La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Aquella habitación le pareció un espejismo, una visión provocada por la perturbada mente de la elfa que coronaba el torreón, aunque abandonó aquella consideración cuando los muñecos endemoniados cobraron vida.
Tuvo poco tiempo para pensar, además del que tardó en reaccionar aún cuando las primeras fauces de madera en miniatura alcanzaron la pierna del joven desconocido. Como él, echó mano de su daga en un acto reflejo, al tiempo que se disponía a dar la primera zancada hacia el chico con la intención de quitarle de encima las siguientes marionetas. Sin embargo, los dientes de un pequeño cocodrilo de madera, propulsado a causa de su mecanismo de cuerda, descontrolado por el reborde de una estantería tras ella, alcanzó su nuca y le frenó el arranque en un latigazo de dolor que recorrió toda su espalda.
Como un resorte, su brazo reaccionó llevando el arma hacia atrás y la clavó en el artilugio, lanzándolo contra la pared al arrancarla de cuajo. Notó la piel desgarrarse cuando lo arrancó y las astillas de la madera pinchar al romperse. Resopló dolorida y molesta, maldiciendo mentalmente el momento en que le había parecido oportuno explorar. Aún así, volvió de nuevo su atención al muchacho, que para entonces se revolvía de pie, frente a la pared, envuelto en pequeñas alimañas. Alcanzó a destrozar una, pero su cuerpo desnudo resultaba ser la presa perfecta y las demás no parecieron inmutarse en absoluto. Tenían una misión, a toda costa.
Sin tratar de avanzar esta vez, alzó la mano en la dirección del desconocido y del suelo brotó una enredadera de tallo robusto que, con tanta rapidez como delicadeza, se deslizó por la piel del chico, desde los pies hasta el cuello, sorteando concienzudamente cada juguete. Cuando lo hubo cubierto, la elfa apretó el puño en el aire y de la hiedra crecieron, en un instante, las agujas de espino que atravesaron a las pequeñas criaturas, dejándolas inservibles¹.
Notar molestias en la punta de los pies le hizo bajar la mirada al suelo, para descubrir otras dos muñecas tratando de abrirle agujeros en las botas con incesantes arañazos. Con un fuerte pisotón al suelo, las hizo desmontar de su empeine, con una patada mando a una contra la pared y al dejar caer su pie de nuevo al suelo, aplastó a la otra.
«Esto va mal. Y empeorando.»
La piscina de lodo no tardaría en rebasar el piso inferior, desde la boca de las escaleras apenas alcanzaban a verse ya dos o tres escalones. En breve comenzarían a chapotear en barro.
—¡La cama!— indicó alzando la voz, al tiempo que se movió ágilmente hasta el cabecero y comenzó a separarlo de la pared —Tratemos de bloquear el hueco de la escalera, al menos ganaremos algo de tiempo.
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¹ Habilidad N1: A cubierto [mágica, 1 uso]: Puedo envolver mi cuerpo o el de un aliado con espino, que actúa como armadura durante 1 turno. Lo uso sobre Cohen
Recordatorio: durante este turno, todavía me dura el escudo del hechizo de Akanke.
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Y sí, sí se había movido. El leñadorcito y su hachita pronto estuvieron intentando atacar los tobillos de Akanke, quien saltaba sobre un pie y otro, esquivando los hachazos. Tras ese, otros títeres intentaron atacarla, pero ella los barría con la parte en hoz de su báculo. Mantenía los que atacaban por el piso a raya, pero no vio venir los títeres que saltaron sobre ella, tratando de lazarla. Uno tuvo suerte y cayó sobre su espalda, pudiendo así pasar una de sus cuerdas al rededor del cuello de la bestial.
Sintió cómo le cortaba la piel y sangre comenzó a salir de la herida, además del aire que le comenzó a faltar. Soltó su báculo y comenzó a luchar para zafarse del firme agarre del títere y los que atacaban por abajo aprovecharon que quedó desarmada para atacar sus piernas y escalar por ellas. Akanke se agitaba, pateando para deshacerse de los muñecos que subían por su cuerpo, mientras trataba de agarrar la cuerda que le cortaba el cuello, pero los dedos se le resbalaban con la sangre.
Dándose cuenta que estaba siendo sobrepasada, retrocedió rápidamente hasta estrellarse de espaldas contra la pared. Golpeó una y otra vez, hasta que el títere que estaba en su espalda se soltó y así pudo librarse de ser ahorcada. Lo agarró, un bracito con cada mano y tiró de ellos hasta arrancárselos del cuerpo. Después lidió con los trepadores, lanzándolos lejos a punta de manotazos.
Pateaba a uno que se le acercó, cuando la elfa les recordó la situación de la arcilla que subía rápidamente por las escaleras. Fue con ella hasta la cama y, una vez lograron separar la cabecera de la pared, Akanke la empujó rápidamente, impulsada por potencia de la la fuerza equina de sus piernas. -¡Subiendo rápido!- exclamó, recogiendo su báculo del piso. Se puso a la cabeza del grupo para barrer con la hoz a todos los muñecos que se atravesaban.
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Tirada del 6 de septiembre
Sintió cómo le cortaba la piel y sangre comenzó a salir de la herida, además del aire que le comenzó a faltar. Soltó su báculo y comenzó a luchar para zafarse del firme agarre del títere y los que atacaban por abajo aprovecharon que quedó desarmada para atacar sus piernas y escalar por ellas. Akanke se agitaba, pateando para deshacerse de los muñecos que subían por su cuerpo, mientras trataba de agarrar la cuerda que le cortaba el cuello, pero los dedos se le resbalaban con la sangre.
Dándose cuenta que estaba siendo sobrepasada, retrocedió rápidamente hasta estrellarse de espaldas contra la pared. Golpeó una y otra vez, hasta que el títere que estaba en su espalda se soltó y así pudo librarse de ser ahorcada. Lo agarró, un bracito con cada mano y tiró de ellos hasta arrancárselos del cuerpo. Después lidió con los trepadores, lanzándolos lejos a punta de manotazos.
Pateaba a uno que se le acercó, cuando la elfa les recordó la situación de la arcilla que subía rápidamente por las escaleras. Fue con ella hasta la cama y, una vez lograron separar la cabecera de la pared, Akanke la empujó rápidamente, impulsada por potencia de la la fuerza equina de sus piernas. -¡Subiendo rápido!- exclamó, recogiendo su báculo del piso. Se puso a la cabeza del grupo para barrer con la hoz a todos los muñecos que se atravesaban.
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Tirada del 6 de septiembre
Última edición por Akanke el Mar Sep 06 2022, 23:00, editado 1 vez
Akanke
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
La habitación en la que se encontraban se convirtió en un auténtico pandemónium. Los juguetes animados se les echaron encima, en algunos casos, como con Cohen, de forma bastante literal. A su lado Aylizz y la otra mujer intentaron tomar medidas a la desesperada, bloqueando el tiro de escaleras para evitar el ascenso de la arcilla. Pero aquello no serviría por mucho tiempo, por no hablar de las pequeñas figuras que tan afanosamente se desvivían en infringirles el mayor dolor posible.
Tarek se sacó algunos muñecos más de encima, espantándolos como a mosquitos y retrocediendo, en la medida de lo posible hacia una pared cercana. Si conseguía ponerse de espaldas a la pared, tendría un punto ciego menos del que preocuparse. Sin embargo, aquella estrategia también los dividiría… y los muñecos, aún a pesar de los golpes, no parecían dejar de volver a levantarse.
Notó un corte a la altura del cuello, cerca de la yugular. Las pequeñas alimañas no iban a hacer daño, iban a matar. Lanzando el peluche con forma de gato lejos de él, miró hacia arriba, donde la inquieta figura de la “reina” no dejaba de pasearse de un lado a otro, probablemente disfrutando del espectáculo. Entonces se le ocurrió una idea terriblemente absurda.
- ¡Oh, Reina de Midgar! ¡Señora de la alta torre! –gritó, dirigiéndose a ella. Instantes después los pasos cesaron- Hemos venido a rendirte pleitesía. Pues tu… grandeza y misericordia son conocidas más allá de estas tierras. ¿Acaso te hemos ofendido de alguna manera para merecer este cruel castigo?
Todo en la sala pareció detenerse y los vidriosos ojos de los muñecos se centraron repentinamente en él, provocando grotescas contorsiones en los juguetes. Parecía como si la señora de la torre pudiese ver a través de todos ellos.
- ¿Habéis venido a vijitarme?
- Así es. Somos elfos de las regiones del sur y, cuando llegaron noticias sobre la gran monarca Gwendolyn Flogoprofen, moradora y regente de Midgar, no pudimos si no venir al norte, a conoceros.
Un tenso silencio se instaló en la torre. Incluso la arcilla parecía haber detenido su avance unos instantes y la quietud solo se veía interrumpida ocasionalmente por el movimiento involuntario de algún muñeco a cuerda, cuyos engranajes se activaban.
- Dime, ¿tú cual erej?
- ¿Disculpe? –la pregunta cogió desprevenido al peliblanco y la inconformidad de la elfa en lo alto de la torre fue patente, cuando algunos de los muñecos se desplazaron hacia ellos de nuevo.
- ¿Qué cual erej? –preguntó, impaciente- De los que vinijteij. ¿Cuál de elloj erej?
- El de cabellos blancos, mi señora –se apresuró a responder.
- ¡El muchacho exjótico! –Tarek enarcó una ceja ante el comentario, pero no dijo nada- Por qué no jubes a hajerme compañía. Ejtoy jegura de que podemos divertirnos un rato –el tono sugerente de su voz hizo que al elfo se le revolviese el estómago- Vamoj, no jeas tímido.
- Yo... –se quedó sin palabras, sin saber qué decir, en medio de aquella habitación plagada de muñecos psicópatas y con la amenaza de la arcilla bajo sus pies. Sabía que una negativa traería consecuencias terribles sobre ellos, pero subir solo, junto a aquella depravada criatura, no era una opción.
Giró la cabeza a su izquierda y su verde mirada se cruzó con los grises ojos de Cohen. En su rostro se dibujó un rictus de desesperación y sin emitir sonido articuló una única silenciosa palabra: ayúdame.
Tarek se sacó algunos muñecos más de encima, espantándolos como a mosquitos y retrocediendo, en la medida de lo posible hacia una pared cercana. Si conseguía ponerse de espaldas a la pared, tendría un punto ciego menos del que preocuparse. Sin embargo, aquella estrategia también los dividiría… y los muñecos, aún a pesar de los golpes, no parecían dejar de volver a levantarse.
Notó un corte a la altura del cuello, cerca de la yugular. Las pequeñas alimañas no iban a hacer daño, iban a matar. Lanzando el peluche con forma de gato lejos de él, miró hacia arriba, donde la inquieta figura de la “reina” no dejaba de pasearse de un lado a otro, probablemente disfrutando del espectáculo. Entonces se le ocurrió una idea terriblemente absurda.
- ¡Oh, Reina de Midgar! ¡Señora de la alta torre! –gritó, dirigiéndose a ella. Instantes después los pasos cesaron- Hemos venido a rendirte pleitesía. Pues tu… grandeza y misericordia son conocidas más allá de estas tierras. ¿Acaso te hemos ofendido de alguna manera para merecer este cruel castigo?
Todo en la sala pareció detenerse y los vidriosos ojos de los muñecos se centraron repentinamente en él, provocando grotescas contorsiones en los juguetes. Parecía como si la señora de la torre pudiese ver a través de todos ellos.
- ¿Habéis venido a vijitarme?
- Así es. Somos elfos de las regiones del sur y, cuando llegaron noticias sobre la gran monarca Gwendolyn Flogoprofen, moradora y regente de Midgar, no pudimos si no venir al norte, a conoceros.
Un tenso silencio se instaló en la torre. Incluso la arcilla parecía haber detenido su avance unos instantes y la quietud solo se veía interrumpida ocasionalmente por el movimiento involuntario de algún muñeco a cuerda, cuyos engranajes se activaban.
- Dime, ¿tú cual erej?
- ¿Disculpe? –la pregunta cogió desprevenido al peliblanco y la inconformidad de la elfa en lo alto de la torre fue patente, cuando algunos de los muñecos se desplazaron hacia ellos de nuevo.
- ¿Qué cual erej? –preguntó, impaciente- De los que vinijteij. ¿Cuál de elloj erej?
- El de cabellos blancos, mi señora –se apresuró a responder.
- ¡El muchacho exjótico! –Tarek enarcó una ceja ante el comentario, pero no dijo nada- Por qué no jubes a hajerme compañía. Ejtoy jegura de que podemos divertirnos un rato –el tono sugerente de su voz hizo que al elfo se le revolviese el estómago- Vamoj, no jeas tímido.
- Yo... –se quedó sin palabras, sin saber qué decir, en medio de aquella habitación plagada de muñecos psicópatas y con la amenaza de la arcilla bajo sus pies. Sabía que una negativa traería consecuencias terribles sobre ellos, pero subir solo, junto a aquella depravada criatura, no era una opción.
Giró la cabeza a su izquierda y su verde mirada se cruzó con los grises ojos de Cohen. En su rostro se dibujó un rictus de desesperación y sin emitir sonido articuló una única silenciosa palabra: ayúdame.
Tarek Inglorien
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Mientras aquellos muñecos le atacaban, el vampiro estaba rodeado de una especie de planta de la cual surgieron unas afiladas púas. En los primeros segundos, pensó que aquello era obra de aquella lunática, aunque luego se dio cuenta de que era la mujer elfa del grupo quién estaba protegiéndolo del ataque de esas criaturas.
Los actos se precipitaron rápidamente y cuándo parecía que iban a quedar atrapados entre la elfa loca, el mar de arcilla que crecía bajo ellos y aquellos terribles muñecos, las palabras de Tarek parecieron calmar a la Reina de Midgard.
La demente conversación que sucedió a continuación le dejó tan paralizado cómo los terribles hechos que en esa torre habían sucedido. Aquella loca quería que Tarek fuese… su nuevo juguetito. El hombre elfo le pedía ayuda en silencio, quizás sin saber qué hacer.
Tanto la mujer elfa cómo la mujer de ébano habían colocado la cama de la habitación en la posición idónea para ascender a la planta superior. Todo parecía paralizado allí, quizás esperando una pronta respuesta por parte del elfo.
Tras analizar la situación en aquel inquietante silencio, Cohen se quitó la casaca del elfo que rodeaba su zona genital y su ropa interior sexy. Quitándose esta prenda y quedando su miembro totalmente expuesto a aquellos desconocidos, lanzó, con gran pesar y tristeza, la delicada y elegante prenda de ropa interior al piso superior.
Al ver que la prenda interior había quedado junto al orificio que daba acceso a la planta superior, el vampiro llevó su mano hasta su bolsa de viaje, buscando uno de sus elixires, mientras escuchaba cómo los pasos se acercaban hasta allí, quizás atraídos por el erotismo de una cara pieza de lencería masculina.
―Pero… oh, además de hermojo, eres todo cuánto nejejito… Jube, vamos a pajarlo bien. Tus amigos pueden…
En el momento en que la cara de Flogoprofen fue advertida por el vampiro a través del agujero, el vampiro lanzó el brebaje contra el rostro de la elfa, rompiendo el cristal en su cara, extendiendo en ella el verde elixir [1].
Los gritos en la planta superior no tardaron en aparecer. Los muñecos de aquella planta enloquecieron, aunque se mantuvieron alejados de ellos. Lo más inquietante era que el nivel de arcilla continuó subiendo, inundando ya el piso de la zona en la que se encontraban.
― ¡Subid! ¡Rápido! ―dijo señalando a la cama que las chicas que habían colocado bajo aquel orificio― Esto quedará embarrado en breve…
[1] Uso de mi elixir Rocío de Ortiga (Veneno) (1 Uso): Líquido verde que, al ser rociado sobre alguien, le causará inmediatamente una fuerte y casi irresistible comezón. Si cae en los ojos o la nariz perjudicará el sentido asociado.
Os dejo el destino de Flogoprofen en este turno. Completa libertad en la trama. Lo único prohibido es la muerte de Flogoprofen, ya que la necesito para tramas posteriores.
Los actos se precipitaron rápidamente y cuándo parecía que iban a quedar atrapados entre la elfa loca, el mar de arcilla que crecía bajo ellos y aquellos terribles muñecos, las palabras de Tarek parecieron calmar a la Reina de Midgard.
La demente conversación que sucedió a continuación le dejó tan paralizado cómo los terribles hechos que en esa torre habían sucedido. Aquella loca quería que Tarek fuese… su nuevo juguetito. El hombre elfo le pedía ayuda en silencio, quizás sin saber qué hacer.
Tanto la mujer elfa cómo la mujer de ébano habían colocado la cama de la habitación en la posición idónea para ascender a la planta superior. Todo parecía paralizado allí, quizás esperando una pronta respuesta por parte del elfo.
Tras analizar la situación en aquel inquietante silencio, Cohen se quitó la casaca del elfo que rodeaba su zona genital y su ropa interior sexy. Quitándose esta prenda y quedando su miembro totalmente expuesto a aquellos desconocidos, lanzó, con gran pesar y tristeza, la delicada y elegante prenda de ropa interior al piso superior.
Al ver que la prenda interior había quedado junto al orificio que daba acceso a la planta superior, el vampiro llevó su mano hasta su bolsa de viaje, buscando uno de sus elixires, mientras escuchaba cómo los pasos se acercaban hasta allí, quizás atraídos por el erotismo de una cara pieza de lencería masculina.
―Pero… oh, además de hermojo, eres todo cuánto nejejito… Jube, vamos a pajarlo bien. Tus amigos pueden…
En el momento en que la cara de Flogoprofen fue advertida por el vampiro a través del agujero, el vampiro lanzó el brebaje contra el rostro de la elfa, rompiendo el cristal en su cara, extendiendo en ella el verde elixir [1].
Los gritos en la planta superior no tardaron en aparecer. Los muñecos de aquella planta enloquecieron, aunque se mantuvieron alejados de ellos. Lo más inquietante era que el nivel de arcilla continuó subiendo, inundando ya el piso de la zona en la que se encontraban.
― ¡Subid! ¡Rápido! ―dijo señalando a la cama que las chicas que habían colocado bajo aquel orificio― Esto quedará embarrado en breve…
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[1] Uso de mi elixir Rocío de Ortiga (Veneno) (1 Uso): Líquido verde que, al ser rociado sobre alguien, le causará inmediatamente una fuerte y casi irresistible comezón. Si cae en los ojos o la nariz perjudicará el sentido asociado.
Os dejo el destino de Flogoprofen en este turno. Completa libertad en la trama. Lo único prohibido es la muerte de Flogoprofen, ya que la necesito para tramas posteriores.
Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Obstruir la entrada no hizo más que retrasar lo inevitable. La arcilla lograba escurrirse por los resquicios que encontraba entre la madera y ya comenzaba a encharcar la habitación. Los juguetes, por su parte, aumentaban su agresividad conforme más golpes recibían. Eran peores que chinches rabiosas. Sin embargo, las alabanzas de Tarek parecieron entrarle de lleno a la autoproclamada Reina, que hizo detener todo en un instante.
Permaneció inmóvil unos segundos, todavía en guardia, que paseó su mirada alrededor de la habitación para terminar posandola en el elfo. ¿Pensaba ofrecerse de carnaza? Bajó el arma y apretó la empuñadura, a la vez que fruncía el ceño. No le emocionaba la ocurrencia, pero resultaba ser lo que mejor había funcionado hasta el momento. Lo único, en realidad. Sin embargo, la invitación de la perturbada pareció dejarlo en una encrucijada.
—¡Pero, ¿qué haces?!
La elfa exclamó en un susurro, apartando la mirada en un acto reflejo cuando el desconocido se desquitó de la única y última prenda que lo cubría. Sin embargo, no tardó en reconocer su astucia cuando la anciana se revolvió en el piso superior, cayendo de lleno en la trampa. Aunque no hubo tiempo para celebraciones o agradecimientos, la furia de la mujer se desató, devolviendo el movimiento a todo lo que se encontraba bajo su control, aumentando su poder.
No perdió un momento en hacer caso a las voces del muchacho desde arriba, arrancando la subida por la cama en varias zancadas. Tan pronto como alcanzó el borde del techo, ahora el suelo, se puso de pie en un impulso y enfiló a la enajenada, que aún se revolvía sobre sí, frotándose la cara entre gritos y blasfemias. La joven elfa chasqueó la lengua, en un claro gesto de desagrado y con sólo pensarlo, de entre las almenas de la torre surgió una enredadera que creció hasta anclar a la mujer, de pies y manos, al suelo.¹
—¡¿Quién eres? ¿Qué quieres de este lugar? ¿De quien se acerca a él?!
Los juguetes habían empezado a escalar por la cama y seguir los pasos del grupo hasta la azotea, mientras el lodo ya cubría la mitad de la estancia inferior. Y ascendiendo. No obstante, aquello no parecía importarle a Aylizz, incapaz de mantener más tiempo a raya su torbellino emocional.
—¡Matar a loj intrujoj! ¡Matarloj! ¡Joy la Reina!
Era la única respuesta que repetía una y otra vez, que parecía tanto una orden a sus marionetas como una declaración de intenciones.
—¡La Reina de nada!— explotó —¡Estás perdida! ¡¿Qué haces aquí?!— repitió ella.
Desvió la mirada hacia el grupo un momento, cuando notó sus pies chapotear en el barro. Se revolvió con fuerza para sacudirse a los juguetes que la mordisqueaban, tratando de ignorarlos, todavía sin soltar el amarre de la anciana.
—Vamos, ¡dime! ¡El lodo te cubrirá también si no lo haces parar!—
—¡Joy la Reina y morireij! ¡Pero me quedaré al exótico!
Sentenció y carcajeó. Entonces se volvió hacia Tarek, horrorizada, temiendose lo peor. Sus ojos lo encontraron cuando la arcilla comenzaba a recorrer su cuerpo en ascenso, endureciéndose en el proceso.
No lo pensó, no tuvo que hacerlo. Soltó a la mujer, la dejó libre sin importar las consecuencias y corrió hacia el elfo. No sabía qué hacer, pero tenía que hacer algo. Mientras corría, se llevó la mano al zurrón y sacó uno de los cuchillos, lanzándolo de canto contra las partes inferiores del bloque de barro más endurecido, tratando de cortarlo y remitir su avance. Lo hizo volver con otro gesto, realizando un segundo corte al retroceder hasta su mano.² Eso al menos le daría algo de movilidad a sus piernas.
—¿Y ahora qué?— expuso para el grupo cuando llegó hasta el borde del torreón —¿Sólo nos queda saltar?
¹ Uso de habilidad: Enraizar [mágica, 1 uso]: Hago brotar las raíces cercanas para enredar al enemigo, dejándolo inmovilizado durante 1 turno.
² Encantamiento de arma en cuchillo: Bendición de Thor. El objeto encantado, que no puede pesar más de 10 kilogramos, adquiere la propiedad de volver levitando hacia su portador a voluntad de éste. La velocidad a la que lo hace la convierte en un potencial ataque.
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
A Akanke jamás se le habría ocurrido lo que hicieron el elfo y el encuero. Nunca. En un combate hay que pelear, enfrentarse al adversario, ser más fuerte, sacar ventaja, superar al enemigo, ganar. Encuerarse y seducir al rival... ella no creía que iba a descubrir una nueva estrategia de batalla en aquella ocasión ni bajo esas circunstancias. Lo que más le gustó fue que no tenía que llevar hasta el final el engaño, solo tenían que hacer bajar la guardia al contendiente para atacar cuando menos se lo esperara. ¿Qué otros trucos existirían y ella jamás había pensado en ellos? El mundo de la centáuride era pequeño.
Si no se esperaba que Cohen se desnudara por completo para atraer a la elfa vieja, mucho menos el que la atacara con una pócima corrosiva. -¡¿Qué haciendo?! ¡NO!- exclamó horrorizada. Ella vio una ventana, una pequeña ventaja que podrían usar para distraer a la mujer y buscar una salida en la que no tuviesen que pelear por sus vidas. Deseó que el vampiro hubiese estirado un poco más el engaño, pero bueno, todos estaban improvisando sobre la marcha. Ahora tenían que correr de nuevo.
Esquivó a los muñecos furiosos mientras trepaba a la azotea, donde la elfa anciana se retorcía de dolor. Los demás estaban muy ocupados tratando de zafarse de los títeres o de la arcilla que ya les mojaba los pies, pero ella no. Akanke fue con la elfa y tomó sus manos. Su tótem comenzó a brillar, emitiendo una luz verdeazulada mientras ella recitaba una oración. La luz fluyó por el cuerpo de la centáuride hacia el de la elfa. El poder de su tótem era el de la sanación, y Akanke lo usaría1 para ayudar a aquella pobre alma desquiciada, a quien la soledad le había destruido la mente.
-No preocupando, Su Majestad- dijo la Sacerdotisa -Todo estando bien- le aseguró, mientras sentía la arcilla atraparle los pies -Yo ayudando usté, pero necesitando pies para ayudar- añadió.
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1Uso del talento Sajuna "Usando vapores o brebajes creados a partir de su tótem, Akanke entra en trance y logra inducir estados de conciencia alterados durante los cuales realiza rituales de sanación y regeneración de heridas"
Si no se esperaba que Cohen se desnudara por completo para atraer a la elfa vieja, mucho menos el que la atacara con una pócima corrosiva. -¡¿Qué haciendo?! ¡NO!- exclamó horrorizada. Ella vio una ventana, una pequeña ventaja que podrían usar para distraer a la mujer y buscar una salida en la que no tuviesen que pelear por sus vidas. Deseó que el vampiro hubiese estirado un poco más el engaño, pero bueno, todos estaban improvisando sobre la marcha. Ahora tenían que correr de nuevo.
Esquivó a los muñecos furiosos mientras trepaba a la azotea, donde la elfa anciana se retorcía de dolor. Los demás estaban muy ocupados tratando de zafarse de los títeres o de la arcilla que ya les mojaba los pies, pero ella no. Akanke fue con la elfa y tomó sus manos. Su tótem comenzó a brillar, emitiendo una luz verdeazulada mientras ella recitaba una oración. La luz fluyó por el cuerpo de la centáuride hacia el de la elfa. El poder de su tótem era el de la sanación, y Akanke lo usaría1 para ayudar a aquella pobre alma desquiciada, a quien la soledad le había destruido la mente.
-No preocupando, Su Majestad- dijo la Sacerdotisa -Todo estando bien- le aseguró, mientras sentía la arcilla atraparle los pies -Yo ayudando usté, pero necesitando pies para ayudar- añadió.
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1Uso del talento Sajuna "Usando vapores o brebajes creados a partir de su tótem, Akanke entra en trance y logra inducir estados de conciencia alterados durante los cuales realiza rituales de sanación y regeneración de heridas"
Akanke
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Cuando le había pedido ayuda al vampiro no se imaginó, ni por un segundo, que su estrategia pasase por desnudarse. Debía darle crédito, pues había detenido temporalmente las insinuaciones de la elfa, pero Tarek tenía claro que no era una maniobra que estuviese dispuesto a copiar.
Sin pensárselo dos veces, siguió al semi-vestido hombre por la improvisada rampa que habían colocado las chicas, y el frio viento de Midgard le golpeó la cara cuando alcanzó la cúspide de la torre. Allí, la autoproclamada reina berreaba sin descanso, intentando eliminar lo que fuese que Cohen le había lanzado a la cara. Mientras, sus pérfidas creaciones avanzaban de forma caótica, atacando todo a su paso y precipitándose al vacío entre los huecos de las almenas de la torre.
Atento como estaba a buscar una salida o una solución a su situación, no se percató de las palabras de la reina y no fue consciente de lo que sucedía, hasta que notó que era incapaz de seguir avanzando. La arcilla, la maldita arcilla con la que todo aquello había comenzado, subía rápidamente por sus piernas. Al parecer, la proximidad a la demente reina daba mayor fuerza a sus hechizos. Un par de metros más allá, Aylizz lo observó horrorizada y, sin pensárselo demasiado, soltó a la reina y avanzó veloz hacia él para intentar romper la rígida estructura.
Sus golpes parecieron surgir efecto, pero solo por unos instantes, pues apenas había conseguido apartarse unos pasos, cuando notó de nuevo como la fría arcilla comenzaba a recorrer sus piernas. A pesar de sus intentos por zafarse, fue incapaz de detener el avance de la informe masa. Eran necesarias medidas más drásticas, si querían salir de aquello. Entonces, de forma inesperada, la mujer que había acompañado al vampiro se acercó a la demente elfa y comenzó a realizar algún tipo de ritual, acompañado de un melódico canto. El peliblanco no pudo más que preguntarse en qué momento había decidido participar en toda aquella locura.
Los juguetes se detuvieron de nuevo, al igual que el avance de la arcilla. La reina de la torre cambió súbitamente de expresión y una sonrisa delirante se enmarcó en su rostro, antes de empezar a cantar sobre el ensalmo de la sacerdotisa. La unión de las dos voces resultaba bastante irritante, pues la elfa era incapaz de mantener el compás y desafinaba cada pocas palabras.
Con pasmo e incredulidad, los cuatro pudieron ver como los juguetes asesinos comenzaban a bailar, girando sobre si mismos en algunas ocasiones, ejecutando una danza extrañamente coordinada.
Sin pensárselo dos veces, siguió al semi-vestido hombre por la improvisada rampa que habían colocado las chicas, y el frio viento de Midgard le golpeó la cara cuando alcanzó la cúspide de la torre. Allí, la autoproclamada reina berreaba sin descanso, intentando eliminar lo que fuese que Cohen le había lanzado a la cara. Mientras, sus pérfidas creaciones avanzaban de forma caótica, atacando todo a su paso y precipitándose al vacío entre los huecos de las almenas de la torre.
Atento como estaba a buscar una salida o una solución a su situación, no se percató de las palabras de la reina y no fue consciente de lo que sucedía, hasta que notó que era incapaz de seguir avanzando. La arcilla, la maldita arcilla con la que todo aquello había comenzado, subía rápidamente por sus piernas. Al parecer, la proximidad a la demente reina daba mayor fuerza a sus hechizos. Un par de metros más allá, Aylizz lo observó horrorizada y, sin pensárselo demasiado, soltó a la reina y avanzó veloz hacia él para intentar romper la rígida estructura.
Sus golpes parecieron surgir efecto, pero solo por unos instantes, pues apenas había conseguido apartarse unos pasos, cuando notó de nuevo como la fría arcilla comenzaba a recorrer sus piernas. A pesar de sus intentos por zafarse, fue incapaz de detener el avance de la informe masa. Eran necesarias medidas más drásticas, si querían salir de aquello. Entonces, de forma inesperada, la mujer que había acompañado al vampiro se acercó a la demente elfa y comenzó a realizar algún tipo de ritual, acompañado de un melódico canto. El peliblanco no pudo más que preguntarse en qué momento había decidido participar en toda aquella locura.
Los juguetes se detuvieron de nuevo, al igual que el avance de la arcilla. La reina de la torre cambió súbitamente de expresión y una sonrisa delirante se enmarcó en su rostro, antes de empezar a cantar sobre el ensalmo de la sacerdotisa. La unión de las dos voces resultaba bastante irritante, pues la elfa era incapaz de mantener el compás y desafinaba cada pocas palabras.
Ejtrellita, ¿dónde ejtáaaaas?
Me preguntooooo qué jerás.
En el jielo y en eeeeeel mar,
un diamaaaaaante de verdad.
Ejtrellita, ¿dónde ejtás?
Me pregunto qué jerás.
Cuando el jol je ha ido yaaaaa,
cuaaaaando nada brilla más.
Tú nos muejtras tuuuuu brillar,
brillas, briiiiiillas jin parar.
Ejtrellita, ¿dónde eeeeeejtás?
Meeeee pregunto qué jerás.
Me preguntooooo qué jerás.
En el jielo y en eeeeeel mar,
un diamaaaaaante de verdad.
Ejtrellita, ¿dónde ejtás?
Me pregunto qué jerás.
Cuando el jol je ha ido yaaaaa,
cuaaaaando nada brilla más.
Tú nos muejtras tuuuuu brillar,
brillas, briiiiiillas jin parar.
Ejtrellita, ¿dónde eeeeeejtás?
Meeeee pregunto qué jerás.
Con pasmo e incredulidad, los cuatro pudieron ver como los juguetes asesinos comenzaban a bailar, girando sobre si mismos en algunas ocasiones, ejecutando una danza extrañamente coordinada.
Tarek Inglorien
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Los hechos se precipitaron rápidamente. Las chicas fueron las primeras en subir a la planta superior, seguidos por el hombre elfo. Desnudo, Cohen les siguió los pasos viendo cómo la arcilla ascendía sin control.
Una vez en la planta superior, mientras sus acompañantes parecían encargarse de la situación, el vampiro comenzó a vestirse de nuevo con su prenda de lencería, tapando sus partes más íntimas y hermosas.
El descontrol entonces era absoluto y sólo la intervención de la mujer de ébano parecía estar calmando a la histérica mujer. A medida que notaba que la arcilla se apoderaba del suelo, el vampiro se aproximó a la anciana elfa, que había comenzado a cantar, con la clara intención de tirarla torre abajo. Y con suerte, acabar con su vida.
Pero aquello que la mujer bestia estuviera haciendo parecía funcionar y quizás no sería necesario.
El vampiro llevó sus manos a la bolsa de su espalda. Aún le quedaba algún que otro elixir que podría ser útil. Rebuscando, logró encontrar su esencia de dulce sueños. [1]
Miró a los elfos mientras sacaba el elixir. No podía mover los pies y había quedado atrapado por la arcilla. No podía hacer nada, salvo dársela a los elfos que estaban mucho más próximos a aquella lunática.
―No puedo moverme― les dijo, mientras le pasaba a la chica elfa el elixir―. Si conseguís que se la beba, en unos breves minutos, caerá completamente dormida. Y toda su magia dormirá con ella.
Tras ofrecer aquella sugerencia, centró su voz en aquella mujer que no cesaba de cantar lo que parecía una extraña canción infantil.
―Tienes sueño, Reina de Midgard. Necesitas descansar. Toma ese elixir. Te ayudará a hacerlo. Nosotros, personas en las que puedes confiar, custodiaremos esta torre en tu nombre. [2]
[1] - Paso a Aylizz mi poción: Esencia de Dulces Sueños (Veneno) (1 uso): Líquido transparente con un suave aroma a Anís. 5 minutos luego de beber al menos 100ml, la persona caerá en un profundo sueño. Golpear al afectado lo despertará. con la intención de que se la dé a beber a Flogoprofen
[2] - Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Una vez en la planta superior, mientras sus acompañantes parecían encargarse de la situación, el vampiro comenzó a vestirse de nuevo con su prenda de lencería, tapando sus partes más íntimas y hermosas.
El descontrol entonces era absoluto y sólo la intervención de la mujer de ébano parecía estar calmando a la histérica mujer. A medida que notaba que la arcilla se apoderaba del suelo, el vampiro se aproximó a la anciana elfa, que había comenzado a cantar, con la clara intención de tirarla torre abajo. Y con suerte, acabar con su vida.
Pero aquello que la mujer bestia estuviera haciendo parecía funcionar y quizás no sería necesario.
El vampiro llevó sus manos a la bolsa de su espalda. Aún le quedaba algún que otro elixir que podría ser útil. Rebuscando, logró encontrar su esencia de dulce sueños. [1]
Miró a los elfos mientras sacaba el elixir. No podía mover los pies y había quedado atrapado por la arcilla. No podía hacer nada, salvo dársela a los elfos que estaban mucho más próximos a aquella lunática.
―No puedo moverme― les dijo, mientras le pasaba a la chica elfa el elixir―. Si conseguís que se la beba, en unos breves minutos, caerá completamente dormida. Y toda su magia dormirá con ella.
Tras ofrecer aquella sugerencia, centró su voz en aquella mujer que no cesaba de cantar lo que parecía una extraña canción infantil.
―Tienes sueño, Reina de Midgard. Necesitas descansar. Toma ese elixir. Te ayudará a hacerlo. Nosotros, personas en las que puedes confiar, custodiaremos esta torre en tu nombre. [2]
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[1] - Paso a Aylizz mi poción: Esencia de Dulces Sueños (Veneno) (1 uso): Líquido transparente con un suave aroma a Anís. 5 minutos luego de beber al menos 100ml, la persona caerá en un profundo sueño. Golpear al afectado lo despertará. con la intención de que se la dé a beber a Flogoprofen
[2] - Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Cohen
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
El frenético caos en el que el aura que envolvía la torre se había sumido desde el momento en que la elfa soltó de su enredo a la anciana, fue disipado y transformado en calma tras las plegarias de la extraña mujer. Su tótem… Hacía magia con él. ¿O a través? No había tiempo de conjeturar, ni de interesarse por la desconocida y sus habilidades. No creyó que, por poderoso que fuese aquel báculo, o aquella mujer, fuese a aguantar eternamente.
El desconocido llamó entonces su atención, alzando la voz a su espalda. Como Tarek, había quedado atrapado en la arcilla, como ella si no se movía rápido. En su mano sostenía un frasco que la elfa atrapó al vuelo cuando le fue lanzado. Lo estudió un momento, poniéndolo bajo la luz de luna. Un líquido transparente, con cierta consistencia viscosa. ¿Y la pondría a dormir? Interesante.
—¿Que se lo beba?— repitió contrariada, controlando la exaltación del tono para evitar sacar del trance a las dos mujeres —¿Y cómo…
El desconocido se dirigió entonces a la perturbada elfa y alzando la voz, aunque sin abandonar la calidez de su tono, pareció pronunciar las palabras exactas para tener a la Reina a su merced. Por un momento dudo si su influencia venía dada por el control de la mujer del tótem o era que él tenía esa… cualidad, la de influir, de alguna forma, en las mentes de los demás.
—Majestad…— se designó finalmente la elfa a utilizar la misma estrategia que los demás, habiendo parecido funcionar —Esta noche ha sido intensa, debéis de estar agotada… Habéis… Habéis ganado.— miró de soslayo a Tarek un instante, comprobando que la arcilla continuaba ascendiendo, aunque cada vez más despacio —El exótico… Lo tenéis para vos. Ahora… Por qué…— se acercaba poco a poco a ella —¿Por qué no lo celebráis?— invitó, exponiendo ahora el frasco abierto frente a ella, acercándoselo suavemente —Y después podéis descansar…— añadió.
La anciana miraba los ojos de la joven y los desviaba al tiempo, siguiendo los movimientos de la mano que sostenía el frasco. Parecía sosegada, sumisa. La rubia acercó el borde del vidrio a los labios de la mujer, quien no pareció oponer mayor resistencia. Y entonces lo inclinó, dejando que su boca se inundara, al tiempo que con suavidad la levantaba el mentón para facilitar su ingesta.
Aylizz Wendell
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
Un par de horas atrás, Akanke había sentido curiosidad y siguió a una pareja de elfos. Siguiéndolos, encontró una torre custodiada por golems de arcilla roja que se movían cuando las personas entraban en su área de influencia. Aquellos seres legendarios eran los guardianes de una desquiciada reina solitaria de un reino imaginario con vasallos de juguete.
Comenzó a jugar con los golems, sin imaginar que ponía en juego su vida; el mundo de Akanke era muy pequeño y la bestial no conocía muy bien la magia que poseen los elfos, así que jamás pensó en el peligro que suponían esas bestias animadas. Tampoco se esperaba que los juguetes cobraran vida, los atacaran y de hecho pudieran ser mortalmente peligrosos. Llegados a este punto, mucho menos conocía la magia la de los vampiros. Si hasta la magia de su tótem era en gran parte un misterio que le costaba manejar y controlar. por lo que solo podía usarla muy básicamente.
Por lo tanto, todo lo que habían hecho los extraños compañeros de aquella aventura le parecía tan fascinante como aterrador y, por su puesto, ella no lo entendía.
Ahora la reina se mecía lento, parpadeando pesadamente, y balbuceaba incoherencias ininteligibles. Akanke la miraba y lucía confundida. Luego paso a mirar a la elfa rubia -¿Qué haciendo con la reina?- le preguntó. Todo se había quedado quieto: la arcilla, los juguetes, el aire de peligro, la terrible sensación de la muerte inminente... todo. -¿Ahora estando todo bien?- preguntó de nuevo -¿Pudiendo ir?- quiso saber, sintiendo repentinamente unas fuertes ganas de marcharse de aquella torre.
Comenzó a jugar con los golems, sin imaginar que ponía en juego su vida; el mundo de Akanke era muy pequeño y la bestial no conocía muy bien la magia que poseen los elfos, así que jamás pensó en el peligro que suponían esas bestias animadas. Tampoco se esperaba que los juguetes cobraran vida, los atacaran y de hecho pudieran ser mortalmente peligrosos. Llegados a este punto, mucho menos conocía la magia la de los vampiros. Si hasta la magia de su tótem era en gran parte un misterio que le costaba manejar y controlar. por lo que solo podía usarla muy básicamente.
Por lo tanto, todo lo que habían hecho los extraños compañeros de aquella aventura le parecía tan fascinante como aterrador y, por su puesto, ella no lo entendía.
Ahora la reina se mecía lento, parpadeando pesadamente, y balbuceaba incoherencias ininteligibles. Akanke la miraba y lucía confundida. Luego paso a mirar a la elfa rubia -¿Qué haciendo con la reina?- le preguntó. Todo se había quedado quieto: la arcilla, los juguetes, el aire de peligro, la terrible sensación de la muerte inminente... todo. -¿Ahora estando todo bien?- preguntó de nuevo -¿Pudiendo ir?- quiso saber, sintiendo repentinamente unas fuertes ganas de marcharse de aquella torre.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: La Reina del Bosque de Midgard [Libre] [Noche] [Cerrado]
La calma con la que toda aquella locura llegó a su fin resulto, hasta cierto punto, anticlimática. Con ayuda de la mujer-chamán y el vampiro, cuya voz había adquirido un extraño tinte, Aylizz había conseguido hacer beber a la “reina” algún tipo de pócima. Minutos más tarde yacía tendida sobre la terraza de la torre y sus marionetas, inactivas como su dueña, parecieron recostarse con ella. La imagen era perturbadora, pero Tarek no pudo dejar de sentir cierta lástima por la mujer. Debía ser terrible tener que vivir aislado del mundo, al extremo de tener que dar vida a objetos inanimados para poder tener algo de compañía. Un escalofrío le recorrió la espalda ante la perspectiva.
La arcilla, que los había perseguido incesante, acabó por solidificarse, por lo que todos ellos tuvieron que hacer uso de la fuerza para librarse de aquella última amenaza. Entretanto, ajena al ruido que la rodeaba, la reina elfa había comenzado a roncar sonoramente, emitiendo unos silbidos y gorgojeos similares a los que hacía cuando hablaba.
- ¿Estás bien? –preguntó a Aylizz, que seguía observando a la desmayada mujer, cuando consiguió llegar a su lado.
Sus inesperados colegas de aventura parecían impacientes por dejar aquel lugar y no podía recriminárselo. A saber lo que sucedería cuando aquella loca psicópata se despertase. ¿Sería prudente avisar al consejo élfico? Tendría que hablar con Aylizz de aquello antes de que sus caminos se separasen.
Se aproximó a las escaleras de acceso, solo para ver que la sólida masa de arcilla había bloqueado cualquier posibilidad de utilizar aquel camino para descender de la torre; acercándose entonces a las almenas, observó la majestuosidad de Midgard… y los veinte metros que los separaban del suelo. Girándose hacia sus compañeros, se dispuso a darles la buena nueva.
- Espero que sepáis escalar o hacer descenso, porque esta –señaló el borde de la torre- es la única salida.
Tras una hora de fatigas y más de una situación que podría calificarse tanto de graciosa como de grotesca, los cuatro llegaron al suelo. El silencio del yermo que rodeaba la torre les permitía aún escuchar el eco de los ronquidos de la dueña del lugar.
- Supongo que esto es una despedida –comentó el peliblanco que, tras intercambiar los comentarios y gestos de rigor, observó como el vampiro y la mujer de piel de ébano se alejaban hacia el bosque.
La mujer parecía ansiosa por marcharse, pero eso no evitó que les diese una calurosa despedida. Parecía ávida de experiencias y el elfo se preguntó, no sin cierta duda, si sus caminos volverían a cruzarse algún día. Por su parte, el vampiro le dedicó una última mirada evaluadora y, tras despedirse de ambos, enfilo rumbo al bosque, vestido únicamente con la parte superior de su atuendo y aquella prenda de lencería roja que dejaba poco a la imaginación. Tarek esperaba que encontrase unos pantalones pronto o podría meterse en problemas… o no, quizás la ausencia de los mismos le permitiría encontrar lo que buscaba…
Encogiéndose de hombros se volvió hacia Aylizz.
- ¿Rumbo a casa? –le preguntó.
Tras echar un último vistazo a la torre, se internaron de nuevo en el bosque de Midgard. Aquella larga e inexplicable noche había llegado a su fin.
La arcilla, que los había perseguido incesante, acabó por solidificarse, por lo que todos ellos tuvieron que hacer uso de la fuerza para librarse de aquella última amenaza. Entretanto, ajena al ruido que la rodeaba, la reina elfa había comenzado a roncar sonoramente, emitiendo unos silbidos y gorgojeos similares a los que hacía cuando hablaba.
- ¿Estás bien? –preguntó a Aylizz, que seguía observando a la desmayada mujer, cuando consiguió llegar a su lado.
Sus inesperados colegas de aventura parecían impacientes por dejar aquel lugar y no podía recriminárselo. A saber lo que sucedería cuando aquella loca psicópata se despertase. ¿Sería prudente avisar al consejo élfico? Tendría que hablar con Aylizz de aquello antes de que sus caminos se separasen.
Se aproximó a las escaleras de acceso, solo para ver que la sólida masa de arcilla había bloqueado cualquier posibilidad de utilizar aquel camino para descender de la torre; acercándose entonces a las almenas, observó la majestuosidad de Midgard… y los veinte metros que los separaban del suelo. Girándose hacia sus compañeros, se dispuso a darles la buena nueva.
- Espero que sepáis escalar o hacer descenso, porque esta –señaló el borde de la torre- es la única salida.
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Tras una hora de fatigas y más de una situación que podría calificarse tanto de graciosa como de grotesca, los cuatro llegaron al suelo. El silencio del yermo que rodeaba la torre les permitía aún escuchar el eco de los ronquidos de la dueña del lugar.
- Supongo que esto es una despedida –comentó el peliblanco que, tras intercambiar los comentarios y gestos de rigor, observó como el vampiro y la mujer de piel de ébano se alejaban hacia el bosque.
La mujer parecía ansiosa por marcharse, pero eso no evitó que les diese una calurosa despedida. Parecía ávida de experiencias y el elfo se preguntó, no sin cierta duda, si sus caminos volverían a cruzarse algún día. Por su parte, el vampiro le dedicó una última mirada evaluadora y, tras despedirse de ambos, enfilo rumbo al bosque, vestido únicamente con la parte superior de su atuendo y aquella prenda de lencería roja que dejaba poco a la imaginación. Tarek esperaba que encontrase unos pantalones pronto o podría meterse en problemas… o no, quizás la ausencia de los mismos le permitiría encontrar lo que buscaba…
Encogiéndose de hombros se volvió hacia Aylizz.
- ¿Rumbo a casa? –le preguntó.
Tras echar un último vistazo a la torre, se internaron de nuevo en el bosque de Midgard. Aquella larga e inexplicable noche había llegado a su fin.
Tarek Inglorien
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