¿Que es esta... sensación? (Libre)
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¿Que es esta... sensación? (Libre)
Hacia algunas semanas que habia comenzado mi incursion en el mundo de la gente "normal", aunque no se porque mama decia que eran gente normal, ¿acaso a mi me faltaba un brazo?¿o una pierna? ¿una parte del cerebro?, supongo que si, y por eso la necesidad de separarnos de la gente "normal", generalmente este tipo de pensamientos no solia invadir mi mente, pero en el aire se percibia una sensacion completamente distinta, una picazon inundaba mi cuerpo desde que habia despertado, y no podia salir de este pequeño trance, ¿que eran todos esos aromas? todo ese ruido en el ambiente que practicamente podia tocarse con las manos, toda la gente parecia alegre, sonreian unos a otros, pero en definitiva no todos, gente mal humorada tambien habitaba esta parte de la tierra, y supongo que estaba bien tambien, siempre debe existir un balance.
Aunque fuera de estos pensamientos, definitivamente prefiero estar alejado de toda esa gente, nunca se sabe que puede pasar, y solo estoy mucho mejor; La agitada cabeza del pelinegro, no paraba de enviarle discusiones, incognitas, y sensaciones de peligro, miles de cosas que no habia logrado experimentar con el pasar del tiempo, y otras que le resultaban mas que familiares, su cuerpo parecia mas suelto, sin embargo tambien se hacia notar la tension en sus musculos de vez en vez por la incertidumbre y la sensacion de cercania con la gente, no era un gran lugar para alguien que preferiria estar solo en una montaña, y sin embargo aqui he de estar,, susurro para si mismo el chico, tocando la barbilla con la punta de dos dedos, y analizando la situacion.
Decidio que debia trabajar, pero, ¿como?¿donde?, bastantes preguntas sin respuesta tenia el chico en su cabeza y estas no parecian aminorar con el paso de los minutos, si no que mas y mas interrogantes se unian a ellas, se frotaba el brazo como esperando que del mismo saliera un genio a cumplirle algun deseo, observaba una columna de piedras, como si en ellas estuviera escrito algun antiguo proverbio que le abriria todas las puertas, golpeo una vez su cabeza con la misma mano con la que frotaba su brazo, como reprochandose algo, -¿Enserio fue tu mejor idea, Silax?- nego tres veces con la cabeza como esperando respuesta de...si mismo
Aunque fuera de estos pensamientos, definitivamente prefiero estar alejado de toda esa gente, nunca se sabe que puede pasar, y solo estoy mucho mejor; La agitada cabeza del pelinegro, no paraba de enviarle discusiones, incognitas, y sensaciones de peligro, miles de cosas que no habia logrado experimentar con el pasar del tiempo, y otras que le resultaban mas que familiares, su cuerpo parecia mas suelto, sin embargo tambien se hacia notar la tension en sus musculos de vez en vez por la incertidumbre y la sensacion de cercania con la gente, no era un gran lugar para alguien que preferiria estar solo en una montaña, y sin embargo aqui he de estar,, susurro para si mismo el chico, tocando la barbilla con la punta de dos dedos, y analizando la situacion.
Decidio que debia trabajar, pero, ¿como?¿donde?, bastantes preguntas sin respuesta tenia el chico en su cabeza y estas no parecian aminorar con el paso de los minutos, si no que mas y mas interrogantes se unian a ellas, se frotaba el brazo como esperando que del mismo saliera un genio a cumplirle algun deseo, observaba una columna de piedras, como si en ellas estuviera escrito algun antiguo proverbio que le abriria todas las puertas, golpeo una vez su cabeza con la misma mano con la que frotaba su brazo, como reprochandose algo, -¿Enserio fue tu mejor idea, Silax?- nego tres veces con la cabeza como esperando respuesta de...si mismo
Arthur Gundersen
Neófito
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Re: ¿Que es esta... sensación? (Libre)
Ya fuese de día o de noche, aquella ciudad siempre estaba envuelta en un aura de misticismo oscura que ponía los vellos como escarpias. A Alward nunca le gustaba pasar por allí, la gente que habitaba esas tierras siempre le recordaba lo peor que podía ofrecer el mundo. Y aunque sabía que no estaba bien generalizar, a veces no podía evitar dejarse llevar por aquellos prejuicios fruto de sus peores vivencias.
No era miedo lo que él sentía, sino recelo, odio, frustración y mucha sed de venganza. Eso era lo que corría por sus venas cada vez que veía a cualquier ser de colmillos afilados.
¿Qué es lo que le había llevado allí? Una pista, un mapa, algo que le sirviese para proseguir su peregrinaje. Estaba en un punto muerto, y no sabía cómo continuar. El sujeto indicado para darle lo que quería era un contrabandista. Este se dedicaba a saquear todas y cada una de las tumbas, monumentos, templos o cualquier construcción antigua. Luego vendía sus adquisiciones al mejor postor. No era en sí un delito que estuviese mal visto, pero molestar a los antiguos sí que era considerado una falta de respeto y una osadía capaz de alguien, o muy valiente o muy necio, pero el hecho de poner en venta dichas sustracciones era algo de lo más rastrero y caradura.
Además, el tipo era un borracho y un mal padre de familia, maltrataba a su mujer y su hija. No era alguien por quien sentir pena.
Logró encontrarlo y seguirle la pista. No fue difícil, siempre frecuentaba el mismo bar.
Lo que sí que costó fue meterle miedo. Alguien así había vivido muchas cosas; todo tipo de situaciones. El miedo era algo que ese sujeto había perdido hacía mucho tiempo, al igual que el respeto por los demás, la vergüenza o la compasión. Cuanto más sabía sobre él, más asco le tenía Katrina.
Y, tras mucho indagar en los entresijos de su mente, al fin dio con algo; no se vislumbró una imagen muy clara en su mente, pero la vampiresa de cabellos nevados pudo ver un cuarto oscuro, muchas camas; literas, mucho frío y humedad, además de que estaba lloviendo; los relámpagos a veces iluminaban la estancia para luego dar paso a un breve silencio que era roto por un el estruendo que acompañaba a esos fenómenos de la naturaleza. Se sentía solo y aterrado. Un rincón muy profundo de su cabeza guardaba todo eso, y abrirlo supuso una ruptura y un shock emocional para el hombre.
Salió huyendo despavorido. Katrina lo había logrado, era buena en eso. Todo gracias al fruto de sus entrenamientos y sus días practicando para hacer de ella la espía perfecta que una Sierpe perteneciente a la Lengua de la Serpiente debía ser.
La vampiresa fue detrás de el contrabandista. Era un simple humano, así que no habría problemas para seguirle.
Consiguió acorralarlo en un callejón sin salida. Si la ciudad de por sí era oscura, el callejón era simplemente la boca del lobo para un humano. El hombre echó la mirada hacia atrás, girando su cuerpo completo. No le quedaba otra que dar media vuelta, pero ahí se encontraba Katrina; parada en mitad del callejón, con su característica mirada fría e impasible. No mostraba una sola mueca de compasión por él. El hombre, asustado pero con un atisbo del arrojo que le era propio, sacó de su cinturón una daga.
-¡Te mataré, escoria!
Katrina no movió un solo músculo, como si esperase algo más de él. El hombre dio un pequeño paso hacia adelante, más decidido. Parecía que poco a poco le iba ganando la batalla al miedo.
-¡¿Qué me has hecho?! ¡BRUJA!
Ese apelativo molestó a la vampiresa. Claramente no era una bruja, pero no quiso gastar un ápice más de energía con él para hablarle, por lo que enseñó sutilmente los colmillos que la delataban como lo que era.
El contrabandista, confundido, dio otro paso hacia adelante.
Entonces se oyeron pasos. Unos pasos contundentes y que sonaban con eco en aquel callejón. Eran lentos, pero sin pausa. De pronto, al lado de Katrina pudo dejarse ver otra figura; encapuchada y escondida tras una máscara, con ropajes oscuros y dos espadas a su espalda. La máscara miraba, y la mirada detrás de ella, miraban al hombre con seriedad y una ira escondida pero latente.
-Korbak Bedrager.-Se dirigió al hombre. Hizo una pausa dedicándole una mirada de juez.-Tu persona lleva muchos delitos encima, pero no seré yo quien te juzgue hoy por ellos.-Sus palabras sonaban bastante decididas y con autoridad.-Tienes algo que me interesa.
El hombre, aún más confundido y consternado, se puso más rígido.
-...¿D-dinero? ¡¿Quieres dinero?!-Sonaba algo desesperado para él.
Alward negó con la cabeza.
-El dinero no me sirve de nada.-Respondió, enigmático.-Quiero información; una pista, un mapa, una lista, o algo que me haga encontrar algo que busco.
-¿Qué buscas?-Preguntó, cauteloso.
-Las tumbas de los Stellazios.
Dudoso, se permitió el lujo de intentar una negativa, pero cruzó su mirada con Katrina y los ojos de esta le infundieron el terror psicológico de antes. No quería más eso, y al fin y al cabo era un trozo de papel que contenía algo que nadie nunca ha podido encontrar. ¿Su vida por una fantasía e historias de fantasmas para asustar a los más pequeños? Claramente el precio a pagar era barato para él, y agradeció en parte que así fuera.
Sin mucho más que añadir, sacó de una pequeña bolsa que llevaba atada a su cintura un trozo de papel con unas extrañas marcas parecidas a las de un mapa, con su propia leyenda y todo. Se había interesado bastante por aquella historia de los nacidos de las estrellas, pero tomó la decisión de que lo más inteligente era olvidar todo eso. De todas formas, nunca pudo descifrar ni el mapa ni encontrar nada que delatase que todo aquello existiera realmente.
Alward se acercó con cautela pero firme. Agarró el trozo de papel y lo guardó a buen recaudo. Se volteó sin más. El hombre guardó su daga, mostrándose sin hostilidad alguna.
-Me dejarás ir... ¿Verdad?-Preguntó, intentando que se le mostrara clemencia.
-...-Se detuvo, firme, sin decir absolutamente nada.-No me fío de ti
Y, de pronto, se volteó con gran rapidez y desenvainó una de sus espadas. El contrabandista quiso sacar de nuevo su daga para contraatacar, pero el enmascarado fue más rápido. El llamado Korbak se llevó un golpe en toda la nariz con la empuñadura del arma que lo hizo caer hacia atrás en el acto totalmente inconsciente.
Alward volvió a envainar el arma y esta vez si se volteó para marcharse del lugar. Al pasar junto a Katrina, notó que esta le miró con un atisbo de duda en su mirada.
-No pensarías que lo mataría, ¿Verdad?
La vampiresa se encogió de hombros, totalmente indiferente.
-No sería una pérdida para nadie.-Su voz mágica se proyectó en la mente del enmascarado, respondiendo sin escrúpulos.
A Alward se le escapó media sonrisa debajo de la máscara y prosiguió su caminar. Katrina, antes de irse con el Sevna, echó una última mirada al contrabandista para asegurarse de que seguía allí inconsciente. Efectivamente, así era. Le dedicó una mirada de asco y finalmente se marchó.
Ya más tranquilos y mezclados entre el gentío y el ir y venir de este, pudieron echar un vistazo al mapa. No entendían nada, ninguno de los dos.
-Genial. Ahora necesitamos a alguien o algo que lo descifre.-Hizo una mueca de desagrado para finalmente soltar un resoplido.
Alward se quedó mirando unos segundos más el mapa sin mucho éxito en sus cavilaciones. No tenía nada sentido de allí, ni siquiera las tierras que eran cartografiadas le sonaban. Sentía que solo había empezado en su empresa, después de tanto esfuerzo por buscar la primera pista. Al igual que su compañera, soltó un resoplido y levantó la mirada. Pudo ver a un tipo mirando un montón de piedras amontonadas, parado y quieto, al igual que ellos era el único allí parado. Le generó cierta curiosidad, tanta que la vampiresa no pudo evitar dejarse llevar por la curiosidad y dirigió su mirada hacia aquel desconocido.
-¿Él sabrá descifrar el mapa?-Dijo con un tono sarcástico
-Eso sin duda sería un golpe de suerte...-Respondió esbozando una pequeña risa cansada.
No era miedo lo que él sentía, sino recelo, odio, frustración y mucha sed de venganza. Eso era lo que corría por sus venas cada vez que veía a cualquier ser de colmillos afilados.
¿Qué es lo que le había llevado allí? Una pista, un mapa, algo que le sirviese para proseguir su peregrinaje. Estaba en un punto muerto, y no sabía cómo continuar. El sujeto indicado para darle lo que quería era un contrabandista. Este se dedicaba a saquear todas y cada una de las tumbas, monumentos, templos o cualquier construcción antigua. Luego vendía sus adquisiciones al mejor postor. No era en sí un delito que estuviese mal visto, pero molestar a los antiguos sí que era considerado una falta de respeto y una osadía capaz de alguien, o muy valiente o muy necio, pero el hecho de poner en venta dichas sustracciones era algo de lo más rastrero y caradura.
Además, el tipo era un borracho y un mal padre de familia, maltrataba a su mujer y su hija. No era alguien por quien sentir pena.
Logró encontrarlo y seguirle la pista. No fue difícil, siempre frecuentaba el mismo bar.
Lo que sí que costó fue meterle miedo. Alguien así había vivido muchas cosas; todo tipo de situaciones. El miedo era algo que ese sujeto había perdido hacía mucho tiempo, al igual que el respeto por los demás, la vergüenza o la compasión. Cuanto más sabía sobre él, más asco le tenía Katrina.
Y, tras mucho indagar en los entresijos de su mente, al fin dio con algo; no se vislumbró una imagen muy clara en su mente, pero la vampiresa de cabellos nevados pudo ver un cuarto oscuro, muchas camas; literas, mucho frío y humedad, además de que estaba lloviendo; los relámpagos a veces iluminaban la estancia para luego dar paso a un breve silencio que era roto por un el estruendo que acompañaba a esos fenómenos de la naturaleza. Se sentía solo y aterrado. Un rincón muy profundo de su cabeza guardaba todo eso, y abrirlo supuso una ruptura y un shock emocional para el hombre.
Salió huyendo despavorido. Katrina lo había logrado, era buena en eso. Todo gracias al fruto de sus entrenamientos y sus días practicando para hacer de ella la espía perfecta que una Sierpe perteneciente a la Lengua de la Serpiente debía ser.
La vampiresa fue detrás de el contrabandista. Era un simple humano, así que no habría problemas para seguirle.
Consiguió acorralarlo en un callejón sin salida. Si la ciudad de por sí era oscura, el callejón era simplemente la boca del lobo para un humano. El hombre echó la mirada hacia atrás, girando su cuerpo completo. No le quedaba otra que dar media vuelta, pero ahí se encontraba Katrina; parada en mitad del callejón, con su característica mirada fría e impasible. No mostraba una sola mueca de compasión por él. El hombre, asustado pero con un atisbo del arrojo que le era propio, sacó de su cinturón una daga.
-¡Te mataré, escoria!
Katrina no movió un solo músculo, como si esperase algo más de él. El hombre dio un pequeño paso hacia adelante, más decidido. Parecía que poco a poco le iba ganando la batalla al miedo.
-¡¿Qué me has hecho?! ¡BRUJA!
Ese apelativo molestó a la vampiresa. Claramente no era una bruja, pero no quiso gastar un ápice más de energía con él para hablarle, por lo que enseñó sutilmente los colmillos que la delataban como lo que era.
El contrabandista, confundido, dio otro paso hacia adelante.
Entonces se oyeron pasos. Unos pasos contundentes y que sonaban con eco en aquel callejón. Eran lentos, pero sin pausa. De pronto, al lado de Katrina pudo dejarse ver otra figura; encapuchada y escondida tras una máscara, con ropajes oscuros y dos espadas a su espalda. La máscara miraba, y la mirada detrás de ella, miraban al hombre con seriedad y una ira escondida pero latente.
-Korbak Bedrager.-Se dirigió al hombre. Hizo una pausa dedicándole una mirada de juez.-Tu persona lleva muchos delitos encima, pero no seré yo quien te juzgue hoy por ellos.-Sus palabras sonaban bastante decididas y con autoridad.-Tienes algo que me interesa.
El hombre, aún más confundido y consternado, se puso más rígido.
-...¿D-dinero? ¡¿Quieres dinero?!-Sonaba algo desesperado para él.
Alward negó con la cabeza.
-El dinero no me sirve de nada.-Respondió, enigmático.-Quiero información; una pista, un mapa, una lista, o algo que me haga encontrar algo que busco.
-¿Qué buscas?-Preguntó, cauteloso.
-Las tumbas de los Stellazios.
Dudoso, se permitió el lujo de intentar una negativa, pero cruzó su mirada con Katrina y los ojos de esta le infundieron el terror psicológico de antes. No quería más eso, y al fin y al cabo era un trozo de papel que contenía algo que nadie nunca ha podido encontrar. ¿Su vida por una fantasía e historias de fantasmas para asustar a los más pequeños? Claramente el precio a pagar era barato para él, y agradeció en parte que así fuera.
Sin mucho más que añadir, sacó de una pequeña bolsa que llevaba atada a su cintura un trozo de papel con unas extrañas marcas parecidas a las de un mapa, con su propia leyenda y todo. Se había interesado bastante por aquella historia de los nacidos de las estrellas, pero tomó la decisión de que lo más inteligente era olvidar todo eso. De todas formas, nunca pudo descifrar ni el mapa ni encontrar nada que delatase que todo aquello existiera realmente.
Alward se acercó con cautela pero firme. Agarró el trozo de papel y lo guardó a buen recaudo. Se volteó sin más. El hombre guardó su daga, mostrándose sin hostilidad alguna.
-Me dejarás ir... ¿Verdad?-Preguntó, intentando que se le mostrara clemencia.
-...-Se detuvo, firme, sin decir absolutamente nada.-No me fío de ti
Y, de pronto, se volteó con gran rapidez y desenvainó una de sus espadas. El contrabandista quiso sacar de nuevo su daga para contraatacar, pero el enmascarado fue más rápido. El llamado Korbak se llevó un golpe en toda la nariz con la empuñadura del arma que lo hizo caer hacia atrás en el acto totalmente inconsciente.
Alward volvió a envainar el arma y esta vez si se volteó para marcharse del lugar. Al pasar junto a Katrina, notó que esta le miró con un atisbo de duda en su mirada.
-No pensarías que lo mataría, ¿Verdad?
La vampiresa se encogió de hombros, totalmente indiferente.
-No sería una pérdida para nadie.-Su voz mágica se proyectó en la mente del enmascarado, respondiendo sin escrúpulos.
A Alward se le escapó media sonrisa debajo de la máscara y prosiguió su caminar. Katrina, antes de irse con el Sevna, echó una última mirada al contrabandista para asegurarse de que seguía allí inconsciente. Efectivamente, así era. Le dedicó una mirada de asco y finalmente se marchó.
Ya más tranquilos y mezclados entre el gentío y el ir y venir de este, pudieron echar un vistazo al mapa. No entendían nada, ninguno de los dos.
-Genial. Ahora necesitamos a alguien o algo que lo descifre.-Hizo una mueca de desagrado para finalmente soltar un resoplido.
Alward se quedó mirando unos segundos más el mapa sin mucho éxito en sus cavilaciones. No tenía nada sentido de allí, ni siquiera las tierras que eran cartografiadas le sonaban. Sentía que solo había empezado en su empresa, después de tanto esfuerzo por buscar la primera pista. Al igual que su compañera, soltó un resoplido y levantó la mirada. Pudo ver a un tipo mirando un montón de piedras amontonadas, parado y quieto, al igual que ellos era el único allí parado. Le generó cierta curiosidad, tanta que la vampiresa no pudo evitar dejarse llevar por la curiosidad y dirigió su mirada hacia aquel desconocido.
-¿Él sabrá descifrar el mapa?-Dijo con un tono sarcástico
-Eso sin duda sería un golpe de suerte...-Respondió esbozando una pequeña risa cansada.
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Off: aquí mi carta de presentación para entrar en el tema. Dejo a mi personaje y a su acompañante ahí para que interactuéis con ellos de la forma que más gustéis ^^.
Alward Sevna
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Re: ¿Que es esta... sensación? (Libre)
Sacó el morro del lomo abierto de su presa, de forma repentina, al ser consciente de dónde estaba. Había perdido la noción del tiempo y el terreno persiguiendo aquella cría de venado, que también se había alejado demasiado de sus bosques mientras trataba de salvar su vida. Ahora que la adrenalina por la persecución y el frenesí por clavar sus fauces en carne fresca se había rebajado, se permitió sentir la humedad en sus patas, embarradas tras haber cruzado el río. Gruñó para sí, castigándose. Desde que se había establecido en Ulmer y vuelto a sentir el arropo de una manada, sus instintos aguardaban a salir a mucha menos profundidad que los años en el norte. Además, en un ambiente en que se alentaban las libertades, tan distinto al que fue su cuna con La Manada, había hecho que las lecciones aprendidas se fueran olvidando.
«Cómo. ¿Cómo he podido perder el control de esta manera? Un error como este podría costarme la vida. Hacía tiempo que no cazaba... No, eso no es excusa. Me he alejado demasiado... Y eso no estaba previsto. No debería haber pasado.»
En un suspiro, volvió a sentirse como una cachorrita novata en las cuevas, incapaz de controlar sus impulsos. Se estremeció al recordar a Dante y su férrea disciplina. Siempre se consideró fiel a sus mandatos, la dominaba con sólo una mirada porque sabía valorar su valía y reconocer cuando hacía un buen trabajo. O eso pensaba entonces. Con el tiempo y con perspectiva consideraba que el respeto que le había guardado a su Alpha no era otra cosa que temor.
Caminó en círculos alrededor de lo que ella llamaba ración mensual, aunque sin prestarle la más mínima atención. Sus sentidos estaban puestos en los alrededores. Si afinaba el oído, podía percibir el eco de una corriente de agua, dedujo entonces que no se había adentrado demasiado si todavía podía escuchar el río. Aquello sirvió para templar sus nervios notablemente, no estaba tan perdida, sería fácil regresar una vez en la orilla este.
«Si ya he corrido el riesgo, debería terminar con la pieza antes de marchar, ha valido la carrera.»
Sin embargo, una ráfaga llevo hasta ella tintes de olores distintos a los que ya había percibido del entorno. Alzó la cabeza hacia el cielo, estirando el pecho y tomando aire con profundidad para alcanzar a captar mayor aroma. Un movimiento involuntario hizo respingar el extremo final del hocico como acto reflejo al distinguir nuevas feromonas. Levantó entonces ambas orejas, en señal de alerta y se relamió la cara y las patas, limpiando todo resto de sangre. Acto seguido, se rebozó entre los arbustos más cercanos y se ocultó entre ellos. Al poco, el rumor de una voz masculina se hizo escuchar de entre los árboles, desde una zona más profunda.
Aguardó a que el varón se dejase ver antes de dar un paso en falso. Dos cuestiones le inquietaban: por una parte, desde allí no era capaz de distinguir mayor particularidad en su olor, lo que le impedía distinguir siquiera de qué o quién se trataba. Por otra, tan sólo había alcanzado a diferenciar una voz, pero en una conversación cualquiera esperaría al menos dos intervinientes.
Aspectos a tener en cuenta:
» Dahlia comienza el tema en forma de lobo.
» No conoce la zona, se ubica en las afueras del bosque que rodea Sacrestic Ville.
» Sólo ha percibido claramente una voz masculina, que puede corresponder tanto a uno como a otro. Al ser el primer turno no he querido entrar de lleno con nadie, libres sois ambos de encontraros con ella.
Dahlia
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