Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
Parecía que a mi acompañante no le había gustado eso de reventar la cabeza a un guardia, cualquiera diría que era demasiado fino para querer ser parte de una guerra racial. Por mi parte llevaba demasiados años ganándome la vida en una mezcla de trabajos aleatorios y directamente matar gente, no hacía demasiadas distinciones entre formas de matar a alguien mientras fuesen eficaces y rápidas.
- Bueno, ¿lo que cuenta es que está muerto, no? Y estamos aquí para comprobar un par de cosas y pirarnos, no para conseguirte un desayuno.- Comentaba mientras ocultaba el cuerpo.
Cuando llegaron los otros dos guardias, repetí la estrategia anterior de ocultarme entre las sombras y desatar mi maldición [1][2]*. Cuando se acercaron lo suficiente dejé que mi compañero se encargara del otro, mientras que yo ataqué al otro con la cadena. Pero este estuvo más rápido que el anterior y lo esquivó para lanzarme un espadazo. Salté hacia atrás mientras evitaba sus dos siguientes envites, y cuando volvió a intentarlo interpuse las cadenas en su ataque e hice un giro para enganchar su arma con ellas. Mientras trataba de soltarla le propiné un cabezazo para que aflojara su agarre con el golpe y lanzar rodando la espada. Viéndole desarmado, solté uno de los lados de la cadena y aprovechando toda su longitud le lancé otro golpe a la cabeza. El soldado cayó, pero por asegurarme, recogí su espada y se la clavé en el pecho.
Estaba limpiando la sangre de mis nuevas armas en la capa del muerto cuando empezó a llegarme un preocupante olor a humo y unas impertinentes palabras del otro vampiro. Me reventaba que fuera de listo cuando no me costaba imaginar que uno de los detonantes de esta situación habían sido sus propias acciones.
- Puedes quedarte tu con tu cruzada vampírica. Pero tranquilo, si vuelvo a encontrarla más vale que sea rápida si no quiere acompañar a estos.- Le respondí dándole un golpe con el pie a uno de los muertos.- Se pueden perdonar muchas cosas, pero que te intenten prender fuego no es una de ellas.
Vi como Cohen liberaba a los pocos vampiros que había por aquí y les dejaba instrucciones sobre que hacer, para entonces dirigirse a las zonas más profundas con vampiros de voz. Y sabiendo la poca confianza que me aportaba acercarme a gente con capacidades para controlarme decidí que igual era mejor si me quedaba intentando organizar a esta gente.
- Bueno, mejor vete tu a bajo y yo me quedo organizando a esta gente por lo que se pueda venir. Necesitaremos un poco de sutileza si queremos salir.- Entonces me giré hacia los tres vampiros muertos de hambre que acababan de ser liberados.- Bien, creo que todos sabemos que nosotros con el fuego vamos a tener un problema. Así que más nos vale que los de arriba se crean que deben apagarlo. Quiero a estos cuerpos ocultos y que no parezca que nadie os ha liberado hasta que las llamas se hayan sofocado.- Me quedé un momento contemplando las miradas de deseo que les echaban a los cadáveres.- Podéis comeros a estos, pero escondedlos. ¿Y alguien sabe si hay por aquí cubos de meados o algo que poder echar al fuego? No va a hacer mucho, pero todo lo que no avance es bueno...
Los vampiros ya se habían lanzado a beber y habían dejado de escucharme, así que me puse a buscar cualquier cubo con algún líquido dentro que poder echar a las llamas para intentar detenerlas.
- Bueno, ¿lo que cuenta es que está muerto, no? Y estamos aquí para comprobar un par de cosas y pirarnos, no para conseguirte un desayuno.- Comentaba mientras ocultaba el cuerpo.
Cuando llegaron los otros dos guardias, repetí la estrategia anterior de ocultarme entre las sombras y desatar mi maldición [1][2]*. Cuando se acercaron lo suficiente dejé que mi compañero se encargara del otro, mientras que yo ataqué al otro con la cadena. Pero este estuvo más rápido que el anterior y lo esquivó para lanzarme un espadazo. Salté hacia atrás mientras evitaba sus dos siguientes envites, y cuando volvió a intentarlo interpuse las cadenas en su ataque e hice un giro para enganchar su arma con ellas. Mientras trataba de soltarla le propiné un cabezazo para que aflojara su agarre con el golpe y lanzar rodando la espada. Viéndole desarmado, solté uno de los lados de la cadena y aprovechando toda su longitud le lancé otro golpe a la cabeza. El soldado cayó, pero por asegurarme, recogí su espada y se la clavé en el pecho.
Estaba limpiando la sangre de mis nuevas armas en la capa del muerto cuando empezó a llegarme un preocupante olor a humo y unas impertinentes palabras del otro vampiro. Me reventaba que fuera de listo cuando no me costaba imaginar que uno de los detonantes de esta situación habían sido sus propias acciones.
- Puedes quedarte tu con tu cruzada vampírica. Pero tranquilo, si vuelvo a encontrarla más vale que sea rápida si no quiere acompañar a estos.- Le respondí dándole un golpe con el pie a uno de los muertos.- Se pueden perdonar muchas cosas, pero que te intenten prender fuego no es una de ellas.
Vi como Cohen liberaba a los pocos vampiros que había por aquí y les dejaba instrucciones sobre que hacer, para entonces dirigirse a las zonas más profundas con vampiros de voz. Y sabiendo la poca confianza que me aportaba acercarme a gente con capacidades para controlarme decidí que igual era mejor si me quedaba intentando organizar a esta gente.
- Bueno, mejor vete tu a bajo y yo me quedo organizando a esta gente por lo que se pueda venir. Necesitaremos un poco de sutileza si queremos salir.- Entonces me giré hacia los tres vampiros muertos de hambre que acababan de ser liberados.- Bien, creo que todos sabemos que nosotros con el fuego vamos a tener un problema. Así que más nos vale que los de arriba se crean que deben apagarlo. Quiero a estos cuerpos ocultos y que no parezca que nadie os ha liberado hasta que las llamas se hayan sofocado.- Me quedé un momento contemplando las miradas de deseo que les echaban a los cadáveres.- Podéis comeros a estos, pero escondedlos. ¿Y alguien sabe si hay por aquí cubos de meados o algo que poder echar al fuego? No va a hacer mucho, pero todo lo que no avance es bueno...
Los vampiros ya se habían lanzado a beber y habían dejado de escucharme, así que me puse a buscar cualquier cubo con algún líquido dentro que poder echar a las llamas para intentar detenerlas.
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[1] Maldición Desatada: [Mágica, 2 usos] Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. [Segundo turno del primer uso]
[2] Talento Oscuridad: Potencio las sombras a mi alrededor para ocultar mi presencia.
* En el post anterior hice lo mismo, pero se me olvidó poner lo que eran los superíndices.
Corlys Glokta
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
Para el ojo de una campesina experta, saber distinguir los tipos de maderas en función de cómo ardían era clave. Escoger una clase u otra dependía de si querías una llama viva y rápida, una que ardiese lento pero con gran poder calorífico, una que produjese aromas o que generase unas brasas adecuadas para ahumar la carne seca.
En el caso de la silla, la madera de pino ardía con mucha facilidad y rápidamente, pero se consumía también muy rápido. La mesa en cambio era de roble. Tardó en prenderse, aún estando en contacto con las llamas vibrantes de la silla. Pero cuando comenzó a combustionar, ardiendo poco a poco, a Iori le quedaron claras dos cosas:
Primera: la madera con la que estaba fabricada la mesa careció de proceso de secado.
El roble comúnmente precisaba de año y medio a dos años de secado, para evaporar la mayor parte de agua que contienen las fibras antes de ser usada como leña. De esta manera se evitaba una gran humareda fruto de la evaporación del agua y su mezcla con los gases de las cenizas. Claro que, aquella madera había sido talada para fabricar un mueble, no para arder, por lo que el tiempo de secado no había sido necesario.
Segunda: no contaba con aquel dato cuando le prendió fuego a los muebles. Con lo que, los gases que comenzaron a llenar la estancia le dejaron claro que estaba jodida y bien jodida.
La humana pegó la nariz al hueco bajo la puerta por el cual se filtraba algo de aire fresco del pasillo exterior. Pero justo aquella rendija fina estaba funcionando también como un tiro de aire que atraía el humo como la chimenea de una cocina. La tos fue inevitable, y cuánto más lo hacía, más gases tragaba con cada nueva bocanada de aire para respirar. Golpeó con más ahínco la puerta, pero no hubo respuesta. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras sentía como el fuego descontrolado que lamía la verja de la puerta comenzaba a caldear seriamente el ambiente.
Había sido una idea estúpida, pero ahora no había nada en su mano que pudiera hacer para detener el fuego que se elevaba un par de metros desde los muebles que eran su combustible.
El sofoco pudo con ella, y comenzó a notar el mareo inevitable que venía de la mano de una bajada de tensión.
Sabía de sobra lo destructivos que podían ser los incendios, no pocas casas habían ardido en su comarca fruto de despistes. Familias enteras asfixiadas o abrasadas formaban parte de la historia común de cualquier aldehuela de Verisar. Y ahora ella, por idiota, encontraría la misma suerte por culpa de su falta de reflexión. Su puño chocó ya débilmente contra la puerta, mientras que notaba que la fuerza la abandonaba a medida que el aire abrasador y lleno de humo llenaba su cuerpo haciéndolo pesado.
De todo lo que había imaginado, aquella situación simplemente nunca se le había pasado por la cabeza.
Casi como en un sueño, con el reflejo onírico de quién observa el fondo de un río a través del agua cristalina, vio cómo la puerta delante de ella se abría con violencia hacia atrás. Unas figuras humanas que brillaban en plata se cernieron sobre la entrada a medida que seguían forzando la gran puerta de madera hacia atrás para despejar el hueco. Rota por completo para poder acceder al interior de la habitación.
Al instante, con oxígeno nuevo entrando a raudales, el fuego ardió con más energía, incrementando el calor y el humo que llenaba toda la sala. - ¡¿Qué demonios?! Aquí esta la chica, sacadla hacia atrás. Buscad al otro prisionero - ladró una voz que Iori no fue capaz de reconocer mientras su tos se volvía a acentuar.
Notó unos brazos asiéndola por las muñecas, y sin cuidado ninguno tiraron de ella, arrastrando su cuerpo por el suelo. Con brusquedad pero alejándola del calor y del fuego. Y del humo. El pendenciero humo que había estado a punto de sumergirla en un sueño eterno. - ¡Agua! ¡de prisa con el agua! Alertad al escuadrón del patio, ¡rápido! - Las órdenes eran ladradas en torno a ella por distintas voces, y sintió como la dejaban quieta pegada a la pared del pasillo principal de aquella zona de la fortaleza.
Las manos que la habían arrastrado para sacarla no se habían demorado en comprobar su estado. Simplemente la soltaron y el guardia se unió a un nutrido grupo de soldados que comenzaron a hacer maniobras para conseguir atajar el fuego que iba ganando extensión por momentos.
La humana se sentó de manera patética, apoyando la espalda contra la pared para recuperar algo de resuello en su pesada respiración. Todo le olía a quemado pero, con el aire menos viciado en el pasillo su mente comenzaba a despejarse. Tenía que salir de allí. Tenía que recoger sus cosas y huir. Aquella fortaleza, en contra de lo que se suponía por el nombre, no era para nada un lugar seguro.
Para que luego digan del roble.
En el caso de la silla, la madera de pino ardía con mucha facilidad y rápidamente, pero se consumía también muy rápido. La mesa en cambio era de roble. Tardó en prenderse, aún estando en contacto con las llamas vibrantes de la silla. Pero cuando comenzó a combustionar, ardiendo poco a poco, a Iori le quedaron claras dos cosas:
Primera: la madera con la que estaba fabricada la mesa careció de proceso de secado.
El roble comúnmente precisaba de año y medio a dos años de secado, para evaporar la mayor parte de agua que contienen las fibras antes de ser usada como leña. De esta manera se evitaba una gran humareda fruto de la evaporación del agua y su mezcla con los gases de las cenizas. Claro que, aquella madera había sido talada para fabricar un mueble, no para arder, por lo que el tiempo de secado no había sido necesario.
Segunda: no contaba con aquel dato cuando le prendió fuego a los muebles. Con lo que, los gases que comenzaron a llenar la estancia le dejaron claro que estaba jodida y bien jodida.
La humana pegó la nariz al hueco bajo la puerta por el cual se filtraba algo de aire fresco del pasillo exterior. Pero justo aquella rendija fina estaba funcionando también como un tiro de aire que atraía el humo como la chimenea de una cocina. La tos fue inevitable, y cuánto más lo hacía, más gases tragaba con cada nueva bocanada de aire para respirar. Golpeó con más ahínco la puerta, pero no hubo respuesta. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras sentía como el fuego descontrolado que lamía la verja de la puerta comenzaba a caldear seriamente el ambiente.
Había sido una idea estúpida, pero ahora no había nada en su mano que pudiera hacer para detener el fuego que se elevaba un par de metros desde los muebles que eran su combustible.
El sofoco pudo con ella, y comenzó a notar el mareo inevitable que venía de la mano de una bajada de tensión.
Sabía de sobra lo destructivos que podían ser los incendios, no pocas casas habían ardido en su comarca fruto de despistes. Familias enteras asfixiadas o abrasadas formaban parte de la historia común de cualquier aldehuela de Verisar. Y ahora ella, por idiota, encontraría la misma suerte por culpa de su falta de reflexión. Su puño chocó ya débilmente contra la puerta, mientras que notaba que la fuerza la abandonaba a medida que el aire abrasador y lleno de humo llenaba su cuerpo haciéndolo pesado.
De todo lo que había imaginado, aquella situación simplemente nunca se le había pasado por la cabeza.
Casi como en un sueño, con el reflejo onírico de quién observa el fondo de un río a través del agua cristalina, vio cómo la puerta delante de ella se abría con violencia hacia atrás. Unas figuras humanas que brillaban en plata se cernieron sobre la entrada a medida que seguían forzando la gran puerta de madera hacia atrás para despejar el hueco. Rota por completo para poder acceder al interior de la habitación.
Al instante, con oxígeno nuevo entrando a raudales, el fuego ardió con más energía, incrementando el calor y el humo que llenaba toda la sala. - ¡¿Qué demonios?! Aquí esta la chica, sacadla hacia atrás. Buscad al otro prisionero - ladró una voz que Iori no fue capaz de reconocer mientras su tos se volvía a acentuar.
Notó unos brazos asiéndola por las muñecas, y sin cuidado ninguno tiraron de ella, arrastrando su cuerpo por el suelo. Con brusquedad pero alejándola del calor y del fuego. Y del humo. El pendenciero humo que había estado a punto de sumergirla en un sueño eterno. - ¡Agua! ¡de prisa con el agua! Alertad al escuadrón del patio, ¡rápido! - Las órdenes eran ladradas en torno a ella por distintas voces, y sintió como la dejaban quieta pegada a la pared del pasillo principal de aquella zona de la fortaleza.
Las manos que la habían arrastrado para sacarla no se habían demorado en comprobar su estado. Simplemente la soltaron y el guardia se unió a un nutrido grupo de soldados que comenzaron a hacer maniobras para conseguir atajar el fuego que iba ganando extensión por momentos.
La humana se sentó de manera patética, apoyando la espalda contra la pared para recuperar algo de resuello en su pesada respiración. Todo le olía a quemado pero, con el aire menos viciado en el pasillo su mente comenzaba a despejarse. Tenía que salir de allí. Tenía que recoger sus cosas y huir. Aquella fortaleza, en contra de lo que se suponía por el nombre, no era para nada un lugar seguro.
Para que luego digan del roble.
Iori Li
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
El vampiro que le había acompañado hasta allí había decidido quedarse junto a los prisioneros para defender la entrada. Cohen asintió en silencio, ante aquella decisión, continuando su camino en soledad.
Cuántas más personas lograse dejar atrás, más tardarán en llegar al final de la mazmorra.
Bajó las escaleras de piedra hasta el nivel más bajo. Según su información, aquel lugar se encontraba justo bajo las cocinas y la zona habilitada para los sirvientes. Por un momento, alzó la vista intentando captar algún ruido proveniente de la planta superior, pero la piedra aislaba demasiado todo tipo de sonido.
―¡Ellos! ¡Ellos tienen la esfera! ¡La esfera púrpura!
La voz de Zana volvió a hacerle concentrarse en la oscura galería que tenía ante sí. En algún lugar, unos metros más adelante, estaría ella, oculta en alguna de aquellas celdas.
Cohen avanzó sigiloso, intentando ver en la oscuridad si había más presencia de soldados humanos. Se asombró al percatarse de que no parecía haber nadie más en aquel nivel. De hecho, las primeras celdas estaban vacías.
El vampiro recordó las palabras del prisionero que había dejado atrás. Quemaban tres vampiros por día. Y ya quedaban relativamente pocos. ¿Acaso los humanos tenían pensado abandonar Tempestad en breve y estaban quemando a los últimos vampiros presentes en la fortaleza?
Aceleró el ritmo, sintiéndose seguro, avanzando por la galería de celdas vacías. Un par de brazos le sorprendieron y Cohen pudo ver a una joven mujer de cabellos dorados tras una de las celdas. El vampiro continuó avanzando. Tras saber que Zana se encontraba allí, no tenía tiempo que perder.
Al final del pasillo, en la celda más aislada, la figura de una mujer era débilmente iluminada por la luz de una de las antorchas.
―¿Zana?
En cuanto pronunció su nombre, la débil figura de una mujer reptó entre las sombras cómo si de una serpiente se tratara. Apegó su rostro demacrado entre las rejas de hierro de la celda, reconociéndole. Conversora y neófito reunidos por primera vez en meses.
―¿Cohen?
Al vampiro le costó reconocerla. Excesivamente delgada, aquella mujer era tan sólo un espejismo de la que había conocido. ¿Cuánto tiempo llevaba en aquel enfermizo estado?
―Ellos la tienen, Cohen. ¡La esfera púrpura! ¡Ellos la tienen! ¡El Ojo Carmesí!
Cohen buscaba rápidamente cual de las llaves de aquel manojo abrían la celda en la que Zana estaba atrapada. Escuchaba sus incoherentes palabras y no tardó en darse cuenta de que la vampiresa que había conocido estaba en un bucle infinito de frases, repitiendo en la mayoría de las ocasiones las mismas. Una y otra vez.
Tras abrir la celda, Cohen pasó al interior de la misma y acercó sus manos a las de Zana, mientras la ayudaba a incorporarse. Apenas podía mantenerse recta.
Su mirada estaba perdida, su olor era maloliente y estaba totalmente descuidada. Aún así, colgando de su pecho, la joya que ocultaba el imán de su brújula de rastreo, la que le había llevado hasta allí.
En cuanto la dejó libre, la vampiresa intentó huir por la puerta de la celda, pero Cohen la sujetó por uno de sus brazos, impidiéndole escapar.
―Hay fuego, Zana. Los soldados no tardarán en llegar.
Cogió la bolsa de viaje que llevaba a su espalda. Entre todos sus objetos, tomó el kit de alquimia y se lo mostró a Zana, mientras sonreía.
―He mejorado mucho en Alquimia en tu ausencia…
La vampiresa estaba nerviosa. Repetía sus frases continuamente. ¿Qué era la esfera púrpura? ¿Y el ojo carmesí? Recordó el dibujo del ojo rojo que había encontrado entre sus posesiones en la casa de Rappaccini. Pero ya tendrían tiempo para aclarar esas preguntar… ahora debían escapar.
Comenzó a preparar la mezcla rápidamente, buscando la más apropiada para disolver la piedra del techo de la celda. Las barras de hierro de las rejas les ayudaría a ascender. Tan sólo tenía que fragmentar el techo de piedra para acceder al nivel superior. Ya había hecho algo parecido huyendo de aquel par de desconocidos en aquella cueva. [1]
Mientras preparaba la mezcla, miró hacia Zana, que le miraba nerviosa.
― Tranquila. Saldremos por arriba. Sólo hay que esperar un poco...
Ella se limitó a mirarle, con gesto preocupado, con gran perturbación, para sólo decir:
― El Ojo Carmesí tiene la esfera púrpura. Ellos. ¡Ellos la tienen!
[1] Me preparo para usar mi Kit de Alquimia Superior (Alquimista, 2 usos): [Limitado, Requiere ser Alquimista, 2 Usos] Set de viales con fórmulas secretas diversas que permiten llevar a cabo una Técnica de Alquimia a nivel Experto o inferior. para la técnica:
Descomponer: Identificas la composición química de un material y elaboras una mezcla apropiada para debilitarlo hasta romperlo. La descomposición tarda según tu nivel de Alquimia (Aprendiz: 4 minutos, Avanzado: 3 minutos, Experto: 2 minutos, Maestro: 1 minuto).
Cuántas más personas lograse dejar atrás, más tardarán en llegar al final de la mazmorra.
Bajó las escaleras de piedra hasta el nivel más bajo. Según su información, aquel lugar se encontraba justo bajo las cocinas y la zona habilitada para los sirvientes. Por un momento, alzó la vista intentando captar algún ruido proveniente de la planta superior, pero la piedra aislaba demasiado todo tipo de sonido.
―¡Ellos! ¡Ellos tienen la esfera! ¡La esfera púrpura!
La voz de Zana volvió a hacerle concentrarse en la oscura galería que tenía ante sí. En algún lugar, unos metros más adelante, estaría ella, oculta en alguna de aquellas celdas.
Cohen avanzó sigiloso, intentando ver en la oscuridad si había más presencia de soldados humanos. Se asombró al percatarse de que no parecía haber nadie más en aquel nivel. De hecho, las primeras celdas estaban vacías.
El vampiro recordó las palabras del prisionero que había dejado atrás. Quemaban tres vampiros por día. Y ya quedaban relativamente pocos. ¿Acaso los humanos tenían pensado abandonar Tempestad en breve y estaban quemando a los últimos vampiros presentes en la fortaleza?
Aceleró el ritmo, sintiéndose seguro, avanzando por la galería de celdas vacías. Un par de brazos le sorprendieron y Cohen pudo ver a una joven mujer de cabellos dorados tras una de las celdas. El vampiro continuó avanzando. Tras saber que Zana se encontraba allí, no tenía tiempo que perder.
Al final del pasillo, en la celda más aislada, la figura de una mujer era débilmente iluminada por la luz de una de las antorchas.
―¿Zana?
En cuanto pronunció su nombre, la débil figura de una mujer reptó entre las sombras cómo si de una serpiente se tratara. Apegó su rostro demacrado entre las rejas de hierro de la celda, reconociéndole. Conversora y neófito reunidos por primera vez en meses.
―¿Cohen?
Al vampiro le costó reconocerla. Excesivamente delgada, aquella mujer era tan sólo un espejismo de la que había conocido. ¿Cuánto tiempo llevaba en aquel enfermizo estado?
―Ellos la tienen, Cohen. ¡La esfera púrpura! ¡Ellos la tienen! ¡El Ojo Carmesí!
Cohen buscaba rápidamente cual de las llaves de aquel manojo abrían la celda en la que Zana estaba atrapada. Escuchaba sus incoherentes palabras y no tardó en darse cuenta de que la vampiresa que había conocido estaba en un bucle infinito de frases, repitiendo en la mayoría de las ocasiones las mismas. Una y otra vez.
Tras abrir la celda, Cohen pasó al interior de la misma y acercó sus manos a las de Zana, mientras la ayudaba a incorporarse. Apenas podía mantenerse recta.
Su mirada estaba perdida, su olor era maloliente y estaba totalmente descuidada. Aún así, colgando de su pecho, la joya que ocultaba el imán de su brújula de rastreo, la que le había llevado hasta allí.
En cuanto la dejó libre, la vampiresa intentó huir por la puerta de la celda, pero Cohen la sujetó por uno de sus brazos, impidiéndole escapar.
―Hay fuego, Zana. Los soldados no tardarán en llegar.
Cogió la bolsa de viaje que llevaba a su espalda. Entre todos sus objetos, tomó el kit de alquimia y se lo mostró a Zana, mientras sonreía.
―He mejorado mucho en Alquimia en tu ausencia…
La vampiresa estaba nerviosa. Repetía sus frases continuamente. ¿Qué era la esfera púrpura? ¿Y el ojo carmesí? Recordó el dibujo del ojo rojo que había encontrado entre sus posesiones en la casa de Rappaccini. Pero ya tendrían tiempo para aclarar esas preguntar… ahora debían escapar.
Comenzó a preparar la mezcla rápidamente, buscando la más apropiada para disolver la piedra del techo de la celda. Las barras de hierro de las rejas les ayudaría a ascender. Tan sólo tenía que fragmentar el techo de piedra para acceder al nivel superior. Ya había hecho algo parecido huyendo de aquel par de desconocidos en aquella cueva. [1]
Mientras preparaba la mezcla, miró hacia Zana, que le miraba nerviosa.
― Tranquila. Saldremos por arriba. Sólo hay que esperar un poco...
Ella se limitó a mirarle, con gesto preocupado, con gran perturbación, para sólo decir:
― El Ojo Carmesí tiene la esfera púrpura. Ellos. ¡Ellos la tienen!
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[1] Me preparo para usar mi Kit de Alquimia Superior (Alquimista, 2 usos): [Limitado, Requiere ser Alquimista, 2 Usos] Set de viales con fórmulas secretas diversas que permiten llevar a cabo una Técnica de Alquimia a nivel Experto o inferior. para la técnica:
Descomponer: Identificas la composición química de un material y elaboras una mezcla apropiada para debilitarlo hasta romperlo. La descomposición tarda según tu nivel de Alquimia (Aprendiz: 4 minutos, Avanzado: 3 minutos, Experto: 2 minutos, Maestro: 1 minuto).
Última edición por Cohen el Vie Sep 02 2022, 10:51, editado 2 veces
Cohen
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
La escasez de prisioneros se notaba, y no se me tardaron en acabar los cubos de meados con los que trataba de frenar el fuego. Había ganado algo de tiempo, aunque no sabía si esos momentos de seguridad compensaban el horrible olor a orina evaporada que había generado. Al otro lado de las llamas podía escuchar a soldados del castillo intentando apagarlas, pero parecían estar propagándose más por allí, pues probablemente había más cosas que alimentaran el fuego en los cuarteles que en unas mazmorras.
No sabía que podía hacer, pues todas las opciones parecían ideas horribles. La única salida era esa entrada, pero las llamas parecían un importante inconveniente. Al menos me podía contentar con que el humo iba hacia arriba, y a quienes estaba ahumando era a los guardias que se esforzaban por apagar el fuego. Y por poco que me gustara tener que confiar en que un enemigo me salvase, pocas opciones nos quedaban más allá de esperar a que los soldados apagaran el fuego, y ya entonces tendríamos que encargarnos de ellos.
- Vosotros. Si ya os habéis cansado de comer, ayudadme a alejar de las llamas cualquier cosa que arda. Vamos a ver si podemos facilitarles a esa escoria que nos abran de nuevo la salida.- Les grité a los vampiros que habíamos soltado mientras movía banquetas y demás elementos de madera a la celda más alejada del fuego.
Una vez terminamos con esa tarea me quedé mirando las llamas, fijándome en que parecían estar siendo controladas por los soldados. No iban especialmente rápido, pero creía que podían tenerlo. Y eso me planteaba una solución, que no iba a ser fácil ni limpia, pero que podía sacarnos de allí. Los soldados parecían ser más que nosotros, pero iban a estar cansados por el esfuerzo de apagar el incendio y aturdidos por el humo, si mis compañeros eran mínimamente útiles creía que podríamos escapar entre el caos.
- Bien, volved a vuestras celdas. Cuando entren les atacaremos por sorpresa.- Se me quedaron mirando sin demasiada confianza.- A ver. Si tenéis un plan mejor decidlo. Tengo tantas ganas de salir de aquí como vosotros, pero hay una pequeña pared de fuego y un grupo de soldados entre esa salida y nosotros. Así que mejor si hacemos algo al respecto.- Ante la ausencia de respuesta, me fui a esconderme de nuevo entre las sombras de una esquina [1][2], aunque antes les señalé los dos cadáveres a los que no había saqueado yo.- Si queréis armas esos dos aun llevan las suyas, igual os van bien.
No sabía que podía hacer, pues todas las opciones parecían ideas horribles. La única salida era esa entrada, pero las llamas parecían un importante inconveniente. Al menos me podía contentar con que el humo iba hacia arriba, y a quienes estaba ahumando era a los guardias que se esforzaban por apagar el fuego. Y por poco que me gustara tener que confiar en que un enemigo me salvase, pocas opciones nos quedaban más allá de esperar a que los soldados apagaran el fuego, y ya entonces tendríamos que encargarnos de ellos.
- Vosotros. Si ya os habéis cansado de comer, ayudadme a alejar de las llamas cualquier cosa que arda. Vamos a ver si podemos facilitarles a esa escoria que nos abran de nuevo la salida.- Les grité a los vampiros que habíamos soltado mientras movía banquetas y demás elementos de madera a la celda más alejada del fuego.
Una vez terminamos con esa tarea me quedé mirando las llamas, fijándome en que parecían estar siendo controladas por los soldados. No iban especialmente rápido, pero creía que podían tenerlo. Y eso me planteaba una solución, que no iba a ser fácil ni limpia, pero que podía sacarnos de allí. Los soldados parecían ser más que nosotros, pero iban a estar cansados por el esfuerzo de apagar el incendio y aturdidos por el humo, si mis compañeros eran mínimamente útiles creía que podríamos escapar entre el caos.
- Bien, volved a vuestras celdas. Cuando entren les atacaremos por sorpresa.- Se me quedaron mirando sin demasiada confianza.- A ver. Si tenéis un plan mejor decidlo. Tengo tantas ganas de salir de aquí como vosotros, pero hay una pequeña pared de fuego y un grupo de soldados entre esa salida y nosotros. Así que mejor si hacemos algo al respecto.- Ante la ausencia de respuesta, me fui a esconderme de nuevo entre las sombras de una esquina [1][2], aunque antes les señalé los dos cadáveres a los que no había saqueado yo.- Si queréis armas esos dos aun llevan las suyas, igual os van bien.
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[1] Maldición Desatada: [Mágica, 2 usos] Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. [Primer turno del segundo uso]
[2] Talento Oscuridad: Potencio las sombras a mi alrededor para ocultar mi presencia.
Corlys Glokta
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
Le costó aclarar la mente, mientras trataba de limpiar del humo sus pulmones. Las carreras se sucedieron delante de ella, testigo inmóvil contra la pared. Nadie reparó en su cuerpo tendido, hasta que uno de los soldados tropezó y a punto estuvo de ir de bruces contra el suelo. - ¡Sacad esto de aquí! - Aulló una voz refiriéndose a la humana.
Sacudió la cabeza y, apoyándose contra la piedra que tenía detrás se irguió. Sin ayuda pero sin impedimento de nadie, consiguió arrastrar sus pies lejos, encaminando el pasillo que daba a la zona principal por la que la habían conducido hacía un rato.
La música de ambiente y los cálidos sonidos de fiesta que se habían escuchado, provenientes del gran salón, se habían cambiado ahora por un alboroto proveniente de la situación de tensión.
Algunos de los caballeros que se dirigían en la dirección de la que ella salía, iban vestidos con ropas de gala. Invitados sin duda a aquella jornada festiva en la fortaleza, que ahora se veían obligados a cumplir con las obligaciones que su rango indicaba.
Se apartó de todas y cada una de las personas con las que se cruzaba. Imaginaba que, tiznada como estaba de hollín, con el aroma del humo impregnado en su piel y el rostro ceniciento tras la cercanía de la asfixia que había atravesado, nadie sentiría ganas de interactuar con ella.
- Eh, tú - Tuvo que alzar la vista cuando una mano se apoyó en su hombro. - ¿No eras la chica nueva de las cocinas? ¿Qué ha sucedido? - inquirió una de las muchachas con las que recordaba haberse cruzado en la zona del servicio. - Vampiros...- susurró.
La voz ronca que emitió la sorprendió, a la par que la obligó a toser de forma profusa. Le ardían las vías respiratorias y fue incapaz de pronunciar una sola palabra más.
- Ven, vamos a refrescarte la cara y darte un poco de agua - añadió la muchacha rodeando a Iori por los hombros. Avanzó guiada por sus pasos, mientras pensaba de manera fugaz en lo increíble que le resultaba encontrar una mano amiga dentro de aquel lugar, por primera vez desde que había entrado.
Sacudió la cabeza y, apoyándose contra la piedra que tenía detrás se irguió. Sin ayuda pero sin impedimento de nadie, consiguió arrastrar sus pies lejos, encaminando el pasillo que daba a la zona principal por la que la habían conducido hacía un rato.
La música de ambiente y los cálidos sonidos de fiesta que se habían escuchado, provenientes del gran salón, se habían cambiado ahora por un alboroto proveniente de la situación de tensión.
Algunos de los caballeros que se dirigían en la dirección de la que ella salía, iban vestidos con ropas de gala. Invitados sin duda a aquella jornada festiva en la fortaleza, que ahora se veían obligados a cumplir con las obligaciones que su rango indicaba.
Se apartó de todas y cada una de las personas con las que se cruzaba. Imaginaba que, tiznada como estaba de hollín, con el aroma del humo impregnado en su piel y el rostro ceniciento tras la cercanía de la asfixia que había atravesado, nadie sentiría ganas de interactuar con ella.
- Eh, tú - Tuvo que alzar la vista cuando una mano se apoyó en su hombro. - ¿No eras la chica nueva de las cocinas? ¿Qué ha sucedido? - inquirió una de las muchachas con las que recordaba haberse cruzado en la zona del servicio. - Vampiros...- susurró.
La voz ronca que emitió la sorprendió, a la par que la obligó a toser de forma profusa. Le ardían las vías respiratorias y fue incapaz de pronunciar una sola palabra más.
- Ven, vamos a refrescarte la cara y darte un poco de agua - añadió la muchacha rodeando a Iori por los hombros. Avanzó guiada por sus pasos, mientras pensaba de manera fugaz en lo increíble que le resultaba encontrar una mano amiga dentro de aquel lugar, por primera vez desde que había entrado.
Iori Li
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Cohen continuó preparando la mezcla hasta que llegó el momento en que creyó que estaba lista. La poca iluminación del lugar no le permitían ver exactamente cual era el estado de la misma, pero por el tiempo transcurrido, intuía que había llegado el momento.
Ante la atenta mirada de Zana, Cohen comenzó a ascender en dirección al techo, elevándose gracias a los barrotes horizontales de la celda que, cómo improvisada escalera, le ayudaba a subir. Alargando el brazo, logró tocar el techo y aliviado, dejó escapar un gemido de satisfacción.
Extendió con su mano derecha la mezcla por la superficie del techo, sobretodo por el borde que formaba un par de bloques de piedra, mientras se sujetaba de la reja con su brazo izquierdo, en cuya mano, llevaba el cuenco con la mezcla alquímica elaborada [1].
Tras extenderla lo suficiente, sabía que sólo había de esperar unos minutos. La última vez que había usado aquellas sustancias en una situación complicada había tardado demasiado. Su técnica, ahora mejorada, les permitiría ascender rápidamente al piso superior.
El vampiro bajó al suelo y sujetando a Zana entre sus brazos, la llevó hasta uno de los rincones de la celda, el más alejado al inminente desprendimiento de piedra. Los débiles brazos de la mujer temblaban entre los suyos, en aquel fatídico abrazo.
Las palabras de Zana se sucedían aún y Cohen estaba realmente preocupado del estado mental que su mentora mostraba, preguntándose si alguna vez lograría recuperar la estabilidad.
El enorme ruido no tardó en suceder, ocasionando un gran estruendo, y el desprendimiento de la piedra se produjo rápidamente, dejando un enorme hueco que daba acceso a la planta superior y llenando aquella parte del suelo de la celda llena de escombros de piedra.
―¡Vamos Zana! ¡No hay tiempo que perder!
La mujer reaccionó rápidamente, dando muestras por primera vez de que la vampiresa que Cohen había conocido continuaba allí, a su lado. Corrió hacia la reja de la celda y cómo su neófito había hecho minutos antes, comenzó a subir en dirección a la planta superior.
Mientras lo hacía, Cohen miraba hacia la oscuridad del pasillo, dónde había dejado al resto de vampiros encarcelados y al que había bajado con él. En la puerta de la celda, aún descansaban las llaves que permitían el acceso a las mismas.
―¡Salida! ―gritó Cohen mientras ascendía por las rejas de las celdas, accediendo poco a poco al piso superior.
Zana le esperaba allí en lo que parecía una de las habitaciones de los sirvientes. Si sus informaciones no eran erróneas, las cocinas se encontraban próximas y en ellas, una de las salidas laterales de la fortaleza.
La mano de Cohen sujetó a Zana por una de las suyas y abrió la puerta que separaba la habitación del resto del mundo.
―¡Ni se te ocurra soltarte!
― El Ojo Carmesí... ―es lo único que la vampiresa logró decir.
En el exterior, un largo pasillo con innumerables puertas apareció ante sus ojos. Avanzaron por él, doblando una de sus esquinas, hasta llegar a la que parecía la cocina principal.
Allí, numerosos sirvientes parecían aterrados por los acontecimientos de los últimos minutos. Asustados y desarmados, al notar la presencia de ambos, comenzaron a chillar.
El grito de los humanos hizo que Cohen decidiera por gritar. Abrió su boca y por ella, el fuerte alarido retumbó en las paredes de la estancia. A medida que se acercaba a aquellas personas, éstas mostraban síntomas de desorientación. Severamente mareados, huían de Cohen y su acompañante y les dejaba paso mientras llevaban sus manos a sus oídos o a su cabeza, dando síntomas de un dolor insoportable. [2]
La salida al exterior se encontraba al otro lado de la estancia. El patio de armas amurallado les esperaba al otro lado.
[1] Uso de mi Kit de Alquimia Superior (Alquimista, 2 usos): [Limitado, Requiere ser Alquimista, 2 Usos] Set de viales con fórmulas secretas diversas que permiten llevar a cabo una Técnica de Alquimia a nivel Experto o inferior. (Primer Uso)
Desarrollo la técnica Descomponer: Identificas la composición química de un material y elaboras una mezcla apropiada para debilitarlo hasta romperlo. La descomposición tarda según tu nivel de Alquimia (Experto: 2 minutos).
[2] Uso de mi habilidad: Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor.
NOTA: ADJUNTO TIRADA DE COHEN DEL DÍA 2 DEL EVENTO DEL 13º ANIVERSARIO DE AERANDIR, MEJOR FORO DEL MUNDO
Ante la atenta mirada de Zana, Cohen comenzó a ascender en dirección al techo, elevándose gracias a los barrotes horizontales de la celda que, cómo improvisada escalera, le ayudaba a subir. Alargando el brazo, logró tocar el techo y aliviado, dejó escapar un gemido de satisfacción.
Extendió con su mano derecha la mezcla por la superficie del techo, sobretodo por el borde que formaba un par de bloques de piedra, mientras se sujetaba de la reja con su brazo izquierdo, en cuya mano, llevaba el cuenco con la mezcla alquímica elaborada [1].
Tras extenderla lo suficiente, sabía que sólo había de esperar unos minutos. La última vez que había usado aquellas sustancias en una situación complicada había tardado demasiado. Su técnica, ahora mejorada, les permitiría ascender rápidamente al piso superior.
El vampiro bajó al suelo y sujetando a Zana entre sus brazos, la llevó hasta uno de los rincones de la celda, el más alejado al inminente desprendimiento de piedra. Los débiles brazos de la mujer temblaban entre los suyos, en aquel fatídico abrazo.
Las palabras de Zana se sucedían aún y Cohen estaba realmente preocupado del estado mental que su mentora mostraba, preguntándose si alguna vez lograría recuperar la estabilidad.
El enorme ruido no tardó en suceder, ocasionando un gran estruendo, y el desprendimiento de la piedra se produjo rápidamente, dejando un enorme hueco que daba acceso a la planta superior y llenando aquella parte del suelo de la celda llena de escombros de piedra.
―¡Vamos Zana! ¡No hay tiempo que perder!
La mujer reaccionó rápidamente, dando muestras por primera vez de que la vampiresa que Cohen había conocido continuaba allí, a su lado. Corrió hacia la reja de la celda y cómo su neófito había hecho minutos antes, comenzó a subir en dirección a la planta superior.
Mientras lo hacía, Cohen miraba hacia la oscuridad del pasillo, dónde había dejado al resto de vampiros encarcelados y al que había bajado con él. En la puerta de la celda, aún descansaban las llaves que permitían el acceso a las mismas.
―¡Salida! ―gritó Cohen mientras ascendía por las rejas de las celdas, accediendo poco a poco al piso superior.
Zana le esperaba allí en lo que parecía una de las habitaciones de los sirvientes. Si sus informaciones no eran erróneas, las cocinas se encontraban próximas y en ellas, una de las salidas laterales de la fortaleza.
La mano de Cohen sujetó a Zana por una de las suyas y abrió la puerta que separaba la habitación del resto del mundo.
―¡Ni se te ocurra soltarte!
― El Ojo Carmesí... ―es lo único que la vampiresa logró decir.
En el exterior, un largo pasillo con innumerables puertas apareció ante sus ojos. Avanzaron por él, doblando una de sus esquinas, hasta llegar a la que parecía la cocina principal.
Allí, numerosos sirvientes parecían aterrados por los acontecimientos de los últimos minutos. Asustados y desarmados, al notar la presencia de ambos, comenzaron a chillar.
El grito de los humanos hizo que Cohen decidiera por gritar. Abrió su boca y por ella, el fuerte alarido retumbó en las paredes de la estancia. A medida que se acercaba a aquellas personas, éstas mostraban síntomas de desorientación. Severamente mareados, huían de Cohen y su acompañante y les dejaba paso mientras llevaban sus manos a sus oídos o a su cabeza, dando síntomas de un dolor insoportable. [2]
La salida al exterior se encontraba al otro lado de la estancia. El patio de armas amurallado les esperaba al otro lado.
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[1] Uso de mi Kit de Alquimia Superior (Alquimista, 2 usos): [Limitado, Requiere ser Alquimista, 2 Usos] Set de viales con fórmulas secretas diversas que permiten llevar a cabo una Técnica de Alquimia a nivel Experto o inferior. (Primer Uso)
Desarrollo la técnica Descomponer: Identificas la composición química de un material y elaboras una mezcla apropiada para debilitarlo hasta romperlo. La descomposición tarda según tu nivel de Alquimia (Experto: 2 minutos).
[2] Uso de mi habilidad: Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor.
NOTA: ADJUNTO TIRADA DE COHEN DEL DÍA 2 DEL EVENTO DEL 13º ANIVERSARIO DE AERANDIR, MEJOR FORO DEL MUNDO
Cohen
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
Los guardias empezaron a entrar en las celdas, pero no estaban preparados para lo que estaba a punto de caer sobre ellos. El tenso silencio se rompió con el crujido de una de las puertas de las celdas abriéndose para dar paso a un vampiro que se lanzó sobre el primer soldado que entró. Y como si ese ataque fuera una señal, el resto cargamos contra los cansados guardias aprovechando la ventaja de la escasa iluminación y el poder de nuestra maldición desatada [1]. Entre la oscuridad y el caos era complicado saber contra que estábamos luchando, simplemente golpeada allí donde veía movimiento. Pero aunque habíamos empezado con ventaja, la ventaja numérica de los soldados empezaba notarse. Después de ver como la cabeza de uno de los antiguos presos aparecía rodando por el suelo y yo había esquivado por los pelos un lanzazo a mi pecho, canalicé la sangre que quedaba para potenciarme[2]. Y con mis nuevas energías agarré esa lanza que había estado a punto de empalarme y tiré de ella hacia mi, dejando al soldado que la estaba sujetando a una distancia perfecta para destrozarle la cabeza con la cadena.
Afortunadamente para nosotros, nos llegó el sonido de una explosión de la zona más profunda de las celdas y un grito indicándonos que había una nueva salida. Al escuchar eso, y viendo que nuestra resistencia no parecía ir a durar demasiado, arrojé la lanza contra la masa de guardias, hiriendo a alguno de ellos en vista del sonido que emitieron, y salí corriendo mientras les gritaba.
- ¡Retirada! ¡Nos vamos!
Salí corriendo viendo como otro de los vampiros me perseguía. El preso restante parecía haberse perdido en una rabia homicida y ya había dejado de pensar en nada que no fuera matar a todos los que pudiera. Y aunque fuese una pena abandonar a alguien así, eso nos podría dar un tiempo muy necesario. Al llegar a la segunda zona, aprovechamos a cerrar la puerta que las conectaba y llevarnos las llaves para evitar que pudieran seguirnos. Al alcanzar el agujero, le impulsé para que saliera y luego escalé la verja para seguirle, pasando al piso superior con un poco de ayuda del otro vampiro.
Parecíamos haber llegado a las habitaciones de sirvientes y por lo que se veía en el pasillo todo era un caos tremendo. Salí al pasillo manchado de sangre, provocando que los sirvientes que huían salieran corriendo en dirección contraria arrollándose entre ellos. En la estampida derribaron a alguna ayudante de cocina o similar, y en lo que tardó en levantarse me lancé contra ella sujetándola contra la pared.
- ¿¡Sabes si hay algún registro de los vampiros ejecutados!?- La chica se me quedó mirando aterrorizada pero sin decir nada.- Tranquila. No tiene porque sucederos nada, sólo necesito saber si han matado a alguien o no. Respóndeme y todos podemos irnos tranquilo.
- S-si. H-hay un libro donde apuntaban los presos y las ejecuciones.- Me respondió entre sollozos.
- Muy bien. ¿Dónde lo guardan?
- En los aposentos del comandante. Están justo encima de las cocinas. Por favor, déjame ir, no se nada más.
- Ya está. Puedes irte.- Solté a la muchacha, que salió corriendo en el momento en que tuvo la oportunidad. Entonces me giré hacia el otro vampiro.- Parece que nuestros caminos se separan aquí. Hay una salida en las cocinas, os alcanzaré ahora. Aunque estaría bien si podéis poner un carro o algo debajo de las ventanas. Sería un buen detalle.
El vampiro salió corriendo hacia las cocinas, de donde se podía escuchar un grito horrendo, mientras yo me ponía en marcha hacia las escaleras, cargando contra lo que se fuera cruzando en mi camino hasta llegar al piso superior. En mi carrera pude ver a la humana que nos había vendido, y me detuve un momento pensando en si vengarme de esa campesina con demasiado gusto por el fuego. Pero tras quedarme unos segundos mirándola, opté por seguir corriendo hacia el libro. Había venido aquí para ver si podía salvar a Nora, y descubrir si seguía con vida estaba bastante por encima en mis prioridades que la venganza.
Al llegar al piso superior, vi una puerta mucho más grande y recargada que las colindantes. Supuse que algo así solo podían ser los aposentos del señor de este castillo, así que me lancé contra ella con las últimas fuerzas que me quedaban, reventando la cerradura del golpe y cayendo rodando en el interior de la habitación.
Afortunadamente para nosotros, nos llegó el sonido de una explosión de la zona más profunda de las celdas y un grito indicándonos que había una nueva salida. Al escuchar eso, y viendo que nuestra resistencia no parecía ir a durar demasiado, arrojé la lanza contra la masa de guardias, hiriendo a alguno de ellos en vista del sonido que emitieron, y salí corriendo mientras les gritaba.
- ¡Retirada! ¡Nos vamos!
Salí corriendo viendo como otro de los vampiros me perseguía. El preso restante parecía haberse perdido en una rabia homicida y ya había dejado de pensar en nada que no fuera matar a todos los que pudiera. Y aunque fuese una pena abandonar a alguien así, eso nos podría dar un tiempo muy necesario. Al llegar a la segunda zona, aprovechamos a cerrar la puerta que las conectaba y llevarnos las llaves para evitar que pudieran seguirnos. Al alcanzar el agujero, le impulsé para que saliera y luego escalé la verja para seguirle, pasando al piso superior con un poco de ayuda del otro vampiro.
Parecíamos haber llegado a las habitaciones de sirvientes y por lo que se veía en el pasillo todo era un caos tremendo. Salí al pasillo manchado de sangre, provocando que los sirvientes que huían salieran corriendo en dirección contraria arrollándose entre ellos. En la estampida derribaron a alguna ayudante de cocina o similar, y en lo que tardó en levantarse me lancé contra ella sujetándola contra la pared.
- ¿¡Sabes si hay algún registro de los vampiros ejecutados!?- La chica se me quedó mirando aterrorizada pero sin decir nada.- Tranquila. No tiene porque sucederos nada, sólo necesito saber si han matado a alguien o no. Respóndeme y todos podemos irnos tranquilo.
- S-si. H-hay un libro donde apuntaban los presos y las ejecuciones.- Me respondió entre sollozos.
- Muy bien. ¿Dónde lo guardan?
- En los aposentos del comandante. Están justo encima de las cocinas. Por favor, déjame ir, no se nada más.
- Ya está. Puedes irte.- Solté a la muchacha, que salió corriendo en el momento en que tuvo la oportunidad. Entonces me giré hacia el otro vampiro.- Parece que nuestros caminos se separan aquí. Hay una salida en las cocinas, os alcanzaré ahora. Aunque estaría bien si podéis poner un carro o algo debajo de las ventanas. Sería un buen detalle.
El vampiro salió corriendo hacia las cocinas, de donde se podía escuchar un grito horrendo, mientras yo me ponía en marcha hacia las escaleras, cargando contra lo que se fuera cruzando en mi camino hasta llegar al piso superior. En mi carrera pude ver a la humana que nos había vendido, y me detuve un momento pensando en si vengarme de esa campesina con demasiado gusto por el fuego. Pero tras quedarme unos segundos mirándola, opté por seguir corriendo hacia el libro. Había venido aquí para ver si podía salvar a Nora, y descubrir si seguía con vida estaba bastante por encima en mis prioridades que la venganza.
Al llegar al piso superior, vi una puerta mucho más grande y recargada que las colindantes. Supuse que algo así solo podían ser los aposentos del señor de este castillo, así que me lancé contra ella con las últimas fuerzas que me quedaban, reventando la cerradura del golpe y cayendo rodando en el interior de la habitación.
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[1] Maldición Desatada: [Mágica, 2 usos] Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. [Segundo turno del segundo uso]
[2] Nivel 0: Potencia de sangre: [Mágica, 2 Usos] Utiliza la sangre ingerida para aumentar su fuerza y agilidad, causando un mayor daño físico durante un turno. [Segundo uso]
PD: Tiro dados para el aniversario, día 4 creo.
Corlys Glokta
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
A trompicones, y apartándose de la gente con la que se cruzaban, Iori avanzó con su desconocida benefactora hasta la zona del servicio. No tenía intención de internarse en las cocinas. Y cuando los gritos en aquella zona de la fortaleza se hicieron presentes, supo que, de alguna manera, los vampiros de las mazmorras habían conseguido salir de ella.
Recoger sus pertenencias y salir de aquel lugar. Era todo lo que pensaba.
Se apartó con un gesto rápido de la mano de la muchacha, y se giró para encaminarse hacia la habitación en la que la habían colocado a su llegada allí. No tuvo problemas para deslizarse en medio del caos, y encontró sus pertenencias exactamente en dónde las había dejado.
Se asomó al vano de la puerta, y observó como figuras corrían de manera desordenada. Unos parecían huir, otros perseguir. Permaneció guarecida gracias a su sigilo, y en el instante en el que creyó percibir que tenía vía libre, se lanzó a la carrera hacia la zona del patio. A cielo abierto notó como la lluvia que había amenazado por la tarde la zona se había dejado caer de forma intensa. El patio se había convertido en un barrizal, pero por otra parte la visibilidad era más complicada.
Eso podía ayudarla a salir de allí sin ser vista, y sin que su rastro pudiera ser seguido en medio del aguacero.
Se detuvo debajo del arco que daba a las caballerizas, y escudriñando la zona, seleccionó el punto por el cual pensaba escalar la muralla para salir de allí. Sería peligroso, estando tan mojadas todas las superficies. Pero más peligroso sería permanecer allí, cerca de unos dientes que, a todas luces, estarían ansiosos por buscar la calidez de la carne humana.
Lanzándose a correr usando las habilidades que había adquirido de pequeña
[*]escaló la construcción para saltar al otro lado de la muralla de la fortaleza. Nadie la detuvo, aunque el sonido de combate y caos comenzaba a sonar muy próximo a ella. Aterrizó con los pies en medio de un gran charco al otro lado, llenándose de agua y barro en el acto. Aquel era el menor de sus problemas. Lo que deseaba era poner tierra de por medio.
Echándose a correr se dejó llevar por las largas zancadas de sus piernas. Solo se detendría cuando sus pulmones ardiesen de manera insoportable. Y para eso Iori, tenía aguante para un rato.
[*]Talento: acrobacias.
Recoger sus pertenencias y salir de aquel lugar. Era todo lo que pensaba.
Se apartó con un gesto rápido de la mano de la muchacha, y se giró para encaminarse hacia la habitación en la que la habían colocado a su llegada allí. No tuvo problemas para deslizarse en medio del caos, y encontró sus pertenencias exactamente en dónde las había dejado.
Se asomó al vano de la puerta, y observó como figuras corrían de manera desordenada. Unos parecían huir, otros perseguir. Permaneció guarecida gracias a su sigilo, y en el instante en el que creyó percibir que tenía vía libre, se lanzó a la carrera hacia la zona del patio. A cielo abierto notó como la lluvia que había amenazado por la tarde la zona se había dejado caer de forma intensa. El patio se había convertido en un barrizal, pero por otra parte la visibilidad era más complicada.
Eso podía ayudarla a salir de allí sin ser vista, y sin que su rastro pudiera ser seguido en medio del aguacero.
Se detuvo debajo del arco que daba a las caballerizas, y escudriñando la zona, seleccionó el punto por el cual pensaba escalar la muralla para salir de allí. Sería peligroso, estando tan mojadas todas las superficies. Pero más peligroso sería permanecer allí, cerca de unos dientes que, a todas luces, estarían ansiosos por buscar la calidez de la carne humana.
Lanzándose a correr usando las habilidades que había adquirido de pequeña
[*]escaló la construcción para saltar al otro lado de la muralla de la fortaleza. Nadie la detuvo, aunque el sonido de combate y caos comenzaba a sonar muy próximo a ella. Aterrizó con los pies en medio de un gran charco al otro lado, llenándose de agua y barro en el acto. Aquel era el menor de sus problemas. Lo que deseaba era poner tierra de por medio.
Echándose a correr se dejó llevar por las largas zancadas de sus piernas. Solo se detendría cuando sus pulmones ardiesen de manera insoportable. Y para eso Iori, tenía aguante para un rato.
[*]Talento: acrobacias.
Última edición por Iori Li el Jue Sep 08 2022, 21:37, editado 1 vez (Razón : Subrayar el uso de la habilidad)
Iori Li
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
Al llegar al exterior, Cohen advirtió que durante su estancia en el interior del edificio, la lluvia se había intensificado. Afortunadamente, la niebla estaba baja y en la oscuridad de la noche, atravesar ese patio de armas sería realmente fácil.
Cargando con el débil cuerpo de Zana entre sus brazos, su ritmo se veía ralentizado. Aún así, consiguió llegar relativamente pronto hasta la muralla de piedra que separaba Tempestad del exterior.
Hubiera podido saltar el muro de piedra fácilmente si se encontrara solo, pero dudaba mucho que la vampiresa que le acompañaba tuviese fuerzas para hacerlo. Por ello, se vio obligado a acercarse hacia la puerta principal.
Gracias al alboroto en el interior del edificio, sólo dos hombres estaban allí montando guardia. Cohen dejó a Zana en el suelo, dejada de caer sobre el muro de piedra, y sigiloso, caminó unos metros en dirección al portón.
El vampiro consiguió hacerse frente al primero de ellos, sin utilizar la magia. Simplemente, clavando su daga en su cuello, provocando una fuerte hemorragia.
El segundo de los soldados se percató de su presencia y arco, en mano, se dispuso a disparar. Cohen gritó mientras corría en su dirección y modificó levemente su trayectoria. El impacto del grito en el hombre más rápido movimiento hizo que la flecha, bastante certera, impactara sobre el hombro izquierdo del vampiro.
Con rabia, Cohen asaltó al segundo soldado con fuerte violencia, descuartizándolo con un movimiento brusco cuándo llegó hasta él. Luego, rajó su cuello con el cuchillo y hundió su boca en la apertura, bebiendo la sangre de aquel maldito que había osado en dispararle y acertar.
Tras un par de breves sorbos, volvió tras sus pasos, encontrándose a Zana arrodillada junto al primer cadáver, hundiendo su boca igualmente en la sangre que éste derramaba.
Cohen abrió el portón principal de Tempestad y dirigió su mano derecha hacia la herida de su hombro. Apartó la flecha que se había incrustado en su cuerpo y la sangre brotó rápida. Decidió taponarla con una venda, esperando encontrar un lugar seguro dónde refugiarse durante el próximo día y poder curarse.
―Vamos Zana. Es hora de irse.
La vampiresa, con toda la boca repleta de sangre, mientras la fuerte lluvia caía sobre ella y su ropa repleta de barrio, sólo atinó a decir:
―La esfera púrpura, Cohen. Ellos la tienen.
Segundos más tarde, desaparecieron entre la niebla nocturna.
Cargando con el débil cuerpo de Zana entre sus brazos, su ritmo se veía ralentizado. Aún así, consiguió llegar relativamente pronto hasta la muralla de piedra que separaba Tempestad del exterior.
Hubiera podido saltar el muro de piedra fácilmente si se encontrara solo, pero dudaba mucho que la vampiresa que le acompañaba tuviese fuerzas para hacerlo. Por ello, se vio obligado a acercarse hacia la puerta principal.
Gracias al alboroto en el interior del edificio, sólo dos hombres estaban allí montando guardia. Cohen dejó a Zana en el suelo, dejada de caer sobre el muro de piedra, y sigiloso, caminó unos metros en dirección al portón.
El vampiro consiguió hacerse frente al primero de ellos, sin utilizar la magia. Simplemente, clavando su daga en su cuello, provocando una fuerte hemorragia.
El segundo de los soldados se percató de su presencia y arco, en mano, se dispuso a disparar. Cohen gritó mientras corría en su dirección y modificó levemente su trayectoria. El impacto del grito en el hombre más rápido movimiento hizo que la flecha, bastante certera, impactara sobre el hombro izquierdo del vampiro.
Con rabia, Cohen asaltó al segundo soldado con fuerte violencia, descuartizándolo con un movimiento brusco cuándo llegó hasta él. Luego, rajó su cuello con el cuchillo y hundió su boca en la apertura, bebiendo la sangre de aquel maldito que había osado en dispararle y acertar.
Tras un par de breves sorbos, volvió tras sus pasos, encontrándose a Zana arrodillada junto al primer cadáver, hundiendo su boca igualmente en la sangre que éste derramaba.
Cohen abrió el portón principal de Tempestad y dirigió su mano derecha hacia la herida de su hombro. Apartó la flecha que se había incrustado en su cuerpo y la sangre brotó rápida. Decidió taponarla con una venda, esperando encontrar un lugar seguro dónde refugiarse durante el próximo día y poder curarse.
―Vamos Zana. Es hora de irse.
La vampiresa, con toda la boca repleta de sangre, mientras la fuerte lluvia caía sobre ella y su ropa repleta de barrio, sólo atinó a decir:
―La esfera púrpura, Cohen. Ellos la tienen.
Segundos más tarde, desaparecieron entre la niebla nocturna.
Cohen
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
Rodé por el suelo de la habitación, intentando recuperarme del sobreesfuerzo al que me había sometido para escapar de las mazmorras y llegar hasta esa habitación, pero mi cuerpo no estaba demasiado de acuerdo al respecto y tuve que reptar hasta alcanzar una silla en la que apoyarme a recuperar el aliento. Pero los ruidos de armaduras que se oían provenientes de las escaleras me hacían sospechar que no iba a poder tomarme ese necesario. Al menos había tenido la suerte de que la silla a la que me había conseguido subir estaba junto a la mesa sobre la que reposaba un libro lleno de nombres y anotaciones. No tenía tiempos ni fuerzas como para ponerme a leerlo, así que confié en que fuera eso que estaba buscando y avancé pesadamente hacia la ventana. Al llegar hasta ella, la abrí, me metí el libro por dentro de mi ropa, crucé la ventana hasta quedar de pie sobre la cornisa y tiré de la ventana para dejarla en una posición que pareciera cerrada.
Lamentablemente no había ningún carro sobre el que dejarme caer, ese capullo del vampiro debía haberme dejado tirado, o igual estaba muerto, tampoco podía descartar que le hubieran atrapado. Viendo que lanzarme contra el suelo sonaba como un plan terrible, me deslicé por la cornisa hasta estar más o menos encima de uno de los puestos de mercaderes que había visto en la plaza al llegar y salté sobre él. El tejado de madera del puesto amortiguó mi caída al romperse cuando choqué con él, y aunque acabé magullado sobre el suelo del puesto, no había ido ni tan mal para haber saltado desde el primer piso de la fortaleza. Allí me tomé el tiempo que necesitaba para recuperarme aprovechando que había poco movimiento por el patio.
Alguien había matado a los guardias, así que corrí hacia la puerta aprovechando la aparente falta de vigilancia, pero un soldado parecía haberse dado cuenta de eso mismo y se cruzó en mi camino. Rápidamente desenvainó y se lanzó una estocada contra mi, la esquivé y contrataqué, pero bloqueó mi ataque y empezó a gritar para pedir ayuda. Viendo que no podía permitirme perder más tiempo, retrocedí un par de pasos para darme espacio e hice una finta para que pareciera que le iba a dar un golpe con la cadena, y aprovechando que trató de para el golpe para clavarle la espada en el pecho. No me detuve a ver como caía ni recuperar mi arma, sino que salí corriendo hacia el bosque tratando de proteger el libro de la lluvia con mi cuerpo, directo al árbol donde había dejado mis pertenencias, y de allí al refugio donde había pasado la noche anterior.
Lamentablemente no había ningún carro sobre el que dejarme caer, ese capullo del vampiro debía haberme dejado tirado, o igual estaba muerto, tampoco podía descartar que le hubieran atrapado. Viendo que lanzarme contra el suelo sonaba como un plan terrible, me deslicé por la cornisa hasta estar más o menos encima de uno de los puestos de mercaderes que había visto en la plaza al llegar y salté sobre él. El tejado de madera del puesto amortiguó mi caída al romperse cuando choqué con él, y aunque acabé magullado sobre el suelo del puesto, no había ido ni tan mal para haber saltado desde el primer piso de la fortaleza. Allí me tomé el tiempo que necesitaba para recuperarme aprovechando que había poco movimiento por el patio.
Alguien había matado a los guardias, así que corrí hacia la puerta aprovechando la aparente falta de vigilancia, pero un soldado parecía haberse dado cuenta de eso mismo y se cruzó en mi camino. Rápidamente desenvainó y se lanzó una estocada contra mi, la esquivé y contrataqué, pero bloqueó mi ataque y empezó a gritar para pedir ayuda. Viendo que no podía permitirme perder más tiempo, retrocedí un par de pasos para darme espacio e hice una finta para que pareciera que le iba a dar un golpe con la cadena, y aprovechando que trató de para el golpe para clavarle la espada en el pecho. No me detuve a ver como caía ni recuperar mi arma, sino que salí corriendo hacia el bosque tratando de proteger el libro de la lluvia con mi cuerpo, directo al árbol donde había dejado mis pertenencias, y de allí al refugio donde había pasado la noche anterior.
Corlys Glokta
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
Con la lluvia y lo complicado del terreno, a Iori le costó más calcular el tiempo que llevaba corriendo hacia el sur. Verisar, con sus campos verdes, su gentil lluvia y sus abundantes cosechas, nada tenía que ver con aquel lugar que ahora le resultaba tan desalentador.
Calada hasta los huesos, la ropa pesaba debido al agua absorbida, dificultándole avanzar. Sus pensamientos se mezclaron entre el caos que quedaba hacia atrás en aquella fortaleza de la que huía, y centrar sus fuerzas en agudizar sentidos ante el camino que tenía por delante. Con vampiros sueltos en la contorna, se centró en correr por los caminos principales.
No servía de nada, ya que a aquellas horas y con aquel clima no encontraba ningún otro humano por la senda. Y sin embargo, en aquella ocasión, la protección que en otras ocasiones había encontrado en la zona profunda del bosque, le parecía ahora una trampa que la haría caer directamente en la boca del lobo.
Divisó a lo lejos, después de lo que serían unas horas, una leve luminosidad que anunciaba una posada de camino.
Cuando se deslizó como una vulgar rata a la parte trasera de las cuadras, se aovilló temblando contra la esquina forrada de paja seca. Cerró los ojos, castañeando los dientes, mientras en su mente se gravaban a fuego las caras de aquellos dos vampiros.
Vampiros que, esperaba hubiesen quedado atrapados en las mazmorras. Y a los cuales deseaba no volver a ver nunca más en su vida.
Calada hasta los huesos, la ropa pesaba debido al agua absorbida, dificultándole avanzar. Sus pensamientos se mezclaron entre el caos que quedaba hacia atrás en aquella fortaleza de la que huía, y centrar sus fuerzas en agudizar sentidos ante el camino que tenía por delante. Con vampiros sueltos en la contorna, se centró en correr por los caminos principales.
No servía de nada, ya que a aquellas horas y con aquel clima no encontraba ningún otro humano por la senda. Y sin embargo, en aquella ocasión, la protección que en otras ocasiones había encontrado en la zona profunda del bosque, le parecía ahora una trampa que la haría caer directamente en la boca del lobo.
Divisó a lo lejos, después de lo que serían unas horas, una leve luminosidad que anunciaba una posada de camino.
Cuando se deslizó como una vulgar rata a la parte trasera de las cuadras, se aovilló temblando contra la esquina forrada de paja seca. Cerró los ojos, castañeando los dientes, mientras en su mente se gravaban a fuego las caras de aquellos dos vampiros.
Vampiros que, esperaba hubiesen quedado atrapados en las mazmorras. Y a los cuales deseaba no volver a ver nunca más en su vida.
Iori Li
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Re: Tempestad Al Ocaso [Libre] [Noche]
El miembro 'Iori Li' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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