Con las alas bien extendidas [Trama clan Cuervos de Plata - Parte 3][Interpretativo] [Libre] PAUSADO
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Re: Con las alas bien extendidas [Trama clan Cuervos de Plata - Parte 3][Interpretativo] [Libre] PAUSADO
Joder. No dejan a uno dormir tranquilo pensó el brujo. Solo había pasado un rato desde que se había acostado y ya había barullo a su alrededor. ¿Es que ni en mitad de la nada se podía estar tranquilo? Los gritos de Karalynn para llamar su atención no eran prácticamente necesarios pues parecía que los atacaba una manada de elefantes. En lo único que podía pensar Vinc era en la emboscada tan grotesca y mal llevaba a la que tenía que enfrentarse. En eso y en las madres de los asaltantes.
- ¡Malditos hijos de mil putas!,- gritó el brujo a sus asaltantes. - ¿Es que ni siquiera sabéis rebanar el pescuezo a alguien en silencio? - siguió gritándoles mientras se incorporaba.
Lo primero que comprobó al levantarse eran tres tipos que se acercaban frontalmente hacia ellos. Al menos dos más estaban disparando flechas desde unos árboles cercanos pero observó como su hermana se internaba en el bosque tras ellos. Elen podía cuidarse sola así que se encargaría de los que venían hacia ellos. Recogió su espada y la desenvainó. Luego tiró la vaina al suelo y, con su esa misma mano, recogió el fuego de la hoguera y se lo lanzó, al enemigo que se acercaba, cuando ya estuvo lo suficientemente cerca. El fuego cayó en las piernas de dos de los asaltantes haciéndoles revolcarse por el suelo para apagar las llamas. Era una medida disuasoria más que otra cosa y el fuego no era para tanto. Solo buscaba asustarlos un poco antes de lanzarse al combate cerrado contra ellos, aunque su hermana había hecho aparecer un dragón eléctrico y con eso ya estaban bastantes confusos.
En cuanto les lanzó el fuego le dio una patada a la hoguera para asegurarse que quedaba apagada del todo. Así Lynn estaría segura en la oscuridad mientras él avanzaba contra el enemigo. El entrechocar del acero resonó en la estepa cuando el brujo alcanzó al primero de los hombres. Era una mala bestia pero torpe, en comparación con Vinc, en el manejo de su arma. Cuando quiso darse cuenta estaba desarmado y su hacha de mano estaba volando por los aires. El rubio podría haberse recreado en la cara de sorpresa del muchacho pero antes de poder hacerlo estaba rechazando a otro individuo, menos corpulento pero más hábil. Esto le costaría la vida pensó el brujo mientras fintaba un ataque. Al ser más hábil no podría tener compasión con él. Se trataba de él, y en definitiva si fallaba de sus amigos, o los asaltantes.
Y así fue después de varios esquives, ataques y contraataques. El hombre, algo mayor que él, se agarró a los brazos de Vinc mientras su vida se escapaba por la herida de su abdomen. La espada del brujo había entrado limpiamente desde abajo y quedó liberada cuando el asaltante se desplomó sin vida.
Con solo una mirada pudo comprobar que el primero con el que había cruzado su espada había perdido las ganas de luchar y vio como huía del lugar sin mirar atrás. Del tercero no se preocupó. Sabía que Lynn estaba cubriéndole y seguramente ella ya se habría encargado de él. Eso o había huido nada más empezar el combate. Daba igual. En cuanto su hermana salió del bosque para comentarles si estaban bien supo que el combate había terminado.
- Menudo desperdicio de vidas,- musitó para sí el brujo mientras limpiaba la hoja de su espada y volvía al campamento.
Días más tarde de aquello se encontraban en Dundarak. Por un lado le agradaba conocer una nueva ciudad. A Vinc siempre le gustaba conocer nuevas culturas y venir a la capital de los dragones era una oportunidad de oro. Pero por otro lado algo le chirriaba. No necesitaban acercarse a la metrópolis para abastecerse. Había otros asentamientos más cercanos a donde se dirigían por la llanura nevada. Si viajara con alguien que no lo supiera no le extrañaría su petición de ir a la capital. De cualquiera no le habría extrañado. De su hermana sí.
Era ella quien lo había dicho y había insistido en ir allí. Elen conocía los asentamientos tanto como él. Los conocían de su anterior viaje al Poblado Abandonado. Por eso, cuando ella pidió que se separaran para abastecerse para el viaje, el brujo asintió en un principio para luego seguirla secretamente. Debían separarse para comprar cosas para el viaje y luego reunirse la posada donde se hospedaban. Eso haría. Después de saber que tramaba.
En un principio solo hizo lo que había dicho. Estar de compras para el viaje. Hasta que se detuvo ante un templo de los caballeros dragón. Si no lo hubiera visto con sus propios ojos no lo creería pero la dejaron entrar cuando les mostró su espada. Esa espada tenía un inmenso poder. No había que ser arcano como él para saberlo. Nunca quiso molestar a su hermana con preguntas sobre donde la había sacado aunque era evidente que tenía algo que ver con los dragones. De momento lo dejaría correr. Ya habría tiempo de preguntarle sobre ello cuando llegaran al Nido. Lo primero era lo primero, así que ahora solo se dispuso a comprar lo que tenía pactado y volver a la posada para no levantar sospechas.
Todo el trayecto fue igual de sencillo que la parte anterior. Al menos hasta las montañas. Nada que no supieran antes de llegar allí. Con lo que no contaban era con su particular dureza. Las sendas por la montaña eran duras pero aquella hacia el Nido era especialmente dura. El que había decidido asentarse allí se había tomado muchas molestias.
- Wallace olvidó mencionar las condiciones de este lugar, estoy congelada,- dijo en voz baja su hermana aunque consiguió oírla de todos modos.
- No está tan mal,- bromeó el brujo haciendo una pequeña llama entre sus manos sonriente. Siempre era un placer para él levantar el ánimo. - Esta parte es aún peor y puede haber un accidente si todos vamos montados,- comentó mientras desmontaba.
Se acercó a su hermana y ató su montura a la de ella en la parte posterior de su silla. Karalynn seguiría en la suya detrás de ellos y él llevaría las riendas de Sombra a pie. Era mejor que alguien desmontado guiara los caballos por este terreno angosto. Un despiste del caballo y acabarían jinete y montura en el abismo. Por suerte, media hora más tarde alcanzaron el bastión terminando su suplicio.
- Impresionantemente jodido de alcanzar diría yo,- comentó en su talante habitual el brujo. - Cualquiera monta un ejército para venir aquí a luchar,- dijo antes de reír.
Sí. El sitio era perfecto. Era innegable. Eso sin contar la magia que desprendía. Seguramente Elen y Karalynn lo habían notado también pero ya tendrían tiempo para hablar dentro. Ahora era mejor buscar refugio en su interior.
Cruzaron un puente del que era mejor no caerse, salvo que uno fuera amante de la carne molida contra rocas, y se encontraron en una plaza. En ella había un muro alto alrededor con letras grabadas en la roca. Vinc se acercó para examinarla mejor y se quitó un guante para palparla.
- Diría que hay magia en ella,- comentó más para sí mismo que para los demás. - Aunque parece que todo el lugar está imbuido en magia después de todo,- siguió en su reflexión personal mientras se incorporaba.
Pasando la plaza con los nombres grabados por fin llegaron al muro exterior de la fortaleza. El sitio parecía deshabitado en una primera impresión aunque el rastrillo de la puerta estaba levantado. En cuanto atravesaron el rastrillo pudieron observar un primer patio con unas caballerizas allí. Elen se encargó de Alphonse junto a Sombra mientras él echaba un ojo.
- Parece que no estamos solos,- le dijo a Lynn señalando otras monturas del establo.
Luego siguió a Elen tras unas puertas grandes que dieron a otro patio interior. Este parecía destinado a alquimia o jardinería. Siguieron avanzando y por fin pareció que dieron con lo que sería la entrada al interior del bastión. Unas hermosas puertas daban la bienvenida a los forasteros. Desde luego el que consiguiera llegar hasta ellas se merecía como poco encontrarse con las puertas más bonitas del mundo. Ni corto ni perezoso intentó abrir la puerta que no estaba trancada después de todo.
Un enorme salón los recibió. Había mil puertas para perderse por ellas y una escalera principal con pasillos en lo alto donde seguramente habría aun más puertas por las que perderse.
- Si alguien quiere dignarse a recibirnos aunque sea para matarnos ya estamos aquí,- gritó medio en broma el brujo. Ya había caminado demasiado para andarse con sigilos. Si había alguna amenaza acabaría con ella o moriría allí mismo.
- ¡Malditos hijos de mil putas!,- gritó el brujo a sus asaltantes. - ¿Es que ni siquiera sabéis rebanar el pescuezo a alguien en silencio? - siguió gritándoles mientras se incorporaba.
Lo primero que comprobó al levantarse eran tres tipos que se acercaban frontalmente hacia ellos. Al menos dos más estaban disparando flechas desde unos árboles cercanos pero observó como su hermana se internaba en el bosque tras ellos. Elen podía cuidarse sola así que se encargaría de los que venían hacia ellos. Recogió su espada y la desenvainó. Luego tiró la vaina al suelo y, con su esa misma mano, recogió el fuego de la hoguera y se lo lanzó, al enemigo que se acercaba, cuando ya estuvo lo suficientemente cerca. El fuego cayó en las piernas de dos de los asaltantes haciéndoles revolcarse por el suelo para apagar las llamas. Era una medida disuasoria más que otra cosa y el fuego no era para tanto. Solo buscaba asustarlos un poco antes de lanzarse al combate cerrado contra ellos, aunque su hermana había hecho aparecer un dragón eléctrico y con eso ya estaban bastantes confusos.
En cuanto les lanzó el fuego le dio una patada a la hoguera para asegurarse que quedaba apagada del todo. Así Lynn estaría segura en la oscuridad mientras él avanzaba contra el enemigo. El entrechocar del acero resonó en la estepa cuando el brujo alcanzó al primero de los hombres. Era una mala bestia pero torpe, en comparación con Vinc, en el manejo de su arma. Cuando quiso darse cuenta estaba desarmado y su hacha de mano estaba volando por los aires. El rubio podría haberse recreado en la cara de sorpresa del muchacho pero antes de poder hacerlo estaba rechazando a otro individuo, menos corpulento pero más hábil. Esto le costaría la vida pensó el brujo mientras fintaba un ataque. Al ser más hábil no podría tener compasión con él. Se trataba de él, y en definitiva si fallaba de sus amigos, o los asaltantes.
Y así fue después de varios esquives, ataques y contraataques. El hombre, algo mayor que él, se agarró a los brazos de Vinc mientras su vida se escapaba por la herida de su abdomen. La espada del brujo había entrado limpiamente desde abajo y quedó liberada cuando el asaltante se desplomó sin vida.
Con solo una mirada pudo comprobar que el primero con el que había cruzado su espada había perdido las ganas de luchar y vio como huía del lugar sin mirar atrás. Del tercero no se preocupó. Sabía que Lynn estaba cubriéndole y seguramente ella ya se habría encargado de él. Eso o había huido nada más empezar el combate. Daba igual. En cuanto su hermana salió del bosque para comentarles si estaban bien supo que el combate había terminado.
- Menudo desperdicio de vidas,- musitó para sí el brujo mientras limpiaba la hoja de su espada y volvía al campamento.
Días más tarde de aquello se encontraban en Dundarak. Por un lado le agradaba conocer una nueva ciudad. A Vinc siempre le gustaba conocer nuevas culturas y venir a la capital de los dragones era una oportunidad de oro. Pero por otro lado algo le chirriaba. No necesitaban acercarse a la metrópolis para abastecerse. Había otros asentamientos más cercanos a donde se dirigían por la llanura nevada. Si viajara con alguien que no lo supiera no le extrañaría su petición de ir a la capital. De cualquiera no le habría extrañado. De su hermana sí.
Era ella quien lo había dicho y había insistido en ir allí. Elen conocía los asentamientos tanto como él. Los conocían de su anterior viaje al Poblado Abandonado. Por eso, cuando ella pidió que se separaran para abastecerse para el viaje, el brujo asintió en un principio para luego seguirla secretamente. Debían separarse para comprar cosas para el viaje y luego reunirse la posada donde se hospedaban. Eso haría. Después de saber que tramaba.
En un principio solo hizo lo que había dicho. Estar de compras para el viaje. Hasta que se detuvo ante un templo de los caballeros dragón. Si no lo hubiera visto con sus propios ojos no lo creería pero la dejaron entrar cuando les mostró su espada. Esa espada tenía un inmenso poder. No había que ser arcano como él para saberlo. Nunca quiso molestar a su hermana con preguntas sobre donde la había sacado aunque era evidente que tenía algo que ver con los dragones. De momento lo dejaría correr. Ya habría tiempo de preguntarle sobre ello cuando llegaran al Nido. Lo primero era lo primero, así que ahora solo se dispuso a comprar lo que tenía pactado y volver a la posada para no levantar sospechas.
Todo el trayecto fue igual de sencillo que la parte anterior. Al menos hasta las montañas. Nada que no supieran antes de llegar allí. Con lo que no contaban era con su particular dureza. Las sendas por la montaña eran duras pero aquella hacia el Nido era especialmente dura. El que había decidido asentarse allí se había tomado muchas molestias.
- Wallace olvidó mencionar las condiciones de este lugar, estoy congelada,- dijo en voz baja su hermana aunque consiguió oírla de todos modos.
- No está tan mal,- bromeó el brujo haciendo una pequeña llama entre sus manos sonriente. Siempre era un placer para él levantar el ánimo. - Esta parte es aún peor y puede haber un accidente si todos vamos montados,- comentó mientras desmontaba.
Se acercó a su hermana y ató su montura a la de ella en la parte posterior de su silla. Karalynn seguiría en la suya detrás de ellos y él llevaría las riendas de Sombra a pie. Era mejor que alguien desmontado guiara los caballos por este terreno angosto. Un despiste del caballo y acabarían jinete y montura en el abismo. Por suerte, media hora más tarde alcanzaron el bastión terminando su suplicio.
- Impresionantemente jodido de alcanzar diría yo,- comentó en su talante habitual el brujo. - Cualquiera monta un ejército para venir aquí a luchar,- dijo antes de reír.
Sí. El sitio era perfecto. Era innegable. Eso sin contar la magia que desprendía. Seguramente Elen y Karalynn lo habían notado también pero ya tendrían tiempo para hablar dentro. Ahora era mejor buscar refugio en su interior.
Cruzaron un puente del que era mejor no caerse, salvo que uno fuera amante de la carne molida contra rocas, y se encontraron en una plaza. En ella había un muro alto alrededor con letras grabadas en la roca. Vinc se acercó para examinarla mejor y se quitó un guante para palparla.
- Diría que hay magia en ella,- comentó más para sí mismo que para los demás. - Aunque parece que todo el lugar está imbuido en magia después de todo,- siguió en su reflexión personal mientras se incorporaba.
Pasando la plaza con los nombres grabados por fin llegaron al muro exterior de la fortaleza. El sitio parecía deshabitado en una primera impresión aunque el rastrillo de la puerta estaba levantado. En cuanto atravesaron el rastrillo pudieron observar un primer patio con unas caballerizas allí. Elen se encargó de Alphonse junto a Sombra mientras él echaba un ojo.
- Parece que no estamos solos,- le dijo a Lynn señalando otras monturas del establo.
Luego siguió a Elen tras unas puertas grandes que dieron a otro patio interior. Este parecía destinado a alquimia o jardinería. Siguieron avanzando y por fin pareció que dieron con lo que sería la entrada al interior del bastión. Unas hermosas puertas daban la bienvenida a los forasteros. Desde luego el que consiguiera llegar hasta ellas se merecía como poco encontrarse con las puertas más bonitas del mundo. Ni corto ni perezoso intentó abrir la puerta que no estaba trancada después de todo.
Un enorme salón los recibió. Había mil puertas para perderse por ellas y una escalera principal con pasillos en lo alto donde seguramente habría aun más puertas por las que perderse.
- Si alguien quiere dignarse a recibirnos aunque sea para matarnos ya estamos aquí,- gritó medio en broma el brujo. Ya había caminado demasiado para andarse con sigilos. Si había alguna amenaza acabaría con ella o moriría allí mismo.
Vincent Calhoun
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Re: Con las alas bien extendidas [Trama clan Cuervos de Plata - Parte 3][Interpretativo] [Libre] PAUSADO
Ninguno de ellos esperaba aquel ataque tan repentino. Inesperado como lo fue, Karalynn supuso que no se trataría más que de algunos bandidos que habrían advertido su presencia, pensando que era una buena idea asaltarlos y de ello sacar unas cuantas monedas. “Pues no toparon con quienes debían” pensó Lynn. Por otro lado, agradeció que fuera con ellos con quienes se hubieran cruzado, y no con cualquier otro peregrino indefenso. Ellos podían defenderse. Tomando su arco con fuerza, tensó varias flechas que dejó escapar una tras de otra, en dirección a aquellos asaltantes que conseguía ver. Esperando el ángulo de tiro más apropiado, se mantuvo oculta entre la oscuridad, mientras aquellos se enfrentaban, primeramente, a la ilusión de un gigantesco dragón, producida por Elen, y más tarde, a los ataques de ésta y su hermano. Lynn no supo hasta más tarde, que aquel dragón no era más que una ilusión producida por Elen, pues en un principio, había imaginado que se trataba de una especie de invocación.
– Maldita sea –gruñó Lynn, al darse cuenta de que no le quedaban más flechas en el carcaj. Había estado disparando una detrás de otra, sin fijarse en cuantas estaba malgastando. Y su puntería no estaba especialmente afilada aquella noche, por lo que había estado disparando rápido pero sin precisión–. De poca utilidad serviré ahora … –se dijo a sí misma.
Se movió entre la oscuridad, y pudo descubrir que uno de los maleantes que formaba parte de aquella desastrosa emboscada, se había acercado más de la cuenta a la zona donde ellos se habían situado para descansar. Estaba buscando entre sus cosas, algún objeto de valor que pudiera robar, mientras los otros tres estaban entretenidos peleando contra el resto de sus compañeros. Lynn sin dudarlo se acercó y lo golpeó repetidas veces desde la espalda, en el cuello. Le propinó una patada lo suficientemente fuerte contra su nuca, como para que el guerrero cayera al suelo inconsciente, y tal vez, muerto. Ella tomó su carcaj y se ocultó entre las sombras nuevamente, disparando algunas de aquellas flechas. Rápidamente, los guerreros restantes ya estaban huyendo, y muchos otros, muertos.
El resto del trayecto no se vio interrumpido por incidentes como aquel, pero Lynn no pudo evitar sentirse algo nerviosa. Preocupada por si se repetía. Se dirigieron hacia la tierra de los dragones, lugar que Lynn, al igual que cualquier otro sitio que hubiera pisado durante las pasadas horas, no había visto en su vida. Allí tanto Elen, como Vincent como Karalynn, dividieron sus caminos. No conocía los intereses de aquellos dos en aquella ciudad, pero Lynn no la conocía lo suficiente como para manejarse por aquellos lares en libertad. Así que se adentró en el asentamiento más cercano y buscó algún rincón donde pudiera sentarse a descansar y tomar algo. Había una pequeña caseta, hecha en madera y piedra con el símbolo de una jarra en cuerno, en un cartel que colgaba sobre la enorme puerta pétrea. Allí fue donde fue Karalynn.
– Algo de beber, lo que sea –pidió, sin reparar en lo que pudiera haber. Quien la atendió, fue un hombre de gran estómago, y largas barbas que descendían hasta su ombligo. Ella permaneció largo rato observando sus barbas con llamativa curiosidad–. Si fuera un hombre, tendría la barba así –murmuró para sí misma.
El hombre pareció escucharla, y se sonrojó. Luego regresó con una bella jarra de cuerno y le entregó un líquido burbujeante de tono rosado. Lynn tomó un sorbo, y se percató de que su sabor era dulce. Tomó otro sorbo, y otro más. Al cabo de unos minutos, su mente se había marchado muy lejos de allí; debía llevar alcohol, pero no una cantidad exagerada. Cuando pasó cerca de una hora, se marchó de allí, y paseó por las calles hasta más tarde volver a encontrarse con Vincent y Elen. Debían proseguir el camino, y Lynn estaba levemente bebida, por lo que ni le preocupaba cuanto viaje le quedara por delante. Había pagado con las escasas monedas que tenía consigo, pero se había llevado un cuerno lleno de aquel sabroso líquido rosado burbujeante. El cuerno, tenía una tapa para evitar que el líquido se derramase, así podría beber más tarde, durante el camino si así lo deseaba. Marcharon por las difíciles tierras que venían por delante. El frío se volvía cada vez más intenso, y aunque Karalynn nunca había sentido aquella temperatura, sentía que su cuerpo la aceptaba con algo parecido a la felicidad. Un frío invernal muy intenso, que erizaba su vello, pero la hacía , en cierto modo, sentir libre. Tras el trayecto, llegaron finalmente al ansiado destino: El Nido. La fortaleza era inmensa, y el lugar claramente era difícil de penetrar. Un lugar estratégicamente perfecto, pensó Lynn. Y para los fines que Wallace le había mencionado, que poseía el Clan de los Cuervos, que su fortaleza se hallara lejos de todo bien defendido, suponía una ventaja imprescindible. Ellos querían ayudar, al fin y al cabo, y para poder ayudar, necesitaban mantener su base a salvo para no tener que preocuparse por ello.
– Es inmenso –comentó Lynn. Y se dispuso a seguir a sus acompañantes, hacia el interior de El Nido. Volvería a encontrarse con Wallace, y aquella idea le hizo esbozar una levísima sonrisa a Lynn. Después de la partida desde su casa, era la primera persona con quien había establecido algo parecido a la amistad.
– Maldita sea –gruñó Lynn, al darse cuenta de que no le quedaban más flechas en el carcaj. Había estado disparando una detrás de otra, sin fijarse en cuantas estaba malgastando. Y su puntería no estaba especialmente afilada aquella noche, por lo que había estado disparando rápido pero sin precisión–. De poca utilidad serviré ahora … –se dijo a sí misma.
Se movió entre la oscuridad, y pudo descubrir que uno de los maleantes que formaba parte de aquella desastrosa emboscada, se había acercado más de la cuenta a la zona donde ellos se habían situado para descansar. Estaba buscando entre sus cosas, algún objeto de valor que pudiera robar, mientras los otros tres estaban entretenidos peleando contra el resto de sus compañeros. Lynn sin dudarlo se acercó y lo golpeó repetidas veces desde la espalda, en el cuello. Le propinó una patada lo suficientemente fuerte contra su nuca, como para que el guerrero cayera al suelo inconsciente, y tal vez, muerto. Ella tomó su carcaj y se ocultó entre las sombras nuevamente, disparando algunas de aquellas flechas. Rápidamente, los guerreros restantes ya estaban huyendo, y muchos otros, muertos.
El resto del trayecto no se vio interrumpido por incidentes como aquel, pero Lynn no pudo evitar sentirse algo nerviosa. Preocupada por si se repetía. Se dirigieron hacia la tierra de los dragones, lugar que Lynn, al igual que cualquier otro sitio que hubiera pisado durante las pasadas horas, no había visto en su vida. Allí tanto Elen, como Vincent como Karalynn, dividieron sus caminos. No conocía los intereses de aquellos dos en aquella ciudad, pero Lynn no la conocía lo suficiente como para manejarse por aquellos lares en libertad. Así que se adentró en el asentamiento más cercano y buscó algún rincón donde pudiera sentarse a descansar y tomar algo. Había una pequeña caseta, hecha en madera y piedra con el símbolo de una jarra en cuerno, en un cartel que colgaba sobre la enorme puerta pétrea. Allí fue donde fue Karalynn.
– Algo de beber, lo que sea –pidió, sin reparar en lo que pudiera haber. Quien la atendió, fue un hombre de gran estómago, y largas barbas que descendían hasta su ombligo. Ella permaneció largo rato observando sus barbas con llamativa curiosidad–. Si fuera un hombre, tendría la barba así –murmuró para sí misma.
El hombre pareció escucharla, y se sonrojó. Luego regresó con una bella jarra de cuerno y le entregó un líquido burbujeante de tono rosado. Lynn tomó un sorbo, y se percató de que su sabor era dulce. Tomó otro sorbo, y otro más. Al cabo de unos minutos, su mente se había marchado muy lejos de allí; debía llevar alcohol, pero no una cantidad exagerada. Cuando pasó cerca de una hora, se marchó de allí, y paseó por las calles hasta más tarde volver a encontrarse con Vincent y Elen. Debían proseguir el camino, y Lynn estaba levemente bebida, por lo que ni le preocupaba cuanto viaje le quedara por delante. Había pagado con las escasas monedas que tenía consigo, pero se había llevado un cuerno lleno de aquel sabroso líquido rosado burbujeante. El cuerno, tenía una tapa para evitar que el líquido se derramase, así podría beber más tarde, durante el camino si así lo deseaba. Marcharon por las difíciles tierras que venían por delante. El frío se volvía cada vez más intenso, y aunque Karalynn nunca había sentido aquella temperatura, sentía que su cuerpo la aceptaba con algo parecido a la felicidad. Un frío invernal muy intenso, que erizaba su vello, pero la hacía , en cierto modo, sentir libre. Tras el trayecto, llegaron finalmente al ansiado destino: El Nido. La fortaleza era inmensa, y el lugar claramente era difícil de penetrar. Un lugar estratégicamente perfecto, pensó Lynn. Y para los fines que Wallace le había mencionado, que poseía el Clan de los Cuervos, que su fortaleza se hallara lejos de todo bien defendido, suponía una ventaja imprescindible. Ellos querían ayudar, al fin y al cabo, y para poder ayudar, necesitaban mantener su base a salvo para no tener que preocuparse por ello.
– Es inmenso –comentó Lynn. Y se dispuso a seguir a sus acompañantes, hacia el interior de El Nido. Volvería a encontrarse con Wallace, y aquella idea le hizo esbozar una levísima sonrisa a Lynn. Después de la partida desde su casa, era la primera persona con quien había establecido algo parecido a la amistad.
Karalynn Fjelstad
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Re: Con las alas bien extendidas [Trama clan Cuervos de Plata - Parte 3][Interpretativo] [Libre] PAUSADO
El viejo Bjorn encontró a la dragona en el jardín, con sus cosas listas para partir. Sonriendo levemente, el brujo se acerco a ella y le cogió la bolsa de las manos.
-Tienes los ojos de tu madre cuando estas seria...-le susurró mientras apartaba de su alcance la bolsa.-...creo que...si te marchas le harás mas mal que bien muchacha...-le avisó mientras miraba hacia las montañas. A pesar de que sabia que la chica posiblemente se enfadaría, el viejo Bjorn debía convencerla de que se quedara.
-----
No conté los días después del incidente, las cosas seguían igual de frías. Ni una ni la me hablaban con normalidad, solo cuando era algo del clan y eso me ponía de lo nervios. Por suerte, la compañía de Bjorn me relajaba bastante, sobre todo sus consejos un tanto raros sobre como lidiar con mujeres enfadadas.
- Muchacho, no es tu culpa pero debes tener paciencia, ellas actuaran por si solas, son mas listas que nosotros, gracias a los dioses! -exclamó mi mentor mientras me daba un trozo de bizcocho, hecho por Circenn como no. Mastique el trozo con lentitud asintiendo y mire al frente. Me preocupaba el estado de animo de Levia y Ébano. Eran mujeres muy fuertes e independientes, verse así de preocupadas por un alguien les ha afectado y eso lo sabia. Había intentado hablar con ellas pero siempre me esquivaban con temas del clan y la administración. Levia, cuando no sabia como esquivarme echaba a volar, literalmente.
El chirrido de la puerta principal me saco de mis lamentos por ser un mal hombre. El corazón me iba a cien. Serian ellos? Deseaba con todas mis fuerzas que fueran ellos, y sobre todo que estuvieran bien. Bjorn al ver mi expresión soltó una pequeña risilla y se levanto, acabándose el trozo de bizcocho.
-Parece que ya están aquí...vamos Wallace, debes hacer de jefe -me dijo, animándome mientras me daba golpes en la cabeza cariñosamente.
-Si...están aquí....-susurré levantándome de golpe. Scar y los demás muchachos se dirigieron junto a mi a la sala principal. El corazón me dio un brinco al llegar y no pude evitar esbozar una gran sonrisa.
Los hermanos Calhoun, Elen y Vincent, junto con Karalynn, estaban en la sala, descansando de su larga travesía. Hinche pecho por la emoción y me acerque a ellos en largas zancadas.
-Bienvenidos! Me alegro de que hayas llegado sanos y de una pieza! -exclamé abrazando primero a los hermanos, es un abrazo cariñoso y estrecho. Miré a Karalynn y le dedique una paternal sonrisa antes de abrazarla, mas bien achucharla cual oso.- Estaréis cansados y supongo que querréis daros un baño así que Scar os llevara a las termas y luego en la cena hablaremos de todo lo conveniente...-les dije mientras ayudaba a Letho a coger el equipaje de los reclutas. Mirando de reojo la escalera a la torre negra vi como Levia y Ébano miraban a los reclutas con cierta curiosidad. Solo esperaba que todo fuera bien entre ellos, entre todos.
un poco de metrorol xD <3
-Tienes los ojos de tu madre cuando estas seria...-le susurró mientras apartaba de su alcance la bolsa.-...creo que...si te marchas le harás mas mal que bien muchacha...-le avisó mientras miraba hacia las montañas. A pesar de que sabia que la chica posiblemente se enfadaría, el viejo Bjorn debía convencerla de que se quedara.
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No conté los días después del incidente, las cosas seguían igual de frías. Ni una ni la me hablaban con normalidad, solo cuando era algo del clan y eso me ponía de lo nervios. Por suerte, la compañía de Bjorn me relajaba bastante, sobre todo sus consejos un tanto raros sobre como lidiar con mujeres enfadadas.
- Muchacho, no es tu culpa pero debes tener paciencia, ellas actuaran por si solas, son mas listas que nosotros, gracias a los dioses! -exclamó mi mentor mientras me daba un trozo de bizcocho, hecho por Circenn como no. Mastique el trozo con lentitud asintiendo y mire al frente. Me preocupaba el estado de animo de Levia y Ébano. Eran mujeres muy fuertes e independientes, verse así de preocupadas por un alguien les ha afectado y eso lo sabia. Había intentado hablar con ellas pero siempre me esquivaban con temas del clan y la administración. Levia, cuando no sabia como esquivarme echaba a volar, literalmente.
El chirrido de la puerta principal me saco de mis lamentos por ser un mal hombre. El corazón me iba a cien. Serian ellos? Deseaba con todas mis fuerzas que fueran ellos, y sobre todo que estuvieran bien. Bjorn al ver mi expresión soltó una pequeña risilla y se levanto, acabándose el trozo de bizcocho.
-Parece que ya están aquí...vamos Wallace, debes hacer de jefe -me dijo, animándome mientras me daba golpes en la cabeza cariñosamente.
-Si...están aquí....-susurré levantándome de golpe. Scar y los demás muchachos se dirigieron junto a mi a la sala principal. El corazón me dio un brinco al llegar y no pude evitar esbozar una gran sonrisa.
Los hermanos Calhoun, Elen y Vincent, junto con Karalynn, estaban en la sala, descansando de su larga travesía. Hinche pecho por la emoción y me acerque a ellos en largas zancadas.
-Bienvenidos! Me alegro de que hayas llegado sanos y de una pieza! -exclamé abrazando primero a los hermanos, es un abrazo cariñoso y estrecho. Miré a Karalynn y le dedique una paternal sonrisa antes de abrazarla, mas bien achucharla cual oso.- Estaréis cansados y supongo que querréis daros un baño así que Scar os llevara a las termas y luego en la cena hablaremos de todo lo conveniente...-les dije mientras ayudaba a Letho a coger el equipaje de los reclutas. Mirando de reojo la escalera a la torre negra vi como Levia y Ébano miraban a los reclutas con cierta curiosidad. Solo esperaba que todo fuera bien entre ellos, entre todos.
un poco de metrorol xD <3
Wallace Mcgregor
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Re: Con las alas bien extendidas [Trama clan Cuervos de Plata - Parte 3][Interpretativo] [Libre] PAUSADO
Una figura casi escondida en las sombras, silenciosa, se aproximó a Levia por las espaldas. Olía a sangre. Era la vampira. Su voz, parecía preocupada, con un nudo n la garganta, parecía que alguien le había entregado el corazón a Wallace, a rojo, parecía que alguien también lo estaba pasando mal con aquella situación.
Levia asintió con la cabeza, sin molestarse en mirar a la mujer que poco después saldría de la habitación en el silencio sepulcral con el que había entrado. La dragona se llevó las manos a la cabeza, rascándose el cuero cabelludo con fuerza. Sus cabellos se agitaron quedando mal puestos. Aquello eta muy extraño, ella se sentía de manera extraña.
Se levantó a cabo de unos minutos, apoyándose en la pared antes de dar un último vistazo a las montañas. Wallace había despertado, en unos días sanaría y se recuperaría, después de aquello ella partiría, recorrería de nuevo las blancas montañas y volvería a…
-Vaya, me dejé al otro en Dundarak…- susurró, recordando la aventura que tubo ante de llegar al bastión, no se había acordado hasta ahora. Unas horas de pasión y después una pelea… y Wallace. Wallace y ébano. Realmente aquel día pintaba muy peculiar.
Bajó las escaleras lentamente, deseaba abrir la puerta y ver al imbécil del brujo ya refunfuñando, como hacia siempre, pero a la vez parecía que sus piernas no querían andar, sus brazos no querían alzarse para empujar la puerta, sus pulmones no aceptaban el aire, o lo dejaban entrar, pero tampoco salir. Se había quedado inmóvil.
Parpadeó, aquellos hombres, junto a la mesa, la vampira, ella. Estaban todos los que minutos antes habían estado. La dragona susurro acercándose un poco, aunque quedando más atrás que los demás, esperaba respuestas, esperaba explicaciones. Cruzó los brazos en jarra, a la espera de que llegasen.
Aquella reunión duró bien poco. Wallace estaba despierto, sí. Pero su hombría no le dejaba que le vieran las dos mujeres. No podía parecer débil, no podía parecer mortal. No hablaba, aquellas explicaciones no llegaban, y la dragona no dejaba de ponerse nerviosa, clavando sus uñas e sus propios brazos, apretando los dientes, haciendo que la mandíbula se le marcase más. Intentó que sui entrecejo no se frunciese, procuró que sus puños no se clavasen en la pared. Nadie decía nada. Hasta que lo hizo.
-Que se vayan, Bjorn… necesito estar solo. – dijo el moribundo que estaba postrado en la cama, rehuyendo la mirada de las mujeres, y para el punto de vista de Levia, despreciándolas. Sus uñas se clavaron más, un fuego quemada dentro de ella. Pudo ver como el hombre más grande de todos, con mirada fría y cicatrices que no dejaban ver carne sana, se acercaba a ella. ¿Pretende echarme? Ni una palabra, solo alzó levemente una de sus fuertes manos, manos casi tan grandes, o más, que la misma cabeza que Levia. No, en serio, ¿pretende echarme? Se giró de golpe, muy brusca, abriendo la puerta de manera que esta chocó contra la pared, armando un gran estruendo. Podía sentir como el fuego le quemaba los dedos, los pies y el estómago. Quería ir y pegar de nuevo a Wallace. Nada de peleas, se repetía una y otra vez intentando calmarse, aunque cada intento era para empeorar su carácter.
Volar, tenía que salir volando de ahí. Quería perder de vista al calvo con cicatrices en la misma cabeza, quería olvidar a Wallace, pero aquello parecía ser inútil. No podía irse, no hasta que este sanase. Había sido su culpa esperaría… ¿Cómo calmarse? Ni siquiera conocía el lugar, se sentía como una intrusa entre toda aquella gente.
Y se perdió, los olores la habían conducido a la zona de entrenamiento… perfecto, pensó la dragona.
Pasó largo rato allí pegándoles hachazos y puñetazos a los maniquíes que parecían no romperse nunca. La adrenalina corría por su sangre más deprisa que un veneno. Sus puños estaban ensangrentados, pero no podía parar, aún estaba furiosa, consigo misma más que con otros. Sabía que era de día, podía ver la claridad en las paredes, una claridad que se fue apagando con el paso del tiempo.
Con el suelo y paredes rocosas bañadas de un color anaranjado, con el color de la tarde, Levia caminaba por los pasillos hacia unas escaleras que se sumían en la oscuridad, solamente iluminadas por unas antorchas que ascendían con ellas.
Llegó a la habitación alta, al mirador, donde había estado horas antes. Allí no había nadie, allí se sentía más cómoda. Aún quedaban unas horas de sol, pero ya se empezaba a notar el descenso de la temperatura. El sol dibujaba figuras irregulares en las montañas de nieve, salpicando distintos colores en ellas. Pocos animales que no fuesen los pájaros se atrevían a aventurarse en aquella zona. Suspiró, dejándose caer con la espalda apoyada en la pared, hasta apoyar el trasero en el frio suelo. Se quedó un rato más mirando el espectáculo que la naturales le brindaba. No pensaba en nada, ya no estaba enfadada, al menos hasta que lo recordase de nuevo. Alzó las rodillas y tapada con su negra capa, apoyó la frente en las rodillas, donde se quedaría dormida hasta que el primer rayo de sol la despertase.
Pasaron un par de días, y el tuerto del brujo parecía recuperar las fuerzas. Había intentado hablar con ella en un par de ocasiones, pero ella no lo deseaba, no compartía esas ganas. Si podía, se iba hacia los jardines, a calmarse, o quizás a la zona de entrenamiento, donde los pobres hombres de tela para el entrenamiento ya la esperaban, si hubiesen pensado por sí mismos, no con muchas ganas, ya que la mujer no tenía compasión con ellos. En otras ocasiones había echado a volar, la verdad que aquella opción a Levia le hacía mucha gracia, ya que la cara de pasmado del hombre era realmente graciosa. Debía hablar, ella lo sabía, pero no encontraba el momento indicado para bajarse las faldas y admitir que había hecho mal.
No le costó mucho reunir sus pocas pertenencias en el saco de piel. Sus armas, un poco de comida, agua… aguamiel, pero para el frio, para el frió… pensó antes de darle el primer trago y guardar la bota.
Se había puesto las botas, caminaría un trecha a pie antes de seguir el camino volando. El jardín cada día le parecía más bonito, cuando más personas habían más bello parecía despertarse. Y más personas sí que había, al parecer había llegado un par o tres de personas, personalmente Levia ni los había visto, ya que había estado en plan introvertida, estando sola y distante. Amigos y conocidos de Wallace, no quería vínculos ni amistades, ataduras ni charlas, se quería ir. Unos llegaban y otros se iban.
Ya quedaba bien poco, podía ver como la puerta se hacía más grande a cada paso que daba. Unos metro más y toparía con los acantilados. Pero o fue así, Bjorn le quitó el saco de las manos. Se volvió para mirarle a los ojos después de un par de segundo de reflexión, recordando lo poco que conocía de aquel anciano, como el beso de hacía unos días, y la muestra de desprecio de la joven.
¿Qué sabia él? Que sabía de… ¿mi madre?
El ceño de la morena se frunció de manera exagerada, mirando al hombre de arriba abajo. ¿Quién demonios era él?
-Debo partir.- susurro convencida de sus palabras. Una que sabía que aquello sería lo mismo de las otras veces, sabía lo que pasaba si se iba, sabía que podría quedarse, pero era muy testaruda. Miraba las montañas, ella hizo lo mismo. Pasaron algunos minutos en silencio, un largo pero no incomodo silencio.
- Pero solo serán un par de días…- susurro con un tono de voz distinto. No quería admitir que le había medio convencido.
Estaba cansada del mirador, necesitaba una cama, así que empezó a subir las escaleras donde se cruzó con ébano. No la había prácticamente visto desde el día en que fueron “echadas” de la habitación de Wallace, no habían hablado, también debían hacerlo. Levia la miró a los ojos, haciendo un gesto con la cabeza como saludo, un poco forzada, no sabía cómo reaccionar.
Parecía que los visitantes había entrado en el bastión, el brujo parecía feliz…
Levia asintió con la cabeza, sin molestarse en mirar a la mujer que poco después saldría de la habitación en el silencio sepulcral con el que había entrado. La dragona se llevó las manos a la cabeza, rascándose el cuero cabelludo con fuerza. Sus cabellos se agitaron quedando mal puestos. Aquello eta muy extraño, ella se sentía de manera extraña.
Se levantó a cabo de unos minutos, apoyándose en la pared antes de dar un último vistazo a las montañas. Wallace había despertado, en unos días sanaría y se recuperaría, después de aquello ella partiría, recorrería de nuevo las blancas montañas y volvería a…
-Vaya, me dejé al otro en Dundarak…- susurró, recordando la aventura que tubo ante de llegar al bastión, no se había acordado hasta ahora. Unas horas de pasión y después una pelea… y Wallace. Wallace y ébano. Realmente aquel día pintaba muy peculiar.
Bajó las escaleras lentamente, deseaba abrir la puerta y ver al imbécil del brujo ya refunfuñando, como hacia siempre, pero a la vez parecía que sus piernas no querían andar, sus brazos no querían alzarse para empujar la puerta, sus pulmones no aceptaban el aire, o lo dejaban entrar, pero tampoco salir. Se había quedado inmóvil.
Parpadeó, aquellos hombres, junto a la mesa, la vampira, ella. Estaban todos los que minutos antes habían estado. La dragona susurro acercándose un poco, aunque quedando más atrás que los demás, esperaba respuestas, esperaba explicaciones. Cruzó los brazos en jarra, a la espera de que llegasen.
Aquella reunión duró bien poco. Wallace estaba despierto, sí. Pero su hombría no le dejaba que le vieran las dos mujeres. No podía parecer débil, no podía parecer mortal. No hablaba, aquellas explicaciones no llegaban, y la dragona no dejaba de ponerse nerviosa, clavando sus uñas e sus propios brazos, apretando los dientes, haciendo que la mandíbula se le marcase más. Intentó que sui entrecejo no se frunciese, procuró que sus puños no se clavasen en la pared. Nadie decía nada. Hasta que lo hizo.
-Que se vayan, Bjorn… necesito estar solo. – dijo el moribundo que estaba postrado en la cama, rehuyendo la mirada de las mujeres, y para el punto de vista de Levia, despreciándolas. Sus uñas se clavaron más, un fuego quemada dentro de ella. Pudo ver como el hombre más grande de todos, con mirada fría y cicatrices que no dejaban ver carne sana, se acercaba a ella. ¿Pretende echarme? Ni una palabra, solo alzó levemente una de sus fuertes manos, manos casi tan grandes, o más, que la misma cabeza que Levia. No, en serio, ¿pretende echarme? Se giró de golpe, muy brusca, abriendo la puerta de manera que esta chocó contra la pared, armando un gran estruendo. Podía sentir como el fuego le quemaba los dedos, los pies y el estómago. Quería ir y pegar de nuevo a Wallace. Nada de peleas, se repetía una y otra vez intentando calmarse, aunque cada intento era para empeorar su carácter.
Volar, tenía que salir volando de ahí. Quería perder de vista al calvo con cicatrices en la misma cabeza, quería olvidar a Wallace, pero aquello parecía ser inútil. No podía irse, no hasta que este sanase. Había sido su culpa esperaría… ¿Cómo calmarse? Ni siquiera conocía el lugar, se sentía como una intrusa entre toda aquella gente.
Y se perdió, los olores la habían conducido a la zona de entrenamiento… perfecto, pensó la dragona.
Pasó largo rato allí pegándoles hachazos y puñetazos a los maniquíes que parecían no romperse nunca. La adrenalina corría por su sangre más deprisa que un veneno. Sus puños estaban ensangrentados, pero no podía parar, aún estaba furiosa, consigo misma más que con otros. Sabía que era de día, podía ver la claridad en las paredes, una claridad que se fue apagando con el paso del tiempo.
Con el suelo y paredes rocosas bañadas de un color anaranjado, con el color de la tarde, Levia caminaba por los pasillos hacia unas escaleras que se sumían en la oscuridad, solamente iluminadas por unas antorchas que ascendían con ellas.
Llegó a la habitación alta, al mirador, donde había estado horas antes. Allí no había nadie, allí se sentía más cómoda. Aún quedaban unas horas de sol, pero ya se empezaba a notar el descenso de la temperatura. El sol dibujaba figuras irregulares en las montañas de nieve, salpicando distintos colores en ellas. Pocos animales que no fuesen los pájaros se atrevían a aventurarse en aquella zona. Suspiró, dejándose caer con la espalda apoyada en la pared, hasta apoyar el trasero en el frio suelo. Se quedó un rato más mirando el espectáculo que la naturales le brindaba. No pensaba en nada, ya no estaba enfadada, al menos hasta que lo recordase de nuevo. Alzó las rodillas y tapada con su negra capa, apoyó la frente en las rodillas, donde se quedaría dormida hasta que el primer rayo de sol la despertase.
Pasaron un par de días, y el tuerto del brujo parecía recuperar las fuerzas. Había intentado hablar con ella en un par de ocasiones, pero ella no lo deseaba, no compartía esas ganas. Si podía, se iba hacia los jardines, a calmarse, o quizás a la zona de entrenamiento, donde los pobres hombres de tela para el entrenamiento ya la esperaban, si hubiesen pensado por sí mismos, no con muchas ganas, ya que la mujer no tenía compasión con ellos. En otras ocasiones había echado a volar, la verdad que aquella opción a Levia le hacía mucha gracia, ya que la cara de pasmado del hombre era realmente graciosa. Debía hablar, ella lo sabía, pero no encontraba el momento indicado para bajarse las faldas y admitir que había hecho mal.
No le costó mucho reunir sus pocas pertenencias en el saco de piel. Sus armas, un poco de comida, agua… aguamiel, pero para el frio, para el frió… pensó antes de darle el primer trago y guardar la bota.
Se había puesto las botas, caminaría un trecha a pie antes de seguir el camino volando. El jardín cada día le parecía más bonito, cuando más personas habían más bello parecía despertarse. Y más personas sí que había, al parecer había llegado un par o tres de personas, personalmente Levia ni los había visto, ya que había estado en plan introvertida, estando sola y distante. Amigos y conocidos de Wallace, no quería vínculos ni amistades, ataduras ni charlas, se quería ir. Unos llegaban y otros se iban.
Ya quedaba bien poco, podía ver como la puerta se hacía más grande a cada paso que daba. Unos metro más y toparía con los acantilados. Pero o fue así, Bjorn le quitó el saco de las manos. Se volvió para mirarle a los ojos después de un par de segundo de reflexión, recordando lo poco que conocía de aquel anciano, como el beso de hacía unos días, y la muestra de desprecio de la joven.
¿Qué sabia él? Que sabía de… ¿mi madre?
El ceño de la morena se frunció de manera exagerada, mirando al hombre de arriba abajo. ¿Quién demonios era él?
-Debo partir.- susurro convencida de sus palabras. Una que sabía que aquello sería lo mismo de las otras veces, sabía lo que pasaba si se iba, sabía que podría quedarse, pero era muy testaruda. Miraba las montañas, ella hizo lo mismo. Pasaron algunos minutos en silencio, un largo pero no incomodo silencio.
- Pero solo serán un par de días…- susurro con un tono de voz distinto. No quería admitir que le había medio convencido.
Estaba cansada del mirador, necesitaba una cama, así que empezó a subir las escaleras donde se cruzó con ébano. No la había prácticamente visto desde el día en que fueron “echadas” de la habitación de Wallace, no habían hablado, también debían hacerlo. Levia la miró a los ojos, haciendo un gesto con la cabeza como saludo, un poco forzada, no sabía cómo reaccionar.
Parecía que los visitantes había entrado en el bastión, el brujo parecía feliz…
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