Cuando el sol brille lo más alto [Interpretativo] [CERRADO]

Demian Sáb 27 Jun - 18:56

El aire frío penetraba hasta sus huesos cuando cruzó la puerta de la ciudad que había sido su objetivo alcanzar durante tanto tiempo, pero no lucía una sonrisa.

El cansancio se observaba en su rostro, pero sobre todo era la preocupación la que llevaba a su entrecejo a estar fruncido y sus ojos moverse rápidamente de persona en persona, buscando una señal que difícilmente encontraría allí. "¿Dónde está Ëarwen?".

Todo había comenzado hace más de 36 horas, cuando, tras dejar a Hestia con el sanador, se había dirigido en Lluvia, la yegua de la elfa, de vuelta por el camino. No había sido un recorrido corto, tres horas había tardado en la ida y eso que había apresurado el paso del animal.

Había tenido la esperanza de dar con Ëarwen a algo así como la mitad del camino, considerando lo que había tardado en el pueblo. Procuró ir más despacio, tanto por consideración al animal que no acostumbraba dirigir como para tener tiempo de mirar con calma el camino, en caso de que ella siguiera un camino un poco desviado.

Lo que encontró no era lo que esperaba.

Pegado a un árbol, uno de los pocos que había en toda esa dura y fría estepa de pastos tan vastos como el mar, estaba un trozo de papel. Había sido puesto de tal manera de no lastimar el árbol, lo que inmediatamente hizo pensar al chico que debía ser una señal de ella. Tenía razón.

Había pateado con rabia el piso, frustrado ante lo que leía. La elfa había decidido desviar su camino para avanzar directamente hacia la ciudad de Dundarak, indicándole que ella iría a la plaza cada día, al mediodía, para encontrarle. La nota hablaba sobre una persona herida que requería atención urgente.

Por primera vez en lo que era ya un largo tiempo se encontraba completamente solo. Lo más extraño de todo es que no se sentía bien con ello, a pesar de que con anterioridad había pasado muchos tiempo en completa soledad. ¿Por qué dolía tanto ahora?. Debía reconocerlo, desde que se habían encontrado había generado un vínculo de apego a la mujer, a pesar de que era incluso de una raza enemiga. Sabía que tarde o temprano se iban a separar, de hecho la llegada a Dundarak marcaba el hito central por el que había prometido tomar caminos separados, pero no esperaba que fuera así, tan de prisa, sin tener la oportunidad de una correcta despedida.

Casi sin darse cuenta en qué momento había comenzado, pero había llorado en aquellos parajes, aún cuando sabía que había una promesa de reencuentro.

El camino había sido algo lento, pues a ratos le costaba controlar a la yegua y ésta parecía algo cansada de tanto esfuerzo. Para colmo costaba encontrar agua en esos parajes para mantener su montura fresca y dispuesta al trabajo.

Apenas cruzando la entrada de la ciudad cabalgó con más prisa, consciente de que ya era mediodía y que podía llegar tarde al posible encuentro. "¿Estará bien?, ¿estará herida?, ¿habrá llegado a Dundarak?", se preguntaba por el camino.

Llegó cuando ya había pasado al menos una hora de que el sol alcanzara el cénit, pero tenía esperanza de que aún, si tenía suerte, podría encontrarla.

Se detuvo en medio de la plaza, dejando que Lluvia bebiera de una fuente, mientras miraba en todas direcciones. Hacía mucho frío.

Invitado Miér 1 Jul - 17:10

Los claros ojos de la joven buscaban con nerviosismo entre las escasas figuras que se atrevían a deambular por la ciudad de los dragones a aquellas horas, pues a pesar de que el sol estaba en su punto más alto, las gélidas temperaturas del lugar eran difíciles de soportar. Eärwen había tomado la precaución de adquirir algo de ropa en un modesto puesto cercano a la plaza, y ahora un grueso abrigo descansaba sobre sus hombros, protegiéndola en cierta medida del intenso frío, que se colaba en los pulmones con cada respiración y le hacía perder la sensibilidad en las mejillas.

Entre sus enguantadas manos sostenía otra prenda similar a la suya pero más pequeña, con el tamaño perfecto para que Demian pudiese usarla, pero el brujo aún no había aparecido, hecho que la tenía sumamente preocupada. No podía dejar de preguntarse interiormente si habría encontrado su nota o si seguiría esperándola en el poblado con Hestia, y aquella incertidumbre empezaba a consumirla, haciendo que se culpase por haber tomado un rumbo diferente de forma tan repentina.

Sin embargo no había tenido más opción, pues justo cuando se encontraba casi a medio camino del asentamiento, unos quejidos de dolor llamaron su atención desde un árbol cercano. La noche amenazaba con caer sobre la estepa y dejarla totalmente a oscuras en cuestión de un rato, lo que le imposibilitaría seguir avanzando por mucho más tiempo, pero aun así decidió detenerse y acercarse al herido, de forma cautelosa.

No sabía quién podía ser, tampoco por qué se encontraba en aquel deplorable estado, y después de todo lo vivido y los peligros a los que se había enfrentado, prefería desconfiar un poco antes de ofrecer abiertamente su ayuda. El hombre, no mucho más mayor que ella al menos en apariencia, se encontraba sentado y con la espalda apoyada en el tronco, mientras con las manos hacía presión en una fea herida que tenía a la altura del vientre, de la que se podía ver con bastante claridad que manaba una considerable cantidad de sangre.

La sorpresa se dibujó en el rostro del herido al verla, ya que no esperaba encontrar a nadie por los alrededores, pero su llegada le daba algo de esperanza, sobre todo cuando pudo percatarse de la característica forma de sus orejas, que de inmediato la delataban como elfa. Pidió ayuda y la joven tardó unos segundos en decidirse, pero finalmente se acercó a él y echó un vistazo a la profunda herida, que era bastante más grave de lo que sus poderes podían sanar en aquel momento, sobre todo teniendo en cuenta lo cansada que estaba tras hacer uso de su magia para detener la hemorragia de la dragona.

Eärwen sugirió al extraño que la acompañase al poblado, para así reunirse con Demian, pero el herido se negó en rotundo, necesitaba llegar a Dundarak y aseguraba que allí podrían tratarlo mucho mejor. La elfa dudó durante varios minutos, pues no le agradaba nada la idea de desviarse tanto y alejarse del brujo, al que después de tanto tiempo viajando juntos había tomado un cariño especial, pero finalmente decidió hacer caso al herido.

Extrajo algunas cosas de su bandolera, lo justo para poder escribir una nota y dejarla en el mismo árbol, esperando que si Demian volvía a buscarla la encontrase y de ese modo supiese a dónde dirigirse para que volviesen a reunirse lo más pronto posible. Tomó también algunas vendas e hizo lo posible por parar el sangrado para que no empeorase el estado del hombre, tras lo cual se puso en camino hacia la ciudad de los dragones, haciéndole de apoyo para que pudiese andar.

El trayecto hacia Dundarak no había sido fácil, pero por suerte consiguieron llegar a su destino sin más incidentes, lo que daba alguna oportunidad al extraño de conservar la vida, aunque necesitaría muchos cuidados, pues quien le hubiese abierto aquella herida lo había hecho con la intención de causar el mayor daño posible sin llegar a matarlo, probablemente para que agonizase durante horas.

La elfa se había comprometido a hacer todo lo que estuviese en su mano para ayudarlo, dada la escasez de sanadores que había en aquel inhóspito lugar, pero ahora lo único que deseaba era volver a ver a su amigo. Así que tal como había escrito en la nota, se encontraba en la plaza desde hacía rato, antes incluso de que el sol alcanzase su cenit, con la preocupación grabada en el rostro y un solo deseo, que a Demian no le hubiese ocurrido nada y la encontrase allí.

Sin duda se sentía culpable por haberlo dejado solo, no había olvidado aún las palabras que el muchacho le había dicho tras el primer encuentro con los piratas, cuando se apartó de su lado para recuperar las flechas. Y esta vez la situación había sido peor, así que aceptaría sus posibles reproches sin tratar de defenderse, solo quería que apareciese para poder dejar de lado los nervios que le atenazaban la garganta y aguaban sus ojos.

Demian Vie 3 Jul - 1:58

Llevó sus manos a sus hombros para darse a sí mismo algo de calor, mientras la yegua terminaba de hidratarse tras su esfuerzo.

El frío en esa ciudad era notorio, aunque la presencia del sol ayudaba a sobrellevarlo. No había olvidado la última vez que había recorrido esas calles y se preguntó si aún funcionaría la vieja posada de don Rumix, en especial tras los efectos del incendio.

Por ahora tenía un asunto más urgente del que preocuparse, aunque había llegado con una leve demora. Ya debía haber pasado al menos una hora desde el mediodía, de modo que el chico supuso que ya no sacaría mucho con buscar a Ëarwen. Ella seguro tendría sus asuntos y ya aparecería al día siguiente. ¿Qué haría él mientras tanto?.

Puso en movimiento al animal de manera tranquila, sin volver a subirse de momento. No tenía realmente ningún lugar en específico al que dirigirse. La soledad. No había experimentado esa sensación en un buen tiempo y sabía que pronto llegaría el momento de decir adiós a quien había sido su compañía desde aquel ya lejano incidente.

Iba ya abandonando la plaza cuando un perro cualquiera dio un ladrido que lo pilló algo por sorpresa. Giró la cabeza rápidamente, sólo para comprobar que no era más que el animal indignado por la presencia de un gato que de manera casi burlesca se lamía a sí mismo en la seguridad de unas ramas de un árbol. Nada especial, excepto...

De alguna manera reconoció esa silueta. Se encontraba en prácticamente el otro lado de la plaza, pero pronto estuvo seguro que se trataba de ella. Comenzó a caminar en su dirección, dejando que Lluvia se guiara sólo por el hecho de llevar las riendas en las manos.

¿Qué sería lo más propio decirle? se preguntó. ¿Debía pedirle explicaciones o debía simplemente hacer como si nada hubiese pasado?

No era fácil saber lo que hacer, pero no tuvo demasiado tiempo para ello, pues ya estaba a una escasa distancia de la elfa.

—Ëarwen —exclamó finalmente con un tono alegre— , no te has ido aún. ¿Está todo bien?

La verdad es que había momentos en que a Demian le costaba expresar sus sentimientos y éste era uno de ellos, de modo que se paró frente a ella sin saber realmente qué debía hacer, con sus pies algo inciertos, como si no supieran si se iba a quedar parado o a moverse pronto.

—Te eché de menos —confesó.

Invitado Sáb 4 Jul - 13:19

Eärwen se mantuvo donde estaba, sin tener en cuenta que el sol se había desplazado ya de su posición más alta, indicando que le mediodía había pasado. Aún no perdía la esperanza de que el brujo apareciese de un momento a otro en la plaza, y que su tardanza se debiese simplemente a lo largo que era el trayecto y el cansancio que sin duda habría comenzado a hacer mella en su montura.

Por ello decidió quedarse esperando un rato más, aprovechando que había dejado al herido en buenas manos, no muy lejos de allí. La elfa no había estado antes en Dundarak, pero por suerte no tardó en encontrar a un caballero dragón, que amablemente la ayudó a transportar al hombre hasta un modesto edificio cercano, en que los pocos sanadores de la ciudad trataban a los enfermos. La escena nada más entrar resultaba desoladora, apenas tenían medios y el personal no era suficiente para atender a todos los que necesitaban cuidados, razón de más para que se hubiese ofrecido a hacerse cargo del herido que traía consigo.

Siempre había querido hacer un buen uso de su don curativo, y tras ver el panorama reinante pudo estar segura de que no se había equivocado al viajar tan lejos de su hogar, allí necesitaban a cuantos pudiesen ayudarlos. Nunca había pensado en la duración que tendría su estancia en las tierras del norte, sobre todo teniendo en cuenta que para los de su raza el tiempo pasaba de otro modo, pero ahora tenía claro que no abandonaría Dundarak en una larga temporada, haría todo lo posible para que la ciudad contase con los medios necesarios para dar una adecuada atención a los pacientes.

Pero aquel no era momento de pensar en todo lo que tendría que hacer, sino de buscar nuevamente a su compañero entre los transeúntes que deambulaban por las cercanías. El ladrido de un perro captó su atención, haciendo que desviase la vista hacia el otro lado de la plaza, y entonces vio lo que buscaba. Reconoció a Lluvia de inmediato, y junto a ella iba el mago, que parecía estar en perfecto estado.

La elfa respiró aliviada y esperó a que se acercase, casi sin poder creerse que estuviera pasando de verdad. Ya no tenía que seguir preocupada, Demian estaba bien y había encontrado su nota. Escuchó sus palabras y no pudo reprimir el impulso de rodearlo con los brazos de forma protectora, aprovechando también para dejar el abrigo que le había comprado sobre sus hombros. - Yo también te he echado de menos Dem… ahora todo está bien, lo siento. - musitó, añadiendo las últimas palabras a modo de disculpa por lo que había hecho.

Tras unos instantes liberó al muchacho de su abrazo y esbozó una sonrisa, para casi de inmediato tomar las riendas de la yegua y acariciarle delicadamente el cuello. - Debes estar helado, ven conmigo, aún tengo que ocuparme del herido…pero dentro estarás mejor que aquí. - añadió con suavidad, antes de ponerse en camino hacia el edificio donde descansaba el extraño.

Solo tardarían unos minutos antes de encontrarse frente a la puerta, y sabiendo el panorama que había dentro, la de ojos claros decidió prevenir al brujo. - Puede que no sea el lugar más agradable para estar pero debo ayudar a ese hombre, entenderé que prefieras esperar fuera o en alguna taberna cercana. - se atrevió a decir, a pesar de que el mago hubiese visto en los últimos días escenas terribles, capaces de curar de espanto. Eärwen aún necesitaba algo de tiempo para asimilarlo todo, hasta hacía no mucho los únicos muertos que había visto eran los del hospital de Lunargenta, y desde su salida de la ciudad todo había cambiado considerablemente.

Demian Dom 5 Jul - 9:04

Si bien no era la primera vez que Ëarwen le abrazaba, la intensidad del momento, la manera como fue llevado a cabo, todo constituía una experiencia nueva para el joven brujo.

Había crecido en un templo donde se entrenaban asesinos. No había conocido el cariño de una madre o un padre, no sabía de esas cosas. Ni siquiera había crecido observando dichos gestos a menudo hacia otros niños como para tenerlos al menos incorporados, sino que le eran ajenas.

Esto hizo que se quedara aún más paralizado. No es que le desagradara, había algo naturalmente reconfortante en ser acogido así, una sensación instintiva de sentirse protegido que era agradable, sino que simplemente no era lo que conocía, no sabía qué hacer al respecto, así que se quedó inmóvil y tenso, como una estatua, mientras era abrazado.

Ahora contaba con un abrigo, lo que era de agradecer en aquel duro clima y aumentaba la sensación de seguridad que obtenía de la elfa.

—Yo... yo estoy b...bien, con este abrigo creo que no tendré frío —dijo.

De todas maneras la siguió, caminando a su lado con tranquilidad. En el camino se puso pensativo, guardando más bien silencio, absorto en sí mismo. Era para eso a lo que había venido Ëarwen a esa ciudad, a ayudar a otros, y a decir verdad con eso terminaba cualquier compromiso mutuo, su viaje había llegado a su fin.

Pero no quería simplemente irse. No estaba muy seguro de por qué, pero simplemente no lo quería, no se sentía bien hacerlo.

—No, prefiero entrar —contestó a su pregunta— , no creo que sea nada que no haya visto antes.

Entró con ella al recinto.

***

A la vuelta de una esquina, dos sujetos se miraron y buscaron un lugar más discreto donde intercambiar unas palabras.

Uno era fornido, con una barba notoria que, sin embargo, le causaba más problemas que beneficios en esa ciudad tan fría, ya que tendía a congelarse. Portaba un mandoble de tamaño considerable. El otro era más pequeño y no tenía armas a la vista, lo que no necesariamente significaba que no tuviera. Su rasgo más distintivo era su cabello de un brillante rojo.

—Ya está, sabemos que él está en ese lugar, ve a informar al jefe —ordenó el más pequeño.

El otro obedeció, poniéndose en movimiento.

Invitado Mar 7 Jul - 4:45

Demian prefirió acompañarla al interior, alegando que dentro no habría nada que no hubiese visto ya, y aunque sus palabras eran ciertas, la elfa no pudo evitar que un pensamiento le cruzara la mente. Un lugar como aquel no era adecuado para niños, pero sin duda el brujo era diferente a cualquier otro muchacho de su edad, podría soportarlo y quizá ni le afectase el deprimente ambiente, con tantos enfermos y tan poca gente para ayudarlos.

Cruzó el umbral de la puerta y esperó a que su compañero entrase para cerrar tras él, antes de encaminarse al otro lado de la sala, pasando por en medio de la multitud de camastros ocupados. Los lastimeros quejidos de dolor se extendían por toda la estancia, mientras los escasos enfermeros corrían de un extremo al otro, intentando atender a tantos como pudiesen. La iluminación era escasa y un potente olor a alcohol embargaba el aire, indicando que no contaban con suficientes pócimas, y que por ello se veían obligados a utilizar ciertas bebidas para desinfectar y hacer más llevaderas las intervenciones a los pacientes graves.

Soltó un suspiro de resignación y siguió adelante, hasta toparse con una de las muchachas que trabajaban allí, una chica de cabellos rubios que no tendría más de dieciséis años. - Ha despertado… estaba nervioso y trató de levantarse por su cuenta… - dijo con tono apenado, pues le había dado su palabra de que lo vigilaría. - La herida ha vuelto a abrirse y si no se le trata de inmediato no creo que pase de esta noche, ha perdido mucha sangre. - prosiguió, bajando levemente la vista al suelo.

- Tranquila, me ocuparé de él. - respondió Eärwen con voz calmada, antes de apresurar el paso y llegar al fondo de la sala, donde habían instalado al herido tras una cortina. El hombre no hablaba demasiado, pero había insistido en que se le apartase de la vista, y al preguntarle el motivo de tal petición, optó por guardar silencio. El dolor estaba grabado en su contraído rostro, mientras hacía lo posible por mantener la presión constante sobre el corte, en un intento por detener el sangrado.

- Te dije que no te movieras. - pronunció la elfa, mientras se deshacía del abrigo y avanzaba hacia un modesto armario para tomar algunas cosas. - Pero cuando desperté no estabas, ¿dónde te habías metido? - preguntó el extraño, relajando levemente la expresión. Eärwen no le respondió, pero al ver a su pequeño acompañante pudo hacerse a la idea de que el chico había tenido algo que ver con su salida.

La de cabellos negros se acercó al camastro y se sentó al borde del mismo, situándose por el costado al que más próxima estaba la herida. Hizo un gesto al paciente para que apartase las manos de la zona afectada y colocó las suyas, esperando que sus poderes fuesen de más ayuda ahora que había tenido ocasión de descansar algo y tratarse a sí misma. Cerró los ojos y se concentró, permitiendo de ese modo que su magia sanadora saliese a través de las palmas y traspasase las vendas, hasta llegar al corte.

Sabía que no podría cerrarla, eso tendría que hacerlo al estilo tradicional, con aguja e hilo, pero si lograba curar el punto perforado por el arma, todo lo demás sería medianamente sencillo, siempre y cuando el caballero siguiese sus instrucciones. Terminó de utilizar su don y volvió a abrir los ojos, podía sentir el cansancio que le provocaba usar su magia tan a menudo, pero era algo que debía hacer. Apartó las vendas y echó un vistazo para comprobar que ya no sangrase, al parecer lo había conseguido, pero aún quedaba coserlo, y si empezaba a retorcerse mientras lo hacía podría hacerse daño de nuevo.

Destapó un frasco de infusión de Inhibis que ella misma había preparado y vertió un poco de su contenido sobre el corte, con eso debería ser suficiente para que en unos minutos la zona se durmiese. - ¿Me contarás ahora que fue lo que paso? - preguntó la joven mientras se levantaba. Hasta el momento el extraño había evitado el tema, ni siquiera había querido dar su nombre, lo que parecía bastante sospechoso. Tiró los vendajes manchados y dejó el resto de la poción sobre una mesa, antes de desviar la vista hacia el brujo y señalarle un mueble cercano. - Dem ¿puedes mirar si hay aguja e hilo en alguno de esos cajones? Necesitaré bastante. - pidió a su compañero, teniendo en cuenta la longitud de la herida, que requeriría muchos puntos.

Demian Mar 7 Jul - 13:35

Lo que hay al interior de ese recinto supera todo lo que Demian esperaba. La población de Beltrexus no es numerosa y los lugares destinados a los enfermos no suelen ser tan hacinados, pero acá se sorprende de tanta gente sufriendo, aún cuando su rostro no refleje mucho lo que pasa tras sus cejas.

Gente gimiendo, sangre, olores que se mezclan de manera desagradable, mezcla de cementerio con taberna barata. El vómito, la sangre, el alcohol, todo está allí omnipresente. "¿Cómo es posible que Ëarwen quiera pasar sus días en un lugar como ese?". No tiene mucha explicación, según entiende ella creció al aire libre, con los árboles, con el dulce aroma de las flores y la tierra húmeda, lejos del frío, lejos de la sangre y el dolor.

Eso no es para ella y siente pena de que así sea. Sabe que ella tiene un corazón compasivo, pero eso no es lugar para ella, allí se pudrirá y se secará como todos esos que allí sufren.

Compasión, ¿qué es la compasión?.

¿Es acaso meterse en un hoyo de podredumbre y dolor?, ¿es viajar tan lejos para no pillar nada de gratificación para tanto esfuerzo?. No puede ser eso lo que su maestro quería que aprendiera.

Llegan finalmente donde el sujeto que había causado la división de sus caminos, allá en las estepas, el famoso herido que requería de ayuda tan urgente. El sujeto no parecía, por lo que se podía ver, ni siquiera agradecido de la elfa, demandando su atención. ¡Ni siquiera le había explicado qué había sucedido!. "¿Cómo Ëarwen podía seguir ayudando a un tipo así?".

La herida, la herida era horrible y de pronto comenzaba a entender por qué las cosas se habían complicado. Ella le pidió un poco de aguja e hilo.

Demian buscó en el cajón, poco a poco intuyendo qué haría con esos implementos. Pasó un pensamiento fugaz por su cabeza, que el sujeto se tenía bien merecido el dolor que la elfa le pudiera causar por mostrarse tan poco agradecido, pero luego, al entregarle el hilo y la aguja, vio en la cara de ella que esa no era su intención, ella no buscaba venganza, ella no quería castigarlo, sólo ayudarlo.

Todo aquello era complejo de entender para Demian y de pronto... de pronto se le antojó que no podría ver el momento en que ella realizara tal operación. Le había visto usar un líquido y seguro eso aliviaba el dolor, pero aún así había algo, algo que no se explicaba, pero una parte suya no quería mirar.

—Estaré... tomaré un poco de aire —explica mientras ya se pone en movimiento.

Sale del recinto como una flecha, cruzando la puerta con el corazón agitado y respirando agitado. ¿Por qué?, no lo sabe. Todo lo que pasa en su interior desde entrar a ese lugar es un completo misterio para sí mismo.

Entonces cae.

Tardó varios segundos en saber lo que había pasado, otros más en sentir el dolor en su nuca, pero ya es muy tarde. Con la caída se ha roto el labio por dentro y escupe un poco de saliva mezclada con sangre. Un sujeto fornido lo agarra y lo inmoviliza, dándole un puñetazo en el estómago cuando intenta alcanzar su daga. Por largos segundos es incapaz de tomar aire, su diafragma se ha contraído como un niño asustado en su interior.

Lo único que alcanza a distinguir en un estado de semi-conciencia es que lo llevan en alto, quizás sobre los hombros, como un bulto, hasta cruzar un portal. Adentro está oscuro, lo que llama la atención, considerando que afuera es aún de día.

Lo sientan en una silla. No sabe qué está pasando.

Tiene miedo.

Invitado Jue 9 Jul - 14:19

El brujo atendió su petición, e instantes después ya entregaba a la joven la aguja e hilo que necesitaba para suturar el corte del paciente, mientras éste miraba aquellos objetos con expresión temerosa. Eärwen pudo comprender que el muchacho no quisiera ver el resto, ya había tenido bastante con las espantosas escenas de muerte de la llanura, así que se limitó a seguirlo con la mirada hasta que cruzó la cortina. Ella misma trataba de olvidar el momento en que Hestia había arrancado de un mordisco la cabeza a uno de los piratas, haciendo que la sangre la salpicase casi por completo, pero necesitaría tiempo para borrar esa imagen de su memoria.

Se volvió hacia el herido y tomó nuevamente la posición que había adoptado antes, sentándose al borde del camastro mientras enhebraba la aguja. - Eh… espera, no me acerques eso. - protestó el hombre, visiblemente nervioso por la proximidad del puntiagudo objeto. - ¿Prefieres dejarla abierta y que se infecte? Te aseguro que esa opción te provocaría más dolores que esto. - respondió ella, dejando un poco de lado su amable tono característico para sonar firme, sabía lo que tenía que hacer y no dejaría que se lo impidiese.

Esperó unos minutos y luego palpó la zona que rodeaba el corte, para que extraño pudiese percatarse de que el Inhibis le había hecho perder la sensibilidad, detalle que ayudó bastante a que le permitiese realizar su trabajo. Aun así, giró el rostro hacia el otro lado en un intento de no ver lo que la elfa le hacía, pues cabía la posibilidad de que se marease o incluso perdiese el conocimiento, y eso le haría parecer débil, cosa que evitaría a toda costa.

Eärwen comenzó a suturar la herida con cuidado, atendiendo a cualquier posible reacción del paciente, por si la pócima dejaba de surtir efecto y el dolor regresaba. Seguía sin saber nada de él, pero quedaba claro que no quería hablar de lo sucedido ni dar datos sobre su persona, puede que estuviese tratando de huir de algo o alguien, pero la de cabellos negros probablemente no llegase a conocer el verdadero motivo por el que lo habían dejado tan malherido en medio de la llanura.

El hombre se atrevió a echar un vistazo cuando ya iba casi por la mitad, tragó saliva y agradeció interiormente que el líquido siguiese manteniendo la zona dormida, desvió la vista hacia la sanadora durante unos segundos y luego se concentró en mirar al techo. No se había mostrado agradecido con ella hasta el momento, a pesar de que la joven le hubiese prestado su ayuda sin esperar nada a cambio, pero él era así, egoísta y orgulloso, le costaba aceptar que una mujer lo hubiese salvado cuando él mismo no había podido hacerlo.

- Ya está, ¿a que no ha sido para tanto? - dijo la elfa, rompiendo el tenso silencio que se había creado en la estancia, y que permitía escuchar con mejor claridad todo el sufrimiento de los enfermos que se encontraban al otro lado de la cortina. Revisó por última vez el corte y se levantó, para dirigirse hacia el mueble del que Demian había sacado la aguja e hilo. Había preparado sobre el mismo un cuenco con agua limpia, donde poder lavarse las manos y también los instrumentos que había utilizado.

- Te convendría descansar un rato, iré por un ungüento cicatrizante y con eso bastará, en unos días la herida habrá sanado. - añadió, antes de empezar a andar hacia el exterior. Debía buscar en una de las alforjas que colgaban de la silla de Lluvia, pero de paso también avisaría a Demian de que había terminado y podía entrar de nuevo. Cruzó la puerta y se extrañó al no ver al brujo por los alrededores, pero quizá hubiese ido a refugiarse en alguna taberna cercana, así que no le dio muchas vueltas al tema, hasta que bajó los escalones.

Una pequeña mancha de sangre destacaba sobre la nieve, y gracias a las habilidades de rastreo que le habían enseñado en los bosques, pudo estar segura de que alguien había caído justo en ese punto, y que la figura tenía un tamaño que encajaba con la altura de su amigo. - ¡Demian! - gritó a pleno pulmón, mientras el corazón se le aceleraba y buscaba a ambos lados del edificio. - No puede estar pasando esto ahora… ¡Demian! - continuó, sintiendo que las manos le temblaban.

Solo un momento había bastado para que desapareciese, pero quizá alguien lo hubiese visto. Empezó a parar transeúntes y preguntar, pero parecía que nadie había estado allí, lo único que le quedaba era regresar a la entrada y buscar huellas, pero en un lugar tan concurrido como aquel, en que no paraban de entrar y salir enfermos, sería imposible determinar cuáles pertenecían a quien se había llevado al mago.

Demian Lun 13 Jul - 11:04

El aturdimiento no duraría demasiado y pronto las cosas comenzaron a ordenarse, poco a poco. Estaba en una casa que lucía vacía, como abandonada, pero claramente esto sólo era apariencia. Estaba oscuro, a pesar de que Demian sabía que afuera era de día.

Respiró profundo. No era un cobarde, tenía miedo en su interior, pero no lo demostraría. Al menos si hubieran querido matarlo ya lo habrían hecho, pensó. Todo tiene remedio, menos la muerte, había comentado su maestro más de una vez. Incluso hay quienes dicen que hasta eso tiene remedio.

Un sujeto de cabello rojo le miraba fijamente. El chico contestó la mirada, con cierto desafío en ella.

—Eres un crío raro —le dijo de vuelta aquel, que sacaba un cuchillo pequeño, pero bien cuidado, pasando un dedo apenas por encima del filo.

Esta vez le costó más al chico disimular que tenía miedo, apretando sus labios y acelerando la respiración, pero no desvió la vista.

—He visto que llevas unas dagas muy buenas allí, sin mencionar la colección de armas que tienes ocultas, y las manchas de sangre seca en tu ropa y en la funda de tus dagas sólo puede significar que las has usado.

Era la primera vez que alguien concluía de manera tan rápida que no era precisamente un niño indefenso, aunque supuso que el sujeto al menos no sabía sobre su entrenamiento tan particular ni sobre su magia. De todas maneras debía tener cuidado, no le convenía acabar comprobando qué tan afilado estaba ese cuchillo.

—No te tengo miedo —le dijo desafiante.

El otro se acercó, cuchillo en mano. Luego rió.

—Vaya crío tan particular —comentó entre risas— , pero no te asustes, mocoso, que no pienso hacerte daño, ¿qué te crees que soy?, ¿que voy por allí torturando niños? —meneó la cabeza— no, te he traído acá para hacer un trato.

Hasta para alguien de expresiones tan planas como Demian fue imposible no abrir los ojos como platos ante aquel giro de los eventos. Sus experiencias previas le habían enseñado a desconfiar, mas de momento podía sentirse a salvo, bueno, sin contar con el hecho de que estaba encerrado en una casa contra su voluntad.

—¿Qué clase de trato? —atinó a decir de vuelta, aún confundido.

—Definitivamente eres raro si te sorprende que quiera solucionar esto por las buenas —comentó— , pero en fin, el trato es el siguiente, tú te cargas a ese sujeto que vino con tu amiga y yo te pago 300 Aeros, ah, y claro, también está el hecho de que a ella no le rebano el cuello.

Las palabras habían sido dichas con relajo, pero la amenaza era clara, si no hacía lo que él decía atacarían a Ëarwen y algo le decía que ese tipo cumpliría con lo que sus labios expresaban, había seguridad en sus palabras, pero no esa seguridad de los charlatanes y la gente que se cree superior, sino aquella de quien sabe de lo que habla.

—¿Por qué? —quiso saber.

—No necesitas saber mucho, sólo haz lo que te digo, pero puedo decirte que es mi trabajo, alguien me paga por esto. Sólo te estoy dando una oportunidad para no tener que matarte a ti y a tu amiga, no me gusta derramar sangre innecesariamente.

Demian asintió, no necesitaba de más palabras. Dentro de todo, la estaba sacando fácil.

Pocos minutos después Demian salía de aquella vieja casa y no tardó mucho en encontrar a Ëarwen, con su rostro preocupado, como si hubiera estado buscándole. Intentó sonreírle, pero no estaba muy seguro si había sido del todo convincente, pues sus ojos habían mantenido la expresión seria a pesar del gesto de su boca.

—Sólo he s-s-alido por un poco de aire —le dijo, evitando una interacción mayor y apresurándose a entrar al recinto.

Al momento de cruzar la puerta se giró y la miró. No, miró a algún objeto detrás de ella, cualquier objeto sin importancia, para pretender que la miraba, pero sus ojos no hicieron contacto directo con los de ella.

—¿Se encuentra bien el... el sujeto que salvast-t-e? —preguntó, pero casi sin esperar respuesta comenzó a caminar al interior.

Sus dedos jugueteaban con el pomo de su daga.

Invitado Miér 15 Jul - 16:44

Eärwen continuó buscando por los alrededores, mientras su preocupación crecía con cada minuto que pasaba sin hallar nada que pudiese conducirla hasta el paradero del brujo. Sabía que con la llegada de ambos a Dundarak pronto tendrían que despedirse y tomar caminos diferentes, ella se quedaría en la ciudad de los dragones y el pequeño seguiría su viaje, pero a pesar de esa realidad tan próxima, y de haber visto lo bien que se desenvolvía Demian solo bajo presión, no podía evitar sentir un poco de miedo.

Habían compartido muchos momentos desde que se encontraron en Midgar, hecho por el cual le había tomado cariño, y el no saber qué pasaría con él cuando se marchase le creaba cierta inquietud. Pero lo que más le afectaba en aquel instante era que se hubiera esfumado sin más, después de verse obligada a dejarlo solo en la llanura no podía imaginarse que algo así estuviese ocurriendo, las peores posibilidades pasaban por su cabeza y aumentaban su nerviosismo.

Detuvo a un par de caballeros dragones que hacían su ronda de guardia y les preguntó, pero ellos tampoco habían visto a ningún muchacho que encajase con la descripción que les dio la elfa, estaba perdiendo el tiempo. Finalmente decidió regresar a la entrada y una vez allí, pudo ver la conocida silueta del mago, acercándose desde una de las calles secundarias. Parpadeó un par de veces para cerciorarse de que era real, se llevó la mano al pecho y pudo respirar aliviada por fin, Demian parecía estar bien.

El brujo trató de sonreír, pero su mirada no parecía acompañar aquel gesto, detalle que podía deberse a que aún no terminaba de familiarizarse con las muestras de aprecio ni ciertas expresiones. La de cabellos negros no le dio importancia, ni tampoco a la prisa que tenía por regresar al interior del edificio, pero si al leve tartamudeo y lo poco que hablaba. - Su herida sanará en unos días, ahora debe estar descansando. - respondió a su pregunta, mientras lo seguía hasta el rincón en que habían instalado al extraño.

Tal como esperaba, el hombre se había rendido al sopor y dormía tranquilamente, así seguiría si nadie perturbaba su sueño hasta que el efecto del Inhibis desapareciese, momento en el que empezaría a sentir las molestias de los puntos. Eärwen no se preocupaba demasiado por eso, aún le quedaba medio frasco de infusión y tenía lo necesario para elaborar más si le hacía falta, así que solo quedaba esperar a que el paciente sanase por completo y pudiese abandonar el lugar por su propio pie.

- Iré a por las alforjas que dejé en la silla de Lluvia, regreso enseguida. - anunció, antes de cruzar la cortina y dirigirse a la entrada. El modesto establo se encontraba solo a unos metros de allí, así que no tardaría más que un par de minutos en volver al interior y reunirse con el mago. Caminó hacia la yegua y le acarició el cuello para tranquilizarla, después de todo lo que había visto en la llanura estaba notablemente más nerviosa que de costumbre, pero lo malo ya había pasado.

Desató los bártulos de la silla de montar e inició el camino de vuelta al hospital, si es que se le podía llamar de aquel modo.

Demian Miér 15 Jul - 17:38

Pasó entre las personas enfermas o heridas como si todos ellos no fueran más que adornos en la pared y sus quejidos el ruido de algunos pajarillos o del agua corriendo, acelerando un poco más el paso mientras más cerca estaba. Para cuando cruzó la cortina ya llevaba la daga en su mano y su mirada era tan sombría como lo noche misma.

Se aseguró de tapar la vista con la tela y luego se giró hacia el hombre. Allí estaba, durmiendo, completamente a su merced, como puesto allí expresamente para que pudiera matarle sin problemas. La situación era fácil, sólo bastaba con apuñalarle en la garganta, no dejarle meter ruido y luego usar su magia para salir invisible del recinto. Nadie podría atraparle y todo se habría solucionado. Ya tendría tiempo de explicarle a Eärwen lo sucedido, seguro ella entendería. No era la primera vez que mataba, sus vidas estaban en peligro, era lo correcto.

Sujetó la daga entre sus dos manos, levantándola a unos centímetros de la manzana de Adán del tipo, que se mecía ligeramente cuando respiraba, como realizando una sutil invitación al acero. Todo resultaría demasiado fácil.

Sólo entonces cayó en cuenta que era la primera vez que tomaba su daga desde lo sucedido en la casa del pescador, desde que él mismo decidiera alejarla de sí para prevenir ser un peligro para los demás. ¿Estaba siendo un peligro para Eärwen? claro que no, de hecho la estaba salvando, ¿no?, ¿no?... pero si mataba a aquel sujeto la haría perder ese empleo, la acusarían a ella de homicidio o de ser cómplice de uno.

Su respiración comenzó a agitarse, como si le faltara el aire, aunque al hacerlo se sobreoxigenaba y le parecía como si su cabeza fuera más ligera.

Levantó un poco más la daga, iba a hacerlo, claro que lo haría... pero no fue capaz de bajarla. No sabía muy bien por qué, pero dudaba, su lógica rugía implacable que lo hiciera, que todo saldría bien, que así acabaría todo el problema.

En un impulso de frustración, dio un golpe sobre la cama con su puño izquierdo. Excepto que no fue en la cama, sino que impactaba en el estómago del sujeto, quien abrió sus ojos asustado ante la sorpresa.

Demian se apresuró a poner la daga en directo contacto con la garganta del tipo.

—Si te mueves, si dices algo, si haces cualquier ruido te mato —le dijo con una implacable determinación.

—Así que a ti te han enviado, es irónico que sea un niño el que me mate, pero ya no puedo arrancar... al menos diles que nunca quise hacerlo de esa manera —fueron las palabras del hombre.

Demian presionó ligeramente para darle a entender que iba en serio cuando amenazaba.

***

Para Helga ese era un día como cualquier otro, lleno del mismo tedio de sus labores diarias. Lavar las heridas con agua hervida, limpiar a los que se habían ensuciado encima, escuchar quejas de personas que pensaban que ella estaba allí exclusivamente para ellos, cuando el lugar siempre estaba a máxima capacidad. Nadie le daba las gracias, pero ya estaba acostumbrado a ello.

Muchos se quejaban de que ella era muy brusca, que hacía las cosas como si no fueran más que muñecos o adornos, no personas de verdad, pero ella sabía que no era así. Aunque no lo pareciera, ella sentía un genuino interés por ayudar a otros. No faltaban los que insinuaban que ella era así porque estaba enojada, que se dedicaba a ello porque ningún hombre amaría una mujer tan gorda y ancha como ella. Todo eso era mentira, ella no siempre había sido así, de hecho, cuando joven había sido muy bella y no le habían faltado pretendientes.

Acababa de limpiar a Alfred, el que noche por media amanecía vomitado encima y empeoraba cada día, pero nadie sabía exactamente qué hacer por su problema. Daba la impresión que no había más opción que esperar su muerte. No por eso era menos asqueroso tener que aguantar ese ácido aroma y soportar su mal ánimo, pero Helga no se complicaba la existencia, sólo hacía lo que tenía que hacer e iba por el siguiente.

Pero vio algo raro, ese niño no estaba enfermo e iba demasiado apresurado, sus pasos eran firmes, su mirada dura, pero lo más alarmante de todo es que portaba una daga. Eso no podía estar bien.

Cambió su rumbo y se dirigió con pasos sorprendentemente silenciosos para alguien de tan grande tamaño, pero eran los pasos de alguien que conocía ese lugar por años, no había rincón allí que no estuviera grabado en su mente.

Corrió la cortina y no pudo sino mirar con espanto, el niño tenía su daga puesta en el cuello del hombre que había traído la elfa. Al verla, pareció asustarse y apresurarse, levantando el arma con determinación primero, pero luego titubeó. Parecía listo para clavarla en el cuello del hombre, quien sorprendentemente no luchaba por defenderse.

Ella no lo permitiría. Alcanzó a sujetar el antebrazo del pequeño, envolviendo su regordeta mano alrededor de aquel delgado miembro, jalando de él para levantarlo como si fuera un montón de ropa. Era muy liviano y delgadito, lo que contrastaba tanto con el hecho de que hubiera estado a punto de matar una persona.

Prácticamente no tuvo que esforzarse para arrancarle el arma de las manos y ponerlo contra el piso, boca abajo, con sus dos manos en la espalda, las que alcanzaba a sujetar con una sola de las suyas. Se sentó sobre él, elevando dolorosamente los brazos del chico hacia sus omóplatos.

—Me rindo, me rindo, me rindo —pareció suplicar, derrotado, el niño bajo su peso.

De pronto lucía tan pequeño e inocente.

Off-rol: ¡Oops!, lo siento por la extensión del post.

Invitado Sáb 18 Jul - 5:12

La elfa revisó el contenido de las alforjas durante el trayecto hacia la entrada, en busca del ungüento que necesitaba para terminar de tratar al herido que había traído consigo de la llanura. No le costó mucho dar con el tarro, cuyo tamaño no superaba el de la palma de su mano, lo abrió ligeramente y comprobó que aún quedaba la mitad, eso tendría que bastar para cicatrizarle el corte, ya que el resto lo había usado con Hestia antes de separarse de la dragona y su compañero.

Cayó en la cuenta de que ni siquiera había preguntado al mago por el estado de la joven, detalle del todo desconsiderado por su parte, ya que la muchacha los había ayudado sin apenas conocerlos, y más teniendo en cuenta lo herida que había terminado por aquella decisión. En cuanto tuviese un momento de tranquilidad hablaría con Demian del tema, esperando que la hubiese dejado en buenas manos.

Quizá se plantease viajar hasta el poblado más adelante, en cuanto el extraño se hubiese recuperado y llegase la hora de despedirse del muchacho, momento que no le resultaría nada agradable. Apartó todos aquellos pensamientos de su cabeza y entró al edificio, frotándose ligeramente uno de los antebrazos para entrar en calor, ya que se había olvidado de tomar el abrigo antes de salir.

Avanzó hacia la cortina y pudo escuchar la voz de su amigo, mientras repetía una y otra vez que se rendía, con voz suplicante. Con preocupación, apartó la tela y observó desconcertada la escena, sin entender qué estaba pasando. Helga, una de las enfermeras del lugar, que destacaba entre las demás por su ancha complexión y carácter brusco a la hora de atender a los pacientes, se encontraba sentada sobre la espalda del mago, sujetándole los brazos para retenerlo.

- ¡¿Se puede saber qué está pasando aquí?! - exclamó molesta, sin reparar en el arma que yacía en el suelo junto a ellos. - ¡Suéltalo ahora mismo! - prosiguió, al tiempo que dejaba sus alforjas sobre una mesa, para acto seguido acercarse a la enfermera y sujetarla con firmeza por uno de los brazos, del que empezó a tirar de ella. ¿Acaso no podía ausentarse ni un par de minutos? Cada vez que se apartaba del pequeño algo sucedía, y esta vez no comprendía qué podía haber llevado a Helga hasta ese punto, pero lo averiguaría, aunque tuviese que enfrentarse con la regordeta mujer.

Tampoco se fijó en la expresión del herido, de haberlo hecho habría notado que en su rostro se reflejaba una mezcla de preocupación y temor, detalle que podría haberle dado una pista, pero la de ojos azules en aquel momento solo se centraba en sacar a Demian de la incómoda posición en que lo tenían retenido, luego habría tiempo de preguntar. Helga parecía molesta con su intervención, y aunque dada su complexión tenía las de ganar, algo en el semblante de la elfa hizo que se lo pensara y finalmente decidiera levantarse, no sin antes recoger la daga para apartarla del chico.

- Esto es lo que ocurre. - dijo con voz cortante, al tiempo que alzaba la afilada hoja para que Eärwen pudiese verla. - Tu amiguito iba a matarlo. - continuó, desviando su severa mirada hacia el brujo. - ¿Qué?... ¿Por qué? - alcanzó a preguntar, extrañada por las palabras de la enfermera. Demian había cambiado considerablemente después del incidente con el pescador, y ella misma lo había visto apartar de si aquellas dagas por remordimientos, no tenía sentido que volviese a hacer algo semejante, al menos no sin una razón de peso.

- Helga vete, yo me encargo. - ordenó con determinación, pues prefería hablar con el mago a solas, aunque técnicamente no lo pudiesen estar por la presencia del hombre, pero de todos modos, el herido tenía algo que ver con lo sucedido, también tendría que empezar a dar explicaciones. La mujer no se movió de su sitio, ganándose una fría mirada de la elfa, que terminó de convencerla para entregarle el arma y cruzar la cortina, aunque no se alejaría demasiado de allí, por si acaso.

- Será mejor que empecéis a hablar, los dos. - indicó, antes de cruzarse de brazos y esperar en silencio a que le explicasen la situación.

Demian Sáb 18 Jul - 17:20

El semblante de Demian estaba rojo mientras suplicaba que lo liberaran, no por el esfuerzo, ni tampoco por el dolor, que al final no era demasiado, sino por la vergüenza de haber terminado en una situación semejante, derrotado por una mujer obesa que, a juzgar por su apariencia y circunstancias, no había puesto un pie en un campo de batalla en su vida. Las amenazas de que iba a ir a parar a una celda sólo hacían las cosas peores.

Para colmo, aunque también para alivio, hizo su entrada Eärwen a la escena, quien de inmediato se puso a dar órdenes en su defensa, logrando que la mujer lo liberara y lo dejara a cargo de le elfa, no sin antes revelar el motivo del altercado.

Demian bajó su vista ante la mirada de su compañera, sabiendo que había un reproche totalmente entendible. No sólo le había mentido, sino que trataba de asesinar al sujeto por el que ella misma se había jugado tanto para tenerle aún con vida. De algún modo ahora estaban ambos a disposición de su juicio, cómplices cuando debían ser enemigos.

—El que me ha intentado matar ha sido él, yo no le he hecho nada —se defendió el sujeto, con cierto tono infantil que acentuaba toda la situación.

Demian se miraba la punta de sus pies, llevándose las manos a la espalda y jugueteando con sus dedos, lo que le daba una imagen aún más pequeña e inocente, como un niño que ha sido descubierto sacando algo a escondidas.

—Y-y-yo n-n-o —hizo una pausa, tratando de buscar las palabras correctas para explicar su conducta— no es l-lo que p-parece —tomó un poco de aire antes de continuar— bueno, lo es, pero no, digo sí.

—¡Me intentó cortar la garganta! —agregó el sujeto, ganándose una fugaz mirada de odio del niño.

—Sí, ya, intenté m-matarlo, p-p-ero tenía mis motivos, me ofrecieron 300 aeros por ello.

—¿Sólo 300?, ¿estás de broma? —exclamó el tipo, levantando sus manos como diciendo 'pues que insulto'.

—¡Que no lo hice por dinero! —contestó irritado Demian— , ellos am-m, am-menazaron con mat-tar a Eärwen. Dijeron que tú —apuntó al sujeto— tenías encargo de asesinos para morir, ellos te iban a matar, pero si no lo hacía y-yo ellos atacarían acá y estarían en peligro todos.

—¡Ja!, claro, y lo mejor que podía pensar tu pequeña cabeza de renacuajo era en matarme, nada de avisarme, nada de decirle a la elfa, nada de nada, fácil, apuñalar al tipo, total no lo conozco, ¿no?, ¿qué les enseñan a los niños de hoy?

Demian quiso contestar, pero se dio cuenta que lo que decía no eran disparates, sino cosas con total sentido, pero cosas en las que no había pensado ni por un segundo.

—Pero no te hagas el inocente —finalmente dijo en su defensa, mirando desafiante al hombre— , nadie paga a un grupo de asesinos por matar a una dulce paloma, además ya te habían atacado en el camino, ¿no?

El sujeto, que por efecto del miedo y todo lo sucedido estaba más despierto que nunca, se mordió el labio. Había logrado escaparse de dar explicaciones hasta ahora, pero claramente estaba contra la pared.

—Yo, la verdad es que... —parecían invertirse súbitamente los papeles, siendo ahora él quien desviaba la mirada al suelo— es verdad, querían matarme, por una venganza —hizo silencio unos instantes, como buscando la fuerza por continuar— , por haber matado a la esposa de un poderoso señor.

Demian abrió sus palmas hacia arriba como diciendo 'te lo dije'.

—Pero no es tan sencillo, ¿vale?, me habían contratado para matar a un tipo, un caballero importante, de esos con armadura brillante y todo, que se hospedaba en la residencia de un tal Lord William. Bueno, el asunto es que entré a la habitación de noche, dispuesto a llevar a cabo mi misión y allí estaba ella, haciendo el a-a- bueno eso, que hay niños aquí, pero estaban en la cama, los dos, ya me entiende —miró a la elfa— y la mujer no quiso apartarse, se me lanzó encima, ¿lo puede creer?, yo armado y ella tratando de sacarme los ojos a rasguños y tomó un jarrón, me pegó con él en la cabeza —mostró una cicatriz sobre su ceja— y entretanto el caballero ese estaba ya tomando su arma. La intenté apartar, pero no se salía de encima y entonces, no se cómo, pero mi arma acabó enterrada en su vientre.

—¿No sabes cómo? —interrumpió Demian— Se llama matar, pedazo de idiota.

—Calla niño, ¿y qué sabes tú de esas cosas de todas maneras?, ah, lo olvidaba, ¡intentaste matarme a sangre fría, animal!

—¡Al menos lo hice para no poner en peligro a una amiga!

—Ya, linda manera de ser un héroe... en fin, llegaron los guardias, pero me escapé por la ventana. No pude matar al caballero ese...

—Inútil —murmuró Demian.

—A callar, niño loco, déjame terminar. Poco después supe que el caballero había muerto y que me habían cargado su culpa a mí, lo que no fue tan malo, porque me pagaron el dinero de su muerte, pero ahora tengo a esos asesinos detrás mío por lo de la mujer.

Demian se cruzó de brazos, evitando la mirada de Eärwen, aprovechando la creciente enemistad con el herido para no tener que mirarla a ella, luciendo ofendido por sus palabras.

—¿Aún piensas que su vida vale la pena? —dijo finalmente Demian a Eärwen— digo que lo matemos y nos ahorramos problemas, que ya habrán más heridos que cuidar. Es un asesino.

Tras decir la última palabra se quedó en silencio, dándose cuenta que lo mismo podrían decir sobre él mismo, pero no dijo nada. Esperó las palabras de la elfa que en cierta manera hacía de jueza de todo ese enredo, sin mencionar que su decisión también repercutiría en su propia seguridad.

Invitado Dom 19 Jul - 8:34

Eärwen esperó con el ceño ligeramente fruncido, mientras desviaba la vista del brujo al herido, expectante ante la posible explicación que diese sentido a aquella situación. El extraño tomó la palabra primero para defenderse, pero después de todo lo que habían compartido, la de ojos azules tenía muy claro que Demian no haría algo semejante sin razón, algo debía estar ocultando. Aguardó en silencio mientras ambos hablaban, hasta que salió a la luz el posible motivo, una nada despreciable suma de aeros que alguien había ofrecido al muchacho.

¿Dinero? No, la elfa no podía creer que hubiese intentado matar a aquel hombre por algo así, no después del esfuerzo que ella había tenido que realizar para trasladarlo desde la llanura y atender su herida. Aun así el extraño parecía molesto, pero no porque alguien estuviese poniendo precio a su cabeza, sino porque fuera una cantidad tan baja. ¿Cómo podía quejarse de eso cuando su vida estaba en peligro? ¿Quién era él para ofenderse de ese modo? La cosa no pintaba bien.

La idea de que fuese un ladrón tomó forma en su cabeza, quizá habían enviado tras él a algunos mercenarios, y estos estuviesen dispuestos a dar parte de la recompensa al chico por ahorrarse el tener que entrar allí a terminar la faena. Pero pronto la joven se dio cuenta de que su teoría estaba bastante alejada de la realidad, en cuanto escuchó de boca del mago que se habían valido de amenazas para conseguir que aceptase la tarea.

Entonces pudo comprender que hubiese tomado la decisión de hacerlo, ella también haría cuanto estuviese en su mano para mantenerlo a salvo, aunque siempre había ciertas líneas que no cruzaría. Desde su partida de Lunargenta, Eärwen había segado la vida a demasiados hombres, no por gusto sino en defensa propia o por ayudar a alguien en peligro, pero el hecho seguía siendo el mismo, en parte era una asesina. Considerarse de tal modo le costaba bastante, pero tenía muy presente que de no haber abatido a esos enemigos, ni el pequeño ni ella hubiesen llegado hasta donde estaban.

Continuó escuchando con gesto más relajado, mientras Demian presionaba para sacar información al herido, que se vio entre la espada y la pared. No lo buscaban por robar, sino por haber matado a la esposa de un señor de forma accidental según él, mientras trataba de asesinar a su marido, que consiguió salvarse del ataque. El objetivo murió poco después, dando oportunidad al torpe criminal de cobrar su recompensa, pero había gente dispuesta a vengar la muerte de la dama, y esos eran quienes ahora lo perseguían.

Eärwen escuchó la pregunta de Demian y guardó silencio durante unos segundos, pensativa. Aquello les afectaba de un modo u otro, ya que dejarlo con vida significaba que los individuos viniesen a por él tarde o temprano, tomando represalias por supuesto contra el muchacho y ella misma, para cumplir las amenazas que habían hecho anteriormente. Sin embargo, y a pesar de la culpabilidad del hombre, la joven no quería mancharse las manos con más sangre, al menos mientras pudiese evitarlo.

- Todo ser tiene derecho a vivir, ninguno de los dos podemos juzgarlo por lo que ha hecho. - comenzó a hablar, teniendo en cuenta que tanto el brujo como ella habían quitado más de una vida en los últimos días. - No apruebo tus actos, pero tampoco voy a ser yo la que cargue en su conciencia con tu muerte. Tienes una nueva oportunidad para hacer algo mejor con el tiempo que se te ha dado en este mundo, no la desperdicies. - prosiguió, antes de devolver la daga a su amigo. - Sé que no estarás de acuerdo conmigo, pero asumo las posibles consecuencias de esta decisión, no permitiré que lo mates. - añadió en voz algo más baja, dejando escapar un suspiro de resignación.

Parecía que para ellos no había tranquilidad, una vez superado un problema surgía otro, que volvía a ponerlos a prueba. - Debemos evitar que esto se convierta en una masacre, hay muchos enfermos aquí y las enfermeras no podrán protegerlos a ellos ni a sí mismas, tenemos que sacarlo del edificio. - indicó, aunque la idea por supuesto, no gustó en absoluto al herido. - ¿Qué? ¿Estás loca? En cuanto me saquéis por la puerta se nos echarán encima, seguro que están vigilando el lugar para comprobar que su “enviado” cumpla con su parte del trato. - intervino, sin siquiera agradecer que no quisieran rajarle la garganta allí mismo.

- No pienso poner en riesgo a esos inocentes, hallaremos la forma de sacarte. - respondió la elfa con firmeza, en eso no pensaba ceder.

Demian Mar 21 Jul - 22:27

Iba a decir algo, pero se comió la palabra a mitad de camino entre su garganta y su lengua. La rectitud de la elfa era al mismo tiempo una lógica razonable, mucho más que matar a alguien allí frente a todos. Pero lo que más daba vueltas en la cabeza de Demian no era eso, no era lo conveniente o no de perdonar la vida al sujeto, era el hecho de haberlo hecho.

¿Era eso la compasión?, ¿de eso se trataba todo el asunto?, ¿era así de simple?... y si era así, ¿de qué servía?, ¿por qué su maestro le había mandado a aprender algo que no servía de nada a un asesino?

La elfa rompió un poco los pensamientos del niño al devolverle su daga, la que guardó lentamente, con cierto reojo amenazante hacia el herido, al que ahora Eärwen proponía sacar del edificio. No sería tarea fácil, no con esos sujetos mirando, pero podían intentarlo, especialmente ahora que contaban con la ventaja de saber que había ojos mirando.

—Y tú no llames loca a Eärwen —le dijo Demian molesto al sujeto— , que gracias a ella sigues con vida.

Intercambiaron miradas de odio, pero el conflicto no creció más allá de eso, ambos sabían que no convenía llamar más ya la atención de lo que habían hecho, lo que hizo que Demian mirara de reojo el lugar donde Helga aún escuchaba con disimulo lo que pasaba tras las cortinas. Debían ser cuidadosos con lo que decían. Eso despertó una luz en la mente del niño.

—Tengo una idea —dijo con cierta malicia en los ojos. El herido puso una mirada de sospecha— pero para ello le pediremos un favor a Helga —miró hacia las cortinas— . Se que estás ahí —dijo con voz fuerte— Helga, por favor, necesitamos una prenda de tus ropas de trabajo, se que suena raro, pero prometo que con eso nadie hará daño acá y te librarás de mi y de los problemas, por favor.

La voz de Demian de pronto sonaba más infantil y sufrida que de costumbre. Podía ser un niño raro, frío, poco comunicativo, etc., pero todo niño sabe la técnica esencial de poner ojos de cachorro para pedir algo.

La mujer se asomó por las cortinas y miró con desconfianza.

—Acabas de intentar matar a uno de mis pacientes y ahora quieres llevarte mi ropa, no confío nada en ti, crío, pero si con eso me libro de este rollo, lo haré.

Demian puso una sonrisa fingida mientras la mujer se alejaba y, en la espera, miró a sus compañerosç

—El energúmeno este...

—Eh, eh, que el agresivo aquí eres tú, criajo malcriado, y tengo nombre, soy Freddy.

—Como decía, el energúmeno aquí presente será Helga.

—¿De qué demonios hablas?, ¿me tomas el pelo? —protestó el sujeto.

—No, para nada... te pondrás las ropas de Helga porque con eso te salvaremos la vida, yo me encargaré del resto... no creo que tengas elección, no con un grupo de asesinos esperando cualquier error para cortarte la garganta.

En ese momento la mujer volvía portando un manojo de ropas viejas, que incluían un vestido amplio de un color bastante neutral. Demian asintió, recibiéndolo, para luego mirar al tipo.

—Ponte las ropas... ellos esperan una mujer, un hombre y un niño, esperarán que nos camuflemos, pero esperan esos elementos... les daremos algo muy distinto y así sospecharán.

En ese momento Demian cerró sus ojos y se concentró durante un tiempo prolongado, aunque se notaba que estaba realizando algún esfuerzo por su concentración y rostro. De pronto la cara del herido cambió, pero no por sus expresiones, sino que apareció allí la cara de Helga en vez de la de él.

—Mi magia no durará demasiado, pero será lo suficiente si salimos rápido.

A continuación hizo correr un segundo conjuro, volviéndose él mismo invisible a los ojos el resto.

—Verán sólo 2 mujeres, que hacen el mismo trabajo, conversar y relajarse luego de muchas horas de esfuerzo. Yo sólo seré su sombra. Debemos buscar dónde escondernos rápido tras salir.

Invitado Vie 24 Jul - 4:43

El ambiente dentro del pequeño espacio era tenso, no solo a causa de la situación sino también por las miradas de odio que intercambiaban el brujo y el herido, así que la elfa agradeció que Demian dejase eso de lado para proponer una idea. Y tras la particular petición a Helga, la joven pudo hacerse una idea de lo que pensaba hacer, iba a utilizar sus ilusiones. Aquella magia era muy práctica, ya los había ayudado en más de una ocasión para librarse de ciertos peligros, así que escuchó con atención el plan del muchacho.

En cuanto la enfermera regresó con lo que le había pedido, el brujo tomó las holgadas ropas y las tendió a Freddy para que se las pusiera, mientras él se concentraba para crear una ilusión en su rostro que lo hiciera parecerse a Helga. Sabiendo que no dispondrían de mucho tiempo, Eärwen recogió algunas de sus cosas y echo mano al cinturón donde llevaba el par de dagas élficas, lo abrochó alrededor de su cintura y tomó el grueso abrigo para ponérselo por encima, de modo que no se viese que iba armada.

Una vez hecho esto, y con Freddy ya disfrazado, la elfa se acercó a las cortinas y llamó la atención de la enfermera, para que volviese a acercarse al lugar. - Pasa Helga, pero no hagas ruido. - le indicó, con voz amable. La mujer miró boquiabierta a su doble, con una mezcla entre espanto y desconcierto grabada en el rostro, pero no emitió sonido alguno, casi parecía haber quedado en shock. - Tienes que quedarte aquí dentro unos minutos, hasta que nosotros consigamos salir del edificio y alejarnos un poco, procura que no te vean desde fuera. - explicó, antes de hacer un gesto a la falsa Helga para que se pusiera en marcha.

La atónita mujer se limitó a asentir con la cabeza muy levemente, sin abandonar la expresión de asombro hasta que perdió de vista a su doble. - Esto no va a funcionar, apenas puedo andar por culpa de los puntos, si nos descubren no podré huir. - la voz de Freddy no encajaba en absoluto con su nueva apariencia, lo que podía llamar la atención si alguien llegaba a escucharlo. - Damos por hecho que están vigilando el edificio, así que les daremos justo lo que quieren oír. - respondió la de cabellos negros, mientras se encaminaba hacia la salida.

- Tú guarda silencio y pon cara de estar afectada, yo haré el resto. - musitó, antes de que cruzaran la puerta al exterior. Eärwen frunció ligeramente el ceño y su expresión se tornó triste y confusa, como si acabaran de darle una terrible noticia, que era más o menos lo que quería que se notase. Bajó los escalones y tomó la calle principal, desde la que podrían llegar a casi cualquier parte de Dundarak.

- ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Quién sería capaz de rematar a un enfermo en su camastro sin ser visto? - comenzó a hablar la joven, en un tono que pudiese ser escuchado por quienes se encontrasen en los alrededores. La idea era hacerles creer que estaba hecho, que el mago había cumplido con su parte y podían olvidarse del tema, evitando así que irrumpieran en el edificio e hicieran daño a más personas.

Si funcionaba todo iría bien, Freddy podría reposar los días necesarios para que su herida sanase del todo e irse, y ellos no correrían peligro, al menos de momento. Ambas mujeres siguieron avanzando unos metros más, antes de girar hacia una de las callejuelas secundarias, donde la de ojos azules había encontrado lugar para hospedarse. Tras decir que venía para ayudar a los sanadores no le costó mucho encontrar una vivienda en la que instalarse por un módico precio, así que contaban con una casa propia en la que esconderse hasta que todo hubiese pasado.

Freddy mostraba cada vez más molestias al caminar, pronto tendría que tomar nuevamente la infusión calmante o terminaría delatándose, al empezar a quejarse con aquella voz que no pegaba para nada con la apariencia de la regordeta enfermera.

Demian Lun 27 Jul - 21:48

Todo parecía ir sobre ruedas. Cada parte del engranaje hizo lo suyo, incluidas algunas improvisaciones de Eärwen que ayudaron a hacer más creíble la escena, comentando sobre la supuesta muerte del sujeto, el tal Freddy, a manos de algún desconocido.

Demian, en tanto, se dispuso a seguirles usando su propia magia, volviéndose temporalmente invisible gracias a su manto ilusorio. No era infalible, pero sería suficiente para salir y alejarse de los posibles ojos, junto a su compañera. Caminó sigiloso, manteniendo cierta distancia respecto a ellos hasta que estuvieron a una buena distancia. Entonces murmuró, aún invisible.

—Aún debe haber ojos mirándolos, ellos te conocen, Eärwen, debemos causar alguna distracción para que los pierdan. Tratemos de vernos en alguna pieza de esa taberna en unos minutos.

Actos seguido se alejó unos pasos del par, hasta encontrarse junto a unos vendedores que conversaban apaciblemente sobre los últimos vientos y cómo el verano de ahora ya no era como los de antes, de la falta de decoro y respeto de los jóvenes, de cómo cuando eran más jóvenes las cosas eran más sencillas y divertidas.

Demian se paró a unos pasos detrás de ellos y cambió su ilusión de invisibilidad por algo diferente. Su cabello se tornó rubio, sus ojos negros, en su rostro apareció una cicatriz y sus ropas se tiñeron de un tono rojizo.

—¡Asesinos! —gritó con una voz distinta, que no era la suya de siempre, una voz modificada por su magia— ¡alguien ha matado a un paciente en la casa de los enfermos, asesinos sueltos!

Continuó haciendo un buen show, hasta captar la atención de un número considerable de personas, quienes comenzaban a correr la voz a gritos y buscar por los rincones de la ciudad a quiénes serían tales bárbaros capaces de una cosa así.

Era probable que los posibles asesinos reales tuvieran que esconderse ante la conmoción, o al menos eso esperaba Demian que ocurriese, aunque no sabía realmente de qué eran capaces.

Terminada la labor, se dirigió hacia la taberna que había indicado y entró, deshaciendo sus ilusiones tras atravesar la puerta, con evidente cansancio por el intenso uso de la magia durante los últimos minutos.

Se secó con su manga la frente y tomó una buena cantidad de aire hasta sentir sus pulmones tranquilos y a sus anchas, para luego mirar a su alrededor. No sabía si Eärwen y Freddy habían seguido el mismo camino o no, si habían tenido problemas o si todo había sido expedito, pero era optimista en pensar que todo había salido bien.

Invitado Miér 29 Jul - 18:47

Eärwen siguió avanzando conforme al plan, esperando que diese resultado y los asesinos se largasen de la ciudad sin querer una prueba física de que el trabajo estaba hecho, por la complicación que eso añadiría. Observó de reojo a Freddy, y no dudó en sujetarlo del brazo al notar que le costaba moverse, debían darse prisa o los descubrirían. Escuchó a su espalda la voz del brujo, que proponía crear una distracción para alejarse de la zona y buscar un lugar en que esconderse.

Una taberna cercana parecía la mejor opción, así que asintió con un movimiento casi imperceptible de cabeza, antes de desviarse de la trayectoria que llevaba para aproximarse a un callejón, en que sabía que el local tenía una entrada secundaria, menos transitada. Pero no podía adelantarse, así que esperó a que su compañero crease la distracción para moverse. La falsa Helga miraba con nerviosismo los alrededores, imaginando los rostros de aquellos que lo habían abandonado malherido en la llanura tras cada ventana o esquina, la idea de estar fuera de la casa de enfermos cada vez le gustaba menos.

Sin embargo, antes de que pudiese abrir la boca para quejarse el muchacho puso en marcha otra de sus ilusiones, abandonando la invisibilidad para cambiar sus rasgos considerablemente, hasta parecer otra persona. Los gritos comenzaron a extenderse con rapidez, y en cuestión de minutos un numeroso grupo de habitantes inició la búsqueda de los asesinos, tomando como punto central el modesto edificio en que trabajaban las escasas sanadoras.

La elfa aprovechó la confusión y el caos para meterse en la taberna junto con Freddy, a través de aquella puerta trasera semi oculta, ligeramente aliviada porque la multitud se centrase en la casa de enfermos, lo que impediría a los criminales que pudiesen acercarse. Avanzó hacia la barra y cruzó unas palabras con el tabernero, lo justo para hacerse con la llave de una de las habitaciones e indicar al buen hombre que se mantuviese atento. - Si ve entrar a un muchacho de ojos claros y cabellos negros dele el número de nuestro cuarto, es importante. - indicó con amabilidad, al tiempo que depositaba unos aeros frente al caballero.

- No se preocupe señorita, si llega lo enviaré al piso de arriba de inmediato. - contestó, para acto seguido recoger las monedas y guardarlas a buen recaudo. Eärwen se giró hacia Freddy y lo guió hacia las escaleras, pero subirlas le supuso más molestias en la zona herida, así que nada más entrar a la habitación tuvo que volver a recostarse. La de ojos azules se asomó con cuidado a una de las ventanas, a tiempo de ver como algunos hombres seguían buscando por las cercanías a los asesinos, armados con porras y espadas cortas.

No consiguió ver a Demian, pero supuso que el mago no tardaría en aparecer por la taberna y llegar hasta ellos, así que se centró en revisar el corte de su acompañante, para comprobar que no se hubiesen saltado los puntos. Por suerte seguía cerrado, pero el dolor volvería en breve si no le daba a beber la infusión, dificultando cualquier opción de escape. - Tómate esto, rápido. - dijo sin elevar mucho la voz, tras rebuscar en su bolsa hasta dar con el frasco de Inhibis y entregárselo.

Entonces se acercó a la puerta y guardó silencio, en un intento por escuchar las pisadas de cualquiera que cruzase el pasillo en dirección al cuarto. - Espero que Demian llegue pronto… y que esos “amigos” tuyos se traguen el cuento y decidan irse de Dundarak…- añadió instantes después, mientras los nervios volvían a invadirla.

Demian Sáb 1 Ago - 17:15

Se dedicó unos momentos a observar el área. No era un lugar muy concurrido, lo que se evidenciaba en que los clientes eran escasos, al menos a esa hora del día. Una mujer disfrutaba de un plato de sopa caliente manteniendo una espada sobre sus piernas, como si quisiera decirle a todos los presentes que era una guerrera, un borracho de esos que tienen el rostro rojo y la nariz enorme bebía absorto en su vaso, un viajero con cara de cansancio comía algo de estofado y un par de sujetos tenía una acelerada conversación mientras bebían de sus jarras de cerveza. Demian pasó de todos ellos.

Su actitud reveló de inmediato que buscaba a alguien, recorriendo con la mirada el lugar y caminando de manera lenta hacia la barra. El dueño pudo saber de inmediato de quién se trataba, al menos según la descripción que había recibido, pues le hizo un gesto al pequeño.

—Eh, joven, ven acá —indicó.

Demian caminó con algo de cautela, pues siempre gustaba de pasar desapercibido antes que llamar demasiado la atención. Que quien atiende una taberna pareciera identificarle nunca era una buena señal.

—Lo que sea que le hayan dicho, yo no he sido —dijo por si a caso.

—No, no —contestó aquel con una sonrisa— , es un mensaje de tu amiga, dice que vayas a la habitación número 3, la que está al final del pasillo, arriba. Allí están ellos.

Demian asintió y no dijo más palabras, sino que se encaminó al lugar. Subir la escalera le mostró que definitivamente no era un lugar demasiado popular, porque la estructura no había sido muy bien mantenida, pero eso lo volvía un mejor refugio.

Ya en el segundo piso procuró caminar despacio, en silencio, como era su especialidad, pues no sabía quién o qué podía existir en las otras habitaciones. Sus pisadas eran como plumas que apenas tocaban la madera. En una de las habitaciones se escuchó un gemido de una mujer, lo que le hizo preguntarse si estaba herida o algo pasaba, pero no era momento de ser un héroe, había cosas más importantes. En la siguiente se alcanzaba a escuchar el intenso sonido de algún hombre, aunque bien podía ser un león a juzgar por lo profundo del ruido. Finalmente llegó a la puerta importante, empujándola para abrirla.

—Creo que nadie los ha seguido, pero no es fácil estar completamente seguro —dijo a los presentes— ya le hemos salvado la vida a este tipo, a partir de acá podría cuidarse solo, ¿no?

Intercambiaron una nueva mirada desafiante ambos varones presentes, pero Demian no quería realmente una pelea.

Invitado Lun 3 Ago - 16:47

La elfa esperaba junto a la puerta algo nerviosa, aguzando el oído con la esperanza de escuchar los ligeros pasos de su amigo sobre el suelo de madera, pero el brujo sabía moverse con mucho sigilo, así que su repentina llegada la tomó por sorpresa. Respiró aliviada al ver que no le había pasado nada, e ignoró las miradas que ambos se dedicaron, no era momento para más discusiones. - Su herida no está curada aún, no puedo dejarlo así. - respondió a las palabras del muchacho, desviando la vista hacia Freddy.

El hombre se había incorporado hasta quedar sentado al borde del camastro, pero mantenía una mano sobre la zona afectada, al menos hasta que la infusión le calmó el dolor. - Quizá podríamos quedarnos aquí un par de días, tratando de pasar desapercibidos hasta asegurarnos de que no hay peligro, eso le daría tiempo para sanar. - añadió tras unos segundos, completamente segura de que al pequeño la idea no le haría gracia. Demian no tenía por qué quedarse, ya la había acompañado hasta Dundarak y se suponía que allí se separarían sus caminos, así que lo dejaría marchar si era lo que quería hacer.

Caminó hacia la modesta cama y colocó las manos cerca de la herida, para hacer uso de su don y acelerar el proceso de curación tanto como le fuese posible. - ¿Crees que se lo habrán tragado? - preguntó al mago mientras realizaba su tarea, ya que era el único que había tratado con los asesinos directamente. Eärwen se mostraba optimista pero no bajaría la guardia, ¿cuándo les habían resultado las cosas tan sencillas?

Y hacía bien en desconfiar, pronto la situación se complicaría. La verdadera Helga, alarmada por el alboroto que se había formado en torno a la casa de enfermos, ignoraría las palabras de la joven y saldría a la entrada para tratar de calmar los ánimos, sin tener idea de qué era lo que pasaba. Los gritos eran caóticos, y de ellos solo se podía sacar que había asesinos sueltos por la ciudad, lo que no le daba mucha información. Algunos se detuvieron a hacerle preguntas, pero la enfermera no supo qué responderles, se limitó a guardar silencio y regresar al interior tan pronto como pudo, pero ya era tarde.

Uno de los asesinos ya la había visto, y con el ceño fruncido se rascaba la barbilla, sin comprender cómo podía haber llegado la mujer al edificio si hacía escasos minutos se encontraba con la elfa en el lugar en que se había iniciado el alboroto. No, definitivamente algo no cuadraba en todo aquello, él las había vigilado con atención y en ningún momento cambiaron de rumbo para regresar, solo se habían detenido en las cercanías de la taberna.

Entrar a la casa de enfermos para comprobar que la de cabellos negros estuviese allí resultaba imposible, la enfurecida multitud rodeaba el lugar y mirarían con recelo a cualquier desconocido que se aproximase, así que centró su atención en la posada. Con un gesto de la mano, indicó a su compañero que lo siguiese al interior, donde apenas había gente. Se acercó a la barra y midió con la mirada al tabernero, antes de ofrecerle la mejor de sus sonrisas. - Ey amigo, ¿has visto por aquí a una elfa de pelo oscuro y un muchacho? - preguntó, mientras su compinche escrutaba la sala para comprobar que no se encontrasen allí, tarea que no le llevó más de unos segundos.

- Emm… no señor, como verá esto anda algo vacío, no ha pasado nadie que corresponda a esa descripción. - mintió el buen hombre, al que las pintas de aquellos dos no le inspiraban ninguna confianza. - ¿Está seguro? Teníamos que encontrarlos en la ciudad pero con tanto jaleo nos está costando. - insistió el segundo asesino, pero no obtuvo ningún dato del propietario, que prefirió encubrir a sus clientes y actuar con normalidad, ofreciendo a los recién llegados algo de beber, como hacía con todo el mundo.

Los dos extraños abandonaron el local con semblantes serios, pero no se alejaron mucho, algo les decía que el tabernero no les había contado la verdad. Aguardaron junto a una de las ventanas, y gracias a eso pudieron ver como el hombre cruzaba unas palabras con su ayudante, que de inmediato subió las escaleras.

- ¿Se puede señorita?, soy el camarero. - musitó el joven al otro lado de la puerta, antes de que la elfa le indicase que podía pasar. - Me envía el dueño, quiere que los avise de que unos extraños han estado preguntando por ustedes, pero que no les ha dicho nada. - anunció, antes de retirarse para seguir atendiendo en la planta de abajo. - Saben que estamos aquí. - La preocupación volvió a apoderarse de ella, mientras bajaba la vista al suelo y trataba de idear un plan de huida. - ¿Qué podemos hacer? - preguntó, al tiempo que se llevaba las manos a las sienes.

Demian Lun 3 Ago - 23:14

La respuesta de Eärwen fue certeramente sencilla, pero al mismo tiempo brutalmente poderosa. No iba a dejar al sujeto allí hasta estar segura de que estaba bien, no era un asunto de mera sobrevivencia, ella realmente se preocupaba por el bienestar de un sujeto que sólo había traído problemas y quien ciertamente no tenía un pasado muy limpio.

¿De qué se trataba aquello?, ¿qué ganaba haciendo eso?

Y entonces lo supo. No fue una revelación divina, pero fue como cuando alguien intenta descifrar un olor y de pronto le llega de golpe, sin pasos intermedios, la imagen a la cabeza. En un instante estaba confuso y al siguiente lo sabía. A eso se le llamaba 'compasión'.

Su corazón se aceleró dentro de su pecho, entusiasmado por finalmente tener la respuesta a su tan larga búsqueda, sintiéndose incluso algo tonto, todo ese tiempo acompañando a Eärwen y sólo ahora comprendía de qué se trataba todo. A eso se le llamaba compasión, al impulso de ayudar a otros por el sólo hecho de verles en necesidad, de ver su sufrimiento.

Se dio una palmada sonora en la frente, pero no dijo nada al respecto. La nueva información no era fácil de digerir, de hecho le causaba más preguntas. ¿Por qué su maestro lo había mandado a buscar eso?, ni siquiera parecía ser un rasgo que pudiera ayudar a un asesino, todo lo contrario, sólo podía convertirse en un obstáculo.

Lamentablemente Demian no tendría mucho tiempo para pensar en ese tema, pues entonces un joven les informaba de que habían estado preguntando por ellos. El truco les había salvado de un asesinato inminente en las calles, pero no les había hecho perderles para siempre, aún estaban allí afuera y dispuestos a matar.

Y entonces Demian rió. No era una risa suave, ni algo ligero, era casi una carcajada, como si algo muy divertido acabara de pasar, tanto que hasta se inclinó un poco y luego se llevó una mano a la frente. ¿Se había vuelto loco?. La risa evolucionó hacia algo más fuerte, tardando varios segundos antes de apagarse.

—Sabes... —le dijo a su compañera de tantas aventuras— debo darte las gracias, me has enseñado lo que es la compasión. Ahora lo entiendo y eso sólo hace más chistoso lo que está por pasar.

La miró con una mezcla de emociones, una mezcla más compleja de lo que un chico de 12 años acostumbraba a manejar y quizás por ello es que sus ojos se humedecieron.

—Eres la personificación misma de la bondad, Eärwen, has sido lo mejor que me ha pasado en este v-viaje. Nunca volveré a ver a los elfos con los mismos ojos, no sin al menos darles una oport-t-tunidad.

A medida que hablaba una creciente tensión se apoderaba de él, sabiendo que no le gustaba lo que estaba por pasar y que por su mente circulaban muchas cosas.

—Algún día podré t-tener t-tu comp-pasión... pero ese día no es hoy —expresó con un aire con un toque sombrío— C-cuida a nuestro... amigo.

Tras decir estas palabras Demian desapareció. Los ojos de Eärwen conocían ya sus trucos, pero había que reconocer que su técnica había mejorado mucho y cada vez cometía menos errores e imperfecciones en su ilusión.

Se colocó la capucha sobre la cabeza, derramó unas gotas de veneno sobre sus dagas desde la botellita en su muñequera y abrió la puerta. Fueran quienes fueran iban a probar su acero. Para ellos no habría compasión.

Invitado Jue 6 Ago - 17:48

La sonora risa del brujo hizo que la joven desviase la vista hacia él, extrañada. Ambos llevaban viajando juntos desde hacía algún tiempo, pero hasta aquel momento nunca lo había escuchado reír de ese modo. No podía comprender que se mostrase tan relajado en una situación como la que tenían ante ellos, encerrados en aquel pequeño cuarto con la certeza de que fuera los estaban esperando para matarlos.

Ya se habían enfrentado antes a enemigos, probablemente mucho más peligrosos que los que les estaban buscando en aquel mismo instante, pero la joven no deseaba volver a meterse en una pelea, mucho menos en aquellas calles, donde tantos inocentes podían salir heridos. Y a eso debía sumar el hecho de que Freddy no se encontrase en condiciones como para protegerse a sí mismo, la mejor opción era tratar de evadir a los asesinos.

Demian paró de reír al poco, para tomar la palabra y agradecer a su compañera que le hubiese enseñado lo que su maestro le había enviado a buscar, la compasión. No era un concepto fácil para un chico de su edad, pero finalmente el brujo había captado la idea al ver cómo Eärwen se preocupaba por su paciente, a pesar de los problemas que éste les había causado ya, y del tormentoso pasado que les había revelado en la casa de enfermos.

Era deber de la elfa el ayudar a quien lo necesitase, bajo esa idea se había formado durante décadas en Sandorai, centrándose en mejorar su don y aprender primeros auxilios. Por ese motivo había abandonado su hogar en los bosques, y aunque supusiera ayudar a personas de actos cuanto menos cuestionables, no incumpliría su autoimpuesta misión. Pudo alegrarse un poco al escuchar de boca del mago que no volvería a ver a los de su raza con los mismos ojos, sino que les daría una oportunidad antes de juzgarlos.

Sin embargo no tuvo tiempo ni de contestarle, el pequeño añadió algunas palabras con toque sombrío y desapareció de la vista, cubriéndose con aquellas ilusiones suyas. Solo la puerta al abrirse delataría sus movimientos, dejando claro que iba a encarar a los hombres que perseguían a Freddy a su manera. - ¡No, espera! - exclamó con preocupación, pero el hechicero había mejorado mucho desde la primera vez que lo vio utilizar aquel truco, haciendo que la ella ya casi no pudiese detectar las imperfecciones.

Se detuvo en el quicio de la puerta, buscando con nerviosismo a su amigo moviendo los ojos de un lado al otro del pasillo, dividida entre seguirlo para que no estuviese solo o quedarse junto al herido. Sabía que no podría perdonarse que le pasara algo malo al mago, pero aquella situación la superaba, no sabía qué hacer.

Freddy se revolvió intranquilo en el camastro, hizo el esfuerzo de levantarse y andar hacia ella, temeroso ante la idea de que también lo dejase. - Ten esto y colócate junto a la ventana, dime si ves a los tipos que te persiguen y cualquier cosa extraña que puedas notar. - le indicó Eärwen, al tiempo que desenvainaba una de sus dagas y se la entregaba. La de cabellos negros se aproximó a la escalera y se agachó, para vigilar la entrada principal y cualquier movimiento de la misma, que pudiese indicar que Demian la cruzaba.

- ¡Están en la calle! ¡Son ellos, no me cabe la menor duda! - exclamó, antes de ocultarse a medias tras la cortina.

Demian Vie 7 Ago - 21:17

Las lágrimas en sus ojos hacían que su vista perdiera calidad, por tanto no podía permitírselas. Se las secó con la manga, sorbiendo fuerte con la nariz una sola vez para no hacer ruidos menores luego.

El mundo completo a su alrededor parecía haberse vuelto lento, ausente, como una mera pintura de fondo, descolorida y poco atrayente, no había nada allí que pudiera ser digno de atención.

Mientras caminaba le parecía escuchar una melodía, pero no con sus oídos, sino con su corazón. La primera vez que la había escuchado era para una festividad del pueblo cercano a su templo, un momento festivo del año, para el solsticio de invierno, donde la gente ofrecía dones y bailes al renacer del sol. El jolgorio atraía a los niños y él, entonces de apenas 7 años, quería ser parte de ello. Ese día había quedado grabado en su mente, pues entonces supo que era distinto.

Todo había comenzado por un bufón que le había gastado una broma, un sujeto con ropas coloridas que sólo jugaba, pero Demian lo había malinterpretado, había considerado su martillo gigante un arma de verdad. Su daga se había enterrado en carne humana, hubo sangre, gritos, reclamos... a los pocos minutos un grupo de niños le tiraba piedras de lejos, obligándolo a retirarse de vuelta al templo.

Antes de darse cuenta cómo, aunque recordaba vagamente la figura de Eärwen preocupada, atravesó la puerta para salir a la calle. Sus ojos recorrieron como los de aves rapaces el territorio, palmo a palmo, cara a cara, hasta dar con lo que buscaba.

Tenía una gran ventaja, él conocía los rostros de los asesinos, mientras que ellos no podían verle. Existían unos treinta metros de distancia entre ambos, cada uno revisando un área de los alrededores, buscando señales de sus presas. Decidió ir por el más pequeño, aquel que sabía que tenía más autoridad que el fornido.

Se desplazó con su estilo tradicional, dando un amplio rodeo para llegar por su espalda. A pesar de que deseaba intensamente terminar eso pronto, de modo decisivo, no se movió con prisa, siguió con su frialdad y determinación características, apegado a su plan, hasta estar a menos de un metro de distancia. Entonces lanzó su ataque.

Intentó su tradicional estilo, reventar los riñones y otras zonas blandas del bajo torso. No era una manera tan rápida como otras, pero ciertamente era letal y le quedaba en buena posición por su tamaño.

Pero algo pasó. Se enfrentaba a un asesino, alguien preparado. No había contado con lo experto que podía ser su enemigo. La reacción de aquel había sido como un relámpago, en el instante mismo en que las dagas se incrustaban en su piel se había movido hacia adelante, dejándose caer, para rodar en el piso y luego ponerse de pie de un salto, sosteniendo un par de cuchillos en sus manos.

Demian ahora era visible y sostenía sus dagas desafiante. Una pequeña mueca de sonrisa se dibujó en sus labios. La sangre en sus dagas dejaba en evidencia que el acero había alcanzado a hacer un poco de daño. Por supuesto, no era nada que pusiera en peligro al rival, pero lo importante no era eso, lo importante era el veneno que ahora fluía por su sangre.

Sólo debía aguantar el tiempo suficiente.

Comenzó un intercambio rápido de ataques de ambos. Ninguno era fuerte o musculoso, uno un niño, otro un tipo delgado de cabellos rojos, ninguno intimidaría en un campo de batalla, y sin embargo sus cortes eran escalofriantes. Ninguno atacaba a sólo causar daño, sino que buscaban los puntos vitales del oponente, buscaban acabar con el otro a su estilo, aprovechando al máximo los cortos aceros.

No cabía duda que Demian era ágil, llegando a parecer un gato para esquivar y atacar, pero su rival no era precisamente inferior. Con brazos más largos, más fuerza y mayor experiencia, el adulto no requería de la velocidad de Demian para ser peligroso y en pocos intercambios Demian ya contaba con tres tajos en su torso, todos sangrantes, pero ninguno mortal. El chico se había logrado mover en todos para que el adulto no concretara sus intenciones, pero comenzaba a perder sangre.

Pero su rival también parecía mostrar señales de que el veneno comenzaba a afectarle. Ya el compañero estaba en alerta y se había puesto en movimiento, luchar contra los dos sería muy difícil, aunque aún tenía trucos bajo la manga. Deseó con todas sus fuerzas que el veneno hiciera su efecto antes de que el fortachón llegara.

Invitado Lun 10 Ago - 16:48

Eärwen clavó su nerviosa mirada sobre la puerta del local, y tras escuchar las palabras de Freddy, supo que tendría que decidirse pronto. No desconfiaba de las capacidades de su amigo, que ya en varias ocasiones había demostrado ser muy capaz de enfrentarse a diversos enemigos, pero ante sus ojos seguía siendo un niño, al que debía proteger para que no le pasara nada. Y pensar que todo aquel embrollo había empezado justo por lo mismo, cuando el muchacho estuvo a punto de matar al herido para mantenerla a ella a salvo del peligro.

Definitivamente la suerte no les acompañaba en aquel viaje, nada más librarse de un problema les surgía otro. - Ojalá tuviese aquí mi arco. - pensó para sí, dando por sentado que de haberlo traído consigo, la situación se habría solucionado mucho más rápido. Un par de flechazos certeros desde la ventana hubiesen bastado para terminar con la pelea, antes de que el caos se extendiese por la ciudad y atrajese la atención de los caballeros dragones.

Pero no era el caso, la elfa solo contaba con una de sus dagas y la destreza de movimiento, tendría que ser suficiente. Observó como la puerta se abría sin que nadie la tocase, aparentemente, lo que le indicó que el mago ya se encontraba fuera. Con el cuerpo totalmente tenso, esperó a que Freddy volviese a informarla de lo que ocurría en el exterior, cosa que no se hizo de esperar.

- Eärwen, le han descubierto… van…van a por él. - avisó el hombre, cuyo rostro palideció de inmediato al ver la escena. La de cabellos negros actuó por instinto, desenvainó la afilada hoja élfica y corrió escaleras abajo, para luego dirigirse a la puerta y abrirla bruscamente. Buscó con la mirada al pequeño, que se estaba midiendo con un individuo menudo y ya había recibido varios cortes en el torso. La visión de aquellas manchas carmesíes en su ropa no hizo más que aumentar su preocupación, pero debía centrarse en el otro asesino, un fortachón que avanzaba hacia ella con paso decidido.

En su repentina salida de la taberna, la joven se había interpuesto entre el extraño y su compañero, con lo que no llegarían a tener la ventaja del dos contra uno, no mientras ella pudiese retener al grandullón. Mostró la brillante daga y adoptó una posición de combate, mientras los transeúntes de las cercanías comenzaban a gritar asombrados, para luego apartarse del lugar hasta una posición segura, desde la que observar el desarrollo de los acontecimientos.

- Increíble. - musitó Eärwen, al ver como la mayoría preferían quedarse a mirar antes que ayudar o tratar de avisar a las autoridades. Apartó los pensamientos de su mente y se centró únicamente en su adversario, para estudiarlo con rapidez y buscarle un punto débil. Era grande así que se movería con más lentitud, pero sus ataques la superarían en fuerza, por lo que tendría que esquivarlo y dirigir los tajos a las zonas más vulnerables, como podían ser las venas y arterias principales.

El combate comenzó instantes después, y con ello los intentos de ambos por alcanzar al oponente. La elfa resultó beneficiada en un principio gracias a su velocidad de movimiento, que le permitió evitar la hoja enemiga en varias ocasiones, tras lo cual no dudó en pasar a la ofensiva, acertando con la afilada daga en el rostro del grandullón, que profirió un gruñido. Pero pronto cambiaron las tornas, y los contundentes golpes del asesino terminaron tirándola al suelo, con un feo corte en el antebrazo.

Freddy, incapaz de quedarse mirando la pelea desde la ventana, bajó la escalera y llegó hasta la puerta, aferrando con fuerza la empuñadura del arma que Eärwen le había entregado. Sabía de sobra que si los que trataban de ayudarlo caían, él sería el próximo, y que nadie más se prestaría a protegerlo de aquel par de criminales, no teniendo en cuenta su pasado. La elfa, aun conociendo el daño que había hecho, no fue capaz de negarle los cuidados que necesitaba, y ahora eran ella y el muchacho los que requerían auxilio.

Algo lo impulsaba a intervenir, no solo por el hecho de asegurarse el salir con vida de Dundarak, sino también por mostrar algo de agradecimiento hacia quienes habían hecho lo posible por mantenerlo a salvo.

Demian Jue 13 Ago - 20:17

La adrenalina erizaba cada vello de la piel de Demian, quien mantenía su atención plenamente puesta en el sujeto que enfrentaba. No era cosa de todos los días un enfrentamiento contra un asesino, alguien que, como él, no se basaba en la fuerza bruta, sino en una mortal técnica, para buscar acabar de un golpe con el rival. Cualquier error sería la muerte.

Alcanzó a notar que Eärwen intervenía en su favor, evitando que se viera forzado a una situación de dos contra uno. Eso le permitía enfocarse plenamente, por ahora, en su rival.

El asesino comenzaba a notar que había veneno en su sangre y miraba con cierta desesperación y odio. Parecía saber que de alargarse la pelea estaría muerto, así que se apresuró... y ese fue su error. Para Demian fue sencillo generar una inesperada ilusión visual sobre su rostro, como si de pronto una masa de insectos se arrojara a sus ojos. Eso le dio el tiempo suficiente para moverse y ganar algo de distancia. La victoria era segura.

El sujeto calló de rodillas, incapaz ya de poner fuerza a sus piernas y los efectos neurológicos del veneno se hicieron evidentes. Sus manos se pusieron rígidas y, tras algunos segundos, se doblaron como formando ganchos, sus ojos se pusieron grandes y no pestañeaban, un hilillo de baba corrió por la comisura de sus labios hasta gotear en el suelo. El vapor que se hacía visible por el frío al respirar dejó en evidencia el ritmo dificultoso del proceso para el sujeto.

Demian sabía que aquella muerte sería horrible. No llegaría pronto, sino se tomaría largos minutos, quizás más de una hora, mientras el tipo lucharía desesperadamente por obtener un aire que sus pulmones se negaban a recibir y horribles calambres iban a recorrer cada músculo de su cuerpo.

"Se lo merece, ¿no?", se dijo a sí mismo.

No. Reconocer que su enemigo merecía una muerte así era admitir que él mismo merecía una. ¿No era acaso él mismo un miembro de una organización de asesinos?, ¿acaso él no mataba también de acuerdo a misiones?. Sus ojos se cruzaron con los del que fuera su enemigo y vio la desesperación.

Eärwen tenía su compasión, su necesidad de ayudar a cualquier que requiriera de su ayuda, de dar fuerzas al débil, sanar al herido, de traer la luz a las personas. Él tenía su propia compasión, pero no era precisamente luz lo que implicaba el último favor de su mano, sino oscuridad, apacible y vacía oscuridad.

Se arrodilló junto al caído y sostuvo una de sus dagas en alto.

—Que en la muerte encuentres paz y nueva vida surja donde la sangre ha sido derramada —pronunció con un aire solemne.

El grito de alguna mujer y el silencio de docenas de gargantas que de pronto aguantaron hasta la respiración fue el coro que acompañó a su acto teñido de rojo. La daga entró limpiamente en la sien del asesino, terminando con su existencia en tan sólo un instante.

Se puso de pie y vio los rostros horrorizados. Sabía que los encontraría allí, juzgándole, y de pronto era consciente de su existencia, no porque le importara demasiado lo que pudieran pensar de él, sino por los alcances de ser catalogado de esa manera. Los alcances para una persona que no era él mismo, sino quien había hecho un largo viaje para ser una sanadora allí.

En ese instante lo supo, no podía seguir a su lado, mancharía con sangre las buenas obras que ella venía a realizar, teñiría de rojo el blanco de su magia. Mientras él caminara a su lado las miradas también la juzgarían a ella. Sus caminos debían tomar rumbos distintos.

Se giró hacia ella, cubierto no sólo en la sangre proveniente de sus propios cortes en el torso, sino de aquel a quien había mostrado su propia compasión.

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