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Mensaje  Sarez Mar Dic 29 2015, 15:21

No sé lo que es un “establo”, solo sé que debo ir a ahí para cuidar unos animales. Eso es lo que dijo el joven humano llamado Erick. Lo recuerdo bien, me pidió casi de rodillas que ocupase su lugar en el “establo” porque él debía marchar a un lugar que no quiso decirme. Mientras estuviera de viaje alguien debía de cuidar a los animales por él, y ese alguien soy yo. No pude negarme a la petición del humano, cuando escuché que iba a conseguir monedas solo por cuidar de unos pocos animales  mis ojos se iluminaron. Necesito comida y abrigo para el invierno y cuerdas y flechas para cazar, todo se compra con esas monedas que Erick llamó aeros. Para alguien como yo, que se ha criado alrededor de árboles y animales, que le den monedas por estar con unos animales más, es un gran golpe de suerte.

El establo está a las afueras de la gran ciudad de los humanos, justo donde el joven me dijo. Parece una casa de madera pero diferente. Tiene puertas, ventanas, techo y paredes como las otras casas que he visto pero tienen una forma distinta. Es como comparar un almendro con un nogal. Ambos dos tienen un tronco, ramas, hojas, frutos y raíces, la misma estructura pero de diferente forma.

He estado en pocas casas de los humanos y poco recuerdo de las casas de los elfos, era muy pequeño cuando fui desterrado y han pasado muchos años de ello, sin embargo, sé el nombre de las diferentes zonas que hay en ellas. Cocina, comedor, dormitorio y baño; los humanos llaman a estas zonas habitaciones. Cuando entro al establo me doy cuenta de lo equivocado que estaba al compararlo con una casa. No hay cocina, comedor ni baño; solo hay dormitorios y en estos descansan los animales que los humanos usan para montar. Hay caballos, he visto muchos de ellos en el bosque, camellos y una especie de gallina blanca gigante que nunca había visto hasta ahora.

Veo una nota clavada en un gancho de la parte interior de la puerta principal, debe de ser del humano de nombre Erick. Me cuesta leerla. Como bastardo, no tenía derecho a estudiar con los otros elfos. Lo poco que sé me lo enseñó mi madre hace más de un siglo.
– Es-pe-ra en la ca-sa.- Leo en voz alta sílaba por sílaba. Me salto unas líneas de la nota que me resultan difíciles de pronunciar. – Es-pe-ra a que el-la va-ya.- No sé qué quiere decir con esas palabras.

Arranco la nota de la puerta y salgo del establo. A unos pocos metros hay una casa de madera, debe de ser la casa que dice la nota. Entro en ella. Ésta sí es una casa convencional. Tiene comedor, baño, cocina y seguramente algún dormitorio para humanos en la parte superior. Aquí es donde debe vivir Erick. En el comedor hay una gran mesa llena de comida, tengo hambre pero no sé si debo comer, solo sé que tengo que esperar. Me descuelgo a Vientoatroz y el carcaj de la espalda y los cuelgo en silla, donde me asiento a esperar a que “el-la” venga.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Mar Dic 29 2015, 18:17

Níniel debía reconocer que la primera impresión que le causó el humano que respondía al nombre de Erick, al que la mayoría de conocidos se referían como "el chico de los establos" no fue muy buena, aunque no por los motivos comunes de problemas con los orejas redondas. No fue cosa de su aspecto, pues era joven y guapo. Tampoco su comportamiento, pues se mostró amable en todo momento incluso a sabiendas de que la peliblanca era una elfa. Ni siquiera fue su fuerte olor, normal en alguien cuyos desempeños diarios discurren entre animales. Lo que molestó a la sacerdotisa fue el modo en el que el chico se interesó por Nahar, el noble corcel élfico que la elfa montaba y para el que quería negociar la estancia en aquellos establos a las afueras de la ciudad pues odiaba dejarlo confinado en los pequeños establos de su posada durante sus estancias en la mayor de las ciudades de los hombres. Dichas estancias a veces se alargaban durante semanas, hasta el punto de que empezaba a pasar más tiempo en la ciudad que en su amado bosque y la peliblanca había notado que el inteligente semental de blanco pelaje cada vez lo pasaba peor. Podía entenderlo de sobra, a ella misma le llevó tiempo acostumbrarse a la ciudad y aún necesitaba salir de allí de vez en cuando despejarse o pasar tiempo en los jardines botánicos del hospital para que su humor no se agriara, afinado en una cuadra la cosa bebía ser aún peor para su fiel montura.

Erick, enseguida reconoció a Nahar como algo muy poco común de ver en tierras humanas, un magnífico ejemplar de una raza que más que domesticada por lo elfos o domada, había establecido una simbiosis con sus jinetes. Poco importaban las capacidades de monta de nadie que quisiera cabalgar a lomos de una criatura como Nahar, si no te aceptaba, te esperaba una dura caída contra el suelo por muy hábil que fueras. El chico de los establos estaba encantado, demasiado incluso y no dudó en hacerle a la elfa una generosa oferta a cambio de su montura, propuesta que airó a Níniel y a enfadarla cuando el humano no aceptó que no estuviera en vente por mucho que subiera una y otra vez su oferta.

-Cinco mil monedas, es más del doble de lo que nunca he pagado por un semental. Lo cuidaré de maravilla, te lo juro, no le faltará de nada, será como si lo cuidara un elfo, o incluso mejor.- Insistió una vez más sumándole mil aeros a la última oferta, cantidad suficiente para comprarse una mansión en la ciudad y que sin duda tentaría a cualquiera, pero no a su interlocutora.

-Entiendo entonces que debo seguir buscando otro lugar en el que dejar a Nahar. Si me disculpa...- Dijo la elfa cansada ya de aquel juego comenzando a dar la vuelta para alejarse de allí.

-En ningún lugar estará tan bien cuidado como aquí...Está bien, acepto la derrota. Sin duda quieres mucho a este caballo, prácticamente te he ofrecido por el el rescate de un rey...Cuidaré personalmente de tu caballo y te haré buen precio...Doscientas monedas mensuales.- Era un precio muy alto, con esas monedas la peliblanca podría comprar material alquímico para varios experimentos avanzados, aunque si le cuidaban tan bien como prometía...Bien podría merecer la pena. El humano debió de darse cuenta de los pensamientos de su interlocutora pues esbozando una sonrisa le hizo una nueva propuesta. -En un par de días debo partir a...Bueno no importa, pero estaré todo el día fuera. ¿Qué te parece si me cubres aquí ese día y a cambio yo cuido de tu caballo...Un par de meses sin coste?. Tu me rascas la espalda y yo te la rasco a tí. Creo que se te dan bien los animales, Nahar desde luego parece contento a tu lado.-

-¿Confiarías en mi?, no nos conocemos.- Respondió la peliblanca dudando de la inteligencia del humano y de sus motivaciones.

-Me fio de cualquiera que quiera tanto a su montura como para rechazar cinco mil monedas de oro, además eres elfa. Quizá sea generalizar pero, creo que os gustan los animales y se os da bien cuidar de ellos. ¿Tenemos un trato?.- Dijo señalando a la ardilla blanca que obedientemente la peliblanca tenía en el hombro y que se dedicaba a mirar con curiosidad todo cuanto la rodeaba.

-Me parece bien, tenemos un trato.-Poder intercambiar bienes y servicios a cambio de una tarea que que haría encantada era demasiado tentador como para rechazarla.

-Dentro de dos días, al amanecer entonces.-

Dejando a Nahar a su cuidado Níniel se encaminó a la ciudad donde desempeñó sus tareas cotidianas en el hospital y sus prácticas y experimentos de alquimia como hacía normalmente cuando visitaba la urbe. Preocupada por Nahar, cada tarde cuando se ponía el sol y terminaba de trabajar, se acercaba a los establos para comprobar que tal estaba y si recibía los cuidados prometidos sintiéndose más que satisfecha pues el semental estaba siendo tratado realmente a cuerpo de rey e incluso comenzó a desarrollar cierta simpatía hacia su nuevo cuidador humano, además aquellas visitas ayudaron a la peliblanca a aprender sobre cómo hacían las cosas por allí lo cual le sería útil. Llegado el día prometido, la peliblanca se levantó antes del amanecer y vistiéndose con ropas adecuadas para las tareas que iba a tener que desempeñar, cómodas y abrigadas, se acercó una vez más a los establos llegando justamente cuando amanecía.

Los establos eran bastante grandes pues alojaban a cientos de caballos así como otras monturas más extrañas y exóticas, de hecho no se podía decir que fuese una única estructura si no un complejo de ellas cada una con su utilidad. En el establo propiamente dicho descansaban los animales y se les alimentaba y cuidaba. Cerca del mismo había una casa destinada a los trabajadores donde podrían descansar, comer y asearse durante su jornada laboral. Más allá había una gran extensión de tierra rodeada por sólidas vallas donde se realizaban los entrenamientos de las monturas y las domas y otro recinto aún más grande donde se permitía que los animales disfrutaran de algo más de espacio para moverse. El primer destino de Níniel fue la cabaña de los trabajadores donde debía reunirse con los demás y donde se le asignarían las tareas.

Llamando a la puerta con educación antes de entrar la peliblanca se asomó al interior del lugar esperando encontrarse con bastante gente pero para su sorpresa vio que allí dentro solo había una persona más y además se trataba de otro elfo. Un arquero a juzgar por el arco que descansaba cerca de donde se había acomodado.

-Aneth ara.- Pronunció, quedándose en la puerta pues no había sido invitada a ir más lejos. Allí se percató de que había un papel sujetado con una daga y que iba dirigido a ella. La letra no era muy elegante pero legible, era de Erick, le había dejado escritas algunas directrices.

"Níniel, el capataz ha enfermado a última hora y no podrá acudir al trabajo unos días, he contratado a otro elfo para suplirle. Sé que es prematuro pero llevas unos días viendo como funcionamos asi que te dejo al mando, la mayoría de los trabajadores ya saben que hacer y si ocurre algo fuera de lo común trata de aplazarlo hasta mañana. El elfo responde al nombre de Sarez, es un poco raro pero me da buena espina y sabe de animales, confío en vosotros".

Arrugando el gesto por el cambio de circunstancias Níniel volvió a mirar a su compañero en aquel "lío". Pero a diferencia de los líos en los que solía meterse aquel resultaba incluso agradable. Ocuparse de unos animales y dirigir a unos pocos trabajadores era algo de lo que podía ocuparse sin problemas.

-Parece que tendremos que evitar que los humanos hagan el vago más de la cuenta.- Le dijo al elfo en el idioma del bosque, dando por hecho que estaba al tanto de la situación y que entendía el idioma natal de los elfos. En esos momentos un par de trabajadores entraron.

-Os vimos entrar mientras estábamos en el establo. Erick nos dijo que os hiciéramos caso así que...¿Que mandan hacer?.- Dijo uno de ellos en un tono que dejaba claro que aquello no le parecía del todo bien. A su lado el segundo trabajador parecía aún más molesto y tampoco podía culparlos, aquello había pillado por sorpresa también a la propia Níniel. Pronto el resto de trabajadores de día llegarían y los del turno de noche se irían, todos pasando por aquella casita. Tocaba tomar las riendas de la situación, nunca mejor dicho.
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Mensaje  Sarez Mar Dic 29 2015, 20:40

Espero a que “el-la” venga. No sé qué hacer ni cómo hacerlo. Es la primera vez que me encuentro en una situación de este tipo. Necesito instrucciones, el otro edificio, aquel que sirve de hogar para los animales, es gigantesco, no sé ni tan siquiera por dónde debería empezar a trabajar. Tal vez no ha sido buena idea aceptar el trabajo en el establo. Sí, las monedas que ganaría si lo completase con éxito me podrían resultar muy útiles, pero yo no soy el elfo que Erick creyó. Quise serlo, de pequeño soñaba con viajar a lomos de un caballo por todos los bosques que hoy tengo prohibida la entrada. Aquello fue un sueño, el sueño de un inocente niño que en el fondo sabía que no tenía derecho ni tan siquiera a aprender a cabalgar.

Recuerdo el caballo de la mujer que recibía el nombre de Wood, un corcel de pelaje negro y porte elegante. La conexión que el animal tenía con su compañera era digno de admiración. Cuando lo vi por primera vez me quedé perplejo. Ellos dos unidos eran una perfecta combinación, una asociación similar a la que surge entre el musgo y las algas cuando se unen para crear los líquenes. Desde fuera más parece una necesidad que una amistad, pues Wood usaba a Furia como medio de transporte y él la usaba como guía. Pero no es así, yo lo vi y lo comprendí. Hay algo más. Una conexión mental que no se puede explicar con las palabras. ¿Es amor? Idril me explicó en su día qué es el amor pero ya no lo recuerdo. No quiero recordar nada relacionado con ella.


-Estaría bien…- Mi mente se sumerge en mis antiguos sueños de la infancia. Me veo a mí mismo subido a un caballo. –Estaría muy bien.- Cojo una galleta de canela de la mesa. Por un momento me olvidado por qué estoy aquí,  la razón por la que no cogí la comida que está en la mesa y a quién estoy esperando. Solo me veo a mí viviendo mis infantiles sueños con los caballos que están ahí fuera.

En el mismo momento que doy un mordisco a la galleta de canela suena la puerta y junto al golpe una elfa entra a la casa. Tan rápido como el destello de un relámpago, me doy cuenta de todo lo que había olvidado al estar sumergido en mis pensamientos. Ella es “el-la”, la persona que anunciaba Erick en la nota. Inmediatamente, suelto la galleta sin pararme a saborearla. La comida de encima de la mesa no me pertenece, es de los trabajadores, de todos. He hecho mal en darle un mordisco sin haberme esperado a que “el-la” apareciese. Sin embargo, y por muy mal que haya obrado, no me salen las palabras de disculpas. Mi voz es silenciada por el idioma que conozco y no hablo; no porque no pueda pronunciar, sino por respeto a su significado. Solo los verdaderos elfos pueden hablar en élfico.    

Contesto a la elfa con un movimiento afirmativo con la cabeza signo de la que he entendido pero no puedo contestarle en la misma lengua. Después de mi vaga respuesta se produce un extraño silencio. Ella no dice nada, se pone a leer otra de las notas que el joven humano dejó para nosotros. ¿Se ha molestado porque no le haya hablado en la misma lengua? No lo sé. No me gusta este silencio, me resulta incómodo; ella me hace sentir incómodo. Su sola presencia parece representar a todo el pueblo élfico, aquel que no veo en años. Ella no es cómo otros elfas, no es como Idril ni como cualquiera de mi raza que viese por las ciudades de Lunargenta, ella es diferente. Nadie cuestionaría su derecho de hablar la lengua élfica.

Inconscientemente, me llevo una mano al ojo izquierdo, allí donde posa la cicatriz que prueba mi destierro. Surco la marca con el dedo lentamente, un acto inconsciente que hago sin darme cuenta que lo estoy haciendo.

La elfa vuelve a hablar en élfico. Entiendo lo que dice pero no entiendo por qué lo dice. Aquí no hay humanos. Si ella es “el-la”, no hay necesidad de esperar a más gente. Esperaba que, cuando viniese me dijera que tenía qué hacer, pero sigo sin saber lo. No solo eso, además, la única orden que he recibido, la de evitar que los humanos no hagan el vago, no la puedo efectuar. No sé dónde están los humanos, qué es un vago ni por qué lo hacen. ¿Se trata de alguna clase de objeto propio de los humanos, una comida regional tal vez? No he visto ninguna tienda vendiendo vagos caseros en las ciudades humanas. Puede que sea algo que hacen pero no lo venden, como una costumbre.


-¿Qué es un vago?- Pregunto en el idioma común. –Desconozco su forma.-  Mi voz suena entre cortada, casi temerosa pues siento miedo por ofender a la elfa por hablarle en la lengua de los humanos. En ese momento dos humanos entran en la casa. Uno de ellos toma la voz y dice que están bajo nuestras órdenes. El segundo retira un paso hacia atrás. Parece molesto y desconcertados al vernos venir. – No hagáis vagos.- Digo inmediatamente sin saber que significa. Lo único que sé con verdadera presteza de este trabajo es que tengo que evitar que los humanos hagan vagos y eso hago.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Dic 30 2015, 20:23

Níniel mantuvo la mirada de aquellos humanos sabiendo que debía de hacerse respetar por muy nueva que fuera y por muy de punta que tuviera las orejas y tras unos instantes incómodos los humanos bajaron la vista al suelo. Aquella primera batalla la había ganado pero esperaba que a pesar de todo no hubiera problemas con los trabajadores de aquel lugar. No necesitaba que la trataran como si fuera la dueña de los establos, tampoco que la llamaran de usted aunque por cortesía deberían, lo único que todo el mundo tenía que hacer aquel día era, como decía Erick en su nota, lo mismo de siempre. Además el otro elfo, ya que sustituía al capataz, era quien debía mediar entre ella y el resto de los trabajadores, transformar sus palabras e instrucciones en órdenes y tareas para sus subordinados si es que estas eran necesarias. Níniel diría: "Haced lo de siempre" y Sarez debería ser capaz de ocuparse de todo lo demás...Pero la verdad es que en la nota explicaba que su nuevo compañero tampoco había trabajado allí antes, aunque le gustaban los animales, detalle que parecía siempre ser suficiente para Elrick. También mencionaba que era un poco raro y la verdad es que en ese punto había acertado de lleno. Parecía entender la lengua del bosque pero no hablarla, había dejado una galleta a medio comer sobre la mesa y pareció estar gastandole una broma al comentar que desconocía la forma de un vago y que no sabía lo que era. O al menos Níniel pensaba que era una broma hasta ver cómo el supuesto capataz les decía a los humanos "No hagáis vagos" y tuvo claro que no tenía a un gracioso por compañero, tenía un problema.

-Perdonad a mi amigo, a veces le cuesta hablar vuestra lengua. Ha querido decir que ya basta de hacer el vago, poneros manos a la obra. Id haciendo lo de costumbre, dadme unos minutos y me reuniré con vosotros.- Dijo la peliblanca tratando de cubrir a Sarez para evitar que los humanos pensaran que tenían por capataz a un idiota. Ambos miraron extrañados al elfo pero obedecieron y salieron de la casa dejando a ambos elfos solos una vez más.

-¿Hablás en serio?- Le dijo en común con su siempre melodiosa voz tintada de un ligero toque de nerviosismo pero nada de enfado o superioridad. No tenía motivos para enfadarse con él, en cualquier caso la culpa sería de Elrick por contratar a alguien no cualificado para atender los establos en su ausencia. -¿No sabes lo que es hacer el vago?. Pero me entiendes cuando hablo en élfico y en común...¿Sabes cuidar de las monturas?, ¿Qué comen, cómo se les limpia?. Se supone que esos trabajadores humanos harán lo que les digas, tienes que saber qué ordenarles hacer y si piensan que eres...Poco capaz no te harán caso. Podrían negarse a trabajar o lo harán mal...Y si lo hacen mal...No nos pagarán.- Hizo una pausa para tratar de ver en los gestos de aquel elfo si la seguía y entendía a qué se refería y las consecuencias, fijándose en la marca bajo su ojo aunque sin quedarse mirándola de forma irrespetuosa -Hay que vigilar las monturas, limpiarlas, darles de comer y de beber, controlar que estén bien, sanas y contentas. También hay que mantener los establos en sí limpios y ordenados, así se trabaja mejor. ¿Puedes hacerlo y ocuparte de que los demás trabajadores lo hagan?.- Preguntó con el mismo tono con el que había hablado pues no quería ofenderle, solo comprobar que podía hacer lo que tenía que hacer y que aquel malentendido había sido por falta de soltura con el idioma. -Yo te ayudaré claro. Para eso estoy aquí.-

Dijo eso último quitándose la capa y colgándola tras la puerta, dejando también allí su bastón pues de poco iba a servir en aquel trabajo al no ser que lo usara para azuzar a los caballos, lo cual sería un uso arto innoble para un objeto con tanto valor simbólico entre los de su especie.-¿Por qué no hablas nuestra lengua? ¿Te criaste entre humanos?, no me suena haberte visto nunca, ni siquiera en...Árbol Madre.- Dijo, costándole pronunciar la traducción en común para el más sagrado de lo árboles. -Sarez, recuerdo a un Sarez, bueno al menos su historia.-  En esos momentos los trabajadores del turno de noche, más vigilantes que otra cosa, entraron en la casa y tras los saludos pertinentes se dispusieron a asearse un poco y a desayunar por lo que la conversación fue interrumpida. También empezaron a llegar los jornaleros de día que también se dispusieron a desayunar, incluso de pié, pues no había sillas ni sitio para tantas como personas acabaron por juntarse en el interior de la casa.

-Debéis de ser los elfos que Elrick mencionó...Si que empezáis desde arriba.- Comentó uno de ellos. -Yo llevo trabajando aquí desde que tenía tu edad jovencita y sigo limpiando la misma mierda de caballo que cuando empecé.- Añadió refiriéndose con jovencita a Níniel. -Pero eso es porque a la mínima que puedes te echas la siesta Benson, maldito haragán...- Respondió otro de lo humanos logrando que el lugar se llenara de carcajadas de sus compañeros e incluso del propio aludido.

-Parece que debo vigilarle de cerca señor Benson, nada de siestas durante el trabajo, al menos no hoy.- Comentó la peliblanca con tono desenfadado, buscando parecer cercana a sus "empleados por un día" aunque no tanto como para que se pensaran que con ella todo era jauja. Un pequeño truco aprendido a base de observar a su madre y cómo trataba ella a sus subordinados allá en Sandorai. Para la primogénita de una suma sacerdotisa y destinada a sucederla, aquellas lecciones eran importantes y siempre iban acompañadas de un "Mira y aprende". Y Níniel miraba y absorbía cuanto acontecía a su alrededor como una esponja el agua. Quitándose esos recuerdos de la cabeza le indicó con un gesto a Sarez que era el momento de salir de allí y empezar a trabajar.
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Mensaje  Sarez Jue Dic 31 2015, 13:32

¿Por qué la elfa me tiene que corregir? No he hecho nada que ella no me haya dicho hacer. Me dijo que evitásemos que los humanos hagan vagos y eso les he mandado. Lo mismo dice ella dirigiéndose hacia los trabajadores. Les ordena que cumplan sus labores y dejen de hacer vagos. No entiendo por qué motivo se tiene que aclarar mis palabras para decir exactamente lo mismo de distinta forma. Me molesta que aclare algo que no haga falta aclaración, por su culpa los humanos me miraran de forma extraña, como si no encajasen en aquel lugar. Sus pensamientos, aunque acertados, me molestan de la misma forma que las palabras de la elfa.

Los trabajadores se marchan de la casa a cumplir sus labores, yo me dispongo a marchar con ellos. Me levanto de la silla y me ato el carcaj y a Vientoatroz en mi espalda. Sigo sin saber qué trabajos son los que hay que hacer en el establo, pero puedo imitar lo que hagan los humanos pues ellos parecen conocer a la perfección cada una de las labores. Sin embargo, antes de que pueda abandonar la mesa, la voz de la elfa suena. No suena como si estuviera enfadada ni tampoco como si estuviera renegándome por haber hecho algo inapropiado, más parece que me esté corrigiendo que discutiendo. Ella, al igual que los humanos, nota que no encajo en este lugar. Acepté la petición de Erick por las monedas, no lo negaré. Un establo es algo nuevo para mí y ella, parece que se ha dado cuenta. Bajo la cabeza con gesto de arrepentimiento y disculpa. No debí aceptar un trabajo que no sé cumplir. Las monedas son útiles para comprar comida, flechas y protección contra el frío pero, si no cumplo mi deber en el establo, no habrá monedas. No era consciente de eso hasta que ella lo dice.

La elfa continúa hablando, dice, cuidadosamente, cada labor que se ha de realizar en un establo. Parece fácil, es similar a cuidar a un bosque.
–Puedo hacerlo.-Contesto a la pregunta con total seguridad con un movimiento afirmativo con la cabeza. –Un caballo se cuida igual que un ciervo, un lobo o un conejo. Solo hay que procurar que los animales estén bien. – Llevo las instrucciones de la elfa a lo que conozco. No hay muchos caballos salvajes en los bosques; esos son animales de los humanos. -Gracias.- Contesto finalmente. Siento que si ella no estuviera aquí me sentiría todavía más perdido. –Mi nombre es Sarez.-

Observo como la elfa deja su capa y su báculo. Por un momento pienso en dejar yo también mi arco y mi espada solo por imitarla, pero pronto retiro este pensamiento. No voy a dejar mis únicas pertenencias en una casa que no conozco. La elfa, cuyo nombre todavía desconozco, me acribilla a preguntas. No soy como ella, se ha dado cuenta y quiere saber el por qué. Toda la seguridad con la que había hablado antes desaparece. –No puedo hablar nuestra lengua.- Contesto mirando hacia el suelo. -Me crié con elfos y en soledad; no con humanos.- Siento una gran aprensión por decir que soy un rengado. Aunque me hubieran castigado por un crimen que no cometí, lo cierto es que soy un desterrado.

Ella dice que ha escuchado mi historia. Por primera vez en mucho tiempo siento temor. Ella es más joven que yo, bastante más joven, puede que no haya nacido en el momento de mi destierro. Las historias como la mía tienden a incrementarse con los años. No sé qué ha podido escuchar de mí pero sea lo que sea estoy seguro que no es la verdad, pues la verdad nunca interesó conocerse.

Otros dos trabajadores entran justo en el momento más oportuno, suspiró aliviado cuando interrumpen en la conversación. Son de aspecto simple y humilde, el típico humano que se puede ver por la ciudad cargando una carreta con sacos para vender en los comercios. El primero, aquel que recibe el nombre de Benson tiene un aspecto curioso: Tiene una pronunciada barriga y todo el pelo gris que hay en su cabeza está detrás de las orejas, en el centro de la misma no hay nada más que cuatro míseros pelos. En cambio, el segundo, aunque más joven que Benson, es totalmente calvo. Es curioso, nosotros, tanto la elfa como yo, tenemos una abundante cabello, el de ella de color blanco y el mío de color plata. El contraste entre los humanos es más que notable. Tal vez por eso Benson protesta.


-No se trata solo de cuánto tiempo llevan trabajando.- Pienso en voz alta después de que la elfa haya hecho su respuesta hacia los humanos. Los trabajadores me miran extrañados. Otra vez lo he vuelto a hacer. La elfa me ha advertido y no le he hecho caso. Sé que no soy de aquí pero al menos debo demostrarlo si quiero ganar las monedas por el trabajo. Debo parecer capaz de ser quien da las órdenes. Pienso en cómo me siento y al lado de la elfa, en cómo se pueden sentir los trabajadores al lado nuestra y las muchas diferencias que hay entre nosotros. –Somos extraños, es la primera vez que venimos al establo y no somos igual que los trabajadores. Hay muchas diferencias entre nosotros, por eso protestas.- Guardo unos segundos de silencio que los uso para buscar alguna señal de aprobación en la cara de la elfa. –Pensad, ¿quién trata mejor a los animales? Alguien que trabaja con ellos o alguien que vive con ellos.- Las palabras salen de mí como de la nada. Lo único que hago es decir en voz alta todo cuanto había pensado de la conversación anterior con la elfa. Sé qué hay que hacer con los animales porque he vivido con ellos. Así se lo digo a los humanos.

Los humanos me miran, luego se miran entre ellos. Sus expresiones son diferentes a los dos trabajadores anteriores. Hay confusión en sus miradas, pero también aceptación. Sonrío ligeramente. Si bien es verdad que no he sabido hablar como la elfa, por lo menos he podido demostrar que soy capaz de ordenar trabajar a los humanos.

-Puede que tengas razón amigo mío.- Contesta Benson con una alegre sonrisa. - Pero tus blancas manos no se han ensuciado de heces de caballo tantas veces como las mías, mi buen elfo.- Habla con respeto y sin embargo parece que se esté burlando de mí.

-Eso ni tú ni yo lo sabemos Ben.- Interrumpe el otro humano. - Esta joven y bella dama, aquí donde la vez podría tener más años que nuestros abuelos. - Dice con cierto temor, como si estuviera desvelando un oscuro secreto. - Me  juego mi jornal que han limpiado tres veces más excrementos que tú. ¿No es cierto?- Pregunta dirigiendo la mirada hacia la elfa y hacia mí.


-Puede.- Lo cierto es que no lo sé. No sé cuántos años puede vivir un humano ni qué edad tendrían sus abuelos. Mas, por miedo a volver a demostrar mis desconocimientos, contesto de forma que incremente su confusión. Miro a la elfa nuevamente de forma que, sin decir ni una sola palabra, le estoy preguntando sobre mis actos.
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Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel] Empty Re: Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel]

Mensaje  Níniel Thenidiel Vie Ene 01 2016, 20:05

Parecía que la conversación estaba encarrilada, que aquellos humanos como los anteriores habían decidido aceptar las cosas como eran. poniéndose a trabajar y apartando o al menos guardándose las dudas sobre si aquellos elfos merecían o no el cargo que Elrick les había otorgado aunque fuese por un solo día. La peliblanca lo consideraba todo un éxito ya que no se vio obligada a recurrir a su as bajo la manga para controlar a los humanos, tocarles el bolsillo, dejar caer la amenaza de que por mucho que no les gustara, su jornal de aquel día, y quizá del resto de los días, dependía de lo bien que hablara de ellos a Elrick cuando el día llegase a su ocaso y el chico volviera de hacer lo que estuviera haciendo. Además había podido aclarar las cosas con Sarez y se sentía mucho más tranquila sabiendo que podía contar con él, que no estaba sola en aquel empeño que por un momento pareció complicarse por el extraño modo de comportarse del arquero, al cual simplemente trató de advertir con la mirada de que vigilara cómo decía las cosas aunque se las apañó para que le dieran la razón, más o menos.

Dando la conversación por zanjada, tanto con los humanos como con Sarez, Níniel no quiso corroborar ni desmentir si su apariencia ocultaba una edad centenaria o no, mucho menos si a lo largo de esa larga vida que le achacaban había recogido o no muchos excrementos de caballo, lo cual por cierto era una afirmación burda y totalmente falta del más mínimo tacto...Dejaría que los humanos se quedaran con la duda pues la beneficiaba más que la verdad, que realmente tenía la edad que aparentaba y que a pesar de haber pasado su vida en estrecho vínculo con la naturaleza, más que cuidadora de animales era sanadora y estudiosa. Su clan de hecho no tenía establos, al menos no como los concebían los humanos, no daban pienso a sus animales ni los encerraban en jaulas y cercados, por ello tampoco necesitaban limpiar sus heces. Todo eso había sido algo nuevo para la peliblanca cuando salió del bosque la primera vez. De hecho el motivo por el que había acabado allí aquel día era buscarle el mejor alojamiento posible a Nahar dentro de las posibilidades que la ciudad y sus alrededores permitían, aunque siguiesen sin acercarse a lo que ofrecía su hogar.

-El trabajo no va a hacerse solo, pongámonos manos a la obra.- Sentenció la peliblanca abriendo la puerta de aquella pequeña casa, saliendo una vez más a la fría mañana sin poder evitar un escalofrío por el brusco cambio de temperatura con respecto a un par de pasos antes. A unos metros de allí aquel par de hombres que se habían adelantado ya habían empezado a realizar sus tareas y cargaban cubos de agua fresca desde el cercano riachuelo hasta los establos. -Bien, Erick dejó instrucciones indicando que cada uno sabéis qué hacer, si termináis vuestras tareas...Seguro que se me ocurren más.- Dijo la peliblanca añadiendo la última coletilla con tono de broma, aunque realmente no lo era. -Sarez, ya sabes qué hacer.-

Dicho eso cada trabajador se fue por su parte sin discutir las instrucciones de la peliblanca, sería cosa del elfo ocuparse de que se llevaban a cabo realmente y de que nadie trataba de escaquearse. Por su parte Níniel debía asegurarse de que a parte de las tareas cotidianas también se ocupara alguien de las no previstas y de que el elfo hiciera bien su parte, pero mientras podría echar una mano con los animales. La sacerdotisa no era muy fuerte, de poca ayuda sería cargando balas de heno o cubos de agua pero aún así sabía que podría ocuparse de cepillarlos y de otras tareas que requiriesen más maña y dedicación que fuerza bruta. Se dirigió a los establos y tras observar un poco a los demás comenzó a limpiar los habitáculos de los caballos, tarea que compartía con otros trabajadores. Pronto pudo olvidarse del frío del exterior, el duro trabajo lo hizo desaparecer antes incluso de acabar con el primer cubículo.

Llevaba un rato trabajando cuando un sonido que no pudo asociar a un caballo ni a ninguna montura que conociera la hizo levantar la vista de sus tareas y mirar alrededor con curiosidad y algo de inquietud. El sonido había sido una especie de "Hu-hu" más propio de algún tipo de ave que de una montura...Salvo que debía de ser un pájaro enorme para emitir tan potente ruido. Sin poder ubicar el origen del sonido y viendo como los demás trabajadores seguían a lo suyo la peliblanca llegó a pensar que debía de habérselo imaginado. Iba a volver a lo suyo cuando vio a uno de los humanos salir volando varios metros por el aire y una vez más ese extraño ruido animal, más fuerte que antes y con un tono que al menos a la elfa le parecía de enfado. Preocupada la peliblanca dejó a un lado su forquilla y se apresuró a ir hacia aquel humano volador para ver si se encontraba bien, llegando para ver que gracias a los dioses su intervención no era necesaria al ver que el chico se levantaba con ayuda de otros dos trabajadores del suelo solo aturdido. El humano llevaba una especie de armadura acolchada bastante maltrecha que debía de haberle protegido del daño tanto de la caída como de lo que fuera que lo había lanzado por los aires pero...¿Qué le había hecho eso?. Girando su cabeza hacia el que creía el punto de origen del corto viaje de aquel trabajador Níniel pudo ver a un...Pollo enorme de blanco plumaje y potentes patas atado con dos cadenas en su cubículo que, con una desafiante mirada en los ojos, apartaba hacia atrás la paja bajo una de sus patas como si se tratara de una invitación para el siguiente que quisiera recibir una coz. La verdad es que llamarlo pollo sería un insulto pues era un animal de porte noble, de hecho era precioso, pero la elfa no sabía con qué más comparar algo así, nunca había visto nada parecido.

-No se acerque jefa. -Dijo uno de los hombres que ayudaba al humano volador a recuperar la verticalidad.- Es un upelero salvaje, muy agresivo. Uno de los caprichos de Erick...Pagar la fortuna que pagó por algo así...Apenas podemos cuidarlo.- De nuevo el magnífico y peligroso animal emitió uno de sus extraños sonidos y comenzó a tirar con fuerza de las cadenas tratando de soltarse, demostrando una gran fuerza, aunque a la elfa le preocupaba que lo hiciera pues acabaría consiguiendo hacerse daño si seguía así. Sintiendo un flechazo instantáneo por aquella criatura y desoyendo las advertencias Níniel se acercó despacio hasta él, confiando en que las cadenas resistirían y en poder tranquilizarlo si le demostraba ser una amiga y se mostraba calmada, pareció funcionar. Cuando estaba a apenas un par de metros el upelero dejó de forcejear y se quedó mirándola, girando su cabeza como si sintiera la misma curiosidad que la peliblanca sentía hacia él. Con muchísimo cuidado la sacerdotisa llevó la mano hasta la frente del animal que contra todo pronóstico se dejó tocar. Níniel sonrió de oreja a oreja ante aquel contacto, sus plumas eran suaves y cálidas y parecía gustarle que le acariciaran en esa zona...Pero entonces todo se torció.

Uno de los humanos, aquel que sin decir ni una sola palabra les había lanzado a ella y Sarez una mirada llena de rencor, se había acercado despacio y sin ser visto por la derecha con un lazo, dispuesto a aprovechar el momento de tranquilidad del normalmente violento upelero para inmovilizarlo. Cuando la sombra del lazo alertó a la criatura ésta volvió a agitarse violéntamente para evitarlo y en su intento golpeó a la peliblanca con una de sus poderosas patas enviándola al suelo, sangrando por la nariz y la boca, dejándola medio inconsciente, aún al alcance de otro ataque. Desde el suelo la elfa solo veía sombras borrosas y era incapaz de moverse, apenas podía murmurar palabras sueltas y escuchaba todo distorsionado. Ni siquiera era consciente de que aún estaba en grave peligro.
Subrayado comienzo de complicación elegida.


Última edición por Níniel Thenidiel el Dom Ene 03 2016, 00:27, editado 2 veces
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Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel] Empty Re: Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel]

Mensaje  Sarez Sáb Ene 02 2016, 13:53

Ya sé qué hacer. La elfa está segura cuando afirma que conozco mis deberes y, a diferencia de hace unos pocos minutos, yo también lo estoy. Cojo un trozo de cuerda de mis bolsillos y ato mi larga melena plateada en forma de coleta para que no me moleste durante el trabajo. A la vista de todos está la cicatriz que me hice en la oreja combatiendo con el brujo que secuestró a Flor. Gran parte del lóbulo de mi oreja derecha se desintegró por unas de las bolas de energía de oscuridad. Junto con la marca del ojo izquierdo, ambas cicatriz me convierten en casi un monstruo. Los humanos observan mis heridas con detenimiento. Aquel que recibe el nombre de Benson está a punto de decir algo pero, rápido, cierra la boca antes de emitir ningún sonido. ¿Qué piensan de mí? ¿Miedo, respeto, peligro? Muchos adjetivos se me vienen a la cabeza, ninguno es totalmente seguro.

Me espero a que todos salgan de la casa, yo lo hago el último y no sin antes coger, sin que nadie me viera, la galleta que dejé a medio comer. El escenario de fuera parece haber cambiado por completo. Cuando llegué no había nadie y los caballos aun dormían; ahora, todo es un caos de personas yendo de un lado hacía el otro del establo. Unos empujan carretillas cargadas con heno para los animales, otros llevan los caballos atados con una cuerda a una especie de cerca mientras limpian sus habitaciones en el establo, varios trabajadores portan cubos de agua pero no veo a nadie haciendo vagos, sean lo que sean. La elfa se separa del grupo, ella sabe qué hacer mejor por lo que mi primer instinto es seguirla. Camino unos pasos detrás de ella, sin que se diera cuenta que la estoy siguiendo. De vez en cuando, doy un mordisco a la galleta de canela mientras observo a los trabajadores hacer sus labores.

-¡Ayudadme con éste!- Grita uno de los trabajadores que llevan a los caballos hacia la cerca. El animal, de color blanco con manchas negras, no deja de relinchar, por algún motivo está reacio a que lo lleven.

Miro a la elfa, ella sigue caminando hacia el interior del establo. Acto seguido, bajo la mirada con la intención de mirarme a mí mismo. Entiendo que debo de ser yo quien ayude al hombre que grita. “Controlar que estén bien, sanas y contentas” fue lo que dijo la elfa. Ese caballo no está bien, debo controlarlo para que lo esté.
–Voy.- Contesto finalmente a la demanda del hombre.

Mientras los humanos agarran la cuerda del caballo, yo me pongo al lado de la criatura. Está asustado, puedo notar como tiembla.

-No te acerques demasiado o este maldito hijo de puta te dará una coz.- Me advierte uno de los hombres. No le hago caso.

El caballo se planta en sus patas traseras tirando al suelo al hombre que lo sujetaba con la cuerda. Los otros humanos rodean al animal, esto no hace más que ponerlo más y más nervioso y a mí también. Me encuentro al lado del caballo, en medio del círculo de trabajadores armados con palos para amenazar al caballo y cuerdas para atarlo. Si hacen eso el animal no estará bien. La elfa dijo que tenía que controlar que esté bien. Cada segundo el círculo es más estrecho, cada segundo el caballo está más nervioso y más mal. No está bien, está mal.


-Quietos.- Digo alzando la voz pero sin llegar a gritar. Los humanos se detienen.

Doy un paso lento para ponerme más cerca del caballo. Él me contesta dando un paso hacia atrás. Lentamente, extiendo mi brazo para que vea que no llevo palos ni cuerdas. El me olfatea desde la distancia. Avanza el paso que se había alejado de mí. Tiembla; siente algo que no le gusta, puedo notarlo. Su hocico está cerca de mi mano, lo vuelve a olfatear ahora más despacio. Intento mantener la compostura e intento mantenerme seguro. No debo aparentar que es la segunda vez que estoy frente a un caballo de este tipo. Si fallo, los humanos me verán mal y el caballo seguirá estando mal. Debo ser fuerte, parecer tranquilo cuando no lo estoy.

El caballo termina por acercarse del todo. Su hocico toca la mano que le había extendido, se restriega en ella para que le acaricie. Es su forma de decir que somos amigos. -¿Qué te ha pasado?- Le susurro en la oreja. Me alegra ver que está más calmado.

-Si pudiera hacer eso que tú haces estos bichos de mierda no me darían tantos problemas.- Dice el mismo hombre que me advirtió de las coces.


-Calla.- Le miro severamente y, sin pensarlo más, le doy un puñetazo en la cara que le hace caer al suelo. -Este animal no te ha insultado, tú no lo hagas.- Los otros hombres me observan con detenimiento, procuran no hacerlo pero lo hacen. - Ahora, trabaja.- Nadie se atreve a contradecirme.

El caballo, mi amigo, se separa de mí, va corriendo al establo donde está aquello que no le gusta. Le sigo. Unos sonidos amargos, como los quejidos de un ave de corral, suenan desde el interior. Corro tan deprisa como puedo, el caballo podría ir más rápido pero se adecua a mi velocidad para que vayamos juntos.

Al llegar al umbral del edificio que hace de hogar de los animales, una figura delicada tirada en el suelo llama mi atención. Es la elfa. Me detengo unos instantes presa del pánico por lo que puede haber pasado. El caballo de color blanco y manchas negras me empuja el hombro y con la mirada señala temblando hacia un grupo de hombres a caballo que tiran de un enorme pollo albino. Le están haciendo mal, más aun del que le han hecho a él. Ellos son la causa por la que él estaba nervioso.

Rápido, descuelgo mi arco y cargo una flecha. Los hombres a caballo están lejos, a punto de salir del otro lado del establo, pero no lo suficientemente lejos como para poder fallar. Sé que puedo acertar. Una flecha y rompería las cuerdas que atan al animal. Disparo, pero no hacia mis enemigos sino hacia el techo. No puedo concentrarme en ningún objetivo mientras la elfa esté ahí. Corro hacia ella, los hombres ya se han escapado. Me pongo de cuclillas a su lado deseando que por favor siga viva. Tiene que estarlo, ella es la única que sabe que con seguridad qué hacer.

Con suma delicadeza, la levanto un poco sujetándola de la espalda.
–Respira por favor.- Estoy temblando de la misma manera que temblaba el caballo. –Tienes que hacerlo, sin ti no me harán caso.- No sé que le han hecho, aunque no quiera, no puedo dejar de imaginarme lo peor. –Por favor.- Repito casi como un llanto. El caballo me da pequeños golpes con el hocico a la espalda y me señala a los hombres. Han salido de los lindes del establo, están tan lejos que no puedo verlos con claridad. Arrastras por la tierra llevan a la enorme gallina. –Lo sé.- Le contesto nervioso al caballo. –Hay cosas más importantes.- Uso mi magia de sanación para curar las posibles heridas que tenga la elfa. Estoy demasiado nervioso para concentrarme en lo qué ha pasado. No sé si la estoy curando bien, no sé si hice bien en no disparar a los ladrones y no sé si hice bien en aceptar el trabajo. –Despierta.- Susurro mientras unas gotas de lágrimas y sudor caen desde mi cabeza.


Última edición por Sarez el Dom Ene 03 2016, 10:12, editado 1 vez
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Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel] Empty Re: Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel]

Mensaje  Níniel Thenidiel Dom Ene 03 2016, 01:46

El mundo entero era un borrón, un cúmulo de luces y de sombras en el que nada tenía sentido y cada objeto al que creía encontrarle por fin una forma definida se desdibujada con el entorno una vez más volviendo a desorientarla. Notaba que cada inhalación de aire le costaba, le dolía cuando trataba de respirar profundamente, de llenar sus pulmones de aire para tratar de despejarse y aunque no había podido llevarse las manos a la cara reconocía el dolor y el sabor a sangre en su boca. "Debo de haberme roto el labio" pensó tratando de autodiagnosticarse y descubrir la gravedad de sus heridas mientras a su alrededor los ruidos, los gritos y las voces que no podía acabar de ubicar no dejaban de aumentar en cantidad y fuerza. Pensó que todo aquel escándalo era por su culpa, trabajadores tratando de controlar al upelero blanco y de ayudarla, quiso decirles que estaba bien que no era tan grave como parecía pero no supo si sus intentos tuvieron éxito o si por el contrario solo había logrado balbucear palabras sin sentido e inconexas. Notó como la sujetaban y la movían y juraría haber reconocido por un instante a Nahar delante de sus ojos...Pero pensó que debía de ser otro de esos borrones confundíéndola, eso o que el golpe había sido más fuerte de lo que pensaba. Entonces de repente sintió una conocida y agradable sensación recorriendo su cuerpo, magia élfica sin lugar a dudas...Enseguida sintió como sus sentidos se afinaban y el dolor remitía, de nuevo pudo respirar sintiendo únicamente una leve molestia en vez de dolorosos pinchazos y cuando abrió los ojos vio que efectivamente delante de ella tenía la cabeza de un caballo blanco con manchas negras. Sin poder evitarlo e incapaz aún de decir nada con sentido al respecto la peliblanca enarcó una ceja con expresión interrogante recibiendo como respuestas un lametón tamaño cuadrúpedo de quinientos kilos en la cara que acabó de despertarla.

-Nada de besos con lengua en la primera cita...¿Qué ha pasado?.- Preguntó incorporándose y dirigiendo su mirada en dirección al último lugar que recordaba antes de que todo se volviera borroso y confuso, extrañada de no ver allí al upelero blanco. Sin embargo había intentado levantarse demasiado deprisa y tuvo que apoyarse con ambas manos para no volver al suelo. Llevó una de sus manos a su rostro para palparse las heridas y de paso limpiarse la sangre y la baba de caballo de la cara. -¿Dónde está el upelero?.- Añadió mientras comenzaba a aplicar sus propias habilidades sanadoras a aquellas heridas en su cara y al resto, completando así el buen trabajo hecho por Sarez logrando que volviera en sí. La peliblanca temía que por aquel incidente le hicieran algún mal al animal sin tener culpa ninguna, el momento estaba siendo mágico entre ellos dos hasta que aquel tipo apareció de la nada tratando de echarle el lazo.

-Se lo han llevado jefa...Erick no estará nada contento, con el montón de oro que le costó ese condenado animal.- Dijo Benson a cuyo lado aún seguía el joven de la extraña coraza acolchada. Una respuesta que si bien quizá para el humano barrigudo tenía todo el sentido del mundo y lo aclaraba todo a Níniel no le aclaraba nada en absoluto, ya sabía que se lo habían llevado, era evidente por el hecho de que...No estaba allí. Dejando escapar un suspiro que denotaba que no estaba conforme con la respuesta reformuló su pregunta. -Dónde está el upelero, versión para las que llevamos un rato en el suelo y acabamos de recuperar la consciencia por favor.- Inquirió con su, incluso en esas circunstancias melodiosa aunque nasal voz por culpa del golpe. Bensón abrió la boca con gesto de entendimiento.

-Unos hombres montados y armados, eran media docena y Wills les estaba ayudando. Llegaron de repente amenazando a todo el mundo y se llevaron a Trickster, tenían cuerdas, lazos y muchas armas...Aunque eso ya lo he dicho. No pudimos evitarlo. Ha sido una suerte que no hirieran a nadie ni se llevaran nada más- Terminó quitándose unas briznas de paja de la cabeza que por alguna extraña razón llevaron a la peliblanca a pensar que tenía algo que ver con el montón de paja revuelto que había un par de metros tras el grupo de trabajadores. El humano siguió la mirada de la elfa y bajó la mirada avergonzado pero lo cierto era que si lo de aquellos hombres era cierto esconderse había sido lo más inteligente que podía haber hecho un tipo como Benson. Níniel miró a Sarez esperando que pudiese confiar aquella historia pues a parte de la coz la sacerdotisa no había sido consciente de nada de aquello, solo de la gran cantidad de ruidos que no supo identificar.

-¿Qué hacemos, jefa?.- Preguntó Benson interrumpiendo el recién iniciado instante de reflexión de la elfa que se había quedado un momento en silencio pensando qué hacer mientras terminaba de sanarse ella misma. Siempre tenía que ocurrir algo, nunca tenía jornadas laborales tranquilas, incluso en el hospital siempre se veía metida en robos y secuestros, hasta en los bailes de gala parecía que no podía ni dar unos pasos sin que alguien lo echara a perder. Al menos no podía negarse que estaba curtida para situaciones así. Media docena de hombres armados llevándose un combativo animal...Peligroso, pero nada a lo que no se hubiese enfrentado ya antes, aunque nunca sola.

-Para empezar, Benson, avisa a la guardia de la ciudad del robo...Segundo, necesito voluntarios, hombres fuertes y valientes capaces de empuñar un arma y deseosos de ganarse una buena gratificación por recuperar al upelero. El resto que siga trabajando, hablar del robo no va a alimentar a los animales. Sarez, he visto que llevas un arco, no uno cualquiera, uno de los que merecen que les de nombre. ¿Eres forestal?...Porque si lo eres, vamos a ir tras unos ladrones a "pedirles amablemente" que nos devuelvan lo que se han llevado. Creo que si nos damos prisa podemos cogerles por sorpresa, seguro que no se esperan que vayamos tras ellos-

Aunque la complicación propiamente dicha se veía en el post anterior de Sarez, subrayo el inicio de una segunda complicación aquí pues es donde queda clara.
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Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel] Empty Re: Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel]

Mensaje  Sarez Lun Ene 04 2016, 21:03

Suspiro de alivio en el momento en que la elfa abre los ojos. Sigue herida, puedo notar en mis manos cierta porción de su dolor. Es leve, pero consistente. –Calma…-Susurro a medida que la elfa vuelve en sí. Todavía no está del todo curada. No estoy acostumbrado a utilizar mi magia sanadora. Sé que no lo he hecho bien y sé que debería estar más tiempo con mis manos apoyadas en la zona donde se dio el golpe. Por un lado estoy preocupado por ella; pero, por otro me siento feliz de que esté viva y orgulloso por poder haberla sanado parcialmente a tanta velocidad.

Pronto mi felicidad y me orgullo se ven interrumpidos cuando la elfa dice sus primeras palabras. Besar…, y con lengua…, primera cita… ¿Qué está diciendo? Instintivamente la suelto de golpe y me arrastro unos pasos para alejarme de ella. Miro al suelo, justo el punto donde apoyo mis manos las cuales tienen una tonalidad ligeramente roja, tal vez igual que mi cara. No, no la he besado y menos con lengua, y esto no es una cita. A la única persona que besé fue a Idril y tras nuestra primera cita desapareció para siempre. Después de aquello decidí no tener más citas ni besar a nadie. No, no quiero que nadie más me abandone.

De la vergüenza paso al resentimiento. Sin poder hacer uso de la razón, giro ligeramente la cabeza para no encontrarme de frente con la elfa.
- No he hecho nada. Lo juro.- Le digo con un tono tosco y severo por dos motivos. El primero por miedo a que tras ello me vuelva a quedar en soledad y el segundo por recordar, de forma involuntaria, los buenos momentos que no volverán que pasé junto a Idril.

“U-Pe-Le-Ro” Me digo mentalmente para meditar sobre lo qué es. No conozco ningún instrumento que reciba ese nombre, tampoco persona o animal. Intento pensar sobre lo que es el upelero intentando hacer caso omiso a las palabras de la elfa sobre besos y citas; es difícil. “U-Pe-Le-Ro, U-Pe-Le-Ro” Me repito una y otra vez. De todo lo que había en el establo solo una cosa desconocía su nombre y era la enorme gallina que se llevaron.

Benson, recubierto de espigas de paja, aparece junto a nosotros para responder a la pregunta de la elfa. Por sus palabras puedo dar por correcta mi deducción sobre el upelero. Me muevo ligeramente hacia atrás apartándome de la conversación sin llegar a levantarme del suelo. No digo nada pues no tengo nada que decir. Solo tengo que escuchar lo que dice Benson. Yo llegué tarde, cuando la elfa estaba tirada en el suelo y nadie más salía a ayudar. No sé lo qué ha pasado, cómo llegó la elfa a estar tan herida ni de dónde salieron esos hombres que se llevaron al upelero. Benson cuenta todo lo que sabe, me asombra ver que conoce el nombre de uno de los bandidos.


-Trickster.- Susurro. -¿La… gallina?- Hablo tan bajo que no interrumpo la conversación.

La elfa es la siguiente en hablar. Señala cuidadosamente los puntos que debemos seguir para coger los bandidos. Habla con seguridad, como si ya hubiera atrapado a centenares de ladrones como ellos. Dirijo mis ojos directos hacia mi arco cuando ella lo nombra y, a su pregunta le contesto con un leve movimiento afirmativo de cabeza. No entiendo qué tiene que ver tener un arco con ser forestal. Vivo en un bosque y lo protejo de sus peligros; es similar a ser un forestal por lo que no le estoy mintiendo al afirmarme como forestal. Después de todo lo sucedido no me atrevo a negarla. Ella es la que sabe, no yo.

Muchos trabajadores se asoman curiosos a ver qué ha pasado. Todos deben de haber visto marchar a los bandidos y todos han escuchado las fuertes palabras de la elfa. Dos humanos dan un paso al frente, uno es el que conocí en la casa, el amigo de Benson, el otro de pelo rubio es el trabajador más joven del grupo.

-Mi señora elfa.- Dice el humano más mayor llevando sus manos al pecho. - Puede que ustedes estén más acostumbrados a las aventuras que nosotros, unos simples y humildes trabajadores. Pocas veces he empuñado una espada y ninguna con la intención de matar. Pero, si ustedes mis señores, nos dejan mi hijo y yo iremos a donde vayan.- Noto cierto pesar en sus palabras, como si al decirlas se sienta menospreciado.

-Tenemos buenos caballos. Si nos damos prisa podemos atraparles antes de que sea demasiado tarde.- Dice el joven de cabello rubio, aquel que el otro trabajador presentó como su hijo.

Todos aquí saben cabalgar; yo no. Me siento un estorbo. Incluso el humano más joven habla con orgullo cuando se refiere a sus dotes con los caballos. Debo decirlo, pero tengo miedo de que me dejen de hacer caso tras saber que no sé cabalgar. Bajo la mirada y, a continuación, miro a la elfa. Debo decírselo pero en mi cabeza vuelven a sonar el comentario sobre besos y citas que ella hizo. Doy rápidos movimientos de lado a lado con mi cabeza para alejar de mí los recuerdos que pueda relacionarlos con la pérdida de Idril. Me acerco a gatas hacia la elfa y le susurro a la oreja para que nadie más pueda escucharme.

-No sé cabalgar.- En mis palabras noto un pesar parecido con el que habló el humano al presentarse voluntario.

-Aquí les traigo nuestro dos mejores corceles mis señores elfos.- El joven humano rubio trae dos caballos; una de color canela y otro negro como la noche. Tenía razón, a simple vista, parecen animales sanos y felices.

El caballo blanco con manchas negras, que hasta entonces no se ha separado de mi espalda, me da un ligero golpe con su hocico y brama indignado.
-Él ha elegido por mí. – Señalo al caballo con cierta duda. Puede que él haya elegido que sea yo quien le cabalgue pero yo no he decido si debo cabalgar.


Última edición por Sarez el Miér Ene 06 2016, 13:06, editado 1 vez
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Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel] Empty Re: Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel]

Mensaje  Níniel Thenidiel Mar Ene 05 2016, 21:30

Sarez una vez más comenzó a exhibir un comportamiento extraño, extraño para los cánones éficos y también para los humanos hasta donde la peliblanca conocía. La había soltado de repente causando que casi volviera a caer al suelo y se había apartado arrastrándose por la tierra y la paja como si fuera él el herido. Desde ese momento se había mantenido al margen y evitado mirarla de una forma que la peliblanca solo podía interpretar como vergüenza o enfado aunque no tenía muy clara la razón ya que no había hecho ni dicho apenas nada. Parecía que al elfo no le había gustado el comentario sobre los besos con lengua o más bien no había entendido que iba dirigido a aquel caballo blanco y negro que había decidido sacar su lengua de paseo por toda la cara de la elfa mientras aún estaba en el suelo. Ponerse así por eso...Había sido evidentemente una broma para quitarle gravedad a la situación y demostrar que se encontraba bien, era difícil interpretarlo de cualquier otro modo. Quizá lo hubiese entendido mal, como con aquello de "Hacer vagos". En cualquier caso la situación no se prestaba a hacer aclaraciones sobre temas banales, aquel tema tendría que esperar hasta después de resolver el asunto del upelero al que Benson había llamado Trickster, asunto que se complicaba por la falta de voluntarios.

La peliblanca mentiría si dijera que aquellos dos humanos, los únicos que se ofrecieron, colmaban sus expectativas sobre la ayuda que esperaba recibir que los trabajadores para ir tras los cuatreros. Había esperado una respuesta masiva y así ser capaz quizá de recuperar al upelero sin ni siquiera tener que luchar pero siendo tan pocos el escenario era totalmente diferente. Aún así no estaba dispuesta a darse por vencida, puede que solo estuviera al mando un día pero esa no era razón para no asumir la responsabilidad. Tampoco pensaba dejar que se llevaran a Trickster como no permitiría que se llevaran a Nahar. No era cuestión de dinero u orgullo, había notado un vínculo con aquella extraña montura y no quería que estuviera en malas manos. Si no podían obligar a los ladrones a rendirse con su número ni pelear directamente contra ellos, entonces tendrían que ser más listos.

-Toda la ayuda es bien recibida preparad esos caballos y traed el mio, traedme a Nahar.- Le indicó a aquel solícito joven que por su expresión reconoció aquel nombre y parecía sorprendido de que su dueña fuera una elfa como Níniel, con muy poco aspecto de guerrera y demasiado delicada para montar un semental de ese tamaño. Aún así salió disparado a cumplir con la tarea encomendada con ayuda de otros trabajadores que le ayudarían a ensillar los caballos. -¿Cuáles son vuestros nombres?.- Preguntó al padre la elfa mientras el chico regresaba, interesada en saber cómo debía llamarles pues se merecían más que un "tú". -Mi nombre es Háma mi señora, y mi hijo se llama Haleth.-  Respondió el hombre nervioso, aunque no por la presencia de la elfa pues ya habían coincidido en la casa y se había mostrado mucho más jovial y distendido, demasiado de hecho. -Antes parecías interesado en saber si en mi vida he movido muchos excrementos de caballo...Entre tú y yo, no soy cuidadora de caballos. Erick me escogió porque vio que me encantan los animales pero soy sacerdotisa. Normalmente no cuido de monturas, cuido de personas, tanto en la calma como en el fragor de la lucha. Uso mi magia para sanar, a mi lado mis aliados causan más daño, sus armaduras repelen más golpes y sus movimientos se vuelven más rápidos y precisos- Buscaba aumentar la seguridad de aquel hombre, ayudarle a controlar sus nervios haciéndole entender que tenían a su favor más de lo que podía parecer. -Vamos a darles una lección a esos malhechores.-Sentenció de paso tratando de convencerse a sí misma de ello. Háma la miró como si no acabara de comprender las palabras de la peliblanca pero asintió. -La verdad es que desde el primer momento pensé que no teníais aspecto de trabajadora de un establo, el elfo parece curtido pero vuestras manos son demasiado suaves como para una vida como las nuestras. Además ningún trabajador de un establo huele a flores, ni siquiera los capataces. Pensé que erais cantante o bailarina...Por la voz...-

En ese momento Sarez, aún actuando de forma rara, se acercó a gatas y llamó su atención para decirle al oído que no sabía montar y lo hizo con un tono de pesadumbre que parecía indicar que era algo que le martirizaba, aunque Níniel sin embargo no se sorprendió. En el bosque muchos de los caminos no eran como los humanos, muchas sendas estaban ocultas o semiocultas, los senderos eran sinuosos y había elfos que preferían desplazarse siempre a pié por lo que podía darse fácilmente el caso de que algunos no hubieran tenido nunca la necesidad de aprender a montar. Sí que resultaba algo más curioso viniendo de un elfo que se movía entre los humanos como ella pero también era cierto que no todo el mundo podía permitirse una montura y desconocía la historia de aquel compatriota suyo tan extraño.

-Deberías haberlo dicho desde el principio. No es difícil- Respondió la peliblanca imitando su bajo tono de voz para que no se supiera de su boca lo que el elfo parecía querer ocultar. -Necesitamos movernos rápido si queremos atrapar a los ladrones, no podemos ir a pié. Mi caballo es grande y fuerte y yo soy liviana, cabalgaremos juntos. Te necesito, yo sola con estos humanos no podremos hacer nada. Los forestales sois grandes guerreros y se os dan bien los humanos ladrones.-

Haleth regresó con las monturas, primero con dos caballos para ellos mismos y luego con Nahar que saludó a la peliblanca dándole un par de débiles golpecitos en el hombro bajando su cabeza. Resultó evidente que era un saludo porque con su tamaño, de querer tirarla al suelo lo tendría bastante fácil. Níniel montó con soltura e iba a tenderle una mano a Sarez para que montara tras ella cuando pareció que aquel caballo de manchas negras no estaba dispuesto a dejar que el elfo le dejara allí.- Creo que le has caído bien...Y que quiere venir con nosotros. Siempre hay una primera vez.- Añade esto último en élfico para que los humanos no se enteren de la confidencia que Sarez había compartido con ella. Entonces, aún en élfico, comenzó a darle instrucciones al elfo de cómo debía montar y cómo debía sujetarse con las piernas y tomar las riendas.
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Mensaje  Sarez Miér Ene 06 2016, 20:43

Me quedo boquiabierto al contemplar el caballo de la elfa, aquel que llama Nahar. Es el corcel más grande el establo. Si los caballos que trajeron los trabajadores, el de color canela y el de color negro, ya me parecieron fuertes y sanos, no tengo palabras para describir al de la elfa. Pasa lo mismo con los árboles. Para un humano, un roble puede ser un árbol gigante. Mas, para los elfos que hemos visto al Árbol Madre, un roble ya no nos parece tan grande. Lo sigue siendo, pero no tanto. Nahar guarda cierto parecido al Árbol Madre. Recuerdo que, en mis días de infancia, pude ver en varias ocasiones al Árbol Madre desde la lejanía. Su copa, su tronco y sus ramas se imponían frente a los otros árboles. Era esplendido, una especie de belleza racial que solo Árbol Madre poseía. Nahar se impone de la misma manera sobre los otros corceles. Su porte, única en todos los aspectos, presenta una belleza sobre sí misma que no presentan los demás caballos.

La elfa me habla en voz baja. Suspiro aliviado pues, aun habiendo hecho mal en no decirlo antes, a ella no parece importarle que no sepa montar. Incluso me ofrece un hueco en su caballo para que montemos juntos. Sonrío ligeramente al escuchar su oferta. Pocas persona me han ayudado a lo largo de mi vida y, quienes lo han hecho, han desaparecido. Ayudarme a cabalgar, ofrecerme un lugar en Nahar y no decir nada a los humanos para que no me vean mal es más ayuda de la que estoy acostumbrado.


-Los humanos suelen decir “gracias” pero siento que no es suficiente.- Le digo a la elfa con un tono avergonzado por lo que pensé antes de ella. En élfico se dice “hantalë”, cobra más valor que el “gracias” de los humanos. Pero, de saber quién soy, la elfa comprendería por qué me niego a hablar élfico.

Las instrucciones para montar en el caballo las recibo por parte de la elfa en el idioma de nuestra tierra; lo hace para que los humanos no se den cuenta de que no sé montar. Dice que lo primero es conocer al caballo y no tenerle miedo. No le temo, es mi amigo, no tengo miedo de un amigo. Le acaricio la cabeza para que se acostumbre a mi tacto. Mientras, el joven rubio, coge una especie de silla de cuero y la ata a lomos del caballo.

-Ya lo tiene listo mi señor.- Me dice con un tono jovial parece divertido por estar sirviéndome.

Espero a las indicaciones de la elfa. Ella me dice dónde debo colocar los pies para subirme, en una especie de jaulas para pies, y cómo he de hacerlo. No es tan fácil como dar un salto; se tiene un orden. Mano izquierda en las riendas, mano derecha cerca en el lomo para coger impulso y un salto apoyando el pie izquierdo en una de las jaulas para pies. Cuando me subo, pongo el otro pie en la otra jaula. Ya estoy arriba. Estoy arriba de un caballo. Espalda recta, piernas rectas y con fuerza. Hago todo lo que me dice la elfa para poder montar bien a caballo. ¿Qué pensará si supiera quién soy? No me importa. Ahora estoy montando a caballo, lo demás no me importa.

Para avanzar me dice que debo dar con ambos talones al caballo. Girar izquierda, mover las cuerdas hacia la izquierda y con el pie derecho empujar el lomo del caballo hacia la izquierda. Parece simple.


-Rápido.- Digo señalando hacia el lugar donde se fueron los bandidos. Aprieto los talones hacia atrás y hago avanzar al caballo adelantándome al resto. No hay tiempo que perder. Pienso en el momento en que se llevaron a arrastras al upelero. Si continúan así el animal estará más herido. – ¡Vamos!-

Con la mano derecha sujeto las cuerdas del caballo, con la otra a Vientoatroz. Esta vez no escaparán. No van a escapar. Salgo del establo antes que nadie. No sé cómo dispararé mientras tengo cogidas las riendas, ya lo pensaré. Ahora lo importante es encontrar los bandidos y con ellos el upelero. Busco cualquier rastro que puedan haber dejado. Al llevar al animal arrastras deben de haber dejado la tierra revuelta a su paso. Miro hacia la izquierda, hacia la derecha, hacia el centro. Efectivamente hay un camino de tierra revuelta; hace círculos en el suelo; no debe de ser fácil cargar con un animal tan grande y les está dando problemas.

-Por ahí.- Señalo el camino el rastro de tierra revuelta a la elfa y a los otros humanos. –Debemos alcanzarles.-

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Mensaje  Níniel Thenidiel Jue Ene 07 2016, 22:04

Níniel continuó un rato dándole instrucciones a Sarez sobre cómo debía montar así como las instrucciones básicas para dirigir a su nuevo amigo y algunos consejos para principiantes que ayudarían al arquero a mantenerse sobre la silla siempre y cuando no se confiara demasiado y no tratara de hacer alguna locura como poner a su montura a galope tendido, giros cerrados o salto de obstáculos. Con cada nueva frase en élfico notaba como la extrañeza y cierta molestia crecían en los rostros del padre y el hijo que valientemente se habían ofrecido a ir con ellos, normal teniendo en cuenta que debían de enterarse de nada y debían de considerar que se les excluyera así de la conversación como una ofensa. Por ello una vez que Sarez pareció disponer de todo cuanto necesitaba la peliblanca se giró hacia ellos y se disculpó.

-Lo lamento de veras, mi amigo a veces se traba con el común y ante una situación tan seria quería dejarle claras las cosas.- Dijo tratando de continuar manteniendo el "Vergonzoso" secreto del elfo guardado mientras éste se adelantaba y comenzaba a poner en práctica las rápidas lecciones de la peliblanca. Por supuesto la elfa notaba la falta de experiencia en su modo de agarrar las riendas y en su postura pero para ser la primera vez lo hacía bastante bien, además contar con la simpatía de la montura como era el caso ayudaba enormemente. Sus compañeros, acostumbrados a trabajar con caballos y demás animales también notarían que no estaban delante de un experto, pero mientras pudiera seguir el ritmo, parecía poco probable que dijeran nada al respecto. Tras aceptar sus disculpas con un asentimiento de cabeza los tres rezagados se apresuraron a alcanzar al exultante arquero que ya había encontrado el rastro de los malhechores.

Para hacer honor a la verdad aquel rastro resultaba tan evidente que lo difícil hubiese sido no verlo. A parte de las claras huellas recientes de un grupo de caballos, las marcas de las pisadas del upelero resultaban inconfundibles. Cada pocos metros había señales de arrastre y plumas blancas que recordaron a Níniel un cuento humano que había leído de pequeña en el que dos hermanos eran abandonados en el bosque y para evitar perderse dejaron un rastro de miguitas de pan. En aquella historia, aunque la idea era buena no resultó, pero en aquella ocasión lo haría. Los ladrones apenas llevaban unos minutos de ventaja y, a diferencia de las miguitas, los animales no comían plumas.

-Trickster les está dando problemas...Seguramente a estas alturas ya hayan comprendido que no escogieron muy bien qué robar. Seguramente hayan hecho caso a lo que se piensa normalmente de los upeleros, que son buenos y dóciles, pero este es la excepción.- Comentó Háma echando un vistazo al rastro y siguiéndolo unos metros hasta la entrada de los terrenos, cerca de la casa de los trabajadores. -Un segundo, voy a recoger mi bastón.- Anunció Níniel desmontando y tomando su arma sin nisiquiera tener que entrar del todo en la casa pues lo había dejado al lado de la puerta, aprovechando de paso para coger su capa negra y echársela por encima de los hombros. No era tanto protegerse del frío mientras cabalgaba lo que la elfa buscaba si no poder contar con los objetos que ocultaba en sus múltiples bolsillos secretos. Volvió a montar y se apresuró a seguir al mayor de los humanos que en esos momentos iba en cabeza y al ver ya preparada a la peliblanca comenzó a espolear a su caballo para ir más rápido.

El rastro les condujo un par de centenares de metros por el camino de tierra que comunicaba los establos con la ciudad, un camino que discurría entre algunas granjas de ganado y unas pocas casas de humildes campesinos, aunque como era de esperar, antes de acercarse demasiado a las altas murallas de la mayor de las ciudades de los hombres las huellas abandonaban la carretera para continuar campo a través rumbo sur, diréctamente en apariencia hacia el mar de los ancestros cruzando una, en su mayor parte, irregular extensión de terreno surcado por verdes colinas y oscuras rocas moldeadas por la humedad y el viento. Una decisión extraña ir en aquella dirección pues era arrinconarse ellos mismos y limitar sus opciones, a no ser que supieran perfectamente a dónde iban. En ese momento Hamá instó al grupo a detenerse a pesar de que el rastro continuaba más allá de la ligera pendiente ascendente que tenían ante ellos e hizo un gesto para que todos guardaran silencio, causando que en ese instante de mutismo, respetado incluso por lo corceles, pudiese escucharse el suave sonido del oleaje. Desmontó y se acercó a los demás comenzando a hablar en voz baja.

-Más allá está el mar, conozco esta zona como la palma de mi mano no pueden haber ido más lejos a caballo, o tienen el escondite en algún lugar de la playa o..-

-...Tienen un barco.- Finalizó la elfa la frase empezada por el humano. Era lo que había pensado al saber hacia dónde se dirigían. Aquel grupo había cometido el robo de manera eficaz, correr como un pollo sin cabeza con su botín sin importar hacia donde, o peor aún, hacía un lugar sin salida no tenía mucho sentido. O eran tontos de remate o lo tenían todo perfectamente preparado. -Si es así debemos darnos prisa.- Sentenció la peliblanca bajando también de su montura y comenzando a subir la pequeña colina para intentar ver con su ojos de elfa si veía algo. Haciendo caso de las palabras de Háma sobre lo cerca que estaba ya la playa Níniel se asomó con cuidado y agachada echó un vistazo al horizonte, confirmando sus sospechas, había un barco anclado cerca de tierra, una bricbarca si la información sobre barcos que había leído era correcta. Un barco pequeño pero rápido, popular entre comerciantes y también entre piratas. En silencio le hizo una señal a Sarez para que se acercara a verlo.

-Están bajando los botes- Comentó tratando de localizar a los ladrones y a Trickster en la playa sin éxito. Debían de estar tras uno de los desniveles de la playa, esperando a ser recogidos, quizá tras algunas de las rocas que las aguas de la marea alta llevaban siglos desgastando y que no podía ver bien desde donde estaba. Entonces, como si respondiera a la pregunta no formulada de la elfa un fuerte y agudo "hu-hu" se alzó por encima de la calma del lugar. -Está ahí abajo.¿Crées que podremos sorprenderles antes de que lleguen los botes?-
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Mensaje  Sarez Mar Ene 12 2016, 10:54

Espero impaciente a que la elfa regrese con su bastón. Por cada minuto que perdemos la gallina gigante está más lejos y más malherida por el arrastre de los bandidos. Me imagino al upelero luchando contra las cuerdas de los hombres a caballo; en un momento dado, el upelero se cae al suelo y los bandidos continúan su carrera sin pensar en el daño que le están haciendo al animal.  Mueve la cabeza en rápidos movimientos de lado a lado para quitarme esas imágenes de mi cabeza.

-¿Se encuentra bien señor elfo?- Pregunta con miedo el hombre llamado Háma.


-Sí.- Respondo inmediatamente.

El hombre me mira dubitativo, de la misma manera que siempre me han mirado todos los trabajadores desde que llegue y me incomoda de la misma manera que me ha incomodado siempre. Luego, sonríe ligeramente.  – ¿Sabe una cosa? Te comprendo- Me dice sonriendo mirando hacia el cielo. -Cuando Erick trajo por primera vez a Trickster me quedé mirándolo con la boca abierto durante unos largos minutos. Tenía la sensación que era uno de esos seres que los Dioses han creado solo para que los humanos los admirásemos. – Baja la mirada del cielo para encontrarse directamente con mis ojos. - Si le pasaba algo malo ponía la misma cara que usted está poniendo ahora.-Finaliza con una sonrisa un poco más amplia.

No sé cómo responder a las palabras del humano, tampoco es necesario que lo haga pues en el mismo momento en que el humano acaba de hablar llega la elfa a galope con su caballo. Rápidos, los humanos aceleran sus monturas para ponerse al mismo nivel que la elfa, yo hago lo mismo que ellos.

El camino es largo. Pasamos por  un camino cuyo alrededor hay casas similares al establo de caballos pero con distintos animales: Vacas, ovejas, cerdos… Animales que los humanos suelen criar para alimentarse de ellos. También veo algunas edificios pequeños como el que usan los trabajadores del establo. A lo lejos veo algo conocido, las murallas de la ciudad de los humanos. Altas, se imponen al resto de casas para animales y de casas para personas que hemos visto durante el camino. Dentro de las murallas conozco a gente que atrapa bandidos. Alanna, una mujer con uniforme que decide quién muere y quién vive, nos ayudará si entramos en la ciudad. Pero, no lo hacemos, el rastro cambia repentinamente de dirección huyendo de las grandes murallas.

El escenario cambia por completo. Las colinas se vuelven más pronunciadas y las rocas más resbaladizas. Hay un aroma conocido en el aire, es dulce como los recuerdos de la infancia y áspero al mismo tiempo. Solo conozco un lugar capaz de impregnar el viento con estas sensaciones tan diferentes: Es el mar. Está cerca. Nos estamos dirigiendo a una playa. Háma lo confirma con sus palabras. Más allá de la próxima colina están las aguas saladas del mar. La elfa es quien acaba la frase del humano. Según dice, los bandidos tienen un barco con el que van a escapar sin no nos damos prisa.

La elfa baja de su enorme caballo y toma la delantera dirigiéndose hacia lo alto de una colina. Yo la observo desde abajo con cierto temor a que no me vean los bandidos. Háma señaló que tras la colina está la playa y allí están los bandidos, si yo los veo ellos me podrían ver. La elfa hace una pequeña señal con la mano para que me acerque. Sin pensármelo, doy pequeño golpe con los dos talones de mis pies hacia el lomo del caballo para que se diera prisa y ponerme arriba de la pequeña colina al mismo nivel que ella. La elfa no me haría una señal para que fuera si estuviera en peligro.


-Sí.- Contesto a la pregunta de la elfa. –Hay muchos enemigos, pero sé cómo hacerlo.- Bajo del caballo blanco con manchas negras. Antes de marcharme le acaricio el hocico.-Cuida de él.- No me dan miedo los bandidos humanos. Hace unas semanas estaba combatiendo junto a Killian contra un ejército de espantapájaros. Centenares de hombres con cabezas de calabazas, cuerpos desmembrados cosidos con forma de gigantes y el brujo que me hizo la herida en la oreja venían a por mí; todos murieron. Cojo la punta de una flecha y corto la silla del lomo del caballo y me la cargo en la espalda. –Volveré.-

Bajo la colina a paso acelerado por el lado contrario a la elfa. Busco los desniveles que pueden favorecer mi posición. Si me estoy quieto los bandidos me verán, si estoy más alto que ellos los bandidos me verán, si tropiezo con las piedras resbaladizas de la playa los bandidos de verán… Debo de ir con cuidado, rápido pero con cuidado. Si lo necesito ralentizo mi marcha lo suficiente para ver el terreno con el que dispongo. No hay árboles donde pueda saltar y pocos matorrales donde me pueda esconder. No es el escenario con el que estoy acostumbrado a moverme y por eso necesito ir más despacio.

Encuentro una roca más pronunciada que el resto a unos diez metros por encima del barco. Rápido, voy a esconderme tras ellas de cuclillas dando la espalda al barco con la vista fija al punto donde se quedó la elfa. Hago un leve movimiento con la palma de mi mano hacia abajo indicándole que tuviera paciencia. Necesito tiempo, por mucha prisa que me pueda dar necesito tiempo. Con las manos, cabo el arena un pequeño hoyo, lo suficientemente ancho para que quepa la planta de un pie humano y lo más profundo que puedo considerando el poco tiempo que dispongo. Una vez tengo el hoyo hecho, cojo unas flechas las meto dentro enterrando la madera y dejando al descubierto las puntas de hierro. Rasgo un trozo de tela de la silla del caballo que cargué a mi espalda y la utilizo para cubrir el hoyo. Finalmente, con un poco arena, hago igualo el color de la tela con el resto del suelo. El resto de la silla la entierro en la arena lejos del hoyo. (1)  

Viene lo más difícil. Dejarme ver. Con los osos salvajes, más grande y feroces que los humanos, me funcionó. Me levanto del suelo doy unos golpes a la enorme roca sin levantar la voz. Hasta el más necio de los humanos sabrá que hay alguien tras la roca, no me llegan a ver de todo pues ésta oculta casi todo mi cuerpo dejando ver solo un poco de la cola de mi cabello plateado. Los bandidos hablan entre sí, puedo oírlos. Alcanzo a escuchar hasta siete voces diferentes pero puede que hayan más. Tras una conversación plagada de insultos y gritos, dos de los humanos vienen por la derecha de mi posición. La arena amortigua el sonido de sus pasos pero no el de sus lenguas. Todos los humanos hablan demasiado. Me tiró al suelo y, con la mayor velocidad que dispongo, me pongo la silla del caballo cubierta de arena a la espalda y corro por el lado izquierdo de la roca a otro desnivel a unos pocos metros por encima de la enorme roca y mucho más alejado del barco.

-¡AHHH!- Grita uno de los humanos.-¡¿QUÉ MIERDA ES ESTÁ?!- Me asomo ligeramente de mi desnivel. El pie derecho de uno de los bandidos ha caído en mi trampa. No deja de sangrar y él no se atreve a sacarlo del agujero. El otro humano se acerca con temor intentándolo ayudar, pero el herido le empuja violentamente haciéndole caer de culo contra el suelo.-¡APARTA TUS SUCIAS MANOS DE MI PIE!- Consigue pronunciar entre gritos de dolor.

Los demás humanos dejan el upelero atado con un poste cerca de los botes, está tan mal herido que apenas puede moverse, igual que lo está ahora el bandido que he atrapado con mi trampa. Debo de ser rápido, debo de ser preciso, es ahora o nunca. Respiro hondo el aroma dulce y áspero del mar, me pongo de pie y me concentro con mi objetivo. El viento mueve la cola de mi cabello, el movimiento con el que se mueve mi pelo me sirve para prever la dirección de mi disparo. Me olvido de los gritos de dolor del humano, de los otros que intentan saberle y quedan heridos, me olvido del vaivén de las olas y de cuan herido está la gallina gigante. Solo me concentro en mi objetivo: La cuerda que ata al upelero. Tenso una flecha en viento atroz y disparo. (2)

El tiro es preciso y el animal queda libre. Está confuso, se intenta levantar poco a poco y con el paso más rápido que sus heridas patas pueden hacer escapa de los bandidos en dirección a la elfa. Los humanos le ven escapar, dejan al hombre atrapado en mi trampa y van en busca de sus caballos. A pie no alcanzarán la carrera del upelero pero a caballo sí lo harán, él ave está demasiado débil para correr más deprisa.

He hecho todo cuanto se me ocurría hacer, ahora todo depende de la elfa y de los dos humanos que la acompañan.


Off rol:
(1) Uso mi pasiva de trampas y venenos. (Trampa hecha gracias a la idea de Alanna <3 )
(2) Uso mi habilidad de nivel 1 llamada concentración
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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Ene 13 2016, 21:58

La peliblanca se mantuvo acostada sobre la colina asomando únicamente la parte superior de su cabeza encapuchada de negro asegurándose de que ninguna mirada al azar pudiera delatar su posición. Desde donde está pudo ver cada movimiento de Sarez tratando de acercarse sin llamar la atención hasta la playa, buscando una buena posición desde la que actuar contra aquellos ladrones con movimientos lentos y precavidos. Cada minuto parecía alargarse una eternidad, cada paso sobre alguna superficie especialmente deslizante causaba que contuviera la respiración y cuanto más se acercaba a las rocas más notaba que la tensión del momento aumentaba del mismo modo que lo hacía el riesgo que corría el extraño elfo. Un paso en falso, un ruido de más y solo los dioses podrían ayudarle a salir de allí. A un par de metros más abajo de donde ella se encontraba, los humanos la miraban expectantes esperando cualquier gesto o señal que les indicara cómo iban las cosas mientras movían sus armas en extraños movimientos de práctica contra el aire, preparándose para actuar.

Por fin llegó a las rocas y le hizo un gesto de paciencia a la sacerdotisa que le respondió con un gesto de aceptación y otro con el que pretendía hacerle entender que vigilaría que ningún cuatrero apareciera desde otro lado y le ganara la espalda. Si se daba el caso trataría de avisarle imitando el sonido de algún ave, esperando que aquellos malhechores no supieran distinguir el canto de un pájaro de Sandorai del de uno de aquella zona, porque la peliblanca no sabía cómo imitar a una gaviota. -¿Pero qué hace ahora?- Se preguntó a sí misma en un leve susurro observando como Sarez comenzaba a cavar en la arena sin entender qué tramaba hasta que le vio colocar flechas a modo de trampa. Con algo así apenas conseguiría una lesión mínima pero no necesitaba que la trampa fuera letal, solo dolorosa. -Bien pensado, espero que sepas cómo salir de ahí después.- Volvió a musitar la joven elfa sin perder detalle de nada de lo que pasaba bajo su posición.

-¿Va todo Bien?. Esta espera me está matando. Tengo los huevos en la garganta, con perdón.- Dijo Háma acercándose con cuidado hasta Níniel, que le miró al cuello tomándose sus palabras de modo literal sin ver nada anómalo en aquella parte del cuerpo del humano. Debía de ser una de esas frases típicas de humanos que no significaban lo que parecían. ¿De dónde sacaban esas frases tan raras los orejas redondas?. No había quien les entendiera cuando se ponían a usar esos coloquialismos y sus más que abundantes frases hechas. -Por el momento sí. Está preparando una trampa señuelo, debemos estar preparados.- Le respondió la peliblanca tratando de quitarse la bizarra imagen literal que se había instalado en su cabeza sin apartar la vista de Sarez.

Entonces todo comenzó. Una pequeña llamada de atención y a los pocos segundos aparecieron tras las rocas un par de humanos con cara de pocos amigos y sus armas preparadas. Hablaban entre ellos y parecían considerar poco probable que que aquello que les había hecho ir hasta allí fuera algo importante por el modo despreocupado con el que se movían, incluso se dieron un par de empujones el uno al otro de ese modo que solía implicar cierta camaradería por extraño que resultase expresarla a base de golpes, al menos a Níniel le resultaba sumamente curioso. Un paso en falso y los gritos de uno de ellos rompieron el silencio de manera estridente y sumamente soez, llenando el aire de insultos y toda clase de blasfemias que sin duda podrían oírse a cientos de metros alrededor del desafortunado criminal, el mejor señuelo que cualquiera podría desear. Inmediatamente comenzaron a aparecer el resto de sus compinches alarmados por semejantes berridos y mirando por todas partes, buscando al atacante causante de todo aquel escándalo sin encontrarlo.

-Maldita sea Falis, deja de quejarte como una niña, nos van a oír hasta en Lunargenta.- Dijo uno de ellos, un tipo grande con una barba larga y poblada sucia de migas de pan. -Sacadle el pié de ahí y subid a ese condenado animal a un bote de una puñetera vez.- En ese momento una flecha silbó al viento y antes de que alguno de los bandidos lograra evitarlos el upelero ya corría libre por la playa arrollando al único de aquellos malandrines lo bastante tonto como para ponerse en su camino. -!Por las barbas de Odín, no dejéis que escape!. Malditos inútiles.- El animal estaba herido e instintivamente escapaba en dirección hacia ellos lo cual era bueno. Lo que no eran tan buenas noticias era el hecho de que, una vez superada la sorpresa y el caos inicial, aquellos tipos no pensaban darse por vencidos y cinco de ellos se apresuraron a ir a por sus monturas. Muy pronto se les iban a echar encima.

Níniel silbó y Trickster corrió hacia ella deteniéndose a unos metros de distancia claramente agitado y nervioso, incluso herido sus poderosas garras eran una amenaza por lo que acercarse hasta él con rapidez, a pesar de que la situación lo demandaba, no sería una buena idea salvo que se quisiera besar el suelo o algo aún peor. Tenían muy poco tiempo así que la peliblanca, aún a pesar de tener el golpe anterior reciente, se acercó una vez más hasta el upelero, sin prisa pero sin pausa, con una mano alzada con la intención de acariciarle como hiciera la primera vez antes de que la intervención de los ladrones acabara con Trickster en peligro y con ella en el suelo. Trickster agitó sus alas y movió su cuello de manera amenazante pero no se alejó ni trató de atacarla. Un paso tras otro la elfa llegó hasta él y tras mirarlas a los ojos el animal bajó la cabeza y se dejó acariciar. -Buen chico. Hemos venido para ayudarte, seguro que lo entiendes.- El upelero emitió uno de sus característicos sonidos en respuesta.

-¿Qué hacemos ahora?, vienen a caballo. ¿Escapamos?- Preguntó el hijo de Háma sugiriendo lo único que no parecía una locura. Por desgracia la montura herida no podría dejar atrás a aquellos cuatreros ni podían dejar allí a Sarez, que además era el mejor guerrero de los cuatro con diferencia. Escapar no era una opción ni buena ni factible.

-Tengo una idea...Pero es arriesgada. La colina evita que nos vean, no saben cuántos somos ni quiénes somos...Vamos a hacerles creer que somos un pelotón de guardias de la ciudad...En cuanto se acerquen, levantad las armas de modo que se vean por encima de la colina y gritad como si fuerais un ejército. Algo así como...Por el rey, por Lunargenta y esas cosas. Gritad como nunca habéis gritado.- Ambos humanos la miraron como si se hubiera vuelto loca pero el sonido de los caballos acercándose fue la señal que les indicó que las opciones se agotaban. -¿Tenés otra idea mejor?.-

Como respuesta ambos comenzaron a gritar a pleno pulmón rumbo a lo alto de la colina y a agitar sus armas de modo amenazante y a la vista, enseguida Níniel se sumó a su griterío aunque su voz resultara seguramente demasiado dulce para una soldado de la ciudad.

-!Por Lunargenta!, !Matad a esos ladrones de mierda! !A la horca con ellos! - Gritaban sin descanso tratando de creerse su propia mentira para evitar que sus voces les traicionaran mientras el ruido de los cascos sobre la tierra no dejaba de aumentar dejando claro que los enemigos aún continuaban avanzando. Como último recurso Níniel preparó su bastón para crear una luz con la que los cuatreros se encontraran de cara. Pronto descubrirían si el farol había colado o no.


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Mensaje  Sarez Sáb Ene 16 2016, 11:47

Entre las malas palabras de los humanos alcanzo a escuchar un suave y fuerte sonido. No creo que los bandidos sepan hacer otra cosa más que insultar. Ese sonido le pertenece a la elfa. Desde mi posición, de pie encima de una roca a la vista de todos, busco el lugar donde ha nacido el sonido suave y fuerte. Me doy cuenta que no soy el único que lo busca, la gallina gigante, aquella que responde al nombre de Trickster, también lo hace pero, a diferencia de mí, ella no se está quieta y corre al lugar donde nació sonido.

Los bandidos van hacia la gallina, y ella, a su vez, va hacia la elfa y los trabajadores del establo. Trickster demuestra una resistencia impropia de otros animales. Aun estando tan herido, sus fuertes patas son capaces de correr a gran velocidad. Quiero ayudar. Debo hacer algo para poder ayudar. Instintivamente, cojo una flecha de mi carcaj y la poso sobre la cuerda de Vientoatroz sin llegar a tensarla.

El upelero desaparece de mi vista tras llegar al otro lado del desnivel donde dejé a la elfa y a los demás. Dejo de preocuparme por él. Si está con los demás está a salvo. Mi mirada la dirijo hacia los cinco bandidos a caballos. La elfa, Hámay su hijo Haleth no tendrán la menor oportunidad a la hora de combatir contra los bandidos; ellos tienen armas, espadas, látigos e incluso puedo ver uno armado con una pequeña ballesta, en cambio la elfa solo tiene un bastón con que poder defenderse y los trabajadores del establo no tienen nada. Si los bandidos llegan los matarán.

Estoy a punto de tensar la flecha hasta llegar el límite de la cuerda de Vientoatroz cuando oigo unos gritos venir del denivel. Reconozco las voces. Son la elfa, Háma y Haleth, pero no entiendo por qué gritan. Es como si quisieran ir a atacarles pero no llegan a hacerlo. Los bandidos detienen su carrera durante  unos minutos al oír los gritos. Están tan confusos como yo, puede que más. Pero los minutos son escasos. Uno de los bandidos, uno de larga barba sucia y armado con un látigo, da vueltas con su caballo entorno a los otros hombres. Parece nervioso e indeciso. Los minutos son escasos y después de que el bandido barbudo diga unas palabras que no alcanzo a oír los caballos vuelven a la carga al lugar donde está la elfa y los demás.

No lo pienso más. Inmediatamente tenso la flecha hasta el límite y la disparo hacia los bandidos sin la intención de herir a los caballos. Solo pretendo asustarles, parar su carrera. La flecha se posa con fuerza ante los cascos del primer caballo de la persecución, uno de color negro perteneciente al hombre de barba larga y sucia. El caballo se encabrita tirando su jinete al suelo. Los otros bandidos se quedan indecisos sin saber qué hacer. Miran de lado a lado de la playa, como si esperasen que, de un momento a otro, un ejército emergiera de la arena.

-¡INÚTILES DE MIERDA!- Grita el hombre que atrapé en mi trampa. Ha conseguido salir del hoyo y camina apoyándose en uno de sus compañeros. - ¡¿Es que no lo veis?! ¡Está ahí, delante de vuestras putas narices!- Me señala con el dedo.

Al contrario de lo que podría esperar, los bandidos a caballo se detienen. Mi miran fijamente a la vez que miran hacia el lugar donde gritan la elfa y los demás. ¿A qué esperan? Me han visto. Deberían ir hacia mí. Pero no lo hacen. El hombre de barba larga se queda en el suelo, me mira fijamente. Se gira de golpe mirando a su espalda con cierto temor y me vuelve a mirar. Creo que ya lo entiendo. No sabe cuántos somos. No sabe si somos más arqueros, tampoco sabe si tras el desnivel  está el ejército de la ciudad yendo hacia ellos, además, uno ellos ha caído en mi trampa, pueden creer que hay más hoyos como ese por toda la playa.

-¡MATADLO DE UNA PUTA VEZ!- Grita de nuevo el tipejo que atrapé.


-No.- Digo en voz alta sin llegar a gritar. - Venid y moriréis. Hay trampas, más arqueros escondidos y caballos tras las colinas.- Señalo el desnivel.- Venid y moriréis.- Repito una vez más.

El hombre del suelo se levanta a duras penas y de un tirón le quita una ballesta a otro bandido y me dispara. El virote me golpea el hombro derecho con tanta fuerza que me tira al suelo. Sé que he tenido suerte, unos centímetros más abajo y me hubiera matado, me debería sentir afortunado que el disparo solo alcanzó la carne. Pero, no me siento así. Siento un terrible dolor en el hombro derecho. Pongo mi mano en el lugar de la herida, pronto la lleno de sangre. Me duele. Me duele mucho. Sin embargo, por mucho que me duela, hago lo posible por no gritar. Para los bandidos estoy muerto. Para los bandidos, los bandidos, un ejército se dirige hacia ellos.

-¡Cállate!- Oigo desde el suelo gritar a un hombre. - ¡Me da igual lo que digas!- Sigue hablando pero no alcanzo a distinguir qué palabras está diciendo. Otro hombre le contesta pero tampoco puedo escuchar sus palabras. – ¡Tú puedes morir aquí si te sale de los huevos, pero yo no lo haré!- Vuelve a hablar el primer hombre. –¡Me marcho!-

-¡NO OS NECESITO!- Grita una voz ronca como la de ningún otro hombre. - ¡POR MÍ PODÉIS IROS TODOS AL INFIERNO, VOY A COGER EL UPELERO, AUNQUE SEA LO ÚLTIMO QUE HAGA!-

Se oye un golpe, como alguien tirando un objeto al suelo. No puedo ver de qué se trata, pero por el sonido puede ser la ballesta que me ha disparado. El mismo caballo que hice encabritar vuelve a hacerlo pero esta vez sin tirar a su jinete. Un caballo se dirige hacia el otro lado de la colina, mientras, los otros vuelven a la playa. Un bandido contra una elfa y dos trabajadores de la casa para caballos, ahora ya está más igualado.


spoiler:
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Mensaje  Níniel Thenidiel Lun Ene 18 2016, 01:07

!Funcionó!. Justo cuando parecía que aquella idea desesperada había fracasado y no tendrían más opción que tratar de imponerse en un combate a todas luces perdido de antemano el plan funcionó. La peliblanca pudo notar como el suelo dejaba de estremecerse por el trote de lo caballos en su dirección y pudo oír entre sus impostados gritos de guerra como aquellos villanos dudaban y se resistían a continuar con su avance temiendo enfrentarse a la fuerza que les esperaba al otro lado. No obstante aún no habían vencido, no avanzaban, pero tampoco retrocedían y parecía que no todos estaban dispuestos a dejar escapar su botín tan a la ligera. Necesitaban darle la puntilla a la situación, terminar de quitarles las pocas ganas de luchar que les quedaran y ponerlos en desbandada o al final se darían cuenta del engaño y tanto desgañitarse no habría servido para nada. Quizá si avanzaban ahora y se cargaban contra los enemigos acabaran por creerse que tras ellos tres iría todo un batallón...

Sin embargo la puntilla no llegó de parte del grupo de la colina si no de parte de Sarez. Su silbante flecha al viento causó que el caos y el miedo invadiera del todo al grupo de cuatreros pensando en un primer momento que tras la colina había arqueros y luego, tras darse cuenta de que el disparo había llegado de la dirección contraría, que estaban rodeados y que eran un blanco fácil. Sus temerosas conversaciones eran música para los oídos del reducido grupo de valientes que animados gritaban y amenazaban con renovado brío por su éxito. Los enemigos no lograron recuperar la compostura y a pesar de las palabras del que parecía su líder el grupo pareció dividirse y darse a la fuga en dirección a la playa, puede que hacia los botes, dispuestos a salir de allí antes de acabar muertos o presos.Todos trataron de huír, menos uno y ese último subió a lomos de su caballo hasta arriba de la colina y se encontró con un panorama que le hizo soltar una sonora risotada causando que Níniel y los trabajadores a su lado se quedaran mudos y dejaran de vociferar.

-!Muchachos!. Solo son una elfa y un par de mozos de cuadra.- Trató de llamar el barbudo a sus compañeros de fechorías pero estos o no lo escucharon o no quisieron escucharle pues ninguno acudió al lado de aquel hombre. -Maldita sea, atajo de gallinas. ¿Pensáis que sois muy listos con el truquito?. Voy a cortaros en pedacitos, y con tus orejas me haré un collar elfa.- Dijo lanzándose al trote y lanzando un latigazo que por poco no deja sin cabeza a Háma y le hizo caer al suelo. Volvió a alzar su  su arma, trazando sobre su cabeza un círculo con ella para golpear una vez más pero no llegó a descargar aquel segundo golpe pues recibió una herida en la pierna. Haleth se había lanzado valientemente contra él para ayudar a su padre y le había clavado de forma poco hábil pero dolorosa su espada. -Malditos seáis.- Dijo el barbudo soltando su látigo y desenvainando su espada para acabar con la vida del joven que se apresuraba por alejarse de él sin lograrlo.

*Níniel señaló con su bastón a Haleth y a su padre y con una corta plegaría a sus dioses bendijo a ambos con una bendición a su destreza que llegó justo a tiempo para que el chico aumentara su velocidad de carrera lo justo para evitar un tajo letal y saltar a un lado antes de que la montura del ladrón le arrollara. No obstante, sorprendido por el tenue brillo que emitía su cuerpo y por haber hecho gala de unas aptitudes que desconocía se distrajo en el peor momento posible. -Corre Haleth, no te quedes ahí.- Le advirtió la peliblanca al ver que el ladrón volvía hacia el chico con toda la intención de lograr a la segunda lo que extrañamente no había logrado a la primera. Se acercó nuevamente espada en mano y Níniel supo que Haleth no iba a conseguir esquivarlo aquella vez, ni siquiera con la bendición de destreza. -!Hijo!- Gritó Háma impotente ante la escena que parecía transcurrir a cámara lenta, como si el tiempo mismo quisiera otorgarla a aquel valiente joven unos instantes más...

Entonces un manchurrón blanco surgió aparecido de la nada en escena y con un salto y las garras por delante se abalanzó sobre el barbudo y su montura derribándolos a ambos justo a tiempo mientras gritaba un poderoso y orgulloso "Hu-hu". Trickster, aún malherido, parecía haber decidido que aquella pelea también era su pelea. El caballo del ladrón se incorporó y huyó asustado ante los agresivos gestos del upelero blanco que amenazaba a su torturador arañando la arena bajo su sombra con una de sus garras.

-Pollo de mierda...- Insultó aquel bribón sin ni siquiera poder andar bien por culpa de la herida de su pierna. Incluso había perdido la espada durante el derribo de Trickster. Aún así sacó una daga de su bota y continuó amenazándoles a todos. -Suelta la daga ladrón, somos cuatro contra uno, y estás herido. La justicia de Lunargenta decidirá tu destino.- Propuso la peliblanca pues era lo que pensaba que debía hacerse aunque hubiese tenido sus más y sus menos con la guardia de la ciudad. Aunque Alanna siempre decía que había tenido mala suerte, solo eso. -Atrapado por una elfa, dos putos paletos que se ganan la vida recogiendo mierda de caballo y un pollo...Esto tiene que ser una broma.- Níniel no pudo evitar una sonrisa de suficiencia. -Y tú y tu banda engañados con el truco más tonto de Aerandir...No te olvides de eso.- El hombre la miró furibundo y escupió hacia el suelo de forma bastante grosera y muy poco refinada pero soltó su arma y se rindió siendo apresado inmediatamente por Háma y su hijo y atado de pies y manos a uno de los caballos y no fueron muy amables con él precisamente durante el proceso. -Eres elfa, ¿No vas a curarme la herida de la pierna?, me desangraré antes de llegar a la ciudad.- La peliblanca no le hizo mucho caso. Quería volver hasta lo alto de la colina para ver si Sarez estaba bien y si efectivamente estaban a salvo o si por lo contrario aquellos malhechores habían decidido volver a por ellos. -Por suerte para ti no ha cortado ningún vaso importante, sobrevivirás, aunque estoy bastante segura de que debe de doler. Así comprenderás mejor el daño que le has causado a Trickster.-

De nuevo sobre la loma de la colina la peliblanca vio como las barcas de remos de aquellos ladrones se hacían a la mar y remaban tan rápido como podían en dirección al barco. Al final lograrían escapar, pero aunque eso amargaba su victoria no podía si no estar satisfecha con cómo habían ido las cosas. Bastante habían logrado ya rescatando al upelero y capturando a uno de los malhechores. Con ese pensamiento positivo comenzó a revisar la playa y la zona de rocas cercanas al punto dónde había visto a Sarez la última vez. ¿Se habría ocultado tras alguna roca?. El peligro ya había pasado, ¿por qué no regresaba?. Inquieta ante la ausencia de señales del elfo la sacerdotisa comenzó a silbar imitando el canto de un pájaro del bosque que solo cantaba cuando todo estaba en calma y en seguida cesaba su trino en cuanto había la menor señal de peligro.


Uso de la habilidad de nivel 2 Estrella fugaz.
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Mensaje  Sarez Mar Ene 19 2016, 19:59

No me muevo ni un mísero milímetro del suelo. Sé qué me va a pasar si me ven: Me matarán. Mi hombro sigue sangrando. Podría cortar una correa de la silla de montar que usé para cubrirme y utilizarla para parar el sangrado; pero no lo hago. Eso implicaría moverme y, a su vez, que me vean los bandidos.

Un escalofrío me recorre todo el brazo derecho. Tras su marcha deja una sensación de frío nacida de la herida del hombro; es como si un trozo de hielo posase sobre la herida. Pero no todo es hielo y frío, noto también el calor de mi propia sangre. Es un extraño contraste. Extraño, desagradable y conocido. Mientras, sigo tirado en el suelo, recuerdo todas las ocasiones en las que he sentido este mismo contraste. Goblins, trolls, hombres calabaza, no muertos, lobos, osos, incendios forestales, cuervos de plata… He salido herido en innumerables peligros y en todos de ellos he salido vivo; ahora siento que no va a ser así.

Mis ojos me pesan. Me siento cansado. Escucho una serie de sonidos venir del otro lado de la colina, justo donde se encuentran la elfa y los otros humanos. Siento curiosidad por saber qué sucede. Curiosidad que desvanece rápidamente por el cansancio de mi cuerpo. El simple hecho de pensar en qué le está sucediendo a la elfa y si aquel hombre de barba sucia ha podido o no llegar al otro lado  hace que me sienta más y más débil. He perdido mucha sangre y sigo perdiendo.

No puedo decir cuánto tiempo pasa. Cierro los ojos, escucho gritos del otro lado de la colina. Los vuelvo abrir lenta y cansadamente con la esperanza de ver aquello que sé que está fuerza de mi alcance. Ya no oigo nada. Aguanto todo el tiempo que puedo con los ojos abiertos, pero, al cabo de unos segundos, los vuelvo a cerrar; siento que pesan demasiado. No sé cuánto tiempo ha pasado hasta que el chillido de la gallina gigante hace que vuelva a abrir los ojos. No duran mucho tiempo abiertos. Gritos, coces, gruñidos… Puedo oírlo todo, pero ya no hago caso de todo cuanto escucho. Quiero descansar, dejar de sangrar, dejar de sentir el frío en mi hombro derecho, poder abrir los ojos con la misma facilidad que siempre y quiero poder levantarme.

Los sonidos cesan de inmediato. Es el fin. Sé que es el fin. No oigo nada. Ya no hay nada. Todo está en calma. Ha llegado la hora, la hora de mi muerte. No me molesto por volver a abrir los ojos.

En los bosques, cuando todo está en calma, se oye el canto de una característica ave.  No estoy en el bosque, estoy en playa, aquí no vive ese pájaro. Entonces, ¿por qué puedo oírlo? Intento abrir los ojos. He perdido el recuento de cuántas veces he intentado abrir los ojos; ni siquiera entiendo la razón por qué lo vuelvo a intentar. Mas, no puedo abandonar, no quiero rendirme. Abro los ojos lentamente. Estoy atento al cielo, ¿dónde está el pájaro? Quiero verlo, quiero ver sí está en el cielo. Quiero saber sí es verdad que está todo en calma.

Hago un esfuerzo fuera de mis límites para poder levantarme. ¿Por qué no lo he hecho, por qué estaba en el suelo? Pocas cosas son las que recuerdo antes de cerrar los ojos por primera vez. No sé qué estaba haciendo antes de que me atravesara el virote mi hombro. Miro mi herida, ha dejado de sangrar pero no por ello tiene mejor aspecto. Miro hacia la playa. Los botes se alejan. El ave tenía razón, está en calma. Miro ahora hacia mi espalda, hacia la colina donde al otro deberían estar mis compañeros. Allí la veo. de pie en lo más alto, es la elfa.


-Calma.- Suspiro.

Con mi mano izquierda sujeto mi hombro herido, tengo la sensación que si no lo hago se caerá al suelo. Camino lentamente hacia la elfa. Cada paso que doy es más de lo que podría haber hecho segundos atrás. Explicar de dónde me viene la fuerza es complicado. Es una sensación de querer seguir viviendo. Cuando un conejo cae en una de mis trampas, no se queda parado a esperar que me lo coma, sigue corriendo, a pesar de estar gravemente herido, sigue corriendo; igual que la gallina gigante, cuando la liberé, por muchos golpes que hubiera recibido, corrió a ir detrás de la colina. El conejo, Trickster y yo somos iguales: Solo queremos vivir.

Llego a la posición en lo alto de la colina junto a la elfa. Los trabajadores del establo están preparando los caballos, el hombre barbudo tiene una herida en la pierna y lo han atado de brazos y piernas  a uno de los corceles. Todos están bien, Trickster, Háma, Haleth y la elfa. Todo está en calma.


-Calma.- Repito una vez más cayéndome de rodillas contra el suelo. Mis piernas no pueden soportarlo más. Necesitan descansar.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Ene 20 2016, 21:45

El silbido no recibió respuesta y la peliblanca comenzó a temerse lo peor mientras trataba de recapitular en su mente en qué momento pudo haberle pasado algo malo al extraño elfo. La última noticia que había tenido de él había sido la de aquella flecha que aún se encontraba clavada en el suelo a unos metros de donde ella estaba. No había visto a Sarez dispararlas pero había escuchado su silbido en el viento y los comentarios confusos y asustados de los cuatreros pensando que estaban rodeados poco antes de que todos menos al que ya habían conseguido reducir emprendieran una precipitada huida a la playa. ¿Acaso mientras luchaban con barbasucia el elfo de cabellos plateados se había enfrentado a los cobardes a la fuga?. Parecía poco probable que después de tantas precauciones con su aproximación al final, en el momento de la victoria, le hubiese dado por hacerse el héroe de esa manera. ¿Pero entonces por qué no respondía?, ni siquiera tenía que ser imitando los sonidos de la peliblanca, cualquiera servía.

Entonces lo vio. Caminando renqueante y con lo que parecía ser una flecha en el hombro, no, no era una flecha, era un asta mas corta que la de una flecha, era un virote de ballesta. ¿Cuándo había pasado eso?. No era momento de pensar en el cómo y el cuando era una herida bastante grave a pesar de ser en el hombro y por el aspecto del elfo debía de llevar un rato perdiendo sangre por ella. -Haleth, es Sarez, está herido, ven conmigo.- Le Pidió al hijo de Háma que acababa de comprobar que los correajes que mantenían atado a aquel ladrón de monturas estaban bien anudados y lo suficientemente apretados como para no resultar cómodos. El chico alzó la mirada y se apresuró a llegar hasta ella siguiéndola colina abajo hasta alcanzar a Sarez y ayudarle a subir lo que quedaba de pendiente hasta la loma donde estarían a salvo y desde donde podían controlar el entorno. Un primer vistazo sirve para confirmarle a la sacerdotisa la gravedad del estado de su valiente compañero. -¿Quién te disparó?, por los dioses si esos humanos estaban aterrorizados.- Comentó sin esperar realmente una respuesta e instando a Haleth a tumbarlo con cuidado sobre la verde y lígéramente húmeda hierba.

-¿Se pondrá bien?. ¿Qué necesitas que haga?.- Se ofreció su improvisado ayudante claramente alterado por la presencia de tanta sangre, mucho más alterado ahora que cuando casi pierde la cabeza por dos veces. No obstante su ofrecimiento es justo lo que la elfa necesita. -Busca en la silla de Nahar, en las bolsas, llevó algo de material médico, en el otro lado de la bolsa cuadrada. Traeme también mi bolsa, siempre llevo algunas pociones encima. Porque si algo he aprendido es que mujer precavida vale por cien fuera de Sandorai.- Eso último lo dijo en voz baja, como si no le gustase y hubiese acabado aprendiendo esa lección por las malas. -Sí, tu sigue calmado, voy a ocuparme de tu herida y muy pronto estarás recuperado, continúa atento a mi voz y manténte despierto ¿vale?.- Dijo mientras le revisaba en busca de más heridas que hubiese podido pasar por alto y controlando sus constantes, limpiándole el sudor de la frente con la manga de su ropa. En seguida Haleth regresó con todo lo indicado y la sacerdotisa comenzó a trabajar.

Lo primero era sacarle el virote. Para ello la elfa con ayuda del chico le despojó de su camisa y comprobó los orificios de entrada y salida y tras ver cómo estaba sacó su daga de entre los pliegues de su ropa y comenzó a cortar el final del virote para que al tirar no causara más daños ni las plumas se desprendieran obligándola a tener que perder tiempo limpiando la herida de objetos extraños. Una vez cortado el virote, mientras Haleth mantenía sentado a Sarez, la peliblanca sacó un ungüento curativo de su bolsa y se preparó para extraer el proyectil desde su espalda.- Esto te va a doler un poco, muerde esto.- Dijo poniéndole en la boca el trozo de virote cortado rodeado por unas vendas para que al morder no se hiciera daño. -Bien, a la de tres...Tres.- Tiró de la flecha sin pasar por los números uno y dos, sacándola y causando que más sangre comenzara a brotar por lo que debía trabajar rápido. Revisó que la herida estuviese limpia, sin ningún resto del virote ni de suciedad y comenzó a aplicar sobre la herida el contenido el ungüento. Era una pasta de color azulado formada a base de ala de dardo azul en polvo, esencia de pétalos de flor azul de la montaña concentrada y tallo de campanilla de la muerte, una flor que muchos alquimistas preferían no usar pues una selección incorrecta o un tratamiento incorrecto de dicha flor podía resultar potencialmente venenosa. No obstante en manos de una alquimista experta como Níniel una de sus propiedades más complicadas de extraer era la de coagulante, lo cual era en su justa medida muy útil para heridas sangrantes como aquella. Una ves aplicado el ungüento la elfa comenzó a preparar un vendaje de compresión en torno al hombro de Sarez y extendiéndolo por su torso para que fuera firme y a la vez le estorbara lo menos posible. -Bien, sobrevivirás, ahora tómate esto, te ayudará a recuperar fuerzas. De un trago, sabe a cereza.- No era cierto, sabía a rayos, pero si que era cierto que estaba trabajando en darle a sus pociones bebibles un gusto menos amargo de lo que solían ser, aún le faltaba para tener un éxito total en ese campo aunque ya lo había logrado en algunas pociones. Aquel frasco contenía corazón de amanita muscaria concentrado, seta brillante, concretamente esporas de su sombrero tratadas con Extracto de semillas de ricino que aceleraban los efectos y todo ello mezclado con agua de manantial. Con aquello Sarez se recuperaría, había perdido demasiada sangre por lo que permanecería algo débil unas horas y agradecería una buena y contundente comida pero podría valerse por sí mismo.

-¿Estás mejor?. Bien, mi trabajo no ha terminado, debo atender a Trickster y...Empiezo a sentir algo de pena por nuestro prisionero, aunque su herida no es grave....Buen trabajo por cierto, no lo hubiésemos logrado sin ti, gran idea lo del señuelo- Dijo dándole una leve caricia en la mejilla mientras se levantaba y lo dejaba a cargo de Haleth. Su siguiente acción fue usar su imposición de manos sobre Trickster para comenzar a sanar todos los cortes, rasguños y golpes que tenía por buena parte de su cuerpo. Ninguno era por si mismo grave, pero por su número aquello le iba a llevar unos minutos. En cuanto la cálida sensación de curación invadió el cuerpo del upelero éste comenzó a relajarse y a...Bueno, parecía como si ronronease mientras sus heridas desaparecían poco a poco aunque las plumas perdidas tardarían algo más en volver a crecer. Terminado el proceso Trickster comenzó a darle pequeños y suaves cabezazos como agradecimiento, aunque era demasiado impetuoso y casi la tira al suelo. Solo quedaba barbasucia que no paraba de quejarse.

-¿Así que yo soy el último?. Primero los elfos, luego los pollos y luego los humanos...Malditos orejas de punta...Deberíamos prenderle fuego a vuestro condenado bosque.- Níniel cambió de parecer y decidió mantenerse firme en su idea inicial de dejarle soportar el dolor un rato más. Parecía que aquel humano seguía sin haber aprendido la lección. -Pide perdón y tu herida desaparecerá en cuestión de segundos, pero si sigues insultándome...Bueno, tengo entendido que los sanadores humanos usan una aguja enorme e hilo para cerrar heridas de ese tipo...Y ni siquiera las limpian antes...Es como lo que usan para su carne rellena- Dicho eso volvió junto a Nahar dispuesta a volver sin más demora a los establos.

Uso de las pasivas Alquimia y primeros auxilios. Pediré corrección únicamente de alquimia.
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Mensaje  Sarez Vie Ene 22 2016, 16:47

Estoy en calma. Puedo ser consciente de todo lo que sucede en mi entorno. Los sonidos ya no trascurren por tramos entrecortados; siguen el orden que siempre han seguido. Los pájaros, el silbar del viento, algún perro ladrando por la lejanía… Todo se oye cómo debe oír. Es como una conversación; inconsciente y herido no solo podía escuchar una palabra de cada diez; ahora, estando en calma, puedo escuchar la conversación entera. Oigo como la elfa me pregunta quién fue el causante de mis heridas. No puedo contestarla. Las pocas fuerzas que me quedaban las usé para llegar hasta aquí, ahora mi cuerpo está en tal estado de reposo que no es capaz de poder responder a la pregunta de la elfa.

Haleth, el joven humano, pregunta por mi estado. Por el tono de sus palabras parece muy apenado. Intento girar levemente la cabeza para poder verle la cara. No lo consigo. “¿Me pondré bien?” Repito en mi mente la pregunta del humano. Como si yo mismo hubiera sido quien ha hecho realmente la pregunta, espero con impaciencia la respuesta de la elfa. Necesito un sí, necesito saber que hoy no moriré. Pero ella no le responde con el “sí” que tanto ansío, solamente da las órdenes referente a los objetos que necesita para sanarme, nada al respecto de la primera pregunta de Haleth. Sin embargo, no todo es en balde. La elfa pronuncia un nombre que llama mi atención: Sandorai.


-Hogar.- Susurro tan levemente que el sonido de mi voz resulta inaudible.

Solos, mientras el joven humano va a por los utensilios de la elfa, ella dice el “sí” que tanto ansiaba que dijera. Se ocupará de mis heridas y me recuperaré, solo tengo que atender su voz y mantenerme despierto.

La elfa con ayuda de Haleth me quitan la camisa. La mayoría de mis ropas acaban hechas harapos, la camisa de hoy no es una excepción; no siento pena por el simple hecho de que haya sido destruida, la siento porque a Idril le gustaba la forma en que me quedaba. ¿Por qué la recuerdo ahora? No quiero recordarla. Me  abandonó. De la noche a la mañana se fue sin dejar rastro. No se merece que piense en ella y aun así me cuesta sacarla de mi cabeza en los momentos de debilidad. Para olvidar a Idril me concentro en la elfa de pelo blanco y en el trozo de virote que me da para que muerda. Sé lo que viene, Athos se lo hizo a Wood para sanarle con sus medicinas el brazo. Aprieto los dientes en el trozo de virote. “A la de tres…” Muerdo con fuerza a la espera del primer “uno”, pero este no llega. La elfa arranca directamente el virote de mi hombro empezando a contar directamente por el “tres”.

Grito. El dolor es terrible. Mi cuerpo, antes en calma, se pone rápidamente en tensión parece estar gritando conmigo y yo grito con él. Vuelvo a estar sangrado. Estoy perdiendo demasiada sangre. Mi sangre también grita junto con mi cuerpo y conmigo. Rápidamente, noto algo frío en la herida diferente al frío que sentí cuando la recibí. Este nuevo frío es agradable y hace que mi sangre, mi cuerpo y yo dejemos de gritar. Giro lentamente la cabeza para ver de dónde proviene el nuevo frío; es la elfa, me está poniendo una clase de masa de color azul que hace que me relaje. Finalmente, termina haciendo un improvisado vendaje para cubrir la herida del hombro y no se infecte. Antes de marcharse, la elfa me da un extraño brebaje, lo tomo inmediatamente; la pérdida de sangre me ha dado mucha sed. ¿Cereza? La elfa me miente. No sabe a cereza. El brebaje está asqueroso.


-Desconoces los números más que los desconozco yo.- Le contesto a la elfa con una mirada de rencor por cómo contó hasta tres. Lo que dice es importante. Estoy mejor y agradezco sus servicios como sanadora y sus palabras de reconforte, mas deseaba poder acusarla del mal que me había causado al tirar de repente del virote.

Observo la manera en que sana a la gallina gigante con su magia. ¿Me hubiera curado si supiera que soy un desterrado? Es una sacerdotisa. Una de las de verdad, igual que las que vi en mi infancia, ya no tengo duda sobre ello. Ellas sanan a todo el mundo sin discriminar a nadie, aunque sea un renegado. Pero, aun así, ¿me hubiera sanado?

Cuando la elfa acaba de sanarle, miro con furia al hombre malvado. Cogería mi arco y cargaría una flecha contra él y no tendría el menor resentimiento tras su muerte. Sin embargo, si lo hiciera,estaría ofendiendo a la sacerdotisa. Si ella lo ha perdonado dejándolo con vida yo debo de obedecer sus decisiones.

Me monto en el caballo blanco de manchas negras; aquí ya hemos terminado y es hora de volver al establo. Durante el camino todo me parece diferente. Antes, no me fije en los árboles, en la hierba ni en los pocos animales que se dejaban ver; solo miraba el rastro de los bandidos e iba directo hacia él. Diferente también es mi trato con el caballo. Durante un momento, el animal pensó que había muerto y que ya no volvería. En su trote puede notar la  preocupación que tuvo hacia mí, su ánimo restablecido y su alegría al verme vivo.


-Sacerdotisa.- Llamo a la elfa cuando llegamos  a la mitad del camino. – Debo decirte una cosa.- Miro a mi espalda. Atrás están Háma y Haleth, su paso es más lento pues han de cargar con la carga del hombre de barba sucia. Me aseguro de hablar lo suficientemente bajo para que no puedan entender lo que digo. – No soy un buen elfo.- Digo finalmente tras un largo silencio. - Durante mi infancia fui desterrado de Sandorai.- Sin darme cuenta, el dedo índice de mi mano derecha recorre la cicatriz de mi ojo; odio cuando mi cuerpo hace eso por instinto. - Quiero volver. No he querido otra cosa desde hace un siglo. Quiero regresar a mi hogar, mi verdadero hogar. Quiero ser como los otros elfos y que nadie me mire como si fuera un extraño.- Unas gotas saladas y calientes nacen de mis ojos. Estoy a punto de decir algo pero ya no me salen más palabras. He dicho aquello que llevaba un siglo guardando para mí sin decírselo a nadie más. Ha sido demasiado tiempo de espera. -¿Me llevarás?- Consigo pronunciar finalmente.
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Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel] Empty Re: Los elfos que susurraban a los caballos [Trabajo] [Níniel Thenidiel]

Mensaje  Níniel Thenidiel Sáb Ene 23 2016, 20:49

El grupo victorioso emprende el camino de regreso en cuanto Sarez logra ponerse de nuevo en pie. Lo hacen de modo más lento, más pausado, cansados por lo acontecido en la playa a la vez que satisfechos por haber logrado recuperar al valioso upelero blanco y haber puesto en desbandada a los bandidos a pesar de que estos les superaban en número. No faltaron las miradas hacia atrás, como si en cualquier momento un nuevo grupo de asaltantes pudiese aparecer en el horizonte tratando de alcanzarles, quizá refuerzos desde el barco, pero nada estorba su retorno salvo las quejas y berridos de barbasucia que no cesaba de despotricar contra todo y contra todos, especialmente contra los elfos. Cuando de nuevo tienen a la vista los caminos de tierra que conectan la ciudad con las granjas de las afueras y los establos todo el mundo puede por fin suspirar con tranquilidad pues enseguida son visibles varias patrullas de la guardia.

Sin embargo aquella operación de recuperación aún tenía una última sorpresa desagradable para Níniel, en forma de revelación por parte de Sarez, una revelación que explicaba muchas cosas sobre su extraño modo de comportarse. Níniel era una joven muy comprensiva, siempre dispuesta a ayudar incluso a los que no se lo merecían pero aquellas palabras hicieron que se tensara sobre su montura y lanzara una mirada evaluativa a aquel que cabalgaba a su lado, como si necesitara volver a hacerse una idea de quién era aquella persona aunque acabaran de jugarse el cuello juntos. Durante unos segundos no dijo nada y solo permaneció en silencio, mirándole. -Así que sí eres "ese" Sarez después de todo. Un asesino, o eso dicen. Mi madre me contó la historia pues conoce a la tuya. No confundas mi tono calmado con perdón, no me corresponde a mi perdonarte, sencillamente conozco lo que cuentan de ti pero no veo en tus ojos a un asesino, aunque sí mucha rabia. Si creyera que eres un asesino lo primero que hubiese hecho habría sido tratar de apresarte ahora que estás débil. -Su siempre melodiosa voz aunque dulce, resultaba severa, no le hablaba como Níniel su compañera en aquel peligroso trabajo, la que acababa de salvarle la vida, hablaba como Níniel la sacerdotisa, voz de los suyos. De nuevo hizo una pausa unos segundos pero finalmente respondió a su pregunta. -Solo si no eres culpable de esa acusación y puedes demostrarlo puedes regresar a Sandorai. Si ese es el caso te llevaré y me aseguraré de que se oiga tu voz. Pero si no puedes demostrar tu inocencia ya sabes lo que ocurrirá.- La decisión final dependía de él, si definitivamente era hallado culpable, su viaje al corazón del bosque sería de hecho el último.

La peliblanca continuó avanzando en silencio pero sin perder de vista a Sarez, tratando de leer en sus gestos la clase de persona que era en realidad. En ese momento dos parejas de soldados se acercan hasta el grupo y les acribillan a preguntas. En un principio parecen creer que están implicados en el robo y que por alguna extraña razón eran tan estúpidos como para volver a los establos con su botín. Por fortuna uno de los guardias reconoce a Háma y apoya sus versión de los hechos consiguiendo que se hagan cargo de su prisionero y que los lleven hasta los establos donde el resto de trabajadores confirman lo ocurrido, que lejos de ser los ladrones o sus compinches efectivamente han logrado recuperar un bien preciado por el dueño del lugar y que el prisionero era en efecto uno de los asaltantes. Lamentablemente a aquellas alturas los cuatreros ya abrían levado anclas y estarían muy lejos, pero quizá los interrogadores de la guardia lograran sacarle algo de información útil a aquel tipo, que al final se quedó sin su cura y que continuaba despotricando y mencionando de forma muy poco educada a las madres de los guardias que lo custodiaban. Desde luego había que admitir su entusiasmo a la hora de insultar a todo el mundo.

-Me alegra que por fin todo haya acabado. Puede que cuidar de los caballos no sea el trabajo más glamuroso del mundo ni el mejor pagado pero lo de perseguir bandidos...Bueno, prefiero seguir siendo humilde y mantener mi cabeza sobre los hombros que acabar bajo tierra antes de tiempo.- Comentó Haleth demostrando que aquella experiencia había colmado sus juveniles ansias de aventura para una buena temporada y recibiendo un afectuoso y paternal abrazo por parte de su padre que parecía más que contento de oírle decir aquello. -Y hablando de trabajo, será mejor que nos pongamos manos a la obra, como dijo antes la señorita Níniel, el trabajo no va a hacerse solo.- Era sorprendente que a pesar de todo lo ocurrido aún quisiera ponerse a trabajar, desde luego su dedicación para con aquellos establos era digna de elogio.

-Sí, el acuerdo era por un día de trabajo y aún no se ha puesto el sol, pero vosotros dos ya habéis hecho suficiente. Id a la casa y descansad, os lo habéis ganado, en cuanto vuelva Erick o su madre me aseguraré de que sepa de vuestro valor y lealtad. Sarez, también deberías descansar, yo me ocuparé de que todo esté en orden y el trabajo se saque adelante. Además creo que debes pensarte muy bien aquel asunto del que hablamos.-Le dijo mirándole con seriedad. -La verdad es que nos vendría bien, nos ocuparemos de las monturas y de Trickster y os prometo que nos tomaremos el descanso muy en serio.-

-Yo me ocuparé de Trickster, llevad a los demás caballos y a Nahar a sus rediles y aseguraros de que les den un buen premio, también se lo han ganado.- Dicho aquello acompañó al upelero blanco a su cubículo levantando miradas de sorpresa en muchos de los trabajadores por el hecho de haber conseguido que el agresivo e indomable animal caminara tras ella totalmente calmado cuando había enviado a más de uno de ellos ya al hospital.

-No volveré a dudar de las elecciones de Erick a la hora de escoger capataces, y menos si son elfos...Jamás hubiese pensado que lograrías recuperar a Trickster pero menos aún que nadie podría domarlo.-Comentó Benson impresionado ante lo que veían sus ojos y tratando de acercarse al upelero para acariciar su blanco plumaje, recibiendo un picotazo de amenaza que le hizo caer de culo al suelo.

-No está domado, simplemente yo le caigo bien, somos amigos.-
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Mensaje  Othel Jue Ene 28 2016, 18:17

Un gran trabajo, bien hecho y bien narrado.

Obtenéis:

Sarez: + 2 puntos en habilidad pasiva, trampas y venenos; + 18 puntos de experiencia; + 250 Aeros + 50 aeros por buen desarrollo.
Níniel: + 3 puntos en habilidad pasiva primeros auxilios o + 2 en alquimia; +18 puntos de experiencia; + 250 aeros + 50 aeros por buen desarrollo.

*No olvidéis registrar vuestros puntos en los lugares correspondientes.
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