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[Misión informantes] La maldición de los elfos

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Mensaje  Ger Dom Ene 29 2017, 22:50


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La elfa Xana entraba junto a Rauko, Elen Calhoun y Dandera, la mujer bestia conejo, por las puertas de un impresionante castillo sumido en los bosques de Beltrexus. Recibía el nombre del Hekshold, anteriormente conocida como la academia tensái. Se trataba de un legendario colegio de magia construido en piedra y que había sido el lugar de entrenamiento de los más poderosos brujos, elfos y dragones a lo largo de la historia.

Aquel era un centro oficial, es decir, un lugar donde los graduados obtenían un diploma que les permitía tener competencias en el uso de la magia de manera oficial y ser censados como “magos”. Algunos, sólo los mejores, terminaban convirtiéndose en profesores de la propia academia. Pero aquello era realmente extraño y complicado.

En cualquier caso, los presentes no estaban allí para aprender. Todos ellos, los más y los menos, dominaban sus especialidades mágicas y no estaban allí para recibir consejos, sino para disolver una maldición. Por ello, y sin perder un segundo, se acercaron a la recepción, donde había un joven brujo haciendo una pregunta al conserje.

-Disculpe, ¿dónde está el despacho de la señorita Brabery? – preguntó. El recepcionista, con una sonrisa en la cara, procedió a indicárselo.
-¿La nueva profesora de fuego? – se preguntó a sí mismo para confirmárselo. – Sí, mira. Por aquel pasillo, hay unas escaleras, en el segundo piso están los despachos ordenados por letras, su despacho está en la letra B. – indicó con una amable sonrisa.
-Muchas gracias. – agradeció el joven con educación. Y se dispuso a partir a donde le habían indicado.

Ya era el turno de Xana y compañía, y sería la mujer conejo la que hablaría con el encargado, al que ya conocía. No en vano había sido el ama de llaves de otro de los más legendarios alumnos de la academia: Tarivius.

-¡Dandera! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué te trae por aquí? – preguntó el tipo, asomándose por encima de su mesa para ver a Dandera, que no medía más de un palmo.
-Hola, Albert. Lo cierto es que me gustaría venir a veros más, pero desde que el amo Tarivius ya no está, prefiero no pasarme por aquí. – contestó la coneja con cierta tristeza y con su aguda voz. Esa insoportable aguda voz. – En esta ocasión no he tenido otra opción. Esta joven, Xana, ha sido maldecida por una peligrosa nigromante llamada Amaterasu. Necesitamos un profesor o alguien que sepa curar maldiciones. – explicó la mujer conejo.

El tipo se quedó pensativo durante un buen tiempo, pensando qué profesor podría ser el adecuado para ello.

-Sabes que aquí no entrenamos la magia oscura, Dandera. – reflexionó el joven. – Pero tal vez la profesora Lise Meitner, experta en maldiciones, pueda echarle un vistazo.

Aquellas palabras fueron todavía más desesperanzadoras para Xana. Sólo faltaban unos días para que concluyese el plazo que Amaterasu le había dado y aquel joven. Tal vez la elfina deseara una respuesta del tipo: “Sí claro, pasa por aquí y te quitaremos la maldición”. Estaba claro que no iba a ser tan fácil, y menos, tratándose de la siempre enigmática Amaterasu. ¿Qué sorpresa tenía guardada la centinela? Una muy grande que, probablemente, ni siquiera se esperasen.

Terminaron llegando al despacho de la profesora Meitner, una veterana de avanzada edad, perteneciente a la casa Skarth. Una de las cuatro que constituían el colegio. Dandera instó a alguno de sus compañeros a picar en la puerta por evidentes motivos de imposibilidad para ella.

-Adelante. – comentó la mujer.
Dandera:
Meitner:

* * * * * * * * * * *

¡Bienvenidos al Hekshold! La Academia de Magia más antigua de Aerandir. Este es un lugar inédito que intentaremos introducir poco a poco a los usuarios. Vosotros seréis los primeros en probar esta estancia, aunque será por poco tiempo, ya que aunque empezaremos con calma, esta misión tendrá bastante más acción que la anterior, y, a su vez, probablemente sea más larga. El orden será: Rauko/XanaElen.

En este primer turno simplemente tendréis que escribir vuestras impresiones (y las de Xana) y comentar un poco cómo han sido las últimas semanas desde vuestros puntos de vista. Dandera os guiará hasta el despacho de la profesora Metiner y una vez dentro, tendréis que explicarle con pelos y señales lo que os sabéis de la maldición de Amaterasu, tal vez ella en el próximo turno os pueda decir algo al respecto de cómo deshacer la maldición.

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Mensaje  Rauko Dom Feb 05 2017, 06:07

    Había transcurrido un tiempo desde lo ocurrido en Dundarak, pero desde entonces, en ningún momento la paz y la tranquilidad lograron acariciar el corazón de Xana; ella estaba atada a una terrible maldición que la afligía a pesar de no causar dolor, pues el simple hecho de saber que la muerte estaba cerca era lo que realmente la atormentaba. Aquella desafortunada elfa perdía un poco de su fe en cada uno de los días que transcurrían, eso era algo que se podía ver en su triste mirada de melancolía.

    Durante todo ese tiempo me mantuve cerca de ella, tratando de motivarla de alguna manera, brindándole todas las palabras que se me podían ocurrir para ayudarla, sin embargo, mis patéticos esfuerzos simplemente lograban ser para Xana un leve rayo de esperanza que sólo se podía apreciar por unos segundos fugases. Por mi incapacidad e impotencia, esas últimas semanas se convirtieron en momentos muy frustrantes para mí.

    Afortunadamente logré conseguir la ayuda del gremio, y una vez que llegamos a Beltrexus una ejemplar y magnífica informante se ofreció a guiarnos hacia un lugar donde podríamos encontrar a nuestro objetivo; por desgracia, tuve que sentir una gran desilusión al descubrir que dicha informante era… una pequeña y delicada coneja cuyo nombre era Dandera.

    Al principio pensé que Manuela estaba burlándose de mí, pero sorprendentemente Dandera demostró que era más que una simple coneja, aunque poseía una voz aguda, desagradablemente aguda, tan aguda que tal vez con uno de sus gritos podría romper cualquier cristal existente.

    Dejando eso de lado, finalmente llegó el día en que partiríamos en busca de aquel que podía eliminar la maldición de Xana; nos dirigimos hacia un lugar bastante conocido, un castillo donde los elfos, brujos y dragones podían convivir para aprender a controlar e incrementar sus poderes; se trataba nada más y nada menos que de la más famosa y antigua academia de magia, Hekshold… Aunque hasta ese día yo no tenía ni la menor idea de que un lugar como ese existía, pero eso sería algo que trataría de ocultar para no parecer un ignorante.

    El viaje había sido más corto de lo que esperaba y cuando me di cuenta ya me encontraba a pocos metros de la entrada al enorme castillo -(Vaya, seguramente hay un frío insoportable durante las noches)- Pensé mientras mi mirada se paseaba por cada rincón del lugar. Me encontraba en una zona que me era desconocida, así que tenía la necesidad de observar cada detalle para saber cuál sería el mejor camino que debía tomar si era necesario huir de algún brujo enfurecido, sin embargo no debía preocuparme demasiado ya que no me encontraba solo, pues me acompañaba Dandera, Elen y Xana quien por primera vez en mucho tiempo volvía a reflejar en su mirada un atisbo de esperanza; encontrarnos frente a un lugar de gran reputación resultaba ser algo esperanzador para ella.

    Continuamos caminando hasta entrar a la recepción del castillo donde se encontraban dos sujetos teniendo una conversación; al parecer uno de ellos era el recepcionista y sería él quien podría ayudarnos a no perdernos en el lugar, pero por el momento debíamos esperar nuestro turno para hablarle, y hasta entonces opté por escuchar su conversación -(La bruja se llama Brabery y está en el despacho “B”… ¿Eso significa que cada despacho tiene la inicial de su propietario? Si es así entonces ¿Qué sucede cuando hay dos personas con la misma inicial?)- Era infrecuente que pensamientos como ésos se pasearan por mi cabeza a pesar del gran problema que debía resolver, pero tal vez se debía porque necesitaba distraerme un poco de la realidad.

    Finalmente llegó nuestro turno y Dandera se encargó de hacer las preguntas; por desgracia las respuestas que conseguimos no eran las que deseábamos, pues resultaron ser desilusionantes, sobre todo para Xana quien al escuchar atentamente aquellas palabras del recepcionista apartó la mirada del resto de los presentes para intentar ocultarnos su melancolía -Tranquila, todo saldrá bien- Le dije tratando de motivarla -Eso es lo que siempre me dices, pero todavía tengo esta maldición... y yo... no quiero esto- Protestó deprimida señalando la marca en su frente -Lo sé, pero finalmente conseguiremos curarte, Meitner nos ayudará; sólo ten un poco de paciencia- Respondí para luego mirar a Elen y pedirle ayuda con la mirada, tal vez ella podría decir algo que pudiera ayudar.

    Sin tiempo que perder nos movimos hasta llegar al frente del despacho de la tal Meitner, y una vez ahí alguien debía tocar la puerta para poder entrar ya que la pequeña coneja no podía alcanzar la manija -(Si Dandera hubiera estado en los bosques del este el día que conocí a Xana ¿Hubiera muerto al igual que la mayoría de los conejos?)- Me pregunté mientras daba pequeños golpes a la puerta; al parecer estar estresado me hacía pensar en cosas sin importancia, tal vez para encontrar paz alejándome de la realidad.

    Una vez que conseguimos el permiso para pasar, entramos a la habitación para descubrir que Meitner era una anciana amargada con una mirada de rectitud y una piel arrugada -(No puede ser, no le queda mucho tiempo, debo sacarle la información antes de que muera)- Fue lo primero que pude pensar.

    Debido a que aquella anciana tenía muchas posibilidades de morir en cualquier instante opté por hablar antes que sucediera cualquier desperdicio -Buenos días, profesora Meitner- Saludé de forma cordial -Lamento si nuestra repentina presencia le es alguna molestia o si la hemos interrumpido en algo- Me disculpé antes de recibir cualquier tipo de queja típica de una anciana amargada -Pero hemos escuchado que usted es una gran experta en maldiciones, así que creímos que usted sería la persona indicada para ayudarnos a deshacer una- Indiqué, esperando que Meitner aceptara brindarnos de su ayuda.

    Una vez dicho todo lo que había que decir, procedí a relatar todo sobre la maldición -Bueno, no quiero quitarle mucho tiempo, así que explicaré los detalles de la maldición- Hice una pausa para recordar cada detalle; por suerte yo gozaba de una buena memoria… algunas veces -Hace una par de semanas, cuando Dundarak fue atacado por no-muertos, mi compañera, Xana- Señalé a la elfa -Tuvo un encuentro con Amaterasu. Esta nigromante materializó su energía oscura para crear cadenas púrpuras que luego utilizó para sujetar a Xana. Tras esto, Amaterasu hizo danzar una de sus manos mientras decía una serie de palabras en un idioma desconocido- Intenté recordar aquellas palabras pero me fue imposible -Entonces comenzó un extraño ritual, haciendo que las marcas que tenía su piel obtuvieran un brillo púrpura, y luego, acercó su mano a la frente de Xana quien no dejaba de…- Dicho eso me detuve y apreté mi puño derecho al recordar los gritos de Xana, su agonía y su desesperación.

    Tras un par de segundos pude continuar con la historia, cuando pude tranquilizarme -Xana no dejaba de gritar de dolor, mientras que una marca se dibujaba en su frente. El ritual tardó unos cuantos segundos en realizarse, y cuando terminó, Amaterasu advirtió que sólo le quedaba un mes de vida a mi compañera- finalicé, para luego esperar que aquella anciana pudiera contestar antes de que se muriera.

    Xana por su parte también estaba atenta a lo que sea que pudiera decir la anciana, pues sus ojos no se fijaban en otra cosa que no fuera Meitner, y en su mirada se podía ver que imploraba a los dioses que finalmente pudiera obtener la salvación que tanto rogaba, ella contaba con eso, de hecho, creo que todos contábamos con eso, pero a veces el destino podía ser cruel e indiferente, así que, en aquel instante, sólo nos quedaba esperar.
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Mensaje  Elen Calhoun Dom Feb 05 2017, 15:12

El viaje desde las tierras del norte hasta las islas Illidenses resultó agobiante, tener el tiempo en contra y saber que cada día que pasaban en los caminos estaban más cerca de que se cumpliese el plazo impuesto por Amaterasu no dejaba dormir a la hechicera, que en cierto modo se sentía culpable por haber permitido al par de elfos que la acompañasen. - Tendría que haber ido sola. - se decía a sí misma cada vez que la tristeza se apoderaba del rostro de Xana, cuyas esperanzas disminuían por momentos. No era justo, a la nigromante no le costó nada arrebatarle el báculo, objeto que fue el que despertó su interés y que según ella le pertenecía, entonces ¿por qué maldecir a la joven si ya tenía lo que quería? Solo había una posible respuesta, Amaterasu disfrutaba con el sufrimiento ajeno y no desperdiciaba ninguna ocasión para causarlo.

Por suerte la muchacha contaba con el apoyo de su compañero, y éste era el único que había conseguido animarla durante el camino aunque solo fuese por unos instantes, mucho más de lo que la bruja podía hacer. Elen estaba molesta con su “hermana” por todo lo que había hecho, pero también le preocupaba lo que la centinela del norte le tuviese preparado en isla volcánica, si era algo que ni ella misma podía conseguir debía ser una tarea muy peligrosa, tanto como para que la nigromante le hubiese advertido que seguramente moriría en el intento. ¿Qué podía ser? Esa pregunta había rondado su cabeza desde que abandonaron las frías tierras del norte, y por más que lo intentaba no podía hacerse una idea de lo que le esperaba.

- No importa. - se decía entonces, ya que si volviese a verse en la misma situación otra vez aceptaría el trato de la revividora sin dudarlo, en realidad no había tenido otra opción, era eso o ver morir a cuantos moraban en la ciudad de los dragones, cosa que no estaba dispuesta a hacer. Pero ¿cómo tratar con alguien así? Puede que ésta vez los habitantes de Dundarak hubiesen tenido suerte de que ella estuviese allí y de que con recuperar el báculo Amaterasu se diese por satisfecha, pero ¿y la próxima? La nigromante disfrutaba causando aquellas batallas, poniendo a prueba la fuerza de quienes se atrevían a hacer frente a sus no muertos o valiéndose de bandidos y otros individuos para crear el caos, Terpoli y Roilkat eran prueba de ello.

Entonces, ¿qué lugar elegiría para convertirlo en su siguiente tablero de juego? ¿Cuánto tardaría en aburrirse en isla volcánica y salir a buscar algo de acción? La centinela del sur esperaba que por el momento su hermana no diese más problemas, quizá si conseguía reunirla con Vladimir y que el vampiro la ayudase a hacerle ver que el objetivo común era más importante que aquellos enfrentamientos, la nigromante dejase un poco de lado sus malos hábitos. Era una posibilidad, pero primero Elen tendría que ganarse por así decirlo, el respeto de la hechicera, completando la tarea que ésta le pidiese con éxito para dejar claro que no había ganado su artefacto sin demostrar su valía.

Una vez en las islas, el pequeño grupo compuesto por el par de elfos, la bruja y el dragón se encontraron con una vieja conocida de la centinela, la pequeña mujer bestia Dandera, antigua ama de llaves de Tarivius. Elen se alegró de verla pero también vinieron a su mente los tristes recuerdos de la muerte del anciano, que intentó mantener a un lado para centrarse en la misión que tenían por delante. La coneja venía de parte del gremio de informantes, al cual se había unido poco después de que el hechicero dejase aquel mundo, y tras saludarlos los instó a darse prisa y seguirla, debían dirigirse a Hekshold de inmediato.

- Yo los acompañaré, si todo sale bien necesitaremos algunas provisiones para reabastecer la casa durante el tiempo que nos quedemos aquí. - comentó la joven a su compañero, que asintió con la cabeza y decidió ocuparse de ello aprovechando que estaban cerca de la zona comercial de Beltrexus. Así pues, Alister se quedó en el pueblo con los caballos y el resto del grupo siguió a Dandera hasta Hekshold, la academia más antigua de todo Aerandir y en la que la de cabellos cenicientos había estudiado hasta cumplir la mayoría de edad. El castillo seguía tal como lo recordaba, imponente en mitad del bosque, sin mostrar apenas desgaste a pesar de los muchos años que llevaba construido.

Tras cruzar las enormes puertas, Dandera guió al grupo hasta la recepción, lugar en que tuvieron que esperar a ser atendidos ya que había alguien antes que ellos. El individuo en cuestión, un brujo joven, preguntaba por la nueva profesora de fuego, cuyo apellido hizo reaccionar de inmediato a la benjamina de los Calhoun. - Bravery… tiene que ser ella. - pensó para sí, recordando a la problemática hechicera con la que se había enfrentado por el segundo fragmento de Kinvar, y que como resultado de tal pelea quedó ciega. ¿Podía una persona con tal limitación dar clase allí? Al parecer así era, o quizá hubiese recuperado la visión gracias a la magia o la alquimia.

Sin querer meterse en más problemas de los que ya tenía, Elen ignoró las indicaciones del recepcionista y esperó a que Dandera fuese atendida, llevándose disimuladamente la diestra a la muñeca izquierda en cuanto volvió a salir el tema de la muerte de Tarivius. La marca que allí descansaba era lo único que le quedaba del poderoso brujo, y jamás dejaría de lamentar su marcha, sobre todo sabiendo que en parte había sido por acceder a ayudarla. La pequeña mujer bestia fue directa al grano, necesitaban un profesor experto en maldiciones, y por suerte para Xana, Hekshold contaba con una. Aun así la joven parecía deprimida, quizá por los pocos días que si no hacían algo al respecto, le quedaban de vida. Rauko intentó animarla y buscó la mirada de la bruja, que en respuesta colocó una mano sobre el hombro de la elfa y esperó a que esta la mirase.

- No temas, arreglaremos esto, no permitiré que te pase nada. - dijo con convicción, movida por la culpabilidad y el enfado hacia Amaterasu. Una vez dicho esto se dirigieron hacia el despacho de la profesora Meitner, ¿cuánto llevaría allí aquella mujer? De haber sabido que Hekshold contaba con una experta en maldiciones la centinela habría acudido allí nada más recibir el oscuro toque de los jinetes, casi cuatro años atrás. Ante la imposibilidad de Dandera para llamar a la puerta, dado su reducido tamaño, Rauko tomó la iniciativa, y tras recibir el permiso para pasar, todo el grupo entró en la estancia.

Meitner resultó ser una mujer mayor y de aspecto estricto, así que sin perder tiempo, el elfo la saludó y se disculpó por la posible interrupción, tras lo cual comenzó a relatar los hechos de la noche en que tuvo lugar su encuentro con Amaterasu, demostrando que tenía muy buena memoria. - La nigromante añadió que solo conocía a un brujo capaz de eliminarla, confiamos en que usted pueda arrojar algo más de luz acerca de esto. - comentó la de ojos verdes, en cuanto Rauko terminó de narrar lo ocurrido.
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Mensaje  Ger Dom Feb 05 2017, 21:19


Sinfonía del Clan Tarmúnil...


-Amaterasu… - dijo - Sois los primeros que vienen preguntándome por ese nombre. ¿Ha sido ella quién os ha enviado aquí, cierto? - concluyó Meitner tras escuchar detenidamente la explicación de Rauko y el posterior comentario de Elen, sobre que había un brujo en las islas que podía ayudarles a eliminar aquella maldición. – Hoy todos la conocen por ese apodo, pero ella, antes de ser la terrible nigromante que es hoy, estudió aquí. – la profesora hizo una breve pausa para mantenerse pensativa. - Amanda Drinkwater fue la más brillante de mis alumnas. – miró a Elen. - ¿En serio nunca te hablaron de ella? Terminó el año que tú empezaste. – le preguntó la mujer. - Una joven enérgica, que vivía por y para la magia. Aunque sólo mostraba interés por aquellas artes relacionadas con el oscurantismo y a pesar de que en la academia no enseñamos ese tipo de magia, ella decidió estudiarlas por cuenta propia. Sin avisarlo, claro. – reveló la profesora acerca de su antigua aprendiz.

Sin embargo, no quiso pronunciar nada más al respecto y mantuvo el rostro serio. Recelosa de no estar yéndose demasiado de la lengua. A continuación, agachó la vista para mirar a Dandera, ama de llaves de la casa, quien esperaba aprovechar para preguntarle algo relacionado con la otra misión que en ese momento realizaban Bio, Ashryn y Candau.

-Profesora Meitner, ya que la conoce, necesitamos cualquier detalle, por mínimo que sea, acerca del pasado de la revividora. – solicitó Dandera. - Otros compañeros están obteniendo información actual acerca de ella, pero cualquier dato del pasado nos vendrá bien también. Sé que mi señor, Tarivius, y usted eran buenos amigos, pero nunca me proporcionó información. – preguntó Dandera.
Tarivius y yo fuimos más que grandes amigos, mi pequeña amiga. Como considero que vuestra venida no es casualidad, os contaré todo lo que sé. – corrigió la veterana mujer, riéndose. – Él se hacía mayor y llevaba años buscando cuidadosamente un sucesor para su cargo de centinela. Vio en Amanda una digna heredera y empezó a introducirla en el mundo de los centinelas: Y cometió el error de presentarle a Vladimir el Inmortal, a la Dama del Lago y a la legendaria Tyrande Nimaniel, de Sandorái. – aquellos nombres no sonarían a ninguno de los presentes más que a Dandera, pero tal vez lo que tenía que decir a continuación terminaría por desvelar algo más de información. – Pero cuando a Amanda se la relacionó con Frendel y los nigromantes, Tarivius, decepcionado, dejó de relacionarse con ella. – explicó.

Dandera no conocía aquella historia y puso cara de extrañeza. La profesora Meitner rió, aquella visita, de haberlo sabido, habría sido muy interesante para Elen. ¿Por qué Tarivius nunca se lo reveló? Quizás no tuvo tiempo para ello al tener que sacrificarse para que la benjamina de los Calhoun obtuviera su medallón solar.

-Amanda, cegada por las ansias de poder y la venganza, fue a por los centinelas: A Tarivius le guardaba aprecio, en el fondo. Con Vladimir, que compartía ideología, terminó por llevarse bien. Tyrande estaba muy bien resguardada por su clan y los leónicos, Amaterasu es poderosa, pero no estúpida, y sabía que su magia oscura es inútil en terreno sagrado. – relató sobre los dos primeros centinelas. - Entonces, la Dama del Lago, que era una ninfa que vivía en el Lago Helado, se planteaba como el rival más asequible. No tuvo más que usar sus habilidades de putrefacción para darle una muerte dolorosa desde la orilla, y arrebatarle la Corona Astada.

La mujer hizo una pausa en su largo discurso y prosiguió.

-Esto rompió la armonía de los centinelas. A Tarivius, Tyrande y Vladimir no les quedaba más remedio que colaborar con su nueva hermana. Pero la elfa nunca perdonaría a Tarivius su error, aunque al jurar a Isil su vida por la causa de los centinelas, debía ayudar obligatoriamente si no quería terminar exiliada. – explicó en relación a los años posteriores. – ¿Los años posteriores? Un desastre y un festín de los jinetes. La nigromante usaba su nuevo poder para sus maléficos planes, como hace ahora, y sólo colaboraba cuando le interesaba. Años después, Tyrande acabó hastiada,  prefirió abdicar y ser exiliada a ceder ante Amaterasu, y dejó la su posición al líder de los leónicos, que de antemano advirtió a Tarivius que jamás colaboraría con Amanda y que desarrollaría su labor en solitario, por haber permitido que su amiga elfa fuese desterrada. Tarivius, apesadumbrado, tenía ya noventa años, no podía luchar y no tenía heredero, y Vladimir se divertía con Amaterasu. – concluyó.

Teniendo en cuenta la manera de pensar que tenía la revividora, no era de extrañar que el hecho de haberlos mandado hasta Beltrexus fuese explícitamente una prueba de ésta, sabedora de que Elen terminaría ayudándoles hasta allí, en cualquier caso, aquello no se podría probar, aunque la profesora Meitner creía que así había sido.

El coloquio fue largo, y puede que hubiese cosas que Xana o Rauko no entendieran. La mujer se acercó a ésta y acarició la cara de la elfa, desangelada, cada minuto que pasaba la joven asumía más su muerte, pero tal y como Rauko y Elen le habían animado, guardaba la esperanza de aquella profesora pudiera desvelarles pistas.

-La maldición del “corazón enterrado” no es algo que podamos quitarte ni yo ni ningún otro brujo de Beltrexus. Sólo alguien que maneje la magia oscura y que sea tan poderoso como Amanda puede hacerlo. – la mujer sonrió. - ¿Sabes lo único bueno que tenía? Que nunca dejaba nada al azar. – dijo enigmáticamente, y le envió una mirada reconfortante.

A pesar de haberle dicho que no podría quitarle tal maldición, parecía convencida de que la llegada de los jóvenes no era una casualidad, sino una causalidad. Por ello, se dirigió a un pequeño escritorio y sacó una llave.

Llave élfica:

-En los últimos tiempos hemos notado anomalías en el tiempo. Unas criaturas, los tempóreos, que ni sabemos qué son ni de dónde vienen, tratan de viajar al pasado para cambiar acontecimientos históricos, y cambiar el devenir de la historia. Hemos sido advertidos de diversas anomalías en Aerandir hace muy poco. – indicó la mujer, y les mostró la llave. – Esta llave fue encontrada en la Isla Lunar hace una semana, donde ha surgido una grieta. Se trata de una llave élfica perteneciente al final de la época de la última guerra illidense, cuando el clan Tarmúnil era el último reducto para que los brujos arrebatasen a los elfos sus tierras en todo el archipiélago.

Xana hizo un amago para intentar tomar la llave, a la que veía como su única salvación para poder salir con vida de aquel lugar.

-Una cualidad de los centinelas es el poder realizar viajes a través de distintos planos. Elen, tú eres la única que puedes utilizarla. Estoy segura de que la maldición de Xana es una indicación de Amaterasu para que viajéis al pasado. Creo que sólo los Tarmúnil, irónicamente, pueden quitársela. – relató la mujer después de relacionar la presencia del trío allí. -Cuidado, Elen. ¿Una bruja en tierras élficas en las guerras illidenses? No será buena idea. – comentó graciosa, entregándoselas. – Sólo una cosa más. Tened cuidado con lo que hacéis. No matéis a nadie que no deba morir, las cosas tienen que pasar tal y como sucedieron o podéis terminar cambiando el presente. Tendréis que descubrir qué ocurrió en realidad y descubrir a los tempóreos. – miró por último a Elen. – Cuando estés preparada, toma la llave.

La misión ya se tornaba como muy complicada y dura para los jóvenes. Que tendrían que usar sus mejores habilidades para poder salir vivos sin afectar al mundo en el que ahora se encontraban. Una muerte errónea, o, en el peor de los casos, que los tempóreos cambiasen el pasado, podía desencadenar un efecto mariposa que terminara con la destrucción del mundo.
* * * * * * * * *

Ahora sabéis por qué la misión se llama “la maldición de los elfos” y no “de la elfa”. Lamento haberos soltado el rollo de la historia, pero es necesario para comprender el por qué de la misión. No tendría sentido mandaros al pasado si no os cuento todo esto.

En el próximo turno empezará lo bueno, será un no parar, os lo aseguro.

De momento, aseguraos de que lo entendéis todo y narrad vuestras impresiones. Elen, puedes preparar alguna poción para adoptar una apariencia élfica por unas horas, o tendrás problemas. Tendréis que cogeros todos de la mano para viajar.

Dandera no os acompañará.
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Rauko Miér Feb 08 2017, 05:27

    Después de un largo viaje, finalmente logramos llegar al lugar indicado para obtener las respuestas al problema que nos atosigaba, la maldición de Xana que de una u otra manera nos afectaba a todos, haciéndonos experimentar estrés, cansancio y sentimientos de culpa e impotencia. Ahora sólo nos quedaba esperar que la anciana pudiera ayudarnos con su amplio conocimiento.

    En algunos momentos mi memoria solía ser digna de admirar y en algunos otros completamente ineficaz, pero por suerte, en esta ocasión pude relatar con los detalles necesarios lo que había ocurrido en las montañas de Dundarak, sin embargo no pude recordar decir aquello que mencionó Elen tras finalizar mi explicación de los hechos, aunque realmente no me parecía algo que valiera mencionar, pues lo importante para era obtener la información necesaria antes de que la anciana muriera a causa de la vejez.

    Afortunadamente, Meitner pudo seguir viviendo para responder a mi problema, pero por desgracia su respuesta no fue la que esperaba, pues creí que ella pronunciaría las palabras que me ayudarían con la maldición, pero la realidad fue diferente y sólo se dispuso a comentar los detalles de la vida de Amaterasu, o mejor dicho, Amanda Drinkwater -(No puede ser, espero que Meitner no sea una de esas ancianas que relatan toda su vida una y otra vez)- Pensé sin interrumpir en ningún momento, como si realmente me interesara escuchar lo que Meitner tuviera que decir sobre el pasado de la nigromante que maldijo a Xana; esa información tal vez le sería más interesante a Elen ya que ella parecía tener algún tipo de interés en Amaterasu.

    El relato seguía su rumbo y a Xana le quedaba menos tiempo de vida; era desesperante tener que esperar para poder obtener lo que buscábamos, pero por suerte no tardó mucho antes de notar que estaba extendiéndose más de lo que debía -(excelente, ahora si podrá…)- En ese instante mis pensamientos fueron interrumpidos por el agudo sonido de la voz de Dandera quien quiso arruinar aquel momento pidiendo escuchar un poco más sobre Amaterasu, y por desgracia, Meitner accedió a cumplir con la petición.

    Inmediatamente fijé mi mirada sobre la coneja y apreté mis dientes mientras contenía mis deseos de patearla hacia la ventana para hacerla pagar como se lo merecía… Bueno, yo no la patearía realmente, pero algo debía hacer para desahogarme de alguna manera.

    No obstante, al escuchar unas cuantas palabras de Meitner tuve que admitir que el pasado de Amaterasu comenzaba a parecerme un poco interesante, tal vez porque su historia involucraba a personas que parecían ser importante, o simplemente porque no había más nada interesante en aquel lugar, aunque sí había algo que me causaba curiosidad -(Si el nombre de la anciana es Meitner, ¿Significa que este despacho tiene la letra “M”? ¡¿Por qué no miré la letra antes de entrar?!)- Nuevamente mi mente se vio invadida por pensamientos absurdos que simplemente lograban hacer crecer la incertidumbre de la que sólo podría deshacerme si me retiraba un momento para mirar, pero por desgracia hacer eso no me ayudaría a dar una buena impresión, y mantener una respetable imagen de mí era algo que superaba a mi curiosidad.

    Finalmente, al transcurrir unos cuantos segundos, la historia de Amaterasu llegó a su fin para que todos volviéramos a centrarnos en lo que realmente era urgente, la maldición. La anciana se acercó a Xana y le acarició el rostro para luego brindarle unas palabras, pero por desgracia, lo siguiente que dijo Meitner tampoco fue algo que devolviera la fe, de hecho, parecía que simplemente quería arrebatarnos todo rastro de esperanza que era lo único que nos motivaba a seguir adelante.

    Tras escucharla, supuse que ella no nos ayudaría, que sería una pérdida de tiempo estar en ese lugar, así que creí que lo mejor que podíamos hacer era marcharnos para seguir buscando alguna forma de deshacernos de la maldición; no obstante, en ese momento Meitner mencionó algo relacionado al tiempo, viajes entre planos, que éramos peones de Amaterasu y otras cosas que delataban que esa anciana estaba alucinando; sin duda alguna debía alejarme de ella antes de que me contagiara lo que sea que estuviera afectando su juicio.

    Desafortunadamente mis compañeras parecían creer en Meitner y en todas sus palabras, como si realmente Aerandir fuese un mundo fantástico; no obstante, no podía decir lo que pensaba ya que me verían de una forma que no me parecería agradable, así que opté por fingir lo contrario -Está bien, Elen, haré lo que sea necesario- Dije como si creyera que me estaba involucrando en algo peligroso, luego me acerqué a Elen y esperé que mis compañeras finalmente se decepcionaran con la realidad… Sin embargo, esta vez el enigmático destino me sorprendería una vez más…
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Mensaje  Elen Calhoun Miér Feb 08 2017, 12:25

Tras escuchar el relato de Rauko y el añadido de la hechicera, Meitner llegó a la conclusión de que Amaterasu era quien los había enviado hasta allí, con el pretexto de buscar al supuesto brujo que era capaz de eliminar su maldición. Una vez dicho esto, la profesora comenzó a revelar algunos datos del pasado de la nigromante, comenzando por su etapa como brillante estudiante de Hekshold. El verdadero nombre de su hermana era Amanda Drinkwater, y a pesar de que casi habían coincidido en la academia, nunca escuchó hablar de ella durante sus años de estudio, cosa comprensible teniendo en cuenta que en aquella época solo pensaba en una cosa, terminar de prepararse para emprender el viaje con su hermano a las tierras del norte.

Amaterasu pronto se interesó por las artes oscuras, algo que no se impartía en la academia pero que consiguió aprender por su cuenta, manteniéndolo en secreto para no tener problemas con los profesores. Meitner se detuvo tras contar aquello, quizá prefiriendo no remover el pasado, pero Dandera insistió en que continuase, al parecer los informantes tenían a otro grupo recabando información acerca de la revividora y cualquier detalle por pequeño que fuese les vendría bien. Tras apelar a la gran amistad que había existido entre Tarivius y Meitner, la pequeña mujer bestia guardó silencio, esperando que la maestra honrase tal vínculo contándoles todo cuanto supiese.

Su intento tuvo éxito, y después de asegurar que no solo habían sido grandes amigos, la bruja comenzó a explicar cómo el anciano, consciente de que se estaba haciendo muy mayor, se había fijado en Amanda para convertirla en su sucesora como centinela. Elen no pudo imaginar aquella escena, probablemente entonces su hermana era muy distinta de cómo era ahora, pero aun así no consiguió recrear la imagen en su cabeza, no cuando la revividora se había referido a Tarivius de forma tan despectiva. Queriendo introducirla en su mundo, el hechicero decidió presentar a la joven ante el resto de centinelas, de los cuales solo reconoció a uno, Vladimir. El vampiro era de los cuatro, quien más tiempo llevaba ostentando el cargo de protector de Aerandir, o al menos de los reinos del oeste, aunque su labor dejaba mucho que desear en los últimos tiempos.

Los otros dos nombres le resultaron completamente desconocidos, pero pronto la profesora arrojaría algo de luz al respecto. Amaterasu, movida por sus intereses en el oscurantismo, terminó relacionándose con un tal Frendel y otros nigromantes, conducta que decepcionó a su mentor y por el cual dejó de tratar con ella, arrebatándole la posibilidad de ser su sucesora. Sin embargo, la brillante bruja no era el tipo de persona a la que le puedes mostrar el poder y luego negárselo, así que tomó cartas en el asunto. Atacó a uno de los centinelas, y aunque Tarivius podía parecer el objetivo más obvio dado lo ocurrido, no fue a por él, ni tampoco a por Vladimir, con quien terminó llevándose bien. Tampoco se atrevió a ir contra la elfa, pues sus poderes no servían de nada en territorio sagrado, así que solo le quedaba una opción, la Dama del Lago.

La ninfa no fue rival para Amanda, que tras darle muerte le arrebató la corona astada, proclamándose a sí misma como nueva centinela del norte. Elen apretó los puños al escuchar aquellas palabras, clavó la vista en el suelo e hizo lo posible por serenarse, aunque interiormente le hervía la sangre. ¿Cómo había sido capaz de algo así? Robar de la forma más vil y despreciable a un ser que no le había hecho nada. Amaterasu no era digna de portar el artefacto, pero por desgracia la tensai no era lo suficientemente fuerte como para plantarle cara, probablemente ninguno de los tres centinelas restantes lo era. Impotente, la joven siguió escuchando con atención el relato de Meitner, que se tornó tan oscuro como la propia alma de la revividora.

Por su culpa la tensión se apoderó de la relación entre el resto de protectores, creando un enorme resentimiento en el corazón de Tyrande, que jamás perdonaría el error de Tarivius. Los jinetes tuvieron entonces una época llena de triunfos, pues Amaterasu prefería utilizar sus poderes con fines oscuros a colaborar con el resto de sus hermanos, cosa que solo hacía si tenía algún interés en ello. Por ende, la nigromante había sido en parte culpable de que la maldición de los Tarmúnil llegase hasta Elen, ya que de haber trabajado con el resto de centinelas desde un principio estos no habrían llegado tan lejos.

Tyrande terminó cansándose de aquella situación, decidió abdicar e irse al exilio, dejando su artefacto en manos del líder de los leónicos, que debía ser Melena Blanca. Éste de inmediato dejó muy claro a Tarivius que no colaboraría con Amanda después de que provocase la marcha de la elfa, optando por desarrollar su labor sin contar con el resto. Esto por supuesto complicaría la tarea de la benjamina de los Calhoun, que aunque aún no había conseguido el apoyo de Amaterasu, era consciente de lo difícil que sería convencer al hombre bestia una vez hubiese reunido en su bando a la problemática hechicera.

Sin duda la nigromante los había enviado allí para que ella conociese su historia, de modo que quedase claro que no había sido la primera opción de Tarivius y que sus poderes la superaban, pero todo el mundo tenía alguna debilidad, Amaterasu no sería la excepción. Dando por terminado su relato, Meitner se acercó a Xana y le acarició el rostro al tiempo que examinaba la marca de su frente, a la cual no tardó en referirse como maldición del corazón enterrado. Las peores noticias llegaron a continuación, cuando la profesora aseguró que ni ella ni ningún otro brujo de Beltrexus sería capaz de remover aquel mal, solo alguien con poderes semejantes a los de la centinela del norte podría hacerlo.

Elen sintió como el alma se le caía a los pies, ¿de verdad no podían hacer nada para salvar a la elfa? Eso era lo que parecía, aunque la maestra pronto la sacaría de su error. Tras extraer una plateada llave de su escritorio, Meitner volvió a tomar la palabra, ésta vez para explicar como en los últimos tiempos se habían producido ciertas anomalías provocadas por tempóreos, seres que trataban de viajar al pasado para cambiar los acontecimientos del mismo y alterar de ese modo el presente, algo muy peligroso con lo que era mejor no jugar. Acto seguido les mostró la llave, que al parecer había aparecido hacía poco en isla Lunar, lugar en que se había abierto una grieta.

El objeto pertenecía a la época en que tuvo lugar la guerra entre brujos y elfos por las islas, justo cuando los Tarmúnil eran la última resistencia que quedaba en el territorio, que finalmente les fue arrebatado. Al parecer los planes de su hermana eran mucho más retorcidos de lo que había imaginado en un principio, la marca de Xana solo era una forma de obligarla a viajar al pasado para encontrarse con aquel clan que casi le había destrozado vida. Elen apretó los dientes para no soltar una maldición, ¿cómo demonios se suponía que iba a controlarse? Una vez allí, y teniéndolos a todos delante en carne y hueso lo único que querría sería acabar con ellos, pero no podía alterar el pasado, resultaba frustrante.

Aún peor, dependían de que los jinetes accediesen a remover la marca de la frente de Xana así que tendrían que tratar con ellos de forma amable, cosa que a la tensai iba a costarle horrores. Quizá sería mejor dejar que Rauko se ocupase de las palabras y limitarse a ser un mero apoyo por si las cosas se ponían feas o aparecían los tempóreos. Pero la cosa no acababa ahí, encima de todo lo que ya de por sí tendría que aguantar, Elen no podía presentarse así como así en territorio élfico, tendría que ingeniárselas para crear una poción que cambiase su aspecto.

Xana sostuvo la llave entre sus manos como si no hubiese nada más, aquel objeto era su única esperanza, pero tendría que esperar un poco más. - Esperad aquí. - indicó la joven con voz fría, antes de abandonar el despacho visiblemente alterada. Sus pasos la condujeron hacia la clase en que había aprendido sus primeras lecciones de alquimia, un bien equipado laboratorio que contaba con multitud de ingredientes para los alumnos. Por suerte a aquellas horas estaba vacía, así que nadie la vería golpear la mesa en un gesto de frustración, necesitaba estar sola durante unos minutos para relajarse y asimilar todo lo que estaba pasando.

En cuanto pudo concentrarse, la de ojos verdes no perdió el tiempo, llenó hasta la mitad un caldero con agua y lo puso al fuego, para luego acercarse a la estantería repleta de frascos y buscar las flores que necesitaba. Su mejor opción era cambiar su apariencia por la de una elfa, y gracias a los dioses había leído en uno de sus libros de alquimia cómo conseguir tal efecto, la cuestión era ¿tendrían en la academia lo necesario?

Hekshold era de los lugares mejor surtidos en cuanto a componentes, y tras un rápido vistazo la hechicera encontró lo que buscaba, Orquídea negra y Camuflagia, ambas plantas poco comunes. La infusión de los negros pétalos de la primera con los estambres y violáceos filamentos de la segunda le daría la solución a su problema, una pócima capaz de cambiar la apariencia de quien la ingiere con solo traer la imagen de la nueva forma a su mente mientras se bebe. Como precaución, la alquimista decidió añadir un poco de potenciador de lamia al brebaje para asegurarse de que duraba lo suficiente, luego cerró los ojos y se lo bebió de un trago. Los cambios tuvieron lugar de inmediato pero no perdió el tiempo mirándose al espejo, en vez de eso enfiló el camino de regreso al despacho de Meitner, entrando en el mismo a toda prisa y dirigiéndose hacia Xana para tomar la llave de sus manos.

Elen seguía siendo ella, pero todas sus cicatrices habían desaparecido, incluso la causada por los jinetes, los rasgos de su rostro se habían vuelto algo más finos y tenía las características orejas puntiagudas de los elfos. Su cenicienta melena estaba suelta y ahora le llegaba hasta la cintura dándole un aspecto más delicado, que tendría que bastar para engañar a los Tarmúnil. - Toma su mano Xana, debemos irnos. - instó, y en cuanto los tres estuvieron listos, cerró los ojos y se concentró en la plateada llave que sostenía.


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Mensaje  Ger Lun Feb 13 2017, 20:38


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El teletransporte duró tan sólo unos segundos, pero la presión que los tres jóvenes tuvieron que aguantar durante aquellos instantes fue brutal, hasta el punto de sentir la sensación de que les iba a estallar la cabeza. A Xana no le quedaba otra si quería tener una mínima opción de vivir, mientras que Rauko se había prometido ayudarla, al igual que Elen, aunque esta última tal vez sintiera curiosidad por conocer en persona a aquellos que amenazaban con destruir el universo y que durante tantas noches la habían atormentado.

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

El lugar en el que despertaron era, al menos, conocido para la bruja. La siempre vertical Isla Lunar lucía unos colores parecidos casi tres mil años atrás, pero rebosaba vida, mucha vida. Múltiples elfos poblaban las calles de aquel lugar. ¿En qué parte exacta de la historia se encontraban? No lo sabían, lo que sí podían notar es que la situación estaba lejos de ser idílica.

El cielo estaba nublado y tormentoso, pero ello no impedía distinguir con claridad cómo la enorme flota de barcos de muy antigua manufactura que se acumulaba ordenada frente a las costas de la ciudad. Dispuestos a atacar la ciudad. Brujos tensái de todos los elementos golpeaban con fiereza las costas ante unos elfos que corrían alocados sin tener un lugar a dónde ir.

-¡Nos están atacando! – gritaba una joven elfa. - ¡Socorro!

Los héroes habían dado aproximadamente a medio camino entre la zona baja y la parte elevada de la isla. Y asomándose un poco al precipicio podrían ver como los primeros brujos comenzaban a invadir la isla. Atacando con una fiereza primitiva y propia de la época a todo aquel que osaba interponerse en su camino.

-¡Mi hijo! ¡Dejadlo! – gritaba otra orejas puntiagudas siendo despojada violentamente de su pequeño. Que rápidamente fue electrificada por las descargas de un tensái de manera muy violenta.
-Por… Por Imbar. – Xana estaba asustada, se llevaba las manos a la boca. Pensaba que el remeido había sido peor uqe la enfermedad. - ¿Por qué atacan las islas? – y es que la joven elfa aún no había asimilado lo que ocurría, cuando casi fue embestida por un hombre que corría abajo, a defender la isla del feroz ataque brujo.

En lo más alto de la cima el panorama no era tampoco muy halagüeño, un enorme remolino circular descendía del cielo en un rayo negro. Similar al que Amaterasu había provocado en Dundarak, aunque de otro color. Alguien estaba desatando un enorme mal. Y Xana se quedó embobada mirando hacia allí, ¿sería oportuno pedir que le quitasen una maldición sumidos en medio de aquel caos? No, primero tendría que ganarse la confianza del clan, además de encontrar a los miembros de la familia Tarmúnil, algo que no tardaría en hacer.

Un hombre y una mujer mejor armados que la media descendieron desde la cúspide de la isla. Llevaban unas armaduras negras, repletas de calaveras, pero no portaban casco alguno. Su piel era muy pálida, casi como la de un vampiro, y sus cabellos negros, siendo muy diferentes al resto de elfos de aquella pequeña isla. La gente rápidamente se movilizó en torno a ellos, considerándolos casi como los salvadores del día. Se colocaron sobre una plataforma elevada y comenzaron a tranquilizar a la población de orejas puntiagudas que estaba desesperada ante la inminente llegada de los brujos al poblado.

-¡Caranthir! ¡Erzsbeth! ¿Dónde están vuestros hermanos? – preguntó un elfo esperando una respuesta, una solución que los liberase de aquel ataque que parecía totalmente perdido.
-Todo está bajo control. Mis hermanos necesitan un poco más de tiempo. – tranquilizó el elfo, totalmente calmado y sereno. A continuación miró al mar y entrecerró los ojos, mirando con odio aquella enorme flota que se postraba ante la isla, y desde la que volaban virotes de fuego. Furioso, alzó su espada dentada al viento, y tras un alarido, comenzó a motivar a los suyos ante los bajos ánimos que éstos tenían ante la inminente llegada de los brujos. -  Aquellos que quieran salvar nuestra la isla de los invasores. ¡Que den un paso al frente! ¡Este es nuestro hogar! ¡Esta es nuestra libertad! ¡Y ningún brujo por muy poderoso que se crea va a arrebatárnosla! Nosotros, el clan Tarmúnil, erradicaremos a la escoria bruja, a ellos y a todos los que osen desafiar nuestra paciencia. ¡A por ellos!

Caranthir:
Erzsbeth:



* * * * * * * * * *

Vuestra anterior misión fue muy tranquila, ahora será pura acción y tendréis que tomar decisiones muy rápidas.

Habéis llegado a Isla Lunar, el último reducto de los elfos durante la tercera guerra illidense, y el clan Tarmúnil se dispone a defenderla a capa y espada. Deberéis a ayudar a los “todavía-no” jinetes oscuros, Caranthir y Erzsbeth, a salvar al mayor número de elfos que podáis tras la llegada de los brujos al pueblo. Tenéis libertad para manejarlos a ambos.

Aún así, los brujos no serán vuestros únicos enemigos, recordad que los tempóreos andan sueltos. Permaneced alerta.

Rauko: Xana y tú quizás no tengáis potencial de combate como Elen, podéis dedicaros a rescatar gente si lo consideráis mejor. Al final del turno, y en medio del combate, verás en una de las casa del pueblo una especie de medallón brillar. Porta una calavera. Puedes ignorarlo o tomarlo.

Elen: Recordarás la apariencia de Caranthir y Erzsbeth por tus pesadillas, ya que llevan la misma vestimenta. Este último, además, tiene exactamente los mismos grabados que el que te atacó en isla lunar. Tu medallón solar vibra con muchísima fuerza y casi saldrá disparado, pero debes reprimir tus ganas de acabar con ellos. Sentirás cierta atracción o interés por ellos, así que no te alejes demasiado e intenta ganarte su confianza en combate, si lo consigues, tal vez te cuenten algo que pueda interesarte.

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Mensaje  Rauko Mar Feb 21 2017, 05:02

    Todavía no podía creer que fuese posible viajar en el tiempo, pues hasta ese día no había escuchado hablar de alguna magia que fuese lo suficientemente poderosa para abrir puentes entre dos momentos distintos en el tiempo. No obstante mis compañeras optaron por creer en aquello, y yo no podía disgustarme por eso, ya que por el momento, no teníamos muchas opciones.

    Xana tomó la llave mágica y la sostuvo creyendo que ese pequeño objeto era la clave para su salvación, teniendo nuevamente la esperanza que al final todo podría salir bien, y por eso, porque una vez más la fe volvía a deslumbrar en ella, decidí mantenerme en silencio para no desilusionarla, sin embargo, cuando la realidad la decepcionara, yo tendría mis palabras preparadas para intentar reconfortarla.

    Elen por su parte parecía estar un poco más preocupada, no estaba feliz porque podría salvar a Xana pero tampoco se mostraba triste. El viaje en el tiempo nos llevaría a un lugar donde los brujos no eran bienvenidos y por ello era comprensible su preocupación, sin embargo había algo más, como si también se viera obligada a enfrentarse a diversos problemas personales que por el momento estarían fuera de mi imaginación, y si eso era cierto entonces ella sería la que tendría que lidiar con más obstáculos.

    Tal vez por esto, la peliblanca salió de la habitación dejando al resto de los presentes acompañados por el silencio que se adueñó del lugar por un par de minutos, pero por lo menos ese tiempo me sirvió para pensar sobre la posibilidad de que viajar en el tiempo fuese posible y las consecuencias que eso podría traer.

    Fue entonces cuando una elfa entró al despacho un poco apresurada y sin caracterizarse por tener los típicos modales de los hijos del bosque -(Una ladrona, debo neutralizarla)- Fue lo primero que pude pensar tras ver cómo la nueva personaje tomaba la llave de las manos de Xana. No obstante, había algo particular en aquella insolente, su rostro me resultaba familiar, tanto que me mantuve inmóvil por unos segundos tratando de recordar si la había conocido en algún lado, pero no fue hasta que su voz se dejó escuchar para descubrir quién era esa persona -(¿Elen? ¿Ella es Elen?)- Me pregunté sin dejar de mirar el nuevo aspecto de la bruja -(Impresionante, lo que sea que hizo para cambiar la apariencia podría ser de utilidad para los informantes)- Pensé mientras me acercaba a las chicas para tomar sus manos.

    Repentinamente, antes de que pudiera reaccionar adecuadamente, el suelo, las paredes, el techo, la tierra y el mismo cielo se fragmentaron como si fueran espejos quebrándose, y luego todo desapareció rápidamente para que lo único que estuviera a la vista fuera un mundo blanco y vacío donde sólo estaríamos mis compañeras y yo.

    Desafortunadamente, una vez en ese lugar, experimenté cómo mi cuerpo se dejaba caer a una gran velocidad hacia un precipicio cuyo fondo no parecía existir, mientras que todo mi cuerpo era oprimido por una gran presión y dentro de mi pecho sentía un vacío que succionaba hasta mi propia alma -¡¿Qué sucede?! ¡Detengan esto! ¡No puedo resistir!- Grité y grité esperando obtener ayuda pero nadie podía escucharme, pues ni siquiera el sonido existía en esa extraña dimensión.

    Fue entonces cuando pude abrir mis ojos y descubrir que todo ya había pasado, nuevamente me encontraba en un lugar lleno de colores y sonidos -¿Pero qué sucedió?- Susurré para mí mismo mientras cubría el rostro con mi mano derecha -(¿Por qué todavía no me he dedicado a criar upeleros?)- Después de todo lo ocurrido sólo podía pensar en tomar una vida diferente; ya estaba agotado y necesitaba tomar un descanso; por desgracia, esta vez no habría lugar para descansar.

    Lo siguiente que pude escuchar fueron los gritos de una multitud que comenzaba a ser gobernada por el miedo y la desesperación, obligándome Inmediatamente a voltear hacia el origen de los gritos, descubriendo de esta forma cuál era la causa de tanta conmoción -(No puede ser, ¿De verdad viajé al pasado? Si es así, entonces ¿los elfos siempre fueron cobardes?)- No sabía cómo reaccionar en ese momento, pero era imposible ignorar lo que estaba sucediendo frente a mí.

    Con pánico y terror los elfos corrían lo más rápido que podían, buscando huir de un ejército de brujos que comenzaban a invadir la isla desde la costa, pero los desafortunados que no eran lo suficientemente veloces eran alcanzados por los violentos ataques elementales de los invasores; ni siquiera los niños ni las mujeres estaban a salvo de la crueldad de la guerra que comenzaba a desatarse para convertir aquellas tierras en un enorme lienzo teñido con la sangre de los elfos.

    Sin importar a donde mirara en las costas no había más que caos y muerte, era el inicio de una terrible masacre que quedaría marcada en la historia. Por esto, creí que la mejor opción era dirigirme hacia la cúspide de la isla, sin embargo, al voltear hacia mi siguiente destino pude ver cómo desde el cielo descendía un enorme remolino negro, muy parecido al que Amaterasu había hecho en Dundarak -(Algo me dice que los elfos no ganaron esta batalla)- Pensé temiendo la posibilidad de que mi vida pudiera tener su final en aquella isla.

    Afortunadamente, cuando parecía que todo se había perdido, desde la cima de la isla descendieron dos guerreros, un hombre y una mujer con la apariencia tan siniestra como la de un vampiro pero que a pesar de lo intimidante que parecían, todos los elfos que estaban por el lugar no tardaron en colocarse alrededor de aquellos dos personajes quienes se convirtieron en el centro de atención.

    Escuché con atención a sus palabras y rápidamente comprendí que ellos eran miembros del clan Tarmúnil, el clan que sería capaz de salvar el corazón de Xana, así que si queríamos su favor primero debíamos hacer que ellos nos debieran uno, pues es más efectivo obtener algo cobrándolo que simplemente pidiéndolo, pero en esta ocasión, tal vez no lograríamos vivir para cobrarlo, las circunstancias eran muy peligrosas -Elen, ésta es nuestra oportunidad, si luchamos nos ganaremos su confianza y se ofrecerán a ayudarnos… pero es posible que descubran tu identidad si luchas, así que no tendré problemas si te quedas aquí. Yo puedo encargarme- Mis palabras eran serias y no mostraban dudas.

    Por lo serio de la situación que no garantizaba nuestra supervivencia, me acerqué a Xana y estando al frente de ella coloqué mis manos sobre sus hombros para luego cruzar nuestras miradas -Xana, quédate aquí, en un lugar seguro. Me encargaré de esto…- Hice una pausa por un par de segundos para observar con preocupación el campo de batalla, y nuevamente, miré a la elfa mostrándole una pequeña sonrisa -Todo saldrá bien, no te preocupes- Fueron mis últimas palabras antes de apartarme y unirme al grupo de valientes que se ofrecieron a luchar.

    Debido a las circunstancias, realmente me era difícil pensar bien las cosas, simplemente me impulsaba a actuar sin premeditar demasiado sobre mis decisiones; pero de todas formas no podía desperdiciar el tiempo reflexionando, por el momento sólo debía obedecer las órdenes de Caranthir para poder ganarme su confianza.

    El pelinegro instruyó hábilmente a los presentes, asignando órdenes y dividiendo a los valientes en tres grandes grupos: los que saldrían a la primera línea de batalla, los que atacarían a larga distancia y los que se encargarían de atender a los heridos; y cada uno de estos grupos se dividirían luego en el campo para ejercer funciones estratégicas.

    Los invasores se acercaban cada vez más como una fuerza imparable, arrasando con todo lo que tuviera la desgracia de estar en su camino. Por otro lado, el primer grupo de los elfos se movilizó rápidamente hacia el frente de batalla con coraje y valentía en cada uno de sus corazones, y aunque yo no tenía las habilidades necesarias para asegurar mi supervivencia en aquella guerra, fui uno más de ellos, empuñando mi espada y mostrando una mirada de determinación.

    Antes de batallar como los demás tuve que mantenerme un poco atrasado junto con otros para observar los movimientos y estrategias de los brujos, pues al ser los más débiles debíamos esperar el mejor momento para entrar en acción. Desafortunadamente, lo que podíamos ver ante nosotros no era más que una masacre, a cualquier lugar donde observáramos sólo podíamos contemplar un festival de intensas llamaradas, descargas eléctricas y ondas de energía de luz. Sin importar lo que yo quisiera hacer no podía acercarme ya que al intentarlo mi vida llegaría a su final.

    Fue entonces cuando los invasores y los elfos se encontraban tan esparcidos por las calles del lugar que lanzar cualquier tipo de ataque mágico afectaría tanto a enemigos como aliados, por lo que la frecuencia en que aparecían los proyectiles abrasadores disminuyeron lo suficiente para que todos pudiéramos acercarnos y luchar.

    Aproveché la oportunidad junto con los otros rezagados y empuñando nuestras armas corrimos de prisa hacia las hordas de enemigos -¡¡Pelearemos hasta el último aliento!!- Gritó un intrépido elfo justo antes de ser alcanzado por una descarga eléctrica que terminó instantáneamente con su vida, mientras que el resto seguimos corriendo sin detenernos hasta estar lo suficientemente cerca de nuestros enemigos para poder herirlos con nuestras armas.

    En ese momento me separé de mi grupo y procedí a escabullirme entre los guerreros para luego dirigirme hacia donde se encontraba un brujo que luchaba a pesar de estar en un estado deplorable y casi agonizante, convirtiéndose en un objetivo perfecto para mí. Sin pensarlo aproveché la primera oportunidad para atacarlo por la espalda y arrebatarle la vida atravesando su cráneo con las hojas duales de mi espada -Uno menos- Susurré para luego emprender una nueva carrera en busca de mi siguiente víctima, alguien que también se encontrara al borde de la muerte.

    Seguí corriendo y asesinando utilizando la misma estrategia mientras trataba de llegar hasta donde se encontrara alguien del clan Tarmúnil ya que impresionarlos era mi objetivo principal, sin embargo era difícil. En aquel campo de batalla había pedazos de órganos volando en varias direcciones, sangre fresca esparcida en el aire y abundaban los rayos y bolas fuego que se paseaban sobre las cabezas de todos hasta impactar contra algún desafortunado. La batalla era un espectáculo de sangre para ambos bandos quienes no paraban de sufrir bajas.

    Repentinamente, los brujos decidieron retroceder, parecía que finalmente estaban rindiéndose y eso era muy motivador para los elfos; por desgracia los hechos no fueron como esperábamos y en realidad se trataba del inicio de una jugada de los astutos invasores.

    Algunos brujos de agua crearon una pequeña ola con la que mojaron gran parte del suelo donde nos encontrábamos los elfos, para luego dejar que otros se encargaran de hacer que la electricidad hiciera el resto -Oh no- Mis ojos estaban abiertos como platos y mis piernas me hacían retroceder sin que yo estuviera consciente de ello -Debemos correr, debemos correr, debemos correr- Era lo único que podía pronunciar justo antes de emprender una vertiginosa carrera hacia una de las casas para entrar saltando por una de sus ventanas antes de morir calcinado.

    Afortunadamente mi velocidad bastó para romper los barrotes de madera que protegían la ventana y entrar al lugar seguro, sin embargo la caída adentro no fue la mejor, pues terminé estrellándome contra una mesa que no pudo evitar quebrarse por el impacto. Al final terminé con la espalda al suelo y con trozos de la mesa debajo y sobre mí.

    Cuanto intenté moverme, pude ver el resplandor de un objeto que colgaba en la puerta de la casa, era un medallón que portaba una calavera y radiaba un extraño pero atrayente brillo -(Es interesante, ¿Tal vez debería tomarlo como recompensa de mis esfuerzos? Podría ser útil o por lo menos podría entregárselo a Elen como agradecimiento... No, tal vez no le agrade... Pero si lo conservo para mí ¿podría cambiar el curso de la historia?)- En ese instante mi mente se había olvidado de la que guerra y sólo podía pensar en el medallón que era tan particular que de alguna manera era hipnotizante -(Tal vez no importe para el tiempo, he acabado con unos cuantos brujos y todavía sigo con vida… o eso espero)- Fue mi razonamiento final que me impulsó a tomar el extraño accesorio sin preocuparme en las consecuencias, tal vez no sucedería nada grave.

    Una vez guardado el medallón me preparé para salir una vez más al campo de batalla; me asomé ligeramente por la ventana rota y con toda la cautela posible observé el entorno para asegurarme de que era seguro salir, para averiguar si todavía valía la pena volver a luchar…


Última edición por Rauko el Dom Feb 26 2017, 21:48, editado 1 vez
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Elen Calhoun Miér Feb 22 2017, 14:26

Aquello funcionó, del mismo modo en que lo había hecho el tomo de Tarivius anteriormente, solo tuvo que concentrarse en el lugar al que quería llegar y la llave hizo el resto, arrastrándolos a un vacío en que solo se encontraban ellos tres, cayendo vertiginosamente hacia el abismo. Sin embargo, aquel teletransporte no se pareció en nada a los del antiguo centinela, con él los viajes habían sido suaves, pudiendo incluso observar el sinfín de estrellas mientras escuchaba su voz, ésta vez no, la bruja sintió una terrible presión sobre su cuerpo, hasta el punto de creer que le iba a estallar la cabeza. Aquello quizá se debía a que no solo estaba viajando a otro lugar sino también a otra época, o a su falta de práctica en la materia, ya que no podía compararse ni de lejos con el experimentado hechicero.

Segundos después todo terminó, y para cuando volvió a abrir los ojos el dolor de cabeza casi había desaparecido por completo, algo que sin duda era un alivio. Elen se incorporó y escrutó con la mirada el lugar en que habían aterrizado, reconociendo de inmediato isla lunar, aunque no estaba como la primera vez que la visitó. No tenía el aspecto de estar desierta ni abandonada, ya que se había convertido en el refugio de una comunidad de elfos, aunque no por mucho tiempo más. Los gritos no dejaban lugar a dudas, el enemigo había llegado y el enfrentamiento entre razas por hacerse con la isla era inminente.

Oscuras nubes cubrían el cielo, amenazando con descargar sobre ellos una feroz tormenta, pero ni siquiera eso haría retroceder a los barcos de los brujos, no cuando estaban tan cerca de alcanzar su objetivo, expulsar a todos los elfos de las islas. Elen avanzó hacia el precipicio para ver de primera mano lo que estaba ocurriendo más abajo, y la escena que encontró no pudo ser más cruel. El pánico se había adueñado de los moradores del bosque, mientras tensais de todos los elementos invadían la orilla y comenzaban a desatar sus poderes contra ellos de forma violenta, dejando a su paso una ristra de cadáveres. Eso era la guerra, una matanza en la que a su juicio, nadie ganaba, ¿cómo se podía ganar tras haber derramado tanta sangre no solo ajena sino también propia?

Retirándose del borde, la de cabellos cenicientos atisbó por el rabillo del ojo a una visiblemente asustada Xana, tanto como para no ver que un hombre estaba a punto de embestirla en su veloz carrera hacia la costa. Elen intervino antes de que esto sucediese, tirando de la joven para apartarla del camino de aquel extraño que corría a defender su hogar. - Escúchame Xana, hemos viajado a la guerra entre magos y elfos por las islas, esta debe ser la batalla con la que os expulsaron definitivamente, intenta calmarte. - le dijo en un susurro, antes de que su mirada se posase en el negro remolino que descendía del cielo hasta tocar la cima de isla lunar. Aquel poder era muy semejante al que Amaterasu había utilizado para detener sus hordas de no muertos en Dundarak, y por tanto solo podía indicar una cosa, que los Tarmúnil se encontraban en lo más alto.

La sola idea de tener que pedir ayuda a aquellos seres que habían estado a punto de destrozarle la vida se le atragantaba en la garganta y conseguía que se le revolviese el estómago, pero no había otro modo de salvar a Xana, así que tendría que contenerse, cosa que no le resultaría fácil. Presentarse ante ellos sin más no era una opción, primero tendrían que ganarse su confianza y eso probablemente los empujase a tomar parte en la lucha, tema peliagudo. Ninguno de los tres sabía quién debía morir en aquella batalla y quien no, por tanto tendrían que ser precavidos a la hora de actuar, o cambiarían la historia y podrían desencadenar cosas terribles.

Lo único seguro era el desenlace, los hechiceros ganaban la guerra y se hacían con el territorio, pero ¿sería aquel el día en que lo conseguirían? La situación se presentaba cuanto menos complicada, a lo que además había que sumar el hecho de que no eran los únicos viajeros en aquel tiempo, los tempóreos podían aparecer en cualquier momento y solo los dioses sabían qué intentarían modificar, debían estar alerta. - Ojalá hubiese tenido unos minutos más con ellos. - pensó la tensai, en cuanto un par de figuras comenzaron a descender hasta donde se encontraba el grupo. De haber tenido algo más de tiempo la joven les habría explicado todo cuanto sabía acerca de los Tarmúnil y lo sucedido en la isla, como la familia había jugado con ritos oscuros y magia peligrosa en busca de la inmortalidad, antes de que los primeros centinelas llegasen de otro plano para destruirlos y dividir sus almas en los cuatro artefactos que a su vez quedarían fraccionados para dificultar que volviesen a unirse.

Por desgracia no podría compartir con ellos dicha información, ya que el par de guerreros ataviados con negras armaduras decoradas con calaveras captó toda su atención. Elen reconoció de inmediato sus pálidos rostros enmarcados por negras melenas, y aquellas extrañas vestimentas que portaban, no cabía duda, ambos habían aparecido en sus pesadillas. Tenía delante a dos de los jinetes y casi no podía creerlo, verlos allí, mientras su pueblo los rodeaba como si fueran héroes, sabiendo que en realidad no eran más que unos sádicos monstruos. El medallón solar comenzó a vibrar con fuerza, tanta que tuvo que llevarse una mano al pecho para sujetarlo y mantenerlo en el interior de su camisa, fuera de la vista de aquel par de indeseables.

Su rostro mostraba una seriedad solo rota por el ceño fruncido y los labios apretados, expresión que no llamaría la atención teniendo en cuenta el miedo y enfado que se adueñaba de los elfos. - Malditos. - pensó para sí, haciendo un enorme esfuerzo por contenerse y no abalanzarse sobre ellos. Los quería muertos, eso era lo que se merecían, pero no podía alterar la historia, y eso quería decir que no le tocaba a ella arrebatarles la vida sino a los primeros centinelas. La benjamina de los Calhoun deseó que apareciesen, quería contemplar como por una vez, el bien destrozaba la oscuridad, pero aunque eso sucediese nada cambiaría, los jinetes conseguirían su ansiada inmortalidad a través de la maldición, nadie podía cambiar eso.

Un hombre se dirigió a ellos, pronunciando sus nombres y devolviendo a la tensai a un recuerdo del pasado, aquel en que durante su primera visita a isla lunar, había estado ante las lápidas de los Tarmúnil. Caranthir, sí, sin duda recordaba haber leído aquel nombre en la piedra, pero el de Erzsbeth no le sonaba, aunque no era algo extraño, quizá se hubiese borrado a causa del tiempo y la erosión. Dejando de lado su sed de venganza, ya que no le valdría de nada, Elen avanzó hacia el par de guerreros para verlos algo mejor, movida por el interés de conocer a su enemigo. Esto le permitió descubrir algo que no se esperaba, que la mujer que tenía delante era la misma a la que estúpidamente, había liberado durante su ascensión, por no seguir los consejos de Tarivius.

Tenía que ser ella, Erzsbeth, la primera de los jinetes con la que se había enfrentado en el plano real, haciendo uso del medallón para desterrarla. El sentimiento de culpa por aquel error aún seguía muy presente en la tensai, pero nada podía hacer para enmendarlo de momento, solo conseguir el apoyo del resto de sus hermanos para cruzar al otro lado y terminar con aquel mal de una vez por todas. Apretando los dientes, la joven escuchó como Caranthir llamaba a la batalla a su gente, refiriéndose a los brujos como escoria, y aunque lo que más le apetecía era rebanar aquel par de cuellos y dejar que ambos monstruos se desangrasen allí mismo, la de ojos verdes supo que su única opción de ganarse la confianza de los Tarmúnil y conseguir que salvasen a Xana pasaba por ayudar en la lucha.

Rauko también lo vio claro, pero temía que la bruja se delatase al participar. - Sé luchar sin magia. - fue lo único que dijo ella en respuesta, al tiempo que echaba la diestra hacia atrás y extraía su espada de la vaina que sobresalía por encima de su hombro derecho, haciéndola oscilar en el aire de forma amenazadora. Lo cierto era que sin sus poderes perdía bastante efectividad, pero había entrenado en varias ocasiones para estar lista de cara a un combate solo con armas, ahora llegaba el momento de poner a prueba todo lo aprendido.

Mientras su compañero se despedía de Xana, instándola a mantenerse en un lugar seguro hasta que volviesen, Elen se colocó junto al grupo de elfos que rodeaba a los hermanos, a los que intentaría no perder de vista, a fin de cuentas podría sacar mucho de verlos luchar. Con suerte podría memorizar sus estilos y estrategias de cara a la batalla, cosa que a pesar del tiempo, probablemente mantuviesen. De ser así los centinelas tendrían algo de ventaja en el enfrentamiento final, por eso debía mantenerse atenta y tan cerca de ellos como le resultase posible, aunque teniendo en cuenta que por precaución, no mataría a nadie, debía cuidarse de que no se percatasen de ello.

Música para la batalla:

Estaba claro, los brujos debían vencer y por tanto, la tensai se limitaría a dejar fuera de combate a cuantos adversarios encontrase en el camino, valiéndose disimuladamente de su telequinesis y corrientes de viento de ser necesario. Esperando que su compañero tomase la misma estrategia, para no arriesgarse a alterar el pasado, Elen atendió a las instrucciones de Caranthir, para luego unirse al grupo que iría en primera línea y comenzar a descender hacia la zona en que estaba teniendo lugar la masacre. Algunos se quedaron atrás, intentando buscar puntos débiles al enemigo antes de entrar en acción, mientras otros, entre los que se encontraban tanto la centinela como los dos miembros del clan Tarmúnil, cargaban sin detenerse hasta llegar casi a la orilla.

Las flechas volaron desde lo alto, cortando el aire y alcanzando a algunos de los magos, que en el peor de los casos morían de forma casi instantánea. Muchos recibieron heridas, y la cosa empeoró cuando comenzaron a lanzar proyectiles en llamas, obligando a los invasores no solo a centrarse en lo que tenían delante sino también en lo que les caía del cielo. Esa distracción fue la que aprovechó la benjamina de los Calhoun para abordar a un bi - elemental de fuego y agua desde un costado, asestándole un contundente golpe en la cabeza con la empuñadura de su espada. El hombre cayó inconsciente y boca abajo sobre la arena, mientras el bastón que sostenía se le escurría de entre los dedos.

- Esto me vendrá mejor. - musitó, justo antes de envainar la hoja y hacerse con el largo báculo de madera. Pelear con un arma de aquel tipo le aseguraba que sus enemigos no morirían, a menos que se pasase de fuerza en según qué puntos del cuerpo. Su siguiente oponente fue una tensai de aire que intentó hacerla volar por los aires con una potente corriente de viento, pero enfrentarse a un igual no era problema para ella. Elen clavó el bastón en la arena para simular que de ese modo evitaba ser arrastrada, mientras haciendo uso de sus poderes, desviaba el hechizo de la mujer, consiguiendo que este se dividiese y la rodease por ambos lados, sin llegar a tocarla. Eso era lo bueno del aire, que al no ser visible podía utilizarlo en su favor, lo mismo que la telequinesis.

Por desgracia eso la limitaba, sus mejores ataques estaban relacionados con la electricidad y eso era algo que si se podía ver, así que quedaba fuera de su abanico de posibilidades. Una vez esquivado el hechizo, se levantó a toda prisa y corrió hacia la maga, sacando uno de los cuchillos arrojadizos que tenía en el muslo para lanzarlo contra ella, acertándole en el hombro y evitando así que pudiese volver a atacar antes de que la alcanzase. Otro golpe en la cabeza y otra adversaria en el suelo, herida a causa del pequeño puñal pero aún con vida. Caranthir abatía sin piedad a cuantos encontraba en su camino, rodeado de un pequeño grupo de elfos que gracias a su cercanía, encontraban el valor para seguir adelante a pesar del terrible escenario de muerte en que se movían.

Su forma de pelear era feroz, algo que concordaba con el futuro que le esperaba, convertido en un jinete y dejando tras de sí un reguero de muerte y destrucción. Sin embargo, la de cabellos cenicientos no pudo distraerse mucho, otro brujo se había fijado en ella y ya se preparaba para liberar sus poderes contra la supuesta elfa. Elen no sabía que esperar, intentó recortar distancias con el susodicho pero pronto se vio detenida a la fuerza, una gruesa raíz había surgido de la arena para apresar su tobillo y hacerla caer. Instintivamente, la centinela echó mano a su daga y trató de cortarla, pero no consiguió hacerlo a tiempo, y para cuando se dio cuenta estaba prisionera en una jaula que se estrechaba cada vez más, amenazando con asfixiarla.

Fue entonces cuando Erzsbeth entró en escena, alcanzando al mago e hiriéndolo con un tajo ascendente de su arma, que le cruzó todo el torso, luego la hoja se hundió en su pecho, arrebatándole la vida y provocando que las raíces desapareciesen. Elen consiguió levantarse justo a tiempo de ver como una enorme ola comenzaba a formarse y se dirigía a toda prisa hacia la orilla, y no le hizo falta pensar mucho para imaginar lo que los de su raza se traían entre manos. Tenía que salir de la arena, y aunque le hubiese gustado ver morir a la pálida guerrera, optó por correr hacia donde ésta se encontraba y sujetarla del brazo, tras lo cual tiró de ella y la instó a abandonar la zona, cosa que logró a pesar del ansia de la elfa por seguir luchando.

Ambas alcanzaron la escalera de piedra justo a tiempo de evitar la electrocución, y con ello la benjamina de los Calhoun dio por saldada la deuda con Erzsbeth, ella la había salvado de las raíces y Elen a ella de una muerte casi segura a manos del eléctrico tensai, estaban en paz. - Por los pelos. - musitó, antes de volver a ponerse en guardia por si algún otro enemigo decidía atacarlas.

Off: editado para añadir música ambiental.
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Mensaje  Ger Dom Feb 26 2017, 22:39

La batalla dividió a Rauko y Xana por un lado y a Elen por el otro. Mientras que la de cabellos cenicientos siguió a Erzsbeth, la jinete que se encontraría en Isla Lunar cientos de años después, Rauko y Xana permanecieron en el pueblo. La elfa ya no poseía el báculo de nigromante que le había arrebatado Amaterasu, pero aún así se defendía bien utilizando otro tipo de magia ligeramente oscura. Algo que sorprendería al elfo. La elfa no podía ser una nigromante al uso, pero algo había aprendido con el uso propio y del clan Alúe.

Un vórtice negro que absorbió a un par de brujos fue lo que Caranthir necesitaba para convencerse del increíble poder de Xana. Aquello pareció sorprenderle. ¿Por qué? Porque los Tarmúnil no tenían idea de que hubiese más elfos que manejasen la magia negra como lo hacían ellos. Esto hizo que detuviera su particular lucha para dirigirse a la elfa y agarrarla fuerte por el brazo para ayudarla a levantarse.

Rauko! Tenemos que ayudar a Rauko. – suplicó la elfa al futuro jinete oscuro, señalando al afectado. Los ojos de Caranthir, de pupilas negras, brillaron al ver la elfa, y torció su vista para ver a Rauko en apuros. El elfo se encontraba tomando un misterioso medallón que guardó rápidamente, gesto que no pasó desapercibido para el jinete, que corrió a su rescate.

Un brujo iba a atacar a Rauko por la espalda, pero entonces Caranthir emitió un flujo negro de su mano en dirección a su corazón. La corriente de humo negro, perfectamente visible, atravesó, e hizo que el cuerpo se pudriese por completo. Aquello ya dejaba claro qué tipo de magia utilizaban, al menos, aquellos elfos. Y no era una buena. Tampoco se podía decir que fuesen nigromantes ya que no resucitaban a los muertos, o eso se creía. Era algo mayor, mucho más poderoso.

Tendió su mano sin torcer el rostro para ayudarle a levantarse. Y sin darle casi tiempo ni a agradecérselo el de larga melena lo tomó por ambos hombros. – Eres valiente, elfo. – le felicitó. – Has encontrado el medallón solar, uno de los objetos que venía a buscar. El otro lo he encontrado yo. – le explicó y se hurgó en los bolsillos para entregarle también una corona astada, que rápidamente depositó sobre su cabeza. – Llévalos a la cima. Y no los pierdas, por lo que más quieras. – Quedó pensativo durante unos instantes, observando todos los brujos que ascendían por el pueblo y que masacraban a los elfos sin ningún tipo de piedad. - No importa lo que me pase. Simplemente, hazlo. - le ordenó, antes de darle un pequeño golpe en la cabeza para que corriera a cumplir la tarea que le había encomendado y continuó matando brujos y defendiendo a cuantos ciudadanos podía.

La elfa Xana rápidamente se percató de que ésta corona le resultaba muy familiar. - ¿No es lo que llevaba Amaterasu en la cabeza? Y el que cogiste, lo tiene Elen, ¿si? – le preguntó y quiso comprobar dónde estaba la benjamina de los Calhoun, pero entre tanta gente no la vería. - ¡Por Imbar! ¿Dónde está Elen? ¿Crees que deberíamos llevarlos arriba? Pero… ¿y si los objetos nunca llegaron a la cima? Podemos estar cambiando el curso de la historia… ¿Qué ocurrió exactamente hace mil años, Rauko? - trató de recordar, observando el oscuro vórtice que se formaba en la parte superior de éste. – Supongo que lo más fácil será subirlos, ¿no? Luego ya veremos qué pasa. – le preguntó la elfa, nerviosa y muy indecisa.

* * * * * * * * * * * * *

Elen, por el contrario, se encontraba en primera línea de la playa junto a Erzsbeth. Entre las dos pudieron despachar a buena parte de los brujos que ascendían. Desde donde se encontraban podía ver como un pequeño conjunto de casas situadas en una posición más elevada que en la que ellas se encontraban estaban siendo asaltadas por unos brujos. La futura jinete oscura instó a la benjamina de los Calhoun a seguirla por un pequeño risco excavado en la roca que servía de atajo.

El camino era estrecho y sólo podían avanzar por el mismo en fila india. Siempre con cuidado de no resbalarse por la roca húmeda que podía acabar con alguna de las dos cayendo al abismo. El pequeño caminó terminó ensanchándose y ambas acabaron justo al lado de una enorme cabeza o escultura también pulida. Era el camino de ascensión a dicho pueblo.

El camino de ascenso continuaba, pero en esta zona el camino se abría de nuevo y ya había no pocos brujos dispuestos a hacerles la vida imposible a Erzsbeth y Elen. Rápidamente comenzaron a batallar contra ellas. La tarmúnil hizo gala de su habitual elegancia con espadas en ambas manos para deshacerse de varios de los que la atacaron, reduciendo el número de enemigos considerablemente ella sola. Mostrando lo verdaderamente temible que podía ser en combate. No sería nada comparado con el poder que, cientos de años después, conseguiría desatar.

Sin embargo, en aquel momento se vio superada en número claramente y un brujo de aire consiguió quitarle una de su espada y golpeó con la otra en el otro arma, dejándola desarmada. Pero Erzsbeth se resistió a perecer allí y rodó por el suelo para terminar atravesándolo con una daga, a la altura del abdomen.

La sangre saltó hasta el rostro de la elfa. Lo apartó pero cuando se dispuso a dirigirse a otro, un nuevo brujo de larga barba, armado con un báculo, que reflejaba de su punta una luz centelleante y prácticamente deslumbrante. Los ojos de este brujo estaban teñidos de verde.

-¿Os creéis indestructibles? – vaciló el brujo. -Te vas a quedar atrapada en esta piedra. Vivirás una eternidad en ella porque nunca nadie vendrá a liberarte. ¡Yo te maldigo, demonio! – La Tarmúnil comenzó a ser absorbida por la roca por efecto de la magia del brujo mientras trataba de estirarse con todas sus fuerzas para evitar ser devorada y consumida por la propia roca.
-¡Ayúdame! ¡Mátalo! – le suplicó ella. - ¡Por favor…! ¡Mi pueblo! – estaba sufriendo mucho. Si Elen o alguien no hacía algo para evitarlo. Su cuerpo y alma quedarían encerrados en aquel misterioso ente pétreo.
-¡NO! – gritó una extraña criatura dispuesta a asesinar al brujo y evitar que Erzsbeth fuese tragada por la tierra. Este ser no era un elfo, sino una criatura bastante distinta. Era una especie de humano con los ojos teñidos de rojo, como los de un vampiro, pero con las pupilas más brillantes. Pero era si cabía aún más raro pues su piel no era pálida y no ardía por los rayos de sol. ¿Qué haría Elen?
Extraño:
* * * * * * * * * * * * *

Rauko: Has conseguido dos objetos, el medallón solar y la corona astada. ¿Pero qué tienes qué hacer con ellos? Es difícil saber qué ocurrió exactamente. Tal vez llegasen arriba o tuviesen que acabar en el fondo del mar. Quién sabe. Por ahora lo más sensato parece ascender a lo más alto, donde te ha dicho Caranthir. Describe tu ascenso a la cima, no estarás exento de tipos parecidos a los que le salen a Elen, que intentarán quitarte el medallón. Puedes utilizar a Xana.

Elen: Debes decidir si ayudar al extraño personaje que ha aparecido como salvador de Erzsbeth o "traicionar" a la Tarmúnil, que suplica tu ayuda, acabando con él y permitiendo que el brujo la encierre en la roca. Lo que hagas puede cambiar o no, el curso de la historia, cuidado porque podría afectarte a ti. Pase lo que pase, verás un enorme cataclismo o explosión en la parte alta de la cima. El cielo es aún más negro. Deberías subir a ver qué sucede.
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Rauko Vie Mar 03 2017, 05:59

    Al principio creí que la mejor opción era que mis compañeras optaran por mantenerse alejadas de la feroz batalla que se había desatado, sin embargo, Elen me indicó que ella sabía defenderse incluso sin la necesidad de utilizar la magia, así que su verdadera identidad no sería descubierta tan fácilmente. Xana por su parte ya no contaba con su báculo y por lo tanto si decidía acompañarme en el campo de batalla sólo estaría arriesgando su vida, y si ella moría entonces nuestra estancia en aquel lugar así como las últimas semanas habrían sido simplemente un desperdicio de tiempo.

    Cuando salimos al campo de batalla no voltee a mirar atrás para ver a mis compañeras, simplemente me dejé guiar por el curso que tomaba la guerra, y aunque en principio podía ver a Elen luchar a lo lejos, tras un rato ya no pude saber de ella. No obstante, yo no estaría solo durante mi travesía; Xana decidió desobedecerme y acompañarme al campo de batalla, pero aunque creí que no me sería de ayuda debido a que no poseía su báculo, ella me demostró que era capaz de ser una grandiosa guerrera, logrando sorprenderme al mostrar el devastador poder de una magia levemente oscura. Al parecer Xana estaba llena de sorpresas.

    Sea como sea, una vez que obtuve el collar nuevamente me preparé para emprender una nueva carrera hacia cualquier lugar donde pudiera encontrar a mi siguiente víctima, aunque primero decidí mirar a mi alrededor en busca de alguno de los Tarmúnil, y afortunadamente pude encontrar a Caranthir quien se encontraba en ese momento corriendo a mi dirección de forma amenazadora.

    De pronto un fuerte grito de guerra se escuchó detrás de mí, haciéndome reaccionar y voltear instantáneamente, pero fue demasiado tarde cuando finalmente pude descubrir que se trataba de un brujo listo para arrojarme una ráfaga de fuego -(Éste es mi fin)- Fue lo único que pude pensar en aquel instante mientras esperaba mi dolorosa muerte.

    Cuando creí que toda la esperanza se había perdido y que no podía hacer más que resignarme, el pecho del brujo fue atravesado súbitamente por un tipo de proyectil de humo negro que no tardó luego en descomponer el cuerpo de la víctima hasta convertirlo en una asquerosa masa de carne putrefacta -(¡Oh, por los dioses!)- Di un rápido paso hacia atrás y sin perder tiempo me coloqué en una posición defensiva, aún sin poder asimilar que alguien frente a mí había sufrido una muerte tan perturbadora, y lo más sorprendente, era que fue Caranthir quien utilizó una magia tan poderosa para eliminarlo.

    Después de haber presenciado aquella escena no pude mirar a Caranthir de la misma forma que antes. Su magia era oscura y aquellos que poseían poderes similares solían ser personas despreciables como Amaterasu, así que tal vez él podría ser alguien que pudiera apuñalarme por la espalda.

    A pesar de mis sospechas, acepté la ayuda de Caranthir para levantarme, aunque tratando de ocultar mi desconfianza. Me preparé para agradecerle pero antes que yo tuviera la oportunidad de hablar, él me tomó por lo hombros y sin darme tiempo de reaccionar procedió a felicitarme por mi “transcendental” logro, además de colocarme una corona astada sobre mi cabeza e indicarme cuál debía ser mi siguiente objetivo. Una vez que Caranthir terminó de explicar mi siguiente misión, emprendió una nueva carrera hacia la horda de enemigos para dar una feroz lucha con una determinación envidiable y una gran devoción por defender sus tierras.

    Sin duda alguna me había ganado su confianza y la salvación de Xana estaba más cerca, pero ahora me encontraba en un nuevo problema, debía encargarme de la nueva tarea y no sabía si debía triunfar o fracasar para no ocasionar cambios drásticos al tiempo que terminaran por borrar mi propia existencia. Xana por su parte también se mostraba preocupada y no tardó en inundarme con sus preguntas que sólo terminaron confundiéndome aún más y abrumándome por no encontrar las respuestas.

    ¿Qué debía hacer? Cualquier decisión que tomara podría cambiar la historia, pero incluso no hacer alguna acción también podría causar consecuencias. Entonces ¿debía arriesgar el destino del mundo llevando los objetos a la cima o debía evitar que Caranthir consiguiera su objetivo?

    Fue entonces cuando pensé en una teoría que me impulsaría a tomar una decisión. Sólo mi mera presencia en aquel lugar ya cambiaba la historia, pues originalmente Caranthir jamás se detuvo a hablar conmigo, así que pudo acabar con más brujos. Sin embargo, esta vez Caranthir perdió tiempo en el que pudo acabar con algunos brujos que ahora al estar vivos pueden asesinar a elfos que no debieron morir, tal vez a alguno de mis ancestros, de modo que mi existencia ya no sería permitida. No obstante, a pesar de todo lo que había hecho, todavía me encontraba con vida y sin presentar algún cambio, así que tal vez el tiempo siempre corre hacia una misma dirección sin importar lo que suceda.

    Finalmente, con la esperanza de que mi improvisada teoría fuese cierta, me decidí por hacer lo que garantizara la salvación de Xana -De acuerdo, subiremos y esperemos que todo salga bien- Respondí sin dar explicaciones innecesarias -De todas formas, creo que es lo indicado. Así que vamos- Dicho eso comencé mi camino hacia la cima de la isla junto con Xana quien todavía no parecía estar segura de la decisión a la que llegamos.

    Corrimos lo más rápido que podíamos mientras hacíamos todo lo posible para evadir todos los obstáculos y tomábamos los caminos más despejados, tratando de llegar a nuestro destino sin tener que enfrentarnos a algún enemigo. No obstante, poco a poco los brujos estaban tomando terreno a pesar de que los elfos luchaban con todas sus fuerzas. La guerra se encontraba a favor de los invasores y por ello mi camino estaba cada vez más plagado de enemigos que intentaban aniquilarme, pero por suerte Xana utilizaba sus extraños poderes para encargarse de los brujos el tiempo suficiente para que no fuesen un problema mientras los dejábamos atrás.

    -¡Cuidado!- Repentinamente Xana gritó angustiada y no pude evitar detenerme para intentar voltear a su dirección, pero antes de que pudiera lograrlo una fuerte corriente de aire pasó por mis piernas con tal intensidad que instantáneamente perdí el equilibrio y terminé cayendo de espalda al suelo.

    Una vez ahí, miré a uno de mis lados y lo primero que pude ver fue un brujo listo para lanzarme una roca con su telequinesis -(¿Por qué los brujos me odian?)- Pensé para luego cubrir mi rostro con mis antebrazos para protegerme de un golpe directo a mi cabeza -¡Levántate, Rauko, no permanezcas en el suelo y ayúdame!- Exclamó Xana tras arrojar un tipo de ráfaga de viendo de cierto tono negro hacia el rostro del brujo para permanecer ahí y nublar la vista de éste -¡¿Qué es esto?!- Gritó mientras llevaba sus manos a su rostro y retrocedía temiendo a aquella magia que no conocía.

    Continuar luchando sería una pérdida de tiempo así que debíamos correr mientras pudiéramos o sería demasiado tarde -Vamos, Xana, sigamos- Me levanté rápidamente para emprender una nueva carrera, pero desafortunadamente no podríamos avanzar tan fácilmente.

    Desde un lugar apartado, una larga cadena se desplazó por el aire gracias a la telequinesis de algún brujo hasta que rápidamente rodeó y sujetó el cuello de Xana para halarla y llevarla al suelo -¡¡No!!- Grité mientras tomada una roca del suelo para luego arrojársela con todas mis fuerzas al brujo, sin embargo, éste utilizó su propia telequinesis para desviarla y permanecer a salvo, aunque eso le traería consecuencias.

    En ese mismo instante la cadena se aflojó lo suficiente para dejar respirar a Xana quien aprovechó aquella oportunidad para crear un pequeño vórtice negro sobre el brujo, pero éste se percató de esto y se apartó rápidamente para luego volver a aprisionar a Xana, sin embargo sus planes se verían frustrados, pues a una gran velocidad una flecha élfica cayó desde lo alto hasta terminar atravesando de lado a lado el cráneo del desafortunado brujo cuyo cuerpo, ahora sin vida, se desplomó al suelo donde acompañaría a los cadáveres inertes de sus homólogos y elfos caídos en batalla.

    Tras esto me acerqué a Xana para ayudarla a levantarse y después de colocar una de mis manos en su cuello para sanarla, con un rápido vistazo me aseguré de que ella no tuviera alguna herida grave. Hecho esto, miré nuevamente hacia el final del camino; ya faltaba poco y si continuábamos llegaríamos en poco tiempo, pero el destino era impredecible y ahora nuestro futuro era incierto, así que debíamos estar preparado para ante cualquier nuevo problema por más inesperado que fuera, y tal vez eso sería más pronto de lo que esperaba.
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Elen Calhoun Sáb Mar 04 2017, 12:00

Una vez fuera del alcance del eléctrico tensai, que había causado numerosas bajas en la playa con su hechizo, Elen se dispuso a volver a la orilla para seguir luchando y neutralizarlo, pero los gritos provenientes de unas casas situadas algo más arriba captaron su atención, y también la de la joven Tarmúnil. - Sígueme. - fue lo único que dijo la morena, antes de abandonar la primera línea para dirigirse a un atajo excavado en la roca. El camino no parecía seguro ni mucho menos, ni siquiera podían avanzar una al lado de la otra, ya que era estrecho y debían vigilar en todo momento sus pasos para no precipitarse al vacío. Elen siguió de cerca a la pálida elfa, colocando con cuidado los pies para aprovechar los mejores apoyos que la húmeda roca le ofrecía y evitar que las suelas de sus botas le diesen un susto, pero suspiró aliviada al notar que el atajo comenzaba a ensancharse por delante de ellas.

Lo que no esperaba era reconocer el punto exacto en que terminaba, justo donde había cometido la estupidez de liberar el espíritu de la mujer que ahora, luchaba a su lado. La escultura no dejaba lugar a dudas, aquella enorme cabeza se convertiría en la prisión de Erzsbeth, donde tendría que aguardar hasta que la benjamina de los Calhoun depositase una flor para dejarla salir nuevamente. ¿Sería aquel el día en que la joven Tarmúnil quedaba atrapada en la piedra? Elen no podía saberlo, lo único que podía hacer era seguir luchando hasta ganarse la confianza de la guerrera, solo así conseguirían que el clan removiese la maldición que amenazaba la vida de Xana.

La destreza de la elfa en combate era admirable, sus espadas cortaron el aire velozmente, alcanzando a varios de los brujos que les habían salido al paso y eliminándolos al momento, algo que la de cabellos cenicientos no podía igualar sin hacer uso de sus poderes, cosa que la delataría. Aun así, Elen no se quedó de brazos cruzados, manipuló una corriente de viento y se impulsó con ella para abalanzarse de un salto sobre una hechicera pelirroja que preparaba un ataque de fuego. Con ello pretendía ganar fuerza a la hora de golpear, pero debía estar alerta y no pasarse, los elfos tenían fama de ser muy ágiles pero no de ser capaces de saltar varios metros, con lo cual debía limitarse a objetivos cercanos a su posición.

La punta del bastón impactó directamente contra el vientre de la tensai, que recibiría casi de inmediato un segundo golpe en la cabeza, lo suficientemente contundente como para hacerla perder el conocimiento. Su cuerpo se desplomó sobre las escaleras de piedra que conducían a la cima de la isla, y sin tiempo para preocuparse por que la descubriesen aún con vida, Elen tuvo que hacer frente a otro mago, ésta vez uno de agua. Algunos pensarían que poco podía hacer un adversario como aquel lejos de la playa, pero los más talentosos podían crear casi cualquier cosa con el líquido elemento sin importar dónde se encontrasen, incluyendo una enorme burbuja que empezaba a formarse en el suelo y se cerraba sobre el enemigo, consiguiendo que éste se ahogase en su interior en algo menos de un minuto.

La centinela vio como el agua comenzaba a concentrarse en torno a sus botas, rodeándola para luego comenzar a subir, empapando el material y empezando a hacer lo mismo con la tela de cuero del pantalón instantes después. Tenía que hacer algo deprisa o volvería a verse atrapada y a merced de uno de los de su raza, dependiendo nuevamente de que la morena interviniese para ayudarla, algo que evitaría a toda cosa. No quería deberle nada, así que justo antes de que el transparente elemento le llegase a los muslos, echó mano a su daga y la lanzó hacia el enemigo, valiéndose de una combinación de brisa y telequinesis para guiarla con precisión.

Cualquiera que hubiese visto aquel limpio tiro habría creído que su acierto se debía a la aguda vista propia de los moradores de los bosques, algo de lo que sin duda se aprovecharía para seguir manteniendo su falsa identidad de cara a Erzsbeth. La afilada hoja se hundió en el pecho del mago, pero en vez de herir su corazón, punto que cualquier otro habría buscado, se coló entre las costillas que estaban por encima de éste, causando un gran dolor pero sin dañar ningún órgano vital. La joven, que estaba acostumbrada a recuperar sus armas por medio de la telequinesis, cosa que en aquel momento le resultaba imposible, tuvo que acercarse al extraño y extraer la daga ella misma, sujetando con fuerza el báculo y apuntando a su oponente con él para disuadirlo de intentar nada más.

Aprovechando el leve contacto con la metálica empuñadura, Elen envió una leve descarga al cuerpo del hechicero sin que su elemento se hiciese visible, lo justo para mantenerlo aturdido mientras se deshacían del resto. Así dejaría de ser una amenaza y probablemente Erzsbeth lo ignorase, dándole una oportunidad de huir antes de que otro elfo se cruzase en su camino y decidiese acabar el trabajo. Por el rabillo del ojo, la benjamina de los Calhoun observó como la pálida guerrera era desarmada por un hechicero de aire, pero no sería él quien acabase con su vida. Una daga, que hasta el momento la morena no había utilizado, bastó para derramar la sangre del invasor, aunque los problemas de la Tarmúnil no habían hecho más que empezar.

A pesar de haberse librado con éxito de su último atacante, otro la estaba esperando, armado con un báculo del que provenía una deslumbrante luz, lo cual dificultaba un tanto el mirarle directamente. Elen entrecerró los ojos y pudo atisbar algunos detalles de su figura, como la larga barba o el tono verdoso de sus ojos, pero no fue su apariencia lo que más llamó su atención, sino sus palabras. El brujo maldijo a la guerrera, dispuesto a encerrarla por toda la eternidad en aquella inmensa cabeza de piedra, estaba sucediendo. Sí, justo así era como Erzsbeth debía quedar prisionera hasta que la de cabellos cenicientos, mucho tiempo después, llegase liberarla.

Aquello debía suceder, y consciente de ello la tensai ignoró los gritos de la elfa, que le pedía ayuda desesperadamente. - Así ha de ser, volveremos a vernos. - le contestó con frialdad, mientras observaba como la roca empezaba a absorberla y la lucha de Erzsbeth por aferrarse a la vida. Ella no intervendría esta vez, pero otro individuo si estaba dispuesto a hacerlo. El grito del recién llegado captó toda la atención de la joven, y su extraño aspecto, que parecía obra de la unión de un vampiro con algo aún más oscuro, consiguió que su cuerpo se tensase instintivamente. - ¿Un tempóreo? - preguntó en apenas un susurro, sin esperar respuesta de nadie. - No puedo permitir que interfiera en esto. - añadió, para acto seguido interponerse entre la criatura y el lugar en que se encontraban el hechicero de larga barba y la futura jinete.

El extraño corrió en su dirección, movido por el apremio de los alaridos de la guerrera, que sufría unos dolores terribles y a pesar de ello seguía sacando fuerzas para resistirse a su destino. Sin embargo, Elen sería un muro que no lograría salvar. Echando mano a la correa del muslo, la centinela extrajo dos de los cuchillos y los lanzó contra el recién llegado sin miramientos, puede que no supiese qué miembros de cada bando debían morir en aquella guerra, pero el tempóreo simplemente sobraba. Dejarlo con vida suponía un riesgo que no estaba dispuesta a correr, así que se aseguró de acertar en puntos vitales, la yugular y el punto en que la criatura debía tener el corazón.

Una vez hecho esto, Elen salvó la distancia que la separaba de él y sorprendida porque aún se tuviese en pie, soltó el báculo que había tomado en la playa para desenvainar su espada y hundirla en el cuerpo del tempóreo, sin apartar la mirada de su rostro hasta que los rojos ojos de éste perdieron su brillo. Aquella era la primera vida que arrebataba durante el enfrentamiento, pero ¿sería la última? No podía saber si otros seres como aquel intentarían cambiar el pasado, y por ello ahora solo le quedaba hacer una cosa, cerciorarse de que Erzsbeth terminase encerrada en la roca antes de seguir su camino hacia la parte alta de la isla, donde escasos segundos después se produjo una sonora explosión que terminó de oscurecer el cielo.

- Xana…- musitó, con cierta preocupación. La hoja volvió a su vaina y la tensai tomó nuevamente el báculo para seguir su ascenso sin causar bajas innecesarias en el bando de los de su raza, pero antes de enfilar las escaleras de piedra se detuvo un momento, lo justo para ser testigo de cómo la maldición del brujo se cumplía. En cuanto Erzsbeth fuese absorbida por completo, la de cabellos cenicientos correría a toda prisa hacia la cima de isla lunar, evitando en la medida de lo posible los enfrentamientos con otros magos.
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Ger Dom Mar 05 2017, 22:51

Rauko y Xana terminaron llegando, no sin problemas, a lo más alto de isla Lunar. Y sobre una enorme mesa de piedra rectangular descansaban un total de once personas. Vestidos todos ellos con oscuras armaduras, reposando además un casco sobre esta mesa. Once hermanos Tarmúnil, que sumados a los dos que habían descendido totalizaban un total de 13.

-¿Dónde están? – preguntaba Elessar, desesperado, los nervios ya se notaban tanto en él como en el resto de sus hermanos. Caranthir y Erzsbeth no subían con los objetos que habían ido a buscar.
-Tranquilidad. – Imlerith, con su voz calmada, presidía la mesa, con sus brazos apoyados sobre ésta. En la que se podían ver dos objetos: Un rubí y una sábana de color blanquecino.
-Sube alguien. – advirtió la legendaria arquera Verzela. Rápidamente
-Brujos. – exclamó el también arquero, Aegus Tarmúnil.
-No son brujos. – negó con seguridad la peligrosa Lisandris, la tercera integrante maga del grupo.
-¡Alto! ¿Quién va? – Verzela no se lo pensó dos veces y apuntó con su arco a Xana y Rauko, que acababan de llegar para postrarse ante nada más y nada menos que los jinetes oscuros en su totalidad.

Xana se detuvo rápidamente, aquellos tipos eran poseedores de magia oscura. Mucho más que la suya, incluso más que la de Amaterasu. El éter fluía en aquella cima como nunca, y cualquier criatura capaz de sentir el maná podría notar una fuerte influencia de magia oscura en la ascensión.

Xana no tuvo más remedio que mostrar rápidamente los ítems que tanto ella como él

-Caranthir. – comentó fatigada, alzando las manos para mostrar que no llevaba armamento de ningún tipo. – Él nos mandó subir estos objetos. – y volviendo a bajar sus manos, pidió a Rauko que mostrase la corona astada que se había puesto en la cabeza, así como el medallón solar que le había entregado.

Todos los Tarmúnil, menos uno, parecieron sorprendidos. El que parecía el jefe de ellos, Imlerith, no levantó sus brazos de la mesa. Sólo alzó la vista, para dirigir una mirada a los recién llegados.

-Bien. – dijo con su ronca voz. No parecía ser un elfo de muchas palabras. – Lisandris, realiza el ritual. Ha llegado el momento. – Le dijo a su hermana, y se irguió cuan alto era, el de mayor estatura de la familia, sobrepasando ampliamente los dos metros. Era, además, el primogénito de los Tarmúnil y el único de todos que llevaba capa en su armadura negra, repleta de calaveras.

Cruzó los brazos sobre su espalda y caminó hacia donde habían llegado los dos elfos, pasando de largo. Respiró profundo y divisó la batalla en la parte baja de la misma. Sin mirarlos. – Conozco a cada ciudadano de esta aldea. Y vosotros no sois de aquí. – dijo con su suave voz, sin darse la vuelta. Xana se asustó tanto que tomó del brazo a Rauko y apretó fuertemente, ante cualquier reacción que pudiese tener aquel elfo. – Ni siquiera pertenecéis a esta época. Ni a este tiempo. – al Tarmúnil no parecía sorprenderle aquello. Hizo una larga pausa que sus hermanos, sin moverse de la mesa, guardaron. – Pero no me importa. Nos habéis ayudado. ¿Qué queréis? ¿Por qué habéis venido hasta aquí? – les preguntó. La elfa estaba tan nerviosa que ni siquiera fue capaz de decir nada.

Por su parte, Lisandris comenzó a conjurar unas palabras en élfico antiguo. Una magia negra fue imbuida sobre los objetos, y los cascos de los trece hermanos, incluidos el de Erzsbeth y Caranthir, comenzaron a vibrar y bailar sobre la mesa. En círculos. El cielo volvió a encapotarse de negro y los truenos volvieron a retumbar. Una enorme tormenta se desató sobre los cielos.

Familia Tarmúnil/Jinetes Oscuros
(8 chicos+5 chicas)
Arqueros:
Aegus:
Verzela:
Elwen:

Guerreros ágiles/Rogues:
Elessar:
Mithnediel:
+Erzebeth

Guerreros pesados:
Celebimbor:
Milane:
+[2º-jefe]Caranthir

Magos guerreros

[3º-jefe]
Eredin:
Nithral:

Hechiceros puros:

[4º-jefa]
Lisandris:
[Líder]
Imlerith:


* * * * * * * * * *

La imponente figura de Imlerith con su capa y armadura oscura al viento podría ser vista por Elen, que por su parte acabó con el tempóreo sin demasiada dificultad. Qué eran y de dónde salían aquellas criaturas era algo que estaba por averiguar, pero había algo mucho más importante que hacer allí: Destruir la maldición de Xana por un lado y evitar que estas criaturas de otro tiempo cambiasen el pasado. La elección de la bruja al destruir al enemigo había sido la correcta y Erzsbeth fue condenada, entre gritos de sufrimiento, a permanecer encerrada en aquel ídolo por muchos siglos.

La “elfibruja” seguía teniendo muchos problemas en primera línea, sin una de los generales Tarmúnil, la resistencia de los elfos sería mucho menor y pronto los brujos comenzarían a ascender con mayor facilidad. La primera línea de la costa y los acantilados eran ya indefendibles, y Elen tendría que ascender si no quería correr el riesgo de verse desbordada.

El potente trueno que nubló el cielo sobre la cúspide de la vertical isla fue lo primero que llamó su atención… ¡y la de todos los presentes! La batalla principal se había trasladado ya al poblado élfico, donde Caranthir lideraba ahora la cruzada contra los brujos.

-¡Aguantad un poco más! ¡Pronto todos morirán! – espoleó el Tarmúnil con confianza a sus gentes. - ¡Vamos! ¡Id retrocediendo poco a poco! – indicó para instar a su pueblo a ir retrocediendo filas hacia la cima y luchar de espaldas a la ascensión de la montaña, siempre de cara al enemigo.

Incluso para Caranthir estaba claro que la batalla en el poblado tenía que terminar de la misma manera que terminó la de la playa, con una derrota por parte del bando élfico. La continuada acometida de los brujos, cuyos barcos seguían desembarcando tropas en la playa, haría que este tarde o temprano cayera. No tenía sentido para ninguno permanecer allí mucho más tiempo y menos cuando las pequeñas posibilidades de victoria pasaban por lo que sucediese arriba. La nueva ascensión se postraba como la última de las alternativas, pero no le sería fácil a la bruja y al resto de elfos.

* * * * * * * * * *

Rauko: Es difícil engañar a Imlerith, jefe y líder de los Tarmúnil y, en el presente, máximo enemigo de Elen Calhoun. Todavía no se conocen en la actualidad. En este caso, toda la maldad que se guardará para dentro de unos instantes, su último gesto de amabilidad puede venir ahora si le sois sinceros y tú o Xana le explicáis lo que sucede: Es el momento de cumplir vuestro mayor objetivo: Curar la maldición de Xana.

Elen: Has tomado la decisión correcta. Erzsbeth ha terminado encajonada en el ídolo en el que debía terminar y has liquidado al tempóreo. La batalla se traslada al pueblo pero pronto verás que no es un lugar idóneo para quedarse. Tendrás que ayudar a Caranthir a trasladar el mayor número de elfos posibles hasta arriba. Los brujos irán superándoos poco a poco en número. Si te das prisa, llegarás para ver como se formaron tus queridos jinetes oscuros y saber un poco más de la historia de estos.
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Mensaje  Rauko Mar Mar 14 2017, 05:05

    Ahora que sólo faltaba poco, corrimos y corrimos sin detenernos, tratando de evitar estrellarnos contra alguien y evadiendo cualquier enfrentamiento innecesario; corrimos con toda la velocidad que podíamos alcanzar mientras los proyectiles de todos los elementos sobrevolaban por encima de nuestras cabezas, mientras los guerreros que luchaban a nuestro alrededor caían uno tras otro ya sin ningún rastro de vida en ellos o todavía con la energía suficiente para gritar o llorar hasta finalmente fallecer; por desgracia, me fue imposible no escucharlos cuando corría sobre aquellos guerreros desafortunados mientras maldecían, se lamentaban y rezaban a sus dioses con la esperanza de que sus vidas no se escaparan de sus cuerpos, o que por lo menos sus esfuerzos en batalla no terminaran siendo en vano.

    A pesar de todo el caos que reinaba en el ambiente, Xana y yo logramos llegar a un lugar que a simple vista parecía seguro, un lugar donde los brujos todavía no habían explorado. Sin duda alguna estábamos cerca, demasiado cerca de nuestro destino. Ya no había nada que se interpusiera en nuestro camino; pero aun así, no nos detuvimos, seguimos avanzando, ignorando el cansancio que cada vez se hacía más presente en nuestros cuerpos.

    Después de haber atravesado el feroz campo de batalla me sentí agotado, y tal vez Xana estaría de la misma forma, aunque en algunas ocasiones ella podía sorprenderme; pero sea como sea, nuestra respiración agitada y el sudor que cubría nuestros cuerpos nos delataban -(No puede ser, si el sudor son las lágrimas del corazón, entonces ya no tengo ni riñón)- Pensé mientras disminuía la velocidad de mis pasos y le indicaba a Xana que también igualara mi ritmo.

    Cuando sólo faltaban unos pocos metros para llegar a la cúspide de la isla, alcanzamos escuchar unas voces desde aquel lugar. Al parecer ahí ya se encontraban algunas personas y no nos recibirían con los brazos abiertos. Cuando apenas llegamos nos convertimos en el centro de atención de todos los presentes, un grupo de elfos que compartían una apariencia oscura y algo siniestra. Todos aparentaban ser dignos de temer, y debido a sus similitudes con Caranthir sin duda alguna se trataría de los Tarmúnil.

    Una de las presentes no dudó en tensar su arco para apuntarme con una evidente desconfianza, algo que hizo detener a Xana quien parecía temerle a aquellos elfos, y realmente pude comprender los sentimientos de mi compañera; desde que llegué a aquel lugar no pude evitar sentir una pesadez en el aire, todo el ambiente estaba siendo corrompido por un aura extraña, parecida a la de Amaterasu, aunque esta vez la energía era mucho más poderosa. Sin duda alguna, aquellos elfos eran poseedores de magia oscura.

    Levanté mis manos para indicar que no era un enemigo y Xana explicó el motivo de nuestra presencia. Cuando me pidió que mostrara la corona astada y el collar, tomé los objetos con mis manos para luego mostrarlos y colocarlos sobre la mesa ubicada en el centro del lugar, siempre con movimientos lentos para evitar parecer una amenaza.

    Afortunadamente todos aquellos elfos quedaron atónitos a ver los objetos, la desconfianza que alguna vez hubo tendría que desaparecer tras eso. Por desgracia, uno de ellos no pareció sorprenderse, ni siquiera mostraba alguna expresión al observarme. Todo indicaba que aquel era su líder.

    Aquel elfo se levantó exhibiendo su enorme estatura, caminó a mi dirección y pasó de largo para poder observar el campo de batalla como si Xana y yo no existiéramos -(Todo saldrá bien, todo saldrá bien)- Me repetí una otra vez dentro de mi cabeza, tratando de mantener la calma en todo momento.

    Fue entonces cuando el elfo pronunció las palabras que lograron hacer que Xana sintiera tanto miedo para que intentara buscar valor aferrándose con todas sus fuerzas a mi brazo. Nos habían descubierto, él ya sabía que no éramos del pueblo. Por mi parte, seguí inmóvil aunque temía ser descubierto, recto ante cualquier acontecimiento.

    Inesperadamente las siguientes palabras del Tarmúnil fueron tan imprevistas que incluso quedé atónito al escucharlas -(¡Oh no, me descubrieron!)- Permanecí inmóvil, tratando de idear alguna forma de escapar de una posible ejecución -(Tengo una maravillosa idea: debo desenmascarar a Elen y decir “He venido hasta aquí para revelar la verdadera identidad de su peor enemiga”)- Aquel plan parecía algo tentador y tal vez no habrían consecuencias para mí… Sin embargo no podría hacerlo, ella tendría que estar a mi lado para que funcionara y en ese momento no lo estaba… Bueno, de todas formas tampoco me atrevería, tal vez mi honor me lo impediría pasara lo que pasara.

    No obstante, toda preocupación fue en vano, pues al Tarmúnil no le interesaba si Xana y yo pertenecíamos a esa época debido a que lo habíamos ayudado, y gracias a eso procedió a preguntarnos cuál había sido el motivo que nos llevó hasta aquel lugar de la historia.

    El rostro de Xana fue invadido por el miedo y ella no fue capaz de pronunciar alguna palabra; sólo seguía a mi lado, agarrando fuertemente mi brazo. Yo por mi parte, sabía muy bien que ése era el mejor momento para pedir la salvación de mi compañera, así que decidí no perder aquella oportunidad. Mentir no serviría en esa ocasión; debía revelar mis motivos que me llevaron hasta ese lugar, pero trataría de expresarme de la mejor forma posible ya que de alguna manera con sólo mi lengua podía obtener buenos resultados, y eso era algo que Xana sabía muy bien y por ello esperó que fuese yo quien se encargara.

    Respiré profundo, miré la calavera en la frente de Xana y luego voltee a mirar al líder de los Tarmúnil -Estamos aquí porque ustedes son nuestra única esperanza- Dije con una voz que imitaba un tono temeroso y algo de frustración, tratando de hacer que los Tarmúnil se sintieran importantes -En mi época tuve la desgracia de encontrarme con una poderosa nigromante, y ella…- Apreté mis dientes por un par de segundos para luego continuar, sin mirar a nadie en específico y expresando un poco de pena y culpa en mis palabras -Ella maldijo a mi compañera, la condenó a morir luego que transcurriera un plazo de tiempo. Desafortunadamente, no había nada que yo pudiera hacer al respecto y tampoco existía alguien lo suficientemente poderoso para eliminar aquella maldición- Dicho esto fijé mi mirada en el líder y me mostré más decidido -Por eso tuvimos que arriesgarnos y atravesar las fronteras del tiempo para llegar hasta aquí, hasta ustedes quienes son los únicos que pueden liberar a mi compañera de sufrir un trágico destino- Concluí para luego esperar alguna respuesta.

    No sabía si mis palabras habían sido lo suficientemente efectivas para que alguno de los Tarmúnil sintiera compasión, pero esperé pacientemente aún sin apartarme del lado de mi compañera quien, por el momento, aparentaba estar indefensa y desprotegida, aunque me era difícil saber si se mostraba así de forma intencional o no, pero de todas formas podría servir para ganarnos el favor de los Tarmúnil. Así que sólo nos faltaba esperar sin perder las esperanzas en que el siguiente desenlace fuese el que tanto deseábamos.
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Mensaje  Elen Calhoun Miér Mar 15 2017, 01:20

Erzsbeth soltó un agónico grito antes de ser completamente absorbida por la piedra, y justo en ese momento, antes de que al hechicero se le ocurriese hacer lo mismo con ella, Elen echó a correr escaleras arriba, impulsándose con una corriente de viento para alejarse cuanto antes de aquel peligroso individuo al que con suerte, no volvería a ver. Sin perder de vista su objetivo, la cima de la isla, la de ojos verdes pudo atisbar una imponente silueta en lo más alto, y aunque apenas tuvo unos segundos para observarla, aquel Tarmúnil quedaría grabado en su memoria. Su armadura era oscura como las que había visto a los hermanos, pero además de las calaveras tenía una capa que ondeaba con la brisa y un adorno en la frente, del mismo estilo que su vestimenta. Los cabellos del elfo eran muy semejantes en color a los suyos pero más cortos, y eso fue todo cuanto la joven pudo apreciar desde donde se encontraba, antes de verse obligada a retirarse al pueblo.

La resistencia de primera línea había caído ante los conquistadores, que ya dominaban la costa y los acantilados, desde donde avanzaban con seguridad hacia el interior de la isla. Las numerosas bajas en el bando de los elfos imposibilitaban el hacerles frente, habían llegado para barrerlos, y la única opción que tenían ahora era replegarse y cerrar filas para proteger la cima, donde el clan Tarmúnil debía estar preparando algo importante. Un potente trueno resonó, captando de inmediato la atención de cuantos luchaban y consiguiendo que se volviesen para mirar el oscuro cielo sobre la cúspide.

El problema de la centinela era que para llegar hasta allí y averiguar qué estaba ocurriendo tendría que pasar por el poblado, lugar al que se había trasladado la cruenta batalla y en el que Caranthir hacía cuanto podía para infundir valentía a sus guerreros. Podría decirse que el desenlace de aquella lucha estaba claramente decidido en favor de los hechiceros, pero el elfo no estaba dispuesto a entregarles su hogar tan fácilmente, aunque eso le costase la vida. Los arqueros que aún quedaban en pie dispararon una nueva ráfaga de flechas incendiarias para crear una barrera de fuego que los separase de sus enemigos y les diese algo de tiempo para retirar a los heridos y volver a tomar posiciones aprovechando el terreno, y justo en ese momento llegó la tensai, en medio del caos reinante.

Con la preocupación grabada en el rostro, Elen buscó a sus compañeros aunque sin éxito, ¿les habría ocurrido algo durante su ausencia? - ¡Xana! ¡Rauko! - llamó a gritos, pero no había rastro de ninguno de ellos, ni entre los vivos ni entre los cadáveres. - No están aquí, los envié a la cima. - informó Caranthir, que la había escuchado y recordaba el nombre del elfo peliblanco. Las palabras del Tarmúnil consiguieron que se tranquilizase, pero esto no duraría mucho, los brujos estaban llegando y el fuego no iba a detenerlos por mucho tiempo, debía prepararse para volver a entrar en combate.

Haciendo caso a su líder, las tropas élficas comenzaron a replegarse lentamente, sin dar la espalda en ningún momento a los atacantes, que pronto apagaron las llamas y se lanzaron contra ellos, mostrando una fiereza con la que la fama de lo belicosos que eran lo magos quedaría totalmente justificada.  Bolas de fuego, ondas de viento y descargas surcaron el aire e impactaron en los objetivos más cercanos, mientras los arqueros continuaban lanzando flechas sin descanso, abatiendo a algunos de los conquistadores, aunque pronto se vieron superados. La de ojos verdes no podía quedarse allí mucho más tiempo, pero huir en mitad de la batalla tampoco era una opción, debía ingeniar algo para retrasar el avance de los de su raza y convencer a Caranthir para que retirase a sus hombres.

El poblado no ofrecía mucho, pero un rápido barrido visual bastó para que la benjamina de los Calhoun centrase su atención sobre una carreta cercana y corriese hacia ella. - ¡Ayudadme! - pidió, mientras retiraba las piedras que hacían de tope a las ruedas y trataba de empujar el carro en dirección a los invasores. Si lograba llevarla hasta las escaleras de piedra bajaría rodando y embistiendo cuanto encontrase en su camino, su contenido se volcaría y quizá eso les diese el tiempo necesario para reagruparse, pero no podía hacerlo sola. Dos elfos jóvenes acudieron en su ayuda, mientras un tercero se preparaba para disparar un proyectil en llamas hacia uno de los barriles que contenía la carreta, consciente de que en su interior había licor y eso causaría una explosión.

Gracias al par de guerreros, la tensai consiguió llevar a cabo su idea, y en cuanto el carro comenzó a descender por las escaleras, obligando a los magos que estaban en su trayectoria a apartarse lanzándose al suelo, la flecha voló e hizo estallar su contenido, dañando a varios de los enemigos que tenía a su alrededor. La bruja no había planeado aquello pero tampoco podría haberlo evitado, se retiró un poco y buscó por los alrededores hasta encontrar algún otro elemento que usar en su favor. Sin embargo, antes de que pudiese hallar nada, un ígneo proyectil le pasó rozando el brazo, quemando la tela de su camisa y un poco de piel, aunque no era nada grave.

De forma casi automática, echó mano a la daga del cinturón y la lanzó contra el culpable, consiguiendo que la afilada hoja le atravesase la mano de lado a lado, causándole un agudo dolor que le imposibilitaría el seguir lanzando hechizos, al menos durante unos instantes. Elen no necesitaba más que eso, corrió hacia el individuo y le golpeó con fuerza en la sien izquierda, tras lo cual recuperó su arma y echó un vistazo a lo que se avecinaba, nada bueno. - ¡Debemos replegarnos! No hay nada que podamos hacer. - instó, buscando a Caranthir con la mirada, ya que de él dependería lo que hiciesen los guerreros.

Algunos elfos tomaron el ejemplo de la joven y se valieron de lo que quedaba en el poblado para lanzarlo escaleras abajo e incendiarlo, dificultando el avance del enemigo, pero eso no duraría mucho. En cuanto un brujo de agua apareciese su estrategia se iría al traste, tenían que seguir ascendiendo. Sin soltar el báculo que tan bien le había servido, la de cabellos cenicientos comenzó a retirar a los heridos mientras la lucha continuaba, aún buscaba ganarse la confianza del futuro jinete, pero quizá sus compañeros ya se hubiesen ganado su favor. ¿Por qué sino iba a mandarlos a la cima? Puede que Xana ya estuviese siendo atendida por los Tarmúnil, y en el mejor de los casos, para cuando volviesen a reunirse su maldición no sería más que un mal recuerdo.

Con decisión, Elen siguió alejando del peligro a cuantos podía, ayudándolos a avanzar hacia la cúspide y confiando en que los arqueros consiguiesen mantener a raya al enemigo tanto como pudiesen, pero esto no fue suficiente. Pronto la superioridad de los brujos quedó tan patente que no había más que una salida, correr hacia lo más alto de la isla y reunirse con el resto del clan Tarmúnil. Así lo hizo la centinela, sirviendo de apoyo a un muchacho al que habían herido en una pierna con fuego, pero ¿lograría llegar a tiempo o sería alcanzada por los invasores?
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Ger Jue Mar 16 2017, 22:43

Imlerith se acercó a las escaleras mientras escuchaba todo lo que Rauko tenía que decirle, al tiempo que Lisandris comenzaba a invocar una tormenta delante de los cuatro objetos. El Tarmúnil repitió con voz ronca alguna de las palabras que había pronunciado el elfo. – Nigromante de otra época…  - susurró con su voz muerta, y perdió su vista en la escalera. Otra elfa de largos cabellos trataba de hacerse camino para subir hasta la cima.

A la cima llegó en ese mismo instante Elen Calhoun, que se encontraría de bruces con el Tarmúnil. Su llegada no pareció sorprenderle. A pesar de que estaba camuflada bajo una falsa apariencia de elfa, el Tarmúnil jefe, que parecía ser el único capaz de tener un dominio del tiempo o distinguir viajeros de otras épocas, la miró fijamente. Elen podría ver como ahora era el centro de atención de una familia que mantenía los ojos mirados en ella, sin mostrar sus armas, con los cuatro objetos mágicos que constituían las reliquias de los centinelas, depositados sobre una mesa de piedra. La misma de la que, hacía ya casi un año, había cogido el medallón solar.

Justo a tiempo para el espectáculo. – dijo Imlerith misteriosamente, y le envió una sonrisa forzada. El medallón de la benjamina de los Calhoun comenzó a brillar tanto que llegaba a arder, a vibrar tanto que comenzaba a hacerle daño donde le golpeaba. Parecía querer explotar. La reliquia de Elen siempre vibraba cuando se encontraba con algo que tenía relación con los jinetes oscuros, ya fuese con uno de ellos o con objetos relacionados con los mismos, también con personas que tuviesen influencia o trato con éstos. A la joven nunca le había vibrado ni brillado tanto como en esta ocasión.

No hizo falta que Imlerith dijera nada, uno de los hermanos, Eredin, el que parecía el más joven, con una apariencia de unos veinte años, se acercó a su homóloga elfa sin mediar palabra, la tomó del brazo y la posó sobre la piedra. – Nomäre’l tessàidel cüenas – comenzó a pronunciar, agarrando fuertemente a Xana por la parte alta del pecho, casi cubriéndole el cuello con la mano. - ¿Qué… qué va a hacer? – preguntó la elfa, asustada. Los ojos de ésta se pusieron en sintonía con los del Tarmúnil que ahora comenzaron a desprender un humo negro y a brillar sus pupilas en un intenso color blanco. – Nobucul. – pronunció en un siniestro idioma élfico. Y comenzó a salir humo de la boca, ojos, nariz y orejas de Xana. Un humo negro. Que comenzó a ser absorbido por la boca del Tarmúnil como si fuese un succionador de aire.

Cuando finalmente toda la oscuridad abandonó el cuerpo de Xana, Eredin liberó a la joven y ésta cayó al suelo exhausta. – Libre. Libre de todos los males. – comentó ahora en un perfecto lenguaje común, volviendo a la mesa. La elfa, pronto comenzaría a encontrarse más sana, mejor. El todavía no jinete oscuro la había despojado de su maldición y ahora la elfa era libre.
-Gra… gracias. – agradeció jadeante desde el suelo una vez comenzó a sentirse mejor. – No… no saben cuantísimo les agradez…
-Todavía no nos lo agradezcas. – interrumpió Imlerith. - Aquella que te maldijo buscaba conocernos. Ahora sabe cómo fuimos creados. – torció su mirada hacia Elen. – Pero Eredin tiene ahora su ADN. Morirá. Ella y todos quienes han robado nuestras reliquias. Y después, moriréis vosotros. – sentenció.

Amaterasu había maldecido a Xana con la intención de que, ya que ella era enemiga pública en Beltrexus, fuese Elen la que volviese al Hekshold y evitase el ataque de los tempóreos, y de paso, descubriese algo sobre el pasado de los Tarmúnil que le pudiese ayudar en su campaña contra los mismos. Sin embargo, el clan élfico había sido más inteligente que ella en esta ocasión, y el precio a pagar para la nigromante había sido alto, pues los elfos, incluso más poderosos que ella, habían conseguido obtener su código genético y con él, descifrar sus habilidades y capacidades. Todo ello en el pasado, lo que significaría que, una vez en el presente, toda la potencia de la centinela más poderosa se desvanecería una vez los Tarmúnil supiesen como contrarrestarla.

Elen tendría entonces que reunir a los centinelas más rápido que nunca. Si no encontraba a Melena Blanca y volvía con él y con Vladimir a Isla Volcánica, la corona astada de Amaterasu estaba en un grave peligro. Aquel detalle se le había escapado a la nigromante, que no sabía que los Tarmúnil, dominantes del tiempo, les habían engañado.

La única nota positiva para Elen, es que el ritual debía continuar. Ni siquiera ellos podían cambiar el futuro y acabar con la bruja aún sospechando que era ella. No. Su misión aquella noche era convertirse en los jinetes oscuros. Y así debía de suceder.

Lisandris dio un grito entonces y un enorme rayo impactó de lleno en el cuarteto de objetos, un aura negra comenzó a rodear toda la plataforma. Nadie podía salir de allí, ni nadie podía entrar tampoco. Los Tarmúnil comenzaron a ser poseídos y los cuatro objetos comenzaron a brillar con intensidad y a moverse con intensidad. Tratando de salirse de la tabla de roca.

-¡Dioses oscuros de Aerandir! ¡Os entrego mi corazón y el de mis hermanos a las cuatro reliquias depositadas sobre la mesa! Las cuatro reliquias de la muerte, bañadas en la sangre del dragón negro, indestructibles ante todo tipo de magia excepto a la más oscura. Confío a ellas nuestras almas, y aquellos que las porten serán los únicos capaces de destruirnos. – gritó. – Más no será aquí, sino en nuestro plano, el hogar del que procedemos. Es el precio que pagamos por la inmortalidad y el poder infinito. Hasta que llegue el día del juicio final, brujos, humanos, vampiros, dragones, elfos… Todas las razas de este mundo sufrirán nuestra cólera. Perecerán ante nuestro fuego de la justicia. Y serán dominados bajo nuestro yugo disciplinario, bajo nuestra arma de rectitud; el martillo de la justicia de los Jinetes Oscuros. – sentenció estrellando su báculo contra la mesa con todas sus fuerzas, tras su épico discurso.

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Un enorme nubarrón tiñó el suelo por completo, y en el interior de la tormenta que se generaban en el cielo, un enorme halo rojo como el fuego comenzó a descender sobre la la mesa de piedra en la que descansaban los cuatro objetos mágicos. La magia negra estaba haciendo sus frutos. El hechizo de conversión había comenzado y los Tarmúnil gritaban en élfico antiguo al unísono, cogiéndose los unos a los otros, comenzando su ritual de transformación.

Pero una serie de vórtices irrumpieron dentro de la circunferencia negra. Y así comenzó a desatarse la furia de los tempóreos, que salían en masa y habían llegado con la idea de detener el ritual.

* * * * * * *

Estáis contemplando el nacimiento de los Jinetes Oscuros, la mayor amenaza que jamás ha amenazado Aerandir. Pero no tendréis mucho tiempo, los tempóreos han aparecido para poneros las cosas difíciles. Son una especie de sombras que adoptan formas humanas o de otras razas de Aerandir, creando copias de criaturas que existen en la realidad, aunque en versión mucho menos poderosa y limitada, evidentemente. Podéis improvisar la forma que adoptan, si se parecen a algún conocido o no, etc. Esta vez el objetivo es el mismo para los dos: Evitar que los tempóreos detengan el ritual.

Rauko: Xana ha sido curada de su maldición, pero se encuentra demasiado débil y no podrá luchar. Junto con Elen tendrás que describir una épica batalla contra los tempóreos.

Elen: Ahora sabes que el plan de Amaterasu seguramente no haya salido como ella esperaba. Ella se encuentra literalmente en la otra punta del mundo, por lo que aún te quedará mucho recorrido antes de poder encontrarte con ella de nuevo y advertirla. De momento, tendrás que salir con vida de allí, tratando de detener el ataque de estas peligrosas criaturas. Al igual que Rauko, puedes describir las formas que adoptan estas misteriosas criaturas. Tenéis libertad para describir el combate, sólo tenéis una condición: Que sea épico.

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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Rauko Sáb Abr 01 2017, 03:08

    Con el pasar del tiempo el aire se volvía cada vez más frío, el cielo se vestía de nubes negras y aquella extraña energía que me intranquilizaba crecía paulatinamente; era un ambiente escalofriante que sólo podría llegar a existir gracias a la influencia de una magia muy poderosa y oscura.

    Yo no quería estar más tiempo en aquel lugar, así que una vez que Xana fuese sanada nos iríamos enseguida para no sofocarnos con aquella espesa energía oscura que, tal vez, hasta podría afectar nuestras almas llegando a corrompernos de alguna manera, y aunque eso no era más que una suposición, yo no deseaba arriesgarme para averiguarlo.

    Fue entonces cuando un personaje conocido entró en la escena, se trataba de Elen quien había recorrido un largo camino hasta finalmente estar frente al líder de los Tarmúnil. Ella todavía mantenía su disfraz, pero con su llegada se ganó la atención de todos los presentes, y por ello, corría el riesgo de que su verdadera identidad fuese descubierta por algún buen observador. No obstante, aunque tratara de pasar por desapercibida, un objeto que ella poseía la traicionó; su medallón cobró voluntad propia y comenzó a resplandecer y agitarse frenéticamente hasta un punto que comenzaba a ser alarmante.

    Afortunadamente nada hizo que los Tarmúnil nos vieran como enemigos, de hecho, uno de ellos, ignorando por completo a Elen, se levantó y se acercó a Xana para luego posicionarla sobre una piedra donde iniciarían un ritual.

    Por mi parte, sólo me mantuve como un espectador para no interferir en lo que podría ser la salvación de Xana -(Espero que ese ritual sirva para eliminar la maldición)- Era lo único que podía pensar en aquellos instantes.

    Entonces, una vez más, ante mis ojos se mostró una escena donde el poder de la oscuridad exhibía de lo que era capaz, mostrando que podía servir para erradicar la maldición que amenazaba la vida de Xana, demostrándome lo insignificante e impotente que yo era.

    Contemplé cómo desde los ojos, nariz, boca y oídos de Xana brotaba un extraño y espeso humo negro que luego pasó a ser absorbido por la boca del Tarmúnil que realizaba el ritual. Y quedé atónito al ver aquella escena, preguntándome si acaso él era inmune a ese humo y si la maldición finalmente había sido erradicada de una vez por todas.

    Afortunadamente, después de varias semanas, después de cruzar las barreras del tiempo, después de luchar contra un ejército de brujos, finalmente pude escuchar que Xana había sido liberada de perecer por causa de la maldición de Amaterasu. Al escuchar las palabras del Tarmúnil pude sentir aquella sensación que el destino me había negado por tanto tiempo; me sentía tranquilo, como si mi alma hubiera sido abrazada por la paz; me sentía tan bien que no quería tener que decepcionarme cuando intentara celebrar, así que corrí hacia donde se entraba Xana, me coloqué a su lado y examiné su frente para asegurarme de que la marca de calavera hubiera desaparecido.

    Xana intentó agradecerle a su redentor, pero éste la interrumpió diciendo que no debíamos agradecer porque tanto ella como yo no éramos más que unas simples piezas de un gran juego de ajedrez y, después de su explicación, declaró que nosotros moriríamos.

    Todo aquello me había hecho sentir un poco molesto por haber sido un simple títere de la mujer que tantos problemas me había causado, pero realmente eso no me importaba demasiado. Por el momento sólo podía pensar que ya no teníamos razones para estar en el pasado, así que largarnos me parecía una excelente idea para poder disfrutar de nuestro triunfo.

    Ayudé a Xana a levantarse rodeando su torso con mi brazo derecho mientras colocaba su brazo izquierdo por sobre mi cuello, y luego comenzamos a movernos -¿Estás bien?- Le pregunté aun sabiendo la evidente respuesta -Sí, estoy… de maravilla- Respondió jadeante para luego mostrarme una sonrisa, tratando de expresar su alegría a pesar de lo agotada y débil que se sentía en aquel instante -Te dije que todo saldría bien. Ahora vamos a casa-

    Tras pronunciar aquellas palabras, cuando creíamos que todo finalmente había acabado, un fuerte grito se hizo escuchar e inmediatamente después, y de forma inesperada, un rayo impactó estruendosamente sobre los objetos que yo anteriormente había transportado. Luego un aura negra y espesa rodeó el lugar, convirtiéndose en una barrera que nadie podría traspasar, evitando que pudiéramos salir. Pero no sólo eso, todos los Tarmúnil fueron poseídos y los cuatro objetos cobraron voluntad propia para agitarse intensamente y brillar con un gran resplandor.

    No pude evitar sentirme incómodo y hasta intimidado por la enorme energía oscura que se había adueñado de todo el lugar, y más aún cuando una de los Tarmúnil daba su discurso. Después de unos segundos un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando todo el suelo se tiñó de negro y todos los miembros de aquel extraño clan comenzaron a sincronizar sus voces en un mismo canto. Pero aquella tétrica escena apenas sería el inicio de una nueva y terrible batalla.

    Repentinamente, a mi derecha apareció un vórtice y de éste emergió una extraña criatura sin forma y tan oscura como una sombra. Pero ése no sería el único. A mi izquierda apareció otro de esos monstruos, y después adelante, y atrás, desde todos lados; nos estaban rodeando y seguían saliendo más y más, uno tras otro, sin parar. La oscuridad misma había comenzado a invadir el mundo físico.

    -¿Qué… qué son esas cosas?- Preguntó Xana cuyas palabras mostraban el miedo que ahora ella experimentaba. Sin embargo yo no podría responderle, no sabía qué decir ni tampoco cómo reaccionar, sólo miré a mi alrededor buscando alguna salida pero, por desgracia, esta vez escapar no era una opción.

    Todos esos monstruos comenzaron a retorcerse mientras sus cuerpos adquirían la forma de alguna de las razas de Aerandir. Contemplé ante mí cómo esas criaturas se convertían en animales de variadas clases, humanos de todos los tamaños y hasta bestias que todavía me eran desconocidas; pero aunque sus apariencias fueran diferentes, había un mismo patrón en todos ellos y eran sus resplandecientes ojos carmesí. Pero lo más preocupante de esos seres furiosos e intimidantes, era que todos fijaron sus miradas sobre sus siguientes presas, un mismo objetivo en común…: los Tarmúnil.

    Todo indicaba que aquellas abominaciones eran los tempóreos, y si Meitner tenía razón, entonces mi siguiente misión era acabar con ellos antes que el mismo curso de la historia se viera afectado. Sin embargo, ésa era una misión suicida, una tarea que tal vez ni el más experimentado guerrero podría cumplir; así que sabiendo lo desfavorable que era la situación lo más seguro era que al final tuviera que dar mi propia vida en la siguiente batalla, pero tal vez ni siquiera dando lo mejor de mí conseguiría cumplir el objetivo.

    -No… no… no- Repitió Xana en un susurro, expresando en sus palabras que, más que agotada, también se sentía frustrada debido a que su reciente felicidad le fue arrebatada en apenas unos segundos -¡¿Por qué todo… tiene que ser así?¡ ¿Por qué… es tan difícil salvar mi vida?- Miró al suelo mientras que en la expresión de su rostro se podía distinguir su deseo de querer maldecir el día de su nacimiento; ella estaba dominaba por emociones de resentimiento y melancolía, pero trataba de ocultarlos tras el odio.

    Al verla así no supe qué hacer y tampoco tenía el tiempo para pensar en algo, así que sólo respiré profundo y traté de ignorar sus últimas palabras -Si ellos son los tempóreos entonces habrá que eliminarlos antes de que sea demasiado tarde- Afirmé mientras apartaba a Xana hacia un lado, pues en su estado actual no sería útil hacerla pelear. Luego coloqué mis manos sobre sus hombros y la miré a los ojos -Antes de que digas más. Mantente lo más alejada que puedas del combate. Yo lucharé y daré todo lo que tengo. Pero quiero se siempre recuerdes que las cosas más difíciles de conseguir son por las que vale la pena luchar- Fueron las últimas palabras que pronuncié justo antes voltear, desenvainar mi espada y emprender una carrera para entrar con los tempóreos en una fiera batalla.

    Corrí de prisa hacia la creciente horda de sombríos enemigos a los que les haría probar el filo de mi espada, sin mostrar ningún tipo de piedad sobre mis víctimas. Me desplacé ágilmente por el lugar hasta llegar al otro extremo de donde se encontraba Elen y de ese modo poder cubrir más terreno.

    Una vez ahí encontré a mi primer objetivo que estaba muy cerca de llegar a los Tarmúnil, así que rápidamente me coloqué detrás de su espalda, utilicé el impulso que llevaba en la carrera y lancé una veloz estocada hacia su cuello, logrando de esa manera atravesar su garganta y también dañar gravemente su región cervical de tal manera que éste no pudo evitar caer al suelo donde reposaría su cadáver.

    Aquella acción había desencadeno consecuencias, ahora había llamado la atención de otros tempóreos que, al ver a su homólogo caído, fijaron sus miradas sobre mí, reflejando sus claras intenciones de eliminar al que se había convertido en un estorbo para ellos.

    Rápidamente varias de esas criaturas corrieron frenéticamente a mi dirección, así que tuve que emprender una nueva carrera para intentar huir de ellos. Sin embargo las hojas duales de mi espada no estarían en desuso. Durante mi recorrido realicé varios y consecutivos ataques con mi espada, cortando y asesinando a todos los tempóreos que no tuvieron la suerte de percatarse a tiempo de mi presencia, a todos aquellos que llegaron a colocarse cerca de los Tarmúnil. No obstante, cortar y correr ya no podría ser mi estrategia.

    Desafortunadamente llamé la atención de varios tempóreos con forma de lobos, y la velocidad que mis piernas podían alcanzar no era suficiente para escapar de ellos quienes podían desplazarse ágilmente por el campo de batalla esquivando todos los obstáculos sin problema alguno -¿Por qué los lobos me odian?- Me dije a mí mismo mientras seguía corriendo esperando que un plan llegara a mi mente.

    Correr ya no era una opción, pero pensar en una estrategia se me haría difícil en un momento como ése, así que no tuve de otra más que dejar que mi vida dependiera de mi improvisación.

   Me dirigí hacia un desafortunado tempóreo humano y antes de que éste pudiera reaccionar me coloqué detrás de él para luego realizar un veloz tajo horizontal. Su cabeza se desprendió de su cuerpo y ambas partes cayeron al suelo ya sin un ápice de vida.

    Mis perseguidores ya estaban peligrosamente cerca y si no hacía nada al respecto me vería en problemas, así que sin perder más tiempo me coloqué en el lugar adecuado para luego patear la amputada cabeza hacia uno de los lobos para por lo menos aturdirlo por unos instantes. Inmediatamente uno de sus camaradas logró alcanzarme y se lanzó sobre mí. Al mismo tiempo, me impulsé hacia éste, me incliné hacia adelante y lancé una estocada justo hacia su boca. Las hojas duales de mi espada penetraron la parte inferior de su mandíbula y salieron por la parte trasera de su cráneo, pero, la velocidad que éste llevaba le otorgó la fuerza suficiente para lograr impactar contra mí y hacerme caer de espalda al suelo, además de que su cadáver quedó sobre mí, evitando de esa manera que pudiera moverme.

    Me encontraba en una posición desfavorable y los demás no tardarían en llegar, por lo que aparté al cadáver hacia un lado lo más rápido que pude. Desafortunadamente fui demasiado lento y ni siquiera pude tomar mi espada. En apenas un segundo un nuevo lobo se colocó sobre mí buscando morder mi rostro, y sólo gracias a mis reflejos logré detenerlo sujetando su mandíbula con mis manos, aunque eso no me salvaba de ser bañado con su saliva. Tras esto lo único que se me ocurrió fue utilizar mis piernas para empujar su torso y así lanzarlo hacia un lado para poder levantarme.

    Repentinamente, cuando creí que podría volver a moverme con libertad, otro fastidioso lobo se acercó rápidamente a mi dirección para también buscar morder mi rostro, pero esta vez, tuve el tiempo necesario para tomar una roca del suelo, y cuando el lobo estuvo a la distancia correcta, utilicé la roca para golpear fuertemente su cráneo, dejándolo inconsciente de forma instantánea. Por desgracia éste también cayó sobre mí, pero tuve el tiempo suficiente apartarlo y finalmente intentar levantarme.

    Por desgracia, el lobo anterior volvió para insistir en morderme, pero por suerte esta vez clavó todos colmillos en uno de mis calzados que eran lo suficientemente gruesos para proteger mi pie. Así que aprovechando las circunstancias utilicé mi pierna libre para patear una y otra vez la cabeza del lobo hasta que finalmente éste me soltó cuando patee uno de sus ojos. En ese mismo momento me levanté, saqué mi espada de una mis víctimas y rápidamente realicé un corte vertical, logrando decapitar al lobo tuerto y de ese modo deshacerme de un enemigo más.

    Ahora que estaba libre opté por intentar correr en busca de mi siguiente víctima. Por desgracia un tempóreo humano se situó detrás de mí, y cuando me di cuenta, sus enormes brazos ya habían rodeado mi torso y me sujetaban con fuerza, con la intención de estrujarme y romper mis costillas.

    No podía escapar, tampoco podía mover mis brazos y el dolor que experimentaba era insoportable, pero ése sería el menor de mis problemas. Otro tempóreo, con forma de hombre-oso y de gran tamaño, se acercaba lentamente delante de mí con dos grandes piedras en sus manos.

    En ese momento mientras experimentaba un enorme dolor que me atormentaba no pude evitar mirar a los lados y apretar mis dientes con frustración al no encontrar cómo liberarme. No obstante, al mirar nuevamente hacia adelante, una idea llegó a mi cabeza, tal vez mi única salvación.

    Debido a las circunstancias opté por hacer algo que no había utilizado en mucho tiempo, una habilidad que todavía no había perfeccionado, pero que tal vez podría ayudarme a sobrevivir. Sin perder más tiempo, me concentré y canalicé la energía en mi interior, sintiéndola fluir por todo mi cuerpo y, teniendo un buen control sobre ésta, la conduje e incorporé sobre los distintos músculos, huesos y tendones de mis piernas. Esta vez, la potencia que antes había utilizado para dar grandes saltos, ahora podría servirme para algo más ofensivo.

    Moví mis piernas hacia adelante, después las levanté y flexioné para luego moverlas rápidamente hacia abajo y patear con todas mis fuerzas las rodillas del que me sujetaba. Afortunadamente los brazos me soltaron, dejándome caer al suelo donde rápidamente tomé una roca para luego arrojarla a la frente del tempóreo que se acercaba, logrando aturdirlo por unos instantes. Inmediatamente acorté la distancia entre ambos y en el momento exacto di un enorme salto hacia éste para estar al nivel de su rostro, y una vez ahí, me sujeté de él, clavando las hojas de mi espada en su cráneo. Tras esto su enorme cuerpo se dejó caer de espalda al suelo, y sin perder tiempo tomé mi espada y me levanté.

    Desafortunadamente, aquella última hazaña me había colocado en una situación difícil, pues al mirar a mi alrededor no único que podía observar sólo era un grupo de tempóreos rodeándome y preparados para finalmente acabar conmigo. Esta vez me era imposible ver alguna salida posible, mis posibilidades de escapar eran pocas, pero todavía no estaba dispuesto a rendirme y con mi ingenio y mucha suerte podría salir victorioso. Sólo había que esperar el siguiente desenlace.
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Elen Calhoun Lun Abr 03 2017, 00:43

La benjamina de los Calhoun alcanzó la cima de isla lunar antes de que los invasores le diesen alcance a ella, solo para tropezar repentinamente con uno de los miembros del clan Tarmúnil, aquel en el que se había fijado minutos antes. Tenerlo tan cerca resultó impactante, sobre todo porque ahora que no estaba la distancia para dificultarle las cosas, reconocía perfectamente a aquel individuo. Puede que no supiese su nombre, pero lo que si había visto y en más de una ocasión, era como aquel elfo de cabellos grisáceos lideraba al resto de los jinetes en sus pesadillas, enviándolos a masacrar y destruir todo cuanto encontrasen a su paso. Se podría decir que era su peor enemigo, y que tenerlo ahí, al alcance de la mano y no poder hacerle nada resultaba terriblemente frustrante.

Todo el clan al completo centró su atención sobre ella durante unos instantes, y la tensai, tras la sorpresa inicial, también recorrió con la mirada a todos y cada uno de ellos, deseando que llegase el día en que pudiese destruirlos definitivamente. Sus ojos se detuvieron sobre la mesa de piedra en la que descansaban los cuatro artefactos, la misma en la que ella había vuelto a forjar el medallón solar y se había enfrentado a Erzsbeth, consiguiendo desterrarla al otro plano tras cometer el error de liberarla de la piedra.  El elfo le dedicó unas palabras, acompañadas de una sonrisa que no tenía nada de natural, y entonces la hechicera tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no se le notase la preocupación. Su artefacto vibraba violentamente bajo la ropa, tanto que hacía daño, y había empezado a brillar con intensidad por culpa de la cercanía de los Tarmúnil.

Temiendo que la descubriesen, Elen intentó apartarse de aquel individuo y acercarse a Xana, la razón por la que habían llegado hasta allí, pero antes de que pudiese aproximarse a la elfa, uno de los miembros del clan la sujetó por un brazo y la llevó a la mesa de piedra. Colocando una de sus manos sobre el cuerpo de la asustada joven, el futuro jinete comenzó a pronunciar algo en su lengua materna, supuso la tensai, ya que no entendía nada de lo que estaba diciendo. Las pupilas de ambos brillaron con un color blanco como la nieve, para luego dar paso a un oscuro humo que empezó a abandonar a Xana para ser absorbido por el elfo, y cuando éste terminó de succionar el mal que había en la muchacha, la soltó.

Ya no había maldición sobre ella, habían conseguido su objetivo, pero a un precio que ninguno de los presentes se podría haber imaginado. Su intento de dar las gracias fue cortado por el líder del clan, y lo que estaba a punto de decir supondría un duro golpe a la benjamina de los Calhoun. Amaterasu los había enviado allí para recabar información acerca del origen de los jinetes, pero había cometido un terrible error al hacerlo. Al absorber su maldición también se habían llevado el ADN de la nigromante, y con él toda la información que necesitaban para matarla llegado el momento de la batalla final. La escasa ventaja de los centinelas acababa de esfumarse frente a sus ojos, y sin ella Elen no tenía idea de cómo conseguirían vencerles.

Sintiendo que el alma se le caía a los pies, y que su lucha se tornaba un suicidio, la de ojos verdes cruzó una mirada con Ilmerith, que acababa de sentenciarlos a muerte también a ellos. Aquel individuo mostraba una mirada inteligente y peligrosa, mucho más que cualquiera de sus hermanos, y por unos instantes, la de cabellos cenicientos estuvo segura de que había descubierto su engaño y que la poción de cambio de aspecto había resultado inútil, pero ninguno de los Tarmúnil se decidió a atacarla, el ritual debía realizarse.

Una de las elfas del clan dio un grito y provocó que un rayo impactase sobre los cuatro objetos que descansaban aún sobre la piedra, a lo que siguió una oscura aura que impedía tanto entrar como salir de la plataforma. La corona astada, el rubí de sangre, la sábana albina y el medallón solar comenzaron a brillar y moverse mientras los miembros del clan eran poseídos. Las cuatro reliquias de la muerte, así las llamó la elfa, que pronunciaba algún tipo de encantamiento o algo parecido para que tanto ella como los demás, quedasen convertidos en jinetes oscuros, pagando por la inmortalidad y el poder que pedían con sus almas y el hecho de que los portadores de las reliquias fuesen los únicos capaces de destruirlos, aunque no en aquel plano por supuesto.

Tras completar su discurso, la hechicera estrelló su bastón contra la piedra y el suelo quedó teñido por un enorme nubarrón, mientras un halo rojizo empezaba a descender sobre la mesa, dando paso a la transformación de los Tarmúnil, que se vio interrumpida por la aparición de multitud de vórtices desde todas direcciones. Los tempóreos venían para detener aquel ritual, pero por más que la de ojos verdes desease hacerse a un lado y permitir que lo intentasen, no podía cambiar el pasado. Por terrible que fuese, aquello debía ocurrir, así que sin perder ni un instante, dejó caer el báculo robado y desenvainó su espada para luchar.

¿Debía utilizar sus poderes o era un riesgo demasiado grande? Si alguno de los futuros jinetes se hacía también con su ADN como habían hecho con el de Amaterasu ya no serviría de nada, así que tras sopesar los pros y contras durante unos segundos, decidió dejar de lado la electricidad y echar mano de su entrenamiento, unido a la sed de sangre de las almas que albergaba su artefacto, aunque no se dejaría poseer como en otras ocasiones, simplemente aprovecharía esa ansia para centrarse en el combate. Rauko se encargó de apartar a Xana para ponerla a salvo, y una vez hecho esto se situó de forma estratégica, de modo que entre los dos pudiesen cubrir más espacio.

Si alguien le hubiera dicho que se vería a sí misma defendiendo a sus peores enemigos lo habría tomado por loco, pero no tenía más opción que protegerlos hasta que la transformación se hubiese completado, luego tendría que reunirse con sus compañeros y salir de allí lo más rápido posible para evitar que les ocurriese algo. Espada en mano, la benjamina de los Calhoun salió al encuentro de los primeros tempóreos que aparecían por su lado de la plataforma, una elfa arquera y un guerrero enorme. El guerrero resultó ser un hombre bestia tigre que blandía dos armas y rugía amenazadoramente, todo un ejemplo de fuerza bruta, mientras la otra se basaba en su agilidad y puntería para mantenerse a distancia pero seguir causando daño.

Viendo que la arquera podía suponer un peligro más inminente, Elen desenvainó su daga y la lanzó contra ella, acertándole en el hombro y evitando que la primera flecha saliese directamente hacia la cabeza de Lisandris. Esquivando al tigre, la bruja se las ingenió para llegar hasta su primer contrincante y hundir su espada en su pecho, pero esto la dejó de espaldas al hombre bestia, que arremetió contra ella sin miramientos. La bruja esquivó por los pelos el filo de una de las espadas enemigas, pero su adversario aprovechó su superioridad física para lanzarla contra el suelo.

La arquera ya no era un peligro, pero aquella bestia sí que suponía un riesgo para los Tarmúnil, aunque de momento parecía centrado en entretener a la centinela, quizá para dejar que otros avanzasen. Consciente de que los vórtices seguían enviando más enemigos, la tensai corrió hacia el tigre y en el último momento se echó a un lado para atacarlo desde un costado, cosa que funcionó pero que no supuso el final del hombre bestia. Herido, el felino soltó una de sus espadas para sujetarse el torso y bloquear el sangrado, pero arremetió con la otra en dirección a la bruja de forma caótica, lanzando tajos a diestro y siniestro. Obligada a retroceder, la de cabellos cenicientos se valió de una corriente de aire para mantenerlo a raya durante el tiempo suficiente para buscarle un punto débil y lanzar nuevamente su daga, directamente hacia la yugular.

El hombre bestia tosió y su expresión cambió completamente, trató de acercarse a los Tarmúnil pero no llegó a alcanzarlos, la pérdida de sangre no se lo permitió. Sin apenas tiempo, la hechicera recuperó su arma y volvió a colocarse en posición de ataque, justo a tiempo para cortar el paso a otros dos tempóreos humanos, como el que había eliminado cuando Erzsbeth estaba siendo absorbida. Haciendo gala de la destreza que tanto había entrenado, y que combinaba con corrientes de viento para impulsarse aunque de forma disimulada, la de ojos verdes cortó el aire con su hoja y alcanzó al enemigo más cercano en el vientre, tras lo cual se encaró con el segundo, con el que sí tuvo algunas dificultades. Se trataba de un espadachín algo más experimentado, y esto le sirvió para que los filos de ambos chocasen varias veces, con aquel metálico chasquido al que la joven estaba ya tan acostumbrada, antes de que pudiese sacar ventaja.

La telequinesis y el viento no se veían, así que no dudaría en usarlos en su beneficio. Solo tenía que saber simular un buen ataque que pudiese ser creíble en una elfa, y para ello se centró en desarmar primero a su oponente con un duro golpe en la muñeca, valiéndose de la empuñadura de su afilada hoja, luego lo golpeó de nuevo en la sien izquierda y aprovechó para hacerse con el arma de su adversario, que salió disparada contra otro tempóreo cercano y se le hundió en el pecho. El propietario de la espada no tardó en correr la misma suerte, y antes de que su cuerpo comenzara a enfriarse, Elen ya tenía dos problemas más avanzando hacia su posición. Envainó la daga y sin perder ni un segundo echó mano a dos de los cuchillos arrojadizos que llevaba al muslo, lanzándolos con una puntería increíble, o al menos lo habría sido de no ser por la telequinesis que utilizaba para darles impulso y dirigirlos en caso de que se desviasen.

Ambos objetivos se desplomaron casi al mismo tiempo, y entonces un irritante chillido alertó a la joven, su siguiente contrincante acababa de aparecer por uno de los vórtices que estaban en su flanco derecho. Ésta vez se trataba de una criatura, a todas luces una mujer bestia pero bastante extraña, ya que tenía alas y cola de pez al mismo tiempo. El hecho de volar ya le daba una ventaja considerable, pero no insalvable, sobre todo teniendo proyectiles pequeños y ligeros como sus cuchillos. Elen esperó a que aquel ser la atacase, permitió que la sujetase y hundió uno de los afilados puñales en el vientre de la tempórea, que de inmediato la soltó y levantó el vuelo. Si se hubiese centrado en los Tarmúnil desde el principio probablemente habría tenido ocasión de hacer algo, pero distraerse con la centinela iba a costarle muy caro.

Un par de cuchillos salieron volando hacia la sirena, clavándose en la membrana de una de sus alas y haciéndola caer bruscamente al suelo, donde Elen la esperaba para rematarla con su espada. El problema era que no dejaban de llegar más y más, y su resistencia no era la mejor para afrontar un combate como aquel, tarde o temprano el cansancio le pasaría factura o se vería obligada a echar mano de la electricidad, cosa que no quería hacer bajo ningún concepto. Sin perder el ánimo, la benjamina de los Calhoun siguió luchando en su lado de la plataforma, esperando que a Rauko les estuviese yendo bien y que el maldito ritual acabase pronto.

- Qué bien me habría venido tener a Alister aquí. - pensó, echando de menos su ígneo poder y lo útil que era para crear barreras de llamas.


Algunos tempóreos:
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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Ger Dom Abr 09 2017, 16:34

El grupo luchó con valentía contra los tempóreos, criaturas oscuras que adoptaban forma de seres de Aerandir de distintas formas. Como hábilmente apreció Rauko, su gran diferencia con una criatura normal se encontraba en el rojo carmesí que tenían sus ojos. Habían llegado hasta allí para detener el ritual de los Tarmúnil. Gracias a la esfera de protección que había instaurado el antiguo clan élfico, los brujos que ascendían a lo alto de la isla lunar no podían entrar a interrumpir el ritual de ningún modo, tal y como sucedió en la historia auténtica. Pero del portal de las criaturas oscuras, que permanecía dentro de la semiesfera, seguían saliendo más y más alimañas.

Monstruos que rápidamente empezaron a ser despachados por Elen y, en menor medida, por Rauko. No cabía duda que la bruja era más habilidosa en combate, pero la entereza que mostraba el joven elfo en su propósito era cuanto menos admirable. Para los dioses no pasaría inadvertida la valentía de ambos.

Tras cinco minutos de intenso combate, en los que el cielo se tiñó aún más de negro, un rayo oscuro cayó sobre los cuatro objetos, y un haz de oscuridad barrió toda figura incorpórea, desapareciendo por completo los tempóreos.

La oscuridad cubrió por completo la zona y la esfera de energía se desvaneció. Tras ellos, los cuatro objetos mágicos brillaban con intensidad, y doce jinetes, sin contar a Erzsbeth, se postraban frente a unos brujos que, ahora, ya en lo alto de la cima, no comenzaban a ver tan segura su victoria. Se peleaban por ver quién era el que se quedaba más atrás.

-Hemos llegado. – dijo la sombría voz de Imlerith, concluyendo su intervención en una oscura y misteriosa amenaza, ante la aterrada mirada de los brujos. – El mundo ya nunca volverá a ser como lo conocisteis.

Los últimos ataques de los brujos, en lo alto de la colina, tratando de utilizar sus hechizos contra los Tarmúnil inútilmente, y la carga de los caballos de éstos contra los mismos sería lo último que los tres visitantes verían, pues pronto, la imagen se congelaría y comenzaría desintegrarse poco a poco. Cambiándose sincronizadamente por la habitación de la profesora Meitner.

Unos exhaustos Rauko, Elen y Xana se encontrarían, de nuevo, en el cuarto de la profesora Meitner, de donde habían comenzado su breve pero intenso viaje a través del tiempo.

-¡Xana, cariño! – dijo la profesora del gran sombrero cogiendo a la elfa por el rostro con las dos manos. - ¿Te han quitado la maldición? – miró al resto del grupo. - ¿Habéis conseguido frenar a los tempóreos?

A Xana aún le costaba entender todo lo que había sucedido aquella tarde. Surrealista era decir poco para sus impresiones. Tanto ella como Rauko ya sabían lo que era meterse en el juego de los centinelas y los jinetes.

-Sí a ambas preguntas. – respondió una elfa que, por primera vez, estaba desposeída de toda oscuridad y era, por fin, libre para comenzar una nueva vida. Lejos de su clan nigromántico, del báculo maldito, y de la muerte que le había hecho aguardar Amaterasu.
-Entonces podemos concluir que la misión ha sido un éxito. – dedujo risueña Meitner.

Podía decirse que sí, que al menos se habían cumplido los objetivos. Pero los jinetes habían cedido hoy para ganar en el futuro. La poderosa Amaterasu era ahora un rival asequible para ellos. Y Elen era la única consciente de este hecho, tendría que emprender una larga odisea hacia al Norte cuanto antes para advertir a la individualista nigromante. Mas si era inteligente, sabría que necesitaría la ayuda de todos los centinelas ante un posible ataque de los jinetes. Llevarlos a todos a Isla Volcánica se antojaba como una tarea imprescindible de cara a tener éxito en su campaña. Vladimir ya había sido convencido, pero sin embargo, hacer lo mismo con el leónico Melena Blanca sería una ardua tarea para la hechicera. Ya que tal y como le había comentado la profesora Meitner, éste había jurado no apoyar jamás a Amaterasu por su rastrera manera de ganar su reliquia mortal, ni tampoco a Vladimir por su desidia. Para él, ninguno de los dos tenía honor. ¿Qué opinión tendría de Elen?

* * * * * * *  

Ambos: Habéis cumplido con éxito los objetivos de la misión. Rauko consiguió deshacer la maldición de Xana y Elen obró bien al encerrar a Erzsbeth y conocer el nacimiento de los Tarmúnil y a sus enemigos. Por último, defendisteis al clan élfico impidiendo que éstos cambiasen la historia y, por lo tanto, el presente. Como habéis elegido bien, habéis esquivado cualquier efecto negativo que pudiese traeros vuestro viaje al pasado.

Xana ahora es una chica elfa normal. Acompañará a Rauko a donde quiera y se mostrará siempre como una fiel compañera y amiga. Tu ayuda durante todas las misiones ha hecho que incluso le gustes un poco. Así que a partir de ahora puedes tomar este NPC como tuyo a partir de ahora sin ningún tipo de inconveniente y llevar su historia por donde quieras.

En este último turno tendréis que narrar lo que resta de combate, vuestro reencuentro en el Hekshold con la profesora Meitner y describir vuestras impresiones finales. Después de esto, pasaré a entregaros las recompensas. Podéis utilizar a la profesora Meitner si lo creéis necesario.

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[Misión informantes] La maldición de los elfos Empty Re: [Misión informantes] La maldición de los elfos

Mensaje  Rauko Mar Abr 11 2017, 04:55

    Aquella era la primera vez que tenía que luchar con toda la destreza y fuerza que podría ofrecer, la primera vez que me sentía tan presionado por obtener la victoria sin importar el costo, la primera vez que tenía que dar lo mejor de mí e incluso superar mis propios límites. Desafortunadamente, mi resistencia no era de admirar y solamente sería cuestión de minutos para que mi cuerpo sucumbiera ante el agotamiento que comenzaba a doblegarme cada vez más. Sin embargo, si en esa batalla el único camino que me ofrecía el destino era perecer, entonces, ya que no me quedaba de otra, tendría que morir luchando para proteger el curso del tiempo.

    No obstante, ahora que me encontraba rodeado, debía buscar la forma de no morir inmediatamente, pues sería indignante. Así que miré detalladamente a mi alrededor y busqué alguna salida a mi situación, alguna forma de por lo menos alargar mi tiempo de vida. Y fue entonces cuando pude idear un plan, pero era algo ridículo y las posibilidades de que funcionara eran casi nulas, pues intentar utilizar mi nueva habilidad para saltar por encima del enemigo más bajo tal vez no terminaría del todo bien, ya que mis piernas no soportaban el nuevo esfuerzo al que eran sometidas, forzarlas más era una mala idea.

    Apreté mis dientes y fruncí el ceño ante la frustración y la impotencia de no poder hacer nada. Y antes de poder reflexionar un poco más sobre mi situación, un tempóreo finalmente decidió atacarme, y tras éste, los demás también se acercaron para eliminarme en una actuación en equipo.

    No sabía cómo reaccionar en ese instante, pero sólo gracias a mis instintos, rápidamente agarré mi espada de la forma indicada para luego arrojarla hacia el pecho de uno de los tempóreos, y afortunadamente su torso fue atravesado y su cuerpo cayó de espalda al suelo, dándome de esa manera una ruta de escape.

    Sin perder tiempo emprendí una vertiginosa carrera hacia el único camino disponible. No obstante, los tempóreos que estaban más cerca se percataron de esto y se movieron un poco para bloquear la ruta, y tras esto, corrieron a mi dirección.

    Desafortunadamente ya no había escapatoria y mi espada ahora estaba fuera de mi alcance. Pero aun así, sabiendo muy bien que mis piernas no resistirían mucho más, me coloqué en una postura defensiva para intentar evadir los ataques el tiempo suficiente para encontrar una salida, aunque tenía en cuenta que sería casi imposible, y saber eso, más que asustarme o hacerme sentir muy frustrado, me entristeció porque al final no podría cumplir con ninguno de mis propósitos en la vida.

    Entonces, cuando creí que a continuación sólo se mostraría una triste escena donde los tempóreos mancharían el suelo con mi sangre y mi alma abandonaría el mundo de los vivos, desde el cielo que había perdido su esplendor descendió un poderoso rayo oscuro, y tras impactar sobre los extraños objetos mágicos, una enorme explosión de energía oscura erradicó a todos los tempóreos que ni siquiera pudieron saber qué los había borrado de la existencia.

    Al contemplar lo que había pasado me era imposible sentirme de otra manera que no fuera aliviado, pues finalmente estaba a salvo -Estoy bien… Gracias por preguntar- Grité con las pocas fuerzas que me quedaban para que mis compañeras supieran que mi corazón seguía latiendo. Suspiré y me dejé caer de rodillas para descansar y disfrutar que todavía mi vida no llegaría a su final, sin importarme en lo absoluto que la oscuridad cubría todo el lugar, que los cuatro objetos brillaban intensamente y tampoco que el ejército de brujos nos habían alcanzado, pues simplemente pensé que nada de eso era mi problema.

    Cuando escuché la voz de una de los Tarmúnil, mi tranquilidad fue reemplazada por inquietud y un poco de miedo. Sin duda alguna aquellos elfos eran de temer. Así que antes de que una nueva batalla se librara, me levanté, busqué mi espada y la tomé tras encontrarla, para luego intentar caminar hacia donde se encontraba Xana, pero no sin dejar de observar cómo los brujos intentaban atacar inútilmente a los renovados Tarmúnil.

    Repentinamente todo dejó de moverse, tanto los soldados como los caballos quedaron completamente inmóviles -¿Y ahora qué?- Susurré confundido mientras que todo lo que mis ojos podían apreciar desaparecía lentamente -(No puede ser. ¡Estoy quedando ciego!)- Fue lo primero que pensé y me aterraba aquella posibilidad, pero afortunadamente me tranquilicé cuando pude percatarme que en realidad lo que desaparecía era remplazado por las imágenes de un nuevo lugar, y después de unos instantes, pude ver perfectamente a dónde fuimos transportados, a la habitación de la anciana que descaradamente nos había enviado a una guerra de racistas.

    Esta vez el viaje había sido mucho más tranquilo que el anterior y realmente aprecié ese detalle, pero todavía me parecía extraña esa forma de transportarse. La anciana, por su parte, no tardó en recibirnos, aunque en vez de preocuparse por nuestra salud parecía mucho más interesada en si habíamos logrado eliminar la maldición y si habíamos detenido a los tempóreos, aunque tal vez lo primero era simplemente para poder preguntar lo segundo sin parecer descortés.

    Xana respondió respondió las preguntas y tras esto la anciana nos informó que podíamos concluir que la misión había sido todo un éxito -(Una deducción “digna” de admirar)- Pensé con un tono sarcástico pero sin decir nada para no causar problemas innecesarios.

    Ahora que todo finalmente estaba resuelto por lo menos para mí, tocaba la parte más aburrida la cual era agradecer, y esta vez hasta tedioso me resultaba debido a que me encontraba tan agotado que incluso me era difícil mantener los ojos abiertos, pues mi cuerpo no estaba acostumbrado a gastar demasiada energía.

    Dejando esos detalles de lado procedí con las formalidades -Ha sido difícil, pero gracias a usted, profesora Meitner, pudimos salvar a Xana- Dije con un tono suave y sosegado mientras caminaba lentamente, y tal vez hasta de forma inconsciente, hacia una silla donde luego me senté -Así que realmente se lo agradecemos, y si alguna vez necesita nuestra ayuda… no dudaremos en ofrecérsela- Añadí al tiempo que luchaba arduamente para mantener mis ojos abiertos -Elen, gracias por acompañarnos todo este tiempo sin importar lo que pasara… Creo que sin ti… jamás hubiera logrado volver… a esta… época- Dicho eso no pude resistir más y el mundo se tornó negro, sucumbí ante el sueño y los presentes en la habitación no escucharían de mí más que ronquidos, aunque después de unos segundos, ya sin estar consciente de mis actos, susurraría dormido -Deberían existir… llaves para… viajar a diferentes zonas de Aerandir… Me da flojera ir a mi casa…-
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Mensaje  Elen Calhoun Mar Abr 11 2017, 12:33

Pronto la hechicera se arrepintió de haber traído al dragón a sus pensamientos, cuando uno tomó forma a escasos metros de donde se encontraba. Sus escamas eran completamente negras y lo único que destacaba eran sus ojos rojos como el rubí, que la miraban fijamente, estaba en un serio problema. Elen no se había enfrentado a muchos dragones durante su vida, pero sabía perfectamente lo duras que podían llegar a ser sus corazas naturales, y que el punto más débil por así decirlo, eran sus alas. El problema era que aquel ser tendría un elemento y no dudaría en usarlo contra ella, ¿cuál sería? Estaba a punto de averiguarlo.

Entreabriendo las fauces, la joven pudo ver a tiempo que se trataba de un dragón de agua, pues el líquido hervía ya dentro de su cuerpo y estaba listo para salir disparado en su dirección.  No le quedó más remedio que esquivarlo haciéndose a un lado, y viendo que tenía toda la atención del tempóreo, ya que éste prefería seguirla a centrarse en los Tarmúnil, la centinela se mantuvo en movimiento constante, de modo que no pudiese verla como un blanco fácil. El problema estaba en que su cuerpo no iba a aguantar mucho más ese ritmo, las piernas comenzaban a dolerle y pronto llegarían los calambres, si no se libraba del reptil antes de que eso ocurriese tendría que utilizar sus poderes para hacerle frente.

En un intento por herirlo, Elen volvió a echar mano de su daga y la lanzó hacia una de las alas de la criatura, pero a pesar de haberla impulsado con una corriente de viento, el dragón consiguió detenerla antes de que lo alcanzase, haciendo uso de otro escupitajo de agua hirviendo. El arma cayó al suelo quedando a medio camino entre los dos, dónde la bruja no podía recuperarla sin hacer uso de su telequinesis o exponerse a un nuevo ataque. Maldiciendo por dentro, la de cabellos cenicientos aferró con fuerza la empuñadura de su espada y echó a correr, no hacia su daga sino rodeando al enemigo, en busca de un flanco por el que poder atacar sin tanto peligro.

Su adversario adivinó sus intenciones y actuó de inmediato, girando hacia el lado opuesto para frenar su avance con un nuevo disparo, y ésta vez sí consiguió acertar a su objetivo, aunque no como le hubiese gustado. El agua hirviendo alcanzó de refilón uno de los brazos de la joven, aquel en que sostenía su hoja, y un quejido escapó de sus labios al notar como parte de su piel, a pesar de no estar expuesta, se quemaba. Por suerte no era nada grave pero sí tendría que tratárselo en cuanto tuviese un momento, cosa de la que ahora mismo no disponía. La mano comenzó a temblarle a causa del dolor y su cansado cuerpo ya no respondía tan rápido como antes, se había forzado demasiado en una lucha física a la que no estaba acostumbrada, y ahora le tocaba sufrir las consecuencias.

El tempóreo casi podía saborear su victoria, pero antes de que tuviese oportunidad de volver a atacar, un oscuro rayo cayó del cielo e impactó sobre las cuatro reliquias, creando un haz que barrió la plataforma por completo, haciendo desaparecer los vórtices y a cuantos habían llegado a través de ellos. La tensai dio gracias interiormente al ver cómo el reptil se desvanecía, pero la tensión no abandonó su cuerpo, la barrera de energía que los separaba de los conquistadores había caído también, y con ello los brujos tenían vía libre para seguir con su ataque. Sin embargo, los invasores se mostraron algo dubitativos y asustados, algo que resultaba completamente normal teniendo en cuenta que la conversión había terminado, y que ahora no tenían a un grupo de elfos delante de ellos sino a los jinetes oscuros.

Ilmerith no dudó en lanzar una amenaza contra sus enemigos, justo antes de dirigir a sus hermanos al combate, a una batalla que los magos no podrían ganar ahora que sus armas y hechizos resultaban inútiles. Fue entonces cuando la imagen quedó congelada y comenzó a desintegrarse, dando a la centinela el tiempo justo para recuperar sus armas con ayuda de la telequinesis antes de verse en el despacho de la profesora Meitner. Exhausta, la de ojos verdes se dejó caer sobre la primera silla que vio, mientras la pócima dejaba de hacer efecto y su apariencia volvía a la normalidad. Envainó las armas sin dejar de escuchar la breve conversación que tenían Xana y la profesora, mordiéndose la lengua para no soltar lo que estaba pensando.

¿Un éxito? Aquello tenía más de trampa que de éxito, puede que ahora la elfa estuviese libre de la maldición pero a un precio realmente alto, la ventaja de contar con Amaterasu de cara a la batalla final se había esfumado y no solo eso, cabía la posibilidad de que decidiesen atacarla en cualquier momento para arrebatarle la corona astada. Ahora más que nunca la benjamina de los Calhoun debía darse prisa y reunir a sus hermanos, pero aunque contase con el apoyo de Vladimir, convencer a Melena Blanca resultaría complicado.

Sin pronunciar palabra, Elen pasó a revisarse el brazo mientras Rauko daba las gracias a Meitner, deteniéndose únicamente cuando el joven pasó a dirigirse a ella para hacer lo mismo que con la profesora. - No ha sido nada. - fue lo único que pudo decir antes de que, rendido, el elfo quedase dormido en su asiento. Si no les hubiese permitido acompañarla al encuentro con la nigromante todo habría sido diferente, Xana no habría acabado maldita y los Tarmúnil no tendrían ahora el ADN de la centinela del norte, la más efectiva de los cuatro. - Ha sido culpa mía. -  pensó, al tiempo que se ponía en pie. - Será mejor que me vaya. - anunció, a modo de despedida. Antes de abandonar la estancia dio las gracias a la profesora, aunque más por su relato sobre Amaterasu que por otra cosa, luego se dispuso a salir de Hekshold, debía reunirse con Alister y contarle lo que había pasado, aunque primero se ocuparía de tratar debidamente la quemadura de su brazo.



Imagen orientativa del tempóreo:
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Mensaje  Ger Jue Abr 13 2017, 22:22

Misión cumplida con éxito

Una misión amena y entretenida que ha servido para contar la génesis de los Jinetes Oscuros y para eliminar la maldición de Xana. Por lo que espero que haya resultado enriquecedora para ambos personajes. A nivel de narración, los dos sois impecables. No hace falta que os invite a que sigáis en esa línea que lleváis mostrando ya unos cuantos años.

Ambos ganáis:

- 15 puntos de experiencia (10 ptos base + 5 por buen desarrollo)
- 300 aeros.
- 10 ptos de influencia con gremio de informantes.
- Rauko: Xana ahora estará contigo, su pasado es oscuro, pero la chica ya está totalmente recuperada y ahora podrá ir contigo a cualquier lado del mundo.
- Elen Calhoun: Ahora conoces la historia de los Jinetes Oscuros. Reunir a los centinelas es una misión de imperiosa necesidad. Tuyo es el momento de decidir cuándo debes ir a por Melena Blanca.

Todo se os ha sumado a vuestros perfiles.

Espero veros en futuras misiones informantes.
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