Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
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Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Había dormido poco las últimas noches. La falta de sueño podía apreciarse no sólo en su rostro, marcado por las ojeras violáceas, también en su carácter, fácilmente irritable hasta cuando era ella misma quien tenía que soportarse. Si antes de su pernocta en Rocagris apenas había recuperado el descanso necesitado tras el mes transcurrido en Tortuga, después del encuentro con aquel humano las pesadillas y temores habían hecho nido en su cabeza. Y cada noche se revolvían. No obstante, algo de lo ocurrido en aquella isla era en lo que buscaba sumergirse cada vez que cerraba los ojos. Si bien encontraba en aquella imagen un remanso de paz, lo que trataba de hacer cada vez que, de alguna forma, regresaba a ella era estudiarla, analizarla, memorizar cada detalle, cada imagen, sonido o sensación. Cuando meditaba, consciente de su letargo, pero también cuando soñaba. Tantas intrusiones en su psique, primero un brujo, luego otra y después el elfo… Su instinto de supervivencia parecía obligarla a permanecer alerta, incluso dormida. Dioses, había olvidado la última vez que sintió haber caído en un sueño profundo y verdaderamente reparador.
En las últimas semanas se había volcado, quizá de manera obsesiva, en libros de Historia, cartografía, mitos y leyendas que tenían que ver con su Pueblo y con Midgard. Especialmente centró su atención en aquellos que lo nombraban como Bosque de los Dioses, tal y como Aluvalia lo había hecho. Incluso Lissinda se había visto en la necesidad de indicarle, en varias ocasiones, que no pasaría el descuido de su salud, dejando que olvidase hasta las comidas. Su intención no era otra que tratar de ubicar aquel rincón del bosque que la espectral figura le mostró en una proyección que apenas duró unos minutos, entre los restos de lo que el fuego arrasó. Aquella idea desquiciaría a cualquiera. Por otro lado, había dado vueltas y más vueltas a cada página, cada párrafo, cada frase y cada palabra del diario que guardó de aquel guardia. Si los Malditos se hacían con la manera de resistir al fuego, nada les impediría cruzar un bosque envuelto en llamas. Sonrió. En realidad, a ninguna criatura le resultaría fácil hacerlo, aún siendo insensibles a las llamas o al calor. Los seres moradores de Midgard podían resultar mortales, aquello lo había presenciado por sí misma.
Paseó los dedos por la hoja del cuchillo con la runa protectora incrustada en el mango, distraída. Pese a que apreciaba la calidad de los productos de aquel arcanista, la voz de la conciencia le invitaba a no terminar de confiar que funcionase a la perfección. Y que no debía partir sola en aquella expedición. Barajó sus opciones mentalmente, repasando la red de contactos que había logrado tejer desde que abandonó la aldea que la vio nacer. Y crecer, hasta que se hartó de encontrarse encerrada en un callejón sin salida. Ahora, aquel laberinto tenía nuevos caminos que podían llevar a una salida. Aquello, por descontado, tenía que ser compartido con alguien que pudiera comprender el alcance de sus intenciones, de la necesidad de hacerlo. Y consideraba preciso que se tratase de uno de los suyos, para evitar tener que instruir a nadie en las cuestiones de su gente. Eso la dejaba pocas opciones, dos en realidad. Aunque sólo una le debía un favor.
*****
A escasos metros del campamento de los Ojos Verdes desmontó del caballo, separando las riendas del segundo. En Eddamber se había ganado el favor de muchos y había pedido prestados un par de jóvenes equinos para el viaje. Aguantarían la travesía y los días de estancia en tan arduas tierras. Sin embargo, había preparado a conciencia su presentación ante las puertas del clan. Entre la ironía y la verdad, en los momentos que habían compartido, el peliblanco le había descrito pequeños retazos de cómo funcionaba su familia, los suficientes para unirlos a sus propios prejuicios. Además de estar acostumbrada a ver cómo la imagen de damisela en apuros solía funcionar.
Montada de nuevo en su caballo, terminó de acortar la distancia hasta el puesto de control. Dos Ojosverdes le dieron el alto, pareciendo sorprendidos de encontrar a alguien distinto a los suyos por allí.
—Solicito hablar con vuestro jefe.— indicó con voz firme, sin desmontar todavía.
Tras mirarse extrañados, uno de ellos se ausentó unos momentos. El otro esperó, cruzado de brazos, examinando a la elfa con descaro, aunque respetando todos los límites. Ella, sin embargo, pasó por alto su presencia, siguiendo los movimientos del primero, que regresó al poco acompañado de un tercero. Por su atuendo y presencia, dedujo que había sido debidamente atendida.
—Mi chico dice que busca al jefe. Bien, yo soy el jefe. ¿Qué se le ofrece, señorita?
—Busco a uno de sus chicos. Requiero sus servicios como escolta.
El tipo quedó en silencio un segundo, impactado. De hecho, cruzó un par de miradas con los dos guardias, contrariado, antes de responder.
—No acostumbramos a ese tipo de servicios, señorita. Pero si fuera un poco más específica…
—No sé su nombre. Es joven, con pelo blanco.
El elfo enarcó una ceja, antes de torcer el gesto y cambiar su postura. Si antes cargaba todo su peso sobre una pierna y la cadera, despreocupado, ahora se irguió sobre ambas, cruzando sus brazos delante de su cuerpo.
—¿Qué pasa con él?
—Nos cruzamos una vez. Desconozco lo que hacía en aquellos caminos, no fue lejos de aquí. Unos bandidos asaltaron mi caravana, él los… Bueno, digamos que los detuvo. Esos míseros humanos, sucias ratas… Piensan que pueden comernos terreno. Ahora necesito un escolta eficiente, lo que vi me lo parece. Claro que no quiero interrumpir vuestra normalidad, puedo buscar en otro lado.
La elfa apreció el cambio en la mirada del líder, dio en el blanco con su montaje.
—No será necesario. Si me acompaña, lo haré llamar. No he oído su nombre al presentarse…
—No lo he hecho. Aylizz, con eso tendrá que bastar.
El elfo hizo llamar a otro de sus chicos. Le dijo algo al oído y este se escabulló entre el resto de los que pululaban por allí. Después le ofreció tomar asiento en el interior de su tienda y puso entre sus manos una jarra de hidromiel, algo que aceptó. Tomó asiento frente a ella y tras observarla unos instantes en silencio, hizo tiempo hasta que Tarek acudió al requerimiento, tanteado, supuso ella, el cuándo y el cómo y la verdad de su historia.
Última edición por Aylizz Wendell el Vie Mayo 19 2023, 12:10, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Alargo el brazo para tomar el libro que se encontraba bajo la mesa y, en el proceso, revolvió algunas de las hojas que se encontraban a sus pies. Maldijo en voz baja, al tiempo que colocaba un trozo roto de papel en el volumen que acababa coger y lo colocaba, en un equilibrio bastante precario, sobre su pierna. Sin soltar los pergaminos que tenía en la mano izquierda, intentó volver a ordenar las hojas que había descolocado. Al apartar una de ellas, pudo ver un diagrama grabado en uno de los muchos libros que había a sus pies.
Rodeado de libros y pergaminos garabateados, con el cálamo de la pluma entre los dientes, lo encontró el enviado de Gwinn, que lo informó de que lo estaban buscando. Tarek lo observó con extrañeza. Dhonara le había informado, a su regreso de la isla, de que estaría “apartado” por un tiempo de las misiones. Su decisión le había extrañado pero, puesto que necesitaba tiempo para investigar la información que le había dado el antepasado de los Inglorien, no se había quejado. Además, la líder del campamento se habría presentado allí personalmente de haber querido hablar con él. Nadie más, que a él le constase, podía estar buscándolo.
Ante su inactividad, el otro elfo lo instó a acompañarlo.
- ¿Quién me busca? –preguntó finalmente, mientras reubicaba con pesar los tomos. La interrupción lo había cogido en un punto importante de sus pesquisas, o eso pensaba, mientras intentaba recordar dónde dejaba cada cosa.
- Gwinn solo me ha dicho que debes acompañarme –se encogió de hombros, antes de añadir- Venga, hermanito, que no tengo todo el día.
Poniendo los ojos en blanco, el peliblanco se levantó y siguió a su compañero fuera de la cabaña que desde hacía años era su casa. Cruzaron varios de los puentes colgantes que comunicaban los diferentes árboles en los que habitaban, hasta llegar a las dependencias de Dhonara. Con un gesto de la cabeza, su compañero le indicó que entrase.
La elfa que lideraba aquel campamento de los Ojosverdes le daba la espalada cuando cruzó la tela que servía de puerta.
- Te están buscando –fue su parco saludo- Una elfa, del norte. Dice que os conocéis –se giró para encarar al peliblanco. Tarek la miró con una ceja alzada, instándola a continuar- ¿Hay algo que deba saber?
- No lo sé –respondió él quedamente- Desconozco de quién hablas, así que hay poco que pueda decirte que no sepas ya.
Ella lo observó con atención, como sopesando sus palabras. Tarek la conocía lo suficiente como para saber en qué estaba pensando, así que mantuvo el rostro impasible, mientras se preguntaba en su fuero interno quién habría ido hasta allí a buscarlo. Alguien que lo conocía… una elfa… Solo una persona cabía en aquella descripción, pero todavía recordaba las palabras que la rubia había pronunciado cuando la había invitado a los campamentos.
Dhonara relajó sus facciones y le sonrió, al tiempo que se acercaba y le pasaba un brazo por los hombros.
- Vamos entonces. No queremos hacer esperar a nuestra invitada –sin soltarlo, lo guio de nuevo por los puentes hasta alcanzar la zona baja del campamento, donde se apostaba la guardia.
Guiñándole un ojo, entró en la tienda delante de él, con cierto dramatismo. Por segunda vez, el elfo puso los ojos en blanco, antes de seguirla. En el interior, pudo ver a Gwinn sentando ante una aparentemente tranquila Aylizz. Cauteloso, Tarek la observó en silencio, cruzándose de brazos. Desconocía qué había alegado la chica al llegar allí y, fuese lo que fuese, no quería comprometerla. Por suerte o por desgracia, Dhonara tomó la iniciativa.
- Buenas tardes ¿señorita…?
- Aylizz –contestó Gwinn, mirando a la líder- Solo eso.
- Buenas tardes, señorita Aylizz. Mi nombre es Dhonara y soy la líder de este campamento. Uno de mis subalternos me ha informado de que ha solicitado la ayuda de nuestro Tarek –señaló al joven elfo- Como comprenderá, es un activo valioso para nosotros y, por lo tanto, necesito algo más de información –sonrió a la rubia, con esa sonrisa que mostraba afabilidad, pero que Tarek sabía que era afilada como una cuchilla.
Rodeado de libros y pergaminos garabateados, con el cálamo de la pluma entre los dientes, lo encontró el enviado de Gwinn, que lo informó de que lo estaban buscando. Tarek lo observó con extrañeza. Dhonara le había informado, a su regreso de la isla, de que estaría “apartado” por un tiempo de las misiones. Su decisión le había extrañado pero, puesto que necesitaba tiempo para investigar la información que le había dado el antepasado de los Inglorien, no se había quejado. Además, la líder del campamento se habría presentado allí personalmente de haber querido hablar con él. Nadie más, que a él le constase, podía estar buscándolo.
Ante su inactividad, el otro elfo lo instó a acompañarlo.
- ¿Quién me busca? –preguntó finalmente, mientras reubicaba con pesar los tomos. La interrupción lo había cogido en un punto importante de sus pesquisas, o eso pensaba, mientras intentaba recordar dónde dejaba cada cosa.
- Gwinn solo me ha dicho que debes acompañarme –se encogió de hombros, antes de añadir- Venga, hermanito, que no tengo todo el día.
Poniendo los ojos en blanco, el peliblanco se levantó y siguió a su compañero fuera de la cabaña que desde hacía años era su casa. Cruzaron varios de los puentes colgantes que comunicaban los diferentes árboles en los que habitaban, hasta llegar a las dependencias de Dhonara. Con un gesto de la cabeza, su compañero le indicó que entrase.
La elfa que lideraba aquel campamento de los Ojosverdes le daba la espalada cuando cruzó la tela que servía de puerta.
- Te están buscando –fue su parco saludo- Una elfa, del norte. Dice que os conocéis –se giró para encarar al peliblanco. Tarek la miró con una ceja alzada, instándola a continuar- ¿Hay algo que deba saber?
- No lo sé –respondió él quedamente- Desconozco de quién hablas, así que hay poco que pueda decirte que no sepas ya.
Ella lo observó con atención, como sopesando sus palabras. Tarek la conocía lo suficiente como para saber en qué estaba pensando, así que mantuvo el rostro impasible, mientras se preguntaba en su fuero interno quién habría ido hasta allí a buscarlo. Alguien que lo conocía… una elfa… Solo una persona cabía en aquella descripción, pero todavía recordaba las palabras que la rubia había pronunciado cuando la había invitado a los campamentos.
Dhonara relajó sus facciones y le sonrió, al tiempo que se acercaba y le pasaba un brazo por los hombros.
- Vamos entonces. No queremos hacer esperar a nuestra invitada –sin soltarlo, lo guio de nuevo por los puentes hasta alcanzar la zona baja del campamento, donde se apostaba la guardia.
Guiñándole un ojo, entró en la tienda delante de él, con cierto dramatismo. Por segunda vez, el elfo puso los ojos en blanco, antes de seguirla. En el interior, pudo ver a Gwinn sentando ante una aparentemente tranquila Aylizz. Cauteloso, Tarek la observó en silencio, cruzándose de brazos. Desconocía qué había alegado la chica al llegar allí y, fuese lo que fuese, no quería comprometerla. Por suerte o por desgracia, Dhonara tomó la iniciativa.
- Buenas tardes ¿señorita…?
- Aylizz –contestó Gwinn, mirando a la líder- Solo eso.
- Buenas tardes, señorita Aylizz. Mi nombre es Dhonara y soy la líder de este campamento. Uno de mis subalternos me ha informado de que ha solicitado la ayuda de nuestro Tarek –señaló al joven elfo- Como comprenderá, es un activo valioso para nosotros y, por lo tanto, necesito algo más de información –sonrió a la rubia, con esa sonrisa que mostraba afabilidad, pero que Tarek sabía que era afilada como una cuchilla.
Tarek Inglorien
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
No fue mucho lo que tardaron en interrumpir la conversación, que ya dudaba de por qué cerros llevarla para ocupar el tiempo. Su historia no estaba tan construida, partiendo de la base que ya había expuesto fue amoldando las respuestas en función de las preguntas. Para cuando Dhonara y Tarek llegaron, la efla ya había enmarcado su procedencia norteña, su buena posición familiar y la necesidad de compartir la información justa para asegurar su protección y la de su supuesto clan. No había llegado a dar muchos más detalles sobre el encuentro con el Ojosverdes y lo ocurrido en el mismo y menos mal, pues la presentación de su líder hizo iluminar sus ideas.
Se mostró completamente ajena a la presencia del peliblanco, como si aquello le importara poco, más preocupada por no dejar ver el desconcierto inicial al personarse ante ellos quien, ahora, decía ser la que ostentaba el cargo de mayor poder. Arqueó una ceja, dirigiendo una mirada contrariada a Gwinn cuando ella se presentó, repasando sus propias palabras desde la llegada hasta el momento. Había dado por hecho que quien manejaba los hilos de aquella comuna sería un varón, ¿por qué? Normatividad patriarcal aprendida. En su vida, las decisiones siempre habían sido tomadas por ellos. Su primer error no fue otro que asumir que habría un jefe. Por otro lado, haber hablado de «sus chicos» y no haber encontrado réplicas le hizo pensar que quizá ostentara una posición de oficial al mando. En cualquier caso, la matriarca se encontraba ahora frente a ella y eso no daba lugar a dudas.
Sólo tuvo un momento para pensar en su siguiente movimiento, mientras ella se presentaba y justificaba. Que ella misma le diese el nombre del elfo le hizo mucho más fácil no tener que estar pendiente de mentarlo por error y patinar, sin embargo, aquello fue lo único que se le volvió a favor. Ella sonreía de una forma que puso nerviosa a la rubia, quien asumió de sus palabras que no se lo pondría fácil. Tratar con Gwinn había sido relativamente llevable, una copa siempre amenizaba y daba la excusa perfecta para manejar los tiempos entre respuestas, excusándose en cada sorbo. Sus palabras habían sido seleccionadas con cautela, incluso en algún momento temió haber pecado de soberbia, aunque saliendo mejor airada de lo que podría haber esperado. Sólo posó su mirada en Tarek un instante, para encontrarlo impasible, tras su líder, aguardando en silencio. Su postura y rostro, a la par igual de rígidos, su silencio, su indiferencia ante su persona. Al menos la posición del elfo encajaba con lo que habría esperado encontrar, por ello el fingir no conocerlo, asumiendo que aquello le habría podido causar mayores problemas.
—Ya era hora, no esperaría que me hicieran perder tanto tiempo para una negativa.— dejó la copa sobre la mesa, dedicando una mirada de reproche al supuesto jefe y se levantó, dirigiéndose a la líder, aunque sin dejar de mantener las distancias —Gracias por la audiencia. He estado acertada en no explicar demasiado hasta el momento, no hay cosa más exasperante que tener que repetirse, ¿verdad?— sonrió con formalidad —Por supuesto, entiendo la necesidad. Pero, dadas las circunstancias, preferiría mayor intimidad.— dirigió entonces su mirada directamente hacia Gwinn —Confío en que lo comprenderéis cuando os exponga mi situación.
Dhonara la miró con expresión curiosa mal disimulada y con un gesto de la cabeza le indicó a Gwinn que se marchase. Aylizz alcanzó a ver a Tarek mirarla, a espaldas de su jefa, con una ceja alzada, pero se recompuso rápidamente cuando el otro se levantó.
—Tarek, tú también.— añadió la elfa, sin mirarlo —Por favor, tome asiento.— le indicó entonces a Aylizz, mientras ella se sentaba en el puesto ocupado hasta entonces por Gwinn.
Tragó saliva con sutileza, ligeramente nerviosa. Empezó a ver su plan hacer aguas por todas partes. Con él presente se hubiese mantenido firme, porque un gesto o una mirada podría salvarla de no tropezar. Pero sola…
—De verdad que agradezco la intimidad del asunto. Casi me he quitado un peso de encima cuando he visto a alguien como vos al mando.— comentó en tono adulador, aunque engañoso, pues su alivio resultaba de poder buscar la empatía femenina en su farsa —Como sí le he explicado a vuestro subalterno, él intervino cuando la caravana en la que viajaba fue asaltada. No le tembló el pulso al quitarles la vida a esos bandidos vidacorta, cualidad que no es fácil de encontrar en estos tiempos en los que todo es política.— hizo una breve pausa mientras tomaba asiento tratando de darle mayor dramatismo a la historia —No me perderé en los detalles Dhonara, pero tu chico me quitó de encima a esa basura humana. Y no hablo figuradamente.— carraspeó un momento antes de continuar —Ese indeseable me forzó. Mancilló mi honor. Y la única razón por la que escapó con vida fue porque a él casi lo mata otro de esos cerdos.
Dhonara la observaba atenta mientras hablaba, sin interrumpirla. La rubia notó que comenzaba a acelerarse y tomar carrera en aquella invención, llegando a pensar que ni ella misma se lo estaba creyendo, así que prefirió dejar el planteamiento en aquel punto.
—Lamento su desafortunado encuentro y aún más que tenga que revivirlo. Los Ojosverdes siempre hemos defendido que las mujeres debemos aprender a luchar al igual que los hombres y os aseguro que somos mucho más letales que ellos, de proponernoslo.— sonrió y ella no supo cómo entender sus palabras, ¿se suponía que era una amenaza? —Es una pena que otros clanes prefieran seguir subyugando a sus féminas y tratándolas como delicadas florecillas— le echó un vistazo a Aylizz, con cierta sorna en su expresión.
Ella arrugó la nariz un instante, en una acción casi refleja. Nadie había hablado de clanes, pero parecía que le había calado de lleno.
—No os culpo por pensar así de mí, me es familiar. Muchos cuestionan si seré apta para liderar el clan, soy la siguiente en la línea de sucesión.— se encogió de hombros, tirando de inventiva una vez más, siguiendo el hilo de las palabras de Dhonara, aunque no las terminaba de entender.
—Pero todos somos hermanos, ¿no? Aunque hay algo que me resulta extraño. Tarek nunca me ha hablado de ese episodio. ¿Cuando dice que sucedió?
La miró contrariada cuando comentó su desconocimiento, pero ante la última pregunta medio sonrió, dejando escapar un ligero resoplido. Esperaba una pregunta así, sería de lo poco en lo que había acertado hasta el momento. Ya había pensado en ello y no podía mentir en ello, dando por evidente que la líder estaría al tanto de todas las entradas y salidas del elfo.
—Hará unas semanas de aquello…— murmuró, apretando ligeramente el puño y desvió la mirada un momento hacia ninguna parte, guardando silencio y frunciendo el ceño. En su primera verdad, los recuerdos del tormentoso viaje flashearon en su memoria. Tras reponerse, se acomodó en el asiento y volvió a mirarla. —Reconozco que me sobresalté cuando apareció de repente, en los caminos... Creí que también me atacaría. Se explicó con estar de regreso a casa. ¿Y qué culpa puedo tener yo de que no comentase aquello?
Dhonara la observó de nuevo con atención y tras un rato de silencio, silvó de una forma peculiar. Segundos más tarde, Tarek entró en la tienda. Ella trató de mantenerse indiferente cuando procedió a su silencioso examen, permitiéndose ella analizarla también. La observaba y sólo pensaba que aquellas buenas formas acabarían con un «Lo siento, pero no». En el mejor de los casos. Sin embargo, sintió que se le retorcían las entrañas cuando tras aquel silbido, él apareció como un can acudiendo a la llamada de su ama.
—La señorita— la señaló —dice que te conoce. ¿Es cierto?— miró entonces a Tarek, que se limitó a asentir —No me habías dicho que conocías a la heredera del clan…— lo dejó en el aire, como preguntándolo, pero la joven no intervino.
—Lo desconocía.— respondió el peliblanco.
—También dice que le salvaste la vida.— Dhonara lo miró fijamente.
Un escalofrío recorrió la espalda de la rubia cuando escuchó aquella pregunta. No, ella no había dicho en ningún momento que le salvase la vida.
—Más bien ella me la salvó a mi.— contestó el elfo, llevándose la mano al abdomen y mirando a su líder.
Pudo sentir sus pupilas dilatarse al abrir los ojos, incrédula, no tanto por la respuesta sino por la impasividad con la que él contestaba. Dudó por un momento. Él no la mentía, ¿por qué? ¿No quería? ¿O no podía? Cuando la Ojosverdes se volvió hacia ella, esbozó media sonrisa, con un sutil gesto de altivez. Ella se recompuso, tornando la expresión a una recelosa.
—Una deuda de vida…— comentó casualmente, entrecerrando los ojos —¿Cuál es el cometido para el que lo necesitáis?
—Soy más dura de lo que parezco. Hasta la rosa más bonita tiene espinas.— comentó, mientras se acomodaba un poco más en la silla. Dhonara sonrió ante el comentario. —Lo atacaron por la espalda, qué iba a hacer, ¿dejarlo ahí? Pero esa escoria se escapó. Voy a darle caza y como dije a mi llegada, necesito un escolta competente.
—Sin duda, le debemos mucho. Sin su predisposición a ayudar, Tarek no estaría aquí.— miró al peliblanco de reojo, pero este estaba mirando a la nada con cara neutra. Se dirigió de nuevo a Aylizz, recostándose en el asiento —De acuerdo. Tarek le acompañará, estoy segura de que sabrá hacer lo que corresponde— se levantó y le colocó a él una mano en el hombro. Por un momento los dos se miraron. Después ella se dió la vuelta hacia Aylizz para despedirse. —Que tenga buen viaje, señorita Wendell.— le sonrió otra vez con esa sonrisa afilada y se fue.
Escuchar su nombre en boca de Dhonara le rompió los esquemas. Antes de responder, miró a Tarek con cara de circunstancia, sintiéndose una completa idiota. De modo que sabía quién era y su relación con él y quién sabía cuántas cosas más. Debería haberlo imaginado… Sectarios, herméticos, controladores. Aún así, habría jurado que él habría evitado contarles algo como lo ocurrido en Tortuga.
—Gracias Dhonara.— se limitó a decir, antes de que abandonase la escena.
Cuando estuvieron solos, la elfa entrecerró los ojos, clavándolos en él. Sus intentos por dejarlo en buen lugar habían resultado ser la pala que cavó su tumba, pero él la había empujado dentro.
—Wendell, eh.— entonces medio rió —Tendría que haberte dejado morir y me habría ahorrado el quedar como una idiota.— refunfuñó, aunque acercándose hacia él.
No, aunque quisiera, no podía culparlo. Mucho menos replicarle nada. Ella no tenía nada más que escasas líneas que el Inglorien le había dibujado de los suyos y sus propias convicciones les habían dado forma. No reprimió un abrazo cuando lo tuvo delante.
—¿Cómo estás? Me alegro de verte.— expresó entonces con cariño y una ligera sonrisa. Tarek cambió la expresión seria por la misma de ella y correspondió en el abrazo.
—Yo también me alegro de verte. Aunque si te soy sincero, no me lo esperaba.— miró sobre su hombro hacia la puerta —No te lo tomes a mal. Dhonara no soporta a los mentirosos, o más bien no soporta a los que mienten mal. Si no hubiese conocido la historia de antes, estoy seguro de que habrías conseguido convencerla.— le invitó a volver a sentarse y él hizo lo mismo, después de ofrecerle algo de beber.
—Asumo entonces mi sentencia de muerte, a su parecer.— replicó una vez más —Pero no esperaba que les hubieras hablado de todo aquello. Y oye, por lo poco que me contaste... Supuse que tendría que ser una razón de mucho peso para que te dejaran salir de aquí. Tendríamos que mejorar la comunicación.— bromeó, tomó asiento y aceptó la invitación. Antes de decir nada más, miró hacia la puerta. —Ella no me gusta.— murmuró en voz baja, antes de tomar un sorbo
—Lo mejor de todo es que si hubieses dicho la verdad desde el principio me habrían dejado ir igual. No hay nada que un Ojosverdes soporte menos que deberle su vida a alguien de fuera del clan.— pareció que se contenía para no reír —Aunque ahora me he quedado con ganas de saber cómo iba a acabar tu historia.
—Ah, bueno, era un drama, pero no volveré a cometer el error de ponerte por las nubes.— replicó de nuevo, divertida.
—Dhonara sabía a dónde me iba cuando marché y cuando volví tenía una cicatriz nueva. Ella sintió curiosidad y yo no vi razón alguna para mentirle. Ha sido mi mentora desde hace años.— guardó silencio un momento.
—Mentora y dueña.— escupió, casi sin pensar. Él la volvió a mirar con una ceja alzada y negó con la cabeza cuando lo dijo, pero dejó pasar el asunto. —Perdona… Es sólo que... No importa.
—Aunque hay detalles, más bien un detalle en específico que nos acompañó todo el camino, que prefiero no tener que discutir.— añadió en voz más baja, y volvió a callar. Ella asintió cuando habló de Iori, sin hablar de ella, entendiendo que no les había contado todo, después de todo. Tarek se relajó en el asiento y cambió de tema. —¿Acaso mi vida no te parece razón suficiente para que me dejen salir? Si no hubiese pasado esto— se señaló el abdomen —podrías haber contado la historia más melodramática del mundo y la respuesta habría sido siempre no. Pero se toman las deudas de sangre muy en serio. Aparte, creo que le caes bien.— volvió a mirar hacía la entrada.
—Soy afortunada.— comentó con sorna —Ahora en serio, necesito tu ayuda. Pero no quiero contártelo aquí...— volvió a murmurar. Tarek se encogió de hombros, metió la mano en la parte superior de la túnica para coger algo, que después le enseñó. La punta de flecha.
—Te dije que pagaría mi deuda y lo haré.— la puso en la mesa ante ellos —Y aunque no la tuviese, te ayudaría igual. Somos amigos, ¿no?— le sonrió —Así que dime la dirección y te seguiré.
Suspiró con una sensación de agridulce recuerdo. Habían pasado tiempo juntos, intenso, pero no terminaba de sentirse natural esa palabra. «Amigos». No lo conocía, sabía poco de él. Ya había cometido muchos errores por hacerse ideas anticipadas. Aunque no engañaría a nadie negando que lo miraba con buenos ojos.
—Así que les hablaste de mí...— comentó, devolviéndole la sonrisa, mientras posaba la mano en la punta y la deslizaba de nuevo hacia él. —Midgard.— indicó, sin más explicaciones —Así que cuando estés listo.
—Bueno, alguien tenía que llevarse los galardones. Me pareció justo que fuese a la persona que se los había ganado.— se puso en pie tras coger la flecha —Debo recoger mis cosas para el viaje. Puedes quedarte aquí y esperar o puedes acompañarme y te enseñaré las maravillas de nuestra arquitectura. Tú decides.
—¿Bromeas? No pienso quedarme aquí sola. Te sigo.
Se alejaron del puesto de mando y tras escabullirse entre la maleza, el elfo descolgó una escalera de entre las ramas de un árbol. Ella lo miró, contrariada y él le dirigió una mirada al cielo. Su boca se abrió ligeramente al comprender dónde se encontraba el campamento realmente. Caminaron por los puentes que colgaban varias decenas de metros sobre el suelo y durante el tramo que lo siguió, ella no podía hacer más que mirar a todas partes, embelesada. Cabañas entre las ramas de un frondoso bosque y repleto de vida. Habría resultado imposible que encontrase aquel sitio de no haber topado con el puesto de control. A pesar de los muchos que saludaban al elfo a su paso, no se detuvieron hasta llegar a su cabaña.
—De verdad que vivías en un árbol.— comentó antes de cruzar la puerta de la cabaña, recordando aquella conversación en la que había dado por hecho que, entonces, le tomaba el pelo.
—Así es. Bienvenida al Campamento sur, también conocido como la Ciudad en los árboles...— entró en la cabaña para apartar cosas de en medio y ella lo siguió.
—Menuda biblioteca...— añadió al entrar, contemplando el despliegue de medios que llenaba la estancia principal.
Ante su comentario, miró todos los libros desperdigados y amontonados que llenaban la estancia, antes de justificarse, vagamente.
—No creas. Apenas son algunos de los volúmenes que fue recolectando el clan Inglorien. La mayoría aún sigue en la casa de Eithelen, donde me crié.— comentó, antes de ponerse a coger cosas por aquí y por allá.
—Lectura de noche, eh...— apuntó, mientras ojeaba por encima las páginas de los que estaban abiertos —¿Estudias o revives?
Le resultó gracioso ver cómo parte de su rostro asomaba tras un mueble alto, para comprobar a qué se estaba refiriendo.
—Investigo.— respondió y siguió buscando sus cosas.
—¿Hace mucho?
—Eso en particular, desde que volvimos de la isla. Aunque en realidad siempre estoy metido en algo.— se encogió de hombros y siguió a lo suyo.
Lo miró un momento, dedicando un par de minutos a observar sus movimientos, removiendo cajones, ahuecando cajas. Sonrió de medio lado, reafirmandose en su elección de contar con él, antes de volver a los libros.
—Si... Yo también he estado investigando desde que volví. Por eso he venido.— expuso ella, al fin.
Él la miró, entonces con mayor atención, mientras se enroscaba la cadena del arma. Cogió su bolsa y se acercó a ella.
—Bien, porque yo también tengo preguntas y creo que va siendo hora de que partamos para que puedas contestarlas.
Salieron de la cabaña pero, esta vez, fue guiada por un camino diferente al que siguieron para llegar a la cabaña de Tarek. Por el camino lo saludaron otros tantos elfos y elfas, aunque ahora todos le deseaban buen viaje y repetían una misma frase, en tono de despedida. Al final del puente, se detuvieron ante un mecanismo por el que descender en rapel.
—Con esto bajaremos más rápido.— comentó mientras comenzaba a colocarse al borde. Aquello la entusiasmó.
—¿Descolgarme por los árboles? Sí, por favor.
Sin mayores distracciones, se dirigieron hasta el puesto de mando, donde la elfa había dejado su caballo a buen recaudo. Dhonara se encontraba allí, a la espera.
Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Los minutos le parecieron horas, mientras esperaba en el exterior de la tienda en la que Dhonara y Aylizz hablaban, solo los dioses sabían de qué. Cuando finalmente había comprobado que era ella la persona que lo buscaba, le había extrañado que su líder se implicase en el asunto. ¿Qué había alegado Aylizz para poder verlo? Estaba claro que no les había dicho que venía simplemente a saludar, de lo contario sería él y no Dhonara la persona en el interior de la tienda. Descruzó los brazos y suspiró por pura frustración. Quizás debía haberla avisado cuando la invitó a pasarse por los bosques del sur.
- Vamos Tarek –giró la vista hacia Gwinn- No va a hacerle nada. Es una de los nuestros, aunque sea de otro clan.
El peliblanco lo observó unos instantes, pero antes incluso de poder responderle, fue convocado al interior de la tienda.
Necesitó toda su fuerza de voluntad para no reírse ante la expresión de perplejidad en el rostro de Aylizz cuando Dhonara pronunció su apellido. La líder de los Ojosverdes había calado a la rubia desde el principio. Ningún otro clan profesaba tanto odio por los humanos y en el caso de Aylizz las palabras habían sonado demasiado forzadas. Su alegato se había basado en ensalzar lo que ella creía que eran los “valores” del clan Ojosverdes, pero en el fragor de su discurso sus afirmaciones habían sonado demasiado… adecuadas a lo que probablemente creía que alguien como Dhonara deseaba escuchar.
La mirada que había compartido con la líder de su clan antes de su marcha le había dejado claras las condiciones de su partida. Lo dejaban acompañar a la elfa, al fin y al cabo, tenía una deuda de sangre con ella, y como le había dicho a la propia Aylizz, había pocas cosas que odiasen más que deber algo a otro clan. Aquella había sido la misma razón por la que habían dejado que partiese hacia Isla Tortuga, tras la llamada de Nousis. Aunque en aquel caso, la fama del guerrero parecía haber jugado también a su favor. Sin embargo, en esta ocasión las condiciones parecían algo más estrictas. Dhonara no necesitó pronunciar ni una sola palabra para dejarle claro lo que se esperaba de él, bajo aquellas circunstancias.
Sonrió a la rubia, mientras la invitaba a tomar de nuevo asiento. Odiaba mentirle a su maestra, pero tras la críptica respuesta de Aylizz sobre sus razones para acudir a él, le quedó perfectamente claro que la presencia de la humana en su aventura a Isla Tortuga no sería el único secreto que albergaría tras su retorno de Midgard.
Pocos eran los forasteros que alguna vez alcanzaban a ver el Campamento sur. La mayor parte de las “visitas” solían permanecer en las tiendas de guardia, por lo que la idea que tenía el resto de los clanes elficos sobre aquel lugar era que se trataba de un pequeño campamento a ras de suelo. La expresión de fascinación en el rostro de Aylizz mientras se alzaban hacia las copas de los árboles y estas desvelaban el complejo sistema urbano de la ciudad, le hizo comprender de nuevo que el hermetismo de su propio clan era el causante de que gente como ella tuviese tantos prejuicios en su contra. No le extrañaba que la chica hubiese inventado una dramática historia, basada en el odio y rencor contra los humanos, para intentar conseguir su colaboración. Al fin y al cabo, su odio era una de las pocas cosas que el resto de clanes veían en ellos.
La condujo, a través de los puentes colgantes, por distintas partes de la ciudad, deteniéndose apenas unos segundos para indicarle algún hito arquitectónico de la urbe. La ciudad había sido concebida como un organismo funcional, en el que vivir y protegerse, pero con el paso de los años algunas de las estructuras habían acabado por convertirse en lugares emblemáticos incluso entre ellos. La ciudad era un laberinto de pasarelas y escaleras, con chozas de diversos tamaños y formas, que se unían armoniosamente con los árboles que les daban cabida. No era perceptible desde el suelo y, aún desde las alturas, la vista era incapaz de determinar donde acababa el bosque y donde empezaban las casas. Tarek todavía recordaba la primera vez que había podido contemplar aquel lugar.
Ya en su morada, se afanó por encontrar lo necesario para el viaje. Aylizz apenas le había comentado nada al respecto de su misión, temerosa de ser escuchada por oído ajenos, pero tampoco pareció considerar necesario darle algún tipo de indicación específica sobre lo que podrían necesitar en su viaje. Por lo que el elfo tomó se equipó con lo necesario, al tiempo que respondía las curiosas preguntas de la chica.
De nuevo en tierra firme, dirigieron sus pasos hacia el campamento de guardia, donde un escuadrón de Ojosverdes los esperaba, presididos por la propia Dhonara. La líder le sonrió al verlos llegar. Sus primeras palabras se dirigieron a Aylizz.
- Espero volver a verla pronto, señorita Wendell, y que su misión tenga el final que espera –le sonrió con una de aquellas sonrisas que daban a entender que sabía algo más. La rubia, por su parte, se limitó a asentir avergonzada. Dirigiéndose entonces a Tarek, se aproximó a él- No olvides de dónde vienes –le dijo, para posteriormente tomarlo del a nuca y acercar sus frentes hasta que se tocaron- Que los dioses te guarden en tu travesía.
-Y que custodien tus huesos de regreso a la tierra –terminó el peliblanco el conocido lema del clan.
Separándose de él, la líder se hizo a un lado para permitirles el paso. Aylizz tomó las riendas de su corcel e iniciaron su travesía.
El primer tramo del camino discurrió con relativa calma, en medio de una charla ligera en la que el peliblanco preguntó a su compañera sobre su viaje hasta el sur. Cuando el Campamento se encontraba ya lo suficientemente lejos como para que el paisaje comenzase a mostrar sutiles diferencias, el elfo decidió que era hora de conocer las razones que la habían llevado a buscar su ayuda.
- Dijiste que nos dirigíamos a Midgard. ¿Qué es lo que sucede allí, Aylizz?
- Es más bien lo que sucedió –la chica retiró con gesto intranquilo su pelo hacia atrás y, tras su respuesta, se tomó unos instantes antes de continuar. Finalmente, suspiró como cogiendo fuerzas antes de decir —No sé cómo explicarte esto sin remontarme a mi vida personal, pero... digamos que no fuiste el único que descubrió los secretos de su familia en Tortuga –se mordió los labios, indecisa, buscando quizás la mejor manera de continuar- Aluvalia me mostró un pedazo de lo que Midgard fue. Donde nació una parte de mi sangre que llevo media vida buscando.
Tarek observó el camino ante ellos mientras reflexionaba sobre sus palabras. No se había planteado que, quizás, él no fuese el único al que la aventura en Tortuga le había deparado una conversación con un antepasado desconocido. Ninguno de ellos había mencionado nada de aquello en su viaje de retorno. Aunque tampoco le extrañaba demasiado. Durante aquellos días, todos parecían haber evitado conscientemente al resto de sus compañeros de viaje.
- Hace siglos que Midgard ya no pertenece a los nuestros. ¿Qué esperas encontrar allí? –la pérdida de aquellos territorios era una de las grandes lecciones de su historia. El mejor ejemplo de lo que jamás debían dejar que volviese a ocurrir.
- Siempre ha pertenecido a los nuestros –la tajante afirmación de la chica lo dejó perplejo y, cuando se giró para mirarla, vio que ella también tenía su vista posada en él. Instantes después volvió a observar el camino ante ellos- Al norte del Bosque de Fuego se ha levantado una ciudad que rebrota un poco más cada día... –la nostalgia era patente en su voz- En cualquier caso... He revivido esa imagen infinitas veces, vuelvo a ella cada día y cada noche. He estudiado Historia, mitología, geografía... He comparado mapas de entonces y de ahora... Y sé que es como buscar una aguja en un pajar, pero... –dejó la frase a medias y suspiró de nuevo, como buscando valor para decir sus siguientes palabras- Pero es lo más cerca que he estado nunca.
La voz de Nan´Kareis reverberó de nuevo en su mente, con aquellas últimas palabras que le dirigió antes de desvanecerse “¿Qué estás dispuesto a sacrificar para obtener lo que ya conoces...?”. Observó el perfil de Aylizz una vez más y pudo identificar en sus verbas el mismo sentimiento de necesidad que sentía él cada vez que algo lo acercaba un poco más a la vedad sobre el destino sufrido por su padre.
- Entiendo lo que sientes –realmente lo hacía y le sorprendió encontrar un dolor similar al suyo en la siempre alegre Aylizz- Es como... como encontrar un hilo. Uno del que tiras y por una vez notas que no se rompe y que podría conducirte a algún sitio. Por desgracia a veces solo llevan a caminos sin salida o a respuestas incomprensibles –sonrió con tristeza, antes de continuar- ¿Tienes en mente algún lugar en especial? ¿O solo vamos a perdernos en la espesura del bosque? No me malinterpretes, después de Tortuga perderme en un bosque me parece un plan maravilloso.
- ¿Has estado alguna vez en Midgard? –preguntó ella riendo, a lo que el peliblanco solamente respondió negando con la cabeza- Es maravilloso, según lo mires, aunque no será un paseo. Pero sí, tengo mis conclusiones. En la proyección nada es como ahora, todo es verde y frondoso, pero distingo fresnos claramente. Y flores blancas... Aunque eso está más difuso. No creo que ahora queden muchos, pero entonces abundaban en las cercanías del río. En la visión se escuchaba una corriente ligera de agua, pero lejana, así que algo habrá que alejarse de las orillas –Tarek escuchó con atención sus palabras, intentando crear en su mente una imagen de lo que ella le describía- No es que pretenda recorrer de punta a punta, pero... ¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que Donhara te eche de menos?
- Nunca le he preguntado –fue su queda respuesta, encogiéndose de hombros. Realmente nunca se lo había planteado y, tras pensarlo unos instantes, añadió frunciendo el ceño- No suelen mandar a nadie a buscar a los que están en una misión. Aunque la verdad es que nunca me ha dicho como saben cuándo alguno de los nuestros muere en una de ellas –era una pregunta para la que no tendría respuesta hasta su retorno, por lo que volvió a encogerse de hombros. Cambiando de tema, respondió a las palabras de la chica sobre el lugar que debían buscar- Fresnos y un río. No suena mal para empezar. Aunque si vamos a hacer todo el camino andando, quizás tardemos demasiado.
- Tranquilo, hay otro como este en el próximo cruce esperándote –expuso ella, acariciando al corcel con cariño. Sin embargo, el elfo percibió que miraba a su alrededor nerviosa- Aunque antes de seguir... Hay algo más. Y no creo que te guste...
Tarek paró sus pasos en seco, obligando a la elfa a hacer lo mismo. La contempló inexpresivo, mientras ella le devolvía una mirada indescifrable. ¿Acaso siempre tenía que haber sorpresas inesperadas? Finalmente, se cruzó de brazos con gesto más relajado y alzando una ceja la instó a continuar hablando.
- Hace no mucho me topé con un humano, ex militante de La Guardia –aquella afirmación le hizo entrecerrar los ojos con desconfianza. Sabía que la rubia no compartía sus ideas sobre los humanos, pero creía que su trato con aquella maldita criatura durante su periplo por Urd habría dejado clara su postura al respecto. Aun así, guardó silencio hasta que ella acabó de hablar- Tiene sospechas y bastante bien fundadas de que los Nocturnos pretenden ampliar sus horizontes. Y parece que han perfeccionado su resistencia al fuego. Quiero... Quiero saber si han llegado a Midgard.
- Aprecio que hayas tenido la consideración de informarme de esto antes de que hayamos avanzado más. Sabes bien que no soporto que me utilicen y por eso te pido que seas sincera en tu siguiente respuesta –recordaba haberle dicho algo similar tras su pelea con Nousis, cuando se habían reencontrado en aquel puerto pesquero unas semanas antes- Tu interés en Midgard, lo que vayamos a hacer allí, ¿es un asunto de humanos o haces esto por los nuestros?
Ella lo miró contrariada, incluso ofendida, como si no se esperase una pregunta semejante. Sin embargo, casi al instante, pareció cambiar su expresión, como comprendiendo el origen de sus inquietudes.
- Por los nuestros, en eso que no te quepa duda. Si los vampiros cruzan el oeste, Sandorai será el territorio más accesible, tal y como están las cosas... Seré clara, mis intereses no son otros que los relacionados con mi familia, hubiese partido hacia Midgard de todas formas. Aunque ante los hechos y sospechas... Se suma tal razón de peso. Pero Tarek, nada de esto es cosa tuya y nunca he tenido intención de obligarte a nada -aclaró ella- Nuestros caminos pueden separarse en este punto, eres libre de hacer lo que consideres.
La observó unos segundos más, antes de reiniciar la marcha, como si nada hubiese pasado.
- Te dije que te ayudaría y voy a hacerlo -tras un breve silencio, en el que la chica se acomodó a su paso, añadió- Sé mejor que nadie lo que es perseguir la sombra de tu propia familia y nunca alcanzarla. Además, -se giró hacia ella con cierta expresión de burla- ¿qué vas a hacer sin mi si te cruzas con más vampiros? –dedicándole una leve sonrisa, intentó aplacar el tenso ambiente que se había instalado entre ellos solo unos minutos antes. La risa de ella, ante su pregunta, le indicó que lo había conseguido.
- Oh si, mi vida está en tus manos, no lo dudes. Si aparecen, yo me desentiendo –bromeó ella, provocando que el peliblanco se riese ante el dramatismo de sus palabras- ¿Y qué hay de ti? ¿Has podido poner orden en algo?
- He estado investigando. No eres la única a la que sus antepasados dieron un mensaje críptico que desentrañar.
Poco después alcanzaron un pequeño cruce de caminos, en el que, efectivamente, esperaba un segundo caballo, que pastaba tranquilamente entre la hierba. Una vez ambos se encontraron a lomos de las monturas, Aylizz dio las últimas indicaciones. El trayecto les llevaría aproximadamente tres jornadas hasta los Baldíos, si lo hacían a paso ligero. A partir de ese punto, ya en tierras norteñas, debían buscar el puente que les permitiese cruzar el río de las visiones que el espectro de la isla le había proporcionado a la rubia. Sin más dilación, pusieron rumbo a las frondosas tierras de Midgard.
- Vamos Tarek –giró la vista hacia Gwinn- No va a hacerle nada. Es una de los nuestros, aunque sea de otro clan.
El peliblanco lo observó unos instantes, pero antes incluso de poder responderle, fue convocado al interior de la tienda.
[…]
Necesitó toda su fuerza de voluntad para no reírse ante la expresión de perplejidad en el rostro de Aylizz cuando Dhonara pronunció su apellido. La líder de los Ojosverdes había calado a la rubia desde el principio. Ningún otro clan profesaba tanto odio por los humanos y en el caso de Aylizz las palabras habían sonado demasiado forzadas. Su alegato se había basado en ensalzar lo que ella creía que eran los “valores” del clan Ojosverdes, pero en el fragor de su discurso sus afirmaciones habían sonado demasiado… adecuadas a lo que probablemente creía que alguien como Dhonara deseaba escuchar.
La mirada que había compartido con la líder de su clan antes de su marcha le había dejado claras las condiciones de su partida. Lo dejaban acompañar a la elfa, al fin y al cabo, tenía una deuda de sangre con ella, y como le había dicho a la propia Aylizz, había pocas cosas que odiasen más que deber algo a otro clan. Aquella había sido la misma razón por la que habían dejado que partiese hacia Isla Tortuga, tras la llamada de Nousis. Aunque en aquel caso, la fama del guerrero parecía haber jugado también a su favor. Sin embargo, en esta ocasión las condiciones parecían algo más estrictas. Dhonara no necesitó pronunciar ni una sola palabra para dejarle claro lo que se esperaba de él, bajo aquellas circunstancias.
Sonrió a la rubia, mientras la invitaba a tomar de nuevo asiento. Odiaba mentirle a su maestra, pero tras la críptica respuesta de Aylizz sobre sus razones para acudir a él, le quedó perfectamente claro que la presencia de la humana en su aventura a Isla Tortuga no sería el único secreto que albergaría tras su retorno de Midgard.
[…]
Pocos eran los forasteros que alguna vez alcanzaban a ver el Campamento sur. La mayor parte de las “visitas” solían permanecer en las tiendas de guardia, por lo que la idea que tenía el resto de los clanes elficos sobre aquel lugar era que se trataba de un pequeño campamento a ras de suelo. La expresión de fascinación en el rostro de Aylizz mientras se alzaban hacia las copas de los árboles y estas desvelaban el complejo sistema urbano de la ciudad, le hizo comprender de nuevo que el hermetismo de su propio clan era el causante de que gente como ella tuviese tantos prejuicios en su contra. No le extrañaba que la chica hubiese inventado una dramática historia, basada en el odio y rencor contra los humanos, para intentar conseguir su colaboración. Al fin y al cabo, su odio era una de las pocas cosas que el resto de clanes veían en ellos.
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La condujo, a través de los puentes colgantes, por distintas partes de la ciudad, deteniéndose apenas unos segundos para indicarle algún hito arquitectónico de la urbe. La ciudad había sido concebida como un organismo funcional, en el que vivir y protegerse, pero con el paso de los años algunas de las estructuras habían acabado por convertirse en lugares emblemáticos incluso entre ellos. La ciudad era un laberinto de pasarelas y escaleras, con chozas de diversos tamaños y formas, que se unían armoniosamente con los árboles que les daban cabida. No era perceptible desde el suelo y, aún desde las alturas, la vista era incapaz de determinar donde acababa el bosque y donde empezaban las casas. Tarek todavía recordaba la primera vez que había podido contemplar aquel lugar.
Ya en su morada, se afanó por encontrar lo necesario para el viaje. Aylizz apenas le había comentado nada al respecto de su misión, temerosa de ser escuchada por oído ajenos, pero tampoco pareció considerar necesario darle algún tipo de indicación específica sobre lo que podrían necesitar en su viaje. Por lo que el elfo tomó se equipó con lo necesario, al tiempo que respondía las curiosas preguntas de la chica.
De nuevo en tierra firme, dirigieron sus pasos hacia el campamento de guardia, donde un escuadrón de Ojosverdes los esperaba, presididos por la propia Dhonara. La líder le sonrió al verlos llegar. Sus primeras palabras se dirigieron a Aylizz.
- Espero volver a verla pronto, señorita Wendell, y que su misión tenga el final que espera –le sonrió con una de aquellas sonrisas que daban a entender que sabía algo más. La rubia, por su parte, se limitó a asentir avergonzada. Dirigiéndose entonces a Tarek, se aproximó a él- No olvides de dónde vienes –le dijo, para posteriormente tomarlo del a nuca y acercar sus frentes hasta que se tocaron- Que los dioses te guarden en tu travesía.
-Y que custodien tus huesos de regreso a la tierra –terminó el peliblanco el conocido lema del clan.
Separándose de él, la líder se hizo a un lado para permitirles el paso. Aylizz tomó las riendas de su corcel e iniciaron su travesía.
[…]
El primer tramo del camino discurrió con relativa calma, en medio de una charla ligera en la que el peliblanco preguntó a su compañera sobre su viaje hasta el sur. Cuando el Campamento se encontraba ya lo suficientemente lejos como para que el paisaje comenzase a mostrar sutiles diferencias, el elfo decidió que era hora de conocer las razones que la habían llevado a buscar su ayuda.
- Dijiste que nos dirigíamos a Midgard. ¿Qué es lo que sucede allí, Aylizz?
- Es más bien lo que sucedió –la chica retiró con gesto intranquilo su pelo hacia atrás y, tras su respuesta, se tomó unos instantes antes de continuar. Finalmente, suspiró como cogiendo fuerzas antes de decir —No sé cómo explicarte esto sin remontarme a mi vida personal, pero... digamos que no fuiste el único que descubrió los secretos de su familia en Tortuga –se mordió los labios, indecisa, buscando quizás la mejor manera de continuar- Aluvalia me mostró un pedazo de lo que Midgard fue. Donde nació una parte de mi sangre que llevo media vida buscando.
Tarek observó el camino ante ellos mientras reflexionaba sobre sus palabras. No se había planteado que, quizás, él no fuese el único al que la aventura en Tortuga le había deparado una conversación con un antepasado desconocido. Ninguno de ellos había mencionado nada de aquello en su viaje de retorno. Aunque tampoco le extrañaba demasiado. Durante aquellos días, todos parecían haber evitado conscientemente al resto de sus compañeros de viaje.
- Hace siglos que Midgard ya no pertenece a los nuestros. ¿Qué esperas encontrar allí? –la pérdida de aquellos territorios era una de las grandes lecciones de su historia. El mejor ejemplo de lo que jamás debían dejar que volviese a ocurrir.
- Siempre ha pertenecido a los nuestros –la tajante afirmación de la chica lo dejó perplejo y, cuando se giró para mirarla, vio que ella también tenía su vista posada en él. Instantes después volvió a observar el camino ante ellos- Al norte del Bosque de Fuego se ha levantado una ciudad que rebrota un poco más cada día... –la nostalgia era patente en su voz- En cualquier caso... He revivido esa imagen infinitas veces, vuelvo a ella cada día y cada noche. He estudiado Historia, mitología, geografía... He comparado mapas de entonces y de ahora... Y sé que es como buscar una aguja en un pajar, pero... –dejó la frase a medias y suspiró de nuevo, como buscando valor para decir sus siguientes palabras- Pero es lo más cerca que he estado nunca.
La voz de Nan´Kareis reverberó de nuevo en su mente, con aquellas últimas palabras que le dirigió antes de desvanecerse “¿Qué estás dispuesto a sacrificar para obtener lo que ya conoces...?”. Observó el perfil de Aylizz una vez más y pudo identificar en sus verbas el mismo sentimiento de necesidad que sentía él cada vez que algo lo acercaba un poco más a la vedad sobre el destino sufrido por su padre.
- Entiendo lo que sientes –realmente lo hacía y le sorprendió encontrar un dolor similar al suyo en la siempre alegre Aylizz- Es como... como encontrar un hilo. Uno del que tiras y por una vez notas que no se rompe y que podría conducirte a algún sitio. Por desgracia a veces solo llevan a caminos sin salida o a respuestas incomprensibles –sonrió con tristeza, antes de continuar- ¿Tienes en mente algún lugar en especial? ¿O solo vamos a perdernos en la espesura del bosque? No me malinterpretes, después de Tortuga perderme en un bosque me parece un plan maravilloso.
- ¿Has estado alguna vez en Midgard? –preguntó ella riendo, a lo que el peliblanco solamente respondió negando con la cabeza- Es maravilloso, según lo mires, aunque no será un paseo. Pero sí, tengo mis conclusiones. En la proyección nada es como ahora, todo es verde y frondoso, pero distingo fresnos claramente. Y flores blancas... Aunque eso está más difuso. No creo que ahora queden muchos, pero entonces abundaban en las cercanías del río. En la visión se escuchaba una corriente ligera de agua, pero lejana, así que algo habrá que alejarse de las orillas –Tarek escuchó con atención sus palabras, intentando crear en su mente una imagen de lo que ella le describía- No es que pretenda recorrer de punta a punta, pero... ¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que Donhara te eche de menos?
- Nunca le he preguntado –fue su queda respuesta, encogiéndose de hombros. Realmente nunca se lo había planteado y, tras pensarlo unos instantes, añadió frunciendo el ceño- No suelen mandar a nadie a buscar a los que están en una misión. Aunque la verdad es que nunca me ha dicho como saben cuándo alguno de los nuestros muere en una de ellas –era una pregunta para la que no tendría respuesta hasta su retorno, por lo que volvió a encogerse de hombros. Cambiando de tema, respondió a las palabras de la chica sobre el lugar que debían buscar- Fresnos y un río. No suena mal para empezar. Aunque si vamos a hacer todo el camino andando, quizás tardemos demasiado.
- Tranquilo, hay otro como este en el próximo cruce esperándote –expuso ella, acariciando al corcel con cariño. Sin embargo, el elfo percibió que miraba a su alrededor nerviosa- Aunque antes de seguir... Hay algo más. Y no creo que te guste...
Tarek paró sus pasos en seco, obligando a la elfa a hacer lo mismo. La contempló inexpresivo, mientras ella le devolvía una mirada indescifrable. ¿Acaso siempre tenía que haber sorpresas inesperadas? Finalmente, se cruzó de brazos con gesto más relajado y alzando una ceja la instó a continuar hablando.
- Hace no mucho me topé con un humano, ex militante de La Guardia –aquella afirmación le hizo entrecerrar los ojos con desconfianza. Sabía que la rubia no compartía sus ideas sobre los humanos, pero creía que su trato con aquella maldita criatura durante su periplo por Urd habría dejado clara su postura al respecto. Aun así, guardó silencio hasta que ella acabó de hablar- Tiene sospechas y bastante bien fundadas de que los Nocturnos pretenden ampliar sus horizontes. Y parece que han perfeccionado su resistencia al fuego. Quiero... Quiero saber si han llegado a Midgard.
- Aprecio que hayas tenido la consideración de informarme de esto antes de que hayamos avanzado más. Sabes bien que no soporto que me utilicen y por eso te pido que seas sincera en tu siguiente respuesta –recordaba haberle dicho algo similar tras su pelea con Nousis, cuando se habían reencontrado en aquel puerto pesquero unas semanas antes- Tu interés en Midgard, lo que vayamos a hacer allí, ¿es un asunto de humanos o haces esto por los nuestros?
Ella lo miró contrariada, incluso ofendida, como si no se esperase una pregunta semejante. Sin embargo, casi al instante, pareció cambiar su expresión, como comprendiendo el origen de sus inquietudes.
- Por los nuestros, en eso que no te quepa duda. Si los vampiros cruzan el oeste, Sandorai será el territorio más accesible, tal y como están las cosas... Seré clara, mis intereses no son otros que los relacionados con mi familia, hubiese partido hacia Midgard de todas formas. Aunque ante los hechos y sospechas... Se suma tal razón de peso. Pero Tarek, nada de esto es cosa tuya y nunca he tenido intención de obligarte a nada -aclaró ella- Nuestros caminos pueden separarse en este punto, eres libre de hacer lo que consideres.
La observó unos segundos más, antes de reiniciar la marcha, como si nada hubiese pasado.
- Te dije que te ayudaría y voy a hacerlo -tras un breve silencio, en el que la chica se acomodó a su paso, añadió- Sé mejor que nadie lo que es perseguir la sombra de tu propia familia y nunca alcanzarla. Además, -se giró hacia ella con cierta expresión de burla- ¿qué vas a hacer sin mi si te cruzas con más vampiros? –dedicándole una leve sonrisa, intentó aplacar el tenso ambiente que se había instalado entre ellos solo unos minutos antes. La risa de ella, ante su pregunta, le indicó que lo había conseguido.
- Oh si, mi vida está en tus manos, no lo dudes. Si aparecen, yo me desentiendo –bromeó ella, provocando que el peliblanco se riese ante el dramatismo de sus palabras- ¿Y qué hay de ti? ¿Has podido poner orden en algo?
- He estado investigando. No eres la única a la que sus antepasados dieron un mensaje críptico que desentrañar.
Poco después alcanzaron un pequeño cruce de caminos, en el que, efectivamente, esperaba un segundo caballo, que pastaba tranquilamente entre la hierba. Una vez ambos se encontraron a lomos de las monturas, Aylizz dio las últimas indicaciones. El trayecto les llevaría aproximadamente tres jornadas hasta los Baldíos, si lo hacían a paso ligero. A partir de ese punto, ya en tierras norteñas, debían buscar el puente que les permitiese cruzar el río de las visiones que el espectro de la isla le había proporcionado a la rubia. Sin más dilación, pusieron rumbo a las frondosas tierras de Midgard.
Tarek Inglorien
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
A medida que se adentraban en el bosque, su bosque, experimentaba con mayor intensidad cómo las sensaciones que aquel paraje removía en su interior, borboteaban a flor de piel. Poco se parecía al lugar que había dejado atrás hacía unos meses y aquello reconfortó ligeramente sus turbaciones, convenciendose de que Sandorai se recuperaba, poco a poco, pero constante. Aunque distaba mucho de ser lo que era cuando lo abandonó la primera vez, hacía más de dos años.
No faltando ya mucho para llegar a Los Baldios, aún en el interior del bosque, un cruce de caminos terminó por hacerla tambalear sobre la montura. No importaba el tiempo que pasase, ni las condiciones del entorno, nunca podría confundir u olvidar a dónde llevaban aquellos senderos. Su aldea, oculta por árboles bajos pero robustos, su casa, su gente. Lo que algún día fue. Habría querido que todo hubiese sido distinto, su marcha se había convertido en una condena, en lugar de la liberación que planeó, o deseó, que resultara.
—Aylizz...
—...
—Aylizz, ¿estás bien?
Tarek había detenido el caballo a su lado, ella ni siquiera era consciente de haberlo hecho. Se sorprendió al encontrarse absorta y con la mirada fija, aunque perdida, en los caminos. Él la miraba, esperando una respuesta.
—Eh, si, si... Es sólo que...— desvió la mirada una última vez hacia los senderos y de nuevo se volvió hacia él —El bosque ha mejorado desde la última vez que pasé por aquí.— se limitó a exponer.
Azuzó el caballo para continuar la marcha, aunque se percató de que el elfo no lo dejó correr tan a la ligera, quedándose un momento más contemplando el cruce, antes de ponerse a su altura.
—¿Malos recuerdos?— preguntó entonces, sin mirarla.
—Después de muchos buenos...— comentó nostálgica —Que eché a perder...— añadió, casi en un susurro. Entonces sí notó los ojos de Tarek clavarse en ella.
—¿Acaso los vendiste por un buen botín? Se supone que los recuerdos son lo único que permanece con el tiempo. No entiendo cómo se pueden echar a perder.
Lo miró extrañada ante la respuesta inesperada y casi sonrió. Apenas se había abierto con él desde que se conocían, en realidad todas sus conversaciones habían estado llenas de información sesgada. Dudó un momento si esclarecer con más detalle sus vivencias, temió el juicio que él pudiera hacer de su actitud de entonces, de sus actos. Aunque, a decir verdad, nadie podía juzgarla más de lo que ella misma hacía. Una cría renegada y cobarde, incapaz de encarar sus decisiones. Cuando se castigaba, tendía a olvidar los años de juventud temprana a la espalda tratando de suplir un vacío insustituible, sin descuidar sus prácticas con las ancianas o las noches en vela entre pergaminos añejados en los que encontró apenas nada.
—Enterrandolos bajo el de una hija abandonando el hogar en plena noche y sólo dejando una nota como despedida.— explicó, con una mezcla entre vergüenza y dolor en la voz.
Poner en valor su persona no era lo único que ignoraba cuando los fantasmas se revolvían. Olvidaba una infancia frustrada por la fragilidad y la sobreprotección, una adolescencia marcada por los límites y un deber que no había elegido, y tendía a ensalzar los bonitos recuerdos, que por supuesto había. Los «día de chicas» con Madre cuando Padre y Nai salían de caza, las picardías en las que acababa envuelta por tratar de ser la sombra de su hermano o las escasas lecciones que su padre quiso darle, muy a su pesar. Ella siempre fue frágil.
—Bueno, al menos dejaste una nota.— el elfo no le dio mayor importancia, acompañando su comentario con una subida de hombros —Por lo que me has contado, yo habría quemado la casa.
En aquella ocasión sí dejó escapar una pequeña risa. Sintió lo mismo que había sentido otras veces con él, que podía relajarse, hablar y fluir. Aunque llegar al extremo de la destrucción le pareció excesivo.
—No lo pongo en duda, aunque tú no habrías tenido necesidad de hacerlo.— le guiñó un ojo, burlona —Pese a todo, fui feliz, no es algo que niegue. Hasta que necesité más que una vida mandada... Y respuestas que no me fueron dadas.
—Y por eso estamos aquí, ¿verdad? Para obtener respuestas.— ella recibió una sonrisa antes de verlo arrancar al galope y comenzar a ganarle distancia.
—Verdad.
Asintió en voz alta, aunque él ya no podría escucharla. A veces, oír su propia voz ayudaba a reafirmarse. Azuzó el caballo también, hasta ponerse a su altura.
*****
Cuando Anar comenzaba su descenso y el cielo empezaba a mudar sus colores, llegaron a dejar atrás la profundidad del bosque. Al cobijo de los árboles más cercanos a la rivera, en un enclave desde el que los pilares de piedra cobraban protagonismo, de una forma sutil en el horizonte, tomaron la decisión de acampar. Mientras Tarek prendía una hoguera, la elfa se permitió practicar sus dotes de pesca. Con juncos y algas fluviales improvisó una trampa para peces, rudimentaria pero efectiva, lo suficiente para poder asar dos ejemplares aceptables. A pesar de que los silencios no se hacían incómodos, la elfa se vio en la necesidad de romperlos mientras disfrutaban de la cena, para exponer sus planes de cara a la siguiente jornada.
—La próxima noche la pasaremos a cubierto, aunque para no llegar muy ahogados deberíamos partir mañana al alba.— concretó, mientras iba despedazando el pescado de la rama ensartada en el pez, según comía.
—Al menos parece que no va a llover. No me puedo imaginar cómo será el bosque con lluvia. ¿Realmente continúa ardiendo?
—Algunas zonas más que otras. Las menos, rebrotan sobre un manto de brasas bajo la hojarasca.— lo miró un momento, antes de continuar con la cena y la conversación, tratando de buscar la forma más visual de describir la otra orilla —¿Alguna vez te has dado un baño tan caliente que pareciera que podrías ahogarte en el vapor?— planteó, como antecediendo una explicación.
—No creo que se haya dado el caso.— indicó, mirándola con extrañeza.
—Pues puedes estar agradecido, porque así es Midgard cuando llueve.— clarificó. Tarek pareció quedarse pensativo un momento, antes de responder.
—Bien, menos mal que parece que mañana no va a llover.— se reafirmó, acabando de comer el espeto y removiendo con él la hoguera, antes de dejar que ésta lo consumiera —¿A dónde nos dirigimos mañana, pues?
—Cruzaremos el río por el puente al norte. Y deberíamos llegar a la única posada de la zona antes de que comience a caer el sol. El dueño, si alguien sabe acerca del Bosque y los sucesos de entonces y ahora, es él.
—¿Has estado allí antes?
—Oh, si. Y no adivinarías con quién.— comentó con sorna, recordando la primera vez que pisó la taberna. Y pensar que aquel encuentro con la humana acabó en un viaje, casi mortal, al norte... —Es un antro horroroso, pero los colchones cumplen su función.
—Bien, llegamos al antro horroroso, alquilamos un par de esos colchones que cumplen con su función y hablamos con el dueño. ¿Qué información pretendes obtener de él?
—Si no estoy equivocada, su taberna sobrevivió al incendio. Quizá recuerde dónde crecían bosques de fresnos.— expuso con naturalidad, haciendo una pequeña pausa antes de continuar —Además... Si hay movimiento de vampiros por la zona, estará al tanto.
—Estaría bien no tener que cruzarse con más vampiros.— murmuró —Aunque supongo que no todos son igual de nefarios. ¿No te has planteado obtener información de ellos? Puede que alguno ya estuviese por aquí antes del incendio.
—Hasta ahora, todos los que he conocido me lo han parecido…— su voz sonó acongojada y después de echar su rama a la hoguera, con suavidad encogió sus piernas para abrazarse las rodillas —Aunque no... Se me había ocurrido pensarlo.— admitió, sopesando un momento las palabras del elfo —Poco probable, quizá... Antes del incendio, el Bosque era nuestro. No creo que les fuera fácil.
—La vampiresa que portaba la corona en Urd había sido una de los nuestros. No es que mi plan favorito sea hacerles una visita, pero creo que es algo que no puedes descartar.— se encogió de hombros —Aunque quizás tengamos una suerte absurda y el posadero centenario pueda indicarte el camino, quién sabe.— se dejó caer hacia atrás, mirando el cielo —Quizás por una vez las cosas sean simples.
La elfa siguió con la mirada los movimientos de su compañero mientras se acomodaba sobre la hierba y aún lo observó un momento más cuando quedó tumbado, repasando sus palabras. «Suerte absurda». Las dudas le asaltaron y no sólo la hipotética buena fortuna comenzó a parecerselo, todo aquello carecía de sentido, ahora que planteaba en voz alta los pasos a seguir. ¿Qué demonios estaba haciendo? Además de fantasear… ¿En qué momento había considerado ser capaz de dirigir una expedición? Bueno, expedición… Casi se rió de sí misma mentalmente. Excursión, como mucho. Y para colmo, debía aparentar que tenía todo bajo control ante Tarek. Se reprochó a sí misma el haberlo requerido, considerando en aquel momento que debería haber ido sola, sin implicar a nadie en enajenaciones abocadas a otro estrepitoso fracaso. Todo le pareció tan coherente al principio y ahora, contemplando la estampa que dejaba el bosque ardiente al otro lado del río en la oscuridad de la noche, resultaba una insensatez.
—¿Por qué me ayudas, Tarek? Y olvida esa deuda, ni siquiera lo dije en serio en aquella despedida. Las cosas te serían simples si te hubieras quedado con los tuyos...— quiso saber entonces. Él no respondió de inmediato, pero su voz sonó calmada cuando lo hizo.
—No lo sé. Ellos se toman muy en serio lo de las deudas de sangre, yo creo que hay veces en las que estar agradecido es más que suficiente.— se tomó un momento para colocar las manos detrás de la cabeza, antes de continuar —Supongo que necesitaba salir de allí. Cuando llegué al Campamento, cuando me quedé solo, me sentía como un extraño. Con el tiempo aprendí a vivir con ello. Cuando conocí a Nousis y después a ti, tras todas aquellas semanas por Urd, me di cuenta de que quizás necesitaba volver a sentirme diferente y que no era tan terrible como pensaba de pequeño.— se incorporó —Perdona, no quería ponerme melancólico. Eres una de las primeras personas de fuera del clan con la que he compartido tiempo desde que llegué allí y con la que he podido establecer algún tipo de lazo. Supongo que es agradable que la gente te juzgue por ti mismo y no por formar parte de un colectivo.
—Descuida.— respondió ante su disculpa, con un gesto que le restaba importancia —Es agradable ser la que escucha los dramas de otros, para variar.— apuntó con gracia.
—¿Por qué viniste tú a buscarme?— preguntó entonces él, girándose de repente para mirarla.
Ella podría haberse esperado aquella pregunta, debería haberlo hecho, pero lo cierto fue que le vino sobrevenida. No contempló que él pudiese querer conocer sus motivos, más allá de los ya expuestos y de la invitación a contar con su apoyo tras su último encuentro.
—Bueno... Sí me pareces diferente.— esbozó una media sonrisa —Es por eso que recurrí a ti. Contigo resulta... Fácil.— expuso, aunque comedida, deshaciéndose entonces del ovillo que estaba hecha y estiró las piernas, echándose sobre el tronco del árbol hacia atrás, mirando las grandes rocas erguidas en el horizonte.
—No creo que la palabra fácil defina muy bien mi carácter. Suponía que habías recurrido a mí por alguno de mis escasos talentos, no por mi inestimable compañía.— comentó él, medio sonriendo, mientras añadía madera a la hoguera.
Ella enarcó una ceja, considerando que no había entendido el sentido de la sencillez manifestada. Cuestionó, por un momento, qué podía haberle pasado a él por la cabeza al distinguirlo ella del resto. No hablaba de su persona, sino de sus formas, con las que generalmente se había sentido acompañada, comprendida.
—Se te da bien sobrevivir, eso es un hecho. Es bueno tener cerca a alguien así en ese bosque.— replicó, aludiendo a sus cualidades —Y también entiendes lo que supone una búsqueda como esta.— añadió, inclinándose hacia él como si expusiera otro hecho, al no ser la única en descubrir verdades en la isla —Pero lo que más me alenta es que eres capaz de escuchar sin cuestionarme.— suspiró, finalmente.
—Tú, en cambio, no te cortas a la hora de echarme la bronca.— respondió, al tiempo que le tiraba una endeble ramita, en clara intención de broma —Todavía recuerdo tu furibundo y ebrio recibimiento antes de volver a la isla.— volvió a recostarse en la hierba —Espero que encuentres lo que buscas o al menos que puedas sacar algo en claro de todo esto.
Tenía por seguro que el elfo no tenía intención de recriminarle nada, pero aquellas palabras fueron como un tirón por la espalda cuando vas corriendo a gran velocidad, que te detiene en seco de forma inesperada, devolviéndote a tu lugar. Tuvo intención de responder, tras amagar con esquivar la ramita, pero finalmente ahogó sus palabras para apartar la mirada, ligeramente avergonzada. La formalidad le había sido exigida desde que tuvo conciencia suficiente para distinguir féminas de varones o mayor de menor y ahora consideraba, conscientemente, que con Tarek había pasado por alto ambas circunstancias.
—Yo... Eh, si, puede que... Me extralimitase.— se disculpó.
Observó las llamas durante unos instantes mientras de soslayo contemplaba la figura del elfo, nuevamente acostado. En casa, una década bastaba para mostrar respeto hacia alguien más experimentado en la vida, pero ella lo miraba y era capaz de verlo como un igual. No porque ella se viniera a más, sino porque él nunca le había hecho de menos. Suspiró, llevando hacia atrás la cabeza y levantando entonces la mirada, contempló las ramas sobre su cabeza.
—¿No extrañarás tu casa durmiendo en el suelo?— se burló, tratando de abandonar sus propias desavenencias, antes de alzar los brazos y dar forma en la copa un nido lo bastante amplio para los dos
—Quizá esta sea una de las últimas noches que podamos dormir con los ojos cerrados.
—No realmente.— indicó, tras restarle importancia a su disculpa anterior, antes de encogerse de hombros —El poblado de los Inglorien estaba a nivel del suelo. Mi cama estaba formada a partir de las raíces de un árbol. Aunque, en base a mi propia experiencia, no es muy inteligente dormir al raso sin conocer la zona.— se puso ágilmente de pie y simulando una reverencia, añadió —Así pues, ya que tan amablemente me invitas, subiré a hacerte compañía. Estoy seguro de que me arrepentiría de no aprovechar la última noche de sueño tranquilo en… Días, semanas…
Se quedó cortada un momento. Había querido referirse al campamento en el que vivía pero, por alguna razón, él había relacionado «casa» con su pueblo natal. Se tomó por una idiota, al no haber tenido en consideración que tuvo una vida antes de los sectarios.
—La última vez que estuve en mi habitación— comentó mientras subía tras él, viniendole el recuerdo al mencionar él su antiguo lecho —un árbol atravesaba el tejado y se postraba, aplastando mi cama.— se acomodó en un extremo del cobijo, quedando de frente al paisaje que atravesarían al día siguiente, esperando a que Tarek se acomodase —Y no sé por qué te cuento algo así.— se corrigió.
—Vaya. O le caes muy mal a alguien o tenéis un clima muy violento en el sitio del que vienes.
Él se acomodó en el hueco, dejando espacio entre él y la elfa, coloca un brazo tras la cabeza. Ella vaciló un momento, ahuecandose el pelo y la ropa antes de acostarse, poniendo ambos brazos bajo la cabeza para mantener la mirada elevada. Ante su burla, soltó una pequeña risa, aunque con cierta amargura.
—Rescoldos del ataque al Gran Árbol, puedo agradecer que la casa siguiese en pie.— tras dejar que él marcase las distancias, ella terminó de amoldarse al lecho —Supongo que nada de esto se parece al lugar del que venimos...
—Supongo que no, pero eso no quiere decir que deba ser peor.
—La aldea que dejé no fue la misma a la que volví... Así que sí, hay escenarios mucho peores que este.— reconoció, mirándolo de reojo.
—Todos habláis de esa batalla, incluso los Ojosverdes acudieron a defender el Árbol... Al menos aquellos a los que dejaron ir.— extiendió una mano para tocar las ramas que los cubrían —Yo fui uno de los pocos que se tuvo que quedar en el Campamento. Temían que el ataque pudiese llegar más allá del árbol o que se produjesen incursiones por la retaguardia. Como somos el clan más al sur, fue nuestra misión defender la costa.— guardó silencio antes de añadir —Los rostros de los que volvieron fueron suficiente como para no desear haber estado allí. Lamento que tu hogar fuera uno de los emplazamientos arrasados durante la incursión.
—La gente se salvó. O eso quiero pensar...— se llevó las manos al cuello de la túnica, acariciando el cierre, inquieta —Regresé de mi... escapada y... No encontré ningún rostro conocido. Tan sólo algunos supervivientes de la zona que se habían topado con un pueblo abandonado en el que refugiarse. Supe entonces que mi gente fue evacuada, como otras muchas aldeas cercanas, cuando las defensas centrales cayeron. Lo siguiente sería Árbol Madre y no importaría qué hubiese en medio...— guardó silencio un momento, mientras regresaba mentalmente al lugar vacío que encontró cuando volvió —Si no me hubiese marchado... Ahora estaría con ellos.— murmuró, antes de carraspear la garganta y desabrochar la túnica.
Ahuecando la espalda, se desquitó de la prenda, aireandola al tiempo que la extendía hacia delante, cubriendo a ambos por cada extremo que alcanza abierta. Se deslizó un poco hacia él para abarcar más con la tela, aunque comedida, y se volvió a acomodar.
—No quisiera volver a usurpar tu espacio pero... Tan cerca del río, la noche cerrada no tardará en refrescar.— indicó, explicando el acercamiento. Entonces Tarek alzó el brazo libre y lo pasó por encima de ella, dejando claro que estaba invitada a acercarse.
—No sabes lo que habría pasado si te hubieses quedado. Plantearse qué habría pasado no lleva a ningún sitio. Tomaste una decisión y ahora estás aquí, cualquier alternativa es inexistente y no deberías consumir tus fuerzas pensando en los quizás o los posibles. Te puedo asegurar que no lleva a ninguna parte.
Lo último lo murmuró. Sin embargo, la elfa fue capaz de escucharlo porque, para entonces, estaba acomodada en el perfil de su pecho. Si bien había aceptado su ofrecimiento, deslizándose un poco más hacia él con sutileza, a medida que había ido atendiendo a sus palabras con mayor atención, de manera inconsciente también había amoldado su cuerpo a la postura del elfo. Sus palabras, acompañadas del tono sosegado de su voz y el tacto de un abrazo que la recogía, fueron escuchadas como una lección, aunque recibidas como un buen consejo. Aún así, no pudo evitar que los parpadeos durasen cada vez más. Cuando él casi terminaba de hablar, bajando la voz, ella, todavía con los ojos cerrados, deslizó con suavidad su brazo sobre el pecho del elfo.
—Tú también pareces atormentado... A veces.— comentó en un susurro, sin abrir los ojos, antes de suspirar y añadir —Pero todavía quedan muchas decisiones por tomar.
No supo si él dijo algo más, tras aquella última respiración profunda.
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Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Tardó aún algunas horas en dormirse, sintiendo el calor de la elfa a su lado. Su última conversación ocupaba su mente, mientras observaba las ramas sobre él mecerse con la brisa que recorría aquel paraje desolado. Había pronunciado aquellas palabras con sinceridad. Muchas fueron las noches en las que intentó dilucidar qué hubiese pasado, de estar con su familia, cuando esta había desaparecido. Fue Eithelen el que le había explicado que el pasado, pasado estaba, y que elucubrar sobre lo que podía haber pasado no servía para absolutamente nada. Aquel consejo lo había acompañado toda su vida, incluso tras la muerte del elfo mayor, aunque en ocasiones se había encontrado a si mismo buscando algún tipo de consuelo en la desesperación de lo que podría haber pasado de haberlo acompañado.
<> las palabras de la rubia no carecían de razón. Pero su ausencia el día de la muerte de Eithelen no era lo que realmente le atormentaba, si no el desconocimiento de lo que había sucedido, los rumores de lo que podría haber pasado y la incertidumbre de quién lo había provocado. Así como el constante dilema entre mantenerse firme a sus preceptos morales o sucumbir a algunos de los que profesaba su clan de adopción.
El sol se alzaba brillante en el cielo, anunciando el mediodía, cuando cruzaron el Tymer. Mantenían una ligera y animada charla, cuando en el horizonte distinguieron la silueta de una embarcación que bajaba el río en dirección sur. Pocos habían sido los viandantes con los que habían cruzado sus pasos desde aquella mañana, pero aquella era la primera nave que habían visto. Sus pasos los dirigieron a su vez al sur, en dirección a la posada de la que Aylizz había hablado la noche anterior.
La nave, una pequeña barcaza plana manejada por pértigas, acabó por adelantarlos un par de minutos más tarde.
- Benditos los ojos que ven elfos caminando por estas tierras –fue el alegre saludo de la elfa que parecía estar al mando del navío.
- También es bueno ver que se tiene valor para navegar cerca –contestó Aylizz, mientras el peliblanco se limitó a saludar con la cabeza.
Con una rápida orden, la barcaza se detuvo cerca de la orilla, permitiendo a la elfa descender de un salto a tierra firme. Tras unas rápidas indicaciones a la tripulación, dirigió sus pasos hacia ellos.
- ¿Puedo preguntar de dónde venís? Hace meses que subimos río arriba y no sabemos qué esperar en la dirección de la que vosotros venís -un ruido a su espalda la hizo girarse, antes de permitirles contestar, y nuevas órdenes fueron dadas a los que todavía se mantenían sobre la barcaza- Disculpad mi mala educación, soy Lenora.
- Tarek –respondió el elfo, tomando en esta ocasión la delantera- Venimos del sur de Sandorai, de las tierras en las que habito. No creo que haya pasado nada digno de mención.
- Aylizz –se presentó la rubia, inclinando la cabeza como gesto de saludo- La sorpresa dependerá de lo que hubieseis dejado al partir...
- Bien visto -comentó Lenora, mientras a su espalda el resto de la tripulación se afanaba en bajar varios bártulos de la embarcación- Disculpad que os haya abordado así de repente, pero íbamos a parar a almorzar, así que permitidme compartir la sal y el pan con vosotros. A cambio solo os pediré noticias sobre las tierras de Sandorai y os relataré lo que dejé atrás al partir.
- Ehm… -la vacilación de la rubia quedó clara cuando dirigió su mirada a Tarek.
En aquel memento, algo pareció llamar de nuevo la atención de Lenora, que se volvió a girar para dar instrucciones al pequeño grupo que la acompañaba. Aprovechando que estaba ocupada, el peliblanco se acercó un poco más a su compañera.
- Quizás sepan algo sobre estas tierras. No algo de tus ancestros, pero si de lo que sucede ahora. De los que moran por aquí –le comentó en voz baja, haciendo clara referencia a su conversación de la noche anterior sobre los vampiros que podían habitar en aquel lugar.
- Sí, claro. ¿Por qué no? –fue la rápida respuesta de Aylizz a Lenora, en cuanto esta se giró de nuevo hacia ellos. Tarek se limitó a asentir y sonreir, apoyando sus palabras- ¿Os faltan manos? –preguntó, haciendo referencia al grupo que continuaba bajando cosas de la barcaza.
Con un entusiasmo desmedido, Lenora les indicó que la siguiesen hasta el círculo de cajas que sus compañeros habían colocado a un lado del camino y, en cuyo centro, se encontraba una caja más grande llena de diversos víveres. Los cuatro tripulantes restantes conversaban animados, mientras tomaban asientos sobre las cajas perimetrales.
- Bueno, estos son mis chicos –comentó Lenora al alcanzarlos, englobándolos con un amplio gesto del brazo- Os los presentaría, pero os olvidaréis rápido de sus nombres –añadió, haciendo un gesto como para restarle importancia al asunto- Chicos, estos son Aylizz y... –miró inquisitivamente a Tarek, que acabó por presentarse de nuevo- eso. Van a unirse a nuestra pequeña comida. ¡Sentaos!
Aylizz y él tomarn asiento, la elfa algo más comedida de lo que era habitual en ella. Tras un breve saludo por parte de la tripulación, a la que la adición de dos desconocidos a su almuerzo no pareció extrañarles, comenzaron a repartirles comida y pasarles odres con agua y vino. Parecía que aquella era la dinámica habitual en el grupo.
- ¿A dónde os dirigís? Si no es mucha indiscreción –preguntó una de las tipulantes, que se sentaba a la izquierda de los elfos, al tiempo que mordía un trozo de pan relleno de algún pescado en conserva, que el peliblanco no fue capaz de identificar.
- La posada de Tyw, tenemos un acuerdo por su licor casero –fue la respuesta de Aylizz, cuya mentira sonó más natural de lo esperado. El peliblanco, por su parte, intentó contener la risa tras un trozo de carne que había llegado hasta él, recordando lo mal que había funcionado aquella estrategia cuando la rubia había ido a buscarlo. En aquel momento, Lenora le ofreció una boya de pan oscuro a Aylizz- ¿Qué transportáis? Si no es indiscreción… -añadió, tanteando a la mujer que los había increpado primero.
- Somos artesanos –respondió otro de los miembros del grupo.
- ¿Artesanos? –preguntó Tarek con curiosidad.
- Esculpimos la piedra y damos forma a los árboles –explicó la chica que les había hablado primero, simulando con las manos trabajar las materias mencionadas- Por eso pasamos a menudo por aquí, vamos a donde nos lleva el río.
- Esto -Lenora golpeó la caja bajo ella- son nuestras herramientas.
- Eso, vaya... No es tarea fácil -la rubia parecía sorprendida- ¿Acaso tenéis muchos trabajos a este lado del río? –dirigió esta vez su pregunta a Lenora.
- ¿Por aquí? –preguntó la elfa, indicando con un dedo a su alrededor y se echándose a reír- Por desgracia no. Ojalá pudiésemos ayudar a que eso volviese a ser como antes –la pesadumbre en sus palabras pareció quedar suspendida un instante en el ambiente- Pero el río es una buena forma de moverse y muchos mercaderes que bajan por él acaban siendo potenciales clientes.
- ¿Os cruzáis con mucha gente por el río? –preguntó el peliblanco curioso.
- Sin duda. No está tan transitado como otras regiones, pero no es fácil atravesarlo sin encontrarse con alguien.
- Conoceréis entonces muchas cosas de estos parajes, si navegáis tan a menudo por ellos.
- Sin duda –la risa de Lenora parecía sincera
- ¿Volvéis de un trabajo entonces? ¿U os dirigís a uno? –las palabras de la rubia sonaron curiosas y desenfadadas, pero Tarek pudo distinguir un cierto tono de desconfianza tras ellas.
- Regresamos a casa –la atención de la jefa del grupo se dirigió entonces a uno de sus tripulantes, al que sonrió con cierto cariño- ¡Heim se nos casa! -un improvisado brindis por parte de todo el grupo los cogió desprevenidos. Tras varios minutos de vítores y salvas, la elfa continuó hablando- Nuestro último trabajo nos llevó a Sacrestic Ville. Un lugar infestado de vampiros. No os lo recomiendo –finalizó, bebiendo de nuevo de su vaso.
- ¡Vaya! Mis bendiciones –brindó amable Aylizz, tras el anuncio- Imagino lo difícil que habrá sido estar lejos de casa en tales circunstancias... Y en ese lugar, nada menos. ¿Habéis estado mucho tiempo?
- Varios meses… -respondió pensativa la elfa- Nos fuimos con las primeras heladas, si mal no recuerdo.
- Siete meses -contestó la otra tripulante.
- Decís que, en esa ciudad, Sacres… -el peliblanco dudó a la hora de proncunciar el nombre, por lo que Lenora volvió a decirlo- Sacrestic Ville, hay muchos vampiros. ¿Os habéis cruzado con algunos por estos caminos?
- Alguno hemos encontrado -la expresión de Lenora se volvió sombría- Deberíais ir con cuidado si seguís hacia el norte. No os fieis de nadie que se os acerque de noche. Nunca vienen solos –por sus palabras, pudieron deducir que el grupo se había enfrentado en alguna ocasión a aquella tesitura.
- Gracias por la advertencia. Desde aquí el camino ha estado tranquilo al otro lado, al menos podréis arribar tranquilos –tras unos segundos, la rubia redirigió la conversación hacia la ciudad más al norte- Y allí, durante el día, ¿cómo son las cosas? ¿Hay más elfos? O... ¿Alguna otra gente?
Sus comensales se miraron entre si, como planteándose por primera vez una cuestión como aquella.
- No vimos muchos elfos, la verdad –comentó otro de los integrantes de la tripulación- Humanos, vampiros y quizás algún hombre-bestia –pareció meditar un instante- Lo cierto es que es una ciudad en la que nadie se interesa por los demás. Es el lugar al que irías si quieres esconderte.
- O invertir dinero fraudulento.
- Suena... encantador –comentó simplemente Tarek.
- A nosotros nos contratan a menudo –fue la queda respuesta de Lenora, que amagó un brindis ante de beber.
- Eso es bueno, supongo. Que el trabajo no falte...
La conversación siguió por algún tiempo más, mientras informaban a la tripulación de las escasas novedades que habían sacudido Sandorai en aquellos meses. Fue Aylizz la que, tras una mirada al peliblanco, indicó que era hora de volver al camino.
- Nosotros deberíamos continuar.
Agradeciendo la hospitalidad dada, se levantaron para despedirse, deseando un buen regreso a sus anfitriones. Por su parte, el grupo de la barcaza los avasalló con consejos sobre los lugares a los que no debía acudir bajo ningún concepto y aquellos antros que debía visitar de ir a Sacrestic Ville. Entre otros, mencionaron algo de una torre, cuya dueña no era muy hospitalaria con las visitas.
Tiempo más tarde, camino de nuevo a la posada…
- Cuando te marchaste de tú hogar, ¿a donde fuiste? –preguntó curioso, antes de añadir- No tienes que responder si no quieres.
- Pues... a ninguna parte en específico. Recorrí Sandorai durante un año, hasta que me topé con rumores de clanes que pasaban desapercibidos en la frontera y pensé que quizá... –la elfa suspiró, peinándose hacia atrás- No encontré nada. Y cuando quise darme cuenta, estaba metida en problemas de las ciudades humanas.
- ¿Clanes que pasaban desapercibidos? Nunca lo había escuchado.
Intentó hacer oídos sordos a la estancia de su compañera en las ciudades humanas. Sabía que había sido en una de aquellas ocasiones cuando había conocido a la abominable criatura que los había acompañado en el periplo de la isla. Aquello no era asunto suyo.
- Mi reacción fue la misma, -sus palabras se acompañaron de una leve sonrisa- aunque mucho más ingenua. No sé... he oído a muchos de los nuestros decir que el mundo está cambiando y nuestro pueblo con él. ¿Por qué no podía ser? –medio se rio tras aquel comentario, como si sus propios pensamientos le hiciesen gracia -Resultó no serlo, menuda sorpresa.
- Somos una especie antigua, que ha subsistido durante siglos sin apenas cambios. No sé si un par de turbulencias en el mundo humano son suficientes para cambiar eso -no quería iniciar una discusión con ella, cuando apenas había iniciado aquel viaje, por lo que simplemente añadió- No deberían serlo.
- He conocido elfos que viven libres en otros reinos –expuso ella, sin acritud- Pero indudablemente, yo prefiero nuestra tierra.
Continuaron un rato más en silencio, hasta que el elfo expuso otra duda que había estado rondándole la cabeza todo aquel tiempo.
- Quieres devolver los elfos a esta tierra, pero ¿qué piensas hacer con quiénes ya la habitan?
- Yo no... He dicho nada de...-murmuró ella, mirándolo extrañada- ¿Crees que alguien podría habitarlas de nuevo? –cuestionó, arqueando una ceja
- ¿No es ese tu objetivo? –preguntó por su parte, imitando su expresión facial- Supuse que buscabas con tanto ahínco ese lugar para traerlo de nuevo a la vida –tras eso permaneció en silencio un instante, reflexionando sobre ello- Será difícil, pero no creo que sea imposible. Se han colonizado lugares mucho más inhabitables. Aparte –añadió, sonriendo con sorna- tienes pinta de ser lo suficientemente cabezota como para conseguirlo.
Ella le devolvió la sonrisa, comedida, desviando posteriormente la mirada hacia la parte derecha del sendero, donde la tierra que los rodeaba comenzaba a ennegrecerse. Tirando de las riendas de su corcel, lo hizo bajar el ritmo, antes de dirigir de nuevo la mirada al peliblanco.
- Me bastaría con que aún quede algo que encontrar –su respuesta sonó melancólica a oídos de Tarek- Desde aquí, tendremos que tomar mayores precauciones –indicó, al tiempo que tiraba de las riendas para dirigir al caballo hacia el secarral. Instantes más tarde, sacó de la parte trasera de su cinturón un cuchillo con una runa incrustada, que colocó en la parte delantera de la silla- Esto nos dará tregua con las bestias –continuaron avanzando unos instantes en silencio- ¿Y ser cabezota te parece algo de lo que presumir? –preguntó con sorna.
- Es lo que te mantiene con vida, ¿no? -comentó el peliblanco, mientras observaba la daga con curiosidad- Dudo que alguien más "pasivo" hubiese sobrevivido a una reina vampira ávida de venganza.
- Entonces no estaba sola –respondió ella, sonriendo.
Tarek la dejó cabalgar unos instantes delante de él, mientras reflexionaba sobre todo aquello. Nunca había estado en Midgard, al menos no en aquella desolada zona y, cuanto más negra se volvía la tierra a su alrededor, más entendía la frustración de Aylizz. Debía ser doloroso ver tu hogar reducido a… nada. Tarek había perdido a su familia, pero al menos había conservado su hogar. Espoleando el caballo, avanzó hasta colocarse en paralelo a la chica, igualando el ritmo de cabalgada.
- ¿Qué nos espera a partir de ahora?
- Esta zona es más salvaje que la rivera, las llamas son más vivas, aunque los caballos todavía pueden caminar sin sufrir demasiado. Podemos esperar... prácticamente cualquier cosa. De un tiempo para acá hasta los furtivos se han tratado de abrir camino. Y pueden ser peor que los propios animales... -expuso ella, frunciendo el ceño.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que vislumbrasen a lo lejos la posada de Tyw. El destartalado edificio que constituía su destino aquel día.
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El sol se alzaba brillante en el cielo, anunciando el mediodía, cuando cruzaron el Tymer. Mantenían una ligera y animada charla, cuando en el horizonte distinguieron la silueta de una embarcación que bajaba el río en dirección sur. Pocos habían sido los viandantes con los que habían cruzado sus pasos desde aquella mañana, pero aquella era la primera nave que habían visto. Sus pasos los dirigieron a su vez al sur, en dirección a la posada de la que Aylizz había hablado la noche anterior.
La nave, una pequeña barcaza plana manejada por pértigas, acabó por adelantarlos un par de minutos más tarde.
- Benditos los ojos que ven elfos caminando por estas tierras –fue el alegre saludo de la elfa que parecía estar al mando del navío.
- También es bueno ver que se tiene valor para navegar cerca –contestó Aylizz, mientras el peliblanco se limitó a saludar con la cabeza.
Con una rápida orden, la barcaza se detuvo cerca de la orilla, permitiendo a la elfa descender de un salto a tierra firme. Tras unas rápidas indicaciones a la tripulación, dirigió sus pasos hacia ellos.
- ¿Puedo preguntar de dónde venís? Hace meses que subimos río arriba y no sabemos qué esperar en la dirección de la que vosotros venís -un ruido a su espalda la hizo girarse, antes de permitirles contestar, y nuevas órdenes fueron dadas a los que todavía se mantenían sobre la barcaza- Disculpad mi mala educación, soy Lenora.
- Tarek –respondió el elfo, tomando en esta ocasión la delantera- Venimos del sur de Sandorai, de las tierras en las que habito. No creo que haya pasado nada digno de mención.
- Aylizz –se presentó la rubia, inclinando la cabeza como gesto de saludo- La sorpresa dependerá de lo que hubieseis dejado al partir...
- Bien visto -comentó Lenora, mientras a su espalda el resto de la tripulación se afanaba en bajar varios bártulos de la embarcación- Disculpad que os haya abordado así de repente, pero íbamos a parar a almorzar, así que permitidme compartir la sal y el pan con vosotros. A cambio solo os pediré noticias sobre las tierras de Sandorai y os relataré lo que dejé atrás al partir.
- Ehm… -la vacilación de la rubia quedó clara cuando dirigió su mirada a Tarek.
En aquel memento, algo pareció llamar de nuevo la atención de Lenora, que se volvió a girar para dar instrucciones al pequeño grupo que la acompañaba. Aprovechando que estaba ocupada, el peliblanco se acercó un poco más a su compañera.
- Quizás sepan algo sobre estas tierras. No algo de tus ancestros, pero si de lo que sucede ahora. De los que moran por aquí –le comentó en voz baja, haciendo clara referencia a su conversación de la noche anterior sobre los vampiros que podían habitar en aquel lugar.
- Sí, claro. ¿Por qué no? –fue la rápida respuesta de Aylizz a Lenora, en cuanto esta se giró de nuevo hacia ellos. Tarek se limitó a asentir y sonreir, apoyando sus palabras- ¿Os faltan manos? –preguntó, haciendo referencia al grupo que continuaba bajando cosas de la barcaza.
Con un entusiasmo desmedido, Lenora les indicó que la siguiesen hasta el círculo de cajas que sus compañeros habían colocado a un lado del camino y, en cuyo centro, se encontraba una caja más grande llena de diversos víveres. Los cuatro tripulantes restantes conversaban animados, mientras tomaban asientos sobre las cajas perimetrales.
- Bueno, estos son mis chicos –comentó Lenora al alcanzarlos, englobándolos con un amplio gesto del brazo- Os los presentaría, pero os olvidaréis rápido de sus nombres –añadió, haciendo un gesto como para restarle importancia al asunto- Chicos, estos son Aylizz y... –miró inquisitivamente a Tarek, que acabó por presentarse de nuevo- eso. Van a unirse a nuestra pequeña comida. ¡Sentaos!
Aylizz y él tomarn asiento, la elfa algo más comedida de lo que era habitual en ella. Tras un breve saludo por parte de la tripulación, a la que la adición de dos desconocidos a su almuerzo no pareció extrañarles, comenzaron a repartirles comida y pasarles odres con agua y vino. Parecía que aquella era la dinámica habitual en el grupo.
- ¿A dónde os dirigís? Si no es mucha indiscreción –preguntó una de las tipulantes, que se sentaba a la izquierda de los elfos, al tiempo que mordía un trozo de pan relleno de algún pescado en conserva, que el peliblanco no fue capaz de identificar.
- La posada de Tyw, tenemos un acuerdo por su licor casero –fue la respuesta de Aylizz, cuya mentira sonó más natural de lo esperado. El peliblanco, por su parte, intentó contener la risa tras un trozo de carne que había llegado hasta él, recordando lo mal que había funcionado aquella estrategia cuando la rubia había ido a buscarlo. En aquel momento, Lenora le ofreció una boya de pan oscuro a Aylizz- ¿Qué transportáis? Si no es indiscreción… -añadió, tanteando a la mujer que los había increpado primero.
- Somos artesanos –respondió otro de los miembros del grupo.
- ¿Artesanos? –preguntó Tarek con curiosidad.
- Esculpimos la piedra y damos forma a los árboles –explicó la chica que les había hablado primero, simulando con las manos trabajar las materias mencionadas- Por eso pasamos a menudo por aquí, vamos a donde nos lleva el río.
- Esto -Lenora golpeó la caja bajo ella- son nuestras herramientas.
- Eso, vaya... No es tarea fácil -la rubia parecía sorprendida- ¿Acaso tenéis muchos trabajos a este lado del río? –dirigió esta vez su pregunta a Lenora.
- ¿Por aquí? –preguntó la elfa, indicando con un dedo a su alrededor y se echándose a reír- Por desgracia no. Ojalá pudiésemos ayudar a que eso volviese a ser como antes –la pesadumbre en sus palabras pareció quedar suspendida un instante en el ambiente- Pero el río es una buena forma de moverse y muchos mercaderes que bajan por él acaban siendo potenciales clientes.
- ¿Os cruzáis con mucha gente por el río? –preguntó el peliblanco curioso.
- Sin duda. No está tan transitado como otras regiones, pero no es fácil atravesarlo sin encontrarse con alguien.
- Conoceréis entonces muchas cosas de estos parajes, si navegáis tan a menudo por ellos.
- Sin duda –la risa de Lenora parecía sincera
- ¿Volvéis de un trabajo entonces? ¿U os dirigís a uno? –las palabras de la rubia sonaron curiosas y desenfadadas, pero Tarek pudo distinguir un cierto tono de desconfianza tras ellas.
- Regresamos a casa –la atención de la jefa del grupo se dirigió entonces a uno de sus tripulantes, al que sonrió con cierto cariño- ¡Heim se nos casa! -un improvisado brindis por parte de todo el grupo los cogió desprevenidos. Tras varios minutos de vítores y salvas, la elfa continuó hablando- Nuestro último trabajo nos llevó a Sacrestic Ville. Un lugar infestado de vampiros. No os lo recomiendo –finalizó, bebiendo de nuevo de su vaso.
- ¡Vaya! Mis bendiciones –brindó amable Aylizz, tras el anuncio- Imagino lo difícil que habrá sido estar lejos de casa en tales circunstancias... Y en ese lugar, nada menos. ¿Habéis estado mucho tiempo?
- Varios meses… -respondió pensativa la elfa- Nos fuimos con las primeras heladas, si mal no recuerdo.
- Siete meses -contestó la otra tripulante.
- Decís que, en esa ciudad, Sacres… -el peliblanco dudó a la hora de proncunciar el nombre, por lo que Lenora volvió a decirlo- Sacrestic Ville, hay muchos vampiros. ¿Os habéis cruzado con algunos por estos caminos?
- Alguno hemos encontrado -la expresión de Lenora se volvió sombría- Deberíais ir con cuidado si seguís hacia el norte. No os fieis de nadie que se os acerque de noche. Nunca vienen solos –por sus palabras, pudieron deducir que el grupo se había enfrentado en alguna ocasión a aquella tesitura.
- Gracias por la advertencia. Desde aquí el camino ha estado tranquilo al otro lado, al menos podréis arribar tranquilos –tras unos segundos, la rubia redirigió la conversación hacia la ciudad más al norte- Y allí, durante el día, ¿cómo son las cosas? ¿Hay más elfos? O... ¿Alguna otra gente?
Sus comensales se miraron entre si, como planteándose por primera vez una cuestión como aquella.
- No vimos muchos elfos, la verdad –comentó otro de los integrantes de la tripulación- Humanos, vampiros y quizás algún hombre-bestia –pareció meditar un instante- Lo cierto es que es una ciudad en la que nadie se interesa por los demás. Es el lugar al que irías si quieres esconderte.
- O invertir dinero fraudulento.
- Suena... encantador –comentó simplemente Tarek.
- A nosotros nos contratan a menudo –fue la queda respuesta de Lenora, que amagó un brindis ante de beber.
- Eso es bueno, supongo. Que el trabajo no falte...
La conversación siguió por algún tiempo más, mientras informaban a la tripulación de las escasas novedades que habían sacudido Sandorai en aquellos meses. Fue Aylizz la que, tras una mirada al peliblanco, indicó que era hora de volver al camino.
- Nosotros deberíamos continuar.
Agradeciendo la hospitalidad dada, se levantaron para despedirse, deseando un buen regreso a sus anfitriones. Por su parte, el grupo de la barcaza los avasalló con consejos sobre los lugares a los que no debía acudir bajo ningún concepto y aquellos antros que debía visitar de ir a Sacrestic Ville. Entre otros, mencionaron algo de una torre, cuya dueña no era muy hospitalaria con las visitas.
[…]
Tiempo más tarde, camino de nuevo a la posada…
- Cuando te marchaste de tú hogar, ¿a donde fuiste? –preguntó curioso, antes de añadir- No tienes que responder si no quieres.
- Pues... a ninguna parte en específico. Recorrí Sandorai durante un año, hasta que me topé con rumores de clanes que pasaban desapercibidos en la frontera y pensé que quizá... –la elfa suspiró, peinándose hacia atrás- No encontré nada. Y cuando quise darme cuenta, estaba metida en problemas de las ciudades humanas.
- ¿Clanes que pasaban desapercibidos? Nunca lo había escuchado.
Intentó hacer oídos sordos a la estancia de su compañera en las ciudades humanas. Sabía que había sido en una de aquellas ocasiones cuando había conocido a la abominable criatura que los había acompañado en el periplo de la isla. Aquello no era asunto suyo.
- Mi reacción fue la misma, -sus palabras se acompañaron de una leve sonrisa- aunque mucho más ingenua. No sé... he oído a muchos de los nuestros decir que el mundo está cambiando y nuestro pueblo con él. ¿Por qué no podía ser? –medio se rio tras aquel comentario, como si sus propios pensamientos le hiciesen gracia -Resultó no serlo, menuda sorpresa.
- Somos una especie antigua, que ha subsistido durante siglos sin apenas cambios. No sé si un par de turbulencias en el mundo humano son suficientes para cambiar eso -no quería iniciar una discusión con ella, cuando apenas había iniciado aquel viaje, por lo que simplemente añadió- No deberían serlo.
- He conocido elfos que viven libres en otros reinos –expuso ella, sin acritud- Pero indudablemente, yo prefiero nuestra tierra.
Continuaron un rato más en silencio, hasta que el elfo expuso otra duda que había estado rondándole la cabeza todo aquel tiempo.
- Quieres devolver los elfos a esta tierra, pero ¿qué piensas hacer con quiénes ya la habitan?
- Yo no... He dicho nada de...-murmuró ella, mirándolo extrañada- ¿Crees que alguien podría habitarlas de nuevo? –cuestionó, arqueando una ceja
- ¿No es ese tu objetivo? –preguntó por su parte, imitando su expresión facial- Supuse que buscabas con tanto ahínco ese lugar para traerlo de nuevo a la vida –tras eso permaneció en silencio un instante, reflexionando sobre ello- Será difícil, pero no creo que sea imposible. Se han colonizado lugares mucho más inhabitables. Aparte –añadió, sonriendo con sorna- tienes pinta de ser lo suficientemente cabezota como para conseguirlo.
Ella le devolvió la sonrisa, comedida, desviando posteriormente la mirada hacia la parte derecha del sendero, donde la tierra que los rodeaba comenzaba a ennegrecerse. Tirando de las riendas de su corcel, lo hizo bajar el ritmo, antes de dirigir de nuevo la mirada al peliblanco.
- Me bastaría con que aún quede algo que encontrar –su respuesta sonó melancólica a oídos de Tarek- Desde aquí, tendremos que tomar mayores precauciones –indicó, al tiempo que tiraba de las riendas para dirigir al caballo hacia el secarral. Instantes más tarde, sacó de la parte trasera de su cinturón un cuchillo con una runa incrustada, que colocó en la parte delantera de la silla- Esto nos dará tregua con las bestias –continuaron avanzando unos instantes en silencio- ¿Y ser cabezota te parece algo de lo que presumir? –preguntó con sorna.
- Es lo que te mantiene con vida, ¿no? -comentó el peliblanco, mientras observaba la daga con curiosidad- Dudo que alguien más "pasivo" hubiese sobrevivido a una reina vampira ávida de venganza.
- Entonces no estaba sola –respondió ella, sonriendo.
Tarek la dejó cabalgar unos instantes delante de él, mientras reflexionaba sobre todo aquello. Nunca había estado en Midgard, al menos no en aquella desolada zona y, cuanto más negra se volvía la tierra a su alrededor, más entendía la frustración de Aylizz. Debía ser doloroso ver tu hogar reducido a… nada. Tarek había perdido a su familia, pero al menos había conservado su hogar. Espoleando el caballo, avanzó hasta colocarse en paralelo a la chica, igualando el ritmo de cabalgada.
- ¿Qué nos espera a partir de ahora?
- Esta zona es más salvaje que la rivera, las llamas son más vivas, aunque los caballos todavía pueden caminar sin sufrir demasiado. Podemos esperar... prácticamente cualquier cosa. De un tiempo para acá hasta los furtivos se han tratado de abrir camino. Y pueden ser peor que los propios animales... -expuso ella, frunciendo el ceño.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que vislumbrasen a lo lejos la posada de Tyw. El destartalado edificio que constituía su destino aquel día.
Tarek Inglorien
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Antes de entrar en la posada se aseguraron de amarrar en buenas condiciones a los caballos, bajo el tejadillo sobre los abrevaderos. Una vez dentro, desde la barra de la taberna los recibió un joven humano, bastante joven, preadolescente, saliendo a su encuentro cuando avanzaron hacia él. La elfa adelantó entonces sus pasos a los de su compañero, con intención de ser quien intercambiara las primeras palabras con el mesero.
—Venimos en nombre de Fahïn. Un encargo.— expuso, todavía sin descubrirse la capucha.
—Ah, si, no hay problema, pero el viejo no llegará hasta bien entrada la noche.— explicó el muchacho sin reparo —Sentaos, el puchero estará listo pronto.— y con un gesto los invitó a sentarse, antes de alejarse a recoger las mesas vacías.
Al poco, el chico volvió con dos jarras de barril. Para entonces, la elfa se había acomodado y descubierto la cabeza, desabrochando el cuello y entreabriendo la túnica. El camarero pareció quedarse ligeramente perplejo al advertir ahora su rostro al completo, cuando le puso la bebida en frente.
—Eh, esto... Perdona yo, ¿no te conozco?— preguntó comedido, ligeramente sonrojado.
Ella lo miró extrañada, aunque en un rápido repaso mental recordó la última vez que pisó aquel lugar. Un chiquillo atendió su mesa entonces… Sonrió, asumiendo que se trataba de él, en pleno desarrollo.
—Si llevas tiempo aquí, la última vez que nos vimos aún no habías estirado.— rió con suavidad, mirándolo hacia arriba.
—Ya me acuerdo, para no... Venías con otra mujer y eso no es habitual por aquí. Y fue... La primera vez que vi una elfa.— admitió, ligeramente avergonzado —Y tú sigues igual.— añadió, algo más animado, antes de mirar por un momento a Tarek. —Eh, bueno... Voy a seguir con lo mío…— añadió de repente, apartándose de la mesa, sin volver siquiera a mirarla.
Cuando el muchacho se hubo alejado, la mirada del elfo se volvió hacia ella, mientras se recostaba en la silla.
—Por lo que veo, dejas marca por donde pasas.
—Qué va.— replicó tras una ligera risa genuina —Era un niño todavía, fácilmente impresionable.— explicó, añadiendo un gesto que le restaba importancia.
—Como todos los de su especie— respondió él, secamente. Después se acercó a ella, apoyándose sobre la mesa y en voz baja, comentó —¿Lo del encargo es verdad o has vuelto a... echarle imaginación?— y sonrió socarrón.
Ella arqueó una ceja y sonrió divertida, antes de inclinarse también sobre la mesa, pero en lugar de responder, se llevó la jarra a la boca y dió un sorbo.
—Por favor, por quién me tomas.— respondió con altivez, aunque con gracia —La verdad es que la pifié a lo grande con Dhonara... Menuda entrada.— comentó, mirando el reborde de la jarra una vez la posó de nuevo en la mesa.
—Dhonara es una Ojosverdes...— comentó reclinándose en la silla —Podrías haberle ofrecido la sangre de mil víctimas sacrificadas en su honor y seguirías sin ser de su agrado. Menos aún si supiese en que clase de sitios te mueves.— señaló sutilmente con la cabeza al chico —Aunque creo que tu fallido intento le hizo cierta gracia.
—Si, es cierto... No creo que su idea sobre mí mejorase si me conociera.— apuntó a su comentario. En aquel punto se preguntó por qué debía importarle la opinión de alguien a quien no conocía y tampoco deseaba conocer. —Dudo si la mía lo haría. Aunque reconozco que... Ese lugar es increíble. Y mantenerlo así… Hay que ver el mérito.
—Es un lugar antiguo. Existe desde que existen los Ojosverdes. Es su mayor orgullo... Por eso luchan tan ferozmente en las fronteras. Los madereros se acercan cada vez más al corazón del bosque... Los árboles en los que vivimos son... distintos, como toda esa zona de Sandorai. Cada vez que cae un árbol puedes... Sentirlo. No sé, es algo especial.
Ella lo escuchaba, atenta a cada deje en la voz y cada mueca inconsciente en el rostro. Tomó otro sorbo, lento, sin dejar de mirarlo por encima del vidrio. Entonces él sonrió brevemente.
—Me alegra que te gustase. Eres probablemente una de las pocas personas vivas, ajenas al clan, que lo han visto.
—Parece gustarte estar con ellos...— planteó, al tiempo que volvía a dejar la jarra sobre la mesa —Aunque hablas mucho de no... Encajar...— cuestionó alzando una ceja, como si midiese hasta dónde podía hablar.
—Son familia… O al menos lo más parecido a una familia que tengo. Soy… Como el primo raro al que invitas porque, ya puestos, no lo vas a dejar fuera en las fiestas.— se encogió de hombros, con una ligera sonrisa en los labios —Creo que el resto de los clanes tiene una idea bastante radical de los Ojosverdes. Pero lo cierto es que ellos tampoco hacen nada por desmentir el mito.
—Si para ti es suficiente, supongo que está bien.— medio sonrió.
Había visto muy poco de cómo se trataban los suyos, pero más allá del hermetismo con el que parecían comportarse ante los foráneos, había visto ciertos gestos que invitaban a pensar que quizá, de puertas para dentro, no resultaban tan rígidos.
—Cuidan de los suyos, nadie puede cuestionar que eso sea noble.— dejó de hablar cuando, por el rabillo del ojo, vió acercarse al muchacho con dos humeantes platos de cuchara.
—Buen provecho.— se limitó a decir al servirlos.
Por cortesía miró a ambos, aunque a Tarek apenas le dedicó un segundo antes de irse.
—Le has puesto nervioso...— comentó en tono más bajo, divertida, aunque con gesto compasivo hacia el chico al comprender que lo que antes le había espantado resultaba ser él.
—Entonces estoy perdiendo facultades. Debería estar atemorizado.— cogió la cuchara y comenzó a remover la comida, como si nada —Nunca fuimos un clan numeroso, los Inglorien, y cuando Eithelen murió no quedaba nadie... Ellos vinieron a buscarme. Quizás sea diferente y nunca llegue a ser como ellos, pero fueron los únicos que se preocuparon por el huérfano de un clan extinto.
La elfa frunció el ceño con el comentario referido al chico. De verdad que no alcanzaba a comprender cómo era capaz de despreciarlo de tal forma, únicamente por su condición. Les había atendido, como a cualquiera. Les había servido en caliente y se había esforzado por ser discreto y no molestar. Aún así, el elfo lo miraba como si le perdonase la vida en cada respiración. ¿Por qué? ¿Porque quienes debían cuidar de él, por obligación de sangre, se lo habían enseñado? Suspiró para sí, optando por dejarlo correr para no enredar las cosas. Cogió su cuchara y empezó a remover la comida, de la misma forma que él lo hacía desde hacía un momento.
—¿Cómo eran los Inglorien?— preguntó con curiosidad, aunque comedida, desviando el tema. Él guardó silencio un momento antes de contestar.
—Éramos un clan pequeño y en cierta medida disperso. Los Inglorien nunca se negaron a juntarse con otros clanes. Mi madre era una Ojosverdes y mi padre un Inglorien.— se detuvo un momento para comer algo más —Dicen que originalmente vivían en las montañas nevadas y de ahí heredaron los primeros elfos del clan su rasgo distintivo.— se señaló el pelo. —Probablemente sólo sea una leyenda. Pero es cierto que todo niño del clan nacía con este color de pelo.— removió de nuevo la comida, parecía ausente —Se regían por unos códigos morales claros... Quizá fue eso lo que acabó por hacerlos desaparecer.
Lo escuchaba mientras comía alguna que otra cucharada. Lo cierto era que, desde hacía unos minutos, no se encontraba especialmente cómoda en la conversación. Entonces habló de su padre, de su madre… Y suspiró, inquieta. En momentos como aquel se preguntaba cuánto de él conocía realmente.
—Pero… ¿A todos?— murmuró, con cierta tristeza, cuando él terminó de hablar —Perdona, no quería... Remover nada.— se excusó con desgana.
—No tienes que disculparte. La muerte es tan parte de la vida, como la oscuridad de la luz.— comió un poco más —No éramos muchos cuando Eithelen lideraba, nunca fue un clan prolífico en descendencia. Algunos se marcharon poco antes de su caída, las habilidades de los arcanos del clan eran bastante famosas… El resto murió en batalla.— le dedicó una sonrisa algo triste —Así que es posible que quede alguno por ahí. Pero a efectos prácticos, soy el último miembro de mi clan.
Guardó silencio una vez más, con la mirada baja, contemplando el plato. Valoró entonces que bastante podía agradecer que al elfo no se le fuera la cabeza más a menudo, teniendo en cuenta aquella historia de vida.
—Mi madre tampoco pertenecía al clan. Pensándolo bien… Es bueno tener fuera un hilo al que agarrarse por si las cosas se tuercen dentro.— lo miró finalmente, con una sonrisa comedida —Y... ¿Qué hay de ti? Inglorien de ojos verdes...— dejó un momento la cuchara y entonces fue ella quien se acercó un poco a él, sobre la mesa —¿Quién eres, más allá de lo que eres?— pudo advertir cómo él fruncía el ceño ante la pregunta.
—No lo sé. Soy... Simplemente lo que ves, o al menos esa es una parte importante. El resto espero descubrirlo por el camino. Para eso está la vida, ¿no?— sonrió y pareció un poco más animado.
¿Lo que veía? A primera vista, no podía negar que le gustaba. Aun así, negó con la cabeza para sí, desechando aquella idea. No le gustó al conocerlo, no le gustaba hacía un momento, y era consciente de que no le gustarían muchos de sus pensamientos.
—Lo que veo en ti no es nada simple.— replicó, contrariada por su apreciación, aunque con simpatía —Pero si, nuestra vida es larga.— añadió, antes de dar otro trago a la jarra.
—Creo que me juzgas más complejo de lo que realmente soy.
—Es posible.— asumió con simpleza su afirmación —Apenas te conozco, realmente.— añadió, aunque más como un pensamiento en voz alta.
—¿Qué contestarías tú, si te hiciese la misma pregunta?
—¿Yo?— cuestionó y medio rió —Hoy no sabría darte una respuesta.— reconoció, encogiéndose de hombros.
—¿Debo asumir entonces que otros días sí conoces la respuesta a esa pregunta? Quizás debería repetírtela cada día para ver qué me contestas.— rió.
—¿Cada día?— suspiró con un hastío forzado —¿Y serán muchos?— bromeó.
—Todo depende de cuantos días planees arrastrarme contigo por estas tierras baldías.— replicó en el mismo tono —Es curioso, ¿sabes? Que apenas hayamos vivido a un día de camino durante años, que pertenezcamos a la misma raza, que técnicamente tengamos la misma cultura… Y que podamos pensar de formas tan diferentes.
Ante su apreciación, se echó hacia atrás en el asiento. Meditó un momento sus palabras. Desde luego debía esforzarse por no incidir en según qué temas y también asumir que parte de su persona jamás sería del agrado de aquel elfo. Aún así, no podía obviar que había muchos aspectos en los que sí se sentía en sintonía.
—No hemos llevado la misma vida. Y la vida enseña y moldea... Además, qué aburrida, para ser tan larga, si todos fuésemos abejas, ¿no crees?
—Supongo que tienes razón... Aunque, si mal no recuerdo, en algún momento llegaste a comparar a los Ojosverdes con algún tipo de sistema colmena en el que nos lavaban el cerebro…
En aquel punto, Tarek carcajeó y ella no pudo evitar sonrojarse un instante. No, no recordaba haber dicho nada como aquello. Aunque lo cierto era que sí sonaba a algo que ella habría dicho, desde luego lo había pensado en más de una ocasión. Definitivamente, debía empezar a controlar sus palabras con más conciencia.
—Eh… Puede que sí dijera algo así...— reconoció vagamente, frotándose la frente —Como tantas otras cosas que digo sin medida... Aunque recordaré que me acabas de dar la razón en eso.— advirtió, ahora más venida arriba.
—La primera vez que abandoné el campamento tras unirme a ellos, me enviaron al norte, a una especie de festival para celebrar la primavera. En aquel momento no entendí por qué debía asistir a algo así, si nuestras salidas de Sandorai normalmente tenían otras razones... Hasta que tuve que mezclarme con... Todo tipo de criaturas y personas. Quizás si que somos un poco abejas abajo en el sur y por eso les cuesta tanto relacionarse con otros clanes…
—Ahora en serio. A mí también me enseñaron a odiar por la mera naturaleza y durante mucho tiempo lo hice. Aún soy recelosa pero... No sé... Piensa en lo que has dicho hace unos momentos. Siendo tantos elfos y no todos somos iguales. No creo que sea tan insensato pensar que con el resto ocurre lo mismo.
—Antes me contaste lo que le sucedió a tu hogar. Cómo los brujos destruyeron todo a su paso sin importarles qué o quién sufría con ello. Imagina ahora que hubiesen matado a toda tu familia, que ni siquiera hubiesen dejado tras de sí un cuerpo sobre el que llorar.— Tarek se había puesto serio y ahora la miraba intensamente. Ella se removió en el asiento, de nuevo incómoda. —Eso es lo que me hicieron ellos— señaló con la cabeza al chico —a mi. No una, sino dos veces. Mataron a mis padres biológicos y acabaron con el hombre que me crió como su propio hijo. Quizás no sean todos iguales, pero lo único que he visto en ellos es ese afán por destruir el mundo que los rodea y lo que habita en ellos, sin importarles nada más. Atacan nuestros bosques a diario, destruyen nuestro hogar. No tengo un nombre o un rostro al que culpar, pero tampoco lo necesito. Ninguno de ellos se merece siquiera el aire que respira.
Ella le mantuvo la mirada fija, aunque llegó a sentirse intimidada por la intensidad repentina que él adoptó con sus palabras. Podía llegar a entender de lo que hablaba y aquella no era la primera vez que alguien le echaba en cara su propia desgracia cuando quería un argumento contundente. Como si ella no supiese lo que era sufrir. Lo que era odiar. Y castigarse por romper sus propias convicciones. Cuando terminó la exposición de su postura, ella apretó los labios y negó con la cabeza con suavidad antes de responder.
—No voy a discutirte...— indicó finalmente, resignada. Era consciente de que no acabaría bien parada. —Quizá sea yo la que se ha salido del tiesto, después de todo.
Tarek apartó la mirada, tampoco parecía muy inclinado a discutir. No dijo nada por un rato, tampoco volvió a tomar bocado. Fue la primera vez que un silencio entre ellos se le hizo insoportable.
—Yo tampoco quiero discutir. Sé que hay cosas en las que no estamos de acuerdo y que probablemente nunca lo estaremos.— expuso él, al fin —No tienes que disculparte por hablar y preguntar. Al menos, no conmigo. Sé que puedo ser un poco… Intenso con determinados temas. Pero no voy a enfadarme porque me preguntes cosas. Venimos de mundos distintos, es normal que tengas curiosidad, al igual que la tengo yo.
—Descuida. En el mundo del que vengo me habrían recordado cuál es mi lugar hace muchas preguntas. Y contigo me he permitido licencias impensables...— reconoció, aún con desgana, aunque con total seguridad.
Miró el plato de Tarek y asumió que no tenía intención de comer más. Lo tomó en una mano, con la otra agarró el suyo y se levantó, sin mediar más palabra, para llevarlos a la barra. Allí, el muchacho limpiaba con afán las lamas de madera, con gesto de querer que la tierra lo tragarse cuando vió acercarse a la elfa.
—No tenías que haberte molestado. Ya iba yo a…— no acabo la frase, pareció perderse en una mirada fugaz hacia Tarek, antes de volver a ella.
—No es molestia.— indicó con cortesía, arrastrando los platos un poco más al interior.
—¿No estaba a vuestro gusto?— preguntó al recogerlos, viéndolos considerablemente llenos.
—¿Eh? No, nada de eso, es un buen estofado. Es sólo que estamos cansados, desgranados, ya sabes.
—Entiendo… Cansados. ¿Es eso lo que le pasa a tu parejo?— su tono invitaba a pensar que bromeaba, aunque su expresión indicaba verdadero interés —¿Asumo pues que os hospedaréis?— consultó, a pesar de haber comenzado ya a girarse hacia los cajones donde guardaba las llaves de las habitaciones.
—Qué remedio.— suspiró —Quiero decir… Si es posible.— se corrigió —Siento que hayas tenido que escuchar... Bueno, sus formas.
—No está de humor, ¿eh?— comentó, mientras tomaba una de las llaves.
—Si… Con amigos así, quién necesita enemigos.— aclaró, de manera sutil, el malentendido que parecía tener el chico.
—¿Si, verdad?— respondió, tras levantar una ceja al parecer comprender y cambiando de llave en el último momento antes tendersela.
—¿Una habitación?— quiso confirmar la elfa, al ver que no hacía amago de tomar otra.
—Con dos camas.— indicó, recuperando la compostura animada que había adoptado en un inicio hacia ella, señalando las dos muescas en la parte trasera del llavero de madera. —Está al final del pasillo, tercera del lado derecho.
La elfa agradeció el servicio y tomó la llave. Volvió a la mesa y sin llegar a sentarse, se la tendió a Tarek. Mirando a su alrededor, advirtió que pocas mesas continuaban ocupadas y notablemente solitarias. Consideró que el mesonero, dedicado ahora a la limpieza y orden tras el mostrador, podría encontrarse dispuesto a dedicarle una animada charla antes de dormir, de la que obtener información más allá de la visión de un anciano al que no verían hasta la mañana.
—Si quieres adelantarte y subir… Yo todavía tardaré un poco.
Sin intención de explicar sus intenciones, esperó hasta que el elfo se levantó. Él tampoco pidió explicaciones y debía admitir que, aunque no le hubiera sorprendido que lo hiciese, fue reconfortante que no.
—Si necesitas algo, sólo llámame.
Y abandonó el comedor.
Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
La habitación era sencilla, suficiente para la única noche que iban a pasar allí. Dos camas ocupaban el centro de la estancia, separadas por una estrecha mesilla de noche, y Tarek comprobó que Aylizz no había estado equivocada en su afirmación: los colchones eran mullidos.
Tras una rápida inspección al resto de la estancia, encontró una pequeña bañera en un reservado, separado del resto de la habitación por una cortina. Un enorme tanque, sobre un pequeño brasero encendido, parecía proveer el agua caliente necesaria para tomar un baño. El elfo se sorprendió ante la compleja mecánica del aparto, que permitía la entrada de agua desde el exterior, para reponer la que era usada para llenar la bañera.
Contando con que la elfa tardaría aún un rato en subir, atrancó la puerta por dentro y se dispuso a aprovechar la oportunidad de sumergirse un rato en agua caliente. Retazos de su última conversación con Aylizz volvieron a su mente, mientras reposaba la cabeza en el borde de la bañera. La cena se había tornado tensa en cuanto habían tocado el tema de los humanos. Tarek sabía que ella no había tenido mala intención en su pregunta, pero no podía evitar pensar que, aún a pesar de haber sufrido una pérdida similar, sus situaciones eran muy diferentes. La elfa proclamaba haber superado sus odios, pero el peliblanco había sido testigo en más de una ocasión de que aquellos que odiaban una vez, odiaban siempre. Uno podía convencerse de que se encontraba por encima de ese sentimiento, pero al final, cuando se presentaba la oportunidad de tomar venganza, pocos eran los que no la aprovechaban. Quizás ella fuese de esos pocos individuos privilegiados, pero Tarek no. Le habían arrebatado demasiado y no había vuelta atrás para la senda que había elegido. Lo menos que se debía era ser consecuente con su decisión.
El suave golpeteo en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Tras el baño, a fin de apartar de su mente la tensa conversación, había decidido leer un rato. La luz de la luna se colaba por la única ventana que había en la habitación, por lo que aprovechó para colocar en el rellano una pequeña lámpara de aceite y acomodarse sobre la ancha superficie. En sus manos descansaba un libro de su infancia, que hacía poco que había recuperado de la casa de Eithelen, en la que todavía conservaba parte de la biblioteca del elfo. Muchas veces se había planteado trasladarlos a su morada en el Campamento Sur, pero cada vez que se convencía de hacerlo y llegaba a su antiguo hogar, algo le impelía a dejar allí aquella preciada colección de saber. Aquel era su lugar y él no tenía derecho a sacarlos de allí.
- Adelante –indicó a la persona tras la puerta.
La rubia elfa entró en la estancia con cierta precaución, comedida, observándolo por un momento en silencio. La tensión de su última conversación todavía en el ambiente.
- ¿Hay... agua todavía? –preguntó finalmente, señalando el espacio tras la cortina.
- Quedaba al menos la mitad en el depósito cuando acabé y las brasas seguían prendidas, por lo que debería haber agua caliente suficiente –tras un instante, añadió- Hay una cortina que hace la función de biombo, pero si lo prefieres puedo irme.
- No te preocupes –contestó ella negando con la cabeza, para dirigirse después a la bañera tras la cortina- Podremos hablar con Tyw mañana temprano... –continuó ella, mientras trasteaba en el baño— Aunque el chico me ha podido adelantar alguna cosa –añadió ella, en un tono que dejaba claro que temía su reacción ante aquellas palabras.
Mirando de nuevo por la ventana, hacía el iluminado páramo tras la taberna, el elfo respiró despacio un par de veces antes de contestar. Ella le había pedido ayuda y él había aceptado ayudarla. Si no conseguía controlar sus arrebatos de ira cuando algún humano salía a coalición, aquella aventura acabaría incluso antes de empezar y, si algo sospechaba Tarek, era que aquella no sería la última vez que un miembro de esa despreciable especie se cruzaría en su camino durante los próximos días.
- ¿Algo que deba saber? –preguntó llanamente.
- Lo cierto es que sí... –contestó ella, tras uno momento de silencio- Hace unas semanas pasaron por aquí tres cazadores. El muchacho asegura que eso no sería raro, si no fuera porque a los tres días uno regresó enloquecido, asegurando haberse topado con una criatura que, por su descripción, no parecía ser un animal de por aquí...-tras unos segundos añadió-Pero puede ser cualquier cosa salida del bosque más profundo, tampoco parece que le dieran mucha importancia a sus palabras –un suspiro resignado se escuchó desde el otro lado de la cortina.
- ¿Habías oído rumores similares antes? ¿Quizás relatos o leyendas al respecto?
- La verdad es que cualquiera que no esté muy habituado a estos bosques podría espantarse. Aunque lo cierto es... La primera vez que hice esta ruta iba al norte y se hablaba de ataques extraños a caravanas –la voz de Aylizz pareció alejarse ligeramente- Encontramos una carreta en un camino, volcada, destrozada... La mercancía estaba por el suelo, el caballo en las cercanías, pero ni rastro de la gente.
- ¿Se llevó a la gente, pero no a los caballos? –preguntó extrañado- Si fuese una bestia famélica iría a por los animales. Son una presa más grande.
- También me pareció extraño, pero lo más sensato parecía alejarse de allí cuanto antes –se giró hacia la cortina, al escuchar la voz de la chica más cerca. Aylizz cruzó entonces la habitación secándose el pelo con una toalla- En cualquier caso, mañana sabremos algo con más certeza –concluyó ella, colgando la toalla y acercándose a él- ¿Qué estabas...? –dejó la pregunta inacabada, señalando el libro con la cabeza.
- Es un libro de historia –respondió él, observándolo de nuevo- o más bien de leyendas y mitos. Pero quién los distingue estos días. A veces uno ya no sabe que es real que no –añadió encogiéndose de hombros- Lo tengo desde hace años, pero a veces me apetece volver a él. Lo curioso es que habla de Isla Tortuga. Se me ocurrió ojearlo, por si hablaba también de Midgard.
- ¿De verdad? –ella lo miró entusiasmada- ¿Y? ¿Dice algo?
- No sabría decirte. Algunos lugares aparecen mencionados con otros nombres, en algún dialecto antiguo. En otros casos se dan vagas indicaciones de donde suceden los acontecimientos. En el caso de Tortuga no aparece mencionada como tal, pero es fácil identificarla una vez has estado allí –tendiéndole el libro, añadió- Quizás tú encuentres algo que yo no soy capaz de ver.
- Interesante... –fue su respuesta, mientras ojeaba por encima el libro- Si, le echaré un vistazo. En otro momento –afirmó, devolviéndoselo- No quería interrumpirte –le dedicó una sonrisa, antes de girarse hacia la cama más cercana.
- Solo estaba haciendo tiempo –contestó, quitándole hierro al asunto, mientras se levantaba para dirigirse a la otra cama.
- ¿Me esperabas despierto? –preguntó ella en tono de broma.
- Era eso o dejarte puerta afuera –dándole la espalda, se quitó la camisa- Aparte no me... Me preocupaba que pudiese pasarte algo –consciente de lo poco acertado que podía ser el comentario, no dijo nada más.
- El siempre atento y servicial Tarek... –la escuchó comentar con gracia- Está todo bien, podrás dormir tranquilo.
- Menos mal que me lo dices... –comentó en tono sarcástico, mientras se introducía en la cama- Y yo que creía que me tendría que pasar toda la noche en vela.
- Te mantengo informado –la vio encogerse de hombros, con suficiencia, para añadir en tono burlón- Pero nadie te impide pasar la noche mirando al techo.
- No suelo ser muy buena compañía cuando no he dormido –contestó a su mofa, mirándola con los ojos entrecerrados- así que la única que sufriría las consecuencias de mi desvelo nocturno serías tú. Solo te mantengo informada –finalizó, sonriéndole con sorna.
- Ah, ¿sólo cuando no has dormido? ¿Eso es lo que te pasa hoy? –añadió, antes de echarse a reír.
- Es posible. Si mal no recuerdo, anoche alguien se abrazó a mí como un mono –con un suspiro exagerado, continuó hablando- Y yo que pensaba que disfrutabas de mi compañía, al fin y al cabo, te recorriste medio Sandorai en dirección contraria solo para venir a buscarme.
- Qué poco agradecido, tendría que haber dejado que durmieras en el suelo –replicó ella, negando con la cabeza y entrecerrando los ojos, simulando sentirse ofendida- Oh... Siento decepcionarte, pero te tocó por descarte –una expresión de fingida de compasión adornando su cara.
- Habrías acabado durmiendo tú también en el suelo –comentó él, pasando los brazos por detrás de la cabeza- No te faltó razón, la noche se volvió más fresca de lo esperado –Tras unos segundos, terminó por preguntar sin acritud en la voz- ¿Quiénes eran tus otras opciones? ¿A quién habrías acudido si hubiese dicho que no?
- ¿Viste? En ocasiones, sí sé de lo que hablo –el orgullo patente en su voz, aunque este despareció cuando volvió a contestar- Nousis... -indicó con hastío ante su pregunta- Pensé en más conocidos, pero...considerando de lo que se trataba, no podía contar con cualquiera.
- ¿Porque no quieres que nadie lo sepa? ¿O porque somos los únicos que no haremos preguntas innecesarias? –preguntó, girándose para mirarla.
- Más bien lo segundo. ¿Te imaginas tener que explicar... en fin... todo? –respondió ella, sin apartar la mirada del techo- Y porque no podría hacer una expedición como esta con alguien en quien no confío.
Tarek la observó por un momento. Le sorprendía que la chica pudiese decir cosas como aquellas tan a la ligera. En algunos momentos se mostraba tímida y comedida, como si temiese que alguien la reprendiese por dar un paso en falso; en otras en cambio luchaba como si su vida dependiese de ello; y por último estaban aquellos momentos, en los que hablaba libremente, sin pensar demasiado en sus palabras. Era aquello lo que había hecho que se acercase a ella durante la aventura en Isla Tortuga. Su capacidad de decir lo que pensaba sin tapujos, algo de lo que él era incapaz.
- Gracias –fue su queda respuesta, mientras se giraba para encarase de nuevo al techo.
- ¿Eh? ¿Por qué? –por el rabillo del ojo la vio girarse para observarlo.
- Por confiar en mí.
A la mañana siguiente…
Tarek se despertó temprano y, por un momento, no reconoció el lugar dónde se encontraba. La poca luz que se filtraba a través de la cortina que cubría la ventana le permitió distinguir las cosas que lo rodeaban, pero todo le resultó extraño y ajeno. Alarmado, se incorporó y sus ojos se posaron entonces sobre la figura durmiente de Aylizz. Comprendiendo por fin donde se encontraba, se tumbó de nuevo, intentando relajarse, pero el sueño no volvió a acudir a él.
Tras varios minutos de intranquila calma, decidió levantarse. Al fin y al cabo, no tenía sentido permanecer allí si no iba a dormir. Intentando hacer el menor ruido posible, se vistió, preparó sus cosas y abandonó la estancia. En su camino al comedor, sus pasos se cruzaron con los del joven que les había servido la noche anterior. Todavía dormido, el muchacho pareció no ser consciente de su presencia hasta que se topó de frente con el elfo. El sueño que adornaba su cara se vio inmediatamente sustituido por una expresión que rallaba el pavor y pareció buscar algo (o a alguien) tras él.
- Yo… Buenos días… Esto… -el muchacho se sonrojó intensamente y, por su expresión, Tarek pudo jurar que habría deseado encontrarse en cualquier otro sitio, excepto ante él. Bien, el elfo compartía con él ese mismo sentimiento.
- ¿Algún problema? –preguntó inmisericorde, al ver el malestar del muchacho. Este, incapaz de articular palabra, meneó la cabeza con brío y, bajando la mirada, lo esquivó en dirección a las cocinas, murmurando algo parecido a una disculpa.
Libre ya de su molesta presencia, el elfo continuó su camino al exterior de la posada, donde uno de los caballos bebía tranquilamente del abrevadero. Acercándose al segundo corcel, le acarició el flanco, antes de empezar a cepillarlo. Al menos los animales serían una mejor compañía que la que podía encontrar dentro del establecimiento.
Acababa de terminar de cepilla al segundo caballo, cuando Aylizz apareció en la puerta, con una expresión indescifrable.
- Buenos días –ella le devolvió el saludo con un gesto de la mano.
- ¿Cuánto llevas en pie? –preguntó, frotándose la cara, en un intento de alejar el sueño de su rostro.
- Un rato –respondió él, tras intentar calcular la hora por la posición del sol. Lo cierto es que había perdido la noción del tiempo, sumido en sus propios pensamientos- ¿Has dormido bien? -asintiendo, la elfa emitió algo que sonó a “uhum”.
- ¿Tú bien?
- El colchón cumplió su función –comentó, parcamente, repitiendo las palabras que ella misma había pronunciado el día anterior.
- ¿Has desayunado?
- No –fue su queda respuesta, tras mirar al interior de la posada, donde el muchacho se afanaba en limpiar las mesas. Inspirando con calma, añadió- Pero si vas a hacerlo te acompañaré.
Ella siguió su mirada, para observar a su vez al muchacho, antes de alzar la vista al cielo. Tardó unos instantes en responder. Mientras, el peliblanco se volvió a preguntar cuántas veces más tendrían que pasar por una situación como aquella, que parecía encaminarlos a un enfrentamiento sin solución.
- Dame un par de minutos. ¿Me esperas aquí? –le pidió, mientras se caminaba hacia el interior de la posada- Y si puedes acercar ese barril... –sugirió, señalando el recipiente que se encontraba a su derecha, antes de desaparecer en el interior del establecimiento. Cinco minutos más tarde reapareció con una bandeja cargada de tostadas y mermelada, así como dos jarras humeantes- ¿Qué te parece? –preguntó, colocando la carga sobre el barril.
- Un plan estupendo -contestó el elfo, tras un momento de sorpresa, para después dedicarle una sonrisa y ayudarle con la bandeja. Señalándole el banco bajo la ventana, le indicó que se sentase.
- Escucha... –dijo ella, tomando asiento y cogiendo uno de los vasos- A partir de aquí, el terreno se complica y tendremos que seguir a pie. No quiero que por forzar las cosas terminemos lamentándolo... Si hay algo por lo que no pasas, no… es necesario que lo hagas.
Tomando una de las rebanadas de pan, el elfo la untó de mermelada, meditando sobre sus palabras. Tras ello, se reclinó en el asiento, imitando el gesto de la chica.
- Solo hay una cosa por la que no pasó y creo que ha quedado claro cuál es. Lo demás no me asusta –tras un momento de vacilación, en el que las vampiresas de Urd acudieron de nuevo a su mente, añadió- O quizás sí, pero aprenderé a sobreponerme.
- Ah bueno, si es sólo eso, creo que puedo arreglarme sola con ellos –contestó ella, burlona, tomando también una rebanada de pan.
La observó con los ojos entrecerrados durante un momento, intentando discernir si la broma era una manera de quitar hierro al asunto para evitar otro enfrentamiento o, simplemente, ella se encontraba de buen humor esa mañana. Concluyó que probablemente fuese lo segundo, aunque prefirió no forzar la situación y acabó cambiando de tema. Con algo más de fuerza de la realmente necesaria, mordió su rebanada de pan, y la masticó con gusto, antes de continuar conversando.
- ¿Vas a hacer negocios con el posadero?
- Recados, en realidad –sonrió, mientras untaba con cuidado la tostada- Llevo meses como chica para todo de un elfo mercader. Pero viene bien para allanar el terreno. Fahïn, así se llama, hace tiempo que no llega tan lejos, pero le privan los licores difíciles de encontrar. Dos botellas del destilado de Tyw es una más que una buena entrada –añadió, antes de morder su tostada.
- Así que vas a engatusarlo con una buena compra para que se le suelte la lengua –concluyó, acabando su propia rebanada de pan- Es una buena estrategia.
- Alguna tenía que serlo –comentó ella con una mezcla de mofa y autocrítica- Ni mentir, ni improvisar. Me quedó claro –afirmó con un gesto de la mano, antes de tomar otro trago. Él no pudo evitar sonreír ante la referencia.
- Creo que te funciona mejor cuando solo adornas un poco la verdad. Como con los artesanos –tomando su propia jarra, estudió su contenido- ¿Hay algo que yo pueda hacer o solo debo parecer intimidante? –preguntó, sin dejar el tono desenfadado de la conversación.
- Tomo nota –indicó ante su comentario sobre la mentirijilla que había contado a los artesanos, mirándolo por un segundo. Ante su pregunta, pareció contener parcialmente la risa- No es necesario que parezcas un asesino a sueldo, relájate. Tampoco que estés ahí dentro, en realidad, aunque si quieres ningún problema, es sólo que... Bueno, tómatelo con calma.
- Esta es tu misión –comentó tras beber el extraño brebaje. Determinó que, a pesar de su aspecto, no estaba mal- Haré lo que consideres que es más oportuno -aquello pareció sorprenderla, pues guardó silencio por un instante.
- Tú sólo... mantente cerca –concluyó, dando otro mordisco al pan.
El desayuno continuó un por un rato más, en medio de una desenfadada charla, hasta que el muchacho humano se asomó por la puerta y, evitando mirar al peliblanco, anunció que su jefe, Tyw, los esperaba en la bodega. Sacudiéndose las migas de encima, los dos se levantaron para dirigirse al lugar indicado. El muchacho, se apartó para dejarles paso y Tarek notó como daba un paso atrás cuando él se aproximó a la puerta, sin embargo, Aylizz pareció no percatarse de aquello. Mejor. De haberlo hecho probablemente habría pensado que el elfo había amenazado al chico o le había hecho algo aquella mañana
- Me dice el muchacho que ese viejo Sabathyr vuelve a dar señales de vida –fue la bienvenida del posadero, que les daba la espalda, rebuscando algo en las estanterías de la bodega- Aunque me parecería un espejismo que se hubiese dejado caer por aquí él mismo –una vez encontró lo que estaba buscando, se giró para observarlos con atención, mientras mesaba su pipa- hmm ¿Sois sus chicos? Qué pasa, ¿tanto le pesan los años?
- La cara le pesa, de lo dura que la tiene –replicó Aylizz- Lo cierto es que nos ordenó el encargo «de paso que», el muy oportunista –el viejo Tyw la observó, enarcando una ceja, antes de soltar una pequeña risotada. El peliblanco, por su parte, intentó contener en lo posible la risa. No conocía al individuo, pero por las palabras de su interlocutor, le quedó claro que era una persona peculiar.
- Que dan igual los años, sigue la ley del mínimo esfuerzo. ¿De paso a dónde? Qué volvéis, ¿del norte? -preguntó con curiosidad mientras buscaba entre las botellas mejor guardadas.
- Vamos, en realidad –indicó ella con naturalidad, mirando de reojo a Tarek, por lo que el elfo asintió tras sus siguientes palabras, reafirmando lo dicho- Al oeste.
- ¿De veras? –Tyw, al que parecía hacer gracia toda la situación, los analizó por un momento- Mucho han cambiado las cosas para los vuestros, si su juventud se aventura tan lejos –dándoles de nuevo la espalda, tomó dos botellas que colocó en una repisa ante él- De las últimas que guardo de mi mejor tirada, ya puede hablar bien de mi marca –comentó, preparando las envolturas de cuero para proteger los recipientes.
- No son los mejores tiempos... –contestó Aylizz- Pero supongo que para uno ya es sabido, Fahïn dice que la taberna ya era frecuentada antes de que el fuego arrasase Midgard –el peliblanco se sorprendió de la soltura con la que había cambiado de tema y dirigido la conversación a lo que realmente le interesaba.
- Dime un lugar donde los vivan buenos... –se quejó nostálgico el posadero- Y si... Antes este lugar rebosaba, en plena ruta comercial al norte occidental. A veces parece que remonta…
- Y parece que por esta zona el bosque se repone –apuntó ella sutil.
- Ah, los elfos y sus bosques, si, si... La vida se abre camino y eso es bueno para el negocio. Cada vez es más habitual tener cazadores alojados. Y eso nos da buen género, por otro lado. ¿Os gustó el estofado? Cedra tiene una mano excelente –una vez terminó de empaquetar las botellas, se las tendió- Imagino que os habrá indicado el pago. No es nuevo en el negocio –añadió, apartando de nuevo las botellas, antes de que pudiesen si quiera tocarlas.
- Eh, si, si, claro -. Aylizz, echó mano del zurrón, sacando una pequeña bolsa de dinero. Tyw volvió a ofrecerles entonces las botellas, por lo que Tarek las tomó de sus manos para facilitarles la transacción- Tal cual me lo dio –añadió ella, tendiéndole el dinero- Él también me dijo que eres quien mejor conoce este lado del río... Y me preguntaba si recordarías algo de cómo era antes.
- ¿Mera curiosidad? -cuestionó el anciano, volviendo a coger su pipa para llevársela a la boca. El peliblanco observó al posadero con atención, algo en su mirada, o quizás en su lenguaje corporal, había cambiado por un segundo tras aquella pregunta. Aunque el hombre se había recompuesto rápidamente. ¿Acaso sabía algo?
- En realidad no –Aylizz volvió a la carga- Me interesan las especies medicinales que albergaban estas tierras... Sé que algunas se han logrado adaptar. Y pensaba que quizá conocerías los rincones dónde crecían antes para buscar si hay alguna ahora.
- Pero, ¿qué dices insensata? Nada está ya donde estuvo. Animales y foresta han cambiado, es un bosque nuevo. Y no sé si uno en el que sea idóneo pasear –ahí estaba de nuevo aquella mirada, aquel gesto. El elfo estaba seguro de que había algo que no les estaba contando. El hombre chupó un par de veces su pipa, antes de dirigirse a una pequeña mesa que ocupaba una esquina de la estancia. Allí, se sentó en la única silla del lugar.
- Bueno, eso es cosa nuestra –contestó ella despreocupada, pero intentando guardar las formas- Si pregunto por bosquejos de fresnos, ¿sabrías dónde?
Nuevamente el anciano la observó con aquella intensa mirada, que el elfo era incapaz de descifrar. Había en sus ojos una mezcla de sabiduría y locura, rallando el punto en que ambas se desdibujaban y lo único que podías esperar de la persona ante ti era lo más inesperado. Finalmente, el hombre se encogió de hombros y, tras dar un par de caladas a la pipa, finalmente contestó.
- Jóvenes inconscientes... Esos eran buenos tiempos, cuando parecía no existir el peligro –comentó socarrón- Era fácil encontrarlos hacia el sur, desde el puente Mikakos. Si estás dispuesta a ir, mejor si seguís las cercanías de la rivera.
- Por sus palabras supongo que no nos encontraremos a muchos viandantes por el camino –tanteó Tarek, hablando por primera vez desde que habían bajado al sótano. El hombre lo miró con expresión de fingida sorpresa, levantando las dos cejas y apartando la pipa de la boca.
- Há, si el chico habla –comentó con sorna. El elfo se limitó a alzar una ceja con incredulidad- El mundo es amplio, hay gente en todos los rincones –tomó una nueva calada antes de continuar- Pero por aquí... Menos cuanto más al oeste. La parte norte es la más transitada del bosque. De aquí hacia dentro, es salvaje. Claro, que de cuando en cuando…
- ¿De cuando en cuando qué? –preguntó secamente el elfo, harto de los comentarios y frases inacabadas del anciano.
- De cuando en cuando hay envalentonados, perturbados o almas perdidas a los que no les importa dónde se están metiendo –le dirigió entonces una sonrisa socarrona, con la que demostraba lo mucho que estaba disfrutando de haberlo molestado. El elfo lo observó unos instantes, para después cruzarse de brazos y apoyarse en una estantería cercana.
- Perturbados como nosotros, quiere decir –comentó con fingida calma. No le iba a dar el gusto de mofarse de él.
- No lo sé –comentó nuevamente críptico, apoyando la pipa en los labios, pero sin llegar a sorber- ¿Lo sois? –preguntó, antes de tomar finalmente una calada, observando al elfo atento.
Tarek por su parte se limitó a sonreír, con su expresión más encantadora. El anciano no era el único que sabía jugar a aquel juego de acertijos y palabras no pronunciadas. Que sacase sus propias conclusiones de lo que veía.
- Reconozco a un loco cuando lo veo –afirmó finalmente, sin apartar la vista de él- Y no los permito en mi posada –terminó, regodeándose en sus palabras y riendo satisfecho. Después se volvió hacia Aylizz- Y ahora, si no os importa, jóvenes...— con un aspaviento de la mano les indicó la escalera —Y decirle a Sabathyr que tenga la decencia de escribir la próxima vez, demonios.
Aquello dio por finalizada la reunión y los dos elfos se dirigieron a la planta baja de la posada, donde el joven ayudante del posadero limpiaba el suelo del comedor. Pareció querer decir algo, pero entonces sus ojos se posaron sobre Tarek y cerró la boca. Tomando la escoba, se dirigió a la esquina contraria del comedor. El elfo se limitó a negar con la cabeza.
- Bien, ¿y ahora qué? –preguntó, girándose hacia Aylizz.
Tras una rápida inspección al resto de la estancia, encontró una pequeña bañera en un reservado, separado del resto de la habitación por una cortina. Un enorme tanque, sobre un pequeño brasero encendido, parecía proveer el agua caliente necesaria para tomar un baño. El elfo se sorprendió ante la compleja mecánica del aparto, que permitía la entrada de agua desde el exterior, para reponer la que era usada para llenar la bañera.
Contando con que la elfa tardaría aún un rato en subir, atrancó la puerta por dentro y se dispuso a aprovechar la oportunidad de sumergirse un rato en agua caliente. Retazos de su última conversación con Aylizz volvieron a su mente, mientras reposaba la cabeza en el borde de la bañera. La cena se había tornado tensa en cuanto habían tocado el tema de los humanos. Tarek sabía que ella no había tenido mala intención en su pregunta, pero no podía evitar pensar que, aún a pesar de haber sufrido una pérdida similar, sus situaciones eran muy diferentes. La elfa proclamaba haber superado sus odios, pero el peliblanco había sido testigo en más de una ocasión de que aquellos que odiaban una vez, odiaban siempre. Uno podía convencerse de que se encontraba por encima de ese sentimiento, pero al final, cuando se presentaba la oportunidad de tomar venganza, pocos eran los que no la aprovechaban. Quizás ella fuese de esos pocos individuos privilegiados, pero Tarek no. Le habían arrebatado demasiado y no había vuelta atrás para la senda que había elegido. Lo menos que se debía era ser consecuente con su decisión.
[…]
El suave golpeteo en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Tras el baño, a fin de apartar de su mente la tensa conversación, había decidido leer un rato. La luz de la luna se colaba por la única ventana que había en la habitación, por lo que aprovechó para colocar en el rellano una pequeña lámpara de aceite y acomodarse sobre la ancha superficie. En sus manos descansaba un libro de su infancia, que hacía poco que había recuperado de la casa de Eithelen, en la que todavía conservaba parte de la biblioteca del elfo. Muchas veces se había planteado trasladarlos a su morada en el Campamento Sur, pero cada vez que se convencía de hacerlo y llegaba a su antiguo hogar, algo le impelía a dejar allí aquella preciada colección de saber. Aquel era su lugar y él no tenía derecho a sacarlos de allí.
- Adelante –indicó a la persona tras la puerta.
La rubia elfa entró en la estancia con cierta precaución, comedida, observándolo por un momento en silencio. La tensión de su última conversación todavía en el ambiente.
- ¿Hay... agua todavía? –preguntó finalmente, señalando el espacio tras la cortina.
- Quedaba al menos la mitad en el depósito cuando acabé y las brasas seguían prendidas, por lo que debería haber agua caliente suficiente –tras un instante, añadió- Hay una cortina que hace la función de biombo, pero si lo prefieres puedo irme.
- No te preocupes –contestó ella negando con la cabeza, para dirigirse después a la bañera tras la cortina- Podremos hablar con Tyw mañana temprano... –continuó ella, mientras trasteaba en el baño— Aunque el chico me ha podido adelantar alguna cosa –añadió ella, en un tono que dejaba claro que temía su reacción ante aquellas palabras.
Mirando de nuevo por la ventana, hacía el iluminado páramo tras la taberna, el elfo respiró despacio un par de veces antes de contestar. Ella le había pedido ayuda y él había aceptado ayudarla. Si no conseguía controlar sus arrebatos de ira cuando algún humano salía a coalición, aquella aventura acabaría incluso antes de empezar y, si algo sospechaba Tarek, era que aquella no sería la última vez que un miembro de esa despreciable especie se cruzaría en su camino durante los próximos días.
- ¿Algo que deba saber? –preguntó llanamente.
- Lo cierto es que sí... –contestó ella, tras uno momento de silencio- Hace unas semanas pasaron por aquí tres cazadores. El muchacho asegura que eso no sería raro, si no fuera porque a los tres días uno regresó enloquecido, asegurando haberse topado con una criatura que, por su descripción, no parecía ser un animal de por aquí...-tras unos segundos añadió-Pero puede ser cualquier cosa salida del bosque más profundo, tampoco parece que le dieran mucha importancia a sus palabras –un suspiro resignado se escuchó desde el otro lado de la cortina.
- ¿Habías oído rumores similares antes? ¿Quizás relatos o leyendas al respecto?
- La verdad es que cualquiera que no esté muy habituado a estos bosques podría espantarse. Aunque lo cierto es... La primera vez que hice esta ruta iba al norte y se hablaba de ataques extraños a caravanas –la voz de Aylizz pareció alejarse ligeramente- Encontramos una carreta en un camino, volcada, destrozada... La mercancía estaba por el suelo, el caballo en las cercanías, pero ni rastro de la gente.
- ¿Se llevó a la gente, pero no a los caballos? –preguntó extrañado- Si fuese una bestia famélica iría a por los animales. Son una presa más grande.
- También me pareció extraño, pero lo más sensato parecía alejarse de allí cuanto antes –se giró hacia la cortina, al escuchar la voz de la chica más cerca. Aylizz cruzó entonces la habitación secándose el pelo con una toalla- En cualquier caso, mañana sabremos algo con más certeza –concluyó ella, colgando la toalla y acercándose a él- ¿Qué estabas...? –dejó la pregunta inacabada, señalando el libro con la cabeza.
- Es un libro de historia –respondió él, observándolo de nuevo- o más bien de leyendas y mitos. Pero quién los distingue estos días. A veces uno ya no sabe que es real que no –añadió encogiéndose de hombros- Lo tengo desde hace años, pero a veces me apetece volver a él. Lo curioso es que habla de Isla Tortuga. Se me ocurrió ojearlo, por si hablaba también de Midgard.
- ¿De verdad? –ella lo miró entusiasmada- ¿Y? ¿Dice algo?
- No sabría decirte. Algunos lugares aparecen mencionados con otros nombres, en algún dialecto antiguo. En otros casos se dan vagas indicaciones de donde suceden los acontecimientos. En el caso de Tortuga no aparece mencionada como tal, pero es fácil identificarla una vez has estado allí –tendiéndole el libro, añadió- Quizás tú encuentres algo que yo no soy capaz de ver.
- Interesante... –fue su respuesta, mientras ojeaba por encima el libro- Si, le echaré un vistazo. En otro momento –afirmó, devolviéndoselo- No quería interrumpirte –le dedicó una sonrisa, antes de girarse hacia la cama más cercana.
- Solo estaba haciendo tiempo –contestó, quitándole hierro al asunto, mientras se levantaba para dirigirse a la otra cama.
- ¿Me esperabas despierto? –preguntó ella en tono de broma.
- Era eso o dejarte puerta afuera –dándole la espalda, se quitó la camisa- Aparte no me... Me preocupaba que pudiese pasarte algo –consciente de lo poco acertado que podía ser el comentario, no dijo nada más.
- El siempre atento y servicial Tarek... –la escuchó comentar con gracia- Está todo bien, podrás dormir tranquilo.
- Menos mal que me lo dices... –comentó en tono sarcástico, mientras se introducía en la cama- Y yo que creía que me tendría que pasar toda la noche en vela.
- Te mantengo informado –la vio encogerse de hombros, con suficiencia, para añadir en tono burlón- Pero nadie te impide pasar la noche mirando al techo.
- No suelo ser muy buena compañía cuando no he dormido –contestó a su mofa, mirándola con los ojos entrecerrados- así que la única que sufriría las consecuencias de mi desvelo nocturno serías tú. Solo te mantengo informada –finalizó, sonriéndole con sorna.
- Ah, ¿sólo cuando no has dormido? ¿Eso es lo que te pasa hoy? –añadió, antes de echarse a reír.
- Es posible. Si mal no recuerdo, anoche alguien se abrazó a mí como un mono –con un suspiro exagerado, continuó hablando- Y yo que pensaba que disfrutabas de mi compañía, al fin y al cabo, te recorriste medio Sandorai en dirección contraria solo para venir a buscarme.
- Qué poco agradecido, tendría que haber dejado que durmieras en el suelo –replicó ella, negando con la cabeza y entrecerrando los ojos, simulando sentirse ofendida- Oh... Siento decepcionarte, pero te tocó por descarte –una expresión de fingida de compasión adornando su cara.
- Habrías acabado durmiendo tú también en el suelo –comentó él, pasando los brazos por detrás de la cabeza- No te faltó razón, la noche se volvió más fresca de lo esperado –Tras unos segundos, terminó por preguntar sin acritud en la voz- ¿Quiénes eran tus otras opciones? ¿A quién habrías acudido si hubiese dicho que no?
- ¿Viste? En ocasiones, sí sé de lo que hablo –el orgullo patente en su voz, aunque este despareció cuando volvió a contestar- Nousis... -indicó con hastío ante su pregunta- Pensé en más conocidos, pero...considerando de lo que se trataba, no podía contar con cualquiera.
- ¿Porque no quieres que nadie lo sepa? ¿O porque somos los únicos que no haremos preguntas innecesarias? –preguntó, girándose para mirarla.
- Más bien lo segundo. ¿Te imaginas tener que explicar... en fin... todo? –respondió ella, sin apartar la mirada del techo- Y porque no podría hacer una expedición como esta con alguien en quien no confío.
Tarek la observó por un momento. Le sorprendía que la chica pudiese decir cosas como aquellas tan a la ligera. En algunos momentos se mostraba tímida y comedida, como si temiese que alguien la reprendiese por dar un paso en falso; en otras en cambio luchaba como si su vida dependiese de ello; y por último estaban aquellos momentos, en los que hablaba libremente, sin pensar demasiado en sus palabras. Era aquello lo que había hecho que se acercase a ella durante la aventura en Isla Tortuga. Su capacidad de decir lo que pensaba sin tapujos, algo de lo que él era incapaz.
- Gracias –fue su queda respuesta, mientras se giraba para encarase de nuevo al techo.
- ¿Eh? ¿Por qué? –por el rabillo del ojo la vio girarse para observarlo.
- Por confiar en mí.
[…]
A la mañana siguiente…
Tarek se despertó temprano y, por un momento, no reconoció el lugar dónde se encontraba. La poca luz que se filtraba a través de la cortina que cubría la ventana le permitió distinguir las cosas que lo rodeaban, pero todo le resultó extraño y ajeno. Alarmado, se incorporó y sus ojos se posaron entonces sobre la figura durmiente de Aylizz. Comprendiendo por fin donde se encontraba, se tumbó de nuevo, intentando relajarse, pero el sueño no volvió a acudir a él.
Tras varios minutos de intranquila calma, decidió levantarse. Al fin y al cabo, no tenía sentido permanecer allí si no iba a dormir. Intentando hacer el menor ruido posible, se vistió, preparó sus cosas y abandonó la estancia. En su camino al comedor, sus pasos se cruzaron con los del joven que les había servido la noche anterior. Todavía dormido, el muchacho pareció no ser consciente de su presencia hasta que se topó de frente con el elfo. El sueño que adornaba su cara se vio inmediatamente sustituido por una expresión que rallaba el pavor y pareció buscar algo (o a alguien) tras él.
- Yo… Buenos días… Esto… -el muchacho se sonrojó intensamente y, por su expresión, Tarek pudo jurar que habría deseado encontrarse en cualquier otro sitio, excepto ante él. Bien, el elfo compartía con él ese mismo sentimiento.
- ¿Algún problema? –preguntó inmisericorde, al ver el malestar del muchacho. Este, incapaz de articular palabra, meneó la cabeza con brío y, bajando la mirada, lo esquivó en dirección a las cocinas, murmurando algo parecido a una disculpa.
Libre ya de su molesta presencia, el elfo continuó su camino al exterior de la posada, donde uno de los caballos bebía tranquilamente del abrevadero. Acercándose al segundo corcel, le acarició el flanco, antes de empezar a cepillarlo. Al menos los animales serían una mejor compañía que la que podía encontrar dentro del establecimiento.
Acababa de terminar de cepilla al segundo caballo, cuando Aylizz apareció en la puerta, con una expresión indescifrable.
- Buenos días –ella le devolvió el saludo con un gesto de la mano.
- ¿Cuánto llevas en pie? –preguntó, frotándose la cara, en un intento de alejar el sueño de su rostro.
- Un rato –respondió él, tras intentar calcular la hora por la posición del sol. Lo cierto es que había perdido la noción del tiempo, sumido en sus propios pensamientos- ¿Has dormido bien? -asintiendo, la elfa emitió algo que sonó a “uhum”.
- ¿Tú bien?
- El colchón cumplió su función –comentó, parcamente, repitiendo las palabras que ella misma había pronunciado el día anterior.
- ¿Has desayunado?
- No –fue su queda respuesta, tras mirar al interior de la posada, donde el muchacho se afanaba en limpiar las mesas. Inspirando con calma, añadió- Pero si vas a hacerlo te acompañaré.
Ella siguió su mirada, para observar a su vez al muchacho, antes de alzar la vista al cielo. Tardó unos instantes en responder. Mientras, el peliblanco se volvió a preguntar cuántas veces más tendrían que pasar por una situación como aquella, que parecía encaminarlos a un enfrentamiento sin solución.
- Dame un par de minutos. ¿Me esperas aquí? –le pidió, mientras se caminaba hacia el interior de la posada- Y si puedes acercar ese barril... –sugirió, señalando el recipiente que se encontraba a su derecha, antes de desaparecer en el interior del establecimiento. Cinco minutos más tarde reapareció con una bandeja cargada de tostadas y mermelada, así como dos jarras humeantes- ¿Qué te parece? –preguntó, colocando la carga sobre el barril.
- Un plan estupendo -contestó el elfo, tras un momento de sorpresa, para después dedicarle una sonrisa y ayudarle con la bandeja. Señalándole el banco bajo la ventana, le indicó que se sentase.
- Escucha... –dijo ella, tomando asiento y cogiendo uno de los vasos- A partir de aquí, el terreno se complica y tendremos que seguir a pie. No quiero que por forzar las cosas terminemos lamentándolo... Si hay algo por lo que no pasas, no… es necesario que lo hagas.
Tomando una de las rebanadas de pan, el elfo la untó de mermelada, meditando sobre sus palabras. Tras ello, se reclinó en el asiento, imitando el gesto de la chica.
- Solo hay una cosa por la que no pasó y creo que ha quedado claro cuál es. Lo demás no me asusta –tras un momento de vacilación, en el que las vampiresas de Urd acudieron de nuevo a su mente, añadió- O quizás sí, pero aprenderé a sobreponerme.
- Ah bueno, si es sólo eso, creo que puedo arreglarme sola con ellos –contestó ella, burlona, tomando también una rebanada de pan.
La observó con los ojos entrecerrados durante un momento, intentando discernir si la broma era una manera de quitar hierro al asunto para evitar otro enfrentamiento o, simplemente, ella se encontraba de buen humor esa mañana. Concluyó que probablemente fuese lo segundo, aunque prefirió no forzar la situación y acabó cambiando de tema. Con algo más de fuerza de la realmente necesaria, mordió su rebanada de pan, y la masticó con gusto, antes de continuar conversando.
- ¿Vas a hacer negocios con el posadero?
- Recados, en realidad –sonrió, mientras untaba con cuidado la tostada- Llevo meses como chica para todo de un elfo mercader. Pero viene bien para allanar el terreno. Fahïn, así se llama, hace tiempo que no llega tan lejos, pero le privan los licores difíciles de encontrar. Dos botellas del destilado de Tyw es una más que una buena entrada –añadió, antes de morder su tostada.
- Así que vas a engatusarlo con una buena compra para que se le suelte la lengua –concluyó, acabando su propia rebanada de pan- Es una buena estrategia.
- Alguna tenía que serlo –comentó ella con una mezcla de mofa y autocrítica- Ni mentir, ni improvisar. Me quedó claro –afirmó con un gesto de la mano, antes de tomar otro trago. Él no pudo evitar sonreír ante la referencia.
- Creo que te funciona mejor cuando solo adornas un poco la verdad. Como con los artesanos –tomando su propia jarra, estudió su contenido- ¿Hay algo que yo pueda hacer o solo debo parecer intimidante? –preguntó, sin dejar el tono desenfadado de la conversación.
- Tomo nota –indicó ante su comentario sobre la mentirijilla que había contado a los artesanos, mirándolo por un segundo. Ante su pregunta, pareció contener parcialmente la risa- No es necesario que parezcas un asesino a sueldo, relájate. Tampoco que estés ahí dentro, en realidad, aunque si quieres ningún problema, es sólo que... Bueno, tómatelo con calma.
- Esta es tu misión –comentó tras beber el extraño brebaje. Determinó que, a pesar de su aspecto, no estaba mal- Haré lo que consideres que es más oportuno -aquello pareció sorprenderla, pues guardó silencio por un instante.
- Tú sólo... mantente cerca –concluyó, dando otro mordisco al pan.
El desayuno continuó un por un rato más, en medio de una desenfadada charla, hasta que el muchacho humano se asomó por la puerta y, evitando mirar al peliblanco, anunció que su jefe, Tyw, los esperaba en la bodega. Sacudiéndose las migas de encima, los dos se levantaron para dirigirse al lugar indicado. El muchacho, se apartó para dejarles paso y Tarek notó como daba un paso atrás cuando él se aproximó a la puerta, sin embargo, Aylizz pareció no percatarse de aquello. Mejor. De haberlo hecho probablemente habría pensado que el elfo había amenazado al chico o le había hecho algo aquella mañana
[…]
- Me dice el muchacho que ese viejo Sabathyr vuelve a dar señales de vida –fue la bienvenida del posadero, que les daba la espalda, rebuscando algo en las estanterías de la bodega- Aunque me parecería un espejismo que se hubiese dejado caer por aquí él mismo –una vez encontró lo que estaba buscando, se giró para observarlos con atención, mientras mesaba su pipa- hmm ¿Sois sus chicos? Qué pasa, ¿tanto le pesan los años?
- La cara le pesa, de lo dura que la tiene –replicó Aylizz- Lo cierto es que nos ordenó el encargo «de paso que», el muy oportunista –el viejo Tyw la observó, enarcando una ceja, antes de soltar una pequeña risotada. El peliblanco, por su parte, intentó contener en lo posible la risa. No conocía al individuo, pero por las palabras de su interlocutor, le quedó claro que era una persona peculiar.
- Que dan igual los años, sigue la ley del mínimo esfuerzo. ¿De paso a dónde? Qué volvéis, ¿del norte? -preguntó con curiosidad mientras buscaba entre las botellas mejor guardadas.
- Vamos, en realidad –indicó ella con naturalidad, mirando de reojo a Tarek, por lo que el elfo asintió tras sus siguientes palabras, reafirmando lo dicho- Al oeste.
- ¿De veras? –Tyw, al que parecía hacer gracia toda la situación, los analizó por un momento- Mucho han cambiado las cosas para los vuestros, si su juventud se aventura tan lejos –dándoles de nuevo la espalda, tomó dos botellas que colocó en una repisa ante él- De las últimas que guardo de mi mejor tirada, ya puede hablar bien de mi marca –comentó, preparando las envolturas de cuero para proteger los recipientes.
- No son los mejores tiempos... –contestó Aylizz- Pero supongo que para uno ya es sabido, Fahïn dice que la taberna ya era frecuentada antes de que el fuego arrasase Midgard –el peliblanco se sorprendió de la soltura con la que había cambiado de tema y dirigido la conversación a lo que realmente le interesaba.
- Dime un lugar donde los vivan buenos... –se quejó nostálgico el posadero- Y si... Antes este lugar rebosaba, en plena ruta comercial al norte occidental. A veces parece que remonta…
- Y parece que por esta zona el bosque se repone –apuntó ella sutil.
- Ah, los elfos y sus bosques, si, si... La vida se abre camino y eso es bueno para el negocio. Cada vez es más habitual tener cazadores alojados. Y eso nos da buen género, por otro lado. ¿Os gustó el estofado? Cedra tiene una mano excelente –una vez terminó de empaquetar las botellas, se las tendió- Imagino que os habrá indicado el pago. No es nuevo en el negocio –añadió, apartando de nuevo las botellas, antes de que pudiesen si quiera tocarlas.
- Eh, si, si, claro -. Aylizz, echó mano del zurrón, sacando una pequeña bolsa de dinero. Tyw volvió a ofrecerles entonces las botellas, por lo que Tarek las tomó de sus manos para facilitarles la transacción- Tal cual me lo dio –añadió ella, tendiéndole el dinero- Él también me dijo que eres quien mejor conoce este lado del río... Y me preguntaba si recordarías algo de cómo era antes.
- ¿Mera curiosidad? -cuestionó el anciano, volviendo a coger su pipa para llevársela a la boca. El peliblanco observó al posadero con atención, algo en su mirada, o quizás en su lenguaje corporal, había cambiado por un segundo tras aquella pregunta. Aunque el hombre se había recompuesto rápidamente. ¿Acaso sabía algo?
- En realidad no –Aylizz volvió a la carga- Me interesan las especies medicinales que albergaban estas tierras... Sé que algunas se han logrado adaptar. Y pensaba que quizá conocerías los rincones dónde crecían antes para buscar si hay alguna ahora.
- Pero, ¿qué dices insensata? Nada está ya donde estuvo. Animales y foresta han cambiado, es un bosque nuevo. Y no sé si uno en el que sea idóneo pasear –ahí estaba de nuevo aquella mirada, aquel gesto. El elfo estaba seguro de que había algo que no les estaba contando. El hombre chupó un par de veces su pipa, antes de dirigirse a una pequeña mesa que ocupaba una esquina de la estancia. Allí, se sentó en la única silla del lugar.
- Bueno, eso es cosa nuestra –contestó ella despreocupada, pero intentando guardar las formas- Si pregunto por bosquejos de fresnos, ¿sabrías dónde?
Nuevamente el anciano la observó con aquella intensa mirada, que el elfo era incapaz de descifrar. Había en sus ojos una mezcla de sabiduría y locura, rallando el punto en que ambas se desdibujaban y lo único que podías esperar de la persona ante ti era lo más inesperado. Finalmente, el hombre se encogió de hombros y, tras dar un par de caladas a la pipa, finalmente contestó.
- Jóvenes inconscientes... Esos eran buenos tiempos, cuando parecía no existir el peligro –comentó socarrón- Era fácil encontrarlos hacia el sur, desde el puente Mikakos. Si estás dispuesta a ir, mejor si seguís las cercanías de la rivera.
- Por sus palabras supongo que no nos encontraremos a muchos viandantes por el camino –tanteó Tarek, hablando por primera vez desde que habían bajado al sótano. El hombre lo miró con expresión de fingida sorpresa, levantando las dos cejas y apartando la pipa de la boca.
- Há, si el chico habla –comentó con sorna. El elfo se limitó a alzar una ceja con incredulidad- El mundo es amplio, hay gente en todos los rincones –tomó una nueva calada antes de continuar- Pero por aquí... Menos cuanto más al oeste. La parte norte es la más transitada del bosque. De aquí hacia dentro, es salvaje. Claro, que de cuando en cuando…
- ¿De cuando en cuando qué? –preguntó secamente el elfo, harto de los comentarios y frases inacabadas del anciano.
- De cuando en cuando hay envalentonados, perturbados o almas perdidas a los que no les importa dónde se están metiendo –le dirigió entonces una sonrisa socarrona, con la que demostraba lo mucho que estaba disfrutando de haberlo molestado. El elfo lo observó unos instantes, para después cruzarse de brazos y apoyarse en una estantería cercana.
- Perturbados como nosotros, quiere decir –comentó con fingida calma. No le iba a dar el gusto de mofarse de él.
- No lo sé –comentó nuevamente críptico, apoyando la pipa en los labios, pero sin llegar a sorber- ¿Lo sois? –preguntó, antes de tomar finalmente una calada, observando al elfo atento.
Tarek por su parte se limitó a sonreír, con su expresión más encantadora. El anciano no era el único que sabía jugar a aquel juego de acertijos y palabras no pronunciadas. Que sacase sus propias conclusiones de lo que veía.
- Reconozco a un loco cuando lo veo –afirmó finalmente, sin apartar la vista de él- Y no los permito en mi posada –terminó, regodeándose en sus palabras y riendo satisfecho. Después se volvió hacia Aylizz- Y ahora, si no os importa, jóvenes...— con un aspaviento de la mano les indicó la escalera —Y decirle a Sabathyr que tenga la decencia de escribir la próxima vez, demonios.
Aquello dio por finalizada la reunión y los dos elfos se dirigieron a la planta baja de la posada, donde el joven ayudante del posadero limpiaba el suelo del comedor. Pareció querer decir algo, pero entonces sus ojos se posaron sobre Tarek y cerró la boca. Tomando la escoba, se dirigió a la esquina contraria del comedor. El elfo se limitó a negar con la cabeza.
- Bien, ¿y ahora qué? –preguntó, girándose hacia Aylizz.
Tarek Inglorien
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Caminaron varias horas, un par, quizá tres, por el sendero principal que partía de la posada hacia el sur, buscando acercarse de nuevo a la ribera, siguiendo las vagas palabras del viejo Tyw. Entre las conversaciones livianas mientras avanzaban, la elfa no podía evitar dejar de dar vueltas a la idea de que, tal vez, haberse fiado de los recuerdos de alguien que debía guardar tantos y que, por algo en su comportamiento, mirada o palabras, hacía sospechar que quizá no del todo lúcidos. El gesto de su compañero la sacó de sus divagaciones indicando el alto y silencio, a todavía cierta distancia de una arboleda vieja, aunque robusta, rodeada de vegetación más baja y reverdecida, entre la que podía percibirse cierta agitación. En un primer momento, pensaron en cazadores o bandidos.
Adelantándose entonces el elfo, ella imitó sus pasos en sigilo, precisos y cautelosos, hasta que alcanzaron a distinguir entre la maleza una bestia animal que parecía estar alimentándose de los arbustos más altos.¹ Acercándose un poco más, alcanzaron a ver mejor su figura. Camuflada con los troncos cenizos, aunque musgosos, su cuerpo levantaba una envergadura suficiente para cargar con los dos. Viendo esto, valoraron a conciencia tratar de utilizarlo como montura, considerando que sus robustas patas resistían sin esfuerzo el terreno incandescente.
—Podría acercarme de frente y distraerlo, pero seguro que se enrabieta cuando caigas encima y la runa no servirá más...— comentó en susurros, mientras observaba al animal colocado bajo los árboles y señalando hacia estos con la mano.
El elfo pareció meditar su propuesta un momento y la duda se reflejó en su rostro, aunque de forma repentina pareció disiparse cuando llevó la mano a su bolsa de viaje. De ella sacó un viral, en cuyo interior se dejaba ver una sustancia viscosa y transparente².
—Lágrimas de Balder, hace tiempo que lo tengo. Pensé que podría servirnos… Ayudará a que se calme.
—Puede que funcione...— sopesó, considerando que ahora sus probabilidades de éxito parecían más claras —¿Entonces? ¿Lo hacemos?— buscó confirmación.
Él asintió y se dispuso a tomar posición. Ella esbozó una sonrisa satisfecha mientras lo observaba, estudiando primero sus movimientos antes de salir de su escondite y pararse frente al animal. Si algo le gustaba de aquel elfo era la escasa oposición que mostraba a sus ocurrencias, aunque fueran poco o nada meditadas. Cuando Tarek tomó posición entre las ramas más sobrepuestas a la criatura, la elfa salió de entre los arbustos, cuchillo en mano³. Con aparente calma y pasos comedidos, fue acercándose al ograrck, que ya había centrado su atención en ella, quedando inmóvil y pareciendo seguir con atención cada uno de los movimientos de la joven. Adelantando el arma con el brazo extendido, acortó un poco más la distancia entre los dos, despacio, midiendo cada paso, hasta que el animal amagó con moverse y se quedó clavada en el sitio. Si aquello no funcionaba, ya se estaba viendo empotrada contra algún árbol a varios metros de allí.
Sin perder de vista el avance del animal, desviaba puntualmente la mirada hacia arriba, controlando la posición del elfo. Cuando la bestia se encontraba bajo sus ramas, saltó sobre el lomo, enlazando las protuberancias de la cabeza con la cadena de la kusarigama, obligándolo a abrir la boca cuando tiró de ésta hacia atrás. Su compañero había sido ágil, rápido y silencioso, como un felino. Ella no podía desaprovechar el escaso tiempo de reacción que tuvo entonces el ograrck, descorchando el viral y vertiéndoselo en la boca. Se revolvió aunque, gracias a la runa, la elfa pudo mantenerlo a raya, sosteniendo su cabeza con las dos manos, acariciándolo cuando no tenía que hacer fuerza para resistir sus zarandeos, hasta que pasados unos minutos la poción pareció hacer efecto y terminó por amansarse.
Sirviéndose de las irregularidades de la piel-corteza del animal, se aupó hasta poder sentarse sobre la espalda, al tiempo que Tarek recolocaba la cadena para usarla a modo de riendas.
—Parece que lo hicieras una vez por semana.— bromeó, entretanto.
Él la miró un segundo, cauteloso, como si fuese a decir algo. Pero finalmente quedó en silencio, limitándose a asentir con la cabeza antes de apartar la mirada y volverla hacia el frente. Antes de azuzarlo, sentaron las bases para la travesía. Como si fuese algo importante, nombraron a la bestia Bart, acortando el término «Barroth» utilizado por los suyos para señalar aquella especie. Y después fijaron el destino.
—¿Seguimos hacia el sur?
—Si, pero... No perdamos la referencia del río. El viejo dijo que los fresnos crecían cerca…— sugirió ella.
—A sus órdenes, capitana.
Tirando de la cadena, hizo que el animal girase la cabeza y se encaminara hacia el sur, con el río a corta distancia. Cuando arrancó la marcha, la elfa se tambaleó un momento, aunque consiguió acomodarse sin necesidad de invadir el espacio que ocupaba Tarek, delante de ella. Aylizz medio rió ante su respuesta, aunque no parecía especialmente cómoda en aquella posición.
—No suelen hacerme tanto caso, quizá no es bueno que me acostumbre.— cuestionó con sorna.
—Si no te hiciese caso, acabaríamos perdidos. Eres la única de los dos que tiene una mínima idea de hacia dónde nos dirigimos. No sería especialmente inteligente no hacerte caso.
—Si bueno... Nos dirigimos hacia una visión. No sé si nos conviene olvidar eso...— apuntó entre dientes, algo desesperanzada.
—Mejor eso que nada. ¿Cómo te sentiste cuando te mostró aquello? Al ver por primera vez algo más que... Esto.
—No supe dónde estaba hasta que me lo dijo. Imagínate... Y entonces tuve que hacer un esfuerzo por creerlo... Parecía real. Se sentía real...— suspiró, cuando él señalaba el bosque quemado a su alrededor —Es una lástima.
—Al menos te permite tener algo de esperanza. No creo que te hubiese indicado ese lugar solo para que vinieses a contemplar un claro desolado.
—Me gusta pensar que tienes razón.— comentó en tono burlón —Y... ¿Cómo es tu vida en el campamento? Si las salidas son escasas...— desvió el tema con curiosidad.
—Movida… A veces tranquila. Rara vez monótona. Tampoco es como si no saliéramos del campamento nunca. A menudo vamos al límite oriental del bosque para… Bueno, hay opciones. Hace unos dos años que pedí ser parte de los exploradores, así que he estado saliendo bastante de allí. Pero cuando vuelves es... Normal. Como cualquier otra ciudad... Solo que suspendida a unos cuantos metros del suelo.
Observaba el bosque mientras lo escuchaba y en un momento dado, se acomodó hacia delante y se apoyó en su espalda, distraída, descargando un poco el peso sobre él, con un pequeño suspiro. Arqueó ligeramente una ceja cuando él se interrumpió, pareciendo omitir alguna parte de su exposición, aunque no le dio mayor importancia.
—Contado así, tiene mucho atractivo. Y...— hizo una pequeña pausa, como rectificando lo que pensaba decir —Bueno, lo de los árboles...— se separó de él, como si necesitara alejarse cuando la conversación se hacía complicada y medida, volviendo a colocarse erguida —Por mi experiencia, preferible al suelo firme.
—No son mal sitio para tener una casa. Menos cuando tienes críos... Ni te imaginas la cantidad de niños que han volado desde esas pasarelas hacia el suelo. Por suerte, los padres suelen colocar redes cerca de las casas, para evitar accidentes. Si te digo la verdad, me gustaba más nuestra aldea del clan. La casa de Eithelen está... estaba dentro de un árbol, como todas las demás. No los tallaban, era como si los propios árboles hiciesen hueco para dejar que los habitaran.
Ella no pudo evitar reírse con algo de maldad cuando Tarek mencionó a los infantes voladores, sin hacer nada por esconderlo. Y fue reconfortante saber que, al menos, se tomaban la molestia de tomar medidas de protección. ¿O contención? Sin embargo, cambió el semblante cuando habló de las casas-árbol.
—¿Te estás quedando conmigo?— se acercó de nuevo un momento, abriéndose un poco hacia el lado para verle el perfil de la cara —Menuda fantasía.— murmuró, cuando comprendió que hablaba en serio.
—Deberías visitar más a menudo el sur, te sorprendería.— dejó pasar unos segundos antes de preguntar —¿Cómo era tu hogar? Entiendo por tu expresión maravillada que ni vivías dentro de los árboles, ni encima de ellos.
—Nada parecido, no.— sonrió, comedida —Era una aldea oculta en una vaguada entre bosques. Casas de piedra bajas, las más altas tenían desván o falsos techos. La mía era una de esas...— expuso con nostalgia.
—Suena bien. Seguro que no tenías muchas visitas indeseadas. ¿Cuál es tu idea para lo que vayas a hacer aquí?
La elfa quedó muda un momento, considerando su pregunta. No negaría que, alguna vez, había dibujado en su mente cómo podría ser la vida en un lugar como aquel, desde que las puertas de Nytt Hus le fueron abiertas por primera vez, pero sus intenciones en aquella expedición no iban más allá de lo ya explicado.
—¿Lo que vaya a hacer?— se limitó a cuestionar.
—¿No pensabas revivir esto?
—Revi...— negó con la cabeza, contrariada, viéndose en la necesidad de explicarse —No, yo... Quiero saber qué pasó con mi sangre entonces, para saber dónde... De alguna forma... Encontrarla ahora.— puntualizó —Aunque... No puedo negarte que me haya imaginado el potencial que alberga en este bosque... Y dada la situación de nuestro pueblo, quién sabe... Podría recoger a muchos que ahora vagan. Se acabaría el tener que buscar asentamientos olvidados tras las fronteras...— masculló, pensando en las caravanas de nómadas y rememorando lo acontecido en Nagnu.
—Comprendo. Si encontraras entonces un trazo de a dónde dirigirte y dieras con ese lugar, ¿te quedarías allí?
—Puede...— murmuró tras un momento de sopesar en silencio —¿Sabes qué pasa? Durante un tiempo me hice demasiadas ilusiones, imaginaba cómo sería encontrar a esa parte de mi familia... Me hablarían de mi madre, de sus costumbres, de...— rebajó un poco la emoción —Cuanto más imaginas, más se aleja de la realidad… Que hasta ahora, viene a ser nada. Así que no me culpes si estoy un poco desencantada.— añadió al final, con mofa, como restándole importancia al drama.
—No te culpo. Sé lo que es seguir un sueño y encontrarte con la realidad… O incluso con una pesadilla. ¿Sabes? Quizá deberíamos mandarlo todo al infierno. A veces me pregunto si perseguir fantasmas merece la pena.
Sonrió compasiva, entendiendo su desazón tras haber pasado por la fase de mandar todo al cuerno unas cuantas varias veces, a lo largo de los años. Después escurrió con suavidad los brazos alrededor de su cuerpo, bajo los de él, para no estorbar el agarre de las riendas, y volvió a apoyarse en su espalda.
—Vale...— aceptó su ocurrencia, divertida —Y una vez con todo en el infierno, ¿qué hacemos con nuestras vidas?
—¿Vivirlas? ¿Librarte de tu jefe inepto y hacer bebedizos por tu cuenta? Cualquier cosa.
—Sólo él piensa que es mi jefe…— comentó entre risas cuando mencionó a Fahïn —Y lo cierto es que es un elfo bien sabido. Aunque si podría irme bien por mi cuenta...— divagó —Y hace algún tiempo que pienso en volver a casa...— levantó la cabeza y lo miró por encima de su hombro, apoyando la barbilla en él, curiosa —¿Qué harías tú con tu vida?
—Te diría que vivir lejos de todo, ejercer algún oficio de mi apetencia o volver a algún lugar querido. Pero lo cierto es que no conozco ninguna otra vida que la que ya vivo… Y no sabría decirte si seguiría viviéndola de no perseguir mi venganza. Quizás por eso nunca lo he mandado todo al inferno.—
Él sonrió hacia ella, volviéndose de medio lado un instante, también por encima del hombro. Pero la elfa, al escucharlo hablar de su motivación, torció ligeramente el gesto y sintió un fugaz e incómodo escalofrío recorrer su espalda.
—¿Tu venganza?— repitió con voz suave, aunque cautelosa, todavía sin dejar de abrazarlo. Tarek volvió a mirarla un instante, como extrañado por su pregunta.
—Si, venganza. ¿Qué creías que era lo que perseguía? Cuando Eithelen murió, me dijeron que había sido en batalla, una reyerta en las fronteras. Su cuerpo nunca apareció… No hace mucho murió uno de los ancianos del clan y sus últimas palabras respecto a lo sucedido fueron... Bueno, contaban algo distinto. Hay algo más, alguien más. Siempre lo hubo. Y le debo a mi padre descubrir quién fue el culpable.— tras un silencio añadió —Eres la segunda persona a la que se lo cuento desde que lo sé. Espero que al menos tú no me lo eches en cara cuando te enfades.
Meditó sobre sus palabras un instante y los hechos ocurridos, pero a lo que más se detuvo a dar vueltas fue en la última parte. No terminaba de comprender a qué se estaba refiriendo, pero sintió cierto reconforte al saber que confiaba en ella hasta el punto de compartirle cuestiones tan personales. Suspiró, como midiendo sus siguientes palabras, buscando la mejor forma de plantear lo que pensaba al respecto del suceso narrado. En efecto, sin que nadie preguntara. ¿Por qué demonios se sentía en la libertad plena de poder escupir su opinión?
—Ni siquiera pensaba que persiguieras algo.— respondió escueta a su pregunta. —Pero descuida... No tengo poder sobre ti, ni ningún derecho que me permita juzgar cómo afrontas tu vida.— guardó silencio y entonces fue ella quien se mostró pensativa —¿Eithelen tenía enemigos?— quiso sonar curiosa, pero en la voz se pudo apreciar un tono de clara desconfianza. Y pareciera que en su cabeza estaba haciéndose una hipótesis.
—Supongo que los tenía, como todo el mundo. Aunque no recuerdo a nadie que mostrase especial hostilidad hacia él. Tampoco recuerdo escucharlo decir nada al respecto. Era un guerrero de un clan poco numeroso y aún menos poderoso… No hay nadie a quién su muerte pudiese haber beneficiado.
—¿Sabes cuándo supe que mi madre no era del clan? Cuando murió y las ancianas del suyo solicitaron llevarse el cuerpo para inhumarlo en su árbol ancestral... Y mis ancianos lo permitieron, sin reniegos.— expuso como una obviedad —Habríamos removido cielo y tierra si tras el ataque hubiese desaparecido... Quién no lo haría.— añadió —Si nunca apareció y lo dieron por muerto, alguien no quería que lo encontraran.— resumió, como si nada, aunque carraspeó al percatarse de que hablaba muy a la ligera —O eso pensaría yo, al menos…
—Te aseguro que está muerto, hubo gente que lo vio caer aquel día... Pero tienes razón y precisamente, eso me llevó a creer que las palabras de aquel moribundo y senil anciano podían ser ciertas. El problema es que, si lo son... No sé si podría asumir esa verdad. Pero se lo debo a él y andaré todo el camino para descubrirlo, aunque sepa que me conduce hasta un barranco…— guardó silencio un momento en el que le dio unos toques a Bart en el lomo, casi como si utilizase aquel gesto para desviar el tema. —Lamento que tuvieras que enterarte así de algo tan importante. ¿No te planteaste ir con ellas? Con las ancianas, cuando se la llevaron…
Tarek retomó el relato que ella había compartido y antes de contestar, casi en tono de réplica, soltó una risotada hastiada cuando preguntó.
—¿Crees que lo que yo quisiera importaba? Qué tierno.— comentó sarcástica antes de suspirar —Se lo imploré a mi padre. A los ancianos... Y me fue negado. Consideraron mejor dejar las cosas como estaban. Psé…— resopló, en una mueca desganada —Haz lo que tengas que hacer con tu padre… Ya te lo arrebataron, que no se queden también con el poder de sanar la herida.
El siguiente gesto pilló por sorpresa a la elfa, cuando él soltó una mano de las riendas y posándola sobre ellas, apretó las suyas en un gesto compasivo y reconfortante.
—Entiendo que esto signifique tanto para ti. Esta búsqueda.— dijo, antes de soltarse.
Ella lo agradeció y se lo hizo notar, acariciando su mano cuando la agarró. Hizo ademán de decir algo, verdaderamente se sentía comprendida por el Ojosverdes. Sin embargo, se despegó de su espalda en un sobresalto, sin tiempo para decir nada más, cuando en las cercanías comenzó a escucharse la malea agitarse y voces alarmadas que se acercaban en su dirección.
—Algo pasa…— exclamó en un nervioso susurro.
Tarek tiró de las riendas para parar a Bart y miró hacia el lugar del que surgían los ruidos, pero no pudo hacer nada por evitar que el animal se exaltase cuando aparecieron dos figuras humanoides de entre la maleza. Un hombre y una mujer bestiales, con claros rasgos reptilianos, que corrían despavoridos desde las profundidades de la foresta. El elfo logró calmarlo y acto seguido bajó con soltura, descolgando la cadena. Aylizz lo siguió, desmontando también, y con un sutil gesto hizo brotar unas raíces que amarraron la montura por una de las patas, asegurándose de que no marcharía una vez hubiese terminado de pastar.
—¿Y vosotros sois?— preguntó Tarek con cautela, adquiriendo una postura de defensa.
—Por favor, ¡No!— exclamó el varón, tomando algo de distancia, reflejándose el miedo en su expresión —Huímos, corremos lejos. Por favor, no daño.
—¿Tú qué crees?
Les dedicó una mirada evaluadora, de arriba a abajo. Estaban sucios y visiblemente amoratados, además de no llevar equipaje o armas. Sus ropas, por otro lado, además de escasas, eran ligeras y llenas de jirones.
—Al juzgar por sus caras, creo que nosotros somos los peligrosos...— murmuró y se acercó un poco más a ellos —¿De qué escapáis?
—Hombres...— indicó la hembra, con el rostro llenó de odio —Ellos cazan y llevan jaulas hasta después del fuego.— y señaló en dirección norte.
—¿Humanos?— preguntó Tarek y ella asintió —Humanos.— repitió con cierto asco en la voz, guardando el arma.
—¿Os perseguían?
Antes de que pudieran explicar nada más, una nueva figura apareció entre los matorrales, claramente humana esta vez, quedando pasmada ante el grupo. Boqueó un par de veces, sin llegar a decir nada, con aparente nerviosismo y prisas por dar media vuelta. Aylizz quedó atónita un instante, sin oportunidad para hacer más que reaccionar de manera instintiva, llevando la mano al arma cuando pareció que iba a empezar una confronta entre él y el elfo, que de nuevo se posicionaba a la defensiva. Sin embargo, acabó antes de llegar a iniciarse cuando la hoja de la hoz de su compañero rebanó el cuello de aquel hombre, antes incluso de que pudiera amagar con marcharse. La elfa parpadeó, impactada, cuando el cuerpo decapitado se desplomó en el suelo y la cabeza rodó medio metro más, tomando una respiración pausada para tratar de rebajar sus pulsaciones. Girándose entonces hacia los bestiales, trató de serenarse un poco más antes de hablar.
—¿Cuántos más hay?— señaló el cuerpo.
—Cuatro.
—¿Y vuestros?
—Doble.
Frunció el ceño y apretó los labios antes de volverse a Tarek. Se quedó mirándolo unos instantes con cara de circunstancia, aunque no llegó a decir nada. Él ni se molestó en mirar el cuerpo cuando cayó al suelo, pero sí correspondió a su compañera, como tratando de discernir si ésta lo juzgaba por lo ocurrido.
—¿Dónde se encuentran?— preguntó a los reptilianos, que señalaron la dirección por la que vinieron. —Esclavistas.— indicó secamente —Si esperamos a que anochezca, puedo encargarme de ellos. Y tú podrías ayudarles a liberar a sus compañeros.
De nuevo miró a la elfa, ahora pareciendo esperar su aprobación. Ella guardó silencio unos instantes, teniendo la mirada clavada en la sangre salpicada sobre el rostro del peliblanco, todavía tratando de asimilar la reacción del elfo a aquella presencia en cuestión de segundos. No había mostrado el mínimo reparo, ni cuestionado por un momento las repercusiones de aquel acto o si hubiera habido alternativas. ¿Y realmente importaba lo que ella pensara al respecto? Finalmente, volvió a centrarse en los esclavos, preguntándose entonces qué hacían en aquellos territorios.
—¿Hasta dónde es «después del fuego»?— preguntó con seriedad.
—No saber... Sólo vienen, atacan tribu y capturan.
En vistas de que poca más información podrían obtener de ellos, consideró entonces el plan de su compañero. Si bien vaciló sobre la idea de acabar con ellos, se resignó a no entrar a discutir con él. No todavía, al menos. Antes debían ver de primera mano a qué se enfrentaban. Finalmente, le dedicó sus palabras a Tarek, comenzando a caminar hacia él.
—Haz lo que tengas que hacer.— indicó, sin dejar de avanzar cuando se puso a su altura. Tras pasarlo en unos pasos y estar por delante, añadió —Aunque estaría bien que sus últimas palabras fuesen a dónde y para qué...— apuntó, sutil.
—No te preocupes, haré que canten como pajarillos al amanecer. Vosotros permaneced aquí, aunque mejor no os acerquéis mucho a Bart. No sabemos si muerde.
—¡Nosotros ir!— afirmó la mujer —Ellos de los nuestros.
—Quizá sea mejor.— la elfa detuvo entonces sus pasos al escuchar la exigencia y se volvió hacia Tarek, que también había empezado a caminar, todavía a su espalda —Ellos no nos conocen, me será más fácil sacarlos si ven caras amigas.
—Como quieras. Pero manteneos y mantened a los que liberéis lejos de la lucha.— se acercó a ella un poco más y en tono más bajo añadió —Cuida tu espalda. Saben que dos se les han escapado y que podrían volver a por el resto. No descartes que estén esperando un ataque.
—No hay problema.— respondió a lo primero. Sonrió ligeramente y suavizó el gesto serio mantenido hasta el momento cuando él se acercó. —Vamos, son sólo cuatro humanos.— comentó con sorna, dándole un toquecito con el codo —Estaré bien.— y empezó a caminar de nuevo.
—No me preocupa su número. Me preocupa que caigas en una trampa por ayudar a otros.— los bestiales lo miraron con cierto reparo —Vosotros tened cuidado también.
Levantó ambas cejas en un gesto de ligera sorpresa cuando él se explicó. Probablemente no habría reparado en algo así hasta que no lo hubiese tenido delante, con suerte antes de haber llegado a sufrirlo. Tantas idas y venidas por los bosques del continente, solía pensar que no necesitaba nada de nadie para desenvolverse en ellos. Se engañaba, en realidad, considerando que si ella misma lo creía, terminaría siendo así. Sin embargo, había sido lo suficientemente consciente de la realidad al planificar su viaje y no había mentido al peliblanco cuando le expresó los motivos de buscar su ayuda. Él tenía adiestramiento y habilidades sobre el terreno, pero eso no le hacía mirarla por encima, incluso cuando parecía preocuparse por su seguridad sentía su complicidad. No imponía, ni ordenaba. Advertía. ¿O aleccionaba en forma de advertencia? También lo hacía con sus consejos. ¿O quizá era ella quien lo recibía así? Dejó escapar un suspiro comedido, entremezclado con una ligera risa para sí, resignada.
—Por cosas así te necesito...— murmuró.
—Eso mismo dijeron los otros clanes cuando los Ojosverdes se ofrecieron a limpiar las fronteras. Espero que tú no te arrepientas, como hicieron ellos.
«¿Limpiar las fronteras?»
Repitió en su mente aquellas palabras, aunque se resistió a hacerlo en voz alta. De repente cayó en la cuenta de lo que había dicho un rato antes, o más bien en lo que no dijo, y no quiso corroborar sus pensamientos. No en aquel momento, al menos.
—Pero tú eres Inglorien, ¿No?— pareció afirmar, aunque buscando confirmar cuando arqueó una ceja con gesto acusador.
—Inglorien hasta la médula. Pero eso no significa que no haya aprendido un par de cosas de útiles de mi otro clan.
—Eso siempre viene bien.— asintió con un gesto de afirmación, en tono más suave.
A pocos pasos más dejó de caminar y señaló un poco más adelante, entre los árboles. Contempló un momento los alrededores más reverdecidos y el suelo despejado, salvo zonas dispersas de ascuas llameantes.
—Una columna de humo. Demasiado concentrada para esta zona… Tiene que ser una hoguera.
Desde los alrededores, siguiendo las orientaciones que les dieron los dos reptiloides, observaron el campamento con detenimiento. Sus ojos les permitían mantener las distancias y los últimos rayos de la tarde les dieron tiempo suficiente para atender a todos los detalles. Cuando cayó la noche, el elfo abandonó el escondite para iniciar el ataque. Aylizz y los bestiales esperarían a que llamase la atención de los esclavistas para abordar por la retaguardia y llegar a los demás prisioneros.
_______________
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² Poción de Tarek: Lágrimas de Balder [Elixir, Consumible] Al verterlas sobre un animal salvaje, este se volverá dócil como un cachorrito durante el resto del tema.
³ Encantamiento de daga: Runa de armonía natural.
Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
El último resquicio del sol se escondió tras el horizonte, dando fin así al ocaso e inicio a su contienda. Con un gesto simple de la cabeza, Tarek se despidió de Aylizz, para acercarse con sigilo [1] hasta los esclavistas humanos. El ralo bosque apenas daba opciones para ocultarse, por lo que se agazapó tras uno de los pocos árboles que había en el entorno directo del campamento. La luz de la fogata, al rededor de la que habían montado las tiendas, proyectaba un halo demasiado amplio como para poder acercarse sin ser visto.
El elfo contempló durante un instante la escena. Los humanos parecían nerviosos y lanzaban miradas poco sutiles hacia el este, lugar por el que probablemente había huido los reptilianos y por el que esperaban que regresase su fallecido camarada. Tampoco apartaban la mirada de las jaulas que se encontraban en el borde del anillo de luz, lo suficientemente cerca para ver a sus ocupantes, lo suficientemente lejos como para infundirles miedo.
Un repentino ruido le hizo virar la mirada hacia la derecha.
- ¿Qué? –preguntó uno de los hombres.
- ¿Podrías no hacer eso? Este bosque ya me da suficientes escalofríos, como para que encima me des sustos como ese –le respondió uno de sus compañeros.
- ¡Bah!
- ¿Bah?
- Si, bah. Solo ha sido una ramita. Si no fuese por el antinatural silencio del lugar, ni te molestaría.
- Bronn aún no ha vuelto…
- Seguirá persiguiendo a las sabandijas que se escaparon. Malditos perros –acercándose a las jaulas, el hombre las golpeó con una barra metálica. Las criaturas en ellas, parecieron retraerse a una esquina, observándolo con brillantes y asustados ojos- Cómo se os ocurra escapar –haciendo un gesto con la mano, dejó claro cuál sería su destino.
Un tercer individuo entró entonces en escena. Se acercó hasta la hoguera y se sentó frente a ella, meditabundo.
- ¿Y bien?
- Nada –contestó el nuevo integrante del grupo- Ni un rastro. Quizás los cazó y se le haya hecho de noche. No es inteligente andar por estos parajes a oscuras, quizás haya acampado.
- No crees que esos dos hayan podido… -el segundo individuo dejó la frase a medio acabar.
- Mi hermano no se dejaría emboscar por dos alimañas como esas. Son buenos como animales de carga, pero solo para eso –tras unos instantes de silencio, el elfo lo escuchó preguntar- ¿Cómo está Hein?
- Sigue durmiendo –comentó el primer interlocutor, dirigiendo su vista a una de las tiendas- Le vendrá bien. Esos malditos animales le dieron un buen golpe. Si Bronn los trae de vuelta…
La conversación continuó por unos minutos más, que el elfo aprovechó para hacer recuento de la información que tenía [2]:
1. Eran cuatro, como los reptilianos habían dicho.
2. Uno de ellos estaba herido y fuera de combate, aun así no conocía la extensión de sus heridas, por lo que debía llevar cautela.
3. El hombre sentado ante el fuego parecía el líder.
4. Estaban a la espera de cualquier cosa y su llegada sería percibida, aun antes de que pudiese dar un par de pasos dentro del cerco de luz.
Recordó entonces la petición de Aylizz, de dejar al menos a uno con vida. Ninguno parecía especialmente inteligente, y se había enfrentado a gente como aquella las veces suficientes como para saber que su lealtad terminaba donde debían elegir si salvar su vida o la de otro. El único que debía ser una fuente de información, más o menos fiable, era el líder. Tendría que dejarlo fuera de combate antes de atacar al resto.
Apoyándose en el árbol se tomó un momento para repasar el plan que había esbozado en su cabeza. Templó su ansia, su animadversión y todo el odio que sentía en aquel momento por aquella gente. Debía ser rápido y eficaz, pero sobre todo debía ser preciso. Aquello no era parte de su venganza, sino de algo más. Por otra parte, si fallaba, corría el riesgo de que fuesen a por Aylizz y los dos reptilianos huidos. No dudaba de las capacidades de la chica para protegerse, pero como le había dicho a ella misma, temía que se expusiese demasiado para ayudar a otros.
Dando un paso al frente abandonó el árbol y se dirigió con paso decidido hacia la fogata. Como había previsto, no tardaron demasiado en detectarlo y, aún menos, en darse cuenta de que no era su compañero perdido.
- ¿Pero que c…? –el primero de ellos llevó la mano al cinturón, probablemente para empuñar un arma. Pero el líder le dio el alto y dejó que el elfo se acercase hasta el borde de la luz.
- ¿Qué hace un elfo en estos parajes perdidos, en medio de la noche?
Tarek observó al hombre con atención. No había errado al suponer que era el líder de la comitiva. Los cautivos de las jaulas se removieron nerviosos y el humano que había utilizado la primera vez la barra de hierro, volvió a emplearla para hacerlos callar.
- Esta era la tierra de mi gente. La pregunta más bien es, ¿qué hace un grupo de humanos atravesando estas tierras que no les pertenecen? Por no mencionar el tráfico de esclavos que, si no lo sabéis, es ilegal en el continente –escuchó un bufido a su izquierda, del hombre que había intentado sacar el arma.
- Esclavitud… que palabra tan horrible. Nosotros solo comerciamos con ganado. Para considerarlos esclavos tendrían que ser mínimamente humanos –el hombre le sonrió cómplice y, con un gesto de la mano, lo animó a sentarse ante la hoguera.
Tarek se llevó las manos al pecho y, con tranquilidad, desenroscó la cadena de su arma, hasta que el peso golpeó con un ruido seco el suelo. Un nuevo bufido le hizo dirigir la vista al insolente humano que lo había emitido.
- ¿Acaso crees que vas a poder con nosotros? Somos cinco y tú solo uno.
- Tres y un herido –fue la parca respuesta del elfo que, ante la inquisitiva mirada del hombre añadió- Uno de vosotros ya ha tenido el desagradable placer de conocerme.
Sin darles tiempo a reaccionar, elevó la cadena con ayuda de una pierna y, aprovechando que se encontraba en suspensión, la empujó hacia adelante. El peso de la kusari-gama golpeó el centro de la hoguera, lanzando ascuas y chispas incandescentes en todas direcciones. El líder, más cercano a la hoguera, saltó de inmediato hacia atrás, pero una de las ramitas ardiendo le había alcanzado la ropa.
Con el primero fuera de combate, Tarek embistió directamente contra el esclavista más cercano. Corriendo hacia él, se dejó caer de rodillas en el último momento, esquivando su envite y, tirando de la cadena, que todavía permanecía en el fuego, arrancó otra oleada de chispas, que cegaron por un instante al hombre. Aprovechando la coyuntura, lo golpeó para derribarlo, al tiempo que se dirigía al que estaba junto a las jaulas. El hombre, como bien había deducido antes, había antepuesto su vida a la lealtad y hacía amago de huir, pero una miríada de manos lo agarraron de la ropa antes de que pudiese alejarse de la improvisada prisión. Los cautivos habían decidido ayudar, con la esperanza quizás de que la llegada del elfo pudiese brindarles la libertad.
Sin demasiados miramientos, la giro para apartarlo de las jaulas y le rebanó el escuezo. Entonces se centró en el miembro más importante del grupo, aquel que les daría respuestas. Corriendo hacia el líder, que acababa de conseguir apagar las llamas de su pantalón, lo golpeó con fuerza en la juntura de la rodilla, provocando que esta se rompiese con un desagradable sonido, que se vio opacado por el alarido del hombre. Una nueva figura apareció entonces entre las telas de una tienda. El muchachi, pálido y herido, lo miró atemorizado, sin atreverse a dar un paso.
Se dirigió entonces hacia el primer hombre, que se había recuperado del golpe y blandía la espada en su dirección.
- Ven si te atreves –gritó brabucón, cambiando el peso de un pie al otro- ¿Qué pasa? ¿Sólo sabes atacar cuando nadie se lo espera?
El elfo cambió entonces la distribución del arma en sus manos y con la experiencia que da la práctica, hizo girar la sección del peso, al tiempo que se acercaba con tranquilidad al hombre [3]. Este, sorprendentemente, no retrocedió ni cejó en su posición, pero observaba con cautela el arma del peliblanco. Abriendo la defensa un poco más de lo necesario, Tarek le ofreció una oportunidad de ataque, que el hombre no dudó un instante en aprovechar. Entonces, girando la muñeca, lanzó la cadena hacia la espada de su contrincante, enroscándose entorno al filo y permitiendo al elfo tirar de ella y arrastrar al hombre hacia él. Instantes más tarde, yacía muerto en el suelo, con la punta de la hoz clavada en cuello.
Quedaban dos. Se giró, solo para ver que el líder intentaba alejarse del campamento, arrástrándose con las manos. No llegaría demasiado lejos. El herido, por su parte, lo seguía observando, sentado en la entrada de la tienda. Ahora que lo observaba con atención, era el más joven de los cuatro. Tarek se acercó a él.
- ¿Quieres sobrevivir a esta noche? –le preguntó, agachándose a su lado. El chico asintió con rapidez- Pues guarda silencio y no te muevas.
Levantándose de nuevo, se encaminó hacia el líder, que había conseguido avanzar algunos metros más. Tomándolo por el cuello de la camisa, lo arrastró de vuelta hacia la zona central del campamento. Las últimas ascuas de la hoguera todavía emitían luz suficiente como para permitir al peliblanco distinguir que tres nuevas figuras habían aparecido en escena. Cruzó su mirada con Aylizz, antes de dejar en el suelo al hombre, que se retorcía gimiendo de dolor.
El elfo se agachó a su lado y, agarrándolo de la mandíbula, lo obligó a mirarlo.
- Ahora voy a hacerte unas preguntas y tú vas a contestarme –el hombre le escupió a la cara con rabia. El peliblanco se limitó a sonreírle- ¿A dónde os los llevabais?
- Púdrete en el infierno, maldito abraza-árboles –le bramó como toda respuesta.
El elfo lo observó unos instantes en silencio, antes de girarse al asustado muchacho que todavía se encontraba en el interior de la tienda.
- ¿Tú lo sabes? –el chico se apresuró a asentir. Se giró entonces hacia el hombre, que lo miró espantado- Pues tú ya no me haces falta –sacando una daga de su cinturón se la clavó en el cuello. El hombre gorgojeó unos instantes, antes de que la vida se escapase definitivamente de su cuerpo. Retirando el cuchillo, lo limpió en la ropa del líder, antes de levantarse.
Observó entonces a Aylizz y al grupo de cautivos. Dando unos pasos al frente, se acercó a la chica y, en voz baja, le dijo:
- Quizás sea mejor que hables tú con él. Dudo que sea capaz de articular dos palabras seguidas en mi presencia.
Acto seguido, se acercó al segundo de los caídos, para recoger su arma, que todavía descansaba en el pecho del hombre.
___
[1] Sigilo (Nivel 2)
[2] Perspicacia (Nivel 2)
[3] Combate con armas flexibles (Nivel 3)
El elfo contempló durante un instante la escena. Los humanos parecían nerviosos y lanzaban miradas poco sutiles hacia el este, lugar por el que probablemente había huido los reptilianos y por el que esperaban que regresase su fallecido camarada. Tampoco apartaban la mirada de las jaulas que se encontraban en el borde del anillo de luz, lo suficientemente cerca para ver a sus ocupantes, lo suficientemente lejos como para infundirles miedo.
Un repentino ruido le hizo virar la mirada hacia la derecha.
- ¿Qué? –preguntó uno de los hombres.
- ¿Podrías no hacer eso? Este bosque ya me da suficientes escalofríos, como para que encima me des sustos como ese –le respondió uno de sus compañeros.
- ¡Bah!
- ¿Bah?
- Si, bah. Solo ha sido una ramita. Si no fuese por el antinatural silencio del lugar, ni te molestaría.
- Bronn aún no ha vuelto…
- Seguirá persiguiendo a las sabandijas que se escaparon. Malditos perros –acercándose a las jaulas, el hombre las golpeó con una barra metálica. Las criaturas en ellas, parecieron retraerse a una esquina, observándolo con brillantes y asustados ojos- Cómo se os ocurra escapar –haciendo un gesto con la mano, dejó claro cuál sería su destino.
Un tercer individuo entró entonces en escena. Se acercó hasta la hoguera y se sentó frente a ella, meditabundo.
- ¿Y bien?
- Nada –contestó el nuevo integrante del grupo- Ni un rastro. Quizás los cazó y se le haya hecho de noche. No es inteligente andar por estos parajes a oscuras, quizás haya acampado.
- No crees que esos dos hayan podido… -el segundo individuo dejó la frase a medio acabar.
- Mi hermano no se dejaría emboscar por dos alimañas como esas. Son buenos como animales de carga, pero solo para eso –tras unos instantes de silencio, el elfo lo escuchó preguntar- ¿Cómo está Hein?
- Sigue durmiendo –comentó el primer interlocutor, dirigiendo su vista a una de las tiendas- Le vendrá bien. Esos malditos animales le dieron un buen golpe. Si Bronn los trae de vuelta…
La conversación continuó por unos minutos más, que el elfo aprovechó para hacer recuento de la información que tenía [2]:
1. Eran cuatro, como los reptilianos habían dicho.
2. Uno de ellos estaba herido y fuera de combate, aun así no conocía la extensión de sus heridas, por lo que debía llevar cautela.
3. El hombre sentado ante el fuego parecía el líder.
4. Estaban a la espera de cualquier cosa y su llegada sería percibida, aun antes de que pudiese dar un par de pasos dentro del cerco de luz.
Recordó entonces la petición de Aylizz, de dejar al menos a uno con vida. Ninguno parecía especialmente inteligente, y se había enfrentado a gente como aquella las veces suficientes como para saber que su lealtad terminaba donde debían elegir si salvar su vida o la de otro. El único que debía ser una fuente de información, más o menos fiable, era el líder. Tendría que dejarlo fuera de combate antes de atacar al resto.
Apoyándose en el árbol se tomó un momento para repasar el plan que había esbozado en su cabeza. Templó su ansia, su animadversión y todo el odio que sentía en aquel momento por aquella gente. Debía ser rápido y eficaz, pero sobre todo debía ser preciso. Aquello no era parte de su venganza, sino de algo más. Por otra parte, si fallaba, corría el riesgo de que fuesen a por Aylizz y los dos reptilianos huidos. No dudaba de las capacidades de la chica para protegerse, pero como le había dicho a ella misma, temía que se expusiese demasiado para ayudar a otros.
Dando un paso al frente abandonó el árbol y se dirigió con paso decidido hacia la fogata. Como había previsto, no tardaron demasiado en detectarlo y, aún menos, en darse cuenta de que no era su compañero perdido.
- ¿Pero que c…? –el primero de ellos llevó la mano al cinturón, probablemente para empuñar un arma. Pero el líder le dio el alto y dejó que el elfo se acercase hasta el borde de la luz.
- ¿Qué hace un elfo en estos parajes perdidos, en medio de la noche?
Tarek observó al hombre con atención. No había errado al suponer que era el líder de la comitiva. Los cautivos de las jaulas se removieron nerviosos y el humano que había utilizado la primera vez la barra de hierro, volvió a emplearla para hacerlos callar.
- Esta era la tierra de mi gente. La pregunta más bien es, ¿qué hace un grupo de humanos atravesando estas tierras que no les pertenecen? Por no mencionar el tráfico de esclavos que, si no lo sabéis, es ilegal en el continente –escuchó un bufido a su izquierda, del hombre que había intentado sacar el arma.
- Esclavitud… que palabra tan horrible. Nosotros solo comerciamos con ganado. Para considerarlos esclavos tendrían que ser mínimamente humanos –el hombre le sonrió cómplice y, con un gesto de la mano, lo animó a sentarse ante la hoguera.
Tarek se llevó las manos al pecho y, con tranquilidad, desenroscó la cadena de su arma, hasta que el peso golpeó con un ruido seco el suelo. Un nuevo bufido le hizo dirigir la vista al insolente humano que lo había emitido.
- ¿Acaso crees que vas a poder con nosotros? Somos cinco y tú solo uno.
- Tres y un herido –fue la parca respuesta del elfo que, ante la inquisitiva mirada del hombre añadió- Uno de vosotros ya ha tenido el desagradable placer de conocerme.
Sin darles tiempo a reaccionar, elevó la cadena con ayuda de una pierna y, aprovechando que se encontraba en suspensión, la empujó hacia adelante. El peso de la kusari-gama golpeó el centro de la hoguera, lanzando ascuas y chispas incandescentes en todas direcciones. El líder, más cercano a la hoguera, saltó de inmediato hacia atrás, pero una de las ramitas ardiendo le había alcanzado la ropa.
Con el primero fuera de combate, Tarek embistió directamente contra el esclavista más cercano. Corriendo hacia él, se dejó caer de rodillas en el último momento, esquivando su envite y, tirando de la cadena, que todavía permanecía en el fuego, arrancó otra oleada de chispas, que cegaron por un instante al hombre. Aprovechando la coyuntura, lo golpeó para derribarlo, al tiempo que se dirigía al que estaba junto a las jaulas. El hombre, como bien había deducido antes, había antepuesto su vida a la lealtad y hacía amago de huir, pero una miríada de manos lo agarraron de la ropa antes de que pudiese alejarse de la improvisada prisión. Los cautivos habían decidido ayudar, con la esperanza quizás de que la llegada del elfo pudiese brindarles la libertad.
Sin demasiados miramientos, la giro para apartarlo de las jaulas y le rebanó el escuezo. Entonces se centró en el miembro más importante del grupo, aquel que les daría respuestas. Corriendo hacia el líder, que acababa de conseguir apagar las llamas de su pantalón, lo golpeó con fuerza en la juntura de la rodilla, provocando que esta se rompiese con un desagradable sonido, que se vio opacado por el alarido del hombre. Una nueva figura apareció entonces entre las telas de una tienda. El muchachi, pálido y herido, lo miró atemorizado, sin atreverse a dar un paso.
Se dirigió entonces hacia el primer hombre, que se había recuperado del golpe y blandía la espada en su dirección.
- Ven si te atreves –gritó brabucón, cambiando el peso de un pie al otro- ¿Qué pasa? ¿Sólo sabes atacar cuando nadie se lo espera?
El elfo cambió entonces la distribución del arma en sus manos y con la experiencia que da la práctica, hizo girar la sección del peso, al tiempo que se acercaba con tranquilidad al hombre [3]. Este, sorprendentemente, no retrocedió ni cejó en su posición, pero observaba con cautela el arma del peliblanco. Abriendo la defensa un poco más de lo necesario, Tarek le ofreció una oportunidad de ataque, que el hombre no dudó un instante en aprovechar. Entonces, girando la muñeca, lanzó la cadena hacia la espada de su contrincante, enroscándose entorno al filo y permitiendo al elfo tirar de ella y arrastrar al hombre hacia él. Instantes más tarde, yacía muerto en el suelo, con la punta de la hoz clavada en cuello.
Quedaban dos. Se giró, solo para ver que el líder intentaba alejarse del campamento, arrástrándose con las manos. No llegaría demasiado lejos. El herido, por su parte, lo seguía observando, sentado en la entrada de la tienda. Ahora que lo observaba con atención, era el más joven de los cuatro. Tarek se acercó a él.
- ¿Quieres sobrevivir a esta noche? –le preguntó, agachándose a su lado. El chico asintió con rapidez- Pues guarda silencio y no te muevas.
Levantándose de nuevo, se encaminó hacia el líder, que había conseguido avanzar algunos metros más. Tomándolo por el cuello de la camisa, lo arrastró de vuelta hacia la zona central del campamento. Las últimas ascuas de la hoguera todavía emitían luz suficiente como para permitir al peliblanco distinguir que tres nuevas figuras habían aparecido en escena. Cruzó su mirada con Aylizz, antes de dejar en el suelo al hombre, que se retorcía gimiendo de dolor.
El elfo se agachó a su lado y, agarrándolo de la mandíbula, lo obligó a mirarlo.
- Ahora voy a hacerte unas preguntas y tú vas a contestarme –el hombre le escupió a la cara con rabia. El peliblanco se limitó a sonreírle- ¿A dónde os los llevabais?
- Púdrete en el infierno, maldito abraza-árboles –le bramó como toda respuesta.
El elfo lo observó unos instantes en silencio, antes de girarse al asustado muchacho que todavía se encontraba en el interior de la tienda.
- ¿Tú lo sabes? –el chico se apresuró a asentir. Se giró entonces hacia el hombre, que lo miró espantado- Pues tú ya no me haces falta –sacando una daga de su cinturón se la clavó en el cuello. El hombre gorgojeó unos instantes, antes de que la vida se escapase definitivamente de su cuerpo. Retirando el cuchillo, lo limpió en la ropa del líder, antes de levantarse.
Observó entonces a Aylizz y al grupo de cautivos. Dando unos pasos al frente, se acercó a la chica y, en voz baja, le dijo:
- Quizás sea mejor que hables tú con él. Dudo que sea capaz de articular dos palabras seguidas en mi presencia.
Acto seguido, se acercó al segundo de los caídos, para recoger su arma, que todavía descansaba en el pecho del hombre.
___
[1] Sigilo (Nivel 2)
[2] Perspicacia (Nivel 2)
[3] Combate con armas flexibles (Nivel 3)
Tarek Inglorien
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
La elfa estudiaba con atención cada palabra y cada movimiento de su compañero, esperando el momento oportuno para iniciar su parte en aquella intervención. Sólo cuando Tarek pateó las brasas, haciendo que la iluminación alrededor de la hoguera se redujese, ella y los dos reptiloides entraron en acción. Abriéndose hacia el sendero, rodearon el campamento por el lado opuesto hasta colocarse tras las verjas de la carreta, aprovechando la propia estructura y a los cautivos de su interior para mantenerse fuera del alcance de la vista de los esclavistas. En un dialecto del todo incomprensible para Aylizz, los bestiales emitían sonidos comunicativos que los demás parecieron comprender a la perfección, mostrándose entonces menos alterados ante su presencia y facilitando las cosas desde dentro. Unos se apiñaban para camuflar a los libertadores, otros se hacinaban al otro extremo para ayudar al elfo, que peleaba al otro lado. Las voces alarmistas de los esclavistas se elevaron sobre el jaleo, facilitando que el golpear de las piedras reventando los candados pasase desapercibido. La elfa llevó entonces la mirada a su compañero, que inmovilizaba al último de los captores. No, restaba otro más. Afinando más la vista, advirtió al más joven, inmóvil, contemplando la escena aterrorizado.
Uno a uno, los bestiales se habían liberado de las cadenas y se alejaban a prisa del lugar. El último en hacerlo fue el primero al que habían encontrado en el bosque, que llamó la atención de Aylizz con un gesto a su espalda, haciendo que apartase la mirada del elfo y los humanos un instante. Sus palabras de despedida quedaron grabadas, volviéndose de nuevo hacia Tarek en el instante mismo en que terminaba con su última condena. Quedó en silencio, escuchando cómo sólo los jadeos de un desenfrenado Tarek ralentizándose rompían la quietud que la noche había recuperado. Lo siguió con la mirada mientras caminaba hacia ella, dejando de lado cada cuerpo tendido a su paso, hasta que colocándose a su altura le indicó que sería más oportuno que fuese ella quien tratase con el chico al que había dejado con vida. Asintió igualmente en silencio, surgiendo su mirada hacia el humano, así como sus pasos. A medida que se acercaba, podía analizar con mayor detalle su persona. No sería mayor que el mozo de la taberna, aunque saltaba a la vista que su vida había sido mucho más castigada. Él no se movió cuando ella se acercó, más allá de los involuntarios temblores que se esforzaba por mantener controlados, aunque apartó la mirada cuando estuvo a su lado.
—Puedes estar tranquilo, no pienso ponerte una mano encima.— indicó con voz calmada, manteniendo una cierta distancia —Mi amigo dice que eres más listo que los tuyos, dirás lo que sabes, por eso estás vivo...
—No son mis amigos.— interrumpió en tono de réplica, embravecido, volviéndose hacia ella, aunque rebajó inmediatamente el tono cuando sus ojos se encontraron. —Eran. No lo eran.
—¿No? Mejor para ti. Entonces, ¿trabajabas para ellos?— él asintió.
—Con ocho años me convertí en mercancía. Mis padres me vendieron para servir, pero pasé por muchas manos… Hasta que llegué a ellos.
—Pues supongo que ya no les debes nada.— se encogió de hombros, mientras se acercaba un poco más a él y se inclinaba para sentarse a su lado —¿A dónde los llevabais?— su voz sonó cercana, casual, sin llegar a lo amable.
—A… Una comarca… Más al norte. Una de esos… Ya sabes… Vampiros.— se encogió, apretándose el estómago.
—¿Estás herido?— buscó confirmación al advertir que sudaba, fijándose más en detalle en su rostro, notablemente pálido y con bolsas violáceas bajo los ojos.
—¿Eh? Ah… Esto… Si. Uno de los lagartos me… Mordió… Culpa mía, estaba distraído.
La elfa hizo un gesto, indicando que abriese los brazos, con intención de examinar la herida.
—Tienes una buena infección. Te daría dos días, tres a lo sumo.— indicó, todavía sin tocarlo —Así que una comarca… Tiene que ser Urd… ¿No es así?— tanteó. Él volvió a asentir. —¿Para qué los quieren?— acercó sus manos a sus ropas y empezó a ahuecarlas, despejando la zona herida, sobre la que puso las manos¹ para iniciar las plegarias de curación.
—Pues para…— el chico distrajo sus palabras, confuso por el acercamiento y revolviéndose un momento al comenzar a notar el calor de la luz —Va… Vaya…— exclamó en voz baja y ella sonrió levemente a su reacción. El chico carraspeó y continuó. —Ellos los quieren por su piel, resiste bien al fuego… «Vivos e intactos».— fanfarroneó en aquella última parte, imitando las órdenes dadas —Es… Es todo cuanto sé. Lo juro. De verdad.
La elfa lo miraba, pero durante un par de minutos su atención se apartó de él para centrarse en sus temerosos pensamientos. ¿Algo de aquello podría tener que ver con lo averiguado en Rocagris? ¿O acaso los malditos dedicaban su vida a experimentos absurdos por donde quiera que campaban?
—¿Éste era tu primer viaje?— curioseó, todavía pensativa.
—El tercero.— indicó, tras negar con la cabeza.
—¿De veras?— se sorprendió sinceramente —Interesante…— caviló —¿Tan fácil resulta este tipo de comercio? Supongo que el control de vuestra Guardia no llega tan lejos…— replicó casual, aunque dirigiendo el comentario de forma totalmente intencionada.
—¡Te sorprendería hasta dónde envían destacamentos! Aunque no, nunca nos hemos topado con ellos. Pese a lo que pueda parecer, lo más fácil es atravesar este bosque. Nadie se preocupa demasiado por lo que ocurre en las zonas muertas…
—Ya veo…— separó entonces sus manos del torso y se puso en pie —No te muevas, aún no he acabado.— señaló la herida mientras se alejaba.
Como un destello celestial, una repentina maquinación alumbró su psique. Ella no era nadie para involucrarse en lo que hicieran los seres de la noche, pero la amenaza de su avance resultaba cada vez más plausible. Y aquello sí le preocupaba. Suspiró, pasándose la mano por el pelo mientras se acercaba al elfo. Antes de aventurarse a tomar ninguna decisión le pareció recíproco contar con su opinión, al fin y al cabo, él tuvo a bien saber la suya antes de llevar a cabo la matanza. ¿La liberación? Las palabras del hombre-bestia aún la rondaban, a pesar de haberse prometido no cuestionar los actos de su compañero en aquella ocasión, ahora no podía evitar valorar otros puntos de vista. Sacudió la cabeza para sí, no era momento de distracciones. Preguntó a Tarek cuando estuvo frente a él, manteniendo la seriedad en el rostro, aunque contrastando con la calma que se esforzaba por mantener en la voz. Apoyado contra un árbol y de brazos cruzados, la esperaba con la ceja alzada, en gesto de espera y alentandole a hablar.
—¿Lo has oído?
Él miró al chico un momento y después se volvió de nuevo hacia ella. Asintió. Entonces la elfa pareció dudar, mordiéndose un momento los labios antes de abordarlo, todavía sin saber cómo plantearle sus divagaciones.
—¿Tienes planes para él?— murmuró, bajando la mirada un momento antes de volver a mirarlo. El elfo soltó un suspiro y separó los brazos.
—No iba a matarlo, si eso es lo que pensabas. Alguien tiene que contar lo sucedido aquí o todo esto no serviría de nada. Acaba con un rufián y otro aparecerá en su lugar, cuelga una cabeza de un árbol y nadie volverá a acercarse a él.
Alzó las cejas un momento, claramente sorprendida de escucharlo. ¿Sería posible que empezase a dilucidar ciertos límites en las formas de hacer las cosas del elfo? Medio sonrió, antes de soltar un suspiro resignado y asentir a su exposición.
—Muy cierto.— reconoció —Y me alegra que no te opongas a dejarlo con vida, porque creo que puedo hacer algo de él.— planteó, desviando la mirada hacia atrás por encima del hombro, contemplando un momento al chico.
Tarek volvió a levantar la expresión, cerrando de nuevo su postura, aunque en aquella ocasión se dejaba ver más relajado. Incluso divertido.
—Ilumíname.
Ella lo miró, entrecerrando los ojos, sopesando por un momento explicarle sus planes. Optó por no hacerlo, o tendría que hablarle de Ben y de La Guardia… No, desde luego la condición humana no era un tema del que se les diera bien hablar. Finalmente curvó ligeramente el labio y negó con la cabeza.
—Eso es cosa mía.— expuso, comenzando a dar media vuelta —Tiene que ver con esos asuntos que no te gustaría oír, así que... Mejor así.— sentenció, antes de darle la espalda completamente.
Volvió a dejar al elfo atrás y rebuscando entre los bolsillos interiores de la túnica algún viral ya preparado con un remedio básico, se acercó nuevamente al chico. Tomando asiento en el mismo lugar, bajo la atenta y curiosa mirada del muchacho, tendió el elixir ante él.
—Mis manos han cerrado las heridas, pero esto te sanará por dentro.— explicó con pocas palabras. Cuando el humano quiso alcanzarlo, ella lo apartó. —De todas formas voy a dartelo y dejaremos que te vayas, pero tengo una propuesta antes de hacerlo.
—¿De qué se trata?— quitó la mano y cambió el gesto, volviéndose ahora más cauteloso.
—Quiero saber qué ocurre al norte, pero sólo cuento con un par de ojos y oídos. Y no puedo estar en todas partes. Tal vez tú… ¿Podrías poner los tuyos a mi servicio?— el muchacho pareció encabritarse ante la propuesta, pero ella sonrió con suavidad. —Me trae sin cuidado lo que hagas con tu vida, por nosotros eres libre. Yo sólo te ofrezco un medio con el que asegurarte unas monedas a cambio de información veraz.
—Quieres que vaya hasta allí… A Urd, ¿es así? Y averiguar qué traman…— pareció meditarlo unos momentos —¿Cómo sé que puedo fiarme de ti?
—No lo sabes. Pero bueno, yo acabo de asegurar la vida que él te ha perdonado.— le tendió de nuevo el elixir, esta vez sobre la palma de la mano abierta. —Considéralo como hacer un acto de fé, el mismo que haré yo creyendo, en caso de que aceptes, que cumplirás con tu palabra.
—Vaale… Creo que puedo hacerlo.— accedió finalmente, tras unos momentos más de guardar un silencio cargado de dudas, agarrando, esta vez sí, el viral. —¿Y cómo haremos? Lo que averigüe, los pagos… Y eso.
—Pues…— como toda idea impulsiva y poco madurada, barajó sus opciones de un vistazo mental. No eran muchas, así que se aventuró a apostar por sus influencias. —Siguiendo el sendero por el que los dos bestiales huyeron darás con una posada. Habla con el muchacho que se hace cargo. Dile que la elfa te envía, creo que os entenderéis.— hizo una pausa repentina, al reparar en algo fundamental que acostumbraba a dar por hecho y que, sin embargo, ya le había pillado por sorpresa en varias ocasiones. —¿Sabes escribir?— inquirió antes de continuar.
—¡Si! Descuida. Y leer. Y hacer cuentas simples. Tengo mis maneras…
—Estupendo. Entonces deja en la taberna tus reportes y allí mismo recogerás tus pagos. Todavía tengo que atar algunos cabos pero, hasta entonces, te tendrá que valer así.— se llevó una mano al zurrón y sacó un puñado de monedas. —Con esto tendría que valerte para comer caliente y dormir un par de días. Después es cosa tuya.
Llegando al acuerdo, el chico se escabulló, siguiendo las indicaciones dadas. Ella lo siguió con la mirada, todavía sentada, hasta que se perdió en el bosque. Se puso en pie cuando se percató de que Tarek se acercaba a paso ligero.
—Probablemente deberíamos volver con Bart. Y no sé tú, pero yo dormiría un rato.
—Si... Coincido.
Ella comenzó a caminar también hacía él, deteniendo sus pasos cuando se encontraron de frente. Entonces se permitió examinarlo con la mirada, de arriba a abajo. El rostro salpicado en sangre y parte de su pelo teñido de carmesí, envuelto en un contraste de luz de luna y brasas que ensalzaba todas sus sombras. Y aquellos ojos verdes. La imagen de un asesino o de un libertador dependía de poner el peso en el acto o en la motivación. Aunque ocasiones como aquella le resultaban menos tormentosas de sentenciar.
—Mejor cerca del río...— rebajó un poco la rigidez de su expresión y extendió la mano hacia el elfo hasta recorrer su frente y sus pómulos en una caricia, retirando los regueros que comenzaban a ceder a la gravedad —Te hará falta.— indicó, retirando la mano y limpiándose con los bajos de la túnica —Espero que siga siendo amigable...— añadió en tono más liviano, refiriéndose nuevamente a Bart, cuando se apartó de él para emprender la marcha.
—Si. Creo que sería buena idea.— comentó él mirándose las manos y la ropa, antes de seguirla —Yo también lo espero. Era la única botella de lágrimas de Balder que tenía y lo has dejado amarrado. No me quiero imaginar cómo debe estar si se ha pasado el efecto…
Torció el gesto ante aquel último comentario, sin mirarlo, replicando para sí. Se habría soltado de las ataduras con zarandear la pata con algo de fuerza, una coz y podría arrancar de raíz las raíces. Únicamente lo había sujetado para evitar que se alejara demasiado mientras pastaba, pero contaba con que sólo funcionaría mientras el efecto no hubiese pasado.
*****
Desandaron sus pasos, encontrándose con el animal recostado bajo un tronco partido, descansando, y a penas se inmutó cuando los elfos aparecieron ante él. Todavía sosegado, para su favor, se dejó acariciar por la elfa, que miraba a su alrededor para valorar la adecuación del lugar para pasar lo que restaba de noche.
—Haré fuego y prepararé un poco esta zona. Siéntete libre...— indicó con la mano hacia el agua cercana y se dispuso a recoger algunas ramas caídas para prender.
Tarek se perdió entre la maleza de la orilla, apartándose algunos metros antes de que ella lo escuchara zambullirse en el agua. Mientras tanto, prendió la hoguera y pensó en la mejor manera de darle forma a la maleza para cobijarse de un bosque del que nunca sabías qué esperar. De frente al fuego y dejando el río a un lado, canalizó la energía del entorno para moldear los arbustos hasta formar algo parecido a una pequeña cueva de maleza enrevesada. Estarían a cubierto en buena posición. Terminaba de acomodar sus bártulos cuando desvió la mirada distraída hacia el agua, encontrando la figura del elfo lavando su ropa.
Teniendo su cabeza todavía descentrada, tardó unos segundos en ser consciente de lo que suponía que tuviera sus prendas de la mano. Tuvo la intención de volverse de inmediato al caer en la cuenta, pero quedó en eso, porque su mirada terminó paseando por el perfil de Tarek, sin que éste llegase siquiera a darse cuenta. Eso pensó ella, al menos, tan apartada en la orilla. Siguió con curiosidad los dibujos de su piel a lo largo del costado, que de espaldas quedaba hacia ella. Desde que sabía de su existencia se había preguntado qué narrarían, el elfo le parecía un libro lleno de misterio. Sin embargo, el interés genuino comenzó a desvanecerse, cuando pensamientos que parecían intrusos se pasearon por su cabeza. Ya habían compartido momentos de cierta intimidad antes, aunque había tratado de ser consecuente con los límites personales, pero esta ocasión no requería centrarse en hablar, escuchar o medirse el uno al otro, lo que daba espacio a los pensamientos. Lo cierto era que lo habría contemplado en silencio hasta que la luna dejase de reflejarse en el agua. Aquella imagen contrastaba en gran medida con la de su figura bañada en sangre y por un momento considero pararse a reflexionar sobre las sensaciones que ambas dos habían despertado en ella. Sin embargo, quedó en blanco, siguiendo el recorrido de las gotas descendiendo por su cuerpo hasta advertir que el tatuaje se perdía más allá del ombligo, por debajo de la línea de la cintura. Y del agua.
—Estaría genial que te hicieses con algo de cena, ya que estás por ahí...— dijo entonces, en voz alta, como si volviera en sí al tiempo que apartaba la atención de él y la centraba en la hoguera.
—¡Hecho!— se escuchó en la distancia, entre chapoteos. Ella sonrió.
Tras aquello, el silencio fue el protagonista de la cena, aunque ninguno parecía interesado en romperlo. Aylizz apenas había apartado la mirada del fuego desde que el peliblanco tomó asiento a su lado. Sin quererlo, había empezado a repasar mentalmente la noche que llevaban. Creía haber zanjado el tema y no llegar a confrontarlo con él, pero resultó que aquello volvió a tambalear sus convicciones.
—¿Sabes lo que me ha dicho el último reptiliano en marchar?— soltó de repente, aunque en un tono solemne, mientras removía las ramas de la hoguera con el palo en el que había ensartado el pez. Aunque resultaba claramente retórica, dejó unos segundos de silencio. —Dale gracias a elfo salvador.
La confundida mirada que Tarek había clavado en ella dejó paso al rubor en sus mejillas cuando la elfa le dió el mensaje y aquella fue la primera vez que lo vio tropezar con las palabras.
—Yo no… No creo que…
—Yo tampoco.— sentenció con seriedad y la mirada fija en las llamas.
No sabía cómo iba a terminar la frase, ni las dudas que él pudiera tener de sí mismo, pero consideró que ella ya tenía suficientes por los dos. Empezó a mirarlo de soslayo, esbozando el inicio de una sonrisa divertida, ladeando la cabeza ligeramente hacia él.
—¡Yo debería ser su elfa salvadora!— replicó, en tono claramente jocoso —Yo he abierto las jaulas.— y le lanzó con dejadez la rama.
—¡Ey!— No hizo ni el intento de esquivarla, todavía con cara de circunstancia. Estirando el brazo, respondió con un pequeño empujón. —No te preocupes, seguro que cantarán las gestas de tu valerosa hazaña. ¡La gran elfa que fue capaz de abrir una cerradura!
Vale, desde luego no se esperaba un ataque tan gratuíto. Quedó boquiabierta un instante, aunque sin poder esconder la pequeña risa que se le escapaba, considerándolo un golpe bien dado.
—LA cerradura, no una cualquiera. No te atrevas a quitarme el mérito.— replicó, con un gesto de orgullo herido.
—Disculpa mi terrible ofensa.— levantó las manos, entonando el mea culpa. —Estoy seguro de que LA cerradura fue un enemigo temible al que abatir.
—No tanto como al que se han enfrentado ellos, supongo.— volvió a rebajar el tono humorístico, pero lo dijo sin acritud.
—Es horrible, ¿sabes? Estar encerrado en una jaula y pensar que ya no te perteneces a ti mismo. Que te arrastren a un destino indeterminado y, cuando despiertes a la mañana siguiente, sean otros los que decidan qué va a ser de ti.—
El elfo hablaba en tono calmado, aunque se percibía cierta tristeza en su voz. Ella torció el gesto, confundida, mirándolo con sospecha mientras escuchaba.
—Yo puedo imaginarlo pero tú... Parece que lo sepas de primera mano...— tanteó, acercándose un poco más a él. Tarek sonrió ligeramente antes de responder.
—Por desgracia. Aunque fui mucho más afortunado que ellos y, sin duda, mucho más que llegaron al destino marcado por sus captores… Fue hace un año, quizás dos… No sabría decirte. Me habían mandado al este, a los caminos de la frontera. Uno de los mercaderes de Vulwulfar había comenzado a traspasar los límites... Había arrasado hectáreas del bosque y a todos los que habían acudido a defender aquellas tierras. Se suponía que era algo sencillo, un escarmiento, un aviso para aquellos que osasen intentar lo mismo. Nos habían dado el chivatazo de que viajaba con poca escolta.— entonces se giró para mirarla —Fue una trampa. En el momento en que pisé el camino me atraparon, me ataron, me amordazaron y me metieron en una carreta para llevar esclavos. Te aseguro que el mercader no dejó espacio para la duda respecto a lo que iba a hacer conmigo cuando llegásemos a puerto.— volvió a mirar el fuego unos instantes —No sé qué habría hecho si aquellos dos no hubiesen venido a liberarme. No creo que hubiese podido vivir ese tipo de vida…
Definitivamente el peliblanco resultaba ser una caja de sorpresas y casi se sobresaltó cuando clavó su mirada en ella, de forma repentina, mientras relataba aquella vivencia. Se removió un poco, como si tratara de acomodarse en el asiento mientras terminaba de escucharlo, porque los pocos detalles compartidos fueron suficientes para imaginar la escena y estremecerse. Siempre que había compartido con ella los aspectos más grises de su vida podía percibirse una suave sonrisa en su cara, siendo difícil determinar si era una forma de protegerse de la tristeza y del dolor o realmente hablaba desde la superación. Dudó entre decir algo o responder físicamente con algún gesto de consuelo, aunque finalmente se giró también hacia la hoguera y clavó su mirada en las llamas.
—No es que yo sea quien para juzgar pero... Creo que lo de esta noche... Es lo mejor que podías hacer.— se encogió ligeramente de hombros, dando el tema por zanjado, finalmente convencida de que otra opción no habría sido efectiva solución, menos después de haber conocido el bagaje de los esclavistas en boca del chico perdonado —Hacen mejor al mundo muertos que vivos.
—Sé que no va a extrañarte oírlo, pero no me arrepiento de lo que he hecho. Nadie que trate así a otro ser vivo, merece existir. Espero que los cautivos puedan volver sanos y salvos a su hogar.
—No, no me extraña…— medio rió con suavidad —Y yo también lo espero...
Bostezó ligeramente, notando ya la pesadez en los ojos. Todavía restaban unas cuantas horas para el amanecer y podrían descansar. Considerando que la conversación tampoco iba a más, se echó hacia atrás, acostándose bajo la cobertura de hojas y ramas, y cerró los ojos.
¹ Imposición de manos [mágica 1 uso]: Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Sin duda, la noche era el momento del día que mejor sentaba a aquella región. La ausencia de árboles permitía observar el cielo limpio y estrellado que, en aquel momento, a falta de luna, se presentaba como un velo de oscuridad plagado de pequeñas luces titilantes. A su lado, la respiración de Aylizz se fue haciendo cada vez más profunda, hasta que el peliblanco pudo afirmar, sin demasiadas dudas, que la chica había entrado en el reino de lo onírico para disfrutar de un sueño y descanso bien merecidos.
Él, en cambio, continuó un rato más en vigilia, rememorando las palabras de la rubia ante la hoguera. Sabía cómo lo veía sus enemigos, sus contrincantes, aquellos a los que mataba o incluso el resto de clanes élficos. Los Ojosverdes eran asesinos. Aquella había sido siempre su función, su cometido. Jamás se había planteado cómo lo verían aquellos cuyas vidas les eran devueltas, indirectamente, gracias a lo que él hacía. Había matado a otros esclavistas, el último de ellos aquel que había intentado venderlo a él en los puertos de Vulwufar… Ni siquiera se había planteado que la muerte de aquel individuo pudiese ser una bendición para otros, que de alguna manera había evitado aquel aciago destino para otras personas. Salvador… Sin duda no era un término que pudiese vincular con su persona.
Finalmente, el sueño lo alcanzó también a él, aunque todavía tuvo tiempo para seguir preguntándose qué significaba para él aquella afirmación.
Se despertó tiempo después de que Aylizz hubiese abandonado el improvisado refugio. Unos chapoteos lejanos en el río le indicaron dónde podría encontrarla, sin embargo, optó por andar en dirección opuesta, a fin de recolectar madera para una fogata mañanera. A su regreso, la vio sentada en posición de meditación cerca de la orilla. Se encontraba alimentando a Bart, cuando ella se acercó de nuevo al improvisado campamento.
- ¿Has descansado? –preguntó. Pareció ligeramente sorprendida al ver el desayuno ya preparado.
- Si, ¿y tú? –respondió el peliblanco, girándose hacia ella. Acercándose a la fogata, añadió- ¿Cuál es el plan de hoy?
- Si... Lo justo –fue su respuesta, antes de dirigir la mirada al bosque- Pues... ya no deberíamos estar lejos de donde creo que nos indicó Tyw. Aunque... –suspirando se acercó al fuego- En este momento, podría dejarlo aquí –planteó, con semblante decaído.
Tarek tardó unos segundos en procesar sus últimas palabras, pero cuando lo hizo alzó la cabeza para mirarla con cara de incredulidad.
- ¿Vas a dar la vuelta? ¿Ahora? –observando la dirección que deberían seguir, le preguntó- ¿Y si está un par de quilómetros más delante y te lo pierdes por no haber seguido hasta el final? –volviendo a mirarla, añadió, encogiéndose de hombros- Puede que no haya nada, pero también existe la posibilidad de que sí.
- Ya –la escuchó chasquear la lengua con resignación- Es algo que he sopesado mucho –frunció el ceño antes de dirigir su mirada al peliblanco- Esperaba que tú no lo hicieras –indicó con falsa molestia, aunque una sonrisa acabó por escaparse por la comisura de sus labios, al tiempo que lo miraba con cierto agradecimiento. Dirigió entonces su atención a Bart- No sé cuándo se cansará de hacernos caso... así que deberíamos hacer el último tramo sin más descansos o... distracciones.
- Intentaré que nuestros caminos no se crucen con más esclavos necesitados de liberadores –prometió con media sonrisa- También puedes guiar tú –ofreció, señalando a su montura.
- No sé... creo que te ha cogido cariño –bromeó ella- Pero si, necesitarás descansar la manos.
La marcha, al igual que había pasado el día anterior fue tranquila y carente de cualquier tipo de interrupción. Como el propio Twyn les había indicado, no había muchos que se aventuraban por aquellos territorios. A pesar de la ligera conversación que mantuvieron a lo largo del camino, Tarek fue consciente de que el ánimo comenzaba a menguar en su compañera. Todo a su alrededor hablaba de devastación, de muerte y fuego. Había albergado la esperanza de que la chica encontrase lo que buscaba, pues sabía la frustración que devenía cuando un largo camino terminaba en un callejón sin salida. Pero el paisaje que los rodeaba no auguraba un final feliz para aquella travesía. Solo esperaba que pudiese encajar el golpe y que aquel infortunio no le hiciese desistir de su meta.
Alrededor de media tarde llegaron a lo que, aparentemente, parecía ser su destino. Aylizz había comenzado a mostrarse inquieta y, llegados a lo que parecían los restos de un bosque, hizo parar a Bart.
- Eso son fresnos, sin duda... Pero... en la visión no había caminos. No sé si... podría ser –pareció dudar.
- Quizás podamos desmontar y echar un vistazo –ofreció él.
Sin más respuesta que un leve asentimiento, desmontaron y, tras adentrarse ligeramente entre los árboles, decidieron separarse para cubrir más terreno. El bosque, o lo que quedaba de él, le pareció tan muerto como el resto del paisaje que los había acompañado hasta allí. Sin embargo, al tocar uno de los árboles, se sorprendió al notar vida surgiendo en su interior. Quizás no fuese la frondosa extensión que Aylizz había visto en su visión, pero al menos la vida parecía estar encontrando su camino en aquel pequeño rincón de Midgard.
Tras recorrer un trecho considerable y no encontrar más indicios de vida o cambios en el terreno, decidió volver junto a Bart, a espera de las novedades que pudiese aportar Aylizz. Sin embargo, la encontró, cabizbaja, sentada entre las raíces de uno de los fresnos. En el preciso momento en que la vislumbró, ella dirigió su mirada al cielo, con actitud de derrota y resignación.
- Supongo que no es lo que te esperabas –comentó él, acercándose con tranquilidad. Estirando un brazo, tocó el tronco de uno de los árboles- Pero parece que todavía queda vida dentro de estos árboles.
- Te equivocas, es exactamente lo que esperaba –comentó ella, con rabiosa ironía, lo que provocó que le peliblanco la observase con una ceja alzada, esperando a que explicase su extraña afirmación- Pensar que podría encontrar algo ha sido la fantasía. ¡Y ya está! Puedo volver al mundo real. A la abrasada y caótica maldita realidad –con rabia, pateó una solitaria piedra ante ella.
Tarek la observó unos segundos y, en cierta medida, se reconoció en aquellas palabras. A su mente acudió el episodio ocurrido en Mittenwald y cómo, al contrario que la estoica elfa ante él, el peliblanco había acabado llorando amargamente por su derrota. Con un suspiro, avanzó hasta llegar a su lado, donde se sentó, apoyando los brazos sobre las rodillas. Sabía que daba igual lo que le dijese, el duelo de una decepción como aquella era algo que no podía mitigarse con palabras. Aun así, intentó insuflar algo de esperanza en la chica, al fin y al cabo, aquella era la razón por la que le había pedido que la acompañase.
- Midgard ocupa casi un cuarto de las tierras del oeste, al menos en los mapas. No encontrarlo a la primera no significa que no exista. Solo que debes seguir buscando -cogiendo una ramita, empezó a darle vueltas entre las manos- Los dos hemos pasado por cosas horribles en los pocos años que llevamos caminando sobre esta tierra, ¿de verdad creías que esto iba a ser fácil? –ella bajó la mirada al suelo, antes de dirigir sus inquisitivos ojos hacia él.
- ¿Algo llegará a serlo alguna vez? –acompañó sus palabras de una triste risa.
- Probablemente no –contestó el peliblanco, tras meditarlo unos instantes- Aunque la verdad, si encontrase algo de lo que busco nada más empezar mi búsqueda, sospecharía –añadió, entrecerrando los ojos para demostrar sospecha, antes de empujarla ligeramente con el hombro.
Ella lo observó de soslayo un instante, que el elfo dedicó a mirar al frente. Sabía que, de alguna manera, ella estaba evaluando sus respuestas. Con un audible y dramático suspiro, la rubia se dejó caer sobre su hombro.
- En eso tienes razón... –guardó silencio unos instantes, antes de añadir- Cuando aceptaste venir... ¿Tenías alguna confianza en que esto resultara o me seguiste el juego en un afán de salir de la monotonía de las garras de Donhara? –preguntó con sorna.
- Un poco de ambas –respondió, sonriendo ante su comentario- Esperaba que encontrases lo que buscabas, puesto que parecías entusiasmada con ello y, si no lo hacías, al menos contarías con alguien sobre cuyo hombro llorar amarga y dramáticamente –añadió en tono de broma- Tampoco te voy a negar que me apetecía salir de allí unos días.
- Oh, descuida –respondió ella con calma a su pulla- Eso ocurre cuando no hay nadie –el tono de su voz, aunque jocoso, no parecía ocultar la realidad. Tras unos minutos, Aylizz pareció recordar algo, pues se enderezó y lo miro antes de preguntar- ¿Dijiste que ese libro tuyo hablaba de lugares que antes se llamaban distinto?
Asintiendo, Tarek rebuscó en su bolsa. Sacando el libro se lo entregó. Reacomodándose la rubia comenzó a ojearlo.
- ¿Te suena haber leído algo que hable del Bosque de los Dioses? O... ¿Algo parecido?
Meditó unos segundos, intentando hacer memoria. Había leído aquel libro cientos de veces, pero debía reconocer que algunas historias habían calado más hondo que otras y que, por lo tanto, había sido más proclive a volver a leerlas. Intentó descartar primero aquellos relatos en los que el bosque no era parte del escenario de la historia y cuando estaba a punto de claudicar y decirle que no recordaba nada por el estilo, un pasaje vino a su mente. Se flageló mentalmente por no haber pensado antes en aquello.
- Quizás... puede que si -le cogió el libro de entre las manos, buscando entre sus páginas, encontró lo que buscaba. Tras comprobar que no se equivocaba, le devolvió el libro a la chica- Era una de mis historias favoritas cuando era pequeño –señalando algo en la página, leyó un fragmento del relato- "una vez más paseaba tranquila, al cobijo de la noche, por la Arboleda Divina".
Aylizz se sumergió en el relato, que se extendía por varias páginas. No era especialmente largo, pero Tarek recordaba que cada nueva lectura que había hecho le había aportado siempre algo nuevo. La historia tenía más de un significado y todo aquello que no contaba, dejaba espacio para las más diversas interpretaciones.
- Es una buena historia... –comentó ella, con media sonrisa- Espera un momento –indicó, mirando de nuevo el libro- Nyaske... Aske es fresno en la lengua antigua. Podría ser un acronimo... Ny... ¡Nytt! –una nueva esperanza pareció refulgir en su rostro- Nuevo fresno… Región de Nuevo Fresno... ¿Fresno Nuevo? No sé...-la rubia se frotó la frente como intentando aclarar sus ideas- ¿Te parece que tenga algún sentido?
- Probablemente lo tenga –fue su escueta respuesta, observando la página del libro que ella le indicaba- ¿Dice algo de dónde puede estar? ¿Alguna pista?
- Em... No, no veo nada más –Aylizz volvió a observar la página y, tras unos momentos de reflexión, añadió- El incendio... Fue en los años de las guerras, cuando los elfos ya habían llegado hasta aquí. Y esto se ambienta en una época claramente anterior al fuego. Quizá... hubiera una región de Fresno original en alguna parte... ¿Y por eso esta sea la nueva? –suspirando continuó- En cualquier caso, Nyaske... Puede ser algo a lo que agarrarse –aquella conclusión pareció dejarla satisfecha y, tras un corto silenció, añadió, girándose hacia él- Gracias. Por todo.
- Tendría sentido. Quizás algún clan se dividiese o se expandiese y se trajeron sus árboles -señala los fresnos- con ellos. Al menos es lo que haría yo. Llevarme conmigo algo de casa –le dirigió una breve sonrisa ante sus palabras de agradecimiento- Ha sido un placer... y no nos hemos muerto, así que eso cuenta como una victoria.
- Eso... tiene mucho sentido –Aylizz pareció meditar unos instantes su hipótesis, para acabar sonriéndole de nuevo ante la mención a su efímera victoria- Si, desde luego. Supongo que ya podemos descansar... y despedirnos de Bart. No parece un mal lugar para hacer noche y mañana... viaje de vuelta a la realidad.
- Quizás nos vengan bien un par de horas de descanso y este lugar parece tranquilo. Es como si nadie hubiese pasado por aquí en mucho tiempo –comentó el peliblanco reflexivo.
- Mejor así... –respondió ella- Oculta... cierto encanto.
Sacudiendo la cabeza, al tiempo que reprimía una sonrisa, el elfo se puso en pie. Quizás fuese temprano aún para montar el campamento, pero podrían aprovechar el tiempo para buscar algunos víveres con los que subsistir en el camino de regreso. La tierra parecía lo suficientemente fértil allí como para permitir que naciesen setas u otras plantas silvestres, que añadiría un poco de variedad a su dieta basada en pescado de río cocinado al espeto. Sin embargo, ninguno de los dos pudo ni imaginarse en aquel momento que la apacible noche en el bosque de fresnos acabaría en una aventura por salvar su vida en una torre vigilada por golems de arcilla y muñecos asesinos; que compartirían su infortunio con un vampiro alquimista y una portentosa mujer de piel caoba; y cuya “reina” acabaría desarrollar un perturbador gusto por el propio Tarek.
Él, en cambio, continuó un rato más en vigilia, rememorando las palabras de la rubia ante la hoguera. Sabía cómo lo veía sus enemigos, sus contrincantes, aquellos a los que mataba o incluso el resto de clanes élficos. Los Ojosverdes eran asesinos. Aquella había sido siempre su función, su cometido. Jamás se había planteado cómo lo verían aquellos cuyas vidas les eran devueltas, indirectamente, gracias a lo que él hacía. Había matado a otros esclavistas, el último de ellos aquel que había intentado venderlo a él en los puertos de Vulwufar… Ni siquiera se había planteado que la muerte de aquel individuo pudiese ser una bendición para otros, que de alguna manera había evitado aquel aciago destino para otras personas. Salvador… Sin duda no era un término que pudiese vincular con su persona.
Finalmente, el sueño lo alcanzó también a él, aunque todavía tuvo tiempo para seguir preguntándose qué significaba para él aquella afirmación.
[…]
Se despertó tiempo después de que Aylizz hubiese abandonado el improvisado refugio. Unos chapoteos lejanos en el río le indicaron dónde podría encontrarla, sin embargo, optó por andar en dirección opuesta, a fin de recolectar madera para una fogata mañanera. A su regreso, la vio sentada en posición de meditación cerca de la orilla. Se encontraba alimentando a Bart, cuando ella se acercó de nuevo al improvisado campamento.
- ¿Has descansado? –preguntó. Pareció ligeramente sorprendida al ver el desayuno ya preparado.
- Si, ¿y tú? –respondió el peliblanco, girándose hacia ella. Acercándose a la fogata, añadió- ¿Cuál es el plan de hoy?
- Si... Lo justo –fue su respuesta, antes de dirigir la mirada al bosque- Pues... ya no deberíamos estar lejos de donde creo que nos indicó Tyw. Aunque... –suspirando se acercó al fuego- En este momento, podría dejarlo aquí –planteó, con semblante decaído.
Tarek tardó unos segundos en procesar sus últimas palabras, pero cuando lo hizo alzó la cabeza para mirarla con cara de incredulidad.
- ¿Vas a dar la vuelta? ¿Ahora? –observando la dirección que deberían seguir, le preguntó- ¿Y si está un par de quilómetros más delante y te lo pierdes por no haber seguido hasta el final? –volviendo a mirarla, añadió, encogiéndose de hombros- Puede que no haya nada, pero también existe la posibilidad de que sí.
- Ya –la escuchó chasquear la lengua con resignación- Es algo que he sopesado mucho –frunció el ceño antes de dirigir su mirada al peliblanco- Esperaba que tú no lo hicieras –indicó con falsa molestia, aunque una sonrisa acabó por escaparse por la comisura de sus labios, al tiempo que lo miraba con cierto agradecimiento. Dirigió entonces su atención a Bart- No sé cuándo se cansará de hacernos caso... así que deberíamos hacer el último tramo sin más descansos o... distracciones.
- Intentaré que nuestros caminos no se crucen con más esclavos necesitados de liberadores –prometió con media sonrisa- También puedes guiar tú –ofreció, señalando a su montura.
- No sé... creo que te ha cogido cariño –bromeó ella- Pero si, necesitarás descansar la manos.
[…]
La marcha, al igual que había pasado el día anterior fue tranquila y carente de cualquier tipo de interrupción. Como el propio Twyn les había indicado, no había muchos que se aventuraban por aquellos territorios. A pesar de la ligera conversación que mantuvieron a lo largo del camino, Tarek fue consciente de que el ánimo comenzaba a menguar en su compañera. Todo a su alrededor hablaba de devastación, de muerte y fuego. Había albergado la esperanza de que la chica encontrase lo que buscaba, pues sabía la frustración que devenía cuando un largo camino terminaba en un callejón sin salida. Pero el paisaje que los rodeaba no auguraba un final feliz para aquella travesía. Solo esperaba que pudiese encajar el golpe y que aquel infortunio no le hiciese desistir de su meta.
Alrededor de media tarde llegaron a lo que, aparentemente, parecía ser su destino. Aylizz había comenzado a mostrarse inquieta y, llegados a lo que parecían los restos de un bosque, hizo parar a Bart.
- Eso son fresnos, sin duda... Pero... en la visión no había caminos. No sé si... podría ser –pareció dudar.
- Quizás podamos desmontar y echar un vistazo –ofreció él.
Sin más respuesta que un leve asentimiento, desmontaron y, tras adentrarse ligeramente entre los árboles, decidieron separarse para cubrir más terreno. El bosque, o lo que quedaba de él, le pareció tan muerto como el resto del paisaje que los había acompañado hasta allí. Sin embargo, al tocar uno de los árboles, se sorprendió al notar vida surgiendo en su interior. Quizás no fuese la frondosa extensión que Aylizz había visto en su visión, pero al menos la vida parecía estar encontrando su camino en aquel pequeño rincón de Midgard.
Tras recorrer un trecho considerable y no encontrar más indicios de vida o cambios en el terreno, decidió volver junto a Bart, a espera de las novedades que pudiese aportar Aylizz. Sin embargo, la encontró, cabizbaja, sentada entre las raíces de uno de los fresnos. En el preciso momento en que la vislumbró, ella dirigió su mirada al cielo, con actitud de derrota y resignación.
- Supongo que no es lo que te esperabas –comentó él, acercándose con tranquilidad. Estirando un brazo, tocó el tronco de uno de los árboles- Pero parece que todavía queda vida dentro de estos árboles.
- Te equivocas, es exactamente lo que esperaba –comentó ella, con rabiosa ironía, lo que provocó que le peliblanco la observase con una ceja alzada, esperando a que explicase su extraña afirmación- Pensar que podría encontrar algo ha sido la fantasía. ¡Y ya está! Puedo volver al mundo real. A la abrasada y caótica maldita realidad –con rabia, pateó una solitaria piedra ante ella.
Tarek la observó unos segundos y, en cierta medida, se reconoció en aquellas palabras. A su mente acudió el episodio ocurrido en Mittenwald y cómo, al contrario que la estoica elfa ante él, el peliblanco había acabado llorando amargamente por su derrota. Con un suspiro, avanzó hasta llegar a su lado, donde se sentó, apoyando los brazos sobre las rodillas. Sabía que daba igual lo que le dijese, el duelo de una decepción como aquella era algo que no podía mitigarse con palabras. Aun así, intentó insuflar algo de esperanza en la chica, al fin y al cabo, aquella era la razón por la que le había pedido que la acompañase.
- Midgard ocupa casi un cuarto de las tierras del oeste, al menos en los mapas. No encontrarlo a la primera no significa que no exista. Solo que debes seguir buscando -cogiendo una ramita, empezó a darle vueltas entre las manos- Los dos hemos pasado por cosas horribles en los pocos años que llevamos caminando sobre esta tierra, ¿de verdad creías que esto iba a ser fácil? –ella bajó la mirada al suelo, antes de dirigir sus inquisitivos ojos hacia él.
- ¿Algo llegará a serlo alguna vez? –acompañó sus palabras de una triste risa.
- Probablemente no –contestó el peliblanco, tras meditarlo unos instantes- Aunque la verdad, si encontrase algo de lo que busco nada más empezar mi búsqueda, sospecharía –añadió, entrecerrando los ojos para demostrar sospecha, antes de empujarla ligeramente con el hombro.
Ella lo observó de soslayo un instante, que el elfo dedicó a mirar al frente. Sabía que, de alguna manera, ella estaba evaluando sus respuestas. Con un audible y dramático suspiro, la rubia se dejó caer sobre su hombro.
- En eso tienes razón... –guardó silencio unos instantes, antes de añadir- Cuando aceptaste venir... ¿Tenías alguna confianza en que esto resultara o me seguiste el juego en un afán de salir de la monotonía de las garras de Donhara? –preguntó con sorna.
- Un poco de ambas –respondió, sonriendo ante su comentario- Esperaba que encontrases lo que buscabas, puesto que parecías entusiasmada con ello y, si no lo hacías, al menos contarías con alguien sobre cuyo hombro llorar amarga y dramáticamente –añadió en tono de broma- Tampoco te voy a negar que me apetecía salir de allí unos días.
- Oh, descuida –respondió ella con calma a su pulla- Eso ocurre cuando no hay nadie –el tono de su voz, aunque jocoso, no parecía ocultar la realidad. Tras unos minutos, Aylizz pareció recordar algo, pues se enderezó y lo miro antes de preguntar- ¿Dijiste que ese libro tuyo hablaba de lugares que antes se llamaban distinto?
Asintiendo, Tarek rebuscó en su bolsa. Sacando el libro se lo entregó. Reacomodándose la rubia comenzó a ojearlo.
- ¿Te suena haber leído algo que hable del Bosque de los Dioses? O... ¿Algo parecido?
Meditó unos segundos, intentando hacer memoria. Había leído aquel libro cientos de veces, pero debía reconocer que algunas historias habían calado más hondo que otras y que, por lo tanto, había sido más proclive a volver a leerlas. Intentó descartar primero aquellos relatos en los que el bosque no era parte del escenario de la historia y cuando estaba a punto de claudicar y decirle que no recordaba nada por el estilo, un pasaje vino a su mente. Se flageló mentalmente por no haber pensado antes en aquello.
- Quizás... puede que si -le cogió el libro de entre las manos, buscando entre sus páginas, encontró lo que buscaba. Tras comprobar que no se equivocaba, le devolvió el libro a la chica- Era una de mis historias favoritas cuando era pequeño –señalando algo en la página, leyó un fragmento del relato- "una vez más paseaba tranquila, al cobijo de la noche, por la Arboleda Divina".
Aylizz se sumergió en el relato, que se extendía por varias páginas. No era especialmente largo, pero Tarek recordaba que cada nueva lectura que había hecho le había aportado siempre algo nuevo. La historia tenía más de un significado y todo aquello que no contaba, dejaba espacio para las más diversas interpretaciones.
- Es una buena historia... –comentó ella, con media sonrisa- Espera un momento –indicó, mirando de nuevo el libro- Nyaske... Aske es fresno en la lengua antigua. Podría ser un acronimo... Ny... ¡Nytt! –una nueva esperanza pareció refulgir en su rostro- Nuevo fresno… Región de Nuevo Fresno... ¿Fresno Nuevo? No sé...-la rubia se frotó la frente como intentando aclarar sus ideas- ¿Te parece que tenga algún sentido?
- Probablemente lo tenga –fue su escueta respuesta, observando la página del libro que ella le indicaba- ¿Dice algo de dónde puede estar? ¿Alguna pista?
- Em... No, no veo nada más –Aylizz volvió a observar la página y, tras unos momentos de reflexión, añadió- El incendio... Fue en los años de las guerras, cuando los elfos ya habían llegado hasta aquí. Y esto se ambienta en una época claramente anterior al fuego. Quizá... hubiera una región de Fresno original en alguna parte... ¿Y por eso esta sea la nueva? –suspirando continuó- En cualquier caso, Nyaske... Puede ser algo a lo que agarrarse –aquella conclusión pareció dejarla satisfecha y, tras un corto silenció, añadió, girándose hacia él- Gracias. Por todo.
- Tendría sentido. Quizás algún clan se dividiese o se expandiese y se trajeron sus árboles -señala los fresnos- con ellos. Al menos es lo que haría yo. Llevarme conmigo algo de casa –le dirigió una breve sonrisa ante sus palabras de agradecimiento- Ha sido un placer... y no nos hemos muerto, así que eso cuenta como una victoria.
- Eso... tiene mucho sentido –Aylizz pareció meditar unos instantes su hipótesis, para acabar sonriéndole de nuevo ante la mención a su efímera victoria- Si, desde luego. Supongo que ya podemos descansar... y despedirnos de Bart. No parece un mal lugar para hacer noche y mañana... viaje de vuelta a la realidad.
- Quizás nos vengan bien un par de horas de descanso y este lugar parece tranquilo. Es como si nadie hubiese pasado por aquí en mucho tiempo –comentó el peliblanco reflexivo.
- Mejor así... –respondió ella- Oculta... cierto encanto.
Sacudiendo la cabeza, al tiempo que reprimía una sonrisa, el elfo se puso en pie. Quizás fuese temprano aún para montar el campamento, pero podrían aprovechar el tiempo para buscar algunos víveres con los que subsistir en el camino de regreso. La tierra parecía lo suficientemente fértil allí como para permitir que naciesen setas u otras plantas silvestres, que añadiría un poco de variedad a su dieta basada en pescado de río cocinado al espeto. Sin embargo, ninguno de los dos pudo ni imaginarse en aquel momento que la apacible noche en el bosque de fresnos acabaría en una aventura por salvar su vida en una torre vigilada por golems de arcilla y muñecos asesinos; que compartirían su infortunio con un vampiro alquimista y una portentosa mujer de piel caoba; y cuya “reina” acabaría desarrollar un perturbador gusto por el propio Tarek.
Tarek Inglorien
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
—¿Rumbo a casa?
Tras echar un último vistazo a la torre, se internaron de nuevo en el bosque de Midgard. Aquella larga e inexplicable noche había llegado a su fin.
Tomaron distancia de las ruinas y caminaron hasta que la mañana terminó de clarear. La elfa hacía avanzar sus pasos en un reflexivo silencio, pero no lograba dejar atrás lo acontecido. Había visto cosas retorcidas en aquel bosque, recordaba a Sorigan, quien tampoco se encontraba en sus cabales cuando dieron con él solo en el bosque, o al dragón que buscaba aquella flor mortífera. Además de mercaderes y viajeros, aunque esos los que menos. Sin embargo, aquella torre… Pareciera que su huésped llevase tiempo allí. Llevó los brazos al aire, estirandolos, desentumeciendo el cuerpo para intentar despejar también la mente, entrelazando las manos tras la cabeza al bajarlos hasta sujetándose la nuca. ¿Y aquello de Reina? No pudo controlarse y repentinamente, se echó a reír.
—Lo de esta noche supera todas mis expectativas... Es decir... ¿Qué demonios...?— y detuvo sus pasos para darse la vuelta hacia el camino que habían dejado atrás.
—¿No crees que deberíamos contarle a alguien lo de la reina? Me parece peligroso que siga allí, dominándolo todo. Quizás tendríamos que informar al Consejo.
—¿De veras crees que les va a importar?— replicó contrariada, alzando una ceja. Soltó otra pequeña carcajada y con tono condescendiente, añadió —Por favor.
—Si hacen algo o no, ya no es cosa nuestra. Pero al menos no podrán decir que no estaban avisados.
—Déjalo estar... Yo lo haré, al menos. ¿Cuántos insensatos como nosotros pasan por ahí? Por aquí... Chst. Es un bosque olvidado.— comentó con desgana —Si llegase a causar verdaderos problemas, se enterarán.
—Quizás tengas razón…
Asintió con dejadez, sin terminar de prestar mucha atención a las palabras de Tarek, hasta que se volvió hacia ella y clavó su mirada entrecerrada en la suya.
—Oye. ¿Qué fue eso de «majestad, el exótico lo tenéis para vos»?
—¿Eh?— le pilló por sorpresa que él reparase en aquello —¡Ah! Bueno, pues...— se frotó la nuca con una mano, al tiempo que bajaba el otro brazo con gesto de culpabilidad —¿Se trataba de engañarla no? Poder tranquilizarla... Y ella se había fijado en ti.— se encogió de hombros sin pensar demasiado en la explicación y después esbozó media sonrisa divertida —Tranquilo, no habría dejado que te pasara nada, principito.— añadió jocosa y con un final tono de burla.
—Nada más de lo que ya nos había pasado hasta ese momento. Creo que voy a tener pesadillas con esos muñecos…— y exageró un escalofrío.
—Bueno, estás entero, ¿no?— medio rió, antes de echar la vista tras una última vez —Reina de nada...— murmuró, recordando sus propias palabras —Hugh. Quiza no.
Y sin perder más tiempo, retomaron la marcha y siguieron el sendero.
*****
Habiendo encontrado una zona tranquila y sombría donde poder descansar y echar una cabezada tras una noche de supervivencia en vela, despertaron a medio día y tomaron un almuerzo tardío. Pareciera que el entusiasmo del viaje de ida hubiera desaparecido del todo, después de haber perdido fuerza a medida que la confianza de la elfa en su hazaña lo hacía igual. Y con su ausencia, también las prisas.
Tampoco la esperaba nadie en ningún sitio, ni tenía compromisos que atender, pero aquella sensación de vacío, de haber perdido un tiempo irrecuperable, no le era desconocida. Diez años abandonó todo interés por cualquier cosa que se alejara de cubrir la imperiosa necesidad por obtener respuestas, en los que la vida a su alrededor siguió sin ella. ¿Acaso no estaba cansada de tropezar una y otra vez con la misma piedra? ¿De tirar de hilos tan cortos que apenas contaban con un inicio? Negó para sí, castigándose. Dejar de hacerlo sería olvidarla. Por otro lado, el camino de las lamentaciones podía convertirse en un laberinto infinito, enredado alrededor de sí misma, en el que no le convenía entrar porque no estaba segura de saber salir. Mirar hacia dentro no era su fuerte, mejor obligarse a mirar fuera.
—Podríamos recorrer la senda del río, salirnos ya del Secarral… Ganaríamos tiempo y seguridad.— planteó, entretanto comían algo.
—Estaría bien, la verdad. Además, sin Bart para llevarnos, un terreno más llano sería de agradecer.
—¿Ya lo echas de menos?— se burló compasiva —A veces son mejor compañía que las personas...— añadió mientras se ponía en pie y apagaba la hoguera para retomar la marcha hacia la ribera.
—Nos proporcionó un buen servicio... Y si, era más encantador que alguna de la gente que he conocido a lo largo de mi vida.
—Oh, vaya... Tendrás que volver a conformarte con mi sola compañía. Al menos hasta recoger los caballos.— levantó la mirada al cielo y contempló la posición del sol —Aunque eso no será en pocas horas.— se regodeó, meticona.
—Haré el esfuerzo. ¿Cuánto crees que necesitaremos para llegar a la posada de Tyw?
—Yo diría que buena parte de mañana, a menos que quieras avanzar durante la noche. Esta zona debería tener más claridad.
—Creo que todavía no he dominado la capacidad de dormir mientras camino. Así que quizás no sea buena idea caminar sin parar en algún punto a descansar.
—Caminemos pues, hasta que caiga el sol. Y veremos dónde nos podemos acoplar.
A la caída del sol, habiendo recorrido buena parte de las Tierras de Ribera, siguiendo a la contra el río, empezó a distinguirse en la distancia una fina columna de humo que ascendía sobre la baja maleza. Agudizó la vista, considerando que no parecía una de las muchas chimeneas que se dejaban ver a lo largo del fogoso terreno.
—Allí hay gente...— señaló a lo lejos, asumiendo que se trataba de una hoguera —Se distingue desde aquí el campamento.
—¿Crees prudente acercarse?
—Es difícil decirlo desde aquí. Supongo que... Sólo lo sabremos si lo hacemos.— valoró, acercando la mano al cinto del que colgaba la daga sin dejar de avanzar.
—Después de ti, rompedora de candados.
—Eres todo un caballero.— aduló en una pequeña risa, mientras lo adelantaba. Cuando se hubieron acercado un poco más, se volvió hacia él un momento. —Tienen barcos.— advirtió, al empezar a distinguir las figuras en el agua —¿Viajeros?— cuestionó, volviendo a mirar al camino.
—Quizás... O comerciantes.
Entre las sombras comenzaban a dibujarse las formas de aquellos que tripulaban el barco, advirtiendo entonces que uno de ellos reparaba en la presencia de los elfos, también desde la lejanía.
—¡Eh, muchachos! Ya podéis acercaros con las manos en alto.
Ella frenó en seco, llevando la mirada hacia su compañero antes de responder a las exigencias del desconocido.
—Estamos a punto de descubrirlo.— indicó con cierta gracia, dando respuesta a sus últimas divagaciones sobre quienes fueran aquellos tipos, para después levantar las manos, volviéndose nuevamente hacia el frente —¡Si! ¡De acuerdo! ¡No hay problema!— respondió alzando la voz hacia el grupo, retomando la marcha.
El tipo los miró de arriba a abajo cuando los tuvo delante, con clara expresión de desconfianza, añadiendo una nota de desagrado al contemplar cómo Tarek se tomaba con total parsimonia sus indicaciones. Sin embargo, al posar su mirada en ella, pareció advertir su naturaleza. Ella se fijó asimismo en él, constatando entonces que compartían orígenes.
—Alto.— ordenó de nuevo cuando estuvieron lo suficientemente cerca —¿Qué hacéis aquí?
Su voz sonó ruda, así como su expresión se mantenía seria, rígida, pareciendo buscar con los ojos algo o alguien más tras ellos. Ella entrecerró los ojos ante aquella actitud defensiva, que tanto distaba de la que estaba acostumbrada a recibir por parte de los suyos, siguiendo su mirada alrededor y antes de contestar, miró de soslayo a Tarek.
—Sólo caminar hacia el final de un viaje largo.— expuso finalmente, respondiendo a su pregunta sin acritud.
—¿Acaso ya no pueden los viajeros recorrer los caminos?
—Nadie viaja por estas latitudes. Sólo los locos se adentran en lo que antes eran las tierras de nuestros antepasados.— replicó, frunciendo el ceño, y descolgó de su cinto un pequeño cuchillo con el que señaló a Tarek —Tú, levanta las manos.— indicó de nuevo cuando éste las bajó, antes de centrarse otra vez en la elfa. —Quiero la verdad.
Fue ella quien bajó los brazos entonces, desdibujándose de su rostro el gesto complaciente con el que había atendido a sus palabras desde el inicio. Su expresión se tornó seria y cruzándose de brazos, retrocedió ligeramente sus pasos hasta situarse aún más cerca de su compañero.
—Eh. ¿A son de qué le sacas un arma a los tuyos? Que yo sepa, esto no es zona prohibida. Caminamos y estamos solos. ¿Algún problema con eso?
—No. No lo es.— su respuesta fue seca, tras dedicarles una nueva mirada analítica —Ha habido disturbios hace un par de noches. ¿Por casualidad no tendréis algo que ver?
—¿Disturbios?
—Han matado a unos comerciantes de esclavos. Una escabechina. No es que lo lamente…— sacudió una mano, como restándole importancia —Pero la gente está nerviosa.
—Vaya...— murmuró con falsa preocupación y gesto de desagrado —Resulta haber más concurrencia de la que se piensa por esta orilla…— queriendo evadir el tema, llevó su mirada al río y señaló los barcos con un gesto de cabeza —¿Ruta comercial?
—Rumbo al sur.— contestó finalmente, tras decidirse a bajar el arma, aunque sin perder esa mirada suspicaz —¿Y qué os ha traído a vosotros a estas tierras?
Aylizz percibió la momentánea mirada de Tarek antes de contestar, manteniéndose ella en silencio al considerar que sería él quien buscaba intervenir.
—¿Vampiros?— preguntó derepente y el otro elfo lo miró extrañado —Los atacantes. ¿Fueron vampiros?
—Quizás, no está claro.— respondió al comprender, sacudiendo la cabeza.
—No sabes lo que me alegra que me acompañaras en este viaje.
La elfa se volvió pasmada hacia su compañero cuando éste lo hizo hacia ella y le dedicó aquellas palabras, aunque una ligera sonrisa divertida se le dibujó en la cara, antes de que continuara con su apreciación.
—Mi amiga aquí.— la señaló, retomando su conversación con el tipo —Se ha enfrentado a esas criaturas en más de una ocasión.
—Supervivencia.— indicó sin más, encogiéndose de hombros con gesto de suficiencia, cuando él la miró asombrado.
—Esperad aquí un momento. No os vayáis.— insistió, tras mirar varias veces a uno y otro, antes de marcharse un momento.
—¿A qué a venido eso?— murmuró entonces la elfa, cuando se hubo alejado, con una risita entre dientes.
—¿Acaso no es cierto? Te has enfrentado al menos dos veces a un vampiro con ganas de matarte y has salido con vida. En ningún momento he afirmado que además salieses victoriosa.
—Todo cierto.— admitió finalmente, tras mirarlo un instante con desconcierto y desvió la mirada un momento hacia el tipo —Aunque no me refería a esa parte.— añadió de pasada.
Ante la mirada inquisitiva de Tarek, pareciendo que la animaba a explicarse, se mordió los labios antes de proseguir.
—¿Yo te acompaño a ti?— cuestionó con sorna, arrugando la nariz con gracia.
—Nos acompañamos mutuamente.
Quedó muda un instante y sintió colorearse sus mejillas con un ligero rubor. Cuando lo conoció en aquel páramo, en medio de ninguna parte de aquella isla maldita, jamás habría imaginado que sus caminos fueran a ser compartidos después de todo. Y pensar que las primeras palabras que escuchó de él, cargadas de desprecio hacia la humana, casi hicieron que se ganase una invitación para irse al infierno y quedarse allí, al calorcito. Sonrió sútil y ciertamente melancólica.
—Me gusta eso.— afirmó, antes de recuperar la actitud rígida y la expresión seria, al percibir que el comerciante volvía con ellos.
—¿Puedo preguntar a dónde os dirigís?— inquirió, aunque ahora más amigable.
Tarek lo miró alzando una ceja, pero no dijo nada. Aylizz, sin embargo, se cruzó de brazos ante sus últimos pasos.
—Sandorai, claro. Al sur. A casa…
—Bien... Bien. ¿Pensáis ir a pie? Dejadme ser claro. Podemos llevaros en las barcazas, al menos un trecho, siempre y cuando estéis dispuestos a defendernos a nosotros y a la mercancía en caso de ataque. Parecéis... Dotados para hacerlo.
Miró a Aylizz con mal disimulada admiración cuando expuso la propuesta y el gesto de ella se tornó en auténtica sorpresa, volviéndose una vez más a Tarek, buscando opinión. Desconocía qué idea se habría hecho el elfo sobre ella, pero fuera lo que fuere, se debía sin duda a las palabras de su compañero. Él se encogió de hombros, mirándola.
—¿Por qué no? Sería un buen final para un largo viaje.
—Lo cierto es que pensábamos volver a caballo. Se encuentran apostados en la única posada que encontramos...— indicó entonces, respondiendo a la pregunta, como si acabase de reparar en ello. —Y dependiendo de dónde tomemos tierra, podrían hacernos falta.
—¿La posada?— preguntó el tipo —No está lejos. Podríais ir y volver en unas pocas horas.— pareció meditar un segundo —Creo que podría convencer al resto para esperaros. Hay sitio para los caballos a bordo.
—Siendo así... Supongo que tenemos un trato, Señor...— aireó entonces la mano, como dándole pie a presentarse.
—Nomil.— respondió, llevandose la mano a la frente en un intrincado gesto de saludo. Entonces la señaló, para indicar que le tocaba a ella presentarse.
—Aylizz.— respondió bajando ligeramente la cabeza en un gesto afirmativo —Volveremos en unas horas, pues.— se giró hacia Tarek —¿Vamos?
En pocas horas, tal y como les había indicado el barquero, llegaron a la posada. Los caballos esperaban amarrados en la parte trasera, dando la impresión de que alguien se habría ocupado de ellos durante los días que esperaron el regreso de sus dueños. La elfa planteó la necesidad de entrar unos minutos, con intención de atar los cabos que había dejado sueltos al irse dando sus ocurrencias sobre la marcha, mientras que Tarek optó por esperar fuera. No habría esperado otra cosa.
*****
Se colocó la capucha y cruzó la puerta. Buscando con la mirada al muchacho desde la entrada, comenzó a avanzar despacio para evitar las miradas dispersas que por un momento habían centrado en ella su atención. El chico, que terminaba de servir a un grupo en una mesa del fondo, encontró sus ojos mirándolo cuando levantó la cabeza y con un suave giro de cabeza, le indicó que se reunieran en la barra.
—¿Regresas tú sola?— se interesó mientras rebuscaba un trapo con el que limpiar la barra —Y yo que he cuidado de los dos caballos…
—No, no...— medio rió —Mi amigo está fuera.
—Ya veo…— se encogió de hombros —¿No le gusta la gente?
—Según qué gente, no.— miró alrededor un momento —¿Pasó un muchacho por aquí?— preguntó entonces, sin más rodeos.
—Seh…— respondió con dejadez, acercándose un poco más a ella mientras frotaba la madera. —Pasó aquí la noche. Me habló de una elfa con la que tendría que escribirse desde aquí.— medio sonrió —¿Así que nos veremos a menudo?
—Sólo si estás dispuesto a intermediar.— planteó en su mismo tono —Recoger los mensajes que traiga el chico, darle hospedaje uno o dos días, algo de propina cuando se marche… Yo saldaré la deuda cuando pase por aquí. Con intereses, claro. Por tus molestias.
—¿Qué diantres tienes entre manos?— cuestionó, aunque sin abandonar el tono jocoso, denotando en parte duda, en parte curiosidad —¿Sabes qué? No sé si es mejor no saberlo.— rió —Mantendremos al viejo al margen, si te parece.— indicó, manifestando así su conformidad con el trato.
—Claro, mejor cuanto mayor discreción.— afirmó, inclinándose suavemente sobre la barra hasta apoyar los antebrazos sobre ella. —¿Tanta como para no saber tu nombre?
—Bueno, por aquí todos me llaman Lobo.
—¿Lobo?— repitió con sorpresa —¿Y eso de qué?
—Ah. No sería discreto darte más detalles.— rezongó —¿Y tú? ¿Tienes nombre?
—Elfa, para ti.— respondió con sorna, aunque guiñandole un ojo.
—Vale, vale.— medio rió —Mantendremos el misterio.
Voces alteradas se escucharon entonces desde el porche y saltaron todas sus alarmas. Deseó para sus adentros que Tarek no tuviera nada que ver con lo que fuera que pasaba, aunque no perdió un segundo en dirigirse de nuevo hacia el exterior, farfullando para sí, en buena parte convencida de que sí encontraría al elfo en trifulca. Lobo, por su parte, siguió sus apresurados pasos sin dejar de mantener la mirada alrededor del comedor, donde nadie más parecía demasiado interesado en el vocerío. Mejor así.
Abriendo la puerta visiblemente exaltada, en un primer momento sólo el hombre que gritaba entraba dentro de su campo de visión. Abriendo un poco más, dio con otro que sostenía un cuchillo en alto, apuntando a su compañero arrinconado y sujeto del cuello, aunque aparentemente calmado pese a su desventajosa posición.
—¿Qué demonios pasa aquí?— espetó de frente. Miró un momento al elfo de soslayo, advirtiendo su expresión asesina y volvió al tipo, entrecerrando sutilmente los ojos.
—¿Otra?— dijo entonces con desdén —¿Amigo tuyo?— señaló a Tarek.
Frunció el ceño, advirtiendo el tono despectivo en su voz. Imaginó entonces que aquello bien podría haber provocado la pelea. A punto estaba de hablar cuando se percató de la mirada del elfo sobre ella, que negó sutilmente con la cabeza, indicando la respuesta que debía dar. Se corrigió mentalmente antes de llegar a decir nada, cambiando el semblante y dejando a un lado la figura de ambos varones.
—¿Por qué? ¿Por las orejas?— replicó con desdén, retrocediendo un par de pasos —No somos una gran familia incestuosa, no nos conocemos todos.— resopló con desagrado mientras comenzaba a dar pasos hacia el camino de salida, aunque acercándose sutilmente al otro tipo —Sólo digo que ahí dentro se escucha todo.— añadió cuando parecía haber pasado de largo de aquel.
El tipo empezaba a seguirla con la mirada, pero en el momento en que cayó en la cuenta de que comenzó a darle la espalda al elfo, se volvió hacia él.
—Mejor para ti.— le dijo, sin embargo, a Aylizz —Se rumorea que las muertes de hace un par de noches se hicieron con una hoja curva... Como esa.— señaló el arma de Tarek con el cuchillo —Este se viene con nosotros. Seguro que las autoridades competentes querrán echarle un vistazo.— y masculló algo que sonó a «malditos elfos».
La elfa caminaba ligera, atendiendo a sus palabras sin parecer hacerlo, hasta que el tipo manifestó sus intenciones para con Tarek. Su nariz se arrugó en un respingo inconsciente y frenó en seco. Notó como su aura se revolvía internamente al desear cortarle la mano a ese humano antes de que pudiera reducir un centímetro más la distancia entre el cuchillo que sostenía y la garganta del elfo, sin embargo, abandonó las fantasías y enfrió su mente impulsiva.
—Me parece que no.— contradijo con suficiencia.
Manteniendo una impasible rigidez en el rostro, agarró la daga al tiempo que giraba sobre sus pies en un grácil movimiento, quedando tras el hombre que quedaba a su alcance, amordazándolo con ella.
—Podemos hacer esto por las malas o por las peores, en cualquiera de los casos el resultado será el mismo.— el tipo se removió y trató de alcanzar su brazo, ante lo que ella hizo brotar, sin mover un músculo, tallos que lo agarraron de las muñecas y tiraron de él hacía abajo.¹ —Nos iremos por dónde hemos venido.— clavó entonces la mirada en Tarek y esbozó media sonrisa —No querrás probar esa hoja curva.— afirmó socarrona.
El tipo se desplazó un poco para ver a Aylizz sin dejar de vigilar a Tarek. Con la incomprensión reflejada en su rostro, boqueó un par de veces sin llegar a contestar, pero cuando ella hizo referencia a la hoja curva, abrió mucho los ojos y miró al elfo aún con el cuchillo apuntándolo. Tarek le dirigió una mirada de desdén y apartó el filo con dos dedos, antes de acercarse a ella.
—¿Ahora qué?— preguntó en élfico, al tiempo que echaba mano del arma, aunque sin desenfundar.
Apartando la daga del cuello del hombre, estando todavía anclado al suelo, miró a Tarek y después al otro tipo, que después de un traspiés, se abalanzó contra ellos, cuchillo en mano, berreando blasfemias que alarmaron a toda la posada.
—No lo sé, estaba improvisando.— admitió, también en su lengua, preparándose para esquivar cualquier ataque —Pero no nos conviene armar jaleo aquí…
—¡Elfa! ¡Tenéis que marcharos!— indicó entonces el muchacho, cerrando la puerta por fuera, viendo venirse a los curiosos que comenzaban a levantarse.
—¡Corre!— alcanzó a decir Tarek al tiempo que empujaba al de la muñeca rota contra el que venía con el cuchillo, haciéndolos caer.
Lobo, desde el porche, soltó y arreó a los caballos, mandándolos hacia ellos. Aylizz agarró las riendas de ambos cuando llegaban a su altura y empieza a correr hacia el camino, girándose hacia el elfo para comprobar que iba tras ella. Cuando el jaleo de la taberna quedó atrás, rebajó el trote del caballo y se puso a la altura de su compañero.
—¿Es que no te puedo dejar sólo dos minutos?— medio rió, jadeosa —¿Estás bien?
—Lo creas o no, no fui yo quien empezó esa agradable conversación.
—No lo pensaba. Te creo más inteligente que eso.— replicó —Así que la hoz te ha delatado...— comentó entonces, paseando los ojos por el arma del elfo —Tendremos que ser más cuidadosos.
—Si. Será mejor que no la vea nadie más si corren ya eso rumores… No fue por eso por lo que me increparon. Eran nuevos colonos, creo que se sintieron amenazados por los «antiguos habitantes» de Midgard.
—¿Cómo?— se quedó perpleja un momento —¿Qué pretenden?— reparó entonces en las palabras del que trató de apresar a Tarek —Dijo a la autoridad competente... ¿Acaso hay de eso por aquí?— preguntó, de forma retórica más que buscando respuesta.
—No especificó mucho más. Cuando me negué a decirle cuáles eran mis asuntos en estás tierras, fue cuando empezó a hablar del tema de los esclavistas.
—El muchacho que dejamos ir comentó que no se ven guardias por estas tierras...— cabiló para sí un momento antes de volver la cabeza hacia atrás y comprobar los alrededores —En fin... Sigamos. No querría que se cansaran de esperar.
Y volvió a fijarse en el camino, antes de subir al caballo y azuzarlo un poco para iniciar el trote hasta el río.
¹ Habilidad: Enraizar.
Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Recorrieron al trote el camino que los llevó de vuelta hasta la orilla del río. Allí, como había prometido Nomil, permanecía el grupo de comerciantes ultimando algunos quehaceres, aún a pesar de lo avanzada que estaba la noche. Su llegada fue recibida con escuetas miradas, pero ninguno de los tratantes pareció alarmado o siquiera sorprendido por su presencia, probablemente por encontrarse sobre aviso de su próxima incorporación en la tripulación del barco.
Una fogata ardía vivamente en el centro del campamento, cerca del lugar donde dejaron apostados los caballos, junto con otras bestias, en un pequeño corral improvisado.
- ¿Deberíamos comentar lo ocurrido? –preguntó Aylizz en un susurro, mientras amarraban a los caballos.
- No parecen habernos seguido -fue la respuesta del peliblanco, en el mismo tono susurrante- Quizás sea mejor no alarmarlos.
Asintiendo ante su respuesta, se dirigió junto a la chica a la fogata, donde Nomil hablaba en voz baja con uno de sus compañeros. Al verlos aproximarse, se despidió de su interlocutor y se aproximó a ellos. Tras intercambiar los saludos de cortesía, el elfo mercante les indicó donde podían dejar sus pertenencias y descansar hasta la partida, deseándoles una buena noche. Aylizz lo detuvo antes de que pudiese volver junto al fuego.
- ¿Partiremos al alba? -cuestionó, manteniendo un tono neutral.
- Con las primeras luces. Es mejor así –contestó Nomil asintiendo.
Cuando el elfo los hubo abandonado, establecieron los turnos de guardia de la noche. Aylizz, que parecía algo nerviosa tras lo ocurrido, se ocupó del primer turno. El peliblanco, por su parte, se dirigió al puesto que les había sido asignado y, con evidente cansancio, se tumbó sobre el endeble camastro. Apenas pasaron un par de segundos antes de que el sueño lo arrastrase al mundo de la inconsciencia.
La noche había transcurrido sin incidencias, aunque los elfos que se habían unido a su turno de guardia había expresado cierto nerviosismo, alegando sentirse vigilados. Sin embargo, ninguna de las rondas de reconocimiento alrededor del campamento había identificado rastros de la presencia de otras personas en el entorno. Quizás, pensó el peliblanco, simplemente estuviesen nerviosos por lo ocurrido un par de noches antes a los comerciantes de esclavos. Irónicamente, los causantes de aquel incidente se encontraban junto a ellos en ese mismo campamento.
Cuando el sol despuntó en el horizonte, el campamento comenzó a despertar. Con una organización propia de quienes hacen aquello a menudo, el grupo de comerciantes se fue ocupando de cargar las últimas mercancías en el barco, desmontar las tiendas en la que habían dormido y preparar un ligero desayuno para aquellos que poco a poco se les iban uniendo.
- Ve a comer algo –le indicó uno de los guardas- Nosotros nos ocupamos de vigilar hasta que zarpemos.
Dándole las gracias, el peliblanco se acercó hasta la zona de la fogata, que había permanecido encendida toda la noche. Nomil se encontraba ya allí. Con un gesto, el comerciante le indicó que tomase asiento a su lado y, con una rápida indicación, hizo que otro de sus compañeros le acercase un cuenco con algo de comer.
- ¿Una noche tranquila? –preguntó entonces.
- Si no lo hubiese sido, lo habrías sabido –respondió el peliblanco.
Comieron en silencio unos minutos, en los que Nomil observó abstraído el fuego. Tarek había terminado prácticamente de comer, cuando el otro elfo volvió a hablar.
- Vosotros venís del sur… ¿crees que corremos peligro? –el elfo señaló el barco, dejando claro que se refería a la pronta travesía. Tarek se tomó unos segundos antes de responder.
- Si te soy sincero, no lo sé. Estas tierras son inhóspitas, pero parecen haber despertado el interés de gente de lo más diverso. Creo que es complejo determinar si algo puede o no atacaros, cuando uno no sabe lo que se esconde en estas yermas tierras. Pero tu debiste pensar que algo podía suceder, sino no nos habrías pedido que os acompañásemos –miró al otro elfo mientras pronunciaba las últimas palabras. Este, sin embargo, no desvió la vista del fuego.
- El episodio de los esclavistas ha puesto a la gente nerviosa, más aún de lo que están habitualmente. Como tú dices, estas tierras llaman a gente de lo más diverso. Nunca hemos tenido problemas con bandidos… pero se escuchan rumores –dirigió entonces la mirada al peliblanco y con una ligera sonrisa añadió- En realidad sois más un elemento disuasorio, para que todos se queden más tranquilos.
- Asumo entonces que esta es una ruta concurrida.
El otro elfo asintió y procedió a explicarle las ventajas de navegar río arriba para llegar al norte. Continuaban hablando del tema, cuando Aylizz, con cara somnolienta, se les acercó mascullando algo que sonó ligeramente a un “Buenos días”.
- Buenos días –respondió Tarek, observándola con algo de sorna. Nomil se hizo eco del saludo- ¿Una noche corta?
- Una más –respondió ella también con sorna- Últimamente, como todas –añadió entonces con tono resignado- En fin, ¿en qué estabais? ¿Detallando el viaje? –preguntó curiosa.
- No exactamente –respondió Tarek, girándose para mirar de nuevo al otro elfo- Nomil me estaba contando que cada vez es más habitual ver a elfos por estas rutas -con un gesto, señaló el río.
- Si -afirmó el otro elfo- No sabría deciros cuando empezó, pero ha parecido incrementarse el número de comerciantes que van por esta ruta hacia el norte. No solo elfos, también bastantes humanos. Es como si esta tierra empezara a perder esa aura terrorífica que la envolvía. Aunque la amenaza de los vampiros sigue ahí, pero todos intentamos no acercarnos demasiado.
- ¿Dónde comerciáis vosotros? –Aylizz lo miró con genuino interés, observando por un instante las barcazas, antes de devolver la vista al elfo- Quiero decir... –añadió, como intentando reformular la pregunta- ¿Vais de ida o de vuelta?
- Ambas –Nomil acompaño su respuesta de una sonrisa- Volvemos a casa, pero llevamos mercancías. No merece la pena hacer el viaje solo para llevar bienes al norte. Compensa más cuando vuelves con los baúles llenos para vender en el sur
- ¿Al norte? –cuestiono ella, alzando sutilmente una ceja- ¿Hasta dónde llega esta ruta?
- Depende –respondió él- Normalmente no llegamos a Sacrestic Ville, pero en ocasiones no somos capaces vender lo que llevamos en las aldeas del camino, así que seguimos hasta la ciudad.
- ¿Hay mucha demanda de productos del norte en Sandorai? –inquirió entonces Tarek extrañado.
- No te puedes ni imaginar cuanta.
- ¿Y elfos por esas tierras? ¿Hay muchos que se aventuren tanto?
- ¿Aparte de los mercaderes? –Nomil pareció pensarlo por un momento- No. Algún viajero quizás, pero no en una cantidad que sea remarcable.
- Hay muchos humanos por la zona, eso es sabido... Aldeas en tierra de nadie. ¿No hay problemas con su guardia? Ya sabes –añadió ella resoplando con molestia- A veces parece que no podamos ni salir del bosque.
El gesto de disgusto fue patente en el comerciante, que torció por un segundo el gesto y pareció titubear antes de responder.
- Si. Cada vez hay más. Algunos se hacen llamar "nuevos colonos". Nosotros no nos hemos encontrado con ellos, pero se escuchan cosas...
- ¿Y cómo se llevan con los nocturnos? –replicó Aylizz, en tono irónico.
- Ha habido trifulcas, pero en general la gente evita acercarse a sus tierras –alguien, desde una de las barcazas, llamó entonces al elfo- Debo dejaros, disculpad.
Lo vieron alejarse y el peliblanco esperó unos minutos antes de girarse hacia su compañera para continuar la conversación.
- ¿Qué piensas? –le preguntó entonces.
- ¿Quieres saberlo? –replicó ella, torciendo la cabeza ligeramente y dejando claro que iba a hacerlo independientemente de su respuesta- No me gusta que se acerquen tanto. Ni unos, ni otros –remarcó- El río estaría a un paso –tras chasquear la lengua, añadió- Ya sabemos cómo se ganan el favor de los malditos los aldeanos de por allí... Y empiezo a imaginar cómo podrían hacerlo aquellos con más... capacidades –impregnó sus últimas palabras de un irónico retintín.
- ¿Cómo el conde...? ¿El Duque...? Lo que sea… El depravado de cuya fortaleza huimos por intervención divina y con más suerte de la esperada –el peliblanco se tocó entonces el punto del abdomen de donde ella había extirpado la flecha. La mirada de la elfa siguió atenta el movimiento de su mano.
- Cómo olvidarlo –respondió taciturna.
- Lo único que me preocupa es que se interpongan entre tu objetivo y tú. ¿Qué harás si tus pasos te llevan a tierras ocupadas? –ella pareció dudar ante la pregunta del peliblanco y apretando los labios, pensativa, se mesó el pelo, en un gesto que Tarek había conseguido identificar ya como un signo de preocupación e incertidumbre
- Yo... qué quieres que te diga, Tarek... –suspirando lo miró directamente a los ojos- Tendré cuidado -aseguró con firmeza.
- Me tranquiliza saberlo –fue la respuesta de él.
Por el campamento se elevó entonces una llamada general al abordaje por lo que, tras recoger sus pertenencias, ambos se dirigieron a la barcaza principal, desde donde harían guardia el resto del camino.
La barcaza se separó de la orilla con una ligera sacudida, cuando una docena de tripulantes clavó unas largas pértigas en la tierra y, haciendo uso de todas sus fuerzas, hicieron que la nave se apartase del banco de arena en el que había estado encallada. Aylizz se situó pronto a estribor, vigilando el sector del río del que habían partido y que poco a poco iba quedando atrás. El peliblanco aprovechó para echar una pequeña cabezada, apoyando contra un grupo de cajas cuya mercancía le era desconocida.
A penas llevaban navegando río abajo unos veinte minutos, cuando la primera de las barcazas, aquella en la que iban, encalló contra el fondo. Tarek se despertó presuroso y vio como Aylizz se levantaba alarmada, no muy lejos de él, para intentar discernir qué era lo que había sucedido. Gritos ahogados llegaron de la segunda embarcación, que consiguió frenar y esquivar al primer navío por muy poco.
- ¡¿Qué ocurre?! –preguntó Aylizz a uno de los tripulantes que, sin prestarle demasiada atención a la elfa, la rodeó para llegar junto a sus compañeros.
- Debe haber sido un banco de arena o un tronco en el fondo – Fue Nomil quien, finalmente, les dio una respuesta, mientras parte de la tripulación se asomaba por el borde de la nave, intentando ver los daños ocasionados, mientras otros desenroscaban cabos para descender por el lateral del barco.
Tras unos minutos, seguían sin saber qué había hecho encallar la barcaza, pero la nave no presentaba daños graves. Sin embargo, debían despejar el paso para poder continuar. En aquel momento, los pertigueros utilizaban las largas varas que habían usado para separar la barca de la orilla para sondear el fondo del río.
- Esto no me gusta –comentó Aylizz, que se había acercado al peliblanco presurosa- Se supone que el río es navegable, no deberían encallar los barcos –su voz dejaba relucir cierto nerviosismo- Y esta barcaza no es tan profunda.
Tarek no tuvo tiempo a responder, pues justo en ese momento una silbante flecha se clavó en el hombro de uno de los pertigueros que, perdiendo el equilibrio, acabó cayendo al agua. Una repentina quietud invadió a todos los presentes que, estupefactos contemplaron por un segundo a su compañero caído, sin embargo, la llegada de más flechas y un grito de Nomil ordenando a todos que se pusiesen a cubierto, hizo que todo volviera a ponerse en acción. Los más despiertos consiguieron agacharse antes de que la siguiente andanada de flechas llegase hasta ellos, hiriendo a algunos de los elfos más lentos en el proceso.
Echando la mano atrás, el peliblanco se dispuso a desenfundar su arma, recordando justo en ese momento que no la llevaba encima. La noche anterior había acordado con Aylizz mantenerla fuera de la vista, para evitar más preguntas, dado que el rumor de la muerte de los esclavistas por una hoja curva parecía haber llegado hasta el campamento de los comerciantes.
- No te sobrará una daga, ¿verdad? –preguntó a la elfa, mientras se agachaba de nuevo, para protegerse de otra oleada de flechas.
- Activa la runa del mango si prefieres guardar las distancias –le indicó la rubia, que se encontraba agachada a su lado, mientras le tendía una hoja, antes de armarse ella misma con un par de cuchillos.
Aylizz se asomó entonces por la borda y, tras unos segundos, volvió a agacharse al lado de Tarek, solo para señalarle un par de figuras que se ocultaban entre los árboles: los ballesteros.
- Esos son míos.
Mientras pronunciaba aquellas palabras, un par de humanos se asomaron por la borda del barco y tomando a los que estaban ocultos tras la barandilla del barco, los lanzaron al agua.
- Yo me ocupo de esos –comentó Tarek, señalando al grupo reunido en el agua
Todavía agachado, avanzó todo lo rápido que pudo por la borda, hasta alcanzar el punto donde un humano forcejeaba con una elfa para lanzarla al río. Sin muchas contemplaciones, golpeó al bandido, que cayó de espaldas al agua. Tras asegurase de que la mujer estaba bien, saltó él mismo la borda y, usando a los bandidos como escudo contra las flechas, intentó separarlos de los tripulantes que habían caído al agua.
Un grito lejano le indicó que Aylizz había abatido a uno de los arqueros y la ausencia de flechas poco después, que el segundo había caído también. Mientras, en el agua, Tarek se encaró con dos bandidos, que se miraron entre si cuando activó la runa de la daga, que se extendió hasta convertirse en una espada corta. Maldiciendo, uno de los atacantes se lanzó contra el peliblanco que, poco acostumbrado a armas de una sola mano, falló el primer tajo, consiguiendo únicamente golpear al individuo con el pomo de la espada. Reactivando la runa, se dirigió hacia el segundo atacante, que lo miraba indeciso. Esquivando un ataque en último instante, proyectó al hombre de espaldas al agua y le clavó la daga en el costado. En ese momento, el primer bandido se dirigió, chapoteando hasta él y, sin demasiado esfuerzo, el elfo consiguió esquivar un nuevo ataque y matarlo de forma similar a su compañero.
Una vez rematado, el elfo miró a su alrededor. No parecía haber más atacantes. Aquella debió ser también la conclusión de la tripulación, pues varios descendieron hasta el agua para socorrer a sus compañeros caídos. Tras asegurarse de que no necesitaban su ayuda, el peliblanco arrastró los dos cadáveres de los atacantes hasta la orilla.
Por su parte, Aylizz, que había saltado por la borda de la barcaza para ir a comprobar a los arqueros caídos, se encontró a medio camino con Nomil y, tras intercambiar un par de palabras con el mercader, se dirigió hacia Tarek.
- Nos siguieron, después de todo –refunfuñó la chica en voz alta.
- ¿Hay algún muerto? –preguntó él serio. La sangre manchaba el agua a su alrededor y sabía que no era solo de aquellos a los que había matado. El ataque había sido culpa de ellos, pues lo bandidos que descansaban a sus pies eran los mismos que se habían enfrentado al peliblanco en la posada- ¿Estás bien?
- Ninguno, tan sólo daños menores. Incluso el barco está intacto –respondió ella con tono consolador, dedicándole una ligera sonrisa- Ni un rasguño –añadió, mirándolo con atención, como para asegurarse de que el elfo estuviese también intacto- Me inclino a pensar que no habrá más, no parecen, ni de lejos, un grupo organizado. Bien organizado, al menos –observando el barco, añadió- No era un mal plan. Pero, ¿qué esperaban siendo cuatro? –preguntó sonriendo con sorna.
- Se creían más inteligentes que nosotros –contestó él, algo más aliviado al saber que no había victimas- A veces creo que olvidan que la mayoría de nosotros ya estaban vivos cuando sus padres no habían ni nacido –sacudiendo la cabeza, añadió- Quizás deberíamos volver y echar una mano. Les llevará algo de tiempo despejar el fondo del río.
- Removeré el fondo, será más fácil desencallar –dijo de pronto Ayllizz, acercándose a la orilla.
La vio introducir las manos bajo el agua y, tras unos segundos, algo comenzó a moverse bajo la superficie. Tras unos minutos, el agua comenzó a enturbiarse, puesto que la elfa parecía estar moviendo las plantas que se agarraban al lecho del río, levantando arena y tierra del fondo. Tarek observó todo con asombro, antes de volverse a mirarla.
- Eres una caja de sorpresas.
- Es la energía de Imbar –contestó ella, negando con la cabeza. Aunque un ligero rubor tiñó sus mejillas- Allí donde fluya, puedo canalizarla.
Tras una hora de duro trabajo (aunque la tripulación de la nave afirmó que, sin la ayuda de Aylizz habría sido mucho más), consiguieron finalmente volver a poner de nuevo en marcha la barcaza, partiendo de nuevo rumbo al sur. El rubor no abandonó las mejillas de la chica, mientras varios tripulantes se acercaban a ella para agradecerle su ayuda para desencallar la nave.
Tarek, por su parte, se trasladó hasta uno de los puntos de vigía de la barcaza, para observar atento la orilla que iban dejando atrás. No creía que fueran a sufrir un nuevo ataque pero, como le había dicho a Nomil, aquel paraje era demasiado inhóspito para poder estar seguro de nada. Reflexionaba sobre aquello, cuando notó que alguien lo abrazaba por la espalda. Todo su cuerpo se tensó y, de forma automática, su mano se dirigió hacia el lugar donde siempre portaba el arma, pero se interrumpió a medio camino cuando la voz de Aylizz, a su espalda, le hizo una pregunta.
- ¿Puedo secuestrar tus culpables pensamientos un momento?
- Claro. ¿Qué puedo hacer por ti? –preguntó, relajándose de nuevo.
- Sólo quería... ¿Podrías prestarme el libro de Eithelen? Querría darle otra vuelta antes de acabar el viaje. Y poder tomar algunas notas...
- Si, por supuesto –apartándose con cuidado de ella, la encaró- Tengo que ir a cogerlo. ¿Te importaría... vigilar la orilla unos minutos? A estas alturas ya me espero cualquier cosa.
- Claro, descuida.
Observó un segundo la ribera del río, antes de girarse para dirigirse al lugar donde habían dejado sus pertenencias. El incidente con los bandidos había removido parte de la carga, por lo que el peliblanco tuvo que bucear entre las cajas para encontrar la bolsa en la que portaba el libro. Lo observó un instante con cariño, antes de volver con la rubia y entregárselo.
- Aquí tienes
Tomándolo entre sus manos, Aylizz se acomodó cerca de él, que continuó oteando la orilla. La vio coger papel y carboncillo, antes de comenzar hojear el libro, tomando notas de vez en cuando.
- ¿Qué se hierve en esa cabeza tuya? –preguntó curiosa poco después, sin apartar la mirada del tomo. Tarek se tomó unos segundos antes de contestar.
- Pensaba en cómo sería esto antes del cataclismo. Cómo serían los elfos que habitaban estas tierras y si moverse por ellas sería como hacerlo por Sandorai.
- He pensado en eso muchas veces... –respondió ella, levantando la mirada y observando la ribera un segundo, antes de devolverla a las páginas del libro- Quiero imaginar que no fuese distinto. Hay especies similares a ambos lados, aunque la mayoría de esta orilla han evolucionado. Pensándolo así, tiene mucho sentido lo que sugeriste. Llevar consigo especies de cada casa al expandirse.
- Tener algo familiar cerca siempre ayuda a sentirse en casa –comentó él distraído. Entonces dirigió su mirada hacia ella- ¿Has encontrado algo?
- ¿Eh? –respondió Aylizz medio ausente, antes de levantar la mirada hacia él- No yo... –se detuvo para revisar sus notas- Ahora no estoy dándole muchas vueltas. Sólo releo la historia y trascribo pasajes. Supongo que tendré tiempo de estudiarlo cuando llegue a... casa –la resignación se hizo patente en su voz cuando pronunció las últimas palabras.
- Te ofrecería un lugar para quedarte en el sur –comentó él, al notar su reticencia- Pero creo que Dhonara va a estar allí –añadió con cierta sorna, volviendo a mirar la orilla.
- ¿A ti te gusta vivir allí? Así... –le preguntó ella. Tarek se giró a mirarla.
- ¿Así...? -la instó a seguir.
- Siempre bajo mando, supervisado... –tanteó y una mueca de desagrado se dibujó en su rostro- Dioses, si tienes que pedir permiso para salir.
- Dicho así, suena más a cárcel que a mi casa –comentó él algo estupefacto, antes de echarse a reir- Lo creas o no, no nos tienen tan limitados. Podemos andar libremente por Sandorai. A menudo voy al hogar de mi antiguo clan. Fuera de los bosques es más complejo. Es como formar parte de un sistema orgánico. Si una parte falla, todo se va al traste. Por eso siempre estamos localizados
- ¿Lo estás ahora? –preguntó ella nerviosa.
- Saben que me fui contigo –contestó mirándola extrañado. Entonces, comprendió la razón de su pregunta- No nos han seguido. Simplemente saben que estoy fuera y que no estoy a disposición para las misiones –ella asintió, aparentemente más relajada.
- No podría vivir así –comentó- Y supongo que, si no es Dhonara, sería otro en su lugar –añadió, encogiéndose de hombros, antes de volver al libro.
- Fue mi maestra desde que llegué al Campamento –respondió él, encogiéndose también de hombros- Siempre he trabajado a sus órdenes. Y antes de que lo preguntes, no, no nos obligan a ser guerreros. Hay gente entre los Ojosverdes que vive una vida apacible alejada de los conflictos.
- Eso sí me es familiar –respondió en un tono entre la risa y el hastío- Elegir el camino de la lucha y las directivas...— chasqueó la lengua, sin dejar de escribir —No me parece mala opción para las mentes planas. Pero para los que tenéis potencial, me parece una limitación innecesariamente autoimpuesta.
- ¿De verdad piensas que sería inteligente dejarme por ahí suelto y sin supervisión? -le preguntó él medio riendo
- ¿De verdad consideras que la necesitas? –respondió ella, mirándolo.
- Creo que si me hubiesen dejado a mi libre voluntad cuando Eithelen murió, habría acabado destruyéndome a mí mismo. A veces los límites que nos imponen otros ayudan –contestó, mirándola un segundo antes de añadir- Y supongo que en otros casos simplemente nos limitan para mal.
- Si, supongo –contestó ella, tras unos segundos, sonriéndole. Entonces echó un último vistazo al libro antes de cerrarlo y tendérselo- Esto ya estaría. Gracias. Es un buen ejemplar... Tienes buena biblioteca a recaudo.
- No has visto nada –respondió, encogiéndose de hombros y mirando el tomo con cariño- Algún día te invitaré a la antigua casa de Eithelen. Ni siquiera una vida élfica es suficiente para leer todo lo que hay allí.
- ¿Hablas en serio? –preguntó ella, a lo que el peliblanco contestó con una afirmación.
- Y tú –preguntó él entonces- ¿te gusta vivir en el lugar al que llamas hogar?
- No está mal. Me tratan como alguien capaz de hacer su vida, eso es agradable. Y me han ayudado mucho... Pero... No es mi casa –suspiró cansada- Volver a ella siempre es una idea recurrente.
- Pero nunca lo suficientemente fuerte como para llevarte hasta allí –asumió el elfo.
- Lo hice. Volví. Encontré una aldea vacía, destrozada. Había allí gente de paso... Algunos refugiados que habían ocupado las casas menos afectadas –le contó. Carraspeando la garganta, continuó- Entré en la que era la mía, temiendo lo peor... Y entendí que se habían marchado, llevándose lo que pudieron. Después supe que fueron evacuados... Pasé una noche allí y al día siguiente, dejé una carta en un cajón y me marché. Ya sabes... Un aviso desesperado, el “He estado aquí” por si alguna vez... volvieran –suspirando se pasó de nuevo las manos por el pelo- No sé lo que encontraría de intentarlo nuevamente. O a quién...
- Deberías volver sin plantearte encontrar algo... –comentó él, tras reflexionar unos segundos- o a alguien, si lo que deseas es volver. Quizás si devuelves la vida a ese lugar, los que añoras acaben encontrándote a ti... Como aquí -añadió, señalando Midgard.
- Si... Podría ser...-comentó ella distraída, tras unos instantes. Apoyándose en la baranda de la barcaza, contempló la orilla- ¡Agh! –masculló de repente- ¿Qué voy a hacer cuando no estés cerca? –se lamentó, antes de abrir los ojos como sorprendida de sus propias palabras- Quiero decir… Se hace fácil hablar contigo... Lo echaré de menos.
- Pues echarme de menos -contestó él serio- No podría ser de otra manera -entonces le dedicó una sonrisa, antes de añadir - Seguro que volveremos a vernos pronto.
- No sé si mucho, tengo otras tantas cosas en las que pensar –contestó ella, lo que le valió una exagerada expresión de ofensa por parte del elfo. Mirándolo después con una mueca añadió- Tan pronto como me busques -replicó divertida- La próxima vez te toca a ti.
- Hecho –respondió él- Me pasaré de visita. Prometido.
Una fogata ardía vivamente en el centro del campamento, cerca del lugar donde dejaron apostados los caballos, junto con otras bestias, en un pequeño corral improvisado.
- ¿Deberíamos comentar lo ocurrido? –preguntó Aylizz en un susurro, mientras amarraban a los caballos.
- No parecen habernos seguido -fue la respuesta del peliblanco, en el mismo tono susurrante- Quizás sea mejor no alarmarlos.
Asintiendo ante su respuesta, se dirigió junto a la chica a la fogata, donde Nomil hablaba en voz baja con uno de sus compañeros. Al verlos aproximarse, se despidió de su interlocutor y se aproximó a ellos. Tras intercambiar los saludos de cortesía, el elfo mercante les indicó donde podían dejar sus pertenencias y descansar hasta la partida, deseándoles una buena noche. Aylizz lo detuvo antes de que pudiese volver junto al fuego.
- ¿Partiremos al alba? -cuestionó, manteniendo un tono neutral.
- Con las primeras luces. Es mejor así –contestó Nomil asintiendo.
Cuando el elfo los hubo abandonado, establecieron los turnos de guardia de la noche. Aylizz, que parecía algo nerviosa tras lo ocurrido, se ocupó del primer turno. El peliblanco, por su parte, se dirigió al puesto que les había sido asignado y, con evidente cansancio, se tumbó sobre el endeble camastro. Apenas pasaron un par de segundos antes de que el sueño lo arrastrase al mundo de la inconsciencia.
[…]
La noche había transcurrido sin incidencias, aunque los elfos que se habían unido a su turno de guardia había expresado cierto nerviosismo, alegando sentirse vigilados. Sin embargo, ninguna de las rondas de reconocimiento alrededor del campamento había identificado rastros de la presencia de otras personas en el entorno. Quizás, pensó el peliblanco, simplemente estuviesen nerviosos por lo ocurrido un par de noches antes a los comerciantes de esclavos. Irónicamente, los causantes de aquel incidente se encontraban junto a ellos en ese mismo campamento.
Cuando el sol despuntó en el horizonte, el campamento comenzó a despertar. Con una organización propia de quienes hacen aquello a menudo, el grupo de comerciantes se fue ocupando de cargar las últimas mercancías en el barco, desmontar las tiendas en la que habían dormido y preparar un ligero desayuno para aquellos que poco a poco se les iban uniendo.
- Ve a comer algo –le indicó uno de los guardas- Nosotros nos ocupamos de vigilar hasta que zarpemos.
Dándole las gracias, el peliblanco se acercó hasta la zona de la fogata, que había permanecido encendida toda la noche. Nomil se encontraba ya allí. Con un gesto, el comerciante le indicó que tomase asiento a su lado y, con una rápida indicación, hizo que otro de sus compañeros le acercase un cuenco con algo de comer.
- ¿Una noche tranquila? –preguntó entonces.
- Si no lo hubiese sido, lo habrías sabido –respondió el peliblanco.
Comieron en silencio unos minutos, en los que Nomil observó abstraído el fuego. Tarek había terminado prácticamente de comer, cuando el otro elfo volvió a hablar.
- Vosotros venís del sur… ¿crees que corremos peligro? –el elfo señaló el barco, dejando claro que se refería a la pronta travesía. Tarek se tomó unos segundos antes de responder.
- Si te soy sincero, no lo sé. Estas tierras son inhóspitas, pero parecen haber despertado el interés de gente de lo más diverso. Creo que es complejo determinar si algo puede o no atacaros, cuando uno no sabe lo que se esconde en estas yermas tierras. Pero tu debiste pensar que algo podía suceder, sino no nos habrías pedido que os acompañásemos –miró al otro elfo mientras pronunciaba las últimas palabras. Este, sin embargo, no desvió la vista del fuego.
- El episodio de los esclavistas ha puesto a la gente nerviosa, más aún de lo que están habitualmente. Como tú dices, estas tierras llaman a gente de lo más diverso. Nunca hemos tenido problemas con bandidos… pero se escuchan rumores –dirigió entonces la mirada al peliblanco y con una ligera sonrisa añadió- En realidad sois más un elemento disuasorio, para que todos se queden más tranquilos.
- Asumo entonces que esta es una ruta concurrida.
El otro elfo asintió y procedió a explicarle las ventajas de navegar río arriba para llegar al norte. Continuaban hablando del tema, cuando Aylizz, con cara somnolienta, se les acercó mascullando algo que sonó ligeramente a un “Buenos días”.
- Buenos días –respondió Tarek, observándola con algo de sorna. Nomil se hizo eco del saludo- ¿Una noche corta?
- Una más –respondió ella también con sorna- Últimamente, como todas –añadió entonces con tono resignado- En fin, ¿en qué estabais? ¿Detallando el viaje? –preguntó curiosa.
- No exactamente –respondió Tarek, girándose para mirar de nuevo al otro elfo- Nomil me estaba contando que cada vez es más habitual ver a elfos por estas rutas -con un gesto, señaló el río.
- Si -afirmó el otro elfo- No sabría deciros cuando empezó, pero ha parecido incrementarse el número de comerciantes que van por esta ruta hacia el norte. No solo elfos, también bastantes humanos. Es como si esta tierra empezara a perder esa aura terrorífica que la envolvía. Aunque la amenaza de los vampiros sigue ahí, pero todos intentamos no acercarnos demasiado.
- ¿Dónde comerciáis vosotros? –Aylizz lo miró con genuino interés, observando por un instante las barcazas, antes de devolver la vista al elfo- Quiero decir... –añadió, como intentando reformular la pregunta- ¿Vais de ida o de vuelta?
- Ambas –Nomil acompaño su respuesta de una sonrisa- Volvemos a casa, pero llevamos mercancías. No merece la pena hacer el viaje solo para llevar bienes al norte. Compensa más cuando vuelves con los baúles llenos para vender en el sur
- ¿Al norte? –cuestiono ella, alzando sutilmente una ceja- ¿Hasta dónde llega esta ruta?
- Depende –respondió él- Normalmente no llegamos a Sacrestic Ville, pero en ocasiones no somos capaces vender lo que llevamos en las aldeas del camino, así que seguimos hasta la ciudad.
- ¿Hay mucha demanda de productos del norte en Sandorai? –inquirió entonces Tarek extrañado.
- No te puedes ni imaginar cuanta.
- ¿Y elfos por esas tierras? ¿Hay muchos que se aventuren tanto?
- ¿Aparte de los mercaderes? –Nomil pareció pensarlo por un momento- No. Algún viajero quizás, pero no en una cantidad que sea remarcable.
- Hay muchos humanos por la zona, eso es sabido... Aldeas en tierra de nadie. ¿No hay problemas con su guardia? Ya sabes –añadió ella resoplando con molestia- A veces parece que no podamos ni salir del bosque.
El gesto de disgusto fue patente en el comerciante, que torció por un segundo el gesto y pareció titubear antes de responder.
- Si. Cada vez hay más. Algunos se hacen llamar "nuevos colonos". Nosotros no nos hemos encontrado con ellos, pero se escuchan cosas...
- ¿Y cómo se llevan con los nocturnos? –replicó Aylizz, en tono irónico.
- Ha habido trifulcas, pero en general la gente evita acercarse a sus tierras –alguien, desde una de las barcazas, llamó entonces al elfo- Debo dejaros, disculpad.
Lo vieron alejarse y el peliblanco esperó unos minutos antes de girarse hacia su compañera para continuar la conversación.
- ¿Qué piensas? –le preguntó entonces.
- ¿Quieres saberlo? –replicó ella, torciendo la cabeza ligeramente y dejando claro que iba a hacerlo independientemente de su respuesta- No me gusta que se acerquen tanto. Ni unos, ni otros –remarcó- El río estaría a un paso –tras chasquear la lengua, añadió- Ya sabemos cómo se ganan el favor de los malditos los aldeanos de por allí... Y empiezo a imaginar cómo podrían hacerlo aquellos con más... capacidades –impregnó sus últimas palabras de un irónico retintín.
- ¿Cómo el conde...? ¿El Duque...? Lo que sea… El depravado de cuya fortaleza huimos por intervención divina y con más suerte de la esperada –el peliblanco se tocó entonces el punto del abdomen de donde ella había extirpado la flecha. La mirada de la elfa siguió atenta el movimiento de su mano.
- Cómo olvidarlo –respondió taciturna.
- Lo único que me preocupa es que se interpongan entre tu objetivo y tú. ¿Qué harás si tus pasos te llevan a tierras ocupadas? –ella pareció dudar ante la pregunta del peliblanco y apretando los labios, pensativa, se mesó el pelo, en un gesto que Tarek había conseguido identificar ya como un signo de preocupación e incertidumbre
- Yo... qué quieres que te diga, Tarek... –suspirando lo miró directamente a los ojos- Tendré cuidado -aseguró con firmeza.
- Me tranquiliza saberlo –fue la respuesta de él.
Por el campamento se elevó entonces una llamada general al abordaje por lo que, tras recoger sus pertenencias, ambos se dirigieron a la barcaza principal, desde donde harían guardia el resto del camino.
[…]
La barcaza se separó de la orilla con una ligera sacudida, cuando una docena de tripulantes clavó unas largas pértigas en la tierra y, haciendo uso de todas sus fuerzas, hicieron que la nave se apartase del banco de arena en el que había estado encallada. Aylizz se situó pronto a estribor, vigilando el sector del río del que habían partido y que poco a poco iba quedando atrás. El peliblanco aprovechó para echar una pequeña cabezada, apoyando contra un grupo de cajas cuya mercancía le era desconocida.
A penas llevaban navegando río abajo unos veinte minutos, cuando la primera de las barcazas, aquella en la que iban, encalló contra el fondo. Tarek se despertó presuroso y vio como Aylizz se levantaba alarmada, no muy lejos de él, para intentar discernir qué era lo que había sucedido. Gritos ahogados llegaron de la segunda embarcación, que consiguió frenar y esquivar al primer navío por muy poco.
- ¡¿Qué ocurre?! –preguntó Aylizz a uno de los tripulantes que, sin prestarle demasiada atención a la elfa, la rodeó para llegar junto a sus compañeros.
- Debe haber sido un banco de arena o un tronco en el fondo – Fue Nomil quien, finalmente, les dio una respuesta, mientras parte de la tripulación se asomaba por el borde de la nave, intentando ver los daños ocasionados, mientras otros desenroscaban cabos para descender por el lateral del barco.
Tras unos minutos, seguían sin saber qué había hecho encallar la barcaza, pero la nave no presentaba daños graves. Sin embargo, debían despejar el paso para poder continuar. En aquel momento, los pertigueros utilizaban las largas varas que habían usado para separar la barca de la orilla para sondear el fondo del río.
- Esto no me gusta –comentó Aylizz, que se había acercado al peliblanco presurosa- Se supone que el río es navegable, no deberían encallar los barcos –su voz dejaba relucir cierto nerviosismo- Y esta barcaza no es tan profunda.
Tarek no tuvo tiempo a responder, pues justo en ese momento una silbante flecha se clavó en el hombro de uno de los pertigueros que, perdiendo el equilibrio, acabó cayendo al agua. Una repentina quietud invadió a todos los presentes que, estupefactos contemplaron por un segundo a su compañero caído, sin embargo, la llegada de más flechas y un grito de Nomil ordenando a todos que se pusiesen a cubierto, hizo que todo volviera a ponerse en acción. Los más despiertos consiguieron agacharse antes de que la siguiente andanada de flechas llegase hasta ellos, hiriendo a algunos de los elfos más lentos en el proceso.
Echando la mano atrás, el peliblanco se dispuso a desenfundar su arma, recordando justo en ese momento que no la llevaba encima. La noche anterior había acordado con Aylizz mantenerla fuera de la vista, para evitar más preguntas, dado que el rumor de la muerte de los esclavistas por una hoja curva parecía haber llegado hasta el campamento de los comerciantes.
- No te sobrará una daga, ¿verdad? –preguntó a la elfa, mientras se agachaba de nuevo, para protegerse de otra oleada de flechas.
- Activa la runa del mango si prefieres guardar las distancias –le indicó la rubia, que se encontraba agachada a su lado, mientras le tendía una hoja, antes de armarse ella misma con un par de cuchillos.
Aylizz se asomó entonces por la borda y, tras unos segundos, volvió a agacharse al lado de Tarek, solo para señalarle un par de figuras que se ocultaban entre los árboles: los ballesteros.
- Esos son míos.
Mientras pronunciaba aquellas palabras, un par de humanos se asomaron por la borda del barco y tomando a los que estaban ocultos tras la barandilla del barco, los lanzaron al agua.
- Yo me ocupo de esos –comentó Tarek, señalando al grupo reunido en el agua
Todavía agachado, avanzó todo lo rápido que pudo por la borda, hasta alcanzar el punto donde un humano forcejeaba con una elfa para lanzarla al río. Sin muchas contemplaciones, golpeó al bandido, que cayó de espaldas al agua. Tras asegurase de que la mujer estaba bien, saltó él mismo la borda y, usando a los bandidos como escudo contra las flechas, intentó separarlos de los tripulantes que habían caído al agua.
Un grito lejano le indicó que Aylizz había abatido a uno de los arqueros y la ausencia de flechas poco después, que el segundo había caído también. Mientras, en el agua, Tarek se encaró con dos bandidos, que se miraron entre si cuando activó la runa de la daga, que se extendió hasta convertirse en una espada corta. Maldiciendo, uno de los atacantes se lanzó contra el peliblanco que, poco acostumbrado a armas de una sola mano, falló el primer tajo, consiguiendo únicamente golpear al individuo con el pomo de la espada. Reactivando la runa, se dirigió hacia el segundo atacante, que lo miraba indeciso. Esquivando un ataque en último instante, proyectó al hombre de espaldas al agua y le clavó la daga en el costado. En ese momento, el primer bandido se dirigió, chapoteando hasta él y, sin demasiado esfuerzo, el elfo consiguió esquivar un nuevo ataque y matarlo de forma similar a su compañero.
Una vez rematado, el elfo miró a su alrededor. No parecía haber más atacantes. Aquella debió ser también la conclusión de la tripulación, pues varios descendieron hasta el agua para socorrer a sus compañeros caídos. Tras asegurarse de que no necesitaban su ayuda, el peliblanco arrastró los dos cadáveres de los atacantes hasta la orilla.
Por su parte, Aylizz, que había saltado por la borda de la barcaza para ir a comprobar a los arqueros caídos, se encontró a medio camino con Nomil y, tras intercambiar un par de palabras con el mercader, se dirigió hacia Tarek.
- Nos siguieron, después de todo –refunfuñó la chica en voz alta.
- ¿Hay algún muerto? –preguntó él serio. La sangre manchaba el agua a su alrededor y sabía que no era solo de aquellos a los que había matado. El ataque había sido culpa de ellos, pues lo bandidos que descansaban a sus pies eran los mismos que se habían enfrentado al peliblanco en la posada- ¿Estás bien?
- Ninguno, tan sólo daños menores. Incluso el barco está intacto –respondió ella con tono consolador, dedicándole una ligera sonrisa- Ni un rasguño –añadió, mirándolo con atención, como para asegurarse de que el elfo estuviese también intacto- Me inclino a pensar que no habrá más, no parecen, ni de lejos, un grupo organizado. Bien organizado, al menos –observando el barco, añadió- No era un mal plan. Pero, ¿qué esperaban siendo cuatro? –preguntó sonriendo con sorna.
- Se creían más inteligentes que nosotros –contestó él, algo más aliviado al saber que no había victimas- A veces creo que olvidan que la mayoría de nosotros ya estaban vivos cuando sus padres no habían ni nacido –sacudiendo la cabeza, añadió- Quizás deberíamos volver y echar una mano. Les llevará algo de tiempo despejar el fondo del río.
- Removeré el fondo, será más fácil desencallar –dijo de pronto Ayllizz, acercándose a la orilla.
La vio introducir las manos bajo el agua y, tras unos segundos, algo comenzó a moverse bajo la superficie. Tras unos minutos, el agua comenzó a enturbiarse, puesto que la elfa parecía estar moviendo las plantas que se agarraban al lecho del río, levantando arena y tierra del fondo. Tarek observó todo con asombro, antes de volverse a mirarla.
- Eres una caja de sorpresas.
- Es la energía de Imbar –contestó ella, negando con la cabeza. Aunque un ligero rubor tiñó sus mejillas- Allí donde fluya, puedo canalizarla.
Tras una hora de duro trabajo (aunque la tripulación de la nave afirmó que, sin la ayuda de Aylizz habría sido mucho más), consiguieron finalmente volver a poner de nuevo en marcha la barcaza, partiendo de nuevo rumbo al sur. El rubor no abandonó las mejillas de la chica, mientras varios tripulantes se acercaban a ella para agradecerle su ayuda para desencallar la nave.
Tarek, por su parte, se trasladó hasta uno de los puntos de vigía de la barcaza, para observar atento la orilla que iban dejando atrás. No creía que fueran a sufrir un nuevo ataque pero, como le había dicho a Nomil, aquel paraje era demasiado inhóspito para poder estar seguro de nada. Reflexionaba sobre aquello, cuando notó que alguien lo abrazaba por la espalda. Todo su cuerpo se tensó y, de forma automática, su mano se dirigió hacia el lugar donde siempre portaba el arma, pero se interrumpió a medio camino cuando la voz de Aylizz, a su espalda, le hizo una pregunta.
- ¿Puedo secuestrar tus culpables pensamientos un momento?
- Claro. ¿Qué puedo hacer por ti? –preguntó, relajándose de nuevo.
- Sólo quería... ¿Podrías prestarme el libro de Eithelen? Querría darle otra vuelta antes de acabar el viaje. Y poder tomar algunas notas...
- Si, por supuesto –apartándose con cuidado de ella, la encaró- Tengo que ir a cogerlo. ¿Te importaría... vigilar la orilla unos minutos? A estas alturas ya me espero cualquier cosa.
- Claro, descuida.
Observó un segundo la ribera del río, antes de girarse para dirigirse al lugar donde habían dejado sus pertenencias. El incidente con los bandidos había removido parte de la carga, por lo que el peliblanco tuvo que bucear entre las cajas para encontrar la bolsa en la que portaba el libro. Lo observó un instante con cariño, antes de volver con la rubia y entregárselo.
- Aquí tienes
Tomándolo entre sus manos, Aylizz se acomodó cerca de él, que continuó oteando la orilla. La vio coger papel y carboncillo, antes de comenzar hojear el libro, tomando notas de vez en cuando.
- ¿Qué se hierve en esa cabeza tuya? –preguntó curiosa poco después, sin apartar la mirada del tomo. Tarek se tomó unos segundos antes de contestar.
- Pensaba en cómo sería esto antes del cataclismo. Cómo serían los elfos que habitaban estas tierras y si moverse por ellas sería como hacerlo por Sandorai.
- He pensado en eso muchas veces... –respondió ella, levantando la mirada y observando la ribera un segundo, antes de devolverla a las páginas del libro- Quiero imaginar que no fuese distinto. Hay especies similares a ambos lados, aunque la mayoría de esta orilla han evolucionado. Pensándolo así, tiene mucho sentido lo que sugeriste. Llevar consigo especies de cada casa al expandirse.
- Tener algo familiar cerca siempre ayuda a sentirse en casa –comentó él distraído. Entonces dirigió su mirada hacia ella- ¿Has encontrado algo?
- ¿Eh? –respondió Aylizz medio ausente, antes de levantar la mirada hacia él- No yo... –se detuvo para revisar sus notas- Ahora no estoy dándole muchas vueltas. Sólo releo la historia y trascribo pasajes. Supongo que tendré tiempo de estudiarlo cuando llegue a... casa –la resignación se hizo patente en su voz cuando pronunció las últimas palabras.
- Te ofrecería un lugar para quedarte en el sur –comentó él, al notar su reticencia- Pero creo que Dhonara va a estar allí –añadió con cierta sorna, volviendo a mirar la orilla.
- ¿A ti te gusta vivir allí? Así... –le preguntó ella. Tarek se giró a mirarla.
- ¿Así...? -la instó a seguir.
- Siempre bajo mando, supervisado... –tanteó y una mueca de desagrado se dibujó en su rostro- Dioses, si tienes que pedir permiso para salir.
- Dicho así, suena más a cárcel que a mi casa –comentó él algo estupefacto, antes de echarse a reir- Lo creas o no, no nos tienen tan limitados. Podemos andar libremente por Sandorai. A menudo voy al hogar de mi antiguo clan. Fuera de los bosques es más complejo. Es como formar parte de un sistema orgánico. Si una parte falla, todo se va al traste. Por eso siempre estamos localizados
- ¿Lo estás ahora? –preguntó ella nerviosa.
- Saben que me fui contigo –contestó mirándola extrañado. Entonces, comprendió la razón de su pregunta- No nos han seguido. Simplemente saben que estoy fuera y que no estoy a disposición para las misiones –ella asintió, aparentemente más relajada.
- No podría vivir así –comentó- Y supongo que, si no es Dhonara, sería otro en su lugar –añadió, encogiéndose de hombros, antes de volver al libro.
- Fue mi maestra desde que llegué al Campamento –respondió él, encogiéndose también de hombros- Siempre he trabajado a sus órdenes. Y antes de que lo preguntes, no, no nos obligan a ser guerreros. Hay gente entre los Ojosverdes que vive una vida apacible alejada de los conflictos.
- Eso sí me es familiar –respondió en un tono entre la risa y el hastío- Elegir el camino de la lucha y las directivas...— chasqueó la lengua, sin dejar de escribir —No me parece mala opción para las mentes planas. Pero para los que tenéis potencial, me parece una limitación innecesariamente autoimpuesta.
- ¿De verdad piensas que sería inteligente dejarme por ahí suelto y sin supervisión? -le preguntó él medio riendo
- ¿De verdad consideras que la necesitas? –respondió ella, mirándolo.
- Creo que si me hubiesen dejado a mi libre voluntad cuando Eithelen murió, habría acabado destruyéndome a mí mismo. A veces los límites que nos imponen otros ayudan –contestó, mirándola un segundo antes de añadir- Y supongo que en otros casos simplemente nos limitan para mal.
- Si, supongo –contestó ella, tras unos segundos, sonriéndole. Entonces echó un último vistazo al libro antes de cerrarlo y tendérselo- Esto ya estaría. Gracias. Es un buen ejemplar... Tienes buena biblioteca a recaudo.
- No has visto nada –respondió, encogiéndose de hombros y mirando el tomo con cariño- Algún día te invitaré a la antigua casa de Eithelen. Ni siquiera una vida élfica es suficiente para leer todo lo que hay allí.
- ¿Hablas en serio? –preguntó ella, a lo que el peliblanco contestó con una afirmación.
- Y tú –preguntó él entonces- ¿te gusta vivir en el lugar al que llamas hogar?
- No está mal. Me tratan como alguien capaz de hacer su vida, eso es agradable. Y me han ayudado mucho... Pero... No es mi casa –suspiró cansada- Volver a ella siempre es una idea recurrente.
- Pero nunca lo suficientemente fuerte como para llevarte hasta allí –asumió el elfo.
- Lo hice. Volví. Encontré una aldea vacía, destrozada. Había allí gente de paso... Algunos refugiados que habían ocupado las casas menos afectadas –le contó. Carraspeando la garganta, continuó- Entré en la que era la mía, temiendo lo peor... Y entendí que se habían marchado, llevándose lo que pudieron. Después supe que fueron evacuados... Pasé una noche allí y al día siguiente, dejé una carta en un cajón y me marché. Ya sabes... Un aviso desesperado, el “He estado aquí” por si alguna vez... volvieran –suspirando se pasó de nuevo las manos por el pelo- No sé lo que encontraría de intentarlo nuevamente. O a quién...
- Deberías volver sin plantearte encontrar algo... –comentó él, tras reflexionar unos segundos- o a alguien, si lo que deseas es volver. Quizás si devuelves la vida a ese lugar, los que añoras acaben encontrándote a ti... Como aquí -añadió, señalando Midgard.
- Si... Podría ser...-comentó ella distraída, tras unos instantes. Apoyándose en la baranda de la barcaza, contempló la orilla- ¡Agh! –masculló de repente- ¿Qué voy a hacer cuando no estés cerca? –se lamentó, antes de abrir los ojos como sorprendida de sus propias palabras- Quiero decir… Se hace fácil hablar contigo... Lo echaré de menos.
- Pues echarme de menos -contestó él serio- No podría ser de otra manera -entonces le dedicó una sonrisa, antes de añadir - Seguro que volveremos a vernos pronto.
- No sé si mucho, tengo otras tantas cosas en las que pensar –contestó ella, lo que le valió una exagerada expresión de ofensa por parte del elfo. Mirándolo después con una mueca añadió- Tan pronto como me busques -replicó divertida- La próxima vez te toca a ti.
- Hecho –respondió él- Me pasaré de visita. Prometido.
Tarek Inglorien
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
Cuando las blancas arenas de la playa de los Ancestros comenzaron a verse en el horizonte, la embarcación en la que viajaban los elfos comenzó a virar, apartándose de las demás y acercándose hasta una pequeña bahía, perfecta para el desembarco de los dos. La tripulación de Nomil todavía continuaría varias millas, hasta el último puerto antes de Vulwufar.
—Gracias por el viaje, nos ha ahorrado mucho. Pese a los imprevistos...— se dirigió hacia Nomil, mientras sus hombres preparaban el tablón y disponían a los caballos para el descenso, añadiendo aquella última apreciación con una risa comedida que enmascaraba bastante culpabilidad.
—Gracias a vosotros. No pensé que el riesgo fuese real, pero por lo que veo la ruta se ha vuelto más peligrosa.— acompañó sus palabras con un gesto que denotaba agradecimiento —¿De verdad no consideraríais uniros a la tripulación?— tanteó, como había hecho en varias ocasiones durante la travesía, en un último intento por sumar escolta a sus viajes de negocios. Ella medio rió de nuevo.
—No, lo siento. Al menos yo no lo he reconsiderado...— miró a Tarek de soslayo con gesto burlón, que negó con la cabeza. —Igualmente, ya no os queda mucho para llegar a puerto. Seguro que el tramo es mucho más tranquilo.— y se dispuso a bajar del barco.
—Gracias por la oferta, pero creo que yo también debo volver a declinarla.— estiró el brazo y Nomil lo agarró, apretando ambos por los antebrazos en señal de despedida —Buen viaje. Espero que los vientos soplen a vuestro favor.
—Y que los dioses os lleven a vosotros a salvo allá a donde vayáis.— respondió al elfo y después se volvió hacia ella para inclinarse a modo de despedida, antes de girarse y empezar a gritar algunas órdenes por la cubierta.
Una vez en tierra firme y viendo cómo el navío se alejaba para unirse a la comitiva que había continuado su rumbo, aunque con la marcha aminorada, la elfa contempló un momento el bosque que se levantaba tras la playa.
—Bueno... ¿Hacia dónde? Tú dirás.— esperó indicaciones para ubicar el campamento Ojosverdes desde aquel lugar. Tras un vistazo alrededor del elfo, que parecía asimismo evaluar dónde se encontraban, obtuvo su respuesta.
—Rumbo al norte. Debería dehaber algún paso entre los cantiles más adelante.
Mientras caminaban atravesando la playa su cabeza pareció hacerse verdaderamente consciente de dónde se encontraban. Parándose a pensar, en aquella playa empezó su interés por el oeste. Si bien su búsqueda se inició por ir tras los pasos de los evacuados, había quedado fascinada nada más cruzar el río.
«Tal vez deberías cruzar el río, explorar el "otro" Sandorai, la zona oeste.
Cada vez se forman más colonias en la frontera.»
Cada vez se forman más colonias en la frontera.»
Curioso el humor de los Dioses, que habían guiado sus pasos y ahora todo acababa dónde empezó. Sonrió con nostalgia cuando los recuerdos se hicieron reflejo en su mente, pues después de aquel, las vivencias comenzaron a reproducirse mentalmente, tanto las vividas en los últimos meses como aquellas de la más tierna infancia.
—Hacía tiempo que no pisaba esta playa. Ahora está mucho más tranquila.— medio rió, recordando a cuántos había albergado la última vez. —Pero siempre se ve tan bien…
—¿Habías venido antes?— le preguntó curioso —Pensé que los del norte no os pasáis por aquí a menudo.
—Alguna que otra. Menos, con los años. Es cierto que no lo teníamos demasiado a mano... Pero eso lo hacía más emocionante cuando se daba la ocasión.
—Me lo puedo imaginar. Nosotros sólo estábamos a un par de horas y aún así siempre era un día especial.
—¿Cuánto hay de aquí a tu campamento?
—Al Campamento Sur...— pareció meditarlo un poco —Algo menos de una jornada. Si paramos a descansar en cuanto oscurezca, deberíamos llegar mañana a mediodía, más o menos.
—Al menos esta noche la pasaremos en tierra amiga.
Tarek levantó los brazos sobre su cabeza y se estiró, haciendo crujir la espalda.
—Será un buen cambio. Al menos no tendremos que temer morir a cada segundo por algo inesperado e imprevisible... Espero. ¿Alguna anécdota de tus visitas a estos lares?
—Es lo esperable, ¿no?— respondió retóricamente ante su comentario. Ante su pregunta cambió el gesto, como haciendo un repaso mental rápido, antes de reír para sí. —Lo más reciente fue la celebración del Lithe que convocó el Consejo tras el ataque. Fue... Bueno, un cúmulo de sensaciones.— malexplicó, rascándose la frente con cierto reparo. —Ver a tantos de los nuestros reunidos aquí, de alguna manera fue simbólico. Y un tanto curioso que se unieran tantos otros...— carraspeó un poco para desviar el tema de gente extranjera por las playas de los elfos —El festejo que se preparó tras las ofrendas, pues...— medio rió de nuevo, recordando el ritual de los hongos —Digamos que fue catártico.
Tarek la miró entonces con una ceja alzada y en su rostro se reflejó una expresión de preferencia por no saber los detalles.
—A nosotros no nos dejaron unirnos, evidentemente. El Consejo del clan consideró que era una ofensa que dejasen entrar a... Extranjeros en nuestras tierras. Pero llegaron rumores….
—Lo contrario sí me habría sorprendido.— se encogió de hombros. —¿Qué te parece a ti? Una apertura así.
—No sé si me convence demasiado que vengan extraños a una de nuestras tierras sagradas. Tampoco creo que te extrañe.— expuso con una leve sonrisa.
—Si te soy sincera, la idea me abrumó. Negar que la playa siempre ha sido más o menos accesible para cualquiera es absurdo, pero de ahí a dar la bienvenida a una multitud... No sé, eso es muy diferente a volver la mirada si eventualmente transita algún viajero...— miró un momento a su alrededor —Demasiada gente, demasiado cerca.— sentenció —Quizá por eso los ancianos se dedicarán a repartir hongos por doquier, para alterar la memoria de los presentes pasado el jolgorio.— cuestionó con sorna.
Ante lo último, a Tarek pareció escapársele una ligera carcajada, como si aquel apunte le hubiera resultado del todo inesperado. Tras unos minutos consiguió serenarse.
—Entonces probablemente fuese mejor que no vinieramos. No habría acabado bien.— comentó —Nunca supe por qué habían decidido montar esa fiesta. ¿Alguna idea?
—¿Levantar la moral?— guardó silencio un instante —Pese a todo... Imagínalo. Un montón de familias y clanes reunidos, el Pueblo aunado en algo que supongo que intentaba ser próspero tras la devastación de la batalla...— suspiró —Durante la ceremonia de la gran hoguera se rindió homenaje de alguna manera a lo perdido y se invitó a celebrar el seguir aquí. Y por una noche pudo parecer que todo estaba bien.
—Suena bien, visto así.— comentó con calma —Está bien que lo intentasen, aunque nada volverá a ser como antes. Los clanes... Hay desconfianza.
Aylizz lo miró con la ceja alzada. Aquel no le pareció un comentario despreocupado, un decir por decir, aunque con la forma de ver las cosas del elfo, ese realismo impregnado de un taciturno pesimismo, que no juzgaba pero en según qué momentos podía sacar de quicio. Otras, sin embargo, le hacían sentir que pensar en un futuro prometedor era cosa de necios. Y en muchas ocasiones se le hacía incapaz de distinguir si eran impresiones propias o aprendidas. Entonces entrecerró un poco los ojos con más curiosidad que sospecha.
—¿Qué opinas del Consejo?
—Creo que hacen lo que pueden.— consideró tras pensar la respuesta unos segundos —Sandorai es un mundo complejo y cada clan tiene unos valores propios, que habitualmente entran en conflicto con los de otros clanes. Deberían ser aquellos que protegen nuestro mundo, pero a veces... Parecen más interesados en la política que en la gente.— entonces la miró —¿Qué opinas tú?
—Antes te habría dicho que tienen un papel fundamental, pero vivía en el corazón del bosque, donde su influencia es más directa. Ahora... Bueno. El país es muy extenso y sólo llegan a todos las directrices más imperiosas. Si por lo general la gente se organiza para sobrevivir porque otros no se preocupan, me hace pensar que no son tan necesarios.— se encogió de hombros —La verdad es que, oh, sorpresa, no estoy instruida en el arte de la gobernabilidad ni la estrategia.
—Supongo que hay que estar hecho de una pasta especial para eso.— consoló sonriente.
La arena fina y blanca comenzó a mezclarse con la tierra tostada de los caminos, indicando el final de la playa. Y después de atravesar el cantil, todo se volvió verde y frondoso. Por fin.
—El viaje ha estado bien.— comentó Tarek —Pero esto es lo que hace que siempre quiera volver a casa.— añadió, señalando los árboles y el bosque en sí.
—No podría estar más de acuerdo.— medio rió con agrado y tomó una respiración profunda, cerrando un momento los ojos. Al abrirlos añadió —El mundo ahí fuera es más grande, pero no tan acogedor.
—Si tuvieses que revivir Midgard, ¿qué te llevarías de aquí?— preguntó con curiosidad, retomando el hilo de lo que habían hablado en el barco.
—Sin pensarlo mucho…— sopesó la pregunta un momento, echando un último vistazo alrededor —Empezaría por especies que hayan sobrevivido a los últimos ataques. Es evidente que harían falta ejemplares resistentes.— pateó una ramita mientras caminaban —Aunque dudo que pudiera llegar a ser nada parecido…
—No creo que se pueda crear nunca nada parecido a esto. Sandorai es demasiado… Único, especial. Pero supongo que uno podría crear algo nuevo, un lugar en el que sentirse como en casa.— se encogió de hombros —¿Sabes lo que no me llevaría yo? Acebillo. Por Imbar, como odio esa maldita planta. No sabes lo terrible que es hasta que no te caes encima de una.
—Oh, si, la verdad es que no veo la necesidad de dejar que algo así prolifere.— medio rió —Supongo que es la ventaja de repoblar, ¿no? Lo que no aporta nada bueno se puede olvidar. Y en lo personal, una desagua más a gusto si no tiene que preocuparse de que nada le raspe.— jamás se habría imaginado compartiendo un detalle como aquel con el elfo, pero lo hizo sin el menor reparo.
El peliblanco se rió de nuevo, meneando la cabeza. Ella lo miró mientras lo hacía, antes de levantar la vista al cielo y buscar el sol.
—Deberíamos ir pensando en acampar. Y pensar en la cena.— añadió, llevando la mano al vientre con sutileza —No debería resultar difícil dar con algún animalejo por aquí.
—Si. Una larga noche de descanso vendrá bien. Te he visto pescar, pero nunca cazar. ¿Qué manjar nos vas a proveer hoy?— le preguntó en tono burlón.
La elfa abrió los ojos emulando sorpresa y se señaló a sí misma antes de resoplar con desdén.
—Lo que sea que me traigas para cocinar.— replicó, poniendo una mueca divertida.
—Bueno, si te ves incapaz de hacerlo, pues tendré que ir yo. Ahora entiendo por qué siempre nos caía pescado en Urd.— le dijo aún más burlón.
—Discúlpame. Soy hija de cazador, sólo estoy haciéndome a un lado para no dejarte en mal lugar.— se encogió de hombros con desdén —Y el pescado es muy nutritivo, deberías agradecer que me preocupe por alimentarnos bien.
—Excusas... Simples y llanas excusas. Qué se le va a hacer.— dió un par de pasos, como para dirigirse hacia el bosque profundo, antes de girarse y añadir —Aunque, si tan segura estás de tus habilidades, siempre podemos hacer una apuesta.
Ella lo miró dubitativa cuando se giró, pero al escuchar su propuesta sonrió con picardía.
—¿Qué propones?
—En una hora, en este mismo lugar. Veamos quién puede traer algo. ¿Te animas?
—¿Necesitas tanto tiempo?— preguntó con sorna, cruzándose de brazos. —Está bien, sí, no hay problema. ¿Y qué harás por mí cuando pierdas?
—Intentaba darte ventaja, pero si te ves tan holgada podemos reencontrarnos antes.— meditó entonces un segundo su pregunta antes de responder —¿Qué harás tú si gano yo?
Aylizz apretó los labios, ahogando una pequeña carcajada, comenzando a darle la espalda y andar hacia el lado contrario del bosque.
—Tengo una hora para decidirlo.— y le guiñó un ojo antes de entrelazar las manos tras la espalda y empezar a caminar.
Como una hora más tarde…
La elfa regresaba satisfecha. Le había costado dar con algo medianamente decente y comestible, pero finalmente logró hacerse con una buena pieza para cenar. Y antes de que el tiempo se agotara. Caminaba con la cabeza alta, poniendo en duda mentalmente que su compañero hubiese tenido la misma habilidad, aunque era absurdo pensar que no hubiera sido capaz de encontrar nada. Cuando llegó al cruce de caminos en el que se habían despedido, distinguió a Tarek de espaldas entre los árboles, utilizando un tronco caído como asiento, y una sonrisa vanidosa se dibujó en su rostro.
—Ah, ¿ya estás aquí? ¿Y con las manos vaci...— la sonrisa desapareció tan repentinamente como apareció cuando al acercarse del todo descubrió tras el tronco, a los pies del elfo, un corzo a punto de ser desollado. Su cara fue indescriptible. —Ocupadas. Vaya.— parpadeó un segundo, arrugó la nariz y torció el morro. Después llevó la mirada al kiwi que sostenía por las patas, colgando boca abajo, comprendiendo que no tenía nada por lo que sentirse orgullosa, dadas las circunstancias. —Bueno.— se dio entonces la vuelta con falsa dignidad —De hambre no moriremos.— y se sentó a desplumar al animal cuidadosamente, para después separar las espinas de su pelaje y guardarlas en una bolsita.
—Bueno, siempre podemos hacer una sopa con eso.— señaló al ave —Como aperitivo. Y luego nos damos al plato principal.— señaló entonces al corzo —Creo que podemos dejarlo en tablas. ¿No crees?
Aylizz parpadeó muy lentamente ante aquellas palabras inundadas de burla, mientras levantaba la mirada con la cara plana hacia él. Después miró al corzo de nuevo.
—No me gusta perder. Y debería aprender a no jugar las que no puedo ganar. Pero una apuesta es una apuesta.— volvió a su pollo con gesto de indiferencia y quitó un par de plumas en silencio, manteniendo la dignidad un momento antes de empezar a reír para sí, finalmente dejando escapar una risa —Un corzo. ¿En serio? ¿No encontraste nada más grande?— replicó con sorna y lo miró resignada —¿Qué te vas a cobrar?
—Podría haber sido un jabalí.— comentó como quien no quiere la cosa —Pero me pareció un poco exagerado. Y solo apostamos a ver quién podía traer algo, no quién podía traer la presa más grande.— acabando de desollar, empezó a despiezarlo.
Para Aylizz aquella práctica resultaba tan normal como respirar, pero le cambió la cara al recapitular mentalmente la apuesta aceptada para finalmente asentir con gesto conformista.
—Eso es cierto. Claro, si. Por eso me he conformado con el kiwi, no había necesidad de esforzarse tanto.— comentó casual, esforzándose por no reírse mientras trataba de mantener la seriedad.
—Claro…— contestó él —Además, ¿qué haríamos con dos presas grandes? No hay que desperdiciar la comida.— se levantó —Voy a por leña para hacer una hoguera. A menos que quieras tú.— y le sonrió de lado. Ella lo miró de abajo a arriba al mostrarse tan dispuesto, pero se limitó a asentir.
—No, no. Ya que te ofreces...— y extendió el brazo indicando el bosque.
—Vale, pero no agries con tu envidiosa mirada mi presa.— dijo en tono jocoso antes de alejarse.
Una vez prendida la hoguera y habiendo decidido no hacer sopita de Kiwi, por no echar más leña al fuego emocional, disfrutaron de la que sería su última cena juntos. Si sus cálculos eran correctos y nada los entorpecía en el camino, para cuando llegase la siguiente noche ya estaría en Eddamber.
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Aylizz Wendell
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Re: Donde hubo fuego [Privado] [Cerrado]
El amanecer los encontró aún dormidos, sabiéndose a salvo en su tierra natal. Con calma saborearon los restos de la cena del día anterior, mientras mantenían una animada conversación sobre nada en particular. Tarek observó a la elfa un segundo, antes de ocultar una sonrisa tras su siguiente bocado. Todavía recordaba la altiva expresión de Aylizz, cuando había regresado al claro, portando aquel pequeño pajarillo. La misma expresión que pronto se había tornado en incredulidad y vergüenza, tiñendo de rojo las mejillas de la chica, al darse cuenta de que el peliblanco había cazado una presa, ligeramente, más grande. Había intentado aligerar el momento y restarle importancia, pero sabía que aquella expresión en su cara lo haría reír más de una vez cuando el momento volviese a su memoria.
La mañana se encontraba ya avanzada, cuando tomaron camino al norte. Poco a poco, el bosque fue mudando a su alrededor, dejando atrás los últimos vestigios de la playa de los ancestros, para dar paso a los frondosos bosques sureños. Tarek había viajado lo suficiente por las tierras élficas como para saber que el bosque cambiaba notablemente del norte al sur. Las especies arbóreas y la fauna eran diferentes o se habían adaptado a la orografía y el clima de la región. Todo Sandorai era una oda a la vida y a la naturaleza, pero los bosques del sur siempre habían tenido algo especial para él. Quizás fuesen las impenetrables copas de los árboles, que crecían más altos que en otras regiones, en busca de un sol que apenas llegaba al suelo. Aquello sumía la boscosa región en una ligera penumbra, interrumpida puntualmente por haces de brillante luz. El suelo, cubierto de hojas y musgo, semejaba una alfombra interminable.
- Oye... ¿Debo asumir que tendrás que informar de lo que hayas hecho en tu ausencia? –la voz de Aylizz resonó en la calmada mañana.
Tarek la observó un segundo. Había estado tan ensimismado en sus propios pensamientos que, por un momento, fue incapaz de entender lo que la chica le preguntaba. Las palabras parecieron cobrar finalmente sentido en su cabeza.
- Claro –respondió serio- Siempre debo pasar cuentas de lo que hago. Seguro que les interesa mucho saber que me di un tranquilo paseo por las orillas del Tymer –levantó una mano para enumerar lo que iba diciendo-, que visité las antiguas tierras de nuestro pueblo para que pudieses cerrar un trato comercial… y que un grupo de inmundos esclavistas humanos no volverá a pulular por el continente –terminó, solo para añadir después- ¡Ah! y que las vistas desde los barcos que navegan río abajo son tremendamente apacibles, a menos que te ataque un grupo de forajidos sin posibilidades –guardó silencio un instante, antes de que una imagen se formas en su mente- Ya me imagino a Gwynn poniendo una expresión maliciosa y preguntado con retintín "¿Y seguro que no pasó nada más?" –dijo, imitando el tono del otro elfo, antes de poner los ojos en blanco. Escuchó a Aylizz reír a su lado.
- Así relatado, habiendo escuchado sobre alguna de tus misiones, sí parece sospechosamente cotidiano –la chica alzó entonces los brazos, para estirarse- Pero está bien saber que puedes evitar los detalles en tus reportes.
- Me he escapado las suficientes veces de Campamento sin permiso como para saber que puedo contra la verdad sin necesidad de contar la "verdad" –comentó Tarek, mirándola- No sé si me explico.
- ¡Pero bueno! –exclamó la chica- No resultas tan servicial después de todo, te atreves a saltarte las normas –comentó ella, bromeando.
- Tampoco es que omita información crucial para la supervivencia del clan y hasta ahora siempre han asumido que si me callo algo es porque se trata de una cuestión personal. No me gustaría sacarlos de su error –respondió, sonriendo ligeramente- Y tú, ¿darás cuentas a alguien cuando llegues?
- Lissinda preguntará cómo ha ido sin esperar grandes detalles. Siempre pregunta, aunque por genuino interés convivencial –bajó entonces los brazos, hasta colocarlos tras la nuca- Aunque nunca rechaza una gran historia de campo. Es sorprendente, tiene una biblioteca en una salita repleta de recopilaciones de viajes e historia del mundo.
- Estoy seguro de que es una mujer fascinante y esa biblioteca una maravilla. La gente que acumula saber siempre se merece admiración -tras unos instantes se atrevió a preguntar- ¿Sois familia? –Aylizz le contestó negando ligeramente con la cabeza.
- Me alojé en su casa una noche, de paso por su aldea. Yo volvía a Teruëll, poco después del ataque, pero entonces no sabía que había ocurrido -guardó silencio un momento antes de continuar- No creí que pudiera quedarme cuando la encontré desolada y ella me había ofrecido su puerta abierta, así que... Bueno, me acogió -suspiró audiblemente, antes de finalizar- Y hasta ahora.
- Entonces es familia –respondió el peliblanco sin más.
La elfa hizo el amago de replicar, pero finalmente optó por guardar silencio. Permaneció pensativa unos instantes, reflexionando sobre lo que Tarek acababa de decir.
- Si, supongo que lo es –comentó finalmente, esbozando una media sonrisa.
Continuaron caminando en silencio, disfrutando de la compañía y la calma que les daba estar en tierra conocida. Tras los eventos de las jornadas anteriores, el peliblanco agradeció aquel sosiego. Sabía que, a su llegada al Campamento, tendría pocos instantes de calma como aquel, pues pronto requerirían sus servicios como vigía en la urbe o para alguna de las muchas misiones que el clan tenía en las fronteras.
- ¿Qué vas a hacer ahora? Cuando llegues –preguntó a la joven al cabo de un rato, con curiosidad- ¿Ir a ver a tu jefe el desagradecido? ¿Una nueva aventura a tierras inhóspitas? ¿Hundirte en la miseria? –su último comentario arrancó una risa de la chica, que lo miró como si realmente evaluase aquella opción.
- Creo que me daré un tiempo para poner todo en orden. Tengo nuevas notas que repasar cientos de veces, así que estaré entretenida –contestó ella, enfatizando sus palabras con las manos- Y siendo honesta, me apetece encerrarme en la caseta con mis plantitas y brebajes –añadió riendo- Que también está bien abstraerse del mundo a veces. ¿Qué hay de ti? ¿Crees que te mandarán de misión para compensar el tiempo de ausencia?
- Ni idea –contestó él, encogiéndose de hombros- Supongo que, si surge algo en lo que pueda ser útil, me enviarán. Pero lo más probable es que me toque patrullar por el campamento unas semanas. No voy a quejarme, eso siempre me da tiempo para sentarme a leer y visitar mi antigua casa. Aunque tarde o temprano acabaré saliendo a alguna misión. Solo espero que me toque en el norte, nunca he estado allí. ¿Has ido alguna vez más allá de Ulmer? –preguntó finalmente, con cierto entusiasmo. En cambio, el gesto de ella se volvió sombrío.
- He llegado hasta las llanuras nevadas –contestó la elfa lacónicamente.
- Suena a mala experiencia –comentó el peliblanco, tras observarla un instante.
- Lo fue –vio como lo observaba de reojo unos segundos, como dudando si seguir o no hablando- Pero bueno, no puedes decidirte a viajar sin saber lo que te vas a encontrar y esperar que todo salga bien, ¿no? –replicó finalmente con sorna- Fue mi último viaje antes de decidir volver a casa. Supongo que estaba asustada, no sé. Me pregunté qué demonios hacía tan lejos de aquí, cuando ni siquiera había marchado hasta allí por necesidad –resopló, dándose una pausa- Mientras tanto, Sandorai era atacado. Mi hogar vaciado y los míos... –la vio apretar los puños con fuerza y volver a dirigirle una de aquellas miradas evaluadoras- Desde entonces sopeso mucho las circunstancias antes de salir.
- Supongo que viajar a lugares ignotos puede ser.... peligroso –respondió él, tras reflexionar sobre las palabras de la chica.
El silencio volvió a instaurarse entre ellos unos instantes, antes de que la chica se decidiese a volver a hablar
- ¿Tú has llegado muy lejos? O esas escapadas se reducían a pasear alrededor del redil –preguntó, con tono de burla.
- Principalmente hacia el este, cerca de las fronteras. Ur ha sido probablemente lo más al norte que he llegado al este del continente y Ulmer al este. Siempre he sentido curiosidad por Dundarak.
- La ciudad de los dragones... No sé mucho sobre ella. No esperaría nada distinto a otras grandes ciudades salvo, bueno, que tienen dragones –expuso ella, imprimiendo de cierto entusiasmo sus últimas palabras.
- Si, sería una decepción que no los tuviesen –contestó él, riéndose ligeramente- ¿Te lo imaginas? Tampoco sé que esperarme de ellos. He luchado junto a hombres-bestia, elfos, contra brujos... pero nunca he coincidido con un dragón. Nuestras runas –añadió, tocándose la cara- se supone que son un regalo de uno de ellos a nuestro clan.
- Son impresionantes –aseguró la elfa con seguridad, haciendo referencia a los dragones- Agua, fuego y roca. Son los que he visto.
- Algún día –comentó esperanzador el peliblanco- Aunque tendré que pedirme una excedencia. Las misiones nunca llegan tan al norte.
- ¿Por qué tanto interés? ¿Tiene que ver con las runas?
- Supongo que si –contestó asintiendo- Las crónicas cuentan que algunos de nuestros antepasados viajaron al norte, a ver el origen de "nuestro don". Supongo que siento curiosidad por ver lo que ellos vieron.
- Pues me parece un buen siguiente paso –comentó ella, sonriendo- ¿En qué consiste esa excedencia? ¿Se olvidan de ti indefinidamente hasta que te des cuenta de lo mucho que los echas de menos? –preguntó en tono de guasa, arrugando la nariz.
- Dudo que esperasen tanto tiempo –fue la respuesta del peliblanco, tras reírse de su comentario- Yo más bien lo definiría como buscarme una excusa plausible para marcharme una temporada y, ya que ando por el mundo, acercarme hasta allí.
- Excusa plausible... A ese tipo de cosas me refiero cuando cuestiono tu libertad –comentó entonces ella, con cierto retintín en la voz- Pero espero que la encuentres y puedas hacer ese viaje. Un don merece conocerse.
- Bueno, no puedes decir que no fomentan mi creatividad –respondió él en broma, antes de añadir en tono más serio- Yo también lo espero.
El sol acaba de traspasar la línea del mediodía cuando llegaron a un cruce de caminos. Aylizz, sin pensarlo demasiado, enfiló hacia el que se encontraba a su izquierda. El peliblanco, en cambio, detuvo sus pasos.
- Si ese es tu sendero, creo que entonces ha llegado la hora de despedirnos.
Ella detuvo entonces sus pasos, girándose ligeramente para mirarlo. Parecía confundida.
- ¿Ya? –preguntó, sacudiendo después la cabeza, como para corregir sus palabras- Quiero decir... que no pensaba que estuviéramos tan cerca –volviéndose entonces, retrocedió unos cuantos pasos hasta la posición del peliblanco, al que le dedicó una sonrisa comedida- En tal caso, sí –para después añadir, en tono de broma- Y por momentos parecía que no iba a llegar.
- Siempre puedes cambiar de idea y pasarte a saludar –respondió él a su vez en el mismo tono jocoso.
- Em... –Aylizz pareció pensárselo un momento- No, creo que eso no pasará –respondió a su oferta.
- Ha sido agradable. Gracias por venir a buscarme –comentó entonces el peliblanco, en tono más serio.
Ella lo observó un instante, antes de inclinarse hacia él y abrazarlo por encima de los hombros. El gesto tomó por sorpresa a Tarek, que se quedó quieto un instante, antes de devolverle el abrazo con cuidado.
- Gracias a ti, de verdad, por acompañarme en una búsqueda ilusoria –reforzó sus últimas palabras, apretando ligeramente el agarre, antes de separarse de él. Tomado sus manos entre las suyas, añadió- Me has dado nuevas perspectivas en las que pensar –una cálida sonrisa cruzó entonces su rostro- Cuídate mucho –añadió finalmente, apretando ligeramente sus manos antes de soltarlas- No lo dejes todo en manos de los Dioses.
- Tu cuídate también –le respondió a su vez el joven- Espero que el resto de tu viaje discurra sin complicaciones –sonriendo ante su mención a los dioses, añadió- Lo intentaré. Tomaré mi destino ente las manos e iré a visitarte, como prometí. Seguro que volvemos a vernos pronto.
Con un último gesto de la mano, ambos se despidieron, tomando caminos diferentes en aquella trivial bifurcación, sin saber que la siguiente vez que sus caminos se cruzasen los ánimos y las circunstancias serían diametralmente diferentes.
La mañana se encontraba ya avanzada, cuando tomaron camino al norte. Poco a poco, el bosque fue mudando a su alrededor, dejando atrás los últimos vestigios de la playa de los ancestros, para dar paso a los frondosos bosques sureños. Tarek había viajado lo suficiente por las tierras élficas como para saber que el bosque cambiaba notablemente del norte al sur. Las especies arbóreas y la fauna eran diferentes o se habían adaptado a la orografía y el clima de la región. Todo Sandorai era una oda a la vida y a la naturaleza, pero los bosques del sur siempre habían tenido algo especial para él. Quizás fuesen las impenetrables copas de los árboles, que crecían más altos que en otras regiones, en busca de un sol que apenas llegaba al suelo. Aquello sumía la boscosa región en una ligera penumbra, interrumpida puntualmente por haces de brillante luz. El suelo, cubierto de hojas y musgo, semejaba una alfombra interminable.
- Oye... ¿Debo asumir que tendrás que informar de lo que hayas hecho en tu ausencia? –la voz de Aylizz resonó en la calmada mañana.
Tarek la observó un segundo. Había estado tan ensimismado en sus propios pensamientos que, por un momento, fue incapaz de entender lo que la chica le preguntaba. Las palabras parecieron cobrar finalmente sentido en su cabeza.
- Claro –respondió serio- Siempre debo pasar cuentas de lo que hago. Seguro que les interesa mucho saber que me di un tranquilo paseo por las orillas del Tymer –levantó una mano para enumerar lo que iba diciendo-, que visité las antiguas tierras de nuestro pueblo para que pudieses cerrar un trato comercial… y que un grupo de inmundos esclavistas humanos no volverá a pulular por el continente –terminó, solo para añadir después- ¡Ah! y que las vistas desde los barcos que navegan río abajo son tremendamente apacibles, a menos que te ataque un grupo de forajidos sin posibilidades –guardó silencio un instante, antes de que una imagen se formas en su mente- Ya me imagino a Gwynn poniendo una expresión maliciosa y preguntado con retintín "¿Y seguro que no pasó nada más?" –dijo, imitando el tono del otro elfo, antes de poner los ojos en blanco. Escuchó a Aylizz reír a su lado.
- Así relatado, habiendo escuchado sobre alguna de tus misiones, sí parece sospechosamente cotidiano –la chica alzó entonces los brazos, para estirarse- Pero está bien saber que puedes evitar los detalles en tus reportes.
- Me he escapado las suficientes veces de Campamento sin permiso como para saber que puedo contra la verdad sin necesidad de contar la "verdad" –comentó Tarek, mirándola- No sé si me explico.
- ¡Pero bueno! –exclamó la chica- No resultas tan servicial después de todo, te atreves a saltarte las normas –comentó ella, bromeando.
- Tampoco es que omita información crucial para la supervivencia del clan y hasta ahora siempre han asumido que si me callo algo es porque se trata de una cuestión personal. No me gustaría sacarlos de su error –respondió, sonriendo ligeramente- Y tú, ¿darás cuentas a alguien cuando llegues?
- Lissinda preguntará cómo ha ido sin esperar grandes detalles. Siempre pregunta, aunque por genuino interés convivencial –bajó entonces los brazos, hasta colocarlos tras la nuca- Aunque nunca rechaza una gran historia de campo. Es sorprendente, tiene una biblioteca en una salita repleta de recopilaciones de viajes e historia del mundo.
- Estoy seguro de que es una mujer fascinante y esa biblioteca una maravilla. La gente que acumula saber siempre se merece admiración -tras unos instantes se atrevió a preguntar- ¿Sois familia? –Aylizz le contestó negando ligeramente con la cabeza.
- Me alojé en su casa una noche, de paso por su aldea. Yo volvía a Teruëll, poco después del ataque, pero entonces no sabía que había ocurrido -guardó silencio un momento antes de continuar- No creí que pudiera quedarme cuando la encontré desolada y ella me había ofrecido su puerta abierta, así que... Bueno, me acogió -suspiró audiblemente, antes de finalizar- Y hasta ahora.
- Entonces es familia –respondió el peliblanco sin más.
La elfa hizo el amago de replicar, pero finalmente optó por guardar silencio. Permaneció pensativa unos instantes, reflexionando sobre lo que Tarek acababa de decir.
- Si, supongo que lo es –comentó finalmente, esbozando una media sonrisa.
Continuaron caminando en silencio, disfrutando de la compañía y la calma que les daba estar en tierra conocida. Tras los eventos de las jornadas anteriores, el peliblanco agradeció aquel sosiego. Sabía que, a su llegada al Campamento, tendría pocos instantes de calma como aquel, pues pronto requerirían sus servicios como vigía en la urbe o para alguna de las muchas misiones que el clan tenía en las fronteras.
- ¿Qué vas a hacer ahora? Cuando llegues –preguntó a la joven al cabo de un rato, con curiosidad- ¿Ir a ver a tu jefe el desagradecido? ¿Una nueva aventura a tierras inhóspitas? ¿Hundirte en la miseria? –su último comentario arrancó una risa de la chica, que lo miró como si realmente evaluase aquella opción.
- Creo que me daré un tiempo para poner todo en orden. Tengo nuevas notas que repasar cientos de veces, así que estaré entretenida –contestó ella, enfatizando sus palabras con las manos- Y siendo honesta, me apetece encerrarme en la caseta con mis plantitas y brebajes –añadió riendo- Que también está bien abstraerse del mundo a veces. ¿Qué hay de ti? ¿Crees que te mandarán de misión para compensar el tiempo de ausencia?
- Ni idea –contestó él, encogiéndose de hombros- Supongo que, si surge algo en lo que pueda ser útil, me enviarán. Pero lo más probable es que me toque patrullar por el campamento unas semanas. No voy a quejarme, eso siempre me da tiempo para sentarme a leer y visitar mi antigua casa. Aunque tarde o temprano acabaré saliendo a alguna misión. Solo espero que me toque en el norte, nunca he estado allí. ¿Has ido alguna vez más allá de Ulmer? –preguntó finalmente, con cierto entusiasmo. En cambio, el gesto de ella se volvió sombrío.
- He llegado hasta las llanuras nevadas –contestó la elfa lacónicamente.
- Suena a mala experiencia –comentó el peliblanco, tras observarla un instante.
- Lo fue –vio como lo observaba de reojo unos segundos, como dudando si seguir o no hablando- Pero bueno, no puedes decidirte a viajar sin saber lo que te vas a encontrar y esperar que todo salga bien, ¿no? –replicó finalmente con sorna- Fue mi último viaje antes de decidir volver a casa. Supongo que estaba asustada, no sé. Me pregunté qué demonios hacía tan lejos de aquí, cuando ni siquiera había marchado hasta allí por necesidad –resopló, dándose una pausa- Mientras tanto, Sandorai era atacado. Mi hogar vaciado y los míos... –la vio apretar los puños con fuerza y volver a dirigirle una de aquellas miradas evaluadoras- Desde entonces sopeso mucho las circunstancias antes de salir.
- Supongo que viajar a lugares ignotos puede ser.... peligroso –respondió él, tras reflexionar sobre las palabras de la chica.
El silencio volvió a instaurarse entre ellos unos instantes, antes de que la chica se decidiese a volver a hablar
- ¿Tú has llegado muy lejos? O esas escapadas se reducían a pasear alrededor del redil –preguntó, con tono de burla.
- Principalmente hacia el este, cerca de las fronteras. Ur ha sido probablemente lo más al norte que he llegado al este del continente y Ulmer al este. Siempre he sentido curiosidad por Dundarak.
- La ciudad de los dragones... No sé mucho sobre ella. No esperaría nada distinto a otras grandes ciudades salvo, bueno, que tienen dragones –expuso ella, imprimiendo de cierto entusiasmo sus últimas palabras.
- Si, sería una decepción que no los tuviesen –contestó él, riéndose ligeramente- ¿Te lo imaginas? Tampoco sé que esperarme de ellos. He luchado junto a hombres-bestia, elfos, contra brujos... pero nunca he coincidido con un dragón. Nuestras runas –añadió, tocándose la cara- se supone que son un regalo de uno de ellos a nuestro clan.
- Son impresionantes –aseguró la elfa con seguridad, haciendo referencia a los dragones- Agua, fuego y roca. Son los que he visto.
- Algún día –comentó esperanzador el peliblanco- Aunque tendré que pedirme una excedencia. Las misiones nunca llegan tan al norte.
- ¿Por qué tanto interés? ¿Tiene que ver con las runas?
- Supongo que si –contestó asintiendo- Las crónicas cuentan que algunos de nuestros antepasados viajaron al norte, a ver el origen de "nuestro don". Supongo que siento curiosidad por ver lo que ellos vieron.
- Pues me parece un buen siguiente paso –comentó ella, sonriendo- ¿En qué consiste esa excedencia? ¿Se olvidan de ti indefinidamente hasta que te des cuenta de lo mucho que los echas de menos? –preguntó en tono de guasa, arrugando la nariz.
- Dudo que esperasen tanto tiempo –fue la respuesta del peliblanco, tras reírse de su comentario- Yo más bien lo definiría como buscarme una excusa plausible para marcharme una temporada y, ya que ando por el mundo, acercarme hasta allí.
- Excusa plausible... A ese tipo de cosas me refiero cuando cuestiono tu libertad –comentó entonces ella, con cierto retintín en la voz- Pero espero que la encuentres y puedas hacer ese viaje. Un don merece conocerse.
- Bueno, no puedes decir que no fomentan mi creatividad –respondió él en broma, antes de añadir en tono más serio- Yo también lo espero.
[…]
El sol acaba de traspasar la línea del mediodía cuando llegaron a un cruce de caminos. Aylizz, sin pensarlo demasiado, enfiló hacia el que se encontraba a su izquierda. El peliblanco, en cambio, detuvo sus pasos.
- Si ese es tu sendero, creo que entonces ha llegado la hora de despedirnos.
Ella detuvo entonces sus pasos, girándose ligeramente para mirarlo. Parecía confundida.
- ¿Ya? –preguntó, sacudiendo después la cabeza, como para corregir sus palabras- Quiero decir... que no pensaba que estuviéramos tan cerca –volviéndose entonces, retrocedió unos cuantos pasos hasta la posición del peliblanco, al que le dedicó una sonrisa comedida- En tal caso, sí –para después añadir, en tono de broma- Y por momentos parecía que no iba a llegar.
- Siempre puedes cambiar de idea y pasarte a saludar –respondió él a su vez en el mismo tono jocoso.
- Em... –Aylizz pareció pensárselo un momento- No, creo que eso no pasará –respondió a su oferta.
- Ha sido agradable. Gracias por venir a buscarme –comentó entonces el peliblanco, en tono más serio.
Ella lo observó un instante, antes de inclinarse hacia él y abrazarlo por encima de los hombros. El gesto tomó por sorpresa a Tarek, que se quedó quieto un instante, antes de devolverle el abrazo con cuidado.
- Gracias a ti, de verdad, por acompañarme en una búsqueda ilusoria –reforzó sus últimas palabras, apretando ligeramente el agarre, antes de separarse de él. Tomado sus manos entre las suyas, añadió- Me has dado nuevas perspectivas en las que pensar –una cálida sonrisa cruzó entonces su rostro- Cuídate mucho –añadió finalmente, apretando ligeramente sus manos antes de soltarlas- No lo dejes todo en manos de los Dioses.
- Tu cuídate también –le respondió a su vez el joven- Espero que el resto de tu viaje discurra sin complicaciones –sonriendo ante su mención a los dioses, añadió- Lo intentaré. Tomaré mi destino ente las manos e iré a visitarte, como prometí. Seguro que volvemos a vernos pronto.
Con un último gesto de la mano, ambos se despidieron, tomando caminos diferentes en aquella trivial bifurcación, sin saber que la siguiente vez que sus caminos se cruzasen los ánimos y las circunstancias serían diametralmente diferentes.
Tarek Inglorien
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