No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
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No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Me despertó el olor a perro mojado. Era gracioso, pasé a dormir en una cómoda cama con una hermosa mujer a mi lado a tener que dormir en una cueva huyendo de los guardias. Por lo menos no dormía en lo alto de un árbol como uno de esos malditos elfos.
Conforme me levanté, cogí un puñado de agua y me lavé la cara. Me quedé mirando mi reflejo en el rio. Me reí. Siempre había cuidado mi aspecto, sin embargo en aquel momento tenía una barba de varías semanas y el pelo más largo de lo que acostumbraba. No me quedaba tan mal como imaginaba. Pero no, no era mi estilo.
De la bolsa llena de monedas que robé solo quedó una pelusa de polvo. Volví a reírme. No tenía dinero con el que ir al barbero a que me arreglase el corte de pelo. Ya, por soñar, también me hubiera gustado poder comprarme ropa nueva. Una camisa que no esté sucia de barro y unos pantalones que no estuvieran roídos. ¿Era mucho pedir? Parecía un sucio vagabundo. Volví a reírme ante lo ironía.
El olor a perro mojado se hizo más intenso. ¿Dónde demonios estaba? Era de noche, estaba huyendo y necesitaba un lugar donde dormir. Tras mucho caminar por un bosque, encontré una cueva que daba el nacimiento de un rio. Fue lo más cómodo que me pude permitir. Cambié una almohada por una roca y una mullida cama por el frío suelo. No gané con el cambio.
Rebusqué entre los bolsillos de mi pantalón buscando algo de comer. Tenía hambre, tenía mucha hambre. Si me pusiera un toro delante me lo comería entero, tan solo dejaría los huesos y los cuernos. No encontré nada. Suspiré. En el fondo ya sabía que no iba a encontrar nada.
Mis esperanzas de poder encontrar algo para comer eran cada vez más escasas cuando un despistado conejo entró en la cueva. Gasté toda la suerte de un año con ese conejo. Lancé a Suuri, mi martillo, contra el animal.
– ¡Hora de comer!- Celebré mi victoria.
Cogí el cadáver del conejo por las orejas. Usé mi magia de la electricidad para asarlo con mis propias manos. El olor del conejo cocinado casi podía sustituir al asqueroso olor de perro.
Conforme me levanté, cogí un puñado de agua y me lavé la cara. Me quedé mirando mi reflejo en el rio. Me reí. Siempre había cuidado mi aspecto, sin embargo en aquel momento tenía una barba de varías semanas y el pelo más largo de lo que acostumbraba. No me quedaba tan mal como imaginaba. Pero no, no era mi estilo.
De la bolsa llena de monedas que robé solo quedó una pelusa de polvo. Volví a reírme. No tenía dinero con el que ir al barbero a que me arreglase el corte de pelo. Ya, por soñar, también me hubiera gustado poder comprarme ropa nueva. Una camisa que no esté sucia de barro y unos pantalones que no estuvieran roídos. ¿Era mucho pedir? Parecía un sucio vagabundo. Volví a reírme ante lo ironía.
El olor a perro mojado se hizo más intenso. ¿Dónde demonios estaba? Era de noche, estaba huyendo y necesitaba un lugar donde dormir. Tras mucho caminar por un bosque, encontré una cueva que daba el nacimiento de un rio. Fue lo más cómodo que me pude permitir. Cambié una almohada por una roca y una mullida cama por el frío suelo. No gané con el cambio.
Rebusqué entre los bolsillos de mi pantalón buscando algo de comer. Tenía hambre, tenía mucha hambre. Si me pusiera un toro delante me lo comería entero, tan solo dejaría los huesos y los cuernos. No encontré nada. Suspiré. En el fondo ya sabía que no iba a encontrar nada.
Mis esperanzas de poder encontrar algo para comer eran cada vez más escasas cuando un despistado conejo entró en la cueva. Gasté toda la suerte de un año con ese conejo. Lancé a Suuri, mi martillo, contra el animal.
– ¡Hora de comer!- Celebré mi victoria.
Cogí el cadáver del conejo por las orejas. Usé mi magia de la electricidad para asarlo con mis propias manos. El olor del conejo cocinado casi podía sustituir al asqueroso olor de perro.
Última edición por Gerrit Nephgerd el Sáb Sep 12 2015, 18:12, editado 1 vez
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Llevaba varios días fuera de ulmar, buscando a un viejo amigo que después de hacerse miembro activo del colmillo, se había perdido entre los bosques y mas allá, de los reinos del este. Había estado entrenando con sus armas, y había marchado con un grupo también perteneciente al colmillo, y no habían regresado. Me habían mencionado en la ciudad de techos musgosos que no importaba, que a lo mejor en algún ataque habrían tenido inconvenientes y habrían caído, que habría mas como ellos y nuestra raza prevalecería. Pero eso no me bastaba, ni era razón suficiente como para cesar la búsqueda. Así que deje a mi madre al cargo de la granja, de la que había esta do los últimos meses cuidando, y marche en busca de mi amigo.
Me halle en medio de la nada. Observe alguna que otra cueva, en las cuales vivían algunos de los licántropos que conocía, que en alguna ocasión había llegado a ver en ulmar. Hacia años que no veía un solo humano, ni un miembro de otra raza, y había interactuado no mas que con los habitantes de la ciudad. En la zona en la que yo estaba en aquel momento había alguna que otra cueva, dentro de las cuales habitaban algunos licántropos que en cambio, no vivían en Ulmar como yo. Lo cierto es que note un momento como si el entorno oscureciera, cruzando los densos bosques del este. Hasta que llegue al río, y una vez allí pude comprobar que me encontraba cerca de una de las cuevas mas grandes que conocía en la zona, una que se encontraba justo al lado del rió. Una vez en la proximidad, note un olor de lo mas agradable. El olor de la carne recién cocinada a fuego, era delicioso y no pude evitar buscar la procedencia de aquel olor. Lo pude oler provenir de la cueva, y no repare en entrar. Dentro había alguien, pero en el caso de haber alguien, debía estar solo porque no note que hubiera nadie mas que un solo individuo. El olor se hacia mas intenso, si, sin duda estaba allí aquel alimento.
“Vaya!” deje escapar un leve gritito y me avalancé sobre una cena ajena, sin siquiera pensarlo, y tomándolo con mis manos me lleve a la boca lo que sabia a un delicioso animal pequeño recién cocinado. La persona que había allí presente, quedo a un margen tras mi ‘caza’.
Me halle en medio de la nada. Observe alguna que otra cueva, en las cuales vivían algunos de los licántropos que conocía, que en alguna ocasión había llegado a ver en ulmar. Hacia años que no veía un solo humano, ni un miembro de otra raza, y había interactuado no mas que con los habitantes de la ciudad. En la zona en la que yo estaba en aquel momento había alguna que otra cueva, dentro de las cuales habitaban algunos licántropos que en cambio, no vivían en Ulmar como yo. Lo cierto es que note un momento como si el entorno oscureciera, cruzando los densos bosques del este. Hasta que llegue al río, y una vez allí pude comprobar que me encontraba cerca de una de las cuevas mas grandes que conocía en la zona, una que se encontraba justo al lado del rió. Una vez en la proximidad, note un olor de lo mas agradable. El olor de la carne recién cocinada a fuego, era delicioso y no pude evitar buscar la procedencia de aquel olor. Lo pude oler provenir de la cueva, y no repare en entrar. Dentro había alguien, pero en el caso de haber alguien, debía estar solo porque no note que hubiera nadie mas que un solo individuo. El olor se hacia mas intenso, si, sin duda estaba allí aquel alimento.
“Vaya!” deje escapar un leve gritito y me avalancé sobre una cena ajena, sin siquiera pensarlo, y tomándolo con mis manos me lleve a la boca lo que sabia a un delicioso animal pequeño recién cocinado. La persona que había allí presente, quedo a un margen tras mi ‘caza’.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Miré fijamente la pieza de conejo que tenía sobre mis manos. Hacía no más de cinco días, me hubieran servido un conejo, igual que este, en un plato con un par de cubiertos en cada lado. En ningún otro momento de mi vida eche tanto de menos tener un tenedor en mis manos que en aquel día. ¿Tan bajo había caído? Me vino a la mente una chica, no recordé su nombre ni tampoco conseguía recordar cómo era físicamente, ¿rubia o morena? Tampoco me importaba. Entonces, solo podía ver el delicioso plato que me hizo una vez para cenar. Se trataba de un conejo bañado con una salsa que ella misma hacía con los tomates y puerros de su propio huerto. No probé un conejo tan bueno durante mucho tiempo. En comparación, el que tenía en mis manos me dio asco.
Tal vez había sido porque estaba entretenido sumido en mis pensamientos o que estaba demasiado decaído para reaccionar, fuera como fuera, el conejo desapareció de entre mis manos. Una mujer me lo arrebató y estaba empezando a devorarlo. Me quedé unos segundos sin hacer nada, todavía con los brazos abiertos como si el desaparecido conejo estuviera en mis manos. Miré a la joven, era hermosa.
-¿Te gusta como cocino?- Pregunté con cierto sarcasmo. Estaba demasiado cansado y depresivo para luchar por un trozo de carne. Me puse de pie para que pareciese más impotente. – Anda, devuélvemelo.- Le tendí una mano con la esperanza de que todo aquello fuera una maldita broma sin gracia.
Tal vez había sido porque estaba entretenido sumido en mis pensamientos o que estaba demasiado decaído para reaccionar, fuera como fuera, el conejo desapareció de entre mis manos. Una mujer me lo arrebató y estaba empezando a devorarlo. Me quedé unos segundos sin hacer nada, todavía con los brazos abiertos como si el desaparecido conejo estuviera en mis manos. Miré a la joven, era hermosa.
-¿Te gusta como cocino?- Pregunté con cierto sarcasmo. Estaba demasiado cansado y depresivo para luchar por un trozo de carne. Me puse de pie para que pareciese más impotente. – Anda, devuélvemelo.- Le tendí una mano con la esperanza de que todo aquello fuera una maldita broma sin gracia.
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Lo cierto es que escuche sus palabras, pero no fue hasta que termine de comer la carne de conejo, que dirigí mi mirada hacia el hombre, quien me observaba con detenimiento. Había estado un rato tendiendo la mano, esperando que le devolviera la pieza, como si aquello no fuera en serio, como si todo hubiera sido no mas que una leve provocación cómica, o algo de la misma índole. Pero tenia hambre, ni siquiera había reparado en que aquel hombre estaba allí. Tan solo olí la carne y marche sobre ella sin dudarlo un solo instante.
“Cocinas bien” respondí. No sabia muy bien que decir, pero tampoco sentía la necesidad de disculparme. En aquel momento me sentí como si hubiera acabado pareciendo un animal a sus ojos, y me resultaba de lo mas bochornoso, así que pensé que la postura de ‘haberlo tomado porque simplemente quería’ habría quedado mas honorable que decir que estaba muerta de hambre y le había arrebatado su alimento sin pensarlo. “Seguramente hay mas conejos por ahí sueltos, para ti”.
No podía evitar que mi voz sonara algo fría y seca, sin ninguna emoción. Era totalmente fingida, obviamente, pues no quería mostrarme como la clase de criatura que imaginaba que parecería ahora mismo: Un animal desesperado. Me puse en pie después de comer, y le tendí los huesos, cabizbaja.
“Me gusta tu barba” dije. Seguía sin saber que podría decirle exactamente, y seguía teniendo en la cabeza que lo ultimo que haría seria disculparme. Oi de pronto un fuerte estallido en el cielo, un trueno, y sentí el olor de la humedad en el cielo, pronto se echaría a llover intensamente.
“Cocinas bien” respondí. No sabia muy bien que decir, pero tampoco sentía la necesidad de disculparme. En aquel momento me sentí como si hubiera acabado pareciendo un animal a sus ojos, y me resultaba de lo mas bochornoso, así que pensé que la postura de ‘haberlo tomado porque simplemente quería’ habría quedado mas honorable que decir que estaba muerta de hambre y le había arrebatado su alimento sin pensarlo. “Seguramente hay mas conejos por ahí sueltos, para ti”.
No podía evitar que mi voz sonara algo fría y seca, sin ninguna emoción. Era totalmente fingida, obviamente, pues no quería mostrarme como la clase de criatura que imaginaba que parecería ahora mismo: Un animal desesperado. Me puse en pie después de comer, y le tendí los huesos, cabizbaja.
“Me gusta tu barba” dije. Seguía sin saber que podría decirle exactamente, y seguía teniendo en la cabeza que lo ultimo que haría seria disculparme. Oi de pronto un fuerte estallido en el cielo, un trueno, y sentí el olor de la humedad en el cielo, pronto se echaría a llover intensamente.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
No, no era una broma. La chica me había quitado MI comida a sabiendas y no estaba con intención de devolvérmela a pesar de haber sido yo quien ha cazado el conejo y quien lo ha cocinado. Suspiré. Debió de haberme pillado con las defensas bajas pues, en ningún momento, hice intención de recuperar mi comida. En el fondo me perdía la caballerosidad. Ella tenía peor aspecto que yo. Parecía que no había comido durante décadas.
-Y con eso quieres decir que en realidad vas a salir fuera a cazarme uno de esos deliciosos conejos para mí, ¿verdad que sí? – Por un lado, con mi tono de voz procuré ser lo más agradable y simpático posible, en cambio, por otro lado, en mi frase se escondía un trato justo. Yo le hice la comida ahora ella le correspondía hacérmela a mí. – Si pudieras hacer una sala con champiñones para acompañar el conejo sería maravilloso.- Dije con un tono sarcástico. – Espero que sepas cocinar tan bien con yo.-
No me lo creí. No me lo quise creer. La mujer, en un acto de disculpa o de burla, no lo supe diferenciar, me dio los huesos del conejo que se acababa de comer. Mi enfado era más que notable. Me temblaban las manos. Sentí la necesidad de llevarme una mano al mango de Suuri. Aquella chica se estaba burlando de mí delante de mis narices. No solo se había comido MI comida sino que además me lo restregaba delante de mis narices. Mis dedos comenzaron a danzar sobre la empuñadura de mi martillo. Estaban listos. Solo haría falta un tirón para desatar las cuerdas con la que ataba mi arma y la cabeza de la mujer salvaje se rompería en mil y un pedazo.
La voz de la joven paró la furia de mis dedos. Inconscientemente, los mismo dedos que acariciaban la empuñadura de Suuri comenzaron a acariciar la barba. Rascaba. No era demasiado espesa y, sin embargo, no tenía el aspecto humillante que se dejan los jóvenes para parecer más mayores. Era perfecta. Ni demasiado grande ni demasiado pequeña, simplemente perfecta. Me tendría que dejar crecer la barba más a menudo.
-¿Te gusta?- Me reí todavía incrédulo ante el comentario de la joven. –A mí me gustan tus ojos.- No fue mi mejor cumplido. Había hecho cientos mejores con los cuales, hasta las mujeres más cerradas se habían abierto ante mí. Sin embargo, no lo dije sin pensar. Sus ojos tenían una tonalidad dorada. Sí, era como el propio oro. Me imaginé, cientos de naves piratas compitiendo por conquistar el oro que se escondía en el fondo del océano de sus ojos. Tal vez, hubiera sido mejor haberle dicho eso que haberle dicho una ridícula frase de seis palabras. ¿Qué estaba pensando? ¿De verdad quería acostarme con ella, con una salvaje? Era hermosa, eso nadie lo hubiera negado, pero no sabía de dónde había salido o si contraía alguna enfermedad. –Parece que va a llover.- Cinco palabras… Iba de mal en peor.
-Y con eso quieres decir que en realidad vas a salir fuera a cazarme uno de esos deliciosos conejos para mí, ¿verdad que sí? – Por un lado, con mi tono de voz procuré ser lo más agradable y simpático posible, en cambio, por otro lado, en mi frase se escondía un trato justo. Yo le hice la comida ahora ella le correspondía hacérmela a mí. – Si pudieras hacer una sala con champiñones para acompañar el conejo sería maravilloso.- Dije con un tono sarcástico. – Espero que sepas cocinar tan bien con yo.-
No me lo creí. No me lo quise creer. La mujer, en un acto de disculpa o de burla, no lo supe diferenciar, me dio los huesos del conejo que se acababa de comer. Mi enfado era más que notable. Me temblaban las manos. Sentí la necesidad de llevarme una mano al mango de Suuri. Aquella chica se estaba burlando de mí delante de mis narices. No solo se había comido MI comida sino que además me lo restregaba delante de mis narices. Mis dedos comenzaron a danzar sobre la empuñadura de mi martillo. Estaban listos. Solo haría falta un tirón para desatar las cuerdas con la que ataba mi arma y la cabeza de la mujer salvaje se rompería en mil y un pedazo.
La voz de la joven paró la furia de mis dedos. Inconscientemente, los mismo dedos que acariciaban la empuñadura de Suuri comenzaron a acariciar la barba. Rascaba. No era demasiado espesa y, sin embargo, no tenía el aspecto humillante que se dejan los jóvenes para parecer más mayores. Era perfecta. Ni demasiado grande ni demasiado pequeña, simplemente perfecta. Me tendría que dejar crecer la barba más a menudo.
-¿Te gusta?- Me reí todavía incrédulo ante el comentario de la joven. –A mí me gustan tus ojos.- No fue mi mejor cumplido. Había hecho cientos mejores con los cuales, hasta las mujeres más cerradas se habían abierto ante mí. Sin embargo, no lo dije sin pensar. Sus ojos tenían una tonalidad dorada. Sí, era como el propio oro. Me imaginé, cientos de naves piratas compitiendo por conquistar el oro que se escondía en el fondo del océano de sus ojos. Tal vez, hubiera sido mejor haberle dicho eso que haberle dicho una ridícula frase de seis palabras. ¿Qué estaba pensando? ¿De verdad quería acostarme con ella, con una salvaje? Era hermosa, eso nadie lo hubiera negado, pero no sabía de dónde había salido o si contraía alguna enfermedad. –Parece que va a llover.- Cinco palabras… Iba de mal en peor.
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
“Gracias” le agradecí el cumplido y deje escapar una muy leve sonrisa. “Te conseguiré mas alimento, seguro que hay varios animalillos por ahí sueltos, y además ahora mismo que se pondrá a llover, seguramente estarán yendo de un lado a otro buscando un refugio, por lo que sera mas fácil todavía cazarlos”. Luego volví a escuchar otro fuerte estallido de un trueno. “Si, sin duda va a llover, y la tormenta parece estar cada vez mas cerca”.
Seguía sin tener en mente disculparme, pero si que a cambio le cazaría algún animal. No me resultaba demasiado difícil, tenia un olfato espectacular, y una vista impresionante; con ambas virtudes fácilmente podría encontrar alguna caza. Lamentaba haber actuado de aquella forma delante de el, pero había sido un arrebato de la hambruna. Si no hubiera tenido tanta hambre, no habría reaccionado de aquella forma. Mas ya lo había hecho, y ahora haría algo para compensarlo.
“Ahora vengo, dame un segundo” dije.
Realmente si le había quitado la comida, era mas por haber estado cocinada, que por ser alimento tal cual. Llevaba días sin comer nada cocinado, y si comía alguna cosa eran bayas, frutas del bosque o carne cruda, y sentía cierta repulsión por aquello después de tanto comerlo. Salí fuera en busca de animales, y al cabo de algunos minutos regrese con dos conejos tomados por las orejas, todavía vivos, y tres ardillas tomadas por la cola con la otra mano. Me acerque al muchacho y le ofrecí las piezas. No estaba mojada por la lluvia, pues me había movido bajo los arboles cuyas copas eran mas densas, y las escasas gotas que comenzaban a caer, apenas habían podido llegar a mi. Tras un fuerte trueno, si que comenzó una lluvia mucho mas intensa.
“Espero que esto compense mi anterior arrebato. Estaba delicioso, y yo no he tenido ocasión de cocinarlos y poder comerlos en caliente, tal y como estabas haciendo tu antes” me explique. Podía decirse que aquello fue una especie de disculpa. “En cuanto cese la lluvia, me marchare.”
Seguía sin tener en mente disculparme, pero si que a cambio le cazaría algún animal. No me resultaba demasiado difícil, tenia un olfato espectacular, y una vista impresionante; con ambas virtudes fácilmente podría encontrar alguna caza. Lamentaba haber actuado de aquella forma delante de el, pero había sido un arrebato de la hambruna. Si no hubiera tenido tanta hambre, no habría reaccionado de aquella forma. Mas ya lo había hecho, y ahora haría algo para compensarlo.
“Ahora vengo, dame un segundo” dije.
Realmente si le había quitado la comida, era mas por haber estado cocinada, que por ser alimento tal cual. Llevaba días sin comer nada cocinado, y si comía alguna cosa eran bayas, frutas del bosque o carne cruda, y sentía cierta repulsión por aquello después de tanto comerlo. Salí fuera en busca de animales, y al cabo de algunos minutos regrese con dos conejos tomados por las orejas, todavía vivos, y tres ardillas tomadas por la cola con la otra mano. Me acerque al muchacho y le ofrecí las piezas. No estaba mojada por la lluvia, pues me había movido bajo los arboles cuyas copas eran mas densas, y las escasas gotas que comenzaban a caer, apenas habían podido llegar a mi. Tras un fuerte trueno, si que comenzó una lluvia mucho mas intensa.
“Espero que esto compense mi anterior arrebato. Estaba delicioso, y yo no he tenido ocasión de cocinarlos y poder comerlos en caliente, tal y como estabas haciendo tu antes” me explique. Podía decirse que aquello fue una especie de disculpa. “En cuanto cese la lluvia, me marchare.”
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Fuera cual fuera el propósito de mi frase lo había logrado pues la chica me contesto con una pequeña y sincera sonrisas. Esas eran las importantes. En otras circunstancias no hubiera dudado. Me hubiera acostado con ella hasta la saciedad, como siempre hacia. Sin embargo, aquel día, me daba asco a mí mismo. Llevaba días sin duchar, apestaba, estaba sucio y maloliente, mis prendas estaban roídas por los múltiples que me había dado intentando escapar y mi aspecto era similar al de un oso, solo que con más estilo.
La mujer se marchó de la cueva en busca de alimento. Por lo menos, había reconocido el error que cometió al quitarme la comida y lo estaba intentando recompensar. Mientras esperaba que regresase me imaginé a mi mismo rodeado de esclavas. Decenas de chicas a mi alrededor dispuestas a hacer todo lo que se me ocurriera. El mejor sueño que he tenido nunca. Solo había dos chicas que sabía diferenciar perfectamente entre todas las demás bellas esclavas, a mi derecha estaba la gatita con la que atraqué la taberna en medio del bosque y a mi izquierda la mujer salvaje. La gatita me abanicaba con una enorme hoja de palmera mientras que la mujer salvaje me servía unas uvas directamente a la boca.
Desde fuera de la cueva alcanzo a escuchar el ruido de unos cascos sobre la lluvia. Había por lo menos dos personas cabalgando por los alrededores y, al juzgar por el fuerte sonido de las herraduras de los caballos al trotar, estaban bien armados. Temí por la vida de la mujer salvaje. Tal vez, el hambre me había ablandado. Me asomé al exterior de la cueva con sumo cuidado para que los caballeros no me viesen. Por fortuna, yo sí alcancé a verlos. Dos elfos con brillantes armaduras y espadas afiladas con empuñadura dorada. Me buscaban. Estaba seguro que mis crímenes no habían quedado desapercibidos. Como me hubiera gustado salir fuera armado con Suuri y destrozarles la cabeza. Guardé de no precipitarme, podría haber más elfos como ellos.
Usé mi magia de telequinesis para hacer levitar lejana a la entrada de la cueva y lanzarla más lejos aun. Eso despistaría a los elfos, por lo menos durante unos instantes.
La chica salvaje llegó poco después cargada con más comida de la que necesitaba. Le había pedido un conejo y, en cambio, me trae dos de ellos y, de regalo tres ardillas de postre. Sería fácil cocinarlos con un par de rayos igual de lo que había hecho anteriormente con mi conejo.
-Es más que suficiente.- Le contesté con cierta amabilidad fingida, a estas alturas solo quería comer. – Solo te pedí un conejo y me has traído todo un banquete digno de un rey.- Reí. - Muchas gracias, chica salvaje.-
Volví a escuchar el sonido de los caballos, esta vez más cerca. No pensé en la chica salvaje, solo pensé en mí y en lo que los elfos me harían de saber quién era yo y lo que hice contra la gente de su raza. Empujé a la mujer contra la pared de la cueva, con mis manos, les sujeté las dos muñecas para que no pudiera resistirse.
-No hagas ruido.- Le susurré en su oreja. –Me matarán.-
Mi cuerpo se quedó pegado al suyo, si los elfos se acercaban solo verían las sombras del interior de la caverna. Mis ojos y mis orejas estaban fijados al exterior de la cueva, intentaba escuchar y ver cualquier cosa que me indicasen que aquellos malditos elfos todavía anduviesen cerca.; sin embargo, mi olfato estaba fijado en el aroma de la mujer. Olía a cipreses, a nogal y a almendras; olía al río, a la piedra y a los animales que acababa de cazar. Su perfume era el bosque y todo lo que había a su alrededor.
-Hueles bien.- En ocasiones, el sentido que más se sobre pone al resto es el olfato. No pude evitar decir aquel comentario completamente fuera de lugar.
La mujer se marchó de la cueva en busca de alimento. Por lo menos, había reconocido el error que cometió al quitarme la comida y lo estaba intentando recompensar. Mientras esperaba que regresase me imaginé a mi mismo rodeado de esclavas. Decenas de chicas a mi alrededor dispuestas a hacer todo lo que se me ocurriera. El mejor sueño que he tenido nunca. Solo había dos chicas que sabía diferenciar perfectamente entre todas las demás bellas esclavas, a mi derecha estaba la gatita con la que atraqué la taberna en medio del bosque y a mi izquierda la mujer salvaje. La gatita me abanicaba con una enorme hoja de palmera mientras que la mujer salvaje me servía unas uvas directamente a la boca.
Desde fuera de la cueva alcanzo a escuchar el ruido de unos cascos sobre la lluvia. Había por lo menos dos personas cabalgando por los alrededores y, al juzgar por el fuerte sonido de las herraduras de los caballos al trotar, estaban bien armados. Temí por la vida de la mujer salvaje. Tal vez, el hambre me había ablandado. Me asomé al exterior de la cueva con sumo cuidado para que los caballeros no me viesen. Por fortuna, yo sí alcancé a verlos. Dos elfos con brillantes armaduras y espadas afiladas con empuñadura dorada. Me buscaban. Estaba seguro que mis crímenes no habían quedado desapercibidos. Como me hubiera gustado salir fuera armado con Suuri y destrozarles la cabeza. Guardé de no precipitarme, podría haber más elfos como ellos.
Usé mi magia de telequinesis para hacer levitar lejana a la entrada de la cueva y lanzarla más lejos aun. Eso despistaría a los elfos, por lo menos durante unos instantes.
La chica salvaje llegó poco después cargada con más comida de la que necesitaba. Le había pedido un conejo y, en cambio, me trae dos de ellos y, de regalo tres ardillas de postre. Sería fácil cocinarlos con un par de rayos igual de lo que había hecho anteriormente con mi conejo.
-Es más que suficiente.- Le contesté con cierta amabilidad fingida, a estas alturas solo quería comer. – Solo te pedí un conejo y me has traído todo un banquete digno de un rey.- Reí. - Muchas gracias, chica salvaje.-
Volví a escuchar el sonido de los caballos, esta vez más cerca. No pensé en la chica salvaje, solo pensé en mí y en lo que los elfos me harían de saber quién era yo y lo que hice contra la gente de su raza. Empujé a la mujer contra la pared de la cueva, con mis manos, les sujeté las dos muñecas para que no pudiera resistirse.
-No hagas ruido.- Le susurré en su oreja. –Me matarán.-
Mi cuerpo se quedó pegado al suyo, si los elfos se acercaban solo verían las sombras del interior de la caverna. Mis ojos y mis orejas estaban fijados al exterior de la cueva, intentaba escuchar y ver cualquier cosa que me indicasen que aquellos malditos elfos todavía anduviesen cerca.; sin embargo, mi olfato estaba fijado en el aroma de la mujer. Olía a cipreses, a nogal y a almendras; olía al río, a la piedra y a los animales que acababa de cazar. Su perfume era el bosque y todo lo que había a su alrededor.
-Hueles bien.- En ocasiones, el sentido que más se sobre pone al resto es el olfato. No pude evitar decir aquel comentario completamente fuera de lugar.
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
El hombre pareció complacido con todo aquello que acabe llevando hasta la cueva, en compensación por el único conejo que le había robado. Parecía que le había llevado mas de lo que el habría espadado obtener a cambio. Había estado escuchando algunos sonidos durante mi ‘caza’ en el exterior, y tan pronto como había llegado a la cueva, había dejado de escucharlos. El sonido de un caballo, tal vez, y del metal chocando contra el metal como si se tratara de una cota de malla. Aun así hice mas bien poco caso a aquel sonido, pues me sentía demasiado segura, pensando que en el peor de los casos, podría tener comida gratis si se acercasen. De pronto note como me empujo contra la pared. Trate de incorporarme para golpearlo, tomando aquello como una ofensa o un acto violento repentino; podía tratarse perfectamente de un psicótico, al fin al cabo no hacia mas que algunos minutos desde que lo había visto por primera vez, y posiblemente podría haberse tomado muy a pecho mi pequeño robo. Me sujeto para evitar que me escapase, y aquello no hizo mas que enfurecerme mas todavía. En cuanto menciono que podrían matarlo en el caso de que yo hiciera ruido y lo descubrieran -aunque no dijo aquello exactamente-, cese en mi movimiento continuo para escaparme, y aguarde algunos segundos. El estaba concentrado en lo que sucedía en el exterior, en si se marchaban o no los individuos que recorrían las afueras de la cueva. De pronto, hizo un comentario que pareció lo mas aleatorio que podría haber dicho, respecto a mi olor. Según sus palabras, mi aroma resultaba agradable.
“Tu en cambio hueles como si llevaras semanas sin darte un baño de un agua que no fuera la de la lluvia” comente a lo que me menciono. “Estas muy cerca. No deberías, podría enfadarme y morderte.” Y aquello ultimo lo dije con un lejano toque de verdad.
Esperando que no pusiera oposición alguna, me separe y me aleje un metro de el, observando la entrada de la cueva desde dentro, con suma curiosidad. No sabia quienes eran esos individuos que andaban fuera, pero fueran quienes fueran, lo perseguían, al menos según lo que había dicho el.
“A quien has matado de tal importancia como para que te busquen?” pregunte. “Eres el desafortunado bastardo de algún rey? Te han exiliado por robar pan?” preguntaba todo aquello con autentica curiosidad.
“Tu en cambio hueles como si llevaras semanas sin darte un baño de un agua que no fuera la de la lluvia” comente a lo que me menciono. “Estas muy cerca. No deberías, podría enfadarme y morderte.” Y aquello ultimo lo dije con un lejano toque de verdad.
Esperando que no pusiera oposición alguna, me separe y me aleje un metro de el, observando la entrada de la cueva desde dentro, con suma curiosidad. No sabia quienes eran esos individuos que andaban fuera, pero fueran quienes fueran, lo perseguían, al menos según lo que había dicho el.
“A quien has matado de tal importancia como para que te busquen?” pregunte. “Eres el desafortunado bastardo de algún rey? Te han exiliado por robar pan?” preguntaba todo aquello con autentica curiosidad.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Deseé tener una tercera mano para poder amordazar a la chica salvaje a la vez que la sujetaba Si nos alcanzaban a ver nos matarían a ambos. A esos malditos elfos matarían a todo lo que les interpusiera en su camino hacia mí. La matarían solo para que cayese sobre mi conciencia otra vida. Podría recordar el nombre de cada uno de mis hermanos que murieron a manos de los elfos que nos llamaban asesinos. No, no pienso dejar que maten a nadie a más estando yo delante.
-Muérdeme. Por lo menos así te callarías.- Dije susurrando mientras echaba un último vistazo a las afueras de la cueva. –Nos matarán si te oyen.-
Seguía notando el perfume de la mujer; era inconfundible entre medio de todos los olores de la caverna, incluido el mío. Hacía semanas que no estaba tan cerca de una mujer. No sabía cómo sentirme. Hacía rato que se habían alejado el sonido de los caballos al trotar entre la lluvia. Mas, todavía seguí sujetando a la chica salvaje. No quería que se fuera y, de nuevo, me quedara completamente solo. No otra vez. Temía que la mujer, al haberla tratado de una forma tan grosera, hubiera preferido irse de aquella caverna hacia un lugar mejor. Todo mi cuerpo se relajó al ver que la chica salvaje continuó conmigo.
-No has acertado ni una sola palabra.- Dije mientras me reía. – Mi vida no ha salido de un cuento de hadas. Ojala hubiera sido así. – Dejé de reírme. –Mataron a mi padre.- No sentía pena por él, yo mismo fui quien lo mató. Sin embargo, hable con total seriedad como si el dolor fuera parte de mi cuerpo como lo es un brazo o una pierna. -He tenido que sobrevivir conforme he podido. He robado, he matado y me he aprovechado de muchas personas que han intentado ayudarme. – No me arrepentí de nada, solo fingía que me arrepentía. - Los elfos me tienen especial rencor por ello.- Volví a reírme. - ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?-
-Muérdeme. Por lo menos así te callarías.- Dije susurrando mientras echaba un último vistazo a las afueras de la cueva. –Nos matarán si te oyen.-
Seguía notando el perfume de la mujer; era inconfundible entre medio de todos los olores de la caverna, incluido el mío. Hacía semanas que no estaba tan cerca de una mujer. No sabía cómo sentirme. Hacía rato que se habían alejado el sonido de los caballos al trotar entre la lluvia. Mas, todavía seguí sujetando a la chica salvaje. No quería que se fuera y, de nuevo, me quedara completamente solo. No otra vez. Temía que la mujer, al haberla tratado de una forma tan grosera, hubiera preferido irse de aquella caverna hacia un lugar mejor. Todo mi cuerpo se relajó al ver que la chica salvaje continuó conmigo.
-No has acertado ni una sola palabra.- Dije mientras me reía. – Mi vida no ha salido de un cuento de hadas. Ojala hubiera sido así. – Dejé de reírme. –Mataron a mi padre.- No sentía pena por él, yo mismo fui quien lo mató. Sin embargo, hable con total seriedad como si el dolor fuera parte de mi cuerpo como lo es un brazo o una pierna. -He tenido que sobrevivir conforme he podido. He robado, he matado y me he aprovechado de muchas personas que han intentado ayudarme. – No me arrepentí de nada, solo fingía que me arrepentía. - Los elfos me tienen especial rencor por ello.- Volví a reírme. - ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?-
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
“Me figuro que se trataría de una vida mas bien poco honrada” comente.
Mi historia. Aquello me desconcertó, no sabia muy bien que responderle a aquello. Al fin y al cabo, no es que tuviera una historia exactamente. Mi madre se había marchado, después de aquella ‘historia de amor’ que había tenido con el apestoso humano que había parado por Ulmar. Hasta el momento no tenia una historia que contar, ni nada parecido que pudiera asemejarse. Lo único que había hecho, la única razón por la que me había marchado aquellos días de Ulmar, era porque finalmente había decidido ir en busca de mi madre, hacia el sur, hacia la tierra de los humanos donde ella había marchado en el pasado. Mas allá de eso, yo no había sido mas que una granjera, aficionada a mover armas de hierro afilado fingiendo que sabia luchar.
“Aun si tuviera una historia, por que tendría que contártela?” respondí. El me había contado algo que me había hecho sentir cierta desconfianza, mas de la que ya había tenido desde un primer momento. Pese a que pareciera que había sentido una tremenda confianza al arrebatarle su alimento sin siquiera preguntar, esto no había sido mas que una reacción debida al hambre, y ahora que ya había satisfecho mi necesidad, veía todo con mucha mas claridad. Era un hombre con bastante fuerza, que admitía no haber tenido honor ni siquiera con quien le había echado una mano en el pasado. Por que tendría que confiar yo en una persona así? “Solo si tuviera una razón para confiar en ti, te lo haría saber. Pero ni siquiera resguardarme de esos elfos es razón suficiente. Al fin y al cabo, imagino que lo habrás hecho mas por ti que por mi.”
Y sentí que tenia razón en aquellas ultimas palabras. Lo estuve observando con retenimiento durante un largo momento. El muchacho era hermoso, tenia cierto encanto. Parecía un príncipe sacado de su castillo, y sus barbas descuidadas, aunque parecían haber crecido en contra de la voluntad del hombre, parecían haberse acomodado sobre su rostro como si siempre hubiera debido estar ahí, y le arrebataban el aire de princesa que podría haber tenido de haberse mostrado mucho mas cuidado en aquel momento.
“Solo voy al sur. Busco a alguien” dije.
Mi historia. Aquello me desconcertó, no sabia muy bien que responderle a aquello. Al fin y al cabo, no es que tuviera una historia exactamente. Mi madre se había marchado, después de aquella ‘historia de amor’ que había tenido con el apestoso humano que había parado por Ulmar. Hasta el momento no tenia una historia que contar, ni nada parecido que pudiera asemejarse. Lo único que había hecho, la única razón por la que me había marchado aquellos días de Ulmar, era porque finalmente había decidido ir en busca de mi madre, hacia el sur, hacia la tierra de los humanos donde ella había marchado en el pasado. Mas allá de eso, yo no había sido mas que una granjera, aficionada a mover armas de hierro afilado fingiendo que sabia luchar.
“Aun si tuviera una historia, por que tendría que contártela?” respondí. El me había contado algo que me había hecho sentir cierta desconfianza, mas de la que ya había tenido desde un primer momento. Pese a que pareciera que había sentido una tremenda confianza al arrebatarle su alimento sin siquiera preguntar, esto no había sido mas que una reacción debida al hambre, y ahora que ya había satisfecho mi necesidad, veía todo con mucha mas claridad. Era un hombre con bastante fuerza, que admitía no haber tenido honor ni siquiera con quien le había echado una mano en el pasado. Por que tendría que confiar yo en una persona así? “Solo si tuviera una razón para confiar en ti, te lo haría saber. Pero ni siquiera resguardarme de esos elfos es razón suficiente. Al fin y al cabo, imagino que lo habrás hecho mas por ti que por mi.”
Y sentí que tenia razón en aquellas ultimas palabras. Lo estuve observando con retenimiento durante un largo momento. El muchacho era hermoso, tenia cierto encanto. Parecía un príncipe sacado de su castillo, y sus barbas descuidadas, aunque parecían haber crecido en contra de la voluntad del hombre, parecían haberse acomodado sobre su rostro como si siempre hubiera debido estar ahí, y le arrebataban el aire de princesa que podría haber tenido de haberse mostrado mucho mas cuidado en aquel momento.
“Solo voy al sur. Busco a alguien” dije.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Debía de estar agradecida. ¿Le había salvado la vida y así me lo paga? Vergüenza. No todos los días un apuesto caballero rescataba a una hermosa princesa de un par de monstruos. Solo que, ni yo era un caballero ni ella una princesa, con los monstruos sí había acertado. En aquel momento me pregunté si Sarah pensó alguna vez igual que ella. Ambos éramos dos soldados que luchábamos por nuestros intereses; sin importarnos de nadie más que de nosotros mismos. Esa era la teoría, en la práctica era muy diferente. Ella me importaba y yo le importaba a ella. Fue lo más parecido que he tenido a una pareja estable sin ser pareja. Sarah solo era mi amiga, una muy buena amiga. Los dos vivíamos nuestra propia vida sin depender el uno del otro como hacen esas estúpidas parejitas felices; ese no era nuestro estilo. Yo me podría acostar con otras mujeres y ella con otros hombres, pero, al llegar la noche, ambos dormíamos en la misma cama.
-Más por mí que por ti…- Repetí, mi tono de voz era una mezcla entre la burla y la amenaza. -¡No sabes nada!- Había levantado la voz sin darme cuenta. - La mataron por mí culpa. - Aspiré el aire y lo expulsé lentamente para calmarme. – Sarah dio la vida por mí.- Dije con apenas un susurro de voz. - No fueron dos elfos como ahora, fueron veinte. Nos tendieron una emboscada. Al principio pudimos escapar, pero esos malditos come apios nos persiguieron a caballo. A medio camino de la base, Sarah dio media vuelta y se enfrentó a los elfos para que pudiera huir. –Cogí una piedra y la lancé hacia la pared de la caverna con una fuerza alimentada por la ira y la impotencia. Deseé volver a revivir ese día e irme a enfrentarme contra los elfos en lugar de irse ella. Entonces ella estaría viva y yo muerto, era lo que merecía. -Al día siguiente la encontré muerta. Tirada en el suelo como si fuera un miserable perro. Tenía una flecha élfica clavada en la cabeza. –
Intenté relajarme. Era consciente del ruido que había hecho. Los caballos seguían estando cerca, no se les oía, pero sabía que estaban allí fuera, en algún sitio. Me habrían oído y lo más seguro es que volvieran a por mí.
-Ve y busca a esa persona. Tendrás más posibilidades de vivir que sí te quedas conmigo.- Realmente me había puesto furioso. Me senté apoyando mi espalda sobre una de las rocas más grandes, cogí un conejo y lo asé de un solo calambrazo. –Y gracias por la comida.-
Ya no tenía apetito. Podía seguir viendo el cadáver de Sarah tendido en mis manos; se me quitó el hambre. Sin embargo, hice un esfuerzo por dar un mordisco. Había pasado semanas sin comer, estaba débil y cansado; necesitaba recuperar fuerzas. Noté un ligero sabor salado en el cogí. Al verlo más detenidamente me di cuenta que estaba mojado y que, desde arriba, pequeñas gotas caían encima suya. Fue entonces cuando me di cuenta. Esas gotas era yo, estaba llorando.
-Más por mí que por ti…- Repetí, mi tono de voz era una mezcla entre la burla y la amenaza. -¡No sabes nada!- Había levantado la voz sin darme cuenta. - La mataron por mí culpa. - Aspiré el aire y lo expulsé lentamente para calmarme. – Sarah dio la vida por mí.- Dije con apenas un susurro de voz. - No fueron dos elfos como ahora, fueron veinte. Nos tendieron una emboscada. Al principio pudimos escapar, pero esos malditos come apios nos persiguieron a caballo. A medio camino de la base, Sarah dio media vuelta y se enfrentó a los elfos para que pudiera huir. –Cogí una piedra y la lancé hacia la pared de la caverna con una fuerza alimentada por la ira y la impotencia. Deseé volver a revivir ese día e irme a enfrentarme contra los elfos en lugar de irse ella. Entonces ella estaría viva y yo muerto, era lo que merecía. -Al día siguiente la encontré muerta. Tirada en el suelo como si fuera un miserable perro. Tenía una flecha élfica clavada en la cabeza. –
Intenté relajarme. Era consciente del ruido que había hecho. Los caballos seguían estando cerca, no se les oía, pero sabía que estaban allí fuera, en algún sitio. Me habrían oído y lo más seguro es que volvieran a por mí.
-Ve y busca a esa persona. Tendrás más posibilidades de vivir que sí te quedas conmigo.- Realmente me había puesto furioso. Me senté apoyando mi espalda sobre una de las rocas más grandes, cogí un conejo y lo asé de un solo calambrazo. –Y gracias por la comida.-
Ya no tenía apetito. Podía seguir viendo el cadáver de Sarah tendido en mis manos; se me quitó el hambre. Sin embargo, hice un esfuerzo por dar un mordisco. Había pasado semanas sin comer, estaba débil y cansado; necesitaba recuperar fuerzas. Noté un ligero sabor salado en el cogí. Al verlo más detenidamente me di cuenta que estaba mojado y que, desde arriba, pequeñas gotas caían encima suya. Fue entonces cuando me di cuenta. Esas gotas era yo, estaba llorando.
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
No pensé en que mi reacción fuera a llegar a ser un poco grosera, pero lo fue sin duda, o al menos eso pensé pe justo un instante después de dejarla escapar. No comprendía de donde provenía aquel arrebato repentino que había sufrido gerrit, y no pude evitar pensar que el no había tenido por que reaccionar de ese modo ante mi. Al fin y al cabo, me había empujado, aun con el pretexto de evitar que hiciera ruido para salvar la vida de ambos. Por que tendría que hacerme a mi daño alguno un elfo? Que tendría un elfo en contra de los licántropos? De todos modos, no sabia tanto de los elfos como me habría gustado en aquel momento, y ahora gracias al arrebato que había pasado Gerrit, era consciente de que al muchacho le habían causado una importante desgracia en el pasado, los elfos. Aun así, seguía ciertamente ofendida porque me hubiera empujado, fuera para lo que fuera, pues seguía sin creerlo necesario. Y además, el chico se había puesto hecho una furia, se había sentido herido, y había hecho alusión a cierto momento de su pasado en el cual se encontraba una tal Sarah. Que debía hacer yo entonces? No sabia como tratar al abatido cuando los recuerdos lo maltrataban, nunca había sabido hacer eso.
“Me quedare hasta que se marchen. No se quienes son, de todos modos, y no quiero arriesgarme. Pero no te empujare contra la pared para que estés en silencio y dejes de tirar piedras a cualquier lugar haciendo ruido”. Aquello lo dije en cierto modo como una protesta. Al fin y al cabo había convertido el mantenerme en silencio, en algo obsoleto, por haber causado momentos después tanto alboroto. “Quieres mas comida? Quieres que cace algo?” no sabia muy bien como animar al muchacho, y aunque aun me sentía, ofendida por así decirlo, no quería que el chico continuara conteniendo en su mente aquellos recuerdos tan dolientes.
Vi como el muchacho se sentó con la espalda apoyada en la pared, y tomo un conejo con sus manos, el cual cocino al instante con magia, tras una intensa chispa. Enarque una ceja y continué mirándolo, y pude vislumbrar como un pequeño reflejo se deslizaba por la piel de su rostro.
“No, estas llorando? No verdad?” pregunte. De pronto me asombre por mi falta de tacto, pero todavía no sabia que hacer por el muchacho. “Quieres que me vaya, mejor?”
“Me quedare hasta que se marchen. No se quienes son, de todos modos, y no quiero arriesgarme. Pero no te empujare contra la pared para que estés en silencio y dejes de tirar piedras a cualquier lugar haciendo ruido”. Aquello lo dije en cierto modo como una protesta. Al fin y al cabo había convertido el mantenerme en silencio, en algo obsoleto, por haber causado momentos después tanto alboroto. “Quieres mas comida? Quieres que cace algo?” no sabia muy bien como animar al muchacho, y aunque aun me sentía, ofendida por así decirlo, no quería que el chico continuara conteniendo en su mente aquellos recuerdos tan dolientes.
Vi como el muchacho se sentó con la espalda apoyada en la pared, y tomo un conejo con sus manos, el cual cocino al instante con magia, tras una intensa chispa. Enarque una ceja y continué mirándolo, y pude vislumbrar como un pequeño reflejo se deslizaba por la piel de su rostro.
“No, estas llorando? No verdad?” pregunte. De pronto me asombre por mi falta de tacto, pero todavía no sabia que hacer por el muchacho. “Quieres que me vaya, mejor?”
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Volví a dar otro desganado mordisco al conejo salado. Peores cosas había comido y en peores lugares. Mordisco a mordisco, me estaba tranquilizando. No miraba ningún punto fijo de la cueva, ni siquiera miraba fuera para asegurarme que los elfos se habían ido, tan solo me quedé sentado en la enorme roca con la mirada perdida en la profundidad de la caverna. Tampoco pensé en nada. Sabía que, seguir lamentándome por la muerte de Sarah no serviría de nada. Hacía quince años de su muerte. No valía la pena seguir recordándola.
¿Al final se iba a quedar? No entendí por qué. Me había comportado como un idiota. ¿Dónde estaba mi carisma y mi tacto con las mujeres? Al parecer los había perdido.
-Estoy bien.- Dije con una fingida sonrisa. -Si tu quieres algo puedes cogerlo.- Miré en dirección al banquete que ella había traído. - Con un conejo tendré suficiente. Si quieres puedo cocinarte otro para ti.- Mi voz había perdido el tono burlón que hubo tenido antes del espontáneo arrebato de violencia. Sonaba tranquilo y relajado, como si nada me importara.
La mujer salvaje se dio cuenta que se me habían caído unas lágrimas. No estaba llorando. Ni siquiera podía describir el sentimiento que había anidado en mi mente. No era pena por la muerte de una amiga, tampoco era rabia contenida, ni siquiera era impotencia por no haber salvado a Sarah. Era extraño.
-No pasa nada. Se me metió algo en el ojo. Solo eso.- Era la excusa más vieja del mundo. - No te vayas si no quieres.- Casi soné como un ruego.
¿Al final se iba a quedar? No entendí por qué. Me había comportado como un idiota. ¿Dónde estaba mi carisma y mi tacto con las mujeres? Al parecer los había perdido.
-Estoy bien.- Dije con una fingida sonrisa. -Si tu quieres algo puedes cogerlo.- Miré en dirección al banquete que ella había traído. - Con un conejo tendré suficiente. Si quieres puedo cocinarte otro para ti.- Mi voz había perdido el tono burlón que hubo tenido antes del espontáneo arrebato de violencia. Sonaba tranquilo y relajado, como si nada me importara.
La mujer salvaje se dio cuenta que se me habían caído unas lágrimas. No estaba llorando. Ni siquiera podía describir el sentimiento que había anidado en mi mente. No era pena por la muerte de una amiga, tampoco era rabia contenida, ni siquiera era impotencia por no haber salvado a Sarah. Era extraño.
-No pasa nada. Se me metió algo en el ojo. Solo eso.- Era la excusa más vieja del mundo. - No te vayas si no quieres.- Casi soné como un ruego.
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
“No se a que ha venido esta reacción” reconocí. “Pero lo siento si te he molestado con algo. También lo has hecho tu al empujarme de esa forma, aunque dijeras que fue para protegerme. Los elfos nunca me han hecho a mi, y yo soy totalmente ajena a todo lo que te haya pasado”.
Continuaba sin saber demasiado bien cuales habrían sido las palabras mas apropiadas para aquel momento, pero era cierto: yo desconocía todo lo que le había pasado al hombre. Como fuera, no había sido un encuentro muy pacifico desde un primer momento. Al principio por mi culpa, y tal vez después… también. Cogí otra pieza de carne cruda, y aunque podría haberla cocinado el con su extraña magia, no le pedí ayuda con eso, y sencillamente me lleve la carne a la boca y la comí cruda.
“Quien es Sarah?” pregunte. “Si la has mencionado una vez, podrías hacerlo de nuevo” .
Yo comía con toda la tranquilidad del mundo. Los caballos habían quedado ya muy lejos. Y el ruido de los pasos de las personas que había fuera, ya se habían disipado en la distancia. Estábamos solos de nuevo.
“Bueno, espera, no digas nada. Si es algo tan intimo como para que no puedas decirlo, no lo hagas” acabe diciendo. “Te dejare aquí solo, supongo que tienes cosas que pensar, y no he hecho bien apareciendo y entrometiéndome en tu hora de comer”.
Me puse en pie, después de comer aquel animalillo crudo. Me dirigí hacia la obertura de la cueva, y mire a mi alrededor durante algunos segundos. Observe el panorama, para poder saber si había alguien por la zona, alguien que estuviera oculto, por ejemplo, con motivo de querer atrapar a gerrit. En cuanto comprendí que no había nadie mas allá, me sentí mucho mas tranquila. Me gire hacia el machaco, y levantando la mano como un gesto de despedida, me marche de la cueva. Una vez me adentre nuevamente entre los bosques que había justo tras la cueva, escuche diversos pájaros canturreando de repente. No me esperaba en absoluto aquello, sonaba como si trataran de realizar una viso. Fue tan repentino e inesperado, y tan casual con mi salida de la cueva, que lo primero que pensé fue precisamente eso: ‘te están advirtiendo’. Pero antes de que pudiera siquiera ponerme a pensar un poco mas respecto a los cantos de los pájaros, note como un brazo fuerte me apretaba la muñeca izquierda. Y en cuanto quise tomar una daga con mi mano derecha, esta también fue inmovilizada. Durante los primeros segundos, no grite, no acostumbraba a gritar. Pero en cuanto sentí el frio de la hoja sobre mi cuello, abrí los ojos de la sorpresa y solté un gran grito de socorro. Sola contra tantos y en esa situación, poco podía hacer.
Continuaba sin saber demasiado bien cuales habrían sido las palabras mas apropiadas para aquel momento, pero era cierto: yo desconocía todo lo que le había pasado al hombre. Como fuera, no había sido un encuentro muy pacifico desde un primer momento. Al principio por mi culpa, y tal vez después… también. Cogí otra pieza de carne cruda, y aunque podría haberla cocinado el con su extraña magia, no le pedí ayuda con eso, y sencillamente me lleve la carne a la boca y la comí cruda.
“Quien es Sarah?” pregunte. “Si la has mencionado una vez, podrías hacerlo de nuevo” .
Yo comía con toda la tranquilidad del mundo. Los caballos habían quedado ya muy lejos. Y el ruido de los pasos de las personas que había fuera, ya se habían disipado en la distancia. Estábamos solos de nuevo.
“Bueno, espera, no digas nada. Si es algo tan intimo como para que no puedas decirlo, no lo hagas” acabe diciendo. “Te dejare aquí solo, supongo que tienes cosas que pensar, y no he hecho bien apareciendo y entrometiéndome en tu hora de comer”.
Me puse en pie, después de comer aquel animalillo crudo. Me dirigí hacia la obertura de la cueva, y mire a mi alrededor durante algunos segundos. Observe el panorama, para poder saber si había alguien por la zona, alguien que estuviera oculto, por ejemplo, con motivo de querer atrapar a gerrit. En cuanto comprendí que no había nadie mas allá, me sentí mucho mas tranquila. Me gire hacia el machaco, y levantando la mano como un gesto de despedida, me marche de la cueva. Una vez me adentre nuevamente entre los bosques que había justo tras la cueva, escuche diversos pájaros canturreando de repente. No me esperaba en absoluto aquello, sonaba como si trataran de realizar una viso. Fue tan repentino e inesperado, y tan casual con mi salida de la cueva, que lo primero que pensé fue precisamente eso: ‘te están advirtiendo’. Pero antes de que pudiera siquiera ponerme a pensar un poco mas respecto a los cantos de los pájaros, note como un brazo fuerte me apretaba la muñeca izquierda. Y en cuanto quise tomar una daga con mi mano derecha, esta también fue inmovilizada. Durante los primeros segundos, no grite, no acostumbraba a gritar. Pero en cuanto sentí el frio de la hoja sobre mi cuello, abrí los ojos de la sorpresa y solté un gran grito de socorro. Sola contra tantos y en esa situación, poco podía hacer.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Llegó el momento, el momento en que la salvaje se comía todo su orgullo y reconocía mi valor. Ya era hora. Le salve la vida y, hasta el momento no me lo había agradecido. –No hay de qué. – Dijo con un tono socarrón. - Hice lo que todo héroe haría.-
Esta vez la suerte estuvo de mi lado. No tenía ganas de hablar con una salvaje sobre la muerte de una amiga. No me gusta tener hablar de mi pasado, y menos con una chica criada por los monos. Si no se hubiera ido ella me hubiera ido yo. Aunque fuera estuvieran los elfos. Creo que preferiría la compañía de los orejones a tener que seguir hablando sobre Sarah. Me relación con ella fue complicada y su muerte me fue todavía más complicada. La salvaje me dejo solo con la intención de dejarme pensar. Eso era lo último que quería. No quería pensar en ella ni en nadie.
Di otro mordisco al saldo conejo mientras veía como la chica salvaje de la cueva. De nuevo, me quedé solo. La única chica que me encontraba después de semanas sin hablar con nadie se estaba alejando de mí. Pensé en perseguirla. Cambié de opinión rápidamente. No me encontraba de humor para perseguir a una mujer.
Mordisco a mordisco, al final, solo quedaron los huesos del conejo. Lo tiré al suelo.
No se oía nada. Había un extraño silencio. Normalmente se escuchaba el agua del río chocar entre las rocas de la cueva. No se oían ni las ratas. Nada perturbaba al silencio más que el propio silencio. ¿Así que esta es mi vida? Silencio. Solo silencio. -Cuando se van las mujeres solo queda silencio.- Intenté romper el silencio, pero no sirvió de nada. Cuando terminé de hablar, de nuevo, resurgió el silencio. No quería escucharlo. Sentía que era el inició de una tormenta. Me asomé hacia afuera de la cueva. Solo silencio. Silencio en el bosque, silencio en el rio y silencio en la cueva. No me gustaba. Volví a mi roca y me senté con mi martillo preparado por lo que pudiera ocurrir.
Pronto, hasta los pájaros notaron el peligro que venía con aquel silencio y lo rompieron de la misma manera que yo lo intenté romper. Con Suuri en mis manos salí hacia fuera de la cueva buscando el causante del silencio que conducía a la sensación de peligro.
¡La chica salvaje! Un elfo la tenía agarrada por la espalda. La estaba amenazando con un cuchillo. Otro orejudo, a su lado, tenía un arco en su mano y la estaba apuntando por miedo a que no escapase. Sonreí. Eran ellos los causantes del silencio. Seguramente me escucharon gritar, abandonaron los caballos y esperaron el momento adecuado para atacarme. Lástima, tendría que matarlos. Me escondí entre unos matorrales y esperé el momento perfecto para atacar.
Telequinesia. No había poder que me gustara más que ese. Hice levitar mi martillo en el aire y lo estampé contra el elfo armado con un arco. Su cráneo estalló al encontrarse con el acero de Suuri. Ni sus padres reconocerían el cadáver.
-Tú amigo no aguanta nada. Un simple beso de mi Suuri y ya ha perdido la cabeza- Le dije al elfo que amenazaba a la chica salvaje mientras salía de mi escondite. - Aunque seas un orejudo de mierda debo avisarte. No deberías estar tan cerca de esa chica, podría enfadarse y morderte. – Le guiñé un ojo a la chica.
-¡Quieto! Un paso más y la mato.- Gritó el elfo.
-Como no la sueltes seré yo quien te mate a ti.-
El orejudo miro a su alrededor como si esperase el apoyo de otros elfos. -¿Qué te hace estar tan seguro?-
-Chimichanga. – Dije por decir algo. Tenía que ganar tiempo mientras dirigía mi martillo. Sin que se diera cuenta, estaba moviendo a Suuri detrás de él contra su cabeza. Mi martillo traspasó hueso y seso hasta volver a mi mano. – ¿Te das cuenta por qué odio a los elfos?- Suspiré. – No tienen sentido del humor.- Cambié el tono de mi voz a uno más serio. - Vendrán más. ¿Te han hecho algo? ¿Estás bien?-
Esta vez la suerte estuvo de mi lado. No tenía ganas de hablar con una salvaje sobre la muerte de una amiga. No me gusta tener hablar de mi pasado, y menos con una chica criada por los monos. Si no se hubiera ido ella me hubiera ido yo. Aunque fuera estuvieran los elfos. Creo que preferiría la compañía de los orejones a tener que seguir hablando sobre Sarah. Me relación con ella fue complicada y su muerte me fue todavía más complicada. La salvaje me dejo solo con la intención de dejarme pensar. Eso era lo último que quería. No quería pensar en ella ni en nadie.
Di otro mordisco al saldo conejo mientras veía como la chica salvaje de la cueva. De nuevo, me quedé solo. La única chica que me encontraba después de semanas sin hablar con nadie se estaba alejando de mí. Pensé en perseguirla. Cambié de opinión rápidamente. No me encontraba de humor para perseguir a una mujer.
Mordisco a mordisco, al final, solo quedaron los huesos del conejo. Lo tiré al suelo.
No se oía nada. Había un extraño silencio. Normalmente se escuchaba el agua del río chocar entre las rocas de la cueva. No se oían ni las ratas. Nada perturbaba al silencio más que el propio silencio. ¿Así que esta es mi vida? Silencio. Solo silencio. -Cuando se van las mujeres solo queda silencio.- Intenté romper el silencio, pero no sirvió de nada. Cuando terminé de hablar, de nuevo, resurgió el silencio. No quería escucharlo. Sentía que era el inició de una tormenta. Me asomé hacia afuera de la cueva. Solo silencio. Silencio en el bosque, silencio en el rio y silencio en la cueva. No me gustaba. Volví a mi roca y me senté con mi martillo preparado por lo que pudiera ocurrir.
Pronto, hasta los pájaros notaron el peligro que venía con aquel silencio y lo rompieron de la misma manera que yo lo intenté romper. Con Suuri en mis manos salí hacia fuera de la cueva buscando el causante del silencio que conducía a la sensación de peligro.
¡La chica salvaje! Un elfo la tenía agarrada por la espalda. La estaba amenazando con un cuchillo. Otro orejudo, a su lado, tenía un arco en su mano y la estaba apuntando por miedo a que no escapase. Sonreí. Eran ellos los causantes del silencio. Seguramente me escucharon gritar, abandonaron los caballos y esperaron el momento adecuado para atacarme. Lástima, tendría que matarlos. Me escondí entre unos matorrales y esperé el momento perfecto para atacar.
Telequinesia. No había poder que me gustara más que ese. Hice levitar mi martillo en el aire y lo estampé contra el elfo armado con un arco. Su cráneo estalló al encontrarse con el acero de Suuri. Ni sus padres reconocerían el cadáver.
-Tú amigo no aguanta nada. Un simple beso de mi Suuri y ya ha perdido la cabeza- Le dije al elfo que amenazaba a la chica salvaje mientras salía de mi escondite. - Aunque seas un orejudo de mierda debo avisarte. No deberías estar tan cerca de esa chica, podría enfadarse y morderte. – Le guiñé un ojo a la chica.
-¡Quieto! Un paso más y la mato.- Gritó el elfo.
-Como no la sueltes seré yo quien te mate a ti.-
El orejudo miro a su alrededor como si esperase el apoyo de otros elfos. -¿Qué te hace estar tan seguro?-
-Chimichanga. – Dije por decir algo. Tenía que ganar tiempo mientras dirigía mi martillo. Sin que se diera cuenta, estaba moviendo a Suuri detrás de él contra su cabeza. Mi martillo traspasó hueso y seso hasta volver a mi mano. – ¿Te das cuenta por qué odio a los elfos?- Suspiré. – No tienen sentido del humor.- Cambié el tono de mi voz a uno más serio. - Vendrán más. ¿Te han hecho algo? ¿Estás bien?-
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Fue Gerrit quien apareció en el momento exacto. Y Evelyne se quedo algo estupefacta. Ni esperaba la aparición repentina de Gerrit, ni tampoco esperaba haber sido tan estúpida de no reaccionar a tiempo. Si hubiera sentido algo mas de furia y seguridad, podría haber reaccionado a tiempo, transformándose y de ese modo pudiendo defenderse. Mas no había sido capaz, y la única reacción que había tenido había sido la de gritar, la de sentirse sorprendida y la de no saber que hacer.
“Si, grita, como si alguien te fuera a escuchar aquí en este rincón en medio de la nada” dijo uno de los elfos.
Evelyne lo miro no sin cierto desprecio, pero al mismo tiempo se sentía asustada. Era aquello lo que impedía que se transformase. Y en su estado humano, era tan inmensamente débil que hasta era incapaz de hacer fuerza contra los brazos que la apresaban. Cuando apareció Gerrit, ni siquiera dudo antes de comenzar a hacer caer a aquellos elfos. Parecía tan fácil para el, que Evelyne se quedo algo estupefacta. Una parte de ella agradecía que hubiera aparecido a tiempo. Otra, era tan orgullosa que despreciaba la idea de que un humano, brujo o lo que fuera aquel muchacho, la hubiera salvado.
“Chimichanga" dijo el brujo antes de acabar con el ultimo elfo que quedaba en pie, el cual no había hecho mas que distraerse con aquella palabra, que también había llamado la atención de Evelyne. Se trataría de alguna clase de hechizo o palabra mágica?
Luego Gerrit expreso sus razones por las cuales odiaba a los elfos, y Evelyne no pudo evitar dejar escapar una leve sonrisa. El muchacho hablaba de ellos como si matarlos hubiera sido tan sencillo como cortar una rebanada de pan, y aun así Evelyne había pasado un momento de sumo temor.
“Eh… si, estoy bien.” por un momento ella no supo que responder. “Por que vienen? Estos elfos no son como los demás, verdad?” pregunto finalmente. Le mataba aquella cuestión. Se incorporo y sacudió un poco sus vestimentas, como si se limpiara un inexistente polvo. Por alguna razón, que la hubieran sujetado aquellos elfos la hacían sentir sucia. “Gracias” dijo finalmente, con cierto esfuerzo. “Que hacen aquí? Por que son tan hostiles estos?”
“Si, grita, como si alguien te fuera a escuchar aquí en este rincón en medio de la nada” dijo uno de los elfos.
Evelyne lo miro no sin cierto desprecio, pero al mismo tiempo se sentía asustada. Era aquello lo que impedía que se transformase. Y en su estado humano, era tan inmensamente débil que hasta era incapaz de hacer fuerza contra los brazos que la apresaban. Cuando apareció Gerrit, ni siquiera dudo antes de comenzar a hacer caer a aquellos elfos. Parecía tan fácil para el, que Evelyne se quedo algo estupefacta. Una parte de ella agradecía que hubiera aparecido a tiempo. Otra, era tan orgullosa que despreciaba la idea de que un humano, brujo o lo que fuera aquel muchacho, la hubiera salvado.
“Chimichanga" dijo el brujo antes de acabar con el ultimo elfo que quedaba en pie, el cual no había hecho mas que distraerse con aquella palabra, que también había llamado la atención de Evelyne. Se trataría de alguna clase de hechizo o palabra mágica?
Luego Gerrit expreso sus razones por las cuales odiaba a los elfos, y Evelyne no pudo evitar dejar escapar una leve sonrisa. El muchacho hablaba de ellos como si matarlos hubiera sido tan sencillo como cortar una rebanada de pan, y aun así Evelyne había pasado un momento de sumo temor.
“Eh… si, estoy bien.” por un momento ella no supo que responder. “Por que vienen? Estos elfos no son como los demás, verdad?” pregunto finalmente. Le mataba aquella cuestión. Se incorporo y sacudió un poco sus vestimentas, como si se limpiara un inexistente polvo. Por alguna razón, que la hubieran sujetado aquellos elfos la hacían sentir sucia. “Gracias” dijo finalmente, con cierto esfuerzo. “Que hacen aquí? Por que son tan hostiles estos?”
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Espalda recta, cuerpo erguido y ya estaba listo para recibir un caluroso abrazo de agradecimiento por parte de la mujer salvaje que seguro que llegaría más lejos. ¿Qué menos? Le había salvado la vida. Pero no, más que darme las gracias como es debido pareció que estuviera defendiendo a los elfos. ¡Ja! Se notaba que no había conocido tantos elfos como yo. Los orejas picudas eran, simple y llanamente, una raza que no acepta su posición social. Nosotros, los brujos, ganamos la guerra. Los elfos nos deberían servir cocteles y uvas mientras estamos tumbados en una hamaca. Eso sería lo justo. Pero no… Tuvieron que aprender usar armas para defenderse y huir de nosotros. Samhaim montó su rebelión para acabar con esta injusticia y poner a los elfos al lugar que les corresponde: en el suelo sirviendo para los brujos. He matado a muchos elfos que intentaron acabar con nuestra rebelión. Muchísimos. Por eso me buscaban, me querían matar, a mí y a todo aquel que estuviera a mi lado, incluido la chica salvaje. En aquel momento solo había tres verdades inamovibles. Una, esos elfos eran elfos normales; dos, seguimos corriendo peligro y tres, la chica salvaje es una desagradecida.
Al final, la muchacha da las gracias. Parece que le cueste decir gracias. Si todas las mujeres salvajes eran igual de agradecidas pronto se extinguirían. De haber sido una chica de ciudad seguro que me hubiera dado las gracias de una forma mucho más íntima.
-Supongo que es lo mejor que podré sacar de ti.- Dije con un suspiro como si la estuviera disculpando por su falsa gratitud. –Vienen a por mí. Ya te lo dije.- Dije con una sonrisa. – No eres la primera chica bonita que intentan matar solo para cogerme a mí. No te mentiría si te dijera que más de una de esas chicas están muertas. Sí, muertas.- Hice hincapié en la mi última palabra para que entendiera la gravedad del asunto. - Les encantan usarlas de cebo para tenderme una trampa.- Di un rápido vistazo entre los árboles. El último el elfo que maté parecía estar esperando ayuda de algún tipo. No me gustaba aquel ambiente.
A ver que la chica salvaje se quedaba quieta en la misma zona que la habían cogido fui hacia ella. Si nos iban a matar por lo menos quería sacar algo bueno de la experiencia. –Por cierto muñeca.- Dije con una sonrisa de oreja a oreja cuando ya estuve lo bastante cerca. Se me veían las intenciones. – De donde vengo las “gracias” se dan así.- La cogí suavemente de su mentón y acerqué sus labios junto a los míos. La besé.
Fue entonces cuando, los elfos que se habían escondido entre las ramas de los árboles aprovecharon la oportunidad de asomar sus arcos contra nosotros. Lo sabía, sabía que era una trampa y aprovecharían la menor de las oportunidades para atacar. Los elfos dispararon contra nosotros, pero no nos dieron, fui lo suficientemente ágil para cogerla a la chica salvaje y tirarla al suelo en un abrazo dando vueltas en círculos para esquivar las últimas flechas que nos dispararon.
Después de varias vueltas quedé encima de ella. – Luego me das las “gracias.- Dijo con un tono socarrón. – Tenemos compañía.-
Al final, la muchacha da las gracias. Parece que le cueste decir gracias. Si todas las mujeres salvajes eran igual de agradecidas pronto se extinguirían. De haber sido una chica de ciudad seguro que me hubiera dado las gracias de una forma mucho más íntima.
-Supongo que es lo mejor que podré sacar de ti.- Dije con un suspiro como si la estuviera disculpando por su falsa gratitud. –Vienen a por mí. Ya te lo dije.- Dije con una sonrisa. – No eres la primera chica bonita que intentan matar solo para cogerme a mí. No te mentiría si te dijera que más de una de esas chicas están muertas. Sí, muertas.- Hice hincapié en la mi última palabra para que entendiera la gravedad del asunto. - Les encantan usarlas de cebo para tenderme una trampa.- Di un rápido vistazo entre los árboles. El último el elfo que maté parecía estar esperando ayuda de algún tipo. No me gustaba aquel ambiente.
A ver que la chica salvaje se quedaba quieta en la misma zona que la habían cogido fui hacia ella. Si nos iban a matar por lo menos quería sacar algo bueno de la experiencia. –Por cierto muñeca.- Dije con una sonrisa de oreja a oreja cuando ya estuve lo bastante cerca. Se me veían las intenciones. – De donde vengo las “gracias” se dan así.- La cogí suavemente de su mentón y acerqué sus labios junto a los míos. La besé.
Fue entonces cuando, los elfos que se habían escondido entre las ramas de los árboles aprovecharon la oportunidad de asomar sus arcos contra nosotros. Lo sabía, sabía que era una trampa y aprovecharían la menor de las oportunidades para atacar. Los elfos dispararon contra nosotros, pero no nos dieron, fui lo suficientemente ágil para cogerla a la chica salvaje y tirarla al suelo en un abrazo dando vueltas en círculos para esquivar las últimas flechas que nos dispararon.
Después de varias vueltas quedé encima de ella. – Luego me das las “gracias.- Dijo con un tono socarrón. – Tenemos compañía.-
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Gerrit había dejado escapar un beso sobre mis labios. Uno que no me habría esperado por nada del mundo y mucho menos en aquel preciso instante. No pude reaccionar a tiempo, pero de haberlo hecho seguramente le habría propinado un buen golpe en sus partes mas queridas. O tal vez no fuera tan queridas, si se arriesgaba de ese modo a “perderlas”. Fruncí el ceño pero en seguida tuve que incorporarme para reaccionar ante lo que estaba por suceder. Mas elfos en la zona, muchos mas. Y todos ellos venían a por el, parecía que los elfos llevaban persiguiéndolo mucho tiempo y que muchas mujeres habían muerto por estar al lado de Gerrit en un momento poco apropiado. Yo no iba a ser una de esas, y mucho menos por estar al lado de aquel hombre socarrón que me acababa de besar en aquel momento! Me había robado un beso, y lo peor de aquello era, que había sido el primer hombre que lo había hecho.
Después de aquel breve momento, los arqueros elfos que estaban por la zona esperando el momento mas idóneo, aprovechan ese preciso instante y comenzaron a descargar sus flechas sobre nosotros. Gerrit volvió a abrazarme lanzándome contra el suelo para evitar que cualquiera de esas flechas nos hiriera a el o a mi. Refunfuñe para mis adentros, no soportaba la idea de continuar estando como si fuera una muchacha en apuros o algo semejante. Por un momento llegue a sentir que los arboles estaban mofándose en silencio de mi persona, y no pude tolerarlo mucho mas.
-Esta bien, demos una cálida bienvenida a esta compañía -dije finalmente-. No era consciente de que tan terribles podían llegar a ser los elfos, tan desgraciados. Los tenia por criaturas mas amables y afables.
Pero me equivocaba por completo. Lo cierto es que no sabia exactamente pelear, no mas de lo que mi padre me había enseñado en el pasado. Pero no iba a quedarme con los brazos cruzados mirando como Gerrit escapaba o tenia que enfrentarse el solo a esos elfos. Así que tome la daga que guardaba bajo mis ropajes; una daga que aun siendo un cuchillo, llegaba a ser tan grande como una espada corta, lo suficientemente útil como para poder dañar a varios si era utilizada con cierta habilidad. Me separe de Gerrit y moviéndome tras los arboles, escondiéndome de la mirada astuta de los elfos. Estos se dispersaron , para buscarnos. Gerrit estaba moviéndose por su cuenta para poder enfrentarse contra ellos como el sabia hacerlo, sin embargo yo seguía oculta tras los arboles, acercándome peligrosamente a los elfos. En cuanto uno de ellos estuvo lo suficientemente solo respecto a los demás, aislado, me lance contra el y lo acuchille con rapidez. El grito del elfo fue breve, hasta que no pudo emitir sonido alguno. Entonces sentí como mi sangre comenzaba a hervir. “Por fin” pensé en mis adentros. Si estaba resultando tan débil en aquel momento, era porque a mi no se me daba especialmente bien pelear con las armas mundanas. Ni con espadas, ni con arcos, había un poder que residía en nosotros mucho mas poderoso que todo aquello. Sentí el dolor en todas mis extremidades, sentí como crecían poco a poco. Y sentí como al volver a repetir en voz alta “por fin”, la voz se había vuelto mucho mas gruesa, casi como un gruñido.
Después de aquel breve momento, los arqueros elfos que estaban por la zona esperando el momento mas idóneo, aprovechan ese preciso instante y comenzaron a descargar sus flechas sobre nosotros. Gerrit volvió a abrazarme lanzándome contra el suelo para evitar que cualquiera de esas flechas nos hiriera a el o a mi. Refunfuñe para mis adentros, no soportaba la idea de continuar estando como si fuera una muchacha en apuros o algo semejante. Por un momento llegue a sentir que los arboles estaban mofándose en silencio de mi persona, y no pude tolerarlo mucho mas.
-Esta bien, demos una cálida bienvenida a esta compañía -dije finalmente-. No era consciente de que tan terribles podían llegar a ser los elfos, tan desgraciados. Los tenia por criaturas mas amables y afables.
Pero me equivocaba por completo. Lo cierto es que no sabia exactamente pelear, no mas de lo que mi padre me había enseñado en el pasado. Pero no iba a quedarme con los brazos cruzados mirando como Gerrit escapaba o tenia que enfrentarse el solo a esos elfos. Así que tome la daga que guardaba bajo mis ropajes; una daga que aun siendo un cuchillo, llegaba a ser tan grande como una espada corta, lo suficientemente útil como para poder dañar a varios si era utilizada con cierta habilidad. Me separe de Gerrit y moviéndome tras los arboles, escondiéndome de la mirada astuta de los elfos. Estos se dispersaron , para buscarnos. Gerrit estaba moviéndose por su cuenta para poder enfrentarse contra ellos como el sabia hacerlo, sin embargo yo seguía oculta tras los arboles, acercándome peligrosamente a los elfos. En cuanto uno de ellos estuvo lo suficientemente solo respecto a los demás, aislado, me lance contra el y lo acuchille con rapidez. El grito del elfo fue breve, hasta que no pudo emitir sonido alguno. Entonces sentí como mi sangre comenzaba a hervir. “Por fin” pensé en mis adentros. Si estaba resultando tan débil en aquel momento, era porque a mi no se me daba especialmente bien pelear con las armas mundanas. Ni con espadas, ni con arcos, había un poder que residía en nosotros mucho mas poderoso que todo aquello. Sentí el dolor en todas mis extremidades, sentí como crecían poco a poco. Y sentí como al volver a repetir en voz alta “por fin”, la voz se había vuelto mucho mas gruesa, casi como un gruñido.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
¿Los elfos, criaturas amables? Eso sí que era un buen chiste. Humor del bueno, qué duda cabe. Los payasos de Lunargenta debían aprender algo de la chica salvaje. He visto, con mis propios ojos como los elfos mataron a decenas de los míos.
–Otra de las muchas mentiras desvelada por el señor Nephgerd y la chica salvaje cuyo nombre todavía desconocemos.- Le contesté de forma burlona con voz semejante a la que utilizaría un bardo en la plaza de una ciudad. Me levanté del suelo con cierto temor mirando de hito a hito asegurándome que no caían más flechas. – Empieza la fiesta.-
Con Suuri en mi mano derecha y con un relámpago que había formado en el mismo instante en la izquierda, me adentro en el bosque tras los elfos que se escondían los árboles. Cobardes, todos eran unos cobardes. No estaba seguro de dejar a la chica salvaje a solas. Estaba preocupado por lo que le pudiera pasar. Por mucho que me repetía a mi mismo el poco tiempo que había necesitado para cazar a los animales, eso no era suficiente para calmar mi preocupación.
Uno de los elfos asomó su arco entre las ramas de un árbol para poder apuntar mejor. –Si buscas mi cabeza está aquí.- Agaché mi cabeza con aires de grandeza. El ataque de los elfos era lo que necesitaba para recuperar mi orgullo y, en cierta medida, también mi virilidad.
El elfo dispara su flecha hacia mí. Pobre, como si una flecha pudiera detener a un gran brujo como yo. Salto hacia un lado para esquivarla y le devuelvo el disparo con el rayo que llevaba en la mano izquierda. No era tan bueno, no pude matarlo de un solo rayo. Tan solo lo hice caer de la rama del árbol. Entonces, sí lo maté, le destrocé la cabeza con mi martillo. No me había dado cuenta del error que había cometido. Dos elfos más asomaron sus arcos entre las ramas. El otro elfo era un señuelo. Una mísera trampa tan rastrera que solo se le podría haber ocurrido a un orejas picudas.
–Otra de las muchas mentiras desvelada por el señor Nephgerd y la chica salvaje cuyo nombre todavía desconocemos.- Le contesté de forma burlona con voz semejante a la que utilizaría un bardo en la plaza de una ciudad. Me levanté del suelo con cierto temor mirando de hito a hito asegurándome que no caían más flechas. – Empieza la fiesta.-
Con Suuri en mi mano derecha y con un relámpago que había formado en el mismo instante en la izquierda, me adentro en el bosque tras los elfos que se escondían los árboles. Cobardes, todos eran unos cobardes. No estaba seguro de dejar a la chica salvaje a solas. Estaba preocupado por lo que le pudiera pasar. Por mucho que me repetía a mi mismo el poco tiempo que había necesitado para cazar a los animales, eso no era suficiente para calmar mi preocupación.
Uno de los elfos asomó su arco entre las ramas de un árbol para poder apuntar mejor. –Si buscas mi cabeza está aquí.- Agaché mi cabeza con aires de grandeza. El ataque de los elfos era lo que necesitaba para recuperar mi orgullo y, en cierta medida, también mi virilidad.
El elfo dispara su flecha hacia mí. Pobre, como si una flecha pudiera detener a un gran brujo como yo. Salto hacia un lado para esquivarla y le devuelvo el disparo con el rayo que llevaba en la mano izquierda. No era tan bueno, no pude matarlo de un solo rayo. Tan solo lo hice caer de la rama del árbol. Entonces, sí lo maté, le destrocé la cabeza con mi martillo. No me había dado cuenta del error que había cometido. Dos elfos más asomaron sus arcos entre las ramas. El otro elfo era un señuelo. Una mísera trampa tan rastrera que solo se le podría haber ocurrido a un orejas picudas.
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Me había adentrado en una parte del bosque que había cerca de la cueva, no muy lejos del río. De hecho desde donde me hallaba, era todavía capaz de vislumbrarlo. Apoyaba mi brazo derecho, ahora extenso, peludo y musculoso, sobre la corteza de aquel árbol que había a mi lado. Mi cuerpo se había vuelto mucho más grande y pesado, y mis características físicas no señalaban tener ninguna relación con mi forma humana. Todavía con algunos espasmos por la transformación, me moví con cierta dificultad, alejándome de aquel árbol y aproximándome al río que era de donde escuchaba proceder el ruido de la batalla que estaban manteniendo los elfos contra, únicamente, Gerrit.
— Ahora voy… —dije con un gruñido. Aunque fue un pensamiento dicho en “voz” alta.
No sirvió para que Gerrit me oyera en la distancia, es más no hizo más que causarme un problema. Y es que en cuanto sentí un inmenso dolor en mi rodilla izquierda, me di cuenta de que a escasos centímetros de ella me habían disparado una flecha. Gruñí, y la extraje con mis zarpas, cortándola de la forma más vasta que podía ser en aquellos momentos. Busqué con la mirada el causante de aquella herida, y entre gruñidos avancé hacia él en cuanto lo vi. Era un elfo que llevaba una armadura muy prominente, casi parecía pertenecer a la casta noble, si es que había algo de esa índole entre los elfos. Aun así su rostro era muy afeminado, y si no lo hubiera observado durante más segundos que cuantos usé para vislumbrarlo antes de matarlo, habría pensado que se trataba de una mujer. Me avalancé sobre él y mordí su cuello. Una vez el elfo cayó al suelo, extraje sus extremidades y las lancé a la orilla del río. Luego me incorporé nuevamente y corrí cuan rápido pude hacia el río. Vi allí a Gerrit, quien no parecía tener inconveniente alguno en acabar con los elfos que deambulaban a su alrededor. Desde mi posición, podía ver a los elfos que se hallaban escondidos tras los árboles, esperando el momento idóneo para disparar a Gerrit en cuanto estuviera en un buen punto de mira. Sin dudarlo un solo instante, me avalancé sobre uno de ellos, causándole el mismo mal que al anterior. Y uno por uno, fui atacando a los elfos que se escondían como cobardes. No huían, y eso me sorprendía; habría imaginado que se habrían marchado en cuanto las cosas no funcionaran a su favor. Y sin embargo, los elfos continuaban ahí. Una, dos y hasta tres flechas llegaron a herirme. Pero no más, pues todos los elfos que estaban en mi campo de visión fueron completamente despedazados.
Salí hasta el río, buscando casi con desesperación a Gerrit. Llevaba unos minutos sin verlo por ninguna parte y me preguntaba si se habría marchado, si lo habrían herido de gravedad, o si seguiría escondido atento al momento más oportuno para seguir peleando. Lo había visto luchar previamente, y casi parecía continuar con el mismo modo socarrón que tenía de hablar, en la lucha.
— Ahora voy… —dije con un gruñido. Aunque fue un pensamiento dicho en “voz” alta.
No sirvió para que Gerrit me oyera en la distancia, es más no hizo más que causarme un problema. Y es que en cuanto sentí un inmenso dolor en mi rodilla izquierda, me di cuenta de que a escasos centímetros de ella me habían disparado una flecha. Gruñí, y la extraje con mis zarpas, cortándola de la forma más vasta que podía ser en aquellos momentos. Busqué con la mirada el causante de aquella herida, y entre gruñidos avancé hacia él en cuanto lo vi. Era un elfo que llevaba una armadura muy prominente, casi parecía pertenecer a la casta noble, si es que había algo de esa índole entre los elfos. Aun así su rostro era muy afeminado, y si no lo hubiera observado durante más segundos que cuantos usé para vislumbrarlo antes de matarlo, habría pensado que se trataba de una mujer. Me avalancé sobre él y mordí su cuello. Una vez el elfo cayó al suelo, extraje sus extremidades y las lancé a la orilla del río. Luego me incorporé nuevamente y corrí cuan rápido pude hacia el río. Vi allí a Gerrit, quien no parecía tener inconveniente alguno en acabar con los elfos que deambulaban a su alrededor. Desde mi posición, podía ver a los elfos que se hallaban escondidos tras los árboles, esperando el momento idóneo para disparar a Gerrit en cuanto estuviera en un buen punto de mira. Sin dudarlo un solo instante, me avalancé sobre uno de ellos, causándole el mismo mal que al anterior. Y uno por uno, fui atacando a los elfos que se escondían como cobardes. No huían, y eso me sorprendía; habría imaginado que se habrían marchado en cuanto las cosas no funcionaran a su favor. Y sin embargo, los elfos continuaban ahí. Una, dos y hasta tres flechas llegaron a herirme. Pero no más, pues todos los elfos que estaban en mi campo de visión fueron completamente despedazados.
Salí hasta el río, buscando casi con desesperación a Gerrit. Llevaba unos minutos sin verlo por ninguna parte y me preguntaba si se habría marchado, si lo habrían herido de gravedad, o si seguiría escondido atento al momento más oportuno para seguir peleando. Lo había visto luchar previamente, y casi parecía continuar con el mismo modo socarrón que tenía de hablar, en la lucha.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Casi una decena de arcos asomaron entre las ramas de los árboles. Caí en su penosa trampa con la misma facilidad que un ratón quedaba atrapado en una trampa de queso. Simplemente, no me esperaba que unos estúpidos orejas picudas me tendieran una trampa como esta. Se suponía que son seres afables y bondadosos, soldados de la vida y de los bosques, defensores de los arcoíris y de todo aquello que es de color rosa… Y, se me olvidaba, también son capaces de sacrificar uno de sus compañeros para matar a un ex-guerrillero. No pude evitar sonreír por lo bajo. Si los demás hombres hubieran sabido cómo son en realidad los elfos dejarían de verlos como gente buena y amable y los verían como los desgraciados que son.
Empiezan los problemas. Todos los arqueros tensan a la vez sus flechas. Iban a matarme, por fin iban a matarme. Estarían muy felices de haberme atrapado, ya me imaginaba sus caras con una amplia sonrisa dibujada en sus bocas. “Disparadme, venga.” Pensé desesperado. En el fondo sabía que no iban a hacerlo si no les daba un motivo para ello más, incluso, que el haber matado a sus compañeros. Su creencia no le permite matar si no estrictamente necesario.
Una vez, alguien que no recuerdo cómo se llamaba me dijo que yo era el protagonista de mi propia historia y los protagonistas nunca mueren. Siempre me lo he tomado al pie de la letra. Me creí inmortal, incluso en aquel momento en que todas las flechas señalaban mi cabeza. Sabía que, en el último segundo aparecería algo que me salvaría la vida. No imaginé que ese algo fuera un lobo. Seguramente, podría ser un licántropo desquiciado que disfrutaba despedazando a todo quien entrase en sus bosques.
Por mucho que podría resultarme atractiva la idea de ver un licántropo devorando elfos, corrí bien lejos de donde estaba. No estaba dispuesto a dejar que el mismo lobo me despedazara a mí también. De lo único que me preocupaba era de la chica salvaje. No sabía nada de ella desde que había ido a perseguir a los otros elfos.
Estaría bien decir que me fui a la cueva con la esperanza de que la chica salvaje estuviera allí, pero sería mentira. Fui ahí porque era el lugar más seguro que conocía por esos lugares. Sin embargo, no dejaba de pensar en la pobre chica. Cogí uno de los conejos que todavía quedaban en el suelo de la cueva. Solo había una manera de llamar a la mujer salvaje, y por fortuna lo conocía.
-Ven, muñeca.- Dije mientras asaba el conejo con uno de mis rayos y lo movía para hacer salir todo el aroma del conejo. – Mmm Que rico el conejo asado.-
Empiezan los problemas. Todos los arqueros tensan a la vez sus flechas. Iban a matarme, por fin iban a matarme. Estarían muy felices de haberme atrapado, ya me imaginaba sus caras con una amplia sonrisa dibujada en sus bocas. “Disparadme, venga.” Pensé desesperado. En el fondo sabía que no iban a hacerlo si no les daba un motivo para ello más, incluso, que el haber matado a sus compañeros. Su creencia no le permite matar si no estrictamente necesario.
Una vez, alguien que no recuerdo cómo se llamaba me dijo que yo era el protagonista de mi propia historia y los protagonistas nunca mueren. Siempre me lo he tomado al pie de la letra. Me creí inmortal, incluso en aquel momento en que todas las flechas señalaban mi cabeza. Sabía que, en el último segundo aparecería algo que me salvaría la vida. No imaginé que ese algo fuera un lobo. Seguramente, podría ser un licántropo desquiciado que disfrutaba despedazando a todo quien entrase en sus bosques.
Por mucho que podría resultarme atractiva la idea de ver un licántropo devorando elfos, corrí bien lejos de donde estaba. No estaba dispuesto a dejar que el mismo lobo me despedazara a mí también. De lo único que me preocupaba era de la chica salvaje. No sabía nada de ella desde que había ido a perseguir a los otros elfos.
Estaría bien decir que me fui a la cueva con la esperanza de que la chica salvaje estuviera allí, pero sería mentira. Fui ahí porque era el lugar más seguro que conocía por esos lugares. Sin embargo, no dejaba de pensar en la pobre chica. Cogí uno de los conejos que todavía quedaban en el suelo de la cueva. Solo había una manera de llamar a la mujer salvaje, y por fortuna lo conocía.
-Ven, muñeca.- Dije mientras asaba el conejo con uno de mis rayos y lo movía para hacer salir todo el aroma del conejo. – Mmm Que rico el conejo asado.-
Última edición por Gerrit Nephgerd el Vie Sep 11 2015, 23:56, editado 1 vez
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
— ¿Dónde estará este...? —pensé. Aunque exteriormente no salió más que un gruñido.
Cuatro fueron las flechas que me habían alcanzado, con aquella última. Y aquella sí que dolía. En mi peludo cuerpo, se había incrustado justo a un lado de mi cintura. Y aunque no había penetrado demasiado, sentí como si el hierro me quemase. Busqué con la mirada el elfo que me habría disparado aquella flecha.
— ¡La bestia! ¡Matadla! ¡Está con el brujo! —gritaba el mismo elfo que me había disparado la flecha.
Aquello lo delató, y lo vislumbré justo entre dos árboles cuyo tronco no era tan grueso como el resto. Me avalancé sobre él, frenando las flechas que me disparaba con las garras y destrocé su carne al estar justo frente a él. Luego, durante algunos segundos sentí una repentina tranquilidad, y silencio. Ni siquiera los pájaros, que habitualmente adornaban los bosques con sus cantos estaban en aquel momento inspirados.
De pronto noté un aroma. Me resultó familiar, como a carne quemada, o tal vez en su justo punto. La carne de un animal pequeño siendo horneada. Olisqueé con suma curiosidad, e identifiqué que provenía de la cueva. De la misma cueva donde había encontrado a Gerrit en un principio. Cuando comencé a marchar en dirección a esta, escuché la voz de un elfo.
— Quieta, criatura inmunda —su voz sonaba suave y juvenil. Casi como la voz de un humano adolescente. Aquello, debo admitir, me llamó sumamente la atención. No me giré del todo, sin embargo sí que llegué a dirigir la mirada hacia el elfo—. Los amigos del brujo, son nuestros enemigos. Debes pagar además, por el mal que has hecho aquí ahora.
Corrí hacia el elfo, que estaba justo a la orilla del río. Se apartó un par de metros, pues con mi acercamiento mis pisotones hicieron que las piedras cayeran justo frente a él, o inclusive en el punto dónde él estaba situado previamente. Tenía el arco muy tenso, con una flecha algo más gruesa que todas las que había visto con anterioridad. Seguramente, aquel elfo habría contemplado mi presencia desde hacía un buen rato. Además tenía justo sobar el cinto dos dagas que habría tomado en el momento justo, un instante después de dispararme aquella flecha. El elfo estaba preparado, y posiblemente de haberlo deseado me habría podido matar en ese preciso instante. Además, me encontraba muy herida en aquellos momentos y me sentía incapaz de seguir luchando. Dejó escapar la flecha, y pude retenerla, no sin cierta dificultad. Ésta se frenó con una de mis garras, pero al mismo tiempo atravesó parte de la palma de mi —en esos momentos— pata. Solté un gruñido de dolor y continué avanzando. Como había imaginado, el elfo inmediatamente tomó ambas dagas y se dispuso a atacarme con ellas. Habiéndolo previsto, me agaché levemente y lo plaqué contra el río, escapando de sus manos ambas dagas. Ya ahora inestable e indefenso, terminé el trabajo; y el tono cristalino del río se tiñó de rojo.
Centrada nuevamente en el delicioso aroma que provenía de la caverna, regresé mi vista otra vez hacia allí y me dispuse a marchar allí. Sin embargo antes de seguir avanzando, antes de alejarme demasiado del río, miré a mi alrededor con suma atención. No quería que otro elfo pudiera tomarme por sorpresa. Comprobando que nadie más había por esos lares, me dirigí hacia la cueva y repentinamente a medida que caminaba mi cuerpo iba disminuyendo en su tamaño e iba sintiendo unas terribles dolores por todo el cuerpo. Las articulaciones, sentí cómo si se quebraran y al mismo tiempo fueran bañadas en fuego ardiente. Aguanté los gritos de dolor, acostumbrada a haber sentido aquello las últimas ocasiones en las que había retrocedido en la transformación, y caí de rodillas a unos metros de la entrada de la cueva en cuanto la transformación a humana cesó. Con cierta dificultad me puse en pie, y al cabo de unos segundos me percaté de que me hallaba completamente desnuda. Antes de entrar o nadie pudiera siquiera verme, corrí hacia uno de los cadáveres de los elfos y busqué algún cuerpo femenino que estuviera tendido en el suelo y cuya armadura no estuviera… demasiado manchada.
Hallé entonces tendido el cuerpo de una mujer elfa. Su armadura era hermosa, de un dorado blanquecino que brillaba sólo con la escasa luminiscencia que penetraba entre la copa de los árboles. Y ella era hermosa. Me quedé algunos segundos agachada observando su rostro, casi con asombro. Era realmente hermosa, y sin embargo yacía allí sin vida ya y habiéndola perdido por una razón que yo desconocía. La desconocía hasta el punto de que me pregunté si de verdad habría valido la pena cesar su vida por aquella razón. Le quité el armadura, que dejé a un lado, y tomé el atuendo que llevaba bajo esta. Un conjunto de camisa y pantalones del mismo tono dorado blanquecino que el armadura, pero de una tela extremadamente suave y agradable. Ya vestida, retomé mi camino hacia la entrada de la cueva.
Cuando entré, hallé a Gerrit cocinando un conejo, y aun diciendo unas palabras que me alteraron en demasía.
— Ven muñeca… Mm, qué rico el conejo asado…
— ¿Pero piensas que soy idiota o qué sucede? —espeté. Y me acerqué en grandes zancadas a él, le propiné un golpe no demasiado fuerte en la cabeza (menos de cuanto me habría gustado) y robé el conejo, tal y como había hecho nada más hallarlo en el interior de la cueva.
Cuatro fueron las flechas que me habían alcanzado, con aquella última. Y aquella sí que dolía. En mi peludo cuerpo, se había incrustado justo a un lado de mi cintura. Y aunque no había penetrado demasiado, sentí como si el hierro me quemase. Busqué con la mirada el elfo que me habría disparado aquella flecha.
— ¡La bestia! ¡Matadla! ¡Está con el brujo! —gritaba el mismo elfo que me había disparado la flecha.
Aquello lo delató, y lo vislumbré justo entre dos árboles cuyo tronco no era tan grueso como el resto. Me avalancé sobre él, frenando las flechas que me disparaba con las garras y destrocé su carne al estar justo frente a él. Luego, durante algunos segundos sentí una repentina tranquilidad, y silencio. Ni siquiera los pájaros, que habitualmente adornaban los bosques con sus cantos estaban en aquel momento inspirados.
De pronto noté un aroma. Me resultó familiar, como a carne quemada, o tal vez en su justo punto. La carne de un animal pequeño siendo horneada. Olisqueé con suma curiosidad, e identifiqué que provenía de la cueva. De la misma cueva donde había encontrado a Gerrit en un principio. Cuando comencé a marchar en dirección a esta, escuché la voz de un elfo.
— Quieta, criatura inmunda —su voz sonaba suave y juvenil. Casi como la voz de un humano adolescente. Aquello, debo admitir, me llamó sumamente la atención. No me giré del todo, sin embargo sí que llegué a dirigir la mirada hacia el elfo—. Los amigos del brujo, son nuestros enemigos. Debes pagar además, por el mal que has hecho aquí ahora.
Corrí hacia el elfo, que estaba justo a la orilla del río. Se apartó un par de metros, pues con mi acercamiento mis pisotones hicieron que las piedras cayeran justo frente a él, o inclusive en el punto dónde él estaba situado previamente. Tenía el arco muy tenso, con una flecha algo más gruesa que todas las que había visto con anterioridad. Seguramente, aquel elfo habría contemplado mi presencia desde hacía un buen rato. Además tenía justo sobar el cinto dos dagas que habría tomado en el momento justo, un instante después de dispararme aquella flecha. El elfo estaba preparado, y posiblemente de haberlo deseado me habría podido matar en ese preciso instante. Además, me encontraba muy herida en aquellos momentos y me sentía incapaz de seguir luchando. Dejó escapar la flecha, y pude retenerla, no sin cierta dificultad. Ésta se frenó con una de mis garras, pero al mismo tiempo atravesó parte de la palma de mi —en esos momentos— pata. Solté un gruñido de dolor y continué avanzando. Como había imaginado, el elfo inmediatamente tomó ambas dagas y se dispuso a atacarme con ellas. Habiéndolo previsto, me agaché levemente y lo plaqué contra el río, escapando de sus manos ambas dagas. Ya ahora inestable e indefenso, terminé el trabajo; y el tono cristalino del río se tiñó de rojo.
Centrada nuevamente en el delicioso aroma que provenía de la caverna, regresé mi vista otra vez hacia allí y me dispuse a marchar allí. Sin embargo antes de seguir avanzando, antes de alejarme demasiado del río, miré a mi alrededor con suma atención. No quería que otro elfo pudiera tomarme por sorpresa. Comprobando que nadie más había por esos lares, me dirigí hacia la cueva y repentinamente a medida que caminaba mi cuerpo iba disminuyendo en su tamaño e iba sintiendo unas terribles dolores por todo el cuerpo. Las articulaciones, sentí cómo si se quebraran y al mismo tiempo fueran bañadas en fuego ardiente. Aguanté los gritos de dolor, acostumbrada a haber sentido aquello las últimas ocasiones en las que había retrocedido en la transformación, y caí de rodillas a unos metros de la entrada de la cueva en cuanto la transformación a humana cesó. Con cierta dificultad me puse en pie, y al cabo de unos segundos me percaté de que me hallaba completamente desnuda. Antes de entrar o nadie pudiera siquiera verme, corrí hacia uno de los cadáveres de los elfos y busqué algún cuerpo femenino que estuviera tendido en el suelo y cuya armadura no estuviera… demasiado manchada.
Hallé entonces tendido el cuerpo de una mujer elfa. Su armadura era hermosa, de un dorado blanquecino que brillaba sólo con la escasa luminiscencia que penetraba entre la copa de los árboles. Y ella era hermosa. Me quedé algunos segundos agachada observando su rostro, casi con asombro. Era realmente hermosa, y sin embargo yacía allí sin vida ya y habiéndola perdido por una razón que yo desconocía. La desconocía hasta el punto de que me pregunté si de verdad habría valido la pena cesar su vida por aquella razón. Le quité el armadura, que dejé a un lado, y tomé el atuendo que llevaba bajo esta. Un conjunto de camisa y pantalones del mismo tono dorado blanquecino que el armadura, pero de una tela extremadamente suave y agradable. Ya vestida, retomé mi camino hacia la entrada de la cueva.
Cuando entré, hallé a Gerrit cocinando un conejo, y aun diciendo unas palabras que me alteraron en demasía.
— Ven muñeca… Mm, qué rico el conejo asado…
— ¿Pero piensas que soy idiota o qué sucede? —espeté. Y me acerqué en grandes zancadas a él, le propiné un golpe no demasiado fuerte en la cabeza (menos de cuanto me habría gustado) y robé el conejo, tal y como había hecho nada más hallarlo en el interior de la cueva.
Evelyne Héðinsdóttir
Experto
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Sabía que el plan de atraerla con un conejo recién cocinado funcionaría. Soy un genio; un puro genio. No entendía por qué la mayoría de los hombres afirmaban que no sabían entender a las mujeres con lo fácil que es. Lo único que hay que hacer es encontrar lo que les atrae. Algunas les gustaban las joyas, otras preferían las flores y casi todas les bastaba con verme a mi hermosa cara. ¿Y qué le gustaba la mujer salvaje? El conejo asado. Para que luego digan que las mujeres son complicadas.
Lo que sí me llamó la atención fue el ligero golpecito que siguió a su característico “hola, me alegro de verte”. Porque claro, ella no era como las demás; no podía saludar como el resto de las personas normales. No, tenía que hacerse la importante. Mi respuesta tanto al golpecito en la cabeza como a su grato saludo fue la misma respuesta que podría haber tenido si hubiera aparecido completamente desnuda: Sonreí. Me alegraba de verla. Me había preocupado. No quería que por mí culpa otra mujer casi inocente muriera a manos de esa panda de desgraciados. No quería llorar por otra Sarah.
-¿Solo vas a decir eso?- Contesté con guasa. – Yo también me alegro que estés bien.- Continúo con un tono más suave de voz. -¿Por qué lo estás no?- Pregunté dubitativo.
Al fijarme más en su aspecto me lamenté profundamente de haber afirmado tan rápido que estaba bien. Por lo menos vivía, eso ya es algo. Por lo visto, mientras le perseguían los elfos, le dio tiempo a cambiarse de ropa. Sus sucios andrajos se cambiaron por unos pantalones y una camisa de tela indignos de una mujer salvaje como ella. Sin embargo, la ropa era lo de menos. Me di cuenta de que estaba herida, muy herida. ¿Quién le había hecho algo semejante, los elfos o el licántropo? ¡¿Qué más daba?! Lo que importaba era la gravedad de sus heridas no quién se las hubiera hecho.
-No lo estás.- Sentenció al fin con la cabeza baja. Mi voz suena firme y severa. Atrás quedaban todas las bromas que pudiera haber dicho antes. Tenía que ayudarla, en la medida de lo que pueda. Miré de lado a lado de las paredes de la cueva, buscaba algo, lo que fuera que me ayudase a curar sus heridas. No tenía la menor idea de medicina y, siendo sinceros, mi búsqueda consistía en encontrar un cartel que pusiera con letras grandes y llamativas: “Cosa que cura heridas”. -¿Puedo hacer algo por ti?- Preguntó rendido ante mi propia ignorancia. No encontré esa cosa que con algunos poderes luminosos nacidos de la hez de un arcoíris podría curarla. -¡ESPERA, TENGO UNA IDEA! Tú quédate ahí y no te mueves. Vuelvo en seguida.- Era la mejor idea que había tenido en años, en décadas tal vez. ¿Cómo podría haber estado tan ciego? La cosa que buscaba era la misma cosa que había causado las heridas y no me refiero al lobo. ¡UN ELFO!
Salí corriendo de la cueva con la esperanza de que el bendito licántropo hubiera podido dejar un solo orejas picudas vivo. Solo necesitaba uno, con uno me conformaba. Busque entre los cadáveres de los elfos. Uno por uno les alcé la cabeza para comprobar si estaban muertos o se hacían los muertos. Entre los cadáveres me extrañó ver una elfa totalmente desnuda. Lo cierto que era guapa. No quise darle más vueltas al cadáver de la elfa, seguramente hubiera sido algún hombre salvaje que al verla tan hermosa hubiera sacado a relucir todos sus impulsos más primarios. Continúe mi búsqueda de la “cosa que cura heridas”, levanté más de doce cadáveres hasta por fin encontrar a un elfo con vida. Jadeando pero con vida.
-Y el ganador está tras la puerta número trece.- Dije con mi tono más socarrón. - Vienes conmigo.- Lo cogí de la pechera y lo arrastré hacía la cueva. Estaba tan herido y tan espantado por el atroz espectáculo que había en todo su alrededor que no hizo el esfuerzo por resistirse ni tan siquiera dijo palabra alguna.
-¿Cómo te encuentras?- Dije nada más entrar en la cueva. Mi tonó burlón, de nuevo, había yacido para dejar paso a una voz más seria. –No importa. Mira, te he traído un regalo.- Dirigí el elfo que tenía cogido por la pechera de la camiseta justo en dirección a la mujer salvaje. –Esta “cosa que cura heridas” te sanará. ¿Verdad que sí?- La última frase, dirigida únicamente al elfo, la hice sonar con mi mejor tono amenazador. –Y ni se te ocurra tocar más de lo debido, te estoy vigilando.- Le dije al elfo al mismo tiempo que le empujaba hacia la chica para que comenzara su trabajo.
Lo que sí me llamó la atención fue el ligero golpecito que siguió a su característico “hola, me alegro de verte”. Porque claro, ella no era como las demás; no podía saludar como el resto de las personas normales. No, tenía que hacerse la importante. Mi respuesta tanto al golpecito en la cabeza como a su grato saludo fue la misma respuesta que podría haber tenido si hubiera aparecido completamente desnuda: Sonreí. Me alegraba de verla. Me había preocupado. No quería que por mí culpa otra mujer casi inocente muriera a manos de esa panda de desgraciados. No quería llorar por otra Sarah.
-¿Solo vas a decir eso?- Contesté con guasa. – Yo también me alegro que estés bien.- Continúo con un tono más suave de voz. -¿Por qué lo estás no?- Pregunté dubitativo.
Al fijarme más en su aspecto me lamenté profundamente de haber afirmado tan rápido que estaba bien. Por lo menos vivía, eso ya es algo. Por lo visto, mientras le perseguían los elfos, le dio tiempo a cambiarse de ropa. Sus sucios andrajos se cambiaron por unos pantalones y una camisa de tela indignos de una mujer salvaje como ella. Sin embargo, la ropa era lo de menos. Me di cuenta de que estaba herida, muy herida. ¿Quién le había hecho algo semejante, los elfos o el licántropo? ¡¿Qué más daba?! Lo que importaba era la gravedad de sus heridas no quién se las hubiera hecho.
-No lo estás.- Sentenció al fin con la cabeza baja. Mi voz suena firme y severa. Atrás quedaban todas las bromas que pudiera haber dicho antes. Tenía que ayudarla, en la medida de lo que pueda. Miré de lado a lado de las paredes de la cueva, buscaba algo, lo que fuera que me ayudase a curar sus heridas. No tenía la menor idea de medicina y, siendo sinceros, mi búsqueda consistía en encontrar un cartel que pusiera con letras grandes y llamativas: “Cosa que cura heridas”. -¿Puedo hacer algo por ti?- Preguntó rendido ante mi propia ignorancia. No encontré esa cosa que con algunos poderes luminosos nacidos de la hez de un arcoíris podría curarla. -¡ESPERA, TENGO UNA IDEA! Tú quédate ahí y no te mueves. Vuelvo en seguida.- Era la mejor idea que había tenido en años, en décadas tal vez. ¿Cómo podría haber estado tan ciego? La cosa que buscaba era la misma cosa que había causado las heridas y no me refiero al lobo. ¡UN ELFO!
Salí corriendo de la cueva con la esperanza de que el bendito licántropo hubiera podido dejar un solo orejas picudas vivo. Solo necesitaba uno, con uno me conformaba. Busque entre los cadáveres de los elfos. Uno por uno les alcé la cabeza para comprobar si estaban muertos o se hacían los muertos. Entre los cadáveres me extrañó ver una elfa totalmente desnuda. Lo cierto que era guapa. No quise darle más vueltas al cadáver de la elfa, seguramente hubiera sido algún hombre salvaje que al verla tan hermosa hubiera sacado a relucir todos sus impulsos más primarios. Continúe mi búsqueda de la “cosa que cura heridas”, levanté más de doce cadáveres hasta por fin encontrar a un elfo con vida. Jadeando pero con vida.
-Y el ganador está tras la puerta número trece.- Dije con mi tono más socarrón. - Vienes conmigo.- Lo cogí de la pechera y lo arrastré hacía la cueva. Estaba tan herido y tan espantado por el atroz espectáculo que había en todo su alrededor que no hizo el esfuerzo por resistirse ni tan siquiera dijo palabra alguna.
-¿Cómo te encuentras?- Dije nada más entrar en la cueva. Mi tonó burlón, de nuevo, había yacido para dejar paso a una voz más seria. –No importa. Mira, te he traído un regalo.- Dirigí el elfo que tenía cogido por la pechera de la camiseta justo en dirección a la mujer salvaje. –Esta “cosa que cura heridas” te sanará. ¿Verdad que sí?- La última frase, dirigida únicamente al elfo, la hice sonar con mi mejor tono amenazador. –Y ni se te ocurra tocar más de lo debido, te estoy vigilando.- Le dije al elfo al mismo tiempo que le empujaba hacia la chica para que comenzara su trabajo.
Gerrit Nephgerd
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Comí un poco de aquel conejo asado, y fue al sentarme cuando noté el dolor de las heridas. Lo noté con tanta intensidad que estuve a punto de desmayarme. No recordaba en aquellos momentos cuántas flechas habían llegado a herirme, ¿cuatro? Y para colmo la palma de mi mano sangraba y dos de mis uñas estaban en carne viva. Me encontraba realmente mal, y además tremendamente cansada por la transformación. Pero estaba viva, y también Gerrit, lo cual me reconfortó en demasía.
— Sí, estoy bien —lo dije y de un modo levemente desagradable. Aunque salió como una frase hecha sin pensar—. Bueno, no tan bien.
Gerrit trató de buscar alguna forma de ayudarme. Al principio parecía tranquilo, pero luego pareció —aun guardándolo bastante bien— desesperarse por no encontrar alguna forma de ayudarme. Derrotado, me preguntó qué era lo que podía hacer por mí. Cuando me disponía a abrir la boca para comentarle algo, inmediatamente pensó algo. Me pidió que permaneciera allí y lo aguardase —¡es que probablemente yo podría salir corriendo y marcharme muy lejos sin problemas!—, que en un momento me traería la cura.
Al cabo de algunos minutos, Gerrit volvió a entrar en la cueva del río tomando consigo un elfo. El elfo pese a que trataba de mostrar un semblante serio e invariable, claramente estaba asustado. De hecho estaba temblando. Cuando me miró a los ojos, casi sentí un destello surgir de los míos y los ojos del elfo se abrieron cuantiosamente. Dejó escapar una expresión de horror, de completa pavura y pareció inclusive aguantar un gemido de espanto.
— Qué escandaloso —comenté—. Gracias.
El elfo estuvo unos segundos muy largos mirándome a los ojos. Estaba a medio metro de distancia de mí. Luego dirigió un vistazo al origen de la sangre que manaba de mis heridas. Sus manos temblaban, y con ellas tomó mi muñeca y observó el corte que tenía sobre la palma.
— Esto es veneno —comentó—. Te.. Tengo que darte algo.
Comenzaba a ponerme nerviosa. El hecho de que un individuo tembloroso y atemorizado —imaginé que por la presencia del brujo— fuera el responsable de curar mis daños, no era algo que me tranquilizara demasiado. Pero, qué más podía pedir. Extrajo un pequeño saco de tela marrón de uno de los bolsillos que llevaba en la parte inferior de su pechera. Del diminuto saco extrajo unos polvos de tono azulado.
— Necesito ir a por agua… —pidió él—. Sino no puedo hacerlo.
— Si no vuelves, iremos a por ti —dije.
En principio si había peleado contra aquellos elfos, había sido únicamente en defensa propia. Estaba con el brujo y por ello me habían atacado, aunque teóricamente yo jamás habría atacado a cualquiera de aquellos seres cuyos orígenes inclusive desconocía. Pero después de que hubieran tendido aquella emboscada al brujo, así por las buenas, incluyéndome a mí como diana principal, me había enfurecido y en cierto modo me sentía incapaz de sentir compasión alguna por aquel elfo que pedía ir al río a por algo de agua. Incluso después de haber acabado con algunos de ellos, sumida en el frenesí propio de mi conversión.
El elfo marchó de la cueva y se dirigió hacia el río para buscar algo de agua y realizar lo que tuviera que hacer. Mientras, me quedé un momento bastante largo al brujo. No sé por qué lo hice, tal vez sentía alguna curiosidad y me quedé observándolo meditabunda como tratando de llegar a saber todo de él con sólo mirarlo. Cuando me di cuenta de ello, aparté la vista y en ese preciso instante entró el elfo con un pequeño trozo de corteza de madera plano en cuyo centro tenía un descenso, perfecto para poder sostener una pequeña cantidad de líquido. Colocó los polvos azulados sobre esa agua y pronto se convirtió en una masa espesa que acto seguido colocó sobre la palma de mi mano. Ardió, y ardió con gran intensidad hasta el punto de que me llevé la otra mano a mi boca, mordiendo uno de mis dedos para no gritar. Sin embargo al cabo de un rato el dolor desapareció, y fue más el de las heridas de las flechas el que todavía continuó torturándome. Las flechas mal arrancadas estaban clavadas sobre mi carne. El elfo se dispuso a extraerlas con sumo cuidado, tanto cuidado que la lentitud de la extracción me causó dolores inmensos como nunca había sentido. Para colmo, sus manos comenzaron a temblar nuevamente y mientras extraía las flechas, estas se balanceaban causándome así mayor dolor. Una vez fuera, el elfo utilizó alguna extraña habilidad que escapaba de mi comprensión para sanar y cerrar las heridas.
Me sentí mucho mejor de pronto, y lo que en su momento fueron infernales dolores en mi cuerpo, no eran más que el ardor propio de una magulladura.
— ¿Lo dejamos marcharse? No creo que vuelva a por ti, ¿no? —pregunté al brujo—. Ya han muerto varios por esto. Sólo quiero irme de aquí.
— Sí, estoy bien —lo dije y de un modo levemente desagradable. Aunque salió como una frase hecha sin pensar—. Bueno, no tan bien.
Gerrit trató de buscar alguna forma de ayudarme. Al principio parecía tranquilo, pero luego pareció —aun guardándolo bastante bien— desesperarse por no encontrar alguna forma de ayudarme. Derrotado, me preguntó qué era lo que podía hacer por mí. Cuando me disponía a abrir la boca para comentarle algo, inmediatamente pensó algo. Me pidió que permaneciera allí y lo aguardase —¡es que probablemente yo podría salir corriendo y marcharme muy lejos sin problemas!—, que en un momento me traería la cura.
Al cabo de algunos minutos, Gerrit volvió a entrar en la cueva del río tomando consigo un elfo. El elfo pese a que trataba de mostrar un semblante serio e invariable, claramente estaba asustado. De hecho estaba temblando. Cuando me miró a los ojos, casi sentí un destello surgir de los míos y los ojos del elfo se abrieron cuantiosamente. Dejó escapar una expresión de horror, de completa pavura y pareció inclusive aguantar un gemido de espanto.
— Qué escandaloso —comenté—. Gracias.
El elfo estuvo unos segundos muy largos mirándome a los ojos. Estaba a medio metro de distancia de mí. Luego dirigió un vistazo al origen de la sangre que manaba de mis heridas. Sus manos temblaban, y con ellas tomó mi muñeca y observó el corte que tenía sobre la palma.
— Esto es veneno —comentó—. Te.. Tengo que darte algo.
Comenzaba a ponerme nerviosa. El hecho de que un individuo tembloroso y atemorizado —imaginé que por la presencia del brujo— fuera el responsable de curar mis daños, no era algo que me tranquilizara demasiado. Pero, qué más podía pedir. Extrajo un pequeño saco de tela marrón de uno de los bolsillos que llevaba en la parte inferior de su pechera. Del diminuto saco extrajo unos polvos de tono azulado.
— Necesito ir a por agua… —pidió él—. Sino no puedo hacerlo.
— Si no vuelves, iremos a por ti —dije.
En principio si había peleado contra aquellos elfos, había sido únicamente en defensa propia. Estaba con el brujo y por ello me habían atacado, aunque teóricamente yo jamás habría atacado a cualquiera de aquellos seres cuyos orígenes inclusive desconocía. Pero después de que hubieran tendido aquella emboscada al brujo, así por las buenas, incluyéndome a mí como diana principal, me había enfurecido y en cierto modo me sentía incapaz de sentir compasión alguna por aquel elfo que pedía ir al río a por algo de agua. Incluso después de haber acabado con algunos de ellos, sumida en el frenesí propio de mi conversión.
El elfo marchó de la cueva y se dirigió hacia el río para buscar algo de agua y realizar lo que tuviera que hacer. Mientras, me quedé un momento bastante largo al brujo. No sé por qué lo hice, tal vez sentía alguna curiosidad y me quedé observándolo meditabunda como tratando de llegar a saber todo de él con sólo mirarlo. Cuando me di cuenta de ello, aparté la vista y en ese preciso instante entró el elfo con un pequeño trozo de corteza de madera plano en cuyo centro tenía un descenso, perfecto para poder sostener una pequeña cantidad de líquido. Colocó los polvos azulados sobre esa agua y pronto se convirtió en una masa espesa que acto seguido colocó sobre la palma de mi mano. Ardió, y ardió con gran intensidad hasta el punto de que me llevé la otra mano a mi boca, mordiendo uno de mis dedos para no gritar. Sin embargo al cabo de un rato el dolor desapareció, y fue más el de las heridas de las flechas el que todavía continuó torturándome. Las flechas mal arrancadas estaban clavadas sobre mi carne. El elfo se dispuso a extraerlas con sumo cuidado, tanto cuidado que la lentitud de la extracción me causó dolores inmensos como nunca había sentido. Para colmo, sus manos comenzaron a temblar nuevamente y mientras extraía las flechas, estas se balanceaban causándome así mayor dolor. Una vez fuera, el elfo utilizó alguna extraña habilidad que escapaba de mi comprensión para sanar y cerrar las heridas.
Me sentí mucho mejor de pronto, y lo que en su momento fueron infernales dolores en mi cuerpo, no eran más que el ardor propio de una magulladura.
— ¿Lo dejamos marcharse? No creo que vuelva a por ti, ¿no? —pregunté al brujo—. Ya han muerto varios por esto. Sólo quiero irme de aquí.
Evelyne Héðinsdóttir
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Re: No es una cena fácil [Interpretativo][Libre] [Cerrado]
Sabía que la “cosa que cura” heridas sanaría a la mujer salvaje. Los elfos jamás dejarían morir a nadie, son demasiados estúpidos para poder hacerlo. Por mucho miedo que tuviera, no se negó en ningún momento en salvarla; chico listo. De haberse negado, Suuri le daría uno de sus violentos besos de acero.
Cuando el elfo se fue a por agua, me mantuve en silencio mirando al exterior de la cueva. Aunque odie tener que decirlo, dependía de él. No conozco otra cosa que pueda curar heridas con la facilidad y la rapidez que lo podría hacer un orejas picudas. Dependía de él y de sus extraños polvos azules. Desde el umbral de la cueva, observé cada árbol y cada arbusto por el cual el elfo podría escabullirse de nosotros. “Si se va ella morirá.” Pensé con cierta rabia.
El elfo no solo no se fue, sino que volvió decidido a curar a la chica salvaje. – Así me gusta.- Le di una pequeña palmada en la espalda cuando entró a la cueva como símbolo de aceptación. –Ahora usa tus polvitos mágicos y cúrala si no quieres acabar como el resto de tus compañeros.- De nuevo, hice uso de mi mejor tono amenazador. Era una voz neutra, incluso podría parecer suave teniendo en cuenta que estaba amenazando de muerto a un hombre. Al no gritar y al no mostrar ningún sentimiento, la promesa de dar muerte si no hacía su trabajo era mayor. Al menos, así me lo enseñó Samhaim.
Observé atento cada movimiento del elfo. Por puro instinto, apreté con fuerza la empuñadura de mi martillo de guerra. Veía a la chica salvaje retorcerse de dolor a cada flecha que el orejas picudas extraía. No era una escena que me gustase contemplar. Sin hacer apenas ningún esfuerzo podía imaginarme todo el dolor por el cual podía estar pasando y no era para nada agradable. Más temprano que tarde, el elfo termina su trabajo extrayendo los proyectiles que habían quedado incrustados en el cuerpo la chica y comenzó a usar su magia sanadora. Suspiré profundamente al ver que las heridas se iban cerrando poco a poco. Genial, mi idea de usar la “cosa que cura heridas” había funcionado a la perfección.
-Será lo mejor.- Le contesté a la chica salvaje una vez hubo terminado el elfo.- Corre, vete.- Le dije al orejas picudas quien no dudó en salir corriendo de la cueva. –¿Ahora que por fin estamos solos, me dirás cómo te llamas?- Dije mucho más relajado al ver que se encontraba mucho mejor.
Cuando el elfo se fue a por agua, me mantuve en silencio mirando al exterior de la cueva. Aunque odie tener que decirlo, dependía de él. No conozco otra cosa que pueda curar heridas con la facilidad y la rapidez que lo podría hacer un orejas picudas. Dependía de él y de sus extraños polvos azules. Desde el umbral de la cueva, observé cada árbol y cada arbusto por el cual el elfo podría escabullirse de nosotros. “Si se va ella morirá.” Pensé con cierta rabia.
El elfo no solo no se fue, sino que volvió decidido a curar a la chica salvaje. – Así me gusta.- Le di una pequeña palmada en la espalda cuando entró a la cueva como símbolo de aceptación. –Ahora usa tus polvitos mágicos y cúrala si no quieres acabar como el resto de tus compañeros.- De nuevo, hice uso de mi mejor tono amenazador. Era una voz neutra, incluso podría parecer suave teniendo en cuenta que estaba amenazando de muerto a un hombre. Al no gritar y al no mostrar ningún sentimiento, la promesa de dar muerte si no hacía su trabajo era mayor. Al menos, así me lo enseñó Samhaim.
Observé atento cada movimiento del elfo. Por puro instinto, apreté con fuerza la empuñadura de mi martillo de guerra. Veía a la chica salvaje retorcerse de dolor a cada flecha que el orejas picudas extraía. No era una escena que me gustase contemplar. Sin hacer apenas ningún esfuerzo podía imaginarme todo el dolor por el cual podía estar pasando y no era para nada agradable. Más temprano que tarde, el elfo termina su trabajo extrayendo los proyectiles que habían quedado incrustados en el cuerpo la chica y comenzó a usar su magia sanadora. Suspiré profundamente al ver que las heridas se iban cerrando poco a poco. Genial, mi idea de usar la “cosa que cura heridas” había funcionado a la perfección.
-Será lo mejor.- Le contesté a la chica salvaje una vez hubo terminado el elfo.- Corre, vete.- Le dije al orejas picudas quien no dudó en salir corriendo de la cueva. –¿Ahora que por fin estamos solos, me dirás cómo te llamas?- Dije mucho más relajado al ver que se encontraba mucho mejor.
Gerrit Nephgerd
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