En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Eltrant palideció un poco ante la pregunta de la joven, no era como si no se esperase la pregunta, después de todo él era quien en primer lugar había hablado de su fugaz primera aventura, pero se dio cuenta demasiado tarde de que no estaba preparado para responderla.
-“Ya sabes, era joven, me interné en el bosque… por curiosidad” – No mintió del todo, había una parte de verdad en aquellas palabras, simplemente omitió el hecho de haberse marchado de casa en la oscuridad de la noche y técnicamente, eso no era mentir. Siempre que salía el tema se sentía mal por lo que hizo, y aunque se obligaba a sí mismo a pensar que fue necesario, que de otro modo nunca pudiese evitado ser un granjero más entre mucho, no lograba dejar atrás aquellos sentimientos.
No hizo ningún comentario sobre los rayos, no conocía a nadie a quien le hubiese caído uno encima, y aunque sabía que hacia las en el oeste había personas capaz de controlarlo habría que tener muy mala suerte para recibir un impacto directo de uno. Y aunque posible, lo veía muy improbable.
La tormenta, cada vez más y más salvaje les estaba impidiendo avanzar a buen ritmo, y el paraguas estaba siendo inefectivo para protegerles del agua que por culpa del fuerte viento les llegaba desde todas direcciones, debían de haber hecho como los demás y ocultarse en cuanto hubo indicios de lluvia, maldiciendo por lo bajo miró a su alrededor en busca de refugio.
-“La tormenta está empeorando” – dijo casi gritando para hacerse oír sobre el sonido del viento, aún con aquel vendaval habían hecho buenos progresos, el imponente castillo de Lunargenta no era ya sino un pequeño punto en el horizonte tras ellos, o lo seria, si la espesa niebla que había arrastrado el viento hasta allí les permitiese ver más allá de unos pocos metros.
Por otro lado la historia sobre aquellos exquisitos animales que excavaban madrigueras enormes en la tierra (que por mucho que Niziare los mencionase como conejos dudaba que lo fuesen) le volvió a recordar que no había comido nada desde que amaneció y su acompañante también parecía tener hambre, así que aquella era la excusa perfecta para hacer que la joven que parecía no importarle salir volando por culpa del viento se parase a descansar.
-“Es peligroso” – le recordó señalando al cielo - “Deberíamos parar y descansar hasta que pase, comamos algo al menos ”
-“Ya sabes, era joven, me interné en el bosque… por curiosidad” – No mintió del todo, había una parte de verdad en aquellas palabras, simplemente omitió el hecho de haberse marchado de casa en la oscuridad de la noche y técnicamente, eso no era mentir. Siempre que salía el tema se sentía mal por lo que hizo, y aunque se obligaba a sí mismo a pensar que fue necesario, que de otro modo nunca pudiese evitado ser un granjero más entre mucho, no lograba dejar atrás aquellos sentimientos.
No hizo ningún comentario sobre los rayos, no conocía a nadie a quien le hubiese caído uno encima, y aunque sabía que hacia las en el oeste había personas capaz de controlarlo habría que tener muy mala suerte para recibir un impacto directo de uno. Y aunque posible, lo veía muy improbable.
La tormenta, cada vez más y más salvaje les estaba impidiendo avanzar a buen ritmo, y el paraguas estaba siendo inefectivo para protegerles del agua que por culpa del fuerte viento les llegaba desde todas direcciones, debían de haber hecho como los demás y ocultarse en cuanto hubo indicios de lluvia, maldiciendo por lo bajo miró a su alrededor en busca de refugio.
-“La tormenta está empeorando” – dijo casi gritando para hacerse oír sobre el sonido del viento, aún con aquel vendaval habían hecho buenos progresos, el imponente castillo de Lunargenta no era ya sino un pequeño punto en el horizonte tras ellos, o lo seria, si la espesa niebla que había arrastrado el viento hasta allí les permitiese ver más allá de unos pocos metros.
Por otro lado la historia sobre aquellos exquisitos animales que excavaban madrigueras enormes en la tierra (que por mucho que Niziare los mencionase como conejos dudaba que lo fuesen) le volvió a recordar que no había comido nada desde que amaneció y su acompañante también parecía tener hambre, así que aquella era la excusa perfecta para hacer que la joven que parecía no importarle salir volando por culpa del viento se parase a descansar.
-“Es peligroso” – le recordó señalando al cielo - “Deberíamos parar y descansar hasta que pase, comamos algo al menos ”
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
La respuesta no satisfizo ni un poco su curiosidad, mas decidió no indagar más al respecto, por lo menos en aquel momento. Más ocupada estaba en quitarse el pelo de la cara y acomodarse la ropa cada veinte segundos, que con el viento se le desacomodaba constantemente: la camisa le quedaba tan grande que, con los tirones de aquel vendaval, corría el riesgo de terminar peor que con un simple hombro al aire. Y, aunque el nudismo le parecía cómodo, práctico y agradable, no deseaba incomodar al hombre que tenía a su lado descubriéndose los pechos por accidente.
El "No me digas" con que respondió la obviedad gritada por Eltrant apenas se llegó a escuchar por sobre el incesante ulular del viento. La idea de descansar no era tan desacertada tomando en cuenta que sobre ellos se desataba una batalla campal entre el viento, los rayos y la tierra que volaba para todos lados. Miró de un lado a otro y, afirmando la bolsa contra su pecho con un brazo, levantó el otro para señalar con el índice un establo a no más de trescientos metros de distancia. La precaria estructura de madera crujía y se balanceaba de un lado a otro y, aunque daba el aspecto de poder salir volando en cualquier momento, si no lo había hecho hasta ahora era porque resultaba bien afirmada en su base- ¡Ahí! -Ansiosa por la proximidad de la hora de comer, tomó la iniciativa y salió trotando al encuentro con el refugio.
Fue difícil llegar hasta allí. De haber estado descalza le habría resultado mucho más fácil, pero las botas le pesaban con agua y barro y hacían la labor de correr triplemente difícil. Al llegar a las puertas del establo, que tenía ambas hojas abiertas y éstas se cerraban y abrían a causa del viento causando un gran alboroto, notó que el sitio estaba abandonado. Ni rastro había de animales, mucho menos de personas. Agradeciendo su suerte entró (cuidando que ninguna hoja del portón arremetiera contra ella) y se echó sobre un montón de alfalfa amontonado. Algunos ratoncitos salieron corriendo despavoridos. Lo primero que hizo fue quitarse las botas y lanzarlas a un lado, luego se escurrió el cabello e intentó despegarse la camisa de la piel, que gracias a su humedad evidenciaba más de lo que deseaba. Desenrolló el bolso, extendió la capa chorreante a un lado y sonrió al ver que los libros estaban intactos... y más importante aún: la comida seguía calentita y seca.
El "No me digas" con que respondió la obviedad gritada por Eltrant apenas se llegó a escuchar por sobre el incesante ulular del viento. La idea de descansar no era tan desacertada tomando en cuenta que sobre ellos se desataba una batalla campal entre el viento, los rayos y la tierra que volaba para todos lados. Miró de un lado a otro y, afirmando la bolsa contra su pecho con un brazo, levantó el otro para señalar con el índice un establo a no más de trescientos metros de distancia. La precaria estructura de madera crujía y se balanceaba de un lado a otro y, aunque daba el aspecto de poder salir volando en cualquier momento, si no lo había hecho hasta ahora era porque resultaba bien afirmada en su base- ¡Ahí! -Ansiosa por la proximidad de la hora de comer, tomó la iniciativa y salió trotando al encuentro con el refugio.
Fue difícil llegar hasta allí. De haber estado descalza le habría resultado mucho más fácil, pero las botas le pesaban con agua y barro y hacían la labor de correr triplemente difícil. Al llegar a las puertas del establo, que tenía ambas hojas abiertas y éstas se cerraban y abrían a causa del viento causando un gran alboroto, notó que el sitio estaba abandonado. Ni rastro había de animales, mucho menos de personas. Agradeciendo su suerte entró (cuidando que ninguna hoja del portón arremetiera contra ella) y se echó sobre un montón de alfalfa amontonado. Algunos ratoncitos salieron corriendo despavoridos. Lo primero que hizo fue quitarse las botas y lanzarlas a un lado, luego se escurrió el cabello e intentó despegarse la camisa de la piel, que gracias a su humedad evidenciaba más de lo que deseaba. Desenrolló el bolso, extendió la capa chorreante a un lado y sonrió al ver que los libros estaban intactos... y más importante aún: la comida seguía calentita y seca.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Siguiendo a su compañera de viaje hasta un establo, entró rápidamente tras ella para ver cómo se tiraba sobre el lecho de alfalfa. Dándole un poco de intimidad a la joven, exploró el lugar y se lo encontró completamente vacío, sin animales, sin personas, no había nadie. Y aunque el lugar no parecía estar abandonado aquella noche probablemente tendrían tranquilidad.
Después de un rato haciendo como que comprobaba el lugar volvió hasta dónde estaba Niziare, se sentó frente a ella quitándose las botas que totalmente húmedas hacían que con cada paso que daba sonase un sonido muy característico a lo que le siguió la capa que la colgó no muy lejos de él para que se secase.
-“Al menos no vamos a pasar sed” – bromeó al escuchar otro trueno que ilumino la estancia casi en su totalidad por una fracción de segundo. Cogiendo un par de piedras del suelo y unos tocones que había repartidos por el lugar se decidía hacer una pequeña hoguera improvisada, lo había hecho ya numerosas veces, y las ventanas del establo, sin cristal alguno evitarían que al menos, muriesen asfixiados por el humo.
Tras varios intentos sin resultado alguno miro sonriendo a la joven que seguía sentada delante de él – “La madera está húmeda, solo eso” – se justificó, no era ningún adalid de la supervivencia en solitario, pero sí sabia hacer algo tan básico como aquello. Al quinto intento una chispa saltó e inicio una pequeña llama que progresivamente fue engullendo la madera lentamente hasta que la llama fue lo suficiente grande como para transmitir luz y calor. Eltrant con un grito de júbilo celebró su aquel pequeño éxito y se dejó caer junto al fuego, disfrutando del calor que emanaba.
El fuego crepitaba en el centro de aquel húmedo edificio, proporcionaba la suficiente luz como para al menos poder distinguir lo que ocurría a su alrededor, no estaba seguro de que hora era, pero debía de estar anocheciendo, con las nubes ocultando el sol estaba empezando a estar increíblemente oscuro fuera.
No pudo evitar pensar que hace apenas unas horas no tenía pensado nada de eso, que había salido de la ciudad con una completa desconocida y que de no llegar a entrar en aquella pequeña plazoleta ahora mismo estaría pasando el diluvio en alguna taberna de mala muerte o aún peor, a la intemperie. Lo de pasarla en una taberna no le incomodaba en realidad, se estaba caliente y si no prestaba atención a los adorables caballeros que pensaban que una noche divertida era mezclar alcohol y peleas a cuchillo podía sentirse cómodo ahí adentro, el problema, como siempre, eran los aeros.
-“Podría ser peor” – comenzó a hablar mientras le daba un gigantesco bocado a su comida para continuar varios segundos después de tragarla – “Podríamos tener aquí a toda una multitud yendo de un lado para otro” – se le escapo una débil carcajada al mencionar eso.
Después de un rato haciendo como que comprobaba el lugar volvió hasta dónde estaba Niziare, se sentó frente a ella quitándose las botas que totalmente húmedas hacían que con cada paso que daba sonase un sonido muy característico a lo que le siguió la capa que la colgó no muy lejos de él para que se secase.
-“Al menos no vamos a pasar sed” – bromeó al escuchar otro trueno que ilumino la estancia casi en su totalidad por una fracción de segundo. Cogiendo un par de piedras del suelo y unos tocones que había repartidos por el lugar se decidía hacer una pequeña hoguera improvisada, lo había hecho ya numerosas veces, y las ventanas del establo, sin cristal alguno evitarían que al menos, muriesen asfixiados por el humo.
Tras varios intentos sin resultado alguno miro sonriendo a la joven que seguía sentada delante de él – “La madera está húmeda, solo eso” – se justificó, no era ningún adalid de la supervivencia en solitario, pero sí sabia hacer algo tan básico como aquello. Al quinto intento una chispa saltó e inicio una pequeña llama que progresivamente fue engullendo la madera lentamente hasta que la llama fue lo suficiente grande como para transmitir luz y calor. Eltrant con un grito de júbilo celebró su aquel pequeño éxito y se dejó caer junto al fuego, disfrutando del calor que emanaba.
El fuego crepitaba en el centro de aquel húmedo edificio, proporcionaba la suficiente luz como para al menos poder distinguir lo que ocurría a su alrededor, no estaba seguro de que hora era, pero debía de estar anocheciendo, con las nubes ocultando el sol estaba empezando a estar increíblemente oscuro fuera.
No pudo evitar pensar que hace apenas unas horas no tenía pensado nada de eso, que había salido de la ciudad con una completa desconocida y que de no llegar a entrar en aquella pequeña plazoleta ahora mismo estaría pasando el diluvio en alguna taberna de mala muerte o aún peor, a la intemperie. Lo de pasarla en una taberna no le incomodaba en realidad, se estaba caliente y si no prestaba atención a los adorables caballeros que pensaban que una noche divertida era mezclar alcohol y peleas a cuchillo podía sentirse cómodo ahí adentro, el problema, como siempre, eran los aeros.
-“Podría ser peor” – comenzó a hablar mientras le daba un gigantesco bocado a su comida para continuar varios segundos después de tragarla – “Podríamos tener aquí a toda una multitud yendo de un lado para otro” – se le escapo una débil carcajada al mencionar eso.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Al cuarto intento de encender la fogata, Niziare decidió que sería mejor alejarse momentáneamente para no poner en evidencia la sonrisita que le crecía en el rostro, tentada a ofrecerle su ayuda al hombre. Se puso de pie e intentó sentirse lo más cómoda posible. Acomodó contra la pared más cercana ambas botas inclinadas hacia abajo para que chorreasen todo el agua y se acercó a un tronco en horizontal (seguramente el sitio donde habrían dejado las monturas de los caballos y otros ornamentos) y para extender allí la capa. Se desembarazó de la faja y la depositó en el mismo sitio. Ahora sólo llevaba la camisa, que sin la contención de la otra tela le caía holgada hasta poco más arriba de las rodillas, y el pantalón que, por suerte, al estar húmedo no se le deslizaba bajo la cintura. Se aprontó a regresar frente a su acompañante y tomó asiento donde momentos antes, dedicándole una sonrisa de aprobación cuando vio crepitar las llamas. Acercó las palmas abiertas para sentir el agradable calor aunque, cuando recordó que tenía más hambre que frío, se apresuró a apropiarse de su bocadillo.
Cuando dio el primer mordisco los ojos le brillaron de emoción. ¡Hacía cuánto no probaba la gastronomía humana! Saboreó la carne cocinada y, aunque no supo identificar de qué animal era, tuvo que admitir que sabía deliciosa. Calculaba que habían pasado por lo menos dos años desde la última vez que comía pan y, aunque a veces asaba sus presas, nunca se molestaba en darle mayor preparación a sus alimentos, salvo condimentarlos con alguna que otra plantita silvestre que encontrase. Casi lloraba de emoción, aquella explosión de sabores la transportaba irremediablemente hacia sus años de vida "humana"- ¡Eshtá delishiosho! -Chilló con la boca llena. En menos de un minuto ya no quedaba rastro del tentempié, así que tuvo que conformarse con lamerse las puntas de los dedos y comer las migajas que habían caído sobre su regazo. Aunque increíblemente apetitoso, el bocadillo apenas le había llenado una cuarta parte del estómago.
Superada la "crisis de emoción culinaria", volvió su mirada al muchacho que tenía enfrente y simuló un escalofrío ante su comentario.- Preferiría seguir en la lluvia de ser así. ¡Qué odiosas son las multitudes! Nadie te respeta si mides menos de dos metros. -Hizo un puchero y dio un respingo cuando otro rayo, aún más fuerte que el anterior, hizo vibrar el suelo y los iluminó por completo durante escasos segundos- ¿Crees que esto dure demasiado? No quisiera pasarme dos días aquí metida, huele a caballo. -Y a perro, pensó, olfateando su camisa.
Cuando dio el primer mordisco los ojos le brillaron de emoción. ¡Hacía cuánto no probaba la gastronomía humana! Saboreó la carne cocinada y, aunque no supo identificar de qué animal era, tuvo que admitir que sabía deliciosa. Calculaba que habían pasado por lo menos dos años desde la última vez que comía pan y, aunque a veces asaba sus presas, nunca se molestaba en darle mayor preparación a sus alimentos, salvo condimentarlos con alguna que otra plantita silvestre que encontrase. Casi lloraba de emoción, aquella explosión de sabores la transportaba irremediablemente hacia sus años de vida "humana"- ¡Eshtá delishiosho! -Chilló con la boca llena. En menos de un minuto ya no quedaba rastro del tentempié, así que tuvo que conformarse con lamerse las puntas de los dedos y comer las migajas que habían caído sobre su regazo. Aunque increíblemente apetitoso, el bocadillo apenas le había llenado una cuarta parte del estómago.
Superada la "crisis de emoción culinaria", volvió su mirada al muchacho que tenía enfrente y simuló un escalofrío ante su comentario.- Preferiría seguir en la lluvia de ser así. ¡Qué odiosas son las multitudes! Nadie te respeta si mides menos de dos metros. -Hizo un puchero y dio un respingo cuando otro rayo, aún más fuerte que el anterior, hizo vibrar el suelo y los iluminó por completo durante escasos segundos- ¿Crees que esto dure demasiado? No quisiera pasarme dos días aquí metida, huele a caballo. -Y a perro, pensó, olfateando su camisa.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Eltrant, con la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared frente a él escuchaba como la lluvia se precipitaba sobre el techo del establo. –“Perdona, ¿Decías algo?” – Aunque había sido él quien había empezado la conversación, poco a poco, perdido en sus recuerdos se había ido alejando más y más de aquel lugar. No le preocupó mucho en primera instancia, Niziare parecía seguir ocupada engullendo aquel bocadillo con una voracidad fuera de lo común.
Afuera, los relámpagos se sucedían uno tras otro y aunque cada vez más lejanos, era obvio que al menos la noche tendrían que pasarla allí. Recobrando el hilo del conversación sonrió a la joven – “No te preocupes, trata de no pensar mucho en la tormenta y descansa”
Dejando escapar un fuerte bostezo desenvainó el arma que aún llevaba colgada al cinto. La espada, como si tratase de rememorar un tiempo ya pasado brilló tenuemente cuando la luz del fuego bañó su filo. Eltrant, con actitud abstraída usó la corroída arma para atizar el fuego, con la punta de la misma removió los troncos los cuales después de varios toques volvieron a prender con la misma intensidad que antes.
El haber salido de la ciudad sin haber decidido nada había dejado muchas cosas inconclusas en su cabeza respecto a lo que iba a hacer más adelante. Al menos de momento iba con Niziare, su vista se clavó en la joven que frente a él se calentaba las manos en el fuego, tenía al menos dos días, quizás tres si el tiempo seguía así para decidir a dónde quería ir.
Lo que había hecho hasta ahora era simplemente caminar hasta dónde le llevasen sus pies, ese era su plan principal, pero era consciente de que de esa forma podía terminar perdido en algún bosque lejos de cualquier resquicio de civilización, por lo que tambien habia pensado en viajar hacia las Islas Illidenses dónde residían los brujos, individuos capaz de controlar los elementos a su antojo. Él último destino que había pensado era visitar las tierras de los elfos, cosa que en realidad dudaba que hiciese, porque aunque había tratado con un par de elfos en Lunargenta y en sus viajes supuestamente eran bastante recelosos de dejar entrar viajeros en su territorio.
Volvió a envainar la espada, la cual se quitó del cinturón y dejó no muy lejos de él.
La lluvia como escasos minutos antes seguía repiqueteando contra el techo de la cuadra. -"No parece que vaya a amainar pronto” – dijo a su compañera mientras usando su capa a modo de almohada se tumbó junto al fuego.
Después de acomodarse sacó de la bolsa de viaje el libro de color verde que la muchacha le había pedido que leyese antes de que la tormenta empezase, en la ciudad, y tras comprobar que la humedad no había hecho un gran destrozo en aquel ejemplar comenzó a leer en voz alta:
"Cuenta la leyenda que una vez cada cien años aparece un lobo manchado por la sangre de sus antepasados, manchado por la estirpe de Fenrir, dicen que este lobo traerá la desgracia a cualquier familia, a cualquier clan e incluso hasta su propia especie.
Fenrir, pagó por los pecados de su padre, Loki, convirtiéndose así en un lobo gigante. Las profecías de los dioses decían que Fenrir causaría gran daño a la humanidad si no se le detenía pronto, entonces decidieron aprisionarlo, Tyr se ofreció a realizar la proeza."
Tras finalizar de leer ese trozó le dedicó una sonrisa a la joven y dijo – “Mañana, más” – En realidad había dejado de leer porque en aquel punto faltaba una pagina, y aunque el contexto de la historia se podía seguir areciando había detalles importantes que no estaban.
Eltrant volvió a guardar el libro y aún tumbado miró hacia al techo de la habitación – “Si te has quedado intrigada puedes leerlo por tu cuenta” – le dijo bostezando – “... Y Si notas que el fuego empieza a apagarse o comienzas a tener frío despiértame” – Lentamente cerró los ojos, mirando aún hacia el techo.
Afuera, los relámpagos se sucedían uno tras otro y aunque cada vez más lejanos, era obvio que al menos la noche tendrían que pasarla allí. Recobrando el hilo del conversación sonrió a la joven – “No te preocupes, trata de no pensar mucho en la tormenta y descansa”
Dejando escapar un fuerte bostezo desenvainó el arma que aún llevaba colgada al cinto. La espada, como si tratase de rememorar un tiempo ya pasado brilló tenuemente cuando la luz del fuego bañó su filo. Eltrant, con actitud abstraída usó la corroída arma para atizar el fuego, con la punta de la misma removió los troncos los cuales después de varios toques volvieron a prender con la misma intensidad que antes.
El haber salido de la ciudad sin haber decidido nada había dejado muchas cosas inconclusas en su cabeza respecto a lo que iba a hacer más adelante. Al menos de momento iba con Niziare, su vista se clavó en la joven que frente a él se calentaba las manos en el fuego, tenía al menos dos días, quizás tres si el tiempo seguía así para decidir a dónde quería ir.
Lo que había hecho hasta ahora era simplemente caminar hasta dónde le llevasen sus pies, ese era su plan principal, pero era consciente de que de esa forma podía terminar perdido en algún bosque lejos de cualquier resquicio de civilización, por lo que tambien habia pensado en viajar hacia las Islas Illidenses dónde residían los brujos, individuos capaz de controlar los elementos a su antojo. Él último destino que había pensado era visitar las tierras de los elfos, cosa que en realidad dudaba que hiciese, porque aunque había tratado con un par de elfos en Lunargenta y en sus viajes supuestamente eran bastante recelosos de dejar entrar viajeros en su territorio.
Volvió a envainar la espada, la cual se quitó del cinturón y dejó no muy lejos de él.
La lluvia como escasos minutos antes seguía repiqueteando contra el techo de la cuadra. -"No parece que vaya a amainar pronto” – dijo a su compañera mientras usando su capa a modo de almohada se tumbó junto al fuego.
Después de acomodarse sacó de la bolsa de viaje el libro de color verde que la muchacha le había pedido que leyese antes de que la tormenta empezase, en la ciudad, y tras comprobar que la humedad no había hecho un gran destrozo en aquel ejemplar comenzó a leer en voz alta:
"Cuenta la leyenda que una vez cada cien años aparece un lobo manchado por la sangre de sus antepasados, manchado por la estirpe de Fenrir, dicen que este lobo traerá la desgracia a cualquier familia, a cualquier clan e incluso hasta su propia especie.
Fenrir, pagó por los pecados de su padre, Loki, convirtiéndose así en un lobo gigante. Las profecías de los dioses decían que Fenrir causaría gran daño a la humanidad si no se le detenía pronto, entonces decidieron aprisionarlo, Tyr se ofreció a realizar la proeza."
Tras finalizar de leer ese trozó le dedicó una sonrisa a la joven y dijo – “Mañana, más” – En realidad había dejado de leer porque en aquel punto faltaba una pagina, y aunque el contexto de la historia se podía seguir areciando había detalles importantes que no estaban.
Eltrant volvió a guardar el libro y aún tumbado miró hacia al techo de la habitación – “Si te has quedado intrigada puedes leerlo por tu cuenta” – le dijo bostezando – “... Y Si notas que el fuego empieza a apagarse o comienzas a tener frío despiértame” – Lentamente cerró los ojos, mirando aún hacia el techo.
Eltrant Tale
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
Abstraída, observó la espada cuando un tenue brillo la hizo notable entre la penumbra y se preguntó qué historia tendría aquel arma, intentando imaginarla en su momento de gloria. Intuyó que era bastante pesada y se preguntó por qué aquel muchacho seguía cargando con ese viejo pedazo de metal en vez de conseguirse una nueva más afilada, bonita y ligera. Totalmente errada en su conclusión, llegó a pensar que ese viejo armatoste quizá tendría un valor sentimental muy importante. Tal vez, pensó, había sido de su padre, o de su hermano fallecido, o de su abuelo guerrero. Clavó los ojos en Eltrant y, curiosa, tuvo que apretar los labios para abstenerse de ser entrometida e indagar, de una vez por todas, en sus orígenes.
Acercó entonces las manos un poco más al fuego y alzó la mirada hasta clavarla en una de las pequeñas ventanas que aireaba la habitación, por la cual se colaban gotitas y pequeñas hojas llevadas por el fuerte viento que, fuera, lo estremecía todo. La humedad le resultaba incómoda, la tela se le pegaba al cuerpo y sentía deseos de arrancarse la ropa y dormir desnuda sobre la alfalfa, mas aquel era un lujo que aquella noche debería rechazar.
-Bueno, sólo es un pequeño retraso... -Masculló más que nada para sí misma mientras, resignándose ya a que pasarían allí la noche, se abrazaba las rodillas y apoyaba el mentón sobre éstas. Siguió con la mirada al hombre y esbozó una pequeña sonrisa al ver que tomaba el libro. Ávida de conocimientos, enfocó absolutamente toda su atención en el relato.
Muchas expresiones cruzaron por el rostro de Niziare: Primero, expectación. Luego cierto espanto al imaginarse a uno de los suyos en un estado tan bestial que le llevase a destruir todo a su paso. A decir verdad, debido a su huerfandad y al haberse criado sola antes de ser adoptada por una familia humana, no conocía a muchos licántropos. Sin embargo deseaba creer que la mayoría poseía cierto dominio propio; ella, por lo menos, era consciente de sus actos la mayor parte de las ocasiones en que se transformaba. Aunque, tras reflexionarlo, pensó que de hecho en un estado de furia desmedida si que podría perder la compostura. Puso, entonces, cara de pena por el pobre Fenrir que encima había tenido que sufrir por culpa de alguien más. ¿Y qué pintaba en la historia Tyr, que había salido de la nada con la única misión de fastidiarlo? ¿Acaso le tenía resentimiento a Fenrir por algo en especial? Frunció el ceño, deseosa de saber el desenlace de la historia... pero el libro fue cerrado, arrancándole una queja y varios refunfuños. -¡No es justo! ¡Hmpf! -Le dedicó una mirada ceñuda antes de dejarse caer hacia atrás, extendiéndose sobre la pila de alfalfa con los brazos firmemente cruzados sobre el pecho en actitud berrinchuda- Duérmete entonces, egoísta. -Masculló entre dientes, resignándose a la inminente hora de dormir con el humor de un niño caprichoso que no quiere dejar de jugar. Se negó a decir en voz alta "es que no sé leer" (pues, aunque en el pasado intentaron enseñarle, solamente había podido retener en su mente cinco o seis letras de todo el alfabeto) e hizo acopio de todo su cansancio para intentar dignarse a dormir. Apretó los párpados y respiró profundamente.
Y, aunque dos minutos atrás sentía que tenía todas las energías del mundo, apenas al cerrar los ojos fue consciente de todo el cansancio acumulado que cargaba su cuerpo. El día ajetreado, la calidez del fuego y la monótona canción de las gotitas contra el techo del establo lograron aletargarla al punto que, en medio minuto, ya se había rendido ante los encantos de Morfeo.
Acercó entonces las manos un poco más al fuego y alzó la mirada hasta clavarla en una de las pequeñas ventanas que aireaba la habitación, por la cual se colaban gotitas y pequeñas hojas llevadas por el fuerte viento que, fuera, lo estremecía todo. La humedad le resultaba incómoda, la tela se le pegaba al cuerpo y sentía deseos de arrancarse la ropa y dormir desnuda sobre la alfalfa, mas aquel era un lujo que aquella noche debería rechazar.
-Bueno, sólo es un pequeño retraso... -Masculló más que nada para sí misma mientras, resignándose ya a que pasarían allí la noche, se abrazaba las rodillas y apoyaba el mentón sobre éstas. Siguió con la mirada al hombre y esbozó una pequeña sonrisa al ver que tomaba el libro. Ávida de conocimientos, enfocó absolutamente toda su atención en el relato.
Muchas expresiones cruzaron por el rostro de Niziare: Primero, expectación. Luego cierto espanto al imaginarse a uno de los suyos en un estado tan bestial que le llevase a destruir todo a su paso. A decir verdad, debido a su huerfandad y al haberse criado sola antes de ser adoptada por una familia humana, no conocía a muchos licántropos. Sin embargo deseaba creer que la mayoría poseía cierto dominio propio; ella, por lo menos, era consciente de sus actos la mayor parte de las ocasiones en que se transformaba. Aunque, tras reflexionarlo, pensó que de hecho en un estado de furia desmedida si que podría perder la compostura. Puso, entonces, cara de pena por el pobre Fenrir que encima había tenido que sufrir por culpa de alguien más. ¿Y qué pintaba en la historia Tyr, que había salido de la nada con la única misión de fastidiarlo? ¿Acaso le tenía resentimiento a Fenrir por algo en especial? Frunció el ceño, deseosa de saber el desenlace de la historia... pero el libro fue cerrado, arrancándole una queja y varios refunfuños. -¡No es justo! ¡Hmpf! -Le dedicó una mirada ceñuda antes de dejarse caer hacia atrás, extendiéndose sobre la pila de alfalfa con los brazos firmemente cruzados sobre el pecho en actitud berrinchuda- Duérmete entonces, egoísta. -Masculló entre dientes, resignándose a la inminente hora de dormir con el humor de un niño caprichoso que no quiere dejar de jugar. Se negó a decir en voz alta "es que no sé leer" (pues, aunque en el pasado intentaron enseñarle, solamente había podido retener en su mente cinco o seis letras de todo el alfabeto) e hizo acopio de todo su cansancio para intentar dignarse a dormir. Apretó los párpados y respiró profundamente.
Y, aunque dos minutos atrás sentía que tenía todas las energías del mundo, apenas al cerrar los ojos fue consciente de todo el cansancio acumulado que cargaba su cuerpo. El día ajetreado, la calidez del fuego y la monótona canción de las gotitas contra el techo del establo lograron aletargarla al punto que, en medio minuto, ya se había rendido ante los encantos de Morfeo.
Niziare
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Re: En esa ciudad de locos [Libre • Interpretativo] [Cerrado]
(Off-Rol : Niziare me ha permitido hacer que su personaje pueda realizar acciones en este post por privado ^^)
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Pasó toda la noche inquieto revolviéndose en su capa, no fueron pocas las veces en las que se despertó en mitad de la noche y somnoliento miraba a su alrededor tratando de comprender dónde estaba.
Todas y cada una de las veces que se despertaba después de percatarse de que seguía en aquel húmedo establo avivaba un poco el fuego y volvía a comprobar si su compañera, quien se había girado refunfuñando para luego quedarse completamente dormida seguía allí. Se le seguía haciendo extraño viajar con alguien después de tanto tiempo vagando de un lugar a otro solo y en cierto modo no le sorprendería que su acompañante aprovechase la oscuridad de la noche para continuar el viaje por su cuenta, dejándole a él atrás.
Tratando de no hacer ruido para no despertar a Niziare que dormía profundamente no muy lejos de él se volvió a tender sobre la capa y lentamente se quedó profundamente dormido. El repiqueteo de las gotas de agua sobre el tejado del establo fue disminuyendo paulatinamente hasta que el ligero crepitar del fuego recientemente avivado era lo único que se podía oír. A partir de ahí la noche pasó tranquila y silenciosa.
Fue con las primeras luces del alba con las que Eltrant se despertó, un ligero rayo de sol entraba por la pequeña ventana que hacia unas eras no era más que oscuridad, la hoguera no era ahora sino un cumulo de cenizas humeantes en el centro de la habitación. Bostezando se levantó y vistió silenciosamente, dejando dormir un poco más a la joven salió afuera a estirar las piernas.
Una vez en el exterior cerró los ojos e inspiró fuertemente, el aire aún olía a tierra mojada, a su alrededor el murmullo de los pequeños riachuelos que la tormenta había formado era la única cosa audible, los árboles que se mecían suavemente bajo el ahora suave viento dejaban caer pequeñas gotas que, atrapadas, permanecían aún escondidas entre sus hojas. El cambio respecto a la noche anterior no le pasó desapercibido, aquel lugar parecía ser totalmente diferente.
Disfrutó de aquel momento, dejó que aquel aire llenara sus pulmones y disfrutó del cálido abrazo del sol que se alzaba poco a poco sobre el firmamento para después de un tiempo sin hacer nada, volver adentro.
Después de afianzarse de nuevo la espada al cinto y coger la bolsa de viaje golpeó repetidas veces con la punta de los dedos en la punta de la muchacha que aún yacía dormida. Toda la ropa se había secado así que cuando comprobó que abría ligeramente los ojos sonrió – “Te espero fuera, tomate el tiempo que necesites”
No supo exactamente cuánto estuvo esperando, sentado en una piedra junto al edificio aprovechó aquel tiempo para ponerse un poco al día con los libros que llevaba, cuando Niziare salió del establo completamente ataviada se levantó. – “¿Continuamos?” – le preguntó a la chica justo antes de empezar a caminar en dirección a los bosques.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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