La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
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Re: La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
La bandada de dragones cayó sobre Theriza como una tormenta. El sargento se había convertido en pura agua y su impacto contra el ala de la falsa diosa consiguió más avances en solidificar la lava que el que habíamos logrado entre todos hasta ese momento. Pero él no fue el único héroe que se sacrificó por la victoria. El resto de dragones, a pesar de no poder transformarse en agua no pusieron menos valor, se lanzaron contra sus alas en picado, disparando agua sin detenerse, confiando en haber creado suficiente roca en la lava como para poder apoyarse en ella y seguir convirtiendo en toca al monstruoso dragón. La mayoría de ellos no lo lograban y acababan calcinados por el magma. Entre el caos de dragones agonizantes intentando cumplir su misión pude distinguir las características alas plateadas de Lynna. Había sido de los que no tuvo suerte y sólo había conseguido crear suficiente roca como para apoyar las patas delanteras. La parte posterior de su cuerpo había comenzado a hundirse y ya estaba en llamas, pero a pesar del dolor que debía estar sufriendo, no dejaba de disparar contra la lava.
No pudiendo dejar que el sacrificio de más compañeros fuese en vano, volé para unirme con ellos, pero sus esfuerzos habían logrado su objetivo y la falsa diosa se desplomaba, destruyendo torres hasta estamparse contra el suelo. A pesar del golpe, la cabrona seguía viva y trataba de encender de nuevo sus alas. Pero no estábamos dispuesto a permitirlo. Los pocos que aún quedábamos en el aire atacamos de nuevo las alas con chorros de agua. Lynna solía decir que quería hacer algo grande, y al final lo había logrado, ahora no podíamos permitir que todo eso fuera para nada. Puede que no fuese a volver a escuchar sus horripilantes chistes, pero si sobrevivía tendría que asegurarme de que la recordasen como parte de la carga suicida del sargento Answar.
Aunque no iba a ser la última carga suicida de la noche. Esos cretinos arrogantes de los caballeros dragón atacaban desde el suelo a la dragona ahora que había quedado a su alcance. Nada me haría dejar de pensar que sus creencias de la pureza de los dragones eran una carga para todos los que luchábamos junto a ellos, pero eso no negaba su valor. Seguían luchando a pesar de que cada llamarada de la falsa diosa causaba estragos. Pero que estuviera centrada en ellos nos venía bien. Ya éramos muy escasos para poder mantener la presión y no podíamos dejar de lanzar agua contra las alas.
Por desgracia, no nos ignoraba lo suficiente y cuando levantaba la cabeza para disparar contra nosotros siempre conseguía llevarse a alguno. Estábamos desgastados ya por la lucha y las condiciones, y las llamaradas de la dragona eran tan grandes como podía esperarse de una bestia capaz de meterse un carro entero en la boca. Drae se había mantenido junto a mi durante casi toda la batalla, por eso me extrañó no verle después de dar un quiebro tras esquivar otro chorro de fuego. Mirando de nuevo en la última dirección que le había visto me encontré con una forma llameante surcando el aire. Volé hacia allí mientras lanzaba mi aliento para tratar de apagarlo, pero ya era tarde y lo que llegué a recoger era ya sólo un cadáver calcinado. Me costaba ver en ese cuerpo a la persona que más me había acompañado en esa época, a quien me había aguantado en esos momentos en los que ni yo misma hubiera querido estar conmigo, a quien me hubiera gustado llevarme de vuelta al continente para presentarle a mis sobrinos. Pero no había tiempo para la tristeza, la pérdida solamente inflamaba aún más mi ira. Y tras dejar el cuerpo volví a la carga. Vi que el brujo había conseguido hacerle una herida en el lomo, y fui tras él para engancharme a esa zona y empezar a escupir hielo contra la herida, antes de que ese líquido similar a hierro fundido tuviese tiempo de cerrarla.
Seguía atacando a esa herida sin cesar cuando escuché el alarido de la falsa diosa y al girarme vi al brujo sacar su espada del ojo de la dragona. La bestia se giró hacia él y le persiguió. Pensé que iba a reducirlo a cenizas con una llamarada como había hecho con muchos otros, pero se escondió tras un escudo mientras dividía la llamarada para que no golpease con toda su fuerza. Él y sus compañeros lograron clavarle algo en la boca para que no se cerrara. La falsa diosa empezó a lanzar aún más fuego y a agitarse para quitarse la lanza de la boca, pero no lo logró, aunque si que consiguió hacerme volar a mi. Aunque probablemente fue una suerte, porque seguidamente el brujo lanzó algo que la hizo explotar por dentro. Me cubrí con las alas para protegerme de la onda expansiva, y cuando las aparté ya no quedaba nada de la bestia más que un cadáver humanoide destrozado.
Me hubiera gustado gritar, o quizás ir a patear el cuerpo de esa bastarda, pero ya no tenía fuerzas para nada. Simplemente volví a mi forma humana y me quedé tirada en el suelo.
No sé cuanto tiempo estuve así hasta que noté a alguien que me agitaba del hombro y me hablaba.
- Vana. Vana. ¿Estás bien?- Al abrir los ojos reconocí la cara que me estaba agitando y me incorporé para abrazarla
- ¡Vera, estás viva!
- Ya ves. Me alegro de verte, empezaba a pensar que no había quedado nadie más.
- Bueno, tampoco te equivocas. Arrax, Elric, Lynna y Drae no han sobrevivido.
- ¿Cómo ha pasado?- La hablé de como todos ellos habían caído luchando contra Thariza pero me falló la voz mientras hablaba sobre Drae.- Joder... Lo siento.
- ¿Y sabes qué ha sido de los otros dos?
- Arthur no consiguió salir del edificio a tiempo.
- Pobre desgraciado... No he visto a nadie con más ganas de meterse en batalla, y cuando llega la más importante de todas no llega a verla... ¿Y Thomas?
- ¿No has visto al brujo mercenario?
- ¿El loco de la espada en llamas? Por supuesto.
- ¿Y no te has fijado en sobre quién iba montado?
- No puede ser... ¿En serio el crío ha sido uno de los grandes héroes de la batalla?
- Ya ves. Debe estar por ahí disfrutando de la gloria.- Vera se encogió de hombros esbozando un intento de sonrisa.
Y empecé a reírme, o quizás a llorar, mientras la abrazaba más fuerte y el sol iba saliendo de nuevo en la isla volcánica.
No pudiendo dejar que el sacrificio de más compañeros fuese en vano, volé para unirme con ellos, pero sus esfuerzos habían logrado su objetivo y la falsa diosa se desplomaba, destruyendo torres hasta estamparse contra el suelo. A pesar del golpe, la cabrona seguía viva y trataba de encender de nuevo sus alas. Pero no estábamos dispuesto a permitirlo. Los pocos que aún quedábamos en el aire atacamos de nuevo las alas con chorros de agua. Lynna solía decir que quería hacer algo grande, y al final lo había logrado, ahora no podíamos permitir que todo eso fuera para nada. Puede que no fuese a volver a escuchar sus horripilantes chistes, pero si sobrevivía tendría que asegurarme de que la recordasen como parte de la carga suicida del sargento Answar.
Aunque no iba a ser la última carga suicida de la noche. Esos cretinos arrogantes de los caballeros dragón atacaban desde el suelo a la dragona ahora que había quedado a su alcance. Nada me haría dejar de pensar que sus creencias de la pureza de los dragones eran una carga para todos los que luchábamos junto a ellos, pero eso no negaba su valor. Seguían luchando a pesar de que cada llamarada de la falsa diosa causaba estragos. Pero que estuviera centrada en ellos nos venía bien. Ya éramos muy escasos para poder mantener la presión y no podíamos dejar de lanzar agua contra las alas.
Por desgracia, no nos ignoraba lo suficiente y cuando levantaba la cabeza para disparar contra nosotros siempre conseguía llevarse a alguno. Estábamos desgastados ya por la lucha y las condiciones, y las llamaradas de la dragona eran tan grandes como podía esperarse de una bestia capaz de meterse un carro entero en la boca. Drae se había mantenido junto a mi durante casi toda la batalla, por eso me extrañó no verle después de dar un quiebro tras esquivar otro chorro de fuego. Mirando de nuevo en la última dirección que le había visto me encontré con una forma llameante surcando el aire. Volé hacia allí mientras lanzaba mi aliento para tratar de apagarlo, pero ya era tarde y lo que llegué a recoger era ya sólo un cadáver calcinado. Me costaba ver en ese cuerpo a la persona que más me había acompañado en esa época, a quien me había aguantado en esos momentos en los que ni yo misma hubiera querido estar conmigo, a quien me hubiera gustado llevarme de vuelta al continente para presentarle a mis sobrinos. Pero no había tiempo para la tristeza, la pérdida solamente inflamaba aún más mi ira. Y tras dejar el cuerpo volví a la carga. Vi que el brujo había conseguido hacerle una herida en el lomo, y fui tras él para engancharme a esa zona y empezar a escupir hielo contra la herida, antes de que ese líquido similar a hierro fundido tuviese tiempo de cerrarla.
Seguía atacando a esa herida sin cesar cuando escuché el alarido de la falsa diosa y al girarme vi al brujo sacar su espada del ojo de la dragona. La bestia se giró hacia él y le persiguió. Pensé que iba a reducirlo a cenizas con una llamarada como había hecho con muchos otros, pero se escondió tras un escudo mientras dividía la llamarada para que no golpease con toda su fuerza. Él y sus compañeros lograron clavarle algo en la boca para que no se cerrara. La falsa diosa empezó a lanzar aún más fuego y a agitarse para quitarse la lanza de la boca, pero no lo logró, aunque si que consiguió hacerme volar a mi. Aunque probablemente fue una suerte, porque seguidamente el brujo lanzó algo que la hizo explotar por dentro. Me cubrí con las alas para protegerme de la onda expansiva, y cuando las aparté ya no quedaba nada de la bestia más que un cadáver humanoide destrozado.
Me hubiera gustado gritar, o quizás ir a patear el cuerpo de esa bastarda, pero ya no tenía fuerzas para nada. Simplemente volví a mi forma humana y me quedé tirada en el suelo.
No sé cuanto tiempo estuve así hasta que noté a alguien que me agitaba del hombro y me hablaba.
- Vana. Vana. ¿Estás bien?- Al abrir los ojos reconocí la cara que me estaba agitando y me incorporé para abrazarla
- ¡Vera, estás viva!
- Ya ves. Me alegro de verte, empezaba a pensar que no había quedado nadie más.
- Bueno, tampoco te equivocas. Arrax, Elric, Lynna y Drae no han sobrevivido.
- ¿Cómo ha pasado?- La hablé de como todos ellos habían caído luchando contra Thariza pero me falló la voz mientras hablaba sobre Drae.- Joder... Lo siento.
- ¿Y sabes qué ha sido de los otros dos?
- Arthur no consiguió salir del edificio a tiempo.
- Pobre desgraciado... No he visto a nadie con más ganas de meterse en batalla, y cuando llega la más importante de todas no llega a verla... ¿Y Thomas?
- ¿No has visto al brujo mercenario?
- ¿El loco de la espada en llamas? Por supuesto.
- ¿Y no te has fijado en sobre quién iba montado?
- No puede ser... ¿En serio el crío ha sido uno de los grandes héroes de la batalla?
- Ya ves. Debe estar por ahí disfrutando de la gloria.- Vera se encogió de hombros esbozando un intento de sonrisa.
Y empecé a reírme, o quizás a llorar, mientras la abrazaba más fuerte y el sol iba saliendo de nuevo en la isla volcánica.
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Y supongo que aquí acaba el recuerdo del extractor de éter y Thariza
Monza Sylroc
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Re: La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
Zelas había recuperado su espíritu de pelea y ahora no les daba tregua a sus enemigos, cortando a cuanta creatura alada encontraba en su camino para acercarse a Oniria y evitar aquel oscuro futuro que les aguardaba, la melodía que resonaba en su interior le guiaba.
No peleaba solo para asegurar su futuro, sino que también el futuro de sus amigos y probablemente de todo Aerandir "a lo mejor puedo cobrar extra" pensó para si mismo ante la idea de publicitar su reciente hazaña si es que todo salía bien, sin embargo, descarto la idea rápidamente, probablemente volvería a morir después de esto y nadie le creería que había ayudado a salvar Aerandir otra vez.
El elfo había avanzado hasta su objetivo cuando noto que era ampliamente superado por números, -Voy a necesitar ayuda por acá!- gritaría el elfo mientras separaba aquella extraña replica de su espada compuesta de espadas, para empuñar con ambas manos mientras cortaba a los acechadores que podía cuando lo inevitable ocurrió los acechadores y sus números comenzaron a superarle, antes de que el miedo y la preocupación pudieran siquiera alojarse en su mente, un árbol majestuoso salía en su auxilio, atrapando a una gran cantidad de acechadores en sus ramas -Oh si!- señalaría el elfo ante tan inesperada ayuda y aprovecharía la oportunidad para degollar a unos cuantos acechadores, poniéndose finalmente en una posición donde pudiera ser de ayuda para Oniria.
-Si alguien me dijera que en 6 días en el futuro moriría y volvería acá para salvarte el trasero no le creería.... Excepto en la parte de morir, eso si suele ocurrir mucho- señalaría Zelas poniéndose en guarda para tasajear a cualquier acechador que se le pusiera en frente.
OFF: utilizo el Árbol de Elian a mi favor para posicionarme cerca de Oniria.
No peleaba solo para asegurar su futuro, sino que también el futuro de sus amigos y probablemente de todo Aerandir "a lo mejor puedo cobrar extra" pensó para si mismo ante la idea de publicitar su reciente hazaña si es que todo salía bien, sin embargo, descarto la idea rápidamente, probablemente volvería a morir después de esto y nadie le creería que había ayudado a salvar Aerandir otra vez.
El elfo había avanzado hasta su objetivo cuando noto que era ampliamente superado por números, -Voy a necesitar ayuda por acá!- gritaría el elfo mientras separaba aquella extraña replica de su espada compuesta de espadas, para empuñar con ambas manos mientras cortaba a los acechadores que podía cuando lo inevitable ocurrió los acechadores y sus números comenzaron a superarle, antes de que el miedo y la preocupación pudieran siquiera alojarse en su mente, un árbol majestuoso salía en su auxilio, atrapando a una gran cantidad de acechadores en sus ramas -Oh si!- señalaría el elfo ante tan inesperada ayuda y aprovecharía la oportunidad para degollar a unos cuantos acechadores, poniéndose finalmente en una posición donde pudiera ser de ayuda para Oniria.
-Si alguien me dijera que en 6 días en el futuro moriría y volvería acá para salvarte el trasero no le creería.... Excepto en la parte de morir, eso si suele ocurrir mucho- señalaría Zelas poniéndose en guarda para tasajear a cualquier acechador que se le pusiera en frente.
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Zelas Hazelmere
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Re: La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
El final fue inevitable. Aunque suponía que ese sería lo que tenía mayor probabilidad, no pude evitar sentir una desoladora desilusión.
Habíamos muerto. Todo cuanto hicimos, cada pequeño logro hasta las mayores hazañas, se redujeron a la nada, al vacío infinito. Cada alma que resplandeció fue consumida por la inexistencia.
Pero, aun en el fin de la realidad misma, el olvido se compadeció de nosotros y no nos devoró. Al menos, por ahora.
Imágenes de vidas pasadas refulgieron en la oscuridad. Era una colección de recuerdos cristalizados, y la basta cantidad de vidas era tan descomunal que permitía comprender el infinito mucho mejor que el propio infinito.
Varias de esas vidas se aproximaron en mi dirección. O quizás fui yo el que se dirigió hacia ellas. En cualquier caso, no importaba; el espacio no era más que un recuerdo.
Estaba pastando. La cosa verde del suelo sabía a cosa verde del suelo. Masticaba, masticaba y masticaba. Había algunas moscas revoloteando a mi alrededor. Intenté espantarlas sacudiendo mis orejas y mi colas. Y seguí comiendo la cosa verde del suelo.
De pronto apareció una criatura rara que andaba sobre dos patas y tenía pieles de colores más raros, aunque lo más raro es que, al verla durante días, pude notar que esa criatura podía quitarse esas pieles y colocarse otras. ¿Para qué necesitaba tantas pieles? Yo solo tenía una, de blanco y negro, y no necesitaba más.
Pero eso no era todo. Esa criatura siempre venía para tocar mis ubres y exprimirme la leche. Al principio, supuse que esa criatura tenía hambre y me confundió con su madre. Sentí pena por ella. Pero luego se iba con una cubeta llena con mi leche. Jamás la vi beberla. Era una criatura muy rara.
Esta última vez, sin embargo, no me robó la leche. Me hizo andar hacia una cosa extraña, hecha como un árbol, y tenía patas redondas. No fui la única; otras compañeras lecheras también subieron a esa cosa extraña.
Pasamos demasiado tiempo en la cosa extraña. Había mucho calor, muchas moscas, y mucho aire hediondo. Pero me acostumbré y olvidé dónde estuve antes. La cosa extraña era mi hogar.
No fue por mucho. La cosa extraña se detuvo. Nos hicieron salir. Vi un campo parecido a donde estaba antes. Recordé que antes de la cosa extraña yo ya existía. Pero ahora estaba en un lugar raro. El campo no era infinito; tenía un límite hacia algo parecido a una tierra de lana voladora, como las del cielo, pero no podía ser el cielo porque el cielo siempre estuvo arriba, no adelante. Muy raro.
Lo que no fue raro fue lo normal. Me llevaron a un sitio cerrado y mi vida volvió a consistir en existir, comer, espantar moscas y ser ordeñada por algún motivo desconocido.
Ya no había calor, eso era bueno. Nunca había calor en mi nuevo hogar.
Había mucho frío cuando oscurecía. Mucho frío.
Desperté cuando no estaba oscuro. Un quiquiriquí espantoso me despertó. Como todas las veces anteriores, quise matar. Dentro de la cosa extraña no había quiquiriquí. Ahora sí había quiquiriquí. El cielo resplandecía a mi alrededor… ¿Sobre qué estaba pensando antes?
Al cabo de un tiempo, pude salir a pastar. Vi a más vacas pastando, aburridas como siempre. Me acerqué a una de ellas y comí a su lado.
—Muu —dijo de pronto, y me sorprendió gratamente su cuestionamiento—. Muu —agregó, enfatizando el punto importante que toda vaca debería pensar para trascender.
—Muu —contesté, mirándola de soslayo.
La vaca me miró, como más aburrida que de costumbre. Mugió y se alejó de mi lado. «Muu», pensé, avergonzada por haberle dicho una sandez indigna de su intelectualidad.
Durante los siguientes momentos reflexioné sobre sus palabras. Entender su filosofía sería mi única meta desde ese momento. Miré la tierra de lana flotante, que estaba más gris que antes. Quise comer lana flotante. Caminé hacia la lana flotante. Comer lana flotando sería mi única meta desde ese momento.
Una de las bolas de lana centelleó repentinamente. Un estruendo amenazó con destruir el mundo entero un instante después.
El horror. Era el fin del mundo. Era el ruido más espantoso que alguna vez escuché. Mi única opción para sobrevivir a una muerte horripilante era huir hacia el lugar cerrado donde me ordeñaban.
Emprendí una carrera tan veloz como podía. Las demás vacas también corrían, aunque a otra dirección. Si todas iban a un sitio, tendrían una razón más válida que la mía. La mayoría siempre tenía la razón.
Corrí detrás de ellas. Corrí y corrí, y luego corrí más.
De pronto las vacas empezaron a desaparecer cuando alcanzaban el límite entre campo y tierra de lana. No entendí y mi instinto me dijo que desaparecer no era bueno. No obstante, si todas ellas lo hacían, entonces tendrían una razón más válida que la mía.
Fui la última en llegar al límite. No me detuve. Corrí y repentinamente dejé de sentir suelo. Había mucho viento. Había un sonido silbante pasando por mi cabeza. Tenía mucho miedo. No sabía dónde estaba, qué sucedía, en qué me había convertido.
Entonces una repentina lucidez iluminó mi mente, permitiéndome comprender la profundidad de las palabras de la vaca filosófica.
¿Quién era? ¿Dónde estaba? ¿A dónde me dirigía? Esas eran cuestiones importantes. Había muchísimo que descubrir. La realidad era más que pasto, moscas y lana. Quizás, aunque viviera varias vidas, jamás podría saberlo todo, pero en mi interior ahora rugía una ardiente curiosidad.
Noté que había algo verde acercándose a mí, a una velocidad impresionante. Era enorme, como el suelo, pero no podía ser el suelo porque el suelo nunca se movía, y esto sí se movía, haciéndose cada vez más y más grande. Mientras crecía, las demás vacas se convertían en manchas rojas al tocarla, y en la transformación hacían un sonido crujiente, húmedo y gracioso. Era raro, pero intrigante. Descubrir qué era esa cosa verde sería mi única meta desde ese momento.
Sentí una relampagueante explosión de dolor a través de todo mi cuerpo por un brevísimo instante.
Salí disparado lejos en el océano de recuerdos, sin poder borrar de mi ser la funesta sensación de una muerte vacuna.
Habíamos muerto. Todo cuanto hicimos, cada pequeño logro hasta las mayores hazañas, se redujeron a la nada, al vacío infinito. Cada alma que resplandeció fue consumida por la inexistencia.
Pero, aun en el fin de la realidad misma, el olvido se compadeció de nosotros y no nos devoró. Al menos, por ahora.
Imágenes de vidas pasadas refulgieron en la oscuridad. Era una colección de recuerdos cristalizados, y la basta cantidad de vidas era tan descomunal que permitía comprender el infinito mucho mejor que el propio infinito.
Varias de esas vidas se aproximaron en mi dirección. O quizás fui yo el que se dirigió hacia ellas. En cualquier caso, no importaba; el espacio no era más que un recuerdo.
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Estaba pastando. La cosa verde del suelo sabía a cosa verde del suelo. Masticaba, masticaba y masticaba. Había algunas moscas revoloteando a mi alrededor. Intenté espantarlas sacudiendo mis orejas y mi colas. Y seguí comiendo la cosa verde del suelo.
De pronto apareció una criatura rara que andaba sobre dos patas y tenía pieles de colores más raros, aunque lo más raro es que, al verla durante días, pude notar que esa criatura podía quitarse esas pieles y colocarse otras. ¿Para qué necesitaba tantas pieles? Yo solo tenía una, de blanco y negro, y no necesitaba más.
Pero eso no era todo. Esa criatura siempre venía para tocar mis ubres y exprimirme la leche. Al principio, supuse que esa criatura tenía hambre y me confundió con su madre. Sentí pena por ella. Pero luego se iba con una cubeta llena con mi leche. Jamás la vi beberla. Era una criatura muy rara.
Esta última vez, sin embargo, no me robó la leche. Me hizo andar hacia una cosa extraña, hecha como un árbol, y tenía patas redondas. No fui la única; otras compañeras lecheras también subieron a esa cosa extraña.
Pasamos demasiado tiempo en la cosa extraña. Había mucho calor, muchas moscas, y mucho aire hediondo. Pero me acostumbré y olvidé dónde estuve antes. La cosa extraña era mi hogar.
No fue por mucho. La cosa extraña se detuvo. Nos hicieron salir. Vi un campo parecido a donde estaba antes. Recordé que antes de la cosa extraña yo ya existía. Pero ahora estaba en un lugar raro. El campo no era infinito; tenía un límite hacia algo parecido a una tierra de lana voladora, como las del cielo, pero no podía ser el cielo porque el cielo siempre estuvo arriba, no adelante. Muy raro.
Lo que no fue raro fue lo normal. Me llevaron a un sitio cerrado y mi vida volvió a consistir en existir, comer, espantar moscas y ser ordeñada por algún motivo desconocido.
Ya no había calor, eso era bueno. Nunca había calor en mi nuevo hogar.
Había mucho frío cuando oscurecía. Mucho frío.
Desperté cuando no estaba oscuro. Un quiquiriquí espantoso me despertó. Como todas las veces anteriores, quise matar. Dentro de la cosa extraña no había quiquiriquí. Ahora sí había quiquiriquí. El cielo resplandecía a mi alrededor… ¿Sobre qué estaba pensando antes?
Al cabo de un tiempo, pude salir a pastar. Vi a más vacas pastando, aburridas como siempre. Me acerqué a una de ellas y comí a su lado.
—Muu —dijo de pronto, y me sorprendió gratamente su cuestionamiento—. Muu —agregó, enfatizando el punto importante que toda vaca debería pensar para trascender.
—Muu —contesté, mirándola de soslayo.
La vaca me miró, como más aburrida que de costumbre. Mugió y se alejó de mi lado. «Muu», pensé, avergonzada por haberle dicho una sandez indigna de su intelectualidad.
Durante los siguientes momentos reflexioné sobre sus palabras. Entender su filosofía sería mi única meta desde ese momento. Miré la tierra de lana flotante, que estaba más gris que antes. Quise comer lana flotante. Caminé hacia la lana flotante. Comer lana flotando sería mi única meta desde ese momento.
Una de las bolas de lana centelleó repentinamente. Un estruendo amenazó con destruir el mundo entero un instante después.
El horror. Era el fin del mundo. Era el ruido más espantoso que alguna vez escuché. Mi única opción para sobrevivir a una muerte horripilante era huir hacia el lugar cerrado donde me ordeñaban.
Emprendí una carrera tan veloz como podía. Las demás vacas también corrían, aunque a otra dirección. Si todas iban a un sitio, tendrían una razón más válida que la mía. La mayoría siempre tenía la razón.
Corrí detrás de ellas. Corrí y corrí, y luego corrí más.
De pronto las vacas empezaron a desaparecer cuando alcanzaban el límite entre campo y tierra de lana. No entendí y mi instinto me dijo que desaparecer no era bueno. No obstante, si todas ellas lo hacían, entonces tendrían una razón más válida que la mía.
Fui la última en llegar al límite. No me detuve. Corrí y repentinamente dejé de sentir suelo. Había mucho viento. Había un sonido silbante pasando por mi cabeza. Tenía mucho miedo. No sabía dónde estaba, qué sucedía, en qué me había convertido.
Entonces una repentina lucidez iluminó mi mente, permitiéndome comprender la profundidad de las palabras de la vaca filosófica.
¿Quién era? ¿Dónde estaba? ¿A dónde me dirigía? Esas eran cuestiones importantes. Había muchísimo que descubrir. La realidad era más que pasto, moscas y lana. Quizás, aunque viviera varias vidas, jamás podría saberlo todo, pero en mi interior ahora rugía una ardiente curiosidad.
Noté que había algo verde acercándose a mí, a una velocidad impresionante. Era enorme, como el suelo, pero no podía ser el suelo porque el suelo nunca se movía, y esto sí se movía, haciéndose cada vez más y más grande. Mientras crecía, las demás vacas se convertían en manchas rojas al tocarla, y en la transformación hacían un sonido crujiente, húmedo y gracioso. Era raro, pero intrigante. Descubrir qué era esa cosa verde sería mi única meta desde ese momento.
Sentí una relampagueante explosión de dolor a través de todo mi cuerpo por un brevísimo instante.
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Salí disparado lejos en el océano de recuerdos, sin poder borrar de mi ser la funesta sensación de una muerte vacuna.
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Rauko
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Re: La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
Beraneango. Kalevi Zakath
Era capaz de percibir la tensión en el aire. Los ojos verdes brillaron más metálicos de lo que lo hacían normalmente, observando el camino que se abría frente a él. Avanzaba sin hacer ruido a pesar de la corpulencia de su constitución. El sigilo era una habilidad importante para todo soldado. Y la sutileza una destreza necesaria.
- Estoy deseando meter los pies en algún arroyo frío - La voz de Lothar sonó a su derecha.
Su compañero de ruta llevaba hablando de forma casi ininterrumpida desde que habían salido de Lunargenta. El objetivo era claro. Como todos los años, servir de guardia a los comerciantes y ganaderos que se concentraban en una de las ferias más importantes de Verisar. Serían tres días de trabajo que, en principio no parecían revestir complicación. Pero Zakath no podía alejar la sombra de la duda.
Las noticias que había recibido en las últimas semanas de Cornelius lo dejaban claro.
Había reportes de Ojosverdes haciendo movimientos demasiado cerca de la frontera. Aquellas maniobras, con la fecha de la feria tan próxima había puesto al soldado en alerta. Miró por encima del hombro hacia el resto de miembros que componían la pequeña expedición. Dos docenas de soldados. Muchos de ellos haciendo prácticas en su primera misión lejos de la capital. De haber podido él tomar la decisión habría adoptado unas medidas diferentes a las implementadas en las anteriores ediciones. Pero por desgracia todavía faltaba para alcanzar aquel nivel de responsabilidad.
- ¿Qué te pasa? Pareces abatido Zak - su compañero le clavó el codo en la armadura, en la zona de las costillas, para llamar su atención.
- Reduce las palabras y todo irá bien - murmuró el moreno en respuesta.
- Tienes un genio terrible cuando quieres - se quejó su amigo, propinándole ahora un golpe con la palma de la mano en la zona alta de la espalda.
- Sabes que me gustan los hombres callados - se excusó, disimulando una leve sonrisa en la comisura de su boca.
- Y eso es algo que nos beneficia a los dos. No me atrae la idea de tener que competir contra ti por la atención de las doncellas. ¿Crees que habrá muchas jóvenes? - los ojos grises del humano chispearon con expresión soñadora.
- Entre cero y doscientas. - respondió con tranquilidad. - Hay muchos motivos por los que celebrar en un evento de este tipo. Seguro que encuentras la posibilidad de compartir un cálido lecho en estos días - lo alentó Zakath, recorriendo con sus ojos el perfil del terreno delante de ellos.
- ¿Es verdad que en este evento se reúnen tanto mujeres de la nobleza como campesinas? - preguntó con genuina curiosidad.
Zakath echó mentalmente la vista atrás. Desde que había cumplido los dieciocho lo enviaban siempre a aquella cita anual. Hacía de su primera vez ahora casi veinte años. Se recordó a si mismo que Lothar apenas había sobrepasado los veinte.
- Es cierto -
- ¿Y a ti qué grupo te atrae más? Bueno, en tu caso sería de entre los varones. ¿Ricos ropajes o telas de trabajo? - inquirió con curiosidad. Con la voz viva de quien se encuentra muy emocionado.
El moreno reprimió un suspiro, mientras se recordaba que la excitación era una característica ligada intrínsecamente a la juventud.
- No me importan las ropas que vistan. Me fijo en lo que hay debajo. Y te aseguro que despojados de la vestimenta todos lucimos iguales -
La carcajada de Lothar fue lo suficientemente estruendosa como para llamar la atención de los soldados que caminaban delante del grupo.
- Seguro que tienes razón, ¡eres todo un zorro! - se volvió a carcajear.
Zakath alzó los ojos al cielo mientras se armaba de paciencia, reprimiendo las ganas que sintió de darle un pescozón. Quienes controlan a los demás tienen fuerza, pero quienes se controlan a si mismos son fuertes. Él quería ser un hombre de los del segundo tipo.
Quizá se había equivocado. Observó el gentío desde los pies de una pequeña loma. La amplia extensión se abría paso en una zona que lindaba no lejos del límite de un espeso bosque. Las hojas verdes de los árboles llenaban de opacidad la foresta, impidiendo ver con claridad tras ellas y arrojando sombra al suelo. Aquello no le gustaba. Era el lugar perfecto desde el cual realizar un avance. Tender una trampa. Aproximarse sin ser vistos, hasta que fuese tarde.
Pero todo parecía indicar que no había ningún elfo a leguas alrededor de ellos.
O eso habían asegurado los exploradores que habían enviado tras sus insistentes súplicas al mando principal. Era consciente de que únicamente habían cedido en hacer caso a sus "elucubraciones" debido a su reputación. También era consciente que la búsqueda estéril le haría pagar algún precio a su vuelta en Lunargenta.
Podía ser que Cornelius hubiera estado errado en sus sospechas. Y sin embargo, el soldado no era capaz de sacudirse de encima aquella sensación de inminencia.
- ¿Sigues dándole vueltas? - preguntó Lothar deteniéndose a su lado con gesto despreocupado.
- Rápido como el viento, silencioso como el bosque que crece, raudo y devastador como el fuego, inmóvil como una montaña. - pronunció lentamente, sin apartar los ojos de la zona en la que se estaba llevando a cabo lo que parecía una puja por dos cabezas de ganado. - Las cualidades con las que debe de contar un buen ejército. Y no me cabe duda de que los Ojosverdes son poseedores de todas ellas. -
El suspiro de hastío fue audible, de una forma que hizo que Zakath descruzase los brazos que habían permanecido firmemente cerrados sobre su pecho.
- ¿No puedes relajarte ni por unos días? Los exploradores ya han regresado. A salvo y sin noticias que nos puedan hacer sospechar. - Se acercó a Zakath y lo tomó del hombro para acercarlo ligeramente a él. - Mira, seguro que de todos los presentes encuentras atractivos a algunos de ellos. Márcate un objetivo y prueba suerte esta noche - lo soltó con energía y palmeó con su mano abierta el trasero del moreno. - ¡Venga semental que nunca siembra! -
Cuando los ojos verdes de Zakath se posaron en él, Lothar no pudo evitar ponerse rojo, siendo consciente de lo que había hecho. El moreno avanzó un par de pasos hacia él, mirándolo desde su altura.
- Recuerda siempre el peligro cuando estés a salvo. No olvides el caos en tiempos de orden. Solo así estarás preparado - con agilidad, sin que el joven pudiera percibir el movimiento de su brazo, fue Zakath ahora el que rozó sus glúteos con la mano. Entornó las cejas y una expresión de malicia mal escondida cruzó sus labios. - Y evita jugar con el fuego equivocado - añadió antes de girarse para bajar por la suave elevación, de camino a la muchedumbre.
Había sido algo digno de ver. La voz aguda llamó su atención, por lo que pudo captar su triquiñuela casi desde el principio de la actuación. Se había quedado rezagado, observando desde una posición secundaria la escena que se desarrolló con una de las ganancias más elevadas del día. La ayuda había venido sin duda por parte de la señora Lundgren, pero a fin de cuentas, había sido el ánimo intrépido de la joven campesina lo que había seducido a la mujer de Baslodia para inclinarse a ayudarla en aquella función.
Meneó la cabeza cuando esbozó por un instante una sincera expresión de incredulidad. No estaba acostumbrada a aquel tipo de ardices. Y Zakath se alegró que le hubiera salido bien. Que la rueda de la justicia se inclinase de vez en cuando hacia el lado correcto era algo que había que agradecer a los Dioses.
Se volvió buscando entre los puestos algo para comer, mientras dirigía una mirada desconfiada hacia el límite cercano del bosque.
Fue una manzana lo que terminó en sus manos, mientras avanzaba sin preocuparse ahora de disimular el sonido que hacían sus pasos. Dejó a sus espaldas el asentamiento temporal de la feria y caminó en paralelo a la línea de árboles cruzando la pradera de un verde brillante. Observaba con desconfianza. Con la terquedad de quien siente que se haya en una posición correcta. Aunque el mundo se empeñase en decirle que estaba equivocado.
Reconoció su voz aún cuando sus ojos no la habían visto todavía. La chica de cabello oscuro, la que había conseguido el mejor precio del día por las vacas estaba a unas decenas de pasos de él, bajo un árbol. "¡Eh, hombretón! ¿Estás perdido?" Su pregunta hizo que la expresión adusta en el rostro del moreno cambiase a una más suave. Le había divertido. La joven no tenía ni idea de hasta que punto la mente del soldado estaba centrada en cada paso que daba. Y en lo que sus ojos buscaban con ansia entre las ramas de los árboles frente a ellos.
Pero dejó de buscar.
Observó como se liberaba del chaleco que llevaba y dejó que se acercase a él por pura curiosidad. Su avance fue tan claro que Zakath se quedó momentáneamente en blanco. Desde luego que no era ajeno a acciones como aquellas, pero no estaba acostumbrado a que nadie, hombre o mujer tomase la iniciativa de una forma tan impetuosa. La audacia de la chica lo dejó asombrado, y se quedó quieto mientras ella bailaba en torno a él.
Aquel juego lo desconcentró, y el bosque se sintió lejos por unos instantes, aliviando la presión del mal presagio que no conseguía sacarse de encima de su piel.
Era otra piel la que estaba llamando su atención en aquel instante, y los ojos metálicos de Zakath siguieron ahora a un bosque que le pareció más vivo que el que había estado mirando hasta entonces con recelo. Se dejó atrapar por el bosque que encontraba en la mirada de aquella desconocida.
Vio en la cercanía que, la luz del crepúsculo llenaba de destellos rojizos lo que hasta entonces le había parecido un cabello perfectamente oscuro en la chica.
No era un cuerpo de su preferencia, y a pesar de ello quería acariciar con la mano la suavidad de sus curvas.
Su rostro parecía delicado, pero se veía capaz de tomarlo entre las manos con la delicadeza necesaria para acercarlo a él.
Él siempre era quién determinaba cuándo, cómo y con quién. Y, aún así, la audacia de la morena lo inclinaba a, por primera vez, dejarse atrapar en aquel juego.
Ladeó el rostro y percibió el aire que sopló entonces a su espalda. Los dioses estaban dándole una señal. Y todo apuntaba en la dirección en la que ella se encontraba. Rompió la quietud en la que se hayaba e inició el camino que lo condujo a ella.
Observó el rostro de la chica entendiendo que no sabía su nombre todavía. Estaba dormida, pegada a su costado, con la cabeza enterrada contra la piel del soldado. Era cálida. Y se sentía tremendamente frágil. Aunque fragilidad no era lo que ella había demostrado en las primeras horas de la noche que habían pasado juntos.
No era aquella una cualidad que le gustase especialmente. Por algo se inclinaba a compartir el tiempo con hombres antes que con mujeres. La claridad de la mañana se entreveía iluminando la entrada del pequeño abrigo rocoso en el que habían pasado la noche juntos. Y el soldado no podía evitar meditar con cara de turbación al respecto.
Cierto que no era su primera mujer. Pero cierto también que el calor entre sus piernas le había hecho gozar de una forma casi febril.
La pasión de la muchacha ardía de una forma que costaba creer para una constitución tan pequeña en comparación con la suya. Y allí se encontraba él. Agotado y curiosamente satisfecho.
Sabía que no podía engañar a los Dioses. La experiencia con aquella chica de ojos verdes fue algo para lo que no había estado preparado.
Se llevó la mano a la cabeza y apartó los mechones oscuros que cubrían sus ojos, mientras con la mano libre acariciaba con un dedo la mejilla de su compañera.
Suave. Débil. Vulnerable.
Y deseable.
Esbozó una media sonrisa y extendió la mano, para tomar su camisa de soldado y taparla. La tela la cubrió desde los hombros hasta las rodillas y él aprovechó para deslizarse de su lado y salir hacia fuera.
La claridad era mayor en el exterior, y entonces Zakath fue consciente de dos cosas. Olía fuego, y en el suelo y en el aire había cenizas.
Retrocedió lo justo para recoger su espada sin hacer ruido y apenas comprobó que ella seguía dormida, ató el arma correctamente al cinturón del pantalón que llevaba puesto. Tomó las botas en una mano y avanzó unos cuantos metros hasta detenerse para calzarse evitando el ruido que podría haberla despertado antes de tiempo.
En aquel lugar estaba a salvo. Escondida y durmiendo.
Corrió atravesando la zona del bosque que la noche anterior habían recorrido entre besos y abrazos. La placidez de su despertar quedó despedazado por un creciente cargo de conciencia. La lúgubre certeza de que su temor era fundado. De que Cornelius estaba en lo cierto.
Se detuvo oteando el paisaje cuando llegó a la pradera. A un lado, el bosque de su desconfianza desde el día que habían llegado. Al otro, una extensión quemada y devastada. No dudó al continuar, pero en esta ocasión no lo hizo a la carrera. No había nadie por quién darse prisa. Así era cómo funcionaban los Ojosverdes.
No dejó que las imágenes de mujeres o niños penetrasen en él. Ni ver a su capitán, el mismo que había desestimado varias veces su petición con el tronco separado de sus piernas.
Tampoco ver los restos medio carbonizados de Lothar, con la garganta abierta. Dándole a su cabeza una posición completamente antinatural.
Nada de aquello podía afectarle. De hacerlo, los restos de todas aquellas personas tardarían mucho en ser entregadas a los Dioses. Y la naturaleza en su labor de aprovecharlo todo no tardaría mucho en tomar su parte en aquello.
Recorrió toda la extensión de lo que había sido la feria de ganado más importante de Verisar, sintiendo que los que habían marchado al caer la tarde el día anterior habían sido salvados por un motivo muy concreto.
Fue entonces cuando llegó al límite del bosque. Y en dónde encontró la última parte del espectáculo que aquellos elfos habían preparado para los humanos. Un aviso. Una advertencia que se alzaba en aquellas figuras crucificadas. Una burla, en la forma en la que sus ojos colgaban, fuera de sus cuencas.
Percibió entonces como el anciano, sorprendentemente todavía respiraba. Su caza torácica se hundía levemente, en los últimos estertores. El soldado avanzó. Sería poco lo que podría ahorrar a aquellas alturas de su padecimiento. Pero bien sabía que en ocasiones, un segundo de agonía podía parecer una eternidad completa.
- Los Dioses te guardarán un lugar principal, anciano - pronunció con voz firme y confiada. Con tono profundo, destinado a infundir valor a quienes le oían. El filo de la daga no hizo ruido cuando la extrajo de su funda, como tampoco lo hizo cuando atravesó la arteria que conectaba con la cabeza. La sangre manchó el pecho de ambos hombres, aunque al cabo de unos instantes solo uno de ellos respiraba.
Y como en otras ocasiones de su vida, Zakath quiso creer que aquello, aquel horror y aquellas muertes habían sucedido por algo. Aunque en aquellos instantes no fuese capaz de comprender cuál era el sentido de todo.
Pensó en el camino que tendría que recorrer hasta el pueblo más cercano.
En contactar con Cornelius.
Pero, antes de todo eso, pensó en ir a por ella y ponerla a salvo.
Off: continúo con la historia original en la que participan Sango y Tarek.
- Estoy deseando meter los pies en algún arroyo frío - La voz de Lothar sonó a su derecha.
Su compañero de ruta llevaba hablando de forma casi ininterrumpida desde que habían salido de Lunargenta. El objetivo era claro. Como todos los años, servir de guardia a los comerciantes y ganaderos que se concentraban en una de las ferias más importantes de Verisar. Serían tres días de trabajo que, en principio no parecían revestir complicación. Pero Zakath no podía alejar la sombra de la duda.
Las noticias que había recibido en las últimas semanas de Cornelius lo dejaban claro.
Había reportes de Ojosverdes haciendo movimientos demasiado cerca de la frontera. Aquellas maniobras, con la fecha de la feria tan próxima había puesto al soldado en alerta. Miró por encima del hombro hacia el resto de miembros que componían la pequeña expedición. Dos docenas de soldados. Muchos de ellos haciendo prácticas en su primera misión lejos de la capital. De haber podido él tomar la decisión habría adoptado unas medidas diferentes a las implementadas en las anteriores ediciones. Pero por desgracia todavía faltaba para alcanzar aquel nivel de responsabilidad.
- ¿Qué te pasa? Pareces abatido Zak - su compañero le clavó el codo en la armadura, en la zona de las costillas, para llamar su atención.
- Reduce las palabras y todo irá bien - murmuró el moreno en respuesta.
- Tienes un genio terrible cuando quieres - se quejó su amigo, propinándole ahora un golpe con la palma de la mano en la zona alta de la espalda.
- Sabes que me gustan los hombres callados - se excusó, disimulando una leve sonrisa en la comisura de su boca.
- Y eso es algo que nos beneficia a los dos. No me atrae la idea de tener que competir contra ti por la atención de las doncellas. ¿Crees que habrá muchas jóvenes? - los ojos grises del humano chispearon con expresión soñadora.
- Entre cero y doscientas. - respondió con tranquilidad. - Hay muchos motivos por los que celebrar en un evento de este tipo. Seguro que encuentras la posibilidad de compartir un cálido lecho en estos días - lo alentó Zakath, recorriendo con sus ojos el perfil del terreno delante de ellos.
- ¿Es verdad que en este evento se reúnen tanto mujeres de la nobleza como campesinas? - preguntó con genuina curiosidad.
Zakath echó mentalmente la vista atrás. Desde que había cumplido los dieciocho lo enviaban siempre a aquella cita anual. Hacía de su primera vez ahora casi veinte años. Se recordó a si mismo que Lothar apenas había sobrepasado los veinte.
- Es cierto -
- ¿Y a ti qué grupo te atrae más? Bueno, en tu caso sería de entre los varones. ¿Ricos ropajes o telas de trabajo? - inquirió con curiosidad. Con la voz viva de quien se encuentra muy emocionado.
El moreno reprimió un suspiro, mientras se recordaba que la excitación era una característica ligada intrínsecamente a la juventud.
- No me importan las ropas que vistan. Me fijo en lo que hay debajo. Y te aseguro que despojados de la vestimenta todos lucimos iguales -
La carcajada de Lothar fue lo suficientemente estruendosa como para llamar la atención de los soldados que caminaban delante del grupo.
- Seguro que tienes razón, ¡eres todo un zorro! - se volvió a carcajear.
Zakath alzó los ojos al cielo mientras se armaba de paciencia, reprimiendo las ganas que sintió de darle un pescozón. Quienes controlan a los demás tienen fuerza, pero quienes se controlan a si mismos son fuertes. Él quería ser un hombre de los del segundo tipo.
[...]
Quizá se había equivocado. Observó el gentío desde los pies de una pequeña loma. La amplia extensión se abría paso en una zona que lindaba no lejos del límite de un espeso bosque. Las hojas verdes de los árboles llenaban de opacidad la foresta, impidiendo ver con claridad tras ellas y arrojando sombra al suelo. Aquello no le gustaba. Era el lugar perfecto desde el cual realizar un avance. Tender una trampa. Aproximarse sin ser vistos, hasta que fuese tarde.
Pero todo parecía indicar que no había ningún elfo a leguas alrededor de ellos.
O eso habían asegurado los exploradores que habían enviado tras sus insistentes súplicas al mando principal. Era consciente de que únicamente habían cedido en hacer caso a sus "elucubraciones" debido a su reputación. También era consciente que la búsqueda estéril le haría pagar algún precio a su vuelta en Lunargenta.
Podía ser que Cornelius hubiera estado errado en sus sospechas. Y sin embargo, el soldado no era capaz de sacudirse de encima aquella sensación de inminencia.
- ¿Sigues dándole vueltas? - preguntó Lothar deteniéndose a su lado con gesto despreocupado.
- Rápido como el viento, silencioso como el bosque que crece, raudo y devastador como el fuego, inmóvil como una montaña. - pronunció lentamente, sin apartar los ojos de la zona en la que se estaba llevando a cabo lo que parecía una puja por dos cabezas de ganado. - Las cualidades con las que debe de contar un buen ejército. Y no me cabe duda de que los Ojosverdes son poseedores de todas ellas. -
El suspiro de hastío fue audible, de una forma que hizo que Zakath descruzase los brazos que habían permanecido firmemente cerrados sobre su pecho.
- ¿No puedes relajarte ni por unos días? Los exploradores ya han regresado. A salvo y sin noticias que nos puedan hacer sospechar. - Se acercó a Zakath y lo tomó del hombro para acercarlo ligeramente a él. - Mira, seguro que de todos los presentes encuentras atractivos a algunos de ellos. Márcate un objetivo y prueba suerte esta noche - lo soltó con energía y palmeó con su mano abierta el trasero del moreno. - ¡Venga semental que nunca siembra! -
Cuando los ojos verdes de Zakath se posaron en él, Lothar no pudo evitar ponerse rojo, siendo consciente de lo que había hecho. El moreno avanzó un par de pasos hacia él, mirándolo desde su altura.
- Recuerda siempre el peligro cuando estés a salvo. No olvides el caos en tiempos de orden. Solo así estarás preparado - con agilidad, sin que el joven pudiera percibir el movimiento de su brazo, fue Zakath ahora el que rozó sus glúteos con la mano. Entornó las cejas y una expresión de malicia mal escondida cruzó sus labios. - Y evita jugar con el fuego equivocado - añadió antes de girarse para bajar por la suave elevación, de camino a la muchedumbre.
[...]
Había sido algo digno de ver. La voz aguda llamó su atención, por lo que pudo captar su triquiñuela casi desde el principio de la actuación. Se había quedado rezagado, observando desde una posición secundaria la escena que se desarrolló con una de las ganancias más elevadas del día. La ayuda había venido sin duda por parte de la señora Lundgren, pero a fin de cuentas, había sido el ánimo intrépido de la joven campesina lo que había seducido a la mujer de Baslodia para inclinarse a ayudarla en aquella función.
Meneó la cabeza cuando esbozó por un instante una sincera expresión de incredulidad. No estaba acostumbrada a aquel tipo de ardices. Y Zakath se alegró que le hubiera salido bien. Que la rueda de la justicia se inclinase de vez en cuando hacia el lado correcto era algo que había que agradecer a los Dioses.
Se volvió buscando entre los puestos algo para comer, mientras dirigía una mirada desconfiada hacia el límite cercano del bosque.
Fue una manzana lo que terminó en sus manos, mientras avanzaba sin preocuparse ahora de disimular el sonido que hacían sus pasos. Dejó a sus espaldas el asentamiento temporal de la feria y caminó en paralelo a la línea de árboles cruzando la pradera de un verde brillante. Observaba con desconfianza. Con la terquedad de quien siente que se haya en una posición correcta. Aunque el mundo se empeñase en decirle que estaba equivocado.
Reconoció su voz aún cuando sus ojos no la habían visto todavía. La chica de cabello oscuro, la que había conseguido el mejor precio del día por las vacas estaba a unas decenas de pasos de él, bajo un árbol. "¡Eh, hombretón! ¿Estás perdido?" Su pregunta hizo que la expresión adusta en el rostro del moreno cambiase a una más suave. Le había divertido. La joven no tenía ni idea de hasta que punto la mente del soldado estaba centrada en cada paso que daba. Y en lo que sus ojos buscaban con ansia entre las ramas de los árboles frente a ellos.
Pero dejó de buscar.
Observó como se liberaba del chaleco que llevaba y dejó que se acercase a él por pura curiosidad. Su avance fue tan claro que Zakath se quedó momentáneamente en blanco. Desde luego que no era ajeno a acciones como aquellas, pero no estaba acostumbrado a que nadie, hombre o mujer tomase la iniciativa de una forma tan impetuosa. La audacia de la chica lo dejó asombrado, y se quedó quieto mientras ella bailaba en torno a él.
Aquel juego lo desconcentró, y el bosque se sintió lejos por unos instantes, aliviando la presión del mal presagio que no conseguía sacarse de encima de su piel.
Era otra piel la que estaba llamando su atención en aquel instante, y los ojos metálicos de Zakath siguieron ahora a un bosque que le pareció más vivo que el que había estado mirando hasta entonces con recelo. Se dejó atrapar por el bosque que encontraba en la mirada de aquella desconocida.
Vio en la cercanía que, la luz del crepúsculo llenaba de destellos rojizos lo que hasta entonces le había parecido un cabello perfectamente oscuro en la chica.
No era un cuerpo de su preferencia, y a pesar de ello quería acariciar con la mano la suavidad de sus curvas.
Su rostro parecía delicado, pero se veía capaz de tomarlo entre las manos con la delicadeza necesaria para acercarlo a él.
Él siempre era quién determinaba cuándo, cómo y con quién. Y, aún así, la audacia de la morena lo inclinaba a, por primera vez, dejarse atrapar en aquel juego.
Ladeó el rostro y percibió el aire que sopló entonces a su espalda. Los dioses estaban dándole una señal. Y todo apuntaba en la dirección en la que ella se encontraba. Rompió la quietud en la que se hayaba e inició el camino que lo condujo a ella.
[...]
Observó el rostro de la chica entendiendo que no sabía su nombre todavía. Estaba dormida, pegada a su costado, con la cabeza enterrada contra la piel del soldado. Era cálida. Y se sentía tremendamente frágil. Aunque fragilidad no era lo que ella había demostrado en las primeras horas de la noche que habían pasado juntos.
No era aquella una cualidad que le gustase especialmente. Por algo se inclinaba a compartir el tiempo con hombres antes que con mujeres. La claridad de la mañana se entreveía iluminando la entrada del pequeño abrigo rocoso en el que habían pasado la noche juntos. Y el soldado no podía evitar meditar con cara de turbación al respecto.
Cierto que no era su primera mujer. Pero cierto también que el calor entre sus piernas le había hecho gozar de una forma casi febril.
La pasión de la muchacha ardía de una forma que costaba creer para una constitución tan pequeña en comparación con la suya. Y allí se encontraba él. Agotado y curiosamente satisfecho.
Sabía que no podía engañar a los Dioses. La experiencia con aquella chica de ojos verdes fue algo para lo que no había estado preparado.
Se llevó la mano a la cabeza y apartó los mechones oscuros que cubrían sus ojos, mientras con la mano libre acariciaba con un dedo la mejilla de su compañera.
Suave. Débil. Vulnerable.
Y deseable.
Esbozó una media sonrisa y extendió la mano, para tomar su camisa de soldado y taparla. La tela la cubrió desde los hombros hasta las rodillas y él aprovechó para deslizarse de su lado y salir hacia fuera.
La claridad era mayor en el exterior, y entonces Zakath fue consciente de dos cosas. Olía fuego, y en el suelo y en el aire había cenizas.
Retrocedió lo justo para recoger su espada sin hacer ruido y apenas comprobó que ella seguía dormida, ató el arma correctamente al cinturón del pantalón que llevaba puesto. Tomó las botas en una mano y avanzó unos cuantos metros hasta detenerse para calzarse evitando el ruido que podría haberla despertado antes de tiempo.
En aquel lugar estaba a salvo. Escondida y durmiendo.
Corrió atravesando la zona del bosque que la noche anterior habían recorrido entre besos y abrazos. La placidez de su despertar quedó despedazado por un creciente cargo de conciencia. La lúgubre certeza de que su temor era fundado. De que Cornelius estaba en lo cierto.
Se detuvo oteando el paisaje cuando llegó a la pradera. A un lado, el bosque de su desconfianza desde el día que habían llegado. Al otro, una extensión quemada y devastada. No dudó al continuar, pero en esta ocasión no lo hizo a la carrera. No había nadie por quién darse prisa. Así era cómo funcionaban los Ojosverdes.
No dejó que las imágenes de mujeres o niños penetrasen en él. Ni ver a su capitán, el mismo que había desestimado varias veces su petición con el tronco separado de sus piernas.
Tampoco ver los restos medio carbonizados de Lothar, con la garganta abierta. Dándole a su cabeza una posición completamente antinatural.
Nada de aquello podía afectarle. De hacerlo, los restos de todas aquellas personas tardarían mucho en ser entregadas a los Dioses. Y la naturaleza en su labor de aprovecharlo todo no tardaría mucho en tomar su parte en aquello.
Recorrió toda la extensión de lo que había sido la feria de ganado más importante de Verisar, sintiendo que los que habían marchado al caer la tarde el día anterior habían sido salvados por un motivo muy concreto.
Fue entonces cuando llegó al límite del bosque. Y en dónde encontró la última parte del espectáculo que aquellos elfos habían preparado para los humanos. Un aviso. Una advertencia que se alzaba en aquellas figuras crucificadas. Una burla, en la forma en la que sus ojos colgaban, fuera de sus cuencas.
Percibió entonces como el anciano, sorprendentemente todavía respiraba. Su caza torácica se hundía levemente, en los últimos estertores. El soldado avanzó. Sería poco lo que podría ahorrar a aquellas alturas de su padecimiento. Pero bien sabía que en ocasiones, un segundo de agonía podía parecer una eternidad completa.
- Los Dioses te guardarán un lugar principal, anciano - pronunció con voz firme y confiada. Con tono profundo, destinado a infundir valor a quienes le oían. El filo de la daga no hizo ruido cuando la extrajo de su funda, como tampoco lo hizo cuando atravesó la arteria que conectaba con la cabeza. La sangre manchó el pecho de ambos hombres, aunque al cabo de unos instantes solo uno de ellos respiraba.
Y como en otras ocasiones de su vida, Zakath quiso creer que aquello, aquel horror y aquellas muertes habían sucedido por algo. Aunque en aquellos instantes no fuese capaz de comprender cuál era el sentido de todo.
Pensó en el camino que tendría que recorrer hasta el pueblo más cercano.
En contactar con Cornelius.
Pero, antes de todo eso, pensó en ir a por ella y ponerla a salvo.
Off: continúo con la historia original en la que participan Sango y Tarek.
Iori Li
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Re: La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
Ah, fascinante – dijo Cyrax excitado mientras inspeccionaba las pupilas del joven consciente.
Taquión no emitía ningún sonido ni reaccionaba a los estímulos, solo mostraba reflejos básicos y un ceño fruncido como si una emoción distante mantuviera su corazón latiendo.
El hombre con su mano con delicadeza miraba a través de una lentilla que se acercaba y alejaba con un mecanismo de retracción interesante. Trevor miraba asustado.
Sé que te estarás preguntando, por qué no dice nada ni se queja… - el hombre dibujó una sonrisa torva en su rostro. – La mayoría de sus terminaciones libres han quedado calcinadas, este hombre prácticamente no siente dolor. Además, mis trabajos en neurocirugía han sido excepcionales, T-1000 no tiene emociones. Extirpar la amígdala es complejo, está en la parte baja atravesando el hipotálamo y … - el hombre se perdía en sus explicaciones anatómicas. – No te imaginas lo sensible que son los humanos cuando tocas la masa gelatinosa que dirige todo.
Ahora podemos avanzar con el resto del procedimiento. Durante la tarde continuaré con los exámenes físicos y cognitivos. Aún sigue siendo un desgraciado frágil, un soplido y la muerte lo alcanzaría tras correr por semanas. – El hombre se quitó los guantes y se encaminó a una mesa en la esquina de la habitación para buscar un instrumento con forma de taladro. – Aún queda mucho por hacer, prepara el exoesqueleto.
El hombre dando vueltas a una manivela hacía que aquella pieza metálica girara con gran velocidad haciendo un sonido estrepitoso. T-1000 no se movía ni reaccionaba, por más que el científico se aproximaba nuevamente a su dirección. Acostado en la cama, sus ojos se tornaron cristalinos, una capa acuosa se hacía más gruesa en la superficie de su cornea...
Una luz brillante iluminó mi percepción. Encandilado por lo que parecía ser el sol, a los pocos segundos veía una planicie extensa con montañas que se difuminaba en un tono azul en el horizonte. Ya no estaba Trevor, no era nadie, no sentía y parecía un simple espectador obligado a seguir una escena cenital que me dirigía a su antojo para observar algo obligado.
Varios caballos desmontados esperaban a sus dueños que se reunían en un círculo entre charcos de sangre y humo. En el suelo, Taquión, lo reconocía de la mesa de operaciones. Los gritos y risas de sus captores me irritaba, pero impotente solo podía observar en aquella forma etérea. Uno de los mercenarios abandonó la concentración, a toda marcha hacia el sur en caballo.
Las horas pasaban…
El destino era injusto con Taquión y los mercenarios incluso se empezaban a cansar de quemar y lacerar a su víctima. Ya no gritaba, ya no lloraba, pero sus ojos rojos fúricos sentenciaban la muerte de aquellos hombres que poco a poco veían sus sonrisas y muecas apagadas. Sabía que estarían malditos y sentenciados.
A los pocos metros un cuerpo se desangraba, era apenas un niño, tenía el brazo mutilado y su extremidad estaba a unos pocos metros. Deseaba que estuviera muerto y así tuviese al menos un destino más clemente que Taquión, quien incluso con las atrocidades de la tortura se mantenía consiente y por alguna razón que incluso mis conocimientos de medicina desconocían, vivo.
Ataron el cuerpo de Taquión a uno de los caballos y montaron el cuerpo moribundo del niño sobre los lomos de otro corcel marrón. Empezaron su carrera hacia Ciudad Lagarto. Sin embargo, un hombre encapuchado los interceptó en las fronteras de la Base de los Bio, venía acompañado del mercenario que había dejado el grupo luego de la persecución. Montaron una fogata para esperar la noche, contando la historia de los cuerpos que llevaban. A las horas, con la llegada de la penumbra, un hombre escoltado por dos figuras delgadas llegó y ofreció un saco a los mercenarios que con carcajadas dejaron ambos cuerpos en el suelo. Su marcha inició nuevamente, dejando sus atrocidades atrás.
Este joven empezaba a hacerse un nombre entre los mercenarios. - dijo el hombre con una capa negra seguido de sus siervos. Reconocía esa voz - Taquión… Espero que puedas serme útil, el destino es cruel por dejarte así. Yo seré tu salvador y podrás tomar la venganza en tus manos. - Los lacayos del hombre colocaron el cuerpo destrozado sobre una camilla y entre ambos empezaron a trasladarlo de nuevo a las sombras.
Las palabras del hombre hicieron que los ojos de Taquión se cerraran, preso del cansancio, el dolor y quizás una tranquilidad por las promesas de aquel “salvador”. El joven no volvería abrir los ojos en mucho tiempo…
¿Y qué hacemos con el niño? - preguntó una voz temblorosa debajo de la capucha.
No me importa. Si quieres, llévalo a la Base, quizás algún novato querrá experimentar con él. Dudo que sobreviva…
La imagen de aquella escena cambió drásticamente con una oscuridad enceguecedora, cuando la luz volvió, estaba nuevamente en los pasos de Trevor, en 1264, lejos de mi presente, pero cerca de aquellas imágenes intrusivas de la destrucción de Taquión.
Trevor no entendía el significado verdadero de aquellas palabras, "¿exoesqueleto?", pero sabía cuál era su misión. Abandonando el cuarto de operaciones empezó a caminar los caminos laberínticos de la madriguera hacia una habitación apartada y cerrada con un mecanismo que solo se abriría al depositar un código de 4 cifras. Un artefacto ingenioso que protegía la cerradura y parecía ser solo de conocimiento del científico y su fiel sirviente.
Trevor entró a la habitación oscura con una antorcha que iluminaba varios cajones de madera, pesaban muchísimo e incluso con la ayuda de una carreta, el desplazar aquellos materiales exigía el esfuerzo de cada músculo del pobre siervo. Miraba con atención, extrañado y suspendido en la realidad que parecía extenderse por meses que parecían minutos.
Las operaciones y experimentos habían terminado. La estabilización habría durado según mis cuentas al menos 2 meses de operaciones. Posterior, ya el sujeto consciente, las “mejoras”, como era descrito por el orgulloso Cyrax, duraron al menos 4 semanas más.
Mi obra maestra, camina.
El sujeto T-1000 obedeció con un resplandor rojo en su ojo, el otro permanecía cubierto con una tela. No había emoción en su rostro, casi todo su cuerpo era de metal haciendo que con sus pasos un sonido frío hiciera eco en las paredes de aquel cuarto. Entraron a un domo de gran tamaño que incluso el mismo Trevor parecía desconocer su existencia, ahí Cyrax ordenó a su creación que se detuviera.
Cyrax sonreía - Solo obedece mis órdenes y no descansará hasta cumplirlas. No come, no necesita dormir, no tiene emociones y solo habla si se lo indico. - continuaba el científico dando vueltas admirando su creación con las manos a la espalda. - Prácticamente, es invulnerable y una vez termine su entrenamiento será invencible. Cuando era un humano iba a ser uno de los guerreros más grandes, ahora que es una máquina será El más grande. - dijo acentuando con soberbia.
Reconocía que aquella ingeniería todavía estaba fuera de mi alcance, e incluso solo la podía comparar con la de Corvo o algún invento alocado de Diógenes. Incluso Trevor se mostraba ansioso ante los resultados de su amo, sus manos sudaban y no podía contener sus temblores.
Su exoesqueleto está formado por algunos de los materiales más fuertes del continente, una aleaciones de carbono y mithril - indicó en su discurso mientras golpeaba sutilmente la placa del hombro de T-1000 - solo los herreros más capaces podrían trabajar con aquellos ingredientes, las espadas rebotaran en su cuerpo. Ni un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] o las escamas más duras de un dragón se le comparan en dureza. - El sujeto permanecía inmóvil mientras Cyrax continuaba su monólogo. - Sus articulaciones perfectas no dependen de cartílagos débiles, los mejores avances en tecnología brindan una elasticidad y velocidad incomparable…No más huesos que romper ni piel que cortar.
El hombre se detuvo mirando a Trevor - Es hora de iniciar el entrenamiento y que mi obra maestra pueda utilizar sus nuevos equipos. Necesito que llames a los mercenarios de Parches - (Ahora, con la muerte de Garrus los mercenarios que habían sido en su momento aliados de Taquión eran liderados por Parches, un idiota que había sido líder en la persecución y tortura de T-1000) - Quizás T-1000 quiera ver a sus antiguos amigos…
_______________________Taquión no emitía ningún sonido ni reaccionaba a los estímulos, solo mostraba reflejos básicos y un ceño fruncido como si una emoción distante mantuviera su corazón latiendo.
El hombre con su mano con delicadeza miraba a través de una lentilla que se acercaba y alejaba con un mecanismo de retracción interesante. Trevor miraba asustado.
Sé que te estarás preguntando, por qué no dice nada ni se queja… - el hombre dibujó una sonrisa torva en su rostro. – La mayoría de sus terminaciones libres han quedado calcinadas, este hombre prácticamente no siente dolor. Además, mis trabajos en neurocirugía han sido excepcionales, T-1000 no tiene emociones. Extirpar la amígdala es complejo, está en la parte baja atravesando el hipotálamo y … - el hombre se perdía en sus explicaciones anatómicas. – No te imaginas lo sensible que son los humanos cuando tocas la masa gelatinosa que dirige todo.
Ahora podemos avanzar con el resto del procedimiento. Durante la tarde continuaré con los exámenes físicos y cognitivos. Aún sigue siendo un desgraciado frágil, un soplido y la muerte lo alcanzaría tras correr por semanas. – El hombre se quitó los guantes y se encaminó a una mesa en la esquina de la habitación para buscar un instrumento con forma de taladro. – Aún queda mucho por hacer, prepara el exoesqueleto.
El hombre dando vueltas a una manivela hacía que aquella pieza metálica girara con gran velocidad haciendo un sonido estrepitoso. T-1000 no se movía ni reaccionaba, por más que el científico se aproximaba nuevamente a su dirección. Acostado en la cama, sus ojos se tornaron cristalinos, una capa acuosa se hacía más gruesa en la superficie de su cornea...
[…]
Una luz brillante iluminó mi percepción. Encandilado por lo que parecía ser el sol, a los pocos segundos veía una planicie extensa con montañas que se difuminaba en un tono azul en el horizonte. Ya no estaba Trevor, no era nadie, no sentía y parecía un simple espectador obligado a seguir una escena cenital que me dirigía a su antojo para observar algo obligado.
Varios caballos desmontados esperaban a sus dueños que se reunían en un círculo entre charcos de sangre y humo. En el suelo, Taquión, lo reconocía de la mesa de operaciones. Los gritos y risas de sus captores me irritaba, pero impotente solo podía observar en aquella forma etérea. Uno de los mercenarios abandonó la concentración, a toda marcha hacia el sur en caballo.
Las horas pasaban…
El destino era injusto con Taquión y los mercenarios incluso se empezaban a cansar de quemar y lacerar a su víctima. Ya no gritaba, ya no lloraba, pero sus ojos rojos fúricos sentenciaban la muerte de aquellos hombres que poco a poco veían sus sonrisas y muecas apagadas. Sabía que estarían malditos y sentenciados.
A los pocos metros un cuerpo se desangraba, era apenas un niño, tenía el brazo mutilado y su extremidad estaba a unos pocos metros. Deseaba que estuviera muerto y así tuviese al menos un destino más clemente que Taquión, quien incluso con las atrocidades de la tortura se mantenía consiente y por alguna razón que incluso mis conocimientos de medicina desconocían, vivo.
Ataron el cuerpo de Taquión a uno de los caballos y montaron el cuerpo moribundo del niño sobre los lomos de otro corcel marrón. Empezaron su carrera hacia Ciudad Lagarto. Sin embargo, un hombre encapuchado los interceptó en las fronteras de la Base de los Bio, venía acompañado del mercenario que había dejado el grupo luego de la persecución. Montaron una fogata para esperar la noche, contando la historia de los cuerpos que llevaban. A las horas, con la llegada de la penumbra, un hombre escoltado por dos figuras delgadas llegó y ofreció un saco a los mercenarios que con carcajadas dejaron ambos cuerpos en el suelo. Su marcha inició nuevamente, dejando sus atrocidades atrás.
Este joven empezaba a hacerse un nombre entre los mercenarios. - dijo el hombre con una capa negra seguido de sus siervos. Reconocía esa voz - Taquión… Espero que puedas serme útil, el destino es cruel por dejarte así. Yo seré tu salvador y podrás tomar la venganza en tus manos. - Los lacayos del hombre colocaron el cuerpo destrozado sobre una camilla y entre ambos empezaron a trasladarlo de nuevo a las sombras.
Las palabras del hombre hicieron que los ojos de Taquión se cerraran, preso del cansancio, el dolor y quizás una tranquilidad por las promesas de aquel “salvador”. El joven no volvería abrir los ojos en mucho tiempo…
¿Y qué hacemos con el niño? - preguntó una voz temblorosa debajo de la capucha.
No me importa. Si quieres, llévalo a la Base, quizás algún novato querrá experimentar con él. Dudo que sobreviva…
[…]
La imagen de aquella escena cambió drásticamente con una oscuridad enceguecedora, cuando la luz volvió, estaba nuevamente en los pasos de Trevor, en 1264, lejos de mi presente, pero cerca de aquellas imágenes intrusivas de la destrucción de Taquión.
Trevor no entendía el significado verdadero de aquellas palabras, "¿exoesqueleto?", pero sabía cuál era su misión. Abandonando el cuarto de operaciones empezó a caminar los caminos laberínticos de la madriguera hacia una habitación apartada y cerrada con un mecanismo que solo se abriría al depositar un código de 4 cifras. Un artefacto ingenioso que protegía la cerradura y parecía ser solo de conocimiento del científico y su fiel sirviente.
Trevor entró a la habitación oscura con una antorcha que iluminaba varios cajones de madera, pesaban muchísimo e incluso con la ayuda de una carreta, el desplazar aquellos materiales exigía el esfuerzo de cada músculo del pobre siervo. Miraba con atención, extrañado y suspendido en la realidad que parecía extenderse por meses que parecían minutos.
____________________________________________
Las operaciones y experimentos habían terminado. La estabilización habría durado según mis cuentas al menos 2 meses de operaciones. Posterior, ya el sujeto consciente, las “mejoras”, como era descrito por el orgulloso Cyrax, duraron al menos 4 semanas más.
Mi obra maestra, camina.
El sujeto T-1000 obedeció con un resplandor rojo en su ojo, el otro permanecía cubierto con una tela. No había emoción en su rostro, casi todo su cuerpo era de metal haciendo que con sus pasos un sonido frío hiciera eco en las paredes de aquel cuarto. Entraron a un domo de gran tamaño que incluso el mismo Trevor parecía desconocer su existencia, ahí Cyrax ordenó a su creación que se detuviera.
Cyrax sonreía - Solo obedece mis órdenes y no descansará hasta cumplirlas. No come, no necesita dormir, no tiene emociones y solo habla si se lo indico. - continuaba el científico dando vueltas admirando su creación con las manos a la espalda. - Prácticamente, es invulnerable y una vez termine su entrenamiento será invencible. Cuando era un humano iba a ser uno de los guerreros más grandes, ahora que es una máquina será El más grande. - dijo acentuando con soberbia.
Reconocía que aquella ingeniería todavía estaba fuera de mi alcance, e incluso solo la podía comparar con la de Corvo o algún invento alocado de Diógenes. Incluso Trevor se mostraba ansioso ante los resultados de su amo, sus manos sudaban y no podía contener sus temblores.
Su exoesqueleto está formado por algunos de los materiales más fuertes del continente, una aleaciones de carbono y mithril - indicó en su discurso mientras golpeaba sutilmente la placa del hombro de T-1000 - solo los herreros más capaces podrían trabajar con aquellos ingredientes, las espadas rebotaran en su cuerpo. Ni un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] o las escamas más duras de un dragón se le comparan en dureza. - El sujeto permanecía inmóvil mientras Cyrax continuaba su monólogo. - Sus articulaciones perfectas no dependen de cartílagos débiles, los mejores avances en tecnología brindan una elasticidad y velocidad incomparable…No más huesos que romper ni piel que cortar.
- T-1000 (Taquión):
El hombre se detuvo mirando a Trevor - Es hora de iniciar el entrenamiento y que mi obra maestra pueda utilizar sus nuevos equipos. Necesito que llames a los mercenarios de Parches - (Ahora, con la muerte de Garrus los mercenarios que habían sido en su momento aliados de Taquión eran liderados por Parches, un idiota que había sido líder en la persecución y tortura de T-1000) - Quizás T-1000 quiera ver a sus antiguos amigos…
Off
Termino la historia sobre Taquión, si desean conocer más sobre él pueden revisar [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y para el caso de Cyrax ver la biografía de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de Gnosis.
Zagreus desconoce los nombres e historias de ambos compañeros, por lo que toda su vivencia le resulta una película desconocida.
Zagreus
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Re: La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
La lluvia caía enfadada sobre los adoquines de ciudad lagarto. Con cada gota el suelo ya de por si algo embarrado parecía querer crear un río inmenso entre las fachadas de los edificios que daban lindes a la calzada, dificultando el paso de los viandantes que a pesar de la tempestad caminaban de aquí para allá.
La mayoría de ellos maldijeron al cielo en las primeras horas de la mañana, mientras de manera organizaba preparaban aquí y allá la decoración del evento de aquel día: Poco a poco, sin embargo, los habitantes de la ciudad habían aprendido a ignorar la humedad de sus vestidos de gala y esforzarse porque todo lo que rodease la única capilla de ciudad lagarto estuviese decorado según los estrictos requerimientos de Matthew Owens.
Las flores rojas y negras adornando la entrada del lugar, las guirnaldas de petúnias amarillas y violetas enmarcando la entrada. La alfombra algo macerada en agua que indicaba el recorrido que él mismo se iba a aventurar a hacer en menos de una hora.
Los habitantes compartían un sentimiento de alegría y jolgorio a pesar de las indigencias del tiempo.Algunos habían comenzado a compartir los efectos de las bebidas alcohólicas mientras otros se esforzaban en alzar una pérgola que al menos protegiese la plaza central de los efectos de la lluvia.
-owjrojo2ofi2i3fo2ijf...- cantaban ebrios de felicidad e hidromiel
Todos aportaban su buena fe, pues al fin y al cabo no todos los días se casaba el virrey de ciudad lagarto.
Al menos no todos los días aquel año.
Y de hecho, no todos los días de la mayoría del año anterior.
Eilydh no estaba nerviosa.
Matthew había mandado dos notas aquella mañana a sus aposentos: La primera contenía dos Aeros ambos con la cara del hombre forjada a ambos lados. La segunda, escrita con su caligrafía pequeña y alborotada explicaba en detalle una excusa para usar si decidía no presentarse.
Eilydh sonrió con dulzura ante los intentos del hombre para hacer aquel paso más... cómodo para ella misma. Consideró añadir aquella excusa a la lista de razones por las que ya sabía que estaba cometiendo un error. Se dijo a si misma que ambas columnas parecían aún más disparejas teniendo en cuenta que la única razón bajo los motivos a favor que contaba ( además de los añadidos por Matthew a posteriori) era : Para ser libre.
Aquello hizo presente el nudo en su estómago que hasta entonces había mantenido dormido. Su furia se alzó sintiéndose presa del destino y odiando a todos y cada uno de los hombres en su vida que la habían hecho llegar hasta aquel lugar. Incluido su futuro falso esposo.
Había analizado aquel momento de tantas maneras que el mero hecho de que fuese la opción más loca era tan solo un punto a tener en cuenta. Sobre todo porque sabía que no iba a encontrar a nadie como Matt. Nadie estaba tan roto como para ligar su vida a otra persona a sabiendas que nunca iba a recibir amor de ella. Al menos no el amor que se espera de dos recién casados.
El camino a la capilla fue complicado. Eilydh, por supuesto no había elegido el vestido que llevaba. Y la cola kilométrica era el énfasis del virrey por llamar la atención y diferenciarla de todas sus... casi 7 esposas anteriores. O las que fuera que fuesen. Su relfejo en el espejo era ajeno a lo que ella podía ser y a medida que caminaba en el centro de los estandartes que Matthew había organizado para la celebración posterior comenzó a reconocer caras entre la muchedumbre: Desvió la mirada de la mirada cargade de juicio de Helena Rhodes al pasar cerca de la entrada. Mefisto le guiñó un ojo al acceder al edificio.
Tan solo caminó unos pasos más y la mirada profunda de Anders sumido en la preocupación la hizo esbozar una sonrisa tranquila. El elfo cruzaba sus manos con la expresión contrariada de alguien que aún se pregunta si debe o no irse. A Eilydh le tranquilizó su presencia lo suficiente como para entender que aquello era la decisión acertada.
Tragó saliva, agarrándose al brazo de Martha durante su camino. La mujer enana la miró con ojos tristes diferentes al resto de las personas que se acumulaban a su alrededor. Apretó su mano al llegar al lugar indicado y se secó una lágrima de tristeza al separarse de ella.
Eilydh alzó la cabeza inundando sus pulmones de un aire frío e invocando con ello un silencio sepulcral: Mathew Owens vestido con un traje que ella misma había visto varias veces durante su producción la miraba con los ojos brillantes e iluminados.
-Exactamente 10 minutos tarde- dijo el hombre en su oido al tomarla cerca- Ya pensé que este iba a ser tu mayor desplante hacia mi hasta la fecha, querida...... Estaba nervioso por ello pero a la vez ilusionado porque al fin hayas tomado un gusto al drama- dijo y apretó sus labios contra el velo en su frente mientras se posicionaban en el altar.
La mujer frente a ellos, arrugada y con voz tosca tosió de manera sonora. El sonido de su tos inundando los asientos principales con el olor del humo de tabaco.
-Queridos hermanos, hermanas,... Go'el- dijo Niun comenzando la celebración.
Su voz, sin embargo se perdió en la cabeza de Eilydh.
La consciencia de la chica pasó del semblante del virrey frente a ella a denotar la ausencia de Ash'alá quien se había negado a atender a aquella farsa. Su cabeza comenzó a enfrentar una guerra silenciosa buscando unos ojos en particular.
Tragó saliva, entendiendo lo afortunada que era de que justo aquellos ojos no estuviesen allí. Aquello dándole la fuerza necesaria para pronunciar las palabras que le dedicó a Matthew owens.
El hombre había hablado durante 10 minutos acerca de la pureza de la bondad de Eiydh. De su sonrisa sincera y su alma cándida para con aquellos que la necesitaban, Había profundizado en la primera vez que ambos se encontraron, la misma vez que ella le pidió matrimonio. Y terminó alzando el amor que le profesaba antes de dar el si quiero.
Eilydh se alegró que al menos había dicho una verdad en aquel discurso y entendió como tipico de Matt el hecho de adornar las situaciones tan solo para beneficio del espectador.
-Prometo cubrirte las espaldas- dijo ella añadiendo su parte a la ceremonia que de pronto le estaba pareciendo larguísima.
-No quiero- pensó.
Pero no fue eso lo que dijo.
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La mayoría de ellos maldijeron al cielo en las primeras horas de la mañana, mientras de manera organizaba preparaban aquí y allá la decoración del evento de aquel día: Poco a poco, sin embargo, los habitantes de la ciudad habían aprendido a ignorar la humedad de sus vestidos de gala y esforzarse porque todo lo que rodease la única capilla de ciudad lagarto estuviese decorado según los estrictos requerimientos de Matthew Owens.
Las flores rojas y negras adornando la entrada del lugar, las guirnaldas de petúnias amarillas y violetas enmarcando la entrada. La alfombra algo macerada en agua que indicaba el recorrido que él mismo se iba a aventurar a hacer en menos de una hora.
Los habitantes compartían un sentimiento de alegría y jolgorio a pesar de las indigencias del tiempo.Algunos habían comenzado a compartir los efectos de las bebidas alcohólicas mientras otros se esforzaban en alzar una pérgola que al menos protegiese la plaza central de los efectos de la lluvia.
-owjrojo2ofi2i3fo2ijf...- cantaban ebrios de felicidad e hidromiel
Todos aportaban su buena fe, pues al fin y al cabo no todos los días se casaba el virrey de ciudad lagarto.
Al menos no todos los días aquel año.
Y de hecho, no todos los días de la mayoría del año anterior.
Eilydh no estaba nerviosa.
Matthew había mandado dos notas aquella mañana a sus aposentos: La primera contenía dos Aeros ambos con la cara del hombre forjada a ambos lados. La segunda, escrita con su caligrafía pequeña y alborotada explicaba en detalle una excusa para usar si decidía no presentarse.
Eilydh sonrió con dulzura ante los intentos del hombre para hacer aquel paso más... cómodo para ella misma. Consideró añadir aquella excusa a la lista de razones por las que ya sabía que estaba cometiendo un error. Se dijo a si misma que ambas columnas parecían aún más disparejas teniendo en cuenta que la única razón bajo los motivos a favor que contaba ( además de los añadidos por Matthew a posteriori) era : Para ser libre.
Aquello hizo presente el nudo en su estómago que hasta entonces había mantenido dormido. Su furia se alzó sintiéndose presa del destino y odiando a todos y cada uno de los hombres en su vida que la habían hecho llegar hasta aquel lugar. Incluido su futuro falso esposo.
Había analizado aquel momento de tantas maneras que el mero hecho de que fuese la opción más loca era tan solo un punto a tener en cuenta. Sobre todo porque sabía que no iba a encontrar a nadie como Matt. Nadie estaba tan roto como para ligar su vida a otra persona a sabiendas que nunca iba a recibir amor de ella. Al menos no el amor que se espera de dos recién casados.
El camino a la capilla fue complicado. Eilydh, por supuesto no había elegido el vestido que llevaba. Y la cola kilométrica era el énfasis del virrey por llamar la atención y diferenciarla de todas sus... casi 7 esposas anteriores. O las que fuera que fuesen. Su relfejo en el espejo era ajeno a lo que ella podía ser y a medida que caminaba en el centro de los estandartes que Matthew había organizado para la celebración posterior comenzó a reconocer caras entre la muchedumbre: Desvió la mirada de la mirada cargade de juicio de Helena Rhodes al pasar cerca de la entrada. Mefisto le guiñó un ojo al acceder al edificio.
Tan solo caminó unos pasos más y la mirada profunda de Anders sumido en la preocupación la hizo esbozar una sonrisa tranquila. El elfo cruzaba sus manos con la expresión contrariada de alguien que aún se pregunta si debe o no irse. A Eilydh le tranquilizó su presencia lo suficiente como para entender que aquello era la decisión acertada.
Tragó saliva, agarrándose al brazo de Martha durante su camino. La mujer enana la miró con ojos tristes diferentes al resto de las personas que se acumulaban a su alrededor. Apretó su mano al llegar al lugar indicado y se secó una lágrima de tristeza al separarse de ella.
Eilydh alzó la cabeza inundando sus pulmones de un aire frío e invocando con ello un silencio sepulcral: Mathew Owens vestido con un traje que ella misma había visto varias veces durante su producción la miraba con los ojos brillantes e iluminados.
-Exactamente 10 minutos tarde- dijo el hombre en su oido al tomarla cerca- Ya pensé que este iba a ser tu mayor desplante hacia mi hasta la fecha, querida...... Estaba nervioso por ello pero a la vez ilusionado porque al fin hayas tomado un gusto al drama- dijo y apretó sus labios contra el velo en su frente mientras se posicionaban en el altar.
La mujer frente a ellos, arrugada y con voz tosca tosió de manera sonora. El sonido de su tos inundando los asientos principales con el olor del humo de tabaco.
-Queridos hermanos, hermanas,... Go'el- dijo Niun comenzando la celebración.
Su voz, sin embargo se perdió en la cabeza de Eilydh.
La consciencia de la chica pasó del semblante del virrey frente a ella a denotar la ausencia de Ash'alá quien se había negado a atender a aquella farsa. Su cabeza comenzó a enfrentar una guerra silenciosa buscando unos ojos en particular.
Tragó saliva, entendiendo lo afortunada que era de que justo aquellos ojos no estuviesen allí. Aquello dándole la fuerza necesaria para pronunciar las palabras que le dedicó a Matthew owens.
El hombre había hablado durante 10 minutos acerca de la pureza de la bondad de Eiydh. De su sonrisa sincera y su alma cándida para con aquellos que la necesitaban, Había profundizado en la primera vez que ambos se encontraron, la misma vez que ella le pidió matrimonio. Y terminó alzando el amor que le profesaba antes de dar el si quiero.
Eilydh se alegró que al menos había dicho una verdad en aquel discurso y entendió como tipico de Matt el hecho de adornar las situaciones tan solo para beneficio del espectador.
-Prometo cubrirte las espaldas- dijo ella añadiendo su parte a la ceremonia que de pronto le estaba pareciendo larguísima.
-No quiero- pensó.
Pero no fue eso lo que dijo.
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Off:
Me sumerjo en un recuerdo de Eilydh. Tengo permiso del user de Matthew Owens para usar a su personaje.
Eilydh
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Re: La decimotercera noche [Evento 14 aniversario]
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Deja que tus sueños sean más grandes que tus miedos
Oniria se encontraba devastada, con sus miedos a flor de piel atrayendo a los acechadores que se lanzaban sobre ella. Estaba sucediendo otra vez, lo mismo de siempre, estaba sola, rechazada, abandonada a su suerte, una vez más… ¿O no? Esta vez había pasado algo diferente a las otras veces. Los acechadores que inicialmente se lanzaban sobre ella rasgando su ropa y devorando su piel habían encontrado nuevos objetivos.
No lograba distinguirlos con claridad, pero no parecían luchar solo por ellos. ¿Por qué estaban ahí?, ¿por qué no la habían abandonado como todos los demás? No lograba entenderlo. Debía ser odiada o temida; aquello era una situación nueva y que no había vivido antes, en ninguna de sus vidas.
Navegó entre sus innumerables recuerdos, sofocando la amargura de sus memorias, y tomó el valor de Zelas y Elian para aceptar sus culpas y sobreponerse a la oscuridad de su naturaleza corrompida, y tomó de Meraxes la… Bueno, pues Meraxes no hizo mucho esta vez, pero quizás eso era algo bueno, una señal de que esta vez todo iba a salir bien.
Y así despertó un poder que había olvidado hacía muchos sueños atrás. Durante un largo periodo solo usaba el poder de las pesadillas para imponerse a cualquier amenaza, pero quizás, esta vez, la solución estaba en un sendero distinto: el poder de los sueños.
Si aquellos espectros se alimentaban de los miedos y pesadillas, entonces los privaría de ellos. Oniria cerró sus ojos para concentrarse y hacer desaparecer todo rastro de temor y fantasmas del pasado, tanto propios como de los que se encontraran en ese lugar, haciendo que los acechadores quedaran confundidos y perdidos hasta finalmente retirarse.
Aquellos que habían tomado formas de héroes también se desvanecieron lentamente, aunque el resultado de aquellas acciones había sido más grande de lo que cualquiera hubiese imaginado.
El negro y oscuro vacío en el que se había convertido Aerandir se llenó de luces y colores. Todo comenzaba a reponerse como pequeñas piezas de un enorme rompecabezas volviendo a su sitio, y todos despertarían con vida, como si toda la travesía de los 13 días sin dormir hubiesen sido solo un mal sueño.
Despertarían en el día 14, y, aunque quienes habían estado directamente relacionados con los eventos de los 13 días tenían recuerdos fugaces de lo ocurrido, serían los únicos con ese conocimiento, siendo esto algo increíble para quienes escucharan sus historias. Todo había vuelto a la «normalidad», si es que eso existe en Aerandir.
Aunque algo definitivamente había cambiado: Oniria ya no se alimentaría de pesadillas, sino que la fuente de su poder volvería a ser los sueños, como siempre debió haber sido.
Aunque, no se descuiden, y mucho menos dejen de soñar, porque si Aerandir se vuelve a sumergir en una cadena de desgracias que arrastren a las personas hacia una vida de temor e incertidumbre, sin sueños ni esperanzas, ella se alimentará de lo que tenga a su alcance.
El futuro depende de ustedes, soñadores.
Hagan de su vida un sueño, y de su sueño una realidad.
No lograba distinguirlos con claridad, pero no parecían luchar solo por ellos. ¿Por qué estaban ahí?, ¿por qué no la habían abandonado como todos los demás? No lograba entenderlo. Debía ser odiada o temida; aquello era una situación nueva y que no había vivido antes, en ninguna de sus vidas.
Navegó entre sus innumerables recuerdos, sofocando la amargura de sus memorias, y tomó el valor de Zelas y Elian para aceptar sus culpas y sobreponerse a la oscuridad de su naturaleza corrompida, y tomó de Meraxes la… Bueno, pues Meraxes no hizo mucho esta vez, pero quizás eso era algo bueno, una señal de que esta vez todo iba a salir bien.
Y así despertó un poder que había olvidado hacía muchos sueños atrás. Durante un largo periodo solo usaba el poder de las pesadillas para imponerse a cualquier amenaza, pero quizás, esta vez, la solución estaba en un sendero distinto: el poder de los sueños.
Si aquellos espectros se alimentaban de los miedos y pesadillas, entonces los privaría de ellos. Oniria cerró sus ojos para concentrarse y hacer desaparecer todo rastro de temor y fantasmas del pasado, tanto propios como de los que se encontraran en ese lugar, haciendo que los acechadores quedaran confundidos y perdidos hasta finalmente retirarse.
Aquellos que habían tomado formas de héroes también se desvanecieron lentamente, aunque el resultado de aquellas acciones había sido más grande de lo que cualquiera hubiese imaginado.
El negro y oscuro vacío en el que se había convertido Aerandir se llenó de luces y colores. Todo comenzaba a reponerse como pequeñas piezas de un enorme rompecabezas volviendo a su sitio, y todos despertarían con vida, como si toda la travesía de los 13 días sin dormir hubiesen sido solo un mal sueño.
Despertarían en el día 14, y, aunque quienes habían estado directamente relacionados con los eventos de los 13 días tenían recuerdos fugaces de lo ocurrido, serían los únicos con ese conocimiento, siendo esto algo increíble para quienes escucharan sus historias. Todo había vuelto a la «normalidad», si es que eso existe en Aerandir.
Aunque algo definitivamente había cambiado: Oniria ya no se alimentaría de pesadillas, sino que la fuente de su poder volvería a ser los sueños, como siempre debió haber sido.
Aunque, no se descuiden, y mucho menos dejen de soñar, porque si Aerandir se vuelve a sumergir en una cadena de desgracias que arrastren a las personas hacia una vida de temor e incertidumbre, sin sueños ni esperanzas, ella se alimentará de lo que tenga a su alcance.
El futuro depende de ustedes, soñadores.
Hagan de su vida un sueño, y de su sueño una realidad.
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Llegamos al final de este evento lleno de interesantes historias. Mi plan inicial era haber intervenido un poco más en estos días, pero entre que ciertas historias se movían más despacio de lo esperaba y otros me tenían en vilo con las suyas, yo también me quedé sin tiempo. No como Aerandir, que recuperará la «normalidad» gracias al rescate de Oniria.
Y, gracias nuestros creativos usuarios, esperamos poder celebrar un decimoquinto cumpleaños el año que viene. Pido disculpas a Sagrekori por haber estado a punto de arruinarles inconscientemente su interesantísima historia en tres partes y agradezco a Ansur su colaboración en las sombras.
Finalmente, les entrego aquí la recompensa prometida. Todos los participantes reciben 5 puntos de experiencia y 100 aeros, además de un Cristal de sueños [Consumible] Si lo miras fijamente, podrías jurar que refleja imágenes de ciertos recuerdos vividos en una extraña noche que apenas eres capaz de evocar. Su efecto se libera al romperse y es el siguiente:
Monza: Tu cuerpo se convierte en húmeda niebla por un turno.
Caoimhe: Crea la ilusión de una puerta. Atravesar la puerta libera al personaje de los efectos de cualquier habilidad mágica de confusión, engaño, hipnosis o ilusión. La puerta solo se puede atravesar una vez antes de desaparecer.
Meraxes: La persona a cuyos pies se rompa el cristal cambiará de sexo por dos rondas. (Nos pareció que te quedaste con las ganas de ahondar ahí)
Gaegel: La persona a cuyos pies se rompa el cristal te verá como una atractiva joven "indefensa" por dos rondas.
Zagreus: Los recuerdos del laboratorio se dibujarán con claridad en tu mente durante un turno, lo suficiente para mitigar los daños de un aliado o causar máximo dolor a un enemigo.
Nero y Reike: Un fuerte temblor de tierra se extenderá por un turno en un radio de diez metros desde el punto en que se rompa el cristal.
Zelas y Elian: Un árbol florecerá al instante en el lugar en que se rompa el cristal, liberando al aire alegres y optimistas sueños. Sirve como obstáculo o distracción, pero también puede infundir esperanza en las personas que contemplen el acontecimiento.
Sango, Tarek y Iori: Tus antepasados te prestan su fuerza por un turno, eliminando la fatiga y doblando la potencia de tus ataques y/o la velocidad de curación de tus heridas.
Bio y Rauko: Segundos después de romperse el cristal, una vaca caerá del cielo en ese mismo punto. La vaca desaparecerá al cabo de unos pocos minutos.
Eilydh: De los restos del cristal, surge un guerrero oscuro de atractiva sonrisa para cubrirte las espaldas por un turno.
Y, gracias nuestros creativos usuarios, esperamos poder celebrar un decimoquinto cumpleaños el año que viene. Pido disculpas a Sagrekori por haber estado a punto de arruinarles inconscientemente su interesantísima historia en tres partes y agradezco a Ansur su colaboración en las sombras.
Finalmente, les entrego aquí la recompensa prometida. Todos los participantes reciben 5 puntos de experiencia y 100 aeros, además de un Cristal de sueños [Consumible] Si lo miras fijamente, podrías jurar que refleja imágenes de ciertos recuerdos vividos en una extraña noche que apenas eres capaz de evocar. Su efecto se libera al romperse y es el siguiente:
Monza: Tu cuerpo se convierte en húmeda niebla por un turno.
Caoimhe: Crea la ilusión de una puerta. Atravesar la puerta libera al personaje de los efectos de cualquier habilidad mágica de confusión, engaño, hipnosis o ilusión. La puerta solo se puede atravesar una vez antes de desaparecer.
Meraxes: La persona a cuyos pies se rompa el cristal cambiará de sexo por dos rondas. (Nos pareció que te quedaste con las ganas de ahondar ahí)
Gaegel: La persona a cuyos pies se rompa el cristal te verá como una atractiva joven "indefensa" por dos rondas.
Zagreus: Los recuerdos del laboratorio se dibujarán con claridad en tu mente durante un turno, lo suficiente para mitigar los daños de un aliado o causar máximo dolor a un enemigo.
Nero y Reike: Un fuerte temblor de tierra se extenderá por un turno en un radio de diez metros desde el punto en que se rompa el cristal.
Zelas y Elian: Un árbol florecerá al instante en el lugar en que se rompa el cristal, liberando al aire alegres y optimistas sueños. Sirve como obstáculo o distracción, pero también puede infundir esperanza en las personas que contemplen el acontecimiento.
Sango, Tarek y Iori: Tus antepasados te prestan su fuerza por un turno, eliminando la fatiga y doblando la potencia de tus ataques y/o la velocidad de curación de tus heridas.
Bio y Rauko: Segundos después de romperse el cristal, una vaca caerá del cielo en ese mismo punto. La vaca desaparecerá al cabo de unos pocos minutos.
Eilydh: De los restos del cristal, surge un guerrero oscuro de atractiva sonrisa para cubrirte las espaldas por un turno.
Fehu
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