Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
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Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
“¡Pssst, despierta! Ya casi hemos llegado”
Finn abrió los ojos de golpe incorporándose excitado en su esquina del carro entre cajas de provisiones y herramientas. Podía oír las ruedas rodar sobre la tierra húmeda y pedregosa, y la lluvia golpear suavemente contra la tosca lona que protegía el interior del transporte. Junto a él a escaso metro de distancia un hombre compacto de pelo y bigote cano intercambiaba palabras con Eoghan sobre el clima, su rostro enjuto curtido por años de travesía.
Le habían conocido en el centro de Lunargenta mientras el comerciante preparaba sus mercancías. Había sido el hombre, Sigurhjörtur Fengurson tal como se había presentado -Sigur para los amigos-, quien les había hablado de esta oportunidad trabajando en una prestigiosa granja al este del Lago Central. No era cualquier lugar, Valle Dulce era reputado por muchos como el hogar de los mejores productores de miel e hidromiel en todo Aerandir.
“¡El secreto está en las flores!” había dicho Sigur cuando se embarcaron en su viaje. “Los valles y arboledas de la zona presentan una diversidad floral asombrosa, y todas y cada una de las variedades contribuyen al sabor y aroma únicos de la miel del Valle Dulce.”
Habían tardado tres días en llegar a su destino, atravesando el Bosque de los Humanos y los Bosques del Este. Tres días en los cuales el pequeño hombre bestia había dedicado cada pausa a explorar, aprovechando incluso las instancias en que una pendiente o un tramo difícil obligaban a llevar un paso lento a los animales para perderse en los alrededores. El clima había cambiado considerablemente en ese tanto. No sólo la temperatura había descendido sino que a partir del tercer día nubes bajas y una lluvia ligera cubrían por completo el paisaje.
“¡Muy bien! Henos aquí” anunció Sigur haciendo un mohín preocupado. La lluvia azotaba con fuerza la lona y afuera un cielo oscuro parecía próximo a engullir la tierra en su totalidad. “Un tiempo verdaderamente endemoniado. Inusual en estas tierras. ¡Ah, atento y diligente, como es costumbre! Aquel debe ser Berner.”
Acercándose sobre un caballo negro un hombre espigado envuelto en un pesado abrigo de cuero elevaba una mano en señal de saludo. Su cabello azabache formaba una trenza que caía sobre su pecho y una barba hirsuta ocultaba la sonrisa que acompañaba sus ojos cansados.
“¡Sigur! Justo a tiempo. Veo que traes refuerzos, heh, tu instinto bien podría salvarnos de otra catástrofe. Supongo habrás notado esta pequeña eventualidad” dijo Berner haciendo un gesto vago con la mano hacia el amenazante cielo. “Esperamos una tormenta como no la hemos tenido en años y sólo cuento con tres peones para mover la producción, reforzar el almacén, el tejado del establo, cuidar del ganado y hacer algo respecto a los putos zorros que ya han matado un tercio de los faisanes. Lo juro, ¡sólo faltaría que recibiéramos un grupo de bandidos aprovechando que los caminos estarán cerrados para hacer el escenario peor!” Berner estalló en una carcajada suave que murió lentamente y llevó la mirada hacia los bosques colindantes como si temiese que su broma se materializara en cualquier instante. “Dejemos la conversación para más tarde o acabaré empapado. Venga, os llevaré a conocer al resto.”
El hombre giró al caballo tirando suavemente de las riendas y se dirigió con un trote ligero hacia un edificio amplio de rústica pero elegante masonería, sin duda la casona principal. Se encontraban en un valle pequeño rodeado de dos suaves colinas cubiertas por bosques de robles y hallas. En el centro un riachuelo serpenteaba dividiendo la tierra, su caudal turbio y furioso producto del aguacero. A unos doscientos pasos de la residencia se divisaba un establo de madera y un almacén con tejado de piedra. Finn podía imaginar el conjunto en un día soleado y sin duda sería un verdadero paraíso terrenal, pero en la penumbra de la tormenta adquiría un elemento perturbador.
Cogió un saco vacío y llevándolo sobre su cabeza saltó del carro y siguió a Berner a la carrera. No era una distancia larga, pero sabía que al llegar a la puerta estaría completamente empapado. Por fortuna sus antepasados felinos eran hábiles nadadores y su pelaje no tardaba demasiado en secar.
“¡Vamos, Eoghan, Sr. Fengurson!” gritó sin girarse, su voz amortiguada por el viento y el agua. “¡Daos prisa o seré el único en entrar a la casa y ya sabéis como son los humanos cuando no se esperan un felino invadir su espacio! ¡Igual me llenan el pecho de flechas!”
Finn abrió los ojos de golpe incorporándose excitado en su esquina del carro entre cajas de provisiones y herramientas. Podía oír las ruedas rodar sobre la tierra húmeda y pedregosa, y la lluvia golpear suavemente contra la tosca lona que protegía el interior del transporte. Junto a él a escaso metro de distancia un hombre compacto de pelo y bigote cano intercambiaba palabras con Eoghan sobre el clima, su rostro enjuto curtido por años de travesía.
Le habían conocido en el centro de Lunargenta mientras el comerciante preparaba sus mercancías. Había sido el hombre, Sigurhjörtur Fengurson tal como se había presentado -Sigur para los amigos-, quien les había hablado de esta oportunidad trabajando en una prestigiosa granja al este del Lago Central. No era cualquier lugar, Valle Dulce era reputado por muchos como el hogar de los mejores productores de miel e hidromiel en todo Aerandir.
“¡El secreto está en las flores!” había dicho Sigur cuando se embarcaron en su viaje. “Los valles y arboledas de la zona presentan una diversidad floral asombrosa, y todas y cada una de las variedades contribuyen al sabor y aroma únicos de la miel del Valle Dulce.”
Habían tardado tres días en llegar a su destino, atravesando el Bosque de los Humanos y los Bosques del Este. Tres días en los cuales el pequeño hombre bestia había dedicado cada pausa a explorar, aprovechando incluso las instancias en que una pendiente o un tramo difícil obligaban a llevar un paso lento a los animales para perderse en los alrededores. El clima había cambiado considerablemente en ese tanto. No sólo la temperatura había descendido sino que a partir del tercer día nubes bajas y una lluvia ligera cubrían por completo el paisaje.
“¡Muy bien! Henos aquí” anunció Sigur haciendo un mohín preocupado. La lluvia azotaba con fuerza la lona y afuera un cielo oscuro parecía próximo a engullir la tierra en su totalidad. “Un tiempo verdaderamente endemoniado. Inusual en estas tierras. ¡Ah, atento y diligente, como es costumbre! Aquel debe ser Berner.”
Acercándose sobre un caballo negro un hombre espigado envuelto en un pesado abrigo de cuero elevaba una mano en señal de saludo. Su cabello azabache formaba una trenza que caía sobre su pecho y una barba hirsuta ocultaba la sonrisa que acompañaba sus ojos cansados.
“¡Sigur! Justo a tiempo. Veo que traes refuerzos, heh, tu instinto bien podría salvarnos de otra catástrofe. Supongo habrás notado esta pequeña eventualidad” dijo Berner haciendo un gesto vago con la mano hacia el amenazante cielo. “Esperamos una tormenta como no la hemos tenido en años y sólo cuento con tres peones para mover la producción, reforzar el almacén, el tejado del establo, cuidar del ganado y hacer algo respecto a los putos zorros que ya han matado un tercio de los faisanes. Lo juro, ¡sólo faltaría que recibiéramos un grupo de bandidos aprovechando que los caminos estarán cerrados para hacer el escenario peor!” Berner estalló en una carcajada suave que murió lentamente y llevó la mirada hacia los bosques colindantes como si temiese que su broma se materializara en cualquier instante. “Dejemos la conversación para más tarde o acabaré empapado. Venga, os llevaré a conocer al resto.”
El hombre giró al caballo tirando suavemente de las riendas y se dirigió con un trote ligero hacia un edificio amplio de rústica pero elegante masonería, sin duda la casona principal. Se encontraban en un valle pequeño rodeado de dos suaves colinas cubiertas por bosques de robles y hallas. En el centro un riachuelo serpenteaba dividiendo la tierra, su caudal turbio y furioso producto del aguacero. A unos doscientos pasos de la residencia se divisaba un establo de madera y un almacén con tejado de piedra. Finn podía imaginar el conjunto en un día soleado y sin duda sería un verdadero paraíso terrenal, pero en la penumbra de la tormenta adquiría un elemento perturbador.
Cogió un saco vacío y llevándolo sobre su cabeza saltó del carro y siguió a Berner a la carrera. No era una distancia larga, pero sabía que al llegar a la puerta estaría completamente empapado. Por fortuna sus antepasados felinos eran hábiles nadadores y su pelaje no tardaba demasiado en secar.
“¡Vamos, Eoghan, Sr. Fengurson!” gritó sin girarse, su voz amortiguada por el viento y el agua. “¡Daos prisa o seré el único en entrar a la casa y ya sabéis como son los humanos cuando no se esperan un felino invadir su espacio! ¡Igual me llenan el pecho de flechas!”
- Nota:
- Dejo el resto de npcs y el plan a seguir a tu discreción. Añade lo que quieras y modifica lo que te apetezca. Si quieres que avancemos más rápido no habría problema. <3
Finn
Experto
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
El aire estaba cargado. Lo notaba, era imposible confundir aquella pesadez en el ambiente habitual en la tormenta o en una amenaza de lluvia particularmente abrupta. Incluso con los ojos cerrados descansando la vista como estaba, recostado en la carreta, escuchaba a los jornaleros hablar entre ellos, hasta que a él, igual que a Finn, le llamaron la atención para que se levantase.
-¡Vamos zagal, no te pagamos por remolonear! -La risa del labriego al que llamaban Sigurd lo instó a despertarse y levantarse. Miró hacia el cielo encapotado y con nubes más negras que el propio azabache. Aquello no presagiaba nada bueno, y tanto el joven hombre bestia como él iban a tener que trabajar a destajo y a contra reloj. Un reto en toda regla, bien, bien. No es que se alegrase... Pero no trabajaba particularmente mal bajo presión, y eso no lo podía decir todo el mundo.
Al fin, la carreta se paró y con ello los dos hombres hablaron. Eoghan saltó de la carreta tras recoger su lanza y alzó la diestra en un saludo al hombre a caballo.
-Yo no llamaría a la suerte con los bandidos. Son tan viperinos y taimados como una víbora, no me extrañaría que aprovechasen durante la tormenta y la inundación para acercarse a rapiñar. -Dijo sin gravedad, no obstante sí llamando a la precaución, pues no decía mentira alguna... Porque los bandidos no acostumbraban a ser precisamente estandartes del sentido común en el mundo. Miró a Finn y sonrió cuando le llamó dando un pequeño trote para ponerse a la altura del muchacho. Apoyó suavemente la mano en el hombro del chico bestia en un gesto de calma y acto seguido se dirigió al caserón principal acompañando al pequeño hombre bestia. -Esto tiene pinta de que va a empezar a arreciar en un momento o en otro... Espero que el lago no se desborde, y menos aun el río, o lo vamos a pasar mal.
La afirmación no era agorera, pero sí que se notaba que Eoghan estaba preocupado por lo que pudiera pasar de ahí en adelante. A medida que se acercaban a la granja, probablemente seguidos por el señor Ferguson, Eoghan alzó la diestra a los jornaleros que se afanaban en llevar de aquí a allá al ganado para ponerlo a salvo.
-¡Oi! ¡La ayuda ha llegado! -Exclamó con una amplia sonrisa, solo para entonces dirigirse hacia donde los dueños de la granja y que, de paso, les diesen qué tareas les tocaría exactamente hacer.
Eoghan esperaba que solamente tuviesen que recoger cultivos y llevar algunos animales a algún lugar seguro de la granja, que aunque era amplia también era abundante en espacio llano y cuesta arriba. Además, contaban con buenas cuadras, así que ponerlos a salvo no debería de ser un gran problema.
Le preocupaba más, de hecho que pudiesen venir los bandidos. Los condenados bandidos eran siempre un grano en el trasero, y en tiempo de desgracias, todavía más. Parecían buitres, pero sin la labor higiénica al comerse cadáveres. No gruñó, pero sí tenía el semblante ligeramente severo... Claramente pensativo.
Observó entonces a los labriegos. Dos hombres y una mujer... ¿Eran tan pocos? En el anuncio de trabajo ya ponían que sería duro y que era poca gente, pero se esperaba al menos dos o tres hombres más... Al menos para una granja tan grande. Sí, les esperaba un duro trabajo por delante.
-¡Vamos zagal, no te pagamos por remolonear! -La risa del labriego al que llamaban Sigurd lo instó a despertarse y levantarse. Miró hacia el cielo encapotado y con nubes más negras que el propio azabache. Aquello no presagiaba nada bueno, y tanto el joven hombre bestia como él iban a tener que trabajar a destajo y a contra reloj. Un reto en toda regla, bien, bien. No es que se alegrase... Pero no trabajaba particularmente mal bajo presión, y eso no lo podía decir todo el mundo.
Al fin, la carreta se paró y con ello los dos hombres hablaron. Eoghan saltó de la carreta tras recoger su lanza y alzó la diestra en un saludo al hombre a caballo.
-Yo no llamaría a la suerte con los bandidos. Son tan viperinos y taimados como una víbora, no me extrañaría que aprovechasen durante la tormenta y la inundación para acercarse a rapiñar. -Dijo sin gravedad, no obstante sí llamando a la precaución, pues no decía mentira alguna... Porque los bandidos no acostumbraban a ser precisamente estandartes del sentido común en el mundo. Miró a Finn y sonrió cuando le llamó dando un pequeño trote para ponerse a la altura del muchacho. Apoyó suavemente la mano en el hombro del chico bestia en un gesto de calma y acto seguido se dirigió al caserón principal acompañando al pequeño hombre bestia. -Esto tiene pinta de que va a empezar a arreciar en un momento o en otro... Espero que el lago no se desborde, y menos aun el río, o lo vamos a pasar mal.
La afirmación no era agorera, pero sí que se notaba que Eoghan estaba preocupado por lo que pudiera pasar de ahí en adelante. A medida que se acercaban a la granja, probablemente seguidos por el señor Ferguson, Eoghan alzó la diestra a los jornaleros que se afanaban en llevar de aquí a allá al ganado para ponerlo a salvo.
-¡Oi! ¡La ayuda ha llegado! -Exclamó con una amplia sonrisa, solo para entonces dirigirse hacia donde los dueños de la granja y que, de paso, les diesen qué tareas les tocaría exactamente hacer.
Eoghan esperaba que solamente tuviesen que recoger cultivos y llevar algunos animales a algún lugar seguro de la granja, que aunque era amplia también era abundante en espacio llano y cuesta arriba. Además, contaban con buenas cuadras, así que ponerlos a salvo no debería de ser un gran problema.
Le preocupaba más, de hecho que pudiesen venir los bandidos. Los condenados bandidos eran siempre un grano en el trasero, y en tiempo de desgracias, todavía más. Parecían buitres, pero sin la labor higiénica al comerse cadáveres. No gruñó, pero sí tenía el semblante ligeramente severo... Claramente pensativo.
Observó entonces a los labriegos. Dos hombres y una mujer... ¿Eran tan pocos? En el anuncio de trabajo ya ponían que sería duro y que era poca gente, pero se esperaba al menos dos o tres hombres más... Al menos para una granja tan grande. Sí, les esperaba un duro trabajo por delante.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Entraron al edificio y Finn se apresuró a cerrar la pesada puerta de roble tras ellos. El vestíbulo en el que se encontraban estaba pobremente iluminado, pero pudieron sentir de inmediato la calidez proveniente del hogar, acentuada por la decoración cuidadosa y hogareña de las paredes. Sigur les hizo señas para que le siguieran a través de un pequeño arco de fresno exquisitamente tallado con nudos entrelazados adornados por innumerables tipos de flor.
Ingresaron en un salón amplio iluminado por un enorme hogar y un puñado de velas de cera. Esto, junto a la calidad de los muebles y los tapices que adornaban las paredes con coloridas imágenes de abejas, flores y panales daban cuenta del estatus de sus ocupantes. Sentados a ambos extremos de una enorme mesa de nogal una pareja de ancianos disfrutaba de un cuenco de avena disuelta en leche de cabra y miel.
“Ah, Sigur, bienvenido nuevamente” dijo el viejo tras unos momentos, cuando el mercante se había acercado lo suficiente para divisarlo a través de sus retinas cubiertas de una película lechosa. Entrecerró sus ojos intentando enfocar la mirada en las figuras difusas tras el hombre frente a él. “¿Has traído refuerzos? Bien. Bien. Mi nombre es Ármann Heimirsson, propietario de estas tierras. Agradezco vuestra disposición. Llegáis en un momento complicado pero os aseguro que vuestros esfuerzos serán bien recompensados.”
“¡O lo serán, al menos, si logramos sobrevivir a la tormenta sin daños a la propiedad y sus bienes!” exclamó Berner entrando en el salón con una sonrisa ligera. Se había desecho de su abrigo de cuero y sus botas, sus pies descalzos dejando pequeñas huellas húmedas sobre las esteras de junco dispuestas en el suelo. Con trancos gráciles cruzó el lugar sentándose sobre uno de los taburetes que rodeaban el hogar, gesticulando con la cabeza para que le acompañasen. Finn siguió sus pasos y se sentó a su lado, estirando los brazos para sentir el calor de las llamas en sus manos. Sigur, por su parte, aprovechó la instancia para sentarse junto a Ármann seguramente con intención de discutir negocios.
“Muy bien. Este es el plan. Es casi mediodía, aunque sea difícil de creer bajo este cielo” dijo el barbudo patrono estrujando su larga trenza sobre las piedras de la chimenea. “Lo más urgente es asegurar la estructura del almacén y del establo, en especial los tejados. Es una tarea que no hemos realizado en un buen tiempo y temo que no estarán a la altura del desafío que esta tormenta representa. Jormund se encuentra afanado en ello, pero necesitará otro par de brazos firmes para llevar a cabo la labor. Creo que tú podrías ayudarle en ello, mi buen guerrero” comentó observando las armas de Eoghan con atención. “No creo que podamos hacer uso de tu pericia marcial, lo cual es siempre algo positivo si me preguntáis a mí. No estoy completamente seguro de dónde enviar a nuestro pequeño maestre felino...”
“Quizás pueda ayudar con los zorros. Conozco un par de métodos bastante efectivos. Bueno, un método, el segundo es más bien un experimento” comentó el muchacho intentando hacer su voz sonar madura y profesional. No podía esperar a que su voz adquiriera al fin el timbre profundo propio de un hombre. Mentir sobre su edad resultaría entonces muchísimo más sencillo.
“¡Excelente! La jaula de los faisanes está tras el establo. En la entrada encontrarás materiales y herramientas que Jormund ha dispuesto para reparar el tejado, así que siéntete libre de usar lo que necesites. Trabaja con presteza y apenas finalices esa labor reúnete con el resto para determinar en qué podrías ayudar. Cuando los tejados estén en condiciones procuraréis trasladar el cargamento de Sigur hasta el almacén. El lugar está atiborrado, lo sé, pero ¡cuidado! Cualquier daño a nuestros productos lo descontaremos de vuestra paga. ¿Queda claro? Pues no perdáis tiempo. ¡Ale!”
“¡En seguida!” exclamó Finn poniéndose de pie de un salto. “Eoghan, resolveré lo de los animales esos rápidamente y te ayudaré en lo que haga falta” añadió sin recordar qué clase de criatura debía salvar de los zorros pero sin importarle mayormente. Sospechaba que sería alguna especie de conejo exótico. Quizás con pelaje de brillantes colores o incluso sin pelaje en absoluto, limpios y fáciles de desollar. Dedicó una pequeña reverencia con la cabeza a los dueños y al Sr. Fergunson antes de salir disparado por la puerta principal, la pesada lluvia forzándole a entrecerrar los ojos. Corrió con trote ligero hacia el establo, sus pasos chapoteando sonoramente en la tierra saturada. Un relámpago cruzó el cielo iluminando el mundo con resplandor mortecino y haciendo estallar un roble solitario más abajo en el valle con un fulgurar efímero. Le acompañó de manera casi inmediata un trueno que sacudió la tierra con un retumbo estruendoso. Finn ahogó un grito frente al ominoso presagio. La tormenta estaba por comenzar.
Ingresaron en un salón amplio iluminado por un enorme hogar y un puñado de velas de cera. Esto, junto a la calidad de los muebles y los tapices que adornaban las paredes con coloridas imágenes de abejas, flores y panales daban cuenta del estatus de sus ocupantes. Sentados a ambos extremos de una enorme mesa de nogal una pareja de ancianos disfrutaba de un cuenco de avena disuelta en leche de cabra y miel.
“Ah, Sigur, bienvenido nuevamente” dijo el viejo tras unos momentos, cuando el mercante se había acercado lo suficiente para divisarlo a través de sus retinas cubiertas de una película lechosa. Entrecerró sus ojos intentando enfocar la mirada en las figuras difusas tras el hombre frente a él. “¿Has traído refuerzos? Bien. Bien. Mi nombre es Ármann Heimirsson, propietario de estas tierras. Agradezco vuestra disposición. Llegáis en un momento complicado pero os aseguro que vuestros esfuerzos serán bien recompensados.”
“¡O lo serán, al menos, si logramos sobrevivir a la tormenta sin daños a la propiedad y sus bienes!” exclamó Berner entrando en el salón con una sonrisa ligera. Se había desecho de su abrigo de cuero y sus botas, sus pies descalzos dejando pequeñas huellas húmedas sobre las esteras de junco dispuestas en el suelo. Con trancos gráciles cruzó el lugar sentándose sobre uno de los taburetes que rodeaban el hogar, gesticulando con la cabeza para que le acompañasen. Finn siguió sus pasos y se sentó a su lado, estirando los brazos para sentir el calor de las llamas en sus manos. Sigur, por su parte, aprovechó la instancia para sentarse junto a Ármann seguramente con intención de discutir negocios.
“Muy bien. Este es el plan. Es casi mediodía, aunque sea difícil de creer bajo este cielo” dijo el barbudo patrono estrujando su larga trenza sobre las piedras de la chimenea. “Lo más urgente es asegurar la estructura del almacén y del establo, en especial los tejados. Es una tarea que no hemos realizado en un buen tiempo y temo que no estarán a la altura del desafío que esta tormenta representa. Jormund se encuentra afanado en ello, pero necesitará otro par de brazos firmes para llevar a cabo la labor. Creo que tú podrías ayudarle en ello, mi buen guerrero” comentó observando las armas de Eoghan con atención. “No creo que podamos hacer uso de tu pericia marcial, lo cual es siempre algo positivo si me preguntáis a mí. No estoy completamente seguro de dónde enviar a nuestro pequeño maestre felino...”
“Quizás pueda ayudar con los zorros. Conozco un par de métodos bastante efectivos. Bueno, un método, el segundo es más bien un experimento” comentó el muchacho intentando hacer su voz sonar madura y profesional. No podía esperar a que su voz adquiriera al fin el timbre profundo propio de un hombre. Mentir sobre su edad resultaría entonces muchísimo más sencillo.
“¡Excelente! La jaula de los faisanes está tras el establo. En la entrada encontrarás materiales y herramientas que Jormund ha dispuesto para reparar el tejado, así que siéntete libre de usar lo que necesites. Trabaja con presteza y apenas finalices esa labor reúnete con el resto para determinar en qué podrías ayudar. Cuando los tejados estén en condiciones procuraréis trasladar el cargamento de Sigur hasta el almacén. El lugar está atiborrado, lo sé, pero ¡cuidado! Cualquier daño a nuestros productos lo descontaremos de vuestra paga. ¿Queda claro? Pues no perdáis tiempo. ¡Ale!”
“¡En seguida!” exclamó Finn poniéndose de pie de un salto. “Eoghan, resolveré lo de los animales esos rápidamente y te ayudaré en lo que haga falta” añadió sin recordar qué clase de criatura debía salvar de los zorros pero sin importarle mayormente. Sospechaba que sería alguna especie de conejo exótico. Quizás con pelaje de brillantes colores o incluso sin pelaje en absoluto, limpios y fáciles de desollar. Dedicó una pequeña reverencia con la cabeza a los dueños y al Sr. Fergunson antes de salir disparado por la puerta principal, la pesada lluvia forzándole a entrecerrar los ojos. Corrió con trote ligero hacia el establo, sus pasos chapoteando sonoramente en la tierra saturada. Un relámpago cruzó el cielo iluminando el mundo con resplandor mortecino y haciendo estallar un roble solitario más abajo en el valle con un fulgurar efímero. Le acompañó de manera casi inmediata un trueno que sacudió la tierra con un retumbo estruendoso. Finn ahogó un grito frente al ominoso presagio. La tormenta estaba por comenzar.
Finn
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Eoghan apoyó su espalda en la pared una vez Finn cerró la puerta tras él. Observó entonces al dueño de la granja, el pobre hombre estaba más cascado que una forja apagada, y se notaba a leguas que a duras penas era capaz de ver bien. Esbozó una suave mueca de compasión en el rostro, pero no la dejó mucho tiempo pues no pretendía ofender. Fue entonces cuando miró al barbudo patrono y alzó suavemente la ceja.
Bueno, sus habilidades marciales no serían necesarias, para bien o para mal, pero aun así era un mozo fuerte y lozano. Además, tenía bastante habilidad con trabajos de aquel estilo, así que no repuso ningún problema a trabajar en reforzar el granero y el establo, pues eran trabajos esenciales con la que se avecinaba.
-Afortunadamente estoy versado en el uso del martillo y la forja, así que no me falta maña para trabajar con este tipo de estructuras.-Aseguró el joven herrero mientras dejaba reposar la lanza en una pared cercana. -De todos modos mantendré mi espada cerca, recordemos que los bandidos pueden ser particularmente aviesos en época de necesidad.
Miró a Finn ofrecerse para cazar los zorros y alzó ambas cejas. No repuso nada, pues estaba seguro de que el jovenzuelo sería lo bastante astuto como para encargarse de unos depredadores de baja carroña, pues los zorros no eran particularmente agresivos cuando había algún otro ser más grande que ellos alrededor, al menos, los que él conocía.
-Si necesitas que te eche una mano, ya sabes dónde encontrarme, Finn. -Dijo Eoghan mientras lo miraba marchar. Nada más escuchó el trueno, se separó de la pared y tomó la lanza con calma. -Será mejor que me dirija ya de ya a reforzar los tejados y a clavetear las ventanas antes de que se desate la ventolera. Tengan cuidado mis buenos señores.
Dicho esto, abrió la puerta del edificio principal y se dirigió hacia el almacén en primer lugar. Era prioritario, teniendo en cuenta que es ahí donde estaría la mayor parte del cultivo y la miel que hubiesen transportado. Observó el cielo y notó que empezó a arreciar un poco más. Frunció el ceño y pasó por el medio de uno de los campos ya arados y desprovistos de cultivo a paso ligero mientras una de las jornaleras acarreaba como podía un buen montón de miel en una carretilla. La ayudaría, pero no tenía tiempo.
Dejó la lanza apoyada en una de las paredes del almacén y procedió a escalar por unas cajas y luego se impulsó con sus fuertes brazos hasta el tejado. Miró al hombretón que estaba allí con clavos y tejas y un martillo reforzando el tejado como podía.
-¡Una de dos, o eres un bandido, o eres uno de los zagales que nos han traído de refuerzo! ¡Mi nombre es Jormund! -Era un hombretón de hombros anchos y casi igual de ancha tripa, pero era obvio que era fuerte y acostumbrado al duro trabajo físico. Eoghan asintió suavemente.
-Yo soy Eoghan, ¡encantado! Pásame un martillo, vamos a reforzar esto todo lo rápido que... -Se vio interrumpido por un trueno que sonó en la lejanía, uno que prácticamente hizo retumbar el suelo. Profirió una maldición, y notó cómo la lluvia caía con todavía más fuerza por un instante, como si una ola de gotas repentina se empeñase en fastidiar. -¡Joder, sí que da fuerte! Vamos a reforzarlo todo lo rápido que podamos, pásame unas tenazas, clavos y el martillo, yo reforzaré aquel extremo.
Jormund sonrió con la diligencia del joven herrero y le pasó lo que necesitaba; una docena de tejas, tenazas, martillo y un buen montón de clavos para techar.
En lugar de simplemente colocar los clavos para techar, Eoghan se valió de las tenazas para retorcer los clavos. Al realizar aquella curva en la parte superior del gancho, no solo se ayudaba del metal para la sujeción, si no que también provocaría que la teja se mantuviese en su sitio y, a lo mucho, rotase un poco pues se encontraría con el tope del clavo.
Fue, a su vez, clavando las tejas en el techo con suaves golpes de martillo y repitiendo la misma operación con los clavos una y otra vez. Para el asombro de Jormund, la idea de Eoghan parecía bastante más útil que los clavos rectos.
Bueno, sus habilidades marciales no serían necesarias, para bien o para mal, pero aun así era un mozo fuerte y lozano. Además, tenía bastante habilidad con trabajos de aquel estilo, así que no repuso ningún problema a trabajar en reforzar el granero y el establo, pues eran trabajos esenciales con la que se avecinaba.
-Afortunadamente estoy versado en el uso del martillo y la forja, así que no me falta maña para trabajar con este tipo de estructuras.-Aseguró el joven herrero mientras dejaba reposar la lanza en una pared cercana. -De todos modos mantendré mi espada cerca, recordemos que los bandidos pueden ser particularmente aviesos en época de necesidad.
Miró a Finn ofrecerse para cazar los zorros y alzó ambas cejas. No repuso nada, pues estaba seguro de que el jovenzuelo sería lo bastante astuto como para encargarse de unos depredadores de baja carroña, pues los zorros no eran particularmente agresivos cuando había algún otro ser más grande que ellos alrededor, al menos, los que él conocía.
-Si necesitas que te eche una mano, ya sabes dónde encontrarme, Finn. -Dijo Eoghan mientras lo miraba marchar. Nada más escuchó el trueno, se separó de la pared y tomó la lanza con calma. -Será mejor que me dirija ya de ya a reforzar los tejados y a clavetear las ventanas antes de que se desate la ventolera. Tengan cuidado mis buenos señores.
Dicho esto, abrió la puerta del edificio principal y se dirigió hacia el almacén en primer lugar. Era prioritario, teniendo en cuenta que es ahí donde estaría la mayor parte del cultivo y la miel que hubiesen transportado. Observó el cielo y notó que empezó a arreciar un poco más. Frunció el ceño y pasó por el medio de uno de los campos ya arados y desprovistos de cultivo a paso ligero mientras una de las jornaleras acarreaba como podía un buen montón de miel en una carretilla. La ayudaría, pero no tenía tiempo.
Dejó la lanza apoyada en una de las paredes del almacén y procedió a escalar por unas cajas y luego se impulsó con sus fuertes brazos hasta el tejado. Miró al hombretón que estaba allí con clavos y tejas y un martillo reforzando el tejado como podía.
-¡Una de dos, o eres un bandido, o eres uno de los zagales que nos han traído de refuerzo! ¡Mi nombre es Jormund! -Era un hombretón de hombros anchos y casi igual de ancha tripa, pero era obvio que era fuerte y acostumbrado al duro trabajo físico. Eoghan asintió suavemente.
-Yo soy Eoghan, ¡encantado! Pásame un martillo, vamos a reforzar esto todo lo rápido que... -Se vio interrumpido por un trueno que sonó en la lejanía, uno que prácticamente hizo retumbar el suelo. Profirió una maldición, y notó cómo la lluvia caía con todavía más fuerza por un instante, como si una ola de gotas repentina se empeñase en fastidiar. -¡Joder, sí que da fuerte! Vamos a reforzarlo todo lo rápido que podamos, pásame unas tenazas, clavos y el martillo, yo reforzaré aquel extremo.
Jormund sonrió con la diligencia del joven herrero y le pasó lo que necesitaba; una docena de tejas, tenazas, martillo y un buen montón de clavos para techar.
En lugar de simplemente colocar los clavos para techar, Eoghan se valió de las tenazas para retorcer los clavos. Al realizar aquella curva en la parte superior del gancho, no solo se ayudaba del metal para la sujeción, si no que también provocaría que la teja se mantuviese en su sitio y, a lo mucho, rotase un poco pues se encontraría con el tope del clavo.
Fue, a su vez, clavando las tejas en el techo con suaves golpes de martillo y repitiendo la misma operación con los clavos una y otra vez. Para el asombro de Jormund, la idea de Eoghan parecía bastante más útil que los clavos rectos.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
La lluvia se había tornado verdaderamente torrencial, como si aquel primer relámpago portentoso hubiese rasgado el mismísimo tejido del cielo. El muchacho trazó con el pulgar el símbolo de la rueda en su pecho para invocar la protección del dios del trueno, tal como un zapatero le había enseñado en Roilkat. Acompañó el gesto con una corta plegaria que fue engullida por el sonido ensordecedor del viento y del agua a su alrededor.
La jaula de los faisanes resultó ser un cobertizo de tablas y pronunciado techo de dos aguas cuyo frente estaba construido por un entramado de varas a través del cual Finn pudo ver a las aves cobijándose del frío y del peligro unas junto a otras. El muchacho abrió la boca maravillado, ¡no se había equivocado! Bueno, quizás no fuesen conejos, pero eran pollos de brillantes colores y extravagantes colas, así que podría decirse que había acertado parcialmente.
Una vez aburrido de las exóticas gallinas y su poco excitante comportamiento procedió a inspeccionar la estructura con atención, tomando nota de cada tabla suelta y descubriendo un par de estrechos agujeros a través de los cuales, imaginaba, habían entrado los zorros. Cerrar las entradas resultaría una pérdida de tiempo; los astutos depredadores no tardarían en dar dar con otro punto débil. Lo mejor sería prevenir un ataque eliminando al infractor en el proceso.
Se dirigió hacia la entrada del establo donde, tal como dijera Berner, habían dispuesto diversos materiales y herramientas. Cogió un trozo largo y delgado de cuero y cortó con maña un par de pequeños segmentos de grueso alambre de hierro, todo un lujo en esos parajes. Preparó dos cepos de cuero enganchados firmemente al alambre que serviría para fijarlo a las tablas del cobertizo. Cuando el zorro pasase la cabeza por ellos no tendría ninguna posibilidad de escapar. Sabía de otra trampa que resultaba especialmente útil contra lobos y zorros: Una sencilla tabla de unos dos metros enterrada firmemente en el suelo, y cuyo extremo superior tenía tallado un tridente sobre el cual se colgaba una carnada. Las ranuras del tridente estaban diseñadas para que las patas del animal quedasen atrapadas en ellas cuando éste saltara para conseguir el cebo. Finn tenía muchas ganas de poder exhibir su brillante trampa, pero sabía que sería absurdo intentar montarla en medio de una tormenta. Es igual, pensó determinado. Los cepos serán suficientes.
Regresó al cobertizo y con cuidado dispuso las trampas en su sitio, asegurándose de que el agarre fuese firme y que estuviesen bien fijadas a las tablas de la estructura. Era difícil trabajar desde el exterior, pero temía que al abrir la pequeña puerta del cobertizo las aves intentasen escapar. Jamás las atraparía con esta lluvia y ni siquiera sabía si podían volar.
Una vez finalizada su labor corrió con cuidado hacia el almacén, resbalando ligeramente en un par de ocasiones. Ni la lluvia ni el viento parecían amainar y el pequeño hombre bestia se preguntó, preocupado, si sería posible que la tierra dejase de absorber el agua inundando el valle en su totalidad, o que el cielo colapsara sobre ellos en el proceso. Si se diese el caso tendrían que escapar a las colinas y trepar los robles más altos. Había oído historias que aseguraban que los robles eran el árbol favorito del dios del trueno, razón por la cuál solían recibir sus relámpagos pero, si es era el caso, ¿trepar a uno no sería ofenderle? Elevó la mirada al cielo algo temeroso, deseando conocer más oraciones con las cuales apaciguar los truenos.
“¡Eoghan!” gritó cuando estuvo suficientemente cerca del almacén como para que su voz llegase hasta el tejado por sobre el viento. “¿Has acabado ya? ¿Puedo ayudar en algo? ¡Ya no recuerdo que se suponía debíamos hacer luego!”
La jaula de los faisanes resultó ser un cobertizo de tablas y pronunciado techo de dos aguas cuyo frente estaba construido por un entramado de varas a través del cual Finn pudo ver a las aves cobijándose del frío y del peligro unas junto a otras. El muchacho abrió la boca maravillado, ¡no se había equivocado! Bueno, quizás no fuesen conejos, pero eran pollos de brillantes colores y extravagantes colas, así que podría decirse que había acertado parcialmente.
Una vez aburrido de las exóticas gallinas y su poco excitante comportamiento procedió a inspeccionar la estructura con atención, tomando nota de cada tabla suelta y descubriendo un par de estrechos agujeros a través de los cuales, imaginaba, habían entrado los zorros. Cerrar las entradas resultaría una pérdida de tiempo; los astutos depredadores no tardarían en dar dar con otro punto débil. Lo mejor sería prevenir un ataque eliminando al infractor en el proceso.
Se dirigió hacia la entrada del establo donde, tal como dijera Berner, habían dispuesto diversos materiales y herramientas. Cogió un trozo largo y delgado de cuero y cortó con maña un par de pequeños segmentos de grueso alambre de hierro, todo un lujo en esos parajes. Preparó dos cepos de cuero enganchados firmemente al alambre que serviría para fijarlo a las tablas del cobertizo. Cuando el zorro pasase la cabeza por ellos no tendría ninguna posibilidad de escapar. Sabía de otra trampa que resultaba especialmente útil contra lobos y zorros: Una sencilla tabla de unos dos metros enterrada firmemente en el suelo, y cuyo extremo superior tenía tallado un tridente sobre el cual se colgaba una carnada. Las ranuras del tridente estaban diseñadas para que las patas del animal quedasen atrapadas en ellas cuando éste saltara para conseguir el cebo. Finn tenía muchas ganas de poder exhibir su brillante trampa, pero sabía que sería absurdo intentar montarla en medio de una tormenta. Es igual, pensó determinado. Los cepos serán suficientes.
Regresó al cobertizo y con cuidado dispuso las trampas en su sitio, asegurándose de que el agarre fuese firme y que estuviesen bien fijadas a las tablas de la estructura. Era difícil trabajar desde el exterior, pero temía que al abrir la pequeña puerta del cobertizo las aves intentasen escapar. Jamás las atraparía con esta lluvia y ni siquiera sabía si podían volar.
Una vez finalizada su labor corrió con cuidado hacia el almacén, resbalando ligeramente en un par de ocasiones. Ni la lluvia ni el viento parecían amainar y el pequeño hombre bestia se preguntó, preocupado, si sería posible que la tierra dejase de absorber el agua inundando el valle en su totalidad, o que el cielo colapsara sobre ellos en el proceso. Si se diese el caso tendrían que escapar a las colinas y trepar los robles más altos. Había oído historias que aseguraban que los robles eran el árbol favorito del dios del trueno, razón por la cuál solían recibir sus relámpagos pero, si es era el caso, ¿trepar a uno no sería ofenderle? Elevó la mirada al cielo algo temeroso, deseando conocer más oraciones con las cuales apaciguar los truenos.
“¡Eoghan!” gritó cuando estuvo suficientemente cerca del almacén como para que su voz llegase hasta el tejado por sobre el viento. “¿Has acabado ya? ¿Puedo ayudar en algo? ¡Ya no recuerdo que se suponía debíamos hacer luego!”
Finn
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Eoghan terminó al fin de techar por su lado cuando escuchó el estruendo de otro trueno acompañado del grito asustado de Jormund. Se giró y observó que el hombretón estaba a punto de caerse, pues había resbalado sobre una de las tejas llenas de verdín. Eoghan se apresuró en avanzar por el tejado y lo agarró por la mano para ayudarle a subir a la superficie de nuevo.
-¡Que Thor me parta con un martillazo si no ha sido la intervención más afortunada del día! -El jornalero se echó a reír con cierto nerviosismo. Aunque la caída desde el tejado del almacén no iba a ser mortal, sí podía resultar aparatosa, y más para un hombre grande como él.
-Yo no tentaría a la suerte, señor Jormund. -Eoghan se permitió una sonrisilla, cuando entonces escuchó los gritos de Finn llamándole. Se asomó por aquel lado y alzó la diestra saludando al joven hombre bestia, mientras la lluvia seguía arreciando con fiereza y el viento empezaba a levantarse algo violentamente. -¡Hola, Finn! ¡Ahí abajo tiene que haber un martillo, tejas y clavos! ¡Necesito que los lleves al establo y te subas al tejado! Ten cuidado, ahora iré, el almacén está casi acabado.
El rubio sonrió y miró a Jormund, que observaba al hombre bestia.
-¿Podrás encargarte de la parte que queda? Me quedaría, pero aun tenemos que reforzar los establos y si no nos repartimos, vamos mal. -Eoghan miró a Jormund, que se puso manos a la obra de nuevo. El jornalero le miró momentáneamente.
-Pues claro hombre, qué menos después de que me ayudases con la mayor parte del tejado. Llévate las tenazas si quieres, te serán útiles con ese método tuyo, aunque parece que quedan bastante fijas. ¿Cómo se te ocurrió? -Eoghan ya estaba por la labor de bajar, sonrió ampliamente.
-Mayormente, se me ha ocurrido que el metal al ser más resistente que la cerámica podría frenarla. -Explicó mientras terminaba de bajar por la escalera de mano. Dio alcance a Finn rápidamente, y se apresuró en coger el más pesado de los bultos que pudiese llevar el pobrecillo para echarle una mano. -Bien, Finn, vamos a empezar por el tejado. Vas a ir pasándome las tejas y los clavos, y si puedes y tienes tiempo, mientras yo pongo las tejas, dobla los clavos así.
Le enseñó uno de los clavos doblados en la palma de su mano. El hombre bestia podría cogerlo para examinarlo si así lo quería, mientras ambos llegaban al establo tras la casa bajo la furiosa lluvia y un viento que no parecía ir a perdonar la vagancia aquel día.
El establo estaba en un estado un tanto lamentable, no solo ya por el tejado, que debía estar lleno de goteras, si no también por las paredes, que tenían más de un tablón roto y por allí era ridículamente fácil que el agua se colase o incluso pudiese romper más maderos e inundarlo posteriormente.
-En ocasiones me pregunto para qué pagarán jornaleros. -Aseveró mientras parpadeaba y buscaba una escalera de mano para subir. Una vez la puso, cedió paso a Finn para pasarle luego los fardos y que éste los dejase sobre el tejado.
-¡Que Thor me parta con un martillazo si no ha sido la intervención más afortunada del día! -El jornalero se echó a reír con cierto nerviosismo. Aunque la caída desde el tejado del almacén no iba a ser mortal, sí podía resultar aparatosa, y más para un hombre grande como él.
-Yo no tentaría a la suerte, señor Jormund. -Eoghan se permitió una sonrisilla, cuando entonces escuchó los gritos de Finn llamándole. Se asomó por aquel lado y alzó la diestra saludando al joven hombre bestia, mientras la lluvia seguía arreciando con fiereza y el viento empezaba a levantarse algo violentamente. -¡Hola, Finn! ¡Ahí abajo tiene que haber un martillo, tejas y clavos! ¡Necesito que los lleves al establo y te subas al tejado! Ten cuidado, ahora iré, el almacén está casi acabado.
El rubio sonrió y miró a Jormund, que observaba al hombre bestia.
-¿Podrás encargarte de la parte que queda? Me quedaría, pero aun tenemos que reforzar los establos y si no nos repartimos, vamos mal. -Eoghan miró a Jormund, que se puso manos a la obra de nuevo. El jornalero le miró momentáneamente.
-Pues claro hombre, qué menos después de que me ayudases con la mayor parte del tejado. Llévate las tenazas si quieres, te serán útiles con ese método tuyo, aunque parece que quedan bastante fijas. ¿Cómo se te ocurrió? -Eoghan ya estaba por la labor de bajar, sonrió ampliamente.
-Mayormente, se me ha ocurrido que el metal al ser más resistente que la cerámica podría frenarla. -Explicó mientras terminaba de bajar por la escalera de mano. Dio alcance a Finn rápidamente, y se apresuró en coger el más pesado de los bultos que pudiese llevar el pobrecillo para echarle una mano. -Bien, Finn, vamos a empezar por el tejado. Vas a ir pasándome las tejas y los clavos, y si puedes y tienes tiempo, mientras yo pongo las tejas, dobla los clavos así.
Le enseñó uno de los clavos doblados en la palma de su mano. El hombre bestia podría cogerlo para examinarlo si así lo quería, mientras ambos llegaban al establo tras la casa bajo la furiosa lluvia y un viento que no parecía ir a perdonar la vagancia aquel día.
El establo estaba en un estado un tanto lamentable, no solo ya por el tejado, que debía estar lleno de goteras, si no también por las paredes, que tenían más de un tablón roto y por allí era ridículamente fácil que el agua se colase o incluso pudiese romper más maderos e inundarlo posteriormente.
-En ocasiones me pregunto para qué pagarán jornaleros. -Aseveró mientras parpadeaba y buscaba una escalera de mano para subir. Una vez la puso, cedió paso a Finn para pasarle luego los fardos y que éste los dejase sobre el tejado.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Una vez sobre el tejado del establo el joven hombre bestia no perdió un segundo en coger las tenazas y comenzar a doblar los clavos no sin cierta dificultad. Los ángulos resultaban algo irregulares e incluso acabó rompiendo un par al intentar corregir reiteradas veces la curvatura, pero pese a ello avanzaban a buen ritmo. La idea de Eoghan realmente ayudaría a fijar las tejas correctamente y prevenir accidentes prematuros.
Apenas habían transcurrido unos minutos cuando las sensibles orejas del muchacho captaron algunos gritos, agitados y distantes, arrastrados de manera intermitente por el viento. Se incorporó en su sitio y dio una palmada enérgica a la pierna de Eoghan para llamar su atención.
“Algo sucede” comentó con la mirada fija en dirección a la casa de los Heimersson. Segundos más tarde un relámpago iluminaba la figura de Berner acercándose al establo al galope. Finn elevó una mano a modo de saludo cuando el jinete estuvo cerca mas frunció el ceño al notar que el hombre iba vestido con un grueso gambesón forrado en cuero y una espada sujeta al cinto.
“¡Olvidad el establo! Tenemos problemas más urgentes” rugió Berner haciendo gestos enfáticos con el brazo para que se acercasen. Nada quedaba de su expresión afable y tranquila, reemplazada por una mueca de rabia y un brillo de temor en sus ojos. Finn dejó las tenazas y se apresuró a descender hacia Berner, seguro de que Eoghan le seguiría de cerca.
“Lo sabía, ¡lo sabía!” exclamó el patrono peinando con los dedos de su mano su pelo empapado y escupiendo furiosamente hacia un costado. “Bandidos atacaron a Gunnar y Aida en los lindes del bosque. Gunnar dijo que habían visto algo y se acercaron a investigar, ¡idiotas! Al verse descubiertos los bastardos intentaron abatirles con flechas, pero con este viento acabaron desperdiciando una docena antes de derribar a Aida, los dioses resguarden su espíritu. ¡Es un milagro que Gunnar lograra escapar!” Berner hizo una pausa para mirar a su alrededor atentamente, como si esperase un ataque en cualquier momento. Los dedos de su mano izquierda bailaban nerviosamente sobre la empuñadura de su espada mientras que con la derecha sujetaba firmemente la riendas para mantener al caballo en su sitio, la criatura agitándose nerviosa ante los truenos.
“Eoghan, sé que tienes experiencia en combate. Probablemente más que cualquiera de nosotros. En mi juventud serví a un señor en el Norte pero mi rol era el de un mero guardia en su propiedad. Necesito que lideres la defensa de esta granja. Cuentas con mi espada y con la ayuda que Jormund y Gunnar puedan brindar, sin olvidar a nuestro pequeño felino. Gunnar está montando guardia, el resto espera en el salón de Ármann. No debemos hacerles esperar” finalizó Berner girando al caballo y comenzando a andar nuevamente hacia la casa. Finn observó el cielo y llevó la mano a la daga, preocupado. Lo suyo eran la calles estrechas, los tejados altos y el sigilo. La última escaramuza en un área abierta como aquella había sido una experiencia cercana al desastre.
"Más tarde tendrás que enseñarme alguna plegaria para aplacar al dios del trueno, Eoghan" comentó el muchacho sonriendo ligeramente. Como invocado por sus palabras un relámpago surcó el cielo sobre sus cabezas acompañado de un estruendo profundo. Finn dibujó con el pulgar nuevamente la rueda sobre su pecho, pero esta vez el gesto no buscaba protección frente a las inclemencias, sino frente a la batalla que pronto tendrían que librar.
Apenas habían transcurrido unos minutos cuando las sensibles orejas del muchacho captaron algunos gritos, agitados y distantes, arrastrados de manera intermitente por el viento. Se incorporó en su sitio y dio una palmada enérgica a la pierna de Eoghan para llamar su atención.
“Algo sucede” comentó con la mirada fija en dirección a la casa de los Heimersson. Segundos más tarde un relámpago iluminaba la figura de Berner acercándose al establo al galope. Finn elevó una mano a modo de saludo cuando el jinete estuvo cerca mas frunció el ceño al notar que el hombre iba vestido con un grueso gambesón forrado en cuero y una espada sujeta al cinto.
“¡Olvidad el establo! Tenemos problemas más urgentes” rugió Berner haciendo gestos enfáticos con el brazo para que se acercasen. Nada quedaba de su expresión afable y tranquila, reemplazada por una mueca de rabia y un brillo de temor en sus ojos. Finn dejó las tenazas y se apresuró a descender hacia Berner, seguro de que Eoghan le seguiría de cerca.
“Lo sabía, ¡lo sabía!” exclamó el patrono peinando con los dedos de su mano su pelo empapado y escupiendo furiosamente hacia un costado. “Bandidos atacaron a Gunnar y Aida en los lindes del bosque. Gunnar dijo que habían visto algo y se acercaron a investigar, ¡idiotas! Al verse descubiertos los bastardos intentaron abatirles con flechas, pero con este viento acabaron desperdiciando una docena antes de derribar a Aida, los dioses resguarden su espíritu. ¡Es un milagro que Gunnar lograra escapar!” Berner hizo una pausa para mirar a su alrededor atentamente, como si esperase un ataque en cualquier momento. Los dedos de su mano izquierda bailaban nerviosamente sobre la empuñadura de su espada mientras que con la derecha sujetaba firmemente la riendas para mantener al caballo en su sitio, la criatura agitándose nerviosa ante los truenos.
“Eoghan, sé que tienes experiencia en combate. Probablemente más que cualquiera de nosotros. En mi juventud serví a un señor en el Norte pero mi rol era el de un mero guardia en su propiedad. Necesito que lideres la defensa de esta granja. Cuentas con mi espada y con la ayuda que Jormund y Gunnar puedan brindar, sin olvidar a nuestro pequeño felino. Gunnar está montando guardia, el resto espera en el salón de Ármann. No debemos hacerles esperar” finalizó Berner girando al caballo y comenzando a andar nuevamente hacia la casa. Finn observó el cielo y llevó la mano a la daga, preocupado. Lo suyo eran la calles estrechas, los tejados altos y el sigilo. La última escaramuza en un área abierta como aquella había sido una experiencia cercana al desastre.
"Más tarde tendrás que enseñarme alguna plegaria para aplacar al dios del trueno, Eoghan" comentó el muchacho sonriendo ligeramente. Como invocado por sus palabras un relámpago surcó el cielo sobre sus cabezas acompañado de un estruendo profundo. Finn dibujó con el pulgar nuevamente la rueda sobre su pecho, pero esta vez el gesto no buscaba protección frente a las inclemencias, sino frente a la batalla que pronto tendrían que librar.
Finn
Experto
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Eoghan fue colocando las tejas a medida que Finn le pasaba los clavos doblados, de vez en cuando corrigiendo alguno irregular con un toque o dos de martillo.
Si bien el tejado no les llevó mucho tiempo y ya casi estaba completamente reparado, la llegada de Berner les interrumpió, aun pese a que Finn le advirtiera anteriormente que algo estaba pasando. Eoghan estaba demasiado concentrado en el tejado como para haberse dado cuenta de nada, hasta que el grandullón a caballo los llamó.
Saltó desde el tejado sin demasiado problema, puesto que el establo no era una estructura de excesiva altura, y se acercó dando un leve trote. Cuando Berner les contó lo que había sucedido con aquellos bandidos, Eoghan frunció severamente el ceño.
-Pobre moza. -Suspiró negando con la cabeza. Luego miró de vuelta a Berner.-Llevo mucho tiempo cazando bandidos, podré con ellos. ¿Sabéis cuántos son y a qué altura se encuentran?
Eoghan agarró su lanza mientras sus botas chapoteaban en el barro. Miró de reojillo al hombretón mientras torcía el morro y se pensaba alguna estrategia. Normalmente trabajaba solo, y tener a su disposición a gente que probablemente no sabía luchar en campo abierto no le ayudaba demasiado, pero...
-Antes de que digas nada, necesito una aljaba con jabalinas, y vosotros coged todos un arco de caza y un carcaj de flechas. -Les dijo mientras miraba entonces a Finn. -Finn, tú eres ágil, y eres pequeño. ¿Crees que podrás deslizarte por los matojos para pillar a alguno de ellos desprevenido? Yo crearé una distracción para que tu intervención pase desapercibida para ellos
Se encaminó hacia el salón, abriendo la puerta. Pasó y miró a los escasos efectivos con los que contaban.
-Bien, escuchad. Lo mejor para atrapar a unos bandidos es darles caza primero. Se creen depredadores, pero son solo carroña. Los sorprenderemos como sorprenderíamos a una jauría de hienas. Todos los hombres que seáis capaces de tomar un arma, coged un arco de caza. Yo necesitaré jabalinas, y a ser posible, un caballo. -Fue explicando a los hombres. Jormund alzó una ceja.
-¿Para qué necesitas tú precisamente, un caballo? ¡Esto no es una carga de caballería! -Eoghan miró al jornalero y sonrió.
-Un hombre a caballo, hostigando con jabalinas. Con la lluvia y el viento, sus flechas tendrán poco alcance y los obligaré a tomar sus armas cuerpo a cuerpo. Es en ese momento en el que vosotros los atacaréis con vuestros arcos. -Al principio era incongruente, pero Eoghan alzó el dedo índice de la diestra. -Y digo que cojáis los arcos porque os colocaréis hacia el Este, de esa manera vuestras flechas estarán favorecidas por el viento. Yo crearé la distracción y combatiré en primera línea, con un poco de suerte, no debería haber bajas más que de ellos.
O, con muy mala suerte, caería él, o resultaría herido, pero confiaba en que aquellos bandidos no tendrían ballestas. Eran armas demasiado caras para unos bandoleros del tres al cuarto.
-Necesitaré también un hacha, grande. Estoy seguro de que el señor Ármann tendrá alguna con la que proveerme, quizás un hacha barbuda de un único filo. Un hacha de petos también sería conveniente, pero es poco probable que la tenga, ¿me equivoco, señor?
-No te equivocas, un hacha de petos es armamento demasiado caro para un viejo como yo. No, muchacho, puedo proveerte con las jabalinas y con un hacha, pero me temo que está oxidada y con el mango con humedades. -Eoghan asintió. Le serviría perfectamente.
-En ese caso, si todos estamos de acuerdo con el plan, escondéos entre los campos de apicultura. Finn, necesito que vayas conmigo a la par, yo iré con el caballo a trote, pero no a paso ligero. -Dijo Eoghan mientras miraba al exterior, un nuevo relámpago rompiendo las nubes y el trueno anunciando la batalla. -Y esa plegaria... No existen plegarias para aplacarle si no para que infunda tu corazón con coraje.
Le explicó, mientras todos los demás se ponían manos a la obra cogiendo lo que podían. Jormund le llevó una oxidada hacha de guerra barbuda que estaba claro que fue usada por el anfitrión de la granja muchísimo tiempo atrás, y una aljaba llena de jabalinas de cazador.
-Tú que provees de fuerza a los cielos e infundes valor en el corazón de los guerreros, haz que nuestra acometida sea rápida como un relámpago y contundente como tu martillo. -Dijo Eoghan en una breve plegaria al dios del trueno mientras se dibujaba en el pecho la rueda.
Si bien el tejado no les llevó mucho tiempo y ya casi estaba completamente reparado, la llegada de Berner les interrumpió, aun pese a que Finn le advirtiera anteriormente que algo estaba pasando. Eoghan estaba demasiado concentrado en el tejado como para haberse dado cuenta de nada, hasta que el grandullón a caballo los llamó.
Saltó desde el tejado sin demasiado problema, puesto que el establo no era una estructura de excesiva altura, y se acercó dando un leve trote. Cuando Berner les contó lo que había sucedido con aquellos bandidos, Eoghan frunció severamente el ceño.
-Pobre moza. -Suspiró negando con la cabeza. Luego miró de vuelta a Berner.-Llevo mucho tiempo cazando bandidos, podré con ellos. ¿Sabéis cuántos son y a qué altura se encuentran?
Eoghan agarró su lanza mientras sus botas chapoteaban en el barro. Miró de reojillo al hombretón mientras torcía el morro y se pensaba alguna estrategia. Normalmente trabajaba solo, y tener a su disposición a gente que probablemente no sabía luchar en campo abierto no le ayudaba demasiado, pero...
-Antes de que digas nada, necesito una aljaba con jabalinas, y vosotros coged todos un arco de caza y un carcaj de flechas. -Les dijo mientras miraba entonces a Finn. -Finn, tú eres ágil, y eres pequeño. ¿Crees que podrás deslizarte por los matojos para pillar a alguno de ellos desprevenido? Yo crearé una distracción para que tu intervención pase desapercibida para ellos
Se encaminó hacia el salón, abriendo la puerta. Pasó y miró a los escasos efectivos con los que contaban.
-Bien, escuchad. Lo mejor para atrapar a unos bandidos es darles caza primero. Se creen depredadores, pero son solo carroña. Los sorprenderemos como sorprenderíamos a una jauría de hienas. Todos los hombres que seáis capaces de tomar un arma, coged un arco de caza. Yo necesitaré jabalinas, y a ser posible, un caballo. -Fue explicando a los hombres. Jormund alzó una ceja.
-¿Para qué necesitas tú precisamente, un caballo? ¡Esto no es una carga de caballería! -Eoghan miró al jornalero y sonrió.
-Un hombre a caballo, hostigando con jabalinas. Con la lluvia y el viento, sus flechas tendrán poco alcance y los obligaré a tomar sus armas cuerpo a cuerpo. Es en ese momento en el que vosotros los atacaréis con vuestros arcos. -Al principio era incongruente, pero Eoghan alzó el dedo índice de la diestra. -Y digo que cojáis los arcos porque os colocaréis hacia el Este, de esa manera vuestras flechas estarán favorecidas por el viento. Yo crearé la distracción y combatiré en primera línea, con un poco de suerte, no debería haber bajas más que de ellos.
O, con muy mala suerte, caería él, o resultaría herido, pero confiaba en que aquellos bandidos no tendrían ballestas. Eran armas demasiado caras para unos bandoleros del tres al cuarto.
-Necesitaré también un hacha, grande. Estoy seguro de que el señor Ármann tendrá alguna con la que proveerme, quizás un hacha barbuda de un único filo. Un hacha de petos también sería conveniente, pero es poco probable que la tenga, ¿me equivoco, señor?
-No te equivocas, un hacha de petos es armamento demasiado caro para un viejo como yo. No, muchacho, puedo proveerte con las jabalinas y con un hacha, pero me temo que está oxidada y con el mango con humedades. -Eoghan asintió. Le serviría perfectamente.
-En ese caso, si todos estamos de acuerdo con el plan, escondéos entre los campos de apicultura. Finn, necesito que vayas conmigo a la par, yo iré con el caballo a trote, pero no a paso ligero. -Dijo Eoghan mientras miraba al exterior, un nuevo relámpago rompiendo las nubes y el trueno anunciando la batalla. -Y esa plegaria... No existen plegarias para aplacarle si no para que infunda tu corazón con coraje.
Le explicó, mientras todos los demás se ponían manos a la obra cogiendo lo que podían. Jormund le llevó una oxidada hacha de guerra barbuda que estaba claro que fue usada por el anfitrión de la granja muchísimo tiempo atrás, y una aljaba llena de jabalinas de cazador.
-Tú que provees de fuerza a los cielos e infundes valor en el corazón de los guerreros, haz que nuestra acometida sea rápida como un relámpago y contundente como tu martillo. -Dijo Eoghan en una breve plegaria al dios del trueno mientras se dibujaba en el pecho la rueda.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Berner asintió lentamente una vez Eoghan acabara su intervención. El plan parecía sólido y no podía dejar de admirar la valentía del joven, dispuesto sin titubeo alguno a ofrecerse para una posición tan peligrosa. Berner tenía experiencia con el arco y había visto en su juventud a experimentados soldados atravesar una cota de placas fácilmente utilizando un arco de guerra y flechas con punta de acero. Sus arcos de caza, febles en comparación, posiblemente no podrían atravesar un gambesón medianamente decente. Aún así, se enfrentaban a simples bandidos, campesinos miserables que seguramente no tendrían equipo de calidad más allá de algunas piezas robadas.
“Muy bien. Iré a por los arcos. Jormund, Gunnar y yo intentaremos proveer cobertura con nuestras flechas cuando intenten atacarte. Si no logramos forzar una retirada me uniré a ti para detenerles a golpe de espada.” Berner ofreció una sonrisa sincera media escondida por su bigote oscuro, casi borrando la preocupación en sus ojos. “No creo que tengamos tiempo de ensillar otro caballo por lo que podrás montar el mío, ¡una bestia cobarde pero con piernas veloces! Gunnar vio a los bastardos en el linde Noreste, trazando una línea desde aquí al Peñasco Blanco, lo verás en seguida. Que los dioses guíen tu brazo y hagan tu puntería certera, muchacho.”
Minutos más tardes Finn corría junto a Eoghan a través del valle utilizando un tosco muro de piedra para ocultarse de los ojos que sin duda observaban ya al jinete desde la línea de árboles. El muro no era más que una estructura irregular que apenas superaba los tres pies de alzada, pero era suficiente que ocultar al muchacho medio agazapado. A unas cien yardas del límite del bosque Finn aprovechó la vegetación para desviar su rumbo zigzagueando entre matorrales y arbustos. Una vez entre los árboles respiró profundamente un par de veces para tranquilizarse y recuperar el aliento. Esta era la parte delicada. Tenía intención de flanquear a los invasores desde el Este, pero emboscar a un enemigo oculto sin conocer su ubicación exacta resultaba ser un desafío no menor. Un paso en falso y acabaría abatido antes de poder siquiera escapar. El dado ha sido lanzado, pensó el muchacho desenvainando su daga y avanzando a través del bosque con pasos mudos, sus pupilas felinas abiertas como dos enormes esferas negras en la penumbra. Allí, bajo la copa de los robles y las hayas bloqueando la luz mortecina de un sol escondido tras nubes oscuras, era difícil creer que aún era de día.
Transcurrido un par de minutos de cautelosa marcha el muchacho comenzaba a temer que había pasado por alto al enemigo, mas un cuchicheo rasposo y rudo le hizo detenerse en seco, agazapándose instintivamente.
“¿Pero qué hace? ¿Piensa cargar a caballo en un bosque? ¡Si ni siquiera puede vernos!”
“¡Está armado! ¿Habrán contratado un mercenario? ¿Cómo sabían que atacaríamos?”
“¡Imbécil! Ese es uno de los peones. Habrá cogido alguna de las armas del viejo para asustarnos. Venga nosotros cuatro nos acercaremos, a ver qué hace. Osvald, tú quédate aquí e intenta meterle un par de flechas cuando el viento te lo permita. ¿A que ha sido una buena idea desperdiciar la mayoría de las flechas en esa puta, eh? Inútiles. Tras repartir el botín yo me marcho al Sur.”
Finn escuchó la discusión acercándose lentamente una vez pudo determinar por sus voces la ubicación del grupo. Entre insultos y negras promesas susurradas violentamente los hombres se alejaron en dirección al jinete. El muchacho, por su parte, permaneció en su sitio unos momentos, sus sensibles orejas atentas y su corazón latiendo aceleradamente en su pecho. Un carraspeo y el sonido de la vara de una flecha golpear suavemente contra el arco sin tensar. Allí, tras ese tronco, veinte pasos. Finn se irguió y acortó la distancia a la carrera, seguro de que el sonido de la lluvia a su alrededor sería suficiente para esconder sus pisadas ligeras. El arquero apenas tuvo tiempo de elevar la mirada cuando la daga le atravesó la garganta de lado a lado. El arco cayó a su lado con un sonido seco y Finn dejó que el cuerpo del hombre se desplomara dando su último estertor medio ahogado por la sangre.
El muchacho controló los jadeos y siguió sigilosamente al resto de los bandidos. Ahora estaba en manos de Eoghan y el resto dar el siguiente paso.
“Muy bien. Iré a por los arcos. Jormund, Gunnar y yo intentaremos proveer cobertura con nuestras flechas cuando intenten atacarte. Si no logramos forzar una retirada me uniré a ti para detenerles a golpe de espada.” Berner ofreció una sonrisa sincera media escondida por su bigote oscuro, casi borrando la preocupación en sus ojos. “No creo que tengamos tiempo de ensillar otro caballo por lo que podrás montar el mío, ¡una bestia cobarde pero con piernas veloces! Gunnar vio a los bastardos en el linde Noreste, trazando una línea desde aquí al Peñasco Blanco, lo verás en seguida. Que los dioses guíen tu brazo y hagan tu puntería certera, muchacho.”
Minutos más tardes Finn corría junto a Eoghan a través del valle utilizando un tosco muro de piedra para ocultarse de los ojos que sin duda observaban ya al jinete desde la línea de árboles. El muro no era más que una estructura irregular que apenas superaba los tres pies de alzada, pero era suficiente que ocultar al muchacho medio agazapado. A unas cien yardas del límite del bosque Finn aprovechó la vegetación para desviar su rumbo zigzagueando entre matorrales y arbustos. Una vez entre los árboles respiró profundamente un par de veces para tranquilizarse y recuperar el aliento. Esta era la parte delicada. Tenía intención de flanquear a los invasores desde el Este, pero emboscar a un enemigo oculto sin conocer su ubicación exacta resultaba ser un desafío no menor. Un paso en falso y acabaría abatido antes de poder siquiera escapar. El dado ha sido lanzado, pensó el muchacho desenvainando su daga y avanzando a través del bosque con pasos mudos, sus pupilas felinas abiertas como dos enormes esferas negras en la penumbra. Allí, bajo la copa de los robles y las hayas bloqueando la luz mortecina de un sol escondido tras nubes oscuras, era difícil creer que aún era de día.
Transcurrido un par de minutos de cautelosa marcha el muchacho comenzaba a temer que había pasado por alto al enemigo, mas un cuchicheo rasposo y rudo le hizo detenerse en seco, agazapándose instintivamente.
“¿Pero qué hace? ¿Piensa cargar a caballo en un bosque? ¡Si ni siquiera puede vernos!”
“¡Está armado! ¿Habrán contratado un mercenario? ¿Cómo sabían que atacaríamos?”
“¡Imbécil! Ese es uno de los peones. Habrá cogido alguna de las armas del viejo para asustarnos. Venga nosotros cuatro nos acercaremos, a ver qué hace. Osvald, tú quédate aquí e intenta meterle un par de flechas cuando el viento te lo permita. ¿A que ha sido una buena idea desperdiciar la mayoría de las flechas en esa puta, eh? Inútiles. Tras repartir el botín yo me marcho al Sur.”
Finn escuchó la discusión acercándose lentamente una vez pudo determinar por sus voces la ubicación del grupo. Entre insultos y negras promesas susurradas violentamente los hombres se alejaron en dirección al jinete. El muchacho, por su parte, permaneció en su sitio unos momentos, sus sensibles orejas atentas y su corazón latiendo aceleradamente en su pecho. Un carraspeo y el sonido de la vara de una flecha golpear suavemente contra el arco sin tensar. Allí, tras ese tronco, veinte pasos. Finn se irguió y acortó la distancia a la carrera, seguro de que el sonido de la lluvia a su alrededor sería suficiente para esconder sus pisadas ligeras. El arquero apenas tuvo tiempo de elevar la mirada cuando la daga le atravesó la garganta de lado a lado. El arco cayó a su lado con un sonido seco y Finn dejó que el cuerpo del hombre se desplomara dando su último estertor medio ahogado por la sangre.
El muchacho controló los jadeos y siguió sigilosamente al resto de los bandidos. Ahora estaba en manos de Eoghan y el resto dar el siguiente paso.
Finn
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Eoghan se acercó al animal que le tendió Berner, acariciando su hocico con la aljaba de jabalinas echada al hombro. Apoyó la frente sobre la del animal y le rascó suavemente el cuello mientras dejaba que las crines del caballo pasasen entre sus dedos. Susurró algo al animal, algo que no se llegó a entender por el bajísimo tono que usó, pero luego dijo en alto, tras separarse de la que sería su montura en aquella batalla, y colocó la aljaba colgando de uno de los ganchos de la silla de montar:
-No existe caballo sin valentía al igual que no existe persona sin importancia. -Dijo Eoghan mientras montaba una vez lo tenía todo listo. Colgó el hacha barbada en el otro lateral y empuñó la lanza. Fue a trote por el camino tras calarse la capucha de la capa y el guardapolvos tapando su cara salvo la barbilla cubierta por la barba, ahora chorreante de agua. Miró de reojo hacia atrás y más concretamente hacia Finn y, cuando vio que se desviaba hacia los matojos asintió para sí mientras él continuaba el camino hacia el bosque.
El sonido de los cascos contra las rocas del camino y el chapoteo del agua, más la lluvia y el viento inundaron el ambiente. El caballo rebufó y amenazó con encabritarse con un poderoso rayo y el consiguiente trueno que cruzaron el aire un momento después... Pero Eoghan dio un tirón de la rienda y palmeó con suavidad el largo cuello del animal para tranquilizarle.
-Sé que no eres un animal de guerra, chico, pero puedes hacerlo. Te lo aseguro. -Le dijo mientras observaba como algunas figuras se acercaban ya alejándose del linde del bosque. Eran tres... Seguro que había más ocultos entre los árboles, pero él no estaba del todo seguro. Aun así él se dio cuenta de que no se equivocaba, aquellos hombres no eran mucho más que carroña sin cerebro.
Paró el animal a una distancia prudencial de los bandidos. Éstos iban armados como él esperaba, con arcos y algunas espadas de mala calidad.
-¡No quieres terminar con tu vida antes de tiempo, zagal!-Gritó uno de ellos mientras le señalaba. -¡Date la vuelta y vive, o serás un colador ensangrentado en cuanto te descuenta!
Eoghan no dijo nada. Solo tomó una jabalina de la aljaba. Se escuchó el sonido de algunos arcos al tensarse, y entonces Eoghan alzó la mirada directa hacia aquellos hombres.
-¡Ya habéis quitado una vida hoy, y será la última, hijos de un troll sifilítico! -Azuzó al caballo con los talones por los costados. El animal relinchó y echó a trotar hacia los bandidos.
-¡Aniquiladle! ¡Y luego a la granja, que no quede nadie con vida! -Eoghan apretó los costados con las piernas y se alzó sobre la grupa del animal mientras alzaba la jabalina. Arrojó la lanza, que silbó suavemente en el aire y se clavó con contundencia al lado de uno de los bandidos, cuyo disparo se vio perturbado por el susto de haber sido prácticamente empalado por la jabalina. Fue entonces cuando, al ver que el joven se había rebotado, empezaron a correr hacia el bosque. Eoghan les cortó el paso y con una nueva jabalina en la mano, la arrojó hacia ellos.
-¡Todos a una ahora! ¡A por ellos! -Gritó Eoghan a los jornaleros mientras alzaba una nueva jabalina. Sabía que si tenían aliados en el bosque le dispararían, pero estaba preparado para escapar sobre el caballo si era necesario. Hubo un nuevo trueno, y un grito de dolor por parte de los bandidos, pues una de las jabalinas le atravesó el hombro. No, no estaba tirando a matar, no por ahora.
-No existe caballo sin valentía al igual que no existe persona sin importancia. -Dijo Eoghan mientras montaba una vez lo tenía todo listo. Colgó el hacha barbada en el otro lateral y empuñó la lanza. Fue a trote por el camino tras calarse la capucha de la capa y el guardapolvos tapando su cara salvo la barbilla cubierta por la barba, ahora chorreante de agua. Miró de reojo hacia atrás y más concretamente hacia Finn y, cuando vio que se desviaba hacia los matojos asintió para sí mientras él continuaba el camino hacia el bosque.
El sonido de los cascos contra las rocas del camino y el chapoteo del agua, más la lluvia y el viento inundaron el ambiente. El caballo rebufó y amenazó con encabritarse con un poderoso rayo y el consiguiente trueno que cruzaron el aire un momento después... Pero Eoghan dio un tirón de la rienda y palmeó con suavidad el largo cuello del animal para tranquilizarle.
-Sé que no eres un animal de guerra, chico, pero puedes hacerlo. Te lo aseguro. -Le dijo mientras observaba como algunas figuras se acercaban ya alejándose del linde del bosque. Eran tres... Seguro que había más ocultos entre los árboles, pero él no estaba del todo seguro. Aun así él se dio cuenta de que no se equivocaba, aquellos hombres no eran mucho más que carroña sin cerebro.
Paró el animal a una distancia prudencial de los bandidos. Éstos iban armados como él esperaba, con arcos y algunas espadas de mala calidad.
-¡No quieres terminar con tu vida antes de tiempo, zagal!-Gritó uno de ellos mientras le señalaba. -¡Date la vuelta y vive, o serás un colador ensangrentado en cuanto te descuenta!
Eoghan no dijo nada. Solo tomó una jabalina de la aljaba. Se escuchó el sonido de algunos arcos al tensarse, y entonces Eoghan alzó la mirada directa hacia aquellos hombres.
-¡Ya habéis quitado una vida hoy, y será la última, hijos de un troll sifilítico! -Azuzó al caballo con los talones por los costados. El animal relinchó y echó a trotar hacia los bandidos.
-¡Aniquiladle! ¡Y luego a la granja, que no quede nadie con vida! -Eoghan apretó los costados con las piernas y se alzó sobre la grupa del animal mientras alzaba la jabalina. Arrojó la lanza, que silbó suavemente en el aire y se clavó con contundencia al lado de uno de los bandidos, cuyo disparo se vio perturbado por el susto de haber sido prácticamente empalado por la jabalina. Fue entonces cuando, al ver que el joven se había rebotado, empezaron a correr hacia el bosque. Eoghan les cortó el paso y con una nueva jabalina en la mano, la arrojó hacia ellos.
-¡Todos a una ahora! ¡A por ellos! -Gritó Eoghan a los jornaleros mientras alzaba una nueva jabalina. Sabía que si tenían aliados en el bosque le dispararían, pero estaba preparado para escapar sobre el caballo si era necesario. Hubo un nuevo trueno, y un grito de dolor por parte de los bandidos, pues una de las jabalinas le atravesó el hombro. No, no estaba tirando a matar, no por ahora.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Los jornaleros tensaron los arcos y dejaron escapar sus flechas, una de las cuales se enterró profundamente en la pierna de uno de los bandidos abatidos por Eoghan, arrancándole un gemido lastimero seguido por un lloriqueo miserable. La segundo flecha se perdió en el trayecto pero Berner ya se lo esperaba. Gunnar era un joven aprendiz de alfarero quien recién comenzaba a crecer una sombra de bigote. Sus manos eran fuertes y ágiles, pero sus hombros y espalda no le permitirían disparar una flecha a más de cien yardas, menos aún bajo estas condiciones.
El patrono de largos cabellos azabaches desenvainó su espada y se echó a correr hacia el jinete. Había escogido una posición a unas treinta yardas a la derecha de los jornaleros y el ángulo resultante no le permitía disparar cómodamente sin temer errar el tiro y herir a Eoghan. Aún así, sabía en el fondo que había querido cargar de frente contra el enemigo desde un inicio. Tenía frente a él una oportunidad única de defender la tierra que sentía tan propia y probar su valía en proceso. Dejó escapar un rugido visceral y acelerando el paso puso todo su peso en un golpe de espada que alcanzó a un aterrado bandido en el hombro desgarrando carne y rompiendo costillas hasta dejar el arma firmemente incrustada en el pulmón del desafortunado bastardo.
“¡Escoria! ¡Jodidos cobardes! ¡Heimirsson! ¡Heimirsson!” gritó el hombre liberando su espada con una patada al estomago del cuerpo frente a él. Sus ojos, hace apenas un momento tan amables y generosos, parecían ahora inundados por una euforia asesina, su corazón latiendo furioso al ritmo de un instinto olvidado. Aquella era su tierra y ningún invasor la abandonaría con vida.
El último bandido aún indemne arrojó su mellada espada al suelo y con voz entrecortada suplicó por su vida. El sujeto tendría la edad de Gunnar, como sugería su rostro juvenil salpicado por un puñado de pecas y la manera en que su voz se quebraba constantemente al gritar sus frenéticos ruegos. Berner alzó la espada en un movimiento enérgico salpicando el rostro del joven con gotas carmesí y este apenas tuvo tiempo de emitir un gemido agudo cerrando los ojos antes de que el filo del acero descendiera nuevamente incrustándose en su cráneo con un crujir sordo que recordaba al de una calabaza madura al partirse.
Por unos momentos reinó un silencio absoluto más allá del murmullo incesante de la lluvia y el viento. Los jornaleros se acercaban a la carrera y Finn apareció junto a Eoghan observando en silencio la escena. Berner pareció al fin recuperarse de su trance y murmuró alguna palabras ininteligibles mientras intentaba sin éxito sacar la hoja del cráneo del muchacho sin vida. Uno de los ojos del cadáver parecía inusualmente rojo y su pupila apuntaba hacia un ángulo imposible mientras el otro parecía aún observar a Berner atentamente, otorgándole a esa congelada expresión de pánico un aspecto macabro.
“Oh, dioses. Oh, dioses...” suspiró el hombre dejando la espada olvidada y acuclillándose con una mano apoyada en la tierra mojada procedió a vomitar sonoramente. Gunnar miraba sus propios pies en silencio y Jormund se acercó hasta el barbudo patrono para darle un par de palmadas en el hombro.
“Creo que será mejor regresar al salón por ahora” dijo Finn dirigiéndose a Eoghan. Berner parecía bastante sacudido por la experiencia y probablemente tardaría un poco en recobrar la compostura. “El señor Heimersson de seguro querrá oír sobre lo sucedido y creo que todo necesitamos un pequeño descanso antes de decidir qué hacer ahora.”
El patrono de largos cabellos azabaches desenvainó su espada y se echó a correr hacia el jinete. Había escogido una posición a unas treinta yardas a la derecha de los jornaleros y el ángulo resultante no le permitía disparar cómodamente sin temer errar el tiro y herir a Eoghan. Aún así, sabía en el fondo que había querido cargar de frente contra el enemigo desde un inicio. Tenía frente a él una oportunidad única de defender la tierra que sentía tan propia y probar su valía en proceso. Dejó escapar un rugido visceral y acelerando el paso puso todo su peso en un golpe de espada que alcanzó a un aterrado bandido en el hombro desgarrando carne y rompiendo costillas hasta dejar el arma firmemente incrustada en el pulmón del desafortunado bastardo.
“¡Escoria! ¡Jodidos cobardes! ¡Heimirsson! ¡Heimirsson!” gritó el hombre liberando su espada con una patada al estomago del cuerpo frente a él. Sus ojos, hace apenas un momento tan amables y generosos, parecían ahora inundados por una euforia asesina, su corazón latiendo furioso al ritmo de un instinto olvidado. Aquella era su tierra y ningún invasor la abandonaría con vida.
El último bandido aún indemne arrojó su mellada espada al suelo y con voz entrecortada suplicó por su vida. El sujeto tendría la edad de Gunnar, como sugería su rostro juvenil salpicado por un puñado de pecas y la manera en que su voz se quebraba constantemente al gritar sus frenéticos ruegos. Berner alzó la espada en un movimiento enérgico salpicando el rostro del joven con gotas carmesí y este apenas tuvo tiempo de emitir un gemido agudo cerrando los ojos antes de que el filo del acero descendiera nuevamente incrustándose en su cráneo con un crujir sordo que recordaba al de una calabaza madura al partirse.
Por unos momentos reinó un silencio absoluto más allá del murmullo incesante de la lluvia y el viento. Los jornaleros se acercaban a la carrera y Finn apareció junto a Eoghan observando en silencio la escena. Berner pareció al fin recuperarse de su trance y murmuró alguna palabras ininteligibles mientras intentaba sin éxito sacar la hoja del cráneo del muchacho sin vida. Uno de los ojos del cadáver parecía inusualmente rojo y su pupila apuntaba hacia un ángulo imposible mientras el otro parecía aún observar a Berner atentamente, otorgándole a esa congelada expresión de pánico un aspecto macabro.
“Oh, dioses. Oh, dioses...” suspiró el hombre dejando la espada olvidada y acuclillándose con una mano apoyada en la tierra mojada procedió a vomitar sonoramente. Gunnar miraba sus propios pies en silencio y Jormund se acercó hasta el barbudo patrono para darle un par de palmadas en el hombro.
“Creo que será mejor regresar al salón por ahora” dijo Finn dirigiéndose a Eoghan. Berner parecía bastante sacudido por la experiencia y probablemente tardaría un poco en recobrar la compostura. “El señor Heimersson de seguro querrá oír sobre lo sucedido y creo que todo necesitamos un pequeño descanso antes de decidir qué hacer ahora.”
- Nota:
- Uno de los bandidos está en realidad vivo, herido en el hombro por tu javalina y en la pierna por una flecha. Si quieres puedes rescatarlo o rematarlo. Si le dejas allí morirá desangrado.
Puedes utilizar cualquier personaje para narrar lo siguiente, incluso Berner
Finn
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Como él supuso, la reyerta no duró mucho. Se acercó con el caballo mirando los cadáveres y al muchacho al que había destrozado el hombro con la jabalina ante el que estaba el hombre arrodillado. Metió la jabalina dentro de la aljaba y se bajó del animal, tomándolo con suavidad de las riendas.
-Has sido valiente, muy valiente. -Dijo el joven al jamelgo mientras le acariciaba las orejas y el hocico con cariño. Posó entonces una mano en el hombro del hombretón y le apretó con suavidad a modo de apoyo. Él mejor que nadie sabía lo duro que era matar a alguien, sobre todo cuando era más joven que él... Y probablemente porque no quedaba más remedio como era aquel caso. -Maniatadle y arrancadle la jabalina del hombro. No perdamos mucho tiempo. Aunque sea un bandido ya lo véis, no es más que un crío, más joven que yo incluso. Sería un desperdicio de vida dejarle aquí tirado. Cuando pase la tempestad ya decidiréis si entregarlo a las autoridades o darle un uso mejor... Porque quizás con un poco de trabajo honrado y una azada se le quitará la tontería y decidirá sacarse las habichuelas.
Le tendió las riendas a Berner.
-Es un buen podenco. Te servirá bien en los años venideros -Le dijo mientras daba una palmadita en la espalda al hombre bestia con suavidad a modo de ánimo. -Bien hecho, ¿tuviste algún problema por allá atrás o está todo finiquitado?
Una vez recibiera su respuesta, un nuevo trueno sacudiría los cielos y la tierra. Eoghan se estremeció ligeramente.
-Pardiez... Esto es brutal. Vámonos a terminar el establo de una vez y podremos dar el trabajo por hecho por ahora, esperemos que mi truquito de las tejas funcione. -Dijo mientras echaba a correr a ritmo de trote hacia los establos a medio terminar. Eoghan se dijo a sí mismo que era afortunado de no haber tenido que usar aquella hacha y que el asunto con los bandidos se resolviese con aquella rapidez, aunque él se esperaba a más dando por saco, pero también era cierto que una banda de cuatro era suficiente para asesinar y saquear aquella granja tan desprotegida... Aunque los hombres que trabajaban en ella tenían un gran corazón, fuerte y valiente, de eso no cabía duda.
Cuando llegasen al establo, Eoghan subió una vez más al tejado y ayudaría a Finn a hacer lo propio.
-¡Finn, vamos a doblar el ritmo! ¡Voy a colocar las tejas por aquí y tú hazlo por aquel lado! No te preocupes por los clavos, con las tenazas puedo apañármelas solo, pero ahora necesitamos colocarlas todo lo rápido que podamos. -Dijo Eoghan mientras volvía a coger las tenazas y empezaba a doblar los clavos con rapidez dada la premura. Dejó la mitad de los que quedaban a Finn, y la otra mitad los fue doblando él mismo, usando luego el martillo para encajarlos mejor y sin doblarlos de más para que las tejas no sufrieran demasiado.
-Has sido valiente, muy valiente. -Dijo el joven al jamelgo mientras le acariciaba las orejas y el hocico con cariño. Posó entonces una mano en el hombro del hombretón y le apretó con suavidad a modo de apoyo. Él mejor que nadie sabía lo duro que era matar a alguien, sobre todo cuando era más joven que él... Y probablemente porque no quedaba más remedio como era aquel caso. -Maniatadle y arrancadle la jabalina del hombro. No perdamos mucho tiempo. Aunque sea un bandido ya lo véis, no es más que un crío, más joven que yo incluso. Sería un desperdicio de vida dejarle aquí tirado. Cuando pase la tempestad ya decidiréis si entregarlo a las autoridades o darle un uso mejor... Porque quizás con un poco de trabajo honrado y una azada se le quitará la tontería y decidirá sacarse las habichuelas.
Le tendió las riendas a Berner.
-Es un buen podenco. Te servirá bien en los años venideros -Le dijo mientras daba una palmadita en la espalda al hombre bestia con suavidad a modo de ánimo. -Bien hecho, ¿tuviste algún problema por allá atrás o está todo finiquitado?
Una vez recibiera su respuesta, un nuevo trueno sacudiría los cielos y la tierra. Eoghan se estremeció ligeramente.
-Pardiez... Esto es brutal. Vámonos a terminar el establo de una vez y podremos dar el trabajo por hecho por ahora, esperemos que mi truquito de las tejas funcione. -Dijo mientras echaba a correr a ritmo de trote hacia los establos a medio terminar. Eoghan se dijo a sí mismo que era afortunado de no haber tenido que usar aquella hacha y que el asunto con los bandidos se resolviese con aquella rapidez, aunque él se esperaba a más dando por saco, pero también era cierto que una banda de cuatro era suficiente para asesinar y saquear aquella granja tan desprotegida... Aunque los hombres que trabajaban en ella tenían un gran corazón, fuerte y valiente, de eso no cabía duda.
Cuando llegasen al establo, Eoghan subió una vez más al tejado y ayudaría a Finn a hacer lo propio.
-¡Finn, vamos a doblar el ritmo! ¡Voy a colocar las tejas por aquí y tú hazlo por aquel lado! No te preocupes por los clavos, con las tenazas puedo apañármelas solo, pero ahora necesitamos colocarlas todo lo rápido que podamos. -Dijo Eoghan mientras volvía a coger las tenazas y empezaba a doblar los clavos con rapidez dada la premura. Dejó la mitad de los que quedaban a Finn, y la otra mitad los fue doblando él mismo, usando luego el martillo para encajarlos mejor y sin doblarlos de más para que las tejas no sufrieran demasiado.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
"Ningún problema, no. Entre los árboles hay un cadáver más junto a un arco de buena calidad y un puñado de flechas. Los hombres de Berner podrán recolectar todo mañana y quemar los cuerpos o dejarlos a merced de los animales.”
Miró distraídamente a los jornaleros arrancar la punta de la jabalina del hombro del bandido sacando de este un estridente alarido. Ha tenido suerte, pensó Finn al ver la punta de cuatro lados martillados. La tosca cabeza estaba pensada para el entrenamiento o la competencia; de haber tenido el arma una punta ancha o de media pluma habrían tenido que empujarla hasta pasar la vara completa a través de la herida. Los hombres arrastraban ahora al joven entre gemidos y lloriqueo, sus propios rostros evidentemente contrariados. Respetarían la decisión de Eoghan, pues había sido él quien liderara la defensa, pero era evidente que preferían haber pasado una hoja a través del cuello del extraño y dejarle allí junto a los suyos en lugar de llevarle de regreso a la granja y tratar sus heridas. Berner cogió las riendas del caballo y siguió a sus hombres silencioso, sus ojos cansados perdidos en la distancia como un fantasma extraviado, girándose brevemente para decir algo y, sacudiendo la cabeza, retomar su camino.
Finn sintió un dejo de compasión por el barbudo. Sabía que era un hombre de la tierra, diligente y afable, en absoluto un guerrero y menos aún un asesino. Quitar una vida bajo condiciones extremas resultaba fácil, pero lidiar con ello era un asunto completamente distinto. Finn se había enfrentado en varias ocasiones a aquello, y sin importar de qué manera racionalizara su actuar, sin importar qué tan convencido estuviera de que sólo jugaba el rol que le había tocado, siempre había allí un deje amargo en su garganta para recordarle que cada muerte le alejaba un poco más de su lado humano.
“El establo. Si, de acuerdo” murmulló intentando darse ánimos. Eoghan tenía razón, por supuesto, no podían dejar el tejado a medio acabar o se arriesgaban a perder todo su trabajo y despertar mañana con un establo destrozado. Ah, casi había sido capaz de oler la leche tibia endulzada con miel que seguramente podría haber conseguido en la residencia de los Heimirsson. Era una recompensa justa por arriesgar el pellejo por defender sus tierras, ¿no es así? Eso y un buen descanso, quizás algo de pan y queso también. ¡Dioses! ¿Cuándo habían probado bocado por última vez? Mientras trepaba al techo del establo con ayuda del humano pensó en el fuego del hogar y en la comida caliente que les esperaba cuando terminasen. Valía la pena un último esfuerzo.
Una hora más tarde la última sección del tejado estaba lista para hacer frente a la furiosa tormenta. Si fuese posible el viento no había hecho más que aumentar en volumen y fuerza, sus ráfagas arrancando ramas de los árboles cercanos y azotando la lluvia contra el pelaje empapado del muchacho.
“Vale, Eoghan, creo que es suficiente por ahora. Regresemos al salón, quiero saber que se ha discutido en este tiempo, sobre los bandidos y sobre nuestros avances. Si quieres y si hace falta podremos continuar tras comer algo. Además, con este frío no debes ya ni sentir tus dedos. Si continuas usando el martillos te destrozarás una mano” bromeó el hombre bestia al tiempo que se echaba a correr hacia la vivienda de los Heimersson. Al ingresar dejó la pesada puerta de roble abierta para Eoghan y se sacudió enérgicamente para deshacerse del exceso de agua en su pelaje. Sin esperar un momento ingresó en el salón disfrutando la calidez que el hogar proveía. En la mesa de nogal encontró sentados al señor Heimersson y Berner, murmurando algo mientras el barbudo bebía de un cuerno con sonoros tragos. Sin intención de interrumpirles el muchacho se aproximó al hogar y se sentó sobre la estera de juncos ofreciendo una sonrisa a Jormund y Gunnar, ambos sentados cerca del fuego con sus manos estiradas hacia él, sus rostros cansados y apáticos.
“¿Dónde está la señora Heimirsson y el señor Fergunson?” preguntó rascándose una oreja. “Por cierto, ¿hay algo para comer? Todo este asunto me ha dado un poco de hambre. ¡El trabajo, quiero decir! No, um, lo otro...”
Miró distraídamente a los jornaleros arrancar la punta de la jabalina del hombro del bandido sacando de este un estridente alarido. Ha tenido suerte, pensó Finn al ver la punta de cuatro lados martillados. La tosca cabeza estaba pensada para el entrenamiento o la competencia; de haber tenido el arma una punta ancha o de media pluma habrían tenido que empujarla hasta pasar la vara completa a través de la herida. Los hombres arrastraban ahora al joven entre gemidos y lloriqueo, sus propios rostros evidentemente contrariados. Respetarían la decisión de Eoghan, pues había sido él quien liderara la defensa, pero era evidente que preferían haber pasado una hoja a través del cuello del extraño y dejarle allí junto a los suyos en lugar de llevarle de regreso a la granja y tratar sus heridas. Berner cogió las riendas del caballo y siguió a sus hombres silencioso, sus ojos cansados perdidos en la distancia como un fantasma extraviado, girándose brevemente para decir algo y, sacudiendo la cabeza, retomar su camino.
Finn sintió un dejo de compasión por el barbudo. Sabía que era un hombre de la tierra, diligente y afable, en absoluto un guerrero y menos aún un asesino. Quitar una vida bajo condiciones extremas resultaba fácil, pero lidiar con ello era un asunto completamente distinto. Finn se había enfrentado en varias ocasiones a aquello, y sin importar de qué manera racionalizara su actuar, sin importar qué tan convencido estuviera de que sólo jugaba el rol que le había tocado, siempre había allí un deje amargo en su garganta para recordarle que cada muerte le alejaba un poco más de su lado humano.
“El establo. Si, de acuerdo” murmulló intentando darse ánimos. Eoghan tenía razón, por supuesto, no podían dejar el tejado a medio acabar o se arriesgaban a perder todo su trabajo y despertar mañana con un establo destrozado. Ah, casi había sido capaz de oler la leche tibia endulzada con miel que seguramente podría haber conseguido en la residencia de los Heimirsson. Era una recompensa justa por arriesgar el pellejo por defender sus tierras, ¿no es así? Eso y un buen descanso, quizás algo de pan y queso también. ¡Dioses! ¿Cuándo habían probado bocado por última vez? Mientras trepaba al techo del establo con ayuda del humano pensó en el fuego del hogar y en la comida caliente que les esperaba cuando terminasen. Valía la pena un último esfuerzo.
Una hora más tarde la última sección del tejado estaba lista para hacer frente a la furiosa tormenta. Si fuese posible el viento no había hecho más que aumentar en volumen y fuerza, sus ráfagas arrancando ramas de los árboles cercanos y azotando la lluvia contra el pelaje empapado del muchacho.
“Vale, Eoghan, creo que es suficiente por ahora. Regresemos al salón, quiero saber que se ha discutido en este tiempo, sobre los bandidos y sobre nuestros avances. Si quieres y si hace falta podremos continuar tras comer algo. Además, con este frío no debes ya ni sentir tus dedos. Si continuas usando el martillos te destrozarás una mano” bromeó el hombre bestia al tiempo que se echaba a correr hacia la vivienda de los Heimersson. Al ingresar dejó la pesada puerta de roble abierta para Eoghan y se sacudió enérgicamente para deshacerse del exceso de agua en su pelaje. Sin esperar un momento ingresó en el salón disfrutando la calidez que el hogar proveía. En la mesa de nogal encontró sentados al señor Heimersson y Berner, murmurando algo mientras el barbudo bebía de un cuerno con sonoros tragos. Sin intención de interrumpirles el muchacho se aproximó al hogar y se sentó sobre la estera de juncos ofreciendo una sonrisa a Jormund y Gunnar, ambos sentados cerca del fuego con sus manos estiradas hacia él, sus rostros cansados y apáticos.
“¿Dónde está la señora Heimirsson y el señor Fergunson?” preguntó rascándose una oreja. “Por cierto, ¿hay algo para comer? Todo este asunto me ha dado un poco de hambre. ¡El trabajo, quiero decir! No, um, lo otro...”
Finn
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Justo antes de dirigirse ambos al establo, Eoghan se paró al lado del bandido herido.
-Podría haberte empalado con esa jabalina de haber querido. Eres joven aun, ¿qué tal si te reconcilias con el mundo y labras la tierra como todo hijo de vecino? -Le dijo retóricamente antes de seguir caminando hacia el establo. Allí Finn y él trabajaron a destajo y muy rápido, aunque Eoghan ya apenas sentía las manos y notaba cómo las puntas de los dedos se le entumecían, y de hecho un suave dolor en las yemas de los dedos índice y pulgar indicaban que probablemente se había cortado o clavado algún lado de los clavos mientras trabajaba con ellos.
De hecho, también notó que tenía los dedos corazón y anular algo hinchados. Iba a tener sabañones en unos días con aquel frío y humedad constantes. Se escuchó entonces un potente "¡cloc!" y una maldición de Eoghan acompañada de un gruñido de dolor. Si Finn giraba la cabeza, vería a Eoghan chupándose el dedo pulgar con expresión dolorida. Se había machacado el pulgar con el martillo.
-¡Maldita sea la tormenta, el río, la lluvia y mi maldita torpeza, joder! -Bufó, pero una vez bajaron del establo y ya habían terminado de apañarlo, suspiró, más animado por saber que probablemente ahora podrían relajarse un rato y comer, si todo iba bien... Aunque con su suerte él empezaba a dudarlo, pero podía ser peor.
Pasó tras Finn, agradeciéndole con un asentimiento que mantuviera la puerta abierta. Le agradaba el zagal.
Cerró tras de sí y procedió a dirigirse al hogar tras quitarse el guardapolvos y la capa de viaje, dejándolos colgados en una viga junto a su lanza y extendió entonces las manos, dejando que la calidez del fuego bañase su piel. Demonios, pese a todo el tiempo que había pasado por los caminos, acampando al raso y sufriendo viento y lluvia, nunca agradeció tanto una hoguera como aquel día. Estaba empapado, de pies a cabeza, y se obligó a sí mismo a recogerse el pelo en una cola baja para que no le estorbase al estar mojado.
Jormund miró a Finn y se encogió de hombros.
-Creo recordar que fue a la despensa a buscar no-se-qué historia para cocinar para los muchachos, lo cual espero que nos incluya a nosotros también, dicho sea de paso. -Dijo el jornalero mientras se frotaba las manos. Eoghan miró entonces al viejo y a Berner, dirigiéndose a acompañarles. Se sentó al lado de Berner y le posó la mano en el hombro, en un gesto de simpatía y comprensión.
-¿Cómo te encuentras? -Le preguntó mientras dejaba que sus hombros, maltrechos brazos y piernas se relajasen por un momento. Estaba agotado, había sido un día larguísimo y lleno de prisas, y aun con todo presentía que no había pasado lo peor.. Esperaba que el agua no desbordase hasta los topes, porque entonces tendrían aun más trabajo extra.
No le pagaban suficiente por aquello. Pero bueno, al menos la compañía era buena. Miró entonces al viejo de nuevo.
-Señor Heimirsson, hemos reforzado el almacén y el establo como nos indicó. Y creo que Finn se ha hecho cargo de los zorros, o al menos de reforzar el corral para que los gansos estén a salvo. -Le dijo en un muy breve resumen.
-Te lo agradezco, muchacho. Tu amigo y tú estáis haciendo una buena labor sin duda. esperemos que no haya... Ninguna contingencia... Más. -Eoghan asintió, esperando que el anciano tuviera razón...
-Podría haberte empalado con esa jabalina de haber querido. Eres joven aun, ¿qué tal si te reconcilias con el mundo y labras la tierra como todo hijo de vecino? -Le dijo retóricamente antes de seguir caminando hacia el establo. Allí Finn y él trabajaron a destajo y muy rápido, aunque Eoghan ya apenas sentía las manos y notaba cómo las puntas de los dedos se le entumecían, y de hecho un suave dolor en las yemas de los dedos índice y pulgar indicaban que probablemente se había cortado o clavado algún lado de los clavos mientras trabajaba con ellos.
De hecho, también notó que tenía los dedos corazón y anular algo hinchados. Iba a tener sabañones en unos días con aquel frío y humedad constantes. Se escuchó entonces un potente "¡cloc!" y una maldición de Eoghan acompañada de un gruñido de dolor. Si Finn giraba la cabeza, vería a Eoghan chupándose el dedo pulgar con expresión dolorida. Se había machacado el pulgar con el martillo.
-¡Maldita sea la tormenta, el río, la lluvia y mi maldita torpeza, joder! -Bufó, pero una vez bajaron del establo y ya habían terminado de apañarlo, suspiró, más animado por saber que probablemente ahora podrían relajarse un rato y comer, si todo iba bien... Aunque con su suerte él empezaba a dudarlo, pero podía ser peor.
Pasó tras Finn, agradeciéndole con un asentimiento que mantuviera la puerta abierta. Le agradaba el zagal.
Cerró tras de sí y procedió a dirigirse al hogar tras quitarse el guardapolvos y la capa de viaje, dejándolos colgados en una viga junto a su lanza y extendió entonces las manos, dejando que la calidez del fuego bañase su piel. Demonios, pese a todo el tiempo que había pasado por los caminos, acampando al raso y sufriendo viento y lluvia, nunca agradeció tanto una hoguera como aquel día. Estaba empapado, de pies a cabeza, y se obligó a sí mismo a recogerse el pelo en una cola baja para que no le estorbase al estar mojado.
Jormund miró a Finn y se encogió de hombros.
-Creo recordar que fue a la despensa a buscar no-se-qué historia para cocinar para los muchachos, lo cual espero que nos incluya a nosotros también, dicho sea de paso. -Dijo el jornalero mientras se frotaba las manos. Eoghan miró entonces al viejo y a Berner, dirigiéndose a acompañarles. Se sentó al lado de Berner y le posó la mano en el hombro, en un gesto de simpatía y comprensión.
-¿Cómo te encuentras? -Le preguntó mientras dejaba que sus hombros, maltrechos brazos y piernas se relajasen por un momento. Estaba agotado, había sido un día larguísimo y lleno de prisas, y aun con todo presentía que no había pasado lo peor.. Esperaba que el agua no desbordase hasta los topes, porque entonces tendrían aun más trabajo extra.
No le pagaban suficiente por aquello. Pero bueno, al menos la compañía era buena. Miró entonces al viejo de nuevo.
-Señor Heimirsson, hemos reforzado el almacén y el establo como nos indicó. Y creo que Finn se ha hecho cargo de los zorros, o al menos de reforzar el corral para que los gansos estén a salvo. -Le dijo en un muy breve resumen.
-Te lo agradezco, muchacho. Tu amigo y tú estáis haciendo una buena labor sin duda. esperemos que no haya... Ninguna contingencia... Más. -Eoghan asintió, esperando que el anciano tuviera razón...
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
“¿Cómo me encuentro? Bien. Bien. Eso pudo haber sido mucho peor. Si hubiesen logrado atacarnos por sorpresa no habríamos tenido oportunidad” respondió Berner cogiendo la pesada jarra de hidromiel frente a él para rellenar su cuerno. Sus mejillas se veían claramente sonrojadas y sus ojos cansados mostraban una pesadez adicional. De seguro llevaba un buen rato bebiendo. “¡Quién diría que las victorias pueden ser tan amargas! Al final del día sólo hemos perdido a una de los nuestros y tenemos el campo regado con cuerpos que mañana tendremos que quemar. Sabía que esta tormenta era un augurio oscuro.” Junto a él el viejo Heimirsson negó lentamente con la cabeza dando algunas palmadas torpes al brazo del barbudo.
Momentos más tarde Sigur ingresaba en el salón portando con dificultad una bandeja de madera que posó sobre la mesa con un resoplido exagerado. En ella había dos grandes hogazas recalentadas a las brasas, un gran cuenco con miel, una jarra de leche, vasos de greda y cuatro pequeños bloques de queso duro de cabra. Finn fue el primero en acercarse y esbozando una sonrisa apologética procedió a coger un poco de cada cosa, su cola moviéndose alegremente al comprobar que la leche había sido calentada tal como había esperado.
“La señora Heimirsson está tratando a ese miserable bastarde, el que habéis traído. Hemos tenido que sedarle para tratar sus heridas” bufó el mercader sirviéndose él también un vaso de leche pero añadiendo una generosa medida de hidromiel. “Deberíais llevarle al pueblo más cercano para que lo cuelguen. Los bandidos son como las fieras que prueban sangre humana; una vez lo han hecho no hay ya vuelta atrás. Lo volverán a hacer. ¡Eh, muchacho! Come sobre la mesa, no querrás dejar la estera llena de miel y migas, ¿no?”
Finn tomó asiento junto a Eoghan algo avergonzado. Usualmente merendaba sentado en el suelo o sobre diversas superficies, desde tejados hasta árboles o rocas. Eran pocas las ocasiones que tenía de sentarse a la mesa de esa manera. Jormund y Gunnar se unieron a ellos silenciosamente, con el semblante taciturno típico de los jornaleros en presencia de su patrono.
“Debo agradecerte una vez más tu valentía y, en especial, tu gallardía, Eoghan.” La voz de Berner comenzaba a tener un suave dejo etílico, aunque su expresión poco había cambiado. “Sé que no habéis tenido descanso, pero me gustaría que una vez tengáis comida en vuestros estómagos y calor en las extremidades deis un último recorrido por la granja. Quiero estar seguro que todo esté en orden y a punto.”
El muchacho junto a Eoghan agachó las orejas con un suspiro, su mirada fija en su preciado vaso de leche tibia. Sinceramente había creído que la jornada había finalizado, que era tiempo de descansar, comer y dormir junto al fuego del salón. Ser jornalero no es divertido, pensó llevándose un pedazo de queso a la boca. “Seguro. Nos ocuparemos de que todo esté en orden.”
Momentos más tarde Sigur ingresaba en el salón portando con dificultad una bandeja de madera que posó sobre la mesa con un resoplido exagerado. En ella había dos grandes hogazas recalentadas a las brasas, un gran cuenco con miel, una jarra de leche, vasos de greda y cuatro pequeños bloques de queso duro de cabra. Finn fue el primero en acercarse y esbozando una sonrisa apologética procedió a coger un poco de cada cosa, su cola moviéndose alegremente al comprobar que la leche había sido calentada tal como había esperado.
“La señora Heimirsson está tratando a ese miserable bastarde, el que habéis traído. Hemos tenido que sedarle para tratar sus heridas” bufó el mercader sirviéndose él también un vaso de leche pero añadiendo una generosa medida de hidromiel. “Deberíais llevarle al pueblo más cercano para que lo cuelguen. Los bandidos son como las fieras que prueban sangre humana; una vez lo han hecho no hay ya vuelta atrás. Lo volverán a hacer. ¡Eh, muchacho! Come sobre la mesa, no querrás dejar la estera llena de miel y migas, ¿no?”
Finn tomó asiento junto a Eoghan algo avergonzado. Usualmente merendaba sentado en el suelo o sobre diversas superficies, desde tejados hasta árboles o rocas. Eran pocas las ocasiones que tenía de sentarse a la mesa de esa manera. Jormund y Gunnar se unieron a ellos silenciosamente, con el semblante taciturno típico de los jornaleros en presencia de su patrono.
“Debo agradecerte una vez más tu valentía y, en especial, tu gallardía, Eoghan.” La voz de Berner comenzaba a tener un suave dejo etílico, aunque su expresión poco había cambiado. “Sé que no habéis tenido descanso, pero me gustaría que una vez tengáis comida en vuestros estómagos y calor en las extremidades deis un último recorrido por la granja. Quiero estar seguro que todo esté en orden y a punto.”
El muchacho junto a Eoghan agachó las orejas con un suspiro, su mirada fija en su preciado vaso de leche tibia. Sinceramente había creído que la jornada había finalizado, que era tiempo de descansar, comer y dormir junto al fuego del salón. Ser jornalero no es divertido, pensó llevándose un pedazo de queso a la boca. “Seguro. Nos ocuparemos de que todo esté en orden.”
Finn
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
-Eso es decisión vuestra. -Dijo Eoghan ante las palabras del mercader mientras tomaba una generosa rebanada calentada, hidromiel y bastante queso. Estaba hambriento y necesitaba algo caliente en el estómago, porque a ese paso pensaba que se iba a convertir en un témpano andante. -Pero os recuerdo que yo quizás haya matado a más gente que cualquiera de los aquí presentes y por ahora no soy una bestia sedienta de sangre. Ese muchacho aun es joven, quizás si le convencéis pueda ser una mano más de ayuda.
Pero no iba a ser él quien se fuera a interponer en su decisión. Le parecía una tontería asesinar a un crío que seguramente habrá tomado una mala decisión como otros tantos, incluido él o cualquiera de los presentes en aquella sala. Nadie estaba impune de pecado, y él lo sabía mejor que nadie.
Dio un mordisco a la rebanada cubierta de miel, quedándole algo en los pelos de la barba que se limpió luego con el dorso de la mano y comió con ansias. Aunque era media tarde y la tormenta estaba ya empezando a arreciar con toda su fuerza, todos sabían que aquello solo acababa de comenzar, ahora tenían que estar preparados para cualquier inconveniente que la lluvia pudiera acarrear.
Eoghan bebió del hidromiel a largos tragos, ávido de saciarse un poco, cuando de repente se escuchó un poderoso estruendo fuera, el estruendo de un rayo que cayó demasiado cerca de la granja. Eoghan miró hacia la ventana, y luego escuchó el brutal sonido del trueno que lo prosiguió, que hizo retumbar las ventanas.
Jormund se levantó a su vez, y fue a la ventana, dando entonces, un grito de alarma.
-¡Maldita sea mi estampa! ¡Mirad, el agua ya ha empezado a desbordar! -Eoghan se levantó rápidamente mordisqueando lo que quedaba de la rebanada y con un trozo de queso en la mano y dio un respingo cuando vio por fuera cómo el agua del lago ya había desbordado y estaba empezando a arramplar con el cultivo.
La lluvia prácticamente había triplicado su intensidad de un momento a otro, y ahora el viento amenazaba con arrancar del suelo hasta los árboles del bosque. De hecho, uno de los más cercanos a la granja ya había caído, arrancado de raíz por las poderosísimas ráfagas de viento que la naturaleza estaba trayendo consigo a aquella tarde.
El río que desembocaba al lago había desbordado y ahora el agua era un torrente que cortaba el paso entre el bosque y la granja, además que varios trozos de vallado habían quedado rotos y se los había llevado la corriente, pero por el momento parecía que, con el trabajo que habían hecho entre todos la mayor parte de la granja quedaría a salvo... Solo por el momento.
Eoghan mordisqueó el queso, observando ensimismado la tormenta, cuyos rayos y truenos empezaban a caer con más fuerza, sobre todo en los alrededores de la granja. Una centella posterior a un relámpago se dejó ver en los campos, chocando ésta luego contra una de las paredes de la granja, sin causar mayor repercusión debido a la madera mojada.
Pero no iba a ser él quien se fuera a interponer en su decisión. Le parecía una tontería asesinar a un crío que seguramente habrá tomado una mala decisión como otros tantos, incluido él o cualquiera de los presentes en aquella sala. Nadie estaba impune de pecado, y él lo sabía mejor que nadie.
Dio un mordisco a la rebanada cubierta de miel, quedándole algo en los pelos de la barba que se limpió luego con el dorso de la mano y comió con ansias. Aunque era media tarde y la tormenta estaba ya empezando a arreciar con toda su fuerza, todos sabían que aquello solo acababa de comenzar, ahora tenían que estar preparados para cualquier inconveniente que la lluvia pudiera acarrear.
Eoghan bebió del hidromiel a largos tragos, ávido de saciarse un poco, cuando de repente se escuchó un poderoso estruendo fuera, el estruendo de un rayo que cayó demasiado cerca de la granja. Eoghan miró hacia la ventana, y luego escuchó el brutal sonido del trueno que lo prosiguió, que hizo retumbar las ventanas.
Jormund se levantó a su vez, y fue a la ventana, dando entonces, un grito de alarma.
-¡Maldita sea mi estampa! ¡Mirad, el agua ya ha empezado a desbordar! -Eoghan se levantó rápidamente mordisqueando lo que quedaba de la rebanada y con un trozo de queso en la mano y dio un respingo cuando vio por fuera cómo el agua del lago ya había desbordado y estaba empezando a arramplar con el cultivo.
La lluvia prácticamente había triplicado su intensidad de un momento a otro, y ahora el viento amenazaba con arrancar del suelo hasta los árboles del bosque. De hecho, uno de los más cercanos a la granja ya había caído, arrancado de raíz por las poderosísimas ráfagas de viento que la naturaleza estaba trayendo consigo a aquella tarde.
El río que desembocaba al lago había desbordado y ahora el agua era un torrente que cortaba el paso entre el bosque y la granja, además que varios trozos de vallado habían quedado rotos y se los había llevado la corriente, pero por el momento parecía que, con el trabajo que habían hecho entre todos la mayor parte de la granja quedaría a salvo... Solo por el momento.
Eoghan mordisqueó el queso, observando ensimismado la tormenta, cuyos rayos y truenos empezaban a caer con más fuerza, sobre todo en los alrededores de la granja. Una centella posterior a un relámpago se dejó ver en los campos, chocando ésta luego contra una de las paredes de la granja, sin causar mayor repercusión debido a la madera mojada.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Las ráfagas que cruzaban el valle se sucedían ahora con mayor frecuencia sin dar tiempo casi a los árboles para enderezarse, sus ramas desprendiéndose con crujidos sordos en medio de un torbellino de hojas. La lluvia se desplazaba de manera prácticamente horizontal con cada soplido y sus gotas se estrellaban con estruendo contra las persianas de madera de la residencia de los Heimirsson. En su interior los ocupantes observaban con resignada consternación el agua del embravecido arroyo desbordarse sobre los campos y las olas del lago, a la lejanía, altas y violentas como si se tratase de la costa misma en un día de tormenta.
“Supongo que ya no tiene sentido intentar hacer nada bajo estas condiciones” comentó el muchacho rascando la punta de una de sus orejas. “El dado ha sido arrojado. Sólo cabe esperar que nuestros esfuerzos hayan sido suficientes.”
El viejo Heimirsson asintió lentamente con una expresión de cansado dramatismo. Confiaba en que los esfuerzos habían estado bien orientados y que serían capaces de resistir el embate de la tormenta, quizás no incólumes desde el punto de vista material, pero de pie al menos, listos para reconstruir allí donde hiciere falta. Finn se sentó nuevamente en la estera sosteniendo en una mano el vaso de leche tibia. Quería proponer algo para pasar el rato, quizás algún juego o alguna canción, pero algo le decía que la iniciativo encontraría escaso entusiasmo entre los presentes. Suspirando aburrido se echó de espaldas sobre el suelo y comenzó a tararear una canción entre dientes.
“El muchacho tiene razón. Olvida lo que antes he dicho” comentó Berner mirando a Eoghan mientras llenaba su vaso una vez más. “Será mejor que permanezcamos todos aquí hasta el alba. Es de esperar que para entonces la tormenta haya menguado en intensidad, y en cualquier caso sólo entonces podremos evaluar cuales han sido los daños. No te preocupes, podremos hacernos cargo de cualquier desperfecto. ¡Ahora sólo os queda rezas a los dioses para que el establo se mantenga en pie! El carro de Sigur está allí y sin él creo que tendréis que prolongar vuestra estadía forzosamente."
El hombretón lanzó una carcajada que hizo estremecer su hirsuta barba arrojando pequeñas gotas de agua alrededor. El mercader, por su lado, no parecía especialmente alegre frente a la broma. Si algo sucediese a su carro vería su circuito completo retrasado dejándole a merced de su competencia. Ante todo tenía una reputación que mantener.
“Podéis dormir junto a la chimenea, idealmente manteniéndose uno de vosotros alerta para alimentar el fuego según haga falta y para mantener un ojo y un oído atento a lo que ocurra afuera. Esperemos que sea una noche sin incidentes.”
-----“Supongo que ya no tiene sentido intentar hacer nada bajo estas condiciones” comentó el muchacho rascando la punta de una de sus orejas. “El dado ha sido arrojado. Sólo cabe esperar que nuestros esfuerzos hayan sido suficientes.”
El viejo Heimirsson asintió lentamente con una expresión de cansado dramatismo. Confiaba en que los esfuerzos habían estado bien orientados y que serían capaces de resistir el embate de la tormenta, quizás no incólumes desde el punto de vista material, pero de pie al menos, listos para reconstruir allí donde hiciere falta. Finn se sentó nuevamente en la estera sosteniendo en una mano el vaso de leche tibia. Quería proponer algo para pasar el rato, quizás algún juego o alguna canción, pero algo le decía que la iniciativo encontraría escaso entusiasmo entre los presentes. Suspirando aburrido se echó de espaldas sobre el suelo y comenzó a tararear una canción entre dientes.
“El muchacho tiene razón. Olvida lo que antes he dicho” comentó Berner mirando a Eoghan mientras llenaba su vaso una vez más. “Será mejor que permanezcamos todos aquí hasta el alba. Es de esperar que para entonces la tormenta haya menguado en intensidad, y en cualquier caso sólo entonces podremos evaluar cuales han sido los daños. No te preocupes, podremos hacernos cargo de cualquier desperfecto. ¡Ahora sólo os queda rezas a los dioses para que el establo se mantenga en pie! El carro de Sigur está allí y sin él creo que tendréis que prolongar vuestra estadía forzosamente."
El hombretón lanzó una carcajada que hizo estremecer su hirsuta barba arrojando pequeñas gotas de agua alrededor. El mercader, por su lado, no parecía especialmente alegre frente a la broma. Si algo sucediese a su carro vería su circuito completo retrasado dejándole a merced de su competencia. Ante todo tenía una reputación que mantener.
“Podéis dormir junto a la chimenea, idealmente manteniéndose uno de vosotros alerta para alimentar el fuego según haga falta y para mantener un ojo y un oído atento a lo que ocurra afuera. Esperemos que sea una noche sin incidentes.”
Mi próximo post será en la mañana siguiente cuando regresemos a Lunargenta, finalizando así el trabajo.
Finn
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Eoghan observó con cierta preocupación y escepticismo el trabajo que habían hecho que por el momento, no parecía sufrir demasiado. Quizás en la mañana siguiente haya partido una teja o dos, pero no creía que fuera a ser mucho más grave de lo que aparentaba en un primer instante.
Frunció suavemente los labios y negó con la cabeza.
-Tenéis razón, de poco sirve a estas alturas intentar trabajar. Propongo que nos turnemos para hacer guardias por si algún animal acabase en un apuro, pero teniendo en cuenta que los hemos dejado a buen recaudo, dudo que vayamos a tener grandes problemas con ellos. -Sentenció Eoghan mientras se sentaba en la mesa de nuevo, bebiendo y comiendo hasta que notó sus manos de nuevo capaces de realizar movimientos fluidos.
Al cabo de una hora, el cansancio y el aburrimiento empezaron a hacer mella en él, al igual que en los demás, pero quedaban aun muchas horas para el anochecer y el final de aquella brutal tromba de agua y truenos. Ladeó suavemente la cabeza... Y se le vino una idea a la cabeza. Aun conservaba la bolsa de runas talladas en ónice para jugar al Conquistador. Dejó las runas sobre la mesa e hizo un gesto a Finn para que se acercase.
-Eh, Finn, ¿te apuntas? Los demás también podéis participar si queréis despejar la cabeza un rato. -Dijo el joven mientras iba volteando cada runa y las iba dejando en el orden alfabético y numérico que les correspondía, sobre la mesa en un cuadrado delimitado solo por las bandejas de comida de los allí presentes. El juego del Conquistador era un juego basado en las parejas y los caracteres de cada runa. Las reglas funcionaban por escaleras, tríos o parejas y el mecanismo de juego era relativamente simple: Echar de la mesa a las parejas y tríos del rival a través de engaños y astucia.
Era un buen juego para pasar el rato, y normalmente se usaba mucho para apostar, sobre todo entre guardias de caravana y viajeros cuando iban cortos de dinero y tenían que arriesgar el todo por el todo.
-Señor Heimirsson, Jormund, ¿se apuntan? -Preguntó Eoghan insistentemente con tranquilidad. Si le decían que no, tendría que jugar en solitario, y eso era aburrido como intentar estudiar el código de leyes civiles de Lunargenta.
-Qué demonios, sí, me apunto. A esto jugaba de jovenzuelo cuando era demasiado oscuro como para salir a arar y aun de día como para irnos a dormir, por qué no echarnos un par de manos. -Coincidió el señor Heimirrson, que empezó a dar la vuelta a las runas a su vez, y a revolverlas. Jormund se sentó también a la mesa, con una atronadora risa.
-¡Os advierto que una vez desplumé a tres guardias de caravana! Sus caras no tenían nombre, casi parecía que hubieran visto un fantasma. Bueno, eso antes de que intentasen quitarme lo que tenía de dinero, que no era mucho... ¡Pero me quedé con sus bolsas igualmente! -Hubieron algunas risas que relajaron el ambiente de la casa. Si Finn se unía al juego, jugarían hasta bien entrada la madrugada, momento en el que todos se irían a dormir salvo Eoghan, que haría la primera guardia hasta las tres, y luego lo relevaría Berner, seguido del viejo Heimirsson, a quien la humedad no le dejaba dormir todo lo que él desearía.
Entorno a las ocho de la mañana el cielo empezó a clarear, dejando ver unos tímidos rayos de sol entre unas nubes opacas que habían descargado la furia del trueno y el salvajismo del agua descontrolada sobre la granja y sus alrededores... Cuando despertaron a Eoghan, rezó porque no hubiesen daños materiales de considerable cuantía, o su trabajo no habría servido de nada...
Frunció suavemente los labios y negó con la cabeza.
-Tenéis razón, de poco sirve a estas alturas intentar trabajar. Propongo que nos turnemos para hacer guardias por si algún animal acabase en un apuro, pero teniendo en cuenta que los hemos dejado a buen recaudo, dudo que vayamos a tener grandes problemas con ellos. -Sentenció Eoghan mientras se sentaba en la mesa de nuevo, bebiendo y comiendo hasta que notó sus manos de nuevo capaces de realizar movimientos fluidos.
Al cabo de una hora, el cansancio y el aburrimiento empezaron a hacer mella en él, al igual que en los demás, pero quedaban aun muchas horas para el anochecer y el final de aquella brutal tromba de agua y truenos. Ladeó suavemente la cabeza... Y se le vino una idea a la cabeza. Aun conservaba la bolsa de runas talladas en ónice para jugar al Conquistador. Dejó las runas sobre la mesa e hizo un gesto a Finn para que se acercase.
-Eh, Finn, ¿te apuntas? Los demás también podéis participar si queréis despejar la cabeza un rato. -Dijo el joven mientras iba volteando cada runa y las iba dejando en el orden alfabético y numérico que les correspondía, sobre la mesa en un cuadrado delimitado solo por las bandejas de comida de los allí presentes. El juego del Conquistador era un juego basado en las parejas y los caracteres de cada runa. Las reglas funcionaban por escaleras, tríos o parejas y el mecanismo de juego era relativamente simple: Echar de la mesa a las parejas y tríos del rival a través de engaños y astucia.
Era un buen juego para pasar el rato, y normalmente se usaba mucho para apostar, sobre todo entre guardias de caravana y viajeros cuando iban cortos de dinero y tenían que arriesgar el todo por el todo.
-Señor Heimirsson, Jormund, ¿se apuntan? -Preguntó Eoghan insistentemente con tranquilidad. Si le decían que no, tendría que jugar en solitario, y eso era aburrido como intentar estudiar el código de leyes civiles de Lunargenta.
-Qué demonios, sí, me apunto. A esto jugaba de jovenzuelo cuando era demasiado oscuro como para salir a arar y aun de día como para irnos a dormir, por qué no echarnos un par de manos. -Coincidió el señor Heimirrson, que empezó a dar la vuelta a las runas a su vez, y a revolverlas. Jormund se sentó también a la mesa, con una atronadora risa.
-¡Os advierto que una vez desplumé a tres guardias de caravana! Sus caras no tenían nombre, casi parecía que hubieran visto un fantasma. Bueno, eso antes de que intentasen quitarme lo que tenía de dinero, que no era mucho... ¡Pero me quedé con sus bolsas igualmente! -Hubieron algunas risas que relajaron el ambiente de la casa. Si Finn se unía al juego, jugarían hasta bien entrada la madrugada, momento en el que todos se irían a dormir salvo Eoghan, que haría la primera guardia hasta las tres, y luego lo relevaría Berner, seguido del viejo Heimirsson, a quien la humedad no le dejaba dormir todo lo que él desearía.
Entorno a las ocho de la mañana el cielo empezó a clarear, dejando ver unos tímidos rayos de sol entre unas nubes opacas que habían descargado la furia del trueno y el salvajismo del agua descontrolada sobre la granja y sus alrededores... Cuando despertaron a Eoghan, rezó porque no hubiesen daños materiales de considerable cuantía, o su trabajo no habría servido de nada...
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Off-Rol: Han pasado más de diez días desde mi última respuesta así que me tomo la libertad de continuar con otro post por mi cuenta.
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La noche pasó con unos pocos incidentes en el exterior, sobre todo árboles caídos y vallas arrancadas del suelo por el viento huracanado y los truenos que resonaban y despertaban a casi todos los presentes una y otra vez, hasta que finalmente, entorno a las cuatro de la mañana, pareció amainar en pro de dejar al día siguiente nubes y lluvia, pero sin aquellos rayos que tenían a todos los trabajadores en vilo.
Eoghan se revolcó por el suelo de forma casi constante cuando un trueno lo despertaba, hasta que finalmente, agotado de los microsueños, decidió levantarse y dirigirse hacia la ventana mientras los demás ya se habían acomodado de nuevo, junto a Jormund, que le tocaba aquella guardia. El hombre observaba el río desbordado con semblante impasible pues la sorpresa de primera mano se había acabado para él. Eoghan se estiró, pero no se le ocurrió tema de conversación alguno así que ambos permanecieron en pie hasta que despuntó el alba.
-Voy a despertarles. -Dijo el hombre mientras se dirigía a despertar al resto del personal. Eoghan observó por la ventana, satisfecho, de cómo los únicos daños que sufrió la granja fueron algunos cultivos encharcados y vallados arrancados, amén de un par de éstos que habían atravesado las ventanas.
Eoghan suspiró y echó a caminar por la estancia, estirando las piernas mientras los demás se levantaban. El viejo Heimirsson le hizo un gesto con su mano para que le acompañase al exterior.
-Vamos a comprobar los daños, mozo. Necesito que repares con esa maña tuya algunas cosas así a primera vista, como por ejemplo esas vallas y las ventanas. No te preocupes, creo que podréis salir de aquí antes del mediodía con un poco de suerte. -Dijo el anciano mientras Eoghan lo acompañaba hacia el establo y el almacén.
Una vez en el establo, entre los dos arrancaron los trozos de vallado atravesados en los tablones y Eoghan aprovechó la presencia de unas placas de latón para colocarlas en la pared. Un remedio rápido y efectivo que se usaba mucho en las ciudades, sobre todo teniendo en cuenta que en aquel sitio daba igual que hiciera un poco más de frío por el metal empleado.
Una vez terminaron aquéllo, se dirigieron al almacén, y Eoghan se dedicó a reparar las ventanas de éste tras incrustar vidrios nuevos en los marcos, y a su vez, los marcos en los huecos de las ventanas.Los reforzó con un par de golpes de martillo en los remaches de acero y sobre todo, se esmeró en que no quedasen desajustados, pues si se sucedía otra tormenta, que una ventana quedase suelta podía provocar un desastre.
Volvieron al edificio principal con el sol ya en lo alto. Efectivamente, no tardaron mucho, pues los demás aun estaban desayunando. Tanto el viejo Heimirsson como él se sentaron a comer, un desayuno mucho más jugoso que el resto de la comida, con fruta, miel en abundancia y pan tostado que habían frotado con algo de ajo, además de leche endulzada. Eoghan comió en abundancia, hambriento por haber tenido que trabajar antes y por sus por otra parte, habituales ganas de comer.
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La noche pasó con unos pocos incidentes en el exterior, sobre todo árboles caídos y vallas arrancadas del suelo por el viento huracanado y los truenos que resonaban y despertaban a casi todos los presentes una y otra vez, hasta que finalmente, entorno a las cuatro de la mañana, pareció amainar en pro de dejar al día siguiente nubes y lluvia, pero sin aquellos rayos que tenían a todos los trabajadores en vilo.
Eoghan se revolcó por el suelo de forma casi constante cuando un trueno lo despertaba, hasta que finalmente, agotado de los microsueños, decidió levantarse y dirigirse hacia la ventana mientras los demás ya se habían acomodado de nuevo, junto a Jormund, que le tocaba aquella guardia. El hombre observaba el río desbordado con semblante impasible pues la sorpresa de primera mano se había acabado para él. Eoghan se estiró, pero no se le ocurrió tema de conversación alguno así que ambos permanecieron en pie hasta que despuntó el alba.
-Voy a despertarles. -Dijo el hombre mientras se dirigía a despertar al resto del personal. Eoghan observó por la ventana, satisfecho, de cómo los únicos daños que sufrió la granja fueron algunos cultivos encharcados y vallados arrancados, amén de un par de éstos que habían atravesado las ventanas.
Eoghan suspiró y echó a caminar por la estancia, estirando las piernas mientras los demás se levantaban. El viejo Heimirsson le hizo un gesto con su mano para que le acompañase al exterior.
-Vamos a comprobar los daños, mozo. Necesito que repares con esa maña tuya algunas cosas así a primera vista, como por ejemplo esas vallas y las ventanas. No te preocupes, creo que podréis salir de aquí antes del mediodía con un poco de suerte. -Dijo el anciano mientras Eoghan lo acompañaba hacia el establo y el almacén.
Una vez en el establo, entre los dos arrancaron los trozos de vallado atravesados en los tablones y Eoghan aprovechó la presencia de unas placas de latón para colocarlas en la pared. Un remedio rápido y efectivo que se usaba mucho en las ciudades, sobre todo teniendo en cuenta que en aquel sitio daba igual que hiciera un poco más de frío por el metal empleado.
Una vez terminaron aquéllo, se dirigieron al almacén, y Eoghan se dedicó a reparar las ventanas de éste tras incrustar vidrios nuevos en los marcos, y a su vez, los marcos en los huecos de las ventanas.Los reforzó con un par de golpes de martillo en los remaches de acero y sobre todo, se esmeró en que no quedasen desajustados, pues si se sucedía otra tormenta, que una ventana quedase suelta podía provocar un desastre.
Volvieron al edificio principal con el sol ya en lo alto. Efectivamente, no tardaron mucho, pues los demás aun estaban desayunando. Tanto el viejo Heimirsson como él se sentaron a comer, un desayuno mucho más jugoso que el resto de la comida, con fruta, miel en abundancia y pan tostado que habían frotado con algo de ajo, además de leche endulzada. Eoghan comió en abundancia, hambriento por haber tenido que trabajar antes y por sus por otra parte, habituales ganas de comer.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Offrol: Otros tres días sin respuesta, me salto el turno de Finn
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Eoghan comió en calma mientras los demás se preparaban para revisar el resto de daños del cultivo. Sin embargo, Jormund llevaba a trompicones al joven bandido que habían capturado, bandido que plantó delante de Eoghan con un fuerte empellón, aun estando éste aquejado del jabalinazo que le había fastidiado el músculo el día anterior el joven rubio.
-¿Qué hacemos con este entonces, chico? ¿Lo dejamos vivir? ¿O qué? Es tu presa, tú decides. -Dijo el jornalero mientras agarraba al muchacho por el cuello del jubón por detrás. Eoghan dejó sobre la mesa su jarra de leche y miró entonces al muchacho, que temblaba como un junco verde. Estupideces de juventud, pensó. Pero era la granja del señor Heimirsson, no la suya. El anciano debía ser quien decidiese el destino del muchacho, no él.
El guerrero se movió inquieto en su silla, mirando al joven, que prácticamente le miraba con ojos suplicantes. Eoghan, con cierta frialdad, arrancó un trozo de pan con miel y le dio un bocado, pero no dijo nada, solo miró a Jormund y negó con la cabeza, para luego responder:
-Es la granja de otro, no la mía. Vosotros sabéis mi opinión, pero la decisión final es vuestra, amigos. -Dijo el joven rubio mientras Jormund daba un nuevo empellón al chaval y prácticamente lo postraba sobre la mesa de tablado bajo. El viejo Heimirsson se acercó entonces, sentándose al lado de Eoghan. Le miró con cierta gravedad en los ojos.
-¿Hiciste alguna estupidez en tu temprana juventud como para tratarlo así? Es más piedad de la que él o sus compañeros hubieran mostrado hacia nosotros. -Dijo el anciano labriego mientras entrecerraba los ojos entre sus cataratas para ver mejor al herrero. Eoghan negó suavemente con la cabeza y se echó las trenzas junto al resto de su largo cabello hacia atrás.
-Llevo cazando bandidos desde el día en que me fui de casa. Pero precisamente, mostrar clemencia y dar un segunda oportunidad es lo que demuestra que somos mejores que ellos.-Dijo con nobleza en la voz, rehusando ejecutar al muchacho de forma tan pronta. A juzgar por aquella forma física, seguramente era alguien que no conocía nada más que una vida de violencia y miseria, lo que le habría empujado a empuñar las armas contra sus iguales. -Tenéis dos opciones, o lo sometéis a juicio en la villa más cercana, o le perdonáis y le dais un azadón, y que se ponga a trabajar. El trabajo ennoblece el alma, al fin y al cabo.
El muchacho respiró hondo, esperando el veredicto del viejo Heimirsson. El anciano finalmente se levantó y cogió un cuchillo de cocina. El bandido cerró los ojos, esperando que le apuñalasen por la espalda para matarlo ,pero se sorprendió cuando el anciano le quitó las ataduras de sus manos.
-Sabia elección, señor. -Lo felicitó Eoghan con una suave sonrisa mientras terminaba de beberse la leche con miel que le habían preparado como desayuno.
-Espero no arrepentirme, pero el guerrero tiene razón. Trabajarás el campo con nosotros y te ganarás el jornal como un hombre de verdad, y no como una hiena. Ahora acompaña a Jormund, él te empezará a enseñar a trabajar en una huerta. -El hombretón suspiró, disconforme, pero la granja era de Heimirsson y no había nada más que hablar. El anciano se descolgó una bolsita del cinto y se la tendió tanto a Eoghan como a Finn, quienes la cogieron encantados por el buen trabajo que habían hecho la noche anterior.
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Eoghan comió en calma mientras los demás se preparaban para revisar el resto de daños del cultivo. Sin embargo, Jormund llevaba a trompicones al joven bandido que habían capturado, bandido que plantó delante de Eoghan con un fuerte empellón, aun estando éste aquejado del jabalinazo que le había fastidiado el músculo el día anterior el joven rubio.
-¿Qué hacemos con este entonces, chico? ¿Lo dejamos vivir? ¿O qué? Es tu presa, tú decides. -Dijo el jornalero mientras agarraba al muchacho por el cuello del jubón por detrás. Eoghan dejó sobre la mesa su jarra de leche y miró entonces al muchacho, que temblaba como un junco verde. Estupideces de juventud, pensó. Pero era la granja del señor Heimirsson, no la suya. El anciano debía ser quien decidiese el destino del muchacho, no él.
El guerrero se movió inquieto en su silla, mirando al joven, que prácticamente le miraba con ojos suplicantes. Eoghan, con cierta frialdad, arrancó un trozo de pan con miel y le dio un bocado, pero no dijo nada, solo miró a Jormund y negó con la cabeza, para luego responder:
-Es la granja de otro, no la mía. Vosotros sabéis mi opinión, pero la decisión final es vuestra, amigos. -Dijo el joven rubio mientras Jormund daba un nuevo empellón al chaval y prácticamente lo postraba sobre la mesa de tablado bajo. El viejo Heimirsson se acercó entonces, sentándose al lado de Eoghan. Le miró con cierta gravedad en los ojos.
-¿Hiciste alguna estupidez en tu temprana juventud como para tratarlo así? Es más piedad de la que él o sus compañeros hubieran mostrado hacia nosotros. -Dijo el anciano labriego mientras entrecerraba los ojos entre sus cataratas para ver mejor al herrero. Eoghan negó suavemente con la cabeza y se echó las trenzas junto al resto de su largo cabello hacia atrás.
-Llevo cazando bandidos desde el día en que me fui de casa. Pero precisamente, mostrar clemencia y dar un segunda oportunidad es lo que demuestra que somos mejores que ellos.-Dijo con nobleza en la voz, rehusando ejecutar al muchacho de forma tan pronta. A juzgar por aquella forma física, seguramente era alguien que no conocía nada más que una vida de violencia y miseria, lo que le habría empujado a empuñar las armas contra sus iguales. -Tenéis dos opciones, o lo sometéis a juicio en la villa más cercana, o le perdonáis y le dais un azadón, y que se ponga a trabajar. El trabajo ennoblece el alma, al fin y al cabo.
El muchacho respiró hondo, esperando el veredicto del viejo Heimirsson. El anciano finalmente se levantó y cogió un cuchillo de cocina. El bandido cerró los ojos, esperando que le apuñalasen por la espalda para matarlo ,pero se sorprendió cuando el anciano le quitó las ataduras de sus manos.
-Sabia elección, señor. -Lo felicitó Eoghan con una suave sonrisa mientras terminaba de beberse la leche con miel que le habían preparado como desayuno.
-Espero no arrepentirme, pero el guerrero tiene razón. Trabajarás el campo con nosotros y te ganarás el jornal como un hombre de verdad, y no como una hiena. Ahora acompaña a Jormund, él te empezará a enseñar a trabajar en una huerta. -El hombretón suspiró, disconforme, pero la granja era de Heimirsson y no había nada más que hablar. El anciano se descolgó una bolsita del cinto y se la tendió tanto a Eoghan como a Finn, quienes la cogieron encantados por el buen trabajo que habían hecho la noche anterior.
Eoghan Lothannor
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Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Cuando al fin salieron tras cobrar los aeros prometidos, Eoghan y Finn se dirigieron al carromato que ya habían sacado, pero todavía quedaba preparar a los caballos, cosa que el joven guerrero no tuvo problema alguno en realizar: Empezó a cepillarles el pelaje y los puso bajo el yugo del carromato tras darles un poco de heno y les daba una zanahoria antes de partir.
Ambos se subieron al carromato, pero la señora Heimirsson se empeñó en parar a Eoghan antes de que subiera al carromato para darle una pesada bolsa con dos botes de miel de la granja a modo de obsequio por salvar su producción. Eoghan sonrió al gesto de la mujer y dejó la bolsa de tela en el interior del carromato, subiéndose entonces a él y dejó la lanza apoyada en el suelo junto a su espada.
-¿A dónde os llevo, zagales? -Preguntó al fin el conductor mientras los caballos empezaban a caminar en dirección a la salida de la granja. Eoghan pudo observar a Jormund al fondo echándole la bronca al bandido por estar cogiendo mal el azadón y se permitió una ligera sonrisa en el rostro. Al final a lo mejor sí que haberle perdonado la vida serviría de algo, con un poco de suerte.
-A Lunargenta, señor mío. -Dijo el joven herrero a medida que empezaba a levantarse el polvo y el barro del camino tras las ruedas, con el señor y la señora Heimirsson despidiéndose de ellos a la lejanía. Mientras dejaban la granja atrás, y se metían dentro del bosque, Eoghan suspiró cansado y dejó que los ojos se le cerrasen rindiéndose al cansancio del final de aquella dura jornada de trabajo.
Y estaba seguro de que Finn no era una excepción a la regla.
Off: Todo lo subrayado a lo largo del post, habilidad de herrería.
Ambos se subieron al carromato, pero la señora Heimirsson se empeñó en parar a Eoghan antes de que subiera al carromato para darle una pesada bolsa con dos botes de miel de la granja a modo de obsequio por salvar su producción. Eoghan sonrió al gesto de la mujer y dejó la bolsa de tela en el interior del carromato, subiéndose entonces a él y dejó la lanza apoyada en el suelo junto a su espada.
-¿A dónde os llevo, zagales? -Preguntó al fin el conductor mientras los caballos empezaban a caminar en dirección a la salida de la granja. Eoghan pudo observar a Jormund al fondo echándole la bronca al bandido por estar cogiendo mal el azadón y se permitió una ligera sonrisa en el rostro. Al final a lo mejor sí que haberle perdonado la vida serviría de algo, con un poco de suerte.
-A Lunargenta, señor mío. -Dijo el joven herrero a medida que empezaba a levantarse el polvo y el barro del camino tras las ruedas, con el señor y la señora Heimirsson despidiéndose de ellos a la lejanía. Mientras dejaban la granja atrás, y se metían dentro del bosque, Eoghan suspiró cansado y dejó que los ojos se le cerrasen rindiéndose al cansancio del final de aquella dura jornada de trabajo.
Y estaba seguro de que Finn no era una excepción a la regla.
Off: Todo lo subrayado a lo largo del post, habilidad de herrería.
Eoghan Lothannor
Honorable
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Nivel de PJ : : 1
Re: Dulce Tormenta [Trabajo][Eoghan+Finn]
Un gran trabajo, bien hecho y bien narrado.
Obtenéis:
Finn: + 1 puntos en habilidad pasiva, trampas y venenos; + 10 puntos de experiencia Se le resta las; + 200 aeros por buen desarrollo.
Eoghan Lothannor: + 3 puntos en habilidad pasiva herrería +19 puntos de experiencia; + 400 aeros + 50 aeros.
[size=10]*Se tiene en cuenta que Finn ha abandonado el tema y Eoghan lo ha finalizado sin él, por éste motivo, obtiene solo la mitad de la recompensa merecida.
Othel
Master
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