Abandonados y olvidados [Mastereado]
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Abandonados y olvidados [Mastereado]
El hogar de La Talladora de Huesos estaba escondido en una espesa arboleda; con árboles muy altos, tan frondosos que las plantas mas pequeñas apenas podían nutrirse de esta, dándole un aspecto lúgubre a todo lo que rodeaba el lugar.
No era la primera vez que Alward la visitaba, y se temía que tampoco fuese la última, pues el recurrir a ella no era una visita agradable, ya que siempre exigía algo a cambio de sus consejos y visiones.
Su cabaña era la única construcción del lugar. Estaba aislada del mundo, pero curiosamente todo aquel que viviese en un pueblo colindante a sus dominios sabía perfectamente de su existencia.
El interior poco iluminado de esta estaba compuesto por un mobiliario bastante normal y corriente; mesas y sillas y algún que otro armario. Lo que más destacaba y hacía especial a aquella casa era su decoración; todo de huesos: calaveras de todo tipo de animales y razas mortales, y más huesos de los que no podía adivinar procedencia.
La Talladora era una anfitriona excelente, y siempre ofrecía asiento y escucha para sus invitados.
Alward estaba sentado frente a ella, con la máscara quitada y la capucha bajada, dejando esta primera reposar sobre la mesa que tan solo tenía hasta hace un momento una vela encendida consumida hasta un poco más de la mitad.
Su tez pálida, pelo blanco, al igual que su impoluto vestido, ojos inyectados en sangre y corona de espinas siempre eran una estampa inquietante de presenciar.
-¿Eres capaz de responder a alguna de las preguntas?
-No he venido por eso.-Dijo clavando sus ojos en los sangrantes ajenos.
Alward entonces desvió ligeramente su mirada hacia la derecha. Allí no solo estaban presentes tanto le humano como la vidente, sino que había alguien más; un invitado inesperado pero necesario. El único que acudió a una llamada de socorro generalizada que el Sevna había enviado a ciertas personas que eran de su máxima confianza.
Vincent Calhoun era ese invitado.
Alward volvió a centrarse en la vidente, poniendo sus manos sobre la mesa y entrelazando sus dedos de forma sutil.
-Sé qué hacer, pero no el cómo...
La vidente cerró los ojos
-Tu valor se perdió por el camino, Alward Sevna
El castaño no respondió. Bajó la mirada y empezó a juguetear con sus dedos.
-Tengo que encontrar la forma...-
-Aunque confíes en tus compañeros, si no eres capaz de hacer las cosas por tu cuenta, jamás volverás a ser el que eras.-Dijo interrumpiéndole y depositando brevemente la mirada en el brujo que acompañaba al humano. Acto seguido, volvió a centrarse en este último.-¿Sabes ya qué ofrendas hacerme?
-Sí.-Levantó la mirada, decidido-Te traeré los huesos de cada una de esas asquerosas serpientes.-Dijo con rabia contenida.
-Bien.-Se acomodó sobre el respaldar de su silla y cambió su atención a Vincent-¿Qué puedes ofrecerme tú? ¿Acaso vienes también por tus propios asuntos, o eres totalmente altruista con la causa de Alward?
No era la primera vez que Alward la visitaba, y se temía que tampoco fuese la última, pues el recurrir a ella no era una visita agradable, ya que siempre exigía algo a cambio de sus consejos y visiones.
Su cabaña era la única construcción del lugar. Estaba aislada del mundo, pero curiosamente todo aquel que viviese en un pueblo colindante a sus dominios sabía perfectamente de su existencia.
El interior poco iluminado de esta estaba compuesto por un mobiliario bastante normal y corriente; mesas y sillas y algún que otro armario. Lo que más destacaba y hacía especial a aquella casa era su decoración; todo de huesos: calaveras de todo tipo de animales y razas mortales, y más huesos de los que no podía adivinar procedencia.
La Talladora era una anfitriona excelente, y siempre ofrecía asiento y escucha para sus invitados.
Alward estaba sentado frente a ella, con la máscara quitada y la capucha bajada, dejando esta primera reposar sobre la mesa que tan solo tenía hasta hace un momento una vela encendida consumida hasta un poco más de la mitad.
Su tez pálida, pelo blanco, al igual que su impoluto vestido, ojos inyectados en sangre y corona de espinas siempre eran una estampa inquietante de presenciar.
-¿Eres capaz de responder a alguna de las preguntas?
-No he venido por eso.-Dijo clavando sus ojos en los sangrantes ajenos.
Alward entonces desvió ligeramente su mirada hacia la derecha. Allí no solo estaban presentes tanto le humano como la vidente, sino que había alguien más; un invitado inesperado pero necesario. El único que acudió a una llamada de socorro generalizada que el Sevna había enviado a ciertas personas que eran de su máxima confianza.
Vincent Calhoun era ese invitado.
Alward volvió a centrarse en la vidente, poniendo sus manos sobre la mesa y entrelazando sus dedos de forma sutil.
-Sé qué hacer, pero no el cómo...
La vidente cerró los ojos
-Tu valor se perdió por el camino, Alward Sevna
El castaño no respondió. Bajó la mirada y empezó a juguetear con sus dedos.
-Tengo que encontrar la forma...-
-Aunque confíes en tus compañeros, si no eres capaz de hacer las cosas por tu cuenta, jamás volverás a ser el que eras.-Dijo interrumpiéndole y depositando brevemente la mirada en el brujo que acompañaba al humano. Acto seguido, volvió a centrarse en este último.-¿Sabes ya qué ofrendas hacerme?
-Sí.-Levantó la mirada, decidido-Te traeré los huesos de cada una de esas asquerosas serpientes.-Dijo con rabia contenida.
-Bien.-Se acomodó sobre el respaldar de su silla y cambió su atención a Vincent-¿Qué puedes ofrecerme tú? ¿Acaso vienes también por tus propios asuntos, o eres totalmente altruista con la causa de Alward?
- Talladora de Huesos:
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Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
El inicio de una historia solo requería de esa pizca de especias que le daba sabor e iniciaban el giro de los engranajes del relato.
¿El amor? ¿La traición?
De la fe se dice que mueve montañas… Pero, oh, ¿qué serían de las personas sin su preciado morral en forma de etérea alma llena de deseos?
Sí, la fe era poderosa. Pero mover grandes masas de tierra se sentía superfluo e insignificante ante la magnitud de hacer andar, vibrar, a los espíritus atrapados en sus prisiones de carne y hueso. Nada podía contra ese poder. Aquello que movía a los sujetos más importantes del planeta, las personas, y por ende, protagonistas de toda historia, no era otra cosa que, nada más y nada menos, la necesidad.
La necesidad de colmar nuestros deseos más soterrados, aquellos que muchas veces nos negábamos incluso a creer, menos aún a aceptarlos. Más, por mucho que quisiéramos, no por ello no estaban ahí o dejaban de estarlo. La necesidad impulsada por la ambición, por las ganas de abrazar el placer más hedonista posible, e inclusive el que no lo era. Hambre de conocimientos.
La necesidad. La necesidad. Una y otra vez ella.
La fe movía montañas. El apetito insaciable de colmar nuestros deseos movía mundos.
Una carta era todo lo que necesitaba un veterano mercenario para mover ficha en aquel tablero de juego. En aquella historia.
Altruismo. Camaradería.
Se podría llamar de mil formas, pero poco importaba la exactitud de la definición que había motivado al brujo a ir hasta allí. Del mismo modo, que al sureño hechicero poco le habían importado los, por ahora, no tan estrechos lazos que tenía con el muchacho que solicitaba su presencia.
A Alward, ya muchos sabrán, lo conoció el bueno de Vincent en una noche un tanto extraña. Con una chica tan peligrosa y alocada como rojiza era su cabellera, una mujer de ébano que parecía querer algo más que una tarta, y un joven que bien parecía que se había equivocado de dirección durante aquella noche, pero que de todas maneras parecía que debía estar allí por algún motivo.
Lo ven. Los movimientos de las personas dicen más de sí mismas de lo que ellos creen contar con ellas. La necesidad haciendo de las suyas, una vez más.
En cualquier caso, las motivaciones de todos ellos para ir a la casa durante aquella noche, incluidas las del chico que enviara la carta, era un misterio para el brujo mercenario. Podía intuir algo, pero no más que eso. Demasiado poco tiempo con ellos para saber más.
No obstante, en el plazo en el que hombre y brujo quedaron a merced de las defensas del laberinto, este segundo pudo sacar conclusiones suficientes para decirse por ayudarle, en vez de olvidar el contenido de la misiva.
Sin duda, por la urgencia, parecía estar en problemas graves. Y un hombre capaz de tener compasión con una persona a punto de matarle, merecía un picaresco hechicero que le diera un poco de diversión y una versión distinta de la vida.
El brujo creía que al chico no le vendría mal una mano adicional, y de todos modos, si él solicitaba esa mentada ayuda era por algo. Más, en cuanto el rubio llegó a aquel lugar no acosó al hombre de buen corazón con una retahíla de preguntas.
Ese no era su estilo.
Aprender, poco a poco, de su amigo era más divertido. Y qué sería de la vida sin un poco de diversión.
Entretenimientos aparte, el brujo creía que se aprendía más de una persona observando que siendo tan directo. Todos teníamos esas mentiras que nos contábamos a nosotros mismos y solapaban la verdadera realidad que éramos. Y en todo caso, ya preguntaría, lo que tuviera que preguntar, en su debido momento. Por ahora no requería saber más. Por ahora no estaban solos.
El rubio había dado en el clavo al actuar así. La respuesta del guerrero a la mujer era muy poco enigmática al respecto de lo que había venido a hacer. El turno del brujo para responder no se haría esperar.
- Digamos que soy un hombre tan altruista como sabedor de que, en esta vida, hay precios más caros que el oro. Y los dioses saben que nunca llevo tanto encima-, contestó a la dama, antes de dedicarle una suave sonrisa.
- Puede ser, brujo. En cualquier caso, también sois un hombre que ha perdido cosas por el camino.
- Imagino. Todos hemos perdido cosas por ese camino. Quien diga lo contrario, solo es un mentiroso con muy poco arte en el engaño-, respondió. - Bueno, ofreceré esa mano. Es lo mínimo que puedo hacer. Ayudaré con...-, miró hacia Alward. - ¿Esas serpientes? - terminó por decir, volviendo la vista de nuevo hacia la dama.
La Talladora de Huesos asintió.
- Sea. Que los dioses os sonrían. Aguardaré vuestro regreso.
Vincent asintió a la chica y miró hacia su camarada antes de volver a hablar.
- Ya lo decía mi madre. Si es que la bondad siempre es bien recompensada-, soltó en broma, antes de dibujar una nueva sonrisa y levantarse. - Será mejor que nos pongamos en marcha. No hagamos esperar al destino. No somos gentes de tan baja alcurnia, ¿no es así?
El brujo le guiñó un ojo a su compañero, antes de encaminarse hacia la salida, mientras se cubría la cabeza con la capucha de su túnica.
Una nueva aventura no había hecho más que empezar.
¿El amor? ¿La traición?
De la fe se dice que mueve montañas… Pero, oh, ¿qué serían de las personas sin su preciado morral en forma de etérea alma llena de deseos?
Sí, la fe era poderosa. Pero mover grandes masas de tierra se sentía superfluo e insignificante ante la magnitud de hacer andar, vibrar, a los espíritus atrapados en sus prisiones de carne y hueso. Nada podía contra ese poder. Aquello que movía a los sujetos más importantes del planeta, las personas, y por ende, protagonistas de toda historia, no era otra cosa que, nada más y nada menos, la necesidad.
La necesidad de colmar nuestros deseos más soterrados, aquellos que muchas veces nos negábamos incluso a creer, menos aún a aceptarlos. Más, por mucho que quisiéramos, no por ello no estaban ahí o dejaban de estarlo. La necesidad impulsada por la ambición, por las ganas de abrazar el placer más hedonista posible, e inclusive el que no lo era. Hambre de conocimientos.
La necesidad. La necesidad. Una y otra vez ella.
La fe movía montañas. El apetito insaciable de colmar nuestros deseos movía mundos.
Una carta era todo lo que necesitaba un veterano mercenario para mover ficha en aquel tablero de juego. En aquella historia.
Altruismo. Camaradería.
Se podría llamar de mil formas, pero poco importaba la exactitud de la definición que había motivado al brujo a ir hasta allí. Del mismo modo, que al sureño hechicero poco le habían importado los, por ahora, no tan estrechos lazos que tenía con el muchacho que solicitaba su presencia.
A Alward, ya muchos sabrán, lo conoció el bueno de Vincent en una noche un tanto extraña. Con una chica tan peligrosa y alocada como rojiza era su cabellera, una mujer de ébano que parecía querer algo más que una tarta, y un joven que bien parecía que se había equivocado de dirección durante aquella noche, pero que de todas maneras parecía que debía estar allí por algún motivo.
Lo ven. Los movimientos de las personas dicen más de sí mismas de lo que ellos creen contar con ellas. La necesidad haciendo de las suyas, una vez más.
En cualquier caso, las motivaciones de todos ellos para ir a la casa durante aquella noche, incluidas las del chico que enviara la carta, era un misterio para el brujo mercenario. Podía intuir algo, pero no más que eso. Demasiado poco tiempo con ellos para saber más.
No obstante, en el plazo en el que hombre y brujo quedaron a merced de las defensas del laberinto, este segundo pudo sacar conclusiones suficientes para decirse por ayudarle, en vez de olvidar el contenido de la misiva.
Sin duda, por la urgencia, parecía estar en problemas graves. Y un hombre capaz de tener compasión con una persona a punto de matarle, merecía un picaresco hechicero que le diera un poco de diversión y una versión distinta de la vida.
El brujo creía que al chico no le vendría mal una mano adicional, y de todos modos, si él solicitaba esa mentada ayuda era por algo. Más, en cuanto el rubio llegó a aquel lugar no acosó al hombre de buen corazón con una retahíla de preguntas.
Ese no era su estilo.
Aprender, poco a poco, de su amigo era más divertido. Y qué sería de la vida sin un poco de diversión.
Entretenimientos aparte, el brujo creía que se aprendía más de una persona observando que siendo tan directo. Todos teníamos esas mentiras que nos contábamos a nosotros mismos y solapaban la verdadera realidad que éramos. Y en todo caso, ya preguntaría, lo que tuviera que preguntar, en su debido momento. Por ahora no requería saber más. Por ahora no estaban solos.
El rubio había dado en el clavo al actuar así. La respuesta del guerrero a la mujer era muy poco enigmática al respecto de lo que había venido a hacer. El turno del brujo para responder no se haría esperar.
- Digamos que soy un hombre tan altruista como sabedor de que, en esta vida, hay precios más caros que el oro. Y los dioses saben que nunca llevo tanto encima-, contestó a la dama, antes de dedicarle una suave sonrisa.
- Puede ser, brujo. En cualquier caso, también sois un hombre que ha perdido cosas por el camino.
- Imagino. Todos hemos perdido cosas por ese camino. Quien diga lo contrario, solo es un mentiroso con muy poco arte en el engaño-, respondió. - Bueno, ofreceré esa mano. Es lo mínimo que puedo hacer. Ayudaré con...-, miró hacia Alward. - ¿Esas serpientes? - terminó por decir, volviendo la vista de nuevo hacia la dama.
La Talladora de Huesos asintió.
- Sea. Que los dioses os sonrían. Aguardaré vuestro regreso.
Vincent asintió a la chica y miró hacia su camarada antes de volver a hablar.
- Ya lo decía mi madre. Si es que la bondad siempre es bien recompensada-, soltó en broma, antes de dibujar una nueva sonrisa y levantarse. - Será mejor que nos pongamos en marcha. No hagamos esperar al destino. No somos gentes de tan baja alcurnia, ¿no es así?
El brujo le guiñó un ojo a su compañero, antes de encaminarse hacia la salida, mientras se cubría la cabeza con la capucha de su túnica.
Una nueva aventura no había hecho más que empezar.
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
La Talladora sonrió de medio lado, mostrando uno de sus afilados colmillos que delataban lo que realmente era detrás de toda esa aura siniestra que la rodeaba.
-El ímpetu con el que se mueven vuestros deseos me resultan divertidos.-Su tono de voz resonó en toda la estancia. Fue una advertencia sombría a modo de consejo.-¿Cómo vais a salir ahí sin saber a dónde os dirigís?
-No esperaba tanta ayuda de tu parte-Respondió el castaño mientras se ponía la máscara y se cubría con la capucha.
-Los huesos pertenecientes a las almas que intentas segar me seducen, no te voy a mentir...-Dijo plácida en su asiento-Así que me interesa ayudarte. A mí no me mueve la bondad, como a tu amigo.-Dirigió una mirada vacía hacia el brujo.
-Bien.-Una vez la máscara estuvo colocada y su cabeza totalmente tapada, se llevó ambas manos a cada lado de las caderas.-Te escucho.
Una vez tuvo la atención total de ambos hombres, la vampiresa empezó a hablar. No sin antes dar unos segundos de un silencio en forma de suspenso antes de comenzar.
-¿Habéis peregrinado alguna vez?
De nuevo, no iba al grano. Alward no estaba últimamente siendo reconocido por su paciencia, y sentía que cuanto más pasaba el tiempo menos ostentaba esta característica. Para algunos, la paciencia es la madre de todas las ciencias, pero cada segundo que perdía, al Sevna se le clavaban como espinas puntiagudas en el corazón. Y pesaba, ¡Vaya si pesaba!
No respondió, simplemente dejó que la Talladora siguiese.
-Dicen que hacer este acto demuestra gran fervor y lealtad hacia los dioses. Depende en el nombre de quién se haga.-Calló unos segundos, reacomodándose en su asiento-Pues bien, no solo se peregrina en favor a los dioses. También se hace para honrar u obtener la bendición de personajes importantes que pertenecen al pasado. Muchos de estos están ya olvidados, como aquellos que pertenecen a las estrellas...
Esta mención llamó la atención de Alward, que cruzado de brazos empezó a ganar interés en lo que la vampiresa decía.
-Uno de ellos te llama. No quiere que lo olvides, Alward Sevna. Si lo haces, lo único que lo ata a este mundo se desvanecerá.
-...¿Me llama?-Preguntó extrañado.
-Debéis peregrinar hacia unas antiguas ruinas escondidas en el corazón de estas tierras. Allí hallarás los restos de una tumba dedicada al héroe Zydan Ornitier, adalid del valor y la luz. Ese viaje volverá a conectarte contigo mismo... volverás a ser quien eras.
El Sevna soltó aire por la nariz. No se le vio a causa de la máscara, pero sus ojos revolearon.
-Dame más pistas. No puedo simplemente peinar toda la zona de los territorios del Este.
-No tengo tantos conocimientos ni poder para ello...-Hizo una breve pausa-Pero puede que tu amiga sí, ya lo hizo una vez, ¿No? Te ayudó a buscar algo que querías...-Traspasó al humano con su inerte mirada.
Alward no respondió en primera instancia, sopesando dichas palabras. Sabía perfectamente a qué se refería, y quizás Katrina pudiese hacerlo de nuevo.
Sin más, asintió y se dirigió la salida, quedando de frente nuevamente hacia su, en ese momento, compañero de aventuras.
-No debemos demorarnos más.-Dijo dándole un breve toque en el hombro indicándole el "en marcha" que seguramente el rubio esperaba.
Una vez fuera de la humilde choza de la Talladora, Katrina esperaba a ambos hombres en los límites de la parcela que pertenecían a la siniestra adivinadora con un caballo ensillado y la yegua de Alward en el mismo estado que su homónimo. La vampiresa se encontraba con su caperuza blanca puesta, protegiéndose de los tenues rayos de sol que antes pudiesen dañarla, aunque ya no le hacía falta alguna, ya que es verdad que entraron al atardecer, pero en aquel momento ya estaba consumada la noche.
-¿Cómo ha ido?-Proyectó su voz mágica a ambas mentes.
-Tenemos que hacer una breve desviación.-Comentó el encapuchado. Katrina no dijo nada, simplemente alzó una ceja ante la incertidumbre, esperando a que el encapuchado siguiera hablando.-Tenemos que peregrinar.-Acto seguido, rebuscó entre su cuello y sacó de dentro de sus ropajes el colgante que siempre llevaba puesto.-...y te tengo que pedir un favor.
La encaperuzada pálida se cruzó de brazos, aún no le había dicho exactamente a qué se refería, pero si tenía que ver con ese colgante sería algo bastante serio. Hizo un mohín en su boca, esperando a que le explicase qué quería exactamente que hiciese.
-Vinc-Se dirigió brevemente al brujo-Lo mejor sería viajar de noche, ya que por el sol...-Desvió brevemente la mirada hacia su compañera-...no es bueno para Katrina.-Volvió a centrar su mirada en el rubio-¿No te importa?-Preguntó-...además... nos vendría bien una de tus "bolas" de fuego para iluminar el camino...-Dijo llevando una mano tras la cabeza en señal de vergüenza mientras debajo de su máscara se le dibujaba una sonrisa comprometida.
-El ímpetu con el que se mueven vuestros deseos me resultan divertidos.-Su tono de voz resonó en toda la estancia. Fue una advertencia sombría a modo de consejo.-¿Cómo vais a salir ahí sin saber a dónde os dirigís?
-No esperaba tanta ayuda de tu parte-Respondió el castaño mientras se ponía la máscara y se cubría con la capucha.
-Los huesos pertenecientes a las almas que intentas segar me seducen, no te voy a mentir...-Dijo plácida en su asiento-Así que me interesa ayudarte. A mí no me mueve la bondad, como a tu amigo.-Dirigió una mirada vacía hacia el brujo.
-Bien.-Una vez la máscara estuvo colocada y su cabeza totalmente tapada, se llevó ambas manos a cada lado de las caderas.-Te escucho.
Una vez tuvo la atención total de ambos hombres, la vampiresa empezó a hablar. No sin antes dar unos segundos de un silencio en forma de suspenso antes de comenzar.
-¿Habéis peregrinado alguna vez?
De nuevo, no iba al grano. Alward no estaba últimamente siendo reconocido por su paciencia, y sentía que cuanto más pasaba el tiempo menos ostentaba esta característica. Para algunos, la paciencia es la madre de todas las ciencias, pero cada segundo que perdía, al Sevna se le clavaban como espinas puntiagudas en el corazón. Y pesaba, ¡Vaya si pesaba!
No respondió, simplemente dejó que la Talladora siguiese.
-Dicen que hacer este acto demuestra gran fervor y lealtad hacia los dioses. Depende en el nombre de quién se haga.-Calló unos segundos, reacomodándose en su asiento-Pues bien, no solo se peregrina en favor a los dioses. También se hace para honrar u obtener la bendición de personajes importantes que pertenecen al pasado. Muchos de estos están ya olvidados, como aquellos que pertenecen a las estrellas...
Esta mención llamó la atención de Alward, que cruzado de brazos empezó a ganar interés en lo que la vampiresa decía.
-Uno de ellos te llama. No quiere que lo olvides, Alward Sevna. Si lo haces, lo único que lo ata a este mundo se desvanecerá.
-...¿Me llama?-Preguntó extrañado.
-Debéis peregrinar hacia unas antiguas ruinas escondidas en el corazón de estas tierras. Allí hallarás los restos de una tumba dedicada al héroe Zydan Ornitier, adalid del valor y la luz. Ese viaje volverá a conectarte contigo mismo... volverás a ser quien eras.
El Sevna soltó aire por la nariz. No se le vio a causa de la máscara, pero sus ojos revolearon.
-Dame más pistas. No puedo simplemente peinar toda la zona de los territorios del Este.
-No tengo tantos conocimientos ni poder para ello...-Hizo una breve pausa-Pero puede que tu amiga sí, ya lo hizo una vez, ¿No? Te ayudó a buscar algo que querías...-Traspasó al humano con su inerte mirada.
Alward no respondió en primera instancia, sopesando dichas palabras. Sabía perfectamente a qué se refería, y quizás Katrina pudiese hacerlo de nuevo.
Sin más, asintió y se dirigió la salida, quedando de frente nuevamente hacia su, en ese momento, compañero de aventuras.
-No debemos demorarnos más.-Dijo dándole un breve toque en el hombro indicándole el "en marcha" que seguramente el rubio esperaba.
Una vez fuera de la humilde choza de la Talladora, Katrina esperaba a ambos hombres en los límites de la parcela que pertenecían a la siniestra adivinadora con un caballo ensillado y la yegua de Alward en el mismo estado que su homónimo. La vampiresa se encontraba con su caperuza blanca puesta, protegiéndose de los tenues rayos de sol que antes pudiesen dañarla, aunque ya no le hacía falta alguna, ya que es verdad que entraron al atardecer, pero en aquel momento ya estaba consumada la noche.
-¿Cómo ha ido?-Proyectó su voz mágica a ambas mentes.
-Tenemos que hacer una breve desviación.-Comentó el encapuchado. Katrina no dijo nada, simplemente alzó una ceja ante la incertidumbre, esperando a que el encapuchado siguiera hablando.-Tenemos que peregrinar.-Acto seguido, rebuscó entre su cuello y sacó de dentro de sus ropajes el colgante que siempre llevaba puesto.-...y te tengo que pedir un favor.
La encaperuzada pálida se cruzó de brazos, aún no le había dicho exactamente a qué se refería, pero si tenía que ver con ese colgante sería algo bastante serio. Hizo un mohín en su boca, esperando a que le explicase qué quería exactamente que hiciese.
-Vinc-Se dirigió brevemente al brujo-Lo mejor sería viajar de noche, ya que por el sol...-Desvió brevemente la mirada hacia su compañera-...no es bueno para Katrina.-Volvió a centrar su mirada en el rubio-¿No te importa?-Preguntó-...además... nos vendría bien una de tus "bolas" de fuego para iluminar el camino...-Dijo llevando una mano tras la cabeza en señal de vergüenza mientras debajo de su máscara se le dibujaba una sonrisa comprometida.
Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
La mirada, que le echara la mujer al rubio mercenario, estaba tan vacía como de importancia dada lo estaba el corazón del brujo ante el inexistente contenido de tal ojeada.
No era la primera persona que no valoraba una acción movida por la bondad y, por supuesto, no sería la última. Al ya veterano guerrero poco le iba a afectar una idea tan generalizada en el conjunto de los seres pensantes de aquel maldito mundo, más sí que le interesaron las palabras que depositara en la conversación antes de mirarle.
«Vaya, vaya», pensó el brujo, al tiempo que entendía que su compañero no sabía a dónde debían ir.
El rubio había supuesto que Alward sabría a dónde ir, pues parecía conocedor de las serpientes que debían mandar a morar en espíritu junto a los dioses. Ahora, tras el transcurso de la conversación, era evidente que conocía a las serpientes, pero no el lugar donde habitaban.
- Imagino que caminar mucho no contará como peregrinación. No al menos en ese sentido-, comentó medio en broma, girándose y mirando hacia ellos, a unos pasos de la mesa. - No, pero veo que esta es una de esas cosas que podré tachar de mi lista de cosas que hacer algún día.
Zydan Ornitier. Un nombre, cuanto menos, curioso. El mercenario había leído mucho sobre antigua historia y otras culturas, pero ese nombre no le resultaba muy familiar.
El brujo cruzó los brazos frente a su pecho y se acarició la barba, meditando sobre aquel nombre, intentado recordar algún texto en el que se le nombrara. No logró tal éxito antes de que su compañero de armas se acercara hasta él, por lo que tuvo que relegar tales pensamientos hacia un momento más adecuado.
- Sí, será mejor partir y acabar en cuánto podamos-, contestó, y dio un paso para seguirle hacia el exterior.
No obstante, antes de seguir sus andares giró la parte superior de su cuerpo sin dejar de encarar la salida y miró hacia la mujer.
- De todos modos, señorita. No todos los movimientos considerados como de buena moral son simplemente cuestión de bondad-, le dijo, para luego dibujar una medio sonrisa en los labios y agachar levemente la testa como señal de despedida.
Solo entonces el brujo reanudó su andar y se acercó rápidamente al humano, momento en el que acompasó su paso al del muchacho.
- Puede que simple y llanamente haya decidido que mereces algo de justicia-, comentó, esta vez mirando y dirigiendo sus palabras hacia su compañero. - O puede que me debas algo después de esto-, terminó por decir medio en broma. ensanchando su sonrisa y agregándole picaresca antes de guiñarle un ojo.
“¿Cómo ha ido?” resonó en el interior de la cabeza del brujo y, diablos, este narrador mentiría si no dijera que el rubio sentía cierta entremezcla de curiosidad y recelo ante la idea de que esa mujer pudiera entrar en su cabeza con tanta facilidad.
En teoría, sus capacidades no llegaban más allá de proyectar su voz en mentes ajenas, más… ¿Y si era capaz de algo más?
El bueno de Vincent no pensaba traicionarlos, ni nada por el estilo, más no dejaba de ser perturbador que alguien pudiera atravesar las barreras de su alma con la ligereza y suavidad de una pluma. Por eso, el mercenario sopesó que, quizás, llegados a algún punto, debería imaginar a alguien desnudo para ver qué reacción provocaría en la chica…
Quizás. Quizás más adelante, si parecía que la dama sabía demasiado de él sin decirle.
- La de experimentos que se me ocurren-, dijo animado, aunque sus interlocutores no podían saber de qué demonios hablaba.
Aunque puede que la chica sí… Por eso el brujo sostuvo la mirada sobre la vampiresa, al menos durante unos cortos instantes.
«No parece que le afecte»
- Tranquilos. Son cosas de brujo. Siempre tenemos la mente sobre algún estudio que realizar, en un futuro que llegamos a contemplar si es que sobrevivimos a nuestra corpórea actualidad-, mentó con cierto tono divertido. - No hay problema-, dijo seguido, chasqueando el acero y pedernal de sus guantes y creando con ellas unas bolas de fuego que quedaron suspendidas en el aire. - Podemos llevarlas así durante un buen rato, luego podemos usar antorchas para no malgastar en demasía mis energías. Aunque quizás no sea necesario antes de tener que acampar. Y bueno, digamos que he tratado con bastantes vampiros a lo largo de mi vida. Por eso viajar por la noche tampoco será un problema-, afirmó, acercándose a su montura y dándole unos cariñosos toques en el cuello. - Además, en esta época del año los días son más cortos. Iremos a buen ritmo-, comentó mientras colocaba un pie en el estribo y se aupaba a su montura. - Señorita, si es tan amable de guiarnos-, terminó por decir, dedicándole una sonrisa.
Aquella era otra de las cosas que a Vinc, como arcanista, le intrigaba de aquella dama. Ese colgante parecía de lo más útil. Una auténtica obra de arte y maestría.
Verla en funcionamiento fue un deleite para los ojos del mercenario. Más, por el momento, se contentó con solo admirar desde la distancia tal artefacto, así como la forma que tenía la dama de utilizarlo.
No era momento de distracciones. Ahora debían centrarse y cabalgar siguiendo el camino marcado por la vampiresa, Katrina, así le había mencionado Alward que se llamaba.
Durante el amparo de la oscuridad, salvo por las esferas que iban delante para iluminar el sendero a seguir, el trío de personas a caballo avanzó con el buen ritmo esperable. Las noches más largas de aquella época, como había previsto el veterano guerrero, ayudaron a rascarle al mapa unos buenos centímetros, que se traducían en varios cientos de metros en la escala de la realidad.
- Que tal, ¿te sentirás cómoda aquí dentro? - fue la pregunta del brujo a la vampiresa, cuando ya había pasado un rato del momento adecuado para acampar, y habían terminado de levantar la tienda de campaña para ella. - No es perfecta, pero creo que valdrá para tu problema con…-, y sin terminar la frase señaló hacia arriba, hacia el cielo nocturno, que poco a poco iba aclarándose.
En un rato, ese cielo se incendiaría, y para entonces, era mejor que la bella Katrina estuviera en un lugar seguro. De lo contrario, ardería con tanta intensidad como el astro que pronto se asomaría a la ventana del horizonte.
- Si necesitas cualquier cosa… Bueno, tu magia nos llegará-, le dijo mientras le guiñaba un ojo
Inmediatamente después, el brujo se puso a revisar las cuerdas de la tienda.
Todo parecía en su sitio, y entre aquellos tupidos árboles, muy pocos rayos alcanzarían la tela de la tienda. Habían escogido un buen sitio.
- ¿Dónde la conociste? - preguntó en un susurro a su compañero de armas, sentándose en una piedra a su lado, cerca de un fuego que había preparado para aguantar mejor las temperaturas de la temporada más oscura y fría sobre la faz de Aerandir. Una pícara sonrisa cruzaba el rostro del mercenario. - Vamos, no me dirás que te has vuelto remilgado con el tiempo-, comentó, como si lo conociera de toda la vida. Algo que, por evidentes razones, ambos sabían que no era así. - Tenemos toda una mañana y toda una tarde para ponerlos al día, para conseguir leña y demás provisiones para el resto del trayecto. ¿No me vas a contar qué cojones ha pasado para que ahora vayas por la vida como si te persiguiera la caballería del rey? ¿A quién jodiste? Espero que en esa historia haya un poco de todo, hasta una hermosa Katrina que huye al galope contigo abandonando a su acaudalado marido-, comentó en broma. - Ya que vine a verte. Por lo menos necesito saber en que me he metido, es lo mínimo ¿no? - dijo más serio. - Y de paso, si sabes quien era Zydan Ornitier. Soy todo oídos, me encanta la historia-, afirmó, echándose hacia atrás y apoyando su espalda contra la madera del tronco más cercano. - Ah, y si el acaudalado marido es de la nobleza, la historia ganaría en emoción-, mencionó eso último recuperando el tono socarrón, y regresando a sus labios la picaresca hecha sonrisa.
No era la primera persona que no valoraba una acción movida por la bondad y, por supuesto, no sería la última. Al ya veterano guerrero poco le iba a afectar una idea tan generalizada en el conjunto de los seres pensantes de aquel maldito mundo, más sí que le interesaron las palabras que depositara en la conversación antes de mirarle.
«Vaya, vaya», pensó el brujo, al tiempo que entendía que su compañero no sabía a dónde debían ir.
El rubio había supuesto que Alward sabría a dónde ir, pues parecía conocedor de las serpientes que debían mandar a morar en espíritu junto a los dioses. Ahora, tras el transcurso de la conversación, era evidente que conocía a las serpientes, pero no el lugar donde habitaban.
- Imagino que caminar mucho no contará como peregrinación. No al menos en ese sentido-, comentó medio en broma, girándose y mirando hacia ellos, a unos pasos de la mesa. - No, pero veo que esta es una de esas cosas que podré tachar de mi lista de cosas que hacer algún día.
Zydan Ornitier. Un nombre, cuanto menos, curioso. El mercenario había leído mucho sobre antigua historia y otras culturas, pero ese nombre no le resultaba muy familiar.
El brujo cruzó los brazos frente a su pecho y se acarició la barba, meditando sobre aquel nombre, intentado recordar algún texto en el que se le nombrara. No logró tal éxito antes de que su compañero de armas se acercara hasta él, por lo que tuvo que relegar tales pensamientos hacia un momento más adecuado.
- Sí, será mejor partir y acabar en cuánto podamos-, contestó, y dio un paso para seguirle hacia el exterior.
No obstante, antes de seguir sus andares giró la parte superior de su cuerpo sin dejar de encarar la salida y miró hacia la mujer.
- De todos modos, señorita. No todos los movimientos considerados como de buena moral son simplemente cuestión de bondad-, le dijo, para luego dibujar una medio sonrisa en los labios y agachar levemente la testa como señal de despedida.
Solo entonces el brujo reanudó su andar y se acercó rápidamente al humano, momento en el que acompasó su paso al del muchacho.
- Puede que simple y llanamente haya decidido que mereces algo de justicia-, comentó, esta vez mirando y dirigiendo sus palabras hacia su compañero. - O puede que me debas algo después de esto-, terminó por decir medio en broma. ensanchando su sonrisa y agregándole picaresca antes de guiñarle un ojo.
“¿Cómo ha ido?” resonó en el interior de la cabeza del brujo y, diablos, este narrador mentiría si no dijera que el rubio sentía cierta entremezcla de curiosidad y recelo ante la idea de que esa mujer pudiera entrar en su cabeza con tanta facilidad.
En teoría, sus capacidades no llegaban más allá de proyectar su voz en mentes ajenas, más… ¿Y si era capaz de algo más?
El bueno de Vincent no pensaba traicionarlos, ni nada por el estilo, más no dejaba de ser perturbador que alguien pudiera atravesar las barreras de su alma con la ligereza y suavidad de una pluma. Por eso, el mercenario sopesó que, quizás, llegados a algún punto, debería imaginar a alguien desnudo para ver qué reacción provocaría en la chica…
Quizás. Quizás más adelante, si parecía que la dama sabía demasiado de él sin decirle.
- La de experimentos que se me ocurren-, dijo animado, aunque sus interlocutores no podían saber de qué demonios hablaba.
Aunque puede que la chica sí… Por eso el brujo sostuvo la mirada sobre la vampiresa, al menos durante unos cortos instantes.
«No parece que le afecte»
- Tranquilos. Son cosas de brujo. Siempre tenemos la mente sobre algún estudio que realizar, en un futuro que llegamos a contemplar si es que sobrevivimos a nuestra corpórea actualidad-, mentó con cierto tono divertido. - No hay problema-, dijo seguido, chasqueando el acero y pedernal de sus guantes y creando con ellas unas bolas de fuego que quedaron suspendidas en el aire. - Podemos llevarlas así durante un buen rato, luego podemos usar antorchas para no malgastar en demasía mis energías. Aunque quizás no sea necesario antes de tener que acampar. Y bueno, digamos que he tratado con bastantes vampiros a lo largo de mi vida. Por eso viajar por la noche tampoco será un problema-, afirmó, acercándose a su montura y dándole unos cariñosos toques en el cuello. - Además, en esta época del año los días son más cortos. Iremos a buen ritmo-, comentó mientras colocaba un pie en el estribo y se aupaba a su montura. - Señorita, si es tan amable de guiarnos-, terminó por decir, dedicándole una sonrisa.
Aquella era otra de las cosas que a Vinc, como arcanista, le intrigaba de aquella dama. Ese colgante parecía de lo más útil. Una auténtica obra de arte y maestría.
Verla en funcionamiento fue un deleite para los ojos del mercenario. Más, por el momento, se contentó con solo admirar desde la distancia tal artefacto, así como la forma que tenía la dama de utilizarlo.
No era momento de distracciones. Ahora debían centrarse y cabalgar siguiendo el camino marcado por la vampiresa, Katrina, así le había mencionado Alward que se llamaba.
Durante el amparo de la oscuridad, salvo por las esferas que iban delante para iluminar el sendero a seguir, el trío de personas a caballo avanzó con el buen ritmo esperable. Las noches más largas de aquella época, como había previsto el veterano guerrero, ayudaron a rascarle al mapa unos buenos centímetros, que se traducían en varios cientos de metros en la escala de la realidad.
- Que tal, ¿te sentirás cómoda aquí dentro? - fue la pregunta del brujo a la vampiresa, cuando ya había pasado un rato del momento adecuado para acampar, y habían terminado de levantar la tienda de campaña para ella. - No es perfecta, pero creo que valdrá para tu problema con…-, y sin terminar la frase señaló hacia arriba, hacia el cielo nocturno, que poco a poco iba aclarándose.
En un rato, ese cielo se incendiaría, y para entonces, era mejor que la bella Katrina estuviera en un lugar seguro. De lo contrario, ardería con tanta intensidad como el astro que pronto se asomaría a la ventana del horizonte.
- Si necesitas cualquier cosa… Bueno, tu magia nos llegará-, le dijo mientras le guiñaba un ojo
Inmediatamente después, el brujo se puso a revisar las cuerdas de la tienda.
Todo parecía en su sitio, y entre aquellos tupidos árboles, muy pocos rayos alcanzarían la tela de la tienda. Habían escogido un buen sitio.
- ¿Dónde la conociste? - preguntó en un susurro a su compañero de armas, sentándose en una piedra a su lado, cerca de un fuego que había preparado para aguantar mejor las temperaturas de la temporada más oscura y fría sobre la faz de Aerandir. Una pícara sonrisa cruzaba el rostro del mercenario. - Vamos, no me dirás que te has vuelto remilgado con el tiempo-, comentó, como si lo conociera de toda la vida. Algo que, por evidentes razones, ambos sabían que no era así. - Tenemos toda una mañana y toda una tarde para ponerlos al día, para conseguir leña y demás provisiones para el resto del trayecto. ¿No me vas a contar qué cojones ha pasado para que ahora vayas por la vida como si te persiguiera la caballería del rey? ¿A quién jodiste? Espero que en esa historia haya un poco de todo, hasta una hermosa Katrina que huye al galope contigo abandonando a su acaudalado marido-, comentó en broma. - Ya que vine a verte. Por lo menos necesito saber en que me he metido, es lo mínimo ¿no? - dijo más serio. - Y de paso, si sabes quien era Zydan Ornitier. Soy todo oídos, me encanta la historia-, afirmó, echándose hacia atrás y apoyando su espalda contra la madera del tronco más cercano. - Ah, y si el acaudalado marido es de la nobleza, la historia ganaría en emoción-, mencionó eso último recuperando el tono socarrón, y regresando a sus labios la picaresca hecha sonrisa.
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Alward se quedó por un momento a solas, no tan solo de forma física, sino mental. Todo lo que había sucedido en las últimas horas era demasiada información como para digerirla y estar dispuesto a hacer lo que la Talladora le había pedido sin más sin que al menos un atisbo de duda o temor apareciese.
En mitad de la nada y dentro de los confines de los bosques, el castaño se encontraba perdido; literal y figuradamente. Hacia donde partir era una pregunta cuya respuesta estaba muy lejos de tener una respuesta real. Se sentía abandonado, traicionado y desesperado.
Tan solo el danzar del fuego de la fogata le daba calma, como si ese elemento de la naturaleza le empujase y animase a continuar.
Vincent se sentó a su lado. Su compañía era agradable. El brujo mostraba una calidez y empatía que hacía tiempo que no sentía. Sin duda era mucho más expresivo que Katrina, y su visión de las cosas despejaba su mente, o al menos lo retraía de la realidad a la que se estaba enfrentando.
El rubio estaba totalmente interesado por el castaño; en su historia y sus pesares, y de los porqués de la situación que estaba viviendo.
-Son muchas preguntas...-Miró a los ojos al brujo, intentando mostrar lo que antes le salía con facilidad: una mirada afable y una sonrisa. Pero, en vez de eso, en la expresión de Alward se denotaba una cansancio y un esfuerzo por algo que simplemente no le salía.-Quizás contestarlas todas por separado te generen más.-Se quedó en silencio unos segundos, debatiendo internamente si contarle todo o no, ya que no tenía muchas ganas. Pero entendía que se lo debía a su compañero de armas. Era lo más justo.-Verás... enfadé a gente muy poderosa, me metí en problemas de los que no me quería separar, y por más que he intentando arreglarlo todo y ser quien llevase las riendas, he acabado por perderlo todo... personas que me importaban, mi puesto en la Guardia, mi casa, mi familia...-Se le hizo un nudo en la garganta.-Todo.-Repitió.-Katrina es la única que me ha seguido hasta el final...-Suspiró, tratando de soltar ese nudo.-...y tengo la sensación de que si sigue a mi lado mucho más, acabará mal también.-Apretó los labios.-Katrina estaba presa con esa gente que te he dicho. Se llaman "Sierpes", es una secta que trata de interponer sus ideas y su proyecto de vida en la sociedad ocultándose en las sombras. Están por todos lados, es imposible escapar de ellos...-Desvió por un breve instante la mirada hacia la improvisada tienda que se había montado para que la vampiresa se refugiase del sol.-Ella trabajaba para las Sierpes, pero yo la saqué de ahí, pues era realmente una esclava.-Volvió a explicar.-De eso hace ya más de tres años, si no me falla la memoria...-Miró al cielo, que pasaba de ser nocturno a ser claro con la llegada del alba.
Y ahora tocaba responder una pregunta más sencilla. Era normal que el brujo no supiese quién era Zydan Ornitier, pues la historia de los Stellazios, aquellos nacidos de las estrellas, era muy desconocida. Jamás encontró mucha información sobre ellos. Todo lo que sabía estaba en un libro que siempre llevaba consigo y que sacó de su zurrón para mostrárselo al rubio.
El libro en sí tenía varios dibujos con relieves en la portada; una estrella gigante y en su fondo un color azul oscuro que recordaba al cielo nocturno, en el cual se podían ver sutiles puntitos blancos a modo de constelaciones.
-Este libro narra la historia de los Stellazios.-Le ofreció el libro a Vincent para que tuviese total libertad para agarrarlo y leerlo.-Héroes del pasado que fueron invocados por el dios Baldr para luchar contra las fuerzas de la oscuridad enviadas por el dios Hodr. Finalmente, tras cumplir con el cometido por el que fueron llamados por el dios, ascendieron a las estrellas para vigilar el mundo y guardarlo de futuros males. Hoy en día, se puede ver sus constelaciones si te fijas bien en el cielo nocturno.-Alzó su mirada.-Con el alba, las únicas estrellas se pueden ver son las del héroe Stag.-Dijo mientras buscaba con la mirada las susodichas.-Hmf, si no estuviésemos en el bosque y pudiéramos ver el horizonte sería más fácil.-Devolvió la mirada a su compañero de armas, sin suerte en su escrutinio del cielo.-Bien, pues estos héroes dejaron atrás reliquias personales; armas, armaduras o accesorios que les sirvieron para completar su tarea. Se erigieron templos en su honor donde se guardan estos tesoros, supuestamente.
La fiabilidad de estos datos era mucho más improbable que las historias en sí, pero su amigo Rischer había trabajado toda su vida para encontrárlos, y había encontrado indicios de que, efectivamente, algo de realidad podría haber en estas historias. Y era lo único que le quedaba a Alward para redimirse, aunque no encontrase nada material en aquellos lugares.
-Te preguntarás por qué todo lo que te he contado está relacionado...-Echó sus brazos hacia atrás para apoyarse en el suelo aún sentado-El mundo está lleno de oscuridad; injusticias, maldad, corrupción, excesos, y una larga lista de cosas que, a cada día que pasa, es más larga.-Decía mientras miraba al frente con la mirada perdida.-Yo quiero ponerle remedio a eso, ya sea muriendo en el intento o logrando cambiar definitivamente las cosas. Cueste lo que cueste.-De nuevo, volvió a mirar al brujo. Esta vez en su mirada de podía notar algo de decisión y verdadera convicción, debajo de todo el pesar y el cansancio que portaba.-La Luz debe vencer a la Oscuridad.
En mitad de la nada y dentro de los confines de los bosques, el castaño se encontraba perdido; literal y figuradamente. Hacia donde partir era una pregunta cuya respuesta estaba muy lejos de tener una respuesta real. Se sentía abandonado, traicionado y desesperado.
Tan solo el danzar del fuego de la fogata le daba calma, como si ese elemento de la naturaleza le empujase y animase a continuar.
Vincent se sentó a su lado. Su compañía era agradable. El brujo mostraba una calidez y empatía que hacía tiempo que no sentía. Sin duda era mucho más expresivo que Katrina, y su visión de las cosas despejaba su mente, o al menos lo retraía de la realidad a la que se estaba enfrentando.
El rubio estaba totalmente interesado por el castaño; en su historia y sus pesares, y de los porqués de la situación que estaba viviendo.
-Son muchas preguntas...-Miró a los ojos al brujo, intentando mostrar lo que antes le salía con facilidad: una mirada afable y una sonrisa. Pero, en vez de eso, en la expresión de Alward se denotaba una cansancio y un esfuerzo por algo que simplemente no le salía.-Quizás contestarlas todas por separado te generen más.-Se quedó en silencio unos segundos, debatiendo internamente si contarle todo o no, ya que no tenía muchas ganas. Pero entendía que se lo debía a su compañero de armas. Era lo más justo.-Verás... enfadé a gente muy poderosa, me metí en problemas de los que no me quería separar, y por más que he intentando arreglarlo todo y ser quien llevase las riendas, he acabado por perderlo todo... personas que me importaban, mi puesto en la Guardia, mi casa, mi familia...-Se le hizo un nudo en la garganta.-Todo.-Repitió.-Katrina es la única que me ha seguido hasta el final...-Suspiró, tratando de soltar ese nudo.-...y tengo la sensación de que si sigue a mi lado mucho más, acabará mal también.-Apretó los labios.-Katrina estaba presa con esa gente que te he dicho. Se llaman "Sierpes", es una secta que trata de interponer sus ideas y su proyecto de vida en la sociedad ocultándose en las sombras. Están por todos lados, es imposible escapar de ellos...-Desvió por un breve instante la mirada hacia la improvisada tienda que se había montado para que la vampiresa se refugiase del sol.-Ella trabajaba para las Sierpes, pero yo la saqué de ahí, pues era realmente una esclava.-Volvió a explicar.-De eso hace ya más de tres años, si no me falla la memoria...-Miró al cielo, que pasaba de ser nocturno a ser claro con la llegada del alba.
Y ahora tocaba responder una pregunta más sencilla. Era normal que el brujo no supiese quién era Zydan Ornitier, pues la historia de los Stellazios, aquellos nacidos de las estrellas, era muy desconocida. Jamás encontró mucha información sobre ellos. Todo lo que sabía estaba en un libro que siempre llevaba consigo y que sacó de su zurrón para mostrárselo al rubio.
El libro en sí tenía varios dibujos con relieves en la portada; una estrella gigante y en su fondo un color azul oscuro que recordaba al cielo nocturno, en el cual se podían ver sutiles puntitos blancos a modo de constelaciones.
- Cuento de los Stellazios:
Libro de cuentos que relatan el mito de los Stellazios, un grupo de héroes de la antigüedad que salvaron el mundo y lucharon contra las fuerzas de la Oscuridad. Es la historia favorita de Alward, la cual le enseñó Rischer y cuyo nombre daba sentido al gurpo de mercenarios que habían formado.
De vez en cuando, el Sevna para distraerse se pone a leer las diferentes historias que se cuentan en este libro para, además de practicar la lectura, evadirse del mundo real e inspirarse.[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen][Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
-Este libro narra la historia de los Stellazios.-Le ofreció el libro a Vincent para que tuviese total libertad para agarrarlo y leerlo.-Héroes del pasado que fueron invocados por el dios Baldr para luchar contra las fuerzas de la oscuridad enviadas por el dios Hodr. Finalmente, tras cumplir con el cometido por el que fueron llamados por el dios, ascendieron a las estrellas para vigilar el mundo y guardarlo de futuros males. Hoy en día, se puede ver sus constelaciones si te fijas bien en el cielo nocturno.-Alzó su mirada.-Con el alba, las únicas estrellas se pueden ver son las del héroe Stag.-Dijo mientras buscaba con la mirada las susodichas.-Hmf, si no estuviésemos en el bosque y pudiéramos ver el horizonte sería más fácil.-Devolvió la mirada a su compañero de armas, sin suerte en su escrutinio del cielo.-Bien, pues estos héroes dejaron atrás reliquias personales; armas, armaduras o accesorios que les sirvieron para completar su tarea. Se erigieron templos en su honor donde se guardan estos tesoros, supuestamente.
La fiabilidad de estos datos era mucho más improbable que las historias en sí, pero su amigo Rischer había trabajado toda su vida para encontrárlos, y había encontrado indicios de que, efectivamente, algo de realidad podría haber en estas historias. Y era lo único que le quedaba a Alward para redimirse, aunque no encontrase nada material en aquellos lugares.
-Te preguntarás por qué todo lo que te he contado está relacionado...-Echó sus brazos hacia atrás para apoyarse en el suelo aún sentado-El mundo está lleno de oscuridad; injusticias, maldad, corrupción, excesos, y una larga lista de cosas que, a cada día que pasa, es más larga.-Decía mientras miraba al frente con la mirada perdida.-Yo quiero ponerle remedio a eso, ya sea muriendo en el intento o logrando cambiar definitivamente las cosas. Cueste lo que cueste.-De nuevo, volvió a mirar al brujo. Esta vez en su mirada de podía notar algo de decisión y verdadera convicción, debajo de todo el pesar y el cansancio que portaba.-La Luz debe vencer a la Oscuridad.
Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Por unos instantes, cierto brujo mercenario pensó que quizás abrumaba a cierto humano con tantas preguntas. Pero…, bueno, ya conocemos a Vincent, así que podemos resumir en que tardó muy poquito pensado aquello, mucho menos preocupándose por lo que pensara Alward sobre un cotilla.
Porque, sí, al menos Vinc era un joven maduro que aceptaba lo que era. No solía ser hipócrita en su tiempo libre. Y sí, se había comportado como un marujo de cuidado. Pero, demonios, qué sería de la vida de mercenario sin las batallitas y el marujeo de los veteranos y no tan veteranos.
- Veo que la historia tiene mimbres. Pero esos Sierpes… Espero que el líder sea de la nobleza. Me prometiste una historia con nobles y no veo nobles por ninguna parte-, mintió, porque Alward nunca dijo tal cosa, obviamente. - Es que esos perros siempre ganan. Necesitamos más historias dónde el amor salga vencedor.
Entonces el brujo inspeccionó el rostro del humano, buscando encontrar respuestas en sus gestos. Siempre se decía aquello de que el rostro de una persona era la verdadera llave de sus pensamientos. En mitad del escrutinio el rubio posó su atención sobre los ojos del muchacho.
“Y la mirada el espejo del alma”
- Venga. ¿Me vas a negar que estás enamorado? La muchacha es más hermosa que una rosa y, con esa rima, casi parezco un poeta-, bromeó, más sí pensaba que hacían buena pareja. - De los malos, eso sí-, dijo inclinando su cuerpo hacia adelante y mostrando una sonrisa socarrona. - Veo que estáis en problemas serios. Aunque, eso ya lo intuía. ¿Te puedes creer que la gente suele solicitar mis servicios cuando están en problemas serios? Cómo si no fuese lo suficientemente guapo como para solicitarme solo para verme-, terminó con la broma, echándose hacia atrás, apoyando la espalda contra el tronco de un árbol.
El humano le había dado un libro de lo más interesante al brujo y este comenzó a ojearlo con cuidado. El joven le tenía aprecio al volumen y no quería estropearlo por ser un manazas. Y por esta razón, o quizás no, porque soy un narrador de lo más irónico, el brujo movió las hojas a toda velocidad con ayuda de sus magias, telequinesis y viento, para leer a toda velocidad.
- Entiendo, narra la historia de los Stellazios. Héroes del pasado que fueron invocados por el dios Baldr para luchar contra las fuerzas de la oscuridad enviadas por el dios Hodr. Finalmente, tras cumplir con el cometido por el que fueron llamados por el dios, ascendieron a las estrellas para vigilar el mundo y guardarlo de futuros males. Hoy en día, se puede ver sus constelaciones si te fijas bien en el cielo. Con el alba, las únicas estrellas se pueden ver son las del héroe Stag-, comentó, quizás con unas frases ya escuchadas, y en ese momento levantó la mirada como hiciera anteriormente Alward. - Bien, diremos que esa ardilla se llama Stag. Parece simpática.
Vincent bajó la mirada para volver a observar a su compañero.
- Si, bueno, puede que sea mago pero aún así la magia no da para aprender tan rápido. Igual hasta lo que dije te suena, pero soy así de divertido. Algunos dirían que así de gilipollas-, comentó, antes de reír. - ¿Te importa que me quede el libro? Me interesa aprender más de los Stellazios-, preguntó, alzando el tomo con su mano diestra, para después dejarlo junto al chico. - Qué me vas a contar. Tantos años en este oficio da para ver mucha oscuridad, créeme-, dijo tras un suspiro, en un tono un tanto taciturno. - Creo que lo peor es que uno se va acostumbrando a todo ello.
Había muchos dichos a lo largo y ancho del mundo conocido, pero uno que Vincent había escuchado más de una vez, era aquel que rezaba, que todo aquel que se pasaba demasiado tiempo mirando la oscuridad, se volvía parte de ella.
Bastante conocido por los profesionales de la guerra. Bastante real para las gentes de su gremio.
- La luz prevalecerá. Pregúntaselo a tu amiga y te lo confirmará. Estoy seguro-, afirmó. - Ella es hija de la noche. Tiene una vida rodeada de oscuridad-, mentó, antes de mirar hacia el cielo por entre las copas de los árboles. - Una vida de oscuridad, sí, pero no de soledad-, dijo, mirando hacia el joven que ayudaba a la dama. Luego sonrió, dibujando su característica media sonrisa. - Después de todo, qué es lo que más destaca en esas tinieblas. Todas las noches son un símbolo de lo grande que es la oscuridad, y de que, aún así, la luz prevalece sobre ese oscuro manto. Tanta oscuridad, y es la luna y las estrellas las que nos infunden pasión, esperanza y valor en cada una de esas noches.
Vincent dejó de mirar a su compañero y se acarició el pelo, antes de incorporarse y levantarse.
- Los que prevalecen ante la adversidad son los que mejor lo saben. Por eso estoy seguro del corazón que alberga tu amiga. También del tuyo. Porque habéis sobrevivido a las penurias sin perder vuestro corazón en el proceso-, afirmó, otra vez seguro de lo que decía. - Siento que estás un poco desilusionado por el mundo, más quien no lo estaría. Pero siempre encontramos esperanzas para seguir adelante en las victorias que vamos logrando. De todo lo que has contado, lo más importante es que ayudaste a una buena persona a salir de su prisión. Y si ello no es una victoria de la luz, no sé qué cojones lo será-, comentó, antes de volver a reír.
Al que apodaban el Lobo se atusó las vestiduras para quitarse el polvo y la tierra de encima, y se aproximó al libro que había dejado junto al muchacho.
- La vida suele ser tan compleja, tan imparable, que a veces se nos olvida lo que hemos logrado con nuestros actos. Y dicho esto, dejando de lado al brujo de la filosofía, si no te importa, me pasaré la tarde leyendo esta obra. Me parece interesante, sobre todo porque imagino que tiene relación con el sitio al que vamos-, comentó, guiñándole un ojo, antes de tomar el libro y encaminarse a su camastro improvisado.
Allí, el bueno de Vincent leyó más historias de aquellos llamados Stellazios. Fascinante, Interesante. La prueba irrefutable de que los locos como él o Alward, que se empeñaban en golpearse contra el muro de la injusticia, no eran algo nuevo, tampoco ni original.
Pero el tiempo pasaba volando, y para cuando ya había leído varios capítulos del libro, le tocó hacer guardia. La parte más aburrida, pero también más necesaria de todo campamento. En cualquier caso, después de ello, el atardecer llegó a sus últimos momentos y comenzaba el turno de ponerse en a recoger, para aprovechar el mayor tiempo posible bajo el amparo de, irónicamente, la oscuridad.
- Venga, tortolitos, pronto será momento de ponerse en marcha-, comentó socarrón, en voz alta, llamando la atención de ambos con sus palabras, sin importar en qué zona del campamento estuvieran. - Y tendréis que contarme más cositas de esos sierpes. Qué los mueve, cuándo los mataremos, y qué podemos esperar encontrar al lugar al que vamos-, dijo, en esta ocasión, como si tal cosa. - Ah, y bueno, te devuelvo el libro-, mentó, colocando junto a la “cama” del mozo. - Muy interesante. Más adelante te preguntaré más cosas de los Stellazios y puede que te lo vuelva a robar-, soltó aquella última frase en tono amistoso, señalando hacia el libro, antes de proseguir con las labores de desmantelar el campamento.
- Un libro de lo más interesante, sí-, musitó.
Reflexivo. Absorto en sus propios recuerdos.
- Quién necesita algo novedoso, cuando lo bueno siempre ha estado aquí-, terminó por decir, empacando sus cosas dentro de su morral. - Quién necesitaba algo nuevo, cuando el ejemplo de cómo hacer es milenario, ancestral, y cuando las buenas gentes siempre han existido. En el mundo de hoy, sólo se necesitan las personas de siempre. El viejo y confiable valor, insuflando de vida los corazones de las personas más hermosas, las buenas, ¿no es así? - dijo finalmente, tras ello, mostrando una sonrisa y mirando hacia sus camaradas.
La dama aún bajo las telas que la mantenían a salvo del sol, aquel astro que ya languidecía y daba paso a su hermana.
- Pero bueno, vais a pensar que soy buen tipo y todo. Al final tenéis que pagarme, os recuerdo como buen golfo que soy-, mentó antes de reír y seguir recogiendo.
Porque, sí, al menos Vinc era un joven maduro que aceptaba lo que era. No solía ser hipócrita en su tiempo libre. Y sí, se había comportado como un marujo de cuidado. Pero, demonios, qué sería de la vida de mercenario sin las batallitas y el marujeo de los veteranos y no tan veteranos.
- Veo que la historia tiene mimbres. Pero esos Sierpes… Espero que el líder sea de la nobleza. Me prometiste una historia con nobles y no veo nobles por ninguna parte-, mintió, porque Alward nunca dijo tal cosa, obviamente. - Es que esos perros siempre ganan. Necesitamos más historias dónde el amor salga vencedor.
Entonces el brujo inspeccionó el rostro del humano, buscando encontrar respuestas en sus gestos. Siempre se decía aquello de que el rostro de una persona era la verdadera llave de sus pensamientos. En mitad del escrutinio el rubio posó su atención sobre los ojos del muchacho.
“Y la mirada el espejo del alma”
- Venga. ¿Me vas a negar que estás enamorado? La muchacha es más hermosa que una rosa y, con esa rima, casi parezco un poeta-, bromeó, más sí pensaba que hacían buena pareja. - De los malos, eso sí-, dijo inclinando su cuerpo hacia adelante y mostrando una sonrisa socarrona. - Veo que estáis en problemas serios. Aunque, eso ya lo intuía. ¿Te puedes creer que la gente suele solicitar mis servicios cuando están en problemas serios? Cómo si no fuese lo suficientemente guapo como para solicitarme solo para verme-, terminó con la broma, echándose hacia atrás, apoyando la espalda contra el tronco de un árbol.
El humano le había dado un libro de lo más interesante al brujo y este comenzó a ojearlo con cuidado. El joven le tenía aprecio al volumen y no quería estropearlo por ser un manazas. Y por esta razón, o quizás no, porque soy un narrador de lo más irónico, el brujo movió las hojas a toda velocidad con ayuda de sus magias, telequinesis y viento, para leer a toda velocidad.
- Entiendo, narra la historia de los Stellazios. Héroes del pasado que fueron invocados por el dios Baldr para luchar contra las fuerzas de la oscuridad enviadas por el dios Hodr. Finalmente, tras cumplir con el cometido por el que fueron llamados por el dios, ascendieron a las estrellas para vigilar el mundo y guardarlo de futuros males. Hoy en día, se puede ver sus constelaciones si te fijas bien en el cielo. Con el alba, las únicas estrellas se pueden ver son las del héroe Stag-, comentó, quizás con unas frases ya escuchadas, y en ese momento levantó la mirada como hiciera anteriormente Alward. - Bien, diremos que esa ardilla se llama Stag. Parece simpática.
Vincent bajó la mirada para volver a observar a su compañero.
- Si, bueno, puede que sea mago pero aún así la magia no da para aprender tan rápido. Igual hasta lo que dije te suena, pero soy así de divertido. Algunos dirían que así de gilipollas-, comentó, antes de reír. - ¿Te importa que me quede el libro? Me interesa aprender más de los Stellazios-, preguntó, alzando el tomo con su mano diestra, para después dejarlo junto al chico. - Qué me vas a contar. Tantos años en este oficio da para ver mucha oscuridad, créeme-, dijo tras un suspiro, en un tono un tanto taciturno. - Creo que lo peor es que uno se va acostumbrando a todo ello.
Había muchos dichos a lo largo y ancho del mundo conocido, pero uno que Vincent había escuchado más de una vez, era aquel que rezaba, que todo aquel que se pasaba demasiado tiempo mirando la oscuridad, se volvía parte de ella.
Bastante conocido por los profesionales de la guerra. Bastante real para las gentes de su gremio.
- La luz prevalecerá. Pregúntaselo a tu amiga y te lo confirmará. Estoy seguro-, afirmó. - Ella es hija de la noche. Tiene una vida rodeada de oscuridad-, mentó, antes de mirar hacia el cielo por entre las copas de los árboles. - Una vida de oscuridad, sí, pero no de soledad-, dijo, mirando hacia el joven que ayudaba a la dama. Luego sonrió, dibujando su característica media sonrisa. - Después de todo, qué es lo que más destaca en esas tinieblas. Todas las noches son un símbolo de lo grande que es la oscuridad, y de que, aún así, la luz prevalece sobre ese oscuro manto. Tanta oscuridad, y es la luna y las estrellas las que nos infunden pasión, esperanza y valor en cada una de esas noches.
Vincent dejó de mirar a su compañero y se acarició el pelo, antes de incorporarse y levantarse.
- Los que prevalecen ante la adversidad son los que mejor lo saben. Por eso estoy seguro del corazón que alberga tu amiga. También del tuyo. Porque habéis sobrevivido a las penurias sin perder vuestro corazón en el proceso-, afirmó, otra vez seguro de lo que decía. - Siento que estás un poco desilusionado por el mundo, más quien no lo estaría. Pero siempre encontramos esperanzas para seguir adelante en las victorias que vamos logrando. De todo lo que has contado, lo más importante es que ayudaste a una buena persona a salir de su prisión. Y si ello no es una victoria de la luz, no sé qué cojones lo será-, comentó, antes de volver a reír.
Al que apodaban el Lobo se atusó las vestiduras para quitarse el polvo y la tierra de encima, y se aproximó al libro que había dejado junto al muchacho.
- La vida suele ser tan compleja, tan imparable, que a veces se nos olvida lo que hemos logrado con nuestros actos. Y dicho esto, dejando de lado al brujo de la filosofía, si no te importa, me pasaré la tarde leyendo esta obra. Me parece interesante, sobre todo porque imagino que tiene relación con el sitio al que vamos-, comentó, guiñándole un ojo, antes de tomar el libro y encaminarse a su camastro improvisado.
Allí, el bueno de Vincent leyó más historias de aquellos llamados Stellazios. Fascinante, Interesante. La prueba irrefutable de que los locos como él o Alward, que se empeñaban en golpearse contra el muro de la injusticia, no eran algo nuevo, tampoco ni original.
Pero el tiempo pasaba volando, y para cuando ya había leído varios capítulos del libro, le tocó hacer guardia. La parte más aburrida, pero también más necesaria de todo campamento. En cualquier caso, después de ello, el atardecer llegó a sus últimos momentos y comenzaba el turno de ponerse en a recoger, para aprovechar el mayor tiempo posible bajo el amparo de, irónicamente, la oscuridad.
- Venga, tortolitos, pronto será momento de ponerse en marcha-, comentó socarrón, en voz alta, llamando la atención de ambos con sus palabras, sin importar en qué zona del campamento estuvieran. - Y tendréis que contarme más cositas de esos sierpes. Qué los mueve, cuándo los mataremos, y qué podemos esperar encontrar al lugar al que vamos-, dijo, en esta ocasión, como si tal cosa. - Ah, y bueno, te devuelvo el libro-, mentó, colocando junto a la “cama” del mozo. - Muy interesante. Más adelante te preguntaré más cosas de los Stellazios y puede que te lo vuelva a robar-, soltó aquella última frase en tono amistoso, señalando hacia el libro, antes de proseguir con las labores de desmantelar el campamento.
- Un libro de lo más interesante, sí-, musitó.
Reflexivo. Absorto en sus propios recuerdos.
- Quién necesita algo novedoso, cuando lo bueno siempre ha estado aquí-, terminó por decir, empacando sus cosas dentro de su morral. - Quién necesitaba algo nuevo, cuando el ejemplo de cómo hacer es milenario, ancestral, y cuando las buenas gentes siempre han existido. En el mundo de hoy, sólo se necesitan las personas de siempre. El viejo y confiable valor, insuflando de vida los corazones de las personas más hermosas, las buenas, ¿no es así? - dijo finalmente, tras ello, mostrando una sonrisa y mirando hacia sus camaradas.
La dama aún bajo las telas que la mantenían a salvo del sol, aquel astro que ya languidecía y daba paso a su hermana.
- Pero bueno, vais a pensar que soy buen tipo y todo. Al final tenéis que pagarme, os recuerdo como buen golfo que soy-, mentó antes de reír y seguir recogiendo.
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Ah, la vida del peregrino. Por el día, el polvo del camino, los recodos, las subidas y bajadas, nuevos rostros, nuevos paisajes. Por la noche, intercambio de historias junto a la hoguera, de comida, de ánimos para la siguiente jornada. O, bueno, quizá fuera al revés.
Viajar de noche tiene sus ventajas, supongo. Menos ruido, menos viajeros pesados entorpeciendo el camino, menos sol quemando la carne expuesta del caminante. Y el placer de permitir que sean las estrellas quienes guíen el camino. Claro que, tras varias jornadas de cielos encapotados, difícil resulta seguir dicha guía. ¿Y a quién preguntar direcciones en medio de la noche?
Dirán los legos que poco importa a quién preguntar. Después de todo, la leyenda de los Stellazios está prácticamente olvidada y ¿quién queda en Aerandir para recordar la abandonada tumba de Zydan Ornitier, Zydan Stjerners, Zydan el Olvidado?
Perdidos en el corazón de los bosques del este, contando las raciones de su equipaje y sin una idea clara del destino de su peregrinaje, quizá nuestros viajeros se estén haciendo semejante pregunta.
Katrina desea ayudar a Alward, pero no encuentra respuesta. Cada noche, al arrancar la marcha, señala una dirección que sus compañeros no discuten, aunque ella misma no está segura de por qué esa dirección y no otra. Sin la imagen de las estrellas en el cielo, hasta podrían estar dando vueltas sin darse cuenta.
A medida que pasan los días, el cansancio se hace más acusado y sus sueños se pueblan de oscuras imágenes. Solo una constante une un sueño con el siguiente: el sonido de un aleteo. ¿Tendría algo que ver con su peregrinar que, con cada jornada que pasaba, el sonido pareciera hacerse más fuerte?
Había perdido la cuenta de las noches que llevaba atravesando aquellos bosques cuando, una mañana, al caer rendida sobre la manta, vio por fin al murciélago. Se encontraba en una húmeda cueva lo bastante amplia para caminar erguida. Con los brazos extendidos hacia los lados, apenas rozaba las paredes laterales. El aire se sentía extrañamente cálido y se respiraba un olor rancio en el ambiente.
Katrina caminó en dirección al aleteo, extrañamente lento, hasta que, tras girar en un recodo, vio volar al pequeño murciélago en su dirección. El tiempo pareció discurrir a la mitad de su velocidad normal mientras el mamífero alado emergía de una bifurcación en el camino y sobrevolaba por encima de la cabeza de la vampira, perdiéndose de nuevo a su espalda.
Mientras ella aún se preguntaba si debía seguir al murciélago o el camino del que él venía, se fijó en algo que brillaba junto a la pared de la tercera dirección: una lanza, cuya punta parecía indicar el interior de la gruta.
Junto a la hoguera del campamento, tratando de apagar el frío del amanecer, Alward tampoco podría evitar que sus ojos se cerrasen. Atrás quedaron el canto de las aves vespertinas y la luz saltarina filtrándose entre el ramaje. A su alrededor, solo había oscuridad. Oscuridad y un hedor de muerte.
Poco a poco, sus sentidos se agudizaron, o quizá fue una nube que decidió dejar pasar un leve rayo de luna. El Sevna se encontró a sí mismo en medio de un campo de batalla. La contienda había terminado, pero aún no habían podido o querido retirar los cuerpos. Hasta donde llegaba su vista, él era el único en pie. Ni siquiera oía los lamentos de los moribundos.
Una mano sujetó con fuerza su tobillo. El hombre a sus pies tenía todo el lado izquierdo de la cara cubierto de sangre reseca y pus. Imploraba ayuda con los ojos pero, al abrir la boca, fue un puñado de gusanos lo que salió de ella. Sobre su vientre, dos buitres se daban un festín con sus entrañas.
Algo se movió en la distancia. Alguien corría, alejándose más y más de Alward. Un paño rojo agitándose en el aire.
La lectura es un gran pasatiempo para el brujo instruido, pero tarde o temprano, los ojos cansados acaban por cerrarse. No pasa nada, se vuelven a abrir y se sigue leyendo, ¿no es así? Solo que, de pronto, el libro que tiene entre sus manos ya no parece tan ajado ni las páginas desprenden ese olor a biblioteca perdida en el tiempo.
¿Y por qué la luz se ha vuelto tan rojiza de repente? Si estaba amaneciendo hacía tan solo un momento. Una brisa juguetona agita las hojas de los árboles. Y las del libro que, después de moverse primero a la izquierda y de vuelta a la derecha, se abren por una página distinta a la que recordaba el mercenario.
"La Rueda del Tiempo gira, y las eras llegan y pasan y dejan tras de sí recuerdos que se convierten en leyenda. La leyenda se difumina, deviene en mito, e incluso el mito se ha olvidado mucho antes de que la era que lo vio nacer retorne de nuevo…"
Una risa de mujer interrumpe la lectura. Una nueva ráfaga hace correr las páginas. “Zydan” es todo lo que el brujo llega a leer antes de que una nueva risa, más cercana, lo interrumpa una vez más. El libro se cierra. Una voz femenina lo llama.
Bueno, ya era hora de que me apareciese por aquí. Veamos si entre los tres logramos encontrar esas misteriosas ruinas. Siéntanse libres de describir su largo peregrinar, sus conversaciones durante el viaje y/o el descanso… lo que les apetezca, vaya. Lo que a mí me interesa en este momento es lo que decidan hacer durante el sueño, hacia el final de su post.
Katrina: Tres direcciones se abren ante ti. Elige sabiamente.
Alward: ¿Ayudar al soldado caído o perseguir… lo que quiera que sea que se aleja de ti? El hombre te tiene bien agarrado.
Vincent: ¿Buscarás tus respuestas en el libro o seguirás el llamado del viento?
Y láncenme una runa por personaje, si no les importa.
Viajar de noche tiene sus ventajas, supongo. Menos ruido, menos viajeros pesados entorpeciendo el camino, menos sol quemando la carne expuesta del caminante. Y el placer de permitir que sean las estrellas quienes guíen el camino. Claro que, tras varias jornadas de cielos encapotados, difícil resulta seguir dicha guía. ¿Y a quién preguntar direcciones en medio de la noche?
Dirán los legos que poco importa a quién preguntar. Después de todo, la leyenda de los Stellazios está prácticamente olvidada y ¿quién queda en Aerandir para recordar la abandonada tumba de Zydan Ornitier, Zydan Stjerners, Zydan el Olvidado?
Perdidos en el corazón de los bosques del este, contando las raciones de su equipaje y sin una idea clara del destino de su peregrinaje, quizá nuestros viajeros se estén haciendo semejante pregunta.
Katrina desea ayudar a Alward, pero no encuentra respuesta. Cada noche, al arrancar la marcha, señala una dirección que sus compañeros no discuten, aunque ella misma no está segura de por qué esa dirección y no otra. Sin la imagen de las estrellas en el cielo, hasta podrían estar dando vueltas sin darse cuenta.
A medida que pasan los días, el cansancio se hace más acusado y sus sueños se pueblan de oscuras imágenes. Solo una constante une un sueño con el siguiente: el sonido de un aleteo. ¿Tendría algo que ver con su peregrinar que, con cada jornada que pasaba, el sonido pareciera hacerse más fuerte?
Había perdido la cuenta de las noches que llevaba atravesando aquellos bosques cuando, una mañana, al caer rendida sobre la manta, vio por fin al murciélago. Se encontraba en una húmeda cueva lo bastante amplia para caminar erguida. Con los brazos extendidos hacia los lados, apenas rozaba las paredes laterales. El aire se sentía extrañamente cálido y se respiraba un olor rancio en el ambiente.
Katrina caminó en dirección al aleteo, extrañamente lento, hasta que, tras girar en un recodo, vio volar al pequeño murciélago en su dirección. El tiempo pareció discurrir a la mitad de su velocidad normal mientras el mamífero alado emergía de una bifurcación en el camino y sobrevolaba por encima de la cabeza de la vampira, perdiéndose de nuevo a su espalda.
Mientras ella aún se preguntaba si debía seguir al murciélago o el camino del que él venía, se fijó en algo que brillaba junto a la pared de la tercera dirección: una lanza, cuya punta parecía indicar el interior de la gruta.
Junto a la hoguera del campamento, tratando de apagar el frío del amanecer, Alward tampoco podría evitar que sus ojos se cerrasen. Atrás quedaron el canto de las aves vespertinas y la luz saltarina filtrándose entre el ramaje. A su alrededor, solo había oscuridad. Oscuridad y un hedor de muerte.
Poco a poco, sus sentidos se agudizaron, o quizá fue una nube que decidió dejar pasar un leve rayo de luna. El Sevna se encontró a sí mismo en medio de un campo de batalla. La contienda había terminado, pero aún no habían podido o querido retirar los cuerpos. Hasta donde llegaba su vista, él era el único en pie. Ni siquiera oía los lamentos de los moribundos.
Una mano sujetó con fuerza su tobillo. El hombre a sus pies tenía todo el lado izquierdo de la cara cubierto de sangre reseca y pus. Imploraba ayuda con los ojos pero, al abrir la boca, fue un puñado de gusanos lo que salió de ella. Sobre su vientre, dos buitres se daban un festín con sus entrañas.
Algo se movió en la distancia. Alguien corría, alejándose más y más de Alward. Un paño rojo agitándose en el aire.
La lectura es un gran pasatiempo para el brujo instruido, pero tarde o temprano, los ojos cansados acaban por cerrarse. No pasa nada, se vuelven a abrir y se sigue leyendo, ¿no es así? Solo que, de pronto, el libro que tiene entre sus manos ya no parece tan ajado ni las páginas desprenden ese olor a biblioteca perdida en el tiempo.
¿Y por qué la luz se ha vuelto tan rojiza de repente? Si estaba amaneciendo hacía tan solo un momento. Una brisa juguetona agita las hojas de los árboles. Y las del libro que, después de moverse primero a la izquierda y de vuelta a la derecha, se abren por una página distinta a la que recordaba el mercenario.
"La Rueda del Tiempo gira, y las eras llegan y pasan y dejan tras de sí recuerdos que se convierten en leyenda. La leyenda se difumina, deviene en mito, e incluso el mito se ha olvidado mucho antes de que la era que lo vio nacer retorne de nuevo…"
Una risa de mujer interrumpe la lectura. Una nueva ráfaga hace correr las páginas. “Zydan” es todo lo que el brujo llega a leer antes de que una nueva risa, más cercana, lo interrumpa una vez más. El libro se cierra. Una voz femenina lo llama.
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Bueno, ya era hora de que me apareciese por aquí. Veamos si entre los tres logramos encontrar esas misteriosas ruinas. Siéntanse libres de describir su largo peregrinar, sus conversaciones durante el viaje y/o el descanso… lo que les apetezca, vaya. Lo que a mí me interesa en este momento es lo que decidan hacer durante el sueño, hacia el final de su post.
Katrina: Tres direcciones se abren ante ti. Elige sabiamente.
Alward: ¿Ayudar al soldado caído o perseguir… lo que quiera que sea que se aleja de ti? El hombre te tiene bien agarrado.
Vincent: ¿Buscarás tus respuestas en el libro o seguirás el llamado del viento?
Y láncenme una runa por personaje, si no les importa.
Fehu
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Vincent era un buen tipo. Alward tenía total certeza de ello. No solo por haberlo ayudado cuando nadie más se había prestado siquiera a acudir a su llamamiento, que aunque críptico y sutil, no dejaba de ser interesante a los ojos del humano. Después de todo, ¿Quién rechazaría aquella carta que invitaba a descubrir algo muerto? Él mismo estaba muerto, y para sus seres queridos cualquier cosa que tuviese que ver con la resurrección de un muerto automáticamente le debería de relacionar con el Sevna. Pero el silencio fue su respuesta, excepto en el caso del brujo de cabellos rubios. Era decepcionante, aunque no podía culpar a nadie; corrían tiempos peligrosos.
Pero sí, Vincent era un buen tipo. Afable, alegre y siempre hacía amena cualquier conversación con su peculiar humor. Como por ejemplo con aquella obsesión de que en la historia de Alward debería de haber un romance imposible con Katrina. Por supuesto, el Sevna se encargaba de desmentir aquello y no prestarle demasiada atención.
Cuando el brujo le pidió el libro sintió cierto cosquilleo amable en su columna. Alguien por primera vez en mucho tiempo, aparte de la vampiresa, se preocupaba por él y se interesaba de verdad por su historia. Y no solo eso, puesto que desde su primer mentor y amigo; Rischer, no tenía a nadie con quien compartir ese conjunto de historias y mitos que se narraban sobre los Stellazios. Sonrió con amabilidad y asintió, y al no tener la máscara puesta, con aquel gesto se le iluminó el rostro, cambiando drásticamente el aura a su alrededor. Aunque uno esté sumido en un pozo profundo de oscuridad, siempre habrá cabida para un rayo de esperanza que ilumine ese vacío.
Luego, tras las palabras tan amables y gratificantes del brujo, el Sevna, con algo de vergüenza, bajó su mirada hacia sus manos, las cual estaban entrelazadas entre sí.
-Gracias.-Dijo en un tono bajo por lo suficientemente claro como para escucharse bien.
Las palabras del rubio habían impactado directamente su maltratada alma, y llenaron su vacío y también dañado corazón. Durante todo el tiempo que pasó desde que se creó aquella máscara hasta ahora tan solo se había llenado de palabras malas, feas, hirientes y desagradables hacia sí. Estaba perdiendo aquello que siempre le había caracterizado: el valor, además de su amor propio. Le costó incluso llegar a empuñar una espada después de aquello, y mentiría si dijera que aún no le tiembla el pulso cuando le toca desenvainar cualquier de sus dos armas.
Después de aquello, Vincent pidió intimidad para poder enfocarse en la lectura. Alward asintió tímidamente y le dejó irse a su improvisado camastro, siguiéndole con la mirada el tiempo suficiente para volver a mirar un punto cualquiera del campamento y del bosque que les rodeaba para perderse en sus pensamiento, reflexionando sobre lo que Vincent le dijo. No hacía ninguna valoración en especial, puesto que se sentía tan impotente que ni le salían las ganas de animarse o ponerse a hacer algo de provecho; como por ejemplo entrenar. Antes hubiese dedicado sus tiempos muertos a entrenar, ahora rara vez lo hacía. Tan solo se dedicaba el tiempo justo y suficiente como para no perder la forma. El sir Alward Sevna, Caballero de Lunargenta, estaba desaparecido, por no decir muerto.
Cuando llegó el momento de levantar el campamento, Alward se encontraba con Katrina, la cual le estaba dando de comer a Epons unas zanahorias; su comida favorita, mientras le acariciaba la cabeza a la equina y parte de su crin. El castaño observaba, ya con la máscara puesta, la escena de brazos cruzados.
De pronto, de un semblante sereno y en conexión con la yegua, la mirada de Katrina se volvió tan afilada como un cuchillo cuando Vincent mencionó aquello de "tortolitos". El corazón de la vampiresa se aceleró más de lo común y pudo verse cierta rojez en su rostro. El Sevna, sin embargo, dirigió la mirada sin mucho interés por aquello que el brujo había soltado.
Mientras recogían todo y preparaban a los caballos para ser ensillados, el dúo respondía a las preguntas que le iban surgiendo al brujo de cabellos rubios.
-Las Siepres buscan controlarlo todo.-Dijo de forma general.-Intentan meter influencias en todos los aspectos de la vida: lo militar, diplomático, la fe, la información, el comercio...
-Quieren imponer su ideología.-Proyectó su voz mágica hacia la mente de los dos hombres sin mirarlos directamente mientras ultimaba una de las correas en la silla del caballo de Vincent para asegurarse de que el equipaje que llevase estuviera bien sujeto.-Sea como sea... y caiga quien caiga.-Esta vez si los miró-No han logrado su objetivo aún. Desconozco el por qué, pero están cada vez más presentes en la sociedad sin hacer ruido.
-Yo me di cuenta de aquello.-Perdió su mirada por un segundo, para luego recuperarla en Vincent-Nadie me creyó. Pero no podía quedarme de brazos cruzados ante lo que estaba descubriendo. Ellos me inspiraron a eso.-Señaló el libro de los Stellazios que aún sujetaba Vincent.-Y ahora que las Sierpes me lo han quitado todo, ellos son lo último que me queda. Si fueron reales, sus historias y enseñanzas también, así que es posible luchar contra la Oscuridad que asola al mundo.-Dijo. Le daba igual si sonaba a locura, pero para él no.-Cuando te lo han arrebatado todo...-Se le hizo un nudo en la garganta-...uno necesita encontrar la esperanza en cualquier lado.
Se hizo el silencio. Uno algo incómodo, pero una pregunta más de Vincent lo rompió.
-Los mataremos cuando sepamos cómo hacerlo, eso tenlo por seguro.-Dijo mirando decidida hacia el brujo, tanto que parecía que al que quería matar era a él. Aunque luego se amilanó.-...y cuando tengamos aliados. Solos no vamos a poder.-Se agarró el hombro derecho con la mano contraria, en un acto que mostraba toda su impotencia.
Como era de costumbre, el brujo soltó alentadoras palabras. Sin duda, tenía alma de poeta, pero razón a la vez. Alward intentaba interiorizarlas todas y cada una de ellas, pero era demasiado difícil para él en ese momento.
Ya en camino, mientras dejaban que fuesen los caballos quienes decidieran la marcha y sin un sentido claro para su marcha, más allá de lo que dijese Katrina, Alward le lanzó una pregunta al brujo de cabellos rubios.
-¿Y tú, Vinc?-Llamó la atención del susodicho.-¿Tú por qué decides enfundarte todo eso que llevas encima y salir al mundo exterior?-Preguntó, algo críptico.-Puedes quedarte en casa. Seguro que en Beltrexus tienes una cama caliente esperándote y comida no te faltará.-Dijo basándose puramente en prejuicios y estimaciones totalmente subjetivas.-A la Talladora no le fuiste claro, pero creo que como compañeros de armas en este viaje, deberías serme sincero.-Comentó.
Diese la respuesta que diese, tanto si era esquiva, clara o si ni siquiera hubiese, la respetaría y, en su caso, la escucharía con atención, ya que la historia de alguien tan bohemio como él, a la vez que poderoso, sería interesante.
Un par de días y otro par de noches pasaron viajando, sin tener novedades claras de si iban por buen camino, dando círculos o simplemente se perderían y morirían de hambre. Las raciones empezaban a bajar, y el cansancio a aumentar. No era una buena señal. La mente de Alward jugaba con el pobre, diciéndole cosas horribles, insinuando que moriría inútilmente después de todo, perdido, convirtiéndose así en un espíritu que vagaría toda la eternidad por el bosque buscando algo que nunca encontrará.
Katrina, por su parte, sentía que estaba fallando a Alward, la persona que más le importaba en este mundo. Ese sentimiento era feo y horrible, no le gustaba, y la ansiedad empezaba a estar presente en ella; pues padecía de insomnio, inquietud y desesperación. Aunque había momentos en los que el cansancio podía con ella y le ayudaba a descansar. En una de esos despertó en una cueva al instante de cerrar los ojos. Había un aleteo que escuchaba cada vez que dormía y que sonaba más fuerte cada vez que echaba una cabezada. Finalmente, el origen de ese misterioso aleteo lo pudo vislumbrar en un murciélago que pasó justo por encima de su cabeza perdiéndose en la cueva. No dudó en seguirlo, pues la curiosidad se apoderó de ella.
Tras seguirlo y recorrer parte de la cueva, tres direcciones se abrieron ante ella. ¿Seguiría al murciélago? ¿Iría en la dirección contraria? ¿Optaría por detenerse a observar aquella lanza para ver qué había más allá de donde parecía señalar? Sentía que cualquier camino que escogiera sería tan solo de ida. Debía elegir bien.
Diferentes sensaciones muy difusas le venían cuando se acercaba a cada uno de los caminos. Tenía cierta desconfianza con todo esto, e incluso pensó en abandonar y dar marcha atrás, pero... ¿Y el aleteo? ¿Por qué estaba tan presente en sus sueños? Parecía perseguirla. Su curiosidad era tal, que eso fue lo único que la mantuvo allí. Tenía que averiguar qué quería aquella criatura de ella, a dónde la llevaba. Había tomado una decisión, iría tras ella.
Con sumo cuidado y cierta reticencia, acompañados de un gesto involuntario en el que se había llevado una de sus manos hacia el centro del pecho cerrándola en un puño, se dispuso a tomar el camino que había seguido el murciélago para ver qué le deparaba.
La oscuridad rodeaba a Alward. No sabía acertar si era porque tenía cerrados sus ojos a causa del cansancio, lo que derivó que se durmiese de forma consciente hasta caer de lleno, o simplemente no había nada a su alrededor. Fue una transición extraña la cual acabó cuando un sutil rayo de luna le acarició el rostro hasta hacerle abrir los ojos y darse cuenta que estaba en mitad de un campo de batalla yermo, lleno de cadáveres y putrefacción.
Un silencio inquietante rodeaba todo el lugar, el cual se extendía hasta donde alcanzaba la vista, la poca que tenía en la noche.
El susto que se llevó fue mayúsculo cuando notó que una mano le agarró uno de sus pies. Lo hacía con fuerza, y por más que intentara zafarse no había manera de librarse de aquel agarre. Mostró una cara de asco, a cara descubierta puesto que no llevaba la máscara puesta, cuando descubrió que el que lo sujetaba era un hombre moribundo con un pie y medio en el Hel.
Aquel hombre estaba sufriendo, y aun con la ansiedad recorriendo cada parte de su cuerpo, Alward pudo mostrar cierta empatía y lástima por aquel hombre.
Hizo el amago de agacharse para ayudarle, pero vio algo moverse en la lejanía. Con tan solo la luna como fuente de luz, lo que se estaba moviendo era una silueta que sujetaba o tenía atado una especie de pañuelo rojo. Sintió una incesante sed de curiosidad por aquello, los ojos se le iban a salir de la órbita. Sintió el impulso de salir a correr, pero el agarre de aquel hombre era demasiado fuerte, y su sufrimiento hacían que el humano se obligara a permanecer allí para ayudarlo. No podía irse y dejarlo allí.
-¡Tranquilo, no estás solo!-Dijo intentando deshacerse del agarre para poder ayudarlo mejor.-Necesito... que... colabores...-Hacía el esfuerzo por quitárselo de encima, pero no era posible.
La agonía de aquel pobre desgraciado no tenía fin, y el Sevna no quería siquiera reconocer que el estado de aquel moribundo desafortunado no era para nada halagüeño, todo lo contrario, esas serían sus últimos e inútiles intentos por aferrarse a la vida. Moriría ya fuese desangrado o comido por los buitres, y ni qué decir de toda la putrefacción que tenía, además de los bichos que le salían de toda la boca. En un intento más, el humano finalmente consiguió deshacerse del agarre. Ya no le prestaba atención a aquel pañuelo rojo. Ayudar a quien pedía ayuda siempre era su prioridad, y no iba a dejarlo en la estacada. Tenía que ayudarlo, fuese como fuese.
Pero, al darse cuenta al fin de la realidad, no tuvo otra opción que dejarse caer de rodillas, mirando al pobre ser que seguía agonizando, intentando vocalizar algo en vano.
-No he podido hacer nada...-Dijo apenado, con un nudo en la garganta.-He llegado demasiado tarde...-Lágrimas empezaron a caérseles de los ojos mientras se tapaba la cara. Los sollozos cada vez eran más intensos hasta el punto de agitar su respiración. Eso no era un sueño, sino una pesadilla.
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Off: ¡Weee, primera aparición de Master Fehu! Qué ilusión ^^ Pues nada, tiro las runas. Que la suerte me sonría...
Primera runa: Katrina. Segunda Runa: Alward.
Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
El miembro 'Alward Sevna' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
La historia de los Sierpes era muy interesante. El brujo estaba más que intrigado ante tales revelaciones. Y sí, también más de uno diría que, aquello de una organización intentando controlar o desestabilizar las sociedades desde las sombras, era una historia muchas veces escuchada, muchas veces repetida.
Justo ahí estaba el interés de cierto brujo por la historia de los Sierpes. Era real.
La historia de una organización que quería controlar a las personas que creían inferiores a ellos era realista. Megalómanos, narcisistas, ambiciosos con deseos desmedidos… Todos estaban ahí afuera, unos más listos que otros, pero todos con un agujero negro de infinito deseo por el control de todo. Y de la vida de todos.
Vinc, como buen mercenario veterano que era, más de una vez había vivido esa historia en carne y hueso. Recuerdos de una lejana compañía de armas cruzó su mente tras escuchar la voz de una mujer en el interior de su cabeza.
- Ideología. Religiones. Caiga quien caiga-, repitió esas últimas palabras que habían sido dichas por la vampira. Aunque las expresó con gesto ausente, aún con su mente en otro tiempo. - La imposición ajena suele ser una situación con la que los mortales debemos convivir muy a menudo-, afirmó, regresando al mundo actual y dirigiendo una mirada a sus compañeros. - Demasiado a menudo-, terminó por decir, serio, pero con una voz algo teñida de pesar.
El brujo terminó de recoger sus cosas, tras lo cual se puso a ensillar a su querido Alphonse. En ese plazo, Alward explicó un poco más del asunto, dejando más pistas de su actual estado de ánimo.
- La dama de dulce mirada afilada tiene razón. Los mataremos-, comentó, con buen humor, intentando levantar el ánimo.
De paso, Vincent dibujó una media sonrisa socarrona que dedicó a la vampiresa, pues… Sí, había captado su filosa mirada y… No, estaba viejo para que una dama le diera miedo con ello. Muchas ya le habían partido los huevos y, no, no es un eufemismo. Las brujas patean duro. Quién lo diría de unas estudiosas.
- Ten fe. Para algo soy un profesional de la muerte. Mis honorarios están justificados-, dijo, burlón. - Eso sí, no seas duro contigo mismo. Todos los que tenemos una edad hemos perdido más de una batalla.
«Incluso más que una batalla.» Se ahorró decirlo, para no desanimar al muchacho.
- No te han arrebatado todo. Primero, porque sigues vivo, y eso siempre es algo. Segundo, porque no perdiste, esa señorita ya no está en los Sierpes gracias a tu intervención y a eso se le llama victoria.
El sureño terminó de comprobar los amarres de las correas de la silla de montar y colocando un pie en el estribo se impulsó para subirse a lomos de su caballo. Tras ello, miró directamente a Alward.
- Tercero y, aún más importante, porque después de todo, de estrellarte contra el muro de la realidad en la que vivimos, sigues siendo tú y, créeme, eso es jodidamente difícil-, terminó de decir, antes de poner a Alphonse al paso.
Tras un rato de marcha a caballo, bajo las estrellas, o debería decir, bajo las estrellas que no se podían ver tras aquel manto oscuro de nubes, Alward llamó la atención del brujo. Las palabras del guerrero se podría decir que ya eran esperadas por el hombre al que apodaban El Lobo, pero no por ello dejaron de ser sorpresivas.
Después de todo, Vinc no había explicado en profundidad sus motivaciones para unirse al humano y la vampira, así que era lógico que en algún momento le preguntaran por ello. No obstante, ese tipo de cuestiones siempre llegaban cuando no te lo esperabas, de ahí la sorpresa.
- Bueno-. Empezó a decir, superada la impresión inicial. - Es complicado de explicar en corto. Pero diré, porque me pagaréis-, dijo, ensanchando la distancia de las comisuras de sus labios para formar una sonrisa. - Porque me pagaréis ¿no? - preguntó seguido, con impostada alarma en su voz.
Vincent no pudo evitar reír con suavidad ante sus estupideces de veterano bribón.
- Ah, pero sí que es complicado de explicar. El resumen corto es que provengo de una familia muy particular. La sociedad bruja es muy competitiva, con una meritocracia centrada en la magia. Eso es algo que sabe casi cualquier persona. Pero ninguna sociedad es uniforme, así que podemos decir que mi familia y allegados son rebeldes. Entre comillas, no vamos explotando cosas por ahí como atajo de pirados. Simplemente somos personas que creemos en la importancia de la meritocracia, claro que sí, pero también pensamos que una sociedad más sana es posible teniendo mayor estima en otro tipo de valores. Ya sabes, honradez, integridad, ser más justos con las personas a nuestro alrededor. Todo eso-, afirmó, mostrando una sonrisa al final de su relato y encogiéndose de hombros. - Supongo que puede sonar un poco infantil. Así que imagino que hacen falta más niños en el mundo y menos adultos-, terminó por decir, para luego volver a reír. Esta vez un poco más alto que antes. - Digamos que me viene de familia. Lo mío no es quedarme de brazos-, dijo más serio. - Y tú eres un buen hombre. Lo noté en aquella mansión. He venido porque qué será de este mundo si no nos echamos una mano de vez en cuando y, de paso, ver si de verdad estoy en lo cierto. Cada vez te conozco más, pequeños detalles, que me hacen creer que no me he equivocado contigo. Y viendo lo mal que te tratas, de paso he venido para recordarte que eres un buen tipo y que dejes el látigo para la cama-, bromeó, más socarrón que nunca.
Los días y noches pasaron tras aquella amigable conversación, el rumbo era complicado de seguir pues las referencias para orientarse eran casi nulas. En cualquier caso, no perdían nada por seguir intentando encontrar el lugar. Tenían provisiones más que suficientes y el tiempo ya cambiaría y dejaría ver las estrellas. Esas nubes no serían eternas. Como última opción, siempre podían buscar un pueblo en las inmediaciones, comprar más provisiones y esperar que esas malditas nubes dejaran de fastidiar.
En todo caso, esas decisiones ya se contemplaría más adelante, ahora, volvían a acampar, esperando la mejora de ese tiempo. Cada uno con sus quehaceres o entretenimientos, el brujo en particular, leyendo más de la historia de los Stellazios.
Una cabezada hizo recobrar a Vincent la compostura, se había relajado demasiado mientras leía, y ello siempre trae consecuencias. Para evitar dormirse, se incorporó un poco y cambió de postura, a una menos tentadora para el sueño.
Sin embargo, la situación parecía… diferente. El cielo se había vuelto rojizo, en un tono que no terminaba de concordar con el momento del día. No era el cielo de un amanecer, o, mínimo, no del amanecer de aquel día en el que leía.
Por si esto fuera poco, las hojas del libro se movieron de forma aleatoria. O quizás no tan aleatoria, bien parecía magia.
- Ni rastro de Alward, ni de Katrina. Ni de los caballos, sea de paso-, se dijo, el buen mercenario. - Está claro que se han ido y me han robado el caballo. En este día que se ha vuelto rojizo de repente, y en el que se mueven las hojas de un libro por arte de magia. Sí, todo muy normal.
El brujo se tomó la situación en la que andaba metido con buen talante y, sin cambiar de postura, miró las páginas del libro. Después de todo, algo o alguien, quería que las leyera.
«La rueda del tiempo»
- A qué se refiere. ¿Una profecía tal vez? - musitó, para sí mismo. - O quizás se refiera a lo cíclico de nuestras vidas. Quién necesitaba algo nuevo, cuando las buenas gentes siempre han existido-, recordó haberle dicho a Alward, varios días antes.
En ese momento se escucha la risa de una mujer. El viento gira las páginas.
Vincent suspiró con cierta resignación, y por fin cambió de postura. No solo ello, sino que también se levantó y comenzó a prepararse para la batalla. Recogió todos su bártulos necesarios, sus pociones, así como sus espadas, pero solo colocó una en su sitio, mas no antes de colocarse bien la armadura. Con ayuda siempre era más fácil ponérsela, pero, bueno, una de cuero en manos de un hombre experimentado…
Finalmente se arrodilló con ambas piernas, dejando el peso sobre sus extremidades dobladas, y colocó su otra espada, aún envainada, justo delante suya. Entonces meditó.
- Las personas siempre han sido personas. Eso está claro. Con los mismos miedos, deseos y preocupaciones-, dijo tras concentrarse, su cuerpo y mente siendo uno. - En una era que ha de venir-, pensó otras palabras que había en el libro.
El viento volvió a soplar.
- Bien, quieres que te encuentre-, terminó por decirse, preparado para encaminarse hacia su ¿llamada? - ¿O quieres que encuentre a Zydan?
«Tal vez, todo lo contrario», pensó el brujo, mientras agarraba su espada envainada en el suelo y comenzaba su andadura.
Siento la tardanza, pero han sido unas semanas un poco complicados.
Por lo demás, vamos a seguir voces, llamadas y vientos rodantes atemporales, y a sacar una runa pésima porque Alward no tuvo piedad y se acaparó todo (?)
Justo ahí estaba el interés de cierto brujo por la historia de los Sierpes. Era real.
La historia de una organización que quería controlar a las personas que creían inferiores a ellos era realista. Megalómanos, narcisistas, ambiciosos con deseos desmedidos… Todos estaban ahí afuera, unos más listos que otros, pero todos con un agujero negro de infinito deseo por el control de todo. Y de la vida de todos.
Vinc, como buen mercenario veterano que era, más de una vez había vivido esa historia en carne y hueso. Recuerdos de una lejana compañía de armas cruzó su mente tras escuchar la voz de una mujer en el interior de su cabeza.
- Ideología. Religiones. Caiga quien caiga-, repitió esas últimas palabras que habían sido dichas por la vampira. Aunque las expresó con gesto ausente, aún con su mente en otro tiempo. - La imposición ajena suele ser una situación con la que los mortales debemos convivir muy a menudo-, afirmó, regresando al mundo actual y dirigiendo una mirada a sus compañeros. - Demasiado a menudo-, terminó por decir, serio, pero con una voz algo teñida de pesar.
El brujo terminó de recoger sus cosas, tras lo cual se puso a ensillar a su querido Alphonse. En ese plazo, Alward explicó un poco más del asunto, dejando más pistas de su actual estado de ánimo.
- La dama de dulce mirada afilada tiene razón. Los mataremos-, comentó, con buen humor, intentando levantar el ánimo.
De paso, Vincent dibujó una media sonrisa socarrona que dedicó a la vampiresa, pues… Sí, había captado su filosa mirada y… No, estaba viejo para que una dama le diera miedo con ello. Muchas ya le habían partido los huevos y, no, no es un eufemismo. Las brujas patean duro. Quién lo diría de unas estudiosas.
- Ten fe. Para algo soy un profesional de la muerte. Mis honorarios están justificados-, dijo, burlón. - Eso sí, no seas duro contigo mismo. Todos los que tenemos una edad hemos perdido más de una batalla.
«Incluso más que una batalla.» Se ahorró decirlo, para no desanimar al muchacho.
- No te han arrebatado todo. Primero, porque sigues vivo, y eso siempre es algo. Segundo, porque no perdiste, esa señorita ya no está en los Sierpes gracias a tu intervención y a eso se le llama victoria.
El sureño terminó de comprobar los amarres de las correas de la silla de montar y colocando un pie en el estribo se impulsó para subirse a lomos de su caballo. Tras ello, miró directamente a Alward.
- Tercero y, aún más importante, porque después de todo, de estrellarte contra el muro de la realidad en la que vivimos, sigues siendo tú y, créeme, eso es jodidamente difícil-, terminó de decir, antes de poner a Alphonse al paso.
Tras un rato de marcha a caballo, bajo las estrellas, o debería decir, bajo las estrellas que no se podían ver tras aquel manto oscuro de nubes, Alward llamó la atención del brujo. Las palabras del guerrero se podría decir que ya eran esperadas por el hombre al que apodaban El Lobo, pero no por ello dejaron de ser sorpresivas.
Después de todo, Vinc no había explicado en profundidad sus motivaciones para unirse al humano y la vampira, así que era lógico que en algún momento le preguntaran por ello. No obstante, ese tipo de cuestiones siempre llegaban cuando no te lo esperabas, de ahí la sorpresa.
- Bueno-. Empezó a decir, superada la impresión inicial. - Es complicado de explicar en corto. Pero diré, porque me pagaréis-, dijo, ensanchando la distancia de las comisuras de sus labios para formar una sonrisa. - Porque me pagaréis ¿no? - preguntó seguido, con impostada alarma en su voz.
Vincent no pudo evitar reír con suavidad ante sus estupideces de veterano bribón.
- Ah, pero sí que es complicado de explicar. El resumen corto es que provengo de una familia muy particular. La sociedad bruja es muy competitiva, con una meritocracia centrada en la magia. Eso es algo que sabe casi cualquier persona. Pero ninguna sociedad es uniforme, así que podemos decir que mi familia y allegados son rebeldes. Entre comillas, no vamos explotando cosas por ahí como atajo de pirados. Simplemente somos personas que creemos en la importancia de la meritocracia, claro que sí, pero también pensamos que una sociedad más sana es posible teniendo mayor estima en otro tipo de valores. Ya sabes, honradez, integridad, ser más justos con las personas a nuestro alrededor. Todo eso-, afirmó, mostrando una sonrisa al final de su relato y encogiéndose de hombros. - Supongo que puede sonar un poco infantil. Así que imagino que hacen falta más niños en el mundo y menos adultos-, terminó por decir, para luego volver a reír. Esta vez un poco más alto que antes. - Digamos que me viene de familia. Lo mío no es quedarme de brazos-, dijo más serio. - Y tú eres un buen hombre. Lo noté en aquella mansión. He venido porque qué será de este mundo si no nos echamos una mano de vez en cuando y, de paso, ver si de verdad estoy en lo cierto. Cada vez te conozco más, pequeños detalles, que me hacen creer que no me he equivocado contigo. Y viendo lo mal que te tratas, de paso he venido para recordarte que eres un buen tipo y que dejes el látigo para la cama-, bromeó, más socarrón que nunca.
Los días y noches pasaron tras aquella amigable conversación, el rumbo era complicado de seguir pues las referencias para orientarse eran casi nulas. En cualquier caso, no perdían nada por seguir intentando encontrar el lugar. Tenían provisiones más que suficientes y el tiempo ya cambiaría y dejaría ver las estrellas. Esas nubes no serían eternas. Como última opción, siempre podían buscar un pueblo en las inmediaciones, comprar más provisiones y esperar que esas malditas nubes dejaran de fastidiar.
En todo caso, esas decisiones ya se contemplaría más adelante, ahora, volvían a acampar, esperando la mejora de ese tiempo. Cada uno con sus quehaceres o entretenimientos, el brujo en particular, leyendo más de la historia de los Stellazios.
Una cabezada hizo recobrar a Vincent la compostura, se había relajado demasiado mientras leía, y ello siempre trae consecuencias. Para evitar dormirse, se incorporó un poco y cambió de postura, a una menos tentadora para el sueño.
Sin embargo, la situación parecía… diferente. El cielo se había vuelto rojizo, en un tono que no terminaba de concordar con el momento del día. No era el cielo de un amanecer, o, mínimo, no del amanecer de aquel día en el que leía.
Por si esto fuera poco, las hojas del libro se movieron de forma aleatoria. O quizás no tan aleatoria, bien parecía magia.
- Ni rastro de Alward, ni de Katrina. Ni de los caballos, sea de paso-, se dijo, el buen mercenario. - Está claro que se han ido y me han robado el caballo. En este día que se ha vuelto rojizo de repente, y en el que se mueven las hojas de un libro por arte de magia. Sí, todo muy normal.
El brujo se tomó la situación en la que andaba metido con buen talante y, sin cambiar de postura, miró las páginas del libro. Después de todo, algo o alguien, quería que las leyera.
«La rueda del tiempo»
- A qué se refiere. ¿Una profecía tal vez? - musitó, para sí mismo. - O quizás se refiera a lo cíclico de nuestras vidas. Quién necesitaba algo nuevo, cuando las buenas gentes siempre han existido-, recordó haberle dicho a Alward, varios días antes.
En ese momento se escucha la risa de una mujer. El viento gira las páginas.
Vincent suspiró con cierta resignación, y por fin cambió de postura. No solo ello, sino que también se levantó y comenzó a prepararse para la batalla. Recogió todos su bártulos necesarios, sus pociones, así como sus espadas, pero solo colocó una en su sitio, mas no antes de colocarse bien la armadura. Con ayuda siempre era más fácil ponérsela, pero, bueno, una de cuero en manos de un hombre experimentado…
Finalmente se arrodilló con ambas piernas, dejando el peso sobre sus extremidades dobladas, y colocó su otra espada, aún envainada, justo delante suya. Entonces meditó.
- Las personas siempre han sido personas. Eso está claro. Con los mismos miedos, deseos y preocupaciones-, dijo tras concentrarse, su cuerpo y mente siendo uno. - En una era que ha de venir-, pensó otras palabras que había en el libro.
El viento volvió a soplar.
- Bien, quieres que te encuentre-, terminó por decirse, preparado para encaminarse hacia su ¿llamada? - ¿O quieres que encuentre a Zydan?
«Tal vez, todo lo contrario», pensó el brujo, mientras agarraba su espada envainada en el suelo y comenzaba su andadura.
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Siento la tardanza, pero han sido unas semanas un poco complicados.
Por lo demás, vamos a seguir voces, llamadas y vientos rodantes atemporales, y a sacar una runa pésima porque Alward no tuvo piedad y se acaparó todo (?)
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
A medida que Katrina avanzaba, al aire húmedo y terroso a su alrededor se unió el aroma de musgo y la brisa fresca de una madrugada otoñal. La roca bajo sus pies fue sustituida por tierra oscura, rica y, tras encogerse para atravesar una estrecha apertura, se encontró de nuevo en el bosque. No el bosque cerrado propio de las zonas llanas de más al sur, sino el más disperso de las zonas altas y rocosas.
Sus ojos, acostumbrados a la noche, percibieron sin problemas la figura alada que se alejaba en dirección a una enorme piedra hincada en la distancia. ¿Accidente natural o monumento intencionado? Solo había una forma de averiguarlo.
No tuvo en cuenta, sin embargo, lo avanzado de la noche y la luz de la mañana le sorprendió en el camino. Mientras sentía el ardor del sol en la piel y el dolor devolvía su conciencia a la realidad, oyó claramente que alguien le decía, como en un susurro:
La pesadilla de Alward se recrudeció cuando la respiración entrecortada del soldado moribundo penetró en sus oídos, más sonora que su propio llanto. Aquella no era una muerte deseada, a pesar del sufrimiento, y los gemidos del guerrero se hicieron ensordecedores.
Hasta que llegó el fin.
Solo cuando el silencio se hizo tan penetrante que el Sevna creyó haber perdido por completo el sentido del oído, escuchó por fin las palabras que el viento le traía en la distancia:
Cuando abrió los ojos, ya no estaba en el campo de batalla, y no era un soldado moribundo ante quien yacía arrodillado, sino un relieve en roca marcando una tumba. ¿La suya propia o la del soldado herido? Tal vez aquella que buscaba, pero ¿dónde encontrarla? Antes de que pudiera averiguarlo, la escultura se movió para sujetarlo con fuerza y tirar de él hacia abajo, hacia la oscuridad de la tierra, hacia el mundo consciente.
De poco le iba a servir a Vincent tanta arma y armadura, pues no había dado dos pasos cuando el escenario campestre a su alrededor fue sustituido por un amplio patio con columnas. Todo muy normal.
El lugar era desconocido para él, pero familiar al mismo tiempo, pues la arquitectura recordaba a las antiguas casas solariegas de las afueras de Beltrexus, con capiteles decorados y frescos en las paredes.
Uno de esos frescos llamaría pronto su atención, no tanto por su grandiosidad o hechura, sino porque el cabello de la dama representada parecía mecerse con el viento. El mismo viento que mecía el suyo.
Cuando se acercó a comprobar si sus ojos le estarían engañando, la figura lo sorprendería con una sonrisa y un guiño, justo antes de que a su espalda sonara una voz risueña:
Al girarse, se toparía con otro gran fresco que representaba un paisaje de montaña. En el centro de la imagen, un rebaño de ovejas caminaba por delante del pastor. La figura le daba la espalda y estaba tocada por una caperuza escarlata que atraía la mirada, en el centro de los verdes y azules que dominaban el cuadro.
Una risa a su espalda lo haría girarse de nuevo, pero en lugar de ver el fresco de la enigmática dama, se encontró de nuevo en el bosque, con un antiguo libro en las manos.
Cuando, al caer la noche, los tres peregrinos emprendieran de nuevo el viaje, no tardarían en escuchar unos gemidos agonizantes. Si se dejaban guiar por ellos, hallarían a un hombre de vestimentas pobres, semi inconsciente entre el musgo, con la caperuza empapada en su propia sangre. Ninguna otra pertenencia se hallaba a la vista, salvo un humilde cayado a unos pasos de distancia.
Perdonad, chicos, se me fue el santo al cielo.
Cada uno de vosotros ha recibido algunas señales y un mensaje, tomaos las rondas que necesitéis para meditar sobre eso, intercambiar impresiones… Podéis continuar vuestro viaje sin darle mayor importancia al sueño (los sueños) o tratar de usarlo en vuestra búsqueda. Cuando estéis listos, deberéis decidir si ayudaréis (y cómo) al hombre moribundo.
Por el momento, no es necesario que me esperéis para continuar. Volveré a intervenir si lo considero necesario.
Sus ojos, acostumbrados a la noche, percibieron sin problemas la figura alada que se alejaba en dirección a una enorme piedra hincada en la distancia. ¿Accidente natural o monumento intencionado? Solo había una forma de averiguarlo.
- monolito en la distancia:
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No tuvo en cuenta, sin embargo, lo avanzado de la noche y la luz de la mañana le sorprendió en el camino. Mientras sentía el ardor del sol en la piel y el dolor devolvía su conciencia a la realidad, oyó claramente que alguien le decía, como en un susurro:
Vida antes que muerte
La pesadilla de Alward se recrudeció cuando la respiración entrecortada del soldado moribundo penetró en sus oídos, más sonora que su propio llanto. Aquella no era una muerte deseada, a pesar del sufrimiento, y los gemidos del guerrero se hicieron ensordecedores.
Hasta que llegó el fin.
Solo cuando el silencio se hizo tan penetrante que el Sevna creyó haber perdido por completo el sentido del oído, escuchó por fin las palabras que el viento le traía en la distancia:
Fuerza antes que debilidad
Cuando abrió los ojos, ya no estaba en el campo de batalla, y no era un soldado moribundo ante quien yacía arrodillado, sino un relieve en roca marcando una tumba. ¿La suya propia o la del soldado herido? Tal vez aquella que buscaba, pero ¿dónde encontrarla? Antes de que pudiera averiguarlo, la escultura se movió para sujetarlo con fuerza y tirar de él hacia abajo, hacia la oscuridad de la tierra, hacia el mundo consciente.
- la tumba del guerrero:
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De poco le iba a servir a Vincent tanta arma y armadura, pues no había dado dos pasos cuando el escenario campestre a su alrededor fue sustituido por un amplio patio con columnas. Todo muy normal.
El lugar era desconocido para él, pero familiar al mismo tiempo, pues la arquitectura recordaba a las antiguas casas solariegas de las afueras de Beltrexus, con capiteles decorados y frescos en las paredes.
Uno de esos frescos llamaría pronto su atención, no tanto por su grandiosidad o hechura, sino porque el cabello de la dama representada parecía mecerse con el viento. El mismo viento que mecía el suyo.
- el fresco al fresco:
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Cuando se acercó a comprobar si sus ojos le estarían engañando, la figura lo sorprendería con una sonrisa y un guiño, justo antes de que a su espalda sonara una voz risueña:
Viaje antes que destino
Al girarse, se toparía con otro gran fresco que representaba un paisaje de montaña. En el centro de la imagen, un rebaño de ovejas caminaba por delante del pastor. La figura le daba la espalda y estaba tocada por una caperuza escarlata que atraía la mirada, en el centro de los verdes y azules que dominaban el cuadro.
Una risa a su espalda lo haría girarse de nuevo, pero en lugar de ver el fresco de la enigmática dama, se encontró de nuevo en el bosque, con un antiguo libro en las manos.
Cuando, al caer la noche, los tres peregrinos emprendieran de nuevo el viaje, no tardarían en escuchar unos gemidos agonizantes. Si se dejaban guiar por ellos, hallarían a un hombre de vestimentas pobres, semi inconsciente entre el musgo, con la caperuza empapada en su propia sangre. Ninguna otra pertenencia se hallaba a la vista, salvo un humilde cayado a unos pasos de distancia.
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Perdonad, chicos, se me fue el santo al cielo.
Cada uno de vosotros ha recibido algunas señales y un mensaje, tomaos las rondas que necesitéis para meditar sobre eso, intercambiar impresiones… Podéis continuar vuestro viaje sin darle mayor importancia al sueño (los sueños) o tratar de usarlo en vuestra búsqueda. Cuando estéis listos, deberéis decidir si ayudaréis (y cómo) al hombre moribundo.
Por el momento, no es necesario que me esperéis para continuar. Volveré a intervenir si lo considero necesario.
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Alward despertó súbitamente. No estaba nervioso, ni tenía la respiración entrecortada a diferencia de en el sueño. Su mente, sin embargo, sí que se encontraba aturdida, sin saber si lo que estaba viviendo, al menos en los primeros segundos de su despertar, era la realidad o la continuación en aquel extraño sendero onírico.
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No pasaba nada y se sentía pesado; consecuencia de no haber podido descansar bien durante tanto tiempo que ya no recordaba cómo era el tacto de una superficie acolchada; señal de que no estaba soñando. Seguía estando cansado y con ganas de dormir, pero la falta de luz en el entorno le hacían indicar que pronto se haría de noche, así que pronto debería ponerse en marcha junto a sus otros dos compañeros de viaje.
Soltó repentinamente aire por la nariz. Su ciclo circadiano había cambiado de una forma muy abrupta en los últimos meses, y aún no se acostumbraba a ello. Al menos, el dormir con la máscara quitada y atada a su cinturón le resultaba todo un alivio.
Dejó de estar apoyado en el tronco del grueso árbol que le acogía para descansar. Con la espalda más o menos erguida, echó un vistazo rápido a su alrededor. Vincent aún seguía dormido. No pudo ver a Katrina por ningún lado, pero no le dio importancia.
Se miró ambas manos, que reposaban en su regazo, y apretó los puños, casi oyendo de forma clara la voz que le había dicho aquella frase: "Fuerza antes que debilidad". Cerró los ojos apretando los párpados, y en un instante que apenas duró un par de segundos, decenas de flashes le vinieron a la mente, todos relacionados con el extraño sueño que había tenido. No sabía desvelar el significado de nada de lo que había visto, si es que tenía algún tipo de sentido aquello. Lo que sí sintió fue pena. Pena por sí mismo, por cómo estaba ahora y la vida que llevaba.
Abrió los ojos y dejó de apretar los puños, soltando un suspiro de resignación. Tras eso, alzó la mirada hacia el cielo. Las copas de los árboles eran tan frondosas que no dejaban ver con claridad la bóveda celeste, y la aún presencia de la tenue claridad el crepúsculo hacían imposible ver alguna estrella. Eran su refugio, pues pensaba que eran un escape a todo lo que pasaba en la superficie. Pasara lo que pasara; ya fuesen desgracias, acontecimientos felices, tristes o en cualquier día de la estación que fuese, siempre estaban ahí, vigilando y acogiendo a toda persona que alzara la mirada para sentirse un poco menos sola, menos desgraciada o simplemente quisiera admirarlas. Quizás por eso creía en el mito de los Stellazios, se sentía reconfortante el pensar que allá arriba, héroes de otra era, buenas personas y ejemplos a seguir, podían protegerte y bendecirte con su gracia.
Pero esa noche no. Al menos no ahí, pues no podían verse en el firmamento por culpa del escudo arbóreo de los Bosques del Este. El Sevna se sintió solo y desamparado. Pasó entonces una leve brisa y le hizo tiritar. Se dio calor frotando sus brazos con sus propias manos, y entonces pasó.
Se puso en pie y echó una vistazo rápido de nuevo al campamento. De nuevo, pudo ver a Vincent durmiendo y ni rastro de Katrina. De nuevo, no le dio importancia a eso último, no se separaría mucho del campamento, y comprendía que la vampiresa también necesitaría momentos en los que estar a solas consigo misma.
Suspiró otra vez. La paciencia se le agotaba, siempre había tenido algo de impaciencia en su personalidad, pero en tiempos así, se acentuaba. Esperaba que todo ese peregrinaje de verdad le supusiera algún tipo de redención y perdón para con su propia alma. El mundo necesitaba protectores de su luz, y no adalides de la oscuridad que lo sumiesen en desgracias, malestar e injusticias.
Se acercó al brujo y dio varios toques con su pie en la pierna ajena.
-Vincent, despierta. Tenemos que ponernos en marcha.
Puso sus brazos en jarras e insistió de nuevo hasta que el brujo se despertó.
-He tenido un sueño muy raro...-Le confesó.-Me sentía observado en todo momento, aunque no sabría decir si dentro o fuera del sueño... era como si alguien controlara mi mente para...-No encontraba las palabras.-Para abrírmela.-Hizo unos gestos haciendo referencia a cuando se parte una fruta en dos. Era lo más que se le ocurrió para hacer el símil, pero en realidad no se acercó a lo que quería expresar.-Como si me quisieran decir algo...-Concretó.
-Yo también he tenido esa sensación.-La voz de Katrina se proyectó en la mente de ambos hombres, lo que pilló a Alward de imprevisto, haciendo que el castaño se girara.
Katrina estaba allí, a unos metros de él. Se le escapó una risilla al ver a su compañero tan sorprendido, aunque también le había hecho gracia el cómo había descrito la sensación del sueño. Para saber exactamente a qué se refería, había indagado en su mente y había empatizado con sus sentimientos, pero aquello no lo confesaría, pues sabía que el humano podría molestarse.
-¿Qué te hace tanta gracia?-Dijo con un tono de falsa molestia, acabando por soltar una risilla nerviosa.
-Eres un completo desastre para describir cosas, Alward.-Esbozó una sonrisa.
-Bueno, me acabo de despertar...-Se rascó detrás de la cabeza, algo vergonzoso-Y hace semanas que no duermo bien. ¡Es normal!-Soltó una corta risa.
Katrina entonces separó su mirada del castaño, algo incómoda.
-L-lo siento, es por mi culpa.-Dijo con un tono de arrepentimiento solemne.
-No es por tu culpa.-Negó con la cabeza.-Es por culpa de Vin, que nos hace dar vueltas por el bosque.-Miró al brujo, guiñándole un ojo.-Seguramente ya sepa el camino, pero quiere acabarse el libro antes de tener que entregármelo y perderlo para siempre.-Se volteó completamente hacia el brujo y se puso en jarras.-¿Verdad, Vin?-Dijo con un tono bromista.
Katrina miró a Alward. No sabía por qué, pero ambos se encontraban más felices de lo habitual. Hastiados, pero habían recuperado, aunque solo fuese durante unos minutos, la alegría y la amenidad en sus conversaciones. Y eso la hacía sentirse bien. Sonrió en un primer instante mirando al brujo, pero su sonrisa desembocó, por culpa de pensamientos intrusivos sobre su situación actual que seguía siendo una completa incógnita, en un gesto de preocupación, torciendo levemente la comisura de sus labios.
-Yo...-Hizo notar su presencia de nuevo a ambos hombres.-He soñado algo extraño también.-Volvió al tema.-Seguía a un murciélago por cuevas sinuosas, atravesando una montaña, creo.-Se adelantó unos pasos, para quedar más cerca de sus compañeros.-Llegaba a un monolito, la niebla consumía el lugar, pero era niebla alta. Luego, llegó la mañana y toda esa niebla se disipó. Entonces... me quemé.-Se sujetó un brazo con una mano, como si aún le doliera.-Creo...-Suspiró.-Tengo la sensación de que esto tiene que haber significado algo.
Alward no dijo nada en un principio. ¿De veras iban a fiarse de sueños? Le daba la sensación de que no habían sido una casualidad, pero aun así sonaba a locura.
-Yo he soñado con un campo de batalla... No creo que tenga nada que ver con donde tengamos que ir ni nada...-Cambió su tono por uno más lúgubre. Su rostro se ensombreció también.-Los muertos me hablaban, me pedían ayuda y me suplicaban...-Soltó aire por la nariz.-No podía ayudar a nadie, estaban todos muertos. Sentía otra vez aquella sensación cuando las Sierpes mataron a Rischer y Moses.-Le comentó eso último a Katrina.-No he dejado de pensar en ello, pero esta vez es la primera vez que experimento a la perfección la misma sensación... Me he sentido un inútil, que mis esfuerzos por combatir ese mal han sido en vano, y que todo lo que hagan a partir de ahora será culpa mía. Soy el único que sabía de su existencia, sus planes, y el único con la suficiente voluntad para querer detenerlos...-Había pesar en su tono.-...y ahora, ya no.
La voz de Alward casi parecía resquebrajarse, pero en el último momento antes de caer en la tristeza más profunda, Katrina posó una mano sobre su hombro. Eso reconfortó al humano y le inundó el alma de paz. Era lo que necesitaba, ni más ni menos.
-También encontré la tumba de alguien enterrado con honores.-Volvió a hablar como si nada.-De alguna forma, me llamaba... Tengo que encontrarla.-Dijo con firmeza.
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Off: Tiro runa por el aniversario.
Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
A nuestro aventurero de poco le iban a servir las armas si era un mundo de sueños o la ilusión. Allí, dónde la fantasía se vuelve real y lo mundano queda atrás, sólo valía la fuerza de la mente, la resistencia ante los trucos de lo falso. Más, en un mundo de sueños hasta las armas adquieren su potencial, pues si allí podías verlas, es que no dejaban de ser una forma representativa de tu lucha mental.
Si en el mundo de los sueños existía, te valdría para sobrevivir, porque, oh, sí, el que perecía allí también lo hacía en el otro lado.
Fue algo que nuestro brujo aprendió hace muchos años gracias al talento de cierto alquimista. Y, aunque todo lo que veía ante él podía deberse a los trucos de un ilusionista, todo parecía que estaba más cercano a la otra posibilidad.
Un ilusionista jugaba con tu mente del mismo modo que un manipulador tejía una red de medias verdades alrededor de su presa. ¿Por qué? Porque difícil vas a engañar con obvias mentiras. Si las mentiras parecían verdad, era más fácil llevar a la presa al nido.
Así pues, un ilusionista, o una, aquí no discriminamos por género sexual, buscaba crear mentiras creíbles. Que la persona contra la que luchaba no supiera que era real y qué no.
- Y, por supuesto, no lo es que el bosque se convierta, de repente, en un patio lleno de columnas.
«Aunque siempre queda la posibilidad de que estén jugando conmigo», pensó, pero decidió no decir, pese a que dudaba de la posibilidad de que nadie pudiera escucharle.
No tardó en localizar el fresco, y tras ello, observar como el cabello de la pintura se movía como si fuera el de una persona de carne y hueso. Ello le dejó claro que era imposible que no se hubiera percatado del fresco, porque todo aquello giraba en torno a su encuentro con la imagen.
«¿Quizás sólo el preludio de algo mayor?»
La carcajada apremió a nuestro intrépido brujo a girarse, para contemplar otro fresco, esta vez la de un paisaje de montaña, con pastor y ovejas incluido. Tras un siguiente giro, por la insistente risa, que percutía a su manera para captar su atención, la escena volvió a cambiar. Tras el giro la casa desapareció y volvió a encontrarse en el bosque, con un tomo antiguo en las manos.
Y tras ello, Vincent abrió los ojos y se encontró tirado sobre el tejido que usaba de improvisada cama.
- Oh, mierda-, se dijo, algo aturdido, incorporándose y llevándose una mano a la sien, quedando sentado sobre la tela. - ¿Ya regresé al mundo de los vivos o será otro truco? - comentó esta vez para el compañero que le despertaba.
Era una buena pregunta la que se hacía este mercenario, porque siempre era difícil de determinar lo real de lo falso cuando uno caía en esos laberínticos lugares llenos de ensoñaciones y deseos. Sin embargo, ver que las cosas seguían, más o menos, como estaban cuando se había dormido, le hizo inclinarse por su regreso a la conciencia más clásica y pura. Además, de momento no había aparecido una casa de la nada, y bueno, a aquella mujer de los sueños le gustaba ser una descarada.
- Ah, así que no he sido el único que ha tenido un sueño con increíble falta de pelirrojas-, comentó, agitando la cabeza con suavidad, para desembotar su mente. - Es broma, hombre. Soy un hombre cuasi casado pero sí feliz de estarlo. No de estar cuasi casado, sino… Bueno, da igual.
Vincent aprovechó para levantarse de su “cama” y luego estiró su cuerpo para ahora desentumecer su cuerpo.
- Si los tres hemos tenido un sueño, no es casualidad. Alguien o algo nos intenta decir algo-, manifestó. - Ahora queda saber si es una trampa o todo lo contrario. Así que si nos robamos un oso igual lo podemos mandar delante de nosotros para si es lo primero…-, bromeó, siendo otra vez él.
El brujo se agachó medio cuerpo, metiendo la parte superior en el interior de su tienda de lona para recoger una cantimplora de cuero. Tras ello dio unos tragos para refrescarse.
- ¿Quieren? - preguntó amable, alargando la mano. - La saliva espesa no queda bien con mi cutis y me resta encanto-, comentó socarrón. - Pero en fin, lo importante es que no creo que haya sido cosa de un ilusionista. Es algo, ¿más grande? - Era complicado darle un término a algo que era tan abstracto, impreciso, y que no había visto con sus propios ojos. - Peligroso, eso seguro. Ah-, se lamentó. - Y si es un maldito ilusionista igualmente sería alguien extremadamente poderoso. Mucho talento tendría para lograr esto, en tres personas. Así que seguimos en las mismas. Esto es un callejón sin salida.
Nuestro Vincent dejó que la ¿pareja? se pusiera nerviosa y se lamentara por el relativo caos.
- Estoy de acuerdo, ¿què dirían de mí mis viejos camaradas? Estoy demostrando ser un profesional de lo más ineficiente-, comentó medio en broma, medio en serio. - Qué puedo decir, la lectura es fascinante y la compañía aún más. Y, bueno, la chica tiene razón, eres un maldito desastre contando historias-, mentó, esta vez del todo en broma, antes de reír.
En esos instantes sus compañeros relataron sus historias que, si tenía que dar una opinión al respecto, eran… más perturbadoras que la propia.
- Todo eso es muy interesante. Me pregunto a qué se deberá. Son totalmente diferentes-, comentó, colocando su mano bajo el mentón. - Pero lo importante de todo esto. ¿Son amigos o algo más? No podéis engañar a un viejo cascarrabias como yo en cosas del amor. Vamos, hay una tensión de lo más interesante entre ustedes-, dijo de repente, totalmente serio, instantes antes de dedicar otra risotada. - Menuda cara habéis puesto los dos.
«Más sí que hay cierta tensión, diría», caviló nuestro brujito.
- Bueno, yo soñé que la risa de una mujer rompía el clima de mi lectura. Que el tiempo y el clima cambiaba. Tras prepararme para la batalla me adentré en el bosque, ya que no os veía por ninguna parte-, empezó a explicarles. - Pero al poco de adentrarme en el bosque, todo cambió para encontrarme en el interior del patio de una casa típica de las islas en las que nací. Allí había un fresco de una mujer rubia arrodillada con una pierna, sin embargo eso era lo de menos-, continuó con su historia. - Era como si estuviera viva dentro de la pintura. Su pelo se mecía con el viento, como el mío, y no tardó en sonreír y en guiñarme un ojo. Tras tal descarada coquetería hacia mi persona, volví a escuchar la risa, la que inició el sueño, a mi espalda, y al girarme pude ver otro fresco. Esta vez con un paisaje de montaña, con un pastor, que me daba la espalda, llevando un rebaño, aunque lo que más se destacaba en la imagen era una caperuza de un rojo intenso. Luego volví a escuchar la risa, pero al girarme volví a encontrarme en el bosque, con un libro en mi mano-, dijo, alzando su diestra como si sostuviera un libro que ahora no llevaba encima. - Y después vi tu hermosa cara despertándome de este sueño sin pelirroja-, volvió a bromear con pelirrojas, dibujando una media sonrisa en los labios.
Todo aquello era de lo más extraño. Los sueños no parecían tener relación, pero si los tres habían soñado con ello…
- Ah, nada parece tener sentido-, dijo ahora frustrado, golpeando un puño contra la palma de su otra mano. - Algo se me escapa. ¿El libro que tengo en el sueño será el tuyo? Tú que lo has leído entero, ¿se menciona algo así en sus letras? Una mujer de rubios cabellos, una montaña, una cueva, una tumba-. Ahí el brujo volvió a adquirir pose pensativa. - Quizás sea eso, un fresco que nos marque una cueva dónde está la tumba. Una cueva en el que su interior hay una tumba marcada por un fresco. Una cueva oculta dentro de un mausoleo marcado por un fresco. El segundo fresco representaba un paisaje de montaña… La tumba está cerca de las montañas, ¿quizás?. Las opciones son variadas, pero tienen que tener relación, de otro modo los tres no habríamos soñado con algo tan extraño el mismo día-, mentó, tras lo cual se acarició la barba.
«Cuevas sinuosas en la falda de una montaña, una montaña en uno de mis frescos… No puede ser casualidad»
Pero solo había una forma de averiguarlo y divagar no era la correcta.
- No importa, debemos seguir adelante, hacia el norte. Creo que lo podemos tomar como una buena señal. Tanto si los sueños son creados por algo que nos desea bien o mal, podemos estar seguros de que nos estamos acercando a nuestro destino-, comentó, volviendo a dibujar su pícara media sonrisa sobre los labios. - Iré a recoger mis cosas. No perdamos más tiempo nocturno o no podremos avanzar mucho. Podemos seguir debatiendo sobre el significado de los tres sueños por el camino.
Y tras esas palabras el brujo se puso manos a la obra y se puso a recoger lo más rápido que podía.
Si en el mundo de los sueños existía, te valdría para sobrevivir, porque, oh, sí, el que perecía allí también lo hacía en el otro lado.
Fue algo que nuestro brujo aprendió hace muchos años gracias al talento de cierto alquimista. Y, aunque todo lo que veía ante él podía deberse a los trucos de un ilusionista, todo parecía que estaba más cercano a la otra posibilidad.
Un ilusionista jugaba con tu mente del mismo modo que un manipulador tejía una red de medias verdades alrededor de su presa. ¿Por qué? Porque difícil vas a engañar con obvias mentiras. Si las mentiras parecían verdad, era más fácil llevar a la presa al nido.
Así pues, un ilusionista, o una, aquí no discriminamos por género sexual, buscaba crear mentiras creíbles. Que la persona contra la que luchaba no supiera que era real y qué no.
- Y, por supuesto, no lo es que el bosque se convierta, de repente, en un patio lleno de columnas.
«Aunque siempre queda la posibilidad de que estén jugando conmigo», pensó, pero decidió no decir, pese a que dudaba de la posibilidad de que nadie pudiera escucharle.
No tardó en localizar el fresco, y tras ello, observar como el cabello de la pintura se movía como si fuera el de una persona de carne y hueso. Ello le dejó claro que era imposible que no se hubiera percatado del fresco, porque todo aquello giraba en torno a su encuentro con la imagen.
«¿Quizás sólo el preludio de algo mayor?»
La carcajada apremió a nuestro intrépido brujo a girarse, para contemplar otro fresco, esta vez la de un paisaje de montaña, con pastor y ovejas incluido. Tras un siguiente giro, por la insistente risa, que percutía a su manera para captar su atención, la escena volvió a cambiar. Tras el giro la casa desapareció y volvió a encontrarse en el bosque, con un tomo antiguo en las manos.
Y tras ello, Vincent abrió los ojos y se encontró tirado sobre el tejido que usaba de improvisada cama.
- Oh, mierda-, se dijo, algo aturdido, incorporándose y llevándose una mano a la sien, quedando sentado sobre la tela. - ¿Ya regresé al mundo de los vivos o será otro truco? - comentó esta vez para el compañero que le despertaba.
Era una buena pregunta la que se hacía este mercenario, porque siempre era difícil de determinar lo real de lo falso cuando uno caía en esos laberínticos lugares llenos de ensoñaciones y deseos. Sin embargo, ver que las cosas seguían, más o menos, como estaban cuando se había dormido, le hizo inclinarse por su regreso a la conciencia más clásica y pura. Además, de momento no había aparecido una casa de la nada, y bueno, a aquella mujer de los sueños le gustaba ser una descarada.
- Ah, así que no he sido el único que ha tenido un sueño con increíble falta de pelirrojas-, comentó, agitando la cabeza con suavidad, para desembotar su mente. - Es broma, hombre. Soy un hombre cuasi casado pero sí feliz de estarlo. No de estar cuasi casado, sino… Bueno, da igual.
Vincent aprovechó para levantarse de su “cama” y luego estiró su cuerpo para ahora desentumecer su cuerpo.
- Si los tres hemos tenido un sueño, no es casualidad. Alguien o algo nos intenta decir algo-, manifestó. - Ahora queda saber si es una trampa o todo lo contrario. Así que si nos robamos un oso igual lo podemos mandar delante de nosotros para si es lo primero…-, bromeó, siendo otra vez él.
El brujo se agachó medio cuerpo, metiendo la parte superior en el interior de su tienda de lona para recoger una cantimplora de cuero. Tras ello dio unos tragos para refrescarse.
- ¿Quieren? - preguntó amable, alargando la mano. - La saliva espesa no queda bien con mi cutis y me resta encanto-, comentó socarrón. - Pero en fin, lo importante es que no creo que haya sido cosa de un ilusionista. Es algo, ¿más grande? - Era complicado darle un término a algo que era tan abstracto, impreciso, y que no había visto con sus propios ojos. - Peligroso, eso seguro. Ah-, se lamentó. - Y si es un maldito ilusionista igualmente sería alguien extremadamente poderoso. Mucho talento tendría para lograr esto, en tres personas. Así que seguimos en las mismas. Esto es un callejón sin salida.
Nuestro Vincent dejó que la ¿pareja? se pusiera nerviosa y se lamentara por el relativo caos.
- Estoy de acuerdo, ¿què dirían de mí mis viejos camaradas? Estoy demostrando ser un profesional de lo más ineficiente-, comentó medio en broma, medio en serio. - Qué puedo decir, la lectura es fascinante y la compañía aún más. Y, bueno, la chica tiene razón, eres un maldito desastre contando historias-, mentó, esta vez del todo en broma, antes de reír.
En esos instantes sus compañeros relataron sus historias que, si tenía que dar una opinión al respecto, eran… más perturbadoras que la propia.
- Todo eso es muy interesante. Me pregunto a qué se deberá. Son totalmente diferentes-, comentó, colocando su mano bajo el mentón. - Pero lo importante de todo esto. ¿Son amigos o algo más? No podéis engañar a un viejo cascarrabias como yo en cosas del amor. Vamos, hay una tensión de lo más interesante entre ustedes-, dijo de repente, totalmente serio, instantes antes de dedicar otra risotada. - Menuda cara habéis puesto los dos.
«Más sí que hay cierta tensión, diría», caviló nuestro brujito.
- Bueno, yo soñé que la risa de una mujer rompía el clima de mi lectura. Que el tiempo y el clima cambiaba. Tras prepararme para la batalla me adentré en el bosque, ya que no os veía por ninguna parte-, empezó a explicarles. - Pero al poco de adentrarme en el bosque, todo cambió para encontrarme en el interior del patio de una casa típica de las islas en las que nací. Allí había un fresco de una mujer rubia arrodillada con una pierna, sin embargo eso era lo de menos-, continuó con su historia. - Era como si estuviera viva dentro de la pintura. Su pelo se mecía con el viento, como el mío, y no tardó en sonreír y en guiñarme un ojo. Tras tal descarada coquetería hacia mi persona, volví a escuchar la risa, la que inició el sueño, a mi espalda, y al girarme pude ver otro fresco. Esta vez con un paisaje de montaña, con un pastor, que me daba la espalda, llevando un rebaño, aunque lo que más se destacaba en la imagen era una caperuza de un rojo intenso. Luego volví a escuchar la risa, pero al girarme volví a encontrarme en el bosque, con un libro en mi mano-, dijo, alzando su diestra como si sostuviera un libro que ahora no llevaba encima. - Y después vi tu hermosa cara despertándome de este sueño sin pelirroja-, volvió a bromear con pelirrojas, dibujando una media sonrisa en los labios.
Todo aquello era de lo más extraño. Los sueños no parecían tener relación, pero si los tres habían soñado con ello…
- Ah, nada parece tener sentido-, dijo ahora frustrado, golpeando un puño contra la palma de su otra mano. - Algo se me escapa. ¿El libro que tengo en el sueño será el tuyo? Tú que lo has leído entero, ¿se menciona algo así en sus letras? Una mujer de rubios cabellos, una montaña, una cueva, una tumba-. Ahí el brujo volvió a adquirir pose pensativa. - Quizás sea eso, un fresco que nos marque una cueva dónde está la tumba. Una cueva en el que su interior hay una tumba marcada por un fresco. Una cueva oculta dentro de un mausoleo marcado por un fresco. El segundo fresco representaba un paisaje de montaña… La tumba está cerca de las montañas, ¿quizás?. Las opciones son variadas, pero tienen que tener relación, de otro modo los tres no habríamos soñado con algo tan extraño el mismo día-, mentó, tras lo cual se acarició la barba.
«Cuevas sinuosas en la falda de una montaña, una montaña en uno de mis frescos… No puede ser casualidad»
Pero solo había una forma de averiguarlo y divagar no era la correcta.
- No importa, debemos seguir adelante, hacia el norte. Creo que lo podemos tomar como una buena señal. Tanto si los sueños son creados por algo que nos desea bien o mal, podemos estar seguros de que nos estamos acercando a nuestro destino-, comentó, volviendo a dibujar su pícara media sonrisa sobre los labios. - Iré a recoger mis cosas. No perdamos más tiempo nocturno o no podremos avanzar mucho. Podemos seguir debatiendo sobre el significado de los tres sueños por el camino.
Y tras esas palabras el brujo se puso manos a la obra y se puso a recoger lo más rápido que podía.
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
No sabía explicar por qué realmente, pero al Sevna le embriagó una sensación que no había conocido en mucho tiempo: esperanza. Quizás se estaba agarrando a un clavo ardiendo, y una parte de su cabeza se lo decía, pero en su pecho sintió algo diferente a toda esa tristeza, desesperación, frustración y negatividad que le habían acompañado desde que inició su peregrinaje.
Que los tres hubiesen soñado lo mismo no podía ser casualidad. Miraba con curiosidad y una pizca de entusiasmo en sus ojos a Vincent a la espera de que Vincent relatara su propio sueño, pero un comentario del brujo lo sacó radicalmente de aquella escena cargada de entusiasmo y motivación para renovar sus propias fuerzas (físicas y mentales).
Katrina frunció el ceño y se ruborizó. Alward, por su parte se quedó sin saber qué responder unos segundos.
-N-no... para nada.-Dijo haciendo gestos negativos con sus brazos. Fue todo lo que se le ocurrió, pero entonces se le quedó cara de bobo cuando el rubio empezó a reír. De nuevo estaba con sus bromas, intentando picar de alguna forma tanto al humano como a la vampiresa. Katrina le lanzó una mirada seria y resentida, aún con rubor en sus mejillas, mientras que el Sevna simplemente se llevó una mano detrás de la cabeza riendo por compromiso.
Tras eso, ya sí que el brujo empezó a explicar su sueño. Entonces el interés, la curiosidad y el entusiasmo volvieron a Alward, que escuchó lo escuchó con atención. Katrina, por su parte, también prestó atención, pero de brazos cruzados y aparentemente ausente, y molesta.
Cierto cosquilleo recorrió la espalda del castaño. Se sintió por un segundo observado nada más que Vincent mencionó a la mujer que le miró y sonrió en el fresco; le inquietó y maravilló a partes iguales. Pero no respondía nada. Al contrario, generaba más preguntas.
-Espero que la próxima vez tengas más suerte y encuentres a tu "soñada" pelirroja.-Siguió con la broma del brujo, esbozando una sonrisa. Para la siguiente pregunta de este, el Sevna negó con la cabeza.-Nada específico. Se comenta que se erigieron templos dedicados a los nacidos de las estrellas, pero no se dan detalles de su ubicación exacta.
-Y ha sido un golpe de suerte enterarnos que había uno tan cerca de la Talladora.-Intervino Katrina aún cruzada de brazos y con cierto desdén en su tono de voz.-Esa mujer sabía más. Sé reconocer a un mentiroso.
-Quizás encontrar el templo sea parte de la peregrinación.
-¿Y si no lo encontramos?-Dijo descruzándose de brazos, frustrada. Se mordió el labio inferior, con duda.-¿Y si morimos de hambre antes?
Alward no supo que decir. Agachó la mirada, pues todo su entusiasmo había desaparecido de repente.
Entonces, Vincent intervino nuevamente.
Alward asintió ante la propuesta del brujo. Katrina volvió a cruzarse de brazos, sin decir nada más ni mostrar ningún gesto, ni afirmativo ni negativo.
En cuanto levantaron el campamento, emprendieron su camino hacia el norte. El terreno era más escarpado conforme subían de latitud, por lo que podrían encontrar accidentes geográficos con cuevas y cavernas sinuosas.
Había una parte en Alward que seguía diciendo que todo aquello de las visiones, los sueños e incluso la peregrinación era una locura; una forma de morir estúpida y un abandono de su propia vida al olvido más absoluto. Pero otra parte estaba seguro que algo encontraría al final de la peregrinación, creía en ella. Demasiadas cosas extrañas, y demasiadas coincidencias. Tan solo tenía que tener fe y ser paciente. Los dioses le guiarían hasta encontrar su redención, y los nacidos de las estrellas, si de verdad velaban por él (y por todo aquel que intentara seguir sus pasos), se encargarían de abrirle el camino para alcanzar su cometido.
El Sevna seguía debatiendo con Vincent sobre los sueños y los significados que estos podrían encerrar. Divagaban sobre su exactitud, pero una cosa tenían clara: todo estaba relacionado con un lugar escondido entre montañas, y quizás la forma de acceder a él sería a través de un recorrido entre la roca.
Los caballos marchaban a ritmo calmado; el brujo en su propio equino, mientras que el humano y la vampiresa compartían a la yegua Epons.
Katrina alzó la cabeza de forma mecánica al oír unos gemidos provenientes de más allá del camino, entre los árboles y los arbustos que lo acompañaban. Dirigió su mirada hacia los hombres, los cuales no parecieron percatarse de ello. Nuevamente, frunciendo el ceño, puso su atención desde donde venían esos sonidos de aflicción.
-Allí-Advirtió su voz mágica interrumpiendo la conversación de Alward y Vincent, irrumpiendo esta a su vez en los pensamientos de ambos.-Hay alguien.-Señaló en la dirección desde donde provenían los gemidos.
Alward entonces detuvo la marcha de su yegua. Se bajó lo más rápido que pudo y ayudó a la mujer de cabellos cenicientos para que pudiese bajar también.
Una vez en el suelo, la vampiresa volvió a agudizar sus sentidos. Volvió a escuchar los gemidos. Una sensación de aflicción y desesperación se apoderaron de ella, como si de forma involuntaria se hubiese metido en la mente de quien estuviese sufriendo. Tenía que ayudar a esa persona. Sin más, echó a andar más allá del camino. Alward la siguió. Tuvieron que pasar entre unos arbustos y rocas llenas de musgo, y bajar una pequeña pendiente que el Sevna advirtió, por suerte, ya que la mujer no se había percatado de ello y podría haberse hecho daño.
Encontraron tirado a un hombre moribundo, gimiendo entre dientes por el dolor. Su voz apenas salía con fuerza de su garganta, y tan solo al estar cerca de él se podía escuchar su lamento. No tenía buen aspecto, ya que sus ropas estaban manchadas de sangre. Estaba ataviado con una túnica pobre y desgastada, y un cayado reposaba en el suelo a algo más de un metro de él.
¿Se habría caído y, como consecuencia, golpeado la cabeza? Tenía una brecha en su sien, que estaba falta de pelo en contraste con su rostro, el cual estaba poblado de una densa y larga barba mitad negra y mitad canosa.
¿Qué llevaba a un hombre a desviarse del camino? ¿Estaba solo? Por sus pintas, no parecía apto para sobrevivir en mitad del bosque. Era extraño, sin duda. ¿Lo habrían capturado algunos bandidos y lo dejaron tirado? ¿Habría escapado de ellos? Muchas preguntas rondaban la cabeza de Alward. Katrina, por su parte, miraba al pobre hombre extrañada. Normalmente ella no entra en las mentes ajenas si no es por voluntad. Solo en ocasiones especiales, cuando la persona era poderosa e influyente, había sido arrastrada a su vorágine de sentimientos.
Fuese como fuese, tenían que ayudarlo, así que Alward no tardó en rebuscar en su zurrón para ver si tenía algunas vendas o algo que ayudaran al desafortunado. También podría darle de comer y beber llegado el caso, pues tenía los recursos para una emergencia. Pero de nada le servía que el hombre estuviese inconsciente (o debatiéndose entre la consciencia y la inconsciencia), así que trató de despertarlo.
Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
- Ah, no necesito ninguna pelirroja. Estoy felizmente cuasi casado y esas cosas-, contestó al hombre, al rato, mientras seguía con sus labores de recoger sus bártulos y la tela sobre la que descansaba. - Además, algo me dice que si me pongo a hablar de pelirrojas a la ligera, una peliblanca me partirá la cabeza. Y esta vez puede que ni sea mi casi esposa-, comentó en broma, con un giro de cuello miró hacia Katrina y le guiñó un ojo. - Aunque no sé, qué opinas de conseguir un poco de tinte. Igual a mi dulce sacerdotisa le gusta el cambio.
Algo en el interior del brujo le decía que: los cojones. Llámenlo sensaciones, intuición, que llevaba mucho tiempo junto a ella y nunca había tenido la necesidad de colorear su pelo y esos detalles “sin importancia”. Al fin y al cabo, la intuición solamente era un caldero fabricado con metálica perspicacia al que se le añadían los ingredientes correctos, experiencia y los famosos detalles. Enciendan un fuego y, tras una adecuada cocción, tendrán su mágica intuición.
- Aunque seguro que le molesta menos pelirroja que rubia. No soporta que le digan rubia-, mentó de repente, aunque a ninguno de sus interlocutores les importara esos datos.. - Y con razón. Imagino que la gente tiene falta de vista, y tanto ciego junto crea fricción-, dijo quitándole hierro al asunto y encogiéndose de hombros.
Vincent empezó a colocar las cosas sobre su montura, pronto partirían, y en esa noche ni siquiera era una cuestión rutinaria, seguir quemando caminos y posibilidades. No, esa noche tenían sus corazones alimentados por el brillo de la esperanza. Una motivación adecuada era un poderoso incentivo.
- Mínimo no nos dijo todo lo que sabía. Lo cual, en este caso, es una forma muy elegante de mentir-, comentó a la dama, afianzando las correas de cuero. - Por eso decidí ser tan soso con ella. No es alguien con quien me apetezca hacer tratos. En mi oficio no se llega a mi edad siendo torpe. O confiando en gente artera-, afirmó con seguridad.
Y es que aquello era un hecho. Incluso no siendo un estúpido, en aquel trabajo lo normal era irse con los dioses a temprana edad. Soldado de fortuna no era territorio de viejos.
En cualquier caso, ya tenían una idea clara de cómo actuar, así que en cuánto terminaron de recoger se pusieron en marcha.
Rutina. La rutina era aquello que llevas haciendo, cada día o cada noche, por un tiempo indeterminado, pero lo suficientemente largo como para ya poder considerarlo como tal. Sí, todos sabemos lo que es la rutina; pero hasta los días que rompen con el mentado costumbrismo, ya fuera para bien o para mal, siempre tenían algo de repetición hasta que te encontrabas con el punto de inflexión que todo lo cambiaba.
- Sí, tiene que estar cerca de alguna montaña o colina. ¿Pero cual? - mentó, en mitad de un debate con sus compañeros, mientras guiaban sus caballos por un sendero que llevaba hacia el norte. Uno de aquellos que no eran muy transitados y vivían en una continua lucha por sobrevivir ante la fuerza de la naturaleza. - Sabemos que la zona más montañosa de la región es hacia el norte, pero seguimos teniendo unas pistas muy genéricas.
Pero qué otra opción tenían. Entre vagar a ciegas y sin saber hacia dónde, o tener un destino genérico… Era mucho mejor lo segundo, de eso no había dudas.
- Sigamos el curso de los acontecimientos. Los sueños son una señal de que estamos cerca. No vamos mal pese a todo-, animó a sus amistades. - ¿Y quién era la mujer del fresno y el pastor? Imagino que si hallamos el sitio lo sabremos con seguridad.
Más el brujo no encontró una respuesta esperable a tal debate.
- Lo veo. Vamos, pero con cautela-, contestó al chico, para después dirigir sus palabras hacia la mujer. Ella tenía el mejor oído de los tres. - ¿Oyes algo más? ¿Problemas? - susurró aquello último.
Sin embargo, aquello era relativo. Si los otros eran lo suficientemente buenos…
Vincent azuzó su montura para cruzar la línea de arbustos a varios metros de la persona que gemía de dolor, y, de este modo, adelantarse a sus compañeros.
No ocurrió nada, así que el rubio giró de nuevo el caballo hacia dónde se encontraba el hombre moribundo y cerca de un árbol se puso de pie en su montura y saltó hacia las ramas más gruesas, gracias al impulso de su magia de aire. Su caballo siguió unos metros su andar, pero, otra vez nada.
- Parece que estamos solos-, comentó, oteando las copas de los árboles que había en las inmediaciones.
Tras ello, el brujo, con un suave silbido, hizo regresar a Alphonse y se dejó caer sobre este para luego bajar al suelo y acercarse a dónde se encontraba el hombre y sus amigos, que se habían acercado al moribundo mientras él hacías cosas de mercenario profesional, o como dirían otros, el imbécil.
- Supongo que no puedo perder ciertas costumbres-, explicó, cuando estuvo suficientemente cerca de ellos. - ¿He estado demasiadas veces en el bosque que tiene ojos en las sombras y los arbustos? - matizó, en un tono más burlón. - Eso es, que te intenten matar tanto no es bueno para la mente.
No, no lo era. Más de uno se volvía un lunático en ciertos oficios, viendo figuras en sombras que nunca existieron. La tensión entre batallas podía ser más dura que la vivencia de un combate. Pero bueno, Vincent no se había vuelto loco por ahora, tampoco estaba de más ser prevenido.
- Dale esto, le sentará bien-, le dijo a Alward, sacando una botella pequeña de uno de los bolsos que llevaba encima, enganchados en correas de cuero que cruzaban la superficie de su armadura. - No he visto a nadie, pero si le han asaltado, puede que no anden muy lejos quien, o quienes, le hayan hecho esto.
Mi personaje lleva el equipo habitual, los limitados que tengo desde hace tiempo, las dos espadas legendarias, el Alfanje sin ligadura al éter, y la armadura. Pensaba que el espejo Doppelgänger no, pero se ve que La Torre Infinita fue justo antes de comenzar este masterado, así que... Tengo todo lo que he llevado en el último evento del 19.
Utilizo la Poción de Salud Concentrada que tengo en mi inventario, [Elixir, Limitado, 1 Uso] Sana la herida más grave en pocos segundos. Bueno, utilizo, se la doy a Alward para que la utilice porque soy vago brujo (?)
Algo en el interior del brujo le decía que: los cojones. Llámenlo sensaciones, intuición, que llevaba mucho tiempo junto a ella y nunca había tenido la necesidad de colorear su pelo y esos detalles “sin importancia”. Al fin y al cabo, la intuición solamente era un caldero fabricado con metálica perspicacia al que se le añadían los ingredientes correctos, experiencia y los famosos detalles. Enciendan un fuego y, tras una adecuada cocción, tendrán su mágica intuición.
- Aunque seguro que le molesta menos pelirroja que rubia. No soporta que le digan rubia-, mentó de repente, aunque a ninguno de sus interlocutores les importara esos datos.. - Y con razón. Imagino que la gente tiene falta de vista, y tanto ciego junto crea fricción-, dijo quitándole hierro al asunto y encogiéndose de hombros.
Vincent empezó a colocar las cosas sobre su montura, pronto partirían, y en esa noche ni siquiera era una cuestión rutinaria, seguir quemando caminos y posibilidades. No, esa noche tenían sus corazones alimentados por el brillo de la esperanza. Una motivación adecuada era un poderoso incentivo.
- Mínimo no nos dijo todo lo que sabía. Lo cual, en este caso, es una forma muy elegante de mentir-, comentó a la dama, afianzando las correas de cuero. - Por eso decidí ser tan soso con ella. No es alguien con quien me apetezca hacer tratos. En mi oficio no se llega a mi edad siendo torpe. O confiando en gente artera-, afirmó con seguridad.
Y es que aquello era un hecho. Incluso no siendo un estúpido, en aquel trabajo lo normal era irse con los dioses a temprana edad. Soldado de fortuna no era territorio de viejos.
En cualquier caso, ya tenían una idea clara de cómo actuar, así que en cuánto terminaron de recoger se pusieron en marcha.
Rutina. La rutina era aquello que llevas haciendo, cada día o cada noche, por un tiempo indeterminado, pero lo suficientemente largo como para ya poder considerarlo como tal. Sí, todos sabemos lo que es la rutina; pero hasta los días que rompen con el mentado costumbrismo, ya fuera para bien o para mal, siempre tenían algo de repetición hasta que te encontrabas con el punto de inflexión que todo lo cambiaba.
- Sí, tiene que estar cerca de alguna montaña o colina. ¿Pero cual? - mentó, en mitad de un debate con sus compañeros, mientras guiaban sus caballos por un sendero que llevaba hacia el norte. Uno de aquellos que no eran muy transitados y vivían en una continua lucha por sobrevivir ante la fuerza de la naturaleza. - Sabemos que la zona más montañosa de la región es hacia el norte, pero seguimos teniendo unas pistas muy genéricas.
Pero qué otra opción tenían. Entre vagar a ciegas y sin saber hacia dónde, o tener un destino genérico… Era mucho mejor lo segundo, de eso no había dudas.
- Sigamos el curso de los acontecimientos. Los sueños son una señal de que estamos cerca. No vamos mal pese a todo-, animó a sus amistades. - ¿Y quién era la mujer del fresno y el pastor? Imagino que si hallamos el sitio lo sabremos con seguridad.
Más el brujo no encontró una respuesta esperable a tal debate.
- Lo veo. Vamos, pero con cautela-, contestó al chico, para después dirigir sus palabras hacia la mujer. Ella tenía el mejor oído de los tres. - ¿Oyes algo más? ¿Problemas? - susurró aquello último.
Sin embargo, aquello era relativo. Si los otros eran lo suficientemente buenos…
Vincent azuzó su montura para cruzar la línea de arbustos a varios metros de la persona que gemía de dolor, y, de este modo, adelantarse a sus compañeros.
No ocurrió nada, así que el rubio giró de nuevo el caballo hacia dónde se encontraba el hombre moribundo y cerca de un árbol se puso de pie en su montura y saltó hacia las ramas más gruesas, gracias al impulso de su magia de aire. Su caballo siguió unos metros su andar, pero, otra vez nada.
- Parece que estamos solos-, comentó, oteando las copas de los árboles que había en las inmediaciones.
Tras ello, el brujo, con un suave silbido, hizo regresar a Alphonse y se dejó caer sobre este para luego bajar al suelo y acercarse a dónde se encontraba el hombre y sus amigos, que se habían acercado al moribundo mientras él hacías cosas de mercenario profesional, o como dirían otros, el imbécil.
- Supongo que no puedo perder ciertas costumbres-, explicó, cuando estuvo suficientemente cerca de ellos. - ¿He estado demasiadas veces en el bosque que tiene ojos en las sombras y los arbustos? - matizó, en un tono más burlón. - Eso es, que te intenten matar tanto no es bueno para la mente.
No, no lo era. Más de uno se volvía un lunático en ciertos oficios, viendo figuras en sombras que nunca existieron. La tensión entre batallas podía ser más dura que la vivencia de un combate. Pero bueno, Vincent no se había vuelto loco por ahora, tampoco estaba de más ser prevenido.
- Dale esto, le sentará bien-, le dijo a Alward, sacando una botella pequeña de uno de los bolsos que llevaba encima, enganchados en correas de cuero que cruzaban la superficie de su armadura. - No he visto a nadie, pero si le han asaltado, puede que no anden muy lejos quien, o quienes, le hayan hecho esto.
Offrol
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Mi personaje lleva el equipo habitual, los limitados que tengo desde hace tiempo, las dos espadas legendarias, el Alfanje sin ligadura al éter, y la armadura. Pensaba que el espejo Doppelgänger no, pero se ve que La Torre Infinita fue justo antes de comenzar este masterado, así que... Tengo todo lo que he llevado en el último evento del 19.
Utilizo la Poción de Salud Concentrada que tengo en mi inventario, [Elixir, Limitado, 1 Uso] Sana la herida más grave en pocos segundos. Bueno, utilizo, se la doy a Alward para que la utilice porque soy vago brujo (?)
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Los dioses responden
Inesperada, sobrenatural pero también sutil, una brisa sin origen danzaría en el lugar, libre y juguetona. Nadie podría notarla, pero Vincent sí, así se quería que fuese. La brisa lo envolvería, acariciaría la piel, sintiéndose fría pero sembrando una inusitada serenidad. Y entonces dejaría un beso en el éter, grabado con fuego y magia, antes de desvanecerse sin dejar un adiós. El único vestigio de su existencia fugaz sería una nueva marca en la piel de Vincent, un tatuaje mágico que solo el poseedor podría ver, la prueba de que un alma rezó por él.
Vincent, recibes de parte de Alward: Bendición Gatuna: Durante uno cualquiera de tus próximos 3 temas (libres o privados), la suerte estará de tu parte: los ataques enemigos pasarán de largo, accidentes que destrozarían a otros, te dejarán sin apenas un rasguño. De alguna manera, tu cuerpo esquivará todo daño.
La bendición estará activa durante la totalidad del tema elegido, desde el primer post al último. Elije bien.
Ansur
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Alward tomó una bocanada de aire antes de agarrar el frasco que Vincent le ofrecía. Luego, la soltó con profundidad y algo de brusquedad, como si con ese gesto demostrase su malestar interno, como si toda la ansiedad que llevaba tiempo acumulada en su interior quisiera escapar de su cuerpo de alguna forma, robándole la energía cual alma que deja de pertenecer a su cuerpo. Estaba agotado, y no solo físicamente.
Le dio de beber al hombre moribundo. No respondía a ninguna llamada, tan solo balbuceaba quejidos. Alguna que otra palabra suelta salía de sus labios, pero en una frecuencia de sonido tan baja y de una forma tan inteligible que ni Alward ni Katrina entendían qué decía.
La vampiresa se acuclilló a su lado, mientras el Sevna le seguía sosteniendo. Le puso una mano en la frente y se quedó por unos segundos con la mirada fija en él. Estaba sangrando por un golpe en la cabeza. Se esperaba que la poción de Vincent le encontrara remedio a aquello.
-Está asustado.-Miró a Alward, también a Vincent.-No puedo entrar en su mente, su aflicción me lo impide y hace que me duela la cabeza... Le intentaré inducir pensamientos positivos.-Acto seguido, se concentró en el hombre, intentando transmitirle todas las emociones positivas que podía.
-No podemos dejarlo aquí-Miró a Vincent, para ver qué opinaba.-Si lo hacemos, lo condenaremos a muerte.
Katrina se apartó del hombre cuando hubo acabado su trabajo. Se puso en pie y observó a Alward para ver qué hacía a continuación. Este, dubitativo, se quedó mirando a su vez al hombre para tomar una decisión. Pero esta estaba ya tomada, no podía dejarlo ahí.
-Si abandono a un necesitado a su suerte, no seré mejor de lo que ya soy. Y para eso estoy haciendo esto, para redimir mis errores y encontrar una fortaleza digna de un verdadero Stellazio.-Como pudo, se echó al hombre a sus espaldas y lo subió a cabrito.-Esa es la filosofía: nunca dejar de iluminar.-Esbozó una risa.
Katrina no sabía muy bien qué pensar acerca de encargarse de una vida más, y realmente Alward tampoco, pero aún así decidieron volver con los caballos. Epons se había quedado pequeña para tres personas, por lo que el Sevna y el hombre moribundo tendrían que cabalgar juntos. Katrina, por su parte, tendría que irse con Vincent.
Sin más, siguieron su camino. Charlaron sobre numerosas hipótesis del origen de aquel extraño vagabundo. ¿Se habría perdido? ¿Tendría un destino al que llegar? ¿Habría sido raptado y abandonado en mitad de la nada? Todas las posibilidades eran igual de válidas, y hasta que no recuperase la consciencia (Alward esperaba que la poción de Vincent surtiera efecto) no podrían saberlo. Aquel viaje no paraba de generar incógnitas, como si del maligno juego de un dios les estuviese guiando, jugándoles malas pasadas.
-Lo siento, Vin.-Dijo de pronto Alward, rompiendo un silencio que se había formado tras más de una hora, si no dos, de camino.-...por haberte metido en esto. No sé si esto tiene algún sentido para ti, pero para mí es importante.-Suspiró, mirando al frente, como decaído.-Quizás todo esto sea en vano y nos espere el más retorcido de los fracasos... espero que sepas disculparme.
Katrina no dijo nada, pero la mirada que le echó a Alward denotaba en ella una preocupación extrema por la situación del Sevna. Se sentía culpable por haber permitido eso, en cierta parte. También, tanto Alward como Vincent, esperaban que ella diera con el camino correcto gracias a su colgante, pero este no emitía respuesta alguna.
Y, de pronto, como si fuese un regalo celestial, se les apareció en el camino un desvío en el que al final podría verse la entrada a una cueva, la cual atravesaba un terreno elevado que poco a poco iba escarpándose conforme la mirada subía. Los árboles impedían ver su cumbre, pero eso ya era suficiente como para tener un mínimo de esperanza.
Alward no dijo nada, simplemente detuvo a su yegua, dejando con cuidado en su lomo al vagabundo, mirando la oscuridad que había en la profundidad de aquella cueva.
Se bajó de Epons, y sin decir nada se dirigió hacia la cueva. No entró en su umbral, simplemente se quedó de pie, estático, como si pudiera ver a través de la oscuridad, aunque sus ojos no distinguían mucho más allá de la entrada, donde la luz le permitía.
-Necesitaremos luz.-Desvió su mirada hacia el brujo, haciendo un llamamiento a que empleara sus habilidades.
-¿Qué haremos con el hombre?-Se refirió Katrina al vagabundo, quien seguía descansando metros más atrás sobre Epons.
-Nos lo llevamos. Si vemos que nos atrasa, lo dejamos aquí para que se recupere.
Alward Sevna
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Cualquiera que haya vivido lo suficiente aprendía del comportamiento del resto de los mortales que poblaban aquel mundo. Era inevitable, salvo que vivieras en mitad de una estepa, o dentro de una cueva, alejado de las otras personas.
Y Vincent había cumplido muchos años bajo el peso de un oficio en el que no se podía dejar nada al azar. O casi nada, pues nada se podía controlar del todo. En cualquier caso, el brujo había aprendido a analizar a las personas hasta cierto punto, pues, sin ir más lejos, ser mercenario se volvía una vida corta si confiabas en las personas equivocadas.
En aquel trabajo la desconfianza se volvía una virtud. Aprender los gestos y las expresiones corporales, sobre todo, aquellas involuntarias… una virtud aún mayor.
- Tienes razón, no podemos dejarlo aquí-, contestó al muchacho, guardándose el saber de que había notado que Alward estaba más tenso que una cuerda alrededor de su cuello, siendo halada hacia sí misma por una ex pareja. - Deberíamos clavarle una daga en el cuello-, comentó serio, mirando fijando la mirada en el joven. - Qué-, dijo de repente, tras esperar que la hermosa pareja le mirase, fingiendo que no entendía por qué lo miraban así. - Alphonse lo aprueba. Él no querría sufrir en vano, ¿verdad? - dijo aquello último, desviando su mirada hacia el equino.
Este rebuzno, en una contestación que decía claramente: Eso no te lo crees ni tú, hijo de mala madre.
Sí, para un mercenario era importante aprender el significado de los gestos, incluso de los rebuznos de tu caballo o yegua. Pollo simpático, si eras elfa con estilo que no se conformaba con un puto caballo malagradecido. Lo dejaremos en montura, para ahorrarnos más palabras.
- ¿Ves? Ha dicho que sí-, comentó, regresando la vista hacia dónde estaba la pareja y el hombre moribundo y dibujando una media sonrisa en el rostro. Por supuesto, hizo tal movimiento y gesto, obviando un nuevo rebuzno del equino. Inconformista a cuatro patas, se podría decir. - Bueno, tenemos dos monturas, algo podremos apañar. Podemos llevarlo con nosotros a un lugar más seguro. Estar aquí, a la intemperie, no le hace ningún bien a su salud.
No tardaron en ponerse en camino, cada uno en su montura, y cada uno con su “equipaje”. El Vincent con, Níniel, no leas esto, tiene alto “spoiler”, una chica guapa a su espalda, y otro con el tipo que le gustaba morirse porque aún seguía muriéndose.
Ya puedes volver a leer, dulce Nín. Pero hablando de sacerdotisas dotadas con experiencia y con grandes conocimientos de alquimia.
- Muchacho, no te comas la cabeza por meterme en marrones, porque eso ya lo hago yo por mi cuenta y por puro gusto-, contestó al hombre. - Ahora mismo solamente me preocupa que ese tipo no despierte y que mi hermosa e inteligente sacerdotisa me esté rebajando las pociones con agua. No es personal, es sólo que…-. Por un instante dejó de hablar, pensando que decir a continuación. - Cojones. Sí es personal, esa elfa me quiere muerto-, bromeó, antes de reírse a carcajadas. - Qué demonios, a estas alturas, ya estoy acostumbrado a que me quieran ver muerto.
«Aunque quizás no diga bien de mí, que muchas de esas personas sean mujeres con las que me he acostado», se permitió bromear mentalmente.
- Bromas aparte-, reanudó la plática con su amigo. - Los amigos estamos para esto. Un amigo que solamente venga a verte para beberse unos hidromieles contigo, pero luego no aparezca cuando las cosas se pongan feas… Digamos que es un amigo que no necesitas a tu lado-, dijo, más serio, con su mirada puesta en el camino que transitaba su montura. - Y sobre la poción. Tengo bien claro que esa elfa en concreto no me quiere muerto, para variar entre los elfos, así que este tipo está más jodido de lo que parece. Debemos encontrar refugio.
Aquella poción era bastante potente y curaba heridas bastante graves. El sopor de aquel hombre era muy fuerte. ¿Una maldición tal vez?
Vincent, desde luego, esperaba que no, pues, con algo tan poderoso no tenían muchas opciones de ayudarlo. Sólo alguien experto y que supiera exactamente el tipo de maldición podría hacerlo. Encontrar a alguien que justo entendiera qué maldición sufriera el sujeto sería peor que buscar una aguja en un pajar.
- No te disculpes por vivir. Los fracasos forjan el carácter de una persona. Es parte de la vida-, aconsejó al joven. - Superaremos los contratiempos.
Sí, no había que ser un genio para ver que las cosas no iban bien. No solamente no encontraban el lugar que buscaban, sino que además encontraban gente que estaba al borde de la muerte…
Pero, la vida no siempre era tan perra. Una veces te puteaba, otras te echaba un cabo.
Una cueva, aquello cambiaba el panorama un poco. Los sueños habían sido claros en ciertos aspectos, por lo que encontrar una cueva era un grito de esperanza.
- Vayamos, tanto si es el lugar que buscamos, como si no, al menos hemos encontrado un buen lugar para dar refugio a este hombre-, afirmó, antes de espolear a su montura para que girase y aumentara la velocidad del paso.
Finalmente, el brujo detuvo su caballo en el punto más cercano a la cueva al que podía llegar montado en el animal, para después desmontar y ayudar a Alward a llevar al herido hacia el interior de la cueva.
- Sé que soy un solete, pero es que no me gusta presumir-, se permitió decir, antes de chasquear los dedos enguantados en cuero y metal. Al momento unos cuántos orbes mágicos se quedaron suspendidos por la zona.
Luego sacó una antorcha del morral, juntó algunas piedras, de buen tamaño, de forma que pudieran ser un buen portaantorchas. Colocó las piedras cerca del hombre tumbado, para que todos tuvieran buena iluminación.
- Esto ayudará a no depender de mi magia-, dijo, en cuclillas, al tiempo que encendía la parte superior del palo con su magia. - Porque iré a investigar un poco. Tranquilos, solamente quiero echar un vistazo al interior. Esta parte parece una cueva natural, no podría decir que es el sitio correcto-, comentó seguido, poniéndose de pie. - Y me atrevería a decir que nuestro medio muerto cada vez está menos muerto-, terminó por decir, mientras estaba cerca de ellos, señalando hacia el hombre.
Tras sus palabras, el brujo se giró y se alejó, armado y haciendo un gesto para que una de las bolas mágicas le acompañara en su caminar.
- Por cierto, esta es la parte dónde os digo que separarse de esta manera es una mala idea en casi cualquier situación de combate, por lo que, como buen veterano que ya se las sabe todas, haré todo lo contrario-, comentó con sorna, sin dejar de alejarse, despidiéndose con una mano sin mirar hacia ellos.
Pero vamos, no era una situación de combate, ¿no es así? Aún no, al menos,, y de momento solamente iba a explorar un poco. Lo justo para saber si estaba en el lugar correcto.
La realidad, tras un corto plazo de tiempo caminando, bien parecía una pérdida de tiempo. La cueva se adentraba en la montaña, sí, pero más allá de ello, no parecía más que… Eh, pero llegados a un punto el brujo creyó atisbar algo.
Fue en ese momento cuando se acercó a la pared de roca y quitó algo de polvo sobre la zona que había captado su atención. Y, bueno, después de esa inspección decidió retornar sobre sus pasos para regresar junto a sus camaradas.
- Bueno, bueno. Tengo una mala noticia y otra buena-, empezó a decir. - La buena es que, aunque durante un rato de caminata la cueva es de lo más natural y simple, llegados a un punto parece que los muros han sido trabajados por mano de gentecilla inteligente. Así que es un buen presagio, creo que es el sitio correcto. La mala noticia es que tendréis que seguir viajando conmigo-, dijo para animar a la tropa.
Y Vincent había cumplido muchos años bajo el peso de un oficio en el que no se podía dejar nada al azar. O casi nada, pues nada se podía controlar del todo. En cualquier caso, el brujo había aprendido a analizar a las personas hasta cierto punto, pues, sin ir más lejos, ser mercenario se volvía una vida corta si confiabas en las personas equivocadas.
En aquel trabajo la desconfianza se volvía una virtud. Aprender los gestos y las expresiones corporales, sobre todo, aquellas involuntarias… una virtud aún mayor.
- Tienes razón, no podemos dejarlo aquí-, contestó al muchacho, guardándose el saber de que había notado que Alward estaba más tenso que una cuerda alrededor de su cuello, siendo halada hacia sí misma por una ex pareja. - Deberíamos clavarle una daga en el cuello-, comentó serio, mirando fijando la mirada en el joven. - Qué-, dijo de repente, tras esperar que la hermosa pareja le mirase, fingiendo que no entendía por qué lo miraban así. - Alphonse lo aprueba. Él no querría sufrir en vano, ¿verdad? - dijo aquello último, desviando su mirada hacia el equino.
Este rebuzno, en una contestación que decía claramente: Eso no te lo crees ni tú, hijo de mala madre.
Sí, para un mercenario era importante aprender el significado de los gestos, incluso de los rebuznos de tu caballo o yegua. Pollo simpático, si eras elfa con estilo que no se conformaba con un puto caballo malagradecido. Lo dejaremos en montura, para ahorrarnos más palabras.
- ¿Ves? Ha dicho que sí-, comentó, regresando la vista hacia dónde estaba la pareja y el hombre moribundo y dibujando una media sonrisa en el rostro. Por supuesto, hizo tal movimiento y gesto, obviando un nuevo rebuzno del equino. Inconformista a cuatro patas, se podría decir. - Bueno, tenemos dos monturas, algo podremos apañar. Podemos llevarlo con nosotros a un lugar más seguro. Estar aquí, a la intemperie, no le hace ningún bien a su salud.
No tardaron en ponerse en camino, cada uno en su montura, y cada uno con su “equipaje”. El Vincent con, Níniel, no leas esto, tiene alto “spoiler”, una chica guapa a su espalda, y otro con el tipo que le gustaba morirse porque aún seguía muriéndose.
Ya puedes volver a leer, dulce Nín. Pero hablando de sacerdotisas dotadas con experiencia y con grandes conocimientos de alquimia.
- Muchacho, no te comas la cabeza por meterme en marrones, porque eso ya lo hago yo por mi cuenta y por puro gusto-, contestó al hombre. - Ahora mismo solamente me preocupa que ese tipo no despierte y que mi hermosa e inteligente sacerdotisa me esté rebajando las pociones con agua. No es personal, es sólo que…-. Por un instante dejó de hablar, pensando que decir a continuación. - Cojones. Sí es personal, esa elfa me quiere muerto-, bromeó, antes de reírse a carcajadas. - Qué demonios, a estas alturas, ya estoy acostumbrado a que me quieran ver muerto.
«Aunque quizás no diga bien de mí, que muchas de esas personas sean mujeres con las que me he acostado», se permitió bromear mentalmente.
- Bromas aparte-, reanudó la plática con su amigo. - Los amigos estamos para esto. Un amigo que solamente venga a verte para beberse unos hidromieles contigo, pero luego no aparezca cuando las cosas se pongan feas… Digamos que es un amigo que no necesitas a tu lado-, dijo, más serio, con su mirada puesta en el camino que transitaba su montura. - Y sobre la poción. Tengo bien claro que esa elfa en concreto no me quiere muerto, para variar entre los elfos, así que este tipo está más jodido de lo que parece. Debemos encontrar refugio.
Aquella poción era bastante potente y curaba heridas bastante graves. El sopor de aquel hombre era muy fuerte. ¿Una maldición tal vez?
Vincent, desde luego, esperaba que no, pues, con algo tan poderoso no tenían muchas opciones de ayudarlo. Sólo alguien experto y que supiera exactamente el tipo de maldición podría hacerlo. Encontrar a alguien que justo entendiera qué maldición sufriera el sujeto sería peor que buscar una aguja en un pajar.
- No te disculpes por vivir. Los fracasos forjan el carácter de una persona. Es parte de la vida-, aconsejó al joven. - Superaremos los contratiempos.
Sí, no había que ser un genio para ver que las cosas no iban bien. No solamente no encontraban el lugar que buscaban, sino que además encontraban gente que estaba al borde de la muerte…
Pero, la vida no siempre era tan perra. Una veces te puteaba, otras te echaba un cabo.
Una cueva, aquello cambiaba el panorama un poco. Los sueños habían sido claros en ciertos aspectos, por lo que encontrar una cueva era un grito de esperanza.
- Vayamos, tanto si es el lugar que buscamos, como si no, al menos hemos encontrado un buen lugar para dar refugio a este hombre-, afirmó, antes de espolear a su montura para que girase y aumentara la velocidad del paso.
Finalmente, el brujo detuvo su caballo en el punto más cercano a la cueva al que podía llegar montado en el animal, para después desmontar y ayudar a Alward a llevar al herido hacia el interior de la cueva.
- Sé que soy un solete, pero es que no me gusta presumir-, se permitió decir, antes de chasquear los dedos enguantados en cuero y metal. Al momento unos cuántos orbes mágicos se quedaron suspendidos por la zona.
Luego sacó una antorcha del morral, juntó algunas piedras, de buen tamaño, de forma que pudieran ser un buen portaantorchas. Colocó las piedras cerca del hombre tumbado, para que todos tuvieran buena iluminación.
- Esto ayudará a no depender de mi magia-, dijo, en cuclillas, al tiempo que encendía la parte superior del palo con su magia. - Porque iré a investigar un poco. Tranquilos, solamente quiero echar un vistazo al interior. Esta parte parece una cueva natural, no podría decir que es el sitio correcto-, comentó seguido, poniéndose de pie. - Y me atrevería a decir que nuestro medio muerto cada vez está menos muerto-, terminó por decir, mientras estaba cerca de ellos, señalando hacia el hombre.
Tras sus palabras, el brujo se giró y se alejó, armado y haciendo un gesto para que una de las bolas mágicas le acompañara en su caminar.
- Por cierto, esta es la parte dónde os digo que separarse de esta manera es una mala idea en casi cualquier situación de combate, por lo que, como buen veterano que ya se las sabe todas, haré todo lo contrario-, comentó con sorna, sin dejar de alejarse, despidiéndose con una mano sin mirar hacia ellos.
Pero vamos, no era una situación de combate, ¿no es así? Aún no, al menos,, y de momento solamente iba a explorar un poco. Lo justo para saber si estaba en el lugar correcto.
La realidad, tras un corto plazo de tiempo caminando, bien parecía una pérdida de tiempo. La cueva se adentraba en la montaña, sí, pero más allá de ello, no parecía más que… Eh, pero llegados a un punto el brujo creyó atisbar algo.
Fue en ese momento cuando se acercó a la pared de roca y quitó algo de polvo sobre la zona que había captado su atención. Y, bueno, después de esa inspección decidió retornar sobre sus pasos para regresar junto a sus camaradas.
- Bueno, bueno. Tengo una mala noticia y otra buena-, empezó a decir. - La buena es que, aunque durante un rato de caminata la cueva es de lo más natural y simple, llegados a un punto parece que los muros han sido trabajados por mano de gentecilla inteligente. Así que es un buen presagio, creo que es el sitio correcto. La mala noticia es que tendréis que seguir viajando conmigo-, dijo para animar a la tropa.
Vincent Calhoun
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Valentín sintió cómo el sueño se desvanecía, aunque no recordaba haberse quedado dormido. Estaba cubierto con una manta, pero la superficie bajo su cuerpo era dura. ¿Piedra?
Demasiado amodorrado aún para abrir los ojos, trató de hacer memoria: ¿qué era lo último que recordaba? La maldita Cantora se había alejado del rebaño. Otra vez. Y, para variar, le había tocado a él en suerte salir en su busca. ¿Qué más? Un resbalón, un fuerte golpe en la cabeza y…
Se incorporó de golpe llevándose una mano a la parte posterior del cráneo. El pelo se sentía pegajoso, pero no había herida debajo. Qué raro. Aunque quizá no tanto como los dos viajeros que se le habían quedado mirando. Porque no había duda de que no eran de por allí cerca.
Pasó el momento de la confusión y llegaron las explicaciones, los agradecimientos, los cómo podría pagárselo, solo soy un pastor de ovejas trashumante y ni siquiera el rebaño me pertenece, ¿saben?
Pero claro que nuestros héroes no iban a pedirle nada a cambio, ¿cierto? ¡No aquellos que perseguían la estela de los defensores del amor, la paz y la justicia! Por supuesto, Valentín insistiría, tal vez su vida no fuera tan importante como la de los señores, pero sus padres habían sabido educarlo bien, vaya que sí.
Para alivio de todos los implicados en tan azorada conversación, cierto brujo escogió aquel momento para regresar con su informe.
—¡Sabía que me sonaba el sitio, es la cueva del murciélago! —exclamó Valentín, olvidado su momento de turbación y, tras percatarse de los tres pares de ojos que se le quedarían mirando, añadió—: Bueno, en realidad, la llaman la cueva de la Estela, no sé por qué. La gente no suele entrar, ¿saben? Es como un laberinto ahí dentro. O eso dicen los que se han aventurado y han vuelto para contarlo. Que yo sepa, nadie ha logrado recorrer todos los pasadizos, pero mi hermano y yo entramos una vez, de mozos. Llegamos a la primera bifurcación antes de que él tropezara y cayera al suelo, era un chico un poco torpe, ¿saben? Se le cayó la antorcha y rodó por el suelo. Así fue como vimos el murciélago en la piedra, al pie de la pared de uno de los caminos. Era un bicho horrible, hasta parecía moverse con la luz de la antorcha. Salimos corriendo de allí y no volvimos a acercarnos —rió con nostalgia—. No había vuelto a acordarme de aquello.
Pido disculpas por la confusión y la tardanza, trataré de seguir el ritmo ahora que nos estamos acercando.
La siguiente ronda es sencillita, solo tendrán que atravesar el laberinto bajo la montaña pero, gracias a su buena voluntad, tienen la clave para navegarlo sin problemas. Solo tiren una runa cada uno, por si se encuentran con algo más por el camino.
Por supuesto, pueden tomarse más de una ronda si están inspirados.
Valentín se encuentra bien, su herida se ha curado por completo y el susto se le ha pasado gracias a los esfuerzos de Katrina. Los invita a pasarse un día por su pueblito, en las afueras de Ulmer, si alguna vez regresan de su aventura y se disculpa por no acompañarles, ya saben, la Cantora no va a encontrarse sola.
Demasiado amodorrado aún para abrir los ojos, trató de hacer memoria: ¿qué era lo último que recordaba? La maldita Cantora se había alejado del rebaño. Otra vez. Y, para variar, le había tocado a él en suerte salir en su busca. ¿Qué más? Un resbalón, un fuerte golpe en la cabeza y…
Se incorporó de golpe llevándose una mano a la parte posterior del cráneo. El pelo se sentía pegajoso, pero no había herida debajo. Qué raro. Aunque quizá no tanto como los dos viajeros que se le habían quedado mirando. Porque no había duda de que no eran de por allí cerca.
Pasó el momento de la confusión y llegaron las explicaciones, los agradecimientos, los cómo podría pagárselo, solo soy un pastor de ovejas trashumante y ni siquiera el rebaño me pertenece, ¿saben?
Pero claro que nuestros héroes no iban a pedirle nada a cambio, ¿cierto? ¡No aquellos que perseguían la estela de los defensores del amor, la paz y la justicia! Por supuesto, Valentín insistiría, tal vez su vida no fuera tan importante como la de los señores, pero sus padres habían sabido educarlo bien, vaya que sí.
Para alivio de todos los implicados en tan azorada conversación, cierto brujo escogió aquel momento para regresar con su informe.
—¡Sabía que me sonaba el sitio, es la cueva del murciélago! —exclamó Valentín, olvidado su momento de turbación y, tras percatarse de los tres pares de ojos que se le quedarían mirando, añadió—: Bueno, en realidad, la llaman la cueva de la Estela, no sé por qué. La gente no suele entrar, ¿saben? Es como un laberinto ahí dentro. O eso dicen los que se han aventurado y han vuelto para contarlo. Que yo sepa, nadie ha logrado recorrer todos los pasadizos, pero mi hermano y yo entramos una vez, de mozos. Llegamos a la primera bifurcación antes de que él tropezara y cayera al suelo, era un chico un poco torpe, ¿saben? Se le cayó la antorcha y rodó por el suelo. Así fue como vimos el murciélago en la piedra, al pie de la pared de uno de los caminos. Era un bicho horrible, hasta parecía moverse con la luz de la antorcha. Salimos corriendo de allí y no volvimos a acercarnos —rió con nostalgia—. No había vuelto a acordarme de aquello.
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Pido disculpas por la confusión y la tardanza, trataré de seguir el ritmo ahora que nos estamos acercando.
La siguiente ronda es sencillita, solo tendrán que atravesar el laberinto bajo la montaña pero, gracias a su buena voluntad, tienen la clave para navegarlo sin problemas. Solo tiren una runa cada uno, por si se encuentran con algo más por el camino.
- algunos ejemplos de los relieves marcando las intersecciones:
Por supuesto, pueden tomarse más de una ronda si están inspirados.
Valentín se encuentra bien, su herida se ha curado por completo y el susto se le ha pasado gracias a los esfuerzos de Katrina. Los invita a pasarse un día por su pueblito, en las afueras de Ulmer, si alguna vez regresan de su aventura y se disculpa por no acompañarles, ya saben, la Cantora no va a encontrarse sola.
Fehu
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Re: Abandonados y olvidados [Mastereado]
Alward y Katrina se miraron atónitos cuando el vagabundo despertó. Por suerte, lo hizo antes de que se adentraran en la cueva, pues la idea de llevárselo consigo del Sevna era firme. Este extraño hombre decía ser un pastor que había extraviado a una oveja de su rebaño, y que no vivía lejos de allí. Por suerte también, se conocía el camino de vuelta.
-La Cueva de la Estela...-Pensó Alward en voz alta mientras se quedaba a pocos metros del umbral de entrada y admiraba todo su contorno.-Espero que haya algo.-Comentó de nuevo un pensamiento en voz alta, haciendo referencia a lo que había descubierto Vincent y uniéndolo con lo que el pastor había comentado.
Vincent era el que llevaba la antorcha y había hecho el reconocimiento previo, por lo que debería ser él el que liderase la marcha. La parte mala de eso es que sus chistes y comentarios sarcásticos serían inevitables. Alward le seguía la corriente al brujo, dedicándole una sonrisa (bajo su máscara) o una corta risilla de cortesía. Katrina, sin embargo, la mayoría de veces ignoraba al rubio, y otras le miraba con desdén sin comentar nunca nada.
Realmente aquella actitud del brujo servía para mantener con vida la moral del grupo viva. Sin él, seguramente aquel viaje habría resultado más dramático, pesado y lúgubre, más de lo que ya lo era. Sin duda, de todos los viajes y vivencias que el Sevna había tenido en su vida, esta estaba siendo la peor a nivel mental. Alward le agradecía a Vincent aquella actitud, aunque él a duras penas podía contestar debido a que no le salía natural. No al menos en ese momento. En el pasado, Alward había sido diferente, algo más parecido a Vincent; veía necesario mantener un nivel de estrés bajo y la moralidad de sus compañeros en alza, por lo que siempre trataba de ver sus trabajos como mercenario como una oportunidad para "divertirse" o crear congeniar con sus amigos, que poco a poco se convirtieron en familia. Todo eso se acabó en cuanto se topó con las Sierpes. Ellos quemaron su hogar, mataron a sus padres y convirtieron su vida en sufrimiento y pesar. Ni siquiera el sueño de toda su vida; convertirse en Guardia de Lunargenta, caballero de Verisar, logró mejorar su vida o hacerle plenamente feliz. La espiral de venganza en la que había caído era insalvable, hasta tal punto que se obsesionó y murió para el mundo.
Ahora está en el punto en el que debe de hacerse preguntas: ¿Merece la pena seguir adelante? ¿El mundo merece salvarse?
Llegaron hasta una intersección con dos caminos. A partir de ahí, la estructura de las paredes, como bien había indicado Vincent, parecía haberse construido a mano. Uno de los caminos mostraba un relieve con la forma de un murciélago.
-La Cueva del Murciélago.-Hizo relación a lo que el pastor había comentado.
Katrina se quedó mirando el relieve, como hipnotizada. Entrecerró sus ojos, como si estuviese recordando algo que ya había visto. ¿Aquel lugar era el de su sueño? No podría decirlo con certeza, pero algo dentro de ella le hacía tener una intuición.
-Por aquí.-Señaló al pasillo que coronaba el relieve en su entrada.
Realmente aquella cueva era algo más. Estaba demasiado bien construida, y aunque desgastada, la piedra de la que estaba hecha hacía ver que antaño eso era un lugar importante hoy abandonado y olvidado. Pronto llegaron a otra intersección, esta vez con tres caminos a elegir. En uno de ellos había otro relieve; una flor, en los otros dos nada.
-Loth.-Dijo mientras se acercaba al umbral del pasillo, justo debajo del relieve para admirarlo más de cerca.-Significa "flor" en élfico.-Se volteó hacia sus compañeros un instante para hacer el comentario.
Siguieron por allí, más por inercia que por convicción lógica.
Recorrieron, no solo pasillos, sino salas que antes debieron albergar cometidos que se escapaban a la comprensión actual del grupo. Quizás la gente se reunía allí para algo, ¿Qué cometido tendría aquel sitio? ¿Militar? ¿Religioso? ¿Político? No habían muchos restos, más que vasijas rotas (alguna entera, pero dentro había poco más que telarañas y moho), mesas y sillas con la madera podrida (y la mayoría rotas), estantes vacíos también podridos... era un sitio muerto.
Siguieron avanzando, y llegaron a una sala que tenía esta vez dos posibles caminos. Y, como antes, en uno de ellos había un relieve que coronaba esta vez una entrada cerrada por una puerta. El relieve representaba un sol y una luna superpuesta a este.
-Stag.-Comentó, acercándose lentamente a la puerta.-El único Stellazio que posee dos constelaciones. Ayuda a los viajeros a tomar decisiones. Si en el cielo ves su sol, vas por el buen camino y debes ser decisivo. Si, en cambio, ves su luna, puede que te estés equivocando y deberás ser cauto.-Se cruzó de brazos, pensativo. Alward no se había dado cuenta hasta ese momento, o quizás no lo quería admitir, pero todo parecía indicar que había encontrado una prueba real y física de la existencia de los Stellazios. Estaba algo nervioso, y su voz incluso temblaba un poco.
-Aquí están tanto el sol como la luna.-Comentó Katrina.
Alward asintió, y sin dudarlo más, tomó una decisión.
-Sigamos.
Más adelante encontraron lo que parecía ser un relieve que mostraba a un arquero. Ignoraron por completo los otros dos caminos que se abrían ante ellos carentes de relieve.
-Tyelpe, el sabio elfo. Se dice que quien vea su constelación en el cielo se sentirán amparados por su abrazo.
-¿Qué significa eso?-Se puso al lado de Alward, admirando junto a él el relieve.
-Protección.-Se encogió de hombros, sin encontrarle en ese momento una explicación más clara.-Tú debes saber más de elfos que yo, Vin.-Se dirigió al brujo, ya que tenía entendido que su esposa era elfa.-¿Conoces algo sobre un sabio que tenía un arco llamado "Centella"? Lideró a su pueblo en la guerra contra la Oscuridad, y salvó miles de vidas haciendo que sus congéneres se unieran a los humanos para defender Midgard, nuestro mundo.
No les quedaba otra que seguir. Alward empezaba a tener hambre y sed, y Katrina por su parte también, aunque lo de la vampiresa resultaría más complicado debido a que necesitaba sangre. La peliblanca tenía viales de sangre animal entre sus pertenencias, pero como no encontrasen pronto alguno iba a quedarse sin reservas para el viaje de vuelta, por lo que debía administrarse bien y no pensar en demasiado en ello para tener esa necesidad alejada de sus pensamientos.
Por último, llegaron a una gran sala con una única gran puerta en el otro extremo coronada por otro relieve: dos espadas cruzadas y una corona a modo de timbre encima de ellas. Esta sala estaba mejor conservada que el resto del laberíntico lugar. Una gran mesa bien conservada, aunque con la madera astillada y con algo de moho en su única pata central y bajo su tabla, presidía el lugar en su centro. Numerosas sillas estaban colocadas junto a esta, aunque algunas de ellas estaban tiradas por el suelo. Estandartes roídos y desdibujados decoraban las paredes, cada uno mostrando un símbolo diferente, en el que Alward pudo identificar el murciélago de la entrada, las dos espadas con la corona en uno de ellos y la flor de otro de los relieves que se encontró.
-Las espadas de Zydan, líder de los Stellazios. Héroe de héroes, y adalid de la Luz. Era el ungido de Baldr, unificador de pueblos, comandante de todas las razas...
-Y por quien te haces pasar a veces.-Comentó algo sarcástica la vampiresa.
-Al menos soy original.-Contestó esbozando una sonrisa.-Si alguna vez ves que me llaman "Zydan" por ahí, no te extrañes.-Le dijo a Vincent.
Alward Sevna
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Tyr
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El hombre herido no tardó en encontrarse mejor, para consuelo del grupo de rescate, aunque, al menos para Vincent, seguía siendo extraño lo mucho que había tardado en hacer efecto la poción. O…
Tal vez no. La poción curaría las heridas físicas sin mayor problema, pero quizás el golpe le había aturullado la cabeza hasta un punto en el que le costase simplemente despertar de su letargo.
Sea como fuese, el hombre se despertó y comenzó la más que típica retahíla de preguntas a los desconocidos que tenía cerca.
- Los líos en los que nos puede meter una oveja, eh. No se preocupe, pero ya está a salvo-, respondió al pastor. - Pero, bueno, usted es profesional de cuidar a los animales y yo lo soy de matar o salvar gente, por un coste, claro está-, bromeó, antes de ensanchar la sonrisa que dibujó en sus labios, justo tras informar del coste. - Descuide, lo dejaremos gratis por esta vez, a cambio de una recomendación de mis dotes dando de beber pociones que curan la piel y el alma-, siguió con su buen humor.
«Total, tampoco es que me pueda recomendar a sus vecinos por matar algo porque…»
- Ahora que lo pienso, estando dormido no pudo usted percibir mis grandes habilidades. Pero, no importa, cuente bien de mí, de todos modos. ¿Y qué es eso de la cueva del murciélago? - preguntó más serio.
El pastor no tardó en explicarse.
- La cueva de la Estela. Curioso nombre. Mejora mis sensaciones de que vamos por buen camino-, se dijo a sí mismo, mirando hacia el suelo de la caverna, para luego levantar la mirada para mirar a su interlocutor. - Pues gracias por la información, buen hombre. Ahora que se encuentra mejor puede volver a su hogar, sin mayor peligro.
El hombre ya había estado allí, así que no necesitaba escolta para regresar. Eso les liberaba a ellos para inspeccionar la ahora cueva con nombre.
- Si no lo hay, pues simplemente nos daremos un paseo super divertido por el interior de la tierra-, respondió a Alward, tomando la antorcha que había dejado atrás para iluminar la caverna mientras inspeccionaba en solitario. - Ah, el tiempo nunca se recupera, pero de todo, si se quiere, se aprende algo-, terminó por decir, avanzando hacia la entrada e internándose en la gruta.
Avanzó el primero, pues era quien iluminaba el paso de todos ellos con la antorcha.
- Katrina, estás enamorada de Alward, pero claramente soy yo el que ilumina tus andares-, comentó jocoso, tras un rato de caminata. - Ah, no se enfaden, el amor es genial cuando es recíproco. Y nada como un brujo para amenizar sus andanzas bajo tierra. Sobre todo porque con un brujo con mis habilidades nunca se quedarán sin luz. Somos de lo más prácticos, eh-, comentó aquello último más serio y pragmático, al tiempo que echaba una mirada por encima de su hombro para mirar a la “parejita”.
Cuando volvió a mirar hacia adelante, rió por lo bajo, pudiendo ver, por fin, algo que le interesaba enseñarles.
- Mirad, veis. Es como os decía, aquí la gruta deja de ser natural y empieza a ser trabajada por herramientas en manos capaces-, mentó, señalando la antorcha sin perder el paso.
Unos pasos después, llegaron a la primera decisión importante que tendrían que tomar durante su travesía por el subsuelo. ¿Izquierda o derecha?
Katrina no tardó en elegir.
- La dama ha decidido. El murciélago, pues-, dijo, justo antes de encaminarse en esa dirección.
Sí, si no era el lugar correcto, por lo menos habían dado con algo interesante, pues la piedra estaba muy bien trabajada. Nadie se molestaría en trabajar tanto para… nada.
- Loth significa Loth, pues por algo se escribe Loth-, respondió al hombre, aunque, esta vez, sabía que sí significaba flor en el idioma de los elfos. - Es broma, sé lo que significa, he avanzado mucho en el último año en mis clases de élfico.
«Aunque avanzaría más si estudiara más y follase menos», pensó
- Pero no podría considerarme un brujo culto pensando así-, bromeó tras el pensamiento que ellos no habían escuchado. - Es una larga historia-, mentó, por la confusión generada, dibujando una pícara sonrisa en el rostro. - Digamos que hay placeres a los que un buen chico no debe renunciar si se quiere seguir definiendo como una persona inteligente, sabia y, por ende, culta.
En cualquier caso, la palabra escrita debía significar algo. Si no era el camino correcto, bueno… habría que seguir probando.
- Sí, lo recuerdo. Estaba en el libro-, contestó al muchacho, en cuánto llegaron a una nueva sala y este explicó un poco del bueno de Stag. - Vamos bien y ahora podemos estar seguros de que es el sitio correcto. Tres símbolos de tres sería mucha casualidad. Mira que bien, ya puedo ser algo más que un saqueador cuando lleguemos a los tesoros-, bromeó, antes de reír.
Katrina les llamó la atención sobre algo.
- Sí, estos símbolos han sido de los más esperanzadores, sigamos-, terminó por decir, antes de volver a abrir camino con su luz.
Esta vez no tuvieron que andar mucho para encontrar un nuevo símbolo. Que la distancia entre símbolos cada vez fuese más corta, era una buena señal para el brujo.
- Pues, no conozco tanto de la historia de los elfos. Aunque cada vez me empapo más de ella-. No, en esta ocasión no es un chiste de hermosos placeres. Vincent no es tan malo, el narrador…. - Pero recuerdo el arco y el sabio que lo portaba, también salía en tu libro. Ayudó a su pueblo en aquella... ¿Cómo era? - Pensó durante unos instantes. - Hambruna ¿no? Luego se unió a Zydan y luchó contra las huestes de Hodr.
Vincent dejó que la antorcha se sostuviera en el aire por arte de magia, y se cruzó de brazos mientras pensaba sobre el sabio elfo.
- Sí, significa protección. Pero de haber protecciones mágicas, hace tiempo que estas perdieron su poder, o fueron neutralizadas. Ha pasado mucho tiempo desde los días que se construyó esta gruta, no podemos negar la posibilidad de que otras personas hayan entrado antes que nosotros-, comentó con pura lógica. - Es lo más probable, en realidad. En cualquier caso, sólo sabremos que nos depara el final si seguimos adelante.
El mercenario dejó su postura pensativa atrás, agarró el mango de la antorcha y prosiguió el camino. Esta vez, la distancia a la sala siguiente fue aún menor. Y además, parecía el final, o casi final, de la travesía bajo las toneladas de tierra que conformaban la montaña.
- A lo tonto nos hemos internado bastante en el abrigo de la maldita montaña-, comentó de pasada, mientras ojeaba cualquier pista que pudiera haber por el salón. - ¿Zydan? ¿El nombre del héroe que corona esta sala?
A Vincent, aquello le había extrañado sobremanera.
- ¿Por qué te haces pasar por él? ¿Era por algún tipo de engaño?. Sé que Zydan fue muy importante, pero no debes dejar de ser quien eres. Zydan puede guiarte, pero siempre serás Alward y eres tú quien toma tus buenas decisiones-, afirmó, tras lo cual siguió su inspección.
Algo se le escapaba al bueno del isleño.
- Vale, y cómo entramos ahí si está tapiada por un muro de piedra-, dijo, señalando con la testa el acceso cerrado. - No puedo explotar esa piedra maciza sin provocar un derrumbe. Morir no entra dentro de mis planes, y ya creé un derrumbe para Alward, hace tiempo, bella Katrina. No creo que le guste que lo repita-, comentó jocoso.
«Pero debe haber algo. La puerta de piedra no tiene forma de abrirse de forma manual.»
- No tiene pomo, tirador, cerradura, ni nada que se le parezca-, confirmó, mientras inspeccionaba la losa de piedra y el suelo justo en su base. - Esto tiene que tener truco-, susurró.
El rubio mercenario, algo frustrado después de no encontrar nada, alzó la vista hasta el techo.
«Un momento…»
- Parece un mosaico-, afirmó, alzando el brazo para iluminar mejor el techo. Tras ello, generó bolas de luces que alzó hasta llegar al techo abovedado. - Sí, es una representación de las estrellas. No, es mucho más que eso, es una representación de las constelaciones de estos grandes héroes.
«Se dice que todos aquellos que se sientan desamparados bajo una noche estrellada…»
- Un momento-, dijo, antes de mirar hacia el suelo y ponerse a pensar. - Se dice que todos aquellos que se sientan desamparados bajo una noche estrellada. Eso es. Se trata de eso-, comentó mucho más animado, volviendo la vista hacia el mosaico que había sobre sus cabezas. - Sí, claro, es ingenioso. Muchas piezas de cerámica están gastadas, pero no importa, el genio que hizo esto dejó las estrellas en relieve sobre el resto de la piedra, así tendría que pasar, mucho, muchísimo tiempo para que se desgastara de forma que no se pudiera apreciar la disposición de estas.
El brujo caminó por el suelo buscando lo que quería encontrar.
- Esta es la constelación del sabio Tyelpe ¿no? - preguntó mirando hacia Alward, para conseguir confirmación en su amigo, pues este conocía el libro mucho mejor que él, que sólo lo había leído una vez.
En cuánto estuvo seguro de que lo era, acercó uno de sus orbes de luz aún más a esa zona del relieve, y observó la constelación con mayor detenimiento. Pero no encontró nada, así que cambió su plan inicial y siguió con la mirada la dirección en la que apuntaba el arco, moviendo el orbe junto a su mirada…
Una sonrisa surcó sus labios.
Con un impulso de su magia se alzó hasta el techo y se aferró como pudo a dos de las estrellas en relieve.
- Joder, esto es complicado-, dijo por su posición precaria. - Pero si no me equivoco-, se soltó de un brazo y giró una de las estrellas del mosaico, y esta se hundió al llegar a la posición adecuada.
Luego lo hizo con otra, y otra, intercambiando los brazos con los que se sostenía para aguantar arriba. Tras girar varias y estas hundirse en el techo... No pasó nada.
El brujo se dejó caer al suelo.
- ¡Mierda! No lo entiendo, ninguna otra gira, son todas las que se pueden girar-, maldijo su suerte y falta de conocimiento. Pero en ese momento se dio cuenta de una cosa, - Es la constelación de Kaida. No nos encontramos ninguna sala o pasillo con símbolo o significado de esta heroína.
Vincent buscó con la mirada otra constelación, mientras se movía por el suelo. Y en cuánto dio con ella, repitió el mismo proceso que hiciera con la constelación de Kaida. Pero, esta vez, cuando una de las estrellas se hundió en el techo, al instante salieron todas hacia afuera, así como las de la primera constelación de Long.
Pero junto al movimiento de ellas, se escuchó el tan característico, como deseado, ruido raposo por la fricción de la losa que tapaba la puerta de la sala contigua.
Esta vez el brujo se dejó caer con una sonrisa de oreja a oreja.
- Claro, no podía ser de otro modo, estaba justo detrás de la constelación de Tyelpe. Creo que por eso soñé con Alice-, mentó, pues la segunda constelación era la de ella. - Se dice que todos aquellos que se sientan desamparados bajo una noche estrellada, pueden alzar su mirada y encontrarán el reconfortante abrazo de Tyelpe-, repitió la frase que tantas veces habría leído el bueno de Alward. - Protección, mis buenos amigos. Porque no es necesaria la magia para proteger un lugar que te importa. Con ingenio, solamente las personas que tengan los conocimientos adecuados podrán pasar. Era sabio ese elfo-, terminó por decir, extasiado por el ingenio depositado sobre aquella obra.
Tal vez no. La poción curaría las heridas físicas sin mayor problema, pero quizás el golpe le había aturullado la cabeza hasta un punto en el que le costase simplemente despertar de su letargo.
Sea como fuese, el hombre se despertó y comenzó la más que típica retahíla de preguntas a los desconocidos que tenía cerca.
- Los líos en los que nos puede meter una oveja, eh. No se preocupe, pero ya está a salvo-, respondió al pastor. - Pero, bueno, usted es profesional de cuidar a los animales y yo lo soy de matar o salvar gente, por un coste, claro está-, bromeó, antes de ensanchar la sonrisa que dibujó en sus labios, justo tras informar del coste. - Descuide, lo dejaremos gratis por esta vez, a cambio de una recomendación de mis dotes dando de beber pociones que curan la piel y el alma-, siguió con su buen humor.
«Total, tampoco es que me pueda recomendar a sus vecinos por matar algo porque…»
- Ahora que lo pienso, estando dormido no pudo usted percibir mis grandes habilidades. Pero, no importa, cuente bien de mí, de todos modos. ¿Y qué es eso de la cueva del murciélago? - preguntó más serio.
El pastor no tardó en explicarse.
- La cueva de la Estela. Curioso nombre. Mejora mis sensaciones de que vamos por buen camino-, se dijo a sí mismo, mirando hacia el suelo de la caverna, para luego levantar la mirada para mirar a su interlocutor. - Pues gracias por la información, buen hombre. Ahora que se encuentra mejor puede volver a su hogar, sin mayor peligro.
El hombre ya había estado allí, así que no necesitaba escolta para regresar. Eso les liberaba a ellos para inspeccionar la ahora cueva con nombre.
- Si no lo hay, pues simplemente nos daremos un paseo super divertido por el interior de la tierra-, respondió a Alward, tomando la antorcha que había dejado atrás para iluminar la caverna mientras inspeccionaba en solitario. - Ah, el tiempo nunca se recupera, pero de todo, si se quiere, se aprende algo-, terminó por decir, avanzando hacia la entrada e internándose en la gruta.
Avanzó el primero, pues era quien iluminaba el paso de todos ellos con la antorcha.
- Katrina, estás enamorada de Alward, pero claramente soy yo el que ilumina tus andares-, comentó jocoso, tras un rato de caminata. - Ah, no se enfaden, el amor es genial cuando es recíproco. Y nada como un brujo para amenizar sus andanzas bajo tierra. Sobre todo porque con un brujo con mis habilidades nunca se quedarán sin luz. Somos de lo más prácticos, eh-, comentó aquello último más serio y pragmático, al tiempo que echaba una mirada por encima de su hombro para mirar a la “parejita”.
Cuando volvió a mirar hacia adelante, rió por lo bajo, pudiendo ver, por fin, algo que le interesaba enseñarles.
- Mirad, veis. Es como os decía, aquí la gruta deja de ser natural y empieza a ser trabajada por herramientas en manos capaces-, mentó, señalando la antorcha sin perder el paso.
Unos pasos después, llegaron a la primera decisión importante que tendrían que tomar durante su travesía por el subsuelo. ¿Izquierda o derecha?
Katrina no tardó en elegir.
- La dama ha decidido. El murciélago, pues-, dijo, justo antes de encaminarse en esa dirección.
Sí, si no era el lugar correcto, por lo menos habían dado con algo interesante, pues la piedra estaba muy bien trabajada. Nadie se molestaría en trabajar tanto para… nada.
- Loth significa Loth, pues por algo se escribe Loth-, respondió al hombre, aunque, esta vez, sabía que sí significaba flor en el idioma de los elfos. - Es broma, sé lo que significa, he avanzado mucho en el último año en mis clases de élfico.
«Aunque avanzaría más si estudiara más y follase menos», pensó
- Pero no podría considerarme un brujo culto pensando así-, bromeó tras el pensamiento que ellos no habían escuchado. - Es una larga historia-, mentó, por la confusión generada, dibujando una pícara sonrisa en el rostro. - Digamos que hay placeres a los que un buen chico no debe renunciar si se quiere seguir definiendo como una persona inteligente, sabia y, por ende, culta.
En cualquier caso, la palabra escrita debía significar algo. Si no era el camino correcto, bueno… habría que seguir probando.
- Sí, lo recuerdo. Estaba en el libro-, contestó al muchacho, en cuánto llegaron a una nueva sala y este explicó un poco del bueno de Stag. - Vamos bien y ahora podemos estar seguros de que es el sitio correcto. Tres símbolos de tres sería mucha casualidad. Mira que bien, ya puedo ser algo más que un saqueador cuando lleguemos a los tesoros-, bromeó, antes de reír.
Katrina les llamó la atención sobre algo.
- Sí, estos símbolos han sido de los más esperanzadores, sigamos-, terminó por decir, antes de volver a abrir camino con su luz.
Esta vez no tuvieron que andar mucho para encontrar un nuevo símbolo. Que la distancia entre símbolos cada vez fuese más corta, era una buena señal para el brujo.
- Pues, no conozco tanto de la historia de los elfos. Aunque cada vez me empapo más de ella-. No, en esta ocasión no es un chiste de hermosos placeres. Vincent no es tan malo, el narrador…. - Pero recuerdo el arco y el sabio que lo portaba, también salía en tu libro. Ayudó a su pueblo en aquella... ¿Cómo era? - Pensó durante unos instantes. - Hambruna ¿no? Luego se unió a Zydan y luchó contra las huestes de Hodr.
Vincent dejó que la antorcha se sostuviera en el aire por arte de magia, y se cruzó de brazos mientras pensaba sobre el sabio elfo.
- Sí, significa protección. Pero de haber protecciones mágicas, hace tiempo que estas perdieron su poder, o fueron neutralizadas. Ha pasado mucho tiempo desde los días que se construyó esta gruta, no podemos negar la posibilidad de que otras personas hayan entrado antes que nosotros-, comentó con pura lógica. - Es lo más probable, en realidad. En cualquier caso, sólo sabremos que nos depara el final si seguimos adelante.
El mercenario dejó su postura pensativa atrás, agarró el mango de la antorcha y prosiguió el camino. Esta vez, la distancia a la sala siguiente fue aún menor. Y además, parecía el final, o casi final, de la travesía bajo las toneladas de tierra que conformaban la montaña.
- A lo tonto nos hemos internado bastante en el abrigo de la maldita montaña-, comentó de pasada, mientras ojeaba cualquier pista que pudiera haber por el salón. - ¿Zydan? ¿El nombre del héroe que corona esta sala?
A Vincent, aquello le había extrañado sobremanera.
- ¿Por qué te haces pasar por él? ¿Era por algún tipo de engaño?. Sé que Zydan fue muy importante, pero no debes dejar de ser quien eres. Zydan puede guiarte, pero siempre serás Alward y eres tú quien toma tus buenas decisiones-, afirmó, tras lo cual siguió su inspección.
Algo se le escapaba al bueno del isleño.
- Vale, y cómo entramos ahí si está tapiada por un muro de piedra-, dijo, señalando con la testa el acceso cerrado. - No puedo explotar esa piedra maciza sin provocar un derrumbe. Morir no entra dentro de mis planes, y ya creé un derrumbe para Alward, hace tiempo, bella Katrina. No creo que le guste que lo repita-, comentó jocoso.
«Pero debe haber algo. La puerta de piedra no tiene forma de abrirse de forma manual.»
- No tiene pomo, tirador, cerradura, ni nada que se le parezca-, confirmó, mientras inspeccionaba la losa de piedra y el suelo justo en su base. - Esto tiene que tener truco-, susurró.
El rubio mercenario, algo frustrado después de no encontrar nada, alzó la vista hasta el techo.
«Un momento…»
- Parece un mosaico-, afirmó, alzando el brazo para iluminar mejor el techo. Tras ello, generó bolas de luces que alzó hasta llegar al techo abovedado. - Sí, es una representación de las estrellas. No, es mucho más que eso, es una representación de las constelaciones de estos grandes héroes.
«Se dice que todos aquellos que se sientan desamparados bajo una noche estrellada…»
- Un momento-, dijo, antes de mirar hacia el suelo y ponerse a pensar. - Se dice que todos aquellos que se sientan desamparados bajo una noche estrellada. Eso es. Se trata de eso-, comentó mucho más animado, volviendo la vista hacia el mosaico que había sobre sus cabezas. - Sí, claro, es ingenioso. Muchas piezas de cerámica están gastadas, pero no importa, el genio que hizo esto dejó las estrellas en relieve sobre el resto de la piedra, así tendría que pasar, mucho, muchísimo tiempo para que se desgastara de forma que no se pudiera apreciar la disposición de estas.
El brujo caminó por el suelo buscando lo que quería encontrar.
- Esta es la constelación del sabio Tyelpe ¿no? - preguntó mirando hacia Alward, para conseguir confirmación en su amigo, pues este conocía el libro mucho mejor que él, que sólo lo había leído una vez.
En cuánto estuvo seguro de que lo era, acercó uno de sus orbes de luz aún más a esa zona del relieve, y observó la constelación con mayor detenimiento. Pero no encontró nada, así que cambió su plan inicial y siguió con la mirada la dirección en la que apuntaba el arco, moviendo el orbe junto a su mirada…
Una sonrisa surcó sus labios.
Con un impulso de su magia se alzó hasta el techo y se aferró como pudo a dos de las estrellas en relieve.
- Joder, esto es complicado-, dijo por su posición precaria. - Pero si no me equivoco-, se soltó de un brazo y giró una de las estrellas del mosaico, y esta se hundió al llegar a la posición adecuada.
Luego lo hizo con otra, y otra, intercambiando los brazos con los que se sostenía para aguantar arriba. Tras girar varias y estas hundirse en el techo... No pasó nada.
El brujo se dejó caer al suelo.
- ¡Mierda! No lo entiendo, ninguna otra gira, son todas las que se pueden girar-, maldijo su suerte y falta de conocimiento. Pero en ese momento se dio cuenta de una cosa, - Es la constelación de Kaida. No nos encontramos ninguna sala o pasillo con símbolo o significado de esta heroína.
Vincent buscó con la mirada otra constelación, mientras se movía por el suelo. Y en cuánto dio con ella, repitió el mismo proceso que hiciera con la constelación de Kaida. Pero, esta vez, cuando una de las estrellas se hundió en el techo, al instante salieron todas hacia afuera, así como las de la primera constelación de Long.
Pero junto al movimiento de ellas, se escuchó el tan característico, como deseado, ruido raposo por la fricción de la losa que tapaba la puerta de la sala contigua.
Esta vez el brujo se dejó caer con una sonrisa de oreja a oreja.
- Claro, no podía ser de otro modo, estaba justo detrás de la constelación de Tyelpe. Creo que por eso soñé con Alice-, mentó, pues la segunda constelación era la de ella. - Se dice que todos aquellos que se sientan desamparados bajo una noche estrellada, pueden alzar su mirada y encontrarán el reconfortante abrazo de Tyelpe-, repitió la frase que tantas veces habría leído el bueno de Alward. - Protección, mis buenos amigos. Porque no es necesaria la magia para proteger un lugar que te importa. Con ingenio, solamente las personas que tengan los conocimientos adecuados podrán pasar. Era sabio ese elfo-, terminó por decir, extasiado por el ingenio depositado sobre aquella obra.
Vincent Calhoun
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Tyr
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