Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
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Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Mi olfato me alertó demasiado tarde.
La hierba bajo mis pies creció espontáneamente, convirtiéndose en enredaderas y lianas que rodearon mis piernas. Salté del lugar, arrancándolas antes de que pudiesen fijarse demasiado, pero dejándome en una posición demasiada cercana a un árbol. Dos ramas se cerraron en torno a mi brazo y lo cubrieron rápidamente de corteza. En apenas un instante, estaba atrapado.
Miré alrededor, en busca de mi atacante. No había nada a la vista, pero... podía olerlo. Estaba allí. Tras unos instantes, logré distinguir la silueta. Una mujer, perfectamente camuflada con el ambiente. Incluso en movimiento, su piel era imposible de distinguir de un árbol. Sus pies se fundían con las raíces y la tierra.
-Cuanto más te resistas, más apretará.- dijo. Su voz era serena, pero extraña. Como si hablara por dos voces a la vez. Dejé de intentar tirar de mi brazo y miré alrededor. Había otro cerca. Este tenía un arco, y apuntaba directamente a mi pecho. Adorable. -Estás en nuestro bosque, y no eres de por aquí. Vas a tener que darnos algunas explicaciones.-
-Sí que es cierto que los elfos son hospitalarios.- respondí, poco impresionado. -Estaba de camino a Midgar y sortear el bosque me llevaría días. ¿Tratáis a todos los caminantes así?-
-Deja que yo haga las preguntas.- replicó la mujer. -Quiero saber donde estabas al amanecer.-
-Caminando en el mismo bosque. Obviamente. Quizás unos kilómetros más por allí.- exhalé. Al menos no me había tocado uno de los verdaderamente condescendientes. No me habría contenido.
-Soy Ariawen, driada del clan Yelvaris. Vamos a tener que llevarte a nuestro hogar bajo custodia. Ha habido un asesinato, y tu puedes haber sido el culpable.- declaró.
-Por tu propio bien, sé razonable.- dijo el arquero, hablando por primera vez. -Si no te resistes, no se te hará daño.- Como si pudiesen incluso si me resistiese. Resoplé, pero me pensé mis siguientes palabras con cautela. Aquello podía servirme. Con mi aspecto, seguía pareciendo poco más que un vagabundo enfermo. Sin armas, sin armadura... ni siquiera una camisa a mi nombre. Podía seguir jugando con aquel papel.
-Muy bien.- dije lentamente. -Iré, entonces.- La corteza y las plantas del suelo recedieron, permitiéndome moverme con libertad. Atusé la parte de mi pelaje que habían tocado. No era del todo agradable.
Ninguno de los dos elfos habló demasiado en el trayecto. Ni siquiera respondieron a mis preguntas, pero si tuve tiempo para ver a la llamada driada de cerca. No era camuflaje ni pintura: su cuerpo estaba parcialmente cubierto de plantas, madera y raíces. Apenas tenía piel visible entre la corteza y hiedras. Su expresión era indescifrable. ¿Tenía acaso músculos faciales...?
Tras varios minutos caminando, empecé a notar otro olor en el ambiente. Sangre. Y mucha. Con cada paso, nos acercábamos más, hasta que finalmente lo vimos.
Era una escena bastante macabra. El cuerpo de un elfo había sido atado a un árbol por la altura de la cintura con lo que parecía ser una liana. Sin embargo, lo más notable era el estado del cadaver. No solo tenía enormes arañazos y heridas de zarpas: Alguien lo había abierto en canal, desde el pecho hasta el estómago. Había restos de sus tripas por el suelo, pero tan solo trozos. La hierba frente a él estaba casi completamente roja.
-Espíritus.- murmuré.
-Este es nuestro padre Eltaor. El líder de nuestro clan, y víctima de este crimen.- dijo la mujer árbol. Estaba mirándome directamente a los ojos. No parecía precisamente dolida, pero aún era difícil de decir. -Un oso debió encontrar su cuerpo, atraído por la sangre.-
-...Al menos es parte del bosque ahora.- comenté, incapaz de mantenerme callado. El arquero me fulminó con la mirada. Sin embargo, no nos detuvimos por mucho tiempo. Comentaron algo entre sí en élfico, y tras unos momentos, seguimos avanzando.
No tuve mucho tiempo para ver la tribu. En cuanto quedó a la vista, giramos, y los elfos me condujeron hacia lo que parecía ser un árbol hueco. Mi celda, supuse. Aparte de una pila de hojas y una lámpara con lo que debían ser insectos luminosos colgando, no había mucho más. Hospitalidad élfica. Me encogí de hombros y me adentré. Me venía bien descansar las piernas un poco.
-Tu bolsa.- dijo el elfo. -No podemos dejarte tenerla dentro. La dejaremos a buen recaudo.-
Dudé un segundo. Aunque me haría gracia verlo...
-No te recomiendo tocarla. Muerde.- respondí, descolgándola de mi espalda y dejándola junto a la entrada. El elfo arqueó una ceja.
-...No es momento para bromas, hombre bestia.-
Me encogí de hombros y esperé a que la tocase. En cuanto lo hizo, Dedal abrió su ojo, y la zona superior sacó a relucir sus decenas de colmillos. El elfo retrocedió de un salto, dejando escapar una maldición en élfico.
-Dedal. Ahec.- ordené. Tras un sonido inhumano, la bolsa replegó sus dientes y volvió a acomodarse, aún observando con su ojo abierto. -Buen demonio.- dije, sacando un trozo de carne seca de mi bolsa y dejándolo caer hacia su boca. El ser lo devoró en segundos, y volvió a su estado inerte. -Llévatela, si quieres. Pero no la intentes abrir.- dije simplemente. El elfo obedeció, aunque con mucho más cuidado que antes. Una vez se alejó, solo quedabamos la druida y yo.
Una red de ramas cubrió la puerta, haciendo de barrotes para aquella jaula. Tanta seguridad para lo que era un árbol...
-Tu juicio será al anochecer. Una vez quede claro si has sido el responsable de esto, serás entregado a la guardia.- dijo la elfa al otro lado. Arqueé una ceja.
-¿La Guardia? ¿Humana?- pregunté. -¿Por qué?-
-No creemos en quitar la vida de nadie, extranjero. Incluso la de un criminal. Y no podemos mantenerte y alimentarte aquí eternamente.- explicó. -Ya hablamos con un grupo de humanos antes de encontrarte. Deben estar de camino.-
Suspiré y me acosté sobre las hojas. Eran... bueno, no era una cama, pero era algo. La druida no se movió.
-Siento que estemos tan defensivos. Era una persona querida, y... hace poco, uno de nuestros clanes hermanos ha sido destruido.- dijo. -Nadie sabe por qué. Los pocos que sobrevivieron hablan de demonios. Algunos creen que vampiros... Han venido cazadores y mercenarios. Me temo que no habrá paz hasta que todo pase.-
Me quedé en silencio. No me esperaba que dijese aquello. Su voz sonaba exactamente igual que antes. Suspiré. Por el momento, debía esperar.
La hierba bajo mis pies creció espontáneamente, convirtiéndose en enredaderas y lianas que rodearon mis piernas. Salté del lugar, arrancándolas antes de que pudiesen fijarse demasiado, pero dejándome en una posición demasiada cercana a un árbol. Dos ramas se cerraron en torno a mi brazo y lo cubrieron rápidamente de corteza. En apenas un instante, estaba atrapado.
Miré alrededor, en busca de mi atacante. No había nada a la vista, pero... podía olerlo. Estaba allí. Tras unos instantes, logré distinguir la silueta. Una mujer, perfectamente camuflada con el ambiente. Incluso en movimiento, su piel era imposible de distinguir de un árbol. Sus pies se fundían con las raíces y la tierra.
-Cuanto más te resistas, más apretará.- dijo. Su voz era serena, pero extraña. Como si hablara por dos voces a la vez. Dejé de intentar tirar de mi brazo y miré alrededor. Había otro cerca. Este tenía un arco, y apuntaba directamente a mi pecho. Adorable. -Estás en nuestro bosque, y no eres de por aquí. Vas a tener que darnos algunas explicaciones.-
-Sí que es cierto que los elfos son hospitalarios.- respondí, poco impresionado. -Estaba de camino a Midgar y sortear el bosque me llevaría días. ¿Tratáis a todos los caminantes así?-
-Deja que yo haga las preguntas.- replicó la mujer. -Quiero saber donde estabas al amanecer.-
-Caminando en el mismo bosque. Obviamente. Quizás unos kilómetros más por allí.- exhalé. Al menos no me había tocado uno de los verdaderamente condescendientes. No me habría contenido.
-Soy Ariawen, driada del clan Yelvaris. Vamos a tener que llevarte a nuestro hogar bajo custodia. Ha habido un asesinato, y tu puedes haber sido el culpable.- declaró.
-Por tu propio bien, sé razonable.- dijo el arquero, hablando por primera vez. -Si no te resistes, no se te hará daño.- Como si pudiesen incluso si me resistiese. Resoplé, pero me pensé mis siguientes palabras con cautela. Aquello podía servirme. Con mi aspecto, seguía pareciendo poco más que un vagabundo enfermo. Sin armas, sin armadura... ni siquiera una camisa a mi nombre. Podía seguir jugando con aquel papel.
-Muy bien.- dije lentamente. -Iré, entonces.- La corteza y las plantas del suelo recedieron, permitiéndome moverme con libertad. Atusé la parte de mi pelaje que habían tocado. No era del todo agradable.
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Ninguno de los dos elfos habló demasiado en el trayecto. Ni siquiera respondieron a mis preguntas, pero si tuve tiempo para ver a la llamada driada de cerca. No era camuflaje ni pintura: su cuerpo estaba parcialmente cubierto de plantas, madera y raíces. Apenas tenía piel visible entre la corteza y hiedras. Su expresión era indescifrable. ¿Tenía acaso músculos faciales...?
Tras varios minutos caminando, empecé a notar otro olor en el ambiente. Sangre. Y mucha. Con cada paso, nos acercábamos más, hasta que finalmente lo vimos.
Era una escena bastante macabra. El cuerpo de un elfo había sido atado a un árbol por la altura de la cintura con lo que parecía ser una liana. Sin embargo, lo más notable era el estado del cadaver. No solo tenía enormes arañazos y heridas de zarpas: Alguien lo había abierto en canal, desde el pecho hasta el estómago. Había restos de sus tripas por el suelo, pero tan solo trozos. La hierba frente a él estaba casi completamente roja.
-Espíritus.- murmuré.
-Este es nuestro padre Eltaor. El líder de nuestro clan, y víctima de este crimen.- dijo la mujer árbol. Estaba mirándome directamente a los ojos. No parecía precisamente dolida, pero aún era difícil de decir. -Un oso debió encontrar su cuerpo, atraído por la sangre.-
-...Al menos es parte del bosque ahora.- comenté, incapaz de mantenerme callado. El arquero me fulminó con la mirada. Sin embargo, no nos detuvimos por mucho tiempo. Comentaron algo entre sí en élfico, y tras unos momentos, seguimos avanzando.
No tuve mucho tiempo para ver la tribu. En cuanto quedó a la vista, giramos, y los elfos me condujeron hacia lo que parecía ser un árbol hueco. Mi celda, supuse. Aparte de una pila de hojas y una lámpara con lo que debían ser insectos luminosos colgando, no había mucho más. Hospitalidad élfica. Me encogí de hombros y me adentré. Me venía bien descansar las piernas un poco.
-Tu bolsa.- dijo el elfo. -No podemos dejarte tenerla dentro. La dejaremos a buen recaudo.-
Dudé un segundo. Aunque me haría gracia verlo...
-No te recomiendo tocarla. Muerde.- respondí, descolgándola de mi espalda y dejándola junto a la entrada. El elfo arqueó una ceja.
-...No es momento para bromas, hombre bestia.-
Me encogí de hombros y esperé a que la tocase. En cuanto lo hizo, Dedal abrió su ojo, y la zona superior sacó a relucir sus decenas de colmillos. El elfo retrocedió de un salto, dejando escapar una maldición en élfico.
-Dedal. Ahec.- ordené. Tras un sonido inhumano, la bolsa replegó sus dientes y volvió a acomodarse, aún observando con su ojo abierto. -Buen demonio.- dije, sacando un trozo de carne seca de mi bolsa y dejándolo caer hacia su boca. El ser lo devoró en segundos, y volvió a su estado inerte. -Llévatela, si quieres. Pero no la intentes abrir.- dije simplemente. El elfo obedeció, aunque con mucho más cuidado que antes. Una vez se alejó, solo quedabamos la druida y yo.
Una red de ramas cubrió la puerta, haciendo de barrotes para aquella jaula. Tanta seguridad para lo que era un árbol...
-Tu juicio será al anochecer. Una vez quede claro si has sido el responsable de esto, serás entregado a la guardia.- dijo la elfa al otro lado. Arqueé una ceja.
-¿La Guardia? ¿Humana?- pregunté. -¿Por qué?-
-No creemos en quitar la vida de nadie, extranjero. Incluso la de un criminal. Y no podemos mantenerte y alimentarte aquí eternamente.- explicó. -Ya hablamos con un grupo de humanos antes de encontrarte. Deben estar de camino.-
Suspiré y me acosté sobre las hojas. Eran... bueno, no era una cama, pero era algo. La druida no se movió.
-Siento que estemos tan defensivos. Era una persona querida, y... hace poco, uno de nuestros clanes hermanos ha sido destruido.- dijo. -Nadie sabe por qué. Los pocos que sobrevivieron hablan de demonios. Algunos creen que vampiros... Han venido cazadores y mercenarios. Me temo que no habrá paz hasta que todo pase.-
Me quedé en silencio. No me esperaba que dijese aquello. Su voz sonaba exactamente igual que antes. Suspiré. Por el momento, debía esperar.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
-¡Ariawen, tenemos a una vampiresa! – Celebró el elfo y su cuadrilla de cinco, que tiraban mis armas de mala manera en un lugar donde habían colocado una extraña bolsa que desprendía éter mágico. Entraba conmigo, atada con ambas manos a la espalda por unas improvisadas ramas de rosal que, con sus pinchos, me dificultaban la movilidad y me hacían daño si las movía demasiado.
No era la primera vez que me confundían con una desde mi paso por el Oblivion. A ojos de un experto tenía rasgos que claramente me excluían de ese grupo. Pero resultaba decepcionante que a plena luz del día me confundieran con uno. El hecho de que la mayor parte de la población fuera totalmente ignorante en el tema y asociara a los chupasangres a rostros pálidos y ojos rojos contribuía mucho a esa creencia.
En mi caso, me habían capturado, o más bien, me había dejado capturar, en el bosque. Los bosques de Sandorái no es que fueran un lugar que me atrajera mucho pasar ya como bruja, pero era el camino más rápido de acceso al Norte. Me había encontrado con un cadáver colgando de un árbol en un estado deplorable y, como curiosa de la caza de vampiros que era, estaba analizándolo para ver si se trataba de uno de los míos. Momento en el que me encontraron los elfos. Pude haber escapado, pero tampoco tenía mucha idea de a donde huir, por lo que era preferible aceptar una captura temporal y tratar de resolver el malentendido hablando o, en el peor de los casos, huir cuando tuviera garantía de que nadie me perseguiría.
Fui conducida hasta donde se encontraban las celdas y fui postrada erguida ante Ariwen, ligeramente más bajita que yo, de apariencia seguramente más joven, y también con unos ojos muy bonitos que llamaron mi atención. Debía ser alguien importante, por cómo me sujetaron fuertemente de las muñecas. Me mantuve quieta para que aquella rama no me dejara un tatuaje. Ella me miró por completo y me quitó la capucha. Mi cabello, ahora ceniciento, poco peinado y mi rímel descorrido, me daban una apariencia de loca. La miré a los ojos y le sonreí falsamente, sin decir nada.
-Esta vampiresa estaba en la escena del crimen. – comentó mi retenedor, que parece que disfrutaba con los dichosos aprietes. - ¿Qué hacemos con ella?
-Encerradla en la celda al lado del hombre bestia. – señaló a la puerta.
Tendí la vista a la jaula de al lado. ¿Ese no era…? ¡Dioses! No pude sino esbozar una sonrisa al verlo allí. Como buen cachorrito, metido en una jaula. Qué maravillosa coincidencia. Casi tanto como el hecho de que dos no muertos aparecieran repentinamente en un bosque el día de un asesinato macabro. Ahora sí que iba a ser difícil explicarle a los elfos que todo aquello se trataba de un malentendido.
Asher Daregan y yo, juntos celda con celda. Me detuvieron justo al lado del árbol en el que estaba encerrado Asher. Estaban abriendo la puerta de la celda contigua. Miré a través de los barrotes y, con tranquilidad e ironía por la situación, miré a mi excompañero centinela. Le eché una mirada general. No lo había visto desde nuestro paso por el Oblivion y, por lo visto, no le había sentado muy bien. - ¿Qué tal, Asher? Tienes mal aspecto. – pregunté con tranquilidad. El elfo, molesto por mi charla, tiró de los grilletes, apretando mis muñecas y clavándose ligeramente en éstas. - Aish. – Gemí ligeramente.
-Entra. – Puse una cara de desagrado y asentí. Dejé que el elfo agachara mi cabeza para no golpearme. Una vez dentro, me soltó los grilletes y cerró la puerta con llave.
Me acaricié las doloridas muñecas mientras otra elfa, la tal Ariawen, apareció delante de ambas celdas. –Se conocen... - hizo notar a su compañero. - Creo que nuestras sospechas eran ciertas. Los vampiros tienen que ver con la muerte de Eltaor.
-Podría haber más. Quizás deberíamos llamar a los cazavampiros. – comentó un tercer elfo, que parecía a su vez el segundo de Ariawen.
-¿Queréis que os pase la dirección de unos muy buenos? – interrumpí detrás de los barrotes. Nunca era mal momento para hacer negocio.
-Veremos si eres tan graciosa cuando llegue la guardia a juzgarte. – Contestó desafiante Ariawen.
¿La guardia haciendo juicios en Sandorái? Creía que los elfos tenían suficiente capacidad de jurisdicción propia como para no depender de esos inútiles de Verisar. ¿Para eso los habíamos salvado de la destrucción total, irónicamente, los dos que estábamos allí encerrados?
-Los elfos siempre dejándonos en buenas manos... – ironicé enviándole una mirada divertida al perro leproso. Recordando la nefasta actuación de los elfos para con nosotros en la batalla de Árbol Madre, a buen juicio mío, no habría olvidado.
Iba a ser divertido ver la cara de los orejaspicudas cuando colmaran la paciencia de Asher y Eclipse apareciera en su mano. Hasta entonces, preferí abstraerme de lo ridículo de la situación tumbándome cual larga era sobre aquel incómodo montón de heno que los elfos llamaban “cama”.
Echaba de menos el Palacio de los Vientos.
No era la primera vez que me confundían con una desde mi paso por el Oblivion. A ojos de un experto tenía rasgos que claramente me excluían de ese grupo. Pero resultaba decepcionante que a plena luz del día me confundieran con uno. El hecho de que la mayor parte de la población fuera totalmente ignorante en el tema y asociara a los chupasangres a rostros pálidos y ojos rojos contribuía mucho a esa creencia.
En mi caso, me habían capturado, o más bien, me había dejado capturar, en el bosque. Los bosques de Sandorái no es que fueran un lugar que me atrajera mucho pasar ya como bruja, pero era el camino más rápido de acceso al Norte. Me había encontrado con un cadáver colgando de un árbol en un estado deplorable y, como curiosa de la caza de vampiros que era, estaba analizándolo para ver si se trataba de uno de los míos. Momento en el que me encontraron los elfos. Pude haber escapado, pero tampoco tenía mucha idea de a donde huir, por lo que era preferible aceptar una captura temporal y tratar de resolver el malentendido hablando o, en el peor de los casos, huir cuando tuviera garantía de que nadie me perseguiría.
Fui conducida hasta donde se encontraban las celdas y fui postrada erguida ante Ariwen, ligeramente más bajita que yo, de apariencia seguramente más joven, y también con unos ojos muy bonitos que llamaron mi atención. Debía ser alguien importante, por cómo me sujetaron fuertemente de las muñecas. Me mantuve quieta para que aquella rama no me dejara un tatuaje. Ella me miró por completo y me quitó la capucha. Mi cabello, ahora ceniciento, poco peinado y mi rímel descorrido, me daban una apariencia de loca. La miré a los ojos y le sonreí falsamente, sin decir nada.
-Esta vampiresa estaba en la escena del crimen. – comentó mi retenedor, que parece que disfrutaba con los dichosos aprietes. - ¿Qué hacemos con ella?
-Encerradla en la celda al lado del hombre bestia. – señaló a la puerta.
Tendí la vista a la jaula de al lado. ¿Ese no era…? ¡Dioses! No pude sino esbozar una sonrisa al verlo allí. Como buen cachorrito, metido en una jaula. Qué maravillosa coincidencia. Casi tanto como el hecho de que dos no muertos aparecieran repentinamente en un bosque el día de un asesinato macabro. Ahora sí que iba a ser difícil explicarle a los elfos que todo aquello se trataba de un malentendido.
Asher Daregan y yo, juntos celda con celda. Me detuvieron justo al lado del árbol en el que estaba encerrado Asher. Estaban abriendo la puerta de la celda contigua. Miré a través de los barrotes y, con tranquilidad e ironía por la situación, miré a mi excompañero centinela. Le eché una mirada general. No lo había visto desde nuestro paso por el Oblivion y, por lo visto, no le había sentado muy bien. - ¿Qué tal, Asher? Tienes mal aspecto. – pregunté con tranquilidad. El elfo, molesto por mi charla, tiró de los grilletes, apretando mis muñecas y clavándose ligeramente en éstas. - Aish. – Gemí ligeramente.
-Entra. – Puse una cara de desagrado y asentí. Dejé que el elfo agachara mi cabeza para no golpearme. Una vez dentro, me soltó los grilletes y cerró la puerta con llave.
Me acaricié las doloridas muñecas mientras otra elfa, la tal Ariawen, apareció delante de ambas celdas. –Se conocen... - hizo notar a su compañero. - Creo que nuestras sospechas eran ciertas. Los vampiros tienen que ver con la muerte de Eltaor.
-Podría haber más. Quizás deberíamos llamar a los cazavampiros. – comentó un tercer elfo, que parecía a su vez el segundo de Ariawen.
-¿Queréis que os pase la dirección de unos muy buenos? – interrumpí detrás de los barrotes. Nunca era mal momento para hacer negocio.
-Veremos si eres tan graciosa cuando llegue la guardia a juzgarte. – Contestó desafiante Ariawen.
¿La guardia haciendo juicios en Sandorái? Creía que los elfos tenían suficiente capacidad de jurisdicción propia como para no depender de esos inútiles de Verisar. ¿Para eso los habíamos salvado de la destrucción total, irónicamente, los dos que estábamos allí encerrados?
-Los elfos siempre dejándonos en buenas manos... – ironicé enviándole una mirada divertida al perro leproso. Recordando la nefasta actuación de los elfos para con nosotros en la batalla de Árbol Madre, a buen juicio mío, no habría olvidado.
Iba a ser divertido ver la cara de los orejaspicudas cuando colmaran la paciencia de Asher y Eclipse apareciera en su mano. Hasta entonces, preferí abstraerme de lo ridículo de la situación tumbándome cual larga era sobre aquel incómodo montón de heno que los elfos llamaban “cama”.
Echaba de menos el Palacio de los Vientos.
Anastasia Boisson
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
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El regreso a la dura vida de entrenamientos, patrullas y disciplina militar era un enorme alivio para la dragona. Visitar a sus padres había sido una mala idea, por un lado la había ayudado a reafirmar su decisión de pertenecer a la Guardia, no era posible bajo ninguna circunstancia que aceptara el estilo de vida que sus progenitores habían planeado para ella. Por otra parte, su desafortunado encuentro con Alward la había dejado con la sensación de que no todo sería tan sencillo como ella pretendía.
A los pocos días de llegar a Lunargenta habían recibido un mensaje del Clan Yelvaris, un grupo de elfos... Sashenka no tenía todos los detalles, por ser una novata no se consideraba necesario que los supiera, pero sí requerían de la intervención de la Guardia no había demasiado lugar a duda: Era cuestión de aplicar justicia.
Asignaron la tarea a nueve reclutas, algunos con más experiencia y otros nuevos como Sasha, e iría con ellos un Capitán Semielfo que serviría como conexión con el clan. Les dieron equipo y unos caballos descansados porque la idea era llegar tan pronto como fuera posible.
Cabalgando sin descanso llegaron relativamente pronto, aún había sol cuando se internaron en el bosque. Llevaban las armaduras de la Guardia, pero además llevaban una bandera, todas precauciones para evitar que los elfos los confundieran con algún grupo enemigo, estaban especialmente sensibles desde lo que había ocurrido en el Árbol Madre. Algunos de los reclutas nunca habían estado en ese territorio, y solo habían visto a los elfos de Lunargenta que se diferenciaban bastante en su actitud de los que vivían en sus tierras.
Fue algo intimidante cuando se dieron cuenta de pronto que estaban rodeados por ellos, varios de los soldados llevó la mano al mango de la espada por instinto, pero su Capitán les hizo una señal para que se quedaran quietos.
-Venimos en representación de la Guardia, tal como lo solicitaron - Les dijo en un perfecto elfico.
-Lo sabemos. Sigannos por aquí - Respondió uno de los elfos y de inmediato tomaron posiciones para rodear al grupo, como si temieran que fueran a hacer algo indebido. Los escoltaron de esa manera hasta llegar a la tribu.
Acostumbrada como estaba a los grandes edificios hechos de piedra o incluso esculpidos en las mismas montañas, la Dozorova apenas se percató de que habían llegado a donde vivían los elfos. El Capitán les dio la voz de alto, había estado hablando en ese extraño idioma tan melódico durante todo el camino, y se disponía a distribuir las tareas.
-Hubo un asesinato, alguien importante para los locales. Aparentemente atraparon a los culpables y los tienen enjaulados. Seis de ustedes van a ir allí a vigilar mientras resolvemos los detalles, los otros tres síganme -
Sashenka había sido asignada entre los que irían a las celdas, tenía un poco de curiosidad por saber qué tipo de personas eran los que se metían en medio del bosque de los elfos y asesinaban a un Líder sin más. Cuando llegó al lugar su apariencia no la decepcionó para nada, se veían exactamente como tenían que verse un par de asesinos.
Se paró firme en medio de las dos celdas, aunque a una distancia adecuada como para que no la alcanzaran con los brazos.
Sashenka Dozorova
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Aquella celda era sinceramente ridícula. ¿A quien se le ocurría? Podía entender la idea: usar magia de naturaleza y árboles particularmente resistentes, como ese en el que estaba, para tener hogares duraderos, camuflados, y que no causasen daño. Y seguro que funcionaba bien... con sus casas. ¿Pero una prisión?
Quizás dentendría a un humano cualquiera, pero ante cualquier persona capaz de conjurar fuego, aquellos barrotes no eran más que una sugerencia. Incluso usando pura fuerza física, no sería imposible debilitarlas lo suficiente como para escapar. Y una vez fuera, nada te impedía salir corriendo a la aldea o al mismo bosque. Y al no tener llave, la única forma de abrir las celdas sin dañar el árbol era con magia natural.
Para cuando terminé de imaginar la vigésimo tercera forma en la que podría escapar, los elfos habían vuelto. Y traían a alguien. Aquel olor era familiar, pero la piel pálida... Fruncí el ceño. ¿Huracán? ¿Como había acabado allí?
-Ya somos dos, entonces.- respondí ante el saludo. ¿Que hacía allí...? Habían mencionado cazadores de vampiros. Quizás estuviese entre ellos. De ser así, probablemente era culpa mía. Quizás se lo contase luego.
Era extraño. Aunque nunca nos hubiésemos llevado demasiado bien, era difícil no sentir cierta cercanía. Después de todo, habíamos luchado juntos contra los Jinetes... y era de las pocas personas que aún me recordaba. Como mínimo, teníamos aquello en común. Solté una leve risa al oír su discusión con los elfos. Parecía haber ganado sentido del humor. Quizás el que yo había perdido.
Esperé unos segundos a que la cazadora se "acomodase" en su celda antes de hablar.
-¿Que tal te ha ido?- pregunté. -Aparte de Eltrant, Anders y Syl, que vino conmigo... eres la única que he visto desde que volvimos.- No tenía ni idea de que había pasado con el resto. Imaginaba que llegaron en condiciones similares. Al menos podían cuidar de si mismos: si habían sobrevivido al Oblivion, podían lidiar con aquello. -¿Que hay de ti?-
No tuvimos mucho tiempo de privacidad antes de que llegase la temible y poderosa Guardia. Elfos y guardias juntos, dos facciones con las que tenía más que suficiente pasado. Podía provocar una grandiosa carnicería en cualquier momento. Pero era mejor esperar, al menos un poco más.
No pude evitar reír al ver como seis humanos se apostaron delante de las "celdas". Olisqueé el aire. No, humanos no. Alguno de ellos emanaba éter.
-¿Tanta gente por un solo asesinato?- pregunté en voz alta, apoyándome sobre las ramas que hacían de barrotes. -¿Sabéis que nos han encerrado sin pruebas, no? Ni una sola. Yo solo estaba caminando tranquilamente y la mujer árbol me atacó sin provocación alguna.- añadí, buscando con la mirada los ojos de alguno de los guardias. La mayoría parecían mantenerse estoicos.
-Veeengaaaaaa. Tengo hambre. Los elfos son tan crueles. ¡Hemos estado aquí días! ¡Días sin comer!- aseguré. No podían haber pasado más de treinta minutos, pero ya que estaba allí, podía al menos ser tan insufrible como pudiese. -¡Y no nos ofrecen ayuda pese a estar obviamente enfermos! ¡Míranos! ¡Y esta celda no es segura! ¡A mi amiga vampiresa le entra luz en la suya!- dije, incapaz de sonreír ante aquello.
Aullé dramáticamente. Uno de los guardias pareció empezar a molestarse ante aquello. Tras unos veinte segundos de ruido incesante, el tipo estalló.
-¡Cierra la maldita boca de una vez!- gritó. Reí ruidosamente, satisfecho conmigo mismo.
-¿Y si no? Ni siquiera podéis abrir esta celda. No tiene llave ni cerrojo.- respondí, mirándolo divertido. No hubo respuesta.
-Pero venga, en serio,- añadí -ni siquiera tengo un arma de filo. No sé como podría haberle hecho eso incluso si quisiera.- Saqué mis brazos por entre los barrotes, gesticulando con las manos mientras hablaba. -Bueno, tengo mis garras, pero sacar la sangre de ellas lleva demasiado esfuerzo. ¿Veis?- pregunté, flexionando los dedos.
Quizás dentendría a un humano cualquiera, pero ante cualquier persona capaz de conjurar fuego, aquellos barrotes no eran más que una sugerencia. Incluso usando pura fuerza física, no sería imposible debilitarlas lo suficiente como para escapar. Y una vez fuera, nada te impedía salir corriendo a la aldea o al mismo bosque. Y al no tener llave, la única forma de abrir las celdas sin dañar el árbol era con magia natural.
Para cuando terminé de imaginar la vigésimo tercera forma en la que podría escapar, los elfos habían vuelto. Y traían a alguien. Aquel olor era familiar, pero la piel pálida... Fruncí el ceño. ¿Huracán? ¿Como había acabado allí?
-Ya somos dos, entonces.- respondí ante el saludo. ¿Que hacía allí...? Habían mencionado cazadores de vampiros. Quizás estuviese entre ellos. De ser así, probablemente era culpa mía. Quizás se lo contase luego.
Era extraño. Aunque nunca nos hubiésemos llevado demasiado bien, era difícil no sentir cierta cercanía. Después de todo, habíamos luchado juntos contra los Jinetes... y era de las pocas personas que aún me recordaba. Como mínimo, teníamos aquello en común. Solté una leve risa al oír su discusión con los elfos. Parecía haber ganado sentido del humor. Quizás el que yo había perdido.
Esperé unos segundos a que la cazadora se "acomodase" en su celda antes de hablar.
-¿Que tal te ha ido?- pregunté. -Aparte de Eltrant, Anders y Syl, que vino conmigo... eres la única que he visto desde que volvimos.- No tenía ni idea de que había pasado con el resto. Imaginaba que llegaron en condiciones similares. Al menos podían cuidar de si mismos: si habían sobrevivido al Oblivion, podían lidiar con aquello. -¿Que hay de ti?-
No tuvimos mucho tiempo de privacidad antes de que llegase la temible y poderosa Guardia. Elfos y guardias juntos, dos facciones con las que tenía más que suficiente pasado. Podía provocar una grandiosa carnicería en cualquier momento. Pero era mejor esperar, al menos un poco más.
No pude evitar reír al ver como seis humanos se apostaron delante de las "celdas". Olisqueé el aire. No, humanos no. Alguno de ellos emanaba éter.
-¿Tanta gente por un solo asesinato?- pregunté en voz alta, apoyándome sobre las ramas que hacían de barrotes. -¿Sabéis que nos han encerrado sin pruebas, no? Ni una sola. Yo solo estaba caminando tranquilamente y la mujer árbol me atacó sin provocación alguna.- añadí, buscando con la mirada los ojos de alguno de los guardias. La mayoría parecían mantenerse estoicos.
-Veeengaaaaaa. Tengo hambre. Los elfos son tan crueles. ¡Hemos estado aquí días! ¡Días sin comer!- aseguré. No podían haber pasado más de treinta minutos, pero ya que estaba allí, podía al menos ser tan insufrible como pudiese. -¡Y no nos ofrecen ayuda pese a estar obviamente enfermos! ¡Míranos! ¡Y esta celda no es segura! ¡A mi amiga vampiresa le entra luz en la suya!- dije, incapaz de sonreír ante aquello.
Aullé dramáticamente. Uno de los guardias pareció empezar a molestarse ante aquello. Tras unos veinte segundos de ruido incesante, el tipo estalló.
-¡Cierra la maldita boca de una vez!- gritó. Reí ruidosamente, satisfecho conmigo mismo.
-¿Y si no? Ni siquiera podéis abrir esta celda. No tiene llave ni cerrojo.- respondí, mirándolo divertido. No hubo respuesta.
-Pero venga, en serio,- añadí -ni siquiera tengo un arma de filo. No sé como podría haberle hecho eso incluso si quisiera.- Saqué mis brazos por entre los barrotes, gesticulando con las manos mientras hablaba. -Bueno, tengo mis garras, pero sacar la sangre de ellas lleva demasiado esfuerzo. ¿Veis?- pregunté, flexionando los dedos.
Asher Daregan
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Parecía que iba para largo, así que tomé tres o cuatro hebras del camastro en el que estaba tumbada y empecé a enrollarlos, tratando de construir una figurita de paja. Asher se interesó por mí.
-Pues aquí me ves. He perdido el poco color que ya tenía y además nadie me recuerda en Beltrexus. – Conversé con él, tranquila, sin apartar la vista de mi figura – Sí, yo también me encontré con Eltrant. Se ha convertido en mi padre. Viejo y cascarrabias. Me alegro de que no me hayan salido más arrugas. ¿Te imaginas? ¡Qué horror! – Puse algo de voz dramática. Si nos juntábamos los tres, podíamos parecer la familia gótica: El padre, la madre veinte años más joven, y el chucho cadáver. – Ahora tengo asuntos que atender en Dundarak, pero estos elfos me interceptaron y aquí estoy. – Resumí, encogiéndome de hombros.
Y, al poco, aparecieron seis miembros de la guardia cinco hombres y una mujer, más otros tres o cuatro que andaban por el campamento. ¿Tantos para un perro leproso y una vampiresa? Es lo que tiene vivir de sueldos estatales, esos tipos no eran productivos. Los miré de reojo, aunque no les hice demasiado caso. Asher no tardó en protestar y quejarse. Yo pasé de desgastar mis cuerdas vocales para nada y seguí a lo mío, tumbada y concentrada en confeccionar mi figurita de paja. Toda una artista. Intentaba hacer un elfo.
No obstante, me permití darle bola al perro. La verdad es que si en algo tenían razón los guardias era en el incordio que suponía oírlo quejarse de continuo. Incluso pidiendo comida.
-Si queréis que se calle sugiero le sirváis una pata de Elk, he visto que tenéis una granja ahí detrás. No hace falta que despertéis al carnicero, metedle el bicho entero que ya se sirve él. Está bien enseñado. – Dije a sabiendas de que lo que estaba proponiendo era un insulto para cualquier elfo. Pero el hombre bestia también había tenido el detalle de preocuparse por mí - Tranquilo, Asher. Yo estoy bien. Soy la única chupasangres de Aerandir a la que no le quema el sol y que se disfraza de cazavampiros para que no la ataquen. – Ironicé sin sonreír, en relación a mis ropajes y logotipo grabado del gremio, que podían ver perfectamente. – Pero a decir verdad, sí que me molesta el sol. – chasqueé los dedos para atraer la atención de la que parecía ser la única mujer del grupo. - Ey, mona, ¿a que me haces un favor y te pones un poquito más a la derecha? – Pedí, instándola a ponerse delante de mi trayectoria a aquel sol crepuscular de justicia, que impactaba de lleno en mi celda y molestaba a mi vista.
El tiempo seguía pasando y Asher seguía pidiendo nuestra liberación, sin conseguir nada, por supuesto. Lo último que se le ocurrió decir iba de que iba desarmado. ¿Engañando a la gente? No era necesaria tener tanta ventaja. Así que, sin mirar a nadie y sin moverme, decidí romper el factor sorpresa a favor nuestro.
-No le hagáis caso. Sí tiene un arma de filo bien grande. De hecho, la puede hacer aparecer cuando quiera. – Los guardias tendieron la mirada hacia Asher, pero no vieron nada más que un hombre bestia medio leproso y vagabundo. Tendieron la vista al pantalón/taparrabos. Era el único lugar en el que cabía algo con esa descripción.
-Muy graciosa... – Dijo su capitán, harto de nuestros comentarios, incluso se acercó hasta los barrotes amenazantes. Pero sabía que no me iban a creer. Es que ni queriendo darles una nimia ventaja.
-Hablo en serio… – Suspiré molesta porque me tomaran a cachondeo desde el principio, mientras hacía los últimos retoques a mi figurita. - Luego no digáis que no colaboro con la investigación. – Al menos sonreí al haber acabado mi muñequito caricaturesco de un elfo de paja, con sus orejitas. Aunque parecía más un conejo. Les enseñé mi obra magna con una sonrisa.
Entonces, con la llegada del crepúsculo, apareció el general elfo y su amor platónico, Ariawen, junto al capitán de la guardia. Como buena dama, era ella la que llevaba los pantalones. Habló.
-Es la hora. Os llevaremos al centro de la plaza y los miembros de la guardia os juzgarán. Si sois inocentes seréis libres. – Empezó diciendo. - Pero si tenéis algo que ver con el asesinato de Eltaor, que todo parece indicar que así es, recibiréis el castigo que merecéis.
“Que todo parece indicar que así es…”. Aquello me preocupó. Mucho. Principalmente por la posible represalia que pudiera tomar Asher como nos acusaran. Aunque por otra vez estaba ansiosa por ver qué pruebas o conclusiones tenían esos descerebrados para inculparnos. Qué insensatos habían sido al escoger a dos excentinelas como chivos expiatorios.
No obstante, de primeras no puse oposición a que volvieran a hacer crecer raíces para ponerme ataduras en las manos.
-¿Me prometes que esta vez no matarás a nadie ni quemarás nada? – Traté de adelantarme a los hechos, pero sin esperanza en la voz. Sabía que era pedirle demasiado a Asher, pero tenía que intentarlo. No quería ponerme perdida de sangre.
-Pues aquí me ves. He perdido el poco color que ya tenía y además nadie me recuerda en Beltrexus. – Conversé con él, tranquila, sin apartar la vista de mi figura – Sí, yo también me encontré con Eltrant. Se ha convertido en mi padre. Viejo y cascarrabias. Me alegro de que no me hayan salido más arrugas. ¿Te imaginas? ¡Qué horror! – Puse algo de voz dramática. Si nos juntábamos los tres, podíamos parecer la familia gótica: El padre, la madre veinte años más joven, y el chucho cadáver. – Ahora tengo asuntos que atender en Dundarak, pero estos elfos me interceptaron y aquí estoy. – Resumí, encogiéndome de hombros.
Y, al poco, aparecieron seis miembros de la guardia cinco hombres y una mujer, más otros tres o cuatro que andaban por el campamento. ¿Tantos para un perro leproso y una vampiresa? Es lo que tiene vivir de sueldos estatales, esos tipos no eran productivos. Los miré de reojo, aunque no les hice demasiado caso. Asher no tardó en protestar y quejarse. Yo pasé de desgastar mis cuerdas vocales para nada y seguí a lo mío, tumbada y concentrada en confeccionar mi figurita de paja. Toda una artista. Intentaba hacer un elfo.
No obstante, me permití darle bola al perro. La verdad es que si en algo tenían razón los guardias era en el incordio que suponía oírlo quejarse de continuo. Incluso pidiendo comida.
-Si queréis que se calle sugiero le sirváis una pata de Elk, he visto que tenéis una granja ahí detrás. No hace falta que despertéis al carnicero, metedle el bicho entero que ya se sirve él. Está bien enseñado. – Dije a sabiendas de que lo que estaba proponiendo era un insulto para cualquier elfo. Pero el hombre bestia también había tenido el detalle de preocuparse por mí - Tranquilo, Asher. Yo estoy bien. Soy la única chupasangres de Aerandir a la que no le quema el sol y que se disfraza de cazavampiros para que no la ataquen. – Ironicé sin sonreír, en relación a mis ropajes y logotipo grabado del gremio, que podían ver perfectamente. – Pero a decir verdad, sí que me molesta el sol. – chasqueé los dedos para atraer la atención de la que parecía ser la única mujer del grupo. - Ey, mona, ¿a que me haces un favor y te pones un poquito más a la derecha? – Pedí, instándola a ponerse delante de mi trayectoria a aquel sol crepuscular de justicia, que impactaba de lleno en mi celda y molestaba a mi vista.
El tiempo seguía pasando y Asher seguía pidiendo nuestra liberación, sin conseguir nada, por supuesto. Lo último que se le ocurrió decir iba de que iba desarmado. ¿Engañando a la gente? No era necesaria tener tanta ventaja. Así que, sin mirar a nadie y sin moverme, decidí romper el factor sorpresa a favor nuestro.
-No le hagáis caso. Sí tiene un arma de filo bien grande. De hecho, la puede hacer aparecer cuando quiera. – Los guardias tendieron la mirada hacia Asher, pero no vieron nada más que un hombre bestia medio leproso y vagabundo. Tendieron la vista al pantalón/taparrabos. Era el único lugar en el que cabía algo con esa descripción.
-Muy graciosa... – Dijo su capitán, harto de nuestros comentarios, incluso se acercó hasta los barrotes amenazantes. Pero sabía que no me iban a creer. Es que ni queriendo darles una nimia ventaja.
-Hablo en serio… – Suspiré molesta porque me tomaran a cachondeo desde el principio, mientras hacía los últimos retoques a mi figurita. - Luego no digáis que no colaboro con la investigación. – Al menos sonreí al haber acabado mi muñequito caricaturesco de un elfo de paja, con sus orejitas. Aunque parecía más un conejo. Les enseñé mi obra magna con una sonrisa.
Entonces, con la llegada del crepúsculo, apareció el general elfo y su amor platónico, Ariawen, junto al capitán de la guardia. Como buena dama, era ella la que llevaba los pantalones. Habló.
-Es la hora. Os llevaremos al centro de la plaza y los miembros de la guardia os juzgarán. Si sois inocentes seréis libres. – Empezó diciendo. - Pero si tenéis algo que ver con el asesinato de Eltaor, que todo parece indicar que así es, recibiréis el castigo que merecéis.
“Que todo parece indicar que así es…”. Aquello me preocupó. Mucho. Principalmente por la posible represalia que pudiera tomar Asher como nos acusaran. Aunque por otra vez estaba ansiosa por ver qué pruebas o conclusiones tenían esos descerebrados para inculparnos. Qué insensatos habían sido al escoger a dos excentinelas como chivos expiatorios.
No obstante, de primeras no puse oposición a que volvieran a hacer crecer raíces para ponerme ataduras en las manos.
-¿Me prometes que esta vez no matarás a nadie ni quemarás nada? – Traté de adelantarme a los hechos, pero sin esperanza en la voz. Sabía que era pedirle demasiado a Asher, pero tenía que intentarlo. No quería ponerme perdida de sangre.
Anastasia Boisson
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Sashenka simplemente se quedaba parada en su sitio, tal como se le había ordenado, con su rostro inexpresivo y su actitud impasible. No es como si fuera la única dragona entre las filas de la Guardia, pero ciertamente era una de las que más llamaba la atención, su fría personalidad hacía que sus compañeros pensaran que su alma estaba hecha de hielo, la comparaban con las montañas del norte.
La muchacha hacía oídos sordos tanto a lo que sus pares pudieran decir como a las provocaciones del Hombre-Bestia. Era obvio que estaba en problemas, todo llevaba a pensar que lo encontrarían culpable, una vez terminado el juicio lo llevarían primero a la sede central de la Guardia para que se lo registrara como correspondía, quizás luego de eso lo trasladarían a la Cárcel en la Base de los Bios. Estando en una situación tan complicada, obviamente intentaría convencerlos de que él no había sido.
La dragona levantó una mano para hacer callar a su compañero que comenzaba a dejarse llevar por las pullas del prisionero. El Guardia cerró la boca pero miró con odio a Sasha por darle órdenes a pesar de que llevaba menos tiempo que él en la milicia.
-No gastes saliva intentando defenderte, Hombre-Bestia. No somos nosotros quienes decidiremos tu destino, destino que por lo demás parece bastante evidente cual será - Siquiera lo miraba mientras hablaba, simplemente mantenía la vista al frente, con la espalda bien derecha - No nos interesan tus excusas, ni si te trataron de forma ruda. Estas siendo acusado de asesinato, deberías afrontar la situación con la seriedad que corresponde -
La prisionera de la celda de al lado también comenzó a hablar, a Sasha no le gustaba la calma que transmitían sus voces, pero no permitiría que la sacaran de sus casillas, ni que cometiera un error tan estúpido como acercarse. Por más que el Hombre-Bestia estuviera desarmado, con el tamaño de sus manos sería suficiente para poder causar heridas graves, y sabía que los Vampiros tenían armas mágicas.
-Mi nombre no es “Mona” - Arrugó la nariz mientras lo decía - Hábleme con el respeto que corresponde, Señora - Era difícil saber qué edad tenía, pero suponía que estaría por los cincuenta aproximadamente - Y no me moveré de mi sitio, sí el sol le molesta debería ir hasta el fondo de la celda -
Aparentemente, como los pedidos de mayores comodidades no habían funcionado, los prisioneros optaron por decir delirios como que las armas podían aparecer en la mano de alguien sin más. Sasha no les respondió, aunque tomó nota del comentario, comenzaba a parecerle raro que buscaran mentiras tan rebuscadas, la mayoría de los convictos simplemente lloriqueaban y rogaban para que los dejaran ir, no hablaban de espadas mágicas.
Cuando el Capitán apareció los seis Guardias se pusieron firmes, a la espera de que les dijeran cómo debían continuar con la custodia. Volvieron a ponerles las amarras de raíces a los prisioneros y abrieron las celdas, tres Reclutas fueron con cada uno para escoltarlos a la plaza. Por ser mujer hicieron que Sashenka estuviera con la Vampiro, la tomó del brazo y comenzó a guiarla.
La muchacha hacía oídos sordos tanto a lo que sus pares pudieran decir como a las provocaciones del Hombre-Bestia. Era obvio que estaba en problemas, todo llevaba a pensar que lo encontrarían culpable, una vez terminado el juicio lo llevarían primero a la sede central de la Guardia para que se lo registrara como correspondía, quizás luego de eso lo trasladarían a la Cárcel en la Base de los Bios. Estando en una situación tan complicada, obviamente intentaría convencerlos de que él no había sido.
La dragona levantó una mano para hacer callar a su compañero que comenzaba a dejarse llevar por las pullas del prisionero. El Guardia cerró la boca pero miró con odio a Sasha por darle órdenes a pesar de que llevaba menos tiempo que él en la milicia.
-No gastes saliva intentando defenderte, Hombre-Bestia. No somos nosotros quienes decidiremos tu destino, destino que por lo demás parece bastante evidente cual será - Siquiera lo miraba mientras hablaba, simplemente mantenía la vista al frente, con la espalda bien derecha - No nos interesan tus excusas, ni si te trataron de forma ruda. Estas siendo acusado de asesinato, deberías afrontar la situación con la seriedad que corresponde -
La prisionera de la celda de al lado también comenzó a hablar, a Sasha no le gustaba la calma que transmitían sus voces, pero no permitiría que la sacaran de sus casillas, ni que cometiera un error tan estúpido como acercarse. Por más que el Hombre-Bestia estuviera desarmado, con el tamaño de sus manos sería suficiente para poder causar heridas graves, y sabía que los Vampiros tenían armas mágicas.
-Mi nombre no es “Mona” - Arrugó la nariz mientras lo decía - Hábleme con el respeto que corresponde, Señora - Era difícil saber qué edad tenía, pero suponía que estaría por los cincuenta aproximadamente - Y no me moveré de mi sitio, sí el sol le molesta debería ir hasta el fondo de la celda -
Aparentemente, como los pedidos de mayores comodidades no habían funcionado, los prisioneros optaron por decir delirios como que las armas podían aparecer en la mano de alguien sin más. Sasha no les respondió, aunque tomó nota del comentario, comenzaba a parecerle raro que buscaran mentiras tan rebuscadas, la mayoría de los convictos simplemente lloriqueaban y rogaban para que los dejaran ir, no hablaban de espadas mágicas.
Cuando el Capitán apareció los seis Guardias se pusieron firmes, a la espera de que les dijeran cómo debían continuar con la custodia. Volvieron a ponerles las amarras de raíces a los prisioneros y abrieron las celdas, tres Reclutas fueron con cada uno para escoltarlos a la plaza. Por ser mujer hicieron que Sashenka estuviera con la Vampiro, la tomó del brazo y comenzó a guiarla.
Sashenka Dozorova
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Tanta frialdad. Les había dado una maravillosa oportunidad para escucharme, y así la trataban... A decir verdad, no me sorprendía. Solo estaba haciendo tiempo, después de todo.
-Pero, Señora Mona... no nos ha dicho su nombre.- dije en cuanto se quejó. -¿Puedo adivinar? Si no es Mona, es... ¿Giorgita? No, eso no es un nombre, ¿no? Hmmmmmmmmmm.- me quedé pronunciando la "m" durante una decena de segundos, hasta decidirme. -¡Lernie! Encantado, Lernie.-
No pude evitar reír cuando Huracán mencionó a "mi arma de filo", y la reacción de los guardias. Estaba siendo divertido, después de todo.
-¡Shh! No arruine la sorpresa, Condesa Bathory.- dije, recordando la historia que me había contado Eltrant en su momento. Era el nombre más "vampiro" que se me ocurría en ese momento. Quizás pudiese llevarme bien con ella, al fin y al cabo. Solo tenía que tomarme los constantes insultos en broma y responder de la misma manera.
El atardecer no tardó en llegar. Elfino y Elfina vinieron a visitarnos. Al parecer, el atardecer significaba "hora de juzgar criminales" para los elfos. Tan románticos. Tras atarnos las muñecas con raíces, nos empezaron a llevar hasta la plaza. Huracán me preguntó algo.
-Yo jamás haría algo así.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. Algo como hacer una promesa tan falsa, por supuesto. -Ah, ¿ya te has hecho amiga de Lernie? A mi aún no me ha abierto su corazón.- En su lugar, tenía al guardia que me odiaba y a otro par conmigo. Decidí mantenerme algo más tranquilo por el momento. Tendría mi momento para hablar durante el juicio.
En cuanto llegamos a la plaza, los árboles y raíces empezaron a crecer, formando un círculo. En la mitad superior se encontraban varios elfos, entre ellos la pareja de hermanos. En la inferior, Huracán y yo. Y detrás de nosotros, los guardias.
-Hermanos. Guardias de Varisar. Hoy estamos aquí para traer juicio sobre estos extranjeros.- comenzó la mujer árbol. -Decid vuestros nombres.- ordenó, mirándonos a ambos.
-Lord Flint Roiland de Roilkat. Segundo.- anuncié sonriente. El sonido que emitieron los guardias no parecía uno de aprobación.
-Sugiero que te tomes esto más en serio.- dijo la planta, aseverando su... ¿corteza?
-¿Por qué? Este juicio es una broma.- repliqué. Sin embargo, resoplé. Querían verme serio, así que... -Muy bien. Asher Daregan. Ex-Centinela del Norte, Maestro Arcanista, y la Bestia Azur que buscan tantos cazadores. Intenta no olvidarlo esta vez.- dije, más seriamente. La mujer no reaccionó. Podía tomárselo como una broma más, si quería. Por el momento, importaba poco.
En cuanto Huracán dijo su nombre, la Planta Seria empezó con un recuento de los hechos. A decir verdad, no estaba escuchando. Eran cosas que ya sabía: el tipo muerto, el cadaver con tripas colgando, el oso con hambre... y el como nos encontraron. Al parecer, Huracán había estado cerca del cuerpo también.
-...las pruebas son más que evidentes. Nadie más tenía motivos para matar a Eltaor, y en el mismo día que ocurre esto, encontramos no solo uno, sino dos forasteros sospechosos que se conocen entre sí.- continuó. -Uno huyendo de la escena del crimen, y la otra junto al cadáver para eliminar su rastro.-
-¿Puedo decir algo?- pregunté, interrumpiendo su incesante voz antinatural.
-Ya has dicho más que suficiente. Si vas a burlarte más de este juicio, es mejor que te quedes callado.- dijo el elfo cuyo nombre no recordaba. Lo ignoré.
-Como he dicho antes, no tengo ningún arma de filo que haber usado para destripar al viejo. De hecho, nosotros tampoco tenemos ningún motivo para haberlo matado, por lo que sabéis. El hecho de que intentéis empujarnos esto tanto se me hace más sospechoso, a decir verdad.- dije, mirando a la pareja. -Y queda un detalle que no habéis mencionado. El cuerpo del viejo estaba atado al árbol con una liana. Una liana creada mediante magia. Ninguno de los dos poseemos magia de ese tipo.- dije, desafiante. Sonreí. Y entonces, miré a Ariawen.
-Solo puede haber sido uno de vosotros.-
Se hizo silencio. Los elfos se miraron entre sí, sorprendidos. Poco a poco, empezaron a surgir murmullos. Y entonces, empecé a reír. Primero en silencio, y finalmente, en carcajadas.
-Ah, era broma.- Una llama azul salió de mis manos y calcinó las raíces que hacían de ataduras en tan solo un instante. -Por supuesto que he sido yo. Y vosotros vais después. Idiotas.-
-¡Quédate quieto, perro!- gritó alguien a mi espalda. De nuevo, lo ignoré. Con un chasquido de dedos, mi capa apareció en torno a mi cuerpo, cubriendo mis hombros. Hice una reverencia.
-Ahora vuelvo. Suerte, Huri.- dije. Y en cuanto me subí la capucha, desaparecí de la vista, volviéndome invisible. [1]
[1] Objeto: Capa del Vacío. [Gasta 1 Uso]: Tras ponerte la capucha, te vuelves invisible durante hasta 2 rondas o hasta que realices un ataque.
-Pero, Señora Mona... no nos ha dicho su nombre.- dije en cuanto se quejó. -¿Puedo adivinar? Si no es Mona, es... ¿Giorgita? No, eso no es un nombre, ¿no? Hmmmmmmmmmm.- me quedé pronunciando la "m" durante una decena de segundos, hasta decidirme. -¡Lernie! Encantado, Lernie.-
No pude evitar reír cuando Huracán mencionó a "mi arma de filo", y la reacción de los guardias. Estaba siendo divertido, después de todo.
-¡Shh! No arruine la sorpresa, Condesa Bathory.- dije, recordando la historia que me había contado Eltrant en su momento. Era el nombre más "vampiro" que se me ocurría en ese momento. Quizás pudiese llevarme bien con ella, al fin y al cabo. Solo tenía que tomarme los constantes insultos en broma y responder de la misma manera.
El atardecer no tardó en llegar. Elfino y Elfina vinieron a visitarnos. Al parecer, el atardecer significaba "hora de juzgar criminales" para los elfos. Tan románticos. Tras atarnos las muñecas con raíces, nos empezaron a llevar hasta la plaza. Huracán me preguntó algo.
-Yo jamás haría algo así.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. Algo como hacer una promesa tan falsa, por supuesto. -Ah, ¿ya te has hecho amiga de Lernie? A mi aún no me ha abierto su corazón.- En su lugar, tenía al guardia que me odiaba y a otro par conmigo. Decidí mantenerme algo más tranquilo por el momento. Tendría mi momento para hablar durante el juicio.
En cuanto llegamos a la plaza, los árboles y raíces empezaron a crecer, formando un círculo. En la mitad superior se encontraban varios elfos, entre ellos la pareja de hermanos. En la inferior, Huracán y yo. Y detrás de nosotros, los guardias.
-Hermanos. Guardias de Varisar. Hoy estamos aquí para traer juicio sobre estos extranjeros.- comenzó la mujer árbol. -Decid vuestros nombres.- ordenó, mirándonos a ambos.
-Lord Flint Roiland de Roilkat. Segundo.- anuncié sonriente. El sonido que emitieron los guardias no parecía uno de aprobación.
-Sugiero que te tomes esto más en serio.- dijo la planta, aseverando su... ¿corteza?
-¿Por qué? Este juicio es una broma.- repliqué. Sin embargo, resoplé. Querían verme serio, así que... -Muy bien. Asher Daregan. Ex-Centinela del Norte, Maestro Arcanista, y la Bestia Azur que buscan tantos cazadores. Intenta no olvidarlo esta vez.- dije, más seriamente. La mujer no reaccionó. Podía tomárselo como una broma más, si quería. Por el momento, importaba poco.
En cuanto Huracán dijo su nombre, la Planta Seria empezó con un recuento de los hechos. A decir verdad, no estaba escuchando. Eran cosas que ya sabía: el tipo muerto, el cadaver con tripas colgando, el oso con hambre... y el como nos encontraron. Al parecer, Huracán había estado cerca del cuerpo también.
-...las pruebas son más que evidentes. Nadie más tenía motivos para matar a Eltaor, y en el mismo día que ocurre esto, encontramos no solo uno, sino dos forasteros sospechosos que se conocen entre sí.- continuó. -Uno huyendo de la escena del crimen, y la otra junto al cadáver para eliminar su rastro.-
-¿Puedo decir algo?- pregunté, interrumpiendo su incesante voz antinatural.
-Ya has dicho más que suficiente. Si vas a burlarte más de este juicio, es mejor que te quedes callado.- dijo el elfo cuyo nombre no recordaba. Lo ignoré.
-Como he dicho antes, no tengo ningún arma de filo que haber usado para destripar al viejo. De hecho, nosotros tampoco tenemos ningún motivo para haberlo matado, por lo que sabéis. El hecho de que intentéis empujarnos esto tanto se me hace más sospechoso, a decir verdad.- dije, mirando a la pareja. -Y queda un detalle que no habéis mencionado. El cuerpo del viejo estaba atado al árbol con una liana. Una liana creada mediante magia. Ninguno de los dos poseemos magia de ese tipo.- dije, desafiante. Sonreí. Y entonces, miré a Ariawen.
-Solo puede haber sido uno de vosotros.-
Se hizo silencio. Los elfos se miraron entre sí, sorprendidos. Poco a poco, empezaron a surgir murmullos. Y entonces, empecé a reír. Primero en silencio, y finalmente, en carcajadas.
-Ah, era broma.- Una llama azul salió de mis manos y calcinó las raíces que hacían de ataduras en tan solo un instante. -Por supuesto que he sido yo. Y vosotros vais después. Idiotas.-
-¡Quédate quieto, perro!- gritó alguien a mi espalda. De nuevo, lo ignoré. Con un chasquido de dedos, mi capa apareció en torno a mi cuerpo, cubriendo mis hombros. Hice una reverencia.
-Ahora vuelvo. Suerte, Huri.- dije. Y en cuanto me subí la capucha, desaparecí de la vista, volviéndome invisible. [1]
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[1] Objeto: Capa del Vacío. [Gasta 1 Uso]: Tras ponerte la capucha, te vuelves invisible durante hasta 2 rondas o hasta que realices un ataque.
Asher Daregan
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Alcé las cejas y puse los ojos en blanco. ¿Cómo iba a hacer Asher algo tan cruel? Estaba claro que no lo conocía de nada y todo aquello se iba a resolver por la vía pacífica.
Fue la mujer la encargada de llevarme hasta el centro de la plaza. Me tomó de las muñecas sin yo oponer resistencia. Ahora que estaba más cerca la miré para analizarla mejor. Era aparentemente unos diez años más joven que yo, y aproximadamente una cabeza más baja que yo, por la suma de mi mayor altura y por el tacón de mis botas. Pese a parecer entrenada, tenía una complexión física menos desarrollada que yo probablemente por la diferencia de edad.
Intenté mostrar mi versión más maternal con ella. Hablé seria, pero con un tono relajado e íntimo [1].
-El éter fluye en ti. ¿No eres humana, verdad? Tampoco bruja, te habría dado clase en el Hekshold. ¿Dragona, quizá? – deduje mientras acomodaba sus brazos en los míos y comenzaba a caminar, con ella a mi espalda. – ¿Cuántos años tienes, pequeña? – comenté con cierta lástima al tiempo que comenzábamos a caminar. – Mira, cielo. Los vampiros no pueden permanecer al sol. ¿Sabes? – Informé mientras la luz me daba de lleno en el rostro. Pero por si no era suficiente, se lo diría más claro: – No soy vampiro. Pero puedo ayudarte a buscar al culpable y a que llegues a casa sana, salva y con la misión cumplida. – Intentaba parecer maternal con ella. – Pero necesito que detengas a tus jefes. Yo sé que no lo hacen por mal, que está en la naturaleza de la guardia ser incompetente. Pero mi amigo, Asher, no es tan majo como yo. Y si lo hacéis enfadar, vais a tener un problema bien gordo. – Hablaba con seriedad y tranquilidad. El problema estaba claro que no lo tenía yo, que podía salir de ahí cuando quisiera. - Apelo a tu sentido común.
Asher, que parecía ir a lo suyo, se percató de que hablaba con la chica. – No te pongas celoso. – Incliné la cabeza de manera gentil, dedicándole una sonrisa.
Le había dicho todo lo que tenía que decir. Ahora le tocaba a ella decidir. Aunque intentaba ser dialogante, no era estúpida. Si trataban de incriminarme, evidentemente ayudaría al chucho a tomar las represalias correspondientes.
Finalmente nos pusieron en un círculo y pasamos a ser el centro de atención. Se montó todo un corrillo de guardias y elfos a nuestro alrededor. Asher continuaba vacilando a los elfos. Yo fui a lo mío y me mantuve bastante ausente de la discusión. Empecé a mirar a todos lados, observando la ubicación de los enemigos. Mantuve mi vista en el árbol donde estaban colgadas mis ballestas. Cavilaba un plan llegar a ellas y largarme de ahí si las cosas se ponían feas.
En ese momento Asher clamaba sus honores. Pero se hizo un incómodo silencio. Antes de hablar yo, me di unos segundos contemplando a mi compañero. Torcí el labio, con evidente gesto de preocupación. Habían cabreado al perro, y eso era un problema para ellos. La elfa me preguntó después a mí.
-Lady Anastasia María Boisson y di Miraclo de Beltrexus. Aunque podéis llamarme Huracán, si lo preferís. – Ladeé la cabeza con elegancia, en señal de reverencia. – Excentinela del Oeste, maestra cazadora de vampiros y profesora adjunta del Hekshold. – Relaté, sin decir mucho más.
Lo demás, lo había dicho Asher. Había dado un buen motivo para pensar
-A lo que ha dicho Asher añadiré que, tras haber analizado el cuerpo, no he encontrado indicios que revelen el ataque de un vampiro. No hay marcas de colmillos y los chupasangres suelen atacar otras razas por sed. Un porcentaje bajo lo hace por motivos de envidia o supremacía racial. Pero mi gremio tiene fichados a todos los vampiros de este tipo, son nuestra especialidad, de hecho. Y no hay clanes así por la zona. – Me tomé una pausa para mojarme los labios después de tanta palabra. - Tampoco se trata de un hombre bestia o licántropo. Los cortes son finos y estaban hechos a cuchillo, no a garra. Sin demasiada profundidad en la incisión, aunque repetidas veces. Lo cual revela ensañamiento, inquina. Es el perfil de ataque de un niño, quizás una mujer delgada.
Con aquello esperaba justificar la hipótesis de mi compañero. Lo primero que se me vino a la mente fue Demian apuñalando a Aegus Tarmúnil repetidas veces. Pero un niño psicópata no era algo común. Así que me decantaba más por la teoría de la amante despechada.
Parece que por un momento, el par de hermanos comenzaba a plantearse esa posibilidad. Pero todo cambió cuando el perro pasó de defender su inocencia a declarar voluntariamente su culpabilidad y enviando toda una declaración de intenciones: Haría lo mismo con los allí presentes. El perro se había hecho invisible.
Sí, los elfos nos usaban a nosotros como chivo expiatorio a sus problemas, seguramente para tapar la implicación de Ariawen y su hermano. Y el maníaco de Asher se había aprovechado de eso como excusa para desatar su furia y arrasar toda una aldea. Típico suyo.
En cuanto a mi postura en todo aquello, yo podía ser cruel y sanguinaria por motivos de odio, venganza o envidia. Pero no era tan cafre como para lanzar un ataque gratuito contra toda una aldea porque sí. Aún así, lo cierto es tampoco podía culpar a Asher por tomar represalias contra alguien que nos trataba de utilizar. Los elfos me habían tocado demasiado los ovarios en los últimos meses. Esta vez no consentiría más cabezonerías.
-¡Permaneced tranquilos y manteneos en guardia! Huirá como una rata cobarde. Les superamos en número. – trató de apaciguar Ariawen, visiblemente nerviosa. - ¿Se ha ido? – preguntó a su hermano.
-No. – respondí con serenidad. Sabía perfectamente su ubicación. Sentía su éter, su olor corporal y sus pisadas. – Está aquí. – Dije mientras le miraba a los ojos, aparentemente al vacío. [2]
Aproveché el nerviosismo latente en la plaza y la incertidumbre para liberarme de las ataduras convirtiéndome en una estela de humo y desaparecer así también. En esta forma me dirigí a donde estaban mis dos ballestas de mano y la ballesta pesada. Las tomé y volé hasta una plataforma sobre un árbol. Desde allí tenía una buena posición de tiro y control de vientos. Si es que era necesario llegar a ello. [3]
En la oscuridad sólo se veía mi estilizada silueta femenina y mis nuevos ojos rojos. Con ambas ballestas de mano desenfundadas y descansando en mis brazos flexionados, caminé con sensualidad, hasta que poco a poco, los últimos rayos de sol comenzaban a iluminar paulatinamente mi cuerpo, mi armamento, hasta terminar en mi rostro. Ariawen, desde el suelo, llegó a mi posición.
-¡Baja de ahí asesina! ¡El mismo perro ha aceptado su crimen! - insistió Ariawen, que parecía dispuesta a creerse lo que le interesaba en su beneficio.
Dado que los elfos no cooperaban, apelé a lo último que me quedaba para evitar la masacre.- Me da igual lo que haya dicho. – sentencié con mala cara, a continuación busqué a Sashenka con la mirada y la puse a prueba. Tenía todas las cartas sobre la mesa, era hora de la guardia diera la cara y emitiera un veredicto. – Exijo a la guardia admita su error y nos declare inocentes ahora mismo. Porque si quiere buscar dos culpables para sus crímenes… - Pulsé el botón que desplegaba ambas ballestas. - … los tendrá.
Y para dar dramatismo, hice que una corriente de viento frío recorriera el cuerpo de los presentes. Sí. Aquello era una amenaza.
*Off:
[1] Uso en Sashenka habilidad racial Don Mágico
[2] Uso en Asher habilidad pasiva: Instinto de cazadora
[3] Gasto 1 uso de Estela de humo
Fue la mujer la encargada de llevarme hasta el centro de la plaza. Me tomó de las muñecas sin yo oponer resistencia. Ahora que estaba más cerca la miré para analizarla mejor. Era aparentemente unos diez años más joven que yo, y aproximadamente una cabeza más baja que yo, por la suma de mi mayor altura y por el tacón de mis botas. Pese a parecer entrenada, tenía una complexión física menos desarrollada que yo probablemente por la diferencia de edad.
Intenté mostrar mi versión más maternal con ella. Hablé seria, pero con un tono relajado e íntimo [1].
-El éter fluye en ti. ¿No eres humana, verdad? Tampoco bruja, te habría dado clase en el Hekshold. ¿Dragona, quizá? – deduje mientras acomodaba sus brazos en los míos y comenzaba a caminar, con ella a mi espalda. – ¿Cuántos años tienes, pequeña? – comenté con cierta lástima al tiempo que comenzábamos a caminar. – Mira, cielo. Los vampiros no pueden permanecer al sol. ¿Sabes? – Informé mientras la luz me daba de lleno en el rostro. Pero por si no era suficiente, se lo diría más claro: – No soy vampiro. Pero puedo ayudarte a buscar al culpable y a que llegues a casa sana, salva y con la misión cumplida. – Intentaba parecer maternal con ella. – Pero necesito que detengas a tus jefes. Yo sé que no lo hacen por mal, que está en la naturaleza de la guardia ser incompetente. Pero mi amigo, Asher, no es tan majo como yo. Y si lo hacéis enfadar, vais a tener un problema bien gordo. – Hablaba con seriedad y tranquilidad. El problema estaba claro que no lo tenía yo, que podía salir de ahí cuando quisiera. - Apelo a tu sentido común.
Asher, que parecía ir a lo suyo, se percató de que hablaba con la chica. – No te pongas celoso. – Incliné la cabeza de manera gentil, dedicándole una sonrisa.
Le había dicho todo lo que tenía que decir. Ahora le tocaba a ella decidir. Aunque intentaba ser dialogante, no era estúpida. Si trataban de incriminarme, evidentemente ayudaría al chucho a tomar las represalias correspondientes.
Finalmente nos pusieron en un círculo y pasamos a ser el centro de atención. Se montó todo un corrillo de guardias y elfos a nuestro alrededor. Asher continuaba vacilando a los elfos. Yo fui a lo mío y me mantuve bastante ausente de la discusión. Empecé a mirar a todos lados, observando la ubicación de los enemigos. Mantuve mi vista en el árbol donde estaban colgadas mis ballestas. Cavilaba un plan llegar a ellas y largarme de ahí si las cosas se ponían feas.
En ese momento Asher clamaba sus honores. Pero se hizo un incómodo silencio. Antes de hablar yo, me di unos segundos contemplando a mi compañero. Torcí el labio, con evidente gesto de preocupación. Habían cabreado al perro, y eso era un problema para ellos. La elfa me preguntó después a mí.
-Lady Anastasia María Boisson y di Miraclo de Beltrexus. Aunque podéis llamarme Huracán, si lo preferís. – Ladeé la cabeza con elegancia, en señal de reverencia. – Excentinela del Oeste, maestra cazadora de vampiros y profesora adjunta del Hekshold. – Relaté, sin decir mucho más.
Lo demás, lo había dicho Asher. Había dado un buen motivo para pensar
-A lo que ha dicho Asher añadiré que, tras haber analizado el cuerpo, no he encontrado indicios que revelen el ataque de un vampiro. No hay marcas de colmillos y los chupasangres suelen atacar otras razas por sed. Un porcentaje bajo lo hace por motivos de envidia o supremacía racial. Pero mi gremio tiene fichados a todos los vampiros de este tipo, son nuestra especialidad, de hecho. Y no hay clanes así por la zona. – Me tomé una pausa para mojarme los labios después de tanta palabra. - Tampoco se trata de un hombre bestia o licántropo. Los cortes son finos y estaban hechos a cuchillo, no a garra. Sin demasiada profundidad en la incisión, aunque repetidas veces. Lo cual revela ensañamiento, inquina. Es el perfil de ataque de un niño, quizás una mujer delgada.
Con aquello esperaba justificar la hipótesis de mi compañero. Lo primero que se me vino a la mente fue Demian apuñalando a Aegus Tarmúnil repetidas veces. Pero un niño psicópata no era algo común. Así que me decantaba más por la teoría de la amante despechada.
Parece que por un momento, el par de hermanos comenzaba a plantearse esa posibilidad. Pero todo cambió cuando el perro pasó de defender su inocencia a declarar voluntariamente su culpabilidad y enviando toda una declaración de intenciones: Haría lo mismo con los allí presentes. El perro se había hecho invisible.
Sí, los elfos nos usaban a nosotros como chivo expiatorio a sus problemas, seguramente para tapar la implicación de Ariawen y su hermano. Y el maníaco de Asher se había aprovechado de eso como excusa para desatar su furia y arrasar toda una aldea. Típico suyo.
En cuanto a mi postura en todo aquello, yo podía ser cruel y sanguinaria por motivos de odio, venganza o envidia. Pero no era tan cafre como para lanzar un ataque gratuito contra toda una aldea porque sí. Aún así, lo cierto es tampoco podía culpar a Asher por tomar represalias contra alguien que nos trataba de utilizar. Los elfos me habían tocado demasiado los ovarios en los últimos meses. Esta vez no consentiría más cabezonerías.
-¡Permaneced tranquilos y manteneos en guardia! Huirá como una rata cobarde. Les superamos en número. – trató de apaciguar Ariawen, visiblemente nerviosa. - ¿Se ha ido? – preguntó a su hermano.
-No. – respondí con serenidad. Sabía perfectamente su ubicación. Sentía su éter, su olor corporal y sus pisadas. – Está aquí. – Dije mientras le miraba a los ojos, aparentemente al vacío. [2]
Aproveché el nerviosismo latente en la plaza y la incertidumbre para liberarme de las ataduras convirtiéndome en una estela de humo y desaparecer así también. En esta forma me dirigí a donde estaban mis dos ballestas de mano y la ballesta pesada. Las tomé y volé hasta una plataforma sobre un árbol. Desde allí tenía una buena posición de tiro y control de vientos. Si es que era necesario llegar a ello. [3]
En la oscuridad sólo se veía mi estilizada silueta femenina y mis nuevos ojos rojos. Con ambas ballestas de mano desenfundadas y descansando en mis brazos flexionados, caminé con sensualidad, hasta que poco a poco, los últimos rayos de sol comenzaban a iluminar paulatinamente mi cuerpo, mi armamento, hasta terminar en mi rostro. Ariawen, desde el suelo, llegó a mi posición.
-¡Baja de ahí asesina! ¡El mismo perro ha aceptado su crimen! - insistió Ariawen, que parecía dispuesta a creerse lo que le interesaba en su beneficio.
Dado que los elfos no cooperaban, apelé a lo último que me quedaba para evitar la masacre.- Me da igual lo que haya dicho. – sentencié con mala cara, a continuación busqué a Sashenka con la mirada y la puse a prueba. Tenía todas las cartas sobre la mesa, era hora de la guardia diera la cara y emitiera un veredicto. – Exijo a la guardia admita su error y nos declare inocentes ahora mismo. Porque si quiere buscar dos culpables para sus crímenes… - Pulsé el botón que desplegaba ambas ballestas. - … los tendrá.
Y para dar dramatismo, hice que una corriente de viento frío recorriera el cuerpo de los presentes. Sí. Aquello era una amenaza.
*Off:
[1] Uso en Sashenka habilidad racial Don Mágico
[2] Uso en Asher habilidad pasiva: Instinto de cazadora
[3] Gasto 1 uso de Estela de humo
Anastasia Boisson
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Los prisioneros eran muy insistentes, Sashenka escuchaba sus intentos por sacarle información personal. Ahora bien, no es como si los datos que pedían fueran secretos, ciertamente la guerrera llevaba su nombre con mucho orgullo, y no tenía problema alguno con que supieran su raza. Pero la cuestión era ¿Para qué querían saberlo? ¿Y para qué quería ella que lo supieran?
En eso se quedó pensando mientras llevaba a la mujer sospechada de ser vampiro hasta el sitio donde sería juzgada.
-Soy Sashenka Dozorova, única hija de la familia Dozorova, un clan reconocido en el Norte - No lo decía en tono presumido, sino como quien lleva con naturalidad un linaje del que vale la pena hablar. La siguiente pregunta le pareció un insulto - La edad suficiente para pertenecer a la Guardia - Escuchó la propuesta de la mujer solo porque tenía oídos y tenían que caminar juntas hasta la plaza central - Sinceramente, Señora, no me importa si es usted Vampiro, Hechicera, Humana, Dragón o Licántropo. La justicia se aplica a todos por igual, si es usted inocente no tiene de qué preocuparse, y si es culpable entonces simplemente debe resignarse a su destino. Sea como sea, debe cumplirse con el mandato que dictamine la justicia -
El sentido común era el menos común de los sentidos, a la dragona no le importaba el origen de esa gente, ni sus motivos o sí ellos creían que lo que habían hecho en realidad estaba bien. Sí se guiaba por el “sentido común” todo criminal tenía sus propios motivos para hacer lo que hacía, pero no era trabajo de Sashenka el evaluar sus circunstancias, simplemente habían violado una ley, era todo lo que necesitaba saber.
Una vez que llegaron a su destino Sasha pasó a formar fila junto con sus demás compañeros y los elfos. No tenía ni voz ni voto en ese asunto, eran los implicados los que tenían que argumentar a favor o en contra, presentar pruebas si es que las tuvieran. Escuchó ambos alegatos, ciertamente parecían tener un discurso que se sostenían por sí mismos, de haber continuado de esa forma, probablemente la Dozorova hubiese tenido en cuenta la posibilidad de que fueran inocentes, aunque eso no cambiara en nada la decisión final de los jueces.
Claro que el repentino cambio de actitud por parte de ambos prisioneros tiró todo eso abajo ¿Por qué intentarían huir sí estaban seguros de su inocencia? La dragona sacó su escudo y su lanza al igual que el resto de sus compañeros, todos dispuestos a utilizar la fuerza para detener a los asesinos sí era necesario.
Uno de ellos había desaparecido... Literalmente de la nada, no había explicación lógica para que un Hombre-Lobo enorme de pronto desapareciera ante tantos pares de ojos, pero así había sido. Y la otra mujer también se había escapado de sus ataduras para aparecer luego en un sitio alto y con sus armas en las manos.
El Capitán levantó la mano para que los soldados bajaran sus armas y habló mirando a la mujer, ya que era la única visible.
-Señorita, La Guardia está aquí para asegurarse de que se haga justicia como corresponde. No tomaremos partido por ninguna de las partes hasta escuchar ambos argumentos. Así que, por favor, dígale a su compañero que regrese y baje usted sus armas. Este bosque ha visto ya suficiente sangre -
En eso se quedó pensando mientras llevaba a la mujer sospechada de ser vampiro hasta el sitio donde sería juzgada.
-Soy Sashenka Dozorova, única hija de la familia Dozorova, un clan reconocido en el Norte - No lo decía en tono presumido, sino como quien lleva con naturalidad un linaje del que vale la pena hablar. La siguiente pregunta le pareció un insulto - La edad suficiente para pertenecer a la Guardia - Escuchó la propuesta de la mujer solo porque tenía oídos y tenían que caminar juntas hasta la plaza central - Sinceramente, Señora, no me importa si es usted Vampiro, Hechicera, Humana, Dragón o Licántropo. La justicia se aplica a todos por igual, si es usted inocente no tiene de qué preocuparse, y si es culpable entonces simplemente debe resignarse a su destino. Sea como sea, debe cumplirse con el mandato que dictamine la justicia -
El sentido común era el menos común de los sentidos, a la dragona no le importaba el origen de esa gente, ni sus motivos o sí ellos creían que lo que habían hecho en realidad estaba bien. Sí se guiaba por el “sentido común” todo criminal tenía sus propios motivos para hacer lo que hacía, pero no era trabajo de Sashenka el evaluar sus circunstancias, simplemente habían violado una ley, era todo lo que necesitaba saber.
Una vez que llegaron a su destino Sasha pasó a formar fila junto con sus demás compañeros y los elfos. No tenía ni voz ni voto en ese asunto, eran los implicados los que tenían que argumentar a favor o en contra, presentar pruebas si es que las tuvieran. Escuchó ambos alegatos, ciertamente parecían tener un discurso que se sostenían por sí mismos, de haber continuado de esa forma, probablemente la Dozorova hubiese tenido en cuenta la posibilidad de que fueran inocentes, aunque eso no cambiara en nada la decisión final de los jueces.
Claro que el repentino cambio de actitud por parte de ambos prisioneros tiró todo eso abajo ¿Por qué intentarían huir sí estaban seguros de su inocencia? La dragona sacó su escudo y su lanza al igual que el resto de sus compañeros, todos dispuestos a utilizar la fuerza para detener a los asesinos sí era necesario.
Uno de ellos había desaparecido... Literalmente de la nada, no había explicación lógica para que un Hombre-Lobo enorme de pronto desapareciera ante tantos pares de ojos, pero así había sido. Y la otra mujer también se había escapado de sus ataduras para aparecer luego en un sitio alto y con sus armas en las manos.
El Capitán levantó la mano para que los soldados bajaran sus armas y habló mirando a la mujer, ya que era la única visible.
-Señorita, La Guardia está aquí para asegurarse de que se haga justicia como corresponde. No tomaremos partido por ninguna de las partes hasta escuchar ambos argumentos. Así que, por favor, dígale a su compañero que regrese y baje usted sus armas. Este bosque ha visto ya suficiente sangre -
Sashenka Dozorova
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
De alguna forma, Huracán podía verme. Curioso. ¿Instinto de cazadora? No podía estar sintiendo mi olor ni escuchar mis pasos: mis encantamientos se ocupaban de aquello. Debía poder percibir el éter igual que yo.
-No te habrás vuelto blanda, ¿hmm?- pregunté, lo suficientemente bajo como para que no se escuchase demasiado. Al parecer, no exactamente: no tardó en prepararse para lo inevitable. Sonreí.
Lo que no esperaba era que la guardia fuese tan débil. ¿Empezaban a tomarnos en serio? Demasiado tarde. Habían tenido su oportunidad. Empecé a moverme: tenía que recuperar mis pertenencias. Por suerte, no se las habían llevado muy lejos. Dedal estaba en su propia cárcel improvisada, rodeado de raíces. Por suerte, no ofrecían demasiada resistencia frente a la fuerza de un hombre bestia.
En cuanto oculté la bolsa bajo mi capa y se volvió invisible, seguí moviéndome por la plaza, rodeando a los élfos y el público.
-Estáis acusados de apoyar a una de las facciones partícipes de la Traición de Sandorai.- comencé, moviéndome entre los árboles. Los elfos siguieron mi voz, pero no pudieron mantenerme fijo en ningún momento. -El Centinela del Norte os ha encontrado culpables. Vuestro castigo...-
Me moví deprisa, sin emitir sonido gracias a las runas de mis botas. La mujer primero. Me acerqué a ella. La driada se giró, quizás sintiendo mi presencia. El manto de invisibilidad que me rodeaba desapareció. Demasiado tarde para ella.
-Ha llegado.-
Nova descendió sobre su torso en forma de hacha de guerra, atravesando hueso y madera. Su torso quedó partido a la mitad, cayendo inerte sobre la hierba. Un grito desgarrador escapó desde la boca de su hermano, a tan solo unos metros de allí. Hubo varias maldiciones en élfico, y las flechas volaron a mi posición. Estaba preparado para eso.
-¡MATADLO! ¡MATADLOS A AMBOS!- vociferó Elfino, tomando su propio arco y comenzando a disparar. Que rápido olvidaban su voto de paz. Mi corazón empezó a latir con más fuerza. Al fin sentían lo mismo que yo. Quizás fuese por la ira o simplemente fuese más habilidoso, pero sus disparos eran más precisos que los del resto. Pese a la velocidad a la que me movía, siempre se encontraban sorprendentemente cerca. Finalmente, uno llegó a rozarme, rebotando en cuanto alcanzó mi piel. Me detuve junto a uno de los arqueros y sonreí. Las runas que me protegían no se lo iban a dejar tan fácil.
-Los demonios no mueren.- dije. Una llamarada rodeó mi cuerpo, cubríendome en fuego azul. [1] El elfo al que me había acercado retrocedió con un salto demasiado tarde. Mi garra se cerró en torno a su cuello y lo moví sin apenas esfuerzo, interceptando un par de proyectiles con su torso. Los gritos ahogados que emitía dejaron de oírse a los pocos segundos.
El hermano de Ariawen estaba frenético. No dudó ni un instante en seguir disparando. No quería más que matarme. Con un grito, empezó a expandir su magia. Los árboles comenzaron a moverse, alargando sus raíces y girando sobre si mismos como si intentasen atraparme o golpearme. Las llamas que me rodeaban aumentaron en intensidad, aprovechando todo ese éter que estaba consumiendo.
-Bauldir... Para...- El elfo no pudo escuchar la débil voz de Ariawen, pero yo sí. ¿Seguía viva? La había separado de la mayoría de sus órganos, pero quizás su transformación en... lo que fuese, la hiciese más resistente. Se estaba arrastrando con tan solo un brazo. Varios elfos empezaron a atender a sus heridas, intentando apagar las ascuas que aún intentaban consumirla. -Estás... dañando el... bosque...-
Le había talado con un solo golpe, y aún se preocupaba del maldito bosque. Resoplé. Casi respetable, en cierta forma. La distracción hizo que el elfo tuviese tiempo suficiente para intentar rodearme con raices y espinas, pero las llamas las calcinaban antes de que llegasen a alcanzarme. Reí.
-¿Esto es todo lo que tienes? ¿Donde está tu orgullo? Si fueses mejor, podrías salvar a alguien.- le provoqué. No podía dejar que mi diversión acabase tan pronto. Lancé un tajo al aire, trazando una media luna de fuego que voló hacia uno de los elfos ancianos. [2] Y luego, lancé otro, hacia una de las mujeres. Ambos cayeron al instante. Sus cuerpos estallaron en fuego azul instantes después.
Bauldir gritó, redoblando sus esfuerzos por matarme. Bien. No había hecho más que empezar.
[1] Habilidad: Bestia Azur
[2] Habilidad: Colmillo Celeste
-No te habrás vuelto blanda, ¿hmm?- pregunté, lo suficientemente bajo como para que no se escuchase demasiado. Al parecer, no exactamente: no tardó en prepararse para lo inevitable. Sonreí.
Lo que no esperaba era que la guardia fuese tan débil. ¿Empezaban a tomarnos en serio? Demasiado tarde. Habían tenido su oportunidad. Empecé a moverme: tenía que recuperar mis pertenencias. Por suerte, no se las habían llevado muy lejos. Dedal estaba en su propia cárcel improvisada, rodeado de raíces. Por suerte, no ofrecían demasiada resistencia frente a la fuerza de un hombre bestia.
En cuanto oculté la bolsa bajo mi capa y se volvió invisible, seguí moviéndome por la plaza, rodeando a los élfos y el público.
-Estáis acusados de apoyar a una de las facciones partícipes de la Traición de Sandorai.- comencé, moviéndome entre los árboles. Los elfos siguieron mi voz, pero no pudieron mantenerme fijo en ningún momento. -El Centinela del Norte os ha encontrado culpables. Vuestro castigo...-
Me moví deprisa, sin emitir sonido gracias a las runas de mis botas. La mujer primero. Me acerqué a ella. La driada se giró, quizás sintiendo mi presencia. El manto de invisibilidad que me rodeaba desapareció. Demasiado tarde para ella.
-Ha llegado.-
Nova descendió sobre su torso en forma de hacha de guerra, atravesando hueso y madera. Su torso quedó partido a la mitad, cayendo inerte sobre la hierba. Un grito desgarrador escapó desde la boca de su hermano, a tan solo unos metros de allí. Hubo varias maldiciones en élfico, y las flechas volaron a mi posición. Estaba preparado para eso.
-¡MATADLO! ¡MATADLOS A AMBOS!- vociferó Elfino, tomando su propio arco y comenzando a disparar. Que rápido olvidaban su voto de paz. Mi corazón empezó a latir con más fuerza. Al fin sentían lo mismo que yo. Quizás fuese por la ira o simplemente fuese más habilidoso, pero sus disparos eran más precisos que los del resto. Pese a la velocidad a la que me movía, siempre se encontraban sorprendentemente cerca. Finalmente, uno llegó a rozarme, rebotando en cuanto alcanzó mi piel. Me detuve junto a uno de los arqueros y sonreí. Las runas que me protegían no se lo iban a dejar tan fácil.
-Los demonios no mueren.- dije. Una llamarada rodeó mi cuerpo, cubríendome en fuego azul. [1] El elfo al que me había acercado retrocedió con un salto demasiado tarde. Mi garra se cerró en torno a su cuello y lo moví sin apenas esfuerzo, interceptando un par de proyectiles con su torso. Los gritos ahogados que emitía dejaron de oírse a los pocos segundos.
El hermano de Ariawen estaba frenético. No dudó ni un instante en seguir disparando. No quería más que matarme. Con un grito, empezó a expandir su magia. Los árboles comenzaron a moverse, alargando sus raíces y girando sobre si mismos como si intentasen atraparme o golpearme. Las llamas que me rodeaban aumentaron en intensidad, aprovechando todo ese éter que estaba consumiendo.
-Bauldir... Para...- El elfo no pudo escuchar la débil voz de Ariawen, pero yo sí. ¿Seguía viva? La había separado de la mayoría de sus órganos, pero quizás su transformación en... lo que fuese, la hiciese más resistente. Se estaba arrastrando con tan solo un brazo. Varios elfos empezaron a atender a sus heridas, intentando apagar las ascuas que aún intentaban consumirla. -Estás... dañando el... bosque...-
Le había talado con un solo golpe, y aún se preocupaba del maldito bosque. Resoplé. Casi respetable, en cierta forma. La distracción hizo que el elfo tuviese tiempo suficiente para intentar rodearme con raices y espinas, pero las llamas las calcinaban antes de que llegasen a alcanzarme. Reí.
-¿Esto es todo lo que tienes? ¿Donde está tu orgullo? Si fueses mejor, podrías salvar a alguien.- le provoqué. No podía dejar que mi diversión acabase tan pronto. Lancé un tajo al aire, trazando una media luna de fuego que voló hacia uno de los elfos ancianos. [2] Y luego, lancé otro, hacia una de las mujeres. Ambos cayeron al instante. Sus cuerpos estallaron en fuego azul instantes después.
Bauldir gritó, redoblando sus esfuerzos por matarme. Bien. No había hecho más que empezar.
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[1] Habilidad: Bestia Azur
[2] Habilidad: Colmillo Celeste
Asher Daregan
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Eran unos cuantos, quizás demasiados para mí sola. Pero a mi favor tenía que la mayor parte de ellos llevaban armaduras pesadas y armas de corto alcance, por lo que no tendría demasiados problemas para escaparme. El capitán tranquilizó a sus hombres y se dirigió a mí, en una cabaña en un puente alto, mostraba un tono cordial, pero Anastasia Boisson era en aquel momento una bomba a punto de explotar.
Traté de mantener la calma y me dirigí al capitán, manteniendo mis ballestas en mi mano, pero siempre apuntando siempre hacia el cielo, sólo en señal de alerta. Si nunca me caractericé por tener demasiada paciencia, con los elfos empezaba a tener mucha menos conforme iban fastidiándome más y más.
-¿Qué más queréis oír? Ya os hemos dicho todo lo que sabemos. Esos elfos nos han encerrado en una celda durante horas, y pese a que no han aportado ninguna prueba, claman que todas las evidencias apuntan a nuestra culpabilidad ¡vosotros mismos la acabáis de escuchar llamarme asesina! – señalé a Ariawen, luego devolví la mirada al capitán de la guardia, seguía enfurecida. – Y vosotros sois unos completos inútiles. ¡¿Qué clase de guardia no sabe distinguir un chupasangres de un brujo?!
Lo cierto es que nunca me caractericé por una persona especialmente paciente. Y los orejaspicudas me habían tocado demasiadas veces los ovarios en los últimos meses. A pesar de todo, hasta el momento nunca había decidido tomarme la justicia por mi mano. Me prometí no tomar represalias contra inocentes. Pero aquella acusación gratuita y esa falta absoluta de voluntad para la guardia por creer nuestra inocencia era excesiva.
Habían abierto el cajón de la mierda. Y como si de una terapia psicológica se tratase, casi sumida en un llanto, comencé a enumerar el listado de todas las penurias que había sufrido por los condenados orejaspicudas, mirando a Ariawen y a su hermanito.
-Salvé Árbol Madre sin pedir nada a cambio. ¡Y vosotros me lo pagasteis dejándome tirada en un mundo maldito! ¡Por vuestra culpa, mi piel está marchita y falta de vida! – comencé diciendo. – ¡Por vuestra culpa, todos mis amigos y conocidos me han olvidado! – continué.– ¡Por vuestra culpa he perdido a mi hermana! – mostré un especial énfasis en esta última frase, apretando fuertemente mandíbula con mandíbula al tiempo que enviaba una mirada de odio a Ariawen y a su hermano.
Me estaba refiriendo a Elen Calhoun, que para mí era como mi hermana pequeña. No la había vuelto a ver desde que se diluyó al derrotar a Eredin Tarmúnil, ni se había comunicado conmigo. Empezaba a tener sospechas de que siguiera viva. De todo cuanto me había arrebatado el Oblivion, aquello era, sin lugar a dudas, lo que más me dolía.
Durante el relato, me fui calentando más y más, al punto de que unas corrientes de aire comenzaron a desplazar seriamente los árboles e incluso los objetos pequeños. La palabra del viento comenzaba a escucharse en todo el escenario, y a acariciar todos los cuerpos, al tiempo que yo clamaba venganza: Ahora sí, apunté a los elfos. Había llegado al punto de no retorno. Ahora los guardias tenían dos opciones, o ponerse de nuestro lado, o en contra…
… Pero en ese momento apareció Asher.
Los elfos y la dríade Ariawen fueron los principales damnificados de la irrupción del hombre perro. Había cortado en dos literalmente a la dríade e incinerado a no pocos elfos, comenzando una auténtica masacre que me hizo mostrar cara de circunstancias por el exceso de brutalidad con el que se desempeñaba.
Estaba totalmente enfermo.
En cualquier caso, para lo bueno y para lo malo estaba en el lado de Asher. Yo fui la encargada de tratar con la guardia. Ellos fueron los más afortunados, ya que yo, siendo coherente con el discurso dado antes, no dispararía a matar, sólo a incapacitar.
Salté de la plataforma y dejé que las corrientes de aire de la ciclogénesis me movieran en círculos. Me desplazaba como pez en el agua. Esquivando los disparos con arco de los guardias mediante volteretas en el aire y cayendo en círculos. Pero mis enemigos eran casi incapaces de moverse debido a las corrientes, permitiéndome tiros sencillos a objetivos poco móviles.
Disparé principalmente a tobillos y manos de arqueros, tratando de incapacitar a la mayor parte posible de los mismos. Cuando llegué al suelo con las rodillas flexionadas, cuatro de los nueve estaban en el suelo, entre gritos de dolor por tener una mano o el pie atravesado.
Cambié los cargadores de virotes de mi ballesta, les di una voltereta en mi mano hasta alzarla a mi vista y disparé en una exhibición de puntería que no buscaba golpear. Simplemente hice un tiro de advertencia a los pies de cada uno de los cinco que quedaban en pie. Incluida Sashenka.
Luego dejé de apuntarles, les envié una mirada seria mientras el fuerte viento hacía balancearse, ropas, melenas e incluso árboles. Fui seria, para que no hicieran ninguna tontería. – No me lo pongáis más difícil... – Creo que lo había dicho todo.
Luego ladeé la vista atrás. El hombre bestia seguía matando elfos ya por puro placer.
-Ya es suficiente, Asher. Creo que han captado el mensaje. – Pedí con seriedad y calma. Esperaba que mi compañero se detuviera, pero si no lo hacía, tampoco iba a impedírselo.
Luego callé, esperando ver la actitud de guardia y perro.
Habilidad de nivel 7 - CiclogénesisTraté de mantener la calma y me dirigí al capitán, manteniendo mis ballestas en mi mano, pero siempre apuntando siempre hacia el cielo, sólo en señal de alerta. Si nunca me caractericé por tener demasiada paciencia, con los elfos empezaba a tener mucha menos conforme iban fastidiándome más y más.
-¿Qué más queréis oír? Ya os hemos dicho todo lo que sabemos. Esos elfos nos han encerrado en una celda durante horas, y pese a que no han aportado ninguna prueba, claman que todas las evidencias apuntan a nuestra culpabilidad ¡vosotros mismos la acabáis de escuchar llamarme asesina! – señalé a Ariawen, luego devolví la mirada al capitán de la guardia, seguía enfurecida. – Y vosotros sois unos completos inútiles. ¡¿Qué clase de guardia no sabe distinguir un chupasangres de un brujo?!
Lo cierto es que nunca me caractericé por una persona especialmente paciente. Y los orejaspicudas me habían tocado demasiadas veces los ovarios en los últimos meses. A pesar de todo, hasta el momento nunca había decidido tomarme la justicia por mi mano. Me prometí no tomar represalias contra inocentes. Pero aquella acusación gratuita y esa falta absoluta de voluntad para la guardia por creer nuestra inocencia era excesiva.
Habían abierto el cajón de la mierda. Y como si de una terapia psicológica se tratase, casi sumida en un llanto, comencé a enumerar el listado de todas las penurias que había sufrido por los condenados orejaspicudas, mirando a Ariawen y a su hermanito.
-Salvé Árbol Madre sin pedir nada a cambio. ¡Y vosotros me lo pagasteis dejándome tirada en un mundo maldito! ¡Por vuestra culpa, mi piel está marchita y falta de vida! – comencé diciendo. – ¡Por vuestra culpa, todos mis amigos y conocidos me han olvidado! – continué.– ¡Por vuestra culpa he perdido a mi hermana! – mostré un especial énfasis en esta última frase, apretando fuertemente mandíbula con mandíbula al tiempo que enviaba una mirada de odio a Ariawen y a su hermano.
Me estaba refiriendo a Elen Calhoun, que para mí era como mi hermana pequeña. No la había vuelto a ver desde que se diluyó al derrotar a Eredin Tarmúnil, ni se había comunicado conmigo. Empezaba a tener sospechas de que siguiera viva. De todo cuanto me había arrebatado el Oblivion, aquello era, sin lugar a dudas, lo que más me dolía.
Durante el relato, me fui calentando más y más, al punto de que unas corrientes de aire comenzaron a desplazar seriamente los árboles e incluso los objetos pequeños. La palabra del viento comenzaba a escucharse en todo el escenario, y a acariciar todos los cuerpos, al tiempo que yo clamaba venganza: Ahora sí, apunté a los elfos. Había llegado al punto de no retorno. Ahora los guardias tenían dos opciones, o ponerse de nuestro lado, o en contra…
… Pero en ese momento apareció Asher.
Los elfos y la dríade Ariawen fueron los principales damnificados de la irrupción del hombre perro. Había cortado en dos literalmente a la dríade e incinerado a no pocos elfos, comenzando una auténtica masacre que me hizo mostrar cara de circunstancias por el exceso de brutalidad con el que se desempeñaba.
Estaba totalmente enfermo.
En cualquier caso, para lo bueno y para lo malo estaba en el lado de Asher. Yo fui la encargada de tratar con la guardia. Ellos fueron los más afortunados, ya que yo, siendo coherente con el discurso dado antes, no dispararía a matar, sólo a incapacitar.
Salté de la plataforma y dejé que las corrientes de aire de la ciclogénesis me movieran en círculos. Me desplazaba como pez en el agua. Esquivando los disparos con arco de los guardias mediante volteretas en el aire y cayendo en círculos. Pero mis enemigos eran casi incapaces de moverse debido a las corrientes, permitiéndome tiros sencillos a objetivos poco móviles.
Disparé principalmente a tobillos y manos de arqueros, tratando de incapacitar a la mayor parte posible de los mismos. Cuando llegué al suelo con las rodillas flexionadas, cuatro de los nueve estaban en el suelo, entre gritos de dolor por tener una mano o el pie atravesado.
Cambié los cargadores de virotes de mi ballesta, les di una voltereta en mi mano hasta alzarla a mi vista y disparé en una exhibición de puntería que no buscaba golpear. Simplemente hice un tiro de advertencia a los pies de cada uno de los cinco que quedaban en pie. Incluida Sashenka.
Luego dejé de apuntarles, les envié una mirada seria mientras el fuerte viento hacía balancearse, ropas, melenas e incluso árboles. Fui seria, para que no hicieran ninguna tontería. – No me lo pongáis más difícil... – Creo que lo había dicho todo.
Luego ladeé la vista atrás. El hombre bestia seguía matando elfos ya por puro placer.
-Ya es suficiente, Asher. Creo que han captado el mensaje. – Pedí con seriedad y calma. Esperaba que mi compañero se detuviera, pero si no lo hacía, tampoco iba a impedírselo.
Luego callé, esperando ver la actitud de guardia y perro.
Habilidad de nivel 3 - Ráfaga de virotes
Anastasia Boisson
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Tal como era de esperarse, los asesinos habían mostrado su verdadero rostro. Intentaron poner algunas excusas varias, sobre todo relacionadas a acontecimientos del pasado en los que supuestamente habían sufrido injusticias por parte de los elfos. A ojos de Sasha esas eran puras tonterías, la justicia no funcionaba de esa manera, uno no podía ir matando por el simple hecho de que las cosas no salían en su favor. Querían disfrazarlo de otra cosa, como si simplemente estuvieran cobrando lo que les debían para que así las cosas fueran equivalentes.
“Esto no es un juicio, es simplemente venganza disfrazada de justicia por mano propia” es la conclusión a la que llegó la dragona, y algo semejante era imperdonable. Ella y todos en la Guardia levantaron sus armas, ya habían intentado convencer a los asesinos de que optaran por la opción pacífica, no había más que hablar. Los compañeros de Sashenka tenían armas variadas, en general luego de practicar con todos los estilos se terminaban decantando por aquellas que les resultaban más cómodas. Algunos de ellos llevaban arcos, que es lo que utilizaron para atacar a la mujer de las ballestas, otros tenían espadas a una mano y escudos pequeños con los que intentaban cubrir a sus compañeros arqueros para evitar que los lastimaran.
La Dozorova siempre había preferido un escudo grande y la lanza, sentía que de esa manera tenía más opciones. Siguió los movimientos de la mujer mientras daba saltos y giros por los aires, le hacía acordar a cuando entrenaba con Alward que era tan acrobático para atacar. Pudo ver por el rabillo del ojo que varios de sus compañeros caían, pero no podía permitir que eso le afecte, tenía que ser paciente y esperar al momento preciso.
Mientras tanto, el Hombre-Bestia desataba una masacre entre los elfos, los más débiles de estómago terminarían vomitando luego de ver semejante espectáculo. Estando ahora en clara desventaja, con la mayoría de sus compañeros heridos, no quedaban muchas esperanzas de que pudieran lograr recapturar a los acusados. Sasha no era del tipo de persona que se dejaba doblegar por estar en una situación adversa.
-Cierren filas - Les dijo en tono enérgico a sus compañeros, estos la miraron sin entender, la situación los sobrepasaba - ¡Cierren filas! - Dijo nuevamente y entonces la orden pareció llegar a sus cerebros.
Los que aún podían empuñar sus armas y levantar sus escudos se pusieron hombro a hombro con Sashenka y comenzaron a avanzar hacia la mujer de las ballestas. Tuvieran pocas o muchas posibilidades de éxito, esa no era la cuestión, eran miembros de la Guardia y tenían que pelear hasta las últimas consecuencias.
Algo oscuro y desagradable se movió en el interior de la dragona, por un lado la pelea había avivado sus instintos y una alegría incoherente la empujaba a involucrarse con más énfasis en la contienda. Pero la posibilidad de que todo eso acabara con su vida no era algo deseable.
Avanzaron todos a la vez un par de pasos, acortando la distancia con la mujer de extraña piel, al moverse todos a la vez no dejaban espacios entre sus escudos. Alrededor era un caos de fuego, árboles, raíces, flechas, etc. Pero distraerse no era una opción, en medio de una guerra uno no podía quedarse mirando las peleas que te rodeaban. Cuando Sashenka evaluó que estaba lo suficientemente cerca, levantó su lanza y golpeó con la parte de atrás el piso*, usando su capacidad con la tierra para mover el suelo bajo los pies de la mujer.
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*Nivel 0: Ataque con lanza: [Mágica, 2 Usos] Sasha golpea el suelo con su lanza, haciendo que la tierra bajo los pies de enemigos se mueva desequilibrándolos.
“Esto no es un juicio, es simplemente venganza disfrazada de justicia por mano propia” es la conclusión a la que llegó la dragona, y algo semejante era imperdonable. Ella y todos en la Guardia levantaron sus armas, ya habían intentado convencer a los asesinos de que optaran por la opción pacífica, no había más que hablar. Los compañeros de Sashenka tenían armas variadas, en general luego de practicar con todos los estilos se terminaban decantando por aquellas que les resultaban más cómodas. Algunos de ellos llevaban arcos, que es lo que utilizaron para atacar a la mujer de las ballestas, otros tenían espadas a una mano y escudos pequeños con los que intentaban cubrir a sus compañeros arqueros para evitar que los lastimaran.
La Dozorova siempre había preferido un escudo grande y la lanza, sentía que de esa manera tenía más opciones. Siguió los movimientos de la mujer mientras daba saltos y giros por los aires, le hacía acordar a cuando entrenaba con Alward que era tan acrobático para atacar. Pudo ver por el rabillo del ojo que varios de sus compañeros caían, pero no podía permitir que eso le afecte, tenía que ser paciente y esperar al momento preciso.
Mientras tanto, el Hombre-Bestia desataba una masacre entre los elfos, los más débiles de estómago terminarían vomitando luego de ver semejante espectáculo. Estando ahora en clara desventaja, con la mayoría de sus compañeros heridos, no quedaban muchas esperanzas de que pudieran lograr recapturar a los acusados. Sasha no era del tipo de persona que se dejaba doblegar por estar en una situación adversa.
-Cierren filas - Les dijo en tono enérgico a sus compañeros, estos la miraron sin entender, la situación los sobrepasaba - ¡Cierren filas! - Dijo nuevamente y entonces la orden pareció llegar a sus cerebros.
Los que aún podían empuñar sus armas y levantar sus escudos se pusieron hombro a hombro con Sashenka y comenzaron a avanzar hacia la mujer de las ballestas. Tuvieran pocas o muchas posibilidades de éxito, esa no era la cuestión, eran miembros de la Guardia y tenían que pelear hasta las últimas consecuencias.
Algo oscuro y desagradable se movió en el interior de la dragona, por un lado la pelea había avivado sus instintos y una alegría incoherente la empujaba a involucrarse con más énfasis en la contienda. Pero la posibilidad de que todo eso acabara con su vida no era algo deseable.
Avanzaron todos a la vez un par de pasos, acortando la distancia con la mujer de extraña piel, al moverse todos a la vez no dejaban espacios entre sus escudos. Alrededor era un caos de fuego, árboles, raíces, flechas, etc. Pero distraerse no era una opción, en medio de una guerra uno no podía quedarse mirando las peleas que te rodeaban. Cuando Sashenka evaluó que estaba lo suficientemente cerca, levantó su lanza y golpeó con la parte de atrás el piso*, usando su capacidad con la tierra para mover el suelo bajo los pies de la mujer.
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*Nivel 0: Ataque con lanza: [Mágica, 2 Usos] Sasha golpea el suelo con su lanza, haciendo que la tierra bajo los pies de enemigos se mueva desequilibrándolos.
Sashenka Dozorova
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Parecía que si se había vuelto blanda, después de todo. Huracán me pidió que parase, como si estuviese intentando mandar un mensaje en lugar de masacrarlos a todos. Sin embargo, ni la guardia ni los elfos parecían dispuestos a detenerse.
-¿Creías que iban a aceptarlo sin más?- resoplé, divertido. Era perfecto. Estaban usando magia. Con cada hechizo, aquella sensación incrementaba. Más poder. Más ira. Más odio.
Y entonces, la tierra tembló.
Aquello fue una sorpresa. Y vino en el momento justo para hacer que me tambalease. El elfo, aún sumiso en su ira homicida, ejerció su magia de nuevo. La rama de un árbol creció y se enrolló en torno a mi brazo, endureciéndose rápidamente a pesar de las llamas y empezando a cubrir mi mano de corteza. ¿Otra vez?
Aquello no iba a funcionar dos veces. En una situación normal, podría haberme dado problemas. La fuerza que me otorgaba el éter del ambiente me permitió tirar lo suficiente como para arrancar la rama y liberarme. Iban a tener que intentarlo mejor.
Bauldir se lanzó a por mi, esgrimiendo una espada curva. ¿Se había cansado de lanzar astillas? Aquello tampoco le iba a ayudar. Bloqueé el tajo con Nova y respondí a su asalto, poniendo toda mi fuerza en aquel golpe. El filo de su espada se rompió, y un golpe con el pomo de mi propio arma le hizo retroceder. Le pateé en el estómago, haciéndole caer. Estaba jugando con él.
Pero entonces, algo cambió en el entorno. El éter estaba fluctuando.
Una burbuja de luz empezó a aparecer a mi alrededor, erigiéndose rápidamente en forma de cúpula. Pese a la intensidad, podía ver a través de ella. Varios elfos, algunos de los ancianos, estaban unidos de manos, murmurando cánticos en el algún tipo de ritual. Pretendían encerrarme allí. Al otro lado, Bauldir se había levantado de nuevo y apuntaba con su arco.
-¡Deshaced la barrera!- gritó, furioso. -¡Debe morir!-
Ninguno le respondió. Estaba claro que no pretendían hacerle caso. Debían estar muy confiados en que aquello funcionaría. Era momento de ponerlo a prueba. Nova se convirtió en un pesado martillo de guerra, perfecto para aplastar barreras y esperanzas por igual. Un impacto, y el arma rebotó ligeramente. La zona que impactó parpadeó ligeramente. Con el segundo golpe, la luz empezaba a disminuir, y el fuego a rodear la zona.
-Es demasiado peligroso.-
Alcé la mano. El Fuego Etéreo empezó a expandirse. En cuestión de instantes, la cúpula se cubrió por completo de las llamas. Y entonces, se rompió. [1] El fuego se arremolinó en torno a mi, dándole aún más intensidad al infierno que me rodeaba. Me lancé, impulsado hacia Bauldir a velocidades imposibles. [2] Mi puño impactó contra su pecho, rompiendo costillas y lanzándolo por los aires como si fuese un muñeco de trapo.
No hubo estallido. Me había contenido aquella vez. Quería que viviese, después de todo... por el momento. Nova desapareció mientras caminaba hacia el elfo. No iba a levantarse por su cuenta.
-Suficiente.- dije. El fuego que me cubría recedió, dejando una de mis manos expuestas. Tomé a Bauldir del cuello de su armadura, alzándolo sin esfuerzo, y lo lancé en medio de la plaza, delante de los ancianos. Sus miradas se centraron en mi, no en él. -¿Queréis vivir? Sacrificadlo.- dije, sonriente. -Permitid que muera y os dejaré en paz. Una vida por las del resto.-
-A... ayuda...- gimió desde el suelo. Su voz estaba ahogada. No iba a aguantar mucho.
[1] Habilidad: Consumir Esencia
[2] Habilidad: Rey Astado
Sois libres de decidir que hacen los ancianos ~
-¿Creías que iban a aceptarlo sin más?- resoplé, divertido. Era perfecto. Estaban usando magia. Con cada hechizo, aquella sensación incrementaba. Más poder. Más ira. Más odio.
Y entonces, la tierra tembló.
Aquello fue una sorpresa. Y vino en el momento justo para hacer que me tambalease. El elfo, aún sumiso en su ira homicida, ejerció su magia de nuevo. La rama de un árbol creció y se enrolló en torno a mi brazo, endureciéndose rápidamente a pesar de las llamas y empezando a cubrir mi mano de corteza. ¿Otra vez?
Aquello no iba a funcionar dos veces. En una situación normal, podría haberme dado problemas. La fuerza que me otorgaba el éter del ambiente me permitió tirar lo suficiente como para arrancar la rama y liberarme. Iban a tener que intentarlo mejor.
Bauldir se lanzó a por mi, esgrimiendo una espada curva. ¿Se había cansado de lanzar astillas? Aquello tampoco le iba a ayudar. Bloqueé el tajo con Nova y respondí a su asalto, poniendo toda mi fuerza en aquel golpe. El filo de su espada se rompió, y un golpe con el pomo de mi propio arma le hizo retroceder. Le pateé en el estómago, haciéndole caer. Estaba jugando con él.
Pero entonces, algo cambió en el entorno. El éter estaba fluctuando.
Una burbuja de luz empezó a aparecer a mi alrededor, erigiéndose rápidamente en forma de cúpula. Pese a la intensidad, podía ver a través de ella. Varios elfos, algunos de los ancianos, estaban unidos de manos, murmurando cánticos en el algún tipo de ritual. Pretendían encerrarme allí. Al otro lado, Bauldir se había levantado de nuevo y apuntaba con su arco.
-¡Deshaced la barrera!- gritó, furioso. -¡Debe morir!-
Ninguno le respondió. Estaba claro que no pretendían hacerle caso. Debían estar muy confiados en que aquello funcionaría. Era momento de ponerlo a prueba. Nova se convirtió en un pesado martillo de guerra, perfecto para aplastar barreras y esperanzas por igual. Un impacto, y el arma rebotó ligeramente. La zona que impactó parpadeó ligeramente. Con el segundo golpe, la luz empezaba a disminuir, y el fuego a rodear la zona.
-Es demasiado peligroso.-
Alcé la mano. El Fuego Etéreo empezó a expandirse. En cuestión de instantes, la cúpula se cubrió por completo de las llamas. Y entonces, se rompió. [1] El fuego se arremolinó en torno a mi, dándole aún más intensidad al infierno que me rodeaba. Me lancé, impulsado hacia Bauldir a velocidades imposibles. [2] Mi puño impactó contra su pecho, rompiendo costillas y lanzándolo por los aires como si fuese un muñeco de trapo.
No hubo estallido. Me había contenido aquella vez. Quería que viviese, después de todo... por el momento. Nova desapareció mientras caminaba hacia el elfo. No iba a levantarse por su cuenta.
-Suficiente.- dije. El fuego que me cubría recedió, dejando una de mis manos expuestas. Tomé a Bauldir del cuello de su armadura, alzándolo sin esfuerzo, y lo lancé en medio de la plaza, delante de los ancianos. Sus miradas se centraron en mi, no en él. -¿Queréis vivir? Sacrificadlo.- dije, sonriente. -Permitid que muera y os dejaré en paz. Una vida por las del resto.-
-A... ayuda...- gimió desde el suelo. Su voz estaba ahogada. No iba a aguantar mucho.
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[1] Habilidad: Consumir Esencia
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Asher Daregan
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Mis intentos por poner un poco de cordura y justicia parecieron ser en vano. La respuesta de los guardias fue cerrarse en filas y comenzar a avanzar hacia mí en una especie de formación tortuga, cubriéndose con los escudos mientras los apuntaba.
Por su parte, Asher ignoró mi consejo y continuó a lo suyo, masacrando elfos y enfrentándose al hermano de la cercenada Ariawen. Algo llamó mi atención a mis botas, miré hacia ellas y observé cómo el suelo comenzó a resquebrajarse. Miré sorprendida a mis pies. Aquel ataque de la dragona me había sorprendido y caí al suelo.
Algunos de los guardias aprovecharon ese momento para recortar distancias y abalanzarse contra mí. Rodé a un lateral para evitar el tajo, cayendo a los pies de otro que intentó una estocada. Rodé nuevamente hacia atrás sobre mi espalda y, aprovechándome del impulso de las corrientes de aire, me erguí de nuevo en una elegante pirueta. Y miré de costado, desafiante, a Sashenka y a sus compañeros, sin articular palabra y sin desenfundar ningún arma.
Uno de los guardias salió de la formación y fue a por mí. Trató de atravesarme con su arma. Yo, sin mover músculo, reí y permití que lo hiciera, pero, entonces… [1]
-¿Ha desaparecido? – se preguntó exhausto. Había cortado mi silueta, literalmente, en dos a la altura del abdomen. Pero como si fuera una figura de humo, se había difuminado con el ambiente. - ¿Qué ha pasado?
-¡Rápido, vuelve a la formación! – gritó el que parecía ser el capitán, algo que su pupilo cumplió.
Nadie sabía qué iba a pasar ahora. La ciclogénesis continuaba activa y, ahora, era si cabía más intensa. Los árboles otoñales cedían sus hojas al fuerte vaivén del viento. Mi figura no estaba. Parecía un momento de relativa tranquilidad.
Pero pronto terminó. Una estela de humo salió de los árboles y descendió sobre el centro de la formación, momento en el que mi figura se materializó con una rodilla anclada en el suelo y el puño sobre el mismo. Provoqué una fuertísima corriente de aire que actuaba como una explosión desde la ubicación de mi puño, con la intención de romper la formación [2].
Si el ataque había sido efectivo, Sashenka y sus compañeros deberían haber salido disparados cada uno en una dirección.
Pero el show debía continuar. Me erguí e intensifiqué las corrientes de aire de la ciclogénesis para dificultar el movimiento de todos los presentes. Mi melena larga melena permanecía horizontal e incluso me tapaba el rostro.
Desenfundé la ballesta pesada y miré a Sashenka. Ella me había hecho rodar por el suelo. Di un par de pasos, antes de apuntarle. Pero no a su cabeza, algo que de acertar sería casi tan desagradable como lo que hacía Asher. No. Disparé a la estructura más próxima a la que se encontrase, lo más cerca que pudiera de su cabeza, eso sí [3].
La trayectoria del virote dejó una estela de humo en su recorrido. Estiré el brazo y lo cogí para sorpresa de todos como si fuera una cuerda. Después, tiré fuerte. El humo actuaba como un canal de viento que, con el tirón, logró arrancar lo que fuera que hubiera detrás y tirárselo encima, intentando sepultarla.
Era mi agradecimiento por su comprensión y su ataque anterior. Si no lograba esquivarlo o detenerlo, sobreviviría a ello.
Con los guardias despachados, caminé tranquila hacia donde estaba Asher. Le envié una mirada seria y asentí con la cabeza, indicando que había hecho mi parte. Por la suya, parecía haber cosechado los cadáveres de varios elfos más tras un espectáculo de fuegos artificiales, de los que tanto le gustaban.
Tiró a Bauldir en el centro de la plaza, como el que saca la basura de su casa. Y mandó un ultimátum a los ancianos de la tribu. La vida de su hijo Bauldir por la del resto de habitantes del pueblo.
Todo el mundo se escandalizó. Incluso yo, acostumbrada a ser poco empática, me mostré sorprendida por aquel gesto de Asher. La que parecía ser la madre de Bauldir, salió de uno de los árboles vivienda y se tiró a los pies del hombre bestia, junto a su hijo. Suplicaba piedad sumida en el llanto mientras que los sabios del pueblo ponían una cara de circunstancias y de no saber cómo actuar.
Ante la incertidumbre general del pueblo, decidí tomar partido en aquello.
-Es fácil echarse a llorar ahora. – le dije a la madre de Bauldir, mirando hacia ella, con aparente falta de humanidad. Luego levanté la vista a los ancianos. – Como también era fácil criminalizar a dos inocentes y tratar de ejecutarlos sin pruebas. – Caminé hacia ellos. - ¿Y todo para qué? – Dije estirando los brazos y dejándolos caer sobre mis muslos. Me giré y me dirigí hacia Bauldir. - ¿Para cubrir el asesinato de Eltaor, verdad, Bauldir? – Alcé las cejas. - ¿Quizás llevado a cabo por tu prometida, Ariawen? – Torcí la cabeza, para fijarme en su mano. - Bonito anillo, por cierto, ¿esmeraldas? Ojalá Jules me hubiese regalado uno así a mí. - Reí. Ella aún se retorcía, cortada en dos, por el suelo. – Volviendo al asunto, qué mejor idea que asesinar al líder de tu clan para que el nuevo macho alfa del pueblo tome el poder. Suena novelesco. – La gente parecía sorprendida.
-¡No tienes pruebas! – dijo uno de los ancianos, levantándose.
Yo sonreí tranquila.
-Efectivamente, no las tengo. – comenté. – No necesito más que mi experiencia de cazadora para saber que el golpeo débil y continuado pertenece a una mujer de débil. Tampoco que la daga de Ariawen tiene el mismo dibujo que los cortes del cadáver, o que, quizás apremiados por miedo a ser cogidos, fue colgado de un árbol alto por ramas generadas por una dríade y colocado en el centro del camino esperando a, ¡Oh! ¡Sorpresa! Emboscar rápido a algún incauto viajero a quien, nunca mejor dicho, enjaretarle el muerto. – Dije, mirando a algunos de los elfos que me habían detenido. - ¿O creéis que no había advertido las huellas que iban del cadáver a los setos? [4]
Miré a Bauldir. Torcí la cabeza y le sonreí.
-No está mal pensado. Pero con lo que no contabas era con que Asher y yo fuéramos a pasar por ahí. Qué mala suerte. – Me volví hacia los ancianos y les hice una reverencia. – Así que ante esta difícil tesitura, debemos atender a lo que nos dice el código élfico en estos casos. Que, si no me equivoco, impone la pena de muerte a los conspiradores.
Sin más dilación, desenfundé la ballesta de mano y le pegué un tiro rápido en la cabeza al moribundo Bauldir, su madre chilló, y, después, a Ariawen. Acabando con la vida de ambos. Luego le di un par de vueltas en mi mano y la devolví a su cartuchera. Tendí la vista a Sashenka, si se había recuperado del golpe.
-Guardia, por favor, haga su trabajo y recoja esta basura. – le dije tratándola de usted como hacía ella conmigo. Y me dirigí a Asher, haciendo el amago de dirigirme a él, aunque sin llegar a mirarle. – Y tú, Asher, sé un hombre ahora y cumple tu palabra. El trabajo ya está hecho.
Y, con aquello, había concluido. Tenía que esperar a ver cómo reaccionaban guardias y perro. Aunque confiaba en que no se dificultaran aún más las cosas. Había mucha gente inocente que no merecía vivir aquello.
[1] Gasto 2º uso de la estela de humo
[2] Habilidad desencadenada
[3] Habilidad de ballesta legendaria: El Cuervo
[4] Instinto de cazadora
Por su parte, Asher ignoró mi consejo y continuó a lo suyo, masacrando elfos y enfrentándose al hermano de la cercenada Ariawen. Algo llamó mi atención a mis botas, miré hacia ellas y observé cómo el suelo comenzó a resquebrajarse. Miré sorprendida a mis pies. Aquel ataque de la dragona me había sorprendido y caí al suelo.
Algunos de los guardias aprovecharon ese momento para recortar distancias y abalanzarse contra mí. Rodé a un lateral para evitar el tajo, cayendo a los pies de otro que intentó una estocada. Rodé nuevamente hacia atrás sobre mi espalda y, aprovechándome del impulso de las corrientes de aire, me erguí de nuevo en una elegante pirueta. Y miré de costado, desafiante, a Sashenka y a sus compañeros, sin articular palabra y sin desenfundar ningún arma.
Uno de los guardias salió de la formación y fue a por mí. Trató de atravesarme con su arma. Yo, sin mover músculo, reí y permití que lo hiciera, pero, entonces… [1]
-¿Ha desaparecido? – se preguntó exhausto. Había cortado mi silueta, literalmente, en dos a la altura del abdomen. Pero como si fuera una figura de humo, se había difuminado con el ambiente. - ¿Qué ha pasado?
-¡Rápido, vuelve a la formación! – gritó el que parecía ser el capitán, algo que su pupilo cumplió.
Nadie sabía qué iba a pasar ahora. La ciclogénesis continuaba activa y, ahora, era si cabía más intensa. Los árboles otoñales cedían sus hojas al fuerte vaivén del viento. Mi figura no estaba. Parecía un momento de relativa tranquilidad.
Pero pronto terminó. Una estela de humo salió de los árboles y descendió sobre el centro de la formación, momento en el que mi figura se materializó con una rodilla anclada en el suelo y el puño sobre el mismo. Provoqué una fuertísima corriente de aire que actuaba como una explosión desde la ubicación de mi puño, con la intención de romper la formación [2].
Si el ataque había sido efectivo, Sashenka y sus compañeros deberían haber salido disparados cada uno en una dirección.
Pero el show debía continuar. Me erguí e intensifiqué las corrientes de aire de la ciclogénesis para dificultar el movimiento de todos los presentes. Mi melena larga melena permanecía horizontal e incluso me tapaba el rostro.
Desenfundé la ballesta pesada y miré a Sashenka. Ella me había hecho rodar por el suelo. Di un par de pasos, antes de apuntarle. Pero no a su cabeza, algo que de acertar sería casi tan desagradable como lo que hacía Asher. No. Disparé a la estructura más próxima a la que se encontrase, lo más cerca que pudiera de su cabeza, eso sí [3].
La trayectoria del virote dejó una estela de humo en su recorrido. Estiré el brazo y lo cogí para sorpresa de todos como si fuera una cuerda. Después, tiré fuerte. El humo actuaba como un canal de viento que, con el tirón, logró arrancar lo que fuera que hubiera detrás y tirárselo encima, intentando sepultarla.
Era mi agradecimiento por su comprensión y su ataque anterior. Si no lograba esquivarlo o detenerlo, sobreviviría a ello.
Con los guardias despachados, caminé tranquila hacia donde estaba Asher. Le envié una mirada seria y asentí con la cabeza, indicando que había hecho mi parte. Por la suya, parecía haber cosechado los cadáveres de varios elfos más tras un espectáculo de fuegos artificiales, de los que tanto le gustaban.
Tiró a Bauldir en el centro de la plaza, como el que saca la basura de su casa. Y mandó un ultimátum a los ancianos de la tribu. La vida de su hijo Bauldir por la del resto de habitantes del pueblo.
Todo el mundo se escandalizó. Incluso yo, acostumbrada a ser poco empática, me mostré sorprendida por aquel gesto de Asher. La que parecía ser la madre de Bauldir, salió de uno de los árboles vivienda y se tiró a los pies del hombre bestia, junto a su hijo. Suplicaba piedad sumida en el llanto mientras que los sabios del pueblo ponían una cara de circunstancias y de no saber cómo actuar.
Ante la incertidumbre general del pueblo, decidí tomar partido en aquello.
-Es fácil echarse a llorar ahora. – le dije a la madre de Bauldir, mirando hacia ella, con aparente falta de humanidad. Luego levanté la vista a los ancianos. – Como también era fácil criminalizar a dos inocentes y tratar de ejecutarlos sin pruebas. – Caminé hacia ellos. - ¿Y todo para qué? – Dije estirando los brazos y dejándolos caer sobre mis muslos. Me giré y me dirigí hacia Bauldir. - ¿Para cubrir el asesinato de Eltaor, verdad, Bauldir? – Alcé las cejas. - ¿Quizás llevado a cabo por tu prometida, Ariawen? – Torcí la cabeza, para fijarme en su mano. - Bonito anillo, por cierto, ¿esmeraldas? Ojalá Jules me hubiese regalado uno así a mí. - Reí. Ella aún se retorcía, cortada en dos, por el suelo. – Volviendo al asunto, qué mejor idea que asesinar al líder de tu clan para que el nuevo macho alfa del pueblo tome el poder. Suena novelesco. – La gente parecía sorprendida.
-¡No tienes pruebas! – dijo uno de los ancianos, levantándose.
Yo sonreí tranquila.
-Efectivamente, no las tengo. – comenté. – No necesito más que mi experiencia de cazadora para saber que el golpeo débil y continuado pertenece a una mujer de débil. Tampoco que la daga de Ariawen tiene el mismo dibujo que los cortes del cadáver, o que, quizás apremiados por miedo a ser cogidos, fue colgado de un árbol alto por ramas generadas por una dríade y colocado en el centro del camino esperando a, ¡Oh! ¡Sorpresa! Emboscar rápido a algún incauto viajero a quien, nunca mejor dicho, enjaretarle el muerto. – Dije, mirando a algunos de los elfos que me habían detenido. - ¿O creéis que no había advertido las huellas que iban del cadáver a los setos? [4]
Miré a Bauldir. Torcí la cabeza y le sonreí.
-No está mal pensado. Pero con lo que no contabas era con que Asher y yo fuéramos a pasar por ahí. Qué mala suerte. – Me volví hacia los ancianos y les hice una reverencia. – Así que ante esta difícil tesitura, debemos atender a lo que nos dice el código élfico en estos casos. Que, si no me equivoco, impone la pena de muerte a los conspiradores.
Sin más dilación, desenfundé la ballesta de mano y le pegué un tiro rápido en la cabeza al moribundo Bauldir, su madre chilló, y, después, a Ariawen. Acabando con la vida de ambos. Luego le di un par de vueltas en mi mano y la devolví a su cartuchera. Tendí la vista a Sashenka, si se había recuperado del golpe.
-Guardia, por favor, haga su trabajo y recoja esta basura. – le dije tratándola de usted como hacía ella conmigo. Y me dirigí a Asher, haciendo el amago de dirigirme a él, aunque sin llegar a mirarle. – Y tú, Asher, sé un hombre ahora y cumple tu palabra. El trabajo ya está hecho.
Y, con aquello, había concluido. Tenía que esperar a ver cómo reaccionaban guardias y perro. Aunque confiaba en que no se dificultaran aún más las cosas. Había mucha gente inocente que no merecía vivir aquello.
[1] Gasto 2º uso de la estela de humo
[2] Habilidad desencadenada
[3] Habilidad de ballesta legendaria: El Cuervo
[4] Instinto de cazadora
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
La formación tan rigurosamente practicada por la Guardia hasta el cansancio pareció funcionar al principio. No solo lograron que la vampiro dejara de derribarlos con sus virotes, sino también el reducir la distancia para intentar algún tipo de ataque. Los compañeros de Sasha sabían de sus habilidades, así que en cierto modo estaban manteniendo esa forma de combate con la idea de poder acercar a la dragona lo suficiente.
Y lo hicieron.
La Asesina rodo e incluso su compañero se tambaleo un poco, varios de los Guardias sonrieron al ver que lo habían conseguido, la Dozorova en cambio seguía seria y concentrada en su objetivo. Iba a avanzar primero para atacar a la mujer, pero uno de sus compañeros se le adelantó e intentó herirla sin demasiado éxito. Nuevamente usaba ese truco para escapar, había escuchado que los vampiros podían volverse sombras pero siempre había creído que era una tontería.
Apareció detrás de ellos, justo en medio de la formación y con una ráfaga de viento los arrojó a todos en distintas direcciones. Ya no tenían a sus compañeros para que les sirvieran de apoyo, ya no tenían sus escudos para cubrirse, varios de los Guardias habían perdido las esperanzas de poder revertir la situación. Pero Sashenka era especialmente terca, pegó los brazos al cuerpo para que al rodar no se le torcieran y se quedó quieta hasta que el impulso terminara.
Podía sentir todo el cuerpo golpeado por las piedras y troncos que se había cruzado, pero se necesitaría más que eso para convencerla de que ya era suficiente. Apoyó ambas manos en el piso e intentó levantarse, pero el viento parecía ejercer presión sobre su cuerpo, como si el aire a su alrededor le estuviera diciendo que no se pusiera en pie. Usando toda su fuerza logró apoyar un pie e intentó usar eso más su lanza para poder erguirse por completo, para entonces la Vampiro ya le estaba apuntando con la ballesta.
“¿Es el fin?” pensó la dragona, había visto como disparaba esa mujer, podía acertarle perfectamente a esa distancia y estando ella imposibilitada para moverse... Incluso así Sashenka no parecía dispuesta a rendirse, miraba fijamente a la asesina, casi parecía que la provocaba para que lo hiciera. Escuchó el ruido del mecanismo de la ballesta, sintió el aire del virote al pasar junto a su rostro y se quedó congelada en el lugar.
Todo pasó en dos respiros, el primero cuando el proyectil pasó de largo junto a ella, y el segundo cuando escuchó que un gran trozo de árbol se rompía y caía. Tan convencida estaba que iba a morir que tardó varios segundos más en convencerse de que seguía allí con los vivos. Mientras los dos asesinos discutían con los de la tribu los pormenores del caso, uno de los Compañeros de Sasha se acercó para ayudarla a salir de abajo del gran tronco.
Usando al otro Guardia como apoyo se acercó al círculo. Sintió algo cálido mojando su cuello, cuando apoyó la mano se dio cuenta que tenía una herida en la oreja, aparentemente el virote había pasado lo suficientemente cerca como para cortar el cartílago de la misma.
-Solo mi Capitán puede darme órdenes - Le respondió con la misma neutralidad con la que le había hablado todo el tiempo. Aunque la hubiese derrotado, aunque le hubiese perdonado la vida y aunque podía retractarse en cualquier momento y dispararle como acababa de hacer con ese otro sujeto, eso no anulaba las jerarquías correspondientes ni borraba el hecho de que fuera una asesina - La justicia debe prevalecer. Y ustedes no están haciendo justicia -
Y lo hicieron.
La Asesina rodo e incluso su compañero se tambaleo un poco, varios de los Guardias sonrieron al ver que lo habían conseguido, la Dozorova en cambio seguía seria y concentrada en su objetivo. Iba a avanzar primero para atacar a la mujer, pero uno de sus compañeros se le adelantó e intentó herirla sin demasiado éxito. Nuevamente usaba ese truco para escapar, había escuchado que los vampiros podían volverse sombras pero siempre había creído que era una tontería.
Apareció detrás de ellos, justo en medio de la formación y con una ráfaga de viento los arrojó a todos en distintas direcciones. Ya no tenían a sus compañeros para que les sirvieran de apoyo, ya no tenían sus escudos para cubrirse, varios de los Guardias habían perdido las esperanzas de poder revertir la situación. Pero Sashenka era especialmente terca, pegó los brazos al cuerpo para que al rodar no se le torcieran y se quedó quieta hasta que el impulso terminara.
Podía sentir todo el cuerpo golpeado por las piedras y troncos que se había cruzado, pero se necesitaría más que eso para convencerla de que ya era suficiente. Apoyó ambas manos en el piso e intentó levantarse, pero el viento parecía ejercer presión sobre su cuerpo, como si el aire a su alrededor le estuviera diciendo que no se pusiera en pie. Usando toda su fuerza logró apoyar un pie e intentó usar eso más su lanza para poder erguirse por completo, para entonces la Vampiro ya le estaba apuntando con la ballesta.
“¿Es el fin?” pensó la dragona, había visto como disparaba esa mujer, podía acertarle perfectamente a esa distancia y estando ella imposibilitada para moverse... Incluso así Sashenka no parecía dispuesta a rendirse, miraba fijamente a la asesina, casi parecía que la provocaba para que lo hiciera. Escuchó el ruido del mecanismo de la ballesta, sintió el aire del virote al pasar junto a su rostro y se quedó congelada en el lugar.
Todo pasó en dos respiros, el primero cuando el proyectil pasó de largo junto a ella, y el segundo cuando escuchó que un gran trozo de árbol se rompía y caía. Tan convencida estaba que iba a morir que tardó varios segundos más en convencerse de que seguía allí con los vivos. Mientras los dos asesinos discutían con los de la tribu los pormenores del caso, uno de los Compañeros de Sasha se acercó para ayudarla a salir de abajo del gran tronco.
Usando al otro Guardia como apoyo se acercó al círculo. Sintió algo cálido mojando su cuello, cuando apoyó la mano se dio cuenta que tenía una herida en la oreja, aparentemente el virote había pasado lo suficientemente cerca como para cortar el cartílago de la misma.
-Solo mi Capitán puede darme órdenes - Le respondió con la misma neutralidad con la que le había hablado todo el tiempo. Aunque la hubiese derrotado, aunque le hubiese perdonado la vida y aunque podía retractarse en cualquier momento y dispararle como acababa de hacer con ese otro sujeto, eso no anulaba las jerarquías correspondientes ni borraba el hecho de que fuera una asesina - La justicia debe prevalecer. Y ustedes no están haciendo justicia -
Sashenka Dozorova
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
En un principio, no parecía que fuesen a aceptar. Pero entonces, Huracán intercedió, inmiscuyéndose de nuevo. En cuanto los hermanos elfos murieron, el fuego que me rodeaba desapareció. Sin embargo, no me había apaciguado.
Todo lo contrario.
-Esa no era tu decisión.- repliqué, frunciendo el ceño. Quizás fuese más apropiado así. -¿Que se supone que estás haciendo, Boisson? ¿Te crees que van a responder a tu "piedad" de alguna forma?- resoplé. No podía comprender que pensaba ganar con aquello. Había pasado por lo mismo que yo. ¿Que hacía intentando defenderlos?
-¿Te crees que son inocentes? Acaban de demostrar que son iguales que el resto. Han sacrificado a alguien que intentaba defenderlos para salvarse. Igual que en Sandorai.- A cada palabra, mi voz se acercaba más a un gruñido. -Habrían destruido el orbe si dependiese de ellos. Se merecen esto.-
No entendía como podía perdonarlos. No podía ser el único que quería venganza. Aquello era lo que habían causado: un mundo sin Centinelas que salvarlos. Pero, por supuesto. Nadie más quería mancharse las manos. Parecían estar perfectamente contentos dejando que los que habían estado protegiendo les pateasen sin defenderse.
Y entonces, la dragona dijo la palabra del momento. Reaccioné al instante, mirándola a los ojos. Estaba a punto de estallar.
-Justicia. ¿En serio?- pregunté, asombrado. -¿Es eso lo que intentas? Porque yo veo algo muy distinto. En ningún momento habéis intentado defender a los elfos, ¿hmm?- Miré a los cadáveres ensangrentados. Niños, ancianos, guerreros... Varios elfos lloraban en el suelo. Muchos rezaban. -No, sólo intentabais castigarnos a nosotros. Ella ni siquiera estaba atacando a esta escoria, pero eso no os ha detenido.-
No era la primera vez que veía aquella linea de pensamiento. Muy típica de la Guardia.
-Dime, ¿que diferencia hay entre tu justicia y mi venganza? ¿Que alguien te da órdenes? ¿O que otras personas han decidido el castigo?- inquirí. Miré al tal capitán. Un semielfo, al parecer. Había perdido su escudo, pero aún tenía las agallas para no esconderse. Le señalé con Nova. -Tu. Holmgang.-
La palabra sorprendió a algunos de los humanos presentes. No había forma de que aceptase.
-...Los duelos por combate se realizan días tras establecerse.- respondió. -Imagino que tu base es que no podemos aceptar esta "prueba". Si ganas, te vas libre. Y si no, te rindes. ¿Es así?- Negó con la cabeza. -No veo que sea necesario. Acaba de haber un juicio, uno que...-
-Cúrate si quieres. Pero será aquí, y ahora... o tus guardias mueren.- amenacé. -Dije que los elfos podían vivir. Nada de vosotros.-
Estaba sólo en aquello. Sabía que la antigua Centinela del Oeste no iba a ayudarme. Pero no importaba. No había habido suficiente sangre aún. No mientras nada hubiese cambiado.
Todo lo contrario.
-Esa no era tu decisión.- repliqué, frunciendo el ceño. Quizás fuese más apropiado así. -¿Que se supone que estás haciendo, Boisson? ¿Te crees que van a responder a tu "piedad" de alguna forma?- resoplé. No podía comprender que pensaba ganar con aquello. Había pasado por lo mismo que yo. ¿Que hacía intentando defenderlos?
-¿Te crees que son inocentes? Acaban de demostrar que son iguales que el resto. Han sacrificado a alguien que intentaba defenderlos para salvarse. Igual que en Sandorai.- A cada palabra, mi voz se acercaba más a un gruñido. -Habrían destruido el orbe si dependiese de ellos. Se merecen esto.-
No entendía como podía perdonarlos. No podía ser el único que quería venganza. Aquello era lo que habían causado: un mundo sin Centinelas que salvarlos. Pero, por supuesto. Nadie más quería mancharse las manos. Parecían estar perfectamente contentos dejando que los que habían estado protegiendo les pateasen sin defenderse.
Y entonces, la dragona dijo la palabra del momento. Reaccioné al instante, mirándola a los ojos. Estaba a punto de estallar.
-Justicia. ¿En serio?- pregunté, asombrado. -¿Es eso lo que intentas? Porque yo veo algo muy distinto. En ningún momento habéis intentado defender a los elfos, ¿hmm?- Miré a los cadáveres ensangrentados. Niños, ancianos, guerreros... Varios elfos lloraban en el suelo. Muchos rezaban. -No, sólo intentabais castigarnos a nosotros. Ella ni siquiera estaba atacando a esta escoria, pero eso no os ha detenido.-
No era la primera vez que veía aquella linea de pensamiento. Muy típica de la Guardia.
-Dime, ¿que diferencia hay entre tu justicia y mi venganza? ¿Que alguien te da órdenes? ¿O que otras personas han decidido el castigo?- inquirí. Miré al tal capitán. Un semielfo, al parecer. Había perdido su escudo, pero aún tenía las agallas para no esconderse. Le señalé con Nova. -Tu. Holmgang.-
La palabra sorprendió a algunos de los humanos presentes. No había forma de que aceptase.
-...Los duelos por combate se realizan días tras establecerse.- respondió. -Imagino que tu base es que no podemos aceptar esta "prueba". Si ganas, te vas libre. Y si no, te rindes. ¿Es así?- Negó con la cabeza. -No veo que sea necesario. Acaba de haber un juicio, uno que...-
-Cúrate si quieres. Pero será aquí, y ahora... o tus guardias mueren.- amenacé. -Dije que los elfos podían vivir. Nada de vosotros.-
Estaba sólo en aquello. Sabía que la antigua Centinela del Oeste no iba a ayudarme. Pero no importaba. No había habido suficiente sangre aún. No mientras nada hubiese cambiado.
Asher Daregan
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
El hecho de haber acabado con la vida de Bauldir y Ariawen sólo calmó los ánimos parcialmente. Había librado a los ancianos del pueblo de cargar con una dura losa moral sobre sus hombros, ejecutando a dos culpables directos. Pero las lágrimas y los llantos de los amigos y familiares de los descuartizados por el excentinela del Norte seguían lamentando su pérdida. Todo aquello era ridículo. Y encima el perro se dedicó a recriminar que aquella no había sido mi decisión.
-Claro que lo era. – Contradije a Asher en mis ideales, y señalé los cuerpos de Bauldir y Ariawen. – Este par de estúpidos ha intentado enjaretarme un asesinato ejecutado por ellos. Yo sólo he aplicado el código élfico. He sido la única que verdaderamente ha aplicado la justicia y ha apartado los fanatismos. Guardia incluida. – dije esto mirando hacia Sashenka. Por su particular y extraña visión de la justicia. Empezaba a aborrecer que me criminalizara incluso después de haber resuelto el caso, y sin haber atacado a nadie más que en defensa propia.
Pero Asher me reprobó diciéndome que los elfos habrían destruido igualmente el orbe, de acuerdo a sus razonamientos, y que, por tanto, merecían morir. Después, clamó su particular venganza contra los propios guardias. Cuando Asher propuso el duelo no pude sino suspirar. El mismo trato que con los elfos. Una vida a cambio de la del resto. Aquello era matar por matar. No tenía ningún sentido resolver una disputa mediante un combate. La justicia en el mundo civilizado no funcionaba así. Pero en el mundo interior de Asher cualquier cosa podía pasar.
-Hombres… - Sí. Así es como ellos solucionaban las cosas. Particularmente, no estaba interesada en batirme en duelo con nadie para obtener una libertad que ya tenía. Si alguien no estaba de acuerdo, podía intentarlo. Si bien quizás la próxima vez no fuese a la pierna y sí a la cabeza. No es que fuera una mujer muy paciente.
Antes de empezar el duelo que Asher había propuesto, y que el guardia trataba de huir, le respondí a su inquietud previa y, de paso, me permití el lujo de darle mi particular visión acerca de aquel duelo.
-Oh, ¿eso crees, Asher? ¿Qué estos elfos habrían roto el orbe? – respondí a su argumentación, seria, de brazos cruzados y acercándome a él. – Siempre hablas de hipótesis. "Estos habrían roto el orbe", estos "me habrían encarcelado..." Respóndeme a esto, ¿por qué no tomas represalias contra Níniel Thenidiel? ¿Contra Vincent Calhoun? ¿Contra la torre de la Logia? Ellos no sólo lo “habrían” roto, sino que lo han hecho. Tienes capacidades para dar con ellos, ¿por qué no los encuentras y les das su merecido? – Me alejé un poco. – No. Lo que pasa es que no tienes lo que hay que tener para enfrentarte a ellos. Temes fracasar. Y es más fácil soltar esa rabia que llevas dentro masacrando a campesinos y pidiendo duelos a guardias a los que ya he dado yo una paliza. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Asher! De matar jinetes oscuros, a esto.
Yo no quería ni iba a pelear contra Asher. Pero era muy consciente de que mis palabras podrían hacerlo enfadar fácilmente. Tanto como que podía escapar de él si las cosas se ponían complicadas para mí y que, sin duda, quien pagaría los platos rotos iban a ser los elfos o la guardia.
Pero lo cierto es que no me importaba. Tan sólo quería hacerle ver que su visión estaba muy equivocada. Conocía muy bien a su otro amigo, Tale. Era alguien que lo tenía en palmitas y era incapaz de llevar la contraria a nadie. Alguien tenía que darle ese shock de realidad.
Y luego me dirigí a Sashenka, con mirada seria y advirtiéndole con el índice.
-Yo no voy a resolver esto en un duelo de gallitos. – Aseveré. - Y por supuesto, “justiciera”, no pienses que me voy a entregar. – Desde luego me ofendía que, encima de que intentaba tranquilizarlos, Sashenka continuara considerándome la responsable del asesinato cuando había demostrado que eran los difuntos elfos. - Puedes volver a intentar detenerme, si quieres. Pero te advierto que no tengo mucha paciencia. – Le advertí.
En ese momento, me alejé del grupo y me apoyé contra un árbol, esperando a que comenzara el duelo entre Asher y el guardia, si es que empezaba. Me daba igual cómo acabara el guardia o el pueblo, en general. Yo sólo adoptaría una posición neutral en aquel conflicto.
-Claro que lo era. – Contradije a Asher en mis ideales, y señalé los cuerpos de Bauldir y Ariawen. – Este par de estúpidos ha intentado enjaretarme un asesinato ejecutado por ellos. Yo sólo he aplicado el código élfico. He sido la única que verdaderamente ha aplicado la justicia y ha apartado los fanatismos. Guardia incluida. – dije esto mirando hacia Sashenka. Por su particular y extraña visión de la justicia. Empezaba a aborrecer que me criminalizara incluso después de haber resuelto el caso, y sin haber atacado a nadie más que en defensa propia.
Pero Asher me reprobó diciéndome que los elfos habrían destruido igualmente el orbe, de acuerdo a sus razonamientos, y que, por tanto, merecían morir. Después, clamó su particular venganza contra los propios guardias. Cuando Asher propuso el duelo no pude sino suspirar. El mismo trato que con los elfos. Una vida a cambio de la del resto. Aquello era matar por matar. No tenía ningún sentido resolver una disputa mediante un combate. La justicia en el mundo civilizado no funcionaba así. Pero en el mundo interior de Asher cualquier cosa podía pasar.
-Hombres… - Sí. Así es como ellos solucionaban las cosas. Particularmente, no estaba interesada en batirme en duelo con nadie para obtener una libertad que ya tenía. Si alguien no estaba de acuerdo, podía intentarlo. Si bien quizás la próxima vez no fuese a la pierna y sí a la cabeza. No es que fuera una mujer muy paciente.
Antes de empezar el duelo que Asher había propuesto, y que el guardia trataba de huir, le respondí a su inquietud previa y, de paso, me permití el lujo de darle mi particular visión acerca de aquel duelo.
-Oh, ¿eso crees, Asher? ¿Qué estos elfos habrían roto el orbe? – respondí a su argumentación, seria, de brazos cruzados y acercándome a él. – Siempre hablas de hipótesis. "Estos habrían roto el orbe", estos "me habrían encarcelado..." Respóndeme a esto, ¿por qué no tomas represalias contra Níniel Thenidiel? ¿Contra Vincent Calhoun? ¿Contra la torre de la Logia? Ellos no sólo lo “habrían” roto, sino que lo han hecho. Tienes capacidades para dar con ellos, ¿por qué no los encuentras y les das su merecido? – Me alejé un poco. – No. Lo que pasa es que no tienes lo que hay que tener para enfrentarte a ellos. Temes fracasar. Y es más fácil soltar esa rabia que llevas dentro masacrando a campesinos y pidiendo duelos a guardias a los que ya he dado yo una paliza. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Asher! De matar jinetes oscuros, a esto.
Yo no quería ni iba a pelear contra Asher. Pero era muy consciente de que mis palabras podrían hacerlo enfadar fácilmente. Tanto como que podía escapar de él si las cosas se ponían complicadas para mí y que, sin duda, quien pagaría los platos rotos iban a ser los elfos o la guardia.
Pero lo cierto es que no me importaba. Tan sólo quería hacerle ver que su visión estaba muy equivocada. Conocía muy bien a su otro amigo, Tale. Era alguien que lo tenía en palmitas y era incapaz de llevar la contraria a nadie. Alguien tenía que darle ese shock de realidad.
Y luego me dirigí a Sashenka, con mirada seria y advirtiéndole con el índice.
-Yo no voy a resolver esto en un duelo de gallitos. – Aseveré. - Y por supuesto, “justiciera”, no pienses que me voy a entregar. – Desde luego me ofendía que, encima de que intentaba tranquilizarlos, Sashenka continuara considerándome la responsable del asesinato cuando había demostrado que eran los difuntos elfos. - Puedes volver a intentar detenerme, si quieres. Pero te advierto que no tengo mucha paciencia. – Le advertí.
En ese momento, me alejé del grupo y me apoyé contra un árbol, esperando a que comenzara el duelo entre Asher y el guardia, si es que empezaba. Me daba igual cómo acabara el guardia o el pueblo, en general. Yo sólo adoptaría una posición neutral en aquel conflicto.
Anastasia Boisson
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Ambos asesinos parecían creer que tenían el derecho a reclamar, ofenderse o sentirse atacados por la situación. Así lo demostraban en sus gestos y sus argumentos, tanto la Vampiro que hizo un comentario despectivo hacía la Guardia como el Hombre-Perro que en cuanto escuchó la palabra “justicia” miró con intensidad a Sashenka, intentando imponer nuevamente su postura de forma violenta.
-¿Acaso insinúas que es nuestra culpa el que toda esta gente muriera? ¿Por no detenerte? Los niveles de cinismo que demuestras son asombrosos - La dragona lo miraba con un gesto entre incrédulo y de desagrado - Quizás hoy no podamos detenerte, pero la justicia te alcanzará tarde o temprano, Asher Daregan - Aunque parecía que era indiferente, sí había prestado atención a las palabras de ambos asesinos, incluyendo sus nombres completos - La diferencia es que mi arma no se guía por algo tan volátil como mis emociones. Dejen de justificarse y simplemente admitan que son unos asesinos. Si antes no lo eran, ahora si lo son y los testigos sobran -
Sashenka no conocía de nada a esos dos, no sabía qué habían hecho de sus vidas, porqué habían terminado así. Según parecía habían tenido una larga trayectoria que les había generado una larga historia en común, tenían poderes que la dragona jamás había visto, y armas que no podrían encontrarse en simples talleres. Nada de eso justificaba, a ojos de la dragona, que decidieran de forma unilateral el como y cuando aplicar justicia por mano propia.
Pero había hablado demasiado, mucho más de lo que le estaba permitido a una simple novata que recién había terminado su primer año de entrenamiento. Cuando la Vampiro volvió a hablarle miró de reojo a su Capitán, pidiendo permiso para poder contestarle.
-Sí no vas a entregarte entonces pasarás a ser una prófuga. Repito entonces lo dicho a tu compañero: Quizás no podemos detenerte ahora, pero la justicia te alcanzara, Anastasia María Boisson - Y había omitido todos los demás títulos a propósito, porque siendo ella una persona que había nacido en una familia de renombre, sabía que era sumamente insultante que no se los mencionara.
Luego de unos minutos Sasha se había recuperado lo suficiente como para poder pararse sola, aún tenía la mano apoyada en su oreja lastimada. El mismo compañero que la ayudó a ponerse en pie le pasó un pañuelo, si bien no le dolía era una parte que sangraba bastante.
Algunos de los Guardias estaban nerviosos, todos habían visto lo que Asher podía hacer, y también como el Capitán había sido herido. Unos pocos retrocedieron, pero otros tantos se acercaron al Semielfo, ofreciéndole curaciones, armas o incluso el tomar su lugar en la pelea. Cuando llegó el turno de Sashenka para opinar negó con la cabeza.
-No debería aceptar, Señor. No hay necesidad de doblegarse a las reglas de un par de asesinos, una persona sin honor no puede retarlo a una batalla honorable - Desde la perspectiva de la dragona era dejarse llevar y bailar al ritmo del enemigo. Negociar bajo amenaza de ninguna manera podía ser lo que la Justicia quería.
-¿Acaso insinúas que es nuestra culpa el que toda esta gente muriera? ¿Por no detenerte? Los niveles de cinismo que demuestras son asombrosos - La dragona lo miraba con un gesto entre incrédulo y de desagrado - Quizás hoy no podamos detenerte, pero la justicia te alcanzará tarde o temprano, Asher Daregan - Aunque parecía que era indiferente, sí había prestado atención a las palabras de ambos asesinos, incluyendo sus nombres completos - La diferencia es que mi arma no se guía por algo tan volátil como mis emociones. Dejen de justificarse y simplemente admitan que son unos asesinos. Si antes no lo eran, ahora si lo son y los testigos sobran -
Sashenka no conocía de nada a esos dos, no sabía qué habían hecho de sus vidas, porqué habían terminado así. Según parecía habían tenido una larga trayectoria que les había generado una larga historia en común, tenían poderes que la dragona jamás había visto, y armas que no podrían encontrarse en simples talleres. Nada de eso justificaba, a ojos de la dragona, que decidieran de forma unilateral el como y cuando aplicar justicia por mano propia.
Pero había hablado demasiado, mucho más de lo que le estaba permitido a una simple novata que recién había terminado su primer año de entrenamiento. Cuando la Vampiro volvió a hablarle miró de reojo a su Capitán, pidiendo permiso para poder contestarle.
-Sí no vas a entregarte entonces pasarás a ser una prófuga. Repito entonces lo dicho a tu compañero: Quizás no podemos detenerte ahora, pero la justicia te alcanzara, Anastasia María Boisson - Y había omitido todos los demás títulos a propósito, porque siendo ella una persona que había nacido en una familia de renombre, sabía que era sumamente insultante que no se los mencionara.
Luego de unos minutos Sasha se había recuperado lo suficiente como para poder pararse sola, aún tenía la mano apoyada en su oreja lastimada. El mismo compañero que la ayudó a ponerse en pie le pasó un pañuelo, si bien no le dolía era una parte que sangraba bastante.
Algunos de los Guardias estaban nerviosos, todos habían visto lo que Asher podía hacer, y también como el Capitán había sido herido. Unos pocos retrocedieron, pero otros tantos se acercaron al Semielfo, ofreciéndole curaciones, armas o incluso el tomar su lugar en la pelea. Cuando llegó el turno de Sashenka para opinar negó con la cabeza.
-No debería aceptar, Señor. No hay necesidad de doblegarse a las reglas de un par de asesinos, una persona sin honor no puede retarlo a una batalla honorable - Desde la perspectiva de la dragona era dejarse llevar y bailar al ritmo del enemigo. Negociar bajo amenaza de ninguna manera podía ser lo que la Justicia quería.
Sashenka Dozorova
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Estaba dispuesto a darles una oportunidad de verdad. Pero entonces, Boisson decidió replicar. Acusarme de cobardía. ¡A mi! ¡Había matado Jinetes Oscuros con ella!
Me giré hacia la mujer, ignorando a los guardias por el momento.
-¿Te crees que son solo ellos? Todos nos han olvidado. Me estoy asegurando de que no vuelvan a hacerlo.- Recordaban a los Jinetes, después de todo. Aquello parecía ser la única manera que entendían. -Les estoy presentando la verdad. ¿Donde están sus grandes salvadores ahora? ¿Por qué no vienen a defenderlos?-
-Matarlos sería fácil. Y aun así, la gente los recordaría como héroes. Peor, podrían revivirlos.- mascullé, asqueado. Había visto con mis propios ojos como la muerte no significaba tanto como solía. -No les daré ese lujo. Voy a destruir sus nombres, tal y como ellos hicieron con nosotros. Voy a quemar todo lo que se esforzaron por proteger. Demostrarles lo inútiles que son en realidad. Y cuando finalmente salgan de sus escondrijos como las ratas que son e intenten detenerme... morirán.- Había más. La hipocresía de esa mujer... aquella actitud de bonachona que había mostrado. Se había vuelto blanda, inevitablemente.
-¿Que has hecho tu, Boisson? ¿Dejar que te traicionen sin defenderte?- resoplé. -¿Fingir que todo está bien y que tu grupito de cazadores te recuerda? ¿Disparar a los pies de guardias que te quieren muerta o encerrada? ¿Que intentas ser, una mártir?- pregunté. Empezaba a estar claro. Era más de resignarse y lamerse las heridas, igual que Eltrant. -Ya no somos Centinelas, Boisson. Y no. Somos. HÉROES.-
Les había dado una oportunidad, pero al parecer era demasiado bueno para ellos. No habría ningún duelo ese día.
-Asesino. Monstruo. Demonio. Si es lo que vais a recordar... que así sea.-
Nova empezó a arder con más intensidad. Las llamas alcanzaron el pomo, y luego, empezó a trepar por mi cuerpo. Podía sentir el dolor. Ardía, tanto por dentro como por fuera. Y entonces, el cielo se oscureció. Un manto de estrellas cubrió la noche... las estrellas de otro mundo. [1]
-¡ARDED!- rugí. Una tras otra, las estrellas comenzaron a caer, estallando en fuego azul donde impactaban. En ese momento, me daba igual lo que destruyesen. Elfos, guardias, incluso la misma Huracán. Si estaban en mi contra, se merecían lo mismo.
Con cada impacto, el suelo temblaba. Mis ojos se encontraron con los del "capitán" semielfo. El hombre no pareció dudar. Tenía que detenerme, y solo había una forma de hacer eso.
Había algo que me molestaba. Su mirada no era una de furia, ni odio. Ni siquiera miedo. Estaba determinado a cumplir su deber, incluso si era enfrentarse a una muerte segura. El guardia gritó una orden a sus subordinados y luego cargó hacia mi, con espada y escudo por delante.
[1] Habilidad de Nova: Constelación
Me giré hacia la mujer, ignorando a los guardias por el momento.
-¿Te crees que son solo ellos? Todos nos han olvidado. Me estoy asegurando de que no vuelvan a hacerlo.- Recordaban a los Jinetes, después de todo. Aquello parecía ser la única manera que entendían. -Les estoy presentando la verdad. ¿Donde están sus grandes salvadores ahora? ¿Por qué no vienen a defenderlos?-
-Matarlos sería fácil. Y aun así, la gente los recordaría como héroes. Peor, podrían revivirlos.- mascullé, asqueado. Había visto con mis propios ojos como la muerte no significaba tanto como solía. -No les daré ese lujo. Voy a destruir sus nombres, tal y como ellos hicieron con nosotros. Voy a quemar todo lo que se esforzaron por proteger. Demostrarles lo inútiles que son en realidad. Y cuando finalmente salgan de sus escondrijos como las ratas que son e intenten detenerme... morirán.- Había más. La hipocresía de esa mujer... aquella actitud de bonachona que había mostrado. Se había vuelto blanda, inevitablemente.
-¿Que has hecho tu, Boisson? ¿Dejar que te traicionen sin defenderte?- resoplé. -¿Fingir que todo está bien y que tu grupito de cazadores te recuerda? ¿Disparar a los pies de guardias que te quieren muerta o encerrada? ¿Que intentas ser, una mártir?- pregunté. Empezaba a estar claro. Era más de resignarse y lamerse las heridas, igual que Eltrant. -Ya no somos Centinelas, Boisson. Y no. Somos. HÉROES.-
Les había dado una oportunidad, pero al parecer era demasiado bueno para ellos. No habría ningún duelo ese día.
-Asesino. Monstruo. Demonio. Si es lo que vais a recordar... que así sea.-
Nova empezó a arder con más intensidad. Las llamas alcanzaron el pomo, y luego, empezó a trepar por mi cuerpo. Podía sentir el dolor. Ardía, tanto por dentro como por fuera. Y entonces, el cielo se oscureció. Un manto de estrellas cubrió la noche... las estrellas de otro mundo. [1]
-¡ARDED!- rugí. Una tras otra, las estrellas comenzaron a caer, estallando en fuego azul donde impactaban. En ese momento, me daba igual lo que destruyesen. Elfos, guardias, incluso la misma Huracán. Si estaban en mi contra, se merecían lo mismo.
Con cada impacto, el suelo temblaba. Mis ojos se encontraron con los del "capitán" semielfo. El hombre no pareció dudar. Tenía que detenerme, y solo había una forma de hacer eso.
Había algo que me molestaba. Su mirada no era una de furia, ni odio. Ni siquiera miedo. Estaba determinado a cumplir su deber, incluso si era enfrentarse a una muerte segura. El guardia gritó una orden a sus subordinados y luego cargó hacia mi, con espada y escudo por delante.
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[1] Habilidad de Nova: Constelación
Asher Daregan
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
Lo cierto es que intentaba destensar la situación, pero la tozudez de la dragona no me lo ponía nada fácil. Nunca fui un prodigio de la calma, y la dragona me empezaba a resultar cansina con su discurso de la asesina. Insistir en que era una asesina, a pesar de que no había matado a nadie más que a los verdaderos asesinos que trataban de hacerse con el poder de la aldea. Aquello no hacía sino ponerme las cosas más complicadas.
Me llevé el índice al pecho y le envié una mirada seria. – ¿La justicia me alcanzará? – fruncí el ceño. Me había sentido ofendida. - Si fuera eso de lo que me acusas, ahora mismo tú y tu escuadra estaríais criando malvas, chiquilla. Puedes dar gracias de que te has topado conmigo y no con mi compañero. – Le espeté sin remordimientos, señalando los cadáveres que sí que había dejado Asher a su paso. Apretar el puño y morderme en los dientes sólo era un remedio paliativo.
Todos mis esfuerzos por calmar a Asher se iban por la borda por las insistencias de la guardia y los elfos en inculparnos como chivos expiatorios. Habían visto lo que el hombre bestia era capaz y, aún así, insistían en hacerle enfadar.
-¿Héroes? No, Asher. Yo nunca tuve intención de formar parte de ese grupo. ¡Sólo quería ayudar a mi hermana! Ella murió allí. Pero no fue por culpa de estos desgraciados. Lo hizo porque no pude salvarla. Le prometí que lo haría, y le fallé. – aclaré con seriedad, visiblemente consternada. Aún no había superado lo de Elen. Era claramente uno de mis puntos débiles. Así que decidí cambiar de tema. –Pero tú divides todo en blanco o negro, comportándote de manera extremista. A mí, masacrar gente inocente, niños, no me genera ningún estímulo ni motivación. ¡Quiero ir a por los verdaderos culpables!
Había adquirido cierto grado de independencia con respecto a mi compañero hombre bestia a lo largo de la conversación, pero cuando él perdió los nervios, todo se fue al traste.
-Joder, ¡¿pero has perdido la cabeza?! – Grité, desde mi posición a espadas del perro. Era imposible comunicarse de otro modo por el estruendo que había. Traté de no perder el equilibrio por el estruendo que se desencadenó sobre nosotras cabezas al grito del hombre bestia. Miré al cielo, oscuro. No tardarían en empezar a caer meteoritos, desatando un auténtico infierno sobre el área. Los ciudadanos, hombres, mujeres y niños comenzaron a salir de sus casas, tratando de ponerse a salvo de lo que se les venía encima. Mientras tanto, un mar de fuego y ceniza venía contra nosotros la zona. ¿Qué clase de poder había logrado Asher?
Con los brazos en guardia, desde la retaguardia, miré a Asher con preocupación. Había perdido cualquier atisbo de cordura que pudiera tener en él.
Pero la guardia insistió en cargar hacia nosotros. La “justicia” se había emperrado en meterme en el bando de Asher, a pesar de que había tratado por todos medios desvincularme de aquello y de que había atrapado al verdadero asesino. De uno u otro modo, me considerarían cómplice de aquel acto. Y lo cierto es que llegado a aquel punto, en el que el capitán de la guardia, cargaba contra nosotros y sus soldados amagaban con hacer lo mismo. También los guerreros elfos de la ciudad. Llegué a la conclusión de que los tiros de advertencia se habían terminado.
-De perdidos, al río. – mascullé para mí misma, mientras deslomaba la ballesta pesada y la sujetaba con fuerza con ambas manos.
Apunté al capitán de la guardia que se abalanzaba contra Asher. Mejor morir por un disparo mío, que a manos de Asher. El virote voló, con exquisita precisión, directo al cuello del capitán de la guardia. Su cabeza realizó una perfecta órbita sobre su eje a gran velocidad antes de tocar el suelo a los pies de Sashenka. Miré para ella al tiempo que tiraba de la corredera para realizar la acción de bombeo. Una nueva flecha emergió de la cámara a la superficie, lista para ejecutar un nuevo disparo cuando fuera preciso. Era una advertencia para la dragona.
–¡Bravo, Asher, tus maravillosas dotes diplomáticas me han metido en esta mierda hasta la rodilla! - Bramé, a su espalda, con un evidente enfado. – Tenemos que hablar de esto... - Momento en el que me encogí instintivamente al ver cómo una choza explotaba a mi izquierda tras caerle un meteorito encima. – Abre camino, te cubro.
Con mi gracilidad, entre saltos, piruetas y disparos, esperaba salir viva de aquel bosque.
*Off: Me he cargado al jefe de la guardia. Dado que no se le da nombre, creía que es un pj random. Si es alguno importante de tu trama, Sasha, me dices sin compromiso y le disparo a otro sitio menos vital :P.
Me llevé el índice al pecho y le envié una mirada seria. – ¿La justicia me alcanzará? – fruncí el ceño. Me había sentido ofendida. - Si fuera eso de lo que me acusas, ahora mismo tú y tu escuadra estaríais criando malvas, chiquilla. Puedes dar gracias de que te has topado conmigo y no con mi compañero. – Le espeté sin remordimientos, señalando los cadáveres que sí que había dejado Asher a su paso. Apretar el puño y morderme en los dientes sólo era un remedio paliativo.
Todos mis esfuerzos por calmar a Asher se iban por la borda por las insistencias de la guardia y los elfos en inculparnos como chivos expiatorios. Habían visto lo que el hombre bestia era capaz y, aún así, insistían en hacerle enfadar.
-¿Héroes? No, Asher. Yo nunca tuve intención de formar parte de ese grupo. ¡Sólo quería ayudar a mi hermana! Ella murió allí. Pero no fue por culpa de estos desgraciados. Lo hizo porque no pude salvarla. Le prometí que lo haría, y le fallé. – aclaré con seriedad, visiblemente consternada. Aún no había superado lo de Elen. Era claramente uno de mis puntos débiles. Así que decidí cambiar de tema. –Pero tú divides todo en blanco o negro, comportándote de manera extremista. A mí, masacrar gente inocente, niños, no me genera ningún estímulo ni motivación. ¡Quiero ir a por los verdaderos culpables!
Había adquirido cierto grado de independencia con respecto a mi compañero hombre bestia a lo largo de la conversación, pero cuando él perdió los nervios, todo se fue al traste.
-Joder, ¡¿pero has perdido la cabeza?! – Grité, desde mi posición a espadas del perro. Era imposible comunicarse de otro modo por el estruendo que había. Traté de no perder el equilibrio por el estruendo que se desencadenó sobre nosotras cabezas al grito del hombre bestia. Miré al cielo, oscuro. No tardarían en empezar a caer meteoritos, desatando un auténtico infierno sobre el área. Los ciudadanos, hombres, mujeres y niños comenzaron a salir de sus casas, tratando de ponerse a salvo de lo que se les venía encima. Mientras tanto, un mar de fuego y ceniza venía contra nosotros la zona. ¿Qué clase de poder había logrado Asher?
Con los brazos en guardia, desde la retaguardia, miré a Asher con preocupación. Había perdido cualquier atisbo de cordura que pudiera tener en él.
Pero la guardia insistió en cargar hacia nosotros. La “justicia” se había emperrado en meterme en el bando de Asher, a pesar de que había tratado por todos medios desvincularme de aquello y de que había atrapado al verdadero asesino. De uno u otro modo, me considerarían cómplice de aquel acto. Y lo cierto es que llegado a aquel punto, en el que el capitán de la guardia, cargaba contra nosotros y sus soldados amagaban con hacer lo mismo. También los guerreros elfos de la ciudad. Llegué a la conclusión de que los tiros de advertencia se habían terminado.
-De perdidos, al río. – mascullé para mí misma, mientras deslomaba la ballesta pesada y la sujetaba con fuerza con ambas manos.
Apunté al capitán de la guardia que se abalanzaba contra Asher. Mejor morir por un disparo mío, que a manos de Asher. El virote voló, con exquisita precisión, directo al cuello del capitán de la guardia. Su cabeza realizó una perfecta órbita sobre su eje a gran velocidad antes de tocar el suelo a los pies de Sashenka. Miré para ella al tiempo que tiraba de la corredera para realizar la acción de bombeo. Una nueva flecha emergió de la cámara a la superficie, lista para ejecutar un nuevo disparo cuando fuera preciso. Era una advertencia para la dragona.
–¡Bravo, Asher, tus maravillosas dotes diplomáticas me han metido en esta mierda hasta la rodilla! - Bramé, a su espalda, con un evidente enfado. – Tenemos que hablar de esto... - Momento en el que me encogí instintivamente al ver cómo una choza explotaba a mi izquierda tras caerle un meteorito encima. – Abre camino, te cubro.
Con mi gracilidad, entre saltos, piruetas y disparos, esperaba salir viva de aquel bosque.
*Off: Me he cargado al jefe de la guardia. Dado que no se le da nombre, creía que es un pj random. Si es alguno importante de tu trama, Sasha, me dices sin compromiso y le disparo a otro sitio menos vital :P.
Anastasia Boisson
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
El resto de los presentes no entendían nada de la discusión que se desarrollaba entre el Hombre-Perro y la Vampiro. Lo poco que podía vislumbrarse era que habían estado en alguna situación, o formado parte de algún grupo, y que habían hecho algo importante pero luego no habían obtenido el reconocimiento esperado. “Puras tonterías” pensaba la dragona “¿Que clase de persona hace cosas sólo por el reconocimiento? Un par de bandidos sin moral alguna, claramente”
Los pocos Guardias que quedaban vivos cerraron filas alrededor de su capitán, casi todos estaban heridos, pero tenían la resolución pintada en sus rostros, el tipo de firmeza que tiene un grupo cuando está casi seguro que no va a vivir para ver otro amanecer. A la señal del Semielfo, avanzaron hacía los que habían provocado todo ese caos, casi a la vez los cielos comenzaron a oscurecerse, nadie entendía qué pasaba y de la nada piedras de todos los tamaños empezaron a caer como sí de lluvia se tratara.
Sí faltaba algo para que toda la situación se descontrolara era eso. La Vampiro le gritaba cosas al Hombre-bestia, pero al final se puso de su lado, el grupo de la Guardia sufrió bajas antes de poder llegar a su objetivo. Dos de ellos murieron aplastados por rocas, otros atravesados por virotes, Sashenka logró llegar más lejos gracias a su escudo, pero el Capitán no tuvo tanta suerte, la dragona escuchó como una de las flechas lo alcanzaban y caía al piso sin vida.
Apretó los labios como único gesto, era lamentable que una persona que luchaba por la justicia se perdiera en ese enfrentamiento. Pero la causa era mucho más grande que los individuos que la componían, así que no había necesidad de ponerse triste o gritar pidiendo venganza, claro que no, porque la venganza no era justicia.
Ya quedaban muy pocas personas de pie, el claro estaba lleno de cadáveres de los distintos grupos, algunos árboles habían comenzado a incendiarse, se escuchaban gritos pero cada vez se sentían más lejos. Aquellos que aún podían estar de pie, salían corriendo, agarraban a algún ser querido por el camino y se alejaban tanto como fuera posible, la villa de los elfos se quedaría completamente abandonada y destruida.
Sashenka estaba a algunos metros, vio que una de las piedras iba a golpearla, su propia fuerza no sería suficiente para resistir así que apoyó una rodilla en el piso y subió su escudo, concentrando la energía de su elemento en el mismo. La roca chocó pero fue repelido y redirigido contra los atacantes*, y aprovechando ese último ataque la dragona se lanzó contra Anastasia, llegó a escuchar el sonido del mecanismo de la ballesta antes de recibir el virote en el pecho y caer al piso.
Sintió la tierra fría contra su piel y la sangre caliente empapando la tela que separaba la armadura de su cuerpo. La vista se le fue nublando, los gritos, el fuego... Ya todo estaba muy lejos, y en realidad no importaba demasiado.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
*Nivel 1: Escudo elemental: [Mágica, 2 Usos] Sasha imbuye su escudo de magia durante dos rondas. Cada ataque que reciba en el escudo hará que su elemento salga desprendido como contrataque al atacante.
El elemento que se desprende del escudo de Sasha no tiene una dirección determinada, no está en una situación como para ponerse a apuntar así que queda a su imaginación.
**En lo que respecta al grupo de Guardias que traje, están todos muertos o inconscientes ^^
Los pocos Guardias que quedaban vivos cerraron filas alrededor de su capitán, casi todos estaban heridos, pero tenían la resolución pintada en sus rostros, el tipo de firmeza que tiene un grupo cuando está casi seguro que no va a vivir para ver otro amanecer. A la señal del Semielfo, avanzaron hacía los que habían provocado todo ese caos, casi a la vez los cielos comenzaron a oscurecerse, nadie entendía qué pasaba y de la nada piedras de todos los tamaños empezaron a caer como sí de lluvia se tratara.
Sí faltaba algo para que toda la situación se descontrolara era eso. La Vampiro le gritaba cosas al Hombre-bestia, pero al final se puso de su lado, el grupo de la Guardia sufrió bajas antes de poder llegar a su objetivo. Dos de ellos murieron aplastados por rocas, otros atravesados por virotes, Sashenka logró llegar más lejos gracias a su escudo, pero el Capitán no tuvo tanta suerte, la dragona escuchó como una de las flechas lo alcanzaban y caía al piso sin vida.
Apretó los labios como único gesto, era lamentable que una persona que luchaba por la justicia se perdiera en ese enfrentamiento. Pero la causa era mucho más grande que los individuos que la componían, así que no había necesidad de ponerse triste o gritar pidiendo venganza, claro que no, porque la venganza no era justicia.
Ya quedaban muy pocas personas de pie, el claro estaba lleno de cadáveres de los distintos grupos, algunos árboles habían comenzado a incendiarse, se escuchaban gritos pero cada vez se sentían más lejos. Aquellos que aún podían estar de pie, salían corriendo, agarraban a algún ser querido por el camino y se alejaban tanto como fuera posible, la villa de los elfos se quedaría completamente abandonada y destruida.
Sashenka estaba a algunos metros, vio que una de las piedras iba a golpearla, su propia fuerza no sería suficiente para resistir así que apoyó una rodilla en el piso y subió su escudo, concentrando la energía de su elemento en el mismo. La roca chocó pero fue repelido y redirigido contra los atacantes*, y aprovechando ese último ataque la dragona se lanzó contra Anastasia, llegó a escuchar el sonido del mecanismo de la ballesta antes de recibir el virote en el pecho y caer al piso.
Sintió la tierra fría contra su piel y la sangre caliente empapando la tela que separaba la armadura de su cuerpo. La vista se le fue nublando, los gritos, el fuego... Ya todo estaba muy lejos, y en realidad no importaba demasiado.
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*Nivel 1: Escudo elemental: [Mágica, 2 Usos] Sasha imbuye su escudo de magia durante dos rondas. Cada ataque que reciba en el escudo hará que su elemento salga desprendido como contrataque al atacante.
El elemento que se desprende del escudo de Sasha no tiene una dirección determinada, no está en una situación como para ponerse a apuntar así que queda a su imaginación.
**En lo que respecta al grupo de Guardias que traje, están todos muertos o inconscientes ^^
Sashenka Dozorova
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Re: Las ascuas del odio [Libre] [3/3]
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