[QUEST] Bailando con el Sol.
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[QUEST] Bailando con el Sol.
-Algunas mujeres están cansadas de la joven que baila semidesnuda en la playa de la cala de la luna todas las mañanas. Dicen incluso que algunos marineros se acercan al amanecer solo para verla, que ella les atrae para atrancar sus barcos y los dioses saben para que…
- Si, a mi me han dicho que es una buscona, y que se acuesta con todos los hombres que le apetece, sin miramientos. No está casada, ni lo estará a este paso… es una…- se callaron al ver que la rubia se acercaba a vender unas plantas y pociones.
-¿Quiere la señora Kion lo de cada semana?- preguntó la rubia con una dulce voz, sonriendo a las dos arpías que estaban destripando hacia un solo momento a la bailarina.
-Oh, sí, claro querida… gracias- esta cogió el frasco rápidamente si se fue como alma que es perseguida por los demonios. Y era de entender, ya que la mujer del señor Kion llevaba tiempo engañando a su esposo con el contenido del frasco, ya que tomaba una poción para no tener que quedarse embarazada, y su pobre e idiota esposo no se había enterado. La amiga de esta espero mirando de manera altanera a la rubia.
-¿Quiere usted algo, señora Thirus?
-Bueno… dame uno como al de ella… si…- dijo nerviosa tocándose el cabello. Y salió casi tan rápido como la otra.
La rubia negó con la cabeza con una leve sonrisa, no entendía a aquellas mujeres, pero era negocio. Sabia de quien estaban hablando, cada día lo mismo, muchas mujeres de quejaban de aquella bailarina, pero muchas, como aquellas dos, engañaban a sus maridos. Mejor no juzgar si no quieres…
Aun le faltaban muchas cosas por vender a los compradores habituales y después probaría de encasquetar un par de cosas nuevas… por probar…
- Si, a mi me han dicho que es una buscona, y que se acuesta con todos los hombres que le apetece, sin miramientos. No está casada, ni lo estará a este paso… es una…- se callaron al ver que la rubia se acercaba a vender unas plantas y pociones.
-¿Quiere la señora Kion lo de cada semana?- preguntó la rubia con una dulce voz, sonriendo a las dos arpías que estaban destripando hacia un solo momento a la bailarina.
-Oh, sí, claro querida… gracias- esta cogió el frasco rápidamente si se fue como alma que es perseguida por los demonios. Y era de entender, ya que la mujer del señor Kion llevaba tiempo engañando a su esposo con el contenido del frasco, ya que tomaba una poción para no tener que quedarse embarazada, y su pobre e idiota esposo no se había enterado. La amiga de esta espero mirando de manera altanera a la rubia.
-¿Quiere usted algo, señora Thirus?
-Bueno… dame uno como al de ella… si…- dijo nerviosa tocándose el cabello. Y salió casi tan rápido como la otra.
La rubia negó con la cabeza con una leve sonrisa, no entendía a aquellas mujeres, pero era negocio. Sabia de quien estaban hablando, cada día lo mismo, muchas mujeres de quejaban de aquella bailarina, pero muchas, como aquellas dos, engañaban a sus maridos. Mejor no juzgar si no quieres…
Aun le faltaban muchas cosas por vender a los compradores habituales y después probaría de encasquetar un par de cosas nuevas… por probar…
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- rubia:
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•Al parecer unas mujeres te contratan para que elimines a una mujerzuela que no deja de atontar a los hombres con sus bailes de bruja.
Les da igual como lo hagas, pero eso debe acabar.
•se te promete un pago al final de tu trabajo, no antes.
•No puedes hablar de esto con nadie.
•Debes explicar cómo llegas a la zona y como te encuentras con esto, y claro, como aceptas.
Última edición por Wyn el Dom Nov 01 2015, 14:40, editado 2 veces
Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Aunque el aislamiento le venía perfecto a la dragona, no se podía vivir simplemente de ir y venir, de ocultarse de la gente. Muy a su pesar, tendría que continuar con su vida y trabajo, un trabajo que no le causaba especial placer pero que creía debía llevar a cabo para conseguir que el mundo fuera un poco menos peor. O al menos eso pensaba la rubia, últimamente ya no sabía si lo que hacía era lo correcto o simplemente lo hacía por mera costumbre. Asesinar nunca le había dado satisfacción de ningún tipo, es más no recordaba en qué momento había comenzado con aquél trabajo. Suspirando pesadamente continuó su viaje hasta las islas Illidenses, había viajado un largo tramo desde los reinos del norte hasta llegar a las costas del bosque de Midgar… Un pensamiento le hizo recordar que ya hacía un tiempo había paseado por allí y se había encontrado con otras… ¿personas?, aquél pensamiento le producía nostalgia, no creía volver a ninguno de aquellos viajeros.
No recordaba en qué momento se había embarcado en un navío para llegar a las islas, parecía estar vagando sin rumbo, buscando algo en lo que ocuparse para poder alimentarse y a su pequeña amiga…
-¿Otra vez tienes que irte?-había preguntado la niña, en sus ojos oscuros había tristeza y un poco de decepción. Cuando Leia había visto que Drezlynd volvía creía que ya no tendría que viajar nuevamente.
-Lo lamento, Leia. Pero necesito seguir trabajando para mantenerte y a mí-Le dijo la rubia mientras le colocaba un mechón detrás de la oreja y le acariciaba suavemente el rostro.-Volveré pronto, de verdad.
Un dolorcito en el pecho le hizo volver a la realidad, tenía que centrarse o no encontraría nada en qué ocuparse y más tiempo tardaría en volver.
Había llegado a Beltreuxs, una ciudad como cualquier otra, con el ajetreo común y la gente de aquí allá, no recordaba haber visitado territorio de brujos pero si esperaba encontrar algo distinto, no lo observó. Una suave lluvia comenzó a empaparle el cabello a la rubia además de molestarle en los ojos, hizo una mueca de disgusto y se puso la capucha. Continuó adentrándose en la ciudad y así como había comenzado la lluvia, se disipó. Pasada la fugaz lluvia, pensó en buscar algún lugar en el cual alojarse cuando escuchó una conversión que parecía no ser más que solo un chismorreo.
-Algunas mujeres están cansadas de la joven que baila semidesnuda en la playa de la cala de la luna todas las mañanas. Dicen incluso que algunos marineros se acercan al amanecer solo para verla, que ella les atrae para atrancar sus barcos y los dioses saben para que…
- Si, a mí me han dicho que es una buscona, y que se acuesta con todos los hombres que le apetece, sin miramientos. No está casada, ni lo estará a este paso… es una…
La ojiazul frunció el ceño al entender de qué iba todo aquello y soltó un bufido. ¿Cómo la gente podría ser de aquella forma? Criticar solo por el placer de hacerlo… Aunque al parecer esa joven tampoco es una blanca paloma… Agitó la cabeza y se dirijo a una posada cercana, que aquella joven hiciese lo que quisiese, ese no era su asunto.
La posada parecía acogedora y bastante limpia, la iluminación era bastante buena y no parecía haber demasiada gente allí. Drezlynd se acercó al posadero y pidió una habitación, además de algo de comer.
-Muchas gracias–sonrió la rubia mientras tomaba las llaves de una habitación que según le había dicho el posadero, se encontraba escaleras arriba, y se dirigía hacia una de las mesas en las que saciaría su hambre. Estaba ya acabando sus alimentos y apurando el vino cuando una mujer que parecía estar borracha, irrumpió en la posada.
-Esa maldita mujer…- la mujer lloraba inconsolablemente y parecía atragantarse - mi hijo… mi hijo está muerto por culpa de esa maldita mujer, esa…- tosió fuertemente - Era lo único que me quedaba en la vida, ahora por culpa de esa maldita zorra…- al parecer no pudo seguir manteniéndose en pie y cayó al suelo causando un fuerte ruido. El posadero dejó de atender la barra en la que se encontraba y corrió a ayudar a la señora, la tomó de los hombros y le miró el rostro. –¿Se encuentra usted bien?- Drezlynd parecía asombrada ante la actitud del posadero, cualquier otro hubiera echado a la mujer antes de lo que se puede decir Aerandir. –Eee-s-aa- la mujer sollozaba inconsolable pero intentaba calmarse -Engatusó a mi hijo con uno de sus bailes, esos en los que muestra su piel como si cualquier cosa, lo hechizó, de eso estoy segura. Lo mató, seguro que lo usó como sacrificio para sus rituales esos de magia oscura….- el posadero frunció el ceño con confusión, no entendía de qué hablaba la señora. -Debe morir por lo que hizo, a quien la asesine le pagaré lo que me pida, no podría vender mi alma con tal de que esa mujer pague. Ha matado a muchos otros, un día se sabe que se han acostado con ella y al otro aparecen muertos. – La ojiazul se tensó al escuchar esas palabras, apretó fuertemente la mandíbula, si es que acaso era cierto que la bruja de la que hablaban había utilizado hombres para sus oscuros rituales, debía morir. Aunque para eso, primero debía comprobarlo, debía saber si aquella mujer realmente mataba solo por su egoísmo.Se levantó de la mesa y se acercó a la mujer junto a la que se encontraba el posadero, para susurrarle al oído: ]–Me parece que a mí me interesa su oferta, solo que primero necesito investigar a esa joven que usted menciona y si lo que dice es cierto, me haré cargo de ella, ¿cómo puedo encontrarla?- La señora pareció sonreír de lado y entonces le dijo igualmente al oído: -Es una joven rubia de ojos azules, muy guapa, vende flores y pócimas, podrás encontrarla cerca de aquí, su nombre es Nadia. Pregunta por ella entre los marineros y seguro que la encuentras fácilmente.- Drezlynd frunció el ceño y asintió. -¿Y a usted cómo puedo encontrarla? Para el pago, si es que llevo a cabo la tarea. . La señora pareció molestarse un poco de que existiera duda en la dragona pero no dijo nada al respecto. -Nos encontraremos aquí dentro de tres días, el pago será cuando yo vea a aquella zorra muerta, no me importa cómo lo hagas, pero la quiero muerta.- Así sin darse cuenta, Drezlynd salió del lugar en busca de aquella bruja y acercándose a los marineros dijo: ¿Alguno de ustedes sabe dónde puedo encontrar a Nadia, una joven de cabellos platinados y ojos azules?- Uno de los marineros pareció encontrar gracioso que Drezlynd buscara a Nadia pero contestó. -¡Vaya! Es increíble que aquella zorra sea famosa incluso entre las de su mismo sexo…Sería interesante de ver a una pequeña joven como tú siendo aplastada por el huracán que es ella…- La dragona comenzó a sentirse incómoda y se alejó un tanto de aquellos tipos, se llevó una mano al muslo en donde se encontraba su preciada daga. –Eso es asunto mío, ¿saben o no saben dónde puedo encontrarla?- El marinero soltó una carcajada -Siempre está cerca de uno de los jardines conocidos por aquí, no está muy lejos, la reconocerás inmediatamente, tiene algo que atrae muy fuertemente. – La rubia tragó saliva y dio media vuelta, ¿qué tendría aquella mujer que todos parecían tan obsesionados, ya fuera para bien o para mal?
No recordaba en qué momento se había embarcado en un navío para llegar a las islas, parecía estar vagando sin rumbo, buscando algo en lo que ocuparse para poder alimentarse y a su pequeña amiga…
-¿Otra vez tienes que irte?-había preguntado la niña, en sus ojos oscuros había tristeza y un poco de decepción. Cuando Leia había visto que Drezlynd volvía creía que ya no tendría que viajar nuevamente.
-Lo lamento, Leia. Pero necesito seguir trabajando para mantenerte y a mí-Le dijo la rubia mientras le colocaba un mechón detrás de la oreja y le acariciaba suavemente el rostro.-Volveré pronto, de verdad.
Un dolorcito en el pecho le hizo volver a la realidad, tenía que centrarse o no encontraría nada en qué ocuparse y más tiempo tardaría en volver.
Había llegado a Beltreuxs, una ciudad como cualquier otra, con el ajetreo común y la gente de aquí allá, no recordaba haber visitado territorio de brujos pero si esperaba encontrar algo distinto, no lo observó. Una suave lluvia comenzó a empaparle el cabello a la rubia además de molestarle en los ojos, hizo una mueca de disgusto y se puso la capucha. Continuó adentrándose en la ciudad y así como había comenzado la lluvia, se disipó. Pasada la fugaz lluvia, pensó en buscar algún lugar en el cual alojarse cuando escuchó una conversión que parecía no ser más que solo un chismorreo.
-Algunas mujeres están cansadas de la joven que baila semidesnuda en la playa de la cala de la luna todas las mañanas. Dicen incluso que algunos marineros se acercan al amanecer solo para verla, que ella les atrae para atrancar sus barcos y los dioses saben para que…
- Si, a mí me han dicho que es una buscona, y que se acuesta con todos los hombres que le apetece, sin miramientos. No está casada, ni lo estará a este paso… es una…
La ojiazul frunció el ceño al entender de qué iba todo aquello y soltó un bufido. ¿Cómo la gente podría ser de aquella forma? Criticar solo por el placer de hacerlo… Aunque al parecer esa joven tampoco es una blanca paloma… Agitó la cabeza y se dirijo a una posada cercana, que aquella joven hiciese lo que quisiese, ese no era su asunto.
La posada parecía acogedora y bastante limpia, la iluminación era bastante buena y no parecía haber demasiada gente allí. Drezlynd se acercó al posadero y pidió una habitación, además de algo de comer.
-Muchas gracias–sonrió la rubia mientras tomaba las llaves de una habitación que según le había dicho el posadero, se encontraba escaleras arriba, y se dirigía hacia una de las mesas en las que saciaría su hambre. Estaba ya acabando sus alimentos y apurando el vino cuando una mujer que parecía estar borracha, irrumpió en la posada.
-Esa maldita mujer…- la mujer lloraba inconsolablemente y parecía atragantarse - mi hijo… mi hijo está muerto por culpa de esa maldita mujer, esa…- tosió fuertemente - Era lo único que me quedaba en la vida, ahora por culpa de esa maldita zorra…- al parecer no pudo seguir manteniéndose en pie y cayó al suelo causando un fuerte ruido. El posadero dejó de atender la barra en la que se encontraba y corrió a ayudar a la señora, la tomó de los hombros y le miró el rostro. –¿Se encuentra usted bien?- Drezlynd parecía asombrada ante la actitud del posadero, cualquier otro hubiera echado a la mujer antes de lo que se puede decir Aerandir. –Eee-s-aa- la mujer sollozaba inconsolable pero intentaba calmarse -Engatusó a mi hijo con uno de sus bailes, esos en los que muestra su piel como si cualquier cosa, lo hechizó, de eso estoy segura. Lo mató, seguro que lo usó como sacrificio para sus rituales esos de magia oscura….- el posadero frunció el ceño con confusión, no entendía de qué hablaba la señora. -Debe morir por lo que hizo, a quien la asesine le pagaré lo que me pida, no podría vender mi alma con tal de que esa mujer pague. Ha matado a muchos otros, un día se sabe que se han acostado con ella y al otro aparecen muertos. – La ojiazul se tensó al escuchar esas palabras, apretó fuertemente la mandíbula, si es que acaso era cierto que la bruja de la que hablaban había utilizado hombres para sus oscuros rituales, debía morir. Aunque para eso, primero debía comprobarlo, debía saber si aquella mujer realmente mataba solo por su egoísmo.Se levantó de la mesa y se acercó a la mujer junto a la que se encontraba el posadero, para susurrarle al oído: ]–Me parece que a mí me interesa su oferta, solo que primero necesito investigar a esa joven que usted menciona y si lo que dice es cierto, me haré cargo de ella, ¿cómo puedo encontrarla?- La señora pareció sonreír de lado y entonces le dijo igualmente al oído: -Es una joven rubia de ojos azules, muy guapa, vende flores y pócimas, podrás encontrarla cerca de aquí, su nombre es Nadia. Pregunta por ella entre los marineros y seguro que la encuentras fácilmente.- Drezlynd frunció el ceño y asintió. -¿Y a usted cómo puedo encontrarla? Para el pago, si es que llevo a cabo la tarea. . La señora pareció molestarse un poco de que existiera duda en la dragona pero no dijo nada al respecto. -Nos encontraremos aquí dentro de tres días, el pago será cuando yo vea a aquella zorra muerta, no me importa cómo lo hagas, pero la quiero muerta.- Así sin darse cuenta, Drezlynd salió del lugar en busca de aquella bruja y acercándose a los marineros dijo: ¿Alguno de ustedes sabe dónde puedo encontrar a Nadia, una joven de cabellos platinados y ojos azules?- Uno de los marineros pareció encontrar gracioso que Drezlynd buscara a Nadia pero contestó. -¡Vaya! Es increíble que aquella zorra sea famosa incluso entre las de su mismo sexo…Sería interesante de ver a una pequeña joven como tú siendo aplastada por el huracán que es ella…- La dragona comenzó a sentirse incómoda y se alejó un tanto de aquellos tipos, se llevó una mano al muslo en donde se encontraba su preciada daga. –Eso es asunto mío, ¿saben o no saben dónde puedo encontrarla?- El marinero soltó una carcajada -Siempre está cerca de uno de los jardines conocidos por aquí, no está muy lejos, la reconocerás inmediatamente, tiene algo que atrae muy fuertemente. – La rubia tragó saliva y dio media vuelta, ¿qué tendría aquella mujer que todos parecían tan obsesionados, ya fuera para bien o para mal?
Drezlynd
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La rubia de dulce voz estaba saliendo del mercado, al parecer había sido un buen día, y lo había vendido prácticamente todo. Debía volver al bosque a por un par de platas, y después a su casa, a preparar las pociones que tenía pedidas para el día siguiente. Era un trabajo duro el preparar pociones para otras personas, sin conocer los motivos o escusas, pero aquello era lo que le daba de comer, así que ella cocinaba y callaba.
Había sido un largo día, al parecer una de las esposas cuyo marido era cliente de la rubia, les había pillado en su propia casa, solos. La rubia había ido a venderle un fuerte afrodisiaco que el hombre le pedía cada dos días, para poder complacer a su joven esposa, en comparación a él, ya que le doblaba la edad. Casi con los pelos de la rubia en las manos, a la esposa le costó comprender lo que realmente estaba sucediendo allí. El esposo se sentía muy avergonzado, ya que sin la ayuda de ese afrodisiaco, apenas llegaría con los deberes maritales. Después de un par de disculpas, la esposa, sonrojada, le pidió a la rubia un par de pociones más, de las mismas de cada dos días… al parecer aquella buena disposición por parte de su marido le había agradado.
La joven andaba con su cesta, ahora llena de víveres para los siguientes días, hacia su casa, que estaba fuera de la muchedumbre, alejada del centro de la cuidad. Su casa no se podía ver a simple vista, estaba escondida entre los bosques. Una pequeña hoguera y unos amuletos adornaban la parte exterior. Una modesta casa de madera, con plantas secándose, con frascos vacios, con jarrones de cristal para la preparación de pociones… parecía que aquello llevaba un tiempo de preparación.
Aunque quedaban algunas horas de sol. La joven entró en la casa a cambiarse de ropa, aquella debía estar limpia para cuando volviese a la cuidad. Se puso cómoda y empezó a andar por los alrededores de la casa, buscando las cuatro plantas que le faltaban.
**
La noche brillaba en un cielo sin nubes, sin estrellas. Una anciana estaba junto a una pequeña hoguera viendo como las llamas bailaban en los troncos. Estaba cansada, no tardaría mucho en irse a la cama, esperando un nuevo día, otro nuevo y largo día de vida. Antes de irse a dormir, se tomó dos frascos, uno de ellos con una especie de liquito brillante, le dio apenas un sirvo. El otro era de color verdoso, este se lo tomó por completo… ¿Cuántos días más debería tomárselo? Pensaba cada noche la anciana de cabellos blancos con tristeza.
Había sido un largo día, al parecer una de las esposas cuyo marido era cliente de la rubia, les había pillado en su propia casa, solos. La rubia había ido a venderle un fuerte afrodisiaco que el hombre le pedía cada dos días, para poder complacer a su joven esposa, en comparación a él, ya que le doblaba la edad. Casi con los pelos de la rubia en las manos, a la esposa le costó comprender lo que realmente estaba sucediendo allí. El esposo se sentía muy avergonzado, ya que sin la ayuda de ese afrodisiaco, apenas llegaría con los deberes maritales. Después de un par de disculpas, la esposa, sonrojada, le pidió a la rubia un par de pociones más, de las mismas de cada dos días… al parecer aquella buena disposición por parte de su marido le había agradado.
La joven andaba con su cesta, ahora llena de víveres para los siguientes días, hacia su casa, que estaba fuera de la muchedumbre, alejada del centro de la cuidad. Su casa no se podía ver a simple vista, estaba escondida entre los bosques. Una pequeña hoguera y unos amuletos adornaban la parte exterior. Una modesta casa de madera, con plantas secándose, con frascos vacios, con jarrones de cristal para la preparación de pociones… parecía que aquello llevaba un tiempo de preparación.
Aunque quedaban algunas horas de sol. La joven entró en la casa a cambiarse de ropa, aquella debía estar limpia para cuando volviese a la cuidad. Se puso cómoda y empezó a andar por los alrededores de la casa, buscando las cuatro plantas que le faltaban.
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La noche brillaba en un cielo sin nubes, sin estrellas. Una anciana estaba junto a una pequeña hoguera viendo como las llamas bailaban en los troncos. Estaba cansada, no tardaría mucho en irse a la cama, esperando un nuevo día, otro nuevo y largo día de vida. Antes de irse a dormir, se tomó dos frascos, uno de ellos con una especie de liquito brillante, le dio apenas un sirvo. El otro era de color verdoso, este se lo tomó por completo… ¿Cuántos días más debería tomárselo? Pensaba cada noche la anciana de cabellos blancos con tristeza.
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Bienvenida a la quest, Drezlynd. Esta quest estaba más o menos hecha para habilidades pasivas, en especial alquimistas, arcanos o conocedores en plantas. Creo haber visto que no posees aun una hp, si quieres, mientras estemos haciendo la quest, puedes escoger una y así al final de esta te puntuare por ello, aunque no sea una de estas tres, utiliza la que has escogido, siempre justificando, e intenta que sea antes de que la quest esté a punto de finalizar.
•Me gusta mucho tu iniciativa en el tema, así que de daré carta blanca por el momento, aunque con ciertos márgenes. No puedes encontrar la casa de la joven, sin encontrases alguna sería la de la anciana.
•Puedes seguir buscando por tu parte y preguntando a la gente, también puedes esperar en la paya al nuevo amanecer, lo dejo a tu elección.
Buena suerte.
- anciana:
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Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Los días en la bonita aldea de Beltrexus parecían pasar a otro ritmo, mucho más relajado que el de la ciudad, y justamente por eso la bruja había regresado a su hogar, en busca de algo de tranquilidad. Desde su cómoda posición en uno de los bancos de piedra, situados en las cercanías del comercio de los hechiceros, la joven podía observar cuanto pasaba en el mercado, e incluso se permitió sonreír levemente al ver las diabluras de los más pequeños, que correteaban por entre los puestos descolocando todo.
Desconectar de vez en cuando no venía nada mal, y para eso las islas eran sin duda el mejor lugar posible, así que disfrutaría de unas semanas, o quizá un mes en aquellas tierras. Con lentitud, se levantó del asiento y comenzó a andar hacia el mercado, deleitándose con los múltiples aromas que llegaban del mismo. Pan recién hecho, especias, dulces y demás olores se entremezclaban, atrayendo a los transeúntes que paseaban por las calles.
Como solía hacer cada vez que tenía oportunidad de pasar por allí, la de ojos verdes se detuvo ante uno de los puestos en particular, para echar un vistazo a los nuevos objetos mágicos que el encantador tenía a la venta. Siempre le habían llamado la atención las diferentes propiedades de aquellas joyas y amuletos, pero hasta el momento solo había adquirido una, el anillo cegador de bestias que seguía en su mano.
Mientras paseaba la mirada por los diferentes artículos, llegó a sus oídos una conversación la mar de extraña, lo suficiente para captar la atención de la maga y que se girase a buscar el origen. Al parecer un par de mujeres criticaban a otra, que tenía por costumbre bailar semidesnuda en la cala de la luna para atraer a los marineros, provocando que sus embarcaciones quedasen inevitablemente estancadas.
¿Brujería? Quien sabe, pero estaría bien investigar el tema, al menos para eliminar la posibilidad de que aquella joven tuviese algo que ver con las otras criaturas que Elen había combatido en el pasado. Lamias y sirenas, ambas peligrosas y con rasgos femeninos, que les servían para engatusar a los hombres y llevarlos a donde querían, para luego matarlos brutalmente.
Aguzando el oído, para obtener más datos acerca de la bailarina, empezó a acercarse a las damas, pero éstas se vieron interrumpidas por la llegada de una tercera, que venía a ofrecerles pociones. Una de las mujeres salió como alma que lleva el diablo tras obtener su brebaje, visiblemente nerviosa y algo avergonzada, hecho que llamaba bastante la atención. - ¿Qué estaría tomando? - se preguntó interiormente la bruja, pero en realidad no importaba.
Debía alcanzar a la segunda antes de que también se perdiese entre la multitud, llevándose consigo cualquier información sobre la mujer que criticaban. Acelerando el paso, esquivó a la rubia de la cesta y siguió hasta situarse delante de la dama, cortándole el paso. - Disculpe, no he podido evitar escuchar la conversación que mantenían hace unos instantes, ¿podría darme más datos acerca de esa bailarina? - preguntó, con tono tranquilo.
- Si lo que buscas es dinero estás de suerte, Lyanna ha perdido a su hijo por culpa de esa mujerzuela y no consigue superarlo, seguro que ofrecerá algo a cambio de que se encarguen de ella. - respondió cortante, mientras escondía el frasquito que acababa de comprar entre sus ropas. - Te será fácil encontrarla, estos días se pasa el día bebiendo para ahogar la pena, no me extrañaría que estuviese en alguna taberna. - añadió, para luego despedirse y marcharse de la zona.
Para Elen el dinero no tenía gran importancia, nunca le escaseaban los aeros así que podía permitirse algunos trabajos más por gusto que por la retribución. - El descanso tendrá que esperar. - musitó, antes de acercarse a la posada más próxima, donde no tardó en encontrar a una mujer en notable estado de embriaguez. - ¿Lyanna? - preguntó al situarse junto a ella, sin fijarse en el resto de los presentes.
- Si…- contestó balbuceando, sin duda el alcohol había causado mella en su persona. - Busco información sobre la bailarina de cala de la luna, me han dicho que perdiste a tu hijo por su culpa. - las palabras de la maga surtieron efecto de forma inmediata, haciendo que la desconsolada madre se levantase del asiento y mirase a los verdes ojos de la hechicera. - Esa fulana acabó con él, ¡tiene que pagar por lo que ha hecho! - exclamó, antes de comenzar a tambalearse.
- ¡Cuidado! - dijo la de cabellos cenicientos, para acto seguido sujetarla de un brazo. - Acaba con ella, hazme ese favor y yo sabré recompensarte. - pidió en un susurro, mientras las lágrimas escapaban de sus ojos. - Iré a buscarla. - fue lo único que respondió la bruja, antes de dejar que el tabernero se hiciese cargo de la mujer. No parecía una tarea complicada, solo debía acercarse a la playa y hallar a aquella extraña, para determinar lo peligrosa que podía llegar a ser y de ser necesario, ocuparse de que no volviese a engatusar a ningún marinero.
Así pues, abandonó la taberna y emprendió el camino hacia la playa, donde a juzgar por lo que había escuchado, tendría que esperar hasta el amanecer para ver a su objetivo. Pero no debía adelantar acontecimientos, primero tenía que atravesar parte del bosque y como bien sabía por experiencia, eso podría resultar peligroso.
Desconectar de vez en cuando no venía nada mal, y para eso las islas eran sin duda el mejor lugar posible, así que disfrutaría de unas semanas, o quizá un mes en aquellas tierras. Con lentitud, se levantó del asiento y comenzó a andar hacia el mercado, deleitándose con los múltiples aromas que llegaban del mismo. Pan recién hecho, especias, dulces y demás olores se entremezclaban, atrayendo a los transeúntes que paseaban por las calles.
Como solía hacer cada vez que tenía oportunidad de pasar por allí, la de ojos verdes se detuvo ante uno de los puestos en particular, para echar un vistazo a los nuevos objetos mágicos que el encantador tenía a la venta. Siempre le habían llamado la atención las diferentes propiedades de aquellas joyas y amuletos, pero hasta el momento solo había adquirido una, el anillo cegador de bestias que seguía en su mano.
Mientras paseaba la mirada por los diferentes artículos, llegó a sus oídos una conversación la mar de extraña, lo suficiente para captar la atención de la maga y que se girase a buscar el origen. Al parecer un par de mujeres criticaban a otra, que tenía por costumbre bailar semidesnuda en la cala de la luna para atraer a los marineros, provocando que sus embarcaciones quedasen inevitablemente estancadas.
¿Brujería? Quien sabe, pero estaría bien investigar el tema, al menos para eliminar la posibilidad de que aquella joven tuviese algo que ver con las otras criaturas que Elen había combatido en el pasado. Lamias y sirenas, ambas peligrosas y con rasgos femeninos, que les servían para engatusar a los hombres y llevarlos a donde querían, para luego matarlos brutalmente.
Aguzando el oído, para obtener más datos acerca de la bailarina, empezó a acercarse a las damas, pero éstas se vieron interrumpidas por la llegada de una tercera, que venía a ofrecerles pociones. Una de las mujeres salió como alma que lleva el diablo tras obtener su brebaje, visiblemente nerviosa y algo avergonzada, hecho que llamaba bastante la atención. - ¿Qué estaría tomando? - se preguntó interiormente la bruja, pero en realidad no importaba.
Debía alcanzar a la segunda antes de que también se perdiese entre la multitud, llevándose consigo cualquier información sobre la mujer que criticaban. Acelerando el paso, esquivó a la rubia de la cesta y siguió hasta situarse delante de la dama, cortándole el paso. - Disculpe, no he podido evitar escuchar la conversación que mantenían hace unos instantes, ¿podría darme más datos acerca de esa bailarina? - preguntó, con tono tranquilo.
- Si lo que buscas es dinero estás de suerte, Lyanna ha perdido a su hijo por culpa de esa mujerzuela y no consigue superarlo, seguro que ofrecerá algo a cambio de que se encarguen de ella. - respondió cortante, mientras escondía el frasquito que acababa de comprar entre sus ropas. - Te será fácil encontrarla, estos días se pasa el día bebiendo para ahogar la pena, no me extrañaría que estuviese en alguna taberna. - añadió, para luego despedirse y marcharse de la zona.
Para Elen el dinero no tenía gran importancia, nunca le escaseaban los aeros así que podía permitirse algunos trabajos más por gusto que por la retribución. - El descanso tendrá que esperar. - musitó, antes de acercarse a la posada más próxima, donde no tardó en encontrar a una mujer en notable estado de embriaguez. - ¿Lyanna? - preguntó al situarse junto a ella, sin fijarse en el resto de los presentes.
- Si…- contestó balbuceando, sin duda el alcohol había causado mella en su persona. - Busco información sobre la bailarina de cala de la luna, me han dicho que perdiste a tu hijo por su culpa. - las palabras de la maga surtieron efecto de forma inmediata, haciendo que la desconsolada madre se levantase del asiento y mirase a los verdes ojos de la hechicera. - Esa fulana acabó con él, ¡tiene que pagar por lo que ha hecho! - exclamó, antes de comenzar a tambalearse.
- ¡Cuidado! - dijo la de cabellos cenicientos, para acto seguido sujetarla de un brazo. - Acaba con ella, hazme ese favor y yo sabré recompensarte. - pidió en un susurro, mientras las lágrimas escapaban de sus ojos. - Iré a buscarla. - fue lo único que respondió la bruja, antes de dejar que el tabernero se hiciese cargo de la mujer. No parecía una tarea complicada, solo debía acercarse a la playa y hallar a aquella extraña, para determinar lo peligrosa que podía llegar a ser y de ser necesario, ocuparse de que no volviese a engatusar a ningún marinero.
Así pues, abandonó la taberna y emprendió el camino hacia la playa, donde a juzgar por lo que había escuchado, tendría que esperar hasta el amanecer para ver a su objetivo. Pero no debía adelantar acontecimientos, primero tenía que atravesar parte del bosque y como bien sabía por experiencia, eso podría resultar peligroso.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Unas manos temblorosas sujetaban una cesta de mimbre echa de manera artesanal , en la que habían tanto pociones como flores de colores diversos. Se había puesto sobre los hombros una mantilla de color canela, que le ayudaba a soportar las aun bajas temperaturas. Era época de lluvias, y a pesar de que no estaba lloviendo, toda la hierba y las rocas estaban cubiertas por una leve capa de rocío.
Antes de que el sol se asonase por el horizonte, sus pasos, lentos y algo cansados, emprendieron camino a la playa, a la cala de la luna, una mañana más.
Era una camino ya conocido, no le hacia falta mirar a su alrededor para orientarse, andaba por inercia cada día por el mismo sitio, rehaciendo sus pasos día tras día. La poción verde había hecho efecto, apenas sentía aquel terrible dolor.
El sol comenzaba a salir rozando el mar, dotando de un color dorado a todo el paisaje. La mujer dejó la cesta en el suelo con cuidado, a un lado, junto a unas rocas, y comenzó a bailar. El sol parecía acompañar su baile, lento, con movimientos limpios y decididos. No reparaba en la posibilidad de que nadie la estuviese mirando, puesto que a esas horas tan solo los marineros que se conducían a la ciudad pasaban por aquella zona, y lo suficientemente lejos como para tener intimidad. O eso pensaba ella.
Su baile continuaba, y la mujer cada vez parecía moverse con más gracia y soltura. En uno de los movimientos se le cayó la mantilla, mientras sus cabellos formaban un remolino dorado. La mujer parecía brillar con luz propia, aunque los rayos del sol ayudaban con aquella supuesta ilusión. Con delicadeza, y sin dejar de bailar, la mujer de cabellos rubios dejó caer la parte superior de sus ropajes, quedándose tan solo con una especie de falda, que más bien parecía un pañuelo por sus transparencias. Levantando arena con pies y manos, la mujer bailaba contenta, tarareando una canción.
Y de golpe, el baile cesó. la mujer se quedó respirando, su pecho se movía visiblemente a causa del ejercicio. Se acercó aun con le pecho desnudo a la cesta y del interior de este sacó un vestido. La cesta no parecía tan grande... Se terminó de quedar desnuda para ponerse rápidamente un vestido más formal y guardó las ropas que portaba anteriormente, escondidas bajo las flores de la cesta.
Se debuto un momento, mirando a la nada, seria, pensativa. estaba cansada de todo aquello, pero ya debía quedar poco.
Si realmente Elen estaba por la zona donde la mujer bailaba con la salida del sol, cuando esta terminase su espectáculo, la bruja podría darse cuenta que se trababa de la joven rubia que vendía las pociones a las mujeres. Esta, se peinó los cabellos con las manos antes de adentrarse en los camino que le conducirían a la ciudad.
Antes de que el sol se asonase por el horizonte, sus pasos, lentos y algo cansados, emprendieron camino a la playa, a la cala de la luna, una mañana más.
Era una camino ya conocido, no le hacia falta mirar a su alrededor para orientarse, andaba por inercia cada día por el mismo sitio, rehaciendo sus pasos día tras día. La poción verde había hecho efecto, apenas sentía aquel terrible dolor.
El sol comenzaba a salir rozando el mar, dotando de un color dorado a todo el paisaje. La mujer dejó la cesta en el suelo con cuidado, a un lado, junto a unas rocas, y comenzó a bailar. El sol parecía acompañar su baile, lento, con movimientos limpios y decididos. No reparaba en la posibilidad de que nadie la estuviese mirando, puesto que a esas horas tan solo los marineros que se conducían a la ciudad pasaban por aquella zona, y lo suficientemente lejos como para tener intimidad. O eso pensaba ella.
Su baile continuaba, y la mujer cada vez parecía moverse con más gracia y soltura. En uno de los movimientos se le cayó la mantilla, mientras sus cabellos formaban un remolino dorado. La mujer parecía brillar con luz propia, aunque los rayos del sol ayudaban con aquella supuesta ilusión. Con delicadeza, y sin dejar de bailar, la mujer de cabellos rubios dejó caer la parte superior de sus ropajes, quedándose tan solo con una especie de falda, que más bien parecía un pañuelo por sus transparencias. Levantando arena con pies y manos, la mujer bailaba contenta, tarareando una canción.
Y de golpe, el baile cesó. la mujer se quedó respirando, su pecho se movía visiblemente a causa del ejercicio. Se acercó aun con le pecho desnudo a la cesta y del interior de este sacó un vestido. La cesta no parecía tan grande... Se terminó de quedar desnuda para ponerse rápidamente un vestido más formal y guardó las ropas que portaba anteriormente, escondidas bajo las flores de la cesta.
Se debuto un momento, mirando a la nada, seria, pensativa. estaba cansada de todo aquello, pero ya debía quedar poco.
Si realmente Elen estaba por la zona donde la mujer bailaba con la salida del sol, cuando esta terminase su espectáculo, la bruja podría darse cuenta que se trababa de la joven rubia que vendía las pociones a las mujeres. Esta, se peinó los cabellos con las manos antes de adentrarse en los camino que le conducirían a la ciudad.
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Muchos se habrían negado a viajar de noche por el bosque para cumplir una misión, pero la hechicera había desarrollado un extraño gusto por aquello en los últimos meses, disfrutaba de la tranquilidad nocturna y los diferentes sonidos, mientras una brillante esfera de electricidad iluminaba el camino. Avanzaba con calma, sabiendo que quedaban varias horas para el amanecer y tenía tiempo de sobra para alcanzar la cala, lugar en que podría observar a la bailarina de la que tanto hablaban.
La dama de la taberna tenía claro su objetivo, deseaba que aquella mujerzuela desapareciese, pero Elen no iba a actuar como una mera mercenaria, solo intervendría si la joven resultaba ser realmente una amenaza para los marineros de la zona, o si estaba bajo el influjo de algún tipo de hechizo, como le había pasado a Atharys. En el primer caso tendría que encargarse de ella, tal como quería Lyanna, pero si se trataba del segundo intentaría ayudarla, para que pudiese liberarse del encantamiento.
Alcanzó la cala antes de lo esperado, cuando aún quedaba cerca de una hora para que el sol comenzara a salir, lo que le daba algo de tiempo para elegir una buena posición en la que situarse. No sabía con exactitud el lugar en que aparecía la bailarina, pero con algo de suerte llegaría a verla, y podría determinar sus intenciones para con los hombres que pasaban por allí. Sin más dilación, buscó el sitio adecuado y se acomodó en él, para luego esperar a que el astro rey se alzara en el cielo, bañando con sus rayos las calmadas aguas.
El relajante sonido de las pequeñas olas al chocar con la orilla amenazaba con sumirla en un profundo sueño, pero antes de que los ojos de la joven terminasen de cerrarse por el cansancio, la silueta de la mujer llegó a la cala. Su dorada melena ondeaba con la brisa, y en las manos sostenía una modesta cesta de mimbre, que pronto depositó sobre la arena para comenzar a bailar.
No parecía haber nada raro en ella, al menos a simple vista, así que la bruja optó por aproximarse, sin abandonar el cobijo de los arbustos que marcaban el lindero del bosque. Poco después de haber empezado su danza, la extraña mujer se deshizo de parte de sus ropajes, dejándose el torso al desnudo, pero sin dejar de bailar en ningún momento. Parecía inmersa en cada movimiento, como si su mente no estuviese realmente allí sino en otra parte, pero ¿cuál era el motivo que la llevaba a la cala cada amanecer?
La maga debía empezar a investigar por ahí, pero primero tenía que saber de quién se trataba, con lo que no le quedaba otra que acercarse aún más a la escena. Mientras Elen avanzaba, la dama detuvo sus pasos, con la respiración levemente agitada a causa del esfuerzo, para luego quitarse la falda y sacar un vestido de la cesta, que debía ser más amplia de lo que aparentaba. Tras cambiarse de ropa, la bailarina quedó pensativa durante unos instantes, que la alquimista aprovechó para verle el rostro.
Para sorpresa de la benjamina de los Calhoun, reconoció aquella cara, la había tenido delante la tarde anterior, cuando decidió abordar a una de las señoras que criticaban las acciones de la extraña mujer. - La chica de las pociones. - musitó para sí, confundida. ¿Por qué adquirían sus productos si se trataba de la misma persona que tanto detestaban? No tenía sentido, al menos si daba por hecho que aquellas damas conocían la identidad de la bailarina.
Vio como la muchacha emprendía el camino hacia la aldea, mientras se debatía interiormente entre seguirla de forma sigilosa o abordarla directamente, aunque finalmente se decidió por un poco de ambas. Manteniéndose a cierta distancia, continuó observando la conducta de la misteriosa chica durante varios minutos, para luego acercársele repentinamente por la espalda, aunque no buscaba sobresaltarla.
- Disculpe, creo que me he perdido. - mintió, con el tono más amable que pudo. - ¿No se dirigirá a la aldea por casualidad? - preguntó, mientras la idea tomaba forma en su cabeza. Quizá lograse sonsacarle algo por el camino, acerca de sus visitas a la cala o de los supuestos encallamientos de barcos que las mujeres del pueblo le atribuían. También debía estar pendiente de la gente que la rodeaba, por si pudiese estar bajo el hechizo de otro mago, cosa que sería algo más complicada de descubrir.
La dama de la taberna tenía claro su objetivo, deseaba que aquella mujerzuela desapareciese, pero Elen no iba a actuar como una mera mercenaria, solo intervendría si la joven resultaba ser realmente una amenaza para los marineros de la zona, o si estaba bajo el influjo de algún tipo de hechizo, como le había pasado a Atharys. En el primer caso tendría que encargarse de ella, tal como quería Lyanna, pero si se trataba del segundo intentaría ayudarla, para que pudiese liberarse del encantamiento.
Alcanzó la cala antes de lo esperado, cuando aún quedaba cerca de una hora para que el sol comenzara a salir, lo que le daba algo de tiempo para elegir una buena posición en la que situarse. No sabía con exactitud el lugar en que aparecía la bailarina, pero con algo de suerte llegaría a verla, y podría determinar sus intenciones para con los hombres que pasaban por allí. Sin más dilación, buscó el sitio adecuado y se acomodó en él, para luego esperar a que el astro rey se alzara en el cielo, bañando con sus rayos las calmadas aguas.
El relajante sonido de las pequeñas olas al chocar con la orilla amenazaba con sumirla en un profundo sueño, pero antes de que los ojos de la joven terminasen de cerrarse por el cansancio, la silueta de la mujer llegó a la cala. Su dorada melena ondeaba con la brisa, y en las manos sostenía una modesta cesta de mimbre, que pronto depositó sobre la arena para comenzar a bailar.
No parecía haber nada raro en ella, al menos a simple vista, así que la bruja optó por aproximarse, sin abandonar el cobijo de los arbustos que marcaban el lindero del bosque. Poco después de haber empezado su danza, la extraña mujer se deshizo de parte de sus ropajes, dejándose el torso al desnudo, pero sin dejar de bailar en ningún momento. Parecía inmersa en cada movimiento, como si su mente no estuviese realmente allí sino en otra parte, pero ¿cuál era el motivo que la llevaba a la cala cada amanecer?
La maga debía empezar a investigar por ahí, pero primero tenía que saber de quién se trataba, con lo que no le quedaba otra que acercarse aún más a la escena. Mientras Elen avanzaba, la dama detuvo sus pasos, con la respiración levemente agitada a causa del esfuerzo, para luego quitarse la falda y sacar un vestido de la cesta, que debía ser más amplia de lo que aparentaba. Tras cambiarse de ropa, la bailarina quedó pensativa durante unos instantes, que la alquimista aprovechó para verle el rostro.
Para sorpresa de la benjamina de los Calhoun, reconoció aquella cara, la había tenido delante la tarde anterior, cuando decidió abordar a una de las señoras que criticaban las acciones de la extraña mujer. - La chica de las pociones. - musitó para sí, confundida. ¿Por qué adquirían sus productos si se trataba de la misma persona que tanto detestaban? No tenía sentido, al menos si daba por hecho que aquellas damas conocían la identidad de la bailarina.
Vio como la muchacha emprendía el camino hacia la aldea, mientras se debatía interiormente entre seguirla de forma sigilosa o abordarla directamente, aunque finalmente se decidió por un poco de ambas. Manteniéndose a cierta distancia, continuó observando la conducta de la misteriosa chica durante varios minutos, para luego acercársele repentinamente por la espalda, aunque no buscaba sobresaltarla.
- Disculpe, creo que me he perdido. - mintió, con el tono más amable que pudo. - ¿No se dirigirá a la aldea por casualidad? - preguntó, mientras la idea tomaba forma en su cabeza. Quizá lograse sonsacarle algo por el camino, acerca de sus visitas a la cala o de los supuestos encallamientos de barcos que las mujeres del pueblo le atribuían. También debía estar pendiente de la gente que la rodeaba, por si pudiese estar bajo el hechizo de otro mago, cosa que sería algo más complicada de descubrir.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Y aunque no fue su intención, la rubia se sobresaltó al escuchar una voz desconocida. se volvió, con una mano en el pecho por la sorpresa. Una leve y casi imperceptible sonrisa acarició su rostro. Era una mujer. Pero aquella leve sonrisa desapareció en menos de un segundo. Un a mujer ¿la habría visto? Tragó saliva pesadamente, como si esta ni quisiera bajar por la garganta, tenia la boca seca, aquello podía echarlo todo a perder.
Asintió con la cabeza ante la pregunta de la joven de cabellos cenicientos.
-Si, señorita...- había visto aquella mujer, lo recordaba. Recordaba sus verdes ojos y aquella cicatriz que le marcaba toda la mejilla. Estaba junto a las mujeres que le compraban en la cuidad. Quizás se trataba de una clienta más, aunque no tenia pinta de ser una ama de casa con problemas de cama o faldas. -...si lo que quiere es una poción hoy es un mal día, tan solo porto pociones simples. Si quiere puede acompañarme, yo conozco el camino...- iba armada por lo que podía llegar a ser peligrosa. Quizás había ido a acabar con su sufrimiento. -Si es lo que quiere... claro.- su voz en todo momento mantenía un tono neutro y dulce, pero aquellas ultimas palabras sonaron con más picardía, un tono que no iba mucho con la apariencia débil de la joven rubia.
Por el camino, la joven iba recolectando flores, podría darle buen uso cuando llegase a su casa. Sacaría muchos aeros con ciertas pociones, al parecer muchas personas necesitaban de la magia para ocultarse de la realidad, o bien tergiversarla.
-¿Cual es tu nombre?- preguntó la rubia sin dejar de mirar al frente. Les quedaba poco tiempo hasta llegar a la ciudad, donde la rubia repartiría sus productos, como cada día.
Asintió con la cabeza ante la pregunta de la joven de cabellos cenicientos.
-Si, señorita...- había visto aquella mujer, lo recordaba. Recordaba sus verdes ojos y aquella cicatriz que le marcaba toda la mejilla. Estaba junto a las mujeres que le compraban en la cuidad. Quizás se trataba de una clienta más, aunque no tenia pinta de ser una ama de casa con problemas de cama o faldas. -...si lo que quiere es una poción hoy es un mal día, tan solo porto pociones simples. Si quiere puede acompañarme, yo conozco el camino...- iba armada por lo que podía llegar a ser peligrosa. Quizás había ido a acabar con su sufrimiento. -Si es lo que quiere... claro.- su voz en todo momento mantenía un tono neutro y dulce, pero aquellas ultimas palabras sonaron con más picardía, un tono que no iba mucho con la apariencia débil de la joven rubia.
Por el camino, la joven iba recolectando flores, podría darle buen uso cuando llegase a su casa. Sacaría muchos aeros con ciertas pociones, al parecer muchas personas necesitaban de la magia para ocultarse de la realidad, o bien tergiversarla.
-¿Cual es tu nombre?- preguntó la rubia sin dejar de mirar al frente. Les quedaba poco tiempo hasta llegar a la ciudad, donde la rubia repartiría sus productos, como cada día.
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· Te dejo el margen de un post para hacer todas las preguntas que desees, incluso sobre herboristeria si te apetece, en mi siguiente turno recibirás todas las respuestas.
· Al final de tu post debes especificar que ambas mujeres llegan a la ciudad.
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Como era de esperar, la misteriosa bailarina no pudo evitar sobresaltarse ante la repentina llegada de la bruja, volviéndose hacia ella con una mano en el pecho a causa de la sorpresa. Durante un breve instante pareció calmarse, pero pronto en su rostro se dibujó la preocupación, probablemente se preguntaba si aquella extraña la había visto en la cala, cosa que de momento Elen no mencionaría, para que se sintiese más cómoda.
Tras asentir con la cabeza, la rubia no tardó en tomar la palabra, primero para hacer saber a la de ojos verdes que si eran pociones lo que buscaba poco tendría donde elegir, a lo que luego añadió que podía acompañarla hasta Beltrexus. - Se lo agradezco. - respondió la hechicera, manteniendo aquel tono amable mientras se situaba a su lado, para que caminasen a la par. La mujer iba recogiendo ingredientes por el camino, mayormente flores que la alquimista ya había utilizado alguna vez durante sus trabajos en la tienda de Crowley, pero había otras que le resultaban desconocidas, o más bien no sabía qué tipo de propiedades podían tener.
Justo en el instante en que la bailarina decidió preguntar su nombre, la de cabellos cenicientos se adelantó un poco, y haciendo uso de su daga separó del suelo un par de hongos, que nada más levantarse tendería a la recolectora. - Un poco de Warell, no es una flor pero estoy segura de que le servirá para alguna que otra pócima. - dijo, antes de devolver el arma a su funda. - Y en cuanto a mi nombre, es Elen. - añadió segundos después.
- ¿Puedo saber el suyo? - preguntó poco después, mientras continuaba caminando en dirección a la aldea, que ya no estaba muy lejos. - Como habrá podido apreciar también me dedico a la alquimia, aunque debo reconocer que no tengo idea de para qué sirven algunos de los ingredientes que ha ido guardando en su cesta, quizá pueda contarme qué productos elabora, le prometo que no robaré sus recetas. - prosiguió sonriendo levemente, al tiempo que preparaba mentalmente un cambio de tema, orientado a lo que verdaderamente le interesaba saber.
- Sin duda estos caminos parecen un lugar estupendo para encontrar componentes alquímicos, pero en realidad no ha sido eso lo que me ha traído hasta aquí, ¿ha oído los rumores que hay sobre la cala? - preguntó, observando detenidamente la expresión de la rubia por si hubiese cualquier cambio. - Marineros que pierden la cabeza y llevan sus embarcaciones a encallar en las rocas, extraño cuanto menos. - continuó, con voz suave. - ¿Cuál podría ser la causa de tal comportamiento? - volvió a preguntar, aprovechando el poco tiempo de que disponía antes de que ambas llegasen a Beltrexus, lugar en que le resultaría complicado mantenerse cerca de la bailarina sin que ésta sospechara.
- Si viene a menudo por flores quizá sepa algo al respecto, ¿ha visto algo fuera de lo normal? - pronunció, sin saber si aquella mujer estaría dispuesta a responder alguna de sus preguntas. - Los rumores hablan de una dama, que baila en la playa al amanecer y atrae a los hombres a un terrible final. - dijo finalmente, sin perder de vista a la misteriosa joven, que probablemente ante tales palabras reaccionaría de inmediato.
Las voces de los habitantes de Beltrexus comenzaban a escucharse cada vez más cerca, casi no le quedaba tiempo para conseguir la información que necesitaba, pero había jugado sus cartas de la mejor manera posible, o eso creía ella. La bailarina de momento no había practicado ningún tipo de magia extraña en la cala, así que consideraría la segunda opción que tenía en mente, el que estuviera hechizada de algún modo.
En cuestión de minutos ambas se encontrarían ya en las atestadas calles de la aldea, donde los más madrugadores comenzaban a colocar sus puestos y mercancías para iniciar la nueva jornada de trabajo.
Tras asentir con la cabeza, la rubia no tardó en tomar la palabra, primero para hacer saber a la de ojos verdes que si eran pociones lo que buscaba poco tendría donde elegir, a lo que luego añadió que podía acompañarla hasta Beltrexus. - Se lo agradezco. - respondió la hechicera, manteniendo aquel tono amable mientras se situaba a su lado, para que caminasen a la par. La mujer iba recogiendo ingredientes por el camino, mayormente flores que la alquimista ya había utilizado alguna vez durante sus trabajos en la tienda de Crowley, pero había otras que le resultaban desconocidas, o más bien no sabía qué tipo de propiedades podían tener.
Justo en el instante en que la bailarina decidió preguntar su nombre, la de cabellos cenicientos se adelantó un poco, y haciendo uso de su daga separó del suelo un par de hongos, que nada más levantarse tendería a la recolectora. - Un poco de Warell, no es una flor pero estoy segura de que le servirá para alguna que otra pócima. - dijo, antes de devolver el arma a su funda. - Y en cuanto a mi nombre, es Elen. - añadió segundos después.
- ¿Puedo saber el suyo? - preguntó poco después, mientras continuaba caminando en dirección a la aldea, que ya no estaba muy lejos. - Como habrá podido apreciar también me dedico a la alquimia, aunque debo reconocer que no tengo idea de para qué sirven algunos de los ingredientes que ha ido guardando en su cesta, quizá pueda contarme qué productos elabora, le prometo que no robaré sus recetas. - prosiguió sonriendo levemente, al tiempo que preparaba mentalmente un cambio de tema, orientado a lo que verdaderamente le interesaba saber.
- Sin duda estos caminos parecen un lugar estupendo para encontrar componentes alquímicos, pero en realidad no ha sido eso lo que me ha traído hasta aquí, ¿ha oído los rumores que hay sobre la cala? - preguntó, observando detenidamente la expresión de la rubia por si hubiese cualquier cambio. - Marineros que pierden la cabeza y llevan sus embarcaciones a encallar en las rocas, extraño cuanto menos. - continuó, con voz suave. - ¿Cuál podría ser la causa de tal comportamiento? - volvió a preguntar, aprovechando el poco tiempo de que disponía antes de que ambas llegasen a Beltrexus, lugar en que le resultaría complicado mantenerse cerca de la bailarina sin que ésta sospechara.
- Si viene a menudo por flores quizá sepa algo al respecto, ¿ha visto algo fuera de lo normal? - pronunció, sin saber si aquella mujer estaría dispuesta a responder alguna de sus preguntas. - Los rumores hablan de una dama, que baila en la playa al amanecer y atrae a los hombres a un terrible final. - dijo finalmente, sin perder de vista a la misteriosa joven, que probablemente ante tales palabras reaccionaría de inmediato.
Las voces de los habitantes de Beltrexus comenzaban a escucharse cada vez más cerca, casi no le quedaba tiempo para conseguir la información que necesitaba, pero había jugado sus cartas de la mejor manera posible, o eso creía ella. La bailarina de momento no había practicado ningún tipo de magia extraña en la cala, así que consideraría la segunda opción que tenía en mente, el que estuviera hechizada de algún modo.
En cuestión de minutos ambas se encontrarían ya en las atestadas calles de la aldea, donde los más madrugadores comenzaban a colocar sus puestos y mercancías para iniciar la nueva jornada de trabajo.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La joven de cabellos rubios aceptó el hongo que la de cabellos cenicientos le había tendido. La cubrió con una tela y la puso en su cesta, junto a las demás flores. Quizás algún día, en un futuro, podría llegar a hacer alguna poción para la bruja con aquel Warell.
Escuchó el monologo de la de cabellos blancos sin dejar de andar, mirando a su alrededor, pero pendiente de sus palabras.
Su nombre era Elen. Una joven bruja y alquimista, ya había oído hablar de ella, no era la primera vez que estaba por las islas…
-El Warell es un hongo que puede llegar a ser muy beneficioso para el organismo, pero también muy maligno, quizás por eso tan solo crece en las tierras de los brujos. Este hongo, incluso, puede llegar a deformar la tez de quien le dé un mal uso- continuó con voz tenue y dulce, sin responder a sus previas preguntas.
Así que de eso se trataba. A la bruja de ojos verdes se le terminaba el tiempo, o eso pensaba la de joven recolectora. Las voces de las ciudad cada vez eran más sonoras y entendibles, las casas poco a poco parecía construirse ante ellas, dejándoles sin tiempo. Dejando a la bruja Elen sin tiempo. si quieres hacer algo debe ser ya, bruja, tu tiempo se acaba.
-Señorita Calhoun, se cual es el motivo de que se encuentro usted aquí, lo que no se es quien la manda. Aunque no creo que eso me lo llegue a decir, ¿no es cierto?- intentaba que su voz continuase siendo dulce y tenue, pero una leve pizca de picardía escapaba entre cada palabra. Aquello era una cosa que no había podido ocultar nunca, su fuerte personalidad.
A cada paso que daban, las voces se escuchaban más fuertes, y la intimidad que el bosque les proporcionaba estaba llegando a su fin.
- No he visto nada, pero ya saber por qué. Agradecería que dejases este tema ahora que puedes. Vuelve con tus amigos o familia, pero vete, será lo mejor para ti. – la joven continuó caminando, ya adentrándose en la cuidad, sin importarle dejar atrás o no a la bruja. –Aunque creo que tu gran curiosidad te lleve hasta el final. Un final que te otorgara de grandes conocimientos, pero no sin hacer que te manches las manos. Debes tomar una decisión, señorita Calhoun. Ya sabes dónde encontrarme- dijo finalmente vuelta hacia la alquimista, mirando el camino que les había conducido desde la cala. Acto seguido, la joven continuó caminando hacia una de las primeras posadas, su primera clienta seguramente ya le estaba esperando.
Sus cabellos parecían brillar con el sol, bañándolos de un dorado que ni las mismísimas joyas del rey. Su vestido se movía hacia los lados, parecía un poco aparatoso para una simple vendedora, pero realmente mostraba su bello y joven cuerpo.
Si la seguía por la ciudad lo sabría, quizás podría incluso aprender algo sobre la elaboración de pociones, aun era joven y tenía mucho que aprender, aunqué a simple vista Keren parecía incluyo menos que ella.
En la primera posada ya le esperaba su primera clienta, tapada con un pañuelo hasta los ojos.
-Buenos días, señora…- la mujer le hizo una señal con el dedo para que con continuase hablando. Alargó ambos brazos, dejando las manos muy cerca de Karen. La rubia depositó un frasco de color marón en ellas. La mujer tapada, tras darle una pequeña bolsa salió corriendo.
-Solo espero que no lo uses mal, ya sabes lo que puede suceder…- susurró la rubia viendo como la mujer corría para salir de allí sin ser vista.
Escuchó el monologo de la de cabellos blancos sin dejar de andar, mirando a su alrededor, pero pendiente de sus palabras.
Su nombre era Elen. Una joven bruja y alquimista, ya había oído hablar de ella, no era la primera vez que estaba por las islas…
-El Warell es un hongo que puede llegar a ser muy beneficioso para el organismo, pero también muy maligno, quizás por eso tan solo crece en las tierras de los brujos. Este hongo, incluso, puede llegar a deformar la tez de quien le dé un mal uso- continuó con voz tenue y dulce, sin responder a sus previas preguntas.
Así que de eso se trataba. A la bruja de ojos verdes se le terminaba el tiempo, o eso pensaba la de joven recolectora. Las voces de las ciudad cada vez eran más sonoras y entendibles, las casas poco a poco parecía construirse ante ellas, dejándoles sin tiempo. Dejando a la bruja Elen sin tiempo. si quieres hacer algo debe ser ya, bruja, tu tiempo se acaba.
-Señorita Calhoun, se cual es el motivo de que se encuentro usted aquí, lo que no se es quien la manda. Aunque no creo que eso me lo llegue a decir, ¿no es cierto?- intentaba que su voz continuase siendo dulce y tenue, pero una leve pizca de picardía escapaba entre cada palabra. Aquello era una cosa que no había podido ocultar nunca, su fuerte personalidad.
A cada paso que daban, las voces se escuchaban más fuertes, y la intimidad que el bosque les proporcionaba estaba llegando a su fin.
- No he visto nada, pero ya saber por qué. Agradecería que dejases este tema ahora que puedes. Vuelve con tus amigos o familia, pero vete, será lo mejor para ti. – la joven continuó caminando, ya adentrándose en la cuidad, sin importarle dejar atrás o no a la bruja. –Aunque creo que tu gran curiosidad te lleve hasta el final. Un final que te otorgara de grandes conocimientos, pero no sin hacer que te manches las manos. Debes tomar una decisión, señorita Calhoun. Ya sabes dónde encontrarme- dijo finalmente vuelta hacia la alquimista, mirando el camino que les había conducido desde la cala. Acto seguido, la joven continuó caminando hacia una de las primeras posadas, su primera clienta seguramente ya le estaba esperando.
Sus cabellos parecían brillar con el sol, bañándolos de un dorado que ni las mismísimas joyas del rey. Su vestido se movía hacia los lados, parecía un poco aparatoso para una simple vendedora, pero realmente mostraba su bello y joven cuerpo.
Si la seguía por la ciudad lo sabría, quizás podría incluso aprender algo sobre la elaboración de pociones, aun era joven y tenía mucho que aprender, aunqué a simple vista Keren parecía incluyo menos que ella.
En la primera posada ya le esperaba su primera clienta, tapada con un pañuelo hasta los ojos.
-Buenos días, señora…- la mujer le hizo una señal con el dedo para que con continuase hablando. Alargó ambos brazos, dejando las manos muy cerca de Karen. La rubia depositó un frasco de color marón en ellas. La mujer tapada, tras darle una pequeña bolsa salió corriendo.
-Solo espero que no lo uses mal, ya sabes lo que puede suceder…- susurró la rubia viendo como la mujer corría para salir de allí sin ser vista.
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·Elen, debes escoger si seguir a Karen en sus trabajos, con lo que tendrás que añadir al herbolario una flor nueva, te dejo la imagen abajo, tu decides sus propiedades y como has adquirido el conocimiento:
- flor:
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Aunque también puedes optar por no seguirla, e investigar por tu cuenta, preguntando a gente de la cuidad. Puedes hacer todas las preguntas que quieras, en mi siguiente post responedere a todas ellas.
·No puedes matarla
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Antes de responder a las múltiples preguntas que la de ojos verdes había formulado, la bailarina optó por compartir los conocimientos que tenía acerca del Warell, sin abandonar su tono suave. Ambas seguían avanzando hacia la ya cercana aldea, mientras la alquimista esperaba con curiosidad que su interlocutora contestase a las diferentes cuestiones relacionadas con la cala y su costumbre de acudir allí por las mañanas.
La joven poco tardó en volver a tomar la palabra, esta vez para asegurar que conocía el motivo de que se encontrase allí, pero que no tenía idea de quién podía haberla mandado, dato que tampoco esperaba obtener de labios de la maga. Y estaba en lo cierto, Elen no revelaría el nombre de quien la había contratado, por así decirlo, pero tampoco iba a cumplir la tarea que le habían encomendado sin investigar un poco primero, para poder comprender mejor qué estaba sucediendo con aquella misteriosa mujer.
Instantes después la muchacha continuó hablando, para instarla a dejar el tema mientras pudiese y recomendarle que regresase con sus seres queridos, añadiendo que sería lo mejor para ella. - ¿A qué vienen esas palabras? - se preguntó la pequeña de los Calhoun mentalmente, sin apartarse de la bailarina, que ya se internaba por entre las calles de la aldea. Si lo que buscaba era disuadirla de seguir adelante no lo conseguiría, en vez de eso, solo lograba que el interés de la bruja por la historia tras los bailes aumentase.
La rubia también creía que su acompañante no dejaría pasar el tema, sino que llegaría hasta el fondo del asunto, lo que la llevaría a un final que le otorgaría grandes conocimientos, pero ¿a qué precio? Eso tendría que descubrirlo. Elen no había llegado hasta allí para nada, así que la decisión fue sencilla, iría con ella y la observaría detenidamente mientras realizase sus ventas por la ciudad, con la esperanza de desvelar el misterio que la envolvía.
Una posada cercana sería la primera parada de la vendedora, lugar donde ya la esperaba una dama con el rostro semi cubierto gracias a un pañuelo. Caminando a escasos pasos por detrás de la bailarina, Elen se preguntaba qué tipo de remedios ofrecía a aquellas clientas, que con tanta vergüenza tomaban los productos para acto seguido esconderlos entre sus ropas o salir corriendo. No debían ser pócimas normales sino encargos específicos para tratar asuntos peliagudos o íntimos, pero aun así, ¿habría algo peligroso en ellos?
El aspecto de la mujer que esperaba en la posada no la tranquilizaba, casi parecía que estuviesen comerciando con algo ilegal o mal visto, del tipo de cosas que se podrían encontrar en el mercado negro de Lunargenta o la Estrella Azul. El nerviosismo se reflejó en los ojos de la dama al ver que la recolectora no venía sola, pero la tensai no tenía interés en estudiarla a ella, en vez de eso desvió la vista hacia la cesta de mimbre en que la rubia cargaba sus productos.
Quería saber lo que llevaba consigo, y por unos segundos, mientras la bailarina extraía uno de los recipientes para entregarlo a la clienta, la maga pudo ver algunos de los frascos e ingredientes que descansaban en el interior. Reconoció varios de inmediato, pero su atención se centró en una flor en particular, cuyo nombre no recordaba. Tenía los pétalos completamente negros, a excepción del centro, en que podía apreciarse un toque rojizo.
La joven no había trabajado con ella durante sus experimentos, pero sí que había leído acerca de sus propiedades en el libro que Crowley le había entregado semanas atrás, cuando buscaba información sobre los ingredientes del elixir disipador. Unas gotas de la sabia que contenían sus pétalos bastaban para dejar a un hombre adulto inconsciente durante horas, motivo por el cual era utilizado entre las mujeres de vida alegre que trabajaban por su cuenta, fuera de los burdeles. En estos casos las muchachas lo administraban a sus clientes mezclado con el vino, para arrebatarles el dinero y darse a la fuga.
A diferencia del Inhibis, que podía dormir a una persona tras calmarle los dolores, aquella flor tenía un efecto casi inmediato, y quien consumía su sabia al despertar se encontraba completamente desorientado. Cuando la dosis era demasiado elevada podía inducir a aquellos individuos al coma, pero normalmente esto no se daba, aunque sí se sabía que algunas esposas lo utilizaban para librarse de sus maridos de vez en cuando, aprovechando las horas que ganaban para visitar a sus amantes. - Tienes razón, pienso llegar hasta el final. ¿Qué acabas de venderle? - preguntó la de ojos verdes, con cierta preocupación.
La joven poco tardó en volver a tomar la palabra, esta vez para asegurar que conocía el motivo de que se encontrase allí, pero que no tenía idea de quién podía haberla mandado, dato que tampoco esperaba obtener de labios de la maga. Y estaba en lo cierto, Elen no revelaría el nombre de quien la había contratado, por así decirlo, pero tampoco iba a cumplir la tarea que le habían encomendado sin investigar un poco primero, para poder comprender mejor qué estaba sucediendo con aquella misteriosa mujer.
Instantes después la muchacha continuó hablando, para instarla a dejar el tema mientras pudiese y recomendarle que regresase con sus seres queridos, añadiendo que sería lo mejor para ella. - ¿A qué vienen esas palabras? - se preguntó la pequeña de los Calhoun mentalmente, sin apartarse de la bailarina, que ya se internaba por entre las calles de la aldea. Si lo que buscaba era disuadirla de seguir adelante no lo conseguiría, en vez de eso, solo lograba que el interés de la bruja por la historia tras los bailes aumentase.
La rubia también creía que su acompañante no dejaría pasar el tema, sino que llegaría hasta el fondo del asunto, lo que la llevaría a un final que le otorgaría grandes conocimientos, pero ¿a qué precio? Eso tendría que descubrirlo. Elen no había llegado hasta allí para nada, así que la decisión fue sencilla, iría con ella y la observaría detenidamente mientras realizase sus ventas por la ciudad, con la esperanza de desvelar el misterio que la envolvía.
Una posada cercana sería la primera parada de la vendedora, lugar donde ya la esperaba una dama con el rostro semi cubierto gracias a un pañuelo. Caminando a escasos pasos por detrás de la bailarina, Elen se preguntaba qué tipo de remedios ofrecía a aquellas clientas, que con tanta vergüenza tomaban los productos para acto seguido esconderlos entre sus ropas o salir corriendo. No debían ser pócimas normales sino encargos específicos para tratar asuntos peliagudos o íntimos, pero aun así, ¿habría algo peligroso en ellos?
El aspecto de la mujer que esperaba en la posada no la tranquilizaba, casi parecía que estuviesen comerciando con algo ilegal o mal visto, del tipo de cosas que se podrían encontrar en el mercado negro de Lunargenta o la Estrella Azul. El nerviosismo se reflejó en los ojos de la dama al ver que la recolectora no venía sola, pero la tensai no tenía interés en estudiarla a ella, en vez de eso desvió la vista hacia la cesta de mimbre en que la rubia cargaba sus productos.
Quería saber lo que llevaba consigo, y por unos segundos, mientras la bailarina extraía uno de los recipientes para entregarlo a la clienta, la maga pudo ver algunos de los frascos e ingredientes que descansaban en el interior. Reconoció varios de inmediato, pero su atención se centró en una flor en particular, cuyo nombre no recordaba. Tenía los pétalos completamente negros, a excepción del centro, en que podía apreciarse un toque rojizo.
La joven no había trabajado con ella durante sus experimentos, pero sí que había leído acerca de sus propiedades en el libro que Crowley le había entregado semanas atrás, cuando buscaba información sobre los ingredientes del elixir disipador. Unas gotas de la sabia que contenían sus pétalos bastaban para dejar a un hombre adulto inconsciente durante horas, motivo por el cual era utilizado entre las mujeres de vida alegre que trabajaban por su cuenta, fuera de los burdeles. En estos casos las muchachas lo administraban a sus clientes mezclado con el vino, para arrebatarles el dinero y darse a la fuga.
A diferencia del Inhibis, que podía dormir a una persona tras calmarle los dolores, aquella flor tenía un efecto casi inmediato, y quien consumía su sabia al despertar se encontraba completamente desorientado. Cuando la dosis era demasiado elevada podía inducir a aquellos individuos al coma, pero normalmente esto no se daba, aunque sí se sabía que algunas esposas lo utilizaban para librarse de sus maridos de vez en cuando, aprovechando las horas que ganaban para visitar a sus amantes. - Tienes razón, pienso llegar hasta el final. ¿Qué acabas de venderle? - preguntó la de ojos verdes, con cierta preocupación.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La rubia suspiró viendo como la mujer que había comprado la pócima se iba corriendo de allí, con su compra a buen recaudo.
-Es una pena, que algunos jóvenes con tanto entusiasmo y energías pierdan el tiempo con una… simple vendedora.- dijo volviéndose hacia la de cabellos cenicientos. Repasándola de arriba abajo con la mirada, la joven de cabellos como el oro comenzó a andar hacia la salida. –Me temo que no pedo decírtelo, las compras son totalmente confidenciales. Por eso a mis clientes les gusta tanto comprarme, por la eficacia de mis productos y por la discreción… ¿tienes hambre?- preguntó con una renovada sonrisa, como si nada de lo que había pasado aquella mañana hubiese existido de verdad, como si se conociesen de toda la vida.
Pararon en un pequeño puesto callejero, no muy lejos de la posada donde habían hecho la primara compra, y con el dinero que había ganado hacía tan solo unos minutos, la joven compro un par de cosas para que ambas mujeres pudiesen desayunar: un par de naranjas de Dundarak; claramente de exportación, que debido al cambio de las altas temperaturas de su lugar de procedencia, más que naranjas rojas de Dundarak parecía naranjas amarillas. Galletas con extracto de Amorttentia; la que rubia se había encargado de rociar con un inhibidor para no quedar prendada de nadie, y un ramillete de Lastia para cada una.
Se sentaron en un banco de madera, la una junto a la otra.
-Me llamo Karen- dijo tiernamente antes de comenzar a pelar su naranja “roja”. –No temas, no he envenenado las galletas, solo he atenuado los efectos que causa la Amorttentia con un poco de Osculum, ¿sabes cómo funciona?- preguntó curiosa, al parecer las plantas y la elaboración de pócimas era su vida, una vida de vocación. Al parecer la muchacha tenía muchos y muy buenos conocimientos sobre el tema de la alquimia, a pesar de su corta edad. –Mmh… que rico- dijo ya degustando su Lastia. –…nunca me cansaría de comer de estos- dijo con una sonrisa encantadora, como una niña más enamorada de aquel hongo tan dulce.
-Deberías darte prisa, señorita Calhoun, en menos que canta un Pedinguí debemos estar en el centro, tengo un par de ventas ahí-
El día iba pasando, y la cesta de la joven se iba vaciando cada vez más, ya fuese de pociones como de flores o setas, al parecer muchas personas requerías sus conocimientos, en su mayoría, mujeres.
Al final de la mañana la muchacha se dirigió a una pequeña parada del mercado, donde colocó lo que no había podido vender y donde cogía nuevas comandas para otros días.
Al parecer nadie decía nada cuando ella estaba delante, aunque cuando se iba algunas mujeres murmuraban, sabían quién era, y no les gustaba, pero aun así le ponían buena cara al verla.
-¿Cansada, señorita Elen?- preguntó recogiendo la parada, ya era hora de volver a cada, el sol ya caía perezosamente por el horizonte. – ¿Habías visto aluna vez algo como esto?- preguntó con un Väruk en la mano. Al parecer la panta poseía todos los colores posibles. –Ten, llévatela esta noche e investiga con ella. Puedes hacer muchas cosas tan solo con esta planta- sonrió con los ojos cerrados. – Mañana, cuando vengas a buscarme de nuevo, quiero que me expliques que has averiguado.- al parecer el día había acabado, y la joven no quería que la acompañasen a casa.
-Es una pena, que algunos jóvenes con tanto entusiasmo y energías pierdan el tiempo con una… simple vendedora.- dijo volviéndose hacia la de cabellos cenicientos. Repasándola de arriba abajo con la mirada, la joven de cabellos como el oro comenzó a andar hacia la salida. –Me temo que no pedo decírtelo, las compras son totalmente confidenciales. Por eso a mis clientes les gusta tanto comprarme, por la eficacia de mis productos y por la discreción… ¿tienes hambre?- preguntó con una renovada sonrisa, como si nada de lo que había pasado aquella mañana hubiese existido de verdad, como si se conociesen de toda la vida.
Pararon en un pequeño puesto callejero, no muy lejos de la posada donde habían hecho la primara compra, y con el dinero que había ganado hacía tan solo unos minutos, la joven compro un par de cosas para que ambas mujeres pudiesen desayunar: un par de naranjas de Dundarak; claramente de exportación, que debido al cambio de las altas temperaturas de su lugar de procedencia, más que naranjas rojas de Dundarak parecía naranjas amarillas. Galletas con extracto de Amorttentia; la que rubia se había encargado de rociar con un inhibidor para no quedar prendada de nadie, y un ramillete de Lastia para cada una.
Se sentaron en un banco de madera, la una junto a la otra.
-Me llamo Karen- dijo tiernamente antes de comenzar a pelar su naranja “roja”. –No temas, no he envenenado las galletas, solo he atenuado los efectos que causa la Amorttentia con un poco de Osculum, ¿sabes cómo funciona?- preguntó curiosa, al parecer las plantas y la elaboración de pócimas era su vida, una vida de vocación. Al parecer la muchacha tenía muchos y muy buenos conocimientos sobre el tema de la alquimia, a pesar de su corta edad. –Mmh… que rico- dijo ya degustando su Lastia. –…nunca me cansaría de comer de estos- dijo con una sonrisa encantadora, como una niña más enamorada de aquel hongo tan dulce.
-Deberías darte prisa, señorita Calhoun, en menos que canta un Pedinguí debemos estar en el centro, tengo un par de ventas ahí-
El día iba pasando, y la cesta de la joven se iba vaciando cada vez más, ya fuese de pociones como de flores o setas, al parecer muchas personas requerías sus conocimientos, en su mayoría, mujeres.
Al final de la mañana la muchacha se dirigió a una pequeña parada del mercado, donde colocó lo que no había podido vender y donde cogía nuevas comandas para otros días.
Al parecer nadie decía nada cuando ella estaba delante, aunque cuando se iba algunas mujeres murmuraban, sabían quién era, y no les gustaba, pero aun así le ponían buena cara al verla.
-¿Cansada, señorita Elen?- preguntó recogiendo la parada, ya era hora de volver a cada, el sol ya caía perezosamente por el horizonte. – ¿Habías visto aluna vez algo como esto?- preguntó con un Väruk en la mano. Al parecer la panta poseía todos los colores posibles. –Ten, llévatela esta noche e investiga con ella. Puedes hacer muchas cosas tan solo con esta planta- sonrió con los ojos cerrados. – Mañana, cuando vengas a buscarme de nuevo, quiero que me expliques que has averiguado.- al parecer el día había acabado, y la joven no quería que la acompañasen a casa.
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·Parece que te han puesto deberes, bruja. Continuas con carta blanca.
Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La rubia dejó escapar un suspiro, mientras sus ojos seguían a la mujer que se marchaba a toda prisa del local, tras conseguir el artículo que había venido a buscar. Segundos después, se volvió hacia la hechicera de cabellos cenicientos y comenzó a hablar, al tiempo que la medía con la mirada. Como cabía esperar, la vendedora no estaba dispuesta a revelarle qué era lo que acababa de entregar a su clienta, pero el mero aspecto de la misma bastaba para hacerse una idea muy poco tranquilizadora.
Acto seguido, y quizá para cambiar de tema, la bailarina le preguntó si tenía hambre, mientras ambas avanzaban ya hacia la salida de la posada. A decir verdad la bruja tenía más sueño que apetito, pero su plan del momento era mantenerse cerca de la misteriosa rubia y estudiarla cuanto pudiese, con lo que no se negaría a compartir con ella el desayuno. Tras asentir con la cabeza en respuesta la siguió al exterior, donde pronto encontraron un modesto puesto de comida.
La vendedora se adelantó para hacer uso de los aeros recién ganados y comprar algunos alimentos, antes incluso de que la benjamina de los Calhoun pudiese intervenir para pagar su parte. Elen no se sentía a gusto cuando debía algo, mucho menos en aquel caso, en que de comprobar que era peligrosa, tendría que ocuparse de ella. - Gracias, no hacía falta que gastases de más por mí. - musitó al tiempo que se sentaba en un banco de madera cercano, junto a la bailarina. Observó por un momento lo que la muchacha le había entregado, una naranja de Dundarak que a causa del cambio de temperatura había perdido en cierta medida su característico color, un par de galletas y un poco de Lastia.
Sabía que lo segundo contenía Amorttentia, componente que para la de ojos verdes debería estar prohibido, por los impredecibles efectos que podía tener sobre cualquiera que la consumiese. Quedar estúpidamente enamorado de alguien por cuenta de una flor no era algo bueno, así que se lo pensaría dos veces antes de probar aquellas galletas. En vez de eso echó mano a la naranja y comenzó a retirarle la piel, mientras Karen se presentaba y le explicaba lo que había echado a las pastas, para anular las propiedades del extracto utilizado en ellas.
- La flor del beso… sí, preparé algunos remedios con ella durante un trabajo en la tienda del alquimista Crowley, muy eficaces por cierto. - respondió amablemente, trayendo a su mente la imagen de la pareja que había llegado al local en busca de aquella pócima. Tras decir esas palabras, separó un gajo de la naranja que sostenía y se lo llevó a la boca, acción que repitió varias veces pero con calma, hasta terminar la fruta.
Luego optó por deleitarse con el dulce sabor de la Lastia, dejando las galletas para el final, más por precaución que por otra cosa. Karen parecía entusiasmada con el hongo, tanto que por un momento su expresión se volvió como la de los niños que tomaban aquellos dulces en las fiestas de la aldea, y viendo en ella tanta alegría e inocencia nadie diría que pudiese ser peligrosa o malvada, pero por experiencia, la tensai de aire no bajaría la guardia de momento.
Escasos minutos después volvieron a ponerse en marcha, dirigiéndose hacia el centro para que la recolectora pudiese seguir realizando sus ventas a lo largo del día. En su mayoría atendía a mujeres, que al igual que la de la posada, intentaban cubrirse o salir a toda prisa para que no se las relacionase con la bailarina ni sus productos, hechos que no pasaban desapercibidos. A eso había que sumar la forma en que se comportaban, poniendo buena cara a la muchacha para luego criticarla por la espalda en cuanto se marchaba.
Una vez terminadas las ventas de la jornada, Karen se detuvo y preguntó a la de cabellos grises si estaba cansada, dato que habría sido fácil de apreciar si no se hubiese puesto la sombra negra para enmarcar sus ojos. Instantes después le tendió una planta que conocía perfectamente, Väruk, para encargarle que la estudiase durante la noche y le explicase sus descubrimientos por la mañana, cuando volviese a buscarla a la cala.
- Sí que la he visto, hasta mañana. - respondió, esbozando una leve sonrisa antes de iniciar el camino hacia su vivienda en las afueras. Elen había elaborado en múltiples ocasiones los diferentes productos que podían obtenerse del Väruk, así que no se limitaría a demostrar sus conocimientos sobre la planta verbalmente. En pago por el desayuno al que la rubia la había invitado, se presentaría en la cala con un surtido de pociones y ungüentos recién hechos, para que Karen pudiese recuperar con ellos el dinero que había gastado en ella.
Dentro de la residencia de los Calhoun los calderos estuvieron al fuego durante varias horas, mientras la hechicera preparaba cuidadosamente cada producto, empezando por las hojas más numerosas, las verdes. De ellas podía obtenerse una infusión contra picaduras de insectos e inflamaciones, que venían muy bien para según qué épocas del año. Un par de frasquitos contendrían el extracto de las rojas, tan beneficioso contra los dolores de cabeza y de huesos.
A continuación pasó a trabajar con las naranjas, que de hecho eran las que más había utilizado durante sus viajes, para atender heridas abiertas por incidentes. La pasta era rápida de elaborar, así que pronto pudo guardarla en varios tarros y proseguir con las hojas amarillas, las más escasas. Éstas se podían preparar de dos maneras, secándolas para fumarlas en pipa o picándolas con agua hasta obtener una mezcla de consistencia semejante a la anteriormente preparada con las hojas naranjas.
Tras pensarlo durante un par de minutos se decantó por la segunda opción, y una vez terminada pudo retirarse a descansar, sabiendo que tendría que madrugar para encontrarse de nuevo con la bailarina. Antes de que el sol comenzara a salir se puso en marcha hacia la cala, donde esperaría pacientemente la llegada de Karen, manteniéndose entre los árboles para darle algo de intimidad.
Acto seguido, y quizá para cambiar de tema, la bailarina le preguntó si tenía hambre, mientras ambas avanzaban ya hacia la salida de la posada. A decir verdad la bruja tenía más sueño que apetito, pero su plan del momento era mantenerse cerca de la misteriosa rubia y estudiarla cuanto pudiese, con lo que no se negaría a compartir con ella el desayuno. Tras asentir con la cabeza en respuesta la siguió al exterior, donde pronto encontraron un modesto puesto de comida.
La vendedora se adelantó para hacer uso de los aeros recién ganados y comprar algunos alimentos, antes incluso de que la benjamina de los Calhoun pudiese intervenir para pagar su parte. Elen no se sentía a gusto cuando debía algo, mucho menos en aquel caso, en que de comprobar que era peligrosa, tendría que ocuparse de ella. - Gracias, no hacía falta que gastases de más por mí. - musitó al tiempo que se sentaba en un banco de madera cercano, junto a la bailarina. Observó por un momento lo que la muchacha le había entregado, una naranja de Dundarak que a causa del cambio de temperatura había perdido en cierta medida su característico color, un par de galletas y un poco de Lastia.
Sabía que lo segundo contenía Amorttentia, componente que para la de ojos verdes debería estar prohibido, por los impredecibles efectos que podía tener sobre cualquiera que la consumiese. Quedar estúpidamente enamorado de alguien por cuenta de una flor no era algo bueno, así que se lo pensaría dos veces antes de probar aquellas galletas. En vez de eso echó mano a la naranja y comenzó a retirarle la piel, mientras Karen se presentaba y le explicaba lo que había echado a las pastas, para anular las propiedades del extracto utilizado en ellas.
- La flor del beso… sí, preparé algunos remedios con ella durante un trabajo en la tienda del alquimista Crowley, muy eficaces por cierto. - respondió amablemente, trayendo a su mente la imagen de la pareja que había llegado al local en busca de aquella pócima. Tras decir esas palabras, separó un gajo de la naranja que sostenía y se lo llevó a la boca, acción que repitió varias veces pero con calma, hasta terminar la fruta.
Luego optó por deleitarse con el dulce sabor de la Lastia, dejando las galletas para el final, más por precaución que por otra cosa. Karen parecía entusiasmada con el hongo, tanto que por un momento su expresión se volvió como la de los niños que tomaban aquellos dulces en las fiestas de la aldea, y viendo en ella tanta alegría e inocencia nadie diría que pudiese ser peligrosa o malvada, pero por experiencia, la tensai de aire no bajaría la guardia de momento.
Escasos minutos después volvieron a ponerse en marcha, dirigiéndose hacia el centro para que la recolectora pudiese seguir realizando sus ventas a lo largo del día. En su mayoría atendía a mujeres, que al igual que la de la posada, intentaban cubrirse o salir a toda prisa para que no se las relacionase con la bailarina ni sus productos, hechos que no pasaban desapercibidos. A eso había que sumar la forma en que se comportaban, poniendo buena cara a la muchacha para luego criticarla por la espalda en cuanto se marchaba.
Una vez terminadas las ventas de la jornada, Karen se detuvo y preguntó a la de cabellos grises si estaba cansada, dato que habría sido fácil de apreciar si no se hubiese puesto la sombra negra para enmarcar sus ojos. Instantes después le tendió una planta que conocía perfectamente, Väruk, para encargarle que la estudiase durante la noche y le explicase sus descubrimientos por la mañana, cuando volviese a buscarla a la cala.
- Sí que la he visto, hasta mañana. - respondió, esbozando una leve sonrisa antes de iniciar el camino hacia su vivienda en las afueras. Elen había elaborado en múltiples ocasiones los diferentes productos que podían obtenerse del Väruk, así que no se limitaría a demostrar sus conocimientos sobre la planta verbalmente. En pago por el desayuno al que la rubia la había invitado, se presentaría en la cala con un surtido de pociones y ungüentos recién hechos, para que Karen pudiese recuperar con ellos el dinero que había gastado en ella.
Dentro de la residencia de los Calhoun los calderos estuvieron al fuego durante varias horas, mientras la hechicera preparaba cuidadosamente cada producto, empezando por las hojas más numerosas, las verdes. De ellas podía obtenerse una infusión contra picaduras de insectos e inflamaciones, que venían muy bien para según qué épocas del año. Un par de frasquitos contendrían el extracto de las rojas, tan beneficioso contra los dolores de cabeza y de huesos.
A continuación pasó a trabajar con las naranjas, que de hecho eran las que más había utilizado durante sus viajes, para atender heridas abiertas por incidentes. La pasta era rápida de elaborar, así que pronto pudo guardarla en varios tarros y proseguir con las hojas amarillas, las más escasas. Éstas se podían preparar de dos maneras, secándolas para fumarlas en pipa o picándolas con agua hasta obtener una mezcla de consistencia semejante a la anteriormente preparada con las hojas naranjas.
Tras pensarlo durante un par de minutos se decantó por la segunda opción, y una vez terminada pudo retirarse a descansar, sabiendo que tendría que madrugar para encontrarse de nuevo con la bailarina. Antes de que el sol comenzara a salir se puso en marcha hacia la cala, donde esperaría pacientemente la llegada de Karen, manteniéndose entre los árboles para darle algo de intimidad.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La joven alquimista se iba camino a las afueras con una sonrisa en la cara, parecía animada por el buen día que había pasado acompañada.
Elen le había parecido una bruja muy curiosa y perspicaz, si realmente se aplicaba, llegaría a ser una de las mejores alquimistas que las islas habían visto, pero para aquello había que trabajar mucho.
El sol comenzaba a caer, mientras los pases de la rubia se dirigían incansables hacia las afueras, ya por donde no habían casas, entre arboles y naturaleza. Miraba de manera nerviosa al cielo, y aunque lo negase, también había mirado un par de veces por si la de ojos verdes la seguía. Ya cuando el sol se iba acariciando el horizonte con su último rayo, Karen se colocó sobre la cabeza la misma mantilla que se había puesto por la mañana, tapándole la cabeza y los hombros.
Escondida en un pequeño vale, se alzaba una pequeña casa de madera oscura y amarillenta. Con una puerta redonda. Un camino de piedras conducía entre miles de flores a la acogedora entrada. Junto a la puerta había un pequeño banquito y una mesa, con los que Karen se ayudaba por las mañanas antes de partir. A un lado de la casa, iluminado con luces muy pequeñas, tan pequeñas y colocadas entre las ranas de los arboles que parecían luciérnagas, la rubia tenía un caldero en el que preparaba todas sus pociones, junto a su más fiel amigo, un amuleto elfico que le había regalado muchos años atrás.
Nada más llegar, Karen dejó la cesta en la mesita de la entrada y abrió la pequeña puerta de la casa. Sus pasos ahora eran más lentos y pesados, como si llevase sobre si una gran carga. Se puso cómoda con un vestido de ir por casa de color azul, con un delantal blanco, siempre lo usaba para trabajar.
Cenó un poco de pan duro y un trozo de queso y salió de la casa. Las “luciérnagas” y el vivo fuego del caldero iluminaban la zona, haciendo que la rubia no necesitase más luz. Se pasó buen rato cogiendo flores y plantas de alrededor de la casa, después, se sentó en una piedra junto al caldero y se puso a cocinar.
Ya era más de media noche cuando Karen se levantó, pesadamente, y estiró la espalda.
-Mañana será un largo día…- susurro para sí misma acabándolo de preparar todo en la cesta. Cerró la puerta, aunque no le hecho ningún tipo de llave ni cerrojo, por ahí no pasaba nunca nadie. Se metió en la cama y se tomó un par de pociones, a uno le dio tan solo un sorbo, el otro se lo tomó por completo.
-Mañana será otro día… un largo día…- dijo con voz cansada y ronca, antes de meter los pies entre las pees y cerrar los ojos para dormirse plácidamente.
Karen había madrugado más de lo normal, el tema de la joven bruja no dejaba de darle vueltas por toda la cabeza, la imagen de una bonita joven de cabellos blancos y ojos verdes aparecía en todos sus sueños, incluso en unos muy raro sobre unos Luberus…
También quería llegar a la cala antes que la alquimista, ya que aquellas pocas horas de intimidad mientras bailaba era lo que más apreciaba, aunque sabia que estaría escondida por algún sitio.
Con los primeros rayos del sol, una joven bailaba en la playa, haciendo saltar la arena. Tenía la parte superior del busto desnudo, en la parte inferior portaba una falda. Su cabello brillaba tanto que incluso parecía ser de color blanco. Aunque cuando el baile ceso era claramente rubio.
Karen suspiró con pena, un día más igual al anterior. Ya estaba cansada de aquello, necesitaba su propia libertad, pero sabía que solo había un camino para aquello… pero no podía hacerlo sola. La joven bruja con la cicatriz en medio de la cara parecía un buen partido, aunque no podía tomar una decisión tan importante sin conocerla un poco más, quizás era hora de que ella comenzase a hacer las preguntas.
-Buenos días Elen…- dijo mientras se vestía, con la misma voz amable y dulce que el día anterior. Tenía curiosidad por lo que había hecho la joven con la planta que le había dado por la noche.
Elen le había parecido una bruja muy curiosa y perspicaz, si realmente se aplicaba, llegaría a ser una de las mejores alquimistas que las islas habían visto, pero para aquello había que trabajar mucho.
El sol comenzaba a caer, mientras los pases de la rubia se dirigían incansables hacia las afueras, ya por donde no habían casas, entre arboles y naturaleza. Miraba de manera nerviosa al cielo, y aunque lo negase, también había mirado un par de veces por si la de ojos verdes la seguía. Ya cuando el sol se iba acariciando el horizonte con su último rayo, Karen se colocó sobre la cabeza la misma mantilla que se había puesto por la mañana, tapándole la cabeza y los hombros.
Escondida en un pequeño vale, se alzaba una pequeña casa de madera oscura y amarillenta. Con una puerta redonda. Un camino de piedras conducía entre miles de flores a la acogedora entrada. Junto a la puerta había un pequeño banquito y una mesa, con los que Karen se ayudaba por las mañanas antes de partir. A un lado de la casa, iluminado con luces muy pequeñas, tan pequeñas y colocadas entre las ranas de los arboles que parecían luciérnagas, la rubia tenía un caldero en el que preparaba todas sus pociones, junto a su más fiel amigo, un amuleto elfico que le había regalado muchos años atrás.
Nada más llegar, Karen dejó la cesta en la mesita de la entrada y abrió la pequeña puerta de la casa. Sus pasos ahora eran más lentos y pesados, como si llevase sobre si una gran carga. Se puso cómoda con un vestido de ir por casa de color azul, con un delantal blanco, siempre lo usaba para trabajar.
Cenó un poco de pan duro y un trozo de queso y salió de la casa. Las “luciérnagas” y el vivo fuego del caldero iluminaban la zona, haciendo que la rubia no necesitase más luz. Se pasó buen rato cogiendo flores y plantas de alrededor de la casa, después, se sentó en una piedra junto al caldero y se puso a cocinar.
Ya era más de media noche cuando Karen se levantó, pesadamente, y estiró la espalda.
-Mañana será un largo día…- susurro para sí misma acabándolo de preparar todo en la cesta. Cerró la puerta, aunque no le hecho ningún tipo de llave ni cerrojo, por ahí no pasaba nunca nadie. Se metió en la cama y se tomó un par de pociones, a uno le dio tan solo un sorbo, el otro se lo tomó por completo.
-Mañana será otro día… un largo día…- dijo con voz cansada y ronca, antes de meter los pies entre las pees y cerrar los ojos para dormirse plácidamente.
Karen había madrugado más de lo normal, el tema de la joven bruja no dejaba de darle vueltas por toda la cabeza, la imagen de una bonita joven de cabellos blancos y ojos verdes aparecía en todos sus sueños, incluso en unos muy raro sobre unos Luberus…
También quería llegar a la cala antes que la alquimista, ya que aquellas pocas horas de intimidad mientras bailaba era lo que más apreciaba, aunque sabia que estaría escondida por algún sitio.
Con los primeros rayos del sol, una joven bailaba en la playa, haciendo saltar la arena. Tenía la parte superior del busto desnudo, en la parte inferior portaba una falda. Su cabello brillaba tanto que incluso parecía ser de color blanco. Aunque cuando el baile ceso era claramente rubio.
Karen suspiró con pena, un día más igual al anterior. Ya estaba cansada de aquello, necesitaba su propia libertad, pero sabía que solo había un camino para aquello… pero no podía hacerlo sola. La joven bruja con la cicatriz en medio de la cara parecía un buen partido, aunque no podía tomar una decisión tan importante sin conocerla un poco más, quizás era hora de que ella comenzase a hacer las preguntas.
-Buenos días Elen…- dijo mientras se vestía, con la misma voz amable y dulce que el día anterior. Tenía curiosidad por lo que había hecho la joven con la planta que le había dado por la noche.
________________________________________
·Te dejo aquí las preguntas que te va haciendo Karen mientras vais de nuevo a la ciudad. Recuerda que primero tienes que explicarle tus hallazgos nocturnos.
•¿De dónde vienes?
•¿Que aspiraciones de futuro tienes?
•¿Cuántos hijos te gustaría tener?
•¿Qué piensas sobre la alquimia, y que te transmite?
•¿Cuántos años tienes?
· Puedes responder a las preguntas en el orden que quieras, si quieres responder, claro.
Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Aquella mañana la de ojos verdes decidió no observar el baile de Karen, más por respeto que por otra cosa, así que esperó entre la primera línea de árboles hasta que la muchacha la encontrase, cosa que no tardó en suceder. - Buenos días. - respondió con tono amable, mientras la rubia terminaba de vestirse. La bruja mantuvo su mirada clavada en la bolsa de cuero que portaba hasta que la joven acabó de enfundarse el vestido, y solo entonces dirigió la vista al rostro de la vendedora.
- Supongo que querrás saber lo que he podido descubrir sobre el Väruk. - dijo poco después, con un leve toque de entusiasmo en la voz. - Verás, ya conocía la planta y de hecho he trabajado con ella en varias ocasiones… - comenzó a explicar, al tiempo que echaba mano al interior de su bolsa. - Por eso, en vez de mostrarte mis conocimientos acerca de las propiedades según el color de las hojas decidí hacer esto, en pago a la generosidad que mostraste hacia mí ayer. - prosiguió, sacando los diferentes productos que había elaborado la noche anterior.
- No sé si tus clientas puedan estar interesadas en ellos pero son muy útiles, más de una vez me han sacado de algún apuro. - añadió, para acto seguido tendérselos. Karen los observó con detenimiento durante unos instantes, luego los colocó cuidadosamente en la cesta de mimbre e inició la marcha hacia Beltrexus, acompañada nuevamente por la pequeña de los Calhoun. - Dime Elen, ¿cuántos años tienes? - preguntó, probablemente para hacerse una idea del tiempo que la maga llevaba dedicándose a los estudios alquímicos.
- Veintiuno. - contestó la tensai, sin dar demasiada importancia a aquel dato. Los de su raza podían vivir bastante, cerca de siglo y medio para ser más exactos, así que se consideraba bastante joven, aún le quedaba mucho por vivir y aprender. - ¿Naciste aquí o viniste de otras tierras? - intervino de nuevo la rubia, que aquella mañana parecía muy interesada en obtener algo de información sobre quien la acompañaba.
Elen no se planteó cuál podría ser el motivo de tan repentino interés, había ido hasta ella para desvelar el misterio que la envolvía, pero quizá primero tuviese que ganarse su confianza por medio de aquellas cuestiones. - Nací en las islas, de hecho toda mi familia se ha criado en estas tierras, pero ya no paso tanto tiempo por aquí. - dijo con cierto pesar. Tanto la aldea como su casa de las afueras eran sitios que le encantaban, pero tras el viaje que llevó a los hermanos al poblado abandonado de los dragones todo había cambiado, Yennefer no quería regresar al que años atrás fue su hogar, con lo que tanto Vincent como ella preferían quedarse cerca de su madre, en Lunargenta.
- La gran ciudad siempre atrae a la gente, pero Beltrexus tiene mucho encanto ¿no crees? - comentó Karen, obteniendo de la hechicera un gesto afirmativo de cabeza y una leve sonrisa como respuesta. - Queda claro que te gusta la alquimia pero ¿por qué? ¿Qué te transmite? - volvió a preguntar, sin plantearse la posibilidad de que aquella especie de interrogatorio pudiese estar incomodando a su compañera de camino.
- A decir verdad comencé mis estudios para demostrar que los brujos no teníamos que ser los malos, conozco nuestro pasado y los errores que se cometieron contra los elfos, pero por eso mismo decidí que sería diferente. - explicó, con la naturalidad que mostraría al hablar con una amiga. - La magia sanadora de los hijos del bosque siempre llamó mi atención, pero nosotros solo nos quedamos con los elementos que podían causar daño, así que me interesé mucho por la alquimia en cuanto me topé con un libro de recetas para pociones. - continuó, mientras ambas seguían el sendero hasta la aldea.
- Desde entonces no he parado de aprender, la posibilidad de ayudar a otros a través de mis productos me hace sentir bien, útil. - dijo tras unos segundos. - ¿Entonces piensas dedicarte a esto toda tu vida?, es decir, ¿forma parte de tus aspiraciones de futuro? - preguntó Karen, manteniendo el tono amable. - Sí… es algo en lo que no voy a dejar de formarme, pero hay algo más importante… - musitó la de ojos verdes, al tiempo que se debatía interiormente sobre si hablar de lo que había visto o no. - La oscuridad se cierne sobre las tierras del norte y cuantos moran en ellas, puede que por el momento solo ocurra en zonas concretas pero si no se hace algo empezará a extenderse, y aquellos seres que se mueven en las sombras terminarán haciendo mucho daño. - dijo, con la vista clavada en el camino y un montón de terribles imágenes en la mente.
- Yo debo hacer algo para que eso no ocurra…- añadió, al tiempo que cerraba los ojos por unos segundos, en un vano intento por borrar las escenas de su memoria. Beltrexus quedaba ya cerca de donde se encontraban, y en cuanto llegasen a la aldea seguramente repetirían la ruta del día anterior, para que la vendedora pudiese dar a sus clientas lo que necesitaban. - Eso suena a demasiada responsabilidad…- comentó la bailarina, para luego tratar de cambiar a un tema menos espinoso. - ¿Qué me dices de los niños? ¿Cuántos hijos querrías tener? - puede que aquella cuestión para ella resultase sencilla, sin embargo, para Elen era algo que ni siquiera se había planteado hasta el momento.
Nunca había tenido una relación con nadie, de hecho el único beso que le habían dado se produjo en la llanura, cuando el demonio sombrío parecía estar a punto de matarlos tanto a ella como al elfo que la acompañaba, así que casi no contaba. - Hijos… es… es algo en lo que no he pensado todavía, supongo que con el tiempo las cosas cambiarán pero ahora mismo no podría responder a esa pregunta. - musitó, justo cuando las voces de los mercaderes comenzaron a llegarles desde no muy lejos, en cuestión de minutos estarían en la calle principal de Beltrexus.
- Supongo que querrás saber lo que he podido descubrir sobre el Väruk. - dijo poco después, con un leve toque de entusiasmo en la voz. - Verás, ya conocía la planta y de hecho he trabajado con ella en varias ocasiones… - comenzó a explicar, al tiempo que echaba mano al interior de su bolsa. - Por eso, en vez de mostrarte mis conocimientos acerca de las propiedades según el color de las hojas decidí hacer esto, en pago a la generosidad que mostraste hacia mí ayer. - prosiguió, sacando los diferentes productos que había elaborado la noche anterior.
- No sé si tus clientas puedan estar interesadas en ellos pero son muy útiles, más de una vez me han sacado de algún apuro. - añadió, para acto seguido tendérselos. Karen los observó con detenimiento durante unos instantes, luego los colocó cuidadosamente en la cesta de mimbre e inició la marcha hacia Beltrexus, acompañada nuevamente por la pequeña de los Calhoun. - Dime Elen, ¿cuántos años tienes? - preguntó, probablemente para hacerse una idea del tiempo que la maga llevaba dedicándose a los estudios alquímicos.
- Veintiuno. - contestó la tensai, sin dar demasiada importancia a aquel dato. Los de su raza podían vivir bastante, cerca de siglo y medio para ser más exactos, así que se consideraba bastante joven, aún le quedaba mucho por vivir y aprender. - ¿Naciste aquí o viniste de otras tierras? - intervino de nuevo la rubia, que aquella mañana parecía muy interesada en obtener algo de información sobre quien la acompañaba.
Elen no se planteó cuál podría ser el motivo de tan repentino interés, había ido hasta ella para desvelar el misterio que la envolvía, pero quizá primero tuviese que ganarse su confianza por medio de aquellas cuestiones. - Nací en las islas, de hecho toda mi familia se ha criado en estas tierras, pero ya no paso tanto tiempo por aquí. - dijo con cierto pesar. Tanto la aldea como su casa de las afueras eran sitios que le encantaban, pero tras el viaje que llevó a los hermanos al poblado abandonado de los dragones todo había cambiado, Yennefer no quería regresar al que años atrás fue su hogar, con lo que tanto Vincent como ella preferían quedarse cerca de su madre, en Lunargenta.
- La gran ciudad siempre atrae a la gente, pero Beltrexus tiene mucho encanto ¿no crees? - comentó Karen, obteniendo de la hechicera un gesto afirmativo de cabeza y una leve sonrisa como respuesta. - Queda claro que te gusta la alquimia pero ¿por qué? ¿Qué te transmite? - volvió a preguntar, sin plantearse la posibilidad de que aquella especie de interrogatorio pudiese estar incomodando a su compañera de camino.
- A decir verdad comencé mis estudios para demostrar que los brujos no teníamos que ser los malos, conozco nuestro pasado y los errores que se cometieron contra los elfos, pero por eso mismo decidí que sería diferente. - explicó, con la naturalidad que mostraría al hablar con una amiga. - La magia sanadora de los hijos del bosque siempre llamó mi atención, pero nosotros solo nos quedamos con los elementos que podían causar daño, así que me interesé mucho por la alquimia en cuanto me topé con un libro de recetas para pociones. - continuó, mientras ambas seguían el sendero hasta la aldea.
- Desde entonces no he parado de aprender, la posibilidad de ayudar a otros a través de mis productos me hace sentir bien, útil. - dijo tras unos segundos. - ¿Entonces piensas dedicarte a esto toda tu vida?, es decir, ¿forma parte de tus aspiraciones de futuro? - preguntó Karen, manteniendo el tono amable. - Sí… es algo en lo que no voy a dejar de formarme, pero hay algo más importante… - musitó la de ojos verdes, al tiempo que se debatía interiormente sobre si hablar de lo que había visto o no. - La oscuridad se cierne sobre las tierras del norte y cuantos moran en ellas, puede que por el momento solo ocurra en zonas concretas pero si no se hace algo empezará a extenderse, y aquellos seres que se mueven en las sombras terminarán haciendo mucho daño. - dijo, con la vista clavada en el camino y un montón de terribles imágenes en la mente.
- Yo debo hacer algo para que eso no ocurra…- añadió, al tiempo que cerraba los ojos por unos segundos, en un vano intento por borrar las escenas de su memoria. Beltrexus quedaba ya cerca de donde se encontraban, y en cuanto llegasen a la aldea seguramente repetirían la ruta del día anterior, para que la vendedora pudiese dar a sus clientas lo que necesitaban. - Eso suena a demasiada responsabilidad…- comentó la bailarina, para luego tratar de cambiar a un tema menos espinoso. - ¿Qué me dices de los niños? ¿Cuántos hijos querrías tener? - puede que aquella cuestión para ella resultase sencilla, sin embargo, para Elen era algo que ni siquiera se había planteado hasta el momento.
Nunca había tenido una relación con nadie, de hecho el único beso que le habían dado se produjo en la llanura, cuando el demonio sombrío parecía estar a punto de matarlos tanto a ella como al elfo que la acompañaba, así que casi no contaba. - Hijos… es… es algo en lo que no he pensado todavía, supongo que con el tiempo las cosas cambiarán pero ahora mismo no podría responder a esa pregunta. - musitó, justo cuando las voces de los mercaderes comenzaron a llegarles desde no muy lejos, en cuestión de minutos estarían en la calle principal de Beltrexus.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La joven rubia miraba con mucho interés a la de cabello ceniciento, al parecer tenía más conocimientos de los que ella esperaba, eso estaba muy bien. Parecía entusiasmada, eso también le gustaba, ella misma, hacía muchos años, también demostraba aquel interés y pasión por la alquimia. Peor los años acaban haciendo que incluso la mayor de las pasiones acabe pesando.
Miró las pociones detenidamente unos instantes, después lo metió en su bolsa y emprendió el camino a la cuidad. No quería vender aquellas pociones, quería ver con sus propios ojos lo muy que lo había hecho la joven bruja.
El día fue prácticamente como el anterior, con la diferencia de que los clientes cambiaban, ya que muchas de las pociones que Karen hacia eran muy potentes, y duraban prácticamente una semana. Menos las pociones de las chismosas que habían contratado a Elen. Al principio las compraban cada semana, al parecer una poción que seca a la mujer por dentro para no tener hijos, sin que el hombre lo sepa ni se pueda llegar a enterar nunca por la falta de pista que deja en el cuerpo, parecía muy eficaz. Pero después el hombre tiene más ganas de intentarlo, para así no perder el orgullo de que aquel fallo no es por su culpa. Así que las mujeres, tienen que comprar algo para que se les baje las ganas a los maridos, para que las molesten. Pero si después los maridos no tocan a sus mujeres estas comienzan a no sentirse deseadas y engañadas, por lo que piden afrodisiacos, que no solo le dan al hombre más fuerzas y ganas, sino que les hace más propensos a ser padres.
Y así fue como un mes de locuras para Karen con aquellas mujeres terminó siendo una poción esterilizarte cada dos o tres días. Las mujeres insistían en una para cada día, pero la rubia les había asegurado que si tomaban aquello cada día, posiblemente no podrían ser madres ni siquiera cuando ellas quisieran.
Todas aquellas mentiras hacían que la sangre de la rubia hirviese de rabia, y más porque después despotricaban de ella, y bien lo sabía, pero lo mejor era hacer su trabajo y no relacionarse más con aquellas personas tan toxicas.
Las mujeres al ver que la bruja estaba tan pegada a Karen al principio sonrieron, ya que estaba averiguando cosas para ellas, para acabar con aquella alquimista, y pasaron de Elen, disimulando. Pero no tardaron mucho en comenzar a cotillear de si realmente Karen le había carcomido la cabeza también a la bruja, y ahora era como la bailarina.
-Sabes, me impresiona que pudieses hacer todo esto con el Väruk- dijo mirando la cesta donde portaba las pociones- Realmente pensaba que sabias un poco menos, te había menospreciado, me disculpo, señorita Calhoun.- dijo con una amable sonrisa.
-¿Que me puedes decir sobre Olema, Elen?- tenían poco tiempo de descanso, y al parecer quería invertirlo en conocimientos sobre alquimia.
Miró las pociones detenidamente unos instantes, después lo metió en su bolsa y emprendió el camino a la cuidad. No quería vender aquellas pociones, quería ver con sus propios ojos lo muy que lo había hecho la joven bruja.
El día fue prácticamente como el anterior, con la diferencia de que los clientes cambiaban, ya que muchas de las pociones que Karen hacia eran muy potentes, y duraban prácticamente una semana. Menos las pociones de las chismosas que habían contratado a Elen. Al principio las compraban cada semana, al parecer una poción que seca a la mujer por dentro para no tener hijos, sin que el hombre lo sepa ni se pueda llegar a enterar nunca por la falta de pista que deja en el cuerpo, parecía muy eficaz. Pero después el hombre tiene más ganas de intentarlo, para así no perder el orgullo de que aquel fallo no es por su culpa. Así que las mujeres, tienen que comprar algo para que se les baje las ganas a los maridos, para que las molesten. Pero si después los maridos no tocan a sus mujeres estas comienzan a no sentirse deseadas y engañadas, por lo que piden afrodisiacos, que no solo le dan al hombre más fuerzas y ganas, sino que les hace más propensos a ser padres.
Y así fue como un mes de locuras para Karen con aquellas mujeres terminó siendo una poción esterilizarte cada dos o tres días. Las mujeres insistían en una para cada día, pero la rubia les había asegurado que si tomaban aquello cada día, posiblemente no podrían ser madres ni siquiera cuando ellas quisieran.
Todas aquellas mentiras hacían que la sangre de la rubia hirviese de rabia, y más porque después despotricaban de ella, y bien lo sabía, pero lo mejor era hacer su trabajo y no relacionarse más con aquellas personas tan toxicas.
Las mujeres al ver que la bruja estaba tan pegada a Karen al principio sonrieron, ya que estaba averiguando cosas para ellas, para acabar con aquella alquimista, y pasaron de Elen, disimulando. Pero no tardaron mucho en comenzar a cotillear de si realmente Karen le había carcomido la cabeza también a la bruja, y ahora era como la bailarina.
-Sabes, me impresiona que pudieses hacer todo esto con el Väruk- dijo mirando la cesta donde portaba las pociones- Realmente pensaba que sabias un poco menos, te había menospreciado, me disculpo, señorita Calhoun.- dijo con una amable sonrisa.
-¿Que me puedes decir sobre Olema, Elen?- tenían poco tiempo de descanso, y al parecer quería invertirlo en conocimientos sobre alquimia.
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·El día terminará igual, ella despidiéndose y yéndose por otro lado. Puedes decidir si volver donde pasaste la noche anterior... o no.
Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La jornada transcurrió de forma bastante similar a la anterior, a excepción de algunos clientes, que iban cambiando según el día y la pócima que adquirían. Aquellas mujeres que no esperaban ni a que Karen se diese la vuelta para criticarla sí que aparecieron, para comprar sus artículos y acto seguido esconderlos con cierta vergüenza, que parecían no tener para el resto de sus actos. A ella en cambio la miraban bien, al menos al principio, creyendo que se mantenía cerca de la bailarina para controlarla o buscar una manera de acabar con ella, pero eso pronto cambió.
Tras unas horas la bruja también se convirtió en objeto de críticas, aunque las damas aún se debatían entre creer que Karen la había manipulado o dar por hecho que las estaba traicionando. Sin mucho en que basarse ni métodos con que obtener la respuesta, todas terminaron alejándose del par de jóvenes y regresando a sus hogares, para seguir engañando a sus maridos con los brebajes que la rubia les vendía.
Cuando ya quedaba poco para que el sol comenzara a ponerse sobre el horizonte, ambas se acercaron al lindero del bosque para descansar un poco, antes de que la bailarina decidiese dar por finalizado su trabajo del día y marcharse. Aquella tarde en vez de entregarle un ingrediente optó por preguntarle acerca de uno, que aunque conocía, la de ojos verdes prefería no manejar.
- El fruto de la Mauta, lo conozco. - comenzó a decir, al tiempo que tomaba asiento en un muro cercano. - Sé de sus propiedades y para lo que se utiliza, una poción que simula la muerte. - continuó, con cierta lentitud. - A diferencia del Väruk, solo he trabajado una vez con esta planta y bajo la supervisión de un alquimista más experto, no me sentiría cómoda haciéndolo en solitario, por los terribles efectos que un fallo en las cantidades podría ocasionar. - terminó, esperando que a la rubia no se le ocurriese pedirle que lo hiciera.
Por suerte para ella no lo hizo, al parecer solo quería determinar qué conocimientos tenía sobre diferentes componentes, curiosidad que tras ser satisfecha dio paso a la despedida. Pero aquella noche Elen no pensaba regresar a su casa en las afueras, el misterio que rodeaba a Karen seguía ahí y tenía que descubrirlo, así que esperó durante unos minutos antes de seguirla. La densa vegetación le proporcionaría cobijo para mantenerse oculta, pero si no cuidaba sus pasos el ruido de la hojarasca terminaría delatándola, así que avanzó lentamente, sin perder de vista a su objetivo pero también atendiendo al suelo.
La de cabellos cenicientos sabía que de ser descubierta todo podría irse al traste, Karen probablemente se enfadaría y dejaría de tratar con ella, pero tenía que arriesgarse si quería avanzar en la investigación. Hasta el momento la muchacha no había hecho nada que la hiciera peligrosa para los demás, pero puede que la hechicera aún no conociese toda la historia. Con sumo cuidado, siguió a la vendedora a través de los árboles, dejando cierta distancia entre ambas para que le resultase más complicado verla.
¿Hallaría alguna pista observándola? Eso estaba por verse, pero la alquimista guardaba esperanzas.
Tras unas horas la bruja también se convirtió en objeto de críticas, aunque las damas aún se debatían entre creer que Karen la había manipulado o dar por hecho que las estaba traicionando. Sin mucho en que basarse ni métodos con que obtener la respuesta, todas terminaron alejándose del par de jóvenes y regresando a sus hogares, para seguir engañando a sus maridos con los brebajes que la rubia les vendía.
Cuando ya quedaba poco para que el sol comenzara a ponerse sobre el horizonte, ambas se acercaron al lindero del bosque para descansar un poco, antes de que la bailarina decidiese dar por finalizado su trabajo del día y marcharse. Aquella tarde en vez de entregarle un ingrediente optó por preguntarle acerca de uno, que aunque conocía, la de ojos verdes prefería no manejar.
- El fruto de la Mauta, lo conozco. - comenzó a decir, al tiempo que tomaba asiento en un muro cercano. - Sé de sus propiedades y para lo que se utiliza, una poción que simula la muerte. - continuó, con cierta lentitud. - A diferencia del Väruk, solo he trabajado una vez con esta planta y bajo la supervisión de un alquimista más experto, no me sentiría cómoda haciéndolo en solitario, por los terribles efectos que un fallo en las cantidades podría ocasionar. - terminó, esperando que a la rubia no se le ocurriese pedirle que lo hiciera.
Por suerte para ella no lo hizo, al parecer solo quería determinar qué conocimientos tenía sobre diferentes componentes, curiosidad que tras ser satisfecha dio paso a la despedida. Pero aquella noche Elen no pensaba regresar a su casa en las afueras, el misterio que rodeaba a Karen seguía ahí y tenía que descubrirlo, así que esperó durante unos minutos antes de seguirla. La densa vegetación le proporcionaría cobijo para mantenerse oculta, pero si no cuidaba sus pasos el ruido de la hojarasca terminaría delatándola, así que avanzó lentamente, sin perder de vista a su objetivo pero también atendiendo al suelo.
La de cabellos cenicientos sabía que de ser descubierta todo podría irse al traste, Karen probablemente se enfadaría y dejaría de tratar con ella, pero tenía que arriesgarse si quería avanzar en la investigación. Hasta el momento la muchacha no había hecho nada que la hiciera peligrosa para los demás, pero puede que la hechicera aún no conociese toda la historia. Con sumo cuidado, siguió a la vendedora a través de los árboles, dejando cierta distancia entre ambas para que le resultase más complicado verla.
¿Hallaría alguna pista observándola? Eso estaba por verse, pero la alquimista guardaba esperanzas.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
-Te entiendo, también hubo un tiempo en el que a mi me daban respeto ciertas plantas. Quizás cuando adquieras un poco más de confianza en ti misma dejaras de ponerte limites… creo que podrás llegar muy lejos, señorita Calhoun. – después de esto se despidió, y la joven comenzó el trayecto hasta su casa.
El sol acariciaba el horizonte intentando quedarse unos instantes más, pero desapareció, como todas las tardes, llevándose consigo poco a poco la claridad del bosque. La luna comenzaba a salir tras las dos mujeres, haciendo que la cálida luz amarillenta del sol, diese paso ahora a una brillante luz blanca. Los arboles ahora parecían más grandes que antes, el camino un rio de plata. Perder a alguien por el bosque no era muy difícil.
Karen caminaba a buen ritmo, esquivando algunas piedras que había en medio del camino. Un par de veces se agacho a recoger alguna plata, aunque parecía tener que hacer muchos esfuerzos para agacharse, seguramente estaría cansada después del largo jornal. A medida que la luna dibujaba su silueta con una línea blanca, la joven caminaba más lentamente. Se había echado por encina una especia de pañuelo que tapaba su cabeza y sus hombros, a esas horas ya comenzada a refrescar.
Y en una de las intersecciones, en las que los arboles no delimitaban mucho los caminos, Elen perdió a Karen por unos instantes. Unos instantes que Karen tendría para continuar su camino y hacer que la bruja tuviese que continuar a ciega, ya fuese por las huellas o por las luces ya no tan lejanas que se podían ver de una casa a los lejos.
Ellen llegó a una casa de apariencia acogedora, rodeada de plantas y luces flotantes. Parecían luciérnagas. Se podía escuchar el chasquido del fuego al otro lado de la casa.
El sol acariciaba el horizonte intentando quedarse unos instantes más, pero desapareció, como todas las tardes, llevándose consigo poco a poco la claridad del bosque. La luna comenzaba a salir tras las dos mujeres, haciendo que la cálida luz amarillenta del sol, diese paso ahora a una brillante luz blanca. Los arboles ahora parecían más grandes que antes, el camino un rio de plata. Perder a alguien por el bosque no era muy difícil.
Karen caminaba a buen ritmo, esquivando algunas piedras que había en medio del camino. Un par de veces se agacho a recoger alguna plata, aunque parecía tener que hacer muchos esfuerzos para agacharse, seguramente estaría cansada después del largo jornal. A medida que la luna dibujaba su silueta con una línea blanca, la joven caminaba más lentamente. Se había echado por encina una especia de pañuelo que tapaba su cabeza y sus hombros, a esas horas ya comenzada a refrescar.
Y en una de las intersecciones, en las que los arboles no delimitaban mucho los caminos, Elen perdió a Karen por unos instantes. Unos instantes que Karen tendría para continuar su camino y hacer que la bruja tuviese que continuar a ciega, ya fuese por las huellas o por las luces ya no tan lejanas que se podían ver de una casa a los lejos.
Ellen llegó a una casa de apariencia acogedora, rodeada de plantas y luces flotantes. Parecían luciérnagas. Se podía escuchar el chasquido del fuego al otro lado de la casa.
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Junto a la hoguera, calentándose las manos en el calor del fuego, bajo un amuleto echo a manos, una mujer estaba mirando hacia el camino por el que aparecería la joven bruja.
-Hola Elen, pensaba que nunca vendrías…
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Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La vendedora parecía depositar mucha fe en ella, asegurando que podría llegar muy lejos si continuaba desarrollando sus conocimientos, pero también comprendía que la de cabellos cenicientos se pusiese límites. La Olema no era una planta como otra cualquiera, un pequeño fallo en la preparación del producto podría acarrear nefastos efectos para quien lo ingiriese, y aunque esto también ocurriese con otras hierbas, seguramente sería más complicada de manejar que las demás.
Con Crowley al lado resultaba sencillo, pero en solitario la joven no se atrevería a elaborar el remedio, al que tampoco veía un uso demasiado aceptable. ¿Qué motivos podían llevar a alguien a querer fingir su propia muerte? Nada bueno. Pero aunque no le interesaba trabajar con aquel fruto, sí que deseaba ampliar sus habilidades y conocimientos, sobre todo por una flor en particular. Osaris, la había visto en el mercado élfico durante su breve estancia en Sandorai, reconociéndola de inmediato por lo que había leído en algunos libros de alquimia.
Aquella flor, utilizada del modo correcto, podía combatir cualquier tipo de veneno, pero solo los elfos más expertos conocían la receta, y teniendo en cuenta las diferencias entre razas quedaba casi descartada la posibilidad de que alguno de ellos accediese a enseñársela.
El brillante astro rey pronto se ocultó tras el horizonte, arrebatando al bosque los anaranjados rayos que hasta hacía escasos minutos lo habían iluminado. Con la llegada de la oscuridad todo comenzó a complicarse para la hechicera, a la que cada vez le costaba más vislumbrar la silueta de Karen entre los árboles. Ni siquiera la blanquecina luz de la luna consiguió que la situación mejorase, y con el miedo a ser descubierta de usar sus poderes, a Elen no le quedaba más remedio que avanzar casi a ciegas, escrutando con la mirada cuanto tenía delante para no perder a su objetivo.
Sin embargo, a pesar de las dificultades que se le presentaban en el camino la bruja no podía evitar fijarse en la belleza de ciertos detalles, como el tono plateado que parecía adquirir el río bajo la luz de la luna. El bosque tenía algo especial, podía notarse la magia en el ambiente y eso le hizo recordar la vez que se internó en lo más profundo del mismo, en busca del Vaahtera. Las ancianas de la aldea siempre decían que aquellos árboles crecían únicamente allí por la energía mágica que había en las islas, probablemente tuviesen razón.
La hechicera tuvo que detenerse en un par de ocasiones, en las que Karen paraba para recoger alguna flor o ingrediente que encontraba en el camino, aunque con ciertas dificultades. Parecía que estuviese cansada, sus movimientos se volvían más lentos y le costaba agacharse, pero esto podía deberse en parte a la larga jornada de trabajo en Beltrexus, así que no le dio demasiada importancia.
El problema llegó cuando la perdió de vista en una de las intersecciones, a causa de la oscuridad y de haber estado a punto de tropezar con una gruesa raíz que no había visto. - ¿Qué? No puede ser, estaba aquí ahora mismo. - musitó, tratando de hallar la silueta de la rubia entre los árboles. Guardó silencio y aguzó el oído, en un intento por escuchar pisadas o cualquier sonido que pudiese delatar la presencia de la muchacha, pero tras unos segundos sin obtener nada, decidió arriesgarse.
Concentrando su eléctrico elemento, creó una esfera y la manipuló a su alrededor para ver más allá de un par de metros, pero no parecía haber rastro de la vendedora. Lo único que podía atisbar en la distancia eran las titilantes luces de una casa, que bien podría ser la de Karen, así que se encaminó hacia allí. Minutos después ya se encontraba a escasos metros de la entrada, que estaba rodeada de plantas, flores y luciérnagas.
El crepitar de una hoguera llegaba desde el otro lado de la vivienda, así que no tardó en dirigirse hacia el sonido y encontrarse con una anciana que miraba directamente en su dirección, como si supiese que iba a aparecer. La mujer, que trataba de calentarse las manos cerca del fuego, saludó a la de ojos verdes por su nombre, cosa que la dejó bastante confusa. Elen estaba segura de no haberla visto antes. - ¿Perdón? ¿Me conoce? - preguntó con curiosidad, sin apartar la mirada de la dama.
Con Crowley al lado resultaba sencillo, pero en solitario la joven no se atrevería a elaborar el remedio, al que tampoco veía un uso demasiado aceptable. ¿Qué motivos podían llevar a alguien a querer fingir su propia muerte? Nada bueno. Pero aunque no le interesaba trabajar con aquel fruto, sí que deseaba ampliar sus habilidades y conocimientos, sobre todo por una flor en particular. Osaris, la había visto en el mercado élfico durante su breve estancia en Sandorai, reconociéndola de inmediato por lo que había leído en algunos libros de alquimia.
Aquella flor, utilizada del modo correcto, podía combatir cualquier tipo de veneno, pero solo los elfos más expertos conocían la receta, y teniendo en cuenta las diferencias entre razas quedaba casi descartada la posibilidad de que alguno de ellos accediese a enseñársela.
El brillante astro rey pronto se ocultó tras el horizonte, arrebatando al bosque los anaranjados rayos que hasta hacía escasos minutos lo habían iluminado. Con la llegada de la oscuridad todo comenzó a complicarse para la hechicera, a la que cada vez le costaba más vislumbrar la silueta de Karen entre los árboles. Ni siquiera la blanquecina luz de la luna consiguió que la situación mejorase, y con el miedo a ser descubierta de usar sus poderes, a Elen no le quedaba más remedio que avanzar casi a ciegas, escrutando con la mirada cuanto tenía delante para no perder a su objetivo.
Sin embargo, a pesar de las dificultades que se le presentaban en el camino la bruja no podía evitar fijarse en la belleza de ciertos detalles, como el tono plateado que parecía adquirir el río bajo la luz de la luna. El bosque tenía algo especial, podía notarse la magia en el ambiente y eso le hizo recordar la vez que se internó en lo más profundo del mismo, en busca del Vaahtera. Las ancianas de la aldea siempre decían que aquellos árboles crecían únicamente allí por la energía mágica que había en las islas, probablemente tuviesen razón.
La hechicera tuvo que detenerse en un par de ocasiones, en las que Karen paraba para recoger alguna flor o ingrediente que encontraba en el camino, aunque con ciertas dificultades. Parecía que estuviese cansada, sus movimientos se volvían más lentos y le costaba agacharse, pero esto podía deberse en parte a la larga jornada de trabajo en Beltrexus, así que no le dio demasiada importancia.
El problema llegó cuando la perdió de vista en una de las intersecciones, a causa de la oscuridad y de haber estado a punto de tropezar con una gruesa raíz que no había visto. - ¿Qué? No puede ser, estaba aquí ahora mismo. - musitó, tratando de hallar la silueta de la rubia entre los árboles. Guardó silencio y aguzó el oído, en un intento por escuchar pisadas o cualquier sonido que pudiese delatar la presencia de la muchacha, pero tras unos segundos sin obtener nada, decidió arriesgarse.
Concentrando su eléctrico elemento, creó una esfera y la manipuló a su alrededor para ver más allá de un par de metros, pero no parecía haber rastro de la vendedora. Lo único que podía atisbar en la distancia eran las titilantes luces de una casa, que bien podría ser la de Karen, así que se encaminó hacia allí. Minutos después ya se encontraba a escasos metros de la entrada, que estaba rodeada de plantas, flores y luciérnagas.
El crepitar de una hoguera llegaba desde el otro lado de la vivienda, así que no tardó en dirigirse hacia el sonido y encontrarse con una anciana que miraba directamente en su dirección, como si supiese que iba a aparecer. La mujer, que trataba de calentarse las manos cerca del fuego, saludó a la de ojos verdes por su nombre, cosa que la dejó bastante confusa. Elen estaba segura de no haberla visto antes. - ¿Perdón? ¿Me conoce? - preguntó con curiosidad, sin apartar la mirada de la dama.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La anciana no pudo evitar sonreír ante aquello. La de cabellos grises tenía cara de pasmada, en algunos momentos había llegado a pensar que se habría olido algo, pero al parecer no había sido así.
-Vamos, siéntate, estoy preparando un buen lote de papiro morado, me lo han pedido para los aprendices, así no agobian a los cazadores pidiéndoles pieles a todas horas…- dijo casi riendo la anciana, con voz dulce, mientras le indicaba a la joven una piedra junto a la suya para quedar cerca de la hoguera.
-Vamos, dime, ¿qué más se puede hacer con esta planta? Estoy segura de que ya la conocías de antes… -
Dejó que la joven hablase sobre sus conocimientos, le encantaba ver como los jóvenes aprendían tan rápido. Y le dejo poner en práctica todo aquello que sabía.
-Sabes, eres muy curiosa, Elen, esa es una buena cualidad para una alquimista. – hizo una pequeña pausa para ver cómo iba el papiro morado. - ¿Cuáles son tus limites, Calhoun? ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para ser la mejor?- preguntó, esta vez seria.
La noche cada vez era más negra y fresca, aunque las luces que rodeaban la casa y el fuego ayudaban a quedarse trabajando unas horas más.
-Vamos, siéntate, estoy preparando un buen lote de papiro morado, me lo han pedido para los aprendices, así no agobian a los cazadores pidiéndoles pieles a todas horas…- dijo casi riendo la anciana, con voz dulce, mientras le indicaba a la joven una piedra junto a la suya para quedar cerca de la hoguera.
-Vamos, dime, ¿qué más se puede hacer con esta planta? Estoy segura de que ya la conocías de antes… -
Dejó que la joven hablase sobre sus conocimientos, le encantaba ver como los jóvenes aprendían tan rápido. Y le dejo poner en práctica todo aquello que sabía.
-Sabes, eres muy curiosa, Elen, esa es una buena cualidad para una alquimista. – hizo una pequeña pausa para ver cómo iba el papiro morado. - ¿Cuáles son tus limites, Calhoun? ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para ser la mejor?- preguntó, esta vez seria.
La noche cada vez era más negra y fresca, aunque las luces que rodeaban la casa y el fuego ayudaban a quedarse trabajando unas horas más.
Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
En vez de responder a su pregunta, la anciana esbozó una sonrisa y la invitó a sentarse junto a ella, señalando una piedra cercana al fuego. Elen echó un último vistazo a los alrededores antes de moverse, Karen no podía haberse esfumado así como así y aquella probablemente fuese la única vivienda de la zona, con lo que tendrían que estar relacionadas de algún modo, supuso. Desvió nuevamente la mirada hacia la anciana en busca de algo que pudiese darle una pista, un parecido entre ambas que delatase parentesco o algo por el estilo, pero de momento no tenía nada seguro.
Tras dar las gracias por el ofrecimiento, avanzó hacia la mujer y tomó asiento a su lado, mientras la veía trabajar el papiro morado para obtener láminas de escritura. A juzgar por sus palabras tenía un encargo considerable de estas, para entregarlas a los aprendices de las academias de magia y que de ese modo no hubiese tanta demanda de pieles. Al igual que Karen, la anciana se interesó por los conocimientos que pudiese tener acerca de la planta en cuestión, segura de que ya la conocía.
- Así es, la he visto antes y conozco sus propiedades más allá de convertirse en planchas de escritura, pero por eso mismo no he trabajado con ella. - comenzó a explicar, con la vista clavada en las oscilantes llamas. - Se utiliza para la elaboración de venenos, pero por suerte su toxina no es demasiado fuerte, con lo que se necesita una cantidad muy grande del mismo para que pueda resultar mortal. - prosiguió, con cierta lentitud. Ella se dedicaba a la alquimia para crear productos que beneficiaran a quien los tomaba, no para fabricar cosas como aquella, pero con todo lo que leía era normal que tuviese nociones de muchos ingredientes, a pesar de no usarlos en sus experimentos.
- Lo bueno es que tiene cura, un remedio de Ayite a tiempo basta para que el enfermo consiga expulsar el veneno de su cuerpo. - añadió, esta vez mirando a la anciana y con un tono más animado. La mujer no tardó en tomar la palabra, volviendo a referirse a la bruja por su nombre, detalle que seguía intrigándola, pero además sabía que era alquimista, y también su apellido. ¿Cómo sabía todo aquello? La de ojos verdes solo encontraba una explicación posible, que la bailarina sí viviese allí y se lo hubiese contado, pero entonces, ¿dónde estaba Karen? ¿Por qué no se encontraba fuera acompañando a la dama?
Después de dar vueltas a aquella idea en su cabeza, la hechicera volvió a centrarse en la conversación que mantenían, más concretamente en las preguntas que le acababa de hacer la anciana. - Límites, uhmm… yo no los llamaría así exactamente. - respondió, algo pensativa. - Hay ingredientes con los que no quisiera trabajar, me dedico a esto para ayudar a la gente, no para causarles daño. - continuó con calma. - En cuanto a mis habilidades y conocimientos, haré cuanto esté en mi mano para seguir mejorando cada día, lo que haga falta. - aseguró, sin dejar de mirar a la mujer que tenía al lado.
Ya dedicaba gran parte de su tiempo a la alquimia, leyendo, recolectando componentes y practicando en casa, en busca de nuevas recetas o de mejorar las que ya conocía, así que estaba haciendo todo lo posible por mejorar dentro de su campo. Además disfrutaba investigando nuevas especies y probando con ellas para darles un buen uso, pero lo que realmente deseaba encontrar probablemente no existiese. Nada, hasta el momento no había hallado nada que pudiese usar contra las terribles cosas que había visto durante sus viajes, pero el propósito más cercano que tenía era dar con algún brebaje que evitase las posesiones, algo que la mantuviese a salvo de las sombrías criaturas que vagaban por Aerandir.
- Ahora que he respondido sus preguntas espero que haga lo mismo con las mías, ¿Se encuentra Karen aquí? ¿Sabe que la he seguido? - formuló, manteniendo un tono amable para facilitar la conversación. La dama se mostraba cómoda con su presencia allí pero puede que la bailarina no se sintiese de igual modo, quizá estuviese dentro de la casa, esperando a que la de cabellos cenicientos se marchase.
Tras dar las gracias por el ofrecimiento, avanzó hacia la mujer y tomó asiento a su lado, mientras la veía trabajar el papiro morado para obtener láminas de escritura. A juzgar por sus palabras tenía un encargo considerable de estas, para entregarlas a los aprendices de las academias de magia y que de ese modo no hubiese tanta demanda de pieles. Al igual que Karen, la anciana se interesó por los conocimientos que pudiese tener acerca de la planta en cuestión, segura de que ya la conocía.
- Así es, la he visto antes y conozco sus propiedades más allá de convertirse en planchas de escritura, pero por eso mismo no he trabajado con ella. - comenzó a explicar, con la vista clavada en las oscilantes llamas. - Se utiliza para la elaboración de venenos, pero por suerte su toxina no es demasiado fuerte, con lo que se necesita una cantidad muy grande del mismo para que pueda resultar mortal. - prosiguió, con cierta lentitud. Ella se dedicaba a la alquimia para crear productos que beneficiaran a quien los tomaba, no para fabricar cosas como aquella, pero con todo lo que leía era normal que tuviese nociones de muchos ingredientes, a pesar de no usarlos en sus experimentos.
- Lo bueno es que tiene cura, un remedio de Ayite a tiempo basta para que el enfermo consiga expulsar el veneno de su cuerpo. - añadió, esta vez mirando a la anciana y con un tono más animado. La mujer no tardó en tomar la palabra, volviendo a referirse a la bruja por su nombre, detalle que seguía intrigándola, pero además sabía que era alquimista, y también su apellido. ¿Cómo sabía todo aquello? La de ojos verdes solo encontraba una explicación posible, que la bailarina sí viviese allí y se lo hubiese contado, pero entonces, ¿dónde estaba Karen? ¿Por qué no se encontraba fuera acompañando a la dama?
Después de dar vueltas a aquella idea en su cabeza, la hechicera volvió a centrarse en la conversación que mantenían, más concretamente en las preguntas que le acababa de hacer la anciana. - Límites, uhmm… yo no los llamaría así exactamente. - respondió, algo pensativa. - Hay ingredientes con los que no quisiera trabajar, me dedico a esto para ayudar a la gente, no para causarles daño. - continuó con calma. - En cuanto a mis habilidades y conocimientos, haré cuanto esté en mi mano para seguir mejorando cada día, lo que haga falta. - aseguró, sin dejar de mirar a la mujer que tenía al lado.
Ya dedicaba gran parte de su tiempo a la alquimia, leyendo, recolectando componentes y practicando en casa, en busca de nuevas recetas o de mejorar las que ya conocía, así que estaba haciendo todo lo posible por mejorar dentro de su campo. Además disfrutaba investigando nuevas especies y probando con ellas para darles un buen uso, pero lo que realmente deseaba encontrar probablemente no existiese. Nada, hasta el momento no había hallado nada que pudiese usar contra las terribles cosas que había visto durante sus viajes, pero el propósito más cercano que tenía era dar con algún brebaje que evitase las posesiones, algo que la mantuviese a salvo de las sombrías criaturas que vagaban por Aerandir.
- Ahora que he respondido sus preguntas espero que haga lo mismo con las mías, ¿Se encuentra Karen aquí? ¿Sabe que la he seguido? - formuló, manteniendo un tono amable para facilitar la conversación. La dama se mostraba cómoda con su presencia allí pero puede que la bailarina no se sintiese de igual modo, quizá estuviese dentro de la casa, esperando a que la de cabellos cenicientos se marchase.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Oh…- la anciana no pudo evitar reírse ante la última pregunta de la joven. –Sí y sí, joven Calhoun. – intentó dejar de reír, llevándose una mano a la boca para tapar sus dientes. Las muchas pociones que se tomaba habían hecho que estos se tornasen más transparentes de lo normal y que el resto de sus huesos estuviesen ya algo fastidiados. –Realmente pienso que tienes una mente muy brillante, pero te falta ser un poco más avistada, niña- dijo sonriendo.
-Creo que esto ya está, lo dejaremos secar y mañana estará perfecto para ser entregado, ¿no te parece?- tenia los mismos ojos y la misma sonrisa, la misma forma de la cara y el mismo peinado, pero la anciana tenía el cabello blanco, leves manchas de la edad en las mejillas y la mirada cansada.
Se levantó ayudándose de la misma piedra en la que estaba sentada, toda ayuda era poca cuando el cuerpo se asentaba. `
-A veces, ayudar a la gente deberás hacerles daño. No olvides eso, señorita Calhoun. Una cosa va muy relacionada con la otra. Oh vamos, bonita, no pongas esa cara, te pondré un ejemplo. ¿Si un niño se inca con la espina de una rosa, se la quitarías? Calor que sí, porque eso es ayudarle. Pero mientras le quitas la espina le estas haciendo un poquito de daño. A veces, para hacer algo bueno hay que pasar por un pequeño tramo de nada de dolor. – suspiró mirando a la de cabellos blanquecinos. Se acercó al amuleto que colgaba de unos de los árboles y cogió del suelo dos pociones, una era como brillante, tan solo le dio un sorbito, la otra parecía verdosa, esa se la tomó al completo.
-¿Estas cansada? Si quieres puedes quedarte aquí a dormir, tengo una cama de sobras. –Hizo una pequeña pausa, volviéndose hacia la joven- ¿Por qué pones esa cara de desconfianza? Ni que nos acabásemos de conocer –dijo sonriendo, dirigiéndose a la puerta de la casa.
Ya dentro de la casa preparó sobre una silla el vestido de color verde y la cesta con las cosas que se debían vender al día siguiente. Se comió un trozo de tarta de frutos silvestres que había en la mesa y bajó de un altillo unas mantas de piel que parecían muy viejas, pero que calentaban mucho. Aquella noche abría tormenta.
-Creo que esto ya está, lo dejaremos secar y mañana estará perfecto para ser entregado, ¿no te parece?- tenia los mismos ojos y la misma sonrisa, la misma forma de la cara y el mismo peinado, pero la anciana tenía el cabello blanco, leves manchas de la edad en las mejillas y la mirada cansada.
Se levantó ayudándose de la misma piedra en la que estaba sentada, toda ayuda era poca cuando el cuerpo se asentaba. `
-A veces, ayudar a la gente deberás hacerles daño. No olvides eso, señorita Calhoun. Una cosa va muy relacionada con la otra. Oh vamos, bonita, no pongas esa cara, te pondré un ejemplo. ¿Si un niño se inca con la espina de una rosa, se la quitarías? Calor que sí, porque eso es ayudarle. Pero mientras le quitas la espina le estas haciendo un poquito de daño. A veces, para hacer algo bueno hay que pasar por un pequeño tramo de nada de dolor. – suspiró mirando a la de cabellos blanquecinos. Se acercó al amuleto que colgaba de unos de los árboles y cogió del suelo dos pociones, una era como brillante, tan solo le dio un sorbito, la otra parecía verdosa, esa se la tomó al completo.
-¿Estas cansada? Si quieres puedes quedarte aquí a dormir, tengo una cama de sobras. –Hizo una pequeña pausa, volviéndose hacia la joven- ¿Por qué pones esa cara de desconfianza? Ni que nos acabásemos de conocer –dijo sonriendo, dirigiéndose a la puerta de la casa.
Ya dentro de la casa preparó sobre una silla el vestido de color verde y la cesta con las cosas que se debían vender al día siguiente. Se comió un trozo de tarta de frutos silvestres que había en la mesa y bajó de un altillo unas mantas de piel que parecían muy viejas, pero que calentaban mucho. Aquella noche abría tormenta.
Wyn
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
La mujer no pudo contener la risa ante las preguntas de la bruja, que se quedó observándola con interés. También sus palabras daban que pensar, sobre todo por la forma en que se expresaba, como si realmente conociese de antes a la hechicera y pudiese opinar acerca de sus capacidades. Todo aquello para Elen resultaba confuso, y lo único que podía sacar en claro era que algo se le estaba escapando, pero quizá escuchando un poco más a la anciana las cosas empezasen a cobrar sentido.
Una vez terminado el encargo de papiro morado, la dama se levantó de su asiento, no sin esfuerzo, para luego tratar de explicarle cómo en ocasiones el daño que se hacía tenía un buen fin. En su ejemplo se veía claramente pero tratándose de venenos, ¿en qué podían ayudar? La de ojos verdes seguía mostrándose reticente a trabajar con aquel tipo de productos. Sin querer entrar en debates, pues cada cual tenía su opinión y forma de ver las cosas, siguió con la mirada a la mujer mientras ésta se tomaba unos brebajes que descansaban en el suelo.
El primero era algo brillante, a diferencia del segundo, cuyo tono verdoso no le daba un aspecto muy apetecible. Aunque a decir verdad pocas pociones tenían buen sabor, la mayoría resultaban amargas y complicadas de tomar para quien no estaba acostumbrado, cosa que a ella no le pasaba. Después de sufrir tantos incidentes durante sus viajes, la hechicera se había familiarizado con muchas infusiones y pócimas, tanto como para beberlas sin siquiera arrugar el gesto, por muy mal que supiesen. Tener a mano los artículos básicos de una tienda de alquimia resultaba necesario, y la había salvado más de una vez en situaciones peliagudas, así que no cambiaría su costumbre.
Amablemente, la anciana le preguntó si estaba cansada, para acto seguido invitarla a pasar la noche en su casa, ya que disponía de una cama libre. La bruja no solía aceptar aquel tipo de ofertas, menos aun cuando acababa de conocer a la persona que se las hacía, pero la dama pronto hizo un comentario al respecto, volviendo a provocar las intrigas de la joven. - Gracias. - musitó al tiempo que se levantaba, para seguirla al interior.
En realidad no hubiese tenido problemas con pernoctar al raso, para dirigirse a la cala por la mañana, pero ya que se le daba otra opción más cómoda, aceptó sin pensarlo demasiado. Claramente ese detalle no fue lo que más peso tuvo en la decisión, ya que su atención estaba centrada en la anciana y su posible relación con Karen, pero también ayudaba bastante.
Una vez dentro la de cabellos cenicientos pudo atar cabos, al ver que no parecía haber nadie más en la vivienda. La anciana depositó cuidadosamente un vestido sobre una de las sillas, al que luego añadió la cesta de mimbre que había visto antes a la vendedora, repleta con los remedios que iría a vender al día siguiente. ¿Cómo pudo no verlo antes? El parecido que la maga había tomado por un indicio de parentesco en realidad solo eran los rasgos que quedaban del rostro de Karen, ahora avejentado por los años.
La había tenido delante desde que llegó a la casa, pero sin darse cuenta de ello. ¿Tenían algo que ver con aquello los brebajes que la recolectora acababa de tomarse en el exterior? Probablemente, pero guiándose únicamente por el color era imposible saber qué contenían, aunque el efecto estaba claro, rejuvenecimiento de quien los tomase. - Eres tú…- dijo en un susurro, amortiguado por las gotas que comenzaban a caer fuera. Casi podría decirse que habían entrado en el momento preciso, una tormenta se acercaba y pronto descargaría sobre el bosque y los alrededores, haciendo que las temperaturas bajasen.
Tras comer un poco, Karen se dirigió al altillo y regresó con varias mantas hechas de pieles, lo suficientemente gruesas para que el frío nocturno ni se notase allí dentro. Elen no le quitaba ojo de encima, al parecer la magia nunca dejaría de sorprenderla. Podía entender que la anciana quisiera mantenerse joven aún, pero eso no explicaba su costumbre de bailar en la cala semidesnuda, ni la razón de que las mujeres de Beltrexus la culpasen por la desaparición de algunos marineros.
- Debí darme cuenta antes… pero ¿por qué no me lo dijiste? - preguntó, a pesar de que fuese la cuestión menos importante, teniendo en cuenta las dudas que se formaban en su cabeza.
Una vez terminado el encargo de papiro morado, la dama se levantó de su asiento, no sin esfuerzo, para luego tratar de explicarle cómo en ocasiones el daño que se hacía tenía un buen fin. En su ejemplo se veía claramente pero tratándose de venenos, ¿en qué podían ayudar? La de ojos verdes seguía mostrándose reticente a trabajar con aquel tipo de productos. Sin querer entrar en debates, pues cada cual tenía su opinión y forma de ver las cosas, siguió con la mirada a la mujer mientras ésta se tomaba unos brebajes que descansaban en el suelo.
El primero era algo brillante, a diferencia del segundo, cuyo tono verdoso no le daba un aspecto muy apetecible. Aunque a decir verdad pocas pociones tenían buen sabor, la mayoría resultaban amargas y complicadas de tomar para quien no estaba acostumbrado, cosa que a ella no le pasaba. Después de sufrir tantos incidentes durante sus viajes, la hechicera se había familiarizado con muchas infusiones y pócimas, tanto como para beberlas sin siquiera arrugar el gesto, por muy mal que supiesen. Tener a mano los artículos básicos de una tienda de alquimia resultaba necesario, y la había salvado más de una vez en situaciones peliagudas, así que no cambiaría su costumbre.
Amablemente, la anciana le preguntó si estaba cansada, para acto seguido invitarla a pasar la noche en su casa, ya que disponía de una cama libre. La bruja no solía aceptar aquel tipo de ofertas, menos aun cuando acababa de conocer a la persona que se las hacía, pero la dama pronto hizo un comentario al respecto, volviendo a provocar las intrigas de la joven. - Gracias. - musitó al tiempo que se levantaba, para seguirla al interior.
En realidad no hubiese tenido problemas con pernoctar al raso, para dirigirse a la cala por la mañana, pero ya que se le daba otra opción más cómoda, aceptó sin pensarlo demasiado. Claramente ese detalle no fue lo que más peso tuvo en la decisión, ya que su atención estaba centrada en la anciana y su posible relación con Karen, pero también ayudaba bastante.
Una vez dentro la de cabellos cenicientos pudo atar cabos, al ver que no parecía haber nadie más en la vivienda. La anciana depositó cuidadosamente un vestido sobre una de las sillas, al que luego añadió la cesta de mimbre que había visto antes a la vendedora, repleta con los remedios que iría a vender al día siguiente. ¿Cómo pudo no verlo antes? El parecido que la maga había tomado por un indicio de parentesco en realidad solo eran los rasgos que quedaban del rostro de Karen, ahora avejentado por los años.
La había tenido delante desde que llegó a la casa, pero sin darse cuenta de ello. ¿Tenían algo que ver con aquello los brebajes que la recolectora acababa de tomarse en el exterior? Probablemente, pero guiándose únicamente por el color era imposible saber qué contenían, aunque el efecto estaba claro, rejuvenecimiento de quien los tomase. - Eres tú…- dijo en un susurro, amortiguado por las gotas que comenzaban a caer fuera. Casi podría decirse que habían entrado en el momento preciso, una tormenta se acercaba y pronto descargaría sobre el bosque y los alrededores, haciendo que las temperaturas bajasen.
Tras comer un poco, Karen se dirigió al altillo y regresó con varias mantas hechas de pieles, lo suficientemente gruesas para que el frío nocturno ni se notase allí dentro. Elen no le quitaba ojo de encima, al parecer la magia nunca dejaría de sorprenderla. Podía entender que la anciana quisiera mantenerse joven aún, pero eso no explicaba su costumbre de bailar en la cala semidesnuda, ni la razón de que las mujeres de Beltrexus la culpasen por la desaparición de algunos marineros.
- Debí darme cuenta antes… pero ¿por qué no me lo dijiste? - preguntó, a pesar de que fuese la cuestión menos importante, teniendo en cuenta las dudas que se formaban en su cabeza.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Dejando las mantas sobre la cama que había preparado para Elen, la anciana sonrió ante la pregunta.
-Es curioso que tu primera reacción sea esa, Elen. Sabes perfectamente la respuesta, sin necesidad de que yo te la diga. Tú, al igual que yo cuando era joven, eres curioso e intrépida, te encanta saber y descubrir. Si te lo hubiese dicho habría perdido tanto emoción como interés, ¿no crees?- dijo colocando una guedeja tras la oreja, dejando ver mejor sus cansados ojos.
>>Ya es tarde, descansa, mañana tenemos muchos recados que hacer…- se encaminó hacia el pasillo con conducía a la habitación principal- …te despertaré pronto para que puedas acompañarme a la cala.- finalizó con una sonrisa que dejaba ver sus dientes.
La puerta se cerró haciendo que las corinas de la ventana bailasen unos instantes. Las gotas de lluvia se arrastraban por el cristal, haciendo que la vista desde el interior se hiciera prácticamente nula.
Por la mañana, antes de que el primer rayo de sol despertase a los más madrugadores, Karen despertó con un susurro a la hechicera. Toda la hierba estaba cubierta por el manto del rocío, con gotas de agua que brillaban como joyas. El aire era fresco por la tormenta que se había quedado gran parte de la noche, y la arena aun estaba húmeda.
Todo trascurría como cada mañana, solo que ahora Elen hacia el camino con la anciana, viendo el baile desde otro punto. Mientras bailaba, el cuerpo de la mujer se trasformaba, dándole la apariencia de una joven de unos veinte años.
Cuando terminó, sin decir nada, ya vestida, la joven Karen comenzó a caminar hacia la ciudad.
-Sabes, cuando era joven la alquimia era mi gran pasión, aunque siempre guardaba pequeños momentos para bailar. Siempre me ha gusto mucho. Por las noches, a veces venia bailar a esta misma cala con… bueno con una persona especial. Eran tiempos muy buenos. Pero la edad no perdona, Elen, aprovecha ahora tu juventud, cuando seas viaja como yo habrán cosas que el cuerpo no te permita…- parecía embriagada por una felicidad amarga. Sonreía, pero aquella sonrisa parecía no llegar a los ojos.
Quedaba poco para llegar a la cuidad.
-Es curioso que tu primera reacción sea esa, Elen. Sabes perfectamente la respuesta, sin necesidad de que yo te la diga. Tú, al igual que yo cuando era joven, eres curioso e intrépida, te encanta saber y descubrir. Si te lo hubiese dicho habría perdido tanto emoción como interés, ¿no crees?- dijo colocando una guedeja tras la oreja, dejando ver mejor sus cansados ojos.
>>Ya es tarde, descansa, mañana tenemos muchos recados que hacer…- se encaminó hacia el pasillo con conducía a la habitación principal- …te despertaré pronto para que puedas acompañarme a la cala.- finalizó con una sonrisa que dejaba ver sus dientes.
La puerta se cerró haciendo que las corinas de la ventana bailasen unos instantes. Las gotas de lluvia se arrastraban por el cristal, haciendo que la vista desde el interior se hiciera prácticamente nula.
Por la mañana, antes de que el primer rayo de sol despertase a los más madrugadores, Karen despertó con un susurro a la hechicera. Toda la hierba estaba cubierta por el manto del rocío, con gotas de agua que brillaban como joyas. El aire era fresco por la tormenta que se había quedado gran parte de la noche, y la arena aun estaba húmeda.
Todo trascurría como cada mañana, solo que ahora Elen hacia el camino con la anciana, viendo el baile desde otro punto. Mientras bailaba, el cuerpo de la mujer se trasformaba, dándole la apariencia de una joven de unos veinte años.
Cuando terminó, sin decir nada, ya vestida, la joven Karen comenzó a caminar hacia la ciudad.
-Sabes, cuando era joven la alquimia era mi gran pasión, aunque siempre guardaba pequeños momentos para bailar. Siempre me ha gusto mucho. Por las noches, a veces venia bailar a esta misma cala con… bueno con una persona especial. Eran tiempos muy buenos. Pero la edad no perdona, Elen, aprovecha ahora tu juventud, cuando seas viaja como yo habrán cosas que el cuerpo no te permita…- parecía embriagada por una felicidad amarga. Sonreía, pero aquella sonrisa parecía no llegar a los ojos.
Quedaba poco para llegar a la cuidad.
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Karen esbozó una sonrisa y respondió a la hechicera, argumentando que de haberle revelado su secreto desde el principio no habría tenido tanta emoción, ya que veía en Elen algunas cualidades que ella misma había tenido de joven. Un afán por descubrir lo desconocido, motivado por la curiosidad y las ganas de saber más acerca de cuanto la rodeaba, eso era lo que la bruja demostraba y a ella le traía recuerdos de tiempos pasados.
Tras aquellas palabras, la anciana se despidió para retirarse a descansar, añadiendo que la despertaría temprano para que pudiese acompañarla a la cala cuando el sol comenzara a salir. - Buenas noches. - fue lo único que alcanzó a decir la de ojos verdes, antes de que la puerta de la habitación en que iba a pasar la noche se cerrase delante de ella. Con la escasa iluminación que proporcionaba una modesta lámpara de aceite, Elen echó un vistazo al cuarto y se acercó de inmediato a la ventana, la tormenta era fuerte y estaba descargando sobre el bosque.
No pudo ver nada a través del cristal, pero el intenso sonido de la lluvia era más que suficiente para hacerse una idea de la que estaba cayendo en el exterior. Sin más que hacer, la joven se acercó a la cama en que Karen había depositado las mantas y se quitó los cinturones, para depositarlos cuidadosamente sobre la mesilla de noche que había junto al camastro. También se deshizo del corset que llevaba bajo el pecho y las botas, para luego meterse bajo las mantas y apagar la lámpara, aunque le costaría dormir aquella noche.
Sumida en la oscuridad, y con la mirada clavada en el techo, la hechicera dio varias vueltas a todo lo que sabía de su anfitriona, sin tener idea de qué pasaría al día siguiente. Karen parecía una buena mujer, quedaba claro que estaba bajo el efecto de aquel par de pociones para recuperar su juventud todos los días, pero no hacía daño a nadie con ello. Un rato después de acostarse, el sonido más calmado de las gotas contra la ventana hizo que despejase la mente, consiguiendo quedarse dormida.
Un susurró de la anciana bastó para despertarla al día siguiente, cuando el sol aún apenas empezaba a asomarse por el horizonte. No debía perder el tiempo así que se preparó con rapidez para luego seguir a Karen hasta la cala, donde al igual que las otras mañanas, comenzó a bailar. Al contrario que el día anterior, en que Elen se había mantenido oculta entre los árboles para dar algo de intimidad a la bailarina, esa vez sí que observó la danza, con detenimiento.
Los rasgos de la anciana cambiaban con cada movimiento, perdiendo las manchas del rostro y las arrugas que daban a su mirada un aspecto cansado, mientras sus cabellos blancos se tornaban rubios y el cuerpo recuperaba la figura de juventud. Aquel era el motivo de que acudiese allí todos los días, las pociones tendrían algo que ver pero también su costumbre de bailar al salir el sol, ambas cosas debían estar relacionadas de algún modo, que ella tendría que descubrir.
Al terminar su danza, Karen inició el camino hacia Beltrexus para otra jornada de trabajo entre aquellas mujeres que tanto la criticaban, pero ahora no estaba sola. La benjamina de los Calhoun empezaba a comprenderla, pero pronto lo haría aún mejor. Prestó atención cuando su acompañante comenzó a hablarle de su época joven, de cuanto le había apasionado la alquimia y el baile, pero se interesó aún más al escucharla nombrar a una persona especial. - ¿Es por eso no? Perdiste a esa persona y vienes a recordarla cada mañana, utilizando las pociones para volver a estar cómo eras en aquel entonces. - comentó, casi segura de haber acertado.
Ella misma admitía haber perdido años de la que tendría que haber sido su mejor etapa en la vida por culpa de la maldición, nunca tuvo ocasión de disfrutar como una muchacha normal, pero a aquellas alturas ya era algo que veía casi imposible. Miraba las cosas con otros ojos, atenta a cualquier mal que pudiese estarla rondando, cuando el mayor problema de la mayoría de chicas de su edad era enamorarse del hombre equivocado. Elen no había tenido oportunidad de cometer esos errores, ni se había permitido mirar a nadie de un modo especial, pues veía en ello una debilidad.
Ya se preocupaba bastante por su familia como para añadir a otra persona a su vida, pero con ello se estaba cerrando puertas, que quizá algún día se arrepintiese de no haber abierto.
Ambas estaban ya muy cerca de la aldea, el bullicio de los mercaderes podía escucharse cada vez más alto y claro, mientras armaban sus puestos y colocaban las mercancías como cada mañana. Lyanna, la dolorida madre que aseguraba haber perdido a su hijo por culpa de Karen, esperaba expectante en la plaza, ya no se fiaba de la bruja que supuestamente iba a ocuparse del asunto, así que quería ver con sus propios ojos si las habladurías eran ciertas. Otras damas del pueblo ya lo comentaban, decían que la bailarina la había encandilado de algún modo, pero ella simplemente creía que la de cabellos cenicientos la había traicionado al no cumplir con lo que le había encargado.
Tras aquellas palabras, la anciana se despidió para retirarse a descansar, añadiendo que la despertaría temprano para que pudiese acompañarla a la cala cuando el sol comenzara a salir. - Buenas noches. - fue lo único que alcanzó a decir la de ojos verdes, antes de que la puerta de la habitación en que iba a pasar la noche se cerrase delante de ella. Con la escasa iluminación que proporcionaba una modesta lámpara de aceite, Elen echó un vistazo al cuarto y se acercó de inmediato a la ventana, la tormenta era fuerte y estaba descargando sobre el bosque.
No pudo ver nada a través del cristal, pero el intenso sonido de la lluvia era más que suficiente para hacerse una idea de la que estaba cayendo en el exterior. Sin más que hacer, la joven se acercó a la cama en que Karen había depositado las mantas y se quitó los cinturones, para depositarlos cuidadosamente sobre la mesilla de noche que había junto al camastro. También se deshizo del corset que llevaba bajo el pecho y las botas, para luego meterse bajo las mantas y apagar la lámpara, aunque le costaría dormir aquella noche.
Sumida en la oscuridad, y con la mirada clavada en el techo, la hechicera dio varias vueltas a todo lo que sabía de su anfitriona, sin tener idea de qué pasaría al día siguiente. Karen parecía una buena mujer, quedaba claro que estaba bajo el efecto de aquel par de pociones para recuperar su juventud todos los días, pero no hacía daño a nadie con ello. Un rato después de acostarse, el sonido más calmado de las gotas contra la ventana hizo que despejase la mente, consiguiendo quedarse dormida.
Un susurró de la anciana bastó para despertarla al día siguiente, cuando el sol aún apenas empezaba a asomarse por el horizonte. No debía perder el tiempo así que se preparó con rapidez para luego seguir a Karen hasta la cala, donde al igual que las otras mañanas, comenzó a bailar. Al contrario que el día anterior, en que Elen se había mantenido oculta entre los árboles para dar algo de intimidad a la bailarina, esa vez sí que observó la danza, con detenimiento.
Los rasgos de la anciana cambiaban con cada movimiento, perdiendo las manchas del rostro y las arrugas que daban a su mirada un aspecto cansado, mientras sus cabellos blancos se tornaban rubios y el cuerpo recuperaba la figura de juventud. Aquel era el motivo de que acudiese allí todos los días, las pociones tendrían algo que ver pero también su costumbre de bailar al salir el sol, ambas cosas debían estar relacionadas de algún modo, que ella tendría que descubrir.
Al terminar su danza, Karen inició el camino hacia Beltrexus para otra jornada de trabajo entre aquellas mujeres que tanto la criticaban, pero ahora no estaba sola. La benjamina de los Calhoun empezaba a comprenderla, pero pronto lo haría aún mejor. Prestó atención cuando su acompañante comenzó a hablarle de su época joven, de cuanto le había apasionado la alquimia y el baile, pero se interesó aún más al escucharla nombrar a una persona especial. - ¿Es por eso no? Perdiste a esa persona y vienes a recordarla cada mañana, utilizando las pociones para volver a estar cómo eras en aquel entonces. - comentó, casi segura de haber acertado.
Ella misma admitía haber perdido años de la que tendría que haber sido su mejor etapa en la vida por culpa de la maldición, nunca tuvo ocasión de disfrutar como una muchacha normal, pero a aquellas alturas ya era algo que veía casi imposible. Miraba las cosas con otros ojos, atenta a cualquier mal que pudiese estarla rondando, cuando el mayor problema de la mayoría de chicas de su edad era enamorarse del hombre equivocado. Elen no había tenido oportunidad de cometer esos errores, ni se había permitido mirar a nadie de un modo especial, pues veía en ello una debilidad.
Ya se preocupaba bastante por su familia como para añadir a otra persona a su vida, pero con ello se estaba cerrando puertas, que quizá algún día se arrepintiese de no haber abierto.
Ambas estaban ya muy cerca de la aldea, el bullicio de los mercaderes podía escucharse cada vez más alto y claro, mientras armaban sus puestos y colocaban las mercancías como cada mañana. Lyanna, la dolorida madre que aseguraba haber perdido a su hijo por culpa de Karen, esperaba expectante en la plaza, ya no se fiaba de la bruja que supuestamente iba a ocuparse del asunto, así que quería ver con sus propios ojos si las habladurías eran ciertas. Otras damas del pueblo ya lo comentaban, decían que la bailarina la había encandilado de algún modo, pero ella simplemente creía que la de cabellos cenicientos la había traicionado al no cumplir con lo que le había encargado.
Elen Calhoun
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Re: [QUEST] Bailando con el Sol.
Elen, pasan un par de días desde que pasaste la noche en casa de la anciana. En esos días, quiero que expliques brevemente que pasa: si aprendes algo nuevo, conversaciones ajenas… ya sabes.
-Elen, quiero pedirte una cosa de vital importancia.- susurro Karen junto a la hoguera, con su vestido azul de ir por casa. Tanto la de ojos verdes como la anciana portaban una manta alrededor de los hombros, estaba siendo una noche fría. –Llevo mucho tiempo buscando a la persona adecuada, la indicada, y creo que he encontrado a esa persona en ti. – la miraba a los ojos, estaba seria, o al menos lo intentaba, ya que una sonrisa tierna y dulce quería salir de entre sus labios. –Quiere que sepas que eres una persona muy importante, como ya te he dicho en numerosas ocasiones, me recuerdas a mí. Necesito que me hagas un favor, un último e importante favor. No puedes negarte, a cambio te enseñare todo lo que se. ¿Aceptas?
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-Elen, quiero pedirte una cosa de vital importancia.- susurro Karen junto a la hoguera, con su vestido azul de ir por casa. Tanto la de ojos verdes como la anciana portaban una manta alrededor de los hombros, estaba siendo una noche fría. –Llevo mucho tiempo buscando a la persona adecuada, la indicada, y creo que he encontrado a esa persona en ti. – la miraba a los ojos, estaba seria, o al menos lo intentaba, ya que una sonrisa tierna y dulce quería salir de entre sus labios. –Quiere que sepas que eres una persona muy importante, como ya te he dicho en numerosas ocasiones, me recuerdas a mí. Necesito que me hagas un favor, un último e importante favor. No puedes negarte, a cambio te enseñare todo lo que se. ¿Aceptas?
Wyn
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