[Evento] La persecución [Batalla por Terpoli]
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[Evento] La persecución [Batalla por Terpoli]
EVENTO: LA PERSECUCIÓN
Terpoli, un pequeño pueblo, insignificante hasta para los mapas, de pronto concentra la atención de todo Aerandir. Un grupo de nigromantes lo ha tomado por la fuerza y ahora amenaza con llevar a cabo horribles rituales con los habitantes. Sus calles están repletas de muertos vivientes, volviendo realidad las peores pesadillas.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
La batalla aún ruge, pero la victoria es inminente. El edificio que hacía de punto central a los nigromantes ha caído y ellos ya no tienen posibilidad de repeler el ataque de las tropas de Lunargenta.
Uno de los nigromantes, un sujeto de cabellos largos y negros, de unos 37 años de edad. Al parecer está ligeramente herido, sin embargo no es nada grave y es un hechicero peligroso, capaz de levantar muertos en su ayuda si se ve amenazado. Lo más llamativo de su andar es que porta un libro con mucho celo, es un grimorio importante con información que permitiría entender qué ha pasado en este pueblo una vez que sea estudiado.
Un aventurero, en este caso tú, divisa el escape del brujo oscuro, de manera que le persigue de inmediato. Dejarle escapar con ese libro puede ser un error.
Por supuesto, matarle no será fácil.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
La batalla aún ruge, pero la victoria es inminente. El edificio que hacía de punto central a los nigromantes ha caído y ellos ya no tienen posibilidad de repeler el ataque de las tropas de Lunargenta.
Uno de los nigromantes, un sujeto de cabellos largos y negros, de unos 37 años de edad. Al parecer está ligeramente herido, sin embargo no es nada grave y es un hechicero peligroso, capaz de levantar muertos en su ayuda si se ve amenazado. Lo más llamativo de su andar es que porta un libro con mucho celo, es un grimorio importante con información que permitiría entender qué ha pasado en este pueblo una vez que sea estudiado.
Un aventurero, en este caso tú, divisa el escape del brujo oscuro, de manera que le persigue de inmediato. Dejarle escapar con ese libro puede ser un error.
Por supuesto, matarle no será fácil.
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Instrucciones:
- El personaje que participe debe estar enfocado al asesinato, o un cazador, rastreador, etc.
- El evento puede realizarse de varias maneras, pero es importante que al final muera el nigromante y se recupere el grimorio con la información.
- El primer post debe contener el comienzo de la ejecución de la labor, cómo se llega y qué es lo primero que se hace. A continuación el master posteará agregando una dificultad y finalmente se terminará con un post donde se resuelve la dificultad y se termina el evento.
- Los hechos ocurrirán en algún momento entre las 19:00 y las 20:00 horas (6pm - 8pm), aproximadamente.
- Se acepta 1 personaje.
- Las instrucciones generales de esta mega evento, así como la trama, se encuentran en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
- Para unirte, debes primero postear tu reclutamiento en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Rad
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Re: [Evento] La persecución [Batalla por Terpoli]
Un rugido ensordecedor de los soldados a mis espaldas hizo que me cubriese las orejas. Si, muy bien, el grupo de asalto había derrotado a los nigromantes, pero, ¿no podían hacer algo menos molesto para celebrarlo? Era algo pronto para ello, después de todo, todavía se escuchaban señales de combate. Clavé la espada en el suelo y suspiré, aburrido. Tanta gloria y fama que prometían... pero no había hecho nada. Me habían asignado a un grupo al norte del pueblo, fuera de las murallas, para avisar en caso de que apareciese otra horda de muertos vivientes como refuerzo, pero no había pasado nada.
El pequeño grupo parecía competente, al menos. Solo eramos cuatro, pero todos teniamos algo en común: eramos rápidos, viajabamos ligero y teniamos sentidos agudizados, todo a favor de nuestra tarea. Un elfo, alto y delgado, estaba examinando las raices de un árbol cercano, casi palpándolas. -No me digas que se va a poner a hablar con él...- murmuré. -Si lo hace, igual puede preguntarle como evita aburrirse.- respondió una voz a mi derecha. Provenía del humano de pelo corto y castaño con porte atlético que portaba un arco y llevaba una insignia brillante en la armadura. Al parecer, el "líder" del grupo, aunque era agradable para ser humano y del ejercito. -El oscurito parece no tener problema con eso.- comenté, señalando con la cabeza al otro humano, vestido de arriba a abajo con armadura de cuero negro, probablemente teñido por él mismo, y capucha de tela, negra también. -Tiene nombre...- arqueé una ceja. El hombre se encogió de hombros. -...probablemente. Que no sepa cual es no significa que no tenga.- El "oscurito" estaba en cuclillas delante de Kayr, aparentemente comunicandose con él usando gruñidos y maullidos, mirándole fijamente en todo momento. El león parecía totalmente indiferente, como cuando estaba cerca mía, lo cual en cierta forma me aliviaba. -Si no pasase de él y de mi si me lo tomaría como algo personal.- dije en voz baja. -Por cierto, ¿tu nombre era...?- pregunté. A pesar de que me había caido relativamente bien, no había oido bien su presentación entre los rugidos de la batalla. El hecho de que no le importase que llevase al león conmigo ya hizo que me interesase lo suficiente como para saber su nombre. -Devon. Y, como probablemente hayas olvidado, el elfo es Vilus, y el otro... nos dijo que le llamasemos Sombra.- puse los ojos en blanco como respuesta. -Si, ya... a mi tampoco me apetece.-
Una explosión de fuego negro cortó la conversación. Venía de la muralla. De un agujero recíen hecho, salió un hombre de pelo largo con un libro grueso en la mano, cabalgando un caballo que parecía ya afectado por la necrosis, pero corría como uno normal. -¡Nigromante! ¡No dejeis que escape!- Devon mostró su naturaleza de líder casi al instante, y todos salimos de nuestra distracción para correr tras el hombre, Kayr incluido. El caballo a galope no tardaría en dejarnos atrás, pero el tal "Sombra" pudo prever eso, y lanzó un puñado de cuchillos arrojadizos, de los cuales dos impactaron en una pata trasera. Sin embargo, no pareció afectarle en lo más mínimo, probablemente por el hecho de que ya estaba muerto. Antes de que pudiese soltar un comentario sarcástico, los cuchillos brillaron y explotaron, arrancandole las piernas al animal y haciendo que el brujo cayese al suelo, aunque sin heridas por la explosión. -Vaya.- hasta el elfo estaba impresionado, ese tipo tenía algunos buenos trucos a pesar de su aspecto. Runas, probablemente... tenía que aprender a usar esas.
El nigromante se levantó, algo magullado, y empezó a correr. El maldito era más rápido de lo que creía, pero no más rápido que yo. Me negaba a dejar que me robasen protagonismo de esa forma, si alguien iba a llevarse una medalla, sería yo. Esprinté más deprisa, dejando algo atrás al resto, salvo a Kayr, que perseguía al hombre con más ganas de las que tenía yo, incluso. Se acercó más y más, hasta que se acercó lo suficiente como para lanzarse sobre el hombre con las garras extendidas. El nigromante rodó por el suelo, pero antes de que el león le arrancase la traquea de un zarpazo, una especie de pulso de fuerza salió de su mano, lanzando al pobre león unos metros en el aire. Afortunadamente, no chocó contra nada, y no tenía heridas evidentes. Pero esa magia... mientras llegaba hacia él, el hombre sacó un bastón que llevaba a su espalda y golpeó el suelo con él, enviando una onda de energía y haciendo que todos cayésemos al suelo al instante. -Parece que si queríais formar parte de mi experimento después de todo...- dijo. Era esa misma voz irritante de aquel viejo que había intentado usar a Kayr en una macabra prueba. -Tu... esta vez no podrás escapar.- gruñí, apuntandole con mi espada mientras el resto del grupo llegaba.
El pequeño grupo parecía competente, al menos. Solo eramos cuatro, pero todos teniamos algo en común: eramos rápidos, viajabamos ligero y teniamos sentidos agudizados, todo a favor de nuestra tarea. Un elfo, alto y delgado, estaba examinando las raices de un árbol cercano, casi palpándolas. -No me digas que se va a poner a hablar con él...- murmuré. -Si lo hace, igual puede preguntarle como evita aburrirse.- respondió una voz a mi derecha. Provenía del humano de pelo corto y castaño con porte atlético que portaba un arco y llevaba una insignia brillante en la armadura. Al parecer, el "líder" del grupo, aunque era agradable para ser humano y del ejercito. -El oscurito parece no tener problema con eso.- comenté, señalando con la cabeza al otro humano, vestido de arriba a abajo con armadura de cuero negro, probablemente teñido por él mismo, y capucha de tela, negra también. -Tiene nombre...- arqueé una ceja. El hombre se encogió de hombros. -...probablemente. Que no sepa cual es no significa que no tenga.- El "oscurito" estaba en cuclillas delante de Kayr, aparentemente comunicandose con él usando gruñidos y maullidos, mirándole fijamente en todo momento. El león parecía totalmente indiferente, como cuando estaba cerca mía, lo cual en cierta forma me aliviaba. -Si no pasase de él y de mi si me lo tomaría como algo personal.- dije en voz baja. -Por cierto, ¿tu nombre era...?- pregunté. A pesar de que me había caido relativamente bien, no había oido bien su presentación entre los rugidos de la batalla. El hecho de que no le importase que llevase al león conmigo ya hizo que me interesase lo suficiente como para saber su nombre. -Devon. Y, como probablemente hayas olvidado, el elfo es Vilus, y el otro... nos dijo que le llamasemos Sombra.- puse los ojos en blanco como respuesta. -Si, ya... a mi tampoco me apetece.-
Una explosión de fuego negro cortó la conversación. Venía de la muralla. De un agujero recíen hecho, salió un hombre de pelo largo con un libro grueso en la mano, cabalgando un caballo que parecía ya afectado por la necrosis, pero corría como uno normal. -¡Nigromante! ¡No dejeis que escape!- Devon mostró su naturaleza de líder casi al instante, y todos salimos de nuestra distracción para correr tras el hombre, Kayr incluido. El caballo a galope no tardaría en dejarnos atrás, pero el tal "Sombra" pudo prever eso, y lanzó un puñado de cuchillos arrojadizos, de los cuales dos impactaron en una pata trasera. Sin embargo, no pareció afectarle en lo más mínimo, probablemente por el hecho de que ya estaba muerto. Antes de que pudiese soltar un comentario sarcástico, los cuchillos brillaron y explotaron, arrancandole las piernas al animal y haciendo que el brujo cayese al suelo, aunque sin heridas por la explosión. -Vaya.- hasta el elfo estaba impresionado, ese tipo tenía algunos buenos trucos a pesar de su aspecto. Runas, probablemente... tenía que aprender a usar esas.
El nigromante se levantó, algo magullado, y empezó a correr. El maldito era más rápido de lo que creía, pero no más rápido que yo. Me negaba a dejar que me robasen protagonismo de esa forma, si alguien iba a llevarse una medalla, sería yo. Esprinté más deprisa, dejando algo atrás al resto, salvo a Kayr, que perseguía al hombre con más ganas de las que tenía yo, incluso. Se acercó más y más, hasta que se acercó lo suficiente como para lanzarse sobre el hombre con las garras extendidas. El nigromante rodó por el suelo, pero antes de que el león le arrancase la traquea de un zarpazo, una especie de pulso de fuerza salió de su mano, lanzando al pobre león unos metros en el aire. Afortunadamente, no chocó contra nada, y no tenía heridas evidentes. Pero esa magia... mientras llegaba hacia él, el hombre sacó un bastón que llevaba a su espalda y golpeó el suelo con él, enviando una onda de energía y haciendo que todos cayésemos al suelo al instante. -Parece que si queríais formar parte de mi experimento después de todo...- dijo. Era esa misma voz irritante de aquel viejo que había intentado usar a Kayr en una macabra prueba. -Tu... esta vez no podrás escapar.- gruñí, apuntandole con mi espada mientras el resto del grupo llegaba.
Asher Daregan
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Re: [Evento] La persecución [Batalla por Terpoli]
"Todos vamos a morir, lo sabéis" había dicho más temprano, antes del amanecer, Escudoazul. Todos llevaban un nombre clave, aunque a esas alturas el anonimato de poco ayudaba. Le habían regañado, le habían llamado cobarde, pero Peludo sabía que Escudoazul tenía razón.
Era tal como uno de sus experimentos, pero no se había dado cuenta hasta que ya era muy tarde. Su amo les había prometido que serían la punta de la lanza, los primeros en saborear la gloria y el poder, los primeros en mostrarle al mundo de lo que eran capaces. Ellos serían el terror, ellos serían flagelo del mundo. Y sin embargo todo era una mentira.
Lo supo cuando vio las tropas de Lunargenta y pudo pasar lista a las propias. Claro, durante la batalla iban a poder levantar a los caídos enemigos, pero eso no sería suficiente. La mayoría de los muertos vivientes que tenía a su mando no sabían lo que era el combate.
Los resultados de sus experimentos eran claros, un muerto no era capaz de hacer más que lo que hacía en vida y los de Terpoli no eran más que campesinos, herreros, productores de cerveza, pero no guerreros. Claro, había soldados entre ellos, pero no eran la mayoría.
No eran más que un experimento. Él, quien tenía la investigación más avanzada sobre mezcla de animales con humanos, la pieza fundamental para la elaboración de abominaciones perfectas, ahora era reducido a un mero sujeto experimental. El señor, el que no podían nombrar, él quería saber de qué eran capaces sus tropas antes de realizar un ataque de verdad.
Consciente de esto, Peludo tomó temprano, cuando los fuegos de la batalla aún eran lejanos, su grimorio y diseñó su plan de escape. Si caía Terpoli él escaparía y con él los resultados de sus experimentos.
Tal como había previsto, la batalla avanzó palmo a palmo y cuando ya la tarde comenzaba a ceder rompieron la barrera. Ah, cuánto había sacrificado su señor sólo para conocer la capacidad de sus soldados, pero eso no era cuestionable, él hubiera hecho lo mismo. El conocimiento es poder, la carne se reemplaza, especialmente si es carne muerta.
Los enemigos había entrado, pero él había usado una puerta oculta en el mismo instante en que la refriega comenzaba, cuando sus compañeros luchaban como héroes. Escupió al suelo en su nombre, inútiles, ¿quién necesitaba héroes?, eso era para los soldados de Lunargenta. Bien merecida tenían sus muertes.
Tomó su caballo, aquel que había dejado en las afueras, pretendiendo estar muerto, abordándolo y huyendo en el acto, por el norte, donde los enemigos serían los menos.
Pero habían surgido esos entrometidos, esos que le cortaron las piernas a su montura y ese perro... ¡ese perro!. !Maldito ese perro y todas sus pulgas!, !¿Qué hacía allí?!, de todos los jodidos soldados que luchaban y morían ese día ¡tenía que ser ese jodido perro!. El destino jugaba bromas muy crueles.
Vertió un frasco de sangre en sus manos y miró a sus enemigos. Pensó en usar ese truco contra el perro, pero decidió que sería muy poco tormento para alguien que le causaba tantos problemas, merecía morir de manera más dolorosa. Miró al elfo.
La sangre en sus manos pareció evaporarse y la nube voló hacia el elfo, entrando por sus fosas nasales y su boca. A los pocos segundos su pecho se inflamó y sus costillas se asomaron. La muerte fue instantánea, acompañada de una risa siniestra del hechicero. Lástima que no tuviera de momento más de ese preparado de sangre cargada de magia.
Concentró su magia y el elfo se volvió a levantar, como si no tuviera sus pulmones reventados y su corazón pendiendo entre los restos, pero en actitud llena de furia, dispuesto a acabar con los que antes eran sus aliados.
Un golpe de su bastón arrojó piedras y arena a los presentes, obligándoles a retroceder. Se dio a la carrera.
¡Crack!, se oyó la madera, luego la puerta reventó de una casa a escasos metros. De su interior, despedazando el marco de la entrada, emergía una de sus abominaciones, la que había ocultado específicamente por si surgían problemas en su huída.
Era una cosa enorme, hecha de al menos dos seres humanos distintos, con garras de león, cabeza de oso, las piernas traseras de un toro y una cobertura que parecía de varias capas de piel de diversos animales. Arriba de todo, sobre la del oso, una segunda cabeza, la de una ardilla, mira con ojos inyectados en sangre. Era su mejor creación. Fuerte, rápida, letal.
Echó a correr en dirección al túnel secreto que sale por debajo de las murallas.
Era tal como uno de sus experimentos, pero no se había dado cuenta hasta que ya era muy tarde. Su amo les había prometido que serían la punta de la lanza, los primeros en saborear la gloria y el poder, los primeros en mostrarle al mundo de lo que eran capaces. Ellos serían el terror, ellos serían flagelo del mundo. Y sin embargo todo era una mentira.
Lo supo cuando vio las tropas de Lunargenta y pudo pasar lista a las propias. Claro, durante la batalla iban a poder levantar a los caídos enemigos, pero eso no sería suficiente. La mayoría de los muertos vivientes que tenía a su mando no sabían lo que era el combate.
Los resultados de sus experimentos eran claros, un muerto no era capaz de hacer más que lo que hacía en vida y los de Terpoli no eran más que campesinos, herreros, productores de cerveza, pero no guerreros. Claro, había soldados entre ellos, pero no eran la mayoría.
No eran más que un experimento. Él, quien tenía la investigación más avanzada sobre mezcla de animales con humanos, la pieza fundamental para la elaboración de abominaciones perfectas, ahora era reducido a un mero sujeto experimental. El señor, el que no podían nombrar, él quería saber de qué eran capaces sus tropas antes de realizar un ataque de verdad.
Consciente de esto, Peludo tomó temprano, cuando los fuegos de la batalla aún eran lejanos, su grimorio y diseñó su plan de escape. Si caía Terpoli él escaparía y con él los resultados de sus experimentos.
Tal como había previsto, la batalla avanzó palmo a palmo y cuando ya la tarde comenzaba a ceder rompieron la barrera. Ah, cuánto había sacrificado su señor sólo para conocer la capacidad de sus soldados, pero eso no era cuestionable, él hubiera hecho lo mismo. El conocimiento es poder, la carne se reemplaza, especialmente si es carne muerta.
Los enemigos había entrado, pero él había usado una puerta oculta en el mismo instante en que la refriega comenzaba, cuando sus compañeros luchaban como héroes. Escupió al suelo en su nombre, inútiles, ¿quién necesitaba héroes?, eso era para los soldados de Lunargenta. Bien merecida tenían sus muertes.
Tomó su caballo, aquel que había dejado en las afueras, pretendiendo estar muerto, abordándolo y huyendo en el acto, por el norte, donde los enemigos serían los menos.
Pero habían surgido esos entrometidos, esos que le cortaron las piernas a su montura y ese perro... ¡ese perro!. !Maldito ese perro y todas sus pulgas!, !¿Qué hacía allí?!, de todos los jodidos soldados que luchaban y morían ese día ¡tenía que ser ese jodido perro!. El destino jugaba bromas muy crueles.
Vertió un frasco de sangre en sus manos y miró a sus enemigos. Pensó en usar ese truco contra el perro, pero decidió que sería muy poco tormento para alguien que le causaba tantos problemas, merecía morir de manera más dolorosa. Miró al elfo.
La sangre en sus manos pareció evaporarse y la nube voló hacia el elfo, entrando por sus fosas nasales y su boca. A los pocos segundos su pecho se inflamó y sus costillas se asomaron. La muerte fue instantánea, acompañada de una risa siniestra del hechicero. Lástima que no tuviera de momento más de ese preparado de sangre cargada de magia.
Concentró su magia y el elfo se volvió a levantar, como si no tuviera sus pulmones reventados y su corazón pendiendo entre los restos, pero en actitud llena de furia, dispuesto a acabar con los que antes eran sus aliados.
Un golpe de su bastón arrojó piedras y arena a los presentes, obligándoles a retroceder. Se dio a la carrera.
¡Crack!, se oyó la madera, luego la puerta reventó de una casa a escasos metros. De su interior, despedazando el marco de la entrada, emergía una de sus abominaciones, la que había ocultado específicamente por si surgían problemas en su huída.
Era una cosa enorme, hecha de al menos dos seres humanos distintos, con garras de león, cabeza de oso, las piernas traseras de un toro y una cobertura que parecía de varias capas de piel de diversos animales. Arriba de todo, sobre la del oso, una segunda cabeza, la de una ardilla, mira con ojos inyectados en sangre. Era su mejor creación. Fuerte, rápida, letal.
Echó a correr en dirección al túnel secreto que sale por debajo de las murallas.
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Instrucciones:
- En el siguiente post tienes libertad para llevar a cabo la resolución de esto como si fuera un trabajo, pero en un sólo post.
- Debes incluir al menos dos de las siguientes dificultades: "Eres herido por el nigromante y debes perseguirlo mientras pierdes sangre", "la criatura logra agarrarte de una pierna y te lanza contra un muro", "al menos dos de tus aliados mueren y se levantan como zombies en tu contra", "El brujo se logra camuflar, usando magia, infiltrándose entre un grupo de soldados aliados, al atacarle los soldados pensarán que te has vuelto loco y lo defenderán", "la magia del brujo vuelve loco a tu león, que te ataca a ti por unos minutos", "el brujo te lanza un hechizo que hace que sientas hervir tu carne y te salgan pústulas dolorosas", "uno de tus aliados te traiciona por la espalda, esperando así huir mientras la abominación tiene una presa fácil".
- Lo importante es acabar con el nigromante, no es necesario matar a la abominación. Recuerda que escapa rápidamente.
- El nigromante es más poderoso que tú, pero ya se está agotando, la magia consume mucha de su energía.
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Re: [Evento] La persecución [Batalla por Terpoli]
El brujo oscuro sacó un frasco lleno de sangre y lo vertió sobre sus manos, estaba claro que no iba a ser un truco muy agradable. Aunque esperaba algún tipo de cristales de sangre volando hacia nosotros, pasó justo lo contrario: una nube rojiza voló hacia el elfo, y cuando la inhalo, su torso basicamente reventó, dejando ver sus costillas y sus órganos internos en una escena macabra. Durante un segundo, el resto del grupo se quedó en silencio, sorprendidos por la macabra escena que acabábamos de presenciar.
Devon apretó los puños, furioso, pero no dijo nada. En su lugar, sacó su arco y disparó varias flechas contra el nigromante, pero fueron desviadas por la multitud de piedras que nos arrojó. Mientras, pude ver como el elfo se levantaba de nuevo, dispuesto a matarnos. Por supuesto, era algo que esperar, el truco más viejo de los nigromantes. Pero la letalidad de ese elfo se basaba en el sigilo, y solo usaba unas dagas. A pesar de su velocidad y su frenesí sanguinario, no tenía mucho que hacer en un combate directo, y al perder todo instinto de supervivencia, solo intentó atacar como un animal enfurecido. Aprovechando mi alcance superior, le arrojé el gancho a la pierna y tiré, haciéndole caer. El elfo me arrojó sus armas, y una de ellas consiguió rozarme el hombro, dejando tras de sí un hilo de sangre y una herida superficial. Ya sin armas, no tenía nada que hacer, ni forma de defenderse. Hundí mi hoja en su cráneo y volví a emprender la carrera. Mis compañeros se habían adelantado, pero estaban quietos, delante de una enorme... cosa. Una abominación, una masa de distintos animales, probablemente el mayor atentado contra la naturaleza del nigromante.
¿Perseguir al nigromante o matar al monstruo? No podía dejar que aquel capullo escapase sin más. Avancé, dispuesto a esquivar los ataques de la quimera y seguir al brujo, pero antes de que pudiese hacer nada, sentí un dolor agudo perforándome el costado. Solté un ladrido, alarmado, mientras abría los ojos sin entender lo que había pasado. La hoja se separó de mi, y caí al suelo. Mis párpados cayeron lentamente, y me empezaba a sentir pesado... pero el sonido de un impacto de flecha y un cuerpo cayendo al suelo me devolvió a la realidad. No podía acabar ahí, no de esa forma. Miré arriba y vi a la criatura, a punto de aplastarme con una de sus garras. Rodé hacia un lado, evitando una vez más a la muerte, y me puse de pie. -¡Wernack! ¿Estás bien?- salté hacia atrás, evitando a la criatura, y vi lo que había pasado. Cerca de mi posición, en el suelo, yacía aquel individuo vestido de negro, con una flecha atravesándole la cabeza y una espada corta, empapada en mi sangre, en la mano. -No podemos dejarle escapar. Ve tras el, yo me encargo del monstruo.- Tras decir esto, una segunda flecha se clavó en la cabeza de la ardilla, matando a esa parte de la aberración, aunque no pareció afectarle. -No deberías, detesto a los héroes.- dije, apretando los dientes por el dolor. Sin embargo, eché a correr, tratando de ignorar el dolor y la sangre que chorreaba. A mis espaldas, el humano murmuró algo para si mismo, mientras yo dejaba la escena. -No soy un héroe... yo también estoy asustado...-
No podía durar mucho si seguía perdiendo sangre, pero había estado en situaciones peores. Más o menos. A pesar de la distancia, aún podía notar el olor del nigromante y seguir su ruta. Pero había algo extraño... ¿Donde estaba Kayr?
La respuesta estaba más adelante. Cerca del muro, parecía haber unas puertas que podían llevar a un sótano o un túnel, y delante de él, estaba una figura humana, el nigromante, y un ser cuadrúpedo, lanzandose una y otra vez contra él. Este le rechazaba cada vez con su magia, pero el león sabía que era más débil cuanto más tiempo pasaba. -¡Bestia inmunda!- los insultos del nigromante dejaban claro que estaba cerca de su límite. Corrí, casi mareado por la falta de sangre, hasta quedarme a unos metros de ambos. -Asqueroso perro... Sabía que tenía que haberte matado en cuanto te vi.- El nigromante tenía algunas heridas, y parecía agotado por su respiración entrecortada. -Si, aquella vez era yo. Cambié mi aspecto, pero eso solo es un truco menor comparado con lo que puedo hacer.- O lo que podría haber hecho, de estar en condiciones. Pero yo ya estaba harto de eso, y tenía que acabar con eso en el momento. No había tiempo para charla. -Eh, nigromante. ¡Piensa rápido!- dije, lanzándole el cuchillo envenenado que una vez había conseguido evitar con un escudo de su bastón.
Y una vez más, lo hizo. Un escudo se formó delante de él, deteniendo el cuchillo en el aire. Pero en cuanto lo hizo, el enorme felino que me acompañaba se lanzó contra él. Con un grito, el nigromante lanzó otro pulso de energía para detener el león, apenas con fuerza suficiente para hacerle retroceder. Y mientras eso pasaba, yo corrí hacia él con la espada por delante.
El filo atravesó el cuello del brujo. Con sus últimos instantes de vida, el hombre murmuró un pequeño lamento. -Por qué yo... mi amo... yo no debía ser el experimento...- Agotado, me llevé la mano a la herida y me senté en el suelo, con la espalda junto al muro. El león acercó su enorme morro hacia mi, y le acaricié la cabeza con la mano libre. -Buen chico... no lo habría conseguido sin ti.- Kayr me miró a los ojos y empezó a lamer mi mano con su gran lengua, haciéndome cosquillas y manteniendome despierto un poco más. Era el primer gesto relativamente afectivo que recibía del felino, y aunque probablemente era el sabor de la sangre lo que le atraía, estaba contento. -No te eches una siesta ahora.- dijo cierta voz familiar. Cubierto de sangre de la cabeza a los pies y apoyado contra el muro estaba Devon, y detrás de él, un grupo de soldados. -Conseguí ganar tiempo suficiente, esa bestia no pudo con un escuadrón de arqueros por muy fea que fuese. Veo que te has encargado del nigromante...- el hombre dio algunas órdenes a los soldados, y uno de ellos tomó el grimonio con las cubiertas ensangrentadas. Un par me levantaron y me llevaron entre los dos mientras luchaba por estar consciente. Kayr caminaba a mi lado, vigilandome de cerca. Miré de nuevo al "líder" del equipo. -Estás hecho un asco, vaya héroe que eres...- sonreí, mientas me tomaba mi merecido sueño.
Devon apretó los puños, furioso, pero no dijo nada. En su lugar, sacó su arco y disparó varias flechas contra el nigromante, pero fueron desviadas por la multitud de piedras que nos arrojó. Mientras, pude ver como el elfo se levantaba de nuevo, dispuesto a matarnos. Por supuesto, era algo que esperar, el truco más viejo de los nigromantes. Pero la letalidad de ese elfo se basaba en el sigilo, y solo usaba unas dagas. A pesar de su velocidad y su frenesí sanguinario, no tenía mucho que hacer en un combate directo, y al perder todo instinto de supervivencia, solo intentó atacar como un animal enfurecido. Aprovechando mi alcance superior, le arrojé el gancho a la pierna y tiré, haciéndole caer. El elfo me arrojó sus armas, y una de ellas consiguió rozarme el hombro, dejando tras de sí un hilo de sangre y una herida superficial. Ya sin armas, no tenía nada que hacer, ni forma de defenderse. Hundí mi hoja en su cráneo y volví a emprender la carrera. Mis compañeros se habían adelantado, pero estaban quietos, delante de una enorme... cosa. Una abominación, una masa de distintos animales, probablemente el mayor atentado contra la naturaleza del nigromante.
¿Perseguir al nigromante o matar al monstruo? No podía dejar que aquel capullo escapase sin más. Avancé, dispuesto a esquivar los ataques de la quimera y seguir al brujo, pero antes de que pudiese hacer nada, sentí un dolor agudo perforándome el costado. Solté un ladrido, alarmado, mientras abría los ojos sin entender lo que había pasado. La hoja se separó de mi, y caí al suelo. Mis párpados cayeron lentamente, y me empezaba a sentir pesado... pero el sonido de un impacto de flecha y un cuerpo cayendo al suelo me devolvió a la realidad. No podía acabar ahí, no de esa forma. Miré arriba y vi a la criatura, a punto de aplastarme con una de sus garras. Rodé hacia un lado, evitando una vez más a la muerte, y me puse de pie. -¡Wernack! ¿Estás bien?- salté hacia atrás, evitando a la criatura, y vi lo que había pasado. Cerca de mi posición, en el suelo, yacía aquel individuo vestido de negro, con una flecha atravesándole la cabeza y una espada corta, empapada en mi sangre, en la mano. -No podemos dejarle escapar. Ve tras el, yo me encargo del monstruo.- Tras decir esto, una segunda flecha se clavó en la cabeza de la ardilla, matando a esa parte de la aberración, aunque no pareció afectarle. -No deberías, detesto a los héroes.- dije, apretando los dientes por el dolor. Sin embargo, eché a correr, tratando de ignorar el dolor y la sangre que chorreaba. A mis espaldas, el humano murmuró algo para si mismo, mientras yo dejaba la escena. -No soy un héroe... yo también estoy asustado...-
No podía durar mucho si seguía perdiendo sangre, pero había estado en situaciones peores. Más o menos. A pesar de la distancia, aún podía notar el olor del nigromante y seguir su ruta. Pero había algo extraño... ¿Donde estaba Kayr?
La respuesta estaba más adelante. Cerca del muro, parecía haber unas puertas que podían llevar a un sótano o un túnel, y delante de él, estaba una figura humana, el nigromante, y un ser cuadrúpedo, lanzandose una y otra vez contra él. Este le rechazaba cada vez con su magia, pero el león sabía que era más débil cuanto más tiempo pasaba. -¡Bestia inmunda!- los insultos del nigromante dejaban claro que estaba cerca de su límite. Corrí, casi mareado por la falta de sangre, hasta quedarme a unos metros de ambos. -Asqueroso perro... Sabía que tenía que haberte matado en cuanto te vi.- El nigromante tenía algunas heridas, y parecía agotado por su respiración entrecortada. -Si, aquella vez era yo. Cambié mi aspecto, pero eso solo es un truco menor comparado con lo que puedo hacer.- O lo que podría haber hecho, de estar en condiciones. Pero yo ya estaba harto de eso, y tenía que acabar con eso en el momento. No había tiempo para charla. -Eh, nigromante. ¡Piensa rápido!- dije, lanzándole el cuchillo envenenado que una vez había conseguido evitar con un escudo de su bastón.
Y una vez más, lo hizo. Un escudo se formó delante de él, deteniendo el cuchillo en el aire. Pero en cuanto lo hizo, el enorme felino que me acompañaba se lanzó contra él. Con un grito, el nigromante lanzó otro pulso de energía para detener el león, apenas con fuerza suficiente para hacerle retroceder. Y mientras eso pasaba, yo corrí hacia él con la espada por delante.
El filo atravesó el cuello del brujo. Con sus últimos instantes de vida, el hombre murmuró un pequeño lamento. -Por qué yo... mi amo... yo no debía ser el experimento...- Agotado, me llevé la mano a la herida y me senté en el suelo, con la espalda junto al muro. El león acercó su enorme morro hacia mi, y le acaricié la cabeza con la mano libre. -Buen chico... no lo habría conseguido sin ti.- Kayr me miró a los ojos y empezó a lamer mi mano con su gran lengua, haciéndome cosquillas y manteniendome despierto un poco más. Era el primer gesto relativamente afectivo que recibía del felino, y aunque probablemente era el sabor de la sangre lo que le atraía, estaba contento. -No te eches una siesta ahora.- dijo cierta voz familiar. Cubierto de sangre de la cabeza a los pies y apoyado contra el muro estaba Devon, y detrás de él, un grupo de soldados. -Conseguí ganar tiempo suficiente, esa bestia no pudo con un escuadrón de arqueros por muy fea que fuese. Veo que te has encargado del nigromante...- el hombre dio algunas órdenes a los soldados, y uno de ellos tomó el grimonio con las cubiertas ensangrentadas. Un par me levantaron y me llevaron entre los dos mientras luchaba por estar consciente. Kayr caminaba a mi lado, vigilandome de cerca. Miré de nuevo al "líder" del equipo. -Estás hecho un asco, vaya héroe que eres...- sonreí, mientas me tomaba mi merecido sueño.
Asher Daregan
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