Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
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Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
En las callejuelas sombrías de Lunargenta, la ciudad nocturna resplandecía con un frío fulgor. Bajo la luz de la luna, los edificios antiguos parecían testigos silenciosos de intrigas entrelazadas y secretos oscuros. Las sombras danzaban en las esquinas, como si la propia ciudad guardara sus secretos con celo.
Los Adoradores de la Serpiente habían tejido sus hilos invisibles en los corazones de los ciudadanos, envolviendo la ciudad en una manta de temor y silenciosa sumisión. Las miradas eran cautelosas, los susurros apenas audibles, y las almas, atrapadas en una danza de engaño.
Alward avanzaba con Katrina a través de este paisaje gélido. Los edificios se alzaban como monumentos a la decadencia, sus fachadas revelando cicatrices de la manipulación de las Sierpes. Cada paso resonaba con la desconfianza impregnada en el aire. La noche estaba viva, pero no con la vitalidad de la esperanza, sino con la pulsante energía de un mal que acechaba en las sombras.
Las miradas furtivas y las conversaciones silenciadas a su paso hablaban de la penetrante influencia de los Adoradores. Las serpientes se enroscaban en los corazones de los ciudadanos, susurrando promesas engañosas y oscuros designios. La ciudad, que una vez pudo haber sido un faro de luz, se había transformado en un nido de serpientes, esperando su momento para deslizarse hacia el caos.
Entre callejones en penumbra y plazas desiertas, Alward y Katrina avanzaban, conscientes de que en este juego de sombras, cada paso debía ser calculado. Lunargenta, la joya corrompida, estaba a punto de revelar sus secretos más oscuros, y los Adoradores de la Serpiente eran la clave de una intriga que prometía cambiar el destino de la ciudad y aquellos que osaran desafiarla.
No tardaron en llegar a una de las plazas más grandes e importantes de la ciudad. Aquellas altas horas de la noche hacían que la afluencia de tránsito estuviera bajo mínimos, aun así eso no quería decir que estuviera desierta. En el centro de aquel espacio, iluminado solo por la luz mortecina de faroles parpadeantes, descubrieron un cartel que destacaba entre la penumbra.
El cartel, con el título intrigante de "Daga Nocturna, orgullo de la Luna", estaba pegado en la piedra desgastada de una antigua fuente. Las palabras estaban escritas con una elegancia que sugería habilidad y astucia. Junto a este cartel, sin embargo, se encontraban otros, repetidos y maltratados. Algunos estaban rotos, otros arrancados, pero lo más curioso era que siempre había un nuevo papel colocado encima del anterior.
-Alguien parece estar jugando a ser héroe.-Comentó Katrina proyectando su voz mágica hacia Alward.
El enmascarado no respondió, simplemente se quedó mirando el cartel con cierto interés.
-Se parece a ti, ¿No crees?-Dijo con un tono que desprendió cierto bromeo.
-Quizás sepa algo de ellos.-Dijo Alward aún estudiando el cartel.
-¿Cómo encontramos a alguien que no quiere ser encontrado?-Comentó Katrina desviando su atención a la plaza y a todos sus viandantes, que si bien no eran muchos, había una variedad suficiente como para que incluso ellos pasaran desapercibidos.
Los Adoradores de la Serpiente habían tejido sus hilos invisibles en los corazones de los ciudadanos, envolviendo la ciudad en una manta de temor y silenciosa sumisión. Las miradas eran cautelosas, los susurros apenas audibles, y las almas, atrapadas en una danza de engaño.
Alward avanzaba con Katrina a través de este paisaje gélido. Los edificios se alzaban como monumentos a la decadencia, sus fachadas revelando cicatrices de la manipulación de las Sierpes. Cada paso resonaba con la desconfianza impregnada en el aire. La noche estaba viva, pero no con la vitalidad de la esperanza, sino con la pulsante energía de un mal que acechaba en las sombras.
Las miradas furtivas y las conversaciones silenciadas a su paso hablaban de la penetrante influencia de los Adoradores. Las serpientes se enroscaban en los corazones de los ciudadanos, susurrando promesas engañosas y oscuros designios. La ciudad, que una vez pudo haber sido un faro de luz, se había transformado en un nido de serpientes, esperando su momento para deslizarse hacia el caos.
Entre callejones en penumbra y plazas desiertas, Alward y Katrina avanzaban, conscientes de que en este juego de sombras, cada paso debía ser calculado. Lunargenta, la joya corrompida, estaba a punto de revelar sus secretos más oscuros, y los Adoradores de la Serpiente eran la clave de una intriga que prometía cambiar el destino de la ciudad y aquellos que osaran desafiarla.
No tardaron en llegar a una de las plazas más grandes e importantes de la ciudad. Aquellas altas horas de la noche hacían que la afluencia de tránsito estuviera bajo mínimos, aun así eso no quería decir que estuviera desierta. En el centro de aquel espacio, iluminado solo por la luz mortecina de faroles parpadeantes, descubrieron un cartel que destacaba entre la penumbra.
El cartel, con el título intrigante de "Daga Nocturna, orgullo de la Luna", estaba pegado en la piedra desgastada de una antigua fuente. Las palabras estaban escritas con una elegancia que sugería habilidad y astucia. Junto a este cartel, sin embargo, se encontraban otros, repetidos y maltratados. Algunos estaban rotos, otros arrancados, pero lo más curioso era que siempre había un nuevo papel colocado encima del anterior.
- Daga Nocturna, orgullo de la Luna:
- Daga Nocturna, orgullo de la Luna[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
En el oscuro abrazo de la noche, cuando la luz de las estrellas besa las calles empedradas de Lunargenta, surge una sombra veloz, una danza furtiva entre las penumbras. De ella no conocemos el rostro, solo la silueta que se desliza como una luna creciente entre la oscuridad.
¡Oh, ciudadanos de Lunargenta, testigos de las hazañas nocturnas!
Ella es el orgullo de la luna, la justiciera que danza en la frontera entre la ley y la oscuridad a la que hemos dado el nombre de "Daga Nocturna", pues estas, sus armas, relucen como estrellas en la negrura, pero su rostro permanece envuelto en misterio, oculto tras la máscara que es su compañera y una capucha que le sirve de cobijo.
¿Quién es esta sombra que se alza en defensa de los débiles? ¿Una alma perdida redimida por la luz de la luna? ¿O acaso un espíritu errante que busca redención en los callejones?
No lo sabemos, pero sí sabemos de su valentía. Daga Nocturna no espera la recompensa ni la gloria. Se desliza por las sombras, restaurando la justicia allí donde la luz de la ley no alcanza. Los desamparados, los oprimidos, todos han sentido su toque.
¡Oh, Daga Nocturna, danzarina en la oscuridad, te aclamamos! Que tu sombra siga danzando, que tus dagas reluzcan y que tu misterio inspire a aquellos que ansían la justicia.Firmado: El Cronista de la Verdad
-Alguien parece estar jugando a ser héroe.-Comentó Katrina proyectando su voz mágica hacia Alward.
El enmascarado no respondió, simplemente se quedó mirando el cartel con cierto interés.
-Se parece a ti, ¿No crees?-Dijo con un tono que desprendió cierto bromeo.
-Quizás sepa algo de ellos.-Dijo Alward aún estudiando el cartel.
-¿Cómo encontramos a alguien que no quiere ser encontrado?-Comentó Katrina desviando su atención a la plaza y a todos sus viandantes, que si bien no eran muchos, había una variedad suficiente como para que incluso ellos pasaran desapercibidos.
Alward Sevna
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Una semana atrás.
Sede de Gnosis - Cerca de Lunargenta.
Sede de Gnosis - Cerca de Lunargenta.
Absurdo, no entiendo como pretendes aliarte con esos herejes.- Vociferaba irritado Dante mientras caminaba ansioso por la habitación circular.- Ellos solo alaban al dios de las mentiras y tú quieres que trabajemos con ellos… No entiendo Sol, no entiendo nada y me opongo rotundamente.
La arquitectura gótica se eleva majestuosamente, con arcos puntiagudos que se entrecruzaban en un techo abovedado, como si fueran los dedos entrelazados de gigantes en oración. Las paredes de piedra, gastadas por el tiempo, estaban adornadas con tapices que relatan gestas de valientes y sabios. Estatuas de mármol, representando guerreros y mártires de eras pasadas, se alineaban solemnemente rodeando el mesón central, sus rostros eternamente vigilantes y pensativos. Sobre una de ellas, Kvasir miraba en silencio a su amigo.
En el centro el protagonista de aquella sala era una mesa redonda rodeada por un aura de reverencia. Tallada en madera oscura, sus bordes estaban inscritos con runas y símbolos cuyos significados se han perdido en el tiempo. Clavadas en su superficie, como un bosque de acero y sombras, yacían espadas de aquellos que una vez se sentaron allí. Aquel solemne lugar era el sitio de reuniones en la sede principal de Gnosis. Ahí, sentado en una silla ornamentada, recibíamos las indicaciones de una nueva misión para el gremio.
Sobre la mesa, flotando en el aire como una visión etérea, se encontraba una fuente de luz mágica. No era una simple lámpara o un candelabro, sino una esfera luminiscente que irradia una luz suave y cambiante. Emitiendo un resplandor que resultaba a la vez calmante y enigmático, llenando el espacio con un sentimiento de esperanza y antigua sabiduría.
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Dante, de pie, caminaba errático por la habitación nervioso y notablemente incómodo por la petición del líder de las estrellas. Sol, por su parte, lo miraba con un rostro cálido, entendiendo su queja y tratando de calmar la cólera del joven con una media sonrisa empática.
Además, según lo que indicas, los líderes son unos sucios vampiros. - dijo cruzando miradas conmigo, resaltando el rechazo a la maldición y los de mi “tipo”. No me molesté, mi estima hacia mi compañero era nula y solo quería que por fin cerrara la boca y dejara a Corvo terminar de dictar las órdenes.
Sol miró al joven en silencio, dejando que solo se escuchara el chisporroteo del fuego de aquella luz mágica que brillaba eternamente en aquel salón. Con su mano acarició la mesa de madera con su palma áspera, propia de un hombre dedicado a su trabajo. Su máscara mecánica sobre el mesón recibía el brillo de la luz amarilla que se alzaba en el centro de la mesa redonda.
Entiendo tus quejas Pollux, pero no se trata de una situación moral ni mucho menos religiosa. No me interesan sus creencias paganas, aunque considero que igual son respetables, así como las tuyas. - Indicó con aquel tono cálido característico del líder para arropar la ira y zozobra del humano. Quien era profundamente creyente por su pasado traumático.
Las Sierpes han estado ganando terreno en la capital y su influencia poco a poco se extiende entre las sombras. La información que he podido recolectar sobre aquellos que alaban al dios de las mentiras aún es precaria, pero Betelgeuse tiene sus contactos en los bajos fondos. - Corvo se levantó y apoyó su cuerpo con ambos brazos sobre el mesón, intercambiando miradas conmigo y mi compañero, e incluso con el cuervo que custodiaba sobre la estatua de mármol.
La diplomacia es el arte de ganar guerras con palabras. No todo tiene porque significar un derramamiento de sangre, incluso aunque lo merezcan… El fin justifica los medios, no es una alianza lo que pretendemos lograr con aquellas serpientes, se trata de un tratado donde podamos cooperar hacia una meta en común.
Créeme, incluso yo sería capaz de pactar con la guardia si eso nos llevase a nuestros objetivos. - Dijo el humano con amargura recordando su pasado agrio con la guardia de Verisar y sus líderes incompetentes.
Así que sin discusión ambos irán a Lunargenta para asistir a una reunión con una de sus líderes, nuestro loco artista los acompañará para este primer encuentro, pero él tiene sus deberes con su constelación, es decir, están solos para atender las negociaciones con Las Sierpes.
Pero… - interrumpió el humano que rápidamente guardó silencio al notar su imprudencia con el líder.
No hay peros, cumplirán la misión y garantizarán que las serpientes estén a nuestro favor. Si en algún momento es necesario, créeme Dante - dijo ahora con un tono más familiar atreviéndose a usar su nombre real - nos aseguraremos de eliminar a las serpientes. Ellos dicen que uno de los hijos de Loki devorará el Sol, pero tranquilo que no temo a la oscuridad y Gnosis no soy yo. - Comentó basándose en la mitología de aquellos sectarios, recalcando nuevamente como estimaba a sus estrellas y por más que fuese el líder, él no se consideraba una pieza indispensable.
Me levanté de mi asiento y el cuervo voló entre graznidos para posarse sobre el hombro de Dante. Corvo guardó silencio y recogió su máscara sobre la mesa.
Mirando su invención con detenimiento ahora con tono melancólico comentó -Sirio consiguió información importante sobre la Dark Order y aunque no me agrade admitirlo, existen fuerzas en las sombras del continente que juegan un rol importante en cómo transcurren los hechos de Aerandir y aún no podemos combatirlas. Gnosis apenas nace, por eso es crucial crear alianzas que permitan conseguir información y asentar bases. Que nuestras raíces se extiendan por la tierra y cuando el momento lo permita nosotros tomaremos el protagónico… Y ningún gobierno, ningún gremio o secta, ningún dios o reino serán capaces de evitarnos.
Asentí serio a los comentarios y cruzando una mirada con mi compañero humano di media vuelta para marcharnos a la capital y contactar con Nerón.
Sirio - dijo Corvo a mis espaldas - encárgate tú de las palabras, no dejes que las emociones entorpezcan nuestros objetivos.
Off
Información sobre [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
- Inventario:
- Zagreus
Equipamiento- Item 1: Daga del crepúsculo arma a una mano versátil, la misma posee un filo dentado que le permite cortar, rasgar y penetrar. Por lo que la convierte en un objeto práctico no solo para el combate si no también como herramienta. Posee detalles afilados que permite a la daga ser usada desde varias posturas y continuar siendo letal y útil. Su agarre es ergonómico por lo que su uso es cómodo y debido a su tamaño puede ser ocultada con facilidad.
Posee detalles estéticos relacionados al motivo crepuscular de los vampiros Recibida como regalo de Fer´Avlis [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 2: Armadura Media Normal [Armadura Media] hecha en base a cuero y refuerzos en malla u otros materiales resistentes, otorga equilibrio entre protección y movilidad. Hace algo de ruido al moverse. De calidad Normal.
Vestimenta de cuero negro y apliques metálicos profusamente decorados. Posee placas que brindan mayor resistencia elaboradas de una mezcla de cuero y madera, después endurecidas en baños metálicos. Presenta un peto ornamentado con una apertura para poder encajar el rubí de Zagreus. Fue elaborada por el maestro curtidor [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
- Diseño:
- Item 3: Collar de Rubí de la familia Markov prenda con un Rubí carmesí, recuerdo del linaje de su familia extinta. Recibido como herencia [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Objetos limitados- Item 1: Volarcina [Elixir, Limitado, 2 usos] Esencia a base de raíz de volarce. Al rociar abundantemente con ella un objeto, disminuirá su peso a la mitad, facilitando su transporte. El efecto dura hasta dos rondas. Recibido en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 2: Poción de Salud [Elixir, Limitado, 1 Uso] Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos. Comprado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 3: Pesadilla Embotellada [Veneno, Limitado, 1 Uso] Líquido grisáceo oscuro que parece gas atrapado. Al contacto con el aire se levanta una nube negra, que al ser aspirada causará alucinaciones de los temores más profundos de la persona por un turno. Comprado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 4: Pistola de Gancho [Artilugio, Limitado, 1 Uso] Aparato complejo similar a una ballesta, que posee una firme, pero delgada cuerda terminada en un gancho metálico. Al lanzarse, se engancha para poder escalar fácilmente. Puede usarse como arma. Es posible recuperar su uso si se tienen algunos minutos para rebobinar la cuerda y volver a poner todo en su lugar. El objeto favorito de los murciélagos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 5: Esencia de Dulces Sueños [Veneno, Limitado, 1 Uso] Líquido transparente con un suave aroma a Anís. 5 minutos luego de beber al menos 100ml, la persona caerá en un profundo sueño. Golpear al afectado lo despertará.Comprado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 6: Inyección [Elixir, Limitado, 2 usos] [Artilugio, Limitado, 2 Usos] Tubo metálico que contiene un recipiente de vidrio y dos agujas. Optimiza el uso de una poción o veneno, al inyectarlo directamente al torrente sanguíneo. Permite consumir una carga de cualquier pócima o veneno para llenarla. Luego de eso, gastar una carga de este objeto equivale a usar el efecto de la mezcla usada (es decir, permite 2 usos de tal poción o veneno). No funciona con mezclas de calidad Épica o Legendaria. Estás pálido, ¿miedo a las agujas?. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 7: Manto de Ícaro[Artilugio, Limitado, 1 Uso] Pequeña mochila capaz de desplegar un paracaídas. Si el usuario tiene tiempo para volver a poner todo en su lugar tras aterrizar (al menos 5 minutos), recupera el uso gastado. Solo son útiles para descender, no para llegar al Sol. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Objetos consumibles- Item 1: Hongos de Lithe [Consumible] Al consumirse, producen un estado de conciencia alterada capaz de producir visiones y un gran bienestar. Útil para distraer enemigos (si consigues que lo consuman), reducir temporalmente las molestias de una herida o pasar una buena tarde en general. Conseguido en tirada [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] durante evento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 2: Lágrimas de Balder [Elixir, Consumible] Al verterlas sobre un animal salvaje, este se volverá dócil como un cachorrito durante el resto del tema. Conseguido en tirada [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] durante evento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 3: Medicina multipropósito [Elixir, Consumible] Analgésico, antiséptico, antibiótico y desinfectante todo en uno en base a hierbas. Puede ayudar con varias enfermedades. Se fabrican 3 por el costo de producción.Comprado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 4: Gema de sangre [Consumible, 2 unidades] Pequeño cristal con una gota carmesí en su centro. Rómpelo en tu mano y la sangre purificada de su interior te proporcionará un impulso de energía: Recuperas todos los usos de una habilidad de nivel 5 o inferior. Conseguido en Desafío [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 5: Cristal de sueños [Consumible] Si lo miras fijamente, podrías jurar que refleja imágenes de ciertos recuerdos vividos en una extraña noche que apenas eres capaz de evocar. Su efecto se libera al romperse y es el siguiente: Los recuerdos del laboratorio se dibujarán con claridad en tu mente durante un turno, lo suficiente para mitigar los daños de un aliado o causar máximo dolor a un enemigo. Conseguido en Evento social [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Dante y Kvasir
Equipamiento- Item 1: Herencia de Taquión Ballesta Montada Normal [Guante, Arma de Proyectil] Pequeña arma montada en un guante que permite lanzar dardos a cortas distancias. Posee una calidad Normal. Ver biografía de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] "Mejorado" en el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Objetos limitados (+1 por Habilidad racial humano: Siempre Listo)- Item 1: Toque Paralizante [Veneno, Limitado, 1 Uso] Esencia que, aplicada a un arma, hace que envenene al herir. El veneno, tras entrar al sistema, paralizará en cosa de segundos al afectado por un turno (el afectado puede moverse, pero muy lento). Cualquier objetivo afectado se vuelve inmune por una hora. El veneno se diluye del arma a los 10 minutos o tras afectar a 2 personas. Comprado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Item 1: Daga del crepúsculo arma a una mano versátil, la misma posee un filo dentado que le permite cortar, rasgar y penetrar. Por lo que la convierte en un objeto práctico no solo para el combate si no también como herramienta. Posee detalles afilados que permite a la daga ser usada desde varias posturas y continuar siendo letal y útil. Su agarre es ergonómico por lo que su uso es cómodo y debido a su tamaño puede ser ocultada con facilidad.
Última edición por Zagreus el Sáb 4 Mayo - 13:34, editado 2 veces
Zagreus
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Había vuelto al norte, dejando tras de si, una vez más, las verdes profundidades de Sandorai. Cuando había huido del bosque y de sus propios congéneres, seis meses atrás, lo había hecho con el convencimiento de que jamás volvería a pisar aquellos parajes. Volver a hacerlo había causado en él más nostalgia y dolor de lo que había podido imaginar. El bosque siempre había sido su hogar y, aunque se había reencontrado con su familia en las gélidas montañas del norte del continente, algo en él seguía diciéndole que aquel no era su lugar. Que debía volver a Sandorai, que debía volver a su origen.
La nieve crujió bajo sus botas cuando pisó el primer tramo helado de la estepa. Le quedaba menos de una jornada de trasiego, antes de alcanzar su destino. El blanco paisaje ante él era hermoso y a su vez desolador. Notó el gélido toque de la nieve en su rostro, sobre una de sus mejillas. ¿Nevaba acaso? Observó el cielo sobre él, que permanecía extrañamente despejado en aquella época del año. El frío era algo a lo que no tenía claro que pudiera acostumbrarse Encogiéndose de hombros, continuó su caminata.
Llevaba a buen recaudo todos los encargos que ellas le habían encomendado y sonrió al imaginar la cara de felicidad que pondrían al verlo. Era extraño tener un lugar al que regresar, más extraño aún sentir que uno no deseaba partir de él. Se alegrarían de volver a verlo… él también. Partir al sur había sido una decisión poco razonable, a sabiendas de lo que podría encontrarse en su camino. Pero lo había añorado… mucho más de lo que estaba dispuesto a confesarse a si mismo. Aquellos helados parajes, aunque hermosos, carecían de vida. La nieve y el hielo opacaban cualquier conexión que uno pudiese sentir con la tierra.
Notó una gota de agua en su frente. ¿Llovía? Alzó nuevamente la mirada hacia el cielo, para encontrar de nuevo aquella despejada mañana ¿o acaso era de tarde? Otra invisible gota alcanzó su rostro y un intenso olor a humedad llenó sus fosas nasales. Pestañeó un par de veces aturdido y, cuando abrió los ojos, se encontró de frente con la oscura pared de su celda.
Gruñó su disconformidad, mientras se giraba para observar la bóveda que se encontraba sobre él, oscura en comparación con el claro cielo que le habían mostrado sus sueños. El frio suelo a su espalda estaba húmedo, aunque no lo suficiente como para calar sus ropas. Se preguntó cuántos días habían pasado ya desde que lo habían encerrado en aquel lugar, pero nada en aquella pequeña habitación permitía medir el paso del tiempo: ni ventanas, ni luz, ni compañía. Pensó entonces en el sueño, una alegoría a una libertad que en aquel momento no poseía. Aunque aquella falsa esperanza era mejor que las pesadillas. Cualquier cosa era mejor que las pesadillas.
Se sentó, apoyando la espalda en la pared, frotando su mejilla derecha, aquella sobre la que se había quedado dormido y que, en aquel momento, permanecía entumecida a causa del frío. El sonido de una gota golpeando la piedra le hizo desviar su atención. Tras ella, otras muchas repitieron su periplo. ¿Llovería realmente en el exterior? Se preguntó con curiosidad si aquella fuga sería suficiente como para llenar su celda de agua y permitirle morir ahogado, o si, en un poco inesperado devenir de los acontecimientos, moriría antes de inanición.
Dejó caer la cabeza hacia atrás, apoyándola en el frío muro a su espalda. Contando las gotas que golpeaban a un ritmo constante el suelo de la celda. Siempre cabía la posibilidad de que enloqueciese antes.
Se había vuelto a dormir… o eso creía, si tenía en cuenta los incoherentes acontecimientos que acababa de vivir, más propios de un estado onírico que de la conciencia. Parpadeó un par de veces, acostumbrándose a una luz que le llegaba desde la puerta de la celda. Una luz que no había estado allí minutos antes, así como tampoco lo habían estado las tres figuras encapuchadas que se encontraban en ese momento ante él.
Dos de ellas cuchicheaban, a unos metros de él, tan lejos de su persona como les permitía e3 pequeño espacio en el que se encontraban. Se detuvieron al ver que estaba despierto. La tercera figura lo observaba de cerca, expectante. O al menos eso intuía el elfo, pues su rostro se encontraba oculto tras una peculiar máscara. El peliblanco le sostuvo la mirada, sin moverse y, tras varios minutos, aquella persona (fuese quien fuese) se apartó de él y, con unas rápidas indicaciones, ordenó que lo sacaran de aquella celda.
Tarek se dejó arrastrar, demasiado cansado para oponerse, demasiado débil para luchar. Sus piernas se resintieron cuando lo pusieron en pie y un sinfín de finales, para aquella precaria situación, pasaron por su mente. El más terrible de todos ellos personificado por unos ojos verdes y un viaje al sur de Sandorai. No debería haber vuelto. Una vocecilla en el fondo de su cabeza sugirió que, quizás, no tuviese nada que ver con su antiguo clan, pero ¿qué otra razón podía llevar a alguien a atraparlo precisamente a él en aquella ciudad? Recordó los acontecimientos que había vivido la única vez que había pisado la urbe, pero dudó que lo sucedido con aquella muchacha humana tuviese relación. Tenía que ser obra de los Ojosverdes, no podía existir otra explicación.
Lo siguiente que notó fue como uno de los muros del túnel por el que lo arrastraban colapsó contra él… o más bien, como él mismo caía contra una de las paredes de aquel estrecho pasaje, empujado por sus captores. Las figuras que lo habían guiado hasta allí, parecía ahora centradas en algo o alguien, ubicado al final de túnel. Tarek observó el brillo de un filo en la distancia y, aprovechando la interrupción, se deslizó lejos de los enmascarados. Apenas había avanzado unos metros, cuando los gritos se alzaron a su espalda, acompañados del desagradable sonido de la sangre bañando las paredes.
El túnel se bifurcaba un poco más adelante y el elfo, incapaz de distinguir cual era el camino correcto, tomó el desvío a su derecha. Debía alejarse de aquella batalla. Fuese lo que fuese lo que estaba sucediendo tras él, tenía claro que no quería participar en ello. Sin embargo, una mano detuvo su avance. La figura que les había cerrado el paso unos minutos antes, se encontraba en ese momento a su lado, agarrándolo por un brazo. El filo que había empuñado unos minutos antes, se encontraba de nuevo a buen recaudo en su funda. La figura vestida de negro y enmascarada, pero las curvas de su cuerpo denotaban que era una mujer.
- Es mejor que no sigas ese camino –la voz de su salvadora le llegó como en un susurro- Por aquí.
Soltándolo, tomó la delantera, regresando por el mismo túnel por el que había llegado. Sin muchas más opciones, el elfo la siguió, encontrando minutos más tarde los cadáveres de sus tres captores esparcidos en distintos puntos del pasaje.
- ¿Quiénes eran? –preguntó el elfo, con la voz rasgada por la falta de uso.
- No sufras por ellos –contestó la figura, usando de nuevo aquel extraño susurro- No te deparaban nada bueno.
Continuaron caminando en silencio, hasta que la luz de la noche se materializó ante ellos, en lo que pareció el final del túnel. Sin dirigirle ni una palabra más, la mujer se desvaneció entre las sombras y, cansado como estaba, Tarek tardó unos instantes en darse cuenta de lo que acababa de suceder. Contempló el espacio dejado por su salvadora, preguntándose qué había sido todo aquello. Llevaba probablemente días desaparecido, secuestrado por un grupo de personas cuyas identidades y razones desconocía, así como también ignoraba quién era aquella figura que había ido en su rescate y porqué lo había hecho.
Aunque aquella última cuestión pronto obtuvo respuesta, cuando una voz se alzó en la noche, gritando con júbilo.
- ¡Daga Nocturna! ¡La he visto! ¡Ha sido Daga Nocturna! –el hombre en cuestión, un humano, se acercó hasta Tarek pletórico- Te ha salvado. ¡Ella te ha salvado! –dirigiéndose entonces a la gente que se asomaba por las ventanas de las casas cercanas y los callejones aledaños, añadió- ¡Lo he visto! ¡Lo ha salvado! ¡Daga Nocturna lo ha salvado!
Se vio rodeado entonces por una marea de gente que, con el mismo júbilo que el primer espontáneo, comentaban lo sucedido. Algunos parecieron dirigirse a él, para preguntarle por lo ocurrido, pero el hombre que había dado la voz de alarma parecía haberse autoproclamado su valido, contestando a preguntas que nadie le dirigía. Lo arrastraron entonces hasta una taberna cercana y al grupo que se había formado a su alrededor se unieron progresivamente más personas, mientras otras se alejaban para difundir lo ocurrido por la ciudad. Se vio rodeado de un número cada vez mayor de humanos, que se distribuyeron entorno a la mesa en la cual lo obligaron a sentarse. Tarek se preguntó qué demonios había hecho con su vida, para acabar compartiendo mesa con medio centenar de humanos. Pero sobre todo se preguntó si tardarían mucho en traerle algo de comer. Llevaba días sin probar bocado.
La nieve crujió bajo sus botas cuando pisó el primer tramo helado de la estepa. Le quedaba menos de una jornada de trasiego, antes de alcanzar su destino. El blanco paisaje ante él era hermoso y a su vez desolador. Notó el gélido toque de la nieve en su rostro, sobre una de sus mejillas. ¿Nevaba acaso? Observó el cielo sobre él, que permanecía extrañamente despejado en aquella época del año. El frío era algo a lo que no tenía claro que pudiera acostumbrarse Encogiéndose de hombros, continuó su caminata.
Llevaba a buen recaudo todos los encargos que ellas le habían encomendado y sonrió al imaginar la cara de felicidad que pondrían al verlo. Era extraño tener un lugar al que regresar, más extraño aún sentir que uno no deseaba partir de él. Se alegrarían de volver a verlo… él también. Partir al sur había sido una decisión poco razonable, a sabiendas de lo que podría encontrarse en su camino. Pero lo había añorado… mucho más de lo que estaba dispuesto a confesarse a si mismo. Aquellos helados parajes, aunque hermosos, carecían de vida. La nieve y el hielo opacaban cualquier conexión que uno pudiese sentir con la tierra.
Notó una gota de agua en su frente. ¿Llovía? Alzó nuevamente la mirada hacia el cielo, para encontrar de nuevo aquella despejada mañana ¿o acaso era de tarde? Otra invisible gota alcanzó su rostro y un intenso olor a humedad llenó sus fosas nasales. Pestañeó un par de veces aturdido y, cuando abrió los ojos, se encontró de frente con la oscura pared de su celda.
Gruñó su disconformidad, mientras se giraba para observar la bóveda que se encontraba sobre él, oscura en comparación con el claro cielo que le habían mostrado sus sueños. El frio suelo a su espalda estaba húmedo, aunque no lo suficiente como para calar sus ropas. Se preguntó cuántos días habían pasado ya desde que lo habían encerrado en aquel lugar, pero nada en aquella pequeña habitación permitía medir el paso del tiempo: ni ventanas, ni luz, ni compañía. Pensó entonces en el sueño, una alegoría a una libertad que en aquel momento no poseía. Aunque aquella falsa esperanza era mejor que las pesadillas. Cualquier cosa era mejor que las pesadillas.
Se sentó, apoyando la espalda en la pared, frotando su mejilla derecha, aquella sobre la que se había quedado dormido y que, en aquel momento, permanecía entumecida a causa del frío. El sonido de una gota golpeando la piedra le hizo desviar su atención. Tras ella, otras muchas repitieron su periplo. ¿Llovería realmente en el exterior? Se preguntó con curiosidad si aquella fuga sería suficiente como para llenar su celda de agua y permitirle morir ahogado, o si, en un poco inesperado devenir de los acontecimientos, moriría antes de inanición.
Dejó caer la cabeza hacia atrás, apoyándola en el frío muro a su espalda. Contando las gotas que golpeaban a un ritmo constante el suelo de la celda. Siempre cabía la posibilidad de que enloqueciese antes.
[…]
Se había vuelto a dormir… o eso creía, si tenía en cuenta los incoherentes acontecimientos que acababa de vivir, más propios de un estado onírico que de la conciencia. Parpadeó un par de veces, acostumbrándose a una luz que le llegaba desde la puerta de la celda. Una luz que no había estado allí minutos antes, así como tampoco lo habían estado las tres figuras encapuchadas que se encontraban en ese momento ante él.
Dos de ellas cuchicheaban, a unos metros de él, tan lejos de su persona como les permitía e3 pequeño espacio en el que se encontraban. Se detuvieron al ver que estaba despierto. La tercera figura lo observaba de cerca, expectante. O al menos eso intuía el elfo, pues su rostro se encontraba oculto tras una peculiar máscara. El peliblanco le sostuvo la mirada, sin moverse y, tras varios minutos, aquella persona (fuese quien fuese) se apartó de él y, con unas rápidas indicaciones, ordenó que lo sacaran de aquella celda.
Tarek se dejó arrastrar, demasiado cansado para oponerse, demasiado débil para luchar. Sus piernas se resintieron cuando lo pusieron en pie y un sinfín de finales, para aquella precaria situación, pasaron por su mente. El más terrible de todos ellos personificado por unos ojos verdes y un viaje al sur de Sandorai. No debería haber vuelto. Una vocecilla en el fondo de su cabeza sugirió que, quizás, no tuviese nada que ver con su antiguo clan, pero ¿qué otra razón podía llevar a alguien a atraparlo precisamente a él en aquella ciudad? Recordó los acontecimientos que había vivido la única vez que había pisado la urbe, pero dudó que lo sucedido con aquella muchacha humana tuviese relación. Tenía que ser obra de los Ojosverdes, no podía existir otra explicación.
Lo siguiente que notó fue como uno de los muros del túnel por el que lo arrastraban colapsó contra él… o más bien, como él mismo caía contra una de las paredes de aquel estrecho pasaje, empujado por sus captores. Las figuras que lo habían guiado hasta allí, parecía ahora centradas en algo o alguien, ubicado al final de túnel. Tarek observó el brillo de un filo en la distancia y, aprovechando la interrupción, se deslizó lejos de los enmascarados. Apenas había avanzado unos metros, cuando los gritos se alzaron a su espalda, acompañados del desagradable sonido de la sangre bañando las paredes.
El túnel se bifurcaba un poco más adelante y el elfo, incapaz de distinguir cual era el camino correcto, tomó el desvío a su derecha. Debía alejarse de aquella batalla. Fuese lo que fuese lo que estaba sucediendo tras él, tenía claro que no quería participar en ello. Sin embargo, una mano detuvo su avance. La figura que les había cerrado el paso unos minutos antes, se encontraba en ese momento a su lado, agarrándolo por un brazo. El filo que había empuñado unos minutos antes, se encontraba de nuevo a buen recaudo en su funda. La figura vestida de negro y enmascarada, pero las curvas de su cuerpo denotaban que era una mujer.
- Es mejor que no sigas ese camino –la voz de su salvadora le llegó como en un susurro- Por aquí.
Soltándolo, tomó la delantera, regresando por el mismo túnel por el que había llegado. Sin muchas más opciones, el elfo la siguió, encontrando minutos más tarde los cadáveres de sus tres captores esparcidos en distintos puntos del pasaje.
- ¿Quiénes eran? –preguntó el elfo, con la voz rasgada por la falta de uso.
- No sufras por ellos –contestó la figura, usando de nuevo aquel extraño susurro- No te deparaban nada bueno.
Continuaron caminando en silencio, hasta que la luz de la noche se materializó ante ellos, en lo que pareció el final del túnel. Sin dirigirle ni una palabra más, la mujer se desvaneció entre las sombras y, cansado como estaba, Tarek tardó unos instantes en darse cuenta de lo que acababa de suceder. Contempló el espacio dejado por su salvadora, preguntándose qué había sido todo aquello. Llevaba probablemente días desaparecido, secuestrado por un grupo de personas cuyas identidades y razones desconocía, así como también ignoraba quién era aquella figura que había ido en su rescate y porqué lo había hecho.
Aunque aquella última cuestión pronto obtuvo respuesta, cuando una voz se alzó en la noche, gritando con júbilo.
- ¡Daga Nocturna! ¡La he visto! ¡Ha sido Daga Nocturna! –el hombre en cuestión, un humano, se acercó hasta Tarek pletórico- Te ha salvado. ¡Ella te ha salvado! –dirigiéndose entonces a la gente que se asomaba por las ventanas de las casas cercanas y los callejones aledaños, añadió- ¡Lo he visto! ¡Lo ha salvado! ¡Daga Nocturna lo ha salvado!
Se vio rodeado entonces por una marea de gente que, con el mismo júbilo que el primer espontáneo, comentaban lo sucedido. Algunos parecieron dirigirse a él, para preguntarle por lo ocurrido, pero el hombre que había dado la voz de alarma parecía haberse autoproclamado su valido, contestando a preguntas que nadie le dirigía. Lo arrastraron entonces hasta una taberna cercana y al grupo que se había formado a su alrededor se unieron progresivamente más personas, mientras otras se alejaban para difundir lo ocurrido por la ciudad. Se vio rodeado de un número cada vez mayor de humanos, que se distribuyeron entorno a la mesa en la cual lo obligaron a sentarse. Tarek se preguntó qué demonios había hecho con su vida, para acabar compartiendo mesa con medio centenar de humanos. Pero sobre todo se preguntó si tardarían mucho en traerle algo de comer. Llevaba días sin probar bocado.
Tarek Inglorien
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
En la búsqueda de alguien que se escondía en las sombras, Alward y Katrina se sumergieron en los callejones polvorientos de Lunargenta. El anochecer pintaba con trazos oscuros el cielo, y las luces débiles de faroles tintineaban como estrellas lejanas. El eco de sus pasos resonaba en las paredes de ladrillos gastados, anunciando su presencia en este reino nocturno.
Entre el bullicio de la ciudad, los aventureros llegaron a una taberna que emanaba murmullos como secretos susurrados por el viento. La fachada, desgastada por el tiempo y la negligencia, guardaba en su interior historias tantas veces contadas y olvidadas. Empujaron la puerta chirriante, y un resplandor cálido les dio la bienvenida, contrastando con la oscuridad del exterior.
El humo espeso flotaba en el aire, impregnando la estancia con un aroma a madera y especias. La taberna, con sus mesas desgastadas y sus clientes variopintos, era un refugio para aquellos que preferían las penumbras de la noche.
En un rincón oscuro, Alward y Katrina encontraron un asiento estratégico. Las voces se mezclaban entre sí de forma caótica, y los parroquianos parecían disfrutar de una velada entretenida. Entre ellos, un elfo de rostro familiar para la pareja parecía liderar el grupo.
-¿Te acuerdas de él?-Preguntó Alward a Katrina.-¿Cómo se llamaba?
-Tarek.-Respondió la vampiresa proyectando su voz mágica hacia su compañero.
-Creía que nos odiaba. A los humanos. Y parece que ellos lo aclaman como a un héroe.-Comentó con cierto sarcasmo, a lo que Katrina respondió con una sutil sonrisa de condescendencia bajo su capucha, ya que ambos tenían que ocultar sus identidades en Lunargenta después de todo.-Me pregunto qué hará aquí...-Pensó en voz alta.
En un estruendoso quiebre de la animada escena, un anciano de espaldas encorvadas, cojo y cargado de una notable dosis de malhumor, irrumpió en el espacio, despejando un rastro de silencio a su alrededor. Con cada paso lento ayudado de su bastón resonaba la fuerza de su presencia, como si estuviera marcando el compás de una danza macabra.
-¡Silencio, insensatos!-Bramó con voz ronca, rasgando la atmósfera bulliciosa de la taberna. El tintineo de las risas se desvaneció ante la mirada reprobadora del anciano.-¿Acaso habéis olvidado a quién servís?
Con un crujido de madera, el anciano se dirigió con pasos inseguros hacia un par de parroquianos desprevenidos que, sin darse cuenta, se habían dejado llevar por la efervescencia de la velada. Uno era un hombre fornido con barba tupida y el otro, una joven de cabello oscuro que llevaba consigo una risa contagiosa.
-¡Tú y tú!-Los señaló con el bastón, casi a base de golpecitos.-Sabéis muy bien que tenéis cita esta noche con El Mentiroso. ¡Dejaos de comportaros como niños y cumplid vuestro deber!
El par de parroquianos, visiblemente intimidados, asintieron rápidamente. El resto observaba en silencio, como si de un maestro que está regañando a sus alumnos se tratase.
-¡Hablar de Daga Nocturna podría atraer atención no deseada!-Bramó una vez más, antes de dirigirse directamente a Tarek.-Elfo, nada de ata aquí. Sigue tu camino y disfruta de tu segunda oportunidad lejos de esta ciudad infestada por la corrupción.
De pronto, un hombre de mediana edad, con una mezcla de cansancio y preocupación en su rostro entraba en escena. Su presencia hizo que las miradas se volvieran hacia él, y el murmullo, aunque todavía presente, se suavizó en anticipación.
-Abuelo, por favor, no otra vez.-Suspiró. Era el dueño de la taberna; un hombre fornido con un delantal manchado y un rostro curtido por los años de lidiar con clientes y situaciones diversas. Se acercó al anciano cojeante, colocando con gentileza una mano en su hombro.
-¿Qué hay de malo celebrar un poco?-Protestó uno de los parroquianos, uno ajeno a aquellos dos que tenían cita con El Mentiroso.-¡Esas malditas serpientes nos ahogan con sus reglas y restricciones!-Dio un golpe en la mesa, frustrado y casi al instante arrepentido de haber alzado la voz y haber dicho eso.
-¡Nos matarán a todos por oírte decir eso!-Bramó de nuevo el anciano, siendo cortado por su nieto al instante, ya que iba a seguir relatando.
Tras eso, el dueño de la taberna lanzó una mirada de disculpa al resto de los clientes y al mismo Tarek.
-Mis disculpas a todos por este pequeño desliz. Mi abuelo, aunque sabio, tiene la costumbre de recordarnos qué es lo mejor para todos.-Dirigió una mirada de complicidad a los demás, tratando de disolver la tensión que su pariente había creado.
El anciano, sin embargo, seguía murmurando entre dientes, y aunque el dueño de la taberna seguía intentando calmarlo, la única respuesta fue un resoplido iracundo.
A medida que el tiempo avanzaba, la taberna retomó gradualmente su ritmo. Las conversaciones se reanudaron, las risas volvieron a llenar el aire, y el dueño de la taberna, con un gesto apologeta, tomó las órdenes de Alward y Katrina que no habían dudado en cenar. En parte para pasar desapercibidos, y en parte porque lo necesitaban.
Más tarde, para cobrarse la cuenta, Alward retuvo al dueño del lugar, el cual parecía ser el único empleado allí esa noche, cosa que era extraña. Katrina escrutaba el lugar con detenimiento, por si se percataba de movimientos extraños.
-Acabo de llegar a la ciudad y no me ha sido ajeno enterarme por encima del revuelo que se ha formado. Quiero saber más-Declaró Alward, dejando un aero adicional sobre la mesa junto con el pago por la cena.-Es posible que tenga más de esos si la información es buena.
El hombre recogió el pago con la propina correspondiente y se sentó junto al enmascarado, aunque no sin cierto nerviosismo evidente ante la oscura apariencia de Alward.
-Pues quién lo diría. Pareces uno de ellos.-Comentó el hombre, algo incómodo por la máscara del Sevna.
-No. No lo soy. Si perteneces a una secta, lo que menos quieres que sepan es tu identidad, y esta máscara me delataría.-Respondió en su defensa.-Solo soy un viajero. Vengo desde Roilkat y me parece extraño que la capital esté así. Más aún que lo consienta la Guardia, el alcalde o incluso el Rey.
-Pfff-Resopló-Esos no se enteran de nada. Es más, hay quienes dicen que la corrupción llega hasta ellos.
Esa sospecha no era nueva para Alward. Sus enemigos no solo controlaban la fe del pueblo, sino también su diplomacia y su ejército. La ironía de que nadie más pareciera darse cuenta le pesaba. Solo él, y quizás...
-¿Y esa "Daga Nocturna"?-Preguntó, con cierta curiosidad.-¿De dónde sale? ¿Qué es lo que hace?
-Ella... bueno.-El hombre titubeó antes de ser interrumpido por la reaparición del anciano. Se plantó en la mesa murmurando maldiciones que rozaban lo inaudible, dirigidas a Alward y a su propio nieto por retomar la conversación sobre esa misteriosa mujer.
-¿Qué tiene que pasar para que los jóvenes os deis cuenta de cuál es vuestro lugar?-Masculló entre dientes casi desgarrándose la garganta para no pegar una voz que dejara sordo tanto a su nieto como a Alward. Katrina, por su parte, analizó de arriba a abajo al anciano. No se le veía maldad, pero sí una ansiedad excesiva y unos malos humos que enmascaraban una preocupación latente en su ser.-¿Tienen que quemar una casa?-Acercó una silla vacía de una mesa cercana a la de Alward y Katrina y se sentó, apoyado en su bastón.-¿Secuestrarnos? ¿Torturarnos?-Preguntaba soltando algún que otro perdigón de saliva, a lo que Katrina reaccionó con un gesto con poco decoro de asco.
-Puedo ayudaros.-Dijo Alward haciendo entrar en silencio a los dos hombres, que se miraban sin entender muy bien si de verdad habían oído aquellas palabras que ellos creían haber oído.-Estoy dispuesto a hacer algo, pero antes necesito información.
En tanto, Katrina, siempre silenciosa, se adentró en los oscuros recovecos de la mente del tabernero. Sus miedos y desconfianzas, no solo hacia Alward sino también hacia la ciudad en general, eran evidentes. Quería creer en el enmascarado, pero dudaba. "¿Sería esto alguna artimaña?", es lo que más se preguntaba aquel pobre hombre.
El anciano masculló alguna que otra maldición más mientras apartaba la mirada. La vampiresa siguió indagando en la mente de su nieto, intentando que este diese el paso para confiar en Alward y así le facilitase información. Tan solo necesitaba un empujón, un aventón de ánimo y confianza; un atisbo de esperanza. Katrina intentó hacer florecer aquellos sentimientos. Era un buen hombre después de todo.
Finalmente, sus ojos llenos de una renovada esperanza se cruzaron con los del enmascarado.
-Daga Nocturna apareció antes que los Adoradores de la Serpiente.-Declaró.-La ciudad ya vivía sus peores días en términos de delincuencia, con grupos organizados y contrabando desbordando las calles. Al parecer, tanto el Rey como la Guardia han olvidado Lunargenta. Sus miradas están fijas en el oeste.
-Manejar una nación no es fácil, y acabar con la corrupción tampoco. Sin duda, vuestros gobernantes os han fallado.-Comentó el Sevna, decepcionado.
-A falta de seguridad en las calles, Daga Nocturna se alzó como la justiciera que necesitábamos. Llegaba a donde la Guardia no podía llegar, hacía lo que era necesario para salvar vidas inocentes.
-¿Mató?-Preguntó el Sevna, curioso.
-Sí que mató. ¡Claro que mató!-Intervino indignado el anciano.-Este mundo es así, es cruel. Si no cazas, te cazan.
Alward asintió, sin decir nada más al respecto. Entonces, el tabernero prosiguió.
-Entonces, un día aparecieron los Adoradores. Nadie sabe cómo, pero se rumoreaba que operaban en las catacumbas de la ciudad hasta que finalmente se ganaron los suficientes seguidores como para hacer ruido y prohibir el culto a todos los dioses en la ciudad. Únicamente hay una corriente de pensamiento: la suya. Tan solo hay un dios válido: Loki. Han quemado templos, las casas de aquellos que alzaron la voz contra ellos, e incluso hubo una revuelta provocada por los propios Adoradores para que el "libertinaje" con el que se supone que vivimos sea vigilado y controlado debido a supuestas persecuciones que ellos fingen sufrir tan solo por tener una perspectiva diferente de la vida.-Apretó los dientes, furioso con su propio relato.-¡Ellos son los que persiguen a los que piensan diferente! Maldita sea...
-¿Cómo su influencia llegó a tanta gente?-Preguntó Alward, tan enfurecido como el propio tabernero ante la situación que le había descrito.
-Comenzaron presentándose como la alternativa para los desfavorecidos que no tenían nada. Poco a poco, sus promesas se extendieron a las clases más humildes y, de repente, toda la ciudad cayó bajo el embrujo de sus palabras llenas de promesas sobre la salvación y el renacer del mundo si renunciábamos a nuestros pecados, rompíamos con nuestro pasado y caminábamos juntos hacia una nueva vida.
-¿Y Daga Nocturna lucha contra ellos?
-Sí.-Asintió.-Hace lo que puede con lo poco que tiene. La Guardia se le echa encima por sus actuaciones fuera de la Ley y los propios sectarios la quieren muerta, por lo que su resistencia es bastante difícil.
-¡E inútil!-Añadió el anciano.
-¿Alguna idea de cómo puedo dar con ella? Si unimos fuerzas, puede que logremos cambiar algo.
-Ojalá sea verdad.-Declaró el hombre, aferrado a cualquier pequeña esperanza pero con pocas expectativas.-Por desgracia no tengo ni idea de cómo puedes dar con ella.
El anciano gruñó, como si quisiera decir algo. Pero algo en su interior lo retenía. Entonces, Katrina con astucia arremetió contra los sentimientos del anciano y estos colapsaron unos con otros, haciendo que la inhibición que este tenía fuese anulada.
-Hay ciertas personas que tienen que ir a adorar al Mentiroso. Para ellos es el guía de todo esto, es el cambio mismo que hará que mediante el caos se pueda hacer venir a un futuro mejor.-Masculló algunos improperios hacia él mismo antes de continuar.-Podrías hacerte pasar por alguno de ellos y colarte directamente en un rito de esos Adoradores.
-¡Allí podrías dar con Daga Nocturna! Además de acercarte a esos sectarios.-Comentó el tabernero algo emocionado.
-Ella siempre intenta interrumpir sus ritos.-Asintió.-Algunas veces le sale bien, otras le sale mal.
-Bien.-Asintió el enmascarado.-Creo que tenemos la base de un plan.
Entre el bullicio de la ciudad, los aventureros llegaron a una taberna que emanaba murmullos como secretos susurrados por el viento. La fachada, desgastada por el tiempo y la negligencia, guardaba en su interior historias tantas veces contadas y olvidadas. Empujaron la puerta chirriante, y un resplandor cálido les dio la bienvenida, contrastando con la oscuridad del exterior.
El humo espeso flotaba en el aire, impregnando la estancia con un aroma a madera y especias. La taberna, con sus mesas desgastadas y sus clientes variopintos, era un refugio para aquellos que preferían las penumbras de la noche.
En un rincón oscuro, Alward y Katrina encontraron un asiento estratégico. Las voces se mezclaban entre sí de forma caótica, y los parroquianos parecían disfrutar de una velada entretenida. Entre ellos, un elfo de rostro familiar para la pareja parecía liderar el grupo.
-¿Te acuerdas de él?-Preguntó Alward a Katrina.-¿Cómo se llamaba?
-Tarek.-Respondió la vampiresa proyectando su voz mágica hacia su compañero.
-Creía que nos odiaba. A los humanos. Y parece que ellos lo aclaman como a un héroe.-Comentó con cierto sarcasmo, a lo que Katrina respondió con una sutil sonrisa de condescendencia bajo su capucha, ya que ambos tenían que ocultar sus identidades en Lunargenta después de todo.-Me pregunto qué hará aquí...-Pensó en voz alta.
En un estruendoso quiebre de la animada escena, un anciano de espaldas encorvadas, cojo y cargado de una notable dosis de malhumor, irrumpió en el espacio, despejando un rastro de silencio a su alrededor. Con cada paso lento ayudado de su bastón resonaba la fuerza de su presencia, como si estuviera marcando el compás de una danza macabra.
-¡Silencio, insensatos!-Bramó con voz ronca, rasgando la atmósfera bulliciosa de la taberna. El tintineo de las risas se desvaneció ante la mirada reprobadora del anciano.-¿Acaso habéis olvidado a quién servís?
Con un crujido de madera, el anciano se dirigió con pasos inseguros hacia un par de parroquianos desprevenidos que, sin darse cuenta, se habían dejado llevar por la efervescencia de la velada. Uno era un hombre fornido con barba tupida y el otro, una joven de cabello oscuro que llevaba consigo una risa contagiosa.
-¡Tú y tú!-Los señaló con el bastón, casi a base de golpecitos.-Sabéis muy bien que tenéis cita esta noche con El Mentiroso. ¡Dejaos de comportaros como niños y cumplid vuestro deber!
El par de parroquianos, visiblemente intimidados, asintieron rápidamente. El resto observaba en silencio, como si de un maestro que está regañando a sus alumnos se tratase.
-¡Hablar de Daga Nocturna podría atraer atención no deseada!-Bramó una vez más, antes de dirigirse directamente a Tarek.-Elfo, nada de ata aquí. Sigue tu camino y disfruta de tu segunda oportunidad lejos de esta ciudad infestada por la corrupción.
De pronto, un hombre de mediana edad, con una mezcla de cansancio y preocupación en su rostro entraba en escena. Su presencia hizo que las miradas se volvieran hacia él, y el murmullo, aunque todavía presente, se suavizó en anticipación.
-Abuelo, por favor, no otra vez.-Suspiró. Era el dueño de la taberna; un hombre fornido con un delantal manchado y un rostro curtido por los años de lidiar con clientes y situaciones diversas. Se acercó al anciano cojeante, colocando con gentileza una mano en su hombro.
-¿Qué hay de malo celebrar un poco?-Protestó uno de los parroquianos, uno ajeno a aquellos dos que tenían cita con El Mentiroso.-¡Esas malditas serpientes nos ahogan con sus reglas y restricciones!-Dio un golpe en la mesa, frustrado y casi al instante arrepentido de haber alzado la voz y haber dicho eso.
-¡Nos matarán a todos por oírte decir eso!-Bramó de nuevo el anciano, siendo cortado por su nieto al instante, ya que iba a seguir relatando.
Tras eso, el dueño de la taberna lanzó una mirada de disculpa al resto de los clientes y al mismo Tarek.
-Mis disculpas a todos por este pequeño desliz. Mi abuelo, aunque sabio, tiene la costumbre de recordarnos qué es lo mejor para todos.-Dirigió una mirada de complicidad a los demás, tratando de disolver la tensión que su pariente había creado.
El anciano, sin embargo, seguía murmurando entre dientes, y aunque el dueño de la taberna seguía intentando calmarlo, la única respuesta fue un resoplido iracundo.
A medida que el tiempo avanzaba, la taberna retomó gradualmente su ritmo. Las conversaciones se reanudaron, las risas volvieron a llenar el aire, y el dueño de la taberna, con un gesto apologeta, tomó las órdenes de Alward y Katrina que no habían dudado en cenar. En parte para pasar desapercibidos, y en parte porque lo necesitaban.
Más tarde, para cobrarse la cuenta, Alward retuvo al dueño del lugar, el cual parecía ser el único empleado allí esa noche, cosa que era extraña. Katrina escrutaba el lugar con detenimiento, por si se percataba de movimientos extraños.
-Acabo de llegar a la ciudad y no me ha sido ajeno enterarme por encima del revuelo que se ha formado. Quiero saber más-Declaró Alward, dejando un aero adicional sobre la mesa junto con el pago por la cena.-Es posible que tenga más de esos si la información es buena.
El hombre recogió el pago con la propina correspondiente y se sentó junto al enmascarado, aunque no sin cierto nerviosismo evidente ante la oscura apariencia de Alward.
-Pues quién lo diría. Pareces uno de ellos.-Comentó el hombre, algo incómodo por la máscara del Sevna.
-No. No lo soy. Si perteneces a una secta, lo que menos quieres que sepan es tu identidad, y esta máscara me delataría.-Respondió en su defensa.-Solo soy un viajero. Vengo desde Roilkat y me parece extraño que la capital esté así. Más aún que lo consienta la Guardia, el alcalde o incluso el Rey.
-Pfff-Resopló-Esos no se enteran de nada. Es más, hay quienes dicen que la corrupción llega hasta ellos.
Esa sospecha no era nueva para Alward. Sus enemigos no solo controlaban la fe del pueblo, sino también su diplomacia y su ejército. La ironía de que nadie más pareciera darse cuenta le pesaba. Solo él, y quizás...
-¿Y esa "Daga Nocturna"?-Preguntó, con cierta curiosidad.-¿De dónde sale? ¿Qué es lo que hace?
-Ella... bueno.-El hombre titubeó antes de ser interrumpido por la reaparición del anciano. Se plantó en la mesa murmurando maldiciones que rozaban lo inaudible, dirigidas a Alward y a su propio nieto por retomar la conversación sobre esa misteriosa mujer.
-¿Qué tiene que pasar para que los jóvenes os deis cuenta de cuál es vuestro lugar?-Masculló entre dientes casi desgarrándose la garganta para no pegar una voz que dejara sordo tanto a su nieto como a Alward. Katrina, por su parte, analizó de arriba a abajo al anciano. No se le veía maldad, pero sí una ansiedad excesiva y unos malos humos que enmascaraban una preocupación latente en su ser.-¿Tienen que quemar una casa?-Acercó una silla vacía de una mesa cercana a la de Alward y Katrina y se sentó, apoyado en su bastón.-¿Secuestrarnos? ¿Torturarnos?-Preguntaba soltando algún que otro perdigón de saliva, a lo que Katrina reaccionó con un gesto con poco decoro de asco.
-Puedo ayudaros.-Dijo Alward haciendo entrar en silencio a los dos hombres, que se miraban sin entender muy bien si de verdad habían oído aquellas palabras que ellos creían haber oído.-Estoy dispuesto a hacer algo, pero antes necesito información.
En tanto, Katrina, siempre silenciosa, se adentró en los oscuros recovecos de la mente del tabernero. Sus miedos y desconfianzas, no solo hacia Alward sino también hacia la ciudad en general, eran evidentes. Quería creer en el enmascarado, pero dudaba. "¿Sería esto alguna artimaña?", es lo que más se preguntaba aquel pobre hombre.
El anciano masculló alguna que otra maldición más mientras apartaba la mirada. La vampiresa siguió indagando en la mente de su nieto, intentando que este diese el paso para confiar en Alward y así le facilitase información. Tan solo necesitaba un empujón, un aventón de ánimo y confianza; un atisbo de esperanza. Katrina intentó hacer florecer aquellos sentimientos. Era un buen hombre después de todo.
Finalmente, sus ojos llenos de una renovada esperanza se cruzaron con los del enmascarado.
-Daga Nocturna apareció antes que los Adoradores de la Serpiente.-Declaró.-La ciudad ya vivía sus peores días en términos de delincuencia, con grupos organizados y contrabando desbordando las calles. Al parecer, tanto el Rey como la Guardia han olvidado Lunargenta. Sus miradas están fijas en el oeste.
-Manejar una nación no es fácil, y acabar con la corrupción tampoco. Sin duda, vuestros gobernantes os han fallado.-Comentó el Sevna, decepcionado.
-A falta de seguridad en las calles, Daga Nocturna se alzó como la justiciera que necesitábamos. Llegaba a donde la Guardia no podía llegar, hacía lo que era necesario para salvar vidas inocentes.
-¿Mató?-Preguntó el Sevna, curioso.
-Sí que mató. ¡Claro que mató!-Intervino indignado el anciano.-Este mundo es así, es cruel. Si no cazas, te cazan.
Alward asintió, sin decir nada más al respecto. Entonces, el tabernero prosiguió.
-Entonces, un día aparecieron los Adoradores. Nadie sabe cómo, pero se rumoreaba que operaban en las catacumbas de la ciudad hasta que finalmente se ganaron los suficientes seguidores como para hacer ruido y prohibir el culto a todos los dioses en la ciudad. Únicamente hay una corriente de pensamiento: la suya. Tan solo hay un dios válido: Loki. Han quemado templos, las casas de aquellos que alzaron la voz contra ellos, e incluso hubo una revuelta provocada por los propios Adoradores para que el "libertinaje" con el que se supone que vivimos sea vigilado y controlado debido a supuestas persecuciones que ellos fingen sufrir tan solo por tener una perspectiva diferente de la vida.-Apretó los dientes, furioso con su propio relato.-¡Ellos son los que persiguen a los que piensan diferente! Maldita sea...
-¿Cómo su influencia llegó a tanta gente?-Preguntó Alward, tan enfurecido como el propio tabernero ante la situación que le había descrito.
-Comenzaron presentándose como la alternativa para los desfavorecidos que no tenían nada. Poco a poco, sus promesas se extendieron a las clases más humildes y, de repente, toda la ciudad cayó bajo el embrujo de sus palabras llenas de promesas sobre la salvación y el renacer del mundo si renunciábamos a nuestros pecados, rompíamos con nuestro pasado y caminábamos juntos hacia una nueva vida.
-¿Y Daga Nocturna lucha contra ellos?
-Sí.-Asintió.-Hace lo que puede con lo poco que tiene. La Guardia se le echa encima por sus actuaciones fuera de la Ley y los propios sectarios la quieren muerta, por lo que su resistencia es bastante difícil.
-¡E inútil!-Añadió el anciano.
-¿Alguna idea de cómo puedo dar con ella? Si unimos fuerzas, puede que logremos cambiar algo.
-Ojalá sea verdad.-Declaró el hombre, aferrado a cualquier pequeña esperanza pero con pocas expectativas.-Por desgracia no tengo ni idea de cómo puedes dar con ella.
El anciano gruñó, como si quisiera decir algo. Pero algo en su interior lo retenía. Entonces, Katrina con astucia arremetió contra los sentimientos del anciano y estos colapsaron unos con otros, haciendo que la inhibición que este tenía fuese anulada.
-Hay ciertas personas que tienen que ir a adorar al Mentiroso. Para ellos es el guía de todo esto, es el cambio mismo que hará que mediante el caos se pueda hacer venir a un futuro mejor.-Masculló algunos improperios hacia él mismo antes de continuar.-Podrías hacerte pasar por alguno de ellos y colarte directamente en un rito de esos Adoradores.
-¡Allí podrías dar con Daga Nocturna! Además de acercarte a esos sectarios.-Comentó el tabernero algo emocionado.
-Ella siempre intenta interrumpir sus ritos.-Asintió.-Algunas veces le sale bien, otras le sale mal.
-Bien.-Asintió el enmascarado.-Creo que tenemos la base de un plan.
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Off: Perdonad por el tocho, pero tenía que poner en contexto varias cosas ^^'.
Alward Sevna
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Luego el monstruo empezó a gruñirme y le arrojé rocas y lo maté y luego voló con botas de cohete y pude subir sobre su cabeza y ahora el monstruo es mi amigo y fui... fuimos a comer helado. - Dijo eufórico en su taquilalia Nerón mientras el carruaje se desplazaba por las calles de la inmensa capital.
¡No es cierto, estás mintiendo! - dijo enojado Dante que estaba sentado junto al frente del músico.
Pollux, si Betelgeuse dice que eso pasó, no hay razón para contradecirlo. - dije con total seriedad mientras miraba por la ventanilla las calles empedradas de la ciudad. Sabía que las palabras de Nerón siempre eran mentiras, pero no tenía sentido corregirlo. Además, la idea de irritar al humano me reconfortaba.
Serás… - dijo volteando a mi posición viendo que no les prestaba la más mínima atención.
Por eso es que todas las estrellas te quieren apuñalar mientras duermes y utilizar tus cuerdas vocales para modificar un violín y poder tocar sobre tu cadáver. - dijo mientras fruncía el ceño y sus ojos se volvían cristalinos al contar sus fantasías. - Tranquilo, el cuervo me cae bien.
Una pequeña curvatura se dibujó en mi boca al imaginar el relato de Nerón y como el humano se incomodaba tomando su prótesis dispuesto a disparar. Calmando los ánimos y centrándonos en la misión, me acomodé en mi asiento para mirar al espía de Gnosis. - Cuéntanos todo lo que sepas de la dama de Las Sierpes…
Ya falta poco, pero no llegaremos a ella aún, oh no.... - dijo encorvándose hacia el centro del carruaje como si empezara a hablar de un secreto. - Llegaremos a un punto donde unos siervos les pondrán unas vendas. Pueden confiar en ellos, al final de cuenta dicen que están hechizados, por lo que técnicamente no tienen voluntad.
Ni lo pienses. - protestó Dante indignado. A mí también me desagradaba la idea de vendarme e ir a ciegas con esos fanáticos, pero entendía que La Sierpe debía tomarse sus medidas para proteger su posición.
Shh, shh, shh - dijo mientras hacía un gesto de silencio apretando su dedo índice contra sus labios. - Las cosas no son como las quieres tú, mi joven amigo - Dijo el artista que solo era un par de años mayor.
Me encantaría estar con ustedes, pero tal como les comentó Sol, tengo otra misión. Las Sierpes son venenosas, pero sé moverme en ese mundo, así que pueden confiar en que la señora los recibirá. Sabes… - dijo mirándome a los ojos destacando que se trataría de algo personal. - Ellos adoran al dios de las mentiras, ¿lo puedes creer? No sabía que por mentir te podían nombrar Dios, porque técnicamente si digo que soy un dios también estaría mintiendo, pero no podría decir que es una mentira, porque soy el dios de las mentiras, por lo que eso no me quitara mi divinidad… y.
Betelgeuse - sentencie impaciente.
Algunos dicen que Loki fue un vampiro - dijo mientras con una mueca macabra lamía sus caninos. - pero ahora no sabes si lo que acabo de decir es un hecho o una invención mía. - señaló mientras reía con una risa desquiciada que mantuvo por varios segundos mientras se balanceaba en su asiento y aplaudía en manía.
El resto del trayecto fue en silencio. El bufón solo se centraba en mirar por la ventanilla que conectaba al conductor para dar órdenes difusas mientras el humano a mi lado murmuraba lo que parecía ser un rezo cristiano.
A los pocos minutos llegamos a una callejuela. Dante se bajó de un salto tomando en sus manos una lámpara de aceite para iluminar la oscuridad de aquella noche sin estrellas. Kvasir apareció entre la negrura de las nubes bajas para posarse sobre su hombro y picotear a su compañero, indicando que nadie nos seguía.
Caminan dos cuadras al norte, luego den un giro en dirección a los labios de una bella doncella, marchen hacia atrás a los brazos de una madre amamantando y sigan el trayecto hacia el reposo del difunto. - dijo Nerón sacando el cuerpo por la puerta del carruaje mientras agitaba su sombrero en forma de despedida, como lo hacen los amantes que se separan en un muelle.
¡Betelgeuse! - dije irritado.
Ya, ya, solo caminen 40 pasos en línea recta por ese callejón y cuando se topen con un par de figuras llamativas digan que “el martillo y el trueno caerán con el veneno de la serpiente”. Ellos harán el resto. - el bufón se metió nuevamente dentro del vehículo con una sonrisa de oreja a oreja. - Sirio y Pollux, les deseo suerte, pero si quieren un consejo se los regalo. Nunca confíen en las palabras de una serpiente.
Los caballos avanzaron con la risa eufórica de Nerón de fondo. El sonido de los cascos de los dos corceles negros contra las calles de piedra poco a poco se perdía en la noche. Estábamos en un sitio remoto de Lunargenta y solo quedaba confiar en la palabra de aquel artista demente.
Entre quejidos y amenazas de Dante empezamos a caminar por pasillos cerrados acompañados de dos sujetos. Parecía que poco a poco nos adentramos en un laberinto subterráneo. De nada servía tratar de contar los pasos o intentar ubicarse en aquel recorrido. Subíamos y bajábamos escaleras que luego conectaban con puentes y esquinas que solo pretendían perder el rastro de cualquier incauto. Incluso al cuervo le taparon la visión mientras uno de los guías lo sujetaba con delicadeza.
Caminamos cerca de media hora. La humedad en el ambiente era densa y respirar se hacía difícil. El silencio se tornaba agobiante y solo era interrumpido por el eco profundo de nuestros pasos en marcha. No habían antorchas ni lámparas que iluminen o calienten el camino, detalle que me indicaba que nuestros guías serían vampiros que no necesitaban de la luz para ver.
Luego de un largo trayecto, tras descender unas escaleras con decenas de escalones, llegamos a un camino recto. Ya no se sentía la presión de los espacios reducidos e incluso parecía que una corriente de aire nos acompañaba entre la penumbra. Antorchas empezaban a encenderse a nuestro lado y una presencia abrumadora alertaba que ya habíamos llegado a nuestra tan anhelada reunión.
Nos quitaron las vendas, tuvieron que pasar un par de segundos para que mi visión volviera a enfocarse y poder ver donde estábamos. Al frente de nosotros, un grupo de sujetos custodiaba la figura de una bella mujer con un antifaz dorado.
El espacio tallado en piedra afirmaba que estábamos en las profundidades de la capital del continente. Las columnas tenían talladas serpientes que se enrollaban y en su boca cargaban una antorcha para iluminar el lugar.
La mujer dio un par de pasos en nuestra dirección, sus movimientos elegantes solo acentuaban su belleza. El naranja de su pelo era tan radiante como el alba y sus ojos azules resaltaban a través de su máscara como las olas de una costa tranquila.
Bienvenidos, mi nombre es Astrid Ragnarsson, los estaba esperando - dijo con solemnidad en un tono musical. Su voz era suave y parecía acariciar las palabras con un siseo tenue que enamoraba a cualquier oyente. - No hay tiempo que perder, hoy tenemos que auspiciar un rito a nuestro Dios. De camino podremos ir conversando sobre nuestros asuntos, pero requiero que me acompañen para garantizar que todo salga según lo planeado.
No parecía haber opción de negarse o poner peros a su petición, sus palabras persuasivas eran equiparables a la magia de voz, haciendo que incluso el humano moralista no se quejara de aquella mujer. Ella empezó a caminar custodiada por el resto de seguidores, nosotros intentamos colocarnos a la par, pero la mirada desafiante de sus siervos nos relegó a mantener cierta distancia de la líder que no parecía una luchadora.
¡No es cierto, estás mintiendo! - dijo enojado Dante que estaba sentado junto al frente del músico.
Pollux, si Betelgeuse dice que eso pasó, no hay razón para contradecirlo. - dije con total seriedad mientras miraba por la ventanilla las calles empedradas de la ciudad. Sabía que las palabras de Nerón siempre eran mentiras, pero no tenía sentido corregirlo. Además, la idea de irritar al humano me reconfortaba.
Serás… - dijo volteando a mi posición viendo que no les prestaba la más mínima atención.
Por eso es que todas las estrellas te quieren apuñalar mientras duermes y utilizar tus cuerdas vocales para modificar un violín y poder tocar sobre tu cadáver. - dijo mientras fruncía el ceño y sus ojos se volvían cristalinos al contar sus fantasías. - Tranquilo, el cuervo me cae bien.
Una pequeña curvatura se dibujó en mi boca al imaginar el relato de Nerón y como el humano se incomodaba tomando su prótesis dispuesto a disparar. Calmando los ánimos y centrándonos en la misión, me acomodé en mi asiento para mirar al espía de Gnosis. - Cuéntanos todo lo que sepas de la dama de Las Sierpes…
Ya falta poco, pero no llegaremos a ella aún, oh no.... - dijo encorvándose hacia el centro del carruaje como si empezara a hablar de un secreto. - Llegaremos a un punto donde unos siervos les pondrán unas vendas. Pueden confiar en ellos, al final de cuenta dicen que están hechizados, por lo que técnicamente no tienen voluntad.
Ni lo pienses. - protestó Dante indignado. A mí también me desagradaba la idea de vendarme e ir a ciegas con esos fanáticos, pero entendía que La Sierpe debía tomarse sus medidas para proteger su posición.
Shh, shh, shh - dijo mientras hacía un gesto de silencio apretando su dedo índice contra sus labios. - Las cosas no son como las quieres tú, mi joven amigo - Dijo el artista que solo era un par de años mayor.
Me encantaría estar con ustedes, pero tal como les comentó Sol, tengo otra misión. Las Sierpes son venenosas, pero sé moverme en ese mundo, así que pueden confiar en que la señora los recibirá. Sabes… - dijo mirándome a los ojos destacando que se trataría de algo personal. - Ellos adoran al dios de las mentiras, ¿lo puedes creer? No sabía que por mentir te podían nombrar Dios, porque técnicamente si digo que soy un dios también estaría mintiendo, pero no podría decir que es una mentira, porque soy el dios de las mentiras, por lo que eso no me quitara mi divinidad… y.
Betelgeuse - sentencie impaciente.
Algunos dicen que Loki fue un vampiro - dijo mientras con una mueca macabra lamía sus caninos. - pero ahora no sabes si lo que acabo de decir es un hecho o una invención mía. - señaló mientras reía con una risa desquiciada que mantuvo por varios segundos mientras se balanceaba en su asiento y aplaudía en manía.
El resto del trayecto fue en silencio. El bufón solo se centraba en mirar por la ventanilla que conectaba al conductor para dar órdenes difusas mientras el humano a mi lado murmuraba lo que parecía ser un rezo cristiano.
A los pocos minutos llegamos a una callejuela. Dante se bajó de un salto tomando en sus manos una lámpara de aceite para iluminar la oscuridad de aquella noche sin estrellas. Kvasir apareció entre la negrura de las nubes bajas para posarse sobre su hombro y picotear a su compañero, indicando que nadie nos seguía.
Caminan dos cuadras al norte, luego den un giro en dirección a los labios de una bella doncella, marchen hacia atrás a los brazos de una madre amamantando y sigan el trayecto hacia el reposo del difunto. - dijo Nerón sacando el cuerpo por la puerta del carruaje mientras agitaba su sombrero en forma de despedida, como lo hacen los amantes que se separan en un muelle.
¡Betelgeuse! - dije irritado.
Ya, ya, solo caminen 40 pasos en línea recta por ese callejón y cuando se topen con un par de figuras llamativas digan que “el martillo y el trueno caerán con el veneno de la serpiente”. Ellos harán el resto. - el bufón se metió nuevamente dentro del vehículo con una sonrisa de oreja a oreja. - Sirio y Pollux, les deseo suerte, pero si quieren un consejo se los regalo. Nunca confíen en las palabras de una serpiente.
Los caballos avanzaron con la risa eufórica de Nerón de fondo. El sonido de los cascos de los dos corceles negros contra las calles de piedra poco a poco se perdía en la noche. Estábamos en un sitio remoto de Lunargenta y solo quedaba confiar en la palabra de aquel artista demente.
[...]
Entre quejidos y amenazas de Dante empezamos a caminar por pasillos cerrados acompañados de dos sujetos. Parecía que poco a poco nos adentramos en un laberinto subterráneo. De nada servía tratar de contar los pasos o intentar ubicarse en aquel recorrido. Subíamos y bajábamos escaleras que luego conectaban con puentes y esquinas que solo pretendían perder el rastro de cualquier incauto. Incluso al cuervo le taparon la visión mientras uno de los guías lo sujetaba con delicadeza.
Caminamos cerca de media hora. La humedad en el ambiente era densa y respirar se hacía difícil. El silencio se tornaba agobiante y solo era interrumpido por el eco profundo de nuestros pasos en marcha. No habían antorchas ni lámparas que iluminen o calienten el camino, detalle que me indicaba que nuestros guías serían vampiros que no necesitaban de la luz para ver.
Luego de un largo trayecto, tras descender unas escaleras con decenas de escalones, llegamos a un camino recto. Ya no se sentía la presión de los espacios reducidos e incluso parecía que una corriente de aire nos acompañaba entre la penumbra. Antorchas empezaban a encenderse a nuestro lado y una presencia abrumadora alertaba que ya habíamos llegado a nuestra tan anhelada reunión.
Nos quitaron las vendas, tuvieron que pasar un par de segundos para que mi visión volviera a enfocarse y poder ver donde estábamos. Al frente de nosotros, un grupo de sujetos custodiaba la figura de una bella mujer con un antifaz dorado.
El espacio tallado en piedra afirmaba que estábamos en las profundidades de la capital del continente. Las columnas tenían talladas serpientes que se enrollaban y en su boca cargaban una antorcha para iluminar el lugar.
La mujer dio un par de pasos en nuestra dirección, sus movimientos elegantes solo acentuaban su belleza. El naranja de su pelo era tan radiante como el alba y sus ojos azules resaltaban a través de su máscara como las olas de una costa tranquila.
Bienvenidos, mi nombre es Astrid Ragnarsson, los estaba esperando - dijo con solemnidad en un tono musical. Su voz era suave y parecía acariciar las palabras con un siseo tenue que enamoraba a cualquier oyente. - No hay tiempo que perder, hoy tenemos que auspiciar un rito a nuestro Dios. De camino podremos ir conversando sobre nuestros asuntos, pero requiero que me acompañen para garantizar que todo salga según lo planeado.
No parecía haber opción de negarse o poner peros a su petición, sus palabras persuasivas eran equiparables a la magia de voz, haciendo que incluso el humano moralista no se quejara de aquella mujer. Ella empezó a caminar custodiada por el resto de seguidores, nosotros intentamos colocarnos a la par, pero la mirada desafiante de sus siervos nos relegó a mantener cierta distancia de la líder que no parecía una luchadora.
Zagreus
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
La gente pululaba a su alrededor como moscas rodeando un suculento manjar. Tarek intentó no prestarles demasiada atención, aunque tampoco le fue demasiado difícil, pues pronto la conversación lo dejó de lado, para llenar la taberna de conjeturas y añadidos a una historia que ninguno de ellos había vivido. Observó el trozo de pan en su mano, antes de llevárselo a la boca. Poco le importaba quién era la misteriosa figura que lo había sacado de los túneles. Sin duda, le agradecía el gesto, pero su atención estaba puesta en la razón que había llevado a aquel extraño grupo de enmascarados a encerrarlo durante varios días. Suponía que su larga estancia en aquella subterránea habitación había obedecido más a un intento de debilitarlo que de aislarlo. Solo había un grupo de personas tras su pista y, si no habían sido ellos los que habían encargado aquel trabajo, entonces su rapto carecía de sentido. ¿A dónde lo llevaban cuando la misteriosa “Daga Nocturna” se había cruzado en su camino? Y más importante, ¿con qué objetivo?
La puerta de la taberna, que no había parado de abrirse y cerrarse desde que habían llegado, reflejando el tránsito de los curiosos que venían a informarse y permitiendo que un poco de aire fresco supliese el viciado ambiente de la estancia, se abrió una vez más llamando la atención del elfo. De forma inconsciente, como había pasado en todas y cada una de las ocasiones anteriores, dirigió su mirada hacia la entrada y su mano hacia la funda de su arma, solo para recordar que ya no la portaba. Como surgidas de una pesadilla, esperaba ver en el quicio las esbeltas figuras de sus congéneres, marcadas por el fulgurante verde de sus ojos. Nunca había entendido porqué el resto de los clanes los usaban como ejemplo de todo el mal que ejercía su especie, de porqué algunos padres asustaban a sus hijos con la inminente llegada de aquellos elfos sureños. No lo había sabido, hasta que él mismo había tenido que enfrentarse a la aciaga circunstancia de encontrarse en el lado opuesto de la balanza, como enemigo del clan. Pocas eran las noticias que habían alcanzado el norte respecto a su actividad, pero desde que había pisado el sur del continente, parecía que los rumores habían ido en aumento, quizás azuzados por su propia presencia en aquella zona. ¿Sabrían acaso que se encontraba a solo un par de jornadas de distancia del Campamento? En cualquier caso, las figuras que cruzaron el umbral poco o nada compartían con sus antiguos compañeros de clan.
El hombre, enmascarado, siguió a su acompañante hasta una mesa cercana y el elfo no pudo evitar reparar en la mujer. La había visto con anterioridad, de eso estaba seguro, el problema es que no recordaba dónde. La observó con disimulo, obviando aún a la masa de gente que lo rodeaba que, en cuestión de segundos, quedó sumida en un tenso silencio. Un anciano había interrumpido en medio de la estancia, lanzando agresivos avisos a sus conciudadanos y amonestándolos por su actitud. El peliblanco lo observó con una ceja alzada, antes de desviar de nuevo su atención a aquella extrañamente conocida mujer. Sin embargo, no llegó a separar los ojos del anciano, puesto que sus palabras llamaron su atención. Jamás había escuchado habla de un dios apodado “El Mentiroso”. El hombre le dirigió un par de palabras de aviso, una recomendación de abandonar la ciudad cuanto antes y, en su fuero interno, el elfo no pudo evitar darle la razón. Nada lo unía a aquel lugar y, cuanto antes lo abandonase, más seguro se encontraría.
Sin embargo, permaneció sentado en el mismo sitio, mientras la conversación volvía a su cauce normal. El tabernero se unió entonces a la pareja que había interrumpido en el local, antes del exabrupto del anciano. Tarek se recostó contra la pared tras él e intentó centrar su atención en la conversación que se desarrollaba en aquella mesa, a la que pronto se unió el preocupado anciano. Un culto herético, una secta, una justiciera sin rostro y un sinfín de cadáveres adornando las calles… Nada que tuviese relación con él, excepto que, por una razón que le era desconocida, habían decidido incluirlo en la ecuación.
Se levantó, sin hacer caso a los intentos de los humanos que lo rodeaban porque permaneciese sentado en el mismo lugar, y se dirigió hacia la mesa ocupada por la mujer y el enmascarado. El tabernero, solicitados sus servicios en la barra, había dejado libre su asiento y el anciano había decidido retomar sus amonestaciones para con un grupo de jóvenes localizados un par de metros más allá.
- Sacrestic Ville –dijo, mirando a la mujer, pues al acercarse había acabado por recordar dónde la había visto antes- El peculiar episodio en el cementerio –dirigió entonces la mirada al enmascarado y lo observó unos segundos- ¿Nos conocemos? –preguntó, más por incomodar al hombre que por realmente no recordarlo.
Habían tenido un peculiar encontronazo ante las rejas del camposanto y si la cosa no había escalado, había sido por la intervención de Cohen. Tomó asiento en el lugar dejado por el tabernero, colocando ambas manos sobre la mesa. Habían medido fuerzas en la urbe de los vampiros y, por suerte o por desgracia, sus caminos habían vuelto a cruzarse. Tarek no tenía nada que ver con todo aquel asunto del culto, pero estaba claro que aquellos dos si estaban implicados y, aunque la prudencia recomendaba que debía dejar la ciudad cuanto antes, su necesidad de descubrir el porqué de su rapto pesaba más que su autopreservación.
- He escuchado vuestra conversación –comentó con simpleza, sin ocultar el hecho de que los había espiado- Supongo que vuestra idea es acercaros hasta el lugar en el que se va a celebrar el rito y… hacer algo. No voy a mentiros, me interesa más bien poco lo que sucede en esta ciudad y aún menos lo que le suceda a sus ciudadanos. Pero me han tenido encerrado cuatro días en una cueva subterránea, de la que me han sacado hace unas horas sin darme explicaciones para arrastrarme a algún lugar desconocido. Solo para encontrarme cara a cara con una sombra sin rostro que ha perpetuado una masacre digna de los… -pensó en los Ojosverdes, pero prefirió no mentar a su antiguo clan- da igual. El caso es que no dirigimos al mismo lugar, con objetivos aparentemente similares. Así que podemos colaborar o ponernos la zancadilla, no sé qué preferís.
Los miró atento, con las manos cruzadas sobre la mesa. El anciano amonestador hizo entonces acto de presencia y lo miró con abierta decepción, negando con la cabeza.
- Deberías marcharte, hijo. Ahora que aún puedes –le dijo, en tono serio.
- Si hiciese siempre lo que debo, no habría acabado en esta maldita ciudad –le respondió secamente, poniéndose en pie- Estaré fuera, esperando vuestra respuesta –comentó, observando de nuevo a la mujer y el enmascarado- Dudo que vuestra salvadora enmascarada haya ido a limpiar los túneles, quizás los cadáveres de los que me raptaron sigan allí -añadió, antes de dirigirse a hacia la puerta.
El anciano, a su espalda, negó con la cabeza, haciendo después un gesto para llamar a los dos individuos a lo que había indicado que debían ir a orar. ¿Pretendía acaso que la mujer y el enmascarado tomasen el lugar de aquellos dos devotos?
La madera crujió cuando la empujó, dejando entrar una gélida ráfaga de aire al interior de local. Sin mirar atrás, dio un par de pasos hacia el exterior, dejando que la puerta se cerrase de nuevo, opacando el ruido del interior de la taberna. Avanzó un par de pasos hacia el lateral del edificio y apoyándose en el muro del mismo, soltó el aire que que había estado conteniendo. Notó sus manos temblar, por lo que las cerró con fuerza, mientras intentaba recuperar la calma. Nunca se había sentido cómodo rodeado de humanos. El peso de la muerte de Eithelen siempre había pendido sobre él, despertando en su interior una rabia difícil de contener. Un ansia de destruir que nunca había podido silenciar. Un sentimiento de odio que Dhonnara se había encargado de alimentar. Conocer la verdad de lo sucedido no había mitigado aquel sentimiento.
Apoyó la cabeza contra el frío muro, intentando aún recuperar la compostura. Habían sido demasiados años repitiendo la incesante cantinela de que los humanos no eran más que una plaga en el mundo en que vivían, que destruían todo lo que tocaban. Pero, ¿acaso no lo hacían todas las especies que habitaban Aerandir? Recordó a aquel despreciable humano que había cercenado la mano de Ayla en el recuerdo, el dolor de Eithelen ante aquel miserable acto… Sin embargo, había sido Dhonnara, una de los suyos, la que había orquestado todo aquel infierno… y aun así no era capaz de superar su aversión por la aquella gente de vida corta y amplias aspiraciones.
Debía abandonar Lunargenta, por su bien, lo sabía, pero se quedaría para descubrir la verdad.
La puerta de la taberna, que no había parado de abrirse y cerrarse desde que habían llegado, reflejando el tránsito de los curiosos que venían a informarse y permitiendo que un poco de aire fresco supliese el viciado ambiente de la estancia, se abrió una vez más llamando la atención del elfo. De forma inconsciente, como había pasado en todas y cada una de las ocasiones anteriores, dirigió su mirada hacia la entrada y su mano hacia la funda de su arma, solo para recordar que ya no la portaba. Como surgidas de una pesadilla, esperaba ver en el quicio las esbeltas figuras de sus congéneres, marcadas por el fulgurante verde de sus ojos. Nunca había entendido porqué el resto de los clanes los usaban como ejemplo de todo el mal que ejercía su especie, de porqué algunos padres asustaban a sus hijos con la inminente llegada de aquellos elfos sureños. No lo había sabido, hasta que él mismo había tenido que enfrentarse a la aciaga circunstancia de encontrarse en el lado opuesto de la balanza, como enemigo del clan. Pocas eran las noticias que habían alcanzado el norte respecto a su actividad, pero desde que había pisado el sur del continente, parecía que los rumores habían ido en aumento, quizás azuzados por su propia presencia en aquella zona. ¿Sabrían acaso que se encontraba a solo un par de jornadas de distancia del Campamento? En cualquier caso, las figuras que cruzaron el umbral poco o nada compartían con sus antiguos compañeros de clan.
El hombre, enmascarado, siguió a su acompañante hasta una mesa cercana y el elfo no pudo evitar reparar en la mujer. La había visto con anterioridad, de eso estaba seguro, el problema es que no recordaba dónde. La observó con disimulo, obviando aún a la masa de gente que lo rodeaba que, en cuestión de segundos, quedó sumida en un tenso silencio. Un anciano había interrumpido en medio de la estancia, lanzando agresivos avisos a sus conciudadanos y amonestándolos por su actitud. El peliblanco lo observó con una ceja alzada, antes de desviar de nuevo su atención a aquella extrañamente conocida mujer. Sin embargo, no llegó a separar los ojos del anciano, puesto que sus palabras llamaron su atención. Jamás había escuchado habla de un dios apodado “El Mentiroso”. El hombre le dirigió un par de palabras de aviso, una recomendación de abandonar la ciudad cuanto antes y, en su fuero interno, el elfo no pudo evitar darle la razón. Nada lo unía a aquel lugar y, cuanto antes lo abandonase, más seguro se encontraría.
Sin embargo, permaneció sentado en el mismo sitio, mientras la conversación volvía a su cauce normal. El tabernero se unió entonces a la pareja que había interrumpido en el local, antes del exabrupto del anciano. Tarek se recostó contra la pared tras él e intentó centrar su atención en la conversación que se desarrollaba en aquella mesa, a la que pronto se unió el preocupado anciano. Un culto herético, una secta, una justiciera sin rostro y un sinfín de cadáveres adornando las calles… Nada que tuviese relación con él, excepto que, por una razón que le era desconocida, habían decidido incluirlo en la ecuación.
Se levantó, sin hacer caso a los intentos de los humanos que lo rodeaban porque permaneciese sentado en el mismo lugar, y se dirigió hacia la mesa ocupada por la mujer y el enmascarado. El tabernero, solicitados sus servicios en la barra, había dejado libre su asiento y el anciano había decidido retomar sus amonestaciones para con un grupo de jóvenes localizados un par de metros más allá.
- Sacrestic Ville –dijo, mirando a la mujer, pues al acercarse había acabado por recordar dónde la había visto antes- El peculiar episodio en el cementerio –dirigió entonces la mirada al enmascarado y lo observó unos segundos- ¿Nos conocemos? –preguntó, más por incomodar al hombre que por realmente no recordarlo.
Habían tenido un peculiar encontronazo ante las rejas del camposanto y si la cosa no había escalado, había sido por la intervención de Cohen. Tomó asiento en el lugar dejado por el tabernero, colocando ambas manos sobre la mesa. Habían medido fuerzas en la urbe de los vampiros y, por suerte o por desgracia, sus caminos habían vuelto a cruzarse. Tarek no tenía nada que ver con todo aquel asunto del culto, pero estaba claro que aquellos dos si estaban implicados y, aunque la prudencia recomendaba que debía dejar la ciudad cuanto antes, su necesidad de descubrir el porqué de su rapto pesaba más que su autopreservación.
- He escuchado vuestra conversación –comentó con simpleza, sin ocultar el hecho de que los había espiado- Supongo que vuestra idea es acercaros hasta el lugar en el que se va a celebrar el rito y… hacer algo. No voy a mentiros, me interesa más bien poco lo que sucede en esta ciudad y aún menos lo que le suceda a sus ciudadanos. Pero me han tenido encerrado cuatro días en una cueva subterránea, de la que me han sacado hace unas horas sin darme explicaciones para arrastrarme a algún lugar desconocido. Solo para encontrarme cara a cara con una sombra sin rostro que ha perpetuado una masacre digna de los… -pensó en los Ojosverdes, pero prefirió no mentar a su antiguo clan- da igual. El caso es que no dirigimos al mismo lugar, con objetivos aparentemente similares. Así que podemos colaborar o ponernos la zancadilla, no sé qué preferís.
Los miró atento, con las manos cruzadas sobre la mesa. El anciano amonestador hizo entonces acto de presencia y lo miró con abierta decepción, negando con la cabeza.
- Deberías marcharte, hijo. Ahora que aún puedes –le dijo, en tono serio.
- Si hiciese siempre lo que debo, no habría acabado en esta maldita ciudad –le respondió secamente, poniéndose en pie- Estaré fuera, esperando vuestra respuesta –comentó, observando de nuevo a la mujer y el enmascarado- Dudo que vuestra salvadora enmascarada haya ido a limpiar los túneles, quizás los cadáveres de los que me raptaron sigan allí -añadió, antes de dirigirse a hacia la puerta.
El anciano, a su espalda, negó con la cabeza, haciendo después un gesto para llamar a los dos individuos a lo que había indicado que debían ir a orar. ¿Pretendía acaso que la mujer y el enmascarado tomasen el lugar de aquellos dos devotos?
La madera crujió cuando la empujó, dejando entrar una gélida ráfaga de aire al interior de local. Sin mirar atrás, dio un par de pasos hacia el exterior, dejando que la puerta se cerrase de nuevo, opacando el ruido del interior de la taberna. Avanzó un par de pasos hacia el lateral del edificio y apoyándose en el muro del mismo, soltó el aire que que había estado conteniendo. Notó sus manos temblar, por lo que las cerró con fuerza, mientras intentaba recuperar la calma. Nunca se había sentido cómodo rodeado de humanos. El peso de la muerte de Eithelen siempre había pendido sobre él, despertando en su interior una rabia difícil de contener. Un ansia de destruir que nunca había podido silenciar. Un sentimiento de odio que Dhonnara se había encargado de alimentar. Conocer la verdad de lo sucedido no había mitigado aquel sentimiento.
Apoyó la cabeza contra el frío muro, intentando aún recuperar la compostura. Habían sido demasiados años repitiendo la incesante cantinela de que los humanos no eran más que una plaga en el mundo en que vivían, que destruían todo lo que tocaban. Pero, ¿acaso no lo hacían todas las especies que habitaban Aerandir? Recordó a aquel despreciable humano que había cercenado la mano de Ayla en el recuerdo, el dolor de Eithelen ante aquel miserable acto… Sin embargo, había sido Dhonnara, una de los suyos, la que había orquestado todo aquel infierno… y aun así no era capaz de superar su aversión por la aquella gente de vida corta y amplias aspiraciones.
Debía abandonar Lunargenta, por su bien, lo sabía, pero se quedaría para descubrir la verdad.
Tarek Inglorien
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Katrina miró a Tarek sin mucho interés en cuanto este se le acercó mirándola directamente. En cambio, a Alward parecía no recordarle, un hecho curioso, considerando que la máscara del Sevna difícilmente pasaba desapercibida.
-Claro.-Contestó Alward.-¿No te acuerdas de mi nombre?-Dijo con cierto sarcasmo, pues aunque no lo hiciera, seguramente aquella noche en Sacrestic Ville hubiese dado una identidad falsa.
El elfo admitió haber espiado su conversación con el tabernero y el anciano. Alward, en lugar de reaccionar con indignación, se inclinó hacia delante en su asiento, demostrando un interés renovado en las palabras de Tarek. Resultaba evidente que las Sierpes también tenían asuntos pendientes con él, aunque el motivo aún estaba envuelto en un manto de incertidumbre.
-El mal campa a sus anchas por Lunargenta, y poco tardará en hacerlo por el resto del mundo. Tenemos que impedirlo.-Asintió Alward, aceptando la ayuda que Tarek estaba dispuesto a ofrecer.
El anciano regresó para amonestar a Tarek por sus palabras, pero el elfo hizo caso omiso, firme en sus intenciones. Con un gesto decidido, se levantó de la mesa y se retiró, dejando a Alward y Katrina solos en su mesa.
-Claro.-Contestó Alward.-¿No te acuerdas de mi nombre?-Dijo con cierto sarcasmo, pues aunque no lo hiciera, seguramente aquella noche en Sacrestic Ville hubiese dado una identidad falsa.
El elfo admitió haber espiado su conversación con el tabernero y el anciano. Alward, en lugar de reaccionar con indignación, se inclinó hacia delante en su asiento, demostrando un interés renovado en las palabras de Tarek. Resultaba evidente que las Sierpes también tenían asuntos pendientes con él, aunque el motivo aún estaba envuelto en un manto de incertidumbre.
-El mal campa a sus anchas por Lunargenta, y poco tardará en hacerlo por el resto del mundo. Tenemos que impedirlo.-Asintió Alward, aceptando la ayuda que Tarek estaba dispuesto a ofrecer.
El anciano regresó para amonestar a Tarek por sus palabras, pero el elfo hizo caso omiso, firme en sus intenciones. Con un gesto decidido, se levantó de la mesa y se retiró, dejando a Alward y Katrina solos en su mesa.
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La procesión que conducía a Zagreus y Dante serpenteados por los oscuros pasillos de las catacumbas de Lunargenta estaba encabezada por la líder de los Adoradores de la Serpiente y un séquito de cuatro acólitos, portando antorchas que más que funcionales, eran simbólicas. La mayoría de los presentes no necesitaban la luz para orientarse en la oscuridad, pero las antorchas servían como adorno y un símbolo necesario. En particular, para los fieles humanos que no pertenecían a las Sierpes, era crucial mantener la ilusión de que los Adoradores eran simplemente seguidores de alguna extraña doctrina y no criaturas de la noche. Por el momento, la verdadera naturaleza vampírica de los integrantes de la secta se mantenía en la penumbra, relegada a murmullos y rumores. Dada la situación geopolítica actual, la discreción era esencial, y revelar detalles secundarios como ese solo serviría para desviar la atención del rebaño hacia cuestiones menos pertinentes.
-¿Han tenido un buen viaje?-Preguntó Astrid, desacelerando la marcha para ponerse al nivel de sus dos invitados.-Nuestros grupos se caracterizan por ser reservados, quizás demasiado. No sé de dónde vienen, solo que vienen.-Dejó escapar una sutil risa.-Últimamente todo está un poco revuelto. No sé si se han enterado. Lunargenta está enviando tropas a Sacrestic porque se cree que los vampiros van a lanzar una contraofensiva para conquistar la ciudad.-Dijo mirando al frente, sin mucho interés en lo que ella misma estaba contando.-¿Ustedes qué opinan al respecto?-Preguntó, girando sutilmente su cabeza para mirar a los invitados. La máscara ceremonial que llevaba era ominosa y detallada, con motivos de serpientes decorando cada rincón.-Si les soy sincera, esos temas a mí no me interesan. El diálogo o la guerra, que al fin y al cabo tienen el mismo fin, es una rama que me carece de interés. No sé si conocen a la señora Matsushita, a ella le encantan estas cosas. Es la encargada de la política en esta organización.-Aclaró, sin que en ningún momento se le alterara ni un mínimo su tono de voz dulce y melodioso.-Sin embargo, la religión sí que me suscita interés. No por nada soy la encargada de adorar a la serpiente por encima de todo.-Ladeó tímidamente sus labios formando una sutil sonrisa.-La religión es capaz de penetrar en el corazón de la gente. Y cuando entras en ese terreno, eres capaz de controlarlo todo. Muchas guerras se han iniciado por la religión, muchas de las cosas que hacemos o conocemos hoy en día es gracias a la religión. Sin duda, es un poder subestimado. No por mí, por supuesto.- Hizo una breve pausa, para observar las reacciones de sus invitados o qué comentarios podían surgir, y acto seguido, cuando lo consideró oportuno, volvió a intervenir.-Un alma descarriada es capaz de encontrar fortaleza en un dios, y ese poder es algo que jamás se debe subestimar.
-¿Han tenido un buen viaje?-Preguntó Astrid, desacelerando la marcha para ponerse al nivel de sus dos invitados.-Nuestros grupos se caracterizan por ser reservados, quizás demasiado. No sé de dónde vienen, solo que vienen.-Dejó escapar una sutil risa.-Últimamente todo está un poco revuelto. No sé si se han enterado. Lunargenta está enviando tropas a Sacrestic porque se cree que los vampiros van a lanzar una contraofensiva para conquistar la ciudad.-Dijo mirando al frente, sin mucho interés en lo que ella misma estaba contando.-¿Ustedes qué opinan al respecto?-Preguntó, girando sutilmente su cabeza para mirar a los invitados. La máscara ceremonial que llevaba era ominosa y detallada, con motivos de serpientes decorando cada rincón.-Si les soy sincera, esos temas a mí no me interesan. El diálogo o la guerra, que al fin y al cabo tienen el mismo fin, es una rama que me carece de interés. No sé si conocen a la señora Matsushita, a ella le encantan estas cosas. Es la encargada de la política en esta organización.-Aclaró, sin que en ningún momento se le alterara ni un mínimo su tono de voz dulce y melodioso.-Sin embargo, la religión sí que me suscita interés. No por nada soy la encargada de adorar a la serpiente por encima de todo.-Ladeó tímidamente sus labios formando una sutil sonrisa.-La religión es capaz de penetrar en el corazón de la gente. Y cuando entras en ese terreno, eres capaz de controlarlo todo. Muchas guerras se han iniciado por la religión, muchas de las cosas que hacemos o conocemos hoy en día es gracias a la religión. Sin duda, es un poder subestimado. No por mí, por supuesto.- Hizo una breve pausa, para observar las reacciones de sus invitados o qué comentarios podían surgir, y acto seguido, cuando lo consideró oportuno, volvió a intervenir.-Un alma descarriada es capaz de encontrar fortaleza en un dios, y ese poder es algo que jamás se debe subestimar.
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Alward salió de la taberna. El aire nocturno estaba impregnado de un frío penetrante, obligándolo a frotarse las manos incluso a través de los guanteletes que llevaba. Vapores de su respiración se escapaban por los huecos laterales de su máscara.
-Va a hacer frío esta noche.-Comentó a un solitario Tarek. La hora avanzada había dejado las calles prácticamente desiertas.
Katrina emergió a los pocos segundos de la taberna, ajustándose la capucha no solo para ocultar su rostro sino también para resguardarse del gélido viento. Sutilmente, un respingo involuntario la sacudió ante la baja temperatura de la calle.
-El plan es el siguiente.-Se pausó un segundo y miró a Katrina antes de hablar. Esta asintió con la cabeza, dándole el visto bueno de que no había nadie más escuchando aquella conversación.-Vamos a sumergirnos en el ritual de los Adoradores esta noche. La líder es una mujer pelirroja con una máscara llamativa, fácilmente identificable. Cuando la localicemos, acabamos con ella.-Miró al elfo a los ojos.-Matarla.-Especificó. El semblante serio de su máscara acentuaba la sobriedad de la situación.-No es el más elaborado de los planes, ni tampoco el más sutil. Pero no soy un espía ni un asesino, sino un guerrero; un soldado.
Tampoco había mucho margen de maniobra ante esa situación, y era consciente de que al finalizar la noche, las Sierpes lo perseguirían. La diferencia respecto a su encuentro anterior era que él ya no era el mismo, y su experiencia tampoco. Si lograba ocultar su identidad en todo momento, no podrían rastrearlo fácilmente.
-Tenemos dos túnicas para disfrazarnos, cortesía de nuestros amigos de la taberna.-Aquí residía el problema, ¿cómo se las ingeniaría Tarek para infiltrarse?-¿Tienes pensado cómo camuflarte tú? Si no me equivoco, se dice que Daga Nocturna te ha rescatado de las fauces de la serpiente, y afirmas que los cuerpos que dejó podrían seguir allí...-Se cruzó de brazos, esperando a ver la reacción el elfo.
En ese momento, el anciano salió de la taberna, con aires de molestia y enfurruñado, como si ese fuera su estado natural. Con mala gana, les entregó túnicas negras tanto a Katrina como a Alward.
-Ponéosla, forasteros, antes de que me hagáis meterme en problemas.-No se le notaba conforme con el plan, pero aun así lo seguía, no sabía si por amor a su nieto, a su gente o a la propia libertad.
-Nosotros tenemos que ir con él.-Le dijo Alward a Tarek.-Si no, nuestra tapadera quedará al descubierto.
-Va a hacer frío esta noche.-Comentó a un solitario Tarek. La hora avanzada había dejado las calles prácticamente desiertas.
Katrina emergió a los pocos segundos de la taberna, ajustándose la capucha no solo para ocultar su rostro sino también para resguardarse del gélido viento. Sutilmente, un respingo involuntario la sacudió ante la baja temperatura de la calle.
-El plan es el siguiente.-Se pausó un segundo y miró a Katrina antes de hablar. Esta asintió con la cabeza, dándole el visto bueno de que no había nadie más escuchando aquella conversación.-Vamos a sumergirnos en el ritual de los Adoradores esta noche. La líder es una mujer pelirroja con una máscara llamativa, fácilmente identificable. Cuando la localicemos, acabamos con ella.-Miró al elfo a los ojos.-Matarla.-Especificó. El semblante serio de su máscara acentuaba la sobriedad de la situación.-No es el más elaborado de los planes, ni tampoco el más sutil. Pero no soy un espía ni un asesino, sino un guerrero; un soldado.
Tampoco había mucho margen de maniobra ante esa situación, y era consciente de que al finalizar la noche, las Sierpes lo perseguirían. La diferencia respecto a su encuentro anterior era que él ya no era el mismo, y su experiencia tampoco. Si lograba ocultar su identidad en todo momento, no podrían rastrearlo fácilmente.
-Tenemos dos túnicas para disfrazarnos, cortesía de nuestros amigos de la taberna.-Aquí residía el problema, ¿cómo se las ingeniaría Tarek para infiltrarse?-¿Tienes pensado cómo camuflarte tú? Si no me equivoco, se dice que Daga Nocturna te ha rescatado de las fauces de la serpiente, y afirmas que los cuerpos que dejó podrían seguir allí...-Se cruzó de brazos, esperando a ver la reacción el elfo.
En ese momento, el anciano salió de la taberna, con aires de molestia y enfurruñado, como si ese fuera su estado natural. Con mala gana, les entregó túnicas negras tanto a Katrina como a Alward.
-Ponéosla, forasteros, antes de que me hagáis meterme en problemas.-No se le notaba conforme con el plan, pero aun así lo seguía, no sabía si por amor a su nieto, a su gente o a la propia libertad.
-Nosotros tenemos que ir con él.-Le dijo Alward a Tarek.-Si no, nuestra tapadera quedará al descubierto.
Alward Sevna
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Comenzamos la marcha siguiendo los pasos de aquella hermosa mujer. El laberíntico camino parecía extenderse infinitamente, dando la ilusión de haber ya recorrido los pasillos una y otra vez. El eco de los pasos resonaban en el aire húmedo y pesado, mientras avanzábamos hacia el santuario oculto, un lugar sagrado y secreto dedicado al enigmático dios Loki.
La procesión escoltada por cuatro hombres alumbraban débilmente el recorrido con antorchas que desafiaban la oscuridad aciaga de las catacumbas. En silenciosa reverencia, acompasaban sus pasos para coincidir con las de Astrid. Una marcha silente que solo propiciaba el escenario predilecto para las palabras de la sacerdotisa de las Sierpes.
La mujer tomó la iniciativa de la conversación. Sus palabras suaves como el terciopelo eran como canto de sirena, capaces de infundir deseos lujuriosos y fantasías de enamorado; y a su vez aparentar una inocencia propia de una mujer ingenua y casta. Sabía que su lengua bífida era una potencial amenaza y así como había cautivado a cientos, bien podría querer persuadirnos con charlas amenas, fingiendo la calidez de un abrazo en su Dios y secta.
Su interés en Sacrestic me resultó particularmente llamativo. Ninguno de nosotros éramos de allí, y si bien últimamente había visitado en varias ocasiones la capital del oeste, sacar esa localidad me llamó profundamente la atención. La situación de la villa era crítica, tal como afirmaba Astrid, muchos de los humanos habían sido llamados a la capital para ayudar con las reparaciones y mantener el control del pueblo, consecuencia de los recientes desastres del continente.
Además, los descubrimientos de los prisioneros de guerra, donde había participado directamente, habían encendido las ascuas de rebelión en los vampiros que ya estaban cansados de la usurpación y persecución. Incluso la situación de Lannet como guardia de Sacrestic había estado rodeada de rumores de su muerte y relación con sujetos de sangre maldita. Sin duda todo parecía ser un caldo de cultivo para que los vampiros actuaran… y yo me aseguraría de ser partícipe protagónico de ello, pero no era el momento de hablar de eso.
Miré a Dante sin decir nada, solo para procurar que el humano se mantuviese callado.
Ciertamente, las cosas están en tensión en Sacrestic, desconozco los detalles, la última vez que estuve allí fue en Samhain y no soy procedente de la villa. Tampoco mi campanero. - dije mostrando una media verdad, quizás ella sabría mucho de nosotros, mentir sería terminar la alianza que pretendíamos crear entre Las Sierpes y Gnosis. Tenía una opinión bastante marcada sobre el tema, y seguramente Dante también, aunque fuese contraria. Sin embargo, no era prudente caer en temas de política y vampirismo.
Mi opinión… - dice en voz baja dejando que los segundos pasaran con un silencio sepulcral - Curioso llamar conquista a recuperar algo que te quitaron… - recalqué mientras la mueca de disgusto se dibujaba en el rostro del humano a mi costado. Sacrestic fue fundada por y para vampiros, los caprichos de los humanos eran ajenos al “bienestar” del oeste que parecía haber sido olvidado hasta que levantaron la voz.
Una leve sonrisa se mostró en el rostro de la bella mujer enmascarada y rápidamente siguió en su monólogo de fanática religiosa. Sus palabras no eran descabelladas, pero entre sus líneas se lograba leer la manipulación y control de masas que pretendían propiciar con la excusa de Loki.
Anoté mentalmente el nombre que me daba, según la dama Ragnarsson, la tal Matsushita era una de las encargadas del tema político social de las Sierpes, seguramente una persona influyente que sería interesante conocer para fines de la alianza que pretendíamos.
Mientras más hablaba de religión, o por lo menos su forma de comprender y sentir su religiosidad, podía ver como Dante se irritaba más y más. Su fe cristiana era tan fuerte como su misantropía, pero ya Kvasir tironeaba de sus cabellos para centrar al humano. Lo miraba con mirada punzante, mis ojos amarillos alumbraban cual sol, solo para recalcar las palabras de Corvo en la sede “No dejes que las emociones entorpezcan nuestros objetivos”.
Oh, disculpen, a veces cuando hablo de un tema que me apasiona puedo extenderme de más. El tiempo parece eterno, pero cuando te das cuenta, todo pasa volando. Ya llegamos. - dijo con tono jovial al ver que el recorrido ascendente de piedra que llevábamos rato atravesando terminaba en una gran puerta de madera con grandes adornos de oro en metal que dibujaban florituras y ornamentos de gran delicadeza y complejidad artística.
Bienvenidos a este humilde templo.- dijo mientras un par de acólitos se adelantaron dejando las antorchas sobre unos apliques en las paredes de piedra y con solemnidad abrieron las puertas.
Dentro una habitación similar a la estancia donde había conocido previamente a Astrid daba gala de su arquitectura. Columnas con forma de serpiente se enrollaban talladas en los pilares de piedra, el espacio era amplio, con un par de entradas al otro extremo, menos llamativas que la puerta que nosotros habíamos atravesado. En el centro del templo una especie de tarima se elevaba unos pocos escalones entre serpientes de piedra. En el centro de esta plataforma una mesa de piedra desentonaba. A diferencia del resto era piedra sin pulir o esculpir, solo una cama de roca gris que destaca por su simpleza en el centro. Sobre el cuboide de piedra, la luz de la luna iluminaba desde el cenit la estancia a través de una abertura circular. Otorgando al templo la compañía de la noche y el frío de los vientos silbantes que se colaban. Extrañamente aquello era parte de las catacumbas, pero lo que se podía ver no parecía ser Lunargenta. La tranquilidad y silencio parecían ajenos a la Capital del reino.
Caminamos por el templo mientras mirábamos atónitos los detalles de aquel “modesto” recinto de culto. Solo hablaba Astrid. - Aún es temprano, pero debemos prepararnos bien. Los símbolos del rito deben resguardarse y además les tengo que contar sobre el asunto que los trae aquí…Tranquilos, nadie puede entrar ni salir por ahí. - dijo señalando el cielo de pocas estrellas. - Hay barreras que ni el mago más sagaz, ni el pícaro mas astuto pueden atravesar.
La mujer se acercó al centro del templo y empezó a acariciar la mesa de piedra. Arrastrando con sutileza sus dedos por la superficie, sin incomodarse por el “polvillo” de la roca desgastada por el tiempo que ensuciaba su mano.
Los sagrados relatos dicen que Loki, nuestro amado y benevolente Dios, está… o estará… la temporalidad suele ser relativa - dijo lo último entre murmullos para sí misma. - en una caverna profunda y solitaria, ubicada en las entrañas más oscuras de la tierra. Un lugar alejado de la luz del sol, inmerso en una penumbra eterna. - Sus palabras se tornaban melancólicas mientras taciturna continuaba su relato mirando la mano que alzaba tras acariciar aquella cama de piedra. Frotando suavemente la yema de su pulgar con el resto de dedos. - Las paredes de la cueva son ásperas y húmedas, cubiertas de estalactitas y estalagmitas que se forman a lo largo de los siglos. El aire es frío y pesado, lleno de la sensación de desesperanza y abandono.
El dios está encadenado a tres grandes rocas con las vísceras de su hijo asesinado por su otro hijo transformado en lobo por los dioses. Estas cadenas fueron recubiertas con el poder de los aesir y son extremadamente fuertes, capaces de contener incluso a alguien tan poderosos y astuto como Loki. Alrededor de él, hay un silencio casi absoluto, roto solo por el goteo ocasional de agua y sus propios murmullos y gruñidos. - continuó relatando la sacerdotisa con voz resquebrajada, posiblemente con alguna lágrima contenida dentro de su antifaz dorado.
Tras recomponerse y dirigir su mirada a nosotros, continuó su pesar. - Por encima de él, una serpiente venenosa cuelga del techo de la caverna, goteando veneno sobre su rostro. La esposa de Loki, Sigyn, se encuentra a su lado, sosteniendo un cuenco para recoger el veneno y aliviar su sufrimiento. Sin embargo, cuando el cuenco se llena y ella debe ir a vaciarlo, el veneno cae sobre Loki, causándole un dolor inmenso, lo que provoca que se retuerza con tanta fuerza que la tierra misma tiembla.
¿Acaso Loki no tendría derecho a vengarse del mundo que lo abandono en tal cruel tortura? Un mártir que debe ser comprendido y humanizado. Un dios parecido a nosotros. - dijo con tono colérico apoyando ambas manos sobre la cama de piedra que simbolizaba el camastro del mentiroso. No obstante, su sermón fue interrumpido cuando una de las puertas occidentales que daban al templo se abrió de golpe. Un hombre entró corriendo, exaltado y jadeando. Su atuendo oscuro se asemeja al del resto de acólitos y ante la nula reacción de los presentes, se evidenció que era parte de los seguidores de la serpiente.
Oh lengua de la serpiente - dijo haciendo una reverencia a pocos metros de ella, casi tocando con su frente el suelo. - Pido permiso para darle información de urgencia. - Recalcó cansado.
Un leve gesto de la dama fue suficiente para que el hombre con torpeza subiera los escalones escamados en el suelo. Acercándose al oído y procurando contener su respiración agitada. Habló en voz baja. - La Daga Nocturna volvió aparecer.
Habla. - dijo con una sonrisa incómoda que no lograba disimular su disgusto.
La procesión escoltada por cuatro hombres alumbraban débilmente el recorrido con antorchas que desafiaban la oscuridad aciaga de las catacumbas. En silenciosa reverencia, acompasaban sus pasos para coincidir con las de Astrid. Una marcha silente que solo propiciaba el escenario predilecto para las palabras de la sacerdotisa de las Sierpes.
La mujer tomó la iniciativa de la conversación. Sus palabras suaves como el terciopelo eran como canto de sirena, capaces de infundir deseos lujuriosos y fantasías de enamorado; y a su vez aparentar una inocencia propia de una mujer ingenua y casta. Sabía que su lengua bífida era una potencial amenaza y así como había cautivado a cientos, bien podría querer persuadirnos con charlas amenas, fingiendo la calidez de un abrazo en su Dios y secta.
Su interés en Sacrestic me resultó particularmente llamativo. Ninguno de nosotros éramos de allí, y si bien últimamente había visitado en varias ocasiones la capital del oeste, sacar esa localidad me llamó profundamente la atención. La situación de la villa era crítica, tal como afirmaba Astrid, muchos de los humanos habían sido llamados a la capital para ayudar con las reparaciones y mantener el control del pueblo, consecuencia de los recientes desastres del continente.
Además, los descubrimientos de los prisioneros de guerra, donde había participado directamente, habían encendido las ascuas de rebelión en los vampiros que ya estaban cansados de la usurpación y persecución. Incluso la situación de Lannet como guardia de Sacrestic había estado rodeada de rumores de su muerte y relación con sujetos de sangre maldita. Sin duda todo parecía ser un caldo de cultivo para que los vampiros actuaran… y yo me aseguraría de ser partícipe protagónico de ello, pero no era el momento de hablar de eso.
Miré a Dante sin decir nada, solo para procurar que el humano se mantuviese callado.
Ciertamente, las cosas están en tensión en Sacrestic, desconozco los detalles, la última vez que estuve allí fue en Samhain y no soy procedente de la villa. Tampoco mi campanero. - dije mostrando una media verdad, quizás ella sabría mucho de nosotros, mentir sería terminar la alianza que pretendíamos crear entre Las Sierpes y Gnosis. Tenía una opinión bastante marcada sobre el tema, y seguramente Dante también, aunque fuese contraria. Sin embargo, no era prudente caer en temas de política y vampirismo.
Mi opinión… - dice en voz baja dejando que los segundos pasaran con un silencio sepulcral - Curioso llamar conquista a recuperar algo que te quitaron… - recalqué mientras la mueca de disgusto se dibujaba en el rostro del humano a mi costado. Sacrestic fue fundada por y para vampiros, los caprichos de los humanos eran ajenos al “bienestar” del oeste que parecía haber sido olvidado hasta que levantaron la voz.
Una leve sonrisa se mostró en el rostro de la bella mujer enmascarada y rápidamente siguió en su monólogo de fanática religiosa. Sus palabras no eran descabelladas, pero entre sus líneas se lograba leer la manipulación y control de masas que pretendían propiciar con la excusa de Loki.
Anoté mentalmente el nombre que me daba, según la dama Ragnarsson, la tal Matsushita era una de las encargadas del tema político social de las Sierpes, seguramente una persona influyente que sería interesante conocer para fines de la alianza que pretendíamos.
Mientras más hablaba de religión, o por lo menos su forma de comprender y sentir su religiosidad, podía ver como Dante se irritaba más y más. Su fe cristiana era tan fuerte como su misantropía, pero ya Kvasir tironeaba de sus cabellos para centrar al humano. Lo miraba con mirada punzante, mis ojos amarillos alumbraban cual sol, solo para recalcar las palabras de Corvo en la sede “No dejes que las emociones entorpezcan nuestros objetivos”.
Oh, disculpen, a veces cuando hablo de un tema que me apasiona puedo extenderme de más. El tiempo parece eterno, pero cuando te das cuenta, todo pasa volando. Ya llegamos. - dijo con tono jovial al ver que el recorrido ascendente de piedra que llevábamos rato atravesando terminaba en una gran puerta de madera con grandes adornos de oro en metal que dibujaban florituras y ornamentos de gran delicadeza y complejidad artística.
Bienvenidos a este humilde templo.- dijo mientras un par de acólitos se adelantaron dejando las antorchas sobre unos apliques en las paredes de piedra y con solemnidad abrieron las puertas.
Dentro una habitación similar a la estancia donde había conocido previamente a Astrid daba gala de su arquitectura. Columnas con forma de serpiente se enrollaban talladas en los pilares de piedra, el espacio era amplio, con un par de entradas al otro extremo, menos llamativas que la puerta que nosotros habíamos atravesado. En el centro del templo una especie de tarima se elevaba unos pocos escalones entre serpientes de piedra. En el centro de esta plataforma una mesa de piedra desentonaba. A diferencia del resto era piedra sin pulir o esculpir, solo una cama de roca gris que destaca por su simpleza en el centro. Sobre el cuboide de piedra, la luz de la luna iluminaba desde el cenit la estancia a través de una abertura circular. Otorgando al templo la compañía de la noche y el frío de los vientos silbantes que se colaban. Extrañamente aquello era parte de las catacumbas, pero lo que se podía ver no parecía ser Lunargenta. La tranquilidad y silencio parecían ajenos a la Capital del reino.
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Caminamos por el templo mientras mirábamos atónitos los detalles de aquel “modesto” recinto de culto. Solo hablaba Astrid. - Aún es temprano, pero debemos prepararnos bien. Los símbolos del rito deben resguardarse y además les tengo que contar sobre el asunto que los trae aquí…Tranquilos, nadie puede entrar ni salir por ahí. - dijo señalando el cielo de pocas estrellas. - Hay barreras que ni el mago más sagaz, ni el pícaro mas astuto pueden atravesar.
La mujer se acercó al centro del templo y empezó a acariciar la mesa de piedra. Arrastrando con sutileza sus dedos por la superficie, sin incomodarse por el “polvillo” de la roca desgastada por el tiempo que ensuciaba su mano.
Los sagrados relatos dicen que Loki, nuestro amado y benevolente Dios, está… o estará… la temporalidad suele ser relativa - dijo lo último entre murmullos para sí misma. - en una caverna profunda y solitaria, ubicada en las entrañas más oscuras de la tierra. Un lugar alejado de la luz del sol, inmerso en una penumbra eterna. - Sus palabras se tornaban melancólicas mientras taciturna continuaba su relato mirando la mano que alzaba tras acariciar aquella cama de piedra. Frotando suavemente la yema de su pulgar con el resto de dedos. - Las paredes de la cueva son ásperas y húmedas, cubiertas de estalactitas y estalagmitas que se forman a lo largo de los siglos. El aire es frío y pesado, lleno de la sensación de desesperanza y abandono.
El dios está encadenado a tres grandes rocas con las vísceras de su hijo asesinado por su otro hijo transformado en lobo por los dioses. Estas cadenas fueron recubiertas con el poder de los aesir y son extremadamente fuertes, capaces de contener incluso a alguien tan poderosos y astuto como Loki. Alrededor de él, hay un silencio casi absoluto, roto solo por el goteo ocasional de agua y sus propios murmullos y gruñidos. - continuó relatando la sacerdotisa con voz resquebrajada, posiblemente con alguna lágrima contenida dentro de su antifaz dorado.
Tras recomponerse y dirigir su mirada a nosotros, continuó su pesar. - Por encima de él, una serpiente venenosa cuelga del techo de la caverna, goteando veneno sobre su rostro. La esposa de Loki, Sigyn, se encuentra a su lado, sosteniendo un cuenco para recoger el veneno y aliviar su sufrimiento. Sin embargo, cuando el cuenco se llena y ella debe ir a vaciarlo, el veneno cae sobre Loki, causándole un dolor inmenso, lo que provoca que se retuerza con tanta fuerza que la tierra misma tiembla.
¿Acaso Loki no tendría derecho a vengarse del mundo que lo abandono en tal cruel tortura? Un mártir que debe ser comprendido y humanizado. Un dios parecido a nosotros. - dijo con tono colérico apoyando ambas manos sobre la cama de piedra que simbolizaba el camastro del mentiroso. No obstante, su sermón fue interrumpido cuando una de las puertas occidentales que daban al templo se abrió de golpe. Un hombre entró corriendo, exaltado y jadeando. Su atuendo oscuro se asemeja al del resto de acólitos y ante la nula reacción de los presentes, se evidenció que era parte de los seguidores de la serpiente.
Oh lengua de la serpiente - dijo haciendo una reverencia a pocos metros de ella, casi tocando con su frente el suelo. - Pido permiso para darle información de urgencia. - Recalcó cansado.
Un leve gesto de la dama fue suficiente para que el hombre con torpeza subiera los escalones escamados en el suelo. Acercándose al oído y procurando contener su respiración agitada. Habló en voz baja. - La Daga Nocturna volvió aparecer.
Habla. - dijo con una sonrisa incómoda que no lograba disimular su disgusto.
Zagreus
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Las oscuras figuras del enmascarado y su silenciosa acompañante se perdieron en la noche, entre los callejones de aquella zona de la ciudad, rumbo al punto de encuentro de la secta. Hasta aquella noche Tarek apenas había escuchado hablar de aquella secreta organización, adoradora de un dios antiguo. Pero los pocos rumores que había conocido habían sido suficientes para querer mantenerse lejos de ellos; conocer algunos de los detalles de lo que estaban llevando a cabo en aquella ciudad no había hecho más que reforzar aquel sentimiento.
Dirigió sus pasos hacia la oscura entrada a los túneles de la ciudad. Los mismo que hacía apenas unas horas había abandonado, guiado por aquella enigmática figura llamada Daga Nocturna. ¿Seguirían los cuerpos de sus captores allí? Si lo que el tabernero había dicho era cierto, los seguidores de la secta se contaban no solo por docenas, si no por centenares. Tendrían efectivos suficientes como para comprobar cada uno de los túneles de la ciudad en el lapso de tiempo que había transcurrido desde su huida. Sin embargo, aquello también podía significar que un número reducido de hombres, como aquellos que yacían en las oscuras entrañas de la ciudad, podía pasar desapercibido al menos una noche. Todo dependía de la importancia que la misión de aquel pequeño grupo hubiese tenido.
Con un último suspiro, atravesó el umbral de la oscuridad, desandado el camino que lo había llevado hacía solo unas horas a la libertad. Se movió con cautela[1], aprovechando la oscuridad de aquel laberinto de ladrillos, hasta toparse con los cuerpos de los caídos. Pudo olerlos antes de verlos: el intenso aroma de la sangre, fruto de la pequeña masacre que Daga Nocturna había dejado a su paso. Sin embargo, ningún ruido pareció perturbar los cavernosos pasadizos.
Observó los cuerpos con cuidado. La sangre había empapado los ropajes, hasta dejarlos inservibles, por no mencionar los diversos cortes que había atravesado la tela, dejando tras de sí desgarros evidentes. Su acceso al ritual debía basarse en una estrategia diferente. Revisó minuciosamente los cuerpos, atento a los ruidos que pudiesen indicar la presencia de otro ser vivo en aquellos parajes. Pero excepto un par de alhajas y un candado con llaves, no encontró nada en ellos que pudiese serle de ayuda. No portaban tampoco sus armas, lo cual molestó sobremanera al elfo. No estaba dispuesto a abandonar aquel lugar sin recuperarlas.
Guiado por sus confusos recuerdos, desandó el resto del camino, hasta toparse con su improvisada celda. La cuatro paredes de ladrillos y el intenso olor a humedad lo recibieron como a un viejo conocido, revolviéndole el estómago. Pero su interior permanecía tan vacío como lo había estado a su marcha. Abandonando la estancia, cerró la puerta tras de si.
¿Por dónde habían llegado sus captores? Quizás hubiesen tomado el camino por el que habían decidido sacarlo de aquel lugar y en el que habían encontrado su fatídico final…. o quizás, miró a su derecha, hubiesen venido de las entrañas de aquel laberinto de ladrillos. Escrutando a su alrededor, intentó identificar alguna prueba de que el grupo hubiese pasado por el túnel que extendía a su derecha. Pronto encontró los primeros indicios. Uno de los hombres cojeaba, y había dejado tras de sí marcas en el polvo que cubría parte del pasaje [2].
El rastro lo condujo hasta una sala poco mayor que aquella en la que lo habían encerrado. En su interior, una mesa de madera ocupaba gran parte del espacio, así como algunas estanterías llenas de objetos que a Tarek le recordaron, vagamente, a instrumental de tortura. Una inspección más cercana de los mismos le reveló que parte de los objetos habían sido usados recientemente, y que aquello que estaba buscando se encontraban en el estante superior del mueble.
Unos ruidos a su espalda evitaron que recuperase su equipo, y la cercanía cada vez mayor de voces lo impelió a buscar un lugar donde ocultarse. La puerta chirrió sobre los goznes, cuando una de las recién llegadas figuras la abrió del todo, produciendo un intenso eco metálico, que reverberó a lo largo de los túneles.
- … no deberíamos fiarnos –la voz se acercó a la mesa, donde el dueño de la misma pareció buscar algo.
- Les han permitido formar parte del ritual –una segunda voz, femenina, pareció provenir de la zona de la puerta.
- No lo sé, hay algo que no me gusta. Esos foráneos… me da mala espina.
- En cualquier caso, no es asunto nuestro –comentó la segunda voz- ¿Lo tienes? Debemos llegar antes de que empiece la ceremonia –preguntó, instando a su compañero a acabar.
Ante la respuesta afirmativa del mismo, ambos salieron de la estancia. Tarek abandonó su posición bajo la mesa, para recoger con premura su arma y un par de dagas que se encontraban junto a ella. Abandonó la estancia, cuidándose de no provocar ni el más mínimo ruido[1]. Las figuras se perdían ya al final del túnel y el elfo, guiado por su aguda vista y oído, las siguió en la distancia.
Tarek intentó recordar cada giro y cambio de dirección que tomaban, pero pronto desistió. Debía haber algo en las paredes de aquel laberinto que los ayudase a orientarse, pues nada de lo que hacían parecía tener sentido. Sin embargo, no pudo prestar suficiente atención a su entorno, a riesgo de perder su objetivo. El camino pareció extenderse por varios minutos, hasta que, finalmente, una ligera y fría brisa pareció fluir desde alguna entrada cercana. Sus guías, que hasta entonces habían mantenido una superflua conversación sobre los cambios en la moda una vez las sierpes se hiciesen con la ciudad, guardaron silencio.
Aún a distancia, para evitar ser descubierto, el elfo observó cómo se detenía ante la entrada y tomaban algo del bolsillo de su túnica. Tras alzarlo, ambos continuaron su camino. El peliblanco avanzó en silencio, hasta colocarse lo suficientemente cerca de la salida como para distinguir lo que se encontraba al otro lado.
Una sala circular, profusamente decorada, albergaba un altar de piedra en su centro y, en aquel mismo momento, un nutrido número de figuras, muchas de ellas enmascaradas, se reunían alrededor del mismo. Una oquedad en el techo del templo, permitía que las estrellas alumbrasen la sala, confiriéndole un aspecto más bien tétrico. Varias figuras con capas negras, como las que el anciano de la taberna había entregado al enmascarado y su acompañante, penetraron a la estancia por lo que parecía otra entrada diferente a la que había usado Tarek para llegar hasta allí.
Algo en la escena, más allá de lo extraño que podía ser ver a aquella gente reunida en un lugar como ese, perturbó sobremanera al elfo, que tardó varios minutos en darse cuenta de qué era lo que faltaba. Las personas en el interior de la sala hablaban, pero ningún sonido llegaba hasta él. Ni siquiera los haces de luz, procedentes de algunas antorchas, colocadas en las paredes del templo, parecía llegar hasta la posición del peliblanco. Aquella había sido la razón por la que sus guías se habían detenido: ante él había una barrera. Una que permitía el paso del frío aire nocturno, pero no del sonido ni de la luz. Un modo efectivo de alejar a los incautos que decidiesen, estúpidamente, recorrer aquellos pasajes en una noche como aquella.
Una ligera reverberación se dejó sentir en el aire y, al unísono, todas las figuras parecieron dirigir su mirada hacia el altar, donde la enmascarada figura de una mujer tomó la palabra. La ceremonia había comenzado. Si había un momento propicio para colarse en la estancia, era aquel.
Tomando una de las alhajas que había sustraído de los cadáveres y suponiendo cual podía ser su función, se deslizó a través de la barrera. Su tacto se sintió como un balde de agua fría, pero ningún sonido ni efecto lumínico alertaron a los asistentes a la ceremonia de su llegada. Con premura, se escondió a la sombra de una de las enormes columnas con cabeza de serpiente y, tras asegurarse de que nadie miraba en su dirección, se encaramó a la misma, ascendiendo hasta encontrar un lugar en el que cobijarse de la luz y las miradas indiscretas. Solo entonces prestó atención a lo que estaba sucediendo en el centro de la estancia.
- … no lo dudéis. ¡Loki! ¡Nuestro dios y señor, pronto se unirá a nosotros! –la mujer enmascarada hizo un gesto con la mano- Que se acerquen los iniciados.
Contemplando la escena ante él, Tarek se preguntó una vez más qué tendrían que ver los Ojosverdes en todo aquel asunto o si, en realidad, su secuestro había sido más una cuestión de mala fortuna que de venganza.
___Dirigió sus pasos hacia la oscura entrada a los túneles de la ciudad. Los mismo que hacía apenas unas horas había abandonado, guiado por aquella enigmática figura llamada Daga Nocturna. ¿Seguirían los cuerpos de sus captores allí? Si lo que el tabernero había dicho era cierto, los seguidores de la secta se contaban no solo por docenas, si no por centenares. Tendrían efectivos suficientes como para comprobar cada uno de los túneles de la ciudad en el lapso de tiempo que había transcurrido desde su huida. Sin embargo, aquello también podía significar que un número reducido de hombres, como aquellos que yacían en las oscuras entrañas de la ciudad, podía pasar desapercibido al menos una noche. Todo dependía de la importancia que la misión de aquel pequeño grupo hubiese tenido.
Con un último suspiro, atravesó el umbral de la oscuridad, desandado el camino que lo había llevado hacía solo unas horas a la libertad. Se movió con cautela[1], aprovechando la oscuridad de aquel laberinto de ladrillos, hasta toparse con los cuerpos de los caídos. Pudo olerlos antes de verlos: el intenso aroma de la sangre, fruto de la pequeña masacre que Daga Nocturna había dejado a su paso. Sin embargo, ningún ruido pareció perturbar los cavernosos pasadizos.
Observó los cuerpos con cuidado. La sangre había empapado los ropajes, hasta dejarlos inservibles, por no mencionar los diversos cortes que había atravesado la tela, dejando tras de sí desgarros evidentes. Su acceso al ritual debía basarse en una estrategia diferente. Revisó minuciosamente los cuerpos, atento a los ruidos que pudiesen indicar la presencia de otro ser vivo en aquellos parajes. Pero excepto un par de alhajas y un candado con llaves, no encontró nada en ellos que pudiese serle de ayuda. No portaban tampoco sus armas, lo cual molestó sobremanera al elfo. No estaba dispuesto a abandonar aquel lugar sin recuperarlas.
Guiado por sus confusos recuerdos, desandó el resto del camino, hasta toparse con su improvisada celda. La cuatro paredes de ladrillos y el intenso olor a humedad lo recibieron como a un viejo conocido, revolviéndole el estómago. Pero su interior permanecía tan vacío como lo había estado a su marcha. Abandonando la estancia, cerró la puerta tras de si.
¿Por dónde habían llegado sus captores? Quizás hubiesen tomado el camino por el que habían decidido sacarlo de aquel lugar y en el que habían encontrado su fatídico final…. o quizás, miró a su derecha, hubiesen venido de las entrañas de aquel laberinto de ladrillos. Escrutando a su alrededor, intentó identificar alguna prueba de que el grupo hubiese pasado por el túnel que extendía a su derecha. Pronto encontró los primeros indicios. Uno de los hombres cojeaba, y había dejado tras de sí marcas en el polvo que cubría parte del pasaje [2].
El rastro lo condujo hasta una sala poco mayor que aquella en la que lo habían encerrado. En su interior, una mesa de madera ocupaba gran parte del espacio, así como algunas estanterías llenas de objetos que a Tarek le recordaron, vagamente, a instrumental de tortura. Una inspección más cercana de los mismos le reveló que parte de los objetos habían sido usados recientemente, y que aquello que estaba buscando se encontraban en el estante superior del mueble.
Unos ruidos a su espalda evitaron que recuperase su equipo, y la cercanía cada vez mayor de voces lo impelió a buscar un lugar donde ocultarse. La puerta chirrió sobre los goznes, cuando una de las recién llegadas figuras la abrió del todo, produciendo un intenso eco metálico, que reverberó a lo largo de los túneles.
- … no deberíamos fiarnos –la voz se acercó a la mesa, donde el dueño de la misma pareció buscar algo.
- Les han permitido formar parte del ritual –una segunda voz, femenina, pareció provenir de la zona de la puerta.
- No lo sé, hay algo que no me gusta. Esos foráneos… me da mala espina.
- En cualquier caso, no es asunto nuestro –comentó la segunda voz- ¿Lo tienes? Debemos llegar antes de que empiece la ceremonia –preguntó, instando a su compañero a acabar.
Ante la respuesta afirmativa del mismo, ambos salieron de la estancia. Tarek abandonó su posición bajo la mesa, para recoger con premura su arma y un par de dagas que se encontraban junto a ella. Abandonó la estancia, cuidándose de no provocar ni el más mínimo ruido[1]. Las figuras se perdían ya al final del túnel y el elfo, guiado por su aguda vista y oído, las siguió en la distancia.
Tarek intentó recordar cada giro y cambio de dirección que tomaban, pero pronto desistió. Debía haber algo en las paredes de aquel laberinto que los ayudase a orientarse, pues nada de lo que hacían parecía tener sentido. Sin embargo, no pudo prestar suficiente atención a su entorno, a riesgo de perder su objetivo. El camino pareció extenderse por varios minutos, hasta que, finalmente, una ligera y fría brisa pareció fluir desde alguna entrada cercana. Sus guías, que hasta entonces habían mantenido una superflua conversación sobre los cambios en la moda una vez las sierpes se hiciesen con la ciudad, guardaron silencio.
Aún a distancia, para evitar ser descubierto, el elfo observó cómo se detenía ante la entrada y tomaban algo del bolsillo de su túnica. Tras alzarlo, ambos continuaron su camino. El peliblanco avanzó en silencio, hasta colocarse lo suficientemente cerca de la salida como para distinguir lo que se encontraba al otro lado.
Una sala circular, profusamente decorada, albergaba un altar de piedra en su centro y, en aquel mismo momento, un nutrido número de figuras, muchas de ellas enmascaradas, se reunían alrededor del mismo. Una oquedad en el techo del templo, permitía que las estrellas alumbrasen la sala, confiriéndole un aspecto más bien tétrico. Varias figuras con capas negras, como las que el anciano de la taberna había entregado al enmascarado y su acompañante, penetraron a la estancia por lo que parecía otra entrada diferente a la que había usado Tarek para llegar hasta allí.
Algo en la escena, más allá de lo extraño que podía ser ver a aquella gente reunida en un lugar como ese, perturbó sobremanera al elfo, que tardó varios minutos en darse cuenta de qué era lo que faltaba. Las personas en el interior de la sala hablaban, pero ningún sonido llegaba hasta él. Ni siquiera los haces de luz, procedentes de algunas antorchas, colocadas en las paredes del templo, parecía llegar hasta la posición del peliblanco. Aquella había sido la razón por la que sus guías se habían detenido: ante él había una barrera. Una que permitía el paso del frío aire nocturno, pero no del sonido ni de la luz. Un modo efectivo de alejar a los incautos que decidiesen, estúpidamente, recorrer aquellos pasajes en una noche como aquella.
Una ligera reverberación se dejó sentir en el aire y, al unísono, todas las figuras parecieron dirigir su mirada hacia el altar, donde la enmascarada figura de una mujer tomó la palabra. La ceremonia había comenzado. Si había un momento propicio para colarse en la estancia, era aquel.
Tomando una de las alhajas que había sustraído de los cadáveres y suponiendo cual podía ser su función, se deslizó a través de la barrera. Su tacto se sintió como un balde de agua fría, pero ningún sonido ni efecto lumínico alertaron a los asistentes a la ceremonia de su llegada. Con premura, se escondió a la sombra de una de las enormes columnas con cabeza de serpiente y, tras asegurarse de que nadie miraba en su dirección, se encaramó a la misma, ascendiendo hasta encontrar un lugar en el que cobijarse de la luz y las miradas indiscretas. Solo entonces prestó atención a lo que estaba sucediendo en el centro de la estancia.
- … no lo dudéis. ¡Loki! ¡Nuestro dios y señor, pronto se unirá a nosotros! –la mujer enmascarada hizo un gesto con la mano- Que se acerquen los iniciados.
Contemplando la escena ante él, Tarek se preguntó una vez más qué tendrían que ver los Ojosverdes en todo aquel asunto o si, en realidad, su secuestro había sido más una cuestión de mala fortuna que de venganza.
[1] Talento: Sigilo
[2] Talento: Perspicacia
Tarek Inglorien
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Los iniciados, sus rostros ocultos tras las capuchas oscuras, se adelantaron con un paso que denotaba nerviosismo. La sacerdotisa, con su rostro oculto tras el antifaz dorado, los recibió con brazos abiertos en el centro del círculo de aquel místico "templo". La luz tenue de las antorchas y el eco de sus pasos conferían al lugar un aire sagrado y siniestro al mismo tiempo.
La mujer enmascarada levantó sus manos.
-Bienvenidos, nuevos hijos de la serpiente. Hoy, vuestro destino se entrelazará con el de Loki, nuestro dios.-Su voz, suave como el susurro de la brisa en la noche, llenó la sala.
Alward se encontraba entre los acólitos, disfrazado como uno de ellos. Sentía la tensión palpitante en el aire, pues Katrina había sido llamada. El, sin embargo, no. La vampiresa, bajo la capucha, mantenía la calma aparente, pero el enmascarado percibía la mirada de alerta en sus ojos.
La sacerdotisa continuó su ceremonia, describiendo la grandeza y el sufrimiento de Loki, encadenado en la oscura caverna. Las palabras resonaban en la sala, mezclándose con la reverberación de las paredes de piedra. Alward, oculto en la penumbra de su capucha, escuchaba atentamente mientras mantenía su postura como acólito.
El altar de piedra en el centro del templo brillaba débilmente bajo las antorchas, y los iniciados, siguiendo las indicaciones de la sacerdotisa, se arrodillaron. Era un momento solemne, cargado de un poder que trascendía lo tangible. Los gestos de la sacerdotisa, sus manos moviéndose con gracia y autoridad, daban la impresión de que realmente canalizaba la esencia de su dios.
Alward observaba la escena con ojos perspicaces. El conocimiento de que esta ceremonia era solo una máscara para algo más oscuro se arraigaba en su mente. Esperaba el momento adecuado para actuar, mientras la sacerdotisa avanzaba hacia el altar.
Su mirada aguda captó la presencia de Zagreus en la penumbra de la sala. No podía distinguir todos los detalles de su figura, pero la mera presencia del vampiro le hizo fruncir el ceño. ¿Qué hacía allí, y qué conexiones podían existir entre los Adoradores de la Serpiente y él?
El humano a su lado no le resultaba familiar, pero no le dio más importancia. Era Zagreus quien le inquietaba. A pesar de ello, mantuvo su compostura como acólito, oculto bajo la capucha oscura, esperando el momento oportuno para actuar.
La sacerdotisa, Astrid, en su antifaz dorado, anunció el siguiente paso del ritual. Uno a uno, los nuevos iniciados debían bajarse las capuchas para ser reconocidos y recibir una bendición particular. Alward, en silencio, observaba cómo se desenvolvía la escena.
-El próximo paso, queridos iniciados, es la revelación. Uno a uno, bajen sus capuchas y permitan que la serpiente los conozca. Recibirán una bendición única que los marcará como elegidos.
Entonces, la tensión creció en Alward y Katrina. Astrid, con gracia y solemnidad, dirigía el rito. El Sevna se mantenía alerta, su mente trabajando en sintonía con el entorno, listo para intervenir cuando fuera necesario.
El primer iniciado se descubrió, revelando un rostro joven y ansioso. Astrid le dedicó unas palabras en voz baja, susurros que resonaron con un significado profundo. Alward, entre la multitud, mantenía la calma, esperando.
Luego, el segundo iniciado se descubrió. Una figura más madura, pero aún con la mirada expectante. Astrid pronunció palabras que parecían llevar consigo el peso de la antigüedad. El Sevna evaluaba cada gesto, cada detalle.
Y así continuó el proceso. El tercer iniciado reveló su rostro, y el cuarto hizo lo mismo. La tensión se intensificaba, y Alward y Katrina se preparaba para lo inevitable.
Llegó el momento de la verdad. Astrid anunció al quinto y último iniciado; Katrina.
Pero, un sonido sutil pero inconfundible captó la atención de todos: el suave tintineo de dagas chocando. La multitud se agitó, y Astrid frunció el ceño al ver que algo se salía de su control.
En ese instante, como una sombra cayendo desde lo alto de uno de los pilares, Daga Nocturna se materializó en la sala. La figura encapuchada portaba dagas gemelas que destellaban a la luz de las antorchas. Su presencia interrumpió el ritual, y la sacerdotisa, en un gesto de molestia, dirigió su mirada hacia la intrusa.
-Oh, la justiciera.-Comentó Astrid con un tono que no revelaba sorpresa.
Daga Nocturna, imperturbable, se acercó a Astrid.
-Sabes que esto no es lo correcto. Deja Lunargenta y sus ciudadanos en paz.-Instó la enmascarada, su voz resonando de manera enigmática y contundente.
-No abandonaremos lo que hemos construido. Lunargenta nos pertenece. Nosotros somos su futuro.-Respondió con una firmeza que dejaba claro que no accedería a la petición de la recién llegada.
La confrontación de voluntades se extendía en la sala, alimentada por la tensión de quienes observaban el enfrentamiento entre estas dos figuras enigmáticas.
-Entonces no me dejas otra salida...-Tensó sus hombros y apretó el agarre de sus dagas, que estaban en una postura baja.-Has derramado veneno en las venas de esta ciudad, y pagarás por ello.
Con una destreza felina, Daga Nocturna se lanzó hacia Astrid, dagas relucientes en mano. Pero antes de que pudiera llegar hasta la sacerdotisa, los secuaces Sierpes, hábiles y bien entrenados, se interpusieron en su camino. Surgieron de entre las sombras, rodeando a Daga Nocturna con una formación impenetrable.
-Parece que la caza no será tan fácil, querida justiciera.-Dijo Astrid desde su posición protegida, rodeada de su séquito sectario.
Alward, cobijado bajo su disfraz, inclinó sutilmente su cabeza hacia el anciano de la taberna que estaba cerca. Con destreza, susurró palabras rápidas pero cargadas de urgencia.
-Ponte a salvo, lleva a los inocentes lejos de aquí.
El anciano, captando la seriedad en el tono de Alward, asintió levemente y se retiró sigilosamente, desapareciendo entre las sombras de la sala.
Entonces, en un acto fluido, Alward desabrochó la túnica negra que lo camuflaba entre los adoradores de la serpiente. Como un espectro emergiendo de la oscuridad, se reveló como el misterioso enmascarado encapuchado que había estado acechando en las sombras. La luz de las antorchas parpadeó en su máscara, añadiendo un toque casi terrorífico a su figura.
Con pasos silenciosos pero decididos, Alward avanzó hacia el altar, donde Daga Nocturna aguardaba. Se colocó a su lado, y juntos formaron una alianza improbable pero necesaria en medio de la caótica escena.
La multitud de sectarios, inicialmente desconcertada por la transformación de Alward, comenzó a reorganizarse, ahora enfrentándose a dos enigmáticas figuras que desafiaban la autoridad de Astrid y los Adoradores de la Serpiente.
La máscara de Alward ocultaba cualquier expresión, pero su postura revelaba una determinación indomable. A su lado, Daga Nocturna ajustó sus dagas gemelas, preparada para el enfrentamiento que se avecinaba. El silencio tenso se rompió con murmullos y movimientos nerviosos mientras los sectarios se preparaban para el conflicto inminente. La sala, antes sumida en el ritual oscuro, ahora vibraba con la electricidad de un choque inminente entre fuerzas opuestas.
En el eco del caos que había envuelto la sala, solo los sectarios permanecían, envueltos en una mezcla de incredulidad y furia. Los ciudadanos inocentes, previamente forzados a participar en el ritual, habían huido en busca de seguridad al ver la repentina erupción de violencia.
Alward desenvainó sus espadas; Nattehimlen y Værdi.
Entonces, la sala se convirtió en un campo de batalla caótico mientras los sectarios se abalanzaban sobre Alward y Daga Nocturna. Filos centelleantes y golpes certeros se entrelazaban en una danza frenética de acero y sombras.
Alward, con movimientos ágiles y precisos, esquivaba los ataques, contrarrestando con golpes calculados. Su destreza y agilidad eran sorprendentes, cada movimiento un testimonio de años de entrenamiento. Daga Nocturna, por su parte, se deslizaba entre los sectarios como una sombra, su danza mortal desarmaba a sus oponentes con eficiencia implacable.
A pesar de la desventaja numérica, la pareja mantenía una sincronización asombrosa. Alward cubría a Daga Nocturna en momentos críticos, y ella respondía con ataques precisos que desarmaban a los sectarios más hábiles. La sala resonaba con el choque de armas y los gruñidos de esfuerzo, pero la determinación brillaba en los ojos de los dos intrusos.
El liderazgo de los sectarios se tambaleaba frente a la inesperada resistencia. Algunos sectarios comenzaban a dudar, mientras que otros redoblaban sus esfuerzos. En el fragor de la batalla, Alward y Daga Nocturna se convertían en una fuerza imparable, desafiando a aquellos que se atrevían a usar la oscuridad para sus propios fines.
Astrid, desde su posición privilegiada en el altar, vio con creciente frustración cómo sus secuaces flaqueaban ante la habilidad combinada de Alward y Daga Nocturna. Un destello de furia cruzó sus ojos vampíricos, y alzó su voz de manera majestuosa y envolvente.
-¡Levantaos, fieles! No permitiré que intrusos mancillen nuestro sagrado santuario. ¡Luchad con la fuerza de la serpiente que corre en vuestras venas!
La magia de la voz de Astrid resonó en la sala, revitalizando a los sectarios. Sus movimientos se volvieron más coordinados, renovando su determinación. A medida que la melodía mágica fluía, algunos sectarios, antes titubeantes, se lanzaron con renovado ímpetu contra Alward y Daga Nocturna.
La batalla alcanzó su punto álgido, con Alward y Daga Nocturna luchando valientemente pero siendo gradualmente superados por la abrumadora cantidad de sectarios. Un sectario en particular, con mirada decidida, se lanzó a por el Sevna con todo. El sectario, con ojos enfebrecidos y una determinación palpable, blandió su arma, una afilada espada, con destreza. Con un movimiento ágil y calculado, apuntó directamente al costado desprotegido de Alward, aprovechando un breve momento de distracción. La hoja cortante encontró su objetivo, rasgando la tela de la túnica negra y dejando una herida profunda en el costado del guerrero enmascarado.
Alward dejó escapar un gruñido de dolor, sus facciones tensándose bajo la máscara y haciéndose visible en sus ojos mientras el impacto de la herida se propagaba por su cuerpo. Aunque herido, mantuvo su postura, empuñando con firmeza sus dos espadas, pero la fatiga y el dolor se reflejaban en su mirada.
Ahí, el sectario vio la oportunidad de acabar con el guerrero enmascarado. Entonces, se preparaba para lanzar el golpe final que pondría fin a la resistencia de Alward. Pero entonces, una voz imponente y terrorífica retumbó en la mente de todos los presentes, lanzada como una estocada con un único objetivo, el sectario que quería acabar con el Sevna.
-¡Vide silentium! [1]
Katrina había desvelado su presencia, y su palabra mágica, cargada de energía psíquica, desató un tormento en la mente del sectario. Este soltó un grito de agonía, soltando su espada y cayendo de rodillas, agarrándose la cabeza mientras intentaba resistir la embestida psíquica.
Alward, aprovechando este repentino giro, se apartó rápidamente del alcance del sectario. El dolor en su costado era palpable, pero la intervención de Katrina le había otorgado una oportunidad de contraataque. La escena estaba llena de tensión, con los sonidos de la batalla entre Daga Nocturna y los otros sectarios mezclándose en un caos frenético.
Katrina se deslizó entre los iniciados y avanzó hacia donde Alward y Daga Nocturna se mantenían firmes frente a los adoradores.
Astrid, desde su posición elevada en el altar, observó detenidamente a Katrina cuando esta se destacó del grupo de iniciados. Un destello de reconocimiento cruzó sus ojos vampíricos, y con una sonrisa sutil, comentó:
-Katrina, ¿Eres tú?
En ese momento, Daga Nocturna, oculta tras su máscara, dejó escapar un fugaz destello de sorpresa, como si reconociera a la vampiresa. Pero poco tiempo tenía para reaccionar ante eso por la situación presente.
A Alward lo seguía martirizando la herida macabra de su costado, que no paraba de emanar sangre. Su expresión tensa revelaba el dolor que intentaba ocultar. Sin embargo, su determinación permanecía inquebrantable, y con las dos espadas aún en mano, se preparó para enfrentar la siguiente oleada de adoradores. Katrina, al notar la herida de Alward, le dirigió una mirada de preocupación mientras se unía a su lado, pero la urgencia de la situación obligaba a centrarse en la amenaza inminente que representaban los Adoradores. La pelea estaba lejos de haber concluido, y cada movimiento era crucial para cambiar el curso de la contienda.
La mujer enmascarada levantó sus manos.
-Bienvenidos, nuevos hijos de la serpiente. Hoy, vuestro destino se entrelazará con el de Loki, nuestro dios.-Su voz, suave como el susurro de la brisa en la noche, llenó la sala.
Alward se encontraba entre los acólitos, disfrazado como uno de ellos. Sentía la tensión palpitante en el aire, pues Katrina había sido llamada. El, sin embargo, no. La vampiresa, bajo la capucha, mantenía la calma aparente, pero el enmascarado percibía la mirada de alerta en sus ojos.
La sacerdotisa continuó su ceremonia, describiendo la grandeza y el sufrimiento de Loki, encadenado en la oscura caverna. Las palabras resonaban en la sala, mezclándose con la reverberación de las paredes de piedra. Alward, oculto en la penumbra de su capucha, escuchaba atentamente mientras mantenía su postura como acólito.
El altar de piedra en el centro del templo brillaba débilmente bajo las antorchas, y los iniciados, siguiendo las indicaciones de la sacerdotisa, se arrodillaron. Era un momento solemne, cargado de un poder que trascendía lo tangible. Los gestos de la sacerdotisa, sus manos moviéndose con gracia y autoridad, daban la impresión de que realmente canalizaba la esencia de su dios.
Alward observaba la escena con ojos perspicaces. El conocimiento de que esta ceremonia era solo una máscara para algo más oscuro se arraigaba en su mente. Esperaba el momento adecuado para actuar, mientras la sacerdotisa avanzaba hacia el altar.
Su mirada aguda captó la presencia de Zagreus en la penumbra de la sala. No podía distinguir todos los detalles de su figura, pero la mera presencia del vampiro le hizo fruncir el ceño. ¿Qué hacía allí, y qué conexiones podían existir entre los Adoradores de la Serpiente y él?
El humano a su lado no le resultaba familiar, pero no le dio más importancia. Era Zagreus quien le inquietaba. A pesar de ello, mantuvo su compostura como acólito, oculto bajo la capucha oscura, esperando el momento oportuno para actuar.
La sacerdotisa, Astrid, en su antifaz dorado, anunció el siguiente paso del ritual. Uno a uno, los nuevos iniciados debían bajarse las capuchas para ser reconocidos y recibir una bendición particular. Alward, en silencio, observaba cómo se desenvolvía la escena.
-El próximo paso, queridos iniciados, es la revelación. Uno a uno, bajen sus capuchas y permitan que la serpiente los conozca. Recibirán una bendición única que los marcará como elegidos.
Entonces, la tensión creció en Alward y Katrina. Astrid, con gracia y solemnidad, dirigía el rito. El Sevna se mantenía alerta, su mente trabajando en sintonía con el entorno, listo para intervenir cuando fuera necesario.
El primer iniciado se descubrió, revelando un rostro joven y ansioso. Astrid le dedicó unas palabras en voz baja, susurros que resonaron con un significado profundo. Alward, entre la multitud, mantenía la calma, esperando.
Luego, el segundo iniciado se descubrió. Una figura más madura, pero aún con la mirada expectante. Astrid pronunció palabras que parecían llevar consigo el peso de la antigüedad. El Sevna evaluaba cada gesto, cada detalle.
Y así continuó el proceso. El tercer iniciado reveló su rostro, y el cuarto hizo lo mismo. La tensión se intensificaba, y Alward y Katrina se preparaba para lo inevitable.
Llegó el momento de la verdad. Astrid anunció al quinto y último iniciado; Katrina.
Pero, un sonido sutil pero inconfundible captó la atención de todos: el suave tintineo de dagas chocando. La multitud se agitó, y Astrid frunció el ceño al ver que algo se salía de su control.
En ese instante, como una sombra cayendo desde lo alto de uno de los pilares, Daga Nocturna se materializó en la sala. La figura encapuchada portaba dagas gemelas que destellaban a la luz de las antorchas. Su presencia interrumpió el ritual, y la sacerdotisa, en un gesto de molestia, dirigió su mirada hacia la intrusa.
-Oh, la justiciera.-Comentó Astrid con un tono que no revelaba sorpresa.
Daga Nocturna, imperturbable, se acercó a Astrid.
-Sabes que esto no es lo correcto. Deja Lunargenta y sus ciudadanos en paz.-Instó la enmascarada, su voz resonando de manera enigmática y contundente.
-No abandonaremos lo que hemos construido. Lunargenta nos pertenece. Nosotros somos su futuro.-Respondió con una firmeza que dejaba claro que no accedería a la petición de la recién llegada.
La confrontación de voluntades se extendía en la sala, alimentada por la tensión de quienes observaban el enfrentamiento entre estas dos figuras enigmáticas.
-Entonces no me dejas otra salida...-Tensó sus hombros y apretó el agarre de sus dagas, que estaban en una postura baja.-Has derramado veneno en las venas de esta ciudad, y pagarás por ello.
Con una destreza felina, Daga Nocturna se lanzó hacia Astrid, dagas relucientes en mano. Pero antes de que pudiera llegar hasta la sacerdotisa, los secuaces Sierpes, hábiles y bien entrenados, se interpusieron en su camino. Surgieron de entre las sombras, rodeando a Daga Nocturna con una formación impenetrable.
-Parece que la caza no será tan fácil, querida justiciera.-Dijo Astrid desde su posición protegida, rodeada de su séquito sectario.
Alward, cobijado bajo su disfraz, inclinó sutilmente su cabeza hacia el anciano de la taberna que estaba cerca. Con destreza, susurró palabras rápidas pero cargadas de urgencia.
-Ponte a salvo, lleva a los inocentes lejos de aquí.
El anciano, captando la seriedad en el tono de Alward, asintió levemente y se retiró sigilosamente, desapareciendo entre las sombras de la sala.
Entonces, en un acto fluido, Alward desabrochó la túnica negra que lo camuflaba entre los adoradores de la serpiente. Como un espectro emergiendo de la oscuridad, se reveló como el misterioso enmascarado encapuchado que había estado acechando en las sombras. La luz de las antorchas parpadeó en su máscara, añadiendo un toque casi terrorífico a su figura.
Con pasos silenciosos pero decididos, Alward avanzó hacia el altar, donde Daga Nocturna aguardaba. Se colocó a su lado, y juntos formaron una alianza improbable pero necesaria en medio de la caótica escena.
La multitud de sectarios, inicialmente desconcertada por la transformación de Alward, comenzó a reorganizarse, ahora enfrentándose a dos enigmáticas figuras que desafiaban la autoridad de Astrid y los Adoradores de la Serpiente.
La máscara de Alward ocultaba cualquier expresión, pero su postura revelaba una determinación indomable. A su lado, Daga Nocturna ajustó sus dagas gemelas, preparada para el enfrentamiento que se avecinaba. El silencio tenso se rompió con murmullos y movimientos nerviosos mientras los sectarios se preparaban para el conflicto inminente. La sala, antes sumida en el ritual oscuro, ahora vibraba con la electricidad de un choque inminente entre fuerzas opuestas.
En el eco del caos que había envuelto la sala, solo los sectarios permanecían, envueltos en una mezcla de incredulidad y furia. Los ciudadanos inocentes, previamente forzados a participar en el ritual, habían huido en busca de seguridad al ver la repentina erupción de violencia.
Alward desenvainó sus espadas; Nattehimlen y Værdi.
Entonces, la sala se convirtió en un campo de batalla caótico mientras los sectarios se abalanzaban sobre Alward y Daga Nocturna. Filos centelleantes y golpes certeros se entrelazaban en una danza frenética de acero y sombras.
Alward, con movimientos ágiles y precisos, esquivaba los ataques, contrarrestando con golpes calculados. Su destreza y agilidad eran sorprendentes, cada movimiento un testimonio de años de entrenamiento. Daga Nocturna, por su parte, se deslizaba entre los sectarios como una sombra, su danza mortal desarmaba a sus oponentes con eficiencia implacable.
A pesar de la desventaja numérica, la pareja mantenía una sincronización asombrosa. Alward cubría a Daga Nocturna en momentos críticos, y ella respondía con ataques precisos que desarmaban a los sectarios más hábiles. La sala resonaba con el choque de armas y los gruñidos de esfuerzo, pero la determinación brillaba en los ojos de los dos intrusos.
El liderazgo de los sectarios se tambaleaba frente a la inesperada resistencia. Algunos sectarios comenzaban a dudar, mientras que otros redoblaban sus esfuerzos. En el fragor de la batalla, Alward y Daga Nocturna se convertían en una fuerza imparable, desafiando a aquellos que se atrevían a usar la oscuridad para sus propios fines.
Astrid, desde su posición privilegiada en el altar, vio con creciente frustración cómo sus secuaces flaqueaban ante la habilidad combinada de Alward y Daga Nocturna. Un destello de furia cruzó sus ojos vampíricos, y alzó su voz de manera majestuosa y envolvente.
-¡Levantaos, fieles! No permitiré que intrusos mancillen nuestro sagrado santuario. ¡Luchad con la fuerza de la serpiente que corre en vuestras venas!
La magia de la voz de Astrid resonó en la sala, revitalizando a los sectarios. Sus movimientos se volvieron más coordinados, renovando su determinación. A medida que la melodía mágica fluía, algunos sectarios, antes titubeantes, se lanzaron con renovado ímpetu contra Alward y Daga Nocturna.
La batalla alcanzó su punto álgido, con Alward y Daga Nocturna luchando valientemente pero siendo gradualmente superados por la abrumadora cantidad de sectarios. Un sectario en particular, con mirada decidida, se lanzó a por el Sevna con todo. El sectario, con ojos enfebrecidos y una determinación palpable, blandió su arma, una afilada espada, con destreza. Con un movimiento ágil y calculado, apuntó directamente al costado desprotegido de Alward, aprovechando un breve momento de distracción. La hoja cortante encontró su objetivo, rasgando la tela de la túnica negra y dejando una herida profunda en el costado del guerrero enmascarado.
Alward dejó escapar un gruñido de dolor, sus facciones tensándose bajo la máscara y haciéndose visible en sus ojos mientras el impacto de la herida se propagaba por su cuerpo. Aunque herido, mantuvo su postura, empuñando con firmeza sus dos espadas, pero la fatiga y el dolor se reflejaban en su mirada.
Ahí, el sectario vio la oportunidad de acabar con el guerrero enmascarado. Entonces, se preparaba para lanzar el golpe final que pondría fin a la resistencia de Alward. Pero entonces, una voz imponente y terrorífica retumbó en la mente de todos los presentes, lanzada como una estocada con un único objetivo, el sectario que quería acabar con el Sevna.
-¡Vide silentium! [1]
Katrina había desvelado su presencia, y su palabra mágica, cargada de energía psíquica, desató un tormento en la mente del sectario. Este soltó un grito de agonía, soltando su espada y cayendo de rodillas, agarrándose la cabeza mientras intentaba resistir la embestida psíquica.
Alward, aprovechando este repentino giro, se apartó rápidamente del alcance del sectario. El dolor en su costado era palpable, pero la intervención de Katrina le había otorgado una oportunidad de contraataque. La escena estaba llena de tensión, con los sonidos de la batalla entre Daga Nocturna y los otros sectarios mezclándose en un caos frenético.
Katrina se deslizó entre los iniciados y avanzó hacia donde Alward y Daga Nocturna se mantenían firmes frente a los adoradores.
Astrid, desde su posición elevada en el altar, observó detenidamente a Katrina cuando esta se destacó del grupo de iniciados. Un destello de reconocimiento cruzó sus ojos vampíricos, y con una sonrisa sutil, comentó:
-Katrina, ¿Eres tú?
En ese momento, Daga Nocturna, oculta tras su máscara, dejó escapar un fugaz destello de sorpresa, como si reconociera a la vampiresa. Pero poco tiempo tenía para reaccionar ante eso por la situación presente.
A Alward lo seguía martirizando la herida macabra de su costado, que no paraba de emanar sangre. Su expresión tensa revelaba el dolor que intentaba ocultar. Sin embargo, su determinación permanecía inquebrantable, y con las dos espadas aún en mano, se preparó para enfrentar la siguiente oleada de adoradores. Katrina, al notar la herida de Alward, le dirigió una mirada de preocupación mientras se unía a su lado, pero la urgencia de la situación obligaba a centrarse en la amenaza inminente que representaban los Adoradores. La pelea estaba lejos de haber concluido, y cada movimiento era crucial para cambiar el curso de la contienda.
_____________________________________________________________________
Off:
-Habilidad usada [1]: Mirada del silencio --> Una mirada silenciosa a los ojos de un objetivo es capaz de transmitirle tal terror que lo deja mudo y paralizado [1 uso - duración 1 turno].
Debo mencionar que me está gustando mucho cómo estáis llevando el tema y manejando a personajes y situaciones, me está encantando cómo estáis montando todo y lo orgánico, creíble y divertido que me está resultando este tema gracias a vosotros ^^.
Alward Sevna
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Ya Astrid Ragnarsson estaba avisada de como Daga Nocturna nuevamente hacía acto de presencia para entrometerse en sus planes. La congregación estaba a punto de comenzar y la sacerdotisa sonreía incómoda. Sabía que aquella “heroína” seguramente aparecería, pero esta vez, las Sierpes estarían esperándola para por fin terminar con ella.
Un intercambio fugaz de miradas con la vampiresa bastó para tomar posiciones. Ocultos entre las sombras y la multitud que pronto se reuniría, Dante y yo esperaríamos pacientes. La misión era proteger a la cabecilla de las sierpes y tomar la cabeza de la Daga Nocturna.
Mientras poco a poco los sectarios entraban y se reunían alrededor del altar. Dante acariciando al cuervo en su hombro aprovechó para con su dedo índice dar pequeños toque sobre el ave en su código personal.
“Munin… y Hugin”(1)(2). - Era el mensaje codificado. Lo suficientemente claro para que que Kvasir actuara.
El ave con un graznido ansioso alzó vuelo y se posó sobre una de las cabezas de serpientes de piedra que abrazaban las columnas de aquel templo. Desde ese punto, fuera de cualquier peligro y oculto a las miradas de los incautos, el ave observaba cada rincón de aquella sala. Preparado para avisar si veía algo sospechoso. Igualmente, el cuervo inteligente comprendía los peligros de la magia de voz y tenía recursos para que, de ser necesario, poder contrarrestarla. Astrid era hábil en aquella área y más valía no caer en sus encantos.
Las palabras de Astrid resonaron en los ecos de aquel templo. Las penurias de Loki, que ya nos había relatado antes, las repetía con el mismo sentimentalismo visceral. Los presentes maravillados observaban a su sacerdotisa obnubilados.
Sin embargo, mientras el ritual avanzaba y la tensión se incrementaba, por fin la Daga Nocturna apareció. No obstante, su plan temerario y a la vez osado, fue seguido por un encapuchado que pude reconocer.
¿Cómo es que sigue vivo?- dije como acto reflejo al ver aquella máscara blanca.
Dante desenfundó su brazo mecánico con su ballesta apuntando a la pícara que con gran agilidad sorteaba sectarios de Las Sierpes. Kvasir graznaba lo que parecía ser instrucciones para el humano, sin embargo, Dante no encontraba un disparo limpio, ya que la multitud se interponía.
Avancé con pasos lentos al altar, la prioridad era proteger a la sacerdotisa y si garantizamos una apertura, Dante podría asestar un disparo mortal desde la distancia. Los súbditos y creyentes, como zombis de una convicción impuesta, luchaban contra el enmascarado y la Daga Nocturna, formando un muro frente a nosotros, sacrificándose para defender a Astrid y sus ideales.
En mi mano una corriente de sangre(3) surgía sutilmente y se deslizaba por el aire en círculos rodeando mi brazo como las serpientes de piedra que abrazaban las columnas de aquellas catacumbas. Estaba preparado para actuar y esa demostración de mi control sobre la sangre motivaba a los presentes y maravillaba a la sacerdotisa que poco a poco perdía la sonrisa y se transformaba en irritación.
Estando junto a Dante a los costados de la mujer del antifaz dorado, veía como los súbditos ganaban terreno contra el enmascarado y la Daga Nocturna. Disfrutaba como su estrategia fracasaba por subestimar sus fuerzas , el número les jugaba en contra. El fin de aquellos que se oponían era inevitable, sin embargo, una nueva figura surgió para apoyar a los contrincantes. La acompañante del enmascarado que recordaba vagamente de aquella campaña en los bosques del este, se mostró obteniendo la atención de todos los presentes, sobre todo de Astrid que parecía conocerla.
No hay tiempo para el diálogo. - recalqué contemplando la amenaza. - Tenemos que ponerla a salvo. Dante se encargará cuando sea el momento de acabar con la Daga… - Sin embargo, mis palabras calaban en oídos sordos. La sacerdotisa se mostraba confundida.
___________________Un intercambio fugaz de miradas con la vampiresa bastó para tomar posiciones. Ocultos entre las sombras y la multitud que pronto se reuniría, Dante y yo esperaríamos pacientes. La misión era proteger a la cabecilla de las sierpes y tomar la cabeza de la Daga Nocturna.
Mientras poco a poco los sectarios entraban y se reunían alrededor del altar. Dante acariciando al cuervo en su hombro aprovechó para con su dedo índice dar pequeños toque sobre el ave en su código personal.
“Munin… y Hugin”(1)(2). - Era el mensaje codificado. Lo suficientemente claro para que que Kvasir actuara.
El ave con un graznido ansioso alzó vuelo y se posó sobre una de las cabezas de serpientes de piedra que abrazaban las columnas de aquel templo. Desde ese punto, fuera de cualquier peligro y oculto a las miradas de los incautos, el ave observaba cada rincón de aquella sala. Preparado para avisar si veía algo sospechoso. Igualmente, el cuervo inteligente comprendía los peligros de la magia de voz y tenía recursos para que, de ser necesario, poder contrarrestarla. Astrid era hábil en aquella área y más valía no caer en sus encantos.
[...]
Las palabras de Astrid resonaron en los ecos de aquel templo. Las penurias de Loki, que ya nos había relatado antes, las repetía con el mismo sentimentalismo visceral. Los presentes maravillados observaban a su sacerdotisa obnubilados.
Sin embargo, mientras el ritual avanzaba y la tensión se incrementaba, por fin la Daga Nocturna apareció. No obstante, su plan temerario y a la vez osado, fue seguido por un encapuchado que pude reconocer.
¿Cómo es que sigue vivo?- dije como acto reflejo al ver aquella máscara blanca.
Dante desenfundó su brazo mecánico con su ballesta apuntando a la pícara que con gran agilidad sorteaba sectarios de Las Sierpes. Kvasir graznaba lo que parecía ser instrucciones para el humano, sin embargo, Dante no encontraba un disparo limpio, ya que la multitud se interponía.
Avancé con pasos lentos al altar, la prioridad era proteger a la sacerdotisa y si garantizamos una apertura, Dante podría asestar un disparo mortal desde la distancia. Los súbditos y creyentes, como zombis de una convicción impuesta, luchaban contra el enmascarado y la Daga Nocturna, formando un muro frente a nosotros, sacrificándose para defender a Astrid y sus ideales.
En mi mano una corriente de sangre(3) surgía sutilmente y se deslizaba por el aire en círculos rodeando mi brazo como las serpientes de piedra que abrazaban las columnas de aquellas catacumbas. Estaba preparado para actuar y esa demostración de mi control sobre la sangre motivaba a los presentes y maravillaba a la sacerdotisa que poco a poco perdía la sonrisa y se transformaba en irritación.
Estando junto a Dante a los costados de la mujer del antifaz dorado, veía como los súbditos ganaban terreno contra el enmascarado y la Daga Nocturna. Disfrutaba como su estrategia fracasaba por subestimar sus fuerzas , el número les jugaba en contra. El fin de aquellos que se oponían era inevitable, sin embargo, una nueva figura surgió para apoyar a los contrincantes. La acompañante del enmascarado que recordaba vagamente de aquella campaña en los bosques del este, se mostró obteniendo la atención de todos los presentes, sobre todo de Astrid que parecía conocerla.
No hay tiempo para el diálogo. - recalqué contemplando la amenaza. - Tenemos que ponerla a salvo. Dante se encargará cuando sea el momento de acabar con la Daga… - Sin embargo, mis palabras calaban en oídos sordos. La sacerdotisa se mostraba confundida.
Off
(1)= Nivel 1: Munin Activa (2 usos)
Dante da una señal a Kvasir para que vuele y explore por los aires el perímetro por 1 turno. El cuervo es capaz de memorizar con detalle todo el terreno en un radio de 20 metros. Al volver Kvasir le informa a su amo los resultados de su observación.
La habilidad puede emplearse para espiar o seguir objetivos identificados.
(2)=Nivel 2: Hugin Activa (1 uso)
Kvasir hace un estruendoso graznido que permite a un objetivo específico librarse de un estado alterado que limite su voluntad (control mental, parálisis, aturdimiento).
El cuervo puede actuar ante la orden de Dante o por iniciativa propia dado su intuición e intelecto desarrollado.
(3)= Hago alusión a los talentos y habilidades relacionados a mi sangromancia; A. Coagulación=Mi sangromancia me permite solidificar la sangre de maneras sobrenaturales, moldeándola para crear armas u objetos. El daño causado con estos objetos genera comúnmente necrosis o amplifica infecciones. B. Si bien no activo del todo mi habilidad, preparo Nivel 0: Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Última edición por Zagreus el Sáb 4 Mayo - 13:36, editado 1 vez
Zagreus
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Oculto a la sombra de una de aquellas majestuosas columnas, Tarek observó como lo que parecía una inocua ceremonia religiosa se convertía repentinamente en un campo de batalla. La llegada de la justiciera enmascarada, la misma que había salvado al elfo de las garras de la secta hacía apenas unas horas, interrumpió un ritual que comenzaba a ser repetitivo. Los iniciados, al igual que los sectarios, parecieron contener el aire ante la llegada de Daga Nocturna. No así su líder, cuya voz denotó más desidia que sorpresa al percatarse de la llegada de aquella mujer. El peliblanco se preguntó si habían estado a la espera de su llegada y si toda aquella pantomima no había sido más que una trampa para atraer a un insecto que les empezaba a resultar demasiado molesto.
Tras un intercambio de juiciosos comentarios, ambas mujeres parecieron prestas a la batalla, pero la tensión que inundaba la sala en ese momento se vio repentinamente desplazada, cuando uno de sus “aliados temporales”, el hombre de la máscara, desveló su presencia. Por sus preguntas en la taberna, Tarek había concluido que la animadversión de aquel individuo por la secta de las serpientes era casi tan intensa como la de los Ojosverdes por los humanos. Al parecer, sus enemigos sentían la misma furia contra él.
La repentina intromisión del enmascarado pareció poner en marcha toda la situación y los acólitos de la serpiente se lanzaron a combatir a los dos intrusos. Sin abandonar su posición, el elfo contempló el devenir de los acontecimientos. La mayor parte de los sectarios se debatían contra la justiciera y el enmascarado, mientras los supuestos iniciados huían de la escena, buscando cobijo entre las sombras. No fue hasta la llegada de las dos figuras que se ocultaban entre las sombras, que Tarek se dio cuenta de que algunos de los acólitos habían comenzado a reunirse en torno a su líder, probablemente con intención de protegerla. La sacerdotisa parecía ser la figura clave en todo aquel caos: el enemigo a batir y el individuo a proteger.
La escena volvió a detenerse en el momento en que la acompañante del enmascarado reveló su rostro. La sacerdotisa, que hasta ese momento había mostrado una actitud calmada y casi cruel, pareció turbarse sobremanera ante la revelación. Al parecer había mucha más historia entre atacantes y sectarios de la que podía haber intuido en un inicio.
Un suave aleteo sobre él llamó su atención. En la misma columna en la que el elfo se había cobijado, estaba reposado un cuervo, que parecía observar con perspicacia todo a su alrededor. Era extraño ver a un ave como aquella, más propia del norte, en un lugar como Lunargenta. A su mente volvieron los acontecimientos que casi le hacen perder la vida en las gélidas estepas de Dundarak y a aquella maldita montaña en la que por poco había perdido la cordura. Nada bueno anunciaba la presencia de un cuervo en aquel lugar. Gateando con cuidado por la enroscada silueta de la pétrea serpiente que envolvía la columna, se acercó un poco más al animal [1]. Parecía demasiado atento a lo que sucedía bajo ellos, como si de alguna manera comprendiese la situación.
Desembarazándose de su casaca, avanzó unos pasos más, hasta que el ave se encontró a su alcance y, sin perder un segundo, lanzó sobre él la prenda, usándola como una red para atraparlo. El animal soltó un graznido de descontento al verse atrapado.
Nadie había hablado nunca de que la justiciera Daga Nocturna fuese acompañada de un ave. Tampoco había visto una durante las correrías que había tenido que compartir con el enmascarado y la vampiresa en Sacrestic Ville. Quizás se equivocase, pero aquel animal parecía pertenecer al bando enemigo. Sus gaznidos parecieron atraer la atención de los abajo reunidos. Encaramándose a la cabeza de la serpiente, blandió el improvisado hatillo. Aquello pareció enfurecer a uno de los protectores de la sacerdotisa [2].
- Espiar desde las alturas, oculto tras una columna, está bastante feo. ¿No crees? –comentó, dirigiéndole una sonrisa al que parecía ser el propietario del ave.
Tomando una pequeña botella de uno de sus bolsillos, la alzó ante su rostro. El líquido, de color grisáceo oscuro, semejaba gas fluctuando dentro de la ampolla de cristal. “Pesadilla embotellada”, así lo había llamado Cohen antes de estirar la mano para recibir su pago por aquella pequeña tortura embotellada [3].
- O me decís ahora por qué acabé encerrado durante días en una de vuestras celdas subterráneas, u os aseguro que me suplicareis la muerte antes de que se haga de día.
La sacerdotisa lo observó con evidente desdén.
- Han puesto precio a tu cabeza. Solo eran negocios –le dijo, sin más
- Un sur sin humanos en las fronteras, es un sur mejor, supongo –contestó él, sabiendo perfectamente quién había puesto ese precio.
- Si te consuela, te quieren vivo.
- Te aseguro que no es un consuelo cuando se trata de ellos –le contestó él- Tampoco lo será para ti haber intentado venderme.
Con un gesto de displicencia, la mujer volvió su atención a la vampiresa. Varios acólitos se giraron entonces hacia él, con actitud amenazante. Quizás aliarse con humanos no entraba dentro de sus actividades preferidas, pero estaba claro que en situaciones como esa, la necesidad (o en este caso la venganza) eran un argumento de peso para contar con aliados proco probables. Guardando la botella de nuevo en su bolsillo, echó mano a su arma. Al parecer había llegado el momento de unirse a la lucha.
__Tras un intercambio de juiciosos comentarios, ambas mujeres parecieron prestas a la batalla, pero la tensión que inundaba la sala en ese momento se vio repentinamente desplazada, cuando uno de sus “aliados temporales”, el hombre de la máscara, desveló su presencia. Por sus preguntas en la taberna, Tarek había concluido que la animadversión de aquel individuo por la secta de las serpientes era casi tan intensa como la de los Ojosverdes por los humanos. Al parecer, sus enemigos sentían la misma furia contra él.
La repentina intromisión del enmascarado pareció poner en marcha toda la situación y los acólitos de la serpiente se lanzaron a combatir a los dos intrusos. Sin abandonar su posición, el elfo contempló el devenir de los acontecimientos. La mayor parte de los sectarios se debatían contra la justiciera y el enmascarado, mientras los supuestos iniciados huían de la escena, buscando cobijo entre las sombras. No fue hasta la llegada de las dos figuras que se ocultaban entre las sombras, que Tarek se dio cuenta de que algunos de los acólitos habían comenzado a reunirse en torno a su líder, probablemente con intención de protegerla. La sacerdotisa parecía ser la figura clave en todo aquel caos: el enemigo a batir y el individuo a proteger.
La escena volvió a detenerse en el momento en que la acompañante del enmascarado reveló su rostro. La sacerdotisa, que hasta ese momento había mostrado una actitud calmada y casi cruel, pareció turbarse sobremanera ante la revelación. Al parecer había mucha más historia entre atacantes y sectarios de la que podía haber intuido en un inicio.
Un suave aleteo sobre él llamó su atención. En la misma columna en la que el elfo se había cobijado, estaba reposado un cuervo, que parecía observar con perspicacia todo a su alrededor. Era extraño ver a un ave como aquella, más propia del norte, en un lugar como Lunargenta. A su mente volvieron los acontecimientos que casi le hacen perder la vida en las gélidas estepas de Dundarak y a aquella maldita montaña en la que por poco había perdido la cordura. Nada bueno anunciaba la presencia de un cuervo en aquel lugar. Gateando con cuidado por la enroscada silueta de la pétrea serpiente que envolvía la columna, se acercó un poco más al animal [1]. Parecía demasiado atento a lo que sucedía bajo ellos, como si de alguna manera comprendiese la situación.
Desembarazándose de su casaca, avanzó unos pasos más, hasta que el ave se encontró a su alcance y, sin perder un segundo, lanzó sobre él la prenda, usándola como una red para atraparlo. El animal soltó un graznido de descontento al verse atrapado.
Nadie había hablado nunca de que la justiciera Daga Nocturna fuese acompañada de un ave. Tampoco había visto una durante las correrías que había tenido que compartir con el enmascarado y la vampiresa en Sacrestic Ville. Quizás se equivocase, pero aquel animal parecía pertenecer al bando enemigo. Sus gaznidos parecieron atraer la atención de los abajo reunidos. Encaramándose a la cabeza de la serpiente, blandió el improvisado hatillo. Aquello pareció enfurecer a uno de los protectores de la sacerdotisa [2].
- Espiar desde las alturas, oculto tras una columna, está bastante feo. ¿No crees? –comentó, dirigiéndole una sonrisa al que parecía ser el propietario del ave.
Tomando una pequeña botella de uno de sus bolsillos, la alzó ante su rostro. El líquido, de color grisáceo oscuro, semejaba gas fluctuando dentro de la ampolla de cristal. “Pesadilla embotellada”, así lo había llamado Cohen antes de estirar la mano para recibir su pago por aquella pequeña tortura embotellada [3].
- O me decís ahora por qué acabé encerrado durante días en una de vuestras celdas subterráneas, u os aseguro que me suplicareis la muerte antes de que se haga de día.
La sacerdotisa lo observó con evidente desdén.
- Han puesto precio a tu cabeza. Solo eran negocios –le dijo, sin más
- Un sur sin humanos en las fronteras, es un sur mejor, supongo –contestó él, sabiendo perfectamente quién había puesto ese precio.
- Si te consuela, te quieren vivo.
- Te aseguro que no es un consuelo cuando se trata de ellos –le contestó él- Tampoco lo será para ti haber intentado venderme.
Con un gesto de displicencia, la mujer volvió su atención a la vampiresa. Varios acólitos se giraron entonces hacia él, con actitud amenazante. Quizás aliarse con humanos no entraba dentro de sus actividades preferidas, pero estaba claro que en situaciones como esa, la necesidad (o en este caso la venganza) eran un argumento de peso para contar con aliados proco probables. Guardando la botella de nuevo en su bolsillo, echó mano a su arma. Al parecer había llegado el momento de unirse a la lucha.
[1] Sigilo (Nivel 2)
[2] Hago referencia a una posible respuesta por parte de Dante a la situación, espero que no te importe.
[3] Amenaza con el veneno, pero no llega a usarlo.
Tarek Inglorien
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Con disimulo, Alward llevó su mano izquierda, empuñando Nattehimlen, a su costado como acto reflejo ante el creciente dolor que le embargaba. La repentina aparición de Tarek tomó por sorpresa a todos, y para fortuna tanto de Alward como de Katrina y Daga Nocturna, parecía sumarse a su causa. Sin embargo, la llegada de aquel hombre de cabellos blancos y mirada ambarina, junto a otro individuo de menor corpulencia pero igualmente amenazante, quienes aparentemente se alineaban con la sacerdotisa y, por ende, con las Sierpes, no auguraba nada bueno. Bajo su máscara, Alward torció el gesto.
El respiro pasó, y la acción se reanudó. Daga Nocturna, como un vendaval, se lanzó hacia sus enemigos, girando sobre sí misma en una espiral horizontal que creó una apertura que Alward podría aprovechar para alcanzar a la sacerdotisa. Corriendo, el enmascarado se topó con la resistencia de un sectario que se interpuso en su camino. En ese instante, Katrina proyectó su voz mágica hacia el sectario.
-¡No te muevas!-Le reprendió, y el sectario quedó inmovilizado como si un temor repentino se hubiese apoderado de él.
-¡La peliblanca!-Advirtió Astrid, señalando a Katrina-¡Atacad a la peliblanca!-Ordenó.
Entonces, tres sectarios se abalanzaron sobre Katrina. Alward, ante esta situación, detuvo su avance y retrocedió, dando grandes zancadas consiguió llegar hasta uno de ellos, ajusticiando a uno por la espalda con un rápido movimiento de su espada diestra. Tras apartarse del cuerpo caído, se lanzó sobre otro, quien al ver la letal eficacia de Alward contra su compañero, se defendió con destreza para evitar el mismo destino. Mientras tanto, el tercer sectario quedó completamente libre para enfrentarse a Katrina, quien se encontraba sola y sin ayuda.
-¡Detente!-Exclamó Katrina en alerta, dando un paso hacia atrás para mantener la distancia.
Sin embargo, su orden pareció caer en oídos sordos, y se vio desprotegida frente a su atacante. Éste, con un gesto decidido, agarró la empuñadura de su arma de forma inversa, preparándose para asestar un golpe mortal con la espada. Los ojos de Katrina se abrieron de par en par, reflejando un profundo terror ante la inminente amenaza que se cernía sobre ella. En un acto desesperado, decidió proyectar una voz mágica desde lo más profundo de su ser, invocando todo el miedo y la desesperación que sentía ante el inminente peligro [1].
Con un esfuerzo titánico, el grito desgarrador de Katrina se propagó como una onda expansiva, atravesando las mentes de todos los presentes en la sala ritual. Aliados y enemigos por igual se vieron afectados por el poder de su proyección, quedando momentáneamente aturdidos por el impacto psíquico. Era como si una ola gigante hubiera arremetido contra la costa, dejando a su paso una estela de confusión.
Alward luchó por recomponerse tras el grito ensordecedor de Katrina. El impacto psíquico lo hizo tambalearse de forma tan intensa que, sumado al dolor de la herida en su abdomen, casi perdió el equilibrio. Con rapidez, observó que la mayoría de los sectarios estaban momentáneamente aturdidos. Aprovechando la confusión y viendo cómo Katrina se desvanecía entre las sombras para apartarse del combate, Alward se lanzó en dirección a la sacerdotisa, dejando atrás a varios enemigos que tambaleaban sin rumbo. Mientras tanto, Daga Nocturna buscaba desesperadamente espacio entre sus oponentes para asegurar su propia seguridad, aún afectada por el impacto del grito de Katrina.
El enmascarado se encontró a escasos tres metros de la sacerdotisa, preparado para asestar un golpe definitivo con ambas espadas en un movimiento horizontal. Sin embargo, justo antes de ejecutar el golpe, el hombre de cabellos blancos se interpuso entre Alward y su objetivo, bloqueando el ataque con su propia arma, que brillaba con un intenso resplandor rojo. La fuerza de Alward chocó contra la espada del intruso, haciendo retroceder a ambos contendientes. Frustrado y desafiante bajo su máscara, Alward dio un paso atrás, preparado para enfrentarse al hombre que había impedido su golpe. Su determinación no se vio mermada por el contratiempo, y con renovado ímpetu, el Sevna se abalanzó sobre su oponente, asestando rápidos y certeros cortes y estocadas.
En medio del intenso enfrentamiento con el intruso, Alward notó cómo varios sectarios intentaban llevarse a Astrid del lugar.
-No...-Soltó en un leve jadeo.-¡Aparta!-Gritó en un golpe poderoso que imprimió a su oponente de ojos amarillentos.
Pronto se vio rodeado por más sectarios. Con un suspiro pesado, Alward se preparó para enfrentarse a todos y cada uno de ellos si era necesario para librarse de ellos.
Mientras tanto, Astrid y tres sectarios más alcanzaron la salida del lugar, donde Katrina los aguardaba entre las sombras. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraron frente a la figura impasible de la vampiresa de cabellos blancos, observándolos con tranquilidad. El iris de Katrina adquirió un tono rojizo, tan intenso como la sangre misma. Con una mirada penetrante, les susurró una poderosa orden en sus mentes.
-Me obliviscere-Susurró, y luego se desvaneció entre las sombras, dejando a los sectarios desconcertados y confundidos [2].
Sin comprender del todo lo que acababa de suceder, Astrid y sus acompañantes decidieron seguir adelante con su huida.
El respiro pasó, y la acción se reanudó. Daga Nocturna, como un vendaval, se lanzó hacia sus enemigos, girando sobre sí misma en una espiral horizontal que creó una apertura que Alward podría aprovechar para alcanzar a la sacerdotisa. Corriendo, el enmascarado se topó con la resistencia de un sectario que se interpuso en su camino. En ese instante, Katrina proyectó su voz mágica hacia el sectario.
-¡No te muevas!-Le reprendió, y el sectario quedó inmovilizado como si un temor repentino se hubiese apoderado de él.
-¡La peliblanca!-Advirtió Astrid, señalando a Katrina-¡Atacad a la peliblanca!-Ordenó.
Entonces, tres sectarios se abalanzaron sobre Katrina. Alward, ante esta situación, detuvo su avance y retrocedió, dando grandes zancadas consiguió llegar hasta uno de ellos, ajusticiando a uno por la espalda con un rápido movimiento de su espada diestra. Tras apartarse del cuerpo caído, se lanzó sobre otro, quien al ver la letal eficacia de Alward contra su compañero, se defendió con destreza para evitar el mismo destino. Mientras tanto, el tercer sectario quedó completamente libre para enfrentarse a Katrina, quien se encontraba sola y sin ayuda.
-¡Detente!-Exclamó Katrina en alerta, dando un paso hacia atrás para mantener la distancia.
Sin embargo, su orden pareció caer en oídos sordos, y se vio desprotegida frente a su atacante. Éste, con un gesto decidido, agarró la empuñadura de su arma de forma inversa, preparándose para asestar un golpe mortal con la espada. Los ojos de Katrina se abrieron de par en par, reflejando un profundo terror ante la inminente amenaza que se cernía sobre ella. En un acto desesperado, decidió proyectar una voz mágica desde lo más profundo de su ser, invocando todo el miedo y la desesperación que sentía ante el inminente peligro [1].
Con un esfuerzo titánico, el grito desgarrador de Katrina se propagó como una onda expansiva, atravesando las mentes de todos los presentes en la sala ritual. Aliados y enemigos por igual se vieron afectados por el poder de su proyección, quedando momentáneamente aturdidos por el impacto psíquico. Era como si una ola gigante hubiera arremetido contra la costa, dejando a su paso una estela de confusión.
Alward luchó por recomponerse tras el grito ensordecedor de Katrina. El impacto psíquico lo hizo tambalearse de forma tan intensa que, sumado al dolor de la herida en su abdomen, casi perdió el equilibrio. Con rapidez, observó que la mayoría de los sectarios estaban momentáneamente aturdidos. Aprovechando la confusión y viendo cómo Katrina se desvanecía entre las sombras para apartarse del combate, Alward se lanzó en dirección a la sacerdotisa, dejando atrás a varios enemigos que tambaleaban sin rumbo. Mientras tanto, Daga Nocturna buscaba desesperadamente espacio entre sus oponentes para asegurar su propia seguridad, aún afectada por el impacto del grito de Katrina.
El enmascarado se encontró a escasos tres metros de la sacerdotisa, preparado para asestar un golpe definitivo con ambas espadas en un movimiento horizontal. Sin embargo, justo antes de ejecutar el golpe, el hombre de cabellos blancos se interpuso entre Alward y su objetivo, bloqueando el ataque con su propia arma, que brillaba con un intenso resplandor rojo. La fuerza de Alward chocó contra la espada del intruso, haciendo retroceder a ambos contendientes. Frustrado y desafiante bajo su máscara, Alward dio un paso atrás, preparado para enfrentarse al hombre que había impedido su golpe. Su determinación no se vio mermada por el contratiempo, y con renovado ímpetu, el Sevna se abalanzó sobre su oponente, asestando rápidos y certeros cortes y estocadas.
En medio del intenso enfrentamiento con el intruso, Alward notó cómo varios sectarios intentaban llevarse a Astrid del lugar.
-No...-Soltó en un leve jadeo.-¡Aparta!-Gritó en un golpe poderoso que imprimió a su oponente de ojos amarillentos.
Pronto se vio rodeado por más sectarios. Con un suspiro pesado, Alward se preparó para enfrentarse a todos y cada uno de ellos si era necesario para librarse de ellos.
Mientras tanto, Astrid y tres sectarios más alcanzaron la salida del lugar, donde Katrina los aguardaba entre las sombras. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraron frente a la figura impasible de la vampiresa de cabellos blancos, observándolos con tranquilidad. El iris de Katrina adquirió un tono rojizo, tan intenso como la sangre misma. Con una mirada penetrante, les susurró una poderosa orden en sus mentes.
-Me obliviscere-Susurró, y luego se desvaneció entre las sombras, dejando a los sectarios desconcertados y confundidos [2].
Sin comprender del todo lo que acababa de suceder, Astrid y sus acompañantes decidieron seguir adelante con su huida.
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Off;
-Habilidad racial usada [1] --> Maldición Desatada: [Mágica, 2 usos] Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.
-Habilidad usada (Nivel 3) [2] --> Memento [2 usos - Duración 2 turnos]: Katrina puede modificar pequeñas partes de un recuerdo ajeno, siempre y cuando ella hubiese sido parte de este. Lo he usado para borrar el recuerdo de que Astrid (y de paso sus acompañantes) han visto y reconocido a Katrina.
Alward Sevna
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
El fervor de la batalla aumentaba mientras los fanáticos se interponían en el camino de la Daga Nocturna. La sacerdotisa había perdido aquella seguridad con la que predicaba, incluso debajo de su máscara dorada se notaba como la intromisión de aquella justiciera y sus aliados la irritaba con creces.
No obstante, durante el caos desatado, todos los ojos se posaron sobre una nueva figura que captaba la atención. Kvasir había sido capturado por un sujeto que exigía respuestas sobre una presunta captura. No comprendía el rol de aquel sujeto que ahora tomaba el protagonismo, pero quedaba claro que sería un nuevo contrincante en aquella trifulca.
La ira de Dante al ver a su compañero en aquella posición hizo que apuntara su ballesta montada al sujeto; sin embargo, las amenazas con lo que parecía ser un veneno lo llevaron a detener su tiro. La rabia del humano solo era comparable a su impotencia.
No me interesaba el cuervo, no obstante, el ave nos permitía ganar información del terreno y nos garantizaba tener un as bajo la manga si la vampiresa aliada del enmascarado quisiera usar su magia de voz para ejercer algún tipo de influencia mental (o incluso alguna jugarreta de Astrid). Recordaba con odio su actuar en Roilkat donde si no hubiese sacado partido de mis recursos e ingenio, poco habría podido hacer contra aquellos idiotas que me enfrentaron.
Miré con atención al elfo, reconocía aquel líquido oscuro. Equivocarme sería arriesgado, pero había utilizado tantas veces aquel elixir que tenía certeza absoluta. Era pesadilla embotellada, un veneno poco común, pero muy efectivo. Aunque… inofensivo. Quitando lo incapacitante de la Pesadilla, el cuervo no corría peligro con las amenazas de aquel sujeto. - Dispara.
El humano con gran puntería (1) disparó una secuencia de 3 virotes en dirección al elfo sigiloso, procurando a toda costa evitar la red de ropajes que contenía a su fiel compañero.
¡Lo quiero vivo! - gritó la sacerdotisa que se resistía a dejar el templo. El humano irritado tocó una pequeña válvula de su ballesta montada en su brazo mecánico. Ahí la Herencia de Taquión (2) liberaba un líquido que cubría la punta de los virotes con toque paralizante (3). Nuevamente, Dante apuntó, esta vez tomándose su tiempo para garantizar el acierto...y disparó.
Mientras Dante se enfrentaba al elfo desde la distancia buscando recuperar al cuervo, mis ojos se enfocaban en el humano enmascarado, un combate incluso “personal”. Mi intención era detener a la Daga Nocturna, quien con acrobacias raudas eliminaba sectarios con una violencia que confirmaba el porqué su seudónimo incluía el nombre del arma.
Sin embargo, un estruendo hizo que todos los presentes perdieran el equilibrio. El retumbar de una magia de voz fuera de control desconcertó a los supuestos justicieros y sectarios, incluso a mí me tomó un par de segundos recomponerme. Había perdido a la Daga Nocturna de mi vista y aprovechando la brecha por la confusión el enmascarado se acercó para atacar a la sacerdotisa de las Sierpes.
El hombre estaba a un par de pasos de la mujer y su determinación era inquebrantable, la vida de vampiresa pendía de un hilo al ver su antifaz dorado reflejarse en la máscara de aquel humano. El zumbido centelleante de su espada eléctrica acompañaba el crepitar del fuego que rugía con su otra arma; su ataque ganaba fuerza del torque por el giro de su torso y cintura para asestar un ataque lateral, la potencia que aplicaba junto a su movimiento veloz sería imparable para cualquier mortal.
Pero yo no soy cualquiera… y menos un simple mortal.
Una sonrisa desafiante se dibujó en mi rostro mientras un mechón de mi cabellera blanca se despeinaba cayendo sobre mi frente consecuencia de mi velocidad para reaccionar. Todo mi sistema circulatorio nutría cada célula de mi cuerpo, cada músculo, cada fibra, todo estaba preparado para acabar con aquel humano impertinente (4).
Mis reflejos aumentados me permiten percibir mi alrededor de forma más efectiva, prácticamente podía anticipar los movimientos como si fueran milésima de segundos más lentos. Un hilo de sangre se elevó del cadáver de un par de sectarios derrotados en el muro que pretendía separar al enmascarado y a la Daga Nocturna. Utilizando mis habilidades malditas sobre el líquido rojo, aquel flujo de sangre dibujó una curva en el aire hasta mi posición (5) y al hacer contacto con mi mano una espada se solidificó (6).
Un sonido metálico detuvo el ataque del enmascarado. Sacando partido de mi fuerza física aparté las espadas del justiciero. Su velocidad me arrinconaba, ni siquiera era capaz de solidificar la espada con su forma completa, hilos de sangre rodeaban el arma carente de detalles que constantemente batallaba para mantener su estructura base. Algunas estocadas me sobrepasaron y terminaron impactando con las placas de mi armadura, ningún golpe letal, el humano estaba herido y si bien su habilidad en esgrima era impecable, su cuerpo no respondía como él deseaba.
Ya lo había visto caer derrotado en más de una ocasión, la tendencia de ese resultado debía mantenerse. Aprovechando mi potencia con ataques amplios buscando que el humano retrocediera, poco a poco el enmascarado fue apartándose de la sacerdotisa. Las ansias de ver su sangre en el suelo, de partir su máscara y cortar su rostro me motivaban. Ganaba espacio y con un tajo ascendente sentí como la carne era lacerada.
Un brazo se alzó hacia la abertura en el techo. La mano blanca daba vueltas mientras un chorro de sangre dejaba una estela en espiral. Mis ojos se posaron en la extremidad desmembrada que tenía de fondo el cielo nocturno. Todo parecía haberse congelado… jaque.
La mano cayó, el corte limpio se había conectado debajo del codo y ahora yacía en el suelo en un pequeño charco de sangre. Alcé mis ojos que conectaron con los del enmascarado. Mi ceño se frunció al ver como un sectario intentando atacar durante nuestra contenía personal ahora sollozaba. El idiota ahora se desangraba presa del pánico por su imprudencia. El maldito de la máscara blanca seguía completo.
Por el desconcierto de la escena, tanto el enmascarado como yo nos percatamos que Astrid escapaba. Tenía que asegurar que así fuera, aún manteníamos la ventaja numérica y debíamos garantizar la supervivencia de la vampiresa.
¡Dante! - exclamé viendo de reojo al humano que continuaba en su afán de lidiar con el elfo desde la distancia. - Asegúrate de sacarla de aquí. - El humano a regañadientes continuó disparando virotes a los justicieros mientras se acercaba a escoltar a la vampiresa.
Yo me encargaré de que nadie los siga. - dije presumiendo mientras tronaba mi cuello inclinándolo de un lado al otro. Alrededor de mis ojos, unas pequeñas venas de color negro se expandían y una sombra se extendía bajo de mí (7). La espada ya había tomado su forma y ahora me disponía a utilizar todo mi repertorio para lidiar con la Daga, quien pasaba a ser mi objetivo principal y no el enmascarado herido.
______________________________No obstante, durante el caos desatado, todos los ojos se posaron sobre una nueva figura que captaba la atención. Kvasir había sido capturado por un sujeto que exigía respuestas sobre una presunta captura. No comprendía el rol de aquel sujeto que ahora tomaba el protagonismo, pero quedaba claro que sería un nuevo contrincante en aquella trifulca.
La ira de Dante al ver a su compañero en aquella posición hizo que apuntara su ballesta montada al sujeto; sin embargo, las amenazas con lo que parecía ser un veneno lo llevaron a detener su tiro. La rabia del humano solo era comparable a su impotencia.
No me interesaba el cuervo, no obstante, el ave nos permitía ganar información del terreno y nos garantizaba tener un as bajo la manga si la vampiresa aliada del enmascarado quisiera usar su magia de voz para ejercer algún tipo de influencia mental (o incluso alguna jugarreta de Astrid). Recordaba con odio su actuar en Roilkat donde si no hubiese sacado partido de mis recursos e ingenio, poco habría podido hacer contra aquellos idiotas que me enfrentaron.
Miré con atención al elfo, reconocía aquel líquido oscuro. Equivocarme sería arriesgado, pero había utilizado tantas veces aquel elixir que tenía certeza absoluta. Era pesadilla embotellada, un veneno poco común, pero muy efectivo. Aunque… inofensivo. Quitando lo incapacitante de la Pesadilla, el cuervo no corría peligro con las amenazas de aquel sujeto. - Dispara.
El humano con gran puntería (1) disparó una secuencia de 3 virotes en dirección al elfo sigiloso, procurando a toda costa evitar la red de ropajes que contenía a su fiel compañero.
¡Lo quiero vivo! - gritó la sacerdotisa que se resistía a dejar el templo. El humano irritado tocó una pequeña válvula de su ballesta montada en su brazo mecánico. Ahí la Herencia de Taquión (2) liberaba un líquido que cubría la punta de los virotes con toque paralizante (3). Nuevamente, Dante apuntó, esta vez tomándose su tiempo para garantizar el acierto...y disparó.
Mientras Dante se enfrentaba al elfo desde la distancia buscando recuperar al cuervo, mis ojos se enfocaban en el humano enmascarado, un combate incluso “personal”. Mi intención era detener a la Daga Nocturna, quien con acrobacias raudas eliminaba sectarios con una violencia que confirmaba el porqué su seudónimo incluía el nombre del arma.
Sin embargo, un estruendo hizo que todos los presentes perdieran el equilibrio. El retumbar de una magia de voz fuera de control desconcertó a los supuestos justicieros y sectarios, incluso a mí me tomó un par de segundos recomponerme. Había perdido a la Daga Nocturna de mi vista y aprovechando la brecha por la confusión el enmascarado se acercó para atacar a la sacerdotisa de las Sierpes.
El hombre estaba a un par de pasos de la mujer y su determinación era inquebrantable, la vida de vampiresa pendía de un hilo al ver su antifaz dorado reflejarse en la máscara de aquel humano. El zumbido centelleante de su espada eléctrica acompañaba el crepitar del fuego que rugía con su otra arma; su ataque ganaba fuerza del torque por el giro de su torso y cintura para asestar un ataque lateral, la potencia que aplicaba junto a su movimiento veloz sería imparable para cualquier mortal.
Pero yo no soy cualquiera… y menos un simple mortal.
Una sonrisa desafiante se dibujó en mi rostro mientras un mechón de mi cabellera blanca se despeinaba cayendo sobre mi frente consecuencia de mi velocidad para reaccionar. Todo mi sistema circulatorio nutría cada célula de mi cuerpo, cada músculo, cada fibra, todo estaba preparado para acabar con aquel humano impertinente (4).
Mis reflejos aumentados me permiten percibir mi alrededor de forma más efectiva, prácticamente podía anticipar los movimientos como si fueran milésima de segundos más lentos. Un hilo de sangre se elevó del cadáver de un par de sectarios derrotados en el muro que pretendía separar al enmascarado y a la Daga Nocturna. Utilizando mis habilidades malditas sobre el líquido rojo, aquel flujo de sangre dibujó una curva en el aire hasta mi posición (5) y al hacer contacto con mi mano una espada se solidificó (6).
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Un sonido metálico detuvo el ataque del enmascarado. Sacando partido de mi fuerza física aparté las espadas del justiciero. Su velocidad me arrinconaba, ni siquiera era capaz de solidificar la espada con su forma completa, hilos de sangre rodeaban el arma carente de detalles que constantemente batallaba para mantener su estructura base. Algunas estocadas me sobrepasaron y terminaron impactando con las placas de mi armadura, ningún golpe letal, el humano estaba herido y si bien su habilidad en esgrima era impecable, su cuerpo no respondía como él deseaba.
Ya lo había visto caer derrotado en más de una ocasión, la tendencia de ese resultado debía mantenerse. Aprovechando mi potencia con ataques amplios buscando que el humano retrocediera, poco a poco el enmascarado fue apartándose de la sacerdotisa. Las ansias de ver su sangre en el suelo, de partir su máscara y cortar su rostro me motivaban. Ganaba espacio y con un tajo ascendente sentí como la carne era lacerada.
Un brazo se alzó hacia la abertura en el techo. La mano blanca daba vueltas mientras un chorro de sangre dejaba una estela en espiral. Mis ojos se posaron en la extremidad desmembrada que tenía de fondo el cielo nocturno. Todo parecía haberse congelado… jaque.
La mano cayó, el corte limpio se había conectado debajo del codo y ahora yacía en el suelo en un pequeño charco de sangre. Alcé mis ojos que conectaron con los del enmascarado. Mi ceño se frunció al ver como un sectario intentando atacar durante nuestra contenía personal ahora sollozaba. El idiota ahora se desangraba presa del pánico por su imprudencia. El maldito de la máscara blanca seguía completo.
Por el desconcierto de la escena, tanto el enmascarado como yo nos percatamos que Astrid escapaba. Tenía que asegurar que así fuera, aún manteníamos la ventaja numérica y debíamos garantizar la supervivencia de la vampiresa.
¡Dante! - exclamé viendo de reojo al humano que continuaba en su afán de lidiar con el elfo desde la distancia. - Asegúrate de sacarla de aquí. - El humano a regañadientes continuó disparando virotes a los justicieros mientras se acercaba a escoltar a la vampiresa.
Yo me encargaré de que nadie los siga. - dije presumiendo mientras tronaba mi cuello inclinándolo de un lado al otro. Alrededor de mis ojos, unas pequeñas venas de color negro se expandían y una sombra se extendía bajo de mí (7). La espada ya había tomado su forma y ahora me disponía a utilizar todo mi repertorio para lidiar con la Daga, quien pasaba a ser mi objetivo principal y no el enmascarado herido.
Off
(1)= Talento de Dante - Disparo= Gracias a la constante práctica con su ballesta, Dante ha adquirido una puntería prodigiosa.
(2)= Herencia de Taquión Ballesta Montada Normal [Guante, Arma de Proyectil] Pequeña arma montada en un guante que permite lanzar dardos a cortas distancias. Posee una calidad Normal.
(3)= Toque Paralizante [Veneno, Limitado, 1 Uso] Esencia que, aplicada a un arma, hace que envenene al herir. El veneno, tras entrar al sistema, paralizará en cosa de segundos al afectado por un turno (el afectado puede moverse, pero muy lento). Cualquier objetivo afectado se vuelve inmune por una hora. El veneno se diluye del arma a los 10 minutos o tras afectar a 2 personas.
(4)= Un paso por delante [Mágica] – Activa (1 uso) Duración= 2 turnos
Zagreus aumenta la producción y trasporte en su torrente sanguíneo de catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina), aumentando considerablemente sus reflejos, concentración y velocidad (mental y física) en combate.
(5)= Alusión a mis talentos relacionados a Sangromante: Debido a la lectura de un tomo ancestral sumado a mi potencial racial como vampiro puedo tener control sobre la sangre. Siendo capaz de darle forma a la misma, manipularla a mi antojo o crear efectos positivos o debilitaciones a través del torrente sanguíneo.
(6)=Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Zagreus solo puede crear una arma por activación. Igualmente, puede emplear un uso de la habilidad para cambiar el tipo de arma de sangre creada al instante.
(7)= Maldición Desatada: [Mágica, 2 usos] Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.
Tarek= Dante intenta recuperar a su amigo de tu trampa y quiere asesinarte (paralizarte) con su ballesta. Dejo todo a tu criterio en función de si los virotes impactan o no, al igual de que si Kvasir logra huir de tus garras. Aunque al final del post su objetivo será seguir y proteger a la sacerdotisa.
Alward= Si el enmascarado quiere un segundo round con gusto, aunque mi intención no es el humano herido o su acompañante desconcertada, es la Daga a quien le he guardado un par de trucos bajo la manga.
(1)= Talento de Dante - Disparo= Gracias a la constante práctica con su ballesta, Dante ha adquirido una puntería prodigiosa.
(2)= Herencia de Taquión Ballesta Montada Normal [Guante, Arma de Proyectil] Pequeña arma montada en un guante que permite lanzar dardos a cortas distancias. Posee una calidad Normal.
(3)= Toque Paralizante [Veneno, Limitado, 1 Uso] Esencia que, aplicada a un arma, hace que envenene al herir. El veneno, tras entrar al sistema, paralizará en cosa de segundos al afectado por un turno (el afectado puede moverse, pero muy lento). Cualquier objetivo afectado se vuelve inmune por una hora. El veneno se diluye del arma a los 10 minutos o tras afectar a 2 personas.
(4)= Un paso por delante [Mágica] – Activa (1 uso) Duración= 2 turnos
Zagreus aumenta la producción y trasporte en su torrente sanguíneo de catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina), aumentando considerablemente sus reflejos, concentración y velocidad (mental y física) en combate.
(5)= Alusión a mis talentos relacionados a Sangromante: Debido a la lectura de un tomo ancestral sumado a mi potencial racial como vampiro puedo tener control sobre la sangre. Siendo capaz de darle forma a la misma, manipularla a mi antojo o crear efectos positivos o debilitaciones a través del torrente sanguíneo.
(6)=Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Zagreus solo puede crear una arma por activación. Igualmente, puede emplear un uso de la habilidad para cambiar el tipo de arma de sangre creada al instante.
(7)= Maldición Desatada: [Mágica, 2 usos] Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.
Tarek= Dante intenta recuperar a su amigo de tu trampa y quiere asesinarte (paralizarte) con su ballesta. Dejo todo a tu criterio en función de si los virotes impactan o no, al igual de que si Kvasir logra huir de tus garras. Aunque al final del post su objetivo será seguir y proteger a la sacerdotisa.
Alward= Si el enmascarado quiere un segundo round con gusto, aunque mi intención no es el humano herido o su acompañante desconcertada, es la Daga a quien le he guardado un par de trucos bajo la manga.
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
La respuesta del portador del ave no se hizo esperar. Guiado por la rabia, tomó su ballesta entre las manos y disparó contra el peliblanco. Uno de los proyectiles impactó en su brazo izquierdo y los dos siguientes en la cabeza de la serpiente tras la cual se apresuró a ocultarse. Maldiciendo entre dientes, retiró el virote de su antebrazo. Aquello iba a doler, más aún cuando blandiese su arma. Sin soltar al cuervo, arrancó un trozo de tela e improvisó un rápido vendaje.
A su espalda escuchó a la sacerdotisa ordenar que no se acabase con su vida. Estaba claro que los Ojosverdes habían pagado bien su lealtad. El silbido de un nuevo proyectil lo alertó y consiguió apartarse a tiempo para evitarlo. El humano se había desplazado entorno a la columna para encontrar un mejor ángulo de disparo. Tarek lo vio recargar el arma una segunda vez. Tenía que encontrar un lugar mejor en el que guarecerse. Enroscando la cadena de su arma a la columna, se descolgó de esta hasta el suelo. Haciendo uso de las sombras que proyectaban las columnas [1], esquivó otra andada de proyectiles, ocultándose en la oscuridad.
Algo parecido a un grito telepático inundó entonces su mente, obligándolo a parar. La batalla en la sala pareció detenerse por un segundo. Apoyándose en la pared cercana intentó recuperarse de aquel impacto mental, pero el sonido de nuevos proyectiles dirigidos hacia él, lo hizo ponerse de nuevo en marcha, aunque con paso vacilante. Varios acólitos intentaron cortarle el paso, algunos de los cuales acabaron ensartados por los proyectiles de su supuesto “aliado”. Estaba claro que el hombre quería recuperar a su pájaro.
Mientras tanto, el enmascarado y Daga Nocturna daba buena cuenta de los acólitos de la serpiente, a quienes se unió un vampiro de cabello blanco. Fue este mismo individuo el que ordenó al ballestero cejar en su venganza y proteger a la sacerdotisa, que había iniciado la huida por uno de los múltiples pasillos que daban acceso al templo. Tarek tomó del brazo a uno de los acólitos y lo interpuso en el camino de un nuevo proyectil, antes de dirigir un saludo de despedida al lanzador. Este lo observó con rabia una vez más, pero cumplió la orden que le había sido dada.
El peliblanco observó la escena ante él, tras derribar de un codazo a otro de los acólitos. El enmascarado estaba herido, como denotaba su postura defensiva; el vampiro aliado de las serpientes había fijado su objetivo en la justiciera enmascarada; y la vampiresa peliblanca había desaparecido de la escena. Mientras la sacerdotisa huía por los pasillos, quizás para ocultarse o quizás para reunir nuevos efectivos. Tuvo el impulso de perseguir al cortejo, pero se detuvo en el último instante. La mujer iba protegida y aquel individuo que clamaba venganza contra él iba con ella. Era la opción menos inteligente. Además, ya lo habían capturado una vez. No dudaba que pudiesen hacerlo una segunda.
Con expresión de hastío, se acercó al enmascarado, que en ese momento derribaba a otro enemigo. Mientras, Daga Nocturna intentaba esquivar al vampiro para seguir a la sacerdotisa. Poniendo la mano sobre el hombro del enmascarado, llamó su atención.
- Si alguna vez cuentas esto, te juro que te mataré –le dijo, con tono serio, antes de colocar su mano sobre la herida que tenía en el costado. No solía emplear la imposición de manos [2] para curar, pero Sabhana había insistido en que debía mejorar sus aptitudes de sanación si quería sobrevivir. Tras unos segundos, notó como la herida del hombre se cerraba bajo su toque- Vete a por la sacerdotisa, yo ayudaré a nuestra salvadora.
Asegurándose de que el pájaro siguiera a buen recaudo dentro de la improvisada trampa, lo depositó junto a una de las columnas. Eso le permitiría emplear su arma con soltura. Desenroscándola de su pecho, se situó junto a Daga Nocturna, que se medía con el vampiro. Sabía que el individuo era más fuerte que él y que acabaría mordiendo el polvo. Pero quizás pudiese servir de apoyo a la justiciera.
Daga Nocturna lanzó uno de sus cuchillos contra el vampiro, que lo esquivó con facilidad. El elfo por su parte aprovechó para lanzar la cadena de su kusari-gama contra una de sus piernas, tirando de ella, para propiciar que el hombre fallase su siguiente ataque. Aquello le dio margen a la justiciera para atacar de nuevo al individuo, mientras Tarek recuperaba su arma. Haciéndola oscilar, la lanzó contra el vampiro [3], que la esquivó con facilidad, pero abrió otra ventana de oportunidad para Daga Nocturna. Aquel baile a tres se prolongó por un tiempo más, con la justiciara en la ofensiva y el elfo en la defensiva. En más de una ocasión, la mujer tuvo que intervenir para salvar al elfo de una estocada certera, pero a cambio el peliblanco le brindó suficientes oportunidades como para acorralar a su enemigo contra el altar de la sala.
Solo esperaba que el enmascarado y su compañera hubiesen aprovechado su sacrificio para capturar a la pérfida líder de la secta. Mientras, el cuervo gaznaba a modo de lloriqueo en el interior de su casaca.
___
[1] Nivel 0. Paso de sombras [pasiva]. Cuando la lucha se desarrolla en un entorno oscuro o con sombras, Tarek es más diestro esquivando los ataques del enemigo, fundiéndose con las sombras
[2] Imposición de Manos. [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
[3] Combate con armas flexibles (Nivel 3)
Zagreus: me quedo el cuervo un turno más, porque tengo planes para él. Pero no te preocupes, que no le voy a hacer daño y acabaré soltándolo.
A su espalda escuchó a la sacerdotisa ordenar que no se acabase con su vida. Estaba claro que los Ojosverdes habían pagado bien su lealtad. El silbido de un nuevo proyectil lo alertó y consiguió apartarse a tiempo para evitarlo. El humano se había desplazado entorno a la columna para encontrar un mejor ángulo de disparo. Tarek lo vio recargar el arma una segunda vez. Tenía que encontrar un lugar mejor en el que guarecerse. Enroscando la cadena de su arma a la columna, se descolgó de esta hasta el suelo. Haciendo uso de las sombras que proyectaban las columnas [1], esquivó otra andada de proyectiles, ocultándose en la oscuridad.
Algo parecido a un grito telepático inundó entonces su mente, obligándolo a parar. La batalla en la sala pareció detenerse por un segundo. Apoyándose en la pared cercana intentó recuperarse de aquel impacto mental, pero el sonido de nuevos proyectiles dirigidos hacia él, lo hizo ponerse de nuevo en marcha, aunque con paso vacilante. Varios acólitos intentaron cortarle el paso, algunos de los cuales acabaron ensartados por los proyectiles de su supuesto “aliado”. Estaba claro que el hombre quería recuperar a su pájaro.
Mientras tanto, el enmascarado y Daga Nocturna daba buena cuenta de los acólitos de la serpiente, a quienes se unió un vampiro de cabello blanco. Fue este mismo individuo el que ordenó al ballestero cejar en su venganza y proteger a la sacerdotisa, que había iniciado la huida por uno de los múltiples pasillos que daban acceso al templo. Tarek tomó del brazo a uno de los acólitos y lo interpuso en el camino de un nuevo proyectil, antes de dirigir un saludo de despedida al lanzador. Este lo observó con rabia una vez más, pero cumplió la orden que le había sido dada.
El peliblanco observó la escena ante él, tras derribar de un codazo a otro de los acólitos. El enmascarado estaba herido, como denotaba su postura defensiva; el vampiro aliado de las serpientes había fijado su objetivo en la justiciera enmascarada; y la vampiresa peliblanca había desaparecido de la escena. Mientras la sacerdotisa huía por los pasillos, quizás para ocultarse o quizás para reunir nuevos efectivos. Tuvo el impulso de perseguir al cortejo, pero se detuvo en el último instante. La mujer iba protegida y aquel individuo que clamaba venganza contra él iba con ella. Era la opción menos inteligente. Además, ya lo habían capturado una vez. No dudaba que pudiesen hacerlo una segunda.
Con expresión de hastío, se acercó al enmascarado, que en ese momento derribaba a otro enemigo. Mientras, Daga Nocturna intentaba esquivar al vampiro para seguir a la sacerdotisa. Poniendo la mano sobre el hombro del enmascarado, llamó su atención.
- Si alguna vez cuentas esto, te juro que te mataré –le dijo, con tono serio, antes de colocar su mano sobre la herida que tenía en el costado. No solía emplear la imposición de manos [2] para curar, pero Sabhana había insistido en que debía mejorar sus aptitudes de sanación si quería sobrevivir. Tras unos segundos, notó como la herida del hombre se cerraba bajo su toque- Vete a por la sacerdotisa, yo ayudaré a nuestra salvadora.
Asegurándose de que el pájaro siguiera a buen recaudo dentro de la improvisada trampa, lo depositó junto a una de las columnas. Eso le permitiría emplear su arma con soltura. Desenroscándola de su pecho, se situó junto a Daga Nocturna, que se medía con el vampiro. Sabía que el individuo era más fuerte que él y que acabaría mordiendo el polvo. Pero quizás pudiese servir de apoyo a la justiciera.
Daga Nocturna lanzó uno de sus cuchillos contra el vampiro, que lo esquivó con facilidad. El elfo por su parte aprovechó para lanzar la cadena de su kusari-gama contra una de sus piernas, tirando de ella, para propiciar que el hombre fallase su siguiente ataque. Aquello le dio margen a la justiciera para atacar de nuevo al individuo, mientras Tarek recuperaba su arma. Haciéndola oscilar, la lanzó contra el vampiro [3], que la esquivó con facilidad, pero abrió otra ventana de oportunidad para Daga Nocturna. Aquel baile a tres se prolongó por un tiempo más, con la justiciara en la ofensiva y el elfo en la defensiva. En más de una ocasión, la mujer tuvo que intervenir para salvar al elfo de una estocada certera, pero a cambio el peliblanco le brindó suficientes oportunidades como para acorralar a su enemigo contra el altar de la sala.
Solo esperaba que el enmascarado y su compañera hubiesen aprovechado su sacrificio para capturar a la pérfida líder de la secta. Mientras, el cuervo gaznaba a modo de lloriqueo en el interior de su casaca.
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[1] Nivel 0. Paso de sombras [pasiva]. Cuando la lucha se desarrolla en un entorno oscuro o con sombras, Tarek es más diestro esquivando los ataques del enemigo, fundiéndose con las sombras
[2] Imposición de Manos. [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
[3] Combate con armas flexibles (Nivel 3)
Zagreus: me quedo el cuervo un turno más, porque tengo planes para él. Pero no te preocupes, que no le voy a hacer daño y acabaré soltándolo.
Tarek Inglorien
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Cantidad de envíos : : 225
Nivel de PJ : : 1
Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Alward avanzaba con paso decidido a través de los pasillos oscuros, su respiración pesada llenando el silencio entre los crujidos de las piedras bajo sus botas. Tarek y Daga Nocturna se habían quedado atrás lidiando con el resto de sectarios y el hombre de mirada ambarina.
Las catacumbas de Lunargenta parecían retorcerse, como si las paredes mismas se apartaran para dejar paso a la figura que acechaba en las sombras delante de él. Cada vez que pensaba que tenía a Astrid al alcance de su acero, su figura sombría se deslizaba entre las tinieblas, seguida de una risa burlona resonando en los rincones más oscuros.
Katrina, encapuchada, emergió de las sombras, su mirada concentrada y atenta a cualquier trampa que pudieran encontrar. Alward sentía una inquietud que se aferraba a su pecho con cada paso. Había algo en el aire que lo incomodaba, una sensación de que las sombras no solo se movían a su alrededor, sino dentro de él.
De repente, la voz de Astrid cortó el aire como una daga.
-¿Cuánto tiempo más seguiréis corriendo hacia una causa perdida?
Alward frunció el ceño bajo su máscara, acelerando el paso. No tenía tiempo para sus juegos mentales. Pero la voz continuó, suave y seductora, resonando en los rincones más oscuros de la mente de ambos, como si viniera de todos lados a la vez.
-¿No lo ves? Tus dioses te han abandonado. ¿Dónde están ahora? En estos túneles oscuros, donde la luz apenas toca, ¿sientes su presencia? ¿Acaso escuchan tus plegarias?
Por un momento, la marcha que Alward seguía se vio entrecortada. Su mirada se endureció mientras sacudía la cabeza, intentando apartar los pensamientos intrusivos de su mente para continuar.
-Y en un mundo tan corrupto y una sociedad tan deformada, ¿Dónde están?-Volvió a preguntar la voz de Astrid.-¿Dónde está ese orden y ese cuidado que tienen para con sus adoradores?
De repente, las sombras en el pasillo empezaron a moverse, formando figuras vagas, familiares. Alward parpadeó, y entonces lo vio: una visión de su pasado, un momento que le había marcado profundamente. Allí estaba él, de rodillas ante un altar; silencio, sus manos manchadas de sangre, los cadáveres de Rischer y Moses caídos a su lado; silencio de nuevo. Plegarias, desesperadas y fervientes, salían de sus labios, pero no hubo respuesta. Ninguna señal. Solo el frío, y el silencio.
-Los dioses nos dejan solos cuando más los necesitamos.-Insistió Astrid, su voz cada vez más profunda en la mente de Alward.-Eres solo un peón en su juego, desechable. Pero conmigo... conmigo podrías descubrir la verdad. No necesitas su aprobación, no necesitas sus cadenas.
El guerrero titubeó. El sudor frío corría por su frente. El recuerdo era tan vívido, tan doloroso. ¿Era cierto? ¿Habían sido siempre sus plegarias ignoradas? A lo largo de toda su vida, había confiado en los dioses, en su guía, en su propósito divino... pero ahora, en las profundidades de estas catacumbas, donde la oscuridad se cernía sobre él como una bestia al acecho, empezaba a dudar.
Las catacumbas de Lunargenta parecían retorcerse, como si las paredes mismas se apartaran para dejar paso a la figura que acechaba en las sombras delante de él. Cada vez que pensaba que tenía a Astrid al alcance de su acero, su figura sombría se deslizaba entre las tinieblas, seguida de una risa burlona resonando en los rincones más oscuros.
Katrina, encapuchada, emergió de las sombras, su mirada concentrada y atenta a cualquier trampa que pudieran encontrar. Alward sentía una inquietud que se aferraba a su pecho con cada paso. Había algo en el aire que lo incomodaba, una sensación de que las sombras no solo se movían a su alrededor, sino dentro de él.
De repente, la voz de Astrid cortó el aire como una daga.
-¿Cuánto tiempo más seguiréis corriendo hacia una causa perdida?
Alward frunció el ceño bajo su máscara, acelerando el paso. No tenía tiempo para sus juegos mentales. Pero la voz continuó, suave y seductora, resonando en los rincones más oscuros de la mente de ambos, como si viniera de todos lados a la vez.
-¿No lo ves? Tus dioses te han abandonado. ¿Dónde están ahora? En estos túneles oscuros, donde la luz apenas toca, ¿sientes su presencia? ¿Acaso escuchan tus plegarias?
Por un momento, la marcha que Alward seguía se vio entrecortada. Su mirada se endureció mientras sacudía la cabeza, intentando apartar los pensamientos intrusivos de su mente para continuar.
-Y en un mundo tan corrupto y una sociedad tan deformada, ¿Dónde están?-Volvió a preguntar la voz de Astrid.-¿Dónde está ese orden y ese cuidado que tienen para con sus adoradores?
De repente, las sombras en el pasillo empezaron a moverse, formando figuras vagas, familiares. Alward parpadeó, y entonces lo vio: una visión de su pasado, un momento que le había marcado profundamente. Allí estaba él, de rodillas ante un altar; silencio, sus manos manchadas de sangre, los cadáveres de Rischer y Moses caídos a su lado; silencio de nuevo. Plegarias, desesperadas y fervientes, salían de sus labios, pero no hubo respuesta. Ninguna señal. Solo el frío, y el silencio.
-Los dioses nos dejan solos cuando más los necesitamos.-Insistió Astrid, su voz cada vez más profunda en la mente de Alward.-Eres solo un peón en su juego, desechable. Pero conmigo... conmigo podrías descubrir la verdad. No necesitas su aprobación, no necesitas sus cadenas.
El guerrero titubeó. El sudor frío corría por su frente. El recuerdo era tan vívido, tan doloroso. ¿Era cierto? ¿Habían sido siempre sus plegarias ignoradas? A lo largo de toda su vida, había confiado en los dioses, en su guía, en su propósito divino... pero ahora, en las profundidades de estas catacumbas, donde la oscuridad se cernía sobre él como una bestia al acecho, empezaba a dudar.
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El ambiente en la sala ritual seguía cargado de tensión, mientras el sonido de metal chocando y el eco de movimientos rápidos resonaba por el lugar. Daga Nocturna, ágil como una sombra, se deslizó entre las columnas de piedra con forma de serpiente esquivando todo lo posible las ofensivas que sus enemigos lanzaban contra ella, su capa oscura ondeando tras ella como si fuera una extensión de la misma oscuridad que la rodeaba. Tarek, por su parte, había resultados ser un gran aliado y una gran ayuda, pues la situación se había complicado bastante.
El hombre de mirada ambarina y cabellos níveos lideraba la ofensiva contra ellos, imponente, con su mirada gélida y el brillo siniestro de su espada roja, los esperaba. Derrochaba confianza y convicción, como si pareciera tener la seguridad de que iba a acabar con ellos allí.
Daga Nocturna entrecerró los ojos bajo su máscara, el número de enemigos había disminuido ya fuese por huida o por los que había dado baja ella misma o Tarek. Sus dagas brillaban en su mano, lista para reanudar el combate. El peligro era tangible, pero también lo era su determinación. Había combatido antes contra los sectarios, y no iba a retroceder ahora.
-He combatido contra las sombras de esta ciudad, e incluso me he convertido en una de ellas. Te aseguro que esta no será mi tumba.-Le dijo al hombre de mirada ambarina. También a su compañero, pero él parecía estar más pendiente de Tarek por haberle capturado su cuervo.
El combate se reanudó.
Los movimientos de aquel hombre de mirada fría y amarillenta eran fluidos, casi imposibles de seguir para un ojo inexperto, pero Daga Nocturna estaba acostumbrada a luchar contra la velocidad. Además de eso, aquel hombre parecía ostentar una fuerza bastante elevada, por lo que por ahí sí que era superior a la justiciera enmascarada. La táctica de Daga Nocturna estaba clara: movimientos veloces, ataques relámpago que le permitieran dañar a su oponente y que este no tuviera tiempo de contratacar. Si no podía lograr eso, al menos se mantendría alejada de él para buscar algún punto débil.
Si Tarek se complementaba bien con ella, quizás podrían lograr un tándem perfecto en el que poderle hacer daño al imponente enemigo.
El hombre de mirada ambarina y cabellos níveos lideraba la ofensiva contra ellos, imponente, con su mirada gélida y el brillo siniestro de su espada roja, los esperaba. Derrochaba confianza y convicción, como si pareciera tener la seguridad de que iba a acabar con ellos allí.
Daga Nocturna entrecerró los ojos bajo su máscara, el número de enemigos había disminuido ya fuese por huida o por los que había dado baja ella misma o Tarek. Sus dagas brillaban en su mano, lista para reanudar el combate. El peligro era tangible, pero también lo era su determinación. Había combatido antes contra los sectarios, y no iba a retroceder ahora.
-He combatido contra las sombras de esta ciudad, e incluso me he convertido en una de ellas. Te aseguro que esta no será mi tumba.-Le dijo al hombre de mirada ambarina. También a su compañero, pero él parecía estar más pendiente de Tarek por haberle capturado su cuervo.
El combate se reanudó.
Los movimientos de aquel hombre de mirada fría y amarillenta eran fluidos, casi imposibles de seguir para un ojo inexperto, pero Daga Nocturna estaba acostumbrada a luchar contra la velocidad. Además de eso, aquel hombre parecía ostentar una fuerza bastante elevada, por lo que por ahí sí que era superior a la justiciera enmascarada. La táctica de Daga Nocturna estaba clara: movimientos veloces, ataques relámpago que le permitieran dañar a su oponente y que este no tuviera tiempo de contratacar. Si no podía lograr eso, al menos se mantendría alejada de él para buscar algún punto débil.
Si Tarek se complementaba bien con ella, quizás podrían lograr un tándem perfecto en el que poderle hacer daño al imponente enemigo.
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-¡Alward!-La voz de Katrina cortó el aire, devolviéndolo de golpe a la realidad.
Alward parpadeó. Las sombras se disolvieron, y la visión se desvaneció. Pero el vacío que había dejado en su pecho persistía. Las palabras de Astrid seguían reverberando en su mente, como un eco que no podía ignorar.
-No la escuches.-Dijo Katrina, acercándose a él, su mirada preocupada.-Está jugando contigo. Es lo que hace.
Alward asintió, pero su mente seguía atrapada en un torbellino de dudas. Astrid se estaba escapando, y él debía detenerla, pero ¿Cómo enfrentarse a alguien que no luchaba con la espada o la magia, sino con sus propias creencias?
-Hay que correr.-Murmuró Alward, volviendo a tensar su cuerpo, listo para reanudar la marcha.-No podemos dejar que escape.
Alward parpadeó. Las sombras se disolvieron, y la visión se desvaneció. Pero el vacío que había dejado en su pecho persistía. Las palabras de Astrid seguían reverberando en su mente, como un eco que no podía ignorar.
-No la escuches.-Dijo Katrina, acercándose a él, su mirada preocupada.-Está jugando contigo. Es lo que hace.
Alward asintió, pero su mente seguía atrapada en un torbellino de dudas. Astrid se estaba escapando, y él debía detenerla, pero ¿Cómo enfrentarse a alguien que no luchaba con la espada o la magia, sino con sus propias creencias?
-Hay que correr.-Murmuró Alward, volviendo a tensar su cuerpo, listo para reanudar la marcha.-No podemos dejar que escape.
___________________________________________________
Off;
Se me ha ocurrido tirar dado para determinar el nivel de Daga Nocturna en lo que queda de tema, para que podáis guiaros y tener alguna referencia de su desempeño en estas circunstancias. Salga lo que salga, se podría justificar de muchas formas.
Alward Sevna
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
El miembro 'Alward Sevna' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Dante maldecía con todas sus fuerzas al elfo. No concebía el hecho de separarse de su único amigo, Kvasir. Y ahora lidiaba con el terror de no saber qué pasaría con el cuervo. La sangre le hervía con ansias de venganza, lamentándose el hecho de no haber podido atinar un disparo certero.
El humano se debatía si debía cumplir con la misión impuesta por el vampiro que tanto odiaba para proteger a la sacerdotisa que también despreciaba. El simple hecho de verse envuelto en una cruzada donde debía trabajar con seres de la oscuridad lo hacía cuestionarse sus principios. No obstante, si bien detestaba todo aquello y sobre todo la idea de dejar a su compañero emplumado atrás, en el fondo una especie de deuda cobraba fuerza con Corvo y Gnosis. Dante no lograba explicar el porqué, pero aquella curiosa creencia era motivo suficiente para continuar y dejar de lado sus convicciones personales.
La ansiedad se mezclaba con la ira y le provocaba aquel típico escozor que solo era capaz de atender con un ritual particular. Una compulsión que solo le recordaba lo frágil que era siendo humano aunque tuviera un brazo de metal.
Sin permitir quedarse absorto en sus pensamientos intrusivos, el humano siguió los pasos silentes de la sacerdotisa que se desplazaba con velocidad por aquel laberinto de pasillos subterráneos. Ella conocía cada arteria de aquella catacumba oscura y eso le permitía liderar sin titubear.
Los acólitos habían demostrado lo incompetentes que eran, si bien el número suponía una amenaza, la Daga junto a sus aliados barrían fácil con los seguidores de la Sierpes. Inclusive algunos habían caído como daño colateral de mis ataques o los de Dante. Inútiles…
Sin embargo, me mantenía confiado. El enmascarado estaba herido y Dante había abandonado el templo con la sacerdotisa. Evidentemente, el no poder contar con el pajarraco suponía un problema, sobre todo para el humano que tenía un vínculo simbiótico con el ave, pero nada de eso importaba, ahí estaba… La Daga Nocturna, sabiendo que no la dejaría avanzar.
La mujer habló con un tono inflado de confianza típico de los que juegan a ser héroes. Los acólitos aterrados se apartaban dando paso a una contienda individual entre la Daga y yo.
Solté una carcajada burlona mientras reposaba la punta de mi espada de sangre en el suelo. Sus palabras eran promesas vacías y ella sabía que su oportunidad de eliminar a Astrid se evapora en el aire.
Dices que te convertiste en una sombra, pero te advierto niña - indiqué con condescendencia - no se necesita luz para vencer a las sombras… solo oscuridad. - con altanería sonreía mientras la maldición se desataba dándome un aspecto más tenebroso.
No obstante, mi sonrisa se borró cuando por el rabillo de mi ojo observé como el espadachín enmascarado se escabullía por el túnel por el cual había escapado Astrid.
Maldita sea… ¿Cómo? - pronuncié en voz baja, el humano estaba herido, pero rápidamente mis preguntas obtuvieron respuestas cuando al lado de la Daga Nocturna se posicionó el elfo que había capturado al cuervo. - Hmm… entiendo. Supongo que tendré que confiar en que mi compañero pueda lidiar con aquel tipo mientras yo termino con ustedes. - Indiqué con una sonrisa cruel alzando mi espada apuntando a la pareja que se disponía a combatir.
Acto seguido la mujer lanzó uno de sus cuchillos que gracias a mis reflejos aumentados logré esquivar con facilidad. El elfo, sin perder tiempo, arrojó su arma encadenada a mis pies, causando que perdiera la postura y dándoles la oportunidad para que ambos lograran acercarse para iniciar una contienda a corto alcance, donde la Daga Nocturna con sus cuchillos tenía clara ventaja en una danza mortal.
La enmascarada se movía con una velocidad impresionante, lanzando tajos en todas las direcciones que combinaba con puñaladas que apuntaban a mis órganos vitales. Era un torbellino de acero, que bailaba con una coreografía de golpes certeros como picadas de escorpión. Sus ojos, ocultos tras la máscara, brillaban con una fría determinación propia de los héroes de las leyendas, similar a la del otro enmascarado. Mis movimientos apenas alcanzaban a esquivar sus arremetidas que eran combinadas con ataques de aquella llamativa arma que blandía el elfo, un látigo letal que pretendía desde la media distancia sentenciar el combate.
Mi corazón latía frenéticamente intentando equiparar mis reflejos con la agilidad de aquellos dos. Nuevamente, el elfo lanzó un ataque resguardando la distancia, su habilidad era admirable, pero sus intentos de acertar un golpe fulminante con la hoz se volvían cada vez más predecibles. Aprovechando su descuido, me anticipé a su siguiente ataque, y en vez de esquivarlo di un paso hacia él para evitar la hoz y poder agarrar la cadena con mi mano izquierda. Seguido, tiré con violencia de su arma obligándolo a perder el equilibrio y caer hacia mí, sentenciando a recibir un corte letal de mi espada sedienta de sangre que dibujaba arco mortal. Su muerte era inevitable, pero una patada repentina en la boca del estómago me hizo dar un paso al costado modificando la trayectoria de mi ataque y haciéndome fallar. La oportunidad se había esfumado por culpa de aquella mujer enmascarada.
Había desatado la maldición y mis capacidades potenciadas vaticinaban mi victoria. No obstante, mis enemigos habían resultado ser más tenaces de lo que había anticipado. Reconocía que mis adversarios me superan en técnicas de combate cuerpo a cuerpo, pero confiaba en mi intelecto y potencia de sangre para poner fin a pelea por la fuerza en los siguientes segundos, antes de que mi poder se fuese perdiendo.
Mis ataques se hacían más telegrafiados y poco a poco las aperturas fueron apareciendo en la lucha. Combatir contras ambos al mismo tiempo implicaba estar más atento de cuidar los flancos expuestos que de poder asestar un golpe fulminante. El elfo y la enmascarada se complementaban entre ataques a distancia y embestidas cuerpo a cuerpo. Su agilidad y destreza se convertía en un problema que solo con mi fuerza no podía contrarrestar.
Con un rugido me abalancé sobre ellos con ataques laterales para obligarlos a retroceder y crear una brecha entre nosotros, espacio suficiente para replantear mi estrategia (A) y recuperar el aliento. Había podido conectar algunos golpes contundentes a ambos, pero ningún corte significativo con mi arma que me otorgara la victoria.
Un par de hilos de sangre descendían por mis piernas y brazos, tanto el elfo como la mujer habían apuntado constantemente a mis extremidades para reducir mi velocidad y algunos cortes habían conectado de forma superficial. Irritado los observaba con detenimiento mientras sujetaba mi arma de sangre que ardía en mi mano anhelando atravesar a mis oponentes.
Ya me cansé de jugar con ustedes. - dije peinando mi cabellera con mi mano izquierda. Todos los acólitos habían huido y solo quedamos nosotros tres en aquel templo. Rodeados de cadáveres y pilares con forma de serpiente. Tenía que poner fin a aquellos dos de una vez.
Frenen al humano. - Ordenó a un par de seguidores que nos acompañaban por las catacumbas. No tendrían oportunidad alguna contra el espadachín, pero al menos ralentizarían su camino.
Astrid caminaba con determinación, pero lo que en un principio pudiera haber sido interpretado como un escape, en realidad se trataba de una trampa que con sadismo la sacerdotisa había planeado.
Apaga la luz, querido. - Su voz suave y seductora acariciaba los oídos del humano. Él no lo sabía, pero aquella persuasión era magia de voz.
Dante empezó a disparar virotes a todas las antorchas que se iban encontrando por los pasillos. Quedándose completamente a ciegas, dependiendo de la cercanía con Astrid para poder orientarse.
La mujer empezó hablar, pero no con el humano que la seguía de cerca, sino con el eco. Su voz se proyectaba en los recovecos de aquellas catacumbas con un destino claro, el enmascarado.
¿Por qué Zagreus había permitido que los siguieran? ¿Cómo sabía la Sacerdotisa que era él? El humano reflexionaba confundido.
Dante empezó a tener miedo, las palabras de aquella vampiresa eran afiladas y cortaban el aire. Ya no parecían caricias, la arpía mostraba cómo podía ser cruel. El humano intentaba ignorar aquellas frases sobre dioses y tragedias que tanto resonaban en él. Dante solo tenía que centrarse en su misión, así que se concentró para esperar a sus perseguidores. El terreno estaba preparado para que el enmascarado desistiera de su persecución, pero no debía subestimar la terquedad de aquel sujeto y sus aliados. Por lo que Dante continuó escoltando a la Adoradora de la serpiente, con su ballesta lista para disparar.
Taimado esperaba con calma. Contemplaba que Astrid quería al elfo vivo, pero no podía asegurar tal cosa. Mi arma se agitaba, el control sobre la sangre implicaba una cantidad absurda de concentración y energía y sentía como poco a poco se difuminaba. Tenía que actuar de inmediato y ya tenía un plan que definiría el combate.
Tomé aire con calma y escondí mi mano izquierda dentro de mis vestimentas. Con un grito inicié mi carga en dirección a la Daga Nocturna que adoptaba una posición para responder a mí embiste. Sabiendo que quedaba expuesto al ataque del elfo, revelé aquello que buscaba dentro de mi capa, mi Daga del Crepúsculo (1). La arrojé con fuerza sin revisar mucho en la precisión. No esperaba acertar con ella, pero si por lo menos obligar al elfo a esquivar y así impedir que pudiera reaccionar a tiempo para lo que pretendía hacer.
Con una veloz carrera ahora agarrando el arma con mis dos manos, me acerqué sobre la pequeña figura de la encapuchada. Curvando mi cuerpo abajo logré preparar un ataque con el arma dispuesto a hacer un tajo completo con todas mis fuerzas aprovechando la torsión de mis piernas y torso para impulsar más potencia. Un ataque que sería capaz de cortar un caballo a la mitad sin duda alguna.
El ataque dibujó un arco diagonal ascendente que dejó una estela carmesí en el aire. La mujer había visto la muerte a la cara, toda aquella habladuría de que la sombra no tendría su tumba allí parecía haber quedado en la nada.
Sin embargo, en una explosión de adrenalina solo prevista en la presencia de un milagro, la mujer concentró sus fuerzas en sus piernas atléticas y curvando su cuerpo hacia atrás saltó haciendo un mortal. Su acrobacia le brindó el espacio suficiente para esquivar el corte por apenas centímetros. Tras aterrizar y verme con ambos brazos arriba, completamente expuesto. Se dispuso a acabar conmigo. Manteniendo su posición casi que felina se acercó como un espectro de la noche y desde abajo con ambos brazos abiertos, cada uno empuñando un cuchillo de hoja negra que alentaba la penumbra absoluta, hizo un movimiento para apuñalar simultáneamente mi torso. Cerrando sus brazos con violencia y así atravesar mis costados, siendo un ataque infalible que penetraba por ambos flancos apuntando mis dos pulmones. Una muerte instantánea.
Ja…
Fantasear con el rostro de aquella mujer al darse cuenta de que seguía vivo y ahora moriría me extasiaba. El gozo por poder jugar con su vida y arrebatársela por su confianza me causaba una gracia perversa. Aquellas hojas negras azabaches que pretendían matarme había rebotado contra mi piel dura y ahora caían al suelo (2) dejando a la enmascarada perpleja. Era capaz de hacer un escudo impenetrable solidificando sangre sobre mi piel, una habilidad que había guardado esperando el momento perfecto. Ahora la Daga Nocturna me miraba bajo su máscara hacia arriba, mirando mi rostro con un fondo estrellado, desde abajo como aquel que observa un dios oscuro. Todo había pasado en fracción de segundo, pero igual me daba el capricho de tener una sonrisa cruel en mi rostro.
La perdición se hacía presente y mi poder sobre la sangre modificó a voluntad la espada que sostenía en mi mano (3). El arma dejó su forma sólida y se transformó en una estaca carmesí al instante. No era necesario ponerse quisquilloso con detalles para el arma o el apartado estético, lo importante es que su punta fuese letal y se formara en dirección contraria a la espada que previamente sostenía, haciendo que la misma apuntara directamente a la Daga.
Y con la misma fuerza que había subido antes la espada, ahora bajaba la estaca para clavar de manera fulminante sobre aquella “heroína”.
Off
Mis habilidades Nivel 0: Pacto carmesí, Nivel 1: Un paso por delante y Racial: Maldición Desatada siguen activas en su segundo turno de duración.
(A): Resalto mi rasgo Erudición: Poseo gran coeficiente intelectual, lo que me permite tener una alta capacidad analítica y estratégica para cualquier situación.
(1): Daga del crepúsculo arma a una mano versátil, la misma posee un filo dentado que le permite cortar, rasgar y penetrar. Por lo que la convierte en un objeto práctico no solo para el combate sino también como herramienta. Posee detalles afilados que permite a la daga ser usada desde varias posturas y continuar siendo letal. Su agarre es ergonómico por lo que su uso es cómodo y debido a su tamaño puede ser ocultada con facilidad.
Posee detalles estéticos relacionados con el motivo crepuscular de los vampiros
(2): Nivel 3: Armadura sanguínea [Mágica] – Activa (2 uso) Duración= 1 turno
Zagreus es capaz de emplear su control sanguíneo sobre su cuerpo, logrando solidificar zonas con sangre para protegerlo de los ataques físicos. La respuesta es inmediata, logrando cubrir una zona de extensión moderada de piel al instante. La sangre sólida tiene la dureza de los metales más resistentes.
(3): Nivel 0: Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Zagreus solo puede crear una arma por activación. Igualmente, puede emplear un uso de la habilidad para cambiar el tipo de arma de sangre creada al instante.
Utilizo mi segundo uso para cambiar la espada por una especie de estaca de sangre.
Tarek= Combato con el elfo y la Daga con fuerza, ya que el siguiente turno mis habilidades se van y ustedes tomaran ventaja en la pelea. Por ello, utilizo un par de trucos que guardé. Dejo abierto las consecuencias de mi último ataque, en principio es fulminante e ineludible para la Daga, pero no creo que Alward quiera que muera (que lastima), así que queda en ti determinar el desenlace de esa pelea y si la matas que quede en tu conciencia.
Pd. Alward no mencionó nada de heridas importantes o perdida de miembros, así que asumo que es válido. Puedes preguntarle a ver.
Igualmente, en caso de que tú o la Daga sean heridos con mi arma de sangre les recuerdo que dado mi rasgo el daño produce infecciones y/o necrosis. De igual forma, por las habilidades que mantengo del turno anterior, mis ataques son más potentes y realizan daño mágico adicional.
Alward= Dante acompaña a Astrid por las catacumbas. Ten en cuenta que quizás te topas con algún par de acólitos en el camino y espero que no te incomode la oscuridad en los túneles. Suerte con la magia de voz.
El humano se debatía si debía cumplir con la misión impuesta por el vampiro que tanto odiaba para proteger a la sacerdotisa que también despreciaba. El simple hecho de verse envuelto en una cruzada donde debía trabajar con seres de la oscuridad lo hacía cuestionarse sus principios. No obstante, si bien detestaba todo aquello y sobre todo la idea de dejar a su compañero emplumado atrás, en el fondo una especie de deuda cobraba fuerza con Corvo y Gnosis. Dante no lograba explicar el porqué, pero aquella curiosa creencia era motivo suficiente para continuar y dejar de lado sus convicciones personales.
La ansiedad se mezclaba con la ira y le provocaba aquel típico escozor que solo era capaz de atender con un ritual particular. Una compulsión que solo le recordaba lo frágil que era siendo humano aunque tuviera un brazo de metal.
Sin permitir quedarse absorto en sus pensamientos intrusivos, el humano siguió los pasos silentes de la sacerdotisa que se desplazaba con velocidad por aquel laberinto de pasillos subterráneos. Ella conocía cada arteria de aquella catacumba oscura y eso le permitía liderar sin titubear.
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Los acólitos habían demostrado lo incompetentes que eran, si bien el número suponía una amenaza, la Daga junto a sus aliados barrían fácil con los seguidores de la Sierpes. Inclusive algunos habían caído como daño colateral de mis ataques o los de Dante. Inútiles…
Sin embargo, me mantenía confiado. El enmascarado estaba herido y Dante había abandonado el templo con la sacerdotisa. Evidentemente, el no poder contar con el pajarraco suponía un problema, sobre todo para el humano que tenía un vínculo simbiótico con el ave, pero nada de eso importaba, ahí estaba… La Daga Nocturna, sabiendo que no la dejaría avanzar.
La mujer habló con un tono inflado de confianza típico de los que juegan a ser héroes. Los acólitos aterrados se apartaban dando paso a una contienda individual entre la Daga y yo.
Solté una carcajada burlona mientras reposaba la punta de mi espada de sangre en el suelo. Sus palabras eran promesas vacías y ella sabía que su oportunidad de eliminar a Astrid se evapora en el aire.
Dices que te convertiste en una sombra, pero te advierto niña - indiqué con condescendencia - no se necesita luz para vencer a las sombras… solo oscuridad. - con altanería sonreía mientras la maldición se desataba dándome un aspecto más tenebroso.
No obstante, mi sonrisa se borró cuando por el rabillo de mi ojo observé como el espadachín enmascarado se escabullía por el túnel por el cual había escapado Astrid.
Maldita sea… ¿Cómo? - pronuncié en voz baja, el humano estaba herido, pero rápidamente mis preguntas obtuvieron respuestas cuando al lado de la Daga Nocturna se posicionó el elfo que había capturado al cuervo. - Hmm… entiendo. Supongo que tendré que confiar en que mi compañero pueda lidiar con aquel tipo mientras yo termino con ustedes. - Indiqué con una sonrisa cruel alzando mi espada apuntando a la pareja que se disponía a combatir.
Acto seguido la mujer lanzó uno de sus cuchillos que gracias a mis reflejos aumentados logré esquivar con facilidad. El elfo, sin perder tiempo, arrojó su arma encadenada a mis pies, causando que perdiera la postura y dándoles la oportunidad para que ambos lograran acercarse para iniciar una contienda a corto alcance, donde la Daga Nocturna con sus cuchillos tenía clara ventaja en una danza mortal.
La enmascarada se movía con una velocidad impresionante, lanzando tajos en todas las direcciones que combinaba con puñaladas que apuntaban a mis órganos vitales. Era un torbellino de acero, que bailaba con una coreografía de golpes certeros como picadas de escorpión. Sus ojos, ocultos tras la máscara, brillaban con una fría determinación propia de los héroes de las leyendas, similar a la del otro enmascarado. Mis movimientos apenas alcanzaban a esquivar sus arremetidas que eran combinadas con ataques de aquella llamativa arma que blandía el elfo, un látigo letal que pretendía desde la media distancia sentenciar el combate.
Mi corazón latía frenéticamente intentando equiparar mis reflejos con la agilidad de aquellos dos. Nuevamente, el elfo lanzó un ataque resguardando la distancia, su habilidad era admirable, pero sus intentos de acertar un golpe fulminante con la hoz se volvían cada vez más predecibles. Aprovechando su descuido, me anticipé a su siguiente ataque, y en vez de esquivarlo di un paso hacia él para evitar la hoz y poder agarrar la cadena con mi mano izquierda. Seguido, tiré con violencia de su arma obligándolo a perder el equilibrio y caer hacia mí, sentenciando a recibir un corte letal de mi espada sedienta de sangre que dibujaba arco mortal. Su muerte era inevitable, pero una patada repentina en la boca del estómago me hizo dar un paso al costado modificando la trayectoria de mi ataque y haciéndome fallar. La oportunidad se había esfumado por culpa de aquella mujer enmascarada.
Había desatado la maldición y mis capacidades potenciadas vaticinaban mi victoria. No obstante, mis enemigos habían resultado ser más tenaces de lo que había anticipado. Reconocía que mis adversarios me superan en técnicas de combate cuerpo a cuerpo, pero confiaba en mi intelecto y potencia de sangre para poner fin a pelea por la fuerza en los siguientes segundos, antes de que mi poder se fuese perdiendo.
Mis ataques se hacían más telegrafiados y poco a poco las aperturas fueron apareciendo en la lucha. Combatir contras ambos al mismo tiempo implicaba estar más atento de cuidar los flancos expuestos que de poder asestar un golpe fulminante. El elfo y la enmascarada se complementaban entre ataques a distancia y embestidas cuerpo a cuerpo. Su agilidad y destreza se convertía en un problema que solo con mi fuerza no podía contrarrestar.
Con un rugido me abalancé sobre ellos con ataques laterales para obligarlos a retroceder y crear una brecha entre nosotros, espacio suficiente para replantear mi estrategia (A) y recuperar el aliento. Había podido conectar algunos golpes contundentes a ambos, pero ningún corte significativo con mi arma que me otorgara la victoria.
Un par de hilos de sangre descendían por mis piernas y brazos, tanto el elfo como la mujer habían apuntado constantemente a mis extremidades para reducir mi velocidad y algunos cortes habían conectado de forma superficial. Irritado los observaba con detenimiento mientras sujetaba mi arma de sangre que ardía en mi mano anhelando atravesar a mis oponentes.
Ya me cansé de jugar con ustedes. - dije peinando mi cabellera con mi mano izquierda. Todos los acólitos habían huido y solo quedamos nosotros tres en aquel templo. Rodeados de cadáveres y pilares con forma de serpiente. Tenía que poner fin a aquellos dos de una vez.
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Frenen al humano. - Ordenó a un par de seguidores que nos acompañaban por las catacumbas. No tendrían oportunidad alguna contra el espadachín, pero al menos ralentizarían su camino.
Astrid caminaba con determinación, pero lo que en un principio pudiera haber sido interpretado como un escape, en realidad se trataba de una trampa que con sadismo la sacerdotisa había planeado.
Apaga la luz, querido. - Su voz suave y seductora acariciaba los oídos del humano. Él no lo sabía, pero aquella persuasión era magia de voz.
Dante empezó a disparar virotes a todas las antorchas que se iban encontrando por los pasillos. Quedándose completamente a ciegas, dependiendo de la cercanía con Astrid para poder orientarse.
La mujer empezó hablar, pero no con el humano que la seguía de cerca, sino con el eco. Su voz se proyectaba en los recovecos de aquellas catacumbas con un destino claro, el enmascarado.
¿Por qué Zagreus había permitido que los siguieran? ¿Cómo sabía la Sacerdotisa que era él? El humano reflexionaba confundido.
Dante empezó a tener miedo, las palabras de aquella vampiresa eran afiladas y cortaban el aire. Ya no parecían caricias, la arpía mostraba cómo podía ser cruel. El humano intentaba ignorar aquellas frases sobre dioses y tragedias que tanto resonaban en él. Dante solo tenía que centrarse en su misión, así que se concentró para esperar a sus perseguidores. El terreno estaba preparado para que el enmascarado desistiera de su persecución, pero no debía subestimar la terquedad de aquel sujeto y sus aliados. Por lo que Dante continuó escoltando a la Adoradora de la serpiente, con su ballesta lista para disparar.
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Taimado esperaba con calma. Contemplaba que Astrid quería al elfo vivo, pero no podía asegurar tal cosa. Mi arma se agitaba, el control sobre la sangre implicaba una cantidad absurda de concentración y energía y sentía como poco a poco se difuminaba. Tenía que actuar de inmediato y ya tenía un plan que definiría el combate.
Tomé aire con calma y escondí mi mano izquierda dentro de mis vestimentas. Con un grito inicié mi carga en dirección a la Daga Nocturna que adoptaba una posición para responder a mí embiste. Sabiendo que quedaba expuesto al ataque del elfo, revelé aquello que buscaba dentro de mi capa, mi Daga del Crepúsculo (1). La arrojé con fuerza sin revisar mucho en la precisión. No esperaba acertar con ella, pero si por lo menos obligar al elfo a esquivar y así impedir que pudiera reaccionar a tiempo para lo que pretendía hacer.
Con una veloz carrera ahora agarrando el arma con mis dos manos, me acerqué sobre la pequeña figura de la encapuchada. Curvando mi cuerpo abajo logré preparar un ataque con el arma dispuesto a hacer un tajo completo con todas mis fuerzas aprovechando la torsión de mis piernas y torso para impulsar más potencia. Un ataque que sería capaz de cortar un caballo a la mitad sin duda alguna.
El ataque dibujó un arco diagonal ascendente que dejó una estela carmesí en el aire. La mujer había visto la muerte a la cara, toda aquella habladuría de que la sombra no tendría su tumba allí parecía haber quedado en la nada.
Sin embargo, en una explosión de adrenalina solo prevista en la presencia de un milagro, la mujer concentró sus fuerzas en sus piernas atléticas y curvando su cuerpo hacia atrás saltó haciendo un mortal. Su acrobacia le brindó el espacio suficiente para esquivar el corte por apenas centímetros. Tras aterrizar y verme con ambos brazos arriba, completamente expuesto. Se dispuso a acabar conmigo. Manteniendo su posición casi que felina se acercó como un espectro de la noche y desde abajo con ambos brazos abiertos, cada uno empuñando un cuchillo de hoja negra que alentaba la penumbra absoluta, hizo un movimiento para apuñalar simultáneamente mi torso. Cerrando sus brazos con violencia y así atravesar mis costados, siendo un ataque infalible que penetraba por ambos flancos apuntando mis dos pulmones. Una muerte instantánea.
Ja…
Fantasear con el rostro de aquella mujer al darse cuenta de que seguía vivo y ahora moriría me extasiaba. El gozo por poder jugar con su vida y arrebatársela por su confianza me causaba una gracia perversa. Aquellas hojas negras azabaches que pretendían matarme había rebotado contra mi piel dura y ahora caían al suelo (2) dejando a la enmascarada perpleja. Era capaz de hacer un escudo impenetrable solidificando sangre sobre mi piel, una habilidad que había guardado esperando el momento perfecto. Ahora la Daga Nocturna me miraba bajo su máscara hacia arriba, mirando mi rostro con un fondo estrellado, desde abajo como aquel que observa un dios oscuro. Todo había pasado en fracción de segundo, pero igual me daba el capricho de tener una sonrisa cruel en mi rostro.
La perdición se hacía presente y mi poder sobre la sangre modificó a voluntad la espada que sostenía en mi mano (3). El arma dejó su forma sólida y se transformó en una estaca carmesí al instante. No era necesario ponerse quisquilloso con detalles para el arma o el apartado estético, lo importante es que su punta fuese letal y se formara en dirección contraria a la espada que previamente sostenía, haciendo que la misma apuntara directamente a la Daga.
Y con la misma fuerza que había subido antes la espada, ahora bajaba la estaca para clavar de manera fulminante sobre aquella “heroína”.
- "La muerte de la sombra":
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Zagreus queda con la guardia abierta por el tajo ascendente. La Daga tras esquivarlo de manera acrobática se acerca y pretende apuñalar por ambos costados el torso desprotegido del vampiro. Zagreus utiliza su escudo de sangre para que las dagas reboten.
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Las dagas caen y dejan a la encapuchada confundida. Zagreus utiliza su habilidad para cambiar el arma de sangre con su sangromancia y convertirla en una estaca en dirección a la encapuchada para asesinarla en un golpe ineludible.
Off
Mis habilidades Nivel 0: Pacto carmesí, Nivel 1: Un paso por delante y Racial: Maldición Desatada siguen activas en su segundo turno de duración.
(A): Resalto mi rasgo Erudición: Poseo gran coeficiente intelectual, lo que me permite tener una alta capacidad analítica y estratégica para cualquier situación.
(1): Daga del crepúsculo arma a una mano versátil, la misma posee un filo dentado que le permite cortar, rasgar y penetrar. Por lo que la convierte en un objeto práctico no solo para el combate sino también como herramienta. Posee detalles afilados que permite a la daga ser usada desde varias posturas y continuar siendo letal. Su agarre es ergonómico por lo que su uso es cómodo y debido a su tamaño puede ser ocultada con facilidad.
Posee detalles estéticos relacionados con el motivo crepuscular de los vampiros
(2): Nivel 3: Armadura sanguínea [Mágica] – Activa (2 uso) Duración= 1 turno
Zagreus es capaz de emplear su control sanguíneo sobre su cuerpo, logrando solidificar zonas con sangre para protegerlo de los ataques físicos. La respuesta es inmediata, logrando cubrir una zona de extensión moderada de piel al instante. La sangre sólida tiene la dureza de los metales más resistentes.
(3): Nivel 0: Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Zagreus solo puede crear una arma por activación. Igualmente, puede emplear un uso de la habilidad para cambiar el tipo de arma de sangre creada al instante.
Utilizo mi segundo uso para cambiar la espada por una especie de estaca de sangre.
Tarek= Combato con el elfo y la Daga con fuerza, ya que el siguiente turno mis habilidades se van y ustedes tomaran ventaja en la pelea. Por ello, utilizo un par de trucos que guardé. Dejo abierto las consecuencias de mi último ataque, en principio es fulminante e ineludible para la Daga, pero no creo que Alward quiera que muera (que lastima), así que queda en ti determinar el desenlace de esa pelea y si la matas que quede en tu conciencia.
Pd. Alward no mencionó nada de heridas importantes o perdida de miembros, así que asumo que es válido. Puedes preguntarle a ver.
Igualmente, en caso de que tú o la Daga sean heridos con mi arma de sangre les recuerdo que dado mi rasgo el daño produce infecciones y/o necrosis. De igual forma, por las habilidades que mantengo del turno anterior, mis ataques son más potentes y realizan daño mágico adicional.
Alward= Dante acompaña a Astrid por las catacumbas. Ten en cuenta que quizás te topas con algún par de acólitos en el camino y espero que no te incomode la oscuridad en los túneles. Suerte con la magia de voz.
Zagreus
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
El corazón del elfo martilleaba en su pecho, mientras observaba al a Daga Nocturna esquivar un nuevo ataque del vampiro. Agazapado en el suelo, intentaba recuperarse de la estocada que casi había acabado con su vida solamente unos segundos antes. Aquel individuo, fuese quien fuese, estaba versado en la lucha. Había tardado apenas un par de golpes y esquivas para identificar el punto flaco del arma de Tarek. El peliblanco se concienció de que debía evitar el tren superior y centrarse en las piernas, así sería más difícil que volviese a repetir aquella estrategia. Tomando impulso volvió a la batalla.
Los golpes se sucedieron en un continuo frenesí, mientras la ventaja cambiaba cada pocos segundos de bando. Daga Nocturna y el elfo, aunque magullados, habían conseguido mantenerse alejados del mortal filo del vampiro, que en cambio había sufrido numerosas laceraciones en brazos y piernas. Extrañamente, su enemigo se mantenía en calma. La rabia, su necesidad de alcanzarlos, era patente en él. Sin embargo, cada gesto era controlado y medido, como si calculase no solo la trayectoria de sus golpes, sino también el lugar donde sus enemigos iban a situarse. Aquello no pintaba bien. El peliblanco sospechó que el vampiro escondía algo. No tuvo tiempo para plantearse el qué, pues su hilo de pensamiento se vio interrumpido cuando una pequeña daga dentada voló directamente hacia él. Rodó por el suelo para esquivarla, solo para darse cuenta de que no había sido más que una treta.
El vampiro había abierto la guardia de forma demasiado acusada y la Daga había aprovechado la ocasión para atacar sus costados de frente. “Error”, pensó el elfo para si. Atacar de frente nunca era una buena estrategia, por muy favorable que fuese la oportunidad. Era algo que Dhonnara les había inculcado a todos con sangre y, justo ante él, la situación demostraba que la líder de los Ojosverdes no había errado. No entendía como la ducha justiciera había caído presa de una treta tan medida. Quizás la leyenda había magnificado la verdadera habilidad de la enmascarada mujer.
Como a cámara lenta, las dagas de la justiciera chocaron contra el torso del vampiro. Allí donde debían haber atravesado los costados de su enemigo, encontraron una impenetrable barrera. El sonido del choque, casi metálico, reverberó en la otrora colmada sala. El rostro de la mujer, oculto tras aquella máscara inanimada debió reflejar perplejidad, pues Daga Nocturna permaneció quieta y en silencio ante su ejecutor una exhalación más de la que debería. Con una sonrisa de satisfacción, el vampiro alzó su arma, que mutó entre sus manos y, como si del mismísimo dios de la justicia se tratase, la alzó al cielo para dejarla caer con fuerza sobre su enemiga.
Un par de segundos, eso fue el tiempo que el elfo tuvo para reaccionar desde que las dagas de obsidiana de la enmascarada volaron de entre sus manos. Un par de segundos que marcaron la diferencia entre la vida y la muerte. Blandiendo su arma la dirigió en esa ocasión contra su aliada, en vez de contra su enemigo. Aprovechando la inercia del peso que se localizaba en uno de los extremos de la cadena, hizo que esta se enroscase en la cintura de Daga Nocturna y, aplicando toda la fuerza que todavía poseía, tiró de ella (1). El impacto del peso de metal hizo que la mujer se doblase sobre si misma. El peliblanco sabía el dolor que aquello causaba. Sus entrenamientos, cuando aún era novato, habían acabado más de una vez con el joven elfo agonizando en busca de aire por un impacto similar. Pero sabía que la mujer no se lo echaría en cara si con aquello lograba salvarle la vida. El golpe desplazó a la justiciera ligeramente hacia atrás, facilitando que el impulso ejercido por el elfo sobre la cadena la apartase de la trayectoria de la estocada. La maniobra fue, sin embargo, insuficiente y la extraña estaca de sangre que portaba el vampiro se clavó en uno de los brazos de la justiciera.
El alarido de dolor que abandonó los labios de la mujer no presagió nada bueno. El vampiro, por su parte, permaneció inmóvil por un segundo, probablemente asombrado de haber acertado a su objetivo solo de refilón y tan cerca del suelo. La sala se sumió por un instante en el más absoluto silencio, en el que solo la forzosa respiración de la justiciera era perceptible. Tarek observó al vampiro, mientras se planteaba cómo proceder. Su arma estaba enroscada en el cuerpo de Daga Nocturna, la de su enemigo clavada en el suelo, atravesando el brazo de la misma. Se encontraban en una especie de punto muerto, siempre que no se planteasen acabar aquel combate a puñetazo limpio.
- No pareces un servidor de la sierpe –comentó Tarek, agachándose para depositar el resto del arma en el suelo- No sé lo que te mueve para estar aquí, pero ni tu eres el objetivo que ella persigue –indicó señalando a la Daga con un gesto de la cabeza-, ni nosotros el objetivo que deberías perseguir. Yo ni siquiera debería estar aquí –añadió el elfo- Pero la avaricia parece un mal endémico en todas las especies.
Tanteando a su espalda, localizó el mango de la daga que el vampiro le había lanzado poco antes. Haciéndola girar entre sus dedos, se alzó de nuevo. Aquella arma no era rival para la espada de su enemigo, por muy ducho que Tarek fuese en su manejo. Por desgracia el tamaño solía importar en aquel tipo de situaciones.
Su aliada permanecía tendida en el suelo, gimiendo de dolor. Un nuevo alarido abandonó sus labios cuando el vampiro retiró la sangrienta estaca. La mujer aprovechó el momento para apartarse de él, arrastrando con ella la cadena metálica que aún la envolvía. Como Tarek había asumido, estaban en un punto muerto. Si el vampiro volvía a alzar su arma, el elfo tendría un flanco abierto para lanzarle la daga. Desconocía cómo había eludido el ataque de las mortíferas armas de la enmascarada, pero quizás no fuese una habilidad que pudiese volver a utilizar o quizás su concentración no podía estar diversificada, defendiéndose y atacando a la vez (2). En cualquier caso, Daga Nocturna consiguió alejarse lo suficiente de él como para quedar fuera del alcance de su ataque.
La mujer rasgó entonces con premura la manga de su túnica, solo para desvelar que la herida sufrida era mucho peor de lo que podían haberse imaginado. Alrededor del agujero provocado por la estaca, la carne había comenzado a necrosarse y la infección parecía extenderse de forma lenta pero continua por su brazo. Si quería sobrevivir, no podía seguir luchando. El peliblanco nunca había sido muy ducho en temas de curación, pero sabía que la necrosis solo se arreglaba de dos maneras y en aquel lugar solo una de ellas estaba a su alcance. Si la mujer seguía luchando, la infección se extendería más rápido y, si no amputaban el brazo cuanto antes, acabaría alcanzando zonas más críticas. La situación les era desfavorable.
- Podemos acabar esto ahora –le dijo al vampiro, intentando establecer una tregua- Ella no puede luchar y, seamos sinceros, dudo que yo pueda vencerte solo. Puedes perder valioso tiempo intentando rematarla, pero ambos sabemos que eso va a acabar matándola, o puedes correr tras tus aliados para salvarlos y contar la hazaña de haber matado a la justiciera enmascarada –ante la interrogante expresión de su enemigo, añadió- Como dije antes, a mi no se me ha perdido nada aquí.
Daga Nocturna a su lado gimió nuevamente de dolor, mientras se desprendía del arma de Tarek. Sus oscuros ojos lo observaron desde detrás de su inexpresiva máscara.
- Traidor –escupió, mirando al elfo- Te salvé la vida.
- Y yo acabo de devolverte el favor –le contestó el peliblanco, sin apartar la vista de su enemigo.
- ¿Traicionaras a tu amigo?
- Si te refieres al tipo de la máscara, eramos aliados circunstanciales. Nada más.
Girando la dentada daga entre sus manos, la colocó con el filo hacia él y el mango hacia su enemigo. Extendiendo el brazo se la ofreció.
- ¿Tregua? –preguntó, con rostro serio.
A su espalda un compungido cuervo intentó aletear dentro de su improvisada jaula, mientras lanzaba acolchados graznidos, opacados por la tela que lo rodeaba.
__Los golpes se sucedieron en un continuo frenesí, mientras la ventaja cambiaba cada pocos segundos de bando. Daga Nocturna y el elfo, aunque magullados, habían conseguido mantenerse alejados del mortal filo del vampiro, que en cambio había sufrido numerosas laceraciones en brazos y piernas. Extrañamente, su enemigo se mantenía en calma. La rabia, su necesidad de alcanzarlos, era patente en él. Sin embargo, cada gesto era controlado y medido, como si calculase no solo la trayectoria de sus golpes, sino también el lugar donde sus enemigos iban a situarse. Aquello no pintaba bien. El peliblanco sospechó que el vampiro escondía algo. No tuvo tiempo para plantearse el qué, pues su hilo de pensamiento se vio interrumpido cuando una pequeña daga dentada voló directamente hacia él. Rodó por el suelo para esquivarla, solo para darse cuenta de que no había sido más que una treta.
El vampiro había abierto la guardia de forma demasiado acusada y la Daga había aprovechado la ocasión para atacar sus costados de frente. “Error”, pensó el elfo para si. Atacar de frente nunca era una buena estrategia, por muy favorable que fuese la oportunidad. Era algo que Dhonnara les había inculcado a todos con sangre y, justo ante él, la situación demostraba que la líder de los Ojosverdes no había errado. No entendía como la ducha justiciera había caído presa de una treta tan medida. Quizás la leyenda había magnificado la verdadera habilidad de la enmascarada mujer.
Como a cámara lenta, las dagas de la justiciera chocaron contra el torso del vampiro. Allí donde debían haber atravesado los costados de su enemigo, encontraron una impenetrable barrera. El sonido del choque, casi metálico, reverberó en la otrora colmada sala. El rostro de la mujer, oculto tras aquella máscara inanimada debió reflejar perplejidad, pues Daga Nocturna permaneció quieta y en silencio ante su ejecutor una exhalación más de la que debería. Con una sonrisa de satisfacción, el vampiro alzó su arma, que mutó entre sus manos y, como si del mismísimo dios de la justicia se tratase, la alzó al cielo para dejarla caer con fuerza sobre su enemiga.
Un par de segundos, eso fue el tiempo que el elfo tuvo para reaccionar desde que las dagas de obsidiana de la enmascarada volaron de entre sus manos. Un par de segundos que marcaron la diferencia entre la vida y la muerte. Blandiendo su arma la dirigió en esa ocasión contra su aliada, en vez de contra su enemigo. Aprovechando la inercia del peso que se localizaba en uno de los extremos de la cadena, hizo que esta se enroscase en la cintura de Daga Nocturna y, aplicando toda la fuerza que todavía poseía, tiró de ella (1). El impacto del peso de metal hizo que la mujer se doblase sobre si misma. El peliblanco sabía el dolor que aquello causaba. Sus entrenamientos, cuando aún era novato, habían acabado más de una vez con el joven elfo agonizando en busca de aire por un impacto similar. Pero sabía que la mujer no se lo echaría en cara si con aquello lograba salvarle la vida. El golpe desplazó a la justiciera ligeramente hacia atrás, facilitando que el impulso ejercido por el elfo sobre la cadena la apartase de la trayectoria de la estocada. La maniobra fue, sin embargo, insuficiente y la extraña estaca de sangre que portaba el vampiro se clavó en uno de los brazos de la justiciera.
El alarido de dolor que abandonó los labios de la mujer no presagió nada bueno. El vampiro, por su parte, permaneció inmóvil por un segundo, probablemente asombrado de haber acertado a su objetivo solo de refilón y tan cerca del suelo. La sala se sumió por un instante en el más absoluto silencio, en el que solo la forzosa respiración de la justiciera era perceptible. Tarek observó al vampiro, mientras se planteaba cómo proceder. Su arma estaba enroscada en el cuerpo de Daga Nocturna, la de su enemigo clavada en el suelo, atravesando el brazo de la misma. Se encontraban en una especie de punto muerto, siempre que no se planteasen acabar aquel combate a puñetazo limpio.
- No pareces un servidor de la sierpe –comentó Tarek, agachándose para depositar el resto del arma en el suelo- No sé lo que te mueve para estar aquí, pero ni tu eres el objetivo que ella persigue –indicó señalando a la Daga con un gesto de la cabeza-, ni nosotros el objetivo que deberías perseguir. Yo ni siquiera debería estar aquí –añadió el elfo- Pero la avaricia parece un mal endémico en todas las especies.
Tanteando a su espalda, localizó el mango de la daga que el vampiro le había lanzado poco antes. Haciéndola girar entre sus dedos, se alzó de nuevo. Aquella arma no era rival para la espada de su enemigo, por muy ducho que Tarek fuese en su manejo. Por desgracia el tamaño solía importar en aquel tipo de situaciones.
Su aliada permanecía tendida en el suelo, gimiendo de dolor. Un nuevo alarido abandonó sus labios cuando el vampiro retiró la sangrienta estaca. La mujer aprovechó el momento para apartarse de él, arrastrando con ella la cadena metálica que aún la envolvía. Como Tarek había asumido, estaban en un punto muerto. Si el vampiro volvía a alzar su arma, el elfo tendría un flanco abierto para lanzarle la daga. Desconocía cómo había eludido el ataque de las mortíferas armas de la enmascarada, pero quizás no fuese una habilidad que pudiese volver a utilizar o quizás su concentración no podía estar diversificada, defendiéndose y atacando a la vez (2). En cualquier caso, Daga Nocturna consiguió alejarse lo suficiente de él como para quedar fuera del alcance de su ataque.
La mujer rasgó entonces con premura la manga de su túnica, solo para desvelar que la herida sufrida era mucho peor de lo que podían haberse imaginado. Alrededor del agujero provocado por la estaca, la carne había comenzado a necrosarse y la infección parecía extenderse de forma lenta pero continua por su brazo. Si quería sobrevivir, no podía seguir luchando. El peliblanco nunca había sido muy ducho en temas de curación, pero sabía que la necrosis solo se arreglaba de dos maneras y en aquel lugar solo una de ellas estaba a su alcance. Si la mujer seguía luchando, la infección se extendería más rápido y, si no amputaban el brazo cuanto antes, acabaría alcanzando zonas más críticas. La situación les era desfavorable.
- Podemos acabar esto ahora –le dijo al vampiro, intentando establecer una tregua- Ella no puede luchar y, seamos sinceros, dudo que yo pueda vencerte solo. Puedes perder valioso tiempo intentando rematarla, pero ambos sabemos que eso va a acabar matándola, o puedes correr tras tus aliados para salvarlos y contar la hazaña de haber matado a la justiciera enmascarada –ante la interrogante expresión de su enemigo, añadió- Como dije antes, a mi no se me ha perdido nada aquí.
Daga Nocturna a su lado gimió nuevamente de dolor, mientras se desprendía del arma de Tarek. Sus oscuros ojos lo observaron desde detrás de su inexpresiva máscara.
- Traidor –escupió, mirando al elfo- Te salvé la vida.
- Y yo acabo de devolverte el favor –le contestó el peliblanco, sin apartar la vista de su enemigo.
- ¿Traicionaras a tu amigo?
- Si te refieres al tipo de la máscara, eramos aliados circunstanciales. Nada más.
Girando la dentada daga entre sus manos, la colocó con el filo hacia él y el mango hacia su enemigo. Extendiendo el brazo se la ofreció.
- ¿Tregua? –preguntó, con rostro serio.
A su espalda un compungido cuervo intentó aletear dentro de su improvisada jaula, mientras lanzaba acolchados graznidos, opacados por la tela que lo rodeaba.
(1) Combate con armas flexibles (Nivel 3)
(2) Perspicacia (Nivel 2)
Zagreus: te dejo abierta la opción de parar la pelea. Como Alward comentó que le venía bien que Daga Nocturna saliese herida, pues en ese estado la he dejado. Es decisión tuya si intentas rematarla o te vas con la certeza (o no) de que se va a morir por el corte que le hiciste. En cualquier caso, si decidieses retomar la batalla, Tarek tomará de nuevo su arma, que la tiene al lado (Daga Nocturna se la quitó de encima)
Alward: intentaré que Daga no salga muy mal parada. Pero no prometo nada
Tarek Inglorien
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Re: Ofidios en la ciudad [Adoradores de la Serpiente - Parte 1] [Libre 3/3]
Los pasos de Alward resonaban pesadamente en los estrechos pasillos de piedra, mientras avanzaba casi a tientas, guiándose solo por el eco de sus propios movimientos y el tenue roce de las botas de Katrina más adelante. La oscuridad era absoluta, una negrura tan densa que parecía aplastarlo por todos lados. Pero, por fortuna, Katrina avanzaba con paso seguro, apenas rozando los muros húmedos y sin dificultad alguna para orientarse. Para ella, la oscuridad era solo un manto familiar, una vieja aliada que la protegía y le permitía seguir de cerca a su presa.
Ambos continuaron su avance hasta que, de pronto, un sonido rompió la tensión en el aire. Unos susurros apagados, unos pasos que iban en contra de su dirección, todo lo suficientemente claro para que Alward lo escuchara. Se detuvo por instinto, sus manos viajando hacia las empuñaduras de las espadas que descansaban en su espalda. Pero antes de que pudiera siquiera desenvainarlas, una figura se materializó delante de ellos en el estrecho corredor… seguida de tres más.
Cuatro cultistas, sus figuras envueltas en túnicas desgastadas y sus rostros ocultos tras máscaras de cuero oscuro, se interpusieron en su camino. Una risa sibilante surgió de uno de ellos, como si disfrutara de la interrupción. Alward soltó una maldición, molesto por el obstáculo.
-Esto es una pérdida de tiempo.-gruñó, con una mueca de fastidio bajo su propia máscara mientras sus dedos se tensaban, preparados para pelear.
Pero Katrina, abalanzándose hacia ellos, lanzó una breve mirada hacia los cultistas. Sus ojos, normalmente oscuros y fríos, cambiaban en un instante, tornándose de un rojo profundo, como el de la sangre fresca bajo la luz de una luna escarlata. Una fuerza intangible brotó de su mirada, como un puño invisible que golpeó directamente la voluntad de los cultistas [1].
Los cuatro se paralizaron al instante. Un temblor recorrió sus cuerpos, y sus respiraciones se volvieron entrecortadas, apenas audibles. Sus ojos, ocultos tras las máscaras, estaban abiertos de par en par, incapaces de comprender el terror primigenio que los invadía. Silencio absoluto. Era como si un manto de hielo los hubiera envuelto, dejándolos inmóviles y mudos.
Katrina, echando brevemente su mirada hacia atrás, donde estaba Alward, le hizo un gesto con la cabeza.
-Sigamos.
Alward, aún con las manos cerca de sus armas, esbozó una sonrisa satisfecha y relajó los hombros. Katrina era una compañera formidable, y aunque los enfrentamientos directos no eran su fuerte, sus habilidades de la voz resultaban de lo más útiles. Aún algo asombrado por la eficiencia con la que ella resolvió este obstáculo, el humano asintió y aceleró el paso para mantenerse cerca suya.
Ambos retomaron la persecución, dejando a los cultistas atrás, congelados en su miedo.
El silencio se extendía por el lugar, envolviéndolos en una quietud casi antinatural. Alward no se detuvo, sus sentidos alertas, notaba ese "algo" extraño. Katrina dejó de percibir la voz de Astrid, además de sus intentos por socavar la mente tanto de ella como de Alward. También dejó de percibir su presencia.
De pronto, un grito desgarrador rompió el silencio. Era un grito de dolor, visceral, profundo. El eco del lamento rebotó en las paredes de las catacumbas, haciéndolos estremecerse.
El humano sintió algo vibrar en su costado. Al principio lo ignoró, atribuyéndolo a un reflejo de su propio sobresalto. Pero la vibración se intensificó. Alward metió la mano en su alforja, revolviendo sus pertenencias hasta dar con la fuente del extraño fenómeno. Sus dedos tocaron un colgante, y cuando lo sacó, un destello de luz iluminó el oscuro corredor [1].
Era el colgante que Katrina le había regalado, el “Tifón de Voluntad”. No solo vibraba intensamente, sino que también brillaba con una luz deslumbrante. Alward miró la joya en su mano, sus facciones endureciéndose mientras trataba de entender lo que estaba sucediendo.
Katrina también lo observaba, sus ojos oscuros entrecerrados con desconfianza y un leve asombro. Ella sabía el propósito del colgante, lo había creado para Alward, para que él pudiera rastrear a esa persona especial; su hermana. Pero… ¿qué significaba este brillo ahora? ¿Por qué estaba reaccionando aquí, en lo profundo de las catacumbas?
Ambos se miraron, sus expresiones reflejando la misma mezcla de desconcierto y comprensión tácita. Sin necesidad de palabras, Alward se giró sobre sus talones y comenzó a desandar el camino, sus pasos ahora firmes y decididos, guiados por el resplandor potente del “Tifón de Voluntad”. El colgante iluminaba los pasillos como si fuera una pequeña estrella atrapada en su mano, permitiéndole moverse con seguridad en la oscuridad sin la ayuda de Katrina.
La vampiresa lo siguió con cierto vacilar, pues miró fugazmente en la dirección en la que Astrid había escapado. Sus pensamientos la traicionaron por un segundo. ¿Estaban haciendo lo correcto al volver sobre sus pasos? ¿Debían realmente abandonar la persecución de una de las cabecillas de las Sierpes? Apretó los labios en una línea tensa, dudando solo por un instante antes de centrarse de nuevo en la figura de Alward, que ya se alejaba bajo el brillo titilante del collar.
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Daga Nocturna yacía en el suelo, con el rostro contraído tras la máscara en una mueca de dolor mientras la profunda herida cruzaba su brazo. Un pequeño charco de sangre se iba acumulando bajo su cuerpo yaciente en el suelo. Se veía frágil, era evidente que estaba al borde de sus fuerzas. Tarek, con su rostro endurecido y su mirada calculadora ofrecía lo que parecía ser una tregua a Zagreus, quien observaba la escena con el aire oscuro y amenazante de alguien acostumbrado a dominar las situaciones. La tensión en el ambiente era palpable, casi como una cuerda a punto de romperse.
Sin mediar palabra, Alward guardó el colgante en su alforja y metió la mano para sacar otro objeto: el “Fragmento de Infinito de Niniana”, un pequeño orbe de cristal que relucía con una danza hipnótica de colores cambiantes, como si el universo entero se reflejara en su superficie y se transformara a cada instante. Sin dudarlo, lanzó el orbe directamente hacia Zagreus [2].
Una grieta luminosa se abrió en el mismo tejido de la realidad, un vórtice de sombras y luz que se extendió como una herida en el espacio. Zagreus entonces fue absorbido en el vacío, su figura desvaneciéndose en un remolino de posibilidades infinitas, atrapado en un lugar fuera de ese plano existencial. El vórtice se cerró con un sonido sordo, y el aire volvió a la quietud, dejando solo a Tarek y la herida Daga Nocturna ante ellos.
Alward se acercó a Tarek con cierta premura.
-¿Qué ha ocurrido aquí, Tarek?-preguntó, con el tono directo de alguien que no tenía tiempo para rodeos. Sus ojos se posaron en Daga Nocturna, y aunque su expresión se mantuvo fría, un leve brillo de preocupación pasó fugazmente por su mirada al ver el estado de la heroína. Era difícil de ignorar… ese sentimiento inexplicable que se agitaba dentro de él, como un eco perdido resonando en lo más profundo de su ser.-¿Puedes sacarla de aquí?-preguntó Alward, su voz más baja y seria.-Necesita atención, esa herida parece seria. Quiero que ambos salgáis sanos y salvos de aquí, por favor.-dijo con un brillo de sinceridad en sus ojos que no dejaban de reclamar urgencia.
Pese a las diferencias que ambos pudiesen mantener, el humano respetaba al elfo, y esperaba que su estima no cayese en saco roto. Sin embargo, antes de que pudiera responder o moverse para ayudar a Daga Nocturna a levantarse, un nuevo sonido interrumpió la tensa calma.
Pasos apresurados, voces amenazantes, y de repente, un grupo de sectarios apareció en el corredor. Sus túnicas oscuras parecían serpentear en la penumbra, y sus rostros estaban cubiertos por máscaras rituales que reflejaban odio y devoción enfermiza. Alward se posicionó inmediatamente entre los recién llegados y sus aliados, desenvainando sus espadas con un movimiento rápido y preciso, el sonido del acero cortando el aire resonando como una advertencia clara.
-Astrid ya habrá escapado. Lo más importante ahora es que salgáis de aquí con vida.-le dijo nuevamente a Tarek.
Katrina, que hasta entonces había permanecido en silencio, se adelantó unos pasos, su figura una silueta ominosa y firme junto a Alward, sus ojos ya tintados con aquel reflejo rojo que anticipaba su amenaza latente. Ambos formaban una barrera entre los sectarios y Tarek y la heroína herida.
Sin mediar palabra, Alward guardó el colgante en su alforja y metió la mano para sacar otro objeto: el “Fragmento de Infinito de Niniana”, un pequeño orbe de cristal que relucía con una danza hipnótica de colores cambiantes, como si el universo entero se reflejara en su superficie y se transformara a cada instante. Sin dudarlo, lanzó el orbe directamente hacia Zagreus [2].
Una grieta luminosa se abrió en el mismo tejido de la realidad, un vórtice de sombras y luz que se extendió como una herida en el espacio. Zagreus entonces fue absorbido en el vacío, su figura desvaneciéndose en un remolino de posibilidades infinitas, atrapado en un lugar fuera de ese plano existencial. El vórtice se cerró con un sonido sordo, y el aire volvió a la quietud, dejando solo a Tarek y la herida Daga Nocturna ante ellos.
Alward se acercó a Tarek con cierta premura.
-¿Qué ha ocurrido aquí, Tarek?-preguntó, con el tono directo de alguien que no tenía tiempo para rodeos. Sus ojos se posaron en Daga Nocturna, y aunque su expresión se mantuvo fría, un leve brillo de preocupación pasó fugazmente por su mirada al ver el estado de la heroína. Era difícil de ignorar… ese sentimiento inexplicable que se agitaba dentro de él, como un eco perdido resonando en lo más profundo de su ser.-¿Puedes sacarla de aquí?-preguntó Alward, su voz más baja y seria.-Necesita atención, esa herida parece seria. Quiero que ambos salgáis sanos y salvos de aquí, por favor.-dijo con un brillo de sinceridad en sus ojos que no dejaban de reclamar urgencia.
Pese a las diferencias que ambos pudiesen mantener, el humano respetaba al elfo, y esperaba que su estima no cayese en saco roto. Sin embargo, antes de que pudiera responder o moverse para ayudar a Daga Nocturna a levantarse, un nuevo sonido interrumpió la tensa calma.
Pasos apresurados, voces amenazantes, y de repente, un grupo de sectarios apareció en el corredor. Sus túnicas oscuras parecían serpentear en la penumbra, y sus rostros estaban cubiertos por máscaras rituales que reflejaban odio y devoción enfermiza. Alward se posicionó inmediatamente entre los recién llegados y sus aliados, desenvainando sus espadas con un movimiento rápido y preciso, el sonido del acero cortando el aire resonando como una advertencia clara.
-Astrid ya habrá escapado. Lo más importante ahora es que salgáis de aquí con vida.-le dijo nuevamente a Tarek.
Katrina, que hasta entonces había permanecido en silencio, se adelantó unos pasos, su figura una silueta ominosa y firme junto a Alward, sus ojos ya tintados con aquel reflejo rojo que anticipaba su amenaza latente. Ambos formaban una barrera entre los sectarios y Tarek y la heroína herida.
_____________________________________________________________
OFF;
-Habilidad usada [1] --> Mirada del Silencio (Nivel 1) [1 uso - Duración 1 turno]: Una mirada silenciosa a los ojos de un objetivo es capaz de transmitirle tal terror que lo deja mudo y paralizado.
-Objeto usado [1] --> Tifón de voluntad: Mientras Alward tenga puesto este collar, podrá escuchar esporádicamente los pensamientos de su hermana, lo cual podría darle la certeza de que ella sigue con vida, pero además podrá;
1. Escuchar a su hermana aumentará la voluntad de Alward, llenándolo de vigor y haciéndolo muy resistente a técnicas de control mental e intimidación.
2. Cada vez que logre escuchar la voz de su hermana podrá saber en qué dirección se encuentra, aunque no sabrá la distancia a la que se encuentra.
-Objeto usado [2] --> Fragmento de infinito de Niniana [Consumible]: Pequeño orbe de cristal que refleja en cada segundo un millar de colores cambiantes. Al arrojarla a un objetivo, este será desterrado a un lugar fuera del espacio-tiempo donde verá las posibilidades infinitas, aunque sin comprender nada. Volverá luego de un turno, sintiendo que vivió una eternidad incognoscible.
Alward Sevna
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