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Mensaje  Levia Sáb 3 Ene - 13:10


Levia había volado miles de veces sobre aquella zona, pero nunca había visto aquella construcción.
Sus pies la habían guiado como si un camino habitual fuese. Cruzó el largo puente de piedra sin detenerse. Sus ojos no escrutaban el edificio de menara curiosa, todo le era familiar.


Abrió las grandes puertas, haciéndolas chirriar un poco. Al cerrarlas, la oscuridad la envolvió. Repasó con la mirada el interior, todo estaba en silencio, oscuro y frio. ¿Acaso no había nadie?
Empezó a camina por la sala, repasando los detalles como columnas, cuadros, estatuas… ¿Cuervos, en serio? Aquellos pajarracos odiosos parecían seguirle a todas partes en los últimos días. Los odiaba, y ellos odiaban a Levia, siempre le picoteaban el pelo, enredando sus patas en él, volaban muy cerca de ella, dándole aletadas en la cara… definitivamente los odiaba.


Miró hacia el techo, esperando no encontrarse esos animaluchos de golpe. Sonrió al ver que estaba sola. Le extraño que un bastión tan grande y bonito estuviese deshabitado.

Llegó a una especie de patio interior, en el que reinaba la paz y tranquilidad. Había muchas plantas y flores… muy bien cuidadas. Acarició una estatua con forma de mujer, realmente parecía una diosa.
Adentrándose más en aquellos muros, encontró una gran biblioteca, en la que los libros no era lo único que abundada: telarañas.


-Vaya… parece que alguien se ha olvidado de limpiar… en años- dijo con una leve sonrisa, repasando los lomos de los diferentes libros. Todo estaba iluminado por velas, colocadas en candelabros de pie largo. La dragona frunció el ceño. Si está abandonado… ¿cómo que las velas están encendidas?

Aquel sitio parecía… ¿Mágico? Además su olor… aquel olor le resultaba extraño aunque conocido, aunque se distorsionaba, haciendo que no pudiese reconocerlo.


Subiendo unas escaleras, llegó a la zona de habitaciones. Todas estaban vacías, apenas con un armario y una cama. Todo parecía tan igual, tan aburrido…
Aquel olor de nuevo… un olor ligeramente a sangre.

Se dirigió a un balcón que había en aquel mismo piso. La luna había inundado todo el cielo, llenándolo de un blanco resplandor.
Desde allí podía ver toda la zona exterior del bastión, por la misma que hacia algún rato había pasado ella para entrar en el interior de aquellos muros.
Una silueta, una mujer… al parecer aquel bastión no estaba abandonado. Al parecer aquella noche no la pasaría sola…


Última edición por Levia el Jue 11 Jun - 9:07, editado 2 veces
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Mensaje  Ébano Sáb 3 Ene - 19:35

La había olido en cuanto había puesto un pie en el bastión, solo que por entonces no sabía lo que era. Supuse que simplemente el aire había cambiado de dirección, o que empezaban a llegar las provisiones para las reformas.. Aún quedaba mucho por hacer según el brujo, que, encima y además de haberme brindado un puesto... Me quería para trabajar allí...

Pero había muchas cosas en mi cabeza que poner en orden, y no me apetecía, de modo que había aceptado gustosa el trato y el cargo.

Estaba atardeciendo. El olor me había llegado mientras estudiaba más detalladamente los planos del bastión en la biblioteca, y no había podido salir a la calle, pues aún había luz...

De modo que, mejor era ser precavida.. Había llegado hasta los aposentos del brujo, donde dormía para molestarle principalmente. Nada de verle mientra se cambiaba, o mientras se bañaba.. Simplemente para molestar claro.

Me había quitado la enredosa bata y había enarbolado bien uno de los cuchillos que siempre llevaba encima. Me encaminé hacia la planta baja, donde había escuchado los ruidos por última vez:

Un olor extraño, y ruidos, no podía ser coincidencia. Y para más inri.. No tenía ni idea de dónde estaba el brujo.

"Wallace.. Te vas a enterar bien de esta... Oh, ya lo creo que si" -pensaba mientras andaba veloz, casi sin hacer ruido. Pero no pude terminar de bajar, pues los pasos eran más nítidos.

Subía por las escaleras. No podía dejar que me pillase por sorpresa, ni atacar de golpe y sin saber a qué me enfrentaba.. O si tenía tan siquiera que enfrentarme, pero, había aprendido a desconfiar, de modo que entré apresuradamente en mi cuarto, que estaba a mano derecha, y me situé en el ángulo junto a la ventana, con el rostro en penumbra; el suficiente "misterio" como para poder atacar por sorpresa, el sigilo era mi especialidad, y por otro lado, era evidente que yo estaba ahí... de nada serviría ocultarme más rato y...

Oh... Mi vello se erizó cuando la vi.

Morena, exuberantemente preciosa, con la tez blanca y los labios.. sumamente rosados, acumulados en sangre..

"Ebano, céntrate, no sabes quién es"

"Oh, y pronto lo sabré.."

"Shhh, vamos, cuidado"


La miré fijamente. Se había quedado quieta, me miraba. Me había visto.

Sobrenatural...
- murmuré.

Y acto seguido me abalancé veloz hacia ella. La velocidad de mi raza y el sigilo ganado con los años, hizo que apenas me viese llegar a ella, probablemente, una maraña rubia y pálida. Además, únicamente llevaba el corpiño, liguero y las botas recién calzadas, me había quitado la bata enredosa.

Preciosa y sobrenatural, querida.. - dije, junto a su oído. Una mano la rodeaba por la cintura, atrapando su brazo y empuñando el cuchillo y la otra, trataba de forzar su cuello con la garra en uno de mis dedos; no quería herirla, pero debería hablar.- Quién eres. Qué haces aquí... Y cómo has llegado; habla.

Dijera lo que dijese, no estaba en posición de creerla, ni de no hacerlo... Había vuelto a caer en mi fea costumbre de amenazar e inmovilizar antes de nada. Y debería soltarla, pero nada de lo que dijese me haría confiar. De modo que con el cuerpo peligrosamente cerca, y los colmillos largos y cerca... -porque, demonios, la muchacha era muy hermosa, esbelta y curvada, deliciosamente curvada- se me ocurrió otra pregunta que hacerle, con la boca muy cerca de su oído.

Mira, has llegado aquí, aquí donde nadie llega si no es invitado. Este sitio es grande, y esta noche estoy sola al cargo, pero no, no te equivoques, no te confíes. No tengo ánimos de hacer daño a una criatura tan bella como tu -dije, pasando la nariz sinuosamente por su cuello, aspirando- Pero no me dejarás más remedio que recluirte, mínimamente, si no colaboras y si no contestas sinceramente a lo que te digo. Ese es el trato. Tu hablas, yo suelto. Quiero respuestas a todo lo que te he dicho y... Una más.... ¿Te han hostigado los pájaros últimamente? -dije. Eso sería determinante. Tal vez fuese una nueva recluta... Dónde demonios estaba Wallace. Aunque.. bien visto.. no me importaría cuidar de ella en su ausencia.
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Mensaje  Levia Dom 4 Ene - 8:38

Aquella presencia… quizás debería haber hecho caso a su instinto, y no ir con excesiva confianza. Pretendía alargar su mano, levantar ligeramente la falda, y sacar su daga, pero una figura se abalanzó sobre ella al instante.
Una mujer, rubia, con un precioso corpiño, poco más pudo ver de ella, ya que la inmovilizó y se colocó de manera ofensiva. Levia podría haberse movido, pero prefirió no hacerlo, decidió escucharla, hasta el final. Sus carnosos labios estaban muy cerca de su oído, cosa que hizo que el vello de los brazos de la dragona se erizara. Su mano en torno a su cintura… sus dedos. ¿Realmente quería amenazarla? Aquella situación a la joven dragona le parecía más bien otra cosa, y respiro hondo, controlando sus impulsos y pensamientos.


-Preciosa y sobrenatural, querida… Quien eres. Qué haces aquí… Y como has llegado; habla.


Muchas preguntas de golpe… pensó Levia esbozando una sonrisa ladeada, quizás un poco más picarona de lo que hubiese querido, por lo que agradeció que desde el Angulo que estaba la rubia no pudiese verla.
Calló, parecía que aún tenía que hablar más. Mejor esperar…


-Mira, has llegado aquí, donde nadie llega si no es invitado. Este sitio es grande, y esta noche estoy sola al cargo, pero no, no te equivoques, no te confíes. Ne tengo ánimos de hacer daño a una criatura tan bella como tu.- Vaya… creo que en toda mi vida me han hecho tantos halagos como esta chica… la dragona se mordió el labio inferior, mirando de reojo a la figura que había tras ella. Pudo sentir como se acercaba a su cabello, que olía igual que toda ella: a lavanda. – Pero no me dejaras más remedio que recluirte, mínimamente, si no colaboras y si no contestas sinceramente a lo que te digo. Ese es el trato. Te hablas, yo suelto. Quiero respuestas a todo lo que te he dicho y…una más… ¿Te han hostigado los pájaros últimamente?-  Todo le parecía tan normal hasta… ¿pájaros, que tenían que ver aquellos estúpidos voladores de raza inferior en la preciosa conversación que estaba teniendo con aquella aún más preciosa mujer?

El ceño de la dragona se frunció, tomándose unos segundos para pensar. No le gustaba en la situación que se encontraba, aunque entendía a la rubia, ya que había entrado en aquel lugar sin preguntar antes…
Su respiración se ralentizó mientras cerraba los ojos. Debía ser rápida, si no quería que la mujer le rebanase el cuello… o algo similar. Los dedos de sus manos se movían de manera lenta, abriéndose y cerrándose.

Era muy sencillo, un movimiento rápido. Un simple e indoloro golpe para tirar a la mujer un paso atrás, girarse mientras sacaba su daga para estar en iguales condiciones. Sencillo, rápido… Pero no llego a hacer nada de aquello.
Se había quedado muy quieta. Ya sabía que conocía aquel olor. Ahora lo entendía todo… bueno todo no, pero si parte.


-Eres una vampira, por lo que tu olor, mayormente a sangre, me había distorsionado la percepción de los demás aromas del ambiente. Pero ahora que te tengo tan cerca…- aquellas últimas palabras parecía que las había dicho más lentas, más claras.-… ya logro comprender. Y no sé si decirte que eso me contenta, o no.
Calló unos segundos, pensando en aquel estúpido, en todas las cosas que había pasado juntos. En todas las peleas y reconciliaciones. En todas las heridas y despedidas.


-Me llamo Levia…- normalmente solía ser muy desconfiada, pero si olía a aquel brujo, lo más seguro es que la joven fuese de fiar, por lo que no le importó hablar sin reparos. Sin importarle el hecho de tener el cuello expuesto a ella, Levia, muy poco a poco, empezó a girarse. No le importó si ella decía algo, u oponía resistencia, no paró hasta quedar de frente a ella. Estaban muy cerca, tanto que podía escuchar su respiración. -…no sé porque estoy aquí. Nadie me ha invitado, simplemente vi este lugar y al ver que no había nadie decidí entrar. Aunque me equivocaba con lo de que no había nadie. – su voz sonaba un poco divertida, aunque su rostro estaba serio.
Ahora que la tenía delante, pudo examinarla detenidamente: sus ojos resaltados por un maquillaje negro, lo labios carnosos y rojos, piel más bien palia y fina –más bien normal entre los vampiros- dientes largos y blancos. Si, definitivamente no se había equivocando al pensar que aquella mujer era hermosa. Suspiró, intentando descifrar algo más por su olor, pero no podía, sus otros sentidos llegaban a aturdirla ligeramente. Sus pupilas estaban algo dilatadas, y no era precisamente por la manca de luz de la habitación.
Puedes soltarme…- susurro la dragona, esta vez sonriendo un poco, aunque esa sonrisa pareció no llegar a sus ojos. -… recuerdas, yo hablo y tu sueltas…- repitió las palabras de ella, alzando su manos con delicadeza para sujetar la de ella, y bajarla lentamente. Ambas estaban muy tensas… algo normal para la situación en la que se encontraban. –Pájaros…- susurro negando con la cabeza. -…esos estúpidos animales. No, no me han hostigado. Pero siempre que me encuentro uno no para de molestarme… aunque no sé si para bien de tú pregunta o para mal, no eran pájaros simplemente, sino que eran cuervos….- A ella misma le estaba extrañando el que hablase tanto, pero aquella mujer causaba eso en ella: hablaba y hablaba, apenas la dejaba pensar con claridad.


Acerco la cara mucho a la de la vampira, mirándola a los ojos. Sus impulsos parecían no poder ser controlados con aquella mujer, parecía que le había echado un encantamiento, y si no fuese porque apestaba a él, no le hubiese importando… en absoluto.

-Ahora permíteme hacerte yo una pregunta. ¿Por qué hueles tanto al idiota de Wallace?- preguntó alzando una ceja, mirando sus labios.
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Mensaje  Ébano Dom 4 Ene - 18:33

Decidí escucharla con tranquilidad. Tal como estaba el asunto, y sus asuntos, mejor era tomármelo con calma.
Había contestado a todo al fin y al cabo, así que me dejé soltar, poco a poco. Entrecerré los ojos y abrí las manos que ella me iba sujetando.

Puedes soltarme… recuerdas, yo hablo y tu sueltas… –me dijo finalmente.

Está bien, tranquila. –dije, alzando un tanto las manos en señal de buenas intenciones; al menos ahí, de pie… porque de haberla encontrado en…

“Presta atención, Ébano”.

Pájaro… esos estúpidos animales. No, no me han hostigado. Pero siempre que me encuentro uno no para de molestarme… aunque no sé si para bien de tú pregunta o para mal, no eran pájaros simplemente, sino que eran cuervos….

Asentí con lentitud. – Ya suponía… Por aquí, están por todas partes. – Volví a levantar las manos con las palmas abiertas por última vez, tras haber guardado el cuchillo en son de paz, aunque conservaba mi preciada garra en el dedo. – No es muy común que estos cuervos, los que viven aquí, salgan, solo si.. Tienen un interés especial, pero. No seré yo quien interfiera…

“…O luego me toca aguantar sermones y miraditas lascivas de soslayo”

Ladeé la cabeza viendo que se acercaba tanto. Respiraba un tanto desordenadamente, y avanzaba mucho. Normalmente no tenía problema en acercarme tanto a un mujer hermosa… Pero tampoco es que la conociese mucho y además, se las había ingeniado para bajar mis manos.

Pero… qué demonios, me caía bien. Había tenido el valor de subir allí sin saber nada de nada, era hermosa, era atrevida y parecía experimentada, ninguna niña tonta.

Me crucé de brazos y ladeé el rostro mirándola; acerqué los labios a su mentón y deposité un beso suave ahí, sin ganas de reprimirme para nada. Al fin y al cabo.. Era una mujer bonita que había irrumpido en mis aposentos. Pero, sin previo aviso, preguntó:

Ahora permíteme hacerte yo una pregunta. ¿Por qué hueles tanto al idiota de Wallace?

Me separé bruscamente frunciendo el ceño y la miré. Parecía un tanto… ¿Alterada? No… ¿Molesta?

¿Estaba molesta por que yo oliese a Wallace…? Eso significaba que mantenía contacto con él. Una sensación de calor repentino y enfado me recorrieron, crispándome, pero más aún me molestó que aquello me crispara. Seguro, se habría notado en mi rostro.

Me mordí el labio cambiando repentinamente de parecer porque, él no me debía nada… Ni yo a él, y además ella.. Lo había llamado idiota… Y puede que a él le molestase si..

…Alargué un brazo a la muchacha y acaricié interesada y fascinada, su piel, suave y pálida..

..puede que le molestase si le daba la bienvenida a la chica y le enseñaba aquellas estancias, después de todo, la habían traído los cuervos, algo tendría que ver con el clan.. Y yo era la Garra.

Me mordí un labio y esbocé una sonrisa un tanto pícara, como la expresión de una niña que nunca ha roto un plato: – Eso es porque…. Me lo comí –dije, bromeando. Obviamente era menti…. Bueno, no tan mentira pero, acostumbraba a decir aquello. Enseñé mis colmillos y pasé por su lado, besando a la chica en la mejilla y pasando un dedo sinuoso de su hombro, baja espalda y luego, su otro hombro, hasta una esquina en la habitación donde tenía una botella –siempre– con alcohol.

En realidad, ha salido. No sé por qué… Nunca lo hace. Digamos que… Yo le ayudo con… Algunos asuntos por aquí. Además.. Para qué engañarte querida, el gruñón esculpe su espalda además de sus armas. – le guiñé un ojo y serví dos vasos, llevándole una copa a ella. – ¿Necesitas entrar en… más, calor? No sé cuándo va a volver, pero tengo orden de no dejar entrar a nadie… No esperábamos esto; así que supongo, que tampoco puedes salir hasta que él venga.. Y no sé lo que tardará. –enrosqué un dedo en mi pelo mirándola de arriba a abajo.

Los labios de la chica eran demasiado rojos.. Demasiado atrayentes y parecían de seda.

Ah.. Levia, ¿si? Querrás que te acompañe a una habitación? O puedes usar esta misma, si te apetece… También puedo indicarte las termas, no me cabe de duda de que necesitarás un descanso.

Me apoyé contra el poste tallado en madera de la cama y observé a la chica sin mucha represión, largo y tendido, y di un sorbo suave a la copa, mirándola inquisitivamente y esperando su respuesta.

- - -
Off: si, te he cambiado el color, vale? xD
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Mensaje  Levia Mar 6 Ene - 8:05

¿Qué aquello estaba repleto de cuervos, aquellos estúpidos e incordiosos pájaros? Vale Levia… vete de aquí, total no tien…
La vampira beso s mentón, antes de que ella pudiese pronunciar su pregunta. Aquel beso la había descolocado un tanto… No debía bajar la guardia, no debía confiar aun del todo en aquella situación… que labios tan suaves..

Cerró los ojos y abrió la boca, no pensaba privarse de saber, aquel olor e incertidumbre la estaba matando.
Aunque mis ojos no podían resistirse, mirando aquellos labios tan apetecibles.


Pero sin todo pronóstico, tras su pregunta, la rubia se separó de ella, de manera… ¿violenta?
Su rostro, mirada, gesto… todo había cambiado, al mencionar a aquel brujo… quizás había tenido una primera impresión equivocada pensando que ella era demasiada mujer para el pelirrojo.
Se mordió el labio, quizás sin las intenciones que provocaron en la dragona, pero así fue. Pero esperó, aun no le había contestado, lo más prudente seria esperar…


Una caricia… por poco sus ojos se cierran, disfrutando de aquella toma de contacto con su blanca y fría piel.  
Los ojos de Levia no se podían separar de la expresión tan sensual que había adoptado aquella mujer, mordiéndose un labios, ojos seduc… ¿Comido?
Por su risilla pudo advertir que estaba bromeando… aunque por lo que conocía al brujo quizás no era tan mentira.

Su beso, el camino que recorrió su dedo por el cuerpo de la chica, su contoneo…


-No me costaría creer que te lo has comido…-  susurro la dragona teniendo ya a la vampira a sus espaldas, antes de que esta se volviese para poder seguir deleitándose con su belleza.


Con el ceño fruncido, empezó a escucharla, recordando conversaciones antiguas, una carta… no podía ser. Aquel era el…


De nuevo aquella maldita mujer interrumpió sus pensamientos, examinándola, acariciando su cabello. Si… seguro que Wallace había intentado que se lo comiera… ui Levia no digas eso en voz alta.


Asintió cuando pronunció su nombre, sin interrumpirla, no quería que notase que estaba algo nerviosa, aunque no era fruto de la desconfianza ni de la incomodidad. Bebió un poco de alcohol mientras la escuchaba. Oh si, necesitaba un poco de licos, un baño… un baño, cuanto añoraba bañarse en un lugar decente, con agua caliente, no como el agua helada de ríos y lagos.


Su posición, siempre seductora y atenta. La miraba, lo sabía, no hacía falta observar sus ojos para saberlo, todo su cuerpo se sentía observado, pero no le importaba. Le gustaba. Ella tampoco tuvo reparo en hacerlo. Aquellas ropas que llevaba la vampira eran una invitación a la imaginación, entre otras cosas.
Mirando aquel esculpido cuerpo, la dragona volvió a guiar sus pensamientos hacia lo importante:

Aquel era el bastión de los cuervos… Cuervos de ¿Platino? ¿Cobre?... lo había puesto en la carta… porque no prestaría tanta atención al leer.
Cuervos de Plata… vino a su cabeza como un pensamiento externo, con fuerza y sin vacilaciones. Si, Cuervos de Plata, eso ponía en la carta. Aquel era el lugar donde el brujo quería que estuviese para ayudarle… la necesitaba… el añoraba…


Se sentía idiota con aquella casualidad que el destino le había brindado. Wallace… tendría que volver a verse con él, antes o después… aquello la hizo sonreír, sabia como eran sus reencuentros… y se moría de ganas de hacerlo.


Pero aún no estaba allí, sino que estaba aquella bella mujer…


-Sí, un baño me vendría muy bien…- susurro dejando el vaso vacío sobre la mesa, sintiendo como el calor del licor acariciaba el interior de su cuerpo.


-¿Crees que tardara poco ese cascarrabias, o puedes tomarte un tiempo de descanso?- dijo picarona, empezando a salir de la habitación, volviendo la cabeza para mirar a la vampira.

No sabía porque había dicho eso, pero le apetecía. Parecía una persona interesante, y quizás podría seguir disfrutando de su conversación y presencia en otro lugar… y de sus juegos.


Off: traqnuila... puedes cambiarme lo que quieras (?). perdon por quedarme tan corta, no me ha dado tiempo a mas, te recompensare  e///e xd
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Mensaje  Ébano Mar 10 Feb - 18:20

Ohh, la chica sabía cómo jugar, eso estaba más que claro.

No había esperado visita, ciertamente, y mucho menos que fuese por parte de una muchacha de tal belleza.. E intuía que tenía carácter. Era algo que había aprendido a diferenciar con el tiempo, y ella parecía una chica fuerte, con valor, que sin duda era consciente de cada una de sus cualidades, de sus rasgos. Y si no... Bueno, sería todo un placer enseñárselo.

Puse mi vaso vacío en la mesa junto al suyo mientras salía detrás de ella por el pasillo, mientras me miraba de soslayo.

¿Crees que tardara poco ese cascarrabias, o puedes tomarte un tiempo de descanso?

Reí de forma grave y volví a moderme el labio mirándola, caminando con la misma tranquilidad que un gato calibra a su rival... En este caso, compañera. Sería una danza interesante la de aquella noche.

Bueno, me parece que si no ha venido ya, siendo altas horas de la noche... probablemente lo hará mañana. Y aun así, descuida. Tengo paciencia y... tiempo, infinito para sus réplicas .
- dije, mostrándole mis dientes en una sonrisa, haciendo alusión a mi raza.

Había llegado junto a ella en un pasillo. Desenganché una pesada anilla de mi ropa y abrí una gran puerta de madera que daba a unas escaleras descendientes alumbradas con antorchas. Pasé por su lado, deslizando la mano por sus caderas, erizando su piel y disfrutando del contacto de un tacto tan sumamente suave. (Hueco entre la tela y tela?) Sonreí, imitando un gruñido a su oído mientras descendía por los escalones de piedra. Solo se oían mis pasos en las losas frías, y las respiraciones de ambas.

Al llegar abajo, un espacio abierto, amplio, con pilares de piedra gruesos enmarcaban la escena con multitud de cubículos grandes llenos de agua: bañeras. Me decanté como de costumbre por una en forma de espiral, descendente, con una suave cascada de agua del manantial a un lado. Se calentaba mediante condctos internos en la piedra, de modo que me situé a un lado y comencé a trenzar mi pelo sobre un hombro mirando a la muchacha.

¿Te parece bien este sitio para relajarte? Puedes darte un baño, y luego puedo prestarte algo de ropa
-dije, examinandola descaradamente sonriendo-, creo que te quedará bien. Y después... siempre puedes descansar. Me quedaré por aquí para vigilarte.. y atenderte en lo que necesites.

Oh, yo sabía perfectamente que aquel... "servicial" comportamiento no era el mío, pero qué diantres. No tenía nada mejor que hacer y por los dioses, aquell muchacha olía divinamente..
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Mensaje  Levia Lun 16 Feb - 11:20

Con pasos silenciosos se acercaba a la dragona justo después de reírse de manera sonora y sensual, mordiendo aquellos labios que empezaban a focalizar la atención de Levia.
Unos dientes blancos e inhumanamente largos resaltaron en su rostro. Aquello hizo que miles de recuerdos pasaran por la cabeza de la joven, acabando en una conclusión: nunca le había mordido un vampiro. No sabía si debía compararlo con el mordisco de un hombre lobo, ya que los vampiros solían clavar simplemente los colmillos… y con más profundidad. Lo único que se había llevado de una antigua pelea con un vampiro fue una considerable cicatriz en la espalda, aunque la cicatriz fue causada por un arañazo, acompañado de unas largas y afiladas uñas.

Siguió a la rubia por los pasillos intentando apartar los ojos de su cuerpo para prestar un poco de atención al entorno.  No tardaron mucho en llegar a una puerta, que la vampira abrió apenas sin vacilar. Descendían por las escaleras. Levia parecía volar por los escalones, apenas hacia un solo ruido, dando la sensación de que los de la otra mujer resonasen más, aunque no fuese así.
El bello de sus brazos, y después el de todo su cuerpo, reaccionó ante el contacto de la atractiva guía que descendía junto a ella.


Levia pasó los ojos pro la habitación en la que se encontraban, realmente no se esperaba encontrar aquella allí abajo. Sintió como un escalofrió recorría su cuerpo desde los pies la cabeza, aunque no hubiese sabido explicar el porqué de aquello.


-Si… no está nada mal…- parecía que las diferentes “piscinas” contenían distintos tipos de agua, o eso parecía desde lejos.  Era algo que le asombraba, pero aun siendo un dragón de fuego, la joven disfrutaba del agua como si fuese su elemento, dándose largos baños, sin importarle el lugar, simplemente disfrutando del frescor del agua de la mañana, limpiando sus heridas junto al reflejo de la plateada luna… Y aquello no era distinto. Quería estar horas y horas en aquel lugar, pero su mente parecía no querer pensar en agua en aquel momento preciso.  -…tranquila, no necesito que te tomes tantas molestias…- su voz aún seguía soñando picarona y de desafío, era algo que ya empezaba a salirle solo. -… y lo de la ropa… No creo que haga falta, me basta con mi armadura. – Y que no quería ponerse vestido. Podía contar con los dedos de la mano las veces en toda su vida que se había puesto ropas… de mujer, y aun así le sobrarías dedos para poder hacerse una perfecta trenza.

Aquella no parecía el tipo de mujer al servicio de alguien, y más de alguien que acababa de conocer, de ser así no hubiese aguantado tanto tiempo al brujo. Aquello la hizo sonreír. Sabía que las mujeres podían llagar a comportarse de aquel modo cuando querían algo… solo esperaba que estuviesen deseando lo mismo.

Se acercó a la bañera en forma de espiral, al que estaba más próximo la rubia. Sumergió en aquella limpia agua su mano, cerrando los ojos tan solo por un instante.
Al abrirlos, sus ojos colisionaron con los de la vampira. Si realmente entre ella y el brujo había habido algo, o lo había, ella no quería meterse en medio, no quería inmiscuirse, no quería formar parte de nada… se podría decir que la imagen de Wallace como “jefe” de aquel lugar le enfriaba un poco el cuerpo, pero el agua caliente disipo todos aquellos pensamientos.
Sacó la mano y se la llevó a la armadura, dejando un intermitente camino de gotas de agua tanto por el suelo como por su propia vestimenta.


-Espero que no te importe que empiece ya…- susurró desabrochando sus ropas. Su propia desnudez nunca le había molestado, y menos delante de gente, era algo que nunca le había dado pudor. Es más, sabía lo que su cuerpo podía provocar, por lo que le gustaba sentir ojos externos sobre su piel. Aunque también había gente a la que no le gustaría, pero para aquellas personas Levia guardaba un poco de indiferencia. Aunque también estaba el punto contrario, que le mirasen personas que a ella no le gustaban, entonces, con las más respetuosas de las palabras que conocía, espantaba a la gente con su hacha si hacía falta.

La armadura quedó reposada en el suelo, mientras la dragona acababa de liberar su cuerpo de las ropas, para meterse posteriormente en el agua. Si, aquello había sido muy buena idea.
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Mensaje  Ébano Lun 2 Mar - 13:24

Si… no está nada mal…

Miraba alrededor examinando aquel lugar con fascinación. Era normal, yo al principio tampoco asimilaba lo que había encontrado allí. Desde fuera era un bastión en piedra aparentemente inhóspito y sin vida, sin nada dentro que pudiese indicar que allí había gente y un lugar cálido. SI ya de por sí era sorpresa encontrar el lugar habitable, amueblado y con un caracter... propio (aunque aquello Levia aún no lo sabía), más sorprendente era encontrar que en los pisos inferiores había luz, y unas termas naturales.

…tranquila, no necesito que te tomes tantas molestias… y lo de la ropa… No creo que haga falta, me basta con mi armadura.

Sonreí ante sus palabras; comenzaba a sonar intencinadamente sugerente, y su cuerpo acompañaba sus palabras con pequeños e imperceptibles matices, formas, gestos. Yo sabía interpretar aquello, y mi cuerpo estaba respondiendo con ganas de comprobarlo.

Oh, claro, disculpa. No es que quiera obligarte a vestirte. Estoy segura de que el... atuendo, que escogerás, será perfecto. - caminé a su alrededor siguiéndola fijamente con la mirada. Una nimia parte de mi estaba alerta aún, acostumbrada, y la mayor parte de mi la deseaba desnuda debajo de las cascadas de agua. - Te dejaré algo aquí. Puedes poner tu armadura en aquella mesa del fondo... - en el lado de la baldosa había una mesa muy larga dispuesta. Yo la solía utilizar para llevarme vino allí abajo, era sumamente placentero... Me dirigí hacia ella sin preámbulos, encarándola y puse mi brazo estirado sobre el suyo, acariciandola suavemente hasta el cuello, cuello que me moría de ganas de acariciar y morder.

Pasé de largo rompiendo la escena y saqué de debajo de aquella mesa unas toallas.

Espero que no te importe que empiece ya… - escuché de lejos. Me giré y alcé una ceja mirándola deseosa y sorprendida.

Bueno, esperaba... poder ayudarte y tenderte la toalla, ya sabes... - dije, sarcástica mordiendome el labio y examinando sus formas.. perfectas, blancas y desnudas para mi. Era torneada, equilibrada y suave a la vista. Quería acariciarla, sí, pero más aún quería dejar las marcas rojas de mis uñas y mis dientes por toda su piel... - ... nada más lejos de mi intención, pero veo que eres eficaz, querida.

Dejé a un lado los paños y me dispuse a quitarme la ropa también. Estaba impaciente... Mi cuerpo lo sabía, y yo también. Me habían crecido los dientes, los ojos tenían un ligero tinte rojo. Entré, despacio observándola y me metí en el agua caliente. Demasiado caliente para mi....

Me acerqué a ella en gran medida, y acaricié su piel bajo el agua, desde sus caderas, ascendiendo por la cintura hasta rodear sus pechos y pasar a su espalda. - Tienes una piel envidiable, preciosa....

Aspiré su olor, era algo que me fascinaba siempre, examiné su pelo, sus manos. - Dime. ¿Quién eres tú? ¿Qué haces en el mundo....? O si lo prefieres puedes hablarme de cómo has llegado. De qué tienes en común con el brujo... - solo buscaba un pretexto para seguir tocándola, algo frívolo de lo que hablar mientras y por qué no, conocerla mejor. Sonreí de forma pícara y deposité un beso suave en su clavícula, otro en su hombro. Lamí suavemente hasta arriba y besé suavemente la comisura de sus labios. - ...Ya sabes, para molestarlo entre ambas..

No era muy propio de mi aquello. Siempre que tocaba a alguien, que me encaprichaba, tenía muy claro quién era y cómo era, aunque la otra persona no. Me estaba aventurando con alguien nuevo y eso era un peligro que correr, pero no era eso lo que llenaba mi mente precisamente en ese momento..
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Mensaje  Levia Mar 3 Mar - 11:40

Dejar sus cosas en la mesa… la verdad es que lo había dejado en el suelo, lo más cerca posible. Sabía que ella aún estaba algo “tensa” y ella no iba a ser diferente.
Si, estaria desnuda. Si, no portaba armas encima. Pero el saber que si alargaba el brazo podía llegar perfectamente a todas sus armas le era reconfortante. Si las ponía sobre la mesa, la vampira tendría un segundo muy preciado…

Los andares de la rubia eclipsaban aquellas maravillas ocultas entra las piedras. Su mirada, parecía tan peligroso como ardiente, parecía que le gustaba que la mirasen, parecí que pedía que lo hicieran. Y Levia no se negaría a ellos, mirarla estaba empezando a ser un placer.
Su mano… sus caricias iban en ascendencia por su brazo, hasta su cuello… debía andar con cuidado, al fin y al cabo era una vampira, y la dragona no guardaba mucha buena experiencia de las mordeduras de sus congéneres. Aunque ninguno de ellos le había dejado señal, es más, las muchas [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que podría ver Ébano en el pálido cuerpo de la joven serian de prácticamente todas las especies, pero ninguna cicatriz de dientes de vampiro.


-Ayudarme…- susurro Levia frunciendo el ceño. Ayudarla a desnudarse y entrar en el agua, ¿Quién necesitaría ayuda para cosas tan sencillas? Esperaba que Wallace no le pidiese a la vampira esas cosas. Además, la vampira parecía tener un poco de carácter, no, no creía que lo hiciese… al no ser que…- Tranquila, aun puedo hacerlo sola…- susurró con una leve sonrisa ladeada.
Sus ojos se cerraron tan solo por un instante. Un instante de placer. Agua caliente, un baño… llevaba algún tiempo sin poder degustar aquel momento de tranquilidad y descanso. Pero tan solo fue un instante.
Al abrir los ojos, la vampira y se estaba despojando de sus ropas. Su cuerpo… era realmente precioso, parecía delicado y suave.  Sus ojos parecia que habían cambiado desde que habían empezado a hablar, parecia que la vampira estaba dispuesta a atacar… ¿aunque de qué modo?
Las caricias bajo el agua sorprendieron a Levia, y más por sus destinos. No consideraba que tuviese mejor piel que la rubia, ya que su cuerpo estaba repleto de marcas, que a ojos de muchos podrían quedar mal en el cuerpo de la mujer… pero aquello eran historias, historias y recuerdos, historias, recuerdos y pesadillas. Además… si en un hombre podían llegar a parecer atractivas, ¿Por qué no en una mujer?


Muchas preguntas de golpe, a las cuales Levia no quería contestar ni la mitad. ¿Quién era? Una buena pregunta. Quien era Levia. Una dragona que escondía su olor tras un perfume de lavanda. Que viajaba por todo Aerandir porque no encontraba un lugar donde encajar. Que llega a bastiones perdidos en las montañas sin saber cómo. ¿Qué que tiene en común con el brujo? Aquella era una pregunta… compleja, y por los ojos de la vampira quizás no le gustaría la respuesta.
Levia le sonrió. –Si haces eso, vampira, me temo que no me dejas pensar. – aguantó una leve risa que intentaba escaparse de entre sus rojos labios. Aquello era algo raro.

-Digamos que Wallace y yo somos… antiguos conocidos.- no le gustaba la palabra “amigos”, y menos para referirse a Wallace, más que nada porque se pasaban el tiempo peleándose. –Y si me permites preguntar… ¿de qué lo conoces tú? Está claro que sabes cuál es su nombre, y si no ha cambiado mucho el brujo cascarrabias, él no le dice su nombre real a cualquiera…
Sus ojos seguían el cuerpo de la rubia, para no perder un solo movimiento o gesto. Estaba claro que podía llagar a desconcertarla con sus besos y caricias, pero si se concentraba no se le pasaría por alto una sola mirada o mueca.
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Mensaje  Wallace Mcgregor Miér 11 Mar - 9:38

Mientras, en otro lugar....


En las montañas blancas del norte, la nieve reposaba con tranquilidad en las rocas. Los arboles acariciados por la brisa helada observaban desde lo alto al hombre acompañado de su yegua. El encapuchado, de pelo rojo como la sangre mas caliente, camina, sin mirar atrás.

El Paso Helado era silencioso y tranquilo. Pocas veces se veían animales, quizás algún que otro conejo o algún zorro. El aire frió bailaba por cada piedra tallada por su erosión. Era un camino natural, la mano del hombre no había sido necesaria. En las altas temperaturas se llenaba de nieve y hielo, cerrándolo, protegiendo aquello que guardaba. Cuando un poco de calor se acercaba valiente al Paso, este se abría. Muy pocos lo conocían bien y aquellos que se aventuraban sin conocer morían por el frió o perdidos. En la parte mas interior del Paso se dividía en muchos caminos, algunos sin salida y otros con un vació abismal en su final.

El hombre caminaba entre la nieve. Parece no afectarle y no lo hace. Es un brujo, pero no cualquiera. El fuego corre por sus venas, como lava espesa y caliente. Un don para muchos, una maldición para el. La nieve se derrite a su paso, dejando le pasar, postrándose. La yegua inquieta busca sus manos, su calor. El brujo la acaricia mientras busca el camino correcto con la mirada. Su ojo bueno, verde como la hierba de una mañana húmeda, encuentra la señal. Para aquellos que su destino era estar en el Paso Helado, esa señal era una bendición. Indicaba que iban por el buen camino. El brujo se acerca a la piedra grabada y quita la nieve. Con su mano enguantada descubre las antorchas que guardan la piedra y las enciende con una leve caricia. Eso mantendría la señal a la vista.

El camino se abre ante el, ya no le rodean escarpadas rocas ni altos muros de piedra y hielo. El Paso Helado se abre ante el cielo dando una de las vistas mas hermosas de Aerandir. Las montañas se abren, dejando un valle de nieve y roca, un abismo como suelo y el cielo como techo. En el medio, en un trono de piedra ancestral, se alza una intocable construcción de altos muros. Un bastión que parece haber sido construido por los dioses, tallado en la roca, esculpido con sumo cuidado y devoción. Un hogar en el abismo helado. Una magia extraña lo rodea, lo protege, haciéndolo aun mas especial. Esta coronado por dos torres, altas, robustas impasibles. El viento no les importa, llevan en pie demasiado tiempo como para rendirse ante el.

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El brujo se queda quieto unos instantes, deleitándose de lo que tenia delante. Su hogar, su pequeño refugio. La yegua resopla, impaciente por comer heno fresco y beber agua de las fuentes naturales. El brujo anhela el calor de la roca, el olor de libros viejos y el vino caliente en sus labios.
El camino serpentea, tallado en la cordillera de montañas que rodea el bastión, El Nido. Es uno de los tramos mas peligrosos, un paso en falso y el abismo abraza a los desventurados. Por seguridad, el brujo talló refugios donde poder resguardarse, pequeñas cuevas poco profundas donde poder dormir o hacer un fuego.

El brujo acaricia la piedra mientras camina con cuidado seguido por su yegua quien sabe ya como y donde pisar. El camino se hace largo y pesado, el anhelo lo carga mas. Afortunadamente, el brujo y la yegua llegan a la pequeña plaza. Abrazada por una de las grandes montañas, la plaza se ensancha uniéndose con el bastión gracias a un puente. En la roca están grabados los nombres de hombres y mujeres que una vez estuvieron allí. El brujo se acerca a la pared, acariciando los nombres, en silencio sepulcral. Dos braseros de hierro flanquean el Muro de los Recordados, siempre encendidos, una cálida luz en la oscuridad. A partir de la plaza, no hay mas camino que el puente.

Grande y ancho como un río desbordado, el Puente Alado se alza con columnas de piedra. Fue tallado por el hombre pero su aura divina acaricia la piel de aquellos que lo pisan. Los banderines bailan con el viento, acompañados de altas estatuas de roca. Los rostros de guerreros que dieron la vida. El brujo atraviesa el puente, observando como las puertas se abren. A pesar de que llevaba tiempo allí, nunca había descubierto como y quien abría esas puertas, un misterio mas que llenaba ese lugar. Los muros del Nido parecen mas altos, coronados por merlones tallados en punta. Las saeteras, perfectas para una defensa con flechas, adornan los merlones y el muro. Las almenas perfiladas en la roca son un buen punto de vigía.
El brujo miro hacia arriba, admirando como el primer día cada detalle de la muralla. Como alguien podía haber tallado semejante maravilla? Atravesó la barbacana, grande y bien provista. En ella estaba las caballerizas y un pequeño almacén de armas para posibles asedios, aunque asediar el Nido era casi imposible.

Las puertas negras, tan altas como el muro mismo, con grabados de hazañas heroicas en su piedra, se cerraron detrás del brujo. Este le quitó la silla y las alforjas a la yegua, liberándola. El animal troto hasta su pequeño hogar donde el heno fresco aguardaba. El brujo vio otro caballo. Sonrió levemente al ver al familiar animal. Dejando la silla y todo el equipo de viaje en la caballeriza, el brujo se desprende de su capa y del cinto de su espada. Tiene la espalda cansada y su cuerpo pide un baño.

La segundo puerta del bastión, protegida por un rastrillo de hierro forjado, se abre ante el, en silencio. El brujo entra sintiéndose abrazado por el hogar. Observa los arboles y las plantas de habitan en el gran patio de armas. Un paraíso para los alquimistas y amantes de la naturaleza. Mira al cielo y observa satisfecho como los cuervos, huéspedes y ha la vez dueños del lugar, sobrevuelan las torres. Le dan la bienvenida, a él, al Gran Cuervo. El brujo enciende cada antorcha del patio. Pasea por los caminos de ronda de los muros, dando vida a los braseros. Tenia que dar señal de que el líder estaba en casa. Antes de entrar, el brujo sube a la única torre esquinera descubierta. Se apoya en uno de los merlones y observa el valle, meditando sobre todo lo que ha vivido. Mira su mano y recuerda las personas que ha conocido. Ansiaba verlas de nuevo, caminando por el puente, cruzando las puertas. Pero el baño y el descanso apremian. El brujo entra en la torre del homenaje, el edifico principal del Nido. Empuja las puertas de madera tallada y ha su llegada, el interior se ilumina, cada candelabro, cada antorcha, le dan la bienvenida. El brujo suspira y cierra las puertas.

Estaba en casa.
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Mensaje  Ébano Miér 11 Mar - 10:23

El cuerpo de la mujer reaccionaba ante mis caricias, sin duda era una persona sumamente receptiva... Y su piel era tan suave... Cerré los ojos momentaneamente mientras me filtraba en el tacto de mis dedos en su piel. Los abrí de nuevo, repasando las cicatrices que tenía con un dedo, sinuoso.

Cientos de teorías acechaban en mi mente, pero ninguna co fuerza suficiente como para superponerse, pero en ese momento quería saber de ella. Era, sin duda, una mujer como pocas. Fuerte, su cuerpo lo delataba, hermosa y atractiva como pocas; y por aquellas cicatrices, valiente, dura. Además, estoica, no todos resistían los encantos de una vampirsa.. Bien por miedo o por placer.

Si haces eso, vampira, me temo que no me dejas pensar. - sonreí y posé un dedo sobre sus labios, tan dulces y aterciopelados - Es que no tienes que hacerlo.. Sólo déjate llevar. Al igual que las palabras.. Los movimientos, las caricias... - dije, mientras pasaba una mano mojando su brazo lentamente, mirándolo, y devolviendo la vista a sus ojos diréctamente - salen solos, encanto.

Digamos que Wallace y yo somos… antiguos conocidos.
- Alcé una ceja ladeando el rostro - Eso es un tanto ambiguo, preciosa. Pero... Me vale, por el momento... Antiguos... ¿buenos, o malos conocidos?

Y si me permites preguntar… ¿de qué lo conoces tú? Está claro que sabes cuál es su nombre, y si no ha cambiado mucho el brujo cascarrabias, él no le dice su nombre real a cualquiera…

Me pegué a ella, atrayendo su cintura con deseo, incapaz de abandonar la vista de sus ojos y volví a besarla, esta vez en los labios, sin dudarlo; deslicé ambas manos por su espalda, arrastrando las uñas. - Me intrigas mucho.. - Enlacé la mano en su pelo y me mordí el labio, reflexionando sobre lo que había dicho ella. ¿Hasta qué punto podía yo contarle esas cosas...? ¿Confiar en ella?

Bien... digamos que... De forma tan ambigua como tu me has dicho... Él es... Le ayudo con ciertos asuntos. Y.. Le acompaño en el Nido, siempre que me lo permita. Entiéndeme. Te contaría lo que quisieses, lo que me pidiesen tus labios... -los acaricié suavemente mirándola y descendí hasta trazar una linea lenta y suave sobre sus pechos, mojados- Pero no voy a decir más de lo que has dicho, y menos de algo que no me corresponde... Sin duda él te lo contará cuando os veais. - le guiñé un ojo.- Deja de h.... Ahhh... - el sonido salió a la vez que inspiraba fuertemente por la nariz. Me detuve en seco, paré mis manos, mis caricias y los besos.

Me retorcí sobre mi misma, aspirando, echando atrás la cabeza y suspiré, entre jadeo, y suspiro. Mis ojos estaban rojos, lo sabía. El olor había llegado como quien huele el aire que viene de un prado plagado de lavandas. Sonreí con malicia, dejando salir los colmillos y pasé las manos por mi pelo, mirando a la joven: - Ya ha llegado.


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Mensaje  Levia Miér 11 Mar - 12:23

Miraba los labios de la vampira mientras estaba hablaba, aquellos labios estaba pidiendo… besos. No, mentira, estaba pidiendo ser mordidos. Aquellos labios tentaban y daban lugar a la imaginación, aquellos labios hacían pensar.

¿bueno o malos conocidos? Aquella era una buena pregunta. Se suponía que buenos… pero sus caracteres eran muy diferentes, siempre se peleaban.
Dispuesta a contestar, sus labios se apretaron y sus ojos se abrieron, observando a la juguetona vampira que se acercaba aún más a ella.
La besó.
Levia correspondió con ganas, aquella mujer la estaba volviendo loca, aunque le costaba aparentar cierto control. Sus manos se colocaron en la nuca de ella, apretándola contra sí, profundizando más aquel intenso beso. Una de sus manos bajo por su espalda, ara después acariciar aquel suave trasero. Apretó su nalga justo cuando ella le mordió el labio.
Los músculos de la dragona se contrajeron. Su mano apretó su nalga, clavando un poco las uñas. Le miraba a los ojos, retadora. Antes de que se apartase un poco para seguir hablando, Levia le lamió el labio inferior, dándole después un pequeño beso, ya que ella seguía con su explicación.

Parecía que igual que ella, la vampira estaba siendo prudente con sus palabras, al parecer el brujo tendría que dar muchas explicaciones… aunque no deseaba que llegase aun.
Sabia como era sus reencuentros… volvió a pensar en ello una vez más, no le apetecía, pero era algo que siempre pasaba, aunque algo nuevo para ella, no quería que acabase igual que siempre. Por una vez no lo deseaba… aunque eso no era cosa de ellos, sino de su forma de ser y de sus impulsos.

-Deja de h… Ahhh…

Levia aparto la cara que prácticamente tenía contra su cuerpo, la miró a los ojos, ¿le había hecho daño?
La mujer se movió sobre ella, acarició su paleo, sonrió de manera deliciosa.

Levia también podía olerlo. Azufre, Wallace. Estúpido.

-Eso parece…- susurro Levia suspirando de menara forzada, ordenándole a su cuerpo que se calmase. Había llegado la hora del reencuentro, había llegado la hora de las explicaciones, pero quizás debió vestirse para todo aquello, sabía que el brujo, teniendo una mujer desnuda delante, en aquel caso dos, no llegaría a decir alguna palabra de manera entendible.
Una pena que sea tan pronto…- dijo Levia sensual, besando la mejilla de la rubia, aspirando su aroma, deseando que el brujo hubiese tardado más… pero estaba allí, y no podía cambiarlo.

Levia, acariciando el cuerpo de Ébano con sumo cuidado, la dejó en la bañara, saliendo para secarse con las blancas toallas que había dejado en la mesa.
Se secó y peino su cabellera semi-mojada con los dedos, acentuando más los tirabuzones. Sacudió la cabeza y mirando a la vampira con deseo, de dirigió hacia donde había dejado la armadura para empezar a vestirse.
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Mensaje  Wallace Mcgregor Jue 12 Mar - 21:09

Los pasillo estaban tranquilos. El fuego iluminaba la piedra mientras el brujo se dirigía a sus aposentos. Había comprobado que la cocina estuviera llena, que el fuego de la fragua siguiera ardiendo y que todo estuviera donde lo dejo antes de irse. Sentirse en casa era una sensación que llenaba al brujo. Acaricio los muebles del pasillo principal y subió las escaleras hasta su dormitorio. En ningún momento sus dedos dejaban de tocarlo todo, le gustaba sentir la superficie porosa de la roca tallada, el talle de la madera, la suavidad del hierro y el acero en cada detalle.
Delante de la puerta de su habitación, el brujo sonrió y toco la puerta. Quería verla, estaría dentro esperándolo? Desnuda, lista para el? El brujo suspiro y miro de reojo la puerta de enfrente, los aposentos de ella. Se acerco lentamente y abrió la puerta con cautela. Miro dentro, sirviéndose de una llamarada propia como luz. No estaba. Adivino que, por la ropa en el suelo, estaría bañándose. Le venia de perlas. El brujo sonrió, triunfal y se fue directamente a las termas.

----

Eran naturales, calientes y frías. Los constructores habían encontrado agua que subía por la roca y había creado todo un sistema de fuentes naturales. Los antiguos dueños del nido habían moldeado dicho descubrimiento hasta transformarlo en unas termas naturales. Aprovechando la forma de la sala, habían conseguido reunir un buen grupo de termas y bañeras de distintas cantidades de agua, temperatura y calidad. La roca de cada bañera era diferente lo que las hacia mágicas a la vista. El agua surgía de estatuas talladas en la roca, seres felinos que escupían agua de la montaña. A un lado, había muebles donde poner la ropa y las toallas. Era un lugar realmente fascinante y lo mejor es que la luz de la luna incidía por un agujero natural, dándole a las termas un aspecto místico.

----

Corrí por los pasillo, dirigiéndome a las termas. Si ella estaba allí no dudaría en hacerle compañía. La había echado mucho de menos y lo único que quería era sentir su piel. Al darme cuenta que las termas estaban cerca, bajando escaleras y atravesando salas, fui quitándome la ropa.
La puerta de las termas, tan grande y adornada estaba entre abierta. Desnudo, la abrí del todo, emocionado pues el perfume de Ébano me ataco el olfato, provocando me una sensación de placer infinita.
- Ébano! Ya estoy aquí! - exclame, viéndola. Pero no estaba sola.

Levia.

Me quede quieto, mirando el panorama. Ella estaba aquí...pero como...Las mire a las dos, a la una, a la otra, lentamente. Ébano desnuda y Levia vistiéndose. Seria posible que..ellas...Trague saliva y mire serio a Levia, cambiando el semblante. Vaya forma de estropearme el día. Pero no pude evitar fijarme en lo mucho que ella había cambiado. Parecía mas madura mas mujer...estaba realmente preciosa. Pero ese notable hecho no me quitaría el cabreo que llevaba encima. Sin molestarme en taparme, me cruce de brazos.

-Que haces tu aquí?
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Mensaje  Ébano Lun 23 Mar - 16:55

Eso parece… Una pena que sea tan pronto… - dijo ella. Me besó la mejilla y acaricié sus caderas- mmmh... Aha.. - ella salió del agua acariciando mi piel y suspiré inusitadamente. - Siempre tan oportuno.. - sin duda.

La verdad era que deseaba verlo. Se había marchado sin fijar una fecha de vuelta y cada día se me hacía más dificil pasarlo sin él, no estaba acostumbrada a necesitar a alguien, pero él estaba haciendo crecer en mi poco a poco ese sentimiento de unión, de pertenencia y de deseo constante; de cariño. Suspiré. Amor, lo llamaban...

No obstante, Levia era hermosa y me estaba divirtiendo tanto.. No sabía si a él mis... hábitos le sentarían bien, pero mi corazón era suyo. Esperaba que eso lo tuviese en cuenta pasara lo que pasase.

Y una tercera parte de mi cabeza había notado cierta tensión con Levia. Su cuerpo se contraía a veces, reaccionaba ella con los comentarios del brujo. Era irritante, sí, pero ahora, en frío y más separada de mi nueva amiga me preguntaba si tal vez no había habido algo más entre ellos.... El brujo tenía buen gusto, de eso no cabía duda.

Se acerca.. - dije, percibiendo su olor. Cogí una de las toallas más suaves y me envolví en ella. Notaba crecer en mi las ganas de tenerle ahí, delante. Además, era una nueva vida, un tiempo juntos que no habíamos disfrutado del todo y un nuevo cargo, según me había dicho, que tenía que ostentar... La curiosidad me mataba, y tenía muchísimas ganas de empezar esa nueva etapa. Caminé hasta el otro lado de la sala, cerca de Levia cuando lo vi aparecer.

Ébano! Ya estoy aquí! -dijo, entrando como una exalación. Se me iluminó el rostro, lo sé porque sonreí y no suelo bajar la guardia en cuanto a mostrar emociones. Pero sentía el bastión como mi casa. Sonreía, estaba feliz por verle de nuevo... Iba a caminar hasta él, correr, pero su gesto se heló y aquello me detuvo. ¿Remordimientos? ¿Era eso lo que me pasaba...? Hacía tanto que no los tenía... Tanto tiempo sin tener que dar explicaciones. Sin tener a nadie.

Ladeé el rostro observando su cuerpo, sus labios, a él, entero. Me mordí el labio y pensé que el tema terceros era algo que deberíamos hablar más tarde. Hasta entonces... mejor comportarme tal y como me había conocido, como siempre.

Que haces tu aquí? -sonreí, carraspeé un tanto y me moví hasta Levia. Pasé una mano por sus hombros y desde detrás la besé allí donde confluía su cuello y su hombro. Luego caminé hasta delante de ella, pues era más alta que yo. - Es mi invitada, encanto. No me habías contado nada de tu amiga ni.. de que esperábamos visita. No me ha dado tiempo a recibirla como es debido. - dije, alzando una ceja, sugerente, juguetona, temiendo y deseando su reacción a partes iguales mientras me secaba el pelo con otra toalla blanca. Con la piel pálida y aquel atuendo, parecía una aparición.
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Mensaje  Levia Miér 25 Mar - 13:37

Y dejándola a medio vestir apareció el brujo, desnudo… vaya, sí que ha cambiado. Pensó Levia observando sin querer el cuerpo el pelirrojo.
Había crecido, sus músculos ahora parecían cincelados, estaba más alto, y habían aparecido algunas cicatrices más, aunque aún reconocía las más antiguas. Sus ojos… su ojo. Había perdido la función de un ojo, y Levia no puedo evitar fruncir el ceño, empezando a sentir un gran remordimiento, ya que la cicatriz, o al menos parte de ella, que cubría ese órgano dañado era pausado por ella. Pero recordaba el día que le había dañado, la herida había sido superficial, no podía haber sido ella…
Se llevó la mano a la cintura, donde una quemadura en forma de mano –más grande que la de ella- adornaba su piel en forma de quemadura. Aquel fue un día muy duro, la última vez que el brujo y la dragona habían estado juntos. Ahora ya no tenía ganas de su normal recibimiento, ya no tenía ganas de acercarse a él y darle una buena bofetada, se sentía culpable para aquello.

Se cruzó de brazos, haciendo que os músculos de sus brazos se tensasen, mostrando la fuerza que había adquirido en aquel tiempo… ¿Cuánto hacia desde la última vez que se había visto?
La rubia pasó por detrás de ella, dándole un beso en su torso aun desnudo, aquel acto no le acabo de agradar, la cara del brujo era un poema. Si, entre ellos dos había algo, el gesto de Wallace lo decía todo, aunque a ella parecía que no se le habían quitado las ganas de jugar. Las palabras y los movimientos de la vampira daban a entender cosas que no habían pasado, aunque mentiría si dijera que no lo había estad deseando.  Había estado jugando en el territorio del brujo, y bien sabía que a este cascarrabias no le gustaba que le tocasen sus cosas... aunque parecía que a ella le gustaba tentarle, tentarle y provocarle, tentarle, provocarle y seducirle. Algo no acababa de estar claro.

Amiga… ¿Wallace la denominaría como su amiga? Ellos nunca se había llamado como tal, y la verdad es que a la dragona no le apetecía empezar en aquel momento, y menos con el tomo que se le había atribuido. Aquella situación empezaba a incomodar un tanto. Desvió con pesadez la vista por un momento de la vampira, para ver que esta se estaba secando el pelo. De nuevo miró al pelirrojo.

Sentimientos, recuerdos. El pasado. Te echo de menos, te necesito ¿Cuándo hacia desde aquella carta? ¿A qué se refería? Dolor, enfado sufrimiento. ¿Le había engañado?  ¿Aunque que significa el engaño cuándo entre dos personas no hay nada, más que recuerdos de lo que ya parecía una vida anterior? Felicidad, sonrisas, placer…aquello quedaba atrás, siempre parecía que lo malo superaba a lo bueno. No le gustaba su mirada, aunque sabía que ella tampoco le estaba mirando con cariño. Resentimiento… sabía que desde su último encuentro se sentía un poco alejada de él, como siempre les pasada, se habían enfadado, y mucho. Aquello no lo olvidaba. Seguro que el tampoco.




Se podían escuchar las gotas caer desde las estalactitas, llenando el suelo de unos charcos que cubrían toda la extensión. Apenas había luz, aunque sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra de la cueva.
Andaban sin mirarse, no les hacía falta, ambos sabían perfectamente la posición del otro.
Había sido una noche muy larga, apenas hacia unos días que el joven Wallace y Levia se habían reencontrado, después de tantos años. El tiempo había pasado también para ellos:
Wallace ya no era un niño, ya tenía incluso algo de barba. Su cuerpo ya estaba algo más desarrollado, ya parecía todo un hombre. Superaba a la dragona por unos centímetros, aunque de eso hacia bien poco. Llevaba su cabello pelirrojo a media melena, por los hombros, aquello a Levia le gustaba, le hacía parecer más atractivo.
Pero Levia también había cambiado. Su cuerpo se había alargado, estilizándose. Las curvas habían aparecido en su cuerpo, y en buena proporción.  Aunque en ella misma costaba más ver los cambio.

Había sido una noche… diferente, aunque los recuerdos deberían esperar a otro momento, ya que algo se podía escuchar desde el final de la cueva.

Algo se estaba aproximando a ellos, pero la oscuridad lo ocultaba muy bien. Se podían escuchar lo pasos en el suelo rocoso, en los charcos de agua…
Wallace era un poco cabezón, pero era muy tierno y dulce, no quería que a Levia le pasase nunca nada, siempre intentaba protegerla. Levia por otra parte era una cabra loca, ahí donde veía la oportunidad se lanzaba, sin mirar los contras. Ambos cambiarían mucho en el futuro.

Wallace se colocó delante de ella, cubriendo con su propio cuerpo el bien estar de la chica, no sabían que les esperaba tras la penumbra, había que ser precavido.
Levia ya estaba preparando su hacha, un hacha de hierro nueva, había que probar que tal iba, pero el cuerpo del joven se lo impedía.

-Déjame pasar, Wallace- susurró ella intentando pasar por un lado.

-No, Levia, Espera. –contestó él.
El joven, por aquel entonces, no sabía de sus capacidades brujeriles y Levia no controlaba muy bien su forma dragón, además de que apenas se había mostrado ante el chico una vez, y tenía algo de reparón en hacerlo de nuevo. Tuvieron mucha suerte de salir vivos de ahí.
Un gran animal se postro ante ellos. Tenía la cabeza similar a la de un león, coronando la parte superior de la cabeza por una especie mata de pelo, que parecía en su composición de espinas.  Unas escamas como las de los dragones cubrían su torso, aportándole una armadura natural. Unas alas de murciélago, fuertes y grandes. Patas gruesas, con las que poder perseguirá sus oponentes hasta el último aliento. Y para acabar, una cola con una espina en su final, erguida hacia delante, por si los dientes y las zarpas fallaban…
Levia nunca había visto una cosa así, pero sabía que nunca lo olvidaría.

Ella alzó el hacha, preparada para atacar… o más bien defenderse. El coloco su mano para que la joven no pasase, aquella parecía la muerte en vida.

Apenas ellos recuerdan como salieron con vida de aquello.

Todos los intentos parecían inútiles, el hacha de la chica se había caído a un lado, quedando tras la bestia, era imposible recuperarla.

-Tengo que hacerme con un arco para casos como este…- susurro sacando su daga, la que el mismo Wallace le había regalado años antes.

-No Levia, no te acerques, déjame a mi.- de nuevo se colocó delante de ella, pero con la diferencia que esta vez la adrenalina recorría cada parte de la dragona. Sabía que o era buena idea ponerse delante de ella en aquellas circunstancias, pero aun así lo hacía, debía protegerla.

-¡Wallace, déjame, puedo hacerlo!- gritaba ella intentando apartarle, mientras el animal, aún vivo, aunque herido, se acercaba a ellos con la cola preparada para probar sangre.

-¡Joder vas a morir!

Un mal movimiento de ambos. Levia cortó a Wallace en la cara, con la daga, junto al ojo. Wallace la agarro de la cintura, sin saber cómo, abrasándole la piel con su propia mano.

El animal murió, y ellos quedaron sentados contra las piedras, callados.

La herida de la cara del joven no dejaba de sangrar, aunque no parecía muy profunda.
Levia apenas se podía tocar la piel, se le había quemado la ropa, quedando pegada a la piel, que se había quedado en carne viva.

Aquella noche no hablaron, y al día siguiente, cada uno continúo su camino, sin volverse a ver.


Hasta ahora.




¿Cómo se suponía que debía actuar? Hola…ella no quería decir aquello. Ahora que los recuerdos había llegado a ella solo quería pegarle. Así era ellos: se encontraban, se peleaban… así eran ello, ¿no? Miro su cara, había cambiado. ¿Cuándo habían cambiado tanto?

Pero ella también había cambiado, no quería quedarse callada, pero tampoco llegaban a su cabeza palabras con las que poder formar una frase decente.
Aquello parecía que ahora se había convertido en la casa del brujo, y aquella era su… algo. Levia había irrumpido en todo aquello. Él estaba furioso, ella también.
Mi querida Levia…este brujo te necesita. Deseo con todo mi corazón que estés bien, fuerte y sana, y que no hayas olvidado al primer muchacho que te quiso… siempre en mi mente.
Si en algún momento se le había pasado por la cabeza el preguntar si estaba bien, preguntar por todo aquello, abrazarle, saludarle… todo murió. Con el recuerdo de aquella carta, aquella carta que precisamente estaba entre su armadura, la furia volvió a ella.

Se aproximó a él, callada, desnuda, con gotas de agua que caían de la punta de sus cabellos mojados. Se acercó, muy cerca. Sus ojos… nunca los olvidaría… pero..

Le propino una bofetada. De aquella que a ella tanto le gustaban darle, las que le giraban la cara y le dejaban la zona roja y dolorida. Aquella que él tanto odiaba.

Pero a diferencia de las otras veces, estaba en su casa, en su territorio, no podía irse, al menos no sin que él la pillase.

Se volvió y sin mirar a la vampira –estaba demasiado furiosa, no quería regalarle a ella una miraba ahora, no en aquel estado- se acercó a su armadura, y llevándola en las mano, la dragona empezó a recorrer el camino de vuelta a los pisos de arriba.


_______________________

bestia:

Metarol consentido de Wallacito.
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Mensaje  Wallace Mcgregor Jue 26 Mar - 11:57

Su silencio me cabreo mas que la propia bofetada. La vi venir a cámara lenta, como su pequeña y jodida mano se acercaba a mi mejilla, como si nada, sin escuchar mas que la piel chocando contra la mía. En ese instante, cuando mi cabeza y todo yo giro, cayéndome al suelo por la sorpresa, fue cuando recordé a duras penas pues mi cabeza dada vueltas. Recordé el pasado, los días compartidos con aquella dragona, el fortuito día que yo la marque y ella me dejo a mi marcado también. Las noches de placer y pasión inocentes, cuando apenas sabíamos manejar nuestros propios cuerpos.

Choque contra el frió suelo, parecía que hubiera roto la piedra incluso. La rabia y el enfado me cegaron al momento. El dolor de la mejilla vibraba en cada centímetro de mi piel. Ardía y seguramente tendría la marca de su mano. Me levante en silencio y dedique una mirada dura y enfadad a Ébano. No podía culparla de lo que ocurría pero estaba tan enfadado que me dio igual. Me acerque a Levia, quien tranquilamente se estaba vistiendo, como si nada hubiera ocurrido y la empuje con fuerza, tirándola al suelo. No dude ni un segundo en ponerme encima y propinarle un señor puñetazo. Quien las dan las toman, zorra. Levia, confundida y al segundo enrabiada, me empujo con todas sus fuerzas, utilizando sus piernas, una técnica que desgraciadamente yo le había enseñado. Maldita sea. Se lanzo sobre mi y con fuerza, me agarro del pelo y estampo mi cabeza contra la roca, gritando, como una salvaje, lo que era. Con mi brazo libre, la cogí del cuelo y la tire a un lado para ponerme de nuevo encima, inmovilizándola y le pegue un cabezazo con todas mis fuerzas. Pero la muy cabrona volvió a escaparse de mi agarre y con una buena patada en mi entrepierna me aparto. El dolor abismal me izo que me encogiera sobre mi mismo pero pude levantarme.
La herida de la espalda me estaba matando de nuevo. El forcejeo había despertado el dolor, una herida de arma punzante hecha por una muchacha engullida por la locura. Mi ultima visita a Lunargentea había sido un tanto dolorosa. Pero ahora no podía pensar en eso. Un puñetazo de Levia golpeo mi mandíbula haciéndome tambalear y tirándome sobre los armarios de la ropa para el baño. No pude ver a Ébano, mi mirada estaba un tanto borrosa, por la furia y por la ceja abierta que esa maldita niña se había molestado en golpear una y otra vez. Rugí de rabia y de dolor y me lance hacia ella cogiéndola del cuello. No quería hacerle daño, no tanto, debíamos parar. Pero no se que me pasaba, mis dedos se apretaban contra su cuello y mis ojos la acuchillaban. Era eso lo que sentía? Dolor y rabia? rencor por lo sucedido en el pasado?
Por suerte, si de puede llamar así, mi corazón me hizo parar. Un latigazo en mi cuerpo. Solté a Levia al momento y me retire tosiendo, ahogándome. Con la rodilla en el suelo apreté mi mano en mi pecho. Sentía el latir de mi corazón por todo el cuerpo, la espesa y ardiente sangre correr a un ritmo demasiado lento. Me estaba volviendo a pasar. Apoyé el puño en el suelo mientras me ahogaba cada vez mas.

-J-Joder...-pude decir, entre jadeos y un gemido de dolor. No quería que me vieran así, débil, al borde del colapso o como lo decía Circenn, de un infarto. Mi corazón fallaba, por la adrenalina, esta aumentaba la temperatura de mi sangre, esta entraba demasiado rápido en mi corazón y lo colapsaba. Jadeando intente calmarme, debía hacerlo. Me quede en el suelo, de rodillas, sangrando por la pelea, me pase la mano por el pelo, sudando. Había estado cerca. Que les diría ahora, como las miraría?. Alce la vista, con los ojos llorosos por la ansiedad del momento y las mire.-....no me miréis...-suplique. No, no quería que me vieran así. Me levanté como pude y conseguí llegar al mueble de las toallas, me tape con una y me arrastre hasta la puerta, pero las piernas me fallaron de nuevo y caí, apoyando en la puerta.-..joder! -gruñí mientras intentaba levantarme de nuevo. Tan débil, tan inútil.
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Mensaje  Ébano Jue 26 Mar - 12:52

Todo sucedía a cámara lenta. Y yo no era estúpida. Podía comportarme como una cría caprichosa en cuanto a mis.. caprichos, valga la redundancia, pero no era tonta y sabía cuando debía comportarme, y cuándo sacar las uñas.

Y aquella era una situación que bien valía uñas, piedras, palos, dientes y lo que los dioses quisieran prestarme.

Levia se acercó lentamente a Wallace, con calma, parsimonia y dejando una estela de gotas de agua y tensión fría en el ambiente; seguidamente, un guantazo. Wallace en el suelo. Ira, tensión. Mirada dura. Me miraba, cabreado. Le devolví la mirada, ladeé levemente, imperceptiblemente la cabeza en una advertencia muda. Pero todo fue en vano...

Se acercó a ella. Puñetazo, empujón, agarre, otro agarre, patada.. Joder.... Sucedía rápido, todo parecía girar vertiginosamente a mi alrededor y no sabía qué hacer. ¿Por qué se pegaban? ¿Debía pararles o pararían?

Basta.
- dije, a modo de advertencia. No era mi casa, pero sí era asunto mío también.

En un breve instante de lucidez me di cuenta de qué poco conocía a aquel que compartiría conmigo hogar, aquel que poblaba todos mis pensamientos... Y aquel instante de pensamiento me costó otro rato de pelea. Más puñetazos, Wallace se retorcía. ¿Buscaba a tientas?

¡He dicho que basta, joder! - saqué los dientes y siseé a ambos. Pero no se detenían; él se movía a tientas. Se lanzó hacia ella imparable, feroz. Los ojos me tornaron rojos, abrí más la boca y salté hacia donde estaban, envuelta en furia y traté de separarles. No tenía mis armas... No quería morder a nadie. Y a la vez tenía la horrible sensación de estar interfiriendo en un tema más trascendental para ellos. Clavaba mis uñas en ambos brazos de ellos tratando de que se soltasen, pero no parecían percibirlo.

Y cuando estaba a punto de morder, él la soltó. Con la tensión del nudo de los tres cuerpos "caí" en medio, en una maraña con Levia. Una en toalla, otra desnuda y el otro compungido. No me di cuenta entonces de nada... Me maldije cientos de veces en un futuro por no haber parado aquello. Empujé a Levia, que aún estaba al pie del cañón temerosa de que volviesen a la carga y me dejé llevar.

¡¿Se puede saber en qué pensáis?!

J-Joder...

Panda de salvajes. ¡¿No podéis hablar las cosas, civilizadamente?! No, está claro que no..

....no me miréis..

..podéis comportaros. No, claro, ahora querrás irte de rositas, los dos. Tú vienes aquí y te brindo hospitalidad y te pegas con tu anfitrión, y ¡tú! ¡Tu te largas así, sin más, llegas y te pegas con tu invitada sin preguntar si quiera! - me giré al tiempo que me refería a él. Me había dejado llevar por la ira, cegada. Palidecí, mis ojos volvieron a su color natural y me acerqué a él. -..joder! - Apagado, en el suelo. Miré a Levia. No sabía si podía contar con ella.

Maldita sea... -suspiré para mi, dejé caer las manos y actué todo lo rápido que supe, dentro de mi completa ignorancia médica... Cogí toallas, las extendí, puse una a modo de almohada y me acerqué a él, pero Levia había salido de la aparente conmoción del momento y lo había cogido de ambos brazos, llevándolo con cuidado hasta la improvisada "cama" de toallas.

Tragué y miré a la muchacha. Ambas actuábamos como autómatas en una situación así. No entendía nada, pero por otra parte, comprendía muchas cosas. Algo importante, algo de su pasado los unía, verse así no había sido el mejor de los modos... Conocía a Wallace y sabía que si, era fuerte, brusco y algo bruto a veces, pero no hace daño sin un motivo.... Y también era temperamental. Debían tener un pasado intrincado, en el cual decidí no meterme. La miré con circunstancia y salí fuera un momento lo más rápido que pude. Fui a una sala cerca de las cocinas y traje un botecito de los que Circenn tenía allí y un par de batas oscuras. ...Circenn... Pensativa, me acerqué al pasillo de la biblioteca y llamé su nombre. Acto seguido, volví a la sala.

Destapé el bote y se lo acerqué. - Bebe, es uno de los frascos de Circenn, calmante. Tu vena del cuello, tus ojos y tu dolor parecen decirlo todo - dije, con seriedad. - Lo he llamado, aunque no sé si está aquí... - Él estaba ardiendo, más que de costumbre... Me froté los brazos. La actividad del momento me hacía más sensible al calor. Fruncí el ceño y dejé que Levia se encargase de que bebiera; cogí una de las batas y me la puse, tendí la otra a ella. - Ten. Es mejor que ponerte con... todo eso que usas como armadura. - No la miré apenas. No sabía cómo sentirme ante aquello y eso era algo nuevo para mi.
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Mensaje  Levia Vie 27 Mar - 11:59

Pudo sentir como aquel idiota le empujaba, haciendo le caer por el suelo como su fuese una niña tonta, había bajado la guardia. El pelirrojo se puso sobre ella, empezando a pegarle… no le podía culpar, ella había sido la primera en golpear… si le culpaba. Estúpido…
Movió las pernas, colocándolas en su estómago, y las estiró con todas su fuerzas. El peso del hombre dejo de influir sobre ella, había salido disparado, era su momento de contraatacar. Se lanzó sobre él, estampándole cabeza contra el suelo… quizás un acto muy salvaje… estaba furiosa, la rabia le cegada. Podía sentir como la sangre bombeaba con fuerza de su corazón, de manera violenta. Su respiración se entre cortaba, soltando fuertes bufidos involuntarios con cada acometida.
Sin saber cómo, apenas lo vio venir, el brujo se colocó de nuevo encima… idiota, que se estaba pensado. Le pegó un cabezazo, cosa que hizo que la visión de la dragona se nublase por un segundo, pudiendo ver pequeños destellos de luz… parecían estrellas e un cielo negro de verano.
No escuchaba las palabras de la vampira, incluso se había olvidado de su presencia, ya no podía verla.
Pero ya conocía a aquel hombre, no iba a salirse con la suya, sabía sus puntos débiles, o al menos los que tenía antes. Sabía que ella podía escurrirse de entre aquellos brazos tan musculados, lo suficiente como para dejar libre su pierna y arrearle una buena patada en la entrepierna, aquella lo daría margen. Que te jodan pelirrojo.
Aunque se levantó antes de lo que ella pensaba, apenas ella se había alzado también del suelo.
Sabía que odiaba que le golpease en la cara. Un nuevo puñetazo, justo en la ceja, esta se podía se ver de color carmesí. Estudió en el suelo, no podía evitarlo, la sangre corría por su boca como gotas de agua.
Y como so de un león se tratase, el brujo se lanzó sobre ella, de manera inesperada, puesto que el cuerpo de Levia había quedado ladeado por la última acometida. La agarro del  cuello, fuerte, podía sentir cada uno de sus dedos apretarse contra su blanca piel. Podía sentir como la apretaba más y más, sin parar. Nunca le había provocado tanto daño como entonces. La dragona le daba tapadas en el estómago y alrededores, no respondía. Sus uñas se clavaron en las manos del brujo, rompiendo la piel, rasgándola, haciendo que emanara la sangre. No cesaba de apretar. La joven podía sentir como la sangre se le acumulaba en la cabeza, apostaba a que se estaba poniendo ropa. Te mato… te voy a matar estupi…miró sus ojos, odio, fuego, rabia, dolor… aquello la hacía incluso más daño que lo físico. Ella también estaba enfadada… ¿pero realmente iban a acabar así?
No vio a la rubia acercarse, ni notó sus uñas.
No.
El brujo la soltó de golpe, prácticamente tirándose al suelo. Ella misma también cayo, junto a algo blando ¿cuánto llevaba ahí la vampira? Tardo un poco en recomponerse, aun podía sentí las manos del brujo en torno a su cuello, la presión, el calor… el fuego.
Hubiese sido un momento perfecto para darle una patada en esa cara fea que tenía. Hacer que uno o dos dientes volases de su boca. Estaba apoyado en el suelo con la rodilla y el puño, no podía respirar… estaba… mal. La sangre del cuerpo de la dragona se paralizó, helándose. Wallace estaba sufriendo… bueno también cuando le pego, pero eso es distinto… aquella visión le hizo sentir un fuerte dolor en el pecho, donde se suponía que estaba el corazón, como si se estremeciese, como si se estrujase.
 
 
Parecía que se fuese a morir allí mismo… Wallace. Suplicaba que o lo mirase, lo entendía, peor no podía hacerlo. Quería salir corriendo a socorrerle, las piernas no le respondían. Podía sentir el sudor frio en la frente, quería limpiarse, pestañear… todo su cuerpo estaba paralizado, igual que la vez que le pico aquella Kolmyr.
 
La vampira la empujó, haciéndole retroceder un par de pasos, sus ojos no se apartaban del brujo…
La vampira le miro, ¿Qué estaba sucediendo?
Se movió rápido, sujetando al hombre y colocándolo bien con la ayuda de la rubia. No sabía lo que estaba pasando. Estúpido niño…. Que te está pasando…
La vampira se fue, dejándoles solos.
 
-Wallace…- gimió ella, acariciándole el rostro. –Estúpido abre los ojos…. Wallace…- alzó la cabeza, pudiendo ver que en los huecos naturales de la sala, por donde entraba la reluciente luz de la luna, habían unos cuantos de cientos de cuervos, fue entonces cuando escucho el grajeo. Parecía que observaban la escena. Se sentía impotente. Miró de nuevo al pelirrojo, no salían disculpas de sus labios, no hacían falta no aun. Su cogió más fuerte, como abrazándole, no le importaba que él impusiera resistencia, lo hacía.
La sangre de la boca de Levia caía sobre uno d ellos hombres de Wallace, ya no se notaba, ambos estaban repletos de aquel liquido rojo tan brillante.
No aceptó lo que la vampira le estaba dando, sabía que poción era debía beberla.
Podía notar el calor de su cuerpo… miedo. Estaba sintiendo un miedo atroz.
 
No quería que nadie se acercase, no quería que nadie lo tocase. No. Su cara lo decía todo, miedo, dolor, sufrimiento, rabia, desconfianza, impotencia.
 

-¡Wallace joder!
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Mensaje  Elen Calhoun Sáb 28 Mar - 3:41

Pasaron semanas antes de que la bruja pudiese reunir todo lo necesario para el largo viaje que le esperaba, hacia las tierras del norte. Tras los últimos incidentes se vio obligada a renovar sus ropas, entre las que destacaban ahora las prendas de abrigo, algo que resultaría imprescindible si quería aguantar las bajas temperaturas de la llanura nevada. También había llevado su cinturón a un curtidor de la zona, que con facilidad y por poco dinero lo reforzó haciéndolo doble y le añadió otra vaina, donde desde ese momento podría llevar la espada helada que el dragón blanco le entregó en Dundarak.

La bruja había aprovechado su estancia en Lunargenta para entrenar hasta dominar aquella arma tan especial, cuya visión siempre le traía recuerdos totalmente opuestos, la terrible noche contra el demonio sombrío y el rayo de esperanza que aquel caballero y sus compañeros representaban. Los dragones habían combatido aquel mal durante mucho tiempo, librando a las gentes de su alcance sin que se enterasen siquiera de su existencia.

Aquello la había hecho pensar mucho durante los últimos meses, ¿qué otros males podría haber sueltos por el mundo sin que la mayor parte de la gente supiera de ellos, mientras algún pequeño grupo luchaba por mantenerlos a raya? Sin duda la posibilidad de que pudiesen haber varios era una idea desalentadora, pero tras ver con sus propios ojos la sed de venganza, el odio y caos que sembraba aquella criatura a su paso, no podía creer que simplemente se tratase de un único ser, debía haber más.

Por suerte no iría sola, su hermano también había sido llamado al Nido y a ellos se uniría una joven de la que sabía bastante poco, dado que Vince la había conocido en las afueras de la ciudad por pura casualidad. Preparó sus pertenencias y compró provisiones para aguantar las primeras semanas, luego tendrían que buscarse el sustento por el camino, cazando o sirviéndose de lo que la madre naturaleza les ofreciera. Revisó también las pociones, ungüentos y hierbas que llevaría consigo, junto con algunos frascos vacíos y abundante agua, por si necesitaba fabricar alguna durante el trayecto.

Tras el trabajo para la anciana sus existencias se habían visto algo reducidas, pero conservaba lo más básico, un poco de Barrimorth, flores de Inhibis y una espiga de Kortinque para las quemaduras. Si tenía ocasión de recolectar otras plantas conocidas durante el camino lo haría, pero por el momento aquello tendría que bastar para tratar cualquier problema que pudiese surgirles. Guardó todo cuidadosamente en las alforjas y preparó a Sombra para salir, tras atar un fardo de heno a la silla, por si no encontraban pastos en las tierras nevadas.

Cuando por fin estuvo todo preparado, sacó su montura del establo y se despidió de la amable tabernera, que tan bien la había tratado durante toda su estancia allí. Buscó a los que serían sus compañeros de viaje, y tras comprobar que estaban listos emprendieron el camino, dejando atrás Lunargenta y sus atestadas calles, para internarse en el bosque de los humanos.

Tras varios días llegaron a la tierra de los licántropos, en la que por suerte no tuvieron demasiados problemas,  pudieron reabastecerse de alimentos y descansar un par de noches en un pequeño asentamiento, mucho más cómodo que dormir al raso. La de ojos verdes despertó temprano y aprovechó para revisar los alrededores en busca de alguna hierba cuyas propiedades pudiese aprovechar gracias a la alquimia, pero pronto desistió al ver que la vegetación de la zona estaba compuesta casi exclusivamente por arbustos normales y árboles.

Volvió junto a los demás y prosiguieron el camino, siguiendo la costa hasta que las temperaturas comenzaron a descender bruscamente, momento en el que se apartaron del mar y siguieron una ruta a través del bosque, hasta llegar a una enorme estepa que se extendía hacia el oeste, hasta donde alcanzaba la vista. Más allá de ella se encontraba Dundarak y la llanura, zonas que deberían cruzar antes de llegar a las montañas heladas, donde les esperaba el escarpado paso helado que los conduciría directamente al Nido.

Detuvo su montura y bajó al suelo, antes de sugerir a sus compañeros que pasaran el resto del día y posterior noche allí. La estepa no era tan inhóspita como la llanura, razón de más para descansar allí antes de proseguir el viaje, que sin duda se volvería más duro a medida que se internasen en las tierras del norte. Tomó algo de leña de uno de los fardos y la apiló en el suelo, antes de revisar la que les quedaba y estimar que tendrían para unos días más.

Encendió el fuego y extendió una gruesa piel junto al mismo, donde podrían sentarse y mantenerse levemente aislados del frío. Ató a las riendas de Sombra a un árbol cercano y le dio algo de agua, antes de dejar que el animal comenzase a comerse los pastos que tenía alrededor. Una vez atendido su caballo, regresó junto a la hoguera y se sentó, al tiempo que sacaba la carta que Circenn le había entregado y volvía a revisar el mapa. Observó con detenimiento lo que les rodeaba para situarse, bajó la vista de nuevo al papel y deslizó el dedo por este, indicando de forma aproximada la ruta que habían tomado y el lugar en que se encontraban.

- Si no me equivoco llevamos más de la mitad del camino, no está mal. - musitó en voz baja, pero de forma que Vince y Kara pudiesen escucharla, guardó la carta nuevamente y sacó algo de comida y agua. Desde donde estaban apenas podían verse un par de granjas, cosa que indicaba la poca población del lugar. Tiró del cuello de su abrigo para cubrirse un poco el rostro y puso a calentar el agua en un modesto caldero, al que iría añadiendo algunas verduras para preparar una sopa.

El sol avanzaba con rapidez para ocultarse tras las montañas, bañando la estepa con sus últimos rayos de la tarde, que le daban un brillo anaranjado. La de cabellos cenicientos cenó sin prisas, acompañando el caliente plato con un poco de pan, recogió las cosas en cuanto todos terminaron y echó algo más de leña al fuego para que aguantase durante la noche, aunque tener a un par de brujos cuyos elementos eran capaces de encenderlo de nuevo lo facilitaba bastante.

Apoyó la espalda contra el tronco en que había atado a Sombra y se envolvió con una de las pieles, dispuesta a hacer la primera guardia mientras los demás descansaban un poco. Aún les quedaba mucho camino por delante y debían estar en las mejores condiciones posibles, preparados para cualquier desafío que Wallace pudiese imponerles a su llegada, en la que seguro los pondría a prueba. El entrenamiento no la preocupaba, sabía que con paciencia y constancia conseguiría mejorar sus habilidades, tal como había empezado a hacer en Lunargenta.

Relajó la postura y clavó su mirada en las montañas, muchas cosas nuevas les esperaban allí y pronto tendrían que empezar una nueva etapa de sus vidas, perteneciendo a algo más grande que ellos mismos. Pero antes de que pudiesen alcanzar el paso helado, la hechicera sugeriría a sus compañeros una rápida visita a Dundarak, dando como excusa el reabastecimiento de provisiones.

Sin duda podrían adquirir algunos productos y alimentos, pero lo que a ella le interesaba era otra cosa, quería buscar al dragón blanco, necesitaba respuestas.
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Mensaje  Vincent Calhoun Dom 29 Mar - 20:25

Pasaron semanas hasta que el grupo tuvo lo necesario para su viaje. Destino: La llanura nevada. Bueno, realmente se trataba de un bastión en las montañas por esa zona. Destino la llanura helada jaja, más bien parecía que su destino era morir en el norte pensó el brujo con sorna. A este paso los dragones le darían algún título de dragón honorífico o algo así. Por algún motivo u otro parecía que tenía que ir siempre al norte.

Esta vez se trataba de su hermana. Le habían llegado noticias de Wallace. Aquel brujo que se encontraron en el bosque del oeste en su anterior viaje al norte. Le había mandado una carta a Elen para invitarlos a unirse su clan. Esto le había sorprendido. Si bien, aquel día hicieron piña para salvar el pellejo de las bestias subterráneas, no comprendía porque los invitaba a ellos. Solo se conocía de un día así que supuso que le había complacido el combate de los hermanos.

Su sorpresa fue mayúscula cuando Lynn le comentó que también estaba invitada a ese clan. El guerrero del que le había hablado anteriormente era el mismo Wallace. Era él con quien se había encontrado  y él que la había invitado. Por un instante el brujo pensó que el mundo era un pañuelo.

Teniendo los tres el mismo destino era una estupidez ir por separado, así que concretaron hacer el viaje juntos. El día señalado como partida el joven esperó en la puerta norte, junto a Karalynn, la llegada de su hermana para partir. Las semanas de preparación habían comprado lo necesario para el viaje. Utensilios, provisiones, cuerdas, cantimploras, etc…  El lugar estaba en las montañas y era mejor estar preparados.

Los primeros días los pasaron en los bosques del territorio humano. Era, evidentemente, la parte más sencilla del viaje pero el brujo no pudo evitar recordar el ataque al campamento maderero. Según la información que había podido reunir un tipejo había ordenado el ataque para acabar rápidamente con los leñadores y usurpar su puesto. Días después del citado ataque pasaría la comitiva de un noble en particular que el líder de los asaltantes quería ver muerto. Solo atacaron el poblado para preparar una emboscada al noble y gente inocente había muerto. Le revolvía el estómago tal vileza pero ahora si pensaba en dicho ataque era porque los bosques no eran tan seguros como pensaba anteriormente.

Como se preveía de inicio no ocurrió nada fuera de lo común y pasados unos días entraron en territorio de lobos. Esta etapa del viaje podría ser peligrosa. Los licántropos no tenían por qué temer un grupo reducido de personas aunque siempre podría aparecer alguno que no le gustaran otras razas. Siguieron una ruta costera donde las gentes eran más abiertas a extranjeros y no tuvieron problemas.

Cuando ya se acercaba a territorio de dragones se internaron en el bosque. La llanura helada era una zona céntrica dentro del territorio de los dragones así que era mejor acercarse al centro del continente ahora. En el norte las condiciones climáticas y el terreno abrupto haría la travesía más lenta y peligrosa.

Al llegar a los límites de la estepa decidieron acampar. Era mejor idea hacerlo ahora que cuando estuvieran en la llanura. Aunque había asentamientos en la llanura ahora ya no los alcanzarían antes de anochecer y la bajada de temperatura sería mortal allí. Aún recordaba el lugar donde se hospedó antes de ir al Poblado Abandonado. Sería una buena idea pasar por allí para avituallarse antes de seguir su camino.

Elen comentó que ya llevaban más de la mitad del camino y se ofreció para la primera guardia. - La mitad fácil del camino jaja,- bromeó el brujo. Aunque no le faltaba razón. Lo que les quedaba era menos en distancia pero mucho más en dureza. No importaba. Llegarían en el plazo previsto. Estaba seguro de ello. Su anterior viaje le había enseñado mucho de esas montañas.

Pasadas unas horas su hermana le despertó. Era su turno. Elen se quedó profundamente dormida con rapidez. Era normal por el cansancio. Vinc aprovechó para entrenar con su espada mientras hacía la guardia. Sin desatender sus obligaciones comenzó un ritual de fintas, quiebros y estoques. Tuvo cuidado de no hacer ruido para no despertar a sus compañeras de viaje y así estuvo un rato.

Luego tendría que despertar a Lynn y por la mañana seguir el viaje. No sabría que encontraría en el Nido hasta que lo viera con sus propios ojos.
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Mensaje  Karalynn Fjelstad Vie 3 Abr - 7:57

No había pasado mucho tiempo desde que había conocido a Vincent. Lynn lo había conocido poco antes del incidente en el que cual se había visto envuelta; aquel ataque por parte de algunos individuos cuyo interés residía en apoderarse del campamento y de las infraestructuras organizadas que estaban en manos de los leñadores. Karalynn no indagó mucho al respecto, aunque había continuado tratando de averiguar el por qué de aquel ataque tan indiscriminado, pero supuso que sería puro interés económico. Después de aquello, se había quedado sin su último hogar, y había sido Vincent tan amable de ofrecerle un lugar en su residencia para que ella pudiera descansar aquella noche. Se lo había agradecido, aunque la poca confianza que tenía de Vincent había sido en base a la breve conversación que habían mantenido tanto en combate, como momentos antes.

Después de un sueño reparador, Karalynn conoció por vista y sin una presentación apropiada, a la hermana de Vincent, Elen, una mujer de cabello blanquecino y que, aunque por aquel momento Karalynn no lo sabía, contaba con el mismo poder que aquel que había conocido tiempo atrás: Wallace. Por casualidad, el destino de los tres estaba enlazado, pues los tres habían sido invitados por Wallace a reunirse en el Nido, donde podrían mostrar su lealtad hacia el Clan al que habían sido invitados. Karalynn trataba de recordar los hechos pasados; había sucedido todo demasiado deprisa, pues nada más había conseguido aquel dinero, suficiente para marchar hacia el Norte –el cual para ella era Lunargenta, siendo esta ciudad el lugar más al Norte que había visitado hasta entonces–, había ido con cierta prisa, y durante el camino se había encontrado con Wallace. Y después… Todos aquellos sucesos repentinos que rodeaban a la mina del mineral misterioso. Había sido demasiado, en demasiado poco tiempo, y el ataque al campamento en el cual había peleado junto con Vincent, no había sido más que un acontecimiento más que podía sumarse al dolor de cabeza producido por la confusión, que había en Karalynn.

Es toda una fortuna que nos encontráramos –dijo Lynn, cuando estaban por marchar hacia el Norte. Todavía permanecían en la cercanía del campamento–. De no ser así, francamente, no sé cómo habría llegado hasta el Nido yo sola. Solamente he marchado sola hasta Lunargenta… así que no sé si habría sido capaz.

Se lo decía a Vincent, quien estaba preparando algunas cosas para el trayecto. Después, ambos salieron de la casa donde habían estado, y cada uno por su lado, se ocupó de reunir las cosas que creía apropiadas para el viaje. Lynn se había quedado sin flechas, pese a que durante la batalla del día anterior había estado recogiendo aquellas que habían pertenecido a hombres que no eran más que cadáveres cuando ella tomó sus carcaj. Marchó a Lunargenta, a donde no tardó demasiado en llegar a pie. Y una vez allí, se mezcló entre el gentío abundante que había de forma habitual en las primeras horas de cada mañana. Había un mercado que atrajo bastante la atención de Lynn; pues aquel mercado tenía distintas tiendas situadas en carpas de varios colores diferenciados. Le resultó de lo más colorido y pintoresco, y en una de ellas por ambos laterales había dibujada una larga espada mandoble. Entró en aquella carpa, y se encontró con un individuo sin cabello, cuya calva relucía en abundancia. Sin darse cuenta, esbozó una leve sonrisa.

¡Rebajitas! ¡Hoy hay rebajitas! –dijo el hombre, con gran entusiasmo. Era enorme, y dejaba escapar parte de su vientre por entre su prieta camiseta de tonos rojizos y con algunos dibujos grabados en dorado. Se veía con total claridad su ombligo, que estaba por encima de la barra tras la que se hallaba–. Las rebajitas incluyen armas, armaduras, escudos, de todo.

Flechas –dijo Karalynn. No con sequedad, pero sí con un rostro ciertamente inexpresivo. No sabía muy bien cómo actuar frente al individuo–. Solo busco flechas. Un par de carcaj con flechas suficientes para un viaje al norte.

Flechas, flechitas –dijo el vendedor, y se agachó. Aun agachado, Lynn todavía vislumbraba su calva reluciente. Tardó cerca de dos minutos, hasta sacar 4 carcaj que poseían gran cantidad de flechas cada uno de ellos. Tal vez había exagerado con su petición, pensó Lynn, pero ya estaba hecho. Tenía monedas suficientes para hacerse con ello, así que le asintió–. Son los Aeros que ahí puedes ver –e indicó a una tabla de madera sobre la cual estaba escrito el precio por cada carcaj de flechas, o por las flechas sueltas.

Karalynn extrajo una bolsita en la que guardaba sus escasos Aeros, y le entregó unos cuantos, aquellos que el vendedor le requería dependiendo de los costes que estaban marchados en el tablero de madera. El vendedor le sonrió con amabilidad, pero su sonrisa se extendió hasta un punto en el que Lynn la consideró siniestra. Salió de la carpa y mezclándose nuevamente entre la gente, curioseó en el resto de tiendas para ver qué clase de cosas se vendían. En cuanto pasaron un par de horas, trató de volver a reunirse con Vincent para empezar la marcha hacia el Norte, hacia el Nido. Viajaron con cierta cautela, pero con rapidez, y al llegar a lo que Elen llamó “la mitad del trayecto”, acamparon en una estepa. Allí harían guardias, como era más prudente hacer, y tanto Elen como Lynn quedaron completamente dormidas.

Después de unas horas durmiendo, notó unas palmadas en su hombro izquierdo. Era Vincent, que la estaba despertando : Le tocaba a ella hacer la guardia en aquel momento. Se levantó y le dedicó una sonrisa.

Espero que puedas dormir bien. La verdad es que he tenido bastantes pesadillas y estoy un poco cansada pero bueno. Descansa –le dijo finalmente a Vincent, y se alejó un poco de ambos, sentándose sobre la hierba y observando a su alrededor. Tenía el arco colgado de su espalda. Los cuatro carcaj que había comprado, los tenía distribuidos dos sobre su espalda y otros dos en los laterales de su cintura. Pasaron los minutos, con gran lentitud. Minutos que Lynn trató de cubrir con sus pensamientos, para que se hicieron más llevaderos. Llegó a reír en silencio, al escuchar los fuertes ronquidos que emitía Vincent. Y pensó que debía ser Vincent, porque eran demasiado masculinos como para pertenecer a su joven hermana. De pronto escuchó un extraño ruido en la lejanía. La estepa contaba con la ventaja de al tratarse de una zona amplia, se podía ver con facilidad si el peligro se aproximaba. Y el extraño ruido se intensificó. De hecho, se hizo más notable cuando varios silbidos pasaron cerca de ella, y se agachó tensando su arco con una flecha rápidamente. Debía despertar a Vincent y a Elen, aunque dudaba de que hubieran podido continuar durmiendo sin haberse dado cuenta de aquello–. ¡Eh! ¡Eh! –gritó Lynn.
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Mensaje  Wallace Mcgregor Vie 3 Abr - 14:37

Las sabanas limpias me despertaron. El olor a nieve húmeda y a roca me hicieron abrir los ojos. Estaba en mi cuarto, en la cama. Estaba solo no hay nadie. Miles de imágenes empezaban a azotar mi cabeza. Oh...la pelea. Me toque la cara pues el dolor, el entumecimiento empezaba a notarse. Alguien me había curado las heridas, tenia una especie de tela pequeña pegada en la nariz. Eso solo lo hacia....Bjorn. Estaba aquí? Tan pronto... Me intente incorporar pero el cuerpo me dolía. No sabia si era por la paliza con Levia o por el casi infarto. Acaricie mi pecho, jadeando de dolor. Definitivamente debía empezar a calmarme en situaciones extremas o no duraría mucho.
Con todas mis fuerzas me levante, apoyándome en los muebles, intentando recordar que había pasado. Debía pedir disculpas a Levia y a Ébano...estarían preocupadas?... Conseguí llegar hasta la puerta y al abrirla vi un rostro conocido.

-Scar...sigues igual de feo...-le dije al hombre que me miraba, serio, con ese rostro cubierto de una enorme cicatriz. El me sonrió levemente y me ayudo a salir de mi habitación. No era muy hablador, eso me gustaba de el. Me condujo hasta el comedor en silencio mientras yo intentaba pensar que decirle a Bjorn. Al llegar a la estancia me senté como pude en una de las sillas y suspire, cansado. No mas peleas con Levia, me dejaba hecho polvo. Me toque el labio, me lo había partido...maldita sea. Scar se sentó a mi lado y me acercó una taza caliente, humeante, seguramente caldo.- Y Bjorn....?-el no dijo nada, bebió de su taza y miro hacia delante. Estaría con ellas, hablando. Que había pasado?



------

Las puertas de las termas se abrieron de par en par mientras las muchachas intentaban mantener con vida al hombre, quien temblaba en el suelo, en trance, en un dolor increíble. Delante de ellas, un hombre alto, canoso, vestido de negro. Sus ojos son dulces y llenos de preocupación. Detrás de el tres hombres mas, también de negro.

-Letho, Scar, coger a Wallace, llevarlo arriba.- ordena el hombre con autoridad. Sin dejar a las dos mujeres reprochar y apartándolas, cogen al hombre y lo llevan a su habitación. El hombre canoso se acerca a ellas y las mira a los ojos.-...mi nombre es Bjorn...no se si Wallace os a hablado de mi..pero ahora no hay tiempo. Vamos.

Conforme andan detrás de los hombres de Bjorn, este les cuenta lo que sucede. El problema de Wallace es grabe pero tiene solución, siempre la tiene. Bjorn las deja pasar, las necesita. Letho saca un frasquito de su bolsa y se lo da a Bjorn, este lo acerca a la nariz de Wallace quien reside tumbado en la cama, temblando aun, encogido. Su cuerpo se relaja de golpe, parece dormido. El hombre canoso suspira con alivio y se sienta en una silla, cerca de Wallace.

-A faltado poco...-susurra mientras acaricia el pelo del brujo. Bjorn mira entonces a Levia, le es familiar y sabe por que. Tiene los ojos de su madre. Su viva imagen. El hombre canoso no le diría nada, no era el momento. Mira a Ébano, su preocupación le agrada, es la mujer de la que Wallace le ha hablado.-...esta bien...podéis tranquilizaros....-les susurra, quitándose la capa, acomodándose. Observa como el brujo duerme tranquilamente, le limpia el sudor con un pañuelo.-... parece que todo se cumple tal y como lo predijo ella...-murmura mientras se rasca la barba de mas de una semana.-...bueno...mis hombres y yo nos quedaremos aquí al fin y al cabo esta es nuestra casa también...-se levanta con una gran sonrisa y sin decir nada mas toma la mano de ambas y les besa los nudillos.- descansad, el esta bien.

---

Scar seguía sin decir nada, bebiendo tranquilamente. Me levanté viendo como el me seguía con la mirada. Salí de la estancia con el siempre detrás, como una niñera. Escucho golpes metálicos y no puedo evitar asomar la cabeza por una de las ventanas del pasillo. Letho...tan grande como siempre, entrenando junto con Coven. Sonreí sin poder evitarlo, hacia años que no sabia nada de ellos.

-Bjorn esta en tu estudio...-susurro Scar, por fin. Asentí y me encamine lentamente hacia allí. Tenia muchas ganas de verle pero también quería verlas a ellas. Tenia la corazonada de que no querían verme y con razón.


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Mensaje  Levia Sáb 4 Abr - 7:14

Las puertas se abrieron haciendo retumbar un fuerte ruido que sonaría en toda la estancia. Levia apenas lo escucho. No quería que nadie se acercase a Wallace, no quería que lo tocasen. Tres hombres se acercaron. Una voz, era autoritaria. Los hombres la apartaron, no sin tener que hacer fuerza, ella se resistía.
Pudo ver como se lo llevaban por la misma puerta  que habían entrado segundos antes, sin decir nada, apenas sin mirarlas. Odio. Quería salir corriendo y pegarles, coger al brujo e irse… no ellos sabrían que hacer con esas heridas, maldita sea, ni siquiera sé qué coño le ha pasado… pensó llevándose las manos en la cabeza, entrujándose con las dos manos la cara. Culpabilidad.
 
Las palabras de aquel hombre sonaban, pero apenas podía oírlas, un fuerte pitido ensordecedor enmudecía cualquier otro sonido. Las estaba mirando, pero ella no dejaba de ver las tres figuras que se iban haciendo más pequeñas mientras se alejaban de allí.
La vampira se levantó, le siguió mientras este caminaba. Decidió hacer lo mismo, sin decir nada. Seguían el mismo camino que aquellos hombres, no les perdía de vista. Aquel hombre empezó a hablar, explicando los problemas de Wallace, aquello si le interesaba, aquello si lo escuchó. Nos dejó pasar… a las dos. Parecía tan débil en aquella cama… seguramente no le gustaba que le viésemos así, su orgullo no se lo permitía… que le fastidien.  Al parecer aquel frasco le fue muy bien, ya que apenas hacérselo ole, su cuerpo se relajó, ya no parecía resistirse, ya no se contraía.
Levia tenía el entrecejo fruncido. No conocía a todas aquellas personas, quería irse de allí, quería volar, alejarse, perderse. No lo podía hacer, no hasta saber que el brujo estaba bien. Había sido su culpa, no se lo perdonaría el él…
 
No dejaba de mirar a Wallace, no le importaba quien estuviese allí. En otra situación hubiese analizado a cada persona, sus gestos, ropas, armas… ahora no importaba. Ni siquiera tomó en cuenta que el hombre de pelo blanco la estuviese mirando… más de lo normal.
¿Tranquilizarme? Estoy muy tranquila… sus puños se apretaron. No estaba tranquila. Por suerte supo mantener a raya su bocaza y no dijo nada.
Ahora sí que frunció el ceño. ¿Quién había predicho todo aquello? ¿De qué estaba hablando?
Le cogió la mano y le beso los nudillos. Levia apartó la mano un poco brusca, ¿Qué se había pensado? Se limpió la mano con los pantalones. Estaba enfadada, aquello no le había gustado. Su respiración aún era algo forzada, su corazón latía muy fuerte, en especial cuando miraba al estúpido que estaba en la cama.
 
Después de pasar un rato ahí no aguantaba más, estar rodeada de todo aquella gente le estaba haciendo perder la paciencia, demasiados ojos y demasiados reproches, de ella misma. Salido de la habitación sin decir nada. Quería irse de aquel estúpido bastión, pero no antes de saber que Wall estaba bien, así que se metería en cualquier sitio a espera, sola.
 
No conocía los caminos ni pasillos, todo aquello parecía un laberinto de piedra. Ascendió unas escaleras, necesitaba estar más arriba. Unas nuevas escaleras ¿Cuántas más abría?
Llegó hasta lo que parecía un mirador. No había más pisos, aquel parecía el indicado. Entraba la luz y el aire. Se quitó la capa y dejo su cabello libre, que se movía por el viento. Su cabeza no dejaba de darle vueltas a todo lo que había pasado, nunca haba pasado aquello. Wallace nunca había reaccionado de aquella manera cuando se peleaban, si es verdad que estaba mayor, pero no sabía que tanto, o al menos que estuviese enfermo.
El pelo le chocaba contra la cara, se hizo una trenza, de manera pausada, mirando por la zona del observatorio. Tiro de su cabello, haciéndose daño en la cabeza. Había muy buenas vistas, ¿cómo nunca había visto aquel imponente lugar? Se sentó con la espalda apoyada en la pared, mirando las blancas montañas que envolvía el bastión.  Wallace estaba feliz, tenía una casa y una mujer… que le esperaba, amigos, buenos amigos que velaban por su seguridad y bien estar. Ella ya no era necesaria, ella era un estorbo.
Se encogió, cubriendo sus piernas con los brazos, abrazándolos, colocó la cabeza en las rodillas, cerró los ojos. Los pensamientos no cesaban. Quería matarlo cuando este se recuperase…
 


-Se acabaron las peleas… 
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Mensaje  Ébano Miér 8 Abr - 7:31

El silencio caía lentemente por fin, alrededor. Tragué, suspiré mientras sentía mi pecho relajarse poco a poco. Los sentidos se me estabilizaban, podía notarlo. Había pasado todo.

¿Había pasado todo...?

Cerré los ojos y me dejé resbalar por la pared que estaba contigua a la habitación de Wallace, pegada a su cama. Sentía demasiadas cosas, todas enfrentadas; estaba confusa. Apoyé la cabeza contra el muro y miré al techo, recordando.

..Un batallón había irrumpido en la sala. Un batallón era lo que se me había asemejado. Mi cabeza en momentos de tensión era ocupada por el instinto y reemplazada por mis sentidos; de modo que pensaba únicamente cosas cortas.

Levia estaba junto a mi, miraba sin saber qué hacer, como yo. Las dos demasiado agobiadas, demasiado ignorantes como para saber qué podíamos hacer o qué pasaba.

Un olor animal me llegó y volvió a activar mis sentidos y mis colmillos, demasiada gente, demasiadas razas y olores. Retorcí el cuello y los miré a todos con los ojos muy abiertos, apartandome.

Dos hombres y otro más mayor, andaban con disposición y cogieron al brujo. "¿Arriba, a donde?" Quise preguntar. Abrí la boca pero las palabras se atascaban. Reparé en ellos. Vestiduras recias, armaduras, armas. Eran hombres de guerra, pero no los había visto en mi vida. Miré a Levia; parecía sentirse como yo, desorientada, culpable y confusa. Auqnue estaba sacando conclusiones precipitadas....

Me estaba costando controlarme. ¿Un lobo? Olía diferente al resto. Nunca me había importado que alguien fuese de una raza u otra y menos si estaban dispuestos a ayudar, pero en momentos tensos, me era imposible relajarme.

Sabían el camino a los aposentos.... Eso indica muchas cosas. ¿Son sus hombres? ¿Son amigos? ¿Antiguos compañeros o antiguos enemigos? Mi cabeza daba mil vueltas y mi estado no ayudaba. Hambre, sed. Miedo. Hostilidad y necesidad de ayuda. Me estaba mareando... No había dicho ni una palabra, no era muy natural en mi.

De pronto todos daban vueltas en la habitación, pero el brujo se había calmado. No podía dejar de mirarlo. Ese frasco había sido muy útil. "Más que el tuyo, necia, cómo se te ocurre...."

¿Una alteración muscular? ¿De los nervios? Seguía pareciendo algo más grave.. "¿Tranquilizarme, en serio?" Me sentía atenazada.

De pronto el tal Bjorn dijo algo que me sacó de todo el ensimismamiento. Era como un tornado en el que hubiese estado flotando dentro, viéndolo todo con una película translúcida, todo a toda velocidad alrededor y yo estática. Y ahora, el viento había cesado y yo había caído, golpeándome con el crudo suelo de la realidad.

...¿Predecir?
-alcé una ceja mirando al hombre- ¿Quién? - había sido una pregunta estúpida, yo misma sabía que no iba a contestarme a aquello, pero tenía que hacerla. Mirá a ambos lados; dos hombres jóvenes, curtidos, con marcas y muy recios estaban a espera de órdenes. Miré a la ventana: pronto amanecería.

Me acerqué a la ventana y corrí las cortinas, en un movimiento que me retractaba como lo que era. No sabía cuánto más me quedaría allí, calculaba que poco, pero preferí no arriesgarme. Miré a los dos hombres a los ojos y volví junto a la cama mientras Bjorn seguía hablando. Miraba también a Levia, concluí observándolo, "La conoce..." Alcé el mentón en un gesto casi automático cuando nos cogió a ambas las manos y las besaba levemente. Me daba igual en aquel momento, la verdad, era lo que menos me preocupaba de todo lo que ocupaba mi cabeza en ese momento, aunque a Levia en cambio sí parecía importarle. Apartó la mano bruscamente con gesto de enfado y la frotó con su pantalón.

Podía notar la tensión, su mirada sobre el brujo, su pulso palpitante en el cuello. Le latía fuerte cada vez que lo miraba. Se conocían, claro, qué tonta había sido... Aparté la mirada y me separé un tanto de la cama, antes de verla salir airada del cuarto. Y con razón. La situación no era para menos..

Me retiré a una esquina y cogí la botella que él solía tener allí; yo la había repuesto los últimos días, era ron. Di un trago muy largo mientras los pensamientos que daban mil vueltas se empezaban a calmar y ocupaban su lugar, erróneo o no. Cogí tres vasos y me acerqué paulatinamente a los hombres, impasible tal y como me habían enseñado en mis años al servicio de la Hermadad, siempre tranquila, siempre discreta.

Serví tres copas y las dejé en la mesa, mirandolos profundamente uno por uno. Miré a Bjorn.

Sí, está claro que parece encontrarse muy bien. Disfrutad
- dije, con una sonrisa sarcástica abarcando toda la sala, dejando ver los colmillos pues estaba aún alterada por el olor a lobo - ¿Estáis en vuestra casa al fin y al cabo, verdad?

Y dicho aquello, tras llenar bien los tres vasos di media vuelta para salir de allí me hubiese equivocado o no con mis palabras. Miré largamente al brujo antes de salir y me dirigí a la habitación de al lado...

Una habitación cualquiera de invitados. Cerré las cortinas y me senté en el suelo, contra la pared que daba a su cama; ahí era donde estaba ahora.

Era un comportamiento cursi y estúpido, pero me sentía más cerca de él allí. En aquel cuarto no me sentía bien. Ellos eran sus amigos o sus compañeros, sus hombres. Ella pertenecía a su vida pasada. Él era un hombre muy experimentado en la vida.... Aquel era su bastión, alguien tejía profecías sobre él y, ¿qué había hecho yo?

¿Qué pintaba en medio de todo aquello?

Esa idea me daba mil vueltas en la cabeza: se suponía que yo era capaz de dirigir ese sitio en su ausencia, y aunque no dirigirlo... Se suponía que era capaz de mantenerlo. De ayudarlo a él y por todos los dioses, se suponía que podía con él, tenía que haber evitado aquella situación. La figura de Levia acudió a mi. Aún podía oler su rastro.. Aún estaba aquí. Eso me devolvió de pronto a mi cabeza; debería haber evitado.. darle esa maldita bienvenida...

Me reí para mi misma, despectivamente.

Me había visto tan bien allí con él. En un lugar en el que me sentía bien, plena, con una persona que me valoraba. Había sido tan estúpida... ¿Cómo podía esperar una chupasangre, alguien que vive únicamente de noche encajar en medio de toda una red de personas así..? Tan honorables... Con lazos tan fuertes; con tanta abundancia, tantas personas. Él tenía un pasado y una vida muy amplia en la que yo había estado haciendo equilibrios como en la cuerda floja.

Por si fuese poco, a ello sumaba que me era imposible dejar de fijarme en los demás.. La prueba era la muchacha, me había interesado nada más verla y quería más con ella. Quería dejar abrir mis pétalos envenenados ante sus hombres, ante Scar, quería jugar con ellos, aun cuando Wallace estaba malherido. No podía controlar aquello, no estaba bien porque yo era suya... No podía dejarme llevar por el animal que llevaba dentro, pero, ¿hasta que punto esa actitud era de Ébano y no de Ireth...?

Se me escapó una lágrima silenciosa. Porque a pesar de todos me había sentido celosa, tremendamente celosa de que Levia se mostrase tan atenta y tan... Ohg. Sentía de todo por aquel brujo y me sentía bien con él... Lo necesitaba conmigo. Apreté los dientes. Sabía que aquella naturaleza promiscua no me dejaría nunca, pero a la vez sabía que a pesar de ello siempre pensaba en el brujo.. era todo lo que quería. Y por los dioses, no entendía nada de lo que me ocurría. Me miré las manos y torci el gesto.

Te quiero, imbécil. Qué has hecho..
- dije para mi. Me pasé las manos por la frente al tiempo que percibía cierto movimiento al otro lado de la pared. Había despertado. El corazón me dio un vuelco y el nudo del estómago se atenuó, aunque no del todo. Me incorporé, di el último trago y dejé la botella. Debía buscar a Levia y acompañarla... No era justo para ella. Si sentía... lo que fuese que sintiera por el brujo, ahora se sentiría culpable tras semejante pelea, ya que no parecía una cualquiera que no tuviese conciencia...

Me levanté y salí por la puerta notando el ajetreo en el cuarto, muy suave. Me moría de ganas por entrar pero quería hacer las cosas bien. No sabía cómo afrontar aquello... Yo quería al brujo, pero él ya tenía su esquema de vida y yo no me sentía integrada, no podía encajar ahí. Dejé de pensar en aquello, y para cuando me vine a dar cuenta, ya estaba a mitad de las escaleras de uno de los miradores más altos. Aspiré el olor de Levia y continué. Cuando llegué, la encontré de espaldas, mirando al infinito, contemplando el frío que rodeaba el bastión. No salí, pues ya era de día.

Ha despertado. - dije, estoica. Al fin y al cabo no podía evitar pensar que ella había contribuído a la pelea, por poco que me gustase aquel pensamiento. Dicho aquello, bajé de nuevo, suponiendo que ella me seguiría; como fuere, quería saber qué había ocurrido y tenía muchas preguntas que no tenia ni idea de cómo formular. Escuchaba sonidos en el patio; espadas. Probablemente más amigos del brujo entrenando, me habría asomado, mas el sol ya no era el tenue del amanecer. Me acercaba ya al nucleo del bastión, al estudio y a los aposentos principales.
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Mensaje  Elen Calhoun Vie 10 Abr - 5:08

La bruja no tuvo problema para hacer la primera guardia, después de tanto tiempo acostumbrada a dormir más bien poco, pasar unas cuantas horas despierta no le costaba apenas nada, ni siquiera el cansancio que el viaje había dejado en su cuerpo afectaría a su tarea de vigilancia. Observó como los demás se acomodaban cerca del fuego para dormir, cosa que le recordaba la necesidad de mantenerlo encendido hasta que amaneciese.

Por suerte el clima de la estepa no era tan inhóspito como el de las tierras que les esperaban más al norte, el frío era fácil de combatir con una buena hoguera y alguna que otra piel, justo lo que tenían. El tipo de terreno también ayudaba, no era tan escarpado como las montañas que tendrían que atravesar para llegar al Nido, y al ser un lugar abierto, la labor de vigilar cualquier posible amenaza resultaba más sencilla.

Elen aprovechó el tiempo para repasar mentalmente las lecciones que le había impartido Trevor, el instructor de combate que la había enseñado a dominar la espada helada en Lunargenta. Aquel día de entrenamiento le había servido de mucho, y desde entonces dedicaba varias horas al día a practicar, para no perder la destreza que había adquirido con el arma, que tal como él había dicho, se había terminado convirtiendo en una prolongación de su brazo.

Desenvainó la brillante hoja y la dejó reposar sobre su regazo, mientras deslizaba los dedos desde la empuñadura hacia la afilada punta, notando la magia que la recorría y el frío que transmitía. Era una espada peculiar y debía cuidarla, ya que probablemente muchos desearían arrebatársela para venderla o por el simple hecho de poseerla, cosa que no lograrían. Volvió a guardarla y escrutó los alrededores con la mirada, hasta que pasaron las horas y su turno terminó.

Se levantó y caminó hacia donde descansaba Vincent, lo despertó con delicadeza y le indicó que debía hacer su guardia, tras lo cual se envolvió con la piel que portaba y se acostó cerca del fuego, dejando las armas junto a su cuerpo por si eran pasaba algo. La noche siguió tranquila durante unas horas más, hasta que le llegó el turno a Karalynn de vigilar. La maga no conocía demasiado a la joven, apenas lo que su hermano le había contado de ella y el hecho de que Wallace la hubiese reclutado también, cosa que despertaba su confianza.

La de ojos verdes despertó al escuchar un silbido cercano, aguzó el oído y alcanzó a oír las pisadas de varios individuos, tomó de inmediato las armas y se apartó del fuego rodando sobre sí misma, para que les resultase más complicado verla. Avanzó hacia uno de los árboles cercano y se puso en pie, ocultándose tras el grueso tronco del mismo, que podía cubrir con facilidad su delgado cuerpo.

Se colocó los cinturones de armas y se asomó levemente, mientras otra flecha cruzaba el aire en dirección al fuego. Karalynn estaba lista para entrar en acción, agachada y con el arco tensado, para disparar en cuanto tuviese un ángulo de tiro. Vincent reaccionaría de inmediato, así que se centró en los atacantes, contando mentalmente las figuras que alcanzaba a ver desde su posición.

Al parecer tres iban al descubierto, mientras otros dos se escondían parcialmente tras unas rocas y los cubrían con sus arcos. Debían llegar hasta estos últimos primero, o el riesgo de terminar asaetados en medio del combate sería demasiado alto. La de cabellos cenicientos estudió la situación y comenzó a idear una estrategia, mientras los bandidos se acercaban cada vez más.

Concentró sus poderes en ambas manos para crear una esfera de energía considerable, antes de manipularla y usar sus recientemente mejoradas habilidades de ilusionista, para crear al dragón eléctrico que había mostrado en sus espectáculos. Lo hizo aparecer en el aire para que resultase algo más creíble e imponente, luego descendió hasta aterrizar frente a los extraños, batiendo las alas y moviendo amenazadoramente la cola.

Solo era una ilusión, pero si conseguía asustarlos o al menos despistarlos valdría para darles algo de tiempo a los demás y actuar, volvió a concentrarse en su creación y la hizo avanzar con rapidez hacia los atacantes, de modo que el dragón se les echase encima. Aprovechó el momento para correr hacia las rocas, mientras la enorme ilusión de energía se abalanzaba sobre aquellos desconocidos, produciéndoles descargas de baja intensidad al entrar en contacto con ellos, a fin de cuentas estaba hecha a partir de su elemento.

Desenvainó la daga y se acercó a la posición del primer arquero, hizo levitar el arma y casi de inmediato esta salió disparada hacia él, clavándose en su garganta sin darle ocasión a proferir ni un mísero grito. Recuperó el puñal y echó un vistazo a sus compañeros, esperando que la distracción del dragón les hubiese servido de algo. Apenas pudo mirar unos segundos, quedaba otro arquero y debía ocuparse de él, para que Vincent y Kara no tuviesen problemas mientras luchaban con los tres bandidos restantes.

Echó a correr nuevamente, con lo que sus pisadas la delataron, llamando la atención del segundo tirador. Se echó al suelo para esquivar una flecha, que pasó a tan solo unos centímetros de ella, no podía darle ocasión de volver a disparar. Alzó una mano en su dirección y le soltó una descarga, consiguiendo aturdirlo momentáneamente, que era lo que necesitaba para levantarse y alcanzarlo. Colocó la mano alrededor de su cuello y le aplicó la electricidad de forma directa, dejándolo inconsciente al cabo de unos segundos.

A la hechicera no le gustaba recurrir a matar a sus enemigos, pero con el primero había tenido que hacerlo o la hubiese descubierto ante los demás, cosa que no podía permitirse. Dejó que el cuerpo del arquero se desplomase sobre el suelo, para de inmediato atarle las muñecas y tobillos con algo de cuerda, así cuando recobrase en conocimiento no sería una amenaza para nadie.

Volvió la vista hacia sus compañeros a tiempo de ver cómo se ocupaban del resto de asaltantes, lo que la tranquilizó considerablemente. - ¿Estáis bien? ¿Os han herido? - preguntó en cuanto la situación estuvo controlada, acercándose a ellos y examinándolos con la mirada. De ser necesario los trataría con las pociones o ungüentos que tenía a su disposición, pero si se encontraban bien lo mejor sería salir de allí cuanto antes, el cielo comenzaba a clarear indicando la llegada del amanecer, debían continuar su camino.

El grupo volvió a ponerse en marcha tras aquel incidente, extremando las precauciones para que no volviese a ocurrirles. La visita a Dundarak apenas duró un par de horas, lo que tardaron en aprovisionarse de nuevo, tiempo que la de ojos verdes aprovechó para acercarse a los caballeros dragones y preguntar por el anciano, mostrando su arma para que supieran de quien se trataba.

Había pasado cerca de un año, pero los caballeros aún recordaban perfectamente a la bruja y al elfo que se habían enfrentado contra el demonio sombrío, por lo que la trataron con mucho respeto y le dieron la poca información de que disponían. Al parecer el dragón blanco había abandonado su puesto el mismo día que los salvó, y desde entonces no se había sabido nada de él. Elen se sintió algo decepcionada, esperaba poder encontrarlo para que le aclarase algunas dudas, pero no tendría ocasión de hacerlo.

Regresó junto a los demás y prosiguieron el viaje, cruzando la llanura y llegando hasta las montañas, cuyo difícil terreno los puso verdaderamente a prueba. El abrigo de piel poco podía hacer contra las bajas temperaturas de aquella zona, así que se podía escuchar de vez en cuando como le castañeteaban los dientes. Su cuerpo tiritaba levemente, mientras las manos se le entumecían a causa del frío, obligándola a soltar las riendas en varias ocasiones para abrir y cerrar los puños.

- Wallace olvidó mencionar las condiciones de este lugar, estoy congelada. - musitó, con una voz tan baja que apenas podrían oírla. Siguieron avanzando con sumo cuidado, el camino se estrechaba cada vez más, dejando por  último a los jinetes con un solo metro de suelo a cada lado del animal. La senda siguió de ese modo durante varias horas, entre las escarpadas paredes de la montaña y el precipicio, con lo que no podían relajarse ni un momento.

Cuando por fin la de cabellos cenicientos posó sus ojos sobre el imponente bastión, soltó un suspiro de alivio y lo observó con creciente admiración, por la cantidad de trabajo que habría llevado construirlo en un lugar como ese y la multitud de detalles que le habían puesto. Cruzaron el paso helado y se detuvieron ante la enorme construcción, que se convertiría por así decirlo en su hogar, aunque probablemente tendrían que pasar algún tipo de prueba para ganárselo.

- Es...impresionante. - dijo, mientras bajaba de su montura. Podía notar algo de magia alrededor de aquel bastión, como si estuviese protegido de alguna forma. Avanzó hacia el interior sin perder detalle de lo que veía, la muralla, las altas torres y almenas, todo estaba hecho para que aquel lugar fuese una fortaleza inexpugnable. Siguió adelante, antes de reparar en una especie de caballerizas, tomó sus pertenencias y ató allí a Sombra, acariciándole el cuello para que se quedase tranquilo.

De pronto se encontró ante unas enormes puertas, que se abrieron para mostrar el patio de armas, donde una multitud de plantas y árboles llamó su atención, conocía aquellas especies y sus propiedades alquímicas. Continuó avanzando hasta unas puertas de madera, algo más pequeñas pero cuidadosamente talladas, que les darían la entrada al Nido. En realidad no sabían qué esperar de aquel lugar, pero sin duda alguien repararía en el ruido que causaban al abrirse para dejar entrar a los recién llegados, con lo que saldrían a su encuentro.
Elen Calhoun
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