[Trabajo/Noche] Llantos en la tumba.
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[Trabajo/Noche] Llantos en la tumba.
Días u horas, tal vez semanas. El tiempo había transcurrido bastante en el camino que emprendía el espadachín y su perro por los bosques, habían llegado a ver desde lo más verde que podía ofrecer la naturaleza a llegar hasta una enredadera de niebla en aquella noche. Luciérnagas y un haz de luz caía de la luna contra sus cuerpos, tal vez como su única guía en medio de la noche del paraje desconocido para el dúo de compañeros. Indiferente, el cibernético tenía como mero objetivo seguir con su cruzada pese a los embrollos de los que pudiera salir entrometido, a veces era una suerte contar con una naturaleza artificial tan irreversible como la de un cibernético. Perseverante y calmado, eran dos palabras la definían completamente.
El ulular de los búhos comenzaba a escucharse durante cada paso en el misterioso sendero nublado y oscuro que tenía el cibernético por delante, al punto de que fue haciéndose cada vez más repetitivo hasta llegar a acostumbrarse a aquel sonido. Poca luz tenía para guiarse, aunque las luciérnagas fuesen pequeñas fuentes de luz no bastaban como para guiarlo durante todo ese camino sombrío con su corto alcance.
No creo que sea necesario un análisis hasta hora pensó, a su vez que su mira telescópica recopilaba los objetos que tenía por delante o más bien, lo que podía alcanzar a identificar su visión en su panorama con la poca iluminación. Su perro, en cambio, daba numerosos aullidos como si de alguna manera fuesen a ser escuchados por algún otro perro rondando entre los bosques, aunque Sajin temía que el perro tratase de indicar que, a partir de su olfato, se habían perdido. No era una opción viable, si no más bien simplemente tomar el camino del que pronto iba escuchando sus pisadas en el césped expandido hasta el sendero, parecía tratarse de una zona abandonada durante mucho tiempo.
Era común que el espadachín acostase su espada envainada sobre su hombro, como si era el pan de cada día toparse con un espadachín con una espada al aire libre. Pero en ese momento era mejor tomar la precaución como una opción viable para el territorio desconocido en el que se cruzaba, del que como una señal que parecía indicar buen augurio para el espadachín y su perro, se mostraba en su camino un haz fugaz de luz entre la niebla.
La mirada telescópica se colocó completamente hacia aquella luz de la que la niebla iba ocultando lentamente cada vez que se esparcía, un haz de luz en medio de esa oscuridad resultaría útil. Pero tras apartar la espesa niebla de su camino al momento de alcanzar el haz de luz al tiempo que se aventuraba en el sendero, notó como una lámpara de aceite colgaba bajo un letrero de una madera vieja. La letra estaba ilegible, había sido ensuciada con un líquido viscoso del que Sajin tocó con sus dedos. Al notar aquella viscosidad similar a una especie de baba entre sus dedos, lo arrojó al suelo. Sea lo que fuese que indicase, el cibernético no acabaría muy contento tras revisarlo. Pero tras unos pasos después, lo que encontraría no sería tan malo...
Un pequeño pueblo a las afueras, en la que la niebla se esparcía cada vez más entre las cabañas, en las que las luces amarillas en sus ventanas resplandecían pese a que todo lucía abandonado como una especie de pueblo fantasma. Denoto a la gente posada en la entrada de algunos locales y de sus hogares, viendo con unas miradas antipáticas y poco amigables para el cibernético. No denotaban ira y mucho menos euforia, era como unos ojos que miraban al vacío con melancolía. Ignorando las incómodas miradas que tenía a su alrededor, el cibernético se percató del hombre que barajaba sus cartas en una de las esquinas de los locales, su sombrero cubría la mayor parte de su rostro de lo que no dejaba ver sus ojos.
— Un forastero viene al viejo y silencioso pueblo. —Paró de barajar sus cartas, con una sonrisa misteriosa.— ¿Vienes por el encargo al igual que los otros tres no es así? la espada lo refleja mucho... ¿mercenario?
— Espadachín. —Contestó.— ¿Qué encargo se refiere usted, estimado sombrerero? ¿sabéis donde estamos? he rondado el camino durante largo tiempo según estiman mis cálculos.
— Disculpa, pensé que sabías acerca del botín que se esta ofreciendo por aquí. Estáis cerca de Verisar, pero aún así, sigue siendo territorio de vampiros. —Continuó jugando con sus cartas, su sonrisa seguía pese a ello.— ¿No ves la cara de la gente? triste, insegura... los ataques de los vampiros los tienen así.
— ¿Así que hay problemas con vampiros? —Preguntó, Sajin se había acostumbrado a tratar con alimañas tras los acontecimientos que tuvo en aquella incesante cacería de lobos.
— Problemas personales, perdona por vincularte. Pero, necesito mano de obra para ella. ¿Ya te dije lo de los otros tres? ¿no? creo que tu serías el número cuatro que ando buscando, llegaste como un milagro.
El ulular de los búhos comenzaba a escucharse durante cada paso en el misterioso sendero nublado y oscuro que tenía el cibernético por delante, al punto de que fue haciéndose cada vez más repetitivo hasta llegar a acostumbrarse a aquel sonido. Poca luz tenía para guiarse, aunque las luciérnagas fuesen pequeñas fuentes de luz no bastaban como para guiarlo durante todo ese camino sombrío con su corto alcance.
No creo que sea necesario un análisis hasta hora pensó, a su vez que su mira telescópica recopilaba los objetos que tenía por delante o más bien, lo que podía alcanzar a identificar su visión en su panorama con la poca iluminación. Su perro, en cambio, daba numerosos aullidos como si de alguna manera fuesen a ser escuchados por algún otro perro rondando entre los bosques, aunque Sajin temía que el perro tratase de indicar que, a partir de su olfato, se habían perdido. No era una opción viable, si no más bien simplemente tomar el camino del que pronto iba escuchando sus pisadas en el césped expandido hasta el sendero, parecía tratarse de una zona abandonada durante mucho tiempo.
Era común que el espadachín acostase su espada envainada sobre su hombro, como si era el pan de cada día toparse con un espadachín con una espada al aire libre. Pero en ese momento era mejor tomar la precaución como una opción viable para el territorio desconocido en el que se cruzaba, del que como una señal que parecía indicar buen augurio para el espadachín y su perro, se mostraba en su camino un haz fugaz de luz entre la niebla.
La mirada telescópica se colocó completamente hacia aquella luz de la que la niebla iba ocultando lentamente cada vez que se esparcía, un haz de luz en medio de esa oscuridad resultaría útil. Pero tras apartar la espesa niebla de su camino al momento de alcanzar el haz de luz al tiempo que se aventuraba en el sendero, notó como una lámpara de aceite colgaba bajo un letrero de una madera vieja. La letra estaba ilegible, había sido ensuciada con un líquido viscoso del que Sajin tocó con sus dedos. Al notar aquella viscosidad similar a una especie de baba entre sus dedos, lo arrojó al suelo. Sea lo que fuese que indicase, el cibernético no acabaría muy contento tras revisarlo. Pero tras unos pasos después, lo que encontraría no sería tan malo...
Un pequeño pueblo a las afueras, en la que la niebla se esparcía cada vez más entre las cabañas, en las que las luces amarillas en sus ventanas resplandecían pese a que todo lucía abandonado como una especie de pueblo fantasma. Denoto a la gente posada en la entrada de algunos locales y de sus hogares, viendo con unas miradas antipáticas y poco amigables para el cibernético. No denotaban ira y mucho menos euforia, era como unos ojos que miraban al vacío con melancolía. Ignorando las incómodas miradas que tenía a su alrededor, el cibernético se percató del hombre que barajaba sus cartas en una de las esquinas de los locales, su sombrero cubría la mayor parte de su rostro de lo que no dejaba ver sus ojos.
— Un forastero viene al viejo y silencioso pueblo. —Paró de barajar sus cartas, con una sonrisa misteriosa.— ¿Vienes por el encargo al igual que los otros tres no es así? la espada lo refleja mucho... ¿mercenario?
— Espadachín. —Contestó.— ¿Qué encargo se refiere usted, estimado sombrerero? ¿sabéis donde estamos? he rondado el camino durante largo tiempo según estiman mis cálculos.
— Disculpa, pensé que sabías acerca del botín que se esta ofreciendo por aquí. Estáis cerca de Verisar, pero aún así, sigue siendo territorio de vampiros. —Continuó jugando con sus cartas, su sonrisa seguía pese a ello.— ¿No ves la cara de la gente? triste, insegura... los ataques de los vampiros los tienen así.
— ¿Así que hay problemas con vampiros? —Preguntó, Sajin se había acostumbrado a tratar con alimañas tras los acontecimientos que tuvo en aquella incesante cacería de lobos.
— Problemas personales, perdona por vincularte. Pero, necesito mano de obra para ella. ¿Ya te dije lo de los otros tres? ¿no? creo que tu serías el número cuatro que ando buscando, llegaste como un milagro.
Sajin
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Re: [Trabajo/Noche] Llantos en la tumba.
El misterioso sujeto del sombrero paró una vez más de barajar sus cartas de aquella manera despreocupada, guardándolas poco después en su gabardina de negro azabache. Aquel extraño hombre acomodo su sombrero negro, despeinando su largo cabello grisáceo y poco cuidado, aquello parecía indicar vejez en el sombrero. Alzo su sombrero hacia arriba mientras tomaba un bastón al lado del rincón en el que había acostado su espalda para jugar con su grupo de naipes; el sombrero alzado hizo denotar con más claridad el rostro del hombre, cuyos ojos yacían encubiertos por vendajes. El sujeto caminó con total serenidad pese a ello hacia el cibernético, tocando la rodilla metálica del robot con pequeños golpes de la punta de su bastón.
— ¿Traes armadura? me parece bien. —Sacó una cantimplora de su gabardina; abrió con su pulgar la tapa y dio unos cuantos sorbos a lo que parecía ser ron en ella, un bebedor ciego era raro de ver. — Me llamo Graves, viajero. ¿Tu nombre es...?
— Sajin. —Contestó de una manera seca y fría, a pesar de que fuese un discapacitado visual, la naturaleza artificial de Sajin trataba con la misma cortesía a las personas pese a sus discapacidades. — ¿No necesitará una mano, estimado Graves?
— No, no, muchacho. Ven conmigo. —El hombre ciego se alejaba de las calles del pueblo nubladas de la niebla que acechaba en aquella noche, se guió por si mismo a base de golpes con su bastón contra cada objeto que encontraba por el pueblo. Pero en cuestión de minutos de una manera muy rápida, lo había guiado como si se le hubiese implantado el mapa a aquel territorio tan sagrado como melancólico: el sombrerero lo había guiado a un cementerio.
Las rejas lucían con un siniestro aspecto gótico, mientras que podía alcanzarse a escuchar en medio de la entrada como los portones de hierro unidos a las rejas comenzaban a chillar de óxido. El lugar era viejo, varias hojas se dispersaban a lo largo del suelo como si se tratase de una temporada de otoño más en el camino, pero aquellas hojas estaban tan muertas como los mismos cadáveres que yacían en los ataúdes bajo la tierra. Apenas alcanzó a notar una pila completa de lápidas clavadas en la tierra, de una forma tan sincronizada que parecía haber sido organizado por la misma parca. Pero lo que tenían enfrente no solo era una pila de lápidas entre la tierra y árboles tétricos de los que no colgaba ni una sola hoja; había un templo deprimente que hacía juego con el ambiente en el que se encontraba. Gárgolas colgaban de los rincones más altos del templo que recordaban más a una especie de catedral olvidada.
— Eh, Sajin. —El sombrerero le tocó con su bastón en el hombro, para luego hacer ruido con los golpes a las rejas.— Necesito que abras la puerta, muchacho. Este templo es muy antiguo, aquí solíamos reunirnos a pedir favores al gran Odin y sus hijos. Pero como sabes, la gente se modernizo y se aisló de los dioses en sus estúpidas ciudades fortificadas. ''Rey de Lunargenta'' patrañas, mi rey sigue siendo Odin. —Lanzó un escupitajo al suelo, luego de que el cibernético abriese las puertas.— Bien, muchacho. Bueno, como seguía contándote... le he comprado este terreno a este pueblo de idiotas, pero tengo un problema.
— ¿Qué necesita? —Contestó, a la vez que alzaba sus ojos para denotar más a fondo la estética gótica del templo.
— Verás, este cementerio no es muy acogedor sobre lo que dicen esos aldeanos, dicen que esta maldito. Yo mismo me encargué de solicitar un buen par de hombres que tuviesen agallas de acero para investigar el porque y cuidar estas tierras, pero han desaparecido en el peor momento. ¿Y sabes por qué? se supone que tengo que modelar y desmantelar este viejo templo, aparte de cuidar que las tumbas estén intactas. Pero todo cambia con la noche y eso trajo la desaparición de esos bastardos...
— ¿Cuál es la misión, estimado Graves? —Sajin bajo por un momento su mirada, denotando a su perro a su lado con una mirada torpe y alegre con su lengua hacia afuera, el perro veía como un pelmazo a el bastón que movía a menudo el ciego.
— Quédate una noche hasta que amanezca. —Puso una sonrisa por extraña razón.— Y quiero que descubras lo que sea que este pasando en este vertedero. Cumples con el encargo y bueno, puede que te pague, chico. ¿Qué dices? ¿aceptas?
— Afirmativo, estimado Graves. —Asintió, pese al montón de palabras para especificar más de la cuenta.
— Lo tomaré como un si. —Cerró con su pulgar su cantimplora y la guardó en su gabardina, sustituyendo esta por unas cuantas llaves. Cada una lucía vieja y de la misma textura férrea. Sajin abrió su mano para aceptar el manojo de llaves del ciego.— Cada una tiene el número de cada puerta, no lo olvides. —Se escuchó fuertes pisadas de pezuñas batir a lo lejos la plaza del pueblo.—¡Oh, mira! han llegado por fin a buscarme... esos malditos, ¿a estas horas? ¡no se esperen una moneda de este bolsillo! Se me olvidaba... suerte, muchacho. —El ciego se alejó en la penumbra nublada y sombría, el cibernético tan solo llegó a escuchar el abrir y cerrar de una puerta y justamente después, el galopeo de caballos en la plaza.
— Bueno, Sardinas. —Miró a su pequeño y perruno compañero bajo sus pies.— El deber llama.
— ¿Traes armadura? me parece bien. —Sacó una cantimplora de su gabardina; abrió con su pulgar la tapa y dio unos cuantos sorbos a lo que parecía ser ron en ella, un bebedor ciego era raro de ver. — Me llamo Graves, viajero. ¿Tu nombre es...?
— Sajin. —Contestó de una manera seca y fría, a pesar de que fuese un discapacitado visual, la naturaleza artificial de Sajin trataba con la misma cortesía a las personas pese a sus discapacidades. — ¿No necesitará una mano, estimado Graves?
— No, no, muchacho. Ven conmigo. —El hombre ciego se alejaba de las calles del pueblo nubladas de la niebla que acechaba en aquella noche, se guió por si mismo a base de golpes con su bastón contra cada objeto que encontraba por el pueblo. Pero en cuestión de minutos de una manera muy rápida, lo había guiado como si se le hubiese implantado el mapa a aquel territorio tan sagrado como melancólico: el sombrerero lo había guiado a un cementerio.
Las rejas lucían con un siniestro aspecto gótico, mientras que podía alcanzarse a escuchar en medio de la entrada como los portones de hierro unidos a las rejas comenzaban a chillar de óxido. El lugar era viejo, varias hojas se dispersaban a lo largo del suelo como si se tratase de una temporada de otoño más en el camino, pero aquellas hojas estaban tan muertas como los mismos cadáveres que yacían en los ataúdes bajo la tierra. Apenas alcanzó a notar una pila completa de lápidas clavadas en la tierra, de una forma tan sincronizada que parecía haber sido organizado por la misma parca. Pero lo que tenían enfrente no solo era una pila de lápidas entre la tierra y árboles tétricos de los que no colgaba ni una sola hoja; había un templo deprimente que hacía juego con el ambiente en el que se encontraba. Gárgolas colgaban de los rincones más altos del templo que recordaban más a una especie de catedral olvidada.
— Eh, Sajin. —El sombrerero le tocó con su bastón en el hombro, para luego hacer ruido con los golpes a las rejas.— Necesito que abras la puerta, muchacho. Este templo es muy antiguo, aquí solíamos reunirnos a pedir favores al gran Odin y sus hijos. Pero como sabes, la gente se modernizo y se aisló de los dioses en sus estúpidas ciudades fortificadas. ''Rey de Lunargenta'' patrañas, mi rey sigue siendo Odin. —Lanzó un escupitajo al suelo, luego de que el cibernético abriese las puertas.— Bien, muchacho. Bueno, como seguía contándote... le he comprado este terreno a este pueblo de idiotas, pero tengo un problema.
— ¿Qué necesita? —Contestó, a la vez que alzaba sus ojos para denotar más a fondo la estética gótica del templo.
— Verás, este cementerio no es muy acogedor sobre lo que dicen esos aldeanos, dicen que esta maldito. Yo mismo me encargué de solicitar un buen par de hombres que tuviesen agallas de acero para investigar el porque y cuidar estas tierras, pero han desaparecido en el peor momento. ¿Y sabes por qué? se supone que tengo que modelar y desmantelar este viejo templo, aparte de cuidar que las tumbas estén intactas. Pero todo cambia con la noche y eso trajo la desaparición de esos bastardos...
— ¿Cuál es la misión, estimado Graves? —Sajin bajo por un momento su mirada, denotando a su perro a su lado con una mirada torpe y alegre con su lengua hacia afuera, el perro veía como un pelmazo a el bastón que movía a menudo el ciego.
— Quédate una noche hasta que amanezca. —Puso una sonrisa por extraña razón.— Y quiero que descubras lo que sea que este pasando en este vertedero. Cumples con el encargo y bueno, puede que te pague, chico. ¿Qué dices? ¿aceptas?
— Afirmativo, estimado Graves. —Asintió, pese al montón de palabras para especificar más de la cuenta.
— Lo tomaré como un si. —Cerró con su pulgar su cantimplora y la guardó en su gabardina, sustituyendo esta por unas cuantas llaves. Cada una lucía vieja y de la misma textura férrea. Sajin abrió su mano para aceptar el manojo de llaves del ciego.— Cada una tiene el número de cada puerta, no lo olvides. —Se escuchó fuertes pisadas de pezuñas batir a lo lejos la plaza del pueblo.—¡Oh, mira! han llegado por fin a buscarme... esos malditos, ¿a estas horas? ¡no se esperen una moneda de este bolsillo! Se me olvidaba... suerte, muchacho. —El ciego se alejó en la penumbra nublada y sombría, el cibernético tan solo llegó a escuchar el abrir y cerrar de una puerta y justamente después, el galopeo de caballos en la plaza.
— Bueno, Sardinas. —Miró a su pequeño y perruno compañero bajo sus pies.— El deber llama.
Sajin
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Re: [Trabajo/Noche] Llantos en la tumba.
Graves se había ido y el cibernético había dado su palabra, ahora no había paso atrás para cumplir con su nueva tarea. Deber es deber y debe ser respondida con la responsabilidad de aquel que la cargue, Sajin lo tenía claro y eso bastaba como para que aquel trabajo fuese una parte más en su camino por la espada. No cumplir su palabra significaría para el cibernético el hecho de no ser capaz de cumplir con todo lo que se prometía cumplir dentro del camino por la espada, y para un aficionado como él, aquel camino era su vida, su único sentido para vivir. Debería demostrar que era digno de la lealtad y desempeño que indicaba cruzar el recto y noble camino que no solo convertía a aquellos en grandes guerreros, si no en grandes personas.
Pero ahora, protegiendo tan solo un puñado de tierra repleta de muerte y de un aire que erizaba los pelos de Sardinas de miedo, el gótico aire del tétrico templo no era muy reconfortante para su perro. Aún así, Sajin se dirigió a las grandes puertas de madera vieja mientras que su perro caminaba con la cabeza abajo, tratando de mantener la cautela en aquel lugar. Colocó su espada en su compartimiento, teniendo su espada acostada en su hombro cada segundo era una pérdida de tiempo cuando necesita cumplir acciones de más de una sola mano. Buscando llave por llave entre su manojo colgando de entre sus dedos, el cibernético hallo la gran llave dorada que tenía el tamaño exacto para entrar en la cerradura de la puerta. Con eso le bastó para abrirla, empujando las puertas del templo hacia delante y mostrando lo que tenía adentro una vez hecho.
— Inesperado, el lugar es más amplio de lo que se estimaba. —Comentó Sajin, tras analizar con detenimiento el gran salón en el que moraban las estatuas de los dioses a su alrededor cubiertas de polvo, grandes pilares de madera dentro del templo se conectaban al techo como piezas fundamentales en la arquitectura del templo. Las antorchas estaban prendidas, Graves se había dignado a dejarlas así pese a que tendría un tiempo para él solo en una reconfortante carrocería.
Su perro se emocionó del espacio tan reconfortante que tenía para poder jugar y corretear solo, sin peligro a perderse o encontrar algún peligroso monstruo, tenía de cerca a su amo para supervisarlo. El pequeño perro comenzaba a corretear con su lengua colgando de un costado de la boca por la rapidez del animal, cuyos ladridos producían ecos dentro de todo el templo, probablemente se escucharían fuera del templo en el cementerio que estaban encargados a investigar.
Sajin denoto en el medio de la sala una capilla dedicada a Odin, en la que la figura divina estaba posando con su lanza y dos cuervos en cada uno de sus hombros. Adoradores de imágenes dirían algunos, pero el cibernético consideraba a la religión como un sistema de dogmas que trataba de infravalorar al hombre por un ser divino y la tierra hacerla ver mejor o peor que los numerosos mundos que habían en el panteón religioso de los nórdicos. Aún así, Sajin se sentó entre los bancos que estaban ahí para los adoradores compartir su oración a sus dioses, vigilando que su mascota no hiciese ningún alboroto mientras correteaba en círculos a lo largo del gran salón que significaba algo sagrado para la gente del pueblo.
— Esta será una larga noche. —Pensó el espadachín en voz baja, viendo la capilla iluminada por las antorchas y la luz de la luna caer por los ventanales detrás de esta. Los arquitectos del templo parecían haber querido dar un aspecto de divinidad a la deidad principal de los nórdicos, al punto de que rayaba en lo fanático para la perspectiva del robot y probablemente de muchos otros más.
***
Ya comenzaba a anochecer y eso indicaba otra velada de fiesta y libertinaje, unas carcajadas siniestras empezaban a escucharse entre los arbustos del pueblo, cuyo único ruido seguido de ello solo podían ser sus pisadas entre las herbáceas. Para finalizar el día, que mejor manera había que recolectar agua del pozo como hacía día a día como solían hacerlo aldeanos y aldeanas en el pequeño pueblo del oeste. Tras recién haber sacado la cubeta de agua del pozo, la mujer se encamino de vuelta a la cabaña que le prometía una cálida y reconfortante descanso tras la jornada del día, pero pese a la curiosidad y el temor, paró en medio de las siniestras carcajadas en la maleza.
— ¿Hay alguien ahí? —Preguntaba la mujer a los arbustos ennegrecidos por medio de la oscuridad, iluminándose entre pequeños brillos que se clavaban sobre ella, eran miradas no reconfortantes para la aldeana.—¿Quién es?
Tras las carcajadas, pronto saltaron al ataque repentino hacia la aldeana. Sus risas terminaron en gruñidos como los de cualquier fiera salvaje...
Pero ahora, protegiendo tan solo un puñado de tierra repleta de muerte y de un aire que erizaba los pelos de Sardinas de miedo, el gótico aire del tétrico templo no era muy reconfortante para su perro. Aún así, Sajin se dirigió a las grandes puertas de madera vieja mientras que su perro caminaba con la cabeza abajo, tratando de mantener la cautela en aquel lugar. Colocó su espada en su compartimiento, teniendo su espada acostada en su hombro cada segundo era una pérdida de tiempo cuando necesita cumplir acciones de más de una sola mano. Buscando llave por llave entre su manojo colgando de entre sus dedos, el cibernético hallo la gran llave dorada que tenía el tamaño exacto para entrar en la cerradura de la puerta. Con eso le bastó para abrirla, empujando las puertas del templo hacia delante y mostrando lo que tenía adentro una vez hecho.
— Inesperado, el lugar es más amplio de lo que se estimaba. —Comentó Sajin, tras analizar con detenimiento el gran salón en el que moraban las estatuas de los dioses a su alrededor cubiertas de polvo, grandes pilares de madera dentro del templo se conectaban al techo como piezas fundamentales en la arquitectura del templo. Las antorchas estaban prendidas, Graves se había dignado a dejarlas así pese a que tendría un tiempo para él solo en una reconfortante carrocería.
Su perro se emocionó del espacio tan reconfortante que tenía para poder jugar y corretear solo, sin peligro a perderse o encontrar algún peligroso monstruo, tenía de cerca a su amo para supervisarlo. El pequeño perro comenzaba a corretear con su lengua colgando de un costado de la boca por la rapidez del animal, cuyos ladridos producían ecos dentro de todo el templo, probablemente se escucharían fuera del templo en el cementerio que estaban encargados a investigar.
Sajin denoto en el medio de la sala una capilla dedicada a Odin, en la que la figura divina estaba posando con su lanza y dos cuervos en cada uno de sus hombros. Adoradores de imágenes dirían algunos, pero el cibernético consideraba a la religión como un sistema de dogmas que trataba de infravalorar al hombre por un ser divino y la tierra hacerla ver mejor o peor que los numerosos mundos que habían en el panteón religioso de los nórdicos. Aún así, Sajin se sentó entre los bancos que estaban ahí para los adoradores compartir su oración a sus dioses, vigilando que su mascota no hiciese ningún alboroto mientras correteaba en círculos a lo largo del gran salón que significaba algo sagrado para la gente del pueblo.
— Esta será una larga noche. —Pensó el espadachín en voz baja, viendo la capilla iluminada por las antorchas y la luz de la luna caer por los ventanales detrás de esta. Los arquitectos del templo parecían haber querido dar un aspecto de divinidad a la deidad principal de los nórdicos, al punto de que rayaba en lo fanático para la perspectiva del robot y probablemente de muchos otros más.
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Ya comenzaba a anochecer y eso indicaba otra velada de fiesta y libertinaje, unas carcajadas siniestras empezaban a escucharse entre los arbustos del pueblo, cuyo único ruido seguido de ello solo podían ser sus pisadas entre las herbáceas. Para finalizar el día, que mejor manera había que recolectar agua del pozo como hacía día a día como solían hacerlo aldeanos y aldeanas en el pequeño pueblo del oeste. Tras recién haber sacado la cubeta de agua del pozo, la mujer se encamino de vuelta a la cabaña que le prometía una cálida y reconfortante descanso tras la jornada del día, pero pese a la curiosidad y el temor, paró en medio de las siniestras carcajadas en la maleza.
— ¿Hay alguien ahí? —Preguntaba la mujer a los arbustos ennegrecidos por medio de la oscuridad, iluminándose entre pequeños brillos que se clavaban sobre ella, eran miradas no reconfortantes para la aldeana.—¿Quién es?
Tras las carcajadas, pronto saltaron al ataque repentino hacia la aldeana. Sus risas terminaron en gruñidos como los de cualquier fiera salvaje...
Sajin
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Re: [Trabajo/Noche] Llantos en la tumba.
Los ventanales tenían una textura azul oscura bajo la luz de la luna que iluminaban a la capilla junto con el anaranjado brillo de las antorchas a su alrededor, las cuales consumían un buen puñado de leña para seguir todavía ardiendo tras los días en los que Graves había estado encargándose del local por si solo y probablemente los otros tres por igual, de los que el ciego no se había preocupado por dar aunque sea mínima información acerca de ellos. Tal vez podría encontrarlos si se encargaba de investigar el cementerio en vez de quedarse supervisando a su perro en su hora de juego dentro del templo, pero el cibernético realmente no tenía mucho que hacer allá dentro. Tenía por seguro que las tumbas seguirían normales y si no, tenía a Sardinas para detectar a algún intruso merodeando en el cementerio, solo que este estaba tan atento a su correteo juguetón por el templo que parecía abstraerse de todo el cargo que tenía junto con su amo.
Fue tanto la falta de quehaceres que el bio-cibernético cerró sus ojos, el brillo que emanaba del catedral emanaba cierta tranquilidad y comodidad al cibernético aparte de estar sentado con una espléndida vista por delante. Un momento de meditación y obstruirse así como su perro del entorno no estaba tan mal; cerró sus ojos, tratando de alcanzar una paz mental a base del silencio que tenía en aquel santuario del panteón nórdico. Algunos tomarían la meditación de Sajin como una especie de sueño, u oración, pero la verdad es que se trataba de una especie de viaje para alcanzar concentración por si mismo en su interior. A veces, en el campo de batalla, su cuerpo se sentía tan duro como el acero, su espíritu de lucha lo dominaba como todas las veces para alcanzar la supervivencia. Pero, en algunos momentos, la paz lo hacía tan ligero como una pluma. Aquel espíritu y paz, tenía que dominar tanto su cuerpo como su mente para forjarse como un verdadero espadachín.
Una pequeña anécdota del pasado viajó en su meditación. Había recordado los momentos en los que su señor llegaba a contarle las historias de su dinastía cuando dejaba de ocuparse del mantenimiento del pueblo, en los que mayormente podía hallar paz cuando cuidaba a la pequeña de su amo.
Nunca salía, una tullida pese a ser la hija de un señor era como cualquier otro niño, siempre desean embarcarse en una aventura. Solo que ella nunca podría, el señor nunca estaba en casa cuando en esos días apenas era un bio-cibernético programado para regirse por la voluntad de sus amos. Ella era una de las pocas personas en la vida del cibernético que le llamó su hermano mayor. Su base de datos pronto provocó en medio de su meditación una especie de pesadilla; vio horrorosas imágenes de su amo tomando el suicidio mientras apena su hija tenía la custodia de Sajin. Sus ojos se abrieron alertas y estupefactos, notó que su perro mordía sin ocasionar siquiera un gruñido de dolor al pie de metal de su amo.
— Ah, eras tú. —Clavó su mirada frívola en su perro, mordisqueando persistente su pie.— Os parecéis a mi, antes. Me pregunto lo que habrá sido de mi en aquel entonces... a veces analizo detalladamente mi historial y veo, veo a un hombre que pese a que siente una pizca minúscula de humanidad, no puede expresarla. Tal vez lo programaron o la sociedad lo hizo así; un mundo en donde actuar a base de sus emociones es equivalente a inferioridad o incluso de locura. ¿Qué son exactamente las emociones, Sardinas? ¿y será que yo... yo soñé por primera vez? la vida es tan ambigua, tan abstraída de su rumbo cuando ofreces el libre albedrío...
El viaje de mi consciencia a aquel paraje del que no estimo que fuese onírico, me hizo pensar algo. Tu, estas domesticado. Yo también, pero, ¿cuando domesticas a alguien, la palabra acaso trata de asemejarse a crear un lazo? Para ti soy como todos los demás guerreros que veías cuando eras un perro callejero. No me necesitarías. Pero yo tampoco te necesitaría. Entonces, si te domesticase, tu serías para mi único en el mundo. —Filosofaba de una manera reflexiva, a base del sueño que experimentó.
El perro no lo captaba del todo, apenas había dejado de mordisquear el pie de metal de su amo para ver con una boca abierta de par en par con una lengua colgando y unos ojos clavados y sin emoción en él. Aquella sonrisa de bobalicón acompañada de la torpeza de su mascota, le dejaba bastante claro que estaba hablando con un ser que no entendía ni la más mínima palabra.
— Para que he de esforzarme... estos ejemplos, tratan de engañar mi forma de ver el mundo. Ellos me domesticaron, Sardinas. Mi vida resultó... iluminada. Conocí voces que eran diferentes para mi de las otras mientras que ellas no podían contenerme. La espada no significaba nada para mi cuando vivía por ellos, ahora significa algo espléndido. Me hace recordarlos, por eso me encantará dominar este camino y al final, creo que los veré, Sardinas... este lugar esta repleto de muerte que me hace revivir recuerdos del pasado.
Su tranquilidad se vio destrozada con las macabras risas que se escuchaban fuera del templo, contando con el desgarrador aullido de horror a las afueras. Su perro se adelantó corriendo y ladrando a los cuatro vientos, seguido por Sajin. El cibernético desenvainó su espada de su vaina; su espada relucía al filo de la noche mientras que de esta, veía como unas figuras en los arbustos le daban unas muecas siniestras a base de sonrisas abiertas de par en par. Unos pequeños diablillos horrendos y con un rostro demacrado salían a la luz de la luna con unas orejas puntiagudas que recordaban mucho a los elfos. Sostenían pequeñas astas afiladas entre sus manos, salvo uno de ellos, que destacando con un yelmo de hierro mucho más grande que su cabeza, cargaba una soga entre sus dedos por razones misteriosas.
Sajin notó como aquellos pequeños bribones habían escrito groserías y ensuciado las lápidas de las tumbas, algunas habían sido inclusive destruidas por los misteriosos diablillos. El pequeño del yelmo jaló la cuerda, elevando repentinamente el cuerpo del cibernético de pies a cabeza no sin antes golpearse el rostro contra el suelo. Había sido tendido por esos bribones en una trampa, habían puesto la soga colgando del árbol para que con la pisada incorrecta el vigía del cementerio colgase en poco. Pero no fue del todo sencillo para ellos, los diablillos al ver como el que parecía ser su jefe se le dificultaba, todos ayudaron en una fila para colgarlo en el árbol, mientras su perro les ladraba tratando de amedrentarlos.
Tras ello, se percató de como en la posición en la que estaba ahora al ser atraído por el árbol, había un enorme hueco bajo el que resultaba ser parte de la brillante estrategia de esos pequeños engendros. Empezaban a hacerle muecas y reírse de él, mientras que otros comenzaban a lanzar piedras al cibernético. Unos dos de esos pequeños enanos de tez pálida fueron hacia Sardinas con sus astas afiladas en mano, espantando al perro del lugar. Mientras, en el hueco, podía escuchar misteriosos portazos venir desde las profundidades...
* Caerás en una fosa vacía muy profunda y te sujetarán y necesitarás ayuda. Para colmo llueve y podrías quedar sepultado.
* Lucharás con algunos bandidos que intentarán profanar tumbas.
Fue tanto la falta de quehaceres que el bio-cibernético cerró sus ojos, el brillo que emanaba del catedral emanaba cierta tranquilidad y comodidad al cibernético aparte de estar sentado con una espléndida vista por delante. Un momento de meditación y obstruirse así como su perro del entorno no estaba tan mal; cerró sus ojos, tratando de alcanzar una paz mental a base del silencio que tenía en aquel santuario del panteón nórdico. Algunos tomarían la meditación de Sajin como una especie de sueño, u oración, pero la verdad es que se trataba de una especie de viaje para alcanzar concentración por si mismo en su interior. A veces, en el campo de batalla, su cuerpo se sentía tan duro como el acero, su espíritu de lucha lo dominaba como todas las veces para alcanzar la supervivencia. Pero, en algunos momentos, la paz lo hacía tan ligero como una pluma. Aquel espíritu y paz, tenía que dominar tanto su cuerpo como su mente para forjarse como un verdadero espadachín.
Una pequeña anécdota del pasado viajó en su meditación. Había recordado los momentos en los que su señor llegaba a contarle las historias de su dinastía cuando dejaba de ocuparse del mantenimiento del pueblo, en los que mayormente podía hallar paz cuando cuidaba a la pequeña de su amo.
Nunca salía, una tullida pese a ser la hija de un señor era como cualquier otro niño, siempre desean embarcarse en una aventura. Solo que ella nunca podría, el señor nunca estaba en casa cuando en esos días apenas era un bio-cibernético programado para regirse por la voluntad de sus amos. Ella era una de las pocas personas en la vida del cibernético que le llamó su hermano mayor. Su base de datos pronto provocó en medio de su meditación una especie de pesadilla; vio horrorosas imágenes de su amo tomando el suicidio mientras apena su hija tenía la custodia de Sajin. Sus ojos se abrieron alertas y estupefactos, notó que su perro mordía sin ocasionar siquiera un gruñido de dolor al pie de metal de su amo.
— Ah, eras tú. —Clavó su mirada frívola en su perro, mordisqueando persistente su pie.— Os parecéis a mi, antes. Me pregunto lo que habrá sido de mi en aquel entonces... a veces analizo detalladamente mi historial y veo, veo a un hombre que pese a que siente una pizca minúscula de humanidad, no puede expresarla. Tal vez lo programaron o la sociedad lo hizo así; un mundo en donde actuar a base de sus emociones es equivalente a inferioridad o incluso de locura. ¿Qué son exactamente las emociones, Sardinas? ¿y será que yo... yo soñé por primera vez? la vida es tan ambigua, tan abstraída de su rumbo cuando ofreces el libre albedrío...
El viaje de mi consciencia a aquel paraje del que no estimo que fuese onírico, me hizo pensar algo. Tu, estas domesticado. Yo también, pero, ¿cuando domesticas a alguien, la palabra acaso trata de asemejarse a crear un lazo? Para ti soy como todos los demás guerreros que veías cuando eras un perro callejero. No me necesitarías. Pero yo tampoco te necesitaría. Entonces, si te domesticase, tu serías para mi único en el mundo. —Filosofaba de una manera reflexiva, a base del sueño que experimentó.
El perro no lo captaba del todo, apenas había dejado de mordisquear el pie de metal de su amo para ver con una boca abierta de par en par con una lengua colgando y unos ojos clavados y sin emoción en él. Aquella sonrisa de bobalicón acompañada de la torpeza de su mascota, le dejaba bastante claro que estaba hablando con un ser que no entendía ni la más mínima palabra.
— Para que he de esforzarme... estos ejemplos, tratan de engañar mi forma de ver el mundo. Ellos me domesticaron, Sardinas. Mi vida resultó... iluminada. Conocí voces que eran diferentes para mi de las otras mientras que ellas no podían contenerme. La espada no significaba nada para mi cuando vivía por ellos, ahora significa algo espléndido. Me hace recordarlos, por eso me encantará dominar este camino y al final, creo que los veré, Sardinas... este lugar esta repleto de muerte que me hace revivir recuerdos del pasado.
Su tranquilidad se vio destrozada con las macabras risas que se escuchaban fuera del templo, contando con el desgarrador aullido de horror a las afueras. Su perro se adelantó corriendo y ladrando a los cuatro vientos, seguido por Sajin. El cibernético desenvainó su espada de su vaina; su espada relucía al filo de la noche mientras que de esta, veía como unas figuras en los arbustos le daban unas muecas siniestras a base de sonrisas abiertas de par en par. Unos pequeños diablillos horrendos y con un rostro demacrado salían a la luz de la luna con unas orejas puntiagudas que recordaban mucho a los elfos. Sostenían pequeñas astas afiladas entre sus manos, salvo uno de ellos, que destacando con un yelmo de hierro mucho más grande que su cabeza, cargaba una soga entre sus dedos por razones misteriosas.
Sajin notó como aquellos pequeños bribones habían escrito groserías y ensuciado las lápidas de las tumbas, algunas habían sido inclusive destruidas por los misteriosos diablillos. El pequeño del yelmo jaló la cuerda, elevando repentinamente el cuerpo del cibernético de pies a cabeza no sin antes golpearse el rostro contra el suelo. Había sido tendido por esos bribones en una trampa, habían puesto la soga colgando del árbol para que con la pisada incorrecta el vigía del cementerio colgase en poco. Pero no fue del todo sencillo para ellos, los diablillos al ver como el que parecía ser su jefe se le dificultaba, todos ayudaron en una fila para colgarlo en el árbol, mientras su perro les ladraba tratando de amedrentarlos.
Tras ello, se percató de como en la posición en la que estaba ahora al ser atraído por el árbol, había un enorme hueco bajo el que resultaba ser parte de la brillante estrategia de esos pequeños engendros. Empezaban a hacerle muecas y reírse de él, mientras que otros comenzaban a lanzar piedras al cibernético. Unos dos de esos pequeños enanos de tez pálida fueron hacia Sardinas con sus astas afiladas en mano, espantando al perro del lugar. Mientras, en el hueco, podía escuchar misteriosos portazos venir desde las profundidades...
* Caerás en una fosa vacía muy profunda y te sujetarán y necesitarás ayuda. Para colmo llueve y podrías quedar sepultado.
* Lucharás con algunos bandidos que intentarán profanar tumbas.
Sajin
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