Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Página 1 de 1. • Comparte
Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
- Spoiler:
- Buenas. Aunque el rol esté en "bosques de tierras del Oeste", lo he ubicado en la zona suroeste de Aerandir, tierra de personas bestias, que lamentablemente no tiene un nombre propio ni un subforo oficial en Aerandir.#UnSubforoParaEstaZonaYaPóFavó
Noche Día 1
La pequeña aldea de Ni’lo se encontraba en las tierras limítrofes de Midgard con la costa sureña de las Tierras del Oeste, dónde se iniciaba el Camino de la Salamandra. Cohen había llegado hasta allí gracias al Capitán Hidalgo, que había aceptado acercarle lo más posible a las Tierras del Oeste después de que el vampiro accediera a ayudarle a rescatar a su mujer tras haber sido secuestrada.
La travesía había estado llena de peligros, pero finalmente, habían llegado con vida y tras una despedida antes de que el pirata viajara a las islas de los brujos, Cohen y el pequeño Betis buscaron un cómodo alojamiento en Ni’lo.
La aldea era pequeña y estaba habitada por un conjunto de hombres bestias de distinta índole, aunque destacaban las personas serpientes y las personas cuervos. Cohen sentía gran simpatía por los miembros de esta raza, por lo que no era de extrañar que terminara entablando conversación con algunos de ellos, que se habían acercado con curiosidad a Betis, que miraba asustado a algunos de ellos, ya que era la primera vez que se encontraba con personas de rasgos bestiales y estaba un tanto nervioso.
Al pedir un poco de agua para Betis, Cohen notó que una de las mujeres cuervo hizo un pequeño gesto de queja, aunque terminó sirviéndole a la pantera un poco de agua.
―¿Ocurre algo?
―Es por la sequía. Nuestros pozos a lo largo del Camino de la Salamandra se han secado durante el cálido verano. Nuestras reservas de agua son mínimas y tenemos que transportarla en carros hasta aquí.
―¡Eso es un problema!
―¡Y tanto, joven! Incluso hay una competición para buscar nuevos pozos. ¡Han venido gente de todo tipo y ralea para hallar agua! Jamás en mi vida había visto tantos forasteros aquí. ¡Nunca le hemos importado mucho a nadie!
Tras escuchar su lamento y dejar unos oportunos segundos de silencio pasar, Cohen volvió a abrir la boca.
―¿En qué consiste la competición?
―Ganan los que consigan encontrar un pozo más cerca de Ni’lo, en los alrededores del Camino de la Salamandra. Supongo que el objetivo es encontrar agua en varios puntos y hacer todos los nuevos pozos posibles.
―Entiendo…
―Dan dinero a los que lo logren.
―Un poco de dinero no me vendría mal…
Tras una mirada de desaprobación de la mujer cuervo, que parecía arrepentida incluso de haber malgastado un poco de agua con su mascota, dijo una última frase antes de marcharse.
―Puedes hablar con Murtach, el zahorí inekchuk. ¡Lo reconocerás enseguida! Viste una estúpida capa blanca. En el lado izquierdo del camino, sí.
Tras esperar que Betis bebiera un poco de agua, Cohen dirigió sus pasos por el camino de la salamandra. A medida que se adentraba en él, veía pequeños grupos de personas buscando agua, cavando pozos sin ningún tipo de pista o control. Al mirar atrás, el vampiro pudo comprobar cómo el campo alrededor de Ni’lo estaba siendo destrozado y estaba repleto de pequeños agujeros y fosas secas.
―¡Menudo caos! ―dijo, sin evitar reír levemente, al ver el deterioro de los campos ocasionado por aquellas personas que cavaban sin ningún tipo de control.
Encontró a Murtach unos metros más adelante, gracias a la distinción de la capa. Era un hombre serpiente, de avanzada edad, de largo cabello canoso y sobrecogedores ojos amarillos. Su lengua era bífida y se distinguía ligeramente azulada. A su alrededor, varias personas con un par de varitas de madera caminaban por los terrenos adyacentes, haciendo a saber qué, escuchando sus órdenes.
―¿Murtach? He venido a ayudar…
―¿A ayudar? ¿Voz?― se dirigió entonces a los que le acompañaban― Ezte paliducho ze ofreze a cavar.
―Me ha mandado una mujer cuervo de Ni’lo. Me dijo que hablara contigo.
―Ezo ya ez otra coza.
Murtach se le había acercado, permitiendo a Cohen observar dos cosas. La primera de ellas era que su aliento apestaba. La segunda era que observaba a Betis con demasiada curiosidad.
―¿Ez la zena?
―¡No! ¡Si es mi mascota!
―Loz zahoríez tenemoz hambre! Pero podemoz ezperar. Ven, tengo algo que moztrarte.
Caminaron hacia el oeste unos cincuenta metros, abriéndose paso entre los numerosos agujeros formados en la tierra.
―Zomoz los mejorez zahoríez de Aerandir y encontraremoz agua. Pero ezoz malditoz eztán jodiéndolo todo.
Murtach señaló a un grupo de personas, cinco en total, que estaban buscando agua a unos cien metros de distancia. Uno de ellos parecía estar usando magia de tierra y los agujeros se abrían rápidamente ante ellos, sin ningún tipo de esfuerzo. Otros parecían a la expectativa.
―¿Brujos?
―De tierra y agua. Eztán deztrozando eztaz tierraz, removiéndola toda, zin ningún tipo de control. Alguien debería pararle loz piez a eza gentuza. ¿No creez? Compartiremoz la recompenza contigo zi lograz quitárnozloz de encima. ¿Trato hecho?
Última edición por Cohen el Dom Feb 11 2024, 11:52, editado 4 veces
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Día 1
Pocos seres en el continente, estaba seguro, necesitaban tanto un descanso como él.
Su destino, lejos de Folnaien, lejos de la búsqueda, de peligros, de la mano siempre acariciando la empuñadura de su espada, era la pequeña aldea costera de Irithen. La ausencia de menciones a leyendas, horrores, de rumores de problemas en esa región, fueron suficiente para que el elfo se decidiese por ella. Precisaba reenfocarse en lo que llegaría a continuación. Su mente, atormentada por el cúmulo de sucesos de los últimos meses, le impelía a la tranquilidad. Poco de eso habría cuando lograse su primer objetivo.
Cruzando la parte oeste de la tierra de su pueblo, prosiguió siempre hacia Poniente, evitando las grandes aglomeraciones. Consigo no se encontraba la voluntad de ser más sociable de lo necesario. Compraba alimentos, o comía en las posadas donde solía descansar, alejado del ruido en la medida que le era posible. Una suave melancolía dominaba los rasgos de su rostro del amanecer hasta que el sueño lo vencía. Bailar con sus demonios, ordenar sus pensamientos, llegaba a zonas lóbregas y oscuras de donde retornar resultaba siempre complicado. Pero ocurría.
Dia tras día, fueron sumándose al cómputo de dos semanas de viaje. Al contrario que Verisar o Dundarak, había arribado a esa zona del continente en un menor número de ocasiones. Al norte, las leguas se iban adentrando en las neblinosas regiones de los vampiros. Al sur, cruzando el mar, la tierra de sus enemigos ancestrales. Y con todo, un lugar ajeno a problemas, un oasis de sosiego.
Apenas habían transcurrido dos jornadas desde que hubiese abandonado las lindes de Midgar cuando los recuerdos comenzaron a errar al tratar de sobreponerse sobre lo que tenía ante sus ojos. Sí, era consciente de que esa pequeña parte del mundo carecía de las lluvias que beneficiaban al resto del sur en la época, mas la visión de dos reses muertas a un lado del camino, devoradas a medias por carroñeros que en su momento sin duda se habrían dado un copioso festín, le hizo preocuparse por su propio suministro. Aún, calculaba, restaban seis días de camino hacia el destino que había decidido y el próximo río distaba a tres.
Aguzando la vista, advirtió un pequeño grupo de chozas en la lejanía. Sin duda, se dijo impertérrito, los recursos hídricos de esas gentes se encontrarían perfectamente racionados. La idea, sin embargo, de que conociesen alguna reserva más cercana que la corriente de agua que él había estudiado en sus mapas resultaba plausible. Por ello, se encaminó a esa primera aldea, con las manos en modo alguno cercanas a su espada. Ya su armadura y capa reforzada le daban un aspecto lo bastante guerrero para no favorecer una conversación natural.
Y unos ojos grises escrutadores que solían colocarse en el peor de los escenarios posibles, se admitió. Cómo no hacerlo…
Unos niños humanoides con rasgos animales lo observaron con interés, y el espadachín les dedicó una sonrisa. Aún quedaban unos treinta pasos para las primeras viviendas y los chiquillos jugaban con unos toscos juguetes labrados en madera en una rambla seca.
-¿De donde vienes?- preguntó con descaro una de ellos, de rasgos serpentinos. El elfo no había visto apenas a hombres-bestia con esas características y le resultó levemente inquietante. Esa mirada, carente de calidez alguna, parecía seguir todos sus movimientos de una manera incómoda. Nousis, no obstante, se mostró solícito señalando al este.
-¿De los grandes bosques? – intervino un segundo muchacho.
-Eso es- asintió aprobador el forastero- Me dirijo a la costa, al lado del mar.
-No te creo- negó un tercero- Nadie viene por aquí si no participa en el juego de buscar agua.
El mayor de los presentes enarcó una ceja ante el curioso comentario.
-¿Juego de buscar agua? – repitió. La ironía, al lado de un cauce seco, resultaba demoledora.
-¡¡Sí!!- exclamó la niña-sierpe- Hasta magos buscan agua debajo de la tierra. ¡Y más gente! Van a dar dinero y cosas a quienes lo consigan- bajó la mirada- A veces pasamos sed.
-¿Y qué hay del río? Creo que había uno a pocos días…
-Ya no es río- aclaró otro de los chiquillos- hace meses que apenas tiene agua. Otros pueblos no nos dejan ir porque… -su voz se fue apagando hasta que su amigo tomó el relevo, mirándole con ceño fruncido.
-Dicen que sus plantas tienen que beber. ¡Pero nosotros no tenemos plantas, es para gente!- expuso, enfadado. Pero Nou comprendió nítidamente el difícil asunto. Y, sobre todo, lo que a él mismo concernía. O regresaba, o precisaba de agua casi tanto como los hombres-bestia de esa aldea.
-¿Esos brujos buscan agua para la aldea? – cuestionó el hijo de Sandorai. Impensable. O buscaban estafar a los nativos o hacerse con alguna riqueza minera de la que éstos nada sabían. Esa raza no ayudaba, no estaba en su naturaleza.
-Sí- la cabeza de los niños subió y bajó con presteza- ellos y los zoris de Murta. Es como yo – sonrió la pequeña serpiente.
-Intentaré ayudaros- comentó el elfo casi para sí. No podía dejar el lugar a merced de criaturas de Beltrexus. Su naturaleza le impedía algo así- ¿Cómo se llama este lugar?
-La aldea- se encogió uno de los chiquillos de hombros, pero la niña comprendió la pregunta.
-Los de fuera la llaman Ni´lo- el espadachín posó un momento la mano en la cabeza del pequeño reptil. Ni´lo… Sí, había seguido perfectamente la ruta que se había marcado.
Ayudar unos días no resultaría muy problemático.
Y la posibilidad de matar hechiceros, susurró esa oscura parte de sí, aumentaba su intención de inmiscuirse en todo aquello.
[…]
La extraña pronunciación de ese ser irritó los oídos del Indirel. Obligándose a mostrarse afable, escuchó con contenida irritación las peroratas del hombre-bestia. El resumen le resultó deprimente: Debía ayudar a unas criaturas que creían poseer una magia prácticamente desprestigiada para hallar agua subterránea en una zona que, de existir, ya habría sido encontrada hacía décadas. Casi podía vislumbrar el triste destino de Ni´lo en la emigración de sus habitantes con dos veranos tan cálidos como ese.
No apeló a los dioses, le habían dado la espalda tiempo atrás. Pero quizá podía facilitar la competencia deshaciéndose de los adversarios.
-Os ayudaré- aceptó- Aunque necesitaré agua cuando esto termine, ese será mi precio.
-¡Habrá agua a raudalez señor! – La vista de Nousis, carente de toda alegría, disuadió a la serpiente de continuar con su disparatado optimismo.
-La encontréis, o no, necesitaré agua- repitió.
-Zi, zi, faltadía maz- aceptó Murtach, alejándose.
El elfo se cruzó de brazos. La confianza que le inspiraba ese ser era nula. Suspiró. Tocaba hacer trabajo de campo.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:24, editado 1 vez
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche Día 1
Cohen observó al pequeño grupo de brujos durante un largo rato, desde una distancia prudencial. La verdad era que aquel conjunto de personas era de lo más irritable.
Mientras que el resto de los buscadores de agua trabajaban sin descanso y intentando no dañar las tierras, los brujos de tierra abrían un profundo agujero en cuestión de segundos gracias a la influencia del éter.
Una vez que los brujos de agua confirmaban que no había rastro de fuente acuífera alguna, volvían a cubrir el hoyo con la tierra, haciendo imposible a los demás saber si ya habían inspeccionado esa zona o no, haciéndoles perder un tiempo de lo más valioso.
―Menudoz hijoz de puta, ¿verdad?
La voz femenina le sobresaltó y Cohen giró sobre sí mismo para observar a una mujer serpiente de ojos amarillos. Se le notaba bastante enfadada por la presencia de los brujos en aquellas tierras. [1]
―¿Por qué vuelven a cubrir las tierras después de cavar? No se supone que lo importante es encontrar agua.
―Quieren llevarze el premio a toda cozta. zon unoz malnazidoz de mierda. Eztoy de lo máz cabreada.
Al entreabrir la boca, notó la lengua bífida de la mujer, que aunque tenía la mayoría de sus rasgos humanoides, algunos eran bestiales. Sus brazos, por ejemplo, eran ligeramente escamosos y parecía estar mudando la piel.
―He venido dezde Zacreztic Ville para ayudar a mi familia y lo único que he encontrado ha zido a eztoz brujoz dezalmadoz.
―Quizás deberíamos encontrar la forma de quitárnoslos de encima. ¿Estás colaborando con Murtach?
―Zí, zoy zu zobrina, Na’Onka.
―Quiero ayudar. Díme cómo podría hacerlo.
Mientras la mujer parecía estar pensando, un extraño ruido parecía salir del interior de su cuerpo. Cohen tardó en darse cuenta de que se trataba del siseo característico que emitían las serpientes. Se alargó durante unos segundos en el que la mujer se mantuvo en silencio.
Al abrir de nuevo la boca, Cohen percibió que el color de sus ojos había cambiado y cómo ahora eran negros, negros cómo la noche.
―Deberíamoz ezpiarlez. Zaber a lo que noz enfrentamoz. Elloz enzeguida me reconocerían y zabrían que zoy zahorí o una de zuz familiarez. En cambio, tú parecez demaziado normal. ¿Por qué no te acercaz a elloz, compruebaz cómo zon, zuz debilidadez?
―Son cinco. No sé si podré controlar la situación.
En ese momento, Cohen sintió cómo en el interior de su bolsa de viaje, Betis sacaba la cabeza de repente, llamando la atención inmediata de la mujer serpiente.
―¡No la mires así, no es la cena! Bien... haré todo lo posible.
―Eztaré obzervando.
Na'Onka dio un par de pasos hacia atrás, alejándose de él, quizás con temor a que los brujos la viesen a su lado. Tras esperar un periodo de tiempo prudencial, Cohen dirigió sus pasos hacia el grupo de los cinco brujos que, en una actividad frenética de magia y éter, removían todas las tierras a ese lado del Camino de la Salamandra.
El vampiro tenía claro que con la magia de su voz podría salir de cualquier apuro que se le presentara, si tenía tiempo de reaccionar, pero temía que los brujos fueran más rápidos y que su desconfianza hacia un extraño o hacia algún entrometido fuera tan extrema cómo para atacar.
Recordando que Betis solía sacar lo mejor de las personas, sacó al cachorro de la bolsa de viaje, dejándole a la vista entre sus brazos. Cuándo estaba apenas a unos metros de los brujos y sus miradas le observaban detenidamente, enseguida una breve sonrisa apareció en sus rostros: la pequeña pantera había captado su atención.
―Por favor, ¿tienen un poco de agua para mi cachorro? Está sediento y temo que muera...
_____________________________________________
Primera Complicación: Expulsar a cualquier grupo de brujos de las tierras cercanas a la aldea de Ni'lo.
_____________________________________________
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Última edición por Cohen el Dom Feb 11 2024, 11:53, editado 2 veces
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Día 1
El día moriría en escasas dos horas.Paseando la vista por las escasas nubes del cielo, el elfo circundó los límites de la pobre aldea, ante la curiosa mirada de aquellos que llegaron a reparar en él. Precisaba un plano mental del terreno ocupado por los brujos que habían llegado por el llamado “juego del agua”. Sí, comprendía la desesperación de quienes temían por su descendencia, o por la llegada de la necesidad de abandonar el hogar ancestral. Mas la presencia de hechiceros no podía resultar en nada bueno. Tenía que saber dónde se encontraban, cuantos eran.
A cuantos podía matar sin poner en grave riesgo su propia vida, susurró Sangwa. No, cuando sus planes no tardarían más que meses en ponerse en práctica. Seguridad, sutileza, frialdad.
El elfo rodeó unas suaves colunas con la cabeza cubierta por el capuz de la capa reforzada. Nada sentía del éter de las criaturas cuyo sonido del trabajo llegaba sin mácula a sus oídos. Continuó el trayecto mercado, circundando la zona que buscaba inspeccionar. Escasos árboles acostumbrados a la sequía servían como buenos puntos de orientación en aquella desolación infecunda. El espadachín suspiró. Cuán lejos parecían quedar sus bosques, aún hallándose a pocos días. Nada allí asemejaba a su lugar de origen. Tan sólo la pequeña guerra que casi deseaba hacer estallar.
Poco a poco el terreno fue descendiendo y Nou alcanzó a ver una torre de madera antes oculta por el elevado paisaje en derredor. Oculto tras una gran roca compuesta en parte por arenisca compacta, observó con detalle. No tardó en fruncir el ceño.
Aquello no era en absoluto lo que había previsto.
Murtach y los suyos sólo habían visto por el ojo de la cerradura. La operación era mucho mayor que unos cuantos brujos desbrozando el terreno. Se trataba de una mina en toda regla, y los grises ojos del Indirel se oscurecieron al atisbar que no sólo la ralea de Beltrexus se hallaba implicada en el asunto. Humanos, hombres bestia y quien sabía a la distancia en la que se encontraba si otras especies participaban del esfuerzo. Uno que, no le cabía duda a tenor de las perforaciones y las herramientas, nada tenía en común con la búsqueda de agua.
El día aún continuaba con vida, mas el hijo de Sandorai no podía permitirse esperar para recabar información. Toda esa construcción y prospección debía de haber llevado semanas, por lo que dedujo que el conocimiento de la zona de los dirigentes del lugar sería superior al suyo. Si estallaba violencia, sumado a la detección de éter, le sería complicado escapar.
Se decidió por un enfoque mucho más pacífico, ajeno a lo que su sangre demandaba. Estaba solo, se obligó a recordar. Borrar a esos hechiceros de la región, apoyados por otros seres, parecía fuera de sus capacidades. De modo que tomó la amplia cuesta descendente, y su sorpresa se hizo patente cuando distinguió a un elfo sonriente empujando una vagoneta cargada de algún tipo de mineral iridiscente. No llegó a transcurrir un segundo cuando sintió la tensión de sus puños y su mandíbula.
Sin embargo, su reacción distó de la que contempló en los rostros de los dos centinelas que charlando animadamente, no tardaron en cortar abruptamente la conversación al darse cuenta de la llegada del invitado no deseado. Nou pasó por alto el involuntario gesto de uno de ellos, debido a la rapidez con la que se esfumó. Sin duda, el inicio de un conjuro no llevado a cabo. El odio del elfo hirvió en unas venas donde cada glóbulo pedía arena manchada de rojo.
-¡¿Qué haces aquí?!- increpó el más alto de ambos, un humano, a tenor de la falta de éter. O un licántropo. Las razas no mágicas podían ser difíciles de discernir. El espadachín lo miró exhalando con lentitud, como si la escena auténticamente le aburriese.
-Necesito agua- se explicó, paseando la vista por toda construcción de madera que adornaba el complejo- los aldeanos del pueblo más cercano me aconsejaron pedirla a los zahoríes- se pasó una mano por el cabello antes de resoplar de manera contenida- Son unos incapaces. Vosotros sois la segunda opción según esos hombres bestia. Pagaré- aseguró- Sin duda habéis avanzado con todo eso- señaló entre ambos. No obstante, jamás se le había dado bien aparentar estupidez, y éstos captaron la sorna que yacía en sus palabras.
-Los aldeanos- explicó el brujo de manera peligrosa- jamás vienen a estos lares. En las colinas cercanas los nuestros se ocupan de ello, lo que plantea la pregunta, elfo, de como demonios has conseguido llegar hasta aquí.
-No había nadie en lado alguno del camino que me trajo hasta este lugar- se encogió de hombros, impaciente- ¿Qué es todo esto?
-No te incumbe- remachó el segundo, rubio cuyos ojos demostraban que no había dormido demasiado la noche anterior- Tus bosques no quedan lejos, damisela, vuelve y no tendrás problemas- con el pulgar, señaló hacia atrás- Si no has desaparecido en unos minutos, nos aseguraremos de que los jinetes te den caza- sonrió torvamente- hay mucho trabajo, batir a uno de los tuyos no lo aumentaría apenas- su compañero rio ante la ocurrencia.
Nou estiró las comisuras de los labios, sobre unos ojos carentes de toda alegría. Y con un parco gesto de la cabeza, se alejó.
Debía hablar con los aldeanos. Alguien tenía que estar al corriente de una empresa de esa magnitud tan cerca de sus hogares.
[…]
Lo primero que escuchó fueron los cascos de los caballos.
“Muertos no habrían hablado” susurró Sangwa, reprochando de manera odiosamente oscura la cautela del elfo. Incapaz de rebatir su propio comentario, el espadachín decidió salir del camino y correr hacia una parte donde rocas podían servirle de refugio. La voz alegre y exaltada de uno de sus perseguidores le indicó que se estaban acercando rápidamente. Hundiéndose sus botas en esas cuestas menos de medio palmo, avanzó con dificultad, antes de girar la cabeza varias veces para asegurarse de la posición de sus enemigos.
Apenas había llegado a la mitad de la pendiente cuando los cascos de los equinos se encaminaron hacia él. Unas boleadoras fallaron poco muy poco, y Nousis, tenso, decidió detenerse cuando comprendió que las cabalgaduras apenas podían trotar en ese suelo. Los guerreros de la mina lanzaron varios exabruptos, y uno de ellos decidió volver al camino. El elfo no dudó que intentaría rodearle, lo que podía llevarle un tiempo precioso.
-¡BAJA COBARDE!- gritó el segundo jinete. Desde arriba, su oyente sonrió por toda respuesta, girando su espada sobre su muñeca. El mercenario, para extrañeza del elfo, también le dedicó una sonrisa antes de bajar del caballo. Carecía de sentido, pensó el Indirel. Aún teniendo unas protecciones algo más ligeras que las suyas, portaba espada y escudo y combatiría desde una posición desfavorable. No pasó apenas tiempo hasta que el hijo de Sandorai comprendió.
A distancia suficiente, el éter vibró a su alrededor, como dos ondas chocando e informándole de cuanto estaba ocurriendo. Y acto seguido, al mismo instante el brujo levantó una mano, murmurando unas parcas palabras, y la roca más cercana del elfo se desintegró.
Pero Nou fue el siguiente en hablar.
Corrió cuanto pudo, eliminando el trecho que los separaba. Y el semblante del hechicero mostró aún más felicidad. Hasta que las rocas cayeron al unísono.1 Y un segundo conjunto apenas hizo efecto en su oponente2.
La hoja de la batalla de Árbol Madre centelleó ante el espanto del guerrero, quien no acertó a subir el escudo lo bastante deprisa.
La mirada del Indirel paseó, asegurándose estar solo, con el cadáver a sus pies. Lo miró con hastío, una última vez. Y dudó. Tal vez no lo esperasen tras lo ocurrido.
¿Ni´lo o la mina?
1. Nivel 2: Otra vez no (Mágica. Activable) Nousis interrumpe un hechizo hasta un nivel por encima del suyo. Si la diferencia es mayor, el intento se limitará a incomodarlo, retrasándolo o incluso, si la diferencia de poder entre ambos resulta importante, no le supondría problema alguno. No es preciso que el elfo esté quieto para ello.
2. Nivel 1: Resistencia: (Mágica. Activable) al pronunciar, susurrada o en alta voz, la palabra élfica "Nixie" (escarcha), la defensa a los hechizos mágicos de Nousis mejora significativamente, aumentando al tiempo que el talento "Antimagia". Dos turnos de duración.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:25, editado 1 vez
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
- COLORES DE DIÁLOGO:
Madame
Su hijo
El matón de la espada
La Bruja de Agua
El Brujo de Tierra
Noche Día 1
Eran cinco. Tres hombres y dos mujeres. Los que se dignaron a mirarle le dieron a entender que su presencia no era bienvenida. Pero Betis jugó una vez más a su favor. ¿Quién iba a decirle que no a esa pequeña monada?
―Démosle un poco de agua a este pequeñín… ―dijo el más joven de los hombres, el único que terminó sonriendo abiertamente, mirando hacia el animal.
―No debemos desperdiciar ni una sola gota.
―¡Vamos! Es sólo un cachorro… Si tengo que invocar agua para que el pobre animal pueda beber, lo haré.
Aquella corta conversación comenzó a dejar claro al vampiro quién era quién en ese grupo. El chico más joven parecía no estar demasiado vinculado a los demás, mostrando un comportamiento más relajado. El hombre más alto parecía ser el bruto y el que emitía las órdenes y la mujer rubia era bruja de agua.
El misterio continuaba siendo los otros dos. El tercer hombre no se había dignado ni a mirarle y continuaba usando su magia para abrir una nueva zanja en el suelo, no mostrando ningún interés en lo que allí sucedía.
La segunda mujer, la más mayor, lo contemplaba todo en silencio, quizás analizándole más que nadie, con claro gesto de desconfianza.
―¿Cómo se llama?
―Betis.
La bruja de agua invocó su elemento en un pequeño recipiente vacío, llenándolo sin problema, haciéndose preguntar al vampiro por qué no usaba su magia para rellenar los pozos y zanjas que estaban haciendo. El chico joven cogió a Betis, prácticamente arrebatándosela de las manos al vampiro, al que le costó ceder al animal.
―¿Estáis seguro de que éste no es el elfo de hace un rato?
La voz de la segunda mujer, la que había permanecido callada, hizo que todo a su alrededor se paralizase en cuestión de un segundo. Incluso el tercer varón, que hasta entonces había ignorado su presencia, interrumpió sus quehaceres para mirarla.
El hombre alto llevó su mano derecha al gran espadón que llevaba con él. El chico joven, con Betis en mano, dio un paso atrás. Sólo la bruja terminó manteniendo su postura relajada.
―¿Tengo pinta de elfo? ¡Por favor!― expresó, cómo si no fuera evidente que nada tenía que ver con los elfos. Y cómo si la comparación hubiera sido un insulto.
―No, no veo el discorrer del éter en su cuerpo. Sólo un ligero… resplandor.
―¿Un ser de la noche, eh?― preguntó retóricamente el brujo de tierra, que continuó haciendo su labor, tras pronunciar esa simple pregunta.
Cohen les miró, sabiendo lo mucho que ya conocía de ellos. Sólo dos brujos: el de tierra y la de agua. Los demás, no.
―Madre, ni siquiera tiene orejas de elfo…
―Es que nos han alertado de la presencia de un elfo… y Madame está algo suspicaz y desconfiada.
―Bueno, es un vampiro… tengo mis razones.
― Esta mascota es hermosa. Tienes suerte de tener a Betis.
Ante aquella frase, Cohen no pudo evitar sonreír, de forma sincera. El cariño que le tenía al pequeño animal era sincero e incondicional. El vampiro elevó sus brazos para volver a tomar a Betis en sus manos, cuándo el chico dio un paso atrás.
―Madre, ¿podría quedarme con la pantera?
―No veo por qué no…
―Pero…
Los ojos de las cinco personas que tenía ante sí se clavaron en él. Todos le sonreían. El chico se alejó de él, en dirección hacia su madre, que tomó el animal entre sus manos.
―Betis. Ese nombre no me gusta… Debes cambiarle el nombre, hijo. Tú, extraño, vete.
Pronunció aquellas palabras mirando a Cohen a los ojos. Quizás pendiente de si emitía algún tipo de reacción. El vampiro se contuvo. Pero fue el hombre alto y fuerte, el que tras dar un par de pasos hacia él, el que le dio la orden.
―Puedes marcharte ya. Madame no quiere que te quedes.
Última edición por Cohen el Dom Feb 11 2024, 11:53, editado 2 veces
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Día 1
Un laberinto de segundos aconteció en la mente del elfo. Aún necesitaba agua, pero la curiosidad sumada a la venganza decidió por él. Aún quedaba tiempo, a tenor de las nubes anaranjadas que decoraban la bóveda celeste. Habían intentado matarle, sin provocación alguna, recordó sombrío. Un gesto que exigía reparación. Irse tras aquello, como un perro temeroso y apaleado, no entraba en las opciones que era capaz de manejar.
Por tanto, volvió sobre sus pasos, tras mirar al cielo elucubrando sobre cuanto le habría ayudado que la lluvia descargase sobre la región. Una respuesta a todos sus problemas que, por descontado, no sucedió.
Semioculto tras la misa piedra que apenas una hora antes, paseó la vista por esa entrada al complejo minero, Un acceso sin puerta cuyo dintel de madera rompía la homogeneidad de la empalizada. Faltaba uno de los guardias, el mismo que lo había amenazado con los guerreros que finalmente habían ido a por él. El segundo, con los brazos en jarras, apoyado en la estructura de madera, parecía contrariado. Un primer impulso empujó al elfo a recorrer lentamente el camino hacia éste, buscando ocultarse lo más posible entre las pocas rocas que los separaban de ese lado del camino. Seguidamente, sopesó esperar a que la noche cubriese el mundo. Ese sujeto no detectaría su éter, pues nada percibía el espadachín. Podría…
El inconfundible sonido de los rápidos cascos de una cabalgadura hizo apoyar la espalda en la piedra al viajero. No podía estar seguro si se trataba de su perseguidor o un nuevo miembro de la seguridad de la mina, no tenía tan buen oído para el paso de los équidos.
En un último vistazo, vio cuadrarse al vigilante. Las voces del jinete llegaron hasta el espadachín. La montura relinchó, deteniéndose unos instantes junto a las órdenes de quien la montaba, antes de continuar cuesta abajo, perdiéndose en el interior de la explotación de minerales.
Nousis tomó una piedra y corriendo hacia el centinela, la lanzó con buena fortuna acertándole en plena frente ausente de yelmo. Su oponente trastabilló y el agresor lo volvió a golpear con el codo utilizando toda la fuerza que fue capaz de imprimir. Desmayado, con algo de sangre saliendo de su boca, el Indirel lo contempló un momento, calibrando sus propios pensamientos al respecto. Aún desconocía qué demonios se proponían los hijos de la hechicería, ni por tanto, el alcance de la supuesta culpabilidad de ese hombre. Matarlo, pensó, no arreglaba nada. Ya ausente tendrían claro que un intruso se había colado en el lugar. ¿Tenía alguna otra opción? Sus ojos grises voltearon hacia el camino del que había llegado y sonrió torvamente. No, si deseaba averiguar más y ayudar a los aldeanos de Ni´lo. El guardia respiraba, acompasadamente, y Nou dedujo que vomitaría al recuperar la consciencia. No había tiempo para más, por lo que entró en la mina, corriendo a internarse entre los primeros edificios.
El trajín de trabajadores no comenzaba hasta unos cien pasos más adelante, y el nacido en Folnaien oteó las vagonetas, los individuos sin cadena alguna, charlando al tiempo que se dedicaban a sus quehaceres. Hombres y mujeres de varias especies, guerreros contratados como protección, mensajeros… Aquello parecía un pequeño pueblo sin duda destinado a permanecer meses o años en ese emplazamiento.
Necesitaba respuestas, y apartando la vista de la torre central de madera donde dos sujetos vigilaban toda la zona, supuso como mejor hipótesis que los escritos que podrían dárselas se encontrarían resguardados en el lugar de la persona a cargo de la empresa que estaban llevando a cabo. Preguntar podía descubrirle, y si eso ocurría, se dijo, escapar sería casi imposible. Restaba actuar como uno más. Y para su tremendo disgusto, eso pasaba por sentirse en extremo vulnerable.
Esperó casi diez minutos, habituándose al aparente caos de las filas de trabajadores, localizando los puntos de más trasiego de entrada y salida de mercancía y mano de obra. Con la rapidez que pudo, fue desatando las correas de la armadura y quitándose la vaina de su espada sin nombre. Colocando sus pertenencias defensivas y ofensivas sobre la capa, hizo un nudo con los extremos de ésta y llevándolo bajo el brazo, se metió raudo en la primera construcción que tenía cerca.
Un almacén de madera, interpretó por lo contenido, antes de dejar el hatillo lo mejor escondido posible tras una pila de tablones. Un último vistazo dejó claro lo poco que le gustaba su propio plan, mas carecía de alternativas.
Vestido con camisa y pantalón, se arremangó antes de salir hacia los ríos de personas que tenían como meta las profundidades de una de las paredes de una de las colinas cercanas. Algunos lo miraron con extrañeza, pero había descubierto muchos años atrás, era suficiente con altanería y aplomo para que cualquiera fuese incitado a creer que estaba el elfo donde debía estar. Se acercó a un brujo que llevaba a la espalda dos largas dagas cruzadas, Tan sólo sus ojos, de un verde impactante, eran visibles entre el capuz y la altura de la pelliza.
-¿Qué quieres, elfo?- cuestionó sin perder detalle de cada criatura que pasaba cerca de ambos. Sólo intercambió una mirada con el hijo de Sandorai, y éste parpadeó. Algo parecía haber compartido con el desconocido que a ninguno había resultado agradable- ¿Quién eres?- preguntó en un tono más peligroso.
-Irinande Trian. Llegué en su día con el grupo de Merian- giró la vista, buscando relativizar la importancia de la mentira que acababa de colocar sobre el tablero- Vengo a informar de que he escuchado algo extraño a las puertas, después de que entrase uno de los jinetes.
-¿Qué hacías cerca de allí? No es necesario para nada referente al trabajo.
-Tengo muy buen oído- espetó Nou, sosteniéndole la mirada por segunda vez- Sólo buscaba ser de ayuda. Espero trabajar aquí hasta que sea necesario, no quiero problemas.
El sujeto de los ojos verdes mostró una extraña expresión en ellos.
-No te gustan los brujos, ¿no es así?
-No- admitió con frialdad el espadachín- pero todos debemos ganarnos el pan. Y hay sitios mucho peores.
-No te falta razón- el guardia llamó con voz estentórea a otro de los trabajadores, que se acercó, dócil- Avisa a Irkend que eche un vistazo a la puerta noroeste. Idos ambos- ordenó- hay mucho que hacer.
El Indirel torció el gesto. Si no podía apartar a ese hombre de la cercanía del edificio que aparentaba más importancia, debía intentar otra cosa. No olvidaba que el segundo de sus perseguidores ya estaba dentro del complejo minero y no tardaría en informar. Si llegaba pronto a oídos de ese hechicero, atarían cabos. Había jugado una carta y fallado. Debía apresurarse, se urgió, al tiempo que el cielo se oscurecía a ojos vistas. Una pequeña suerte.
Como si supiese hacia donde se dirigía, se acercó a uno de los almacenes de lo que salían obreros con herramientas, charlando entre sí, otros con gesto adusto, preparándose sin duda mentalmente para el esfuerzo. Una pareja que por cercanía y conversación aparentaban madre e hijo lo miraron con curiosidad. Nou pasó de largo al lado de otra centinela cuyo éter dejaba a las claras su especie, y tomó un pico de mango largo, colocándose a la espalda una cesta.
-No te he visto antes aquí- comentó la mujer de cierta edad, ante los ojos de su hijo.
-Merian, otra de los míos, me aconsejó que me acercase- se encogió de hombros- si un sitio necesita trabajadores, no suele pagar mal.
La fémina sonrió ante el comentario.
-Nada del otro mundo, aunque no se vive mal. Comprando todo a quienes se dignan a vender aquí, por supuesto.
-Madre, creo que he visto un gato- señaló el joven. Ésta bufó algo hastiada.
-Hablaremos de eso cuando volvamos al hogar.
-Lo llamaré Sivil´Ya si lo cazo- murmuró éste sin hacer caso a su progenitora. El elfo hizo ademán de salir del cobertizo.
-¿Unos meses?- repitió- esperaba trabajar más tiempo en ésta zona.
-Los Toferth casi han amortizado el préstamo. Por ello ya no admiten nuevos obreros. Has debido ser parte de la última remesa.
El aludido cabeceó como buscando reconocer una buena suerte.
-Intentaré hablar con quien dirige todo esto- terminó el hijo de Sandorai- Puede que tenga que revisar mis planes a corto plazo.
-Una audiencia no es fácil- se burló con disimulo la mujer- Quizá la consigas cuando ya dejemos la zona para las bestias de las aldeas cercanas.
-Se dice que buscan agua- rio mintiendo el espadachín sin alegría- Están peor que yo en todo caso, en mi tierra no hay ese problema. Volveré si es necesario.
Su oyente miró a lo lejos con desdén.
-No saben nada esos pueblerinos. Terminarán por irse o morirán contaminados. Es el progreso, ¿no?
-Sin duda- afirmó Nou- alejándose de ellos, rumbo al edificio principal con el ceño fruncido.
Cada minuto contaba ya.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:26, editado 1 vez
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche Día 1
La verdad era que el imponente cuerpo de aquel matón era espectacular. Brazos fuertes, un torso espléndido y la típica cara de mala hostia en un hombre que no es especialmente guapo, pero que le hace algo atractivo.
El vampiro sonrió, pues a pesar de la corpulencia de su oponente, no se sintió nada intimidado. De hecho, temía más a los dos brujos. La bruja de agua continuaba observándole, con una sonrisa pícara. El brujo de tierra, mucho más entregado a sus quehaceres, había vuelto a concentrarse y usaba su magia para tapar un agujero en la tierra.
―¡Ya me voy! ¡Cuida de ese cachorro bien, chaval!― expresó en voz alta, encajando el golpe, antes de centrar su mirada en los ojos de rabia del hombre a unos pocos centímetros de él, para susurrar― ¿Recuerdas cómo ese brujo te traicionó? ¿Lo mal que te hizo sentir? ¿Cómo puso tu vida en peligro? ¿Cómo lograste perdonarle con ese odio tan profundo que sientes? Si yo fuera tú, contaría hasta cien mentalmente y me acercaría a él a traición, clavándole ese espadón que llevas en su nuca y acabaría con su miserable vida en el acto. Lo que te hizo… no tiene perdón posible... y su muerte te traerá la paz que nunca conociste... [1]
Tras susurrar esas palabras, Cohen se giró y caminó a paso ligero alejándose, mientras contaba mentalmente. Diez. Aquello acabaría con la vida del brujo. Veinte. A saber cómo respondería la otra bruja si intentaba defenderle. Treinta. Quizás con algo de suerte, la bruja terminaba matando al agresor. Cuarenta. Quizás acabaría con dos de los objetivos en un mismo golpe. Cincuenta.
Desvió su trayectoria cuándo la distancia era lejana y comenzó a correr. Sesenta. Quería rodear al grupo, ocultándose tras unos matorrales, secos por la falta de lluvia y agua. Setenta. Desde allí, observó al grupo gracias a su vista vampírica, mirándoles cómo si de día fuera. Ochenta. Observó al matón, que caminaba sigiloso y tranquilo posicionándose tras el brujo, con su mano en la empuñadura. Noventa. Todo estaba a punto de suceder.
Los hechos se precipitaron rápidamente. El soldado sacó rápidamente su espada y con un movimiento rápido, hundió el filo de la hoja en la nuca del brujo, insertándola con fuerza.
El grito de Madame se logró escuchar desde allí, a la vez que el de la bruja de agua, que asustada, sin comprender gran cosa, lanzó un hechizo rápido contra el atacante, que salió disparado hacia atrás, completamente mojado.
Cohen sonreía, esperando que se desatara el caos. Continuó rodeando al grupo desde la distancia, contemplando cómo los hechos se precipitaban. Los gritos atrajeron a algunos curiosos. Fue entonces cuándo Cohen contempló que Na’Onka, la mujer serpiente, se encontraba entre ellos.
El hijo de Madame huía, corriendo, con el pequeño Betis en mano, en paralelo a su posición.
¿De verdad ese cabronzuelo creía que iba a lograr quitarme a Betis?
Corrió tras él, agazapado, intentando no ser detectado en la distancia. Salvo que hubiera otro vampiro allí, dudaba que ninguno de ellos se percatara de su presencia en la oscuridad de la noche.
A medida que avanzaba, acortando la distancia, Cohen distinguió el lugar hacia el que se dirigía el joven. Una especie de mina. El niño entró con Betis en su interior, tras hablar algo con los que parecían vigilar el acceso principal.
Los hombres que custodiaban la entrada corrieron en dirección a dónde se había producido el altercado y Cohen encontró vía libre para entrar en aquel lugar y recuperar a su mascota.
Lo último que esperaba encontrar allí era aquella cantidad de trabajadores. Todos parecían cansados, trabajando casi sin descanso y en unas condiciones que parecían infrahumanas. El olor era nauseabundo, cómo si la mayoría de ellos llevara días sin darse un baño. La escasez de agua tampoco ayudaba a la higiene...
A medida que avanzaba y contemplaba la miseria del lugar, más extrañó el baño con hojas de violeta que se daría nada más llegara de nuevo a Sacrestic Ville. No había nada cómo estar en casa, limpio y aseado.
Tras varios pasos, fue interceptado por una mujer que, se quedó extrañada al contemplarle, pues era evidente que no era nadie habitual del lugar. Sus ropas estaban impolutas.
―¿Buscas trabajo, monada?― le preguntó, mientras era evidente que ella se lo estaba comiendo con los ojos.
―Estoy buscando a alguien. Un chico joven que acaba de entrar. Con una pantera en sus brazos. El hijo de Madame. Ella me ha mandado a buscarle.
El rostro de la mujer se volteó, algo más serio. Madame debía ser lo bastante importante en aquel lugar cómo para que todos obedecieran sus deseos rápidamente.
―¿Noel tiene ahora una pantera? Están instalados al fondo de esta galería. Yo duermo cerca. Si quieres, podemos pasar un rato divertido luego...
―Llévame hasta Noel… y te garantizaré de que pases el mejor rato de tu vida…― expresó, con voz seductora, fingiendo un interés sexual que no existiría jamás, mientras lanzaba una mirada a su pestilente cuerpo.
La mujer sonrió y colocando su mano en la cintura del vampiro, aferrándose a su cuerpo, uniéndolo al suyo, le dirigió hacia el interior de la galería.
Espero que no me ensucie la ropa.
_________________________________________________
[1] Uso de mi habilidad: Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real. Primer Turno.
Última edición por Cohen el Dom Feb 11 2024, 11:54, editado 2 veces
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Día 1 y noche día 1
La mina bullía de actividad. El peso aligerado que producía en el elfo la falta de su arma predilecta y su armadura le oprimía suavemente el pecho, tensionado, como un recordatorio de aquello que le faltaba. Estaba en territorio enemigo, y debía ser cauto y salir de allí con la mayor premura posible. Sus directrices estaban claras. Llevarlas a cabo, por otra parte, nacía de variables ajenas en buena parte al espadachín.
Pico en mano, tomó rumbo hacia el edificio principal. Sí, a pesar de haber viajado un tiempo, su aspecto distaba bastante de quienes habían pasado al menos dos días entre escombros del interior de la tierra. Era perfectamente consciente de ese problema, pero el tiempo era esencial, y los dos centinelas que guarecían el acceso al interior de la gran vivienda se cruzaron en su camino sin dudar un instante. Una de ellos extendió la mano a la altura del pecho del forastero, sin llegar a tocarlo por escasos centímetros.
-¿Qué buscas aquí? Deberías continuar el trabajo- aconsejó desdeñosa- ni siquiera pareces haber sudado aún. ¿Buscas que te despidan? Ésta tierra no tiene demasiadas oportunidades, elfo.
Nousis negó lentamente con la cabeza.
-Algunos compañeros han insinuado que el trabajo terminará pronto. Necesito saber de primera mano que no estoy perdiendo el tiempo- levantó el brazo que no cargaba el pico con la palma hacia arriba- No tengo demasiadas ganas de volver a Sandorai sin ahorros. Allí han pasado demasiadas cosas y reconstruir sale caro.
El semblante de la soldado se transformó en una máscara de furia. Se acercó tanto al Indirel que éste tuvo que reunir todo su autocontrol para controlar la necesidad de atacar antes de ser agredido. Fue no obstante el compañero de la mujer quien la detuvo. De espaldas al infiltrado, le colocó una mano sobre el hombro.
-¿Quién está murmurando?- siseó ella. Sólo la fuerza del soldado restante evitaba que se encarase con el espadachín. Éste optó por no moverse del sitio. Simuló una mirada de sorpresa, alternando el objetivo de ésta de un centinela a la otra.
-Deberías tener cuidado- comentó el guardián- Las muertes de ayer aún están recientes.
Nou paseó la vista por cuanto podía contemplar del complejo minero. Hilvanar la fuerte presencia militar que había observado desde la misma entrada con las palabras del soldado sólo mostraban una explicación. Hacia muy poco que se debía de haber producido alguna especie de revuelta. ¿Pero, por qué? Aquellos trabajadores no eran esclavos, ni eran vejados o maltratados. Incluso él mismo había podido tomar una de las herramientas que bien podría haber servido de arma, si bien bajo el ojo atento de uno de los mercenarios pagados por la compañía. Hubiese lo que hubiese ocurrido, no debía de haber tenido demasiado impacto.
-¿Cómo te llamas elfo? – inquirió la guerrera.
-Irinandë- repitió por tercera vez un Nousis que comenzaba a maldecir toda la operación en la que había decidido sumergirse.
-Estás en mi lista- amenazó ella- Si vuelvo a escuchar rumores que no deberían conocerse, no dudes que iré a buscarte para ver qué sabes de ellos.
-Yo no soy ningún problema aquí- volvió a mentir frunciendo el ceño- No sé si merece la pena trabajar en éstas condiciones- soltó, aparentando sentirse ofendido.
-¿Y ahora quieres huir? – un grupo de obreros se detuvieron, atentos a la discusión, mostrando una malsana curiosidad vigilante.
[color:55ef=#0066ff]“¿Por qué todo ha de ser tan difícil?” quiso saber una voz quejumbrosa en su interior, cansada. Casi parecía suplicar. Un engaño del que decidió no ser partícipe. Sangwa buscaba nuevos trucos. Matar, se forzó a pensar, no tenía por qué ser la solución. Sólo necesitaba conocer qué ocurría con exactitud en esa mina, e informar a los aldeanos de Ni´lo. Si estaba relacionado con la falta de agua de los hombres-bestia todo concordaría.
-Sólo quiero preguntar un par de cosas a quien está al mando. Siempre intento alejarme de los problemas- puntualizó. Ni siquiera él mismo sabía si eso era cierto.
Pasó una mano por el cabello, bufando disgustado, cuando sus ojos grises se abrieron de par en par al ladear un momento la cabeza.
El segundo jinete de sus perseguidores bajaba el desnivel a apenas unos doscientos pasos.
Los guardias del lugar estaban demasiado alerta para ser convencidos. Lo que hubiese ocurrido, daba al traste con el primer plan del elfo. No podía quedarse allí.
-Como queráis- pareció decidir- Acudiré en otro momento que sea más conveniente. Disculpadme si he llegado a causaros molestia alguna.
Con una mezcla de extrañeza y reticencia, los centinelas callaron con la mirada puesta en la espalda del hijo de Sandorai.
Había esperado poder conversar con el sujeto que organizaba la extracción. Sin embargo, tal vez esa misma imposibilidad revelaba algo por sí misma. Era el momento de retomar su arma y protecciones, y esperar a que la noche trajese consigo nuevas opciones.
[…]
Los sonidos se fueron apagando lentamente a medida que la noche se fue apoderando del lugar. Había tratado de dormir en el pequeño hueco del almacén tras armarse por entero, mas fue imposible. Las horas en silencio, la incomodidad provocada por la escasa posibilidad de hacer un movimiento, el hormigueo en unos músculos para nada relajados, hacían mella en un Nousis que repasó cientos de veces cada breve retazo que había observado por la mina.
Un plan resultaba imprescindible, ¿pero cual? Parte de los guardias dormirían, pero la ausencia de trabajadores haría su propia presencia mucho más notoria. Cualquier enfrentamiento debía resultar rápido, lo más silencioso posible y necesariamente letal. Con suerte, era algo para lo que la fortuna le acompañaría una, quizá dos ocasiones, no más.
El resplandor de una de las antorchas de los guardias del complejo le instó a desperezarse, con un punzante dolor en puntos concretos de un cuerpo adormecido. No podía espera más. Sería difícil, pero carecía de una ruta alternativa para desentrañar los interrogantes de la explotación.
Salió con cuidado del almacén, constatando que el conjuro sobre su armadura negra permanecía intacto. Ni un solo sonido emanaba. Colocándose la capucha, se permitió una sonrisa. Incluso su cabello oscuro confabulaba a su favor.
Con una lentitud que ponía a prueba su temple, caminó alejándose de todo foco de luz, agazapado al lado de los edificios y buscando una respiración lenta, acompasada. La misma que se vio sorprendida al encontrar el primer cadáver a la puerta de la mina. Repasó unos segundos el escenario antes de alejarse. Las preguntas se agolparon en su mente, unas para las que no conocía respuestas. Únicamente el tiempo resultaba comprensible. No podía hacer más que unas horas desde que había perdido la vida.
Prosiguió, aún con mayor cautela, recorriendo amplios rodeos, deteniéndose una y otra vez en cuanto algún centinela pasaba demasiado cerca. La detección de éter le servía para alejarse lo más posible de todo maldito brujo de la mina y la cercanía de los barracones de los trabajadores lo camuflaban en gran medida. No sería así en el último tramo.
Más alejada, la morada de su interés se hallaba al noreste de su posición, sin estructura alguna que pudiese confundir a los guerreros que patrullaban su perímetro. Varios, sin duda, pertenecían a la ralea de Beltrexus.
¿Cómo demonios entraría entre esas cuatro paredes…?
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:27, editado 2 veces
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche Día 1 - Amanecer Día 2
La noche avanzaba rápida y si Cohen quería recuperar a Betis y salir de allí antes del amanecer, debía actuar con premura. Siguió caminando hacia el interior de la mina, soportando el agarre de aquella desagradable mujer. Notaba cómo sus dedos penetraban en la carne de su cadera, atrayendo su cuerpo hacia el de ella. Se le notaba especialmente necesitada de amor.
―Madame no tiene por qué enterarse―le susurró en un tramo en el que se quedaron a solas― Ella suele pagar a muchos hombres cómo tú para que calienten su cama… pero se niega a compartirlos con las demás. Es injusto: todas tenemos nuestras necesidades.
Cohen sonrió discretamente, mientras asentía. La mujer le había dado paso hasta la zona final de la mina, por lo que aguantar aquel contacto unos segundos más tendría su recompensa.
Sobrepasaron una zona custodiada por varios matones, no muy diferentes a aquél que había encontrado junto a Madame en el exterior. Al ver que venía acompañado por esa horrible dama, le permitieron el paso sin objeción.
Aunque Cohen sintió cierta vergüenza al pasar junto al lado de estos hombres y escuchar sus quedas risas, el precio de tal humillación valió la pena en cuánto vio la parte más profunda de la explotación.
Tiendas de campaña iluminadas por velas rodeaban un abismo, que daba a un embalse subterráneo repleto de agua. El asombro del vampiro fue enorme, pues no comprendía cómo los pozos de la zona estaban secos.
―¿No había sequía en la zona? ―le preguntó a la mujer, un breve instante antes de que le lanzara al interior de una de las tiendas.
La pregunta no tuvo respuesta, pues en el interior de la misma, el pequeño Betis jugaba con el joven Noel, que le daba la espalda al vampiro y parecía no haber advertido su presencia.
Cohen conocía la única forma de proceder en aquella situación, sin llamar la atención de las personas que se encuentren cerca ni provocar que dieran la voz de alarma. Simplemente, comenzó a silbar aquella suave melodía. Noel giró al escuchar el silbido, pero el embrujo de la magia vampírica le dificultó reaccionar. Mientras que sus ojos revelaban el auténtico asombro por su presencia allí, sus labios no pudieron evitar sonreír al escuchar la cancioncilla. Al entrar en la tienda aquella mujer horrible lo hacía igualmente con una sonrisa en el rostro. Ambos parecían estar a su merced [1].
Mientras silbaba, el vampiro se colocó frente al joven Noel, que le contemplaba con horror al ver que su cuerpo no obedecía su propia voluntad, sabiendo que tenía un monstruo ante sí, aunque no podía huir de él. Cohen llevó sus firmes manos hacia el cuello del joven, apretándolo con sus dedos, impidiéndole respirar, asfixiándole con toda la fuerza de sus brazos. Noel reía mientras se ahogaba, emitiendo una risa ronca, espeluznante, apenas sin aire. Su rostro se volteaba poco a poco al azul, perdiendo la vida, ante la mirada de la mujer, que reía de forma descontrolada y celebrando lo que ocurría cómo si fuera el más feliz de los eventos.
El ladrón de mascotas dejó caer los brazos al suelo y mientras escuchaba la cancioncilla, murió con una alegre y espantosa mueca, una sonrisa mortal. Un estupendo regalo para su madre...
Cohen alzó la vista entonces para concentrarse en la mujer, que observaba la escena riendo, aunque asustada. Intentó huir torpemente, logrando poner un pie en el exterior de la tienda durante un breve segundo, pero fue arrastrada de nuevo al interior, cayendo sobre el suelo.
Se tiró sobre ella, hundiendo su boca en el cuello, clavando sus colmillos en su piel, alimentándose con ansias de su vida. El cuerpo de la mujer se relajó de inmediato, sintiendo el enorme placer que la mordida le proporcionaba. Bebió su sangre, durante un largo rato y una vez saciado, llevó su mano hasta la daga que llevaba en su cinto, cortando rápidamente su cuello, dejándola seca en el suelo, blanquecina como la muerte, rodeada de un charco escarlata.
Se aseó gracias al agua de un gran recipiente del interior de la tienda, limpiándose todo resto de sangre de su rostro. Luego, cogió al pequeño Betis y tras darle una pequeña caricia, lo ocultó en el interior de su bolsa. La cerró por completo, impidiendo al animal que sacara su cabeza al exterior de la misma, tal y cómo estaba acostumbrado a hacer, cada vez que le era posible.
Dejando dos cadáveres en el interior de la tienda, dio un segundo vistazo al embalse de agua que tenía a sus pies. Allí había el agua suficiente cómo para suministrar al pueblo de Ni’lo por algunos meses.
Si Madame y sus hombres saben que allí había agua suficiente, ¿cuál era su intención al fingir que buscaban agua, cavando todas aquellas zanjas? ¿Acaso los brujos no estaban realmente colaborando con la búsqueda de agua? ¿Cuáles eran entonces sus intereses?
Con la firme idea de notificar su descubrimiento a los zahoríes y a Na’Onka, Cohen dirigió sus pasos hacia la entrada de la cueva. Pasó de nuevo por el lado de aquellos matones, que no parecían estar preocupados por los que salían de la zona restringida: sólo de los que entraban. Se abrió paso por los túneles, viendo cómo la actividad de la excavación en aquel momento era mucho menor que un rato antes.
Tras unos minutos, llegó hasta la entrada de aquella explotación minera, aunque no pudo avanzar. Miró al exterior y con desánimo, suspiró. Había amanecido y estaba atrapado allí hasta el atardecer.
______________________________________________________
[1] Uso de mi habilidad El Bufón De La Corte:
Cohen comienza a silbar una cancioncilla inocente que hace que todas las personas de su alrededor sientan una intensa felicidad, creando un ambiente festivo y de júbilo. Aunque frente a ellos se cometan atrocidades, todo les parecerá realmente divertido, entorpeciéndoles reaccionar de forma natural y coherente.
Última edición por Cohen el Dom Feb 11 2024, 11:55, editado 2 veces
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche día 1
Un vívido recuerdo de las burlas de Nilian por su escasa afición al arco estalló en su interior, al tiempo que su mirada no perdía detalle de los centinelas que vigilaban el edificio de su interés. Sí, pocos eran los miembros de su raza que no dominaban el canto de las saetas, como aquellos que no buscaban potenciar la natural magia que los dioses les habían inculcado. Él, por el contrario, había dedicado ocho décadas a pulir los movimientos que le unían a su espada hasta definir una maestría que pocos ya podrían igualar en términos de destreza. Matar a distancia nunca había llamado su atención.
Le gustaba el combate más de lo que se permitía aceptarse a sí mismo. Ese sentimiento inexplicable que no tardaba en buscar la aniquilación del contrario, demostrar la superioridad del vencedor. Flechas, trampas… sólo en la guerra, solo para proteger a su especie en una necesaria batalla, veía esenciales tales tretas. Y en ese momento, no obstante, un arco o ballesta habrían solucionado fácilmente todos sus problemas.
No había tiempo para pensar en cuanto carecía. Debía entrar allí.
Su fe casi ciega en su habilidad le instó a atacar. Había resultado victorioso en numerosos duelos a lo largo de su vida. Tomando a alguno de los guardias por sorpresa, ¿por qué no derrotar a los cuatro? Calibró su especialidad en el asesinato de brujos antes de sacudir la cabeza. La mera posibilidad de un número similar de refuerzos lo enviarían bajo tierra.
Tomó el camino a los barracones de los trabajadores. Las fuerzas armadas del lugar guardaban los puntos clave del asentamiento. Los obreros no estaban sometidos como ya había comprendido a una férrea vigilancia. Habían acudido allí por voluntad propia y salvo, supuso, la tenencia de armas y un toque de queda nocturno salvo en la parte de los túneles, sus restricciones no serían excesivas.
La nueva idea que germinó en su mente fue llevando al espadachín a la primera de las estructuras-dormitorio. Sorteó al guardia, rodeando parte del edificio. La puerta, atrancada como ya había esperado, no le permitió el paso. Alzó la vista, y sonrió. Alguien no soportaba bien el calor de la zona, y una de las ventanas había sido abierta en medida suficiente para colarse con dificultad. Por ello, el elfo escaló, notando con fuerza el peso de su armadura y capa reforzada. Unas gotas de sudor rodearon su rostro según avanzaba, cayendo al suelo terroso. Apretó los dientes, sin sonido alguno.
El éter no engañaba. Mas no buscaba a un poseedor cualquiera.
Sus botas se posaron con liviandad en la planta superior, y numerosas literas llegaron a su vista gracias a la luz de las antorchas ubicadas en puntos estratégicos de la calle. Avanzó con cuidado. Un paso en falso y la histeria echaría abajo todo su plan.
Las maderas ni siquiera chirriaron, la construcción era lo bastante reciente para que sucediera. El olor de la gente concentrada en un mismo lugar, inevitable, le hizo componer una mueca de desagrado. Pero allí no encontró lo que buscaba.
Bajó al piso inferior, y fue una vez más observando uno por uno a los reunidos. Hombres y mujeres, solos o en pareja, descansaban de la larga jornada minera. Rostros tranquilos, ajenos a la penuria de la región. Entendía bien la necesidad de alimentar a sus familias, sin embargo, su falta de empatía por los nativos provocaba en el Indirel una muesca de desprecio.
Trabajar para una compañía de brujos, además, ensombrecía más aún la opinión del elfo por todos cuantos veía.
Largos minutos fueron muriendo hasta que Nousis halló lo que esperaba. Sí, había al menos diez, y de no haberlo hallado en ese barracón, habría utilizado a otro. Fue aquella sonrisa tirando de la vagoneta… y la encontró.
Posó con suavidad la hoja de su espada en el cuello de su congénere, tapándole la boca con una mano. El infeliz trató desembarazarse del guerrero, pero su mirada gris, y el hecho de no haber muerto, le hicieron comprender que el extraño no buscaba arrebatarle la vida. Retiró la mano con cuidado, y se llevó un dedo a los labios. Apenas vestido, el segundo elfo lo siguió al exterior, retirando el tablón que bloqueaba la puerta de entrada con el menor sonido posible.
-¿Qué queréis?- la voz, naturalmente asustada, del minero daba cuerpo a un miedo que se extendía por todo su rostro. Mientras, los ojos del mayor de ambos buscaban no perder detalle de posibles complicaciones: guardias y patrullas.
-¿Qué hace un elfo trabajando para los brujos?- quiso saber el nacido en Folnaien. Por un momento, odió a su congénere. Sandorai era tierra extensa. Ni el ansia de hacer fortuna podría disculpar colocarse bajo las órdenes de los ancestrales enemigos. La faz del segundo de su raza sólo mostró desconcierto.
-¿Qué importa donde me gane el pan?- replicó, ganando la sorpresa al temor unos instantes. La furia inflamó a Nousis. Hacia él, hacia quienes gobernaban a los suyos, hacia el aperturismo desde la última guerra.
-Por pensar de ese modo es por lo que nos hemos vuelto débiles- argumentó el espadachín. No era el momento de enzarzarse en discusiones. Señaló su objetivo- Serás mi señuelo- ordenó- atraerás a la patrulla y tras eso te esconderás. Imagino que conoces bien la mina.
La mirada del aludido se tornó incrédula. Pero aquel cuyo nombre, junto a otros, había sido grabado en la estela de Nytt Hus tras la victoria contra Marlowe sólo mostraba determinación.
-Deben perseguirte- añadió.
Casi pudo seguir la corriente de pensamientos en el cerebro del joven. Una incómoda voz en su interior exigía ser escuchada, pergreñando acerca de uno de sus principios básicos: proteger a la especie.
Nada sabía de quien había capturado e iba a obligar a ayudarle. Nada, salvo esa maldita sonrisa, la felicidad de trabajar para el mal en el mundo. Nousis había matado elfos, que sólo por azar pertenecían a esa raza, asesinos, traidores, mercenarios. Que no todos los hijos de Sandorai merecían su tierra era para él ya un axioma. Poner en peligro su vida podía probar su valía. No traicionarlo llegado el momento, su compromiso. Si llegaba ese caso, se prometió, haría por ayudarlo.
-Si debes y puedes huir- terminó- vete a la aldea de Ni´lo. Al noreste.
La amenaza brilló en sus ojos grises, y por los del trabajador, no hizo falta verbalizarla.
Esperó.
Gritos, alarma, pasos a la carrera.
El ardid cumplió su cometido, y el espadachín corrió raudo hacia la puerta de la vivienda principal cuando los centinelas ya no permanecían cerca. Por supuesto, cerrada. Pero en ésta ocasión, las ventanas de la planta superior no eran más que meras saeteras. Una opción descartada.
Pateó la puerta con la fuerza de la frustración. No podía en modo alguno hacerse con la llave, ni conocía su paradero. Un nuevo golpe, seguido de otro. El tiempo estaba en su contra, así como el ruido.
-¡BASTA!- clamó una voz desde el interior, y la sorpresa detuvo los intentos de Nou- ¡BASTA! ¡YA VOY, ESTOY SEGURO DE QUE LA MINA NO HA EXPLOTADO MALDITA SEA, ¡CALMAOS!
Contuvo el último ataque a la madera, y contó lentamente, hasta que, tras varios interminables segundos donde varios cerrojos y el sonido de un madero eliminaron los obstáculos, la entrada se abrió apenas dos dedos, y con el hombro, el elfo lo hizo de par en par, antes de cerrarla rápidamente.
Un humano de avanzada edad cayó hacia atrás y su agresor sonrió al ver a la débil iluminación de unas velas insertadas de una lámpara de hierro circular varias estanterías llenas de legajos y libros. Unos cuantos de éstos se encontraban en el escritorio que presidía la estancia. Otras, según pudo ver por una segunda puerta que compartimentaba la planta inferior, tenían un uso más privado a tenor del lecho.
-Quiero saber qué está ocurriendo en la región. Siéntate, no tengo por qué hacerte daño- y tales palabras no mentían. A pesar de cuanto había visto y creía, aquellas razas sin mal intrínseco no podían juzgarse por una mera corazonada. La presencia de ese sujeto podía ahorrarle complicaciones. Buscar por sí mismo podía acarrearle mucho más que el lapso que les había robado a los guardias con su estratagema.
-Es una mina…- comenzó a explicar, pero Nou levantó una mano, apenas a un paso de él, ya sentado.
-Sé que es una mina- repitió, algo irritado- Pero nada tiene que ver con ese “juego del agua” que mencionaron los aldeanos de Ni´lo. Si eres el capataz, dime qué tenéis que ver con el agravamiento de la sequía. Hay muchos trabajadores y guardias aquí. Y – añadió recordando sus días como orfebre en Folnaien, aquellos de asueto entre entrenamiento y estudios- sin ella parte del proceso de extracción no podría llevarse a cabo. Qué. Ocurre. Aquí- entonó con lentitud.
-Los guardias vendrán y te matarán- rechinó el humano. El espadachín colocó su arma a un lado de su cuello.
-Sea cuando sea, tú lo sentirás como tarde si te empeñas en decir sandeces. Estamos de acuerdo en que mi tiempo es escaso.
La mirada de odio del director de la explotación se mantuvo contra la impertérrita del forastero.
-Las aldeas de esos salvajes ya estaban condenadas- masculló – Hace meses unos brujos participaron y por fortuna encontraron algo. Unos ricos yacimientos donde incluso podrían existir materiales tan únicos que unas piedras podrían sufragar parte de todo lo invertido. La familia Toferth construyó todo esto y trajo a los trabajadores.
-¿Qué más..?- inquirió el elfo en tono tranquilo.
-La explotación iba bien, pero el préstamo de la familia fue elevado. Yo mismo llevo sus cuentas aquí- señaló su escritorio- Necesitaban aumentar la venta, y encontrar minerales más caros. Profundizamos, y eso nos llevó romper algunos acuíferos, por lo que los desviamos a una presa interior. No tardaremos en encontrar lo que buscamos. Ayer ya conseguimos algunas piedras preciosas. Cuestión de tiempo.
-De modo que vuestra codicia puede haber condenado a los nativos- resumió el espadachín.
-La riqueza termina repartiéndose. ¿Qué dan esas bestias al continente? Nada- el director de la mina parecía más seguro de sí con cada frase pronunciaba. Y eso aumentaba cada segundo la ira del elfo. Mas no podía matarlo. Los auténticos culpables eran los Toferth.
Aún así, la avaricia de ese sujeto lo enervaba. De modo que envainó su espada y cerrando el puño, lo golpeó con fuerza en el rostro. Éste cayó desmayado, y Nou lo miró asqueado, antes de dirigirse al escritorio.
Se llevaría los libros de cuentas y las cartas entre los propietarios y el jefe de la explotación. Aún no sabía como ayudar a los indígenas, pero conocer lo que estaba pasando sería un primer paso.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:27, editado 1 vez
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Periodo Diurno Día 2
Debía pensar rápido. Aún quedaba demasiado hasta el atardecer y cuándo todos los eventos se precipitaran en aquellas galerías, puede que procedieran a buscarle. Por lo que era necesario crear alguna distracción, algún evento que llevara la atención hacia otro lado. Crear el caos para destruir todo rastro de orden. Y afortunadamente, él era experto en eso.
Si él no podía salir de allí hasta el atardecer, haría que todos se marcharan hasta entonces.
Se ocultó en uno de los rincones de la mina, mientras la actividad se reactivaba poco a poco. Desde su posición, oculto en las sombras, veía la galería principal y observaba a cada persona que pasaba por allí.
Tras un rato de espera, comprobó que Madame y la bruja que le acompañaba volvían a entrar en la explotación minera. Ningún rastro había de su matón, aquel hombre sobre el cual había usado la magia de su voz. Con suerte, habían decidido terminar con su vida.
Cohen sabía que el tiempo jugaba en su contra. Madame llegaría hasta las tiendas. Si entraba en la de su hijo, encontraría allí su cadáver y la ausencia de Betis le dejaría bien claro quién estaba detrás de su muerte. Comenzarían a investigar cada rincón de la mina, cada galería, cada túnel y cada agujero buscando al culpable.
Comenzó a desplegar en el suelo cada objeto que contenía su bolsa de viaje. Quería comprobar todos sus materiales y frascos alquímicos, los objetos que portaba con él. Quería ver con qué armas contaba para sembrar el caos en la zona. A ser posible, acabar con todos aquellos explotadores que concentraban toda el agua natural de la región.
Numerosos ingredientes alquímicos para improvisar, un elixir de fuego embotellado y el verdoso rocío de la ortiga. Tenía material suficiente para provocar el derrumbe de algunas galerías.
Comenzó creando cinco pequeños frascos gaseosos. Introdujo unas gotas de aceite gris de manel, colocando sobre ellas una hoja de tinta negra. Ambas sustancias se mantendrían sin mezclarse, pero al agitarse, crearían con el aire de su interior una pequeña nube. Al ser lanzadas y romperse el frasco de cristal, la nube de intenso color negro solía crecer de tamaño, impidiendo la visibilidad. [1]
Luego inició a crear la mezcla alquímica en un pequeño cuenco. Años de práctica le habían hecho acortar mucho los procedimientos y una vez aplicada a la piedra, en un par de minutos, comenzarían a derrumbarse, a ceder. [2]
Betis observaba su trabajo con curiosidad, mientras buscaba cariñitos. El vampiro le dedicó unos segundos en mitad de su frenética actividad y cuándo sintió que en las galerías principales comenzaba a propagarse los gritos, Cohen supo que debía prepararse para lo peor.
Accedió a un pasillo secundario, una galería repleta de improvisados lechos dónde aquellos trabajadores pasaban las noches descansando de un turno agotador. Tras comprobar que en aquel momento ya nadie quedaba dormido, se subió a una de las literas y comenzó a extender la mezcla en el techo de la misma. [2]
Apenas tenía un par de minutos para largarse antes de que la habitación se viniera abajo. Corrió por las galerías secundarias, alertando a los incautos que trabajaban allí. La mayoría de ellos se asustaron al escuchar sus palabras y corrieron tras él, aunque algunos desgraciados continuaron sus labores. Sin saber el alcance del derrumbe, lo mejor era pasar a otra galería y garantizar su supervivencia.
A los pocos minutos, el enorme sonido del derrumbe se escuchó por todo el túnel principal. La humareda de polvo fue intensa, algo que aprovechó Cohen para seguir adentrándose de nuevo en la mina.
Lo peor era que ensuciaría sus caras ropas negras, algo que hubiera considerado imperdonable en una ocasión normal, pero aquella lo requería.
Tosiendo, notando cómo el polvo se incrustaba en su nariz, tapando con su mano la apertura de su bolsa para que Betis no tuviera problema respiratorio alguno en su interior, avanzó por el túnel chocando con varios de los obreros que, temerosos, huían en la dirección contraria.
Cuándo el polvo comenzaba a disiparse, Cohen lanzó uno de los pequeños tarros de cristal, haciendo que al romperse, unos metros más adelante, surgiera una enorme nube de gas negro que dificultaba la invisibilidad. Afortunadamente, gracias a su vista vampírica, Cohen veía a través de la penumbra y aprovechó para internarse en el interior de la siguiente galería. [1]
Se adentró en la segunda galería y volvió a aplicar en ésta la mezcla, aprovechando el caos y la incertidumbre. Había volado gran parte de la galería inicial a la izquierda y ahora estaba en la galería derecha de la parte central de la mina.
En esta ocasión, optó por aplicarla en la pared lateral en lugar del techo, con la esperanza de hacer caer gran parte de toda aquella zona. Los trabajadores habían salido corriendo, por lo que la galería estaba vacía. [2]
Las voces se multiplicaban, creando el caos. Todos querían salir de allí y corrían en dirección a la entrada. Al salir corriendo de esta segunda galería, minuto antes del nuevo derrumbe, Cohen se percató de que no había tenido en cuenta la huida masiva de todas esas personas.
Al volver a la galería principal, vio que no podía cruzarla sin ser llevado por todos ellos a empujones en dirección a la salida. No podía correr hacia el interior, pues todos huían en dirección contraria. Igualmente, no podía huir al exterior porque terminaría abrasado por el sol. No podía quedarse allí, pues volaría por los aires o quedaría atrapado bajo las rocas.
Para abrirse paso, lanzó a unos metros el segundo de sus pequeños frascos de cristal, que al romperse, creó una nueva nube de polvo de forma instantánea. Con tan sólo unos segundos para reaccionar, aprovechando que la gente se paralizaba al ver esa nube negra aparecer de la nada, avanzó unos metros en dirección hacia el interior, aprovechando el miedo de los que retrocedían. [1]
En ese mismo instante, el sonido del segundo derrumbe y la segunda oleada de polvo inundó los túneles. El sonido de la demolición en esta ocasión fue incluso mayor y el temor se apoderó de nuevo de todos los trabajadores. [2]
___________________________________________
[1] Realización y dos usos de un elixir alquímico inventado, capaz de crear nubes de gas negro que dificultan mucho la visibilidad durante unos segundos.
[2] Preparación y dos usos de la técnica alquímica de Descomponer: Identificas la composición química de un material y elaboras una mezcla apropiada para debilitarlo hasta romperlo. La descomposición tarda según tu nivel de Alquimia (Aprendiz: 4 minutos, Avanzado: 3 minutos, Experto: 2 minutos, Maestro: 1 minuto). Gasto los 2 usos de mi kit alquímico.
Última edición por Cohen el Vie Feb 23 2024, 13:24, editado 2 veces
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche día 1 & Día 2
Si la entrada había resultaba complicada, salir de allí y tras ello del complejo minero iba a compararse a sortear los trozos del derrumbe del palacio de la oscura reina de los Faeren. Ese pensamiento lo hizo sonreír. No. Difícil, pero llegar a un nivel como aquel… confiaba en que no resultase así.
Con un mayor peso en su bolsa de viaje, salió a hurtadillas, tratando de decidirse por la mejor manera de abandonar de una maldita vez esa explotación que tanto daño estaba haciendo a quienes llevaban un sinnúmero de generaciones luchando contra el clima para subsistir. Su poco inspirada estratagema había dado resultado únicamente por la sorpresa, y era plenamente consciente de ello. Del mismo modo, los mercenarios que protegían el lugar sin duda se encontraban mucho más pendientes de evitar que algo o alguien saliera. Ya había tenido conocimiento de cuan más valiosos que oro y plata eran los minerales de las vetas más restringidas. No dudarían en pensar que era un ladrón si era interceptado.
Y, se admitió con los pensamientos en los documentos que había sustraído, bajo su punto de vista no andaban errados. Pero era necesario, no tardó en apuntalar sus decisiones. Aquello era una invasión, una encubierta, plagada de engaños y sufrimiento, que aumentaría muerte a muerte con el paso de los meses.
A pesar del peligro, se alegraba de haberse inmiscuido en el “juego” de Ni´lo.
No había forma dentro de sus habilidades para burlar a los guardias del portón por el que había accedido, midió desde la distancia.
La única puerta entreabierta era utilizada por los jinetes para entrar y salir, intuyó que haciendo reconocimientos del territorio circundante. Sus labios formaron una fina línea al advertir que el elfo que había empujado a entretener a los guardias del capataz había sido ya reducido. Corrió hacia el edificio más cercano, con el temor espoleando su columna vertebral. Las opciones eran escasas y descabelladas. Hablar o combatir no le alejarían de allí con vida. Necesitaba algo que pudiera…
Ante sus ojos grises como pocas veces en sus casi nueve décadas de vida, la figura de una de las monturas de los mercenarios se alzó ante él a unos cien pasos. ¿Acaso tenía algún otro camino…? se dijo para llevar el primer paso en la alocada idea. Sus nociones de equitación se reducían a lo más común entre quienes solían manejar tales bestias. Jamás había combatido a lomos de uno, y sabía que si precisaba hacerlo en esos momentos, estaba muerto.
Sorpresa y velocidad, o el intento de ayudar a los nativos sería el último que llevaría a cabo.
De manera que corrió, con la vaina de la espada golpeando su pierna una y otra vez, y la capa reforzada ondeando oscura a la luz de las antorchas. Cada pisada le acercaba a un objetivo que buscaba no perder siquiera en un mísero parpadeo.
-¡ME OBLIGÓ! ¡SOY UN BUEN TRABAJADOR, NO QUERÍA! ¡ID AL EDIFICIO PRINCIPAL, TIENE QUE ESTAR AHÍ!- los gritos de su congénere llegaron a sus oídos. No quería escuchar, no era necesario. Todo se reducía a llevar a cabo el breve y disparatado plan.
Una voz de alarma restalló cuando aún faltaban cuarenta pasos. Sentía su respiración, acompasada, acostumbrada a los combates, a las largas marchas a través del continente, con frío, lluvia o nieve.
Otra voz. Dos. Diferentes, llegadas de una parte distinta, alejadas de la puerta que pensaba atravesar. Treinta pasos. Trató de imprimirse todo el ritmo, toda la velocidad que su armadura, bolsa y el resto de avíos le permitían. Su espada emitió su hermoso sonido al salir de su jaula.
Veinte pasos. El jinete caracoleó, buscando hallar el problema, buscando de dónde llegaba el ataque advertido. Rodeando lo mínimo posible, el espadachín buscó esos eternos segundos la espalda del guardia, cuya lanza aún apuntaba al cielo nocturno.
No había lugar para la duda. A los diez pasos, el arma enemiga buscó atravesarlo, pero la cercanía del elfo había eliminado la opción de la carga. El jinete espoleó al caballo, tratando de alejarse de su oponente para alancearlo desde una posición más alejada. Fue ya tarde.
Con un corte horizontal, Nou abrió el gemelo del mercenario, quien se balanceó hacia el golpe recibido y el intruso lo agarró inmisericorde, tirándolo al suelo y saltando sobre el equino. Apretando las riendas con todas sus fuerzas, se mantuvo con gran dificultad en la silla, cuando éste se encabritó un instante. Más y más guerreros se acercaban.
Domeñando al animal, golpeó como pudo con los talones, fuertemente, y éste comprendió las enseñanzas que durante años se le habían inculcado. Una saeta atravesó limpiamente la capa del hijo de Sandorai, rozando el costado de la armadura. Su respiración se detuvo, hasta comprender que no le habían acertado.
Y con toda la velocidad que fue capaz de imprimir a su montura, atravesó la puerta más cercana, acompañado de los gritos de los vigilantes de la mina.
[…]
No se detuvo hasta que arribó a la pequeña aldea de Ni´lo. Por alguna razón, sus perseguidores desistieron de continuar la caza después de que no hubiese duda alguna de su destino. El elfo sólo podía especular. Estaba seguro que no se quedarían de brazos cruzados tras todo cuanto había hecho. Cabía en lo posible que hubiesen vuelto a aumentar su número. Con los centinelas a sueldo, bien podían arrasar de desearlo una población tan pequeña como aquella. Tan sólo tenía horas, si se cumplían sus peores augurios.
Una vez más gracias a las indicaciones de los niños-bestia, bajó del cansado caballo al lado de Murtach.
-¡Ezpeda!- pidió estirando los largos dedos de una de sus manos. Media docena de sus compañeros sostenían bastones ahorquillados, dos de los cuales vibraban ostensiblemente. O más probablemente, se dijo mirando hacia otro lado con un suspiro, los movían con toda intención- ¡AGUA! ¡HEMOZ GANADOOO!
Todos los zahoríes irrumpieron en gritos de alegría. Agotado y sin perder de vista la lejanía, Nousis observó de vez en cuando el progreso de los buscadores. Dos aldeanos curiosos se acercaron también, y el espadachín frunció el ceño, cuando asombrosamente algo fue separando la capa de piedra bajo la arena. Hasta que un géiser negro surgió durante varios segundos empapando a la concurrencia. Con asco, se alejó de allí, acercándose a un negro Murtach que escupía ese denso brebaje.
-Cazi lo tenemos- aseguró optimista el hombre-serpiente. Nou se llevó una mano al rostro.
-Escucha. Los brujos tienen todo un complejo minero. No hay agua, es más, no habrá agua. Han…
-No conocez la zona, elfo. Los diozez quieden que ganemoz. Y la aldea noz pagará. Compademoz un pueblo en el este y…
El de Folnaien había agotado su paciencia. Tenía que informar a quien estuviese a cargo de la aldea.
Preguntó aquí y allá, y poco a poco para su disgusto, los habitantes le fueron siguiendo. Cuando llegó a presencia de la matriarca de Ni´lo, una fémina con grandes rasgos de coyote, un corro de vecinos formaba una media luna tras él, algunos incluso sentados esperando ver qué iba a ocurrir. Molesto, Nou saludó a la líder con respeto.
-Comprendo qué inspiró vuestro juego del agua- continuó, dirigiéndose también a la improvisada concurrencia- Pero los brujos no han jugado limpio. Vuestras aguas están desapareciendo por una gran mina a menos de un día de vuestras casas. Nadie encontrará lo que necesitáis. Sólo expulsándoles tendréis alguna posibilidad de sobrevivir en años venideros.
Aquello levantó una oleada de murmullos. Los nativos no eran guerreros, más allá de algunos cazadores. El espadachín comprendió el miedo que dominaba las voces.
-Si vamos a una guerra, mi pueblo desaparecerá- objetó la líder- Debemos lidiar con lo que los dioses nos envíen. Como siempre hemos hecho- los habitantes asintieron satisfechos.
Nou tiró los libros y documentos que había robado en la explotación minera a los pies de la mujer.
-Estoy cansado- explicó- y necesito un lugar para dormir, al menos hasta mañana, si con lo que lleguéis a ver aquí, no habéis cambiado de opinión.
La sonrisa maternal de la coyote tenía un claro sesgo de lástima.
-Pareces haber intentado ayudar a los míos. Cuando duermas un poco, hablaremos más.
La niña-serpiente recogió el botín del elfo y se metió en la tienda de la líder.
La esperanza de éste era más reducida que la pequeña.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:28, editado 2 veces
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche Día 2
Se ocultó hasta la llegada de la noche. La cueva se encontraba ahora mismo casi desierta, pues la mayoría de los trabajadores habían abandonado la mina. Cohen había contado cómo soldados mercenarios habían retenido a los que quedaban, obligándoles a trabajar y para asegurarse que las condiciones laborales eran seguras.
El vampiro creía firmemente que los explotadores buscaban más garantizar su propia seguridad que cualquier otra cosa. Incluso escuchó a algunos de ellos el argumento de que aquello había sido un atentado. Afortunadamente, sus palabras parecieron pasar desapercibidas y a lo largo del día, había calmado su sed con la sangre de aquel hombre, por el simple motivo de ser más listo que los demás.
Con el sabor de la sangre en sus labios y con los dientes ligeramente enrojecidos, se fue abriendo paso poco a poco hacia la salida, salteando obstáculos en la medida de lo posible.
Las dos galerías colaterales que había hecho desaparecer estaban llenas de pedruscos y aunque una de ellas parecía poder rehabilitarse cuándo los escombros fueran retirados, la otra parecía estar totalmente irrecuperable. El efecto del caos.
Cansado y sin haber dormido en las últimas jornadas, Cohen estaba exhausto y quería ponerse a salvo. Por lo que tras asegurarse de que Betis estaba bien, puso rumbo a la salida con total naturalidad.
Justo en la entrada, un par de hombres intentaron interceptarle, pero Cohen comenzó a silbar y a danzar a su alrededor. Con el paso de los segundos, los mercenarios eran niños en sus manos, víctimas de su voz y el vampiro rajó sus cuellos, desangrándoles allí mismo mientras aceptaban su muerte entre risas y celebraciones. [1]
¿Acaso hombres tan horribles merecen esta muerte placentera?
Ya en el exterior, se alejó unos metros, buscando el amparo de los pocos árboles que continuaban sanos en la zona. Alrededor de la cueva, las plantas habían comenzado a secarse, ante la sequía extrema de la zona por la falta de lluvias y los daños que la explotación había ocasionado.
Esto es mucho peor que Midgard.
En la zona arbolada, encontró a un grupo de trabajadores y vecinos de Ni’lo. Entre ellos, distinguió a Na’Onka, la sobrina de Murtach.
―Creí que ya te habíaz marchado… ― le dijo, después de que Cohen le hiciera un gesto con la cabeza, para hablar en una zona más apartada― Veo que haz pazado el día en la mina.
―Alguien tenía que volarla… ¿Estás al tanto de lo que ocurre dentro?
―Parezen zer loz rezponzablez de la falta de agua. Ezta zona ziempre ha tenido acuíferoz, manantialez zubterráneoz…
―¿Estos trabajadores pretenden volver? Alguien debería hacerle salir de vuestras tierras… Los brujos tienen la peor de las intenciones… En cambio, necesitan mano de obra. Sin ellos, poco pueden hacer… Sé que son clase obrera, que necesitan el dinero… pero no a costa de vuestro pueblo. ¿Que tenéis pensado hacer para que se marchen y no vuelvan?
―Ofrezerles una oferta mejor.
La rapidez de su respuesta, al igual que su simpleza, le hizo saber al vampiro que Na’Onka era mucho más de lo que parecía a un simple vistazo.
―Conozco agujeros de Sacrestic Ville que se gana lo mismo que en esas minas por mucho menos esfuerzo… Y en actividades más placenteras… y limpias.
El vampiro miró de nuevo su sucio atuendo. Lo que daría por un baño caliente de hojas de violeta…
―Puede que haya encontrado la forma de zacar partido y gananciaz a ezta explotazión, pero deberíamoz colaborar. Zi azaltamos loz zuministroz que elloz necezitan y interceptamoz todo lo que quieran zacar, lez dejaremoz zin opcionez de nada.
La mujer serpiente tenía razón. El plan era inmejorable. Ahora bien, la mayoría de los trabajadores eran simples humanos, o al menos lo parecían. Los brujos podían ser enemigos crueles y contar con muchos más recursos de lo que podía parecer.
―¿Qué tienes en mente?
―Dezviar laz mercancíaz a Zacrestic Ville. Allí tengo varioz negocioz. Vendería todo lo que pudiera y devolvería a Ni’lo la mayor parte del dinero. Ezta tierra ya ha zufrido lo zuficiente… ¿no creez?
El vampiro sonrió a Na’Onka mientras sonreía. La mujer serpiente no tenía ni una escama de tonta.
______________________________________________
Segunda complicación: Lograr aislar a los explotadores, atacando las líneas de suministros que favorecen la explotación minera.
Última edición por Cohen el Dom Feb 11 2024, 11:56, editado 1 vez
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Día 3
Se despertó cuando la aldea aún se encontraba en los últimos pasos de los sueños. Sentado al borde la cama, contempló la austera tienda que le habían prestado para pasar la noche. Sonrió ante el gesto de las humildes viandas que le habían regalado como cena. No las había tocado, cansado del día anterior, y allí continuaban, evidencia de unas gentes amables de precarios recursos. Por supuesto, ni rastro de agua.
No estaba seguro de cuál sería su siguiente paso. Sonriendo de medio lado, Vio como cualquier intento se encontraba preso de los pocos apoyos de los que disponía. ¿Qué podía hacer ahora…? ¿Debía luchar por criaturas que no lo hacían por sí mismas? El elfo les había explicado todo cuanto estaba ocurriendo, había conseguido pruebas, más ni aún así los nativos se habían decidido por su supervivencia. Una pequeña parte de él incluso les admiraba. No podía calificarles de cobardes, no estaba en su naturaleza. Por fortuna, razonaba, no todo hombre y mujer había nacido para empuñar una espada. Tal vez más adelante, cuando su tierra verdaderamente se hallase al filo de la muerte, darían su brazo a torcer para proteger a su progenie. Nou suspiro. Un momento que sin duda llegaría demasiado tarde.
Aún medio vestir, varios de los habitantes de la aldea entraron con cierta urgencia a su tienda. Acostumbrado a los peores instintos, el hijo de Sandorai tomó raudo su espada buscando encarar a los recién llegados. Sin embargo, varios de estos alzaron las manos indicando que nada debía temer de ellos al tiempo que otros se llevaron los índices a los labios rogando silencio. El espadachín, con la desconfianza aún patente en el rostro, No comprendió de qué se trataba, hasta que el granate que llevaba colgado al pecho encajó todas aquellas piezas. Brujos.
No intentó dilucidar el número de voces que estaba escuchando, únicamente el tono, imperioso, Provocó en él un acceso de cólera que tuvo que controlar. No cabía otra explicación. Los mercenarios de la mina estaban registrando Ni´lo. Olvidándose por un momento de su disputa con sus propios dioses, musitó unas cortas palabras. Esas gentes sólo merecían paz y agua.
Unos y otras, tomaron todos sus enseres y lo sacaron con rapidez y sigilo por otro de los laterales de la tienda, llevándolo hasta un pozo vacío a menos de un centenar de pasos del poblado. Todos sus acompañantes se fueron disgregando hasta que solo dos le acompañaron hasta el conjunto de piedras.
-una vez en el fondo, agáchate y vete hacia la derecha- Explicó un joven hombre bestia con rostro de trazas de roedor- cuando había agua resultaba imposible llegar al otro lado, pero ahora no es más que un túnel que conecta con otro pozo de una aldea abandonada cercana. Cerca de allí, encontrarás un pequeño santuario y podrás seguir tu camino.
Su oyente frunció el ceño ante tal explicación.
-¿Qué harán los mercenarios si no me encuentran en vuestra aldea?- cuestionó retóricamente- No…
-No puedes enfrentarte a la docena que ha llegado. Registrarán y se irán- aseguró el roedor- Nunca les hemos dado problemas.
Pero Nousis luchaba interiormente contra sí mismo. Aquello no le gustaba nada. Su falta de poder volvió a enervarlo. Salvar a gente como esa era lo debido y carecía de medios. Él había atraído a los brujos, y ¿ahora iba a escapar?
-No dudes- advirtió el nativo- Todos te agradecemos lo que has intentado. Si no vamos a combatir, por lo menos te ayudaremos a evitarlos. Fue el voto mayoritario, se llevó a cabo antes que despertases por si algo así ocurría.
El Indirel recordó la sonrisa de la líder coyote y cierta culpabilidad lo embargó. Maldita sea.
-Gracias por esto- terminó el elfo, taciturno, antes de comenzar el descenso, tras colocarse sus avíos lo más deprisa posible. Los hombres bestia no abandonaron el lugar hasta que el extranjero colocó las botas en lo más profundo del pozo. No dejaron de hablar, con clara premura y poco volumen, mas pudo entender unas últimas frases justo antes de dar el primer paso para tomar el camino indicado.
-… con ellos. No tiene sentido qu…
-El plan es bueno, pero la aldea debe sobrevivir.
- …apoyos -las voces se fueron apagando por la distancia, alejándose de alli- La paz es mejor, y…
Nada más llegó a los oídos del espadachín. Callado, envuelto en penumbra, fijó la mirada en una piedra rota años o décadas atrás a causa de la diferencia térmica entre la potente insolación de la zona y la humedad que debió soportar hasta la desecación del acuífero de cuyas aguas bebía esa construcción.
Si Ni´lo había decidido no combatir, ayudarle a exiliarse… ¿acaso no todos pensaban así?
¿Había nativos que habían tomado otro curso de acción?
Nou se cruzó de brazos, con la mente buscando una decisión, casi sin un solo parpadeo. Dio dos pasos por la senda de la derecha, a la cual ya había que iniciarse agachado por mor de la altura de su arco de medio punto. Y no avanzó.
Sentándose, esperó. No podía abandonar a la aldea, no, si esos mercenarios comenzaban una carnicería. Y si una parte de los autóctonos pensaba hacer algo respecto al agua, toda ayuda sería poca.
[…]
Sí. Lo peor, la más funesta de las hipótesis que habían rondado su cabeza nunca llegó a ocurrir. Los guerreros contratados por la explotación minera ordenaron, vocearon y recorrieron la pequeña aldea. Sin embargo ni siquiera llegaron a asomarse a la antigua construcción que una vez llegó a proveer de agua a Ni´lo. Sangwa, esa parte de sí mismo que siempre buscaba liberarlo a través de la violencia y la imprudencia, deseaba enseñar los dientes, descuartizar a los malditos brujos con la excusa de lo que habían causado en la región. Ya no se trataba de la guerra infinita, de proteger a su especie. No.
Los hechiceros de Beltrexus le estaban proporcionando una excusa fascinante. Una, donde el lado que defendía el bien estaba nítidamente claro, era el suyo.
Intentando distanciarse de los macabros pensamientos de esa parte oscura, volvió a sopesar una y otra vez lo que haría, lo que podría hacer, aquella noche y los días que estaban por venir. Horas después, con la espalda dolorida por la postura en la que debió esconderse, cualquier atisbo de los invasores se fue extinguiendo. Colocándose en pie miró hacia arriba, y espada al cinto y bolsa de viaje colgada al hombro fue escalando por tanto el peso de la armadura y la capa reforzada. Su habitual sonrisa resignada, siempre mostrada a nadie, se dibujó ante la tarea.
Asomó la cabeza con cuidado, hasta el inicio de la nariz. Sus ojos grises otearon a un lado y a otro, y rápidamente subió el último trecho antes de posar los pies en la arena. Por un momento, se permitió recrearse en la belleza de un cielo rojizo. Esa noche, pensó, iba a verterse sangre. No había más remedio.
O quizá, no deseaba otra opción.
[…]
La sorpresa en el semblante de la líder de Ni´lo resultó manifiesta cuando el elfo entró en su tienda sin ceremonia alguna. Resultaba evidente que no había esperado volver a verlo.
-Necesito saber quiénes no han seguido las indicaciones- espetó el espadachín. La coyote lo observó sin entender. Por un momento, el recién llegado esperó tomarla a contrapié, mas su sorpresa resultó totalmente genuina. Procedió a explicarse- Algunos de los tuyos no están siguiendo lo que habéis votado. ¿Quién se atrevería a hacer algo contra la mina? - inquirió perentorio.
-¿Por qué piensas que está ocurriendo algo así?- preguntó a su vez. No obstante, en sus facciones se adivinaban pensamientos que buscaban conectar puntos ajenos al guerrero.
-Fue algo que escuché- respondió restándole importancia con un gesto de la mano- ¿Los mercenarios de la explotación os han hecho algún daño?
-No- negó la mujer bestia- Registraron el lugar y se fueron. No debimos lamentar heridos. Tomamos la opción correcta- tales palabras refrendaron una leve sonrisa autosuficiente.
-Entonces aún no han actuado. ¿A quiénes crees capaces de tramar un ataque? Seguramente el tiempo ya está jugando en nuestra contra. No sé si será mejor apoyarles o detenerles, pero estoy seguro de que solos fracasarán. O los cogerán y sufriréis la represalia.
Pensativa, la fémina calló durante largos y tensos segundos.
-Una facción de los zahoríes que llegaron para conseguir nuestra recompensa si hallaban agua se encuentra muy resentida con los brujos, creen que no están jugando limpio. Ahora que además tienen pruebas de ello- mentó al elfo entre líneas- podrían buscar tomar cartas en el asunto. Aunque no tienen opciones reales. Sería un suicidio. Incluso con algunos de los jóvenes más combativos, no llegarían a la veintena.
-Veinte y mal armados- suspiró Nou- Contra casi cuarenta mercenarios- recordó haber contado por encima el día previo- Tengo que encontrarles. Avisa a la aldea. Si las cosas van del peor modo posible, deberéis abandonar Ni´lo.
Tales palabras quitaron parte del color a la coyote. Sin embargo, la mente del hijo de Sandorai se encontraba inmersa en problemas más acuciantes. Si atacaban, tendrían que esperar en un lugar cercano a la mina, a fin de planificar y no llegar cansados al conflicto. Así se lo expuso a la mujer.
-El pedregal de Irumish-Nar, o el bosquecillo de Itut-Sar- enumeró ella- Son los únicos dos lugares donde podrían ocultarse de vigías o exploradores.
Nou caviló sobre aquello. La ruta que él había tomado no había pasado por ninguno de tales puntos geográficos. Restaba decidirse.
-Gracias por intentar ayudarnos- añadió con cierta dulzura. Él negó con tres secos gestos de cabeza.
-Busca a quien pueda contarte más. Si das con alguien así, con lo que puedas conocer, actuad como consideréis oportuno- finalizó- iré al pedregal.
¿Qué plan podían tener los nativos? Se preguntó saliendo de la tienda, ante un cielo sin una sola nube. El escaso viento apenas ondeó su capa.
No le cupo duda alguna que habrían espantado al caballo que había robado de la mina, demasiado incriminatorio. Y no podía perder un instante.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:29, editado 1 vez
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
.
Finalmente, Cohen logró dormir la mayor parte de la mañana. Se había alejado lo suficiente para que su presencia pasara desapercibida e instalando el domo portátil que le acompañaba en un lugar oculto por altos matorrales, durmió a pierna tendida con la única compañía de Betis.
Desde que el barco del Capitán Thomas le había dejado en las cercanías de Ni’lo, no había dormido gran cosa. Al despertar, se limitó a esperar a que la luz diurna del otro lado del domo desapareciera por completo.
Una vez todo rastro de sol parecía haber desaparecido del cielo, cuándo ninguna luz iluminaba ya, el vampiro salió al exterior y comenzó a desmontar el domo.
Tras unos minutos de caminatas, llegó al lugar pactado con Na’Onka, a quién encontró rápidamente rodeada con un grupo numeroso de hombres y mujeres. Parecía estar concentrada, llevando numerosas conversaciones con unas y otros, aclarando dudas y señalando en una especie de mapa algunos puntos con una de sus afiladas uñas.
La mujer serpiente estaba sin duda implicada en el asunto. La verdad era que ella tenía mucho que ganar, pues pensaba trasladar todo lo que lograran encautar a sus negocios en Sacrestic Ville.
Los mineros, acostumbrados a un trabajo de explotación, se habían puesto fácilmente a las órdenes de Na’Onka. El trabajo era mucho mejor, ella les pagaría más que los brujos, incluso les dejaría quedarse con algunos de sus bienes.
Cohen se quedó en un lugar discreto, viendo la situación, cuándo la mirada de la comerciante le escrutó de arriba abajo.
―¿Puedez azercarte?
Cohen asintió, dando unos pasos para ponerse a su lado. En el interior de su bolsa, Betis comenzó a moverse, ligeramente nervioso. El pequeño bebé pantera parecía intuir que Na’Onka estaba cerca… y la mujer, durante un breve segundo, miró hacia el interior de la bolsa, sabiendo que el animalillo estaba allí.
―No voy a dejar que te lo comas… ―dijo el vampiro, en tono bromista, aunque marcando un obvio límite con la mujer― Veo que tienes todo bien planeado.
―¿Acazo lo dudabaz?― señaló un punto en concreto, un cruce de caminos a un par de kilómetros al noreste de su posición―Aquí. Ezte ez uno de loz puntoz eztratégicoz máz importantez. Te lo he dejado para ti. Toma a varioz mineroz, ataca al primer carro que ze azerque, mátaloz a todoz y que elloz emprendan el viaje de vuelta a Zacrestic Ville.
―¿Confías en ellos? ¿Quién te dice que no huirán con la mercancía, la venderán y huirán con el dinero?
―¿Y dónde van a venderla? Eztamoz en el culo del mundo… y no tienen dinero para zacarlaz en barco. Ademáz, lez he prometido trabajo a algunoz de elloz cuándo todo ezto acabe… eztán máz que entregadoz a la cauza.
Cohen asintió. La mujer estaba segura de que todo saldría bien. De todas formas, el objetivo principal era echar a los brujos de la zona y que los nativos pudieran volver a tener acceso al agua lo antes posible.
Tras un leve caminar por pequeñas colinas, Cohen disfrutaba del viaje. Betis, mucho más relajado, sacaba la cabeza de la bolsa, disfrutando del aire nocturno. La verdad era que aquella zona era hermosa, aunque terriblemente castigada por la sequía.
Pasaban por pequeñas aldeas en dirección a su destino, algunas de ellas completamente abandonadas. En otras, sus gentiles vecinos compartieron el escaso agua que tenían con algunos de los hombres. Una de las jóvenes mineras cayó desplomada allí mismo, con claros síntomas de deshidratación. La situación no tardaría en complicarse…
Llegados al punto de destino, Cohen y el resto de los mineros se quedaron ocultos a la espera de la llegada de los carromatos. El vampiro se preguntaba cómo distinguiría los que se dirigían a la mina del resto. Aunque la verdad era que la despoblación de la zona hacía que no muchos carruajes pasaran por allí.
Tras un largo rato de espera, un convoy formado por cuatro carruajes comenzó a distinguirse en la distancia. A cada lado de ellos, varias personas vigilaban y aseguraban las mercancías y provisiones que debían contener.
Al llegar al cruce, tomaron el camino que se dirigía hacia el suroeste, hacia la mina. Sin duda, eran los carros que debían interceptar…
―Preparados. Son ellos. No duden en matar si lo consideran necesario. Y cuidado… parece que algunos brujos protegen las mercancías…
Noche Día 3
Finalmente, Cohen logró dormir la mayor parte de la mañana. Se había alejado lo suficiente para que su presencia pasara desapercibida e instalando el domo portátil que le acompañaba en un lugar oculto por altos matorrales, durmió a pierna tendida con la única compañía de Betis.
Desde que el barco del Capitán Thomas le había dejado en las cercanías de Ni’lo, no había dormido gran cosa. Al despertar, se limitó a esperar a que la luz diurna del otro lado del domo desapareciera por completo.
Una vez todo rastro de sol parecía haber desaparecido del cielo, cuándo ninguna luz iluminaba ya, el vampiro salió al exterior y comenzó a desmontar el domo.
Tras unos minutos de caminatas, llegó al lugar pactado con Na’Onka, a quién encontró rápidamente rodeada con un grupo numeroso de hombres y mujeres. Parecía estar concentrada, llevando numerosas conversaciones con unas y otros, aclarando dudas y señalando en una especie de mapa algunos puntos con una de sus afiladas uñas.
La mujer serpiente estaba sin duda implicada en el asunto. La verdad era que ella tenía mucho que ganar, pues pensaba trasladar todo lo que lograran encautar a sus negocios en Sacrestic Ville.
Los mineros, acostumbrados a un trabajo de explotación, se habían puesto fácilmente a las órdenes de Na’Onka. El trabajo era mucho mejor, ella les pagaría más que los brujos, incluso les dejaría quedarse con algunos de sus bienes.
Cohen se quedó en un lugar discreto, viendo la situación, cuándo la mirada de la comerciante le escrutó de arriba abajo.
―¿Puedez azercarte?
Cohen asintió, dando unos pasos para ponerse a su lado. En el interior de su bolsa, Betis comenzó a moverse, ligeramente nervioso. El pequeño bebé pantera parecía intuir que Na’Onka estaba cerca… y la mujer, durante un breve segundo, miró hacia el interior de la bolsa, sabiendo que el animalillo estaba allí.
―No voy a dejar que te lo comas… ―dijo el vampiro, en tono bromista, aunque marcando un obvio límite con la mujer― Veo que tienes todo bien planeado.
―¿Acazo lo dudabaz?― señaló un punto en concreto, un cruce de caminos a un par de kilómetros al noreste de su posición―Aquí. Ezte ez uno de loz puntoz eztratégicoz máz importantez. Te lo he dejado para ti. Toma a varioz mineroz, ataca al primer carro que ze azerque, mátaloz a todoz y que elloz emprendan el viaje de vuelta a Zacrestic Ville.
―¿Confías en ellos? ¿Quién te dice que no huirán con la mercancía, la venderán y huirán con el dinero?
―¿Y dónde van a venderla? Eztamoz en el culo del mundo… y no tienen dinero para zacarlaz en barco. Ademáz, lez he prometido trabajo a algunoz de elloz cuándo todo ezto acabe… eztán máz que entregadoz a la cauza.
Cohen asintió. La mujer estaba segura de que todo saldría bien. De todas formas, el objetivo principal era echar a los brujos de la zona y que los nativos pudieran volver a tener acceso al agua lo antes posible.
Tras un leve caminar por pequeñas colinas, Cohen disfrutaba del viaje. Betis, mucho más relajado, sacaba la cabeza de la bolsa, disfrutando del aire nocturno. La verdad era que aquella zona era hermosa, aunque terriblemente castigada por la sequía.
Pasaban por pequeñas aldeas en dirección a su destino, algunas de ellas completamente abandonadas. En otras, sus gentiles vecinos compartieron el escaso agua que tenían con algunos de los hombres. Una de las jóvenes mineras cayó desplomada allí mismo, con claros síntomas de deshidratación. La situación no tardaría en complicarse…
Llegados al punto de destino, Cohen y el resto de los mineros se quedaron ocultos a la espera de la llegada de los carromatos. El vampiro se preguntaba cómo distinguiría los que se dirigían a la mina del resto. Aunque la verdad era que la despoblación de la zona hacía que no muchos carruajes pasaran por allí.
Tras un largo rato de espera, un convoy formado por cuatro carruajes comenzó a distinguirse en la distancia. A cada lado de ellos, varias personas vigilaban y aseguraban las mercancías y provisiones que debían contener.
Al llegar al cruce, tomaron el camino que se dirigía hacia el suroeste, hacia la mina. Sin duda, eran los carros que debían interceptar…
―Preparados. Son ellos. No duden en matar si lo consideran necesario. Y cuidado… parece que algunos brujos protegen las mercancías…
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Día 3
No había detectado absolutamente nada. Sus botas hollaron el suelo uniforme a lo largo de horas. Confiaba llegar antes que todo estallase, ser capaz de razonar con los nativos, convencerlos que luchar contra los mercenarios era una absoluta locura. Sin embargo, ellos lo encontraron antes.
Ya con las grandes piedras cuya disposición podían ocultar a un buen número de personas de la depresión minera a la vista, el elfo sintió asombrado como una mano agarraba su bota izquierda, deteniéndole en seco. De haberse apresurado más, habría caído sin lugar a duda. Por reflejo, desenvainó, dispuesto a terminar con lo que imaginaba un enemigo.
Una voz, perentoria, lo detuvo en el mismo momento que varias capas de similar tonalidad que la arena se apartaron abruptamente, levantado pequeñas nubes.
Y Nou se vio apuntado por cuatro lanzas y dos arcos de caza de pequeño tamaño. Tal situación hizo que el forastero retirase lentamente su espada de la clara posición de ataque que había hecho perder el color del rostro al joven mitad humano mitad topo que por un momento, no le cupo duda, se había visto muerto allí mismo. Éste retiró su mano lentamente, y con prudencia, dio un par de pasos atrás, tomando un hacha sencilla que habría tenido dificultades para partir un tronco recio.
-¡DETENTE!- ordenó una mujer con facciones leoninas. Al contrario que buena parte del resto, ella sí portaba protecciones decentes y un mandoble que, si sabía utilizarlo con pericia, resultaría tremendamente peligroso. La mirada del interpelado paseó por cada uno de los emboscadores. De la posibilidad de una primera impresión neutra, había pasado a una hostil. Tratar de influir en el curso de acción que estaban por tomar se había complicado. No le resultaba nada difícil darse cuenta de algo así. Se pasó lentamente una mano por el cabello, desde el nacimiento en la frente hasta la nuca, buscando relajarse.
-¡MÁTALO ARKEN!- instigó con un tono que mezcló una hórrida ansia con una mal disimulada alegría algo que el espadachín vislumbró como un macho cabrío cuyo remanente humano únicamente se encontraba en unos fuertes brazos. Sus cuernos, dos espirales que giraban hacia atrás, parecían más útiles que su basta lanza. La mujer se limitó a levantar una mano, deteniendo cualquier otra petición. Sólo a dos pasos del Indirel, tras analizarle con una mirada profundamente escrutadora, inquirió:
-¿Quién eres, qué haces aquí?- Sin embargo, antes de poder siquiera responder, alguien se adelantó. Más humano que animal, una gata de alguna raza carente de pelo, señaló a Nousis, quien clavó sus ojos en ella, preguntándose qué más podría salir mal en esos largos días.
-¡Estuvo en la mina- recalcó, y la tensión creció enormemente, e incluso Arken llevó una zarpa a la empuñadura de su espada- habló ante Garin y los habitantes de Ni´lo, yo estaba allí!
El elfo parpadeó, extrañado ante el giro de los acontecimientos.
-¿Es uno de los guardias de la mina?- quiso saber la leona, pero la gata negó con vehemencia.
-Intentó que luchásemos contra los extractores- y con esa revelación, la pequeña banda contempló a Nousis con una mayor curiosidad.
-¿Vienes a unirte a nosotros?- cuestionó entonces la líder.
No era momento para mentir. En menos de dos horas todos podrían estar muertos.
-Vengo a intentar que evitéis un suicidio en masa- reveló ante rostros de asco, ira e incredulidad.
-Tenemos un buen plan, elfo- le contradijo Arken con cierta impaciencia- Al igual que te hemos sorprendido a ti, atacaremos la caravana que suministra a guerreros y trabajadores. No sólo nosotros. Otros dos grupos harán lo mismo.
Nou calibró la nueva información. Al parecer, había errado en cuanto a las intenciones de los nativos. Un ataque frontal a la mina había supuesto un centenar de muertos. Pero los pasos que habían tomado… Sí. Cabía la opción que diese resultado. Incluso si los defensores poseían una docena de cabalgaduras, varios golpes de improviso harían debilitar la posición elegida de los brujos. Fuera quien fuera quien había tenido esa idea, podía haber acertado en aventurar un curso de acción como ese.
Los mercenarios que protegían la explotación tendrían que dividirse, si deseaban dar caza a las guerrillas. Y las gentes autóctonas tenían el terreno y los recursos de su parte. Podía funcionar.
No obstante, si la lucha duraba más allá de unos minutos, la experiencia de los guardianes se impondría sin remedio.
-¿Tenéis la seguridad que pasarán por aquí? – cuestionó el hijo de Sandorai. La leona asintió.
-Hacemos batidas cada poco tiempo. Nos ayudes o no, ven conmigo- ordenó- tu armadura y capa negras destacan demasiado.
El aludido sonrió, y en una aceptación implícita, aceptó otro sobretodo terroso.
Con la espalda en la fría piedra, gran contraste con la temperatura a cielo abierto, el espadachín pensó hondamente en las consecuencias de cuanto estaba a punto de suceder.
Si perdían, tenía ante sí demasiado espacio abierto para llegar a huir. Si ganaban… ¿Cuál sería el siguiente movimiento de los brujos? Todo el futuro de la región parecía abocado al resultado de los ataques planeados esa misma jornada. Y sólo albergaba la certeza que los invasores no renunciarían a cuanto habían invertido en esa mina sin pelear por ello.
[…]
La carreta, procedente sin duda de alguno de los pequeños puertos de la costa, avanzaba pesadamente, cargada con equipo y material tan necesario como voluminoso. Ello, sumado al claro desconocimiento que evidenciaban el grupo de trabajadores que iban en retaguardia, charlando animadamente, fue la perdición del convoy.
La escaramuza acabó tan deprisa como el elfo hubo deseado.
Únicamente cinco hombres y mujeres de aras protegía el envío. ¿Para qué más…? Nunca habían sufrido el menor inconveniente. Hasta ese momento.
Las saetas y jabalinas volaron con más precisión que el forastero había esperado. Aterrados, los trabajadores se unieron en una piña, observando con pavor como los mercenarios eran masacrados por los hombres bestia. Nousis contempló como Arken instaba a los obreros a volver por donde habían venido. Clavar su mandoble en tierra fue suficiente para disuadir a los más díscolos. Se les permitió llevar alimentos, pero las pocas armas fueron distribuidas entre los nativos, quienes además cargaron con todo cuanto no era estrictamente necesario en la mina. A tales cosas se les prendió fuego, que gracias a varios compuestos de ciertas vasijas de la propia carreta, ardieron de una manera vertiginosa.
-¿Ahora qué?- preguntó el elfo a la líder, echando un último vistazo al último remate de un enemigo que quedaba con vida. Apenas dos segundos, antes de volver sus ojos grises a la leona.
-Cada cual a su aldea- explicó- Yo iré a reunirme con los demás cabecillas. Si todo ha ido bien, los brujos enviarán batidores y tras ellos, represalias. Debemos poner en marcha nuevas emboscadas. Si los debilitamos un poco más podremos tomar la mina. O se rendirán, y aceptarán irse de aquí. Ambos resultados nos benefician.
-Siguen siendo más- objetó su oyente- y si avanzan juntos, no podréis con ellos. Pueden eliminar aldea por aldea si es necesario.
Arken lo miró suspicaz.
-¿Qué propones?
El Indirel sólo veía una solución.
-Todas las celadas en un mismo lugar. Atraerlos a una aldea desierta, poner en marcha numerosas trampas, separarlos en pequeños grupos, con fuego, fosos y todos los proyectiles que podáis reunir. Quizá de éste modo haya una posibilidad.
Ella pareció valorar tal opinión.
-Se lo propondré a los demás, si es que todo ha salido bien el día de hoy. ¿Qué harás tú?
-Regresaré a Ni´lo- respondió, oteando a lo lejos- Si aceptan, búscame allí.
-No creo que hayas terminado tus asuntos aquí- terminó la mujer-bestia, despidiéndose con un parco gesto de cabeza.
El espadachín tomó la dirección contraria, junto a los dos nativos para los que Ni´lo era su aldea natal.
El juego del agua había dejado de ser un juego.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:30, editado 1 vez
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Lo último que Cohen había pensado hacer en su vida era liderar un grupo de mineros explotados. La verdad era que había tenido grandes dudas sobre si ellos eran las personas más apropiadas para luchar, pero sus largos días de trabajo y esfuerzos tan mal remunerados habían logrado sacar la parte más salvaje de aquellos hombres y mujeres. Podía ver en ellos auténtica rabia y desesperación.
Mantuvieron el silencio mientras corrían los primeros instantes, pero cuándo su presencia fue detectada, los gritos de batalla se duplicaban por segundos. Mientras las defensas se preparaban, la primera embestida arrastró literalmente con el primero de los carros, volcando y bloqueando el camino. Por lo que la huida sólo era posible hacia atrás.
Los primeros brujos hicieron acto de presencia y un viento huracanado sopló de pronto, echando hacia atrás a varios de aquellos hombres. Las hachas encontraban en el aire una firme resistencia y a medida que pasaron los segundos, era más difícil permanecer anclado, firme en el suelo.
Cohen apartó su rostro y pronunció la palabra oscura, dirigida a las dos mujeres brujas que parecían producir el ataque ventoso con su magia.
―¡Umbrialis!
Al alzar la vista de nuevo hacia ellas, vio cómo comenzaban a luchar contra sombras que no existían, como una simple molestia pasaba a convertirse en verdadero terror. Ambas verían cómo malignos seres de la oscuridad pretendían poseer sus cuerpos, entrar en su interior y de pronto, el potente viento quedó extinto. [1]
Varios de los mineros aprovecharon el momento para atacar y atravesaron con sus armas los cuerpos de aquellas brujas, haciendo que su vida terminara abruptamente.
Por uno de los costados, una nueva ola de magia les golpeó. Un brujo de fuego lanzaba llamaradas a varios de los mineros, que intentaban salvar sus vidas mientras las llamas arrasaban su piel.
Cohen comenzó a silbar, haciendo que todas las personas de su alrededor, con el paso de algunos segundos, se percataran de la música que brotaba de sus labios. La cancioncilla era agradable, feliz, una canción popular que todos conocían, que todos sabían bailar… La típica canción que a todos trae buenos recuerdos... [2]
Puñal en mano, se acercó hacia el brujo de fuego, dejando salir su maldición vampírica. Sus ojos se tornaron completamente negros y sus uñas se volvieron sombrías y puntiagudas. Sentía cómo la oscuridad iba poseyendo cada parte de su cuerpo, oscureciéndolo y dotándolo de una apariencia más siniestra que la habitual. [3]
La batalla se había convertido en una sala de baile a su alrededor, en un festejo involuntario tanto de enemigos y aliados. Todos a su alrededor danzaban y festejaban, sin llegar a comprender la causa que les llevaba a actuar así. Aunque los movimientos de algunos de ellos pretendían continuar el enfrentamiento, la torpeza en sus reacciones provocaban ataques de risa por golpes no certeros y tropiezos descuidados.
Cohen incrustó su daga en el pecho del brujo de fuego, que miraba una sonrisa a la muerte. De su boca, brotó la sangre mientras sonreía y al sacar el arma de su cuerpo, cayó al suelo. Cohen se arrodilló a su lado y dejó de silbar tan sólo para beber la sangre que salía de su corazón, apagándose su vida.
A su alrededor, presas del pánico, la mayoría de las personas huyeron, dejando los carros a su suerte. También lo hicieron algunos mineros asustados, por el monstruo que parecía tener ante sí.
[1] Uso de mi habilidad: Sombras de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]
Cohen pronuncia una palabra oscura que induce a creer a un par de personas que numerosas sombras malignas le rodean con la intención de poseer sus cuerpos, pudiendo causar en ellas auténtico terror. Primer Uso.
[2] Uso de mi habilidad: El Bufón De La Corte [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen comienza a silbar una cancioncilla inocente que hace que todas las personas de su alrededor sientan una intensa felicidad, creando un ambiente festivo y de júbilo. Aunque frente a ellos se cometan atrocidades, todo les parecerá realmente divertido, entorpeciéndoles reaccionar de forma natural y coherente. Primer Turno de Uso Único.
[3] Uso de mi habilidad racial: Maldición Desatada [Mágica, 2 usos de 2 turnos]:
Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. Primer turno del primer uso.
Mantuvieron el silencio mientras corrían los primeros instantes, pero cuándo su presencia fue detectada, los gritos de batalla se duplicaban por segundos. Mientras las defensas se preparaban, la primera embestida arrastró literalmente con el primero de los carros, volcando y bloqueando el camino. Por lo que la huida sólo era posible hacia atrás.
Los primeros brujos hicieron acto de presencia y un viento huracanado sopló de pronto, echando hacia atrás a varios de aquellos hombres. Las hachas encontraban en el aire una firme resistencia y a medida que pasaron los segundos, era más difícil permanecer anclado, firme en el suelo.
Cohen apartó su rostro y pronunció la palabra oscura, dirigida a las dos mujeres brujas que parecían producir el ataque ventoso con su magia.
―¡Umbrialis!
Al alzar la vista de nuevo hacia ellas, vio cómo comenzaban a luchar contra sombras que no existían, como una simple molestia pasaba a convertirse en verdadero terror. Ambas verían cómo malignos seres de la oscuridad pretendían poseer sus cuerpos, entrar en su interior y de pronto, el potente viento quedó extinto. [1]
Varios de los mineros aprovecharon el momento para atacar y atravesaron con sus armas los cuerpos de aquellas brujas, haciendo que su vida terminara abruptamente.
Por uno de los costados, una nueva ola de magia les golpeó. Un brujo de fuego lanzaba llamaradas a varios de los mineros, que intentaban salvar sus vidas mientras las llamas arrasaban su piel.
Cohen comenzó a silbar, haciendo que todas las personas de su alrededor, con el paso de algunos segundos, se percataran de la música que brotaba de sus labios. La cancioncilla era agradable, feliz, una canción popular que todos conocían, que todos sabían bailar… La típica canción que a todos trae buenos recuerdos... [2]
Puñal en mano, se acercó hacia el brujo de fuego, dejando salir su maldición vampírica. Sus ojos se tornaron completamente negros y sus uñas se volvieron sombrías y puntiagudas. Sentía cómo la oscuridad iba poseyendo cada parte de su cuerpo, oscureciéndolo y dotándolo de una apariencia más siniestra que la habitual. [3]
La batalla se había convertido en una sala de baile a su alrededor, en un festejo involuntario tanto de enemigos y aliados. Todos a su alrededor danzaban y festejaban, sin llegar a comprender la causa que les llevaba a actuar así. Aunque los movimientos de algunos de ellos pretendían continuar el enfrentamiento, la torpeza en sus reacciones provocaban ataques de risa por golpes no certeros y tropiezos descuidados.
Cohen incrustó su daga en el pecho del brujo de fuego, que miraba una sonrisa a la muerte. De su boca, brotó la sangre mientras sonreía y al sacar el arma de su cuerpo, cayó al suelo. Cohen se arrodilló a su lado y dejó de silbar tan sólo para beber la sangre que salía de su corazón, apagándose su vida.
A su alrededor, presas del pánico, la mayoría de las personas huyeron, dejando los carros a su suerte. También lo hicieron algunos mineros asustados, por el monstruo que parecía tener ante sí.
_____________________________________________
[1] Uso de mi habilidad: Sombras de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]
Cohen pronuncia una palabra oscura que induce a creer a un par de personas que numerosas sombras malignas le rodean con la intención de poseer sus cuerpos, pudiendo causar en ellas auténtico terror. Primer Uso.
[2] Uso de mi habilidad: El Bufón De La Corte [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen comienza a silbar una cancioncilla inocente que hace que todas las personas de su alrededor sientan una intensa felicidad, creando un ambiente festivo y de júbilo. Aunque frente a ellos se cometan atrocidades, todo les parecerá realmente divertido, entorpeciéndoles reaccionar de forma natural y coherente. Primer Turno de Uso Único.
[3] Uso de mi habilidad racial: Maldición Desatada [Mágica, 2 usos de 2 turnos]:
Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. Primer turno del primer uso.
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Día 4 & Noche día 4
Garin, líder de Ni´lo, no optó porque los suyos abandonasen sus hogares, ni siquiera tras la descripción de los hechos que el elfo le había relatado.
-Somos uno con ésta tierra. Los sucesos han llegado y han partido y seguimos en nuestro lugar- aseveró. Aún con el deseo de salvar esas sosegadas vidas, Nou comprendía perfectamente el sentimiento de pertenencia. Allí estaba contemplando una valentía desarmada, una seguridad a prueba de sangre. Por todo ello, cuando uno de los lugartenientes de Arken acudió a reclutarlo para lo que estaba por llegar, ni siquiera pensó en rechazar el requerimiento.
-Dos de los tres ataques han tenido un éxito rotundo- explicó el hombre-bestia bajándose del curioso animal en el que había llegado a la aldea. Su semblante manifestaba un alivio arropado por orgullo. El espadachín podía comprenderlo. La victoria en batalla era una emoción difícilmente igualable.
Pero el recién llegado no había terminado. Y lo que expresó, confundió por un instante a su oyente.
-El último intento se topó con una patrulla de reconocimiento cuando atacaban los suministros. Por dos frentes, fueron aniquilados. Los trabajadores, en cambio, sí lo lograron.
El Indirel repasó su corta estancia en el interior de la mina. ¿Obreros que se habían rebelado? Le hubiera parecido incluso más natural que se hubiesen puesto de parte de los brujos. La sonrisa de su congénere acarreando una vagoneta tardaría en desaparecer de sus pensamientos. ¿Qué demonios habría ocurrido para tal vuelco?
No había tiempo para esas cuitas.
-Supongo que Arken ha decidido el lugar donde tendrá lugar el enfrentamiento- el nativo asintió.
-Debemos partir pronto, ella explicará el plan de combate. Son unas ruinas comidas por el tiempo, con poca defensa exterior- torció el gesto- pero no dudo de ella. Siempre sabe lo que hace.
Durante unos segundos, el elfo dejó retornar su mente al motivo por el que había llegado a esas tierras. Un puerto, la tranquilidad de una cala marina. Calma tras los últimos meses. ¿Todo por haber insultado la existencia de los dioses? Su mala suerte en las últimas y largas aventuras parecía desear añadir algo sobrenatural.
Fuera como fuese, la misión que había escogido le parecía perfectamente necesaria. Su espada sin nombre volvía a parecer susurrarle unas palabras cargadas de odio.
En su interior, no obstante, nadaba en las profundidades una razón más. Sí, deseaba combatir por lo que era correcto, al mismo tiempo que matar brujos. Mas no podía desentenderse de su propia arrogancia. Que su nombre fuese pronunciado con reverencia, como un buen recuerdo de las gestas de la región. La estela de Nytt Hus calentaba su corazón, reconociendo una de sus hazañas.
Cabía en lo posible que algún día, pudiese llegar a necesitar el apoyo de los pobres habitantes de la inhóspita región que ahora hollaba, recordando lo que había hecho por ellos. No era su razón principal, y pese a ello, un fino hilo de utilidad quizá llegase a unir el hoy con el futuro. Quien podría saberlo.
Antes siquiera que los ojos del espadachín advirtiesen las ruinosas torres y los mal conservados lienzos de muralla, numerosas antorchas se atisbaban como puntos de luz en un manto de negrura. Tratando de recordar algo sobre ese lugar, Nousis se sorprendió al verse vacío de conocimiento al respecto. Eran pocas las ocasiones en que aquello le había ocurrido, y como siempre, espoleó su curiosidad. ¿Quién, donde, por qué…? Demasiadas preguntas, en un momento donde no había tiempo ni forma de encontrar respuestas.
Sus ojos grises retuvieron todo cuanto podía ser contemplado de la estructura defensiva antes de pasar revista a la escasa treintena de milicianos que profundizaban un foso alrededor de los restos de la fortaleza. Otros clavaban estacas y colocaban finas ramas a fin de disimular la trampa. Cuatro solitarios arqueros se apostaban en los pocos lugares elevados aún en pie.
-¿Nocturnidad y estacas?- inquirió el elfo cuando Arken hizo acto de presencia, buscando resumir los trucos que la leona había previsto. Ésta negó con una sonrisa peligrosa.
-Sígueme si quieres conocer el resto- ofreció.
El patio de armas no estaba en mejores condiciones que el exterior. Parte de éste incluso se había desplomado, permitiendo ver dos túneles que se perdían en el subsuelo. Nou frunció el ceño.
-No pensarás…
-He enviado a un tercio de todas nuestras fuerzas lejos de aquí. Volverán poco después que los mercenarios de la mina lleguen.
-¿Pretendes defender un subterráneo?- cuestionó entre la estupefacción y la incredulidad- es una ratonera.
La mujer bestia fue señalando varios puntos de su discurso.
-Los diezmaremos tanto como nos sea posible antes de refugiarnos. Hemos encontrado hace tiempo una cámara robusta, de piedra, donde hay espacio para dos docenas con facilidad. Defender una puerta es fácil.
-Los brujos más poderosos podrían derruirla, o aplastaros bajo los túneles.
Sus palabras molestaron de manera ostensible a la líder de los nativos.
-No hay nadie con tal capacidad, por lo que indican nuestros éxitos.
-Te juegas todo a cara o cruz- advirtió su interlocutor- La llegada de los refuerzos, la habilidad del enemigo…
-Sin agua no me juego nada, pues todos moriremos más pronto que tarde- espetó ella. Y él sabía que tenía razón -¿Qué harás?- quiso saber Arken.
Ayudaría, se dijo. Para eso estaba allí. Pero…
-No me encerraré ahí- expresó, decidido- Lucharé fuera, cuanto y como pueda. Si tus refuerzos no llegan a tiempo, prefiero no tener la opción de morir enterrado.
-Llegarán- aseguró, convencida- Y cuando ataquen, saldremos.
-Reza a tus dioses porque sea así- pidió el elfo- No querría tener que encargarme de toda la hueste enemiga yo sólo.
Una última sonrisa cargada de resignación nació entre ambos. Una que sobreentendía que quizá, al día siguiente, todos estuvieran muertos.
Y entonces, el cuerno de aviso, sonó.
-Somos uno con ésta tierra. Los sucesos han llegado y han partido y seguimos en nuestro lugar- aseveró. Aún con el deseo de salvar esas sosegadas vidas, Nou comprendía perfectamente el sentimiento de pertenencia. Allí estaba contemplando una valentía desarmada, una seguridad a prueba de sangre. Por todo ello, cuando uno de los lugartenientes de Arken acudió a reclutarlo para lo que estaba por llegar, ni siquiera pensó en rechazar el requerimiento.
-Dos de los tres ataques han tenido un éxito rotundo- explicó el hombre-bestia bajándose del curioso animal en el que había llegado a la aldea. Su semblante manifestaba un alivio arropado por orgullo. El espadachín podía comprenderlo. La victoria en batalla era una emoción difícilmente igualable.
Pero el recién llegado no había terminado. Y lo que expresó, confundió por un instante a su oyente.
-El último intento se topó con una patrulla de reconocimiento cuando atacaban los suministros. Por dos frentes, fueron aniquilados. Los trabajadores, en cambio, sí lo lograron.
El Indirel repasó su corta estancia en el interior de la mina. ¿Obreros que se habían rebelado? Le hubiera parecido incluso más natural que se hubiesen puesto de parte de los brujos. La sonrisa de su congénere acarreando una vagoneta tardaría en desaparecer de sus pensamientos. ¿Qué demonios habría ocurrido para tal vuelco?
No había tiempo para esas cuitas.
-Supongo que Arken ha decidido el lugar donde tendrá lugar el enfrentamiento- el nativo asintió.
-Debemos partir pronto, ella explicará el plan de combate. Son unas ruinas comidas por el tiempo, con poca defensa exterior- torció el gesto- pero no dudo de ella. Siempre sabe lo que hace.
Durante unos segundos, el elfo dejó retornar su mente al motivo por el que había llegado a esas tierras. Un puerto, la tranquilidad de una cala marina. Calma tras los últimos meses. ¿Todo por haber insultado la existencia de los dioses? Su mala suerte en las últimas y largas aventuras parecía desear añadir algo sobrenatural.
Fuera como fuese, la misión que había escogido le parecía perfectamente necesaria. Su espada sin nombre volvía a parecer susurrarle unas palabras cargadas de odio.
En su interior, no obstante, nadaba en las profundidades una razón más. Sí, deseaba combatir por lo que era correcto, al mismo tiempo que matar brujos. Mas no podía desentenderse de su propia arrogancia. Que su nombre fuese pronunciado con reverencia, como un buen recuerdo de las gestas de la región. La estela de Nytt Hus calentaba su corazón, reconociendo una de sus hazañas.
Cabía en lo posible que algún día, pudiese llegar a necesitar el apoyo de los pobres habitantes de la inhóspita región que ahora hollaba, recordando lo que había hecho por ellos. No era su razón principal, y pese a ello, un fino hilo de utilidad quizá llegase a unir el hoy con el futuro. Quien podría saberlo.
[…]
Casi había anochecido cuando ambos llegaron al punto acordado. Antes siquiera que los ojos del espadachín advirtiesen las ruinosas torres y los mal conservados lienzos de muralla, numerosas antorchas se atisbaban como puntos de luz en un manto de negrura. Tratando de recordar algo sobre ese lugar, Nousis se sorprendió al verse vacío de conocimiento al respecto. Eran pocas las ocasiones en que aquello le había ocurrido, y como siempre, espoleó su curiosidad. ¿Quién, donde, por qué…? Demasiadas preguntas, en un momento donde no había tiempo ni forma de encontrar respuestas.
Sus ojos grises retuvieron todo cuanto podía ser contemplado de la estructura defensiva antes de pasar revista a la escasa treintena de milicianos que profundizaban un foso alrededor de los restos de la fortaleza. Otros clavaban estacas y colocaban finas ramas a fin de disimular la trampa. Cuatro solitarios arqueros se apostaban en los pocos lugares elevados aún en pie.
-¿Nocturnidad y estacas?- inquirió el elfo cuando Arken hizo acto de presencia, buscando resumir los trucos que la leona había previsto. Ésta negó con una sonrisa peligrosa.
-Sígueme si quieres conocer el resto- ofreció.
El patio de armas no estaba en mejores condiciones que el exterior. Parte de éste incluso se había desplomado, permitiendo ver dos túneles que se perdían en el subsuelo. Nou frunció el ceño.
-No pensarás…
-He enviado a un tercio de todas nuestras fuerzas lejos de aquí. Volverán poco después que los mercenarios de la mina lleguen.
-¿Pretendes defender un subterráneo?- cuestionó entre la estupefacción y la incredulidad- es una ratonera.
La mujer bestia fue señalando varios puntos de su discurso.
-Los diezmaremos tanto como nos sea posible antes de refugiarnos. Hemos encontrado hace tiempo una cámara robusta, de piedra, donde hay espacio para dos docenas con facilidad. Defender una puerta es fácil.
-Los brujos más poderosos podrían derruirla, o aplastaros bajo los túneles.
Sus palabras molestaron de manera ostensible a la líder de los nativos.
-No hay nadie con tal capacidad, por lo que indican nuestros éxitos.
-Te juegas todo a cara o cruz- advirtió su interlocutor- La llegada de los refuerzos, la habilidad del enemigo…
-Sin agua no me juego nada, pues todos moriremos más pronto que tarde- espetó ella. Y él sabía que tenía razón -¿Qué harás?- quiso saber Arken.
Ayudaría, se dijo. Para eso estaba allí. Pero…
-No me encerraré ahí- expresó, decidido- Lucharé fuera, cuanto y como pueda. Si tus refuerzos no llegan a tiempo, prefiero no tener la opción de morir enterrado.
-Llegarán- aseguró, convencida- Y cuando ataquen, saldremos.
-Reza a tus dioses porque sea así- pidió el elfo- No querría tener que encargarme de toda la hueste enemiga yo sólo.
Una última sonrisa cargada de resignación nació entre ambos. Una que sobreentendía que quizá, al día siguiente, todos estuvieran muertos.
Y entonces, el cuerno de aviso, sonó.
Última edición por Nousis Indirel el Mar Feb 27 2024, 18:31, editado 1 vez
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche Día 4
El ataque de la noche anterior había funcionado. Los carros de suministros interceptados habían sido puestos en manos de Na’Onka. La mujer serpiente había sido de lo más convincente con los mineros y ahora trabajaban a su merced. Por lo que pudo saber, éstos habían mejorado sus ganancias y las condiciones laborales eran mucho más óptimas. Por lo que los mineros obedecían sus palabras. Sin rechistar.
Aquella noche, el pueblo de Ni’lo había decidido luchar. El vampiro sonrió al ver que los pacíficos hombres de la región estaban dispuestos a defenderse. Entre los mineros que habían cambiado de bando, la falta de suministros más la llegada de los habitantes de la zona, los brujos que quedaban en la zona lo tendrían bastante difícil para subsistir.
El vampiro veía poco propicio aquel lugar. Estaba semidestruido, pero daba opciones defensivas a los que se encontraban allí. En todo caso, él no estaría en aquella antigua fortaleza.
Había sido designado para formar parte de un grupo que atacara a los brujos desde uno de los laterales en el momento adecuado. Por lo que el pequeño grupo de hombres y mujeres se escondían entre las colinas, árboles y arbustos, esperando el momento propicio.
Al sonar el primer cuerno, el vampiro sonrió. Ya quedaba menos para su intervención. El nerviosismo comenzó a crecer y algunos intentaron desertar, echarse atrás en el último momento.
―Si os vais, os aseguro de que no veréis el amanecer…
La frase fue sencilla y directa, acabando con sus intenciones de escapar. Habían escuchado hablar de él y de lo ocurrido la noche anterior. Por lo que se limitaron a guardar silencio hasta que llegara el momento acordado.
Betis estaba a su lado, encadenado a un árbol. Por nada del mundo iba a llevarlo a la batalla y exponerlo a sufrir el más leve daño. Sólo esperaba que los hombres serpiente de la región, aquellos que veían a su mascota realmente apetitosa, no decidiera darse un banquete en su ausencia.
Al sonar el cuerno por segunda vez, todos ellos salieron a la vez de sus respectivos escondites. Estaban colocados a la espalda del grupo invasor. Cohen se sorprendió al ver que había milicianos y que había más atacantes de lo que imaginaba.
Cuándo su posición quedó advertida por el enemigo, el vampiro dejó que los demás avanzaran, tomando el puesto en la retaguardia.
Fue viendo cómo los hombres y mujeres bestia de toda aquella zona se enfrentaban abiertamente a los invasores. Los brujos reaccionaban con magia y una poderosa nube de polvo, inexistente unos segundos antes, hizo que todo el ambiente se volviera casi invisible.
Gracias a su vista vampírica, aunque con sus ojos claramente irritados, Cohen advirtió aquello cómo su oportunidad y avanzó rápidamente hacia el frente, posicionándose cercano al enemigo.
Cuándo la tormenta de arena se fue disipando, el vampiro lanzó su hechizo de tormento contra los primeros soldados que vio. Estos comenzaron a luchar y se defendían de una serie de fantasmales ilusiones que no existían, ocasionando el caos absoluto. [1]
Entonces, advirtió la presencia de Madame, liderando el ataque hacia su grupo. A su lado, la bruja de agua, aquella arpía… los tres hombres del grupo que había conocido tres noches antes habían muerto. Y ellas estaban a punto de hacerlo.
Al salir entre el polvo de la arenosa ventisca, sintió cómo la bruja le reconocía y envió entonces una potente ola de agua. La verdad era que el impacto golpeó a Cohen salvajemente, viéndose arrastrado hacia atrás. La tierra de la zona junto a esa enorme cantidad de agua hizo que embarrara todo el suelo y el vampiro quedó tirado, completamente sucio y con serios problemas para levantarse de nuevo.
Nuevas olas le golpearon. Eran lo suficiente anchas como para arrastrar a muchas personas con ellas. El vampiro se vio obligado a retroceder a causa de la fuerza del agua. En ese momento, se alegró de no haber llevado a Betis hasta la batalla. El animal era demasiado pequeño para una experiencia como aquella.
Tras verse arrastrado unos metros más, vio una roca detrás de la cual ocultarse. Corrió hasta ella, pero una nueva ola le golpeó arrastrándole unos metros más colina abajo. Entre aquella ola y la siguiente, logró posicionarse tras la misma, permaneciendo allí, aferrándose a su posición.
A su espalda, la mayoría de aquellos mineros, humanos sobretodo, se alejaban cada vez más. En cambio, los nativos de la zona, los hombres bestia parecían tener una mayor capacidad para resistir aquellos golpes mágicos. En el flaco opuesto, los primeros atacantes habían logrado llegar a los mercenarios y había comenzado el ataque.
Cuándo todo parecía haberse calmado en aquel lado del frente, Cohen salió detrás de su escondite y corrió. En esos momentos, el grupo invasor se había separado en dos: mientras que el mayoritario atacaba la fortaleza, una cuarta parte del mismo estaba defendiendo la retaguardia.
―¡Maldito cabrón!― escuchó gritar a Madame, mientras veía cómo se aproximaba a su posición― ¡Matadle! ¡Él mató a mi hijo!
Cohen vio como varios de los mercenarios corrían hasta su posición. Un error que la propia Madame no había sido capaz de evitar. ¿Acaso no recordaba lo que había hecho a su hombre unos días antes? Al estar próximo a él, el vampiro, completamente mojado, sonrió y comenzó a parlotear:
―¡Vosotros! ¡Luchais por la causa de Ni’lo y los hombres bestia! Ellos merecen que combatáis hasta la muerte a su favor. Así que volveos contra vuestros compañeros, pues no merecen vivir. Recuperad el honor que os pertenece. [2]
Los dos hombres que llegaron primero a su posición, mercenarios de profesión, se volvieron contra los que llegaban justo detrás, girando sobre sus cuerpos e incrustando sus armas en ellos sin ningún tipo de duda.
Madame contemplaba con terror lo que volvía a ocurrir, que parte de aquellos hombres se volvieran contra sus intereses. A su lado, la bruja de agua estaba furiosa y lanzó de nuevo un hechizo. A unos metros de Cohen, comenzó a formarse una especie de gólem de agua.
Se abrió paso cómo pudo entre los mercenarios, huyendo de aquel ser. Los dos hombres influenciados con su magia le abrieron el camino, pero a medida que avanzaba, otros más se dirigían hacia él.
Al verse rodeado por cuatro de ellos, se dejó llevar de nuevo por su maldición y gritó. El aura oscura que le rodeaba impactó en aquellos hombres, paralizándoles durante un breve segundo. El grito logró marear a los mercenarios, pudiendo el vampiro evitar un par de sus ataques antes de caer herido ante el tercero, recibiendo una fuerte estocada en su hombro izquierdo. [3] [4]
En ese momento, herido, dejó fluir sus palabras oscuras haciendo que las sombras rodearan al par de matones que tenía más cercanos. Pero cuándo creía que todo había pasado y que tenía unos segundos para reponerse, el gólem de agua cayó sobre él.
Le estaba ahogando. Le mantenía sujeto por los brazos y acercándose a su boca, vertía en ella el agua de su interior. A su espalda, en la bolsa de viaje, el elixir de respirantia que le salvaría la vida, pero no alcanzaba a conseguirlo.
Cuándo daba por hecho que su existencia llegaba a su fin y que moriría ahogado en la zona con más sequía de Aerandir, lo que era una completa paradoja, sintió cómo de repente, el gólem sobre él desapareció.
El vampiro se volteó para poder respirar, vomitando el agua de su interior, volviendo a llenar sus pulmones de aire. Tras las arcadas, vió cómo el cuerpo de la bruja de agua, la acompañante de Madame, estaba atravesada por una lanza y terminaba de caer sobre el suelo.
Na’Onka hacía entonces su aparición a pocos metros, con un grupo de hombres bestias, que asaltaron a los mercenarios que quedaban en pie.
El vampiro tardó un poco en reponerse. Le llevó unos segundos encontrar su elixir de sanación. Al tomarlo, la herida se iba cerrando paulatinamente, aunque el dolor aún permanecía. En cuanto pudo caminar, desangrándose aún ligeramente, llegó hasta Madame. [5]
Los mercenarios que lideraba estaban luchando contra los nativos y ella se había quedado sin ningún apoyo que la protegiera.
―Una vulgar humana cómo tú… ¿cómo piensas defenderte ahora?
Y mientras a su alrededor, la batalla proseguía, Cohen absorbía la sangre de aquella jodida mujer, dispuesto a dejarla seca.
______________________________________________
He utilizado anteriormente varias de estas habis, pero teniendo en cuenta de que se tratan de días distintos, recupero su uso:
[1] Sombras de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen pronuncia una palabra oscura que induce a creer a un par de personas que numerosas sombras malignas le rodean con la intención de poseer sus cuerpos, pudiendo causar en ellas auténtico terror. Primer Uso.
[2] Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Uso de nuevo esta habilidad, pues es un día distinto, dando tiempo suficiente a Cohen para reponer el uso.
[3] Maldición Desatada [Mágica, 2 usos de 2 turnos]: Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad. Combinada con la siguiente para aumentar el ataque mágico:
[4] Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor.
[5] Poción de Salud (Elixir) (1 uso): Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos.
Cohen
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 756
Nivel de PJ : : 5
Re: Sequía, Zahoríes y Brujos Oportunistas [Noche/Día] [Trabajo]
Noche día 4 y Día 5
Con la ira por bandera tras las derrotas sufridas a manos de los nativos, esa noche los mercenarios de la familia Toferth de Beltrexus parecían dispuestos a arrasar todo problema de una vez por todas.
Acuclillado en la parte alta de uno de los lienzos de muralla semiderruidos, el elfo escuchó al viento mecer la árida tierra. Un temblor extraño sacudió muy levemente su lugar de observación. Algo que su larga experiencia borrando hechiceros creyó distinguir. Magia.
El ataque no tardaría en llegar.
La mayor parte de los defensores se encontraban a plena vista, simulando la idea de contener a los atacantes en ese mismo lugar, armas en mano. Sólo dos antorchas en la parte más elevada de la zona les iluminaban, dejando ver una cantidad inexacta de oponentes. Sus sombras, desde la posición del espadachín, bailaban al son del fuego. Uno por uno, fue observando a todos los que habían decidido oponerse finalmente a los planes empresariales de los extranjeros. Sabía que varios, un tercio si las cosas iban bien, perdería la vida en defensa de su hogar.
Algo que le vinculaba con la misión que terminaría esa noche. Entonces retornaría a la negociación pendiente con el clan Eyther. Un buen primer paso, después de once años de estériles viajes, de casi nueve décadas de vida. De un sinnúmero de duelos y muertes. De guerras, frágiles victorias y duras derrotas.
En ello se encontraba pensando, cuando el enemigo lanzó contra ellos un primer golpe. Uno, que el dirigente de las fuerzas que allí se encontraban para castigar las incursiones de los nativos sin duda esperaba que fuese suficiente por su magnitud. Conjuros elementales, incluso algunos formados irónicamente por la poca humedad existente en el aire de la zona, cayeron contra los defensores. Refugiándose como tantos otros tras la muralla del fuego y las rocas lanzadas desde las filas rivales, Nousis esperó, escuchando como su corazón, rítmico, bombeaba de una manera más acusada y pese a ello, aún natural. Sus ojos encontraron a Arken, quien incluso cerró los suyos un instante. Ambos esperaban lo mismo. La pequeña oportunidad del momento en que sus oponentes buscasen el cuerpo a cuerpo, la invasión de la olvidada fortaleza, sólo atacada hasta ese día por los estragos del tiempo.
Contados nativos se atrevieron a permanecer vigilantes en lo alto, tras la segunda descarga de los hechiceros. El espadachín pasó dos dedos de su mano izquierda por la hoja de su arma, inmerso en sí mismo, hasta que escuchó un grito que dio paso a la segunda fase de la batalla.
Se permitió asomarse un instante. Necesitaba calibrar las opciones reales de las que disponían. Si no demasiado superados en número, no dudaba que sí en cuanto a calidad de quienes blandían sus espadas y hachas, lanzas y mazas. De su parte. La suerte, la sorpresa y el ingenio. Pronto se revelaría cuanto valdrían tales puntos a su favor.
Sonrió, agradecido, al escuchar los alaridos de dolor y pánico de la primera remesa que cayó en el camuflado foso de estacas. Los nativos aprovecharon el momento y, a la orden de Arken, saetas y jabalinas volaron contra el enemigo, antes de volver a resguardarse. No pocos perdieron la vida, pero eso no arredró a los protectores de la mina.
Nunca supo cuantos llegaron al patio del complejo defensivo. Decidió esperar, antes de hacer uso de sus habilidades contra la especie dominante de la islas meridionales. Habían llegado a un punto donde los hechizos de área atacarían a los suyos, y la espada del elfo comenzó un trabajo eficiente contra los mercenarios de los Toferth. Sin embargo, apenas podía hacerse con el contexto del momento. Su mirada sólo podía dirigirse a los aceros que ansiaban traspasarlo, unos que no parecían tener fin.
Pero sí era capaz de notar el flujo de la batalla. Los suyos comenzaban a retroceder, escondiéndose en pequeños grupos en esa ratonera del subterráneo. Alerta, escuchó el primer sonido acordado, cuando únicamente él, junto a Arken y otros cinco combatientes permanecían sin entrar a cubierto, ante una fuerza que los cuadruplicaba en número. Paso a paso, el elfo fue distanciándose de la entrada, y como esperaba, muy pocos de entre sus enemigos le siguieron, centrados en vencer la resistencia y tumbar el último escudo de piedra y tierra que les separaba de los nativos. Nou se permitió un rápido vistazo desde las ajadas escaleras exteriores por las que fue ascendiendo hasta la mitad de una torre cuya parte superior era ya inexistente. Algunos mercenarios habían entrado, antes de que la pesada puerta fuese cerrada. Pocos, y con todo, el forastero vaciló en sus previsiones.
Entonces, el segundo cuerno sonó.
A tenor de la sencilla trampa del foso, del incauto ataque de las huestes de los Toferth, de los golpes a la línea de suministros, los atacantes habían vuelto a subestimar a los autóctonos. Y de pronto, desde las zonas cercanas, la segunda parte de los aldeanos, obreros y contrarios a la mina se abalanzaron ante los desprevenidos invasores. Entrechocando su espada contra la parte superior del hacha que buscaba terminar con él, Nou pudo ver cómo las tropas rivales volvían sobre sus pasos para enfrentar la nueva amenaza.
Y Arken, demostrando un control de los tiempos asombroso, hizo salir a los suyos una vez más, atrapando al enemigo entre dos fuegos. Al menos, hasta que se levantó una furiosa nube de polvo que envolvió el combate.
Logrando tirar a su oponente escaleras abajo, el hijo de Sandorai bajó, clavando su espada en el cuello asegurándose de que no sólo pareciese ya difunto al pasar a su lado.
La situación resultaba caótica, y Nou conjuró su propia protección contra las trapacerías de esa maldita raza. Esquivando una nueva ola, cambió su arma de orientación, colocando la hoja a lo largo de su brazo, y abrió una zanja en el primer desgraciado que apareció tras ésta, eliminando parte de la ventisca de arena.
De pronto, se vio extrañamente solo, sin enemigo alguno al que batir. Un lapso cuya duración ascendió a un minuto, seguido de otro. Extraña y enormemente largo en una batalla. Sólo cuando se disipó por entero la arena comprendió la causa.
Los mercenarios, los mismos que habían iniciado aquella refriega con tanto ahínco, estaban huyendo en un número mucho menor que cuantos habían llegado a combatir.
Tenso, no se atrevió a relajarse un ápice. No podía dar crédito. ¿Realmente todo había terminado ya? ¿Habían vencido?
Pero los gritos de los nativos llegaron hasta sus músculos, y clavando la espada en la tierra, se dejó caer, sentándose con las manos hacia atrás, también apoyadas en el suelo, notando el cansancio de todo lo acontecido. Todos los supervivientes aclamaron a Arken, y la leona levantó su espada como señal de victoria.
Y Nou alzó la cabeza, sin levantarse y sonrió.
Parte de los guerreros de la zona, su mayoría, siguieron a marchas forzadas a los mercenarios, con el fin de atacar la mina por última vez.
Él, en cambio, volvió a Ni´lo con unos pocos heridos y otros oriundos del lugar que habían decidido que su contribución había llegado a su fin. El elfo se despidió de Garin y del resto de la aldea, recibiendo lo necesario para alcanzar el destino que se había propuesto al dejar los bosques del sur. Echó un vistazo a las armas, armaduras y cuanto habían obtenido de botín, amontonado en el lugar de reunión alrededor del cual se erigían las chozas aldeanas.
Hasta que fue interrumpido.
-¿Te marchas?- preguntó una voz infantil, y el aludido cruzó una mirada con la niña serpiente que le había hablado a su llegada. Ése sonrió.
-Es momento- asintió. Ella señaló a una colina cercana.
-Ven- pidió- Murtach dice que ha encontrado agua. Nadie quiere ir.
El espadachín dirigió su mirada a un lado. Recordaba demasiado bien la asquerosidad negra que el zahorí había hecho salir de la tierra. No tenía demasiado ánimo para ver un nuevo fracaso de ese farsante. Y menos, con una niña ilusionada.
No obstante, encogiéndose de hombros, la siguió, preparado para haber perdido unos segundos de su vida en algo inservible. Contenta, la chiquilla le precedió hasta una suave depresión orográfica, donde Murtach y dos más de los suyos cavaban con desenfreno. Nou se sentó, con los brazos sobre las rodillas, a una distancia prudencial. Ella en cambio, permaneció de pie a su lado.
Gritando con su peculiar manera de hablar, el zahorí y sus compañeros se apartaron. Cinco pares de ojos contemplaron como un estallido de agua de un palmo surgió, durando un parpadeo. Hastiado, el extranjero suspiró y se irguió. Exactamente lo que había esperado.
Observó el horizonte, antes de sentir un temblor y girarse por entero. Y la niña-sierpe gritó de alborozo cuando un gran géiser hídrico surgió, primero marrón y luego, de agua límpida.
Con la mandíbula casi desencajada, Nou no podía dar crédito. Ese loco idiota lo había logrado.
Acuclillado en la parte alta de uno de los lienzos de muralla semiderruidos, el elfo escuchó al viento mecer la árida tierra. Un temblor extraño sacudió muy levemente su lugar de observación. Algo que su larga experiencia borrando hechiceros creyó distinguir. Magia.
El ataque no tardaría en llegar.
La mayor parte de los defensores se encontraban a plena vista, simulando la idea de contener a los atacantes en ese mismo lugar, armas en mano. Sólo dos antorchas en la parte más elevada de la zona les iluminaban, dejando ver una cantidad inexacta de oponentes. Sus sombras, desde la posición del espadachín, bailaban al son del fuego. Uno por uno, fue observando a todos los que habían decidido oponerse finalmente a los planes empresariales de los extranjeros. Sabía que varios, un tercio si las cosas iban bien, perdería la vida en defensa de su hogar.
Algo que le vinculaba con la misión que terminaría esa noche. Entonces retornaría a la negociación pendiente con el clan Eyther. Un buen primer paso, después de once años de estériles viajes, de casi nueve décadas de vida. De un sinnúmero de duelos y muertes. De guerras, frágiles victorias y duras derrotas.
En ello se encontraba pensando, cuando el enemigo lanzó contra ellos un primer golpe. Uno, que el dirigente de las fuerzas que allí se encontraban para castigar las incursiones de los nativos sin duda esperaba que fuese suficiente por su magnitud. Conjuros elementales, incluso algunos formados irónicamente por la poca humedad existente en el aire de la zona, cayeron contra los defensores. Refugiándose como tantos otros tras la muralla del fuego y las rocas lanzadas desde las filas rivales, Nousis esperó, escuchando como su corazón, rítmico, bombeaba de una manera más acusada y pese a ello, aún natural. Sus ojos encontraron a Arken, quien incluso cerró los suyos un instante. Ambos esperaban lo mismo. La pequeña oportunidad del momento en que sus oponentes buscasen el cuerpo a cuerpo, la invasión de la olvidada fortaleza, sólo atacada hasta ese día por los estragos del tiempo.
Contados nativos se atrevieron a permanecer vigilantes en lo alto, tras la segunda descarga de los hechiceros. El espadachín pasó dos dedos de su mano izquierda por la hoja de su arma, inmerso en sí mismo, hasta que escuchó un grito que dio paso a la segunda fase de la batalla.
Se permitió asomarse un instante. Necesitaba calibrar las opciones reales de las que disponían. Si no demasiado superados en número, no dudaba que sí en cuanto a calidad de quienes blandían sus espadas y hachas, lanzas y mazas. De su parte. La suerte, la sorpresa y el ingenio. Pronto se revelaría cuanto valdrían tales puntos a su favor.
Sonrió, agradecido, al escuchar los alaridos de dolor y pánico de la primera remesa que cayó en el camuflado foso de estacas. Los nativos aprovecharon el momento y, a la orden de Arken, saetas y jabalinas volaron contra el enemigo, antes de volver a resguardarse. No pocos perdieron la vida, pero eso no arredró a los protectores de la mina.
Nunca supo cuantos llegaron al patio del complejo defensivo. Decidió esperar, antes de hacer uso de sus habilidades contra la especie dominante de la islas meridionales. Habían llegado a un punto donde los hechizos de área atacarían a los suyos, y la espada del elfo comenzó un trabajo eficiente contra los mercenarios de los Toferth. Sin embargo, apenas podía hacerse con el contexto del momento. Su mirada sólo podía dirigirse a los aceros que ansiaban traspasarlo, unos que no parecían tener fin.
Pero sí era capaz de notar el flujo de la batalla. Los suyos comenzaban a retroceder, escondiéndose en pequeños grupos en esa ratonera del subterráneo. Alerta, escuchó el primer sonido acordado, cuando únicamente él, junto a Arken y otros cinco combatientes permanecían sin entrar a cubierto, ante una fuerza que los cuadruplicaba en número. Paso a paso, el elfo fue distanciándose de la entrada, y como esperaba, muy pocos de entre sus enemigos le siguieron, centrados en vencer la resistencia y tumbar el último escudo de piedra y tierra que les separaba de los nativos. Nou se permitió un rápido vistazo desde las ajadas escaleras exteriores por las que fue ascendiendo hasta la mitad de una torre cuya parte superior era ya inexistente. Algunos mercenarios habían entrado, antes de que la pesada puerta fuese cerrada. Pocos, y con todo, el forastero vaciló en sus previsiones.
Entonces, el segundo cuerno sonó.
A tenor de la sencilla trampa del foso, del incauto ataque de las huestes de los Toferth, de los golpes a la línea de suministros, los atacantes habían vuelto a subestimar a los autóctonos. Y de pronto, desde las zonas cercanas, la segunda parte de los aldeanos, obreros y contrarios a la mina se abalanzaron ante los desprevenidos invasores. Entrechocando su espada contra la parte superior del hacha que buscaba terminar con él, Nou pudo ver cómo las tropas rivales volvían sobre sus pasos para enfrentar la nueva amenaza.
Y Arken, demostrando un control de los tiempos asombroso, hizo salir a los suyos una vez más, atrapando al enemigo entre dos fuegos. Al menos, hasta que se levantó una furiosa nube de polvo que envolvió el combate.
Logrando tirar a su oponente escaleras abajo, el hijo de Sandorai bajó, clavando su espada en el cuello asegurándose de que no sólo pareciese ya difunto al pasar a su lado.
La situación resultaba caótica, y Nou conjuró su propia protección contra las trapacerías de esa maldita raza. Esquivando una nueva ola, cambió su arma de orientación, colocando la hoja a lo largo de su brazo, y abrió una zanja en el primer desgraciado que apareció tras ésta, eliminando parte de la ventisca de arena.
De pronto, se vio extrañamente solo, sin enemigo alguno al que batir. Un lapso cuya duración ascendió a un minuto, seguido de otro. Extraña y enormemente largo en una batalla. Sólo cuando se disipó por entero la arena comprendió la causa.
Los mercenarios, los mismos que habían iniciado aquella refriega con tanto ahínco, estaban huyendo en un número mucho menor que cuantos habían llegado a combatir.
Tenso, no se atrevió a relajarse un ápice. No podía dar crédito. ¿Realmente todo había terminado ya? ¿Habían vencido?
Pero los gritos de los nativos llegaron hasta sus músculos, y clavando la espada en la tierra, se dejó caer, sentándose con las manos hacia atrás, también apoyadas en el suelo, notando el cansancio de todo lo acontecido. Todos los supervivientes aclamaron a Arken, y la leona levantó su espada como señal de victoria.
Y Nou alzó la cabeza, sin levantarse y sonrió.
[…]
Parte de los guerreros de la zona, su mayoría, siguieron a marchas forzadas a los mercenarios, con el fin de atacar la mina por última vez.
Él, en cambio, volvió a Ni´lo con unos pocos heridos y otros oriundos del lugar que habían decidido que su contribución había llegado a su fin. El elfo se despidió de Garin y del resto de la aldea, recibiendo lo necesario para alcanzar el destino que se había propuesto al dejar los bosques del sur. Echó un vistazo a las armas, armaduras y cuanto habían obtenido de botín, amontonado en el lugar de reunión alrededor del cual se erigían las chozas aldeanas.
Hasta que fue interrumpido.
-¿Te marchas?- preguntó una voz infantil, y el aludido cruzó una mirada con la niña serpiente que le había hablado a su llegada. Ése sonrió.
-Es momento- asintió. Ella señaló a una colina cercana.
-Ven- pidió- Murtach dice que ha encontrado agua. Nadie quiere ir.
El espadachín dirigió su mirada a un lado. Recordaba demasiado bien la asquerosidad negra que el zahorí había hecho salir de la tierra. No tenía demasiado ánimo para ver un nuevo fracaso de ese farsante. Y menos, con una niña ilusionada.
No obstante, encogiéndose de hombros, la siguió, preparado para haber perdido unos segundos de su vida en algo inservible. Contenta, la chiquilla le precedió hasta una suave depresión orográfica, donde Murtach y dos más de los suyos cavaban con desenfreno. Nou se sentó, con los brazos sobre las rodillas, a una distancia prudencial. Ella en cambio, permaneció de pie a su lado.
Gritando con su peculiar manera de hablar, el zahorí y sus compañeros se apartaron. Cinco pares de ojos contemplaron como un estallido de agua de un palmo surgió, durando un parpadeo. Hastiado, el extranjero suspiró y se irguió. Exactamente lo que había esperado.
Observó el horizonte, antes de sentir un temblor y girarse por entero. Y la niña-sierpe gritó de alborozo cuando un gran géiser hídrico surgió, primero marrón y luego, de agua límpida.
Con la mandíbula casi desencajada, Nou no podía dar crédito. Ese loco idiota lo había logrado.
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Temas similares
» Turno de noche en el Lecho de pulgas[Privado Woodpecker] [Trabajo-Noche]
» [Trabajo/Noche] Llantos en la tumba.
» El de repuesto [Trabajo] [Noche]
» Biosfera [Trabajo] [Noche]
» [Trabajo] Una noche en el cementerio [Bio + Ghabriel]
» [Trabajo/Noche] Llantos en la tumba.
» El de repuesto [Trabajo] [Noche]
» Biosfera [Trabajo] [Noche]
» [Trabajo] Una noche en el cementerio [Bio + Ghabriel]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr