ayudarle y convirtiéndose en un peligro para Aylizz. Una absurda idea relampagueó entonces en su mente y rezó a sus dioses para idea surgiese efecto. Desenvainó el arma desenganchando la hoz de la cadena y, poniéndose en pie, inició el movimiento para hacerla girar sobre su cabeza.
- ¡Eh, tú! –llamó al hombre semi-sepultado por la arcilla para que dirigiese hacia él su atención- Lo siento.
Tomando aire una última vez, comenzó a correr hacia él, mientras incrementaba la velocidad en el giro de la muñeca. Cuando se encontraba a escasos pasos del futuro golem, lanzó la cadena en horizontal, para que esta se enroscase en algún punto del tórax del tipo [1]. Aquello iba a dolerle. Tarek se había golpeado suficientes veces entrenando como para saber que aquello dolía. Pero estaba seguro de que preferiría el dolor a la eternidad atrapado dentro de una plasta de arcilla bajo las órdenes de una loca psicópata.
Sin parar de correr, superó al individuo y continuó un par de metros más, hasta notar que la cadena se tensaba en sus manos. En ese instante, frenó en seco y tiró con fuerza sobre su hombro del arma, inclinándose hacia adelante para imprimir más fuerza al movimiento. La cadena se tensó, mordiendo la piel de la palma de sus manos y, apenas una milésima de segundo después, en la que el tiempo pareció detenerse, la inercia de la carrera y el movimiento descendente hicieron que la resistencia inicial del otro cuerpo cediese. Con un desagradable sonido de succión, la escena pareció recuperar su movimiento, arrancando al joven de su posición estática. Perdido su punto de apoyo, Tarek se vio precipitado hacia el suelo. Sin soltar el arma, intentó contorsionarse lo suficiente como para no caer de bruces contra la yerma superficie del claro, enroscándose en el proceso con su propia arma. A su lado, notó el movimiento de un segundo cuerpo.
Al parecer su idea había funcionado. Solo esperaba que la arcilla no hubiese acompañado al joven que reposaba ahora junto a él y que seguía enroscado al extremo contrario de su arma. Entonces se preguntó cómo había atrapado la arcilla por primera vez a aquel individuo. ¿Le había salpicado de alguna manera?... o ¿se había desplazado? Con un lastimero gemido cerró los ojos un instante, para mentalizarse de que debía incorporarse y evaluar la situación antes de que fuese demasiado tarde.
- Dime, por favor, que ya no te estás convirtiendo en un muñeco de arcilla –suplicó al joven a su lado, mientras la voz sobre la torre continuaba con su estridente monólogo.
[1] Talento: combate con armas flexibles
Tarek Inglorien
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Cohen vio cómo la arcilla ascendía por sus piernas lentamente, pero a un ritmo regular. En lo alto de aquella torre, aquella elfa lunática continuaba observándole, mientras acariaba sus pechos.
Desesperado, lo intentó todo por avanzar, pero sus pies parecían anclados a un suelo arcilloso que parecía querer invadir su cuerpo.
Viendo como aquella mezcla casi llegaba ya a sus rodillas, el vampiro alzó la vista para contemplar al exótico hombre elfo que se acercaba, con intención algo intimidante.
Le dijo que lo sentía, pero Cohen no pudo contestar, pues su mirada se centraba en las cadenas que aquel bello adonis hacía balancear en sus manos. El vampiro pensó que era un aliado de aquella mujer desquiciada, al tratarse de un miembro de su misma raza. Pensó que quizás su muerte estaba cercana…
Vio la cadena volar en su dirección y cerró los ojos, sintiendo cómo éstas golpeaban con enorme fuerza su pecho. Tras el fuerte dolor, sentía cómo la arcilla ascendía ya por sus muslos.
Mientras le preocupaba que aquella molesta textura anaranjada llegase a sus hermosos testículos, sintió cómo la cadena que había golpeado su pecho giraba hacia atrás, notándose impulsado hacia atrás, retrocediendo unos pasos, sintiéndose libre.
Cayó al suelo por el impulso, notando cómo las cadenas habían dañado ligeramente su pecho.
―Dime, por favor, que ya no te estás convirtiendo en un muñeco de arcilla ―dijo el atractivo elfo, al que Cohen se permitió observar durante un breve segundo.
Llevó su mirada entonces a su cuerpo. Había logrado desprenderse de la masa de arcilla que había intentado engullirle, pero había perdido parte de su ropa en el camino. No había rastro alguno de sus zapatos ni de sus pantalones, que habían quedado en la mole de arcilla que continuaba formándose apenas a un metro de ellos. Bajo su cintura, Cohen sólo llevaba la prenda íntima que le había regalado el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] un par de semanas antes en Lunargenta.
―Creo que todo va bien―dijo, dando unos pasos atrás, sentado en el suelo, algo mareado por el fuerte impacto, y temeroso de que la masa de arcilla intentase absorberle de nuevo― Pensé que ella y tú…
El vampiro alzó la vista hacia la parte superior de la torre, dónde la elfa histérica continuaba berreando cómo un animal herido.
― ¿Qué ejtáj haciendo? ¡Atrápala! ¡Atrápala! ¡Que no je te ejcape la intruja! ―gritaba a las mujeres que estaban al otro lado de la torre.
Cohen se puso de pie cuándo vio que sobre la torre se producía una fuerte explosión de magia. Del cielo, caían numerosos proyectiles de arcilla, en forma de dildo, que impactaban con fuerza a su alrededor sin piedad.
―Intrujos, morirán aquí…
Desesperado, lo intentó todo por avanzar, pero sus pies parecían anclados a un suelo arcilloso que parecía querer invadir su cuerpo.
Viendo como aquella mezcla casi llegaba ya a sus rodillas, el vampiro alzó la vista para contemplar al exótico hombre elfo que se acercaba, con intención algo intimidante.
Le dijo que lo sentía, pero Cohen no pudo contestar, pues su mirada se centraba en las cadenas que aquel bello adonis hacía balancear en sus manos. El vampiro pensó que era un aliado de aquella mujer desquiciada, al tratarse de un miembro de su misma raza. Pensó que quizás su muerte estaba cercana…
Vio la cadena volar en su dirección y cerró los ojos, sintiendo cómo éstas golpeaban con enorme fuerza su pecho. Tras el fuerte dolor, sentía cómo la arcilla ascendía ya por sus muslos.
Mientras le preocupaba que aquella molesta textura anaranjada llegase a sus hermosos testículos, sintió cómo la cadena que había golpeado su pecho giraba hacia atrás, notándose impulsado hacia atrás, retrocediendo unos pasos, sintiéndose libre.
Cayó al suelo por el impulso, notando cómo las cadenas habían dañado ligeramente su pecho.
―Dime, por favor, que ya no te estás convirtiendo en un muñeco de arcilla ―dijo el atractivo elfo, al que Cohen se permitió observar durante un breve segundo.
Llevó su mirada entonces a su cuerpo. Había logrado desprenderse de la masa de arcilla que había intentado engullirle, pero había perdido parte de su ropa en el camino. No había rastro alguno de sus zapatos ni de sus pantalones, que habían quedado en la mole de arcilla que continuaba formándose apenas a un metro de ellos. Bajo su cintura, Cohen sólo llevaba la prenda íntima que le había regalado el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] un par de semanas antes en Lunargenta.
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―Creo que todo va bien―dijo, dando unos pasos atrás, sentado en el suelo, algo mareado por el fuerte impacto, y temeroso de que la masa de arcilla intentase absorberle de nuevo― Pensé que ella y tú…
El vampiro alzó la vista hacia la parte superior de la torre, dónde la elfa histérica continuaba berreando cómo un animal herido.
― ¿Qué ejtáj haciendo? ¡Atrápala! ¡Atrápala! ¡Que no je te ejcape la intruja! ―gritaba a las mujeres que estaban al otro lado de la torre.
Cohen se puso de pie cuándo vio que sobre la torre se producía una fuerte explosión de magia. Del cielo, caían numerosos proyectiles de arcilla, en forma de dildo, que impactaban con fuerza a su alrededor sin piedad.
―Intrujos, morirán aquí…
Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
La joven espectadora terminó por irrumpir en el círculo, captando estrepitosamente la atención de una de las dos moles de piedra que no daban tregua a la elfa. Sin embargo, el respiro que esperó poder tomarse se vio truncado desde el momento que la fémina pareció quedar atrapada entre las piernas de arcilla. Ya se había preparado para saltar sobre ella, para arrancarla del agarre, cuando aquellas robustas piernas de ébano se deshicieron de ello.
Encolerizada, la reina del drama que se apostaba en la torre de nuevo puso el grito en el cielo, que esta vez estuvo acompañado de un retumbar que rompió el cielo. Tardó unos momentos en comprender de dónde procedían los impactos que, de pronto, llegaban proyectados desde el aire a una fuerza que más les valía ponerse a cubierto.
Sin ser capaz de esquivar todos los golpes, las formas fálicas impactaban en su cuerpo, descomponiéndose al chocar con ello, esparciéndose en una explosión de arcilla. Cómo poco, aquello le dejaría coloridos ematomas. La visibilidad ahora se reducía, incapaz de alcanzar con la vista a Tarek o al desconocido. Resopló por la nariz, molesta, aquella broma empezaba a hacerse muy pesada. Con decisión, se plantó frente al Golem que aún trataba de alcanzarla a base de manotazos, manteniendo las distancias además de su atención, dando pasos alrededor de sí hasta posicionarse, de nuevo, cerca de la pared de la torre.
—El cazador cazado.— se dirigió hacia el gigante, con burla.
Bajo el pedazo de roca blandurria brotaron las raíces del suelo, que comenzaron a rodearlo y ascender por su cuerpo, bajo el control de la elfa¹, quién a su vez comenzaba a posar los pies sobre la pared. Aquel ser se retorcía y hacia deshacer parte de su cuerpo para tratar de hundir el agarre en la arcilla, más ella era rápida en la constricción, consiguiendo unir los grandes brazos al cuerpo y envolverlos hasta inmovilizarlo. Una vez lo tuvo bajo sus ataduras, atrajo el extremo de la raíz hasta sus manos y, al tiempo que trataba de ascender por la pared, usó todo el peso de su cuerpo para hacer palanca y tirar de las raíces.
Era inútil, no podía avanzar un paso más con aquella mole haciendo de anclaje al suelo. Y su ascenso no era el suficiente para lograr tumbar a la criatura contra la pared. No obstante, por el momento parecía que aguantaría bien sujeto, si de algo había servido tensar las raíces era la fuerza con la que ahora oprimían al ser de arcilla. Quizá no tendría otra oportunidad, por lo que sus plan fue volver al inicial, ascender hasta el hueco en la pared y colarse dentro. Si la enagenada estaba tan centrada en sus criaturas y las presas que trataban de alcanzar, podría contar con el factor sorpresa.
Con algo de esfuerzo, con los músculos ahora temblorosos por la fatiga tras la sobrefuerza empleada con el Golem, logró escabullirse y rodar por encima del marco de la rudimentaria ventana hasta el interior, un entrepiso que todavía distaba de la cima en varios metros. Allí dentro, las rocosas paredes amortiguaban los sonidos del enfrentamiento exterior. Se tomó un momento para recuperar el aliento, mientras echaba un vistazo al nivel en el que se encontraba. La escasa luz que la noche alumbraba por el ventanuco dejaba ver lo bastante, a sus ojos, para distinguir una pequeña estancia vacía, polvorienta y repleta de telarañas, con cascotes y pedazos de pared caídos. En la esquina donde, supuso, debería existir una escalera, se abría un hueco en el techo y del suelo sólo permanecían intactos dos peldaños.
Avanzó con cautela y sin apartar la mirada de piso superior, asomó ligeramente el rostro por la abertura. Parecía vacío, aunque al juzgar por los golpes sordos de pisadas, que llegaban hasta allí como un eco, se trataría de la altura inmediatamente inferior al balcón desde donde la elfa dirigía su paranoia.
Vale... ¿Y ahora? No... No había pensando qué hacer si conseguía llegar tan lejos.
¹ Uso de habilidad N0. Enraizar [mágica, 1 uso] Hace crecer raíces que envuelven al enemigo y lo inmovilizan durante 1 turno.
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Akanke estaba enojada con los gólems. Por algún motivo, la mujer bestia llegó a creer que ellos estaban jugando con ella voluntariamente, por lo que ahora estaban haciendo trampa. Cambiaban la consistencia de sus cuerpos, dejaban de seguir las reglas y además, ahora tenían a una líder que estaba en altura, con ventaja. ¡Así no eran las reglas del juego!
Un poderoso manotazo sacó a la no-centáuride de su pensamiento. Esquivándolo por poco, entendió por fin que no era un juego y que en realidad estaban en riesgo. En plural, porque la bonita elfa que le había saludado, ahora luchaba contra el otro ente, pero ella llevaba ventaja. Lo tenía amarrado. Akanke sonrió, ella también quería ganarle a su entidad.
Tomó su báculo con ambas manos, clavando la punta de lanza en el suelo, comenzó a rezar. Una energía azulada comenzó a arremolinarse al rededor de sus pies. La bonita elfa, que ahora se había colado dentro de la torre, también vería esa energía en aquel momento. -Laramt'ata1- pronunció y un destello de luz azul salió de sus ojos, activando la bendición de la Sacerdotisa sobre la elfa y si misma.
Sintiéndose un poco más segura ahora, comenzó a atacar al gólem con su báculo por el lado de la hoz. Golpeaba los brazos de la entidad cada vez que este le lanzaba un ataque, pero eso solo era suficiente para defenderse. Ella no avanzaba y él tampoco. Chasqueó la lengua y comenzó a atacarlo, en vez de defenderse. Giró su báculo sobre su cabeza, soltó el agarre cuando el arma giraba hacia atrás. Volvió a apretarlo cuando sintió que llegaba al extremo de lanza y el giro regresaba hacia adelante. Con el vuelo que ganó, lanzó el primer golpe en horizontal. Primero hacia la cabeza del gólem. El giro continuó, pero ahora ella giraba para darle más fuerza al golpe. El segundo, lo lanzó a los pies del ente. Acertó a la altura del tobillo izquierdo, su hoz se enganchó y lo jaló con fuerza. Haciéndole perder el equilibro, logró desestabilizarlo y caer hacia atrás.
Estaba a punto de consumar su victoria, cuando un objeto cayó al lado de ella. Seguido de otro, y otro. Una lluvia de densos bloques de arcilla cayó, pesadamente, sobre ella y el gólem. Vio cómo la mole absorbía la arcilla que caía sobre él, aumentando su tamaño. Este se removía, intentando levantarse. Esquivando la masa que caía, Akanke decidió que debía aprovechar la ventaja y decidió seguir a la elfa dentro de la torre.
Saltó por encima del gólem y corrió con toda la fuerza de sus piernas hacia la entrada. Cuando estuvo cerca, dio tres largas y poderosas zancadas, la última fue el impulso que necesitaba para dar un largo salto, dentro de la torre. Al caer, rodó sobre si misma hacia adelante. Se detuvo, apoyada en una rodilla. Alzó la mirada, se encontraba en un amplio salón, con roídas telas que caían desde el techo, antaño bellos estandartes de alguna casa nobiliaria. Candelabros cubiertos de telarañas, muebles arrumbados en los rincones y una oscuridad que se hacía más y más profunda a medida que la mujer avanzaba por el pasillo.
_________________________
Habilidad de nivel 1.- Laramt'ata [2 usos] Al pronunciar esa palabra, se activa la protección del tótem sobre el cuerpo de Akanke y los aliados que ella unja. Esta suerte de armadura mágica adicional, disminuye el daño por golpes, ayuda a la regulación térmica en caso de luchar en condiciones extremas y, de haberlos, mitiga los efectos de sustancias nocivas en el aire, por dos turnos.
Un poderoso manotazo sacó a la no-centáuride de su pensamiento. Esquivándolo por poco, entendió por fin que no era un juego y que en realidad estaban en riesgo. En plural, porque la bonita elfa que le había saludado, ahora luchaba contra el otro ente, pero ella llevaba ventaja. Lo tenía amarrado. Akanke sonrió, ella también quería ganarle a su entidad.
Tomó su báculo con ambas manos, clavando la punta de lanza en el suelo, comenzó a rezar. Una energía azulada comenzó a arremolinarse al rededor de sus pies. La bonita elfa, que ahora se había colado dentro de la torre, también vería esa energía en aquel momento. -Laramt'ata1- pronunció y un destello de luz azul salió de sus ojos, activando la bendición de la Sacerdotisa sobre la elfa y si misma.
Sintiéndose un poco más segura ahora, comenzó a atacar al gólem con su báculo por el lado de la hoz. Golpeaba los brazos de la entidad cada vez que este le lanzaba un ataque, pero eso solo era suficiente para defenderse. Ella no avanzaba y él tampoco. Chasqueó la lengua y comenzó a atacarlo, en vez de defenderse. Giró su báculo sobre su cabeza, soltó el agarre cuando el arma giraba hacia atrás. Volvió a apretarlo cuando sintió que llegaba al extremo de lanza y el giro regresaba hacia adelante. Con el vuelo que ganó, lanzó el primer golpe en horizontal. Primero hacia la cabeza del gólem. El giro continuó, pero ahora ella giraba para darle más fuerza al golpe. El segundo, lo lanzó a los pies del ente. Acertó a la altura del tobillo izquierdo, su hoz se enganchó y lo jaló con fuerza. Haciéndole perder el equilibro, logró desestabilizarlo y caer hacia atrás.
Estaba a punto de consumar su victoria, cuando un objeto cayó al lado de ella. Seguido de otro, y otro. Una lluvia de densos bloques de arcilla cayó, pesadamente, sobre ella y el gólem. Vio cómo la mole absorbía la arcilla que caía sobre él, aumentando su tamaño. Este se removía, intentando levantarse. Esquivando la masa que caía, Akanke decidió que debía aprovechar la ventaja y decidió seguir a la elfa dentro de la torre.
Saltó por encima del gólem y corrió con toda la fuerza de sus piernas hacia la entrada. Cuando estuvo cerca, dio tres largas y poderosas zancadas, la última fue el impulso que necesitaba para dar un largo salto, dentro de la torre. Al caer, rodó sobre si misma hacia adelante. Se detuvo, apoyada en una rodilla. Alzó la mirada, se encontraba en un amplio salón, con roídas telas que caían desde el techo, antaño bellos estandartes de alguna casa nobiliaria. Candelabros cubiertos de telarañas, muebles arrumbados en los rincones y una oscuridad que se hacía más y más profunda a medida que la mujer avanzaba por el pasillo.
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Habilidad de nivel 1.- Laramt'ata [2 usos] Al pronunciar esa palabra, se activa la protección del tótem sobre el cuerpo de Akanke y los aliados que ella unja. Esta suerte de armadura mágica adicional, disminuye el daño por golpes, ayuda a la regulación térmica en caso de luchar en condiciones extremas y, de haberlos, mitiga los efectos de sustancias nocivas en el aire, por dos turnos.
Akanke
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
“Creo que todo va bien. Pensé que ella y tú…” El elfo frunció el ceño, aún con los ojos cerrados y cubiertos por su antebrazo. ¿Ella y él? ¿Acaso aquel individuo había pensado que Aylizz y él se marcharían sin ayudarle? Entonces escuchó los berridos en lo alto de la torre y comprendió que la “ella” a la que se refería no era la rubia elfa, si no la maníaca dueña del lugar. Abriendo los ojos se incorporó, comenzando a desenroscar la cadena de su propio torso.
- No tenemos nada que ver con ella –le respondió, afanándose en su misión.
Cuando la cadena finalmente abandonó su cuerpo, alzó la vista para preguntar a su interlocutor por los posibles daños que podía haberle provocado al separarlo de la arcilla. Pero las palabras murieron en sus labios cuando observó con perplejidad su peculiar cambio de vestuario. El individuo acababa de ponerse en pie a su lado y dirigía su atención hacia lo alto de la fortaleza, por lo que la peculiar prenda interior que portaba entró directamente en la línea de visión del elfo. Alzando una ceja y apartando la mirada, se encogió de hombros. "Foráneos" pensó, mientras recogía el arma y la volvía a enfundar. No era como si nunca hubiese visto a otra persona, hombre o mujer, portando únicamente la ropa interior, al fin y al cabo, las misiones del clan dejaban a menudo poco espacio para la intimidad. Pero el repentino cambio y la peculiar prenda, poco apta para el combate, lo había cogido desprevenido.
Entonces escuchó el primer impacto a su izquierda y vio como una nueva masa de arcilla comenzaba a deslizarse por el suelo. Al primer impacto lo siguieron muchos otros y tardó poco en darse cuenta de lo que podía suceder si varias de aquellas informes masas de arcilla impactaban contra ellos y conseguía unirse entre sí. El silbido de un nuevo proyectil aproximándose sobre sus cabezas lo hizo reaccionar. Con un movimiento fluido, se puso en pie y agarrando al otro hombre por una de las muñecas, tiró de él hacia si para apartarlo de la trayectoria de la arcilla. Sin embargo, el flujo de proyectiles pareció intensificarse, por lo que, sin soltar el agarre, tiró de nuevo del hombre y lo arrastró hasta la base de la torre, donde las almenas de la estructura les aportarían cierta protección. Pegando su espalda al muro de la edificación empujó al individuo a una posición similar, bloqueando su movimiento con un brazo.
En el proceso pudo ver como Aylizz alcanzaba el otro extremo de la estructura y escalaba con rapidez el muro de la torre para perderse en su interior. Seguidamente, la alta mujer de piel color azabache entró en la edificación de un portentoso salto.
- Me llamo Tarek –comentó repentinamente. Quizás no fuese el mejor momento para presentarse, pero si tenía que colaborar con aquel individuo, bien podría hacerlo sabiendo cómo se llamaba.
La marcha de las dos féminas suponía una nueva dificultad en su situación. Los dos golem restantes solo tenían un objetivo en el que centrarse: ellos. Por otra parte, los proyectiles de arcilla habían comenzado a fusionarse entre sí y desplazarse. El elfo peliblanco temió que pronto alguna de aquellas informes criaturas los alcanzase para conseguir un nuevo huésped del que alimentarse.
Evaluó la situación. La ventana y la puerta se encontraban a la misma distancia de su posición y ambas presentaban el mismo número de problemas para escapar de aquel infierno de arcilla. Dirigió la vista a su compañero, cuyo rostro se encontraba a unos centímetros del suyo. Podía ayudarlo a llegar a la ventana, pero eso lo dejaría a él expuesto al ejército de arcilla de la maníaca de la torre, cuyos berridos todavía se escuchaban sobre el ruido que producía el barro al impactar contra el suelo. Pasar a formar parte de su ejército de esclavos no entraba en los planes del elfo.
Mirando hacia lo alto, apoyó la cabeza contra el muro. Solo había una opción de que ambos saliesen de aquella tesitura relativamente indemnes. Rezó para que Aylizz tuviese la misma idea que él en aquel momento. Agarrando de nuevo al individuo, enfiló sus pasos hacia la puerta, que se encontraba en lo alto de un tiro de escaleras que daba acceso al segundo piso de la torre.
- No tenemos nada que ver con ella –le respondió, afanándose en su misión.
Cuando la cadena finalmente abandonó su cuerpo, alzó la vista para preguntar a su interlocutor por los posibles daños que podía haberle provocado al separarlo de la arcilla. Pero las palabras murieron en sus labios cuando observó con perplejidad su peculiar cambio de vestuario. El individuo acababa de ponerse en pie a su lado y dirigía su atención hacia lo alto de la fortaleza, por lo que la peculiar prenda interior que portaba entró directamente en la línea de visión del elfo. Alzando una ceja y apartando la mirada, se encogió de hombros. "Foráneos" pensó, mientras recogía el arma y la volvía a enfundar. No era como si nunca hubiese visto a otra persona, hombre o mujer, portando únicamente la ropa interior, al fin y al cabo, las misiones del clan dejaban a menudo poco espacio para la intimidad. Pero el repentino cambio y la peculiar prenda, poco apta para el combate, lo había cogido desprevenido.
Entonces escuchó el primer impacto a su izquierda y vio como una nueva masa de arcilla comenzaba a deslizarse por el suelo. Al primer impacto lo siguieron muchos otros y tardó poco en darse cuenta de lo que podía suceder si varias de aquellas informes masas de arcilla impactaban contra ellos y conseguía unirse entre sí. El silbido de un nuevo proyectil aproximándose sobre sus cabezas lo hizo reaccionar. Con un movimiento fluido, se puso en pie y agarrando al otro hombre por una de las muñecas, tiró de él hacia si para apartarlo de la trayectoria de la arcilla. Sin embargo, el flujo de proyectiles pareció intensificarse, por lo que, sin soltar el agarre, tiró de nuevo del hombre y lo arrastró hasta la base de la torre, donde las almenas de la estructura les aportarían cierta protección. Pegando su espalda al muro de la edificación empujó al individuo a una posición similar, bloqueando su movimiento con un brazo.
En el proceso pudo ver como Aylizz alcanzaba el otro extremo de la estructura y escalaba con rapidez el muro de la torre para perderse en su interior. Seguidamente, la alta mujer de piel color azabache entró en la edificación de un portentoso salto.
- Me llamo Tarek –comentó repentinamente. Quizás no fuese el mejor momento para presentarse, pero si tenía que colaborar con aquel individuo, bien podría hacerlo sabiendo cómo se llamaba.
La marcha de las dos féminas suponía una nueva dificultad en su situación. Los dos golem restantes solo tenían un objetivo en el que centrarse: ellos. Por otra parte, los proyectiles de arcilla habían comenzado a fusionarse entre sí y desplazarse. El elfo peliblanco temió que pronto alguna de aquellas informes criaturas los alcanzase para conseguir un nuevo huésped del que alimentarse.
Evaluó la situación. La ventana y la puerta se encontraban a la misma distancia de su posición y ambas presentaban el mismo número de problemas para escapar de aquel infierno de arcilla. Dirigió la vista a su compañero, cuyo rostro se encontraba a unos centímetros del suyo. Podía ayudarlo a llegar a la ventana, pero eso lo dejaría a él expuesto al ejército de arcilla de la maníaca de la torre, cuyos berridos todavía se escuchaban sobre el ruido que producía el barro al impactar contra el suelo. Pasar a formar parte de su ejército de esclavos no entraba en los planes del elfo.
Mirando hacia lo alto, apoyó la cabeza contra el muro. Solo había una opción de que ambos saliesen de aquella tesitura relativamente indemnes. Rezó para que Aylizz tuviese la misma idea que él en aquel momento. Agarrando de nuevo al individuo, enfiló sus pasos hacia la puerta, que se encontraba en lo alto de un tiro de escaleras que daba acceso al segundo piso de la torre.
Tarek Inglorien
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Los numerosos proyectiles impactaban a su alrededor. Al caer sobre el suelo, éstos se movían lentamente, quizás deseando formar un nuevo golem allí mismo.
Antes de reaccionar, el atractivo elfo le tomó de una de las muñecas y le hizo apartarse rápidamente. En el lugar dónde había estado posicionado, un proyectil cayó con una fuerza que hubiera causado, sin duda, un grave impacto.
Fue arrastrado por el elfo hasta la protección de la muralla y de las almenas de la torre, sacándole de la zona de impacto, colocando una de sus firmes manos sobre su pecho.
El vampiro no pudo evitar mirar a aquel desconocido con cierto deseo, notando aquel contacto cercano, casi íntimo.
―Me llamo Tarek ―se presentó, mientras Cohen prestaba especial atención a cómo el hombre movía los labios. Imaginando cómo sabrían éstos, manchados de su sangre élfica…
―Cohen. Encantadísimo ―dijo, durante unos segundos en los que el mundo pareció no existir.
Pero el impacto causado por un proyectil que cayó cercano a sus pies, le hizo salir de aquel ensimismamiento erótico para volver a la realidad: la muerte de arcilla parecía rodearles.
Tarek le impulsó de nuevo hacia la entrada de la torre, que se encontraba tras unas escaleras de piedra. El edificio estaba en serias condiciones de abandono. Sin embargo, la puerta de madera había sido renovada, cerrada a cal y canto.
Al mirar atrás, vio cómo todos los proyectiles de arcilla que habían caído alrededor de la torre formaban un alto muro, rodeándola por completo desde todos los ángulos en las que la vista del vampiro llegaba a ver.
El muro avanzaba lentamente en dirección a la torre, cercándolos cada vez más, haciendo que la pared de arcilla se elevase poco a poco a medida que el círculo se hacía cada vez más pequeño en torno a ella.
El vampiro metió su mano en la bolsa de viaje que colgaba de su espalda. En su interior, distinguió rápidamente el brillante color rojizo de su fuego embotellado. Lo cogió con su mano derecha y tras apartar al elfo con la izquierda, lanzó el elixir que impactó rápidamente en la puerta.
Al romperse el vial de cristal, el fuego enclaustrado en su interior se propagó por la puerta, haciendo que las llamas la hicieran arder en cuestión de segundos. [1]
Al ser el edificio de piedra, las llamas quemarían sólo la puerta. En tan sólo un minuto, estaría totalmente chamuscada y de continuar anclada aún, su madera sería rápidamente rompible con un par de patadas… o con un pequeño empujoncito…
―¿Nos dará tiempo? ―preguntó a Tarek, mientras miraba de nuevo hacia el muro de arcilla, que ya apenas estaba a medio metro de ellos.
Al pasar el tiempo estipulado, el fuego había casi extinguido la puerta, dejando un hueco vacío que daba acceso al interior de aquella estructura.
El muro de arcilla estaba ya a escasos diez centímetros de ellos cuándo las llamas se extinguieron por completo. Cohen dejó al vampiro entrar primero al interior y con algo de miedo, pasó bajo el marco que segundos antes había ocupado la puerta. El contacto con alguna superficie calcinada podría provocar en él severos daños. Y él iba demasiado expuesto. De hecho, bajo su cintura sólo llevaba su fina prenda interior. El daño podría ser severo.
―Subamos. Debemos decidir cómo afrontar esta situación...
El muro de arcilla había llegado hasta la misma pared de la torre, comenzando a filtrarse en su interior a través del hueco de la puerta y por las ventanas de los pisos superiores, cayendo al nivel más bajo de la misma. Rodeados por el muro de arcilla, ahora la carrera por la supervivencia era hacia arriba.
______________________________________
[1] Fuego Embotellado (Elixir) (1 uso): Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable).
Antes de reaccionar, el atractivo elfo le tomó de una de las muñecas y le hizo apartarse rápidamente. En el lugar dónde había estado posicionado, un proyectil cayó con una fuerza que hubiera causado, sin duda, un grave impacto.
Fue arrastrado por el elfo hasta la protección de la muralla y de las almenas de la torre, sacándole de la zona de impacto, colocando una de sus firmes manos sobre su pecho.
El vampiro no pudo evitar mirar a aquel desconocido con cierto deseo, notando aquel contacto cercano, casi íntimo.
―Me llamo Tarek ―se presentó, mientras Cohen prestaba especial atención a cómo el hombre movía los labios. Imaginando cómo sabrían éstos, manchados de su sangre élfica…
―Cohen. Encantadísimo ―dijo, durante unos segundos en los que el mundo pareció no existir.
Pero el impacto causado por un proyectil que cayó cercano a sus pies, le hizo salir de aquel ensimismamiento erótico para volver a la realidad: la muerte de arcilla parecía rodearles.
Tarek le impulsó de nuevo hacia la entrada de la torre, que se encontraba tras unas escaleras de piedra. El edificio estaba en serias condiciones de abandono. Sin embargo, la puerta de madera había sido renovada, cerrada a cal y canto.
Al mirar atrás, vio cómo todos los proyectiles de arcilla que habían caído alrededor de la torre formaban un alto muro, rodeándola por completo desde todos los ángulos en las que la vista del vampiro llegaba a ver.
El muro avanzaba lentamente en dirección a la torre, cercándolos cada vez más, haciendo que la pared de arcilla se elevase poco a poco a medida que el círculo se hacía cada vez más pequeño en torno a ella.
El vampiro metió su mano en la bolsa de viaje que colgaba de su espalda. En su interior, distinguió rápidamente el brillante color rojizo de su fuego embotellado. Lo cogió con su mano derecha y tras apartar al elfo con la izquierda, lanzó el elixir que impactó rápidamente en la puerta.
Al romperse el vial de cristal, el fuego enclaustrado en su interior se propagó por la puerta, haciendo que las llamas la hicieran arder en cuestión de segundos. [1]
Al ser el edificio de piedra, las llamas quemarían sólo la puerta. En tan sólo un minuto, estaría totalmente chamuscada y de continuar anclada aún, su madera sería rápidamente rompible con un par de patadas… o con un pequeño empujoncito…
―¿Nos dará tiempo? ―preguntó a Tarek, mientras miraba de nuevo hacia el muro de arcilla, que ya apenas estaba a medio metro de ellos.
Al pasar el tiempo estipulado, el fuego había casi extinguido la puerta, dejando un hueco vacío que daba acceso al interior de aquella estructura.
El muro de arcilla estaba ya a escasos diez centímetros de ellos cuándo las llamas se extinguieron por completo. Cohen dejó al vampiro entrar primero al interior y con algo de miedo, pasó bajo el marco que segundos antes había ocupado la puerta. El contacto con alguna superficie calcinada podría provocar en él severos daños. Y él iba demasiado expuesto. De hecho, bajo su cintura sólo llevaba su fina prenda interior. El daño podría ser severo.
―Subamos. Debemos decidir cómo afrontar esta situación...
El muro de arcilla había llegado hasta la misma pared de la torre, comenzando a filtrarse en su interior a través del hueco de la puerta y por las ventanas de los pisos superiores, cayendo al nivel más bajo de la misma. Rodeados por el muro de arcilla, ahora la carrera por la supervivencia era hacia arriba.
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[1] Fuego Embotellado (Elixir) (1 uso): Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable).
Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
La claridad celeste que iluminó la estancia repentinamente despareció de igual forma, poco antes de que la luz de la luna se opacase, dando la sensación de que todo se oscurecía cada vez más. Desde la ventana pudo comprobar que el primer destello lo había causado la mujer oscura, quién parecía ser capaz de canalizar energía, éter, a través de su báculo.
«No... Una bruja no. Ahora no. Aquí no...» le suplicó mentalmente a sus Dioses.
No pudo reprimir un gesto que bailaba entre la sorpresa y el horror al comprender qué era aquello que trataba de hacer la noche más profunda cuando el barro comenzó a alzarse pared arriba. El muro de arcilla comenzaba a tomar altura, casi cubría el ventanuco y sin embargo, el retumbar del piso inferior apartó su mente de las preocupaciones provocadas por el creciente talud de lodo que trataba de sepultarlos. No perdió un instante en correr escaleras abajo, sintiendo que el corazón le daba un vuelco cuando encontró la puerta en llamas.
—Por los Dioses...— murmuró al no comprender cómo o de dónde había surgido el fuego. —¡Tarek! la preocupación se esfumó al distinguir al peliblanco entre las llamas.
Terminando de bajar los escalones que restaban, se apresuró a encontrarse con su compañero y asegurarse de que se mantenía en pie, frenando la marcha al ver que no entraba solo. A penas tuvo tiempo de reaccionar ante la aparición semidesnuda del muchacho antes de que un golpe seco y sordo sobre los tablones de su cabeza irrumpiera, aunque tampoco habría sabido qué decir.
—Espero que sea tu amiga...— se limitó a indicar, mientas volvía a las escaleras y asomaba hacia el piso superior.
Sintió cierto alivio al comprobar que no se trataba de una nueva y sorpresiva amenaza. No obstante, la importancia de la naturaleza de la mujer pasó a segundo plano cuando la arcilla dejó de volverse muro para escurrirse por cada recoveco de la torre.
—Arriba las escaleras terminan y esta perturbada intenta enterarnos aquí abajo...— se acercó a una de las paredes por las que escurría el lodo —Dudo que las botas de anclen bien en estas condiciones...— comentó en un murmullo, más para ella misma como un pensamiento en voz alta que para el grupo —Habrá que buscar una forma de atravesar el hueco en el techo para llegar hasta ella.
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Akanke estaba alerta, sabía que no había escapado del peligro. Escuchó voces y las siguió, estaban en el piso de abajo así que no podría ser la loca de la azotea. Se asomó con cautela y cuando vio a la elfa que la había saludado y al muchacho gracioso junto a otro elfo, salió por completo, dejándose ver por todos ellos.
Los observó detenidamente. Tenía el ceño fruncido y expresión de enojo, su expresión estándar cuando estaba confundida -¿Por qué encuero?- preguntó, notando la poca ropa del muchacho que había conocido primero, y que esa cosa escaso que le cubría sus vergüenzas, se transparentaba. ¡El edificio se les venía encima y ése estaba ahí tan fresco! No era precisamente el momento más apropiado para andar de exhibicionista. -¡Subiendo! ¡Rápido!- les apuró. De solo recordar cómo se sentía la arcilla reptando por su piel, sintió escalofríos. No estaba dispuesta a repetirse la experiencia.
Aquel pintoresco grupo se enfiló hacia el tercer piso de la torre. Akanke no sabía qué ocurriría si llegaban arriba, donde se encontraba la que estaba causando todo ese desastre. Mientras saltaba las escaleras de a dos, se lamentaba la decisión de haberse metido con los golems. Seguir su camino, eso es lo que debió hacer. Total, se duerme tan bien al fresco...
El tercer piso era incluso más sombrío que el anterior. Allí hubo esplendor, se notaba, pero décadas atrás. El tapiz roído de las paredes, los estandartes comidos por las polillas y la enorme cantidad de juguetes ajados que llenaba los estantes de aquel que claramente era el salón de juegos eran una triste evidencia de un pasado lustroso. Había títeres, peluches y muñecas, un mecedor de caballito, pelotas, manchadas por el constante uso. Akanke sintió escalofríos, aquel lugar era como mínimo, tenebroso.1
La mujer bestia se quedó petrificada en el lugar. Estaba segura que ése títere de leñador, con su hacita miniatura, se había movido.
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1Escenario autorizado por Cohen.
Los observó detenidamente. Tenía el ceño fruncido y expresión de enojo, su expresión estándar cuando estaba confundida -¿Por qué encuero?- preguntó, notando la poca ropa del muchacho que había conocido primero, y que esa cosa escaso que le cubría sus vergüenzas, se transparentaba. ¡El edificio se les venía encima y ése estaba ahí tan fresco! No era precisamente el momento más apropiado para andar de exhibicionista. -¡Subiendo! ¡Rápido!- les apuró. De solo recordar cómo se sentía la arcilla reptando por su piel, sintió escalofríos. No estaba dispuesta a repetirse la experiencia.
Aquel pintoresco grupo se enfiló hacia el tercer piso de la torre. Akanke no sabía qué ocurriría si llegaban arriba, donde se encontraba la que estaba causando todo ese desastre. Mientras saltaba las escaleras de a dos, se lamentaba la decisión de haberse metido con los golems. Seguir su camino, eso es lo que debió hacer. Total, se duerme tan bien al fresco...
El tercer piso era incluso más sombrío que el anterior. Allí hubo esplendor, se notaba, pero décadas atrás. El tapiz roído de las paredes, los estandartes comidos por las polillas y la enorme cantidad de juguetes ajados que llenaba los estantes de aquel que claramente era el salón de juegos eran una triste evidencia de un pasado lustroso. Había títeres, peluches y muñecas, un mecedor de caballito, pelotas, manchadas por el constante uso. Akanke sintió escalofríos, aquel lugar era como mínimo, tenebroso.1
La mujer bestia se quedó petrificada en el lugar. Estaba segura que ése títere de leñador, con su hacita miniatura, se había movido.
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1Escenario autorizado por Cohen.
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Se encontraban próximos a la puerta de la torre, cuando la arcilla se elevó a sus espaldas como una muralla móvil, que avanzaba sin descanso hacia su posición. Mirando una vez más atrás, rezó mentalmente para que la Aylizz no se hubiese topado con obstáculo alguno tras entrar en la torre y que en ese momento se dirigiese a abrir la puerta, para ponerse a salvo de aquella informe amenaza. Sin embargo, no fue necesario. Con un ligero empujón, el vampiro lo apartó de la entrada y, usando algún tipo de sustancia alquímica, prendió fuego a la rígida madera que les impedía el paso.
Tarek lo miró con curiosidad, mientras las llamas que consumían la madera, iluminaban su cara, provocando extrañas sombras, que definieron los perfiles de su rostro.
- ¿Nos dará tiempo? –el elfo se limitó a asentir. Si el fuego no se extinguía con suficiente celeridad, el mismo echaría la puerta abajo.
Su entrada en la torre no pudo ser más precipitada y, por un instante, el peliblanco temió que aquella masa informe penetrase en la estructura tras ellos. Pero, quizás por la acción del fuego mágico o por algún tipo de barrera ignota, el muro de arcilla se adosó a los marcos de la entrada, sin llegar a atravesarla, bloqueando la única vía de escape de la torre.
Cohen comentó algo a su espalda, pero el elfo, ensimismado en sus propios pensamientos, no se volvió hasta que otra voz conocida irrumpió en la estancia. Aylizz lo observaba con cierto alivio desde el tramo de escaleras que daban a la parte superior de la estructura. Tarek no pudo evitar sonreírle, dando unos pasos hacia ella, al ver que se encontraba sana y salva. El breve intercambio se vio, sin embargo, interrumpido por un sordo golpe en la estancia superior, causado por la abrupta entrada en la torre de la acompañante del vampiro.
La mujer, cuyo nombre seguía siéndole desconocido, encabezó la marcha por el siguiente tramo de escaleras. Tarek se detuvo un instante, hasta que Cohen se colocó a su altura. Sin pensárselo demasiado, desanudó la parte superior de su casaca, dejando a la vista una camiseta interior del mismo color negro. Tras alisar la prenda levemente, se la tendió al vampiro.
- Siento que no sea un pantalón, pero quizás puedas… atarlo de alguna manera –dirigió su mirada hacia la escalera, por donde la alta figura de la mujer de ébano y la melena rubia de Aylizz se perdían en la oscuridad- No creo que quiera sepultarnos en la torre. Creo que está intentando llevarnos hasta ella.
Dirigió de nuevo la visa hacia el vampiro y con un último asentimiento, enfiló escaleras arriba tras las mujeres, que se habían detenido en la entrada de una peculiar y perturbadora estancia.
Juguetes… cientos de juguetes, colocados por toda la estancia, abarrotando hasta la más mínima superficie de los muebles que la llenaban. Juguetes antiguos y ajados. Tarek se preguntó si serían de la perturbada que coronaba la torre o si habían estado allí mucho antes de su llegada. No parecían los juguetes de un niño elfo.
- Por casualidad no tendrás más fuego de ese instantáneo, ¿no? –preguntó al vampiro, sin apartar la vista del macabro espectáculo ante ellos, mientras avanzaba unos pasos más, hasta ponerse a la altura de Aylizz.
Entonces notó un punzante dolor en el tobillo derecho y, dirigiendo la vista a sus pies, vio una muñeca de porcelana, cuyas facciones imitaban el rostro de una niña humana. A excepción de la boca, que en aquel momento se abría con una amplitud antinatural, clavando sus afilados dientes en el tobillo del elfo.
- Qué demonios… -murmuró el peliblanco, entre asustado y pasmado.
Entonces la infernal criatura tornó sus cristalinos y artificiales ojos hacia él, ampliando todavía más su dentada sonrisa, ante de proceder a cerrar con más fuerza sus dientes sobre su pierna. Por instinto, el elfo agitó la extremidad con fuerza, provocando que la muñeca volase, describiendo un arco, hasta la pared más cercana, donde se estrelló con un crujido similar al de un vaso al romper.
Se agachó a comprobar los daños, pero por suerte, los dientes de aquel infernal juguete apenas habían arañado la superficie de su piel. Entonces escuchó de nuevo el vidrioso sonido y, al levantar la cabeza, observó como la destartalada muñeca volvía a incorporarse. Una miríada más de sonidos la acompañaron, cuando todos los juguetes de la habitación se giraron al unísono para mirarlos.
Tarek lo miró con curiosidad, mientras las llamas que consumían la madera, iluminaban su cara, provocando extrañas sombras, que definieron los perfiles de su rostro.
- ¿Nos dará tiempo? –el elfo se limitó a asentir. Si el fuego no se extinguía con suficiente celeridad, el mismo echaría la puerta abajo.
Su entrada en la torre no pudo ser más precipitada y, por un instante, el peliblanco temió que aquella masa informe penetrase en la estructura tras ellos. Pero, quizás por la acción del fuego mágico o por algún tipo de barrera ignota, el muro de arcilla se adosó a los marcos de la entrada, sin llegar a atravesarla, bloqueando la única vía de escape de la torre.
Cohen comentó algo a su espalda, pero el elfo, ensimismado en sus propios pensamientos, no se volvió hasta que otra voz conocida irrumpió en la estancia. Aylizz lo observaba con cierto alivio desde el tramo de escaleras que daban a la parte superior de la estructura. Tarek no pudo evitar sonreírle, dando unos pasos hacia ella, al ver que se encontraba sana y salva. El breve intercambio se vio, sin embargo, interrumpido por un sordo golpe en la estancia superior, causado por la abrupta entrada en la torre de la acompañante del vampiro.
La mujer, cuyo nombre seguía siéndole desconocido, encabezó la marcha por el siguiente tramo de escaleras. Tarek se detuvo un instante, hasta que Cohen se colocó a su altura. Sin pensárselo demasiado, desanudó la parte superior de su casaca, dejando a la vista una camiseta interior del mismo color negro. Tras alisar la prenda levemente, se la tendió al vampiro.
- Siento que no sea un pantalón, pero quizás puedas… atarlo de alguna manera –dirigió su mirada hacia la escalera, por donde la alta figura de la mujer de ébano y la melena rubia de Aylizz se perdían en la oscuridad- No creo que quiera sepultarnos en la torre. Creo que está intentando llevarnos hasta ella.
Dirigió de nuevo la visa hacia el vampiro y con un último asentimiento, enfiló escaleras arriba tras las mujeres, que se habían detenido en la entrada de una peculiar y perturbadora estancia.
Juguetes… cientos de juguetes, colocados por toda la estancia, abarrotando hasta la más mínima superficie de los muebles que la llenaban. Juguetes antiguos y ajados. Tarek se preguntó si serían de la perturbada que coronaba la torre o si habían estado allí mucho antes de su llegada. No parecían los juguetes de un niño elfo.
- Por casualidad no tendrás más fuego de ese instantáneo, ¿no? –preguntó al vampiro, sin apartar la vista del macabro espectáculo ante ellos, mientras avanzaba unos pasos más, hasta ponerse a la altura de Aylizz.
Entonces notó un punzante dolor en el tobillo derecho y, dirigiendo la vista a sus pies, vio una muñeca de porcelana, cuyas facciones imitaban el rostro de una niña humana. A excepción de la boca, que en aquel momento se abría con una amplitud antinatural, clavando sus afilados dientes en el tobillo del elfo.
- Qué demonios… -murmuró el peliblanco, entre asustado y pasmado.
Entonces la infernal criatura tornó sus cristalinos y artificiales ojos hacia él, ampliando todavía más su dentada sonrisa, ante de proceder a cerrar con más fuerza sus dientes sobre su pierna. Por instinto, el elfo agitó la extremidad con fuerza, provocando que la muñeca volase, describiendo un arco, hasta la pared más cercana, donde se estrelló con un crujido similar al de un vaso al romper.
Se agachó a comprobar los daños, pero por suerte, los dientes de aquel infernal juguete apenas habían arañado la superficie de su piel. Entonces escuchó de nuevo el vidrioso sonido y, al levantar la cabeza, observó como la destartalada muñeca volvía a incorporarse. Una miríada más de sonidos la acompañaron, cuando todos los juguetes de la habitación se giraron al unísono para mirarlos.
Tarek Inglorien
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Tras encontrarnos con la elfa, que había acudido al encuentro de su compañero, los tres continuaron hacia arriba. En mitad del siguiente tramo de escaleras, la mujer de ébano apareció abruptamente y todos continuaron subiendo.
Cohen tardó unos segundos en seguirles, tras echar una última mirada hacia abajo. La arcilla que entraba en el edificio por todas las ventana y aberturas de la torre continuaban cayendo en la planta más baja. En ese corto periodo de tiempo, la arcilla ya había cubierto la mitad de la planta inferior. Si continuaba así, pronto cubriría la mitad de la torre.
Al continuar ascendiendo casi choca con el atractivo elfo, que se había desprendido de su casaca para ofrecerla para tapar sus partes más íntimas. No sabía a ciencia cierta que problemas tenían todos con la desnudez, pero recibió la prenda, asintiendo, mientras se tapaba con ella su ropa más íntima.
Al llegar al tercer nivel, alzó la mirada hacia arriba. Justo en la planta superior, se encontraba aquella lunática elfa. Tan sólo un techo les separaba de ese personaje que había puesto sus vidas en peligro sin ninguna razón aparente.
Tarek le preguntó si tenía más Fuego Embotellado. Cohen lo dudaba, aunque hizo intención de buscar en su bolsa. Quizás tendría alguna otra cosa…
Antes de proceder, concentró su mirada en los numerosos juguetes infantiles que se extendían por toda aquella estancia.
―Perturbador…
En ese momento, vio cómo todos aquellos juguetes se movían lentamente, dirigiendo sus miradas hacia ellos. La risa de la elfa lunática se escuchó en la planta superior.
―Intrujos, no debisteis pajar a mi torre… Vais a morir… y la arjilla jigue jubiendo…
El vampiro echó una nueva mirada escaleras abajo. El nivel del mar de arcilla iba ascendiendo, a ritmo rápido y regular.
Los muñecos se pusieron de pie y caminaron hacia ellos. Rodeándoles, se acercaban lentamente, amenazantes.
Cohen se preguntó si debía usar su magia, pero ésta indudablemente afectaría a las personas que estaban con él igualmente, por lo que no la veía útil en este caso. Su única opción era combatir con su daga a aquellas criaturas.
Desenvainó su arma. Cuándo volvió a elevar la vista, vio cómo una de aquellas criaturas se desplegaba en el aire, en su dirección. Cohen movió rápidamente el brazo, intentando que la daga impactase en el siniestro muñeco que le acechaba, pero cortó el aire, ya que éste había logrado precipitarse ya sobre su cuerpo. Sintió sus afilados dientes en su cuello, haciéndole sangrar.
Llevó su mano libre hacia aquel horrible ser y lo separó de sí, lanzándole contra el muro, mientras notaba cómo dos nuevos juguetes se aferraban a sus piernas desnudas.
En ese momento, agradeció el gesto del hombre elfo de prestarle su casaca, impidiéndole acceder a aquellos seres a sus partes más íntimas. Pataleó para deshacerse de estos nuevos seres, mientras sentía cómo otros nuevos se abalanzaban sobre él.
El vampiro contuvo el aliento, mientras las numerosas heridas de mordidas aumentaban en su cuerpo. Notaba cómo el grito de tormento deseaba por salir para apartar a esas criaturas. Bajo sus pies, en la planta de abajo, la arcilla continuaba ascendiendo.
Aproximándose a una de las paredes, con una de esos horribles juguetes en la mano, clavó su daga en su interior, destrozándolo por completo, haciendo que todo resto de vida en el muñeco llegase a su fin.
Cohen tardó unos segundos en seguirles, tras echar una última mirada hacia abajo. La arcilla que entraba en el edificio por todas las ventana y aberturas de la torre continuaban cayendo en la planta más baja. En ese corto periodo de tiempo, la arcilla ya había cubierto la mitad de la planta inferior. Si continuaba así, pronto cubriría la mitad de la torre.
Al continuar ascendiendo casi choca con el atractivo elfo, que se había desprendido de su casaca para ofrecerla para tapar sus partes más íntimas. No sabía a ciencia cierta que problemas tenían todos con la desnudez, pero recibió la prenda, asintiendo, mientras se tapaba con ella su ropa más íntima.
Al llegar al tercer nivel, alzó la mirada hacia arriba. Justo en la planta superior, se encontraba aquella lunática elfa. Tan sólo un techo les separaba de ese personaje que había puesto sus vidas en peligro sin ninguna razón aparente.
Tarek le preguntó si tenía más Fuego Embotellado. Cohen lo dudaba, aunque hizo intención de buscar en su bolsa. Quizás tendría alguna otra cosa…
Antes de proceder, concentró su mirada en los numerosos juguetes infantiles que se extendían por toda aquella estancia.
―Perturbador…
En ese momento, vio cómo todos aquellos juguetes se movían lentamente, dirigiendo sus miradas hacia ellos. La risa de la elfa lunática se escuchó en la planta superior.
―Intrujos, no debisteis pajar a mi torre… Vais a morir… y la arjilla jigue jubiendo…
El vampiro echó una nueva mirada escaleras abajo. El nivel del mar de arcilla iba ascendiendo, a ritmo rápido y regular.
Los muñecos se pusieron de pie y caminaron hacia ellos. Rodeándoles, se acercaban lentamente, amenazantes.
Cohen se preguntó si debía usar su magia, pero ésta indudablemente afectaría a las personas que estaban con él igualmente, por lo que no la veía útil en este caso. Su única opción era combatir con su daga a aquellas criaturas.
Desenvainó su arma. Cuándo volvió a elevar la vista, vio cómo una de aquellas criaturas se desplegaba en el aire, en su dirección. Cohen movió rápidamente el brazo, intentando que la daga impactase en el siniestro muñeco que le acechaba, pero cortó el aire, ya que éste había logrado precipitarse ya sobre su cuerpo. Sintió sus afilados dientes en su cuello, haciéndole sangrar.
Llevó su mano libre hacia aquel horrible ser y lo separó de sí, lanzándole contra el muro, mientras notaba cómo dos nuevos juguetes se aferraban a sus piernas desnudas.
En ese momento, agradeció el gesto del hombre elfo de prestarle su casaca, impidiéndole acceder a aquellos seres a sus partes más íntimas. Pataleó para deshacerse de estos nuevos seres, mientras sentía cómo otros nuevos se abalanzaban sobre él.
El vampiro contuvo el aliento, mientras las numerosas heridas de mordidas aumentaban en su cuerpo. Notaba cómo el grito de tormento deseaba por salir para apartar a esas criaturas. Bajo sus pies, en la planta de abajo, la arcilla continuaba ascendiendo.
Aproximándose a una de las paredes, con una de esos horribles juguetes en la mano, clavó su daga en su interior, destrozándolo por completo, haciendo que todo resto de vida en el muñeco llegase a su fin.
Cohen
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