En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
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En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
El bullicio de la gente yendo y viniendo resultaba tan ajeno a sus costumbres, tan tedioso, molesto y sofocante, que provocaba el palpitar de sus tímpanos y la llevaba a desfigurar su infantil rostro en una mueca de odio puro. Se sentía asfixiada entre tantas personas, seres (predominantemente humanos) que caminaban como si el mundo fuera suyo y se empujaban entre sí, pegando codazos y soltando improperios a diestra y siniestra. Por más que intentaba caminar bien pegada a las paredes de los negocios, era imposible sortearlos a todos: a cada rato recibía algún codazo en las costillas o un pisotón en el pie. ¡Y qué gran esfuerzo estaba haciendo para no ceder a sus impulsos de descuartizarlos a todos! "Tranquilízate, Niziare" se decía cada treinta segundos, "pronto estarás en casa".
Nunca le había gustado demasiado visitar la ciudad, pero cada cierto tiempo se veía forzada a hacerlo para ganar algunso aeros y, de paso, enterarse de las últimas novedades; no venía mal actualizarse de vez en cuando. Esta vez había concurrido para hacer unos cuantos intercambios y, una vez realizados, las monedas que tintineaban en su bolsillo la instaban a alejarse de allí tan rápido como pudiera. No obstante, había decidido hacer una pequeña parada antes de retornar a su hogar y hacia allá se dirigía en aquel instante, luchando con la marea de individuos que la atropellaba y parecía ignorarla por completo, cosa, de hecho, bastante fácil tomando en cuenta su estatura.
Poco a poco el flujo de transeúntes iba disminuyendo hasta que llegó a un sitio bastante más tranquilo y apacible, una bella plazoleta rodeada de frondosos árboles con entreverados caminitos de piedra que prometían un paseo sumamente relajante para quien se animara a recorrerlos. Además, a lo largo de los caminos podían encontrarse asientos de piedra con aspecto antiguo adornados por pintorescas flores a cada lado, y en el medio de la plaza había una fuente con aguas cristalinas bajo las cuales brillaban monedas de todos los tamaños color cobre, plata y oro. La muchacha se acercó al banco más próximo a la fuente y tomó asiento. Una profunda inhalación le bastó para relajar la mente: Dejando atrás el ruido, ahora se dedicaba a escuchar el susurrar del viento entre las copas de los árboles y el sonido del agua corriendo.
Se arremangó las mangas de la camisa (esa que le quedaba grande y que en vez de contribuir a hacerla parecer más corpulenta causaba el efecto contrario) y hurgó en el bolsillo de su pantalón hasta encontrar su recién adquirido dinero. Lo mantuvo en la palma de su mano y observó por largo rato los dibujos en las monedas, abstraída del mundo real. Sentada allí, sola y en silencio, ya no le importaba tanto estar en Lunargenta.
Nunca le había gustado demasiado visitar la ciudad, pero cada cierto tiempo se veía forzada a hacerlo para ganar algunso aeros y, de paso, enterarse de las últimas novedades; no venía mal actualizarse de vez en cuando. Esta vez había concurrido para hacer unos cuantos intercambios y, una vez realizados, las monedas que tintineaban en su bolsillo la instaban a alejarse de allí tan rápido como pudiera. No obstante, había decidido hacer una pequeña parada antes de retornar a su hogar y hacia allá se dirigía en aquel instante, luchando con la marea de individuos que la atropellaba y parecía ignorarla por completo, cosa, de hecho, bastante fácil tomando en cuenta su estatura.
Poco a poco el flujo de transeúntes iba disminuyendo hasta que llegó a un sitio bastante más tranquilo y apacible, una bella plazoleta rodeada de frondosos árboles con entreverados caminitos de piedra que prometían un paseo sumamente relajante para quien se animara a recorrerlos. Además, a lo largo de los caminos podían encontrarse asientos de piedra con aspecto antiguo adornados por pintorescas flores a cada lado, y en el medio de la plaza había una fuente con aguas cristalinas bajo las cuales brillaban monedas de todos los tamaños color cobre, plata y oro. La muchacha se acercó al banco más próximo a la fuente y tomó asiento. Una profunda inhalación le bastó para relajar la mente: Dejando atrás el ruido, ahora se dedicaba a escuchar el susurrar del viento entre las copas de los árboles y el sonido del agua corriendo.
Se arremangó las mangas de la camisa (esa que le quedaba grande y que en vez de contribuir a hacerla parecer más corpulenta causaba el efecto contrario) y hurgó en el bolsillo de su pantalón hasta encontrar su recién adquirido dinero. Lo mantuvo en la palma de su mano y observó por largo rato los dibujos en las monedas, abstraída del mundo real. Sentada allí, sola y en silencio, ya no le importaba tanto estar en Lunargenta.
Última edición por Niziare el Sáb Ene 31 2015, 02:39, editado 1 vez
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Llevaba ya varias semanas en la ciudad y seguía sin convencer nadie para que le contratase, si bien no tenía demasiada prisa en abandonarla, los aeros que adquirió en su último encargo se estaban agotando a un ritmo que no había previsto, hasta la más ínfima de las solicitudes costaba dinero en aquella ciudad.
Y como de costumbre, tras haber estado rondando las caravanas en busca de un puesto de escolta Eltrant comenzó a recorrer las calles de la urbe, mezclándose entre el bullicio. Una parte de él adoraba todo aquel movimiento, le encantaba perderse entre las callejuelas, el enorme castillo que coronaba la ciudad, la muchedumbre en el mercado... aquella ciudad estaba viva y nadie parecía verlo.
Perdido en sus pensamientos se vio a si mismo dentro de lo que parecía ser una plazuela, era la primera vez que entraba en aquel lugar y en cierto modo, le sorprendió no haberlo visitado antes.
Aunque el tamaño de la plaza no era realmente remarcable lo significante de aquel lugar era su composición, quienquiera que hubiese diseñado aquel lugar había mimado hasta el más mínimo detalle, desde el más frondoso de los árboles que rodeaban la plaza hasta las flores que acompañaban a los bancos de piedra que había repartidos por todas partes. Aquello parecía ser un mundo aparte, un pequeño santuario de paz en mitad de una tempestad.
Eltrant se quedó allí de pie, observando confundido el sitio al que había llegado sin pretenderlo, disfrutando de aquel momento antes de que la realidad volviera para recordarle que tenía demasiados problemas para estar allí perdiendo el tiempo.
En sí no notó a nadie hasta que tras varios minutos contemplando aquel lugar se percató de la joven que sentada en un banco no muy lejos de él escrudiñaba pacientemente una serie de monedas que descansaban en la palma de su mano.
Aquella joven parecía estar realmente concentrada en aquello, así que tratando de ser lo menos ruidoso posible se dejó caer sobre el banco que tenía más próximo. –“Tendré que empezar a preguntar en tabernas a partir de ahora” – pensó sonriendo amargamente mientras se quitaba del cinto la herrumbrosa espada que portaba y la dejaba junto a él.
Una vez sentado y de forma disimulada volvió a ojear a la muchacha, aunque aquel banco estaba demasiado cerca como para fijarse en sus facciones sin que ella se percatase de ello sí que pudo comprobar que, efectivamente, se trataba de una mujer no mucho más joven que él.
-“Mejor la dejo tranquila” – La chica parecía querer intimidad y no estaba dispuesto a arrebatársela porque él simple hecho de tener curiosidad.
Minutos después no pudo evitar dejar escapar un leve suspiro cuando comprobó el número de monedas que le quedaban. Dejó los tres míseros aeros que extrajo del bolsillo junto a la espada y se tumbó en el banco mirando hacia el cielo.
-“Supongo que descansar aquí un rato no va a hacerme ningún daño”
Y como de costumbre, tras haber estado rondando las caravanas en busca de un puesto de escolta Eltrant comenzó a recorrer las calles de la urbe, mezclándose entre el bullicio. Una parte de él adoraba todo aquel movimiento, le encantaba perderse entre las callejuelas, el enorme castillo que coronaba la ciudad, la muchedumbre en el mercado... aquella ciudad estaba viva y nadie parecía verlo.
Perdido en sus pensamientos se vio a si mismo dentro de lo que parecía ser una plazuela, era la primera vez que entraba en aquel lugar y en cierto modo, le sorprendió no haberlo visitado antes.
Aunque el tamaño de la plaza no era realmente remarcable lo significante de aquel lugar era su composición, quienquiera que hubiese diseñado aquel lugar había mimado hasta el más mínimo detalle, desde el más frondoso de los árboles que rodeaban la plaza hasta las flores que acompañaban a los bancos de piedra que había repartidos por todas partes. Aquello parecía ser un mundo aparte, un pequeño santuario de paz en mitad de una tempestad.
Eltrant se quedó allí de pie, observando confundido el sitio al que había llegado sin pretenderlo, disfrutando de aquel momento antes de que la realidad volviera para recordarle que tenía demasiados problemas para estar allí perdiendo el tiempo.
En sí no notó a nadie hasta que tras varios minutos contemplando aquel lugar se percató de la joven que sentada en un banco no muy lejos de él escrudiñaba pacientemente una serie de monedas que descansaban en la palma de su mano.
Aquella joven parecía estar realmente concentrada en aquello, así que tratando de ser lo menos ruidoso posible se dejó caer sobre el banco que tenía más próximo. –“Tendré que empezar a preguntar en tabernas a partir de ahora” – pensó sonriendo amargamente mientras se quitaba del cinto la herrumbrosa espada que portaba y la dejaba junto a él.
Una vez sentado y de forma disimulada volvió a ojear a la muchacha, aunque aquel banco estaba demasiado cerca como para fijarse en sus facciones sin que ella se percatase de ello sí que pudo comprobar que, efectivamente, se trataba de una mujer no mucho más joven que él.
-“Mejor la dejo tranquila” – La chica parecía querer intimidad y no estaba dispuesto a arrebatársela porque él simple hecho de tener curiosidad.
Minutos después no pudo evitar dejar escapar un leve suspiro cuando comprobó el número de monedas que le quedaban. Dejó los tres míseros aeros que extrajo del bolsillo junto a la espada y se tumbó en el banco mirando hacia el cielo.
-“Supongo que descansar aquí un rato no va a hacerme ningún daño”
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Sus ojos se habían clavado en las monedas, mas su mente no podía estar más apartada de éstas. Las miraba sin ver, pues su atención, en realidad, descansaba en los recuerdos que aparecían sin que ella lo deseara. Recuerdos de la época en que visitaba aquella plazoleta con su hermano y disfrutaban del oasis de paz que representaba.
Durante años había vivido bajo el techo de una familia humana a las afueras de Lunargenta y, acompañada por su hermano adoptivo, los paseos a la ciudad eran una prometedora fuente de entretenimiento. Siempre había algo que ver, algún chisme que escuchar, gente extraña a la que observar. Solían comprar algún bocadillo y cuando llegaba la hora del almuerzo y ya estaban hartos del bullicio, aquella pequeña plaza era el sitio que los cobijaba. Siempre le había dado una sensación de tranquilidad, como si en aquel lugar no pudiesen pasar cosas malas; y es que era tan bonito paraje que no se lo podía asociar con ninguna desgracia. ¿Cuántas horas de su vida había transcurrido sentada en ese mismo banco, charlando con su amado compañero de adolescencia? ¿Cuántas monedas habían arrojado juntos a aquella fuente? Deseaba recordar cada deseo que había pedido, pero le costaba hacer memoria. Suspiró profundamente y apretó los aeros en su puño. Cuando volvió al mundo real notó que tenía los ojos empañados.
Un profuso suspiro el dio el impulso que necesitaba para ponerse de pie. Los cortos tacos de sus botas repiquetearon en el camino de piedra cuando se acercó a la fuente. -Ojalá estés descansando en paz. -Musitó al tiempo que la moneda se sumergía en el agua con un efímero "gluc". Guardó el resto del dinero en el bolsillo del pantalón y se ajustó un poco la faja que hacía de unión entre éste y la camisa antes de, con la mano derecha, secarse la lágrima que se deslizaba por una de sus mejillas. Contradictoria, manó de sus labios una pequeña carcajada. Hacía años que no derramaba una lágrima.
A todo esto, con lo distraída que estaba no se había percatado de la aparición de otro individuo tan cercano a ella. Por eso mismo, fácil es justificar el respingo que dio cuando vio que, pocos metros más allá, había un tipo tirado en un banco. ¡No es que se hubiera asustado, claro que no! Solo que... le daba pena que la vieran en un momento de debilidad. Lo vio escudriñando el cielo y quiso pensar que no la había llegado a ver. ¿Sería un vagabundo? ¿Algún loco esquizofrénico de esos que recorrían las calles hasta echarse a dormir en algún lugar? Observó la espada y temió lo segundo, pues ¿qué hacía alguien vagando con ese pedazo de lata oxidado? Olisqueó el aire y llegó rápidamente a la conclusión de que era un humano, al menos olía a uno.
¿Necesitaría ayuda? Dudó y sintió una pizca de pena al ver la cara de compungido que tenía. Se quedó parada junto a la fuente, estática y meditativa, a diez metros de distancia y con los ojos clavados en él.
Durante años había vivido bajo el techo de una familia humana a las afueras de Lunargenta y, acompañada por su hermano adoptivo, los paseos a la ciudad eran una prometedora fuente de entretenimiento. Siempre había algo que ver, algún chisme que escuchar, gente extraña a la que observar. Solían comprar algún bocadillo y cuando llegaba la hora del almuerzo y ya estaban hartos del bullicio, aquella pequeña plaza era el sitio que los cobijaba. Siempre le había dado una sensación de tranquilidad, como si en aquel lugar no pudiesen pasar cosas malas; y es que era tan bonito paraje que no se lo podía asociar con ninguna desgracia. ¿Cuántas horas de su vida había transcurrido sentada en ese mismo banco, charlando con su amado compañero de adolescencia? ¿Cuántas monedas habían arrojado juntos a aquella fuente? Deseaba recordar cada deseo que había pedido, pero le costaba hacer memoria. Suspiró profundamente y apretó los aeros en su puño. Cuando volvió al mundo real notó que tenía los ojos empañados.
Un profuso suspiro el dio el impulso que necesitaba para ponerse de pie. Los cortos tacos de sus botas repiquetearon en el camino de piedra cuando se acercó a la fuente. -Ojalá estés descansando en paz. -Musitó al tiempo que la moneda se sumergía en el agua con un efímero "gluc". Guardó el resto del dinero en el bolsillo del pantalón y se ajustó un poco la faja que hacía de unión entre éste y la camisa antes de, con la mano derecha, secarse la lágrima que se deslizaba por una de sus mejillas. Contradictoria, manó de sus labios una pequeña carcajada. Hacía años que no derramaba una lágrima.
A todo esto, con lo distraída que estaba no se había percatado de la aparición de otro individuo tan cercano a ella. Por eso mismo, fácil es justificar el respingo que dio cuando vio que, pocos metros más allá, había un tipo tirado en un banco. ¡No es que se hubiera asustado, claro que no! Solo que... le daba pena que la vieran en un momento de debilidad. Lo vio escudriñando el cielo y quiso pensar que no la había llegado a ver. ¿Sería un vagabundo? ¿Algún loco esquizofrénico de esos que recorrían las calles hasta echarse a dormir en algún lugar? Observó la espada y temió lo segundo, pues ¿qué hacía alguien vagando con ese pedazo de lata oxidado? Olisqueó el aire y llegó rápidamente a la conclusión de que era un humano, al menos olía a uno.
¿Necesitaría ayuda? Dudó y sintió una pizca de pena al ver la cara de compungido que tenía. Se quedó parada junto a la fuente, estática y meditativa, a diez metros de distancia y con los ojos clavados en él.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
El tiempo parecía pasar a un ritmo diferente en aquel lugar, todo parecía moverse despacio, muy despacio, quizás demasiado para su gusto.
Eltrant sin embargo continuó mirando aquel gigantesco manto azul que tenía sobre él, aquel tipo de tranquilidad evocaba recuerdos que creía ya pasados y no pudo evitar pensar en su antiguo hogar, en como sus padres y sus hermanos estarían afrontando su desaparición.
Les había abandonado por razones sumamente egoístas y eso le carcomía por dentro, aunque una parte de él siempre se justificaba con vagos argumentos que le servían para paliar aquellas emociones, lo cierto era que nunca podría deshacerse de ellas.
A pesar de todo seguía queriendo ver el mundo, viajar, comerciar, visitar todas y cada una de las urbes, conocer gente… pero se encontraba atrapado en aquella ciudad con tres aeros y una espada oxidada. Una pequeña sonrisa surcó sus labios, se lo tenía merecido.
Tratando de alejar aquellos pensamientos se incorporó de nuevo, aquel lugar estaba despertando sentimientos que prefería seguir evitando. Una vez sentado no tardó mucho en percibir aquellos enormes y expresivos ojos color miel clavados en él, la joven parecía haber dejado de examinar las monedas y ahora le miraba fijamente, con un atisbo de duda en su mirada. –“¿Me está mirando a mí?” – confundido se giró buscando a alguna otra persona, quizás estuviese mirando a alguien o algo justo detrás de él, pero no, la plazoleta seguía completamente vacía, salvo ellos dos no había nadie.
Arqueó una ceja, la chica era más joven de lo que él en un principio había creído, probablemente no pasaría los veinte años, al menos eso parecía decir su rostro. – “¿Habré hecho algo malo?” – pensó nervioso, su presencia no solía ser bien recibida en general, así que de alguna forma ya estaba preparado para lo peor.
Se aclaró la garganta y le dedicó una sonrisa a la joven –“Disculpa” – Dijo – “¿Te… te encuentras bien?” – No sabía cómo iba a reaccionar aquella muchacha, pero dada la situación lo lógico sería al menos tratar de entablar una conversación civilizada, antes de empezar a correr al menos.
Eltrant sin embargo continuó mirando aquel gigantesco manto azul que tenía sobre él, aquel tipo de tranquilidad evocaba recuerdos que creía ya pasados y no pudo evitar pensar en su antiguo hogar, en como sus padres y sus hermanos estarían afrontando su desaparición.
Les había abandonado por razones sumamente egoístas y eso le carcomía por dentro, aunque una parte de él siempre se justificaba con vagos argumentos que le servían para paliar aquellas emociones, lo cierto era que nunca podría deshacerse de ellas.
A pesar de todo seguía queriendo ver el mundo, viajar, comerciar, visitar todas y cada una de las urbes, conocer gente… pero se encontraba atrapado en aquella ciudad con tres aeros y una espada oxidada. Una pequeña sonrisa surcó sus labios, se lo tenía merecido.
Tratando de alejar aquellos pensamientos se incorporó de nuevo, aquel lugar estaba despertando sentimientos que prefería seguir evitando. Una vez sentado no tardó mucho en percibir aquellos enormes y expresivos ojos color miel clavados en él, la joven parecía haber dejado de examinar las monedas y ahora le miraba fijamente, con un atisbo de duda en su mirada. –“¿Me está mirando a mí?” – confundido se giró buscando a alguna otra persona, quizás estuviese mirando a alguien o algo justo detrás de él, pero no, la plazoleta seguía completamente vacía, salvo ellos dos no había nadie.
Arqueó una ceja, la chica era más joven de lo que él en un principio había creído, probablemente no pasaría los veinte años, al menos eso parecía decir su rostro. – “¿Habré hecho algo malo?” – pensó nervioso, su presencia no solía ser bien recibida en general, así que de alguna forma ya estaba preparado para lo peor.
Se aclaró la garganta y le dedicó una sonrisa a la joven –“Disculpa” – Dijo – “¿Te… te encuentras bien?” – No sabía cómo iba a reaccionar aquella muchacha, pero dada la situación lo lógico sería al menos tratar de entablar una conversación civilizada, antes de empezar a correr al menos.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
No era necesario tener demasiada experiencia para saber que, por lo menos cuando se trataba de humanos, debía ser en extremo cuidadosa. Eran los seres más impredecibles y extraños que había llegado a conocer, probablemente porque ninguno era igual al otro: no sabías cuándo podías toparte con un hombre mentiroso, astuto y aprovechado, o con uno de excelentes intenciones y corazón benévolo. Ella había tenido la suerte de que los primeros humanos que llegaron a su vida habían sido excelentes personas, mas le bastó poco tiempo en la sociedad para darse cuenta que también existían individuos sumamente ruines. Así pues, cada uno de sus músculos se ponía alerta cuando se topaba con uno; y no fue la excepción cuando percibió que el hombre se incorporaba y le dedicaba una mirada tan profunda como la suya hacia él.
Una sonrisa en el rostro ajeno logró aliviar ligeramente la tensión del ambiente. Muchas miradas había estudiado en su vida y debía admitir que esos ojos parecían de lo más bonachones, por lo que procedió a aflojar los hombros y relajar el entrecejo. Sintió alivio al percatarse de que el otro no daba muestras de haber presenciado su "momento emocional", aparentemente no había de qué preocuparse. Bueno, aunque todavía quedaba la pequeña posibilidad de que estuviera frente a frente con alguna clase de vago esquizoide propenso a dormir en las plazas.
-Perfectamente. -Cuidó que su voz, dulce y aterciopelada, no diera muestras de la pequeña inquietud que la obligaba a mantener la distancia- ¿Y usted? -Decidió no tutearlo. El aspecto del hombre, con su barba, la cara de cansancio y unas ojeras visibles desde la distancia, le daban la pauta de que quizás se tratara de alguien bastante mayor que ella. Poco después de formular la pregunta se le ocurrió que, quizás, aquel tipo le estaba dirigiendo la palabra porque en un principio era ella quien no había dejado de mirarlo ni un instante. Sus mejillas se arrebolaron con sutileza y carraspeó, avergonzada- Oh, lo siento... -Bajó la mirada como si el suelo fuese lo más interesante del mundo- ...No quise incomodarlo. Es que me pareció que le pasaba algo, pero... no es de mi incumbencia. Ya me iba. -Se dio media vuelta, encarando hacia el camino más próximo que pudiera llevarla lejos de allí. Hasta sus orejas se habían puesto rojas, ¿cómo se le había ocurrido quedarse mirando como idiota a un extraño hasta forzarlo a hablarle? Dio un paso al frente y tuvo que volver a ajustarse la faja; ya que toda esa ropa le quedaba un par de talles más grande era difícil caminar sin que se le aflojara a cada rato.
Una sonrisa en el rostro ajeno logró aliviar ligeramente la tensión del ambiente. Muchas miradas había estudiado en su vida y debía admitir que esos ojos parecían de lo más bonachones, por lo que procedió a aflojar los hombros y relajar el entrecejo. Sintió alivio al percatarse de que el otro no daba muestras de haber presenciado su "momento emocional", aparentemente no había de qué preocuparse. Bueno, aunque todavía quedaba la pequeña posibilidad de que estuviera frente a frente con alguna clase de vago esquizoide propenso a dormir en las plazas.
-Perfectamente. -Cuidó que su voz, dulce y aterciopelada, no diera muestras de la pequeña inquietud que la obligaba a mantener la distancia- ¿Y usted? -Decidió no tutearlo. El aspecto del hombre, con su barba, la cara de cansancio y unas ojeras visibles desde la distancia, le daban la pauta de que quizás se tratara de alguien bastante mayor que ella. Poco después de formular la pregunta se le ocurrió que, quizás, aquel tipo le estaba dirigiendo la palabra porque en un principio era ella quien no había dejado de mirarlo ni un instante. Sus mejillas se arrebolaron con sutileza y carraspeó, avergonzada- Oh, lo siento... -Bajó la mirada como si el suelo fuese lo más interesante del mundo- ...No quise incomodarlo. Es que me pareció que le pasaba algo, pero... no es de mi incumbencia. Ya me iba. -Se dio media vuelta, encarando hacia el camino más próximo que pudiera llevarla lejos de allí. Hasta sus orejas se habían puesto rojas, ¿cómo se le había ocurrido quedarse mirando como idiota a un extraño hasta forzarlo a hablarle? Dio un paso al frente y tuvo que volver a ajustarse la faja; ya que toda esa ropa le quedaba un par de talles más grande era difícil caminar sin que se le aflojara a cada rato.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
La sonrisa de Eltrant se ensanchó por unos instantes, al menos no la había intimidado, ni había hecho nada que le importunara, eso le transmitió algo de seguridad.
La joven se apresuró a marcharse tras disculparse sonrojada–“No te preocupes por eso” – dijo avanzando un par de pasos para colocarse más cerca de ella – “Soy plenamente consciente de que mi aspecto no infunde tranquilidad, lo extraño sería que no hubieses reparado en mi presencia” – Bromeó tratando de calmar a la joven a la que claramente pudo notar incomoda por la extraña situación en la que se encontraban.
Las enseñanzas de su padre solían guiarle en estos momentos; Sus palabras cinceladas en su cabeza desde la niñez se repetían constantemente cada vez que se cruzaba con un extraño –“No confíes en los desconocidos Eltrant, solo traen problemas” – Sin embargo por alguna razón aquella joven no le pareció hostil, y aunque no se le daba bien juzgar a las personas clavarle un puñal en la garganta a alguien por tres aeros y una espada roma era ir un poco lejos.
Por otro lado no pudo evitar fijarse en la indumentaria de la joven, en un par de ocasiones se había visto obligada a ajustarse la faja ya que esta parecía aflojarse por si sola una y otra vez, posiblemente debido a que aquellos ropajes no eran del todo adecuados para ella. Del pequeño saco en el que portaba sus pocas pertenencias extrajo una pequeña capa de viaje de repuesto: de un color verde desteñido y un poco agujereada, aquella prenda claramente había visto tiempos mejores, obviamente le iba a quedar algo grande pero al menos bien colocada podía impedir que la faja se aflojase sola.
En realidad no le importaba demasiado desprenderse de ella, había tratado de venderla ya en un par de ocasiones y los aeros que le entregaban por ella no valían su utilidad, de algún modo se había empezado a convertir en peso extra en sus viajes y a aquella joven podría serle útil. No estaba mal sentirse buena persona de vez en cuando.
-
“Me llamo Eltrant” – dijo avanzando otros pocos pasos hacia ella– “Eltrant Tale” – se apresuró a aclarar. –“Y por favor, no me hables de usted, no es como si fuese un noble o algo parecido” – sin que pudiese evitarlo, se le escapó una leve carcajada al pronunciar la palabra noble – “En cualquier caso, creo… creo esto que te va a ser más útil a ti que a mí” – le ofreció la raída capa con una sonrisa.
No era lo normal en él ofrecerle algo así a alguien de quien no sabía ni el nombre, pero por su aspecto, no parecía mejor agraciada que él mismo y en ese instante sabia mejor que nadie lo útil que podía llegar a ser un gesto tan simple como aquel.
La joven se apresuró a marcharse tras disculparse sonrojada–“No te preocupes por eso” – dijo avanzando un par de pasos para colocarse más cerca de ella – “Soy plenamente consciente de que mi aspecto no infunde tranquilidad, lo extraño sería que no hubieses reparado en mi presencia” – Bromeó tratando de calmar a la joven a la que claramente pudo notar incomoda por la extraña situación en la que se encontraban.
Las enseñanzas de su padre solían guiarle en estos momentos; Sus palabras cinceladas en su cabeza desde la niñez se repetían constantemente cada vez que se cruzaba con un extraño –“No confíes en los desconocidos Eltrant, solo traen problemas” – Sin embargo por alguna razón aquella joven no le pareció hostil, y aunque no se le daba bien juzgar a las personas clavarle un puñal en la garganta a alguien por tres aeros y una espada roma era ir un poco lejos.
Por otro lado no pudo evitar fijarse en la indumentaria de la joven, en un par de ocasiones se había visto obligada a ajustarse la faja ya que esta parecía aflojarse por si sola una y otra vez, posiblemente debido a que aquellos ropajes no eran del todo adecuados para ella. Del pequeño saco en el que portaba sus pocas pertenencias extrajo una pequeña capa de viaje de repuesto: de un color verde desteñido y un poco agujereada, aquella prenda claramente había visto tiempos mejores, obviamente le iba a quedar algo grande pero al menos bien colocada podía impedir que la faja se aflojase sola.
En realidad no le importaba demasiado desprenderse de ella, había tratado de venderla ya en un par de ocasiones y los aeros que le entregaban por ella no valían su utilidad, de algún modo se había empezado a convertir en peso extra en sus viajes y a aquella joven podría serle útil. No estaba mal sentirse buena persona de vez en cuando.
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“Me llamo Eltrant” – dijo avanzando otros pocos pasos hacia ella– “Eltrant Tale” – se apresuró a aclarar. –“Y por favor, no me hables de usted, no es como si fuese un noble o algo parecido” – sin que pudiese evitarlo, se le escapó una leve carcajada al pronunciar la palabra noble – “En cualquier caso, creo… creo esto que te va a ser más útil a ti que a mí” – le ofreció la raída capa con una sonrisa.
No era lo normal en él ofrecerle algo así a alguien de quien no sabía ni el nombre, pero por su aspecto, no parecía mejor agraciada que él mismo y en ese instante sabia mejor que nadie lo útil que podía llegar a ser un gesto tan simple como aquel.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
No había tenido tiempo de alejarse ni tres pasos cuando la voz ajena llegó a sus oídos, impidiéndole seguir. Tuvo que volver a voltearse para encarar al hombre (hasta ella sabía que era una falta de respeto mirar a alguien por sobre el hombro para no girarse) y, cuando lo hubo hecho, advirtió que éste ya estaba a escasos pasos de distancia. Volvió a sentir incertidumbre, si había algo que detestara era que su espacio personal resultase invadido por desconocidos. Sin embargo, el tono amable del humano la instó a mantener la calma, después de todo sólo estaba presentándose.
-Oh, lo siento, es que pareces un poco viej...-Se mordió la lengua para no seguir y pronto corrigió- ...pareces mayor, quiero decir. -¿Por qué las pocas veces que intentaba seguir las normas de cortesía que tan insistentemente habían intentado inculcarle le salía tan mal? Recordó por qué adoraba tanto mantenerse aislada en el bosque, lejos de la socialización y los problemas que ésta conllevaba- Oh...¿de verdad? -Apenas le fue extendida, observó la capa con una mezcla de curiosidad e incertidumbre al tiempo que su pecho experimentaba un retorcijón muy extraño. Que alguien de pocos recursos recibiera algo de una persona con aún menos suerte era algo simplemente sobrecogedor. Definitivamente aquel hombre no era una mala persona.
Estuvo a punto de rechazarla (en realidad no es que la necesitase demasiado, dado que muy pocas veces usaba ropa) pero temió que hacerlo fuese una falta de respeto. No obstante, se negaba a tomarla así como así. Llevó una mano a su bolsillo y hurgó hasta volver a sacar las monedas, y dejó sobre la palma ajena cuatro aeros; pero al verlos le pareció que era una cantidad demasiado mísera como para pagar un gesto tan amable. Pues no era aquel pedazo de tela roído el que quería recompensar, si no la amabilidad del extraño. -¡Espera! -Se acercó corriendo a la fuente y, sin ningún tipo de cuidado, se precipitó dentro de ésta hasta que el agua le llegó a los codos. Buscó hasta encontrar la moneda que antes había lanzado (cuidando no tomar una distinta para no arruinar el deseo de alguien más) y, una vez en su poder, se irguió para acercarse a Eltrant con una sonrisa de oreja a oreja. Con los brazos y las mangas de la camisa chorreando, le puso este último aero en la mano y, ahora sí, tomó la capa sin remordimientos y con la torpeza suficiente como para salpicar gotitas por todos lados en el proceso. -¡Gracias! Me gusta el color. Me será muy útil cuando haga más frío. -Mintió. En realidad probablemente le daría algún otro uso, como tapar la entrada de su cueva o simplemente regalársela a alguien más necesitado, pero no quería herir los sentimientos del hombre- Me llamo Niziare, sólo así, a secas. Te lo digo porque pareces ser una buena persona, Eltrant, y has sido muy amable. ¿Puedo preguntar por qué? -Se lanzó la capa al hombro y secó sus manos en la camisa, dejándole marcas de humedad. Ya no se la veía incómoda y, de cerca, escudriñaba con una sonrisa el rostro del mayor, debiendo alzar bastante la mirada debido a su escaso metro y medio de altura.
-Oh, lo siento, es que pareces un poco viej...-Se mordió la lengua para no seguir y pronto corrigió- ...pareces mayor, quiero decir. -¿Por qué las pocas veces que intentaba seguir las normas de cortesía que tan insistentemente habían intentado inculcarle le salía tan mal? Recordó por qué adoraba tanto mantenerse aislada en el bosque, lejos de la socialización y los problemas que ésta conllevaba- Oh...¿de verdad? -Apenas le fue extendida, observó la capa con una mezcla de curiosidad e incertidumbre al tiempo que su pecho experimentaba un retorcijón muy extraño. Que alguien de pocos recursos recibiera algo de una persona con aún menos suerte era algo simplemente sobrecogedor. Definitivamente aquel hombre no era una mala persona.
Estuvo a punto de rechazarla (en realidad no es que la necesitase demasiado, dado que muy pocas veces usaba ropa) pero temió que hacerlo fuese una falta de respeto. No obstante, se negaba a tomarla así como así. Llevó una mano a su bolsillo y hurgó hasta volver a sacar las monedas, y dejó sobre la palma ajena cuatro aeros; pero al verlos le pareció que era una cantidad demasiado mísera como para pagar un gesto tan amable. Pues no era aquel pedazo de tela roído el que quería recompensar, si no la amabilidad del extraño. -¡Espera! -Se acercó corriendo a la fuente y, sin ningún tipo de cuidado, se precipitó dentro de ésta hasta que el agua le llegó a los codos. Buscó hasta encontrar la moneda que antes había lanzado (cuidando no tomar una distinta para no arruinar el deseo de alguien más) y, una vez en su poder, se irguió para acercarse a Eltrant con una sonrisa de oreja a oreja. Con los brazos y las mangas de la camisa chorreando, le puso este último aero en la mano y, ahora sí, tomó la capa sin remordimientos y con la torpeza suficiente como para salpicar gotitas por todos lados en el proceso. -¡Gracias! Me gusta el color. Me será muy útil cuando haga más frío. -Mintió. En realidad probablemente le daría algún otro uso, como tapar la entrada de su cueva o simplemente regalársela a alguien más necesitado, pero no quería herir los sentimientos del hombre- Me llamo Niziare, sólo así, a secas. Te lo digo porque pareces ser una buena persona, Eltrant, y has sido muy amable. ¿Puedo preguntar por qué? -Se lanzó la capa al hombro y secó sus manos en la camisa, dejándole marcas de humedad. Ya no se la veía incómoda y, de cerca, escudriñaba con una sonrisa el rostro del mayor, debiendo alzar bastante la mirada debido a su escaso metro y medio de altura.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Eltrant observó atentamente a la muchacha buscar entre el centenar de monedas sumergidas en la fuente –“¿De verdad parezco tan viejo?”- pensó para sí mientras ella chapoteaba en el interior de la fuente, no había que ser muy perspicaz para saber que estaba buscando una moneda entre todas las que había para depositarla junto a las cuatro que tenía en ya en la palma de la mano, y por lo exhaustiva que estaba siendo en su búsqueda, probablemente era una que ella misma había lanzado.
–“¿Estas segura de…?” – paró antes de acabar la frase, quizás ella se sintiera mejor consigo misma dando algo a cambio de la capa, aquella cantidad se alejaba por exceso del precio real de la misma, pero decidió no decir nada, por muy frustrante que fuese le hacía falta el dinero y lo más probable es que ella ya supiera que aquel guiñapo no valía ni la mitad de lo que le había dado, al fin y al cabo solo había que mirar el trozo de tela para suponerlo. Sonrió asintiendo y las dejó caer en su bolsillo.
Se la veía más relajada, tranquila, una persona totalmente diferente a la que había sido apenas unos segundos antes, incluso llegó a notar que su baja estatura se veía acentuada de hecho por aquella ropa.
–“Así que simplemente Niziare… encantado de conocerte” – contestó sonriendo, no conocía a mucha gente sin apellidos, pero los que eran así solían ser huérfanos, se alegró de haberle entregado la capa, por muy raída que estuviese.
La pregunta que siguió a su presentación en cambió le fue más difícil de responder de lo que se había imaginado, de hecho no tenía idea alguna de porque había actuado así, simplemente vio que la necesitaba y se la entregó. Eso no sonaba a una explicación coherente así que tras varios segundos se encogió de hombros – “La verdad, después de vagar de un lado a otro sin rumbo fijo durante años, simplemente pensé que podía ayudar a otra persona” –Una respuesta un poco absurda, pero sin embargo era lo que sentía de verdad. Los ropajes de Niziare no eran los de alguien que durmiese en camas confortables y comiera caliente todos los días – “Y sé por experiencia que ese trozo de tela ajado puede ser una cama formidable” – Añadió riendo. – “De todos modos si me permites la libertad…” – se aproximó a la fuente con paso firme e introduciéndose en la misma de igual manera que lo había hecho Niziare momentos antes dejó caer la moneda que había sacado de allí en el mismo lugar en el que creyó que había estado antes. –“Ninguna capa de mala muerte vale el deseo de nadie.”
Para ser alguien con una curiosidad innata por casi todos lo relacionado con el mundo fuera de la granja, Eltrant era bastante cínico respecto a cosas como la magia o los deseos, si tuviese la oportunidad de aprender sobre ello lo haría sin lugar a dudas, pero eso no significaba que creyese en esas artes. Sin embargo aquello no era excusa para obligar a alguien a renunciar a un deseo, aunque él lo viese como un gesto meramente simbólico.
Empapado salió de la fuente y se volvió a acercar a Niziare andando torpemente con las botas repletas de agua, una parte de él se habría sumergido y habría sacado todos los aeros que pudiese cargar consigo pero por otro lado eso solo hubiese extendido lo inevitable, si no encontraba trabajo en la ciudad, tendría que ser fuera de ella. Así que usaría las recién adquiridas cuatro monedas junto con las que ya tenía para pagarse una noche en la posada y después abandonar la ciudad, hacia el norte, probablemente.
–“¿Estas segura de…?” – paró antes de acabar la frase, quizás ella se sintiera mejor consigo misma dando algo a cambio de la capa, aquella cantidad se alejaba por exceso del precio real de la misma, pero decidió no decir nada, por muy frustrante que fuese le hacía falta el dinero y lo más probable es que ella ya supiera que aquel guiñapo no valía ni la mitad de lo que le había dado, al fin y al cabo solo había que mirar el trozo de tela para suponerlo. Sonrió asintiendo y las dejó caer en su bolsillo.
Se la veía más relajada, tranquila, una persona totalmente diferente a la que había sido apenas unos segundos antes, incluso llegó a notar que su baja estatura se veía acentuada de hecho por aquella ropa.
–“Así que simplemente Niziare… encantado de conocerte” – contestó sonriendo, no conocía a mucha gente sin apellidos, pero los que eran así solían ser huérfanos, se alegró de haberle entregado la capa, por muy raída que estuviese.
La pregunta que siguió a su presentación en cambió le fue más difícil de responder de lo que se había imaginado, de hecho no tenía idea alguna de porque había actuado así, simplemente vio que la necesitaba y se la entregó. Eso no sonaba a una explicación coherente así que tras varios segundos se encogió de hombros – “La verdad, después de vagar de un lado a otro sin rumbo fijo durante años, simplemente pensé que podía ayudar a otra persona” –Una respuesta un poco absurda, pero sin embargo era lo que sentía de verdad. Los ropajes de Niziare no eran los de alguien que durmiese en camas confortables y comiera caliente todos los días – “Y sé por experiencia que ese trozo de tela ajado puede ser una cama formidable” – Añadió riendo. – “De todos modos si me permites la libertad…” – se aproximó a la fuente con paso firme e introduciéndose en la misma de igual manera que lo había hecho Niziare momentos antes dejó caer la moneda que había sacado de allí en el mismo lugar en el que creyó que había estado antes. –“Ninguna capa de mala muerte vale el deseo de nadie.”
Para ser alguien con una curiosidad innata por casi todos lo relacionado con el mundo fuera de la granja, Eltrant era bastante cínico respecto a cosas como la magia o los deseos, si tuviese la oportunidad de aprender sobre ello lo haría sin lugar a dudas, pero eso no significaba que creyese en esas artes. Sin embargo aquello no era excusa para obligar a alguien a renunciar a un deseo, aunque él lo viese como un gesto meramente simbólico.
Empapado salió de la fuente y se volvió a acercar a Niziare andando torpemente con las botas repletas de agua, una parte de él se habría sumergido y habría sacado todos los aeros que pudiese cargar consigo pero por otro lado eso solo hubiese extendido lo inevitable, si no encontraba trabajo en la ciudad, tendría que ser fuera de ella. Así que usaría las recién adquiridas cuatro monedas junto con las que ya tenía para pagarse una noche en la posada y después abandonar la ciudad, hacia el norte, probablemente.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Ahora que lo miraba más de cerca, le pareció que aquel muchacho quizás no era tan viejo como ella había creído en un principio. La barba no era tan espesa como la de un hombre mayor, no tenía tantas arrugas y las imperfecciones en su rostro, como esas marcadas ojeras, parecían deberse más que nada al cansancio. Ella, en cambio, no corría la misma suerte: siempre se encargaba de mantener el estómago lleno y, siendo una bestia habitante del bosque, a veces sus días transcurrían pacíficamente entre siesta y siesta, ya fuera al pie de un árbol o en el duro suelo de su cueva, que para ella resultaba de lo más confortable. Con la panza llena, el corazón contento y excedentes cantidades de sueño bien dormido, su rostro siempre estaba fresco y sus ojos resplandecían con vitalidad, enmarcados por esas pestañas largas y curvadas que eran de las pocas cosas que le otorgaban un aspecto femenino. A veces pensaba que, de haberse mantenido en sus salvajes orígenes, los humanos estarían viviendo en condiciones mucho mejores que las presentes.
Escuchó la explicación sin hacer más que esbozar una efímera sonrisa lastimera. Hombres como aquel le permitían mantener la fe en la bondad de las personas, y hasta sintió un poco de pena por haber aceptado la capa. Estaba volviendo a abrir la boca para agradecer una vez más, cuando el joven se alejó para meterse en la fuente tal como ella había hecho momentos antes. Abrió los ojos con sorpresa y exhaló una carcajada de buen talante, a la que le siguieron varias risitas entrecortadas cuando escuchó el chirrido de las húmedas botas ajenas con cada paso que daba. Ella se movió en su lugar, imitando el sonido con su propio calzado mojado.
-¡Hacía mucho que no me cruzaba con alguien tan extraño! -Admitió, risueña y de buen humor- De verdad eres una buena persona. ¿Qué hace un buen hombre como tú en una ciudad tan... poco acogedora como esta?
Un suspiro del viento le echó el cabello hacia el rostro y tuvo que levantar una mano para apartarlo, arrugando el puente de la nariz. Sus uñas estaban mordidas y ligeramente sucias y su cabello, aunque prolijo, estaba enredado por el viento. Se notaba que, pese a poseer una belleza sutil, la muchacha no se preocupaba en demasía por su aspecto, menos aún por su vestimenta: las botas eran viejas y le bailaban en los pies al andar, el pantalón de cuero marrón oscuro tenía uno que otro agujerito. la camisa tenía manchas recientes de tierra y no sabía muy bien cómo atarse la faja para que uno de sus extremos no quedase colgando a un lado de su cintura. Al verse frente a aquel buen samaritano y pensar que todo eso lo había robado sintió un poco de remordimiento, pero se consoló recordando que lo había hurtado de un tendedero de una familia adinerada con mucha otra ropa más nueva y limpia.
Escuchó la explicación sin hacer más que esbozar una efímera sonrisa lastimera. Hombres como aquel le permitían mantener la fe en la bondad de las personas, y hasta sintió un poco de pena por haber aceptado la capa. Estaba volviendo a abrir la boca para agradecer una vez más, cuando el joven se alejó para meterse en la fuente tal como ella había hecho momentos antes. Abrió los ojos con sorpresa y exhaló una carcajada de buen talante, a la que le siguieron varias risitas entrecortadas cuando escuchó el chirrido de las húmedas botas ajenas con cada paso que daba. Ella se movió en su lugar, imitando el sonido con su propio calzado mojado.
-¡Hacía mucho que no me cruzaba con alguien tan extraño! -Admitió, risueña y de buen humor- De verdad eres una buena persona. ¿Qué hace un buen hombre como tú en una ciudad tan... poco acogedora como esta?
Un suspiro del viento le echó el cabello hacia el rostro y tuvo que levantar una mano para apartarlo, arrugando el puente de la nariz. Sus uñas estaban mordidas y ligeramente sucias y su cabello, aunque prolijo, estaba enredado por el viento. Se notaba que, pese a poseer una belleza sutil, la muchacha no se preocupaba en demasía por su aspecto, menos aún por su vestimenta: las botas eran viejas y le bailaban en los pies al andar, el pantalón de cuero marrón oscuro tenía uno que otro agujerito. la camisa tenía manchas recientes de tierra y no sabía muy bien cómo atarse la faja para que uno de sus extremos no quedase colgando a un lado de su cintura. Al verse frente a aquel buen samaritano y pensar que todo eso lo había robado sintió un poco de remordimiento, pero se consoló recordando que lo había hurtado de un tendedero de una familia adinerada con mucha otra ropa más nueva y limpia.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Eltrant rió alegremente ante las palabras de la joven. De hecho él siempre se había considerado alguien bastante corriente, su procedencia no podía ser más humilde y actualmente no se encontraba en una posición de ir presumiendo de moral. A pesar de todo Niziare le había alegrado el día, al final sí que había merecido la pena quedarse allí a descansar.
Divertido observó a la muchacha que se encontraba ante él, bajo esos ropajes descuidados y esa maraña de pelo que parecía quedarse enredado con el mismo viento había una chica a la que probablemente en otras circunstancias no se hubiese atrevido hablar, principalmente por su propio aspecto, su ropa desgastada por el tiempo y polvorienta hacían juego con sus botas a las que sin pretenderlo había puesto en remojo haciéndole un flaco favor a la cristalina agua de la fuente. Y eso era sin contar su cara, días de dormir a la intemperie y mal le habían pasado factura y aunque con energía suficiente para aguantar de pie durante el día las ojeras empezaban a convertirse en un hecho permanente.
Siguiendo la conversación que había adquirido un tono más casual volvió a por su espada y a por sus monedas que aún permanecían junto al banco, colocándose el arma de nuevo en el cinto y ocultando su pequeño tesoro en los bolsillos interiores de la capa volvió rápidamente junto a Niziare –“La ciudad en sí no es poco acogedora” – contestó sonriendo –“ Es bastante caprichosa y un poco arisca con los desconocidos pero salvando esas cosas es un lugar realmente bello” – Eltrant no pudo evitar salirse del tema que le habían preguntado –“El castillo por ejemplo es, sin ir más lejos, un verdadero prodigio esculpido directamente por la mano de los hombres, la gente que anda de un lado a otro da una sensación de vida que difícilmente he visto en otro sitio, es…”
Al poco de estar hablando se percató de que se estaba yendo por las ramas y sonrió avergonzado –“Lo siento, lo cierto es que ahora mismo estaba tratando de buscar trabajo, me dedico a la protección de caravanas, también soy recadero, alguna vez que otra he cazado alguna recompensa… mercenario si te gusta simplificarlo, nada ostentoso, probablemente parta hacia el norte pronto”
Encogiéndose de hombros ante lo que le pareció una respuesta demasiado escueta para lo que estaba haciendo realmente en Lunargenta volvió a sonreírle a Niziare –“¿Y qué es lo que te trae a ti por aquí? Por lo de poco acogedora supongo que serás de fuera de la ciudad ¿Me equivoco?” – Estaba claro que Niziare no era de allí: las botas, su comportamiento… aquella había sido de las pocas conversaciones civilizadas que había tenido en mucho tiempo.
Divertido observó a la muchacha que se encontraba ante él, bajo esos ropajes descuidados y esa maraña de pelo que parecía quedarse enredado con el mismo viento había una chica a la que probablemente en otras circunstancias no se hubiese atrevido hablar, principalmente por su propio aspecto, su ropa desgastada por el tiempo y polvorienta hacían juego con sus botas a las que sin pretenderlo había puesto en remojo haciéndole un flaco favor a la cristalina agua de la fuente. Y eso era sin contar su cara, días de dormir a la intemperie y mal le habían pasado factura y aunque con energía suficiente para aguantar de pie durante el día las ojeras empezaban a convertirse en un hecho permanente.
Siguiendo la conversación que había adquirido un tono más casual volvió a por su espada y a por sus monedas que aún permanecían junto al banco, colocándose el arma de nuevo en el cinto y ocultando su pequeño tesoro en los bolsillos interiores de la capa volvió rápidamente junto a Niziare –“La ciudad en sí no es poco acogedora” – contestó sonriendo –“ Es bastante caprichosa y un poco arisca con los desconocidos pero salvando esas cosas es un lugar realmente bello” – Eltrant no pudo evitar salirse del tema que le habían preguntado –“El castillo por ejemplo es, sin ir más lejos, un verdadero prodigio esculpido directamente por la mano de los hombres, la gente que anda de un lado a otro da una sensación de vida que difícilmente he visto en otro sitio, es…”
Al poco de estar hablando se percató de que se estaba yendo por las ramas y sonrió avergonzado –“Lo siento, lo cierto es que ahora mismo estaba tratando de buscar trabajo, me dedico a la protección de caravanas, también soy recadero, alguna vez que otra he cazado alguna recompensa… mercenario si te gusta simplificarlo, nada ostentoso, probablemente parta hacia el norte pronto”
Encogiéndose de hombros ante lo que le pareció una respuesta demasiado escueta para lo que estaba haciendo realmente en Lunargenta volvió a sonreírle a Niziare –“¿Y qué es lo que te trae a ti por aquí? Por lo de poco acogedora supongo que serás de fuera de la ciudad ¿Me equivoco?” – Estaba claro que Niziare no era de allí: las botas, su comportamiento… aquella había sido de las pocas conversaciones civilizadas que había tenido en mucho tiempo.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Sin moverse de su lugar más que para balancearse suavemente sobre sus pies, permitió con tranquilidad que el hombre fuera y viniera a su antojo, intercalando su mirada entre él y las copas de los árboles. A veces pasaban semanas sin que entablara conversación con nadie, por lo que cuando tenía la oportunidad de charlar con una persona tan amena como aquel muchacho, difícilmente se aburría pese a que no pasara a ser más que una conversación común y corriente.
Lo escuchó con una mueca entre respetuosa y divertida. A veces los humanos podían ser muy extraños; parecía que mientras más ostentoso, intimidante y alto fuese un edificio, más valor tenía, o cuanto más concurrida y bulliciosa fuese una ciudad, más entretenida se tornaba. Lo respetaba, pero no llegaría a comprenderlo jamás, pues a su gusto un árbol de treinta metros era mucho más hermoso que un castillo de cien, y el silencio le parecía mil veces más interesante que el continuo ruido causado por una muchedumbre alienada, que antes que darle sensación de vida (como lo haría un bosque repleto de plantas y animalillos), se la daba de espanto.
Se limitó a asentir y sonreirle. Pese a sus pensamientos completamente contrarios, aquel muchacho le hablaba con tal entusiasmo y fervor que se le contagiaba la alegría.
-¿Hacia el norte? -Intervino entonces, llevándose una mano hacia la cintura- ¿Cuándo es "pronto"? Yo estoy por salir de aquí hoy mismo hacia esa dirección. Pero, y perdón por mi impertinencia... ¿Dónde piensas buscar trabajo en el norte? Sólo hay bosque y más bosque, son muchos días de viaje hasta llegar a otra ciudad, y en los pueblitos que hay por ahí no suele pasar mucho. -Entrecerró los ojos y volvió a estudiarlo con la mirada. Aquel joven no tenía cara de poder emprender un viaje tan agotador como aquel en esas condiciones. Ella le hubiese recetado un buen guiso de Lethïa y una semana durmiendo, pero era consciente de que no era posible darse esos lujos con tan poco dinero.
La pregunta, aunque esperada, le pareció algo inoportuna. Se vio en la encrucijada de ser sincera con aquel chico que, aunque amable, seguía siendo un completo extraño y hasta se había autodenominado "mercenario", palabra que sólo podía asociar con hechos bastante temibles. Decidió entonces que ocultar parte de la información, técnicamente, no era mentir.
-A veces tengo que venir a, uhm... hacer negocios. Intercambio cosas de vez en cuando con algunos mercaderes, sólo algunos, porque no todos son confiables. Hay uno con un pie chueco con el que te recomendaría nunca... -Se dio cuenta de que de nuevo afloraba esa infantil tendencia a comenzar a parlotear y, luego de un carraspeo, retomó el hilo- Ugh, lo siento, es que no suelo hablar mucho con la gente, y cuando lo hago no hay quien me pare, ¡jaja! -alzó los hombros y le dedicó una mirada socarrona- Sí, soy de fuera. Uhm, bastante fuera, aunque por un tiempo viví cerca de la muralla, pero ya no. De todas formas nunca me acostumbré a este lugar, hay demasiada gente y algunos están algo "tocados" ¿no te parece?.
Se sorprendió al sentir que tenía la garganta seca. De verdad que hacía tiempo no entablaba una conversación tan duradera con alguien.
Lo escuchó con una mueca entre respetuosa y divertida. A veces los humanos podían ser muy extraños; parecía que mientras más ostentoso, intimidante y alto fuese un edificio, más valor tenía, o cuanto más concurrida y bulliciosa fuese una ciudad, más entretenida se tornaba. Lo respetaba, pero no llegaría a comprenderlo jamás, pues a su gusto un árbol de treinta metros era mucho más hermoso que un castillo de cien, y el silencio le parecía mil veces más interesante que el continuo ruido causado por una muchedumbre alienada, que antes que darle sensación de vida (como lo haría un bosque repleto de plantas y animalillos), se la daba de espanto.
Se limitó a asentir y sonreirle. Pese a sus pensamientos completamente contrarios, aquel muchacho le hablaba con tal entusiasmo y fervor que se le contagiaba la alegría.
-¿Hacia el norte? -Intervino entonces, llevándose una mano hacia la cintura- ¿Cuándo es "pronto"? Yo estoy por salir de aquí hoy mismo hacia esa dirección. Pero, y perdón por mi impertinencia... ¿Dónde piensas buscar trabajo en el norte? Sólo hay bosque y más bosque, son muchos días de viaje hasta llegar a otra ciudad, y en los pueblitos que hay por ahí no suele pasar mucho. -Entrecerró los ojos y volvió a estudiarlo con la mirada. Aquel joven no tenía cara de poder emprender un viaje tan agotador como aquel en esas condiciones. Ella le hubiese recetado un buen guiso de Lethïa y una semana durmiendo, pero era consciente de que no era posible darse esos lujos con tan poco dinero.
La pregunta, aunque esperada, le pareció algo inoportuna. Se vio en la encrucijada de ser sincera con aquel chico que, aunque amable, seguía siendo un completo extraño y hasta se había autodenominado "mercenario", palabra que sólo podía asociar con hechos bastante temibles. Decidió entonces que ocultar parte de la información, técnicamente, no era mentir.
-A veces tengo que venir a, uhm... hacer negocios. Intercambio cosas de vez en cuando con algunos mercaderes, sólo algunos, porque no todos son confiables. Hay uno con un pie chueco con el que te recomendaría nunca... -Se dio cuenta de que de nuevo afloraba esa infantil tendencia a comenzar a parlotear y, luego de un carraspeo, retomó el hilo- Ugh, lo siento, es que no suelo hablar mucho con la gente, y cuando lo hago no hay quien me pare, ¡jaja! -alzó los hombros y le dedicó una mirada socarrona- Sí, soy de fuera. Uhm, bastante fuera, aunque por un tiempo viví cerca de la muralla, pero ya no. De todas formas nunca me acostumbré a este lugar, hay demasiada gente y algunos están algo "tocados" ¿no te parece?.
Se sorprendió al sentir que tenía la garganta seca. De verdad que hacía tiempo no entablaba una conversación tan duradera con alguien.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Asintió pacientemente y escuchó todo lo que decía la joven con atención – “Bueno… tenía pensado salir mañana…” –Dijo un poco abatido ante aquellas palabras las cuales eran como sendas losas de realidad que se estaban apilando una a una sobre sus hombros.
Lo cierto es que tenía razón acerca de viajar hacia el norte, era un camino largo y tedioso, no habían sido pocas veces las que lo había recorrido hasta quedar exhausto y no era algo que le gustase experimentar.
–“No es la primera vez que hago ese recorrido” – dijo quitándole importancia al asunto –“Además, mis servicios suelen ser sobre todo de protección, en todas partes hay alguien que necesita protegerse de los bandidos, supongo” – Sabia que aunque cierto, eso no ocurría hasta muchos kilómetros hacia el norte, más allá de las pequeñas villas y las granjas que había repartidas por todo el camino.
-“Granjas… “– pensó automáticamente sin darse cuenta, siempre quedaba la opción de hacer una parada en su antiguo hogar, pero tan pronto como le vino a la cabeza esa idea la descartó, era demasiado cobarde como para enfrentarse a sus familiares.
Volviendo a prestar atención a lo que le decía Niziare comprendió que estaba allí por lo típico, comercio y ganar aeros. –“Se necesitan aeros seas de dónde seas” – pensó mientras escuchaba pacientemente a la joven que para su sorpresa había resultado ser realmente habladora, hasta el punto de tener que parar para poder aclararse la garganta antes de finalizar, Eltrant negó con la cabeza sonriendo indicándole que se tomase su tiempo y aguardó a que acabase.
– “No seré yo quien te diga que no existe gente rara pululando estas murallas” – contestó soltando una alegre carcajada– “De todos modos, el camino hasta el pueblo más cercano es peligroso, si tienes que venir continuamente a comerciar te sería bastante más cómodo seguir viviendo cerca, más seguro al menos” - Si bien aquella joven sentía una especie de aversión por los núcleos urbanos lo cierto era que, de seguir así cualquier día podía pasar lo impensable, los salteadores siempre a raya por la guardia de Lunargenta y derivados, seguían siendo un problema.
Pero tras varios segundos meditando todo lo que le había dicho la joven dejó escapar un suspiro –“… Tienes razón, emprender un viaje así... me quedaré una semana más por aquí, con un poco de suerte puede que quede algún puesto de guarda en alguna caravana” - Una sonrisa cansada surcó el rostro de Eltrant, salir ahí afuera en su estado, totalmente solo… la severa mirada de la muchacha le convenció de que, si llevaba ahí ya casi un mes entero una semana más no iba a hacerle ningún daño.
-“De todas formas...”- Se cruzó de brazos –“Si sales hoy es porque según parece el pueblo en el que vives no está muy lejos de aquí, y puedes llegar antes del anochecer, espero” – una de las manos de Eltrant se aferró al pomo de la espada. –“De no ser así, si necesitas escolta o ayuda con cualquier problema estoy a tu servicio” – Eltrant exageró una larga reverencia a tono de broma – "Algo que también se aplica de necesitar mis servicios en cualquier otro momento” –Se encogió de hombros –“A fin de cuentas, no tengo mucho que hacer”
Lo cierto es que tenía razón acerca de viajar hacia el norte, era un camino largo y tedioso, no habían sido pocas veces las que lo había recorrido hasta quedar exhausto y no era algo que le gustase experimentar.
–“No es la primera vez que hago ese recorrido” – dijo quitándole importancia al asunto –“Además, mis servicios suelen ser sobre todo de protección, en todas partes hay alguien que necesita protegerse de los bandidos, supongo” – Sabia que aunque cierto, eso no ocurría hasta muchos kilómetros hacia el norte, más allá de las pequeñas villas y las granjas que había repartidas por todo el camino.
-“Granjas… “– pensó automáticamente sin darse cuenta, siempre quedaba la opción de hacer una parada en su antiguo hogar, pero tan pronto como le vino a la cabeza esa idea la descartó, era demasiado cobarde como para enfrentarse a sus familiares.
Volviendo a prestar atención a lo que le decía Niziare comprendió que estaba allí por lo típico, comercio y ganar aeros. –“Se necesitan aeros seas de dónde seas” – pensó mientras escuchaba pacientemente a la joven que para su sorpresa había resultado ser realmente habladora, hasta el punto de tener que parar para poder aclararse la garganta antes de finalizar, Eltrant negó con la cabeza sonriendo indicándole que se tomase su tiempo y aguardó a que acabase.
– “No seré yo quien te diga que no existe gente rara pululando estas murallas” – contestó soltando una alegre carcajada– “De todos modos, el camino hasta el pueblo más cercano es peligroso, si tienes que venir continuamente a comerciar te sería bastante más cómodo seguir viviendo cerca, más seguro al menos” - Si bien aquella joven sentía una especie de aversión por los núcleos urbanos lo cierto era que, de seguir así cualquier día podía pasar lo impensable, los salteadores siempre a raya por la guardia de Lunargenta y derivados, seguían siendo un problema.
Pero tras varios segundos meditando todo lo que le había dicho la joven dejó escapar un suspiro –“… Tienes razón, emprender un viaje así... me quedaré una semana más por aquí, con un poco de suerte puede que quede algún puesto de guarda en alguna caravana” - Una sonrisa cansada surcó el rostro de Eltrant, salir ahí afuera en su estado, totalmente solo… la severa mirada de la muchacha le convenció de que, si llevaba ahí ya casi un mes entero una semana más no iba a hacerle ningún daño.
-“De todas formas...”- Se cruzó de brazos –“Si sales hoy es porque según parece el pueblo en el que vives no está muy lejos de aquí, y puedes llegar antes del anochecer, espero” – una de las manos de Eltrant se aferró al pomo de la espada. –“De no ser así, si necesitas escolta o ayuda con cualquier problema estoy a tu servicio” – Eltrant exageró una larga reverencia a tono de broma – "Algo que también se aplica de necesitar mis servicios en cualquier otro momento” –Se encogió de hombros –“A fin de cuentas, no tengo mucho que hacer”
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Siempre había pensado que los Dioses, el destino, el azar o como quisieran llamar a aquella poderosa fuerza, no sabía equilibrar la suerte que le tocaba a cada criatura del mundo. Algunos tenían mucho y otros muy poco; mientras que existían personas que vivían en el ocio y no sabían lo que era tener el estómago vacío, otros pobres hombres debían vagar por el mundo ofreciendo todo tipo de servicios a cambio de unas pocas monedas para ganar el pan de cada día. Se preguntó cómo es que aquel muchacho podía vivir haciendo aquel trabajo: proteger a completos extraños. Entendía que, entonces, aceptaba dinero por arriesgar su vida para salvar la de otros con más recursos, y no podía evitar pensar que aquello resultaba un tanto... triste y vergonzoso. Por su parte, el orgullo jamás le permitiría hacer algo por el estilo.
Lo miró con expresión seria hasta que la carcajada impropia la arrancó de sus cavilaciones, devolviéndole la mueca alegre. No se le ocurrió responder nada, dado que se sentía un tanto reticente a revelar su morada tan fácilmente. Aunque, a decir verdad, dudaba que aquel humano con semblante cansado y bolsillos vacíos pudiera hacer algo si descubría qué era ella y dónde habitaba, por más "mercenario" que se autodenominara. A las frases que no respondía con palabras, les adjudicaba uno que otro encogimiento de hombros, asentimiento o alguna onomatopeya de afirmación, como "mjum".
-Bueno, uhm... Nunca me ha molestado viajar de noche. Vivo a varios días de aquí, en realidad. -No se atrevió a aclarar que no moraba en un pueblo si no, más bien, en una cueva perdida en el interior de uno de los bosques más inhóspitos que pudieran existir, ese paraíso personal que, por suerte para ella, los humanos casi nunca se atrevían a explorar.
Hizo uso de toda su fuerza de voluntad para no esbozar ni la más mínima sonrisita cuando vio como, en actitud heroica, Eltrant llevaba una mano al pomo de su espada y le profesaba su disposición para ayudarla, adornándola con una reverencia de lo más chistosa. Pensó con pena y gracia que, en realidad, la que estaba en posición de ayudarlo y protegerlo era ella, después de todo nadie era mejor compañero de viajes que un licántropo si lo que se requería era protección (bueno, siempre y cuando uno supiera que ese mismo licántropo no te devoraría mientras durmieses). -Te lo agradezco, pero estoy acostumbrada a viajar sola. -Además que no le quedaba ni un aero como para pagarle los servicios, pensó- Aunque siempre es bien recibido un compañero de viajes con cosas interesantes para contar en el camino. Pero si, como dices, te quedarás una semana más, permíteme darte una mano. Tengo un par de conocidos que tienen una posada realmente barata, podría mostrártela si quieres. -Miró al suelo y, luego de pensar durante unos segundos, agregó- También sé de un hombre muy amable que recibe viajeros cansados sin pedir nada a cambio. -Recordó a su padre adoptivo, si seguía siendo esa persona noble, bondadosa y despreocupada que alguna vez había conocido, sabía que con sólo ver a Eltrant terminaría por ofrecerle una cama y comida caliente por todo el tiempo que quisiera- O, si no, estoy segura que alguno de los mercaderes que conozco necesita una mano con sus quehaceres. ¡No te desanimes! Te diría que en mi... este... pueblo hay mucho trabajo, pero la verdad es que... uhm... no.
Lo miró con expresión seria hasta que la carcajada impropia la arrancó de sus cavilaciones, devolviéndole la mueca alegre. No se le ocurrió responder nada, dado que se sentía un tanto reticente a revelar su morada tan fácilmente. Aunque, a decir verdad, dudaba que aquel humano con semblante cansado y bolsillos vacíos pudiera hacer algo si descubría qué era ella y dónde habitaba, por más "mercenario" que se autodenominara. A las frases que no respondía con palabras, les adjudicaba uno que otro encogimiento de hombros, asentimiento o alguna onomatopeya de afirmación, como "mjum".
-Bueno, uhm... Nunca me ha molestado viajar de noche. Vivo a varios días de aquí, en realidad. -No se atrevió a aclarar que no moraba en un pueblo si no, más bien, en una cueva perdida en el interior de uno de los bosques más inhóspitos que pudieran existir, ese paraíso personal que, por suerte para ella, los humanos casi nunca se atrevían a explorar.
Hizo uso de toda su fuerza de voluntad para no esbozar ni la más mínima sonrisita cuando vio como, en actitud heroica, Eltrant llevaba una mano al pomo de su espada y le profesaba su disposición para ayudarla, adornándola con una reverencia de lo más chistosa. Pensó con pena y gracia que, en realidad, la que estaba en posición de ayudarlo y protegerlo era ella, después de todo nadie era mejor compañero de viajes que un licántropo si lo que se requería era protección (bueno, siempre y cuando uno supiera que ese mismo licántropo no te devoraría mientras durmieses). -Te lo agradezco, pero estoy acostumbrada a viajar sola. -Además que no le quedaba ni un aero como para pagarle los servicios, pensó- Aunque siempre es bien recibido un compañero de viajes con cosas interesantes para contar en el camino. Pero si, como dices, te quedarás una semana más, permíteme darte una mano. Tengo un par de conocidos que tienen una posada realmente barata, podría mostrártela si quieres. -Miró al suelo y, luego de pensar durante unos segundos, agregó- También sé de un hombre muy amable que recibe viajeros cansados sin pedir nada a cambio. -Recordó a su padre adoptivo, si seguía siendo esa persona noble, bondadosa y despreocupada que alguna vez había conocido, sabía que con sólo ver a Eltrant terminaría por ofrecerle una cama y comida caliente por todo el tiempo que quisiera- O, si no, estoy segura que alguno de los mercaderes que conozco necesita una mano con sus quehaceres. ¡No te desanimes! Te diría que en mi... este... pueblo hay mucho trabajo, pero la verdad es que... uhm... no.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Eltrant contempló la cara de la muchacha durante varios segundos después de proponerle sus servicios y estalló en un mar de carcajadas casi al instante –“Me encanta esa predisposición que has demostrado” – consiguió articular entre las risas – “Aunque… aunque…”- antes de continuar trato de calmarse a sí mismo – “Aunque un: No necesito un espadachín famélico también habría bastado” – empezó a reír de nuevo, le resultaba reconfortante las molestias que aquella joven se estaba tomando por no herir sus sentimientos y siendo esa la primera vez que le rechazaban de una forma tan sutil, no puedo evitar aquella reacción. Terminando de recobrar la compostura y aún con una sonrisa sincera en la cara le ofreció la mano en señal de amistad
–“Si estas dispuesta a aguantarme como compañero de viaje, podría salir hacia el norte hoy mismo”
Siguió mirando a la muchacha, sabía perfectamente que no confiaba en sus habilidades para combatir, de hecho, muy pocas personas lo hacían y la mayoría no se equivocaban. Jamás había recibido algo similar a un entrenamiento, su padre en una ocasión les enseñó a él y a sus hermanos como sujetar correctamente una espada y como usarla de forma que no te cortes tu propio brazo. Él solo tenía una espada mohosa, un pequeño cuchillo escondido en una bota y pinta de no haber comido en varias semanas y por eso…nadie le veía venir.
Su estilo de combate no era directo, se dedicaba a usar todo lo que podía del entorno en contra del contrario, ¿honor combatiendo? Ninguno, si tenía que lanzar tierra a los ojos de su contrincante, lo iba a hacer, no sabía técnicas de esgrima gráciles y hermosas, pero sabía defenderse a él y a los que le rodeaban y eso era lo único que le importaba.
En menos de una hora había decidido irse y marcharse en varias ocasiones, y esa era la definitiva, aun si Niziare no quería viajar con él, haría caso a su consejo y se pasaría por aquella granja que decía que podía visitar, iba a dejar la península por una vez por todas iba a ver todo lo que se había propuesto desde que abandonó la granja y le llevaría a su familia algo de lo que se sentirían orgullosos.
-“¿Qué me dices, podrás aguantar mi compañía hasta tu pueblo?”
Tenía todas sus posesiones con él en aquel momento: el libro de historia sobre Lunargenta, el otro sobre los elfos y el de los licántropos, con que aquella joven le diera el visto bueno estaba perfectamente listo para partir, y quizás con un poco de suerte en el norte encontrase un trabajo y si todo salía mal… siempre podía volver a Lunargenta.
–“Si estas dispuesta a aguantarme como compañero de viaje, podría salir hacia el norte hoy mismo”
Siguió mirando a la muchacha, sabía perfectamente que no confiaba en sus habilidades para combatir, de hecho, muy pocas personas lo hacían y la mayoría no se equivocaban. Jamás había recibido algo similar a un entrenamiento, su padre en una ocasión les enseñó a él y a sus hermanos como sujetar correctamente una espada y como usarla de forma que no te cortes tu propio brazo. Él solo tenía una espada mohosa, un pequeño cuchillo escondido en una bota y pinta de no haber comido en varias semanas y por eso…nadie le veía venir.
Su estilo de combate no era directo, se dedicaba a usar todo lo que podía del entorno en contra del contrario, ¿honor combatiendo? Ninguno, si tenía que lanzar tierra a los ojos de su contrincante, lo iba a hacer, no sabía técnicas de esgrima gráciles y hermosas, pero sabía defenderse a él y a los que le rodeaban y eso era lo único que le importaba.
En menos de una hora había decidido irse y marcharse en varias ocasiones, y esa era la definitiva, aun si Niziare no quería viajar con él, haría caso a su consejo y se pasaría por aquella granja que decía que podía visitar, iba a dejar la península por una vez por todas iba a ver todo lo que se había propuesto desde que abandonó la granja y le llevaría a su familia algo de lo que se sentirían orgullosos.
-“¿Qué me dices, podrás aguantar mi compañía hasta tu pueblo?”
Tenía todas sus posesiones con él en aquel momento: el libro de historia sobre Lunargenta, el otro sobre los elfos y el de los licántropos, con que aquella joven le diera el visto bueno estaba perfectamente listo para partir, y quizás con un poco de suerte en el norte encontrase un trabajo y si todo salía mal… siempre podía volver a Lunargenta.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
No se dignó a contener sus propias risotadas cuando escuchó al muchacho, contagiándose de su risa sincera y despreocupada al instante. Sus mejillas se habían teñido del color de los rubíes y los ojos le brillaban con sorna, ¡qué bien que no se lo había tomado de mala manera! De todas maneras le daba pena que Eltrant fuera tan consciente de su propio aspecto, parecía ser tan buen muchacho que ni siquiera luchaba por defender su imagen de "hombre fuerte y poderoso" y reconocía, sin vergüenza, lo poco atrayente que era aceptarlo como protector.
Le apretó la mano con firmeza y con una fuerza que no combinaba ni un poco con su pequeña y desaliñada imagen, blandiendo el brazo ajeno en señal de amistad. Todavía se le escapaba una que otra risita traviesa, le animaba pensar que ese viaje de vuelta al bosque iba a ser más entretenido de lo planeado. Sin embargo sintió cierta ansiedad al repara en que, cuando llegase el momento, tendría que inventar alguna excusa para separarse del hombre. No deseaba arriesgar su vida llevándolo a tierra de licántropos y, mucho menos, guiarlo hasta la puerta de su mismísima morada. No, al menos, hasta que estuviera al cien por ciento segura de que era un joven confiable. Más de una vez se había cruzado con mercenarios que tenían toda la pinta de ser unos santos pero, en realidad, sólo eran lobos disfrazados de oveja intentando embaucar a las criaturas más crédulas. Y no precisamente esos lobos que ella veía como hermanos.
-No veo por qué no, eres bienvenido. Pero, tomando en cuenta que tendremos que hacer unas cuantas paradas, quizá tardemos más de dos días. -Ella estaba acostumbrada a hacer aquellos viajes de un tirón: por lo general se cobijaba en su forma animal y así recorría los bosques al trote, casi nunca encontrándose algún obstáculo dispuesto a enfrentarla y atrasar su trajín. Sólo hacía paradas para cazar una que otra presa y no le tomaba más de diez minutos devorar hasta el último hueso, y prácticamente no se detenía ni siquiera para dormir. No obstante ahora deberían descansar en la noche, ir por caminos más transitables y hacer paradas para cazar, cocinar y comer, con lo cual el viaje se alargaría bastante.
De todas formas eso no representaba ningún problema para Niziare; no tenía absolutamente nada mejor que hacer y nadie la esperaba en el bosque.
-Pero debes prometerme que me contarás algunas historias. Y veo que tienes libros, así que debes leer un poco para mí, ¿vale? -Le dedicó una sonrisa compradora, de esas que ponen los niños cuando piden que se les compre una golosina, y pestañeó repetidas veces con exagerada galantería.
Un cálido murmullo del viento bailó entre las hojas de los árboles y le acarició el rostro. Bastó alzar la mirada con ligereza para ver que nubes espesas y oscuras formaban una bóveda en el cielo y sopesó que debían marcharse pronto, la calidez en la brisa anunciaba una posible lluvia.
Le apretó la mano con firmeza y con una fuerza que no combinaba ni un poco con su pequeña y desaliñada imagen, blandiendo el brazo ajeno en señal de amistad. Todavía se le escapaba una que otra risita traviesa, le animaba pensar que ese viaje de vuelta al bosque iba a ser más entretenido de lo planeado. Sin embargo sintió cierta ansiedad al repara en que, cuando llegase el momento, tendría que inventar alguna excusa para separarse del hombre. No deseaba arriesgar su vida llevándolo a tierra de licántropos y, mucho menos, guiarlo hasta la puerta de su mismísima morada. No, al menos, hasta que estuviera al cien por ciento segura de que era un joven confiable. Más de una vez se había cruzado con mercenarios que tenían toda la pinta de ser unos santos pero, en realidad, sólo eran lobos disfrazados de oveja intentando embaucar a las criaturas más crédulas. Y no precisamente esos lobos que ella veía como hermanos.
-No veo por qué no, eres bienvenido. Pero, tomando en cuenta que tendremos que hacer unas cuantas paradas, quizá tardemos más de dos días. -Ella estaba acostumbrada a hacer aquellos viajes de un tirón: por lo general se cobijaba en su forma animal y así recorría los bosques al trote, casi nunca encontrándose algún obstáculo dispuesto a enfrentarla y atrasar su trajín. Sólo hacía paradas para cazar una que otra presa y no le tomaba más de diez minutos devorar hasta el último hueso, y prácticamente no se detenía ni siquiera para dormir. No obstante ahora deberían descansar en la noche, ir por caminos más transitables y hacer paradas para cazar, cocinar y comer, con lo cual el viaje se alargaría bastante.
De todas formas eso no representaba ningún problema para Niziare; no tenía absolutamente nada mejor que hacer y nadie la esperaba en el bosque.
-Pero debes prometerme que me contarás algunas historias. Y veo que tienes libros, así que debes leer un poco para mí, ¿vale? -Le dedicó una sonrisa compradora, de esas que ponen los niños cuando piden que se les compre una golosina, y pestañeó repetidas veces con exagerada galantería.
Un cálido murmullo del viento bailó entre las hojas de los árboles y le acarició el rostro. Bastó alzar la mirada con ligereza para ver que nubes espesas y oscuras formaban una bóveda en el cielo y sopesó que debían marcharse pronto, la calidez en la brisa anunciaba una posible lluvia.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Niziare había accedido a acompañarlo, sonriendo a su nueva compañera de viaje aguardó hasta que ella respondió a la mano que le ofrecía demostrando que hasta aquel pequeño cuerpo podía dar un apretón firme y seguro.
Normalmente emprendía este tipo de viajes solo, siempre y cuando no estuviese trabajando no viajaba en compañía, aquel sería un giro bastante placentero a su rutina y si bien no conocía exactamente el lugar de residencia de la chica, ella ya había dejado claro que solo estaba a varios días de distancia. Eso le bastaba, todos el mundo tenía secretos, él mismo no estaba exento de ellos, decidió no insistir más sobre ese tema, era natural que fuese reticente a hablar de su hogar, si él tuviese un lugar dónde vivir, no se lo contaría al primer extraño que pasase.
Eltrant soltó una risita ante la mirada de la joven que, en tono suplicante, le había pedido que durante el viaje contase historias. –“Por supuesto” – dijo de buena gana –“Los libros sin embargos son de historia, quizás no te atraigan demasiado” – le ofreció el pequeño saco en el que tenía sus pertenencias – “Dime el que más te gusta y empezaremos por ese”
En el interior de aquella bolsa de viaje, yacían aquellos tres libros ajados que llevaba con él a todas partes, majestuosos ejemplares en una época pasada, no eran actualmente sino una sombra de lo que fueron antaño, manoseados por un centenar de personas habían llegado hasta Eltrant mediante viejos mercaderes o caravaneros que se lo habían intercambiado por servicios o por un aero o dos.
El primero de ellos, de tapa gruesa con un color un azul brillante poseía letras en relieve en ocre que con una grafía ejemplar describían el título de manuscrito “Lunargenta, historia y urbanismo”. Al segundo le faltaban páginas y el color de su portada , inicialmente tan verde como las copas de los árboles, se había diluido con el paso del tiempo hasta tornarse un verde suave, casi blanco, como el ejemplar anterior se podía leer el título del libro en la portada en letras de color negro “La maldición del Lobo Negro” y para finalizar el tercero y el que más tiempo llevaba con él era un libro bastante grande y pesado que carecía de portada alguna y tenía garabateado a carboncillo en la primera página “Dioses Elficos”, las paginas amarillentas por el paso tiempo desvelaban que el manuscrito había viajado más que su dueño.
Mientras entregaba la bolsa a Niziare notó como el sol empezaba a apagarse paulatinamente, sobre sus cabezas las nubes comenzaban a condensarse de una forma que le resultaba familiar, si estaba en lo cierto, se avecinaban lluvias y si querían llegar a un refugio a tiempo, tenían que darse prisa.
-“Si no te gustan los libros también tengo anécdotas interesantes” – dijo rascándose la barba, mientras hablaban arriba, en el cielo, las nubes seguían su curso mezclándose unas con otras y tornándose paulatinamente de un blanco impoluto a un color grisáceo.
Normalmente emprendía este tipo de viajes solo, siempre y cuando no estuviese trabajando no viajaba en compañía, aquel sería un giro bastante placentero a su rutina y si bien no conocía exactamente el lugar de residencia de la chica, ella ya había dejado claro que solo estaba a varios días de distancia. Eso le bastaba, todos el mundo tenía secretos, él mismo no estaba exento de ellos, decidió no insistir más sobre ese tema, era natural que fuese reticente a hablar de su hogar, si él tuviese un lugar dónde vivir, no se lo contaría al primer extraño que pasase.
Eltrant soltó una risita ante la mirada de la joven que, en tono suplicante, le había pedido que durante el viaje contase historias. –“Por supuesto” – dijo de buena gana –“Los libros sin embargos son de historia, quizás no te atraigan demasiado” – le ofreció el pequeño saco en el que tenía sus pertenencias – “Dime el que más te gusta y empezaremos por ese”
En el interior de aquella bolsa de viaje, yacían aquellos tres libros ajados que llevaba con él a todas partes, majestuosos ejemplares en una época pasada, no eran actualmente sino una sombra de lo que fueron antaño, manoseados por un centenar de personas habían llegado hasta Eltrant mediante viejos mercaderes o caravaneros que se lo habían intercambiado por servicios o por un aero o dos.
El primero de ellos, de tapa gruesa con un color un azul brillante poseía letras en relieve en ocre que con una grafía ejemplar describían el título de manuscrito “Lunargenta, historia y urbanismo”. Al segundo le faltaban páginas y el color de su portada , inicialmente tan verde como las copas de los árboles, se había diluido con el paso del tiempo hasta tornarse un verde suave, casi blanco, como el ejemplar anterior se podía leer el título del libro en la portada en letras de color negro “La maldición del Lobo Negro” y para finalizar el tercero y el que más tiempo llevaba con él era un libro bastante grande y pesado que carecía de portada alguna y tenía garabateado a carboncillo en la primera página “Dioses Elficos”, las paginas amarillentas por el paso tiempo desvelaban que el manuscrito había viajado más que su dueño.
Mientras entregaba la bolsa a Niziare notó como el sol empezaba a apagarse paulatinamente, sobre sus cabezas las nubes comenzaban a condensarse de una forma que le resultaba familiar, si estaba en lo cierto, se avecinaban lluvias y si querían llegar a un refugio a tiempo, tenían que darse prisa.
-“Si no te gustan los libros también tengo anécdotas interesantes” – dijo rascándose la barba, mientras hablaban arriba, en el cielo, las nubes seguían su curso mezclándose unas con otras y tornándose paulatinamente de un blanco impoluto a un color grisáceo.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Recibió la bolsa con las manos abiertas y la sostuvo firmemente entre éstas, temiendo en un primer momento que se le resbalase ya que no había medido el peso que todos los objetos dentro le añadían- No importa, historia está bien. Y si tienen dibujos para que me muestres, mejor.
Niziare jamás había tenido consciencia de su faceta infantil hasta el día en que su hermano adoptivo se lo hizo saber. Tenía ya dieciséis años pero en algunos aspectos seguía comportándose como una cría de ocho, como cuando exigía escuchar historias, lloriqueaba por golosinas o abría los ojos tan grandes como podía cuando le contaban alguna anécdota sorprendente. Los adultos a su alrededor comprendían el por qué de aquello: Siendo una niña que se había criado sola en medio de un bosque hostil y carente de cualquier clase de caprichos, aquel mundo nuevo de afecto, atención y continuas sorpresas era algo que definitivamente merecía todo su entusiasmo. No obstante su hermano, sin reparar en aquello, le había recriminado una vez que era "demasiado caprichosa y aniñada" y ella, sólo para hacerle la contra, había decidido potenciar esa actitud tanto como pudiera. Años después de aquello, cada vez que algo le hacía ilusión ya no sabía bien dónde estaban exactamente los límites de la expresividad.
Abrió la bolsa con expectación y hurgó tal como si buscara un tesoro, con el ceño fruncido y los labios apretados. Sacó los libros uno a uno, los observó meticulosamente y pasó los dedos sobre las palabras. En su rostro se notaba esfuerzo y movía los labios lentamente, como saboreando (o intuyendo) cada letra. Luego de analizarlos a todos, acomodó prolijamente al más grueso y pesado y al de tapa azul dentro del saco y le pasó el de color verde gastado al muchacho. -Este. -Ordenó, sonriente. Había logrado, tras mucho esfuerzo, leer la palabra "Lobo" y una curiosidad abrumadora se había adueñado de ella. ¿Qué diría aquel libro sobre los suyos? ¿Tendría escritos algunos de esos mitos extraños que tantas veces había escuchado y tanta gracia le habían causado? -No te preocupes... -Masculló al tiempo que se colgaba la bolsa al hombro, decidiendo que ella la llevaría aunque le quedara grande y amenazara con caérsele a cada paso que daba- ...habrá mucho tiempo, así que podrás contarme también tus anécdotas.
Y así, como si ya estuviese todo dicho, se dio la media vuelta y comenzó a caminar por el caminito que conducía fuera de la plaza. En un hombro la capa, en el otro el bolso y una sonrisa en el rostro. Debían cruzar por lo menos cuatro calles antes de llegar a la puerta trasera de la ciudad y, de haber tenido un par de aeros, habría sugerido comprar un buen paraguas.
Niziare jamás había tenido consciencia de su faceta infantil hasta el día en que su hermano adoptivo se lo hizo saber. Tenía ya dieciséis años pero en algunos aspectos seguía comportándose como una cría de ocho, como cuando exigía escuchar historias, lloriqueaba por golosinas o abría los ojos tan grandes como podía cuando le contaban alguna anécdota sorprendente. Los adultos a su alrededor comprendían el por qué de aquello: Siendo una niña que se había criado sola en medio de un bosque hostil y carente de cualquier clase de caprichos, aquel mundo nuevo de afecto, atención y continuas sorpresas era algo que definitivamente merecía todo su entusiasmo. No obstante su hermano, sin reparar en aquello, le había recriminado una vez que era "demasiado caprichosa y aniñada" y ella, sólo para hacerle la contra, había decidido potenciar esa actitud tanto como pudiera. Años después de aquello, cada vez que algo le hacía ilusión ya no sabía bien dónde estaban exactamente los límites de la expresividad.
Abrió la bolsa con expectación y hurgó tal como si buscara un tesoro, con el ceño fruncido y los labios apretados. Sacó los libros uno a uno, los observó meticulosamente y pasó los dedos sobre las palabras. En su rostro se notaba esfuerzo y movía los labios lentamente, como saboreando (o intuyendo) cada letra. Luego de analizarlos a todos, acomodó prolijamente al más grueso y pesado y al de tapa azul dentro del saco y le pasó el de color verde gastado al muchacho. -Este. -Ordenó, sonriente. Había logrado, tras mucho esfuerzo, leer la palabra "Lobo" y una curiosidad abrumadora se había adueñado de ella. ¿Qué diría aquel libro sobre los suyos? ¿Tendría escritos algunos de esos mitos extraños que tantas veces había escuchado y tanta gracia le habían causado? -No te preocupes... -Masculló al tiempo que se colgaba la bolsa al hombro, decidiendo que ella la llevaría aunque le quedara grande y amenazara con caérsele a cada paso que daba- ...habrá mucho tiempo, así que podrás contarme también tus anécdotas.
Y así, como si ya estuviese todo dicho, se dio la media vuelta y comenzó a caminar por el caminito que conducía fuera de la plaza. En un hombro la capa, en el otro el bolso y una sonrisa en el rostro. Debían cruzar por lo menos cuatro calles antes de llegar a la puerta trasera de la ciudad y, de haber tenido un par de aeros, habría sugerido comprar un buen paraguas.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Arqueando una ceja contempló como la muchacha comenzaba a andar y para no quedarse atrás la siguió. El libro que había seleccionado era el único al que le faltaban páginas, se sintió un poco mal por ella ya que había partes del mismo que no se podían leer.
Niziare que caminaba junto a él haciendo malabares para llevar la bolsa y la capa sin que se le cayeran al suelo parecía abstraída, con una sonrisa permanente en la cara. Contagiado por su buen humor miró a su alrededor, tenían que pasar por un par de calles ante de abandonar la ciudad y el tiempo estaba empeorando por momentos, sintiendo el peso de las monedas en el bolsillo interior de la capa le hizo una seña a la muchacha para que aguardara un momento y entregando tres aeros a un tendero con un pequeño puesto en la calle justo al salir del parque, compró un paraguas.
El utensilio era bastante sencillo, la tela que de algún modo era impermeable estaba teñida de color negro, y a su vez era lo suficientemente grande para de llegar a necesitarlo, taparlos a los dos. Con una sonrisa mostró el paraguas a su acompañante y continuaron el camino.
Como era de esperar, tan pronto como abandonaron la plaza todo el bullicio que parecía haber estado evitando aquel pequeño lugar volvió a aparecer de golpe, la densidad de gente había disminuido ligeramente en comparación a hacia unas horas, ya que las nubes que a un ritmo lento pero constante se arremolinaban sobre la ciudad.
Sin decir nada comprobó como solía hacer que lo llevaba todo encima, los libros que los llevaba Niziare, su espada y las cuatro monedas que le quedaban, sintió también la funda del cuchillo que llevaba dentro de la bota. –“Al menos puedo presumir de viajar ligero” – pensó mientras atravesaban la calle.
Mientras caminaban su vista se posó sobe otro tendero que vendía algo similar a bocadillos, el aroma de la carne recién hecha le recordó que aquel día aún no había comido nada, haciéndole otra seña a Niziare se acercó al pequeño dando una ligera carrera y tras intercambiar unas palabras con aquel viejo cocinero le entregó los últimos cuatro aeros que le quedaban. Tan rápido como había ido volvió con dos piezas de comida y aunque no eran especialmente grandes, eran más bien tentempiés, les ahorraría tener que tomarse las molestias de cazar algo la primera noche. Envueltos en algo parecido a papel introdujo ambos bocadillos en el interior de la bolsa que ahora portaba la chica para comerlos luego.
Ya no le quedaba nada de dinero, pero, siempre que no hubiese algún tipo de percance por el camino no iba a hacerles falta, una vez llegase al siguiente núcleo de población grande podría apañárselas para volver a conseguir los suficientes , al fin y al cabo cuando abandonó la granja tampoco tenía gran cosa.
Niziare que caminaba junto a él haciendo malabares para llevar la bolsa y la capa sin que se le cayeran al suelo parecía abstraída, con una sonrisa permanente en la cara. Contagiado por su buen humor miró a su alrededor, tenían que pasar por un par de calles ante de abandonar la ciudad y el tiempo estaba empeorando por momentos, sintiendo el peso de las monedas en el bolsillo interior de la capa le hizo una seña a la muchacha para que aguardara un momento y entregando tres aeros a un tendero con un pequeño puesto en la calle justo al salir del parque, compró un paraguas.
El utensilio era bastante sencillo, la tela que de algún modo era impermeable estaba teñida de color negro, y a su vez era lo suficientemente grande para de llegar a necesitarlo, taparlos a los dos. Con una sonrisa mostró el paraguas a su acompañante y continuaron el camino.
Como era de esperar, tan pronto como abandonaron la plaza todo el bullicio que parecía haber estado evitando aquel pequeño lugar volvió a aparecer de golpe, la densidad de gente había disminuido ligeramente en comparación a hacia unas horas, ya que las nubes que a un ritmo lento pero constante se arremolinaban sobre la ciudad.
Sin decir nada comprobó como solía hacer que lo llevaba todo encima, los libros que los llevaba Niziare, su espada y las cuatro monedas que le quedaban, sintió también la funda del cuchillo que llevaba dentro de la bota. –“Al menos puedo presumir de viajar ligero” – pensó mientras atravesaban la calle.
Mientras caminaban su vista se posó sobe otro tendero que vendía algo similar a bocadillos, el aroma de la carne recién hecha le recordó que aquel día aún no había comido nada, haciéndole otra seña a Niziare se acercó al pequeño dando una ligera carrera y tras intercambiar unas palabras con aquel viejo cocinero le entregó los últimos cuatro aeros que le quedaban. Tan rápido como había ido volvió con dos piezas de comida y aunque no eran especialmente grandes, eran más bien tentempiés, les ahorraría tener que tomarse las molestias de cazar algo la primera noche. Envueltos en algo parecido a papel introdujo ambos bocadillos en el interior de la bolsa que ahora portaba la chica para comerlos luego.
Ya no le quedaba nada de dinero, pero, siempre que no hubiese algún tipo de percance por el camino no iba a hacerles falta, una vez llegase al siguiente núcleo de población grande podría apañárselas para volver a conseguir los suficientes , al fin y al cabo cuando abandonó la granja tampoco tenía gran cosa.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Su sonrisa fue disminuyendo a pasos agigantados cuando les tocó volver a adentrarse en la multitud que, aunque menos densa que antes, seguía siendo sumamente insoportable para la muchacha. La gente que iba y venía, se cruzaba en su camino, le pasaba a centímetros del cuerpo y hablaba en voz excesivamente alta, le ponía los pelos de punta. Contrastaba muy violentamente con la paz que reinaba en su querido bosque. De hecho, hasta en una calle transitada por no más de diez personas se habría sentido ligeramente incómoda.
Se detuvo obedientemente en ambas ocasiones. La primera parada dibujó en su rostro una mueca de satisfacción, alegre de que el humano le hubiese "leído la mente". Nunca le había molestado caminar bajo la lluvia, pero el problema eran las pertenencias de ambos: por un lado su ropa, que cada vez que se humedecía manaba un olor desagradable como, literalmente, a perro mojado; y por otro lado los libros. Con la segunda parada tuvo sentimientos encontrados: Sintió ganas de besar al hombre por tener el hermoso detalle de comprar comida también para ella... y deseos de asesinarlo cuando vio que la guardaba para después. ¡Jamás le había gustado esperar por la comida! No dijo nada, pero tampoco se encargó de ocultar su expresión desdeñosa.
Ya dotados con todo lo necesario volvieron a emprender la caminata. Con el pecho hinchado para imponer un poco más su presencia, se abría paso entre los transeúntes con garbo y osadía. Le gustaba proyectar una actitud que para nada iba con aquel cuerpecito enclenque y descolocar un poco a las personas. Si sólo supieran que podía romperles todos los huesos con sólo presionar un poco sus bestiales fauces no la mirarían así, claro que no.
Cada cierto tiempo se volteaba para asegurarse de que el hombre la siguiera de cerca. Diez pasos, girar, mirarlo, sonreírle y voltear una vez más para seguir el camino, básicamente aquel fue el ritual hasta llegar a la enorme puerta secundaria de la ciudad. Esos macizos muros velaban el poblado desde hacía muchísimos años, habían visto nacer, crecer y morir a varias generaciones, y por entre sus puertas siempre transitaba un flujo continuo de viajeros, mercaderes y personas ansiosas de labrarse un futuro mejor. Se detuvo para quedar a un lado de Eltrant, a partir de allí ya no iría marcando la delantera.
-Desde aquí hay que tener cuidado. -Advirtió, aunque estaba segura que el hombre estaba al tanto de lo que iba a decir- Siempre hay "oportunistas" apostados cerca de los muros a ver a qué incauto pueden robarle algo. Aunque, bueno, nosotros no es que tengamos pinta de tener cosas muy valiosas, ¿verdad? -Rió por lo bajo y se afirmó el bolso sobre el hombro- Salvo la linda capa que me has dado, claro.
Se detuvo obedientemente en ambas ocasiones. La primera parada dibujó en su rostro una mueca de satisfacción, alegre de que el humano le hubiese "leído la mente". Nunca le había molestado caminar bajo la lluvia, pero el problema eran las pertenencias de ambos: por un lado su ropa, que cada vez que se humedecía manaba un olor desagradable como, literalmente, a perro mojado; y por otro lado los libros. Con la segunda parada tuvo sentimientos encontrados: Sintió ganas de besar al hombre por tener el hermoso detalle de comprar comida también para ella... y deseos de asesinarlo cuando vio que la guardaba para después. ¡Jamás le había gustado esperar por la comida! No dijo nada, pero tampoco se encargó de ocultar su expresión desdeñosa.
Ya dotados con todo lo necesario volvieron a emprender la caminata. Con el pecho hinchado para imponer un poco más su presencia, se abría paso entre los transeúntes con garbo y osadía. Le gustaba proyectar una actitud que para nada iba con aquel cuerpecito enclenque y descolocar un poco a las personas. Si sólo supieran que podía romperles todos los huesos con sólo presionar un poco sus bestiales fauces no la mirarían así, claro que no.
Cada cierto tiempo se volteaba para asegurarse de que el hombre la siguiera de cerca. Diez pasos, girar, mirarlo, sonreírle y voltear una vez más para seguir el camino, básicamente aquel fue el ritual hasta llegar a la enorme puerta secundaria de la ciudad. Esos macizos muros velaban el poblado desde hacía muchísimos años, habían visto nacer, crecer y morir a varias generaciones, y por entre sus puertas siempre transitaba un flujo continuo de viajeros, mercaderes y personas ansiosas de labrarse un futuro mejor. Se detuvo para quedar a un lado de Eltrant, a partir de allí ya no iría marcando la delantera.
-Desde aquí hay que tener cuidado. -Advirtió, aunque estaba segura que el hombre estaba al tanto de lo que iba a decir- Siempre hay "oportunistas" apostados cerca de los muros a ver a qué incauto pueden robarle algo. Aunque, bueno, nosotros no es que tengamos pinta de tener cosas muy valiosas, ¿verdad? -Rió por lo bajo y se afirmó el bolso sobre el hombro- Salvo la linda capa que me has dado, claro.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Eltrant sonrió con satisfacción al ver la cara que puso Niziare cuando decidió guardar la comida para después. Parecía ser que la paciencia no era algo con lo que la muchacha congeniara, sin embargo seguía pensando que comer en mitad de la ciudad lo único que iba a conllevar era les empezase a llover en mitad de la comida.
Tras la segunda parada no hubo muchas palabras, Niziare se mantuvo durante todo momento frente a él, marcando el ritmo hasta que, finalmente, llegaron a las enormes puertas de la ciudad y se paró. Eltrant se colocó justo al lado de la joven que le advirtió de los salteadores que solían colocarse cerca de las murallas para robar a los incautos, y aunque ya era conocedor de esa información asintió levemente ante el aviso de su acompañante. Después añadió que no tenían aspecto de portar nada de valor, a lo que sonriendo sólo pudo darle la razón – “Aunque lo que has dicho de la capa es cierto, es digna de reyes” – bromeó.
Parados allí en mitad de la puerta, entre la gente que salía y entraba de la ciudad escudriñó el horizonte.
-“¿Continuamos pues?” – Le preguntó, aunque no quería admitirlo una parte de él estaba deseando emprender el viaje y salir ya de la ciudad, expectante de las cosas que podía descubrir con por el camino.
Las primeras gotas de lluvia, en cambio empezaron a manifestarse lentamente, cayendo pocas de vez en cuando las nubes parecían decidirse a descargar todo aquel torrente de agua que se estaba formando sobre sus cabezas.
Con aspecto despreocupado comenzó a andar esperando que Niziare siguiera sus pasos, estando tan cerca de la ciudad seguía habiendo un afluente considerable de personas, aun así supuso que en cuanto llevasen un par de horas andando se encontrarían completamente solos, y tras contemplar durante todo el trayecto desde plaza hasta la salida las muecas y las gesticulaciones que hacia la joven en mitad de la multitud creyó que eso sería como un bálsamo curativo para ella.
Antes de continuar se dio la vuelta y echó un último vistazo a la ciudad que dejaba atrás, el castillo que coronaba la ciudad le miraba desde lejos, allí parado, bajo aquellas oscuras nubes de tormenta se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que volviese a verlo.
Tras la segunda parada no hubo muchas palabras, Niziare se mantuvo durante todo momento frente a él, marcando el ritmo hasta que, finalmente, llegaron a las enormes puertas de la ciudad y se paró. Eltrant se colocó justo al lado de la joven que le advirtió de los salteadores que solían colocarse cerca de las murallas para robar a los incautos, y aunque ya era conocedor de esa información asintió levemente ante el aviso de su acompañante. Después añadió que no tenían aspecto de portar nada de valor, a lo que sonriendo sólo pudo darle la razón – “Aunque lo que has dicho de la capa es cierto, es digna de reyes” – bromeó.
Parados allí en mitad de la puerta, entre la gente que salía y entraba de la ciudad escudriñó el horizonte.
-“¿Continuamos pues?” – Le preguntó, aunque no quería admitirlo una parte de él estaba deseando emprender el viaje y salir ya de la ciudad, expectante de las cosas que podía descubrir con por el camino.
Las primeras gotas de lluvia, en cambio empezaron a manifestarse lentamente, cayendo pocas de vez en cuando las nubes parecían decidirse a descargar todo aquel torrente de agua que se estaba formando sobre sus cabezas.
Con aspecto despreocupado comenzó a andar esperando que Niziare siguiera sus pasos, estando tan cerca de la ciudad seguía habiendo un afluente considerable de personas, aun así supuso que en cuanto llevasen un par de horas andando se encontrarían completamente solos, y tras contemplar durante todo el trayecto desde plaza hasta la salida las muecas y las gesticulaciones que hacia la joven en mitad de la multitud creyó que eso sería como un bálsamo curativo para ella.
Antes de continuar se dio la vuelta y echó un último vistazo a la ciudad que dejaba atrás, el castillo que coronaba la ciudad le miraba desde lejos, allí parado, bajo aquellas oscuras nubes de tormenta se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que volviese a verlo.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Tomó una bocanada de aire que le llenó los pulmones y se impulsó hacia adelante para retomar el paso una vez que el muchacho, luego de la advertencia, hubo manifestado su deseo de continuar. Se apresuró para quedar a su lado, pues a diferencia de las calles de la ciudad que eran tan estrechas como para que resultase incómodo caminar a la par, allí ya tenían a disposición un poco más de espacio. Ella, por su parte, estaba ansiosa por abandonar aquel sitio que no le traía más que recuerdos y mal humor. Apenas llevaba un par de días allí y ya sentía ganas de salir corriendo; añoraba caminar descalza por el césped, bañarse en la cascada y dejar que el viento le acariciara el cuerpo desnudo sin ningún tipo de preocupación.
Por un instante, cuando vio que el muchacho se detenía para mirar atrás, se sintió un tanto compungida. No era precisamente la criatura más empática del mundo, pero cuando vio en los ojos del hombre se preguntó qué estaría pensando. Repentinamente se vio a sí misma en las botas de otra persona: alguien sin hogar, alguien de vida efímera y sumamente frágil que, Dios sabía por qué circunstancias, vagaba solo por el mundo sin ningún tipo de estabilidad: ni dinero, ni hogar, y quién sabía si amigos o familia. Le daba pena y la llevaba a preguntarse con más fuerza qué clase de pasado tenía aquel hombre, pues si parecía tan buena persona ¿por qué andaba completamente solo?. Ella por lo menos contaba con el amparo de saber que tenía un lugar a dónde ir, y sus costumbres salvajes erradicaban casi por completo las preocupaciones por cosas terrenales. En cuanto a la familia, se consideraba todavía demasiado joven como para preocuparse por eso.
Le dio una palmada en el hombro y le dedicó una sonrisa amable, instándole a mirar al frente y seguir caminando- Antes de darte cuenta estarás aquí de nuevo, mirándolo otra vez. -Murmuró.
Para su fortuna y gratitud, las incipientes gotas de lluvia provocaron el efecto esperado en cualquier multitud: la gente comenzó a acelerar el paso, algunos exclamando "¡llueve!" (como si el resto no se diera cuenta), otros protegiendo sus pertenencias con más urgencia de la necesaria, y otros maldiciendo a quién sabía qué Dios del clima. Niziare procedió a envolver el bolso con la capa, aislándolo así del agua por lo menos durante un rato, y lo apretó contra su abdomen en un abrazo protector. Se le escapó una risita cuando una gota traviesa le chocó contra la punta de la nariz- ¡Ni que lloviese ácido! -Exclamó risueña al ver como, en cuestión de minutos, la mayor parte de las personas se había buscado un refugio y el camino se veía mucho más despejado. Aprovechó para acelerar el paso, poco a poco las gotas iban humedeciendo el suelo y aumentando su cantidad- ¿Alguna vez te ha sorprendido una tormenta en medio de la nada, Eltrant? Es tremendamente divertido.
Por un instante, cuando vio que el muchacho se detenía para mirar atrás, se sintió un tanto compungida. No era precisamente la criatura más empática del mundo, pero cuando vio en los ojos del hombre se preguntó qué estaría pensando. Repentinamente se vio a sí misma en las botas de otra persona: alguien sin hogar, alguien de vida efímera y sumamente frágil que, Dios sabía por qué circunstancias, vagaba solo por el mundo sin ningún tipo de estabilidad: ni dinero, ni hogar, y quién sabía si amigos o familia. Le daba pena y la llevaba a preguntarse con más fuerza qué clase de pasado tenía aquel hombre, pues si parecía tan buena persona ¿por qué andaba completamente solo?. Ella por lo menos contaba con el amparo de saber que tenía un lugar a dónde ir, y sus costumbres salvajes erradicaban casi por completo las preocupaciones por cosas terrenales. En cuanto a la familia, se consideraba todavía demasiado joven como para preocuparse por eso.
Le dio una palmada en el hombro y le dedicó una sonrisa amable, instándole a mirar al frente y seguir caminando- Antes de darte cuenta estarás aquí de nuevo, mirándolo otra vez. -Murmuró.
Para su fortuna y gratitud, las incipientes gotas de lluvia provocaron el efecto esperado en cualquier multitud: la gente comenzó a acelerar el paso, algunos exclamando "¡llueve!" (como si el resto no se diera cuenta), otros protegiendo sus pertenencias con más urgencia de la necesaria, y otros maldiciendo a quién sabía qué Dios del clima. Niziare procedió a envolver el bolso con la capa, aislándolo así del agua por lo menos durante un rato, y lo apretó contra su abdomen en un abrazo protector. Se le escapó una risita cuando una gota traviesa le chocó contra la punta de la nariz- ¡Ni que lloviese ácido! -Exclamó risueña al ver como, en cuestión de minutos, la mayor parte de las personas se había buscado un refugio y el camino se veía mucho más despejado. Aprovechó para acelerar el paso, poco a poco las gotas iban humedeciendo el suelo y aumentando su cantidad- ¿Alguna vez te ha sorprendido una tormenta en medio de la nada, Eltrant? Es tremendamente divertido.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
La palmada de Niziare en su hombro le devolvió a a realidad, la sonrisa que le le dedicó alentandole a continuar caminando borró cualquier duda que aun albergaba a quedarse ahí. Antes de que pudiese siquiera contestar algo, pequeñas gotas de agua aun primerizas vaticinaban que aquel era el comienzo de la tormenta.
Eltrant mientras observaba distraído como la gente se lanzaba a cubrir los carromatos con toldos y corrían de un lugar a otro se cubrió la cabeza con la capucha de su capa, la tela no tardaría en empaparse, pero de momento no parecía necesario usar el paraguas.
Curioso miró como su acompañante reía bajo la lluvia, protegiendo la bolsa con los libros y la comida, parecía estar verdaderamente disfrutando de aquello. Entre risas la muchacha le preguntó cuántas veces había aguantado una tormenta en algún lugar remoto, él sin embargo se tomó su tiempo para contestar –“En los bosques no muy lejos de aquí, los que colindan con las granjas” – contestó en voz alta tratando de hacerse oír sobre las personas que gritaban mientras ponían a buen recaudo sus pertenencias y se marchaban a resguardarse – “Recuerdo que hace... no se cuanto exactamente... unos cuatro años, me perdí completamente” – Continuó – “Así que vague y vague durante días por el bosque, buscando alguna forma de salir, fue al tercer día de estar perdido cuando empezó la tormenta” – Mientras hablaba Eltrant siguió andando junto a Niziare, su capa se estaba humedeciendo poco a poco, pero aún seguía sin parecer necesario usar el paraguas, la tela gruesa se encargaba de rechazar el poco agua que aún estaba precipitándose contra el suelo. – “Me oculte en una cueva cerca de un manantial durante bastante horas, la verdad es que tampoco me acuerdo de cuantas exactamente, las pasé dormido casi todas” – Dijo ya en un tono normal de voz, el camino ahora que estaba empezando a llover más fuerte se había quedado desierto.
Lo cierto era que aquella historia había pasado poco después de escaparse de casa, fue entonces cuando encontró la espada abandonada en un pequeño riachuelo que se había formado por las lluvias, no pudo evitar sonreír ante aquellos recuerdos y a pesar de que pasó aquella noche aterrorizado y perdido, pasando frío en mitad de la nada, él había llegado a considerarlo con el tiempo una especie de prueba.
-“Dos días más tarde encontré uno de los caminos principales y una pareja de ancianos me indicaron el camino hacia la ciudad” – dijo sacando el paraguas pues la lluvia aunque aún no era nada de lo que preocuparse si estaba empezando a ser una molestia– “Me pase casi una semana dando vueltas en círculos junto a uno de los caminos más transitados sin saberlo” – tras decir esto se le escapó una carcajada nerviosa.
La muchacha que seguía disfrutando del agua no parecía importarle mojarse, así que sin abrir el paraguas siguió avanzando a un paso constante junto a ella. De algún modo la lluvia ponía a Niziare de buen humor, así que no le encontró mucho sentido a abrir el paraguas en aquel momento. Lo mantuvo a mano, sin embargo, por si cambiaba de idea más adelante.
Eltrant mientras observaba distraído como la gente se lanzaba a cubrir los carromatos con toldos y corrían de un lugar a otro se cubrió la cabeza con la capucha de su capa, la tela no tardaría en empaparse, pero de momento no parecía necesario usar el paraguas.
Curioso miró como su acompañante reía bajo la lluvia, protegiendo la bolsa con los libros y la comida, parecía estar verdaderamente disfrutando de aquello. Entre risas la muchacha le preguntó cuántas veces había aguantado una tormenta en algún lugar remoto, él sin embargo se tomó su tiempo para contestar –“En los bosques no muy lejos de aquí, los que colindan con las granjas” – contestó en voz alta tratando de hacerse oír sobre las personas que gritaban mientras ponían a buen recaudo sus pertenencias y se marchaban a resguardarse – “Recuerdo que hace... no se cuanto exactamente... unos cuatro años, me perdí completamente” – Continuó – “Así que vague y vague durante días por el bosque, buscando alguna forma de salir, fue al tercer día de estar perdido cuando empezó la tormenta” – Mientras hablaba Eltrant siguió andando junto a Niziare, su capa se estaba humedeciendo poco a poco, pero aún seguía sin parecer necesario usar el paraguas, la tela gruesa se encargaba de rechazar el poco agua que aún estaba precipitándose contra el suelo. – “Me oculte en una cueva cerca de un manantial durante bastante horas, la verdad es que tampoco me acuerdo de cuantas exactamente, las pasé dormido casi todas” – Dijo ya en un tono normal de voz, el camino ahora que estaba empezando a llover más fuerte se había quedado desierto.
Lo cierto era que aquella historia había pasado poco después de escaparse de casa, fue entonces cuando encontró la espada abandonada en un pequeño riachuelo que se había formado por las lluvias, no pudo evitar sonreír ante aquellos recuerdos y a pesar de que pasó aquella noche aterrorizado y perdido, pasando frío en mitad de la nada, él había llegado a considerarlo con el tiempo una especie de prueba.
-“Dos días más tarde encontré uno de los caminos principales y una pareja de ancianos me indicaron el camino hacia la ciudad” – dijo sacando el paraguas pues la lluvia aunque aún no era nada de lo que preocuparse si estaba empezando a ser una molestia– “Me pase casi una semana dando vueltas en círculos junto a uno de los caminos más transitados sin saberlo” – tras decir esto se le escapó una carcajada nerviosa.
La muchacha que seguía disfrutando del agua no parecía importarle mojarse, así que sin abrir el paraguas siguió avanzando a un paso constante junto a ella. De algún modo la lluvia ponía a Niziare de buen humor, así que no le encontró mucho sentido a abrir el paraguas en aquel momento. Lo mantuvo a mano, sin embargo, por si cambiaba de idea más adelante.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
La muchacha escuchó el relato con atención, aunque ésto no resultaba muy evidente ya que su mirada no estaba puesta en su acompañante, si no en las pocas personas que todavía pululaban por ahí tironeando carretas, abriendo paraguas o guareciéndose bajo el primer árbol que encontrasen. Nunca entendería por qué los humanos eran tan melindrosos, ¿acaso no entendían que si se mojaban, luego era muy fácil simplemente poner a secar la ropa? Se rió de ellos por delicados, aunque pronto pensó que tal vez estaban refugiándose de los posibles rayos, pues justo encima de ellos el cielo rugía y tronaba con impertinencia.
En medio de la historia se giró levemente y le dedicó una mirada incrédula al joven, arqueando una ceja- ¿En serio estuviste perdido en el bosque durante tanto tiempo? ¿No te dio miedo? -Inquirió, sin saber que muchas personas se habrían sentido incómodas ante la pregunta. No eran pocos los orgullosos que jamás admitirían haber tenido miedo- ¡Y encima te metiste a dormir en una cueva! Seguro que en esa época no sabías que ahí suelen vivir o esconderse toda clase de criaturas, ¿verdad? Trolls, Lamias, Dríopes, Licántropos... -Se mordió la lengua, pero era demasiado tarde: ya lo había dicho. Deseó fuertemente que la afectación al pronunciar su propia raza hubiese pasado desapercibida. Se aclaró la garganta- Incluso los espíritus del bosque a veces se meten a las cuevas para descansar de sus labores. ¡Y tú allí, durmiendo!. -Negó con la cabeza. Verdaderamente era una suerte que aquel muchacho siguiera vivo. En un día de mucha hambre y escasez de presas, incluso ella no habría tenido demasiados miramientos a la hora de zamparse a algún "bello durmiente" que encontrase en una cueva remota.
A medida que pasaban los minutos el bullicio iba quedando atrás y al poco tiempo sólo quedaron los sonidos de sus pasos, la lluvia repiqueteando contra el suelo y los truenos haciéndose notar allá en las alturas. Ya no había ninguna necesidad de alzar tanto la voz para hablar. -Has tenido suerte, qué bueno que pudiste hallar el camino. -Asintió con la cabeza para dar más peso a sus propias palabras antes de proseguir- Una vez iba yo paseando por una pradera, de esas que no tienen ningún árbol, ni roca, ni nada, sólo pasto, y el cielo se puso tal como ahora, bien negro. Cuando quise volver ya fue muy tarde: comenzó a caer un chaparrón que no te imaginas, no como este, que está siendo bastante amable. Y con él, los rayos. ¡Parecía una fiesta de luces! -Hizo un ademán exagerado con las manos abiertas y miró al muchacho con cara de sorpresa, como si con sólo imaginarse la imagen que había visto tiempo atrás, volviera a sorprenderse- Al final, temí tanto por mi vida que no me quedó otra que meterme en una madriguera de conejos que había abierta en la tierra entre unos arbustitos. Los pisoteé un poco, pobrecitos, pero de no haberlo hecho quizá ahora estaría frita, ¡literalmente! -Y volvió a reír.
Hacía tiempo que no ejercitaba tanto los músculos de las mejillas con tanto diálogo y risotada. Al final estaba contenta de haber encontrado aquella compañía. Tal vez, pensó, su hermano le había enviado desde el cielo aquella oportunidad de hacer un nuevo amigo, como agradecimiento por el deseo que le había dedicado. Gustosa con la idea, se arrimó al joven y le hizo un gesto hacia el paraguas. Las gotas eran cada vez más gruesas y constantes y temía que la protección de la capa no fuese suficiente para mantener secos los libros.
En medio de la historia se giró levemente y le dedicó una mirada incrédula al joven, arqueando una ceja- ¿En serio estuviste perdido en el bosque durante tanto tiempo? ¿No te dio miedo? -Inquirió, sin saber que muchas personas se habrían sentido incómodas ante la pregunta. No eran pocos los orgullosos que jamás admitirían haber tenido miedo- ¡Y encima te metiste a dormir en una cueva! Seguro que en esa época no sabías que ahí suelen vivir o esconderse toda clase de criaturas, ¿verdad? Trolls, Lamias, Dríopes, Licántropos... -Se mordió la lengua, pero era demasiado tarde: ya lo había dicho. Deseó fuertemente que la afectación al pronunciar su propia raza hubiese pasado desapercibida. Se aclaró la garganta- Incluso los espíritus del bosque a veces se meten a las cuevas para descansar de sus labores. ¡Y tú allí, durmiendo!. -Negó con la cabeza. Verdaderamente era una suerte que aquel muchacho siguiera vivo. En un día de mucha hambre y escasez de presas, incluso ella no habría tenido demasiados miramientos a la hora de zamparse a algún "bello durmiente" que encontrase en una cueva remota.
A medida que pasaban los minutos el bullicio iba quedando atrás y al poco tiempo sólo quedaron los sonidos de sus pasos, la lluvia repiqueteando contra el suelo y los truenos haciéndose notar allá en las alturas. Ya no había ninguna necesidad de alzar tanto la voz para hablar. -Has tenido suerte, qué bueno que pudiste hallar el camino. -Asintió con la cabeza para dar más peso a sus propias palabras antes de proseguir- Una vez iba yo paseando por una pradera, de esas que no tienen ningún árbol, ni roca, ni nada, sólo pasto, y el cielo se puso tal como ahora, bien negro. Cuando quise volver ya fue muy tarde: comenzó a caer un chaparrón que no te imaginas, no como este, que está siendo bastante amable. Y con él, los rayos. ¡Parecía una fiesta de luces! -Hizo un ademán exagerado con las manos abiertas y miró al muchacho con cara de sorpresa, como si con sólo imaginarse la imagen que había visto tiempo atrás, volviera a sorprenderse- Al final, temí tanto por mi vida que no me quedó otra que meterme en una madriguera de conejos que había abierta en la tierra entre unos arbustitos. Los pisoteé un poco, pobrecitos, pero de no haberlo hecho quizá ahora estaría frita, ¡literalmente! -Y volvió a reír.
Hacía tiempo que no ejercitaba tanto los músculos de las mejillas con tanto diálogo y risotada. Al final estaba contenta de haber encontrado aquella compañía. Tal vez, pensó, su hermano le había enviado desde el cielo aquella oportunidad de hacer un nuevo amigo, como agradecimiento por el deseo que le había dedicado. Gustosa con la idea, se arrimó al joven y le hizo un gesto hacia el paraguas. Las gotas eran cada vez más gruesas y constantes y temía que la protección de la capa no fuese suficiente para mantener secos los libros.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
-“¡Claro que tuve miedo!” - Dijo Eltrant riendo, y decía la verdad, estuvo aterrado durante todo el tiempo que estuvo perdido, en aquel entonces no era más que un muchacho perdido sin nada para defenderse excepto un cuchillo – “Pero sobreviví, y eso es lo que importa” – le aclaró a la joven que le miraba de nuevo con aquellos enormes ojos. – “Y tuve mucha suerte, pero esa es parte del encanto de estos viajes, ¿No crees? “
Un fuerte viento le azotó en la cara llenándosela por unos instantes de tierra, se limpió con la manga y como si nada hubiese sucedido continuó hablando – “Tienes toda la razón, podría estar muerto, pero los licántropos… bueno, he leído que si no se les molesta suelen ser agradables”- le dedicó una cálida sonrisa a la joven antes de continuar avanzando. Los truenos empezaban a sucederse iluminando el camino que tenían ante ellos el cual parecía volverse más y más oscuro según caminaban.
Tenía muchísima suerte de estar allí en aquel momento, había podido morir de tantísimas maneras diferentes que en cierto modo le resultaba hasta gracioso, pero no dejaba que eso le desanimase, si se caracterizaba por algo era por eso.
El camino, ya embarrado, se iba tornando poco a poco cada vez más intransitable, las botas de Eltrant cada vez se hundían más en la tierra debido a su peso. A pesar del esfuerzo extra la conversación que estaba teniendo con Niziare le estaba resultando realmente agradable. –“¿En una madriguera de conejos?” – Preguntó incrédulo – “¿Qué edad tenías exactamente entonces? No estoy de si son realmente espaciosas para un ser humano” – dejando de lado aquella pregunta rápidamente hizo otra- “Espera, ¿Te daban miedo los relámpagos?” – preguntó con una sonrisa socarrona.
Haciendo caso a su acompañante que señalaba el paraguas, lo abrió y le dejó el suficiente espacio para que se ocultara de la lluvia. Algo en aquella tormenta le inquietaba un poco, como si le advirtiera de que todo iba a ir a peor ahora que estaba dejando la ciudad, que cada paso que daban se volvía cada vez más y más lejana atrás, en el horizonte.
Un fuerte viento le azotó en la cara llenándosela por unos instantes de tierra, se limpió con la manga y como si nada hubiese sucedido continuó hablando – “Tienes toda la razón, podría estar muerto, pero los licántropos… bueno, he leído que si no se les molesta suelen ser agradables”- le dedicó una cálida sonrisa a la joven antes de continuar avanzando. Los truenos empezaban a sucederse iluminando el camino que tenían ante ellos el cual parecía volverse más y más oscuro según caminaban.
Tenía muchísima suerte de estar allí en aquel momento, había podido morir de tantísimas maneras diferentes que en cierto modo le resultaba hasta gracioso, pero no dejaba que eso le desanimase, si se caracterizaba por algo era por eso.
El camino, ya embarrado, se iba tornando poco a poco cada vez más intransitable, las botas de Eltrant cada vez se hundían más en la tierra debido a su peso. A pesar del esfuerzo extra la conversación que estaba teniendo con Niziare le estaba resultando realmente agradable. –“¿En una madriguera de conejos?” – Preguntó incrédulo – “¿Qué edad tenías exactamente entonces? No estoy de si son realmente espaciosas para un ser humano” – dejando de lado aquella pregunta rápidamente hizo otra- “Espera, ¿Te daban miedo los relámpagos?” – preguntó con una sonrisa socarrona.
Haciendo caso a su acompañante que señalaba el paraguas, lo abrió y le dejó el suficiente espacio para que se ocultara de la lluvia. Algo en aquella tormenta le inquietaba un poco, como si le advirtiera de que todo iba a ir a peor ahora que estaba dejando la ciudad, que cada paso que daban se volvía cada vez más y más lejana atrás, en el horizonte.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
-Estoy de acuerdo. A veces el miedo no es malo, a veces simplemente es un... "indicador" de que estamos viviendo una gran aventura. ¡Preferiría morir de miedo antes que de aburrimiento! -Exclamó, jovial.
Se rascó la nuca con fingido desinterés cuando la amabilidad de los de su raza entró en el tema. Miró hacia otro lado haciendo un pequeño mohín con los labios; la verdad era que no todos eran agradables, ni siquiera cuando se les dejaba tranquilos. Algunos licántropos eran excesivamente racistas y tendían a despreciar a toda criatura que no fuera como ellos: especialmente a los vampiros y a los humanos, que según lo poco que Niziare sabía, habían sido dos especies causantes de mucho mal para los "hombres lobo" muchas décadas atrás. Otros, en cambio, eran seres sabios y, aunque por lo general solitarios, amables y dicharacheros cuando había oportunidad. Ella se mantenía ajena a los conflictos interraciales y, mientras no tuviese mucha hambre y fuese tratada con decencia, siempre devolvería el trato amable a las personas. La cálida sonrisa del joven le impidió contrariar su opinión y simplemente se encogió de hombros, escuchándole sin chistar.
Estaba apartándose el cabello del rostro y quejándose en voz baja del esfuerzo que se veía forzada a hacer para poder caminar aún pese al barro que le succionaba los pies cuando, luego de soltar una carcajada socarrona y grave, replicó- ¡Se nota que no te has topado con ningún conejo del Este! Son enormes, y no te imaginas cuán deliciosa es su carne. Además de tener mucha, porque no son como estos bicharracos esqueléticos y menudos de aquí, es muy tierna. ¡Muac! -Se había llevado la mano a los labios para besarse las puntas de los dedos, llevando a cabo ese gesto que hacen las personas para insinuar que la comida está apetitosa- Sus madrigueras son enormes, como te podrás imaginar. Alguien de mi tamaño cabe perfectamente. Tú, sin embargo... uhm, creo que te atorarías. -Lo recorrió con la mirada de pies a cabeza y asintió un par de veces, dándose la razón a sí misma, aunque pronto su cara de satisfacción cambió a una de indignación- ¡Claro que no, no los relámpagos! Quita esa sonrisa de tu cara. Lo que me da miedo, querido Eltrant... -agregó con tono suspicaz- ...es que, como dicen por ahí, me parta un rayo. ¡Qué muerte tan horrible debe ser esa!
No tardó ni tres segundos en cobijarse bajo el paraguas, pegando su hombro contra el humano para poder aprovechar mejor el refugio. El viento la obligaba a entrecerrar los ojos para protegerse de la tierra levantada por el vendaval. -¿Y por qué estabas tú solo en un bosque hace años, si se puede saber? Es muy raro que los huma... que las personas se internen allí sin ninguna escolta.
Se rascó la nuca con fingido desinterés cuando la amabilidad de los de su raza entró en el tema. Miró hacia otro lado haciendo un pequeño mohín con los labios; la verdad era que no todos eran agradables, ni siquiera cuando se les dejaba tranquilos. Algunos licántropos eran excesivamente racistas y tendían a despreciar a toda criatura que no fuera como ellos: especialmente a los vampiros y a los humanos, que según lo poco que Niziare sabía, habían sido dos especies causantes de mucho mal para los "hombres lobo" muchas décadas atrás. Otros, en cambio, eran seres sabios y, aunque por lo general solitarios, amables y dicharacheros cuando había oportunidad. Ella se mantenía ajena a los conflictos interraciales y, mientras no tuviese mucha hambre y fuese tratada con decencia, siempre devolvería el trato amable a las personas. La cálida sonrisa del joven le impidió contrariar su opinión y simplemente se encogió de hombros, escuchándole sin chistar.
Estaba apartándose el cabello del rostro y quejándose en voz baja del esfuerzo que se veía forzada a hacer para poder caminar aún pese al barro que le succionaba los pies cuando, luego de soltar una carcajada socarrona y grave, replicó- ¡Se nota que no te has topado con ningún conejo del Este! Son enormes, y no te imaginas cuán deliciosa es su carne. Además de tener mucha, porque no son como estos bicharracos esqueléticos y menudos de aquí, es muy tierna. ¡Muac! -Se había llevado la mano a los labios para besarse las puntas de los dedos, llevando a cabo ese gesto que hacen las personas para insinuar que la comida está apetitosa- Sus madrigueras son enormes, como te podrás imaginar. Alguien de mi tamaño cabe perfectamente. Tú, sin embargo... uhm, creo que te atorarías. -Lo recorrió con la mirada de pies a cabeza y asintió un par de veces, dándose la razón a sí misma, aunque pronto su cara de satisfacción cambió a una de indignación- ¡Claro que no, no los relámpagos! Quita esa sonrisa de tu cara. Lo que me da miedo, querido Eltrant... -agregó con tono suspicaz- ...es que, como dicen por ahí, me parta un rayo. ¡Qué muerte tan horrible debe ser esa!
No tardó ni tres segundos en cobijarse bajo el paraguas, pegando su hombro contra el humano para poder aprovechar mejor el refugio. El viento la obligaba a entrecerrar los ojos para protegerse de la tierra levantada por el vendaval. -¿Y por qué estabas tú solo en un bosque hace años, si se puede saber? Es muy raro que los huma... que las personas se internen allí sin ninguna escolta.
Niziare
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