El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
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El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
El Día de La Alianza
La comandante Esther Gila hizo un gesto de disgusto al tener que desprenderse de Santuario, su espada, aunque fuera por una única noche. Era de un excelente acero, forjado en las fraguas de humanas de Baslodias con minerales traídos de Dundarak; una perfecta combinación entre técnica y calidad. Ya no se hacían espadas así. Los dragones se volvían más reservados con los años y rara vez vendían sus minerales a los humanos. La comandante Gila obtuvo a Santuario como herencia: perteneció a su padre antes que a ella y, antes de su padre, fue de su abuelo. Había sobrevivido a tantas generaciones que no sería de extrañar que hubiera estado en La Plaza de Alianza el día de su edificación. Incluso, era posible, que un tátara abuelo de la Esther Gila hubiera clavado a una Santuario, más joven y menos refinada, en algunas de las rocas del lugar. Esther creía saber cuál de éstas rojas sería si la llegaba a ver.
—Sed cuidadosos con ella — dijo La comandante Gila a los monjes dragones a la vez que les ofrecía a Santuario con las dos manos, como si estuviera en frente de un rey —, es un regalo familiar. Los dragones tomaron a Santuario, no sin antes prestar sus respetos con una reverencia hacia la comandante. Llevaron la espada en el altar provisional que los monjes habían construido para la ocasión: un montón de pequeñas mesas de madera decoradas con manteles de lino blanco, bandejas de plata y estandartes de todas las familias de Aerandir. El altar se situaba en medio de las gigantescas esculturas de La Plaza de Alianza, era una representación de lo que hicieron los hombres que firmaron La Alianza, 150 años atrás. Santuario pertenecía a la familia humana de los Gila de Baslodia, por lo que la depositaron en la mesa que tenía los estandartes propios de Baslodia, sobre una de las bandejas de plata. Los dragones estaban de espaldas a la comandante cuando ésta volvió a hablarles. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
—¿Es preciso que mis hombres os ofrezcan sus armas? — preguntó arrugando los labios —. No son gran cosa: hachas y arcos de la calidad más pobre de la que os podáis imaginar.
—Así se hizo El Día de La Alianza y así lo haremos hoy — contestó uno de los dragones con voz monótona —. También deberán desprenderse de sus armaduras.
—Lo habéis oído muchachos: desprendeos de las armas, armaduras y de todos los objetos que puedan utilizarse para la guerra.
La comandante se quitó el yelmo de la cabeza y pidió ayuda para que le desabrochasen el peto de la coraza, quedándose con las prendas pobres que llevaba bajo la armadura. Esta vez, no hubo reverencia, por su parte, hacia los dragones a la hora de ofrecerles los objetos. Los dragones no hicieron acopio de la ofensa, hicieron una reverencia a los humanos y recogieron los objetos. Los de peor calidad los dejaron debajo de la mesa de Baslodia, los mejores, al lado de Santuario.
—Mis respetos, señores dragones.
Gila hizo una señal a sus hombres para que se retirasen del altar. Volverían a él y recuperarían sus objetos cuando finalice la celebración. La comandante fue la última en abandonar el puesto. Un grupo de elfos, liderados por un apuesto elfo a lomos de un ciervo, esperaba a que Gila se despidiese de los dragones. Solo el líder elfo tenía la armadura puesta, los demás guerreros, la llevaban las piezas en las manos. Esther Gila dedicó una sonrisa tímida al elfo. Cuando los dragones le obliguen a quitarse la armadura, le dirigía otro tipo de sonrisa.
Los humanos se asentaron en una de las muchas tiendas de campaña de La Plaza de La Alianza. Compartieron el alcohol y la comida que trajeron de Baslodia con las demás razas de Aerandir. Servían la comida en cuencos de barro, confeccionados semanas antes para la ocasión, y el alcohol en cálices con el escudo de armas de Baslodia. Esther Gila, personalmente, repartía los aperitivos a las personas que se presentaban en la tienda de los Gila, sin importar de qué raza fueran: elfos y brujos, licántropos y vampiros, bestias y dragones, trató a todos los hombres y mujeres como si fueran hermanos.
De vez en cuando, Gila dirigía una mirada al cielo. Las estrellas parecían brillar más en aquella noche de paz. Especialmente, la estrella Minne. Historiadores y los mismos monjes dragones que recogieron a Santuario en el altar, aseguraban que Minne había hizo presencia el día que se firmó La Alianza. Regresó 150 años después para guiar a los representantes más sonoros de cada raza a La Plaza de La Alianza. Esther Gila creía que la estela de Minne era creada por los Dioses. ¿Qué otra razón podía ver? No había otra estrella en el cielo que brillase tanto como Minne.
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¡Feliz aniversario Aerandir! El foro cumple en esta semana 10 años. A día de hoy, es muy difícil que un foro alcance esta edad. Seguramente, muchos de nosotros estamos o hemos estado en otros foros, sabemos muy bien lo costoso que es mantener activa una página de este calibre. La enhorabuena no hay que dársela únicamente al staff, también a los usuarios. Juntos hemos pasado por mucho, buenos y malos momentos, temas de rol y risas en CB. Hemos visto a gente quedarse por el camino y otros que siguen al pie del cañón, tan ilusionados como el primer día. Con la intención de celebrar todo lo vivido y lo que nos queda por vivir, desde el staff, hemos organizado este evento social: El Día De La Alianza, basado en uno de los momentos más importantes de la historia de Aerandir ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]). Estáis todos invitados a participar el evento.
Vamos a intentar que este evento sea el que más participación tenga, entre todos los eventos que ha habido en el foro. La ocasión la merece. Quiero que corráis la voz a todos vuestros amigos. El anterior evento participó 25 personajes, ¿cuántos seremos esta vez? Os quiero ver a todos.
Desde el staff, hemos organizado una serie de sorpresas para garantizar vuestra participación. Recomiendo participar ya, desde el primer día porque más adelante, si os esperáis mucho, puede que os arrepintáis.
Información:
* Libre partición. Todos los usuarios con la ficha de personaje aprobada pueden participar.
* La fecha de cierre no está asegurada, pero pondremos una fecha provisional del 13 de octubre de 2019.
* Como objetivo principal deberéis disfrutar de la temática de la celebración. Deberéis entregar vuestras armas y armaduras a los monjes que custodian La Plaza y compartir la comida y bebida con las razas rivales a la vuestra. En estos eventos se premia la socialización.
* Tenéis total libertad de turnos. No tendréis que esperar a otro usuario para postear. Aun así, os pido, que postéis con lógica.
* Si has conocido a cualquiera de mis personajes y crees que puede resultar divertido interactuar con ellos, puedes hacerlo. Lo único que te pido es que lo hagas con lógica. Es decir, si ves que un usuario se ha adelantado y ha cogido a Hont (por ejemplo) y se lo ha llevado a bailar, no se lo arrebates y digas que Hont está haciendo otra cosa totalmente diferente. De hacerlo, lo consideraré metarol y será penalizado.
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Aquellos usuarios que realicen una pequeña trama, de varios posts, dentro del tema del evento será premiados con un objeto especial.
* Dependiendo de vuestras acciones, también podréis sufrir una maldición. Hay usuarios que toman las maldiciones como recompensas.
Sigel
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Me estiré cómodamente al poner el pie sobre tierra. La balsa que desembarqué se agitaba constantemente; la corriente en esa parte del Tymer no había favorecido el viaje en lo absoluto. Me volví y sacudí la mano de forma monótona para despedirme de mi compañero de viajes: un dragón que había conocido unas noches antes en Dundarak quien me había puesto al tanto de lo que se celebraba el día de hoy: los ciento y pico de años de "El Día de la Alianza", el fiestón aerandiano del siglo. Si algo era seguro, era que yo no me lo iba a perder.
Mi primera impresión de la plaza de la alianza superó con creces mis expectativas. Cuando escuché sobre "un monumento construido en conjunto por todas las razas", me imaginé una popurrí catastrófico de elementos sin un nexo entre sí. El resultado era, de hecho, bastante satisfactorio. Los aspectos más resaltantes de cada raza estaban allí en una unión armónica: la arquitectura gótica de los dragones, la preservación natural de los elfos... costaba creer que alguna vez se hubiera podido unir a toda Aerandir.
Desde los distintos senderos del bosque comenzaba a llegar la gente variopinta, de todos los colores y formas: humanos, elfos, hombres-bestia, todos embelesados por la grandeza del monumento. Yo tomé la delantera y me acerqué a unos monjes que resguardaban la entrada a la plaza.. Allí me di cuenta del primer problema: entrar desarmado.
—Entiendo la necesidad de confiscar las armas para evitar un suceso desagradable. — me dirigí a los monjes amablemente, con un tono de comerciante. — Pero al igual que ustedes viven de la religión, yo vivo de la espada. ¿No habrá alguna forma de solucionar este problema?
No hubo respuesta de parte de mis contrarios. Permanecieron silenciosos, esperando a que les entregara el arma.
—Muy bien. — ladré — Pero más les vale cuidarla bien, que está recién forjada. Y guárdenle un buen puesto. — finalmente les entregué la espada a regañadientes, junto con mi hombrera.
Los monjes hicieron una reverencia, y arrojaron mis cosas a una pequeña montaña de objetos, donde reposaba el equipo de la mayoría de los visitantes. Hijos de puta... murmuré mientras me abría camino al monumento.
Mi primera impresión de la plaza de la alianza superó con creces mis expectativas. Cuando escuché sobre "un monumento construido en conjunto por todas las razas", me imaginé una popurrí catastrófico de elementos sin un nexo entre sí. El resultado era, de hecho, bastante satisfactorio. Los aspectos más resaltantes de cada raza estaban allí en una unión armónica: la arquitectura gótica de los dragones, la preservación natural de los elfos... costaba creer que alguna vez se hubiera podido unir a toda Aerandir.
Desde los distintos senderos del bosque comenzaba a llegar la gente variopinta, de todos los colores y formas: humanos, elfos, hombres-bestia, todos embelesados por la grandeza del monumento. Yo tomé la delantera y me acerqué a unos monjes que resguardaban la entrada a la plaza.. Allí me di cuenta del primer problema: entrar desarmado.
—Entiendo la necesidad de confiscar las armas para evitar un suceso desagradable. — me dirigí a los monjes amablemente, con un tono de comerciante. — Pero al igual que ustedes viven de la religión, yo vivo de la espada. ¿No habrá alguna forma de solucionar este problema?
No hubo respuesta de parte de mis contrarios. Permanecieron silenciosos, esperando a que les entregara el arma.
—Muy bien. — ladré — Pero más les vale cuidarla bien, que está recién forjada. Y guárdenle un buen puesto. — finalmente les entregué la espada a regañadientes, junto con mi hombrera.
Los monjes hicieron una reverencia, y arrojaron mis cosas a una pequeña montaña de objetos, donde reposaba el equipo de la mayoría de los visitantes. Hijos de puta... murmuré mientras me abría camino al monumento.
Última edición por Tatsuya Suō el Sáb Sep 07 2019, 03:18, editado 2 veces
Tatsuya Suō
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Habían muchos representantes, no solo de las razas, sino también de los distintos pueblos de Aerandir. Al fin y al cabo, no era lo mismo un Humano de Lunargenta que uno del arenal de Roilkat, o de Vulwulfar ¡Y todos querían verse representados en semejante acontecimiento! Por lo mismo, la más nueva ciudad de la Península de Verisar tenía que hacer acto de presencia: Ciudad Lagarto.
Matthew tenía la idea fija desde que se había enterado que el festejo se llevaría a cabo, todo el mundo sabía que el Virrey era amante de realizar pomposas presentaciones, y llegadas espectaculares. Esta vez no sería diferente.
La comitiva que representaba a Ciudad Lagarto no era la más numerosa, tampoco la que tenía más lujos, ni la más magnífica ¡Pero sin duda era la más estrafalaria! Para una ocasión tan importante Matt se había encargado de juntar a solo lo mejor de lo mejor, eso incluía una enorme variedad de ladrones, violadores y asesinos, prostitutas de todas las edades, sádicos y masoquistas, los esclavos y sus amos. Todas aquellas personas que el resto de las ciudades ocultaban, el Virrey las presentaba con orgullo.
-¿No es divertido todo esto? Como estamos en una ocasión especial no tendrán más remedio que tratarlos como iguales, ofrecerles comida y bebida, cuando en cualquier otra situación no se detendrían siquiera a mirarlos - A la cabecera de la comitiva iba Matthew, montando a caballo, a su derecha se encontraba su amada Eyre, a su izquierda estaba la Jefa de Salud Pública de la Ciudad, Oromë. Justo atrás de ella iba su primo, Go´el, el médico oficial.
Detrás de Matt iban Helena, Gaia, Zatch y Eilydh, el estafador había insistido mucho para que todos vinieran, a algunos les había hablado amablemente y a otros los había amenazado de manera camuflada. Parecía ser solo otro de los caprichos del Virrey, pero al menos en está oportunidad había un motivo serio por el que quería llevarlos. En primer lugar, en verdad le resultaba muy irónico que los seres más elevados e importantes de Aerandir tuvieran que servir a un montón de escoria y rufianes de mala muerte. Y en segundo lugar, era la oportunidad perfecta para hacerse notar, sí los veían, los tendrían en cuenta, sí los tenían en cuenta empezarían a figurar en el mapa.
-Vamos a mostrarle a toda esta chusma de qué está hecho Ciudad Lagarto - Con la espalda recta y el mentón bien alto hizo su ingreso a los perímetros del Evento.
Allí los esperaban los monjes dragones, encargados de juntar las armas y armaduras de todos los que pretendieran entrar. Matthew levantó la mano para que la comitiva se detuviera, sería difícil convencer a un montón de bandidos paranoicos de que soltaran sus armas.
-Queridos míos... - Preparó su encantadora sonrisa para enfrentarse a su pueblo - Estamos aquí para celebrar, demostremos que no somos unos salvajes y dejemos nuestras armas - Y fue el primero en dar el ejemplo, entregó sus dagas y las boleadoras que llevaba en la cintura, la armadura no la había traído porque no quedaba bien con su traje - Vamos, vamos, uno por uno vayan pasando -
Y así cada bandido fue dejando lo que llevaba encima, algunos se quejaban más otros menos, cuando terminaban Matthew los felicitaba y los incentivaba para que fuera a beber y comer hasta caer inconscientes.
-Simplemente... Sean ustedes mismos - Era el consejo más peligroso que podía dar.
--------------------------------
-Si bien menciono a Eyre, Oromë, Go´el, Helena, Gaia, Eilydh y Zatch (con el permiso de los Usuarios correspondientes), cualquiera puede acercarse a la comitiva de Ciudad Lagarto ^^ ¡Anímense!
Matthew tenía la idea fija desde que se había enterado que el festejo se llevaría a cabo, todo el mundo sabía que el Virrey era amante de realizar pomposas presentaciones, y llegadas espectaculares. Esta vez no sería diferente.
La comitiva que representaba a Ciudad Lagarto no era la más numerosa, tampoco la que tenía más lujos, ni la más magnífica ¡Pero sin duda era la más estrafalaria! Para una ocasión tan importante Matt se había encargado de juntar a solo lo mejor de lo mejor, eso incluía una enorme variedad de ladrones, violadores y asesinos, prostitutas de todas las edades, sádicos y masoquistas, los esclavos y sus amos. Todas aquellas personas que el resto de las ciudades ocultaban, el Virrey las presentaba con orgullo.
-¿No es divertido todo esto? Como estamos en una ocasión especial no tendrán más remedio que tratarlos como iguales, ofrecerles comida y bebida, cuando en cualquier otra situación no se detendrían siquiera a mirarlos - A la cabecera de la comitiva iba Matthew, montando a caballo, a su derecha se encontraba su amada Eyre, a su izquierda estaba la Jefa de Salud Pública de la Ciudad, Oromë. Justo atrás de ella iba su primo, Go´el, el médico oficial.
Detrás de Matt iban Helena, Gaia, Zatch y Eilydh, el estafador había insistido mucho para que todos vinieran, a algunos les había hablado amablemente y a otros los había amenazado de manera camuflada. Parecía ser solo otro de los caprichos del Virrey, pero al menos en está oportunidad había un motivo serio por el que quería llevarlos. En primer lugar, en verdad le resultaba muy irónico que los seres más elevados e importantes de Aerandir tuvieran que servir a un montón de escoria y rufianes de mala muerte. Y en segundo lugar, era la oportunidad perfecta para hacerse notar, sí los veían, los tendrían en cuenta, sí los tenían en cuenta empezarían a figurar en el mapa.
-Vamos a mostrarle a toda esta chusma de qué está hecho Ciudad Lagarto - Con la espalda recta y el mentón bien alto hizo su ingreso a los perímetros del Evento.
Allí los esperaban los monjes dragones, encargados de juntar las armas y armaduras de todos los que pretendieran entrar. Matthew levantó la mano para que la comitiva se detuviera, sería difícil convencer a un montón de bandidos paranoicos de que soltaran sus armas.
-Queridos míos... - Preparó su encantadora sonrisa para enfrentarse a su pueblo - Estamos aquí para celebrar, demostremos que no somos unos salvajes y dejemos nuestras armas - Y fue el primero en dar el ejemplo, entregó sus dagas y las boleadoras que llevaba en la cintura, la armadura no la había traído porque no quedaba bien con su traje - Vamos, vamos, uno por uno vayan pasando -
Y así cada bandido fue dejando lo que llevaba encima, algunos se quejaban más otros menos, cuando terminaban Matthew los felicitaba y los incentivaba para que fuera a beber y comer hasta caer inconscientes.
-Simplemente... Sean ustedes mismos - Era el consejo más peligroso que podía dar.
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-Si bien menciono a Eyre, Oromë, Go´el, Helena, Gaia, Eilydh y Zatch (con el permiso de los Usuarios correspondientes), cualquiera puede acercarse a la comitiva de Ciudad Lagarto ^^ ¡Anímense!
Matthew Owens
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Se preguntaba durante todo el camino, ¿Como diablos había sido convencida a participar de esto? Miro a su derecha y ¡ah! cierto... Matt siempre conseguía lo que quería.
La Oromë de siempre le habría partido la mandíbula de un puñetazo, pero luego en uno de esos momentos de pura claridad, y una vez pasado el creciente miedo de estar rodeada de demasiada gente, consideró el evento como algo bueno.
El Día de la Alianza era tal cual lo que decía su nombre: nada de batallas, ni enemigos, ni ojos que la vigilaban hasta en sus sueños; por un pequeño instante se permitió estar entusiasmada y lo suficientemente agradecida con Matt como para no partirle la cara. También tenía un lado bueno mayor que su propio terror, y era el poder pasar mas tiempo con su su primo y con Sena por igual.
Ambos estaban a un par de caballos detrás de ella y la dragona no podía evitar girar su cabeza de tanto en tanto y buscar su mirada. Su primo le daba la fuerza suficiente para no preocuparse y tener control sobre su constante deseo de curar gente. Sena a un lado de él parecía brillar cual el sol, con su cabello rojizo balanceándose al son de su cuerpo de tanto entusiasmo.
Algo dentro de ella se desinfló y su cuerpo pareció relajarse de aquella postura dura que llevaba sin siquiera notarlo. Nadie la reconocería, lo sabía pues en el séquito había una mujer muy diestra en las artes del ilusionismo y había convertido a Oromë de verse blanca como la luna a alguien oscura como la noche. Ella ahora lucia mas como su hermana Elide, su largo cabello era del mas negro azabache y sus ojos dorados eran tan oscuros como la noche. Su rostro había perdido aquella fiereza y ahora era delicada de la forma que una persona a punto de perecer lo es. Rogaba a los Dioses que su disfraz fuera suficiente para que nadie notara aquello que llevaba unido a su cuerpo y alma. "De todas formas, dudo que alguien sea lo suficientemente estúpido como para empezar una batalla aquí" Pensó.
Ignoró a Matt y su diatriba casi todo el camino, pero una vez allí se comportó como una sirvienta del Virrey de la Ciudad Lagarto. Entregó sus pocas pertenencias -no se había atrevido a llevar la lanza de Addila ni su traje habitual- una pequeña daga, que valía absolutamente nada y no temía perder y mostró su oscuro vestido para dejar en claro que era todo lo que llevaba con ella... Claro que no había declarado que ella ya era un arma andante con su habilidad para transformar partes de si. Probablemente le habrían prohibido la entrada sin importar que apariencia llevara; tal ves eso hubiera estado bien pensándolo a posteriori.
La Oromë de siempre le habría partido la mandíbula de un puñetazo, pero luego en uno de esos momentos de pura claridad, y una vez pasado el creciente miedo de estar rodeada de demasiada gente, consideró el evento como algo bueno.
El Día de la Alianza era tal cual lo que decía su nombre: nada de batallas, ni enemigos, ni ojos que la vigilaban hasta en sus sueños; por un pequeño instante se permitió estar entusiasmada y lo suficientemente agradecida con Matt como para no partirle la cara. También tenía un lado bueno mayor que su propio terror, y era el poder pasar mas tiempo con su su primo y con Sena por igual.
Ambos estaban a un par de caballos detrás de ella y la dragona no podía evitar girar su cabeza de tanto en tanto y buscar su mirada. Su primo le daba la fuerza suficiente para no preocuparse y tener control sobre su constante deseo de curar gente. Sena a un lado de él parecía brillar cual el sol, con su cabello rojizo balanceándose al son de su cuerpo de tanto entusiasmo.
Algo dentro de ella se desinfló y su cuerpo pareció relajarse de aquella postura dura que llevaba sin siquiera notarlo. Nadie la reconocería, lo sabía pues en el séquito había una mujer muy diestra en las artes del ilusionismo y había convertido a Oromë de verse blanca como la luna a alguien oscura como la noche. Ella ahora lucia mas como su hermana Elide, su largo cabello era del mas negro azabache y sus ojos dorados eran tan oscuros como la noche. Su rostro había perdido aquella fiereza y ahora era delicada de la forma que una persona a punto de perecer lo es. Rogaba a los Dioses que su disfraz fuera suficiente para que nadie notara aquello que llevaba unido a su cuerpo y alma. "De todas formas, dudo que alguien sea lo suficientemente estúpido como para empezar una batalla aquí" Pensó.
Ignoró a Matt y su diatriba casi todo el camino, pero una vez allí se comportó como una sirvienta del Virrey de la Ciudad Lagarto. Entregó sus pocas pertenencias -no se había atrevido a llevar la lanza de Addila ni su traje habitual- una pequeña daga, que valía absolutamente nada y no temía perder y mostró su oscuro vestido para dejar en claro que era todo lo que llevaba con ella... Claro que no había declarado que ella ya era un arma andante con su habilidad para transformar partes de si. Probablemente le habrían prohibido la entrada sin importar que apariencia llevara; tal ves eso hubiera estado bien pensándolo a posteriori.
- Apariencia de Oromë:
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Oromë Vánadóttir
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Aquello que presenciaba era un sueño hecho realidad, pues no había una batalla ni odio si no todo lo contrario, todas las razas compartiendo con el resto, olvidando los rencores y disputas del pasado. Aquello hizo que esbozara una sonrisa, finalmente todo daba fruto, todo tomaba sentido y la paz y el orden poco a poco se alzaban por encima del caos y los conflictos.
Con Merlín nos encontrábamos caminando por el centro de esta plaza, mirando las campañas y a las razas reír, compartir y tomar. Esto era algo que no se veía hace mucho tiempo y con todos los sucesos recientes (en especial las guerras, razas enfrentadas, etc) todo esto era un pequeño faro de luz hacia la paz que pronto esperaba que Aerandir recuperara.
Caminábamos poco a poco hacia el altar, observando lo que parecía ser un grupo de vampiros hablando con un grupo de humanos... por el otro lado se podía observar un grupo de lobos hablando con dragones, finalmente grupos entre razas se formaban constantemente. Mire a Merlín con un rostro que demostraba felicidad y seguridad.
— Bueno... mira esto, las cosas que hicimos y por las cuales luchamos finalmente cobran sentido. — dije con un tono orgulloso, dirigiendo mi mirada hacia mi aprendiz.
— Si bueno... fue un trabajo de todos. — dijo Merlín sin prestarme mucha atención, aquel altar lo tenia hipnotizado. bufe pero este día no era para pelear con mi amigo, si no para reír, así que eso había hecho.
— Definitivamente lo fue, dos sujetos no pueden cambiar el mundo. — sonreí de lado finalmente llegando a los pies del altar, donde unos monjes dragones se nos acercaron.
Pusieron sus manos para que entregáramos nuestras armas y armaduras, después de todo a este lugar se venia a compartir, no asesinar. Saque primordialmente mi capa, apoyándola en la mano de un monje en forma de "mantel". Seguidamente fue el resto de mi armadura y así hasta llegar a mi espada, tenía miedo de dejarla, era una reliquia familiar, no podía soltarla así porque si.
Sin embargo, ese era el propósito de este lugar, desenvaine mi espada y la apoye por encima de la armadura, finalmente el monje se había llevado todas esas pertenencias. Merlín sin embargo nunca iba armado, por lo que no tuvo que dejar ninguna espada ni armadura, el ya venia libre de armas.
Ahora que finalmente nos encontrábamos desarmados y sin protección, nos dirigimos a una de las mesas que se encontraba debajo de un árbol, sentándonos en estas para empezar a comer, al principio, tomamos comida a montones, pues estábamos bastante hambrientos, sin embargo al pasar los minutos, se me había ocurrido compartir esta maravillosa comida con algún grupo de personas.
Después de todo, lo mejor era compartir y disfrutar entre todos. — Ven, se que podemos hacer. — me limite a decir y tome la bandeja que contenía algunas cazuelas para dirigirme a un grupo donde se encontraban unas bestias y vampiros entre si, lo consideré primero debido a que sabía que eran una de las razas que mas sufrían por la discriminación. Sin embargo nunca tuve nada en contra de ellos.
Al acercarme, con una sonrisa de punta a punta extendí la bandeja. Al principio no fue total confianza la que demostraban, pero poco a poco algunos se acercaron para tomar cazuela por cazuela, nos habíamos quedado comiendo y charlando juntos un buen rato, riendo y contando anécdotas de la vida de cada uno.
Finalmente nos alejamos de aquel grupo con un apretón de manos cada uno, volví a la mesa en la que estábamos antes y mire a Merlín. — Me alegra que estés aquí. — dije juntando mis labios y asintiendo.
— Bueno, alguien tiene que cuidarte, no vaya a ser que te pases con la bebida. — replico esbozando una sonrisa de su parte.
— Por favor, a mi me parece al revés. — reí levemente, extendiendo mi mano por arriba de la mesa, Merlín la observo un poco y termino tomándola, estrechándola.
— Eres un amigo leal Merlín, lo aprecio. — dije con un tono mas suave que de costumbre, hablando con sinceridad. Nos quedamos hablando por un buen rato, conversando sobre los Ancestrales, nuestras historias y riéndonos de nuestras aventuras hasta la actualidad, esta noche estábamos abiertos a cualquier amistad y charla, como siempre lo estuvimos.
Con Merlín nos encontrábamos caminando por el centro de esta plaza, mirando las campañas y a las razas reír, compartir y tomar. Esto era algo que no se veía hace mucho tiempo y con todos los sucesos recientes (en especial las guerras, razas enfrentadas, etc) todo esto era un pequeño faro de luz hacia la paz que pronto esperaba que Aerandir recuperara.
Caminábamos poco a poco hacia el altar, observando lo que parecía ser un grupo de vampiros hablando con un grupo de humanos... por el otro lado se podía observar un grupo de lobos hablando con dragones, finalmente grupos entre razas se formaban constantemente. Mire a Merlín con un rostro que demostraba felicidad y seguridad.
— Bueno... mira esto, las cosas que hicimos y por las cuales luchamos finalmente cobran sentido. — dije con un tono orgulloso, dirigiendo mi mirada hacia mi aprendiz.
— Si bueno... fue un trabajo de todos. — dijo Merlín sin prestarme mucha atención, aquel altar lo tenia hipnotizado. bufe pero este día no era para pelear con mi amigo, si no para reír, así que eso había hecho.
— Definitivamente lo fue, dos sujetos no pueden cambiar el mundo. — sonreí de lado finalmente llegando a los pies del altar, donde unos monjes dragones se nos acercaron.
Pusieron sus manos para que entregáramos nuestras armas y armaduras, después de todo a este lugar se venia a compartir, no asesinar. Saque primordialmente mi capa, apoyándola en la mano de un monje en forma de "mantel". Seguidamente fue el resto de mi armadura y así hasta llegar a mi espada, tenía miedo de dejarla, era una reliquia familiar, no podía soltarla así porque si.
Sin embargo, ese era el propósito de este lugar, desenvaine mi espada y la apoye por encima de la armadura, finalmente el monje se había llevado todas esas pertenencias. Merlín sin embargo nunca iba armado, por lo que no tuvo que dejar ninguna espada ni armadura, el ya venia libre de armas.
Ahora que finalmente nos encontrábamos desarmados y sin protección, nos dirigimos a una de las mesas que se encontraba debajo de un árbol, sentándonos en estas para empezar a comer, al principio, tomamos comida a montones, pues estábamos bastante hambrientos, sin embargo al pasar los minutos, se me había ocurrido compartir esta maravillosa comida con algún grupo de personas.
Después de todo, lo mejor era compartir y disfrutar entre todos. — Ven, se que podemos hacer. — me limite a decir y tome la bandeja que contenía algunas cazuelas para dirigirme a un grupo donde se encontraban unas bestias y vampiros entre si, lo consideré primero debido a que sabía que eran una de las razas que mas sufrían por la discriminación. Sin embargo nunca tuve nada en contra de ellos.
Al acercarme, con una sonrisa de punta a punta extendí la bandeja. Al principio no fue total confianza la que demostraban, pero poco a poco algunos se acercaron para tomar cazuela por cazuela, nos habíamos quedado comiendo y charlando juntos un buen rato, riendo y contando anécdotas de la vida de cada uno.
Finalmente nos alejamos de aquel grupo con un apretón de manos cada uno, volví a la mesa en la que estábamos antes y mire a Merlín. — Me alegra que estés aquí. — dije juntando mis labios y asintiendo.
— Bueno, alguien tiene que cuidarte, no vaya a ser que te pases con la bebida. — replico esbozando una sonrisa de su parte.
— Por favor, a mi me parece al revés. — reí levemente, extendiendo mi mano por arriba de la mesa, Merlín la observo un poco y termino tomándola, estrechándola.
— Eres un amigo leal Merlín, lo aprecio. — dije con un tono mas suave que de costumbre, hablando con sinceridad. Nos quedamos hablando por un buen rato, conversando sobre los Ancestrales, nuestras historias y riéndonos de nuestras aventuras hasta la actualidad, esta noche estábamos abiertos a cualquier amistad y charla, como siempre lo estuvimos.
Rakan'Drag
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Alisha no estaba allí por la fiesta. Es decir, era gran fan del vino, y la comida, especialmente eso que olía como algún tipo de pato crujiente. Solo esperaba que esa vez no estuviera drogado. No, no estaba allí para salir rodando antes de que saliera el sol, sino por otra cosa.
Al fin y al cabo, había oído que había que ir desarmado, así que había pensado… ¿Qué mejor momento que conocer a héroes y villanos que cuando no podían apuñalarla horriblemente en un callejón? Especialmente los cazavampiros, eran especialmente cuestionables. Todo el mundo al que había preguntado en Lunargenta le había dejado beber un poco de su sangre sin problemas, pero no, “los has hechizado, monstruo, hur hur hur”. ¡Hasta había pedido por favor! ¡Y les había cocinado sopa para que no se desmayaran!
En cualquier caso, seguro que tendría buen material para historias, para entender mejor esos más que cuestionables oficios. Y allí estaba, ante un tipo que le pedía su daga para entrar. Y sin duda se la dio, porque era parte del trato. Pero… había un pequeño problema, se dio cuenta, en cuando básicamente tiraron su pequeña daga junto a otro montón de armas.
-Entonces… ¿me vais a dar un ticket o algo?- el monje que le había confiscado la daga miro a su compañero. –Ya sabes, ¿para saber cuál es la mía?- otra mirada, y uno le entrego un papelito con una única palabra garabateada. “Daga.” Claramente querían que se diera el piro, que empezaba a haber cola. -¿En serio? ¡Recordadme! ¡Alisha!-
Humeando por la falta de profesionalidad y la posible pérdida de su horrible daga, Alisha avanzo refunfuñando por entre la gente. Sí, todo muy bonito, y olía bien, pero estaba demasiado enfadada para comer.
Al fin y al cabo, había oído que había que ir desarmado, así que había pensado… ¿Qué mejor momento que conocer a héroes y villanos que cuando no podían apuñalarla horriblemente en un callejón? Especialmente los cazavampiros, eran especialmente cuestionables. Todo el mundo al que había preguntado en Lunargenta le había dejado beber un poco de su sangre sin problemas, pero no, “los has hechizado, monstruo, hur hur hur”. ¡Hasta había pedido por favor! ¡Y les había cocinado sopa para que no se desmayaran!
En cualquier caso, seguro que tendría buen material para historias, para entender mejor esos más que cuestionables oficios. Y allí estaba, ante un tipo que le pedía su daga para entrar. Y sin duda se la dio, porque era parte del trato. Pero… había un pequeño problema, se dio cuenta, en cuando básicamente tiraron su pequeña daga junto a otro montón de armas.
-Entonces… ¿me vais a dar un ticket o algo?- el monje que le había confiscado la daga miro a su compañero. –Ya sabes, ¿para saber cuál es la mía?- otra mirada, y uno le entrego un papelito con una única palabra garabateada. “Daga.” Claramente querían que se diera el piro, que empezaba a haber cola. -¿En serio? ¡Recordadme! ¡Alisha!-
Humeando por la falta de profesionalidad y la posible pérdida de su horrible daga, Alisha avanzo refunfuñando por entre la gente. Sí, todo muy bonito, y olía bien, pero estaba demasiado enfadada para comer.
Alisha Lessard
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
“El día de la Alianza”
Era… había oído hablar de él. Pocas veces, pero las suficientes como para que el nombre reviviese algún que otro recuerdo pasado; lo conocía principalmente de las viejas historias que los mercaderes y viajeros que pasaban por su granja le habían contado hacía mucho.
Era interesante que volviese a celebrarse, creía que había caído en el olvido. El templo que tenía delante, visiblemente consumido por el paso del tiempo, revelaba que como mínimo hacía años que no se celebraba nada allí.
No era ningún misterio suponer que se debía al extraño brillo que se había aparecido en los cielos de Aerandir. ¿Un mal augurio? ¿Una señal de esperanza? Daba realmente lo mismo, lo único que sabía Eltrant es que las señales divinas, incluso las buenas, solían dejar tras de sí un reguero de problemas e inconvenientes para las personas de a pie.
Los dioses podían ser muy caprichosos.
- ¿Y por qué estamos aquí? – Comentó Lyn, tras lanzar un rápido vistazo al cometa y girarse hacía su compañero. – Creía que íbamos hacia… - Se cruzó de brazos y jugueteó con su flequillo. – …últimamente no tengo muy claro hacia dónde vamos. – Expuso al final, sonriendo.
- Nos pilla de camino. – Comentó Eltrant casualmente, respondiendo a la sonrisa de la vampiresa.
- Ya, ya. Sigo esperando que me digas dónde acaba este camino. – Respondió la ojiazul de buen humor, siguiendo a Eltrant hasta el par de hombres, monjes, por su apariencia, que parecían aguardar a la entrada del recinto en el que se oficialmente el evento.
Para su sorpresa, le impidieron el paso.
- ¿Disculpe? – Preguntó Eltrant, ligeramente extrañado, pues había oído que la idea de aquel evento, en pocas palabras, era rememorar un momento en el que que todas y cada una de las razas de Aerandir trabajaban como una sola.
Supuestamente estaban todos invitados. ¿Todavía problemas con lo de Dundarak?
- Debe dejar aquí sus armas con nosotros. – Aseveró el hombre. – También la armadura. – Agregó rápidamente, Eltrant enarcó una ceja.
Desvió su atención hacia otro de los asistentes, un supuesto mercenario que se deshizo de un sable y lo dejó en manos de los anfitriones.
- Tiene que ser una broma. – Musitó el castaño algo perplejo. ¿Tenía que quitárselo todo para poder entrar en la plaza? ¿Pero es que no le habían visto? Aquello pareció divertir al monje, que esbozó una sonrisa, siempre educada, y negó con la cabeza.
- Pues… - Eltrant se rascó la barba. No le hacía ninguna gracia desprenderse de ninguna de sus armas, sobre todo de Olvido. Pero tampoco parecía tener demasiada elección.
Estaría atento a que no se las llevasen muy lejos; de todas formas, solo iba a entrar a ver el evento y salir, no esperaba estar allí hasta el amanecer. A Lyn no le sentaba especialmente bien el sol.
– Está… está bien… - Se apartó a un lado. – Pero… - Suspiró - …voy a tardar un rato. - Murmuró dejando paso a aquellas personas que solo tuviesen que entregar un cuchillo o una espada a los monjes.
Lyn, por su parte, empezó a reírse a carcajadas al percatarse de la situación.
Olvido y Recuerdo, ambas juntas, fueron las primeras armas que Eltrant entregó al dragón. Lanzando una mirada que gritaba “Cuídalas bien”, el exmercenario continuó quitando armas de su cuerpo; lo siguiente fue “Ghal” el pesado martillo norteño que pendía, como Olvido, de su espalda.
Prosiguió con los dos puñales normales que pendían de la parte trasera de su cinturón y con el pergamino explosivo que le había regalado Asher bastante tiempo atrás.
Alguno de los asistentes al evento, por supuesto, se detenían momentáneamente a mirar como Eltrant dejaba ante los monjes su peso en metal. Algunos incluso hacían comentarios al respecto, en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que Eltrant lo escuchase.
Cosa que no hacía sino divertir más a Lyn, que continuaba riéndose.
- Ay… - La vampiresa se limpió una lagrimita imaginaria que, al parecer, descendía de su ojo derecho. Miró a su compañero dar saltitos en el sitio para quitarse una de las grebas de metal y se llevó una mano al pecho, respirando con dificultad. – Me da algo. – dijo antes de soltar otra risotada al ver a Eltrant indicarle a un monje que se acercase para usarle de apoyo.
Pasaron varios minutos hasta que Eir, la armadura de Eltrant, estuvo cuidadosamente colocada a los pies del monje. Ya parecía haber terminado con todo, lanzando una rápida mirada al monje, esperó que este le diese el visto bueno.
- ¡No tan rápido, Mortal! – Exclamó Lyn antes de que el monje dijese nada, colocándose frente a su compañero. – Oh, mi querida herrería andante. – Lyn esbozó una pequeña sonrisa para después chasquear la lengua y negar con la cabeza dramáticamente. Se lo estaba pasando en grande. - ¿Qué te falta por entregar…? – dijo adoptando el tono de voz algo duro, pero dulce, como si estuviese intentando imitar a alguna especie de profesora.
Tenía que dejar de traerla a eventos como aquel.
Eltrant entornó los ojos, pensativo, y tras unos segundos sin decir nada dejó escapar un largo suspiró y bajó la mano hasta su bota derecha, de dónde sacó otro puñal más.
Se había olvidado de ese.
- ¿Puedo pasar ya? – Preguntó al monje, que al parecer le había caído en gracia la pareja y respondió asintiendo rápidamente con la misma sonrisa que había mantenido hasta el momento.
- Espera. – dijo Lyn antes de seguir a su compañero, desatando la daga que colgaba de la parte trasera de su cinturón y entregándola como había hecho Eltrant con todo su equipo. - ¡Ya estoy! – Exclamó, dando una pequeña carrera hasta alcanzar al exmercenario.
El interior estaba bastante animado. Más de lo que esperaba para un evento con un significado tan "solemne".
Vio a Owens por un lado con un grupo de gente bastante considerable; esperaba que no le volviese a hacer bailar o algo por el estilo. Vislumbró más caras conocidas entre la multitud, pero, agotado por la media hora que acababa de vivir, decidió sentarse a un lado a beber algo.
- ¡Eres un soso! – Le dijo Lyn, señalándole acusadoramente mientras se sentaba a su lado. – Yo que quería preguntarle al monje si lo que planean con todo es hacerse una... silla o algo con tanta espada. - Eltrant se acomodó en el asiento y dejó escapar un pequeño gruñido.
– Déjame descansar diez minutos y después hacemos lo que tú quieras. – dijo estudiando el ambiente desde dónde estaba.
- Me parece bien. - dijo asintiendo. - ¡Diez minutos y vamos a preguntarle a ese hombre por qué es calvo! - Lyn señaló al mismo monje al que le habían entregado sus armas.
- Me arrepiento mucho de haberte dado a elegir. -
- Lo sé. -
Era… había oído hablar de él. Pocas veces, pero las suficientes como para que el nombre reviviese algún que otro recuerdo pasado; lo conocía principalmente de las viejas historias que los mercaderes y viajeros que pasaban por su granja le habían contado hacía mucho.
Era interesante que volviese a celebrarse, creía que había caído en el olvido. El templo que tenía delante, visiblemente consumido por el paso del tiempo, revelaba que como mínimo hacía años que no se celebraba nada allí.
No era ningún misterio suponer que se debía al extraño brillo que se había aparecido en los cielos de Aerandir. ¿Un mal augurio? ¿Una señal de esperanza? Daba realmente lo mismo, lo único que sabía Eltrant es que las señales divinas, incluso las buenas, solían dejar tras de sí un reguero de problemas e inconvenientes para las personas de a pie.
Los dioses podían ser muy caprichosos.
- ¿Y por qué estamos aquí? – Comentó Lyn, tras lanzar un rápido vistazo al cometa y girarse hacía su compañero. – Creía que íbamos hacia… - Se cruzó de brazos y jugueteó con su flequillo. – …últimamente no tengo muy claro hacia dónde vamos. – Expuso al final, sonriendo.
- Nos pilla de camino. – Comentó Eltrant casualmente, respondiendo a la sonrisa de la vampiresa.
- Ya, ya. Sigo esperando que me digas dónde acaba este camino. – Respondió la ojiazul de buen humor, siguiendo a Eltrant hasta el par de hombres, monjes, por su apariencia, que parecían aguardar a la entrada del recinto en el que se oficialmente el evento.
Para su sorpresa, le impidieron el paso.
- ¿Disculpe? – Preguntó Eltrant, ligeramente extrañado, pues había oído que la idea de aquel evento, en pocas palabras, era rememorar un momento en el que que todas y cada una de las razas de Aerandir trabajaban como una sola.
Supuestamente estaban todos invitados. ¿Todavía problemas con lo de Dundarak?
- Debe dejar aquí sus armas con nosotros. – Aseveró el hombre. – También la armadura. – Agregó rápidamente, Eltrant enarcó una ceja.
Desvió su atención hacia otro de los asistentes, un supuesto mercenario que se deshizo de un sable y lo dejó en manos de los anfitriones.
- Tiene que ser una broma. – Musitó el castaño algo perplejo. ¿Tenía que quitárselo todo para poder entrar en la plaza? ¿Pero es que no le habían visto? Aquello pareció divertir al monje, que esbozó una sonrisa, siempre educada, y negó con la cabeza.
- Pues… - Eltrant se rascó la barba. No le hacía ninguna gracia desprenderse de ninguna de sus armas, sobre todo de Olvido. Pero tampoco parecía tener demasiada elección.
Estaría atento a que no se las llevasen muy lejos; de todas formas, solo iba a entrar a ver el evento y salir, no esperaba estar allí hasta el amanecer. A Lyn no le sentaba especialmente bien el sol.
– Está… está bien… - Se apartó a un lado. – Pero… - Suspiró - …voy a tardar un rato. - Murmuró dejando paso a aquellas personas que solo tuviesen que entregar un cuchillo o una espada a los monjes.
Lyn, por su parte, empezó a reírse a carcajadas al percatarse de la situación.
Olvido y Recuerdo, ambas juntas, fueron las primeras armas que Eltrant entregó al dragón. Lanzando una mirada que gritaba “Cuídalas bien”, el exmercenario continuó quitando armas de su cuerpo; lo siguiente fue “Ghal” el pesado martillo norteño que pendía, como Olvido, de su espalda.
Prosiguió con los dos puñales normales que pendían de la parte trasera de su cinturón y con el pergamino explosivo que le había regalado Asher bastante tiempo atrás.
Alguno de los asistentes al evento, por supuesto, se detenían momentáneamente a mirar como Eltrant dejaba ante los monjes su peso en metal. Algunos incluso hacían comentarios al respecto, en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que Eltrant lo escuchase.
Cosa que no hacía sino divertir más a Lyn, que continuaba riéndose.
- Ay… - La vampiresa se limpió una lagrimita imaginaria que, al parecer, descendía de su ojo derecho. Miró a su compañero dar saltitos en el sitio para quitarse una de las grebas de metal y se llevó una mano al pecho, respirando con dificultad. – Me da algo. – dijo antes de soltar otra risotada al ver a Eltrant indicarle a un monje que se acercase para usarle de apoyo.
Pasaron varios minutos hasta que Eir, la armadura de Eltrant, estuvo cuidadosamente colocada a los pies del monje. Ya parecía haber terminado con todo, lanzando una rápida mirada al monje, esperó que este le diese el visto bueno.
- ¡No tan rápido, Mortal! – Exclamó Lyn antes de que el monje dijese nada, colocándose frente a su compañero. – Oh, mi querida herrería andante. – Lyn esbozó una pequeña sonrisa para después chasquear la lengua y negar con la cabeza dramáticamente. Se lo estaba pasando en grande. - ¿Qué te falta por entregar…? – dijo adoptando el tono de voz algo duro, pero dulce, como si estuviese intentando imitar a alguna especie de profesora.
Tenía que dejar de traerla a eventos como aquel.
Eltrant entornó los ojos, pensativo, y tras unos segundos sin decir nada dejó escapar un largo suspiró y bajó la mano hasta su bota derecha, de dónde sacó otro puñal más.
Se había olvidado de ese.
- ¿Puedo pasar ya? – Preguntó al monje, que al parecer le había caído en gracia la pareja y respondió asintiendo rápidamente con la misma sonrisa que había mantenido hasta el momento.
- Espera. – dijo Lyn antes de seguir a su compañero, desatando la daga que colgaba de la parte trasera de su cinturón y entregándola como había hecho Eltrant con todo su equipo. - ¡Ya estoy! – Exclamó, dando una pequeña carrera hasta alcanzar al exmercenario.
El interior estaba bastante animado. Más de lo que esperaba para un evento con un significado tan "solemne".
Vio a Owens por un lado con un grupo de gente bastante considerable; esperaba que no le volviese a hacer bailar o algo por el estilo. Vislumbró más caras conocidas entre la multitud, pero, agotado por la media hora que acababa de vivir, decidió sentarse a un lado a beber algo.
- ¡Eres un soso! – Le dijo Lyn, señalándole acusadoramente mientras se sentaba a su lado. – Yo que quería preguntarle al monje si lo que planean con todo es hacerse una... silla o algo con tanta espada. - Eltrant se acomodó en el asiento y dejó escapar un pequeño gruñido.
– Déjame descansar diez minutos y después hacemos lo que tú quieras. – dijo estudiando el ambiente desde dónde estaba.
- Me parece bien. - dijo asintiendo. - ¡Diez minutos y vamos a preguntarle a ese hombre por qué es calvo! - Lyn señaló al mismo monje al que le habían entregado sus armas.
- Me arrepiento mucho de haberte dado a elegir. -
- Lo sé. -
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Se bajó del caballo en el que iba, tenía que entregar todas sus pertenencias antes de poder entrar, eso lo venía sabiendo desde que Matt le mencionó su idea de asistir a dicho evento con toda la comitiva de Ciudad Lagarto, por ese mismo motivo, no había llevado su armadura recién comprada, ya que esta ligaba sus partes de cuero a las que no estaban reforzadas para que se hicieran pasar por unas vestimentas completamente normales, aunque a falta de eso, se había reservado una serie de sorpresas.
No iba a esperar a que fuese su turno. Nada más que vio la oportunidad de colarse, lo hizo sin ningún pudor, llegando incluso a apartar a quien quiera que fuese que tenía delante.
-Debe entregar todas sus armas, señorita-Dijo el monje con un tono un poco desconcertado al ver el ímpetu con el que se había acercado la rubia.
Una media sonrisa maliciosa se dibujó en los labios de la bruja y asintió con cierta elegancia, dirigiendo su mirada a la comitiva de Ciudad Lagarto por el rabillo del ojo.
Acto seguido, se llevó una mano al cinturón y entregó su daga fabricada en la herrería Luna Invernal. Se quedó mirando por unos segundos al monje, dando a entender que ya había acabado, pero nada más lejos de la realidad. De sus dos hombreras, sacó unos finos cuchillos y se los entregó también al monje. Otros dos puñales descansaban en la parte trasera de su cinturón, los cuales también desenvainó y dio. En los dos muslos, escondidos tras su capa, habían otros dos cuchillos que sacó con cierta demora, dándoselos al monje con cierta sonrisilla, dibujando un rostro de falsa culpabilidad. Bajó su mano derecha hasta la bota respectiva y de dentro sacó un puñal, este bastante robusto, y como con todas las demás armas, también la entregó. Tras ese último, suspiró y reposó sus manos en la cintura, como sintiendo satisfacción por su deber cumplido como asistente a la fiesta. Todas esas armas no eran suyas, las había robado de algunos habitantes de Ciudad Lagarto solo para montar ese "numerito".
-Y ya está-Se presentó a sí misma con sus propias manos, indicando que no llevaba nada más, tan solo una camisa inofensiva de seda, unos guantes robustos y unos pantalones de lino.
Aunque, obviamente eso no era todo. Se guardaba un as debajo de la manga, y nunca mejor dicho; debajo del guante izquierdo se había colocado una funda oculta, donde se escondía su mejor arma: la daga oculta. Era una asesina, y como todo aquel que ejerza dicho oficio, jamás debía desprenderse del todo de sus armas en un registro.
Acto seguido, se volteó hacia la comitiva de Lagarto, a la cual hizo una reverencia sarcástica tras su anterior espectáculo donde se sacaba las armas desde los sitios más inesperados. Ese gesto, no solo la hacía verse como "interesante", sino que además tenía un significado claro, especialmente para los estirados que acompañaban al virrey: infundir respeto.
El monje le dio permiso para poder entrar, y sin más, la rubia se puso en camino, no sin antes "acordarse" fugazmente de que portaba una última arma. Se llevó una mano al escote y sacó un puñal que tiró al azar al aire, con condescendencia.
Tras eso, se encaminó hacia el interior del recinto con una sonrisa pícara en su rostro.
_____________________________________________________
Off: Interactuo con toda la Comitiva de Ciudad Lagarto de forma indirecta (Matt, Eyre, Zatch, Gaia, Eilydh, Go'el y Oromë)
No iba a esperar a que fuese su turno. Nada más que vio la oportunidad de colarse, lo hizo sin ningún pudor, llegando incluso a apartar a quien quiera que fuese que tenía delante.
-Debe entregar todas sus armas, señorita-Dijo el monje con un tono un poco desconcertado al ver el ímpetu con el que se había acercado la rubia.
Una media sonrisa maliciosa se dibujó en los labios de la bruja y asintió con cierta elegancia, dirigiendo su mirada a la comitiva de Ciudad Lagarto por el rabillo del ojo.
Acto seguido, se llevó una mano al cinturón y entregó su daga fabricada en la herrería Luna Invernal. Se quedó mirando por unos segundos al monje, dando a entender que ya había acabado, pero nada más lejos de la realidad. De sus dos hombreras, sacó unos finos cuchillos y se los entregó también al monje. Otros dos puñales descansaban en la parte trasera de su cinturón, los cuales también desenvainó y dio. En los dos muslos, escondidos tras su capa, habían otros dos cuchillos que sacó con cierta demora, dándoselos al monje con cierta sonrisilla, dibujando un rostro de falsa culpabilidad. Bajó su mano derecha hasta la bota respectiva y de dentro sacó un puñal, este bastante robusto, y como con todas las demás armas, también la entregó. Tras ese último, suspiró y reposó sus manos en la cintura, como sintiendo satisfacción por su deber cumplido como asistente a la fiesta. Todas esas armas no eran suyas, las había robado de algunos habitantes de Ciudad Lagarto solo para montar ese "numerito".
-Y ya está-Se presentó a sí misma con sus propias manos, indicando que no llevaba nada más, tan solo una camisa inofensiva de seda, unos guantes robustos y unos pantalones de lino.
Aunque, obviamente eso no era todo. Se guardaba un as debajo de la manga, y nunca mejor dicho; debajo del guante izquierdo se había colocado una funda oculta, donde se escondía su mejor arma: la daga oculta. Era una asesina, y como todo aquel que ejerza dicho oficio, jamás debía desprenderse del todo de sus armas en un registro.
Acto seguido, se volteó hacia la comitiva de Lagarto, a la cual hizo una reverencia sarcástica tras su anterior espectáculo donde se sacaba las armas desde los sitios más inesperados. Ese gesto, no solo la hacía verse como "interesante", sino que además tenía un significado claro, especialmente para los estirados que acompañaban al virrey: infundir respeto.
El monje le dio permiso para poder entrar, y sin más, la rubia se puso en camino, no sin antes "acordarse" fugazmente de que portaba una última arma. Se llevó una mano al escote y sacó un puñal que tiró al azar al aire, con condescendencia.
Tras eso, se encaminó hacia el interior del recinto con una sonrisa pícara en su rostro.
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Off: Interactuo con toda la Comitiva de Ciudad Lagarto de forma indirecta (Matt, Eyre, Zatch, Gaia, Eilydh, Go'el y Oromë)
Última edición por Helena Rhodes el Sáb Sep 07 2019, 17:08, editado 1 vez
Helena Rhodes
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
“Tenemos que dejar nuestras armas……¿En verdad tenemos que hacerlo?”
Uriel acarició el puñal desde la funda con nerviosismo y dudas, apretando la mano que alrededor del broche que mantenía e puñal en el cinto. Uriel giró su cabecita a su compañera, quien sujetaba su otra mano libre; Zöe. El vampiro se encontró con el dúo de madre e hija por mera casualidad, movido por la curiosidad el infante se aproximó a la festividad de la Alianza ¡Había oído hablar de ello! Su maestro le contó la historia de cómo las razas se unieron, como lucharon contra los terrestres y lo que sucedió después de ello, cosa rara desde que su maestro parecía tener viejos fantasmas desde la guerra de los terrestres y detestaba hablar del tema.
“¡Vale! Le entregaré mi puñal”
El infante miró con un puchero su preciado puñal al sacerdote que pacientemente esperaba al niño, en cuanto sintió el peso ligero de su puñal desaparecer le vampirito se pegó más a la bio. Si hubiera venido solo probablemente hubiera dado media vuelta para irse ¡No era tan tonto para entregar lo único que podía salvarle en caso de ataque! Después de todo, había gente que depende de su arma para sobrevivir como Uriel, pero luego había otras que su mismo cuerpo era un arma ¡Estaba en una desventaja anormal! Pero si estaba con la bio, quien entraba en la última clasificación debía de estar bien ¡Y Shopi era muy fuerte también incluso sin armas! Si era con ellas se sentía bastante seguro a su lado, lo suficiente para arriesgarse soltar su puñal.
“¡Cuantas personas! Hacía tiempo que no veía tantas reunidas...”
Uriel movió su cabecita de un lado para otro animadamente, viendo la enorme de cantidad de personas de diferentes razas juntas en un solo sitio ¡Y sin discutir! Aunque había un par que parecían al borde de explotar…..Asegurándose de no soltar la mano de Zöe, el niño fue tirando de ella cuando veía algo interesante entre puestecitos y mesas repletas de personas estrambóticas ¡Había tanto por ver! ¡El pequeño no quería perderse absolutamente nada!
OFF: Llego con Zöe y Shopi al evento (Con su permiso)
Uriel acarició el puñal desde la funda con nerviosismo y dudas, apretando la mano que alrededor del broche que mantenía e puñal en el cinto. Uriel giró su cabecita a su compañera, quien sujetaba su otra mano libre; Zöe. El vampiro se encontró con el dúo de madre e hija por mera casualidad, movido por la curiosidad el infante se aproximó a la festividad de la Alianza ¡Había oído hablar de ello! Su maestro le contó la historia de cómo las razas se unieron, como lucharon contra los terrestres y lo que sucedió después de ello, cosa rara desde que su maestro parecía tener viejos fantasmas desde la guerra de los terrestres y detestaba hablar del tema.
“¡Vale! Le entregaré mi puñal”
El infante miró con un puchero su preciado puñal al sacerdote que pacientemente esperaba al niño, en cuanto sintió el peso ligero de su puñal desaparecer le vampirito se pegó más a la bio. Si hubiera venido solo probablemente hubiera dado media vuelta para irse ¡No era tan tonto para entregar lo único que podía salvarle en caso de ataque! Después de todo, había gente que depende de su arma para sobrevivir como Uriel, pero luego había otras que su mismo cuerpo era un arma ¡Estaba en una desventaja anormal! Pero si estaba con la bio, quien entraba en la última clasificación debía de estar bien ¡Y Shopi era muy fuerte también incluso sin armas! Si era con ellas se sentía bastante seguro a su lado, lo suficiente para arriesgarse soltar su puñal.
“¡Cuantas personas! Hacía tiempo que no veía tantas reunidas...”
Uriel movió su cabecita de un lado para otro animadamente, viendo la enorme de cantidad de personas de diferentes razas juntas en un solo sitio ¡Y sin discutir! Aunque había un par que parecían al borde de explotar…..Asegurándose de no soltar la mano de Zöe, el niño fue tirando de ella cuando veía algo interesante entre puestecitos y mesas repletas de personas estrambóticas ¡Había tanto por ver! ¡El pequeño no quería perderse absolutamente nada!
OFF: Llego con Zöe y Shopi al evento (Con su permiso)
Uri
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Mi interés en socializar era tan amplio como las ganas de dispararme una flecha en un pie. Pero algo me había llevado hasta allí, ¿curiosidad? ¿aburrimiento? Daba igual, el simple hecho de tener que pensarlo me daba dolor de cabeza.
La cola hacia el altar donde había que dejar las armas avanzaba poco a poco, seguramente habría mucha gente quejándose. Normal por otro lado. Finalmente llegó mi turno, dejé el arco y el carcaj en las manos de uno de aquellos monjes que me miró inquisitivo.
- No, no tengo nada más, y, a tu pregunta que todavía no has hecho, sí, el carcaj venía vacío. - Por supuesto que era mentira. Era posible que se me hubieran ido cayendo algunas flechas desperdigadas por la ciudad. En rincones, al lado de algún arbusto… - ¿Sois conscientes de que muchos de los asistentes no necesitan armas para realizar una masacre, cierto? Lo digo porque uno solo de esos brujos podría chamuscar media ciudad si se emborracha lo suficiente.
Di media vuelta y me fui de allí. La vida está llena de reglas estúpidas, intentar discutirlas es una pérdida de tiempo. Vi algunas caras conocidas, estaba Matthew Owens, el señor virrey de Ciudad Lagarto. Había vivido con él durante un tiempo. Suspiré mientras le observaba. Tampoco me apetecía entablar conversación con aquel hombre, llevaba demasiada gente acompañándole.
Posiblemente fuese una mala idea desde el principio, el único consuelo es que si esperaba lo suficiente tal vez apareciese un Asher e hiciese explotar media ciudad porque alguien derramase vino sobre él. Parecía algo factible.
Me subí de un salto a uno de los tejados más cercanos y me tumbé a observar las nubes. Seguía sin saber para qué demonios me había metido yo allí. Supuse que con el tiempo ocurriría algo interesante que mereciese mi atención. Por ahora podía descansar en un lugar en el que las posibilidades de que te apuñalen tras cruzar una esquina eran pocas, pero las posibilidades de que te impactase una bola de fuego en la boca eran exactamente las mismas.
La cola hacia el altar donde había que dejar las armas avanzaba poco a poco, seguramente habría mucha gente quejándose. Normal por otro lado. Finalmente llegó mi turno, dejé el arco y el carcaj en las manos de uno de aquellos monjes que me miró inquisitivo.
- No, no tengo nada más, y, a tu pregunta que todavía no has hecho, sí, el carcaj venía vacío. - Por supuesto que era mentira. Era posible que se me hubieran ido cayendo algunas flechas desperdigadas por la ciudad. En rincones, al lado de algún arbusto… - ¿Sois conscientes de que muchos de los asistentes no necesitan armas para realizar una masacre, cierto? Lo digo porque uno solo de esos brujos podría chamuscar media ciudad si se emborracha lo suficiente.
Di media vuelta y me fui de allí. La vida está llena de reglas estúpidas, intentar discutirlas es una pérdida de tiempo. Vi algunas caras conocidas, estaba Matthew Owens, el señor virrey de Ciudad Lagarto. Había vivido con él durante un tiempo. Suspiré mientras le observaba. Tampoco me apetecía entablar conversación con aquel hombre, llevaba demasiada gente acompañándole.
Posiblemente fuese una mala idea desde el principio, el único consuelo es que si esperaba lo suficiente tal vez apareciese un Asher e hiciese explotar media ciudad porque alguien derramase vino sobre él. Parecía algo factible.
Me subí de un salto a uno de los tejados más cercanos y me tumbé a observar las nubes. Seguía sin saber para qué demonios me había metido yo allí. Supuse que con el tiempo ocurriría algo interesante que mereciese mi atención. Por ahora podía descansar en un lugar en el que las posibilidades de que te apuñalen tras cruzar una esquina eran pocas, pero las posibilidades de que te impactase una bola de fuego en la boca eran exactamente las mismas.
Irinnil Fawkes
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Echó la mirada al cielo. Las estrellas... Siempre había estado enamorado de ellas, pero justo en esa fecha, y por tiempo limitado, una brillaba por delante de las otras, una que claramente se podía distinguir como diferente.
Algunos lo veían como un oscuro presagio y otro como una bendición de los dioses que anunciaba una época de bienestar y gracia. El Sevna se inclinaba por lo segundo. Algo tan hermoso no podía ser un mal augurio.
Había acudido al lugar donde todos iban a acudir, un lugar olvidado y que nuevamente se estaba llenando de gentes de todos los rincones de Aerandir. Se iba a celebrar la más importante celebración en la historia de lo que es el mundo hoy en día, y no podía estar más emocionado con la idea. Aquella batalla generó muchos héroes en todas las razas, diversas historias y un recuerdo imborrable de la unión de todas las razas con un único objetivo; la libertad y la paz.
Una mano apoyada sobre su hombro lo sacó de su ensimismamiento. Era Emmanuel, su fiel amigo.
-Este lugar parece tranquilo, ¿Eh?-Acaban de entregar sus armas y armaduras, y se encontraban en la misma entrada-Si nos damos prisa podremos beber algo antes de que Ivens acabe con todas las reservas del lugar
-"Suerte" no es una palabra que nos defina-Dijo con sarcasmo mientras esbozaba una sonrisa
El arquero le devolvió el esbozo, y acto seguido le dio un par de palmadas en el hombro, indicándole que fuesen por cierto camino.
Alward lo siguió.
Como en todas las fiestas, había bebida y comida por doquier. Nadie se apuraba ni dejaba a medias una sola manzana o muslo de pollo, y qué decir de la cerveza, aquello volaba como si una magia extraña la evaporara.
En uno de esos vistazos, pudo reconocer a Eltrant Tale y su inseparable amiga Lyn. Pudo escuchar algo de lo que estaban hablando. Tenía ganas de saludar al ex-mercenario, por lo que se detendría un rato junto a él. Tocó el hombro de Emmanuel y le indicó que siguiese, ya luego lo alcanzaría... Si lograba encontrarlo.
Tras eso, se acercó hasta la extraña pareja.
-No te lo recomendaría-Advirtió ante la propuesta de la vampiresa a importunar a un hombre con alopecia, al cual conocía de casualidad-Ese hombre pertenece a la Guardia, y tiene muy malas pulgas. Con suerte conseguirás que solo te dé con la jarra de cerveza en la cara-Soltó una corta risa ante la idea-Un gusto volver a veros, amigos-Les dedicó una sonrisa gentil a ambos-¿Cómo os ha tratado la vida desde la última vez que nos cruzamos?
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Off: Interactúo con Eltrant
Algunos lo veían como un oscuro presagio y otro como una bendición de los dioses que anunciaba una época de bienestar y gracia. El Sevna se inclinaba por lo segundo. Algo tan hermoso no podía ser un mal augurio.
Había acudido al lugar donde todos iban a acudir, un lugar olvidado y que nuevamente se estaba llenando de gentes de todos los rincones de Aerandir. Se iba a celebrar la más importante celebración en la historia de lo que es el mundo hoy en día, y no podía estar más emocionado con la idea. Aquella batalla generó muchos héroes en todas las razas, diversas historias y un recuerdo imborrable de la unión de todas las razas con un único objetivo; la libertad y la paz.
Una mano apoyada sobre su hombro lo sacó de su ensimismamiento. Era Emmanuel, su fiel amigo.
-Este lugar parece tranquilo, ¿Eh?-Acaban de entregar sus armas y armaduras, y se encontraban en la misma entrada-Si nos damos prisa podremos beber algo antes de que Ivens acabe con todas las reservas del lugar
-"Suerte" no es una palabra que nos defina-Dijo con sarcasmo mientras esbozaba una sonrisa
El arquero le devolvió el esbozo, y acto seguido le dio un par de palmadas en el hombro, indicándole que fuesen por cierto camino.
Alward lo siguió.
Como en todas las fiestas, había bebida y comida por doquier. Nadie se apuraba ni dejaba a medias una sola manzana o muslo de pollo, y qué decir de la cerveza, aquello volaba como si una magia extraña la evaporara.
En uno de esos vistazos, pudo reconocer a Eltrant Tale y su inseparable amiga Lyn. Pudo escuchar algo de lo que estaban hablando. Tenía ganas de saludar al ex-mercenario, por lo que se detendría un rato junto a él. Tocó el hombro de Emmanuel y le indicó que siguiese, ya luego lo alcanzaría... Si lograba encontrarlo.
Tras eso, se acercó hasta la extraña pareja.
-No te lo recomendaría-Advirtió ante la propuesta de la vampiresa a importunar a un hombre con alopecia, al cual conocía de casualidad-Ese hombre pertenece a la Guardia, y tiene muy malas pulgas. Con suerte conseguirás que solo te dé con la jarra de cerveza en la cara-Soltó una corta risa ante la idea-Un gusto volver a veros, amigos-Les dedicó una sonrisa gentil a ambos-¿Cómo os ha tratado la vida desde la última vez que nos cruzamos?
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Off: Interactúo con Eltrant
Alward Sevna
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Frosk miraba receloso a aquel monje que le exigía su espada a cambio de poder entrar. No lo entendía, ¡¿Por qué?! Había un cruce de miradas intenso entre ambos, a Frosk se le hinchaba y deshinchaba su saco vocal mientras con los ojos entrecerrados no cedía ante la petición. Sin embargo, el monje seguía solemne en su decisión.
-Si no va a entregarme el arma, por favor márchese
-...Croac...-Seguía con aquella mirada furtiva. La espada era de su abuelo, y aunque Frosk era una rana confiada, ni por asomo le iba a dar ese tesoro tan preciado a un desconocido para dejarlo junto a todo ese montón de chatarra ajena.
Bluto, por su parte, miraba desde atrás del anfibio la escena sin mediar palabra.
-Hay gente esperando para entrar. Por favor, no me obligue a usar la fuerza.
-Señor Frosk, creo que deberíamos de hacerle caso. Todo el mundo entrega sus pertenencias sin rechistar. Este lugar no parece peligroso.-Añadió sin un tono realmente persuasivo, más bien era un comentario que lanzó sin mucho énfasis.
-¡¡Ahhhh, CROAC!!-Se volteó hacia el bio-cibernético y lo señaló de forma acusadora-¡No te pongas de su parte, Bluto!
-Pero realmente no parece haber peligro. Cuando nos marchemos seguro que nos la devuelven-Cambió la mirada del anfibio al monje, el cual asintió confirmando la frase
Frosk volvió a entrecerrar los ojos, hinchando de nuevo su saco vocal. Suspiró, resignado.
-Mire. Para que compruebe con certeza que lo que digo es verdad, le entregaré mis armas.-Le dijo al hombre rana. Acto seguido, se encaminó hacia el monje y extendió sus manos. El monje dragón hizo lo mismo, no sabiendo muy bien qué esperarse de tal armatoste aparentemente desarmado-Mi única arma son estos puños.-Tras decir eso, estos se desencajaron de sus muñecas y cayeron a peso en las manos del monje, el cual se esperaba una menor pesadez de lo que realmente se encontró. Tuvo incluso que encorvar un poco su espalda.-¿Ve?-Señaló a sus puños caídos con sus brazos mancos.
Frosk parpadeó con sus ojos saltones, aún desconfiado, pero ya con cierta duda sobre su postura inicial.
Acto seguido, se resignó, quitándose la funda de su espada de la cintura y entregándosela a regañadientes al monje, el cual no sabía cuánto podría aguantar con tanto peso entre sus manos.
-Espero que cuando vuelva siga estando como hasta ahora, croac
Y así, esta extraña pareja entró al recinto festivo. El anfibio se adelantó unos pasos saltando para quedar a la cabeza del dúo mientras observaban cómo estaba montado todo una vez dentro.
-Si no va a entregarme el arma, por favor márchese
-...Croac...-Seguía con aquella mirada furtiva. La espada era de su abuelo, y aunque Frosk era una rana confiada, ni por asomo le iba a dar ese tesoro tan preciado a un desconocido para dejarlo junto a todo ese montón de chatarra ajena.
Bluto, por su parte, miraba desde atrás del anfibio la escena sin mediar palabra.
-Hay gente esperando para entrar. Por favor, no me obligue a usar la fuerza.
-Señor Frosk, creo que deberíamos de hacerle caso. Todo el mundo entrega sus pertenencias sin rechistar. Este lugar no parece peligroso.-Añadió sin un tono realmente persuasivo, más bien era un comentario que lanzó sin mucho énfasis.
-¡¡Ahhhh, CROAC!!-Se volteó hacia el bio-cibernético y lo señaló de forma acusadora-¡No te pongas de su parte, Bluto!
-Pero realmente no parece haber peligro. Cuando nos marchemos seguro que nos la devuelven-Cambió la mirada del anfibio al monje, el cual asintió confirmando la frase
Frosk volvió a entrecerrar los ojos, hinchando de nuevo su saco vocal. Suspiró, resignado.
-Mire. Para que compruebe con certeza que lo que digo es verdad, le entregaré mis armas.-Le dijo al hombre rana. Acto seguido, se encaminó hacia el monje y extendió sus manos. El monje dragón hizo lo mismo, no sabiendo muy bien qué esperarse de tal armatoste aparentemente desarmado-Mi única arma son estos puños.-Tras decir eso, estos se desencajaron de sus muñecas y cayeron a peso en las manos del monje, el cual se esperaba una menor pesadez de lo que realmente se encontró. Tuvo incluso que encorvar un poco su espalda.-¿Ve?-Señaló a sus puños caídos con sus brazos mancos.
Frosk parpadeó con sus ojos saltones, aún desconfiado, pero ya con cierta duda sobre su postura inicial.
Acto seguido, se resignó, quitándose la funda de su espada de la cintura y entregándosela a regañadientes al monje, el cual no sabía cuánto podría aguantar con tanto peso entre sus manos.
-Espero que cuando vuelva siga estando como hasta ahora, croac
Y así, esta extraña pareja entró al recinto festivo. El anfibio se adelantó unos pasos saltando para quedar a la cabeza del dúo mientras observaban cómo estaba montado todo una vez dentro.
Frosk
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Para mí estar desarmado era como ir desnudo por las calles. A menudo, revisaba mi cinturón para cerciorarme una vez más de que mi espada estaba en manos de unos monjes desgraciados y acababa por suspirar derrotado. Mi único consuelo era saber que en toda derrota había una pequeña victoria, y que al menos celebraría como Dios manda. No todos los días podías tomar una buena birra mientras ves, en un solo sitio, a voluptuosas dragonas, exóticas elfas, bellas humanas, alguna que otra mujer-bestia simpática y... poco que decir de las vampiresas.
Ya que las noches son cortas en esta época del año, más me valía aprovechar la situación. Me dirigí a una de las mesas del banquete, empujando a todo el que se me atravesara en el camino y tomé, con gesto de ladrón, el último muslo de pollo y un tarro de cerveza. Un oso se me quedó mirando mal, a lo que le respondí gruñendo. Sea porque le inspiré miedo o por respeto a la celebración, no volvió a molestarme en toda la noche.
Mientras buscaba un banquito donde sentarme, vislumbré en la distancia la cabellera plateada y las orejas puntiagudas de una persona conocida: Yorha. Noté que llevaba un pomposo vestido de color azabache, algo raído y rasgado toscamente en la falda y las mangas, hasta el punto de que parecían unos harapos escarchados. Me le acerqué sigilosamente por la espalda.
—¿Yorha? — pregunté mientras le daba unas palmaditas en el hombro. En cuanto vi su violento rostro, no hubo duda alguna de que era ella. La miré de arriba a abajo impresionado, aún pese al estado de su vestido. — Nunca creí verte tan... elegante. Además, no creí que fueras de esas que van a reunioncitas de amiguitos.
—Mefisto me trajo hasta aquí, obligada. — Yorha correspondió a mi saludo con la habitual cara de pocos amigos — Ya de paso me compró esta mierda pretenciosa. Yo me pregunto: ¿cómo hacen todas esas putas humanas para caminar con esto? Te hace sentir lenta e indefensa, por eso lo acomodé a mi gusto.
—¿Obligada? — enarqué una ceja — Cuesta creer que alguien pudiera obligarte a hacer algo.
—Lo decidimos jugando a las cartas. Mefisto es un tramposo de primera, y ya le advertí que en cuanto lo pille le voy a cortar las pelotas... solo que aún no he tenido el gusto. — concluyó la elfa esbozando una sádica sonrisa. Le señalé uno de los bancos, y tomamos asiento.
Apenas había comenzado la noche y ya el monumento estaba a rebosar de personas, de todos los rincones de Aerandir. Habían unos cuantos rostros famosos mezclados entre la multitud. Pude reconocer a Matthew Owens, un hombrecito del que había escuchado hablar bastante: ¡virrey de Ciudad Lagarto! Noté que era un tipo extravagante,tal y como había escuchado, al ver su comitiva de lo más excéntrica. Quedaba más que claro que adoraba llamar la atención. Al comentárselo a Yorha, lo único que dijo fue: "Esa clase de chusma vive poco". De toda la comitiva del hombrecito, me llamó especialmente la atención una mujer morena, oscura como la noche, que se paseaba con un aura de serenidad.
—Míralo por allí: ¡el lameculos de Mefisto! — Yorha señaló al orejudo entre la multitud, atiborrándose de comida hasta más no poder. A continuación, la elfa se llevó la palma al rostro por la vergüenza. — Me pregunto en qué estaba pensando cuando accedí a ser su compañera de viajes.
—Si me lo preguntas, yo creo que están hechos tal para cual. — comenté con un tono burlón, antes de soltar la carcajada.
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Off: Interactuo con Yorha, un npc inventado por Mefisto y lo menciono con su debido permiso.
Ya que las noches son cortas en esta época del año, más me valía aprovechar la situación. Me dirigí a una de las mesas del banquete, empujando a todo el que se me atravesara en el camino y tomé, con gesto de ladrón, el último muslo de pollo y un tarro de cerveza. Un oso se me quedó mirando mal, a lo que le respondí gruñendo. Sea porque le inspiré miedo o por respeto a la celebración, no volvió a molestarme en toda la noche.
Mientras buscaba un banquito donde sentarme, vislumbré en la distancia la cabellera plateada y las orejas puntiagudas de una persona conocida: Yorha. Noté que llevaba un pomposo vestido de color azabache, algo raído y rasgado toscamente en la falda y las mangas, hasta el punto de que parecían unos harapos escarchados. Me le acerqué sigilosamente por la espalda.
—¿Yorha? — pregunté mientras le daba unas palmaditas en el hombro. En cuanto vi su violento rostro, no hubo duda alguna de que era ella. La miré de arriba a abajo impresionado, aún pese al estado de su vestido. — Nunca creí verte tan... elegante. Además, no creí que fueras de esas que van a reunioncitas de amiguitos.
—Mefisto me trajo hasta aquí, obligada. — Yorha correspondió a mi saludo con la habitual cara de pocos amigos — Ya de paso me compró esta mierda pretenciosa. Yo me pregunto: ¿cómo hacen todas esas putas humanas para caminar con esto? Te hace sentir lenta e indefensa, por eso lo acomodé a mi gusto.
—¿Obligada? — enarqué una ceja — Cuesta creer que alguien pudiera obligarte a hacer algo.
—Lo decidimos jugando a las cartas. Mefisto es un tramposo de primera, y ya le advertí que en cuanto lo pille le voy a cortar las pelotas... solo que aún no he tenido el gusto. — concluyó la elfa esbozando una sádica sonrisa. Le señalé uno de los bancos, y tomamos asiento.
Apenas había comenzado la noche y ya el monumento estaba a rebosar de personas, de todos los rincones de Aerandir. Habían unos cuantos rostros famosos mezclados entre la multitud. Pude reconocer a Matthew Owens, un hombrecito del que había escuchado hablar bastante: ¡virrey de Ciudad Lagarto! Noté que era un tipo extravagante,tal y como había escuchado, al ver su comitiva de lo más excéntrica. Quedaba más que claro que adoraba llamar la atención. Al comentárselo a Yorha, lo único que dijo fue: "Esa clase de chusma vive poco". De toda la comitiva del hombrecito, me llamó especialmente la atención una mujer morena, oscura como la noche, que se paseaba con un aura de serenidad.
—Míralo por allí: ¡el lameculos de Mefisto! — Yorha señaló al orejudo entre la multitud, atiborrándose de comida hasta más no poder. A continuación, la elfa se llevó la palma al rostro por la vergüenza. — Me pregunto en qué estaba pensando cuando accedí a ser su compañera de viajes.
—Si me lo preguntas, yo creo que están hechos tal para cual. — comenté con un tono burlón, antes de soltar la carcajada.
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Tatsuya Suō
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
El Día de la Alianza. Estaba bastante escéptico de acercarme al lugar por los eventos ocurridos en el Midsommar, lo suficiente como para comprar un pequeño pergamino que hablase sobre aquella celebración de manos de un dragón y refrescarme la memoria. Tenía recuerdos leves de mi padre comentándome sobre la celebración, y ciertas leyendas en comunidades de Sandorai respecto a ella, pero por como trabajaban los clanes y las creencias podían variar de poco a mucho entre ellos, era difícil separar la realidad de la fantasía.
—Ah, claro... cuando las razas se unieron para expulsar a los invasores...
Que la celebración hubiese nacido a manos de la unión de todas las razas ayudaba un poco a relajarse y tomarse las cosas con tranquilidad. A diferencia de Midsommar, esta parecía más... general, con menos cultos específicos. No estaba seguro, pero de lo que había llegado a comprender al final de todo, los sacrificios estaban siendo realizados a Dioses humanos.
Así que aquí o no habría sacrificios o habría sacrificios a montones de Dioses y no alcanzarían los cuerpos. Me encogí de hombros, encontrando tan improbable la segunda opción que desapareció cualquier rastro de miedo a la fiesta. Mientras caminaba seguía intentando leer el resto del pergamino, pero la caligrafía del dragón era aterradora. A veces pensaba que ciertas partes no estarían, si quiera, escritas en un idioma que pudiese entender.
Quitando levemente y por cortos instantes los ojos del pergamino vi una figura en toga pocos pasos adelante. Una barba larga y blanca era notable desde atrás, y la seda y los patrones de su ropa lucían impresionantes. Tenía que ser alguien de dinero, y tendía a relacionar el dinero con la cultura, al menos dentro de ciertas razas.
—Señor, señor. Disculpe, señor —dije colocándole una mano en el hombro y parándome a su lado, para enseñarle el pergamino—. ¿Me puede decir qué dice aquí? —señalé.
—¿Qué, te hace gracia? ¿Mucha risa?
—Qué, te hace gracia... —entrecerré los ojos—. No, eso no tiene sen—
Al ver a la cara del hombre tragué saliva. Era un ciego.
—A-Ahm, no es lo que parece, vera... —me lleve una mano a la boca, que gran selección de palabras.
—¡Y sigues! ¡Esta juventud hoy en día, ya no tienen respeto por los ancianos!
—¡N-No! ¡Es qu —
—¡Silencio, saltamontes! ¡Tienes suerte de que sea El Día de la Alianza, o te doy tus pataditas! ¡Hmph! —dijo dándose vuelta y siguiendo su avance, ofendido.
—...S-Señor —alcé un índice—. ¡No es por ahí, está regresando!
—¡No me hagas tirarte un aliento de fuego hijo! ¡Aún quedan ascúas en estos pulmones! —volteó, agitando su bastón varios segundos antes de girarse y seguir caminando de vuelta.
Me quede parando viendo incrédulo como el hombre se devolvía a ciegas. Doblé el papel lentamente y me lo guarde en un bolsillo, tras lo que lo seguí de puntillas, no fuese a tener buen oído. Intenté fingir una voz más grave, pero un olfateo después y había recibido un par de bastonazos en la cabeza. Me alejé, optando por mandar esta vez al golem, dándole una forma apenas humanoide a muy duras penas y haciendo una voz más aguda para hacerlo pasar por un niño. Con el olfateo cercano no dio nada, era un montón de arcilla, así que se lo creyó y pude encaminarlo al lugar.
Cuando la plaza se hizo visible me excusé, o más bien excusé a mi golem y deje avanzar al hombre por cuenta propia. Un monje dragón notó temprano la discapacidad de uno de los suyos y lo ayudó a avanzar. Seguí no muy poco después, con una marcha confianzuda, sólo para ver como un bastón se atravesaba en mi camino.
—¿Sucede... algo?
—Armas —se limitó a decir. Lo observé unos segundos confundido y balbuceé un poco, apuntando adelante con la mano como el anciano acababa de entrar.
—Pero él ha pasado con su bastón.
—¿Hmm? —alzó una ceja, volteando atrás—. ¿Qué sucede con eso?
—Es un arma.
—...¿No lo es?
Apunté a mi cabeza, señalando el chichón que me había dejado.
Aunque le arrancase una sonrisa al monje dragón, negó con su cabeza y volvió a insistir por el arma. Me encogí de hombros y le di el hacha, no era la persona más hábil con ella en Aerandir, y no sería la más hábil con ella en la plaza.
Continué mi camino con las manos detrás de la cabeza y la masa arrastrándose detrás de mi. El dragón se planteó un momento decir algo, pero ni sabía que era, sería una mascota o algo. Se rascó la quijada y prosiguió a atender a la siguiente persona en fila.
El lugar era mucho más impresionante de lo que me imaginé camino a el. Eran esculturas realmente enormes, y en efecto, había gente de todas las razas en el sitio, por la regla de entrada nadie parecía tener armas. Bueno, armas físicas al menos. Me rasqué el cuello y deje de mentirme a mí mismo, había venido aquí por la comida. Me acerqué a una de las tiendas de campaña, al parecer esta era llevada por humanos en su mayoría. Nada más asomar la cabeza dentro ya tenía una cuenca a rebosar de comida y un recipiente lleno de alcohol frente a mí, animándome a comer y compartir la comida.
—Ah, ¡gracias! —los tomé dudosamente al principio. Al ver que no me decían nada y todos sólo sonreían con naturalidad y se jugaban no pude evitar sonreír también.
Me retiré de la tienda de campaña, viendo a los lados. Había gente bailando, seguro, pero eran bailes distintos, y no veía a nadie arrastrando a otros a círculos ni nada raro. Sería una noche normal. Me encaminé hacia un banco viendo el cáliz con alcohol, estaba algo inseguro de si ponerme a beber de verdad. Era muy temprano, y no quería emborracharme, así que hice lo que alguien responsable haría.
Cambiar el calíz por otro cuenco de comida claro está.
Mientras caminaba por el lugar masticando un trozo de carne que apenas me entraba en la boca vi una figura tirada en un tejado. Alcé una ceja y vi a los alrededores a otros tejados cercanos, no parecía haber nadie más en ese estado, y estaba bastante seguro de que había mejores posiciones para observar a la enviada de Isil en el cielo.
Terminé de tragar y miré a mi golem.
—¿Crees qué sea un borracho? ¿Alguien herido?
El golem no respondió.
Me acerqué caminando a la edificación, viendo la altura, descarté la posibilidad de borrachos y heridos, es decir, no había forma de que llegaran allí arriba en esos estados. Observé los alrededores buscando una escalera, o algo que pudieran usar para haber subido, nada tampoco.
«...Hombre bestia volador que se durmió volando y cayó en el techo» planteé como nueva opción.
A la gente que pasaba intentaba hablarle para informarles de que había alguien en el tejado, pero la mayoría seguía de largo, absorbidos en la charla, la comida, la bebida, o todas las anteriores al mismo tiempo. Volví a ver arriba y arrugué la nariz, haciendo mis cálculos y trazando mi maravilloso plan.
Moví el golem al frente, casi pegado a la pared, e hice que adoptase la forma de una plataforma alargada pero poco ancha. Escale sobre ella con dificultad «esto hubiera sido más fácil si hubiera soltado la comida, ahora que lo pienso». Me paré, balanceándome con cuidado y vi arriba. Pegué un salto y coloqué un cuencos de comida, y luego otro, para colgarme con los brazos. Estando allí pude ver que no se trataba de un hombre bestia. Esas orejas, ¿una elfa?
—Hola, ¿todo está bien? —pregunté con una tranquilidad que no debería tener ningún elfo colgado de las axilas en un tejado. Estaba resbalando un poco, pero rasgué la pared con los pies para sostenerme. Recordé lo de que debía compartir la comida, y viendo que sostener un cuenco en una mano me estaba complicando todo, se lo ofrecí acercándolo.
—Ah, claro... cuando las razas se unieron para expulsar a los invasores...
Que la celebración hubiese nacido a manos de la unión de todas las razas ayudaba un poco a relajarse y tomarse las cosas con tranquilidad. A diferencia de Midsommar, esta parecía más... general, con menos cultos específicos. No estaba seguro, pero de lo que había llegado a comprender al final de todo, los sacrificios estaban siendo realizados a Dioses humanos.
Así que aquí o no habría sacrificios o habría sacrificios a montones de Dioses y no alcanzarían los cuerpos. Me encogí de hombros, encontrando tan improbable la segunda opción que desapareció cualquier rastro de miedo a la fiesta. Mientras caminaba seguía intentando leer el resto del pergamino, pero la caligrafía del dragón era aterradora. A veces pensaba que ciertas partes no estarían, si quiera, escritas en un idioma que pudiese entender.
Quitando levemente y por cortos instantes los ojos del pergamino vi una figura en toga pocos pasos adelante. Una barba larga y blanca era notable desde atrás, y la seda y los patrones de su ropa lucían impresionantes. Tenía que ser alguien de dinero, y tendía a relacionar el dinero con la cultura, al menos dentro de ciertas razas.
—Señor, señor. Disculpe, señor —dije colocándole una mano en el hombro y parándome a su lado, para enseñarle el pergamino—. ¿Me puede decir qué dice aquí? —señalé.
—¿Qué, te hace gracia? ¿Mucha risa?
—Qué, te hace gracia... —entrecerré los ojos—. No, eso no tiene sen—
Al ver a la cara del hombre tragué saliva. Era un ciego.
—A-Ahm, no es lo que parece, vera... —me lleve una mano a la boca, que gran selección de palabras.
—¡Y sigues! ¡Esta juventud hoy en día, ya no tienen respeto por los ancianos!
—¡N-No! ¡Es qu —
—¡Silencio, saltamontes! ¡Tienes suerte de que sea El Día de la Alianza, o te doy tus pataditas! ¡Hmph! —dijo dándose vuelta y siguiendo su avance, ofendido.
—...S-Señor —alcé un índice—. ¡No es por ahí, está regresando!
—¡No me hagas tirarte un aliento de fuego hijo! ¡Aún quedan ascúas en estos pulmones! —volteó, agitando su bastón varios segundos antes de girarse y seguir caminando de vuelta.
Me quede parando viendo incrédulo como el hombre se devolvía a ciegas. Doblé el papel lentamente y me lo guarde en un bolsillo, tras lo que lo seguí de puntillas, no fuese a tener buen oído. Intenté fingir una voz más grave, pero un olfateo después y había recibido un par de bastonazos en la cabeza. Me alejé, optando por mandar esta vez al golem, dándole una forma apenas humanoide a muy duras penas y haciendo una voz más aguda para hacerlo pasar por un niño. Con el olfateo cercano no dio nada, era un montón de arcilla, así que se lo creyó y pude encaminarlo al lugar.
Cuando la plaza se hizo visible me excusé, o más bien excusé a mi golem y deje avanzar al hombre por cuenta propia. Un monje dragón notó temprano la discapacidad de uno de los suyos y lo ayudó a avanzar. Seguí no muy poco después, con una marcha confianzuda, sólo para ver como un bastón se atravesaba en mi camino.
—¿Sucede... algo?
—Armas —se limitó a decir. Lo observé unos segundos confundido y balbuceé un poco, apuntando adelante con la mano como el anciano acababa de entrar.
—Pero él ha pasado con su bastón.
—¿Hmm? —alzó una ceja, volteando atrás—. ¿Qué sucede con eso?
—Es un arma.
—...¿No lo es?
Apunté a mi cabeza, señalando el chichón que me había dejado.
Aunque le arrancase una sonrisa al monje dragón, negó con su cabeza y volvió a insistir por el arma. Me encogí de hombros y le di el hacha, no era la persona más hábil con ella en Aerandir, y no sería la más hábil con ella en la plaza.
Continué mi camino con las manos detrás de la cabeza y la masa arrastrándose detrás de mi. El dragón se planteó un momento decir algo, pero ni sabía que era, sería una mascota o algo. Se rascó la quijada y prosiguió a atender a la siguiente persona en fila.
El lugar era mucho más impresionante de lo que me imaginé camino a el. Eran esculturas realmente enormes, y en efecto, había gente de todas las razas en el sitio, por la regla de entrada nadie parecía tener armas. Bueno, armas físicas al menos. Me rasqué el cuello y deje de mentirme a mí mismo, había venido aquí por la comida. Me acerqué a una de las tiendas de campaña, al parecer esta era llevada por humanos en su mayoría. Nada más asomar la cabeza dentro ya tenía una cuenca a rebosar de comida y un recipiente lleno de alcohol frente a mí, animándome a comer y compartir la comida.
—Ah, ¡gracias! —los tomé dudosamente al principio. Al ver que no me decían nada y todos sólo sonreían con naturalidad y se jugaban no pude evitar sonreír también.
Me retiré de la tienda de campaña, viendo a los lados. Había gente bailando, seguro, pero eran bailes distintos, y no veía a nadie arrastrando a otros a círculos ni nada raro. Sería una noche normal. Me encaminé hacia un banco viendo el cáliz con alcohol, estaba algo inseguro de si ponerme a beber de verdad. Era muy temprano, y no quería emborracharme, así que hice lo que alguien responsable haría.
Cambiar el calíz por otro cuenco de comida claro está.
Mientras caminaba por el lugar masticando un trozo de carne que apenas me entraba en la boca vi una figura tirada en un tejado. Alcé una ceja y vi a los alrededores a otros tejados cercanos, no parecía haber nadie más en ese estado, y estaba bastante seguro de que había mejores posiciones para observar a la enviada de Isil en el cielo.
Terminé de tragar y miré a mi golem.
—¿Crees qué sea un borracho? ¿Alguien herido?
El golem no respondió.
Me acerqué caminando a la edificación, viendo la altura, descarté la posibilidad de borrachos y heridos, es decir, no había forma de que llegaran allí arriba en esos estados. Observé los alrededores buscando una escalera, o algo que pudieran usar para haber subido, nada tampoco.
«...Hombre bestia volador que se durmió volando y cayó en el techo» planteé como nueva opción.
A la gente que pasaba intentaba hablarle para informarles de que había alguien en el tejado, pero la mayoría seguía de largo, absorbidos en la charla, la comida, la bebida, o todas las anteriores al mismo tiempo. Volví a ver arriba y arrugué la nariz, haciendo mis cálculos y trazando mi maravilloso plan.
Moví el golem al frente, casi pegado a la pared, e hice que adoptase la forma de una plataforma alargada pero poco ancha. Escale sobre ella con dificultad «esto hubiera sido más fácil si hubiera soltado la comida, ahora que lo pienso». Me paré, balanceándome con cuidado y vi arriba. Pegué un salto y coloqué un cuencos de comida, y luego otro, para colgarme con los brazos. Estando allí pude ver que no se trataba de un hombre bestia. Esas orejas, ¿una elfa?
—Hola, ¿todo está bien? —pregunté con una tranquilidad que no debería tener ningún elfo colgado de las axilas en un tejado. Estaba resbalando un poco, pero rasgué la pared con los pies para sostenerme. Recordé lo de que debía compartir la comida, y viendo que sostener un cuenco en una mano me estaba complicando todo, se lo ofrecí acercándolo.
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Interactuo con Irinnil.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
"Entregue sus armas y armaduras, por favor”
Ruru asintió lentamente, acarició el mango de su espada y con un gesto algo triste la sacó de su cinto y se la tendió. La espada era un bien preciado de su gente, algo que le regalaron antes de perecer ¡No se sentía cómoda dejándola! Pero comprendía que no se suponía que fueran a pelear para empezar, no las necesitaban y solo traerían tensiones innecesarias. El anciano recogió la espada y la dejó pasar con un cordial gesto, mirándola con serenidad y una suave sonrisa amable.
La festividad estaba llena de gente de toda la índole, desde elfos a brujos, pasando por humanos y terminado por bios ¡Era realmente increíble de ver! Todos parecían dar lo mejor de sí para dejar de lado las diferencias, o al menos la mayoría lo intentaba. Por su lado, la mujer mariposa caminó sin mostrarse realmente nerviosa o preocupada por la falta de armas, su andar era suave y elegante cual mariposa revoloteando sus alas y su porte digno y sabio, como una soberana debía de ser. Sosteniendo una jarra de hidromiel mientras caminaba, de vez en cuando se le aproximaban personas de todas las razas a hablar con ella y preguntarle curiosamente cosas referente a su aspecto, raza y estirpe; No le molestaba desde que era una curiosidad blanca que no iba con segundas intenciones. Respondió a cada pregunta pacientemente.
Vine hasta aquí para recolectar información pero…..hay tanta gente que apenas escucho algo
Sus mullidas antenas azuladas se movían y mecían al son de las conversaciones y ruidos, provocando algunas miradas hacia ellas de curiosidad, repulsión o interés. Por su parte, Ruru se sentó en una de las mesas comunitarias abiertas al público. Podía ver desde ahí la mesa de un excéntrico hombre rodeado de bandidos y de personajes a cada cual más pintoresco y extravagante, según las conversaciones era un virrey del territorio humano, de una ciudad conocida como "Ciudad Lagarto". A su vez podía ver comitivas importantes interactuar abiertamente con otras razas con las que normalmente no se hablarían ¡Había incluso una pequeña de elfos y brujos compartiendo una extraña tranquila conversación! los más relajados eran tal vez los dragones, quienes por su gran y robusto físico y poder mágico no tenían nada que temer aún sin armas.
Le dio un suave sorbo a su hidromiel y esta vez se fijó en un par de viejos conocidos, dos humanos al parecer acompañados por una jovencita de unos 17-18 años. apartó su mirada y siguió observando, nada que realmente pudiera darle una sola pieza de información ¡Parecía que tenía que aproximarse ella a otros para poder averiguar algo! La diplomacia era algo que Ruru sabía desde que fue criada para ser reina de una colmena pero hacía tiempo que no la practicaba, podría estar un poco oxidada.
Supongo que es hora quitarles polvo..
Ruru Lepidoptera
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Frosk andaba con paso alegre por el lugar, viendo maravillado como seres de todas las razas estaban allí, humanos, elfos, vampiros, brujos... Estos los conocía bien porque su abuelo le había hablado bien de ellos. También sabía que él era de una raza peculiar que a su vez tenía varias ramificaciones; los hombres-bestia. Vio a muchos de estos seres también por allí.
Era la primera vez que estaba en una congregación tan grande y multitudinaria, y aquello le impresionaba un poco como era obvio. Hacía poco que había abandonado su hogar de siempre para poder conocer todos aquellos lugares que su abuelo una vez le mencionó.
La gente miraba a la extraña pareja con curiosidad. La pequeña estatura de Frosk y sus sutiles pasos contrastaban enormemente con los más de dos metros que Bluto medía, y además cada paso de este se escuchaba como un estruendo.
De pronto, algo se cruzó en la divisoria de Frosk. Algo que le hizo hacerse la boca agua y que ni en sus mejores sueños hubiera imaginado tener al alcance: ¡UN INSECTO GIGANTE!. Este se paseaba por ahí como si nada, e incluso había gente que se acercaba para hablarle... ¿Los insectos pueden hablar...? No lo sabía, pero eso ahora poco importaba. No comía nada desde la noche anterior, y aquel manjar era demasiado suculento como para dejarlo escapar.
El hombre rana se fue rápidamente a esconderse detrás de unas cajas, acción que el bio-cibernético que lo acompñaba imitó. El anfibio se escondió de maravilla, pero la altura y la brusquedad del ser de metal. La gente que pasaba por allí los miraba como si fuesen unos locos, y aceleraban el paso para no tener nada que ver con lo que sea que tramaran aquella pareja poco silenciosa.
-¿Qué pretende hacer escondiéndose tras estas cajas, señor Frosk?-Bajó la mirada hacia el anfibio
-Calla, croac-Le asió con la mano-Creo que voy a tener una excelente presa...
Bluto entonces miró al frente, viendo a aquella mariposa elegante caminar sobre dos patas.
-No creo que sea una buena idea.-Volvió a mirar hacia abajo. estaban tan estrechos en ese sitio que, o se caían hacia atrás o derribaban todas las cajas
-Quédate aquí, no vaya a ser que la asustes, croac.-Le ordenó
Y, así, el anfibio escaló las cajas hasta colocarse en la cima de aquel montón. Se preparó mentalmente una cuenta atrás y, cuando estuvo listo, saltó a por su presa, sacando la lengua en el aire y haciendo que esta se pegara a la espalda de la mariposa. Creía que su fuerza sería suficiente para atraerla hasta así y poder comérsela, pero lejos de eso, se cayó de bruces contra el suelo, con su larga lengua aún pegada a la mariposa.
-...Croac...-Soltó con cierto dolor. Si, por algún motivo, a la mariposa le daba por agitarse con violencia, seguramente el anfibio daría unas vueltas poco agradables alrededor del eje del insecto, arrastrándose también por todo el suelo. Su táctica se podría decir que oficialmente había fallado. El depredador no atrapó a la presa.
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Off: Interactúo con Ruru
Era la primera vez que estaba en una congregación tan grande y multitudinaria, y aquello le impresionaba un poco como era obvio. Hacía poco que había abandonado su hogar de siempre para poder conocer todos aquellos lugares que su abuelo una vez le mencionó.
La gente miraba a la extraña pareja con curiosidad. La pequeña estatura de Frosk y sus sutiles pasos contrastaban enormemente con los más de dos metros que Bluto medía, y además cada paso de este se escuchaba como un estruendo.
De pronto, algo se cruzó en la divisoria de Frosk. Algo que le hizo hacerse la boca agua y que ni en sus mejores sueños hubiera imaginado tener al alcance: ¡UN INSECTO GIGANTE!. Este se paseaba por ahí como si nada, e incluso había gente que se acercaba para hablarle... ¿Los insectos pueden hablar...? No lo sabía, pero eso ahora poco importaba. No comía nada desde la noche anterior, y aquel manjar era demasiado suculento como para dejarlo escapar.
El hombre rana se fue rápidamente a esconderse detrás de unas cajas, acción que el bio-cibernético que lo acompñaba imitó. El anfibio se escondió de maravilla, pero la altura y la brusquedad del ser de metal. La gente que pasaba por allí los miraba como si fuesen unos locos, y aceleraban el paso para no tener nada que ver con lo que sea que tramaran aquella pareja poco silenciosa.
-¿Qué pretende hacer escondiéndose tras estas cajas, señor Frosk?-Bajó la mirada hacia el anfibio
-Calla, croac-Le asió con la mano-Creo que voy a tener una excelente presa...
Bluto entonces miró al frente, viendo a aquella mariposa elegante caminar sobre dos patas.
-No creo que sea una buena idea.-Volvió a mirar hacia abajo. estaban tan estrechos en ese sitio que, o se caían hacia atrás o derribaban todas las cajas
-Quédate aquí, no vaya a ser que la asustes, croac.-Le ordenó
Y, así, el anfibio escaló las cajas hasta colocarse en la cima de aquel montón. Se preparó mentalmente una cuenta atrás y, cuando estuvo listo, saltó a por su presa, sacando la lengua en el aire y haciendo que esta se pegara a la espalda de la mariposa. Creía que su fuerza sería suficiente para atraerla hasta así y poder comérsela, pero lejos de eso, se cayó de bruces contra el suelo, con su larga lengua aún pegada a la mariposa.
-...Croac...-Soltó con cierto dolor. Si, por algún motivo, a la mariposa le daba por agitarse con violencia, seguramente el anfibio daría unas vueltas poco agradables alrededor del eje del insecto, arrastrándose también por todo el suelo. Su táctica se podría decir que oficialmente había fallado. El depredador no atrapó a la presa.
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Frosk
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Ruru logró entablar conversación con un grupo de elfos, eran educado y gentiles, rápidamente Ruru pudo conectar con ellos aún solo pudiendo comunicarse mediante notas. La mariposa gustosa les compartió información a cambio de rumores o chismorreos sobre alguna clase de “hombres insecto” en el bosque. Logró encontrar algo pero no parece del todo fiable, aún así, los elfos la invitaron a la aldea para seguir compartiendo información si alguna vez pasaba por la zona. La mujer-mariposa se llevó una muy buena impresión de ellos.
Aún así, no solo podía quedarse hablando con los elfos por siempre ¡Tenía que seguir buscando! De forma educada se despidió el grupo de elfos y se alejó de ellos con un elegante andar, intentando buscar gente de bien que pareciera estar interesada en compartir información con ella.
¿Hmm?
Sus antenas se movieron levemente al escuchar el cuchicheo de dos personas detrás de las cajas, tal vez la vista de Ruru era cuestionable pero su oído era sencillamente magnífico; Podía escuchar sus voces aunque por las interferencias de otras voces no podía entender qué decían. Ruru encontró que era un lugar raro para hablar pero no era su problema, girándose, prosiguió su andar ¡O eso pensaba!
El ruido de un *Zas* se escuchó por la espalda seguido de una extraña sensación en el centro de los omóplatos, cerca del inicio de sus alas. Un frío escalofrío pasó por la espina de la mujer-mariposa, que por instinto extendió sus alas azuladas como si estuviera por echar a volar, acompañado de un agudo chirrido de sorpresa. La gente miró sorprendidos y maravillados el hermoso despliegue azulado-morado de sus alas con hermosos patrones y un brillo similar a estrellas impregnado en estas, era como ver un cielo estrellado de colores azulados y morados de fantasía. Cuando la horrible sensación pasó, Ruru replegó sus alas tímidamente y comenzó a buscar qué diablos provocó esa desagradable y pegajosa….
“¿click?”
Aunque no se giró del todo, pudo ver una pequeña figura sentada en el suelo que la detuvo; Temiendo que fuera un niño que chocó con ella, la mujer no osó hacer movimientos que pudieran asustarlo. En su lugar se giró lentamente y…….¿Un hombre sapo? No, parecía más bien un hombre rana, estafa frente a ella. Parecía aturdido ¿El choque fue realmente fuerte? La mariposa se arrodillo frente a él, preguntándose si el hombre estaba bien ¡Fue un golpe realmente duro! Temía que pudiera haberse roto su na-.....cierto, las ranas no tienen nariz.
¿....? Tiene la lengua sacada….¿hmmm?
Ruru se fijó entonces en que la lengua del hombre-rana desconocido estaba hacía fuera y se estiraba de sobre manera como solo una rana podía hacerlo. Ruru siguió la ruta de la lengua de color rojo sangre, preguntándose si el hombre-bestia no estaría incómodo hasta que finalmente se fijó que el camino llegaba hasta su hombro y se perdía en su espalda.
¿No me digas que...?
La mariposa extendió unas de sus manos para comprobar lo que ya sospechaba, en el centro de su omóplato, cerca de donde sus alas nacían había lo que parecía ser la punta de una lengua pegada, de un tirón suave logró retirarla. La lengua no era exactamente húmeda, era más bien pegajosa y tibia la tacto, se pegaba al exoesqueleto de su mano con facilidad. Ruru miró la lengua fijamente, luego miró al hombre rana, luego la lengua de nuevo; Por fin entendía qué fue lo que pasó.
Quien iba a decir que un día un hombre-rana de apenas un metro intentaría devorarme...
Ruru no estaba molesta, no era como que le diera totalmente igual, pero lo cierto es que no podía mosquearse cuando se veía a leguas quien acabó peor de los dos por el fatídico intento de caza. La mujer mariposa le tendió su propia lengua a la rana, preguntándose cómo diablos lidiar con la situación.
“¿Te encuentra bien?”
La mujer mariposa le mostró esa nota en cuanto vio la pequeña figura del anfibio y su lengua recuperada, la verdad es que estaba más preocupada por el porrazo que el hombre se pegó contra su espalda ¿Era lo normal que una presa se preocupara por su “cazador” cuya caza fue fallida?
Ruru Lepidoptera
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Los Nómadas se mantenían alerta, no demasiado lejos de la plaza. Estaban armados, preparados, y fuera del territorio protegido por los dragones, vistos por nadie.
No era un sacrificio para ellos. Por mucho que disfrutasen de festividades y similares, todos ellos eran gente a la que aquella "Alianza" había fallado. Gente traicionada por esa comunidad que seguía alimentándose de la sangre de los que la sostenían.
Sus órdenes eran esperar, por el momento. Mantenerse en guardia, y esperar a la señal, si es que llegaba. Idealmente, no lo haría, y ninguno de ellos moriría o se pondría en peligro. Pero ninguno confiaba. Después de todo, aquello era demasiado sospechoso como para aceptarlo sin más.
Solo Syl y yo nos acercamos a la plaza. La ballesta la poseía uno de los Nómadas que habíamos dejado atrás: Auginn nos había contado lo de las armas. Y aun así, nos interrumpieron mientras nos acercábamos.
-Necesito que nos entreguéis todas las armas y armaduras que lleveis.- dijo.
-Espero que también les hagas a los brujos, elfos, vampiros y dragones quitarse su magia antes de entrar.- respondí con un gruñido. Al parecer, no iba a ceder fácilmente. Empecé a desabrocharme las correas de la armadura. Un sacrificio menor, para lo que podía ser. Miró expectante a Syl.
-¿...Qué, esperas que se desnude? Solo es una capa.- protesté. Mentira, por supuesto. Debajo de esta, llevaba su brazal. Oculto en este brazal, estaba la cuchilla que había fabricado Eltrant. Tampoco ayudaba que la tuviese runas de varios tipos en ella, pero realmente, no era lo que llamaría una "armadura". -He visto a otros entrar más cubiertos.- añadí. Aquello pareció bastar para que no insistiese. Tampoco llegó a pedirme la Corona Astada, quizás por su propio bien.
-¿Algún arma más?- preguntó, después de que le entregase a un monje las piezas de la armadura y mi guantelete.
-Sí, aquí tienes.- sonreí, invocando a Eclipse y ofreciéndosela. En cuanto el monje la tocó, el arma desapareció por completo. Fingí sorpresa, de forma bastante pobre. -Hmm, prueba de nuevo.- dije, haciéndola reaparecer. Esta vez, consiguió tomarla, hizo su reverencia, y empezó a marcharse... solo para que volviese a desaparecer de sus manos. -Creo que no le gustas.- sonreí.
-Las bromas y burlas no nos importan, Centinela. Sólo que deje sus armas, como el resto.- dijo, al parecer indiferente ante aquello. Puse los ojos en blanco, y contemplé la idea de dejar el arma realmente. Sería puramente simbólico, por supuesto, pero no era precisamente el símbolo que quería dar tampoco. No tenía por qué seguir las tradiciones de otros. No servía a ningún rey, después de todo... y tampoco a ninguna Alianza.
-Considérala entregada, entonces.- respondí. El arma no estaba a la vista, después de todo. Nada me iba a impedir invocarla cuando inevitablemente fuese necesario. Idiotas. Incluso sin espada o armadura, sería más amenaza de la que podrían contener. Y seguramente, no era el único. Sin más inconveniente, nos adentramos algo más, en silencio.
Hice inventario. Aún conservaba algunas cosas menos llamativas. Aparte de la espada, teníamos la cuchilla y capa de Syl, el Grimorio Blanco, y algunos otros objetos ocultos en los bolsillos de mi propia capa reforzada y los cinturones míos y del felino. Aparte de eso, y quizás lo más importante, era que conservaba la Corona.
Sobraba decirlo, pero no confiaba nada en aquello. ¿Dejar todas las armas y armaduras en manos de otros y esperar que todo el mundo se llevase bien? ¿A quien se le ocurría? Era tan absurdamente evidente que aquello acabaría mal. En cualquier momento, alguien haría un movimiento en falso, y la "sorpresa" se haría clara. Debían creerse muy inteligentes por pensar en aquello.
Por supuesto, había seguridad. Lo cual importaba más bien poco si estaban del bando que quería dar la "sorpresa". Los brujos y los dragones eran los más peligrosos en esas circunstancias, pero sospechaba más de los últimos. Sobre todo bajo el mandato de Rigobert... gruñí. Si hacía su aparición, la posibilidad de un asesinato sería demasiado cercana como para no tomarla. Más aún teniendo a los Nómadas cerca.
¿Que mejor día para hacer algo así que 150 años tras la Alianza, después de todo?
Aun así, algo así tendría repercusiones. Aunque estuviese haciendo mi deber como Centinela, proteger Aerandir de amenazas, no sería un movimiento muy popular. Al menos, no de inmediato. No me imaginaba que fuese un rey realmente popular.
-No podremos hacer nada por evitarlo.- admití, sin mirar del todo a Syl. -Alguien se moverá primero. Pero quizás podemos cambiar lo que ocurra después.- murmuré.
-La maldición de los defensores.- concedió Syl. -No puedes evitar que alguien piense en atacar, o que lo planee. Pero aún hay que ver quien es el que defiende y quien el que ataca.-
-En el mejor caso... no pasa nada y nadie ataca.- Dejé escapar una ligera risa, tanto hacia mi como a la situación. -Poco probable, pero quizás solo estén intentando ponernos nerviosos.-
-¿Y cual crees que es el caso probable?-
-Probablemente comience con un grito y una explosión.- Me crucé de hombros. Había muchas cosas en el aire.
-¿Explosión tuya?- inquirió, arqueando una ceja.
-No quiero compremeterme aún, la noche es joven.- respondí, esbozando una sonrisa lopuna. El gato me golpeó en el hombro mientras reía. Como solía hacer, percibí el éter de la zona, buscando algo anómalo. Había mucha gente allí, por lo que era dificil, pero sí que vi algo que no esperaba. -Espera aquí un segundo.-
-Oh, no.-
Y me encaminé hacia la "comitiva de Ciudad Lagarto", aquel sitio que había quemado en gran parte unos meses atrás. Matthew Owens estaba allí. Y alguien más. Alguien que no se parecía a Oromë Vánadóttir, pero emitía el mismo éter que cierto objeto que había visto aquella misma noche. Fui directo hacia ella, mostrando una amplia sonrisa mientras me abría paso entre los criminales del grupo... sin bajar la guardia, por supuesto. Mis pertenencias debían seguir en su lugar.
-Pareces alguien que tiene un gran fuego en su interior.- dije, cambiando la sonrisa a una más feroz y amenazante. -Espero que nadie te haga perderlo.- Reí ligeramente, relajándome. No era el momento, después de todo. No estaba allí para eso. Me volví hacia Matthew, y le saludé con una simple inclinación de cabeza. Después, volví con Syl. No había mucho que hacer allí.
-¿Quien crees que puede oler a metal y sangre sin llevar arma ni armadura?- preguntó. Olfateé el aire mientras miraba alrededor. ¿Podía ser...?
El barbudo exguardia, exmercenario, exfugitivo y "ex" de probablemente nadie estaba allí, hablando con... Sevna. Lancé una carcajada. Aquello iba a tener gracia. Sería nuestra próxima parada, entonces. Nos acercamos, y fui directo a ponerle una mano en el hombro al herrero.
-Disculpa, ¿Elran Tail?- pregunté. -Dicen que los monjes se han roto algo al tratar de llevar todo el metal que tenías. Hay decenas de heridos, y dos muertos.- bromeé, apoyándome con tanto peso como podía sobre él. Era de las pocas personas con fuerza suficiente para aguantar algo así, pero debía aprovecharme. -Hola, Lyn, espero que le hayas torturado horriblemente.- dije, y cambié a un tono mucho más monótono y desanimado para la siguiente palabra. -Sevna.-
Sin embargo, no tardé en recuperar la sonrisa. Tenía que aprovechar mientras podía. Syl también saludo a los presentes, de su forma habitual.
Interactuo con Oromë y Matthew, y luego con Eltrant, Lyn y Alward.
No era un sacrificio para ellos. Por mucho que disfrutasen de festividades y similares, todos ellos eran gente a la que aquella "Alianza" había fallado. Gente traicionada por esa comunidad que seguía alimentándose de la sangre de los que la sostenían.
Sus órdenes eran esperar, por el momento. Mantenerse en guardia, y esperar a la señal, si es que llegaba. Idealmente, no lo haría, y ninguno de ellos moriría o se pondría en peligro. Pero ninguno confiaba. Después de todo, aquello era demasiado sospechoso como para aceptarlo sin más.
Solo Syl y yo nos acercamos a la plaza. La ballesta la poseía uno de los Nómadas que habíamos dejado atrás: Auginn nos había contado lo de las armas. Y aun así, nos interrumpieron mientras nos acercábamos.
-Necesito que nos entreguéis todas las armas y armaduras que lleveis.- dijo.
-Espero que también les hagas a los brujos, elfos, vampiros y dragones quitarse su magia antes de entrar.- respondí con un gruñido. Al parecer, no iba a ceder fácilmente. Empecé a desabrocharme las correas de la armadura. Un sacrificio menor, para lo que podía ser. Miró expectante a Syl.
-¿...Qué, esperas que se desnude? Solo es una capa.- protesté. Mentira, por supuesto. Debajo de esta, llevaba su brazal. Oculto en este brazal, estaba la cuchilla que había fabricado Eltrant. Tampoco ayudaba que la tuviese runas de varios tipos en ella, pero realmente, no era lo que llamaría una "armadura". -He visto a otros entrar más cubiertos.- añadí. Aquello pareció bastar para que no insistiese. Tampoco llegó a pedirme la Corona Astada, quizás por su propio bien.
-¿Algún arma más?- preguntó, después de que le entregase a un monje las piezas de la armadura y mi guantelete.
-Sí, aquí tienes.- sonreí, invocando a Eclipse y ofreciéndosela. En cuanto el monje la tocó, el arma desapareció por completo. Fingí sorpresa, de forma bastante pobre. -Hmm, prueba de nuevo.- dije, haciéndola reaparecer. Esta vez, consiguió tomarla, hizo su reverencia, y empezó a marcharse... solo para que volviese a desaparecer de sus manos. -Creo que no le gustas.- sonreí.
-Las bromas y burlas no nos importan, Centinela. Sólo que deje sus armas, como el resto.- dijo, al parecer indiferente ante aquello. Puse los ojos en blanco, y contemplé la idea de dejar el arma realmente. Sería puramente simbólico, por supuesto, pero no era precisamente el símbolo que quería dar tampoco. No tenía por qué seguir las tradiciones de otros. No servía a ningún rey, después de todo... y tampoco a ninguna Alianza.
-Considérala entregada, entonces.- respondí. El arma no estaba a la vista, después de todo. Nada me iba a impedir invocarla cuando inevitablemente fuese necesario. Idiotas. Incluso sin espada o armadura, sería más amenaza de la que podrían contener. Y seguramente, no era el único. Sin más inconveniente, nos adentramos algo más, en silencio.
Hice inventario. Aún conservaba algunas cosas menos llamativas. Aparte de la espada, teníamos la cuchilla y capa de Syl, el Grimorio Blanco, y algunos otros objetos ocultos en los bolsillos de mi propia capa reforzada y los cinturones míos y del felino. Aparte de eso, y quizás lo más importante, era que conservaba la Corona.
Sobraba decirlo, pero no confiaba nada en aquello. ¿Dejar todas las armas y armaduras en manos de otros y esperar que todo el mundo se llevase bien? ¿A quien se le ocurría? Era tan absurdamente evidente que aquello acabaría mal. En cualquier momento, alguien haría un movimiento en falso, y la "sorpresa" se haría clara. Debían creerse muy inteligentes por pensar en aquello.
Por supuesto, había seguridad. Lo cual importaba más bien poco si estaban del bando que quería dar la "sorpresa". Los brujos y los dragones eran los más peligrosos en esas circunstancias, pero sospechaba más de los últimos. Sobre todo bajo el mandato de Rigobert... gruñí. Si hacía su aparición, la posibilidad de un asesinato sería demasiado cercana como para no tomarla. Más aún teniendo a los Nómadas cerca.
¿Que mejor día para hacer algo así que 150 años tras la Alianza, después de todo?
Aun así, algo así tendría repercusiones. Aunque estuviese haciendo mi deber como Centinela, proteger Aerandir de amenazas, no sería un movimiento muy popular. Al menos, no de inmediato. No me imaginaba que fuese un rey realmente popular.
-No podremos hacer nada por evitarlo.- admití, sin mirar del todo a Syl. -Alguien se moverá primero. Pero quizás podemos cambiar lo que ocurra después.- murmuré.
-La maldición de los defensores.- concedió Syl. -No puedes evitar que alguien piense en atacar, o que lo planee. Pero aún hay que ver quien es el que defiende y quien el que ataca.-
-En el mejor caso... no pasa nada y nadie ataca.- Dejé escapar una ligera risa, tanto hacia mi como a la situación. -Poco probable, pero quizás solo estén intentando ponernos nerviosos.-
-¿Y cual crees que es el caso probable?-
-Probablemente comience con un grito y una explosión.- Me crucé de hombros. Había muchas cosas en el aire.
-¿Explosión tuya?- inquirió, arqueando una ceja.
-No quiero compremeterme aún, la noche es joven.- respondí, esbozando una sonrisa lopuna. El gato me golpeó en el hombro mientras reía. Como solía hacer, percibí el éter de la zona, buscando algo anómalo. Había mucha gente allí, por lo que era dificil, pero sí que vi algo que no esperaba. -Espera aquí un segundo.-
-Oh, no.-
Y me encaminé hacia la "comitiva de Ciudad Lagarto", aquel sitio que había quemado en gran parte unos meses atrás. Matthew Owens estaba allí. Y alguien más. Alguien que no se parecía a Oromë Vánadóttir, pero emitía el mismo éter que cierto objeto que había visto aquella misma noche. Fui directo hacia ella, mostrando una amplia sonrisa mientras me abría paso entre los criminales del grupo... sin bajar la guardia, por supuesto. Mis pertenencias debían seguir en su lugar.
-Pareces alguien que tiene un gran fuego en su interior.- dije, cambiando la sonrisa a una más feroz y amenazante. -Espero que nadie te haga perderlo.- Reí ligeramente, relajándome. No era el momento, después de todo. No estaba allí para eso. Me volví hacia Matthew, y le saludé con una simple inclinación de cabeza. Después, volví con Syl. No había mucho que hacer allí.
-¿Quien crees que puede oler a metal y sangre sin llevar arma ni armadura?- preguntó. Olfateé el aire mientras miraba alrededor. ¿Podía ser...?
El barbudo exguardia, exmercenario, exfugitivo y "ex" de probablemente nadie estaba allí, hablando con... Sevna. Lancé una carcajada. Aquello iba a tener gracia. Sería nuestra próxima parada, entonces. Nos acercamos, y fui directo a ponerle una mano en el hombro al herrero.
-Disculpa, ¿Elran Tail?- pregunté. -Dicen que los monjes se han roto algo al tratar de llevar todo el metal que tenías. Hay decenas de heridos, y dos muertos.- bromeé, apoyándome con tanto peso como podía sobre él. Era de las pocas personas con fuerza suficiente para aguantar algo así, pero debía aprovecharme. -Hola, Lyn, espero que le hayas torturado horriblemente.- dije, y cambié a un tono mucho más monótono y desanimado para la siguiente palabra. -Sevna.-
Sin embargo, no tardé en recuperar la sonrisa. Tenía que aprovechar mientras podía. Syl también saludo a los presentes, de su forma habitual.
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Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
—¡¿Acaso no tiene respeto por su trabajo?! —alcé la voz, con un tono de mosqueo y petulancia. Pude sentir la mirada de muchos de los presentes centrarse en la escenita que estaba montando.
—¿...Disculpe? —respondió el monje, su rostro mostrando confusión y algo de preocupación debido a mis palabras . Él estaba ahí para mantener tranquilo el lugar, y alguien estaba haciéndole difícil la tarea.
—¿No es su deber tomar las armas de los que entren? —me crucé de brazos, dando golpecitos al suelo con el pie. Sus ojos fueron a sus compañeros, en busca de ayuda o respuestas, pero ellos tampoco tenían ni idea—¡¿Eh?! —me quejé ante la lentitud de su respuesta.
Pareció alarmarse un poco más.
"«¿Acaso se nos pasó el arma de alguien, peligrando así el orden dentro de la celebración?» Seguro está pensando... Pues no, pero..."
—¿Ha visto a alguien portar un arma dentr—
—¡Lo hubiese hecho si daba un par de pasos más, señor! —señalé el tramo delante de mí con la mano libre. El monje, intentando siempre mantener la calma, pareció entender a lo que me refería.
—Entonces agradecería que dispusiera de toda arma que tenga oculta, así como han hecho el resto de personas antes de usted. —inclinó la cabeza.
"Joder, sí que van en serio con eso de recibir a la gente."
—¡Pues muy oculta no estaba! —respondí con picardía, zarandeando el bastón con la mano, y luego dándoselo de mala gana— ¡Espero que no me apuñale alguien, en la falsa seguridad de esta reunión! —Hice un teatral gesto de desdicha con las manos. El monje se congeló en una cara de póquer, seguramente esforzándose al máximo por no mandarme a tomar por culo.
Me alejé de ahí, apenas pudiendo contener la risa. Estaba casi seguro de que iban a usarlo para darle fuerza a alguna fogata.
¿Por qué estaba ahí? se preguntarán. Pues huir del peligro era divertido, pero incluso yo debía descansar. La ocasión parecía perfecta para conocer gente que en otro momento me cortaría el cuello antes de que pudiese presentarme. ¡Y tenía comida gratis!
Fui directo a la mesa de la comida —comida gratis—, y me quede ahí un ratito, llenando cada bolsillo que tenía con bocadillos que no mancharan. La gente no tardó en verme raro, y no tardé en darme cuenta que alguien me señalaba, a lo lejos. Una mujer de pelo blanco, acompañada del brujo más feo que había conocido.
—¡Hola! ¡Soy yo! —saludé con la mano de forma exagerada, siendo lo menos sutil posible, mientras caminaba sonriente hacia Tatsuya y Yorha—. ¿...Y ustedes qué creen que ocurrirá aquí? —dije con un tono mucho más bajo y serio, cuando estuve cerca de ellos— Yo apuesto por algún acto terrorista. Eso o un simple picnic, sin opciones de por medio. —Di un par de palmadas en la espalda al brujo, y me abstuve de hacer lo mismo a la elfa. Me gustaba esa mano.
*Off: Interactúo con Tatsuya.
—¿...Disculpe? —respondió el monje, su rostro mostrando confusión y algo de preocupación debido a mis palabras . Él estaba ahí para mantener tranquilo el lugar, y alguien estaba haciéndole difícil la tarea.
—¿No es su deber tomar las armas de los que entren? —me crucé de brazos, dando golpecitos al suelo con el pie. Sus ojos fueron a sus compañeros, en busca de ayuda o respuestas, pero ellos tampoco tenían ni idea—¡¿Eh?! —me quejé ante la lentitud de su respuesta.
Pareció alarmarse un poco más.
"«¿Acaso se nos pasó el arma de alguien, peligrando así el orden dentro de la celebración?» Seguro está pensando... Pues no, pero..."
—¿Ha visto a alguien portar un arma dentr—
—¡Lo hubiese hecho si daba un par de pasos más, señor! —señalé el tramo delante de mí con la mano libre. El monje, intentando siempre mantener la calma, pareció entender a lo que me refería.
—Entonces agradecería que dispusiera de toda arma que tenga oculta, así como han hecho el resto de personas antes de usted. —inclinó la cabeza.
"Joder, sí que van en serio con eso de recibir a la gente."
—¡Pues muy oculta no estaba! —respondí con picardía, zarandeando el bastón con la mano, y luego dándoselo de mala gana— ¡Espero que no me apuñale alguien, en la falsa seguridad de esta reunión! —Hice un teatral gesto de desdicha con las manos. El monje se congeló en una cara de póquer, seguramente esforzándose al máximo por no mandarme a tomar por culo.
Me alejé de ahí, apenas pudiendo contener la risa. Estaba casi seguro de que iban a usarlo para darle fuerza a alguna fogata.
¿Por qué estaba ahí? se preguntarán. Pues huir del peligro era divertido, pero incluso yo debía descansar. La ocasión parecía perfecta para conocer gente que en otro momento me cortaría el cuello antes de que pudiese presentarme. ¡Y tenía comida gratis!
Fui directo a la mesa de la comida —comida gratis—, y me quede ahí un ratito, llenando cada bolsillo que tenía con bocadillos que no mancharan. La gente no tardó en verme raro, y no tardé en darme cuenta que alguien me señalaba, a lo lejos. Una mujer de pelo blanco, acompañada del brujo más feo que había conocido.
—¡Hola! ¡Soy yo! —saludé con la mano de forma exagerada, siendo lo menos sutil posible, mientras caminaba sonriente hacia Tatsuya y Yorha—. ¿...Y ustedes qué creen que ocurrirá aquí? —dije con un tono mucho más bajo y serio, cuando estuve cerca de ellos— Yo apuesto por algún acto terrorista. Eso o un simple picnic, sin opciones de por medio. —Di un par de palmadas en la espalda al brujo, y me abstuve de hacer lo mismo a la elfa. Me gustaba esa mano.
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*Off: Interactúo con Tatsuya.
Mefisto
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
-Menudo espectáculo...Hicimos bien en venir preparadas desde la posada.- Se burló Catherine al ver cómo delante de ellas una pareja de brujas discutía con los monjes guerreros que custodiaban la entrada a la plaza donde tendría lugar la celebración principal de aniversario de uno de los acontecimientos más relevantes de la historia de Aerandir. -Venga, que no tenemos toda la noche. Esa comida de todas partes del mundo no va a comerse sola.- Añadió la pelirroja, logrando que una de las brujas la fulminara con la mirada. Tras Níniel y su hermana la cola comenzaba a alargarse más al no avanzar.
-Era de esperar. No podían esperar pedirle a la gente que se quitara sus armaduras y pensar que sería algo rápido. Muchas armaduras pesadas requieren hasta dos o tres escuderos para tal tarea...- Convino la peliblanca, alegrándose como su hermana de haber decidido prescindir de sus armaduras antes de ir hasta allí. Se habían evitado una gran vergüenza, especialmente teniendo en cuenta que Catherine no solía llevar nada debajo de la suya. Muchos hombres y mujeres iban a tener que dar media vuelta o quedar bastante ligeros de ropa durante las festividades si querían entrar.
-Está bien...esta bién. No sabía que los dragones fuéseis tan pervertidos.- Aceptó finalmente aquella bruja, quitándose la capa y tras ella su túnica, dejando ver que portaba bajo la misma una fina armadura ligera, muy similar a la que normalmente usaba Níniel. Dicha pieza fue la siguiente en ser retirada, lo que atrajo más de una mirada muy poco casta hacia la joven, que por suerte llevaba algo más de tela por debajo, por mucho que fuese apenas unas finas prendas que revelaban más de lo que muchos considerarían puro. -Más os vale guardarla bien.- Amenazó la bruja antes de entrar a la plaza, volviéndose a poner el resto de ropa.
-Sus armas y armaduras.- Les pidió anodinamente aquel monje dragón instándolas a tomar su turno. No parecía para nada afectado por el reciente incidente.
-Aquí tienes.- Dijo Catherine entregándole sus guanteletes con una amplia sonrisa. -No llevo armadura como puedes ver.- Añadió agitando su ropa para demostrarlo. -No, no puedes tocar.-
-Yo tampoco porto armadura. Aquí tiene mis armas.- Actuó Níniel a su vez entregándole su daga, y más reticentemente su bastón. Realmente no entendía a qué venía aquello de privarles de armas y armaduras. Muchos seres de Aerandir eran tan peligrosos sin ellas como con ellas...Tal vez si convocaran un campo de supresión de éter...Pero incluso así seguiría habiendo peligros que parecían ignorar.
-Por fin...¿Dónde vamos primero? Seguro que los brujos tienen ese pescado tan delicioso en sus carpas. Ya sabes ese que comimos en el puerto. Claro que los dragones deben tener asado del norte...- Se relamió casi dando saltitos de la emoción.
-Me gustaría presentar mis respetos ante las carpas de los elfos primero.- Propuso la sacerdotisa, y sus palabras no fueron nada bien aceptadas por la felina.o puede dejar al lado el odio tan fácilmente.
-La fruta está bien pero...- Puso ojitos, ante los cuales su hermana no podía sino consentirla.
-No era para comer, quizá haya alguna gran sacerdotisa o anciana de otros clanes. Pero está bien, iremos primero a por algo de carne.- Terminó aceptando con resignación. Comenzando a caminar por la plaza, buscando primero entre los puestos y carpas regentados por miembros de las razas más afines a los elfos, como los dragones. Aunque tanteando también cerca de algunas de brujos, siempre intentando unirse a grupos multiraciales. A Catherine, mientras tuviera buena comida, como si era el puesto de los jinetes.
Sus pasos terminaron por llevarla hasta una zona donde se reunían varios rostros conocidos por ambas. Decir que era una sorpresa sería mentir, puesto que en lo que eran aventuras, problemas y celebraciones, el mundo era un pañuelo. Además no era raro ver a Asher y a Eltrant juntos. Y allí donde estuviese Eltrant, estaba su pizpireta compañera Lyn.
-He aquí un reencuentro que indica que los viejos pactos aún perduran de algún modo.- Dijo a modo de saludo la elfa al llegar hasta ellos, dispuesta a no perder la oportunidad. Sus palabras no podían ser tachadas de falaces, puesto que allí se acababan de encontrar humanos, hombres bestia, vampiros y elfos que habían luchado juntos.
-Sí...Qué alegría ¿verdad? Bueno, ¿dónde está la carne por aquí?- se introdujo a su vez la gata. Y era evidente que no es que estuviera loca de contenta.
-Era de esperar. No podían esperar pedirle a la gente que se quitara sus armaduras y pensar que sería algo rápido. Muchas armaduras pesadas requieren hasta dos o tres escuderos para tal tarea...- Convino la peliblanca, alegrándose como su hermana de haber decidido prescindir de sus armaduras antes de ir hasta allí. Se habían evitado una gran vergüenza, especialmente teniendo en cuenta que Catherine no solía llevar nada debajo de la suya. Muchos hombres y mujeres iban a tener que dar media vuelta o quedar bastante ligeros de ropa durante las festividades si querían entrar.
-Está bien...esta bién. No sabía que los dragones fuéseis tan pervertidos.- Aceptó finalmente aquella bruja, quitándose la capa y tras ella su túnica, dejando ver que portaba bajo la misma una fina armadura ligera, muy similar a la que normalmente usaba Níniel. Dicha pieza fue la siguiente en ser retirada, lo que atrajo más de una mirada muy poco casta hacia la joven, que por suerte llevaba algo más de tela por debajo, por mucho que fuese apenas unas finas prendas que revelaban más de lo que muchos considerarían puro. -Más os vale guardarla bien.- Amenazó la bruja antes de entrar a la plaza, volviéndose a poner el resto de ropa.
-Sus armas y armaduras.- Les pidió anodinamente aquel monje dragón instándolas a tomar su turno. No parecía para nada afectado por el reciente incidente.
-Aquí tienes.- Dijo Catherine entregándole sus guanteletes con una amplia sonrisa. -No llevo armadura como puedes ver.- Añadió agitando su ropa para demostrarlo. -No, no puedes tocar.-
-Yo tampoco porto armadura. Aquí tiene mis armas.- Actuó Níniel a su vez entregándole su daga, y más reticentemente su bastón. Realmente no entendía a qué venía aquello de privarles de armas y armaduras. Muchos seres de Aerandir eran tan peligrosos sin ellas como con ellas...Tal vez si convocaran un campo de supresión de éter...Pero incluso así seguiría habiendo peligros que parecían ignorar.
-Por fin...¿Dónde vamos primero? Seguro que los brujos tienen ese pescado tan delicioso en sus carpas. Ya sabes ese que comimos en el puerto. Claro que los dragones deben tener asado del norte...- Se relamió casi dando saltitos de la emoción.
-Me gustaría presentar mis respetos ante las carpas de los elfos primero.- Propuso la sacerdotisa, y sus palabras no fueron nada bien aceptadas por la felina.o puede dejar al lado el odio tan fácilmente.
-La fruta está bien pero...- Puso ojitos, ante los cuales su hermana no podía sino consentirla.
-No era para comer, quizá haya alguna gran sacerdotisa o anciana de otros clanes. Pero está bien, iremos primero a por algo de carne.- Terminó aceptando con resignación. Comenzando a caminar por la plaza, buscando primero entre los puestos y carpas regentados por miembros de las razas más afines a los elfos, como los dragones. Aunque tanteando también cerca de algunas de brujos, siempre intentando unirse a grupos multiraciales. A Catherine, mientras tuviera buena comida, como si era el puesto de los jinetes.
Sus pasos terminaron por llevarla hasta una zona donde se reunían varios rostros conocidos por ambas. Decir que era una sorpresa sería mentir, puesto que en lo que eran aventuras, problemas y celebraciones, el mundo era un pañuelo. Además no era raro ver a Asher y a Eltrant juntos. Y allí donde estuviese Eltrant, estaba su pizpireta compañera Lyn.
-He aquí un reencuentro que indica que los viejos pactos aún perduran de algún modo.- Dijo a modo de saludo la elfa al llegar hasta ellos, dispuesta a no perder la oportunidad. Sus palabras no podían ser tachadas de falaces, puesto que allí se acababan de encontrar humanos, hombres bestia, vampiros y elfos que habían luchado juntos.
-Sí...Qué alegría ¿verdad? Bueno, ¿dónde está la carne por aquí?- se introdujo a su vez la gata. Y era evidente que no es que estuviera loca de contenta.
OFF: Níniel se encuentra en su búsqueda de carne para Catherine con Eltrant y Asher.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Comenzaba a estar tranquila, relajada. Allá abajo, en las calles, se sucedían los murmullos de las conversaciones que me llegaban apagados y distantes. Los sonidos no se hacían molestos, al contrario, me ayudaban a estar mejor, conmigo misma, abstraída del mundo y de todo lo que me rodeaba. Dejaba que la brisa que se colaba entre los edificios moviera mis ropas y me enfriase de vez en cuando.
Nada podía ir mal, no allí, no en ese momento. No tenía que preocuparme de ataques sorpresa, todo el mundo estaba disfrutando de sus comidas, sus bebidas y conversaciones animadas. Era una fiesta, un día de paz en el que la gente socializaba. Aunque yo prefería justamente lo contrario, utilizar aquel festejo para estar sola, buscando un remanso de paz, mi oasis personal.
Suspiré y me estiré un poco. Si seguía en aquella postura terminaría por dormirme. No era lo que buscaba, tan solo quería centrarme en mis pensamientos. Tenía muchas cosas que aclarar en aquellos momentos. La distancia es buena, pensé, nadie querría venir aquí arriba teniendo toda aquella comida y música en las calles.
No duró mucho. Estaba muy equivocada. Las probabilidades de que a alguien le diese por subir a los tejados eran pocas. Pero en un lugar como aquel, con tanta gente, la estadística se vuelve en tu contra en cuanto te despistas un segundo. No hay nada que puedas hacer para evitarlo, tan solo es así y debes aceptar el momento.
Y eso fue justamente lo que hice. Aceptar que aquel hombre había roto mi remanso de paz. Estaba en una posición que era poco menos que la más incómoda que había visto en mucho tiempo. Se quedó allí colgado del tejado. Pensé que no estaba muy bien de la cabeza. Había subido allí sabe Isil cómo… Y allí se había quedado, ofreciéndome comida.
- ¿Eres consciente de que la gente de aquí no tiene armas? -Me quedé callada un momento pensativa. - Me refiero… ¿cómo matarías en una ciudad en medio de un festejo en el que no se admiten armas pero sí hay grandes e ingentes cantidades de comida y bebida?
Ladeé la cabeza y observé el cuenco. Comenzaba a temblar ligeramente, tal vez por el esfuerzo del hombre por mantenerse en aquella posición. Me acerqué lentamente y lo tomé con cuidado, dejándolo a un lado para que pudiera incorporarse al tejado.
- Lo lamento, no pretendía sonar arisca, tan solo… No esperaba encontrarme con nadie hoy... De todas formas… mi nombre es Irinnil. -Hice un ademán con la cabeza a modo de saludo.
Ciertamente, no esperaba tener que socializar pero no parecía mala persona. Suspiré mientras decía adiós a mi hilo de pensamientos y hola a aquel amable desconocido.
-----------------
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Nada podía ir mal, no allí, no en ese momento. No tenía que preocuparme de ataques sorpresa, todo el mundo estaba disfrutando de sus comidas, sus bebidas y conversaciones animadas. Era una fiesta, un día de paz en el que la gente socializaba. Aunque yo prefería justamente lo contrario, utilizar aquel festejo para estar sola, buscando un remanso de paz, mi oasis personal.
Suspiré y me estiré un poco. Si seguía en aquella postura terminaría por dormirme. No era lo que buscaba, tan solo quería centrarme en mis pensamientos. Tenía muchas cosas que aclarar en aquellos momentos. La distancia es buena, pensé, nadie querría venir aquí arriba teniendo toda aquella comida y música en las calles.
No duró mucho. Estaba muy equivocada. Las probabilidades de que a alguien le diese por subir a los tejados eran pocas. Pero en un lugar como aquel, con tanta gente, la estadística se vuelve en tu contra en cuanto te despistas un segundo. No hay nada que puedas hacer para evitarlo, tan solo es así y debes aceptar el momento.
Y eso fue justamente lo que hice. Aceptar que aquel hombre había roto mi remanso de paz. Estaba en una posición que era poco menos que la más incómoda que había visto en mucho tiempo. Se quedó allí colgado del tejado. Pensé que no estaba muy bien de la cabeza. Había subido allí sabe Isil cómo… Y allí se había quedado, ofreciéndome comida.
- ¿Eres consciente de que la gente de aquí no tiene armas? -Me quedé callada un momento pensativa. - Me refiero… ¿cómo matarías en una ciudad en medio de un festejo en el que no se admiten armas pero sí hay grandes e ingentes cantidades de comida y bebida?
Ladeé la cabeza y observé el cuenco. Comenzaba a temblar ligeramente, tal vez por el esfuerzo del hombre por mantenerse en aquella posición. Me acerqué lentamente y lo tomé con cuidado, dejándolo a un lado para que pudiera incorporarse al tejado.
- Lo lamento, no pretendía sonar arisca, tan solo… No esperaba encontrarme con nadie hoy... De todas formas… mi nombre es Irinnil. -Hice un ademán con la cabeza a modo de saludo.
Ciertamente, no esperaba tener que socializar pero no parecía mala persona. Suspiré mientras decía adiós a mi hilo de pensamientos y hola a aquel amable desconocido.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
El día de la alianza, el fulgor seguía en el cielo y esperaba que no hubiera alguna sorpresa en esa reunión. Después de todo se había vestido para la ocasión y sus armas, un cuchillo de cocina y su látigo de cadena estaban en la mochila. Lo había hecho así frente al monje debido a que no quería que al final de la velada Kizu terminará con una íntima amistad con las dagas y mangos de espadas.
-Gracias
Iba a hacer una graciosada pero después de que Mefisto puso blancos a algunos monjes por causa de su bastón asimiló que tenían demasiada paciencia y ella no la pondría de momento en tela de juicio. Ya tenía bastante con luchar con su impulso de ponerse a acomodar y clasificar todo lo que estaban amontonando. De ventaja su mochila la dejaron cerca del montón sin lanzarla, en agradecimiento se inclinó y entonces entro al bullicio.
Seres de todas formas y razas posibles se dieron cita, y mientras la variopinta multitud hacia gala de convivir, ella soltó un suspiro, algo fuera de lugar, cómo Mefisto fue a la mesa de comida pero solo tomo algo para beber y se dedicó a ir por el lugar escuchando aquí y allá a los grupos que llegaban. Algunos reencontrandoce con al parecer conocidos y amistades y otros buscando socializar. Alzó el brazo un poco, al ver a un Rajan y a un Merlin muy entusiastas, sonrió sinceramente, bueno se podría decir que realmente las cosas de momento iban bien.
-Gracias
Iba a hacer una graciosada pero después de que Mefisto puso blancos a algunos monjes por causa de su bastón asimiló que tenían demasiada paciencia y ella no la pondría de momento en tela de juicio. Ya tenía bastante con luchar con su impulso de ponerse a acomodar y clasificar todo lo que estaban amontonando. De ventaja su mochila la dejaron cerca del montón sin lanzarla, en agradecimiento se inclinó y entonces entro al bullicio.
Seres de todas formas y razas posibles se dieron cita, y mientras la variopinta multitud hacia gala de convivir, ella soltó un suspiro, algo fuera de lugar, cómo Mefisto fue a la mesa de comida pero solo tomo algo para beber y se dedicó a ir por el lugar escuchando aquí y allá a los grupos que llegaban. Algunos reencontrandoce con al parecer conocidos y amistades y otros buscando socializar. Alzó el brazo un poco, al ver a un Rajan y a un Merlin muy entusiastas, sonrió sinceramente, bueno se podría decir que realmente las cosas de momento iban bien.
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Última edición por Aradia Hazelmere el Dom Sep 08 2019, 02:17, editado 1 vez
Aradia Hazelmere
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Deshacerse del hacha no había sido algo fácil, pero finalmente cedió y los monjes que custodiaban el paso le dejaron pasar, no sin antes dejar también la espada. El kag supuso otro escollo que había que superar, pues quería seguirle a toda costa. Sango, cansado de ordenarle que se quedara quieto, le dio una palmada en el morro y puso un gesto serio.
- No seas cabezón, esperame allí. O vete a cazar.- Le hizo un gesto con la mano y la boca al mismo tiempo. El kag gruñó y Sango rió.- Sí, a ver qué consigues.- Esta vez lo acarició y le apremió para que se fuera. El kag todavía tardó algo en irse mientras Sango veía como seguía llegando gente.
Se había corrido la voz tan rápido como el primer barril de cerveza del año en cualquier tasca respetable. La estrella roja del cielo había llamado tanto la atención que viejas historias volvían a sonar en caminos, pueblos y tabernas. En cuestión de unos pocos días la invitación se había extendido a todos los rincones del mundo y ese mundo había respondido con una marcha masiva al monumento erigido hacía dos o tres generaciones.
Sango contemplaba una de aquellas espadas clavadas en el terreno y decidió acercarse y tocar la fría roca con sus manos. Así estuvo durante un buen rato, pensando en el tiempo que habrían tardado en construir todo aquello, cuánto habría costado y de dónde habrían traído todo el material. Hacía sus ejercicios mentales e imaginaba carros, tirados por bestias, cargando piedras, canteros trabajando fuertemente con el cincel para alisar las caras de las rocas y que casaran bien las unas con las otras. Ben sacudió la cabeza y desechó todos aquellos pensamientos que no llevaban a ninguna parte y se centró en otra cosa.
Se alejó y fue directo a una de las tiendas, se sirvió algo de beber y tras vaciar de dos tragos el contenido de la jarra, volvió a servirse y buscó algún corro en el que poder integrarse y formar parte de la conversación. No tuvo éxito en esa tarea y por eso salió a observar, una vez más la estrella, el motivo, la causa, de la presencia de toda esa gente allí.
Sango repasó mentalmente todo lo que había acontecido previamente al día de la alianza. Para ello rememoró toda clase de historias que le contaron por el camino, algunas con más y otras con menos detalle, sin embargo todas venían a decir los mismo: una unión de todas las razas para expulsar a un enemigo venido de tierras extrañas. Posteriormente vino el monumento y la celebración, pero si había sido tan importante, ¿cómo es que él no había oído nada hasta la fecha? Ni siquiera había oído nada sobre una invasión hasta hace tres o cuatro días, entonces, ¿cómo es que todo el mundo ahora habla de ello?
A Sango le rondaba una idea por la cabeza pero que aún no era capaz de dar forma. Bebió un trago y dejó de mirar a la estrella y esta vez fue decidido hacia un grupo de gente, dispuesto a entablar conversación. Se acopló como pudo y cuando hubo un silencio se lanzó.
- ¿Alguien quiere un trago?- Preguntó ofreciendo la jarra a todos.- ¿Habíais estado aquí alguna vez? Yo nunca. Es más, no tenía ni idea de que había unos invasores que vinieron a luchar contra todos nosotros. Me he enterado justo cuando llegó eso.- Señaló la estrella que había aparecido hacía tan solo unos pocos días.- Es increíble como cosas tan importantes pueden llegar a perderse en tan poco tiempo, da que pensar, ¿eh?- Sango sonrió y dio otro trago.
Ben, entonces se distrajo con el vuelo de un pájaro, no supo cuál. El ave se posó en lo alto de una de las espadas de piedra, casualmente era la que él había tocado. El pájaro agitó las alas y volvió a alzar el vuelo. Sango sacudió la cabeza y volvió al mundo de los vivos.
Alguien a su alrededor estaba hablando.
---------------
Interactuo con: quien quiera meterse en la conversación.
- No seas cabezón, esperame allí. O vete a cazar.- Le hizo un gesto con la mano y la boca al mismo tiempo. El kag gruñó y Sango rió.- Sí, a ver qué consigues.- Esta vez lo acarició y le apremió para que se fuera. El kag todavía tardó algo en irse mientras Sango veía como seguía llegando gente.
Se había corrido la voz tan rápido como el primer barril de cerveza del año en cualquier tasca respetable. La estrella roja del cielo había llamado tanto la atención que viejas historias volvían a sonar en caminos, pueblos y tabernas. En cuestión de unos pocos días la invitación se había extendido a todos los rincones del mundo y ese mundo había respondido con una marcha masiva al monumento erigido hacía dos o tres generaciones.
Sango contemplaba una de aquellas espadas clavadas en el terreno y decidió acercarse y tocar la fría roca con sus manos. Así estuvo durante un buen rato, pensando en el tiempo que habrían tardado en construir todo aquello, cuánto habría costado y de dónde habrían traído todo el material. Hacía sus ejercicios mentales e imaginaba carros, tirados por bestias, cargando piedras, canteros trabajando fuertemente con el cincel para alisar las caras de las rocas y que casaran bien las unas con las otras. Ben sacudió la cabeza y desechó todos aquellos pensamientos que no llevaban a ninguna parte y se centró en otra cosa.
Se alejó y fue directo a una de las tiendas, se sirvió algo de beber y tras vaciar de dos tragos el contenido de la jarra, volvió a servirse y buscó algún corro en el que poder integrarse y formar parte de la conversación. No tuvo éxito en esa tarea y por eso salió a observar, una vez más la estrella, el motivo, la causa, de la presencia de toda esa gente allí.
Sango repasó mentalmente todo lo que había acontecido previamente al día de la alianza. Para ello rememoró toda clase de historias que le contaron por el camino, algunas con más y otras con menos detalle, sin embargo todas venían a decir los mismo: una unión de todas las razas para expulsar a un enemigo venido de tierras extrañas. Posteriormente vino el monumento y la celebración, pero si había sido tan importante, ¿cómo es que él no había oído nada hasta la fecha? Ni siquiera había oído nada sobre una invasión hasta hace tres o cuatro días, entonces, ¿cómo es que todo el mundo ahora habla de ello?
A Sango le rondaba una idea por la cabeza pero que aún no era capaz de dar forma. Bebió un trago y dejó de mirar a la estrella y esta vez fue decidido hacia un grupo de gente, dispuesto a entablar conversación. Se acopló como pudo y cuando hubo un silencio se lanzó.
- ¿Alguien quiere un trago?- Preguntó ofreciendo la jarra a todos.- ¿Habíais estado aquí alguna vez? Yo nunca. Es más, no tenía ni idea de que había unos invasores que vinieron a luchar contra todos nosotros. Me he enterado justo cuando llegó eso.- Señaló la estrella que había aparecido hacía tan solo unos pocos días.- Es increíble como cosas tan importantes pueden llegar a perderse en tan poco tiempo, da que pensar, ¿eh?- Sango sonrió y dio otro trago.
Ben, entonces se distrajo con el vuelo de un pájaro, no supo cuál. El ave se posó en lo alto de una de las espadas de piedra, casualmente era la que él había tocado. El pájaro agitó las alas y volvió a alzar el vuelo. Sango sacudió la cabeza y volvió al mundo de los vivos.
Alguien a su alrededor estaba hablando.
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Interactuo con: quien quiera meterse en la conversación.
Sango
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Al ver a aquella persona mirarme se hizo bastante obvio que parecían haber estado durmiendo, y eso significaba que les había despertado. Consideré la opción de soltarme y desaparecer, ¿cuál era el chance de qué me encontrase entre tanta gente, en una plaza tan grande? Pocas. Pero era bastante grosero escaparse así sin más por haber metido la pata.
—Pues...
Estuve a punto de responder sobre las armas, pero continuó poco después de su corto silencio. Alcé ambas cejas ante la pregunta, a punto de enfrascarme a darle vueltas de verdad, pero el poco agarre que ya tenia se estaba volviendo más precario y ya me empezaba a doler estar colgado. Por suerte, para mí, tomó el cuenco y pude intentar "pegar" la palma del tejado, y tras luchar un buen rato intentando alzar la pierna, logré ponerla por encima del mismo y termine de subirme.
Una vez incorporado al tejado jadeé levemente, sintiendo momentánea envidia de los dragones, y todo hombre bestia capaz de vuelo. Y supongo que el brujo de turno que pudiese levitar muy bien. Al escuchar una disculpa de la mujer la vi de reojo, algo confundido, no era realmente la que tenía que disculparse allí, aunque apreciaba que lo hiciera de todas maneras. Parecía agradable, lo suficiente para compartir su nombre sin que se lo pidiera.
Vista más de cerca, y al mismo nivel... era bastante pequeña. No era la persona más baja que me había encontrado en la vida, pero fácil estaba entre las diez, no, cinco, entre las cinco primeras.
—¡Ah! —dije reaccionando al notar que no había respondido por estar pensando—. Es un gusto, soy Anders —dije tendiéndole la mano, antes de recogerla y hacer un ademán con la cabeza también—, disculpa, ¿te desperté, verdad? Estás en tu derecho, a mí cuando me despiertan suelo ponerme de mal humor por unos minutos.
Tomé el otro cuenco que había subido al tejado y me lo lleve a las piernas para comer un poco, mientras masticaba viendo entre el cuento y la cara de la mujer. Me apresuré a tragar, viendo que no había atendido a su primera pregunta y realmente no había explicado porque rayos me había colgado a un tejado.
—Pensé que eras un hombre bestia con alas que se durmió volando y cayó en el tejado —expliqué. Ahí, dicho, sonaba terrible. En mi cabeza había sido tan lógico... quizás tenía que empezar a pensar las cosas en voz alta—. Por otro lado —empecé, deseoso de escapar de que acababa de decir lo del hombre bestia lado—, pues depende, no soy fanático de matar por hacerlo, es más un trato de si me intentan matar los tengo que matar primero. Papá decía eso, ex-mercenario. Pero para responderte, hay muchas formas, déjame pensar...
Me lleve una mano a la quijada, aunque terminó poco después en mi cabeza rascándome ligeramente mientras veía del tejado a las cientos de personas.
—Estos cuencos son... ¿de barro, no? —pregunté, viendo al cuenco y luego a ella—. Si lo tiro con fuerza al suelo y se rompe, puede que una parte salga puntiaguda, creo, y como nadie lleva armadura les puedes apuñalar el cuello, o el estómago. O puedo usar uno de los cálices, pero no traje bebida. Y yo soy un... animador —dije con algo de duda, no era muy bueno, pero que le iba a hacer—, así que podría usar mi golem para matar a alguien, y ya que estamos, como nadie tiene armadura, siempre se les puede golpear hasta que queden inconscientes o asfixiarlos. Y eso soy sólo yo, imagina un alquimista, podría entrar con flores y sus cosas raras, ¿no? A menos de que no permitan entrar con flores, pero si pueden, podrían hacer un veneno y verterlo en el alcohol. Ooh, y los brujos, los poderosos podrían hacer muchas cosas, y otros elfos, y el dragón promedio, y muchos hombres bestia tienen garras y eso —terminé haciendo una señal de garrita para explicarme.
Moví la mano a mi boca, Irinnil había mencionado la cantidad de comida. Ahogar a alguien con un montón de comida también parecía factible. Sólo entonces se me ocurrió la posibilidad, y miré la cara de la mujer.
—¿...Era una pregunta retórica? —esbocé una sonrisa.
—Pues...
Estuve a punto de responder sobre las armas, pero continuó poco después de su corto silencio. Alcé ambas cejas ante la pregunta, a punto de enfrascarme a darle vueltas de verdad, pero el poco agarre que ya tenia se estaba volviendo más precario y ya me empezaba a doler estar colgado. Por suerte, para mí, tomó el cuenco y pude intentar "pegar" la palma del tejado, y tras luchar un buen rato intentando alzar la pierna, logré ponerla por encima del mismo y termine de subirme.
Una vez incorporado al tejado jadeé levemente, sintiendo momentánea envidia de los dragones, y todo hombre bestia capaz de vuelo. Y supongo que el brujo de turno que pudiese levitar muy bien. Al escuchar una disculpa de la mujer la vi de reojo, algo confundido, no era realmente la que tenía que disculparse allí, aunque apreciaba que lo hiciera de todas maneras. Parecía agradable, lo suficiente para compartir su nombre sin que se lo pidiera.
Vista más de cerca, y al mismo nivel... era bastante pequeña. No era la persona más baja que me había encontrado en la vida, pero fácil estaba entre las diez, no, cinco, entre las cinco primeras.
—¡Ah! —dije reaccionando al notar que no había respondido por estar pensando—. Es un gusto, soy Anders —dije tendiéndole la mano, antes de recogerla y hacer un ademán con la cabeza también—, disculpa, ¿te desperté, verdad? Estás en tu derecho, a mí cuando me despiertan suelo ponerme de mal humor por unos minutos.
Tomé el otro cuenco que había subido al tejado y me lo lleve a las piernas para comer un poco, mientras masticaba viendo entre el cuento y la cara de la mujer. Me apresuré a tragar, viendo que no había atendido a su primera pregunta y realmente no había explicado porque rayos me había colgado a un tejado.
—Pensé que eras un hombre bestia con alas que se durmió volando y cayó en el tejado —expliqué. Ahí, dicho, sonaba terrible. En mi cabeza había sido tan lógico... quizás tenía que empezar a pensar las cosas en voz alta—. Por otro lado —empecé, deseoso de escapar de que acababa de decir lo del hombre bestia lado—, pues depende, no soy fanático de matar por hacerlo, es más un trato de si me intentan matar los tengo que matar primero. Papá decía eso, ex-mercenario. Pero para responderte, hay muchas formas, déjame pensar...
Me lleve una mano a la quijada, aunque terminó poco después en mi cabeza rascándome ligeramente mientras veía del tejado a las cientos de personas.
—Estos cuencos son... ¿de barro, no? —pregunté, viendo al cuenco y luego a ella—. Si lo tiro con fuerza al suelo y se rompe, puede que una parte salga puntiaguda, creo, y como nadie lleva armadura les puedes apuñalar el cuello, o el estómago. O puedo usar uno de los cálices, pero no traje bebida. Y yo soy un... animador —dije con algo de duda, no era muy bueno, pero que le iba a hacer—, así que podría usar mi golem para matar a alguien, y ya que estamos, como nadie tiene armadura, siempre se les puede golpear hasta que queden inconscientes o asfixiarlos. Y eso soy sólo yo, imagina un alquimista, podría entrar con flores y sus cosas raras, ¿no? A menos de que no permitan entrar con flores, pero si pueden, podrían hacer un veneno y verterlo en el alcohol. Ooh, y los brujos, los poderosos podrían hacer muchas cosas, y otros elfos, y el dragón promedio, y muchos hombres bestia tienen garras y eso —terminé haciendo una señal de garrita para explicarme.
Moví la mano a mi boca, Irinnil había mencionado la cantidad de comida. Ahogar a alguien con un montón de comida también parecía factible. Sólo entonces se me ocurrió la posibilidad, y miré la cara de la mujer.
—¿...Era una pregunta retórica? —esbocé una sonrisa.
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Sigo interactuando con Irinnil.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Todo parecía incluso más oscuro a causa del velo que cubría su rostro, las luces se difuminaban y algunos rostro u objetos se hacían imperceptibles a cierta distancia.
Miró a uno de los monjes que tenía en frente, el cual le había indicado que debía despojarse de todas las armas que portase encima. Movió la mano con parsimonia hasta la cintura, acarició el cuero con los dedos hasta tocar el mango de la daga. La desenvainó y se la tendió al monje, dándole la vuelta para que pudiese tomarla sin peligro, aunque esta continuaba sin estar afilada. Tras aceptar el arma, y dar un vistazo rápido a la joven asegurándose de que no portaba armadura, el monje le hizo un gesto con la mano que le quedaba libre indicando a la bruja que ya tenía acceso libre a la plaza de la alianza.
¿Se llamaba así? Creía recordar haber oído hablar algo acerca de aquel lugar hacía ya algún tiempo, pero la verdad es que no le importaba mucho. Los últimos días todas las conversaciones se había centrado en aquella gran estrella del cielo.
Caminaba lentamente entre la gente, le costaba un poco anticipar le movimiento de los demás con aquella estúpida tela cubriendo su rostro. Sabía que iba a haber mucha gente, aun así, maldijo para sí misma. La comida y sobre todo la bebida, parecía ser el gran protagonista de la velada. Miró al cielo, como lo había hecho tantas veces desde que aquella luminosa estrella había aparecido.
Necesitaba un trago.
Se acercó a una mesa en la que un joven estaba llenando vasos introduciéndolos en un barril de vino. La bruja se hizo con uno de esos vasos, manchándose los dedos con los hilos de bebida que resbalaban por este. Apartó un poco el velo, remangando la parte de los hombros para que sus labios quedasen al descubierto.
Entonces llegó un hombre, hablando sobre el tema preferido de todos. Parecía animado.
- Sinceramente, creo que muchos de los que estamos aquí no lo habíamos hecho con anterioridad. – respondió a la pregunta del hombre de cabellos rojizos.
Se quedó mirándolo largo rato sin decir nada, solo mirando sus ojos. Con el velo era difícil saber en que se estaba fijando la bruja. Le dio otro trago a su vaso de vino.
- ¿Y tú que piensas al respecto? - preguntó girando el cuerpo de manera en que daba la espalda a los demás, centrándose solo en el humano.
Miró a uno de los monjes que tenía en frente, el cual le había indicado que debía despojarse de todas las armas que portase encima. Movió la mano con parsimonia hasta la cintura, acarició el cuero con los dedos hasta tocar el mango de la daga. La desenvainó y se la tendió al monje, dándole la vuelta para que pudiese tomarla sin peligro, aunque esta continuaba sin estar afilada. Tras aceptar el arma, y dar un vistazo rápido a la joven asegurándose de que no portaba armadura, el monje le hizo un gesto con la mano que le quedaba libre indicando a la bruja que ya tenía acceso libre a la plaza de la alianza.
¿Se llamaba así? Creía recordar haber oído hablar algo acerca de aquel lugar hacía ya algún tiempo, pero la verdad es que no le importaba mucho. Los últimos días todas las conversaciones se había centrado en aquella gran estrella del cielo.
Caminaba lentamente entre la gente, le costaba un poco anticipar le movimiento de los demás con aquella estúpida tela cubriendo su rostro. Sabía que iba a haber mucha gente, aun así, maldijo para sí misma. La comida y sobre todo la bebida, parecía ser el gran protagonista de la velada. Miró al cielo, como lo había hecho tantas veces desde que aquella luminosa estrella había aparecido.
Necesitaba un trago.
Se acercó a una mesa en la que un joven estaba llenando vasos introduciéndolos en un barril de vino. La bruja se hizo con uno de esos vasos, manchándose los dedos con los hilos de bebida que resbalaban por este. Apartó un poco el velo, remangando la parte de los hombros para que sus labios quedasen al descubierto.
Entonces llegó un hombre, hablando sobre el tema preferido de todos. Parecía animado.
- Sinceramente, creo que muchos de los que estamos aquí no lo habíamos hecho con anterioridad. – respondió a la pregunta del hombre de cabellos rojizos.
Se quedó mirándolo largo rato sin decir nada, solo mirando sus ojos. Con el velo era difícil saber en que se estaba fijando la bruja. Le dio otro trago a su vaso de vino.
- ¿Y tú que piensas al respecto? - preguntó girando el cuerpo de manera en que daba la espalda a los demás, centrándose solo en el humano.
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